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COLECCIONES DE CUENTOS CON MARCO.

 Se entiende por relato-marco una estructura narrativa compuesta por dos o


más niveles diferentes, uno de los cuales sirve como contenedor dentro del
cual se suceden en otro, o varios, niveles una sucesión de relatos relacionados
entre sí precisamente por sus vínculos con el relato que los contiene. Se trata
de una técnica concreta de presentar al lector una colección de cuentos: estos,
al margen de su propia originalidad, se someten a la justificación narrativa de
un relato más amplio que los engloba y vincula.

     Para estas páginas digitales de literatura europea, el mayor interés de esta


estructura, por lo demás hoy poco productiva, es, precisamente, que se trata de
una técnica narrativa ajena a la tradición occidental grecolatina. En Grecia se
compusieron, por supuesto, colecciones de cuentos, fábulas y apólogos que
luego fueron adaptadas con éxito a la cultura latina de Roma. Pero las fábulas
de Esopo, como luego las de Fedro o Babrio, se organizaban como una mera
sucesión de relatos conexos, en todo caso, por su temática. También hubo
textos novelescos, como El asno de oro, que incorporaron narraciones insertas
como el relato de Amor y Psiqué, pero la peculiaridad técnica del relato-marco
es que la propia existencia del nivel narrativo superior se justifica
formalmente por su función de contenedor: el relato-marco no es solo una
estructura narrativa dentro de la cual hallamos otro nivel de narraciones sino,
sobre todo, una estructura narrativa creada para contener ese otro nivel.

La presencia de este modelo compositivo en Europa se halla vinculado desde


sus orígenes a traducciones y adaptaciones de textos procedentes de la India a
través de la cultura islámica y el ejemplo más antiguo sería el Calila e Dimna,
que remite, en origen, al Panchatantra. El Panchatantra, supuestamente
escrito por un brahmán de Cachemira llamado Vishnu-Sharma hacia siglo III
d.C., se presentaba como una colección de fábulas morales destinadas a la
educación de unos principes. Estos cuentos fueron traducidos en primer lugar
del sáncrito al pahlevi, idioma del imperio persa, en el siglo VI y después,
hacia el 750, adaptados al árabe por Ibn al-Muqaffa ya con el título de Kalila
wa-Dimna, nombre de unos personajes y narradores, dos chacales, que
aparecen al inicio de la obra. A su vez, esta versión árabe, que ya había
desarrollado la estructura de relato-marco, fue el origen de una traducción al
hebreo atribuida al rabí Yoel y otra al castellano por encargo de Alfonso X el
Sabio. A su vez la versión hebrea fue traducida al latín por el judío converso
Juan de Capua en Roma a finales del siglo XIII en una versión que se difundió
por toda Europa tanto en este idioma como en nuevas traducciones y
adaptaciones en varias lenguas vulgares.

     El éxito de este modelo narrativo y su influencia en la literatura europea se


consolidaron con nuevas colecciones de apólogos orientales como el Barlaam
y Josafat o el Sendebar, que hicieron el mismo viaje hacia Occidente que
el Panchatantra. También son muy famosos y forman parte por derecho
propio de cualquier antología de la literatura universal los relatos que
componen el más famoso de los relatos-marco árabes, Las mil y una noches,
pero la influencia de esta obra sobre la cultura occidental es muy posterior a la
de las otras colecciones. Por un lado, durante la Edad Media los cuentos
de Las mil y una noches no gozaban de prestigio entre los escritores árabes
cultos por ser relatos de tipo popular, de temática fantasiosa y poca
ejemplaridad. Esto limitó su difusión y hacía menos atractivo el complejo
proceso de traducción y adaptación intercultural. Por fin, cuando en el
siglo XVIII Las mil y una noches fue introducida en Europa, nuestra cultura se
hallaba en una fase mucho más consolidada por lo que la influencia que un
clásico exterior podía ejercer sobre ella solo podía ser ya tangencial, ocasional
y cosmética. Por ejemplo, el modelo de relato-marco en la literatura europea
ya estaba para entonces, como veremos, amortizado y en consecuencia la
influencia del libro árabe en ese aspecto fue nula.

COLECCIONES DE CUENTOS CON PATRONIO.

