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Actuación sanitaria ante la violencia de género

La violencia de género es una cuestión que a día de hoy sigue siendo un


problema global que requiere mayor visibilidad, así como promover el
cambio de prácticas sociales, políticas y culturales para poder evitar y tratar
este asunto. Más aún, concienciar a la población de las repercusiones
destructoras que puede llegar a tener en su bienestar físico y emocional si
no se frena a tiempo. Así pues, organizaciones tratan de impulsar la
igualdad de género, brindar apoyo a las víctimas y eliminar la
discriminación. ¿Pero qué es exactamente la violencia de género?
Se considera violencia de género cualquier forma de violencia hacia la
mujer que ocasione un daño físico, sexual, psicológico, económico o
simbólico. También, se incluyen las amenazas, intimidación, la coerción e
impedir su total libertad. Se puede dar en distintos contextos, ya sea en el
ámbito laboral, familiar y/o público y es algo que ocurre desde tiempos
inmemorables.
La razón principal por la cual existe este tipo de violencia radica en la
desigualdad entre hombres y mujeres.
En el año 2007 se edita el Protocolo Común de la Actuación Sanitaria
contra la violencia de género con la finalidad de conseguir unas pautas de
actuación homogénea en estos casos por parte del personal sanitario.
Los conceptos generales han sido actualizados y revisados, dándole a este
Protocolo una orientación de atención integral. Las actuaciones sanitarias
se orientan de una manera transversal entre diferentes profesionales
(educación, cuerpos de seguridad, etc).
El principal problema que se presenta ante la violencia de género es cómo
detectarlo y el largo período de tiempo que generalmente se precisa para
llegar a un diagnóstico.
Con el objetivo de intentar paliar estos problemas se edita este Protocolo.
En él se da una gran importancia a la actuación sanitaria que debe estar en
todo momento alerta y detectando conductas o signos de sospecha.
El papel que juega en el sistema sanitario en la detención y prevención de
la violencia de género es de máxima importancia y se articula en tres
epígrafes:
Sensibilización y formación de profesionales
Formación continuada del personal sanitario dando importancia a la
formación en cuestiones interculturales.
Sesiones clínicas interdisciplinares de casos reales.
Reuniones con profesionales de otros ámbitos.
Dar relevancia a los casos que afectan a los menores y a las medidas
aplicadas.
Atención a la salud integral de las mujeres:
Fomento de la información en lugares públicos para que resulten
atractivos a las mujeres y conozcan que pueden recibir protección y
ayuda.
Conseguir que a través del trato del sanitario con la paciente se
promueva la autonomía de la mujer y que sean capaces de ejercer
todos sus derechos animándolas a formar parte de actividades que
aumenten su autoestima.
En el ámbito de la educación de la salud y educación maternal,
tratamiento de temas de sensibilización y prevención de la violencia
contra las mujeres.
En comunidad:
Realización de actividades para informar sobre el impacto que puede
tener este tipo de violencia en la salud y cuál sería el rol del personal
sanitario.
Participación en campañas propuestas por instituciones y
organizaciones relacionadas con mujeres en situación de
vulnerabilidad.
Intervención a nivel educativo y creación modelos eficaces para la
prevención de este problema.
Cualquier profesional tiene la obligación de averiguar si la mujer puede
estar sufriendo violencia de género. Para ello se formularán preguntas de
carácter general y orientándolas hacia este tema en cuestión, evitando
personalizar para evitar una actitud defensiva, ofreciendo motivación en la
búsqueda de recursos y apoyos.
En las consultas de medicina y enfermería es donde más se puede detectar
la situación pues es donde se acude de manera más reiterada.
No es tarea fácil descubrir cuándo se produce este tipo de violencia por
parte de los profesionales ya que, en muchas ocasiones, ni la propia mujer
se siente víctima. Influyen en esta falta de concienciación los estereotipos
religiosos y culturales; normalmente restan importancia a las actuaciones
de los hombres y culpabilizan a las mujeres.
Estas conductas se dan en cualquier clase social y cultural; podemos
afirmar que no existe un perfil de mujer maltratada y tampoco del hombre
capaz de llevar a cabo estas acciones.
Es importante para detectar la violencia de género que el personal sanitario
sea consciente de la existencia de estos estereotipos para ser capaces de
identificar de forma correcta cuándo se está ante un caso.
Presenta una mayor problemática identificar estos casos en mujeres de
mayor vulnerabilidad como puede ser inmigrantes irregulares, mujeres
discapacitadas que debido a la dependencia siempre acuden a consulta
acompañadas de sus parejas, por lo que no tienen un espacio para
comunicar su situación libremente, ancianas que tienen asumido el papel de
la mujer tradicional, lo que añade dificultad a la ruptura con su pareja,
drogodependientes excluidos del sistema social, lo que imposibilita
conseguir protección... Adicionalmente, en el medio rural se añade la
dificultad en el acceso de los recursos que existen y además el temor a la
crítica social.
Hay una serie de factores que impiden reconocer este tipo de violencia por
parte de las víctimas como, por ejemplo, tener baja autoestima, pensar que
no recibirás apoyo por parte de la administración ni familiares, ser
