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Calila e Dimna
Don Juan Manuel (1282·1348)
Pertenecía a la familia real. Su padre, Manuel de
Castilla, era uno de los hermanos menores de
Alfonso X. Desde joven fue educado en un ambiente
propicio, propenso y proclive a la cultura en el que
el castellano había adelantado al latín y se erigía
como lengua de cultura y corte.
Como su tío, se entregó al arte de escribir y enseñar, aunque fue denostado y
criticado por ello, pero, sobre todo, al arte de tirar de los hilos de la política para
sacar provecho y beneficio para él y sus señoríos. Tanto es así que se convirtió en
uno de los hombres más poderosos de la época y llegó a poseer un ejército de más
de mil caballeros y a acuñar una moneda propia.
Hacia 1340 dejó los tejemanejes de la política y se retiró al Castillo de
Garcimuñoz, donde se dedicó a reunir y revisar sus obras con el fin de que no
sufrieran las alteraciones a que las sometían los copistas (consciencia de autoría).
Libro de los Estados
Escribió diferentes obras, aunque siempre con
intención aleccionadora. Bajo la apariencia de un
diálogo sostenido entre dos personajes que
pretenden representar perspectivas diferentes o
incluso antagónicas (tópico del puer senex), se
plantean unas cuestiones a las que se intenta dar
respuesta.
Historia ejemplificadora
EXEMPLUM
MORALEJA o DÍSTICO
Patronio √
Conde Lucanor !?
Deccameron (1351·53)
La olla rota,
Fábulas, El conde
Calila e Dimna Lucanor,
Esopo (traducido por la Don Juan Manuel
(siglo VI) Escuela de
(1335)
Traductores)
La lechera y el
A las ilusiones
militares,
cántaro de La lechera,
leche, Samaniego
Rey de Artieda
La Fontaine (XVIII)
(XVI)
(XVII)
Fábulas,
Esopo (siglo VI)
Una lechera llevaba en la cabeza un cubo de leche recién ordeñada y caminaba hacia su
casa soñando despierta. "Como esta leche es muy buena", se decía, "dará mucha nata.
Batiré muy bien la nata hasta que se convierta en una mantequilla blanca y sabrosa, que
me pagarán muy bien en el mercado. Con el dinero, me compraré un canasto de huevos y,
en cuatro días, tendré la granja llena de pollitos, que se pasarán el verano piando en el
corral. Cuando empiecen a crecer, los venderé a buen precio, y con el dinero que saque me
compraré un vestido nuevo de color verde, con tiras bordadas y un gran lazo en la cintura.
Cuando lo vean, todas las chicas del pueblo se morirán de envidia. Me lo pondré el día de
la fiesta mayor, y seguro que el hijo del molinero querrá bailar conmigo al verme tan guapa.
Pero
La no voycomenzó
lechera a decirle aque sí de buenas
menear a primeras.
la cabeza para decirEsperaré
que no,a yque me lo pida varias veces
y, al principio,
entonces le diré
el cubo de que nocayó
leche con la
alcabeza.
suelo, yEso es, le se
la tierra dirétiñó
quede
no: "¡así! "
blanco. Así que la lechera se quedó sin nada: sin vestido, sin
pollitos, sin huevos, sin mantequilla, sin nata y, sobre todo, sin
leche: sin la blanca leche que le había incitado a soñar.
Por eso digo yo: El que hace sobre el porvenir proyectos
irrealizables se queda blanco como el padre de Somasarmán.
