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TEMA 5

1ª parte

LEGISLACIÓN SANITARIA Y
SERVICIOS SOCIALES
EL INTRUSISMO PROFESIONAL

El intrusismo consiste en la realización de los "actos propios de una profesión"


por quien carece del correspondiente título académico expedido o reconocido
en España. La RAE define el intrusismo como: “Ejercicio de actividades
profesionales por persona no autorizada para ello. Puede constituir delito”.

El intrusismo profesional es un concepto que, en los últimos tiempos, se ha ido


extendiendo cada vez más, a la vez que agravándose, pues no es infrecuente
encontrarnos con noticias en las que se denuncia o condena en los tribunales a
una persona, por hacerse pasar por un profesional titulado y/o colegiado, sin
que en realidad, lo sea. Este modo de actuar, tiene consecuencias en el plano
jurídico
Los intereses afectados por el intrusismo son, fundamentalmente, tres:
1) El particular que recibe la prestación profesional del intruso. En efecto, los
orígenes del delito de intrusismo se hallan en la constatación de que la
impericia de personas no preparadas para atender a los pacientes causaba
lesiones o riesgos para su vida o salud, lo que se trató de impedir
restringiendo el ejercicio de profesiones relacionadas con la salud a quienes
estaban específicamente capacitados para ello. Pero poco a poco ha tenido
lugar un proceso de expansión del delito, que tiende a proteger otros
intereses y a adelantar progresivamente la barrera de protección
2) El del respectivo grupo profesional, tanto de tipo material y económico
como moral y de prestigio.
3) El público, concretado en que determinadas profesiones se ejerzan por
sujetos aptos y capaces de ello.
El objeto de la tutela se centra en el interés de la sociedad, de la comunidad
en su conjunto, por que el ejercicio de ciertas profesiones solo pueda ser
desarrollado por personas idóneas para ello, lo que solo puede asegurarse, en
cierta medida al menos, por medio del establecimiento de un control estatal: el
Estado se atribuye la exclusiva de otorgar los títulos precisos para ejercitar tales
profesiones a quienes hayan realizado los estudios requeridos y superado las
pruebas establecidas.

Así pues, y en síntesis, el intrusismo profesional consiste en ejercer actos


propios de una profesión, sin título académico español o reconocido en
España. Es una conducta altamente lesiva de determinados bienes jurídicos
básicos como la vida, la integridad corporal, la libertad y la seguridad, que tal
como declara la Sentencia del Tribunal Constitucional 111/1993 de 25 de marzo,
"se ponen en juego al confiar en la profesionalidad de quien manifiesta estar
capacitado mediante un título universitario ad hoc".
Por todo ello, el intrusismo profesional está considerado un delito:
Artículo 403 Código Penal:
1. El que ejerciere actos propios de una profesión sin poseer el correspondiente título
académico expedido o reconocido en España de acuerdo con la legislación vigente, incurrirá
en la pena de multa de doce a veinticuatro meses. Si la actividad profesional desarrollada
exigiere un título oficial que acredite la capacitación necesaria y habilite legalmente para su
ejercicio, y no se estuviere en posesión de dicho título, se impondrá la pena de multa de seis a
doce meses.
2. Se impondrá una pena de prisión de seis meses a dos años si concurriese alguna de las
siguientes circunstancias:

a) Si el culpable, además, se atribuyese públicamente la cualidad de profesional amparada por el


título referido.

b) Si el culpable ejerciere los actos a los que se refiere el apartado anterior en un local o
establecimiento abierto al público en el que se anunciare la prestación de servicios propios de
aquella profesión.
Por acto propio, según la Jurisprudencia del Tribunal Supremo (Sentencia
41/2002, de 22 de enero) debe entenderse aquel o aquellos que forman parte
de la actividad profesional amparado por el título y que por eso mismo
exigen una lex artis o específica capacitación.

