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LA INTERPRETACIÓN DE LA SAGRADA
ESCRITURA

Hermenéutica. Es quizá el concepto más discutido.


Etimológicamente viene de hermeneuein, que es tanto
como traducir, declarar, explicar.
Mediante esta ciencia o arte se establecía un puente
entre las tradiciones antiguas, que resultaban
incomprensibles, y la cultura de un momento histórico,
que quería sin embargo conservarlas.
Exégesis. Por otra parte, exégesis, del griego
exegeomai (equivalente cada lastellano de conducir
fuera de, guiar, sacar de, desarrollar, explicar) ha sido
usado durante muchos siglos con el significado de
interpretación y, por tanto, casi como sinónimo de
hermenéutica.
Dada la evolución semántica de este último término, se
suele reservar la palabra «exégesis» para designar la
realización concreta de la interpretación mediante los
métodos adecuados.

Así pues, usaremos la expresión «exégesis bíblica»


para indicar el modo concreto de interpretar los textos
bíblicos según pautas hermenéuticas previamente
fijadas y siguiendo determinados métodos.

En realidad viene a ser lo mismo que metodología


exegética.

Interpretar, sentido, verdad


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Consecuencia de todo lo anterior es la amplitud que


adquiere el término interpretar, del latín interpretan
(traducir, declarar, explicar), que aquí usaremos en
su sentido más general, comprendiendo a la vez
con él la hermenéutica y la exégesis bíblica.

Tarea del intérprete es buscar «el sentido que el


hagiógrafo intentó expresar y expresó en
circunstancias determinadas según las
condiciones de su tiempo y cultura» (DV 12).

El sentido es la orientación del significado de un


texto.

Podemos distinguir el sentido del autor, es decir, su


intencionalidad, y el sentido del texto, o sea, el
significado del texto, tanto en la intencionalidad del
autor, como en el seno mismo del texto estudiado.
Lo que importa, pues, es lo que dice el texto, y no
tanto lo que los autores pudieron pensar y no
escribieron.

El sentido del texto, es decir, su significado nos


conduce a la verdad que buscamos.

Esta verdad no es otra que «la verdad que Dios, a


causa de nuestra salvación, quiso que fuese
consignada en las letras sagradas» (DV 11).
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Actualidad, actualización, actuación. Esto es


precisamente lo que se designa con los términos de
actualidad y actualización.

La actualidad de un texto es la relación de su


contenido con la generación presente, es decir, su
capacidad de interesar como pregunta o como
respuesta, como planteamiento actual.

La actualización del texto es la operación que lo


convierte en vehículo de un diálogo personal entre
Dios y el lector, sea éste una persona o una
comunidad.

Lo que Dios reveló y manifestó en la Sagrada


Escritura puede ser en un momento determinado
importante para mí, en cuanto que responde a mis
inquietudes y me demanda determinadas
actitudes.

Esta es la actualidad del texto.

Esta actualización del texto bíblico es lo que


condiciona y determina en gran parte la tarea
interpretativa de la Sagrada Escritura, pues éste es el
punto de partida para una actuación concreta, es
decir, para cualquier intento de transformar en
hechos concretos la Palabra de Dios escuchada o
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leída en la Sagrada Escritura como palabra


actualizada para mí.

No se trata nunca de conservar congelada la Palabra


del Señor, sino de descubrir su fuerza actual frente a
las nuevas situaciones que van surgiendo en las
Iglesias.
Es el nuevo dinamismo que mueve toda la historia
posterior de la interpretación bíblica.

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