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Desde nuestro punto de vista, los procesos formativos pueden y deben ofrecerse
desde una perspectiva, por encima de todo cualitativa, bastante alejada de lo que
se hace al uso. En este sentido, pensamos que la capacitación del profesorado
debe servir para poner a los docentes en contacto con nuevas ideas y nuevos
modos de hacer para comprender mejor lo que tenemos entre manos. Cualquier
proyecto de capacitación debe pretender que el profesorado actualice sus propios
esquemas y descubra otros nuevos para hacer posible, entre todos, la mejora de
la educación. Tengamos en cuenta que ya sólo la recomposición de nuestros
propios esquemas de pensamiento supone un cambio. Es decir, la formación,
desde un punto de vista cualitativo, está estrechamente vinculada al cambio. Y,
por eso, cualquier iniciativa para formar al profesorado debe ser pensada como un
proceso de cambio.
Pero, claro, se trata de promover procesos de cambio con los que el propio
docente se identifique y, para eso, debe responder a sus necesidades. El fallo
más grande de cuantas reformas educativas han habido respecto al profesorado
ha sido tratar de imponer unas cuestiones con las cuales el docente no se sentía
identificado. Estos cambios se viven como algo externo; como propiedad de
aquellas personas que se han dedicado a elaborarlos y que después difunden
para que los centros y los docentes se acomoden a sus necesidades y
exigencias, y se lleven a la práctica con el alumnado. De hecho, si observamos
detenidamente los cambios que se están produciendo últimamente en el sistema
educativo (transformaciones y reformas ), nos encontramos, por ejemplo, que al
hablar de formación y capacitación del profesorado, por lo general, el profesional
o docente queda excluido. Personal de otras profesiones (legisladores, políticos,
administradores, etc.) o de profesionales ligados al mundo de la educación, pero
desconectados con la realidad docente, tratan de asumir esta estrategia como
una cuestión propia sin tener en cuenta ni la opinión ni la participación de los
principales implicados, el profesorado, ni para el diseño de las actividades ni para
sus contenidos.
Ante esta amenaza, el profesorado debe hacer suyos los procesos de formación
en los que se ve inmerso. Sólo de esta manera se avanza hacia una cultura
profesional mediante el análisis de todos los elementos que envuelven la
dinámica educativa. Como dice Imbernón (1994a:55) “ No se trata, pues, de
aprender un oficio en el que predominan los estereotipos y técnicas
predeterminadas sino que se trata de aprender los fundamentos de una cultura
profesional, lo que quiere decir saber por qué se hace lo que se hace, y cuándo y
por qué será necesario hacerlo de un modo distinto”.
Son muchos los autores que confirman que esta intersección entre teoría y
práctica sumada a profundos procesos reflexivos sobre la misma son los
elementos que envuelven la peculiaridad del conocimiento profesional docente,
que marcan los caminos y sientan las bases de un continuo proceso de
formación y capacitación que se prolonga a lo largo de toda la vida profesional del
docente.
Por otra parte, el dilema teoría-práctica viene superado por la concepción del
docente como un práctico reflexivo, como un profesional que reflexiona
constructiva y críticamente sobre el hecho educativo, analizando el significado de
su práctica como acción social y docente. Por tanto su acción y su reflexión
adquieren un compromiso social transformador.
Espera que los clientes o usuarios del Colabora con los clientes a la hora de la
servicio confíen en sus conocimientos y identificación, clarificación y resolución de
sabiduría superiores para la sus problemas.
identificación, clarificación y resolución
de sus problemas.
Las imágenes propias del modelo del profesor como experto infalible resultan muy
familiares. Basta realizar un breve ejercicio de memoria sobre nuestros años en
las escuelas como alumnos para tener unas referencias vivenciales de este
modelo que, aún hoy, sigue estando vigente en muchas instituciones escolares.
Por contra, las bases del modelo profesional del práctico reflexivo se encuentran
en la reflexión, en la experimentación, es decir en la práctica y a la
autoevaluación. Y no se puede hablar de reflexión, de práctica o de
autoevaluación si no van unidos a una gran sensibilidad y flexibilidad respecto a
contextos, situaciones, necesidades y exigencias detectadas.
En los últimos años han surgido con fuerza algunas estrategias formativas con
una característica común: concebir la comunidad educativa como unidad, objeto
y sujeto del cambio y como espacio privilegiado para la capacitación continua del
profesorado.
CENTROS al PRÁCTICA
PEDAGÓGICA
DOCENTE
entendido
como
NUCLEOS DE CALIDAD DE
AGENTE DE
CAPACITACIO CAMBIO SERVICIO
N
CULTURA DESARROLLO
INSTITUCIONAL PROFESIONAL
CULTURA
PROFESIONAL