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han dedicado su tiempo a traducir y corregir los capítulos del
libro.

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discretos y no comenten con la autora si saben que el libro aún
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que en cuanto esté el libro a la venta en sus países, lo compren,
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Disfruten de su lectura.

¡Saludos de unas chicas que tienen un millón de cosas que hacer y sin
embargo siguen metiéndose en más y más proyectos!
STAFF
Goddessees of Reading & Sombra Literaria

TRADUCCIÒN

Beth Marethefirebringer Yuli PaoTomé


Kerah Dani Havilliard Bleu Tefy
FerGonz Serenamoon_ -Patty LouLo
Fable Paola AG Elke Nicte
Yoselin Pulgar

CORRECCIÒN

Matlyn Yuli Circe PaoTomé


Tefy -Patty Beth Hina
Macs Liz Markov AS Paola AG
Juli Da’Neer

LECTURA FINAL FORMATO

Matlyn & -Patty -Patty & Kerah

DISEÑO
Kerah
CONTENIDO
SINOPSIS
Capítulo 1: De regreso al principio
Capítulo 2: El Juramento
Capítulo 3: Un pequeño juego de escondite
Capítulo 4: El flautista impío
Capítulo 5: La carta
Capítulo 6: El sacerdote se ha ido
Capítulo 7: ¿Cómo vamos a explicar la pestilencia?
Capítulo 8: La división ardiente
Capítulo 9: ¿Esta es la Fortaleza?
Capítulo 10: Cada acción tiene una consecuencia
Capítulo 11: Esto no puede ser real
Capítulo 12: Ojos de Dragón a mi
Capítulo 13: No hay nada civilizado en los faes
Capítulo 14: Xena está en la habitación
Capítulo 15: Es de Papel
Capítulo 16: Uniforme asesino
Capítulo 17: Estamos condenados
Capítulo 18: Llámame tu amante fae
Capítulo 19: Los apócrifos de mortcarion
Capítulo 20: La Diosa de ojos negros
Capítulo 21: Hijo de su madre
Capítulo 22: Nosotros no podemos actuar en este plan
Capítulo 23: Aquí gatito, gatito.
Capítulo 24: Dormir y no desertar nunca
Capítulo 25: Realidad distorsionada y dimensiones fracturadas.
Capítulo 26: Cantidades abundantes de chocolate
Capítulo 27: Será más rápido
Capítulo 28: Santos rascacielos, Batman
Capítulo 29: Algo no está bien aquí
Capítulo 30: La sangre debe correr
Capítulo 31: ¿Cuál es la alternativa a la explosión?
Capítulo 32: No soy el monstruo que crees que soy
Capítulo 33: Señor Romance tiene que irse
Capítulo 34: Como desees
Capítulo 35: Vamos a necesitar una carretilla
Capítulo 36: Esta bestia no tiene modales
Capítulo 37: Juramento del meñique
Capítulo 38: Bienvenido de nuevo
Capítulo 39: Asi es como lo hacemos
Capítulo 40: Una ilusión magistral
Capítulo 41: Fate tiene un plan
Capítulo 42: ¿Dónde estás?
Capítulo 43: Mal momento
Capítulo 44: Permíteme presentarme.
Capítulo 45: No te metas conmigo
Capítulo 46: Árbol de Espino Blanco
Capítulo 47: Vermis fobia
Capítulo 48: Siempre maldito
Capítulo 49: Algo está fallando
Capítulo 50: Suficiente animo por un día
Capítulo 51: Juntos
Epílogo
Her Dark Destiny#3, Fate`s War
Agradecimientos
Sobre la autora
SINOPSIS
Morirá intentando volver con él.
Venderá su alma para estar con ella.

Fate escapó del mortal mundo de cuentos de hadas del Libro de


Fábulas, pero a un costo terrible. Finn, el chico de sus sueños, sigue
siendo prisionero del libro maldito. O eso piensa ella. Poco sabe ella
que Finn fue liberado y la está buscando. Por lo que Fate sabe, su
único camino de regreso es a través de una puerta de entrada dentro
de la misteriosa Fortaleza, un antiguo almacén de objetos mágicos
demasiado poderosos para los reinos ordinarios.
Pero cuando llega a la Fortaleza, descubre la verdad de su
herencia y el juramento de sangre que debe tomar como Guardiana
de la Fortaleza. A pesar de que su corazón ha jurado salvar a Finn,
antes que nada, su juramento exige que luche contra inimaginables
criaturas míticas que amenazan con destruir la Fortaleza. Con sus
planes que salieron horriblemente mal, la única posibilidad de
salvación de Fate radica en una serie de búsquedas desesperadas a
través de un laberinto de portales peligrosos. Cada uno de los cuales
puede tener la clave para reunirse con Finn o llevar a la destrucción
de todo lo que ama.
¿Encontrará Fate la fuerza para enfrentarse a las fuerzas
siniestras preparadas para reclamar su mundo?
.

Her Dark Destiny#2, Fate`s Keep


Capítulo 1
De Regreso al principio

FATE FLOYD TROPEZÓ A TRAVÉS DEL ESPACIO HACIA UN MUNDO AL


que ya no pertenecía. Un lugar aburrido y ordinario, donde casi todos ansiaban la
fantasía y la magia, porque sin ella, la realidad era demasiado lúgubre para
afrontarla. Ella solía ser una de esas soñadoras adictas.

Ya no más.

Desde entonces, había descubierto que la magia era real, y que no tenía nada
de rosa y brillante. La magia daba miedo y era mucho más mortífera de lo que
jamás hubiera imaginado.

Sin embargo, se habría quedado en ese reino peligroso, arriesgando su vida,


una y otra vez, si hubiera pensado que eso ayudaría a Finn. Cerró los ojos ante las
lágrimas repentinas y la punzada aguda en su pecho. Dejarlo atrás, dentro del Libro
de Fábulas, había dejado un agujero donde solía estar su corazón.

En el segundo en que abrió los ojos, el piso de madera de la librería llenó su


visión y se estrelló contra su hombro. El dolor le recorrió el brazo mientras rodaba
con el impulso de la caída y se detenía. Casi estaba agradecida por el dolor, porque
todos los pensamientos sobre Finn se desvanecieron... al menos por un momento.

Apoyándose en un codo, buscó a Gerdie en el oscuro interior. Habían estado


tomadas de la mano hace solo unos segundos. En cambio, su mirada se posó en el
Libro de Fábulas. El libro de tres metros de altura, que acababa de escupirla como
un gigante al que no le importaba su sabor.

Apenas podía creer que había vuelto. El enorme tomo estaba cerrado y
apoyado contra la pared de ladrillos de la librería desierta donde lo había
encontrado originalmente, en lo que parecía haber sido hace eones. Ella no tenía ni
idea entonces, pensando que el libro era solo un gran letrero que una vez habían
colgado en el exterior de la Librería Fábulas. Nada podría haber estado más lejos de
la verdad. Los cronistas gigantes habían creado el Libro de Fábulas para preservar
un registro de la magia antigua dentro de sus páginas amarillentas en la forma de
ocho cuentos de hadas horriblemente desafortunados, cada uno de los cuales ella
había tenido el gran disgusto de experimentar de forma muy cercana y personal.

Fate empezó a ponerse de pie, cuando un golpe desde atrás la tiró al suelo,
golpeando el aire fuera de sus pulmones.
—Lo siento —murmuró Gerdie desde donde había aterrizado en la espalda de
Fate—. Pero gracias por el aterrizaje suave de todos modos.

—Me alegra poder ser de utilidad —se quejó Fate, aunque aliviada de tener a
su pequeña compañera de regreso.

Gerdie saltó. Se apartó un mechón de pelo rizado y de color beige de sus ojos
marrones. Una expresión seria endurecía sus rasgos élficos mientras observaba su
entorno.

Mientras Fate aspiraba una bocanada de aire, un hedor horrible se apoderó de


su garganta. Dando arcadas, se cubrió la nariz mientras buscaba el olor ofensivo. Se
sorprendió al encontrar la vieja librería de su abuela exactamente como la había
dejado. Oscura, decrépita e iluminada con un débil fuego ardiendo en una papelera
de metal.

Llevaba tanto tiempo fuera, pero estaba segura de que era el mismo fuego que
Finn había encendido la noche en que se conocieron. Casi podía verlo arrodillado
allí, las llamas iluminando el dorado oscuro de su cabello, la dulce curva de su boca
y sus sonrientes ojos verde hoja. Las lágrimas brotaron de nuevo mientras se
acercaba a la luz parpadeante. ¿Era posible que de alguna manera hubiera
retrocedido en el tiempo a cuando él estaba allí?

Estaba a punto de decir su nombre cuando la siguiente inhalación asaltó su


nariz, empujándola a enfrentar la terrible verdad. Se había visto obligada a dejar a
Finn atrás en la última fábula y ninguna cantidad de deseo por algún milagro que
retorciera el tiempo iba a cambiar la triste realidad de que él había cambiado su
propia libertad para salvarla de ser encarcelada dentro de un roble gigante.

El empalagoso y enfermizo olor era ahora denso. La bilis ardía en la parte


posterior de la garganta de Fate mientras miraba sus sombríos alrededores. Se le
erizó el pelo de la nuca. Alguien estaba sentado en una de las sillas con respaldo de
orejas del rincón de lectura. La persona estaba quieta. De forma antinatural. La piel
de Fate se erizó mientras miraba la figura. En el momento en que registró lo que
estaba mirando, gateó hacia atrás a cuatro patas hasta que chocó contra el libro
gigante.

—¿Eso es lo que creo que es?

Gerdie no se había movido.

—Sí. Luce como un cadáver arrugado para mí —Acercándose al cadáver


sentado, le tocó el brazo—. Me retracto de eso. Todavía está jugoso.

Fate se puso de pie de un salto.

—¿Qué estás haciendo? ¿Nadie te ha dicho que no juegues con cosas muertas?
—No soy ajena a lidiar con los muertos. Casi viene con el territorio, cuando
has estado viviendo cerca de una vieja bruja malvada que está comiendo bebés para
el desayuno, el almuerzo y la cena.

No había mucho que Fate pudiera decir al respecto. Gerdie se las había
arreglado para mantenerse fuera de las garras de la Vieja Madre Grim por sí
misma, durante lo que pudieron haber sido siglos antes de que se conocieran.
Todavía era fácil olvidar que Gerdie no era una niña. La niña de seis años había
sido suspendida en el tiempo en el momento en que su despiadada hermana,
Brune, la abandonó dentro del Libro de Fábulas.

Brune también era responsable de arrojar a Fate en el libro maldito. Peor aún,
ella y Brune estaban emparentadas. La abuela de Fate, Gerdie y Brune eran
hermanas. Fate estaba feliz de tener a Gerdie como su tía abuela, pero odiaba
compartir la mala sangre de Brune.

Cubriéndose la nariz con la manga, Gerdie se acercó más al cadáver, mirando


el collar que colgaba del arrugado cuello gris.

—Justo como pensé —murmuró—. Es Brune.

—¿En serio? ¿Cómo puedes estar segura?

—Está usando el Orbe de Aeternitis.

Sin querer acercarse más, Fate se esforzó por ver a través de la penumbra
para ver mejor el Orbe. La única razón por la que Brune había obligado a Fate a
entrar en el Libro de Fábulas había sido para encontrar y recuperar la contraparte
del Orbe, la Vara de Aeternitis. Por lo poco que entendía, combinar las dos
poderosas piezas otorga al propietario poderes divinos. Con ese tipo de poder, ella
podría liberar a Finn con un simple pensamiento y salvarlo de una eternidad de
sufrimiento.

Fate alcanzó la delgada barra de oro que descansaba contra su esternón. La


cadena que sostenía el colgante estaba fría, pero la Vara era cálida y vibrante,
llamando al Orbe. Dio un paso inseguro hacia adelante. Ella había pagado un
precio terrible para conseguir la Vara y sus manos estarían manchadas de sangre
para siempre por eso.

Gerdie volvió a mirar a Fate.

—¿Qué afortunadas somos? Y yo aquí pensando que tendría que luchar con
Brune para conseguir el Orbe.

—Sí, dandy1. ¿Qué tal si te dejo el saqueo de tumbas? —Fate la había visto
llenarse de cadáveres en descomposición demasiadas veces dentro del Libro de
Fábulas.
1Un dandy es una persona que se distingue por su elegancia y buenos modales
Gerdie tiró del Orbe, inclinando el cadáver de Brune hacia adelante. Lo
empujó hacia atrás y le dio al collar un tirón más fuerte. Fate se estremeció
mientras la cabeza se inclinaba hacia un lado con un crujido de huesos y colgaba en
un ángulo perturbador. Impávida por la espeluznante interacción, Gerdie le dio al
collar otro tirón sólido para romper la cadena, cuando una mano huesuda salió
disparada y agarró la muñeca de la niña.

Gerdie y Fate gritaron.

Brune acercó a Gerdie a su rostro momificado. Estaban prácticamente nariz


con nariz.

—¿De verdad crees que será tan fácil tomar lo que es mío? —La voz de Brune
era un traqueteo húmedo. El olor tenía que ser atroz, porque Gerdie se
convulsionaba con náusea.

Gerdie luchó para liberarse y corrió hacia Fate.

—¡Ella está viva!

—No es una ella —argumentó Fate—. Eso es lo que llamas un zombi. Y para tu
información, comen cerebros.

Fate instintivamente buscó una de las dagas que estaba acostumbrada a tener
en su muslo. No había nada ahí.

—Maldita sea, olvidé de recuperar mi equipo —refunfuñó. Le habían quitado


la espada, la daga y la ballesta cuando un ejército de soldados halcones las habían
capturado a ella y a Gerdie. Al final se les había permitido irse, así que ¿por qué no
pidió que le devolvieran sus armas?

Estúpida.

Brune permanecía sentada mientras balanceaba el Orbe en su larga cadena en


amplios círculos. Trazos dorados comenzaron a formarse en una sólida banda de
luz con cada oscilación.

Gerdie metió la mano en el bolsillo de su vestido, sacó una bolita de cera de


color rojo oscuro y apuntó a Brune con el puño.

—¡Avra Kedavra, Brune!

—Whoa, whoa, whoa —intervino Fate, preocupada—. Eso suena muchísimo a


la Maldición Asesina2. Pero para que lo sepas, eso es ficción. Ficción fantástica,
pero ficción, al fin y al cabo.

2Hace referencia a la similitud con Avada Kedavra, la maldición o maleficio asesinos del universo
de Harry Potter
Gerdie la miró con el ceño fruncido.

—No sé de qué estás hablando, pero debes dejar de interrumpir y ser útil —
Empujó una bolsa de tela llena de hierbas secas y molidas en la mano de Fate—.
Vierte esto alrededor de ella. ¡Y hazlo rápido!

Conteniendo la respiración, Fate corrió con la bolsa, rociando rápidamente las


hierbas.

—¡Yo lanzo este círculo y te ato, Brune! —ordenó Gerdie, aunque su voz
temblaba—. Avra Kedavra. Avra Kedavra. Avra Kedavra.

Fate terminó de colocar el círculo y corrió de vuelta a Gerdie, alentada por los
jadeos y los graznidos moribundos que venían de Brune. Fate soltó el broche de su
propio collar y balanceó la Vara a plena vista. Había estado esperando este
momento durante mucho tiempo.

—Tengo a Vara, Brune. ¿Pero adivina qué? ¡Me lo quedo! ¿Cómo te gustan las
manzanas3? Mira quién tiene el control ahora.

El cuerpo de Brune se estremeció mientras continuaba manteniendo el Orbe


dando vueltas y vueltas, su luz ahora extendiéndose en círculos concéntricos,
ondulando más y más hacia afuera, expandiéndose hacia Fate y Gerdie. A Fate se le
heló la sangre al darse cuenta de que Brune estaba temblando de risa. Y no eran
jadeos moribundos. Eran carcajadas ásperas.

Antes de que Fate pudiera preguntarle a Gerdie por qué el contra-hechizo no


funcionaba, su boca se llenó de un sabor cobrizo. El aire se volvió caliente, le
escoció la piel y le abrasó los pulmones. Una explosión de chispas fundidas penetró
profundamente en su interior, quemando tejidos y células, tirando de sus músculos
tan tensos que no podía moverse.

Fate conocía este dolor ardiente. Lo había experimentado antes. El dolor


opresivo, combinado con el hedor de la carne podrida de Brune, habían sido sus
últimos recuerdos antes de despertar en el interior del Libro de Fábulas.

—Tráeme la Vara —graznó Brune.

Una fuerza invisible se apoderó de Fate. Espasmos de dolor atravesaban sus


músculos, obligando a sus miembros a actuar. Las lágrimas nublaban su visión
mientras su cuerpo marchaba por sí solo a través de la habitación. Fate luchó y
resistió desde adentro, pero ninguna cantidad de fuerza de voluntad pudo evitar
que sus piernas la llevaran hacia adelante con la Vara ofrecida a Brune como un
regalo.

3En inglés ‘How do you like them apples’, es una frase utilizada como una forma de burlarse de
alguien después de obtener algún tipo de victoria sobre ellos.
Todo lo que faltaba era una bandeja de plata.
Capítulo 2
El Juramento

FATE SE DETUVO REPENTINAMENTE JUSTO FUERA DEL CÍRCULO DE


hierbas esparcidas alrededor de la silla de Brune.

—Más cerca, dame la Vara —La estructura esquelética y deteriorada de Brune


se esforzó por inclinarse hacia adelante.

Luchando por obedecer la orden de Brune, el cuerpo de Fate luchó contra una
fuerza invisible que le impedía dar otro paso. Sus músculos se contrajeron en
espantosas bandas de resistencia, mientras el nauseabundo olor a carne podrida la
sofocaba. El vómito se agitó en su estómago y sus ojos se llenaron de lágrimas.

Gerdie continuaba con sus encantamientos mientras se acercaba al lado de


Fate.

Brune inclinó su cabeza torcida en dirección a la niña.

—No puedes matar lo que ya está muerto.

—Cierto. Esperaba que estuvieras viva. Puede que estés muerta, pero sigues
siendo terca como siempre —Gerdie sostuvo la bola de cera roja frente a ella—.
Pero puedo evitar que tomes esa Vara de Fate hasta que las vacas regresen a casa 4.
Hice uno de los amuletos Imperio Evocati de Oma.

Una sonrisa espantosa se dibujó en el rostro marchito de Brune.

—No tienes mi letra. O mi sangre para poder hacer eso.

Metiendo la mano en el bolsillo de su vestido, Gerdie sacó un cuaderno


andrajoso y lo sostuvo en alto.

—¿Recuerdas el libro de hechizos de Oma?

El movimiento circular del Orbe perdió velocidad mientras los ojos


empañados de Brune se fijaban en el libro que Gerdie tenía en la mano.

4Expresión que hace referencia a que puede evitarlo durante un largo tiempo. Proviene de la
práctica de que las vacas regresan a sus refugios en algún momento indefinido, generalmente a un
ritmo lento y lánguido.
—Ha pasado mucho tiempo desde que me dejaste en esa pesadilla de cuento
de hadas, así que probablemente hayas olvidado que escribiste algunos de tus
propios hechizos aquí dentro —Gerdie volvió a guardar el cuaderno en su bolsillo—.
Así que sí, tengo tu letra hecha bola dentro de la cera, apropiadamente.

Cuanto más se distraía Brune, menos atención ponía en el Orbe. A medida


que la rotación del colgante disminuía, el dolor y la tensión en el cuerpo de Fate
disminuían algunos grados.

—Pero la sangre… —dijo Brune con voz ronca.

Gerdie rio.

—Vaya, estás realmente oxidada con la magia. No necesitaba clavarte un


alfiler, Brune. Por primera vez en mi vida, ser tu hermana funcionó a mi favor.
Venimos de la misma sangre, tú y yo, así que solo usé la mía. Luego, todo lo que
tuve que hacer fue modificar la receta con un mechón de tu cabello. Y antes de que
me preguntes dónde lo conseguí, te recordaré el relicario de Oma. ¿Recuerdas
cómo guardaba recortes de todos nosotros, sus nietos?

El dolor y la ira reemplazaron la expresión de suficiencia de Gerdie.

—Supongo que pensaste que el relicario se quemó con Oma, pero ella lo
arrancó y lo dejó caer al suelo antes de que la ataran a esa estaca. Lo vi todo. Me
quedé escondida, tapando mis oídos a sus gritos, cerrando los ojos a las llamas que
la convertían en un trozo de carbón retorcido.

Fate estaba familiarizada con cómo Gerdie, Brune y su abuela, habían


quedado atrapadas dentro del Libro de Fábulas mucho antes de que Fate hubiera
entrado al libro. Después de pasar por cinco de las ocho fábulas, Brune había
traicionado a su propia abuela en la sexta fábula diciéndoles a los aldeanos que ella
era la culpable de la desaparición de sus hijos, cuando en realidad la Vieja Madre
Grim los había robado. Hasta ahora, Gerdie siempre había omitido los
desgarradores detalles.

La voz de Gerdie alcanzó un tono agudo.

—Me escondí detrás de ese matorral toda la noche, no queriendo dejarla allí
así. Pero ¿qué podía hacer una niña pequeña? Nada. Eso podía hacer. Yo era
demasiado insignificante para cavar un hoyo y enterrarla en el suelo.

Brune se quedó muy quieta. Luego soltó la cadena, dejando que el Orbe
colgara inmóvil de su cuello.

Libre del control del Orbe, los músculos de Fate se aflojaron como una cuerda
desenredándose y se desplomó en el suelo antes de retroceder para escapar del aire
viciado que se había visto obligada a compartir.

—Acaba con ella, Gerdie.


Gerdie se acercó a Fate.

—No puedo —susurró.

Fate se puso de pie temblorosamente.

—Tienes que hacerlo, por tu propio bien. No se puede confiar en ella.

—No es por falta de ganas. Pero mientras ella tenga el Orbe, puede
controlarte.

—Pero tienes esa cosa de cera. Úsalo para que nos lo dé.

—Los amuletos Imperio Evocati solo están hechos para funcionar con la
maldición de destrucción. Pero como no puedes hacer que un muerto esté más
muerto, en este punto, solo sirve para protección. Si intenta algo conmigo, será
como hacerse daño a sí misma.

—¿Qué pasa con la Vara? ¿No puedo balancearla por mi cuenta? Ya sabes,
¿cómo hacerla bailar Thriller5 en la interestatal hasta que la atropellen?

—No, la Vara no es como el Orbe. Prácticamente desbloquea todo el poder del


Orbe y lo hace funcionar mucho mejor.

—Genial. ¿Cómo es que yo terminé con el extremo corto del palo6?

Gerdie se encogió de hombros.

—Solo estemos agradecidas de que tú tienes la Vara y no ella.

—Sí. Si ahora solo pudiera poner mis manos en el Orbe —Fate miró a Brune—.
¿Y ahora qué? Estamos prácticamente en un punto muerto.

—Tenemos que llegar a algún tipo de trato con ella.

Fate hizo una pausa para pensar, pero solo por un segundo.

—Lo odio.

—Ódialo todo lo que quieras, pero esos son los hechos. Quédate aquí, yo me
ocuparé de esto.

Fate la miró sorprendida. Gerdie siempre había sido dura e independiente,


pero ahora que la niña finalmente se estaba enfrentando a la hermana que la había

5Canción de Michael Jackson


6Significaobtener el final malo de un trato, salir en la parte inferior de un concurso o intercambio,
ser superado en cualquier situación dada.
traicionado, el alma vieja y furiosa que habitaba dentro de la niña de seis años era
todo lo que podía ver.

Feliz de dejar que Gerdie estableciera los términos, Fate agarró algunos libros
de una repisa cercana para añadirlos al fuego moribundo. Mientras el polvo de
papel se derramaba entre las cubiertas enmohecidas de los libros, recordó haberse
preguntado por qué todos los libros se estaban cayendo a pedazos. Los dejó caer en
la papelera, dándose cuenta de que no estaba más cerca de averiguar la razón de lo
que lo estaba antes de su desagradable partida.

No había una explicación lógica para un deterioro tan rápido. No era como si
las puertas de la Librería Fábulas hubieran estado cerradas mil años. Sí, habían
estado cerradas desde el día de la muerte de su abuela, pero eso fue hace solo siete
años. El contenido permaneció exactamente como Abue lo había dejado, esperando
el día en que Fate tuviera la edad suficiente para continuar con la tradición de la
librería histórica. Un legado que le había prometido a su Abue que continuaría.

Deseó no haber hecho nunca tal promesa. Demasiadas cosas habían cambiado
desde entonces y ella solo tenía un objetivo en mente en este momento. Encontrar
una forma de regresar a Finn. No tenía idea de cuál era esa forma, solo que nunca
la encontraría volviendo al Libro de Fábulas.

Fate rezó para que Gerdie tuviera razón al regresar a la librería para
enfrentarse a Brune y obtener acceso a la Fortaleza. La había descrito como una
especie de almacén gigante lleno de portales y bóvedas que contenían poderosos
objetos mágicos, y Gerdie estaba segura de que habría un portal que conducía de
regreso a Oldwilde, el reino oculto dentro del Libro de Fábulas.

Hubo un tiempo en el que Fate hubiera dado cualquier cosa por explorar un
lugar así. Había pasado toda su vida leyendo historias fantásticas y escribiendo sus
propios cuentos ilusorios. Antes de su viaje de pesadilla a través del Libro de
Fábulas, incluso había pasado un mes en una importante gira de firma de libros
por su primera novela publicada, Magic Brew, que había estado reuniendo una
base de fans de compañeros fanáticos de la fantasía rápidamente. Algunos de los
cuales eran cosplayers demasiados entusiastas. No es que le importara mucho. En
ese entonces ella había vivido según su lema: La realidad apesta. La fantasía es lo
mejor. Pero desde entonces había aprendido que la fantasía podía ser incluso más
asquerosa que la realidad cuando se veía obligada a vivir dentro de ella.

Y mucho más mortífera.

Mientras el fuego de la papelera se encendía con más intensidad, Fate vio su


bolso tirado en el suelo. Lo recogió y buscó su teléfono en el interior. Todavía no
había servicio celular, pero le sorprendió que la fecha no hubiera cambiado y solo
hubieran pasado cuatro horas desde el momento en que dejó la firma de libros en
Seattle.

Ella aspiró tensamente.


—Eustace —susurró. Su padre estaría molesto por cómo se había ido a la
librería familiar a sesenta millas al norte de Seattle en lugar de ir a encontrarse con
su mejor amiga Jessie. A menos que no lo supiera todavía.

Gerdie apareció a su lado.

—El trato está hecho.

Fate saltó, tan absorta en sus pensamientos que no había prestado atención a
las negociaciones.

—Espero que no tuvieras que escupir y sacudir por ello7 —Miró a Brune con
una mueca.

—Peor. Una de nosotras, es decir, tú, tiene que convertirse en el nuevo


Guardián de la Fortaleza. Yo lo haría, pero la Llave no responde a mí porque no soy
lo suficientemente grande para siquiera levantarla. Y no está funcionando para
Brune, por razones obvias.

—Lo siento, me has perdido.

Gerdie señaló la enorme llave de bronce que estaba cerca del Libro de
Fábulas.

—Esa es la Llave de la Fortaleza.

—No, no lo es. Esa llave abre el Libro de Fábulas —La garganta de Fate se
contrajo. Finn había sido quien había probado la llave para ver si desbloqueaba el
libro. Casi podía verlo levantando la enorme llave a la intrincada cerradura de
hierro forjado asegurada en la parte delantera del enorme libro de madera tallada.

—También hace eso. Pero la Cerradura de la Fortaleza está escondida dentro


de la cerradura del libro. No me preguntes por qué, pero los dos están conectados
entre sí —explicó Gerdie—. Una vez que el nuevo Guardián cierre el Libro de
Fábulas, con suerte esta vez para siempre, el escondite se abrirá y podremos llegar
a la Cerradura de la Fortaleza. Una vez hecho esto, la Llave se reducirá a un tamaño
más normal y encajará en la Cerradura.

—Oh, eso no suena complicado en absoluto —Fate se inclinó para recoger la


Llave. El peso la hizo perder el equilibrio y requirió un gran esfuerzo para
levantarla.

Estaba contenta por el músculo que había ganado durante su período de tres
meses en la séptima fábula, donde había recibido un entrenamiento intensivo en

7Referencia a cuando dos personas que acaban de llegar a algún tipo de acuerdo escupen en la
palma de la mano y luego se dan la mano con la mano mojada. Básicamente, esta es la versión
"ligera" de un juramento de sangre.
combate cuerpo a cuerpo, tiro con arco y lucha con espada. Desafortunadamente, la
fuerza sobrenatural que había disfrutado después de ser nombrada caballero por la
diosa de la guerra se había ido.

Era una persona ordinaria de nuevo.

Fate alzó la Llave a la cerradura del libro, que estaba al nivel de su cabeza, y la
metió en el ojo de la cerradura. Empezó a girar la Llave, cuando Gerdie tiró de su
brazo.

—Espera. Primero tienes que decir el juramento.

—¿Cómo qué? Yo, Fate Floyd, ¿juro solemnemente que seré una buena
Guardiana y me acordaré de cerrar con llave antes de irme?

—No —Gerdie le entregó un sobre grande y envejecido. Su expresión de


disculpa llenó a Fate de aprensión—. Lo siento mucho. Desearía ser yo en lugar de
ser tú teniendo que leer esto.

Fate sacó un trozo de pergamino delgado del tamaño de una carta con unas
pocas líneas de escritura que parecían haber sido escritas con una pluma.

—¿De dónde vino esto?

—Brune. Vino preparado.

Mientras Fate echaba un vistazo a las palabras, toda la sangre en su la cabeza


se precipitó a sus pies. Se tambaleó por el mareo.

—De ninguna manera, no estoy diciendo esto. ¡Leer escritos antiguos en voz
alta es lo que me metió en todos estos problemas en primer lugar!

—Si no lo haces, ninguna de nosotras entrará en la Fortaleza.

—Pero no quiero sacrificar todos mis lazos mundanos y dedicar los años
restantes de mi vida a proteger la Fortaleza hasta el día de mi muerte o mi
cumpleaños 90, lo que ocurra primero. Tengo lugares dónde estar, gente que ver.
¡Y oh, sí, tengo que salvar a Finn del infierno en el que lo dejé!

Gerdie lanzó una mirada ansiosa a Brune antes de volverse hacia Fate.

—Brune dijo que te mostrará cómo romper el juramento, pero sólo si


prometemos llevarla a la Fortaleza y devolverle la vida.

—¿En serio? Bueno, en ese caso me siento mucho mejor sabiendo que Brune
dice que me sacará de este juramento mágicamente acorazado —Fate miró a
Gerdie—. ¿Estás loca? Nos ha estado engañando desde el primer día.
—Quiero lo que tú no quieres —gruñó Brune débilmente desde el otro lado de
la habitación—. Y tú quieres lo que yo no quiero. Si quisiéramos lo mismo,
tendríamos un problema.

—Ella tiene un punto —coincidió Gerdie—. Quiere volver a ser Guardiana de


la Fortaleza más que cualquier otra cosa. Sabes lo que hizo para quitársela a Oma,
por lo que no hay necesidad de preocuparse por quedarte atascada con el trabajo.
Tú quieres salir y ella quiere entrar. Si estás decidida a seguir adelante para que
podamos salvar a Finn, entonces yo digo que lo hagamos.

Fate se inclinó y susurró para asegurarse de que Brune no pudiera escuchar.

—Nunca me rendiría con Finn, pero Brune siempre nos verá a ti y a mí como
una amenaza. Y se equivoca diciendo que ella y yo no queremos lo mismo. Ella
quiere la Vara y yo quiero el Orbe.

—Dime algo que no sepa —Gerdie frunció el ceño—. Vi lo que hiciste con las
Palabras de Creación, y todos sabemos cómo resultó. Así que no creo que se te
pueda confiar tanto poder más de lo que se puede con Brune.

El estómago de Fate se retorció de culpa.

—Ouch. Realmente sabes cómo lastimar a una chica

Pero tampoco podía estar exactamente en desacuerdo. No había sabido cómo


ejercer ese tipo de poder. ¿Qué la hacía pensar que sería mejor en eso ahora?

Gerdie le dio unas palmaditas en el brazo.

—Realmente no tienes que hacer nada de esto, ¿sabes? Podrías volver a tu


antigua vida. No es demasiado tarde, como lo es para mí. Hay gente esperándote.

—Eso es todo, Gerdie. Es demasiado tarde. Por mucho que extrañe a mi papá,
no puedo volver a una vida normal. Nunca podría vivir conmigo misma sabiendo
que podría haber ayudado a Finn y no lo hice.

Un destello de decepción se encendió en los ojos marrones de Gerdie.

—Entonces tienes que hacer el juramento.

—No crees que debería, ¿verdad?

Los pícaros rasgos de Gerdie, siempre tan suaves y juguetones, se volvieron


severos.

—La familia es algo que nunca debes dar por sentado. Jamás.
—No lo hago —Fate alejó la indecisión repentinamente aflorando a la
superficie—. Amo a mi papá tanto como amo a Finn. Pero mi papá está a salvo y
feliz. Aparte de preocupado por dónde desaparecí.

—Lo que es una tortura para cualquier padre.

—Lo sé, pero al menos mi papá tiene una vida. Finn no la tiene. Está atrapado
dentro de ese árbol, incapaz de moverse, torturado por sus pensamientos y
completamente solo. No puedo dejarlo allí para que sufra así.

—Son solo dos tipos de sufrimiento, pero es sufrimiento de todos modos.

Culpa agravada acuchilló a Fate. Frustrada, golpeó una estantería cercana. El


dolor apuñaló sus nudillos. Ahogando un grito, acunó su mano dolorida, una vez
más recordando sus súperpoderes perdidos. Hace menos de una hora habría
astillado la madera sin sentirla.

Odiaba ser débil y vulnerable. Especialmente cuando sabía cómo se sentía la


verdadera fuerza. Le resultaba imposible aceptar que había pasado de ser una
guerrera del ejército más formidable de Oldwilde a ser su antiguo y nada
excepcional yo de una sola vez. Era exasperante.

Sus pensamientos volvieron a su padre.

—Tal como están las cosas, solo me he ido unas pocas horas. Lo que significa
que tendré que asegurarme de encontrar una forma de retroceder en el tiempo para
que Eustace no tenga que preocuparse por mí más de lo que ya lo ha hecho.

Gerdie asintió con tristeza.

Incapaz de enfrentar la mirada de advertencia de Gerdie por más tiempo, Fate


centró su atención en el pergamino que tenía en la mano. Temiendo perder el valor
si se demoraba más, Fate leyó las palabras del juramento en voz alta. Con cada
palabra que decía, sentía un cambio de energía, lazos desvaneciéndose, culpa
disipándose y un sentimiento de desapego instalándose. Un sentido de propósito se
encajó en primer plano de su mente, encendiendo el deseo de seguir adelante con
su nueva misión.

En el momento en que giró la Llave, la luz estalló desde el interior de la


enorme cerradura del libro y fuego quemó el ornamentado hierro forjado. Se
agachó mientras llamas azules salían disparadas desde el centro del roble tallado
en la rayada cubierta de madera del libro. Los mecanismos internos de la cerradura
brillaban al rojo vivo mientras los cilindros dentro del gran mecanismo tintineaban
como acero bien engrasado.

Fate sacó la voluminosa llave. El metal estaba sorprendentemente frío y


hormigueaba contra su piel mientras la Llave vibraba.
Durante unos breves segundos, pareció como si el mundo entero estuviera
siendo arrastrado hacia dentro, como si el aire estuviera siendo succionado fuera
de la habitación, pero en realidad era la Llave comprimiéndose, encogiéndose ante
sus propios ojos.

En cuestión de segundos, la Llave era lo suficientemente pequeña para


descansar en la palma de su mano.

Luego, la cerradura redonda giró en sentido contrario al reloj. Tras una


rotación completa, el diseño en forma de estrella que rodeaba el ojo de la cerradura
se abrió como pétalos de flores, revelando otro ojo de cerradura sobre un fondo de
piezas de relojería. Coincidía con el tamaño de la Llave recién encogida.

Con una creciente sensación de urgencia, Fate deslizó la Llave hacia adentro,
activando otra serie de clics. Las barras deslizantes se empujaron a un lado,
engranajes giraron y válvulas se abrieron, antes de que una cerradura mucho más
pequeña se empujara hacia arriba y saliera de una ajustada ranura. Tan pronto
como Fate la sacó, las piezas como estrellas se cerraron de golpe.

Fate le dio la vuelta al candado de peltre en su mano.

—He visto esto antes.

Gerdie asintió.

—En la puerta del conserje.

Fate miró a Gerdie con sorpresa.

—Sí. Entonces, ¿esta vieja cosa insignificante es la tan importante cerradura


de la Fortaleza? —Sacudió la cabeza con incredulidad.

—Móntala en la puerta —dijo Brune con voz ronca—. Nos estamos quedando
sin tiempo.

Fate asintió con la cabeza. No sabía por qué, pero sabía que Brune estaba
diciendo la verdad. Algo andaba mal. Era como si parte de su alma se hubiera
extendido a través del espacio a un lugar que ella necesitaba proteger porque allí se
estaban gestando serios problemas.

La Cerradura se sacudió en su mano. Fate corrió a través del laberinto de


estanterías hasta la parte trasera de la tienda, atravesó las cortinas de terciopelo
verde que ocultaban el almacén y se detuvo frente a la puerta marcada como
Conserje. La Cerradura salió volando de su agarre, golpeando contra la puerta justo
encima de la manija con un ruido sordo. Los tornillos con forma de estrella de la
Cerradura giraron rápidamente, anclándose firmemente en su lugar.

Fate se volvió hacia Gerdie mientras entraba al almacén.


—Eso fue bastante fácil.

—Me alegro de que lo hayas disfrutado, porque es hora de la parte difícil.

—¿Te refieres a la Fortaleza?

—No, un coche acaba de estacionarse afuera y salió un hombre. Por la forma


en que lo describiste, creo que podría ser tu padre.
Capítulo 3
Un Pequeño Juego de Escondite

LA PUERTA DE ENTREGAS SE ABRIÓ CON EL SONIDO DE UNA FUERTE


lluvia y la voz de su padre.

—¿Hola? ¿Fate? ¿Estás aquí?

Toda la culpa, estrés y tensión que había mantenido a distancia durante los
últimos seis meses se deshizo en un gran desastre.

—¿Papá? —gritó Fate desde dentro de las sombras de la oscura habitación.

La puerta se abrió de golpe y la luz de la luna reveló la alta silueta de Eustace


llenando el marco de la puerta. Su espeso cabello plateado goteaba por la lluvia y
los hombros de su chaqueta color crema estaban empapados.

—Fate —dijo, su voz quebrándose con alivio.

Corrió hacia él, rodeándole la cintura con los brazos. Fate enterró su rostro en
la suavidad de su suéter, respirando el reconfortante aroma de los puros que
llevaba en el bolsillo del pecho de su chaqueta. De repente volvió a tener diez años.
Lágrimas se derramaban por su rostro mientras él la rodeaba con los brazos,
seguros y cálidos. Casa. El dolor y la alegría se mezclaron en una maraña confusa,
hasta que ella se estremecía con sollozos incontrolables.

Eustace permaneció callado, abrazándola con fuerza mientras ella se calmaba


lentamente.

—Siento mucho haberme ido. Lo siento mucho —lloró ella.

Él le dio un apretón.

—Está bien —Dando un paso atrás para echarle un vistazo, apartó los
mechones de cabello que se le pegaban a la cara mojada—. No hubo ningún daño
real. Ojalá tan solo me hubieras dicho a dónde ibas.

—Sé que debería habértelo dicho.

—Cuando Jessie llamó queriendo verte, supe que algo andaba mal.

La luz del techo se encendió de repente, sorprendiéndolos a ambos.


Eustace frunció el ceño.

—Eso es raro. ¿Llamaste para que conectaran la electricidad?

Tragando saliva, Fate miró a su alrededor en busca de Gerdie, pero no la vio.

—No.

Él la miró a través de sus lentes cubiertos de lluvia. Su mirada preocupada se


posó en la armadura de cuero que ella llevaba.

—¿Por qué estás vestida así?

—Yo, eh...

—Está lista para su primera convención de Magic Brew, por supuesto —


intervino alguien.

Fate se inclinó alrededor de Eustace a tiempo para ver a su publicista, Lana,


luchando por cerrar su paraguas desde el marco de la puerta. Rindiéndose, lo dejó
caer al suelo húmedo y cerró la puerta detrás de ella. La mohosa habitación se llenó
de una sofocante nube de perfume mientras pasaba sus uñas cuidadas a través de
su cabello corto para volver a colocarlo en su lugar.

—Está algo retirado, pero creo que es un golpe de genialidad de tu parte, Fate.
¿Tener la convención aquí en este antiguo edificio atmosférico? Mucho mejor que
el Paramount.

Fate se secó las lágrimas y miró a la mujer. El tiempo no había eliminado la


irritación que sentía por Lana después de compartirla con Eustace durante la gira
de treinta días para firmar libros. La cuarentona había intentado clavar sus garras
en su padre durante todo el viaje.

Había sido nauseabundo.

Frunció el ceño a su padre.

—¿La trajiste aquí? —Él sabía que la librería de Abue era especial para ella.

Eustace parecía incómodo.

—Bueno, ella también estaba preocupada.

—Correcto.

Lana esbozó una sonrisa brillante de color rojo cereza.


—Echemos un vistazo al lugar, ¿de acuerdo? —Sus tacones altos golpearon
ruidosamente sobre el suelo de cedro gastado mientras se dirigía hacia las cortinas
de terciopelo verde. Se detuvo y se volvió hacia Eustace—. ¿Vienes?

—En un minuto —Había algo en su voz mientras se quitaba las gafas y


limpiaba la lluvia de las micas con un pañuelo. Algo que siempre hacía, sin
importar si era necesario, pero más a menudo cuando estaba incómodo.

Con la intención de evitar que Lana explorara, Fate rodeó a Eustace.

—Uh, es un desastre total ahí. Hay mucho con lo que tropezar —Lo último que
necesitaba era que Lana descubriera el apestoso cadáver no-muerto de Brune cerca
del frente de la tienda—. No va a funcionar aquí. Yo digo que regresemos a Seattle.

La boca de Lana se abrió con horror.

—No podemos irnos. Tus fans están en camino ahora mismo.

—¿Qué? ¿Cómo? —Fate miró a su padre—. No podrías haber sabido que


estaba aquí.

Eustace devolvió las gafas a su lugar apropiado y se quitó el espeso flequillo


plateado de la frente.

—Parece que tus movimientos de hoy fueron cuidadosamente monitoreados.

—¿Por quién, Sherlock Holmes?

Lana agitó su teléfono celular. —No, ese sería @InAnguish8. Una persona
bastante deprimente a la que le encanta quejarse de estar triste, pero que estaba
extremadamente decidida a seguirte por la I-59. Eso es hasta que tu taxi se perdió
en el denso tráfico.

Abrumada por este extraño desarrollo, Fate miró a Lana. Después de


sobrevivir seis largos meses en un mundo mortal lleno de magia y monstruos, este
lugar y todos en él, parecían más irreales que cualquier cosa que el Libro de
Fábulas pudiera arrojarle. Su antigua vida como escritora y autora se sentía aún
más extraña. No importaba que escribir hubiera sido su pasión desde que aprendió
a deletrear. No había tenido ni un solo pensamiento literario desde el momento en
que quedó atrapada dentro del Libro de Fábulas. A menos que contara las veces
que había usado las Palabras de Creación para conjurar algo, pero eso solo había
sido por pura necesidad.

8InAnguish en español quiere decir que alguien se siente angustiado, afligido o atormentado,
aunque también se refiere a Anguish, en español Angustia, uno de los personajes del libro escrito
por Fate, como se menciona más adelante.
9Interestatal 5
—¿Quién es exactamente este acosador? —preguntó Fate.

Lana tocó la pantalla de su teléfono y les mostró una foto de un cosplayer


vestido como Anguish, el premonitorio ángel oscuro de su libro.

Repentinamente recordó al cosplayer con el que se había topado cuando se


escapó de su firma de libros. No lo había sabido entonces, pero el hechizo de
invocación de Brune se había activado, obligándola a ir a la librería. En ese
momento, había culpado a su deseo de irse en una gran riña entre un brujo y tres
demonios duendecillos en cosplay. Había estado tan emocionada de que sus
lectores se vistieran como sus personajes de Magic Brew, pero también estaba
inquieta por lo mucho que se habían entregado a sus roles. El más perturbador del
grupo había sido @InAnguish.

Fate arrugó la nariz ante la imagen.

—Ew, qué perturbador.

—Así es… —asintió Eustace—. Pero cuando Lana me dijo dónde fuiste vista
por última vez...

—A través del hashtag que hice: Encuentra a Fate Floyd —intervino Lana.

—Supe a dónde te dirigías —finalizó Eustace.

—¿Le dejaste revelar la ubicación a todo el mundo y sus perros10?

—Para eso me pagas —Lana tecleó alegremente en su teléfono—. Todo esto ya


es tendencia mientras hablamos.

Eustace negó con la cabeza con desaprobación.

—No quería nada de esto...

La puerta de entregas se abrió de golpe, interrumpiéndola.

—¿Está ella aquí? —Jessie cerró rápidamente la puerta al mal tiempo. Cuando
se puso de espaldas a la puerta, Fate notó la molestia en el ceño fruncido de su
amiga. Jessie odiaba estar mojada, desarreglada o arrastrada por el viento, que era
exactamente la condición incómoda en la que la había puesto la caminata entre el
auto y el edificio. Cuando su mirada se posó en Fate, sus cálidos ojos color avellana
se llenaron de sorpresa—. ¡Estás aquí!

Se encontraron en el medio de la habitación, inclinándose sobre unas cajas


para abrazarse.

10Expresión sólo para resaltar el hecho de fue a todo el mundo


—Sí, solo estoy jugando un pequeño juego de escondite —Fate trató de igualar
la radiante sonrisa de su mejor amiga y fracasó miserablemente.

Gotas de lluvia caían sobre la piel de Jessie, del color del café con crema. Ser
parte malaya y sueca le había dado el aspecto exótico y natural de una chica
hawaiana que disfruta del sol y el surf durante todo el año. Nada podría estar más
lejos de la verdad. Jessie evitaba las actividades al aire libre, nada dispuesta a
compartir espacio con insectos, suciedad y el frío clima costero del noroeste. Había
pasado muchos días con Jessie en la seguridad de su hogar viendo dibujos
animados, haciendo pulseras, garabateando y soñando despiertas.

Algo con lo que Fate siempre había estado bastante bien.

Hasta ahora.

Por mucho que estar cerca de Jessie y su padre la hiciera feliz, y de alguna
manera aliviara el dolor de extrañar a Finn, un sentido urgente del deber crecía por
dentro y se hacía más fuerte a cada minuto. Fate miró la Cerradura de la Fortaleza
anclada en la puerta del conserje. Necesitaba irse.

—¿Qué te hizo venir aquí? ¿Y qué pasa con el atuendo de guerrera? —Jessie la
miró de arriba abajo.

Fate suspiró derrotada.

—Lana adivinó. Quería tener la convención aquí.

Jessie le dio a Fate su mirada de detector de mentiras, pero antes de que


pudiera iniciar el interrogatorio, Lana intervino.

—¡Oh! ¡Tus fans ya casi están aquí! Organizaron toda esta loca caravana, y los
que te alquilaron la limusina han estado hablando de lo increíble que ha sido el
viaje. ¡El Twitterverso está explotando! —Ella les devolvió el mensaje. Al levantar la
vista con una sonrisa triunfante, Lana se deslizó a través de las cortinas de
terciopelo antes de que Fate pudiera detenerla—. Síganme todos —gritó—.
Echemos un vistazo al resto del lugar.

El corazón de Fate se aceleró con pánico. Estaba perdiendo rápidamente el


control de la situación. ¿Qué haría Brune cuando la encontraran? ¿Y si usaba el
Orbe para lastimar a Eustace y Jessie? Nunca se perdonaría a sí misma si les pasara
algo.

Fate se movió para ir tras Lana, cuando Eustace la agarró del brazo.

—Espera, ¿qué está pasando aquí realmente?

—¡Oh, Dios mío! —gritó Lana desde el interior de la librería.


Él la soltó y Fate salió disparada del almacén, aterrorizada de que Lana
hubiera descubierto a Brune. Cuando entró en la librería, patinó hasta detenerse.
Las luces estaban encendidas, proyectando un cálido resplandor sobre las altas
estanterías y los acogedores rincones de lectura. No había una telaraña ni una mota
de polvo a la vista y el mostrador redondeado del cajero ahora relucía con un lustre
nuevo. Las tablas clavadas sobre las puertas de entrada y las grandes ventanas
habían desaparecido, lo que permitía una vista completa del estacionamiento
exterior brillantemente iluminado.

Era como si el espíritu de la librería hubiera vuelto al lugar. Fate siempre


había asumido que Abue había sido esa chispa de vida, pero esta transformación
milagrosa indicaba lo contrario.

—¡Este lugar es precioso! —Lana se dio la vuelta mientras señalaba las


paredes de ladrillo—. Rústico pero elegante. ¡Es absolutamente mágico!

—Algo así —murmuró Fate cuando Eustace se unió a ellas.

Eustace le lanzó a Fate una mirada interrogante, pero antes de que pudiera
ofrecer algún tipo de respuesta, la publicista se acercó y lo llevó al centro de la
tienda.

—Ya no los hacen así, ¿verdad? —canturreó ella, metiendo una mano en el
hueco de su brazo mientras él miraba alrededor confundida.

Fate tomó algunos libros al azar de uno de los estantes y los sacudió en busca
de polvo de papel. Estaban completamente intactos. ¿Qué había pasado en los
últimos minutos? ¿Se habían restaurado todas las cosas viejas y podridas a nuevas?
Solo podía esperar eso mientras buscaba al zombi en la habitación.

Al ver que Lana estaba arrastrando a Eustace para mirar otra cosa, Fate rodeó
la estantería junto a las escaleras para ver si Brune todavía estaba sentada en la
silla de lectura en la que la había dejado. Se había ido. Y también el Libro de
Fábulas. No sabía si debería estar aliviada o preocupada.

Jessie apareció detrás de Fate.

—Es hora de soltarlo. ¿Qué está pasando contigo?

Fate saltó y jadeó.

—Dios, ¿acechas mucho? —Echó un vistazo alrededor de la estantería para


asegurarse de que Lana aún mantenía ocupada a Eustace.

—Chica, estás nerviosa. Sea lo que sea, debe ser enorme.

—No sabes ni la mitad.

Jessie se frotó las manos con entusiasmo.


—Así que dime. Me muero por saberlo. Esta armadura es increíblemente
genial, por cierto. ¿La compraste cuando estabas en Nueva York? Hace que tus
pechos parezcan mucho más grandes de lo que realmente son.

Fate miró el peto moldeado.

—¿En serio?

—Y tu cabello es mucho más largo —Jessie estiró uno de los largos mechones
castaños de Fate frente a ella—. ¿Son extensiones?

—No.

—¿Son con clips de extensiones? —Jessie le dio un fuerte tirón al grueso rizo
como si esperara que se soltara.

—¡Ay, deja eso! No es falso.

Dejándolo ir, Jessie miró donde el cabello de Fate colgaba hasta su cintura.

—Está bien, eso es extraño. A nadie le crece tanto el cabello en un mes.


Empieza a hablar. Cuéntamelo todo.

—Yo, eh…

—Espera —Jessie buscó en su bolso. Sacando una bolsa de maíz tostado, se


metió el bocadillo salado en la boca, sus ojos muy abiertos con anticipación, como
si estuviera comiendo palomitas de maíz en el cine—. Está bien, adelante.

—He estado…

—Esto involucra a un chico, ¿no?

—¿Cómo lo supiste?

—Porque solo un chico podría hacerte tomar drogas para el crecimiento del
cabello y salir de la ciudad sin decir una palabra. ¿Viniste aquí para reunirte con él?
—Jessie miró por encima de su hombro—. Oh, Dios mío. ¿Está aquí ahora mismo?
¿Se está escondiendo?

El dolor sordo y hueco al que Fate se había acostumbrado se intensificó hasta


convertirse en una herida abierta.

—No, no lo logró.

Jessie parecía horrorizada.

—¿Te dejó plantada? ¿Quién es este idiota?


—Él estaría aquí si pudiera, pero lo arruiné por completo —Fate parpadeó
para contener las lágrimas calientes. ¿Cómo podría describir su relación con Finn?
Jessie sabría su nombre, por supuesto, pero tratar de explicar cómo lo conoció
desataría el dolor más insoportable.

Fate agarró la cinta alrededor de su cuello, la que Finn le había dado, una vez
blanca pero ahora gris con las tenaces manchas de una experiencia horrible. Sus
dedos se deslizaron por la seda hasta que tocó la bolsa de mezcla sagrada de tabaco
de Finn atada al final de la cinta. Apretándola, inhaló los aromas terrosos envueltos
dentro del cuero enjabonado. Los reconfortantes olores engañaron sus sentidos
haciéndoles creer que él estaba cerca, al menos lo suficiente para ayudarla a
controlar sus emociones.

—Okay… —dijo Jessie, masticando otro bocado salado con mucho menos
entusiasmo—. Entonces, ¿qué...?

—Quiero decirte todo —Fate se mordió el labio inferior con preocupación—.


Pero primero tienes que prometer que no le repetirás ni una palabra a Eustace. Y
no hagas preguntas hasta que termine, no importa lo loco que parezca.

—Mis labios están sellados.

—Dejé la firma de libros y vine aquí porque estaba bajo un hechizo —Fate hizo
una pausa por la reacción de Jessie, segura de que su amiga terminaría la
conversación ahí. En cambio, ella mantuvo su expresión cuidadosamente en blanco
y permaneció en silencio.

—Cuando llegué aquí, este lugar no estaba todo limpio y nuevo con la
electricidad funcionando. Estaba oscuro, polvoriento y húmedo. Y el letrero de
Fábulas, que siempre ha colgado en el exterior del edificio durante los últimos cien
años, estaba junto a las escaleras. Se ha ido ahora, pero...

—Está en el edificio. Lo vi cuando se encendieron las luces —Jessie hizo una


mueca, obviamente sintiéndose incómoda porque ya estaba haciendo agujeros en la
historia de Fate—. Lo siento, continua.

La frustración de Fate aumentó. Su única evidencia para probar la veracidad


de su historia estaba taladrada en ladrillo y colgando a diez metros del suelo.
¿Cómo había vuelto el Libro de Fábulas al interior del edificio? Obviamente, la
magia estaba en marcha. Se preguntó si debería estar pendiente por elfos
domésticos11 merodeando por la librería. Fate sacudió la cabeza. Quizás era lo
mejor. Ese gran libro malo era peligroso para cualquiera lo suficientemente
ignorante como para abrir sus páginas malditas y leerlas en voz alta.

—De cualquier manera, no importa. El letrero de Fábulas no es un letrero. Es


un libro real con páginas reales llenas de fábulas. Ocho para ser exactas. Y son

11Otra referencia al universo de Harry Potter


como los cuentos de hadas de los Grimm12 antes de que Disney se apoderara de
ellos y agregara canciones alegres y pájaros que te ayudan a vestirte cada mañana.
Lo sé, porque no solo los leí, estuve en ellos, y mi único escape era convertirlos en
felices para siempre. Lo cual hice. Walt13habría estado orgulloso. Pero tuve que
hacer algunas cosas horribles para que eso sucediera. Fue una pesadilla larga y
aterradora.

La incredulidad se formó claramente en el rostro de Jessie.

La ira enrojeció las mejillas de Fate.

—Sabía que no me creerías.

—Es solo que me has contado historias locas antes —dijo Jessie—. Es lo que
haces. Escribes sobre cosas como esta todo el tiempo. Escucha, tienes que estar
cansada después de tu tour del libro. Probablemente te quedaste dormida y sacaste
un Alicia en el País de las Maravillas.

—Eso es lo que pensé al principio también. Pero te lo digo, no fue un sueño,


Jess. Estuve realmenteahí. Lo juro. ¡Me he ido por más de seis meses!

—Ahí es donde te equivocas. Solo han pasado unas pocas horas desde que te
fuiste de Seattle.

—El tiempo pasa de diferente manera en Oldwilde.

—¿Oldwilde?

—Ahí es donde yo estaba. Las historias del Libro de Fábulas tienen lugar en
Oldwilde. Hubo un tiempo en que era parte de este mundo. De ahí provienen todos
nuestros mitos y leyendas. Pero luego la ciencia y la religión superaron a la magia y
una especie de división separó los dos mundos. Ahora, la única forma de cruzar la
división es a través de portales como el Libro de Fábulas —Fate se quedó en
silencio, sus pensamientos volviendo a la Fortaleza y su promesa de puertas de
entrada a Oldwilde. La urgencia recorrió sus extremidades con renovado fervor.
Necesitaba ir ahí. Pero primero tenía que averiguar cómo hacer que todos en el
edificio se fueran.

—Bueno, supongo que eso explicaría por qué tu cabello es mucho más largo —
Jessie se mordió la uña, decidiendo visiblemente si considerase a Fate
completamente loca o no—. Está bien, llámame loca, pero te creo —Emocionada, se
metió otro maíz tostado en la boca—. Ahí es donde conociste a este chico que te

12Los cuentos originales de los hermanos Grimm nacieron como relatos descarnados, sin un ápice de
sensibilidad, nada inocentes y con finales duros, sexo explícito, violencia y sadismo, orientados a
ofrecer una lección de vida y reflejar la crueldad de la Edad Media
13Walt Disney
gusta tanto, ¿no? ¡Oh! ¿Era un príncipe? ¡Por favor dime que te enamoraste de un
príncipe!

Fate se relajó un poco. Finalmente, Jessie estaba de su lado. Ahora podía


contar con algo de ayuda.

—Es un príncipe de corazón —dijo Fate, permitiendo que su amiga asumiera


que había conocido a uno de los personajes del Libro de Fábulas. Jessie tendría un
millón de preguntas en el momento en que mencionara el nombre de Finn, y no
había tiempo para eso.

—¿Se besaron?

Fate cerró los ojos. Cuando se permitió estar abierta al dolor de recordar lo
que alguna vez fue, pudo sentir el fantasma del beso de Finn en sus labios. Cálido.
Dulce.

—Sí —suspiró la palabra.

—Wow, siempre pensé que yo sería la ganadora. Siempre fuiste mucho más
exigente que yo, ya que nadie podía estar a la altura del chico perfecto de tus
sueños —dijo Jessie, refiriéndose a Finn y su concurso de quién recibiría el primer
beso primero. Un pasatiempo patético para dos fanáticas de la fantasía que no
habían convertido en una prioridad cultivar vidas sociales emocionantes.

—¿Quieres saber sobre mi viaje al País de las Maravillas, o no? —Fate


necesitaba desesperadamente cambiar de tema. Cuanto más sus pensamientos
giraban en torno a Finn, más le dolía el enorme agujero en su corazón.

—Dispara —El paquete de maíz tostado se arrugó mientras Jessie buscaba


más.

Fate apenas sabía por dónde empezar. Habían pasado tantas cosas.

—Fue salvaje, Jess. Cuando llegué ahí por primera vez, estaba en la isla de
esta hechicera, donde todos los animales podían hablar y eran en parte humanos.
Era tan Isla del Dr. Moreau14, solo que sin la parte de ser comido. Incluso me hice
mejor amiga de una serpiente alada.

—Ew, asqueroso.

Fate sonrió al imaginarse a Sithias. Lo extrañaba terriblemente.

14Laisla del doctor Moreau es una novela de H. G. Wells, una historia de ciencia ficción y horror
acerca de un científico que intenta convertir a los animales en personas. Ha tenido múltiples
adaptaciones cinematográficas
—Era una hermosa serpiente de color marfil cuando lo conocí. Pero conjuré
un glamur para que pudiera cambiar de forma. La mayor parte del tiempo era un
humano adorablemente torpe. Lo hubieras amado.

Jessie le frunció el ceño dudosa.

—No sé sobre eso. Pero cuéntame más sobre este asunto de la magia. ¿Eras
una bruja?

—No. Tenía el poder de las Palabras de Creación, algo que le sucede al Lector
que llega a Oldwilde a través del Libro de Fábulas. Todo lo que escribía y decía en
voz alta sucedía instantáneamente o aparecía de la nada —Enroscó un mechón de
cabello alrededor de su dedo, pensando en una noche en la que había querido
parecer irresistible para Finn—. Así es como me creció el pelo tan largo.

—Oh, eso es salirte con la tuya.

—Sí, también lo pensé —Fate se quedó en silencio. Pero cometí un terrible


error. No fui lo suficientemente cuidadosa, quiso decir. Tragándose su dolor,
continuó—: Incluso me di el poder de volar.

—¡Whoa! ¿Cómo era eso?

—Muy conveniente.

—¿Qué? ¿Eso es lo mejor que puedes decir sobre tu impresión de Peter Pan?

—Bueno, después de un tiempo era tan normal como caminar.

—Muéstrame. ¡Quiero verte volar!

Fate la hizo callar.

—¡De ninguna manera! No aquí. Luego. Prometo. Pero eso no era nada
comparado con los estupendos poderes que obtuve de una diosa de la guerra. Yo
era totalmente indestructible y fuerte como Spiderman. Incluso tenía una espada
sobrecargada con rayos y un escudo asesino contra el viento.

—Wow —susurró Jessie con asombro—. ¿Mataste a alguien?

La culpa se retorció en el estómago de Fate.

—¿Qué te hace preguntar eso? —chasqueó—. ¿De verdad crees que podría
matar a alguien?

—Whoa, relájate —Jessie hizo un puchero—. Solo estaba preguntando.

Eustace rodeó la estantería tras la que se escondían.


—¿Preguntando qué?

—Uh... qué personaje está interpretando —soltó Jessie.

—Iba por Lightning Farron, pero creo que perdí la marca —Fate miró su
armadura para evitar la mirada inquisitiva de su padre.

Eustace se cruzó de brazos.

—Mmhmm.

Lana asomó la cabeza por la esquina.

—Hey, tus fans están aquí. Abramos las puertas y empecemos esta fiesta.

Fate pasó rápidamente al lado de su padre, sintiendo su mirada ardiendo en


su espalda. Lidiaría con sus preguntas más tarde. En este momento tenía un gran
grupo de cosplayers esperando que los dejaran entrar para poder conocerla.

Lana abrió la entrada principal y se hizo a un lado, permitiendo que la


bulliciosa multitud inundara la librería. De repente, un edificio que había estado
vacío y en silencio durante los últimos siete años se llenó con sonidos de vida y
risas. En su antigua vida, a Fate le habría encantado la idea de que tanta gente se
volviera loca por lo que había escrito, y le habría encantado tenerlos dando vueltas
por la librería de su abuela después de haber estado vacía durante tanto tiempo.

Pero esta ya no era su antigua vida. Por mucho que deseara poder continuar
donde lo había dejado, sabía en su corazón que no había vuelta atrás.

Además, un zombi peligroso se escondía en algún lugar del edificio. Y luego


estaba la llamada de la Fortaleza... presionándola con una sirena de alarma cada
vez ruidosa, una urgencia que luchaba con el dolor omnipresente de perder a Finn
y su desesperación por volver con él a cualquier precio.
Capítulo 4
El Flautista Impío

FINN MCKEEN TIRÓ DE LA CAPUCHA DE SU CAPA MÁS ABAJO SOBRE


sus ojos mientras se movía por el abarrotado corredor de comerciantes que se
dirigían al mercado. Desde el momento en que entró en el reino de Asgar, no había
podido caminar doce metros sin ver una orden por su arresto pegada. Dondequiera
que mirara, su rostro toscamente dibujado le devolvía la mirada con un ceño
malicioso. Lo llamaban el Flautista Impío15, el hechicero malvado que había usado
su música encantada para hacer que la emperatriz Moria bailara en el fuego y se
suicidara.

Finn gruñó entre dientes. Tan espantosa como había sido la muerte de Moria,
y en sus manos estaba, lo había hecho para salvar a la gente de Asgar. La
Emperatriz Dragón había arrojado un velo de ilusión sobre la tierra, engañando a
sus ciudadanos haciéndoles creer que estaban en un reino abundante y rico,
cuando en realidad estaban muriendo de hambre y alimentándose de sus propios
muertos.

Se estremeció mientras las visiones de la miseria y los cadáveres en


descomposición surgían espontáneamente. Esa había sido una de las noches más
oscuras de su vida. Se habían revelado tantas verdades. De buena gana se había
convertido en un verdugo despiadado, un acto aborrecible que casi había
provocado una brecha permanente entre él y Fate.

Su pecho se apretó ante el doloroso recuerdo. No había importado que


estuviera bajo la siniestra influencia de Mugloth en ese momento. Fate había sido
testigo de cómo se había deleitado con su capacidad para despojar a Moria de su
poder y seducir a la emperatriz para que se suicidara delante de todos. ¿Cómo
podía culpar a Fate por la repulsión que le había mostrado después? Ella solo lo
había conocido como un druida amante de la paz y un protector vigilante de la vida.

Bueno, tenía la intención de demostrar que podía volver a ser esa persona.

Un hombre que llevaba una pila de cajas golpeó a Finn en el hombro. La


madera áspera se enganchó en el tejido de su capa, arrancándole la capucha de la
cara. Agachándose con la cabeza gacha, Finn tiró de la prenda de nuevo en su lugar
y se agachó a través de un arco que conducía al patio interior del castillo.

15Que no tiene compasión o piedad.


Inspeccionó el patio, donde unas pocas docenas de sirvientes estaban limpiando el
estanque sucio, quitando las malas hierbas y labrando la tierra para replantar.

Finn negó con la cabeza ante el riesgo que corría. Era un hombre buscado con
una gran recompensa por su cabeza. Debía estar loco para entrar al castillo. Pero
O'Deldar estaba allí. El sacerdote druida lo había ayudado a idear el plan para
destruir a Moria. También era la única persona que entendía que el Libro de
Fábulas era un portal directo a este lugar olvidado por Dios, desde el lugar donde
Finn había conocido a Fate por primera vez.

Un mundo al que necesitaba desesperadamente regresar.

Fate lo estaba esperando ahí.

Sabía esto sin necesidad de pruebas. Había sondeado el éter lo más lejos
posible con sus sentidos intensificados, buscando el calor de la llama como oro rojo
de su espíritu. Pero no había podido sentir su presencia en ningún lugar de
Oldwilde. Ella había cruzado la fiera división entre los mundos, la barrera mística
de la que una vez había hablado O'Deldar.

Finn se cruzó de brazos, apretándolos contra su pecho. Su ausencia le dolía en


su interior, profundamente hasta los huesos. Incluso su piel le dolía por el deseo de
su toque. No saber cómo llegar hasta ella lo estaba matando poco a poco.

Y es por eso que estaba dispuesto a arriesgarlo todo para encontrar al único
hombre que podría señalar el camino para encontrar a su dulce muchacha.
Capítulo 5
La carta

FATE CAMINÓ HACÍA UN MAR DE CHAQUETAS DE CUERO ROJO. LA


mayoría de la multitud se había vestido como la pandilla del personaje principal de
Magic Brew. Un puñado de otros estaban vestidos como las bandas rivales de
brujas, hechiceros, duendes y elfos de las sombras.

Jessie se puso al lado de Fate.

—Santo cielo. Es como si tu libro hubiera explotado aquí.

—Sí —dijo Fate en voz baja—. Asegúrate de tener cuidado con el ángel oscuro.
Ese es el chiflado que me acechó.

Jessie miró por encima de la cabeza de Fate.

—¿Te refieres al que está detrás de ti?

Fate se volvió, su mirada viajando sobre un vestido gris y vaporoso hasta un


rostro sombrío pintado de blanco con ojos oscurecidos en huecos hundidos.

—Tú —siseó mientras trataba una vez más de averiguar el sexo del personaje
andrógino que estaba de pie frente a ella—. Supongo que eres @InAnguish.

El ángel asintió solemnemente.

—¡Me seguiste fuera de la biblioteca, perseguiste mi taxi y me delataste!

Las alas negras del ángel rebotaron mientras él o ella se encogía de hombros y
sonreía tímidamente.

—¿Qué tienes que decir al respecto?

—¿Por favor, perdóname? —La voz del ángel era tan baja que Fate aún no
podía decir si estaba hablando con un chico delgado con una cara bonita o con una
chica increíblemente alta.

Fate resopló.

—Solo si me dices tu nombre real y lo dices con tu voz normal.


—Mortemer —confesó el ángel, su voz profunda e inconfundiblemente
masculina.

—Misterio resuelto por fin. Estás perdonado, Mort —Dándole una sonrisa,
Fate se apartó torpemente, hasta que Jessie la extrajo completamente tomándola
del brazo.

—Whoa, alerta geek —susurró Jessie mientras miraba hacia atrás al ángel—. Y
eso es decir algo en esta habitación.

Fate negó con la cabeza.

—Y esto viene de la persona que se vistió como una Chica Superpoderosa


durante todo el tercer grado.

—¿Disculpa? No fui la única, Bombón16.

—¡Fate!

Fate se volvió y saludó a una chica vestida como una bruja gótica que se
estaba abriendo paso entre la multitud.

—¿Quién es esa? —preguntó Jessie.

—Ella es una de las que organizaron esta inoportuna fiesta.

Jessie miró a Fate con incredulidad.

—¡No me digas que no estás contenta con todo esto!

Incapaz de fingir por más tiempo, Fate abandonó todos los esfuerzos para
parecer como si todo estuviera normal.

—No tienes idea de lo que he pasado desde que me fui.

Jessie puso los ojos en blanco.

—Oh, ¿quieres decir que no puedo relacionarme con tu vida de celebridad,


volando por todo el país, firmando libros para fans que se visten como los
personajes de tu libro y querer organizarte una gran fiesta? Boo-hoo, debe ser
horrible.

—Eso no es de lo que estoy hablando.

—Oh, lo siento, supongo que te refieres a tu otro viaje. El del País de Nunca
Jamás.

16Bombón (Blossom en inglés) es la protagonista principal de la serie animada The Powerpuff Girls
(Las Chicas Superpoderosas), junto con sus hermanas Burbuja y Bellota.
Herida por el comentario, Fate estudió a Jessie, tratando de averiguar si
realmente no había creído en su historia.

La bruja gótica se acercó a ellas, su séquito siguiéndola, llevando equipo de


cámara, bandejas de comida, bebidas y mesas plegables.

—Instálense ahí —ordenó a sus subordinados. Al quitarse las gafas de sol,


reveló ojos azul grisáceo y un amor por el delineador de ojos grueso y sombra de
ojos color carbón. Frunció sus labios rojo rubí perfectamente delineados mientras
miraba a Fate—. Me encantan el lugar, Fate. Podríamos haberlo hecho sin perder el
depósito de nuestra habitación en el Paramount —Con una breve sonrisa, alisó el
flequillo estilo Cleopatra de su peluca con una larga uña negra—. Pero bueno,
sabemos cómo ir con la corriente. ¿Verdad, Mason?

Le dio un codazo al chico japonés vestido como un elfo de las sombras de pie a
su lado, sacándolo de mirar las generosas curvas del peto de cuero de Fate. Asintió
con la cabeza tan fuerte que su peinado con puntas de anime se tambaleó.

—Por supuesto. Este lugar es estupendo.

La impaciencia ardía en el pecho de Fate. ¿Cómo podía sentirse mal por


problemas mundanos como perder un depósito cuando estaba obligada a ir a la
Fortaleza y protegerla de ser destruida? Forzó una sonrisa de disculpa.

—Perdón por el cambio de último minuto. Uh... nunca escuché tu nombre.

—Darcy.

Jessie le mostró a Darcy los pulgares hace arriba.

—Genial disfraz de bruja. La peluca y los tatuajes realmente lo mejoran.

Darcy le lanzó una sonrisa fría.

—El cabello y los tatuajes son reales, dulzura. Así es como me muevo todo el
año.

La cara de Jessie se sonrojó.

—Oh, lo siento. Pensé…

Darcy puso toda su atención en Fate, su pálida expresión fijándose en una


mirada suave y pétrea mientras la miraba de arriba abajo.

—Ahora bien, este es un disfraz increíble. Cuero auténtico y hecho a la


medida.

—Una verdadera armadura para una verdadera guerrera —intervino una voz
suave y coqueta.
Todos se volvieron hacia el chico de largo cabello negro vestido con un abrigo
oscuro y usando un sombrero de copa abollado. Fate lo recordaba. Su nombre era
Steve y había venido como hechicero. La última vez que lo había visto, había estado
rodando por el suelo, luchando con tres demonios duendes. Desde entonces se
había arreglado el maquillaje de ojos manchado y había vuelto a ser su tranquilo y
atractivo ser.

Fate asintió.

—Hola, Steve.

Quitándose el sombrero de copa, se inclinó.

—Es Rade Silverhand para ti.

Ella negó con la cabeza, resistiendo fácilmente sus encantos.

—¿Qué tal si nos quedamos con Steve? No querría que volvieras a hacer
hechicería con nosotros.

Reemplazó su sombrero con una expresión extraña, levemente divertida y un


poco desdeñosa.

—No, no querrías ver salir al verdadero hechicero que hay en mí. En cuanto a
esa exhibición bárbara anterior, puedes culpar a los trillizos.

Fate buscó entre la multitud tres cabezas verdes y calvas, mal maquillaje y
túnicas de boxeo moradas.

—¿Es demasiado esperar que se hayan saltado el evento de esta noche? —Vio
a los demonios duendes al mismo tiempo que ellos la vieron. Todos saludaron con
la mano para asegurarse de que ella no pudiera evitar verlos. Fate les devolvió el
saludo.

—¡Eshto esh increíble! —Uno de ellos ceceo a través de sus colmillos de


vampiro de plástico mientras se acercaba a ella. Sus ojos se agrandaron mientras
miraba la armadura de Fate—. Amigo, mira la ropa de eshta chica. ¡She ve
increíble!

Los otros dos rebotaron alrededor de Fate como campeones de boxeo,


silbando y sonriendo.

—¡Woo, te ves bien, chica!

Fate sonrió incómoda.

—Es bueno verlos de nuevo, chicos.

—¿Nos recuerdas? —preguntó el primero.


—¿Cómo podría olvidarlos?

—¿Cuálesh shon nueshtrosh nombresh entoncesh?

Tomada por sorpresa por la pregunta, Fate se apresuró a recordar sus


nombres. Se rindió rápidamente. La firma de libros parecía tan lejana, como un
sueño hacía tiempo borrado de su memoria.

Él le dio un codazo en broma.

—Sholo bromeo. Shoy Lincoln. Eshtosh perdedoresh shon mish hermanosh,


Rooshevelt y Jeffershon17.

Fate no podía distinguirlos bajo el maquillaje verde, las narices verrugosas y


las gorras de piel.

—Estoy sintiendo un tema aquí.

Lincoln sonrió.

—Shí, nueshtra madre esh una fanática de losh presidentesh muertosh.

—Hora de dejar de acaparar a la invitada de honor y darle algo de espacio —


Steve sacó su bastón para evitar que apiñaran a Fate, la misma acción que había
iniciado la última pelea entre ellos.

Con un movimiento rápido, ella agarró el bastón con un golpe de gancho,


atrapando el extremo plateado en la axila de Steve. Enterrándolo, lo obligó a
ponerse de puntillas. Su mirada de sorpresa coincidía con la de ella.

Los demás saltaron y retrocedieron asombrados.

—¡Whoa, ella esh bashtante hábil! —Lincoln rió—. ¿Qué esh esho? ¿Karate o
algo?

—O algo —Fate sonrió secretamente mientras recordaba el entrenamiento


intensivo que había recibido durante su tiempo en el Libro de Fábulas. Hasta ese
momento, no se había dado cuenta de que había perfeccionado sus instintos hasta
el punto de actuar sin pensar. Ella lo soltó, dejando que Steve agarrara el bastón
antes de que cayera.

—Buen movimiento, Fate —Darcy les lanzó a Steve y a los tres demonios
duendes un ceño de advertencia—. No quisiéramos una repetición de lo que
sucedió en la biblioteca. ¿Correcto?

Todos asintieron con la cabeza como niños de un jardín de infantes.

17Abraham Lincoln, Franklin Roosevelt y Thomas Jefferson son antiguos presidentes de los Estados
Unidos
Jessie agarró a Fate del brazo, alejándola de sus fans.

—¿Qué diablos fue eso? ¡Te volviste toda Canario Negro 18 con ese tipo! Menos
las medias de rejilla, por supuesto.

—Esas serían pantalones de cuero ahora, pero la semejanza del cómic


funciona. Lo creas o no, me volví muy buena en combate cuerpo a cuerpo y lucha
con espadas —Fate suspiró con nostalgia por sus superpoderes perdidos—. Incluso
tenía el grito sónico. Podía romper huesos con un grito de guerra19.

—¿Lo hiciste?

—Bueno, no, nunca tuve la oportunidad —Estaba a punto de decir


afortunadamente, pero se lo guardó para sí misma. La única persona sobre la que
alguna vez usó el poder destructivo fue Finn. Afortunadamente, él había sido capaz
de protegerse lo suficiente para sobrevivir, aunque el impacto lo había arrojado al
otro lado de la habitación.

Jessie miró a Fate con incredulidad.

—Está bien, ya no puedo seguir haciendo esto.

—¿Hacer qué?

—Continuar con esta fantasía tuya.

Fate se tensó.

—Dijiste que me creías.

—Oh, vamos. Pensaba que estabas jugando. Inventando cosas como siempre
lo has hecho. Seguí esperando a que lo dejaras, pero viendo lo que hiciste hace un
momento —Levantó las manos—. Podrías haber lastimado a ese tipo.

—Solo si quisiera.

—Necesitas hablar con tu papá sobre esto. No sé qué te pasó en esa gira del
libro, pero creo que has tenido algún tipo de colapso mental.

El pánico se apoderó de Fate.

18CanarioNegro, en inglés Black Canary, es una superheroína de la franquicia de DC Comics. Ha


habido dos Canarios Negros, habiendo sido primero Dinah Drake-Lance y posteriormente su hija,
Dinah Laurel Lance
19Fatese refiere a la semejanza de sus habilidades con las de Canario Negro, esta última teniendo
como poder el grito del canario, un chillido ultrasónico que le permite aturdir a sus enemigos e
incluso destruir objetos. Además, las dos Canarios Negros son expertas en artes marciales y tienen
las habilidades necesarias para poder usar cualquier arma y armas blancas
—No. No puedes decírselo.

—¿Decirme qué? —dijo su padre detrás de ella.

Fate se dio la vuelta.

—Que tengo un... un gran crush por... ese hechicero —Señaló a Steve con una
mueca.

—Doodles20—Él sacudió la cabeza.

Por lo general, ella se molestaba cuando él usaba su nombre de bebé en


público, pero decidió dejarlo pasar debido a la cantidad anormal de angustia que él
mostraba en su rostro.

—Creo que sé lo que está pasando contigo, y es hora de lidiar con eso —
Eustace miró hacia el rellano del segundo piso—. Hablaremos arriba. Tú también,
Jessie —Tomando a cada chica por el hombro, las condujo hacia la escalera.

Estaban cerca del primer escalón cuando Lana les bloqueó el paso.

—Fate, ¿a dónde vas? Tienes que entrar ahí y mezclarte con tus fans. Están
instalando el micrófono para que puedas hacer la sesión de preguntas y respuestas.

Eustace pasó junto a ella y abrió la puerta que conducía a las habitaciones
privadas del piso de arriba.

—Ahora no, Lana. Necesito hablar con mi hija.

Fate no pudo evitar sonreír con satisfacción mientras Lana se ponía rígida y lo
miraba con los labios apretados con fuerza.

Mientras subían las escaleras, un movimiento en el lado derecho del rellano


envolvente llamó la atención de Fate. Miró a tiempo para ver a Gerdie asentir con
la cabeza antes de cerrar silenciosamente la puerta del apartamento de arriba.
Afortunadamente, Eustace eligió la sala de estar en la parte superior de las
escaleras para charlar.

Jessie se paró junto a la silla en la que se sentó Fate. Mientras Eustace se


sentaba frente a ella, metió la mano en el bolsillo de su pecho y recuperó su
billetera. Un ceño fruncido se formó en su rostro mientras sacaba un sobre
doblado.

Fate tragó saliva con fuerza.

20
En español, Garabatos. Apodo cariñoso para Fate de su papá.
—¿Estás enojado conmigo? —No le preocupaba meterse en problemas.
Eustace nunca había sido de los que amonestaban o castigaban. Prefería ayudarla a
darse cuenta de sus errores y encontrar formas de hacer arreglos justos. Pero verlo
con esa extraña mirada negra la llenó de vergüenza. ¿Podría de alguna manera
verla como la asesina en la que se había convertido?

Él la miró, sus ojos gris pizarra examinando su rostro, cabello y armadura de


cuero como si no fuera más que una extraña.

—Has cambiado —Su voz estaba plana con decepción.

—Solo quería encajar con los otros cosplayers. Sé que debería haberte hablado
de mi disfraz y de venir aquí, pero quería sorprenderte —Se odiaba a sí misma por
su incapacidad para dejar de mentir.

Su mirada volvió al sobre.

—Nunca pensé que vería el día en que la verdad sería tan difícil de afrontar.

Sus palabras la hirieron profundamente. No había forma de negar que la veía


por lo que era. Estaba disgustado por su alma ensangrentada.

—Papá, yo…

—No, espera. Tengo que sacar esto —Abrió el papel tamaño carta, gastado y
muy arrugado por estar en su billetera—. Tu abuela me dejó esto entre su voluntad
y testamento. Ella esperaba que te salvaras de su legado familiar, pero mirándote
ahora, estoy bastante seguro de que te has visto afectada.

El pulso de Fate latía tan fuerte en sus oídos que no estaba segura de haberlo
escuchado correctamente. Pero sonaba como si él estuviera hablando de una
enfermedad familiar. Ella miró a Jessie. ¿Había tenido razón? ¿Había heredado
algún tipo de psicosis genética? ¿Había imaginado completamente su viaje a través
del Libro de Fábulas?

Cuando se encontró por primera vez dentro del reino oculto del libro, había
cuestionado su cordura por completo, pero Finn la había ayudado a adaptarse y
finalmente llegó a aceptar lo inimaginable. Pero ahora parecía que nada de eso
había sido real, ni siquiera Finn.

Su corazón implosionó y lágrimas llenaron su visión.

—Sólo dímelo directamente —graznó—. ¿Es esquizofrenia? ¿Eso es lo que es?

Eustace levantó la vista de la gastada carta.

—No, no es nada de eso. Esto es mucho más complicado.


—Oh, no —Fate se secó las lágrimas—. Es una especie de cosa rara con la que
nadie sabe qué hacer. ¿Qué pasará conmigo ahora? ¿Me vas a encerrar por el resto
de mi vida?

—Bueno, no depende de mí.

Fate se puso de pie de un salto.

—¿Qué? ¿Así que sólo me entregarás bajo custodia judicial21?

Eustace tomó a Fate del brazo, jalándola gentilmente de vuelta a su asiento.

—Doodles, cálmate. Estoy aquí contigo. Afrontaremos esto juntos.

Fate resopló. Toda su vida había pensado que su imaginación hiperactiva


había sido algo bueno, una forma divertida de escapar de las duras realidades de la
vida cotidiana. En cambio, lo que había pensado que era un regalo, había
demostrado ser una maldición, una que la había hecho perder la cabeza.

Eustace le entregó la carta gastada.

—Quiero que leas esto. Te ayudará a comprender lo que te espera.

La carta tembló en la mano de Fate mientras parpadeaba a través de las


lágrimas. Reconoció la escritura de Gran de inmediato y lloró aún más al verla.

Eustace se acercó y tiró de ella para abrazarla.

—¿Quieres que te la lea?

Fate contuvo un sollozo y asintió.

Él tomó la carta y empezó a leer.

Mi querida y dulce Fate,

Es mi más profundo pesar que te hayan entregado esta carta. Desde el


momento en que nació tu madre, recé para que se salvara de esta terrible
maldición sobre nuestra familia. Perder a mi hija el mismo día que mi nieta vino
a este mundo fue el peor y el mejor día de mi vida. Al menos puedo estar
agradecida de que tu madre nunca vivió lo suficiente como para que esta
maldición la tocara. Pero eres la siguiente en la línea, Fate. Le he dicho a tu padre
que esté atento a las señales de que has sido afectada por la maldición. Él las
reconocerá por tu comportamiento extraño y sucesos inexplicables. Le he dejado

21Poner a una persona bajo tutela del tribunal, que yo traduje como custodia judicial, significa
que es una persona, generalmente un menor de edad o persona mentalmente enferma, para quien
un tribunal ha designado un tutor legal, y tras haber sido designado, los padres pierden todo
derecho sobre dicha persona
pruebas para prepararlo y le he proporcionado todo lo que necesita para hacer
frente al cambio que ha descendido sobre ti.

El corazón de Fate martilleaba contra sus costillas. Su piel estaba en llamas.


Se sentía atrapada y quería huir, pero no había forma de escapar de esto. Estaba
atrapada dentro de un cuerpo que tenía alguna enfermedad cerebral horrible.

Esta maldición familiar desafiará toda lógica y sentirás que has perdido
contacto con la realidad. Mantente fuerte, querido corazón. Confía en ti misma y
debes saber que todo está bien contigo.

Siempre he dicho que la magia es real. Debería haberte dicho cómo llegué a
saber que la magia es más que ficción, y por esto, lo siento mucho. Lo sé porque
nuestra familia proviene de una larga línea de guardianes que han servido a la
Fortaleza durante más de quinientos años.

Fate se sentó derecha.

—Papá, ¿acabas de decir la Fortaleza?

La mirada confusa de Jessie se movió entre Fate y Eustace.

—¿Esto significa que Fate no está loca?

Eustace levantó la mirada.

—No, no lo está.

Fate miró fijamente a su padre con incredulidad, todavía medio esperando


que descartara la carta de la abuela como los desvaríos de una vieja lunática. Él era
un hombre de ciencia. ¿En qué mundo su intelectual padre creía en las cosas de
fantasía?

—¿En serio? —susurró Fate.

—En serio —respondió Eustace, aunque había una terrible tristeza en su


expresión.

Fate se reclinó en su asiento, sus músculos relajándose y su pulso


estabilizándose con alivio. No estaba loca de remate.

—¿Qué más dijo Abue?

Eustace se aclaró la garganta y siguió leyendo.

A estas alturas ya sabes que la Fortaleza es un almacén lleno de objetos


mágicos y portales que conducen a muchos mundos diferentes de magia. Si tu
padre te ha dado esta carta, eso significa que aún no has entrado en la Fortaleza.
Tengo la esperanza de poder convencerte de que no tomes el juramento del
Guardián de la Fortaleza.

El corazón de Fate se hundió en su estómago mientas Eustace doblaba la carta


con una expresión esperanzada. Nerviosamente, ella se pasó las manos por los
muslos, negando con la cabeza.

Eustace ladeó la cabeza, mirando al techo.

—Oh, Fate, dime que no lo hiciste.

Fate se mordió el labio. ¿Cómo podía decirle que incluso vendería su alma al
diablo si eso significaba salvar a Finn? Si Eustace supiera que ella prestó juramento
por un chico, nunca la perdonaría.

—Yo... yo no sabía...

—¿Cómo podrías no saberlo? —dijo Eustace, su tono agudo—. ¿Qué parte de


sacrificar todos tus lazos mundanos y dedicar el resto de tu vida a proteger la
Fortaleza hasta el día de tu muerte no entendiste?

—Te olvidaste de la parte en la que me jubilo cuando tenga 90 años —agregó


Fate.

Eustace se puso de pie, elevándose sobre ella, irradiando ira como nunca.

— Fate, esto es serio. Es tu vida de la que estamos hablando.

Fate se puso de pie y se encontró con su mirada furiosa.

—Tienes razón. Esto es más serio de lo que jamás sabrás, y es mi vida y mi


decisión —Tomó una respiración profunda y temblorosa—. Por mucho que odie
decir esto, papá, no hay nada que puedas hacer para salvarme de lo que tengo que
hacer.
Capítulo 6
El sacerdote se ha ido

FINN RESPIRÓ UN POCO MÁS TRANQUILO UNA VEZ QUE LLEGÓ AL


ALA este del castillo. No había tanto tráfico peatonal en los pasillos para navegar.
Solo unas pocas doncellas, que pasaban a toda prisa junto a él con miradas
aterradoras hacia abajo, como si quisiera regañarlas o aumentar sus deberes. A
ellas les parecía un noble. Todavía llevaba la falda escocesa y la chaqueta de cuando
el rey de Beldereth lo nombró caballero.

Su primera inclinación había sido correr directamente a Beldereth para


buscar el consuelo de la compañía del rey. Rudwor se había convertido en un padre
para él, pero su buen amigo no tenía las respuestas para cruzar la feroz división.
O'Deldar era el único que podía ayudarlo a resolver ese dilema.

De todos modos, era terrible estar atrapado en Oldwilde sin Fate a su lado. Al
menos cuando el Hombre Verde lo atrapó dentro del roble, no había tenido
conciencia del tiempo. Había estado en paz y en armonía con toda la naturaleza.
Cuando el viejo dios lo liberó por primera vez, su determinación de encontrar a
Fate lo estimuló y le dio fuerza. Pero nada podría haberlo preparado para la
pérdida de estar separado de la mente de la tierra y su anhelo por Fate solo
empeoró su desánimo. La soledad erosionaba su resolución con cada hora que
pasaba. ¿Y si nunca encontraba el camino hacia ella?

El dolor se apoderó de su corazón.

—Anímate, chico —murmuró—. Es demasiado pronto para perderlo.

Una puerta se abrió hacia el final del largo pasillo y la luz del sol de la mañana
salpicó el suelo cuando una criada salió con una cesta rebosante de gruesas colchas
y sábanas sucias. Finn estudió las puertas que flanqueaban el pasillo, tratando de
recordar cuál conducía a la cámara de O’Deldar. Sabía que miraba hacia el océano,
lo que significaba que las habitaciones del sacerdote estaban a la derecha. ¿Pero
cuál? No podía arriesgarse a entrar en la cámara equivocada. Su rostro era
demasiado reconocible.

Finn llamó la atención de la criada mientras corría hacia él.

—Estoy buscando a O'Deldar.


Se detuvo, su rostro enrojeció mientras trasladaba el peso de su pesada carga
a la otra cadera.

—Oh, no encontrarás al consejero del rey aquí. ¿No lo has escuchado? El


sacerdote se ha ido.

—¿A dónde fue?

—Nadie sabe. Su recámara fue encontrada en ruinas y había sangre por todas
partes. Muchos lo creen muerto, pobre alma.

Tambaleándose por la noticia, Finn se agarró a la pared para apoyarse.


Instantáneamente supo lo que debía haber sucedido. Fate había matado a
O'Deldar. No podía olvidar el estado demente en el que había entrado la primera
vez que conoció al sacerdote. Si O'Deldar no hubiera interrumpido el hechizo de
Brune en ese momento, no habría forma de saber qué habría pasado. No era de
extrañar que Fate pareciera tan culpable cada vez que Finn le preguntaba cómo
había conseguido la Vara de O'Deldar.

—¿Cuándo? —Finn se atragantó, su garganta se contrajo.

—Era a fines del invierno cuando sucedió.

Finn se apresuró a hacer los cálculos mentales de cuánto tiempo había


pasado. Lo habían encerrado en el roble a principios de la primavera, el día de
Alban Eiler. Solo habían pasado dos días desde que lo liberaron del árbol y el clima
ahora era bastante caluroso. Los campos de trigo eran altos y estarían listos para
cosechar en aproximadamente un mes. Según todas las cuentas, O'Deldar había
estado desaparecido unos seis meses.

—Señálame su cuarto —dijo Finn, incapaz de evitar la brusquedad de su voz.

—Dos puertas más abajo, milord —Ella entrecerró los ojos para ver su rostro
entre las sombras de su capucha.

—Siga adelante —El pecho de Finn ardía de frustración mientras la veía


apresurarse hacia las escaleras. Contaba con la ayuda de O'Deldar. ¿Qué diablos se
suponía que debía hacer ahora? Se quedó rígido, apretando los puños. Quería hacer
un agujero en la pared, pero no era el momento de perder la calma. No podía
permitirse el lujo de llamar la atención.

Respiró hondo e hizo un llamamiento a todo lo que había aprendido de los


monjes durante su estancia en Springs of Almsdeep

—Mantén la calma —susurró—. Mantén la calma.

Después de unos momentos de repetir el mantra, un fino velo de paz lo cubrió


y entró en la cámara de O'Deldar. La habitación estaba polvorienta y descuidada.
Alguien debió haber dado instrucciones a las camareras de que dejaran en paz sus
pertenencias. Bien. Eso significaba que no tendría que preocuparse por ser
descubierto. Tendría la libertad de revisar todo, leer cada libro y pergamino hasta
que encontrara lo que necesitaba para cruzar la ardiente división que se interponía
entre él y Fate.

Capítulo 7
¿Cómo vamos a explicar la pestilencia?

—¿QUÉ SIGUE? —PREGUNTO JESSIE EN UN OBVIO INTENTO DE


romper la tensión entre padre e hija— ¿A dónde vamos desde aquí?

—Nosotros no vamos a ningún lado —dijo Fate—. Esto es algo de lo que me


tengo que hacer cargo.

Eustace puso la carta en la mano de Fate.

—No, ahí es donde estas equivocada. Tu abuela dejo toda una biblioteca
entera de grimorios, pergaminos y tabletas, algunas de las cuales describen
advertencias sobre el Libro de Fábulas y la historia detrás de la Fortaleza. He
estado estudiando estos textos durante los últimos siete años, y puedo decirte
ahora mismo, vas a necesitar a alguien que conozca...

—¿Qué? ¿Sabes sobre el libro de las fabulas?

—Se lo suficiente para querer mantenerme alejado de èl. ¿Por qué? ¿Qué
sabes de èl?

Fate bajo la mirada y se miró las botas.

—Yo... me quedé atrapada dentro del libro como lector.

El rostro de Eustace palideció por la sorpresa.

—¿Qué? —La miró de nuevo, estudiando la longitud de su cabello, los


músculos definidos de sus brazos y la armadura de cuero hecha a mano. Cerró los
ojos y tragó saliva, con expresión de dolor—. Oh, Dios, ¿qué te pasó ahí?

Su preocupación rompió la fina capa que rodeaba su dolor. Se le llenaron los


ojos de lágrimas mientras los recuerdos de Finn y todo lo que habían pasado se
derrumbaron. Cerró los puños y apretó los nudillos contra los ojos, apartando la
tristeza.
—Estoy bien, papá. Voy a salir.

—¿Todo para que puedas saltar de nuevo a la guarida del león?

—No te preocupes por mí. Soy más fuerte ahora... y más mayor. Estuve fuera
por más de seis meses. Técnicamente he cumplido años, ahora tengo dieciocho.

Eustace pareció horrorizado.

—Bueno, en lo que a mí respecta, todavía tienes diecisiete años, y no tienes


idea de lo que te espera. Termina de leer la carta. Tu abuela advierte que no debes
entrar a la Fortaleza sin al menos saber a lo que te puedes enfrentar.

Fate hojeó el último párrafo.

—Ya sé lo de Brune. Por cierto, no está exactamente en mi lista de tías abuelas


favoritas.

—Es peligrosa —insistió Eustace.

—Y ella está aquí.

Eustace frunció el ceño.

—¿Qué? ¿Aquí en la librería?

Fate asintió.

Eustace se paseó por el rellano mientras miraba a la multitud.

—Tenemos que sacar a toda esta gente del edificio.

—Buena suerte para convencer a Lana de cancelar la fiesta sin una buena
razón —dijo Fate—. Yo digo que saquemos a Brune de aquí.

Eustace se agarró a la barandilla con tanta fuerza que la mano le temblaba por
la presión.

—¿Por qué ella cooperaría?

Fate agitó una llave antigua a su padre.

—Porque tengo la Llave de la preciosa Fortaleza de Brune y ella está


desesperada por volver allí.

Los ojos de Jessie se agrandaron de miedo mientras miraba por encima del
hombro.

—¿Dónde está ella?


—Oculta —Fate se acercó al apartamento y llamó a la puerta.

Gerdie abrió la puerta y se asomó.

—¿Está ella ahí?

Gerdie arrugó la nariz.

—¿No puedes saberlo por el olor?

—¿Quién es ésta? —preguntó Eustace mientras se acercaba a Fate.

—Esta es la hermana gemela de Abue, Gerdie —Fate sonrió—. Ella, sin


embargo, está en mi lista de tías abuelas favoritas.

Gerdie le dio a Eustace una sonrisa torcida y se estiró para estrecharle la


mano.

—Encantada de conocerte. Aunque parece que ya nos conocimos. Fate habló


mucho de ti.

Eustace se inclinó para estrechar su pequeña mano.

—Hola Gerdie. Te reconozco por la caja de fotos familiares de Berdie —Se


enderezó—. ¿Pero cómo es que aun eres...?

—¿Una niña? —Gerdie terminó por él—. El tiempo pasa de manera diferente
en Oldwilde que como lo hace aquí.

—Pero tú te has ido por… —Eustace se paró para hacer las matemáticas en su
cabeza—. Por unos setenta y cinco años. Eso significaría que experimentaste el paso
de cientos de años.

Los pequeños hombros de Gerdie se hundieron, junto con la chispa en sus


ojos.

—No tienes que decírmelo. Lo viví.

Fate se apresuró a cambiar de tema para que Gerdie no tuviera que explicar la
tragedia que había experimentado.

—¿Cómo es que nunca vi esas fotos que mencionaste?

Eustace pareció aliviado de estar yendo más allá del incómodo momento.

—Tu abuela guardó bajo llave las fotos de sus hermanas desaparecidas. No
quería darte a ti ni a nadie más una razón para investigar la historia familiar en
caso de que la curiosidad la llevara a descubrir accidentalmente el secreto que
había estado protegiendo toda su vida —Olió y se aclaró la garganta—. Lo siento,
pero algo huele fatal ahí. Creo que tenemos una situación de animal muerto.

—Nah, eso es solo Brune —dijo Gerdie.

—¿Disculpa?

Gerdie abrió la puerta por completo y dio un paso adentro para que ellos
pudieran ver a Brune sentada en la mesa de la cocina.

Eustace dio un paso adelanté, y luego se detuvo.

—Oh, mí… hay algo terriblemente mal con ella.

Jessie miró alrededor de Eustace.

—Ew asqueroso, se ve como…

—¿Cómo un Zombie? —pregunto Fate.

—Sí. Pero no lo es ¿verdad?

—No, ella es 100% un Zombie,

Jessie chilló y salió corriendo de la habitación.

Eustace sacó su pañuelo y se lo puso sobre la nariz.

—¿De verdad esperas que la llevemos más allá de la multitud de abajo?

Fate lo desestimo.

—Todo el mundo está disfrazado. Ella encajará perfectamente.

—Y luego, ella ensuciará rápidamente la habitación. ¿Cómo explicaremos la


pestilencia?

—Les diremos que va por el realismo —ofreció Fate.

—¿Esperas que todos compren eso?

—Hmm… ¿una habitación llena de fanáticos de la fantasía de cosplay


incondicionales? Sí, más o menos.

Cruzando los brazos, Eustace miró a Brune con el ceño fruncido con abierto
disgusto y luego se volvió hacia Fate.

—Es probable que Lana venga a buscarte en cualquier momento. Creo que es
mejor que bajes las escaleras y empieces con la sesión de preguntas y respuestas de
la que estaba hablando. Mientras mantienes a todos distraídos, Gerdie y yo
llevaremos a Brune al armario del conserje.

—Wow, tu enserio sabes todo acerca de la Fortaleza —Fate lo miró


asombrada. Estaba agradecida de que su padre ayudara a arreglar este terrible
desastre. Pero más que cualquier otra cosa, le gustaba no tener que mentirle más.

Líneas de tristeza se formaron cerca del borde de los ojos de su padre.

—Eso eslo que he estado tratando de decirte. He estado rezando para que este
día nunca llegue, pero me he preparado para él de todos modos —Dándose la
vuelta, se tapó la nariz y se metió en el apartamento.

Fate se acercó a Jessie. Estaba de pie en el extremo opuesto del rellano,


poniendo tanta distancia como podía entre ella y el zombi

—Vamos, Jess —Fate enganchó su mano en el hueco del brazo de su amiga y


se volvió hacia las escaleras.

Cuando llegaron al fondo, Jessie la miró con los ojos muy abiertos.

—Esto es una locura.

Fate asintió.

—Y solo se va a poner más loco, por eso quiero que te vayas a casa, donde sea
seguro.

—¡De ninguna manera! ¡No puedo ir a casa después de lo que sé!

—¿Quién se va a encargar de Oz? Después de todo, eres mi cuidadora de


gatos.

Jessie puso los ojos en blanco.

—Oh por favor. Mamá lo ha estado cuidando como para que no lo creas.
Ahora le gusta la comida india. Mucho. Ya no tocará la comida para gatos.

—Genial, echaste a perder a mi gato.

—No me culpes, mamá es quien…

—Ahí estas —Lana gritó mientras trotaba—. Ven, ven, todos están esperando.

Fate siguió a Lana hasta donde estaba Darcy junto a un técnico en una mesa
con su computadora portátil, parlantes y micrófono. Le entregó el micrófono a Fate
mientras Darcy sonreía con frialdad.
—Fue amable de tu parte que finalmente aparecieras —Su tono era optimista
pero lleno de tensión. Antes de que Fate pudiera decir unapalabra, Darcy se volvió
hacia la ruidosa multitud que se arremolinaba en el área principal de la librería—.
Todos, ¿puedo tener su atención?

Las caras se volvieron hacia ellos mientras las conversaciones se apagaban y el


silencio llenaba la habitación.

—Nuestra invitada de honor está aquí para responder a todas sus preguntas
candentes. Pero primero, démosle un buen aplauso.

Todos aplaudieron y gritaron.

Fate saludó.

—Gracias chicos —dijo por el micrófono

—Estamos grabando esto para nuestro sitio, así que levanten la mano y
lesllevaré el micrófono —instruyó Darcy mientras todos se callaban y levantaban la
mano con entusiasmo.

La sonrisa de Fate se sintió rígida mientras echaba un vistazo a las escaleras.


¿Cuándo Eustace y Gerdie pondrían a Brune en movimiento? Su impaciencia
estaba creciendo a un nivel insoportable. Su necesidad de ir a la Fortaleza se había
vuelto tan física como el hambre. Un urgente sentido del deber la oprimía,
volviéndose intenso con cada momento que pasaba. Fue todo lo que pudo hacer
para no tirar el micrófono al suelo y salir corriendo de allí.

Alguien le dio un codazo a Fate. El novio de Darcy, Mason, la estaba mirando

—¿Vas a responder la pregunta?

—Oh, eh... —Fate miró a la audiencia. Darcy le dio una mirada que podría
cuajar la leche mientras sostenía el micrófono para una chica de cabello azul
vestida de duendecillo—. ¿Puedes repetirme eso? —preguntó Fate.

El duendecillo azul saltó de emoción, haciendo rebotar sus brillantes alas de


libélula.

—Si no lo has adivinado, me encantan los duendes de tu libro. ¿De dónde se te


ocurrió la idea de convertir su saliva en afrodisíaco?

Parecía que había pasado una década desde que Fate había escrito su libro, o
incluso había pensado en ello, para el caso. Hubo un tiempo en el que le hubiera
encantado hablar de sus personajes con lectores interesados, pero había pasado por
demasiado. Ella había sido cambiada irrevocablemente. Lamentablemente, nada de
esto parecía muy importante.
—Hmm —reflexionó Fate en voz alta—, no recuerdo exactamente cómo pensé
en eso. Apareció en mi cabeza y pareció funcionar para la historia.

