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La Historia como
ciencia humana y
social.
La Verdad, el Tiempo y la
Historia, Francisco de Goya
(hacia 1800)
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En la mitología griega, Clío era la musa
o diosa protectora de la Historia y de la
poesía épica. Aquí aparece observando
antes de anotar en su libro, desde un carro
alado (símbolo del afán de conocimiento;
conocer es recordar en la filosofía platónica)
cuya rueda es la esfera de un reloj
(símbolo del tiempo).
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¿Qué es la Historia?
La Historia es una disciplina intelectual que se ocupa de estudiar y
explicar el proceso evolutivo de las sociedades humanas a lo largo
del tiempo.
Las explicaciones sobre el origen y la evolución de las distintas
formas de la sociedad humana han sido constantes y divergentes a
lo largo de los tiempos: relatos míticos, genealogías legendarias,
cosmogonías religiosas, ficciones noveladas, etc.
Sin embargo, la Historia, desde su constitución en el siglo XIX como
ciencia humana y social, se aparta de esas explicaciones para
elaborar un conocimiento distinto: un conocimiento
verdadero,
verificable,
demostrativo y
crítico-racional.
¿Para qué sirve la Historia?
La historia es una necesidad humana.
Todas las sociedades humanas tienen un pasado
colectivo que se distingue del pasado biográfico
individual de cada uno de sus miembros.
El conocimiento y valoración de ese pasado colectivo
constituye la conciencia histórica de las distintas
sociedades humanas.
Esa ineludible conciencia histórica, es un componente
decisivo del presente de cualquier sociedad humana
desarrollada, de su sentido de la identidad, de sus
instituciones y tradiciones y de sus relaciones con el
medio físico y con otros grupos humanos circundantes.
Tanto los seres humanos se preguntan por su pasado,
sencillamente porque ese es un camino imprescindible
para conocer mejor el presente.
Entre el pasado, el presente y el futuro existe una
continua interacción dialéctica. Por tanto, mirar al
pasado es, a la vez, poner sólidos cimientos para la
construcción del futuro.
De ahí la importancia de que la Historia forme parte de
cualquier proyecto educativo. La enseñanza de la
historia contribuye, como pocas disciplinas, a la
formación de una sociedad, a la toma de conciencia de
su pasado y de su presente, a su autoconocimiento.
El aprendizaje de la Historia pone los cimientos
de dos actitudes intelectuales básicas de la
formación de las personas:
a) la concepción de la actividad humana como un
proceso de continuidad histórica, y
b) la aceptación de la historia como un proceso
conflictivo y dialéctico.
La Historia pretende reconstruir la imagen global
de la sociedad en su dimensión temporal y
diacrónica. Por ello es ante todo una ciencia de
síntesis.
El género literario y racionalista de
la Historia
Desde los tiempos fundacionales de
Herodoto, la historia se configuró como
una narración sobre los sucesos humanos
pretéritos opuesta a los relatos míticos,
legendarios o religiosos.
La tradición historiográfica así constituida se convirtió en
un componente esencial de la cultura clásica
grecorromana que cumplía una triple función cívica:
Constituía una fuente de instrucción personal: era una suerte de
filosofía moral enseñada mediante ejemplos vivos.
Contribuía a la educación de los gobernantes por su calidad de
magistra vitae y espejo de lecciones políticas, militares y
constitucionales.
Proporcionaba un entretenimiento intelectual para el público
alfabetizado y servía de apoyatura para el aprendizaje de las
artes retóricas y oratorias.
La cosmovisión religiosa cristiana, al subordinar
el devenir de los sucesos humanos a la voluntad
superior de un Dios omnipotente, abrió el ámbito
de la historia a la intervención sobrenatural,
quebrando así el principio de inmanencia causal
racionalista en el relato histórico.
Sin embargo, a partir del siglo XIV, el
Renacimiento permitió el restablecimiento de la
tradición historiográfica clásica.
La historiografía renacentista se benefició de un
nuevo sentido de la “perspectiva histórica” que
concedía la debida atención a las circunstancias
de espacio y tiempo gracias a la labor de la
erudición crítica textual y documental.
La cristalización de esa nueva perspectiva
histórica fue resultado del estudio de los textos
de autores clásicos redescubiertos y de su
traducción del griego y latín a las modernas
lenguas vernáculas.
Con la Ilustración, el género literario historiográfico de
tradición clásica fue convirtiéndose en una verdadera
ciencia humana o social.
Esa transformación, operada a principios del siglo XIX,
tuvo como protagonista esencial a la escuela histórica
germánica (Niebuhr, Ranke).
En su seno se produjo la confluencia entre dos
corrientes hasta entonces separadas:
La tradición historiográfica clásica de inspiración grecolatina.
La nueva erudición crítica documental, que se había centrado
en el análisis crítico filológico de los documentos históricos con
voluntad de establecer su autenticidad.
La ciencia humana de la historia
La fusión de ambas tradiciones por la
escuela histórica germánica, supuso la
configuración de una nueva historiografía
científico-social que pretendía ofrecer un
conocimiento cierto y demostrable sobre
el pasado humano.
Una ciencia humana y social cuya práctica
respetaba tres principios gnoseológicos
axiomáticos:
Principio semántico de evidencia crítica.
Principio determinista genético.
Principio de significación temporal
irreversible.
a) Principio semántico de evidencia
crítica.
El contenido del relato histórico debe estar
apoyado sobre pruebas y evidencias
materiales.
Por tanto, la Historia debe articularse a
partir de fuentes documentales.
Heurística y hermenéutica.
Heurística: búsqueda, identificación y
valoración de las fuentes.
Hermenéutica: labor de interpretación de
las fuentes, a través de un método de
inferencia lógica e interpretativa.
b) Principio determinista genético.