01 - Monster's Pleasure - Anne Hale - Celeste King

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EL DESVÁN DE EFFY – Traducción de Lilith - Prothekan Monster Pet - Libro 3 - Monster´s Pleasure
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ANNE HALE
CELESTE KING
EL PLACER DEL MONSTRUO
MONSTER’S PLEASURE
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Esta es una traducción hecha por y para fans. El Desván de Effy realiza esta actividad
de manera altruista y sin ánimos de lucro, con el fin de dar a conocer las obras de
autoras de habla inglesa, en países de habla hispana.
Pueden ayudarnos difundiendo nuestro trabajo con discreción para que podamos
seguir ofreciéndoles más libros (no comenten sobre esta, o cualquier otra de nuestras
traducciones, en los canales oficiales de las autoras). Si comparten esta traducción en
otros canales o blogs, les pedimos no eliminen nuestros créditos.
Si llegaran a publicarse estos libros en su idioma, por favor apoyen a la autora
comprando su obra. Este material no pertenece a ninguna editorial, y al estar
realizado por fans y amantes de la lectura, podría contener errores.
¡¡¡Esperamos de Corazón que disfruten la lectura!!!
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TRADUCCIÓN y CORRECCIÓN
EDICIÓN, PDF, E-PUB Y SUPERVICIÓN DE PROYECTOS

POR EL EQUIPO DEL DESVÁN DE EFFY
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Sinopsis
Él es una pesadilla andante y nuestro amor es un sueño retorcido...

Ella ha sido un juguete para los elfos oscuros durante demasiado tiempo.
Los mataré a todos para hacerla mía.
Sus gritos de agonía serán reemplazados...
Por nuestros gritos de placer.
Pero sé que una vez que la tenga en mis garras nunca querrá irse.
Sí, la aterrorizo. Pero eso sólo hace que el placer sea mucho más fuerte.
He sido un monstruo durante mucho tiempo. Pero ahora he encontrado a la mujer
que será mi compañera por el resto de su vida. Si se rinde, reinaremos para siempre,
nuestras vidas perdidas en la dicha.
Y si huye, su muerte será rápida.
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El Mundo de Protheka
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Capítulo Uno
MIROSE
El crepitar de la chimenea ilumina la habitación, reflejando mi rostro con su

resplandor anaranjado. Pienso en todo lo que he pasado para llegar aquí,
cómodamente fuera de peligro. Supongo que debería estar contenta. Debería
sentirme aliviada por no haber vuelto con Lord Everan.
Me estremezco, mirando alrededor del estudio.
"Especímenes fascinantes, ¿verdad?".
Dirnyn está de pie en el marco de la puerta, observándome. Sobre mí hay varias
alas grandes, como de murciélago, suspendidas del techo. Mirando alrededor de la
habitación ahora desordenada, hay grandes globos oculares de aspecto inquietante
en frascos, partes de rocas de aspecto insectoide sobre la mesa y varias escamas de
Zyranth sobre el escritorio.
"Definitivamente son algo", digo sonriendo.
Me mira preocupado. No es necesariamente preocupación por mi bienestar.
"No crees que estoy llevando esta afición demasiado lejos, ¿verdad?", pregunta.
Desde que acabamos con Lord Everan, Dirnyn se obsesionó con los monstruos. No
lo tomé como una gran señal de advertencia cuando tomó algunas de las escamas de
Zyranth en la escena de la pelea. Pensé que sólo estaba siendo sentimental.
Pero desde entonces, Dirnyn ha desaparecido durante largos periodos de tiempo
para explorar las cavernas que otros elfos oscuros no se atreven a tocar, trayendo
consigo extraños objetos. Lo he visto someter las partes monstruosas a todo tipo de
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pruebas. Prendiéndoles fuego, congelándolas, electrificándolas... no tengo ni idea de

con qué propósito, más allá de su propia curiosidad.
Zyranth nos hizo a ambos un enorme favor. Es la única razón por la que no sigo
viviendo bajo el yugo de un tirano.
Me estremezco al recordar aquella vida y las cosas que me vi obligada a hacer bajo
su cuidado.
Le estoy inmensamente agradecida a Dirnyn por eso. En verdad, le debo la vida.
"No", digo, sonriendo de nuevo. "Creo que es bueno tener pasatiempos".
Hay una pequeña parte de mí que se pregunta por qué Zyranth le interesa tanto
ahora, de repente, y se inquieta un poco. Zyranth se ha convertido en un querido
amigo, tan esencial para mi independencia. Probablemente más.
Pero sé que las intenciones de Dirnyn deben ser puras. Sé que Dirnyn es un poco
excéntrico, y esa excentricidad puede parecer locura a quien no lo conoce tan bien
como yo.
"Eso está bien", dice. "No sé por qué me gusta tanto todo esto. Supongo que me
sigue fascinando: las criaturas que no hemos cartografiado, las profundidades que
aún no hemos visto".
"Eres un hombre de ciencia", admito, poniéndome en pie para estirarme.
Hace una pausa, como en profunda contemplación, mientras le interrogo
visualmente.
"Algunos de estos monstruos me aterrorizan", admite. "Y por eso creo que es
importante estudiarlos: para saber a qué nos enfrentamos, en profundidad".
Asiento con la cabeza. Excluyo mentalmente a Zyranth de esa lista de "monstruos
aterradores", pero hay criaturas que Zyranth me ha descrito que son puramente
caóticas, que siguen empeñadas en acabar con toda forma de vida y devorarlo todo.
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Y esos monstruos son motivo de preocupación. Podrían acabar con todas nuestras
vidas en un capricho. Lo único que nos mantiene a salvo son nuestras constantes
defensas mágicas, las fuerzas que estos elfos oscuros poseen y de las que yo carezco.
Me acerco a los estantes de pergamino y siento su textura en las manos. Hay algo
tan satisfactorio en esa sensación, tan suave y áspera a la vez. Leo lo que hay
garabateado en el pergamino, una historia bastante aburrida de los elfos oscuros.
Dejo el pergamino en su sitio y echo un vistazo a la habitación. Sé que nada de esto
es mío, y me avergüenzo de pensarlo. Los armarios y estantes de pergaminos y libros,
todos los lujosos muebles de tiphe... Me abruma porque sé que nunca poseeré ni
siquiera una fracción de lo que hay en esta habitación.
Siento la mirada constante de Dirnyn desgastándome. Me incomoda un poco, pero
aun así le estoy agradecida, y me sacudo mis sospechas.
"Ésta también es tu casa", dice, notando mi curiosidad. "No tengas tanto miedo de
explorarla".
"Gracias por darme un lugar donde quedarme", digo, sonriendo. Su mirada es
inquebrantable y, lo admito sintiéndome culpable, un poco escalofriante. Sus ojos no
se apartan de mi forma, ni siquiera para parpadear.
Debe de ser la diferencia entre los elfos oscuros y los humanos lo que hace que me
inquieten tanto sus costumbres y manierismos. Lord Everan era más monstruo que
elfo oscuro, y probablemente no los entiendo tan bien como me hubiera gustado.
Aprenderé a reprimir mis sospechas y a darle a Dirnyn toda la gratitud que pueda
reunir, por lo mucho que se ha sacrificado por mí.
Me acerco a un frasco de la estantería, en cuyo interior gira un gigantesco globo
ocular amarillo y naranja. Probablemente sea mi imaginación, pero siento que me
sigue como si estuviera vivo. Me mira el alma y no puedo evitar estremecerme.
"Lo recuperé de una caverna cercana", me dice. "En las profundidades, una gran
bestia había sido abatida y desgarrada. Es fascinante pensar que hay monstruos más
grandes incluso que eso. Apenas lo recuperé intacto".
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Asiento con la cabeza y lo vuelvo a dejar en el suelo. Raspa suavemente la madera

mientras lo coloco donde lo encontré.
El fuego crepita. Presenta un efecto tranquilizador en esta inquietante habitación,
construida un poco como un museo de los horrores. No sé por qué encuentro tan
entretenida esta habitación en concreto. Supongo que hay algo reconfortante en
darme cuenta de lo pequeña que soy y de lo mucho que me queda por descubrir.
Fuera ruge el viento. Me acerco a la ventana y miro el bosque cercano. Gotas de
agua cubren la ventana, pues la lluvia acaba de amainar. Veo mi reflejo en la ventana,
aún demacrado por la falta de sueño. He recorrido un largo camino desde Lord
Everan, pero no sé si alguna vez me recuperaré del todo.
La figura de Dirnyn aparece detrás de mí en la ventana, y siento su mano
acariciando mi hombro. El corazón me da un vuelco, junto con el estómago, e intento
apartarme sutilmente de él.
"Lo siento", le digo. "Estoy un poco susceptible".
"No pasa nada, pequeña", me dice. Y me siento un poco culpable por haberle
malinterpretado.
Está claro que mi vínculo con él es más paternal que romántico. No soy su amante,
sino alguien a quien cuidar y atender.
Siento una oleada de alivio. No quería decepcionarlo.
"Señor."
Me doy la vuelta y veo a otro elfo oscuro en el marco de la puerta.
"¿Qué pasa, Kymon?"
Dirnyn parece agitado. Sus labios se curvan, sus ojos de repente son más fríos de
lo que recordaba.
"Nuestra vigilancia diaria de los bosques confirma que no hay anomalías", dice,
erguido rígidamente. No reconozco a este guardia.
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Dirnyn se aleja de mí con movimientos bruscos y agresivos. Se acerca a Kymon,

acorta la distancia entre ellos y se lleva la mano a la cara.
"¿Qué te dije de molestarme en mi estudio?", pregunta en un susurro bajo. "¿Y
todo esto para informar de qué? ¿Ninguna actividad? ¿Ninguna novedad?"
Un fuerte ruido reverbera en la habitación: el sonido de carne contra carne, la
mano de Dirnyn golpeando la cara de Kymon.
"Lo siento mucho, señor", dice. "Es un honor servir a sus órdenes, y.…".
"Búscame algo que te interese o márchate", escupe, avanzando hacia mí sin
pensárselo dos veces.
Siento escalofríos. Dirnyn siempre ha sido amable conmigo, pero con los que no le
caen en gracia puede ser especialmente brutal.
Tal vez sea una máscara que usa para intimidar mejor a los demás y mantener su
posición. Dirnyn ha ganado mucho con la caída de Everan, lo que juega a su favor,
pero ahora también tiene mucho que perder. Debe ser una posición difícil.
"Lamento mucho que hayas tenido que ver eso", admite, retrocediendo a mi lado
y mirando también por la ventana.
"No pasa nada", le digo, observando el vaivén de los árboles y a los gusanos de la
guardia deambulando por las calles de abajo. "Parece simpático".
"¿Kymon?"
Algo se refleja en su cara cuando me giro para mirarle. No puedo procesar lo que
es, pero no sé si me gusta. Sus cejas están bajas y enseña los dientes.
"Es un idiota", dice Dirnyn. "Aléjate de ese hombre si sabes lo que te conviene".
Asiento con la cabeza. Tal vez él sepa algo que yo ignoro.
Su mano vuelve a acariciarme el hombro cuando me vuelvo hacia la ventana. Esta
vez no me resisto y aliento su afecto. Es una sensación agradable, que te cuiden y te
protejan de una forma tan suave. No siento la misma presión que con Lord Everan.
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Sus dedos se desvían de mis hombros hacia abajo.
Las manos de Dirnyn han pasado de mis hombros a mis pechos.
"Um", digo, insegura de cómo proceder.
Siento cómo me acaricia. Me quedo helada, incapaz de aceptar que se haya movido
tan audazmente contra mí.
Me doy la vuelta para mirarle y su cara se acerca a la mía, con los labios apretados.
Retrocedo.
"Hey," digo, con naturalidad. "¿Dijiste que podías prestarme a Tiberius?".
Le pillo desprevenido.
"¿Qué pasa?", pregunta. "¿No estás disfrutando de tu estancia aquí?".
Al darme cuenta de que probablemente he herido su ego, intento mitigar el daño.
"Nada, nada", digo a modo de consuelo. "Acabo de darme cuenta de que le prometí
a Ariella que la visitaría. Incluso les he preparado algunas cosas".
Se queja.
"No sé por qué te tomas tantas molestias", dice. "Ya nos aseguramos de que
estuvieran bien cuidados. Incluso hice que les instalaran escudos".
"Hicieron algo maravilloso por mí", respondo. "Sin ellos, aún estaría bajo el cuidado
de Lord Everan, y probablemente no habrías vencido...".
"Lo recuerdo", suelta. "Ve a visitar a tus amigos. Pero espero que vuelvas pronto".
El veneno en su voz es bastante pronunciado ahora, pero me lo sacudo de encima.
Debe de haber algo que no entiendo. Los cuatro compartimos un poderoso vínculo, y
Dirnyn no se toma eso a la ligera.
Debe de estar muy estresado.
Mi mente se tambalea mientras me voy. Recojo la cesta de productos horneados
de la encimera de la cocina -había planeado irme más tarde- y salgo.
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Capítulo Dos
ATROC
Todo parece nuevo. No recuerdo nada anterior a este bosque. ¿Cuánto tiempo he
estado dormido?
Salto de la caverna al bosque frío y cubierto de copas, los árboles están resbaladizos
por el agua que cae, trepo por las ramas con zarcillos que ponen a prueba los
músculos de mi columna vertebral, forzando mi espalda con cada extensión. Las
sombras rizadas se extienden y despliegan ante mí, agarrándose sin dificultad a la
corteza húmeda.
Las masas grises del cielo se agrandan en mi visión mientras me elevo y el mundo
se encoge bajo mis pies. Rompo ramillas y ramas mientras asciendo; nunca recuerdo
dónde o por qué estoy subiendo.
"Tan... hambriento".
El aire después de la lluvia es gélido y viciado. Veo fuegos a lo lejos. Puedo oír gritos
lejanos y conversaciones sin sentido, las entiendo, pero no me importan. Serían una
fuente de alimento encantadora si no fueran tan ruidosos y estuvieran tan
amontonados.
"Elfos oscuros", digo en voz alta, con voz ronca y gruñona. Me resulta extraño.
¿Cuánto hace que no hablo? Noto el asco en mi voz y recuerdo cuánto los odio.
Algo en los fuegos de la lejanía me obsesiona, y me inclino a no acercarme. Tengo
recuerdos de fuegos apiñados a mi alrededor, arrasándolo todo y haciendo que la
madera se convierta en cenizas ardientes a mi lado. Puedo oír mis gritos, tan
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desconocidos y extraños para mí ahora. Cierro los ojos y me centro, alejándome de

esos desconocidos restos llameantes.
Un destello de plumas cobrizas cruza mi visión, un pájaro ágil que aterriza a mi lado
en una rama adyacente. Me mira fijamente con ojos turquesa, observándome. Su
cabeza se inclina hacia un lado mientras me inspecciona.
"¿Amigo?"
Sé que los pájaros no hablan. La pregunta es en parte para mí.
Agradezco la compañía. Siento la tentación de llevarme a este pájaro a mi caverna,
romperle las alas para que nunca se vaya.
El pájaro responde con un gorjeo. Su canto es hermoso y me habla de algo
profundo.
Pero antes de que pueda procesarlo, mi mandíbula se ha abierto y mi boca se ha
estirado hasta el umbral, agarrando al pájaro.
Sus gorjeos aumentan de velocidad, el pájaro entra en pánico y trata de aprovechar
otro momento de vida. Intenta escapar volando, pero mis dientes son numerosos y,
con incisivos precisos, corto y aplasto su cuerpo liso y pequeño.
Su vuelo se trunca junto con su alma. Emite un último grito, y me siento un poco
triste por haberlo sacado del reino. Me pregunto si podría haber sido mi
acompañante.
"Qué rico", digo, con la boca llena de pavo.
Pavo. Recuerdo el nombre de esta criatura.
Tengo recuerdos lejanos de haberlos visto en grandes estructuras de madera
ornamentadas. Eran piezas de exposición y mascotas de los elfos.
Pero los recuerdos parecen desconectados de mí. Son fragmentos sin contexto,
como miembros fantasmas.
No me preocupa.
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Mi hambre se intensifica. No estoy seguro de si es hambre de más comida o de algo

más. No sé qué otra cosa podría ser.
Al respirar el aire fresco y salado del lejano océano, mis sentidos se sobrecargan.
Hay tantas criaturas cerca de mí, todas ajenas a mi presencia. Su calor irradia en mis
sentidos, coloreado por la humedad y el aire que las rodea. Anhelo apresarlas a todas.
Quiero consumirlas y, al hacerlo, dejar que formen parte de mí.
Les mostraré quién soy.
Los destruyo, uno a uno. Con cada vida extinguida, mi culpa se hace menos intensa.
Una pequeña familia de rodan permanece en una cabaña abandonada. Son
masticables para mis sentidos, y el pelo sólo acentúa el sabor. Sus intentos de huir de
mí me hacen reír.
Los restos de dos orcos muertos hace tiempo descansan en una caverna cercana.
No me gusta recoger las sobras, no es digno, pero los orcos son deliciosos en cualquier
estado. Tienen un regusto ahumado, y su carne es densa en nutrientes. Incluso hay
un cardo seco cerca para que lo disfrute, aunque parece que hace tiempo que venció.
Además, dos capuchos han robado provisiones de una caravana en el camino. Sus
huesos son pequeños y fáciles de comer por ahí, pero la comida élfica de la caravana
me revuelve el estómago. Mientras el dolor se irradia desde mi intestino hacia arriba,
siento que mi forma se desplaza entre dos puntos, desestabilizándose en el lugar.
A favor del viento, capto los olores en movimiento de una manada de dripir,
vagando sin sentido por los bosques.
Nada más verme, el macho y la hembra que lideran la manada cargan contra mí,
sin saber lo que soy. Unas conocidas masas negras como la tinta surgen de detrás de
mí, extendiéndose en mi campo de visión, y las agarro. Mi mandíbula se abre un
metro y medio, y antes de que puedan procesar lo que les está ocurriendo, los estoy
destrozando con mis numerosas filas de dientes afilados como cuchillas antes de
devorarlos enteros.
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Sus colmillos son afilados, pero sus formas lisas y sin pelo son gratificantes al
paladar. Digiero los dos dripir más grandes antes de alcanzar y tragar las tres formas
más pequeñas. Puede que ya no estén juntos en vida, pero están juntos en mi
estómago, digiriéndose dentro de un vacío negro.
El pensamiento me entristece de nuevo. ¿De dónde viene esta tristeza?
Me limpio la sangre de la boca y me giro para mirar detrás de mí. Algo se acerca.
"Silencio", le digo a mi estómago que gorgotea.
Una fuerte presencia se tambalea hacia mí. Su galope de diamante me llena los
oídos. Cada vez que avanza, cae al suelo.
Por la fuerza de su movimiento, puedo decir que es una criatura enorme y que sin
duda saciará mi hambre. Además, sus patas son largas y torpes, y sé que será fácil
dominarlo.
Pero eso no es lo más excitante que me espera.
Esta generosa criatura, cuya carne saborearé, ha traído un regalo. Su aroma no es
élfico, sino algo mucho más delicioso.
Me escabullo entre las sombras, apareciendo en el suelo junto a los árboles. El cielo
se oscurece a cada instante. Pronto, todo este reino será mi patio de recreo, un
auténtico bufé en el que atiborrarme.
"Equu".
Digo en voz baja al ver acercarse a la criatura de jade, con un resoplido exasperado
que sale de sus cuatro orificios nasales. La palabra suena bien en mi boca. Asiento con
la cabeza.
Su pelo rojo brillante cae libremente sobre sus hombros. Bajo sus ojos se han
formado ojeras que se han consolidado allí. La contemplo montada sobre el equu,
mirando desde mi posición en las sombras.
Es una humana, mucho más inocente que los elfos oscuros que escucho a veces,
pero mil veces más deliciosa. Quiero consumirla. Quiero conocerla.
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Trato de imaginar su sabor en mi boca, pero no puedo ubicarlo. Sé que los humanos
son deliciosos, pero no recuerdo haber probado nunca uno.
Pasa junto a mí y yo salto de entre las sombras, aún indetectable para ella. Esta vez,
me abrazo a los árboles, trepando por ellos como si fueran extensiones de mi forma.
Alzo los brazos y, con mis tentáculos, me balanceo de rama en rama, observando el
avance del equu y su regalo humano.
El mundo se aleja de mi vista. Paso al equu por encima y reduzco la velocidad para
que continúe nuestra persecución.
Ella no me ve. De algún modo, desearía que lo hiciera.
El avance de su equu se detiene, el cansancio se apodera de él. Desciende del equu
y empuja a la criatura hacia delante.
"¡Vamos!", grita, identificándose imprudentemente con los depredadores. Quiero
devorarlos a los dos, pero algo me detiene.
"Todavía no", digo en voz alta, escapándoseme un áspero gruñido.
Someterlos a ambos aquí y llenar el río con su sangre sería una decepción. No
habría lucha.
Mira por encima del hombro, analizando su entorno con pánico. ¿Puede sentirme?
Frenética, se lanza sobre el equu, moviéndose con una agilidad impresionante para
una mujer tan frágil. Siento que sonrío.
No recuerdo haber sonreído.
Vuelvo a subir hacia el dosel en un movimiento rápido, mi zarcillo se estira hacia la
cima y luego me impulsa en el aire. La noche ha caído en toda su plenitud y la urgencia
de su avance es palpable. Su cabeza gira a cada paso que da el equu, observando el
bosque a su alrededor y por encima de ella.
Siento cómo aumenta mi hastío. Aunque la euforia se apodera de mí cuando me
muevo con avidez entre los bosques, la emoción de la caza desaparece si ella no
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puede verme. Quiero ponerla a prueba -ver cómo se intensifica su miedo- antes de
consumirla.
Desciendo de nuevo hacia la superficie, bramo, fundiéndome con las paredes
rocosas del bosque y estirando mi forma. Ella mira hacia atrás horrorizada, sin
comprender su propia percepción. Desencajo la mandíbula, como una marioneta de
sombras violentas que se proyecta contra el paisaje. Me río de su confusión.
Ya se ha alejado demasiado de mi alcance. Tengo que dejar de jugar y continuar mi
persecución, aunque todo sea un juego.
Salgo de las paredes, lanzando mis sombras con cada arremetida hacia delante.
Ahora me deslizo por el suelo del bosque, desordenando las hojas a mi paso y girando
de un lado a otro, balanceándome sobre finas garras en forma de zarcillo que salen
de mis pies.
Ya he terminado de jugar. Puedo sentir el hambre brotando dentro de mí,
anhelando sólo devorar, y ya no puedo negarle lo que por derecho le corresponde.
"¡Mírame!"
Se gira confundida, incapaz de distinguir la voz que resuena en el bosque. Me da
un vuelco el corazón cuando mira mi figura, aún oscurecida bajo el sombrío cielo
nocturno. Puedo sentir la pregunta de qué soy, resonando en nuestras mentes
mientras ella me contempla.
Ahora casi puedo alcanzarla y agarrarla. Casi puedo tragármela y hacerla parte de
mí. La tentación de desencajar la mandíbula y tragármela, masticando su carne y sus
huesos, es persistente, pero algo dentro de mí me lo niega. Tengo que ganarme esta
muerte.
La excitación me recorre con cada estiramiento de mis miembros. Pronto, tanto
ella como su equu existirán dentro de mí. Pronto los saborearé para mí.
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Capítulo Tres
MIROSE
El golpeteo del equu se hace más apremiante, los árboles soplan a mi alrededor.
Aún oigo el graznido de la garza vespertina contra el ruido del río, los pavos gorjean
sobre mí en armonía.
El cielo se oscurece, el mundo se pervierte por la presencia de un monstruo que
me pisa los talones. Pero el bosque sigue funcionando, ignorante de mi difícil
situación. Quiere engañarme haciéndome creer que estoy a salvo.
"¡Date prisa, por favor!"
Rozo la cabeza de mi montura, erizando sus crines. Soy incapaz de disimular el
pánico en mi voz, y puedo sentir cómo mi corazón golpea contra las paredes de mi
pecho, a punto de desbocarse.
Pero me inclino hacia delante y doy una patada un poco más fuerte, esperando en
vano que el equu acelere el paso.
Es la montura más lenta y menos en forma del establo, aunque Dirnyn fingía que
me hacía un gran servicio al dejarme montarlo.
Es un pensamiento estúpido, desairar a Dirnyn por su generosidad, y sé que debo
ser más agradecida. Pero incluso ahora siento que el equu empieza a cansarse.
El rugido detrás de mí se hace más insistente, su fuente todavía indeterminada.
Veo una gran sombra en la pared detrás de mí, que se contorsiona en formas
inusuales.
Sacudo la cabeza y pateo con más insistencia.
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No puede ser.
He pasado gran parte de mi vida encadenada. No pasé media década o más
luchando por mi vida, en lugar de ponerle fin preventivamente, sólo para que me
mataran aquí a manos de una criatura sin nombre. Durante años, me he degradado
al servicio de Lord Everan. ¿Todo eso fue en vano?
Aclaro mis pensamientos. Hay un momento y un lugar para pensar en él. Pero no
es aquí, en medio de este terrible bosque donde aun entiendo tan poco. No necesito
que me ataquen por dos frentes.
Respiro hondo.
Probablemente sólo esté imaginando cosas.
Racionalmente, miro a mi alrededor, confirmando que no hay nada. Sólo necesito
girar la cabeza para confirmar que no hay nada. Pero no lo hago. No puedo.
Juro que no oigo nada. Algo me habló en la orilla del río, algo que no era humano
ni élfico.
¿No fue así?
Hago balance de mi situación, el cielo se oscurece. ¿Y si mi mente me está jugando
una mala pasada? ¿Es posible que la tensión de tantos años de miseria y miedo me
haya vuelto loca?
Vigilo en busca de señales del monstruo, el frenético galope de mi montura
disminuye gradualmente. Durante varios minutos, estoy a salvo. Pienso que tal vez
sólo lo imaginé, que debería estar en casa descansando bajo el cuidado de Lord
Dirnyn, tal como él ha sugerido en múltiples ocasiones.
Mi mente vuelve a pensamientos más felices mientras intento negar lo que ya sé
que es cierto por mi propia cordura. Si hay un monstruo detrás de mí, está haciendo
un muy buen trabajo al quedarse justo en el precipicio, fuera de mi vista.
Seguramente, ningún monstruo se negaría a comer en nombre de un artificioso juego
mental.
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Pero cuando he conseguido dominar mis temores incapacitantes y me he