Los hombros de la niña se hundieron por la decepción. Darcy apretó los labios
en una línea apretada y enojada mientras se acercaba a un chico que vestía una
chaqueta de cuero roja.

—Realmente me encantó el personaje principal, Edge. Es tan relajado —dijo el


tipo por el micrófono—. Realmente te metiste en su cabeza. ¿Cómo es posible que
suene como un tipo? Ya sabes, tú siendo una chica y todo eso.

—Oh… —Fate buscó una respuesta más interesante que la anterior—. Supongo
que tendría que culpar a mi padre por haber sido criada por él. Terminé jugando
con héroes de acción en lugar de muñecas.

Sonriendo, asintió con la cabeza mientras una ligera risa atravesaba la


multitud.

La expresión tensa de Darcy se relajó cuando le llevó el micrófono a una chica


vestida como un arlequín macabro.

—Pensé que el Mercado Fantasma era retorcido. ¿Te molestó tener cabezas de
unicornio y filetes de sirena disponibles para la venta en el mercado?

Fate empezó a hablar, cuando un movimiento cerca de la parte superior de las


escaleras la distrajo. Brune estaba envuelto de la cabeza a los pies en una sábana.
Eustace la agarró por el brazo, manteniéndola recta mientras ella se tambaleaba en
cada escalón. Gerdie lo siguió desde atrás, apoyando a Brune en posición vertical
cada vez que se inclinaba hacia atrás.

—¿Fate? —El tono de Darcy fue agudo.

—¿Eh? —murmuró Fate mientras bajaba la mirada hacia la multitud—. Oh,


eh… no, estaba de acuerdo con cortarlos en pedazos. Nunca he sido exactamente
una fanática de los unicornios que se tiran pedos de arcoíris o de las sirenas que
cantan canciones. A menos que, por supuesto, estén cantando para atraer a los
marineros a la muerte —Sintió una punzada aguda al recordar cómo Finn estuvo a
punto de ahogarse cuando respondió al llamado de una sirena.

Risas y gritos de aprobación llenaron la habitación.

Fate sonrió tensamente mientras observaba a Eustace, Brune y Gerdie llegar


al final de las escaleras. Cuando volvió a mirar a la multitud para responder a la
siguiente pregunta, Darcy le devolvió la mirada. Luego se volvió para ver qué estaba
distrayendo a Fate.

Darcy se abrió paso entre el público hacia las escaleras.

—¿Y qué es esto?


—¿Alguna otra pregunta? —dijo Fate, escuchando el pánico en su voz
amplificado por el micrófono.

—¿Qué nos estás ocultando, Fate Floyd? —Darcy se acercó a Eustace y tiró de
la sábana de Brune. Cayó y todos jadearon—. ¿Un Zombie? Vaya, uno muy bueno
también —Darcy frunció la nariz y agitó la mano delante de la cara—. ¡Ew, con todo
y efectos especiales!

—Es asombroso el tipo de olores que puede producir la cantidad adecuada de


compuestos químicos —Eustace se encogió de hombros, obviamente incómodo por
haber sido descubierto.

—¿Eres químico? —pregunto Darcy

—Me gusta —murmuró Eustace en el micrófono mientras Lana se acercaba.

—¿Qué es esto? —preguntó Lana, sonriendo demasiado para compensar


suconfusión—. Nadie me dijo nada sobre esto.

Brune se encorvó sobre sí misma mientras el público se apiñaba para darle


una mirada más cercana. Algunos pincharon la piel gris y descamada de sus brazos
esqueléticos, preguntándole qué tipo de maquillaje había usado. Otros
retrocedieron, quejándose de que parecía lo suficientemente realista sin el hedor
realista.

Jessie se puso al lado de Fate.

—¿Cómo vas a explicar esto?

—No tengo ni idea. ¿Algún plan?

—No —Jessie sacó su bolsa de palomitas de maíz.

Fate frunció el ceño

—Guárdalas. Esto no es una película. Es mi vida.

—Sí, y es mucho más entretenida que una película.

—Gracias por nada —Fate se volvió hacia la audiencia y tocó el micrófono—.


Hola a todos, escuchen. Tengo un anuncio que hacer

Mientras masticaba su bocadillo, Jessie sonrió.

—No puedo esperar a escuchar esto.

Las caras se volvieron en la dirección de Fate, cada expresión llena de grandes


expectativas.
—Iba a esperar hasta el final de la noche antes de que hiciéramos la gran
revelación, pero están demasiado alertas para eso —Señaló a Darcy con el dedo.

Darcy se cruzó de brazos, con la barbilla en alto mientras sonreía con aire de
suficiencia a Fate.

Fate hizo una pausa por un momento, luchando por pensar en algo creíble
para decirle a todos, pero todo en lo que podía concentrarse era en el sonido de
Jessie masticando y el crujido de la bolsa de plástico mientras alcanzaba otra
palomita de maíz.

—No nos dejes a todos en suspenso —insistió Darcy.

Fate rió. Algo así como. Fue más un sonido ahogado.

—Yo uh... pensé en anunciar el título de mi próximo libro —Tragó saliva


secamente mientras luchaba por un título pegadizo—. Se llamará... Diario de un
zombi.

La habitación permaneció en silencio durante un minuto.

—¡Sí! —alguien gritó—. ¡Me gusta!

Con eso, todos empezaron a hacer preguntas a la vez. Mientras Darcy devolvía
el orden a la habitación, Fate hizo un gesto a Eustace con la barbilla para que
llevara a Brune a la trastienda. Asintiendo, él y Gerdie alejaron a Brune de la
multitud.

Después de una hora de preguntas sin parar, Darcy finalmente concluyó la


sesión de preguntas y respuestas.

—Sírvase comida y bebida, todo el mundo —Se volvió hacia el técnico y le


indicó que comenzara a tocar música.

Con un suspiro de alivio, Fate bajó el micrófono y miró a Jessie.

—Vamos, vamos a buscar a Eustace —Comprobando que Darcy estaba


ocupada de otra manera, Fate abrió el camino, avanzando lentamente entre la
multitud hacia la parte trasera de la librería. Justo cuando vio las cortinas de
terciopelo verde que conducían al almacén, Darcy y su novio aparecieron frente a
ellos.

—Oye Mason, mira quién está tratando de escabullirse —Darcy estaba


hablando con él, pero sus ojos estaban fijos en Fate con un aire de sospecha.

No dijo nada. Estaba demasiado ocupado mirando a Fate con una sonrisa de
asombro.

Darcy dio un paso adelante.


—¿Cuál es la prisa? La fiesta acaba de comenzar.

Fate apretó los puños. Esta chica realmente la estaba poniendo de los nervios.

—No voy a ninguna parte. Mi publicista acaba de llamar a una pequeña


reunión en la trastienda, eso es todo. Ella me está esperando ahora mismo, así que,
si no te importa, yo...

—¿Te refieres a ella? —Darcy entrecerró la mirada y miró más allá de Fate.

Fate miró por encima del hombro hacia donde Lana estaba entrevistando a un
grupo de cosplayers y tomando fotos de ellos.

—Oh, obviamente se distrajo.

—Mmhmm —Darcy no estaba convencida.

Fate la rodeó.

—Sí, bueno, iré a esperarla.

—Haz eso —dijo Darcy cuando Fate y Jessie se deslizaron a través de las
cortinas de terciopelo.

—¿Cuál es su problema? —preguntó Jessie.

—Supongo que todavía está enojada porque yo cambie las direcciones con
ella. No puedo culparla exactamente. Si no tuviera una excusa tan increíblemente
loca, me sentiría bastante mal por eso —Fate parpadeó para ajustar sus ojos a la
oscuridad. Se había preparado para el asalto del hedor de Brune tan pronto como
entraron en la pequeña habitación, pero todo lo que olía era el olor a humedad de
las cajas viejas. ¿Habían ido a fuera?

Llamo a Eustace.

Encendió la luz.

—Oye, Doodles. Nos hemos encontrado con un pequeño problema.

Gerdie se paró junto a él, retorciendo sus pequeñas manos juntas. A sus pies
estaba el cuerpo tendido de Brune, completamente cubierto por la sábana.

—¿Qué pasó? ¿Brune hizo algo? —preguntó Fatealarmada.

Gerdie negó con la cabeza.

—Esto es todo, no se ha movido durante los últimos veinte minutos. Creemos


que podría estar muerta. Para siempre.
—¿Eso es una cosa mala?

—Lo es, si quieres ir dentro de la Fortaleza. Y otras cosas, si sabes a lo que me


refiero —Gerdie le dio a Fate un guiño de complicidad.

El miedo apretó el corazón de Fate. Sabía exactamente a qué se refería Gerdie.


Brune era la única que sabía cómo encontrar la puerta de entrada que conducía a
Oldwilde y Finn.

Fate quitó la sábana del cuerpo de Brune. Su cadáver era ahora una cáscara
seca. La carne podrida se había encogido contra el hueso y parecía tan dura y
resistente como la carne seca. Cualquier lodo pútrido que hubiera llenado sus venas
probablemente se había convertido en polvo, lo que explicaría por qué ya no
apestaba. Fate los miró.

—Está momificada. Todavía estaba blanda hace solo una hora. ¿Cómo pudo
pasar esto?

Gerdie se encogió de hombros.

—No sé. Supuse que el Orbe la mantendría con vida, pero Brune debe haberse
metido en problemas con algún tipo de magia potente para que ella se pudra tan
rápido.

Fate agarró a Brune por el cuello presa del pánico y la sacudió.

—¡Despierta, bruja!

Eustace tomó a Fate del brazo.

—Fate, ¿qué te pasa? Cálmate. Créame, solucionaremos esto.

Sintiéndose avergonzada por su arrebato, Fate dejó caer la cabeza de Brune al


suelo con un ruido sordo.

Un leve gemido llenó la habitación.

Gerdie se arrodilló junto a Brune, colocando su oreja junto a su boca. Siguió


otro gemido y Gerdie miró a Fate.

—Estaba equivocada. Ella todavía está ahí.

—Oh, gracias a Dios. Vamos, levantémosla y salgamos de aquí —Fate deslizó


su mano dentro de su bota para recuperar la Llave y se paró frente a la puerta del
conserje. Con la llave cerca del ojo de la cerradura, miró fijamente la cerradura.

Su pulso se aceleró con anticipación. Finalmente estaba lista para dar ese
primer paso hacia Finn. Si tan solo supiera lo que esperaba detrás de la puerta.El
miedo se apoderó de ella. No por ella, sino por Eustace, Gerdie y Jessie. Este
sentido del deber que todo lo consumía hacia la Fortaleza y el anhelo interminable
de estar con Finn la alimentaban como ninguna otra cosa que hubiera conocido.

Aquí no había vuelta atrás para ella. Pero no era demasiado tarde para los
demás.

Fate la puso de espaldas a la puerta.

—Papá. Jessie. Gerdie. Aquí es donde nos despedimos.

Capítulo 8
La división ardiente

FROTÁNDOSE LOS OJOS CANSADOS, FINN DEJÓ A UN LADO EL


pergamino que estaba leyendo y miró a través del banco de ventanas hacia donde el
sol colgaba bajo sobre el horizonte del océano. Se puso de pie y estiró sus miembros
rígidos antes de salir al balcón. ¿A dónde se había ido el tiempo? Había comenzado
a revisar la biblioteca de O'Deldar temprano en la mañana. Supuso que debían de
ser más de las ocho de la noche.

El sol poniente derramaba chispas ardientes sobre el mar en calma. Finn se


agarró a la balaustrada de piedra hasta que sus nudillos se pusieron blancos. La
última vez que había mirado estas aguas, Fate había estado con él, y durante un
precioso momento, todo había sido perfecto.

El dolor omnipresente en su corazón subió a su garganta y se apretó en un


nudo doloroso. No podía evitar que los dulces recuerdos salieran a la superficie,
incluso si quisiera. Cada detalle de esa noche estaba grabado en su alma. Cerró los
ojos, recordando cómo su toque había hecho que Fate se estremeciera de deseo. Por
una fracción de segundo, el recuerdo cobró vida y vio sus labios, entreabiertos,
esperando expectantes el beso que ambos habían estado anhelando. No estaba
preparado para el sabor a miel de su boca y, con él, su respuesta salvaje y
descarada. Se había ofrecido inocentemente allí mismo. Dios sabe que él hubiera
querido. Incluso ahora su cuerpo ansiaba su piel contra la suya, sus dos corazones
latían como uno solo.

Pero había demasiada oscuridad a su alrededor. Como siempre había sido,


desde el momento en que sus vidas chocaron por primera vez.

Tragando el dolor, Finn abrió los ojos y frunció el ceño al cielo oscuro.

Había derrotado la oscuridad que Mugloth había arrojado sobre él. La sombra
se había ido ahora. No debería haber nada que los separe. Sin embargo, aquí
estaban, a dos mundos de distancia. Separado por una barrera mágica de fuego
sensible.

Finn dejó escapar un suspiro de cansancio. Había pasado todo el día


buscando respuestas y apenas había terminado la primera pila de libros. Quedaban
al menos unos cientos más por investigar y demasiados pergaminos para comenzar
a contar. Si tan solo hubiera una manera de concentrarse en los textos correctos.

Se volvió, apoyando la espalda contra la barandilla mientras miraba la


montaña de conocimiento que descansaba dentro de la cámara polvorienta.

—La respuesta está ahí. Lo sé —Entrecerró la mirada sobre la abrumadora


pila—. ¿Dónde se está escondiendo?

El sonido de las gaviotas y las olas rompiendo contra los acantilados de abajo
fue la única respuesta a su pregunta. Cediendo exasperado, Finn cambió su peso al
otro pie y suspiró. Mientras lo hacía, los últimos rayos del sol pasaron por sus
piernas, reflejándose en algo brillante sentado en una de las estanterías que
recubren la pared trasera. Su abuelo le había enseñado a prestar atención a todas
las señales, por pequeñas o insignificantes que parecieran.

Finn cruzó la habitación, con cuidado de no bloquear el sol mientras se


acercaba al objeto brillante. Era un gran zafiro incrustado en el lomo de un libro
encuadernado en cuero que yacía de lado, enterrado en el fondo de una enorme pila
de otros libros. Arrodillándose, agarró los libros de arriba y los dejó a un lado.
—Hmm, ImmramBrain—reflexionó Finn mientras sostenía el libro y traducía
lentamente el título gaélico—, La travesía de Bran.

Este lo conocía bien. Su abuelo le había contado el antiguo cuento irlandés


unas pocas veces. Un hombre llamado Bran Mac Febail recibe la visita de una
mujer del Otro Mundo, un lugar de eterno verano, donde la gente es siempre joven
y saludable, y la comida y el agua son infinitamente abundantes. Ella lo invita a
viajar por el mar y visitar su tierra. Bran reúne a una compañía de hombres y se va
de Irlanda al Otro Mundo. Después de permanecer felizmente allí durante lo que
pareció solo un año, Bran siente nostalgia y decide regresar a Irlanda. La mujer
desea que se quede, pero cuando él insiste en que debe irse, ella le advierte que no
ponga un pie en las costas de su tierra natal.

Cuando Bran y su tripulación regresan, las personas que se reúnen junto al


agua para recibirlos no reconocen su nombre, excepto en las leyendas transmitidas
de generación en generación. Esto molesta a uno de los hombres de Bran. Salta del
bote y nada a tierra. Pero en el momento en que pisa tierra firme, el hombre se
convierte en cenizas. Al ver esto, Bran desvía su barco de Irlanda, se pierde de vista
y nunca más se lo vuelve a ver.

—Se convirtió en cenizas —dijo Finn en voz baja mientras hojeaba las últimas
páginas del libro, deteniéndose cuando llegó a un dibujo escrito. Repartido en
ambas páginas había un muro de fuego que se extendía sin fin entre la gente en las
costas de Irlanda y el barco de Bran.

—La división ardiente —susurró Finn con una sonrisa sombría. Finalmente
había encontrado evidencia de su existencia, lo que significaba que tenía que haber
algo más en la biblioteca de O'Deldar que le mostrara cómo cruzar la línea divisoria
sin ser quemado en un montón de cenizas.

Capítulo 9
¿Esta es la Fortaleza?

—DAME A LA MOMIA. —FATE ALCANZÓ A BRUNE.

Eustace se aferró con fuerza al rígido cadáver.


—No.

Jessie se cruzó de brazos.

—Secundo eso.

Gerdie pateó una caja.

—¿Qué esperas que haga? ¿Matricularme en primer grado?

Fate tenía que admitir que Gerdie tenía razón. La vida que había dejado atrás
murió hace más de setenta y cinco años. No había nada aquí para ella ahora. Gerdie
probablemente estaba más preparada para lo que vendría que Fate. —Está bien,
puedes venir. Pero eso es todo.

Eustace frunció el ceño.

—¿Desde cuándo me das órdenes?

Fate sonrió nerviosamente.

—¿Desde ahora?

—No va a pasar, Doodles. Pero estoy totalmente de acuerdo con que Jessie se
quede atrás.

—¡De ninguna manera! ¡No me quedaré en la tierra de los aburridos después


de todo esto!

—Puedes, y lo harás —dijo Eustace con su voz paternal.

Las lágrimas llenaron los ojos de Jessie mientras miraba a Fate.

—¿Cómo puedes hacer esto? ¿Qué pasó con las mejores amigas todo el
tiempo?

—Eso fue antes de que estuviese a punto de morir cinco o seis veces. No tienes
ni idea de lo peligroso que es.

Eustace pasó a Brune al otro brazo.

—No es lo que quiero escuchar, Fate.

—Lo siento. Podría haber exagerado. Probablemente fueron solo dos o tres.

Eustace apretó los labios.

—¡Vamos! —Jessie hizo un puchero—. ¡Solo vamos!

—Jess, por favor, no te enojes conmigo.


Gerdie tiró de la mano de Fate.

—Tenemos que irnos. El tiempo corre en Brune.

Incapaz de enfrentar la ira de Jessie, Fate se volvió hacia la puerta y deslizó la


Llave en la cerradura. Tan pronto como giró la Llave, la puerta se entreabrió, las
bisagras crujieron mientras se abrió completamente. Una corriente fría pasó a su
lado. Fate se asomó a la oscuridad. Todos los suministros de conserje que habían
estado dentro del armario se habían ido, reemplazado por un largo pasillo con un
leve pinchazo de luz al final. Algo sobre el resplandor radiante de la luz llamó la
atención.

Agarrándose de la mano de Gerdie, Fate atravesó el umbral. Como Eustace


seguía el paso detrás de ellas, el mundo entero se inclinaba sin advertencia. La
gravedad tiró de ella, haciéndola inclinarse hacia adelante con un alarmante
ángulo. Buscando algo a lo que aferrarse, Fate no tenía forma de enderezarse a sí
misma. El tirón gravitacional la tiró al suelo.

Fate gritó mientras se precipitaba por el espacio. Un túnel circular de un


relámpago azul neón se agitó a su alrededor, los rayos dispararon y ardieron desde
cada lado. A medida que aumentaban las fuerzas G, el dolor atravesó el cuerpo de
Fate como si estuviera siendo estirada a través del universo. Justo cuando temía
estallar en una nube de átomos, se acabó y estaba cayendo sobre un suelo de
piedra.

Aún en estado de shock, Fate apoyó la cara contra la fría superficie del piso,
agradecida de tener algo sólido debajo de ella nuevamente. Comenzó a levantarse
cuando un golpe entre los omóplatos la aplastó.

Gerdie se soltó de ella.

—Lo siento por eso. De nuevo.

—Sí —gimió Fate—. Esto realmente necesita terminar. No soy un colchón.

Gerdie se apresuró a salir del lugar.

—Hablando de eso, es mejor que te muevas antes de que tu papá llegue


volando por el portal.

—Oh, Dios. —Fate se apartó del camino a cuatro patas. Apenas despejó el
área, cuando Eustace atravesó el portal y aterrizó. El rígido cadáver de Brune pasó
rápidamente a su lado y se detuvo a unos metros de distancia.

Fate se puso de pie y corrió hacia su padre. Nunca lo había visto tan
asombrado y fuera de lugar.

—¿Estás bien?
Eustace se arregló la corbata y alisó su espeso flequillo hacia atrás.

—Un poco accidentado. Aparte de eso, estoy bastante bien. —La tirantez en
su voz dijo lo contrario mientras se ponía de pie temblorosamente y miraba el
entorno a su alrededor.

Estaban en una gran sala circular con un techo abovedado que, por todas
apariencias, parecía ser una biblioteca. Las paredes curvas de metal de bronce
estaban alineadas con estanterías altas, rotas aquí y allá por retratos de extrañas
tierras, algunas estatuas de criaturas míticas y una criatura alienígena peluda y
disecada en una jaula. Algún tipo de experimento de laboratorio surgió entre tomos
antiguos apilados sobre una enorme mesa de madera, que flotaba a un pie del suelo
en el centro de la habitación.

Fate se acercó a la mesa y se inclinó para ver qué lo sostenía fuera de la Tierra.
¿Era magia o ciencia? Eustace hizo lo mismo. Cuando él se enderezó, había un
brillo curioso en sus ojos.

—Interesante —reflexionó.

Fate asintió.

—Curioso, seguro. Pero estaba esperando algo mucho más grande e


impresionante que esto. —Miró a Gerdie—. ¿Estás segura de que esta es la
Fortaleza?

Gerdie miró al techo con un ceño confuso.

—Algo me dice que esto no es todo.

Un libro de cuero grabado con un rostro grotesco rodeado por tentáculos


captó la atención de Fate.

—Necronomicon. ¿No era un libro de ficción de H. P. Lovecraft?

—No tocaría eso si fuera tú. De lo contrario, corres el riesgo de llamar a los
Grandes Antiguos.

Fate se apartó de la mesa, buscando al dueño de la voz crepitante con un


acento que sonaba de la India Oriental. Sonidos de engranajes y el ruido metálico la
hizo girar en la dirección opuesta.

La jaula que albergaba a la criatura de peluche que se movía hacia ella en


patas mecánicas de cangrejo. Las orejas puntiagudas del animal se movieron,
dejando saber que no estaba relleno de aserrín como había supuesto al principio.
Tenía la cara de un zorro, pero su cuerpo era más como un mono, con manos
expertas navegando sin problemas su prisión portátil lejos de la pared. Luciendo
igualmente estupefactos como se sentía Fate, Eustace y Gerdie se acercaron a ella
cuando la jaula se detuvo por completo frente a ellos.
Tirando de lo que parecía el freno, la criatura estacionó su jaula, saltó del
asiento y metió su hocico bigotudo a través de los barrotes. —Y ¿quién serías tú? —
Por alguna razón, habló a través de un dispositivo, que amplificó su voz a un tono
molesto.

Fate hizo una mueca ante el sonido.

—Soy Fate, el nuevo Guardián. Y este es mi papá, Eustace, y la hermana de


Brune, Gerdie.

La travesura enrojeció en los ojos de la criatura mientras ignoraba a los demás


y estudió a Fate.

—Ah, Brune encontró a su sucesor, aunque yo no estoy acostumbrado a un


tutor que viene con acompañantes—. Sus orejas se inclinaron ligeramente. —
Supongo que no lo logró.

—No, ella está aquí—. Fate dio un paso alrededor de la mesa y arrastró el
cuerpo envuelto de Brune al otro lado.

Las orejas de la criatura se dispararon hacia arriba.

—¿Ha expirado?

Fate echó la sábana hacia atrás.

—Si llamas no-muerto y momificado expirado, entonces sí.

—¿Dices que no está muerta? Eso sería obra del Orbe. La única forma de
anular tal condición es combinarla con la Vara. ¿Lo tienes? —La criatura extendió
una mano ansiosa a través de las barras de su jaula.

Fate miró al animal de habla extraña con cautelosa curiosidad. Tan confusas
como estaban algunas de sus palabras, se sorprendió de haber podido entender el
significado detrás de ellas.

Gerdie se paró frente a Fate.

—¿Quién quiere saber?

La mirada del animal se posó en Gerdie y sus ojos rasgados se entrecerraron


en rendijas.

—Hazte a un lado, pequeña bestia molesta.

—¿A quién llamas molesta?

—Estoy de acuerdo con Gerdie —intervino Eustace. —No entregaremos nada


hasta que sepamos más sobre con quién estamos tratando.
Los ojos de la criatura se agrandaron mientras estudiaba a Eustace.

—Si debes saber, mi nombre es Farouk. Soy el Guardián de la Fortaleza, y lo


he sido durante miles de años. —Dirigió una sonrisa arrogante a Fate. —He visto
cientos de guardianes ir y venir, algunos de los cuales apoyé, y no tanto con los
demás. Harías bien en ponerte en mi lado agradable.

—Anotado —dijo Fate.

—Espléndido. Ahora. De vuelta al asunto. Tenemos un carroñero devorador


de hierro suelto dentro de la Fortaleza. Ya se ha comido a través del subsuelo y su
tamaño se ha duplicado en las últimas veinticuatro horas. Cuanto más grande se
vuelve, más probable es que quiera salir y romper el sello de la Fortaleza o intentar
abrir la puerta de entrada a este Santuario

El sentido de urgencia obligado que había estado con Fate desde que tomó el
juramento intensificado. Sus meses de entrenamiento militar comenzaron,
cambiándola instantáneamente al modo soldado.

—¿Rompiendo la puerta? —ella preguntó.

Farouk tomó un equipo y dirigió su jaula hacia una gran escotilla. El iris de
hierro de la puerta estaba bien cerrado por el momento. La criatura agitó su mano
sobre una pantalla que mostraba una serie de patrones geométricos. Brillantes
partículas de luz salieron disparadas del panel y se esparcieron por la pared como
un líquido empapado en una tela. Dondequiera que se moviera la luz brillante, la
sólida pared de bronce se volvió translúcida, revelando la Fortaleza. Nada en todas
las experiencias de Fate, ni siquiera las del Libro de las Fábulas, la había preparado
para la vista que se desplegaba ante ella.

La Fortaleza se extendía hasta donde alcanzaba la vista. A primera vista


parecía estar hecha enteramente de engranajes macizos y piezas móviles. Millas y
millas de antiguas estructuras alienígenas llenaban las llanuras planas de los
engranajes, cada una girando lentamente en direcciones opuestas. Aros giratorios
gigantes abarcó el complejo sistema, barriendo en rotaciones circulares, que
parecía estar generando un campo de fuerza crepitante alrededor de la Fortaleza.
Más allá de la esfera protectora, yacen las estrellas brillantes del espacio profundo,
interrumpidas sólo por un planeta rojo humeante y una nebulosa verde gaseosa.

Eustace y Gerdie se acercaron a la pared transparente, ambos mirando con los


ojos muy abiertos y la mandíbula floja. —¿Dónde estamos, exactamente? —su
padre preguntó por un momento de silencio atónito.

—Estamos en la Región del Caos, el lugar de nacimiento de la magia


multidimensional —explicó Farouk mientras caminaba hacia su jaula para pararse
junto al cuerpo de Brune.
Sabiendo que estaban en el otro lado del universo debería haber sido
completamente desconcertante, pero Fate sintió como si conociera este lugar, como
si perteneciera allí. El zumbido apenas audible de los aros giratorios y la ligera
vibración dentro de las paredes y el piso eran todas sensaciones reconfortantes que
la hacían sentir extrañamente en casa.

Desabrochó la cadena que sostenía la varilla y la colocó en su palma. El


hechizo que había lanzado Brune para obligarla a conseguir la Vara, a cualquier
precio, la había impulsado para hacer lo impensable. Había derramado sangre para
tomarla y había estado obsesionada con quedarse con la Vara desde entonces. Pero
ahora algo había cambiado. Posiblemente el hechizo se había desvanecido con lo
que le quedaba de vida a Brune.

Cualquiera sea la razón, el control de la Vara sobre ella había desaparecido.


Tanto como Fate se resistió, sabía que tenía que devolverle la vida a Brune. La
necesitaría para ayudar a librar a la Fortaleza del carroñero. Esa fue su primera
prioridad como la nueva Guardián. Entonces, y solo entonces, podría volver su
atención a encontrar una puerta de entrada a Finn.

Fate colgó la Vara frente a Farouk. Agarró la cadena, pero la tiró fuera de su
alcance.

—Es mejor que me digas cómo usarlo.

—Esa es información secreta y no es apta para ningún humano.

—Bueno, no voy a entregártelo —dijo Fate. —Además, ¿qué te hace apto para
el secreto?

Los ojos de Farouk se entrecerraron en ranuras enojadas mientras apretó las


barras de su jaula.

—Tendrás que aceptar mi palabra de compromiso.

Eustace se llevó a Fate a un lado.

—No deberías burlarte de él. Vas necesitar su ayuda y ya ha dicho que no te


daría ninguna si tuvieras en su lado malo.

—Tampoco puedo ir a besarlo. Él nunca me respetará si lo hago.

—Bueno, debe haber una mejor manera de hacer esto. Esto requiere
diplomacia. Tal vez pueda negociar esto por ti.

—Claro, puedes intentarlo. Pero primero, ¿estás al tanto de todo el asunto del
Orbe y la Vara?

Eustace se rascó la barbilla, pensativo.


—Leí algo sobre el Orbe de Aeternitis. Si mal no recuerdo, era un pequeño
objeto de oro hecho de anillos entrelazados grabados con símbolos y números
mágicos. Girando los anillos en un orden específico, se podrían activar fórmulas
alquímicas, que convocaría fuerzas lo suficientemente poderosas como para otorgar
vida o muerte.

Fate lo miró sorprendida.

—Bingo, solo su poder es defectuoso sin la Vara—. Sostuvo la barra de oro


entre dos dedos. —Este pequeño trozo de metal es lo único que desbloqueará todo
el poder del Orbe y funcionará como se supone que debe hacerlo. Es decir,
quienquiera que combine el Orbe y la Vara es quien llega a tener todos los poderes
divinos que lo acompañan.

Gerdie se interpuso entre ellos.

—Y eso no está sucediendo en mi turno.

—Ya veo —dijo Eustace. —Entonces debemos andar con cuidado. ¿Dónde está
el Orbe?

—Colgando del cuello de Brune. Es lo único que la mantiene viva—. Gerdie


explicó.

Eustace se quitó las gafas y se pasó las lentes sobre su manga.

—Bueno, hay un acertijo. Tendremos que dejárselo a ella mientras lo


desbloquea. ¿Eso significa que ella será la que tendrá el poder una vez que haya
vuelto a la vida? —Reemplazó sus lentes. —Dada la reputación de Brune, solo
puedo imaginar el problema que tal poder en sus manos va a reducir.

—Exactamente —coincidió Fate. —Yo digo que cortamos nuestras pérdidas,


arrancamos el Orbe de Brune y dibujamos pajitas para saber quién será el próximo
inmortal aquí.

—Para su información, tengo una audición suprema y sé lo que estás diciendo


—les informó Farouk desde el otro lado de la habitación. —Ya previsioné este
dilema y tengo todos los preparativos.

Los tres se volvieron hacia Farouk mientras conducía su jaula hacia la mesa.
Cogió un pequeño artilugio de latón hecho de resortes con brazos pesados y una
pala que giraba desde la esfera de un reloj.

—Yo lo llamo el combinador. Unirá el Orbe y la Vara con absoluta neutralidad


para todos en la habitación.

Fate lanzó sus manos al aire.


—¿Por qué no dijiste eso en primer lugar? —Ella y los demás se unieron a él
junto a la mesa.

Farouk evitó su mirada

—Estaba probando tus conocimientos.

—Poner a prueba mi ignorancia es más parecido—. Fate tomó el combinador


de él con el ceño fruncido. —¿Qué hago con esto

—Colócalo sobre el cuerpo de Brune.

—Ew, ¿tengo que hacerlo?

Farouk resopló.

—Tendrás que crecer una piel más gruesa que esa si debes ser un Guardián
eficaz.

—Bien —refunfuñó Fate mientras se arrodillaba junto a Brune y colocó el


combinador en su pecho huesudo. —¿Ahora qué?

—Retira el Orbe de la cadena y colocalo en el brazo con la cuchara. Pero debes


ser rápida. El Orbe debe permanecer en contacto con ella por la cadena o el
combinador, para mantener cualquier fuerza vital que le quede.

Tensa por la repulsión, Fate tiró de la cadena alrededor de Brune tocó el


cuello hasta que encontró el broche y lo desenganchó. Entonces ella arrastró el
Orbe sobre el cuerpo de Brune, chocando con el combinador, antes de depositar
rápidamente la esfera dorada en la cuchara. —Hecho. ¿Qué debo hacer con la Vara?

—Colocalo en el orificio del segundo brazo. Bien, ahora enrolla ambos brazos
en sentido antihorario hasta que los resortes estén apretados y ya no se muevan.

Fate se detuvo para mirar a Farouk.

—Quieres decir en sentido antihorario, ¿verdad? No te ofendas, pero tienes


esa palabra ensalada.

La espalda de Farouk se puso rígida.

—Por supuesto que insinué en sentido contrario a las agujas del reloj.

—Lo hiciste de nuevo.

Las orejas de Farouk presionaron contra su cabeza.

—Haz lo que digo.


—Está bien —murmuró Fate mientras enrollaba los resortes. Cuando
quedaron pretados los mecanismos, el reloj empezó a correr. Ella lo soltó y se puso
de pie. —¿Por qué siento que acabo de poner una bomba?

—En esencia, lo has hecho —dijo Farouk. —Es posible que desees alejarte una
distancia justa. Oh, y mira hacia otro lado. No quiere ser cegada por la chispa de
Dios.

—Bueno, hay una ocurrencia tardía que te llena de pavor—. Eustace le hizo un
gesto a Gerdie para que lo siguiera mientras colocaba una mano protectora en el
hombro de Fate y los guió hasta la pared del fondo. —Nada de esto estaba en las
notas de tu abuela —murmuró a Fate.

—Lo siento, papá, pero ese será probablemente el caso de aquí en adelante.

El sonido del tic-tac del reloj se hizo más fuerte cuando todos se quedaron en
silencio y esperando nerviosamente a que estallara la bomba. Los brazos que
sostienen el Orbe y la Vara giraron lentamente para alinearse, una inclinándose
sobre la otra a medida que avanzaban más cerca. En el momento en que la Vara
atravesó el Orbe, la luz estalló en ambos objetos.

Cubriéndose los ojos, Fate se dio la vuelta. Un viento caliente se estrelló


contra ella, seguido de un terrible chillido. Eustace la agarró de la mano apretando
para tranquilizarla, como siempre lo había hecho a lo largo de su vida. Pero ¿sabía
él que ella temía más por él que por sí misma? Ya había atravesado el infierno y
había regresado. Eso cambia a una persona, y en formas que no quería que su
padre supiera.

Lo que más le preocupaba era que él era completamente nuevo en todo esto.
Eustace no tenía idea de lo que le esperaba y no podía soportar la idea de cualquier
cosa que le ocurriera. En ese momento, juró mantenerlo seguro. Se había visto
obligada a vivir sin uno de sus padres y no estaba dispuesta a perder al único padre
que había conocido.

El poder construido a su alrededor, cargando el aire con una energía espesa


con olor a ozono. La presión pesaba sobre ellos en forma de nube brillante y
gaseosa. Micro chispas ardientes abrasaron el rostro y las manos de Fate. Quería
aplastar el dolor y luchar. En cambio, tensó cada músculo y se quedó quieta. Esto
era algo que tendrían que esperar.

La luz resplandeciente se apagó en un instante, llevándose consigo el agudo


chillido. Agradecida por el silencio, Fate miró a Eustace y Gerdie, luego miró
cautelosamente por encima del hombro a Farouk.

—¿Qué diablos fue eso?

—El poder impersonal supratemporal de la discreción —respondió.


—Yah, lo que sea que eso signifique. —Ella se acercó a la nube de humo
colgando sobre la forma inmóvil de Brune. —Todo lo que quiero saber es,
¿funcionó?

Alejando el humo, Fate vio el rostro de Brune, ahora joven como ella miró al
techo. Cabello rubio espeso y ondulado esparcido por el suelo mientras sus ojos
color avellana se movieron y se concentraron en ella. Fate se sorprendió por su
belleza. Parecía ser solo unos años mayor que Fate: diecinueve o veinte y tenía la
estética impecable de un modelo. Fate había sido tan centrada en la crueldad de
Brune, nunca había esperado nada más que una bruja verrugosa. De hecho, el
zombi apestoso sería casi preferible a una buena apariencia imposible. Al menos
entonces le resultaría más fácil seguir odiándola.

Gerdie pasó rápidamente junto a Fate y se inclinó sobre Brune.

—Veo que tienes tu bonita cara de vuelta. Solo recuerda, Brune, lo bonito es
como lo bonito.

Brune se incorporó y se sentó, golpeando el combinador al suelo. Los brazos


se rompieron, haciendo que el Orbe rodara por el suelo. Ella lo alcanzó, pero no
antes de que Gerdie se lo arrebatara de las manos.

—Eso es mío —dijo Brune en un tono lleno de rabia autoritaria.

Gerdie se lo metió en el bolsillo del vestido.

—Ya no.

La mirada de Brune se desvió hacia la Vara, todavía clavada en el brazo que


había roto el combinador. Fate se abalanzó y agarró la pieza. —Oh no tu no lo
harás. Me quedaré con esto, gracias.

Brune las miró a ambas y se puso de pie. —Necesito el Orbe. Sin él,
simplemente comenzaré a envejecer. ¡No puedo volver a pasar por eso!

Farouk acercó su jaula. —No, Brune, combinamos la Vara y el Orbe para


traerte de regreso. La restauración es sólida. Vas a envejecer, pero al ritmo que
están destinados los humanos.

El alivio suavizó la expresión ansiosa de Brune.

—Es bueno saberlo. La vejez es algo aterrador. Pero ser no-muerto... eso es
una mala pesadilla—. Se quedó en silencio mientras una mirada angustiada llenaba
sus ojos.

Fate no podía imaginarse atrapada en un cuerpo que se pudría rápidamente.


Se preguntó qué haría si la hubieran convertido en zombi. ¿Podría estar lo
suficientemente desesperada como para enviar a una chica inocente a un peligro
absoluto solo para salvarse a sí misma? Le gustaba pensar que nunca sería tan
egoísta, pero no podía estar cien por ciento segura.

Brune miró su ropa rasgada y manchada de sangre con una mirada de asco.
Sin una palabra, se acercó a un gran armario, sacó una entallada chaqueta militar
con pantalones y procedió a quitarse lo que estaba vistiendo para ponerse el
uniforme.

Siempre caballero, Eustace se aclaró la garganta y se alejó para darle algo de


privacidad.

Una vez que estuvo vestida, Brune se sacudió visiblemente lo que le quedaba
del trauma que había estado sintiendo y se volvió hacia ellos con una mirada de
todos negocios.

—Lo primero es lo primero. Tenemos que bloquear el Orbe y la Vara. Apenas


pienso que los bolsillos son un almacenamiento seguro.

Gerdie se cruzó de brazos.

—Es lo suficientemente seguro para mí.

Fate ensartó su cadena de oro a través de la parte superior redondeada de la


Vara y lo abrochó alrededor de su cuello.

—Igualmente.

Eustace negó con la cabeza.

—Fate, has visto lo que estas cosas pueden hacer. Estoy de acuerdo en que
ambas piezas se deben poner bajo llave.

Fate apenas podía creer lo que oía. Estaba del lado de Brune. Abrió la boca
para discutir, cuando un fuerte zumbido la interrumpió de repente, y los anillos
internos del portal por el que habían entrado comenzaron a girar.

Brune miró a Farouk.

—¿Activaste el portal?

—No, ciertamente no lo hice. —Marchó su jaula hacia el túnel de luz azul


girando.

Brune lo vio apretar frenéticamente la palanca junto al apertura.

—¡Nunca lo cerraste!

—Ese fue siempre tu trabajo —argumentó Farouk.


—¿Olvidaste que cualquier cosa puede saltar al arroyo? —Ella se acercó a la
mesa, agarró una pistola láser y apuntó al portal. —Estén listos, idiotas. Les
garantizo que no les gustará lo que venga de esa puerta.
Capítulo 10
Cada acción tiene una consecuencia

—¡DEMONIOS! —FINN TIRÓ EL ÚLTIMO LIBRO DE LA PILA CONTRA EL


muro de piedra con un ruido sordo. La frágil columna vertebral del antiguo tomo se
partió. Las páginas amarillentas se soltaron y cayeron al suelo. Alejándose de la
mesa, se paseaba de un lado a otro, furioso y frustrado por haber pasado toda la
noche recorriendo los últimos libros que quedan en los libros de la colección de
O'Deldar. Todo lo que quedaba eran los montículos de pergaminos, la mayoría de
los cuales habían probado ser recetas curativas simples, pociones de amor y belleza
y hechizos de riqueza.

Obviamente, el sacerdote druida se había visto obligado a ser la niñera de la


emperatriz, en lugar de ocuparse de los deberes más importantes de ser el
consejero del rey.

Que desperdicio.

Ningún druida que se precie se rebajaría a un trabajo tan mundano, pero, de


nuevo, O'Deldar tuvo que fingir su lealtad a Moria todos esos años.

Todos los músculos del cuerpo de Finn se tensaron cuando el pánico se


apoderó de él. ¿Y si nunca descubría cómo dejar Oldwilde? Cada parte de su ser
gritó no. Esa era una realidad con la que no podía vivir.

Finn irrumpió en un gran cofre y lo pateó. Su bota golpeó un agujero en la


madera y su pie se atascó.

—Maldito infierno —murmuró mientras luchaba por liberar su pie. Dándole


otro buen tirón, se soltó, tropezando hacia atrás mientras algo dentro del cofre hizo
clic y un cajón poco profundo se abrió cerca del mismísimo fondo.

Recuperando el equilibrio, Finn se inclinó para echar un vistazo.

—¿Qué tenemos aquí? —Alcanzó el grueso objeto rectangular envuelto en


seda roja. En el momento en que la tela resbaladiza cayó, una ola nauseabunda de
oscuridad se apoderó de él. El dolor se apoderó de su cerebro y sus extremidades se
debilitaron. Incapaz de sostener el objeto por más tiempo, lo dejó caer y lo miró
sorprendido.
Era un libro encuadernado en madera desgastada y sujeto por correas de
cuero, incrustado en el centro de la cubierta había un adorno de hierro en forma de
un tridente cruzado con un arco, o posiblemente un arco. El título estaba quemado
en el idioma de los Sidhe cerca de la parte inferior de la portada.

El Sidhe de Finn estaba un poco oxidado, pero estaba bastante seguro de que
su traducción decía, La triada y los Feadh-Ree. Los Feadh-Ree eran el pueblo de los
faes, pero nunca había oído hablar de ninguna tríada relacionada con ellos.

Aun recuperándose de las emanaciones dañinas del libro, Finn retrocedió


hasta que recuperó las fuerzas. ¿Qué diablos estaba haciendo O'Deldar con un
grimorio del hechicero sobre los Sidhe? Los druidas se mantienen en la tierra y está
estrictamente prohibido interactuar con los duendes. Las reglas de la Orden
estaban en lugar por una buena razón. Finn había aprendido esa lección de primera
mano cuando él y Fate habían sido capturados por el fae oscuro en el Libro de
Fábulas. ¿Por qué O'Deldar tiene un libro así? ¿Había estado incursionando en las
artes oscuras?

No.

Finn se negó a creer que el sacerdote druida fuera menos que honorable.
Habría sentido si el hombre hubiera roto el juramento de la Orden Druídica cuando
se conocieron. Tenía que haber una razón sensata para tener el libro.

Finn miró el grimorio con creciente repulsión, pero también con reacia
curiosidad. ¿Y si las respuestas que estaba buscando estuvieran dentro del libro? La
idea de abrirlo hizo que se le erizara la piel.

Pero los tiempos desesperados requerían medidas desesperadas.

Finn agarró la seda y la olió. Reconoció el olor acre a enebro y el dulce aroma
cítrico de la agrimonia. Ambas plantas fueron utilizadas para defenderse del mal.
Inteligente. O'Deldar había empapado la tela en aceites de las plantas para evitar
que las energías peligrosas se filtren fuera del libro.

Sintiéndose un poco más seguro, Finn usó la tela como un agarradero y


levantó el libro del suelo sobre la mesa. Pero necesitaría mucha más protección que
la tela podría proporcionar. Escaneando los estantes llenos de hierbas, incienso y
talismanes, Finn juntó su arsenal y colocó todos los elementos necesarios alrededor
del grimorio. Después de la última vela e incienso, envolvió su mano en la seda y
desató la correa sosteniendo el libro cerrado.

Tan pronto como abrió la cubierta, una sombra llenó la habitación y un


silbido, como el de muchas serpientes, emanaba de las páginas. Miedo rayado a lo
largo de la columna vertebral de Finn. Odiaba a las serpientes, pero aún más que
eso, odiaba exponerse a cualquier tipo de maldad.
Especialmente después de su reciente batalla con la oscuridad, había estado
poseído. Había estado horriblemente cerca de sucumbir al lado oscuro. Sus
acciones hacia Fate durante ese tiempo habían sido imperdonables. Incluso ahora,
apenas podía afrontar lo que había hecho. ¿Realmente valía la pena correr el riesgo
de todo esto?

El primero de los códigos morales de la Orden se afirmó: cada acción tiene


una consecuencia que debe ser observada y uno debe estar preparado para
compensar la acción. No había forma de saber lo que podría establecer si
profundizaba demasiado. Algunas acciones nunca pueden remediarse.

—Mantente entero. —Finn apretó los dientes mientras apartaba la


advertencia. No vio ninguna otra opción. Tenía que seguir adelante.

Preparándose, pasó cada página, escaneando ilustraciones de plantas y la


elaboración de peligrosas tinturas y pociones, rozando detalles de rituales
cuestionables, todo ello teniendo cuidado de no leer ninguno de los textos en voz
alta. Finn conocía demasiado bien el poder de la palabra hablada. El uso que hizo
Fate de las Palabras de Creación y los problemas que habían causado eran prueba
de su poder.

Finn no tenía idea de lo que estaba buscando, pero estaba seguro de que lo
reconocería a la vista. Desafortunadamente, eso significó pasar por el libro entero,
página por página.

En algún lugar alrededor del punto medio, Finn se detuvo cuando llegó a un
diagrama de dos mundos con un muro de fuego entre ellos. En el centro del
cortafuegos había una puerta de entrada en forma de triángulo. Cada punto fue
marcado por un símbolo Sidhe. ¿Era esta la Tríada?

Una sensación de malestar lo invadió cuando pasó a la página siguiente. Al


leer una descripción exhaustiva de cómo preparar la convocatoria y negociación
final con la Tríada, los guardianes a cargo de abrir los portales entre mundos.

La bola de pavor que se estaba formando en su estómago se alivió


ligeramente. Sorprendentemente, el autor del libro no parecía ser un hechicero
malvado. Él era un monje que una vez caminó a ambos lados del viejo y nuevo
mundo. Se llamaba a sí mismo un Guardián de la Magia Sagrada, una magia muy
peligrosa que invocó a las criaturas de laos faes para que cumplieran sus órdenes
en nombre de la verdad y la luz. Se basó en la creencia de que la humanidad fue
hecha a imagen del único verdadero Dios y por lo tanto tenía el derecho de mandar
a todas las demás criaturas. Sólo allí había una trampa importante. El lanzador de
hechizos debe ser irreprochable y ser alguien de corazón puro, que hasta ahora no
hubiese sido tocado por ninguna invasión del mal.

Finn tragó saliva.

—Supongo que eso me descarta.


Capítulo 11
Esto no puede ser real

BRUNE APUNTÓ CUANDO ALGO SE PRECIPITÓ A LA VISTA.

—¡No, espera! —gritó Fate.

Brune no estaba escuchando.

Fate saltó hacia ella, lanzando el rayo del arma láser hacia arriba. El mortífero
rayo rojo abrasó el techo de bronce, fundiendo el metal y dejando un profundo
surco brillante a su paso.

Recuperando el equilibrio, Brune giró dando un puñetazo en las costillas de


Fate. El golpe dolió, pero no fue suficiente para dejarla sin aliento, gracias a su
armadura de cuero.

—¡Oye! —gritó Eustace.

Fate le hizo un gesto para que se fuera.

—No pasa nada, estoy bien —Hubiera devuelto la invitación de Brune para
una buena pelea, pero Jessie se deslizó entre las piernas de Fate.

Parpadeando en shock, Jessie le hizo un pequeño saludo.

—Hola.

Fate le ofreció una mano para ayudarla a ponerse de pie.

—Jess, te dije que te quedaras atrás.

Jessie se tambaleó en su lugar.


—Eso es lo que hice. Pero la puerta nunca se cerró —Ella miró hacia otro lado
con una mirada culpable—. Debido a que mi pie estaba en el camino. Todo lo que
hice fue echar un vistazo dentro. Cuando no pasó nada, me metí en el armario del
conserje y siguió sin pasar nada. Pero entonces Darcy y los demás entraron en el
almacén. Intenté esconderme de ellos para mantener tu secreto. Cuando parecía
que podrían encontrarme, di un paso más hacia atrás, eso es todo. Luego, blam, salí
disparada a través de un loco-agujero-de-gusano —Se frotó el brazo—. Y no fue
nada divertido. Fue realmente aterrador. Y doloroso.

—Lo sé. Pero tienes que volver —Fate se volvió hacia Farouk—. Vuelve a
encenderlo, Jessie se va a casa.

Brune le cerró el paso.

—Nadie se va.

Jessie se encogió ante ella.

—¿Quién es ella?

Fate se interpuso entre ellas.

—Jessie, te presento a Brune, mejor recordada como la zombi.

—¿En serio? —Jessie miró a Brune—. ¿Quién la Dorian Grayó22?

—Yo lo hice.

Los ojos de Jessie se volvieron enormes y redondos mientras observaba su


entorno.

Cuando vio a Farouk, jadeó y señaló—: ¿Qué es eso?

—No estoy muy segura de lo que es —dijo Fate—, pero se llama a sí mismo
Farouk. Y habla raro.

—No soy un eso. Será suficiente —espetó Farouk mientras seguía luchando
con la palanca de la puerta.

Brune apuntó a Jessie con su pistola láser.

—No puedo permitir que te vayas. Tenemos un secreto que proteger.

Eustace puso sus manos sobre los hombros temblorosos de Jessie y la movió
detrás de él. Levantó la barbilla mientras miraba a Brune.

22En el original: ‘’Who Dorian Grayed her?’’, que hace referencia a quien convirtió a Brune en una Dorian
Gray, personaje conocido por el libro ‘’El Retrato de Dorian Gray’’ por Oscar Wilde.
—No harás daño a esta chica.

La adrenalina se disparó en el corazón de Fate cuando Brune apuntó la pistola


a Eustace.

—Si le disparas a mi padre, te haré desear haber muerto de vieja.

Eustace miró a Fate con renovado temor en sus ojos.

—Fate, no...

Gerdie se acercó a Brune y le dio una fuerte patada en la espinilla.

—Suelta el arma o me tragaré el Orbe —Se metió el Orbe en la boca.

Brune miró horrorizada a Gerdie.

—No lo harías.

—Lo haría.

Brune dejó de apuntar.

—De acuerdo, pero ahora está aquí para siempre. No hay que dejar que se
vaya. Si el mundo se entera de...

—Creo que ya lo ha hecho —gritó Farouk—. ¡Vienen más!

Todos los ojos se volvieron hacia el ardiente y agitado portal mientras


arrojaba un grupo de cuerpos al Santuario. Los gemidos de dolor surgieron de la
maraña de miembros antes de que Fate reconociera una de las voces.

—¡Suéltame, idiota! —gritó Darcy mientras Lincoln seguía tumbado sobre


ella.

Mason levantó la cabeza del suelo, pero no podía moverse. Estaba


inmovilizado bajo Steve.

—Ya la has oído. Quítate de encima de mi chica —Sacudió su hombro para


sacudir a Steve—. Tú también. Mueve tu basura antes de que la pierda contigo.

Steve se puso a cuatro patas y se cernió sobre Mason mientras miraba


temblorosamente a su alrededor.

Fate frunció el ceño a Jessie.

—¿Se lo has dicho?

Jessie se quedó con la boca abierta.


—¡No, juro que no lo hice!

Brune agarró a Lincoln, poniéndolo de pie.

—¡Manos a la pared! —Agitó su pistola láser para que los demás hicieran lo
mismo. En cuestión de segundos, tenía al duende demoníaco, al hechicero, a la
bruja y al elfo de las sombras de cara a la pared con las manos levantadas. Todos
parecían confusos y un poco nerviosos, pero no tan asustados como deberían.

Brune se acercó al portal, agarró la palanca y la empujó hacia abajo. El iris


entró en espiral hasta que se detuvo. Miró con desprecio a Farouk.

—Y así es como se hace.

Cruzando sus brazos peludos, Farouk se dejó caer en su asiento, imitando en


silencio su expresión de suficiencia.

Darcy se giró todo lo que pudo, sin dejar de mantener las manos pegadas a la
pared.

—Exijo saber qué está pasando. Esto es América, tenemos derechos.

Brune se acercó a sus cautivos.

—Qué rico. No podrías estar más lejos de la verdad, o de América, para el


caso. Y déjame que les hable de sus derechos. Los perdieron en el momento en que
entraron en mis dominios.

La ira se agitó en Fate. Si la Fortaleza pertenecía a alguien, ahora le pertenecía


a ella. Ella era la nueva Guardiana. No Brune. Sin embargo, su tía abuela actuaba
como si el cambio de guardia nunca hubiera ocurrido.

Pero así fue. Fate había firmado su vida y el juramento la había cambiado.
Algo nuevo hervía en su sangre. Se sentía Guardiana de la Fortaleza, y con ello, una
terrible sensación de peligro inminente que se agravaba.

Sin embargo, había mucho que aprender sobre ese lugar y su nueva posición.
Era dolorosamente obvio que necesitaba que Brune le enseñara al menos lo básico.
Tendría que ir con pies de plomo.

—Brune, no hace falta que vayas con mano dura con todo esto.

Brune se volvió hacia ella.

—¿Mano dura? —se burló—. Mira, novata, no tienes ni idea de lo que está en
juego aquí.

—Farouk me informó sobre el carroñero.


—Eso es sólo una parte. Hay otras cosas sueltas en la Fortaleza.

—¿Cómo qué?

Brune miró a Farouk. En ese instante, Fate detectó una pizca de vergüenza en
los ojos de Brune.

—Ya hablaremos de eso más tarde. Ahora mismo, tenemos que averiguar qué
hacer con estos intrusos.

Darcy soltó las manos y se dio la vuelta.

—¿Intrusos? No es nuestra culpa que tu cosa del portal nos haya absorbido y
arrojado aquí.

Brune se volvió hacia ella con una mirada gélida.

—No es culpa mía que hayan metido las narices donde no son bienvenidos.

Darcy levantó los brazos.

—Fate, ¿WTF23?

Steve resopló.

—Creo que, en este caso, a la abreviatura le falta cierto puñetazo.

Darcy lo ignoró.

—Esto no puede ser de verdad. ¿Nos están tomando el pelo? De verdad. ¿Qué
está pasando?

Los demás bajaron los brazos, respondiendo con preguntas, algunos riendo
nerviosamente.

Lincoln se quitó los colmillos de vampiro y el gorro de piel, mostrando un afro


recortado y engominado en picos aleatorios. Parecía tener unos dieciséis años, una
versión larguirucha de un joven Will Smith. Hasta la sonrisa traviesa.

—Amigo, eshto esh una broma muy loca —dijo, sorprendiendo a Fate con un
ceceo del que ella había culpado a sus colmillos de plástico—. ¿Eshtuvimos en un
tobogán? Y eshas luces. Hablando de trippy24. Mish hermanosh she quedarán
heladosh cuando she losh cuente.

Mason tomó fotos de Farouk con su teléfono.

23 ‘’What The Fuck’’ abreviado.


24 Efecto alucinógeno.
—¿Y qué hay de este pequeño? Una animatronía asesina, amigo. Tengo que
publicar esto.

Steve apretó su bastón mientras estudiaba el Santuario con nerviosa


excitación.

—Chicos, no creo que esto sea un parque de atracciones. Los libros que hay
aquí parecen objetos de colección. Caros —Miró a Fate—. Esta es una bóveda
secreta dentro de la librería. Es donde se guarda todo el material realmente bueno,
¿verdad?

Sus reacciones le recordaron a Fate su propia respuesta inicial cuando la


metieron por primera vez en el Libro de Fábulas. Pensó que estaba soñando o, peor
aún, que estaba loca. Había tardado mucho tiempo en aceptar lo increíble.

—Chicos, están muy equivocados. Esto no es un elaborado engaño o un lujoso


parque de atracciones, de los que nunca podría permitirme construir. Steve es lo
más cercano a lo que es esto, pero no está cerca de Fables Bookstore. O de la Tierra.
Estamos en el otro lado del universo. Esto está sucediendo realmente.

—Ooh, qué miedo —dijo Darcy, fingiendo un escalofrío—. Vamos. ¿Esperas


que nos creamos eso? Todos conocemos tu lema: La realidad apesta. La fantasía es
lo mejor. Pero de verdad, ya es suficiente.

Mason frunció el ceño ante su teléfono móvil.

—Oye, he perdido la cobertura. ¿Tienes wi-fi aquí? ¿Cuál es la contraseña?

Fate se dirigió a la puerta de entrada.

—Bien, si no me creen, crean a sus propios ojos —Pasó la mano por el panel
de control como había hecho Farouk. Los demás se reunieron a su alrededor
mientras la luz brillante se extendía por la pared, volviéndola transparente para
revelar la extensa Torre del Homenaje que había abajo y las brillantes estrellas más
allá de los gigantescos aros de barrido.

El silencio se apoderó del grupo y se quedaron con la boca abierta al


contemplar el increíble espectáculo. Fate tampoco pudo evitar mirar. Creía que
nunca se acostumbraría a lo que estaba viendo.

Mason se guardó el móvil en el bolsillo.

—¿Cómo estás haciendo eso? Tiene que ser algún tipo de proyección. —Miró
por encima del hombro, buscando la fuente.

Jessie dio un pisotón, sobresaltando a todos.

—Chicos, esto no es falso. A mí también me costó tragarlo todo, pero créanme,


todo es de verdad.
—Nadie está hablando contigo, compinche —La mirada de Darcy se fijó en
Fate—. Mira, has demostrado ser la reina definitiva del cosplay25 y el larping26 ,
todo ello envuelto en un gran paquete elegante. Nos inclinamos ante ti. Pero es
hora de volver a la convención. Tengo gente esperando una noche increíble y la
única manera de hacerlo ahora es dejándoles participar en esto. Además, es la
única manera de que te perdone por secuestrar mi local.

Fate levantó los brazos con exasperación.

—Me has atrapado. Todo esto es una gran broma. Y si intentas irte, Brune sólo
te va a marcar con su pistola de rayos láser de plástico. Es una auténtica cerda por
los puntos.

—Cuenta conmigo. Tengo muchosh desheos de jugar a la etiqueta lásher —


dijo Lincoln.

Darcy se cruzó de brazos y le frunció el ceño.

—No vamos a jugar a la etiqueta láser. Tengo que juzgar un concurso de


cosplay en cuanto volvamos.

—Me apunto a un poco de etiqueta láser —dijo Mason, evitando la mirada de


su novia.

—Dame un arma, vamosh a hacer eshto —Lincoln corrió por el Santuario,


apartando libros, volcando tarros y hurgando en las estanterías en busca de pistolas
láser.

Brune se acercó furiosa, lo agarró por la túnica púrpura y lo golpeó contra la


mesa.

—No te metas en mis cosas.

—Me llamo Lincoln, guapa. Pero puedesh llamarme Lincbaby.

—No me importa si te llamas Dios, mantén tus manos fuera de mis cosas —Se
dirigió a todos los demás—. ¡Eso va por todos ustedes!

Lincoln levantó las manos en señal de rendición y se rio.

—Vaya, me gushta cómo te metesh en tu papel —La miró con aprecio—. Lo


reshpeto. Adelante, dame todo lo que quierash.

La cara de Brune se arrugó de asco.

25Actividad representativa, donde los participantes, también llamados cosplayers, usan disfraces, accesorios y
trajes que representan un personaje específico o una idea
26modalidad de juego de rol en la que la representación de los personajes por parte de los jugadores se realiza
en tiempo real y de forma escenificada
—No eres más que una bazofia de troll para mí.

Volvió a reírse.

—Empieza el juego, chica —Miró de un lado a otro—. ¿Dónde eshtá el arma?

Brune sacó su pistola láser y se la puso bajo la barbilla.

—Aquí, pequeño. ¿Cómo quieres que te aireen el cráneo? ¿Un agujero, o dos?

—¿Qué tal un besho primero?

Mason se puso al lado de Fate con preocupación en sus ojos.

—El arma no es real, ¿verdad?

Fate agitó los brazos en señal de derrota.

—Sí, no te preocupes. Sólo es letal si ella aprieta el gatillo.

Mason lanzó una mirada de preocupación a Lincoln.

—Amigo, deja de meterte con ella.

Brune empujó a Lincoln y se acercó a Fate.

—Haz algo con estas... plagas, o lo haré yo.

Fate la miró fijamente.

—¿Qué esperas que haga? No vas a dejar que se vayan.

Una especie de sonrisa furtiva se dibujó en el rostro de Brune.

—Yo digo que los dejemos sueltos en la Fortaleza. Que hagan su juego allí.

Fate se enfadó en silencio mientras miraba la cara de la persona que la había


arrojado tan cruelmente al Libro de Fábulas. Ella ya sabía que Brune no tenía en
alta estima a los parientes de sangre, lo que hacía que todos los demás no fueran
más que bichos a los que aplastar.

Gerdie apareció junto a Fate y señaló—: Creo que hay algo ahí fuera.

Fate siguió la línea de la mano de Gerdie, mirando a lo lejos mientras se


acercaba a la pared transparente. Una forma oscura se deslizaba sobre el paisaje
giratorio. A primera vista, parecía un pequeño helicóptero, salvo que no se movía
bien. El barrido de unas alas gigantescas lo hacía volar por el aire. ¿Era una especie
de pájaro enorme? Pero incluso mientras pensaba en la pregunta, su estomago se
aprietó de miedo. Un rugido lejano resonó en la Fortaleza, amortiguado sólo por las
paredes del Santuario.
—¿Qué diablos es eso?

Brune se puso a su lado.

—Eso sería una Quimera.

—¿Como un león que escupe fuego con una serpiente por cola y grandes alas
de murciélago?

—Más o menos, más o menos una cabra y un halcón.

Todos se agruparon junto a la pared, observando el batir de las alas de la


bestia mientras volaba directamente hacia el Santuario. En pocos segundos estaba
sobre ellos, llenando su campo de visión. La bestia gruñó y las llamas salpicaron la
pared, antes de embestir la puerta de entrada. El impacto ensordecedor y el terrible
rasguño de las garras resonaron en las paredes de metal.

Los gritos llenaron el Santuario mientras todo el mundo se alejaba de la vista


de la bestia que se agitaba. Darcy se aferró a Mason mientras filmaba
temblorosamente al monstruo con su teléfono, mientras que tanto Steve como
Lincoln corrieron hacia la pared trasera del Santuario y se escondieron detrás de la
mesa.

—¡She acabó el juego, hombre! ¡Quiero shalir de eshta atracción! —Lincoln


gritó.

—¿Se ha ido? —preguntó Steve mientras se asomaba por el borde de la mesa.


Se levantó lentamente cuando vio que la Quimera se había retirado.

—Prometedor como siempre —dijo Farouk—. Lo ha estado haciendo cada


hora, desde que lo condujiste por primera vez a la puerta, Brune.

—No me mires así —espetó Brune—. Estaba corriendo por mi vida. No es que
le haya enviado una invitación grabada.

Los ojos de Farouk se pusieron vidriosos de aburrimiento.

—Sí, sí, ya hemos hablado de tu monumático desastre. Desgraciadamente, eso


no quita el hecho de que hayas desatado una horda de monstruos, al mismo tiempo
que no has podido termicluir al carroñero.

—¿Horda de monstruos? —Preguntó Fate—. ¿Hay más allá de esa cosa y del
carroñero?

—Oh, sí —El pecho peludo de Farouk pesaba como si estuviera cansado—.


Hay una manada de fomorianos que se deslizan por ahí abajo.

—Nunca había oído hablar de ellos.


—Los fomorianos son una raza antigua que ha eludido los relatos históricos
con verdadera exactitud, debido al caos y el desconcierto que causan a cualquiera
que se cruce en su camino. Será difícil tratar con ellos.

Fate gimió.

—Esto se pone cada vez mejor. ¿Hay algo más que deba saber?

Farouk se quedó callado mientras estudiaba cada rostro que le devolvía la


mirada. Su mirada oblicua se deslizó hacia Brune.

—He estado haciendo diagnósticos, tanto en la superficie como en el subsuelo.


Las lecturas están registrando una perturbación que nunca habíamos visto antes.
Los engranajes se están ralentizando y algunos incluso han empezado a girar en
sentido contrario.

Brune movió los pies y miró hacia el otro lado.

—Debe ser el carroñero. Sólo Dios sabe lo que ha comido a estas alturas. ¿Lo
has rastreado?

Farouk pareció sentirse insultado por su pregunta por la forma en que sus
orejas se erizaron y los bigotes de su hocico se movieron.

—Por supuesto. El carroñero está en el cuadrante 56 mientras hablamos.


Hasta ahora se ha quedado en la superficie, aunque ha destruido un cinturón
móvil, que está unido a varios portales. Siete para ser exactos. Cada uno ha
permanecido abierto. Los robots de mantenimiento ya han reparado el cinturón,
pero, como saben, están mal equipados para conocer las perplejidades de cerrar y
reestructurar las pasarelas. Hasta ahora no ha salido nada por ellas, pero es
cuestión de tiempo que algún tipo de nastilencia se abra paso.

—No parece nada demasiado inmanejable. Supongo que ya tienes un


suministro de materiales necesarios para soldar los portales —Brune se puso un
cinturón de balas de cristal llenas de líquido rojo brillante.

—Por supuesto, pero lo has entendido mal —El tono de Farouk se volvió
impaciente—. Esta no es la perturbación que más me preocupa. He estado
recibiendo lecturas del núcleo.

Brune dejó de meter su suministro de balas de aspecto radiactivo en la


recámara de un rifle largo envuelto en tubos de cobre y lo miró con incredulidad.

—¿Qué? Eso es imposible. Nunca obtenemos lecturas del núcleo. ¿No se


supone que está hecho de cristal sólido o algo así?

—Nunca hemos sabido con certeza de qué está compuesto el núcleo. O qué
hay dentro... hasta ahora.
Fate esperó a que Farouk continuara, tensándose con cada segundo que
permanecía callado. Algo en su tono le ponía los nervios de punta.

Brune amartilló el rifle.

—Bueno, ¿vas a decírmelo o vas a esperar a que me muera de vieja otra vez?.

Farouk dirigió su mirada oblicua a Brune.

—Las lecturas están captando señales de movimiento dentro del núcleo, y de


naturaleza orgánica.

—¿Quieres decir señales de vida?

—Sí —dijo Farouk en un tono bajo—. Hay algo más ahí abajo.

Capítulo 12
Ojo de Dragón a mi

—WOW, ESHE DIÁLOGO DE SHÚPER SHENTIDO AHORA MISHMO


—Lincoln salió de detrás de la mesa con un contoneo—. ¿Quién eshtá eshcribiendo
el guión de eshto? Porque tengo que decirlo, bravo.

—Amigo, mantente despierto. Todo esto es de verdad —Mason señaló a


Farouk—. Incluyendo a ese hámster-Franken-parlante.

Steve salió de detrás del otro extremo de la mesa.

—Sí, así que deja de pavonearte como si fueras todo eso. Todos sabemos que
perdiste la cabeza y gritaste como una niña —Miró a Gerdie—. Ni siquiera la niña
de la sala gritó tanto como tú.

Lincoln le empujó.

—¿Me eshtás haciendo shombra? No eshtaba ahí abajo en el shuelo por mí


mismo.
—¡Oh, cállate! —Darcy echó humo—. Estoy con Linc. No podemos tragarnos
esto con anzuelo, línea y plomada. Nada de esto es científicamente posible.
Dejando de lado lo que hemos visto, ¿realmente crees que ya no estamos en la
Tierra y que hemos sido lanzados al otro lado del universo?

Steve y Mason se quedaron un momento en silencio. Luego Mason se rio.

—Ella tiene razón. Eso es ridículo. Anula lo que he dicho.

Steve asintió y negó con la cabeza.

—Lo mismo digo.

—Idiotas —murmuró Brune. Se ató a la espalda una especie de mochila


propulsora con alas en forma de libélula, se colgó el rifle al hombro y se acercó a
Fate—. Voy a salir a soldar los portales rotos. Calculo que tardaré entre cuatro y
diez horas, si no hay interrupciones graves. Si no tienes a todos estos polizones en
forma para cuando vuelva, se los daré personalmente a la Quimera.

Fate frunció el ceño ante Brune, pero mantuvo los labios apretados. No iba a
darle la satisfacción de discutir.

—Sí, sí, capitán.

Brune se rio en silencio y golpeó con el puño el botón situado sobre el panel
de control de la puerta de entrada. Cuando la escotilla se abrió en espiral, se volvió
hacia los demás.

—¿Han oído eso? O se ponen las pilas y empiezan a hacer fila, o serán el
desayuno, el almuerzo y la cena para lo que venga a llamar —Al ver sus expresiones
confusas, saltó y se perdió de vista antes de aparecer, con las alas de su mochila
propulsora convertidas en una mancha invisible mientras volaba hacia el corazón
de la Fortaleza.

Mason se tapó la boca y señaló a Brune.

—¿Has visto eso?

Lincoln estaba a su lado, con la cabeza rebotando.

—Oh, shí, ¿dónde puedo consheguir uno de eshos?

Mason dejó escapar un silbido bajo con una mirada soñadora en su rostro.

Darcy apartó a Mason de la escotilla.

—Olvídalo. Te matarías en esa cosa.

Eustace se puso al lado de Fate.


—Bueno, Brune es un verdadero soplo de aire fresco.

—Más bien una bolsa de aire caliente —Gerdie se cruzó de brazos mientras
observaba cómo Brune se convertía en una minúscula mota contra la enorme
superficie de la Fortaleza.

Fate se acercó a la mesa y se apoyó en ella.

—Pero tiene razón. Estos chicos no tienen ninguna posibilidad si no


encuentro alguna forma de prepararlos para...

—¿Para qué? ¿Luchar contra bestias míticas? —Eustace frunció el ceño con
desaprobación—. Difícilmente creo que estos chicos puedan luchar contra gatitos
malhumorados, por no hablar de lo que acabamos de presenciar fuera de estos
muros —Sacudió la cabeza mientras observaba al despistado grupo: Lincoln
rebotando en su sitio y dando puñetazos al aire, Steve escabulléndose entre las
estanterías, Mason sosteniendo su móvil en alto para conseguir señal, mientras
Darcy lo regañaba para que fuera un hombre y exigiera su liberación. Era obvio que
todavía no habían aceptado la verdad de su situación—. Yo digo que los enviemos a
todos a casa. Brune ya no está aquí para detenernos.

—Pero yo sí —Farouk levantó su jaula a su máxima altura y la cargó hacia el


portal—. No se les puede permitir salir. Transmitirán la posición del portal, y una
vez que lo hagan, el mundo entero se precipitará.

Fate no podía discutir. Las imágenes que Mason acababa de grabar estarían
en todo Internet a los pocos segundos de su regreso.

—Si tienen que quedarse, será mejor que tengas alguna sugerencia para
convertirlos al menos en policías en bicicleta, si no en soldados. Desde luego, sé
que Brune está lo suficientemente loca como para cumplir su promesa.

—En eso tienes razón —convino Gerdie.

Farouk bajó su jaula a la altura de los ojos de Fate.

—Puedo ofrecer una solución que puede convertir a cualquiera en un maestro


guerrero de forma instantánea. Pero debo advertirte que cualquier persona de
voluntad débil puede sufrir efectos secundarios.

—¿Qué es esta... ''fixlución''? —Fate puso los ojos en blanco ante la ridícula
palabra.

Farouk se acercó, sus pequeñas manos se frotaban mientras sus orejas de


punta de diablo se nivelaban, dándole una expresión socarrona que a ella no le
gustaba.
—He estado trabajando con una antigua forma de alquimia marcial durante
los últimos mil años. Lo único que ha faltado son mis sujetos de prueba, pero ahora
parece que por fin tengo algunos.

—Son seres humanos, no ratas de laboratorio —La voz normalmente calmada


de Eustace se quebró de ira.

Farouk levantó las orejas y abrió mucho los ojos mientras asentía.

—Por supuesto que lo son, y lo respeto.

Jessie levantó la mano.

—Yo iré primero. Siempre he querido ser un ninja.

Fate bajó la mano de su amiga.

—Uh-uh, de ninguna manera. Lo intentaremos con Darcy primero. Lleva toda


la noche poniéndome de los nervios.

Eustace la amonestó con el ceño fruncido.

—Es una broma. Sobre todo.

—Te aseguro que el procedimiento es perfectamente seguro. En teoría. —


Farouk murmuró la última parte.

—Pruébalo conmigo primero —ofreció Fate. Echaba de menos sus


superpoderes y deseaba desesperadamente sustituirlos por algo que le diera más
confianza—. Si todo va bien, preguntaremos a los demás si quieren ser ninja. No me
importa lo que diga Brune, aquí no vamos a alistar a la corriente.

—No, Fate, no me quedaré de brazos cruzados viendo cómo arriesgas tu vida


—argumentó Eustace—. Seré el primer sujeto de prueba.

El miedo taladró a Fate. Él no lo sabía, pero era su talón de Aquiles. Si le


ocurría algo, ya no sería capaz de aguantar.

—Papá, no puedes. Alguien tiene que asegurarse de que esta rata enjaulada no
haga nada raro.

El hocico de Farouk se arrugó ante el insulto.

—Además, soy la Guardiana de la Fortaleza. Es mi deber tomar la iniciativa en


esto.

Farouk negó con la cabeza.


—Puede ser, pero experimentar contigo es demasiado arriesgado. La Fortaleza
necesita a su Guardiana. Por eso los sujetos de prueba han escaseado por aquí.

—Bueno, eso me deja a mí —Jessie sonrió ampliamente.

Eustace frunció el ceño.

—No puedo dejarte.

—Papá tiene razón, Jess —intervino Fate—. Es demasiado arriesgado.

La sonrisa de Jessie desapareció.

—¿Por qué? ¿Porque crees que soy débil de voluntad y que no lo conseguiré?
Bueno, no depende de ti. Es mi decisión.

Gerdie tiró del brazo de Fate.

—Deberías dejarla decidir por sí misma. A nadie le gusta que le traten como a
una niña indefensa. Yo debería saberlo.

—No, no puedo. Simplemente no puedo —Fate se volvió hacia Farouk con


pánico—. Danos otra opción.

—No hay ninguna. Si quieres armar a estos corderos, sígueme —Farouk giró
su jaula y la dirigió a través del Santuario hacia un conjunto de cinco grandes
puertas metálicas que se alineaban en la pared más lejana de la sala abovedada.
Cada puerta estaba grabada con símbolos que hacían pensar a Fate en alfabetos
alienígenas de películas. Farouk introdujo una llave de aspecto extraño en el
agujero del panel central de una puerta marcada con una serie de garabatos, líneas
y círculos.

Eustace, Gerdie y Jessie lo siguieron dentro, y justo cuando Fate se puso a la


cola, Darcy la llamó.

—Hey, ¿a dónde van?

—Sólo a hacer el recorrido de cinco minutos —respondió Fate—. Sigan con lo


que sea que estaban haciendo allá. Volveremos en un segundo.

Darcy tomó la mano de Mason y lo arrastró detrás de ella mientras marchaba


hacia Fate.

—Oh, no, no lo harás. No nos vas a dejar aquí esperando sin nada que hacer.

Fate se preguntó si ese ceño fruncido que tanto le gustaba a Darcy era normal
en ella.

—Bien, sólo… —se detuvo cuando Lincoln y Steve se agolparon también.


Darcy puso los puños en las caderas.

—¿Sólo qué?

—No importa. —Fate resopló y se giró para seguir a Farouk por un largo
pasillo antes de entrar por otra puerta. Cuando cruzaron el umbral, todo el mundo
se reunió a su alrededor, todos mirando con asombro la enorme sala del tamaño de
un almacén, flanqueada a cada lado por altas columnas de hierro del tamaño de
edificios. Un motor de aspecto complicado con muchos engranajes y piezas móviles
zumbaba al final de la kilométrica cámara.

La luz artificial entraba a través de una serie de ventanas opacas que se


extendían verticalmente entre las columnas, haciendo que el lugar pareciera una
catedral de estilo industrial.

En el mismo centro había una arena empotrada tan grande como una piscina
olímpica. El fondo del patio redondo tenía incrustaciones de azulejos de forma
geométrica en forma de una enorme ráfaga de estrellas. Farouk bajó su jaula por la
suave rampa que conducía a la arena. Fate y los demás le siguieron. Cuando
llegaron al fondo, Fate se dio cuenta de que las paredes tenían una altura de unos
doce pies, con un aspecto mucho más alto que cuando lo había visto desde arriba.

—Vaya —dijo Steve mientras se quitaba las gafas de sol para observar el
inmenso techo—. Empiezo a pensar que quizá no estemos de nuevo en la librería. O
incluso en la Tierra.

Fate le miró con los ojos entrecerrados.

—¿Tú crees?

—¿Acaso importa? Este lugar está fuera de juego —Mason chocó los cinco con
Lincoln.

—Todos ustedes déjenlo. Estamos en la Tierra —insistió Darcy—. ¿No lo


entiendes? Esto es una especie de base subterránea escondida bajo la librería —
Entrecerró los ojos con borde de carbón hacia Fate—. Diles la verdad.

Fate hirvió de frustración.

—¡Les he dicho la verdad! Métetelo en la cabeza de una vez. No estamos


debajo de la librería y no estamos en la Tierra. Estamos flotando en medio del
espacio exterior, por el amor de Dios.

De repente, la gravedad de sus palabras la golpeó y se sintió mal del


estómago. No tenía ni idea de dónde estaban en relación con la Tierra. El aire se
atascó en sus pulmones y el dolor de pecho pasó de ser sordo a ser dolorosamente
agudo. Ya era bastante malo que Finn estuviera atrapado en otra dimensión, pero
ahora podían estar a millones de años luz de distancia. ¿En qué se había metido?
Miró a todos, viendo que sus palabras habían surtido efecto. El miedo había
borrado las sonrisas de sus rostros.

El sentimiento de culpa se apoderó de ellos. ¿Había sido demasiado dura?


Necesitaba recordar lo difícil que había sido aceptar lo imposible. No podía contar
el número de veces que Finn la había hecho bajar de la cornisa cuando había estado
en total negación de su sombría realidad después de haber llegado al Libro de
Fábulas.

—¿Esto es en serio real? —dijo Steve, con el rostro ya pálido y tiznado por el
miedo—. ¿Qué está pasando aquí? ¿Dónde diablos estamos? Quiero ir a casa.

De repente, todos hablaban a la vez con pánico, bombardeando a Fate con


demandas y preguntas que no podía responder.

Eustace se adelantó con una expresión severa.

—Cálmense todos.

Los demás se callaron y se volvieron hacia él, contentos de que el único adulto
experimentado de la sala tomara las riendas y los ayudara a dar sentido a su
descabellada situación.

Eustace continuó—: Obviamente, nos estamos enfrentando a circunstancias


que hasta este momento sólo han sido materia de ficción.

Lincoln asintió con la cabeza.

—Tiene razón.

—¿Y no es por eso por lo que están todos aquí? —preguntó Eustace—. Son
buscadores de aventuras. Están abiertos a lo imposible. Si no lo estuvieran, no
estarían aquí vestidos como los personajes fantásticos que admirán.

El alivio llegó cuando Fate vio a su padre hacer lo que mejor sabía hacer:
mantener su mundo seguro, tranquilo y manejable. Los demás, sin duda,
percibieron su naturaleza aterrizada, porque asentían con la cabeza, pendientes de
cada una de sus palabras.

—Si no tuvieran el mismo valor y la misma fuerza que encarnan esos


personajes, no se habría sentido atraído por ellos —Eustace hizo una pausa para
medir su reacción—. Cada uno de ustedes tiene que confiar en que son más fuertes
de lo que creen y que tienen lo necesario para afrontar lo que les espera.

—No shé, hombre —interrumpió Lincoln—. Ahora mishmo eshtoy muy


shokeado, eshtoy a punto de sholtar barro.

Eustace hizo una mueca ante la descripción, pero rápidamente recuperó la


compostura.
—No pasa nada. Tener coraje no significa que no tengas miedo, sino que eres
valiente a la hora de enfrentarte a lo que te asusta.

Lincoln miró a Mason.

—El hombre tiene razón.

Eustace sonrió.

—Si hay algo que he aprendido, es que estar preparado es la mejor manera de
enfrentar tus miedos. Así que, ¿quién de aquí quiere aprender artes marciales? Al
estilo de Matrix.

Las manos de Lincoln y Mason se levantaron al instante. Steve y Darcy


mantuvieron sus manos abajo.

—Bien —Eustace ignoró la mirada de alarma de Fate—. Dejaré que el hámster


Franken se haga cargo.

Farouk dio un pisotón en una pata de su jaula.

—Me llamo Farouk. Cualquiera que se dirija a mí de otro modo sufrirá graves
consecuencias —Su tono era bajo, pero su voz era estridente. Había subido el
volumen del aparato a través del cual hablaba y torturó aún más los oídos de todos
al resonar en oleadas por toda la enorme cámara.

Fate se acercó a Eustace mientras Farouk ordenaba a sus dos sujetos de


prueba que se alinearan frente a él.

—No estoy segura de esto. Algo me dice que esto podría salir mal.

Eustace se colocó las gafas en la parte superior de la nariz.

—La gente necesita sentir que tiene una opción, Doodles. Además, si los
mantenemos impotentes e incapaces de ayudarse a sí mismos, tu trabajo como
Guardiana será mucho más difícil.

—Bueno, en eso tienes razón. Pero no para Jessie. Tenemos que protegerla de
sí misma —Fate se giró para mirar a su amiga que estaba enfurruñada y observaba
a Farouk.

Éste hacía marchar su jaula de un lado a otro frente a Lincoln y Mason como
un sargento instructor. Finalmente se detuvo y pulsó unos botones en el pequeño
panel de control situado entre los engranajes que utilizaba para dirigir su jaula.
Una de las baldosas geométricas de piedra se desprendió del suelo y se elevó,
convirtiéndose en un pequeño pilar del tamaño de un buzón público. Una gruesa
losa se deslizó desde la mitad superior. En su superficie había una docena de
ranuras redondas que contenían dispositivos mecánicos.
Farouk tomó uno de los artilugios y lo sostuvo en alto.

—Esto es un ojo de dragón temporal.

—Parece uno de losh eshpecialesh del día de Poo-Ping Palashe —dijo Lincoln,
haciendo que Mason estallara en carcajadas.

Farouk los ignoró.

—Llevarlo los imbuirá de un conocimiento absoluto del Kung Fu estilo


dragón.

—Oh, amiguito, eso es la bomba —Mason chocó los cinco con Lincoln una vez
más—. Ponlo sobre nosotros.

En su excitación, ambos se dirigieron hacia el pilar.

—Vuelvan a la fila —La voz de Farouk se amplificó a un tono tal, que


aplaudieron sobre sus oídos—. No son magdalenas lo que estoy repartiendo.
Primero deben comprender cuáles serán los efectos. Tu chi27 se elevará a
magniporciones sobrehumanas. La habilidad física, la fuerza y la velocidad se
duplicarán. El estado de alerta mental y los reflejos serán muy agudos. Si el chi se
eleva a niveles ideales, cualquier habilidad sobrenatural latente que tengan surgirá.

Lincoln rebotó, haciendo girar los puños como si estuviera bailando en una
rave.

—¡Amigo, aún mejor! ¿A qué eshperash? Métete en el bolshillo.

La mirada de Farouk se deslizó hacia Fate y Eustace y luego volvió a los


chicos.

—Hay riesgos —confesó a regañadientes—. Uno de ustedes puede desarrollar


efectos secundarios poco deseables.

—¿Alguno de ellos incluye el sangrado de los ojos, la tos de un órgano o la


muerte instantánea? —preguntó Mason.

Todos se tensaron cuando Farouk hizo una pausa demasiado larga.

—Nada en esa línea. Serán mucho peores. Si su chi rechaza el Ojo de Dragón,
puede sufrir un grave desconcierto, perturbación y fantasías hasta el punto de tener
un comportamiento violento o suicidarse.

Mason parecía sorprendido.

27flujo de energía vital


—Oh, ¿eso es todo? Oímos advertencias como esa en la televisión todo el
tiempo. Hagámoslo. Ojo de dragón —Le dio a Darcy un beso en la mejilla, y luego
se volvió para chocar los puños con Lincoln.

Darcy los miró con el ceño fruncido.

—Tontos.

Capítulo 13
No hay nada civilizado en los faes

FINN COLOCÓ EL ÚLTIMO DE LOS OBJETOS DEL RITUAL EN LA


esquina de la tela púrpura que había encontrado en la parte principal del arca que
tenía oculto el grimorio. Todo lo que necesitaba había sido cuidadosamente
guardado dentro del cofre de madera. Conocía la mayoría de los ingredientes para
la ceremonia: cristales, plumas, tabaco de mezcla sagrada, incienso, la lámpara y
lan varita sagrada. Excepto la tela, que estaba bordada con un círculo de símbolos
Sidhe.

Finn se puso la capa blanca de lino sobre los hombros, cerrando el gancho del
cuello antes de ponerse la capucha. Era evidente, por la cantidad de herramientas
ceremoniales que llevaba, que O'Deldar había realizado varios de los rituales del
grimorio. Evidentemente, el sacerdote druida había conseguido salir indemne de
ellos. Si no lo hubiera hecho, Finn habría percibido la presencia de la oscuridad en
el hombre cuando se conocieron.

Si tan sólo pudiera estar tan seguro de su propia capacidad para lograrlo.
Deseó desesperadamente que O'Deldar hubiera estado presente para hacerlo por él.

Finn apretó la mandíbula. Pensar en los "si" era un gasto inútil de energía.
Tenía que confiar en que el tiempo que había pasado encerrado en el roble y su
conexión con la Mente de la Tierra habían limpiado completamente su espíritu.
Sabía sin duda que había cambiado fundamentalmente para mejor. Era hora de
empezar a creer en sí mismo y en la pureza de su intención de reunirse con Fate. Si
no hay nada más, su amor por ella seguramente lo protegería contra la muerte
feérica que estaba a punto de invocar.

Respirando profundamente, Finn miró las páginas abiertas del grimorio y


comenzó a leer la invocación en voz alta. Con cada palabra que pronunciaba, se le
secaba la boca y su lengua parecía espesarse. A medida que se acercaba al final,
pronunciar el conjuro se hacía difícil.

En el momento en que pronunció la última palabra, se formó una neblina


marrón oscura sobre la tela ceremonial. A medida que la niebla se expandía, un
enfermizo resplandor amarillo brillaba en el centro, se hacía más brillante y se
extendía hasta convertirse en un apagado círculo dorado que rodeaba una
extensión azul-verde atravesada por venas de color marrón sucio. Siluetas oscuras
sin forma serpenteaban dentro de los profundos pliegues del espacio del portal.

Los nervios de Finn se agotaron mientras observaba un movimiento frenético


que perturbaba las nubes de color aguamarina. Se acercaban. Las sombras parecían
coagularse, hacerse más densas, más grandes. En cuestión de segundos, algo
atravesó la membrana exterior del portal. Antes de que Finn pudiera distinguir lo
que era, hizo lo que indicaba el libro y se puso de espaldas al portal.

Una brisa gélida pasó junto a él mientras el sonido de unos cascos golpeaba el
suelo de piedra. Unas patas con garras chasquearon y algo se deslizó hacia otras
partes de la cámara, mientras el animal con pezuñas se acercaba y le olfateaba la
cabeza. Sofocando un escalofrío, Finn apretó la varita de O'Deldar.
—¿Quién es el que presume de tener autoridad para convocarnos? —le
preguntó una voz profunda y chirriante junto a su oído.

—Su amo —La voz de Finn sonó más bien ahogada. Tenía la boca y la garganta
tan secas como la tiza.

Una risa condescendiente llenó la habitación.

—Maestro de nadie es lo que eres. ¿Cómo puedes ser nuestro maestro si no


tienes control sobre ti mismo? ¿Recuerdas lo que querías hacerle a Fate?

El rostro de Finn se sonrojó de vergüenza. El libro indicaba que la Tríada


percibiría sus debilidades y buscaría llenarlo de dudas y confusión.

El cegador serpenteó a lo largo de la pared a la que Finn se enfrentaba,


erizando las pesadas cortinas. Cerró los ojos antes de que pudiera mostrarse ante
él. El libro advertía que no se debía mirar a la Tríada, ya que hacerlo provocaba un
terror paralizante y una locura garantizada.

—Estoy dotado de la autoridad del Señor de la Luz —respondió Finn.

Más risas.

—Eres un asqueroso pagano y adoras a los viejos dioses. ¿Qué sabes del nuevo
dios?

El libro había dicho que sería probado en su fe y carácter. Debía responder a


las preguntas y a los desafíos con educación y moderación para mantener la
conversación civilizada, lo que a Finn le parecía ridículo. No hay nada civilizado en
los faes. Son salvajes e imprevisibles. A pesar de su aversión a ellas, no iba a ir en
contra del consejo del libro mientras estuvieran en la misma habitación con él.

—Sí, tendrás que perdonarme. Nunca he observado las leyes del nuevo dios.
Pero como sabes, soy druida, lo que significa que conozco tu historia con el Señor
de la Luz y cómo te arrojó a la tierra.

Silencio.

Finn casi sonrió, sabiendo que había aturdido a su inquisidor con un


conocimiento secreto.

—¿Qué es lo que deseas de nosotros? —preguntó el ungulado28.

—Quiero salir de aquí y cruzar la división ardiente hacia el otro mundo —


respondió Finn.

28Que tiene las patas terminadas en pezuña


—¿Qué es esa división ardiente de la que hablas? No sabemos nada de esas
cosas.

La ira ardió en el pecho de Finn. ¡Qué mentira!

—No te hagas el tonto conmigo. Tú lo sabes. Te ordeno que digas la verdad.

—Muy bien, pero la ubicación es desconocida para nosotros. Los Djinn


tomaron el control de la división hace eones y la han mantenido oculta desde
entonces.

Al escuchar esto, Finn tuvo ganas de entrar en un ataque de ira. Echando


humo en silencio, apretó los labios. Se suponía que era una transacción rápida y
sencilla. No tenía tiempo para complicaciones.

—Si encuentro la división, ¿puede el Djinn abrir el portal?

—Los Sidhe construyeron la brecha y sólo puede abrirla la Tríada.

—Malditamente brillante —maldijo Finn en voz baja. Ya era bastante malo


verse obligado a tratar con faes, ¿pero también con los Djinn? Sabía muy poco de
ellos—. Envíame un guía. Uno que sepa dónde encontrar a los Djinn.

—Los faes no tratan con Djinn. El pago por tal petición exigirá un alto precio.

—Recuerda con quién estás tratando —La voz de Finn atravesó la habitación
con un aire de autoridad—. Puede que hayas ocultado la verdad al resto de la
humanidad, pero sé que has sido condenado a servirnos. No te debo nada por esto.

El impaciente pisotón de una pezuña contra la piedra resonó justo detrás de él


cuando algo áspero se deslizó por su pie.

Finn se tensó. Sosteniendo la varita con fuerza en su puño, susurró un


conjuro, encendiendo la punta con una luz blanca cegadora. Gruñidos y siseos
llenaron el aire mientras escuchaba cómo las criaturas faes se retiraban a rincones
más sombríos de la cámara.

Dejando escapar un suspiro de alivio, Finn aflojó el agarre de la varita, cuando


de repente una mano con garras se deslizó sobre su hombro, arrebatándole su
única defensa.

Capítulo 14
Xena está en la habitación

EUSTACE HIZO ENTRAR LA LLAVE QUE LE HABÍA DADO FAROUK EN


LA puerta marcada con el símbolo griego del conocimiento. Era la única marca que
habían podido reconocer hasta el momento. Fate, Jessie, Gerdie, Steve y Darcy lo
siguieron dentro.

—Ahora esto es más mi velocidad —Eustace se detuvo justo dentro de la


puerta y echó un vistazo a la enorme biblioteca.

—Oh, sí —Steve se acercó a una estantería y pasó los dedos por los lomos de
cuero de una fila de libros.

Los tacones de las botas victorianas con cordones de Darcy chasquearon sobre
el suelo de mármol mientras entraba en el centro, girando lentamente al asimilar el
lugar. De alguna manera, todavía se las arreglaba para parecer poco impresionada.

La biblioteca dejó a Fate sin aliento. La arquitectura románica albergaba


innumerables libros con paredes que se extendían en media milla a cada lado. Las
estanterías se apilaban a seis alturas, cada nivel dividido por terrazas envolventes.
Intrincados arcos se extendían por un techo curvo pintado con frescos que
rivalizaban con la Capilla Sixtina de Miguel Ángel.

—Claro, un montón de libros viejos y polvorientos es mucho más emocionante


que conseguir superpoderes —refunfuñó Jessie.

Fate trató de ocultar el dolor que sentía.

—Jess, sólo estamos cuidando de ti.

La mirada de Jessie se posó en Eustace.

—¿Qué pasó con tu gran discurso sobre tomar nuestras propias decisiones?

Eustace parecía arrepentido.

—Siento que estés molesta con nosotros, pero tu madre me mataría si


permitiera que te pasara algo.

—¿Cómo va a hacerlo si no está aquí? —gritó Jessie, sorprendiendo tanto a


Fate como a Eustace. Fate no podía recordar un momento en el que Jessie hubiera
perdido los nervios con un adulto. Ella era todo modales.

Jessie se paseó de un lado a otro como un animal enjaulado.

—Sé lo que está en juego aquí. Puede que nunca consigamos volver a casa.
Este lugar es peligroso. Lo entiendo. ¿Pero cómo se supone que voy a defenderme
cuando estoy atrapada en una biblioteca? ¿Con qué se supone que voy a luchar
contra esos monstruos? ¿Con mi lenguaje duro?

Steve sostenía un libro con símbolos ocultos grabados por toda la portada.

—Podrías usar la magia contra ellos —Se giraron para mirarlo. De repente, a
Fate le pareció muy brujo.

—Guarda eso —le regañó Gerdie—. Nadie se mete con la magia sin que yo lo
diga.

Jessie se dejó caer en una silla de cuero con un fuerte resoplido.

—Genial, ni siquiera puedo hacer eso.

—Por si no te has dado cuenta, yo tampoco conseguí ser Ojo de Dragón —le
recordó Fate.

—Y no te hace falta —El resentimiento oscureció la expresión de Jessie—.


Mírate. Eres todo brazos musculosos y una armadura de primera. Y ya sabes cómo
luchar. Cuidado todos, Xena29 está en la habitación.

Fate reprimió las ganas de decirle a Jessie que madurara. Su paciencia se


estaba agotando. Alisar las plumas erizadas de Jessie y preocuparse por cómo les
iba a los demás con las cuestionables tácticas de Farouk para convertirlos en súper
soldados no era en lo que debía concentrarse. En todo caso, debería estar ahí fuera
con Brune, arreglando lo que estaba roto y acorralando a los monstruos que se
habían soltado.

Entonces sería libre para hacer lo que realmente quería. Encontrar una puerta
de regreso a Finn.

La voz de Eustace interrumpió sus pensamientos.

—Jessie, comprendo tu frustración, pero hay otra línea de defensa que tal vez
quieras considerar. El conocimiento es tan poderoso como la fuerza bruta, si no
más.

Jessie se cruzó de brazos.

—Sí, eso es lo que dicen todos, hasta que alguien recibe un puñetazo en la
cara.

Eustace puso ambas manos sobre la mesa entre ellos y se inclinó hacia
delante.

29Xena es el principal personaje en la serie de televisión ''Xena: la princesa guerrera'' y de carácter


recurrente en la serie ''Hercules: The Legendary Journeys''
—No me ves agarrando una espada. En lugar de eso, elijo armarme con
conocimientos sobre los monstruos que hay fuera de estos muros. Quiero conocer
sus puntos fuertes y, sobre todo, sus puntos débiles. Si hago bien mi trabajo, Fate y
los demás tendrán más posibilidades de derrotarlos. Y de sobrevivir al intento.

Jessie lanzó una mirada ansiosa a Fate.

—Pero como puedes ver, esa es una tarea demasiado inmensa para mí y
Gerdie solos —Eustace señaló con la mano todos los libros de la enorme
biblioteca—. Así que me gustaría sugerir que reunamos un equipo diferente aquí en
la biblioteca. ¿Jessie, Steve, Darcy? ¿Se unen a nosotros?

Steve se apresuró a acercarse.

—Cuenta conmigo. No he estado jugando a ser un brujo sólo para parecer sexy
en estos hilos de alto rodaje —Bufó e hinchó el pecho—. Siempre me ha gustado la
magia. ¿Alguien quiere que le lean las cartas?

—No por un aficionado —refunfuñó Darcy.

La espalda de Steve se puso rígida.

—Te haré saber que soy un estudiante de las artes místicas.

—¿Ah, sí? Entonces también debes estar al tanto de toda la historia. Así que
responde a esto. ¿Cuáles son los orígenes del Tarot?

—Hmm —reflexionó Steve, con sus ojos azules brillando con picardía—.
Probablemente piense que el Tarot comenzó con una secta mística de los
Caballeros Templarios.30 Creo que se encontraban en Siria en aquella época.

Los ojos de Darcy se abrieron de par en par.

—Casi nadie lo sabe.

—Lo que es aun menos conocido es que el Tarot fue introducido en el sur de
Europa desde la India, a través de los árabes.

Darcy abrió la boca, pero pareció no tener nada para contrarrestar lo que él
estaba diciendo y rápidamente apretó los labios.

Eustace observó la guerra silenciosa entre ellos.

—Eh... bueno, es bueno que hayamos resuelto eso —Miró a Jessie—. ¿Y qué
hay de ti? ¿Podemos contar contigo como parte del equipo?

—Supongo —murmuró ella.

30Una de las más poderosas orden monástica militar católica de la edad media
—Excelente —Eustace le guiñó un ojo a Fate.

Ella hizo un gesto de agradecimiento silencioso.

Él asintió, antes de volver a prestar atención a los demás.

—Es hora de ponerse a trabajar —Miró a las paredes de libros—. ¿Pero por
dónde empezamos?

—Buena pregunta —Gerdie golpeó el pie con impaciencia mientras miraba a


su alrededor—. No es que podamos preguntar a un bibliotecario.

De repente, el sonido de la piedra molida resonó en toda la extensión. Todos


se volvieron cuando los dos gigantescos pilares romanos que flanqueaban la
entrada de la biblioteca giraron, dando una vuelta completa antes de revelar una
larga y estrecha puerta. Cuando los pilares se detuvieron por completo, salieron dos
figuras de tres metros de altura, muy delgadas. Cada una de ellas tenía seis brazos
de color carne, y podrían haber parecido arañas, excepto que estaban equipadas
con dos piernas inhumanamente largas unidas a torsos mecánicos. Tenían rostros
pálidos e inexpresivos hechos del mismo plástico de color carne.

Las inquietantes máscaras terminaban en las orejas. El resto del cráneo era
una maquinaria de latón, que parpadeaba con luces doradas, bobinas y circuitos
chispeantes. Sus cabezas giraban al unísono sobre largos cuellos de tubos y cables
de cobre mientras miraban con aire ausente a Fate y a los demás.

—¿Qué es lo que buscas? —preguntaron ambos en tonos suaves y modulados.

Sacudiendo la cabeza con una sonrisa, Eustace se rio.

—Todo lo que tengan sobre los Fomorianos, por favor.

Los robots bibliotecarios se separaron en direcciones distintas, cada uno


escalando fácilmente las estanterías de los niveles superiores con la facilidad de las
arañas, debido a sus numerosos brazos.

—¡Y traigan lo que tengan sobre Quimeras! —Fate llamó tras ellos. Desde que
la criatura que respiraba fuego se había empotrado contra las paredes del
Santuario, le daba pavor salir de la Fortaleza.

Después de diez minutos de ver a los bibliotecarios arrastrarse por las paredes
de la biblioteca, regresaron con varias pilas grandes de libros. Al entregarlos, los
robustos robots se quedaron de pie, sobresaliendo por encima de todos mientras se
reunían alrededor de la gran mesa.

Eustace revisó los volúmenes.

—Parece que los Fomorianos se remontan a la época babilónica. Aquí


tenemos las siete tablillas de Enuma Elish. Corrección. Ocho tablillas. Qué curioso.
—Si tú lo dices —Fate no tenía ni idea del tema—. ¿Hay algo sobre el
monstruo que no puede decidir qué quiere ser cuando crezca?

Eustace empujó tres gruesos tomos sobre la mesa.

—Prueba en la Bibliotheca. La Quimera estará allí.

Fate tomó uno de los libros y hojeó las primeras páginas.

—¿Qué es, una especie de diccionario?

—Más bien una enciclopedia de mitos y leyendas —Eustace no se molestó en


levantar la vista de los volúmenes que estaba estudiando.

—No sé... todo me parece griego. Literalmente. Sabes que sólo sé leer en
inglés. (N.C: no sabemos si cambiarlo a español)

—Vuelve a mirar —le dijo Eustace.

Fate miró hacia abajo justo cuando las letras griegas pasaron al inglés.

—Oh, eso está muy bien. Pero no hay índice de contenidos. Por favor, dime
que no tengo que peinar estos tres enormes libros. Y aquí me olvidé de hacer ese
curso de lectura rápida el año pasado.

Eustace no respondió.

—¿Papá?

—Los demás pueden ayudarte —respondió distraído.

—Bien. ¿Quién de ustedes, soldados del libro, quiere colaborar? —preguntó


Fate.

Steve eligió uno de los volúmenes.

—Yo me pongo a ello.

Fate miró a Darcy, Jessie y Gerdie.

Darcy se sentó junto a Eustace.

—No me mires a mí. Estoy en Fomorianos con tu padre.

Jessie le tendió la mano, aunque a regañadientes.

—Bien, dame la otra.

Gerdie retrocedió con una sonrisa disimulada.


—Te dejo con ello. Voy a mantener a los bibliotecarios ocupados con otras
cosas.

—¿Como qué? —preguntó Fate.

Gerdie se quedó callada un momento.

—Te avisaré si lo encuentro.

—Claro —Curiosa por saber a qué se refería, Fate la observó dirigirse hacia el
otro extremo de la biblioteca con los dos robots siguiéndola. No era propio de
Gerdie no arremangarse y ayudar. Cualquiera que fuera la misión en la que se
encontraba, debía ser muy importante para que se tomara un descanso.

Suspirando, Fate volvió a hojear las páginas. No hace mucho tiempo, habría
devorado los mitos épicos que aparecían en las páginas del antiguo tomo griego que
tenía delante. Pero sus experiencias dentro del Libro de las Fábulas la habían
cambiado en muchos niveles. Se había acostumbrado demasiado a tomar la espada
y lanzarse a la batalla.

