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Introducción
Hemos señalado(1) al cerebro como un órgano generador de importantes interrogantes
vinculados a la esencia de la vida misma. Su conocimiento ha dividido a la
investigación entre los que postularon un dogmatismo cerrado y los que buscaron
entender el dinamismo que entraña el funcionamiento del sistema nervioso, de su
organización, del desarrollo de los procesos superiores, como de sus actividades
fisiológicas. Al mismo tiempo hemos dicho que los sistemas funcionales tienen un
origen social si se considera la interacción del individuo con el medio y la
interiorización de dispositivos externos como fenómenos de permanente adaptación y
aprendizaje que implican la actividad coordinada y jerárquica de las distintas áreas
corticales y subcorticales, donde cada eslabón aporta sus aptitudes para el logro
correspondiente.
Lo expresado es válido para la Neuropsicología Infantil. Sin embargo, observamos
variables de suma trascendencia que diferencian a esta disciplina como una simple
actividad extendida del adulto. La neuropsicología del desarrollo sigue en más de dos
décadas a la neuropsicología del adulto si hacemos referencia a la afasia del adulto y del
niño. Pero en el proceso de crecimiento y comprensión busca su propia personalidad.(2)
Cuando nos referimos a un cerebro adulto lo hacemos pensando en una estructura
madura; en el caso del infante se trata de un cerebro en vías de organización, donde los
factores ambientales juegan un papel invalorable. También contribuyen al mismo
objetivo factores que tienen correspondencia con fenómenos genéticos, biológicos y
madurativos. El conocimiento del funcionamiento normal permite una mejor
comprensión del cerebro afectado y los procesos de su reorganización y recuperación.
Consideraciones generales
Varias precisiones son necesarias para el conocimiento de la evolución cognitiva del
niño. Definimos el desarrollo como un fenómeno que lleva al desenvolvimiento del
organismo en función del tiempo. A su vez la maduración está regida por procesos
determinados genética y biológicamente con un curso inexorable.(3) La maduración
comprende el crecimiento, cuyo sustento es biológico, pero además envuelve
determinadas modificaciones cualitativas que pueden advertirse en diferentes áreas.
En beneficio de la comprensión de nuestro punto de vista debemos afirmar a priori que
compartimos en considerar a la Neuropsicología Infantil como la neuropsicología del
desarrollo, tal cual la denominara Ajuriaguerra y en la actualidad Shegalowitz. Los
procesos inherentes al crecimiento y maduración del niño tienen una peculiaridad no
reproducible por los fenómenos existentes en el adulto. El behaverismo, la psicología
genética, el estructuralismo, no dieron plena satisfacción a la comprensión del proceso
cognitivo. Ni por el simple mecanismo de repetición ni por el proceso de desarrollo y
maduración se pudieron entender fenómenos que se encuentran ubicados en una red
mucho más intrincada. De este modo consideramos que la maduración pone límites en
el proceso de información que puede ser integrada. La neuropsicología a su vez da
cuenta de un cerebro que requiere de su desarrollo para lograr determinadas actividades
cognitivas. Por último, el medio se transforma en un elemento de enriquecimiento y
construcción de la realidad que rodea al niño. El proceso de construcción lógica, de
formación, lo aprendido, no sólo requiere un contexto de complejidad teórica, sino que
también requiere un contexto práctico para ser aprendido. Pero sin duda la maduración a
su vez coloca un límite en la ontogénesis del conocimiento y por ende es un proceso de
“limitantes mutuas”. La experiencia temprana influencia la maduración y viceversa.(4)
En su momento Wallon señaló que el niño “no es reproducción de un adulto, por el
contrario lo es de su misma infancia y de su proceso de desarrollo y modificación de su
conducta”.(5)
La Escuela de Viena
En la década de 1940 Carlotta Buhler(19) ofrece un aporte al conocimiento psicológico
del niño de carácter genético y dinámico. A diferencia de Gesell, Buhler aportó al
conocimiento del recién nacido, y lo expresó en términos de aprendizaje, denominado
“selección de movimientos”. Estableció diversos escalonamientos o fases en la
evolución, desde el nacimiento hasta el final de la maduración. La evolución humana la
concibió no como una construcción yuxtapuesta de líneas estructurales y funcionales
diferentes y separadas, sino como un desarrollo gradual de sistemas estructuratorios
armoniosos que originándose en el concurso sintético llegan a la unidad de todos los
impulsos aislados del conjunto psicofísico. Concibió finalmente la evolución en
términos dinámicos de unidad. Buhler investiga el lenguaje infantil, el grito, la llamada
a sus congéneres, el balbuceo posterior como caracteres lúdicos, y lo porvenir. Es lo que
determinó que denominara al lenguaje “función representativa”. En este devenir el
adulto establece su función mediadora.