Para apreciar delito de intrusismo la jurisprudencia entiende que basta con un


único acto.
Por último, es necesario puntualizar que el intrusismo se produce cuando se
engaña al potencial público sobre la realidad de la preparación técnica y
académica que se posee, y no en los casos en que, sin engaño, se invade el
campo competencial de una profesión específica.
Algunas sentencias de intrusismo en las profesiones sanitarias:
- Sentencia del Tribunal Supremo de 3 de marzo de 1997: se condenó a una
persona por desempeñar funciones de médico, siendo Ayudante Técnico
Sanitario, careciendo de la titulación de facultativo. Incluso fue empleado
y trabajó en un hospital público como médico adjunto del servicio de
obstetricia y ginecología, sustituyendo a los titulares en varias ocasiones.
Abrió una consulta privada en su casa particular, con un rótulo donde
mencionaba su aparente titulación. Durante todo el tiempo de su trabajo como
ginecólogo efectuó numerosos actos médicos como consultas, intervenciones en
partos, exploración y detección de tumores, colocación de dispositivos
anticonceptivos y dispensa de recetas.
- Sentencia del Tribunal Supremo de 20 de junio de 2019: se condenó a
un protésico dental, que realizaba actos propios de un odontólogo, algo que
no podía hacer según su titulación. A causa de ello una de las pacientes sufrió
lesiones que tuvieron que ser atendidas en urgencias.
LEY DE DEPENDENCIA

LEGISLACIÓN CONSOLIDADA

Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y


Atención a las personas en situación de dependencia

BOE de 15 de diciembre de 2006


ORÍGENES: La Unión Europea, a través del Consejo de Europa, ha venido
promoviendo diversas iniciativas y Recomendaciones con el objeto de mejorar
la situación de las personas dependientes y la de sus cuidadores.
Desde mediados de la década de los noventa del s. XX, se han ido produciendo
trabajos por parte de un grupo de expertos tendentes a la elaboración de un
texto de consenso en torno a la dependencia. El resultado de ese trabajo fue la
aprobación, en septiembre de 1998, por el Comité de Ministros del Consejo de
Europa, de una Recomendación relativa a la dependencia (Consejo de Europa,
1998).
Otro texto importante es la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de
la Discapacidad y de la Salud (CIF 2001, OMS), de gran importancia para el
reconocimiento de la situación de las personas con discapacidad y las personas
con dependencia.
En octubre de 2003 se aprobó en el Pleno del Congreso de los Diputados la
Renovación del Pacto de Toledo con una Recomendación Adicional 3.ª que
expresa: «resulta por tanto necesario configurar un sistema integrado que
aborde desde la perspectiva de globalidad del fenómeno de la dependencia y la
Comisión considera necesaria una pronta regulación en la que se recoja la
definición de dependencia, la situación actual de su cobertura, los retos
previstos y las posibles alternativas para su protección».

Asimismo, debe recordarse que la Constitución Española ya ordenaba a los


poderes públicos la protección de las personas mayores y las personas con
discapacidad. La ley de Dependencia de 2006 viene a cubrir ese vacío, que
además se ha ido sintiendo cada vez más necesario al mismo tiempo que se ha
ido desarrollando el llamado Estado del Bienestar.
Artículo 49 CE:
“Los poderes públicos realizarán una política de previsión, tratamiento,
rehabilitación e integración de los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos
a los que prestarán la atención especializada que requieran y los ampararán
especialmente para el disfrute de los derechos que este Título otorga a todos
los ciudadanos”.

Artículo 50 CE:
“Los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y
periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos
durante la tercera edad. Asimismo, y con independencia de las obligaciones
familiares, promoverán su bienestar mediante un sistema de servicios sociales
que atenderán sus problemas específicos de salud, vivienda, cultura y ocio”.
CONCEPTO DE DEPENDENCIA
En la Recomendación del Consejo de Europa se define la dependencia como
“la necesidad de ayuda o asistencia importante para las actividades de la vida
cotidiana”,
o, de manera más precisa, como
“un estado en el que se encuentran las personas que por razones ligadas a la falta o
la pérdida de autonomía física, psíquica o intelectual, tienen necesidad de
asistencia y/o ayudas importantes a fin de realizar los actos corrientes de la vida
diaria y, de modo particular, los referentes al cuidado personal”.

A esta definición le falta la alusión al factor quizá más importante, junto con la
discapacidad, que causa la dependencia: la edad. De hecho, edad y discapacidad se
hallan estrechamente vinculadas. El porcentaje de personas mayores de 65 años con
discapacidad es muy superior al de los menores de 65 años (discapacidad
sobrevenida).
El artículo 2.2 de la Ley de Dependencia define la dependencia como:
“el estado de carácter permanente en que se encuentran las personas que, por
razones derivadas de la edad, la enfermedad o la discapacidad, y ligadas a la
falta o a la pérdida de autonomía física, mental, intelectual o sensorial, precisan
de la atención de otra u otras personas o ayudas importantes para realizar
actividades básicas de la vida diaria o, en el caso de las personas con
discapacidad intelectual o enfermedad mental, de otros apoyos para su
autonomía personal”.