La impaciencia recorría sus terminaciones nerviosas. La guerrera inquieta en


la que se había convertido luchaba por liberarse. Pero no era sólo eso. Temía que el
juramento que había hecho como Guardiana de la Fortaleza hubiera sellado
permanentemente su inclinación por la guerra. Por lo que respecta a Fate, debería
estar haciendo de ninja con Farouk y los demás. No hojeando libros como la nerd
que era.

—¡He encontrado algo! —Steve se quitó el pelo largo del hombro con un
resoplido de orgullo.

Fate cerró de golpe su libro.

—Gracias a los dioses, porque tengo que decir que el drama familiar de Zeus
está cansado. Quiero decir, ¿cuántas veces tenemos que escuchar que su padre
quiere comérselo a él y a sus hermanos? Uno pensaría que un vistazo a la versión
original tendría algunas sorpresas.

Steve la miró con una gran sonrisa.

—Bueno, me pareció una lectura fascinante.

—Estoy con Fate —coincidió Jessie—. El mío también es un ronquido. El libro


tres trata principalmente de un montón de personajes que nunca han salido en
ninguno de los libros y películas realmente buenos. No he oído hablar de la mitad
de estos bromistas.

Steve se hundió en su asiento.

—Supongo que eso me convierte en el mayor friki de la sala.


—No, ese sería mi padre —El comentario de Fate no obtuvo respuesta de
Eustace. Estaba demasiado absorto en su lectura para escucharla—. Entonces, ¿qué
tienes?

Steve se inclinó ansiosamente hacia ellos.

—Hay varias formas de enfrentarse a la Quimera. La primera es el obvio


ataque total con cualquier arma que tengas a mano. Aparentemente, las flechas y
las lanzas atravesarán la piel. Hay una historia aquí sobre cómo Belerofonte utilizó
una lanza con punta de plomo para...

—No va a suceder —interrumpió Fate—. No voy a arriesgarme a sufrir


quemaduras de tercer grado acercándome lo suficiente como para clavarle una
lanza a esa cosa. Voy a agarrar la pistola láser de Brune.

—Bien, supongo que eso sería lo mejor —aceptó Steve—. Bueno, también
puedes usar la magia para debilitar los diferentes poderes de los animales y luego
eliminarlos uno por uno. No estoy seguro de en qué libro tenemos que encontrar
esos hechizos en particular, pero estoy seguro de que los bibliotecarios pueden
indicarnos la dirección correcta.

—¿Es eso? —Preguntó Fate—. ¿Esas son mis únicas opciones?

—Hay otra, pero es más complicada —Steve pasó la página—. Si confundes y


asustas a una Quimera, las diferentes partes del animal se volverán unas contra
otras.

—¿Te refieres a hacer que la serpiente golpee al león?

—Exactamente. Haz que eso ocurra y podrás sentarte a ver cómo se


autodestruye.

Fate frunció el ceño.

—No sé si eso es así. Ya va a ser bastante difícil superar mi propio miedo y


confusión. ¿Cómo voy a asustarla? ¿Salir de la oscuridad y decir "boo"?

El entusiasmo de Steve decayó.

—Lo siento, el libro no lo dice.

Fate se dio cuenta de que su negatividad no estaba ayudando.

—Bueno, al menos es más de lo que sabíamos hace cinco minutos —Ella le dio
el pulgar hacia arriba—. Buen trabajo, Steve.

Jessie se desplomó en su silla y apoyó la barbilla en su mano.


—Y tú también, Jess —añadió rápidamente Fate—. Steve dio con unas cuantas
soluciones clave y tú eliminaste un montón de otras cosas.

Jessie echó la cabeza hacia atrás y miró al techo.

—De nada.

—¿Qué te pasa? —preguntó Fate. No era propio de su dulce amiga ser tan
huraña. Pero, de nuevo, estas eran circunstancias escandalosas.

Jessie dejó que su cabeza rodara lentamente hasta donde pudiera ver a Fate y
la estudió con una mirada gélida.

—¿Sabes qué?

Fate levantó las manos, mirando de forma interrogativa.

Jessie mantuvo su fría mirada fija en ella.

—¿Recuerdas cuánto tiempo trabajamos en nuestra armadura de Ruiseñor


para la Comicon de la primavera pasada? ¿Y la increíble rutina que ideamos para el
concurso?

Fate sonrió al recordarlo.

—Eh, sí, lo hicimos genial.

—Trabajamos en nuestro look durante todo un año. Eso es todo lo que


hablamos. Como lo mucho que queríamos ser verdaderas elfas del bosque con
todas esas habilidades asesinas: el tiro con arco, ser sigilosas, carteristas,
alquimistas… —Miró a Fate de arriba abajo—. Ahora eres todo eso de verdad. Yo
no.

El estómago de Fate se retorció en un nudo. Finalmente entendió por qué


Jessie estaba tan molesta.

—Sabes, creo que debería ir a ver a Farouk y asegurarme de que todo es


Kosher31 allí. ¿Quieres venir con nosotros?

Los ojos color avellana de Jessie se abrieron con sorpresa.

—¿Qué pasa con toda la investigación que se supone que tenemos que hacer?

Steve puso un dedo en la página para mantener su lugar y levantó la vista del
libro.

31Palabra hebrea que significa apto, adecuado o conveniente


—Ustedes dos sigan adelante. Yo buscaré los hechizos para debilitar a las
quimeras.

—Muchas gracias —Jessie casi corrió hacia la puerta.

—Sí, gracias, Steve —Fate se puso de pie y esperó a que Eustace argumentara
en contra de que se fueran, pero él siguió leyendo sin interrumpir. Nunca lo había
visto tan absorto. La preocupó un poco, pero necesitaba recordar cómo solía ser su
amor por los libros y la fascinación que una vez le ofrecieron.

Miró a su alrededor buscando a Gerdie para poder decirle que se iban. Fate
finalmente la vio en el tercer nivel de la biblioteca con los robots. ¿Cómo había
llegado hasta allí? No había escaleras ni escalas por ningún lado. ¿Se había subido a
uno de los bibliotecarios?

Fate siguió observando a Gerdie, preguntándose qué estaría haciendo. El


corazón le dio un vuelco de esperanza. Gerdie había prometido que encontraría la
manera de llevarla de vuelta a Finn. ¿Buscaba algún tipo de mapa que indicara cuál
era la puerta que conducía a Oldwilde? Fate quería subir a las estanterías de libros
y acosarla con preguntas.

—¿A dónde vas? —gritó Jessie.

Fate se detuvo y miró a Jessie. No se había dado cuenta de que estaba


caminando en dirección a Gerdie.

—A ningún sitio en especial —respondió antes de girarse para unirse a ella—.


Todavía.
Capítulo 15
Es de papel

—HAY ALGO QUE NO ESTÁ BIEN EN ESTE HUMANO —CANTÓ UNA VOZ
femenina junto al oído de Finn mientras lanzaba la varita de O'Deldar a un rincón
descuidado de la habitación.

El pulso de Finn se aceleró de miedo. Había hecho todo lo posible por ocultar
la oscuridad que lo había tocado, pero ésta parecía haberlo descubierto. Quería
abrir los ojos desesperadamente, pero hizo caso a la advertencia del grimorio y los
mantuvo cerrados.

Le apartó la capucha de la capa de la cara y le pasó una garra por la sien


marcada por las runas.

—Ha sido marcado por la raza de los antiguos.

La criatura con pezuñas regresó al centro de la habitación.

—Hmm... desafortunado.

—Sí, está protegido —siseó el cegador.

Finn escuchó sorprendido. Las runas que sus amigos, Grysla y Tove, le habían
grabado en la piel habían aumentado su fuerza y velocidad a niveles
sobrehumanos, pero nunca se le había ocurrido que también lo protegerían contra
los faes. La gratitud hacia la troll de los árboles y su hija se apoderó de él. Les debía
mucho. Primero, por salvarlo de morir congelado en el Bosque de Huesos
Retorcidos. Segundo, por hacerlo parte de su familia. Y ahora le habían dado un
escudo en uno de sus mayores momentos de necesidad.

¿Significaba eso que podía mirar a esas criaturas sin volverse loco?
Posiblemente, pero no era el momento de probar esas cosas.

La hembra se acercó a Finn, tanto que el calor de su aliento le abanicó la cara.


Olía a tierra húmeda y a musgo.

—No, las runas de la raza de los antiguos no son las que lo hacen... diferente
—continuó.

A Finn le dio un vuelco el corazón. Ella se estaba acercando. Tenía que


impedir que la sondeara. De lo contrario, perdería su ventaja en la negociación.

—Es de papel —Sus garras chasquearon contra la piedra mientras lo rodeaba.

Su comentario sorprendió a Finn. ¿Qué estaba haciendo?

Deteniéndose frente a él, le golpeó el pecho con la punta de su garra.

—Este no salió del vientre de una madre. Fue concebido y nació del deseo de
un corazón puro.

Finn dejó de respirar. ¿Cómo podía saber que él era una creación de Fate que
había cobrado vida, un personaje que ella había inventado y del que se había
enamorado? Cuando se enteró de que no era más que una suma de palabras sin
sentido unidas en un papel, su mundo había sido arrancado de cuajo. Toda su vida
había sido una mentira, la ensoñación de una chica aburrida. La cantidad de dolor
y rabia que le causó el horrible descubrimiento fue casi insoportable en aquel
momento.

Sin embargo, al final, el amor de Fate y sus propios esfuerzos por redefinirse
le habían dado la base que necesitaba para seguir adelante. Sin embargo, ahora que
la herida se había reabierto, la vieja angustia salió a la superficie.

—Un chico tan hermoso y con tanto dolor —susurró mientras recorría con su
garra la longitud de su brazo.

Tragándose el nudo en la garganta, Finn volvió a respirar y se apartó de su


contacto. Odiaba esta manipulación emocional. Era hora de ponerle fin.

—Te ordeno que encuentres a mi guía inmediatamente y te despidas de mí.

—Traigan un guía y acabemos con esto —dijo el de las pezuñas, con un tono
impaciente.
Finn respiró aliviado.

—No. Todos debemos estar de acuerdo en que este casi humano tiene
autoridad sobre nosotros —argumentó la hembra—. Yo impugno su derecho.

Con ganas de darle un puñetazo, Finn apretó los puños.

—Su humanidad no está en cuestión. Percibo una misión justa, por lo tanto,
debemos obedecer —respondió el ungulado.

Finn asintió con la cabeza.

—Es cierto, un fuerte amor está en el corazón de su misión, pero el dolor


distorsiona la pureza de su intención —dijo—. Por muy dulce que huela este
encantador chico, apesta a soledad y anhelo.

Una sensación de derrota se agitó en el estómago de Finn.

—¿Percibes una mancha en su alma? —preguntó el de las pezuñas.

La hembra se quedó callada por un momento. Esta había sido la principal


preocupación de Finn todo el tiempo. Una vez que indagara más, descubriría que
había sido poseído por el mal en algún momento. Después de eso, sólo sería
cuestión de segundos que perdiera la influencia que tenía sobre la Tríada. Entonces
todo estaría perdido en cuanto a encontrar Fate.

—Posiblemente —dijo por fin—. Necesitaré más tiempo con él.

Tenía que estar mintiendo a los demás. Finn frunció el ceño con confusión, y
luego abrió los párpados para echarle un vistazo. Necesitaba ver a qué se
enfrentaba. Durante una fracción de segundo, vislumbró un par de muslos
desnudos y delicadas rótulas, que se convirtieron en plumas de color carne cerca de
las espinillas y las escamas grises y ásperas de las garras de una rapaz a sus pies.
Antes de que pudiera alzar la mirada para ver el resto de ella, ésta le bajó la
capucha sobre los ojos.

—Realmente no quieres ver mi verdadera forma —advirtió—. Te lo prometo.


Tu mente se romperá.

—¿Qué...?

—Me quedaré y seré su guía hasta que sepa con seguridad que no hay ninguna
marca en su alma —dijo a los demás.

La sala se llenó de silencio.

—Muy bien —dijo el de las pezuñas mientras atravesaba la habitación.


El cegador lo siguió y Finn oyó el crujido del portal cuando ambas criaturas se
deslizaron por él. Se quedó quieto, nervioso e inseguro sobre cómo enfrentarse al
que se había quedado atrás.

—Por fin a solas —ronroneó cerca de su oído.

Con la necesidad de poner algo de distancia entre ellos, Finn se acercó a las
pesadas cortinas y las descorrió. El cielo nocturno estaba despejado y la luz de la
luna salpicaba el negro océano.

—¿Por qué haces esto?

—Porque la única manera de que encuentres a Fate es si tienes una musa


adecuada —Le dio la vuelta para que se pusiera frente a ella—. Abre los ojos y
mírame.

Manteniendo los ojos cerrados, sacudió la cabeza.

—¿Qué es esto, algún tipo de truco?

La voz que utilizó a continuación le produjo escalofríos.

—¿Finn? Mírame.

—No —graznó Finn, apenas capaz de hablar por la ola de emociones que se
abatía sobre él—. Por favor, no hagas esto.

Una mano tocó la suya y unos dedos de huesos finos se entrelazaron con los suyos
de una forma demasiado familiar. El corazón de Finn martilleó contra su caja
torácica. Luchó por no mirarla, sabiendo que una vez que lo hiciera, sería su fin. Sin
embargo, no pudo resistirse. Necesitaba desesperadamente volver a ver su rostro. Y
con eso, levantó la mirada y se ahogó en los profundos ojos marrones canela de
Fate
Capítulo 16
Uniforme asesino

—SANTA CRUZ —MURMURÓ JESSIE EN VOZ BAJA MIENTRAS


atravesaban la amplia cámara y se detenían en el borde de la arena hundida—. Es el
maldito Borg32.

Fate estaba demasiado sorprendida para responder. No podía creer lo que


estaba viendo. En el lapso de unas pocas horas, el bobo, Lincoln, y el apacible novio
de Darcy, Mason, estaban casi irreconocibles. Ya no estaban vestidos con sus trajes.
Farouk les había proporcionado chaquetas militares de color burdeos, pantalones
de cuero, guantes y botas de combate. Ahora eran soldados que practicaban con
una pericia asombrosa.

32Personajes ficticios del universo de Star Trek. Son una civilización de humanoides de diversas especies
alienígenas que combinan lo sintético con lo orgánico, lo que les da mejores capacidades mentales y físicas.
—Vaya, esos artilugios del Ojo de Dragón realmente funcionan —comentó
Fate, mientras intentaba ocultar su envidia.

—Uh huh, y se ven súper geniales. Y un poco calientes —añadió Jessie.

Fate no estaba en desacuerdo. Sus movimientos eran seguros y el casco les


daba un aspecto futurista que le parecía atractivo. El Ojo de Dragón envolvía la
cabeza, cubriendo la frente con una elaborada serie de mecanismos, que daban
vueltas alrededor de un ojo. Incrustado dentro de la maquinaria cibernética
agrupada sobre el ojo cubierto, había un ojo reptiliano brillante, que, pensándolo
bien, resultaba inquietante.

—Ew, ¿acabo de ver a ese Ojo de Dragón moverse y mirar alrededor? —Fate
observó durante unos minutos. La preocupación se enroscó en su estómago.
¿Quién dirigía el espectáculo? ¿El soldado o el sombrero?

Jessie la despidió con un gesto y se dirigió a la rampa.

—No he visto nada. Vamos, bajemos.

Fate siguió el paso de la cerradura. Ella y Farouk necesitaban tener una


conversación. Él estaba sentado en su silla de cubo, con los brazos detrás de su
cabeza peluda, mientras observaba a sus sujetos de prueba con aparente
satisfacción.

Fate golpeó su jaula.

—No estoy cómoda con esto.

Farouk dio un respingo y se levantó de la silla apretandose el pecho. Recuperó


el aliento y la miró con el ceño fruncido.

—¿Qué haces aquí?

—Comprobando cómo estás.

Sus orejas se inclinaron hacia atrás mientras estrechaba su mirada hacia ella.

—No es necesario. Todo está funcionando como se ha calculado.

—Si por trabajar te refieres a que esperabas que tus chucherías de Ojo de
Dragón convirtieran a estos tipos en el colectivo Borg, entonces tenemos un
problema.

—El tempora se limita a bloquear el sistema nervioso y a conectarse con el


cerebro reptiliano, permitiendo que la piedra del Ojo de Dragón gobierne los
movimientos físicos.
—Esas no son piedras —argumentó Fate—. Esos son espeluznantes ojos de
serpiente que parpadean.

La arrogancia suavizó el ceño de Farouk.

—Hay muchas cosas que no comprendes. Las piedras del Ojo del Dragón
fueron extraídas por monjes Shaolin de la dinastía Sui y potenciadas con energía
sheng chi positiva y las formas de pensamiento honorables de los maestros de Kung
Fu.

Fate tuvo que admitir que sonaba impresionante, incluso tentador.

—Si son todo eso, entonces yo también debería ser capaz de ponerme uno.

—No, no podemos arriesgar a la Guardiana.

La frustración se apoderó de ella. Había tenido meses de entrenamiento


intensivo con los mejores guerreros de todo Oldwilde. El entrenamiento al menos
se había quedado con ella, aunque su fuerza y velocidad sobrenaturales la habían
abandonado. No estaba dispuesta a admitirlo en voz alta, pero ser exhibida por un
grupo de cosplayers que no se habían ganado su entrenamiento la estaba poniendo
muy nerviosa.

—Quiero probarme el Ojo de Dragón —insistió Jessie—. Junto con un


uniforme.

—Jess —advirtió Fate—, Hemos hablado de esto...

Jessie detuvo las palabras en la garganta de Fate con una mirada aguda.

—Acabas de decir que te gustaría probarlo. ¿Y ahora me lo impides? ¿Cuál es


tu problema? ¿Por qué siempre tratas de impedirme? ¿Tienes miedo de que sea
mejor que tú por una vez?

La acusación escoció.

—No, ¿por qué dices eso? ¿Es realmente lo que piensas?

Apretando los labios en una apretada línea de enfado, Jessie agarró el tocado
que le entregó Farouk.

—¿Dónde me cambio? —le preguntó.

Farouk señaló en la dirección de la que acababan de venir.

—Sube por la rampa y ve hasta la pared de la izquierda hasta la sala de armas.


Los uniformes y las espadas están ahí.
Dolida y confusa por el arrebato de Jessie, Fate vio cómo su mejor amiga se
alejaba furiosa. ¿Cuánto tiempo había estado albergando toda esa ira y
resentimiento? El dolor que sentía la hacía extrañar aún más a Finn. De repente, el
dolor de su ausencia, mezclado con las palabras hirientes de Jessie, era más de lo
que Fate podía afrontar. Necesitaba desesperadamente una distracción del dolor
acumulado.

—¿Hay algo que pueda hacer? —le preguntó a Farouk—. Tal vez debería salir a
ayudar a Brune.

Farouk la miró, como si midiera su valor.

—No antes de que hayas pasado por tu iniciación final.

—Oh, qué bien. ¿Y qué horrores implica eso? —Fate miró con desconfianza a
la criatura—. Esto no es como las novatadas de una hermandad universitaria,
¿verdad? No quiero que me echen comida encima. A menos que sea jarabe de
chocolate. Supongo que podría soportarlo, pero nada de malvavisco. ¿Entendido?

Perplejo, Farouk arrugó el hocico.

—Sabía que en la Tierra tenían costumbres pequirkuliares, pero ésa no tiene


sentido.

—Dice la alimaña que suena sin sentido. Lo que nos lleva a la pregunta. ¿Por
qué mezclas tus palabras de esa manera?

Farouk se quedó quieto. Sólo sus ojos se movieron, y durante una fracción de
segundo Fate creyó vislumbrar un destello de luz, como el resplandor de unas
brasas ardientes. En ese instante sintió miedo sin saber por qué, pero luego la luz
se apagó y se preguntó si lo había imaginado.

Farouk dejó escapar un suspiro y golpeó el aparato que amplificaba su voz.

—El transmodulador mezcla mis palabras. El aparato no siempre es exacto en


su traducción.

—¿Hablas un idioma diferente?

Sonrió con picardía.

—Podría decirse que sí.

Parecía indio, pero ella estaba bastante segura de que no era de la Tierra, y
mucho menos de la India.

—¿Cuál es el idioma? ¿Qué eres?


—Algún día, si has demostrado ser honrada, podría decírtelo. Por ahora
debemos abordar tu iniciación. No es poca cosa, y ya debería haberse hecho. —Miró
a su pequeño ejército de dos—. No preveía que tuviera que lidiar con estos otros.

—Tú y yo, ambos.

—Espérame en el Santuario. Me reuniré con ustedes, pero primero debo


dejarles con las técnicas de la espada para que las dominen.

Fate luchó contra los sentimientos de resentimiento que surgían mientras


subía la rampa. Pudo ver cómo Mason y Lincoln se entregaban al poder que los
atravesaba. Sus rostros carecían de emoción, excepto por el brillo de la emoción en
sus ojos ante la habilidad superior con la que habían sido bendecidos de repente.

Recordó lo que había sentido cuando fue incorporada al ejército de Murauda.


El poder de la diosa de la guerra había consumido su mente, su cuerpo y su
espíritu. El rayo, el viento y una fuerza y velocidad incalculables eran todo lo que
había existido. Se había vuelto invencible. Sobre todo, Murauda la había liberado
de toda atadura emocional. Del tipo que debilitaba a los guerreros.

Del tipo que la debilitaba ahora. Fate tenía que preguntarse cómo iba a hacer
su trabajo cuando echaba de menos a Finn más y más con cada día que pasaba,
mientras se preocupaba por la seguridad de todos los demás.

Jessie llegó en el mismo momento en que Fate alcanzó la cima de la rampa.


Iba vestida con el equipo completo, con el pelo oscuro recogido en una coleta y la
espada en la mano. Por primera vez desde que conocía a Jessie, Fate sintió que no
reconocía a su amiga. A pesar de lo hermosa que se había vuelto Jessie, desde que
llegó a la pubertad, había ocultado conscientemente su buen aspecto detrás de su
pelo, llevando jerséis extragrandes con caras sonrientes y gatitos, y siempre con
vaqueros, nunca con faldas. Por alguna razón, a Jessie siempre le había resultado
imposible irradiar algún tipo de confianza. Sin embargo, ahí estaba, de pie frente a
ella, completamente segura de sí misma.

Si las circunstancias fueran diferentes, se alegraría de que Jessie hubiera


ganado por fin algo de confianza. Pero esto era artificial, y especialmente no le
importaba la inquietante mirada de desapego en el rostro de su amiga.

—Uniforme asesino. Te queda totalmente bien —dijo Fate. A diferencia de los


demás, que llevaban chaquetas militares de color rojo intenso hechas de lona,
Jessie había elegido una trinchera de cuero ajustada y de cuello alto, forrada con
dos filas de botones plateados en la parte delantera—. ¿Cómo se siente la pieza de
la cabeza? ¿Son todos como... sé Kung Fu?

Jessie lanzó su espada hacia delante, cortando la afilada punta a pocos


centímetros de la nariz de Fate en forma de ocho. La hoja azotó lo suficiente como
para mover el pelo alrededor de su cara. Antes de que Fate pudiera reaccionar,
Jessie retiró la espada, bajándola a su lado con un rápido movimiento.
—No lo sé, dímelo tú —La expresión de Jessie era indiferente mientras pasaba
junto a Fate.

Fate observó en silencio atónito cómo Jessie bajaba la rampa con sus nuevas
botas de combate. La pena le llenó el pecho y se apartó rápidamente para ocultar
las lágrimas que brotaban de sus ojos. Se apresuró hacia la salida, y para cuando
atravesó la puerta del Santuario, ya estaba sollozando.

Se deslizó hasta el suelo y se abrazó a las rodillas. ¿Por qué estaba sucediendo
esto? Si había algo con lo que siempre podía contar era con la constancia de la
amistad de Jessie. Se conocían desde el jardín de infancia y eran inseparables desde
entonces. Perder a su mejor amiga era tan insoportable como perder a Finn.

La puerta del Santuario se abrió. Farouk atravesó la sala y se detuvo frente a


una vitrina. Fate se secó los ojos a toda prisa, tragó las últimas lágrimas y se puso
en pie. Aliviada por el hecho de que Farouk no la hubiera visto llorar, se acercó a su
jaula mientras él hojeaba un juego de llaves.

—¿Para qué es el casco elegante? —Fate suspiró, agradecida por la distracción.


Le gustaba el aspecto del reluciente yelmo de bronce con sus alas de color leonado
abriéndose en abanico a partir de los discos de oro pulidos de cada lado.

Farouk abrió el armario y se hizo a un lado.

—Este es el casco de Hermes.

—¿El dios olímpico, Hermes? ¿También conocido como Mercurio?

—El mismo —El tono de Farouk era plano, casi aburrido—. Toda Guardiana
debe pasar la prueba del casco como rito final de paso.

—Espera. Nadie ha dicho nada de pasar una prueba. ¿Qué hay del juramento
que hice? Ya sabes, ese en el que firmé toda mi vida.

—Hay tres ritos. El primero fue aceptar separarse de tu vida anterior


prestando el juramento. El segundo fue atravesar el umbral de la Fortaleza. El
tercero es asumir tu posición de Guardiana mediante la absorción del conocimiento
de la Fortaleza. Si sobrevives a la descarga —añadió apresuradamente.

—¿Qué...? —La respiración de Fate se detuvo en sus pulmones—. No lo


entiendo. No estabas dispuesta a arriesgarme a que me supliese con los poderes del
Ojo de Dragón, ¿pero quieres que me ponga este casco de la muerte?

Las orejas de Farouk se pusieron menos erguidas mientras asentía.

—Así es como se ha hecho durante miles de años. Pero debería ser un


consuelo que todos los de tu linaje hayan sobrevivido a la iniciación.
Fate se tragó la oleada de miedo que subía bajo su piel mientras sacaba el
casco del armario.

—Gracias, ahora me siento mucho mejor —El metal estaba más frío de lo que
debería y le puso la piel de gallina en ambos brazos—. ¿Puedes al menos hablarme
del casco y de lo que me espera?

Farouk miró por encima del hombro hacia la puerta que se abría, como si le
preocupara que alguien pudiera atraparla contando secretos.

—Hermes utilizaba este casco para recibir los mensajes que los dioses querían
transmitir a los mortales. Cuando el casco llegó a la Fortaleza, fue reequipado con
discos codificados con todo lo que se sabe sobre la Fortaleza, ya que el metal resulta
ser un espléndido conductor de información. Desde entonces, utilizamos el casco
como medio para trasladar la información a los guardianes.

—Vale, eso no suena tan mal. ¿Qué hace que esta cosa sea tan peligrosa?

—Hermes era un dios y el casco nunca se hizo para que lo llevaran los
mortales. Se han hecho ajustes, pero la descarga sigue siendo extremadamente
invasiva. Aunque puede ser dolorosa, no es letal. El verdadero peligro radica en la
naturaleza abstracta del conocimiento de la Fortaleza. Se sabe que una o dos veces
ha llevado a la mente humana más allá de lo que puede aceptar y fue rechazada.

—Y por rechazada, ¿quieres decir que han muerto?

Farouk asintió con gravedad.

Fate tragó saliva.

—Dejando de lado la posibilidad de que me muera, ¿qué tal si pasamos a los


beneficios adicionales? Y más vale que sean bastante estelares, porque tengo que
ser sincera, estoy pensando en renunciar y dejar que Brune recupere su puesto.

Los bigotes de Farouk se movieron con agitación y parecía que iba a discutir
con ella sobre este último punto. Pero entonces la sorprendió con una explicación
tranquila.

—La información se transmite a la mente subconsciente en forma de símbolos


y arquetipos universales. Cada vez que tienes una pregunta sobre la Fortaleza, se
despliega un arquetipo o un símbolo que se filtra a través de los centros de
memoria de tu cerebro. La respuesta vendrá a tu mente como si siempre hubiera
formado parte de ti.

Fate contempló el paisaje de la Fortaleza, que giraba lentamente, y los aros


giratorios que creaban la estratosfera artificial. Podría vivir mil años allí, estudiar
todos los libros de la inmensa biblioteca y seguir sin saberlo todo sobre esta
misteriosa estructura. La ardiente curiosidad se mezclaba con el creciente sentido
del deber que sentía hacia la Fortaleza. Quería saber más y hacerlo la convertiría al
menos en la Guardiana que la Fortaleza necesitaba.

—Muy bien, hagamos esto.

El hocico de Farouk se curvó con una leve sonrisa mientras le indicaba que
tomara asiento. Respirando profundo para calmar sus nervios, Fate se sentó,
levantó el casco sobre su cabeza y lo mantuvo allí.

—Farouk, si ocurre lo peor, quiero que dejes que mi padre se lleve a los demás
a casa.

—Eso no será obligatorio.

Ella frunció el ceño.

—Esa no es una respuesta, especialmente cuando ni siquiera estoy segura de


lo que significa.

Farouk le hizo un gesto juguetón, pero despectivo.

—No me cabe duda de que volverás como una Guardiana totalmente iniciada.
Fate no estaba tan segura y pensó en hacer una amenaza en caso de que no
sobreviviera, pero decidió que, en el mejor de los casos, sería una amenaza vacía, ya
que no estaría cerca para hacerla cumplir si ocurría lo peor. Retorciéndose en el
asiento con energía nerviosa, se deslizó lentamente el casco, y se sorprendió
cuando el visor se deslizó sobre sus ojos y la oscuridad la invadió.

Capítulo 17
Estamos Condenados

LA DESCARGA GOLPEÓ DURO, COMO UN PINCHAZO EN EL CEREBRO.


Una luz cegadora llenó la visión de Fate. Un ruido como el chirrido de una caldera
hirviendo y el estruendo de los cuernos perforó sus oídos. Un dolor ardiente le
perforó la columna vertebral, disparando ondas abrasadoras por sus brazos y
piernas.

El terror, como nunca antes había sentido Fate, estalló en su corazón. Intentó
quitarse el casco, pero su cuerpo no respondió. Estaba paralizada, obligada a
soportar el dolor que se había convertido en un billón de alfileres y agujas que
pinchaban la superficie de su piel, clavándose profundamente en sus huesos y
órganos.

Los sonidos agudos alcanzaron un crescendo, borrando todos los


pensamientos. Todo lo que existía era el dolor punzante y el chirrido interminable.
Intentó desesperadamente recordar qué había pasado antes de la tortuosa
existencia en la que ahora se encontraba, pero incluso su cerebro estaba fuera de su
alcance. Los destellos de memoria iban y venían, hasta que, de repente, todo su
sentido de identidad se desvaneció.

Entonces se hizo un silencio misericordioso.

Un caleidoscopio de colores vibrantes, símbolos y patrones geométricos


floreció a la vista, convirtiéndose en lo que parecían los mandalas de las culturas
orientales. Los tonos rojos se convirtieron en tonos violetas. El turquesa mezclado
con luces de esmeralda se convirtió en brillantes tonos de oro. Y así sucesivamente,
cada mandala estallaba de nuevo desde el centro y se desplegaba en una serie
interminable de formas y colores únicos.

La velocidad con la que las mandalas cambiaban de color y diseño aumentaba,


cada uno de ellos codificado con antiguos conocimientos mantenidos en secreto
durante incontables eones. Las notas musicales sonaban de una en una, formando
una sinfonía celestial.

Una eternidad se esfumó en el lapso de unos segundos mientras se desvelaban


los misterios. Los sistemas de magia y las verdades universales se desvelaron. Los
velos se retiraron del tiempo mismo, hasta que todo lo que quedó fue la esencia del
paraíso.

Las mandalas se dividieron. Primero en dos, luego en cuatro, en ocho, en


dieciséis, hasta que cientos de ellos formaron una cuadrícula de incontables puntos
radiantes. La cuadrícula se reordenó en óvalos que se entrecruzaban y giraban. La
imagen pixelada se solidificó en una escena cristalina de la Fortaleza, vista desde
un punto de vista en algún lugar del exterior. Seis anillos gigantes se movían en
direcciones opuestas, creando el campo de fuerza que protegía la estructura
metálica redonda que era la Fortaleza. Los ciclos de cada día se sucedieron. Los
enormes engranajes de la superficie, impulsados por una antigua tecnología
mágica, giraban moviendo kilómetros y kilómetros de elaboradas bóvedas con la
precisión de un reloj.

El tiempo se detuvo de repente y se reprodujo hacia atrás.

El punto de vista de Fate se trasladó al interior de la Fortaleza, donde observó


el cambio de guardia desde el momento en que ella misma entró en la Fortaleza,
pasando por Brune y sus desastrosos errores, hasta la época de su bisabuela y
pasando por cientos de otros Guardianas, hasta llegar la primera Guardiana de la
Fortaleza.

Su viaje hacia atrás mostraba cómo cada chica vivía únicamente para cumplir
su deber con la Fortaleza. Cada una tenía una existencia solitaria llena de
cuidadosas rutinas, estudios de magia, armamento y un entrenamiento incesante.
Muy pocas tenían la oportunidad de utilizar sus bien afinadas habilidades, pero en
la ocasión en que una criatura escapaba, o si los carroñeros se descontrolaban, las
batallas eran sangrientas y a menudo letales. Una herida grave como la de Brune
ponía fin a su tiempo de servicio y la siguiente Guardiana era rápidamente
convocada. Esto se prolongó durante miles de años con la presencia de Farouk, una
presencia constante y el único compañero de cada Guardiana solitaria.

Pero entonces la línea de tiempo cambió bruscamente a una sin Farouk y sus
cargas humanas. Las arañas mecánicas se arrastraban bajo la superficie de los
engranajes subterráneos, reparando y manteniendo el complejo sistema.
Gigantescos robots con carretillas elevadoras en lugar de brazos se situaban cerca
de los principales portales, a los que llegaban regularmente una miríada de bóvedas
de aspecto exótico procedentes de lugares desconocidos.

Cada una de ellas era una maravilla arquitectónica hecha de materiales raros
e inusuales. La mayoría de las bóvedas eran tan grandes como templos, aunque
algunas eran tan enormes como pirámides y otras tan pequeñas como mausoleos.
Independientemente de su tamaño, cada bóveda era descargada por los robots y
atornillada a las cintas transportadoras principales por robots trabajadores para
comenzar su viaje de un siglo a través de la rotación ordenada de la Torre del
Tesoro a lo largo de la superficie, antes de hundirse en el subsuelo y volver a la
superficie. Esto se prolongó durante un periodo de tiempo indefinido sin que
hubiera ninguna señal de quién o qué había creado la Torre.

El tiempo se invirtió repentinamente, empujando a Fate rápidamente al


presente. Su propia conciencia se precipitó al acercarse a su propia línea temporal.
Cuanto más se alejaba del pasado lejano, más se resistía. No había aprendido todo
lo que había que saber sobre la Fortaleza. Todavía había demasiadas preguntas sin
respuesta. ¿Cuántos años tenía la Fortaleza? ¿Cuándo se construyó? ¿Quiénes
fueron sus constructores?

Y lo más importante. ¿Por qué se había construido algo así?


Fate observó cómo el movimiento perpetuo de la Torre aumentaba a medida
que pasaban los años. Literalmente, se le estaba acabando el tiempo. De alguna
manera, tenía que averiguar cómo frenar. Ya sabía que lo que enfocaba era lo que
había podido ampliar. Mientras las imágenes pasaban borrosas, buscó una
constante en la que centrar su atención.

Contra el azul de la superficie de hierro de la Fortaleza, vio por fin lo que


buscaba. Bajo los gigantescos engranajes que hacían girar lentamente el grupo de
bóvedas, ardía el resplandor rojo de los fuegos del horno. El tiempo empezó a
ralentizarse mientras se concentraba en el punto caliente radiante y su conciencia
se adentraba en las entrañas de la Fortaleza.

El subsuelo era oscuro y mugriento. El vapor brotaba de hileras de tuberías


que serpenteaban sin cesar sobre paneles aceitosos llenos de complicada
maquinaria. Las grúas bajaban robots a las oscuras profundidades. Otros eran
arrastrados en grandes cubos de basura, con sus brazos mecánicos llenos de
escombros viscosos.

El rugido del horno llenaba la caverna y su fuego infernal arrojaba una luz
roja como la sangre sobre las superficies manchadas de hollín. Bajo el incesante
ruido del horno se escuchaba el constante zumbido de innumerables piezas móviles
y el rechinar de gigantescos engranajes.

Llegó a un lugar donde las máquinas ensamblaban los robots que había visto.
Tras pasar por una cinta transportadora, cada robot terminado se sumergía en una
cuba de líquido aguamarina brillante, una infusión de magia que les daba vida. De
vez en cuando, la infusión fallaba y el robot disfuncional era desmontado y enviado
a un depósito de chatarra, que estaba lleno de robots dañados y desgastados y de
residuos mágicos.

De estas partes dispares salieron chispas azules. Algunas piezas se unieron,


reconstruyendo algo nuevo, aunque tosco y sin refinar. La visión era inquietante,
pero como no se obtuvo más información, perdió por completo el interés.

Sintiéndose momentáneamente sin dirección, Fate sintió que se alejaba de la


escena. Su conciencia volvía a su cuerpo. Pero no estaba preparada para rendirse.
Una vez más, buscó algo que la anclara.

Unos destellos de luz azul que chispeaban en la oscuridad roja llamaron su


atención. Miles de robots araña se desplazaban en una sola línea. Llevaban lo que
parecían zafiros brillantes y desaparecían con las gemas por un agujero del tamaño
de una bola de bolos. Dejando que su conciencia los siguiera, Fate recorrió el largo
y sinuoso túnel hasta el mismo núcleo de la Fortaleza. Por fin, las arañas salieron a
una cámara redonda. Era una especie de laboratorio. Complejos sistemas de vasos
y frascos de cristal, conectados por montones de tubos de cobre, burbujeaban con
un líquido luminoso de color verde mar.
Un robot que Fate no había visto hasta ese momento estaba manejando el
laboratorio. Su diseño era enjuto, como el de los robots bibliotecarios con muchos
brazos, pero la cabeza de éste parecía estar hecha de carne y hueso, aunque no de
un humano. Una piel azulada y arrugada cubría un cráneo grande y abultado. Los
rasgos faciales planos se estrechaban en una barbilla puntiaguda.

Sus ojos redondos y abultados irradiaban luz, que utilizaba para hacer
cambios rapidos en los frascos que sostenía. El robot dirigió su mirada eléctrica
hacia los cubos de piedras preciosas que entregaban los robots araña. Sacando las
piedras con un vaso de metal, el robot las vertió en una batidora, triturándolas
hasta convertirlas en un polvo fino, que añadió a la primera de una larga fila de
vasos de precipitados hirviendo. El robot se apresuró a llegar al final de la línea,
donde el líquido se había condensado, brillando en azul neón, mientras llenaba un
diminuto frasco gota a gota.

Tras tapar el frasco, el robot cruzó a toda prisa el laboratorio, atravesó una
escotilla redonda y se adentró en un pasillo en el que no había más que tuberías
oxidadas que goteaban de condensación. El robot se detuvo frente a la siguiente
escotilla, pulsó un código para abrirla y entró en lo que parecía ser una cámara
utilitaria con paredes tan altas como un edificio de cien pisos. En las enormes
muescas de las paredes había engranajes inmóviles. Había agua aceitosa en charcos
poco profundos sobre el suelo erosionado.

El interés de Fate empezó a decaer. Por lo que podía ver, lo único que había
conseguido era seguir a los robots que se ocupaban del mantenimiento rutinario de
la Fortaleza. No parecían contener los misterios que esperaba desvelar sobre los
constructores de la Fortaleza. Empezó a elevarse, echando un último vistazo al
robot, que jugueteaba con algo en un rincón sombrío.

Las luces iluminaron de repente un elaborado Santuario construido en un


rincón oscuro. Lo que Fate había supuesto que era simplemente otra habitación
vacía que de alguna manera formaba parte de las funciones de la Fortaleza era en
realidad un templo para algo o alguien muy importante. ¿Podría ser un Santuario
para el constructor original?

Se acercó a su conciencia. El Santuario estaba esculpido en metal, aunque


ahora estaba deslustrado hasta alcanzar un color negro apagado. Un maestro
metalúrgico había elaborado la pieza a la perfección. Unas afiladas florituras en
forma de alas irradiaban desde un trono flanqueado por tigres con escamas
congelados en un gruñido feroz. Unos hombres feroces con cara de halcón que
blandían lanzas y escudos montaban guardia junto a la parte posterior del trono.
Mujeres con cuerpo de serpiente se enredaban a sus pies.

Pero el foco central de la obra maestra era la parte más asombrosa. Sentada
con la espalda erguida sobre un trono rígido, había una mujer vestida con
intrincadas capas de armadura y un casco de pétalos de loto que trepaba hasta un
pico decorativo. Al igual que el bibliotecario y el robot que había seguido hasta allí,
esta regia mujer también tenía seis brazos.
Algo le resultaba familiar, pero Fate no podía precisar por qué en ese
momento. Se sentía demasiado atraída por el rostro de la mujer. Estaba esculpida
en una piedra azul pálido. Tal vez Angelite, como el collar de piedras preciosas que
Fate tenía en casa. La expresión de la mujer era tranquila y tenía los ojos cerrados.
El artista le había pintado los labios de color rosa tenue y las pestañas de los
párpados. El toque suave y realista daba la impresión de que estaba viva, mientras
su cuerpo estaba envuelto en la armadura esculpida que formaba parte de la
escultura de hierro.

¿O era una tumba?

Este pensamiento entristeció a Fate. Especialmente cuando se fijó en dos


pequeñas esculturas trabajadas en el diseño del trono. Justo encima de su hombro
izquierdo había un hombre y una mujer abrazados en un beso. Sobre el hombro
derecho estaba la misma pareja, pero la mujer parecía enferma y él la sostenía en
sus brazos. Qué terrible. La mujer debió de morir, dejando a su afligido amante
para que construyera este duradero monumento en su memoria.

La tragedia de los dos amantes hizo pensar en Finn. Fate no pudo evitar
preguntarse si ella también estaba destinada a separarse para siempre de él. El solo
hecho de pensar en esto le produjo la más insoportable pena.

No. Se negó a rendirse. Se encontrarían de nuevo.

El robot se inclinó hacia la mujer con un frasco en la mano. El líquido


brillante iluminó su rostro azul cuando el robot le acercó el vaso a los labios. Para
sorpresa de Fate, la boca de la mujer se abrió y el robot vació el frasco sin perder
una sola gota.

¡Estaba viva!

Más curioso que nunca, Fate se acercó cuando las seis manos de la mujer
comenzaron a brillar con el mismo color aguamarina con el que el robot la había
alimentado. La energía se convirtió en líquido y llenó las palmas de las manos hasta
rebosar. El líquido luminoso se derramó y recorrió los caminos esculpidos en los
lados del trono, hasta llegar al suelo, donde se dividió en varios canales. En pocos
minutos, las líneas de aguamarina iluminaron la extensión, convirtiéndose en un
complejo diseño geométrico que tocaba los bordes de la sala. Los enormes
engranajes que había en las paredes comenzaron a girar, cada uno de ellos en
direcciones opuestas.

Fate no entendía exactamente lo que estaba observando, pero se preguntaba


si ese ser de otro mundo era la fuente de la magia que corría por la Fortaleza. Pero,
¿quién era ella? ¿Cuánto tiempo llevaba en este estado de sueño eterno?

Sin previo aviso, los ojos de la mujer se abrieron. Negros como la noche,
miraron fijamente a Fate.
El robot también se sorprendió y se tambaleó hacia atrás, parloteando con
emoción en un idioma extraño. Ignorando al robot, la mujer de ojos negros atrapó
a Fate con su férrea mirada.

—¿Quién se atreve a entrar en mi Obiectis?

Su boca no se movió, pero sus palabras invadieron la conciencia de Fate como


si alguien derribara una puerta. La conmoción reverberó dolorosamente en la
conciencia de Fate. Retrocedió. La cámara desapareció de la vista en un instante. El
laboratorio, los fuegos de los hornos y los engranajes que rechinan se desdibujaron.

En el momento en que la conciencia de Fate regresó a su cuerpo, sintió la


pesadez de su forma física como si pesara cientos de kilos. Después de
experimentar la ligereza de moverse hacia donde su atención la llevaba, el simple
esfuerzo de levantar los brazos le pareció hercúleo. El dolor la perforó a lo largo del
antebrazo derecho hasta la mano. Se quitó el casco de la cabeza y lo dejó caer al
suelo en su prisa por inspeccionar su ardiente palma.

Dejó escapar un pequeño grito cuando vio lo que se había grabado con láser
en su mano. Brillando bajo la superficie de su piel, un símbolo redondo giraba
dentro de anillos entrelazados en movimiento. Parecía una versión diminuta de la
Fortaleza.

—¿Qué es esto?

Farouk empujó su hocico a través de los barrotes de la jaula, con los ojos muy
abiertos de preocupación.

—El sello Guardian —Su tono era despectivo mientras la miraba fijamente—.
¿Qué ha pasado?

—¿Además de lo que parece ser esta inquietante marca bajo mi piel? —Fate se
esforzó por recuperar el aliento—. Nada.

—No te creo. Se supone que ese casco sólo debe estar puesto un minuto.

—¿Cuánto tiempo lo tuve puesto?

—Nueve minutos. Nueve minutos muy prolijos.

Cuando Fate respiró con dificultad, su pulso comenzó a estabilizarse.

—¿De qué te quejas? A mí me han parecido cien mil años.

Farouk negó con la cabeza.

—¿Viste algo que no debías?

—¿Cómo iba a saberlo? Todo era nuevo para mí.


Farouk parecía poco convencido.

—¿Por qué te has quedado más tiempo? Nadie lo había hecho antes.
¿Buscaste algo deliberadamente?

Fate se mordió el labio inferior.

—¿Hay alguien más aquí en la Fortaleza además de nosotros? Y no me refiero


a los monstruos que Brune soltó.

El agarre de Farouk se apretó en los barrotes de su jaula.

—No. ¿Por qué lo preguntas?

—Siento soltarte una bomba, pero no estamos solos. Hay alguien más aquí y
parece creer que es la dueña del lugar, excepto que ella no lo llamó la Fortaleza. Lo
llamó Obiectis. ¿Por qué lo llamó así?

—La Obiectis es lo que los constructores originales llamaron la Fortaleza. —


Farouk se echó hacia atrás en su silla con la mano en el pecho como si le hubieran
disparado.

—No sé cómo, pero de alguna manera sabía que yo estaba allí —Fate se quedó
mirando al espacio, viendo la cara de la mujer tan claramente como si estuviera en
la habitación—. Y déjame decirte que no estaba contenta. Va a haber problemas.
Créeme, lo sé. Ya me he topado antes con los de su tipo.

Pensó en Elsina y Moria, dos peligrosas hechiceras del Libro de Fábulas. Por
alguna razón, eran extremadamente territoriales y tenían una inclinación por
castigar a los intrusos. Fate frunció el ceño al ver a Farouk. Cada vez se sentía más
incómoda con su reacción de asombro.

—Tengo la clara sensación de que sabes exactamente quién es, así que
empieza a informarme.

Cuando Farouk no respondió, ella hizo sonar su jaula y él saltó en su asiento.

—¡Se ha despertado! —gimió. Agarró los engranajes y los cambió


desordenadamente en un intento de poner la jaula en movimiento, pero se
atascaron y la jaula se tambaleó y se estrelló contra la pared.

—Vaya, ¿dónde está el fuego? ¿Por qué tienes tanto pánico?

El pequeño pecho peludo de Farouk se agitó mientras retorcía con


preocupación la punta de su cola.

—Estamos condenados —Sus orejas se cayeron y sus hombros se


desplomaron—. Estamos condenados.
Capítulo 18
Llámame tu amante fae

FINN SE PUSO RÍGIDO MIENTRAS MIRABA A LA FAE QUE HABÍA


adoptado la forma de Fate. Era un duplicado absoluto hasta el más mínimo detalle.
El mismo pelo castaño que caía en ondas salvajes hasta la cintura, la piel pálida
ruborizada con el más leve toque de rosa en las mejillas, y los amplios ojos
interrogantes que le abrieron el corazón cada vez. Empezó a temblar de pies a
cabeza cuando ella se acercó. El calor de su cuerpo lo atrajo.

No pudo evitar inclinarse hacia ella.

Levantando la barbilla, sonrió dulcemente, luego bajó la mirada a su boca y le


pasó el dedo por los labios.

—Bésame —susurró.

Su contacto le provocó escalofríos mientras miraba su boca, suavemente


rosada e irresistiblemente húmeda. Por muy equivocado que estuviera, se inclinó
hacia ella, desesperado por probar esos labios. Antes de que pudiera detenerse, la
agarró por la cintura y la atrajo contra él, presionando su boca con avidez contra la
de ella.

Respondiendo con un suave gemido, ella enroscó los dedos en su pelo.


Mientras Finn se deleitaba con la suavidad de sus labios, profundizó en ellos,
cuando de repente se encontró con algo áspero como el papel de lija. Alarmado, se
quedó quieto, mientras se daba cuenta de lo horrible que era. Ella tenía la lengua
áspera de un gato.

Apartándola, se limpió la boca con asco.


Ella le devolvió la mirada, con los ojos muy abiertos e inocentes. Por primera
vez vislumbró algo feo que se escondía bajo la superficie del hermoso rostro de
Fate. Odiaba a esa criatura por utilizar su belleza como arma contra él.

—Finn, ¿qué pasa?

Se apartó de ella.

—Lo que pasa es que tú no eres ella.

—Pero puedo serlo —insistió—. Tenerla contigo te inspirará. Vas a tener que
hacer lo que sea necesario para cruzar a ella y necesitarás algo que te mantenga
fuerte durante esos momentos. Sobre todo cuando todo parezca perdido. Déjame
ser tu musa.

Negó con la cabeza.

—No, no puedo permitir que te parezcas a ella. No está bien. No eres digna.
Eres una cosa horrible y ella es...

—¿Tu ángel?

Él no respondió, pero ella había dado en el blanco. Fate era todo lo que él
siempre había deseado: hermosa, inteligente, divertida, amable y, sobre todo,
totalmente imprevisible. A veces de una manera que él podría prescindir, pero en el
fondo, le gustaba que lo mantuviera en vilo. En lo que a él respecta, Fate era
perfecta para él.

—Puedo ser todo lo que ella es y más —La fae le tocó la espalda.

Manteniendo su mirada desviada, Finn se apartó de ella.

—¡Déjame en paz! No te quiero aquí. Vuelve a la Tríada. Te convocaré una vez


que haya localizado la división.

—Si la encuentras.

—Oh, no te preocupes, la encontraré. Incluso si me mata.

—Un resultado muy probable —advirtió—. Los Djinn viven en el desierto de


Mirajaran. El nombre significa extensión fantasma. Sin un guía, no sabrás la
diferencia entre la realidad y la ilusión. Sólo los humanos más experimentados
saben cómo navegar por ese desierto.

Finn se volvió para mirarla de nuevo, con el corazón retorciéndose


dolorosamente ante la falsa visión que tenía delante.

—¿Cómo eres capaz de hacer esto? —preguntó, apenas pudiendo ahogar las
palabras—. ¿Cómo es que puedes parecerte a ella... y sonar como ella? —Cerró los
ojos para evitar el dolor que se le agolpaba en el pecho—. Incluso te mueves como
ella.

—Tu inusual conexión con ella me lo pone fácil —respondió—. Su esencia es


parte de ti, pero sin ella, estás incompleto. Tu anhelo por ella será tu perdición.
Debo decir que no he sentido este tipo de pasión, deseo y dolor en mucho tiempo.
Estés dispuesto a admitirlo o no, necesitas una musa para seguir adelante.

Apretando los puños a los lados, Finn luchó contra su oferta. Todo esto estaba
mal. Debería desterrar a la fae. Como su invocador, tenía el poder de hacerlo. Pero
ver a Fate aquí, frente a él, incluso como una mentira, había despertado algo débil y
codicioso dentro suyo.

—Puedes quedarte —La vergüenza se agitó en sus entrañas—. Pero sólo


puedes parecerte a ella cuando lo necesite. Y cuando no te parezcas a ella,
mantendrás tu verdadera forma. Necesito saber a qué me enfrento.

—Tu pequeña mente humana no puede soportar mi aspecto.

—Siento discrepar contigo, amor. Sospecho que las runas de la raza de los
antiguos me protegerán muy bien.

Él captó el reconocimiento de la verdad en sus ojos antes de que ella desviara


la mirada.

—Muy bien.

Las palabras no habían salido de su boca cuando el aire se agitó a su


alrededor, distorsionando la imagen del rostro y la forma de Fate. Finn tragó su
repugnancia cuando un negro aceitoso inundó el marrón de sus ojos en una
oscuridad brillante, mientras una estructura ósea angular sustituía los suaves
planos de las facciones de Fate. Su pelo castaño dio paso a una salvaje cabellera de
color pajizo salpicada de plumas. La textura de sus ropas se convirtió en una piel
amarillenta cubierta de plumón. Los brazos, los muslos y las espinillas se llenaron
de plumas. Las manos y los pies se convirtieron en garras de pájaro.

—¿Qué eres? —preguntó Finn, observando con horror cómo un par de


grandes alas membranosas se desplegaban desde su espalda.

—Algunos me llamarían tu amante fae.

Un escalofrío recorrió la piel de Finn cuando las advertencias de su abuelo


afloraron en el pasado. Se trataba de una fae conocida en la Isla de Man como
Lhiannan Shee. Su único propósito era encontrar un hombre humano que la amara
convirtiéndose en la mujer de sus sueños. Y mientras ella lo inspira a grandes
alturas, se alimentaria de su energía vital.
El miedo recorría las venas de Finn. Acababa de firmar un trato con un
vampiro de energía y, por lo que sabía, su única forma de salir del acuerdo era
morir.

Capítulo 19
Los apócrifos de mortcarion

—TU PÁNICO ME ESTÁ HACIENDO ENTRAR EN PÁNICO —LE DIJO FATE


a farouk.

Farouk se levantó de su asiento y se alisó la piel.

—Indudablemente. Debemos prepararnos —Cambió las marchas y recorrió su


jaula con rapidez por el Santuario sin estrellarla esta vez.

Fate lo siguió hasta la pared de librerías, donde sacó una miríada de cajas,
abriendo cada una antes de descartar una tras otra.

—No veo cómo lo que sea que se supone que tenemos que luchar contra ella -y
contra cualquier otra amenaza- va a caber en ninguna de estas cajas tuyas. A no ser,
por supuesto, que tengas un artilugio mejorado de Ojo de Dragón en una de ellas.

Esperó la respuesta de Farouk, pero éste continuó con su frenética caza en


silencio.
—La lección de historia que acabo de recibir fue buena y todo, pero no me
convirtió exactamente en la Mujer Maravilla. Tonto de mí por pensar que podría,
pero la única manera en que veo que podemos estar en el lado ganador de esto, es
si subo de nivel de alguna manera. ¿Sabes lo que quiero decir?

—Has absorbido el conocimiento, la experiencia y la destreza colectivas de


todas las guardianas que te han precedido a nivel celular. ¿No es eso suficiente
ventaja para ti? —Gruñó mientras tiraba de una palanca para elevar su jaula y
tomaba una caja del estante superior.

—¿De verdad? Aparte de este sello subdérmico que me han marcado, no me


veo ni me siento diferente —Se frotó la palma de la mano para comprobar la
sensibilidad de su piel. Para su alivio, la sensación de quemazón empezaba a
aliviarse.

—¡Ah! Aquí está —Se volvió hacia ella con una sonrisa de alivio y le tendió un
anillo de aspecto extraño.

—No, en serio, nos acabamos de conocer. Creo que es un poco pronto para los
anillos de compromiso, ¿no?

Las orejas de Farouk se inclinaron mientras fruncía el ceño.

—Tómalo.

Fate lo arrancó de sus manos y lo hizo girar de un lado a otro. La banda de oro
estaba decorada con querubines pintados de colores a cada lado. Entre ellos había
un grueso gorro ovalado pintado de un esmalte azul real con florituras doradas.
Arrugó la nariz.

—¿Tengo que llevar esto? Lo vintage es genial y todo, pero ¿esto?

La mirada de Farouk no cambió.

—No tienes ni idea de lo que tienes en tus manos.

—¿La joyería victoriana más hortera del mundo?

—¿Por qué bajaste al núcleo de la Fortaleza si llevabas el casco?

Su pregunta la atrapó desprevenida.

—No lo sé. Tenía curiosidad. Supongo que quería saber quién construyó la
Fortaleza.

Su mano atravesó los barrotes mientras le clavaba un dedo.

—Exacturación. Ninguna otra Guardina ha hecho eso durante la iniciación. Ni


siquiera Brune. Si alguien iba a hacer algo así, habría sido ella. Pero a ella, como a
todos los demás, le parecía bien conocer sólo la historia de los guardianes de la
Fortaleza.

—¿Cuál es?

Parecía incómodo.

—Has sido testigo de la parada del cambio de guardiaa en los últimos


quinientos años.

—Lo he sido. Pero, ¿cómo te convertiste exactamente en el cuidador? Dijiste


que has estado aquí durante miles de años, ¿verdad? Sin embargo, cuando fui más
atrás, antes de que hubiera guardianes, no vi ni un pelo de ti. ¿O debería decir piel
o pelo? —Se rio y se detuvo en seco.

Farouk estrechó los ojos hacia ella mientras se encogía sobre sí mismo,
hundiendo la cabeza entre los hombros. Había tocado un nervio. No es que
intentara tocar nada en particular. ¿Qué estaba ocultando?

—Mi historia no tiene importancia —Se quedó tieso con las pequeñas manos
apretadas—. Nuestro foco está mejor puesto en lo que descubriste dentro del
núcleo. Ponte el anillo.

Fate lo miró fijamente mientras se probaba el anillo en varios dedos antes de


encontrar el que le quedaba bien.

—Bien, pondremos un broche en esta conversación. Por ahora —Levantó el


dedo corazón y sonrió—. Ya está puesto. ¿Y ahora qué?

—Hay un pequeño pestillo en un lado. Empújalo para abrir la tapa.

—¿Así que esto es una especie de anillo relicario? —Pasó la punta del dedo por
el borde del óvalo y se detuvo cuando sintió el pequeño cierre—. Espera. Teniendo
en cuenta dónde estoy y el infierno por el que ya he pasado, ¿qué pasa cuando abra
la tapa? Esto no es el Arca de la Alianza y está lleno de fantasmas difusos que me
derretirán la cara si los miro, ¿verdad?

La miró como si estuviera loca.

—No, no se te derretirá la cara. Y sí, el Arco está aquí y a salvo en una de las
bóvedas. El anillo que sostienes es un proyector de telepatía. Contiene los orígenes
de la Torre de homenaje por la que sientes tanta curiosidad.

Fate estudió el anillo con más interés.

—Hmm, suena bien. A menos que duela como el casco.

—Ver un telepático es bastante indoloro. Oirás la voz de la narradora como si


estuviera contigo y verás lo que ha visto.
—Supongo que puedo hacerlo —Pasó la yema del dedo por el pestillo con
creciente excitación—. Bien, aquí no hay nada.

Al pulsar el pestillo, dio un salto cuando la tapa se abrió y una flecha hizo clic
en sentido contrario a las agujas del reloj. Una esfera redonda llena de símbolos
giró en la dirección opuesta mientras un engranaje dorado en forma de estallido
comenzaba a girar, lentamente al principio, hasta que su velocidad se convirtió en
una mancha. Un cono de luz centelleante y niebla salió disparado del centro.

Una forma embozada parpadeó sobre la niebla iluminada como una película.
La persona se acercó y retiró la capucha de la capa, revelando el rostro de una
mujer mayor. Su piel arrugada estaba cubierta de cicatrices talladas sobre su rostro
en distintos patrones tribales. Tenía los ojos opacos y vacíos de los ciegos, y Fate
podría haberla tomado por humana, de no ser por los tres ojos que parpadeaban en
la frente de la mujer.

La mujer inclinó la cabeza y miró directamente a Fate, lo que le produjo un


escalofrío. Cuando por fin habló, su voz sonó como el crujido de las hojas secas sobre la
arena.

—Soy Vasha, el último miembro superviviente del Consejo Psiónico Galáctico. Este
es el Apócrifo de Mortcarion, transcrito extraoficialmente en contra de los deseos del
Consejo y compilado en secreto por mí. Ningún otro ser vivo conoce su existencia. El
contenido de estas escrituras es un registro completo de los eventos que comprenden la
historia de la construcción de la Obiectis y la resultante Guerra de la Región del Caos.

» Como revelarán los relatos que siguen, el destino de los que vengan después de
que yo me haya convertido de nuevo en polvo de estrellas, dependerá de una
comprensión completa de la historia temprana de los Constructores de Obiectis y de su
caída final ante el poder del caos conocido como Kali.

La mujer se acercó con una palpable sensación de urgencia.

» Algún día volverá a despertar, y sin este conocimiento, temo por la existencia de
toda la vida en el universo.

El corazón de Fate retumbó con fuerza en su pecho. Quería cerrar la tapa del
anillo del proyector. No quería oír lo mucho que podía empeorar todo. Pero no
tenía que preocuparse, porque las circunstancias decidieron por ella. El sonido
deslizante del hierro contra el hierro cuando la puerta de la escotilla del Santuario
se abrió como el iris dilatado del objetivo de una cámara. Fate levantó la vista a
tiempo para ver a Brune salir disparada por la abertura y aterrizar en el centro de la
sala.

Pasando la mano por el anillo del proyector, Fate cerró la tapa y se metió la
mano en el bolsillo.

—Bienvenida de nuevo.
Brune se quitó la mochila de aeronauta de los hombros y la dejó en el suelo
con cuidado. Sucia, cansada y cubierta de sudor, se dejó caer en una silla cercana y
se pasó la mano por su desordenado pelo rubio.

Fate intercambió una mirada ansiosa con Farouk. Su instinto le decía que
debía mantener el anillo y su contenido en secreto entre ellos, al menos por ahora.
Le dedicó un asentimiento furtivo mientras ambos se volvían hacia Brune, cada
uno mirándola en un incómodo silencio.

Brune los miró a ambos con desconfianza.

—¿Qué está pasando? ¿He interrumpido algo?

Farouk dirigió su jaula hacia el centro de la habitación.

—No. Sólo nos sorprende verte de vuelta tan pronto. ¿No pudiste llegar a los
portales de respiración?

—Por supuesto —El tono de Brune se volvió condescendiente—. No soy una


novata. Recuerda con quién estás hablando, Farouk.

Fate apretó los labios para no discutir. No era ni mucho menos tan inexperta
como la acusaba Brune, pero algo le decía que perdería el tiempo si intentaba
defenderse.

Brune liberó a Fate de su fría mirada y miró a Farouk.

—Tus lecturas deben estar mal, o me has dado las coordenadas equivocadas,
porque los portales estaban reparados y cerrados cuando llegué.

La espalda de Farouk se endureció.

—Mis diagnósticos nunca se equivocan.

—¿Por qué estás tan molesto? Al menos sabemos que no ha entrado nada más
por los portales.

La mirada de Farouk se dirigió a Fate.

—Me preocupa más quién o qué ha arreglado el defecto.

—Tal vez fueron los robots —se apresuró a decir Fate, en un intento de desviar
la conversación de su reciente descubrimiento—. ¿No es ese su trabajo?

—Lo es en un grado restringido. Cualquier reparación fuera de su


programación tendría que ser introducida por mí o por un tutor.

—Ella debería saberlo —intervino Brune—. ¿Te has molestado siquiera en


llevarla a la iniciación final?
—Eh, aquí mismo. Y sí, recibí el pinchazo de datos en el cerebro y me dieron
un láser —Fate levantó la mano para mostrar a Brune el sello que brillaba en su
palma—. Estoy al día.

—Hmph, eso es lo que crees —se rio Brune.

Fate abrió la boca para hablar cuando, de repente, un terrible rugido


reverberó en las paredes del Santuario, seguido del estruendoso choque de la
Quimera contra la escotilla abierta. Fate y Brune se apartaron del camino mientras
un chorro de fuego se abría paso. Al estar más cerca del panel de control, Fate se
puso a cuatro patas y golpeó con la mano la pantalla para cerrar la puerta de
entrada. El iris se cerró en espiral, apagando las llamas mientras la Quimera
embestía la escotilla, arañando la barrera de hierro con renovado frenesí.

Con el corazón palpitante, Fate se volvió hacia Brune.

—¿Decías?

Brune se puso en pie y atravesó el Santuario hasta el conjunto de puertas que


conducían a otros sectores.

—Eso no es nada. Espera a que estés ahí fuera y te enfrentes a esa cosa.

—¡Bueno, ya lo estaba entonces! —Gritó Fate—. Quiero decir, realmente,


¿naciste en un granero? ¿No sabes cerrar las puertas detrás de ti?

Brune le dedicó una sonrisa condescendiente cuando atravesó la puerta


marcada con el símbolo de la residencia.

—Sí, señora, así es —Cerró la puerta de una patada tras ella con un fuerte
golpe.

Fate levantó los brazos y miró a Farouk.

—Bueno, eso fue maduro. ¿Qué tiene, tres años?

—Noventa y cuatro, para ser exactos.

—¿Siempre es así?

Inclinando la cabeza, Farouk lo pensó.

—Sí. Se podría decir que es gruñona.

—Hay una palabra adecuada que creo que añadiré a mi creciente lista de
calificativos para Brune.

Farouk esbozó una amplia sonrisa que le hizo parecer inquietantemente


astuto.
—Eres bienvenida. Tengo otros si te fascina.

—Estoy bien por el momento —Fate jugó con el anillo del proyector—. Ahora
mismo, creo que es mejor que vuelva a esto. He estado temiendo lo que hay aquí,
pero se siente bien tener información de la que Brune no sabe nada. —Le dedicó a
Farouk una sonrisa conspiradora, pero él ya estaba dirigiendo su jaula hacia la
salida.

—Te dejaré mientras compruebo el equipo de diagnóstico —Empujó la puerta


marcada para el laboratorio de ciencias y dejó que la puerta se cerrara de golpe.

—Claro —murmuró Fate, sintiéndose ligeramente desairada mientras abría la


tapa del anillo del proyector. La luz y la niebla devolvieron a la vista a la narradora,
Vasha, y Fate se acomodó para observar y escuchar.

—Para comprender plenamente esta historia, debemos comenzar nuestro viaje en el


pasado profundo, con un conocimiento profundo de la Región del Caos. Existen dos
planos de existencia. El plano físico está formado por los cuerpos celestes que llamamos
galaxias, estrellas y planetas, todos ellos sujetos a las leyes de la física. El plano de la
magia multidimensional, en cambio, es un océano cósmico infinito compuesto de
potencialidad pura que impregna y fluye a través de todo ser vivo. Este mar de energía
mágica refleja todos los pensamientos y emociones, que son llevados a la forma física
cuando se hacen lo suficientemente fuertes.

» Las civilizaciones primitivas eran sensibles a la magia multidimensional y


podían ver más allá del plano material. Eran los chamanes que utilizaban la magia para
curar, comunicarse con el espíritu y hacer pequeñas demostraciones de manifestación de
la nada. A medida que la sociedad progresaba y la inteligencia aumentaba, surgieron la
brujería, la hechicería y la alquimia, en lo que se llama la Edad de los Milagros. Más
tarde, la ciencia reinó y la tecnología se utilizó para aprovechar la magia
multidimensional, cortando efectivamente la conexión entre los vivos y el plano mágico.

» Cuando las formas de vida se vinculan directamente con la magia


multidimensional, crean una fuerza armoniosa y unificadora, que produce corrientes
suaves en todo el plano mágico. Del mismo modo, la separación de la magia, conduce a
pensamientos y emociones inarmónicos, que generan tormentas de energía psíquica.
Estas perturbaciones se precipitan en oleadas hacia el borde exterior del espacio, donde
se agrupan en un mar agitado de magia salvaje conocido como la Región del Caos.

» Cuando las tormentas psíquicas aumentan en frecuencia e intensidad, las


energías negativas del colectivo crecen y desarrollan su conciencia. Nacidas del caldero
colectivo del miedo, la codicia, la lujuria y la rabia, se convierten en entidades del plano
material y mágico.

» Desde el principio de los tiempos, la Región del Caos ha vomitado estos seres de
inmenso poder y magnitud, conocidos a lo largo de la historia como dioses, demonios,
faes y djinn, por nombrar sólo algunos. Son seres impredecibles, muchos de los cuales se
han adueñado de planetas jóvenes para ayudar a modelar el terreno y la atmósfera
mientras guían las formas de vida según les convenga. Cuando las energías son
particularmente fuertes en negatividad, se engendran monstruos, y éstos sólo buscan
jugar con los mortales y destruir los mundos que habitan.
» La Región del Caos siempre ha sido una zona prohibida por esta razón. Hasta
que una raza pensó que estaba por encima de todas las reglas.

» Los constructores de Obiectis fueron una vez una raza muy inteligente conocida
como los Golandon. Eran una especie alta, de piel azul y aspecto humanoide, con seis
brazos en lugar de dos. Habiendo alcanzado la cima de su potencial evolutivo, los
Golandon habían logrado lo último en desarrollo cultural, psíquico y científico,
especialmente en tecnología infundida con magia multidimensional.

» Con tales logros llegó un sentido hinchado de superioridad. Los golandones se


creían mejores que todas las demás razas y guardaban celosamente sus avances. Se
negaron a compartir sus conocimientos con la Federación Galáctica y mantuvieron sus
inventos bajo fuerte vigilancia. Su comportamiento acaparador generó malas relaciones
e invitó a los ladrones. Después de un tiempo en el que les robaron demasiados secretos,
los golandones decidieron construir una barricada que acabara con todos esos robos
para siempre.

» Tras reunir a sus mejores mentes, llevaron sus planos y su avanzada tecnología a
las regiones más lejanas del espacio, directamente al corazón de la Región del Caos,
donde sabían que no podían ser seguidos. Allí construyeron una estructura que, a día de
hoy, desafía toda la lógica y todas las leyes científicas conocidas por el conjunto del
conocimiento universal.

» Toda la raza Golandon abandonó su planeta natal y se trasladó a Obiectis. Con el


tiempo, la civilización en su conjunto perfeccionó el diseño original, arrancando todo lo
que estaba por debajo de la norma, mientras añadía capa tras capa de mejoras, hasta
que al final no quedó nada que mejorar. Habían creado una maravilla, una construcción
del tamaño de un pequeño planeta con su propio ecosistema sostenible y un escudo
defensivo.

» Habiendo alcanzado la cúspide de su objetivo, el Golandón comenzó a


involucionar.

» Si los golandones hubieran rebajado su orgullo lo suficiente como para consultar


con el Consejo Psiónico, en lugar de retirarse de la sociedad para vivir en el borde más
oscuro del espacio, les habríamos advertido de los peligros de sus acciones. Con toda su
inteligencia y conocimiento de la magia multidimensional, los golandones nunca se
dieron cuenta de que vivir tan lejos del Gran Sol Central -la fuente de toda la
iluminación- sería un gigantesco paso atrás.

» Las ideas ya no fluían de la forma que antes se daba por supuesta. La innovación
y el ingenio se agotaron, y con la estructura funcionando por sí sola, había muy poco que
hacer. Los golandones habían diseñado la prisión perfecta y ellos eran sus reclusos. La
habían construido en medio de un océano agitado de energía negativa, que se estaba
filtrando lentamente en la estructura de su prisión.

» Su civilización se derrumbó cuando la depresión, la rabia y la apatía se


asentaron sobre ellos. La caída comenzó con aquellos que primero sucumbieron a sus
emociones más oscuras. Miles de personas se volvieron violentas y se lanzaron a matar.
Los pocos que aún conservaban la cordura, programaron a los robots para que vigilaran
a los locos y los encarcelaran bajo tierra. Mientras tanto, trabajaron febrilmente para
diseñar un escudo. Uno que permitiera la magia salvaje necesaria para alimentar a los
Obiectis, pero que filtrara las energías dañinas que los afectaban.

» Así es como surgieron los seis aros colosales que giran alrededor de la Obiectis.
Cada aro da vueltas y vueltas, generando un campo de fuerza que protege de las energías
psíquicas dañinas, a la vez que recoge la magia salvaje dentro de los filamentos
incrustados a lo largo de la carcasa exterior de cada aro.

» Por desgracia, los aros giratorios tardaron más de cien años en construirse.
Para entonces, sólo quedaba un pequeño porcentaje de los descendientes de los Golandon
y un número aún menor de ellos seguía estando cuerdo. Ni que decir tiene que los
Golandon pagaron un alto precio por mantener su preciada tecnología como un preciado
secreto.

» Cuando se corrió la voz de mundo en mundo sobre la maravilla tecnológica del


Golandón, los ojos celosos lanzaron miradas codiciosas sobre los Obiectis. La guerra
estalló en la Región del Caos. Se formaron alianzas improbables entre carroñeros,
mercenarios y federaciones en un intento inútil de tomar la fortaleza impenetrable por
asalto. Pero las emanaciones nocivas de la Región del Caos generaron desconfianza y
luchas internas entre las alianzas, que acabaron por dividirlas.

» Se libró una guerra de mil años por el derecho a ocupar la volátil parcela de
espacio que rodea a la Obiectis con la esperanza de atravesar su escudo. Nadie fue capaz
de infiltrarse en la Obiectis.

» Las interminables conspiraciones, las sangrientas batallas y la incesante codicia


que llevaron a toda una galaxia a la guerra provocaron enormes disturbios en toda la
Región del Caos. Oleadas de agitación ondularon a lo largo del plano mágico,
colisionando en un número incalculable de entidades sedientas de sangre que asolaron
innumerables planetas como una plaga. Los historiadores de antaño llamaron a esta
terrible época la Edad de los Monstruos.

» Los gritos de los torturados resonaron por toda la galaxia. El terror se extendió
hacia la Región del Caos en forma de olas, donde las energías de construcción crearon
otra conciencia monstruosa. Durante siglos durmió, creciendo en tamaño más allá de
cualquier otro ser que hubiera venido antes, su alimento las pesadillas de los inocentes.

» Cuando la guerra alcanzó finalmente un punto álgido de violencia y matanza, la


colosal entidad despertó. Su espeluznante chillido resonó en toda la región mientras
dirigía su mirada hacia las flotas de barcos que luchaban en Obiectis y sus alrededores.

» La guerra terminó en ese momento con un frenesí de destrucción absoluta. La


entidad del caos arrasó con todas las naves como un enorme huracán, devorando la
fuerza vital de todos los pasajeros mientras absorbía sus espíritus en su gigantesco
cuerpo de energía agitada. Se alimentó y alimentó hasta que el espacio que rodeaba a la
Obiectis se convirtió en un mar de restos y barcos fantasmas huecos.

» El titán dirigió entonces su voraz apetito hacia el Obiectis. Los gritos de furia
resonaron en las paredes interiores mientras martilleaba la estructura. El campo de
fuerza generado por los aros giratorios desvió a la entidad, pero el Golandón sabía que
sólo era cuestión de tiempo que los anillos se debilitaran bajo el implacable bombardeo...
En cuanto Fate oyó que se abría la puerta, cerró de un puñetazo la tapa del
anillo del proyector contra la palma de su otra mano, cortando las aterradoras
imágenes y sonidos que se reproducían ante ella. El miedo recorrió sus
terminaciones nerviosas cuando Jessie y los demás entraron en el Santuario.
Todavía llevaban el uniforme completo, pero se habían quitado el Ojo de Dragón y
parecían haber vuelto a la normalidad.

Lincoln intentó una patada que se quedó muy lejos de lo que Fate había
presenciado antes.

—¡Esho esh legendario! ¿captashte el golpe de palma que me dieron?

—¿Cómo podría? —Mason agitó los brazos de mala manera—. Estaba


demasiado ocupado asombrándome con mis bloqueos de brazos de alta velocidad.

Lincoln se rascó la nariz y miró a su alrededor.

—¿Dónde eshtá esha rubia mandona? ¿Ya ha vuelto? Eshtoy lishto para
moshtrarle mish nuevosh movimientosh —Se rio y giró las caderas—. Shi shabes lo
que quiero decir.

—Mejor que no te vea haciendo eso —advirtió Mason—. Puede que estés listo
para patear el trasero de algún monstruo, pero apostaría a que ella patearía el tuyo,
y bien.

Jessie dirigió una mirada fría hacia Fate.

—No, yo apostaría contra ella. Ser una Guardiana no te convierte en todo eso.
Tenemos cosas que ellos no tienen —Su tono era contundente y se dirigía
únicamente a Fate mientras acariciaba el casco de Ojo de Dragón que llevaba en el
cinturón.

Fate miró al suelo. Debería enfadarse con Jessie por ser tan descaradamente
competitiva, pero estaba demasiado asustada por las imágenes de la historia de
Vasha. Ninguna de ellas sabía el peligro que corrían en realidad y su arrogancia
podía hacer que las mataran a todas, incluida su mejor amiga.

Capítulo 20
La diosa de ojos negros

FATE APILÓ LAS ALMOHADAS DE LA CAMA DETRÁS DE ELLA Y SE


HUNDIÓ en ellas con un fuerte suspiro. Su habitación era nada menos que lujosa.
Las paredes estaban revestidas de cálidas maderas talladas en intrincados arcos
que enmarcaban frescos bellamente pintados. Cerca de los altos techos había
faroles ornamentados que brillaban con luz ámbar. Una zona de estar ofrecía varias
sillas acolchadas y un sofá, cada uno de los cuales flotaba en el aire a un pie del
suelo. Incluso su cama flotaba como un colchón de aire en un estanque tranquilo.
No tenía ni idea de cómo estaban hechos los muebles para desafiar la gravedad,
pero le gustaba la ligera sensación de balanceo que se producía bajo ella cada vez
que cambiaba su peso.

Pasó la mano por la enorme colcha de lino color crema de la cama,


sintiéndose como la realeza en el regazo del lujo. El Golandon definitivamente
sabía cómo vivir con estilo. Al parecer, todas las zonas de la residencia estaban
amuebladas con la misma suntuosidad. Y cada suite contaba con su propio robot de
cámara, que había sido ligeramente humanizado con caras agradables. Su robot de
cámara había sido equipado con una cara redonda de abuela, reconfortante, hasta
que se dio la vuelta y reveló los circuitos parpadeantes detrás de la máscara. Pero
Fate no iba a quejarse. No cuando eso significaba que no tenía que hacer la cama
por la mañana. Incluso podía dejar su ropa en el suelo.

Fate movió los dedos de los pies y dejó escapar otro profundo suspiro. Ahora
que estaba sola y podía relajarse con sus propios pensamientos, se dio cuenta de lo
completamente agotada que estaba. Habían pasado muchas cosas en las últimas
veinticuatro horas. Había pasado, literalmente, de salir rebotada del Libro de
Fábulas, a aterrizar en medio de una convención de fans, a catapultarse por el
universo y, finalmente, a descargar en su cerebro miles de años de conocimiento de
Keep. Todo en un día.

Por si eso no bastara para sumirla en un coma de una semana, había que
añadir el estrés de saber que la Fortaleza estaba plagada de monstruos
despiadados. Por no hablar de los constantes malabarismos con los delicados
sentimientos de los demás. Especialmente los de Jessie.

En ese momento, Eustace, Brune y Farouk estaban elaborando algún tipo de


plan para eliminar a la Quimera. Ella había insistido en participar en la
planificación, pero el cansancio se impuso y tuvo que excusarse. Ya habría tiempo
de averiguar lo que los tres habían tramado por la mañana. Sin embargo, el hecho
de marcharse no le sirvió para calmar los nervios. Después de haber estado tan
cerca del calor de las llamas de la Quimera, la realidad de enfrentarse a la máquina
que respiraba fuego sin que hubiera una pared entre ellos era francamente
paralizante.
Temblando, Fate se abrazó a si misma. Estaba demasiado cansada para
afrontar el día siguiente con cierta confianza. Se sentía frágil hasta los huesos,
como si el más mínimo golpe la hiciera estallar en mil pedazos. Por mucho que
necesitara y agradeciera la tranquilidad y la soledad, una terrible sensación de
soledad se apoderó de ella. La angustia que había logrado contrarrestar con todas
las distracciones volvió con toda su fuerza. Las lágrimas brotaron de sus ojos y
cayeron sobre las sábanas.

—Finn, te extraño tanto —susurró—. Te necesito aquí conmigo.

El cruel silencio respondió.

—¿Por qué? —Fate gritó—. ¿Por qué no podemos estar juntos? ¿Estamos
malditos?

Ella sabía la respuesta incluso antes de hacer la pregunta. No estaban juntos


por un error irreflexivo. Su error. No tenía que culpar a nadie más que a ella
misma. Si no hubiera conjurado al Hombre Verde con sus Palabras de Creación,
Finn no estaría atrapado dentro de un árbol.

Fate golpeó el colchón mientras la ira ardía en su pecho. No podía imaginar su


vida sin él. Él siempre había estado con ella, primero en su imaginación y luego en
carne y hueso. Era todo lo que siempre había deseado, y más. Finn era parte de ella,
y ella era parte de él. Le dolía de mil maneras diferentes separarse de él.
Seguramente estaban destinados a estar juntos.

Con el borde de la sábana, Fate se secó los ojos.

—No me rendiré. Moriré antes de rendirme —Alcanzó la bolsa que contenía el


tabaco Holy Blend de Finn e inhaló el aroma terroso. Intentó imaginar que él
estaba cerca, pero el vacío era demasiado grande, llenándose rápidamente de un
dolor monstruoso que le desgarraba el pecho y le arrancaba un sollozo de la
garganta.

Se rindió y lloró hasta que el cansancio la dejó seca. Rodando sobre su


costado, Fate miró al espacio, deseando desesperadamente abandonar sus deberes
como Guardiana para ir en busca de la puerta de Oldwilde para poder encontrar a
Finn. Estar con él le daría la fuerza que necesitaba para enfrentarse a los monstruos
que la esperaban dentro de la Fortaleza. Con él luchando a su lado, podría
enfrentarse a cualquier cosa. Él era más poderoso que cualquiera de los presentes.
Finn era el destructor más poderoso. Una vez lo había visto usar su poder sobre los
elementos para incrustar a una diosa de la guerra en roca sólida. ¿Qué más
necesitaba ella?

Fate se sentó erguida, recordando la grabación en el anillo del proyector y la


carnicería que la entidad del caos había provocado en aquellas naves. Había estado
temiendo lo que quedaba de la grabación restante. Sabía que de alguna manera se
relacionaría con la hechicera con la que se había enfrentado dentro del núcleo. La
mujer la aterrorizaba. Finn era el único que podía luchar contra alguien tan
poderoso y ganar.

La idea de llevarlo de vuelta a la Fortaleza antes de ocuparse de cualquier otra


cosa la llenó de energía. Había planeado ver la última parte del mensaje de Vasha
cuando se sintiera emocional y físicamente más fuerte. Pero ahora quería saber
exactamente a qué se iba a enfrentar.

Sin perder ni un segundo más, Fate abrió la tapa del anillo proyector. Un
torrente de luz y niebla brotó del anillo. Las imágenes de la superficie de la
Fortaleza parpadearon sobre la pantalla cambiante y la voz de Vasha llenó la
silenciosa sala.

—Desde el momento del colapso de su sociedad, el equipo superviviente de


científicos e ingenieros de Golandón había estado instalando portales a otros
mundos en caso de que otra catástrofe los obligara a abandonar los Obiectis. Pero
no tan rápidamente como hubieran querido. Los portales sólo admitían seis a la vez
y no todos eran accesibles, debido a la rotación de cien años de cada portal. Sólo un
pequeño porcentaje de los portales se movía por la superficie. La mayoría se
encontraba en las profundidades de los gigantescos engranajes giratorios.

» Evacuaron primero a las personas importantes, a las que podían llevar


consigo los secretos tecnológicos de su civilización y continuar con el legado de
Golandón en otros mundos. Su mejor científico fue elegido para quedarse. Antes de
partir, los científicos lo mejoraron cibernéticamente para prolongar su vida
indefinidamente. Luego lo colocaron en éxtasis en las profundidades del núcleo. Si
la invasión dañaba la Obiectis y ésta no podía autorrepararse, estaba programado
para despertar y supervisar él mismo las reparaciones.

» La última y más crucial parte de su plan para salvar a los Obiectis fue el
papel de la Alta Sacerdotisa. Su conocimiento de la magia multidimensional
superaba incluso el de los científicos de Golandon. Era una Sensible, en sintonía
con las fuerzas astrales y capaz de manipular la materia oscura para que cumpliera
sus órdenes sin necesidad de tecnología. En otros mundos, algunos la llamarían
bruja o hechicera.

» La Gran Sacerdotisa temía al Dios del Caos. La entidad era más poderosa
que todo lo que ella había encontrado. La única manera de detener al monstruo era
contenerlo en algo que pudiera controlar. Pero ninguna estructura hecha por el
hombre podría contenerlo. El contenedor debía ser un recipiente vivo con la fuerza
de voluntad para dominar a la bestia salvaje y, en última instancia, domarla.

» Mientras los últimos Golandones huían a través de los portales hacia


lugares desconocidos, la Suma Sacerdotisa tomó su posición y contempló la agitada
masa de oscuridad que se agolpaba sobre los aros giratorios mientras atravesaba
los últimos jirones del campo de fuerza. Unas nubes negras y retorcidas inundaron
la atmósfera artificial, llenando el inmenso espacio con el aterrador aullido de mil
tormentas, en busca de la energía vital que ansiaban.
» La Suma Sacerdotisa cerró los ojos y ordenó a la entidad que entrara en
ella. Nada podría haberla preparado para el enorme ataque de la inmensa energía
del ser que la invadía. En ese momento conoció su propia pequeñez, como un barco
tragado por un maremoto. Todos los horrores y atrocidades que habían creado al
monstruo la consumieron por completo y se encendieron en su existencia. Todas
las viejas verdades y la antigua magia a la que se había aferrado la abandonaron.

» Las oscuras envolturas de poder se filtraron en sus células, hasta el nivel


molecular. Mientras los últimos vestigios de su espíritu luchaban por mantenerse,
se dio cuenta de su propio anhelo secreto de poder y se rindió a la oscuridad. En ese
instante, se fusionó voluntariamente con la entidad, una elección que los
transformó a ambos en la temible Diosa de Ojos Negros, conocida en ese momento
de manifestación como Kaliena.

» Su forma cambiada se desbordó con ríos de oscuridad, que trataron de


extenderse por el universo. Los zarcillos negros de humo que se enroscaban
alrededor de su cuerpo se dirigieron hacia los portales, deslizándose a través de
ellos antes de cerrarse por completo tras la partida de Golandan, fluyendo hacia
cientos y cientos de otros mundos. De este modo, esparció las semillas de su poder
por incontables galaxias, en las que se ha deificado como una poderosa diosa de la
creación y la destrucción. Ha recibido cientos de nombres: la Madre Cósmica, la
Devoradora del Devorador, la Gran Hechicera y Kali, por nombrar sólo algunos.

» Kaliena se adueñó por completo de la Obiectis. Durante un tiempo, durmió,


soñando con su ser omnipresente y el poder que ejercía sobre los muchos mundos
que ahora poseía. Cuando por fin despertó de su largo sueño, la conexión con sus
múltiples yos se cortó y encontró su conciencia limitada a su cuerpo físico. Por
desgracia, esta división la dejó atrapada en las energías negativas residuales del ser
del caos. Su sabiduría y reverencia por la vida se habían trasladado con las otras
partes de sí misma, ahora dispersas por el universo.

» Durante cientos de miles de años, utilizó los portales en un intento de


reunirse con las piezas perdidas de su alma mayor. Cuando esto resultó
infructuoso, recurrió a la búsqueda de poderosos objetos mágicos con la esperanza
de que un mayor poder le ofreciera una solución. Robó estos instrumentos mágicos
de innumerables mundos, atesorándolos dentro de la Obiectis. Cuando ninguno de
estos objetos le dio el poder para hacer lo que ansiaba desesperadamente, su sed se
volvió insaciable.

» Llegó un momento en que un poderoso hechicero llamado Wodrid


descubrió una puerta de entrada a los Obiectis a través de una cerradura mística,
una intrusión que casi acaba con su vida. El mago no era rival para la hechicera
Kaliena. Por alguna razón desconocida, ella le permitió vivir y lo mantuvo
prisionero. Cuando recuperó sus fuerzas, lo torturó, en parte para divertirse, pero
sobre todo para descubrir cómo había encontrado la forma de entrar en su
impenetrable fortaleza.
» Wodrid soportó este tormento de una manera que la sorprendió. Pronto
llegó a admirar su fuerza y resistencia. Habiendo estado sola con la única compañía
de sus sirvientes mecánicos, finalmente se ablandó y le permitió un mínimo de
libertad, aunque su vida le pertenecía por completo. Nunca le permitiría
marcharse. Pero con el paso de las décadas, algo cambió entre el captor y la cautiva.
Se enamoraron y Wodrid no tuvo más remedio que unirse a ella en su búsqueda
para reconstruir su poder original.

» Sin que Wodrid lo supiera, Kaliena no era la inmortal que decía ser. Había
estado confiando secretamente en elixires mágicos y amuletos que había robado de
otros mundos para mantener su fuerza vital juvenil. Pero finalmente llegó a un
punto en el que ya no podía contener su declive corporal. Necesitaba remedios más
fuertes, y su suministro de amuletos antiguos se había agotado.

» Cuando por fin confesó su debilidad a Wodrid, éste la ayudó a integrar su


forma mortal en la tecnología infundida mágicamente en lo más profundo del
corazón de la Obiectis para mantenerla con vida. Él permaneció a su lado mientras
ella se sumía en un sueño sin sueños, que duraba un poco más cada día que pasaba.
Desesperado por darle esperanzas, Wodrid rompió su juramento a la Orden de los
Druidas al revelar un secreto sagrado. Había dos objetos que podían devolverle la
divinidad. Le habló del Orbe y la Vara de Aeternitis, dos instrumentos de increíble
magia que, combinados, le darían el poder de llamar a la existencia a cualquier
cosa.

» Las últimas palabras que le dirigió mientras caía en un sueño permanente


fueron que encontrara el Orbe y la Vara y se los devolviera. Antes de que Wodrid se
marchara, sacó al científico del éxtasis y le ordenó que controlara la fuerza vital de
Kaliena hasta que volviera con los medios para revivirla.

» A partir de esta última entrada, he observado el paso de dos siglos sin


ninguna señal del regreso de Wodrid. A medida que mi propia vida se acerca al
final de esta existencia, mi vista se oscurece y no veo tanto como antes. Lo que
puedo ver es que los aros giratorios de los Obiectis siguen girando. Los portales
siguen llenándose de maravillas mágicas y Kaliena duerme a través de todo ello.
Pero de una cosa puedo estar segura, el científico de Golandon encontrará la
manera de despertarla. Está en su sangre hacer que las cosas rotas funcionen. El
problema es que no sabe lo que está despertando y temo por el futuro del universo
cuando termine su tarea.

Cuando el rostro de Vasha desapareció de la pantalla brumosa, Fate cerró


apresuradamente la tapa del anillo del proyector. Su mente se tambaleaba. Apenas
podía respirar, sabiendo que había presenciado el momento en que el científico de
Golandon lograba su objetivo de despertar a Kaliena. Las imágenes aterradoras de
la diosa de ojos negros, Kaliena, envuelta en una oscuridad retorcida y su espiral
descendente final hacia una hechicera codiciosa y ávida de poder la perseguirían.
Sin embargo, por alguna razón, su miedo se había convertido en un terror
espeluznante cuando Wodrid entró en escena con su hermoso rostro élfico, sus
orejas delicadamente puntiagudas asomando entre su larga cabellera plateada y sus
ojos del color del hielo.

Cuando la grabación llegó al final, el terror de Fate había aumentado hasta un


nivel irracional. No podía quitarse de encima la sensación de que conocía a Wodrid.
Su rostro le resultaba inquietantemente familiar. Estaba segura de que sus caminos
se habían cruzado de alguna manera, y no en el buen sentido. Sin embargo,
seguramente un encuentro desagradable con él se habría grabado a fuego en su
cerebro. Por no mencionar que, dada su misión de revivir a Kaliena, habría hecho
todo lo posible por quitarle la Vara si se hubieran encontrado.

Se agarró a la cadena de su collar para comprobar si la Vara seguía sujeta. Su


pánico se calmó cuando sintió el calor de la fina barra de oro entre sus dedos.

La cabeza le daba vueltas.

—Wodrid —El nombre le resultaba extraño en su lengua, pero familiar al


mismo tiempo—. Wodrid. ¿Por qué conozco ese nombre... y esa cara?

Apretando los ojos, Fate se remontó a su memoria, recordando todo lo que


pudo de su tiempo en el Libro de Fábulas. Pero habían pasado demasiadas cosas.
Resulta imposible determinar cómo conoció a Wodrid. Era como buscar a un oso
polar en una tormenta de nieve, y era igual de angustioso.

—Oh, al diablo —murmuró. Mañana le preguntará a Farouk qué sabe de


Wodrid. O tal vez debería esperar. Cualquier conversación que mantuviera con
Farouk debía ser para pedirle ayuda para localizar el portal de Oldwilde y así poder
llevar a Finn de vuelta a la Fortaleza.

Su corazón se aceleró al pensar en ver a Finn. Era casi demasiado para


esperar. Sacudió la cabeza. No había lugar para la duda. Tenía que creer que era
posible. Durante una fracción de segundo, se permitió imaginar su rostro cuando se
reunieran: el brillo apasionado de sus ojos verdes, la irresistible curvatura de sus
labios y los oscuros mechones de pelo dorado cayendo artísticamente sobre su
frente. Sonrió a pesar del agridulce dolor que se extendía por su pecho.

Fate se metió en la cama y se abrazó a una almohada. Era necesario dormir


bien por la noche. Mañana necesitaría estar alerta.

—Se apagan las luces —dijo entre un bostezo, sus párpados ya caídos cuando
la luz de las linternas se atenuó hasta la noche más negra.
Capítulo 21
Hijo de su madre

EL LHIANNANSHEE ECHÓ UNA MIRADA DE REOJO A LAS MESAS


cercanas de la taberna.

—No debes quedarte más de lo esperado —le advirtió a Finn.

Haciendo caso omiso, Finn absorbió lo último de su estofado de cordero con


una rebanada de pan y se lo metió en la boca. Después de un largo día en la
habitación de O’Deldar sin comer, estaba débil de hambre.

—Nos iremos tan pronto como esté bien y lleno —Masticó su comida
lentamente y tragó—. Puede que no necesites comer, pero yo no puedo ir más lejos
sin recargar fuerzas.

Levantó la vista de su plato vacío, haciendo una mueca al ver al fae. Para
evitar que tomara la forma de Fate, le había hecho usar el glamur de alguien a
quien detestaba. En este caso, un joven desgarbado con nariz pecosa y cabello rojo,
un niño malvado que estuvo terriblemente cerca de matar a Fate al sacrificarla a un
roble sediento de sangre.

Finn bebió lo último de su hidromiel, apenas capaz de soportar lo que estaba


mirando.

—Aparte de los hombres, ¿qué es lo que realmente comes?

—El amor es lo que me alimenta. —Un ceño fruncido oscureció la tez rubia
rojiza del fae—. Un bocado que anhelo desesperadamente en este momento.
Unos nudos de ansiedad se retorcieron en el estómago de Finn. Estaba
jugando un juego peligroso permitiendo que LhiannanShee se uniera a él en su
búsqueda para localizar la división de fuego. Pero la soledad con la que había
estado plagado solo había empeorado y su tentación de volver a ver a Fate era más
de lo que podía resistir. Se dijo a sí mismo que necesitaba este recordatorio para
evitar que se rindiera, pero sabía que se estaba engañando a sí mismo. Su deseo
desesperado de estar con Fate lo había debilitado.

Metió la mano en su piel de foca y sacó unas monedas y las dejó sobre la
mesa.

—Vámonos entonces —Se puso de pie para irse.

El movimiento de Finn llamó la atención en la habitación. Había tenido


cuidado de mantener su rostro oculto bajo la capucha de su capa, pero mirando
hacia atrás, eso en sí mismo pudo haber despertado sospechas. Tensándose cuando
llegó a la puerta, escuchó al fae gritar su nombre.

No hubo tiempo para reaccionar. Algo grueso y duro se estrelló contra el


costado de la cabeza. El golpe lo dejó caer al suelo en un segundo. Una ráfaga de luz
fracturada llenó su visión y con la última pizca de su conciencia atenuada, vio a
LhiannanShee.

Se había transformado en Fate.

Mientras Finn luchaba por mantener los ojos abiertos, el fae con el rostro de
Fate cayó de rodillas junto a él.

—Quédate conmigo, Finn. Levántate y pelea. Sé que puedes hacerlo.

La convicción en su voz lo llenó de renovada fuerza.

Gruñendo de esfuerzo, Finn se levantó del suelo, solo para ser derribado
cuando un crujido llenó su cráneo y lo hundió en la oscuridad.

***
Finn se despertó con gritos de miseria. Un fuerte dolor de cabeza atravesó su
cerebro empañado. Gimiendo de dolor, abrió los ojos a una celda oscura. Más allá
de los barrotes que lo aprisionaban, la luz de una antorcha parpadeaba sobre las
grasientas paredes de piedra teñidas de negro por años de suciedad y sangre vieja.

Le habían puesto una especie de madera en la boca para amordazarlo. Alguien


debe haber adivinado por las runas de la raza Antigua escritas en su piel que podría
invocar a los elementos y traer un huracán sobre ellos. Trató de sacarlo con la
lengua, pero una correa lo mantuvo firmemente en su lugar.
Finn se movió para sacarlo con la mano, cuando se dio cuenta de que sus
muñecas estaban encadenadas y sólidamente ancladas a la pared. El pánico inundó
sus venas cuando saltó del suelo sucio. También tenía los tobillos atados y no podía
ir más allá de la posición de pie. Se esforzó contra el agarre de hierro de las esposas
con cada gramo de poder que pudo reunir. Pero no había forma de romperlos, a
pesar de su extraordinaria fuerza.

¿Por qué había entrado en esa taberna? Fate le había dado la capacidad de
volar con sus palabras de creación. Su hambre rabiosa realmente podría haber
esperado la hora extra o dos que le hubiera costado llegar a un pozo de la aldea en
las afueras de Asgar. Pero no, se había permitido descuidarse. Todo porque había
podido entrar y salir del castillo con tanta facilidad.

Un grito furioso salió de sus pulmones, su grito amortiguado por el tapón en


la boca. Se volvió loco, pateando y retorciendo sus brazos contra las ataduras. Los
grilletes le mordieron profundamente las muñecas y los tobillos hasta que le
palpitaron los huesos, pero no pudo evitarlo. Su propia estupidez lo enfureció.

Su furia encendió una serie de aullidos y chillidos de otras partes de la


mazmorra. Sin aliento por la dolorosa lucha, Finn bajó los puños y la cabeza
mientras escuchaba a los otros prisioneros. El más fuerte de ellos sonaba loco,
algunos como animales enjaulados, mientras que otros gritaban de horrible agonía.

Finn tragó saliva y miró hacia abajo. Lo habían despojado de su uniforme de


Beldereth y del esporran que sostenía todos sus bienes mundanos, incluida su
flauta, por supuesto. Estaba vestido con harapos. Debe ser una especie de cámara
de tortura. Sin duda, no pasaría mucho tiempo antes de que fuera su turno en el
estante.

Apenas llegó a su sombría conclusión, cuando apareció un guardia, abrió la


puerta y se hizo a un lado, permitiendo que entrara un hombre encapuchado. Su
rostro estaba en la sombra, pero a juzgar por el corte de su ropa y su fina tela, era
alguien de nobleza.

—Déjanos —le dijo el hombre al guardia mientras se quitaba la capucha.

Tan tenue como era la luz en la celda de Finn, reconoció al príncipe Tynan de
inmediato, aunque debe haber sido coronado rey después de la muerte de Moria. El
joven se parecía a su madre. Tenía la misma tez de marfil, cabello oscuro y el brillo
rojo del dragón en sus ojos marrones.

—Sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que pudiera mirar a los ojos
al asesino de mi madre —La boca de Tynan se torció en una línea de odio. Sostuvo
la flauta de Finn en alto para que él la viera—. Supongo que regresaste para
terminar lo que comenzaste. ¿No fue suficiente que te llevaras a mi madre? ¿Qué
tipo de animal eres que necesitas para acabar con su linaje?
La garganta de Finn se apretó por el dolor que sentía por Tynan. Este era un
buen hombre que creía que se enfrentaba al asesino de su inocente madre. El rey
nunca sabría qué mujer verdaderamente malvada había sido Moria, lo que dejó a
Finn sin nada que pudiera decir en su propia defensa, incluso si pudiera hablar.

El puño de Tynan tembló de ira cuando apretó su agarre en la flauta que Finn
había usado para encantar a Moria para que se arrojara a las llamas. Los músculos
de su mandíbula se tensaron mientras apretaba los dientes.

—¿Qué te hizo mi madre?

Finn miró al rey a los ojos y negó con la cabeza. Quería decirle a Tynan que lo
hizo para poner fin al sufrimiento de su pueblo, pero el rey obviamente no tenía
ningún deseo de escuchar lo que Finn tenía que decir. No es que le permitiera
hablar. El rey sabía que Finn podía usar su poder rúnico para invocar los elementos
que podrían llevar la ira de la naturaleza sobre su reino.

—Éramos el reino más próspero de todo Oldwilde —Tynan hervía de rabia—.


Es decir, hasta que mataste a nuestra emperatriz. Fue ella quien bendijo a nuestro
pueblo con riquezas infinitas. ¡Su muerte arrojó una sombra sobre la tierra,
trayendo muerte y decadencia sobre todos nosotros!

Finn fijó su mirada en el rey. No importaba que estuviera amordazado. No


había nada que decir. ¿Cómo podría probar que Moria había planeado vengarse de
Asgar al casarse con el padre de Tynan y darle el hijo y heredero perfecto? Su
paciencia no conocía límites. Durante un lapso de diecisiete años, había
manipulado al rey para que entregara su gobierno a su autoridad y había permitido
que el reino de Asgar se pudriera y se arruinara. La parte más cruel de su plan era
la red de ilusión que había tejido sobre la gente. Ella les había hecho percibir solo
prosperidad, donde nadie enfermaba ni moría. En realidad, el castillo se había
derrumbado a su alrededor y sus abundantes cosechas eran las de los muertos.

Tynan nunca sabría que su madre había tenido la intención de usarlo contra
Asgar como su último acto de venganza. Si Finn no la hubiera detenido cuando lo
hizo esa noche en la gran hoguera, Moria habría despertado la sangre de Serpen de
Tynan y lo habría convertido en un dragón que finalmente arrasaría el reino hasta
los cimientos.

Finn comprendió la ceguera de Tynan. Ningún hijo amoroso podría creer que
su madre fuera tan malvada y vengativa. No, a menos que él personalmente fuera
testigo de sus despreciables acciones. Todo el dolor que Finn sintió por el joven rey
brotó de sus ojos.

Una mirada fugaz de sorpresa pasó por encima de Tynan.

—¿Qué son estas? ¿Lágrimas? ¿Del flautista impío? —Miró a Finn,


confundido por un momento. Luego volvió la rabia, enrojeciendo su pálido rostro
mientras sostenía la flauta con ambas manos, esforzándose hasta que la caña hueca
se partió por la mitad.

Finn hizo una mueca. Su abuelo le había tallado esa flauta. Lo había marcado
con cariño con inscripciones druídicas, y más tarde, Tove había inscrito las runas
de la raza antigua en la madera, transformando la flauta en un arma poderosa. Finn
la había usado como una espada de viento para luchar contra su mayor oponente y,
por supuesto, contra Moria como un seductor instrumento de muerte.

