«Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje
humano; por lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y Dios quería dar a conocer con dichas pala- bras» (DV 12). – El texto puede decir más de lo que quiso decir el autor huma- no. Esto se basa no sólo en las últimas palabras del texto arri- ba citado («y Dios quería dar a conocer con dichas palabras», que de no indicar esto, serían una tautología o repetición inú- til), sino que también se fundamenta en la hermenéutica hu- mana. La obra, al ser editada y dada a luz, ha perdido, hasta cierto punto, su paternidad, su independencia: pertenece aho- ra al lector, que, basándose en las palabras del texto que no se han de modificar ni alterar, puede avanzar en su comprensión, ya que muchas veces el intérprete posterior, por estar a cierta distancia, tiene más elementos de comprensión que el mismo autor del texto. Además, al tratarse de la Escritura, las obras aisladas adquieren un sentido nuevo al ser colocadas en el con- junto canónico y al entrar dentro de un plan unitario querido por Dios. Así se da pie a las ramificaciones de sentido que su- peran la intención «directa» del autor humano. Todo esto nos conduce al sentido dinámico de los textos, que debe ser ho- mogéneo al sentido literal. «El sentido literal está, desde el comienzo, abierto a desarrollos ulteriores que se producen gracias a “relecturas” en contextos nue- vos. De aquí no se sigue que se pueda atribuir a un texto bíblico cual- quier sentido, interpretándolo de modo subjetivo. Es necesario, por el contrario, rechazar, como no auténtica, toda interpretación hete- rogénea al sentido expresado por los autores humanos en un texto es- crito» (IBI, II. B. 1, p. 74). – El contenido de estos últimos párrafos nos lleva a adentrarnos en el o los sentidos «supraliterales». Su existencia ha recorri- do la historia de la interpretación bíblica, muchas veces sin poder llegar a clarificar si nos encontramos ante un verdadero sentido que se desprende de la Escritura, o que nosotros intro- ducimos en ella; si ese sentido surge de un diálogo correcto en- tre el lector y el texto, o si el lector toma ocasión del texto para hablar de sus propias precomprensiones. Será importante to- mar en cuenta todo esto al abordar los sentidos espiritual, ple- no y típico o tipológico.