convencido a mí misma de mi paranoia, el equu que tengo debajo empieza a
sacudirse. Mi mano izquierda aprieta las riendas, intentando estabilizar a esta gentil
criatura, pero él está tan asustado como yo. Pero es más sincero.
"Whoa, whoa", le digo en voz baja, acariciándole la cabeza con la mano que sujeta
las riendas. Pero sus bufidos son más exuberantes e insistentes cuanto más intento
calmarlo, y al final me rindo ante lo inevitable.
El mundo gira a mi alrededor y caigo de bruces en el frío barro. Las golosinas que
llevaba a Zyranth y Ariella están cubiertas de mugre.
Vuelve a oírse un rugido espantoso y sé que no me lo estoy imaginando. Algo me
persigue. Y ese rugido no se parece en nada al de Zyranth.
Puedo ver su cabaña en la distancia, y sé que tengo que luchar. Voy a alcanzarla.
Zyranth y Ariella me consolarán, diciéndome que no hay nada que temer. Zyranth me
asegurará que cualquier bestia de este bosque no es rival para él.
Y tal vez algún día, encuentre la libertad - y el amor - como Ariella encontró.
Puede ser mío si encuentro la motivación y el coraje para levantarme del suelo.
Ahogo el pensamiento que me dice que me quede aquí tumbada y que merezco la
muerte que me pueda llegar. Son las palabras abusivas de Lord Everan, que se filtran
por las grietas de mi fachada.
Mi vestido está cubierto de barro, aún más sucio que cuando me fui. Arranco los
bollos del suelo y vuelvo a subir al equu, con la mano derecha sujetando la cesta de
ofrendas mancilladas.
Espero que, en su pánico, mi equu haya recuperado parte de su energía perdida.
Sólo agradezco que no haya salido corriendo.
"¿Has descansado bien, amigo?".
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Finjo estar calmada. Si finjo, quizá me llegue la calma auténtica y mi corazón deje
de traicionarme. Tal vez me encuentre en paz en mi destino, a salvo una vez más de
las gélidas garras de la muerte.
Pateo una vez más, y soy llevada hacia delante a través de un puente de madera.
La madera rueda y cede bajo las duras pezuñas de esta criatura. El rugiente
descenso de la cascada junto a la cabaña de Zyranth me llama. Me muevo mucho más
rápido que antes.
"¡Allá vamos! Sabía que podías hacerlo".
Con mis muchas paradas, voy a llegar tarde. Espero que Zyranth y Ariella no se
hayan preocupado demasiado.
Se me pasa por la cabeza una hipótesis descabellada, pero intento deshacerme de
ella, con las manos temblorosas a mi pesar. A esta velocidad me resulta difícil evitar
que el contenido de la cesta se derrame detrás de mí.
Es sólo tu imaginación.
El bramido hueco de un rugido se ha convertido en el chillido de un gwisin. Mis
oídos sangran con el grito agudo, mi cabeza palpita con fuerza.
Al mirar detrás de mí, por fin lo veo, una forma que no puedo explicar.
Algo en su forma es negro como la tinta, pero otra parte me recuerda más a la
niebla tóxica. Avanza en el aire, como si se deslizara sobre hielo por el suelo del
bosque. A su alrededor hay varias hebras tenues que se mecen como colas de batlaz
en el aire helado de la noche.
"¡Hut!" Giro la cabeza y aprieto las riendas.
Pataleo más frenéticamente. Me niego a reconocer a esta extraña criatura.
Mirando de nuevo hacia atrás, no veo nada.
No es tu imaginación. Está jugando contigo.
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Mi mente está dividida en dos: la parte racional que se niega a reconocer que algo
ocurre, infructuosamente, y la parte aterrorizada que quiere clavarme el cuchillo en
la psique, recordándome con cada pulsación que mi muerte aquí es inevitable.
Los árboles que hay sobre mí chasquean, sus ramas rebuznan sin motivo aparente.
Miro por encima de mí, esperando no encontrar nada.
Y lo encuentro.
Pero cuando vuelvo la cabeza hacia el camino, veo una gran rama extendida
amenazadoramente en mi camino. Mis ojos se abren de par en par al darme cuenta
de que no puedo detener la colisión.
El dolor de mi cabeza es inmenso, me detengo en el aire y luego caigo al suelo,
incapaz de recuperar el aliento. Luchando contra la inconsciencia, puedo ver cómo el
equu esmeralda avanza a la carga sin mí, justo al lado de la cabaña de Zyranth.
Lo único que puedo pensar antes de que se me cierren los ojos es que, si me
arrastro hacia delante, aún puedo conseguirlo. Estoy muy cerca. Puedo impedir que
el equu se escape y llevarles a Zyranth y a Ariella estos panes desaliñados y
arruinados.
No estoy segura de cuánto tiempo estoy fuera... segundos o tal vez minutos. El
bosque parece más oscuro, y una suave lluvia ha empezado a formarse de nuevo a mi
alrededor.
Abro los ojos lentamente, intentando recordar cómo he llegado hasta aquí.
Considero que, tal vez, sólo haya sido un sueño.
Entonces oigo un gruñido. Suena destemplado, profundo y, de algún modo,
también estridente. Lo veo precipitarse hacia mí antes de que pueda reaccionar, su
inmensidad me asombra.
La bestia alucinante, deslizándose por el suelo del bosque, se acerca a mí en la
noche. Sólo que esta vez, su propósito es mucho más firme. Ya no está aquí para jugar
conmigo.
Quiere alimentarse.
23
º
Lo veo en la forma en que sus negros y tenues apéndices se extienden hacia delante
y se separan en el aire, acercándose a mí con cada grácil movimiento. Lo veo en las
grandes mandíbulas abiertas, que parecen extenderse a toda la altura de la criatura,
lo suficientemente grandes como para contener todo mi cuerpo.
Quiero reaccionar, pero no me da tiempo. No tengo energía.
Voy a morir aquí. Y no hay nada que pueda hacer al respecto.
Bien.
Quiero gritar - Zyranth está cerca, y seguramente tiene una oportunidad de
someter a esta bestia. Pero cuando abro la boca e intento gritar, no sale nada. Estoy
demasiado aterrorizada para emitir siquiera una súplica silenciosa.
¿De qué sirves si no puedes luchar? Eres patética.
Tengo la garganta muy seca. ¿Cuándo fue la última vez que bebí algo?
La forma negra y sombría de la criatura se abalanza sobre mí a una velocidad que
no puedo procesar. Intento apretarme contra ella y apartarla de mí. Es mucho más
sólida de lo que parece.
Pero mis intentos son débiles, mis músculos parecen atrofiados. Intento darme la
vuelta o lanzar mi peso contra ella, pero mi cuerpo no obedece a mis deseos.
Permanezco inmóvil en el suelo fresco y húmedo, el bosque ignorante de mi lucha.
Una parte de mí está resignada a mi destino, y esa parte está de acuerdo con lo que
está a punto de ocurrir. Sólo me engañaba a mí misma, pensando que podría forjarme
una existencia mejor. Moriré sola en este bosque, sin ser llorada y probablemente
digerida en el estómago de esta criatura.
Cuando su gran lengua espinosa cae de sus fauces, me doy cuenta de que estoy
llorando desconsoladamente. Noto la masa sólida de su lengua sobre mí, una
sustancia transparente parecida al alquitrán que gotea de su boca.
"Por favor... no", consigo pronunciar.
24
º
Capítulo Cuatro
ATROC
Mientras mi presa se contonea debajo de mí, abro la boca y la extiendo a la anchura

de la cabeza de esta pequeña mujer. Siento el impulso de engullir su cráneo dentro
de mi boca, pero en lugar de eso, extiendo la lengua y la paso por su frente. El sabor
es salado-dulce, no es mi típica preferencia de sabores, pero algo me obliga a
empaparme de su sudor, de su vida líquida que fluye de su piel dorada.
Y las sombras son perfectas aquí. Suficientes para llevar a cabo mi caza fuera de la
luz. En las sombras, uno puede acechar y alimentarse con claridad. Siempre he vivido
en la sombra. Fui moldeado por ella.
Ella empieza a retorcerse debajo de mí. Una oleada de placer se extiende desde mi
pecho hasta mis extremidades. Tengo el control. Ahora es mía.
Cuanto más aprieto mis dos zarcillos delanteros sobre su cadera, otro alrededor de
su cuello y un cuarto atando sus muñecas por encima de ella, más rápidos se vuelven
sus movimientos. Cede y deja que la oscuridad te guíe. Sus ojos se abren de par en
par y hace una mueca en busca de aire. Intenta agarrarse a uno de mis zarcillos, pero
sus manos no consiguen sujetarlo, las mechas son inmateriales contra su carne.
Me suelto un segundo. Emite un grito de conocimiento. Contra su boca cerrada,
unos murmullos vibran contra mi forma.
Y entonces la miro a los ojos.
Mi deseo irrefrenable de estrangularla, de hervir de placer mientras exhala su
último aliento, se disipa cuando sus ojos color avellana me miran. ¿Qué es lo que ve?
La forma en que se vuelven, esos ojos no contienen miedo. ¿Es compasión? Seguro
25
º
que no. Soy su peor pesadilla, su miedo más oscuro. Mi cara es un vacío, sin forma y
vacía. El suyo desafía al mío, sin apartarse nunca. Sin embargo, hay algo ahí que
muestra un conocimiento que nunca antes había visto en un humano. Especialmente
cuando son mi presa.
Es cuando percibo su olor cuando me detengo por primera vez. De su piel emana
un almizcle dulce, un trasfondo terroso con un leve toque floral. La piel de sus brazos
es aún más dulce. Sus axilas me llenan el cerebro de imágenes de nueva vida. ¿Por
qué me encanta? No hay nada oscuro en ella, sólo luz.
Es más bien pequeña comparada con las otras mujeres que he consumido. Flaca,
débil, aunque se esfuerza todo lo que puede. Lo cual no es mucho. Le ato los pies con
dos filamentos negros. Son pequeños, delicados, de color blanco lechoso, con dedos
cortos que descienden a lo largo de una hilera. Me los acerco a la cara y los huelo.
Intoxicante, como el resto de ella, pero más parecido a la tierra húmeda. Extiendo la
lengua y lamo las plantas de sus pies hasta que brillan húmedas de saliva. Las plantas
están secas, pero las arrugas son profundas, y cuando ella señala con los dedos en
reflejo a mi lengua, más profundas se vuelven las arrugas. Suelta un pequeño grito
ahogado.
El hambre se apodera de mí y me consumen las ganas de comérmelos y meterme
los dos en la boca al mismo tiempo.
Pero algo me detiene. Algo que viene de dentro.
Hay una belleza inconfundible en ella, una novedad como la de un cordero
asustado. Sus ojos se abren más.
Le suelto la boca y la garganta.
"Por favor", jadea. "No quieres hacer esto".
"¿Ah, no?" Le pregunto. "¿Y por qué?"
"He pasado por cosas peores", dice. Su boca se afloja, abatida. "No te divertirías
mucho. Puedo soportarlo todo".
¿Quién se cree que es esta humana? No sabe nada del dolor. De lo que soy capaz.
26
º
"Te usaré como me parezca", digo por encima de ella, poniendo mis zarcillos
alrededor de su garganta de nuevo.
Me mira fijamente a la cara, buscando algo. Luego entorna los ojos y su rostro se
suaviza.
Algo se agita en mi interior. Algo parecido al dolor, pero más suave. La forma en
que se somete a mis garras, su vulnerabilidad y su manera de entregarse a mí me
llenan de tal anhelo que casi suelto mi agarre. Quiero retenerla, controlarla. En lugar
de devorar a esta mujer, siento la necesidad de preservarla de algún modo. Preservar
su belleza. El vacío infinito sin duda borraría sus delicados rasgos. No puedo permitir
que eso suceda. Ella debe permanecer aquí conmigo.
¿Qué estoy diciendo? ¿Qué estoy pensando?
Sin pensarlo dos veces, envuelvo su cuerpo con todos mis zarcillos, asfixiándola
pero dejando suficiente espacio para que respire superficialmente. Le cubro la cara
con la oscuridad como un velo y le cierro la boca con fuerza, pero no intenta gritar.
Cierra los ojos y gira la cabeza hacia un lado.
La sujeto con firmeza y delicadeza, sintiendo su fragilidad contra mi fuerza.
Flotando entre la maleza, navego por el bosque con una familiaridad instintiva.
Cada paso resuena con poder y control, como si el propio suelo cediera a mi antigua
existencia. Trazo un camino hacia adelante que bordea el Mercado Oscuro, aunque
las calles estarían vaciándose ahora. Prefiero no arriesgarme.
Al este, un aullido de lobo resuena entre los árboles. El sonido está cerca, quizá a
unos cien metros.
Por suerte, el sol casi ha desaparecido por completo tras los árboles y bajando por
el horizonte, la oscuridad lo abre todo: mis sentidos, mi sed.
Me deslizo por las profundidades del bosque, mi figura translúcida se confunde con
la inquietante luz de la luna que se filtra a través del denso dosel que me cubre. Cada
paso que doy hace que ondas de niebla se arrastren tras de mí, dejando un rastro
espectral a mi paso. La expectación aumenta a medida que mis zarcillos etéreos se
27
º
balancean con una gracia fantasmal, listos para hacer frente a la manada de lobos que
se acerca y que oigo venir del este.
Sus aullidos se hacen más fuertes, una sinfonía de salvaje determinación que los
impulsa hacia mí. Sus ojos ámbar brillan con una mezcla de curiosidad y agresividad,
sus instintos les instan a proteger su territorio. Pero no son conscientes del poder
etéreo que recorre todo mi ser.
Envuelvo a la mujer en mi forma expandida, con la esperanza de protegerla de
cualquier ataque de los lobos.
Con una oleada de energía, desato mi poder espectral. El aire crepita con una
energía de otro mundo mientras mis brazos alargados se elevan y brota un torrente
de zarcillos etéreos. Cada zarcillo, palpitante de luz etérea, atraviesa el aire con
precisión mortal, apuntando directamente a los lobos que se acercan.
Los lobos, impulsados por sus instintos primarios, se abalanzan con las fauces
abiertas y enseñando los dientes con feroz determinación. Uno se acerca tanto a mi
cara que noto cómo la saliva me resbala por la mejilla. Pero soy ágil y escurridizo,
esquivando sus embestidas con una agilidad sobrenatural. Mis zarcillos, como látigos
fantasmales, se extienden, entrelazando a los lobos, atrapándolos en una red de
energía resplandeciente que los mantiene cautivos.
Gruñen y luchan, su ferocidad es inigualable, pero mi agarre espectral es inflexible.
Me acerco a cada lobo capturado y mis zarcillos tejen con delicadeza una danza
hipnotizadora alrededor de sus formas inmovilizadas. La energía etérea que recorre
mi ser se filtra en sus cuerpos, infiltrándose en su propia esencia.
La transformación es gradual pero profunda. Sus gruñidos se suavizan, dando paso
a gemidos de dolor a medida que mi energía espectral purga su agresividad. La
manada, antes feroz, se alza ante mí, sus ojos reflejan ahora una nueva tranquilidad,
sus instintos pacificados por mi tacto.
Mientras mis zarcillos se repliegan y se disipan en el aire nocturno, me desvanezco
gradualmente entre las sombras, dejando atrás a los lobos. El bosque recupera su
quietud, un silencio que refleja el profundo cambio que ha tenido a lugar. La manada,
28
º
marcada para siempre por nuestro encuentro, se dispersa, sus pasos guiados ahora
por una armonía que antes les era desconocida.
La luna continúa su vigilia celestial sobre el bosque, arrojando un resplandor etéreo
sobre las historias que susurran los árboles.
La mujer se aferra a mí, su miedo se mezcla con una curiosidad que puedo sentir
palpitar en su interior.
Al llegar a la entrada de la cueva oculta, la suelto y la pongo sobre sus tambaleantes
pies. La observo con mirada inescrutable, pero siento algo parecido a la ternura. El
suave resplandor que emana del interior de la caverna proyecta una luz etérea sobre
mi corpulenta figura, revelando la oscura forma sombría que le he traído para que
presencie. Es una apariencia más humana, con hombros corpulentos, piernas largas y
un pecho ancho para aplacar sus sentidos. Ajusto los contornos de mi cara para que
se parezca lo más posible a la de un humano, pero ella sigue teniendo que enfrentarse
a los ojos brillantes y los rasgos inexpresivos.
Con un gesto sutil, le hago señas para que entre en la cueva. Noto su vacilación, su
incertidumbre mezclada con una innegable curiosidad. Entra con cautela y sus ojos se
abren de par en par ante el mágico despliegue de cristales brillantes que se despliega
ante ella. Este santuario secreto es un testimonio de la belleza oculta en las
profundidades de la oscuridad.
"¿Dónde está esto?", pregunta desde la oscuridad más absoluta. "¿Por qué me has
traído hasta aquí?"
Me quedo en el umbral, observándola, con las intenciones confusas en mi mente.
Por la forma en que me mira, hay un entendimiento tácito entre nosotros, una
conexión forjada en esta improbable unión.
"Eres mi invitada", le digo. "Más o menos".
Se acerca a mí, que estoy cerca de la entrada, en medio de la penumbra. Me mira
inquisitivamente. "Has cambiado", dice, sorprendida. Alarga la mano, pero se detiene,
consciente de que mi forma humanoide le resulta atractiva.
29
º
Pero sigue con los ojos muy abiertos. El miedo sigue presente en su expresión.
Mientras explora las encantadoras maravillas de la cueva, yo sigo siendo un
guardián silencioso, una presencia enigmática que la guía a través de este reino de
luces y sombras.
En este momento surrealista, mientras nuestros destinos se entrelazan, me doy
cuenta de que mi propósito no era infundir miedo o daño, sino mostrarle algo
extraordinario. Soy más que el monstruo que ella cree que soy.
O quizá no.
30
º
Capítulo Cinco
MIROSE
Aún me duele la cabeza por la caída, pero no es nada comparado con las maravillas
de la cueva. Siento la mirada de mi captor a mi espalda.
No estoy segura de lo que es, sólo sé que podría haberme matado.
Y no lo ha hecho.
Todavía no, me dice un pensamiento intruso que me pone los pelos de punta. "¿Es
aquí donde vives?"
No obtengo respuesta de él, de esa criatura hecha de oscuridad.
Me doy la vuelta y está tan cerca que puedo saborear las sombras que se
desprenden de él. Tiene la forma de un hombre, pero es más alto, así que tengo que
mirar hacia arriba para ver sus ojos pálidos y brillantes. No tiene pupilas, pero sé que
me está mirando directamente.
Se me seca la boca.
Antes no me había fijado en el anillo brillante de su frente y ahora ansío tocarlo.
¿Me quemará? En lugar de eso, mantengo las manos firmes a los lados. "¿Qué eres?"
Me mira por encima del hombro, su voz es profunda y ondulante, un sonido que
resuena en el éter. "Tienes demasiadas preguntas".
"¡Tú me has traído aquí!"
Esto no parece convencerle, y antes de que me dé cuenta pasa volando junto a mí,
con un escalofrío persistente a su paso. Aunque las paredes brillan con hongos
31
º
bioluminiscentes, él se funde con las sombras de modo que ni siquiera puedo ver el
círculo de su coronilla.
El miedo y la curiosidad luchan en mi interior.
Pero es la segunda la que gana. Doy un atrevido paso adelante, aunque me
tiemblan las piernas. "Juguemos a un juego, entonces".
No obtengo respuesta, pero unos ojos pálidos parpadean desde la oscuridad.
"Tengo preguntas y sin duda tú también. ¿Una pregunta por una pregunta?"
Pasa un largo rato antes de que vuelva a oír esa voz, y seis pares de brazos salen de
la oscuridad, agarrando piedra bajo afiladas garras. Los monstruosos dientes se
muestran en un amago de sonrisa que me hace retroceder. "¿Un juego?"
Asiento con la cabeza, intentando mantenerme firme mientras se acerca.
Es difícil saber qué es exactamente. Cuando creo entender su forma, vuelve a
cambiar. Dos brazos, cuatro. Cuernos o.… pelo, tal vez. Es tan mutable como la magia
de Dirnyn. En la oscuridad de la cueva, ni siquiera puedo decir si tiene piernas. O una
cola.
Vuelve a acercarse, recuerdo el roce de su lengua contra mí y me estremezco. Sus
fosas nasales se abren como si estuviera aspirando mi olor. Mi miedo. "Creo que
prefiero jugar".
"Bien", digo, haciendo mi mejor imitación de una sonrisa. "Tú primero".
Estoy ansiosa por saber qué le ha poseído para traerme aquí.
Pero puedo esperar.
Unos dedos -o lo que yo creo que son dedos- revuelven mi pelo rojo. "¿Por qué tu
pelaje es de fuego?".
Suelto una carcajada ante la pregunta. "Es pelo", corrijo suavemente, para no irritar
a la criatura. Al fin y al cabo, quiero que juegue. "Y nací así".
"Interesante".
32
º
"Mi turno", susurro, sintiendo el roce de sus sombras contra mi mejilla. "¿Cómo te
llamas?"
"Atroc".
"Atroc. Es un nombre muy bonito". Me da un vuelco el corazón. "Yo me llamo
Mirose".
Me mira de nuevo en silencio.
Es como si no entendiera nada de intercambios educados, pero no es estúpido ni
mucho menos. Sabe hablar, lo cual es bueno. Puede que también le asista la razón. Si
quiero sobrevivir a este encuentro, tengo que rezar para que él lo haga. "¿Dónde
estamos?"
"En una cueva."
Cada respuesta es simple, al grano. No ofrece mayor imagen que los fríos hechos
que me miran. "Tu turno."
"¿Qué era esa criatura que montabas?"
La pregunta me sorprende. "Ah, ¿te refieres al caballo? Es una bestia de carga".
"Bestia de carga", repite como si estuviera considerando el término.
"Sí. Los usamos para el trabajo o para montar -"
"Saben bien".
Se me hace un nudo en el estómago. " Personalmente, nunca he tenido la
oportunidad de probar uno. ¿Por eso me perseguías?".
"No." No da ninguna señal de querer ampliar la respuesta, sino que hace otra
pregunta, arrastrando las garras por mi brazo desnudo. "¿Cómo sobrevives en el
bosque, siendo tan delgada y frágil?".
El calor de la irritación sube a mis mejillas. "No vivo ahí. Estaba visitando a alguien,
pero vivo con un... amigo que me ha acogido". Quiero cambiar de tema antes de que
toque a Dirnyn. "¿Cuál es tu comida favorita?"
33
º
"Los elfos oscuros", dice con otra sonrisa.
No lo había considerado antes, pero si es capaz de derribar un caballo de un solo
movimiento, también podría acabar con un elfo oscuro antes de que se dieran cuenta.
Me estremezco de verdad, imaginando el crujido de los huesos entre sus afilados
dientes. Dudo que conceda a sus víctimas la misericordia de una muerte rápida.
"¿Por qué tiemblas?"
Parece casi una pregunta de preocupación, pero es su turno. "Tengo miedo".
Él ladea la cabeza como si estuviera confundido.
"Me toca a mí", digo, preparándome para su respuesta. "¿Me vas a comer?"
Atroc se retira de repente, su forma vuelve a cambiar en la oscuridad. Si tuviera
algún rasgo que se pudiera leer, me pregunto qué diría.
"Por favor, sólo quiero irme a casa".
"No", responde cortante, resonando en las cuevas. "No más preguntas".
Me acerco a él, empujando a través del miedo para apelar a su ethos, y no
encuentro nada. "Me trajiste aquí por una razón, ¿no?"
Nada.
La oscuridad lo ha engullido desde entonces, y ya ni siquiera puedo saber si está
aquí. Pero tengo que intentarlo. "Dime por qué, Atroc. Tengo derecho a saberlo".
Un gruñido surge de la oscuridad, como una criatura salvaje acorralada. "¡Basta!"
Estoy a punto de protestar cuando una fuerza sombría me empuja contra la pared
de la cueva. Levanto las manos para protegerme la cara, pero me las arranca. Está tan
cerca que puedo saborear la muerte en su exhalación. Compartimos una respiración
superficial, y por fin puedo asimilarlo, todo él, y me aterroriza.
Sombras heladas me calan hasta los huesos.
34
º
No me doy cuenta de cuántas manos tengo encima, sujetándome los brazos y las
piernas. Me rodean el cuello como si quisieran estrangularme. Me atrevo a hablar,
pero mi voz se resiente por el miedo. "¿Qué vas a hacerme?"
El rugido vuelve a resonar en su pecho.
Vuelvo la cara, parpadeando. Si este es el final, lo único que lamento es no haber
visto a Ariella y a Zyranth por última vez. Las setas aplastadas dejan manchas
brillantes en mi ropa y mi piel, añadiendo una sensación surrealista a toda la situación.
"Tú me secuestraste", consigo decir, mirando a sus ojos brillantes con más
determinación. Si estos van a ser mis últimos momentos, no moriré como una
cobarde. "No tienes derecho a enfadarte conmigo por haberme arrastrado a este
lugar. No tuve elección".
Algo brilla en sus ojos.
"Déjame ir..."
Me interrumpe una repentina penetración de su larga lengua en mi boca. Es
urgente y exigente, pero no cruel. Apretada contra la piedra, no puedo hacer otra
cosa que aceptar, con un extraño calor floreciendo en mi centro. Canturreo,
odiándome por disfrutar de su tormento.
Tal vez sea así como juega con su comida. Pero mi cuerpo se estremece por otro
motivo cuando sus numerosas manos me manosean y aprietan, arrastrándome
contra su duro pecho, que es sorprendentemente sólido en comparación con las
sombras que recorren su piel.
Le sigo el juego.
Una parte de mi cerebro parece apagarse a medida que su tanteo se intensifica.
Contrólate, ¡Mirose!, grita la parte racional de mi cerebro mientras giro las caderas
contra él. Incluso en su silencio, es una criatura convincente, que me lleva al frenesí.
De repente, me suelta la boca para que su lengua recorra mi cuello y mi pecho. Me
levanta contra la pared y me agarro a él para sostenerme, mientras una oleada de
35
º
escalofríos se apodera de mí. La cueva se hace eco de mis jadeos errantes, y Atroc
parece deleitarse con todo ello.
En este momento crítico, en el que aún puedo luchar contra el creciente deseo, me
preparo. Si es tan minucioso en sus pasiones, sólo puedo imaginar lo que sería
entregarse a él por completo. Dejar que me arrastre a la oscuridad y me tome a su
antojo.
Es una idea terrible.
Puede que no sobreviva lo suficiente como para volver a la prudencia.
Pero una deliciosa apatía se apodera de mí. Me trajo aquí por una razón, ¿no es
así?
Ya he jugado a esto antes.
Fue con elfos oscuros, pero no hay duda del ardiente dolor del hambre en sus
acciones. Y tal vez... tal vez no sean tan diferentes. La excitación se apodera de mí y
finalmente cedo a sus caricias, confiando en que mis instintos no me lleven a
equivocarme.
36
º
Capítulo Seis
MIROSE
Mi corazón palpita, mi piel palidece contra la tenue luz azul de los hongos que
llenan todas las paredes de la caverna. Su lengua, algo espinosa, recorre mi cuerpo,
lamiéndome de arriba abajo, y aún no tengo el valor de decirle que pare. Tampoco mi
cuerpo quiere que lo haga.
Inexplicablemente, aunque estoy temblando en las sombras con esta extraña
bestia hecha de sombras, y los pensamientos de mi inminente muerte se ciernen
sobre mi mente, no quiero que pare. Con cada movimiento de su lengua contra mi
carne, siento que mi cuerpo le empuja, que libero sustancias químicas, y la punta de
mis pezones bajo la tela confirma que estoy excitada a pesar de mis terribles temores.
Miro hacia las profundidades de la cueva, que me resulta extraña y familiar, como
si hubiera oído historias sobre ella. Puedo oír los rugidos de los monstruos que gritan
en la distancia, sin que los elfos se atrevan a aventurarse en su interior. Sus gritos son
salvajes, profundos y agudos, numerosos y chillones, pero a medida que aumenta la
velocidad del movimiento de su lengua, mi mente se desvía hacia prioridades más
urgentes.
Si no escapo de esta caverna y de este extraño monstruo, no hay forma de que
sobreviva. No me debe ninguna generosidad, y puedo ver en su comportamiento lo
que realmente desea, aunque no me lo admita.
Intento zafarme de sus garras sombrías, pero su agarre no hace más que
intensificarse.
"No te vayas", gruñe.
37
º
Es cruel, pero también percibo una tristeza subyacente. ¿Cuánto tiempo lleva solo
este monstruo?
Como no me queda otro recurso, siento que mis músculos se relajan, que mi cuerpo
se pone rígido bajo su atención. Cuando encuentre una oportunidad, escaparé, pero
no puede ser ahora.
Por ahora, debo satisfacer a esta bestia, por mi propia supervivencia.
Sus zarcillos sombríos se enroscan a mi alrededor y se arremolinan frente a mí,
rodeando mi cuerpo pero sin hacer contacto mientras sus brazos me elevan por la
pared rocosa. Mi espalda se raspa contra las setas, me quedan más residuos
cubriendo mi vestido y una sensación de escozor donde las rocas hacen contacto.
Ahora estoy varios metros por encima de él, mirando hacia la caverna. No me dan
miedo las alturas, pero el temor a que me deje caer, golpeándome contra el suelo
rocoso de abajo, me invade. Sus brazos me balancean y me zarandean en el aire, su
larga y sólida lengua roza mi estómago.
La lengua baja, y jadeo en respuesta cuando se acerca a mi entrada cubierta. Se
enrosca y se solidifica, primero levantándome el vestido y luego rasgándome las
bragas en un rápido movimiento. Suelto un pequeño chillido, mi último gesto de
resistencia.
Cierro los ojos, insensible al mundo que me rodea. Empiezo a gemir y noto su
lengua, áspera y diestra a la vez, acariciando mis pliegues, pinchándome suavemente.
Deja un residuo en mi entrada, una sustancia húmeda que no hace sino intensificar
las sensaciones.
Mi mente se vacía. Deslizándose por mi interior, las caricias de su lengua no hacen
más que aumentar mi expectación. El deseo de salir de esta caverna se me va
escapando poco a poco, fluyendo con la proximidad del orgasmo. Mis pensamientos
entran en mi mente y salen de ella de inmediato, la estimulación del órgano de esta
criatura me distrae por completo.
38
º
Las yemas de la lengua añaden textura, tocándome en varios puntos

