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Neuropsicología infantil
La
conducta humana adulta es el resultado de un largo,
complejo y variable proceso
demaduración cerebral en el que intervienen tanto factores
genéticos como ambientales.
Perolos rasgos comportamentales y cognoscitivos de la
infancia no son sólo etapas intermedias de ese proceso de
desarrollo, es decir, el cerebro del niño no es el de un adulto
inmaduro, pues tiene sus propias características. Para
entender la relación entre cerebro y conducta en cada etapa
de maduración es necesario analizar la ontogenia del sistema
nervioso.
MADURACIÓN CEREBRAL
La formación del sistema nervioso, ya sea el central o el periférico, ocurre de manera
progresiva durante la gestación e incluso después del nacimiento, siguiendo una
secuencia precisa de eventos. Este proceso evolutivo se inicia en el embrión con la
división celular y llega hasta la adolescencia con el fin del proceso de mielinización
axonal (Kolb y Fantie, 1989).
El desarrollo del sistema nervioso se inicia aproximadamente 18 días después de
la fertilización. En el cigoto se diferencian el ectodermo y el endodermo, y en medio
de ambos, el mesodermo. El sistema nervioso central (SNC) se desarrolla a partir de
la placa medular del ectodermo, que en principio forma la placa neural y que poco a
poco se va cerrando para convertirse, hacia el final de la cuarta semana de gestación,
en el tubo neural, que dará origen tanto al cerebro como a la medula espinal. El desarrollo
cerebral prenatal incluye la proliferación neuronal y la posterior migración
celular, además del desarrollo axonal, dendrítico y sináptico.
La proliferación neuronal comienza con la multiplicación de los neuroblastos,
células inmaduras no diferenciadas que poco a poco se convierten en neuronas especializadas
con axones y dendritas.
CONDUCTA MOTORA Y DESARROLLO CEREBRAL
Los movimientos corporales del feto se registran durante la gestación, e incluso
antes de que se registren respuestas a estímulos sensoriales, lo que sugiere que el
sistema motor se desarrolla primero. Antes del nacimiento, los movimientos del feto
son masivos. La mayoría de las respuestas motoras del neonato son reflejas y tienen
sus correlatos cerebrales en estructuras subcorticales. Poco a poco se presentan
respuestas motoras más elaboradas, como resultado de la integración de estas respuestas
reflejas a las demandas del medio ambiente (Kolb y Fantie, 1997). Existe una secuencia establecida en los movimientos, común a la
mayoría de los
niños, aunque en ocasiones varía entre diferentes individuos (Spreen et al., 1995).
Esta secuencia en el desarrollo motor estaría determinada genéticamente. Después
del nacimiento, el niño puede levantar la cabeza y mantenerla erguida, y flexionar las
articulaciones de los brazos y las piernas; a partir de entonces, se inicia el desarrollo
de la conducta motora y el niño muestra un número mayor de movimientos voluntarios,
mejor capacidad de locomoción y mayor habilidad para manipular objetos del
medio ambiente. Así, por ejemplo, a los tres meses dirige la mano hacia los objetos
y los agarra, y entre los ocho y los once meses desarrolla el agarre con pinza y es
capaz de coger los objetos utilizando de manera independiente el dedo índice y el
pulgar. El desarrollo integrado de los sistemas motores piramidales y extrapiramidales
y de sus conexiones corticales explica la presencia progresiva de una conducta
motora cada vez más compleja.
DESARROLLO DEL LENGUAJE
El desarrollo del lenguaje resulta de una interacción entre el desarrollo neural normal
y la adecuada estimulación ambiental. Es evidente que si el niño no está expuesto
al lenguaje, no lo adquiere. También hay evidencia del factor biológico en el
desarrollo del lenguaje. Así, por ejemplo, parece existir un factor biológico predeterminante
de la secuencia en la que se desarrolla el lenguaje, lo que explicaría las
semejanzas entre los niños de diferentes culturas y diferentes sistemas lingüísticos.