dependiente económicamente y no trabajar, etc.
Existen muchos casos en los que las víctimas están acostumbradas a
ocultar su situación, normalizándola e incluso protegiendo al maltratador.
Por otro lado, habitualmente, los hijos no quieren ver estas situaciones por
miedo a ser castigados, por sentirse en cierta manera culpables y no querer
ponerse de un lado. En su vida, llegan a normalizar la violencia en su día a
día y generalmente tienen problemas para exteriorizar sus conflictos
internos.
Desde el punto de vista sanitario, el hecho de no considerar la violencia
como un problema de salud y creer que no es tan habitual dificulta la
identificación del mismo.
Por otra parte, el hecho de vivir en una sociedad sexista llena de
estereotipos y mitos no ayuda en absoluto. Asimismo, no saber manejar
estas situaciones utilizando las estrategias oportunas y no tener facilidad de
comunicación con el paciente, dificultan la identificación de las víctimas.
Tampoco existe en la consulta un ambiente que sea favorable a esta
comunicación tan personal, y el hecho de que la sanidad este masificada no
ayuda a mejorar la situación.
Los sanitarios deben ser capaces de distinguir cuándo una mujer se
encuentra ante una violencia de género a través de una serie de síntomas.
A nivel físico se pueden buscar lesiones reiteradas, dolores, problemas de
sueño y adiciones, mientras que en el campo psicológico pueden sufrir
depresión, ansiedad, pensamientos suicidas y baja autoestima.
Las víctimas suelen ir acompañadas de su pareja a la consulta, recurren a
los servicios de urgencia y son frecuentes los casos en los que bien acuden
de manera muy continuada, bien se ausentan por largos períodos de tiempo.
Una vez el profesional considera que la mujer está siendo víctima de
maltrato deberá realizar una entrevista clínica específica para confirmar o
descartar sus sospechas. Esta entrevista tiene lugar cuando la mujer acude
sola y debe crearse un ambiente comunicativo y empático para que la mujer
se sienta en confianza y pueda mostrar su situación.
Es recomendable el trato directo del tema de la violencia e intentar que la
víctima comprenda que nunca está justificada.
Una vez que la mujer se reconoce como víctima, es vital hacerle ver que no
es culpable, arroparla sin ser paternalista, pero sin dar falsas esperanzas ni
crear expectativas de una sencilla solución.
No se debe opinar sobre la actitud que la mujer presenta o infravalorar la
situación de peligro en la que se puede encontrar.
Conviene tener en cuenta las declaraciones sin intentar imponer el criterio
del profesional.
Tras la identificación del maltrato se realizará una valoración completa
incluyendo lesiones, análisis de su estado emocional, evaluando si se
encuentra en situación de peligro y posibles medidas para realizar cambios
en su vida que mejoren la situación.
Como responda la mujer ante esta situación depende mucho de su situación
personal y familiar, de su autonomía económica y de la gravedad de la
violencia a la que esté siendo sometida. Son muchos los factores que
influyen en que una mujer maltratada no sea capaz de abandonar la
relación.
En el caso de que la mujer no reconozca la situación de maltrato el
profesional sanitario debe hacerlo constar en su historia clínica e informarla
de la valoración que se le ha hecho. Asimismo, debe continuar con el
seguimiento de su caso para establecer una relación cercana y que pueda
dar lugar a que la víctima reconozca su situación frente al profesional.
También, en caso de sospecha de violencia de género el sanitario debe
comunicarlo al ministerio fiscal para que lo investigue. Según la regulación
española el personal sanitario tiene obligación legal de poner en
conocimiento de la autoridad judicial la posible existencia de un hecho
delictivo recogida en la Ley de Enjuiciamiento Criminal artículo 355.
Es también obligación del sanitario dar información a la víctima sobre los
derechos que tiene de una manera clara, transparente y fácil de comprender.
Después de haber leído el Protocolo Común para la Actuación Sanitaria
para la violencia de género considero a los sanitarios elementos claves para
la detección de este problema ya que son el primer eslabón de la cadena
con la que se encuentra la víctima. Es fundamental sensibilizar a los
profesionales de la salud sobre las diferentes formas de violencia de
género, sus señales y consecuencias.
Los protocolos deben incluir pautas claras para la identificación temprana
de posibles casos de violencia de género, fomentando un enfoque proactivo
en la detección de signos y síntoma, garantizando la confidencialidad y
seguridad de las víctimas, creando un entorno en el que se sientan cómodas
compartiendo información sobre su situación.
La colaboración entre profesionales de la salud, servicios sociales y
organizaciones especializadas en violencia de género es esencial para
obtener un apoyo integral a las víctimas.

Los profesionales de la salud deben recibir formación continua sobre


temas relacionados con la violencia de género y las actuaciones a realizar
en los protocolos para mejorar su capacidad de intervención.
En conclusión, a mi entender un protocolo eficaz en el ámbito sanitario
debe abordar la violencia de género desde una perspectiva integral,
promoviendo la conciencia, la identificación temprana y la colaboración
para garantizar la seguridad y el bienestar de las víctimas.

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