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NUESTRO CEREBRO?
Depresión y religión
Diferentes trabajos científicos han encontrado una asociación inversa entre
depresión y religiosidad. Recientemente, un grupo de científicos de
Columbia University de Nueva York ha publicado un trabajo longitudinal que
ha durado más de treinta años. Estos autores han puesto de manifiesto que
la importancia que la religión tiene para las personas se relaciona con una
corteza cerebral más gruesa en diferentes regiones del cerebro (regiones
occipitales y parietales de los dos hemisferios, lóbulo frontal mesial del
hemisferio derecho y las regiones del cuneus y precuneus del hemisferio
izquierdo).
Asimismo, este aumento en el tejido cerebral podría conferir a las personas
que tienen un riesgo familiar alto de sufrir depresión una mayor resistencia
a desarrollar la enfermedad.
Dicho de otra manera, la importancia que la religión tiene en la vida de una
persona podría ayudar a aquellas personas más vulnerables y
predispuestas para desarrollar depresión, proporcionándoles cierta
resistencia neuroanatómica.
Química y genética de la espiritualidad
En cuanto a la química de la conducta religiosa, la mayoría de las
investigaciones se han centrado en dos sustancias que utilizan las
neuronas para comunicarse: la dopamina y la serotonina. Por ejemplo,
respecto a la dopamina, distintos trabajos han encontrado que los niveles
cerebrales de esta sustancia se encuentran elevados durante la vivencia de
una experiencia religiosa intensa, pudiendo explicar algunos cambios que
se generan en la percepción de los estímulos sensoriales y en la
percepción del paso del tiempo que suele devenir muy rápido durante
dichas experiencias.
¿Qué nos pueden explicar los genes de la espiritualidad y de la religión?
Hay un gen, el DRD4, que está implicado en mediar la neurotransmisión de
la dopamina en la corteza cerebral.
Se ha podido comprobar que las personas que tienen en su ADN ciertas
variantes de este gen presentan conductas con rasgos antisociales, son
atraídos por la búsqueda de la novedad y del riesgo mientras que rehúyen
de las convenciones sociales y las causas prosociales. No obstante, otras
variantes del mismo gen podrían estar relacionadas con rasgos
diametralmente opuestos. En esta línea, un grupo de investigadores de la
universidad de California ha encontrado que el gen DRD4 interactúa con la
religión para fomentar las conductas prosociales. Parece ser que algunas
variantes del gen pueden hacer más susceptibles a las personas a las
influencias del ambiente y la religión, por su parte, puede actuar como una
influencia del entorno que fomente la conducta prosocial. Se trataría de una
interacción entre genes y ambiente, en la que las personas con una
determinada susceptibilidad genética presentarían una mayor conducta
prosocial cuando se encuentren en un entorno que les promueva a ello.
De forma añadida, se ha visto que las personas que actúan prosocialmente
porque esto les hace sentirse bien, presentan una variante del gen que
genera un mayor nivel de dopamina en comparación con las personas que
presentan otra variante y se comportan de forma prosocial solo cuando el
entorno les empuja a ello o les da el contexto propicio para fomentar dicha
conducta (como es el caso del contexto religioso).
En definitiva, la conducta religiosa es un fenómeno exclusivamente humano
del que no se ha encontrado un equivalente en otras especies animales. Se
trata de algo universal, en tanto que está presente en todas las culturas
modernas y, por los vestigios arqueológicos que disponemos, podemos
decir que ha sido evidente en todos los períodos de la historia y de la
prehistoria. Desde diferentes disciplinas se ha intentado explicar el origen
de esta conducta. Por lo que se refiere a la neurociencia cognitiva, durante
los últimos años diversos investigadores han intentado elucidar sus bases
neurales, vinculando la emergencia de la religión en nuestros ancestros con
el desarrollo de diferentes procesos cognitivos, como la cognición social y
la representación simbólica, que presumiblemente han derivado de la
expansión de distintas regiones cerebrales ubicadas en complejas redes
neurales con nodos en zonas prefrontales, parietales, temporales e incluso
subcorticales.