El Conde Lucanor (1335) es la obra más conocida del poderoso noble


toledano Don Juan Manuel. La primera parte,  el “Libro de los exemplos”, es
una colección de 50 cuentos enmarcados con intención didáctica. Los
personajes de los diálogos que enmarcan los cuentos son el Conde Lucanor y
su consejero Patronio. Lucanor es un noble rico, impulsivo y algo ingenuo
que lleva la ajetreada vida propia de los señores feudales y que se enfrenta con
problemas característicos de los de su clase (casi siempre relacionados con la
guerra, la honra y el dinero). No obstante, a veces las preocupaciones son más
generales, como cuando pide consejo sobre cómo identificar a un buen amigo
o cómo conviene tratar a quien pide mucho y no da nada a cambio. Su
interlocutor es su fiel y maduro consejero Patronio, que destaca por su
sabiduría práctica. Los cuentos que relata éste para aconsejar a su amo se
pueden catalogar en dos grupos: los que muestran a individuos que se
comportan de manera ejemplar y los que presentan a personajes que toman
decisiones equivocadas. En general, los cuentos de El conde Lucanor son un
elogio de la prudencia: alertan sobre vicios como la avaricia o la ingratitud y
enseñan a ser precavidos, adaptarnos a las circunstancias, vencer las
tentaciones o distinguir la verdad de la apariencia. Aun así, este “manual de
autoayuda” medieval relaciona las actividades mundanas con las espirituales.
Además de considerar lícita la preocupación por la riqueza, se defiende la
doctrina medieval de que para ganar el cielo cristiano se deben realizar en vida
las obligaciones propias del estamento al que se pertenece: en este caso los
nobles deben hacer la guerra. “El libro de los exemplos” sigue la estructura del
relato enmarcado: el diálogo entre el conde y Patronio es el marco en el que se
inserta el cuento o exemplo que relata éste a aquél. Esta obra ha gozado desde
siempre de fama y reconocimiento. Su amenidad y sabiduría (de nuevo
el docere et delectare) han ganado el favor de los lectores, también de los más
jóvenes, ya que siempre ha sido un libro clásico de la escuela. Además,
contiene cuentos tradicionales que han pasado a formar parte de la cultura
popular: el cuento de “Doña Truhana” es una versión del cuento de la lechera
y “Los burladores que hicieron el paño” fue popularizado en el siglo XIX por
Hans Christian Andersen, por ejemplo.

COLECCIONES DE CUENTOS CON DECAMERON.

Durante toda la Edad Media tuvieron una enorme difusión las colecciones de
relatos, ya sea en prosa o en verso, en las que se unían diversas historias de los
más variados orígenes.Era habitual que el autor o compilador tomara
argumentos de otros libros o tradiciones, con lo que una misma historia podía
aparecer, modificada, en diversos libros, según la intención u objetivo que se
buscara.Muchos de estas pequeñas historias son de origen oriental (Calila e
Dimna, por ejemplo).Si la intención es didáctica y moralizante se pueden
considerar colecciones de "exempla" (apólogos y fábulas) y usarse para
instruir.
Como en el fabliau, los sucesos son actuales (inmediata proximidad temporal
y geográfica): el mundo circundante se convierte en novela, y la gente vulgar,
en personajes. La peste negra (1348) abrió el camino al realismo y a la
caricatura. Las siete narradoras y los tres narradores huyen de la peste y se
cuentan cuentos durante su encierro. Es el relato marco (origen oriental). Cada
jornada es elegido rey o reina uno de los jóvenes burgueses. Se burlan de la
gente vulgar, de la hipocresía, de los engaños, de la ignorancia. Lejos de la
peste, huyen de la melancolía y la tristeza. Obscenidad y picardía. La última
jornada trata temas más serios y graves.

COLECCIONES DE CUENTOS CON CANTERBURY

Los cuentos de Canterbury (en inglés medio, Tales of Caunterbury;


en inglés, The Canterbury Tales) es una colección de veinticuatro cuentos
escritos en inglés medio por el escritor inglés Geoffrey Chaucer entre 1387 y
1400. Fueron escritos en su mayoría en verso, aunque hay dos en prosa, y son
presentados como parte de una competencia de narración de historias de un
grupo de peregrinos durante un viaje de Londres a Canterbury para visitar el
santuario de Tomás Becket en la catedral de dicha ciudad.1 El premio es una
comida en la taberna Tabard de Southwark a su regreso. Los cuentos
presentan una estructura semejante a El Decamerón de Boccaccio.
Los cuentos de Canterbury es una de las obras más importantes de la literatura
inglesa, y quizás la mejor obra de la Edad Media en Inglaterra. Fue la última
obra de Geoffrey Chaucer, quien en 1386 fue nombrado Contralor de Aduana
y Justicia de Paz y en 1389 Escribano de la obra del Rey. La versión de la obra
que prevalece hoy en día procede de dos manuscritos ingleses diferentes,
el Ellesmere y los manuscritos Hengwrt. Su mayor contribución a la literatura
inglesa fue la popularización del inglés vernáculo en la literatura, en oposición
al francés, el italiano y el latín. Sin embargo, el inglés había sido utilizado
como idioma literario siglos antes de Chaucer y varios de sus contemporáneos
como John Gower, William Langland, el Poeta Pearl y Juliana de
Norwich también escribieron obras literarias prominentes en inglés. Es
incierto hasta qué punto fue Chaucer crucial en la evolución de esta
preferencia literaria.
La estructura de «cuentos contenidos» de Los cuentos de Canterbury es fácil
de encontrar en otras obras de la época, como el Libro de buen
amor del Arcipreste de Hita, el Conde Lucanor de don Juan Manuel o
el Decamerón de Boccaccio, el cual puede haber sido la principal fuente de
inspiración para Chaucer. De hecho, este adaptó varias de las historias de
Boccaccio poniéndolas en boca de sus peregrinos. Sin embargo, lo que separa
a Chaucer de sus contemporáneos es la caracterización de sus personajes.
Comparando con los narradores de El Decamerón (siete mujeres y tres
hombres, todos jóvenes y acomodados, de nombres clásicos), los personajes
de Chaucer son más variados y representan prácticamente todas las variantes
de la sociedad de la época. Los relatos, además, son también de diferentes
tipos, lo que permite mostrar las distintas personalidades a través de sus
selecciones narrativas y su forma de contarlas.

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