2.- La sociedad, la cultura y el papel de los intelectuales
Profesor: R I C A R D O V I E Y R A R A M Í R E Z ACTIVIDAD • Menciona el nombre de dos intelectuales mexicanos, su momento histórico y su influencia en la sociedad. Los intelectuales en la sociedad y en la historia • El hablar de “los intelectuales” es algo imprescindible para el entendimiento de una sociedad y de su historia en un momento histórico determinado. Cuando se aborda el problema de la gestión política, de la educación y de la ciencia, los intelectuales deben estar forzosamente presentes. ¿Que es un intelectual? • Se entiende como intelectual a todo aquel que se dedica al estudio y la reflexión crítica sobre la realidad y comunica sus ideas con la pretensión de influir en ella, alcanzando cierto estatus de autoridad ante la opinión pública. Proveniente del mundo de la cultura, como creador o mediador, interviene en el mundo de la política al defender propuestas o denunciar injusticias concretas —o apoyarlas —, además de producir conocimientos teóricos o prácticos o a extender ideologías y defender unos u otros valores con la intención del mantenimiento del poder. ¿Que es un intelectual? • Mitos difundidos acerca de la intelectualidad • Existen algunos mitos, en unos casos, y ciertos prejuicios ideológicos, en otros, con relación al intelectual y el rol que juega en la sociedad. En cuanto a lo primero, empecemos por señalar que el término intelectual se ha reservado, por lo general, a los filósofos, poetas, ensayistas, pensadores, científicos sociales y todos aquellos personajes que han hecho de la palabra hablada y escrita su actividad primordial ¿Que es un intelectual? • Solo de un tiempo a esta parte, debido a la redefinición del concepto de cultura, se ha incluido entre los intelectuales a los artistas que manejan diferentes géneros: pintores, escultores, músicos, entre otros. De allí que, en el imaginario colectivo, se asocia de manera involuntaria los conceptos de intelectual y escritor; o, por lo menos, a éstos se atribuye con preferencia el término intelectual. • El mito sobre el intelectual es tan viejo como la civilización occidental. En la antigua Grecia, eran los filósofos quienes cumplían el rol de intelectuales y de ellos la sociedad, con razón o sin ella, se formó un idea particular que se ha convertido en estereotipo en las épocas posteriores. • Tal idea derivó de la "peculiar actitud espiritual" de los primeros filósofos, según la caracterización hecha por Werner Jaeger, que consistía en "su consagración incondicional al conocimiento, al estudio y la profundización del ser por sí mismo" y la concomitante indiferencia "por las cosas que parecían importantes al resto de los hombres, como el dinero, el honor, e incluso la casa y la familia, su aparente ceguera para sus propios intereses" e incluso para el ejercicio práctico de la política. ¿Los gobiernos necesitan intelectuales? • El Padre Ubú no contó con intelectuales en su reino y jamás pensó en necesitarlos, pues el intelectual tiene como una misión fundamental conducir al control social sobre la base del convencimiento y el consenso, cosa que no se requería en un régimen de sus características. La coerción es el componente determinante para el mantenimiento del poder; eso lo ejercía a la perfección el Capitán Bordura, ¿para qué tener intelectuales? Sin duda serían seres innecesarios y estorbosos, en mucho decorativos e inclusive onerosos, un lujo que no tiene cabida en el autoritarismo del signo que sea. Los intelectuales: no una clase, sino una categoría social • Los intelectuales, en cuanto tales, no son productores de bienes y servicios, sino creadores de productos ideológico-culturales. Independientemente del lugar que ocupen en la estructura económico social, todos los seres humanos, por el mero hecho de ser tales, pueden crear productos ideológico-culturales: ser pintores, escultores, poetas o escritores; y quien lo haga cumple una función intelectual. • Por fuertes que sean los condicionamientos económico-sociales, como la pertenencia a una clase social determinada o la posición en la estructura productiva, quien se ha definido como intelectual siempre tiene la capacidad de optar por los intereses de los opresores o de los oprimidos; valer decir, puede elegir entre la alternativa de crear productos ideológico-culturales enmarcados en los fines de la explotación o en los ideales de emancipación y liberación del género humano. • No existe, por lo tanto, "inteligentzia" neutra, por más que los intelectuales "gocen de una cierta autonomía relativa con respecto a las clases sociales". Como creadores de productos ideológico-culturales expresan las demandas sociales desde la perspectiva del proyecto histórico al cual han adherido. • Por lo general, los intelectuales se rigen por valores cualitativos que se desprenden de su sensibilidad estética, de su comportamiento moral o de su comprensión teórica. En la medida en que el capitalismo todo lo convierte en dinero, en mercancía, en valores puramente cuantitativos, los intelectuales sienten una aversión casi natural contra el capitalismo. Incluso quienes no han adherido al proyecto histórico de las clases subalternas, que en términos generales se define como "socialismo", coinciden con los intelectuales revolucionarios en esta aversión, convirtiéndose en críticos del sistema y de sus formas de