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SEÑOR

JUZGADO DE LA REPÚBLICA
COPACABANA (REPARTO)
E. S. D.

REF: Acción de Tutela para proteger el


Derecho al Debido Proceso en conexidad
con el Derecho al Acceso a la
Administración de Justicia.

Accionante: ANÍBAL GÓMEZ RAIGOZA.

Accionado: JUZGADO PROMISCUO MUNICIPAL DE


COPACABANA

ANÍBAL GÓMEZ RAIGOZA, identificado como aparece al pie de mi firma, actuando en


nombre propio. Acudo ante usted respetuosamente para promover ACCIÓN DE TUTELA
de conformidad al ARTÍCULO 86 DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA y DECRETO 2591
DE 1991, con el objeto de que se protejan los derechos constitucionales fundamentales
que consideró amenazados y/o vulnerados por OMISIÓN en la que incurre el JUZGADO
PROMISCUO MUNICIPAL DE COPACABANA. Esta petición se fundamenta en los
siguientes:

I. HECHOS

1.1. El Juzgado Promiscuo Municipal de Copacabana, mediante “Auto del 28 de


febrero de 2023”, procede a dar admisión a la demanda presentada ante su H.
Despacho. En cuyo auto, en el inciso quinto se resuelve lo siguiente:

“QUINTO: Inscríbase la presente demanda en el folio de matrícula


inmobiliaria No.307-2816, para tal efecto ofíciese al Registrador de
Instrumentos Públicos de la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos
(ORIP) de Copacabana.”
En el inciso se evidencia el error en razón del Folio de Matricula mencionado y en
la ORIP en la cual se debe registrar, ya que, corresponde es a Girardota, tal y
como consta en la presentación de la demanda.

1.2. Mediante memorial con fecha de envío del 05 del mes de marzo de 2024, se
solicitó al H. Despacho realizar corrección del “Auto del 28 de febrero de 2023”,
fecha que no coincide con la actualidad.
Adicional a ello, se solicitó al Juzgado realizar corrección respecto del Folio de
Matrícula Inmobiliaria, sin obtener respuesta.
1.3. Que el día 04 de abril de 2024 se envía memorial que reitera corrección de auto y el
Juzgado aún no se manifiesta al respecto.

II. FUNDAMENTOS JURÍDICOS

2.1. DE LA ACCIÓN DE TUTELA


Según la jurisprudencia del Consejo de Estado1 y de acuerdo con la doctrina
constitucional
vigente2 , es posible acudir al recurso de amparo para obtener la protección material de
los derechos fundamentales, cuando éstos resulten amenazados o vulnerados por
decisiones judiciales. Ello, en atención a que el ejercicio de la judicatura como cualquier
rama del poder en el Estado democrático, supone la absoluta sujeción a los valores,
principios y derechos que la propia Constitución establece, y en esa perspectiva, cualquier
autoridad investida de la potestad de administrar justicia, es susceptible de ser controlada
a través de ese mecanismo constitucional cuando desborda los límites que la Carta le
impone.
Ahora bien, siendo la tutela una acción de carácter excepcional y residual, supone el
cumplimiento de ciertas exigencias por parte de quien pretende la protección de sus
derechos, en tanto que el ejercicio natural de la jurisdicción se inscribe dentro de
procedimientos destinados a la eficacia de los mismos y en esa medida las controversias
que allí surjan, son subsanables en el contexto del proceso. De ahí que la Corte
Constitucional estructurara después de años de elaboración jurisprudencial, los requisitos
generales y especiales de procedencia de la acción de tutela contra decisiones judiciales,
que tienen como sano propósito garantizar el delicado equilibrio entre el principio de
seguridad jurídica, la autonomía e independencia de los jueces para interpretar la ley y la
necesidad de asegurar la vigencia efectiva de los derechos constitucionales
fundamentales.
Los presupuestos generales responden al carácter subsidiario de la tutela y por lo mismo
deben cumplirse en cualquier evento para su interposición, como son:

(i) Que el asunto que esté sometido a estudio sea de evidente relevancia
constitucional;
(ii) Que en el proceso se hayan agotado todos los medios de defensa, tanto
ordinarios como extraordinarios que se encuentren al alcance de quien
demande el amparo, salvo, claro está, que se busque evitar un perjuicio
irremediable;
(iii) Que la presentación de la acción cumpla con el requisito de inmediatez;
(iv) Que la irregularidad procesal devenga en sustancial: Cuando se trate de una
irregularidad procesal, debe quedar claro que la misma tiene un efecto decisivo
o determinante en la sentencia que se impugna y que afecta los derechos
fundamentales de la parte actora;
(v) Que se identifique la situación fáctica que devino en la vulneración de
derechos; y
(vi) Que no se trate sentencias de tutela.

1
Sentencia de treinta y uno (31) de julio de dos mil doce (2012). Radicación número: 11001-03-
15-000- 2009-01328-01(IJ) Actor: Nery Germania Álvarez Bello. C.P. María Elizabeth García
González. Sentencia de veintiuno (21) de abril del dos mil veintidós (2022). Radicado: 11001-
03-15-000-2022-01613-00. Actor: Zuleny Bonilla Chara. C. P.: Gabriel Valbuena Hernández.
2
Corte Constitucional. Sentencia C-590-05. M. P. Jaime Córdoba Triviño.
En ese orden de ideas, la doctrina constitucional ha señalado las causales especiales,
indicando que la acción constitucional resulta procedente únicamente en aquellos
eventos en los cuales, con ocasión de la actividad jurisdiccional, se vean afectados
derechos fundamentales, al verificar la ocurrencia de uno de los siguientes eventos:

(i) Defecto sustantivo, orgánico o procedimental,


(ii) Defecto fáctico,
(iii) Error inducido,
(iv) Decisión sin motivación,
(v) Violación directa de la Constitución, y
(vi) Desconocimiento del precedente.

2.2. DE LA ACCIÓN DE TUTELA ANTE UNA PROVIDENCIA JUDICIAL


De acuerdo con el Artículo 86 de la Constitución Política, toda persona puede reclamar
ante los jueces, mediante la acción de tutela, la protección inmediata de sus derechos
constitucionales fundamentales vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de
cualquier autoridad pública o, en los casos que establezca la ley, de los particulares 3,
cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se
utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
Como se dijo, este mecanismo de protección procede contra cualquier autoridad que con
sus actuaciones u omisiones vulnere o amenace derechos constitucionales
fundamentales, incluidas, por supuesto, las autoridades judiciales, en cuanto autoridades
de la República, las cuales, sin excepción, están instituidas para proteger a todas las
personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos
y libertades, como lo dispone el Artículo 2 de la Constitución.
Bajo tales supuestos constitucionales y los Artículos 6 del Decreto Ley 2591 de 1991, 2
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y 25 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos4, la Corte Constitucional ha admitido la
procedencia excepcional de la acción de tutela contra providencias judiciales 5, dada la
naturaleza judicial de las citadas autoridades6 puesto que, en tales casos, “la adecuada
protección de los principios y valores constitucionales implica un ejercicio de ponderación
entre la eficacia de la mencionada acción –presupuesto del Estado Social y Democrático
de Derecho–, y la vigencia de la autonomía e independencia judicial, el principio de cosa
juzgada y la seguridad jurídica”7. Por lo anterior, ha señalado que:

3
El inciso quinto del Artículo 86 establece que la tutela también procede, en los casos que
señale el legislador, contra particulares encargados de la prestación de servicios públicos, o
cuando afecten de manera grave y directa el interés colectivo, o respecto de quienes el
accionante se halle en estado de indefensión o de subordinación.
4
Corte Constitucional, Sentencias C-590 de 2005 y SU-425 de 2016.
5
Corte Constitucional, Sentencias C-590 de 2005, SU-424 de 2016, SU-037 de 2019, T-441 de
2003, T-462 de 2003, T-771 de 2003, T-949 de 2003, T-018 de 2008, T-743 de 2008, T-310 de
2009, T-451 de 2012, T-078 de 2019, T-334 de 2021 y T-152 de 2022, entre muchas otras,
mediante las cuales la posición fijada ha sido reiterada.
6
El Artículo 116 de la Constitución Política les asigna la función de administrar justicia.
7
Corte Constitucional, Sentencias T-310 de 2009, T-451 de 2012 y T-283 de 2013.
“[…] la acción de tutela contra sentencias judiciales es un instrumento excepcional, dirigido a
enfrentar aquellas situaciones en que la decisión del juez incurre en graves falencias, de
relevancia constitucional, las cuales tornan la decisión incompatible con la Constitución. En
este sentido, la acción de tutela contra decisión judicial es concebida como un ‘juicio de
validez’ y no como un ‘juicio de corrección’ del fallo cuestionado, lo que se opone a que se
use indebidamente como una nueva instancia para la discusión de los asuntos de índole
probatoria o de interpretación del derecho legislado, que dieron origen a la controversia”8.