simultáneamente con cada movimiento ascendente. No recuerdo ningún momento
de mi vida en el que haya experimentado tanto placer a la vez. Es casi abrumador para
mí, y noto que me canso rápidamente. Pronto necesitaré descansar.
Su lengua me acaricia el clítoris, empezando a subir y bajar con movimientos
bruscos y espasmódicos, como si lo chupara. Grito, incapaz de contener el placer.
"Por favor, no pares", le pido. Mis caderas se agitan contra su movimiento de
succión, deseando desesperadamente no abandonar nunca esta experiencia.
No sé si sabe lo que hace o si la naturaleza sigue su curso. La expresión de su rostro
es tan inexpresiva e incomprensible como siempre, con los anillos blancos brillando a
unos dos metros por debajo de mí.
Se me pasa por la cabeza la absoluta idea de que un monstruo me folle con la
lengua, y me doy cuenta de que eso no hace más que aumentar mi excitación hasta
que grito y mis jugos brotan de mis entrañas, estallando en la pared de la caverna y
goteando debajo de mí.
Su lengua se relaja. No quiero que pare, pero al mismo tiempo siento un pequeño
alivio. Mi mente está a punto de estallar ante la cantidad de sensaciones placenteras,
ya que su lengua tiene un sentido casi innato de cada nervio de mi cuerpo.
Aún así, estoy suspendida a varios metros por encima de él, colgando contra las
paredes de la caverna. Si esto ha terminado, ¿por qué no me baja, me pone a su nivel?
Su lengua se pone rígida, me suelta antes de bajar por mi trasero y rozarme. La
sensación es incómoda, pero no del todo desagradable.
Entonces la lengua se estrecha, sube y se enrosca en mi entrada. Gimo, incapaz de
soportar el asalto, y la lengua explora mis profundidades, curvándose hacia arriba y
tocando ligeramente mis paredes para encontrar los bordes.
Una vez dentro, la lengua se hincha y mis ojos se abren de par en par, sorprendidos.
El hecho de que tantos puntos sensoriales rocen mis paredes no hace sino
39
º
estimularme en múltiples puntos mientras él me sondea con seriedad, casi

alcanzando mi cuello uterino pero deteniéndose justo antes de llegar a él.
Ahora me doy cuenta de lo ruidosa que estoy siendo, casi compitiendo con él y con
los monstruos de la caverna. Soy incapaz de controlar mis gritos, completamente
incapaz de reprimirme. Salen de mí sin mi permiso, mi mente ya no registra nada más
que las sensaciones de su lengua dentro de mí. Sigue rozándome mientras vibra
dentro y fuera de mí, deslizándose hacia los lados y en todas direcciones.
Emito un último grito que me deja la garganta ronca y los pulmones cansados. No
sé cuánto tiempo más podré seguir haciéndolo. Si vuelve a hacerlo, podría morir de
placer, con la mente destrozada por tantos nervios activados a la vez.
Por suerte, me baja hasta su nivel, pero cuando me dispongo a poner los pies y
tocar el suelo firme, sus fibrosos y venosos brazos negros se enroscan alrededor de
mis piernas y brazos, reacomodando mi cuerpo.
Mi cabeza y mis nalgas están en posición paralela en el espacio, pero me obliga a
ponerme de lado. Me coge de las piernas y los brazos separándolos, bajando mi
cabeza hacia su entrepierna, y la veo.
Su polla es negra, con venas violetas y palpitantes, más grande incluso que mi
cabeza.
"¿Pasa algo?", me gruñe, colocando mi cara directamente frente a ella. Puedo oler
su almizcle, y no hace más que elevar una excitación que creía completamente
agotada.
"Es imposible que eso quepa dentro de mi boca", rebato, intuyendo la implicación
general de sus exigencias.
Gruñe en respuesta y veo cómo su polla se encoge para adaptarse a mi garganta.
"¿Mejor?
Como no quiero que me insista más, por miedo a cómo pueda manipular mi cuerpo,
empujo mi cuello hacia delante y mis labios se curvan alrededor de su miembro
40
º
venoso. Incluso con el tamaño cambiado, mi mandíbula tiene que estirarse para caber
en toda la anchura de su polla.
Sus gemidos me incitan, recompensándome por mi esfuerzo. Froto con la lengua la
parte inferior de su polla hinchada, sintiendo su textura áspera y espinosa. Las venas
se dilatan con su excitación y tengo que rodearlas con la boca, estirando aún más los
labios.
Nunca antes había experimentado el placer del sexo oral. Siempre me lo habían
impuesto como una tarea necesaria para sobrevivir. Pero incluso aquí, con mi propia
supervivencia en juego, puedo sentir la alegría de la tarea. Estoy aprendiendo más
sobre esta criatura a través de mis esfuerzos, descubriendo una anatomía
incomprensible.
Su polla se expande en mi boca y empiezo a ahogarme con ella. Pero me sujeta de
todos modos, empujando hacia delante con lo que percibo como caderas. Hago un
esfuerzo por respirar por las fosas nasales, con la boca totalmente llena de su
miembro, que tiene un brillo inusual en la tenue luz de la caverna. Tiene un aspecto y
un tacto parecidos a la goma, pero con tantos surcos y hendiduras que desafían mi
percepción.
Sus gemidos aumentan de volumen hasta que grita tan fuerte que creo que todo
el mundo en el Mercado Oscuro puede oírle. Por la cantidad de ruido que hace, las
rocas caen desde arriba, pero él se ajusta y recoloca mi cuerpo para que no entren en
contacto conmigo, y el polvo de su impacto llena mi visión.
Un líquido blanco lechoso que supongo que es semen me llena la garganta. Me
entierra la polla hasta que noto que mis mejillas se hinchan con su semen. Mis ojos
se abren de pánico antes de que retire su polla momentáneamente, dándome tiempo
a jadear y toser.
Miro hacia arriba, donde estaría su cara. No sé si está contento o no, pero sé que
al menos he hecho lo necesario para sobrevivir.
41
º
Entonces me lleva más adentro de la caverna, y siento un poco como si volara.

Surgen más zarcillos que lo fijan a las paredes a medida que avanza, lanzando
diferentes puntos de impacto para hacer avanzar su cuerpo.
Al final llegamos a lo que parece ser un nido, hecho de diferentes pieles.
"¿Lo has hecho tú?" le pregunto. Parece como si ya se hubiera utilizado antes.
"Duerme", me insta.
Sacudo la cabeza, asegurándome de haberle entendido bien.
"Métete en el nido y duerme", dice, tumbándose a modo de gesto. Extiende los
brazos y, mientras caigo en su calor, noto cómo los zarcillos espectrales y gaseosos se
solidifican lentamente a mi alrededor.
Mis ojos nunca se apartan de la entrada, la luz que llega a la caverna desde algún
lugar en la distancia. Gime, produciendo ruidos que suenan como ronquidos, y decido
que, al menos por un momento, le seguiré la corriente.
Pero cuando esté totalmente inconsciente, sé lo que tengo que hacer.
42
º
Capítulo Siete
ATROC
Me despierto al amanecer con la tenue luz del sol brillando a través de la fachada
de la cueva. Aprieto el envoltorio del capullo para envolvernos más a los dos, para
escapar del sol naciente.
Pero algo no va bien.
Se ha ido.
La tuve una noche, ¿y ahora me la quitan?
No. Debo encontrarla. Ella es mía.
Nos besamos y la envolví y me apoderé de ella mientras gemía y lloraba. Entre sus
piernas, la oscuridad que consumía me llenó de un deseo que nunca antes había
conocido. Estaba atada y descarnada, temblando a la espera de mi lengua.
Grito en la cueva vacía, y el sonido rebota contra las paredes, volviendo a mí y
sonando deformado y fatigado.
Me levanto del lecho de pieles y expando mi forma, estirando los zarcillos y
ensanchando la boca para atrapar el aire. Miro a mi alrededor en la penumbra de la
cueva, pero, por supuesto, no hay nada más que negrura. Siempre oscuridad.
Sólo hay una cosa que hacer: rastrear su olor. Ahora lo conozco bien, como a un
amigo familiar. La dulzura de su piel, el sabor acre de su humedad. Encontraré el lugar
al que se la llevaron -pues es la única explicación posible de su paradero- y la
recuperaré, dejando destrucción a mi paso.
43
º
Cuando salgo de las profundidades del sombrío bosque, un hambre insaciable me

consume. Anoche la saboreé, y ahora la ansío más. Mi forma espectral, envuelta en
la oscuridad y adornada con remolinos de niebla, se materializa con una gracia
espeluznante. Abro mis sentidos a lo que me ofrece el bosque.
Su aroma. Dulce y sutil. En el sendero que se desvía a la izquierda en la bifurcación
de la maleza. Reconozco la línea que sigue el aroma. Es una línea que se curva y se
endereza cuanto más se acerca al borde del bosque.
Brillantes ojos carmesí atraviesan la noche, escudriñando con avidez la maleza en
busca de presas desprevenidas.
La débil luz de la luna se filtra a través del denso dosel, proyectando sombras
espeluznantes que bailan sobre el suelo del bosque. Reina el silencio, sólo roto por el
leve susurro de las hojas y el lejano ulular de un búho. Disfruto de la quietud, sabiendo
que oculta el miedo que aún está por venir.
Un ciervo solitario pasta en feliz ignorancia, ajeno a la malévola presencia que le
acecha. Sus delicadas orejas se agitan al percibir un sutil cambio en el aire, un susurro
intangible de temor que insinúa su inminente perdición. Con cada paso cauteloso, el
ciervo se acerca sin saberlo a su destino.
Me deslizo a través de la maleza, mi forma espectral apenas molesta a una sola
brizna de hierba. Mis miembros alargados se mueven con gracia etérea, lo que me
permite acercarme a mi presa sin que nadie se dé cuenta. Envuelto en la oscuridad,
no soy más que un espectro. Un depredador nacido de las pesadillas.
En un rápido movimiento, despliego mi impía destreza, lanzándome desde las
sombras con un hambre frenética. Los ojos del ciervo se abren de terror mientras
intenta huir, pero mis zarcillos espectrales se alargan y envuelven su frágil cuerpo. La
fría garra de la muerte se estrecha en torno a su temblorosa forma, extinguiendo su
esperanza de escapar.
Sus gritos resuenan en el bosque antes pacífico, una sinfonía de miedo que resuena
en mi interior. Disfruto del pánico, de la lucha desesperada de mi presa, mientras
44
º
aprovecho su miedo como un malévolo sifón. A cada segundo, la fuerza vital del ciervo
disminuye, drenada por mi insidioso tacto.
Un instinto primario me impulsa a hundir mis colmillos alargados en el vulnerable
cuello del ciervo, perforando su tierna carne. Su fuerza vital inunda mi ser, un oscuro
elixir que me vigoriza con un retorcido éxtasis. Bebo profundamente, saboreando la
vida que se escapa bajo mi tacto, sabiendo que soy yo quien posee el poder de la
muerte.
A medida que la lucha del ciervo disminuye, el bosque se sume en una inquietante
quietud, como si llorara la pérdida de su inocente habitante. Saciado por ahora, libero
a mi presa sin vida, y el aura inquietante que me rodea se intensifica con cada aliento
robado. Con una elegante retirada, me desvanezco en la oscuridad, dejando tras de
mí sólo los restos de mi conquista, un testimonio de la oscuridad que acecha en las
profundidades del bosque.
El bosque, ahora envuelto en una calma inquietante, es testigo de las sombrías
consecuencias de mi cacería. El delicado equilibrio de la naturaleza se ha roto, un
escalofriante recordatorio de la malevolencia que reside en mí. Hasta que el hambre
me consuma una vez más, estaré al acecho, esperando mi momento hasta que la
próxima víctima desprevenida deambule por mis dominios.
Merodeo por los antiguos bosques, mi esencia espectral se mezcla a la perfección
con la oscuridad que me envuelve. Cada paso que doy provoca ondulaciones en el
tejido de la realidad, y mi presencia es apenas perceptible para los sentidos mortales.
El débil resplandor de la luna proyecta un brillo sobrenatural sobre mi figura,
iluminando mi etérea silueta. No sé cuánto tiempo llevo cazando. El sol había salido
cuando empecé, pero aún no me he acercado a su olor. Se retuerce y gira de nuevo a
través de la maleza, y yo la persigo, saciado por la alimentación del inocente ciervo.
Una sinfonía de sonidos nocturnos llena el aire, una nana de susurros de la
naturaleza que acompaña mi caza. El suave susurro de las hojas bajo mis pies
intangibles sirve de ritmo inquietante a mi propósito. Me deleito en la expectación,
saboreando el miedo que flota en el aire como un velo tangible.
45
º
Mis brillantes ojos rojos, que arden como brasas en la noche, escrutan la maleza
con un hambre insaciable. Atraviesan la oscuridad en busca de cualquier signo de vida
que se atreva a cruzar mis dominios. El aroma de Mirose persiste en la brisa,
acercándome a mi presa desprevenida. Sólo pensar en su nombre me acerca más. De
nuevo la poseeré. Engulliré a aquellos que creen poseerla por el momento.
Sigo su olor hasta un claro a un par de kilómetros de la ciudad. Ella está allí, lo sé.
No quiero ir, pero debo hacerlo. Que así sea.
El deseo de volver a capturar a Mirose me provoca más hambre. La ira y el odio que
siento hacia quienes me la robaron me obligan a tomar otra vida, un ser recién
sanado, un alma inocente, y consumirla para siempre.
Y ahí está. Una zorra cansada, su delicado cuerpo grabado sobre el fondo de
helechos iluminados por la luna. La criatura se pasea inconsciente, felizmente ajena a
la malevolencia que ha fijado su atención en ella.
Soy el consumidor. Nunca me oirás.
Se detiene a beber en un pequeño estanque. Su apacible conducta contrasta con
el instinto primario que corre por mis venas espectrales.
Con una gracia hipnotizadora, me acerco, mi forma espectral desafía las leyes de la
naturaleza. La cola de la zorra se mueve, un momentáneo parpadeo de inquietud,
pero permanece ajena a la perdición que se aproxima. Saboreo este momento, la
expectación crece como un crescendo en mi interior.
En un instante, me abalanzo. Mis zarcillos espectrales se extienden con una
flexibilidad sobrenatural y envuelven el frágil cuerpo de la zorra. Se enroscan a su
alrededor como serpientes heladas, limitando sus desesperados intentos de escapar.
Sus frenéticos movimientos no hacen sino avivar mi implacable persecución.
El aire se llena de los ladridos de pánico de la zorra, una sinfonía de miedo que
resuena por todo el bosque. Su lucha es inútil, una mera danza de desesperación ante
mi poder etéreo. Me deleito con su terror, alimentándome de la energía palpitante
de su miedo, mientras queda atrapada en las garras de mi poder espectral.
46
º
Impulsado por una sed de otro mundo, me acerco a mi indefensa presa. Mis
colmillos alargados se extienden, brillando con una siniestra luminiscencia mientras
me preparo para asestar el golpe final. Con un rápido golpe, atravieso el vientre
hinchado de la zorra y su tierna carne, saboreando el calor de su sangre mientras
recorre mi forma espectral.
Abro el vientre de la zorra con mis dientes superiores. Cuando la sangre roja y
brillante mancha su pelaje, burbujeando de repente como un géiser, percibo
movimiento en su interior. Cachorros, cuatro a medio formar y desnudos,
retorciéndose sin extremidades, o muñones donde se están formando algunas. Sus
ojos son tan pequeños que sus caras parecen huevos de pájaro rosas, medio
agrietados. No tienen boca, así que no pueden gritar.
Me invade una oleada de vitalidad, un éxtasis perverso que acompaña a cada
aliento robado. Me deleito en el poder que fluye en mi interior, sabiendo que soy yo
quien domina la vida y la muerte. La fuerza vital de la zorra disminuye con cada cría
nonata que aprisiono en mis fauces, su esencia fluye hacia mí, una ofrenda a mi
insaciable hambre.
Cuando los esfuerzos de la zorra disminuyen, su vientre rezuma rojo, ahora un
cráter negro que supura mientras ella se estremece, el bosque vuelve a quedar en
silencio, salvo por los ecos de sus gritos que se desvanecen. Suelto a mi presa sin vida
y su forma inerte cae al suelo del bosque. El aura inquietante que me rodea se
intensifica, palpitando con la vida robada que ahora poseo.
Con una elegante retirada, me repliego en las sombras, mi esencia espectral se
mezcla una vez más con la oscuridad que me vio nacer. El bosque es testigo de las
secuelas de mi cacería, un solemne recordatorio de la oscuridad que acecha en el
corazón de la naturaleza. Hasta que el impulso de cazar me consuma de nuevo,
seguiré siendo un espectro etéreo, esperando mi momento, aguardando a que la
próxima alma inocente caiga en mis garras.
Pero el olor es más fuerte. Mirose está más cerca.
47
º
Revitalizado por la masacre y la comida de los inocentes, mis sentidos se agudizan.

Su olor ha estado viajando, yendo de un lado a otro como si estuviera perdida.
O alguien quiere despistarme.
48
º
Capítulo Ocho
MIROSE
Deslizarse por una de las entradas de los criados es fácil.

No encuentro obstáculos y me encuentro de nuevo en mis aposentos de la nueva
mansión de Dirnyn, sola. El silencio es estrepitoso, así que me preparo un baño. El
calor que emana de la superficie del agua es embriagador cuando me meto en ella y
dejo que afloje mis músculos agarrotados.
Pienso en lo ocurrido en el bosque mientras el sol de la mañana se asoma por las
pesadas cortinas. Fue lo correcto, me digo, sabiendo que no podría haberme quedado
con ese monstruo, Atroc.
Era tan salvaje como cualquier criatura, y nunca podría confiar en él.
¿Verdad?
La duda persiste mientras paso un dedo por la condensación del borde de la
bañera. Me va bien aquí con Dirnyn. Lord Dirnyn, me corrijo, nunca me he sentido a
gusto con su nuevo título honorífico. ¿Se lo merece? Probablemente no.
Fue Zyranth quien le quitó de en medio a Lord Everan.
Pero está compartiendo el botín de la victoria conmigo. Necesito darle más gracia
al elfo oscuro que me tomó bajo su ala cuando podría haberme echado a un lado. O
venderme al mercado oscuro. O prestarme a sus amigos como recompensa por su
lealtad.
A pesar del calor, me estremezco.
49
º
No, ha sido amable conmigo. Me permite tener vestidos bonitos y joyas hermosas
y toda la comida que pueda comer. Tengo que recordarlo, aunque me persiga. Pero
no sé por qué no puedo sacarme a Atroc de la cabeza.
No tiene mucho que ofrecer.
Y en realidad, aún no sabría decir si su intención era comerme o poseerme por
completo. Recuerdo cómo sus garras rastrillaban mi piel y cómo su lengua perseguía
la mía con la diligencia de un amante experto.
Era lo mejor, me tranquilizo, apartándolo de mi mente.
Cualquiera en mi lugar habría huido mientras él dormía. Algunos incluso habrían
intentado matarlo antes de escapar, sólo para asegurarse de que no volviera a ocurrir.
Pero él sólo hacía lo que sabía.
Con la mente turbada y el corazón apesadumbrado, salgo de la bañera, todavía
humeante. Me envuelvo en una toalla y me dirijo a mi dormitorio.
Al final de la cama está Dirnyn.
Parece sereno y tranquilo, su expresión es ilegible, con una pierna cruzada sobre la
otra y una mano en la rodilla. Pero su mirada gélida no me abandona.
"¿Dónde has estado?"
Me cuesta hablar, repaso mentalmente las excusas antes de dar con algo que se
parezca a la verdad. "Mi caballo perdió el equilibrio de camino a Ariella y tuve que
caminar toda la noche para volver aquí". Mis siguientes palabras son casi un susurro.
"Lo siento, Dirnyn".
"¿Lo sientes?" Se levanta de la cama con movimientos ágiles, casi tan alto como
Atroc y mucho más amenazador. "Me dejaste solo, Mirose".
Siento vergüenza e irritación.
50
º
Estoy prácticamente desnuda, plantada en el sitio mientras él me rodea,

colocándome el pelo mojado detrás de una oreja. Cuando habla, esta vez su voz es
más cercana. "¿Por qué has tardado tanto en volver?"
Tiene razón.
El viaje entero son sólo tres horas a pie, seis si me tomo mi tiempo. "Lo siento",
vuelvo a decir, las palabras suenan huecas. No puedo contarle lo de Atroc, o será
perseguido y asesinado, o algo peor. "Estaba oscuro y me perdí".
"¿Tú?", pregunta con sorna. "Me cuesta creerlo."
Me doy la vuelta para mirarle, poniendo cara de valiente. "Sí, yo. Hice todo lo que
pude para volver a casa, pero me equivoqué de dirección. ¿Puedo vestirme ya?"
No contesta, me quita la toalla del cuerpo y me escurre el agua del pelo empapado.
Así expuesta, empiezo a comprender la naturaleza de nuestra relación, tal como él la
ve.
"Puedo hacerlo sola".
"Calla", dice, tomándose su tiempo para secarme las extremidades.
En silencio, me deja a su gusto, luego vuelve a erguirse y camina hacia la cómoda,
llena de ropa fina que eligió para mí. Las examina con una lentitud despreocupada
que resulta angustiosa.
Me veo obligada a permanecer de pie en medio de la habitación, desnuda para él.
Vuelve con un sencillo vestido de día, con mangas de seda transparente y una falda
ligera. Era uno de mis favoritos hasta esta mañana. Me escruta con la mirada antes
de arrodillarse con el vestido en la mano, abriéndolo para que entre.
Me agarro a su hombro para apoyarme, dándome cuenta de lo cerca que está de
su cara mi zona más íntima. No parece darse cuenta, o tal vez no le importa, mientras
me sube el vestido por la cintura y sus dedos rozan mis muslos desnudos.
¿Está buscando pruebas de Atroc?
51
º
Los elfos oscuros siempre parecen saber cosas que están ocultas para el resto de
nosotros. Tal vez pueda sentir la oscuridad que aún persiste bajo mi piel o
simplemente esté buscando marcas y moratones que confirmen mi historia.
No puedo decirlo, conteniendo la respiración.
Me mete los brazos en el vestido como si fuera una muñeca a la que hay que
manipular y me peina el pelo de tal forma que cae en cascada por mi espalda desnuda.
"Ya está. ¿Estás satisfecha?"
Las palabras me abandonan.
Así que, en lugar de responder, hago un pequeño gesto con la cabeza para
satisfacerle. Me coge la barbilla y la inclina hacia arriba como un amante cariñoso,
pero hay un fuego detrás de sus ojos que conozco demasiado bien. "Bien."
Hay una larga pausa antes de que finalmente me suelte, volviendo al tocador.
"Creo que los diamantes serían un bonito complemento para ese vestido". Sigue
hablando, pero es en sus intenciones en lo que me fijo, observando cada uno de sus
movimientos. Dirnyn está dejando claras sus intenciones sin tener que decirlo en voz
alta.
Le pertenezco.
Las paredes de mi jaula se han levantado a mi alrededor sin que me diera cuenta,
y casi puedo oír el sonido de la cerradura cerrándose de golpe. Dirnyn ha sido lo mejor
que me ha pasado en mucho tiempo, pero me pregunto si nuestra amistad sólo ha
sido una treta para ponerme bajo su dominio.
Le debo la vida, me doy cuenta, mientras saca un deslumbrante collar del joyero.
Parece más un collar para una mascota. "Pruébatelo".
Hago lo que me dice, sólo porque así es como los humanos se mantienen vivos en
compañía de elfos oscuros. ¿De verdad son todos iguales? Me quedo quieta mientras
él cierra el broche en mi nuca, sus dedos se detienen allí demasiado tiempo.
"No vuelvas a escaparte".
52
º
Trago saliva antes de contradecirle. "No soy uno de tus sirvientes, Dirnyn."
"No, eres mucho más valiosa que eso".
Sus cálidas palmas se cierran sobre mis hombros y me hace girar hacia él. No
encuentro la expresión amable de un amigo, sino la de un amo decepcionado, con su
hermosa boca fruncida. "Aquí estás a salvo. ¿De verdad quieres repetir lo que pasó
con Lord Everan?".
Los recuerdos que despierta me hacen caer en su acogedor abrazo. ¿Cuál es esa
frase? Mejor el mal conocido. Las lágrimas brotan de mis ojos. "Lo siento".
Sus brazos me estrechan. "Estás perdonada".
Pero incluso cuando las palabras resuenan en mí, sé que esta conversación está
lejos de terminar. Puede que juegue a ser un amigo devoto, pero sus acciones hablan
de una posesividad de la que no sabía que era capaz.
"Sólo quiero lo mejor para ti, Mirose".
Asiento con la cabeza y le miro. La máscara ha vuelto a caer, así que lo único que
veo es a mi viejo amigo. La amabilidad que tan bien sabe imitar es casi un alivio para
la escalofriante apatía que hay debajo. "No volveré a huir", le digo, aunque sólo sea
para apaciguarlo.
Vuelve a sonreír. "Bien. Creo que los criados están preparando el desayuno. ¿Me
acompañas?"
Esta vez asiento con más entusiasmo. "¿Podemos vernos abajo?" Pregunto,
interpretando la versión de Mirose que recuerda de antes. Es fácil caer en la
actuación. Los elfos oscuros exigen cierta amabilidad que se aprende bajo amenaza
de muerte.
Dirnyn me besa la cabeza. "Por supuesto. Te veré en el comedor, entonces".
Y, sin vacilar, se va, cerrando bien la puerta tras de sí. Por fin puedo respirar,
conteniendo los jadeos mientras me apoyo en el poste de la cama para estabilizarme.
Es mi amigo, me aseguro. Sólo quiere lo mejor para mí.
53
º
Dejo que mi ritmo cardíaco disminuya y me hundo en el tocador para mirar mi