La iniciación del lenguaje se produce de manera gradual, entre los dos y tres
años de vida, aunque al año ya se elaboren algunas palabras y haya cierto nivel de
comprensión verbal. Sin embargo, se estima que entre los dos y los tres años se
adquiere cerca de 50% del lenguaje que se poseerá durante la adultez. Como ya se
mencionó, hay un desarrollo paralelo del lenguaje y el comportamiento motor. Sin
embargo, para Lenenberg (1967) uno y otro son independientes, pues el desarrollo
motor de la lengua y los labios se alcanza mucho antes que el control motor de los
dedos y de la mano. Cuando el niño es capaz de pronunciar unas cuantas palabras,
existe un desarrollo motor suficiente para producir otras más; sin embargo, el proceso
de adquisición del vocabulario es lento y difícil.
La etapa preverbal del niño se extiende desde el nacimiento hasta el inicio del
lenguaje. Durante los primeros tres meses sólo produce llanto como una forma de
expresar desagrado. Del segundo al tercer mes se presenta la etapa de balbuceo,
caracterizada por la aparición de sonidos que el niño repite y practica espontáneamente.
Esta etapa se relaciona con la activación de estructuras subcorticales
(Lecours, 1975), pues a los dos meses de edad todavía no se han establecido las
conexiones cortico-subcorticales que llevan la información sensorial a la corteza
cerebral; por otro lado, la respuesta verbal imitativa que se observa entre los cuatro
y los siete meses parece reflejar la activación de las conexiones corticales del sistema
auditivo (Spreen et al., 1995).
Al cabo de un año, el niño comienza a producir sonidos de manera secuencial. En
este tiempo se inicia la verdadera etapa verbal. Entre los 12 y los 24 meses se producen
las primeras palabras, que en general se refieren a nombres de objetos. La
estructura de frase comienza a desarrollarse entre los 18 y los 36 meses. A partir de
entonces el lenguaje se desarrolla con rapidez y en poco tiempo se convierte en la
herramienta de comunicación más eficiente.
El desarrollo del lenguaje en el niño también se relaciona con el grado de lateralización
de las funciones del lenguaje en el hemisferio izquierdo. Es decir, mientras
más complejo sea el lenguaje, mayor será la participación del hemisferio
izquierdo en procesos lingüísticos y mayor la del hemisferio derecho en aspectos
paralingüísticos. En general, se cree en la mayoría de los diestros, e incluso de los
zurdos, el lenguaje está controlado por el hemisferio izquierdo tanto en niños como
en adultos (Word et al., 2004). Esta lateralización del lenguaje es un proceso dinámico
que se incrementa entre los cinco y los 29 años, presenta una meseta entre los 20
y los 25, y tiende a decrecer entre los 25 y los 70.
Esta lateralización parece estar biológicamente determinada, en parte al menos
(Anneken et al., 2004), pues existen asimetrías estructurales (por ejemplo, el tamaño
mayor del planum temporale del hemisferio izquierdo) desde antes del nacimiento.
Las lesiones en el hemisferio izquierdo en adultos y adolescentes producen
alteraciones permanentes en el lenguaje, lo cual no sucede cuando el daño ocurre
en etapa prenatal o en la infancia (Lidzba y Krageloh-Mann, 2005).
DESARROLLO DE LAS FUNCIONES EJECUTIVAS
Éstas se refieren a una serie de funciones cognoscitivas que ayudan a mantener un
plan coherente y consistente de conducta para el logro de metas específicas. Entre
estas funciones se incluyen la habilidad para planear y organizar información, la flexibilidad
de pensamiento y la capacidad de controlar impulsos (Lezak, 2004). Por
esta razón, el control del comportamiento propio es una de las principales funciones
ejecutivas. De acuerdo con Anderson et al., (2005), las funciones ejecutivas se pueden
clasificar en tres categorías: el control atencional (atención selectiva y mantenida); la
flexibilidad cognoscitiva (memoria de trabajo, cambios en la atención, autocontrol y
transferencia conceptual), y el establecimiento de metas (iniciación, planeación, solución
de problemas y estrategias comportamentales).
Las funciones ejecutivas comienzan a desarrollarse en la infancia, cuando el niño
puede controlar su conducta usando información previa, y se consolidan con la edad.