La excepcionalidad de la tutela contra providencias judiciales ha llevado a la Corte, a


partir de la Sentencia C-590 de 2005, a exigir el cumplimiento de un conjunto de
requisitos generales y específicos de procedencia, que podrían sintetizarse en los
siguientes términos:

2.2.1. DE LOS REQUISITOS GENERALES9


(i) Legitimación. De lo dispuesto en los artículos 86 de la Constitución y 10 del
Decreto 2591 de 1991, la jurisprudencia constitucional ha interpretado que la titularidad
del derecho fundamental presuntamente afectado, amenazado o vulnerado, determina el
interés directo del tutelante en su protección y, por tanto, la legitimidad por activa en el
proceso de tutela10. Esta exigencia “busca garantizar que la persona que acude a la
acción de tutela tenga un interés directo y particular respecto de la solicitud de amparo
que eleva ante el juez constitucional, de manera que pueda establecerse sin dificultad,
que lo reclamado es la protección de un derecho fundamental del propio demandante y
no de otro”11.
(ii) Inmediatez. Esta exigencia implica acreditar que, atendiendo a la vulneración
alegada y a las circunstancias del accionante, la tutela se interpuso en un término
razonable a partir del hecho que originó la vulneración. Por tanto, el análisis de su
cumplimiento debe realizarse a la luz del principio de razonabilidad de conformidad con
lo dispuesto en el Artículo 86 de la Constitución Política en cuanto establece que, si
bien esta acción puede ejercerse “en todo momento”, está establecida para reclamar la
“protección inmediata” de los derechos fundamentales. Por tanto, a pesar de no existir un
término de caducidad para esta acción, es necesario acreditar que el tiempo transcurrido
entre la presunta lesión del derecho y la interposición de la acción corresponda a un
plazo razonable12, atendiendo a las circunstancias del caso.

8
Corte Constitucional, Sentencia T-555 de 2009.
9
Corte Constitucional, Sentencia SU-173 de 2015.
10
Corte Constitucional, Sentencias T-176 de 2011 y T-697 de 2006. En materia de tutela contra
providencias judiciales el estándar jurisprudencial no es distinto, de allí que la legitimación por
activa no dependa necesariamente de la calidad de parte en el proceso ordinario, sino de la
posibilidad de aducir una afectación de los derechos fundamentales del accionante, en
particular, el debido proceso que, prima facie, se afecta cuando se configura algún defecto
respecto de la providencia que se cuestiona. Una interpretación contraria llevaría a aceptar la
existencia de lesiones o amenazas a derechos fundamentales que no podrían cuestionarse
judicialmente, en detrimento de los artículos 86 de la Constitución, 2 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
(Corte Constitucional, Sentencia SU-425 de 2016).
11
Corte Constitucional, Sentencias T-691 de 2009, T-722 de 2011, T-406 de 2018, T-432 de
2018, T-010 de 2019 y T-020 de 2019.
12
Corte Constitucional, Sentencias T-691 de 2009, T-722 de 2011, T-406 de 2018, T-432 de
2018, T-010 de 2019 y T-020 de 2019.
Tratándose de una acción contra providencias judiciales, la Corte Constitucional ha
establecido que el juicio de inmediatez debe ser más estricto 13, puesto que se configura
una colisión con los principios de la seguridad jurídica y la cosa juzgada, que son
definitorios del Estado de Derecho, al poner en cuestión la decisión judicial que ha
resuelto un conflicto.
En consecuencia, por la importancia que reviste la garantía de estos principios, la
jurisprudencia constitucional ha considerado el término de seis meses como un
parámetro de razonabilidad, prima facie, del tiempo transcurrido entre la decisión
reprochada y la interposición de la acción14. En efecto, “como parámetro general, en
varias providencias, esta Corporación ha dicho que, ante la inexistencia de un término
definido, en algunos casos se ha considerado que el plazo oportuno es de seis meses,
luego de lo cual podría declararse la improcedencia de la tutela, a menos que,
atendiendo a las particularidades del caso sometido a revisión, se encuentren
circunstancias que justifiquen la inactividad del accionante”15. Lo anterior no significa que
se hubiese establecido un término de caducidad para la acción de tutela 16, o acaso que
seis meses sea el tiempo máximo de lo que se considera razonable en cuanto al plazo.
Por el contrario, la Corte Constitucional ha reconocido que la razonabilidad no está
establecida de antemano y que es tarea y competencia del juez valorarla en cada caso
concreto17.
(iii) Subsidiariedad. En atención a su carácter subsidiario, la acción de tutela es
improcedente si existen otros recursos o medios de defensa judiciales “idóneos y
eficaces”18, “atendiendo las circunstancias en que se encuentra el solicitante” (Artículo
6.1 Decreto 2591 de 1991), salvo que “se utilice como mecanismo transitorio para evitar
un perjuicio irremediable” (Artículo 8 Decreto 2591 de 1991).
En materia de tutela contra providencias judiciales, la exigencia de subsidiariedad
adquiere un matiz especial al exigir una carga procesal razonable al accionante, de
haber agotado los medios judiciales ordinarios y extraordinarios dispuestos por el
Legislador para cuestionar los presuntos defectos que alega, siempre que los mismos
hubiesen estado a su disposición19 o, tratándose de los recursos extraordinarios, siempre
que sus causales se adecuen a lo cuestionado en tutela, salvo que se trate de un
supuesto de perjuicio irremediable20, circunstancias que deben valorarse en cada caso
concreto21.

13
Corte Constitucional, Sentencias SU-961 de 1999, T-282 de 2005, T-016 de 2006, T-158 de
2006, T-018 de 2008 y T-189 de 2009.
14
Corte Constitucional, Sentencia T-362 de 2018.
15
Corte Constitucional, Sentencia T-936 de 2013.
16
Corte Constitucional, Sentencias SU-499 de 2016, T-217 de 2013, T-246 de 2015, y T-237 de
2017.
17
Se indica en la Sentencia T-047 de 2014: “Aun cuando la acción de tutela no cuenta con un término de
caducidad, la interposición de este mecanismo debe cumplir con el requisito de la inmediatez, esto es,
que sea presentada dentro de un tiempo prudente y razonable, con el objetivo de que dicha acción
cumpla la finalidad para la cual fue creada. Corresponde al juez evaluar dentro de qué tiempo es
razonable ejercer la acción de tutela en cada caso concreto, esta Corporación ha señalado que
corresponde igualmente a aquél valorar las circunstancias por las cuales el solicitante pudiera haberse
demorado para interponer la acción, de acuerdo con los hechos de que se trate. Así, de manera
excepcional, la tutela ha procedido en algunos casos en los que ella se ha interpuesto tardíamente,
cuando el servidor judicial encuentra justificada la demora”.
18
Corte Constitucional, Sentencias C-543 de 1992, C-132 de 2018, SU-961 de 1999, SU-712 de
2013, T-441 de 1993, T-819 de 2003, T-594 de 2006, T-846 de 2006, T-760 de 2008, T-705 de
2012, T-230 de 2013, T-373 de 2015 y T-630 de 2015.
19
Corte Constitucional, Sentencia T-079 de 2014.
20
Corte Constitucional, Sentencia SU-005 de 2018.
(iv) El accionante debe identificar, de manera razonable, los yerros que generan la
vulneración, y que estos hayan sido cuestionados dentro del proceso judicial, en cuanto
ello hubiere sido posible.
(v) Cuando se trate de una irregularidad procesal, que esta tenga incidencia en la
decisión que se considera lesiva de los derechos fundamentales22.
(vi) Relevancia constitucional. La jurisprudencia constitucional ha señalado que este
requisito cumple tres finalidades: (a) preservar la competencia e independencia de los
jueces y, de esa manera, evitar que la tutela se utilice para discutir asuntos de mera
legalidad; (b) restringir el ejercicio de esta acción a cuestiones de relevancia
constitucional que afecten derechos fundamentales, y (c) impedir que se convierta en
una instancia o recurso adicional para controvertir las decisiones de los jueces.
Al respecto, en las sentencias SU-573 de 2019 y SU-128 de 2021 se precisaron tres
cuestiones esenciales. Primero, las discusiones de orden legal deben ser resueltas por
medio de los mecanismos ordinarios previstos para su trámite, ya que el juez de tutela no
puede involucrarse en asuntos que corresponde definir a otras jurisdicciones. Así las
cosas, un asunto carece de relevancia constitucional, si la discusión se limita a la
determinación de los aspectos legales de un derecho o es evidente su naturaleza o
contenido exclusivamente económico con connotaciones particulares o privadas que sólo
representan un interés particular. Segundo, el caso debe plantear algún debate jurídico
sobre el contenido, alcance y goce de un derecho fundamental, pues el único objeto de
la acción de tutela es la protección efectiva, inmediata y subsidiaria de estos derechos.
Esto significa que el asunto debe ser trascendente para la interpretación de la
Constitución, su aplicación, su desarrollo eficaz y la determinación del contenido y
alcance de los derechos fundamentales. Tercero, la tutela contra providencias judiciales
no da lugar a una tercera instancia ni puede reemplazar los recursos ordinarios, pues la
competencia del juez de tutela se restringe a los asuntos de relevancia constitucional y a
la protección efectiva de los derechos fundamentales, ya que solo así se garantiza tanto
la órbita de acción de los jueces constitucionales como la de las demás jurisdicciones23.
(viii) Que no se trate de una acción de tutela contra un fallo de tutela, salvo si existió
fraude en su adopción24.
21
Corte Constitucional, Sentencias SU-115 de 2018 y C-590-05: esta exigencia se
conceptualizó en los siguientes términos: “Los requisitos generales de procedencia de la
acción de tutela contra decisiones judiciales son los siguientes: || b. Que se hayan agotado
todos los medios -ordinarios y extraordinarios- de defensa judicial al alcance de la persona
afectada, salvo que se trate de evitar la consumación de un perjuicio iusfundamental
irremediable. De allí que sea un deber del actor desplegar todos los mecanismos judiciales
ordinarios que el sistema jurídico le otorga para la defensa de sus derechos. De no ser así,
esto es, de asumirse la acción de tutela como un mecanismo de protección alternativo, se
correría el riesgo de vaciar las competencias de las distintas autoridades judiciales, de
concentrar en la jurisdicción constitucional todas las decisiones inherentes a ellas y de
propiciar un desborde institucional en el cumplimiento de las funciones de esta última”.
22
Corte Constitucional, Sentencias T-699 de 2017 y T-385 de 2018.
23
Corte Constitucional, Sentencias T-335 de 2000, T-102 de 2006, T-1044 de 2007, T-406 de 2014, T-385
de 2018, T-152 de 2022 y SU-103 de 2022
24
Esta regla se desprende de la función unificadora de la Corte Constitucional, ejercida a través
de sus Salas de Selección. Así, debe entenderse que, si un proceso no fue seleccionado por la
Corte para su revisión, se encuentra acorde con los derechos fundamentales. No obstante, la
Corte ha admitido excepcionalmente su procedencia. En la SU-116 de 2018 hizo sobre el
particular la siguiente síntesis: “32. De modo que cuando se trata de sentencia contra fallo de
tutela la jurisprudencia ha sido clara en la imposibilidad de que esta se promueva contra fallo
proferido por el pleno de la Corporación o una de sus Salas de Revisión, quedando la
posibilidad de impetrar la nulidad ante el mismo Tribunal; pero si ha sido emitido por otro juez
o tribunal procede excepcionalmente si existió fraude, además de que se cumplan los
2.2.2. DE LOS REQUISITOS ESPECÍFICOS
Además de los anteriores requisitos generales, es necesario acreditar 25 que la autoridad
judicial demandada vulneró de forma grave el derecho al debido proceso 26 del accionante,
a tal punto que la decisión judicial resulta incompatible con la Constitución por incurrir en
alguno de los siguientes defectos27 que la jurisprudencia constitucional denomina
requisitos específicos de procedibilidad28:

(i) Defecto orgánico: Se presenta cuando la providencia impugnada fue proferida por un
funcionario judicial que carecía de competencia para adoptarla29.

(ii) Defecto procedimental: Se origina cuando la decisión judicial cuestionada se adoptó


con desconocimiento del procedimiento establecido30, al ceñirse a un trámite
completamente ajeno al pertinente o cuando se omiten etapas sustanciales del
procedimiento legalmente dispuesto31 (supuestos de defecto procedimental absoluto) y,
finalmente, cuando se incurre en exceso ritual manifiesto32.

(iii) Defecto fáctico: Se configura cuando el juez carece de apoyo probatorio para la
aplicación del supuesto legal en que se sustenta la decisión cuestionada, o cuando la
valoración de la prueba fue absolutamente equivocada33. Este puede configurarse en una
dimensión negativa (omisiones imputables a la autoridad judicial): “(i) por omisión o
negación del decreto o la práctica de pruebas determinantes [siempre que de las

requisitos de procedencia general contra providencias judiciales y la acción no comparta


identidad procesal con la sentencia atacada, se demuestre el fraude en su proferimiento y no
se cuente con otro medio de defensa.
Si se trata de actuación de tutela una será la regla cuando esta sea anterior y otra cuando es
posterior. Si se trata de actuación previa al fallo y tiene que ver con vinculación al asunto y se
cumplen los requisitos generales de procedencia de la acción, el amparo puede proceder
incluso si la Corte no ha seleccionado el asunto para su revisión; y si es posterior a la
sentencia y se busca el cumplimiento de lo ordenado, la acción no procede a no ser que se
intente el amparo de un derecho fundamental que habría sido vulnerado en el trámite del
incidente de desacato y se cumplen los requisitos generales de procedibilidad de la acción
contra providencias judiciales, evento en el que procedería de manera excepcional.”.
25
Corte Constitucional, Sentencia C-590 de 2005, reiterada sucesivamente, entre otras, en la
Sentencia SU-037 de 2019.
26
Artículo 29 de la Constitución Política.
27
Corte Constitucional, Sentencia SU-424 de 2016.
28
Corte Constitucional, Sentencia SU-566 de 2019.
29
En la Sentencia T-324 de 1996 se señaló: “[…] sólo en aquellos casos en los cuales el acto
que adscribe la competencia resulte ostensiblemente contrario a derecho, –bien por la notoria
y evidente falta de idoneidad del funcionario que lo expidió, ora porque su contenido sea
abiertamente antijurídico–, el juez constitucional puede trasladar el vicio del acto habilitante al
acto que se produce en ejercicio de la atribución ilegalmente otorgada. Sólo en las condiciones
descritas puede el juez constitucional afirmar que la facultad para proferir la decisión judicial
cuestionada no entra dentro de la órbita de competencia del funcionario que la profirió y, por lo
tanto, constituye una vía de hecho por defecto orgánico”. Sobre el alcance del defecto
orgánico pueden consultarse las sentencias SU-347 de 2022 y las SU-373 y SU-309 de 2019.
30
Corte Constitucional, Sentencias SU-159 de 2002, T-008 de 1998, T-937 de 2001, T-996 de
2003, T-196 de 2006 y T-385 de 2018.
31
Corte Constitucional, Sentencia T-327 de 2011.
32
Corte Constitucional, Sentencia SU-268 de 2019.
33
Del principio de independencia judicial se sigue que el campo de intervención del juez de
tutela por defecto fáctico es supremamente restringido. Véase, Corte Constitucional,
Sentencias SU-454 de 2019, SU-048 de 2022 y T-385 de 2018.
circunstancias del caso se derive el deber de hacerlo], (ii) por valoración defectuosa del
material probatorio y (iii) por omitir la valoración de la prueba y dar por no probado el
hecho que emerge claramente de ella”34. Y en una dimensión positiva (actuaciones
positivas de la autoridad judicial) cuando “(i) emite providencias en contra de los
mandatos de la razonabilidad o de la racionalidad; o, (ii) desconoce las reglas que ha
fijado el legislador en materia de valoración de una prueba en concreto” 35, o (iii) valora
pruebas ilícitas, siempre que las mismas hubieren sido determinantes para el sentido de
la decisión.

(iv) Defecto material o sustantivo: Ocurre cuando se aplica una norma


indiscutiblemente inaplicable al caso; esto es, se decide con base en normas inexistentes;
que han perdido vigencia; se interpretan en un sentido claramente contrario a la
Constitución; no se aplica la excepción de inconstitucionalidad ante una violación
manifiesta; o la norma no tiene conexidad material con los presupuestos del caso36.

(v) Error inducido: Sucede cuando la decisión que vulnera los derechos fundamentales
del accionante es producto de una actuación irregular por parte de terceros37.

(vi) Falta de motivación: Implica el incumplimiento del deber de dar cuenta de los
fundamentos fácticos y jurídicos de la decisión. La decisión sin motivación es uno de los
defectos de que puede adolecer una providencia en tanto la motivación es un deber de los
funcionarios judiciales, así como su fuente de legitimidad en un ordenamiento
democrático38.

(vii) Desconocimiento del precedente: Se configura cuando el funcionario judicial


desconoce la regla jurisprudencial establecida en la materia de que se trate 39, sin ofrecer
un mínimo razonable de argumentación para separarse de ella40.

34
Corte Constitucional, Sentencia SU-448 de 2016.
35
Corte Constitucional, Sentencia SU-129 de 2021.
36
Corte Constitucional, Sentencia SU-159 de 2002.
37
En la Sentencia SU-014 de 2001 advirtió la Corte: “Es posible distinguir la sentencia violatoria
de derechos fundamentales por defectos propios del aparato judicial –presupuesto de la vía de
hecho-, de aquellas providencias judiciales que aunque no desconocen de manera directa la
Constitución, comportan un perjuicio iusfundamental como consecuencia del incumplimiento
por parte de distintos órganos estatales de la orden constitucional de colaborar armónicamente
con la administración de justicia con el objeto de garantizar la plena eficacia de los derechos
constitucionales. Se trata de una suerte de vía de hecho por consecuencia, en la que el juez, a
pesar de haber desplegado los medios a su alcance para ubicar al procesado, actuó confiado
en la recta actuación estatal, cuando en realidad ésta se ha realizado con vulneración de
derechos constitucionales, al inducirlo en error. En tales casos –vía de hecho por
consecuencia– se presenta una violación del debido proceso, no atribuible al funcionario
judicial, en la medida en que no lo puede apreciar, como consecuencia de la actuación
inconstitucional de otros órganos estatales”.
38
Corte Constitucional, Sentencia T-114 de 2002.
39
Esto es así, ya que existe un deber prima facie de los jueces llamados a aplicar, de manera
análoga, los precedentes vinculantes de las Altas Cortes (aquella sentencia anterior que, por
guardar identidad fáctica y jurídica con el caso actual, debía considerarse, en atención a la
regla de decisión que contenía, de manera necesaria), así como de aplicar la jurisprudencia
vinculante de estas.
40
Corte Constitucional, Sentencias SU-640 de 1998, SU-023 de 2018, T-462 de 2003, T-1285
de 2005, T-292 de 2006, T-018 de 2008 y T-082 de 2018.
(viii) Violación directa de la Constitución: Se estructura cuando el juez deja de aplicar
una norma constitucional que resulta aplicable al caso concreto41, o desconoce valores,
principios o reglas constitucionales que determinan la aplicación de la disposición legal;
cuando se otorga a una disposición un alcance abiertamente contrario a la Carta
Fundamental42; cuando se desconoce o altera el sentido y alcance de una regla fijada
directamente por el constituyente o cuando se trate de normas que limitan derechos
fundamentales, el desconocimiento de la Constitución surge de una aplicación que
desconoce los criterios de interpretación restrictiva de tal tipo de normas 43. En suma, “se
origina en la obligación que les asiste a todas las autoridades judiciales de velar por el
cumplimiento del mandato consagrado en el Artículo 4° de la Carta Política, según el cual
‘la Constitución es norma de normas. En todo caso de incompatibilidad entre la
Constitución y la ley u otra norma jurídica, se aplicarán las disposiciones
constitucionales”44.