El rey empujó el extremo roto de la flauta contra la yugular de Finn. La chispa


roja de venganza que iluminaba sus ojos rápidamente le recordó a Finn que Tynan
era el hijo de su madre cuando se trataba de guardar rencor.

—Podría desangrarte fácilmente ahora mismo —gruñó.

Finn contuvo la respiración mientras el rey le clavaba las afiladas astillas en la


piel.

Tynan arrojó bruscamente las dos piezas de la flauta contra la pared.


Chocaron con el suelo mugriento.

—Aunque no lo haré. No quisiera negarle al verdugo lo que le corresponde. Y


es importante para mi gente presenciar cómo el hacha cae sobre tu cuello. La
justicia vendrá cuando deslice tu cabeza sobre una pica y envíe tu cráneo podrido
en un recorrido por todo mi reino para que todos los hombres, mujeres y niños
puedan ver que el flautista impío está realmente muerto.

El rey puntuó su promesa con un golpe en el estómago de Finn. Jadeando por


el golpe repentino, Finn vio a Tynan girarse y marcharse. El dolor que se extendía
por su estómago se convirtió en una sensación enfermiza de pavor cuando el
guardia cerró la puerta de su celda bloqueándola con llave.

Finn bajó la cabeza, mirando la flauta rota que yacía cerca de sus pies. De
alguna manera, no fue una sorpresa que encontrara su fin de esta manera. No
importaba que hubiera cometido su crimen cuando fue tomado por la oscuridad de
Mugloth. Había hecho demasiadas cosas imperdonables. Sobre todo, había
disfrutado destruyendo a la emperatriz.

Solo por eso, merecía su castigo.


Capítulo 22
Nosotros no podemos actuar en este plan

FATE SE PRECIPITÓ HACIA EL SANTUARIO. SE HABÍA QUEDADO


dormida sin dar instrucciones a su robot de cámara para que la despertara a tiempo
para llegar a la reunión de la mañana. Ahora llegaba tarde y había perdido la
oportunidad de hablar con Farouk sobre su plan para salvar el día llevando a Finn
de regreso a la Fortaleza para ayudarlos. Lo más probable es que ahora tenga que
cumplir con cualquier plan al que todos hayan llegado sin ella. A menos que
pudiera tenerlo a solas, la charla con Farouk probablemente tendría que esperar
hasta después de que ella completara su primera misión.

Si sobrevivía.

Patinó hasta detenerse cuando todos en la habitación se giraron para mirarla.


—Uh, lo siento, llegué tarde —Ella entró poco a poco en la habitación,
sintiéndose extraña y avergonzada mientras el ceño fruncido se formaba en los
rostros del nuevo ejército de Farouk. Jessie, Mason y Lincoln llevaban lo que
parecía ser una armadura mejorada cibernéticamente sobre sus uniformes.
También llevaban puesto el casco de Ojo de Dragón. las tonterías habituales ahora
fueron reemplazadas por un estado de ánimo serio y sombrío.

Steve la reconoció con una sonrisa fácil y Darcy al menos asintió con la cabeza
hacia ella. Fate se alegraba de haber elegido al menos trabajar en la biblioteca.
Deseó poder decir lo mismo de Jessie.

La expresión de Brune tenía un aire de molestia. Fate caminaba rígida


esperando ser reprendida por su tardanza. Para su sorpresa, Brune se contuvo, y en
su lugar, le tendió una armadura.

—Ponte estos. Saldremos inmediatamente después de la reunión.

Fate tomó las piezas pesadas, que consistían en un casco, guantes, peto
contorneado, hombreras y brazaletes para brazos y piernas. Cada uno equipado con
una misteriosa colección de discos de latón y cobre, engranajes, cableado y lo que
parecía ser hidráulica.

Todos estaban reunidos alrededor de la enorme mesa de caoba, limpia de


todo el equipo de laboratorio que había visto por primera vez a su llegada. Eustace
sonrió y le abrió un espacio.

—Estábamos a punto de familiarizarnos con los diferentes cuadrantes de la


Fortaleza —dijo su padre, mientras se interponía entre él y Gerdie, que estaba de
pie en un taburete para que pudiera ver mejor.

—Tengo buenas noticias —susurró Gerdie.

—¿De verdad? ¿Qué es? —susurró Fate de vuelta mientras se ataba los
brazaletes en los muslos.

Farouk se aclaró la garganta con una mirada severa en dirección a Fate.

—Como estaba diciendo antes de la interrupción, los cuadrantes 148, 29 y 537


están en zonas calientes.

Gerdie le guiñó un ojo.

—Te lo digo más tarde.

Fate asintió mientras se bajaba la coraza por la cabeza y abrochaba los lados.
Sintiéndose lenta, se apresuró a ponerse los brazaletes y bloqueó las hombreras en
la coraza. Cuando se puso los guantes, se detuvo a estudiar la mecánica que tenían.
La curiosidad se apoderó de ella y probó los guantes apretando el borde de la mesa.
La madera gimió bajo sus dedos y se rompió en su mano.
Miró a los demás con sorpresa.

—Lo siento —Ella colocó la dentada pieza encima de la mesa antes de darle a
Farouk toda su atención.

Farouk observó el daño con irritación y luego arrojó un gran pergamino sobre
la superficie pulida de la mesa. El pergamino se desplegó, revelando un detallado
mapa de los dos hemisferios de la Fortaleza. Tocó cada uno de los círculos con un
puntero de bronce adornado, lo que provocó la aparición de proyecciones 3D de
ambas mitades de la torre, cada una de ellas una réplica exacta en todos los
sentidos. Señaló una de las mitades.

El lugar se iluminó con un resplandor rojo destacando un duplicado mucho


más pequeño y menos aterrador de la Quimera.

—Este es el cuadrante 29. La Quimera ha asumido la ocupación allí porque es


más cercano al Santuario, que se posiciona aquí, dentro del punto del eje de los
aros giratorios —Un toque en un esquema escondido en la esquina del pergamino
produjo una imagen en 3D de la Fortaleza y los anillos que la rodeaban.

—¿Estás diciendo que las otras habitaciones, como la biblioteca y las suites de
la residencia, están construidas dentro de los anillos? —preguntó Eustace.

—Para nada. Nunca resistiríamos la velocidad generada por el movimiento de


los anillos. Estamos posicionados dentro del punto de conexión entre los anillos.

Eustace asintió y Fate pudo ver su mente de ingeniero trabajando en la


logística.

—Tiene sentido, aunque me pregunto por qué no estamos abajo, en la


superficie de la Fortaleza, donde hay más opciones de expansión estructural.

—La Fortaleza es estrictamente para albergar todos los objetos mágicos de


cantidades peligrosas —respondió Farouk, aunque con impaciencia—. ¿Seguimos
adelante?

—Claro que sí —Eustace le dio a Fate un juguetón encogimiento de hombros.

Farouk señaló otra sección del mismo hemisferio 3D y encendió el área con
otro resplandor rojo. Todos se inclinaron mientras la luz iluminaba una multitud
de humanoides deformados. Algunos tenían cabezas de animales, otros cuerpos de
criaturas marinas, mientras que la mayoría eran grotescas distorsiones de
humanos, deslizándose y escarbando entre las bóvedas arquitectónicas.

—Estos son los Fomarianos, actualmente ubicados en el Cuadrante 148. De lo


que he podido averiguar, parecen estar buscando una manera de salir de la
Fortaleza. Han tenido muchas oportunidades de escapar a través de cualquiera de
las puertas, las cuales se abren durante el crepúsculo, pero hasta ahora han pasado
por alto a todas ellas.
Fate frunció el ceño ante las repulsivas criaturas.

—¿Qué son ellos?

Brune se inclinó hacia adelante. —Solo una antigua raza de creadoresdel caos.
Acércate a uno de esos chicos malos y tu cerebro se convertirá en una papilla. La
confusión y el terror se apoderan de ti. El tiempo distorsiona y, antes de que te des
cuenta, te estás chupando el pulgar en la sala de psiquiatría por el resto de tu vida
natural

Fate le devolvió la mirada con horror. —Si ese es el caso, ¿cómo los
combatimos si no podemos acercarnos a ellos?

—Llegaremos a eso, pero no nos adelantemos —Farouk apuntó su puntero al


otro hemisferio de la Fortaleza. El área se iluminó y apareció la figura. A primera
vista, parecía ser un caballero con armadura de púas, pero una mirada más cercana
reveló una criatura compuesta de metal retorcido, envuelto en niebla azul. Se
cernía sobre una enorme catedral, mientras rasgaba la cúpula de hierro fundido y
se atiborraba de restos destrozados.

—Este es el carroñero —continuó Farouk. —Como pueden ver, va creciendo en


tamaño mientras hablamos. Calculo que está creciendo a una tasa de doscientos
por ciento al día.

—Entonces desmantelemos la cosa antes de que se salga de control —dijo


Mason.

Farouk lo miró con paciencia apenas contenida.

—Ya está fuera de control. Normalmente, los carroñeros nunca llegan a ser
tan grandes, pero a este le gusta el hierro, que es de lo que está hecha la mayor
parte de la Fortaleza y muchas de las bóvedas. Eso tiene mucho para comer. Cada
bóveda hecha de hierro en el cuadrante 56 ha sido destruida y ahora ha pasado por
la mitad del cuadrante 537. Es también extremadamente fuerte porque se comió el
Martillo de Thor.

—¿De verdad? —exclamó Eustace—. ¿El Martillo de Thor realmente existió?

La mirada de Farouk se deslizó hacia la sección bibliotecaria de la mesa.

—Sí, eso y muchas otras cosas que pensabas que eran mitos —Él resopló con
molestia—. Ahora bien, cualquier batalla con el carroñero llamará la atención de la
Quimera, y muy probablemente de los Formarianos. Las posibilidades de
supervivencia disminuyen si tienes que enfrentarte a los tres a la vez. Por lo tanto,
terminar a la Quimera es nuestra primera orden del día.

Fate observó cualquier signo de nerviosismo en Mason y Lincoln, y


especialmente Jessie, pero no había rastro. Ellos tampoco entendieron la gravedad
de lo que estaban a punto de hacer, o el Ojo de Dragón estaba dando a ellos una
falsa sensación de invencibilidad. Lo más probable es que fuera lo último.

—¿Qué impedirá que el carroñero venga detrás de nosotros mientras nos


enfrentamos a la Quimera? —preguntó Jessie.

—Los Scavs solo están interesados en una cosa —respondió Brune—.


Consumir cualquier material que necesiten para construirse.

—Dulce, se centrará en comer cuando bajemos. Lidera el camino y lo volaré


en pedazos —Lincoln apuntó sus manos como una pistola e hizo un sonido de
explosión.

Brune se rió.

—Será mejor que hagas que ese tiro cuente. Si fallas, ira tras de ti como un
avispón loco. Los Scavs tienen fuertes instintos de supervivencia, lo que los hace
muy difíciles de matar.

Eso silenció la sección militar de la habitación.

Un estallido de inquietud se apoderó de Fate.

—Está bien, hagamos esto por números. Primero nos enfocamos en la


Quimera —cuanto antes se quiten de encima esta primera misión aterradora, antes
podría hablar con Farouk sobre Finn—. ¿Cuál es el gran plan maestro?

—Dejaré que el equipo de investigación lo explique —Farouk entregó el


puntero hacia Eustace antes de ponerse cómodo en el asiento de cubo acolchado de
su jaula.

Fate miró a su padre con sorpresa. Había participado en la reunión de


estrategia de la noche anterior, pero ella no había esperado que se le diera el
liderazgo en la planificación del ataque. Farouk y Brune ciertamente habían
aceptado tener invitados no deseados entre ellos.

—Definitivamente —Eustace parecía un poco incómodo—. Steve aquí


descubrió algunos puntos clave sobre la Quimera, que le dejaré explicar.

Cogido por sorpresa, Steve miró a un lado y luego al otro.

—Oh, por supuesto. Um... bueno, la Quimera está hecha de una veintena de
animales diferentes. Tiene las garras de un ave de rapiña para hacer trizas a su
presa y las patas delanteras de un primate, lo que le da una increíble fuerza en la
parte superior del cuerpo. Está cubierto en piel casi impenetrable de un dragón.
Tiene alas de murciélago y cuernos de un carnero y cuartos traseros de un…

—Quizás deberíamos centrarnos en los dos animales principales, Steve —


intervino cortésmente Eustace.
—Bien, más al punto de esa manera —estuvo de acuerdo Steve—. Bueno la
Quimera tiene la cabeza de un león y la cola de una serpiente. Esto significa que la
Quimera es un organismo controlado por dos cerebros, cada uno de los cuales es
dominado por instintos muy diferentes. Generalmente, esto no es un problema
para la criatura, a menos que esté lo suficientemente desorientada como para ver
sus dos cabezas como separadas de sí misma. En cuyo caso, el león vería a la
serpiente como una amenaza, o incluso como un depredador competidor, mientras
que la serpiente podría ver al león como una presa.

—Sí, sí, lo entendemos —Lincoln se movió de un lado a otro. Como todos los
demás en la sala, estaba ansioso por la misión—. La sherpiente y el león comienzan
deshtrozándose el uno al otro.

Steve asintió. —Exactamente.

—¿Cómo hacemos que eso suceda? —añadió Mason—. ¿Soplar polvo mágico
de confusión en sus narices?

—Llevamos a la Quimera a los Formarianos —respondió Brune.

—¿Qué? ¿Estás loco? —Fate miró de Brune a Eustace—. ¿Primero tenemos


que ofrecernos a nosotros mismos como cebo y luego volamos a la zona de perder
la cabeza?

Eustace levantó la mano en un intento de calmar sus preocupaciones.

—Sé que suena como un plan loco, pero hemos ideado protecciones —se
volvió a Darcy—. Muéstrales.

Darcy les dio a todos una sonrisa de suficiencia mientras colocaba siete
aparatos del tamaño de unidades flash en la mesa.

—Estos son amplificadores cromáticos —los envió deslizándose por la mesa.

Fate buscó el de ella, pero Darcy lo apartó de su alcance.

—Puedes tener el tuyo tan pronto demuestre cómo funciona —Ella sostuvo el
amplificador para que todos lo vean—. Todo lo que necesitas hacer es presionar el
botón en la parte inferior.

El cristal encerrado detrás de la pequeña ventana redonda de vidrio brillaba


con una luz azul intensa mientras luces estroboscópicas eléctricas bailaban sobre la
bobina de cobre rodeándolo. Un zumbido claro llenó la habitación, las notas
cambiando metódicamente a lo largo de una escala musical simple.

—¿De verdad? ¿Eso necesitaba demostración? —Fate le tendió la mano y


enarcó una ceja.

Darcy se encogió de hombros y dejó caer el amplificador en la palma abierta


de Fate.

Eustace colocó un gran tomo antiguo sobre la mesa y abrió las páginas
amarillentas en una sección llena de texto escrito a mano.

—Encontramos el Libro de la Conquista cuando estábamos investigando a los


Formarianos ayer. Dice aquí: En verdad, luchar contra los Formarianos era lo
mismo que golpear a una pared con la cabeza, sujetar un brazo en un nido de
serpientes o poner la cara a la llama.

Fate hizo todo lo posible por sonreír, para no sonar demasiado negativa.

—Oh, eso es alentador.

—Sé que suena lúgubre —asintió Eustace—. Pero lo que está diciendo aquí es
que los Formarianos no pueden ser derrotados por nada más que su propio poder.

—¿Excepto tal vez esta pequeña arma secreta? —Fate lo agitó—. ¿Qué se
supone que debe hacer, aburrirlos hasta la muerte con pésima música?

—No, no es un arma —Los ojos de Eustace brillaron con fascinación por el


tema—. Descubrimos algo muy interesante sobre los Formarianos. Emiten sonidos,
indetectables para el oído humano, que distorsionan la realidad y el tejido mismo
del tiempo. Pero, gracias a Darcy y sus hallazgos en los registros de tecnología de
sonido de los Constructores, hemos llegado a una forma de interrumpir sus
emanaciones. Farouk ensambló los dispositivos al final de la noche, y voilá,
tenemos los amplificadores cromáticos.

Fate nunca había escuchado a su padre usar la palabra, voilá, antes. Él estaba
más emocionado de lo que había adivinado anteriormente.

—Los amplificadores te permitirán a ti y a los demás habitar con seguridad el


mismo espacio que los Formarianos —continuó Eustace.

—Me gusta cómo suena eso, perdón por el juego de palabras—la sonrisa de
Fate estaba dolorida desde que apagó el molesto sonido de su amplificador—. Pero
¿cómo peleamos con ellos si son tan indestructibles?

Un fuerte golpe en el otro extremo de la mesa atrapó la atención de todos.

—Con esto —Brune sacudió el extremo de una gruesa cadena unida a una caja
ornamental de forma octogonal del tamaño de un pomelo. Era plateada y cubierta
de símbolos—. El Ojo de Balor.

—Brune tuvo la amabilidad de arriesgar su vida anoche para recuperar esto


desde una de las bóvedas dentro de la Fortaleza —explicó Eustace—.
Aparentemente, Balor fue una vez rey de los Formarianos. Se sabía que tenía un ojo
que siempre estaba cerrado, porque ver su mirada venenosa era morir una muerte
terrible e instantánea.
Fate hizo una mueca.

—Ew, ¿estás diciendo que su ojo está en esa caja?

—A no ser que quieras mirar adentro por mí misma, parece que sí —dijo
Eustace—. Basta decir que tenemos nuestra arma contra los Formarianos. Si las
historias tienen razón, ni los dioses ni los gigantes podrían salvarse del siniestro
resplandor de los ojos de Balor. De ahí el motivo de su extracción y por qué se
conserva en una caja. Ahora podemos usar su propio poder contra ellos.

Fate asintió mientras escuchaba.

—No te ofendas, pero todo esto suena a teoría. Palabras como parece que sí y
si las historias son correctas, no exactamente me llenan de mucha confianza.

La luz se apagó de los ojos de su padre y su ceño se frunció con preocupación.


Fate se sintió terrible por cuestionarlo frente a todos, pero necesitaba ser dicho.
Esto era de vida o muerte.

—Tienes razón, nada de esto está probado —Eustace miró a Farouk—.


Nosotros no podemos actuar con este plan. ¿Uh, hola?

Farouk estaba desplomado en su silla, con la cabeza inclinada hacia un lado


mientras roncaba suavemente.

Gerdie golpeó su jaula.

—¡Ey, despierta!

Farouk se despertó de un sobresalto.

—¿Qué… qué? —Sus orejas se dispararon hacia arriba mientras miraba a su


alrededor.

La preocupación en los ojos de Eustace se convirtió en horror cuando vio que


Farouk se había quedado dormido.

—Estaba diciendo que no podemos actuar de acuerdo con este plan cuando no
se ha probado nada. No sabemos si los amplificadores funcionarán realmente. ¿Y si
ese no es en realidad el Ojo de Balor? No es como si pudiéramos mirar adentro
para confirmar.

Brune rodeó la mesa y caminó hacia Eustace.

—Así es como siempre se ha hecho. Confiamos en el sistema que los


Constructores dejaron en su lugar. Fueron muy precisos sobre el registro de todos
los elementos almacenados en el interior de cada bóveda. Lo mismo ocurre con la
biblioteca. Confiamos en que cada trozo de la información que se encuentra allí es
tan precisa y verdadera. Tiene que ser, hay demasiado en juego.
Fate miró el anillo del proyector en su dedo. ¿Por qué se refería Brune a los
Constructores? Ellos no fueron responsables de la colección de bóvedas y objetos
mágicos en la Fortaleza. Esta era la colección de Kaliena. ¿Brune realmente estaba
tan en la oscuridad sobre la historia aquí?

Eustace apretó los puños contra la superficie de la mesa.

—Bueno, yo no enviaría a nadie basándome únicamente en la teoría.

Fate le puso la mano en el brazo. Estaba temblando de pura tensión.

—No lo haces, papá. Cada uno de nosotros debe decidir por nosotros mismos
si vamos a hacer esto —miró al otro lado de la mesa a Jessie, Mason y Lincoln—.
¿Cómo se sienten con el plan? ¿Creen que funcionará?

La expresión de su amiga permaneció imperturbable.

—Es mejor que improvisar. Estoy dentro.

—No hay problema aquí —intervino Lincoln.

Mason vaciló por un breve momento mientras su mirada se movía hacia


Darcy. Sus ojos se llenaron de esperanza y Fate se dio cuenta de que estaba
esperando que él se echara atrás.

—Sí, estoy listo —dijo al fin.

Darcy miró a su novio con una mirada de total decepción.

—Tontos —su boca se volvió hacia abajo mientras luchaba por ocultar su
miedo.

Por una vez, Fate entendió cómo se sentía Darcy. Fate estaba aterrorizada por
Jessie. Su mejor amiga y los demás no tenían nada que hacer para enfrentarse a
esos monstruos. Su coraje era falso. Cualquier valentía que sintieran estaba siendo
bombeada artificialmente a sus cerebros por los Ojos de Dragón. ¿Qué pasaría si les
quitaran el casco? ¿Podrían defenderse o quedarían paralizados por el miedo?

Eustace se apartó de la mesa y se paseó.

—Esto es una locura. ¿En qué estaba pensando con esto? No puedo permitir
que ninguno de ustedes se vaya. Son solo niños.

—¿Cuán diferente es esto de los gobiernos que reclutan a jóvenes de dieciocho


años en el ejército y los envían a la guerra? —preguntó Fate.

Eustace se detuvo y la miró, con la mandíbula apretada mientras sacudía su


cabeza.
—No, no es así. Todos aquí tienen una opción.

—Ellos si —miró Fate el sello brillando debajo la piel de su palma—. Pero yo


no. Hice un juramento para proteger la Fortaleza. Tengo tantas ganas de irme de
aquí, pero...

Ella se apagó, dándose cuenta de que se había estado engañando a sí misma


pensando que en realidad podría irse a buscar a Finn. Su lugar estaba aquí,
defendiendo la Fortaleza. Por mucho que quisiera ir hacia él, lo necesitaba, lo sabía
en el fondo de sus huesos que no podía dar la espalda a sus responsabilidades.
Tomar el juramento la había cambiado a un nivel fundamental. Sea lo que sea esta
parte de ella ahora, salió a la superficie y se negó a ser ignorada por más tiempo.

Dio un paso hacia Eustace.

—Lo siento, papá, tengo que hacer esto, y no hay nada que tú o yo podamos
hacer para evitar que esto suceda.

Capítulo 23
Aquí gatito, gatito
—TOMA EL PAQUETE AERONAUTA ANTES DE QUE TE LO ARROJE —LA
mandíbula de Brune se flexionó mientras miraba a Fate hacia abajo.

Fate retrocedió con las manos en alto.

—Te lo dije, no lo necesito. Puedo volar por mi cuenta.

—¿Desde cuándo?

—Desde que me di el poder con las Palabras de Creación.

Una mirada de sorpresa reemplazó el ceño fruncido de Brune y puso el


paquete abajo.

—Vaya, ¿de verdad te diste el poder de volar? Eh, yo nunca pensé en darme
esa cuando estaba dentro del Libro de Fábulas. Inteligente.

Fate asintió con orgullo y entusiasmo. Ella estaba esperando a un buen vuelo.
Ha pasado un tiempo.

Brune se relajó y apoyó las manos en las caderas.

—Veamos.

Fate miró a todos a su alrededor, repentinamente consciente de sí misma.

—Vas a verlo suficientemente pronto. Abre la escotilla.

—Prefiero verlo aquí.

—¿Por qué?

—Siento más curiosidad, pero probablemente deberíamos asegurarnos de que


no estás oxidada, o algo así.

—Es como andar en bicicleta. Nunca olvidas.

Jessie se puso al lado de Brune.

—Hazlo, Fate. He estado queriendo verte volar desde la primera vez que me
dijiste que podías.

Las entrañas de Fate se retorcieron de incomodidad. Algo no estaba bien.


¿Por qué Brune la estaba incitando de esta manera? Ella miró a Eustace. Su
expresión confusa no ayudaba.

—Bueno, no hay mucho espacio aquí, pero si insistes —murmuró.

Steve, Darcy y Mason despejaron el centro de la habitación, mientras su padre


y todos los demás retrocedieron contra las paredes.
Sintiéndose más nerviosa por segundo, Fate se sacudió lo mejor que pudo y
saltó en el aire con los brazos extendidos. Ella tomó aire por un nanosegundo y
luego cayó en picada, estrellándose contra el suelo con toda la elegancia de una
caída del vientre. El golpe fue como un puñetazo en el estómago, dejándola sin
aliento mientras rodó sobre su costado, acurrucándose sobre sí misma y acunando
su estómago. El dolor de su caída se convirtió en una conmoción nauseabunda. Ella
entendió por qué ella y los otros guerreros habían perdido los poderes
sobrenaturales que les había dado Murauda. Con la muerte de la diosa de la guerra,
sus poderes se habían desvanecido lentamente a nada. Pero ella siempre había
asumido que cualquier poder que hubiera obtenido de las Palabras de Creación
serían permanentes.

El calor de la humillación le quemó la cara cuando escuchó las carcajadas y


risitas en la habitación. Eustace se agachó de repente junto a ella.

—Ignóralos. ¿Estás bien?

—Mi ego está mutilado, pero estoy bien —se quejó Fate mientras le permitía a
Eustace ayudarla a ponerse de pie. Se volvió hacia Brune—. Ya sabías que mi poder
para volar se había estancado. Podrías habérmelo dicho.

—¿Y echar de menos verte caer de bruces? —Brune se rió entre dientes con
satisfacción.

Eustace se trasladó al espacio de Brune con un paso y se elevó ella.

—No creo que fuera necesario.

La sonrisa de Brune se desvaneció cuando retrocedió.

—Oye, ¿tienes un problema con hacer reír a la gente? Es un refuerzo de moral


y alivia la tensión antes de ir a una misión que podría hacer que los maten.

La risa en la habitación murió. Eustace también guardó silencio, pero Fate


podía decir por la tensión en sus hombros que todavía estaba furioso.

Fate se acercó al paquete de Aeronauta que Brune había estado forzando para
ella y lo recogió.

—Está bien, ¿cómo me pongo esta cosa y cómo conduzco eso? —Ella frunció el
ceño ante la maraña de correas y el endeble conjunto en forma de alas unidas al
motor.

Brune no se molestó en mirarla. Ella estaba ocupada inspeccionando las


correas en las mochilas de aeronauta que llevaban Jessie, Lincoln y Mason.

—Tú debe saber. Eres la nuevo Guardián.

La mandíbula de Fate cayó.


—¿De verdad? Los ayudaste, ¿pero no vas a venir para ayudarme?

Brune se ajustó las correas que cruzaban su torso, se acercó a la escotilla y


apretó el botón. El chirrido del metal llenó la habitación cuando el iris de la
escotilla se abrió en espiral. Ella asomó la cabeza, mirando de un lado a otro. —No
—dijo finalmente. Y con eso, aceleró los engranajes en su mochila de aeronauta y
saltó.

Mason le dio a Darcy un rápido beso en la mejilla; ella se había negado a


despedirse de él, y siguió detrás de Lincoln, chocando con él cuando dudó en saltar.
—¿Qué estás esperando?

—Sholo me aseguraba de que la Quimera no eshté cerca.

—Brune ya lo comprobó —Mason miró a Fate—. ¿No lo hizo ella?

Lincoln le dio un puñetazo en el brazo.

—Una doble verificación nunca eshtá de más. ¡Shí, todo está claro! —gritó
mientras saltaba en caída libre.

—¡Idiotas! Todos ustedes —gritó Darcy.

Mason dio media vuelta y dio un salto antes de tener que escuchar otra
palabra.

Jessie se detuvo en la apertura antes de volverse hacia Fate.

—Date prisa. Y por favor consíguelo. Nuestras vidas dependen de ello —Con
un movimiento de cabeza, ella saltó y desapareció de la vista.

El corazón de Fate martilleó en su pecho mientras enganchaba las barras


curvas de la mochila sobre sus hombros. ¿Cómo se suponía que iba a averiguar
cómo funcionaban las correas? Si no lo hacía bien, podría salirse del paquete y
morir.

—Aquí, déjame ayudarte —ofreció Eustace.

Farouk les acercó la jaula.

—No, laGuardián debe hacer esto ella misma —Sus ojos rasgados se
deslizaron hacia Fate—. Tienes todo el conocimiento que necesitas de todo lo que
tiene la Fortaleza. Todo lo que se requiere es una pregunta.

—Todo lo que he estado haciendo es preguntarme cómo diablos voy a


desenredar este lío de correas.

—Sé exacta con tu pregunta. La respuesta vendrá.


Gerdie la animó con un asentimiento.

Respirando profundamente, Fate cerró los ojos y pidió instrucciones sobre


cómo usar y operar la mochila aeronauta. Ella apenas preguntó cuándo un
profundo conocimiento se apoderó de ella. Sus manos se movieron por sí solas,
cruzando las correas con precisión, abrochando y apretando el cedazo como si lo
hubiera hecho toda su vida.

Giró el encendido. Las alas zumbaron y vibraron a través de su espalda.

—Supongo que esto significa que estoy lista para comenzar —Ella agarró su
casco y se lo puso.

Eustace y Gerdie la siguieron hasta la escotilla.

—Ten cuidado —dijo su padre, con los ojos llenos de miedo.

Gerdie puso su pequeña mano en la de él.

—No te preocupes. Ella puede cuidar de sí misma.

—Ella tiene razón, papá. Puedo hacer esto —Fate esbozó una sonrisa que se
estremeció ante las comisuras de la boca.

Temiendo que pudiera perder los nervios por completo si se entregaba a las
preocupaciones de Eustace, se dio la vuelta y se lanzó al espacio. El breve, pero
agudo tirón de la gravedad la sobresaltó antes de que el paquete de aeronauta
pateara hacia arriba, empujándola adelante con sorprendente velocidad. El alivio
inundó sus miembros, aunque estaba todavía nerviosa por depender de una
máquina para mantenerla en el aire. ¿Y si se ha averiado o se ha quedado sin
combustible?

Ella miró hacia la intrincada red de maravillas arquitectónicas muy por


debajo. Un vertiginoso momento de vértigo se apoderó de ella y la asustó. Volar se
había convertido en una segunda naturaleza y las alturas nunca habían sido un
problema hasta este momento.

Su confianza se vio sacudida. Todavía no se había recuperado de encontrar


que había perdido su poder para volar. Ese fue un as que ella pensó que tendría
siempre bajo la manga. Tendría que actuar con calma frente a Jessie y los otros, sin
embargo. Ninguno de ellos tuvo problemas para bucear desde una altura que hizo
que el edificio Empire State pareciera un pequeño palillo de dientes, y ella ya había
hecho el ridículo.

Desafortunadamente, estaba en peligro de promover su baja opinión sobre


ella si no averiguaba pronto dónde se encontraban los demás. Miró alrededor,
tratando de detectarlos, mientras también buscaba señales de la Quimera.

La voz de Brune crepitó en los auriculares integrados en su casco.


—Fate, podemos verte. Continúa girando a la izquierda —Ella hizo una
pausa—. No, tu otra izquierda.

Fate corrigió el rumbo antes de ver a Brune, Jessie y los chicos flotando en la
distancia. Apenas los había alcanzado, cuando todos se volvieron y siguieron
avanzando.

—Manténganse alerta, gente —ordenó Brune—. Nos acercamos al Cuadrante


29. Estén atentos a… —Su voz se transformó en un silbido.

Frustrada con la recepción borrosa, Fate tocó el auricular. Si no era por el


hecho de que podía ver a Brune volando por delante, podría haber pensado que
algo le había pasado. Tendría que hablar con Farouk sobre actualizar su equipo
cuando regresaran.

Si regresaban.

Los nervios de Fate se agitaron con una tensión elevada mientras se alineaba
con los demás y siguieron el descenso de Brune hasta que pasaron por encima del
aparentemente interminable laberinto de bóvedas debajo. Ahora que estaba más
cerca, fue impresionada por el extenso paisaje de diversas estructuras, ya sea que
eran templos, mausoleos, torres, castillos, catedrales, pirámides o enormes
estatuas. La superficie de la Fortaleza se parecía más a una enorme ciudad exótica
unificada sólo por pasarelas móviles que serpentean dentro y alrededor de ellas.

La curiosidad se agitó en Fate. En cualquier otra circunstancia, hubiera


agradecido la oportunidad de explorar cada una de las inusuales estructuras. Pero
era demasiado para estar en guardia y este no era el momento para distracciones.
Estaban en territorio Quimera.

—Casi al final del cuadrante 29 —les informó Brune.

—¿No deberíamos haber visto la Quimera a estas alturas? —Fate trató de


ignorar los pelos se le erizaban en la nuca. Las palabras apenas salieron cuando un
rugido distante sonó detrás de ellos.

—¡Tonteríash! —Lincoln gritó—. ¡Viene deshde atrás! ¿Cómo llegaría hashta


aquí sin perder la vista?

La adrenalina se disparó a través de Fate, entrelazando sus venas con pánico


mientras miraba por encima del hombro. El aleteo de enormes alas de murciélago
articuladas coronó los tejados antes de ver el cuerpo entero de la criatura aterrizara
en una imponente estatua de jade de un unicornio encabritado. Con otro terrible
rugido, la Quimera saltó hacia atrás en el aire, rompiendo la cabeza del caballo
debajo de su tremendo peso mientras se empujaba.

—No mires atrás. ¡Te ralentizará! —gritó Brune—. Síganme y mantén el


rumbo. Tenemos mucho camino por recorrer antes de llegar al Cuadrante 148.
Brune tenía razón; Fate no debería haber mirado. Casi había llegado a una
parada. Jessie y Lincoln ya la pasaban a toda velocidad. Pero Mason se volvió hacia
la bestia y flotaba en su lugar.

—¡Mason! —gritó Fate—. ¡Muévete! ¡Sal de aquí

Se dio la vuelta y se dirigió hacia ella, pero la Quimera había cerrado la brecha
entre ellos. Elevándose justo por encima de Mason, la cola de serpiente de la
criatura arremetió, se enroscó alrededor de su torso y lo arrojó contra una enorme
gárgola de granito. El cuerpo de Mason se arrugó por el impacto y cayó al suelo
como una muñeca de trapo. Con un gruñido de fuego, la Quimera comenzó a
descender, sin duda para terminar la matanza.

Fate aceleró hacia la Quimera, gritando a todo pulmón para distraer al


monstruo. Ambas cabezas se volvieron para mirar en su dirección. Fate puso los
engranajes a toda velocidad y se alejó rápidamente para alcanzar a Jessie y a los
otros.

—Mason está caído —informó—. Tenemos que volver por…

Un golpe por detrás la desvió del rumbo y se desplomó de cabeza sobre las
ruedas. Sin saber de arriba a abajo, agarró los engranajes y aceleró el motor. El
paquete de aeronauta entró en acción, enderezándola lo suficiente para atraparla.

A unos cientos de metros de distancia, la Quimera se agarró al costado de una


torre en espiral, la cabeza del león se volvió en la dirección opuesta, buscándola.
Afortunadamente, había sido golpeada en el aire como una pelota de béisbol
perdida y no parecía saber en qué dirección la había golpeado tan
descuidadamente. Pero luego la cola escamosa de la criatura serpenteó hacia arriba
y la serpiente miró a los ojos de ella.

Con el corazón latiendo con fuerza en su garganta, Fate se volvió, tejiendo su


camino a través de una serie de agujas que coronaban la cúpula de una catedral de
cristal. Apenas llegó al otro lado cuando escuchó el crujido de las agujas detrás ella
como la bestia la persiguió.

La voz de Brune rompió el sonido del pulso de Fate tamborileando en sus


orejas—: ¡Fate, la estás llevando por el camino equivocado!

—¡Bueno, lo siento! —gritó Fate en su micrófono mientras se lanzaba a la


vuelta de la esquina de un templo dorado de estilo Partenón—. ¿Qué quieres qué
haga, parar y darle instrucciones?

—Cúbrete entre... —La voz de Brune se cortó.

Fate se quedó inmóvil, golpeando el auricular.

—¿Entre qué?
La Quimera estalló desde el centro del templo, derribando cinco de sus
enormes columnas. Gritando por su vida, Fate se apartó del camino evitando ser
aplastada por una columna que caía y se sumergió entre un castillo de marfil y
monolito oscuro grabado con símbolos. Ella se sintió más segura en la parte
inferior de las regiones de la Fortaleza. Dado el tamaño de la Quimera, esperaba
que pudiera evitar perseguirla en el espacio confinado.

La voz de Brune volvió.

—Está bien. Mantente abajo. Te diré a dónde vamos.

Aferrándose a la voz dominante de Brune, Fate asintió en silencio mientras


miraba hacia el cielo. Llamas rugientes surgieron desde arriba cuando la Quimera
descendió en picado antes de barrer alto para dar la vuelta para otra pasada. Ella
encogida por el calor.

—¿Qué camino debo tomar?

—De frente y a la derecha.

Permaneciendo cerca del nivel del suelo, Fate aceleró a través del espacio
estrecho entre las diferentes estructuras, luego se desvió hacia la derecha y se
agachó en el arco de un puente de piedra.

—¿Puedes ver los obeliscos gemelos todavía? —reguntó Brune.

Fate voló un poco más alto y entrecerró los ojos en el horizonte lejano.

—Si eso creo.

—Asegúrate de que tu amplificador esté encendido cuando llegues allí. Los


Formarianos están acampando en el coliseo de coral justo al lado de los obeliscos.

El sonido de una piedra rompiéndose hizo que Fate volviera al modo de


pánico mientras se daba vuelta y vio a la Quimera arrasando una pagoda. Se lanzó
hacia el cielo y se disparó sobre el horizonte variado. El rugido furioso del
monstruo resonó en toda la extensión mientras se acercaba por detrás. Las garras
cortaban el aire junto a su cabeza. Jadeando por la conmoción, se agachó,
zigzagueando entre un campanario y la cima de una pirámide plateada. Un infierno
gruñendo surgió en su espalda mientras empujaba la velocidad del paquete de
aeronauta a su límite. Inclinó la cabeza en el viento, corrió hacia los obeliscos y se
lanzó entre ellos, su corazón martillando, inundando su cuerpo con adrenalina.

Había llegado a la línea de meta. Los Formarianos podrían arrebatárselo allí.

De repente, la rebanada caliente de la garra de la Quimera se clavó en su


pantorrilla, lanzándola a través del espacio. Incapaz de autocorregirse, Fate golpeó
contra una pared. El dolor estalló en su espalda cuando se estrelló contra el suelo.
El aire salió de sus pulmones y su pierna palpitó. Su visión se llenó de estrellas
mientras luchaba por no desmayarse.

El rugido de la Quimera resonó sobre ella. Fate miró hacia arriba con los ojos
muy abiertos mientras la criatura se inclinaba hacia abajo, sus alas atrapaban el
aire como un cometa. Se puso de pie, pero su pierna cedió y se cayó. No había una
salida. Ella estaba acorralada por todos lados.

Fate sacó su pistola láser y apretó el gatillo. Una corriente cegadora de la luz
roja disparó a la Quimera en el pecho. La bestia aterrizó frente a ella, volviéndose
hacia atrás con un rugido de dolor cuando el humo se elevó de una profunda herida
sangrienta. Pero no fue suficiente para matar al gigante.

Con los brazos temblorosos, Fate disparó de nuevo, esta vez fallando su
cuerpo. El rayo láser cortó en un ala en su lugar. La cabeza del león se sacudió,
mirando a la destrozada piel membranosa de su ala con un gruñido. Su mirada se
rompió hacia atrás a Fate al mismo tiempo que la cabeza de la serpiente se arqueó
con un silbido sobre la cabeza del león.

El terror congeló a Fate en su lugar.

La voz de Brune le llamó la atención.

—¡Fate! Necesitas moverte. ¡Ahora!

Fate hizo girar los engranajes, esperando despegar. El motor del paquete no
se estaba ejecutando. Giró el motor sin respuesta.

—¡Oh no, la caída arruinó mi paquete! ¿Qué debo hacer?

No hubo respuesta de Brune, su voz se había cortado de nuevo.

—¡Ya voy, Fate! —La voz de Jessie gritó en su oído.

—¡Mantente alejada! —gritó Fate mientras disparaba a la Quimera que se


acercaba con un flujo constante de luz roja de corte.

La criatura se retorció y gruñó, golpeando el rayo láser como un gato


aplastando moscas. El láser parecía ser más irritante que cualquier otra cosa, pero
Fate no sabía qué más hacer.

La Quimera la atacó y le quitó la pistola láser de las manos. Mareada de


miedo, se tambaleó hacia atrás y volvió la cabeza, esperando incinerarse en el sitio.
Pero las llamas nunca llegaron.

El espacio cerrado retumbó con un grito de dolor. Fate abrió los ojos mientras
Jessie clavaba su espada profundamente en la espalda del monstruo.
Un miedo aún mayor llenó a Fate cuando la serpiente golpeó a Jessie desde
detrás.

—¡Estate atenta! —ella gritó.

Jessie se dio la vuelta, bloqueó la mordedura de la serpiente con la protección


de su antebrazo y luego se lanzó hacia el cielo.

—Aquí gatito, gatito —dijo Jessie, su tono juguetón—. Ven a buscarme.

La Quimera saltó en el aire, sus alas de cuero batiendo furiosamente mientras


perseguía a Jessie.

—¡Jessie, no! —Fate lloró, ahogándose con las lágrimas. Su corazón estaba
acelerado y su respiración en breves y dolorosos estallidos. El pánico se había
apoderado de ella. Después de ver a Mason aplastado en el aire como un insecto,
temió que Jessie encontraría el mismo final. Ella nunca se había sentido más
desamparada que en ese momento.

Fate se llevó la pierna ensangrentada al pecho y presionó la herida. Ella hizo


una mueca. No tanto por el dolor físico. Eso, ella podría manejarlo. El dolor que se
filtraba en su corazón era lo que no podía soportar. Si lo peor le pasaba a Jessie,
ella nunca se perdonaría a sí misma.

Nunca.
Capítulo 24
Dormir y no despertar nunca

—MI REINA, ESTE NO ES LUGAR PARA UNA DAMA —ADVIRTIÓ EL


guardia mientras abría la celda de Finn—, este asqueroso animal no es de fiar.

—Abre la puerta y déjame hablar a solas con el prisionero. —Ordenó una voz
de mujer.

Finn se esforzó por abrir los ojos, pero sus párpados estaban pesados y
seguían cerrándose. El hambre y la sed le habían debilitado y desanimado. Después
de la visita de Tynan, se había resignado a una rápida ejecución, pero el temido día
aún no había llegado. Incluso esperar ser torturado como otro de los prisioneros
que oía gritar en el calabozo. En lugar de eso, le habían dejado solo para que se
pudriera en su celda. Nadie vino con la mínima cantidad de agua y comida.

A medida que los días pasaban, las fuerzas de Finn disminuyeron y su mente
perdió la noción del tiempo. El sueño se apoderó de él. Al principio, los dulces
sueños de Fate lo rescataron de su infernal existencia. Le dolía la mandíbula por el
tapón de madera encajado en su boca. Pero a medida que pasaba el tiempo, sus
sueños se convirtieron en olas oscuras que lo agitaban eternamente en un océano
que bebía con sed, para luego vomitar cubos de agua salobre.

Desde entonces, se vio atormentado por alucinaciones en las que lo llevaban a


un patio público en donde esperaba el verdugo. Ponía la cabeza en el bloque y justo
cuando el hacha caía, la pesadilla de la vigilia terminaba y se encontraba de nuevo
en su celda. De vez en cuando sus delirios cambiaban y Fate aparecía en su celda.
Se abrazaban y besaban, ella le decía que estaba ahí para llevárselo. Escribía su
fuga en su pequeño cuaderno, pronunciaba las palabras en voz alta y desaparecía
sin él.

Esos eran los peores sueños.


Finn enterró la cara en su brazo. Prefería morir a ser torturado por falsas
esperanzas una y otra vez. Sin embargo, su espíritu se alegró ante la idea que
alguien quisiera hablar con él. ¿O se trataba de otra alucinación de su cerebro
deshidratado? ¿Qué mujer vendría realmente a este agujero para verlo? A menos
que fuera LhiannanShee. ¿Por fin había venido a ayudarlo a escapar?

El roce de la seda y un aroma floral lo envolvieron cuando la mujer entró en


su celda. Oyó el roce de su vestido cuando ella se inclinó y le tocó la frente. Su
mano era suave y fresca. El tacto amable, después de tanto aislamiento y
sufrimiento, sus ojos se inundaron de lágrimas.

—Pobrecito. Toma un poco de agua. —Levantando su cabeza, ella hizo todo lo


posible para verter toda el agua posible a través del tapón, pero solo recibió unas
preciosas gotas—. Debes entender que mi esposo no es un hombre cruel. Está
haciendo lo que cree que es correcto y justo.

Tomando una pizca de fuerza, gracias a su gentil presencia, Finn se obligó a


sentarse. Su cerebro embotado se arremolinaba mientras intentaba concentrarse
en ella, pero su visión era borrosa. A través de la niebla parecía un ángel. Su largo
cabello caía en cascadas doradas sobre un vestido azul plateado. Ella un brillante
color en contra de las oscuras y mugrientas paredes que lo tenían prisionero. Era
luz donde solo había oscuridad.

El reconocimiento surgió lentamente y se dio cuenta que debía de ser la


princesa Kaura. Aunque ahora sería la reina. ¿Era otra alucinación? ¿Qué razón
tendría ella para venir a este horrible lugar?

—¿Conoces a mi padre, O´Deldar? —preguntó ella.

La esperanza surgió en Finn mientras asentía enérgicamente.

—Me lo explicó todo antes de dejarnos. Sé por qué tuviste que hacer lo que
hiciste. No te mereces este trato.

Finn frunció el ceño, confundido. Si ella sabía la verdad, ¿por qué no se lo


había dicho a Tynan? ¿O lo había hecho? ¿Es por eso que aún no lo habían
ejecutado? En su lugar, ¿Quería dejarlo morir lentamente de hambre?

—No puedo decirle a mi esposo lo que sé —dijo, respondiendo a sus preguntas


silenciosas—, incluso si pudiera hacerle creer de la destrucción que Moria trajo a su
amado reino, aún insistiría en que te castiguen. Mataste a su madre, y como rey, no
puede permitirte quedar libre.

Finn mordió el tapón de madera, su cuerpo temblaba de decepción.

—Envié un halcón mensajero a mi gente en las islas Eldunough tan pronto


como supe que habías sido capturado. Tienen soldados expertos en formas de
liberarte sin que mi esposo sepa quién está detrás de tu fuga. Llegarán en dos días.
El pulso de Finn se aceleró con una esperanza renovada.

Los grises ojos de Kaura se llenaron de tristeza cuando alargó la mano para
apartar el pelo de la frente de Finn.

—Desafortunadamente, mi esposo decidió mantener tu encarcelamiento hasta


que anunció públicamente tu ejecución. Lamento mucho decirte que ha sido fijada
para mañana.

Finn la miró con incredulidad. ¿Por qué colgar la esperanza en su cara, solo
para arrebatársela? Cerró los ojos y se golpeó la cabeza contra la pared una y otra
vez. Un dolor punzante le sacudió el cráneo.

Kaura le agarró la cara.

—Por favor, para —le suplicó—, le pedí a mi marido que ampliara la fecha,
pero teme que ya estés demasiado cerca de la muerte y no se arriesgará a negarle al
reino tu ejecución pública.

Finn se desplomó contra la pared, el cuerpo le temblaba de furia y pena. ¿Por


qué se había molestado en venir a él? Este era, de lejos, el acto más cruel que había
soportado.

—Ahora que sé que no puedes salvarte del verdugo, no me quedaré mirando


cómo sufres un minuto más —sacó un pequeño frasco de líquido rojo—. Esto hará
que tengas un final pacífico, dormirás y nunca despertarás.

Finn miró el frasco con horror, pero una parte de él deseaba la muerte fácil e
indolora que le ofrecía.

—¿Lo quieres ahora?

—No. —dijo una voz en su cabeza, con firmeza e ira instantánea. Era la voz de
Fate. Finn miró fijamente el veneno que Kaura le ofrecía mientras le invadía la
vergüenza. Fate nunca le permitiría rendirse de esta manera. Casi había permitido
que la derrota y autocompasión se apoderaran de él.

No importa que estuviera destinado a morir al día siguiente, se enfrentaría a


lo que estaba por venir de frente. Se encogió.

Se encontró con la mirada de Kaura y le hizo un severo movimiento de cabeza.

—¿Estás seguro?

Por primera vez en semanas, su mente estaba clara y le dio un firme


asentimiento.

Kaura dejó el frasco a un lado y se puso de pie.


—En caso de que cambies de opinión. Aplasta el bote con el pie. El veneno se
absorbe a través de la piel. —Se dirigió a la puerta y se giró—. Que seas bendecido
en la próxima vida.

Finn esperó a que el guardia cerrara la celda antes de patear el frasco lejos de
su alcance. No podía arriesgarse a otro momento de debilidad.

Apoyando la cabeza contra la pared, cerró los ojos. Su vista le había agotado,
minando la poca energía que le quedaba. Mientras se dejaba llevar al borde del
sueño, oyó un ruido de arañazos, seguido de un pequeño y rápido silbido de su
flauta.

Sus ojos se abrieron de golpe. Una extraña criatura se congeló bajo su mirada.
Sostenía la mitad rota de su flauta en unas manos rosadas, tenía la boca en forma
de —O— mientras parpadeaba. Si no fuera del tamaño de un gato y con alas
emplumadas, habría pensado que era un ratón de campo.

Los bigotes de la criatura se movieron mientras levantaba la flauta hacia Finn.

—¿Es tuyo este encantador creador de música?

Seguro de que las alucinaciones habían vuelto, Finn parpadeó un par de veces,
esperaba que el ratón de gran tamaño desapareciera. Cuando no lo hizo, decidió
ceder a la ilusión, igual y no es que tuviera nada mejor que hacer.

—Mmhmm —respondió.

—Oh, vaya —El ratón pasó las manos por las inscripciones druídicas—. Eres
afortunado por tener semejante belleza.

Finn se encogió de hombros.

—No me siento muy afortunado. —Pero con el tapón en su boca las palabras
eran ininteligibles.

—¿Qué dijiste? —preguntó el ratón—. ¿Te importaría si te quito la correa que


te rodea la cabeza para que pueda entender mejor?

Finn asintió con la cabeza y luego la sacudió rápidamente para que el ratón
entendiera que no le importaba en absoluto.

El ratón dejó la flauta con mucho cuidado, voló hasta el hombro de Finn y se
arrastró hasta la parte posterior de su cabeza. Sus ágiles dedos buscando la hebilla
enterrada bajo los mechones de su pelo hasta los hombros. Después de un poco de
tanteo, la correa de cuero se soltó y su peso tiró al tapón de madera.

Finn empujó el resto con la lengua, dejando que la tortuosa mordaza cayera
en su regazo. El dolor atravesó su rígida mandíbula mientras cerraba la boca por
primera vez desde su captura
—Gracias. —graznó.

El ratón voló al suelo y recogió la flauta.

—De nada. Ahora, ¿qué era lo que decías?

—Eh… no me acuerdo.

—No importa. —El ratón se detuvo un momento mientras volvía a admirar la


flauta antes de soplar otra nota suave y rápida en la boquilla.

—¿De dónde vienes? —Finn tenía la boca tan seca que apenas podía hablar.

—Vivo en la torreta sur, pero hago mis rondas por el castillo regularmente. La
ronda de hoy incluye los establos y el calabozo.

Finn estudió a la criatura.

—Pensé que tal vez eras de la isla de Elsina.

El ratón apartó su mirada de la flauta y se estremeció.

—Oh, querido, ¿está aquí?

—¿La hechicera? No.

—Entonces, ¿por qué hablas de ella?

—No todos los días veo un ratón parlante con alas. Todo lo que sé, es que solo
hay una persona que creó criaturas como tú y es Elsina.

El ratón lanzó una mirada preocupada sobre su hombro.

—La mayoría de nosotros huyó cuando su amante se arrojó de los acantilados.


El lamento de Elsina hizo temblar toda la isla y nos asustó.

Finn se quedó callado por un momento, rememorando cuando él y Fate no


consiguieron el final feliz para el cuento de hadas llamado La Hechicera Solitaria
en el Libro de Fábulas. Por una fracción de segundo, pensó que tal vez Fate no le
había dado a Elsina el final feliz que necesitaba para escavar del gran libro
malvado. Pero Fate tuvo que haber escapado o aún estaría atrapada en Oldwilde y
él ya la habría encontrado.

—¿Te acuerdas de una serpiente llamada Sithias? —preguntó Finn, Fate le


había dado a Sithias la capacidad de cambiar forma. Y al igual que el ratón, la
serpiente también tenía alas. Si Sithias pudiera llegar a Asgar a tiempo, podría
hacerse pasar por Tynan y conceder un indulto de última hora muy necesario.

—¿El espía de Elsina? Por supuesto que sí.


—¿Hay alguna forma de encontrarlo y traerlo aquí?

El ratón arrugó su nariz con miedo.

—No me atrevo a volver ahí, me castigarían por irme.

—Te dejaré la flauta si traes a Sithias aquí. Pero tiene que ser antes de la
mañana.

El ratón lo miró y luego bajó su mirada hacia la flauta. La preocupación se


reflejaba en su rostro peludo mientras sopesaba los riesgos. Después de varios
minutos, el ratón dejó la flauta en el suelo.

—Realmente amo a este creador de música, pero no lo suficiente como para


querer volver a la isla de Elsina.

El corazón de Finn martilleó de pánico cuando el ratón se acercó a la puerta y


se coló entre los barrotes.

—Espera — el seco sonido de su voz resonó dentro de la celda.

El ratón sacó la cabeza de entre los barrotes y se volvió a mirarle.

—Tengo dos flautas. ¿Sería suficiente el doble del pago?

El ratón se levantó sobre sus patas y buscó en la celda.

—¿Dónde está el otro creador de música?

Finn miró en los rincones oscuros, buscando la otra mitad rota. Por fin vio la
punta asomando por una profunda grieta en la que había rodado.

—Ahí — apuntó con su barbilla hacia la flauta.

El ratón volvió a recorrer el suelo y recuperó la flauta. Le quitó la suciedad y


estudió las runas de los Antiguos.

—Oh, esta es aún más magnífica. — Sopló en el extremo de la flauta, pero no


salió ningún sonido. La decepción ensombreció su sonrisa—. No funciona.

—Sujétala recta hacia arriba y abajo, sopla justo debajo de la boca.

El ratón lo hizo y saltó cuando sus esfuerzos produjeron una nota plana y
hueca.

—¡Cielos! Me gusta ese sonido.

—¿Suficiente para volar de vuelta a la isla de Elsina?

El ratón apretó los labios y ladeó la cabeza.


—Eres un duro negociante, pero sí, lo haré.

—Bien, pero por favor, date prisa —Finn susurró roncamente mientras el
ratón dejaba las dos mitades rotas de la flauta con él y atravesó nuevamente los
barrotes.

El alivio lo inundó como un fuerte tranquilizante. A medida que la tensión se


disipaba, su cuerpo se debilitó. Incapaz de mantenerse erguido por más tiempo, se
deslizó hacia el suelo, luchando por mantenerse despierto. Ahora que podía hablar,
era libre de invocar los elementos. Murmuró la runa de poder de la Tierra, seguro
que se encendería en cualquier momento. Cuando el poder elemental se activara,
haría templar las paredes de su prisión, desmoronaría el revestimiento alrededor
de la puerta cerrada y la derribaría.

Se visualizó a sí mismo haciendo precisamente eso. Rompiendo los sucios


pasillos, derrumbándolos sobre los guardas, sacando piedras del suelo con un
movimiento de su mano, construyendo barricadas detrás suyo para evitar que sus
perseguidores le dieran caza. Sonrió al pensar en ello, hundiéndose profundamente
en el suelo, convencido de haber salido de su prisión.

—Soy libre —murmuró. Pero el sueño le había ganado la batalla.

Capítulo 25
Realidad distorsionada y dimensiones fracturadas.

FATE COJEABA POR LA PASARELA MÓVIL LO MÁS RÁPIDO QUE PODÍA,


mientras mantenía la mirada fija en los obeliscos gemelos que se elevaban por
encima de las bóvedas que la rodeaban. Había roto su mochila de aeronauta,
usando los cables para atar una de las alas de latón a su pierna como una tablilla. El
apoyo adicional ayudó, pero cada paso era insoportable y su torniquete
improvisado no fue suficiente para detener la hemorragia. Necesitaba puntos con
urgencia.

—¿Puede alguien escucharme? —gritó.

Poco después de que Jessie se llevara a la Quimera, hubo una inundación de


gritos ininteligibles y chillidos de Brune y Lincoln. Entonces nada. Había
descendido un completo silencio de radio. No saber lo que le había sucedido a
Jessie y los demás torturó a Fate más allá de todo cálculo. Le preocupaba lo que
encontraría cuando los alcanzara. ¿No habría nada más que cuerpos desgarrados y
ensangrentados?
Ella tragó saliva el impulso de gritar.

—Jessie está bien. Todos están bien —se dijo a sí misma—. Estamos teniendo
dificultades técnicas, eso es todo —Sus manos se cerraron en puños—. Oh, te juro
que cuando vuelva, le arrancaré una tira a Farouk por darnos un equipo tan
horrible.

El dolor en la pierna de Fate empeoró, obligándola a detenerse y descansar.


Permitiendo que la pasarela móvil la llevara hacia adelante, miró a su alrededor. El
paisaje había cambiado desde que se movió más allá del espacio confinado donde la
Quimera la había acorralado. La agrupación de bóvedas que la rodeaban no eran
las enormes estructuras que había dejado atrás. Eran recintos mínimos llenos de
vegetación.

Un jardín cercado dentro de arcos elegantes se apreciaba desde el frente. En el


corazón del jardín crecía un enorme árbol lleno de flores rodeado de suaves
montículos de hierba. A ella le hubiera gustado entrar en la atractiva escena y se
preguntó qué tipo de objeto mágico contenía esta bóveda en particular. La
respuesta se introdujo en su cerebro. El árbol en sí era objeto de poder. Escoger
una flor para alguien revela una verdadera amistad si los pétalos se convierten en
monedas de oro. Cualquier cosa que se opusiera a la amistad convertía los pétalos
en gusanos.

Fate se estremeció. Odiaba a los gusanos con pasión. Al menos no sintió la


necesidad de coger una flor para poner a prueba su amistad con Jessie. Su mejor
amiga había demostrado sus sentimientos cuando arriesgó su vida para salvarla de
la Quimera.

Fate apretó su estómago mientras el pánico se agitaba profundamente en su


interior. —Por favor, mantente bien, Jess.

Otra bóveda apareció a la vista. Un anillo de nueve robles altos rodeaba una
gran piedra con la imagen de una mujer sosteniendo un disco tallado en su
superficie. El agua brotó de alguna fuente oculta dentro de la piedra en un pozo
cubierto de musgo. La historia de Fate con los robles había sido, por decir lo
mínimo, desagradable. Debería haber querido darse la vuelta y huir de la escena,
pero su reacción fue la opuesta. Se sintió irresistiblemente atraída por la arboleda.
Antes de que pudiera cuestionar lo que estaba mirando, la intensidad de su
curiosidad reveló la respuesta: este era el pozo sagrado de Arnemetia, diosa de las
aguas de manantial y la curación.

Perfecto, justo lo que necesitaba su pierna.

Fate salió de la pasarela, haciendo una mueca de dolor cuando tropezó con la
caída inesperada. Favoreciendo su pierna lesionada, se movió con cautela entre los
robles, mientras también verificaba el dosel extendido sobre su cabeza para
asegurarse de que las ramas no se movieran de manera antinatural. La mayoría de
los robles que había encontrado dentro del Libro de Fábulas tenían la mala
costumbre de agarrar y ensartar vivas a sus víctimas.

Una vez dentro de la arboleda, el resto de la Fortaleza se desvaneció mientras


ella caminaba a través de espesos macizos de delicadas flores blancas. De repente
fue transportada de regreso a la isla de Innith Tine, donde Finn había sido
enterrado dentro del roble gigante. Había pasado meses sentada en la base del
enorme árbol, esperando su liberación. Durante ese tiempo, había visto cómo la
isla árida volvía a la vida a una velocidad increíble, hasta que por fin el bosque
había vuelto a su antigua gloria. Esta arboleda era como un pequeño trozo de ese
bosque.

Cuando Fate llegó al pozo, se sentó sobre un anillo bajo de piedras, los bordes
ásperos amortiguados por un suave musgo. El agua que brotaba de la piedra era
clara, pero el pozo estaba lleno de una sustancia lechosa. Fate metió la mano en el
pozo y bebió un poco. El líquido sabía a crema de miel con una pizca de sal. Una
sed como ninguna otra se apoderó de ella y tragó el contenido de su corazón.

Dejó de beber cuando un extraño cosquilleo se apoderó de su garganta, le


recorrió el torso hasta la pierna lesionada. Una sensación refrescante alivió el ardor
en la amplia herida, antes de hundirse en el hueso, levantando el agudo dolor. Se
puso de pie, puso a prueba todo su peso en la pierna y sonrió cuando sus músculos
reaccionaron sin dolor. Sacó su daga de la funda y cortó los cables que sujetaban su
férula improvisada y dejó que las piezas se cayeran.

Envainando la daga, Fate se volvió para irse, aunque con gran reluctancia. No
sabía si la resistencia provenía de sentirse más cerca de Finn aquí en el robledo o si
había algún detalle vital que estaba olvidando. Tal vez fuera un poco de ambos,
pero no necesitaba reflexionar sobre por qué quería quedarse tanto tiempo. La
respuesta llegó espontáneamente.

El pozo de Arnemetia no era solo para curar. Este también fue un pozo de los
deseos. Todo lo que se requería para que se concediera un deseo era la ofrenda de
una posesión preciada.

Fate sabía exactamente a qué tendría que renunciar para que se le concediera
su más profundo deseo. Se quitó el casco y los guantes, tiró de la cinta alrededor de
su cuello y sacó la pequeña bolsa de debajo de su armadura. Apretándolo, respiró el
aroma del cuero cálido y el aroma amaderado del tabaco sagrado de Finn. Se le
llenaron los ojos de lágrimas mientras luchaba por no tirar la bolsa al pozo. ¿Cómo
podía dejar ir la única cosa que siempre solía sentir conectada a él? Dudaba mucho
que hubiera llegado tan lejos si no hubiera tenido este pequeño pero reconfortante
objeto para seguir adelante.

¿Pero no valía la pena renunciar a este último pedazo de Finn si eso


significaba que podía estar con ella ahora? Fate se tragó las lágrimas y se quitó la
cinta del cuello. Se pasó la seda por los dedos y frotó el pulgar sobre el suave cuero.
¿Cuál debería ofrecer el pozo de los deseos? Los aromas dentro de la bolsa de
tabaco ofrecían el mayor consuelo, pero Finn había apreciado la cinta de su madre
y se la había dado a Fate como si fuera un pedazo de su corazón.

Decisión tomada. Ella guardó la cinta y se la ató alrededor de la muñeca.

Cerrando los ojos, colgó la bolsa de tabaco sobre el pozo, con cuidado de
expresar su deseo en silencio antes de atreverse a decirlo en voz alta. Conocía
demasiado bien las ramificaciones de las palabras descuidadas pronunciadas en
forma de deseo. Por fin, abrió los ojos, respiró hondo y temblorosamente.

—Deseo que Finn aparezca ante mí ahora. —Dejó que la bolsa cayera al pozo,
donde desapareció en el agua lechosa.

Los segundos pasaron insoportablemente lentos mientras Fate esperaba a que


Finn apareciera de la nada. Temerosa de que la impaciencia se apoderara de ella, se
obligó a permanecer clavada en el suelo. Para su alivio, el agua se agitó cuando una
cabeza atravesó la superficie opaca, seguida de hombros anchos, brazos fuertes y
torso musculoso.

El corazón de Fate latía fuera de control mientras veía la forma familiar de


Finn levantarse frente a ella, con la cabeza inclinada. Al principio estaba
completamente cubierto de la sustancia lechosa y parecía hecho de esa sustancia.
Pero luego el líquido desapareció, empapándole la ropa y la piel una vez que salió
del pozo.

Levantó la cabeza, los ojos muy abiertos mientras la miraba a través de


mechones de rubio bronceado que caían en ondas descuidadas sobre su sien
marcada con runas.

—¿Fate? ¿De verdad eres tú?

Ella temblaba de la cabeza a los pies, apenas podía respirar. Todo lo que pudo
hacer fue asentir.

El cerró el espacio entre ellos en dos pasos, la tomó en sus brazos y la hizo
girar en círculos.

—¡No puedo creer que estés aquí! —Su aliento se deslizó contra su piel
mientras acariciaba su rostro contra su cuello.

Un escalofrío eufórico recorrió su cuerpo.

—Yo tampoco —susurró sin aliento. Ella se apretó contra él, inhalando el
aroma masculino de su piel.

Él se echó hacia atrás para mirarla, sus ojos recorrieron su rostro. Una sonrisa
curvó su boca mientras se acercaba para darle un beso. Temiendo que estuviera
soñando, Fate lo detuvo colocando sus manos a cada lado de su rostro, observando
cada detalle, la barba dorada sombreando la línea fuerte de su mandíbula, la curva
tentadora de su boca y el iris verde llameante emoción.

Finalmente, convencida de que él era real, enroscó los dedos en su cabello y lo


atrajo hacia sí. En el momento en que sus labios se encontraron, Fate se perdió en
el dulce sabor de su boca. El deseo enterrado estalló a la superficie como una fiebre
rabiosa. Temblando, le deslizó las manos por la espalda y lo besó con salvaje
abandono. Apretó su cuerpo contra el de él, pero la armadura que llevaba formaba
una pared entre ellos.

—Espera. —Rápidamente se desabrochó las hombreras y coraza. Dejando que


las piezas cayeran al suelo, buscó a tientas los brazaletes de brazos y piernas y los
arrojó a un lado. Torciendo su dedo con una sonrisa juguetona, invitó a Finn a
continuar donde lo habían dejado.

Él dio un paso adelante alegremente, rodeando con sus brazos su cintura


mientras ella se acercaba. El calor de su cuerpo la empapó, llevándola a una
vertiginosa caída de dulce olvido.

Si alguna vez hubo un lugar o un momento más perfecto para entregarse por
completo, fue aquí y ahora. Su pasado había estado plagado de obstáculos, pero ya
no había nada en el camino. Finn estaba libre de la oscuridad. Eran libres de estar
juntos sin temor a ser destrozados por nada ni nadie.

Fate lo arrastró hacia el campo de flores. Finn la siguió con entusiasmo,


inclinándose sobre ella con una mirada de asombro en su rostro. Ella le pasó el
dedo por la boca.

—Te amo, Finn.

Le besó los dedos. El calor de sus labios envió deliciosos escalofríos a lo largo
de su brazo.

—Y yo te amo —Su voz estaba ronca por la emoción—. Siempre te he amado,


Fate, incluso antes de que nos conociéramos.

Las lágrimas brotaron de sus ojos. —Te he extrañado mucho.

—Y yo a ti —Suavemente besó la lágrima que se le escapaba por la mejilla.

Ella cerró los ojos mientras su boca recorría la línea de su mandíbula, hasta la
longitud de su cuello y a lo largo de su hombro. Incapaz de contener el fuego en el
interior, Fate se arqueó contra él. Finn respondió de la misma manera, sus
extremidades entrelazadas con las de ella en una oleada de deseo desenfrenado.

Un estado de pura felicidad latía por las venas de Fate. Su cuerpo tarareó de
alegría cuando abrió su corazón y su alma. Nada más importaba que este momento.
El cielo podía esperar, si no fuera así.
De repente, el cuerpo de Finn se puso rígido en sus brazos y él la levantó.

Los ojos de Fate se abrieron de golpe.

—¿Qué ocurre? —ella gritó. Pero él la miró, mudo, con una expresión atónita
de dolor oscureciendo su rostro. Su mente se tambaleó mientras trataba de darle
sentido a lo que estaba sucediendo. Fue entonces cuando notó la garra que
sobresalía de su pecho. Gritó cuando el cuerpo de Finn se disolvió en líquido,
salpicando sus pies y formando un charco de agua blanca a su lado.

De pie en el espacio vacío sobre ella, con la mano en garras aún extendida,
había una criatura espantosa con una cabeza bulbosa y carnosa de anguilas
retorciéndose como cabello. Emanaciones enfermizas de poder irradiaban de sus
brillantes ojos rojos.

Jadeando, Fate se arrastró hacia atrás a cuatro patas. Un dolor insoportable


bordeado de terror crudo descendió sobre ella como una tormenta feroz. ¿Qué era
este monstruo y qué le había hecho a Finn?

La respuesta se deslizó en su cerebro. Estaba en presencia de un Fomariano,


un ser cuya mera presencia distorsionaba la realidad y fracturaba las dimensiones.
Miró más allá de las ramas y vio los obeliscos gemelos. Había perdido por completo
la noción del tiempo y la bóveda ya había pasado al territorio Fomariano sin que
ella se diera cuenta. Su mirada se dirigió al cinturón de herramientas que sostenía
el amplificador cromático que necesitaba para interrumpir los efectos alucinantes
del Fomarian.

Cabeza de Águila33 estaba de pie sobre el cinturón y su pistola láser enfundada


le hacía cosquillas en el dedo gordo del pie.

En ese momento, dos Formorianos más entraron en el robledo. Uno entró a


paso lento, con la mayor parte de su cuerpo deformado llevado hacia adelante en
brazos largos y delgados con nudillos destrozados por pies. El otro ser tenía una
forma más humana, excepto por las gruesas púas que irradiaban de sus sienes, la
piel tan áspera y arrugada como la piel de un elefante y los escalofriantes ojos rojo
sangre. Cuando se unieron a Cabeza de Águila, alguna forma de comunicación
silenciosa pareció pasar entre ellos antes de que centraran toda su atención en
Fate.

Un inmenso poder irradiaba de su presencia, una energía rechinante que


agitaba el aire y raspaba el borde de los nervios de Fate. Los Fomarianos la
miraron. La fuerza combinada de su atención se estrelló sobre ella como una marea
oscura, succionándola en una resaca de desesperación. El miedo apuñaló su
corazón. Trató de recordar lo que sucedió antes de esta ola de angustia, pero todo
lo que existía era el dolor de que Finn fuera arrancado de sus brazos y el temor de
que pudiera estar muerto.

33 Eel Head
Olvidando todo lo demás, se acercó al charco y ahuecó las manos en el agua
lechosa.

—Finn, vuelve conmigo —suplicó mientras las lágrimas corrían libremente—.


Por favor te necesito.

El agua onduló en respuesta antes de dar paso a una espuma que se formó a
partir del líquido cremoso y salió de la piscina poco profunda. Los sollozos de Fate
se convirtieron en risas histéricas cuando la forma masculina, goteante y arcillosa
se elevó frente a ella, antes de que el agua calcárea se secara y revelara al hombre.
Pero este no era Finn.

El miedo atrapó el aire en la garganta de Fate mientras miraba la expresión de


rostro pétreo del hechicero, Wodrid. La agarró por el cuello y la levantó al nivel de
los ojos. Fate lo agarró por la muñeca, agitando sus piernas y luchando por
respirar.

—¡Tú! —dijo, su voz un grito bajo—. ¡Tú fuiste quien me robó la Vara de
Aeternitis!

La confusión se derrumbó sobre Fate. Siempre había perdido el recuerdo de


cómo había llegado a poseer la Vara porque había estado bajo el hechizo de Brune
en ese momento. Pero ahora el recuerdo se abrió de par en par. Ella le había robado
la Vara a O'Deldar y era su sangre la que la cubría cuando regresó después de tres
días olvidados.

Wodrid la tiró al suelo.

—¡Y también tomaste mi pierna! —Frunció el ceño mientras se quitaba la capa


roja a un lado para mostrar su pierna falsa. Fue fundido en plata y moldeado en
forma de armadura.

Fate se puso de pie. Mareada, negó con la cabeza, incapaz de ver bien. El
espacio entre ellos pareció ceder. La luz se encendía y apagaba, y formas de
pesadilla se arrastraban por los bordes de los árboles.

—No te conozco. Nunca nos conocimos —mintió, esperando que la dejara en


paz.

La diversión suavizó el ceño fruncido de sus finos y elfos rasgos. Si no fuera


por su mirada desdeñosa, era casi hermoso.

—Hmm, ahora que lo pienso, no eres el guerrero vicioso que me cortó la


extremidad debajo de mí. Ella era inhumanamente rápida y fuerte. No eres más
que una cobarde débil y llorona.

Una sensación enfermiza en el estómago de Fate confirmó la verdad. Él estaba


en lo correcto. Había dejado atrás a esa feroz guerrera en el Libro de Fábulas y
desde entonces se había convertido en una debilucha que necesitaba ser salvada. Su
caída de lo sobrenatural a lo ordinario la había dejado más vulnerable de lo que
había estado dispuesta a admitir hasta ese momento.

Wodrid dio un paso adelante con la mano extendida.

—Tomaré la Vara ahora. No tienes derecho a lo que siempre ha sido mío.

Una posesividad familiar surgió del cerebro de Fate. Agarró la cadena y apretó
la varilla con fuerza en su puño.

—Podemos hacer esto de la manera fácil o de la manera difícil —Dio otro paso
hacia ella y se detuvo cuando ella se alejó poco a poco—. Oh, ¿es así como va a ser?

Fate se quedó muy quieta mientras oscuros pliegues de poder se retorcían a


su alrededor. La presión abrumadora absorbió el aire mientras levantaba el brazo y
flexionaba la mano. Una tormenta se gestaba en su palma hacia arriba,
convirtiéndose en una niebla negra y agitada atravesada por chispas de
electricidad.

Él sonrió, luego lanzó la energía. Zarcillos retorcidos de poder se enroscaron


alrededor de Fate, hirviendo su carne a fuego lento hasta que gritó de dolor por ser
hervida viva. Cayendo al suelo, se agitó contra las trepadoras enredaderas de la
abrasadora oscuridad que la cubría. Wodrid se inclinó, agarró la cadena y le
arrancó la barra del cuello.

—No… —El sofocante enjambre de calor y energía oscura le arrebató el grito.


Fate jadeó por aire. No podía respirar, no podía respirar. El espeso olor metálico de
la abrasadora magia negra le llenó la garganta y los pulmones. Ella se estaba
asfixiando. El peso la arrastró hacia abajo, hacia abajo, donde la luz dejó de existir

Capítulo 26
Cantidades abundantes de chocolate
—¿ESHTÀ MUERTA? OH, HOMBRE, NUNCA HABÍA VIHSTO UN
cadáver. Ehs eshpeluznante.

—¡No está muerta!

—¿Estásh loca? Nadie vivo eshtaría tan pálido. Esha chica está tomando una
siesta bajo tierra.

—Fuera del camino, idiota. Fate, despierta.

El dolor atravesó la cara de Fate. Se agarró la mejilla y abrió sus ojos para ver
a Brune cerniéndose sobre ella. La miseria cruda inundó la dolorosa cabeza de
Fate.

—¿Qué está pasando? —se frotó los ojos secos y borrosos, tratando de
concentrarse.

Lincoln se acercó a Brune, mirando como un curioso a un tren descarrilado.


¿Pero dónde estaba Jessie?

—Te desmayaste —El tono de Brune implicaba que Fate había abrumado a
todos.

—¿Dónde está Jessie? ¿Está bien?

—Estoy aquí —Jessie apareció sobre la cabeza de Fate y se arrodilló—.


¿Puedes sentarte?

Fate lloró al ver a su amiga. Demasiado emocionada para poder hablar, dejó
que Jessie la ayudara a sentarse.

Jessie se encogió.

—Parece que la Quimera te ha hecho un buen daño en la pierna.

—Fue sólo un rasguño. Ya está mejor. He bebido del pozo.

La preocupación cruzó la cara de Jessie mientras Fate se levantaba


temblorosamente, pero tan pronto como puso peso en la pierna, el dolor se disparó
a través de su pantorrilla.

—¡Ay, ay, ay!

Jessie la agarró por el brazo para evitar que se resbalara. —¿Te has bebido
eso? No me extraña que estés enferma. Debes tener más cuidado. Podrías haber
muerto.
Fate miró el agua del pozo. Estaba turbia y cubierta de espuma de estanque.

—No lo entiendo. El pozo estaba... —se interrumpió, su mente saltando al


recuerdo de ella disfrutando del agua dulce y cremosa y a su deseo más profundo
haciéndose realidad, que terminó convirtiéndose en la más aterradora pesadilla.

—No es un abrevadero para cerebritos de pájaro —terminó Brune por ella—.


Es un pozo de los deseos. No hay curación de por medio.

—Yo... —tartamudeó Fate, ahora completamente confundida. Si su pierna no


estaba curada, ¿dónde dejaba eso a Finn? El pecho se le apretó de dolor.

Se negaba a creer que se lo habían arrebatado de nuevo.

Brune le hizo un gesto para que no se preocupara. —No te preocupes. Los


Fomarianos se metieron con tu cabeza.

—Dios mío, es cierto —Fate miró nerviosamente a su alrededor en busca de


los monstruos—. Estaban aquí. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde están? —¿Y dónde está
estaba Wodrid? Su mano voló a su cuello. Todavía llevaba el collar con la Vara. En
realidad, no se lo había llevado. ¿Había alucinado todo?

—Todo ha desaparecido —Brune balanceó la cadena que sostenía la caja de


plata que contenía el Ojo de Balor—. Funcionó como un encanto también.

—¡Shí, fue genial! —añadió Lincoln—. El Ojo funcionaba como un rayo


abrashador de noveno nivel, con un extra de daño a fuego en cada rayo.

—De ninguna manera —argumentó Jessie. Ella recogió un puñado de limo


apilado junto a ella—. ¿No has visto cómo se han roto esos monstruos? Eso fue un
daño de desintegración de noveno nivel.

Fate suspiró con cansancio.

—¿Realmente importa? Esto no es un videojuego.

—No, esh incluso mejor —sonrió Lincoln.

Fate hizo una mueca ante la ridícula dirección que habían tomado. —Puede
que quizá quieras preguntarle a Mason si está de acuerdo con eso. ¿Alguien sabe
algo de él o nuestro deficiente equipo que sigue fallando?

—El equipo está bien —dijo Brune—. Los Fomarianos codificaron las
frecuencias, incluso antes de llegar a este cuadrante.

—Mason está bien —aseguró Jessie a Fate—. Sonaba bastante golpeado, pero
está vivo. Su pérdida es total, así que tendremos que recogerlo en el camino de
regreso.
Fate asintió con alivio.

—¿Y la Quimera? ¿Has conseguido llevarla a los Fomarianos antes de que me


hicieran una visita?

—¡Oh shí, hablando de algo épico! —interrumpió Lincoln—. Esa cosha she
pegó a Jeshie como el blanco en el arroz. Pero deberíash haberla vishto, ella
consiguió hacer su camino fuera y hacer que la Quimera bajara al colisheo.

Fate miró a su amiga con asombro.

—Ojalá hubiera visto eso.

La cara de Jessie se iluminó.

—No habrías creído lo que estabas viendo. El coliseo estaba lleno de


mutantes, todos aplastando y deslizándose alrededor. Fue asqueroso.

—El shoplador de mentes se eshtremeció cuando la Quimera golpeó shu


frente aéreo —añadió Lincoln—. Fue un shock total. Deberíahs haber vishto cómo
la serpiente fue a la ciudad de el león. Le clavó los colmillos hasta que crujió.

Fate hizo una mueca. —Sí, es una pena que me haya perdido eso.

—Muy bien, es hora de hacer las maletas y salir —Brune obviamente se había
aburrido de la conversación.

Fate se acercó cojeando a su armadura y empezó a atarse las armaduras en las


piernas.

Jessie la siguió hasta las piezas esparcidas.

—¿Por qué te has quitado la armadura?

Fate hizo una mueca de dolor mientras se ajustaba la correa alrededor de su


pantorrilla herida. —Esa es una historia que se escucharía mejor con mucha pizza y
abundantes cantidades de chocolate. ¿Te apuntas?

Jessie miró el casco del Ojo de Dragón, dándole la vuelta en sus manos.
Parecía que estaba considerando su oferta y Fate comenzó a preocuparse de que
dijera que no. Entonces Jessie la miró.

—Claro, me apunto.

***
—Replicador Empresarial, esto no es —Fate se tragó las supuestas palomitas
que el simulador de comida había producido—. ¿Dónde está lo crujiente? Sí, son
saladas, pero el misterioso requesón esponjoso no es lo que pedí.

Un golpe en la puerta de su habitación le hizo dejar el bol de bolas de bizcocho


y saltó por la habitación.

—Espero que estés a la altura del desafío de describir las palomitas con todo
detalle. Si no, nos espera una… —Fate se detuvo a mitad de la frase cuando vio que
no era Jessie la que esperaba detrás de la puerta, sino Gerdie—. Oh, hola.

—Me enteré de tu encuentro con la Quimera. ¿Cómo está la pierna? —


preguntó Gerdie al entrar en la habitación.

—Como si nunca hubiera pasado —Fate asomó la cabeza y miró por el pasillo
vacío en busca de Jessie. Cerró la puerta, tratando de ignorar la decepción que
sentía en sus entrañas—. ¿No te lo dijo Eustace? Estaba como cualquier buen padre
excesivamente preocupado cuando Farouk vertió su poción mágica y brillante
sobre mi herida.

Gerdie se acercó a una de las sillas acolchadas, que se bajó ligeramente para
permitirle subirse con facilidad. La silla se elevó a su altura normal mientras ella se
acomodaba con los pies colgando sobre el borde. —Él lo hizo. Aunque no es que le
sirva de consuelo lo rápido que te has curado. El pobre hombre estuvo pateándose
a sí mismo por poner a su única hija en peligro.

—No dependía de él. Tiene que meterse en la cabeza que ya no soy una niña
indefensa —Fate se mordió el labio inferior, no queriendo admitir en voz alta lo
indefensa que se había sentido cuando la Quimera la había acorralado.

Por no hablar del extraño fracaso en el que se había metido con los
Fomarianos.

—No importa. Es tu padre. Siempre querrá protegerte —le recordó Gerdie—.


Pero no estoy aquí por eso —sus ojos marrones se abrieron de par en par con la
emoción, mientras daba una patada a sus pequeños pies—. ¿Recuerdas las buenas
noticias de las que te hablé?

Fate se sentó frente a ella.

—Oh, sí, entre casi haber sido carbonizada y tratar de comer antes, me olvidé
de tu noticia. Cuéntamelo.

—Ayer, hice que los Bibliotecarios buscaran en los registros un portal en


Oldwilde —esperó un segundo para dejar que la información se asimilara—. Yo
descubrí en qué cuadrante está el portal.
—¡Eso es genial! —pero algo como un puño frío se cerró sobre el corazón de
Fate y le quitó la alegría. Se desplomó en su silla—. No puedo irme de aquí, Gerdie.
Quiero, pero no puedo.

—Lo sé. Eres Guardiana de la Fortaleza. El juramento no te lo permite —


Gerdie sacó un papel de su bolsillo y lo desdobló—. Pero puedes salir con esto. Es
un hechizo para invocar o nombrar a un Guardián en tu lugar.

Fate cogió la hoja arrugada y hojeó las palabras.

—¿Esto me liberará de mi juramento?

—No exactamente. Te liberará de sentirte obligado, siempre y cuando tu


apoderado esté en su lugar. Pero si algo le sucede a tu suplente, el juramento se
activa y volverás a estar encadenada emocionalmente a la Fortaleza.

—Vaya, Gerdie, eso es enorme —el pulso de Fate se aceleró con la


anticipación. —Esto era exactamente lo que necesitaba. Ahora sería libre para
encontrar a Finn. —¿Puedo hacer el hechizo cuando quiera?

—Claro, no hay ningún momento especial para hacerlo —Gerdie se retorció en


su silla—. Sólo hay una cosa. Tienes que nombrar a Brune.

Fate se quedó mirando a Gerdie con asombro.

—¿Qué? ¡No puedes hablar en serio! ¿Cómo puedo confiar en Brune después
de que me arrojara al Libro de Fábulas? Yo casi muero allí. No sólo una vez, sino
varias veces. ¿Y cómo puedes confiar tú en ella? Cualquiera que deje a su indefensa
hermana de seis años en las garras de un monstruo come-niños es simplemente...
¡No tengo una palabra lo suficientemente mala para describirla!

—No hay argumentos en su defensa, pero ese fue el trato que hicimos.
¿Recuerdas? Ella dijo que encontraría una manera de sacarte de tu juramento,
siempre y cuando ella consiguiera ser Guardiana de nuevo. Bueno, esta es ella
cumpliendo su parte del trato.

Fate no podía dejar de negar con la cabeza.

—No, no, no. Esto es una locura. ¿Qué le impide hacernos algo aún peor una
vez que haya conseguido lo que quiere?

Gerdie levantó las piernas y se miró los dedos de los pies.

—Nada, supongo.

Fate se puso de pie y cruzó la habitación. Se sintió desgarrada por la mitad,


queriendo más que nada correr directamente hacia Finn, pero totalmente reacia a
renunciar a su posición de poder. Se detuvo en seco. ¿Desde cuándo había
empezado a desear el poder por encima del amor? Tenía que ser el juramento. Eso
era lo que la estaba haciendo sentir así. Se volvió hacia Gerdie.

—Yo digo que aplacemos el trato que hicimos con Brune y convoquemos a un
apoderado al azar.

—¿No crees que eso es un poco arriesgado?

—¿Más arriesgado que nombrar a Brune? No.

—Piénsalo. Estarías convocando a una chica inocente lejos de su vida de la


misma manera que Brune te invocó a ti.

Unas punzadas de culpabilidad impidieron que Fate discutiera.

—Además, tu apoderado debe ser alguien con experiencia. Alguien que no se


deje matar en su primer día de trabajo como tú casi lo hiciste

Gerdie tenía razón, pero la desconfianza de Fate hacia Brune era demasiado
grande.

—¿Es esta la única manera en que Brune puede ser Guardián?

—Eso es lo que me dijo.

—Así que por eso tu hermana malvada fue tan útil cuando la Quimera estaba
lista para comerme. Ella necesitaba mantenerme viva. —Fate se paseó de un lado a
otro. —Sabemos lo que pasa si mi apoderado se encuentra con un final prematuro,
pero ¿qué pasa si el final prematuro es el mío después de que yo nombrara a
alguien? ¿Significa eso que el apoderado se convierte en Guardiana de la Fortaleza
de forma permanente?

Gerdie lo pensó un momento.

—No estoy segura.

—Tienes que averiguarlo.

—Hecho —Gerdie se bajó de la silla.

—No digas que estás buscando información. Sé sutil —le advirtió Fate.

Gerdie se dirigió a la puerta.

—Todo lo que pueda, pero no tienes mucho tiempo.

—¿Qué quieres decir? Pensé que habías dicho que podía hacer el hechizo en
cualquier momento.
—El hechizo sí. Es del portal de lo que tienes que preocuparte. Va a estar bajo
tierra durante aproximadamente tres días, así que, si no lo atraviesas hasta ese
entonces, vas a tener que esperar cien años antes de tener otra oportunidad.

Fate comenzó a quejarse, cuando un golpe en la puerta la detuvo.

Gerdie abrió la puerta a Jessie, que sostenía una bandeja llena de brownies.

—Abundantes cantidades de chocolate a su servicio. Esta cosa es la bomba.


Mucho mejor que cualquier cosa que hayas probado en la Tierra —dijo con una
amplia sonrisa.

Su sonrisa era contagiosa, haciendo que las preocupaciones de Fate


desaparecieran por un momento. La promesa de la bondad del chocolate y el
tremendo alivio de tener a su mejor amiga de vuelta eran exactamente lo que
necesitaba para relajarse.

Gerdie tomó el brownie que le ofrecía Jessie.

—Mmm, está bueno —ella salió al pasillo antes de volverse hacia Fate—. Te
haré saber cuándo tenga esa cosa que querías.

—Gracias, Gerdie —Fate cerró la puerta y siguió el aroma de los brownies


recién horneados a la sala de estar.

Jessie dejó la bandeja en el suelo y se dejó caer en el sofá.

—Eso ha sonado lamentable. ¿De qué está hablando?

Fate cogió un brownie y se acurrucó en el otro extremo del sofá.

—Sólo un aburrido asunto de guardianes.

—Oh —el comportamiento relajado de Jessie se endureció de repente.

Todas las heridas recientes se precipitaron de nuevo y Fate se tensó.

—¿Quieres oírlo?

Jessie se levantó de la pila de almohadas y miró fijamente a Fate.

—Por supuesto. ¿Por qué lo preguntas? No es que no hayamos compartido


todo desde estábamos en el jardín de niños o algo así —se cruzó de brazos y frunció
el ceño—. Yo no sé por qué sigues dejándome fuera.

A Fate se le secó la garganta. Dejó el brownie en el suelo y apartó la bandeja.

—¿Yo? Tú eres la que me excluye.


—Difícilmente. Siempre he sido la que se ha mantenido al margen viendo al
protagonista, mientras se le hace un milagro tras otro. Como los tesoros con los que
siempre te tropiezas sin necesidad de cazarlos. ¡Dios, es tan molesto! Mientras tú
encuentras pulseras de diamantes en bolsos de tiendas de segunda mano, yo he
encontrado gominolas petrificadas en la mía. Y el cuarto de millón de dólares de
dólares de la venta de garaje...

—Que vendí por 10.000 dólares antes de saber lo que realmente valía —le
recordó Fate.

—Oh, pobrecita, no llores tanto.

Fate miró fijamente a Jessie, sorprendida por este repentino ataque.

—¿Es necesario que te recuerde mi apodo en la escuela?

—Así que un murciélago se enredó en tu pelo en uno de los juegos y te


enloqueciste delante de todos. Podría haberle pasado a cualquiera.

—No conozco a nadie más que se llame Batty desde el noveno grado. No es
exactamente el incentivo de autoestima que estaba buscando.

—Tienes que admitir que es mejor que como te llamaban en tercer grado
después del incidente del gusano.

Fate reprimió las lágrimas que querían escurrir de sus ojos. De los más
cercanos a ella, Jessie sabía lo traumatizada que la había dejado aquella
experiencia. Ella todavía tenía una fobia a los gusanos.

La expresión de Jessie se endureció. —Chúpate esa, Fate. Al final, todo salió


bien. Eres la superdotada, la autora de bestsellers con montones de fans que
acuden a tus firmas de libros. No tengo ni idea de lo que voy a hacer después de la
escuela secundaria, a menos que haga lo que mis padres quieren. ¿Me ves como un
veterinario? Me derrumbo cuando veo un perro de tres patas perfectamente feliz. —
Sacudió la cabeza—. Pero tú... tu carrera es de por vida. ¿Sabes cuántos, de los
muchos artículos de autores que he leído, dicen que lucharon durante décadas
antes de llegar a donde tú estás? Y tú has llegado ahí por accidente.

—Eso es porque estoy maldita por mi nombre. Ya sabes lo que dice el


diccionario. Los eventos están más allá de mi control personal y generalmente
determinados por un poder sobrenatural. Mira a tu alrededor. Si esto no lo
demuestra entonces no sé qué lo hará —Fate esperó a que Jessie lo olvidara, pero
ella permaneció obstinadamente callada. Fate suspiró—. En cuanto a todo ese
revuelo sobre mi libro, ya ni siquiera me importa. No después de todo lo que ha
ocurrido últimamente.

—Y ahí está el problema —Jessie se rió, un sonido áspero que sonó a través de
la habitación—. Yo no dejaría que tus fans escucharan eso. Te seguirían a todas
partes. Diablos, ya lo hicieron. Están aquí ahora mismo, arriesgando sus vidas para
ayudarte a ti.

—¡Nunca les pedí que vinieran aquí! —gritó Fate.

—Pero vinieron, y tienes que apreciar que han sacrificado todo por ser
atraídos como polillas a la brillante luz que eres.

Las lágrimas brotaron en los ojos de Fate, desdibujando la cara de enfado de


Jessie.

—Suenas como si me odiaras —se limpió las lágrimas con el dorso de la


mano—. ¿Lo haces?

Jessie bajó su mirada acalorada y se quedó callada.

—¿Desde cuándo te sientes así hacia mí? ¿Desde la escuela primaria? ¿Desde
siempre?

—No —la voz de Jessie era tan baja que Fate apenas la oyó. Ella levantó su
mirada—. Desde que te convertiste en esta gran autora. He estado celosa desde
entonces.

—¿Por qué? ¿Es eso lo que quieres ser?

—Escribo cosas —admitió Jessie.

—¿Lo haces? —Fate se quedó sin palabras durante medio segundo—. ¿Por qué
estas son nuevas noticias para mí? Creía que lo sabíamos todo el uno del otro.

—Me daba demasiada vergüenza enseñártelo. Mis cosas nunca han sido tan
buenas como las tuyas.

Fate se quedó boquiabierta.

—¿Has estado escribiendo todo este tiempo y nunca me lo has enseñado? —


pensó en todas las tardes y fines de semana que habían pasado juntas pensando en
ideas para las historias de Fate. La imaginación de Jessie siempre había superado a
la de Fate. En todo ese tiempo, nunca había sospechado que Jessie estuviera
interesada en escribir sus propias historias—. De acuerdo, cuando volvamos, tengo
que ver lo que has escrito.

—De ninguna manera, no podría soportar la humillación.

—Oh no, no harás eso. Va a suceder. ¿Y sabes qué?

—¿Qué?
—Sé que me va a encantar todo —le aseguró Fate—. Después de todas las
ideas locas que hemos soñado juntos, las tuyas eran siempre las que yo manejaba
con mis historias.

Jessie asintió tímidamente.

—Cuando todo esto quede atrás y volvamos a la Tierra, deberíamos escribir


algo juntos.

Los ojos de Jessie se iluminaron.

—¿Sí? Me gustaría.

Fate le tendió la mano.

—¿Trato?

Jessie le estrechó la mano.

—Trato.

—Entonces, ¿estamos bien ahora?

Jessie la soltó y se retorció en su asiento.

—¿Hay más? —el estómago de Fate se apretó de miedo.

—Es que desde que has vuelto, has sido muy cuidadosa con lo que me cuentas.
Sobre todo, con lo que no dices. Me hace sentir como si pensaras que soy
demasiado estúpida para manejar lo que sea que no me estás contando.

—Sólo he tratado de protegerte.

—¿De qué? ¿De la Quimera? Pues te tengo una noticia de última hora. Fui yo
quien te salvó del monstruo —Jessie se tensó, y Fate pudo ver la ira
chisporroteando en la superficie—. Si alguien aquí necesita protección, eres tú.

—No podrías tener más razón —admitió Fate—. No soy valiente. Estoy
asustada todo el tiempo. Tengo miedo por mí, miedo por ti y por papá. Y yo...

—¿Qué? Dilo, puedo soportarlo.

Fate llevó sus piernas al pecho y se abrazó las rodillas.

—Y me duele todo el tiempo. Nunca para.

La preocupación borró el ceño de Jessie.

—Pensé que tu pierna estaba curada.


—No es mi pierna, Jess. Es mi corazón. Dejé a alguien atrás y no puedo dejar
de echarlo de menos. Tengo un dolor terrible en el pecho. El dolor está siempre ahí
y no puedo decírselo a nadie.

Jessie se inclinó hacia delante.

—Cuéntame. Cuéntamelo todo.

Las lágrimas que picaban los ojos de Fate, ahora corrían libremente mientras
empezaba a contarle a Jessie sobre su historia con Finn. Cómo lo conoció en la
librería y su negativa inicial a creer que él era su personaje escrito que había
cobrado vida. Fate sollozó aún más cuando describió el día en que le dijo a Finn la
verdad sobre sus orígenes. Revivió la dolorosa ruptura que el shock y la
incredulidad de él habían causado al descubrir que era el producto de la
ensoñación de una joven niña.

Jessie escuchó en silencio mientras Fate continuaba describiendo la oscuridad


de la que Finn se había contagiado. Contó los insidiosos cambios que había sufrido
Finn cuando destruyó a la Emperatriz Dragón y a la Vieja Madre Grim. Se
atragantó con sus lágrimas cuando describió su batalla con la oscuridad y la
necesidad de protegerla alejándose de ella.

Mientras Fate revivía su agridulce reencuentro con Finn después de que éste
había aprendido a controlar la influencia oscura dentro de él, se calmó un poco.
Hasta que llegó a la parte en la que había utilizado por descuido sus palabras para
invocar a un antiguo dios de la naturaleza para resolver un dilema en una de las
fábulas anteriores. Ella volvió a romper en lágrimas, su cuerpo temblaba mientras
le decía a Jessie que ella era la culpable de que el dios de la naturaleza confinara a
Finn dentro de un roble gigante para devolver la vida a una isla estéril.

—Lo abandoné, Jess —confesó Fate—. Lo dejé para que se pudriera en ese
árbol.

Jessie se abalanzó sobre ella y la abrazó. Eso fue todo lo que necesitó para
romper la barrera que Fate había construido tan cuidadosamente para mantener el
dolor a raya. Un torrente de tristeza y arrepentimiento la inundó y no hubo forma
de detenerla. Fate se derrumbó contra su amiga, llorando un océano de lágrimas
que temía nunca se detuviera.

Jessie se sentó con ella, en silencio, abrazándola pacientemente hasta que sus
sollozos finalmente cesaron. Después de un rato, Fate se apartó y se secó los ojos.

—Así que, ahí lo tienes. Lo bueno, lo malo y lo feo.

Jessie sonrió con tristeza.

—Lo siento mucho. Lo entendí todo completamente mal. Es que sólo noté que
habías cambiado mucho. Cambiaste tus pantalones a cuadros y tus jerséis de
rombos por una armadura de cuero, tus suéteres de lana por una armadura de
cuero y temí que no pensaras que era lo suficientemente genial... Lo
suficientemente genial como para salir conmigo. No es que lo fuera, pero ya sabes
lo que quiero decir.

—¿Estás bromeando? Hoy me has salvado el culo. Todavía no puedo superar


lo valiente que fuiste. A diferencia de mí —Fate se desplomó contra las
almohadas—. Soy una cobarde total sin mis súper poderes.

—No hables así. ¿Quién no lo pasaría mal por tener que ser normal de nuevo?
Es tan... limitado. Si no tuviera el Ojo de Dragón, nunca habría salido a la calle.

Ambas se quedaron en silencio.

—Ojalá me hubieras dicho lo mucho que estabas sufriendo por Finn —dijo
Jessie después de un minuto—. Si lo hubiera sabido, nunca habría sido tan
fastidiosa sobre mis propios sentimientos.

Fate negó con la cabeza.

—No, es mi culpa. Quería hablarte de él, pero literalmente no ha habido


tiempo desde que volví. Y, sobre todo, yo no podía arriesgarme a desmoronarme
delante de Eustace

Jessie levantó las manos.

—Lo entiendo. Este no es el tipo de cosas que compartirías con tu padre, o con
cualquier padre, en todo caso.

Fate olfateó y asintió.

Jessie cogió dos brownies y le dio uno a Fate.

—Entonces, ¿estamos bien?

—Mejor que bien.

Se dieron los brownies y los mordieron. Fate se desmayó cuando el dulce y


mantecoso chocolate se derritió sobre su lengua.

—Oh, Dios mío. ¿Acabo de morir e ir al cielo?

—Te lo dije —dijo Jessie entre un bocado.

Fate terminó el brownie y cogió otro.

—Estaremos con una resaca de azúcar por la mañana.

—Y casi sin dormir —había picardía en la sonrisa de Jessie—. No habrá un


final de la noche hasta que tenga toda la información sobre Finn. Necesito mi dosis
de emociones y escalofríos, así que empieza a hablar. Quiero detalles... todos los
besos y abrazos, y otras cosas —miró a Fate con curiosidad—. ¿Hubo otras cosas?

Fate se retorció bajo la intensidad de la mirada de Jessie.

—Algo así, pero no lo que estás pensando —dijo, su respuesta amortiguada


por el brownie mientras sus pensamientos tocaban la alucinación de Finn y la caída
libre que había tenido con él. Si el encuentro había sido real y no un delicioso sueño
que se había convertido en la más horrible de las pesadillas, habría tenido, otras
cosas, que contarle a Jessie.

—No me lo digas todavía. Prepara el terreno primero —Jessie agarró otro


brownie—. Vale, empecemos. ¿Cuál es su nivel de atractivo? ¿Medio o alto? O
¿Rompe esquemas? A mí me parece que está buenísimo, incluso cuando pasaba su
fase de chico malo.

La cara de Fate se enrojeció de calor.

—Oh, no tienes ni idea.

Capítulo 27
Será más rapido

EL AGUA HELADA QUEMÓ LA PIEL DE FINN COMO FUEGO,


arrancándolo de un sueño comatoso. jadeando por la conmoción, miró a su
alrededor, confundido y desorientado. Media docena de guardias lo vigilaban. Lo
habían trasladado a una habitación más grande, que no estaba limpia según los
estándares, pero parecía impecable en comparación con su celda. Le habían
quitado los trapos sucios. Estaba en el suelo, desnudo mientras lo rociaban con otro
balde de agua helada. Finn se acurrucó sobre sí mismo, temblando
incontrolablemente. Quería más que nada contraatacar, pero apenas tenía fuerzas
para levantar la cabeza.
Uno de los guardias, que se destacó de los demás como guardia real, le arrojó
algo de ropa.

—Ponte esto —ordenó.

Aun temblando, Finn agarró la ropa, sus manos toquetearon las perneras de
los pantalones mientras trataba de meter los pies en ellos y fallaba.

—Por el amor de Dios. Idiotas, lo convirtieron en un maldito inválido —se


quejó el guardia real mientras se arrodillaba para ayudar a Finn a ponerse la ropa.

—Las órdenes del rey eran dejarlo pudrirse —replicó uno de los guardias de la
mazmorra.

Finn miró hacia otro lado, humillado por el bajo nivel de degradación al que
se había hundido. Apretando los dientes para evitar que castañearan, dejó que el
guardia real lo levantara del suelo y lo llevara a una mesa y una silla.

—¿Y te lo tomaste literalmente? —preguntó el guardia real mientras ayudaba


a Finn a sentarse—. ¿No se le ocurrió a ninguno de ustedes que necesitábamos al
prisionero lo suficientemente vivo para ser ejecutado?

Finn se apoyó contra la mesa mientras otro guardia colocaba un cuenco lleno
de gachas frente a él.

—Tu última cena —refunfuñó el hombre.

La vista de los bultos grises hizo que Finn sintiera náuseas. Sacudió la cabeza
y la apartó.

—Agua —dijo con voz ronca.

El guardia real acercó uno de los cubos y vació los últimos restos de agua en
una taza de peltre rayada. Finn tragó el agua, echando la cabeza hacia atrás cuando
llegó al final, esperando que la última y preciosa gota golpeara su lengua. Pero a los
pocos segundos de beber el agua, su cuerpo rechazó la repentina afluencia de
líquido vivificante y los calambres hicieron que se doblara del dolor.

—Usen sus cabezas. No queremos que el flautista impío obtenga ninguna


simpatía al parecer lamentable. —El guardia real negó con la cabeza—. Esta
delgado y no puede sostenerse por sí solo. No se podrá ocultar el hecho de que se
ha matado de hambre al prisionero tan cerca de la muerte que parecerá más un
asesinato por piedad que una ejecución.

Los guardias de la mazmorra murmuraron quejas en voz baja, pero ninguno


de ellos habló.

El guardia real resopló enojado.