reflejo.
No es fácil volver a ponerme mi propia máscara. Intento una infinidad de
expresiones diferentes, educada, agradablemente sorprendida, tranquila, divertida,
pero ninguna de ellas parece real.
Ninguna se parece a mí.
Me va bien aquí, mejor que nunca, así que tengo que interpretar mi papel o me
encontraré en la misma situación que con Lord Everan.
La cita con esa criatura, Atroc, fue divertida, pero fue un sueño febril. No es realista,
y tengo que sofocar el deseo antes de que arruine una buena vida. Esbozo una sonrisa,
pero la luz no llega a mis ojos.
Tendrá que bastar.
54
º
Capítulo Nueve
ATROC
El olor de la hembra es cada vez más fuerte en mi nariz mientras sigo atravesando
el bosque a una velocidad vertiginosa. La tierra brota del suelo del bosque a mi paso,
mezclándose con los sombríos tentáculos que fluyen detrás de mí mientras corro en
mi forma primigenia. Detrás de mí se oye el leve sonido de las hojas crujiendo y
arremolinándose con el viento, aunque la mayor parte procede de los sonidos
naturales del bosque. El sol abrasador sigue cerca del horizonte, pero la noche llegará
en una hora más o menos.
La determinación corre por mis venas mientras atravieso el bosque que me
pertenece. Sin embargo, también me siento un poco confuso. Tomé a esta hembra,
Mirose, como mía. Me pertenece, lo aceptó la noche anterior. Entonces, ¿por qué ha
huido? Cualquiera que sea la razón de su huida, lo averiguaré pronto. Mi mente está
puesta en ella, y nada me alejará de ella ahora.
Ignoro los olores de otras criaturas mientras me deslizo entre los árboles, haciendo
todo lo posible por bailar entre las sombras y evitar los rayos cada vez más débiles del
sol del atardecer. Hay Worgs cerca, pero eso no me molesta. No son una amenaza.
Me plantearía cazarlos -los worg son un buen deporte-, pero ya he comido hoy y tengo
la vista puesta en Mirose.
También abundan otras presas, escondidas entre los espesos y viejos árboles de
tiphe, pero ninguno de los olores es digno de atención, así que continúo en dirección
a la región del Mercado Oscuro, adonde sé que se ha ido Mirose. La dirección de su
olor no podría llevarme a ningún otro lugar en este momento.
55
º
El aroma de los elfos oscuros es cada vez más fuerte a medida que el Mercado
Oscuro se acerca. El aroma me recuerda al sabor de la carne de elfo oscuro, lo que
hace que se me haga la boca agua. Tal vez me lleve uno con nosotros cuando recupere
a Mirose. Me pregunto si le gustaría.
Los árboles empiezan a hacerse más delgados, por lo que me resulta más difícil
evitar la luz del sol. De hecho, ya casi he llegado al Mercado Oscuro y es inútil seguir
intentando evitar el sol, así que me rindo. Prefiero concentrarme en Mirose. La
recuperaré y la convertiré en mi compañera.
De repente, veo el linde del bosque. Disminuyo la velocidad, acercándome con
cautela al borde de la arboleda. No tengo ningún deseo de arrasar este lugar al azar
hasta encontrar a Mirose, me llevaría demasiado tiempo. Además, no temo a nadie,
pero comprendo que con tantos elfos mágicos a mi alrededor, uno de ellos podría
descubrir mi debilidad.
En lugar de eso, decido intentar localizar la zona de la que procede su olor y
escabullirme en esa dirección. El sol ha comenzado a ocultarse en el horizonte, lo que
significa que tendré algunas sombras en las que esconderme.
No es tan bueno como la noche completa, pero estoy perfectamente seguro de que
puedo llegar a este lugar sin ser detectado. Parece que la mayoría de los elfos ya han
regresado a sus hogares para pasar la noche, así que eso también debería facilitar las
cosas.
Rodeo los lindes del bosque hasta llegar al lugar donde su olor es más intenso, y
luego me muevo con cuidado entre las sombras proyectadas por las mansiones y
tiendas de los elfos que pueblan la zona. Me muevo entre las sombras con elegancia,
con cuidado de mirar a mi alrededor antes de acechar de un lugar a otro.
El aire aquí está impregnado de los olores de los elfos, pero los olores de la comida
cocinándose y los fuegos encendidos también llegan a mis fosas nasales. Aun así,
puedo distinguir y seguir fácilmente el olor de Mirose. Está cerca.
56
º
Doblo una esquina, bordeando un gran mercado, y veo una mansión a lo lejos. Allí.
De ahí viene su olor. La euforia me recorre y acelero el paso, dirigiéndome con
valentía hacia la mansión.
No abandono toda precaución -no querría que me descubrieran ahora que estoy
tan cerca-, pero me vuelvo algo más imprudente con mis movimientos. Por suerte, la
oscuridad aumenta a cada segundo, lo que me ayuda a pasar desapercibido.
Llego a la mansión y la rodeo formando un gran círculo. Quiero entrar corriendo,
matar a todos menos a Mirose y llevármela a mi cueva, pero algo me detiene. No es
cautela, me doy cuenta. Es que temo que Mirose se disguste conmigo. Nunca me ha
importado lo que piensen los demás, pero no podría soportar que se enfadara
conmigo. Así que, en lugar de irrumpir, decido buscar primero la habitación en la que
se encuentra.
Tras dar un par de vueltas alrededor de la mansión, observo una forma humana
que se mueve en una ventana del segundo piso. Me acerco, manteniéndome en las
sombras, y la forma de Mirose se materializa en el cristal de la ventana. Siento alivio
al verla a salvo. Permanezco allí un buen rato, observándola. Me fascina.
Está de pie frente a un cristal y se pasa una especie de cepillo con mango de madera
por el pelo rojo y ondulado. No tengo ni idea de lo que está haciendo, pero disfruto
viéndola. Lo hace durante un buen rato y, de vez en cuando, tira con fuerza del cepillo
en señal de frustración. No sé qué es lo que la frustra, pero, una vez más, simplemente
disfruto observándola.
Empiezan a entrar en mi mente emociones extrañas. Siento lo que sentí cuando la
complací ayer en el bosque, deseo. Pero es más que eso. Siento un extraño anhelo
por su presencia que no es físico. Quiero verla pasarse este palo por el pelo todos los
días. Ella es mía. Debo recuperarla. Mi deseo de irrumpir en la mansión vuelve a ser
fuerte, pero empieza a chocar con mi impulso de seguir observándola desde la
distancia.
57
º
Tal vez si la observo el tiempo suficiente, entenderé más sobre ella. Me resulta
extraña en muchos aspectos, pero eso me atrae aún más. Aún así, quiero entender su
extrañeza. Es mía, y eso incluye sus extrañas formas humanas.
Cada parte de ella, incluso las que no puedo entender, me cautivan por el simple
hecho de ser parte de ella.
Finalmente, Mirose deja la vara de pelo y coge otra rama extraña. Esta tiene un
racimo de pelos agrupados en su extremo, que ella moja en líquido negro antes de
frotarlo sobre un póster blanco en blanco. Me doy cuenta de que está dibujando. He
visto antes estas imágenes creadas por humanos y elfos, pero nunca supe cómo lo
hacían. Fascinado, miro a Mirose con impaciencia.
Empieza a dibujar líneas negras onduladas y, al principio, no tengo ni idea de cómo
se supone que son. Sin embargo, cuando empieza a dibujar la cabeza y el torso, lo veo
claro. Me está dibujando a mí. Esto me confunde aún más. ¿Por qué huiría y luego
vendría a esta mansión de elfos a hacerme un dibujo? Primero se somete a mí, luego
huye, ¿y ahora me honra con esta imagen? No tiene sentido.
Confusión aparte, estoy completamente encaprichado en este momento. Siento un
extraño cosquilleo en el torso y en las entrañas. Quiero entrar y echármela al hombro
inmediatamente, pero debo ver cómo resulta esta imagen mía. Nunca me he visto
realmente, aparte del reflejo imperfecto de los arroyos del bosque, y me fascina ver
la interpretación que un humano hace de mi aspecto. Especialmente este ser
humano.
La tensión que me invade se vuelve insoportable mientras permanezco allí,
completamente embelesado. Me siento arraigado a este lugar, como si no pudiera
apartarme ni mirar a otra parte aunque lo intentara. Sin embargo, me siento obligado
a golpear a todos los elfos de Oshta para que no puedan alejar a Mirose de mí.
Finalmente, supero mi incapacidad para moverme, pero no mi indecisión. Sigo sin
saber qué quiero hacer, así que me decido por acercarme a la mansión. Me acomodo
a la sombra de los enormes setos que bordean la verja que rodea la mansión. Ahora
58
º
estoy a unos treinta metros de ella. Su olor me está volviendo loco y no sé cuánto
tiempo más podré esperar.
Mi fascinación es lo único que me retiene aquí un momento más. No puedo
moverme hasta que termine su imagen de mí. Tengo que saber cómo me ve. ¿Me
representará amablemente, como un compañero protector? ¿O dibujará un
monstruo, capaz sólo de muerte y destrucción?
Sinceramente, ni yo mismo estoy seguro de cuál soy. Nunca me había planteado
tener una pareja hasta ahora. Todo lo que he conocido es la caza y el dulce sabor de
la sangre de mi presa. Pero desde que conocí a Mirose, no puedo evitar querer más.
Quiero que sea mi compañera, y la tendré. No me importa qué tipo de imagen haga.
Ella será mía. Soy el mayor depredador de Protheka, y no hay criatura viva que me
aparte de lo que es mío por derecho.
Me remuevo ligeramente cuando Mirose deja su ramita y se acerca a la ventana,
mirando con nostalgia hacia la noche. Detrás de ella, puedo distinguir mi imagen, de
hombros anchos y aspecto humano. Así que tal vez me vea como su pareja. Mi
corazón se acelera al darme cuenta y mi determinación de recuperarla alcanza su
punto máximo.
Me levanto despacio, mirándola fijamente. Voy a entrar ahí y voy a traerla a casa.
No me importa el peligro que haya dentro.
Estoy a punto de dar un paso adelante, pero me detengo de repente, clavado en el
sitio. Mirose me mira fijamente, con la sorpresa y el miedo reflejados en el rostro.
59
º
Capítulo Diez
MIROSE
El día transcurre sin sobresaltos.

Percibo que Dirnyn está más reservado que de costumbre, pero no expresa ninguna
de las amenazas de esta mañana. Es una esperanza tonta pensar que las cosas han
vuelto completamente a la normalidad, pero disfruto de la paz cuando puedo.
"Estoy mejor que la mayoría de los humanos de Rach", le digo a nadie.
Es un mantra que llevo conmigo mientras permanezco en compañía de Dirnyn,
pero es una dulce victoria cuando puedo cerrar la puerta de mi habitación y bloquear
el resto del mundo por la noche. Me estiro de puntillas, tratando de sacudir la inercia
de mis miembros.
Este es mi espacio y quiero que siga siéndolo.
Para eso, no tengo que darle a Dirnyn ninguna excusa para entrometerse. Jugar su
juego sin vacilar, ser la mujer que él quiere que sea. El pensamiento me baja el ánimo,
y recuerdo los barrotes invisibles de mi jaula.
Así que abro las cortinas.
Dan a la vasta extensión del bosque que hay más allá, y en algún lugar está Atroc.
Guardo el recuerdo mientras me preparo para ir a la cama. Me quito el odiado vestido
con cierto alivio. Me prometo que no volveré a ponérmelo, odiando cómo Dirnyn
puede convertir algo querido en objeto de desprecio.
Tengo un poco más de cuidado con el collar, pues él tendría preguntas si se
rompiera. Lo guardo y busco una bata de seda en la que envolverme antes de
60
º
acomodarme para cepillarme el pelo y luego pintar un poco. Sin embargo, no importa
en qué intente inspirarme, nada despierta mi creatividad. Nada excepto Atroc.
Intento no pensar en lo que estoy haciendo, en las consecuencias de que alguien
se entere. Su imagen fluye libremente de mi mano, los trazos sistemáticos de mi
pincel calman los bordes de mi mente agotada.
El cuadro está terminado en lo que parecen segundos, con la sombría forma
humanoide de Atroc y sus ojos brillantes devolviéndome la mirada. Empujo para
ponerme en pie, dándome cuenta de repente del alcance de mis pensamientos sobre
mi monstruo del bosque.
¿Me estoy volviendo loca?
Me muevo, intentando expulsar parte de esta energía nerviosa desenfrenada que
se acumula en mi torrente sanguíneo, pero me encuentro deteniéndome cuando
vuelvo a cruzar la ventana. Por un segundo, me ha parecido ver...
Vuelvo a mirar. No veo nada.
Tal vez sea mi mente jugándome una mala pasada.
No es que quiera volver a ver a Atroc. Y aunque quisiera, simplemente no está en
mis planes. La idea de que la expresión de decepción de Dirnyn se transformase en
una de rabia sería insostenible. Primero tengo que cuidarme a mí misma, y eso
significa sobrevivir a sus insinuaciones.
Otro parpadeo me devuelve al presente.
Esta vez me doy cuenta de que no me lo estoy imaginando. Es inconfundible, el
círculo aureolado que adorna su frente y esos ojos intensos y brillantes que hay
debajo. Incluso a dos pisos de altura, puedo verlo brillar en la oscuridad del bosque.
Está de pie en el límite de la propiedad y me mira directamente.
Casi se me salta el corazón a la garganta antes de serenarme y saludarle con la
mano. No me devuelve el saludo, se queda mirándome. Esperando.
61
º
Con muda excitación, me bajo la bata para dejar al descubierto mi escote,

dejándola caer seductoramente por mis hombros. Esos ojos se encienden. Ahora que
tengo tu atención, pienso, girando la nariz hacia él juguetonamente. Una sonrisa de
verdad me encuentra.
Es algo prohibido. Dirnyn fue claro al respecto hoy, aunque no lo dijera
abiertamente. Creo que eso es lo que lo hace más divertido.
¿Recuerdas lo que hicimos? quiero preguntarle a Atroc, mientras muevo
ligeramente las caderas.
Cada movimiento está cuidadosamente estudiado para atraer a cualquier hombre,
y Atroc no es diferente en ese sentido. Cuando la túnica cae por completo, siento la
pesada presión de su intención, la oscuridad que se agita a su alrededor. Apenas es
una silueta, pero puedo ver cómo aprieta las manos.
Estoy expuesta a su mirada y me gusta.
Me absorbe con su mirada, con su cuerpo siempre cambiante.
El mundo se detiene entre nosotros y me doy cuenta de que estoy lejos de haber
superado a esta criatura y nuestra breve cita en el bosque. Dejo que mi pelo caiga en
cascada sobre mis hombros mientras me dejo caer como si fuera a recoger la túnica,
sin apartar los ojos de él. Podría volver a desaparecer, y entonces me vería obligada
a esta triste vida como juguete de un elfo oscuro. Nuevamente.
La presencia de Atroc me produce una oleada de júbilo.
¿Cómo me ha encontrado?
Me paso las manos por los pechos, haciéndolos rodar con fuerza sólo para él. Si
Dirnyn lo supiera... Dioses, sólo puedo imaginar la ira que nos lanzaría a los dos. Sólo
sirve para hacerme más desafiante. Esta pizca de libertad es todo lo que tengo y que
me maldigan si no la uso.
Quiero disfrutar de esto.
62
º
Muevo mi cuerpo de formas que atraen incluso a los elfos oscuros más insensibles.
Y Atroc es un público muy atento. Todo salvo él se desenfoca, y es como si no hubiera
distancia entre nosotros. El deseo crece en mí al recordarnos. Su cueva mágica y la
promesa de una adulación completa.
Me dan ganas de ir con él. No exigía frívolamente mi presencia y mi apariencia. Sólo
me quería a mí, sin pretensiones. No sé si este pequeño strip tease es suficiente para
alguno de los dos, pero en el estado actual de las cosas, es todo lo que podemos
esperar.
Pero tengo la sensación de que Atroc no está del todo satisfecho con este acuerdo
o con la distancia que nos separa. Hay una tensión en su forma que hace que parezca
que está a punto de precipitarse y me doy cuenta de lo que podría estar
pretendiendo.
Una cosa es escaparse al bosque y retozar con un monstruo.
Otra cosa es que el monstruo arrasara la mansión a la vista de su dueño, sembrando
la destrucción sólo para reclamarme.
Presa del pánico, cojo la túnica y corro hacia el vestíbulo.
Paso rozando a un criado atónito, sin molestarme en disculparme. Soy huésped de
la casa, si la palabra de Dirnyn tiene algún valor, lo cual significa que soy libre de vagar
por los terrenos. Atroc se encuentra al borde del mismo, e indudablemente Dirnyn no
podría condenarme por dar un paseo nocturno.
¿O sí? La preocupación y el pánico chocan en mi interior.
Preocupación por Atroc, y pánico por ignorar todas las "sugerencias" poco amables
de Dirnyn. No me cruzo con nadie más cuando salgo por la parte de atrás,
escabulléndome por la puerta por la que entré esta mañana. Utilizo la oscuridad para
ocultarme mientras aprieto la espalda contra el edificio de piedra.
No lo hagas, Atroc. No lo hagas.
63
º
Me ve. Como un animal a la caza, saborea el aire fresco de la noche. Sus numerosos
brazos sujetan los árboles a su alrededor y me parece ver el destello de una sonrisa.
Puedo verle mejor aquí abajo y me doy cuenta de que sigue acechándome.
"No lo hagas", murmuro en voz alta, sacudiendo la cabeza.
Pero Atroc no se apaciguará con una advertencia. Por lo poco que sé de él, lo
entiendo. Tal vez fue un error atraerlo y darle un espectáculo en el que no podía
participar. Pero el recuerdo de nuestro encuentro, sabiendo que está prohibido, es
demasiado para mí.
Quiero más.
Son las palabras de Dirnyn revoloteando en mi cabeza las que me hacen dudar.
Puedo tener a Atroc, pero para ello debo renunciar a la seguridad de un señor elfo
oscuro. Ahí es donde me encuentro, entre la seguridad y lo desconocido, y eso me
aterra.
Atroc está listo para atacar.
Cada fibra de mi ser me dice que corra. Que vuelva a Dirnyn volando y le pida
perdón por lo que he hecho. Es mejor el mal que conoces, el pensamiento viene de
nuevo, y lo odio. ¿Por qué tengo que ir siempre a lo seguro?
Podría escabullirme de vuelta a mi jaula, incluso ahora.
Hay todas las oportunidades antes de que Atroc cargue. Dirnyn destruiría a la
criatura sin pensarlo dos veces y se deleitaría con su victoria sobre mí. ¿Realmente
quiero eso? Según el edicto de la sociedad de los elfos oscuros, soy una mercancía,
un objeto para su placer.
Dirnyn aún se rige por esa regla, aunque pretenda ser mi amigo.
Sin embargo, lo desconocido conlleva un gran peligro en sí mismo. Una vida con
Atroc podría ser corta y brutal, ¿y para qué? ¿Unos pocos momentos de placer? ¿La
oportunidad de... sentir algo más que miedo y remordimientos silenciosos?
Mi cuerpo se tensa como si yo misma fuera a atropellar a Atroc.
64
º
Vuelvo la vista a la mansión, un lugar manchado de malos recuerdos de mi anterior

amo, y ahora, incluso de mi amo actual. La mezcla está llena de huesos de humanos
y del sufrimiento de muchos otros. Es todo lo que podría esperar ser, una pieza
preciada de la colección de Dirnyn antes de que se me dé un mejor uso como base
para más sufrimiento.
Es otro tipo de miedo el que me impulsa a correr hacia Atroc.
Atroc se mueve como si quisiera encontrarme a mitad de camino, pero no le
permito correr ese riesgo. Si Dirnyn lo ve, ambos estamos muertos. Estoy segura de
ello. Me quedo sin aliento, y me falta el aire cuando llego hasta él, deseando contarle
todos los peligros a los que se arriesga estando tan cerca de la civilización de los elfos
oscuros.
"Atroc", consigo, lanzándome el resto de la distancia. "¡No puedes estar aquí!"
65
º
Capítulo Once
ATROC
Corre hacia mí. Puedo ver la desesperación en sus ojos, un miedo genuino que sólo
yo soy capaz de provocar. Sea lo que sea lo que hay en esa mansión, hombre o bestia,
debe estar alejándola de mí. Debo desatar mi furia interior y recuperarla. Es la única
manera de poseerla de nuevo.
"Puedo estar donde quiera", digo. Empiezo a salir de mi forma física, me ensancho
y extiendo los brazos. Es hora de cazar. Ha llegado el momento de morir como yo
quiera.
"Créeme, Atroc", suplica en voz baja. "No quieres esta pelea. No así". Se detiene a
unos metros delante de mí, sujetándose como si el corazón le fuera a estallar en el
pecho. Sus pechos se agitan mientras respira.
"¿Qué escondes ahí?"
Mira detrás de mí, hacia el bosque. "Voy a volver dentro", dice. "No me sigas."
Siento que mi alma se expande dentro de mí. La rabia crece como una pira
funeraria en mi pecho. Empiezo a moverme, mi torso se expande y me salen zarcillos
por los lados y por delante.
Ella me da la espalda. Extiendo los dos brazos delanteros y le rodeo la cintura con
uno y el cuello con otro. Suelta un suave chillido, pero aprieto aún más.
¿No ve que es mía? Nunca había sentido tanta rabia por algo tan perfecto y
hermoso. La posesión de ella se ha apoderado de mi mente y ha capturado mi alma
para siempre. La idea de que una criatura pueda tener semejante poder sobre mí me
destroza el cerebro, un calor blanco que embellece la oscuridad que soy.
66
º
La atraigo hacia mí y la envuelvo en mi esencia, con zarcillos que crecen y se

mueven en espiral alrededor de su cuerpo, la oscura masa que soy la sepulta. Siento
su respiración dentro de mí. Es como si ahora fuéramos un solo ser, como yo quiero.
Me giro hacia el bosque, sorteando el alto follaje y la maleza al borde de las
sombras. Mirose se contonea contra mí, al principio resistiéndose, pero pronto se
queda quieta cuanto más me adentro en el bosque.
La mansión tendrá que esperar hasta más tarde. Quienquiera que sea el
responsable de llevársela responderá ante mí muy pronto.
Todo pasa deprisa mientras avanzo a toda velocidad entre la maleza. La luz
plateada de la luna se mezcla con el follaje que pasa borrosamente por mi periferia
como si estuviera en un túnel. Aquí todo es silencio, salvo el sonido de las hojas al
crujir y el ocasional aullido de un lobo en algún lugar remoto.
Acecho entre las sombras, mi forma se funde a la perfección con la oscuridad del
bosque. La noche es mi dominio, el miedo que emana de cada susurro es una sinfonía
para mis oídos. El aroma del miedo inunda el aire, llevando mi hambre a cotas
insaciables.
A cada paso, mis poderosas extremidades me llevan silenciosamente a través de la
maleza, sin ser visto ni oído. La débil luz de la luna sólo sirve para aumentar mi sigilo,
proyectando siluetas tenues e inquietantes que ocultan mi verdadera naturaleza a los
desafortunados que se cruzan en mi camino.
El bosque es mi patio de recreo, y cada sonido delata la presencia de una presa.
Mis agudos sentidos captan los latidos de las criaturas que se aventuran demasiado
cerca de mi territorio, y su miedo es como un aroma tentador que me atrae.
Los aullidos lejanos de otros depredadores no me intimidan. Por el contrario,
excitan mis instintos primarios, despertando el deseo de demostrar mi dominio en
este desierto implacable.
67
º
Disfruto con la danza del terror que se produce cuando se conoce mi presencia. Los
escalofríos de inquietud que recorren a mis víctimas alimentan mi hambre primitiva,
un deseo insaciable de darme un festín con su miedo y desesperación.
Pero ahora no puedo cazar. Debo llevar a Mirose a la cueva, a salvo del mundo.
Bajo mi reinado.
Oculto entre los árboles centenarios, observo con ojos depredadores sus débiles
intentos de escapar, sabiendo muy bien que están atrapados en mi reino. Su miedo
es embriagador, un elixir oscuro que me vigoriza a cada momento.
A medida que se acerca el amanecer, me retiro a las sombras más profundas,
satisfecho. Soy el depredador, el monstruo que atormenta las pesadillas de quienes
osan adentrarse en mis dominios. Y el bosque de noche es mi hogar, donde acechan
los verdaderos horrores de la oscuridad.
Noto que su respiración se ralentiza mientras yo acelero, flotando entre los juncos.
En la boca de la cueva, entro con cautela, con cuidado de no exponer a Mirose a
sus esquinas dentadas. La dejo sobre la alfombra de piel del suelo y la suelto.
Me mira con los ojos muy abiertos y un cierto cansancio incandescente en el rostro.
Frunce el ceño y aprieta la boca mientras mira al techo. Su pelo rojo, alborotado en
todo su esplendor, se extiende por el suelo como un halo carmesí.
"¿Qué me vas a hacer?", pregunta girando la cabeza. No quiere mirarme, aunque
sé que le cuesta resistirse.
Extiendo más mis brazos para rodearla.
Me encuentro con su mirada cuando vuelve a mirar hacia delante. "Sabes, puedo
hacerte lo que quiera", le digo.
Vuelve a girar la cabeza. Parece que esta vez no quiere mirarme. Exhala
ruidosamente, con la mirada cabizbaja y un rostro de tranquila resignación.
Y entonces la rabia empieza a invadirme. En este momento odio a Mirose con toda
mi esencia. Es débil y se me resiste. Nadie se me resiste.
68
º
Con los brazos extendidos, la suspendo en el aire. Por un momento, se queda