La Corte Constitucional ha sido enfática en señalar que no toda irregularidad procesal o


diferencia interpretativa es constitutiva de un defecto de la providencia judicial que se
ataca45. Es necesario que los reproches alegados sean de tal magnitud que permitan
desvirtuar la presunción de constitucionalidad de la decisión judicial objeto de tutela 46. “No
se trata entonces de un mecanismo que permita al juez constitucional ordenar la
anulación de decisiones que no comparte o suplantar al juez ordinario en su tarea de
interpretar el derecho legislado y evaluar las pruebas del caso. De lo que se trata es de un
mecanismo excepcional, subsidiario y residual, para proteger los derechos fundamentales
de quien, luego de haber pasado por un proceso judicial, se encuentra en condición de
indefensión y que permite la aplicación uniforme y coherente, es decir segura y en
condiciones de igualdad, de los derechos fundamentales a los distintos ámbitos del
derecho”47.

41
Corte Constitucional, Sentencia T-809 de 2010.
42
Corte Constitucional, Sentencia T-208A de 2018.
43
Corte Constitucional, Sentencias SU-566 de 2019, SU-355 de 2020 y T-1028 de 2010.
44
Corte Constitucional, Sentencia SU-332 de 2019.
45
Corte Constitucional, Sentencia T-231 de 2007.
46
Corte Constitucional, Sentencias T-231 de 2007 y T-933 de 2003.
47
Corte Constitucional, Sentencia C-590 de 2005.
2.3. DEL DEBIDO PROCESO EN MATERIA CIVIL
Respecto al debido proceso este tribunal ha admitido que “algunas garantías procesales,
y entre ellas el derecho de defensa y contradicción, no son absolutas y pueden ser
limitadas por el legislador, siempre que no se vea afectado su núcleo esencial, la
limitación responda a criterios de razonabilidad y proporcionalidad, y no se desconozcan
otros derechos fundamentales. En todo caso, ha señalado que la función tanto de
legislador como del juez constitucional, es tratar de lograr que todos los principios y
derechos que eventualmente puedan entrar en tensión a la hora de regular los términos
judiciales sean garantizados en la mayor medida posible” 48. De igual modo, ha señalado
que su consagración como derecho fundamental “no puede derivarse, en manera alguna,
una idéntica regulación de sus distintos contenidos para los procesos que se adelantan en
las distintas materias jurídicas, pues en todo aquello que no haya sido expresamente
previsto por la Carta, debe advertirse un espacio apto para el ejercicio del poder de
configuración normativa”49.
Tratándose del ejercicio de la función pública de administrar justicia, ha reiterado esta
corporación50 que “debe ser eficaz, es decir, que debe garantizarse una administración de
justicia pronta y cumplida, lo que se concreta en el principio de la celeridad, deducido del
mismo Artículo 228 Superior, al establecer que ´[l]os términos procesales se observarán
con diligencia y su incumplimiento será sancionado´. || Por lo anterior, […] ha reconocido
como derecho fundamental de las personas ´tener un proceso ágil y sin retrasos
indebidos´51, que se instituye en premisa básica de la efectividad del derecho a la
administración de justicia […]”52. Adicionalmente, ha indicado que el derecho de acceso a
la justicia “no es ilimitado y absoluto, pues la ley contempla ciertas restricciones legítimas
en cuanto a las condiciones de modo, tiempo y lugar para impulsar las actuaciones
judiciales o administrativas”53.
Y en cuanto a la prevalencia del derecho sustancial ha destacado la Corte que la tarea
de los jueces es mayúscula: “por un lado, deben garantizar que el proceso se surta según
las etapas señaladas por el Legislador y, por el otro, deben conseguir que las
formalidades del proceso no se conviertan en un impedimento para la efectividad del
derecho sustancial. Todo, asegurándose de llegar a una solución justa frente a la
controversia que las partes han sometido a su consideración, en el marco de los
postulados del Estado de derecho”54.
De esta manera, en el presente asunto es evidente que pueden entrar en tensión
diferentes derechos que hacen parte del debido proceso y del acceso a la administración
de justicia, a saber, el derecho a la defensa y contradicción con respecto al principio de
celeridad del proceso, al restringirse alguno de aquellos frente al otro55. Frente a esta
colisión la Corte ha indicado “como punto de partida que ´el derecho al debido proceso,
48
Sentencia C-371 de 2011, que examinó la constitucionalidad de varios artículos de la Ley
1395 de 2010, que adopta medidas en materia de descongestión judicial.
49
Sentencia C-131 de 2002.
50
Sentencias C-568 de 2000 y C-159 de 2016.
51
Sentencia T-006 de 1992.
52
Sentencia C-568 de 2000 y C-159 de 2016.
53
Sentencia C-146 de 2015. En la C-159 de 2016 se sostuvo que “bien puede el Congreso
disponer ´límites temporales dentro de los cuales debe hacerse uso de las acciones judiciales,
o los requisitos de procedibilidad para poner en movimiento el aparato judicial […], o
condiciones de acceso a la justicia, como […] la observancia de determinados requisitos de
técnica jurídica´. El legislador […] está llamado a sopesar las razones de conveniencia
socioeconómica, la distribución adecuada de recursos, la naturaleza de las pretensiones y la
evaluación de la eficiencia y eficacia de cada procedimiento, a efectos de definir cuál es el
mecanismo procesal más idóneo”
54
Sentencia C-173 de 2019 y C-163 de 2019.
como todos los derechos fundamentales, no es un derecho absoluto. Su ejercicio […]
puede ser objeto de limitaciones que resultan ser necesarias para realizar otros principios
superiores o para garantizar otros derechos fundamentales que en cierto momento
pueden verse confrontados con aquel´, tales como la celeridad procesal, el derecho a un
proceso sin dilaciones indebidas y el derecho al acceso a la justicia56”.
Posibilidad de limitación que encuentra sentido si se entiende que un enfoque según el
cual no fuera factible restringir el derecho de defensa, llevaría a situaciones extremas que
harían imposible avanzar el proceso para llegar al cometido de esclarecer la verdad,
además de hacer nugatorio el debido proceso sin dilaciones injustificadas y su resolución
en un plazo razonable57. Sin embargo, los principios de celeridad y eficiencia deben
encontrar un punto de equilibrio con el debido proceso -derecho a la defensa y a impugnar
las decisiones-, que “puede ser diseñado de muy diferentes formas” 58 y con sujeción al
juicio de proporcionalidad59.
En la Sentencia C-319 de 201360 se afirmó que “es común que, con el ánimo de otorgar
mayor dinámica al sistema de administración judicial, tradicionalmente signado por su
lentitud e incluso mora en la resolución definitiva de los conflictos, el legislador opte por
prescindir de determinadas etapas o por eliminar la posibilidad que las partes presenten
determinados recursos”. En el análisis de constitucionalidad de este tipo de medidas, ha
manifestado de manera general que “son expresiones constitucionalmente válidas del
amplio margen de configuración legislativa, a condición de que se muestren razonables y
proporcionadas […]. Así, se ha considerado por la jurisprudencia que ´es usual que las
reformas legales que busquen disminuir la duración de los procedimientos judiciales
apelen a la reducción de términos judiciales o, inclusive, a la eliminación de etapas, lo
cual puede llegar a actuar en desmedro de las posibilidades de las partes para
controvertir […] las decisiones que se adopten en el trámite. En estos casos, se ha
considerado […] que limitaciones, proporcionadas y razonables, a las oportunidades de
contradicción y defensa, no se oponen prima facie a la Constitución, cuando estas están
enfocadas a evitar las dilaciones injustificadas en los procedimientos judiciales. No
obstante, tales restricciones a la oportunidad y/o duración de los términos para el ejercicio
de los derechos de contradicción y defensa no pueden ser de una entidad tal que se
muestren incompatibles con el núcleo esencial del derecho fundamental al debido
proceso61”.
De este modo, la Corte determinó en la sentencia mencionada que “el legislador está
facultado para fijar modelos de procedimientos que prescindan de determinadas etapas o
recursos, a condición que (i) la limitación no verse sobre una instancia procesal prevista
específicamente por la Constitución; (ii) la restricción correspondiente cumpla con criterios

55
La Corte en anteriores ocasiones ha referido a esta colisión, por ejemplo, en las sentencias C-
543 de 2011, C-319 de 2013, C-929 de 2014, C-031 de 2019, C-443 de 2019 y C-420 de 2020.
56
Sentencia C-648 de 2001.
57
Sentencia C-543 de 2011. En la Sentencia T-052 de 2018 este tribunal refirió al principio de
plazo razonable desarrollado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(Convención Americana sobre Derechos Humanos, arts. 8º -garantías judiciales- y 25 -
protección judicial-). Así mismo, refirió al acceso a la administración de justicia en caso de
mora injustificada.
58
Sentencia C-803 de 2000. En el mismo sentido, la C-699 de 2000.
59
Sentencia C-543 de 2011.
60
Estudió la constitucionalidad del artículo 16 de la Ley 393 de 1997 que estableció la
improcedencia de recursos en el trámite de las acciones de cumplimiento, con excepción de la
sentencia.
61
Sentencia C-315 de 2012 y C-319 de 2013.
de razonabilidad y proporcionalidad; y (iii) la limitación no configura una barrera
injustificada para el acceso a la administración de justicia”62.
Por su parte, en la Sentencia C-443 de 201963 se manifestó que cuando la Corte ha
encontrado que la simplificación del trámite judicial involucra la anulación del derecho en
función del cual fue instituida la garantía o el mecanismo procesal, se ha declarado la
inexequibilidad de la disposición. De esta forma, ha establecido que el análisis de
constitucionalidad de las medidas que regulan la estructura y el funcionamiento de los
procesos judiciales con el propósito de garantizar la consecución de un plazo razonable y
la descongestión en el sistema judicial debe tener en cuenta las siguientes variables:

“(i) el control constitucional debe partir del reconocimiento de las potestades con las que cuenta
el legislador para diseñar los mecanismos encaminados a materializar los principios de
economía y celeridad en el marco de los procesos judiciales, y de su comprensión a partir de la
propia lógica y de los propósitos asignados por el Congreso a estos mecanismos; (ii) esta
aproximación debe ser confrontada con un análisis prospectivo de la disposición legal, orientado
a identificar y evaluar sus efectos directos e indirectos en el proceso judicial objeto de la
regulación, en el despacho o corporación que los tiene a su cargo, y en el sistema judicial en su
conjunto; a la luz de esta pauta, las medidas que disponen directamente la simplificación de los
trámites que se surten en la rama judicial, en principio resultan compatibles con los principios de
economía y celeridad y con el derecho a un plazo razonable, mientras que las medidas que
condicionan el acceso a los instrumentos del sistema al cumplimiento de un carga, o las de tipo
sancionatorio, exigen un análisis exhaustivo e integral; (iii) finalmente, para evaluar la
constitucionalidad de las disposiciones legales que al promover la celeridad en los procesos
judiciales podrían poner en peligro el derecho al debido proceso o el derecho de acceso a la
justicia, se tienen en cuenta dos pautas básicas: primero, en el marco de un ejercicio de
ponderación, se debe confrontar la contribución de la medida legislativa a la materialización del
derecho al plazo razonable de los procesos y a la descongestión de la rama judicial, con el
sacrificio iusfundamental generado por la medida; y segundo, debe establecerse si las normas
legales que limitan las garantías procesales preservan el sustrato del derecho subyacente, y si
las medidas restrictivas, correccionales o sancionatorias que se imponen en el marco del
proceso judicial para racionalizar el acceso a los instrumentos del sistema, resultan consistentes
con el comportamiento procesal del sujeto afectado”64.

Ingresando al fondo del asunto, la expresión cuestionada no se expone arbitraria, sino


que puede advertirse que se soporta en los principios de razonabilidad y proporcionalidad,
que justifican el trato diferenciado otorgado por el legislador a la casación civil respecto a
las demás especialidades, esto es, laboral y penal. El legislador al poseer una mayor
amplitud en el diseño de los procedimientos judiciales está habilitado para establecer
modelos que prescindan de determinados recursos en la búsqueda de asegurar la
celeridad y eficacia del trámite por razones de economía65, y respondan aun cuando
partan de un común denominador a las particularidades de los regímenes en que se
inscriben -distintas especialidades.
También es claro para la Corte que la celeridad procesal tampoco es un principio
absoluto, toda vez que debe mirarse en correspondencia con los demás intereses
superiores, a saber, la igualdad procesal, el debido proceso, el acceso a la administración
de justicia y la prevalencia del derecho sustancial, entre otros. Lo que acaece en esta
ocasión es que la restricción que pudiera darse principalmente sobre el derecho de
62
Sentencia C-319 de 2013 y C-492 de 2017.
63
Examinó el Artículo 121 (duración del proceso, incisos segundo, sexto y octavo) del Código
General del Proceso.
64
Sentencia C-443 de 2019, que trae como precedentes sobre el punto relacionado las
sentencias C-203 de 2011, C-863 de 2012, C-425 de 2015, C-337 de 2016 y C-492 de 2016.
65
Sentencias C-203 de 2011 y C-290 de 2019.
defensa y contradicción y demás garantías alegadas, es menor a la consecución de los
fines constitucionales de una pronta y cumplida justicia.

2.4. DEL PRINCIPIO DE PUBLIDAD Y CELERIDAD


De acuerdo con los Numerales 1 y 2 del Artículo 150 de la Constitución Política66, le
corresponde al Congreso de la República regular los procedimientos judiciales que
servirán para materializar los derechos al debido proceso y al acceso a la administración
de justicia67. En virtud del anterior marco, la Corte Constitucional ha señalado que el
legislador goza de una amplia potestad de configuración en materia de procedimientos
judiciales68.
Así, esta corporación ha precisado que el legislador puede definir las reglas mediante las
cuales se deberá adelantar cada proceso, lo que incluye, entre otras, la potestad de: “(i)
fijar nuevos procedimientos, (ii) determinar la naturaleza de [las] actuaciones judiciales,
(iii) eliminar etapas procesales, (iv) establecer las formalidades que se deben cumplir,
(v) disponer el régimen de competencias que le asiste a cada autoridad, (vi) consagrar el
sistema de publicidad de las actuaciones, (vii) establecer la forma de vinculación al
proceso, (viii) fijar los medios de convicción de la actividad judicial, (ix) definir los recursos
para controvertir lo decidido y, en general, (x) instituir los deberes, obligaciones y cargas
procesales de las partes”69 (negrillas fuera de texto).
Lo anterior demuestra la amplia gama de facultades en cabeza del legislador al momento
de regular la competencia de los órganos judiciales, definir las formas propias de cada
juicio y fijar las reglas de las actuaciones judiciales.
Sin embargo, la jurisprudencia también ha señalado que esta libertad de configuración no
es absoluta en la medida en que se encuentra sometida a los mandatos de la Constitución
y, por ello, existen ciertos límites que deben observar las normas procesales70.
La Corte agrupó estos límites en cuatro categorías: (i) la fijación directa por parte de la
Constitución de determinado recurso o trámite judicial (que le impide al legislador
desconocer una referencia explícita definida en la Carta Política); (ii) el cumplimiento de
los fines esenciales del Estado y particularmente de la administración de justicia (que
implica que los procedimientos judiciales constituyen un instrumento para materializar el
derecho sustancial); (iii) la satisfacción de principios de razonabilidad y proporcionalidad
(que supone que las normas procesales respondan a un criterio de razón suficiente
relativo al cumplimiento de un fin constitucionalmente admisible, a través de un
mecanismo que se muestre adecuado para el cumplimiento de dicho objetivo y que, a su
vez, no afecte desproporcionadamente un derecho, fin o valor constitucional), y (iv) la
eficacia de las diferentes garantías que conforman el debido proceso y el acceso a la
administración de justicia (que exige que las normas procesales reflejen los principios de
legalidad, defensa, contradicción, publicidad y primacía del derecho sustancial)71.

66
El Artículo 150 de la Constitución Política establece: “Corresponde al Congreso hacer las
leyes. Por medio de ellas ejerce las siguientes funciones: || 1. Interpretar, reformar y derogar
las leyes. || 2. Expedir códigos en todos los ramos de la legislación y reformar sus
disposiciones”.
67
Corte Constitucional, Sentencia C-031 de 2019.
68
Corte Constitucional, Sentencias C-296 de 2002, C-1235 de 2005, C-203 de 2011, C-315 de
2012, C-319 de 2013, C-437 de 2013, C-329 de 2015, C-086 de 2016, C-025 de 2018, C-031
de 2019, C-223 de 2019 y C-314 de 2021, entre muchas otras.
69
Corte Constitucional, Sentencia C-031 de 2019.
70
Corte Constitucional, sentencias C-1232 de 2005, C-437 de 2013, C-086 de 2016, C-025 de
2018, C-031 de 2019 y C-314 de 2021.
71
Corte Constitucional, sentencias C-203 de 2011, C-031 de 2019, C-163 de 2019, C-290 de
2019, C-210 de 2021 y C-314 de 2021.
2.5. DE LA MORA JUDICIAL72
En el ámbito del Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos, el derecho
a un plazo razonable en la decisión de los procesos judiciales deriva de lo previsto en los
artículos 7.5 y 8.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos. La primera de
estas disposiciones atañe específicamente al derecho a la libertad personal mientras que
la segunda cobija de forma más general las garantías judiciales del debido proceso.
Por su parte, dentro de la Constitución Política de 1991, la solución de los procesos
judiciales en los términos establecidos por la ley es una garantía de quien acude al
sistema judicial. Así lo ha reiterado la Corte Constitucional a partir de una interpretación
sistemática de los derechos fundamentales al debido proceso (Art. 29 de la CP) y de
acceso a la administración de justicia (Art. 229 de la CP), en virtud de los cuales toda
persona tiene derecho “(i) a poner en funcionamiento el aparato judicial; (ii) a obtener una
respuesta oportuna frente a las pretensiones que se hayan formulado; y (iii) a que no se
incurran en omisiones o dilaciones injustificadas en las actuaciones judiciales”73.
El derecho de toda persona a recibir una decisión judicial oportuna, a su vez, impone al
juez el deber de cumplir con los plazos fijados por el régimen procesal aplicable, so pena
de ser objeto de sanciones disciplinarias. En ese sentido, el Artículo 228 de la Carta
Política, al regular la estructura y función de la Rama Judicial, consagra que “[l]os
términos se observarán con diligencia y su incumplimiento será sancionado.”
Siguiendo esta orientación, la Ley 270 de 1996 –Estatutaria de la Administración de
Justicia– consagró una serie de principios que rigen la administración de justicia, entre
ellos la celeridad (Art. 4) la eficiencia (Art. 7) y el respeto por los derechos de quienes
intervienen en el proceso (Art. 9). De todos modos, al revisar esta norma la Corte
Constitucional recordó que el cumplimiento de los términos no es el fin último de la
actividad judicial pues el juez no puede circunscribirse únicamente a la observancia de
plazos, dejando de lado el deber esencial de administrar justicia en forma independiente,
autónoma e imparcial y enfocada a la materialización de orden justo 74. De modo que
“contradice los postulados de la Constitución aquel juez que simplemente se limita a
cumplir en forma oportuna con los términos procesales, pero que deja a un lado el interés
y la dedicación por exponer los razonamientos de su decisión en forma clara y
profunda”75.
Es así que la actividad judicial supone un esfuerzo continuo por alcanzar un balance entre
el cumplimiento estricto de los términos procesales y la consecución de los elevados fines
de la justicia, entendida esta como una función pública determinante para la vigencia
72
En las sentencias SU-179 de 2021. M.P. Alejandro Linares Cantillo (en la que se analizó la
congestión en la Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia para resolver
demandas relacionadas con derechos pensionales), SU-333 de 2020. M.P. Alberto Rojas Ríos
(en la que se estudió la congestión al interior de la Jurisdicción Especial para la Paz en
relación con la concesión de beneficios resultado del Acuerdo Final como la libertad transitoria,
anticipada y condicionada, o la libertad condicional) y la SU-394 de 2016. M.P. Gloria Stella
Ortiz Delgado. AV. María Victoria Calle Correa. AV. Luis Guillermo Guerrero Pérez. AV. Gloria
Stella Ortiz Delgado (en la que se estudió el caso de una persona que, por varias décadas,
afrontó procesos penales y de extinción del dominio sin que las autoridades llegaran a una
decisión definitiva).
73
Sentencia T-441 de 2015, reiterada en Sentencia SU-179 de 2021. M.P. Alejandro Linares
Cantillo.
74
Constitución Política, Artículo 2. Ver también Sentencia T-286 de 2020. M.P. José Fernando
Reyes Cuartas.
75
Sentencia C-037 de 1996. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
misma del Estado76. En últimas, le corresponde al sector justicia materializar la función
pacificadora del derecho y encauzar institucionalmente los conflictos que surgen en la
sociedad77. Pero si el tiempo de respuesta para llegar a una decisión se torna
desproporcionado, se erosiona irremediablemente la confianza ciudadana en el sistema
de justicia y se pierde su razón de ser. Así lo ha advertido la Sala Plena:

“[L]a Corte ha reconocido que la congestión judicial es un fenómeno que afecta la


legitimidad y la eficacia de la administración de justicia, perjudicando desde las Altas Cortes
hasta los jueces de instancia, y en esa medida, implica el desconocimiento de un amplio
repertorio de derechos fundamentales de los ciudadanos y las ciudadanas. El mismo tiene
consecuencias negativas gravísimas en la conflictividad social, y en la solución democrática
y pacífica de las tensiones propias de cualquier sociedad contemporánea”78.

Ante este escenario, la jurisprudencia ha venido diferenciando la mora que obedece al


simple capricho, arbitrariedad o descuido del operador judicial, de aquella otra que se
enmarca en contextos insalvables, como la congestión crónica, que impiden tomar una
decisión oportuna. Corresponde entonces al juez constitucional determinar si se trata de
un caso de mora judicial justificada o injustificada, teniendo en consideración que son
hipótesis que surgen por distintas causas y tienen diferentes implicaciones. A partir de lo
anterior, este Tribunal ha reiterado que “no toda mora judicial implica la vulneración de los
derechos fundamentales de una persona, pues el juez de tutela debe verificar si se incurre
en un desconocimiento de plazo razonable y la inexistencia de un motivo válido que lo
justifique”79.
En esa medida, aun cuando se superen los términos procesales para que el juez adopte
una determinación, no necesariamente se configura una violación a los derechos al
debido proceso y el acceso a la administración de justicia cuando existe un motivo válido
que explica la tardanza, es decir, cuando se trata de una mora judicial justificada. Para
ello, hay que analizar si el incumplimiento del término procesal (i) es producto de la
complejidad del asunto y dentro del proceso se demuestra la diligencia razonable del
operador judicial, (ii) se constata que efectivamente existen problemas estructurales en la
administración de justicia que generan un exceso de carga laboral o de congestión
judicial, o (iii) se acreditan otras circunstancias imprevisibles o ineludibles que impiden la
resolución de la controversia en el plazo previsto en la ley80.
Por otro lado, existe mora judicial injustificada en aquellos casos en los que se demuestra
que el juez no ha sido diligente y que su comportamiento es el resultado de una omisión
en el cumplimiento de sus funciones. En ese sentido, la dilación injustificada que viola los
derechos fundamentales al debido proceso y al acceso a la administración de justicia se
configura cuando está demostrado que (i) se presenta un incumplimiento de los plazos
señalados en la ley para adelantar alguna actuación judicial; (ii) no existe un motivo
razonable que justifique dicha demora, como lo es la congestión judicial o el volumen de

76
Constitución Política, artículo 228.
77
Sentencia T-286 de 2020. M.P. José Fernando Reyes Cuartas, citando Necesidades jurídicas
y acceso a la justicia en Colombia. Miguel Emilio La Rota, Sebastián Lalinde Ordóñez, Sandra
Santa Mora y Rodrigo Uprimny Yepes. Colección Dejusticia. Reino de los Países Bajos. 2014
78
Sentencia SU-333 de 2020. M.P. Alberto Rojas Ríos.
79
Sentencia T-186 de 2017. M.P. María Victoria Calle Correa.
80
Sentencia SU-179 de 2021. M.P. Alejandro Linares Cantillo. En el mismo sentido ver,
sentencias SU-048 de 2021. M.P. Diana Fajardo Rivera; SU-333 de 2020. M.P. Alberto Rojas
Ríos; y SU-394 de 2016. M.P. Gloria Stella Ortiz Delgado. AV. María Victoria Calle Correa. AV.
Luis Guillermo Guerrero Pérez. AV. Gloria Stella Ortiz Delgado.
trabajo; y (iii) la tardanza es imputable a la omisión en el cumplimiento de las funciones
por parte de la autoridad judicial81.

Así, la Corte Constitucional ha distinguido entre la mora judicial justificada (producida por
factores como la sobrecarga y la congestión judicial) y la injustificada (causada por la
arbitrariedad o la falta de diligencia)82.
La anterior conclusión amerita dos precisiones adicionales. La primera es que la
congestión crónica, aunque relevante, no es suficiente para justificar por sí misma la
violación a los derechos de las partes procesales. La segunda se refiere a los remedios
que pueden adoptar los operadores judiciales para superar o alivianar las consecuencias
del represamiento de la carga laboral. En efecto, la jurisprudencia ha advertido la
necesidad de adoptar correctivos, incluso de forma excepcional cuando la mora esté
justificada, pues la tardanza en resolver los procesos judiciales no puede normalizarse sin
más, perpetuando su resolución de manera indefinida.
Es innegable que “existen fenómenos como la mora, la congestión y el atraso judiciales,
que afectan estructuralmente la administración de justicia” 83. De hecho, las estadísticas de
la Rama Judicial dan cuenta de una brecha histórica entre la demanda y la oferta judicial
que ha generado niveles de congestión mayúsculos en nuestro sistema de justicia, pese a
los esfuerzos por aumentar la productividad de los despachos 84. Pero aceptar sin más tal
realidad llevaría a omitir en todos -o casi todos- los casos el acatamiento a los términos
procesales, desdibujando con ello el acceso a la justicia y el debido proceso.
Precisamente, en un reciente fallo contra el Estado colombiano, la Corte Interamericana
de Derechos Humanos encontró vulnerada la garantía del plazo razonable dado que el
Tribunal Superior de Cartagena tardó casi cuatro años en resolver el recurso de apelación
dentro de una demanda por fuero sindical; frente a lo cual el Estado colombiano
simplemente se excusó en la congestión laboral85.
81
Sentencia SU-179 de 2021. M.P. Alejandro Linares Cantillo. En el mismo sentido ver,
sentencias SU-048 de 2021. M.P. Diana Fajardo Rivera; SU-333 de 2020. M.P. Alberto Rojas
Ríos; y SU-394 de 2016. M.P. Gloria Stella Ortiz Delgado. AV. María Victoria Calle Correa. AV.
Luis Guillermo Guerrero Pérez. AV. Gloria Stella Ortiz Delgado.
82
Sentencia SU-333 de 2020. M.P. Alberto Rojas Ríos.
83
Sentencia SU-453 de 2020. M.P. Antonio José Lizarazo Ocampo.
84
“Una mirada histórica permite determinar que la demanda de justicia se ha incrementado en
un 145,5% en el 2021 respecto de 1996, al pasar de 992.362 ingresos en 1996 a 2.436.759
procesos en el 2021, mientras que la oferta se ha fortalecido en un 41,5% en el mismo periodo
[…] La productividad media anual por despacho se ha incrementado, en el periodo 1996 a
2021, en un 71.4% a pesar de haber presentado un incremento en la demanda del servicio del
145,5% frente a un incremento del 41,5% en la oferta.” Informe de Gestión de la Rama Judicial
al Congreso de la República del año 2021, págs. 17-21 y 91. Disponible en
https://www.ramajudicial.gov.co/web/publicaciones/2021-2022 Al explicar estos resultados ante
el Legislador, la Presidenta del Consejo Superior de la Judicatura, Diana Remolina, también
advirtió que “En países de la OCDE el estándar es de 64 jueces por cada 100.000 habitantes,
en Colombia la cifra es de 11 jueces por cada 100.000 habitantes”. Declaración obtenida de la
cuenta de Twitter oficial del Consejo de Superior de la Judicatura, consultada el 08 de julio en
https://twitter.com/judicaturacsj/status/1291064665162883072
85
CIDH. Caso Martínez Esquivia Vs. Colombia, sentencia de 6 de octubre de 2020, párrafo 144:
“El Estado justificó la dilación de cuatro años para fallar la segunda instancia del proceso
únicamente haciendo alusión a la alta carga laboral que afrontaba el Tribunal Superior de
Cartagena para la época de los hechos analizados. Este argumento no resulta suficiente a
juicio del Tribunal para justificar la demora en resolver un recurso en el cual se debía abordar
exclusivamente una cuestión de carácter jurídico, que no revestía complejidad.”
La congestión judicial en nuestro país es una realidad ineludible y debe tenerse en
consideración al momento de analizar los reclamos frente a la mora en la resolución de
los procesos. Pero la congestión o la elevada carga laboral no debe admitirse de forma
absoluta como justificación del incumplimiento de los términos procesales, sin mirar otros
elementos relevantes del caso, como la complejidad del asunto y la diligencia del
operador judicial. Además -y como se desarrolla en la siguiente precisión- el hecho de que
la mora esté justificada, no debe conducir a la resignación frente a la tardanza, sino más
bien a la necesidad de tomar correctivos para hacer frente a la congestión y poder así
salvaguardar los derechos fundamentales en riesgo.
En efecto, “aunque el incumplimiento de los términos judiciales derive de causas ajenas a
la actuación diligente del funcionario judicial, la jurisprudencia constitucional, en atención
a las circunstancias particulares de la persona que solicita el amparo, ha considerado
posible que se adopten […] remedios constitucionales”86.
Por ejemplo, es válido ordenar excepcionalmente la alteración del orden para proferir el
fallo, cuando el juez está en presencia de un sujeto de especial protección constitucional,
o cuando la mora judicial supere los plazos razonables y tolerables de solución, en
contraste con las condiciones de espera particulares del afectado 87. Se trata de una
facultad excepcional dado que el sistema de turnos que aplica para todos las personas
garantiza el derecho a la igualdad y contribuye a racionalizar el servicio de administración
de justicia, por lo que debe preservarse en la mayor medida posible, salvo las
excepciones legales que existan sobre la prelación de turnos88.
Otro remedio posible cuando se está ante la inminente materialización de un perjuicio
irremediable consiste en “ordenar un amparo transitorio en relación con los derechos
fundamentales comprometidos, mientras la autoridad judicial competente se pronuncia de
forma definitiva en torno a la controversia planteada”89. De este modo se salvaguarda
transitoriamente el derecho en riesgo mientras se resuelve el proceso judicial por la
autoridad competente.
Ahora bien, esta Corte también ha valorado positivamente las iniciativas que provienen
directamente de los operadores judiciales cuya tardanza se cuestiona. Lo anterior puesto

