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LA TEORIA DE LA HISTORIA DENTRO DE LA PRÁCTICA

ARQUEOLÓGICA

Es de todos conocidos que el objetivo de estudio de la arqueología son


las sociedades del pasado y que para ello utilizamos una metodología y unas
técnicas que nos permiten recuperar productos arqueológicos con los que
deducir aspectos de la reproducción y la producción de las mismas. Hoy día
está totalmente aceptado que es imprescindible disponer de un marco teórico
que nos permita generar hipótesis, pues la ciencia arqueológica necesita de
un corpus teórico conceptual en relación con la producción y práctica de la
arqueología a fin de comprender la realidad en la que se desenvolvieron las
mujeres y hombres que nos precedieron en el tiempo.

Parodia de crítica a los métodos arqueológicos: Fuente

Ese marco o posición teórica determina en gran parte la manera en la que un


arqueólogo entiende el qué, el porqué y el cómo investigar. En este sentido,
una toma de postura teórica implica una determinada concepción de la historia.
Defendemos que lapráctica arqueológica es una producción social y por
tanto la forma en la que se hace arqueología debe ser analizada en relación
con la época en la que esta producción se enmarca. Entendemos que
el desarrollo de la teoría arqueológica no es lineal, donde los paradigmas se
superan dando lugar a otro aceptado por toda la comunidad científica, sino que
diferentes enfoques teóricos conviven e interactúan dentro de la producción
arqueológica. Por tanto, todas deben de estar abiertas a la opinión y a la crítica.
La arqueología prehistórica, es decir, aquella que se centra en el estudio de las
sociedades ágrafas (que no practican la escritura), nació a comienzos del siglo
XIX, cuando eruditos escandinavos como C. Thomsendemostraron que el
registro de objetos arqueológicos podía servir para recomponer épocas del
pasado carentes de textos escritos. En esta etapa, la ideología ilustrada
burguesa creía probada la existencia de un progreso cultural continuo,
reflejando la prosperidad y ascenso de esta clase como fruto del devenir del
progreso histórico. El desarrollo del nacionalismo en la Europa del XIX
propició una arqueología orientada hacia la búsqueda de las raíces etno-
históricas de las naciones contemporáneas. Tal es el caso de G. Kossinna y
su rastreo del origen de los pueblos germánicos en las culturas postpaleolíticas
del norte de Alemania. Por tanto, las diferencias culturales eran
consideradas como variaciones raciales o biológicas. Es unaarqueología
que se pone al servicio de una historia nacional que tiene como función
primordial la formación de las clases dominantes de los nuevos estados
burgueses y la legitimación de los intereses de los gobernantes en sus ansias
de engrandecimiento de la nación. La teoría evolucionista de Darwin aplicada
a la práctica arqueológica y a la manera de entender la historia planteaba una
evolución de las culturas desde formas simples hasta las más altas cotas
evolutivas de la sociedad liberal burguesa. Dos vertientes
del evolucionismoconviven en estos momentos, una de carácter social (L. H.
Morgan), afianzada en el mundo anglosajón, y otra basada en la evolución
tecnológica de las culturas, con fuerte arraigo en la prehistoria francesa. Se
produce una ruptura entre la arqueología prehistórica anglosajona y la europea,
la primera marcada por la antropología y la etnografía con un rico debate
teórico; mientras que en Europa hasta los años 80 la práctica arqueológica se
sumirá en el reduccionismo tecnológico, con ‹‹fósiles-guía›› que definían los
‹‹horizontes culturales››.
El Historicismo Cultural asimilará cultura con pueblo, y la dispersión y
desaparición de los objetos de estas culturas eran vistas como la
preponderancia o sustitución de una etnia por otra. Es por tanto, una
arqueología ‹‹empirista››, en la que primaba la búsqueda y definición de la
cultura material; la teoría arqueológica parecía quedar relegada en pro de un
‹‹empirismo inocente›› y al servicio de las historias nacionales.
En contraposición a esta concepción evolucionista unilineal y con una fuerte
inspiración de la geografía humana de F. Ratzel, apareció el Difusionismo,
que planteaba la dispersión desde áreas nucleares de elementos culturales,
considerando estos centros irradiadores como lugares de gran innovación
técnica, mientras que las áreas periféricas recibían estos influjos asimilándolos
de una manera pasiva. F. Boas fue el principal opositor a las ideas del
evolucionismo cultural, proponiendo que cada cultura era una entidad única,
negaba así un modelo universal que sirviera para comparar el desarrollo de
culturas diferentes, estableciendo como motor de cambio la difusión. La historia
quedaba relegada a un segundo plano, estudiando de manera atomizada las
culturas. Frente al estudio de los elementos culturales como fenómenos
aislados, la antropología social británica, inspirada por Durkheim, sostenía
la necesidad de considerar globalmente los sistemas sociales, concebidos
como un conjunto de elementos funcionalmente independientes. Autores
como Malinowski y Radcliffe-Brown plantearon los fenómenos sociales en
términos de funcionalidad, interesándose por el ‹‹orden social›› y la
‹‹estabilidad››, además de la visión del mundo de los indígenas. La historia que
se construye es una historia colonialista y de corte conservador.