La olla rota
(Calila e Dimna)
En cierto lugar vivía un brahmán llamado Svabhakripana, que tenía una olla llena de arroz que le habían
dado de limosna y que le había sobrado de la comida. Colgó esta olla de un clavo de la pared, puso su cama
debajo y pasó la noche mirándola sin quitarle la vista de encima, pensando así:
–Esa olla está completamente llena de harina de arroz. Si sobreviene ahora una época de hambre podré
sacarle cien monedas de plata. Con las monedas compraré un par de cabras. Como estas crían cada seis
meses, reuniré todo un rebaño. Después con las cabras compraré vacas. Cuando las vacas hayan parido
venderé las terneras. Con las vacas compraré búfalas. Con las búfalas, yeguas. Cuando las yeguas hayan
parido tendré muchos caballos. Con la venta de estos reuniré gran cantidad de oro. Por el oro me darán una
casa con cuatro salas. Entonces vendrá a mi casa un brahmán y me dará en matrimonio a su hija hermosa y
bien dorada. Ella dará a luz un hijo y le llamaré Somasarmán. Cuando tenga edad para saltar sobre mis
rodillas cogeré un libro, me iré a la caballeriza y me pondré a estudiar. Entonces me verá Somasarmán y
deseoso de mecerse sobre mis rodillas, dejará el regazo de su madre y vendrá hacia mí, acercándose a los
caballos. Yo, enfadado, gritaré a la brahmana: “¡Coge al niño!” Pero ella, ocupada en las faenas, no oirá mis
palabras. Yo me levantaré entonces y le daré un puntapié. Tan embargado estaba en sus pensamientos, que
dio un puntapié y rompió la olla y él quedó todo blanco con la harina de arroz que había dentro y que le cayó
encima. Por eso digo yo:
El que hace sobre el porvenir proyectos irrealizables
se queda blanco como el padre de Somasarmán.
A las ilusiones militares, Andrés Rey de Artieda (XVI)
Había una vez una muchacha, cuyo padre era lechero, con un cántaro de leche en la
cabeza.
Caminaba ligera y dando grandes zancadas para llegar lo antes posible a la ciudad, a
donde iba para vender la leche que llevaba.
Por el camino empezó a pensar lo que haría con el dinero que le darían a cambio de la
leche.
-Compraré un centenar de huevos. O no, mejor tres pollos. ¡Sí, compraré tres pollos!
La muchacha seguía adelante poniendo cuidado de no tropezar mientras su imaginación
iba cada vez más y más lejos.
-Criaré los pollos y tendré cada vez más, y aunque aparezca por ahí el zorro y mate
algunos, seguro que tengo suficientes para poder comprar un cerdo. Cebaré al cerdo y
cuando esté hermoso lo revenderé a buen precio. Entonces compraré una vaca, y a su
ternero también….
Pero de repente, la muchacha tropezó, el cántaro se rompió y con él se fueron la ternera,
la vaca, el cerdo y los pollos.
Llevaba en la cabeza Llevarélo al mercado,
una Lechera el cántaro al mercado La lechera, sacaré de él sin duda buen dinero;
con aquella presteza, compraré de contado
aquel aire sencillo, aquel agrado, Samaniego una robusta vaca y un ternero,
que va diciendo a todo el que lo advierte que salte y corra toda la campaña,
(XVIII)
«¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!» hasta el monte cercano a la cabaña.»
porque no apetecía Con este pensamiento
más compañía que su pensamiento, enajenada, brinca de manera,
que alegre la ofrecía que a su salto violento
inocentes ideas de contento, el cántaro cayó. ¡Pobre Lechera!
marchaba sola la feliz Lechera, ¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,
y decía entre sí de esta manera: huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.
«Esta leche vendida, ¡Oh, loca fantasía!
en limpio me dará tanto dinero, ¡Qué palacios fabricas en el viento!
y con esta partida Modera tu alegría
un canasto de huevos comprar quiero, no sea que saltando de contento,
para sacar cien pollos, que al estío al contemplar dichosa tu mudanza,
me rodeen cantando el pío, pío. quiebre su cantarillo la esperanza.
Del importe logrado No seas ambiciosa
de tanto pollo mercaré un cochino; de mejor o más próspera fortuna,
con bellota, salvado, que vivirás ansiosa
berza, castaña engordará sin tino, sin que pueda saciarte cosa alguna.
tanto, que puede ser que yo consiga No anheles impaciente el bien futuro;
ver cómo se le arrastra la barriga. mira que ni el presente está seguro.