86
Sentencia SU-179 de 2021. M.P. Alejandro Linares Cantillo.
87
Sentencia T-230 de 2013. M.P. Luis Guillermo Guerrero Pérez. Reiterada en Sentencia T-052
de 2018. M.P. Alberto Rojas Ríos. SV. Carlos Bernal Pulido. Esta última providencia explicó
que la figura “per saltum”, se refiere a la celeridad en la tramitación de un proceso,
priorizándose por encima de otros que se hallaban primero. Se encuentra establecida en el
reglamento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en su Artículo 29 Numeral
2°, con el fin alterar el orden de fallo para adelantar peticiones presentadas por sujetos de
especial protección, tales como niños, adultos mayores o quienes padezcan de una
enfermedad terminal, entre otros supuestos. En el ordenamiento colombiano, si bien no existe
norma legal que faculte esta prelación, la jurisprudencia constitucional ha desarrollado en
diferentes ocasiones la posibilidad de alterar excepcionalmente el sistema de turnos para
proferir un fallo en casos de mora judicial
88
Sentencia SU-179 de 2021. M.P. Alejandro Linares Cantillo. Por ejemplo, véase el artículo
63A de la Ley 270 de 1996, modificado por el artículo 16 de la Ley 1285 de 2009, el cual
faculta a los magistrados de las altas cortes para que señalen, en ciertos casos excepcionales,
la clase de procesos que deberán ser tramitados y fallados preferentemente o decididos
anticipadamente sin sujeción al orden prestablecido de turnos
89
Sentencias T-230 de 2013. M.P. Luis Guillermo Guerrero Pérez; T-052 de 2018. M.P. Alberto
Rojas Ríos; T-346 de 2018. M.P. Cristina Pardo Schlesinger y SU-179 de 2021. M.P. Alejandro
Linares Cantillo.
que la congestión y la excesiva carga laboral no debe conducir irremediablemente a la
parálisis institucional y a la resignación frente al incumplimiento de los términos. Existen
canales administrativos y judiciales a los que los administradores de justicia pueden
recurrir para reaccionar ante un escenario crónico de congestión.
En Sentencia T-030 de 2005, por ejemplo, la Corte señaló que, ante la imposibilidad de
dictar las providencias en los plazos previstos, el magistrado, juez o fiscal debe informar a
quien interviene en el proceso sobre las medidas utilizadas y de las gestiones realizadas
para evitar la congestión del despacho judicial, así como de las causas que no permitieron
dictar una decisión oportuna. Lo anterior, por cuanto los interesados en la actuación
procesal “tienen derecho a conocer con precisión y claridad las circunstancias por las que
atraviesa el despacho judicial y que impiden una resolución pronta de los procesos Lo
contrario sería asumir como constitucionalmente válido que el administrado deba ser
sometido a una espera indefinida en la resolución de su demanda de justicia, situación
que repugna al Estado social de derecho dada la garantía material y no meramente formal
de los derechos que en él se prohíja. // [E]l hecho de que la dilación en el trámite judicial
no sea imputable a conducta dolosa o gravemente culposa alguna del funcionario, sino al
exceso de trabajo que pesa sobre los despachos judiciales, puede, en principio, exculpar
a aquellos de su responsabilidad personal, pero no priva a los administrados del derecho
a reaccionar frente a tales retrasos, ni permite considerarlos inexistentes”90.
Un segundo nivel de respuesta al que podrían acudir los operadores judiciales es “poner
en conocimiento del superior los hechos que puedan perjudicar la administración y las
iniciativas que se estimen útiles para el mejoramiento del servicio” según dispone la Ley
Estatutaria de Administración de Justicia91. En efecto, es recomendable que los
funcionarios o empleados judiciales, según corresponda, identifiquen las falencias que
comprometen su gestión y propongan alternativas que luego sean valoradas por los
superiores jerárquicos o los órganos directivos de administración judicial.
Igualmente, es necesario que los niveles de dirección hagan seguimiento a los despachos
para evaluar su desempeño y corregir las eventuales problemáticas o desafíos que surjan
en la función de administración de justicia. Un ejemplo de lo anterior se encuentra en la
Sentencia T-286 de 2020 en donde la Sala Octava estudió dos expedientes acumulados
relacionados con la mora en los procesos penales adelantados en etapa de instrucción y
juzgamiento por parte de los entes competentes, esto es, el Tribunal Superior de Pereira y
la Fiscalía Seccional de Caldas. Pese a que no hubo violación de los derechos debido al
evidente escenario de congestión judicial, la Sala remitió copia del fallo de revisión a la
Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura y a la Fiscalía General de la
Nación a fin de que tales instancias adoptaran las medidas necesarias para superar la
problemática de congestión y represamiento. No es admisible -sostuvo la Sala Octava, de
cara al derecho a ser juzgado en un plazo razonable, “que un fallo de segunda instancia
tarde años, sin que el Consejo Superior de la Judicatura lo advierta, pues, es posible
pensar que su labor estadística en general es cuando menos débil o que avisados de los
escollos y cuellos de botella, nada hacen para remediar los males detectados”92.
Tanto el operador judicial tiene el deber de poner en conocimiento las problemáticas de
congestión que afectan su desempeño, como los órganos de dirección la obligación de
hacer seguimiento a los despachos para identificar los puntos de congestión y adoptar los
remedios idóneos.

90
Sentencia T-030 de 2005. M.P. Jaime Córdoba Triviño. Reiterada en la Sentencia SU-394 de
2016. M.P. Gloria Stella Ortiz Delgado. AV. María Victoria Calle Correa. AV. Luis Guillermo
Guerrero Pérez. AV. Gloria Stella Ortiz Delgado
91
Ley 270 de 1996, Artículo 153, numeral 12.
92
Sentencia T-286 de 2020. M.P. José Fernando Reyes Cuartas.
A la luz de lo expuesto, es dable concluir que el trámite de los procesos judiciales sin
dilaciones injustificadas y dentro de los plazos razonables es una garantía central para el
sistema regional y nacional de protección a los derechos fundamentales. Sin embargo, los
elevados niveles de congestión del sistema judicial colombiano llevan a que los jueces
deban constantemente esforzarse por encontrar un balance entre fallar a tiempo y
administrar correctamente justicia, esto es teniendo en consideración todos los elementos
relevantes, decretando las pruebas necesarias y con la dedicación por exponer los
razonamientos de su decisión en forma rigurosa. Pero incluso en los escenarios en los
que la mora esté justificada, ésta no puede normalizarse, sino que deben buscarse
alternativas que gradualmente permitan superarla, adoptando iniciativas a distintos
niveles, según sea necesario.