Gordon Childe, uno de los pilares de la arqueología:Fuente

Será V. G. Childe (1892-1957) el que renueve en parte la arqueología,


marcada por el positivismo decimonónico, con la aportación de conceptos
interpretativos y métodos de explicación. En una constante evolución personal,
propuso una visión global del desarrollo de la humanidad e inició un complejo
camino de evolución teórica dentro de la arqueología. Rechazaba la idea de la
Historia como un proceso predeterminado que conduce inevitablemente hacia
un final previsto. Por primera vez podemos decir que la arqueología se centra
en el hombre, en el estudio de los comportamientos de las sociedades que
nos precedieron con la idea de comprender nuestro presente. Considerando la
arqueología como una fuente para la historia y no como hasta
prácticamente ese momento que había sido considerada como una ciencia
auxiliar de la Historia.
A partir de los 60 del siglo XX, arqueólogos anglosajones y en especial
norteamericanos, propugnaron por un alejamiento de la tradición académica
dominante. Mediante un giro ‹‹cientifista›› se pretendió una refundición del
método y teoría arqueológica. Al evolucionismo y al difusionismo, con una
comprensión de la Historia como historia de las culturas, les sucedería el
modelo adaptativo-ecológico y las concepciones de la cultura como sistema.
Esta ‹‹nueva arqueología››, término usado por primera vez en 1958 en EEUU,
concebía la cultura como forma extrasomática de adaptación al medio de
los seres humanos, centrándose en el estudio de los diferentes procesos
humanos y su relación con el medio ambiente; por ello se potenciaron los
estudios etnográficos.

L. Binford y C. Renfrew en Stonehenge: Fuente

La Nueva Arqueología, o arqueología procesual, entró en crisis en los años


ochenta. Como alternativa y tomando como referente
elpostmodernismo filosófico, surge una arqueología postprocesual, donde
la interpretación de los contextos arqueológicos y de los símbolos será el foco
de interés. Para estos autores, la interpretación del pasado se hace desde el
presente y siempre con una función política; el objetivo de la práctica
arqueológica será la reconstrucción de la historia en el tiempo y contribuir al
debate sobre la sociedad. Por ello se centran en el planteamiento de
cuestiones más que en su resolución, entrando en juego un relativismo sobre la
comprensión del pasado como realidad. La postmodernidad en el contexto de
la sociedad postindustrial entenderá el conocimiento como fuerza económica
de producción dentro de una sociedad global, donde las corrientes
metanarrativas pierden su valor. F. Fukuyama, con el Fin de la Historia,
planteaba el triunfo del modelo capitalista global, evidenciando un carácter
evolucionista al considerar como un proceso continuo el camino de la Historia
humana hasta la globalización.
Por último, tenemos que mencionar una arqueología basada en el marxismo,
que se desarrollará sobre todo a partir de la década de los ochenta y que
desde el materialismo histórico concibe la historia como una 
totalidad donde el cambio se entiende cuando entran en contradicción los
factores internos de la sociedad. Una de las arqueologías de corte marxista es
la Arqueología Social Latinoamericana, en la cual la arqueología está al
servicio de la ciencia histórica teniendo por objetivo la reconstrucción del
pasado. El eje central será la relación dialéctica entre economía y sociedad y el
estudio de los procesos de cambio hasta la actualidad, integrando los sistemas
de valores, la ideología, de género y de reproducción social.
Como arqueólogos e historiadores partimos de una teoría de la Historia con
una función social, basada en una comprensión crítica de la realidad y como
herramienta para la transformación social. En nuestra producción científica
tomamos una lógica histórica donde se establece un dialogo entre teoría o
conceptos, y método o datos empíricos, conformándose el conocimiento
histórico. Así mismo, no entendemos la existencia de una disciplina científica
puramente objetiva y libre de valores; el científico en su obra refleja las ideas
que lo han formado como persona en función de su entorno y experiencia vital,
así como inquietudes de carácter social y político. Pero ello no quiere decir que
el partidismo anule la validación que a través del método y práctica
arqueológica debe someterse a toda hipótesis surgida de la teoría.
Tenemos que renegar de la ‹‹arqueología vulgar››, en la cual la propaganda
relega a la ciencia a una supuesta neutralidad, y ‹‹repolitizar›› la práctica
arqueológica generando nuevos discursos históricos.

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