Poco a poco, desarrolla una mayor capacidad para resolver problemas complejos y
para utilizar estrategias metacognoscitivas. Este proceso de maduración coincide
con la aparición gradual de conexiones neuronales en los lóbulos frontales
(Anderson, 2001; Nagy et al., 2004; Powell y Voeller, 2004; Bell y Fox, 1992).
LA ESPECIALIZACIÓN HEMISFÉRICA EN EL NIÑO
En el momento del nacimiento, el cerebro humano no ha asumido las funciones para
las cuales está diseñado: las va adquiriendo en forma paralela con la maduración
cerebral. Se considera que la asimetría cerebral es un indicador de esa maduración.
Se ha propuesto la equipontencialidad funcional de los dos hemisferios en el niño
pequeño, y luego el desarrollo progresivo de la especialización hemisférica con la
edad. Es decir, en el niño, los dos hemisferios tendrían el potencial para desarrollar
el lenguaje, pero a medida que avanza su desarrollo la representación lingüística se
carga al hemisferio izquierdo (Hiscock, 1988). De acuerdo con Lenenberg (1967), la
asimetría hemisférica se desarrolla junto con la adquisición del lenguaje. Otros autores
sugieren que la asimetría hemisférica está presente desde el nacimiento y permanece
así durante el desarrollo (Kinsbourne, 1997).
Se sabe que hay cierta asimetría cerebral en registros eléctricos de niños de sólo
unas semanas de nacidos. En estos niños, la amplitud de los potenciales evocados
auditivos ante estímulos verbales registrados en el hemisferio izquierdo es mayor
que la registrada en el hemisferio derecho; lo contrario se observa con los potenciales
evocados auditivos desencadenados por notas musicales. Estas diferencias disminuyen
con la edad (Molfese y Betz, 1988).
ESTÍMULOS VISUALES
El método de presentación taquistoscópica (véase capítulo 3: Asimetría cerebral) ha
permitido determinar las diferencias hemisféricas en el análisis de estímulos visuales
verbales y no verbales.
Así, mediante la utilización de caras como estímulo visual, se observa que su
reconocimiento es superior en el campo visual izquierdo en niños a la edad de siete
años (Marcel y Rajan, 1975; Chiang et al., 2000). La lateralización del procesamiento
visual de rostros en el hemisferio derecho parece establecerse desde los cinco
años (Young y Ellis, 1976). La magnitud de esta asimetría, sin embargo, no parece
modificarse mucho en edades superiores, pero se encuentra ausente cuando el niño,
antes de los cinco años, tiene que parear rostros de acuerdo con su expresión emocional
(Saxby y Bryden, 1985).
En niños de cinco a 12 años se advierte asimetría en el reconocimiento de puntos,
pero hay un número menor de errores cuando los estímulos se presentan en el
campo visual izquierdo (Hiscock, 1988), lo cual sugiere que el hemisferio derecho
tiene superioridad sobre el izquierdo en el análisis de este tipo de tareas.
ESTÍMULOS AUDITIVOS
El uso de la técnica de audición dicótica por Kimura para el estudio de la asimetría
cerebral de estímulos auditivos permitió mostrar la superioridad del oído derecho en
la discriminación de estímulos auditivos verbales, a partir de los dos años y medio
(Kraft, 1984). La gran mayoría de los estudios encontró un grado equivalente de asimetría
auditiva entre niños de diversas edades (Bryden y Allard, 1981). Otros estudios,
sin embargo, señalan que la ventaja del oído derecho es más común o más
pronunciada con la edad (Larsen, 1984).
Saxby y Bryden (1984) descubrieron que la asimetría en la audición dicótica
varía según la calidad del estímulo. Las tareas de tipo emocional (reconocimiento de
tonos emocionales en la voz) generan una ventaja del oído izquierdo, mientras que
las tareas verbales (contenido semántico de la frase) generan una ventaja del oído
derecho. Esta asimetría aparece de manera constante en niños entre los cinco y los
14 años. Más aún, las lesiones tempranas del hemisferio izquierdo alteran la ventaja
del oído derecho (hemisferio izquierdo) para estímulos verbales (Korkman et al.,
2004). Dennis y Hopyan (2001) encontraron que los niños con lobectomías temporales
del hemisferio derecho tienen más dificultades para discriminar melodías que
los niños con lobectomías en el hemisferio contrario.
