Ego, del latín, significa ‘yo’. En psicología y filosofía, ego se ha
adoptado para designar la conciencia del individuo, entendida ésta como su capacidad para percibir la realidad. Por otro lado, en el vocabulario coloquial ego puede designar el exceso de valoración que alguien tiene de sí mismo. Como tal, es sinónimo de inmodestia, arrogancia, presunción o soberbia. Por ejemplo: “Tiene un ego tan grande que no le permite ver la realidad”. De ego también derivan en español otras palabras, como: eglatría, o que es el culto o la adoración de una persona por sí misma; egoísmo, que es la tendencia de las personas a profesar un excesivo amor por sí mismas olvidándose de los demás, y egocentrismo, que es una exagerada tendencia a la exaltación de la propia personalidad. Ego en Psicología
En la disciplina del psicoanálisis, Sigmund Freud
concebía el ego como la instancia psíquica en la cual se reconoce el yo. El ego, en este sentido, vendría a ser la instancia encargada de mediar entre el Ello y el Superyó, así como de controlar y equilibrar los instintos y las necesidades del Ello con los ideales y aspiraciones del Superyó de cara al mundo exterior. El exceso de ego y sus efectos catastróficos en la toma de decisiones En el 2007 la Unidad de Inteligencia de The Economist, parte del grupo británico The Economist, publicó un estudio donde afirmaba que el 61% de los principales ejecutivos ingleses admitía que la toma de decisiones en las empresas era moderadamente eficiente o mala. Además, ellos atribuían que el ego de los gerentes era un factor determinante en esta equivocada mirada de la compañía. “El ego excesivo, así como su inexistencia, perturban con igual intensidad la sana marcha de los negocios. Saber qué aspectos del comportamiento lo condicionan sirve para mantenerlo en la dosis justa que un equipo ganador necesita para la toma de decisiones”, sostiene Juan Pauna, director de Tandem Chile. “El exceso de ego lleva muchas veces a tomar malas decisiones, por eso se ha convertido en una barrera a superar. Sobre todo en pymes o empresas familiares (independiente del tamaño que tengan), donde el dueño es quien impone su forma de llevar adelante el negocio. Por otro lado, si el ego es muy bajo no se confiará en ninguna idea. De esta manera, es crucial establecer una estrategia de equilibrio en ese sentido.” agrega el ejecutivo de Tandem. Pero, ¿cuándo deberíamos comenzar a prestarle atención al ego? Juan Pauna menciona tres señales que deberían alertarnos sobre esta cuestión: 1. Exceso de competitividad. Todos somos competitivos en el ambiente laboral, es una forma de mejorar personalmente y de hacer mostrar nuestras competencias y resultados. Sin embargo, cuando ser competitivo se convierte en vivir a costa de los demás, esto es síntoma de que el ego te está ganando. 2. La búsqueda de aceptación por los demás. El que habla al último en las reuniones –sin tener que hacerlo–, el que está buscando ser aceptado o querido por los demás o esas personas que siempre están buscando ser vistas, están siendo afectadas por el ego. Para estas personas, complacer a los demás se convierte en algo más importante que confiar en sí mismos, tomando decisiones y dando opiniones basadas en lo que los demás necesitan, no en los que ellos realmente creen. Esta es una señal de que el ego está por debajo del punto de equilibro recomendable. 3. Estar a la defensiva. Te comentan algo y te enojas, te dan un punto de vista y los regañas; opinan distinto a ti y crees que te están diciendo que eres tonto; no confías en lo que los demás te dicen y actúas de manera negativa. Estar siempre a la defensiva con los demás, puede ser síntoma de exceso de ego. GRACIAS