Asimismo, en ese mismo artículo en el que se desarrollan algunos conceptos


básicos, el legislador puntualiza algunas cosas importantes, de las que
señalamos las siguientes:
1. Autonomía: la capacidad de controlar, afrontar y tomar, por propia
iniciativa, decisiones personales acerca de cómo vivir de acuerdo con las
normas y preferencias propias así como de desarrollar las actividades
básicas de la vida diaria.
2. Actividades Básicas de la Vida Diaria (ABVD): las tareas más elementales de
la persona, que le permiten desenvolverse con un mínimo de autonomía e
independencia, tales como: el cuidado personal, las actividades domésticas
básicas, la movilidad esencial, reconocer personas y objetos, orientarse,
entender y ejecutar órdenes o tareas sencillas.
3. Los cuidados básicos a los que se refiere la Ley, y que deben garantizarse,
pueden ser prestados por diferentes personas. A este respecto la Ley
permite los:
a) Cuidados no profesionales: la atención prestada a personas en
situación de dependencia en su domicilio, por personas de la familia o de su
entorno, no vinculadas a un servicio de atención profesionalizada.
b) Cuidados profesionales: los prestados por una institución pública o
entidad, con y sin ánimo de lucro, o profesional autónomo entre cuyas
finalidades se encuentre la prestación de servicios a personas en situación de
dependencia, ya sean en su hogar o en un centro.
c) Asistencia personal: servicio prestado por un asistente personal que
realiza o colabora en tareas de la vida cotidiana de una persona en situación de
dependencia, de cara a fomentar su vida independiente, promoviendo y
potenciando su autonomía personal.