—Bueno, no hay nada que hacer sobre ello ahora, salvo posponer la ejecución
y todas las celebraciones que se han planeado en torno a ella. Levántalo y bájalo al
patio. Y asegúrate de amordazarlo. No queremos que silbe nada de su magia negra.

Un dolor en el interior de las tripas de Finn se apoderó de él. Gritó cuando dos
guardias lo agarraron por cada brazo y lo levantaron. Otro guardia vino por detrás,
enganchó un trapo en su boca y lo ató con fuerza.

—¿No hay sacerdotes que lo acompañen a la horca? —preguntó uno de ellos.

El guardia real negó con la cabeza.

—No para este. El rey no le dará la oportunidad de salvar su alma antes de


irse.

El guardia miró a Finncon lastima.

—Lo siento por ti, amigo. —Lo arrastraron por los escalones de piedra. Finn
trató de pararse entre ellos, pero sus piernas temblaron y cedieron debajo de él.
Incapaz de mantener la cabeza erguida por más tiempo, apoyó la barbilla en el
pecho mientras lo llevaban por un largo pasillo.

Los sonidos de la multitud fuera de los muros del castillo se filtraron,


subieron en volumen cuando los guardias empujaron una puerta pesada y lo
arrastraron por el barro hasta unos escalones de madera. Tan pronto como llegaron
a la parte superior de la plataforma, el ruido de la multitud se hizo más fuerte. Finn
levantó la cabeza y entrecerró los ojos para contemplar el día soleado. Le dolían los
ojos por la luz brillante después de haber estado en la oscuridad. Parpadeó,
enfocando su visión borrosa en el enorme patio lleno de gente de pared a pared.
Debían provenir de todas las regiones del reino. Miles de rostros enojados le
devolvieron la mirada, gritando maldiciones y agitando los puños.

Desde el momento en que lo despertaron por primera vez, había estado


insensible a lo que estaba sucediendo. Pero estar rodeado por una turba que
irradiaba odio absoluto había desenterrado el terror que había estado sofocando
durante su encarcelamiento. Esperaba escapar de esto por algún milagro, pero el
ratón obviamente no había podido encontrar a Sithias a tiempo. La triste realidad
finalmente lo golpeó.

Estaba a punto de morir.

Podría manejar esto, al menos un poco mejor, si la última cara que viera fuera
la de Fate y no una multitud de personas hostiles.

Los guardias ataron los grilletes de sus pies a un anillo de hierro y lo


empujaron de rodillas frente a la tabla de cortar. La madera era oscura y pulida.
Los profundos cortes que marcaban la superficie plana entre los dos huecos donde
iba a recostar su cuello habían sido lavados de toda sangre y mugre. Claramente, el
verdugo se enorgullecía de mantener limpias las herramientas de su oficio. Ojalá
pudiera contar con que su hoja estaría afilada hasta el filo de una navaja. Los libros
de historia estaban llenos de relatos espeluznantes sobre las hojas desafiladas de un
verdugo y la necesidad de múltiples golpes antes de cortar la cabeza. La idea de una
ejecución torpe le dio miedo a Finn.

Queriendo mirar a cualquier parte menos a la viciosa multitud, Finn levantó


la mirada hacia el cielo azul claro. Si no hubieran atado sus esposas a la plataforma,
intentaría volar hacia ese hermoso cielo, aunque eso sería solo otra sentencia de
muerte. Los parapetos estaban revestidos con lo mejor de Asgar. No pasaría las
murallas del castillo antes de que lo derribaran con una lluvia de flechas.

Bajó la mirada al balcón decorado con los estandartes azul real de Asgar. El
rey Tynan estaba allí, rígido y mirándolo con frialdad. Kaura también estaba allí.
Ella le dedicó la más mínima inclinación de cabeza, pero nada más, no fuera a
llamar la atención de su marido.

Finn fijó su mirada en los tablones de madera de la plataforma. Una rosa roja
aterrizó frente a él. Habría esperado carne llena de gusanos antes de creer que le
habían arrojado una flor. Miró hacia la primera fila.

De pie en el centro, justo debajo de él, estaba Fate. En el fondo, sabía que era
LhiannanShee, pero no le importaba. Había cumplido su deseo. Su rostro sería la
última imagen que vería antes de morir. Ya nada más importaba. El dolor punzante
en su vientre se desvaneció cuando una sensación de calma se apoderó de él. Ahora
podía continuar y morir con la poca dignidad que le quedaba.

Pasos sonaron en las escaleras detrás de él. Había llegado el verdugo. Ocupó
su lugar junto a Finn, elevándose sobre él con un rostro oculto detrás de una
máscara de hierro cubierta de púas. Finn no podía ver los ojos del hombre. Estaban
envueltos en sombras, sin duda un diseño intencionado para ocultar su humanidad
y hacerlo aún más aterrador. Finn admitió que estaba funcionando. El terror se
apoderó de él cuando bajó la mirada hacia la enorme hacha que el hombre llevaba
en una mano.

Un hombre mucho más pequeño se acercó al verdugo y se enfrentó a la


multitud. Parecía ser una especie de escriba, porque la multitud se quedó en
silencio mientras desenredaba un pergamino.

—Presentamos al flautista impío al pueblo, que ha sido declarado culpable por


el alto juez del rey Tynan por el asesinato de la emperatriz Moria. Habiendo
descubierto que este hechicero de magia negra está en contra de todas las leyes del
Imperio Asgar, mi Señor ha decretado y sentenciado que será condenado a muerte
por decapitación.

El escriba se volvió hacia Finn.

—¿Estás listo para agradecer a tu juez y absolver a su majestad de cualquier


culpa que le pueda traer el respaldo de esta muerte violenta?
La pregunta sorprendió a Finn. El miedo le hizo querer maldecir al rey y a
todas las almas que habían venido a ver este acto bárbaro. El instinto de sobrevivir
le hizo querer arremeter contra ellos, destruirlos. Pero había ido por ese camino.
Era mejor que no tuviera la fuerza o los medios para invocar los elementos para
provocar una avalancha de dolor sobre estas personas. No podía arriesgarse a la
destrucción de su propia alma de nuevo. Aparte de Kaura, ninguno de ellos sabía la
verdad. Nunca podría hacerles ver a Moria como la serpiente malvada que era.

Desesperado porque le arrojaran un salvavidas para evitar que se ahogara en


un océano de pánico, miró el rostro de Fate. Ella sonrió y articuló las palabras, te
amo.

El dolor brotó de su garganta mientras las lágrimas nublaban su visión.


Quería más que nada abrazarla, besarla, quedarse con ella.

Sonidos de descontento se extendieron por la multitud y alguien cercano a la


plataforma gritó—: ¡Haz esta única cosa decente, por favor!

Finn apartó la mirada de Fate y miró a Tynan. El verdugo se inclinó para


quitarse la mordaza.

—Un silbido, o un susurro de la palabra equivocada, y esta hacha baja más


rápido de lo que puedes parpadear —advirtió.

Finn asintió mientras el hombre le bajaba la mordaza por debajo de la


barbilla.

—Perdono al rey por tomar la única opción que pudo —dijo tan fuerte como
su garganta reseca se lo permitió.

El verdugo le volvió a meter la mordaza en la boca.

—Anotado —El escriba escribió las palabras en el pergamino. Luego sostuvo el


pergamino en alto nuevamente para callar a la gente y repitió el perdón de Finn
para que todos lo escucharan.

Tynan asintió y el verdugo se colocó en posición con el hacha en alto.

—Pon tu cuello en el bloque, muchacho. Asegúrese de que su barbilla se


enganche sobre el otro lado. Mi puntería siempre es rápida y segura. Terminará
rápido. Te prometo que nunca lo sentirás.

La respiración de Finn llegó en ráfagas irregulares cuando hizo lo que le


ordenó el verdugo. Con su corazón latiendo violentamente, fijó su mirada en el
rostro de Fate. Ella le devolvió la mirada, y mientras lo mantenía encerrado en su
suave mirada marrón, él pudo entregarse por completo hasta el final de su vida.
Capítulo 28
Santo rascacielos, Batman

UNA RENOVADA SENSACIÓN DE PROPÓSITO IMPULSÓ A FATE A SALIR


de la cama, a pesar del dolor de estómago y la niebla en la cabeza con la que se
despertó. No se había dado cuenta de lo mucho que necesitaba compartir sus
pensamientos y sentimientos sobre Finn. Y Jessie era la única persona en todo el
universo en la que se sentía cómoda confiando. El hecho de tener a su mejor amiga
de vuelta hacía que afrontar los problemas que se avecinaban fuera mucho más
fácil, sobre todo ahora que sabía que Jessie podía cuidar de sí misma, y de
cualquier otra persona, en realidad.

Solo deseaba no estar tan exhausta.

Después de haber estado toda la noche comiendo y hablando hasta bien


entrada la mañana, finalmente se desmayaron encima de la cama gigante, hasta
que el robot de la cámara les avisó de que era hora de despertarse después de unas
pocas horas de sueño.

Jessie gritó y golpeó al robot en la cabeza con una almohada bien dirigida.

—Vamos, Jess —Fate se puso la armadura—. Quiero hablar con Farouk antes
de que los demás se presenten a la reunión de estrategia.

—¿Podemos cancelar la reunión? —gimió Jessie mientras se sentaba y se


frotaba la barriga—. No estoy preparada para el combate. Estoy hinchada y lista
para vomitar trozos de chocolate —se puso de pie—. ¿Parece que he engordado
doscientos kilos? Porque me siento más voluminosa.

—Estás tan flaca como siempre. Y no, no podemos cancelar. Los carroñeros
no esperan a nadie. A diferencia de nosotras, pueden comer en exceso sin sufrir
hinchazón a la mañana siguiente.

Jessie salió de la cama con el pelo enmarañado a un lado de la cara y se


tambaleó hacia el baño.

—Te odio —cerró la puerta.

—También te amo —dijo Fate tras ella.

Unos minutos más tarde, Jessie reapareció en la habitación con agua


goteando en la punta de su barbilla. Parecía un poco más despierta mientras se
acercaba a la puerta.

—¿De qué necesitas hablar con la bola de pelo?

—Ve a ponerte tu equipo. Te lo explicaré en el camino.

Ella palmeó su vientre.

—Claro, siempre y cuando pueda ponerme la armadura encima de mi bebé de


comida.
***
Los ojos rasgados como de zorro de Farouk brillaban con duda y diversión.

—¿Crees que conociste a Wodrid?

—Bueno, conocer es una palabra demasiado civilizada para lo que pasó entre
nosotros—dijo Fate—. Nos enfrentamos por la Varita cuando yo estaba atrapada en
el Libro de Fábulas. Y estoy bastante segura de que gané la contienda rebanándole
la pierna.

—Ay. ¡Y ew! —Jessie hizo una mueca.

—No sientas pena por él. Era yo o su pierna.

—Dices que este recuerdo surgió durante tu ilusión ¿ayer? —preguntó Farouk.

Fate asintió.

—Lo que significa que Wodrid estaba en Oldwilde al mismotiempo que yo


estuve allí. Pero tengo esta sospecha furtiva de que se dará cuenta de que escapé del
Libro de Fábulassi no lo ha hecho ya, y el siguiente lugar en el que buscará es la
librería de la Tierra. Una vez que vaya allí, es sólo cuestión de tiempo para que
termine aquí.

Farouk se preocupó hasta el final, un gesto nervioso que hizo que Fate se
sintiera aún más ansiosa.

—Nadie puede abrir el portal sin la Llave, y la Llave está aquí.

—Yo no estaría tan segura. ¿Has olvidado los registros de Golandon que me
diste? Wodrid era el amante de Kaliena. Hará lo que sea necesario para
recuperarla, y para ello necesita la Vara y el Orbe de Aeternitis.

—Han pasado miles de años desde que Kaliena entró a la fase de estasis.
Wodrid no puede haber vivido tanto tiempo. No es eterno.

—Es un hechicero, ¿no?

Farouk asintió de mala gana.

—Corrígeme si me equivoco, pero la extensión de la vida es una de sus


especialidades, ¿no es así? —el silencio de Farouk selló su punto—. Además, si las
orejas puntiagudas significan algo, es del tipo élfico. Según Tolkein, los elfos son
longevos y lo más cercano a lo inmortal. ¿Verdad, Jess?
—Absolutamente.

Farouk las miró a ambas con fastidio. Luego sacudió la cabeza, y las puntas de
sus orejas en forma de cuerno cayeron ligeramente.

—Incluso si permanece vivo, Wodrid no tiene forma de entrar en la Fortaleza.


Todos los portales de entrada son prácticamente imposibles de utilizar.

Fate se hundió contra la pared con un bufido de impaciencia.

—¿Cuándo fue la última vez que viste los registros de Golandon? ¿Hace diez
mil años? Kaliena encarceló a Wodrid porque descubrió una forma de entrar en la
Fortaleza sin una invitación. ¿No lo recuerdas? Así es como terminaron teniendo
ese largo y prolongado romance con el síndrome de Estocolmo.¿Y tengo que
recordarte también que fue él quien maldijo el Libro de Fábulas? Él es la razón por
la que los lectores como yo quedamos atrapados dentro del libro y nos vimos
obligados a cambiar los finales de esas horribles historias como única forma de
escapar

—Espera, ¿quién es Kaliena? —preguntó Jessie, luciendo totalmente perdida.

—Larga historia. Recuérdame que te lo diga más tarde —dijo Fate.

Farouk miró a Fate con el ceño fruncido.

—¿Quién te dijo que Wodrid maldijo el Libro de Fábulas?

—Un viejo sacerdote druida, llamado O'Deldar.

—Conozco a ese druida—dijo Steve mientras entraba en el Santuario, con el


frac de su abrigo. Cuando vio a Fate, se inclinó el sombrero de copa y le dedicó una
sonrisa un poco burlona.

—Ah, ¿sí? —Fate lo miró de arriba abajo.

Su largo y oscuro cabello parecía extra liso, y su delineador de ojos y su lápiz


de labios negro estaba perfectamente aplicado. No se había molestado en
maquillarse desde que quedó atrapada en el Libro de las Fábulas. Steve parecía
estar adaptándose bien a la vida en la Fortaleza.

¿Por qué le molestaba eso?

—¿Eso te sorprende? —preguntó.

Fate detectó un desafío en su expresión y, por primera vez, notó manchas de


hielo congelado reflejadas en el azul brillante de sus iris. La inquietud recorrió su
columna vertebral.

Steve se rio.
—No parezcas tan sorprendida. Me encontré con el nombre de O'Deldar en
uno de los libros que estaba leyendo antes —su mirada se posó en la garganta de
Fate mientras tragaba nerviosamente—. ¿Hay algo importante sobre él? Dilo y
seguiré investigando.

—No.

Continuó mirándola con algo parecido al desdén.

¿Lo había ofendido?

—¿No se supone que debes estar en la biblioteca con Eustace?

No había visto a su padre desde la noche anterior, después de que Farouk le


curara la herida. Eustace le había rogado que no fuera a la siguiente misión. Habían
discutido y ella le había dicho que no viniera al Santuario por la mañana a
despedirse. Su miedo por ella estaba minando el poco valor que poseía.

—Me envió a despedirte e informarte. Está nervioso.

La culpa la acosaba. Odiaba causarle estrés indebido a su padre.

—Dile que no se preocupe. Estaré bien.

—Estoy seguro de que lo estarás —Steve empezó a irse, luego se detuvo—.


Pero por si acaso, ¿hay algo que te gustaría dejar con él? ¿Algo de valor que no
quisieras perder ahí fuera?

Ella frunció.

—¿Cómo qué? ¿Mi tarjeta de crédito y los últimos cincuenta dólares?

—Bueno, la Vara, por ejemplo.

La desconfianza se retorció en el estómago de Fate.

—¿Cómo sabes lo de la Vara?

Steve se encogió de hombros con indiferencia.

—Surgió en una conversación con su padre. No se siente muy cómodo contigo


llevándolo.

—Por fin, alguien más que yo está hablando con sentido común—Brune entró
en la conversación como si hubiera estado en la habitación todo el tiempo. Se
acercó a una fila de pistolas y cinturones de munición.

La agitación rozó el borde de los nervios de Fate.


¿Se trataba de una especie de equipo organizado en el que participaban Brune
y Steve? ¿Y qué hay de Eustace? ¿También estaba involucrado?

No. Puede que su padre no estuviera de acuerdo con su decisión de seguir


llevando la Vara en el cuello, pero no creía ni por un segundo que fuera a
confabularse con Brune y Steve.

—No, puedes decirle a Eustace que la Vara se queda conmigo —dijo, mirando
a Brune.

Brune le devolvió la mirada endurecida de Fate.

—No te preocupes, Steve. Si lo estropea, me aseguraré de que la Vara vuelva


conmigo.

Sintiéndose harta, Fate les dio la espalda a ambos, aferrándose a cualquier


cosa para cambiar de tema.

—¿Alguien sabe cómo está Mason? —preguntó.

Como si fuera una señal, Darcy apareció en la puerta. A diferencia de Steve,


que parecía estar prosperando desde que llegaron allí, Darcy parecía exprimido.
Sus ojos estaban enrojecidos y hundidos entre las sombras de los círculos oscuros,
no es que el pesado maquillaje gótico ayudara.

—Supongo que no lo sabrías, ya que no te has molestado en venir a ver cómo


está.

—Esa es mi culpa—dijo Jessie—. La mantuve ocupada con demasiadas charlas


de chicas anoche.

—¿Cómo está él? —preguntóFate, su tono avergonzado. Ambos sabían que ya


debería haberle hecho una visita a Mason.

—Estaría mejor si no estuviera atascado en este trozo de metal con dos


piernas destrozadas y costillas rotas.

Brune resopló.

—Oye, es mejor que estar muerto.

Darcy se quedó con la boca abierta.

—Son unos desalmados. Todos ustedes. Espero que mueran ahí fuera —
Girando bruscamente, chocó con Lincoln al salir.

Él recuperó el equilibrio con una mirada de confusión.

—¿Qué pasha con ella?


—Mason, por supuesto—dijo Fate.

—Un sentimiento sin sentido, mejor dicho —Brune se centró en el arma que
llevaba dentro mano.

Lincoln miró a Brune mientras se acercaba a ella.

—Erehs una auténtica goloshina. Me gusta. Hazme saber si hay un poco de


caramelo pegajosho ahí.

Brune le apuntó a la tripa.

—¿Qué tal si expongo tu suave y pegajoso centro al exterior?

Él levantó las manos en señal de rendición.

—Tranquila, nena. Shólo me eshtoy divirtiendo

—Diviértanse en su tiempo libre. Todo el mundo alístese. —Brune señaló


hacia un arsenal de armas de aspecto inusual con cañones acampanados—. Quiero
dos cinturones de munición por persona. Vamos a necesitar todos los cartuchos de
líquido de deducción que podamos conseguir.

—¿Qué hacen estas cosas? —preguntó Jessie.

—Convierte instantáneamente el metal en una nube de óxido —explicó


Brune—. Y tendremos que atacarlo desde todos los lados. El carroñero ha
cuadruplicado su tamaño desde ayer. Para ponerlo en términos que todos
entiendan, es tan alto como un edificio de doscientos pisos.

—Santo rascacielos, Batman—dijo Jessie—. ¿Nuestras mochilas podrán volar


tan alto?

—No, Robín, neceshitaremos el avión de Batman para esto. —Lincoln chocó


los puños con ella y se rieron.

Brune metió su pistola en la funda.

—Adelante, bromea todo lo que quieras. Veremos quién se ríe después de que
uno de ustedes pierda un miembro. O su vida.

Las risas disminuyeron.

Fate se ajustó los cinturones de munición en los hombros y recogió su mochila


de aeronauta.

—¿Estás preparada para esto? —le preguntó a Jessie en voz baja.

Jessie llenó de cartuchos el cañón de su pistola y preparó el martillo.


—Cerrado y cargado. ¿Y tú?

Fate agarró una pistola, la hizo girar en su dedo y la enfundó,


sorprendentemente más suave de lo que esperaba.

—Cinco de cinco.

Ambas sonrieron y se chocaron los cinco, ya que habían ensayado momentos


como éste desde que empezaron a jugar juntas a la fantasía.

—Alinéense todos —ordenó Brune, haciendo estallar la burbuja de Fate.

Es hora de enfrentarse a la realidad.

Farouk guio su jaula hasta situarse junto a Brune.

—Están a punto de enfrentarse al mayor carroñero jamás documentado


dentro de la Fortaleza. —Pulsó unos botones en su panel de control, que generó una
imagen en 3D que flotaba en el centro del Santuario.

Capas de metal retorcido formaban la figura de lo que parecía un corpulento


caballero cubierto por una armadura irregular. El rostro carecía de rasgos, salvo
unos ojos llameantes de color azul hielo y una boca abierta de niebla azul.

Al notar algo diferente a su última visión del carroñero, Fate entrecerró los
ojos ante la forma giratoria, sin saber qué había cambiado. Entonces lo vio, una
serie de cadenas colgaban de sus hombros como una capa real y una corona de
púas uniformes se posaba sobre su cabeza.

—¿Soy yo, o parece que el idiota tenía más sentido de la moda que ayer?
Parece un poco como un rey.

—Sólo eres tú. —Brune puso los ojos en blanco—. Los carroñeros no se
diseñan a sí mismos en algo deliberado. Son plagas sin sentido. Piensa en ellos
como en las ratas. Comedores voraces de cualquier cosa que puedan agarrar con
sus garras. En este caso, es cualquier elemento con el que entran en contacto
cuando se forman por primera vez.

—¿De dónde vienen? —preguntó Jessie—. ¿Escaparon de otros portales como


los Fomarianos y la Quimera?

—No, nacieron de la Fortaleza. —Fate se sorprendió incluso a sí misma


cuando la respuesta apareció en su cabeza—. De vez en cuando, la magia que
atraviesa la Fortaleza se atasca y la maquinaria expulsa una densa maraña de
energía para purgarla. Si la energía no se disipa de inmediato, comienza a absorber
todo lo que toca, ya sea cristal, piedra o hierro como en este caso. Una vez que
comienza a crecer, simplemente se vuelve más y más hambriento.
—Si éste se comió el martillo de Thor, ¿quién puede decir que no se ha comido
algo igual de poderoso desde entonces? —agregó Jessie—. ¿Y si Fate tiene razón, y
el carroñero piensa más como un rey que como una rata descerebrada?

Fate le dio a Jessie un gesto de agradecimiento por respaldarla.

Brune empezó a decir algo, pero Farouk lo interrumpió—: No sería prudente


minimizar a este carroñero, jefa, sobre todo porque a éste se le ha permitido existir
más allá de unas horas. Estamos ante un caso sin precedentes y no hay forma de
prever la evolución de un carroñero de varios días. Le sugiero que tenga la máxima
precaución en su trato con él.

—Oye, noshotros shomos losh que tenemosh el arma grande aquí. —Lincoln
sacó su pistola y apuntó a un carroñero invisible—. Shólo muéstrame dónde y
cuándo apretar el gatillo.

—Esperemos que sea así de simple —dijo Fate, sintiéndose animada por su
valentía. Pero sólo fue un momento. No podía ignorar el temor que acechaba bajo
la superficie, arrastrando sus ánimos hacia abajo.
Capítulo 29
Algo no está bien aquí

EL CARROÑERO NO ERA DIFÍCIL DE PASAR POR ALTO, INCLUSO


DESDE varios kilómetros de distancia. Se elevaba por encima del horizonte
distante, empequeñeciendo las gigantescas estructuras arquitectónicas que se
extendían a ambos lados. Un turbio resplandor azul emanaba del titán de hierro
mientras atravesaba el terreno, aplastando las enormes bóvedas bajo sus enormes
pies. De los escombros brotaron chorros de luz de fae y llamas hechizadas.

Cuando Fate y los demás se acercaron desde un rango seguro, la destrucción


de tantos objetos mágicos raros y preciosos la hizo temblar.

Brune les indicó a todos que se detuvieran y estuvieran suspendidos.

—Manténgase alejados de su rastro de vapor cuando nos acerquemos. La


nube es corrosiva y afectará su equipo. Además, arde como el infierno cuando entra
en tus ojos y nariz.

—Entendido, Eshtrella Polar —dijo Lincoln.

—Te lo dije, no hay nombres en clave —espetó Brune—. Ya es bastante


confuso recordar sus nombres habituales.

Lincoln se acercó a ella.

—Esho está bien. Deja mi nombre real y empieza a llamarme Nave Eshtelar,
porque eshtoy listo para que guíes mi curso, Eshtrella Polar.

—En ese caso, vete al infierno.

Lincoln sonrió como si estuviera coqueteando.

—Esho es lindo, pero no me iré a ninguna parte. Me neceshitas y lo sabes. —


Brune apartó la mirada con fastidio. Hizo un gesto despectivo a Fate y Jessie—. Las
bautice como Chicken Little y Stink Bug.

Jessie se abalanzó junto a él.

—No voy a responder a nada tan patético. Exigimos nuevos nombres.

Fate se acercó.
—De acuerdo. ¿Y quién es Chicken Little?

Lincoln apartó su mirada de Brune, su expresión era sosa cuando la miró.

—Creo que lo shabes

—¿Yo?

—¿Quién es la gallinita asustada que había que afeitar ayer?

Jessie le dio un puñetazo en el brazo.

—¡Oye! Podría haberle pasado a cualquiera. Más vale que no seas tú quien
necesite ser salvado esta vez, porque podríamos pensarlo dos veces antes de
ayudar.

—¡Suficiente! —gritó Brune—. Demasiado para acercarse sigilosamente al


carroñero. ¡Nos han visto! ¡Tomen sus posiciones!

Fate miró por encima del hombro. La adrenalina corrió por sus venas cuando
escuchó el chirrido del metal rechinando y vio al carroñero corriendo hacia ellos.
Los demás se extendieron y ella salió disparada hacia arriba. Colocándose sobre el
carroñero, tomó su arma de la funda y apuntó. Sus manos sudorosas temblaron
durante los cinco segundos que tardó en moverse directamente debajo de ella.

Apretó el gatillo.

La pistola pateó con fuerza en su mano, emitiendo una nube roja gaseosa que
bloqueó su vista. Lanzándose hacia un lado, vio a Jessie disparándole desde un
nivel ligeramente más bajo. Otra masa de partículas rojas se elevó sobre el hombro
puntiagudo del carroñero. El óxido se formó a lo largo de su corona de púas, por un
lado, de su cabeza, extendiéndose por la mayor parte de su brazo hasta que
enormes trozos de metal se desmoronaron.

El paso de la criatura vaciló y un terrible chillido resonó por toda la extensión.


Brune y Lincoln se acercaron, disparando al carroñero desde ambos lados. La
maraña de metal, que formaba sus piernas desde las rodillas para abajo, se
desintegró en óxido enmohecido.

El carroñero cayó y se estrelló contra un templo de estilo indonesio. Antes de


golpear el suelo, las tiras de metal en su espalda se transformaron en alas en forma
de tijera. El carroñero se elevó en el aire, esquivando nubes de gas deducible antes
de lanzarse a toda velocidad en una nueva dirección.

Haciendo girar los engranajes, Fate corrió tras el carroñero. Jessie apareció a
un lado, su casco Ojo de Dragón firmemente en su lugar y la mandíbula apretada
con determinación. Brune y Lincoln las siguieron.
El carroñero zigzagueó, su cabeza colgaba baja como un halcón en busca de
presas. De repente descendió, enfocándose en una enorme estatua de oro de un
dragón chino. Fue entonces cuando Fate notó el martillo que sostenía en su mano
sana. Al principio pensó que era el martillo de Thor, pero este parecía más utilitario
en diseño. Tenía un extremo estrecho, muy parecido a un martillo normal, aunque
enorme en comparación.

Lanzándose sobre la estatua, el carroñero golpeó con el martillo la cabeza del


dragón. Una lluvia de chispas rojas cayó sobre la estatua. El metal se calentó
instantáneamente, brillando carmesí mientras se derretía. Justo cuando la estatua
parecía que podría licuarse en una mancha, el cuerpo serpentino del dragón se
onduló y cobró vida.

Con un rugido escalofriante, el dragón se separó de la plataforma de mármol


en la que estaba anclado, sus escamas doradas brillaban mientras serpenteaba por
el aire. Fate se frenó, sorprendida por la imposibilidad de que un dragón de oro
macizo volara. Primero, porque debería ser demasiado pesado para despegar del
suelo. Segundo, porque no tenía alas.

Brune la alcanzó.

—Eso es imposible. ¡Nunca había visto algo así antes!

—Lo sé, es una locura —coincidió Fate—. ¿Cómo es capaz de volar?

Brune la miró con el ceño fruncido.

—No me refiero al dragón, me refiero al carroñero. ¡Animó esa estatua! —


negó con la cabeza, sus ojos se llenaron de miedo—. Algo no está bien aquí. Pienso
que deberíamos…

—¡El dragón está regresando! —gritó Fate, su corazón subiendo a su garganta


al ver al dragón nadando en el aire hacia ellos, sus largos bigotes fluyendo
alrededor de su fiera cabeza. Ella sacó su arma—. ¿Funcionará esto?

—No, el oro no se oxida como el hierro.

—¿Qué hacemos entonces?

—¡Correr! —Brune partió a toda prisa—. Todos dispérsense —ordenó—.


Hagan todo lo posible para regresar a la puerta de entrada.

Fate se lanzó hacia los aros giratorios, donde rozaron el campo de fuerza con
crepitantes trazos dorados. Un profundo gruñido procedente de abajo hizo que su
atención bajara. La boca del dragón, cada vez más ancha, se alzó a la vista. El
instinto se apoderó de ella y desenfundó su espada. La clavó hacia abajo y golpeó al
dragón entre los ojos. El choque de los metales sonó, el impacto vibró a lo largo de
su brazo cuando la espada rebotó en la cabeza del dragón.
Tirando su espada a un lado, Fate agarró su pistola desintegradora y disparó.
El gas rojo llenó su visión. Tosiendo por los gases nocivos, aceleró los engranajes de
su mochila y se lanzó hacia los lados a través del gas, esperando que la nube
bloqueara sus movimientos.

El dragón irrumpió a través de los espesos humos, su boca golpeando sus


talones. Mareada por el terror, Fate cayó en picada, dirigiéndose al suelo para
ponerse a cubierto entre las bóvedas. El dragón se lanzó tras ella, igualando sus
movimientos a un ritmo angustioso.

Jessie se lanzó frente a ella, dio la vuelta y se acercó al dragón desde el


costado. Al mismo tiempo, Lincoln y Brune se abalanzaron desde la dirección
opuesta. Todos estaban gritando repentinamente, zambulléndose lo
suficientemente cerca como para golpear sus espadas contra la bestia metálica.

Gruñendo, el dragón señaló con su cabeza cornuda hacia ellos, sus enormes
mandíbulas mordieron el aire. Lincoln gritó y salió corriendo con el dragón
persiguiéndolo a él y a Brune.

Jessie se desvió junto a Fate.

—Eso estuvo cerca.

Mordiéndose el labio, Fate vio al dragón cerrando la brecha entre ellos.

—Les está ganando.

—No te preocupes, se lo quitarán de encima en cualquier segundo —le aseguró


Jessie—. ¿Ves? Se están separando en direcciones opuestas. El dragón no sabrá a
quién perseguir.

Fate agarró los engranajes y apretó.

—Te equivocas, va a por Lincoln y está demasiado cerca —salió disparada


hacia el dragón—. Jess, vamos, tenemos que ayudarlo!

—Vuelve a la puerta —interrumpió la voz de Brune—. ¡Ahora!

—No, Lincoln no lo logrará si…

Las palabras se bloquearon en la garganta de Fate mientras soltaba los


engranajes y se detenía ingrávida. Ella no podía moverse. La conmoción había
adormecido su cerebro, desconectándola de toda sensación física, sus sentidos
concentrados en lo que estaba presenciando.

Las mandíbulas del dragón se ensancharon sobre Lincoln y apretó. La sangre


se derramó sobre los colmillos de oro del dragón, rociando mientras agitaba su
cabeza hacia adelante y hacia atrás.
Jessie la agarró del brazo y la sacudió.

—Fate, sal de ahí. ¡Tenemos que irnos!

Fate parpadeó hacia Jessie, lo que le permitió liderar el camino. A medio


camino de la puerta que se abrió, miró hacia atrás. El dragón había regresado a su
pedestal de mármol, donde volvió a su posición original, inmóvil y sin vida, a
excepción de la sangre vital de Lincoln manchándole la boca.
Capítulo 30
La sangre debe correr

EN EL MOMENTO EN QUE EL VERDUGO ALZÓ SU HACHA SOBRE LA


cabeza de Finn, una enorme sombra cruzó el patio, como si el propio sol se hubiera
apagado. Un rugido espeluznante retumbó en lo alto. Los rostros se volvieron hacia
el cielo y los gritos resonaron en los muros del castillo mientras la multitud se
dispersaba, todos luchando entre sí para escapar por las puertas. Fate desapareció
de la vista de Finn. El LhiannanShee se había deslizado hacia otra dimensión,
dejando un espacio vacío de aire deformado en su lugar.

Los soldados gritaban órdenes a lo largo de los parapetos, el tambor de sus


pasos corriendo hacia su posición llenó el lugar. Otra enorme sombra cruzó el
patio, seguida de otro monstruoso gruñido. El verdugo estaba en dirección
contraria, con el hacha colgando a su lado. Finn levantó la cabeza de la tabla de
cortar justo cuando una enorme bestia con escabas se deslizaba por encima de la
horca, sus alas coriáceas levantaron una ráfaga de viento al aterrizar en medio del
patio vacío.

Era un dragón y durante su descenso había arrancado al rey de su balcón.

Los guardas del castillo se alinearon en las paredes alrededor del patio, con
los arcos tensos, listos para lanzar una lluvia de flechas a la criatura. Pero no
actuaban por medio de matar al rey, que se encontraba en la boca del dragón.

La criatura dejó caer al rey, lo agarró con las garras de una de sus patas
delanteras mientas miraba a los soldados con recelo. Un gruñido grave salió de lo
más profundo de su garganta. A Finn le llamó la atención su color marfil. Su color
marfil le llamó la atención. Algo le resultaba familiar sobre la forma en que movía
su cuello de serpiente. El dragón soltó a Tynan y de pronto redujo su tamaño hasta
transformarse en una mujer esbelta con un vestido crema adornado con perlas.

Finn frunció el ceño. Había visto ese vestido antes. Fate lo había llevado en la
noche de su coronación, cuando Rudwor le otorgó el puesto de primer caballero.
Había sido una vista irresistible. Cada detalle de ella estaba grabado a fuego en su
mente: las gardenias entretejidas en su larga cabellera, el brillo de las perlas contra
su piel. Esa fue la noche que pasaron justos, recuperándose de la dolorosa ruptura
que los separó. Él la tuvo en sus brazos hasta el amanecer, sin compartir ni siquiera
un beso, pero nada podría borrar la sensación de su cuerpo presionado contra el
suyo y la agridulce tortura que les causó a ambos.

Su pulso se aceleró mientras miraba la espalda de la mujer, deseando que se


girara para poder verle la cara. Cuando finalmente lo hizo, se le heló la sangre. Era
Moria.

De pronto se sintió enfermo. Tenía que ser una especia de sueño febril. ¿Por
qué si no, Moria estaría usando ese vestido? La bruja estaba muerta. Sacudió la
cabeza, esperando que la alucinación acabara, pero ella permaneció firme en su
lugar.

Tynan estaba igual de sorprendido.

—¿Madre? ¿Realmente eres tú?

—Sí hijo mío. —Miró al batallón y a los cientos de flechas dirigidas a ella—.
Por favor, diles a tus hombres que se retiren. Debemos hablar de un tema
importante.

Tynan agitó los brazos hacia los guardias del castillo.

—¡Retírense!

Cuando el capitán dudó en dar la orden, el rey se volvió hacia él.

—Les ordeno que se retiren. Cualquiera que desobedezca será el siguiente en


la guillotina.

Tynan miró a Moira.

—Madre, ¿cómo es posible? Estás muerta. Vi tu cuerpo. Fuiste quemada hasta


quedar irreconocible y ser enterrada en una tumba. Tu sarcófago está encerrado
detrás de muchas puertas muy por debajo del tempo que construimos en tu honor.

Moria metió su mano en el pliegue de su brazo y dirigió un paseo lento hacia


la horca, donde Finn escuchó con horror.

—Entiendo tu confusión. Pero hay mucho que no entiendes sobre nuestra


herencia Serpen. Somos una raza inmortal, nacida del fuego, y no puede ser
destruida fácilmente por las llamas del hombre.

—¿Estás diciendo que resurgiste de las cenizas como un dragón y te liberaste


de tu tumba?

—Podría decirse que sí. —Moria miró directamente a Finn y le guiñó un ojo.
Finn parpadeó varias veces, seguro que ahora sí estaba alucinando todo esto.
¿O el hacha ya había caído? ¿Estaba en el infierno condenado a revivir el día de su
ejecución por la eternidad?

La expresión de desconcierto de Tynan se endureció cuando levantó la mirada


hacia Finn.

—El destino está actuando aquí, madre. Aunque sea difícil de creer, tu
resurrección ha llegado el mismo día que la ejecución de tu asesino. Ahora serás
testigo de la justicia por lo que se te hizo.

Moria asintió.

—Por eso estoy aquí, hijo mío.

Tynan hizo una señal al verdugo para que se acercara.

—Puedes proceder —ordenó.

El verdugo se puso al lado de Finn.

—Vuelve a poner la cabeza sobre el sueño, muchacho.

Finn sacudió la cabeza, cada célula de su cuerpo gritando contra este


degradante final. Se negaba a morir en presencia de esta vil serpiente.

—¡Abajo, muchacho! —Ordenó el verdugo, su tono había perdido toda


paciencia. Cuando Finn no lo hizo, lo empujó hacia el bloque—. Podemos hacer
esto por las buenas o por las malas, pero te sugiero que te rindas y te lo pongas
fácil.

Finn siguió luchando. Dos guardias se acercaron, sujetando sus brazos y


presionándolo contra el bloque. Demasiado débil para seguir luchando, se quedó
sin fuerzas y miró a Moria. Había conseguido rendirse a sus circunstancias cuando
tenía la presencia de Fate para calmarlo, a pesar de lo falso que había sido. Pero
que Moria fuera el último rostro que vería antes de morir, era nada menos que
cruel e inhumano.

Ella le devolvió la mirada, no con desprecio como él esperaba, sino con nada
menos que con la calidez de una amiga. Se volvió hacia Tynan cuando este levantó
la mano para indicarle al verdugo que bajara el hacha.

—Mi querido hijo, estoy aquí para corregir los errores de mi pasado.

—No has hecho nada malo, madre.

—Ah, pero sí lo he hecho, y estoy aquí para ofrecerme a cambio de la vida del
acusado.
Tynan palideció.

—¿Qué?

—Escúchame con atención. El único motivo por el que me casó con tu padre y
vine a Asgar fue para arruinarle la vida a él y a su pueblo. Diseñé la desaparición de
este reino y utilicé mi magia para engañar a todos y hacerles creer que estaba bien.
Después de que las llamas me consumieran, ya no pude mantener la ilusión que
había creado sobre la tierra. Fue entonces cuando el velo se levantó y reveló el
verdadero estado del reino.

Dio unos pasos hacia Finn y lo señaló.

—Este muchacho fue el único que vio mi engaño, y fue el único lo


suficientemente valiente como para detenerme. Si no hubiera tenido éxito, yo te
habría sacrificado a ti, Tynan. Había planeado despertar al dragón en tu sangre. De
hacerlo, habrías matado a Kaura y destruido lo poco que quedaba de Asgar.

Tynan no quería oírlo. Se tambaleó hacia atrás y siguió sacudiendo su cabeza.

Finn tampoco podía creer lo que escuchaba.

—¡No, no te creo! —Tynan cayó sobre sus rodillas y se agarró la cabeza—. ¡No
harías eso! ¿Por qué salvarías al Flautista impío? Él es malvado. Trató de matarte.

Moria se arrodilló a su lado y lo tomó entre sus manos.

—Mírame.

Tynan miró a su madre, con los ojos muy abiertos por la pena e incredulidad.

—Has sentenciado a un héroe a la muerte —presionó—. He venido a detener


una injusticia que simplemente no puede tener lugar.

Tynan levantó su mirada torturada y miró a Finn.

—El pueblo nunca entenderá un indulto para el Flautista impío. La Sangre


debe correr.

Moria guardó silencio por un momento.

—Entonces que piensen que el Flautista ha encontrado su fin de la forma más


horrible que existe.

—¿Cómo?

—Volveré a mi verdadera forma y permitiré que el dragón se lo lleve.

Tynan la miró fijamente.


—¿A dónde irás después?

—Al hogar de nuestro pueblo, donde el río Torle corre en lo profundo del
monte Fargrum.

—Si lo que dices es cierto, necesito saber por qué lo hiciste. —La voz de Tynan
se volvió tensa—. ¿Qué aberración hizo mi padre para causar tal devastación en su
reino?

—Irrumpió en el territorio Serpen.

La espalda de Tynan se puso rígida.

—¿Irrumpir? No. Me contó cómo tú lo recibiste a él y a su ejército en el gran


palacio y lo invitaste a una gran fiesta. Fue ahí donde se enamoró perdidamente de
ti. Me contó esa historia más veces de las que me importó escucharla.

La expresión de Moria se endureció como una piedra.

—Nosotros, los Serpen, no toleramos a los tontos que entren en nuestras


tierras. Es así de simple.

Tynan apretó los puños hasta que sus brazos y hombros temblaron
visiblemente.

—Has ejecutado esta venganza durante diecisiete años… ¿Por una simple
intrusión? No es como si hubieran invadido tu tierra, asaltado tu palacio y matado
hasta el último de vosotros. Todo lo que hizo fue tomar un atajo a casa.

—¿Cómo íbamos a saber que esa era su intención? —preguntó Moria.

—Lo descubriste en el banquete.

La decepción arrugó la frente de Moria.

—Siempre tuviste demasiada debilidad hacia tu padre.

—Afortunadamente, sí. —Concordó Tynan. La miró con creciente ira—. Vete


antes de que les digan a mis soldados que disparen hasta la última flecha que
tengan en ti.

La expresión de Moria se suavizó.

—Un día verás que tuve que hacer que me odiaras para deshacer esta última
injusticia. —Señaló a Finn—. Libéralo de sus grilletes y me iré con él.

Tynan pareció no tener palabras y asintió a los guardias.


Finn se tensó contra ellos mientras le soltaban las piernas y luego las
muñecas, se quitó la mordaza de la boca.

—Son unos locos si piensan que me iré con esta serpiente. —Tosió,
ahogándose por la sequedad de su garganta.

—Dije que te llevaría, pero ¿quién dice que irás conmigo a alguna parte? —La
sonrisa socarrona de Moriase ensanchó hasta convertirse en la boca de una
serpiente.

Antes de que Finn pudiera decir algo, su cuello se estiró de forma imposible,
los cuernos salieron de su cabeza y la piel suave se endureció hasta convertirse en
escamas de marfil mientras su frágil forma dio paso a una enorme bestia. Moria se
elevó y se abalanzó sobre él sin previo aviso. Lo último que Finn vio antes de que
todo se volviera negro fueron las fauces del dragón y sus mortales colmillos sobre él

Capítulo 31
¿Cuál es la alternativa a la explosión?

EL SANTUARIO ESTABA MUY TRANQUILO CUANDO FATE Y JESSIE


atravesaron la puerta de entrada. El sonido de metal contra metal cuando el iris se
cerró detrás de ellas cortó el silencio como una bocina. Brune había llegado mucho
antes que ellas y ya se había despojado de su mochila y su armadura. Estaba junto a
la jaula de Farouk, inclinada sobre la gran mesa estudiando un mapa y
conversando en voz baja.

La ira hervía en el pecho de Fate. A Brune no parecía importarle en absoluto


que Lincoln estuviera muerto.

—¿Los demás saben lo de Lincoln? —Fate se desabrochó las correas y dejó su


mochila de aeronauta en el suelo.

Farouk levantó la vista del mapa.

—Se los he dicho.


Fate pensó en los hermanos de Lincoln. Probablemente estarían
preguntándose dónde había desaparecido. Su corazón se hundió. Ellos no tenían
idea de que se había ido para siempre. Deberían decírselo. Pero, ¿cómo podría ella
siquiera empezar a explicar cómo había muerto Lincoln? Ella misma apenas lo
creía.

—¿No deberíamos... hacer algo? ¿Cómo celebrar un memorial?

Brune mantuvo sus ojos en el mapa.

—No, estoy ocupada investigando. Tú también deberías estarlo. Las


necesitamos a ambas concentradas, sobre todo porque acabamos de reducir al
equipo en tres.

Fate se acercó a la mesa.

—¿De verdad? A Lincoln le gustabas, algo que escasea en lo que a ti respecta.


¿Y ahora vas a actuar como si no hubiera pasado nada?

Brune se puso rígida y se apartó de la mesa para enfrentarse a Fate.

—Estoy haciendo algo. Estoy protegiendo el bienestar de la Fortaleza


averiguando lo que debemos hacer a continuación.

—Las vidas son más importantes que todo esto —Fate agitó sus brazos hacia
sus alrededores.

—Sí —se unió Jessie—. La gente no sólo está siendo herida aquí, están
muriendo. Yo digo que despeguemos, que bombardeemos la Fortaleza desde el otro
extremo del portal. Es la única manera de estar seguros —Se volvió hacia Fate y
chocó los puños con ella.

—Sí, afirmativo —Fate sonrió con maldad ante la oportunidad de aplicar unas
cuantas citas de películas favoritas a una situación real. Pero al instante se sintió
terrible y la culpa hizo a un lado todo el juego.

Farouk se dio la vuelta, apretando la cara contra los barrotes de su jaula.

—Tu ignorancia me asombra —Sus ojos se cerraron sobre Fate, la fuerza con
la que lo hizo decía más que sus palabras.

Ella sabía que se refería a la historia de Golandon que había compartido con
ella. La Fortaleza era un tesoro inestimable que debía ser protegido a toda costa.
Por no mencionar que el juramento que había hecho nunca le permitiría destruir la
Fortaleza, por mucho que deseara liberarse de ella. Suspiró en derrota.

—Bien. ¿Qué tenemos que hacer ahora?


—Tengo a tu padre y a su equipo explorando este último acontecimiento
desfavorable por lo que sabremos más pronto —Farouk se movió al otro lado de su
jaula. Con el puntero, dio un golpecito en el mapa que había en la superficie de la
mesa y activó una proyección en 3D de la mitad de la Fortaleza—. Esto es lo que
sabemos hasta ahora —continuó—. Mientras tú estabas ocupada huyendo del
dragón, nuestros peores temores se hicieron realidad. El carroñero se comió una
pirámide de cobre del tamaño de la Gran Pirámide de Giza. Aquí, en el Cuadrante
537. El collar del escarabajo dentro de la bóveda está perdido en algún lugar en los
escombros. Los engranajes subyacentes fueron destruidos y todo el cuadrante se ha
detenido. Los robots de mantenimiento están haciendo reparaciones, pero el
escarabajo se ha escondido bajo la superficie, donde la Fortaleza es más vulnerable.

—¿Esto es normal para un carroñero? —La reticencia se mostró en los ojos de


Jessie cuando se unió a ellos en la mesa.

Las orejas de Farouk se inclinaron ligeramente.

—No, este carroñero es diferente a cualquier otro anterior. Cuando fue


atacado, su motivación fue crear una distracción animando una estatua. Nunca
hemos visto esta habilidad o este nivel de inteligencia.

Fate apoyó los codos en la mesa.

—Debe haber comido algún tipo de hierro inteligente antes. ¿Había algo en
ese cuadrante que pudiera aumentar drásticamente su coeficiente intelectual?

Farouk asintió.

—Los diagnósticos registraron que el yunque del dios Hefesto ha


desaparecido. Una vez que tengamos la investigación…

—Lo tengo aquí mismo —Eustace se apresuró a entrar en el santuario con una
pila de grandes libros en sus brazos. Tenía el pelo revuelto y la camisa arrugada.

Fate podía decir que no había dormido desde su discusión y, ahora con la
repentina muerte de Lincoln, sabía que estaba doblemente preocupado por ella y
Jessie.

Steve y Darcy lo siguieron. Darcy parecía más miserable que de costumbre.


Tenía el rímel corrido de tanto llorar. Ella se estaba recuperando por la tragedia de
Lincoln, especialmente porque Mason casi había corrido la misma suerte. Steve
había perdido el rebote en su paso y tenía una postura extraña al entrar.

Gerdie entró tras ellos, se dirigió a su taburete y se subió a él.

—No tiene buena pinta —Le dirigió a Fate una expresión sombría, sugiriendo
que no sólo se refería al carroñero.

Fate se inclinó hacia Gerdie.


—¿Averiguaste lo que le pasa a mi apoderada si muerdo el polvo? —susurró.

Gerdie asintió.

—No hay forma de evitarlo. Brune tiene todas las razones para asegurarse de
que mueras una vez que ella sea la apoderada. Es la única manera de que ella
vuelva a ser la Guardiana oficial de la Fortaleza.

Las esperanzas de Fate se hundieron. ¿Qué debía hacer ahora? El tiempo se


acababa. Necesitaba liberarse de alguna manera de su posición y atravesar a través
del portal de Oldwilde antes de que se moviera bajo tierra durante los próximos
cien años.

Eustace colocó los libros sobre la mesa con un fuerte golpe, devolviéndole la
atención al asunto que tenía entre manos. Abrió uno de ellos para ver un dibujo de
un gigante saliendo de un volcán ardiente, con un martillo en una mano y lava
fundida en la otra.

—Hefesto era el dios del fuego y la metalurgia. Sirvió como herrero de los
dioses haciendo armas y creando autómatas para...

—¿Autómatas? —Preguntó Jessie. Entonces sus ojos se abrieron, como si una


luz se encendiera en su cabeza—. Oh, te refieres a ese búho mecánico de Furia de
Titanes, ¿verdad?

—No había ningún búho mecánico en esa película —intervino Steve antes de
que Eustace pudiera responder.

Darcy dejó escapar un suspiro de cansancio.

—Está hablando de la versión de los años ochenta. Y tú te llamas a ti mismo


un aficionado a todas las cosas de fantasía.

—Sí, bueno, ahora que tenemos ese importante asunto resuelto —dijo Eustace
con velada impaciencia—. ¿Puedo continuar?

Steve miró hacia abajo con timidez.

—Claro.

—Gracias —Eustace se aclaró la garganta—. Hefesto, a diferencia de los otros


dioses, estaba íntimamente relacionado con la riqueza mineral de la Tierra. Él
entendió que el hierro es la fuerza vital del planeta. Además, la sangre huele a
hierro, así que Hefesto forjó su yunque usando su propia sangre e imbuyó el hierro
con su vasto conocimiento de todas las cosas metalúrgicas.

—¿Significa eso que estamos tratando con un carroñero que cree que ahora es
el dios del fuego? —preguntó Fate.
Sacando su pañuelo del bolsillo, Eustace se quitó las gafas y las limpió.

—Creo que muy bien puede ser el caso. Este explicaría por qué el carroñero
tiene ahora la destreza mística de Hefesto para colocar encantamientos en objetos
inanimados. Lo más preocupante...es que tiene el poder de crear entidades
sensibles de metal fundido que seguirán sus órdenes, como el autómata conocido
como Talos —Él se colocó las gafas y evitó la mirada de Fate.

Su corazón se hundió. Se sentía miserable por la preocupación y estaba


haciendo un horrible trabajo ocultándolo.

—Para que sepas —intervino Steve—, Talos es el gigante de bronce de Jason y


los Argonautas, alrededor de 1963 —Señaló con una mirada acalorada a Darcy, que
en ese momento en particular no parecía importarle.

—Sí y bien podríamos encontrarnos frente a cientos de esos ‘tipos’ de bronce


—dijo Eustace con una expresión cuidadosamente tolerante.

—¿Tenemos alguna arma secreta en mente? —preguntó Fate, intentando


insertar una actitud ligeramente más optimista para contrarrestar su evidente
tensión.

—Supongo que esta vez no podremos sacar el Ojo de Balor y terminar con esto
—Su padre intentó sonreír, pero el miedo apareció cerca del borde de sus ojos y
arruinó el esfuerzo.

—Ah, bueno, ese es el departamento de Darcy. Ella está bien versada en


mitología griega y sabía exactamente dónde buscar la solución. Aunque me temo
que la recuperación de dicho objeto parece tan peligroso como enfrentarse al
carroñero —Le dirigió a Darcy un gesto de desaprobación.

Todas las cabezas se volvieron hacia Darcy. Ella se encogió de hombros.

—Oye, yo sólo soy la mensajera.

Brune se frotó las sienes.

—Escúpelo. No tenemos todo el día. ¿Cuál es el arma y dónde está?

—Si la teoría de Eustace es correcta y el carroñero ha tomado las cualidades


divinas de Hefesto, eso significa que es tan indestructible como un dios olímpico —
Darcy hizo una pausa para dejar que eso se asimilara.

—Espera —dijo Brune—. ¿No crees que le estamos dando a este carroñero
demasiado crédito? No son más que un montón de chatarra andante. Esto no es un
dios inmortal al que nos enfrentamos. Lo llenamos de balas llenas de fluido
deducible y funcionó. Desintegramos casi la mitad.

Darcy no parecía convencida.


—Tal vez, pero este ‘carroñero’ tiene la sangre de un olímpico cargando sus
partes. Puede que hayamos hecho algo de daño, pero supongo que los poderes
regenerativos por sí solos no permitirán su muerte. En la forma en que lo veo, sólo
hay una manera de derribar esta cosa. Vas a tener que dispersar sus moléculas
físicas hasta el punto de que no pueda ni siquiera empezar a volver a reunirse y la
única cosa que conozco que hará eso es una bomba nuclear. Pero como nosotros
haríamos boom con ella, eso queda descartado.

Brune la miró fijamente, pero se quedó callada.

—¿Cuál es la alternativa a la explosión? —preguntó Fate.

Darcy la miró.

—¿Estás segura de que quieres saberlo?

—Sí —Fate frunció el ceño.

—Bueno, las debilidades de los dioses sólo han venido de sus propias
creaciones. Como estoy segura de que sabes, crearon las Gorgonas que fueron la
perdición de Atlas y...

—El Kraken —añadió Steve apresuradamente.

Darcy negó con la cabeza.

—Si te crees la película. En realidad, fue el monstruo marino, Cetus, que


Perseo convirtió en piedra utilizando la cabeza de Medusa.

Steve maldijo en voz baja.

Jessie chocó su hombro con el de Fate.

—¿Esto es de verdad? ¿Se supone que vamos a repetir esa vieja historia?

—Sí y no —respondió Darcy—. Medusa está muerta y su cabeza fue entregada


al Olimpo, así que el arma no está disponible. Pero sus dos hermanas aún están
vivas y se deslizan.

—¿Aquí en la Fortaleza? —preguntó Fate, horrorizado por la idea.

—No, están refugiadas en su cueva en las islas de Gorgades.

Darcy se volvió hacia Farouk.

—Con suerte, podremos acceder a la guarida a través de uno de los portales.

Farouk tocó los botones de su panel de control. Después de unos cuantos


pitidos, levantó la vista de la pantalla levantó la vista de la pantalla.
—Hay uno en el cuadrante 106.

—Ahí lo tienes —Darcy palmeó la superficie de la mesa—. Hecho.

Fate apoyó su peso en la mesa, su cabeza se arremolinaba con abrumadora,


mientras un horrible presentimiento empañaba aún más su ánimo. Allí nunca iba a
haber un final para esto. Nunca se libraría de la Fortaleza.

—Para ti —murmuró en voz baja—. Para mí, es sólo el comienzo.

Capítulo 32
No soy el monstruo que crees que soy

FATE SE FIJABA EN EL ARCO DE PIEDRA DE LA BÓVEDA CON LA


horrorosa cabeza de serpientes de Medusa tallada en su diseño ornado.

—¿Y qué pasará cuando entremos en la bóveda? ¿Seremos succionados


instantáneamente a través de algún nauseabundo agujero de gusano y nos tiramos
de bruces frente a los pies de las Gorgonas? Suponiendo que tengan pies.
Brune se frotó la nuca.

—Es difícil de decir. Cada portal es diferente.

—Dios, ¿hay algo predecible en este lugar?

—La imprevisibilidad es lo único que se puede predecir por aquí.

—Estupendo —Fate miró por encima de su hombro, resistiendo el impulso de


llamar por radio a Jessie y hacerla venir con ellos. Odiaba ser lanzada junto con
Brune sola. ¿Por qué Farouk había insistido en enviarlas sólo a ellas dos para
recuperar la cabeza de la Gorgona? ¿Esperaba que se unieran en la misión? Porque
eso nunca iba a suceder.

Brune se quitó la mochila de aeronauta y se ajustó el equipo.

—¿Tienes algo en mente?

—Para ser sincera, no creo que tengamos suficiente respaldo.

—Sé que yo no.

—Bien. Espera. ¿Qué se supone que significa eso? ¿Estás diciendo que yo no
soy respaldo para ti, pero tú sí para mí?

—Más o menos. Tomaría a tu amiga Jessie antes que a ti cualquier día.

—¿Entonces por qué no lo hiciste?

—Ella no es una Guardiana.

—Tú tampoco lo eres.

—Pero solía serlo.

—¿Así que ese es el precio de la admisión por aquí?

—Deberías saberlo. Deja de ser perezosa. Concéntrate en las preguntas


adecuadas y conseguirás la descarga —Medidas iguales de decepción y arrogancia
se reflejaron en las facciones de Brune—. Las bóvedas sólo están configuradas para
abrirse para los guardianes. A menos, por supuesto, que estés aquí durante
crepúsculo cuando todos los portales se abren automáticamente. Pero yo no lo
recomendaría. Los niveles de magia liberados durante el crepúsculo te matarán.

—Correcto —Fate se concentró en llamar a las reglas del Guardián a la


vanguardia de su mente. Regla número uno: Nunca permanezcas dentro de la
Fortaleza durante el crepúsculo, cuando las puertas se abren. Sintiéndose
repentinamente presumida, se cruzó de brazos y miró a Brune—. Espera, ¿es así
como te has zombificado? Gerdie dijo que el Orbe era lo único que te mantenía viva
cuando estabas toda arrugada y apestosa.

La expresión de Brune se ensombreció.

—Déjalo ya. Cometí un error. Creí que podría acabar con el carroñero y salir
con tiempo de sobra antes del crepúsculo.

—Sí, sí —Fate comprobó su reloj—. Espera, el crepúsculo es en sólo seis horas


desde ahora. Lo estamos recortando un poco, ¿no?

—La diferencia horaria juega a nuestro favor. Por cada hora que pasa aquí, es
un mes allí.

—Bueno, eso es... conveniente —Fate sonrió. El tiempo estaba finalmente de


su lado por una vez. Podía ir a esta espantosa misión sin preocuparse de perder su
única oportunidad de entrar en el portal de Oldwilde. Además, habría tiempo para
arreglar sus asuntos antes de...

—Hay algo raro en ti —Brune miró fijamente a Fate, estudiándola como si


fuera una rareza—. He estado tratando de averiguarlo desde que volviste. Es obvio
que no estás contenta con tu nueva posición, pero hay más que eso. Es como si no
estuvieras completamente aquí. Siempre estás distraída. Pensando en otra cosa. ¿O
debería decir en alguien más?

Fate se puso rígida ante la mirada inquisitiva de Brune.

—¿Podría ser ese joven apuesto que conjuré de la nada cuando te cité en la
librería?

—¿Lo hiciste tú? —Un nudo asqueroso se formó en el estómago de Fate.

Gerdie había sospechado que Brune era la fuente última del origen de Finn,
pero oírlo directamente de la boca de caballo lo hacía mucho peor de aceptar.

—Sí y no. Simplemente usé el hechizo Ojos de Eros para invocarte, pero fue el
deseo más profundo de tu corazón combinado con las fuerzas creativas del Orbe, lo
que produjo lo que supongo era el chico de tus sueños.

Fate apretó los puños. ¿Qué estaba pescando Brune?

—¿Y dónde está? —Brune miró a su alrededor—. ¿Por qué no ha vuelto


contigo? ¿El Libro de las Fábulas se llevó lo mejor de él? —Ella hizo una mueca de
tristeza—. ¿Tú novio de papel murió allí?

—¡No es de papel! Es real.

—¿Estás segura de eso?


El corazón de Fate se desbordó.

—Es un producto del Orbe. Sin que la Vara forme parte de su creación, hay
muchas cosas que podrían salir mal.

Todos los recuerdos de la lucha de Finn con la oscuridad por la que había sido
poseído llegaron a ella. ¿Cuántas veces se había preguntado Fate si había algo
mucho más profundo en él? Algo en un nivel más fundamental.

Brune registró el miedo en los ojos de Fate.

—Oh, así que el chico de oro no era tan dorado después de todo.

—No, nos encontramos con algunos problemas. Ahora está bien.

Brune parecía dudosa.

—Por el momento tal vez, pero ¿se mantendrá así? No sé, creo que ahora que
tienes la Vara y el Orbe juntos, probablemente deberías traerlo aquí para que
puedas usarlos para asegurarte de que siga siendo como a ti te gusta.

El corazón de Fate se aferró a la sugerencia de Brune mientras el pánico se


apoderaba de ella. Brune había despertado preocupaciones que ella había intentado
ignorar durante mucho tiempo.

—Soy Guardiana de la Foteleza. Por mucho que me gustaría, tú y yo sabemos


que no puedo irme.

Todavía. Pero Fate no iba a dejar que Brune supiera cuánto la había educado
Gerdie sobre el tema y las opciones que había descubierto recientemente.

Brune la señaló con un dedo.

—Eso sí que es una terquedad por tu parte. Sabes que tu contrato tiene una
escapatoria. ¿Por qué no la has usado todavía? Hazme tu apoderada y te dejaré
libre para esta misión y todas las demás después de esta. Puedo manejar todo esto
por mi cuenta. Tengo un excelente historial de setenta y cinco años para
demostrarlo.

—Hasta que no lo hiciste.

Brune se inclinó a escasos centímetros de la nariz de Fate, con sus ojos color
avellana brillando con ira.

—No te hagas la santurrona conmigo.

Fate se mantuvo firme.


—¿O qué? ¿Me darás de comer a las Gorgonas? Para que sepas, si te deshaces
de mí, no hay garantía de que la próxima chica que invoques te haga su apoderada.

Brune se retiró, su cuerpo temblando de rabia mientras trabajaba para


controlarse.

—¿Por qué la resistencia? Es obvio que no quieres el trabajo. No con el chico


maravilla tirando de las cuerdas de tu corazón —Una sonrisa fría se extendió en su
cara cuando captó la verdad en la expresión de Fate—. Lo siento, chica, pero
realmente no tienes ninguna otra opción. Soy la mejor oferta de la ciudad.

Fate no pudo aguantar más.

—Olvídalo. Estoy en tu diabólico plan. Gerdie se metió en todo este asunto del
poder. Si muero mientras tú eres mi apoderada, tú serás la Guardiana de la
Fortaleza. Permanentemente. O debería decir para siempre. No es un secreto que
harás lo que sea para conseguir el Orbe y la Vara de Gerdie y de mi para poder
usarlos y hacerte inmortal. Incluso si eso significa tener que arrancarlos de
nuestras manos muertas.

La mandíbula de Brune se crispó.

Eso fue todo lo que Fate necesitó ver para saber que sus sospechas eran
correctas.

—Lo sabía. Unas palabras de advertencia, Brune, es hora de enfrentarse a tu


nueva realidad. La única razón por la que estás aquí es por mi buena voluntad.

—¿Oh? ¿Y cómo es eso? —Por mucho que intentara disimularlo, Brune


parecía realmente desconcertada. Y posiblemente un poco preocupada.

Fate se deleitó en ello.

—Supongo que no lo sabías, ya que toda esta situación es inédita: sigues con
tus antiguas funciones de Guardiana mientras el puesto ya ha sido ocupado por el
nuevo Guardián. Bueno, gracias a Gerdie, me he enterado de que tengo el poder de
deportarte de la Fortaleza. No estoy segura si "deportado" es la palabra correcta en
este caso. No es como si esto fuera un país y tú fueras un inmigrante ilegal, pero me
entiendes...

—Oh, ve al grano, ¿quieres?

Fate plantó sus puños en las caderas.

—Grosera. Iba a ir al grano antes de que me interrumpieras. Veamos, ¿dónde


estaba? Ah, sí. De acuerdo con la regla 2.783 del Manual del Guardián: Un ex
guardián que renuncia a su posición a sucesor elegido pierde todos los derechos a
dicho cargo, independientemente de la edad y la elegibilidad aplicables. Queda a
discreción del nuevo tutor si el antiguo tutor es útil para la misión o debe ser
expulsado. Ahí lo tienes. La palabra correcta es expulsada.

—Gracias por la aclaración. ¿Entonces?

—¿Qué?

Brune dio un pisotón a su bota.

—¿Me vas a expulsar?

Fate no respondió. Quería ver a Brune retorcerse un poco más un poco más.

—¿Y bien?

Fate se golpeó la barbilla.

—Hmm, no estoy segura. Tal vez sea hora de que revisar tu actitud de los
últimos tiempos. Veamos, has sido útil e instructiva, pero mezquina y
condescendiente en su entrega. Has sido fría ante el peligro y capaz de liderar
durante el caos. Aunque fuiste fría, brutal y francamente maliciosa con los
supervivientes de los heridos y de los que se fueron. Hmm, no eres exactamente el
jugador de equipo que necesitamos por aquí, así que estoy pensando...

—Mira, sé que mis habilidades sociales necesitan trabajarse —La respiración


de Brune llegó en ráfagas ansiosas de repente—. He estado viviendo sin gente
durante tanto tiempo que he olvidado cómo ser... agradable y compasiva. Sí, soy
impaciente y de mal genio, pero como dijiste, soy útil y puedes aprender de mí.

—¿De verdad te necesito aquí para que me enseñes cosas? —Fate le dio una
palmadita en la parte superior de su cabeza—. No. Lo tengo todo aquí en la cabeza.
Como tú dijiste, todo lo que tengo que hacer es concentrarme en las preguntas y
tendré todas las respuestas que necesito. Lo que realmente se reduce a que no
confío en ti. Mientras Gerdie y yo tengamos la Vara y el Orbe, eres una amenaza.

—No soy el monstruo que crees que soy. ¿Realmente crees que soy capaz de
matar a mi propia hermana y a mi sobrina?

—Duh. Gerdie me dijo todo lo que hiciste cuando estabas en el Libro de las
Fábulas. Usaste las Palabras de Creación para crear a la Vieja Madre Grim. Y luego,
cuando tu abuela quiso deshacer el daño que habías hecho, tú pusiste a los
aldeanos en contra de ella sólo para que pudieras escapar del libro. Ellos la
quemaron en la hoguera por lo que la Vieja Madre Grim hizo a sus hijos.

Los ojos de Brune se llenaron de lágrimas, lo que sorprendió a Fate.

—No tienes idea de lo que fue llevar toda esa miseria a todos los que
conocimos en las fábulas. Tener que hacer cosas tan horribles te hace algo. Te
cambia de formas vergonzosas. Y entonces tienes que racionalizar tus despreciables
acciones, decirte a ti misma una y otra vez que tu supervivencia depende de causar
tragedias hasta que se convierte en la verdad.

La ira de Fate se desvaneció. Entendía ese tipo de vergüenza después de


algunas de las cosas que se había visto obligada a hacer durante su propio viaje a
través del Libro de las Fábulas.

—Al principio, nos engañamos pensando que las historias y personajes eran
sólo ficción. Una fantasía —La voz de Brune se hizo más densa de emoción—. Pero
cuando los niños comenzaron a desaparecer y descubrimos lo que la Vieja Madre
Grim les estaba haciendo, todo se volvió demasiado real.

—Eso es porque lo era. Te das cuenta de eso, ¿no? —Fate miró fijamente a
Brune—. Cada persona en Oldwilde es tan real como tú y yo, y nosotros jugamos
con sus destinos para salvar el nuestro.

Brune asintió con tristeza.

—Me di cuenta de eso mucho más tarde, pero sinceramente, al principio no lo


sabía. Tenía miedo de quedar atrapada dentro el libro. Mi miedo me endureció ante
la gente con la que entramos en contacto. Me dije a mí misma que todos y todo era
una fantasía, nada más que cuentos de hadas que necesitaban una villana —Sus
ojos se llenaron de vergüenza antes de bajar la mirada—. Así que interpreté el
papel, un poco demasiado bien a veces.

Por mucho que Fate odiara admitirlo, lo entendía. Ella no había creído que
nada era real cuando entró por primera vez en el Libro de las Fábulas tampoco.
Pero eso no significaba que fuera a sentirse mal por Brune y consolarla con un
abrazo.

—Entiendo que tenías que hacer lo que tenías que hacer. Pero eso no es
excusa para traicionar a tu abuela ante los aldeanos y dejar a tu hermana de seis
años a su suerte contra ese monstruo devorador de niños.

El dolor salpicó el rostro de Brune.

—Gerdie todavía no me ha dado la oportunidad de explicarme. Pero se


equivoca. Yo no puse a los aldeanos en contra de Oma. Mi abuela estaba devastada
por la culpa de jugar un papel en la creación de la Vieja Madre Grim. Ella y yo
tratamos de destruir al monstruo con magia una y otra vez. Estuvimos muy cerca
unas cuantas veces. Pero la Vieja Madre Grim era demasiado codiciosa por la vida
—La repugnancia torció sus rasgos—. Su apetito por la sangre de los jóvenes no
tenía final.

De todos los monstruos a los que Fate se había enfrentado en el Libro de las
Fábulas, la Vieja Madre Grim había sido, con mucho, el más perturbador. La
imagen de esa criatura glotona envuelta en la niebla, con su vientre hinchado y su
rostro de buitre quedaría grabada para siempre en su cerebro.
Apretando los puños, Brune luchó por contener las lágrimas.

—Oma no podía vivir sabiendo que su libertad dependía de la Vieja Madre


Grim que se aprovechaba de todos esos niños inocentes. Como sabes, la historia
necesitaba su final trágico, porque si no lo hacíamos, nunca escaparíamos del Libro
de las Fábulas. Así que Oma se sacrificó para salvarnos a Gerdie y a mí. Les dijo a
los aldeanos que ella era la culpable de la desaparición de sus hijos.

El aliento se le fue a Fate. No podía imaginar el dolor y la culpa con que Brune
debió haber vivido todo este tiempo. La propia culpa de Fate por el sacrificio de
Finn, le afectaba cada minuto de cada día. Pero al menos se aferraba la esperanza
de hacer lo correcto algún día. Brune nunca tendría esa oportunidad.

—Intenté detener a Oma —continuó Brune—. Ella era una mujer fuerte y
obstinada, y no lo permitió. Me dio una dosis de una de sus pociones para dormir y
me dejaron junto al arroyo. Supongo que por eso Gerdie cree que fui a los aldeanos.
Me desperté unos días después, enferma con dolor de cabeza. Tardé un tiempo en
encontrar el lugar de la hoguera. Cuando vi el cuerpo de Oma, realmente consideré
devolverle la vida con el Orbe o usar las Palabras de Creación. No sabes lo cerca que
estuve de hacerlo. Pero tenía más miedo de qué cosa horrible podría traer de vuelta
que de perder a mi abuela para siempre.

Fate asintió mientras Brune se callaba. Había perdido la cuenta de cuántas


veces estuvo a punto de liberar a Finn del Roble gigante con sus Palabras de
Creación. La única razón por la que no se había debilitado era porque su uso
imprudente del poder de escribir cualquier cosa en la existencia había sido la
misma razón por la que Finn había sido enterrado en el árbol por el Hombre Verde.

Se le escapó una lágrima y Brune se la secó con el dorso de la mano. Frunció


el ceño, obviamente avergonzada por su muestra de debilidad.

Fate observó a Brune con creciente empatía. Después de todo, había un


humano dentro de ese duro caparazón. ¿Era posible que Brune hubiera sido más
impetuosa en su juventud que calculadora?

Fate podía identificarse ciertamente con ser impulsiva más de un par de


veces. Si Finn no hubiera estado allí para evitar que se ensuciara las manos con la
destrucción de los villanos de cada fábula, podría haber salido fácilmente del Libro
de las Fábulas tan dura y amargada como Brune.

Sin embargo, aún quedaba una pregunta por responder.

—¿Qué sobre Gerdie, Brune? ¿Por qué la dejaste atrás?

El ceño de Brune se arrugó por la culpa.

—Nunca quise dejarla allí. Después de darle a Oma un entierro apropiado, usé
las Palabras de Creación para encontrar a Gerdie. Todavía no entiendo por qué no
funcionó.
—Hmm, eso me pasó cuando Finn perdió la memoria y se perdió en la nieve.
Las Palabras de Creación fueron inútiles una vez que perdió su conexión conmigo.
Supongo que si Gerdie te culpó por la quema de Oma en la hoguera, tal vez su odio
rompió la conexión que tenías con ella.

Brune parecía torturada.

—No es que me haya rendido de inmediato. Busqué a Gerdie durante meses,


pensando que tal vez uno de los aldeanos la había acogido. Pero después de un
tiempo, eso dejó de tener sentido. Me di cuenta de que me estaba engañando
creyendo que los aldeanos la ayudarían. Eran demasiado desconfiados y
supersticiosos con los forasteros.

—Lo recuerdo —coincidió Fate.

—Lo más difícil que tuve que hacer fue admitir que Gerdie también estaba
muerta. Muy probablemente a manos de los aldeanos. Si hubiera sabido que estaba
viva y sola, nunca me habría ido.

Fate miró a Brune con una sorprendente sensación de calidez.

—Tienes que decirle esto a Gerdie. Yo hablaré con ella en tu nombre. Ella
necesita escuchar lo que tienes que decir.

Pero la guardia de Fate había estado levantada demasiado tiempo y esta


nueva compasión la hizo sentir vulnerable. Nunca debía olvidar lo que Brune le
había hecho. El resentimiento volvió a aparecer.

—No pienses que esto cambia algo entre nosotras sólo porque estoy dispuesta
a ayudarte a arreglar las cosas con Gerdie. Me hechizaste, me convertiste en tu
mono del culo y me arrojaste al Libro de las Fábulas. No te importaba lo que me
pasara. Yo era prescindible, sólo un pedazo de basura que desechaste.

La tristeza en los ojos de Brune se desvaneció.

—Cualquiera en mi posición habría hecho lo que yo hice. No tenía otras


opciones. Me estaba descomponiendo más rápido de lo que se puede decir zombi.
Si hubiera muerto antes de convocar a mi sucesor, la línea de guardianes habría
terminado y no habría nadie para arreglar las cosas en la Fortaleza. Sabes que si el
carroñero causa demasiado daño en la Fortaleza, las rotaciones se detendrán,
¿verdad? Innumerables monstruos...entrarán a raudales por esos portales. Estoy
hablando de dioses furiosos, demonios, vampiros, cambiaformas, lo que sea. La
lista es interminable. ¿Pensaste que la Quimera era mala? Hay cosas peores. Cosas
que ni siquiera puedes empezar a imaginar. Después de eso, es sólo una cuestión de
tiempo antes de que hagan su camino a otros mundos. Incluyendo la Tierra.

Brune no estaba exagerando. Fate había sentido esta amenaza inminente


profundamente en sus huesos desde que tomó el juramento. Escuchar los posibles
peligros en voz alta sólo renovó sus temores. No importaba que entendiera los
motivos de Brune. Seguía odiándola por utilizarla.

—Podría haber muerto ahí dentro. Casi lo hago.

Una pizca de empatía suavizó el plano endurecido de las facciones de Brune.

—Lo entiendo. El Libro de las Fábulas es tan peligroso como la Fortaleza. Yo


también estuve a punto de morir allí una vez.

—¿Una vez? Prueba varias veces.

Brune suspiró con frustración.

—Bien, tú ganas el concurso de quién casi muere más. ¿Contenta ahora?

Fate no se sintió mejor.

—Déjame preguntarte esto —Una sonrisa curvó los labios de Brune, pero la
sonrisa no tocó sus ojos—. Si pudieras retroceder en el tiempo y evitar ser
hechizada y enviada al Libro de las Fábulas, ¿lo harías?

Fate miró fijamente a la mujer que había sido su titiritera durante los últimos
seis meses. Quería gritar que sí con todo el resentimiento con el que había vivido.
Pero ambas sabían la respuesta a esa pregunta. Si no hubiera sido por el hechizo de
invocación de Brune, Finn no existiría. Fate nunca lo habría conocido en carne y
hueso, ni habría besado sus labios y conocido la dicha de ser sostenida en sus
brazos. ¿Cómo podía borrar a Finn y todo lo que habían compartido juntos?
Imaginar una vida sin él le causaba el dolor más insoportable.

Brune no esperó la respuesta de Fate. En su lugar, señaló hacia el arco que


conducía a la guarida de las Gorgonas.

—Entonces, ¿qué va a ser, Guardiana? ¿Vamos a hacer esto o vas a


expulsarme y enfrentarte a las a las Gorgonas por tu cuenta?
Capítulo 33
Señor Romance tiene que irse

FINN SE VOLVIÓ LOCO DE PÁNICO, GOLPEANDO Y PATEANDO EL


Interior de la boca del dragón. Un gruñido resonó desde lo profundo de su
garganta, haciendo vibrar la lengua húmeda y esponjosa debajo de él. Ahogándose
con el aire fétido y húmedo en el que estaba atrapado, Finn hizo todo lo posible por
calmar su respiración repitiendo silenciosamente su mantra.

Cuando Moria lo mordió por primera vez, pensó que sería la cena. Empezaba
a pensar que estaba equivocado. Si esa hubiera sido su intención, ya lo habría
masticado y tragado. Cuando su pulso acelerado se estabilizó, recordó lo que le
había dicho a Tynan. Que piensen que el Flautista Impío ha encontrado su fin de la
manera más horrible. Supuso que la escena debía parecer convincente a los
soldados. Realmente era la única manera de dejar que el rey saliera del apuro, pero
ciertamente no apreció la experiencia petrificante.

Así que aquí estaba, encerrado dentro de la boca de un dragón que apestaba a
jamón meloso que se echó a perder y se dirigía Dios sabe dónde. Moria había dicho
que volvería a casa de los Serpens. El miedo le aceleró el pulso. ¿Había cambiado
una prisión por otra? Ciertamente no podía verse a sí mismo dándole la mano y
yendo alegremente por su camino. Ella pudo haber resucitado de las cenizas, pero
estaba seguro de que no le iba a agradecer por quemarla hasta convertirla en un
bulto carbonizado.

Toda su charla sobre la injusticia y sobre que él era un héroe había sido en
beneficio de Tynan. No había lugar para el perdón en la fría mente reptiliana de
Moria. Eso requeriría un corazón y ella no había nacido con uno.

Un lanzamiento repentino hizo que Finn se deslizara por la lengua y golpeara


la primera fila de colmillos. Mientras se enderezaba y se sacudía la saliva de las
manos, sintió el tirón de la gravedad. Moria iba a aterrizar y a gran velocidad. Otra
caída abrupta lo arrojó contra los colmillos laterales, pero la falta de fuerza G le dijo
que ella había aterrizado.

La luz del día se disparó más allá de las grietas de los colmillos de Moria
cuando abrió la boca. Finn se acercó más al frente, cuando su lengua lo empujó
rápidamente. Cayó por el aire, golpeando el suelo duro. Gimiendo de dolor, rodó
sobre la hierba alta y miró al dragón. Por una fracción de segundo consideró
lanzarse al aire, pero con su resistencia cercana a cero, sin duda ella lo perseguiría y
lo sacaría del cielo. Y entonces probablemente se lo comería.
¿Pero no sería mejor que pudrirse en su mazmorra? No podía soportar la idea
de volver a estar encerrado en la oscuridad.

—No sé lo que estás esperando —gruñó—. Sólo acaba conmigo.

Ella inclinó la cabeza con cuernos y lo miró con un ojo.

—No sabes quién soy, ¿verdad? —La voz que venía del dragón era más bien un
gruñido.

Finn se limpió la espesa baba de saliva de su rostro con disgusto.

—Oh, sé quién eres. Una serpiente sin alma procedente de las entrañas del
infierno.

—Bueno, tienes bien la parte de la serpiente.

Finn miró al dragón con el ceño fruncido y luego lo vio: el ojo ámbar le
devolvía la mirada.

—¿Sithias?

El dragón inclinó la cabeza mientras su cuerpo se estrechaba rápidamente


hasta convertirse en una serpiente de marfil con alas plumosas moteadas de color
marrón. Medía seis pies de alto cuando estaba enrollada, enorme para los
estándares normales de las serpientes, pero mucho más pequeña que el dragón del
que había salido.

—Bien hecho, señor. Solo te tomó alrededor de una hora en darte cuenta —
Los ojos ámbar de Sithias brillaron bajo la sombra de su gorra de cazador—. Pero
entonces supongo que no estás tan espabilado, con todo el calvario de la falta de
alimentos y agua. Dura prueba.

Débil por el alivio, Finn volvió a caer sobre la hierba y se rio hasta que le
dolió.

—Tu actuación ha mejorado mucho —dijo con voz ronca—. Me has engañado.

Sithias se incorporó con orgullo.

—Vaya, gracias, señor. He estado practicando mi oficio todos los días desde
que regresé a la isla. Sin embargo, no hay tiempo para escribir nuevas obras. Mi
audiencia no puede tener suficiente de mis producciones actuales. Llaman a mis
obras clásssicas atemporalesss.

Finn se obligó a sentarse.

—También has perdido el siseo en tu discurso. ¿Qué le pasó a eso? Unos


cuantas silbidosss bien me habrían ayudado.
—Elsina acabó con eso. A ella no le importa el hecho de que soy una serpiente
y ha prohibido esos recordatorios.

—¿Por qué le importaría a ella?

—Oh. Bueno, Elsina y yo estamos juntos.

—¿Como pareja?

—No parezcas tan sorprendido. ¿Es la idea tan indignante?

—Sí, más que un poco —admitió Finn. Sacudió la cabeza con incredulidad—.
¿Cómo pasó?

—Todo lo hizo Fate. Ella me convirtió en este magnífico espécimen —Y con


eso, Sithias se transformó en un hombre guapo y musculoso con cabello largo,
castaño dorado y alas del mismo color.

El corazón de Finn dio un vuelco ante la mención del nombre de Fate.

—A veces voy sin alas y uso una camiseta como esta —Las alas se encogieron
cuando una camisa blanca fluida se desplegó de la nada y cubrió su torso
bronceado y musculoso—. ¿Qué opinas? —Sithias giró, un gesto que lo hizo
considerablemente menos masculino.

—Te ves como uno de esos tipos con volantes en las portadas de esas novelas
románticas chorreantes.

Sithias se encogió de hombros.

—Aparentemente, este es el hombre que soy en el fondo. Así es como Fate me


describió con sus Palabras de Creación. Así es como me convertí en el hombre de
carne y hueso que Elsina reconoció como su verdadero amor.

Finn se apretó ante el repentino dolor en su pecho.

—¿Así es como Fate creó un final feliz para la fábula? —Su voz no era más que
un susurro seco.

—Sssí, aunque no lo llamaría un feliz para siempre. Oh Dios, ¿entendiste eso?


Me resbalé con un silbido.

Finn dejó de respirar. ¿Qué estaba diciendo Sithias? ¿Habría fallado Fate en
escapar? Siempre había asumido que había cruzado la línea divisoria de fuego y por
eso no había sido capaz de sentir su presencia en Oldwilde. ¿Le había hecho Elsina
algo? ¿Fue Fate…? No se atrevía a pensar lo peor.

—Sithias, ¿Fate salió del Libro de las Fábulas?


Sithias suspiró y se dejó caer al lado de Finn.

—Sí, Fate se fue a casa y se fue con el pilluelo. Sé que es egoísta pero la
extraño muchísimo. No tanto a Gerdie. Es terriblemente terca para ser una persona
tan pequeña. Pero la toleraría de nuevo si eso significara tener a Fate de regreso.

Finn lo agarró por la camisa.

—No vayas asustarme de esa manera —Lo soltó—. Si ella salió, ¿por qué
dijiste que no fue un feliz para siempre?

Sithias intentó alisar las arrugas de su camisa.

—Me refería a mi vida amorosa bastante precaria. Elsina es un desafío, por


decir lo menos. Un minuto ella es todo arrullos y besos, y al siguiente es todo
espinas y chillidos. Y en un tono que solo los perros pueden hacerlo, eso sí. No hay
forma de complacer a la mujer. Para ser honesto, estaba contento de tener una
razón para irme, aunque quién sabe a qué volveré —Puso las manos juntas—. No se
lo dije exactamente en persona. Dejé una nota.

Finn se desplomó hacia adelante, apoyando la barbilla en las manos.

—Eso es bueno, Sithias. Me siento aliviado de Fate… —Un mareo lo detuvo en


seco. Sus brazos cedieron y se derrumbó de costado.

—Señor, ¿se encuentra bien? —Sithias lo ayudó a levantarse.

—Sólo un poco de hambre es todo —murmuró Finn.

—Oh cielos, puedo ocuparme de eso. Y aquí estaba parloteando sobre mi vida
amorosa —Sithias sacó un pequeño cuaderno y un lápiz—. ¿Qué es exactamente lo
que le gustaría, señor?

Finn miró el cuaderno con el ceño fruncido.

—¿Qué vas a hacer? ¿Un dibujo de un frutero para ayudarme a imaginar lo


que no voy a comer?

—Oh, hay mucho que se ha perdido, señor. Fate me dio el poder de las
Palabras de Creación antes de que ella se fuera. Así que adelante, pide lo que tu
corazón desee.

El corazón de Finn deseaba a Fate, pero su cuerpo tenía una urgente


necesidad de sustento.

—Un poco de agua para empezar. Y Howtowdie con huevos Drappit,


Rumbledethumps y tarta Dundee. Y echa un poco de mermelada.

Sithias dejó de escribir y lo miró.


—Aparte de la mermelada, no tengo idea de cómo describir esos otros...
platos, señor.

—No se los ingredientes. Mi Granda solía hacerlos —Finn suspiró—. Me


conformaré con pollo asado, puré de papas y zanahorias con salsa y tarta de
manzana.

—Esos sí que puedo describirlos más fácilmente.

—Oh, y mientras estás en eso, dame un baño o algo por el estilo. Huelo a
jamón podrido. No te ofendas, pero podrías usar una menta para el aliento.

Sithias respiró en su mano y olió. Arrugando la nariz, le dio a Finn un


encogimiento de hombros de disculpa.

—Lo siento por eso. Te limpiaré en un santiamén —Garabateó en su cuaderno


y luego recitó las palabras escritas en voz alta—. Finn ahora está bañado y vestido
con una hermosa muda de ropa.

Una sensación de frescor y brisa recorrió la piel de Finn cuando su ropa raída
se transformó en un pantalón militar y una camisa de manga larga, seguidos de
unos gruesos calcetines y botas de montaña que aparecieron sobre sus pies
descalzos.

—Casi había olvidado lo refrescante y a la vez verdaderamente inquietante


que es esto —dijo Finn, recordando la primera vez que Fate le había dado una
ducha instantánea y había lavado la ropa con sus Palabras de Creación.

Finn tomó el agua primero y bebió el vaso tan rápido como su garganta reseca
pudo soportar. Retirando un muslo del pollo asado, limpió la carne del hueso en
dos bocados. Se llenó la boca de patatas y zanahorias, apenas masticando su
necesidad de alimentar el hambre que había soportado durante tanto tiempo.
Volvió al pollo, arrancando trozos de carne del esternón y metiéndolos tan rápido
como podía masticar.

Estaba a la mitad de la comida cuando se le revolvió el estómago. Se echó


hacia adelante de rodillas y vomitó. Cuando terminó con las violentas sacudidas, se
secó el sudor de la frente.

—Lo siento por eso. Juro que no tuvo nada que ver con el sabor de las cosas.
La comida estuvo muy buena. Supongo que mi estómago ha olvidado cómo
manejar grandes porciones de comida. ¿Quizás podrías conjurar algo más fácil de
digerir, como una taza de caldo de pollo?

Sithias ya estaba escribiendo una nota para limpiar el desorden y


rápidamente sacó una taza caliente con caldo. Se lo entregó a Finn con expresión
incómoda.
Finn tomó un sorbo de caldo tentativamente. El líquido caliente esparció una
cálida bienvenida a través de su estómago y dejó escapar un suspiro.

—¿Hay algo que te molesta, Sithias?

—Uh, bueno, me preguntaba qué planeas hacer ahora que sabes que Fate no
está aquí.

Finn dejó la taza, se estiró sobre la hierba con las manos cruzadas detrás de la
cabeza y miró el cielo azul. Una suave brisa silbaba a través de los altos tallos y se
balanceaba suavemente a su alrededor.

—Voy a encontrar el camino de regreso a ella —Finalmente lo creyó esta vez.


Con sustento en su vientre y su espalda a la buena tierra, podía sentir que su fuerza
ya regresaba. En unos días más, podría enfrentarse a cualquier cosa que se le
presentara.

—Deberías saber que Fate estaba inconsolable cuando te encerraron dentro


del Roble. Pasamos meses en Innith Tine esperando a que se curaran sus piernas
rotas. Apenas comía. No nos hablaba. Era como un fantasma. Todo lo que hacía era
sentarse en la base de ese árbol esperando tu liberación, suspirando y adelgazando
cada día. Todo el tiempo, vimos el bosque crecer a un ritmo increíble. Y cuando los
pájaros volvieron a la isla, y parecía que el bosque parecía que el bosque había
recuperado su antigua gloria, pensamos que seguramente el Hombre Verde te
dejaría marchar. Incluso esperamos otros dos meses después de que se curara. Pero
después de eso, cuando no pasó nada, Gerdie y yo empezamos a creer que
formarías parte del árbol para siempre.

Escuchar sobre el sufrimiento de Fate llenó a Finn de un dolor y una tristeza


insoportables. Se sentó, su dolor de estómago empeoraba al pensar en ella.

—¿Cómo lograste finalmente que se fuera?

Sithias miró a lo lejos.

—Me avergüenza decirlo, pero Gerdie y yo nos impacientamos. Nosotros


sabíamos que Fate nunca te abandonaría, por lo que la empujamos a seguir
adelante.

—Es lo que te pedí que hicieras. Te hice prometerlo.

—Lo sé, señor. Pero está claro que nos fuimos demasiado pronto. Si nos
hubiéramos quedado un poco más, ambos estarían juntos. En vez de eso, están a un
mundo de distancia el uno del otro. Y si conozco a Fate, está moviendo cielo y tierra
para encontrar su camino de vuelta a Oldwilde.

—¿Cómo diablos volvería aquí? —Finn comenzó a entrar en pánico—. Por


favor, dime que no planea regresar a través del Libro de Fábulas. Sabes lo que eso
significa, ¿verdad? —No le dio a Sithias la oportunidad de responder—. Tendría que
repasar cada fábula de nuevo. Pero esta vez tendría que convertir los finales en
sangrientas tragedias. ¿Tienes idea de lo que eso le haría? No hay vuelta atrás de
eso. Llevar la miseria a otros te cambia. Debería saberlo.

—No te preocupes. Gerdie le habló de otro camino de vuelta. Si hubiera sabido


que te vería de nuevo, habría prestado más atención a los detalles.
Desgraciadamente, estaba enamorado y completamente ciego a la trampa en la que
tan voluntariamente caí. Sin embargo, ten por seguro que Fate estaba decidida a
volver aquí con una forma de liberarte del Roble —Se estremeció de miedo—. Se
pondría furiosa si supiera que te ha perdido por tan poco tiempo.

—Es mejor que no lo sepa —Finn sonrió, recordando el ardiente


temperamento de Fate

—Supongo que ahora tendrás que quedarte en Oldwilde hasta que ella
regrese. ¿Qué harás hasta entonces? ¿Adónde irás?

—El tiempo corre de manera diferente entre los dos mundos —reflexionó
Finn, más para sí mismo que para Sithias. Lo sabía por el relato de O'Deldar sobre
la historia de Oldwilde y cómo los dos mundos se habían dividido. Miró a Sithias—.
El tiempo pasa mucho más rápido en Oldwilde, mientras que en el otro mundo
apenas pasa. Debería ser capaz de cruzar la división entre mundos y llegar hasta
Fate mucho antes de que ella sea capaz de encontrar el camino de vuelta aquí.

—¿Realmente lo crees?

—Sí, lo creo, especialmente ahora que estás aquí. Puedes usar las Palabras de
Creación para llevarnos directamente a ella.

Un ceño preocupado se formó en el rostro excesivamente apuesto de Sithias.

—Oh no, señor. No me atrevo a usar las Palabras de Creación tan


descuidadamente.

Finn frunció el ceño y lo agarró por la camisa.

—¿Qué? No puedes hablar en serio. Necesito que hagas esto. Y ahora.

Sithias levantó las manos, temblando de miedo, aunque, en su forma actual,


era mucho más grande que Finn.

—Señor, con el debido respeto, usted más que nadie sabe los problemas que
podríamos desatar con este poder si nos excedemos. Usted no fue el único afectado
por las Palabras de Fate. Antes de que Fate las usara para jugar a ser Cupido para
mí, invocó precipitadamente la ira de Poseidón sobre la isla de Elsina. Para ser
justos, logró evitar que los leviatanes de las profundidades nos comieran, pero sus
imprudentes acciones iniciaron una guerra con el Dios del Mar. Aparentemente, él
no apreciaba que sus preciosos secuaces fueran convocados por alguien que no
fuera él. Te ahorraré los horribles detalles, pero basta con decir que mi luna de miel
se vio interrumpida mientras Elsina y yo nos ocupábamos de la desagradable tarea
de defender nuestra isla de ser tragada por el océano.

Finn soltó a Sithias, sus hombros cayeron mientras negaba con la cabeza.

—Sí, supongo que tienes razón. Lo siento, he estado tan obsesionado con
llegar a Fate que he perdido de vista lo que es correcto.

—Todo está bien, señor. Ayudaré en todo lo que pueda. Como bien sabes, las
Palabras de Creación, cuando se usan con cuidado y con moderación pueden
darnos bastante ventaja. Y el momento es perfecto. He estado anhelando una
aventura. Además, tengo miedo de volver a casa —Murmuró la última parte.

Finn sonrió aliviado y le dio una palmada en el hombro.

—Gracias, amigo mío. Aceptaré cualquier ayuda que estés dispuesto a dar.
Ahora que lo pienso, puedes empezar por reponer la flauta que perdí.

—Me pondré a ello —Sithias se inclinó sobre su cuaderno.

—No puede tener sólo las runas de la raza de los ancianos talladas en ella.
También necesita las marcas druídicas —le recordó Finn.

Sithias asintió, luego murmuró la descripción en voz alta y sacó la flauta.

Finn la miró, maravillado por lo mucho que la flauta coincidía con la que
había perdido.

—Perfecto, gracias. Y ya que estamos, hay una cosa que se tiene que ir antes
de partir.

—¿Es mi silbido? —Sithias preguntó preocupado—. Ha vuelto a aparecer, y sé


lo mucho que detestas a las serpientes.

Finn no se molestó en discrepar. Cuando conoció a Sithias, odiaba a la


serpiente a primera vista, debido al hecho de que había perdido a su madre por la
mordedura venenosa de una serpiente. Pero, ¿cómo podía aferrarse a eso si toda su
historia personal antes de conocer a Fate era ficción? Nada de eso había sucedido
realmente. No hace falta decir que tuvo un comienzo difícil con Sithias. Había
tardado mucho tiempo en confiar en la serpiente de ojos ámbar. Finn no podía
estar más equivocado con él. Sithias había demostrado su valía una y otra vez.
Aunque eso no significaba que quisiera que adoptara la forma de una serpiente
mientras estuvieran juntos.

—Ten por seguro que me detendré en este mismo instante —continuó


Sithias—. No oirás otra 's' larga de esssta boca —jadeó y se pasó la mano por la
boca—. Uy.

Finn sacudió la cabeza ante el afeminado musculoso sentado frente a él.


—No, puedo vivir con eso. Es esta cosa de Fabio que tienes en marcha. Puede
que sea lo que Elsina quiere mirar, pero es un desajuste en mi mente y hace que me
duela la cabeza. El Sr. Romance tiene que irse.

—Oh, eso tiene fácil remedio. Hmm, ¿qué debo ser? —Sithias se golpeó la
profunda hendidura de su cuadrado mentón. Se sentó recto, con los ojos muy
abiertos—. Ya sé. ¡Seré el distinguido Dr. Benjamin Weathersby! ¿Recuerdas lo
convincente que fui como médico? ¿O qué te parece el esbelto y carismático
narrador que conquistó a la realeza de Asgar? Eso es, antes de que prendieras fuego
a nuestra graciosa anfitriona —Murmuró la última parte, pero Finn lo oyó alto y
claro.

—¿Eso es una queja?

Sithias puso los ojos en blanco.

—No, por supuesto que no. Aunque habría estado bien ver lo alto que podría
haber subido. Que sepas que el sabor del estrellato no es una comida.

Finn se cruzó de brazos.

—Siento mucho haberme metido en el camino con lo de salvar el reino de ser


aplastado hasta el suelo por un dragón.

—Sin rencores —le aseguró Sithias—. Ahora, volviendo a lo que debería


cambiar. Yo digo que algo nuevo, algo atrevido y emocionante —Él lo pensó un
minuto y suspiró—. Tantas opciones...

El estallido de energía que le había dado la pequeña comida de Finn se


esfumó y el cansancio volvió a aparecer de golpe. Bostezó y se estiró.

—Todavía estoy destrozado. Piénsalo tú mientras yo pego un ojo durante las


próximas horas —Se acurrucó sobre su costado y cerró los ojos.

—Pero necesito tu ayuda. No quisiera elegir algo igual de molesto.

—Demasiado sueño —murmuró Finn—. Sorpréndeme.


Capítulo 34
Como desees

—¿ESA ES TU ELECCIÓN? ¿UN VIEJO CIEGO CON MÁS PELO POR CEJAS
que el que tú tienes en la cabeza? —Finn miró fijamente a Sithias, cuya forma
larguirucha estaba envuelta en una larga túnica azul y encorvada, apoyándose en
un bastón como soporte—. ¿Olvidaste que nos adentramos en el desierto? Tienes
que ser fuerte y poder ver. Por no mencionar que esa brillante cúpula tuya está
pidiendo una quemadura de tercer grado.

—Existe ese maravilloso invento llamado sombrero —Sithias pasó su curtida


mano por la serpiente entrelazada y alada que coronaba la parte superior de su
bastón de madera tallada. Giró la cabeza en dirección a Finn, con los ojos nublados
mirando en blanco y sus ancianos rasgos arrugados por la decepción—. ¿De verdad
no ves la genialidad de mi disfraz?

Finn se encogió de hombros y negó con la cabeza.

—Tendrás que iluminarme.

—Permíteme que me presente. Soy Asclepio, nacido de Apolo y la mujer


mortal, Coronis. El sabio centauro Quirón me enseñó medicina y curación. Puedes
pensar en mí como el dios de la curación siempre que aparezca ante ti con mi
bastón mágico rodeado de serpientes —Guiñó un ojo—. Las alas son mi toque
personal, que no debe confundirse con el caduceo de Hermes.

—Impresionante currículum. ¿Significa algo de eso que no te vas a desmayar


después de tus primeros quince minutos de calor extremo en el desierto?
Sithias le hizo un gesto con su brazo huesudo.

—Por supuesto, tonto. El hecho de que parezca viejo no significa que lo sea.
Estoy tan ágil como siempre —Dejó caer su bastón e hizo una pequeña giga,
terminando con un salto y pateando ambos pies juntos en el aire—. ¿Ves? Apostaría
que incluso podría ganarte en una carrera.

Finn se rio, a pesar de sus reparos.

—Lo dudo, a no ser que te hayan dado una súper velocidad igual a la mía.

Sithias metió la mano en la mochila que llevaba al hombro y sacó un lápiz.

—Recuerda que soy yo quien tiene las Palabras de Creación.

—Buen punto. ¿Así que no debería preocuparme por tus ojos empañados?

Sithias se rio.

—Es una fachada. Puedo verte tan claro como el día.

—De acuerdo, pero sigo sin ver la necesidad de tu elaborado disfraz y tu


historia de fondo.

Sithias emitió un graznido, momentáneamente demasiado nervioso para


hablar.

—¿Cómo puedes decir eso? —consiguió finalmente graznar—. Este disfraz es


mi obra maestra. Mi pièce de résistance.

Finn levantó las manos en señal de rendición.

—Claro, si tú lo dices.

Sithias respiró profundamente para calmarse.

—Ya que la brillantez de mi plan parece haberte eludido, haré lo posible por
iluminar tu pensamiento más bien limitado.

—Por favor, hazlo —dijo Finn, resistiendo a duras penas el impulso de poner
los ojos en blanco.

—Estamos a punto de entrar en el desierto de Mirajaran, hogar de los Djinn.


Después de que te durmieras, me encargué de hacer una pequeña lectura sobre los
Djinn —Se estremeció—. Desgraciadamente, pequeña lectura no es la palabra para
ello. Desde entonces he descubierto que los Djinn son extremadamente peligrosos y
que no se debe jugar con ellos. No se parecen a nada que hayamos encontrado
juntos. Si crees que Mugloth puso a prueba tu cordura, no disfrutarás conociendo a
los Djinn.
Escuchar el nombre de Mugloth en voz alta despertó una nueva capa de
tensión en Finn.

—Adelante —dijo entre dientes apretados.

—Me presento ante los Djinn como un semidiós para imponerles una cantidad
necesaria de miedo y respeto. Pero cuando sepan que también soy médico,
deberían estar menos a la defensiva. Practicar las artes curativas es una especie de
escudo. Existe un acuerdo tácito, incluso entre los enemigos, de permanecer
neutrales ante los que atienden a los heridos y moribundos. En cuanto a tu historia,
te presentaré como mi aprendiz.

—¿De qué se trata todo esto? Hablas como si los Djinn fueran a matarnos en
cuanto nos miren.

—Eso es precisamente lo que me preocupa —Sithias resopló como si Finn


fuera un niño demasiado joven para entender—. ¿No sabes nada de los Djinn?

Finn se encogió de hombros.

—¿Viven en lámparas y conceden deseos?

—Oh, si eso fuera todo —Sithias sacudió la cabeza—. ¿De verdad pretendías
entrar en el desierto de Mirajaran sin saber nada de los Djinn?

Finn miró hacia el cielo y no respondió.

—Pues menos mal que estoy aquí entonces.

—Sí, has salvado el día —concedió Finn con un suspiro—. Dime, ¿por qué los
Djinn son tan hostiles con los humanos?

—Ellos estuvieron aquí primero. A eso se reduce la mayoría de las veces. Los
textos religiosos que he leído hablan de una antigua raza de Djinn que pobló el
planeta y floreció extendiendo su cultura y gobierno por todas las tierras con la
gracia de Dios sobre ellos. Desgraciadamente, se corrompieron y Dios envió a su
ejército de ángeles a expulsar a los Djinn detrás del velo, donde viven en la Tierra,
pero ya no forman parte de ella. Cuando los humanos los sustituyeron, los Djinn
hicieron la guerra a la humanidad, atacando secretamente desde atrás como un
enemigo invisible que creaba el caos.

—Así que no podemos verlos porque viven en otra dimensión.

—Sssí, un universo paralelo, lo que los hace terriblemente escurridizos,


especialmente porque no tienen una forma permanente. No están basados en el
carbono como la mayoría de las formas de vida. Son de naturaleza elemental,
principalmente fuego. Esto los convierte en metamorfos de primer orden.

