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- La deformación onírica
Existen sueños de contenido penoso que no muestran indicio de una realización de deseos.
Continúan durante el reposo los sentimientos penosos de la vida despierta, existen sueños de
angustia, en los que esta sensación displacentera se apodera de nosotros hasta que su misma
intensidad nos hace despertar.
Mi segunda instancia, que domina el acceso a la conciencia, distingue a mi amigo R. con una
exagerada efusión de ternura, es porque las tendencias optativas del primer sistema quisieran
designarle, calificándole de imbécil, en persecución de un interés particular, del que dependen.
Los sueños de contenido penoso pueden ser interpretados como realizaciones de deseos
porque ha tenido efecto una deformación onírica, el contenido penoso sirve de disfraz de otro
deseado. Contienen algo penoso para la segunda instancia, pero cumplen un deseo de la
primera. La segunda instancia actúa, con respecto al sueño, definitivamente, y no con carácter
creador.
B)- Análisis
Dos interpretaciones no se contradicen, sino que se superponen. Existe un doble sentido
habitualmente de los sueños y, en general, de todos los demás productos psicopatológicos.
La no realización de un deseo significa la realización de otro.
Los sueños negativos de deseos: su contenido manifiesto se halla constituido por la
negación de un deseo o por algo evidentemente indeseado.
El deseo de que me equivoque es una de las fuerzas determinantes de estos sueños que aparecen
siempre en el curso del tratamiento, cuando el enfermo entra en estado de resistencia contra mí,
al ponerle al corriente de mi teoría de la realización de deseos.
El segundo de los factores motivadores de estos sueños negativos de deseos: en la constitución
sexual de muchos hombres existe un componente masoquista, surgido por la transformación en
su contrario de los componentes agresivos sadistas. Son masoquistas "ideales" cuando no
buscan el placer en el dolor físico que se les causa, sino en las humillaciones y torturas
espirituales. Estas personas pueden tener sueños negativos y displacientes, sin que los mismos
sean en ellos otra cosa que realizaciones de deseos y satisfacción de sus inclinaciones
masoquistas.
En la interpretación de estos sueños llegamos siempre a temas de los que no hablamos sino a
disgusto o en los que nos es desagradable pensar. El penoso sentimiento que tales sueños
despiertan es idéntico a la repugnancia, que tiende a apartarnos (con éxito casi siempre) de la
reflexión o discusión sobre tales temas. Este sentimiento de displacer, que retorna en el sueño,
no excluye, sin embargo, la persistencia de un deseo. Todo hombre abriga deseos que no
quisiera comunicar a los demás, y otros que ni aun quisiera confesarse a sí mismo.
Creemos justificado enlazar el carácter displaciente de todos estos sueños al hecho de la
deformación onírica y deducir que si se muestran deformados y aparece en ellos disfrazada la
realización de deseos hasta resultar irreconocible, es precisamente porque existe una
repugnancia o una intensión represora orientadas contra el tema del sueño o contra el deseo que
de él emana.
Los sueños de angustia constituyen un orden especial de los sueños de contenido penoso,
cuya interpretación, como realizadores de deseos, habrá de tropezar con la máxima resistencia.
No corresponden a una nueva faceta del problema onírico, sino al problema general de la
angustia neurótica. La angustia que en los sueños sentimos sólo aparentemente queda explicada
por el contenido de los mismos. Al someter el contenido onírico a la interpretación, advertimos
que la angustia del sueño no queda justificada por el contenido del mismo. La angustia está
soldada a la representación que la acompaña, y procede de una fuente distinta.
Existe una íntima conexión entre la angustia onírica y la neurótica. La angustia
neurótica procede de la vida sexual, y corresponde a una libido desviada de su fin, y que no ha
llegado a su empleo. Los sueños de angustia poseen un contenido sexual, cuya libido
correspondiente ha experimentado una transformación en angustia.