poder. • Gramsci señalaba. "Todos los hombres son intelectuales, pero no todos los hombres cumplen en la sociedad la función de intelectuales". • Con esto quiere decir que todos los hombres, desde la máxima autoridad de una empresa productiva, hasta el más humilde de los trabajadores aportan con su capacidad intelectual, en diferentes niveles y condiciones, en la realización de sus tareas La fuerza intelectual • El gran libro de Jorge Semprún, La autobiografía de Federico Sánchez, termina con la reunión de la dirigencia del Partido Comunista Español en el exilio, en un castillo de Praga, en 1964, donde Dolores Ibarruri (“La Pasionaria”), concluye refiriéndose a Fernando Claudín y a Jorge Semprún, al momento de acordar excluirlos —a ellos, que arriesgaron la vida en la clandestinidad durante la feroz dictadura de Francisco Franco—: “esos intelectuales con cabeza de chorlito”, “esos intelectuales con cabeza de chorlito”. Para muchos los intelectuales eso son. La función del intelectual en la sociedad • El intelectual, pues, cumple una doble función: es crítico frente al poder y, al mismo, tiempo es constructor de una "nueva e integral concepción del mundo". Tal vez este último carácter sea decisivo en la diferenciación entre intelectuales de izquierda y de derecha: si todos los intelectuales son críticos frente al poder y frente a toda clase de atropellos, los primeros se encuentran empeñados en la construcción de un nuevo mundo de valores; participan activamente en la lucha social con esos fines y sus obras son expresión de los valores que encarnan los nuevos sujetos sociales. La función del intelectual en la sociedad • Sea a través de la sensibilidad estética o sea a través del razonamiento lógico, sea con los instrumentos del arte o con el de las ciencias y la filosofía, los intelectuales izquierdistas participan en ese gran proyecto de construir una nueva e integral concepción del mundo que termine por enterrar la barbarie suicida del capitalismo, mientras que los intelectuales liberales enaltecen y proclaman las bondades de la libertad de expresión, acción y pensamiento del mundo capitalista. Actores sociales • Es común considerar que los intelectuales son actores sociales recientes. • Incluso hay quienes afirman que el término fue acuñado en Francia durante el llamado affaire Dreyfus (finales del siglo XIX), inicialmente como un calificativo peyorativo que los anti- dreyfusistas Maurice Barrès o Ferdinand Brunetière utilizaban despectivamente para designar al conjunto de personajes de la ciencia, el arte y la cultura (como Émile Zola, Octave Mirbeau o Anatole France) que apoyaban la liberación del capitán judío Alfred Dreyfus, acusado injustamente de traición y que era un ejemplo de la ideología del antisemitismo. • Por poner un ejemplo, Otilio Edmundo Montaño fue por su formación como maestro lo que le permitió sobresalir como el líder intelectual que, junto con Emiliano Zapata, fraguaría el Plan de Ayala, con el cual se inició una nueva línea de lucha dentro de la Revolución Mexicana, comprometida en alcanzar una verdadera justicia social para el campesinado mexicano. • No obstante, el experto medievalista Jacques Le Goff en 1957 publicó su libro Los intelectuales de la Edad Media, donde se refiere al fenómeno que ya se da en esa etapa de la historia, donde el interés en la palabra intelectual “consiste en desplazar la atención de las instituciones hacia los hombres, de las ideas hacia las estructuras sociales, las prácticas y las mentalidades, en situar el fenómeno universitario medieval en el largo plazo… • Si, como en toda perspectiva comparativa pertinente, no se separa, por un lado, el punto de vista sociológico que pone de manifiesto la coherencia del tipo, de las estructuras y, por otro, el estudio histórico que valora las coyunturas, los cambios, los virajes, las rupturas, las diferencias, la inserción de una época en la sociedad global, el empleo del término ‘intelectual’ está justificado y es útil” • En efecto, en el siglo XII en Europa se dio una revolución intelectual sin precedentes en su tiempo, que marcó una gran transición en el pensamiento medieval y esto fue algo que no se conoció ni reconoció por mucho tiempo. • Y es precisamente ahí cuando podemos, siguiendo a Le Goff, referirnos al nacimiento de los intelectuales, salidos de las ciudades y del trabajo universitario, destinados a gobernar a una cristiandad en lo sucesivo fragmentada, que desapareció para que en siglos posteriores apareciera un nuevo tipo de intelectual. • Ya en el siglo XX, uno de los más grandes pensadores contemporáneos, preocupado por los intelectuales y su papel, fue Antonio Gramsci, y uno de los sucesores de su enfoque fue Alberto Asor Rosa, que propuso en un coloquio de Génova extender el concepto de intelectual a la sociedad antigua. Giovanni Tabacco situó al “intelectual medieval” en el juego de las instituciones y de las preponderancias sociales, y en un volumen de la Historia de Italia, de Einaudi, el editor de Gramsci, lo dedicó íntegramente a las relaciones de los intelectuales con el poder. Antonio Gramsci • Antonio Gramsci (Ales, provincia de Cagliari, en Cerdeña, 1891-Roma, 1939) es el más grande pensador marxista que se haya dedicado al estudio del papel de la cultura y de sus creadores, los intelectuales, en la vida social, económica y política. Sus estudios, él mismo lo