ESTÍMULOS TÁCTILES
En contraste con las técnicas utilizadas en la modalidad visual y auditiva, las empleadas
en la modalidad táctil analizan sobre todo información no verbal. En los adultos,
la mano izquierda parece ser más precisa que la mano derecha en ciertas formas de
reconocimiento táctil. Este patrón parece desarrollarse con ciertas diferencias en
niños y niñas (Hiscock, 1988).
Los resultados logrados en el estudio de reconocimiento de letras Braille son
contradictorios. Algunos autores encuentran una superioridad de la mano derecha
en los niños más pequeños, y de la mano izquierda en los niños mayores. La superioridad
de la mano izquierda sólo parece observarse, sin embargo, en niños mayores
de 11 años (Hiscock, 1988).
Rose (1984) descubrió que la mano izquierda es mejor para el reconocimiento
táctil en niños de dos a cinco años, sin que hubiese diferencias entre niños y niñas.
Mediante técnicas de reconocimiento diháptico (reconocer dos objetos colocados
simultáneamente en ambas manos), Witelson (1976) demostró la superioridad de la
mano izquierda para el reconocimiento de formas en niños de seis a 13 años.
SECUELAS COGNOSCITIVAS DE LESIONES FOCALES
Otro método utilizado para estudiar la ontogenia de la asimetría cerebral es el análisis
de las alteraciones en las funciones cognoscitivas en niños con lesiones cerebrales
unilaterales. Se han utilizado tres poblaciones de niños: 1) los que presentan
lesiones focales, adquiridas antes y después de haber desarrollado lenguaje; 2) aquellos
a los cuales se les ha practicado una hemisferectomía, 3) los que padecen hemiplejía
y aquellos a los cuales se les ha practicado una hemisferectomía.
Al igual que en los adultos, en los niños es frecuente encontrar afasia por lesiones
del hemisferio izquierdo. Se estima que aproximadamente 70% de los que presentan
lesiones del hemisferio izquierdo padecen afasia, mientras que ésta se
observa en 7 a 20% de los niños con lesiones del hemisferio derecho (Woods y
Teuber 1978). Aquéllos con lesiones unilaterales del hemisferio izquierdo presentan,
una recuperación inferior (Kinsbourne, 1989). Por lo general, la afasia infantil
tiene las características de una afasia motora o global, y a menudo se asocia con un
cuadro de mutismo inicial (Woods, 1985a). Las alteraciones en la lectura, la memoria
auditiva y el deletreo aparecen con más frecuencia en niños con lesiones unilaterales
izquierdas (Aram y Whitaker, 1988).
CARACTERÍSTICAS COGNOSCITIVAS ASOCIADAS CON DISFUNCIONES
GLOBALES: RETARDO MENTAL
El retardo mental al que también se conoce como retraso cognoscitivo generalizado,
se refiere a “un funcionamiento intelectual por debajo del promedio de la población,
que se manifiesta durante el periodo del desarrollo (hasta antes de los 18 años)
y que se asocia con desadaptación en el comportamiento social” (Pirozzolo, 1985;
Baroff y Olley, 1999). El retardo mental no es entonces una enfermedad, sino una
alteración cognoscitiva y comportamental que puede resultar de múltiples etiologías:
metabólicas, infecciosas, cromosómicas e incluso culturales. De hecho, se reconocen
dos tipos de factores etiológicos: por un lado está el retardo mental que deriva
de factores familiares y socioculturales, el cual se observa en hijos de padres de poca
inteligencia, a menudo desarrollados en ambientes muy pobres, y que constituyen
75% de la población con retardo mental; por el otro está el retardo mental orgánico
debido a factores accidentales (defectos cromosómicos, infecciosos, metabólicos,
trauma perinatal, etc.), asociado por lo general con defectos de tipo motor y sensorial.
Estos niños, al contrario de los del primer grupo, suelen presentar defectos físicos
y constituyen aproximadamente 25% de la población con retardo mental. En este
último grupo estarían los niños con síndrome de Down (aproximadamente 10% del
grupo con retardo mental, y 1/1000 de la población general) y los niños con fenilcetonuria
(de 1/13000 a 1/20000 de la población general).