—Como tú.
—No, no como yo. No puedo dividirme en fuego, atravesar dimensiones o
teletransportarme a donde quiera.

—Sí, pero tú tienes la Palabra de Creación. Yo diría que estamos igualados

El rostro de Sithias se transformó en una expresión seria.

—Ahí es donde te equivocas. Estamos en clara desventaja. Nunca los


encontraremos. Sus reinos están ocultos tras el velo. Nuestra única esperanza es
que decidan mostrarse ante nosotros, lo cual es muy poco probable.

—Debe haber alguna manera de convocar y comandar uno con un hechizo.

—Es cierto. Los Djinn son susceptibles a la magia. Pero debemos tener
cuidado de invocar a los más benévolos de entre ellos y rezar para no atraer a los
más vengativos.

—Acabas de decir que todos son odiosos con nosotros —le recordó Finn.

—He encontrado indicios de una facción más abierta de los Djinn, que han
sido útiles para los humanos. Aunque tendré que investigar más para determinar
cuáles son exactamente —Sithias rebuscó en su mochila y sacó su cuaderno.
Abriéndolo en una página en blanco, garabateó una frase rápida—. Tengo en mi
poder el libro de hechizos para invocar y atar a los seres elementales conocidos
como Djinn —dijo mientras sostenía el mensaje frente a él.

Al pronunciar la última palabra, una niebla de color violeta se arremolinó


frente a él, convirtiéndose en un gran libro enjoyado, antes de caer al suelo con un
ruido sordo. Sithias cogió el grueso tomo y empezó a hojear las páginas
amarillentas.

—Ahora, veamos qué tenemos aquí —murmuró—. Atraer a los Ghuls al


hechizo de la ruina. No, no creo que queramos estar cerca de esos comedores de
carne necrótica. Son cosas desagradables. Les gusta meterse en los cadáveres y
sacarlos a pasear. Eso es cuando no se los están comiendo, o a algún pobre y
desafortunado niño.

—Sí, pasemos de esos.

—Hechizo de protección contra los Palis —Sithias se estremeció—. Oh,


querremos estas protecciones cuando lleguemos al desierto. Los Palis se acercan
sigilosamente a los que están durmiendo y les drenan la sangre lamiendo las
plantas de los pies.

Finn le dio el visto bueno.

—De acuerdo, la protección de los pies es imprescindible.

Sithias pasó el dedo por la lista.


—Oh, mira, instrucciones para hacer un talismán para protegerse de los
shaitan del desierto. Aparentemente, estos son los más insidiosos de los Djinn.
Nunca se muestran. En su lugar, los shaitan susurran pensamientos malvados en
las mentes de los humanos. La única forma de detectar su presencia es a través de
las acciones malvadas que se suceden entre hombres y mujeres.

—A mí me parecen demonios.

—Mucho —murmuró Sithias mientras copiaba los materiales necesarios para


el talismán.

Finn se balanceó en su sitio mientras Sithias procedía a conjurar cada


elemento de la nada. Sus nervios estaban al borde del pánico. Esta expedición al
desierto se estaba volviendo cada vez más complicada y llena de mayores riesgos de
los que había esperado. No es que permitiera que nada de eso lo detuviera.
Simplemente había asumido que tener a Sithias a su lado garantizaría una forma
rápida y sin problemas de localizar la división de fuego.

Sithias dio forma a unos discos redondos de arcilla roja y luego talló un ojo
con marcas radiantes alrededor de la forma flexible. Encendió un fuego sobre los
discos y, con unas pocas palabras, recitó un conjuro, una y otra vez, hasta que la
arcilla se endureció. El fuego se apagó y Sithias alcanzó uno de los talismanes.

—¡Ay! Todavía está caliente —Se sopló los dedos.

—¿De verdad crees que esto ayudará? —Preguntó Finn.

—Preferiría no hacer una prueba sin ellos. Debemos mantenernos alerta. El


desierto de Mirajaran es suficientemente peligroso sin que los shaitan envenenen
nuestros pensamientos. ¿Sabes lo que significa Mirajaran?

—Extensión fantasma.

—Entonces sabes que la realidad y la ilusión se entremezclan una vez que


entras en el desierto.

Finn asintió con gesto adusto.

—Necesitaremos un guía.

Sithias se acarició su larga barba canosa.

—¿Por dónde empezamos a encontrar al adecuado?

Finn apretó los puños con fuerza en señal de frustración.

—Yo sé de uno —Suspiró. Esperaba evitar recurrir a los Lhiannan Shee, pero
parecía que no tenía otra opción. Miró a su alrededor, buscando algo de
intimidad—. Tú termina tu investigación y yo me encargaré de llamar a un guía —
Divisó un bosquecillo de pinos en la lejana pradera y se dirigió hacia él.

Confundido, Sithias le miró con el ceño fruncido.

—¿Cómo propones que vas a hacer eso?

—Deja que yo me ocupe de ello —respondió Finn.

Cuando Finn llegó a los árboles, se abrió paso entre las densas ramas hasta
llegar al centro cerrado. El olor a pino y a tierra flotaba a su alrededor mientras
buscaba entre las sombras. La Lhiannan Shee ya estaba allí, posada en una rama
baja, con sus garras clavadas en la corteza como un pájaro monstruoso.

—¿Me estás buscando? —dijo.

—Sí, dijiste que me guiarías hasta el Djinn cuando llegara al desierto. Iremos
allí por la mañana.

—¿Con esa serpiente como compañero? Hubiera preferido viajar contigo solo.

—Es mi amigo. Le necesito.

—¿Más de lo que me necesitas a mí? —El aire se agitó a su alrededor,


difuminando sus afilados rasgos de ave en los familiares planos suaves del rostro de
Fate.

El impulso de alcanzarla y atraerla a sus brazos era abrumador. Finn se metió


los puños en los bolsillos.

—Basta. Te prohíbo que tomes su forma. No debes hacer eso delante de mi


amigo.

El tentador glamour de Fate se desvaneció, dejándole la fría mirada


depredadora de la Lhiannan Shee.

—Te lo dije, los Fae no hacen tratos con los Djinn. Somos enemigos mortales.
Debo exigir un alto precio por cruzar a su territorio. Estaré poniendo en riesgo mi
propia vida.

Finn se puso nervioso.

—¿Qué clase de precio?

Se bajó de la rama y lo rodeó. Sus pálidas y finas alas se arrastraron tras ella
en el polvo.

—Un beso.
Finn aún podía sentir la textura de papel de lija de su lengua cuando recordó
su último beso. Se tragó su repugnancia.

—¿Sólo un beso? ¿Eso es todo? —Supuso que podría hacerlo siempre que ella
adoptara la forma de Fate y mantuviera los ojos abiertos en busca de inspiración.

Su pequeña boca en forma de corazón se curvó en una sonrisa socarrona.

—Eso es todo. Pero debe darse por amor.

Un nudo de temor se formó en el estómago de Finn.

—Puedo darte un beso, pero no habrá amor en él.

Ella inclinó la cabeza hacia un lado, sus ojos negros trazando la línea de su
cara.

—Tengo un buen presentimiento sobre ti. Algo me dice que te las arreglarás
para hacerlo bien.

Finn frunció el ceño. Todo en él quería desterrarla, pero su impulso por seguir
avanzando no se lo permitía.

—Muy bien —aceptó finalmente.

Sus alas membranosas temblaron de emoción.

—No puedo esperar —susurró ella.

Retrocedió.

—Supongo que tienes formas de seguirme —Su voz salió tensa, revelando la
tensión que intentaba ocultar.

—Siempre.

—Entonces espero verte por la mañana en cuanto lleguemos al borde del


desierto. Y ven como un hombre. Alguien que parezca nativo de la zona.

El aire a su alrededor onduló mientras se desvanecía y sólo quedó su voz.

—Como quieras, mi amor. Como quieras.


Capítulo 35
Vamos a necesitar una carretilla

UN VÓRTICE NEGRO Y VERTIGINOSO ARRASTRÓ A FATE A TRAVÉS


DEL portal en cuanto atravesó el arco. El aire turbulento la golpeó por todos lados
mientras se precipitaba a lo largo del portal. Una oscuridad aterradora la envolvió.
Quería gritar por el dolor de ser golpeada dentro de la energía agitada, pero se
mordió y se quedó callada. Tenía que actuar con calma después de poner a Brune
en su lugar y demostrarle quién era la jefa.

Fate llegó al punto de ruptura, pero justo cuando un grito de dolor se formó
en su garganta, el portal la escupió. Cayó al suelo, con el hombro por delante. El
dolor le bajó por el brazo mientras se doblaba hacia dentro, rodando con la caída
hasta que se deslizó hasta detenerse.
Segundos después, Brune salió disparada y se estrelló contra ella. Fate se puso
en pie de un salto, como si se tratara de una carrera. Feliz de ser la primera en
levantarse, Fate sonrió a Brune mientras se levantaba lentamente y se frotaba la
cadera.

—Ha sido divertido. ¿Podemos repetirlo? —dijo Fate con un resoplido. No


estaba dispuesta a admitir que se sentía como un moratón andante.

—¿Has perdido la cabeza? Ha sido el peor viaje que he hecho a través de un


portal. Y he saltado a través de cientos.

—Fue un poco accidentado.

Sacudiendo la cabeza a Fate, Brune volvió su atención a los alrededores.

—Maldita sea. Aterrizamos justo en medio de la guarida. Mira todas las


estatuas. Gafas puestas.

El miedo recorrió la espina dorsal de Fate mientras tanteaba el broche de su


cinturón utilitario. Le temblaron las manos al coger las gafas de latón. Estaban
construidas con capas de cristal reflectante, lo que les permitía ver el reflejo de las
Gorgonas, en lugar de su verdadera imagen. Se las colocó y se balanceó con vértigo
mientras una serie de imágenes de la cueva al revés y al derecho se sucedían antes
de estabilizarse en la orientación correcta. Fate parpadeó hasta que su visión se
aclimató y trató de ajustarse las pesadas gafas en la cabeza, pero sin mucho éxito.
Se le clavaron en el pómulo y le dolieron, pero era un pequeño precio a pagar para
protegerse de ser convertida en una estatua de jardín.

Miró a la figura de piedra más cercana. Era un hombre joven con la mano
extendida contra el peligro inminente. Cuando su mirada se posó en su rostro, se
estremeció de miedo. Tenía la boca abierta, congelada para siempre en un grito
contorsionado y aterrorizado. Ella sólo podía imaginar qué visión horripilante le
causaría tanto miedo.

Más nerviosa que nunca, dirigió su atención a la vasta caverna. Gruesas


estalactitas colgaban del techo, algunas de ellas caían tan bajo que se habían
conectado al suelo y se habían convertido en pilares deformados. Entre ellas, las
víctimas de piedra permanecían de pie como una gran multitud que esperaba el
momento final de un apocalipsis que nunca llegaría, al menos para ellos.

Una luz verdosa emanaba de un túnel en la distancia, la única iluminación


contra la oscuridad que llenaba la gruta sombría. Fate no quería dar ni un solo paso
más. Quería dar la vuelta y tomar el portal de vuelta a la Fortaleza, por mucho que
le doliera el viaje. Pero había aceptado participar en esta misión. ¿Cómo podía dar
media vuelta y huir ahora? La actitud de Brune hacia ella sería insufrible si se
marchaba.
El orgullo y la competitividad impulsaron a Fate hacia adelante. Agarrando su
pistola láser, se dirigió hacia la luz, sorprendiendo a Brune al tomar la delantera. A
medida que avanzaban por el túnel y se acercaban a la abertura, la luz se hacía más
intensa y un brillo esmeralda resplandecía sobre las ásperas paredes.

Con el corazón palpitando en sus oídos, Fate se abrió paso hacia otra caverna
con un lago en su centro. El agua iridiscente parecía ser la fuente de luz.
Estalactitas tan finas y afiladas como lanzas se aferraban al techo, cada una de ellas
mojada con un líquido verde eléctrico, que hacía llover pequeñas gotas en el
estanque.

—¿Parece que ya deberíamos haber visto algo deslizándose o sólo estoy siendo
paranoica? —susurró Fate a Brune.

—Ojalá pudiera decir que eres tú, pero tengo que estar de acuerdo.

—Hay otro túnel por allí —Fate señaló un agujero oscuro al otro lado de la
caverna—. Quizá deberíamos...

Brune hizo un gesto para pedir silencio, con la mandíbula apretada, mientras
empujaba la barbilla hacia la piscina.

Pequeñas olas ondulaban el agua. Una serpiente negra, no más grande que
una cobra, rompió la superficie del agua. Fate la apuntó con su pistola láser. ¿La
serpiente estaba unida a la cabeza de la Gorgona? Su cráneo tendría que ser
enorme para albergar una cabeza llena de serpientes de ese tamaño.

El miedo le heló las venas.

Cinco serpientes más salieron a la superficie, luego veinte, después cientos


hasta que un enjambre avanzó hacia el borde del agua. El arma tembló en la mano
de Fate. Su instinto fue el de eliminar todas las que pudiera de un solo golpe. Pero
necesitaban la cabeza intacta, serpientes incluidas.

—Vamos a necesitar una carretilla para llevar esa cabeza de vuelta —susurró
Fate

Brune dio un paso atrás.

—Algo me dice que esa no es su cabeza.

La horda de serpientes se deslizó sobre las rocas, arrastrando el torso de una


hembra cubierta de escamas. Al principio, Fate no se percató de lo que estaba
viendo... hasta que se dio cuenta de que las serpientes estaban unidas al torso, que
se levantó, revelando una cabeza de reptil con cuernos irregulares. Esta Gorgona no
se parecía en nada a su hermana con pelo de serpiente, Medusa. Tenía una maraña
de serpientes que la llevaban hacia adelante en lugar de piernas.
Mientras trataban de entender a la criatura, ni Fate ni Brune se dieron cuenta
de que la Gorgona les devolvía la mirada, hasta el momento en que agarró su arco y
su carcaj.

La Gorgona lanzó una flecha y disparó con una velocidad asombrosa. Fate y
Brune cayeron al suelo, la flecha zumbó en el aire justo por encima de sus cabezas.
Brune devolvió el disparo. El láser rojo cortó la piel reptiliana de la Gorgona y dejó
un corte humeante.

El espeluznante silbido de miles de serpientes llenó la caverna cuando la


Gorgona dejó volar otra flecha. Salieron disparadas en direcciones distintas. Brune
rodó por la pendiente y se detuvo cerca del borde del agua. Fate se golpeó la
espalda contra la pared de roca. Con un poco de aire, apuntó con su pistola láser a
la bata de serpientes de la Gorgona. El rayo atravesó varios cientos de ellas,
cortando un buen tercio del apoyo de la Gorgona. Se tambaleó de lado mientras
lanzaba una flecha a Fate, fallando su brazo por unos centímetros.

Siguiendo el ejemplo de Fate, Brune se lanzó sobre su vientre y disparó desde


el otro lado, cortando las serpientes que seguían sosteniendo a la Gorgona.
Chillando de dolor, la Gorgona se desplomó en el suelo, con un icor negruzco
brotando de los extremos cortados.

Fate se puso en pie de un salto y cargó hacia la Gorgona, que se arrastraba


hacia su arco caído. Desenfundando su espada, levantó la hoja sobre el cuello del
monstruo. Pero Fate dudó, repentinamente aprensiva ante la idea de cortarle la
cabeza.

—¡Hazlo! —Brune se puso en pie—. ¡Las serpientes vuelven a crecer!

Respirando con fuerza y rapidez, Fate observó con horror cómo las escamas
recién crecidas se sellaban sobre los extremos ensangrentados y las partes
amputadas se alargaban mientras formaban cabezas en las puntas. Mareada por la
repugnancia, Fate se armó de valor y bajó la espada. Cerrando los ojos durante una
fracción de segundo, sintió que la hoja golpeaba el hueso, y el impacto casi hizo
saltar la empuñadura de la espada de su mano. Pero no fue hueso lo que golpeó.

La Gorgona bloqueó el golpe de su espada con su arco. Antes de que Fate


pudiera contraatacar, la criatura retorció el arco contra la parte superior de la
espada, arrancándola de su agarre. Fate buscó su arma, pero algunas de las
serpientes que habían vuelto a crecer le agarraron el tobillo y la jalaron. El arma
cayó y rodó fuera de su alcance.

Fate se golpeó contra el costado, con el dolor clavándose en su caja torácica y


el viento saliendo de sus pulmones. Las serpientes se abalanzaron sobre sus
piernas, hundiendo sus colmillos en su armadura. Fate gritó y pateó con pánico
para quitárselas de encima.
Una ráfaga de láser atravesó el pecho de la Gorgona, haciéndola retroceder.
Mientras Brune martilleaba a la Gorgona, arrancando serpientes y abriendo más
agujeros en su dura piel, Fate desenganchó su daga y cortó las cabezas de las
serpientes que se habían quedado atrapadas en su armadura por sus colmillos. Al
fin se liberó y retrocedió en busca de su espada.

La cogió del suelo y corrió hacia la Gorgona, ya sin preocuparse por el


espantoso trabajo. Sin perder el tiempo, Fate bajó la espada y cortó el tronco
cerebral de la Gorgona como si fuera mantequilla.

El cuerpo se agitó, sacudiéndose violentamente en los últimos estertores de la


muerte. Los brazos de la Gorgona alcanzaron la cabeza cortada, batiendo a ciegas,
lo que la hizo rodar por las rocas hacia el agua.

—Coge la cabeza antes de que caiga al agua —gritó Fate.

Brune la persiguió, agarrando la cabeza por uno de los cuernos segundos


antes de que cayera en el estanque. Sonriendo triunfante, Brune levantó la horrible
cabeza del suelo para que Fate la viera: la cara de la Gorgona congelada en un grito
de rabia, con los colmillos sobresaliendo de la boca y los ojos rojos de serpiente
mirando.

—Ew, embólsalo —Fate hizo una mueca y se limpió rápidamente la sustancia


negra de su espada con la bolsa de transporte antes de lanzársela a Brune.

Cuando Brune alargó la mano para coger la bolsa, sus ojos se volvieron a
redondear de miedo.

—¡Fate, detrás de ti!

Fate se giró para ver dos enormes serpientes deslizándose desde el túnel más
lejano. Levantó su pistola láser y disparó, fallando a la que apuntaba. Las
serpientes siseaban y fijaban sus ojos brillantes en ella mientras serpenteaban por
el recodo. Le siguieron cuatro serpientes más y Fate volvió a disparar, esta vez
golpeando a una en la cabeza. Se echó hacia atrás, cuando de repente una forma
irreconocible se agachó para pasar por la entrada del túnel.

La cosa entró en la cámara, elevándose a una altura de doce pies o más. Fate
se tambaleó hacia atrás, con el corazón martilleando de terror. Era otra Gorgona
con una cabeza de reptil demasiado grande. Del cuello para abajo, tenía forma
humana, desnuda y vulnerable en todos los sentidos. Seis serpientes del tamaño de
una boa constrictora crecían desde la parte posterior de su enorme cráneo. Sus
fuertes y musculosos cuerpos levantaron y llevaron a la Gorgona hacia delante
como fieles sirvientes que nunca permitieron que sus delicados pies humanos
tocaran el suelo.

Su enorme cabeza se volvió hacia su hermana caída. Cuando vio el cuerpo


decapitado, lanzó un grito de angustia, agudo y estridente. Se abalanzó sobre
Brune, que se quedó atrapada como un niño con la mano en el tarro de las galletas,
sosteniendo la cabeza cortada de su hermana. Brune arrojó la cabeza a los pies de
Fate y luego empezó a disparar a la Gorgona con su pistola láser.

Fate abrió fuego desde el otro lado.

La serpiente se desvió hacia los disparos, recibiendo los impactos para


proteger su forma humana. Las ráfagas de láser no hicieron nada para detener a la
Gorgona. Estaba sobre Brune en segundos. Una de las serpientes mordió el hombro
de Brune, la levantó y la lanzó a la piscina. La Gorgona se dirigió hacia el agua, sin
duda para vadearla y terminar el trabajo.

Fate levantó la cabeza cortada por el cuerno.

—¡Oye, por aquí! —gritó.

La Gorgona se giró. Fate se acercó a la abertura que conducía al portal, pero


no fue lo suficientemente rápido. Una de las serpientes arremetió contra ella,
acorralándola en medio de la caverna. La Gorgona avanzó con una velocidad
aterradora, obligando a Fate a entrar en el túnel del otro lado.

No llegó muy lejos antes de que la oscuridad la envolviera. Rebuscando en su


cinturón, sacó un disco solar y lo encendió. El disco metálico zumbó y se adentró en
la oscuridad frente a ella, iluminando con su brillante rayo las estrechas paredes. El
terror se unió a la creciente desesperación. ¿Y si el túnel era un callejón sin salida?
¿Cómo podría defenderse en un espacio tan estrecho? Se esforzó por pensar, pero
sus instintos y su entrenamiento se vieron empañados por el miedo.

Unos silbidos procedentes de la parte trasera empujaron a Fate hacia delante.


La adrenalina inundó su sistema, impulsando su cuerpo en una carrera caótica a
gran velocidad que se hizo repentinamente más dura. El terreno llano se había
convertido en una pendiente. Las paredes se cerraban, dificultando la respiración.
¿Tenía una reacción claustrofóbica o el aire estaba viciado?

En cualquier caso, tenía problemas. Las piernas le pesan cada vez más.
Necesitaba oxígeno. Agarrándose a la pared para apoyarse, Fate tragó el ácido
sabor del miedo que se colaba en su boca. Tenía que controlar su terror. Sus
posibilidades de sobrevivir ya eran escasas, pero este pánico iba a hacer que la
mataran.

Fate dobló una esquina. Las paredes se abrían a una pequeña cueva con un
techo alto. En el suelo había montones de pieles de serpiente desprendidas.
Temblando, dirigió la luz del disco solar sobre cada parte de la cueva utilizando el
mando a distancia, buscando otra abertura. Su respiración se detuvo en la
garganta. Estaba atrapada.

Dejando caer la cabeza de la Gorgona con un sordo chirrido, Fate corrió hacia
la pared más lejana y se apoyó en ella.
—Respira —susurró. Llamó al disco solar para que volviera a flotar junto a ella
y apagó la luz. Desenfundando su espada, esperó en la oscuridad. No es que se
hiciera ilusiones de no ser vista. Había visto demasiados programas sobre la vida
salvaje con Eustace para saber que las serpientes podían detectar la radiación
infrarroja en la oscuridad, pero sólo a corta distancia. Pero por la forma en que
sudaba, probablemente parecía un gran palo que brillaba en la oscuridad.

Fate agarró la empuñadura de su espada cuando el sonido de las escamas se


deslizó sobre la roca. Luchó por no temblar y apretó cada músculo como pudo, para
no dar a la Gorgona ninguna onda sonora o vibración que seguir.

Cuando las pieles secas se arrugaron bajo el peso de las serpientes que se
deslizaban, Fate dejó de respirar, esperando a que se acercaran. Una de ellas le rozó
el pelo. Una lengua le pasó por la mejilla. Un siseo rasposo sonó cerca de su oído.

Fate volvió a encender el disco solar y dirigió el potente rayo a los ojos de la
serpiente. La serpiente se echó hacia atrás, dándole el espacio que necesitaba para
barrer la hoja de su espada. La cabeza cayó y las otras cinco serpientes
descendieron sobre ella, golpeando desde todos los ángulos.

Fate cortó la cabeza de dos más antes de que otra mordiera su armadura. Un
largo colmillo perforó el grueso cuero. Un dolor punzante se clavó en su bíceps.
Gritando, golpeó el cuello con su espada. El cuerpo se agitó, apartando una
serpiente dispuesta a atacar con la boca abierta.

El valor de Fate aumentó. Sólo quedaban dos serpientes. La adrenalina corrió


por sus venas, llevándola a un frenesí de lucha.

Chillando de rabia, se volvió loca, cortando todo lo que se movía. Cortando


otra cabeza, fue a por la última. Se elevó por encima de ella, su silbido era más bien
un horrible resoplido mientras se balanceaba de un lado a otro.

No había forma de alcanzarla. Los cuerpos de las serpientes amputadas se


sacudían y retorcían, bloqueando su camino. Los extremos en carne viva ya se
estaban curando y volviendo a crecer. Temblando por la necesidad de matar o
morir, Fate se quedó quieta, permitiendo que su entrenamiento se hiciera cargo. La
distracción era su única arma en ese momento. Sosteniendo su espada hacia la
serpiente, la giró hacia un lado. La serpiente se tensó, observando la punta de su
espada mientras ella echaba mano de su pistola láser.

Apuntando, descargó un rayo constante en el corazón del frágil cuerpo


humano de la Gorgona. La piel fina y pálida se volvió negra y rojiza. Un agujero
carnoso se ensanchó en el pecho. Fate no se detuvo hasta que lo atravesó. Las
serpientes cortadas se desprendieron de la Gorgona, dejándola caer al suelo. Su
chillido desgarrador llenó la cueva. La última serpiente descendió sobre Fate.
Agachándose, giró y le cortó la cabeza. El cuerpo se tambaleó hasta que Fate perdió
la paciencia y lo apuñaló de nuevo.
Sin aliento, Fate tropezó con la pared y se apoyó en ella. Un terrible cansancio
se estaba apoderando de ella. Su cuerpo le pedía sentarse, pero no estaba dispuesta
a descansar allí. Recogiendo la cabeza de la Gorgona, se tambaleó por el túnel.
Cuando salió a la cámara, encontró a Brune tumbada boca abajo sobre las rocas con
las piernas flotando en el agua.

Fate corrió hacia ella y le tocó la cara. Su piel estaba helada.

—¿Brune? —Brune gimió algo—. Venga, vamos a llevarte de vuelta al


santuario —Fate agarró a Brune por debajo de los brazos y la arrastró
completamente fuera del agua. Incluso con la fuerza cibernética incorporada a su
armadura, el esfuerzo la dejó sin aliento.

—Tienes que dejarme —gimió Brune.

Fate se esforzó por recuperar el aliento.

—De ninguna manera. No te voy a dejar aquí.

—Estoy contaminada.

—Difícilmente llamaría a mojarse estar contaminado —argumentó Fate.

—Hay algo en el agua. Se metió en la mordida. Puedo sentirlo.

Fate la despidió con un gesto de desprecio y luego dejó caer su brazo en


agotamiento.

—Lo arreglaremos. Pero primero tenemos que sacarte de aquí.

Brune se levantó temblorosamente para sentarse. Las venas verde oscuro


sobresalían de su cuello y se extendían por su mandíbula.

—Ew... uh, pareces un poco... enferma —Fate entrecerró los ojos ante la zona
infectada. Se levantó con dificultad y le tendió la mano a Brune—. Vamos. Farouk
te curará.

Brune la miró.

—No puedo ir contigo.

Fate se tambaleó en su sitio.

—Puedes y lo harás.

La barbilla de Brune tembló mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

—No, me merezco esto.


Fate se dobló por la cintura, apoyando las manos en las rodillas. El mero
hecho de mantener la cabeza erguida era agotador.

—A pesar de que me molesta constantemente tu exagerado complejo de


superioridad y tu total falta de don para socializar, ni siquiera tú te mereces que te
dejen en un infierno como éste. Así que no me hagas tener que arrastrarte a ti y a
esta cabeza de doscientos kilos fuera de aquí. Porque lo haré. Pero tiene que ser
ahora. Me estoy desvaneciendo rápidamente. Tengo un colmillo clavado en el brazo
y creo que me está matando. Lo digo porque no me siento muy bien en este
momento.

—¿De verdad? —Brune le dedicó el ceño fruncido que Fate se había


acostumbrado a ver—. ¿Estás diciendo que no puedo sacrificarme por el bien de
todos, porque tú necesitas que te salven?

El rostro de Brune se oscureció y se desdibujó. Fate se frotó los ojos, pero su


visión sólo se oscureció.

—No es eso lo que quería decir, pero puede ser una opción que podamos... —
Se interrumpió. De repente, sintió que su lengua era espesa y sus palabras se
arrastraron mientras se volcaba y se desmayaba.
Capítulo 36
Esta bestia no tiene modales

EL EXTREMO VERDE DE LA PRADERA SE DISOLVÍA EN TONOS GRISES


sin forma, antes de reorganizarse en el ascenso y descenso de las onduladas
llanuras del desierto. Finn entrecerró los ojos contra el resplandor del sol que
rebotaba en la arena blanca. Sithias había utilizado las Palabras de Creación para
situarlos en el mismo borde del desierto de Mirajaran, pero desde donde estaban
no había forma de saber dónde empezaba o terminaba el Mirajaran. Las olas de
arena que se extendían más allá del horizonte parecían iguales en todas las
direcciones.

El calor irradiaba del suelo en oleadas. No había ni la más mínima brisa que lo
hiciera un poco más soportable. Finn ya notaba que el calor extremo le restaba
energía y estuvo tentado de invocar a Aire para llamar a un viento suave, pero sabía
que era mejor no manipular los elementos en aras de la comodidad.

Finn se volvió hacia Sithias, que estaba bien sombreado bajo un sombrero de
paja puntiagudo con un ala redonda del tamaño de un paraguas. Parecía un mago
mexicano. Lo único que le faltaba eran los coloridos dibujos tejidos en la trama y
las bolas de dingle como adorno.

—Creo que hay que ponernos un poco de protector solar —sugirió Finn—. El
ardor ya está empezando.

—Estás mirando mi sombrero, ¿verdad? —Sithias rebotó en su sitio, haciendo


que el ala demasiado ancha de su sombrero se moviera—. Un golpe de genio
realmente. Me sorprende lo cómodo que estoy bajo esta sombra artificial que he
diseñado —Tiró del cordón bajo la barbilla—. Aunque a esta correa de la barbilla le
vendría bien un pequeño ajuste.

Finn no se molestó en decirle que su invento ya había sido diseñado hace


siglos. Se secó el sudor que le caía sobre el labio superior.

—Eso es porque tienes la constitución de una serpiente. Necesitas el calor.

—No cuando estoy en forma humana.

—Bien entonces —cedió Finn— tomaré uno de tus sombreros.


Mientras Sithias se dedicaba a fabricar otro sombrero, Finn se protegió los
ojos con la mano y miró a su alrededor en busca de la Lhiannan Shee, girando 360
grados antes de darse por vencido.

—Supongo que estás esperando a nuestro guía en cualquier momento —


Sithias le entregó a Finn el enorme sombrero.

Finn se colocó el sombrero en la cabeza, sintiendo un alivio instantáneo del


sol abrasador.

—Sí, esperaba que ella, quiero decir él nos estuviera esperando cuando
llegáramos.

—¿Me vas a decir quién es este misterioso guía?

—Uh... alguien que conocí en Asgar, fue una suerte habérmelo encontrado.
Este tipo está familiarizado con el Mirajaran. Nos llevará a donde tenemos que ir.

Sithias entrecerró sus ojos nublados y lo miró fijamente.

—Pareces nervioso. ¿Estás seguro de que podemos confiar en este hombre?

Finn estaba a punto de continuar con su mentira asegurando a Sithias que


estaban en buenas manos, cuando divisó una lejana caravana de camellos que se
elevaba sobre un oleaje y señaló por encima del hombro de Sithias.

—Ahí está.

—¿Dejamos que tu guía se entere de mi disfraz o me quedo con el personaje?


—preguntó Sithias mientras empezaban a caminar en dirección a los camellos.

—Probablemente sea mejor que piense que eres Asclepio. No querríamos que
se escabullera frente al Djinn —No es que eso cambiara las cosas. La Lhiannan Shee
ya sabía que Sithias era una serpiente que cambia de forma. Pero Sithias no
necesitaba saber eso.

—Excelente. Asclepio vive —Sithias aminoró el paso y se apoyó fuertemente


en su bastón como el anciano que pretendía ser.

La formación de camellos en fila india se detuvo frente a ellos. Tres de los


camellos eran para jinetes y los otros tres llevaban provisiones. El jinete iba vestido
con capas de tela y llevaba un turbante rojo. Llevaba la cara cubierta y sólo se le
veían los ojos. De no ser por las dos sillas de montar vacías, Finn podría haber
temido que se tratara de un nómada del desierto con el que se habían topado. No
pudo evitar quedar impresionado por la autenticidad y la preparación de la
Lhiannan Shee.

—Sus barcos del desierto han llegado —anunció el guía.


Confundido, Finn frunció el ceño. ¿Por qué su guía sonaba como una mujer?
¿A qué clase de juego estaba jugando ahora?

—¿Quién eres? Esperaba...

—¿Mi hermano, Hakim? —Se quitó el velo que cubría su rostro, revelando una
belleza de piel oscura, pelo negro y ojos del color de las aceitunas. Sonrió
seductoramente—. No pudo venir, así que me envió en su lugar. Puedes llamarme
Alya.

—Alya, esto no va a funcionar. Tienes que mandar a buscar a tu hermano —


argumentó Finn.

—A mí me sirve —dijo Sithias, su inclinación desapareció de repente—.


Permíteme presentarme, Alya. Soy Sith… —se aclaró la garganta—. Asclepio,
sanador y médico, a tu ssservicio.

Su mirada se dirigió a él mientras inclinaba la cabeza en señal de saludo.

—He oído hablar de usted —Sus ojos se abrieron de par en par, como si
estuvieran asombrados—. ¿Es cierto que puedes resucitar a los muertos?

Sithias parecía perplejo.

—Puedo —respondió con cuidado— siempre que no interfiera con el orden


natural de las cosas.

—Yo pensaría que cualquier resurrección de este tipo sería una perturbación.

Sithias abrió la boca para hablar, pero Finn lo interrumpió.

—¿Dónde está Hakim? Dijo que estaría aquí. Él sabe dónde encontrar a los
Djinn.

—Como yo —Su mirada ardía de desafío.

Él podía ver que ella no iba a retroceder.

—Así que esto es lo que hay.

—Si estás tan insatisfecho, puedo dar la vuelta e irme a casa.

—No, es demasiado tarde para eso. Tendremos que arreglárnoslas —


refunfuñó Finn mientras se dirigía a uno de los camellos.

La Lhiannan Shee levantó la mano.

—Yo no haría eso si...


El camello sacudió la cabeza hacia Finn, gruñendo con la boca abierta. De su
garganta borboteante brotó saliva espumosa. Finn se detuvo en seco, no porque se
asustara; la bestia olía a abono viscoso.

—Acercarse a un camello de esa manera sólo lo perturba —le amonestó ella—.


Debes acercarte de forma no amenazante. Y no lo mires a los ojos.

—No me importan sus malditos sentimientos. Me preocupa más la agresión a


mis sentidos —Finn se cubrió la nariz mientras miraba al camello malhumorado y
escupidor.

—Me disculpo por mi aprendiz —dijo Sithias, haciéndose el ciego al usar su


bastón para ponerse al lado de Finn—. Estamos agradecidos de tenerte a ti y a tus
camellos —se pasó la mano por la nariz—. ¡Oh! ¿Qué es ese olor? ¿Viene de estas
bestias? Es horrible. Sin ánimo de ofender a nuestra amable anfitriona.

Inclinó ligeramente la cabeza.

—No me ofendo. Después de un tiempo, te acostumbrarás a su olor y no será


tan molesto.

—Prefiero volar que sentarme en esa alfombra de pulgas andantes de olorosas


manchas misteriosas —susurró Sithias a Finn.

—Pensé lo mismo —coincidió Finn—, pero nos freiríamos bajo este sol, y
ciertamente no podemos caminar. Es una pena que conducir un jeep con aire
acondicionado no es posible o te haría escribir uno.

—Suena interesante. ¿Qué es un jeep? —preguntó Sithias.

—No importa. Acabaríamos haciendo girar las ruedas y nos hundiríamos de


todos modos.

Sithias agitó la mano delante de su cara.

—Los camellos serán entonces. ¿Cuánto crees que tardaremos en dejar de


olerlos?

Finn suspiró resignado.

—Probablemente más tiempo del que tardemos en llegar a nuestro destino.

***
Después de viajar la mayor parte del día, el hedor de los camellos se convirtió
en el menor de sus problemas. Montar en camello resultó ser más que un poco
incómodo. Era francamente desagradable. Sin embargo, Finn parecía estar mejor
que Sithias.

Sithias había tenido un comienzo difícil con su camello. Al montar en el


animal, había procedido a caer sobre el cuello del camello cuando éste se puso de
pie, con las patas traseras por delante. Algo que el camello no había apreciado. Los
dos nunca se llevaron bien después de eso. El camello gimió y gruñó durante horas,
e incluso intentó huir con él.

Peor aún, la Lhiannan Shee había estado dispuesta a dejarle cabalgar hacia el
horizonte. Quería a Finn para ella sola. La única razón por la que finalmente
persiguió a Sithias fue porque Finn había amenazado con romper su acuerdo con
ella. No es que se hubiera preocupado por Sithias exactamente, ya que al final
habría encontrado el camino de vuelta, ya sea haciendo brotar las alas o utilizando
las Palabras de Creación. La principal preocupación de Finn había sido demostrarle
a la Lhiannan Shee que él era el que mandaba.

Por el momento, todo estaba en calma. Las interminables y ondulantes olas


de arena contra el claro cielo azul tenían un efecto tranquilizador en la mente de
Finn. Podía dejarse llevar y permitir que sus pensamientos viajaran a donde
quisieran, y Fate estaba adonde iban. La imaginó sentada detrás de él, con la
cabeza apoyada en su espalda y los brazos alrededor de su cintura. A veces, cuando
estaba completamente en el momento, todo estaba bien con el mundo.

—Me late la rabadilla —gimió Sithias—. Este animal y su andar errático serán
mi fin. Me tira esta montura con cada paso desgarbado. Mis muslos están rozados y
mi trasero se está convirtiendo en un gran moretón.

Finn se giró en su asiento para echarle un vistazo. Sithias se aferraba al


cuerno de madera de la silla de montar para salvar su vida, con las piernas
apretadas mientras se sentó encima del camello rígido como una tabla.

—Sí, no es un picnic en esta cosa, pero tienes que aflojar. Deja que tu cuerpo
se balancee con los movimientos. Te resultará más fácil que permanecer rígido en
tu asiento.

Sithias se encorvó hacia delante con su cara arrugada y fruncida en un


miserable ceño.

—Intenté darle a esta bestia de carga el respeto que se merece. Una vez fui un
caribú. ¿Recuerdas? Los llevé a ti y a Gerdie a través de una tormenta de nieve.

—Sí, lo recuerdo.

—Pero no puedo hacerlo. Esta bestia no tiene modales.

El camello giró la cabeza y gruñó, agitando los labios y escupiendo saliva al


aire.
Sithias se protegió la cara.

—¿Ves? ¡Lo hace a propósito!

Finn reprimió las ganas de reír.

—Parece que no le gustas. Tal vez deberías probar algunos de tus poderes
curativos con él.

—Lo que me gustaría hacer es mostrarle que hay una serpiente mortal en su
espalda —Mantuvo la voz baja para que "Alya" no le oyera.

—Exageras lo de mortal, pero es posible que el camello perciba un reptil en su


lomo.

Sithias le hizo un gesto despectivo.

—Nunca le atribuiría a esta criatura tanta inteligencia.

El camello baló, como si quisiera discutir el punto.

—Nos acercamos al territorio de los Djinn —anunció la Lhiannan Shee


mientras detenía la caravana. Se giró para mirarlos—. Sugiero que acampemos
aquí. Si nos acercamos más, seremos susceptibles a las ilusiones que plagan esta
tierra.

—¡Oh, gracias a los dioses! —Exclamó Sithias—. ¡Sácame de esta cosa!

Los camellos fueron desempacados y las tiendas fueron montadas en pocos


minutos, gracias a Sithias y sus Palabras de Creación. Se acercó cojeando a su
tienda y apartó la solapa.

—Me tomaré un momento para reunirme antes de convocar al Djinn. Tengo


algunos ungüentos que necesitan ir a lugares que es mejor mantener en privado —Y
con eso, desapareció en su tienda.

El Lhiannan Shee se acercó a Finn.

—Por fin a solas. Si tuviera que escuchar otra queja lamentable de él, me
volvería loca.

Finn la ignoró y tomó asiento a la sombra bajo el toldo. Entre la Lhiannan


Shee que le presionaba constantemente para que le prestara atención y la miseria
de Sithias, él mismo se sentía un poco irritable.

Se sentó a su lado.

—Fingir que no estoy contigo... siempre —añadió— no va a hacer que me vaya.


—¿Por qué sigues con esto? —Finn estaba cada vez más tenso—. Mi corazón
pertenece a otra persona. Nada que puedas hacer cambiará eso.

Ella lo miró fijamente con una mirada abierta de anhelo.

—Está en mi naturaleza alimentarme del amor. Es lo que me alimenta.


Supongo que esto me hace desear el tipo de amor que tú sientes por ella. Durante
eones, he observado a los mortales y lo profunda y completamente que se aman.
Los apegos son ajenos a los Fae. Somos espíritus libres. Sin embargo, envidiamos
tu profundidad de emociones. Somos capaces de inspirar la mayor de las pasiones
en los corazones de los mortales, pero carecemos de lo mismo en nuestros propios
corazones.

—No sabía que tenías corazón.

—Lo tenemos. Simplemente usamos el nuestro de forma diferente —Sus iris


aceitunados se profundizaron hasta el marrón canela de los ojos de Fate.

Finn apartó la mirada.

—No lo hagas. Te he ordenado que no lo hagas.

Ella puso su mano sobre la de él. Su piel era suave y fría al tacto.

—Lo siento, fue sin querer. No puedo evitarlo. Ella está sobre ti, viviendo bajo
tu piel, fluyendo a través de tu sangre. Ella es todo lo que ves cuando me miras y
como el camaleón que soy, respondo y me convierto en lo que hay en mi entorno.

Sithias salió de su tienda, con los brazos llenos de materiales para la


invocación.

Finn sacó la mano de debajo de la suya.

—¿Qué es esto? —preguntó Sithias mientras se colocaba sobre ellos.

Finn lo miró. ¿Cómo iba a explicar quién era ella en realidad? Esperaba evitar
el tema por completo. Un ceño fruncido se formó en el rostro de Sithias, y Finn se
sintió cada vez más incómodo.

El sonido de un gorgoteo fuerte y quejumbroso invadió su espacio.

Sithias se puso rígido y nervioso.

—¿Ese camello está caminando hacia aquí? Dime que se está deteniendo.
Dime que no se dirige directamente hacia mí.

Finn miró a su lado. Mientras todos los demás camellos estaban sentados en
fila india donde los habían dejado, el camello de Sithias estaba en pie y se acercaba
a paso ligero. La Lhiannan Shee se puso en pie de un salto justo cuando el camello
se detuvo detrás de Sithias y chocó la cabeza contra su espalda.

Sithias graznó y dejó caer el fardo que llevaba. Botellas, cristales, varillas de
salvia, plumas y velas se desparramaron por todas partes.

—¡Ha llegado para comerme! —gritó.

El camello le baló y luego volvió a masticar su bolo alimenticio


perezosamente.

—Creo que le gustas a ella —dijo la Lhiannan Shee mientras agarraba y la


tiraba hacia el rebaño.

—¿Ella? —gritó Sithias—. ¡Bueno, me temo que quiere pisotearme hasta


muerte!

Finn tiró de la túnica de Sithia.

—Cálmate, tenemos trabajo que hacer. Yo necesito que te concentres.

Sithias se sentó a su lado, pero su mirada estaba fija en el camello.

—Es difícil concentrarse cuando me miran fijamente con esos ojos límpidos
de flecos gruesos y caídos.

—Cuidado, corres el riesgo de sonar enamorado —se burló Finn.

Sithias jadeó con horror.

—¡Nunca!

El Lhiannan Shee se reunió con ellos.

—¿Exactamente qué estamos invocando? —preguntó mientras observaba a


Sithias disponer las piezas ceremoniales sobre la manta.

—El jann —respondió Sithias—. De todos los Djinn, son los más abiertos a los
humanos, y enemigos de los ghul, lo que veo como una ventaja. También son
conocidos por revelar algún que otro oasis a los viajeros que consideran dignos.

—Ninguno de los Djinn es de fiar —advirtió el Lhiannan Shee.

—Soy plenamente consciente de ello. También se sabe que los jann ocultan un
oasis a los humanos que les desagradan. Por desgracia, mis opciones son
extremadamente limitadas. Puede que haya muchos tipos de Djinn entre los que
elegir, pero los jann son los únicos que estarán abiertos a ayudarnos. Siempre que
demostremos que lo merecemos —explicó Sithias.
—¿Cómo hacemos eso? —preguntó Finn.

Sithias jugueteó con un cristal, girándolo de un lado a otro.

—No estoy seguro. Lo único que sé es que, cuando los jann aparecen, toman la
forma de un camello blanco o de un torbellino. Personalmente, prefiero lo segundo.
Ya he tenido suficientes tratos con camellos, gracias.

—Es justo —dijo Finn—. Pero tendremos que hacer esto solos —Se volvió
hacia la Lhiannan Shee—. Tienes que irte.

La ira apareció en su rostro bronceado, pero el miedo parpadeó en sus ojos.

—No, me necesitas aquí para esto. No puedo dejarte a merced de los Djinn.

Finn echó humo en silencio. Quería decirle a Sithias que ella era Fae y que su
sola presencia durante la invocación desataría algún tipo de ataque sobre ellos. Ella
le había dicho directamente que los Fae y los Djinn eran enemigos mortales. Pero
no quería que Sithias supiera que había hecho un pacto con una criatura cuya única
intención era seducirlo para poder consumir completamente su energía vital.

Sithias observó el enfrentamiento, su cabeza giró de Finn a "Alya" y viceversa,


haciendo estallar su disfraz de viejo ciego.

Finn dio un puñetazo en la arena.

—Basta de charadas. Sithias, es hora de que sepas que Alya es un hada que
chupa energía. Ella es parte de la Tríada Feadh-Ree, el único Fae que puede abrir la
puerta a través de la división de fuego.

—Sabía que había algo entre vosotros dos —Sithias parpadeó con un evidente
revoltijo de pensamientos pasando por su cabeza—. Y yo que pensaba que era
tensión sexual.

Finn no se molestó en confirmar que también había eso.

—¿Por qué enviarla lejos cuando sólo vamos a tener que llamarla de nuevo
después de que nos muestren dónde encontrar la división? —preguntó Sithias.

—Los Fae y los Djinn no se llevan bien —Finn estrechó la mirada hacia la
Lhiannan Shee—. Sabías que los Djinn nos negarían la ayuda si te quedabas
durante la invocación.

Ella no respondió.

—¿No lo sabías? —insistió él. Se rio con amargura—. Quieres evitar que cruce
la línea divisoria. ¿Por qué no lo vi antes? —Sacudió la cabeza—. Casi me has
engañado. Casi caigo en la trampa.
La Lhiannan Shee se quedó muy quieta.

—Vete y no vuelvas —le ordenó Finn—. Llamaré a la Tríada cuando esté listo y
no antes. Sólo entonces recibirás tu pago.

La Lhiannan Shee le tendió la mano, con expresión suplicante, antes de


desaparecer de su vista en un parpadeo.

Era la primera vez que Finn sabía que se había ido de verdad. Hasta ese
momento, no se había dado cuenta de lo mucho que le había reconfortado su
presencia, tanto si la veía como si no. Cuando se encontraba en su punto más bajo,
hambriento y abatido, y necesitado de fuerzas para seguir adelante, se había
aferrado a lo que la Lhiannan Shee le había dado, una visión real de Fate, en carne
y hueso. No había sabido cuánto lo necesitaba hasta ese momento. El pánico se
disparó a través de su sistema nervioso y la ansiedad se apoderó de él. ¿Cómo se las
arreglaría sin la muleta de poder invocar la visión que necesitaba para seguir
adelante?

Algo se rompió en su interior y su espíritu se fracturó. Un repentino y terrible


escalofrío se extendió por su piel, helándole los huesos.

El viaje aún no había terminado. ¿Y si las cosas se ponían tan mal que perdía
el rumbo? ¿Y si necesitaba que la Lhiannan Shee fuera Fate para él, porque un
momento de inspiración significaba la diferencia entre la vida y la muerte?

—Lo hará, señor —dijo Sithias—. Ahora me tienes a mí. Te mantendré a salvo
de los Djinn, y especialmente de esa súcubo.

—¿Qué? —Finn se estremeció mientras miraba a Sithias con confusión—.


¿Ahora también lees la mente?

Sithias lo miró con profunda preocupación.

—No. Al principio pensé que me hablabas a mí, pero está claro que estabas
diciendo tus pensamientos en voz alta. Esto no es una buena señal. Esa vampiresa
te ha clavado sus garras. Mírate, con los ojos desorbitados y temblando como si
estuvieras atrapado en una tormenta de nieve y no en este desierto —Se retorció las
manos—. Oh, querido, creo que te has vuelto espiritualmente dependiente de esta
criatura malvada y ahora estás sufriendo por la repentina retirada de su presencia
Capítulo 37
Juramento del meñique

—ESO ES TODO. TODA LA HISTORIA —LE DIJO FATE A GERDIE


mientras alisaba sus dedos sobre la mordedura de serpiente que se estaba
desvaneciendo en su brazo. Debería hablar con Farouk para que embotellara la
poción de rescate que había utilizado para neutralizar el veneno de la Gorgona en
su organismo. Mucha gente en la Tierra podría beneficiarse de sus milagrosas
propiedades curativas.

Gerdie se retorció de incomodidad, se deslizó de la silla y se paseó de un lado


a otro de la sala de estar del dormitorio de Fate. Se detuvo y miró a Fate.

—¿Le crees?

Fate se quedó callada un momento.

—Lo sé.

—¿Y qué hay de lo que te hizo?

—Por mucho que odie lo que hizo Brune, ahora puedo entender por qué. Ella
estaba siendo impulsada por su juramento tanto como yo. No puedo culparla por
hacer lo que tenía que hacer.

—¿Sabes cuánto tiempo he vivido pensando que Brune hizo que quemaran a
Oma en la hoguera y me dejó sola, luchando por sobrevivir durante cientos de
años? No puedo dejar pasar eso porque Brune tergiversó la historia para parecer
inocente.

—Puede que sí, pero todo el odio que llevas encima te está haciendo daño,
Gerdie.

—Se siente mejor que estar triste todo el tiempo —murmuró Gerdie.

Fate se sentó y acurrucó los pies en la suavidad del sofá.

—No estabas allí cuando me lo dijo. Fue impactante. De repente, la fría y dura
Brune que ambas conocemos había desaparecido y en su lugar había alguien
sincero y arrepentido. Sé que no quieres oír esto, pero su versión de la historia
parece ser tan cierta como la tuya.
—Brune siempre fue la mejor mentirosa del mundo.

—Pero, ¿qué pasa si ella está diciendo la verdad? ¿No quieres tener la
oportunidad de arreglar las cosas entre ustedes dos? Especialmente desde que
Farouk dijo que ella podría no sobrevivir más allá de otro día.

Los pequeños hombros de Gerdie se relajaron y su expresión se suavizó.

—Ella te salvó.

Fate asintió.

—Podría no haber hecho nada y dejarnos morir a los dos en esa horrible cueva
—Miró al techo y suspiró—. No puedo creer que esté diciendo esto, pero no creo
que Brune sea la bruja malvada que siempre pensé que era.

—Quizá vaya a verla más tarde —murmuró Gerdie—. Creo que es lo mejor.

La silla bajó para que Gerdie pudiera volver a subirse. Se acomodó las rodillas
bajo la barbilla, mientras tiraba del dobladillo del vestido por encima de las
piernas.

—Supongo que ahora que Brune está fuera de servicio, has perdido a tu
apoderada. Lo siento mucho. Sé lo mucho que querías encontrar a Finn.

—Nunca iba a hacer de Brune mi apoderada.

Gerdie frunció las cejas con confusión.

—¿Estás pensando en convocar a la siguiente chica? Ni siquiera estoy segura


de que haya una. Estoy bastante segura de que la línea Inkwell termina contigo.

—¿Dónde está escrito que tengamos que elegir a alguien de nuestra familia?

Gerdie lo pensó un minuto.

—Hmm, podrías tener razón. No vi nada que dijera lo contrario cuando estuve
mirando el Manual del Guardián.

—Exactamente.

—¿Entonces quién?

—Jessie. Ella es perfecta. Ha demostrado ser una guerrera nata. Es valiente e


inteligente. Y sobre todo, puedo confiar en ella.

Gerdie asintió lentamente.

—Parece que podría funcionar. ¿Ya le has preguntado?


—Anoche. Ella lo tiene todo.

—¿Cuándo te vas?

—Mañana después de que usemos la cabeza de la Gorgona para convertir al


carroñero en un montón de arte abstracto.

Gerdie sonrió.

—Así que todo está resuelto entonces.

El corazón de Fate revoloteó con energía nerviosa.

—Casi. Ahora viene la parte más difícil.

—Contarle a Eustace lo de Finn.

—Lo has adivinado y digamos que prefiero enfrentarme de nuevo a las


Gorgonas que decirle a Eustace que estoy enamorada de mi novio imaginario y salir
a buscarlo. Incómodo ni siquiera empieza a describir lo que va a ser eso.

Una llamada a la puerta puso los nervios de punta a Fate.

—Esa es mi señal para irme —Gerdie saltó de la silla.

Fate se levantó de la comodidad del sofá y las mantas. Se quedó mirando la


puerta, incapaz de moverse hacia ella.

—Estás más pálida que Sithias, y eso ya es decir mucho —Gerdie se acercó a la
puerta, alcanzó el picaporte y se detuvo—. Sólo recuerda que es tu padre. No hay
nada que puedas decir que haga que deje de quererte.

Abrió la puerta y Eustace entró.

—¿Ya te vas? —Sonrió con cariño al pequeño adulto que tenía delante.

—Sí. Aparentemente, tengo décadas de resentimiento con las que tengo que
lidiar. Además, ustedes dos tienen que ponerse al día.

Eustace asintió de acuerdo y cerró la puerta tras ella. Dudando un momento,


finalmente se dio la vuelta, luchando por mantener una expresión neutral mientras
caminaba hacia el centro de la habitación. Se inclinó y besó a Fate en la frente.

—¿Cómo estás? Tengo entendido que la guarida de la Gorgona no fue un


picnic.

Todas las reservas de Fate se desvanecieron y un torrente de emociones salió


a la superficie. Eustace siempre había sido su pilar de fuerza y nada cambiaría eso.
Sorbiendo una lágrima, se acercó a él para abrazarlo. Eustace la estrechó entre sus
brazos y le devolvió el abrazo.

—¿Qué tan malo fue?

Apoyó la cabeza en su pecho con un suspiro de cansancio.

—Horrible más allá de las palabras.

La guio de vuelta a su pila de almohadas y mantas.

—Siéntate y cuéntame todo.

Se dejó caer en la suave nube de calor y atrajo las mantas hacia sus hombros.

—De ninguna manera, me castigarás por una eternidad si te cuento todos los
feos detalles.

Parecía que estaba a punto de discutir el punto, entonces sonrió de acuerdo.

—Tienes razón. Probablemente sea mejor que me dejes con mis ilusiones
respecto a tu seguridad. Sobre todo, después del alarmante estado en que regresó
Brune —Se sentó frente a ella, mirándola con un brillo curioso en sus ojos grises
ahumados—. Diré que no podría estar más orgulloso de ti, Garabatos. Tu fuerza
es... sorprendente.

—Gracias, papá. Eso significa todo para mí —Se quedó callada, volviéndose a
poner nerviosa. ¿Cómo se suponía que iba a traer a Finn a la conversación? Eustace
apenas se había adaptado a su papel de Guardiana de la Fortaleza. ¿Acaso meter a
un novio en la mezcla sería demasiado para él?

—¿Qué pasa? Puedo decir que algo te está comiendo.

—Bueno, hay una cosa que no he mencionado desde que volví del Libro de las
Fábulas. He... Estado esperando el momento adecuado para decírtelo, pero todo ha
sido tan caótico.

—Lo sé. Todos hemos tenido que aguantar los golpes. ¿Qué pasa? —Se inclinó
hacia delante, apoyando los codos en las rodillas—. Sea lo que sea, puedes
decírmelo. Nada va a cambiar entre nosotros.

Fate se sentó recta y rígida.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo —Extendió la mano—. Lo juro.

Fate entrelazó su dedo meñique con el de él.


—Recuerda, el juramento del meñique es la más solemne de las promesas.
Rómpelo y tendrás que tragar miles de agujas.

—Sí, y eso he oído desde que tenías seis años.

—Muy bien entonces —Le dio una buena sacudida a su meñique. Al soltarlo,
se dejó caer contra las almohadas y empezó a retorcer la manta en sus puños. Una
ráfaga de palabras zumbaba en su cabeza mientras luchaba por armar la frase
perfecta—. ¿Te acuerdas del chico sobre el que escribía? —dijo por fin.

—Finn McKeen, por supuesto.

Levantó la mirada de la manta que estaba manoseando y miró a Eustace.

—¿Qué dirías si te dijera que lo conocí de verdad?

Eustace la miró sin comprender.

—Yo diría que... ¿cómo puede ser?

Fate se relajó un poco. Esta parte al menos la entendería y la creería.

—Cuando Brune me convocó a la librería, utilizó el Orbe con una especie de...
hechizo de amor —Ella continuó explicando los detalles y Eustace escuchó sin
interrumpir. Observó el más mínimo signo de angustia en el rostro de su padre,
pero éste permaneció tranquilo, limitándose a mirar hacia atrás con la cabeza
agachada, mostrando interés en sus ojos detrás de sus gafas académicas.

—Vaya, eso es asombroso —dijo cuando ella terminó de relatar cómo había
surgido Finn—. Sabía que el Orbe tenía poderes extraordinarios de creación, pero
producir un ser sensible hecho de carne y hueso... bueno, eso va mucho más allá de
lo que podría haber imaginado.

Fate se revolvió con las almohadas a su espalda, deseando desesperadamente


evitar la siguiente parte. Renunció a intentar ponerse cómoda. Nada de esto era
cómodo.

—Al principio apenas podía creerlo. De hecho, no lo hice. Era todo demasiado
imposible. Era exactamente como lo imaginaba —Sonrió sin quererlo—. Mejor, en
realidad.

Fue el turno de Eustace de moverse incómodo.

—Supongo que lo conociste bastante bien.

Fate asintió.

—Lo hice. Viajó por todas las fábulas conmigo.


Eustace se aclaró la garganta y se tiró de la corbata.

—¿Exactamente cómo se familiarizaron el uno con el otro?

Deja que tu padre vaya directamente al grano. La cara de Fate se calentó y de


repente deseó que el suelo se abriera y la tragara. Acomodó la manta bajo su
barbilla, queriendo agacharse y esconderse detrás de ella. Pero no lo hizo. Ya no era
una niña.

—Nos enamoramos.

La habitación se quedó en un silencio espantoso y cuando ella tragó, el


pequeño ruido sonó como si estuviera retumbando en un equipo de música.

—Ah, ya veo —Eustace se quitó las gafas y se dedicó a limpiar las lentes en su
chaleco.

—No pasó nada más allá de un beso —soltó Fate. No podía permitir que sus
miedos llevaran su imaginación a lugares que los avergonzaran a ambos.

—Oh, gracias a Dios —Se volvió a poner las gafas y se acomodó en la silla con
cara de gran alivio—. Así que este joven es tu primer amor. ¿O debería decir el
segundo, puesto que ya te habías enamorado de él cuando lo imaginaste por
primera vez?

—Más o menos —Fate sonrió tímidamente.

—Háblame de él.

Fate relajó su agarre de la manta y se acurrucó contra las almohadas.


Describió la naturaleza bondadosa de Finn y su conocimiento de la magia druídica.
Explicó cómo las runas de la Raza Mayor mejoraban sus habilidades, no sólo la
fuerza y la velocidad sobrehumana, sino también su poder sobre los elementos.
Cuando llegó a la parte de cómo Finn había sido poseído por la oscuridad de
Mugloth, eligió sus palabras con cuidado y moderó la historia. Al fin y al cabo, se
trataba de su padre, excesivamente protector. Ciertos detalles podrían manchar
para siempre su opinión sobre Finn y ella no podía permitirlo.

—Por lo que me cuentas, Finn parece un joven encomiable. Sé algo de los


druidas y ellos honran la vida por encima de todo. Debe haber tenido una terrible
guerra de conciencia dentro de sí mismo para tomar incluso la vida de los
monstruos que encontraste en las fábulas.

—Lo hizo por mí, papá. No quería que la oscuridad con la que se había
infectado me tocara. Sabía que si tenía que hacer esas cosas horribles me
cambiarían.

—Sin embargo, ¿se las arregló para seguir siendo honorable y fiel a quien era
frente a una resistencia tan intensa? —Fate detectó un atisbo de duda en su voz.
—Seré sincera, hubo momentos en los que casi sucumbió a la maldad.

El agarre de Eustace en el brazo de la silla se tensó.

—¿Y cómo exactamente se manifestaron esos momentos?

La imagen de la cruel sonrisa de Finn y de los despiadados ojos negros de éste


se reflejaron en la mente de Fate. Por mucho que quisiera olvidar, no podía borrar
el doloroso recuerdo. El creciente odio a sí mismo, mezclado con su conexión con el
Roble Maldito, había culminado en una distorsión de sus sentimientos hacia ella.
En un momento de completo agobio, su ira y su resentimiento se habían
descontrolado, llevándolo al borde de hacer lo impensable entre ellos. Pero al final,
luchó contra la siniestra influencia que se apoderaba de su sistema clavándose una
cuchilla. El dolor físico que se había provocado a sí mismo había despejado su
mente. Se había asustado, pero Finn había demostrado su amor por ella, no sólo
entonces, sino una y otra vez.

—¿Qué ha hecho? —Eustace se inclinó hacia delante con intensa


preocupación—. Está en toda tu cara. Te hizo algo, ¿verdad?

—No —Fate se enfrentó a su padre directamente—. Me protegió contra todo.


Incluso en su detrimento —Las lágrimas ardían en el fondo de sus ojos—. Le costó,
papá. Le costó la vida.

Eustace parecía arrepentido de su dureza.

—¿Está muerto?

Una lágrima se escapó mientras Fate negaba con la cabeza.

—Peor —Su voz temblaba mientras describía el último sacrificio de Finn para
salvarla del Hombre Verde y su internamiento final dentro del Roble gigante.

Eustace se quedó callado un momento después de asimilarlo todo.

—Me dices esto porque quieres volver y liberarlo —Era una afirmación más
que una pregunta.

—Lo hago.

—¿Cuándo piensas ir?

—Justo después de ocuparnos del carroñero.

Eustace no se movió. Fate esperó con ansiedad, observando la batalla interna


que se libraba tras la expresión cuidadosamente compuesta de su padre.

—¿Has averiguado cómo vas a liberar a Finn del Roble? —preguntó por fin.
Fate lo miró sin palabras. Había estado tan concentrada en volver a Oldwilde
que no había pensado en cómo resolver esa parte del problema.

—Puedo ayudarte con eso —se ofreció—. Veré qué investigación puedo hacer
sobre el Hombre Verde y la magia elemental en general.

—¿Harías eso por mí?

Eustace se acercó y le puso la mano en la rodilla.

—No tienes ni idea de hasta dónde llega un padre para asegurar la felicidad de
su hija, ¿verdad?

Las lágrimas corrían libremente mientras Fate le sonreía.

—Sí, papá. De verdad, de verdad lo hago.


Capítulo 38
Bienvenido de nuevo

FINN SABÍA QUE ESTABA EN PROBLEMAS. EL DOLOR LE ATRAVESABA


las entrañas y las náuseas le invadían el cerebro, pero el abrumador frío glacial era
lo peor. El intenso calor del desierto no ayudaba a mitigar el amargo frío. Ansiaba
el calor en sus huesos. Se sentía vacío, como si el propio fuego de la vida le hubiera
abandonado.

Agitado por violentos escalofríos, cayó de lado y se acurrucó sobre sí mismo.

—Haz la invocación, Sithias. Hagamos esto.

—¿Estás seguro?

—Sí, tenemos que traer al Djinn aquí antes de que empeore.

—No sé... creo que debería averiguar cómo detener esto por encima de
cualquier otra cosa —insistió Sithias.

—¡No! —Finn gruñó entre dientes castañeantes—. La Lhiannan Shee es la


única que puede arreglar esto y no la llamaré. No voy a poner en riesgo todo lo
demás. Ella hizo esto. Lo sé. Ella debe pensar que he dilapidado nuestro trato. Si la
llamo ahora, me hará vender mi alma en lugar de un beso.

—¿Dijiste la Lhiannan Shee? ¿Y un beso? Oh, Dios, bien podrías haber hecho
un trato con el diablo. Pero hizo lo correcto, ssseñor. Una vez leí una historia sobre
un joven poeta que capturó la atención del mundo con su inspirada poesía.
Atribuyó sus obras a una musa hada, que acudía a él cada noche para susurrarle
hermosas palabras al oído. Su sola presencia lo llenaba de la mayor alegría. Todo lo
que le pedía era su devoción y un beso después de que terminara de recopilar
suficientes poemas para toda la vida. Cuando llegó ese día, la besó con todo su
corazón y su alma. Ella se marchó, muy satisfecha, y nunca más volvió. Él, en
cambio, se puso terriblemente enfermo. Su pobre alma suspiró por ella hasta que
murió. Un hombre joven, eso sí.

Finn se agarró al borde de la manta en la que estaba tumbado y se pasó la


esquina por el hombro.

—Pero no la besé. Y ella no tenía mi devoción. La detesto. Empecemos.

—Tuvo que haber inspirado algo en ti o no estarías sufriendo su ausencia.


Otra oleada de náuseas hizo que Finn se agarrara las tripas.

—¿Por qué me presionas? Sigue con la invocación.

—Sugiero que aclaremos este asunto primero. ¿Y si los Djinn perciben tu


afiliación con la Lhiannan Shee?

Finn apretó los dientes, buscando un buen argumento. No tenía ninguno.

—Lo tomaré como una aprobación para encontrar una solución a esta
pegajosa situación.

Sithias sacó su lápiz y escribió en su cuaderno. Pronunció las palabras en voz


alta y conjuró un gran libro encuadernado en cuero.

Finn se balanceaba de un lado a otro, luchando contra la tentación de llamar a


la Lhiannan Shee y acabar con su miseria.

—En mis momentos más oscuros, ella se me aparecía como Fate —confesó—.
Era tan real. Se movía como Fate. Olía como ella. Sabía que no era realmente ella,
pero ver a Fate delante de mí de esa manera... lo significaba todo para mí. Me dio
fuerzas.

—Ah, ya veo —Sithias dejó el libro sobre la manta.

—Estoy tan avergonzado.

—No lo hagas. Yo estuve allí. Entiendo lo que ustedes dos pasaron mejor que
nadie. Luchaste mucho para estar con Fate, sólo para que te la arrancaran de
nuevo.

Finn cedió a la pena que había reprimido.

—La extraño, Sithias. La extraño tanto que me mata.

—Esa es la parte que espero evitar —Sithias abrió el libro—. Tengo aquí un
manual llamado Los Descartados. Describe ataduras, limpiezas y hechizos de
destierro para cada tipo de espíritu dañino, hada y demonio —Pasó las páginas—.
Aquí vamos, Cómo desterrar entidades con rasgos de súcubo —Se quedó callado
mientras leía la página.

Finn esperó con agonía. Cada minuto parecía una hora.

—Hmm, es un hechizo sencillo. Aunque me temo que tu parte en esto será la


más desafiante —Sithias copió una lista de objetos y luego los murmuró en voz alta.
Un colorido montón de piedras preciosas, una pequeña bolsa de seda, una vela y
una cuerda aparecieron frente a él. Recogió las piedras y las colocó en la bolsa—.
Toma, agarra esto.
Finn apretó la bolsa de piedras en su mano. Algo del mareo disminuyó.

—¿Qué es?

—Oh, algunas piedras semipreciosas como la turmalina negra, la piedra de


sangre, la labradorita, el ónix negro y el jade, por nombrar algunas. ¿Puedes sentir
los efectos?

—Un poquito.

—Eso es bueno. Las piedras están empezando a crear un ancla para tu


espíritu. Aparentemente, tu espíritu te ha dejado para perseguir a la Lhiannan
Shee. Estás sufriendo una enfermedad del alma. Cuanto más tiempo pase, más
decaerá tu cuerpo —Sithias encendió la vela y le entregó a Finn un trozo de
cuerda—. ¿Puedes sentarte lo suficiente para recitar el hechizo de destierro?

Finn se esforzó por sentarse.

—Sostén la cuerda sobre la llama y repite después de mí.

Las manos de Finn temblaban incontrolablemente mientras agarraba la


cuerda y la mantenía por encima de la vela.

Sithias leyó el libro.

—Sostengo esta cuerda, un símbolo de mi vínculo contigo... —Finn tragó la


bilis que le subía a la garganta y repitió la palabras—. Este vínculo de obsesión,
adicción, dependencia, necesidad, deseo y lujuria. Me aferro al fuego purificador
para cortar nuestro acuerdo para siempre.

Una ola de oscuridad llena de dolor se abatió sobre Finn. Hizo todo lo posible
por repetir la frase, pero el mareo volvió a aparecer y no pudo recordar lo que se
había dicho.

—Vamos a intentarlo de nuevo —Sithias recitó la línea palabra por palabra,


mientras Finn repetía tras él—. Bien, ahora quema la parte central de la cuerda —
instruyó Sithias.

La desesperación se apoderó de Finn mientras se balanceaba en su sitio,


intentando desesperadamente apuntar a la llama. Falló y se cayó.

—No puedo hacerlo —jadeó.

—Se puede —insistió Sithias—. Esta es la resistencia que menciona el libro. Tu


dependencia de la Lhiannan Shee para la poca felicidad que te concede es lo que te
retiene. Ahora siéntate y quema la cuerda.
El anhelo de Finn de tener a la Lhiannan Shee con él se hizo insoportable. Los
escalofríos recorrieron su piel y no podía moverse. Los músculos de su cuerpo se
agarrotaron hasta que se sintió atado por un dolor increíble.

Llamó a su musa a gritos.

Sithias tapó la boca de Finn con la mano, cortando las palabras que la harían
volver.

—Te ha infectado, te ha hecho creer que la necesitas. Vuelve a tus


pensamientos: Fate. Recuerda la razón por la que permitiste que ese vampiro
entrara en tu vida. Libérate. Piensa en tu momento más dichoso con Fate.

Finn apretó los ojos. Poco a poco, un recuerdo surgió, como un pinchazo de
luz que atravesaba la noche más oscura. Una imagen vino a él, Fate estaba en la
puerta de su habitación. Habían estado en desacuerdo en el baile y él había venido
a reparar la división entre ellos.

Aquella noche había sido una visión inimaginable, con la luz de la luna
tamizándose a través de su fino camisón, proyectando sus curvas en una suave
silueta. Su cabello estaba perfectamente despeinado después de haber arrancado
las flores de su pelo. Cuando ella abrió la puerta, la mirada de sorpresa en su rostro
sonrojado, todavía húmedo por las lágrimas, casi le detuvo el corazón. En ese
momento, él se había llevado un mechón de seda a la nariz y había aspirado el
embriagador aroma de las gardenias que quedaban en su pelo. Ella se había
acercado, había rozado sus labios con los de él y había derretido todas las barreras
entre ellos.

Una súbita fiebre se elevó bajo la piel de Finn, extendiendo un calor


blanquecino a través de él como un horno furioso, quemando el frío de sus huesos.
Su mente se aclaró. Se puso en posición sentada, con las manos firmes mientras
movía la cuerda sobre la llama. Finn la mantuvo tensa, agradeciendo el calor en
ambas manos mientras la cuerda se incendiaba. Su único deseo ahora era estar con
Fate y cortar su vínculo con la Lhiannan Shee de una vez por todas.

La cuerda se rompió y dejó caer los extremos quemados junto a la vela.

—Bienvenido de nuevo —dijo Sithias.

Finn cerró los ojos e inhaló profundamente.

—Es bueno estar completo de nuevo. No puedo creer que nunca me diera
cuenta de lo roto que estaba.

—Estabas bajo su esclavitud.

Finn se acercó a la vela y sujetó a Sithias por el hombro.

—Gracias, amigo mío. Me has salvado una vez más.


—Feliz de ser útil, señor —Sithias levantó la vela y la apagó—. ¿Pasamos al
siguiente orden del día?

—Sí, estoy listo.

Sithias se ocupó de los objetos ceremoniales, colocándolos cuidadosamente en


los puntos cardinales, mientras recitaba el conjuro para invocar al jann.

La determinación se hinchó en el pecho de Finn. Una fuerza renovada fluyó


por su cuerpo. No se había sentido tan fuerte y vigoroso desde la última vez que
estuvo con Fate. Le molestaba saber que había permitido que la Lhiannan Shee le
quitara tanta energía vital y fuerza de voluntad. Un momento de debilidad lo había
convertido en un completo idiota.

—Está hecho —anunció Sithias.

—¿Funcionó? No veo que pase nada.

—No hay forma de saberlo con seguridad. Todo lo que podemos hacer ahora
es esperar.

Y esperaron. El sol poniente bruñía el cielo y el interminable mar de arena con


tonos dorados y sombras escarlatas antes de que notaran un cambio en el
aparentemente inmóvil desierto.

Sithias se sentó de repente y señaló.

—Qué raro, creo que nos espera una tormenta. Veo nubes de tormenta en el
horizonte. ¿Llueve en el desierto?

Finn se puso de pie. Lo que parecían nubes era en realidad la arena del
desierto que se elevaba para tragarse el cielo.

—Eso no es una nube de lluvia. Es una tormenta de arena y se dirige hacia


nosotros. ¿Crees que es el jann que invocaste? Dijiste que aparecían como
torbellinos o camellos.

Los ojos de Sithias se abrieron de par en par por el pánico.

—Difícilmente llamaría torbellino a ese tsunami de arena —Sacó su cuaderno


con manos temblorosas—. Escribiré algún refugio.

—Hazlo rápido, se está moviendo rápido —Finn cogió una de las


cantimploras, regó unos pañuelos y le lanzó uno a Sithias—. Ponte esto sobre la
boca. Hay que protegerse del polvo. Y conjura unas gafas. Ya lo noto en los ojos.

Sithias hizo lo que le dijeron y sacó las gafas.


Finn se ató el pañuelo sobre la nariz y la boca. Justo cuando se agachó para
coger las gafas, una ráfaga de arena le arrebató el cuaderno de Sithias de las manos.
Con un graznido de espanto, corrió tras el libro y desapareció tras un denso velo de
polvo.

La tormenta de arena estaba sobre ellos. La enorme ola había borrado el sol
del atardecer, sumiéndolos en la oscuridad.

Capítulo 39
Asi es como lo hacemos

FATE Y JESSIE VOLARON SOBRE UNA MIRÍADA DE ESTRUCTURAS


dentro del Cuadrante 537, buscando el agujero que había hecho el carroñero.
Disminuyeron la velocidad cuando vieron lo que en realidad era un cráter. Cobre
triturado rodeaba la abertura de la pirámide que el carroñero había mordido.

Aterrizaron junto al enorme agujero. Jessie se inclinó sobre el borde irregular,


mirando hacia abajo en el negro profundo con un movimiento de cabeza.

—No me gusta. ¿Cómo se supone que vamos a saber dónde se encuentra el


carroñero desde aquí arriba? Vamos totalmente a ciegas.

Fate se puso a su lado y miró hacia abajo. Jessie no exageraba. Los sensores
de Farouk habían perdido el rastro del carroñero después de que éste se adentrara
en el subsuelo. Podía estar escondido en las sombras y al acecho en el fondo. Con
suerte, había hecho un túnel en otra dirección, lo que les daría la ventaja de la
sorpresa. En cualquier caso, se veían obligados a seguirlo.

Jessie se alejó del agujero.

—Recuérdame por qué se supone que debemos dejar nuestras mochilas de


aeronauta aquí en lugar de volar hacia abajo.

—El carroñero también puede volar.


—Sí, pero sólo un poco mejor que nosotros. Por eso sigo sin ver cómo el hecho
de no poder volar allí nos da algún tipo de ventaja.

Fate dejó su mochila en el suelo.

—No me gusta más que a ti, pero Farouk dijo que cuando Brune luchó contra
el carroñero, estaba mejor con los pies en el suelo que en el aire.

—Lo que sea —Jessie se encogió de hombros.

—Sólo prepárate para cualquier cosa —Fate se echó al hombro la mochila con
la cabeza de la Gorgona. Los cuernos se clavaron en su espalda, duros y fríos. Hizo
lo posible por no estremecerse y encogerse.

Jessie la miró mal.

—¿Esa es tu charla de ánimo? Lamentable.

—Oye, es todo lo que tengo.

Jessie escupió por el agujero y lo vio desaparecer.

—¿Qué tal si gritamos a todo pulmón y lo hacemos salir? Me gustan más


nuestras posibilidades aquí arriba, donde podemos expulsarlo desde un terreno
más alto.

Fate consideró la alternativa, hasta que su mirada se posó en un grifo de


hierro cercano y en un centauro armado con un arco y una flecha. Por no hablar del
Poseidón de oro, el Minotauro de bronce y la Hidra de plata un poco más lejos,
cualquiera de los cuales el carroñero podría animar y utilizar contra ellos.

—Echa un vistazo. Prefiero ir uno a uno con el carroñero que tener que
enfrentarme a todos estos potenciales reclutas del ejército.

Jessie miró a su alrededor.

—Sí, buen punto. Pistolas de agarre fuera.

Cada uno de ellos sacó sus armas de sus cinturones utilitarios, disparó los
ganchos de sujeción al borde y bajó por los cables de acero. Con la otra mano, Fate
buscó un disco solar y lo encendió. El disco salió disparado de su mano y flotó en el
espacio con su luz dirigida hacia la oscuridad. En guardia por cualquier tipo de
movimiento, descendieron lentamente.

—Puedo decir que me siento como Batman ahora mismo —susurró Jessie.

—Lo mismo que yo, excepto por la capa de terror untada encima.

—Sí, esa parte es un poco de un aguafiestas, ¿no?


—La subestimación del siglo.

Siguieron bajando, evitando cuidadosamente ser ensartados en los bordes


afilados del metal retorcido, los engranajes rotos, las barras de acero y los cables
expuestos. De vez en cuando veían robots araña detrás de la metralla, con sus finas
patas trabajando en intrincadas reparaciones de circuitos o soldando roturas.

Fate dirigió el disco solar con su mando a distancia para apuntar su brillante
rayo a lo largo del fondo del agujero.

—Parece que todo está despejado hasta ahora.

—Esperemos.

Fate plantó sus pies en el hormigón húmedo. El aire estaba húmedo y la


temperatura había subido considerablemente.

—Supongo que el carroñero no pudo cavar más una vez que tocó el hormigón.
Parece que hizo un túnel por ahí —Señaló una pared desgarrada—. Yo digo que nos
quedemos aquí con la Gorgona. El carroñero podría saltar hacia nosotros en
cualquier momento, así que ponte las gafas.

Jessie se colocó cuidadosamente las gafas sobre el equipo de Ojo de Dragón


que ya llevaba puesto. Tan pronto como se ajustó el casco, agarró a Fate por el
brazo.

—Whoa, la cabeza se apresura.

—Sí, hay que acostumbrarse un poco a las gafas —coincidió Fate mientras
esperaba a que se le pasara el mareo.

—Incómodo, también —Jessie trató de evitar que se clavaran en su cara.

—No te molestes. No fueron exactamente diseñados ergonómicamente —Fate


sacó la cabeza de la Gorgona de la mochila.

Jessie hizo una mueca.

—Ew, advierte a una chica antes de asaltar sus sentidos con una cara como
esa.

—¿Esperabas una reina de la belleza?

—Bueno... no, pero eso es simplemente feo.

—Acostúmbrate a mirarlo, porque lo llevarás después —prometió Fate—.


Vamos, hagamos esto —Sujetando la horripilante cabeza tan lejos de su cuerpo
como pudo, Fate lideró el camino, navegando a través de los escombros que
ensuciaban el suelo con el disco solar flotando justo por encima de ella en
penumbra para evitar alertar al carroñero con un foco de luz diurna.

A medida que avanzaban por el ya enorme túnel, el radio se hacía más grande.
Fate se tragó el miedo que se acumulaba en su interior. Cuanto más hierro comía el
carroñero, más grande se hacía. Intentó convencerse de que el tamaño no
importaba. Todo lo que tenía que hacer era conseguir que el carroñero mirara a la
Gorgona y el resto sería pan comido.

Pero si ese era el caso, ¿por qué tenía esa horrible sensación de que las cosas
estaban a punto de empeorar?

—Veo algo adelante —susurró Jessie.

Resistiendo el impulso de enviar el disco solar más adelante y hacerlo brillar,


Fate entrecerró los ojos en la oscuridad.

—Todo lo que puedo ver es negro.

—¿No ves ese brillo azul?

—No soy tan especial como para tener un Ojo de Dragón, ¿recuerdas?

Jessie le dio un codazo juguetón.

—Es porque eres demasiado especial.

—Para alguien que está a punto de ser especial también, estás muy tranquila
con todo esto.

—Eso es el Ojo de Dragón. Sentirse superhumano hace maravillas con la


confianza en uno mismo.

—Ya que todavía estoy luchando con el mío, tal vez deberías decirme qué estás
viendo exactamente. ¿Se parece a la niebla azul que vimos alrededor del carroñero?

—No, es más brillante y de color más verdoso.

Fate se frenó.

—¿Aguamarina?

—Punto por el color.

La tensión serpenteaba en el núcleo de Fate. ¿Por qué le molestaba tanto?


Algo jugaba en el fondo de su cerebro. Un recuerdo esquivo o un detalle que no
marcó como importante. Su pulso se descontroló al recordar todo aquello: Su breve
visita astral al centro de la Fortaleza cuando llevaba el casco de Hermes. El
santuario y Kaliena de piel azul sentada en su trono. La fórmula con la que el
extraño robot había alimentado a Kaliena y el líquido aguamarina resultante que
había brotado de sus seis manos.

—Esto es malo —susurró Fate.

—El aguamarina tampoco es exactamente mi color favorito. Un poco


demasiado playero para mí gusto, pero... —Jessie se detuvo y miró fijamente a
Fate—. ¿Cuál es el problema con ese color? Sé que no es una nueva manía, así que
escúpelo.

Fate no sabía por dónde empezar. La historia de Kaliena no era exactamente


una historia corta, pero era una de las que Jessie al menos necesitaba las notas de
corte.

—¿Recuerdas que Farouk mencionó que estaba recibiendo lecturas de formas


de vida dentro del núcleo cuando llegaste aquí?

—La verdad es que no. Estaba un poco conmocionada justo después de


atravesar el agujero de gusano.

—Bien, cuando pasé por mi iniciación final, tuve que llevar este casco que me
mostraba la historia de los guardianes y la Fortaleza. Mientras lo llevaba, me desvié
y exploré un poco.

—Por supuesto que sí.

Fate frunció el ceño.

—¿Muy juiciosa?

—¿Qué? Sólo digo que siempre has sido... curiosa.

—De todos modos, bajé al núcleo, donde encontré a este espeluznante robot
científico. Tenía unos robots araña que buscaban en la Fortaleza un montón de
piedras preciosas azules. Tenía cubos de ellas, que molía hasta convertirlas en
polvo fino. Luego pasó el polvo de piedras preciosas por su laboratorio de científico
loco y las cocinó hasta convertirlas en un líquido azul-verde brillante, que llevó a un
santuario.

—Te das cuenta de que esto suena como si estuvieras tropezando con algo,
¿no?

—Como si yo fuera a hacer eso —Fate puso los ojos en blanco, aunque Jessie
no lo notó debido a las gafas—. Ni siquiera fumé esos estúpidos cigarrillos de clavo
con los que experimentaste.

—Lo sé. Eres tan aburrida.

—Prefiero aburrirme a vomitar las tripas.


Jessie le hizo un gesto para que se fuera.

—Continúa explicando tu viaje.

—Había una mujer sentada en un trono en el santuario, como si fuera una


especie de deidad. Al principio pensé que era una estatua. Tenía los ojos cerrados y
estaba tan quieta. Como congelada en el tiempo. Y tampoco era del todo humana.
Tenía la piel azul y seis brazos.

—¿Ves?, estabas drogada.

—¿Quieres dejar de hacer eso? Esto es serio. El robot científico le dio de


comer esa cosa que preparó en el laboratorio y sus manos, las seis, empezaron a
brillar en color aguamarina. La energía en sus manos se convirtió en líquido y se
derramó sobre su trono en estos canales que hicieron que este extraño patrón en el
suelo se iluminara hasta las paredes, que comenzaron a mover estos gigantescos
engranajes. Era obvio que ella está directamente conectada a la Fortaleza. No estoy
segura de si ella la dirige o si la está infectando, pero, de cualquier manera, estoy
bastante segura de que no es bueno para nosotros.

—¿Por qué? Dijiste que estaba dormida. Probablemente sea parte del
ecosistema de la Fortaleza.

—No, ella no forma parte de la Fortaleza en ese sentido. Farouk me mostró


quiénes fueron los constructores y ella no formaba parte del diseño original.
Wodrid mandó hacer el santuario para ella y ayudó a integrarla en lo más profundo
del núcleo de la Fortaleza, como soporte vital, para evitar que muriera.

—Whoa, espera. ¿Wodrid? ¿Cómo entró en escena?

—Hace unos cientos de años, encontró la cerradura que abre la puerta de la


Fortaleza. Ella se enfadó con él por haber entrado sin permiso y lo hizo su
prisionero. Pero después de un tiempo se pusieron en plan Síndrome de Estocolmo
el uno con el otro y se enamoraron.

Jessie asintió.

—Vale, toda esa conversación que tuvisteis antes Farouk y tú sobre Wodrid
tiene ahora mucho más sentido. ¿Así que estamos a punto de conocer al antiguo
amante de Wodrid?

—Sí, y lo estoy temiendo. Cuando llevaba el casco, ella sintió mi presencia y se


despertó. No estaba contenta con mi presencia y me lo hizo saber de forma
inequívoca.

Jessie se volvió hacia el largo túnel.

—¿Es una amenaza?


Fate cambió la pesada cabeza de Gorgona a su otra mano. Su armadura
mejorada cibernéticamente le facilitaba el agarre del cuerno, pero el peso desigual
era incómodo.

—No estoy segura. Depende de la magia generada por la Fortaleza para


mantenerse con vida, así que, a menos que Wodrid aparezca con la Vara y el Orbe
para revivirla, creo que no puede hacer mucho daño.

—Si eso es cierto, ¿por qué te pone tan nerviosa?

Fate se mordió el labio inferior mientras pensaba en ello.

—Supongo que porque vi lo poderosa que era cuando se convirtió en diosa por
primera vez. La vi extenderse por todo el universo. Decía: "Oye, soy totalmente
omnipresente". Palabras mías, no de ella, pero ya sabes a qué me refiero. Ella era
terriblemente poderosa. Podía crear y destruir con un pensamiento. De todos
modos, Kaliena ha estado dormida todo este tiempo, esperando que Wodrid le
entregue lo que necesita para poder volver a su antiguo estatus de diosa —Fate
sacudió la cabeza con preocupación—. No soy sólo yo quien tiene miedo. Vi
verdadero terror en Farouk cuando le dije que estaba despierta.

—¿Por qué no se nos dijo al resto? ¿Brune lo sabe?

—No, Farouk quería mantenerlo entre nosotros dos... supongo porque ya


teníamos mucho que hacer. No quería que todos se distrajeran de lo que había que
hacer primero.

—Supongo que era lo mejor —aceptó Jessie. Ella alcanzó la cabeza de la


Gorgona—.Dame eso. No es que quiera tocar esa cosa, pero el Ojo de Dragón me da
superfuerza extra.

Fate lo entregó con gusto.

—Oye, ¿tengo que dejar de llevar el Ojo de Dragón después de que me hagan
tu apoderada?

—No veo por qué deberías hacerlo. Ya has demostrado ser inmune a cualquier
efecto secundario.

—Bien. No tenía ganas de volver a ser ordinario.

—Sí, no me lo recuerdes —refunfuñó Fate. Cada día echaba más de menos sus
superpoderes.

—Tal vez deberías guardar el disco solar ya que parece que nos acercamos.
Puedo atravesar la oscuridad sin él —sugirió Jessie.

Fate recuperó el disco solar y se lo puso en el cinturón mientras Jessie les


guiaba por el camino, pasando entre los escombros caídos que sólo ella podía ver.
Después de avanzar en silencio por el túnel en la más absoluta oscuridad
durante al menos diez minutos, Fate empezó a ver por fin el brillo aguamarina que
Jessie había detectado antes. Disminuyeron la velocidad y se acercaron a la
abertura, asomándose a la vasta cámara. No se atrevieron a hablar por miedo a ser
descubiertos.

Todo el espacio estaba iluminado desde el suelo hasta el techo. Kaliena estaba
sentada en su altar, inmóvil como la piedra y, según todas las apariencias, dormida
para el mundo mientras el líquido luminoso brotaba de sus numerosas manos. Fate
miró a su alrededor en busca del robot de Kaliena y de cualquier señal del
carroñero, pero la cámara parecía vacía.

Se acercaron al santuario, con cuidado de no pisar las hendiduras que


contenían el líquido que fluía por el patrón que cubría el suelo. Allí no había
manera de saber qué tipo de efecto podría tener el fluido brillante en ellas.

Jessie dejó la cabeza de la Gorgona en el suelo y se acercó al santuario.

—Después de todo, no estabas drogada. Ella realmente existe.

—¡Shhh! Baja la voz —susurró Fate—. No quiero que se despierte.

—Ella es parece un pitufo con esa piel azul —Jessie murmuró.

—Créeme, no es ni de lejos tan inofensiva.

—Y todos esos brazos. Piensa en cuánto más podrías hacer en el transcurso de


un día. Lleva la multitarea a un nivel completamente nuevo.

—Me preocupa más lo que está entrando en la torre del homenaje. Esto es
mucho más de lo que vi el otro día.

—¿Qué debemos hacer al respecto?

Fate se quedó mirando las paredes, donde los gigantescos engranajes giraban,
moviendo el líquido a partes invisibles de la Fortaleza. Nada de la abundante
información que le habían dado sobre la Fortaleza explicaba qué era ese líquido.
Desenganchó la funda de su pistola desintegradora.

—Yo digo que destruyamos el santuario. Disolverlo hasta la nada para que
Kaliena no tenga más soporte vital.

Jessie miró a Fate, con la sorpresa reflejada en su rostro, a pesar de las gafas
que cubrían sus ojos.

—Eso es muy frío. No sabía que podías ser tan dura.

Fate tragó saliva.


—¿Realmente crees que es frío de mi parte?

—Bueno, se está muriendo y básicamente está indefensa.

—Kaliena es una amenaza —insistió Fate—. Puede que no lo parezca ahora


mismo, pero créeme, si llega a sentirse mejor, no nos invitará a una buena taza de
té. Nos mirará mal y nos pondrá del revés.

—Hmm, supongo que cuando lo pones de esa manera… —Jessie sacó su


pistola—. Puedo subir a bordo con este.

Fate asintió, aunque se sintió diferente mientras apuntaba su arma. La


expresión suave y pacífica de Kaliena no estaba sacando precisamente al asesino
que llevaba dentro.

Un repentino chirrido de metal chirriante sonó en toda la cámara. Fate giró


en torno a él mientras enormes trozos de pared se desprendían y descendían sobre
ellos. Jessie se lanzó hacia la izquierda, evitando el estruendoso choque del acero
destrozado entre ellos, mientras Fate se lanzaba en dirección contraria.

Luchando por entender lo que estaba ocurriendo, Fate miró hacia arriba hasta
que se dio cuenta de que las paredes no se habían derrumbado. El carroñero había
cambiado de forma, mezclándose con el techo y las paredes de la cámara,
haciéndoles creer que el espacio estaba vacío. Los vapores azules que emanaban del
carroñero se habían mezclado con el resplandor luminiscente que cubría las
paredes, el color era apenas perceptible, a menos que ella lo hubiera buscado.

Fate disparó a la pierna más cercana a ella. Una explosión de gas rojo envolvió
una pequeña parte del enorme apéndice, convirtiéndolo en óxido desmenuzado.
Jessie apuntó más alto, disparando un cartucho tras otro mientras corría por la
espalda. En cuestión de segundos, partes del pie y la espinilla se desintegraron. La
pierna se dobló y el titán cayó de rodillas. El impacto hizo que los dientes de Fate
traquetearan en su cráneo.

Fate apuntó a las caderas, disparando una y otra vez. De los agujeros
humeantes llovieron nubes de óxido que derrumbaron al carroñero por la cintura.
El gigante cayó hacia delante. Fate esquivó hacia la derecha, evitando el martillo de
su puño mellado. Se detuvo en seco. El carroñero fijó sus brillantes ojos en ella.
Estaba directamente en su línea de visión. No había mejor momento para usar la
cabeza de la Gorgona. Pero estaba demasiado lejos de ella.

—¡Jessie, ve a la cabeza!

Jessie apareció en el otro lado.

—¡Lo tengo!

Apenas pronunciadas las palabras, el carroñero se abalanzó sobre Jessie,


haciéndola saltar por los aires. Se estrelló contra el suelo y perdió las gafas y el
casco en la violenta caída. Luchando por levantarse, Jessie se esforzó por alcanzar
el Ojo de Dragón. Fate disparó el último de sus cartuchos contra el brazo de apoyo
del carroñero con la esperanza de distraerlo.

Un trozo del brazo se desprendió. La cabeza del carroñero se estrelló contra el


suelo. Se tambaleó con el otro brazo e intentó levantarse. Fate recargó y disparó
otra ronda de cartuchos en la parte posterior de la cabeza. La oxidación se puso a
trabajar, corroyendo capa tras capa de metal, dejando un enorme agujero en su
cráneo. Los gritos llenaron la cámara cavernosa mientras el carroñero se retorcía y
se agitaba.

Fate corrió alrededor de la parte superior del carroñero, buscando donde


Jessie había dejado caer la cabeza de la Gorgona.

Jessie salió de la nube de gas, tosiendo y señalando.

—Allí —Corrió hacia su Ojo de Dragón y lo sacó de uno de los comederos. Se


sacudió el líquido azul verdoso del engranaje y se lo volvió a colocar en la cabeza
antes de que Fate pudiera advertirlo.

Fate disimuló sus preocupaciones, agarró a la Gorgona por el cuerno y se giró.


La inquietante mirada azul hielo del carroñero siguió sus movimientos. Levantó la
Gorgona hasta el ojo más cercano.

En el momento en que el carroñero miró a la Gorgona, la cabeza cobró vida y


se agitó en la mano de Fate con un chillido espeluznante. Miró la cabeza. Una luz
impía resplandeció en la mirada de la Gorgona.

La llama azul de los ojos del carroñero se apagó. El brillo del metal se
convirtió en granito, extendiéndose rápidamente sobre el enmarañado montón
hasta que se convirtió en nada más que una montaña de piedra.

—¡Sí y así es como lo hacemos, gente! —Jessie saltó, haciendo un baile de


victoria de jugador de fútbol.

—Sí —aceptó Fate, aunque nerviosa—. ¿Así que te sientes bien? ¿Todavía
funciona tu Ojo de Dragón después de haber sido sumergido en el jugo misterioso
de Kaliena?

—Pfff, funciona bien. Pero respiré cerca de un galón de óxido allí atrás. Eso no
puede ser saludable.

Sonriendo con alivio, Fate se dio la vuelta con Jessie para marcharse. Su
sonrisa se congeló en su rostro. Algo era notablemente diferente en el santuario.

Kaliena se había ido.


Capítulo 40
Una ilusión magistral

FINN SE TAPÓ LOS OJOS CON LAS GAFAS Y LLAMÓ A SITHIAS, PERO SU
voz se perdió en el aullido del viento. Granos de arena le azotaron, picándole la piel.
Se ciñó la túnica, cerró los ojos y se concentró en sí mismo para calmarse.

Era el momento de combatir el fuego con fuego. En este caso, viento con
viento.

Finn invocó Aire en la lengua de la raza de los ancianos, activando las


energías de las runas incrustadas en su piel. El fuego interno que necesitaba para
alimentar su voz se encendió. El calor brotó desde lo más profundo de su ser,
atravesando su pecho y saliendo por su garganta. El poder fluyó a través de él
mientras rugía su orden sobre el Aire.

El viento respondió a su llamada, tan fuerte que le hizo perder el equilibrio. El


furioso huracán se abalanzó sobre él, chocando contra la tormenta. Finn rodó sobre
su frente, acurrucándose sobre sí mismo para protegerse la cara mientras los
vientos opuestos se agitaban y luchaban por rechazar al otro.

De repente, todo estaba en calma, salvo los sonidos de los vientos furiosos y
los remolinos de arena. Levantó la cabeza y miró a su alrededor. Se encontraba en
el ojo de la tormenta, encerrado por un muro circular de arena agitada que subía
hasta el cielo sin fin.

Finn se puso de pie, en guardia e inseguro de lo que estaba sucediendo. El


viento que había convocado debería haber disipado la tormenta. ¿Se habían
fusionado los vientos? ¿Había creado una especie de súper tormenta?

El suelo se agitó bajo sus pies. Finn levantó el vuelo y se elevó por encima de
la arena abultada. Sus músculos se tensaron mientras observaba y esperaba.

La tierra que se hinchaba estalló bajo él, lanzando arena al aire mientras un
enorme monstruo formado por raíces nudosas serpenteaba desde las
profundidades.

El terror se apoderó de Finn, inundando su corazón hasta que se estrelló


contra su caja torácica.
Mugloth había vuelto.

Salió disparado hacia arriba, cada vez más alto, con su mente tambaleándose
de incredulidad. ¿Cómo podía ser esto? Había matado a Mugloth. Esto no podía
estar pasando. Sin embargo, así fue. Un brazo monstruoso se extendió, arrebatando
a Finn del cielo, arrastrándolo hacia abajo, hasta que se encontró cara a cara con la
oscuridad de la que tanto había luchado para liberarse.

Una voz se abrió paso en su mente, llamándole por su nombre druídico.

Emrys, ¿realmente pensaste que podrías destruirme?

La siniestra voz de Mugloth conmocionó a Finn hasta el fondo. El miedo lo


paralizó.

Cuando te fundiste con el Roble, nuestras almas se unieron. Ahora soy parte
de ti.

—No —gimió Finn.

Es hora de desprenderse de este rollo mortal y unirte a mí en la profunda y


oscura tierra. Vivirás en mí, tan inmortal como la Tierra, el Mar, el Sol y el Aire.
Seremos sus campeones. Extenderemos nuestras raíces por todo el mundo y
devoraremos a todos los mortales débiles que no lo merecen.

Finn se debatía entre las garras de Mugloth. Las raíces se enroscaban con
fuerza a su alrededor, apretando hasta que apenas podía respirar.

¿Por qué luchar contra lo inevitable? Has nacido para esto. Está en tu
naturaleza castigar a aquellos con maldad en sus corazones.

Los pensamientos de Finn se dirigieron directamente a la Lhiannan Shee y a


su resentimiento por la debilidad que ella había desenterrado tan fácilmente dentro
de él.

Ya está. Tú también lo ves.

La oscuridad se hinchó en el interior de Finn. Había olvidado la emoción de


este poder salvaje y oscuro que se fusionaba con la energía de las runas de las razas
ancianas grabadas en su piel.

Sí, ríndete al poder. Abraza tu verdadera naturaleza. Olvídate de la chica. Ella


debería haber muerto ese día. El hecho de que ella viva te ha hecho pequeño y
débil.

El recuerdo de Fate yaciendo en el lodo negro del tronco ahuecado del gran
Roble volvió a aparecer, brillante y dolorosamente vívido. Mugloth la había
arrastrado hasta la tierra, donde la había torturado y drenado la sangre. Finn volvió
a morir por dentro, incapaz de borrar de su mente los ángulos torcidos de sus
piernas, las crueles heridas punzantes y la palidez mortal de su rostro.

Dejando que su odio se apoderara de él, Finn se metió de lleno en el papel de


castigador que Mugloth quería para él. El poder oscuro de su interior siseó y
chispeó más allá de sus labios mientras invocaba el elemento Tierra. Energía rúnica
crepitó y surgió dentro de su pecho a la vez que las palabras ricas en hechizos salían
de su boca en oleadas de calor.

El dolor recorrió las piernas y el torso de Finn cuando Mugloth apretó más su
agarre, cortándole el aire. Pero las palabras ya habían sido pronunciadas. Finn
esperó, mirando al retorcido y enmarañado monstruo que se cernía sobre él.

El agarre de Mugloth se aflojó cuando la Tierra se aferró a él, endureciéndose


alrededor del monstruo cuyas raíces se movían con facilidad por la arena, la roca y
el esquisto. Fue todo lo que Finn necesitó para liberarse y volar fuera de su alcance.

Inspirando profundamente, invocó al Aire. El poder de las runas se liberó y


brotó de su boca en un chorro caliente de chispas rojo-oro. Su voz se alteró,
retumbando con el ensordecedor rugido de los gigantes cuyo poder tomó prestado
a través de la magia rúnica de la que estaba dotado.

Finn se elevó aún más, trepando por encima de la tormenta, donde pudo ver
cómo los vientos se volvían contra Mugloth. La arena martilleaba al monstruo de
las raíces desde todas las direcciones, arrancando trozos de madera de su forma
enmarañada. El furioso bramido de Mugloth se unió a los sonidos de los vientos
furiosos mientras se agitaba para liberarse del suelo que lo mantenía cautivo.

Finn habló a la Tierra una vez más y el desierto se apresuró a responder a su


orden. Enormes dunas procedentes de todos los lados se deslizaron como
gigantescas olas para enterrar a la abominación que era Mugloth bajo toneladas de
arena.

Finn invocó al Agua, que respondió desde las profundidades del subsuelo.
Unos espumarajos espumosos de agua lechosa salieron disparados a través del
enorme montículo, transportando la arcilla y la roca necesarias para formar la
tumba que albergaría a Mugloth durante una eternidad.

Mientras esto ocurría, los vientos amainaron y el cielo se despejó de polvo.


Los últimos rayos del sol poniente derramaron su luz y su calor sobre el húmedo
montículo para secar la superficie. Finn agradeció a los elementos y descendió
lentamente. Cuando sus pies tocaron las dunas, se aferró firmemente al poder
oscuro y salvaje que Mugloth había despertado en él.

Le consumía un sentimiento de culpa insoportable por el placer que había


sentido al destruir a quienes habían hecho daño a otros. Era un druida que había
jurado proteger la vida por encima de todo. Pero había cambiado. Dar la espalda a
lo que se había convertido, lo había debilitado. Era hora de que aceptara su lado
oscuro. Cuando se enfrentaba al mal, necesitaba esta parte de sí mismo para hacer
lo que el druida no podía.

Finn se giró cuando oyó un sonido de resoplido detrás de él. Uno de los
camellos se dirigía hacia él, llevando una forma coja colgada sobre la silla de
montar.

Sithias levantó la cabeza cuando el camello se detuvo frente a Finn.

—Gracias a los dioses, has sobrevivido. Qué susto ha dado esa tormenta —El
camello se arrodilló y Sithias rodó, cayendo como un bulto en la arena. Se puso en
pie, balanceándose como un borracho—. No te vas a creer lo que me ha pasado ahí
fuera. Después de alcanzar mi cuaderno, mi lápiz se rebeló contra mí. La madera se
partió en cientos de pequeños hombres palo. Me atacaron y apuñalaron con lanzas
de plomo. Incluso destrozaron mi cuaderno y lo utilizaron para hacerme cortes de
papel. Son cosas dolorosas. ¿Te imaginas?