anticipaba, no pretendían ser de carácter sociológico, sino, precisamente, culturales e históricos (Quaderni del carcere, Einaudi, Torino, 1975, p. 1515). Ningún otro estudioso, de hecho, de ninguna tendencia ideológica o filosófica, ha aportado lo que Gramsci a la comprensión del rol que la cultura y la creación espiritual y, sobre todo, los intelectuales, desempeñan en la vida social en todos sus aspectos en el mundo moderno. • En el siglo XX, donde Gramsci tuvo un papel muy destacado. En los Cuadernos de la cárcel escribió: • “El mundo es el escenario en que vivimos, actuamos y padecemos… La moral no tiene nada que ver con esos esperpentos ideológicos que son los prejuicios convertidos en valores y que a menudo caen en la inhumanidad y, lo peor de todo, en la bestialidad. La moral es entereza, integridad y, sobre todo, voluntad de hacer y de actuar. El hombre, como intelectual (y todos los hombres son intelectuales), es un ‘bloque histórico’ de elementos puramente individuales o subjetivos y de elementos de masa y objetivos o materiales con los que el individuo está en relación activa. El hombre, siempre concebido como intelectual, es un ser destinado a transformar al mundo, material y moralmente. • Transformar al mundo externo —escribe, en efecto —, las relaciones generales, significa potenciarse a sí mismo, desarrollarse a sí mismo. Que el ‘mejoramiento’ ético sea puramente individual es una ilusión y un error: la síntesis de los elementos constitutivos de la individualidad es ‘individual’, pero no se realiza ni se desarrolla sin una actividad hacia lo externo, modificadora de las relaciones exteriores, desde aquellos hacia la naturaleza hasta los que tienen que ver con los demás hombres en diversos grados, en las diferentes formaciones sociales en las que se vive, hasta la relación máxima, que abarca a todo el género humano. El intelectual posee un papel fundamental en la transformación del mundo y en consecuencia: • “Para Gramsci, la revolución se cifra en una completa y total reforma intelectual y moral de la sociedad. Para ello se necesita a los intelectuales o, por lo menos, que los intelectuales estén de acuerdo con ello. Cuando eso ocurre, entonces la reforma se pone en marcha, para dar lugar a un nuevo bloque de fuerzas que miran a transformar a la sociedad. Es por ello esencial para todo grupo que aspira a imponer su hegemonía hacerse del mayor número de intelectuales y convertirlos en intelectuales orgánicos. De ellos va a depender el futuro político del grupo”. • Gramsci prosigue: “Una de las características más relevantes de cada grupo que se desarrolla hacia el dominio [de la sociedad] es su lucha por la asimilación y la conquista ‘ideológica’ de los intelectuales tradicionales, asimilación y conquista que son tanto más rápidas en tanto el grupo dado elabora simultáneamente sus propios intelectuales orgánicos.” El intelectual orgánico • La categoría gramsciana de intelectual orgánico es de gran valor para comprender la historia; puede aplicarse en diferentes contextos en varias naciones. Un caso importante que nos atañe es el de Justo Sierra durante la presidencia de Porfirio Díaz, pues en verdad fue su intelectual orgánico que realizó el giro del positivismo de Comte al de Spencer, y así podemos hacer un rastreo de casos similares en diferentes momentos en distintos países. • Jean-Paul Sartre fue otro filósofo que reflexionó acerca de la función de los intelectuales en la política y sus relaciones con el poder, y posteriormente Michel Foucault y Norberto Bobbio, autores fundamentales para comprender el papel de los intelectuales en la historia y su relación con el poder y la política, pero eso será tema para otra ocasión. • El Padre Ubú siempre tendrá otras prioridades distintas a las intelectuales, como encabezar una ceremonia para conmemorar su golpe de Estado, en compañía de la Madre Ubú muy elegantemente ataviada. Eso es lo verdaderamente importante para ellos. En conclusión • A lo largo de toda la historia del mundo occidental, se ha difundido el mito del intelectual como un ser muy especial. En la antigua Grecia, eran los filósofos quienes cumplían este rol, en el marco de lo que se denominó la Paideia – término intraducible al español – como un ideal de culturas universal. En la Edad Media fueron los monjes y sacerdotes quienes cumplieron el rol de celosos guardianes de la sabiduría y la verdad. • En las modernas sociedades capitalistas, tanto el rol como del mito de los intelectuales se ha difuminado debido a la organización social del capitalismo. En estas sociedades, el intelectual deja de ser una élite y se convierte en una categoría que caracteriza al intelectual por su función en la sociedad más que por su papel en la estructura productiva, tal como señalan teóricos de la calidad de Gramsci y Lukács. La relación de los intelectuales con las estructuras partidarias de izquierda ha sido conflictiva y tensa y casi siempre se ha resuelto con la expulsión de aquellos. • Sin embargo, hoy más que nunca su función debe rescatarse, en la medida en que la construcción del nuevo proyecto histórico de las clases dominadas y subalternas exige la confluencia de intelectuales – como sector autónomo – militancias partidarias y movimientos sociales, para elaborar las teorías alternativas al los sistemas económicos, sociales y políticos actuales. Fin de la presentación