En general, la situación de dependencia exige la concurrencia de tres factores


claves: 1) la existencia de una limitación física, psíquica o intelectual que
merma determinadas capacidades de la persona. 2) la incapacidad de la
persona para realizar por sí mismo las actividades de la vida diaria. 3) la
necesidad de asistencia o cuidados por parte de un tercero.
Aunque dependencia y vejez se puedan asimilar, hay que precisar que, en realidad,
la dependencia recorre toda la estructura de edades de la población. No se puede
circunscribir, por ello, el fenómeno de la dependencia al colectivo de las personas
mayores, aun cuando sean éstas las que con más intensidad se ven afectadas. La
dependencia puede aparecer en cualquier momento de la vida:
- puede estar presente desde el nacimiento (malformaciones congénitas,
discapacidades congénitas, de nacimiento). Por eso la Ley prevé situaciones de
dependencia para los menores de tres años.
- puede desencadenarse a consecuencia de un accidente o de una enfermedad
aguda en la infancia, la juventud o la vida adulta (importancia de los accidentes
laborales).
- Puede ir apareciendo a medida que las personas envejecen, como consecuencia
de enfermedades crónicas (enfermedad de Alzheimer, artritis, osteoporosis, etc.)
o como reflejo de una pérdida general en las funciones fisiológicas, atribuible al
proceso global de senescencia
Obviamente, la necesidad de asistencia y/o cuidados derivada de las situaciones de
dependencia ha existido siempre.
Lo que ha cambiado es:
-su dimensión, debido sobre todo al crecimiento del número y de la proporción
de personas mayores.
-su importancia social: ha dejado de verse como un problema exclusivamente
individual o familiar, para pasar a percibirse como un problema que afecta a la
sociedad en su conjunto (Estado del Bienestar).
-su naturaleza, en tanto que supone una redelimitación de los objetivos y
funciones del Estado de Bienestar e implica nuevos compromisos de protección y
financiación.
Todo ello hace de la dependencia una carga que es a la vez social y familiar, y al
mismo tiempo abre un nuevo campo de intervención social que pone a prueba la
capacidad de la sociedad y de sus instituciones para adaptarse a las nuevas realidades
de fragilidad social.
Existe una clarísima interrelación entre la salud y las situaciones de dependencia.
Son importantísimas, pues tienen eficacia probada, las intervenciones sanitarias
en edades medianas de la vida para prevenir la aparición de la dependencia en las
edades más avanzadas. Del mismo modo, se ha demostrado que la mejora de los
hábitos de vida de la población contribuye significativamente a mejorar la
esperanza de vida sin discapacidad. Esto confiere a las intervenciones sanitarias un
importante papel, al atrasar la aparición de la dependencia.
Por otra parte, en los casos en que la dependencia ya está establecida, el cuidado
de la salud es esencial para lograr una adecuada adaptación de la persona a su
nueva situación y mejorar su calidad de vida. De hecho, la más que frecuente
coexistencia de enfermedades activas complica la situación, hasta el punto que los
casos de personas con mayores necesidades asistenciales, son aquellas en las que
la situación de dependencia funcional coincide con la pluripatología y la
inestabilidad clínica.
Derechos y obligaciones de las personas en situación de dependencia
Como establece la Ley de Dependencia, las personas en situación de dependencia
tendrán derecho, con independencia del lugar del territorio del Estado español
donde residan, a acceder, en condiciones de igualdad, a las prestaciones y
servicios previstos en esta Ley, en los términos establecidos en la misma.
Asimismo, las personas en situación de dependencia disfrutarán de todos los
derechos establecidos en la legislación vigente, y con carácter especial de los
siguientes:
a) A disfrutar de los derechos humanos y libertades fundamentales, con pleno
respeto de su dignidad e intimidad. b) A recibir, en términos comprensibles y
accesibles, información completa y continuada relacionada con su situación de
dependencia. c) A ser advertido de si los procedimientos que se le apliquen pueden
ser utilizados en función de un proyecto docente o de investigación, siendo
necesaria la previa autorización, expresa y por escrito, de la persona en situación de
dependencia o quien la represente.
d) A que sea respetada la confidencialidad en la recogida y el tratamiento de sus
datos. e) A participar en la formulación y aplicación de las políticas que afecten a
su bienestar, ya sea a título individual o mediante asociación. f) A decidir,
cuando tenga capacidad de obrar suficiente, sobre la tutela de su persona y
bienes, para el caso de pérdida de su capacidad de autogobierno. g) A decidir
libremente sobre el ingreso en centro residencial. h) Al ejercicio pleno de sus
derechos jurisdiccionales en el caso de internamientos involuntarios,
garantizándose un proceso contradictorio. i) Al ejercicio pleno de sus derechos
patrimoniales. j) A iniciar las acciones administrativas y jurisdiccionales en
defensa del derecho que reconoce la presente Ley. En el caso de los menores o
personas incapacitadas judicialmente, estarán legitimadas para actuar en su
nombre quienes ejerzan la patria potestad o quienes ostenten la representación
legal. k) A la igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad
universal, en cualquiera de los ámbitos de desarrollo y aplicación de esta Ley. l)
A no sufrir discriminación por razón de orientación o identidad sexual.
Los titulares de los derechos establecidos en la Ley son los españoles que cumplan los
siguientes requisitos:
a) Encontrarse en situación de dependencia en alguno de los grados establecidos.
b) Para los menores de 3 años se estará a lo dispuesto en la disposición adicional
decimotercera (particularidad: a estos menores, además de las prestaciones
económicas para su cuidado, hay que atender las necesidades educativas).
c) Residir en territorio español y haberlo hecho durante cinco años, de los cuales dos
deberán ser inmediatamente anteriores a la fecha de presentación de la solicitud. Para
los menores de cinco años el periodo de residencia se exigirá a quien ejerza su guarda y
custodia.
Las personas que, reuniendo los requisitos anteriores, carezcan de la nacionalidad
española se regirán por lo establecido en la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre
derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, en los tratados
internacionales y en los convenios que se establezcan con el país de origen. Para los
menores que carezcan de la nacionalidad española se estará a lo dispuesto en las Leyes del
Menor vigentes, tanto en el ámbito estatal como en el autonómico, así como en los
tratados internacionales.
Grados de dependencia

La situación de dependencia se clasificará en los siguientes grados:


a) Grado I. Dependencia moderada: cuando la persona necesita ayuda para realizar
varias actividades básicas de la vida diaria, al menos una vez al día o tiene
necesidades de apoyo intermitente o limitado para su autonomía personal.
b) Grado II. Dependencia severa: cuando la persona necesita ayuda para realizar
varias actividades básicas de la vida diaria dos o tres veces al día, pero no quiere
el apoyo permanente de un cuidador o tiene necesidades de apoyo extenso para
su autonomía personal.
c) Grado III. Gran dependencia: cuando la persona necesita ayuda para realizar
varias actividades básicas de la vida diaria varias veces al día y, por su pérdida
total de autonomía física, mental, intelectual o sensorial, necesita el apoyo
indispensable y continuo de otra persona o tiene necesidades de apoyo
generalizado para su autonomía personal.

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