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Tema 2. La Novela A Principios de Siglo. Pío Baroja y Miguel de Unamuno
Tema 2. La Novela A Principios de Siglo. Pío Baroja y Miguel de Unamuno
El primer tercio del siglo XX abarca un período de gran brillantez literaria que
comienza con la literatura modernista y noventayochista, continúa con el vanguardismo
y se cierra dramáticamente con la Guerra Civil (1936-1939), tras la cual se abrirá una
nueva etapa. Veamos cómo se manifiesta todo ello en la novela.
1. LA NOVELA EN EL MODERNISMO Y EL 98
La narrativa realista y naturalista típica del siglo XIX se prolongó en los primeros años
del XX; así lo vemos, por ejemplo, en Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), quien,
dentro de la estética del Naturalismo, alcanzó fama internacional. Sin embargo, desde
el comienzo del siglo se advierte una ruptura con el Realismo, que se manifiesta en
dos aspectos:
Nos ocuparemos ahora de algunos autores de la Generación del 98, centrándonos más
adelante, en Unamuno y Baroja, principales novelistas de la época:
José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967). En él se borran las fronteras entre ensayo y
novela. Escribió novelas en las que el argumento pierde importancia y dominan en
cambio la pintura de ambientes y la galería de personajes sensibles, dolientes o
fracasados. Los temas son los mismos que en sus ensayos: la melancolía por el paso del
tiempo y la búsqueda de lo permanente en lo fugaz. Su estilo es preciso, con frases
concisas y breves, de gran riqueza léxica, todo teñido de un lirismo melancólico. Entre
sus novelas destacan: La voluntad, Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño
filósofo. Estas son fragmentarias, con escasa acción, basadas en las sensaciones y
reflexiones del mismo protagonista (Azorín, personaje muy autobiográfico, del que
tomó su seudónimo).
3.1. Vida
Cultivó todos los géneros y en ellos vertió sus dos grandes preocupaciones y obsesiones
vitales y existenciales: el problema de España y, muy especialmente, el sentido de la
vida humana, centrado en el problema de Dios y la inmortalidad. Entre sus ensayos
destacan Vida de don Quijote y Sancho y Del sentimiento trágico de la vida. Entre su
producción dramática tenemos Fedra y El otro.
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En el proyecto inicial del autor, El ruedo ibérico iba a constar de nueve libros divididos en tres series.
Sin embargo, debido a la muerte de Valle-Inclán, solo tenemos los tres primeros (La corte de los
milagros, Viva mi dueño y Baza de espadas), el último de ellos, inconcluso.
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Otro autor importante es Wenceslao Fernández Flórez, autor de Volvoreta y El bosque animado.
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Siglas de “Ad Maiorem Dei Gloriam”, lema de los jesuitas, con los que se educó el autor.
3.3. Obra narrativa
Las novelas de Unamuno vienen a ser una proyección literaria de sus ideas y conflictos
personales y existenciales. Renovó decididamente el género narrativo e incluso llamó
“nivolas” a sus novelas, afirmando así su libertad creadora frente a los reproches de la
crítica. Estos son algunos rasgos característicos:
• Paz en la guerra (1897), intrahistoria4 sobre la última guerra carlista escrita con
técnica próxima a la novela realista y con abundantes elementos autobiográficos
(como el bombardeo de Bilbao por las tropas carlistas en 1874).
• Amor y pedagogía (1902), novela ya de ideas, en la que satiriza los excesos de una
educación demasiado racionalista.
• Niebla (1914), primera que aparece con el subtítulo de nivola, quizá su obra maestra
y su creación más original; en ella el propio autor se convierte en personaje de
ficción con quien se encara el protagonista de la novela exigiéndole ser dueño de su
futuro. El personaje parece, así, escapar a su destino de ente ficticio al colocarse al
nivel de su autor real, Miguel de Unamuno, desdibujándose con ello las fronteras
entre realidad y ficción.
• Abel Sánchez (1917), que habla sobre la envidia, tema que le interesó mucho al
autor y sobre el que escribió muchos ensayos.
• La tía Tula (1921), sobre el sentimiento de maternidad, que representa aquí el ansia
de inmortalidad y donde la protagonista se debate agónicamente entre su instinto y
su razón.
Escribió asimismo cuentos y novelas cortas, entre las que sobresale, como otra de sus
obras maestras, San Manuel Bueno, mártir (1930), relato de gran lirismo y
profundidad. Cuenta la historia de un cura de pueblo que ha perdido la fe, pero que,
aparentando tenerla, desarrolla una actividad vivísima para que sus feligreses
mantengan intactas sus creencias religiosas y no caigan en el vacío y la angustia.
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La intrahistoria es “la vida callada de los millones de hombres sin historia”, que, con sus vivencias,
crean la historia profunda y trascendente.
En definitiva, las novelas de Unamuno suponen una ruptura con la novela realista. Juega
el autor con novedosas estructuras de los relatos, con técnicas narrativas atrevidas y con
una concepción muy original de los personajes, que exigen una especial participación
del lector. Se convierten entonces las novelas en un juego intelectual que propone
múltiples interrogaciones, acordes con el espíritu polémico y contradictorio del autor.
4.1. Vida
• Frente a otros autores, Baroja recupera la acción como elemento esencial del relato.
Muchos de los personajes de sus novelas encarnan un ideal de “hombre de acción”
que contrasta con la vida gris del autor. Frente a estos, otros personajes son
“hombres contemplativos”, intelectuales pesimistas y abúlicos5 que se preguntan
por el sentido de una existencia que les abruma, como el Andrés Hurtado de El
árbol de la ciencia (trasunto6 del autor). Unos y otros rechazan la vida burguesa.
• Abundan los diálogos, de gran autenticidad conversacional, y las descripciones,
rápidas, construidas con leves pinceladas. El ambiente urbano madrileño muestra,
en ocasiones, de modo naturalista pero con cierto escepticismo, personajes
degradados y situaciones sociales sórdidas (como en la trilogía La lucha por la
vida).
• Hay una confesada despreocupación por la composición: dice escribir sus novelas
sin un plan previo, lo cual dota a sus relatos de gran espontaneidad y frescura. Se
trata, pues, de narraciones de estructura abierta, como una sucesión de escenas o
cuadros sueltos, hilvanados por un personaje protagonista, donde se acumulan
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Faltos de voluntad, poco enérgicos.
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Imitación, imagen.
ambientes, situaciones y personajes muy variados. La novela, como la vida,
progresa en apariencia sin argumento definido ni estructura fijada.
• La prosa de Baroja, a la que se acusa de un cierto desaliño, se caracteriza por su
claridad y su naturalidad, y es de gran eficacia expresiva. Narra con “precisión,
claridad y rapidez” (dice él), con frases cortas y párrafos más bien breves.
A las novelas citadas hay que añadir las Memorias de un hombre de acción, conjunto
de veintidós novelas protagonizadas por un aventurero personaje del siglo XIX. Baroja
escribe esta obra un poco en la estela de los Episodios Nacionales de Galdós y como, en
los mismos años, hizo Valle-Inclán con La guerra carlista. Tienen estas Memorias
cierta unidad por el tema, el ambiente y el protagonista, Eugenio de Aviraneta,
antepasado de Baroja, conspirador liberal y espía, que participó en las intrigas de la
España de Fernando VII e Isabel II.
Finalmente, es justo decir que, junto a Cervantes y Galdós, forma Baroja el trío de
narradores españoles más importantes por su capacidad creativa y su testimonio sobre la
sociedad.