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LA CAPACITACION DOCENTE COMO

DESARROLLO Y CULTURA

Los modelos de capacitaciones masivas han colapsado, la experiencia y el


recuerdo que queda de ellos no va más allá de unas jornadas que poco y
nada impactan en el aula; pero la pregunta fundamental es ¿cómo
capacitar a todos y todas los y las docentes con tan pocos
recursos?.
La práctica de capacitaciones como variable interviniente e intermitente debe
desaparecer, aspirando a un modelo autónomo de responsabilidad profesional: es el
docente quien debe construir su agenda de capacitación sin necesidad de terceros.

Los teóricos y teóricas educativos han


definido el concepto de “Desgraduación
o Desacademicidad”.
Con este neologismo se pretende
describir un proceso de desnaturalización
académica.

Una persona que se licenció en 1990 y


para que 1991 no se ha actualizado ha
perdido un año, y para 1995 si continúa
sin actualizarse, ante la vertiginosidad de
conocimientos y saberes nuevos, vuelve
a su estado inicial de parcial
ignorancia como si no hubiese
estudiado.
Ante esta preocupante situación, el tema de la capacitación debe adquirir
un lugar preponderante en la agenda educativa bajo nuevas tácticas y
estrategias.

Un primer aspecto a considerar, es la


reformulación de la capacitación
docente bajo un paradigma de
“desarrollo profesional”, lo cual,
obviamente, debe estar respaldado
por un sistema que estimule o
premie los esfuerzos de este
desarrollo.

Un segundo aspecto, es la
creación de una “Cultura
permanente” de este desarrollo
profesional, es decir, no debe
haber momentos específicos en
intervalos prolongados, sino que
el desarrollo profesional y/o la
actualización debe ser una tarea
permanente.
Otro punto importante es que las capacitaciones deben ser diseñadas y ejecutadas
por maestros y maestras que conozcan la realidad, y que hallan tenido la
experiencia real y la suficiente autoridad ética para ser orientadores.

Generalmente en nuestra tradición los


capacitadores ni son maestros o
maestras, y en muchos casos ni
conocen la realidad, inclusive se ha
dado la situación que se trae un experto
o experta conferencista cuyos dotes
son más bien el dominio de grandes
auditorium con presentaciones en power
point fascinantes y otros recursos
impactantes.
Si tenemos la necesidad de recurrir a
experiencias de otros países, busquemos
ejemplos exitosos de países desarrollados y
con más madurez, y no los que
tradicionalmente se buscan en Latinoamérica
en Argentina, Chile, México, Brasil o Colombia,
ya que el desarrollo educativo mantienen
índices análogos de inequidad, subdesarrollo,
dependencia, pobreza.
La creación de una cultura o disciplina personal de autodesarrollo profesional debe
iniciar en las instituciones de formación docente o antes; si a los y las estudiantes
universitarios no se les exige o no se les introduce en el camino de las
responsabilidades profesionales autónomas, si no se les ayuda a construir un hábito
de lectura o de actualización, difícilmente podrán autoformarse en el escenario laboral.
Estamos ante un grave problema asociado a la motivación y a la autoestima, lo
cual a su vez se articula con varios factores:

En primer lugar, el status docente y sus


posibilidades de desarrollo.
•¿qué le puede motivar a la y el docente a
superarse profesionalmente o a invertir en un
postgrado?,
• o bien ¿qué condiciones de posibilidad existen
para escalar a mayores niveles?

En segundo lugar, la calidad del sistema .


• ¿qué institución garantiza estándares de
calidad en el campo educativo a nivel de
diplomados, postgrados, maestrías y
doctorados?.

En tercer lugar, la relación entre el perfil de


la y el candidato al magisterio y las
condiciones de su formación profesional .
• ¿aspiran los estudiantes y docentes a
superarse por convicciones personales o tiene
que existir un incentivo económico?.
Un penúltimo aspecto a considerar sobre
este tópico, es el relacionado a las
condicionantes que generalmente
demandan capacitación; por ejemplo, la
reformas curriculares son un detonante
clásico; lo paradójico es que las experiencias
reales del aula, y en ellas, los procesos de
orientación y autodesarrollo profesional son los
elementos que deberían exigir las reformas
curriculares y no al revés.
La tensión entre problemas educativos y soluciones pedagógicas, las propias
experiencias y recursos reales, deberían ser las fuentes de retroalimentación para el
currículo y para los libros de texto; pero no, el docente siempre es el ente pasivo que
se viene a enterar por parte de un extraño, lo que le pasa y cómo debe actuar, parece
necesario que alguien venga a decirle al docente qué problemas tiene.
En última instancia, el tema de desarrollo profesional y de una cultura de
autoformación tiene que ver con una visión de futuro y con una auto
compresión de la profesionalidad docente.
Mientras se haga docencia para sobrevivir o mientras se haga un docencia
desfigurada o saturada, no habrá espacios, tan siquiera para pensar en la
importancia del desarrollo profesional; más allá de las inquietudes
vocacionales, también el sistema tendrá que abrir los espacios iniciales para
para estimular esta preocupación profesional.

El desarrollo profesional docente es una necesidad para estar


actualizado; no bastan las tradicionales capacitaciones, es
necesario caer en la cuenta sobre una formación continua.

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