—La verdad es que no —dijo Finn cuando Sithias se detuvo para tomar aire
tras su larga descripción.

—Pensé que seguramente no sobreviviría —continuó Sithias—. Pero me salvé


—Sonrió al camello—. Ella vino a por mí. Se fijó en mis gritos y se abrió paso a
través de la arena abrasadora para encontrarme. Cuando vio a ese terrible ejército y
lo que me estaban haciendo, los pisoteó. Si no fuera por ella, habría muerto
desangrado por mil pequeños cortes —Se inclinó y le acarició la cabeza.

La camella le acarició la nariz bajo la mano y baló.

—Esa es mi Sasha —cantó.

—¿Le pusiste nombre?

—Oh, sí. Dime que no parece una Sasha —Hizo cosquillas con sus dedos bajo
el labio inferior del camello—. Te gusta el nombre, ¿no?

El camello parpadeó y masticó su bolo alimenticio.

Finn arrugó la nariz con desagrado.

—Me interesa más tu secuencia de pesadillas. Resulta que tengo una propia.
Mugloth hizo una aparición en la mía.

Sithias se puso de pie, con la espalda rígida.

—¿Mugloth ha vuelto?

—Tan grande como la vida, pero ahora no estoy tan seguro. Después de su
experiencia bastante ilógica, estoy pensando que hemos sido víctimas de una
ilusión magistral.
Sithias miró por encima de un hombro y luego del otro.

—¿Crees que esto es obra del jann?

—Veamos... esa tormenta de arena podría considerarse un torbellino de


grandes proporciones, más dos ilusiones simultáneas, y un heroico rescate de
camellos suman signos de la jann en mi libro.

—¿Estás diciendo que Sasha no es Sasha? —Sithias miró al camello con una
mezcla de decepción y desconfianza—. ¿Sasha?

El camello ladeó la cabeza y miró fijamente a Sithias.

Suspiró aliviado.

—Bueno, ahí te equivocas. ¿Ves? Ella es sólo...

El aire que rodeaba al camello se agitaba como las olas de calor que desprende
el desierto mientras la forma del animal se encogía y se estiraba hacia arriba hasta
convertirse en la de una figura con túnica. Un joven cercano a la edad de Finn les
devolvía la mirada con ojos azul cielo. Su piel lisa era del color de la caoba, un
oscuro contraste con su túnica blanca.

—Un hombre —Sithias terminó su frase con un jadeo horrorizado y una


mirada de pura humillación.

—Soy Aradif. Vengo a ti porque has pasado la prueba.

—¿Qué prueba? —preguntó Sithias—. Las instrucciones del hechizo de


invocación no decían nada sobre una prueba.

—No era necesario ningún hechizo —respondió Aradif—. Nos dimos cuenta de
tu existencia en el momento en que entraste en nuestro desierto. La tormenta que
te lanzamos hizo aflorar los demonios que albergas en lo más profundo de tu alma.
La mayoría de los que hemos probado fueron derrotados por los desafíos que sus
demonios les plantearon, y perecieron por ello. Tú conquistaste tus miedos, lo que
demuestra que eres digno de nuestra ayuda. Me siento honrado de estar a tu
servicio.

Sithias se acercó al oído de Finn.

—No conquisté a los hombres de palo. ¿Debo decir algo? —susurró.

Finn estaba a punto de responder, cuando Aradif habló.

—Este es mi desierto. No hay nada que puedas ocultar de mí. El camello era tu
demonio, Sithias.
—¡Oh, Dios, él sabe que no soy Asclepio! —Sithias susurró de nuevo.

—Al permitir que el camello te salve y luego abrir tu corazón en gratitud a la


bestia que una vez aborreciste, te ganaste nuestro respeto. En cuanto a este disfraz,
aquí no te sirve de nada. Vemos a través de todas las ilusiones —explicó Aradif.

Su penetrante mirada azul se desvió hacia Finn.

—Es bueno que hayas conquistado tus dos demonios.

Finn frunció el ceño con confusión.

—Siento discrepar contigo en eso. Sólo había uno —Aradif hizo un gesto de
reprimenda a Finn con el dedo.

—Manchaste la santidad de nuestro desierto trayendo a esa abominación Fae


aquí. Tu propia vida pendía de un hilo por ello. Si no hubieras desterrado a la
criatura y cortado los lazos, tus huesos pertenecerían ahora al desierto.

Finn tragó saliva. Se sentía como un tonto por subestimar a esta raza de seres
misteriosos.

La expresión de Aradif se suavizó.

—Me alegro de que hayas escapado de sus garras. Pocos lo consiguen. Habría
sido una gran pérdida para un campeón de tu calibre caer presa de semejante
monstruo.

La vergüenza recorrió el cuello de Finn y se extendió a su rostro.

—Estás siendo demasiado generoso. No soy un campeón.

—La modestia no sirve de nada aquí —le corrigió Aradif—. Eres el destructor
de los destructores y el mundo te necesita mucho.

Se giró y agitó una mano hacia un lado. El aire brilló cuando apareció ante
ellos una tienda de ricos colores y lujosas telas.

—Vengan, compartamos juntos la bebida y la comida mientras hablamos de


asuntos importantes.

Se instalaron en el interior, donde un banquete de fruta, panes y platos de


arroz humeante se extendía sobre telas que brillaban con hilos de oro. Mujeres con
velos y ojos oscuros les sirvieron vino, mientras dos centinelas equipados con
largas vainas curvas flanqueaban la entrada.

Aradif se recostó en una pila de almohadas de seda con un cuenco de dátiles


frente a él.
—Nuestro pueblo es sensible a todo lo que no se ve en este mundo y más allá
—dijo—. Últimamente, hemos percibido una perturbación que atraviesa el océano
de estrellas. Esta energía en particular es una que no hemos sentido en miles de
años. Tememos que la antigua semilla de un gran dios haya despertado. Sentimos
que irradia ira y una sed insaciable de poder.

—¿De ella? —Preguntó Finn.

—Sí, es la madre de la gran diosa Kali. Su nombre es Kaliena, una alta


sacerdotisa que se sacrificó para salvar a su pueblo permitiendo que una entidad
del caos la poseyera. Esta fusión creó a Kali, una fuerza divina, que se extendió por
todo el universo, creando y destruyendo mundos. Cuando la energía de la diosa
abandonó a Kaliena, ésta volvió a su forma mortal. Se pensó que había muerto,
pero parece que había estado durmiendo. Hasta ahora.

Finn cogió una uva.

—No parece una gran amenaza. No si es mortal.

—Sin embargo, percibimos un peligro inminente que emana de ella —insistió


Aradif.

Finn se quedó mirando la uva, haciéndola rodar entre el dedo y el pulgar.

—¿Qué tiene que ver todo esto con nosotros?

Aradif dejó los dátiles a un lado, se sentó y se inclinó hacia Finn.

—El Oráculo te ha visto luchar contra Kaliena aquí en el desierto de


Marajaran.

Finn se tensó. ¿Aradif pretendía retenerlo aquí para defender su tierra?

—Escucha, estoy agradecido por la hospitalidad, y por mucho que me gustaría


ayudar, tengo que estar en otro sitio.

—Ya está profetizado. Habrá una gran guerra y te enfrentarás a Kaliena hasta
la muerte, aquí en este desierto —insistió Aradif.

Dejando caer la uva, Finn apretó los puños contra la suavidad de la arena bajo
la alfombra en la que estaba sentado.

—No puedo quedarme. No lo haré —Le resultaba imposible mantener la ira


fuera de su voz.

Sithias le lanzó una mirada ansiosa.

—Ah, lo que quiere decir es...


—No te estoy pidiendo que te quedes —cortó Aradif—. A ninguno de ustedes.
Todos los caminos llevan a otra parte y así deben ser para que no interfiramos con
el destino. Pero te aseguro que nos volveremos a encontrar y en circunstancias
menos agradables.

—Si eso es cierto, entonces respetarás nuestra necesidad de irnos y nos


llevarás a la división ardiente para que pueda continuar mi viaje —Finn se puso de
pie. Ya estaba harto de sentarse y esperar el momento adecuado para abordar el
tema.

Aradif también se puso en pie.

—Sí, por supuesto.

Volvió a agitar el brazo. Un suave resplandor se extendió por la lujosa tienda,


los sirvientes, la comida y los faroles parpadeantes antes de desvanecerse por
completo. La noche cayó a su alrededor en un manto de estrellas brillantes. La
media luna proyectaba un brillo lechoso sobre las dunas.

Finn sintió un repentino e intenso calor a su espalda y se giró. Un muro de


fuego, que se extendía interminablemente en cada dirección, siseaba con una magia
poderosa. Sabía, sin necesidad de comprobarlo, que las llamas eran sensibles y que
lo convertirían en cenizas si se acercaba demasiado.

—Me despediré antes de que convoques a la Tríada Feadh-Ree para abrir la


puerta. No dejes que se demoren —advirtió Aradif—. No toleraremos su presencia
más tiempo del necesario —Un viento se precipitó a su alrededor, convirtiendo sus
ropas en una mancha blanca. Se inclinó y se desvaneció en un torbellino, antes de
perderse de vista por la arena.

Sithias se secó la frente.

—¡Uf! ¿Puedes creer que hayamos salido vivos?

—No tienes que preocuparte. Nunca permitiría que ocurriera de otra manera
—Finn miró fijamente lo único que quedaba entre él y Fate. La ardiente división.
Ahora que había llegado tan lejos, no podía esperar ni un segundo más.

Cerrando los ojos, recitó la invocación que había memorizado del grimorio de
O'Deldar. Las palabras ricas en hechizos absorbieron toda la humedad de su boca.
Su lengua se espesó, dificultando el habla. Al terminar la invocación, Finn abrió los
ojos. La misma neblina turbia se cernía frente a él y se expandía en un círculo de
oro con un centro azul verdoso. En cuanto vio la perturbación de las formas que se
reunían dentro del portal, se volvió hacia Sithias.

—Cierra los ojos y mantenlos cerrados. Se mostrarán en su verdadera forma.


Tengo las runas de la raza de los ancianos para protegerme, pero tú no tienes
defensa contra ellas.
Sithias se tapó los ojos con las manos.

—¿Qué pasa si no puedo evitar espiar? Tengo una mente curiosa.

Finn observó cómo las sombras se volvían densas.

—Créeme, no quieres saber lo que va a pasar, así que contrólate.

Una pezuña hendida atravesó la membrana exterior del portal. El resto del
cuerpo de la criatura emergió, trayendo consigo un frío glacial que se filtraba desde
el otro mundo. Los ásperos cuernos en espiral de un carnero rodeaban un rostro
bestial, que despertaba el miedo al verlo. Unos ojos negros y aceitosos, desprovistos
de humanidad, miraban a Finn. Los labios arrugados se curvaron en un gruñido,
mostrando hileras de colmillos afilados como agujas. La piel, tan gris como la
muerte, se pegaba como un crespón a su torso nervudo. Las espinas sobresalían de
su extraña estructura esquelética, mientras que el pelo desgreñado y apelmazado
cubría sus enormes patas de cabra. Finn había visto muchas ilustraciones
caprichosas de sátiros, pero ésta era la versión más aterradora con diferencia.

El slitherer serpenteó tras el sátiro. Era una criatura horripilante. Unas alas
mal formadas sobresalían de la parte posterior de su cuerpo tuberoso. De su cráneo
con escamas negras brotaban ojos rojos en forma de jaguar. La mandíbula inferior
era una maraña de colmillos que se enroscaban bajo el pómulo y rezumaban babas.
Finn podía entender por qué la visión de tales bestias podía hacer que una persona
enloqueciera de terror.

Por último, pero no menos importante, la Lhiannon Shee, atravesó el portal.


Fijó su oscura mirada en Finn. Ni una pizca de emoción parpadeó en sus duros
rasgos de pájaro. Era obvio ver que el hechizo de destierro había funcionado. De lo
contrario, habría hecho todo lo posible para atraerlo de nuevo a su red.

—Abre el portal de vuelta a mi tierra natal, al lugar donde entré por primera
vez en este mundo —ordenó Finn a la Tríada.

El sátiro le gruñó.

—La admisión requiere primero el pago de las deudas pendientes.

Finn miró al Lhiannan Shee y tragó saliva.

—¿De verdad? —Se acercó a Sithias—. ¿Por qué surge esto? Creía que el
hechizo de destierro lo había dejado todo a cero.

Manteniendo los ojos cerrados, Sithias se encogió de hombros.

—No podría decirlo —Gritó cuando el cizañero serpenteó contra su pierna—.


¿Qué fue eso? ¿Era una serpiente? Aléjalo de mí.
—Tú más que nadie deberías estar bien con las serpientes —murmuró Finn.
Volvió a centrar su atención en el sátiro—. ¿Ha cambiado la forma de pago?

El sátiro giró su cabeza cornuda hacia la Lhiannon Shee.

—Sólo tu guía puede responder a eso.

Cerró la brecha entre ellos, sus pies con garras cavando en la arena con cada
paso.

—Cierra los ojos.

Todas las partes de Finn se resistieron, pero igualmente cerró los ojos.

Se inclinó hacia él para susurrarle al oído, envolviéndole en el olor a rocío del


bosque.

—Piensa en nuestro tiempo juntos —Su voz se volvió suave y sedosa—. Nunca
te abandoné. Acudí a ti cuando más lo necesitabas. Fui tu compañera constante,
incluso cuando no podías verme. Te cuidé. Te guié hasta este lugar, donde ahora
estamos. Mira en lo profundo de tu corazón, Finn. ¿Puedes encontrar aunque sea el
más pequeño núcleo de afecto por mí y sólo por mí?

Por mucho que Finn quisiera negar el más mínimo atisbo de calidez en su
corazón por esta insidiosa criatura que había manipulado todas sus emociones, en
verdad, no podía. Le estaba agradecido por haberle hecho llegar hasta aquí.
Sinceramente, no sabía si habría sobrevivido si ella no hubiera seguido
manteniendo su deseo de una vida con Fate al frente de su corazón y su mente.

—Sí —me susurró —me he encariñado contigo. Te agradezco todo lo que has
hecho por mí.

—Eso es todo lo que siempre quise de un alma tan notable como tú, Finn
McKeen. Eres el más humano de los seres que he encontrado —Su aliento se agitó
contra su cara—. Mírame.

Finn se volvió receloso. ¿Estaba tratando de atraparlo de nuevo?

—Abre los ojos.

La miró. No había cambiado. Seguía siendo la criatura depredadora de la


naturaleza que siempre había sido, pero ahora su pálida piel brillaba con un
resplandor interior. Los duros planos de su rostro parecían suavizados y el negro de
sus ojos brillaba como una noche estrellada. Se le cortó la respiración por la belleza
salvaje que tenía delante. La Lhiannan Shee dio un paso atrás con una sonrisa que
guardaba un secreto.

—La deuda está pagada —dijo a los demás.


La Tríada se puso en círculo y habló en un idioma antiguo que Finn no podía
comprender. El fuego escupido e hirviente de la división se separó. El Lhiannan
Shee les hizo un gesto para que pasaran.

Los ojos de Finn se empañaron de gratitud mientras asentía con la cabeza.


Tomando a Sithias del brazo, lo guio más allá de la Tríada y atravesaron el portal.
Las llamas ardían a su alrededor, pero el calor abrasador no quemaba.
Cuando Finn dejó atrás Oldwilde y todas sus pesadillas, el aire fresco le tocó la cara.
El alivio lo invadió cuando el mundo del que venía se abrió a un soleado día de
primavera, donde un campo tulipanes amarillos se extendía ante él. La librería
Capítulo 41
Fate tiene un plan

TODOS ESPERABAN EN EL SANTUARIO A FATE Y JESSIE CUANDO regresaron


del Santuario en las profundidades del núcleo de la Fortaleza. Fate había avisado por
radio una reunión de emergencia en el vuelo de regreso. Era el momento de informar a
todos sobre la amenaza que Kaliena representaba, no sólo para ellos, sino para el
universo en general.

Fate se puso a la cabeza de la mesa, con el ánimo reforzado por su padre y Gerdie
de pie a un lado, y Jessie al otro. Farouk, Steve y Darcy estaban allí, pero la ausencia de
Brune, Lincoln y Mason era dolorosamente notable.

—Tengo algo que todos tienen que ver —anunció Fate.

Darcy levantó una mano para detenerla.

—Eh, espera. ¿Así que no das las gracias por facilitar la muerte del carroñero?

Fate frunció el ceño.

—Difícilmente lo habría llamado fácil. Pero está bien. Gracias.

—De nada —La decepción que Fate notó en la cara de Darcy la hizo preguntarse si
esperaba un gran ramo de flores por haber descubierto cómo derrotar al carroñero.

Fate intercambió una mirada perpleja con Jessie mientras se quitaba el anillo
proyector de su dedo. Cuando Farouk se dio cuenta de lo que estaba haciendo saltó de su
asiento y se agarró a los barrotes de su jaula.

—¿Qué estás haciendo con eso? Esos guiones son sólo para los ojos del Guardián.

—Ya no. Todo el mundo tiene que saber lo que viene —Fate se quedó callada un
momento—. Está totalmente despierta y caminando.

El agarre de Farouk a los barrotes se aflojó. Dejó caer los brazos y se dejó caer en su
silla.

—No, no, no.

—¿Quién es ella? ¿Te refieres a Brune? —preguntó Eustace.


—No, acabo de llegar de la enfermería —dijo Gerdie—. Brune sigue inconsciente... y
todo verde y venoso —Se quedó callada, sus ojos marrones llenos de lo que parecía
arrepentimiento.

—No te preocupes, Gerdie. Si hay algo que sé sobre Brune, es que es una
superviviente —le aseguró Fate.

—Estoy seguro de que encontraremos una cura para la infección —añadió


Eustace—. Steve y yo hemos estado investigando desde su llegada. Por ahora, sin
embargo, me gustaría saber lo que es tan urgente.

—La mejor manera de informarte es mostrándote —Fate se acercó a la jaula de


Farouk. Le tendió el anillo—. Supongo que tienes algún tipo de forma de reproducir un
proyector de telepatía para todos los presentes.

Estrechando sus ojos de zorro brillante, Farouk le arrebató el anillo proyector.

—Has calculado bien —Conectó el anillo en una ranura en su panel de control.

Una lluvia de fina niebla se formó sobre el centro de su mesa de reuniones mientras
la imagen de la vidente de tres ojos, Vasha, parpadeaba a la vista. Su voz seca llenó el
Santuario y todos se quedaron perfectamente quietos, sus mentes rehenes de la historia
de los orígenes de la Fortaleza.

Cuando la narración de Vasha los llevó al nacimiento del Dios del Caos, Fate se
apartó de la mesa, aunque eso no impidió la intensidad de las imágenes que se
apoderaban de su mente. Una vez más, fue testigo de la agitada masa de oscuridad de la
entidad que estaba por la Fortaleza, atravesando el campo de fuerza y fusionándose con
la Suma Sacerdotisa. Se estremeció cuando el poder oscuro transformó a la mujer en la
feroz Kaliena de ojos negros que había llegado a temer.

Los latidos de su corazón aumentaron cuando Wodrid invadió la escena. Su


intrusión y la evolución de su retorcida relación con la mujer viciosa, que era su
carcelera, hicieron que Fate tuviera náuseas. Temía a Wodrid tanto como temía a
Kaliena.

También él se acercaba. Todo convergía. Ella podía sentirlo.

Cuando la voz de Vasha se desvaneció con lo último de su historia, las palabras


fueron nada más que ruido para Fate. Ella había vuelto su atención a los otros. El mismo
terror que sentía estaba escrito claramente en sus rostros.

El rostro triste de Vasha se desvaneció cuando la pantalla brumosa se evaporó. El


silencio se apoderó de la sala, pero sólo durante unos preciosos segundos. De repente,
todos hablaban a la vez, con pánico en sus voces mientras el volumen se elevó a gritos.

Jessie golpeó su espada contra la mesa con un fuerte chasquido.

—Cálmense, chicos, y escuchen. Fate tiene un plan.


Los demás se callaron, aunque rígidos de tensión y con expresiones condenadas.

Fate miró a Jessie, sin palabras y petrificada. ¿De qué plan hablaba? Se trataba de
una reunión para decidir qué hacer a continuación.

—Uh... Como yo lo veo, vamos a necesitar mucha más ayuda de la que tenemos
aquí en esta mesa.

Darcy resopló—: ¿Tú crees?

Fate la ignoró.

—Necesitamos encontrar a alguien cuyo poder sea igual al de Kaliena y...

Darcy se rio. Era la risa nerviosa de alguien que está a punto de perderla.

—Buena suerte con eso.

Jessie agitó su espada hacia ella.

—Basta, no estás ayudando.

—Oh, ¿en serio? ¿Y cómo propones ayudar? ¿Haciendo que te mutilen o termines
muerta como Mason y Lincoln? —Darcy estaba temblando, sus ojos llenos de terror.

Eustace se acercó a Darcy.

—Sé que tienes miedo, pero tenemos que mantener la calma y mantener nuestra...

Darcy se echó a llorar, golpeando los puños contra su pecho. Eustace aguantó la
paliza hasta que ella se derrumbó contra él. Colocando sus brazos alrededor la rodeó con
sus brazos y le dio a Fate un gesto incómodo para que continuara.

—Cómo iba diciendo... —Sintiéndose culpable, Fate se interrumpió. Empezaba a


ver por qué Brune había parecido tan insensible. Por mucho que odiara la tarea de dejar
de lado el sufrimiento de los demás en un esfuerzo para mantener una apariencia de
orden—. Necesitamos ayuda, y sé dónde encontrarla.

Farouk acarició con preocupación la punta de su cola.

—Esta es la primera vez que oigo hablar de esto. ¿Por qué no has conversado
conmigo sobre esto antes?

—Lo estoy haciendo ahora.

La desconfianza brilló en los ojos de Farouk.

—¿Quién es este ser omnipresente que crees que nos salvará?

—Es un druida que ha sido marcado con las runas de la raza de los Antiguos.
Los ojos de Farouk se ampliaron.

—¿Las runas de los gigantes han sido regaladas a un humano?

—Sí. Le he visto invocar el océano para hundir a un monstruo en la tierra y


ahogarlo. Invocó una tormenta para contener a una diosa de la guerra del viento y el
rayo, y la incrustó en la roca con un tornado. Invocó el fuego para matar a una hechicera
y...

Farouk dejó caer su cola y agitó las manos para detenerla. —Sé cómo funcionan las
runas de la raza de los Antiguos. ¿Cómo hipotetizas sus poderes sobre que los elementos
funcionarán aquí en el espacio? La Torre no es un planeta, es una máquina.

—Hay aire —señaló Fate—. Y algunas de las bóvedas están hechas de tierra, árboles
y plantas. Incluso de agua.

—Puede ser, pero en relación con lo que un planeta puede proporcionar, hay pocos
elementos con los que trabajar aquí —argumentó Farouk.

El pánico latía en el pecho de Fate. ¿Por qué estaba siendo tan obstinado? ¿Iba a
impedirle que se vaya? No, se negaba a dejar que nada se interpusiera en el camino para
volver con Finn y liberarlo. Había cumplido con sus deberes como Guardiana y había
elegido a su apoderado. Jessie era una excelente sustituta. Además, tenía toda la
intención de traer a Finn de vuelta para ayudar. Ella nunca dejaría a sus seres queridos a
su suerte.

—¿Cuál es el nombre de este druida? ¿Cómo sabemos que podemos confiar en él?
—Steve parecía tan decidido como Farouk a entrometerse en sus planes.

Fate lo miró con súbita ira.

—¿Acaso importa?

Las oscuras cejas de Steve formaron un ceño fruncido.

—De hecho, sí importa. No todos los druidas son puros con La Orden. Algunos se
inclinan hacia el lado oscuro.

—¿Quién te hizo experto en druidas?

Steve apretó su bastón, retorciendo la brillante madera negra hasta que chirriaba
contra sus guantes de cuero. Fate se preguntaba por qué seguía su meticuloso traje de
brujo cuando todos los demás se habían despojado de sus trajes a un lado. ¿Acaso no
tenía una identidad propia?

—Soy más experto en druidas que tú —El tono de Steve parecía cuidadosamente
controlado—. Mientras tú has estado ahí fuera, yo he estado en la biblioteca
empapándome de todo el conocimiento que he podido. Para ser útil, por supuesto.
—Bien por ti —concedió Fate—. Pero vas a tener que confiar en mí en esto. Conozco
a este druida personalmente. Hemos pasado por muchas cosas juntos y dio su vida por
mí. Más de una vez —Se tragó el duro nudo que se le formó en la garganta y se obligó a
contener las lágrimas que le quemaban en los ojos—. Confío plenamente en él.

—Soy consciente de la situación. Fate me puso al corriente antes —añadió Eustace,


ante la evidente sorpresa y molestia de Farouk—. Si mi hija confía en este hombre, que
se ha probado a sí mismo una y otra vez, entonces yo confío en su juicio, al cien por cien.

Fate se hinchó con fuerzas renovadas. Quería darle a su padre un enorme abrazo,
pero Darcy estaba en el camino. Miró a Steve.

—Entiendo de dónde vienes, pero puedes guardar los libros en este caso. No
encontrarás a este druida en ninguno de ellos.

Steve abrió la boca para continuar la discusión, pero Farouk le cortó.

—No puedo permitir que abandones tu puesto. Has jurado proteger la Fortaleza.

—A menos que nombre a un apoderado.

Las orejas de Farouk se erizaron.

—¿Sabes de eso?

—Mhmm. Me costó mucho rebuscar en los archivos, pero Gerdie los encontró.

Gerdie levantó la barbilla y se puso de puntillas para intentar ganar algunos


centímetros.

—Sí, y fue casi como si alguien tratara de enterrar la única copia del Manual del
Guardián original archivándolo en Magia Arcana. Por extraño que parezca, lo relativo a
la designación de un apoderado ha desaparecido del... ¿Qué era, la edición 493 del
manual que le diste a Fate?

Farouk se quedó quieto, con su rostro peludo en una expresión de descontento.

—¿A quién has nombrado? Brune está destruida por el momento, así que no es ella.

Fate pasó su brazo por encima del hombro de Jessie. —Te presento a tu nueva
Guardián en espera.

—Pero, ella no es de la línea Inkwell —Farouk se quedó con la boca abierta.

Gerdie se apoyó en la mesa y pateó sus pies detrás de ella mientras miraba
fijamente a Farouk. —No tiene por qué serlo. Otra mentira que has transmitido a través
de los años.
Farouk se puso los pequeños puños en las caderas y frunció el ceño.

—¿Perdón? Yo nunca fui el autor del manual. Ese mérito es de Elspeth Inkwell, la
primeraGuardián de la Fortaleza. Ella escribió las reglas y estipulaciones para sus
descendientes. Cada Guardián desde entonces ha añadido sus éxitos y para ayudar a
guiar y alertar a sus sucesores. Si algo fue eliminado, fue por uno de ellos en el camino.

—Probablemente Brune —murmuró Gerdie.

—No lo pondría fuera de discusión —coincidió Fate.

Farouk se quedó callado. Su expresión inexpresiva lo decía todo. No tenía una


razón sólida para evitar que Fate se fuera. Había cubierto todas las bases.

Fate cogió su mochila de aeronauta y se la puso sobre los hombros. —Ahora que
todo está arreglado, me voy. Cuanto antes me vaya, antes puedo volver.

Farouk se tapó la nariz contra el hombro y no la miró. Su reacción la sorprendió. La


repentina punzada de culpabilidad que sintió la sorprendió aún más.

—Jessie ya ha hecho el juramento de apoderamiento, así que tendrás que iniciarla


mientras yo no estoy —Lo observó, esperando que dejara de evitar su mirada—. Hará un
buen trabajo.

Jessie saludó a Farouk.

—Ya lo creo. No te defraudaré.

Con la mirada fija en el suelo, Farouk le dedicó una leve inclinación de cabeza.

Sintiéndose como una canalla, Fate se volvió para apretar las correas de su mochila
de aeronauta, diciéndose a sí misma que estaba haciendo lo correcto. Sus motivos
podían parecer egoístas, pero al final, beneficiarían a todos.

Eustace se puso a su lado y le tendió un papel doblado.

—Necesitarás esto. Es un hechizo para invocar al Hombre Verde. Esto pondrá al


espíritu de la naturaleza bajo tu mando sin ningún tipo de reacción. La invocación es
segura y férrea. Lo he comprobado dos veces. Ah, y he investigado el portal. Es un
círculo de piedras en pie. Así es como los druidas viajaban entre lugares sagrados. Es
posible que tengas que ir de uno a otro, pero finalmente llegarás dentro del círculo de
piedras que rodea al roble gigante.

Fate se puso de puntillas y le dio un abrazo.

—Gracias, papá.

Eustace se quedó un momento abrazándola con fuerza antes de soltarla, con los
ojos empañados. —Cualquier cosa por mis Doodles.
Fate tragó una oleada de lágrimas. Odiaba ver tanta preocupación en los ojos de su
padre. Peor aún, odiaba ser la causa de esa preocupación.

Gerdie se acercó a Fate.

—No te detengas hasta que saques a Finn. Tráelo de vuelta. Lo necesitamos. Los
necesitamos a los dos.

—Lo haré —prometió Fate.

—Y no te distraigas con un montón de besos y…

—¡Jess! —interrumpió Fate, su cara se calentó mientras miraba a Eustace.

Él se aclaró la garganta, agarrándose la corbata como si hubiera comido algo


horrible. —Bueno, sí, eso sería muy apreciado.

Fate lanzó a Jessie una mirada acalorada.

—Gerdie lo dijo mejor —Jessie le devolvió el guiño—. Vuelve aquí antes de que todo
se vaya al diablo.

—Entendido —Fate se acercó a la puerta de entrada y pulsó el botón. Mientras la


puerta se abría en espiral, encendió el motor de su mochila de su aeronave. El zumbido
de las alas agitó el aire cuando se volvió para mirarlos por última vez. Si se quedaba un
segundo más, temía no irse nunca. Le dolía dejarlos.

Fate forzó una sonrisa arrogante.

—Nos vemos en un santiamén. —Despidiéndose con la mano, saltó al espacio y voló


en la dirección que su corazón más anhelaba ir.

Hacia Finn.
Capítulo 42
¿Dónde estás?

FINN ESTALLÓ A TRAVÉS DE LA ENTRADA PRINCIPAL DE LA LIBRERÍA y se


detuvo justo dentro de las puertas dobles. Mucho había cambiado desde la última vez
que había estado allí. Atrás quedaron las gruesas capas de polvo y oscuridad. Luces
iluminaron el interior rústico, bañando los rincones de lectura y estanterías revistiendo
las paredes de ladrillo con una calidez acogedora. El edificio emanaba un tono
subyacente de magia fuerte que no había estado presente antes.

Se acercó a la estantería más cercana, agarró un libro y lo abrió. Las páginas no se


desmoronaron. El libro estaba entero e intacto. La última vez que había estado allí, todos
los libros se habían estado pudriendo. Él recordó quemar algunos de ellos en un cubo de
basura de metal para mantener el calor.

—¿Fate? —El corazón le latía con fuerza en los oídos mientras esperaba una
respuesta. El pánico se apoderó de él. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Era demasiado
tarde? Seguramente ella estaba allí. El lugar parecía abierto al público. Ella dijo que su
abuela se lo había dejado—. ¿Hola?

Caminó por el centro de la librería, dirigiéndose hacia la escalera, donde el Libro de


Fábulas había descansado contra la pared. Se ha ido. Fate le había dicho que el libro
gigante era el letrero de la librería. Finn se volvió y corrió a través de las puertas
delanteras, chocando con Sithias justo cuando estaba entrando al edificio.

—¿La encontrasste? —preguntó Sithias.

Finn pasó junto a él, comprobando de nuevo el exterior del edificio. No había
prestado atención al exterior al entrar. Efectivamente, el libro de madera tallada con
letras de pan de oro y candado deslustrado estaba anclado al ladrillo en la parte superior
de la pared. Incluso parecía que alguien había retocado las florituras y la ortografía de
las letras, Librería, con pintura nueva. La confusión se apoderó de él. ¿Qué estaba
pasando?

—¿Esstá ella ahí? —Presionó Sithias.

Finn volvió corriendo al interior, esta vez llamando a Fate mientras corría por las
escaleras, golpeando las puertas abiertas de una habitación vacía tras otra. Él saltó
escaleras abajo, irrumpieron en el cuarto de almacenamiento en la parte de atrás, no
molestándose en mirar en el armario marcado del conserje, y empujar por la parte de
atrás de la puerta para echar un vistazo al exterior.
Nada.

La decepción cedió, dejándolo sin energía. Finn se apoyó contra la pared para
apoyarse y se aferró al dolor agudo de su pecho.

—¿Dónde estás? —le dijo a Fate, su voz ronca por el dolor.

Se tambaleó hacia el interior, arrastrando los pies mientras navegaba por la


habitación desordenada. Golpeó su rodilla contra una caja. Jurando bajo su aliento,
empujó más allá de las cortinas de terciopelo verde. Sithias estaba detrás del mostrador
del escritorio curvo del cajero cuando salió de la sala de almacenamiento. Había
descartado la vejez, las túnicas y el bastón de Asclepio por un alto larguirucho hombre de
unos treinta años. Luciendo bastante libresco, llevaba puesto anteojos y vistiendo un
suéter de rombos sobre una camisa blanca almidonada con una pajarita.

—¿Le puedo ayudar en algo? —Sithias sonrió—. ¿Para qué género esstá de ánimo?
—Agitó su largo brazo hacia una sección de libros—. Tenemos los clásicos de aquí.
Possiblemente algo ligero, como ¿ssueño de una noche de verano? —Hizo una pausa
para mirar la expresión sombría de Finn—. Ew, veo que te tocó un nervio. ¿Qué tal un
missterio? Tenemos toda la colección de Ssherlock Holmess por aquí.

—¿Por qué no eres él y averiguas por qué Fate no está aquí, y a dónde ha ido?

—Hmm, tentador, pero prefiero esta perssona. Lo confiesso, he estado atravesando


una pequeña crissis de identidad últimamente, y el papel de un bibliotecario me encaja
perfectamente —Sithias suspiró mientras miraba a su alrededor a todos los libros—.
Enciérrame aquí y tira la llave. Mientras esté rodeado de todas estas historias, podría
vivir en esta librería para siempre.

—¿Estás escuchando algo de lo que he dicho? Fate no está aquí —gruñó Finn.

Sithias lo miró.

—Le escuché, señor. Pero no debe perder la esperanza ahora. Ella obviamente ha
estado aquí.

—¿Cómo puedes saberlo?

—Bueno, para empezar, el Libro de Fábulas está aquí. Yo estaba ahí cuando ella se
fue con él. Si el libro está aquí, ella está aquí. Quizás no específicamente aquí en la
librería, pero al menos sabemos que no está en ningún otro lugar del universo. Quiero
decir, eso sería ridículo, ¿no es así? —Sithias sonrió y rodó sus ojos—. ¿Por qué no revisa
con ese agudo sexto sentido suyo para localizarla?

La agitación de Finn se calmó. Sithias tenía razón. Él entró en pánico y perdió todo
sentido.

—Saldré y me arrodillaré. Mientras estoy hurgando, verás si puedes desenterrar


alguna pista de adónde podría haber ido, como tal vez la dirección de su casa
—Lo haré —Sithias lo llamó mientras Finn se dirigía hacia la puerta.

Finn se detuvo cuando llegó al borde del campo de tulipanes. Él miró sobre las
franjas de flores amarillas que se extendían en hileras ante él. La imagen de una niña con
una fregona salvaje de rizos castaños recogiendo ramos también grandes para llevar,
brilló en su mente. Sonriendo al pensarlo, se arrodilló y colocó su palma sobre la hierba.
Si hubiera algún lugar para conectarse a Fate, era aquí, donde sus mejores recuerdos
estaban más vivos

El vínculo con Fate fue instantáneo. El calor fluyó a lo largo de su brazo como fuego
salvaje y explotó en su pecho. Más fuerte que nunca, se arremolinó dentro de él,
activando todos los sentidos con el crepitar del fuego, el olor de canela y vivacidad del
aire fresco del otoño. Se empapó de él directo a la médula de sus huesos, tocando su
alma con su misma esencia.

Su amor y anhelo coincidían con los de él.

—Estás aquí —susurró, con los ojos cerrados mientras miraba las chispas danzantes
de su espíritu con su visión interior—. ¿Pero dónde exactamente?

Investigó más, recorriendo carreteras, granjas y ciudades, buscando el faro


brillante de su presencia dentro de la casa en la que vivía. Haciendo todo lo posible para
dejar a un lado su frustración, buscó más allá del área inmediata, atravesando
cordilleras, océanos, desiertos y bosques.

Cerró la mano sobre la hierba, tirando de las raíces y mordiendo hacia abajo hasta
que le dolía la mandíbula.

—¿Dónde estás?

No dispuesto a rendirse, Finn buscó en todos los rincones del mundo, pero con
cada momento que pasaba, su ánimo se apagaba. ¿Qué está pasando? Fate estaba
obviamente en esta dimensión o no podría sentirla. Entonces ¿dónde estaba ella?

¿Era posible que estuviera en otro lugar que no fuera la Tierra?

Finn empujó sus sentidos más allá del planeta, más allá del sol, del sistema y luego
la Vía Láctea, en busca de la luz brillante de su espíritu llameante de oro rojo. Las
estrellas se convirtieron en una mancha de luz rayada mientras se disparaba a través del
universo.

La sintió antes de ver la estructura masiva con sus aros. Sintió su desesperada
necesidad por él. La magnitud de esta reflejaba la suya. La fuerza de sus emociones lo
aplastó. Él quería estar ahí para ella, para quitarle todo el dolor que estaba sintiendo,
pero no podían estar más separados que en ese mismo momento.

También sintió su determinación de volver con él. Ella estaba en una misión. Pero
¿cómo iba a saber ella que había regresado? No estaba en Oldwilde y atrapado dentro del
roble más. Llamó con cada parte de su ser. Espérame, Fate. Quédate donde estás. Te
encontraré.

De repente irradió una mezcla de miedo y anticipación esperanzada, mientras


acababa de lanzarse en paracaídas desde un avión. Y luego ella se fue. La conexión fue
cortada, como si una puerta se le cerrará en la cara.

Los ojos de Finn se abrieron de golpe. Gritó al mundo, un gruñido distorsionado de


dolor que apenas reconoció. Arrancó matas de hierba del suelo, arrojándolos tan lejos
como pudo. Sabía sin duda alguna que ella había encontrado otra puerta de entrada a
Oldwilde que no era del Libro de Fábulas. Había logrado lo que se había propuesto.

Finn se puso de pie de un salto y entró furioso en el interior de la librería.

Sithias le agitó una hoja de papel.

—Encontré ssu dirección. Esto es un regisstro de todos los libros que la abuela de
Fate le envió por correo —anunció con orgullo—. ¿Quién necessita a Ssherlock Holmes
cuando me tieness a mí?

—Buen trabajo, pero mantén tu sombrero de detective puesto. Su dirección es inútil


ahora.

Sithias dejó caer el papel y se dejó caer contra la encimera.

—¿De verdad?

—Fate se fue hace mucho. La rastreé hasta algún lugar de una galaxia muy, muy
lejana de aquí —Finn se sintió ridículo repitiendo la famosa frase, pero encajaba en este
caso. Sonrió, más bien una mueca, sabiendo que a Fate le hubiera encantado escucharlo
hablar como la fanática de la fantasía que era.

—¿Qué podría esstar haciendo ella tan lejoss?

—Supongo que es donde Gerdie dijo que podría encontrar una puerta de entrada a
Oldwilde. Excepto que no sabemos dónde está eso —Finn agarró el borde del mostrador
y se inclinó hacia Sithias—. Tienes que pensar en lo que Gerdie te habló de este lugar.
¿Cómo lo llamó? ¿Ella dijo cómo llegaron allí? Supongo que no estaba en una nave
espacial.

Sithias se encogió ante la intensidad de Finn.

—Lo juro, sseñor. No recuerdo mucho.

—Lo vi —Finn miró al vacío—. Es una especie de planeta hecho por el hombre. La
cosa es enorme y está rodeada de gigantescos anillos giratorios

—¡Oh! Eso ssuena familiar. Recuerdo a Gerdie diciendo algo sobre una gran ciudad
encerrada por una jaula de aross giratorios —Sithias le dio una sonrisa tímida—. Penssé
que ssonaba absurdo en ese momento.
—¿Dijo ella lo que era?

Sithias se tocó la barbilla.

—No puedo recordar exactamente. Ella dijo que era un gran ssecreto familiar. Lo
han estado protegiendo porque ess una esspecie de lugar de almacenamiento para
objetos mágicos y todo eso.

—Eso es bueno. ¿Qué más?

Sithias se tensó mientras trataba de recordar. Su rostro se iluminó como si algo le


hubiera venido a la mente, pero luego negó con la cabeza.

—No. Nada. Esso es todo.

Finn apenas resistió el impulso de agarrar a Sithias por su pajarita y sacudirlo para
que recordará.

—¿Dijo por casualidad cómo llegó su familia a la gran ciudad de aros?

—Hmm ... no, no lo creo.

El apretón de las manos de Finn sobre el mostrador hizo que la madera crujiera.

Sithias miró los músculos enroscados de Finn y tragó saliva.

—Venga piensa en ello, puede que haya mencionado algo sobre una puerta. Aquí en
la librería, si no me equivoco.

Finn soltó el mostrador y se paseó.

—No, eso no puede ser. Comprobé cada habitación cuando llegué aquí. Ninguna de
ellas condujo a ningún lado excepto aquí.

—¿Está sseguro? ¿Había armarios arriba? Fate me dio un maravilloso libro sobre
un portal mágico a través de un armario. Quizás la librería también tiene uno.

—No, no vi ninguno, pero había una puerta que no me molesté en mirar adentro —
Corrió a través de la habitación, pasó junto a las cortinas de terciopelo verde de la sala de
almacenamiento y se detuvo frente al armario del conserje.

Sithias se apresuró a seguirlo.

—Activa el interruptor —le dijo Finn. Cuando se encendieron las luces, notó la
cerradura de la puerta. No había nada extraordinario en él, aparte de su evidente edad y
los tornillos con forma de estrella que lo mantenían sujeto a la madera, pero percibió un
aura de magia a su alrededor—. Eso es todo.

—Pero no tenemoss la llave para desbloquearla.


Pasando los dedos por el borde del marco de la puerta, Finn se arrodilló hacia abajo
hasta que vio la caja de cerillas en la parte inferior manteniendo la puerta
completamente cerrada. El alivio eliminó la tensión que aglutinaba los músculos en
bandas apretadas.

—No la necesitamos —Sonriendo, se puso de pie y abrió la puerta de par en par. Él


hizo un gesto para que Sithias entrara—. Después de ti.

Sithias miró con nerviosismo el largo pasillo oscuro y la extraña luz resplandeciente
en la distancia.

—No lo creo. Definitivamente después de ti ssseñor.


Capítulo 43
Mal momento

UNA FUERZA DIFERENTE A NADA QUE FINN HABÍA EXPERIMENTADO se


apoderó de él, lanzándolo a través de un túnel circular de energía agitada. Cintas
irregulares de relámpagos cayeron por todos lados, quemando su piel. Las fuerzas G
aumentaron, tirando de su cuerpo a través de un dolor increíble. Estaba siendo estirado
en el espacio y tiempo, cada vez más delgado. El miedo atravesó cada nervio. No fue
hecho para esto. Era una construcción de la magia y la imaginación de Fate. Si existiera
algo que pudiera reducirlo a nada más que polvo de estrellas, seguramente esto sería
todo.

El salto terminó tan rápido como comenzó. Finn fue catapultado por el aire y se
estrelló contra la piedra. Se acurrucó en una bola, patinando de lado a través de una
superficie plana hasta que golpeó el borde afilado de algo grande y sólido. Tomó un
segundo en sentir sus brazos y piernas. Su piel no estaba quemada y todavía estaba en
una pieza.

Y adolorido. Muy adolorido.

Levantó la cabeza para mirar a su alrededor, viendo una mesa enorme flotando a
sólo un pie del suelo junto a él cuando algo chocó con él y lo aplastó. Fuera lo que fuera,
enrollado hacia adentro, deslizándose a través de sus piernas y espalda. Finn hizo girar
su brazo, atascando la cosa entre la punta de su codo y la mesa.

—¡Oomph, cuidado con las alasss! —siseó Sithias.

Finn retrocedió, mirando a la inquietantemente grande serpiente de marfil con


disgusto.

—¿Qué pasa con el traje de serpiente? Sabes lo que siento por eso —gruñó.

Sithias agitó sus alas emplumadas y procedió a enrollarse en una posición vertical.

—Lo sssiento, señor. Cualquier habilidad que tuviera para cambiar de forma,
parece haber quedado atrás en la Tierra. He vuelto a ser yo —Él se balanceaba en su
lugar, girando la cabeza de un lado a otro mientras miraba el techo de la cúpula y las
paredes circulares forradas con estanterías altas—. Vaya, qué maravilloso ¿Qué lugar es
essste?

Finn se puso de pie, más interesado en la luz brillante, que se movía e hizo
traslúcidas las paredes de bronce. Se acercó, mirando con asombro la estructura masiva
justo fuera de la habitación y los enormes engranajes moviéndose en rotación lenta. El
barrido de gigantescos aros giratorios confirmó que este era el mismo planeta creado por
el hombre que había visto en su visión cuando había buscado a Fate.

Su pulso se aceleró. Estaba en el lugar correcto, pero ¿era el momento adecuado?


Extendió la mano con sus sentidos, sintiendo la presencia de Fate. Su pecho quemado
por la decepción. Fate ya no estaba allí. Empujó la angustia a un lado. No se rendiría. No
cuando estaba más cerca que nunca de encontrarla. Nada lo detendría ahora.

—No te muevas, mantente ahí. Manos detrás de la cabeza —dijo la voz de una chica
detrás de él.

Finn se movió para darse la vuelta.

—¡De rodillas! —ella gritó.

Finn cargó contra la chica. Cerrando la brecha más rápido de lo que podía tomar el
disparo, Finn se abalanzó y la derribó. Cayeron al suelo, rodando uno sobre el otro, cada
uno luchando por ganar influencia. Su fuerza casi igualaba la de él y ella estaba
completamente armada, lo que la hacía más difícil de lastimar. Finn se retiró de debajo
de ella, la agarró por la muñeca y la tiró. Gruñendo con dolor, se detuvo un segundo
demasiado tarde. Finn la tiró al suelo y se puso de pie.

Revisó para ver qué estaba pasando con Sithias, cuando su bota salió disparada a la
vista y se encontró con un lado de su cabeza. Su cráneo se llenó de un sonido crujiente de
huesos. Las chispas pasaron por su visión, seguidas por un enjambre de negro.

***
La risa despertó a Finn de un sueño sin sueños. Luchando por despertar tocó el
dolor rechinante en su sien e hizo una mueca. Su cerebro estaba empañado y cuando
intentó abrir los ojos, todo estaba borroso.

Con cuidado, se levantó sobre un codo y se frotó los ojos. El mundo se inclinó y giró
a su alrededor, y finalmente se posó sobre la chica soldado con la que había luchado.
Estaba de espaldas a él y tenía a Sithias acorralado.

—Entonces, ahí estaba yo, el Dr. Benjamin Weathersby, al rescate. ¿Tuve que mirar
dentro de demasiados orificios antiestéticos para hacer el trabajo? Bien, sssí, pero estaba
dispuesto a tomar media docena para el equipo.

Cuando se rió, Finn se dio cuenta de que su postura era relajada y su arma estaba
enfundada.

Completamente confundido y preguntándose si estaba alucinando después de


recibir un golpe en la cabeza, Finn se puso de pie.

Sithias se inclinó alrededor de la chica y sonrió. —Oh, mira quién está despierto.
La chica soldado se volvió para mirarlo. La chica de cabello oscuro lo miró se veía
de la edad de Fate. Era una belleza asiática de huesos finos, y a juzgar por su tamaño,
Finn no podía ver cómo lo había superado de la forma en que lo había hecho.
Normalmente, su fuerza extraordinaria le dio una ventaja sobre la mayoría de los demás.
Pero luego, en una inspección más cercana, notó que su armadura tenía algún tipo de
mejora mecánica. No es de extrañar que hubiera sido tan fuerte.

Sithias se deslizó hacia él.

—Finn, te presento a Jessie.

Ella asintió y sonrió.

—Jessie es la mejor amiga de Fate desde el jardín de infancia.

Los grandes ojos color avellana de Jessie recorrieron el rostro de Finn.

—Wow, luces exactamente como ella te describió en todas sus historias.

Finn hizo todo lo posible por mantener una expresión neutra, pero era una lucha.
Odiaba tener el doloroso recordatorio de sus orígenes abierto para discusión.

Su expresión de asombro se convirtió en vergüenza.

—Lo siento, por mirar fijamente... y por golpearte en el melón. Fate va a tener mi
cabeza por poner un moretón en esa preciosa cara tuya, pero no sabía qué pensar cuando
te encontré aquí en el Santuario.

Finn trató de sonreír, pero se quedó corto.

—No se lo diré si no lo haces —Él miró a su alrededor—. ¿Dónde está ella?

—Fue a buscarte.

Finn miró a Sithias.

—Más mal momento. ¿Eso se ha convertido en mi especialidad?

—Esso creo, sseñor.

Finn se volvió hacia Jessie.

—Dime adónde fue. La traeré de vuelta.

—De ninguna manera. —Su tono de repente se llenó de sorprendente autoridad—.


Te vas a quedar, incluso si tengo que encerrarte.

Finn se tensó. —Escucha, muchacha, estás loca si crees que voy a sentarme
mientras Fate está ahí afuera buscándome.
—Siempre el héroe —Llevaba una advertencia en su sonrisa—. Así es como Fate te
describió.

—Señor, tengo que estar de acuerdo en que es mejor que se quede —interrumpió
Sithias antes de que Finn perdiera completamente los estribos—. Lo último que necesita
Fate es que te vayas en lo que podría ser la dirección equivocada.

—Escucha a la serpiente, Finn. No tienes idea de a dónde se ha ido Fate para poder
salir de aquí e ir tras de ti. Hemos tenido una catástrofe tras otra con la que lidiar.

Tenían sentido, especialmente Sithias, pero eso no detuvo a Finn de querer actuar.
Tenía que hacer algo.

—Sólo dime a dónde fue.

—Utilizó las piedras de pie Druídicas para acceder a Oldwilde —la voz de un
hombre intervino.

Finn se volvió y vio a un hombre distinguido y bien vestido que entraba en la


habitación. Una chica con cabello negro azabache, cortado severamente alrededor de su
muy maquillada cara, y un chico con sombrero de copa con la misma cantidad de
maquillaje de ojos entró tras él. Si eso no fuera suficiente, una pequeña criatura con cara
de zorro en una extraña jaula en movimiento trepó detrás de ellos.

El hombre mayor se acercó con la mano extendida.

—Usted debe ser Finn. Soy el padre de Fate, Eustace.

Finn reconoció la conexión familiar de inmediato. Fate tenía los ojos de la misma
forma que su padre, aunque los de ella eran marrones donde los de él eran grises.
Estrechó la mano del hombre y tragó saliva. —Encantado de conocerlo, señor.

Eustace aguantó el batido un segundo más mientras estudiaba a Finn. El más


pequeño indicio de una sombra cruzó su rostro antes de soltarse.

—Esto es increíble. Fate nunca esperó que vinieras a ella —La preocupación
endureció su carácter mientras negaba con la cabeza—. No puedo creer que la hayas
perdido por unas horas.

La frustración y la rabia estallaron en el pecho de Finn. Quería destruir algo.

—Yo tampoco —Sonrió, pero se sintió rígido.

—Bueno, tenemos mucho que discutir sobre el asunto de mi hija.

—Sí, lo espero con ansias, señor.

—Los dejaré para que se conozcan mientras voy a buscar a Fate —Jessie levantó
una especie de mochila con alas nervudas en forma de libélulas sobre su espalda.
—¿Qué tal si voy contigo? —Se ofreció Finn—. Puedo ayudar.

Jessie abrochó las correas y las apretó con fuerza.

—Lo siento, sólo los Guardianes de la Fortaleza pueden saltar a través de los
portales de la bóveda. Además, hay mucho para mantenerte ocupado aquí —Le guiñó un
ojo, se acercó a la escotilla redonda y pulsó el botón para abrirla.

—Ten cuidado —dijo Eustace—. Y date prisa.

Jessie le dio el visto bueno.

—Adiós —gritó, antes de saltar a través de la puerta.

Eustace negó con la cabeza.

—Si no es Fate la que me preocupa, es Jessie. Juro que esas chicas serán mi muerte
algún día.

—Sé lo que quieres decir —asintió Finn.

Ambos sonrieron con complicidad.

Sithias asomó la cabeza entre ellos.

—Hola, Sithias a tu servicio.

Eustace se movió para estrechar su mano, luego la retiró al darse cuenta de que
Sithias no tenía manos.

—Un placer conocerte —Hizo un gesto a los demás—. Estos son Darcy, Steve y
Farouk.

Sithias los reconoció con un asentimiento mientras se deslizaba hacia Farouk.

—¿Y qué serías tú, pequeño?

Las orejas de Farouk se inclinaron hacia atrás.

—Podría preguntarte lo mismo, grande y escamosa cosa.

Sithias se alejó de la jaula.

—Alguien está irritable. Y grosero —le murmuró a Finn.

—¿Qué hay de Gerdie? —preguntó Finn—. Ella está aquí, ¿no es así?

—Sí, por supuesto —Eustace miró a los demás—. Ahora que lo pienso, no la he visto
desde que Fate se fue hace unas horas. ¿Alguien más la ha visto?
Darcy pasó una uña negra pulida por el borde de su flequillo recortado. —No. Creo
que Steve fue el último en verla.

Steve le frunció el ceño. —¿Qué te hace pensar eso?

—Los vi hablando en la residencia antes de que todos volviéramos a la biblioteca.

—¿Se siente enferma? —preguntó Eustace—. Quizás debería verla.

—No es necesario, ella estaba bien —La mandíbula de Steve se apretó y luego se
relajó cuando atrapó a Finn mirándolo.

Eustace se dio vuelta para marcharse.

—No obstante, la investigaré. Ven conmigo, Finn. Estoy seguro de que Gerdie
estará encantada de verte.

—¿Qué hay de mí? —preguntó Sithias—. Yo también conozco a Gerdie.

Eustace inclinó la cabeza, examinando a la serpiente sobre sus eruditas gafas —Ven
entonces.

—¿Qué es este lugar? —preguntó Finn mientras seguía a Eustace a través de varios
pasillos largos

—Lo llamamos la Fortaleza, aunque originalmente fue nombrado Objetos por sus
constructores —explicó Eustace—. Es una historia bastante larga, de la que estoy feliz de
contarte en otro momento. Basta decir que este es un almacén para objetos mágicos.

Sithias se apresuró a mantener el ritmo.

—¡Suena fascinante! En el Santuario había algunos libros interesantes. ¿Puedo


mirarlos más tarde?

—Ciertamente, aunque eso es una mera pila en comparación con lo que hay en la
biblioteca principal.

Sithias se estremeció de emoción.

—Ooh, ¿podemos ir allí?

Eustace sonrió.

—Ah, veo que eres un hombre... eh... una serpiente según mi propio corazón —Se
aclaró la garganta—. Uh, sí, pasaremos por la biblioteca a continuación.

Se detuvieron frente a una de las muchas puertas que flanqueaban el pasillo.


Símbolos extraños marcaban un panel a un lado, probablemente algún tipo de marca de
identificación para distinguir una puerta de la otra. Eustace colocó su palma sobre el
centro del panel, donde brillaba con luz dorada. Se inclinó y habló por lo que parecía ser
una versión alienígena de un intercomunicador.

—¿Gerdie? Es Eustace aquí. Tengo algunos invitados conmigo, a los que sé te


gustará ver.

Esperaron a que se abriera la puerta.

Eustace miró la puerta con el ceño fruncido, preocupado.

—Hmm, me pregunto si la hemos perdido. Posiblemente haya ido a la biblioteca.


Ahí es donde ella pasa la mayor parte de su tiempo, después de todo.

Sithias mantuvo la cabeza en alto.

—Yo fui quien le enseñó a leer a Gerdie.

Eustace enarcó las cejas.

—Bien hecho. Ella tiene bastante curiosidad y se ha convertido en nuestra mejor


investigadora.

—Ahora hay un trabajo al que podría aceptar —Sithias agitó sus alas

—Siempre estamos abiertos a recibir más ayuda —Eustace dio un suspiro de


confusión—. Siento haberte arrastrado hasta aquí. Pensé que seguramente Gerdie estaría
en su habitación. Aunque me sorprende que su cámara robot no dé respuesta.

—¿Este lugar tiene robots? —preguntó Finn.

Eustace asintió.

—En todas partes, y miles de ellos. Básicamente, hay algún tipo de robot de
mantenimiento para cada parte de la Fortaleza, incluso otros para atender a la limpieza
de la habitación. Es bastante agradable, de verdad —Hizo una pausa por un momento—.
Bueno, ella no está aquí, así que supongo que nos iremos a la biblioteca ahora.

Sithias fue el primero en retroceder por el pasillo.

—No tienes que preguntar dos veces.

Finn no se movió.

—Espera. ¿Esta marca de quemadura siempre estuvo aquí?

Eustace se inclinó para examinar la mancha oscura quemada en la madera


alrededor de la manija de la puerta.

—No, no lo creo —Intentó girar la manija—. Está bloqueado.


—¿Quieres que lo abra? —preguntó Finn.

Eustace miró la puerta con el ceño fruncido, preocupado.

—Por supuesto, si tienes algún tipo de truco para...

Finn abrió la puerta de una patada.

—...Desbloquearlo. Con tu pie.

La habitación estaba a oscuras cuando entraron.

—Luces encendidas —Eustace se detuvo en seco cuando la habitación se iluminó—.


Oh, Dios mío.

Finn se tensó al ver las ruinas a su alrededor. Una mesa quemada y las sillas
estaban inclinadas de lado y giraban en círculos a unos centímetros del suelo. La cama
estaba abierta. El suave y blanco color de las almohadas cubrió todo como una ligera
capa de nieve. El robot de la cámara había sido rasgado por la mitad, una pieza cerca de
la puerta y la otra arrojada al lado opuesto de la pared. Las marcas de quemaduras
oscurecieron las paredes, como si alguien con un lanzallamas hubiera estado jugando al
gato y al ratón con Gerdie.
Capítulo 44
Permíteme presentarme.

FINN TENÍA LA GARGANTA MIENTRAS SE MOVÍA ENTRE LOS escombros,


buscando la diminuta forma de Gerdie y temiendo lo que pudiera encontrar.

—Ella no está aquí. —Dio un suspiro de alivio, pero fue un respiro momentáneo.
Quienquiera que haya hecho esto, debe haberla tomado.

—¿Quién haría esto? —dijo Sithias desde la puerta—. ¿Y por qué?

—Tengo mis sospechas —Eustace giró sobre sus talones y salió furioso de la
habitación.

Finn igualó su paso. —¿Fue Brune? No se puede confiar en ella, ¿Sabes? Dejó a
Gerdie solo con un monstruo devorador de niños e hizo quemar a su propia abuela en la
hoguera.

—No fue Brune. —Eustace seguía caminando rápido—. Regresó de su última misión
con una infección. Actualmente está muy enferma e inconsciente.

Finn corrió a su lado.

—Llévame con ella. Quiero verlo por mí mismo. Esa mujer es una serpiente, no te
ofendas, Sithias, y no se puede confiar en ella.

—No lo hago —Sithias aleteó para alcanzarlo—. Aunque desspués de todo, he oído
hablar de Brune, preferiría que la llamaras de otra forma, por favor.

Eustace redujo la velocidad. —Brune no está en condiciones...

—¿Conoces la Vara y el Orbe de Aeternitis y lo obsesionado que estaba Brune con


ellos? —dijo Finn—. Ella envió a Fate para que le consiguiera la Vara. Por favor, dime
que Fate no se lo dio.

—No, Fate se quedó con la Vara. Ella todavía la tiene, aunque me hubiera gustado
verla bajo llave, en lugar de guardársela en su persona —Eustace se detuvo en seco.

Sithias chocó con él.

—Vaya.

Eustace apenas se dio cuenta.


—Ahora que lo pienso, Gerdie ha estado cargando el Orbe, también en contra de mi
mejor juicio. Se lo quitó a Brune cuando estaba... bueno, pudriéndose —Sus ojos se
abrieron con preocupación.

—Tienes razón, si alguien necesita el Orbe, es Brune. Tenemos que llegar a la


enfermería —Aumentó su paso a un trote completo.

Eustace y Finn irrumpieron por las puertas y entraron en la habitación esterilizada.


Media docena de camas alineadas a un lado. Sólo la primera estaba ocupada, y no era
Brune la que yacía ahí. Era un tipo drogado que Finn nunca había visto antes. Parecía un
personaje de anime por la forma en que su cabello negro estaba erizado en puntas rectas.

Dos robots plateados y blancos con aparatos médicos integrados en sus


placas pectorales emergieron de detrás de una pantalla blanca en el otro extremo de la
habitación.

— ¿Dónde está Brune? —preguntó Eustace.

El chico de anime levantó la cabeza y apuntó con el pulgar a la pantalla.

—Detrás de allí. No podía soportar mirarla más. Me estaba asustando seriamente.


—Parpadeó aturdido hacia Finn y Sithias—. ¿Quiénes son estos tipos? Uno de ellos es
una serpiente —Se dejó caer de nuevo—. Debo estar soñando.

—No estás soñando, Mason —le aseguró Eustace—. Este es Finn, y sí, Sithias es una
serpiente —Mason los saludó con la mano.

—¿Está Brune despierta? —preguntó Eustace.

—No, ella está más loca que yo. Pero debo advertirte, ella ya no es Brune.

Eustace miró la pantalla divisora, se acercó a ella y retiró el panel.

—¡Oh mí...! —Sithias retrocedió ante la vista—. ¿Qué es eso? ¡Es horrible!

Finn se quedó rígido, todos los músculos tensos mientras la repulsión se agitaba en
sus entrañas. Lo que yacía en la cama era una abominación. El rostro pálido y teñido de
azul seguía siendo humano, pero el cuello escamoso y de color carne estaba extendido
como una cobra. La piel alrededor de los hombros y el pecho era una red de venas
púrpuras endurecidas. Donde solía estar el cabello, un grueso nido de diminutas
serpientes negras se retorcían adormiladas alrededor de su cabeza.

—Santos cielos —dijo Eustace en voz baja—. Ella se está convirtiendo en una
Gorgona34.

— ¿Una Gorgona? —Sithias se estremeció y se retiró al otro lado de la habitación—.


¿Por qué te quedarías con uno de esos? ¡Son peligrosas!

34 La famosa `MEDUSA` de la mitología… era una Gorgona.


—Yo decidiré. —El instinto empujó a Finn a destruir la cosa a la vista. Cogió su
flauta, más que dispuesto a transformar el objeto inofensivo en una espada de viento. Lo
mejor que pudo hacer fue derribar al monstruo antes de que despertara—. ¿Qué diablos
estás pensando, manteniendo algo como esto alrededor?

Eustace retrocedió. —Les aseguro, este es un nuevo desarrollo

—Corrió hacia el intercomunicador junto a la puerta—. Farouk, ve a la enfermería


de inmediato. Tenemos una emergencia.

Finn se acercó a Sithias.

—Al menos sabemos que Brune no tiene el Orbe y, obviamente, no se llevó a


Gerdie. Lo que plantea la pregunta... ¿Quién lo hizo?

Eustace se unió a ellos en el extremo opuesto de la habitación. —Antes de que Fate


se fuera, nos informó de una nueva e inminente amenaza. Aparentemente, los
Constructores, con toda su sabiduría, hace tantos miles de años, nos dejaron un legado
bastante mortal. Nos mostró una grabación bastante angustiosa de una Sacerdotisa que
se fusionó con una entidad del caos. Se transformó en una especie de diosa, pero esta
deidad abandonó a la sacerdotisa para extenderse por el universo. Ella quedó mortal y
ha estado en una especie de éxtasis desde entonces. Pero ella ha despertado, y está tras el
Orbe y la Vara de Aeternitis para que pueda restaurarse a sí misma y a la diosa Kaliena.

Sithias jadeó.

—Esto es exactamente lo que predijo Aradif.

Conmocionado por el eco de la profecía Djinn en tan poco tiempo y con tanta
distancia entre la Fortaleza y el desierto de Marajaran, Finn se quedó helado de terror.

—¿De qué trata esto? —preguntó Eustace.

Cuando Finn se quedó callado, Sithias se lo explicó—: Esto es más que un poco
perturbador —coincidió Eustace después de que Sithias terminó—. El peligro que
representa Kaliena debe ser inimaginablemente poderoso para que alguien tan lejos
sienta su despertar.

—Me niego a dejarme llevar por los vientos del destino de otra persona —enfureció
Finn. Frunció el ceño a Brune, la única persona responsable de todo lo que había
sucedido hasta el momento—. Soy el amo de mi destino, el capitán de mi alma.

Eustace y Sithias se volvieron hacia él.

—No le hagas caso —le susurró Sithias a Eustace—. Ha sido abusado y hecho...

—El esclavo de alguien más —gruñó Finn.

Eustace asintió. —Fate me lo dijo.


—Bueno, he terminado de ser el títere de nadie —Caminaba de un lado a otro—.
Quiero saber todo lo que tienes sobre Kaliena. Si tiene que haber un enfrentamiento,
será aquí en la Fortaleza. No en una fecha y hora no reveladas en el desierto de
Marajaran.

El sonido metálico de la jaula de Farouk resonó por el pasillo. Los tres se hicieron a
un lado para permitir que el amplio aparato pasara por la entrada a la enfermería.

Farouk detuvo su jaula a mitad de camino cuando vio a Brune, obviamente


demasiado perturbado para acercarse.

—Ella es una Gorgona —Apretó uno de los botones de su panel de control, dio la
vuelta a su jaula y miró a Eustace con el ceño fruncido—. ¿Cómo pasó esto? Pensé que
estabas trabajando en una cura reestructurante.

Eustace frunció el ceño. —Lo estábamos... estamos. Se necesita tiempo para revisar
todos los volúmenes que tenemos sobre Gorgonas. Pero esta no es la única razón por la
que te llamé aquí. Gerdie está desaparecida. Su habitación ha sido destrozada y me temo
que corre un terrible peligro.

Farouk se aferró a su cola mientras miraba por encima del hombro a Brune.

—Gerdie tenía el Orbe.

Eustace se apretó la sien con el dedo como quien evita un dolor de cabeza. —Sí, lo
sé. Al principio pensamos que podría haber sido Brune, pero obviamente está fuera de la
carrera. Lo que me lleva a creer que Kaliena es quien atacó a Gerdie.

—Esto no está bien. No es bueno en absoluto. —Farouk se volvió hacia uno de los
robots—. No más pociones medifóricas para eso. Administre un estimulante. Mason, tu
recuperación ha terminado. Es hora de volver a ser soldado —Mason se levantó de la
almohada con expresión de mal humor.

—Espera, necesito esos analgésicos. Todavía me estoy recuperando.

Farouk se volvió, incluso mientras hablaba con Mason.

—Tus huesos se endurecieron con la primera ronda de curificaciones. La curación


se completa. Cualquier dolor que creas que sientes es el resultado de una hiponeurosis.

El robot médico se acercó y disparó a Mason en el brazo con una jeringa de


inyección de aire llena de líquido naranja neón. El tónico pareció golpear su sistema
instantáneamente por la forma en que sus ojos se abrieron y su espalda se enderezó.

—¿Qué hay en esas cosas? ¡Estoy jodido! —Mason saltó de la cama y se paró en
pantalones de pijama cubiertos con corazones rosas—. ¿Dónde está mi uniforme?

Farouk tecleó en su panel de control.

—En camino.
Mason miró a Brune e hizo una mueca.

—Entonces, ¿Qué es lo que quieres que haga?

—Pon a Brune en cinturones de seguridad —le ordenó Farouk—. La quiero bajo


vigilancia en todo momento. Y usa tus gafas. Todavía no sabemos qué tan completa es la
transformación.

Entró un robot mayordomo con el uniforme y la armadura de Mason.

Mason saltó sobre un pie y luego el otro mientras se deslizaba los pantalones sobre
su pijama.

—¿Qué hago si se despierta?

—Haz lo que sea necesario para evitar que salga de esta habitación —ordenó
Farouk.

Mason abrochó la última pieza de su armadura sobre su uniforme y luego se acercó


a Brune. Con cautela tomó una de sus muñecas y apretó una correa alrededor de ella.

—¿Estás diciendo que debería dispararle si se sale de estos?

—Si se trata de eso, entonces sí, acabala—Farouk cambió de marcha, puso su jaula
en movimiento y salió de la enfermería.

—¿A dónde vas? —Eustace lo llamó.

—De regreso al Santuario para una reunión previa a una emergencia.

—¿No debería estar yo también? —Mason lo llamó con una mirada esperanzada.

Farouk lo ignoró.

—¿Qué pasa con la biblioteca? —preguntó Sithias con demasiada decepción—. ¿No
necesitamos explorar todos los rincones de esa riqueza de conocimiento para confirmar
que Gerdie no está allí?

Farouk continuó por el pasillo sin mirar atrás.

—Envié un mensaje a Steve y Darcy para que investigaran la biblioteca.


Confirmaron que Gerdie no está allí.

Confundido y absorto en sus pensamientos, Finn siguió el paso de Eustace. No


esperaba ser arrastrado por una serie de eventos urgentes en el momento de su llegada.
Había tenido una imagen muy diferente en mente, una de Fate corriendo a sus brazos y
él enterrando su rostro en la dulce suavidad de su cuello. ¿Se había engañado al pensar
que podría reunirse con ella y disfrutar al menos de unas horas de felicidad? ¿Por qué
siempre se enfrentaba a obstáculos cuando se trataba de estar con ella? ¿Fueron
maldecidos a estar separados para siempre?
Steve y Darcy estaban esperando en el Santuario cuando llegaron.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó la chica gótica—. ¿Mason está bien?

—Está fuera de la cama y vigila a Brune —le dijo Eustace—. Parece que se está
convirtiendo en una Gorgona.

Su boca roja y bordeada de negro se abrió.

—¿Dejaste a mi novio herido atrás para que una Gorgona lo convirtiera en piedra?

Eustace la miró rígidamente.

—Uh, Mason está bien. Está completamente curado.

—¿Desde cuándo?

—Desde su primer tratamiento.

Finn pudo ver que sabía la verdad, pero estaba siendo sobreprotectora. Ajá. Eso
explicaba el pijama de corazón rosa.

—Mason necesita tiempo para recuperarse. ¡No puedes volver a ponerlo en peligro!
—gritó Darcy.

Eustace suspiró.

—Actualmente no corre ningún peligro. Brune todavía está inconsciente.

—Eso es genial —se quejó Darcy.

—¿De eso se trata la reunión? —preguntó Steve.

Eustace se acercó a la mesa.

—Sólo parte. Creemos que Kaliena se ha llevado a Gerdie.

Steve inclinó la cabeza hacia un lado.

—Eso es un salto. ¿Qué te hace pensar que fue Kaliena?

—Como sabes, Gerdie tenía el Orbe de Aeternitis, y Kaliena lo necesita para


recuperarse —explicó Eustace.

Finn observó la expresión cuidadosamente equilibrada de Steve. Algo en el tipo lo


rechinó. Estaba escondiendo algo detrás de esa máscara de maquillaje cuidadosamente
aplicado. Finn sintió duplicidad en él. Las grietas de su fachada, como pequeñas fisuras,
filtraban la energía de la mentira al aire.

—¿No fuiste el último en ver a Gerdie? —Finn mantuvo su tono cuidadosamente


neutral.
Steve fijó su mirada en Finn con una ceja levantada.

—Hmm, supongo que sí.

—La habitación de Gerdie estaba hecha pedazos. Marcas de quemaduras por todas
partes. La única vez que vi eso fue cuando estaba tratando con un hechicero a quien le
gustaba lanzar bolas de fuego. Es una especie de cosa con ellos —Finn lo miró—. ¿No es
así como estás vestido?

—Un brujo en realidad. —Steve apretó su bastón con más fuerza.

Finn se encogió de hombros.

—Brujo, hechicero. Realmente es todo lo mismo.

— ¿Lo derramarías ya? ¿De qué se trata todo esto?

Finn se acercó.

—Bueno, Steve, te acabo de conocer, pero estoy dispuesto a apostar que no eres
quien dices que eres.

Finn empujó sus sentidos hacia afuera, sondeando más profundamente. Los
músculos alrededor de los ojos de Steve se crisparon. Las grietas de su escudo se
ensancharon cuando Finn tocó la oscuridad y el poder que acechaba en su interior. Las
energías retrocedieron en un intento por permanecer ocultas.

— ¿Quién eres tú? —Finn dijo en voz baja.

Steve se separó de la mirada de Finn y se rio, más como un bufido burlón,


mientras miraba a los demás.

—¿Este tipo habla enserio? ¿Qué está haciendo?

Eustace dio un paso adelante.

—No estoy seguro. Finn, por favor, explícate.

Finn sacó su flauta del bolsillo lateral de la pernera de sus pantalones, listo para
convertirla en una espada de viento si fuera necesario.

—Te ha estado mintiendo sobre quién es. Es un hechicero.

Steve se rió en silencio, su cuerpo temblaba de diversión y solo el más breve indicio
de una sonrisa.

—Y aquí pensé que yo era el que tenía la imaginación salvaje.

Finn sopló dos notas penetrantes en la flauta. Una afilada brizna de aire brotó de
un extremo. Moviéndose hacia Steve, agitó la espada de viento de un lado a otro.
—Muéstrate.

Una chispa de desprecio iluminó los ojos de Steve, antes de que cambiara a fingido
miedo y se encogió detrás de la mesa. —¿Por qué estás haciendo esto?

—¿Quién eres tú?—gritó Finn.

—¡Nadie! —Steve lloró—. ¿Por qué no me crees?

—¡Finn! —gritó Eustace—. Detén esto de una vez. Steve no ha hecho nada para
merecer esto. Es uno de nosotros.

Blandiendo su espada de viento hacia un lado, Finn se volvió hacia Eustace.

—No tienes idea de lo que es real aquí. No se puede confiar en él, él es...

Llamas rojas azotaron a Finn, arrojándolo al otro lado de la habitación. Se estrelló


contra la pared de metal y cayó al suelo. Oleadas de dolor atravesaron su cuerpo
mientras luchaba por respirar. Aturdido, Finn se dio la vuelta y levantó la cabeza.

Steve rodeó la mesa con una bola de fuego flotando sobre su palma abierta. Se
quitó el sombrero de copa y le hizo a Finn la más mínima reverencia.

—Permítame presentarme.

Dejó caer el sombrero al suelo y desató el poder que había estado reteniendo. Un
aura de energía hervía a fuego lento contra el borde de su cuerpo mientras su abrigo
negro se transformaba en una túnica carmesí con una armadura dorada que cubría sus
hombros. El color ébano de su cabello se desvaneció en mechones blancos como la nieve.
Sus orejas se estrecharon hasta convertirse en puntos delicados y sobresalían a través de
sus largos mechones plateados. Al mismo tiempo, su bastón se alargó hasta convertirse
en un bastón plateado con una joya roja incrustada en la punta. Usó el bastón para
estabilizarse y Finn rápidamente vio por qué. Ceñido a su muslo, había una pierna falsa
moldeada en plata desde la rodilla para abajo.

—Soy Wodrid.

Los jadeos surgieron de Sithias, Eustace y Darcy. Farouk agarró los barrotes de su
jaula, sus ojos rasgados de zorro se agrandaron por la sorpresa.

Luchando contra el repentino mareo que inundó su cráneo, la mente de Finn dio
vueltas alrededor del nombre. Apretando su puño sobre su espada de viento, se agarró a
la pared y se movió para pararse.

Wodrid inclinó la cabeza hacia un lado.

—Me quedaría abajo si fuera tú.

Finn lo ignoró, aunque todos los demás en la habitación se apresuraron hacia la


puerta.
Wodrid le arrojó una bola de fuego.

Finn invocó a Aire, desviando el fuego con una ráfaga de viento hacia el hechicero
con aún más fuerza. Wodrid absorbió la energía mortal, pero se dobló por la cintura,
visiblemente debilitado por el golpe.

Aprovechando la apertura, Finn se abalanzó sobre él con su espada de viento, con


la intención de cortar la otra pierna de Wodrid debajo de él. Pero el hechicero lo vio
venir. Usando su bastón, extrajo energía del aire en ondas rojas y brillantes y apuntó con
la punta a Finn.

Finn se lanzó hacia un lado, esperando volar. Se desplomó sobre el suelo.


Conmocionado y jadeando por aire, Finn rodó detrás de un gabinete, perdiendo por poco
otra explosión del bastón de Wodrid.

—Eso fue elegante —comentó Wodrid con una risita—. Fate hizo lo mismo. Fue
todo lo que pude hacer para evitar rodar por el suelo de la risa. Supongo que ambos
asumieron que conservarían todos sus poderes después de dejar atrás el Libro de
Fábulas y su campo de influencia —Rió de nuevo—. Lo siento, pero no es así como diseñé
la maldición o las Palabras de Creación.

Finn echaba humo en silencio. Había olvidado que Wodrid era quien había
maldecido el Libro de Fábulas al obligar a los lectores desprevenidos a cambiar los
finales de cada cuento de hadas por el espejo opuesto. No se había dado cuenta de que
Las Palabras de Creación también había sido creación de Wodrid.

—Bueno, no tuviste nada que ver con las runas de raza Antigua que obtuve
mientras estuve allí —le informó Finn—. Eso es todo lo que necesito para acabar contigo

Wodrid se acercó a la puerta abierta, la caída de cada paso interrumpida por el


arrastre de su pierna plateada.

—Sí, todavía tienes ese truco bastante significativo bajo la manga —admitió—. En
verdad, estamos bien emparejados, tú y yo —Pulsó el botón para abrir la escotilla—.
Literalmente podríamos estar en esto todo el día. Por eso me despediré.

Finn se inclinó hacia adelante, mirando más allá del gabinete para ver qué estaba
haciendo Wodrid. El hechicero saltó por la escotilla, se perdió de vista y luego se levantó
lentamente, con su túnica roja ondeando a su alrededor.

—A diferencia de ti, yo puedo volar —se regodeó Wodrid.

Finn se puso de pie, calculando si pudiera cerrar la brecha lo suficientemente


rápido para saltar por la escotilla, agarrar al arrogante idiota y poner su espada en la
garganta de Wodrid.

—Puedo ver las ruedas girando en ese cerebro tan pequeño —advirtió Wodrid—. No
me arriesgaría. Después de todo, quieres volver a ver a Fate, ¿no es así?

Finn apretó su espada de viento con tanta fuerza que tembló.


—¿Qué pasa con Gerdie? ¿Dónde está ella?

La sonrisa de Wodrid era presumida.

—Recuperarás a Gerdie, siempre y cuando Fate me traiga la Vara. Más allá de eso,
no puedo garantizar nada —Se volvió para irse.

El interior de Finn se llenó de rabia. Perdiendo toda razón, se abalanzó sobre


Wodrid y se lanzó a través de la escotilla.
Capítulo 45
No te metas conmigo.

EL AIRE PRESIONADO A TRAVÉS DE FATE, ESPESO E INMÓVIL mientras


atravesaba otro portal. en el segundo en que cruzó el umbral, el aire se desató, soplando
aire salado contra su rostro. El canto de los pájaros y los sonidos de las olas distantes
rompieron el vacío silencioso del espacio que había dejado atrás. Ella miró hacia el
océano desde donde se encontraba dentro de las piedras erguidas colocadas en lo alto de
una colina. El viento agitó las hojas del enorme roble que se elevaba sobre ella.

Después de viajar a través de catorce portales, finalmente regresó a la isla de Innith


Tine.

Su pulso se aceleró cuando se volvió hacia el enorme tronco del árbol.


Lentamente, se movió hacia la hendidura de raíces cubiertas de musgo en la base del
roble y tragó el doloroso nudo en su garganta. ¿Cuántos meses había pasado acurrucada
contra el árbol, esperando que liberaran a Finn de su prisión? Incluso ahora, se sentía
como si hubiera sido una eternidad.

El dolor de esa época oscura resurgió tan fresco como si estuviera sucediendo
ahora. Si Gerdie no la hubiera convencido de que se fuera, todavía estaría aquí,
acurrucada contra las raíces del roble, consumida por el dolor del corazón.

Tocó el tronco, recordando cómo la corteza estaba negra y rezumando sangre


cuando vio por primera vez el roble sediento de sangre. Un escalofrío recorrió su
columna vertebral. Estaba agradecida de ver que el árbol era normal y la isla estaba
como la había dejado: exuberante y llena de vida. El sacrificio de Finn no había sido en
vano. El roble y la isla permanecieron libres de la infección maligna de Mugloth.

Fate se apoyó contra el árbol.

— ¿Finn? —Ella susurró—. Estoy aquí. Regresé por ti, tal como lo prometí.

Esperó las señales que solía darle para hacerle saber que estaba dentro del árbol: El
cambio en el aire, el repentino silencio de las hojas, los pájaros y los insectos. La ligera
brisa contra sus labios que se sentía como el fantasma más suave de un beso.

Los minutos pasaban sin interrupción de los sonidos normales del bosque. Su
corazón se encogió. ¿Se había ido demasiado tiempo? ¿Se había cortado la conexión de
Finn con su humanidad? Solía hablar de la Mente de la Tierra y cómo a menudo se
perdía en su conexión con él. ¿Se había convertido en uno con la naturaleza y había
olvidado quién era?
Fate parpadeó para contener las lágrimas que brotaban de sus ojos.

—No importa. —Rebuscó en su bolsillo, recuperó la invocación que le había dado


Eustace y agitó el papel en el árbol—. ¡Te voy a sacar, Finn! Te metí en esto y te sacaré.
Tengo el arma secreta en mi mano. El Hombre Verde no puede hacer nada para
detenerme. Tiene que dejarte ir.

—¿A quién le estás gritando?

Fate saltó, tan sorprendida que tropezó con una raíz y cayó de frente. Se dio la
vuelta para ver a Jessie de pie junto a ella. Se aferró a su corazón palpitante.

—Jess, ¿qué estás haciendo aquí?

Jessie extendió la mano y tiró a Fate para que se pusiera de pie. Miró a su alrededor
antes de darle a Fate una mirada extraña. —No veo a nadie más, entonces, ¿Qué pasa
con los locos balbuceos para ti misma?

Fate frunció el ceño.

—Estoy hablando con Finn. Todavía está atrapado en el árbol. Aunque estoy
preocupada. Ya no puedo sentirlo.

— ¿Lo sientes? ¿Cómo en brazos y labios imaginarios?

—Su presencia. —El rostro de Fate se encendió de vergüenza—. Cuando quedó


atrapado por primera vez, pude sentirlo aquí. Pero no sé qué pasó. Creo que ahora
podría ser parte de la tierra —Hizo una pausa por un segundo y luego miró a Jessie con
lágrimas en los ojos—. Creo que la madre naturaleza lo tomó por ella misma.

Jessie arqueó las cejas. —No sé nada de toda esta charla sobre la naturaleza, pero
tienes razón en una cosa. Finn ya no está ahí.

Escuchar sus peores miedos confirmó a Fate vaciada. Jadeó como si Jessie le
hubiera dado un puñetazo en el estómago. Su pecho se apretó. Ella no podía respirar.
Sus piernas se doblaron y cayó de rodillas. Toda la fuerza que había estado guardando se
desvaneció de repente. Ella estaba vacía.

—Hey, ¿qué pasa? —preguntó Jessie mientras se arrodillaba. Puso su mano sobre el
hombro de Fate—. Estas son buenas noticias.

—¿Cómo puedes decir eso? —gritó Fate.

—Porque Finn acaba de aparecer en la Fortaleza. Por eso vine a buscarte.

Fate la miró fijamente en asombrado silencio.

— ¿Me has oído? —dijo Jessie, usando un lenguaje de señas falso—. Finn está en la
Fortaleza y te está esperando.
Fate agarró a Jessie de los brazos para detener sus ridículos movimientos de
manos.

—¿Hablas en serio? No te metas conmigo. Mi corazón no puede soportarlo.

Jessie parecía insultada mientras se levantaba y se cepillaba las hojas de las


rodillas.

—Vamos. Suficiente de esto.

El corazón de Fate se aceleró ante la idea de ver a Finn. Había pasado de apenas
respirar a quedarse sin aliento con anticipación. Se puso de pie, balanceándose con
exultante mareo.

Jessie se acercó para estabilizarla.

—Oh, y tu amigo serpiente también está ahí. Tengo que decir que no es tan
adorable como lo hiciste parecer. Es del tamaño de una anaconda, grande y aterrador.

Abrumada por la felicidad, Fate sonrió.

—¿Sithias también vino? ¡wow! —Miró la cara arrugada de Jessie—. No te


preocupes, superarás el asunto de las serpientes y llegarás a amarlo tanto como yo.

—Si tú lo dices.

Fate caminó hacia una de las piedras verticales para activar el portal, luego se
detuvo cuando recordó la baliza que Farouk le había dado.

—¿Qué es eso? —Jessie preguntó mientras Fate sacaba un pequeño aparato de su


bolsillo.

—Es una baliza —Fate lo colocó profundamente debajo de una de las gruesas raíces
del roble—. Farouk lo usará para conectarse a Oldwilde y crear un portal. Uno
permanente.

—¿Por qué? ¿Planea comprar una propiedad aquí?

—Gracioso. —Fate inspeccionó la prístina isla—. Al principio quería que Farouk lo


hiciera con fines de seguros. Ya sabes, en caso de que no pudiera sacar a Finn y tuviera
que regresar a la Fortaleza para encontrar otra solución, quería asegurarme de poder
regresar aquí fácilmente en cualquier momento en el futuro.

—Pero el problema está resuelto. ¿Por qué querrías volver a este lugar de nuevo?
Por todo lo que has dicho, está lleno de recuerdos horribles.

Fate no podía explicar el tirón que estaba sintiendo. Tal vez fue porque Oldwilde
fue donde compartió su primer beso con Finn, donde descubrió el verdadero significado
del amor desinteresado. Podría sentirse diferente una vez que estuviera con Finn, pero
algo le dijo que debería mantener la puerta abierta.
—No sé por qué. Simplemente no estoy lista para dejar el lugar —Fate se movió al
lado del monolito.

—Todo es lo mismo para mí. —Jessie se acercó a ella y puso su mano sobre la de
Fate.

Tomando un tembloroso aliento emocionada ante la emoción de ver a Finn, Fate


activó el portal, sintiendo el extraño tirón de las dimensiones doblarse mientras su
entorno se doblaba y deformaba. En cuestión de segundos, el borrón distorsionado de
las imágenes circundantes se transformó en un círculo de piedras verticales con un telón
de fondo de estrellas y aros gigantes crujiendo contra el escudo protector de la Fortaleza.

Fate suspiró aliviada.

— ¡Lindo! No tuvimos que atravesar otra media docena de portales para volver
aquí.

—Entendido. —Jessie levantó su mochila aeronauta sobre sus hombros. Fate hizo
lo mismo, apenas capaz de abrochar las correas por la forma en que le temblaban las
manos. Todo su cuerpo zumbaba de entusiasmo. Estaba a punto de ver a Finn. ¿La había
extrañado tanto como ella lo había extrañado a él? ¿Seguiría mirándola de la misma
manera?

—¿Cómo me veo? —Fate alcanzó su salvaje melena de largos rizos—. ¿Soy un


desastre total?

—No, a menos que cuentes ese volcán en tu frente —Jessie sonrió.

—¿Qué? ¡No! Sin granos, ahora no —Fate se pasó los dedos por la frente.

Jessie se rió. —Es una broma. Estoy segura de que te verás increíble. Solo yo puedo
decir que te has perdido tu sueño de belleza.

Fate hizo todo lo posible por alisar sus rebeldes rizos con las manos.

—Vaya, gracias, esos cumplidos al revés son siempre unos constructores de


autoestima.

—Me alegro de haber podido ayudar —Jessie giró el motor, poniendo en


movimiento las alas en forma de libélula del paquete—. ¿Vamos?

Asintiendo, Fate tragó saliva, puso en marcha su mochila de aeronauta y se lanzó


hacia el cielo. Mientras se acercaban a la puerta de ruptura, su corazón martilleaba
violentamente contra su caja torácica y el pulso le latía en los oídos. Jessie apretó el
botón para abrir la escotilla. Mientras se abría en espiral, Fate miró hacia adentro, con la
esperanza de ver a Finn antes de que ella entrara.

Jessie la miró.

—Tú primero.
Fate asintió con rigidez mientras se acercaba, abriéndose camino a través de la
escotilla, repentinamente incómoda, como si acabara de aprender a pilotar la máquina.

—Tremenda entrada —refunfuñó para sí misma mientras sus pies tocaban el suelo
del Santuario.

Eustace, Farouk y Darcy estaban reunidos alrededor de la gran mesa, estudiando la


proyección 3D de la Fortaleza. Finn no estaba a la vista. ¿Y dónde estaba Sithias? Su
corazón se hundió en la boca del estómago. ¿La habían engañado para que volviera?

Se volvió hacia Jessie cuando llegó para aterrizar.

—¿Qué sucede? ¿Dónde está Finn? ¿Fue toda una mentira traerme de vuelta aquí?
—Jessie se quedó sin palabras, con la boca abierta.

Eustace se acercó corriendo. Fate supo que algo andaba terriblemente mal en el
momento en que se miraron a los ojos.

—¿Qué es? ¿Qué pasó?

—Wodrid estuvo aquí. Se ha llevado a Gerdie. Y el Orbe. La recuperaremos a


cambio de la Vara.

El miedo helado se deslizó por la columna de Fate. —Se acabará el juego si le


dejamos tener tanto la Vara como el Orbe.

Farouk levantó la vista de la mesa, sus ojos de zorro severos.

—Es por eso por lo que tendrás que encontrar una manera de salir de esa
ocurrencia.

Fate estaba desconcertada.

— ¿Cómo encontró la manera de entrar en la Fortaleza? Dijiste que no podía entrar.


¡Deberías haberme escuchado, te dije que encontraría la manera!

—Él vino aquí contigo —Eustace le puso una mano en el hombro—. Wodrid es
Steve.

Fate tardó varios segundos en asimilar el significado de sus palabras antes de que el
miedo nauseabundo se apoderara de ella. ¿Steve era Wodrid? No, eso era imposible.
Steve les había ayudado a librar a la Fortaleza de todas las amenazas que habían
enfrentado juntos. Un escalofrío se extendió por Fate. ¿Cuántas veces le había dado la
espalda? Confiando en que era un tipo inofensivo al que le gustaba vestirse de brujo
incluso después de que terminaba la fiesta. Si era honesta consigo misma, había sentido
que algo andaba mal en él. Pero ella había ignorado las señales. Era su culpa que la vida
de Gerdie estuviera en juego.

Fate bajó la cabeza.


—Debería haberlo sabido

—Ninguno de nosotros lo sabía —Eustace le dio un suave apretón en el hombro—.


Todos fuimos engañados. Excepto por Finn. Parecía saberlo bien...

— ¿Entonces Finn está aquí? —Se volvió hacia Jessie—. Estaba empezando a pensar
que solo dijiste eso para asegurarme de que regresara contigo.

—Disculpa aceptada.

Fate volvió a mirar a su alrededor, volviéndose de un lado a otro.

—Entonces, ¿Dónde está él?

Eustace respiró hondo y cerró los ojos. Solo lo hacía cuando tenía malas noticias
que dar. Cuando su padre finalmente la miró, sus ojos tenían un pesar y una tristeza tan
profundos que ella tuvo que apartar la mirada.

Darcy rodeó la mesa. El dolor había suavizado su expresión generalmente sombría.


El cuerpo de Fate se volvió pesado y apenas podía moverse. Lo peor había pasado si
Darcy mostraba simpatía.

***
La mirada de Fate se posó en las marcas de quemaduras en las paredes, los
muebles volcados, los libros esparcidos por el suelo. Había tenido lugar una batalla
dentro del Santuario. Una batalla entre Finn y Wodrid. El dolor se apoderó de su
corazón como un puño frío.

—Tengo que verlo. No puedo aceptar lo que me estás diciendo. Tengo que ver su
cuerpo por mí misma —Ella se atragantó con las últimas palabras.

Eustace, Darcy y Farouk intercambiaron una mirada incómoda y la habitación se


llenó de un terrible silencio.

Su padre finalmente habló—: Eso puede resultar difícil. Finn intentó ir tras
Wodrid. Sin ningún medio de huida.

—¿Él... se cayó? —Las palabras cortaron la garganta de Fate como un vidrio roto.

Eustace se movió en su lugar, su expresión dolorida.

—Bueno, sí, él…


—Oh Dioss, podría passar el resto de mi vida en essa biblioteca. Pero no hassta que
hayamoss...—Sithias se detuvo en el umbral—. Sseñorita, ¿ess usted? —Entró hasta el
Santuario con un robot bibliotecario que le llevaba una pila de libros.

—¡Sithias! —gritó Fate. Corrió a través de la habitación, envolviendo sus brazos


alrededor de la serpiente mientras los sollozos sacudían su cuerpo.

—Ya, ya, sseñorita —Sithias la encerró en la suavidad de sus alas emplumadas y le


dio unas palmaditas en la espalda con la cola—. No te pierda la essperanza. Yo no lo he
hecho. Ambos ssabemos lo fuerte que ess Finn. Esstá vivo. Puedes esstar ssegura de eso.

Fate miró a su amigo, apenas capaz de verlo claramente por las lágrimas nadando
en sus ojos.

—¿Realmente crees eso?

—Cien por ciento —le aseguró Sithias.

—Es cruel darle falsas esperanzas —dijo Eustace con voz aguda y protectora.

Sithias lo miró.

—Con el debido resspeto, ssseñor, no hass sido testigo de lo que es cuando se trata
de lo que Finn puede hacer.

Fate se contuvo las lágrimas y movió una de las alas de Sithias a un lado para poder
ver a su padre.

—Papá, tiene razón. Finn tiene poderes asombrosos. Ha hecho cosas increíbles.

—Eso puede ser —interrumpió Farouk, antes de que Eustace pudiera responder—,
pero no he podido detectar ningún signo de vida en la superficie.

La duda volvió a entrar de golpe y Fate se tragó las lágrimas.

Sithias la llevó de regreso al refugio de sus alas.

—No los esscuches —Él le dio una mirada de regaño, pero había calidez en sus ojos
ambarinos—. ¿Esstás lista para continuar con la ssuposición de que Finn essté vivo?

—No había terminado —les informó Farouk. —Fate se secó bruscamente las
lágrimas de los ojos y se acercó a la mesa mientras usaba el puntero para indicar un
punto rojo en la proyección 3D de la Fortaleza—. Sin embargo, he estado obteniendo
lecturas de actividad bioilógica en las profundidades del cuadrante 86, directamente
debajo de esta torre.

Fate se volvió hacia él con la esperanza en el corazón.

—¿Es esa tu forma de decir que hay cuerpos vivos ahí abajo?
Las orejas de Farouk se inclinaron con molestia.

—Sencillamente dudoso. Desafortunadamente, están lo suficientemente debajo de


la superficie como para borrar mis lecturas, lo que significa que no puedo decir cuántas
formas de vida hay allí. Puedo decir que no han cavado debajo del subsuelo, porque se
están moviendo con la bóveda. Los Documentos muestran una sección oculta debajo de
la estructura y elude a una entrada secreta dentro de la torre.

—¿Es esta tu única pista? —Fate había esperado más.

—Sí.

—Entonces supongo que empezamos por ahí. Tiene que ser donde Wodrid escondió
a Gerdie. Lo más probable es que Kaliena también esté allí —Fate se acercó al estante de
las armas, agarró una pistola láser, una espada y varias dagas. Ella alcanzó la ballesta,
pero se dio cuenta de que no podía llevarla con su rifle y su mochila de aeronauta
ocupando toda su espalda.

Jessie se puso a su lado para reponer las municiones de su arma.

—Tenemos que entrar con la expectativa de que Wodrid esté allí y haya encontrado
la forma de someter a Finn —Fate enfundó su arma y enfundó su espada. Se sintió bien
al decir eso. Sonaba creíble, que era lo que necesitaba para evitar desmoronarse por
completo.

—Es una lástima que Mason todavía esté fuera de servicio —dijo Jessie—.
Realmente nos vendría bien el respaldo adicional.

—Oh, ha vuelto a ponerse de pie, gracias a la rata —dijo Darcy, con los ojos
enmarcados en negro fijos en Farouk—. Pero sus órdenes son proteger a la Gorgona que
trajiste de regreso. —Su mirada acalorada se dirigió a Fate—. ¿Por qué ni siquiera tienes
que estar cerca para poner en riesgo la vida de mi novio?

—¿Se trata de la cabeza de la Gorgona? —preguntó Fate, asombrada por el breve


momento de compasión de Darcy. Miró a Farouk—. ¿Qué pasó? ¿Se salió de la caja en la
que lo encerraste?

—No, Brune se ha infectado —explicó Eustace—. Ella se está convirtiendo en una


Gorgona.

—Ew —Fate comprendió de repente por qué Brune no había querido regresar a la
Fortaleza. Debe haber sabido que se convertiría en una amenaza. Pero Fate había
insistido en traerla de vuelta, cuando en realidad debería haberla dejado en esa cueva.
Había permitido que la simpatía nublara su juicio. Si Brune lastimaba a alguien, Fate
también tendría que cargar con la culpa—. ¿Es peligrosa?

—Por supuesto —argumentó Darcy—. ¡Ella es una Gorgona!

Haciendo caso omiso de las púas de Darcy, Fate se volvió hacia su padre en busca
de respuestas.
—Ella todavía está inconsciente. No sabremos qué tan gravemente se ha visto
afectada hasta que se despierte —le dijo Eustace.

Fate le dio a Darcy una mirada avergonzada.

—Tienes razón, las Gorgonas son mortales. Pero necesitamos que Mason esté de
guardia para asegurarnos de que se quede quieta —Caminó hacia la puerta que se abría y
levantó su mochila de aeronauta, enganchando las correas sobre sus hombros—. Jessie y
yo nos encargaremos del resto por nuestra cuenta.

Eustace estaba rígido y nervioso.

—Debes tener mucho cuidado. El poder de Wodrid es formidable.

Fate se dio cuenta de que tenía más miedo que nunca y quería decir algo para
tranquilizarlo.

—Papá, no te preocupes. Sobreviví a mi último encuentro con él. Él es el que perdió


una pierna y yo soy la que se alejó. —Lo dijo con más confianza de la que dejaba ver.

Eustace no parecía convencido.

—Eso es lo que me preocupa. Él te perseguirá con ganas de vengarse. No debes


darle la más mínima oportunidad

Sithias atravesó la habitación y se detuvo junto a Eustace.

—Confía en tu hija —Él le guiñó un ojo—. Ella es más fuerte y capaz de lo que te
imaginas. Yo lo sé. He sido testigo de increíbles proezas de coraje de esta chica.

—Deberías venir con nosotros —sugirió Fate—. Podemos utilizar toda la ayuda que
podamos conseguir.

Sithias retrocedió horrorizada.

—¿Y cómo ayudaría? ¿Matar a Wodrid con una letanía de insultos? —Sacudió su
cabeza escamosa—. Desafortunadamente, no soy el cambia formas que dejaste atrás, y
he perdido mi habilidad para usar las Palabras de Creación. Lamento decir que no soy
más que el increíble artista y dramaturgo que conoció. Además, alguien tiene que grabar
este evento histórico con el estilo que merece tu gran historia.

Fate sonrió y negó con la cabeza.

—El mismo viejo Sithias. Está bien. Tendremos la ventaja tan pronto como
encontremos a Finn —Se dio la vuelta y apretó el botón de la puerta que se abría antes de
que ninguno de ellos pudiera ver que la duda volvía a entrar.