Psicomotricidad y neuropsicología
Convergiendo desde la psicomotricidad hay múltiples aportes, en los que se destaca, en
la década de 1930, la escuela francesa, con estudios sobre el esquema corporal, la
lateralidad, las nociones temporales y espaciales, y la escritura incluida dentro de la
evolución motora.
Sin embargo, un punto de comienzo lo establecen, alrededor de 1844, los estudios de
Little,(23) en un trabajo que publicó acerca de la influencia del parto anormal, de las
dificultades en el trabajo de parto, del parto prematuro y de la asfixia neonatal sobre el
estado físico y mental del niño y en particular en relación con las deformidades.
Una referencia más precisa al aspecto que nos preocupa lo realiza Collier en 1900,
quien usó el término de “mala destreza congénita” (congenital maladroitness) para
definir el concepto de dispraxia de desarrollo.
A partir de 1925 médicos y terapistas prestaron mucha atención hacia los síndromes
psicomotores. De este modo se concretó una serie de estudios al respecto que tuvieron
como interesados a Peiper, Gesell, Mc Graw, Piaget, Illingworth, André Thomas, Amiel
Tison, Saint-Anné Dargassies y Julian de Ajuriaguerra.
Piaget señala la importancia de la inteligencia sensorio-motriz condicionada por factores
hereditarios, por factores de intercambio con el mundo que rodea al niño y el uso
progresivo de la experiencia adquirida, lo que conduce a formas características del
comportamiento.
Ajuriaguerra(6) admite que el acto motor no puede ser concebido como el
funcionamiento de sistemas neurológicos yuxtapuestos, sino, por el contrario, sólo
puede comprenderse si tenemos en cuenta el punto de partida, el desenvolvimiento y el
fin que quiere conseguir.
Aprendizaje y neuropsicología
Los diversos estudios realizados acerca del aprendizaje ponen de manifiesto las
dificultades en la lecto-escritura y el cálculo, consideradas en su momento como
alteraciones del lenguaje, de factores gnósico-práxicos o de factores hereditarios.
Kussmaul(6) (1877) fue el primero que definió como “ceguera verbal” del adulto a los
trastornos que devienen de las alteraciones del lenguaje. Concepto que se extendió a los
problemas en los niños, y al que se agregó “congénito” con el objetivo de darle un
carácter concepcional. En 1896 Morgan(7, 25) y en 1898 Bastián describen un caso de
dislexia del desarrollo abordándolo como una alteración en la región de la
circunvolución angular izquierda. En 1937 se realizó el Primer Congreso de Psiquiatría
Infantil en París, en el que se alcanzó un acuerdo para designar con el nombre de
“dislexia” a las dificultades de lectura.
Conclusiones
Como ya hemos señalado al principio, los diversos autores han dado referencias que
mantienen vigencia en la época actual, tanto en el debate teórico como en las
consideraciones prácticas. Pero una vez más señalamos la posibilidad de encontrar
basamento para la neuropsicología del desarrollo como disciplina independiente que
trata de explicar los fenómenos de cruce entre la adquisición cognitiva y las estructuras
sobre las cuales se sustenta. Las consideraciones acerca del desarrollo de estas
funciones, su origen, el proceso de adquisición, los fenómenos de desestructuración y
reorganización a través de las capacidades plásticas corticales nos plantean nuevos
interrogantes. Como lo hemos podido comprobar, tampoco son ajenos a estos eventos
los comportamientos sociales que inciden y modelan en cierto modo nuevas formas de
organización de la actividad mental sustentadas en las funciones cerebrales superiores.
Bibliografía
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