flotando entre las sombras, con la cara llena de preocupación, la boca abierta y los
miembros temblando contra sus ataduras. Con un esfuerzo considerable, tiro de ella
hacia el fondo de la cueva, contra una pared con rocas afiladas que sobresalen de las
paredes. La fuerza la deja sin aliento. Empieza a toser.
"Atro...", se atraganta, pero sale como un susurro apagado, con el torso unido a las
rocas puntiagudas que la rodean.
"Shhh", le digo desde abajo.
Con dos miembros más crecidos, los extiendo para atarle los tobillos a las rocas,
dejándole las piernas abiertas. Desde arriba, me hundo en su alma y retuerzo mis
sombras para atar sus muñecas a dos rocas salientes.
Su mirada, amplia pero vacía y lejana, sugiere una resignación absoluta ante el
miedo.
Intenta hablar de nuevo, pero aprieto las ataduras alrededor de su torso.
Ahora, extendida contra las rocas de la cueva, parece una muñeca atrapada en una
red de araña. Sin espacio para moverse, sus ojos son lo único con lo que puede
expresarse. El verde que una vez brilló se vuelve tenue y brumoso cuando baja los
párpados, dándose por vencida.
Por si fuera poco, le bajo la parte delantera de la bata para dejarle los pechos al
descubierto. Mientras cuelga, sigue siendo vulnerable. Mi rabia aumenta de nuevo.
Vuelve a forcejear. Mientras se retuerce, sus pechos se agitan de un lado a otro.
Me encanta ver su cuerpo expuesto intentando liberarse. Ojalá no sintiera tanto odio
al verla.
Es mía. De una vez por todas. Siempre será mía.
Me deslizo bajo ella, absorbiéndola. La poseo, y ahora debo asegurarme de que lo
sepa. Que todo el mundo lo sepa.
Tiembla bajo mis caricias. Subo la mano por su pierna derecha.
69
º
Sus ojos se abren de par en par e intenta mover la cabeza de un lado a otro.
La parte superior de su muslo es de un blanco lechoso, sin adornos, con toda la
posibilidad del lienzo vacío de un pintor. Tan inocente, tan intacta.
Expongo los dientes y le muerdo el muslo. Todo su cuerpo se tensa. Sus ojos
permanecen cerrados.
Mi boca se llena de sangre caliente. Su sabor metálico me excita enormemente y
recorre todo mi cuerpo. Quiero vaciarla de todo, bañarme en su esencia rojo oscuro.
Es lo más grandioso que he probado jamás.
Necesito todo lo que tengo para no matarla aquí mismo. Pero mi esencia primaria
me dice que debo mantenerla viva. Poseerla.
Me alejo para admirar mi obra. Cuelga de la pared de la cueva, derrotada, con los
pechos al aire y una gran mordedura supurando en la parte superior del muslo.
Sin duda es hermosa, a su manera.
La sangre cae por su pierna hasta el suelo. Extiendo un brazo hacia la herida y
empujo mi esencia oscura contra ella. Al reaccionar, burbujea. Poco a poco, empiezo
a introducir más sombra en la abertura, cauterizándola con oscuridad. La sombra
penetra en la herida, en su sangre vital, a un ritmo rápido, manando negrura de mi
mano. Las sombras se filtran bajo la piel en el lugar de contacto.
Cuando la herida se cierra, retrocedo y vuelvo a mirarla.
Un rastro de sombra se cierne sobre la marca oscura donde antes se abría la piel.
Lleva mi marca.
Es mía.
70
º
Capítulo Doce
MIROSE
Miro hacia abajo, donde Atroc me ha mordido.

"¿Qué es esto?" pregunto, tocando la marca tenebrosa que se ha incrustado en mi
carne.
Atroc me tumba en las pieles, y dos pares de manos errantes amasan mis miembros
doloridos. No responde, sino que presiona la herida con su boca sombría, como si
quisiera recuperarlo todo. Siento un cosquilleo delicioso que me recorre con fuerza y
no puedo evitar gemir.
Le agarro la cabeza con las manos y le insto a que me mire.
Su lengua recorre la marca por última vez. "¿Te duele?"
Niego con la cabeza.
"Mientes", dice, sin acusar, sólo con frialdad.
"Te prometo que no", respondo con una sonrisa alentadora.
Aun así, me acaricia la piel en algunos puntos, alrededor de la marca, como si
quisiera arrancar el dolor de la carne. Su mirada preocupada no se aparta de mí ni un
momento, su manipulación meticulosa destierra cualquier otro pensamiento de mi
mente.
Se lo permito, aunque sólo sea porque me cautiva su atención.
71
º
Dirnyn nunca me adoraría así. La sola idea de que me tocara para algo que no fuera
su propio beneficio es ridícula. Pero Atroc, cuando quiere algo, no teme poseerlo por
completo. Y ese algo soy yo.
Su beso es profundo, una disculpa silenciosa de sus labios.
No sé cuántas extremidades tiene ahora en la penumbra de su cueva, pero me
aprietan contra él mientras se gira hacia un lado, sus garras persiguiendo mi mejilla.
Parece satisfecho de que no me duela, y ahora se centra en mis lágrimas silenciosas.
"¿Por qué lloras?"
Tan cerca de él, es difícil ahogarlas. "Yo no..."
Me coge la muñeca cuando intento apartarlas. "Lo estás", murmura, apretando su
frente brillante contra la mía. "¿Por qué?"
Me muerdo el labio inferior y sacudo la cabeza.
"Es que nunca nadie se había preocupado por mí así". Le miro a través de mi visión
acuosa. "Son lágrimas de felicidad, de verdad".
"Lágrimas felices". Parece considerar la frase mientras nuestros labios se acercan
peligrosamente. "¿Lloras a menudo?"
Su pregunta me hace reír en serio. "No, la verdad es que no."
"Hm", es todo lo que dice, apartándome el pelo hacia atrás como para tener mejor
acceso a mi cuello y besándolo suavemente. Se da cuenta de que me pongo rígida y
se retira. "¿Mirose?"
Toco el lugar. "Lo siento. Si muerdes ahí, no podré ocultarlo".
Atroc sacude la cabeza. "Sólo una marca".
"Marca", digo pensativa. "¿Es eso lo que es? ¿Me has marcado?".
Los dientes afilados brillan al admitirlo.
72
º
Me retuerzo bajo él, excitada y nerviosa al mismo tiempo por las implicaciones. Si
vuelvo, ¿lo verá Dirnyn? ¿Exigirá saber de dónde lo he sacado? Me estremezco ante
la idea de que vuelva a ver una parte tan íntima de mí.
Pero él no está más allá de tales invasiones de mi intimidad.
Agarro a Atroc con más fuerza, intentando evitar el inevitable futuro. Atroc es
mucho más de lo que parece, y aunque no puede darme comida y vestidos finos, creo
que prefiero su compañía. En todos los frentes, me siento mal por querer quedarme,
pero empiezo a ver al hombre que hay detrás del monstruo.
Sus dedos sombríos se enredan en mi pelo. "¿Qué pasa?"
"No se te escapa nada, ¿verdad?"
No da señales de haberme oído, espera mi respuesta.
Suspiro un poco y paso las palmas de las manos por los fuertes músculos de su
pecho. "¿La mansión donde me encontraste? Es donde vivo. Me echarán de menos,
por la mañana".
"Si vuelves a irte", murmura en el pliegue de mi hombro. "Te echaré de menos".
Me duele el corazón por él. Por nuestra situación.
No debería querer quedarme. Dioses, es mejor que permanezca al lado de Dirnyn
y acepte su obsesión. Quizá no tenga mi corazón, pero podría darme un estatus más
allá de una simple humana en Rach. Podría alargar mi vida casi indefinidamente para
permanecer a su lado.
Toda lógica apunta a esa conclusión.
Y aún así...
"¿Atroc?"
No dice nada, pero puedo decir que está escuchando.
73
º
"Si me quedara contigo", susurro, considerando las opciones. "Me perseguiría la

gente que me quiere. El mundo del que vengo no es un lugar seguro para gente como
yo".
Estudia mi rostro, con expresión inexpresiva. "Los mataría".
Se me escapa un suspiro. "No me extrañaría que lo hicieras", musito, más para mí
misma, mientras le rodeo el cuello con mis brazos. "¿Me mantendrías a salvo?"
"Sí", gruñe.
Me relajo en su abrazo, sintiendo cómo las sombras se condensan a nuestro
alrededor. No sé qué hacer con esta información ni cómo encaja en el lío que es mi
vida. Estoy dividida entre dos mundos, dos criaturas que pretenden hacerme suya.
"Tengo cosas bonitas en la mansión", susurro, intentando encontrar dónde falla la
lógica. "Sirvientes que me hacen la comida y baños calientes siempre que los quiero".
No habla, sólo emite un leve rumor en la garganta como un gemido dolorido.
"Tengo joyas y vestidos y sábanas de seda. Todas las cosas que cualquier chica
estaría encantada de tener. Sería una tonta si dejara que se me escaparan".
"¿Quieres esas cosas?"
Cuando lo pregunta así, no puedo negar el calor eléctrico que hay entre nosotros,
y mi determinación flaquea. "No sé lo que quiero".
"Entonces quédate", responde en voz baja.
"No es tan fácil, Atroc".
Su beso ahonda mis dudas y cedo a su fuerte insistencia. La marca de mi pierna
palpita, como si estuviera invocando la oscuridad que enterró allí. Dejo que me
amolde a su pasión, apretándome contra su poderosa figura mientras nuestro beso
se hace más profundo.
Me hace tan difícil elegir.
Me separo. "Si me fuera, ¿volverías a buscarme?"
74
º
Vuelve a retumbar en su pecho, como si le enfureciera la idea. "Si vuelves a irte,

habrá consecuencias".
Su advertencia me produce un verdadero escalofrío.
Pero me excita como nunca pudieron hacerlo las amenazas de Dirnyn.
"¿Qué clase de consecuencias?" me atrevo a preguntar.
No obtengo respuesta de inmediato, ya que se me echa encima, apretándome
contra las pieles para que no pueda apartarme ni aunque lo intente. "Eres mía".
Le muestro mi garganta en señal de sumisión y su lengua se desliza hasta la parte
inferior de mi mandíbula. Noto cómo sus dientes rozan el punto blando de mi
garganta de forma amenazadora. Pero me gusta cómo responde a mis preguntas.
"¿Lo soy?"
Se vuelve insistente, sus dientes se cierran alrededor de mi garganta como si
quisiera arrancármela.
Atrapada así en la oscuridad, rodeada de sus sombras revoloteantes, no puedo
hacer otra cosa que dejar que me desgarre si así lo desea. El corazón me martillea
contra las costillas, pero me siento más viva que nunca en la mansión. Mi vida podría
ser corta y brutal con Atroc, me doy cuenta de nuevo, pero quizá... quizá no quiera
vivir una larga vida en una jaula dorada.
Se tranquiliza y me lame el cuello a modo de disculpa.
Mi cuerpo se relaja bajo él y noto dónde sus dientes casi me atraviesan.
Atroc me agarra la muñeca y me la sujeta para que sólo pueda mirarle a los ojos.
"No vuelvas a huir, Mirose".
Sacudo la cabeza, aún en conflicto.
Pero eso parece satisfacerle, pues se echa a un lado y me recoge de nuevo, su
oscuridad envolviéndonos como una cálida manta. Dirnyn podrá colmarme de
regalos, pero Atroc puede amarme. Lo suficiente, al menos, para no comerme.
75
º
Eso tiene que servir de algo con una criatura como él.
Mis dedos trazan pequeños círculos sobre su pecho mientras nos acomodamos
para pasar la noche. Cuando Dirnyn encuentre mis aposentos vacíos, no puedo
imaginar la ira que descargará sobre nosotros cuando me encuentre con un
monstruo. Si me encuentra, me recuerdo a mí misma.
"¿Atroc?" vuelvo a preguntar, con el corazón encogido.
No dice nada, pero me mira.
"Mis enemigos, son poderosos", advierto con más énfasis. "Tienes que saber que
disponen de magia y que no se detendrán ante nada para conseguir lo que quieren".
Ladea la cabeza como si no lo entendiera del todo. "¿Sangran?".
Me atrevo a asentir.
"Entonces los abriré en rodajas y alimentaré la tierra con su sangre", murmura, sus
garras clavándose en mi piel en lugares como si la sola idea lo excitara. "No te
tendrán".
No es exactamente alivio lo que siento, sino algo parecido.
Y, a pesar de todo, descubro que no quiero irme, después de todo. Incluso cuando
el sueño arrastra mis párpados y nuestras respiraciones se hacen más profundas, me
doy cuenta de que no me importaría vivir así, si eso significara que Atroc podría estar
siempre a mi lado.
76
º
Capítulo Trece
ATROC
Me despierto con el tímido beso del sol matutino cuando los primeros rayos del día
se cuelan en mi pequeña cueva en el corazón del bosque. El sol es tenue en las
profundidades de mi reino, pero por las mañanas siempre se cuelan en mi cueva unos
pocos rayos.
Noto una presencia entre los pliegues de mi sombrío capullo, y mi corazón se
acelera al darme cuenta. Se ha quedado a pasar la noche. Parece que Mirose por fin
ha aprendido cuál es su lugar. Ahora me pertenece y no permitiré que vuelva a
escaparse sola. La he marcado, lo que la hace mía. Ya era mía, por supuesto, pero la
marca lo hace oficial.
Con cautela, levanto mi caparazón sombrío para mirarla. Se agita cuando el sol de
la mañana acaricia su suave piel. Por un momento, creo que va a darse la vuelta y
seguir durmiendo, pero abre los ojos un segundo después. Parpadea, levanta una
mano para apartar un mechón de pelo pelirrojo ondulado de su cara ligeramente
pecosa y luego vuelve sus inquietantes ojos color avellana para mirarme. Totalmente
ajena a su casual perfección, me sonríe con dulzura.
"Buenos días, Atroc", me dice.
"Esta vez no te has escapado", respondo.
Mirose se ríe. "No, no me he escapado", dice. "Muy observador por tu parte".
¿Se está burlando de mí? Tengo cierta noción del humor humano, pero aún estoy
aprendiendo. Estos humanos suelen ser sutiles, y tengo muy poca experiencia con
ellos. Bueno, poca experiencia con los vivos, al menos.
77
º
Sin dejar de sonreír, Mirose se levanta lentamente y se libera de mi posesivo

agarre. Se acerca a la boca de mi cueva y contempla la mañana, con la tenue luz del
sol enmarcando su silueta. Al cabo de un momento, me uno a ella y contemplo mi
reino.
"Atroc", dice Mirose de repente. "¿Te has encontrado alguna vez con otro
monstruo en estos bosques? ¿Con el nombre de Zyranth? ¿Cubierto de escamas
negras, con grandes alas negras y coriáceas como un chirop y afiladas garras en las
manos? Es un depredador superior, como tú. Me preguntaba si tal vez estáis
emparentados de algún modo".
"No", respondo secamente. ¿Depredador supremo? ¿Como yo? No hay nada en
este bosque como yo. No sé de qué criatura está hablando, pero este es mi bosque.
Nada puede desafiarme aquí. Además, no me gusta el sonido del nombre de este otro
macho en sus labios. Parece que le tiene cariño. Eso no me gusta.
"No he oído hablar de tal criatura Mirose", continúo. "Y no hay ningún otro
depredador en mi bosque. Este es mi reino. Nada me amenaza aquí".
Mirose gruñe ligeramente. "Eso es lo que él dice también", murmura. Será mejor
que este macho no muestre su cara cerca de Mirose y de mí. No me gusta cómo habla
de él como si fuera un amigo. No tenemos amigos, sólo el uno al otro.
Por suerte, deja el tema. Entra en mi cueva, coge sus botas y se las pone una a una.
"Tengo hambre", dice. "Vamos a buscar algo de comer. Algo cocinado". Pone especial
énfasis en la palabra cocinado.
Acepto, y unos minutos más tarde, caminamos en silencio entre los árboles. Las
hojas crujen bajo las botas de Mirose, pero mis pasos apenas hacen ruido. Los dulces
olores de la tierra y las hojas podridas impregnan el aire mientras caminamos entre
los rayos rotos de la luz del sol de media mañana. El aire es refrescante y fresco, con
una ligera brisa que agita las hojas del suelo del bosque y dobla las nudosas ramas de
los antiguos árboles de tiphe.
Caminamos despacio, disfrutando de la tranquilidad del bosque y de la compañía
mutua. Mirose empieza a hablar, contándome cómo era su vida antes de conocerla y
78
º
cómo es vivir en el Mercado Oscuro. Yo también me suelto un poco, contándole

extravagantes historias de mis cacerías más emocionantes.
"Entonces, lo agarré por la cola", digo, acercándome al final de una de mis historias.
"Y suelta esta horrible nube de gas verde, directamente de su culo. El olor era
inigualable. Dejé caer la cosa y me adentré en el bosque, pero el olor me siguió
durante kilómetros".
Mirose se ríe histéricamente cuando termino mi historia, secándose las lágrimas de
los ojos. "¡No puedo creer que nunca hayas oído hablar de los mephinks!", exclama
tras recuperar el control de sí misma. "Están por todas partes cerca del Mercado
Oscuro. Desde pequeños aprendemos a evitarlos. Se sabe que su hedor arruina la
ropa más fina".
"Sí, bueno", respondo. "Nunca tuve a nadie que me advirtiera. Tuve que aprender
por las malas. Después de eso, me dediqué a presas más grandes. De todos modos,
ese pequeño roedor habría sido poco más que un aperitivo para mí".
Mirose vuelve a reír y cruza su brazo con el mío. Caminamos así durante algún
tiempo, sin dejar de reír y de contar historias de nuestras diversas desventuras en la
vida. Mientras caminamos, me doy cuenta de lo solo que he estado hasta ahora.
Nunca había hablado más que unas pocas palabras con otro ser vivo antes de conocer
a Mirose. Ahora que tengo a alguien con quien compartir mis experiencias y
emociones, me cuesta imaginar volver a vivir como antes.
Cada minuto que pasa me siento más unido a ella. Me encanta el sonido de su risa
y sentir su brazo entre los míos. La idea de despertarme solo de repente se me hace
insoportable. Ahora es mía y voy a seguir teniéndola a mi lado, cueste lo que cueste.
De repente, decido compartir algo con ella. No me siento bien exponiéndome así,
pero sé que puedo confiar en Mirose y quiero que me conozca por completo.
"Mirose", le digo. "Quiero compartir algo contigo".
"¿Ah?", responde ella. "Bueno, ¿de qué se trata?"
79
º
"Sé que puede parecer que soy inmune a las heridas, pero tengo un defecto", digo
con aprensión. "Soy mucho más débil a la luz del sol", continúo, extendiendo un brazo
hacia un rayo de luz para mostrárselo. "El sol no me detiene, pero atenúa la fuerza de
mi oscuridad. Me resulta más difícil pasar desapercibido durante el día, y mis sombras
se vuelven ligeramente menos sólidas cuando las tocan los rayos de sol."
"Ya veo", dice Mirose pensativa. "Bueno, entiendo que eso sea un pequeño
inconveniente, pero no veo por qué te hace más vulnerable a las heridas".
"No lo hace", respondo. "No exactamente. Pero hay algo más. No sólo me debilita
la luz del sol, sino también el fuego. El fuego puede dañarme considerablemente, tal
vez incluso matarme. No lo sé con certeza. Todo lo que sé es que he tenido malas
experiencias con el fuego, y que me ha dejado heridas antes. No deseo saber más al
respecto".
"Hm", dice Mirose. "Extrañamente, es algo reconfortante saber que no eres
invencible. Aunque creo que te mantendré lejos del fuego". Sonríe y seguimos
caminando. Me siento más ligero ahora que le he contado mis debilidades. Como si
me hubiera quitado un peso de encima.
Después de otra hora caminando y hablando en voz baja, percibo el olor de una
guarida de surus en las cercanías. Los atrapo y los mato con facilidad, y Mirose y yo
empezamos a regresar a mi cueva, con los surus muertos colgando de un palo a cada
lado de mis anchos hombros. Son pequeñas criaturas regordetas, con musculosas
patas traseras y un espeso pelaje marrón. Tienen largas orejas caídas con dos cuernos
cortos y curvados que sobresalen entre ellas.
Cuando llegamos a la cueva, Mirose insiste en que cocinemos los surus. Ella
encenderá el fuego y yo no necesito acercarme, pero se niega a comer carne cruda.
No veo el propósito de cocinar la carne. ¿Por qué quemar su sabor? Pero estoy de
buen humor, así que lo permito.
Me alegra verla sonreír. Además, disfruto dejando que me cuide y me prepare la
comida. Yo también me ocupo de ella y construyo una mesa improvisada con piedras
y ramas para comer. A ella parece divertirle, pero también complacerle.
80
º
Poco después, estoy sentado en nuestra nueva mesa y Mirose me pone delante un
suru chamuscado. Soy escéptico nada más verlo. Parece mucho más pequeño ahora
que ha sido destripado y cocinado. Además, le ha quitado algunas de las mejores
partes antes de cocinarlo. Sin embargo, el delicioso aroma de la carne me hace la boca
agua y decido probarla.
Doy el primer bocado y jadeo. Es increíble. El sabor es tan potente y me encanta
sentir la grasa caliente recorriendo mi barbilla. En segundos, me lo como todo. Luego
otro. Luego otro. Mirose se ríe de mí mientras engullo suru con entusiasmo.
Disfrutamos juntos de la comida, riendo y saboreando la carne fresca. Sin embargo,
cuando terminamos, Mirose pone cara seria y me indica que tiene algo que decirme.
"Atroc", comienza en tono severo pero aprensivo. "Lo siento pero... debo irme. Hay
cosas que tengo que hacer..."
Mi grito la interrumpe de repente. Largo y fuerte, bramo, liberando toda mi furia
en un rugido aterrador. No volverá a abandonarme.
81
º
Capítulo Catorce
MIROSE
El rugido de Atroc es tan fuerte que me veo obligada a taparme los oídos antes de
que pare. Sus ojos oscuros arden de furia. Nunca le había visto tan aterrador. No me
asusta de verdad, sé que nunca me haría daño, pero la furia de sus ojos es suficiente
para que me aparte un momento.
Cuando pasa ese momento, me levanto de mi asiento y me acerco a él. Le toco
suavemente el brazo, haciéndole sonidos tranquilizadores y pidiéndole que se calme.
Al principio no parece que haga nada, pero insisto y, finalmente, parece calmarse lo
suficiente como para que pueda hablar.
"Atroc, escúchame", le digo cuando por fin se calma. "No es que quiera irme.
Tampoco pienso permanecer allí. Pero tengo cosas que necesito recuperar".
Atroc me mira fijamente, con los ojos todavía desbordantes de emoción.
Prácticamente tiembla por el esfuerzo de controlarse, y puedo ver en sus ojos que
aún no confía en sí mismo para hablar.
"Además, Dirnyn, el elfo oscuro con el que he estado debe estar muy preocupado
por mí desde que desaparecí en mitad de la noche. Él se preocupa por mí, Atroc.
Tengo que hacerle saber que estoy bien", continúo. Inmediatamente me doy cuenta
de que no era lo correcto. Atroc parece a punto de explotar.
Me apresuro a explicarle cómo Dirnyn y yo nos conocimos y cómo me ha cuidado
a lo largo de los años. Soy muy cuidadosa al enfatizar la naturaleza platónica de
nuestra relación y le digo a Atroc que me he cansado de las tendencias posesivas de
Dirnyn.
82
º
Por desgracia, mis cuidadosas palabras no sirven de nada, y Atroc empieza a perder
la calma una vez más.
"¡No!", grita en tono furioso. "¡Me perteneces, Mirose! ¡Este tonto elfo no puede
protegerte! Nunca te apreciará como yo lo hago. No es nada a mi lado. ¡Podría
romperle el cuello con un solo dedo! ¡No permitiré que vuelvas con él! Nunca,
Mirose".
Extrañamente, sus palabras despiertan algo en mí. Su celosa protección me
reconforta de alguna extraña manera. Son las mismas cosas que me alejaron de
Dirnyn, pero viniendo de Atroc, la sensación es diferente.
Dirnyn me protege por sí mismo, me doy cuenta. Me quiere simplemente porque
cree que le pertenezco. Me protegerá porque, como propiedad suya, soy una
prolongación suya, su orgullo no puede sufrir agresiones a su propiedad, que él ve
como equivalentes a agredirlo personalmente.
Atroc, en cambio, quiere protegerme. Quiere que esté a salvo porque se preocupa
por mi como persona. Sí, Atroc cree que le pertenezco intrínsecamente, pero me ve
como una compañera. Soy una extensión del alma de Atroc, no un trozo de carne de
su propiedad.
Atroc se preocupa por mí a un nivel profundo y personal. Un nivel que Dirnyn no
conoce. En este momento sé que Atroc haría cualquier cosa por mí, y eso me llena el
corazón hasta el borde. Me estoy enamorando de él, me doy cuenta. Creo que le amo.
Es extraño darse cuenta de esto. Siempre pensé que acabaría con otro humano, o
quizá con un elfo. Nunca hubiera soñado enamorarme de un monstruo del bosque.
¿Enamorada? ¿Podría estar enamorándome de verdad?
Me obligo a salir de mis ensoñaciones y vuelvo a la tarea que tengo entre manos.
Debo convencerle de que me deje marchar.
"Atroc, voy a volver, te lo prometo", le suplico. "Pero tengo que decirle que estoy
bien. Se lo debo. Las cosas fueron raras entre nosotros al final, pero ha sido un buen
amigo para mí. No puedo dejarlo así".
83
º
"Él te mantendrá para sí mismo", gruñe Atroc en respuesta. "No dejará que te
vayas, ¿por qué debería? ¿Cómo puede alguien ser tan estúpido como para dejarte
marchar? Yo, por mi parte, no soy tan estúpido. Ahora me perteneces. Te he
reclamado, y no dejaré que este elfo te lleve de vuelta. Lo mataré si es necesario".
"¡No!" exclamo. "No puedes matarlo, no después de todo lo que ha hecho por mí.
Atroc, tienes que entenderlo. Dirnyn es mi amigo. Él querrá que yo sea feliz, ya verás.
Sólo dame un día para ir allá y explicarle las cosas, y luego te prometo que volveré
contigo".
Algo parece ablandarse en Atroc mientras hablo. Parte de la tensión abandona sus
músculos y parece más vulnerable que antes.
"No podría soportar perderte, Mirose", dice suavemente. "No volveré a estar solo.
No te perderé de vista, y eso es todo".
Sonrío ante la ternura desconocida en su voz. "Debo irme", respondo con firmeza.
"Pero nunca me perderás. Volveré a ti, pase lo que pase. Dirnyn lo entenderá.
Además, necesito recoger mis cosas de su mansión. Cosas humanas, como ropa y mi
cepillo para el pelo".
"¿Ropa?" pregunta Atroc en tono desconcertado. "No necesitas ropa. Te prefiero
sin ellas, de todos modos. Todo lo que necesites te lo puedo proporcionar yo. Si
necesitas una nueva vara para el pelo, te haré una. Incluso te haré uno de los palos
que hacen imágenes sobre lienzo".
La falta de comprensión de Atroc nunca deja de hacerme sonreír. ¿Palo? ¿Y el palo
que hace imágenes? Debe de haberme visto pintar cuando me miraba por la ventana.
Algún día tendré que explicarle qué es un pincel.
"Oh, Atroc", respondo. "¿Acaso sabes cómo se hacen esas cosas? Ni siquiera sabes
cómo se llaman. Debo recuperar mis cosas. El cepillo evita que se me enrede el pelo
y me hace estar guapa. Quieres que esté guapa, ¿verdad?".
"Ya eres hermosa", responde él, sonando perplejo. "No veo por qué necesitas esta
vara para el pelo cuando eres hermosa sin ella. Hoy no la has usado y estás tan guapa
84
º
como siempre. Quiero que seas salvaje como yo. Los enredos son buenos, son
salvajes".
¿Por qué me lo pone tan difícil? Me anima su tono suavizado. Parece haberse
calmado por completo ahora, pero no parece estar más cerca de dejarme ir.
"Quiero usarlo, Atroc", respondo. "Me relaja y me hace feliz. ¿No te gusta cuando
soy feliz?".
"Sí", admite Atroc. "Pero hoy eras feliz sin él, así que ¿por qué debería dejarte ir?".
"¡Suficiente!" exclamo. "Me voy. Volveré, pero debo irme".
"No", dice Atroc, levantándose de su asiento. "No lo permitiré".
Se acerca a mi lado de la mesa improvisada, mirándome con fiereza.
"Eres mía y te lo prohíbo", continúa. Me levanto para mirarle a los ojos, pero él
sigue por encima de mí. Me mira a los ojos con feroz determinación. Le devuelvo la
mirada acaloradamente.
Intento dar un paso hacia la puerta, pero Atroc me agarra de los brazos. No es
brusco, al menos no de forma hostil, pero su agarre es fuerte e implacable. Me da la
vuelta y acerca mi cuerpo al suyo. Siento la cálida firmeza de sus músculos apretados
contra mi torso. Siento un cosquilleo en el estómago, pero sigo decidida a marcharme.
Atroc acerca su cabeza a la mía y su aliento me calienta el cuello.
"Me perteneces, Mirose", dice con voz ronca. "No Dirnyn, ni ese otro monstruo del
que hablaste. A mí. No puedo dejar que te vayas".
Me retuerzo ligeramente en su agarre, pero es demasiado fuerte. Sé que tendré
que hablar para salir de esta. O podría... no, todavía no. Primero intentaré hablar. Si
eso no funciona, lo intentaré de la otra manera.
"Me dejarás ir ahora", digo. "Debo irme, y tú debes permitirlo".
"No", dice él. "No debo". Empieza a mover sus manos por mi cuerpo, manoseando
y apretando.
85
º
"Atroc", digo sin aliento. "Tiene que haber alguna forma de convencerte. Tienes
que entrar en razón".
"No me convencerás, mi querida Mirose", dice. Pero su cuerpo, apretado contra el
mío, desmiente sus palabras. Hay una forma de convencerle. Lo siento latir contra mí,
duro como la piedra.
Oh, bueno, pienso. He intentado hablar, pero no ha funcionado. Supongo que
ahora tendré que intentar otra cosa. La excitación me recorre y lo empujo con fuerza,
sabiendo la reacción que voy a tener.
Es hora de divertirse un poco.
86
º
Capítulo Quince
ATROC
Su sorpresa en la penumbra de la caverna me desconcierta. Su tristeza no me