Pero Jessie la captó. Su amiga no dijo una palabra, simplemente señaló que era
hora de irse y saltó por la escotilla. Forzando una sonrisa valiente para su padre y
Sithias, Fate saltó al espacio, aterrorizada por lo que les esperaba abajo.
Capítulo 46
Árbol de Espino Blanco

DESPUÉS DE SEGUIR LAS COORDENADAS DE FAROUK, Fate y Jessie


aterrizaron. Apagaron los motores de sus paquetes de aeronautas, sacaron sus pistolas
láser y escanearon los alrededores. Después de deducir que todo estaba limpio, y un poco
tranquilo.
—Parece el lugar correcto —Jessie estiró el cuello para mirar la parte superior de
la torre—. No sé cómo se supone que vamos a bajar por esta cosa. De todo lo que sé sobre
torres, solo se suben.
Fate miró fijamente la ornamentada torre con su punta suave y afilada como una
aguja.
—No asumas nada, solo tranquiliza tu mente y espera lo que viene.
Jessie le dio una mirada inquisitiva. —¿Desde cuándo te convertiste en un monje
zen?
—No estoy ni cerca del Zen. De hecho, apenas me sostengo en este momento. No
tengo ni idea de si Finn está vivo o muerto —Fate luchó por contener las lágrimas que
tan fácilmente brotaban de sus ojos cada vez que dejaba que sus pensamientos tocaran
sus peores miedos.
—Lo siento —murmuró Jessie.
Fate respiró temblorosamente y se aferró al doloroso y apretado dolor en su
pecho.
—No, lo siento. Eres la última persona a la que debería estar hablando de esto.
Se golpeó la sien con el dedo. —Recuerda la iniciación de Guardiana y la descarga
que recibiste.
—¿Cómo podría olvidarlo? Se sintió como si alguien hubiera martillado un clavo
de nueve pulgadas a través de mi cráneo.
—Eso es porque tenías la experiencia y el conocimiento combinados de cientos de
Guardianes y se apiñaron en tu cerebro al mismo tiempo. Lo que significa puedes
acceder a todo lo que necesites saber sobre la Fortaleza.
—Correcto. Recuerdo que Farouk dijo algo sobre eso, pero yo estaba un poco fuera
de lugar en ese momento. Entonces, ¿cómo hago para que funcione? —Fate luchó por
contener su impaciencia—. Es la parte silenciosa de la mente. ¿Qué tal si ambas nos
tomamos un segundo y lo intentamos ahora?
—Alguien se está volviendo Zen de nuevo.
Fate mostró una sonrisa exagerada. —No. No lo estoy. —Ella cambio la atención
de nuevo a la torre—. Está bien, cerramos los ojos ahora. Tú también —dijo, usando el
tono de voz más feliz que pudo reunir.
La información inundó la mente de Fate de inmediato. Visiones de flores y
espinas, y los sabios con túnicas de lino formaban un círculo con un árbol en el centro.
Surgió un nombre y ella comenzó a decirlo cuando Jessie la interrumpió.
—La Torre del Árbol de Espino Blanco. ¿Qué tan asombroso es eso? ¡Solo vino a
mí!
Fate asintió. —Sí, así es como funciona.
—Vamos, entremos.
Entraron lentamente en la entrada arqueada con pistolas láser apuntadas y listas.
El tenue interior estaba iluminado con diminutas partículas luminiscentes flotando en el
aire como copos de nieve. Mientras Fate y Jessie avanzaban, las luces se dispersaron en
todas las direcciones. La cámara redonda estaba vacía, salvo por las colosales estatuas
que recubren las paredes circulares. Había nueve de ellos, cada uno tan alto como la
torre, sus cabezas dobladas donde el techo se curvaba en un punto. Cada estatua era una
figura encapuchada con los brazos cruzados y el rostro barbudo y severo frunciendo el
ceño. Eran los sabios que Fate había visto en su mente, y por sus expresiones feroces,
parecían estar haciendo guardia sobre... nada.
Fate entró en el centro. —¿Dónde está el árbol? Debería estar aquí.
Jessie miró las estatuas. —Tal vez por eso todos esos tipos parecidos a Gandalf
parecen un poco gruñones. ¿Crees que Wodrid lo robó?
—No lo sé, algo me dice que hay más en esta imagen.
Enfundando su arma, Fate encendió su mochila de aeronauta y despegó.
—¿Crees que el árbol está ahí arriba? —Jessie la llamó.
Fate no respondió y continuó subiendo hasta que estuvo al nivel de los rostros de
las estatuas. Ella miró a Jessie, notando por primera vez, el diseño laberíntico de las
baldosas del suelo.
—Jessie, mantente firme en las baldosas redondas en el centro —gritó.
Jessie hizo lo que le ordenó Fate. Cuando no pasó nada, miró hacia arriba y
extendió las manos con frustración. —¿Esa es tu brillante solución?
Fate flotaba en su lugar, estudiando el patrón desde el mismo punto de vista que
señalaban los guardianes en la habitación. Entonces vio la ruptura en el anillo exterior
de los azulejos. —Ve allí. —Ella agitó los brazos en la dirección en la que quería que
Jessie se fuera.
Jessie siguió sus instrucciones, aunque de mala gana.
—Bien, ahora sigue el camino.
Jessie la miró. —¿Qué camino?
—Los azulejos beige.
—Es todo beige.
—Los azulejos beige más claros.
Jessie le lanzó a Fate una mirada irritada antes de dar sus primeros pasos en el
camino en zigzag.
—No, esa es la forma incorrecta —dijo Fate cuando Jessie llegó a un punto
muerto.
—Da la vuelta y gira a la izquierda en la siguiente curva.
—Esto es una pérdida de tiempo.
En lugar de perder los estribos, Fate se mordió la lengua y pacientemente condujo
a su reacia amiga por el laberinto hasta que finalmente llegó al centro.
Jessie la miró con una expresión de estar completamente no impresionada.
—¿Ahora qué?
Fate tragó saliva. Ella pensó que seguramente, había descifrado el código para
obtener acceso a la entrada secreta. ¿Qué más podrían estar mirando las estatuas?
—Salta arriba y abajo. —Fate descendió lentamente.
Jessie se cruzó de brazos. —¿En serio? Creo que sería mejor decir `Ábrete
sésamo` o…
La baldosa redonda debajo de Jessie de repente se sacudió. El sonido de una
piedra rechinante resonó por toda la voluminosa cámara mientras los azulejos grandes
se hundieron debajo de la línea del piso.
Fate se abalanzó para aterrizar en la baldosa junto a Jessie y apagó su mochila de
aeronauta. —¿Estabas diciendo?
Jessie sonrió. —Fue el 'ábrete sésamo' el que lo hizo.
—Uh Huh. —Fate entrecerró los ojos en la oscuridad mientras descendían unos
buenos quince pies por debajo del suelo de la cámara. A medida que se acercaban al
fondo, una nube de partículas de luz como las de arriba, pero más gruesas, iluminaba las
paredes de piedra.
Fate se bajó del azulejo, mirando las pequeñas luces mientras flotaban hacia la
apertura. —Estamos en el camino correcto. Las luces de los faes vienen desde aquí abajo.
Solo es una suposición, pero estoy bastante segura de que eso significa que Wodrid usó
esta entrada.
—Si eso es cierto, podría estar en cualquier parte —Jessie mantuvo su voz baja
mientras ella miró a su alrededor—. Jinkies, ¿no te sientes como si estuviéramos en la
pandilla de Scooby35? ¿Qué hay de descubrir que Steve es Wodrid? ¿Qué tan
espeluznante es eso? El enemigo, justo debajo de nuestras narices.
Fate se estremeció. —Estoy tratando de no pensar demasiado en eso —Ella echó
un vistazo al techo bajo y empezó a desabrocharse la mochila de aeronauta—. No parece
que vayamos a volar aquí.
—Acordado. —Jessie se quitó la mochila y la dejó junto a la de Fate.
Fate le hizo un gesto a Jessie para que la siguiera mientras se dirigía hacia la única
abertura que sale de la pequeña cámara. Entraron en un corredor curvo cerrado, que dio
un giro brusco a otro corredor curvo.
Cada giro que tomaban, parecía llevarlas en la dirección opuesta a la que se
dirigían. El recorrido en zigzag parecía demasiado familiar. Cuando llegaron a su
segundo callejón sin salida, Fate se detuvo. —Estamos dentro de un laberinto.
—Eso es lo que temía que estuviera pasando —Jessie se secó el sudor de su frente.
Ella parecía a punto de entrar en pánico—. Estas paredes son asfixiantes. ¿Te das cuenta
de que es posible que nunca encontremos la salida? He oído hablar de gente que se
pierde en laberintos de maíz. Es terrible. La deshidratación comienza, luego hay dolores
de cabeza e insolación. La gente muere por eso, ya sabes.
—Como no nos cae el sol, creo que podemos quitar muerte por insolación de la
lista — le aseguró Fate—. Wodrid es por lo que necesitamos estar preocupadas. Él podría
estar esperando a la vuelta de la esquina por nosotras.
Los ojos de Jessie se agrandaron de miedo. —Probablemente deberíamos
susurrar.
—Exactamente —susurró Fate en respuesta—. Solo mantén la calma y sígueme.
Estoy noventa y nueve por ciento segura de que este es exactamente el mismo patrón de
laberinto que el piso superior.
—¿Lo recuerdas lo suficientemente bien como para sacarnos de aquí?
—Siii, ¿qué crees? —Fate la saludó con desdén.
Jessie se aferró a la vaga respuesta como si le hubieran dado una balsa, cuando en
realidad Fate no tenía ni idea de si girar a la izquierda o a la derecha al final del corredor.

35
Scooby Doo. La frase que dice antes `Jinkies` es famosa de Vilma.
Fue un lanzamiento completo de moneda. Ella decidió tomar un camino rápido se fue
para que Jessie no notara ninguna vacilación.
Después de un buen rato de serpentear por el laberinto sin rumbo fijo, Fate
disminuyó la velocidad cuando pensó que escuchó un distante grito agudo de Gerdie.
Haciendo una señal a Jessie para que hiciera un silencio total, Fate se acercó a la pared
hasta el final y miró a la vuelta de la esquina.
Finalmente habían llegado al final del laberinto, que se abría a una habitación
abovedada. Innumerables pergaminos antiguos llenaban los estantes que recubrían las
curvas paredes. En el mismo centro, surgiendo del suelo de piedra agrietada había un
árbol, hermosa y reluciente con una luz blanca azulada. Cada rama estaba cubierta en
espinas largas y en forma de gancho y cargados de flores blancas brillantes. Una brisa
invisible agitaba las ramas, esparciendo luminosas nubes de polen y pétalos en el aire.
—Ese debe ser el Árbol de Espino Blanco —susurró Jessie con asombro.
Fate comenzó a asentir, pero se congeló en su lugar cuando su mirada se posó en
una forma flácida en la base del árbol. Era Finn. Sus brazos estaban extendidos sobre su
cabeza, sus muñecas atadas con una cuerda y ensangrentadas por estar atadas a las
ramas espinosas. Su cabeza colgaba hacia un lado. No se estaba moviendo.
El amor la invadió, nublando toda razón.
Fate se lanzó hacia adelante, pero Jessie la agarró del brazo y tiró de ella detrás de
la pared. —No puedes ir allí. No es seguro. Nosotros necesito ir lento y ser estratégicas.
Los nervios y el miedo helado chocaron cuando Fate luchó contra el impulso de
correr hacia Finn.
Esta era la primera vez que lo veía desde que los separaron. Los recuerdos de él y
su asombrosa fuerza martillearon a través de su cuerpo.
No podía ni empezar a imaginar la pelea que Finn debió haberle dado a Wodrid
que los trajo a este estado roto y sangriento. Su corazón se marchitó al verlo así.
Presionando su mano contra su pecho, trató de forzar el insoportable dolor fuera.
Jessie se detuvo cuando vio las lágrimas de Fate.
—Controla. Tú serás inútil para él si te pierdes ahora.
Con un suspiro tembloroso, Fate se frotó las lágrimas y asintió.
Jessie se acercó a la abertura y se asomó por la esquina. Ella retrocedió y se volvió
hacia Fate. —No veo ninguna señal de Wodrid, pero vi a Gerdie. Ella está en el extremo
opuesto de la habitación, atada y amordazada. Ella me vio y negó con la cabeza. Sabes lo
que significa, ¿correcto?
Fate la miró fijamente, incapaz de pensar más allá de la angustiosa condición de
Finn.
—Es una trampa —siseó Jessie—. Lo hemos visto mil veces, la escena clásica de
cada película, donde la víctima secuestrada trata de advertir al rescatador con un
movimiento de cabeza. Yo digo que nos vayamos y traigamos refuerzos con nosotras.
—¿Dejarlos atrás? —susurró Fate. ¿Cómo podía hacer eso cuando estaba tan cerca
de Finn? Tenía que ir con él. Ella literalmente dolía con la necesidad. Cada parte de ella
se acercó a él. Nada en este universo podría hacer que ella lo dejara ahora. La ira
atravesó la niebla, aclarando su cabeza como nada más podría hacerlo—. De ninguna
manera. No nos vamos de aquí sin ellos. Nos vamos todos, o ninguno.
Jessie asintió. —Eso es lo que me gusta escuchar. Bienvenida de nuevo. Entonces,
¿Cuál es el plan?
Fate examinó su pistola láser y comprobó el indicador de combustible.
—Entrar y vaciar todo lo que tenemos en Wodrid antes de que pueda decir—:
¿Qué…?'
—No es exactamente un plan, pero estoy dispuesta a improvisar —Jessie hizo clic
en el engranaje Ojo de Dragón hacia abajo sobre su ojo—. Estoy lista cuando tú lo estés.
Tomando la iniciativa, Fate dobló la esquina, deseando respirar constantemente y
tomar el control de los latidos acelerados de su corazón. Dejando a un lado todos los
miedos, ella centró su energía en la tarea que tenía entre manos, la forma en que había
sido entrenada por los Caballeros más hábiles de Beldereth. Era hora de reclamar su
título de Caballero y ser la Guerrera que una vez fue.
¿Y qué si ella no tuviera viento y relámpagos corriendo por sus venas más y ya no
podía romper huesos con un grito de guerra? Ella era fuerte de otras maneras, y esta era
una batalla que tenía que ganar. incluso si tuviera que luchar hasta la muerte.
Capítulo 47
Vermis fobia

FATE NO SE ATREVÍA A MIRAR A FINN MIENTRAS PASABA JUNTO AL árbol y


fijaba su mirada en el otro lado de la habitación. Su corazón le pedía a gritos que se
detuviera y se acercara a él. El recuerdo de todo lo que habían compartido corría por sus
venas como una droga embriagadora. De la misma manera que un adicto anhela el
siguiente subidón, ella luchó contra la debilidad con todo lo que tenía y la utilizó para
envalentonar sus movimientos hacia adelante. Necesitaba creer que el destino estaba
actuando aquí. No importaba que las fuerzas les hubieran lanzado todos los obstáculos
del universo. Ella y Finn estaban destinados a estar juntos.

Pero no en este momento.

Unos pocos pasos más y se encontró con Gerdie, que estaba sentada de espaldas a
la pared, con las muñecas y los tobillos atados. Parecía pequeña y vulnerable. Los ojos de
Gerdie se abrieron de par en par cuando la vio y luego miró hacia el otro lado, haciendo
saber a Fate la dirección de sus captores.

Haciendo una señal a Jessie, Fate le indicó que rodeara el otro lado del árbol.
Disminuyó la velocidad cuando vio el hueco que Gerdie estaba mirando, con todos los
músculos en tensión mientras apuntaba con su arma al centro sombrío.

Wodrid estalló de repente. Un aura de electricidad crepitó a su alrededor. Unos


rayos carmesíes brotaron de las palmas de sus manos mientras se dirigía hacia ella.

Fate apretó el gatillo y lanzó un rayo letal hacia el centro de Wodrid. La luz carmesí
del rayo se dispersó en partículas inofensivas por su escudo protector de energía. No
dejó que eso la detuviera. Cargó hacia adelante, acortando la distancia, reforzando la
intensidad del rayo hasta que el láser atravesó su escudo y le quemó el hombro.

Wodrid se tambaleó y se miró la herida. Con un gruñido de enfado, le dirigió un


ceño fruncido y lanzó una bola de fuego, arrancando la pistola láser de su mano
enguantada.

Sin perder el tiempo, Fate desenfundó su espada y se abalanzó sobre él. Atravesó la
siguiente bola de fuego, sintiendo el calor en su cara mientras las llamas se reflejaban en
la hoja.

Al percibir un breve destello de miedo en el rostro de Wodrid, Fate echó a correr


con la espada en alto.
Levantando su bastón horizontalmente hacia el suelo, Wodrid conjuró una espesa
niebla verde, que se acumuló y cayó a su alrededor. Las formas se aglutinaron dentro de
la niebla arremolinada, formas que se deslizaban detrás del velo nebuloso. Él le dedicó
una sonrisa que la hizo frenar.

—Vermis fobia —Sus hombros temblaron de risa y ella se preguntó qué era lo que le
hacía tanta gracia.

Un tacto viscoso asomó entre la niebla, y luego otro y otro. El color oscuro y
carnoso de las mismas detuvo a Fate en su camino mientras su columna vertebral se
estremecía con un miedo profundamente arraigado. Sus rodillas se debilitaron de terror
cuando las criaturas salieron de la niebla y reconoció lo que eran.

Lombrices gigantes tan grandes como las pitones, pero mucho más repulsivas.

Las serpientes, ella podía manejarlas. Esto era un nuevo nivel de horror. Nunca se
había recuperado de su miedo a los gusanos, no desde un aterrador encuentro en tercer
grado.

Fate dejó caer el brazo de la espada, incapaz de moverse.

Wodrid dejó de reírse.

—Oh, Fate, debo admitir que ha sido entretenido verte todos estos años. La vida en
ese mundo lamentable en el que naciste se estaba convirtiendo en un verdadero
aburrimiento, hasta que finalmente te localicé a ti, la última descendiente viva de la línea
Inkwell. ¡Eres un imán para los eventos extraordinarios! Y yo que pensaba que la magia
era débil en una sociedad obsesionada con el dinero, los famosos y la apariencia.

Fate apartó los ojos de los gusanos durante una fracción de segundo para mirarlo
con asombro.

Wodrid sonrió ante su reacción.

—Durante un tiempo, temí que me infectara irreversiblemente con tu enfermiza


cultura pop. Pero resulta que esas inculcaciones pueden ser muy útiles. Todo el
vocabulario nauseabundo y el pensamiento retrógrado que aborté me facilitaron la tarea
de hacerte sombra mientras esperaba que encontraras el camino a la Fortaleza.

La mente de Fate se agitó mientras intentaba recordar la sensación de haber sido


acosada. Pero nada destacaba.

Inclinando la cabeza, Wodrid la estudió con falsas líneas de tristeza arrugando su


frente.

—No te esfuerces, Fate. Nunca supiste que estaba en el fondo observando y


escuchando... aprendiendo todo lo que podía sobre ti, porque nunca te fijaste en mí.
Siempre aparecí como alguien demasiado ordinario para tu gusto. Eso es hasta que me
presenté como Steve. Supongo que eso se debe a que estaba interpretando a uno de tus
adorables fans y...
Jessie se acercó por detrás de Wodrid y le disparó.

Había bajado la guardia demasiado tiempo. El golpe le hizo caer al suelo, pero
rodó, lanzando una bola de fuego a Jessie. Ella esquivó las llamas, recuperándose
rápidamente con un disparo mortal en el pecho. Wodrid se desplomó sobre su espalda.

Jessie corrió hacia él, le puso la bota en la garganta y le apuntó a la cabeza con su
pistola láser por si aún podía moverse. Miró a Fate.

—No te quedes ahí parada. Desata a Gerdie.

La conmoción y el terror bloquearon a Fate en su sitio. Apartando su mirada de la


forma inmóvil de Wodrid, miró hacia abajo. Los gusanos se retorcían hacia ella,
levantando sus hocicos puntiagudos, empujando el esfínter de sus bocas blandas y
húmedas por las puntas. El sudor le corría por la espalda. Su estómago se agitó con
ataques de náuseas. La bilis le subió a la garganta.

—Fate, sólo son gusanos gigantescos, pero no pueden hacerte daño. Ni siquiera
tienen dientes.

Todo lo que Fate pudo hacer fue sacudir la cabeza. Jessie no lo entendía. La
enormidad de los gusanos sólo magnificaba lo horribles y gelatinosos que eran los tubos
de sangre. Jessie tampoco sabía que cuando había estado dentro del Libro de las
Fábulas, Mugloth la había atrapado en lo más profundo de la tierra, donde miles de
gusanos se habían retorcido sobre ella. Un escalofrío le recorrió la piel al revivir la
experiencia.

—¡Usa tu espada, córtalos en pedazos!

Fate trató de apretar el puño, pero la empuñadura de la espada resbalaba contra su


palma sudorosa.

—¡No puedo hacerlo! —Todo su cuerpo se estremeció—. ¡La idea de atravesar su


piel gomosa y ver cómo se desparrama toda esa baba me da ganas de vomitar!

Jessie revisó a Wodrid en busca de señales de vida. Al comprobar que ya no era una
amenaza, enfundó su pistola, sacó su espada y le cortó la cabeza al gusano más cercano.
El gusano se desvaneció en un soplo de niebla verde.

—¿Ves? No es nada.

Fate se estremeció con un alivio desenfrenado.

—Estoy en ello —Cortó un gusano que se retorcía junto a su tobillo. Cuando se


disolvió en un inofensivo vapor verde, ella se ensañó con los demás gusanos. Jadeando,
se limpió el sudor de la frente cuando terminó y sonrió—. Bueno, eso fue terapéutico.

Jessie le devolvió la sonrisa mientras cortaba las ataduras de Gerdie.


—Me alegra ver que has superado esa tonta fobia —Puso los ojos en blanco—. De
todas las cosas que hay que temer.

Fate la miró con el ceño fruncido.

—Tú estabas allí y sabes lo que pasó con los gusanos. Quedé traumatizada de por
vida. Y no me digas que tú no habrías reaccionado igual…

Gerdie se quitó la mordaza de la boca.

—Kaliena. Ella también está aquí.

Fate miró por encima de su hombro.

—¿Dónde?

Los ojos marrones de Gerdie se abrieron de par en par por el miedo.

—¡Ahí! Detrás de ti.

Fate se giró cuando el estruendo del metal contra la piedra resonó por toda la
cámara. Una aberración mecánica con forma de escarabajo o ciempiés, con demasiadas
patas para contarlas, salió a rastras de la alcoba. La cosa se detuvo bruscamente cuando
llegó a la forma inerte de Wodrid. Se erigió, mostrando el torso de Kaliena, que coronaba
la parte superior del extraño artilugio. Sus seis brazos se balanceaban con un ritmo
hipnótico mientras miraba a Wodrid.

Fate respiraba entrecortadamente mientras intentaba comprender lo que estaba


viendo. Un sinfín de tubos metálicos de la mecánica inferior estaban conectados a la
espalda de Kaliena y a un casco ornamentado, pero funcional con forma de alas
desplegadas. Su complexión era más pálida de lo que Fate recordaba, encerada y teñida
de una red de finas venas azules, que brillaban bajo su piel translúcida.

Fate se puso al lado de Jessie, con su espada en una mano y cogiendo con la otra su
pistola láser.

—Esa no es la Kaliena que recuerdo haber visto. ¿Qué pasa con esa cosa
espeluznante y rastrera a la que está unida? —dijo Jessie, expresando los pensamientos
de Fate en voz alta.

Fate se quedó mirando la monstruosidad.

—Parece que ha tenido que pasar del soporte vital del santuario a algo más móvil.

Gerdie se interpuso entre ellas.

—Puede que sea débil, pero tiene el Orbe, y ahora quiere la Vara —advirtió—. Por
favor, dime que no la trajiste.
Fate tragó saliva mientras su mano buscaba automáticamente la cadena que
sujetaba la Vara bajo su armadura.

—Estupendo —murmuró Gerdie.

Al ver que Kaliena seguía distraída con Wodrid, Fate lanzó una mirada a Finn.

Gerdie le dio una palmadita en el brazo.

—Sólo está noqueado.

Fate se tragó el doloroso nudo que tenía en la garganta.

—Ve a ver cómo está mientras mantenemos a Kaliena ocupada —Recogió su pistola
láser del suelo.

Gerdie asintió y se deslizó hacia Finn.

Fate y Jessie avanzaron hacia Kaliena con las pistolas láser en ristre. Los rayos
asesinos perforaron su pálida piel, pero no con el efecto deseado. Ella se iluminaba y
parecía absorber la energía.

Kaliena levantó la cabeza, mirándolas con ojos tan vacíos y negros como el espacio.

—Olvídate de eso —Fate enfundó su arma—. Cambia a las cuchillas.

Se separaron, rodeando a Kaliena desde extremos opuestos. Kaliena dirigió su


acerada mirada a Fate. Su vulnerable forma era demasiado alta para que Fate la
alcanzara con su espada. Después de todo, deseó haber traído la ballesta.

Jessie saltó a la espalda del ciempiés mecánico, trepó por la elevación y golpeó con
su espada a Kaliena por detrás. Fue un buen movimiento, pero no lo suficientemente
rápido. Kaliena se giró y sacó la parte inferior de Jessie antes de que la espada pudiera
alcanzar su objetivo. Jessie cayó al suelo con un impacto que la dejó sin aliento. Kaliena
trepó por encima de Jessie, inmovilizándola bajo el carro de la maquinaria antes de que
pudiera escapar.

Kaliena dirigió su atención a Wodrid. Utilizando sus extremidades inferiores de


ciempiés, levantó a Wodrid del suelo, elevándolo a lo largo de cada par de piernas hasta
que lo sostuvo acunado en su cintura. Su rostro liso e inexpresivo se retorció de rabia
cuando levantó la vista de Wodrid y miró a Fate.

—Sabes mejor que nadie que no se puede destruir el amor verdadero —Su voz rugió
con fuerza y volumen.

Esta repentina charla de mujer a mujer sobresaltó a Fate. Su mirada se dirigió a


Finn, y en ese instante supo exactamente lo que Kaliena quería decir. Era una mujer
enamorada y haría lo que fuera necesario para mantener a su hombre a salvo.
El miedo se apoderó de Fate cuando vio a Kaliena blandir el Orbe sobre Wodrid. Lo
estaba usando para devolverle la vida. Sólo que él no estaría realmente vivo. Sería un
zombi como lo había sido Brune.

Cuando la luz dorada del Orbe cayó sobre el cuerpo de Wodrid, éste convulsionó y
cobró vida en su abrazo mecánico. Kaliena cogió la cadena que sujetaba el Orbe y se la
puso en el cuello.

—Esto te mantendrá aquí conmigo, mi amor —le dijo antes de levantar su mirada
negra para mirar a Fate—. Pero ahora debemos tener la Vara para la vida eterna que
ambos merecemos.

—Por encima de mi cadáver —arremetió Fate.

—Eso se puede arreglar —Kaliena puso suavemente a Wodrid de pie.

—¿Cómo? ¿Asfixiando a tu novio zombi conmigo? —Fate miró fijamente a Wodrid.

Él frunció el ceño con confusión, obviamente todavía aturdido. Empezó a hablar,


cuando Kaliena le cortó.

—Ya ha sacrificado bastante. Me encargaré de ti yo misma —Se llevó la mano a los


lados y sacó seis sables de las vainas incorporadas a su maquinaria. Se echó hacia atrás y
levantó las patas delanteras de la máquina, haciendo girar los sables en el aire de forma
experta.

Fate retrocedió cuando Kaliena se arrastró hacia un lado y se apartó de Jessie.

—¡Jess, sal de ahí! —gritó.

Jessie se levantó, pero se quedó junto a Kaliena. Llevaba una mirada inexpresiva y
su tocado de Ojo de Dragón estaba rodeado de una luz azul verdosa.

Un escalofrío recorrió a Fate al recordar cómo Jessie había tropezado cerca del
santuario de Kaliena cuando habían luchado contra el carroñero. El tocado de Jessie
había caído en el líquido luminiscente que llenaba los surcos del suelo del santuario.
Ninguna de las dos se había preocupado más allá de ese momento. Pero deberían
haberlo hecho. Ese era el líquido que se había derramado de las manos de Kaliena y
debió haber contaminado el tocado.

—¿Jess? —gritó ella—. ¿Sigues conmigo?

Jessie no respondió.

Kaliena sonrió fríamente a Jessie.

—Ella está bajo mi control. Mía para mandarla a mi antojo —Su mirada negra se
desvió hacia Fate—. Hmm, ustedes dos tienen una larga historia entre sí. Percibo un
profundo vínculo. Dame la Vara y te dejaré recuperarla.
La indecisión ancló a Fate en su sitio. Si le daba la Vara a Kaliena, el universo
entero sufriría. ¿Pero cómo podría sacrificar a Jessie? No eran sólo amigas. Eran
hermanas. Nadie debería tener que hacer una elección tan horrible.

La confusión se convirtió en indignación y explotó en un ataque de odio ciego.

Cortando líneas tensas en el aire con su espada, Fate cargó contra Kaliena.

Tres espadas desviaron el golpe, mientras que otro conjunto de espadas se lanzó
hacia abajo. Fate se arqueó hacia atrás, escapando a duras penas del corte de tres puntas
afiladas en su cuello.

Kaliena gritó en señal de desafío y frustración.

—Intenta lo que quieras. Tendré tu cabeza y tomaré la Vara de tu cuello cortado.

El terror se apoderó de Fate mientras rechazaba los rápidos y precisos ataques de


Kaliena. La fuerza de cada uno de los golpes le hacía temblar los huesos a Fate, a pesar
de la fuerza que le proporcionaba su armadura cibernética. El esfuerzo de bloquear tres
cuchillas a la vez la debilitaba con cada golpe. No había forma de que ganara este
combate de espadas. No cuando eran seis espadas contra una.

Necesitaba algo más para ganar la batalla. ¿Pero qué podía usar? Kaliena se
alimentó de la energía del arma láser. Todo lo que tenía era su rifle y los cartuchos de
líquido de deducción.

Fate se agachó, sintiendo cómo el viento de las cuchillas cortaba el aire justo por
encima de su cabeza. Un mechón de pelo cayó al suelo. Miró el inoportuno corte de pelo
que le habían hecho. La rabia cortó parte del miedo mientras se dejaba caer y rodaba
para evitar el siguiente golpe.

Cuando Fate se enderezó, su mirada se posó en la maquinaria a la que estaba


conectada Kaliena. La mayor parte era de hierro. ¿Por qué no lo había visto antes? Sacó
el rifle por encima del hombro y apuntó al carro que sostenía las piernas mecánicas de
Kaliena. El arma golpeó con fuerza contra su hombro y una explosión de gas rojo
envolvió a Kaliena.

Con el rifle apuntado, Fate se puso en pie, lista para disparar de nuevo.

Kaliena gritó y se tambaleó, sus espadas se agitaron mientras la nube se reducía. La


parte inferior delantera de la máquina y las patas se desmoronaron y cayeron. Las
espadas de Kaliena cayeron al suelo mientras contemplaba el daño que había causado
Fate.

Fate dio un paso adelante.

—¿Qué era lo que decías? ¿Me vas a arrancar la cabeza? Es un poco difícil cuando
te caes a pedazos.
Wodrid corrió a colocarse frente a Kaliena mientras ésta luchaba por mantenerse
en pie. Agitaba el Orbe y murmuraba algún tipo de conjuro. Una luz dorada brotó del
Orbe, se acumuló a sus pies y se dirigió hacia Fate.

Fate había visto a Brune hacer lo mismo con el Orbe y no quería que se repitiera.

Presa del miedo, Fate apuntó a lo que quedaba de la máquina de Kaliena y apretó el
gatillo. Otra nube gaseosa roja se tragó tanto a Kaliena como a Wodrid. El grito de furia
de Kaliena reverberó desde detrás de la cortina de niebla, mientras que los conjuros de
Wodrid parecían haberse detenido.

Fate recogió su espada desechada, con la intención de correr hacia la nube y


empezar a dar tajos salvajes, pero una tormenta de fuego azul dispersó el gas rojo.
Wodrid fue arrojado a un lado en un montón, mientras que, Kaliena flotó en el aire sobre
su máquina desintegrada. Su piel cianótica brillaba con el fuego que salía de sus seis
manos. Unas malignas envolturas de poder oscuro irradiaban de ella mientras dirigía su
despiadada mirada a Fate.

Sorprendida por la rápida y poderosa recuperación de Kaliena, Fate buscó


respuestas, esperando contra toda esperanza que un elemento útil del conocimiento de
la Guardia se activara y ofreciera una solución. Pero su mente seguía en blanco. No tenía
nada con lo que luchar.
Capítulo 48
Siempre maldito

FINN SE DESPERTO CON UN AGUDO ESCOZOR EN LA MEJILLA. LOS


recuerdos le atormentaban mientras trataba de orientarse. Al abrir los ojos, vislumbró el
borrón de una pequeña mano azotando el aire. Sacudiendo el brazo para bloquear el
golpe, descubrió que tenía las muñecas atadas por encima de la cabeza y, en su lugar,
interpuso el codo antes de recibir otra bofetada en la cara.

—¿Gerdie? Whoa, para. Estoy despierto.

—Por fin —Los hombros de Gerdie se encorvaron por la tensión—. He estado


tratando de despertarte durante los últimos diez minutos. Fate está en problemas.

Finn tragó con fuerza mientras miraba más allá de Gerdie. Primero vio a Wodrid.
Había algo diferente en el hechicero, pero el choque de espadas atrajo la atención de
Finn hacia Kaliena, que estaba fuertemente armada con seis espadas. Estaba luchando
contra un luchador muy hábil con una armadura mejorada. Su corazón casi dejó de latir
cuando reconoció a Fate.

En ese instante, todo lo demás desapareció. La visión de ella llenó todos los
espacios vacíos de su corazón. Durante unos segundos, permaneció paralizado por una
mezcla de alegría e incredulidad. El único movimiento era el ascenso y descenso de su
pecho mientras la bebía con ojos sedientos.

Se le secó la boca mientras su mente se nublaba de deseo. Ella era impresionante,


sus movimientos hipnotizantes, una mezcla perfecta de gracia y eficacia. Su bella
guerrera. Llevaba su fuerza con majestuosidad, con un poder impresionante.

Gerdie tiró de su camisa.

—Despierta. ¿No ves que Fate va a perder? Está luchando contra Kaliena.

La adrenalina lo invadió, despejando su cabeza. Se obligó a apartar la mirada de


Fate.

—¿Dónde está Jessie? ¿Por qué no está ayudando?

—Kaliena está usando ese arnés que Jessie tiene atado alrededor de su cabeza para
controlarla.

Finn se esforzó contra las cuerdas, pero estaban demasiado apretadas.


—Busca en mi bolsillo izquierdo. Coge mi navaja y suéltame.

Gerdie recuperó su cuchillo y se puso a trabajar cortando las ataduras. Finn se


esforzó por avanzar, ansioso por saltar a la lucha. El terror se apoderó de él cuando
Kaliena estuvo aterradoramente cerca de cortar el cuello de Fate. La vio recuperarse y
bloquear el siguiente golpe, pero pudo ver cómo sus brazos temblaban ante la tremenda
fuerza de Kaliena.

—Date prisa —gruñó.

—Estoy haciendo lo que puedo.

Fate esquivó otro golpe cercano. Finn captó el miedo en sus ojos. Su estómago se
enroscó en un apretado ovillo mientras ella sacaba su rifle y disparaba a la máquina de
Kaliena.

—Esa es mi chica —susurró.

El grito de Kaliena llenó la cámara subterránea mientras veía cómo las partículas
de gas oxidaban rápidamente su máquina y se desmoronaban bajo ella.

—Vuélvela a explotar —siseó Finn en voz baja. Pero Fate estaba esperando a que la
nube se disipara. Entonces Wodrid entró corriendo, balanceando el Orbe.

Finn se resistió a la tensión de su debilitado vínculo. Su mano izquierda se soltó.


Gerdie se dirigió a su otro brazo y comenzó a soltar la cuerda. El alivio lo invadió cuando
Fate disparó otra ronda a Kaliena, interrumpiendo el encantamiento de Wodrid.

—Vete a la salida en cuanto me liberes. No querrás estar aquí cuando me ponga en


marcha.

Gerdie agachó la cabeza para mirarle.

—No tienes que decírmelo. He visto lo que puedes hacer.

Finn se puso rígido de miedo cuando Kaliena disipó el gas con una ráfaga de llamas
encarnadas. La explosión lanzó a Wodrid y cayó a unos metros de Finn. El hechicero
levantó la cabeza y clavó los ojos en Finn.

Finn tiró de la cuerda, rompiendo lo que quedaba de la atadura medio cortada.


Buscó a Fate, pero el gas se había desviado y le bloqueaba la vista. Se puso en pie y se
enfrentó a Wodrid mientras Gerdie corría en dirección contraria.

—Parece que han pasado muchas cosas mientras descansaba los ojos. Gracias por
eso. Necesitaba una pequeña siesta. Me siento muy refrescado —Finn estudió a Wodrid,
mientras ampliaba sus sentidos. El aire a su alrededor parecía gris y se sentía vacío de
vida—. A diferencia de ti. Veo que te has vuelto un muerto viviente. ¿Es obra de mi
chica?

Wodrid se detuvo a unos doce pies de distancia y se burló de él.


—La muerte no me detendrá. El Orbe me mantiene vivo y una vez que tu novia esté
muerta, tendré la Vara y me convertiré en un dios.

—Pensé que ese era el objetivo de Kaliena.

—Basta de hablar —Con una mirada de desprecio, Wodrid extendió la palma de la


mano para conjurar otra bola de fuego.

—¿Tienes algún problema ahí? —Finn miró más allá del hechicero para ver cómo
estaba Fate. Todavía no podía verla y eso lo ponía aún más nervioso—. Imagino que es
difícil llamar a los elementos del fuego para que se muevan por esas venas marchitas.

Wodrid frunció el ceño hacia su mano.

—Todavía sé usar la magia —Levantó su bastón mientras murmuraba un conjuro.


La joya de la parte superior de su bastón de plata se iluminó con llamas etéreas de color
verde grisáceo, que descendieron fantasmagóricamente a su alrededor en forma de
oleadas.

—Impresionante espectáculo de luz, pero ¿qué hace?

Wodrid le dedicó una astuta sonrisa. Empujó su bastón, desatando el fuego


fantasmal hacia Finn. El poder golpeó como un viento ártico, lanzándolo contra las
raíces de los árboles enterradas en el suelo. Una barrera de llamas se levantó alrededor
de Finn, haciendo un ruido como el del vapor hirviendo, sólo que sin el calor. En su
lugar, un frío gélido se apoderó de él.

Un violento escalofrío, tan fuerte como un terremoto, atravesó a Finn. El aire gélido
azotó su piel, trayendo consigo el olor de la muerte, los finales y los cambios horribles.
La fatalidad se cernía sobre él como una sombra. El miedo le atormentaba mientras
luchaba por no pensar en lo que más temía: que Fate moriría por haber subestimado a
su enemigo. Que moriría a pocos metros de distancia sin tenerla nunca más en sus
brazos.

Con escalofríos y ataques de desesperación, Finn se hizo un ovillo. Cuando más


necesitaba moverse, el miedo parecía haberle robado hasta la última gota de valor que
poseía. Levantó la cabeza, entrecerrando los ojos más allá del muro de llamas
crepitantes, esforzándose por vislumbrar a Fate. La nube gaseosa roja se había
despejado. Kaliena estaba iluminada con poder y se cernía sobre Fate, que por primera
vez parecía indefensa. Fate apartó los ojos de Kaliena y se volvió para mirarle. Sus ojos
se encontraron y se mantuvieron a través del espacio que se extendía entre ellos.

—¡Finn! —gritó.

El sonido de su voz hizo que una oleada de fuerza recorriera sus miembros. Pero
duró poco. Respiró con terror cuando Kaliena soltó lanzas de fuego azul contra Fate. Su
cuerpo se puso rígido cuando la avalancha de energía malévola la golpeó. El tiempo se
detuvo durante un latido mientras la chica a la que amaba caía al suelo como un pájaro
caído.
Un sudor frío heló la espalda de Finn mientras una enfermiza ola de dolor se
apoderaba de él. Esto no podía estar pasando. No ahora. No cuando estaban tan cerca de
reunirse.

El dolor y la furia se apoderaron de Finn, invocando algo profundo en su interior.


Algo que se alimentaba del odio y la venganza. Un poder oscuro se hinchó, presionando
en todos los lados, pidiendo ser liberado. Agarrándose a las raíces que tenía debajo, Finn
se conectó con el espíritu del Árbol Espino Blanco y habló en el lenguaje recortado de la
raza de los Antiguos para pedirle ayuda.

La energía del Árbol fluyó hacia él, abierta y acogedora.

Invocó el poder rúnico de la Madera. Un fuego interior ardió en su interior,


quemando el frío paralizante y el malestar que el hechizo de Wodrid generaba. De la
boca de Finn brotaron chispas carmesíes mezcladas con oro, alterando el volumen de su
voz hasta convertirla en un rugido de gigantes. La magia fluyó a través de él. Mientras se
ponía en pie, se glorificó en la expansión del poder.

El hechicero retrocedió asustado cuando el fuego fantasmal se redujo a la nada


alrededor de Finn.

Despreocupado por Wodrid, Finn fijó su mirada en Kaliena mientras ésta


continuaba su ardiente ataque. Con un grito ensordecedor, ordenó al Árbol que atacara.

El suelo tembló y se resquebrajó cuando el Árbol hizo un túnel a través de la piedra.


Una maraña de raíces se liberó en una explosión de escombros y polvo bajo Kaliena y se
enroscó a su alrededor. Finn levantó la mano, apretando como si la tuviera agarrada, y
vio cómo las raíces se tensaban. Los numerosos brazos de Kaliena se agitaron mientras
luchaba por respirar.

Gerdie lo empujó desde atrás.

—¡Finn, ya basta! Tienes que sacar a Fate de aquí.

Finn se volvió hacia ella.

—Te he dicho que te fueras.

Gerdie se apartó de él.

—He visto esa mirada negra antes, pero esperaba no volver a verla.

La vergüenza inundó a Finn.

—Por favor, ve a atender a Fate —murmuró.

Con un asentimiento asustado, Gerdie se abrió paso entre las raíces y las piedras
rotas hasta Fate, que yacía en el suelo. Una agonizante mezcla de rabia y dolor se agitó
en su pecho al ver su forma inmóvil.
Recuerdos dolorosos se apresuraron a atormentarlo: Fate yaciendo en el barro, rota
y herida, después de que Mugloth la arrastrara bajo tierra. Había estado tan cerca de la
muerte entonces. Todo porque él no había visto que él era la razón por la que ella se
había puesto en peligro. ¿Estaba maldito para siempre a seguir repitiendo el mismo
error y reviviendo el mismo castigo agonizante?

Su respuesta llegó en un torrente de lanzas ardientes. Finn se echó a un lado


cuando los rayos impactaron en el lugar donde había estado. El fuego del enemigo se
extendió por el tronco del Árbol. Sintiendo el dolor de este como si fuera el suyo propio,
se dobló por la cintura y gimió. Se levantó para ver cómo estaba Kaliena. Ella había
escapado de las garras del Árbol y se acercaba.

Finn invocó al Aire y ordenó al Árbol Espino Blanco que liberara sus púas. En
cuestión de segundos, innumerables espinas atravesaron la cámara, lanzando un veneno
incalculable sobre Kaliena.

Kaliena gritó y se protegió la cara. La sangre oscura manchó su piel azul pálida
cuando el muro de espinas la apuñaló. Debilitada por el enorme ataque, cayó sobre los
escombros y Wodrid se arrastró a su lado.

Finn quería terminar el trabajo, pero su preocupación por Fate era demasiado
grande. Se apresuró a arrojarse junto a ella. Su armadura estaba chamuscada, pero no
había quemaduras ni heridas visibles. Había sufrido algún tipo de lesión energética, de la
que él no tenía ni idea de cómo curar. Pasó la mano por su suave cabello y tragó saliva.
La palidez mortal de su rostro lo desgarró mientras comprobaba su pulso.

Gerdie le miró y negó con la cabeza.

—Está muy herida. Pero no veo ninguna herida. Nunca había visto algo así.

—Su pulso es débil, pero todavía está con nosotros. Se pondrá bien —insistió él.

La duda en los ojos de Gerdie le hizo desfallecer de terror.

—Tenemos que llevarla al santuario. Esperemos que Farouk sepa qué hacer.

Finn recogió a Fate en sus brazos y le besó la frente.

—Estoy contigo, amor. Aguanta. ¿Me oyes? —Se levantó y buscó a Kaliena y
Wodrid. Se habían ido, al igual que Jessie.

Gerdie se levantó y se quitó el polvo de las rodillas. Ella captó la mirada vengativa
en sus ojos.

—No hay nada más que podamos hacer aquí.

Finn asintió y llevó a Fate tan rápido como pudo hacia la salida. Entraron en el
pasillo curvo y estrecho.
—Tendrás que guiar el camino, Gerdie. No estaba precisamente despierto cuando
Wodrid me trajo aquí.

—Lo intentaré, pero no estoy segura de recordar la ruta.

Finn la siguió por el estrecho pasillo.

—¿Esto es un laberinto?

—Uno complicado —Gerdie se detuvo y se giró—. Un callejón sin salida. Nosotros


tenemos que volver por el otro lado.

El corazón de Finn palpitó de pánico mientras se daba la vuelta.

—No tenemos tiempo para todo este retroceso —Tenía que llevar a Fate a la
superficie. Ahora mismo.

Trazó el camino de vuelta a la división de dos vías, tomando la derecha esta vez.
Algo no estaba bien en esto. Cuando había conectado con el Árbol Espino Blanco, había
sentido la conexión sagrada del Árbol con la Orden Druídica. Recordó algo que su abuelo
le había enseñado en sus muchas lecciones para convertirse en druida. Entras en un
laberinto para perderte y en un laberinto para encontrarte. Si los druidas hubieran
construido este lugar, esto no sería un enredo. Sería un laberinto.

Respiró hondo para controlar su creciente miedo y empujó sus sentidos hacia el
exterior. Con cada paso, siguió el flujo natural de energía, sintiendo dónde la energía era
detenida por las paredes y evitándolas. Sus movimientos se hicieron más fluidos a
medida que seguía la energía hacia el centro.

Pisó la baldosa central de la pequeña cámara en la que se encontraba. Supo que


estaba en el lugar correcto cuando vio los dos paquetes de vuelo que Fate y Jessie habían
dejado atrás.

Gerdie entró a su lado.

—¿Cómo supiste el camino?

El sonido de la piedra moliendo contra la piedra, resonó mientras la baldosa se


elevaba lentamente hacia la abertura en el techo. Finn le dedicó una sombría sonrisa.

—Busqué mi centro y lo encontré.

Estaban a mitad de camino cuando algo se clavó en el hombro de Finn. Se tambaleó


de dolor, casi perdiendo el equilibrio y dejando caer a Fate. Al recuperar el equilibrio,
Finn se revisó el hombro y vio un corte humeante.

Un rayo rojo pasó por su cabeza antes de que se diera cuenta de dónde venían los
disparos.
Jessie se lanzó hacia delante, impasible, mientras disparaba su pistola láser contra
ellos. Gerdie se abrazó a sí misma y se encogió mientras Finn se apartaba de Jessie para
resguardar a Fate. Otro disparo impactó en el tacón de su bota, caliente al derretir la
suela.

La baldosa se niveló con el suelo de la bóveda, cortando a Jessie. Finn miró las
gigantescas estatuas de los druidas que lo observaban. Llevó a Fate hasta la entrada de la
bóveda. La única manera de sacarla de allí era volando. La dejó suavemente en el suelo y
volvió a por la mochila de vuelo para empezar a ponérsela.

—¿Siquiera sabes cómo volar una mochila de vuelo? —preguntó Gerdie.

—Claro que no, pero ¿qué opción tengo?

—Ninguna, supongo.

Cuando por fin tuvo la mochila totalmente asegurada, probó el engranaje en el


manillar y salió disparado hacia arriba, dejando escapar la velocidad antes de estrellarse
contra el techo. Se mantuvo en el aire durante unos segundos, dirigiendo hacia los lados
y luego hacia arriba y hacia abajo. Cuando se sintió satisfecho de haber dominado los
controles lo suficiente como para llevar a Fate a un lugar seguro, descendió.

—Lo siento, Gerdie, pero voy a tener que dejarte aquí. Enviaré a alguien en cuanto
lleve a Fate al santuario.

—Lo sé. Sólo vete. Y ten cuidado.

Finn asintió mientras levantaba a Fate, ajustando su peso inerte con el brazo libre
hasta que tuvo un agarre firme alrededor de su cintura.

—Gerdie, toma mi cinturón y pásalo por su cinturón utilitario.

Gerdie trabajó tan rápido como pudo, luego dio un paso atrás y le dio el pulgar
hacia arriba.

—Vamos.

Asintiendo con la cabeza, Finn se levantó del suelo y flotó lentamente más allá de la
entrada, mirando a su alrededor para ver en qué dirección tenía que ir.

De repente, el terrible desgarro de la piedra llenó la bóveda. Se giró con un


sobresalto. La baldosa central había saltado por los aires. Una nube de polen brillante y
piedra pulverizada llenó la cámara mientras Jessie salía del agujero.

—¡Gerdie, corre! —gritó.

Gerdie salió corriendo de la bóveda mientras Finn se elevaba. A través del polvo
ondulante pudo ver a Jessie colocándose la otra mochila de aeronauta. No tendría
ninguna oportunidad una vez que ella estuviera en el aire. Su única opción era conseguir
la mayor ventaja posible.
—Muévete un centímetro más y te haré volar por los aires.

Finn se giró. Era Brune y tenía una pistola láser apuntando directamente a él.
Capítulo 49
Algo está fallando

—¡ATERRIZA Y SUÉLTALA! —GRITÓ BRUNE MIENTRAS VOLABA CERCA de


Finn. No había cambiado desde la última vez que la vio en la enfermería, salvo que ella y
su cabeza llena de serpientes estaban despiertas, y que vestía la misma armadura
mejorada que llevaban Fate y Jessie. Por suerte, llevaba unas gafas con gruesos cristales
rojos, que supuso que le protegían de su mirada de Gorgona.

—Brune —gritó Gerdie desde donde se escondía abajo—, ¡es Finn! Suéltalo para
que pueda llevar a Fate al santuario.

Brune se quedó mirando a Finn, con la cabeza ladeada y la lengua bífida saliendo
de su boca.

—Hmm, tú debes ser el chico que conjuré cuando invoqué a Fate. Supongo que tu
cara siguió el camino de mis células cerebrales cuando estaba inconvenientemente no
muerta. Siento lo de la pistola —Señaló con la cabeza a Fate—. Pensé que eras la razón
por la que estaba inconsciente.

Finn se tragó su culpa. Brune estaba más cerca de la verdad de lo que creía. Fate
estaba en problemas porque había sido tan estúpido como para dejarse atrapar y ella
había tenido que venir a rescatarlo.

Un rayo láser ardió en el muslo de Brune. Con un siseo de enfado, se giró mientras
Jessie se lanzaba por el aire, disparando contra ambos.

Un rayo mortal pasó por el ala de la mochila de aeronauta de Finn.

—Ve. Yo me encargaré de esto —Brune se volvió en dirección a Jessie.

—No la mates —dijo Finn—. No es su culpa. Está bajo el control de Kaliena.

Brune esquivó un rayo dirigido a su cabeza y devolvió el disparo.

—¿Me estás tomando el pelo?

—No, no lo estoy. Noquéala si es necesario. Pero no la mates.

—Lo intentaré, pero no prometo nada. Ahora vete.

Finn subió a lo alto tan rápido como pudo, buscando la puerta de entrada al
santuario, que sabía que estaba situada en el punto de unión de los colosales aros. Sólo
que no pudo divisar la escotilla desde la que había saltado tan precipitadamente. Los
aros se movían por encima de él, crepitando contra el firmamento de la atmósfera, pero
no le permitieron encontrar el lugar que tanto necesitaba.

El pánico casi se apoderó de él antes de percibir movimiento por el rabillo del ojo:
dos manchas que volaban por el aire hacia él. Finn corrió hacia ellos, aliviado cuando
reconoció a Sithias y a Mason. Unos minutos más tarde, se encontraron en el centro y
Sithias redujo la velocidad, aleteando en su lugar, sus ojos ámbar se redondearon con
preocupación cuando vio a Fate.

—¿Ella es...? —Se interrumpió y tragó saliva.

—No, pero está en problemas —le dijo Finn.

Mason se detuvo y rondó.

—¿Dónde están Gerdie y Brune? —Su expresión se llenó de preocupación mientras


miraba a Fate.

Finn le dio un codazo en la barbilla.

—Abajo, en la torre. Brune está luchando con Jessie.

Mason frunció el ceño.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Brune se ha vuelto oscura ya?

—No, Jessie está bajo el control de Kaliena. Será mejor que bajes y te asegures de
que Brune no la mate.

Dando a Finn un asentimiento, Mason aceleró hacia la torre.

Sithias lo vio partir y luego dirigió su mirada ansiosa a Fate.

—He venido a ver cómo podía ayudar allí abajo, pero creo que lo mejor es que te
lleve de vuelta al santuario.

—De acuerdo.

Con un enérgico asentimiento, Sithias aleteó furiosamente, zigzagueando por el


aire hasta que llegaron a la escotilla lo que parecieron horas, aunque sólo fueron
minutos. Apretó el botón, presionándolo una y otra vez, incluso mientras el iris de la
escotilla se deslizaba para abrirse. Finn pasó por la abertura, aterrizando lenta y
suavemente.

Eustace estuvo junto a ellos en un instante, con la cara blanca como la tiza mientras
comprobaba el pulso de Fate. El alivio suavizó su expresión cuando confirmó que estaba
viva, pero su mirada se transformó en piedra cuando miró a Finn.
—¿Qué ha pasado? ¿Dónde están Jessie y Gerdie? —Mantuvo su voz
cuidadosamente baja, pero estaba bordeada de furia mientras tomaba a Fate de Finn.

Finn desabrochó la última correa y dejó la mochila del aeronauta en el suelo. Hizo
todo lo posible por explicar la secuencia de los acontecimientos, pero se avergonzaba
más y más con cada palabra. Toda la situación era culpa suya. No había podido proteger
a ninguno de ellos, y podía ver que Eustace sentía lo mismo.

Eustace puso a Fate sobre la mesa y miró a Farouk.

—¿Puedes ayudarla aquí o debo llevarla a la enfermería?

Farouk dejó una caja sobre la mesa y abrió la tapa. Varios cajones escalonados
surgieron para ofrecer sus pertenencias de forma ordenada. Él buscó un instrumento
con muchos botones. Al encenderlo, el aparato emitió un pitido mientras lo mantenía
sobre la cabeza de Fate antes de moverlo hacia abajo sobre su pecho. Cuando llegó a su
corazón, el pequeño panel se iluminó y los pitidos se convirtieron en una larga alarma.
Farouk dejó el instrumento en el suelo y lo apagó con una expresión sombría.

—Mis diagnósticos muestran una destrucción celular intensiva.

Las esperanzas de Finn se hundieron en la desesperación.

—Lo cual es bastante fácil de reparar —Farouk buscó otro artilugio.

Finn, Eustace y Sithias suspiraron aliviados al mismo tiempo. Farouk activó el


dispositivo. Un chorro de luz verde dorada salió disparado del extremo y procedió a
recorrer el rayo a lo largo del cuerpo de Fate.

—¿Quién le hizo esto?

—Kaliena la ha hecho estallar con una energía poderosa. Nunca había visto algo así
—Finn miró a Eustace—. Lo siento. No pude hacer nada en ese momento.

Con cara de pena, Eustace vaciló en su sitio.

—Esto es obra tuya.

Finn asintió.

—Lo sé.

—Nunca debiste ir tras Wodrid de la forma en que lo hiciste. Tú no nos diste la


oportunidad de elaborar una estrategia. ¿Así es como lo haces todo? ¿Es esto lo que le
espera a mi hija?

—No, señor. He aprendido la lección. Nunca...

—Es demasiado tarde para eso. El daño está hecho.


La tensión creció en la habitación. Sithias agitó sus alas nerviosamente mientras
observaba el acalorado intercambio.

—¿Cuánto tiempo pasará antes de que Fate se despierte?

Tanto Finn como Eustace dirigieron su atención a Farouk, que levantó la vista de
su examen con una expresión de desconcierto.

—La reestructuración se ha completado. Ya debería estar despertando —Sus orejas


se hundieron mientras sacudía la cabeza—. Sus signos vitales son más lentos. Algo se ha
estropeado. Rápido, hay que llevarla a la enfermería y ponerle un soporte vital.

Eustace se agarró al borde de la mesa y se desplomó con desesperación.

—Yo la llevaré —Finn la cogió en brazos y se dirigió a la puerta. Su corazón latía con
fuerza mientras corría por el pasillo. Su peor pesadilla se estaba haciendo realidad y
nada tenía sentido. ¿Por qué estaba ocurriendo esto?

Mientras corría hacia adelante, se sumergió en la búsqueda de la llama roja y


dorada de la esencia espiritual de Fate. No estaba allí. Era una cáscara. Su espíritu la
había abandonado. Si no perseguía su chispa y la anclaba a los vivos, Fate iba a morir.
Capítulo 50
Suficiente animo por un día

EL MUNDO LE PARECÍA EXTRAÑO A FATE. TODO HABÍA ADQUIRIDO una


tonalidad plateada, como si su entorno se hubiera convertido en una vieja película en
blanco y negro. Los detalles de los objetos que la rodeaban se desdibujaban cada vez que
intentaba concentrarse en ellos, al igual que su memoria se desdibujaba cuando
intentaba recordar dónde estaba o qué debía hacer.

Los sonidos amortiguados de voces, como de personas que hablaban en la


habitación de al lado, se colaron en su conciencia. Le resultaban familiares. Aunque
cuando trató de identificar quién hablaba, el nombre se le escapó. Lo único de lo que
podía estar segura era de la tensión de sus voces, dos de las cuales despertaban una
tormenta de emociones.

Pero el cansancio se había apoderado de ella y no tenía fuerzas para enfrentarse a la


angustia que le provocaban las voces. Se apartó, dejándose llevar por la nada, donde el
lento latido de su corazón ahogaba las voces. El ruido rítmico llegó en forma de un
delgado silbido, como el de las olas lejanas que fluyen y se mueven contra una orilla de
arena.

Un hilo de miedo se desenredó en el fondo de su mente. ¿Por qué los latidos de su


corazón sonaban tan débiles?

Los latidos del corazón deberían ser fuertes. Como cuando era una caballera y su
corazón había latido con tanta fuerza que brillaba a través de los huesos, los músculos y
la armadura. Entonces había sido invencible. No sólo en el cuerpo, sino también en la
mente. El fuego vivo había corrido por sus venas y había quemado todos los recuerdos de
su existencia anterior. No se había visto afectada por las emociones debilitantes. A
diferencia de esta agonizante sensación de pérdida que la tenía encerrada en un dolor
interminable.

Un anhelo de fuerza indomable y libertad emocional salió a la superficie. Con el


deseo, se encontró de repente vestida con una armadura de plata. Levantó el brazo con
guantelete y sonrió al ver la facilidad con que se doblaba, como una segunda piel
maleable. El estruendo de su corazón llenó sus oídos y le hizo mirar el brillo rojo y
luminoso que emanaba de su pecho.

Una calma absoluta se apoderó de ella, borrando el dolor innombrable que la había
estado torturando. Había recuperado su armadura, nada podría volver a hacerle daño.

Algo perturbó las sombras plateadas que se arremolinaban a su alrededor. Surgió


una figura. Era alto, musculoso e inmóvil, y ella lo miró fijamente. ¿Era un amigo o un
enemigo? No podía saberlo. Sus rasgos se difuminaban entre las cambiantes sombras
grises.

—¿Fate? —Su voz resonó en el vacío, un eco del pasado que le devolvió el dolor.

Ensanchando su postura en preparación para la lucha, desenfundó su espada.

—No te acerques.

—Soy yo, amor. Soy Finn. Estoy aquí.

Su corazón golpeó y saltó. El amor y la pérdida chocaron dentro de su pecho. Unas


finas líneas se resquebrajaron sobre la coraza de su armadura, y le dolió. Incapaz de
soportar la angustia, Fate se resistió con un aullido que lanzó al intruso por el aire.

Él se desvaneció entre las retorcidas y agitadas sombras. Temblando de pies a


cabeza, se dio la vuelta y caminó en la otra dirección.

Él salió de la oscuridad que se agitaba.

—Puedes hacerme lo peor, pero eso no hará que te abandone. Te quiero. Tanto que
prefiero cruzar la puerta de la muerte contigo, que volver solo a la tierra de los vivos.

El recuerdo de Finn envuelto en llamas verdes y enfermizas, muriendo ante sus


propios ojos, detuvo a Fate en su camino. Perderlo de nuevo había acabado con ella.

Todo era demasiado. No quería recordar. Recordar significaba dolor. Una increíble
cantidad de agonía que ya no podía soportar. Fate apretó la empuñadura de su espada y
se volvió para mirarle.

—Eres un fantasma. Ya no existes. Sólo eres un cruel truco de mi mente.

—No, amor. Te juro que estoy aquí contigo.

Quería creerle con todo su corazón, pero una nueva decepción la rompería en mil
millones de pedazos. Por mucho que la matara hacerlo, necesitaba librar su corazón de
este tentador embaucador.

Él se acercó a ella.

En el momento en que se encontraba a una distancia prudencial, le apuntó al pecho


y le clavó la espada. Cuando la espada se clavó profundamente, Fate lanzó un grito
estrangulado y el aire se bloqueó en sus pulmones. Nunca más volvería a sentir el cálido
contacto de sus labios contra los suyos. Ni siquiera en un sueño. Finn se había ido. Para
siempre.

El entorno cambiante se detuvo. Sus rasgos borrosos se volvieron claros como el


cristal, brillando con matices plateados que se reflejaban en los pacíficos planos de su
rostro. Nunca había visto nada más hermoso. Sus luminosos ojos verdes le devolvieron
la mirada, atravesando su corazón con una culpa inconmensurable.
—Lo siento —Su voz estaba tan llena de lágrimas que apenas podía hablar.

—¿Por qué? No me has hecho daño. ¿Ves? Todavía estoy aquí.

Fate dejó caer su espada. Nada podría hacerla hacer de nuevo lo que acababa de
hacer. Esto le había quitado todo. Dejó caer su cara entre las manos y lloró. Su garganta
ardía con cada sollozo.

—Deja de torturarme. No eres real. Wodrid te mató. Te vi morir.

—Oh, por favor. Ese zombie vago no sacó lo mejor de mí. Claro que me dio unos
buenos golpes, pero me recuperé.

Fate levantó la mirada.

—¿De verdad?

—Sí, estoy aquí junto a ti, amor. En carne y hueso. Todo lo que tienes que hacer es
quedarte aquí y despertar.

Ella frunció el ceño.

—Estoy despierta.

—No, no lo estás. Te estás muriendo en mis brazos en este mismo momento —La
abrumadora tristeza en sus ojos la hizo volverse.

—No, no lo estoy. Mírame. Soy más fuerte que nunca. Ya no hay dolor. Soy libre.

—¿Por eso nos dejas?

—¿Nos?

—Yo, tu padre, Gerdie, Sithias... y Jessie.

El corazón de Fate se desplomó en la boca del estómago.

—Ella se ha ido. Mi mejor amiga se ha ido.

—La recuperaremos. Lo prometo

El dolor y la desconfianza se apoderaron de ella.

—Nadie puede mantener ese tipo de promesa. Ni siquiera tú.

—¿Así que eso es todo? ¿Te rindes?

—No quiero, pero estoy cansada de sufrir todo el tiempo. Necesito dejar de sentir.

Finn tomó sus manos entre las suyas y las acercó a su pecho.
—¿Incluso amor?

—El amor es lo que más duele.

—Pero también cura.

—¿Realmente crees eso?

—Absolutamente. No importa lo mal que se ponga, el amor es lo que me hace salir


adelante.

Fate sonrió, pero duró un poco. Finn la soltó y se ocultó en las sombras.

—No te vayas —le suplicó ella.

Él se desvaneció y sólo quedó su voz.

—Tienes que venir a mí, Fate. Te estoy esperando. Todo lo que tienes que hacer es
despertar, mi bella durmiente.

El pánico inundó sus venas en el momento en que él desapareció de su vista. El


delicado silbido de su corazón se convirtió en un obstinado y martilleante latido. La
sangre latía caliente y rápida, calentándola, empujándola a moverse, a luchar contra el
peso de sus pesados párpados.

Fate abrió los ojos a un techo lleno de luz difusa. El dolor le mordía el fondo de los
ojos. Los cerró con fuerza y gimió.

—Hola, dormilona.

La respiración se le atascó en la garganta y dejó escapar un sollozo y una carcajada.

Abriendo los párpados, miró a Finn con los ojos entrecerrados.

Él le sonrió, sus ojos brillaban con amor y alivio mientras su mirada recorría las
curvas de su rostro.

—Ya estás aquí. De vuelta a la tierra de los vivos —Su voz se quebró por la emoción.

De repente, ella fue consciente de que su cuerpo estaba tumbado junto al suyo. Su
peso se movía infinitesimalmente, como si temiera hacerle daño con el más mínimo
movimiento.

—Estás aquí —graznó ella, con la garganta demasiado seca para tragar. Le tocó el
pecho, presionando la palma de la mano contra la pared muscular. Los latidos de su
corazón se aceleraron contra su mano.

—Siempre —susurró mientras se inclinaba cuidadosamente para besar su frente.


Fate cerró los ojos, saboreando el suave roce de sus labios contra su piel. Al
acurrucarse en su cuello, inhaló el aroma amaderado del jabón de sándalo que
permanecía en su piel. Sus pulmones se llenaron de felicidad cuando el agujero que tenía
en el pecho desde el día en que se separaron sanó. Volvía a estar entera, como si la
herida nunca hubiera existido.

—Finn, te he echado mucho de menos. No tienes idea de lo que fue.

—Oh, creo que sí, amor. Cada minuto que estuvimos separados fue pura tortura —
Él acarició su pulgar a lo largo de su mandíbula y luego a través de sus labios.

Un escalofrío de placer recorrió el cuerpo de Fate. Se retorció sobre su costado,


apretándose contra su cuerpo. Una tormenta de calor y deseo se agitó en su interior,
deseando liberarse. Hambrienta de más, su boca encontró la de él. Su corazón latía a un
ritmo caótico mientras enroscaba los dedos en su pelo y lo acercaba.

El sonido de alguien aclarándose la garganta resonó en el silencio

Alarmada por el ruido familiar, Fate retrocedió, mirando fijamente a Finn mientras
luchando por estabilizar su respiración.

—Lo has adivinado, no estamos solos. Tu padre está aquí —susurró Finn mientras
se deslizaba fuera de la cama para situarse junto a ella.

El aire frío entró para reemplazar el calor de su cuerpo, dejándola con la aguda
punzada de la separación. Ahora que tenía a Finn allí, cualquier distancia le causaba un
dolor indecible. Cogió su mano y la sujetó con fuerza mientras rodaba sobre su espalda y
se giraba para mirar detrás de ella.

Eustace estaba sentado en la cama de al lado. Hizo todo lo posible por sonreír, pero
la tirantez de su boca delataba su malestar.

—Hola, Garabatos. Me alegro de que te hayas... despertado.

La cara de Fate se sonrojó con el calor de la vergüenza.

—Papá, no sabía que estabas aquí hace un momento.

La sonrisa de Eustace siguió siendo de madera.

—Mmhmm, me di cuenta de eso. De ahí la necesidad de hacerse notar.

Sithias irrumpió en la enfermería llevando un libro.

—Me llevó un tiempo, pero finalmente encontré un maravilloso libro de cuentos de


hadas que creo que le gustará —Se detuvo al ver a Fate—. ¡Señorita, está despierta! Oh,
gracias a los dioses. Entonces, me alegra decir que no necesitaremos esto — Puso el libro
en una mesa cercana, antes de deslizarse hasta su cabecera, con sus alas revoloteando de
emoción—. Me estaba preparando para leerte. Para darte algo a lo que anclarte en caso
de que Finn no lograra sacarte de las garras de la Parca.
Fate sonrió con cansancio.

—Eso es muy considerado, pero ¿no crees que estás exagerando un poco? No estaba
tan lejos.

Sus ojos ambarinos se volvieron alarmantemente sobrios. Miró a su padre y a Finn.

—¿Lo estaba?

—Todos estábamos asustados, señorita. Pero todo está bien ahora. Estás de vuelta
donde debes estar.

Fate miró a Finn.

—Sí, lo estoy.

Recogiendo un vaso de agua con su cola, Sithias se lo entregó.

—¿Tienes sed?

Una sonrisa traviesa se dibujó en las comisuras de la boca de Fate mientras


apretaba la mano de Finn.

—Mucha —Bebió un sorbo de agua.

Finn le devolvió el apretón, frotando su mano sobre el antebrazo de ella. Un


cosquilleo recorrió su piel, haciéndola desear más. Necesitaban desesperadamente un
tiempo a solas.

Una voz enfadada procedente del vestíbulo entró en la habitación segundos antes
de que Darcy irrumpiera en ella.

—Se acabó, Mason. ¡Hemos terminado!

Mason la siguió a la enfermería, con la armadura de batalla aún puesta y con


marcas de quemaduras.

—¿Estás rompiendo conmigo? ¿Por qué? Pensé que estabas feliz de verme.

—Feliz de verte vivo, pero eso es todo. ¿Por qué sigues ofreciéndote para estas
misiones, incluso cuando te pido que no lo hagas? ¿Tienes idea de lo que es quedarse
atrás y preocuparse por si te volveré a ver? Es una tortura. No puedo soportarlo más.

—¿Así que vas a arreglarlo rompiendo? ¡Es una locura!

—¿Quieren callarse los dos? —llamó Brune desde el pasillo al mismo tiempo que
Gerdie entraba en la enfermería.

Fate le tendió la mano.


—¡Gerdie! Estás a salvo.

Gerdie cruzó la habitación y le dio un apretón a la mano de Fate.

—Gracias a Finn —Le sonrió y luego se subió a la cama para sentarse junto a
Eustace.

Mason pasó por delante de Darcy, que había caído en un mohín silencioso.

—Fate, tienes que prepararte —Mantuvo la voz baja mientras empezaba a quitarse
la armadura chamuscada.

—¿Para qué?

—Todavía no has visto a Brune.

—¿Ha salido del coma y se ha levantado?

—Oh, sí, y no es bonita. Ella es...

Brune entró antes de que pudiera decir otra palabra. Fate retrocedió horrorizada al
ver a la Gorgona.

—No te preocupes, amor. Ella está de nuestro lado. Al menos por ahora —Finn
murmuró la última parte.

—Me alegro de que no te hayas muerto —Brune se dirigió a la cama de Fate. Se


apoyó en la pared, inclinando su cabeza serpenteante mientras echaba una mirada de
reojo a Finn desde detrás de sus gafas—. Y los tortolitos vuelven a estar juntos —Su
lengua bífida pasó entre sus labios mientras les sonreía a ambos.

—¿Cómo va todo, Brune? —Fate consiguió finalmente decir.

Brune se frotó las manos enguantadas.

—Bueno, aparte de tener que llevar estas gafas todo el tiempo para no convertiros
en piedra, no es tan malo como parece. Estoy extrañamente tranquila con todo esto,
probablemente porque esto es mejor que ser un zombie cualquier día. Una vez que has
sido un no-muerto, encuentras un nuevo aprecio por estar vivo, independientemente de
lo que parezca.

Fate asintió sorprendida, pero aún estaba nerviosa.

—Buena actitud. Entonces... ¿no hay posibilidad de que te pongas en plan


Gorgona?

—¿Puedes prometer que no te pondrás de ese mal humor mensual? —Brune


preguntó.

—Pues no.
Brune levantó las manos y se encogió de hombros.

—Ahí tienes tu respuesta.

—Eso no servirá, Brune —dijo Farouk desde el otro extremo de la sala, donde
estaba ocupado instruyendo a los robots médicos. Giró su jaula y avanzó—. No podemos
estar preocupados por un cañón suelto entre nosotros. Tendrá que someterse al encierro
hasta que pueda investigar los efectos completos de tu monstramorfosis.

Brune se apartó de la pared con los puños cerrados, su postura mostraba


claramente la obstinación que impulsaba cada una de sus decisiones, ya fuera para bien
o para mal. Fate imaginó que, si pudieran ver la mirada de Brune desde detrás de sus
gafas, toda la sala se llenaría de figuras de piedra.

Pasaron varios segundos de tenso silencio.

—Claro, haz lo que tengas que hacer —Brune suspiró.

El alivio llenó la sala.

Fate frunció el ceño hacia Farouk.

—Parece un poco duro mantenerla entre rejas, Farouk.

—Pensamientos blandos y débiles como ése son los que hacen que se mate a la
gente —espetó Brune—. Sabes que nunca debiste traerme de vuelta después de estar
infectada. Soy una amenaza y siempre lo seré. Lo mismo ocurre con tu amiga Jessie. Ella
es el enemigo ahora.

—Está siendo controlada mentalmente.

Fate se esforzó por sentarse en la cama, pero un cansancio abrumador la hizo


desplomarse sobre la almohada.

Finn acarició su mano sobre el brazo de Fate para calmarla.

—Hablando de eso. ¿Cómo fueron las cosas allá abajo?

—Jessie se le escapó —dijo Mason—. Herida, pero viva.

El estómago de Fate se apretó de miedo.

—¿De quién fue la culpa?

Brune se movió incómoda.

—Oye, yo iba con cuidado con ella. Tuvo suerte de salir con un agujero en la mano
y no en la cabeza.

El miedo recorrió los nervios de Fate mientras miraba fijamente a Mason.


—Si Jessie estaba herida, ¿por qué no fuiste tras ella?

—¿Y hacer qué? —Preguntó Mason—. ¿Ponerle una tirita antes de que me diera las
gracias y me matara?

—Jessie no sabe lo que está haciendo ahora —argumentó Fate.

Brune entregó sus armas a Mason y le ofreció las manos en la espalda para que la
esposaran.

—No importa, no puedes centrarte en por qué es el enemigo. Sólo tienes que
aceptar que lo es y dejar de pensar en ella como tu amiga.

Las lágrimas picaron los ojos de Fate mientras miraba a su padre.

—No me rendiré con ella.

Eustace le devolvió la mirada con la misma medida de tristeza, pero también había
una pizca de derrota en sus ojos. ¿Creía que ella estaba luchando por una causa perdida?

—Supongo que no —continuó Brune—. Ahora que has perdido a tu apoderada y que
yo he vuelto a quedar fuera de juego, debes estar temiendo tu sentencia de por vida como
Guardiana de la Fortaleza.

Fate frunció el ceño.

—Eso no es todo lo que hay en la vida. Deberías pensar en conseguir una.

—Al menos soy libre de buscar una. A diferencia de ti.

—¿De qué está hablando? —preguntó Finn.

Fate miró a Finn, pero no pudo encontrar las palabras para empezar a explicar. Lo
último que quería era arruinar su reencuentro con malas noticias.

—Está encadenada a este lugar hasta que muera —explicó Brune—. Lo que podría
ser más pronto que tarde. Kaliena ha caído, pero no ha salido. Por lo que puedo decir,
acaba de empezar.

Mason tiró del brazo de Brune.

—Vamos, chica serpiente, vamos a encerrarte. Creo que Fate ya ha tenido


suficientes ánimos por un día.

Farouk cambió de marcha, navegando por su jaula para liderar el camino.

—Sígueme. Soy el único con llaves de alta seguridad.

Darcy dio un pisotón.


—Así es, Mason. Ve a hacer tu trabajo. Sé que eso es lo único que cuenta.

Mason se detuvo y la señaló.

—Esto no ha terminado. Ve a mi habitación y espérame. Tú y yo tenemos que


hablar.

Su tono autoritario tomó a Fate por sorpresa. Darcy también parecía sorprendida,
pero era agradable ver que Mason finalmente se mantenía firme. Parecía que los días de
caza de Darcy estaban a punto de llegar a su fin.

—Ahora —Mason miró fijamente a Darcy hasta que se dirigió a la puerta.

Gerdie se estiró y bostezó.

—Romance. Si me preguntas, es para los pájaros.

—Después de mi tiempo con Elsina, debo essstar de acuerdo —añadió Sithias.

—Seguro que sí —Gerdie saltó de la cama—. Estoy agotada de esta desagradable


experiencia. Los veré a todos mañana después de haber dormido bien.

—Todos deberíamos dormir un poco —Eustace dirigió una mirada severa a Finn—.
En nuestras respectivas camas.

Finn se inclinó y besó ligeramente a Fate en los labios.

—Sí, tiene razón. Necesitas descansar. Tendremos mucho tiempo para ponernos al
día después.

Fate se agarró a su brazo con pánico. No quería perderlo de vista ahora que por fin
estaba con ella.

—No, por favor, quédate.

Finn tomó sus manos y las colocó suavemente a sus lados.

—Duerme. No voy a ir a ninguna parte. Estaré aquí cuando te despiertes. Te lo


prometo.

Su pecho se contrajo mientras veía a Finn cruzar la habitación. Se giró y le dirigió


una última mirada antes de marcharse. El dolor familiar floreció en su corazón. Lanzó
una mirada furiosa a su padre y captó el dolor instantáneo en sus ojos. De repente
parecía cansado y envejecido, más de lo que ella había visto nunca.

Eustace se levantó y le puso la mano en el hombro.

—Vendré a verte un poco más tarde, cuando hayas dormido un poco.


Fate permaneció en silencio. Su enfado era demasiado reciente como para hacer
algo por sus sentimientos heridos.

Permaneció un breve momento y luego salió de la habitación.

Sintiéndose culpable y miserable por su padre, Fate se puso de lado y se acurrucó


en un ovillo. Eustace siempre la había animado a salir al mundo y socializar. Incluso a
conocer chicos. Solía decir que se estaba perdiendo la vida. Pero eso fue antes de todo
esto, cuando ella prefería quedarse en la comodidad de su casa para escribir. En aquella
época sus historias siempre habían sido mucho más interesantes que cualquier cosa que
la vida ordinaria pudiera ofrecer.

Entonces, ¿por qué se había convertido en el típico padre protector que le hace
pasar un mal rato a su novio? Debería alegrarse por ella. Su corazón se hundió. ¿Por qué
cada vez que tenía un mínimo de felicidad con Finn, ésta se veía ensombrecida por la
confusión? ¿Era demasiado pedir que se le permitiera disfrutar de su reencuentro? Dejó
escapar un suspiro tembloroso cuando comprendió la verdad.

Aunque Eustace le hubiera dado la bienvenida a Finn con un gran apretón de


manos y una invitación a fumar puros juntos, ella no habría sido completamente feliz de
todos modos. No después de haber perdido a Jessie. Darcy tenía razón. Fate tenía la
culpa por perder a Lincoln y poner a todos los demás en continuo peligro. Ella
necesitaba arreglar eso, especialmente por el bien de su padre. Si alguna vez le ocurría
algo, la destruiría por completo.

Sithias asomó la cabeza frente a ella.

—Me quedaré leyendo hasta que se duerma, señorita. Como solíamos hacer en
aquellas largas noches de invierno junto al fuego de la cabaña cuando estábamos
atrapados en el Bosque de Huesos Retorcidos. ¿Se acuerda? —Le dirigió una sonrisa
colmilluda—. Grandes puntos por adivinar de qué historia se trata antes de que termine
el primer párrafo.

—Oh, qué alegría —murmuró Fate.

Sithias se deslizó en la cama vacía junto a la de Fate y se enroscó limpiamente sobre


el colchón antes de abrir las páginas.

—Había una vez un leñador que vivía al borde de un gran bosque con su mujer y
sus dos hijos. Tenían un niño llamado Hansel y una niña llamada Gretel. La casa de la
familia era muy pequeña.

Fate levantó la cabeza de la almohada.

—¿De verdad?

Sithias bajó la cabeza.

—No esperaba que la pista llegara tan pronto —Hurgó en las páginas—. Encontraré
otra historia que no tenga el título en las primeras frases.
La agitación de Fate se disipó ligeramente mientras sonreía somnolienta a su
amigo y se reconfortaba con su presencia. Sithias era un suave recordatorio de que, por
muy mal que se pusieran las cosas, siempre encontraban una forma de superar los
problemas, de algún modo, de alguna manera. Quería creer que lo mismo ocurriría en el
futuro. ¿Era demasiado esperar que encontraran una forma de recuperar a Jessie sana y
salva antes de que Kaliena y Wodrid montaran un ataque?

Antes de que se le ocurriera la respuesta, Fate se sumió sin poder evitarlo en un


sueño profundo y sin sueños, su único descanso de un viaje largo y peligroso que, por lo
que veía, no tenía final a la vista.
Capítulo 51
Juntos

—¿YA HEMOS LLEGADO? —PREGUNTÓ FATE—. ¿PUEDO QUITARME LA


venda de los ojos?

Finn se rio mientras la llevaba de la mano.

—Sólo unos pocos pasos más.

El oscuro olor de la tierra húmeda y el dulce aroma de la madreselva, melocotones


y jazmín la envolvieron de repente. Inhaló el aire perfumado y gimió.

—¿Qué es ese olor celestial?

—Ya lo verás —Finn se detuvo y ella sintió que se volvía hacia ella. Sus dedos,
cálidos, le acariciaron la mejilla y luego le acariciaron la cara con suavidad. Apenas pudo
contener su excitación y se quedó quieta, escuchando el sonido de sus pasos
acercándose. El calor de su cuerpo irradiaba calidez mientras su aliento le rozaba
ligeramente la cara. Luego, sus labios se apretaron contra los de ella, suaves pero
insistentes. Su cuerpo se estremeció de necesidad. Se inclinó hacia el beso, para caer en
el aire cuando él se retiró.

Riendo suavemente, Finn la cogió en brazos y le levantó la venda. Ella miró a su


alrededor y jadeó. Rayos de luz dorada atravesaban una cúpula de ventanas de cristal de
plomo, cortadas en forma de diamante. Una luna lejana brillaba entre las estrellas y
abajo, una vista de la Fortaleza brillaba más allá de la pared de cristal. La luz refractada
proyectaba brillantes manchas de color sobre un exuberante jardín lleno de flores
exóticas, setas gigantes y montones de musgo en flor.

—No tenía ni idea de que esto estuviera aquí. ¿Dónde estamos exactamente?

—Estamos al otro lado del santuario. El jardín está situado más allá del eje, así que
cuando los aros giren, nuestra vista de la Fortaleza y del cielo cambiará.

—¿Cómo lo encontraste?

—Tuve mucho tiempo para explorar mientras te recuperabas.

—Deberías haberme traído aquí antes. La enfermería es aburrida.

Sonriendo, Finn negó con la cabeza.


—Tienes la paciencia de un niño de cinco años. Es decir, cero.

—No tienes ni idea de lo paciente que he sido en realidad.

La risa abandonó sus ojos y asintió.

—Creo que sí —Dominado por la emoción, tiró de ella en un firme abrazo, su boca
caliente contra su piel mientras enterraba su cara cerca de la nuca de ella.

—He echado de menos esto más de lo que puedas imaginar.

Su corazón latía con fuerza y apenas podía respirar. Pasó las manos por los anchos
hombros de él, por la carne esculpida de sus brazos. Sus rodillas se debilitaron con un
torrente de pasión ciega y se derritió contra él.

—Whoa, muchacha. Más despacio —Se aclaró la garganta y dio un paso atrás con
una sonrisa nerviosa.

Alarmada por su repentina vacilación, Fate le miró fijamente a los ojos para ver si
la luz que había en ellos estaba siendo engullida por la oscuridad que le había poseído.

Él reconoció el miedo en su rostro.

—No te preocupes. No es lo que estás pensando. Todo eso ha quedado atrás. Te lo


prometo.

—¿Por qué te contienes entonces? —Ella se acercó, deslizando sus brazos alrededor
de su cintura—. Podemos estar juntos ahora. Hasta el final esta vez.

—Y eso es lo que quiero. Sólo Dios sabe cuánto —Él le apretó la cintura, sus dedos
se clavaron en su espalda, dulces y dolorosos—. No podemos ir más allá de esto. Todavía
no.

La garganta de ella se estrechó y la humillación se agitó en su pecho. Apartó la


mirada para contemplar la Fortaleza.

—¿Por qué no? —Parpadeó entre lágrimas calientes.

Finn agachó la cabeza.

—Porque le prometí a tu padre que sería un perfecto caballero.

La sorpresa dejó a Fate sin palabras. No sabía qué pensar. Eustace nunca había
tenido la charla con ella. Probablemente porque su interés por otros chicos había sido
inexistente hasta... bueno... ahora. No tenía ni idea de que su padre fuera tan anticuado.

Buscó en su rostro.

—¿Esa es la única razón?


Él le devolvió la mirada abiertamente.

—Por supuesto.

La aguda puñalada de ira llegó sin previo aviso. Fate estaba furiosa. No iba a
permitir que las reglas puritanas de su padre se interpusieran en su camino. Tendría que
trabajar a su alrededor.

—De acuerdo... no le decimos a Eustace lo que hacemos cuando estamos solos. No


es asunto suyo.

Finn sonrió y negó con la cabeza.

—¿No se supone que pasaste por esta etapa de rebeldía hace unos cuatro o cinco
años?

—Entonces estaba demasiada ocupada siendo razonable. Cometí el error de


malcriar a mi padre. Ahora cree que puede salirse con la suya.

Finn tomó su mano entre las suyas.

—Escucha, antes de que te enfades con tu padre, tienes que saber que estoy de
acuerdo con él.

Fate le devolvió la mirada en silencio.

Finn se rio y le cerró la boca.

—Mientras dormías tu experiencia cercana a la muerte, él se sentó conmigo. Me


preguntó cuáles eran mis intenciones con respecto a ti, y cuando se lo dije, fue muy claro
sobre lo que sentía al respecto.

Su corazón se desplomó.

—¿Estás diciendo que mi padre no quiere que estemos juntos?

—No, nada de eso. Sólo que no quiere ver a su hija desflorada antes de que esté...
preparada.

—Estoy preparada.

—No según tu padre. Él cree que no eres lo suficientemente mayor y...

—Cumplo dieciocho años en unos meses. Técnicamente, soy mayor que eso
después de estar atrapada en el Libro de las Fábulas durante seis meses.

—Él no lo ve así. Eres su pequeña muchacha.

—Lo que significa que, si pudiera mantenerme con diez años para siempre, lo haría.
—Es cierto. Pero eso es sólo una parte. Él siente que has estado corriendo con
adrenalina durante tanto tiempo, que estás en constante modo de reacción. No quiere
que te precipites en cosas de las que podrías arrepentirte.

Fate se apretó contra Finn y sonrió.

—¿Cómo puedes llamar a esto precipitarse después de todo el tiempo que hemos
estado esperando para estar juntos?

El cuerpo de él se estremeció bajo su contacto.

—Eres increíble…

Tomando eso como una invitación abierta, Fate besó el borde de sus labios,
burlándose de él hasta que su boca capturó la suya. El aire se calentó entre ellos,
zumbando con energía. Su boca descendió hasta el cuello de ella, y el húmedo contacto
de su lengua hizo saltar chispas de calor sobre su piel. Recorriendo con las manos las
curvas exteriores de su cuerpo, la levantó de sus pies y la depositó sobre el suave musgo.
El movimiento dominante se apoderó de los sentidos de Fate y su cuerpo respondió por
sí mismo. Flotó fuera de sí misma, mareada, como en un estado hipnótico.

Una voz rompió su feliz trance.

—Vaya, qué lugar más bonito para pasear. ¿No estás de acuerdo, Gerdie?

Fate abrió los ojos, luchando por salir de la espesa niebla del deseo mientras
enfocaba el follaje circundante.

Sithias y Gerdie salieron al claro. La serpiente se detuvo, fingiendo sorpresa.

—¿Señorita? Qué casualidad encontrarla aquí.

—Sí, qué casualidad —La boca de Gerdie se levantó en una pequeña y sarcástica
sonrisa.

Finn soltó a Fate y se sentó.

—¿Qué los trae por aquí?

Sithias se acercó volando antes de posarse junto a ellos.

—Sólo estoy mirando el paisaje —Le guiñó un ojo a Finn.

La irritación arañó a Fate, como duendecillos carnívoros que roen sus nervios.
Gerdie se acomodó junto a ella, con una expresión de disculpa.

—Para que sepas, esto no fue idea mía —murmuró.

Fate echó humo mientras observaba el transparente intento de secretismo entre


Finn y Sithias.
—¿De quién fue la idea exactamente?

—Mía, toda mía —dijo Sithias, con demasiada rapidez.

Un leve rubor manchó las mejillas de Finn.

—No, no le hagas caso. He sido yo. Yo le pedí que estuviera aquí. Sabía que estaría
demasiado débil para quedarme a solas contigo durante mucho tiempo.

Fate se cruzó de brazos.

—¿Desde cuándo mi virtud es asunto de los demás?

—Desde que le hice una promesa a tu padre.

—¡Eso no me importa!

—Pues a mí sí. Respeto al hombre y quiero que él me respete a mí. Ya estoy en la


cuerda floja con él después de permitirte estar tan cerca de la muerte.

—Eso no fue tu culpa.

—No es así como lo ve tu padre. Tiene que saber que te protegeré a cualquier
precio.

—Lo has hecho y lo has demostrado más de una vez. Le conté a Eustace todo lo que
hiciste por mí y todo a lo que renunciaste.

Finn suspiró y dejó que su cabeza se inclinara un poco hacia un lado.

—No importa. Tengo que demostrar que soy digno de su hija, lo que en última
instancia significa cumplir mi palabra con él.

Un dolor sordo se extendió por el pecho de Fate. Había estado deseando robar unas
horas de alegría para poder olvidar sus problemas. Desde que había recuperado las
fuerzas, se había llenado de un temor inminente. La preocupación por Jessie la
atormentaba. No tenía ni idea de si seguía viva y bajo el control de Kaliena.

Sin mencionar que Kaliena y Wodrid estaban planeando algo horrible. Farouk ya
había confirmado que había perdido contacto con grandes secciones de la Fortaleza. Era
una tortura saber que en cualquier momento podrían activar sus planes y que muy
probablemente involucrarían a Jessie. A Fate le mataba pensar en luchar a muerte
contra su mejor amiga.

Pero, aunque el mundo fuera perfecto y Jessie estuviera a salvo y no hubiera


ninguna amenaza inminente en un futuro próximo, Fate estaba maldita por un
juramento que nunca debería haber hecho. Brune lo había dicho mejor. Era una
prisionera de la Fortaleza.

Fate puso su mano sobre la de Finn para tranquilizarlo.


—¿No lo entiendes? No puedes obtener el permiso de mi padre para cortejarme,
porque no es él quien lo da. También podrías considerarme casada con la Fortaleza.
Desde que llegué aquí, ha habido una emergencia tras otra y nunca va a parar. Siempre
habrá monstruos que combatir y alguien o algo que proteger. Y lo peor es que yo elegí
esto. Aunque sea por ignorancia.

Fate apartó la mano y se quedó mirando el sello Guardián que brillaba bajo la piel
de su palma.

—Si hubiera sabido lo solitario y aterrador que sería esto, nunca habría hecho el
juramento. No tienes ni idea de lo mucho que he deseado volver a hacerlo. Pero la vida
no funciona así. Estoy maldita y tengo que centrarme en salvar el universo en lugar de
estar con el amor de mi vida. Así que, con eso en mente, creo que me da derecho a hacer
lo que quiera, cuando quiera durante unas míseras horas de vez en cuando.

La compasión se movió en los ojos de Finn antes de que su mirada se dirigiera a


Gerdie.

—Díselo.

Gerdie se retorció en su sitio mientras se acomodaba el vestido sobre las piernas


cruzadas.

—Puede que haya encontrado un resquicio para el juramento.

La esperanza se abrió paso al instante a través de la creciente desesperación de


Fate, pero temía demasiado que el resultado final fuera una decepción que le aplastara el
alma.

—Pensamos que lo habíamos resuelto la última vez, y mira lo que pasó entonces.

Una suave brisa alborotó el pelo encrespado de Gerdie.

—Es bueno que seas cautelosa, porque aún no puedo prometer nada.

El desaliento volvió a instalarse y se asentó como el hielo en la boca del estómago


de Fate.

—Entonces, ¿por qué hablar de ello?

—Porque tenemos que hacerlo —Los ojos de Finn ardían de sentimiento—, No estás
sola en esto. Dondequiera que estés, yo estaré allí. ¿Me oyes?

Fate tragó en seco.

—Finn...

—No estás sola en este lugar ni en la lucha contra Kaliena y Wodrid —insistió él—.
Lo resolveremos, amor. Todos nosotros, juntos.
—Sí, claro —Sithias empezó a sonreír, cuando una oruga verde con alas de
mariposa del tamaño de un ratón revoloteó frente a su cara. Se agachó con un chillido
asustado.

La presencia de Sithias era, como siempre, divertida y Fate no pudo evitar sonreír.

—¿Pero no deberías volver con Elsina?

Sithias sacudió la cabeza con vehemencia.

—¿Y arriesgarme a los chillidos que seguramente se producirán? Prefiero morir en


la batalla que lidiar con eso y ya sabes lo que pienso de la lucha.

—Lo sé —La sonrisa de Fate se desvaneció cuando el optimismo dio paso a la


preocupación—. Por eso no puedo dejar que ninguno de ustedes se quede. Kaliena está
preparando un daño de liga mayor, y ya he perdido a Jessie —Ahogó un sollozo—. No
podría soportar perder...

—No depende de usted, señorita. Yo me quedo —Sithias la miró seriamente—. ¿Ves


esta cara? Esta es decidida, obstinada, inflexible, terca…

—Gracias, yo... entiendo el punto —Fate tragó saliva y miró a Gerdie.

Su cara de muñeca le devolvió la mirada con el peso suave y medido del adulto que
llevaba dentro.

—¿Adónde iría yo? Estás atrapada conmigo, te guste o no.

Fate se volvió hacia Finn. La luz y la sombra se reflejaban en el verde luminoso de


sus ojos. La mera visión de él alivió sus problemas como ninguna otra cosa podría
hacerlo.

—¿Ves? Vas a tener que aceptarlo. Estamos aquí mientras tú lo estés —Se puso en
pie y le tendió la mano—. Ahora que hemos resuelto eso, ¿qué tal si vemos si el
simulador de comida puede preparar una pizza medio decente? Con mucho parmesano,
por supuesto.

Sonriendo entre lágrimas de gratitud, Fate tomó su mano y se puso de pie.

—Sabes el camino a mi corazón.

Él se inclinó y le besó la mejilla.

—Sí, lo conozco, y siempre lo conoceré, amor.


Epílogo
BRUNE RECORRIÓ LOS 20 METROS CUADRADOS DE SU CELDA, furiosa por
haber aceptado ser encerrada.

Si no estaba sufriendo un aburrimiento que la aturdía, estaba soportando horas de


examen por parte de los robots de Farouk. Seguramente ya tenía todo lo que necesitaba
para hacer las pruebas de su mutación. En cualquier caso, había cometido un estúpido
error. Debería haber insistido en que le pusieran grilletes y la dejaran vagar. Al menos
así podría ocuparse de sus asuntos y buscar una cura por su cuenta. No podía confiar en
que a nadie más le importara lo suficiente como para seguir investigando hasta
encontrar una solución.

Y luego estaba Fate. ¿Quién iba a asegurarse de que se mantuviera al tanto de sus
obligaciones? La volvía loca dejar la seguridad de la Fortaleza en manos de una novata
que en un momento tenía la cabeza en las nubes y al siguiente en la depresión. Sobre
todo, cuando Kaliena se hacía cargo de la Fortaleza sección por sección.

Brune se detuvo y pateó la pared. El movimiento brusco hizo que las serpientes que
la rodeaban sisearan.

—Shhh, shhh —les susurró. Se deslizaron alrededor de su cara, acariciando su


mejilla y su cuello con sus frías escamas mientras se calmaban. No pudo evitar
sonreírles.

Pero luego se contuvo. Debería sentir repulsión. Le molestaba no sentirlo. Esta


mutación no era una condición a la que quisiera acostumbrarse nunca, a pesar del
aumento de fuerza y resistencia que había estado disfrutando.

Brune se apoyó en la pared y colgó la cabeza. ¿Estaba destinada a convertirse en un


reptil despiadado? Quizá Farouk tenía razón al preocuparse de que se perdiera por
completo y se convirtiera en la Gorgona con la que había luchado en aquellas cuevas.

El ruido de la jaula de Farouk sonó desde el fondo del pasillo. Apartándose de la


pared, Brune se precipitó hacia el borde de la celda, con cuidado de detenerse a varios
metros del campo de fuerza que la mantenía encerrada. Su corazón latía rápidamente.
Quizá tuviera buenas noticias.

Farouk se acercó al brillante campo de fuerza y aparcó su jaula. Con unas gafas
para protegerse de su letal mirada de Gorgona, se levantó de su silla y sostuvo una
botella de lo que parecía agua del pantano que se arremolinaba con pequeñas gotas de
luz.
—Tengo la cura —anunció con orgullo—. Y justo a tiempo. Las pruebas de
laboratorio muestran que tu monstramorfosis se está duplicando.

A Brune se le secó la garganta.

—¿La mutación no se ha detenido?

—Siento decir que no —Dijo las palabras, pero no parecía arrepentido. Sus ojos
rasgados brillaban de emoción.

Brune esperó a que la dejara salir. Cuando no hizo ningún movimiento, se acercó al
campo de fuerza.

—¿A qué esperas? Entrégala.

Farouk volvió a sentarse en su silla.

—No hasta que hayamos tenido una confabulación.

—¿Sobre qué?

—Como sabes, Kaliena está cerrando mis conectividades con vastas porciones de la
Fortaleza. Esto sólo puede significar que está preparando un ataque.

—Sí, lo sé, pero ¿qué tiene que ver eso con que yo consiga mi cura?

Farouk se acomodó en su silla, cogió un pequeño cepillo y alisó las suaves cerdas
sobre el blanco pelaje de su pecho. Al parecer, deseaba torturarla alargando la
conversación.

Aspiró lentamente el aire entre sus dientes apretados en un intento de controlar su


impaciencia.

—Deja de colgar la zanahoria y dime qué quieres.

Las orejas de Farouk se movieron con impaciencia mientras levantaba la mirada.

—Ya sabes lo que quiero.

La mente de Brune se quedó en blanco, pero sólo por un momento. Un fuego rojo
parpadeó en las pupilas de sus ojos. Algo que Farouk mantenía oculto, a menos que se
sintiera especialmente emprendedor. Era todo lo que ella necesitaba ver para saber lo
que estaba pensando.

—No. Absolutamente no.

Dejó caer el cepillo y se levantó sin liberarla de su aguda mirada.

—Es la hora.
El pavor recorrió el pecho de Brune.

—Te estás precipitando. Kaliena aún no ha mostrado su mano. Siempre existe la


posibilidad de que no sea la amenaza que hemos estado construyendo.

La mirada firme de Farouk la quemó.

—Ella gobernó a Jessie usando el Ojo de Dragón, lo que significa que también
puede gobernar la Fortaleza.

—Lo que sugieres es un último recurso.

—Es el único recurso.

—¿Cómo exactamente? —La respiración de Brune se volvió agitada por la tensión,


lo que hizo que las serpientes volvieran a sisear—. ¿Soltando otro monstruo en la
Fortaleza? De ninguna manera. El hecho de que te hayas borrado de los registros no
significa que haya olvidado lo que realmente eres bajo todo ese pelaje tan bien cuidado.

Farouk la señaló con un dedo.

—Pero tú eres la única que sabe de mí, y no estás en condiciones de decírselo a


nadie. He diagnosticado que tienes entre diez a veinte horas antes de que los genes
reptilianos destruyan tus células humanas más allá de la reconstrucción. Nada te curará
después de eso.

Las serpientes de Brune arremetieron y golpearon el aire

—¿Realmente estás reteniendo mi cura para chantajearme?

—Me gusta pensar que la estoy usando como un incentivo. Piensa en las
oportunidades de juego que te dará la cura. Una vez que estés reestructurada, puedes ser
la apoderada de Fate. Después de que ella se vaya y se lleve a los demás con ella,
volveremos a estar los dos solos. Como debe ser —Sus ojos brillaron con un rojo intenso
mientras se inclinaba hacia delante—. Sabes tan bien como yo que Fate no está
preparada para manejar la guerra que se avecina. Soy el único que puede detener a
Kaliena. Y tú eres la única que sabe cómo encontrar la llave para abrir mi jaula.

Brune lo miró con horror. Si bien era cierto que necesitaban una fuerza lo
suficientemente poderosa como para acabar con Kaliena, ¿cómo podía desatar un mal
cuyo apetito por la travesura, la locura y la carnicería podría destruir todo lo que ella
apreciaba? Farouk había estado enjaulado durante miles de años por una buena razón.
Puede que sea sabio y servicial, pero sólo porque la tecnología infundida mágicamente
en su jaula le obliga a serlo. Si abría la puerta de su jaula, liberaría una pesadilla.

Deseó no haberse topado con la verdad hace tantos años. Al menos entonces, no se
habría enfrentado a una elección tan terrible. ¿Cómo podría, en conciencia, acceder a su
demanda?
Sin embargo, sus ojos se posaron en la botella que estaba a los pies de Farouk y su
deseo de ser normal y recuperar su posición como Guardiana de la Fortaleza llevó su
sentido del bien y del mal al límite.

La mirada de Farouk se deslizó hacia la poción. Usando su cola para levantarla,


colgó la botella de cristal más allá de los barrotes de su jaula.

—Decide ahora o la dejo caer —Dejó que su agarre se deslizara por el cuello de la
botella.

—Para —jadeó ella—. Lo haré.

Continuará en Fate`s War…


Her Dark Destiny#3, Fate`s War

Fate debe ganar esta guerra.


Incluso si eso significa convertirse en
algo peor que su enemigo.

La malvada hechicera, Kaliena, está


levantando legiones de guerreros no
muertos para reclamar el inmenso
poder almacenado dentro de la
Fortaleza. Bombardeado por una
implacable avalancha de batallas
perdidas, la última línea de defensa
de Fate es llevar la guerra a
Oldwilde. Pero eso significa que
Finn debe irse para forjar nuevas
alianzas entre los antiguos
enemigos de Oldwilde, mientras que
Fate permanece para defender la
Fortaleza.
En un movimiento desesperado por
mantenerse firme, Fate desata a un
demonio contra Kaliena, una
estrategia equivocada que resulta en
una pérdida demasiado insoportable
para aceptar. Perdida y sola, con solo los recuerdos de la vida que vivió
antes de ingresar al Libro de Fábulas, Fate ha olvidado que es una hábil
guerrera con un poder latente esperando emerger y es rescatada por un
príncipe del desierto. Pero, ¿está salvada o corre aún más peligro con una
guerra en camino que solo ella puede ganar?
Ferozmente romántica y fascinante, esta tercera entrega llena de
adrenalina de El viaje de Fate mantendrá a los lectores cautivados
mientras la historia de Fate avanza a un tono febril que puede destruir
todo lo que ella aprecia. ¡Perfecto para los fanáticos de Sarah J. Maas,
Holly Black y Leigh Bardugo!
Agradecimientos
En primer lugar, gracias al amor de mi vida, Tony, por creer en mí. Sin su
estímulo, orientación y apoyo inquebrantable, este libro no se habría escrito. Gracias por
trabajar junto a mí en las trincheras para llevar este libro a la publicación, por diseñar la
magnífica portada y por ayudarme a crear el hermoso tráiler del libro. Y a mi increíble
hijo, Tyler, por su silenciosa confianza en mí para escribir una historia que disfrutó lo
suficiente como para leerla dos veces, un fenómeno inesperado que habló más fuerte que
cualquier palabra de elogio.
Gracias a mi madre, Gerry, por plantar las primeras semillas de la magia en mi
corazón con nuestros paseos por el bosque para encontrar anillos de hadas, y a mi padre,
Larry, por saber que estaba en mí para hacer esto. También al resto de mi maravillosa
familia y a todos mis buenos amigos por su infalible entusiasmo, incluso cuando tuve
que responder —no— a esa pregunta aparentemente eterna: —¿Has terminado ya tu
libro?—
Un gran agradecimiento a mi editora, Rhonda Helms, por orientar los elementos
clave de la historia en la dirección correcta y guiar el desarrollo de los personajes a un
nivel mucho más rico. Un enorme agradecimiento a Denise Tilley, por recorrer la última
milla conmigo para detectar los problemas de edición de la copia, así como por la ventaja
añadida de sus inestimables conocimientos. Y también a Nora Snowden por darme
grandes consejos sobre el texto de la cubierta del libro. Un agradecimiento especial a mis
lectores beta, especialmente a los que torturé con los primeros borradores: Thora
Gislason, Vickie Hadersberger, Madelon Scott-Eichen, Nadine Tegart-Reaugh, Raquel
Larson y Bonnie McRae. Y un gran guiño sonriente a todos mis amigos escritores
estelares de la RWA- GVC por su riqueza combinada de conocimientos y su apoyo
inmediato.
Gracias a Emilee Moore por adornar la portada con su hermoso rostro y a Brian
Hawkes por la fotografía. Y muchas gracias a Tom Parkes por ayudarme a construir la
réplica del Libro de las Fábulas en miniatura para la portada. También debo dar las
gracias a Sara Dorey y Stephen Brace de Here By Tomorrow por permitirnos poner su
increíble música, —Ballad Of A Night—, en el avance del libro. También muchas gracias
a Dion Tilley por combinar la música perfecta con el vídeo.
Por último, pero no menos importante, gracias a ti, querido lector, por elegir este
libro. Espero que Fate te haya llevado a una gran aventura.
Sobre la autora

La autora de bestsellers T. Rae Mitchell es


una incurable adicta a la fantasía que pasó
gran parte de su juventud soñando con
mundos y dando vida a personajes como el
misterioso Sr. Nobody que dejaba notas de
ánimo bajo las almohadas de sus hermanas
pequeñas. Mientras que la mayoría de los
niños se olvidan de esas cosas, T. Rae no lo
hacía y a veces llevaba el juego de la fantasía
un poco lejos. Como la vez que un mago
escondió un frasco de judías de dragón en el
patio trasero y dejó a su hijo convencido de
que podía cultivar sus propios dragones. No
hace falta decir que las judías no produjeron y
que se llevó un chasco. Fue entonces cuando
T. Rae decidió canalizar su loca imaginación hacia la escritura. Desde
entonces ha comenzado su serie para jóvenes adultos, Fate's Fables, Libro
Uno de Fate's Journey, que puede encontrarse en numerosas listas de los
100 más vendidos de Amazon, como Coming of Age Fantasy y Fairy Tales &
Folklore.

También puedes encontrar a T. Rae Mitchell en...

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El siguiente libro de Her Dark Destiny


también será traducido por nosotras, espéralo
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