2.6 EL REQUISITO DE INMEDIATEZ Y SUBSIDIARIEDAD DE LA ACCIÓN DE TUTELA


EN MATERIA CIVIL FRENTE A LA MORA JUDICIAL
Antes de entrar a analizar cuestión alguna, la Sala Primera considera que, contrario a lo
resuelto por los jueces instancia, (en particular, el de primera instancia), el presente
asunto no se enmarca en el escenario de tutela contra providencia judicial, pues así no se
desprende de los hechos narrados en el escrito de tutela ni de las consideraciones y
argumentos allí plasmados. Aunque la comunidad accionante cuestionó algunas
actuaciones puntuales adoptadas por el Juzgado Promiscuo Municipal de Copacabana, lo
cierto es que su reproche se orienta a cuestionar la mora en que estaría incurso el
despacho accionado al no avanzar en el trámite e incumplir los términos que previó el
Legislador para este tipo de procesos.
Ahora bien, esta Corporación ha explicado que el análisis de procedibilidad tiene algunos
matices en los casos que surgen por la presunta mora judicial, así:
“Respecto con las reglas de procedibilidad formal de la acción de tutela por mora judicial, la
jurisprudencia ha explicado que un ciudadano o ciudadana que denuncia que una autoridad
judicial no ha actuado de manea diligente y en esa medida no ha cumplido los términos
legales para proferir una decisión debe: (i) mostrar que, la parte o interviniente ha sido
diligente. Frente al requisito de subsidiariedad se ha precisado que: (ii) no tiene la obligación
de agotar ningún mecanismo judicial, tales como recursos, incidentes, peticiones, pues el
mismo, solo entraría a aumentar la mora judicial y agudizar la tardanza en la respuesta. Por
ello, la jurisprudencia ha señalado que el accionante se encuentra en situación de
indefensión por carecer de mecanismo judicial. Frente al requisito de inmediatez se ha
indicado que el accionante debe evidenciar que transcurrió “un plazo razonable entre la
ocurrencia de la omisión que permite identificar una demora injustificada en la tramitación del
proceso y la presentación de la acción de tutela”. En todo caso, el juez debe verificar si la
vulneración continúa en el tiempo, razón suficiente para que el mecanismo sea procedente
para cuestionar eventos de mora judicial”93.

Por ejemplo, partiendo de lo anterior, la Sala Primera considera que la tutela del
resguardo de Zio Baín Buenavista satisface los requisitos de procedencia de la acción de
tutela en la Sentencia T – 341 de 2022. En efecto, la comunidad accionante ha obrado
con diligencia a lo largo del proceso de restitución, atendiendo de manera oportuna los
requerimientos que le ha formulado el Juzgado 1º Civil del Circuito Especializado en
Restitución de Tierras de Mocoa, aportando la información que está en su poder e incluso
formulando solicitudes para impulsar el proceso.

93
Sentencia SU-333 de 2020. M.P. Alberto Rojas Ríos.
El accionante podía interponer la tutela (legitimación por activa). La Constitución Política
estableció, en el Artículo 86, la acción de tutela como un mecanismo especial e
informal para que toda persona pueda reclamar ante los jueces, por sí misma o por quien
actúe a su nombre, la protección de sus derechos fundamentales. En este caso concreto,
es claro que yo, como la abogada DAYANA ALEJANDRA MEJÍA GARCÍA quien
represento estoy facultada para interponer la acción de tutela en nombre mi representado
ANIBAL GOMEZ RAIGOZA, según el poder de representación que expresamente incluyó
entre las facultades del apoderado, la capacidad de interponer acciones de tutela para
lograr “la garantía material de nuestro derecho al territorio”94.
La tutela se podía interponer contra la entidad accionada (legitimación por pasiva). El
escrito de amparo se dirige contra el Juzgado Promiscuo Municipal de Copacabana, el
cual tiene a su cargo el proceso de declarativo de pertenencia restitución que inició la
comunidad bajo el radicado 2023- 00117. En este sentido, y más allá de que pueda haber
otras entidades cuya actuaciones u omisiones impacten en la resolución de este asunto -
como se explicará más adelante-, es evidente que se satisface el requisito de legitimación
por pasiva por cuanto que el principal reproche de la comunidad indígena radica en la
aparente mora del operador judicial para fallar su demanda de restitución dentro de los
términos legales.
INMEDIATEZ. La acción de tutela fue presentada en un término razonable en un
escenario en el que la afectación de los derechos persiste en el tiempo. En efecto, el
proceso judicial de restitución permanece en la etapa inicial de medidas cautelares y
notificación a terceros; y eso es precisamente lo que se cuestiona a través de esta tutela.
Además, la acción de tutela se radicó (el 3 de mayo de 2024) a pocos días de que la
autoridad accionada profiriera el Auto 432 del 10 de 2024, que, a juicio del señor Aníbal
Gómez Raigoza, ha dilatado aún más el proceso judicial en curso, lo cual demuestra la
plena acreditación de dicho presupuesto.
SUBSIDIARIEDAD. Esta Corporación ha considerado que en los casos de mora judicial el
accionante “no tiene la obligación de agotar ningún mecanismo judicial, tales como
recursos, incidentes, peticiones, pues el mismo, solo entraría a aumentar la mora judicial y
agudizar la tardanza en la respuesta. Por ello, la jurisprudencia ha señalado que el
accionante se encuentra en situación de indefensión por carecer de mecanismo judicial” 95.
Dadas las particularidades de este caso concreto, la Sala destaca que aunque el señor
Aníbal Gómez Raigoza ha actuado con diligencia para que el proceso avance,
respondiendo oportunamente a las solicitudes que le han formulado y requiriendo al juez,
en varias oportunidades, para que culmine las notificaciones y abra el proceso a su etapa
probatoria, no cuenta con un mecanismo eficaz para impulsar el proceso, más allá de
formular solicitudes. Además, de continuar presentando recursos contra las decisiones
94
Poder de representación judicial suscrito por Anibal Gómez Raigoza.
95
Sentencia SU-333 de 2020. M.P. Alberto Rojas Ríos. A su vez, la Sentencia SU-394 de 2016
(M.P. Gloria Stella Ortiz Delgado. AV. María Victoria Calle Correa. AV. Luis Guillermo Guerrero
Pérez. AV. Gloria Stella Ortiz Delgado) explicó que “En estos eventos, el análisis de
procedencia de la acción de tutela debe tener en cuenta que materialmente el interesado se
encuentra en una situación de indefensión, puesto que a diferencia de lo que ocurre en el
escenario del amparo contra una providencia judicial, en el que existe una determinación que
puede cuestionarse, mediante el uso de recursos ordinarios o extraordinarios; en el caso de
las omisiones no existe pronunciamiento, por esta razón es precisamente, ante la ausencia de
otro medio de defensa judicial eficaz que la acción de tutela es la llamada a lograr que se
produzcan las decisiones tanto de trámite como interlocutorias que permitan avanzar en la
resolución del asunto de fondo, que finalmente habrá de ser decidido en la sentencia.// En este
sentido, para acreditar el cumplimiento del requisito de subsidiariedad en el contexto de
omisiones judiciales basta con que se pruebe que interesado ha desplegado una conducta
procesal activa y que la parálisis o la dilación no es atribuible a su conducta.”
judiciales que considera incorrectas, se terminaría agudizando el escenario de tardanza
que precisamente cuestionan.
En suma, solicitó que la acción de tutela sea declarada procedente para analizar la
vulneración de los derechos fundamentales invocados por el ante lo que consideran es un
caso de mora judicial. Es importante también reiterar que la procedibilidad de las tutelas
promovidas por pueblos étnicos y, en general, sujetos de especial protección
constitucional debe examinarse con flexibilidad. Tal flexibilidad se justifica en la necesidad
de derribar los obstáculos que han impedido que estas poblaciones accedan eficazmente
a los mecanismos judiciales de protección96.

III. PRUEBAS

Con el fin de establecer la vulneración de los derechos, solicito señor Juez se sirva tener
en cuenta las siguientes pruebas:

3.1. Poder debidamente conferido.


3.2. Memoriales enviados al Juzgado con sus correspondientes constancias de envío.
3.3. Auto con fecha del 28 de febrero de dos mil veintitrés (2023).

IV. PRETENSIONES

Con fundamento en los hechos narrados y en las consideraciones expuestas,


respetuosamente solicito al señor juez, TUTELAR a mi favor, los derechos
Constitucionales al derecho de petición.

IV.1. Ordenar a la accionada, el JUZGADO PROMISCUO MUNICIPAL DE


COPACABANA, dar respuesta a los memoriales enviados en relación al
referente proceso, con radicado 2023- 00117, toda vez que a la fecha se
encuentran sin respuesta alguna.

V. CUMPLIMIENTO AL ARTÍCULO 37 DEL DECRETO 2591 DE 1991:


JURAMENTO

Manifiesto bajo la gravedad del juramento que no se ha presentado ninguna otra


acción de tutela por los mismos hechos y derechos.

96
Sentencias T-576 de 2014. M.P. Luis Ernesto Vargas Silva. SPV. Mauricio González Cuervo;
T-001 de 2019. M.P. Cristina Pardo Schlesinger. AV. Alberto Rojas Ríos; y T-614 de 2019.
M.P. Alberto Rojas Ríos.
VI. NOTIFICACIONES

EL ACCIONADO: Para efectos de notificaciones, correo:


jprmcopa@cendoj.ramajudicial.gov.co.

EL ACCIONANTE: Para efectos de notificación judicial Para fines de notificación


se recibían las respectivas respuestas en el correo electrónico
dayana.mejia4610@unaula.edu.co, dayanamejia9904@gmail.com. Y al celular
3105457578.

Atentamente,

_________________________

DAYANA ALEJANDRA MEJÍA GARCÍA


C. C. No. 1.152.714.610
T. P. No. 14.944
ABOGADA

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