parece auténtica. Quería que me abalanzara sobre ella y la sacara de su cautiverio en
la mansión. ¿Ahora espera que simplemente le permita volver a ese lugar, con esas
asquerosas criaturas a su alrededor?
"Inaceptable", gruño, reiterando mi postura.
Pero ella no se echa atrás, manteniéndose firme ante mi intimidación.
"Mira, lo siento", chilla. "Tengo que hacerlo. Te prometo que apenas notarás que
me he ido".
En mi cara se dibuja una amplia sonrisa dentada, y ella se ve sorprendida. La levanto
con dos brazos musculosos y la llevo al interior de la caverna. Se retuerce en mis
garras, creyendo que es capaz de resistirse.
Materializo una mano tenebrosa, la extiendo desde mi cuerpo y le golpeo el culo
con ella, aumentando la potencia del golpe cuanto más se resiste. Los sonidos de
carne contra carne rebotan contra las paredes de la caverna y resuenan con fuerza
por toda ella. La pendiente descendente es húmeda y resbaladiza, así que creo cuatro
alas sombrías para mí, flotando hacia abajo en la caverna, los rugidos de mis rivales
cada vez más fuertes con mi descenso.
La deposito en el duro suelo de roca, asomándome sobre ella con mi presencia
infernal. Sus ojos esmeralda brillan bajo la luz azul y sus labios rubí hacen un mohín.
"¿Qué haces?"
87
º
Su mirada, entrecerrada como una interrogación, se cruza con la mía. Mi propia

cara está decidida a reclamarla y congelada en la semblanza de un ceño fruncido.
"Tengo que irme", dice, dándose la vuelta para intentar calcular cómo podría
recorrer la distancia vertical que la separa de la salida de la caverna.
"No, no tienes que hacerlo", gruño, sacando de mi forma un gran miembro
materializado en la sombra. Se extiende, se estira y golpea su cara en un intento de
llamar su atención, una pequeña cantidad de semen cubre su mejilla.
"¿Cómo...?"
Sonrío, y mi sonrisa la asusta. Está dolorida por la fuerza del impacto y se frota
suavemente la mejilla.
"No hay límite", gruño. "Mi cuerpo puede hacer lo que quieras".
Me mira, su pequeña mano masajea mi polla, pero no la atrapa del todo.
"Entonces, ¿este es el acuerdo?"
Me mira y me acaricia. Pero sus movimientos son aburridos y sin inspiración. Noto
su reticencia.
Tendré que ser más persuasivo si quiero toda su atención.
"Si te satisfago, ¿me dejarás...?"
Empujo hacia delante, forzándome en su boca antes de que pueda terminar la
frase. No me interesan las negociaciones. Ahora mismo, algo mucho más primario me
está llamando.
Formo sombras que se aglutinan en el aire, formando zarcillos. Con ellos, agarro
varios mechones de su pelo, tirando de sus mechones carmesí y elevándolos en el
aire. La empujo hacia delante y hacia atrás sobre mi polla, manipulando su pelo como
si fueran asas con las que controlarla.
Mi cabeza retrocede. Gimo, asimilando el éxtasis que llena mi mente. Mi placer
existe más allá del lenguaje, demasiado supremo para las palabras.
88
º
Su lengua aterciopelada acaricia la parte inferior de mi miembro, su cálido aliento

estimula mi glande. Lucha por acomodarse a mi tamaño, con la mandíbula abierta,
pero acepta su posición de sumisión ante mí, arrodillada a mis pies. Soportará mis
embestidas. Ha elegido ser mi compañera.
Con muy poco esfuerzo, mi polla de medianoche choca con su campanilla y
empieza a tener arcadas. Aparentemente, sobrestimé su habilidad para manejarme.
En lugar de amordazarla, arqueo la polla y la estiro hacia abajo, pasando su lengua.
Sus ojos se abren de par en par por la sorpresa, pero no protesta mientras mi polla
se amolda a su boca. Sus húmedos sorbos y chupeteos resuenan, la saliva se escurre
con el movimiento de su cabeza. Noto su lengua hurgando en mi parte inferior,
recorriendo las crestas y las venas.
Su mano se desplaza hasta el fondo de mi cuerpo. Me alegro de que su actuación
la haya excitado lo suficiente, pero si se dispone a alojar mi polla, tendrá que
ganárselo.
Empujo hacia delante, metiéndome dentro de ella. La siento jadear contra mí,
suplicando que la libere, pero quiero desafiarla. Quiero ver cuánto puede aguantar.
Mi polla, con su longitud actual, se encaja completamente en su garganta.
Retrocedo hasta casi retirarla antes de empujarla de nuevo con vigor.
Avanzo y retrocedo, avanzo y retrocedo. Con la repetición, puedo ver sus ojos en
blanco mientras suplica que la libere. Pero antes de retirarme, quiero asegurarme de
que su garganta está bien utilizada.
Sus ojos me miran, suplicantes. Agarro su pelo con más fuerza y mis caderas
avanzan a un ritmo más rápido, vibrando en el aire.
Dejo de contenerme y me lanzo hacia delante, enterrándome. Me muevo tan
rápido como mi cuerpo me permite, sensiblemente borroso para ella, y puedo ver su
horror y asombro ante mi agilidad mientras se debate visiblemente por sobrevivir a
mi asalto. El silencio es sepulcral, puntuado no por lejanos rugidos de monstruos, sino
89
º
por el interminable sonido de mi piel golpeando la suya, sus suplicantes tragos

acompañándola gloriosamente.
Veo que se acerca su límite.
Me agito dentro y fuera de su boca, tirando de su pelo con más urgencia.
Mis ojos se ponen blancos, mi semilla se acerca a su inevitable liberación. Mis
pensamientos se vacían con la llegada del orgasmo.
Su boca se llena de fluido y yo retrocedo.
Chisporrotea y tose, el semen le sale por la boca y la nariz, con la cara mojada por
mis jugos. Una gruesa cuerda de fluido conecta su boca con mi miembro cuando lo
retiro.
"Mierda", dice, todavía débil y jadeando. "La próxima vez, ¿quieres advertirme?".
Pero aún no he terminado con ella. Me río ligeramente, mirándola. A pesar de
haber sido enterrada en mi entrepierna, sus ojos me miran, teñidos de desesperación
por más.
Es una presa para que la devore, pues se ha alejado demasiado de la seguridad.
Su carne pálida brilla en la oscuridad.
Quiero engullirla y no dejar nada atrás. Quiero consumir todo su ser.
Se relaja cuando la rodeo con mis brazos, pero enseguida se tensa cuando estos
empiezan a flexionarse, consciente de que nuestro encuentro dista mucho de haber
terminado.
La abrazo por completo y elevo su cuerpo en el aire. Noto su breve resistencia
cuando la tumbo en el suelo duro, situándome encima de ella.
Me sumerjo, introduciendo mi polla en su boca, sintiendo cómo sus cálidos
contornos me guían y me impulsan. Mi lengua se estira y serpentea hacia abajo,
rompiendo la distancia y apartando la fina tela que cubre su sexo.
90
º
Su boca acepta de buen grado mi polla hinchada, y mi lengua tantea sus

profundidades con suavidad pero meticulosidad. Me derrito en el calor de su coño,
mi lengua explora su familiar abismo.
Esta vez no necesito contenerme.
Me abalanzo sobre ella, enterrándome hasta los huevos y sintiendo su nariz
apretada contra mi entrepierna. Cuanto más la penetro con la lengua, menos puede
concentrarse y más se relaja su garganta, insensible a mi invasión.
Ella creía que yo había terminado... que una vez que me había corrido, había
quedado satisfecho.
Está a punto de descubrir el aguante casi infinito que poseo.
Me hundo más y levanto mi peso antes de volver a clavarle las caderas en la cara.
He dejado que mi polla crezca aún más, más ancha y larga que antes. Me veo abultado
en su garganta.
Mi cuerpo es completamente maleable, capaz de convertirse en lo que yo quiera.
Con él, la romperé y la remodelaré, desafiando cada una de sus limitaciones.
Se adaptará perfectamente a mí, se doblará como yo quiera.
Con cada embestida, siento que me acerco a un punto de ruptura, a punto de
estallar y llenar su garganta con mi esencia. Mi miembro hormiguea más con cada
impacto, mi glande sobrecargado de placer sensorial. Quiero explotar. Quiero
destrozar esta caverna con mis gritos, derrumbarla sobre nosotros, sucumbir de
verdad a la inmensidad de mi poder.
Pero por mucho que quiera moldearla... hacerla como yo, capaz de entender el
mundo a través de mis ojos, ella es un ser frágil y delicada en comparación. Sé que yo
podría sobrevivir a casi todo, pero ella no. Ella es mi atadura a este reino mortal, que
necesita que la protejan de las calamidades.
Le follo la cara con seriedad y luego acelero el asalto de mi lengua a su coño. Mi
lengua se detiene justo antes de llegar a su vientre, estirándose lo suficiente para
91
º
llenarla. Noto cómo su cabeza se agita contra la roca mientras la penetro por la boca
y su cuerpo cede por completo.
Una vez más, intenta gritar mientras tiro de su clítoris y mi lengua se bifurca para
darle el doble de placer. Pero su boca está completamente llena con mi polla, y
mientras ella intenta gritar, mi glande es sobre estimulado por su explosión orgásmica
de aire, la sensación en la punta de mi polla abruma mis sentidos.
Ambos estallamos de placer simultáneamente. Por primera vez en mi breve
existencia, puedo ver el propósito que este universo podría tener para mí. Me siento
completo en su calor.
Mi húmedo miembro se retira de su boca, mi lengua se enrosca en mi boca, su
dulce néctar gotea. Percibo su cansancio cuando vuelvo a levantarla y la llevo a mi
nido.
Probablemente piensa, mientras flotamos en el aire, que ya es hora de descansar.
Cree que la envolveré en mi calor, que mis volutas se solidificarán durante la noche y
que, por la mañana, se marchará sin mi permiso para no volver jamás.
Eso no va a ocurrir.
"Ha sido increíble", jadea.
Le sonrío con complicidad y uso mis zarcillos para desabrocharle la ropa. Es más
hermosa cuando está desnuda ante mí, sin nada que obstaculice mis avances ni que
me impida ver.
Me mira. Percibo su necesidad desesperada, pero también su desconcierto.
La someteré a mi voluntad.
92
º
Capítulo Dieciséis
MIROSE
La oscuridad envuelve mi visión en las profundidades de la caverna. Los Chirops

revolotean delante de mí. Sus esbeltas formas apenas son visibles a través de la fría
niebla.
Unas suaves pieles acolchan mis pies. Sus texturas familiares intentan
tranquilizarme, pero no lo consiguen.
Estoy sobre una nube, al borde de un cielo metafórico. Mis pies se sienten
incalculablemente cómodos al estar desnudos sobre pieles suaves, pero aun así,
siento un gránulo de inquietud que crece por momentos.
La forma de Atroc permanece nítida, iluminada donde círculos brillantes resaltan
su humeante presencia y la sangre lo atraviesa por vetas de luz violeta. La
convergencia más brillante se encuentra en sus nalgas, donde su falo púrpura se
cierne ante mí.
Palpita de manera indolente, ajeno a mi mirada. La luz brilla especialmente en los
puntos de mi vergüenza, donde mi saliva gotea de él, mezclada con brillantes gotitas
de sus propios fluidos.
Soy incapaz de pensar con claridad, con la mente completamente rota por el placer.
Pero un diálogo recorre mis pensamientos, impregnando la oscuridad.
Bien, cálmate, me digo. No va a romperte accidentalmente.
93
º
Los rugidos de los monstruos en las profundidades de las cavernas hacen temblar
mi alma. Me pregunto cómo sería para ellos contemplarme tan vulnerable. No
entiendo por qué esa idea me excita tanto.
Atroc gruñe de repente y su miembro se agranda ante mis ojos. Sus ojos ya me
están observando, analizando cada uno de los pliegues y protuberancias de mi
cuerpo.
Sus zarcillos gaseosos surcan el aire, enroscándose y formando espirales frente a
mí. Empiezan a transformarse, burbujeando en el aire y rematerializándose ante mi
vista.
Su carne lisa y sombría se estrecha, se remodela como la arcilla, hasta que sus
bordes resbaladizos y tentaculares se vuelven brillantes como el metal y afilados
como guadañas.
No parecen sólidos, pero cuando se precipitan hacia mí y casi me atraviesan la piel,
puedo sentir su solidez.
Son frías como glaciares contra mi carne, y casi salto cuando entran en contacto.
Su guadaña derecha atraviesa mi blusa, rozando apenas mi piel para rasgar la tela
en dos. La camisa, inservible, cae al nido, desechada. Me quedo en pie con el corsé y
los pantalones.
Quiero protestar, pero no encuentro las palabras. El corazón se me acelera en el
pecho.
Su sonrisa perversa y contorsionada, que deja al descubierto filas y filas de dientes
blancos y dentados, brilla aún más que los círculos de su cabeza y sus hombros. Sus
guadañas siguen reflejando la luz violeta de su polla.
Me mantengo firme, cerrando los puños.
No te hará daño, me recuerdo a mí misma, enfrentándome a su sádica mirada sin
inmutarme.
94
º
Sus dos guadañas se acercan rápidamente, silbando en el aire al recibir las hojas
una ráfaga de viento comprimido. Por un momento, veo mi cara en sus oscuros
reflejos. Tengo el pelo enmarañado, los ojos llorosos y las mejillas cubiertas de saliva.
Casi no me reconozco. No es porque tenga un aspecto grotesco, como una puta
caída ciegamente a los caprichos de un monstruo.
Es porque, por primera vez, registro una sonrisa genuina en mi rostro.
Girando a mi alrededor y a mis espaldas, las dos guadañas se juntan bajo mi corsé
y se detienen. Por su palpitante erección, puedo ver su excitación, pero se complace
en observar mi anticipación, con su siniestra sonrisa siempre presente.
Las guadañas cortan los tirantes de mi corsé y mis pechos quedan expuestos al aire
fresco y húmedo de la cueva. Mi corsé cae a mis pies, una gotita de sangre gotea de
mi espalda donde me cortó la piel. Me escuece muchísimo.
Estoy fría, húmeda y vulnerable, con el torso desnudo ante él. Mis pezones
sobresalen de mi pecho, hinchados por la excitación. Mis pechos están pintados de
rojo, traicionando mis deseos con su rubor.
"Genial", digo tartamudeando. "Me has estropeado la ropa. Ahora, ¿cómo voy a
volver?".
"No vas a volver", gruñe, riendo horriblemente.
Desaparece. Creo notar su sombra blanca y retorcida pasando por debajo de mí,
pero no estoy segura.
¿Me está dejando ir después de todo?
Seguramente no.
El goteo constante de la caverna resuena a mi alrededor. Ahora que parezco estar
sola, recuerdo los horrores de estas cuevas.
Antes de que pueda procesarlo del todo, un gran cuerpo se materializa detrás de
mí. Siento su miembro presionando en la parte baja de mi espalda. Está mutando y
95
º
expandiéndose. Su humedad acaricia mi piel y la cabeza parece más afilada de lo que

recordaba.
Sus grandes dedos, completamente formados, tocan mis muslos y se colocan en mi
cintura. Me doy cuenta de que se ha convertido en una criatura mucho más grande y
que las palmas de sus manos tienen ahora el tamaño de mi cabeza. Noto su rodilla en
mi cintura, pero no me atrevo a mirar atrás para ver en qué se ha convertido.
Su tacto persiste, me agarra el culo con fuerza y delicadeza, apretándome las
mejillas a través de los pantalones.
"¿Qué estás haciendo?"
Me retuerzo en su agarre, apenas capaz de ver la luz que hay delante de mí, donde
se perfila la salida de la caverna.
Es la última resistencia que me queda.
No responde a mis protestas, sabiendo que ya ha ganado.
Su tacto se desvanece y vuelve a materializarse, su mano sale de repente de debajo
de mis bragas. Jadeo cuando su dedo me toca la carne desnuda, casi incapaz de
comprender a la criatura que está en mi entrada.
Se levanta y, con un movimiento rápido, me rompe los calzones y los pantalones.
Estoy completamente desnuda, con la ropa hecha jirones.
Siento cómo se estira y me pincha en la entrada. Sus manos tiran de mis pezones,
levantan y acarician mis pechos. Su insistencia es flagrante y sin remordimientos,
impulsada por un deseo que ni siquiera él puede comprender. Es la mano tejedora de
la naturaleza, que nos empuja y nos une contra los caprichos del público y los fuegos
del destino.
Creo que aún puedo dar marcha atrás. Si soy lo bastante firme, o si soy lo bastante
rápida, aún puedo levantarme y establecer mi independencia. Aún puedo
demostrarle quién tiene realmente el control.
96
º
Mi mirada se dirige hacia la entrada lejana e intento avanzar, pero mis piernas no
se mueven.
Abro la boca para intentar hablar, para hacerle saber que no puede follarme para
salirse con la suya, pero no sale ninguna palabra.
En su lugar, mis gemidos llenan mis oídos, mi culo rechinando contra él por
voluntad propia.
Baja su boca hasta mis oídos.
"Protesta todo lo que quieras", susurra. "Eres masilla en mis manos. Y no vas a
ninguna parte a menos que yo lo diga".
Sus filas y filas de dientes afilados recorren mi cuello. Cada una de sus puntas se
posa sobre mi piel antes de morderme.
De un solo empujón, su polla golpea mi entrada, invadiéndome. Grito roncamente
contra su penetración. Como humana, no debería ser capaz de soportar un miembro
tan grande.
Pero mientras me levanta con sus brazos musculosos y artificiales que se entrelazan
contra mi carne, mis piernas se aferran a su cintura, entrelazándose con él,
desesperadas por no soltarlo nunca. Mi abertura está resbaladiza y, con cada
empujón, la humedad acumulada aumenta el sonido de su piel golpeando la mía.
Mientras sus continúas embestidas me estremecen, me pregunto por qué luché
tanto contra Atroc. Un ser capaz de destruirme en cualquier momento y que, en lugar
de eso, elige mantenerme con vida, ¿por qué iba a considerarlo indigno de mi
confianza?
Me muerde la pierna con sus afilados dientes, su lengua desciende para estimular
mi clítoris. Mis pensamientos se vuelven blancos, abrumados por mis sensaciones
antes de que empiecen a encenderse y a recargarse.
No creerás que estoy llevando esta afición demasiado lejos, ¿verdad?
97
º
Puedo ver la cara retorcida de Dirnyn en mi mente. Vuelvo a escucharlo

explicándome qué son los monstruos, y mi mente vuelve a aprender qué es el miedo.
El miedo no es esa criatura que merodea en las sombras, cuyos movimientos
penetrantes abren presas que yo no sabía que existían.
El miedo son las brasas ardientes de la obsesión, que se encienden todas a la vez
para intentar destruir una oscuridad que no comprende. Es estar cautivo bajo la
apariencia de hospitalidad, en una habitación con una chimenea que quiere quemar
la casa a su alrededor.
Grito y siento que estoy volviendo a aprender el lenguaje. Me invaden revelaciones
que no puedo articular, cuyas palabras no tienen sentido.
Atroc no sólo me inunda con su presencia, sino que llega a mi interior y estimula
todas las terminaciones nerviosas a la vez. Llena espacios que no sabía que podía
alcanzar, su cuerpo maleable recorre el mío.
Me agarra con fuerza y su enorme miembro deposita su semilla en mis
profundidades. Me estremezco y tiemblo en sus garras, gritando de una iluminación
que no comprendo. Alargo los brazos en un intento inútil de recogerlo y guardarlo
para mí, de no soltarlo nunca. Pero por mucho que lo intento, no puedo retenerlo.
Mis gritos son estridentes y me hacen daño en los oídos, silenciando incluso a los
lejanos monstruos de la caverna.
Miro hacia abajo, a mi núcleo, con su miembro palpitante aún enterrado en lo más
profundo. Espero sentir vergüenza o humillación. Me he follado a un monstruo y he
dejado que me llenara con su semilla. La naturaleza tabú de mi encuentro me produce
un hormigueo de excitación.
Pero no me siento avergonzada ni sucia por mis actos. Siento tranquilidad y una
sabiduría inesperada que no puedo definir.
Y mientras miro al monstruo siempre cambiante, cuya forma material recorre y
vibra de vuelta a la forma en que más le conozco, siento un afecto indefinible que
98
º
resuena en mí. Hay una conexión entre ambos inexplicable con palabras y no por ello
menos profunda. Tal vez, de hecho, sea más intensa porque desafía toda razón.
Se tumba en el nido conmigo abrazada, con la polla aún enterrada en mi interior, y
yo le rodeo con mis brazos, esquiva y sombría. Se queda dormido de inmediato, con
una sonrisa en la cara que ya no me perturba ni me inquieta. Los zarcillos sombríos
que normalmente cuelgan como humo en el aire se solidifican a mi alrededor,
envolviéndome en un cálido capullo.
Al principio, mi mente se cansa con pensamientos que no puedo ubicar.
Pero a medida que los débiles y distantes rugidos de los monstruos de la caverna
comienzan a llenar mis oídos, mi mente se relaja y siento que mis preocupaciones se
alejan de mí como sombras.
99
º
Capítulo Diecisiete
ATROC
El constante goteo del agua desde el techo de la caverna hasta el erosionado suelo
de roca marca el aire, al ritmo de los silenciosos ronquidos de Mirose. La miro
fijamente, sin atreverme a apartarme de su entrada, queriendo vivir este momento
eternamente. Es pequeña y mansa en mis brazos, un ser que habla a mi negro corazón
y exige mi protección.
Desea desesperadamente librarse de este lugar aunque sólo sea por un momento,
para volver a su lugar en la mansión. ¿Puedo confiar en que no me abandonará para
siempre si cedo a sus peticiones?
Muevo la mano hacia su pelo rojo brillante, apartando un fino mechón que le tapa
el ojo.
Ayer parecía decidida a volver. Puedo mantenerla aquí para siempre, protegiéndola
de los monstruos de esta caverna, enterrada bajo tierra. Al menos son honestos sobre
sus intenciones. No pretenden ser buenos, en secreto sólo buscan elevarse y utilizar
a todos en su camino.
Pero si la mantengo aquí, ¿siempre temeré que se me escape por la noche mientras
duermo? ¿Puedo jurar no volver a cerrar los ojos con la esperanza de que no regrese
a la mansión?
Me cuesta recordar haber conocido a algún elfo oscuro. Vuelve a haber algún tipo
de disonancia entre los recuerdos que puedo atribuirme y las creencias que arrastro.
Sé que los elfos oscuros son seres egoístas y pomposos, pero no recuerdo cómo lo sé,
y eso me agita enormemente.
100
º
"Buenos días".
Bosteza, estirándose encima de mí. Mientras se reajusta, me salgo de ella y
lamento la pérdida de conexión.
Me rodea la cara con las manos y me mira a los ojos fantasmales.
"He considerado tu oferta", le digo, sorprendiéndome a mí mismo.
Parece un poco desconcertada y me preocupa haber arruinado el momento.
"Oh", se limita a decir, apartando la mirada de mí hacia la enorme caverna en la
que habita. Debe de tener la vista muy nublada por la escasa luz, pero aún así puedo
percibir su mirada hacia la entrada de la caverna.
"¿Oh?"
Me confunde la repentina reticencia en su voz, dado lo decidida que estaba ayer y
lo mucho que se comprometió a dejarme.
"¿No querías volver?"
Me devuelve la mirada y sonríe de repente, como si hubiera salido de un trance.
"Gracias", dice, rozándome el hombro con sus ágiles dedos. Mantengo la forma
para que no me atraviese, luchando por mantener definidos los contornos de mi
cuerpo a pesar de mi angustia emocional.
"No he dicho que esté de acuerdo con nada", gruño.
Me mira pensativa y me cuesta comprender sus intenciones.
"Querías volver. Dijiste que sí. ¿O estabas jugando conmigo para conseguir una
reacción?".
Mi voz es más alta de lo que pretendo, y puedo verla temblar entre mis garras. Mis
brazos han formado sobre ella sombrías sujeciones que la aferran con fuerza,
atándola a mí. Su terror es evidente para mí, y me inquieta y me complace a la vez.
101
º
"Siento que le debo volver aunque sólo sea para despedirme", dice, incapaz de
ocultar su miedo. "Pero no quiero dejarte".
La observo atentamente, aflojando un poco mi agarre sobre ella.
"Como ya te he dicho, hizo mucho por mí, y tengo que agradecerle mi vida", dice.
"Pero ahora le miro y pienso...".
"¿Qué?"
Mi voz es insistente y urgente. Ella intenta conectar un pensamiento, pero se
congela.
"Nada", dice, como corrigiéndose a sí misma. "Siempre ha sido bueno conmigo. Y
no tendrías nada que temer".
"Entonces te permitiré que te vayas", digo, mirándola con desprecio. Se siente
incómoda en mi presencia. Anhelo volver a un momento en el que su adoración y
maravilla adornaban su mirada... en el que se sentía libre para hablar, respirar y
existir. "Pero ahora no".
Su expresión cambia de miedo a severidad.
"Si no es ahora, ¿cuándo?"
Suspiro. No quiero separarme de ella, ni siquiera un minuto. No sólo no sé si
volverá, sino que temo el destino que pueda depararle mi ausencia. Su muerte
anularía mi razón de existir.
Sería una sombra solitaria, que nunca saldría de su letargo bajo la superficie.
"Te permitiré irte dentro de un día", le digo antes de añadir un calificativo. "Pero
tengo dos condiciones".
Me quita los brazos de encima y los dobla.
"Dímelas", me dice.
"Te quedas conmigo un día", gruño.
102
º
Ella sonríe, el ambiente se aligera de repente.
"¿Eso es todo?", pregunta. "Creí que eso estaba implícito cuando dijiste que podía
irme mañana".
"En 24 horas", la corrijo.
Ella asiente.
"Pero eso no es todo", le digo. "Yo también voy contigo".
Es la única forma de asegurarme de que no se vaya y de que esté a salvo de los
elfos.
Ahora está decidida y niega con la cabeza.
"De ninguna manera", dice, frunciendo el ceño de repente.
Era la prueba perfecta para asegurarme de que realmente tenía intención de
volver. Su desafío a mi deseo confirma ahora lo que ya sabía.
Su intención es huir de mí.
"¿Querías engañarme y escapar?". le pregunto, con la voz retumbando a nuestro
alrededor.
Su mirada se vuelve comprensiva y me mira.
"Tienes que saber que no es por eso, Atroc", me dice. "Si te vas, morirás".
Produzco una carcajada estruendosa que hace temblar las paredes de la caverna.
Creía que no entendía el humor de los humanos, pero subestimé su capacidad para
contar chistes.
"Fuego, ¿verdad?"
La fulmino con la mirada de repente.
"Dijiste que eras casi invencible, pero que el fuego puede matarte", dice.
Entrecierro los ojos mientras la miro.
103
º
"Tienen fuego. Has visto las antorchas que bordean el Mercado Oscuro, y pueden
producir fuego a través de la magia".
"¿Y qué?" No veo el sentido de su apelación. "Si tienen fuego, entonces seré más
rápido que ellos", gruño. "Si intentan hacerte daño, les arrancaré miembro a miembro
y les golpearé con sus propios órganos".
Ella hace una mueca, sumida en la contemplación.
"¿Por qué te importa lo que me pase?". le pregunto. "Deberías preocuparte más
por tu propio cuerpo".
"No podría soportarlo si te perdiera, Atroc", dice.
Y aunque parece una mentira destinada a apaciguar mi sensibilidad, no detecto ni
una pizca de deshonestidad en su voz.
Sus ojos me instan a reconsiderarlo, pero soy capaz de defenderme.
"Ésas son mis condiciones", le digo, sin ceder en mis exigencias. "Si deseas
marcharte, así te lo permitiré".
Su expresión me dice que no está satisfecha con este acuerdo, pero no estoy
dispuesto a ceder. Una criatura como yo no se somete a los caprichos de los demás,
y no recuerdo haber llegado a ningún compromiso.
"Está bien", dice con una firmeza que no le inspira confianza. "Pero en veinticuatro
horas tenemos que irnos".
Asiento con reticencia.
Durante dos horas, nos acurrucamos abrazados, explorando nuestros cuerpos.
"Así que realmente puedes convertirte en cualquier cosa", me pregunta,
recostándose sobre mi estómago mientras le paso los dedos por el pelo, con los ojos
fijos en el techo de estalactitas de la caverna.
Niego con la cabeza. "Cualquier cosa hecha de sombras", gruño. "O la forma que te
mostré".
104
º
Giro la cabeza para mirarla. "¿Por qué?
Frunce los labios, pensativa. "Puede que tenga una idea para más tarde", me dice,
sin dar más explicaciones.
Siento que cuento el tiempo que me queda para estar en su presencia. Sólo 22
horas más hasta que huyamos a las brutales calles del Mercado Oscuro.
Se sube a mi espalda y, durante cinco horas, flotamos sobre los bosques de Rach,
con ella agarrada a mis alas con fuerza. Ella señala hacia abajo, hacia la cabaña de
Zyranth, y yo escupo abajo, expresando mi disgusto. Es un parpadeo en su visión. Ella
insistió en que, aún completamente desnuda, debía quedar oculta a los ojos del
bosque de abajo, pero yo tengo otros planes.
Durante cinco horas, me sigue por el bosque, acurrucada tras los árboles para
ocultar su figura.
Quiero que me conozca tal como soy, no la versión idealizada que tiene en su
mente. Así que durante cinco horas me sigue mientras me atiborro de las criaturas
del bosque. Puedo ver sus ojos horrorizados, pero algo en ellos transmite excitación,
y puedo sentir su urgencia. Mi hambre está satisfecha por el momento, pero un
hambre más primitiva me empuja a la acción.
Cuando queda poco más de la mitad del día, la persigo hasta la cabaña de Zyranth
y la inmovilizo contra un árbol justo delante de ella, antes de llegar a un jardín.
Protesta y yo la penetro, destrozándola con mi pene. El árbol apenas soporta nuestro
peso mientras ella se agacha contra él.
Puedo sentir sus pensamientos. Espera que su querida amiga Ariella no salga de la
cabaña y la encuentre, desprovista de palabras. Pero quiero que todo el mundo sepa
que me pertenece y que no me desafiarán.
Estallo dentro de ella, luego salgo de su abismo, mis fluidos caen al suelo debajo de
nosotros. Durante dos horas, follamos frente a la cabaña y, aunque puedo sentir
cuánto se opone a ello, la necesidad de Mirose es demasiado grande para negármela.
105
º
Cuando sólo quedan diez horas, nos quedamos dormidos en el nido, acurrucados
el uno en el abrazo del otro. Ninguno de los dos quiere dormir, pero noto su
agotamiento, después de haber exigido toda su atención durante 24 horas.
Me pregunto cómo se enfadaría si contradijera los términos de mi acuerdo y la
retuviera aquí para siempre. Pero soy más feliz cuando ella es feliz, y no puedo
disfrutarla de verdad si no está aquí por voluntad propia.
106
º
Capítulo Dieciocho
ATROC
No lo hago con gusto.

Mirose parece feliz, hablando con despreocupación. Ya está vestida. Le he ayudado
a coser las dos mitades de su top con una fina caña en lugar de hilo. No es glamuroso,
pero se contenta al menos con su pudor.
Viajamos por una ruta sinuosa hasta su antigua morada. Sabe los problemas que
nos esperan allí, pero siempre se muestra optimista. Observo el movimiento de sus
labios, el brillo de sus ojos color avellana cuando habla de su pasado, como si eso no
agotara mi fuerza de voluntad.
Habla de una mujer llamada Ariella.
Sus dedos se deslizan contra mi palma y yo le cojo la mano, escuchando. "...Quiero
decir, no somos realmente hermanas, pero después de todo lo que hemos pasado
bajo Lord Everan..."
"¿Otro elfo oscuro?" pregunto, con más dureza de la que pretendo.
Ella aprieta, ofreciendo una suave sonrisa. "No te preocupes, Atroc. Ya no es... de
este mundo. Zyranth se encargó de él".
"Zyranth..."
"El compañero de Ariella, sí." Mirose parece creer que me he olvidado de sus
"amigos", otro monstruo y su humana. Curvo el labio al pensar en cualquier otra
criatura posando su mirada en mi Mirose. Acaba de aceptar que me pertenece y no
permitiré que lo arruinen. Ni un elfo oscuro ni nadie.
107
º
Quiero clavarla en el suelo del bosque y recordarle quién la ha marcado. Darle otra
muestra de las razones por las que abandona su antigua vida. Pero contengo el
impulso, observando cómo su expresión se vuelve de preocupación.
"Todo irá bien, Atroc".
"Eso es lo que dices". No tengo palabras para expresar la maraña de emociones en
mi pecho. Ella me hace así, mi pequeña humana, para que me debata con preguntas
y respuestas de las que nunca tuve que preocuparme antes de captar su olor.
No veo la hora de que todo esto acabe y ella vuelva a mi cueva.
"Te estás preocupando otra vez", me dice, mirándome con la cabeza ladeada y el
pelo de fuego cayéndole sobre un hombro. "¿Qué puedo decirte para tranquilizarte?
Sacudo la cabeza, irritado. "Que has cambiado de opinión", digo finalmente,
chasqueando la lengua contra la parte posterior de mis afilados dientes. "O que me
dejarás matar al elfo oscuro que lleva tus riendas".
Sus ojos se abren ligeramente antes de apartar la mirada. "Es un amigo".
"No me gusta que tengas elfos oscuros como amigos".
Mirose guarda silencio durante un largo rato mientras caminamos. Aparto una
rama baja de su camino y la cojo del brazo cuando sube una cuesta empinada. Parece
estar pensando en lo que va a decir con gran deliberación. "Me salvó de Lord Everan".
Arruga la nariz. "Supongo que fue Zyranth, en realidad, pero Dirnyn ayudó a su
manera. Él..." Se detiene, luego se frota las mejillas acaloradas. "Es complicado."
"Te preocupas por él".
"Sólo lo suficiente para que mi desaparición le causara angustia", confiesa,
mirándome con ojos llenos y tristes. "Me alojó y me alimentó cuando podría haberme
vendido a otro elfo oscuro. En Rach, la seguridad es lo mejor a lo que puede aspirar
un humano".
Me burlo de su frágil respuesta.
108
º
Este Dirnyn no suena como si la hubiera protegido, dejando que otro monstruo
hiciera la parte difícil de despachar a su enemigo. "Es como todos los elfos oscuros.
Son cobardes que se esconden detrás de su magia".
Ella ahoga una risa, jugando a sentirse ofendida. "No lo conoces como yo".
"Lo conozco lo suficiente".
Mirose se apoya en mi brazo, sujetándolo como si quisiera asegurarse de que no
desaparezco. Ya parece cansada de nuestra caminata, pero aún nos queda un trecho.
"Cuando estaba bajo el dominio de Lord Everan", continúa suavemente como si
quisiera convencerme de sus buenas intenciones. "Me traía cosas bonitas. Me traía
buena comida a escondidas y hablábamos hasta bien entrada la noche. Fue un aliado
cuando lo necesitábamos, y aunque puede que no diera el golpe fatal, usó su
influencia para ganar ventaja contra mi antiguo amo."
Amo.
La palabra me hace querer clavar mis garras en la garganta de alguien. Me invade
un feroz sentimiento de protección y gruño antes de darme cuenta. "¿De quién eres?"
Mirose levanta la vista, sorprendida. "Nunca obtuve mi contrato de compraventa.
Deben de haberla guardado con las cosas del señor cuando falleció. No estoy segura".
Me detengo en seco y ella me sigue.
La aprisiono contra un árbol a la velocidad del rayo para que no pueda respirar
antes de que nuestros labios choquen. Rozo su lengua con la mía, saboreando sólo la
dulzura de una humana y su suave gemido.
Habla de papeles y de amos anteriores.
Yo sólo quiero su sumisión.
Escruto sus labios hasta que arden de pasión antes de liberarla, no correspondida,
a sus propios pies de nuevo. "¿Quién te ha marcado?"
Al exhalar, consigue susurrar. "Tú.
109
º
Cuando tropieza hacia delante, estoy allí para atraparla. Mirose parece
enmudecida por el repentino afecto antes de encontrar por fin la voz. "¿A qué ha
venido eso?"
No tengo una respuesta adecuada, así que no digo nada.
¿Es porque quería arrancarle los nombres soeces de la boca? ¿O estoy realmente
tan preocupado de que vuelva corriendo con ese elfo oscuro? Él puede ofrecer
consuelos que yo no puedo. Me dan ganas de destruirlo, de sentir su cráneo crujir
entre mis mandíbulas. No sé qué haré si lo veo y ella lo ha reclamado como amigo.
Mirose no me perdonaría si hiciera tal cosa.
La criatura que soy exige que cualquier competidor por la atención de mi humana
sea despachado sin vacilación y sin piedad. Pero la mera presencia de Mirose ha
cambiado la naturaleza de mi juicio, y ya no estoy seguro de confiar en mis instintos.
"Tendrás cuidado".
"Claro que lo tendré", murmura mientras la mansión se abre ante nosotros. "Pero
no debería tener nada de qué preocuparme. Dirnyn es una... buena persona". Suena
como si tratara de convencerse a sí misma, no a mí.
Miro hacia abajo para medir su expresión, que es inquietantemente inexpresiva.
Debería estar riendo y sonriendo como antes, pero parece vacía. Incluso su olor es
tenue, como si tuviera una magia propia que amortiguara sus emociones. Es
aterrador, incluso para una criatura como yo.
"¿Qué pasa?"
"Nada", dice con demasiada frialdad, sin luz en los ojos. "Voy a por mis cosas".
La agarro del hombro y la hago girar antes de que pueda irse.
Sólo hay un destello de sorpresa en ella antes de que vuelva a ser neutral.
"¿Qué es esto? Le pregunto. "¿Qué te ha pasado?
110
º
Parpadea una, dos veces, luego recupera algo de emoción y me ofrece una de sus
sonrisas genuinas. "No pasa nada, Atroc", dice, acariciándome la mejilla como para
disipar mis preocupaciones. "Vivir con elfos oscuros es un equilibrio delicado, y
supongo que he vuelto a mi personaje. Sólo me llevará unos minutos, y luego
podremos dejar atrás la mansión para siempre".
Mirose me besa la palma de la mano, lo que me debilita.
Me perturba saber que tiene que ocultar su naturaleza brillante cerca de ellos.
Todas las cosas buenas del mundo no valen nada si destruyen su espíritu tan
completamente, y me alegraré de alejarla de este lugar.
"Quédate aquí, ¿de acuerdo?"
Asiento con gran esfuerzo, escabulléndome entre las sombras mientras ella
atraviesa sola la arboleda. Quiero actuar como su sombra, masacrar a todos los que
la han obligado a sobrevivir de esa manera. Desprovista de alegría y pasión.
Mis garras se clavan en la corteza de un árbol mientras la observo con la mirada de
un depredador.
Cuando desaparece en la entrada de los sirvientes, todo mi ser exige perseguirla.
Se adentra en territorio enemigo. Alcanzo a oler a los elfos oscuros que residen allí, y
todo lo que puedo oler es el mordisco acre de su magia.
He visto los resultados de sus "curiosidades".
Y que Mirose conozca a uno de ellos me hace hervir la sangre. Detesto que me
obliguen a quedarme aquí mientras ella corre a sus brazos.
Los elfos oscuros sólo conocen la crueldad.
Pero ella es mía.
De eso estoy seguro. Cómo mi mero contacto parece darle vida, y cómo cede a mi
insistencia sin protestar. La poseo en cuerpo y alma, y haré lo que sea para proteger
lo que es mío.
Pero aún así, siento el tirón de la responsabilidad.
111
º
Mirose está en un lugar peligroso y yo no estoy allí para garantizar su seguridad. Lo

considero por un momento, dándome cuenta de que aunque yo lleve sus riendas, ella
también lleva las mías. Iría a cualquier parte con tal de que ella estuviera conmigo.
Incluso ahora, estoy luchando contra mis instintos más básicos.
Puede que me pertenezca, pero ella tiene mi corazón en la palma de sus manos,
para apreciarlo o aplastarlo. La gravedad se ha inclinado hacia ella, de modo que se
ha convertido en mi ancla a la vida en un mundo lleno de peligros que amenazan con
acabar con los dos.
Ella es mía, me doy cuenta con repentina claridad. Y yo soy de ella.
112
º
Capítulo Diecinueve
MIROSE
Cuando la puerta se cierra con un golpe seco y vuelvo a quedar atrapada en la

mansión, recuerdo que este lugar nunca fue mi hogar. Más allá de la entrada y justo
fuera de los límites de la mansión está Atroc. Su presencia, aunque más lejana de lo
normal en comparación con los últimos días, debería reconfortarme, pero el
escalofrío que se siente dentro de esta prisión no se ha ido desde mi partida.
Todo es idéntico al día en que me fui, y no estoy segura de cómo debe hacerme
sentir eso.
"¿Mirose?" Dirnyn grita, y yo giro la cabeza para mirarlo al final del vestíbulo. "¿Eres
tú de verdad?"
Veo a Dirnyn caminar rápidamente por el pasillo, con una preocupación en sus
facciones que casi hace que el escalofrío se desvanezca.
Estaba preocupado por mí, pienso. De hecho, se preocupó cuando me fui.
La idea me estremece un poco.
"Querida, tienes un aspecto horrible", murmura cuando por fin está a un brazo de
mí. Me pone una mano bajo la barbilla y me inclina la cabeza para comprobar si tengo
heridas. Se lo permito, observando atentamente su rostro. Dirnyn da un respingo y
me alisa con el pulgar lo que supongo es una mancha de tierra en la mejilla.
"Dime, ¿tienes alguna herida?", pregunta, soltándome la barbilla para rodearme.
La forma en que me mira de arriba abajo me recuerda a la forma en que los worg
113
º
rodean a sus presas para descubrir sus puntos débiles, presumiblemente buscando
sangre o molestias.
"No, te lo prometo", le digo, mostrándole mis brazos desnudos como muestra de
confianza. "La mayor parte es tierra del bosque, ya sabes cómo es...".
Dirnyn se acerca más a mí, y la ternura con que me sujetaba la cara no se contradice
directamente con la fiereza con que me agarra la cara, las uñas casi clavándose en mis
mejillas. Nuestros cuerpos se tocan y siento que inhalo profundamente.
La preocupación de sus ojos ha desaparecido, sustituida por una ira justificada.
"¿Dónde estabas?", pregunta, pero es más una orden que una pregunta. "Nunca
me dijiste que te ibas, y mucho menos que desaparecías durante días. ¿Y si te pasaba
algo y yo no lo sabía?".
Lucho por zafarme de su agarre y él me suelta después de mirarme con el ceño
fruncido. Sin embargo, no deja que me mueva demasiado, me agarra de los brazos
para mantenerme justo delante de él y que no pueda apartar la mirada.
"Estaba con Zyranth y Ariella", le digo, ciñéndome a la excusa que había decidido.
"Ariella se había puesto enferma y él vino a buscarme. Yo sólo estaba cuidando..."
"¿Y cuándo te he dado yo permiso para hacer eso, Mirose?", me grita, y mis ojos se
abren de par en par. "¿Cuándo te di algún tipo de permiso para irte y quedarte con
esos... esos animales?".
¿Permiso? pienso, observando la furia en los ojos de Dirnyn. No necesito tu permiso
para salir con Ariella, ni siquiera para mentir.
Es esto y el agarre que tiene sobre mí lo que finalmente me hace tomar una
decisión de la que debí haberme dado cuenta hace mucho tiempo.
Yo no le importo a Dirnyn.
Nunca le he importado, me doy cuenta, recordando cada momento en que se ha
apiñado a mi alrededor, fingiendo calmarme o protegerme. Esos momentos nunca
estuvieron motivados por el amor, sino por pura obsesión desenfrenada, y eso hace
114
º
que me arda el pecho y me duela la cabeza. Debería haberme dado cuenta antes, y
quizá lo sabía en el fondo por la forma en que me fui, pero no había encajado hasta
este momento.
"¿Y bien? ¿Vas a contestarme?" pregunta Dirnyn.
Me zafo de sus brazos y retrocedo un paso antes de que vuelva a agarrarme.
"No tengo por qué darte explicaciones, Dirnyn", le digo. "Mi hermana estaba
enferma y fui a ayudarla, y seguiré ayudándola".
Atravieso el vestíbulo hasta el pasillo que conduce a mi antigua habitación, y oigo
el chasquido de los zapatos de Dirnyn detrás de mí.
"¿Qué quieres decir con ayudarla? No vas a volver allí".
"Sí que voy. Me están esperando", digo, negándome a darme la vuelta. Acelero el
paso cuando oigo a Dirnyn acercarse, pero ya es demasiado tarde. Vuelve a agarrarme
de los brazos y tira de mí hacia atrás con una fuerza que nunca antes le había
atribuido.
Su mirada es la de un hombre enloquecido, y a pesar de que eso es lo único que ha
cambiado, ya no puedo reconocerlo.
"Me haces daño", susurro cuando su agarre de mi brazo se vuelve amoratado.
"Suéltame".
"¿Ya están aquí? ¿La bestia y su mujer?", pregunta alzando la voz, ignorando mi
mueca de dolor cuando vuelve a tirar de mí hacia delante. "¿Han venido aquí?"
"No. ¡No!" grito, anclándome para que Dirnyn no pueda acercarme más. No confío
en él con esa información, no con la forma en que está actuando. Aunque no estuviera
mintiendo, no le diría la verdad. "¡No están aquí, pero están esperando a que vuelva!"
"Tengo cazadores de monstruos aquí, esperando", me susurra como si me
estuviera contando algún secreto, y una descarga helada recorre mi cuerpo.
Puede que Zyranth no esté aquí, pero Atroc sí, y la preocupación que tengo ahora
por Dirnyn no tiene nada que envidiar al miedo que me invade por Atroc.
115
º
Si le ocurre algo por haberlo traído aquí, jamás me lo perdonaré.
"He estado esperando a que volvieran esos dos animales", dice Dirnyn. "Han tenido
su día al sol durante demasiado tiempo, y hay que sacrificarlos".
"Yo... ¿Qué?" Dejo de tirar de mi brazo. "Pero Dirnyn, tú ayudaste a salvarlos...".
"Un error por mi parte, lo admito", dice, con la voz cada vez más maniática. "No
debí permitir que esa bestia y su putita tuvieran la oportunidad de vivir. Habría sido
tan fácil dejarlos morir a ambos si no hubieran contado con mi ayuda".
Dirnyn se encoge de hombros, como si no hubiera amenazado a la familia que tanto
aprecio. Como si no hubiera perdido completamente la cabeza y la moral.
Aunque supongo que tal vez nunca los tuvo.
"Ahora enmendaré mis errores", murmura, con los ojos clavados en los míos. "No
se puede permitir que vivan. Por supuesto, Ariella sería considerada una tragedia,
pero una zorra que se deja reclamar por un monstruo como Zyranth...".
No puedo oír más, pienso, y arranco el brazo del agarre de Dirnyn. Empiezo a correr
hacia la puerta principal. No necesito mis cosas. Conseguiré unas nuevas en algún
momento, tal vez hable con Ariella al respecto. Pero lo que necesito es recuperar mi
libertad, y no la voy a conseguir aquí.
No voy a estar encerrada como una esclava mientras este monstruo planea matar
a mi familia.
"¡No huyas de mí otra vez!" Dirnyn grita mientras me persigue, con los pies
golpeando el suelo. Estoy casi en la puerta cuando me agarra de la falda y tira,
rasgando la tela y haciéndome tropezar.
"Tú... Tú..." Me doy la vuelta y veo a Dirnyn mirándome el muslo expuesto. "¿Te
dejaste reclamar por una de esas criaturas?".
Escupe la palabra como si fuera veneno, pero no levanta la vista para encontrarse
con la mía, demasiado absorto en el espectáculo que tiene ante sí. Aprovecho el
momento para dar el último empujón hacia la salida.
116
º
Al abrir las puertas me encuentro con Atroc al otro lado del patio, y él empieza a
moverse en mi dirección a paso rápido. No me detengo, oyendo a Dirnyn cobrar vida
detrás de mí, gritando sobre la marca en mi muslo y cómo lo he traicionado.
No sé de qué hablas, grito en mi cabeza y me lanzo hacia Atroc, aferrándome a él.
El gruñido que suelta sobre mí retumba hasta mis entrañas, y me alegro tanto de
haber conseguido salir de esa mansión -de esa prisión- en una sola pieza.
Cuando vuelvo a mirar hacia las puertas, Dirnyn está de pie con su furia envolvente.
Sus ropajes ondean al viento mientras me mira fijamente y luego a Atroc, y la
comprensión en su rostro es clara como el día.
"¡Traidora, te arrepentirás de haberme desobedecido!" grita Dirnyn, señalándonos
a los dos. "¡Te arrepentirás de estropear el cuerpo que poseo con semejante
libertinaje!"
Atroc ruge en respuesta a las provocaciones de Dirnyn, y resuena por toda la finca.
Me levanta y me estrecha contra su pecho mientras se da la vuelta para marcharse.
Oigo a Dirnyn llamar a los guardias, y me aferro a Atroc, enterrándome tanto en su
cuerpo y en sus sombras que estoy segura de que estoy casi oculta a la vista.
Siento que Atroc gira hacia la izquierda cuando se produce una pequeña explosión
que sacude el suelo. Los guardias de Dirnyn deben estar haciendo todo lo posible por
detenerlo, pero sé que es demasiado rápido. Aun así, sólo suelto el aliento que estoy
conteniendo cuando por fin puedo oír de nuevo las hojas de los árboles mientras
corremos por el bosque alejándonos de Dirnyn.
117
º
Capítulo Veinte
ATROC
Mirose está flácida y sollozando en mis brazos mientras atravieso el bosque,

huyendo de las explosiones y los gritos. Intentarán seguirme, sin duda, pero les
desafío a que lo hagan con sus lentas y enjutas piernas.
Nos movemos tan rápido que me fundo con las sombras, dejando que mi furia
alimente mi impulso de alejarme lo más posible de los elfos oscuros. En cualquier otra
circunstancia, no habría dudado en desgarrar sus filas, en destruir a la criatura que
hizo llorar así a Mirose.
Lo mataré más tarde, lo prometo, una sonrisa de odio me encuentra.
La idea calma mis instintos depredadores y me concentro en ella, mi compañera,
abatida en mis brazos. Su vestido está roto por partes, como si la hubieran atacado.
Esto enciende mi corazón con una rabia que reprimo.
Ahora no hay tiempo para eso.
Me adentro en la cueva sin detenerme hasta que llegamos a mi nido. Me rodea el
cuello con los brazos como si no pudiera soltarme. "Lo siento", repite una y otra vez.
"Lo siento mucho. Tenías razón".
Mis dedos se enredan en su pelo mientras intento consolarla sin palabras. ¿Qué
puedo decir que no parezca duro? Empiezo a darme cuenta de que los humanos son
delicados tanto en la forma como en las emociones, y una palabra equivocada podría
sumirla en una espiral de dolor aún mayor.
Aprieto la mandíbula y la arrastro hacia mi pecho.
118
º
Sus sollozos se convierten en hipos y, al final, en mocos.
Envuelta en mis brazos, no está a salvo del mundo exterior. Quiero llevarla a un
lugar donde nadie pueda volver a encontrarnos. Pero sé que ese lugar no existe.
Siempre habrá elfos oscuros perniciosos, vayamos donde vayamos.
Finalmente, después de un tiempo, incluso los mocos cesan. Respira
entrecortadamente, trazando círculos sobre mi carne que siempre me producen un
escalofrío. "Lo siento", repite en un ronco susurro. "No me dejó ir voluntariamente.
Creía que era mi amigo...".
Ahora que se ha calmado, la miro y veo unas líneas rojas alrededor de su brazo.
"¿Estás herida?"
Se agarra el dobladillo roto del vestido e intenta bajárselo. "No."
Le cojo la mano y me la llevo a la boca, besando su tierna muñeca. "No me
mientas."
Me mira con humor y una expresión de conflicto se dibuja en su rostro. "No lo hizo,
no se lo permití. Pero dijo algo que me molesta".
Espero a que se explique.
Con un pequeño suspiro, lo hace. "Lo llamó marca de apareamiento". Parece dudar,
frunce el ceño. "¿Es verdad? ¿Es eso lo que es?”
"Sí", digo sin vacilar.
Se muerde el labio inferior para que no le tiemble. "¿Hemos estado emparejados
todo este tiempo? ¿Y no se te ocurrió decírmelo?".
"Te he reclamado muchas veces", digo con facilidad. "Te dije que eras mía".
Mirose parpadea ante la perspectiva, frotándose la mancha del muslo surcada por
la oscuridad. "Sí, pero no creí que fuera permanente... ¿Por qué no dijiste nada?". Su
tono es de acusación muda. "Puede que para ti no sea gran cosa, pero para mí lo es
todo. Dirnyn cree que estoy arruinada y que soy tan monstruosa como tú. Cree que
matarme sería una misericordia".
119
º
"No lo hagas", gruño, poniendo un pulgar sobre sus labios enfurruñados. "No
creerás ni una palabra de lo que te ha dicho ese elfo mentiroso".
Me agarra la muñeca y se inclina hacia mí. "No me lo creo. Es que mi antigua vida
se ha acabado. La gente en la que creía que podía confiar ahora me quiere muerta.
Quieren a mis verdaderos amigos muertos por lo que somos".
"Yo te protegeré."
"Sé que lo harás, Atroc", dice, intentando esbozar una sonrisa y sin conseguirlo.
Tomo su miserable rostro entre mis dos manos y beso su frente. "Eres mi
compañera, Mirose. Y destruiré a cualquiera que amenace tu seguridad. ¿Lo
entiendes?"
Ella me deja tomar su peso como si fuera demasiado débil para sostenerse. "Sí".
No dudo en inclinarme hacia atrás, arrastrándola sobre mi pecho para poder
observarla mejor. "Bien", es mi respuesta retumbante. "Ahora, olvídate de ellos. Si
los elfos oscuros son algo, son criaturas predecibles. Violentos y cortos de miras",
digo, dándome cuenta de la ironía de que un monstruo como yo diga esas cosas. "Sólo
destruyen".
Ella asiente mientras mi oscuridad lame su piel dorada. "¿Crees que nos
encontrarán aquí?".
"No lo sé", digo con sinceridad, me resulta fácil responderle. Algo ha cambiado
entre nosotros. Donde antes se resistía a la atracción de nuestra unión, ahora se ha
rendido por completo a ella, y tengo la sensación de que estaré en casa esté donde
esté. "Puede que tu antigua vida haya terminado", murmuro en su pelo. "Pero nuestra
vida juntos no ha hecho más que empezar".
Mirose vuelve a mirarme, a mirarme de verdad.
Al principio no dice nada, pero aprieta los labios contra los míos. Lo hago con
suavidad para no agitar su melancólico estado de ánimo, devolviéndole el gesto como
esperaría que lo hiciera un humano. Dulce y breve, dejándola llevar la iniciativa.
120
º
Quiero que me desee.
Y sólo a mí.
Cuando se separa, hay algo suave en sus ojos. "No sé qué haría sin ti, Atroc".
Yo tampoco, quiero decir.
Estudio su rostro pecoso y lo memorizo. El mundo podría sumirse en el caos, pero
ella siempre me traería de vuelta. Se levanta y yo la dejo, observando cómo se tira del
vestido andrajoso. "Odio esto. Me recuerda a él".
"Entonces quítatelo", le susurro, ayudándola a levantarlo por encima de la cabeza.
Debajo lleva un delgado camisón que le servirá de momento. Preferiría que
estuviera desnuda, pero no parece tan cómoda con la idea como yo. ¿A quién hay que
impresionar? Sólo yo tendré la oportunidad de mirar fijamente en nuestra cueva.
Nuestra cueva, pienso, deleitándome con la idea.
Pero mi compañera sigue abatida.
Sostiene el vestido arruinado entre sus brazos como a un amigo perdido. "No pensé
que llegaríamos a esto. Pensé... no sé qué pensé. Dirnyn era tan bueno fingiendo que
le importaba, pero sólo quería una esclava a su disposición. Una muñeca que hiciera
su papel".
Beso su hombro desnudo, recojo el vestido y lo arrojo a un rincón apartado. Ya
encontraré dónde enterrarlo cuando se duerma. "No necesitas ningún recuerdo de
ese monstruo".
Sus brazos cuelgan vacíos, como si aún no pudiera creer lo que ha pasado.
La miro a la cara y hago que me mire. "Olvídalos. Han actuado como exige su
naturaleza. Tú eres lo único que me importa, Mirose".
Sus labios se entreabren como si quisiera hablar, pero exhala superficialmente.
Beso con más fiereza sus labios hinchados, saboreando su miseria. Ella cede, me
deja profundizar más para distraerla del dolor de su decepción. Un pequeño gemido
121
º
en el fondo de su garganta me incita a tomar más, aferrándola a mí con muchas

manos. Mis dedos muerden la carne de sus caderas y muslos y la aprietan contra mí.
Vuelve a llorar y yo le limpio las lágrimas con una lengua rápida.
Vuelve a respirar entrecortadamente, pero no de tristeza. Tomo esto como una
señal para tumbarla boca arriba contra las pieles. Quiero quitarle todo esto, pero
Mirose ya ha sufrido bastante por hoy, y puede que sea demasiado enérgico en mi
reclamo después de que el elfo oscuro le pusiera las manos encima.
Entre besos agudos, ella logra susurrar. "Te amo".
Las palabras me hacen hacer una pausa.
Las entiendo individualmente. Incluso entiendo el concepto que hay detrás de
ellas, pero no he tenido palabras para explicar cómo mi corazón se hincha con un
extraño deleite que amenaza con desbordarse. La forma en que el mundo gira más
despacio y cómo los colores son más brillantes cuando Mirose está cerca. Y el inmenso
vacío que me duele en el pecho cuando la pierdo de vista.
¿Es esto amor?
"Creo que..." Logro decir, perplejo por lo simple que es. "Yo también te amo".
Una hermosa sonrisa se dibuja en su rostro y me besa con fuerza. Acepto su pasión
con alegría, disfrutando de cómo cuatro pequeñas palabras pueden devolver el rubor
a sus mejillas. Quiero que se sienta así todos los días de nuestra vida juntos.
Te Amo, Mirose. Más de lo que puedo expresar.
122
º
Capítulo Veintiuno
MIROSE
Me despierta la ausencia de oscuridad de Atroc.

Mi vista está borrosa y el aturdimiento me arrastra mientras salgo rodando del
nido. "¿Atroc? ¿Adónde has ido?" No me he acostumbrado a la penumbra cuando
oigo una pelea a lo lejos, en el borde de la cueva. El aire se llena de gruñidos y me doy
cuenta de que está luchando contra un enemigo que lanza maldiciones e insultos.
Se me desploma el corazón.
¿Nos ha encontrado Dirnyn tan pronto?
Corro hacia delante con piernas inseguras. Decir que Atroc es fuerte es quedarse
corto. Es una fuerza indomable de la naturaleza, y no dudo de que vencerá a los
luchadores de Dirnyn. Aun así, la idea de que pueda enfrentarse a cazadores de
monstruos experimentados me asusta. No necesitarían tener ventaja.
Sólo necesitan saber cómo deshacerse de Atroc.
Justo cuando doblo la esquina para ver a mi compañero en todo su esplendor, me
agarran un par de brazos fuertes. Pero incluso mientras me retuerzo, un trapo
húmedo me presiona la nariz y la boca, y el mundo gira peligrosamente.
"Tranquilízate, pequeña", murmura una voz de elfo oscuro que no me resulta familiar
cuando pierdo la consciencia. "Pronto estarás en casa".
123
º
Me despierto con un fuerte dolor de cabeza y me niego a abrir los ojos.
Estoy tumbada sobre sábanas de seda y oigo el crepitar del fuego en una chimenea.
Se oyen murmullos fuera de mi habitación, pero no sé quiénes son. Sea lo que sea, no
quiero que sepan que estoy despierta. Todavía no.
"Gracias, Ghele".
La voz me produce un escalofrío, y me preparo cuando entra nada menos que
Dirnyn. Lo percibo por su silencio regodeante y su aire de indiferencia. No puedo
evitar una mueca de dolor cuando el dolor de cabeza me atraviesa el cerebro.
"Buenas noches, Mirose", murmura, arrastrando una silla al lado de la cama. "No
finjas que no me oyes. Sé que estás despierta".
Dejo que se me abran los ojos, manteniendo la mirada perdida.
Dirnyn se excita con mis reacciones, y aprendí pronto a negarle esa satisfacción.
Está sentado en la silla como si fuera un trono, con las piernas abiertas y las manos
aferradas a los reposabrazos, como si se impidiera a sí mismo acercarse a mí.
Y sus ojos brillan de excitación.
"Me sentí muy aliviado", continúa. "Cuando me dijeron que habían encontrado tu
rastro. Si esa criatura hubiera tenido más cuidado, quizá nunca te hubiéramos
encontrado".
Me atrevo a centrarme en él. "Tú me secuestraste".
"Yo te salvé. ¿No te das cuenta?" Su hermoso ceño está fruncido por una
preocupación que sé que no siente.
"Después de que se revelara esa vil marca, admito que me sorprendió. Pero luego
me dio tiempo a pensarlo de verdad. Has estado excusando a ese monstruo. Vi el
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º
terror en tus ojos cuando supe de él. Él llevó tus riendas. Te obligó a un trato que no
aceptaste".
Dirnyn orquesta una serie de acontecimientos que le permiten hacerse el héroe en
todo este embrollo. "Corriste hacia él porque no tenías otro recurso. ¿Con qué te
amenazó, Mirose?".
Sacudo la cabeza pero me niego a hablar.
"No pasa nada", dice con una sonrisa floreciente. "Estoy aquí para liberarte de sus
garras. Y así nunca tendrás que temer represalias".
Un temblor me recorre.
Sea lo que sea lo que ha planeado, no es nada bueno. No tengo energía para
levantarme después del veneno con que me durmieron, así que ruedo de espaldas
para mirar el toldo de malla.
Dirnyn se levanta para poder mirarme fijamente.
Amorosamente no es la palabra adecuada. Posesivamente, tal vez, con dureza y
regocijo, con toda seguridad. "Incluso hecha un desastre, eres hermosa para mí. Y una
vez que el monstruo esté muerto, no tendrás nada que te distraiga de nuestra unión".
Obligo a mi cara a ser una máscara de neutralidad, pero detrás de ella, estoy
frenética. Imposibilito que mis miembros tensos entren en acción y le devuelvo la
mirada con expresión vacía. "Dirnyn..."
"Calla, Mirose", dice poniéndome un dedo en los labios.
Quiero arrancárselo de un mordisco.
Tal vez haya aprendido algo de Atroc, después de todo.
La sonrisa de Dirnyn se convierte en una de lástima y adoración. No sé cómo puede
interpretar tan bien ese papel. Tal vez sea así de iluso. "Aún estás en las garras de esa
criatura. No sabes lo que dices".
En un instante, me arrastra hacia delante hasta colocarse entre mis rodillas.
125
º
Intento retroceder, pero me inmoviliza con un poderoso brazo, con la cara a

escasos centímetros de la mía. "Pero rectificaré la situación, mi amor. Estaremos
juntos, después de todo, y nadie se interpondrá en nuestro camino. En cuanto acaben
con tu monstruo, Zyranth y su juguetito serán los siguientes".
"No", no puedo evitar susurrar.
"En realidad es misericordia. Este mundo no está hecho para ellos. Está hecho para
nosotros".
Creo que quiere llevarme hasta aquí, pero en lugar de eso me levanta el vestido
para mostrarme la marca. Su suave expresión se arruga de repulsión al verla. "Te ha
destrozado. Siento no haberme dado cuenta antes. No te muevas".
"No, Dirnyn, para..."
Su palma cae sobre la marca, y mi cuerpo se estremece por el repentino dolor. El
olor a carne quemada inunda la habitación y un grito sale de mi garganta. Me agito y
me sobresalto, pero Dirnyn es más fuerte y me sujeta para quitarme la marca de
Atroc.
Me tiemblan las rodillas y se me saltan las lágrimas.
"¡Piedad, por favor!"
"Lo siento, mi amor, debe hacerse". Se levanta para inspeccionar la marca,
frunciendo el ceño.
Recupero el aliento antes de que otra oleada de dolor me atraviese la pierna y me
suba por la columna. Esta vez su magia es más poderosa, una marca contra mi piel
sensible. Lanzo otro grito. Haz que pare, suplico internamente. Por favor, ¡haz que
pare!
Dirnyn vuelve a ceder.
Su magia me hace palpitar el muslo e intento cerrar las piernas. No me importa si
la marca desaparece. Atroc siempre puede hacer otra. Pero no puedo aguantar
126
º
mucho más antes de volver a desmayarme. Y necesito estar lúcida para lo que Dirnyn
haya planeado.
Respiro con dificultad por la nariz cuando me da un pequeño respiro.
"La marca de tu criatura es profunda. Tendré que intentarlo de nuevo."
"No, no..."
Una luz blanca y caliente me ciega y todo mi cuerpo se pone rígido, de modo que
esta vez no se me escapa ningún sonido de la garganta. Me invaden oleadas de agonía
que me impiden distinguir dónde empieza mi cuerpo y dónde acaba el dolor. No soy
nada, soy todo, lo experimento todo a la vez.
Pronto seré nada si Dirnyn no se detiene.
Por un momento, no pienso en Atroc ni en Ariella ni en Zyranth, simplemente me
aferro a la conciencia para salvar la vida mientras Dirnyn abrasa mi carne y mis
músculos. Se me hace agua la boca con el aroma, como a taura chamuscada. Es
extraño pensar que yo misma estoy a una llama de ser comestible, y más extraño aún
que ese pensamiento consiga distraerme de su tortura.
Vuelve a retroceder, con la frente perlada de sudor. Ni siquiera con el esfuerzo
puede quitármelo. Puedo verlo en la forma en que su aguda mirada se fija en el lugar
con disgusto. "Me desharé de él", promete, y realmente creo que lo hará. Pero no sé
si me matará antes.
Se me escapa una carcajada en la indulgencia.
Sus ojos me miran acusadores, sin la fría máscara del heroísmo. "No estás en tus
cabales, Mirose. Quédate quieta y te liberaré de tu captor".
"Me matarás", consigo susurrar antes de que pueda empezar de nuevo. "Antes de
que se me quite. Su marca permanecerá mucho después de mi muerte".
Esto parece irritar a Dirnyn.
Aunque estoy a su merced, disfruto de la forma en que puedo pinchar su retorcida
lógica. Aun así, se las arregla para tergiversarla a su favor. "Tengo toda la magia del
127
º
mundo a mi disposición", me asegura, enjugándose la frente. "Romperé tus cadenas,

de un modo u otro".
Mi siguiente súplica se queda atascada en la garganta cuando me golpea con
fuerza, esta vez con electricidad fría. Vuelvo a sobresaltarme y me agarro a las
sábanas para estabilizarme, mientras los dientes casi se me rompen por la presión de
la mordedura.
Y pronto llega a un punto terminal.
Dirnyn continúa, pero mi mente empieza a alejarse de mi cuerpo sufriente como si
yo fuera un espectador y no su víctima. Es Atroc quien me preocupa, y Zyranth y
Ariella. Sólo queremos vivir nuestras vidas libres de la influencia de los elfos oscuros,
y tengo que salvarlos.
Así que empiezo a urdir un plan para escapar.
Dirnyn tendrá que cansarse en algún momento, y entonces podré abandonar este
maldito lugar para salvar a mis amigos y a mi compañero. Ya he renunciado a esta
vida con Dirnyn, y ahora tengo que hacer que no vuelva a perseguirnos.
128
º
Capítulo Veintidós
ATROC
Me han engañado.
Al principio, pensé que era sólo un elfo oscuro extraviado que se había perdido o
alejado de su grupo. Ciertamente lo hicieron parecer así. Pero en cuanto entré a
matar, tres más descendieron sobre mí con su fuego cegador.
Cada paso que daba lejos de la cueva ponía a Mirose en peligro.
Y aun así, consiguen alejarme de la seguridad de la oscuridad y del cálido abrazo de
mi compañera. No puedo pensar con claridad mientras evito su fuego abrasador,
dejando un rastro de maleza humeante a mi paso.
Cuando me acerco lo suficiente para golpear a uno, un calor punzante me inunda
por detrás y giro para protegerme de la peor de sus llamas mágicas. Casi me apaga la
oscuridad. Muestro los dientes y suelto un gruñido desgarrador.
"¡Sigue empujándolo!" Oigo gritar a uno.
Esquivo a duras penas dos ráfagas más y me subo a un árbol para evitar otra bola
de fuego lanzada. Es entonces cuando algo me distrae. De otro modo habría pasado
desapercibido, apenas una silueta entre las sombras, pero mis ojos son agudos.
Es un elfo oscuro, arrastrando algo pequeño.
No sólo algo.
Mirose.
129
º
Aún estoy procesando lo que veo cuando me descubren de nuevo, prendiendo

fuego al árbol para ahuyentarme. Salto al siguiente, sólo para encontrarme con más
fuego, y retrocedo para agarrar una rama más alejada de donde vi la forma. Pero ya
no están.
Ni siquiera estoy seguro de haberlos visto.
Pero entonces oigo murmurar a uno de mis atacantes. "La tenemos asegurada.
Dispara a este cabrón directo a las fauces de los Trece".
La tenemos asegurada, resuena mi mente mientras esquivo otra bola de fuego. La
tenemos asegurada. Algo hace clic en mi mente y la prudencia deja paso a la ira. Tengo
que encontrarla antes de que la lleven a la mansión.
Es mi único impulso.
Me lanzo a través del calor de sus ataques, persiguiendo su olor que se desvanece.
"¡Se escapa!"
Golpeo el suelo con fuerza, persiguiendo con inquebrantable concentración. Pero
dos de los cazadores consiguen teletransportarse en mi camino. Uno blande una bola
de fuego entre sus manos, y el otro se adelanta con un látigo mágico hecho de metal
fundido.
El ataque del primero se eleva hacia el cielo mientras me abalanzo sobre él,
arrancándole la garganta antes de que me dé cuenta de lo que estoy haciendo. De la
herida brota sangre a borbotones y él suelta un aullido gorgoteante. Pero entonces
algo me atraviesa la espalda con un arco abrasador, y me hace tambalear hacia
delante por la agonía. El dolor persiste incluso cuando el segundo enrosca su látigo
para golpear de nuevo.
Sólo tengo un momento antes de que lleguen los otros cazadores de monstruos.
A la velocidad del rayo, ambos arremetemos. Se emiten dos golpes de látigo, y los
esquivo con media respiración de diferencia antes de lanzarme contra el elfo oscuro
atacante. Dos manos se clavan en su estómago y otras dos le alcanzan las costillas y
se las abren.
130
º
Con una sonrisa, lo arrojo al suelo para ver sus entrañas.
Es sólo una breve victoria en la que me deleito, cubierto de la sangre de mis
enemigos, antes de que aparezcan tres cazadores. Cada uno de ellos lanza una mirada
de horror al ver a sus camaradas despachados, todavía retorciéndose y dando sus
últimos y estremecedores suspiros.
Su vacilación es todo lo que necesito para dar media vuelta y huir.
Quiero destruirlos a todos.
Son implacables en su persecución, pero lo único que me importa es recuperar a
Mirose. Después de eso, estaré feliz de bañarme en su sangre.
Toman mi retirada como una admisión de derrota, gritándose órdenes unos a
otros. "¡Lo tenemos huyendo! ¡Posición ofensiva! ¡Brygon, toma la delantera, y
acabemos con este monstruo!"
Todavía me arde la espalda por el látigo, pero sigo moviéndome.
El mundo se ralentiza a mi alrededor.
Puedo sentir su olor en la brisa, que se hace más tenue cada vez que no la persigo.
Los gritos que se oyen detrás se convierten en un murmullo de palabras sin sentido,
e incluso su siguiente ataque parece demorarse en el aire mientras pasa a centímetros
de mi cabeza. El crujido de las hojas bajo mis manos y pies es fuerte, pero espero oírla
gritar o forcejear. Cualquier cosa que indique que se resiste.
Mirose es una luchadora.
No se rendiría tan fácilmente.
Recuerdo cómo huyó durante la primera vez y la mirada salvaje en sus ojos
mientras corría a mis brazos. Ella nunca volvería por su propia voluntad. Eso lo sé.
Entonces, ¿por qué está callada ahora?
Me temo lo peor, mi mente se acelera mientras esquivo los ataques de los
cazadores de monstruos e ignoro sus gritos. Tal vez hayan usado magia con ella o la
131
º
hayan sometido de alguna otra forma. Mi corazón palpita con fuerza al pensar en esa
alternativa.
¿Podrían haber...?
El aire caliente sale de mis fosas nasales ante la temida idea. Dirnyn estaba decidido
a quedarse con Mirose. Y a los elfos oscuros no les importa lo que cueste obtener lo
que quieren. Sólo puedo imaginar a Mirose desangrándose en sus garras, y eso
alimenta mi vuelo.
A los cazadores de monstruos no les gusta que me escape.
Su desesperación ha aumentado, y el bosque se ilumina en su avance. Quemarán
el mundo para tener la oportunidad de matarme. Aún siento el sabor de la sangre de
sus camaradas en la lengua, y no puedo culparles.
Pero ellos nos atacaron.
Aunque sólo sean hombres contratados por Dirnyn, esta persecución ya es
personal.
El olor de Mirose casi ha desaparecido, y una rara sensación de pánico se apodera
de mí. La mansión está despejada en la dirección opuesta, así que tengo que
preguntarme si el cazador no habrá retrocedido para perderme.
Los cazadores han retrocedido, y la magia ha cesado. Por ahora.
Sin duda, cuando vuelvan a encontrarme, continuarán con su ataque, pero por el
momento, el bosque canta con las salvajes criaturas nocturnas. Nuevas y poderosas
extremidades brotan de mis costados y, desafiando a la gravedad, hago palanca sobre
un saúco y utilizo mis garras de medianoche para escalar la gruesa corteza. Detrás de
mí, veo a los cazadores de monstruos entre las ramas.
Se han alejado un poco, pero acabarán encontrándome.
Es inevitable.
Desplazo la mirada hacia la impenetrable oscuridad en busca de algún rastro de
Mirose o su captor. No pueden haber ido muy lejos, a menos que hayan usado su
132
º
magia para teletransportarla de vuelta a la mansión. Mi cabeza da vueltas ante las

terribles posibilidades.
Los cazadores se acercan y creo ver un destello más adelante.
Más cazadores.
Mis garras rasgan la corteza, irritadas, y salto al suelo del bosque. Si quieren una
persecución, les daré una persecución, pero no voy a seguir jugando con sus reglas.
Vivo o muerto, Dirnyn querrá que le lleven a Mirose.
El único lugar donde se refugiará es en su mansión.
No tiene sentido seguir su rastro si van a usarlo como carnada.
Ambos grupos se dirigen a mi posición, y sólo tengo un segundo para escabullirme
en la oscuridad, evitando por los pelos una ráfaga de fuego. "¡Está aquí!"
Tienen magia para rastrearme.
Si pudiera deshacerme de ellos, esta persecución sería mucho más fácil. Pero se
niegan a ceder, y no puedo permitir que me retrasen. Tengo la mirada fija en el frente
y los músculos me arden por el esfuerzo, pero no puedo pensar en otra cosa que no
sea su aroma y cómo se sintió en mis brazos cuando se durmió esta noche.
O en cómo la abandoné a los cazadores cuando más me necesitaba.
Puedo reprenderme más tarde por mi parte en este lío. Se me acaba el tiempo
antes de que Dirnyn consiga lo que quiere, y esta vez no la dejará escapar. Nuestros
enemigos están listos para nosotros, para mí en particular. Mis tácticas son burdas
comparadas con su magia violenta, y ellos lo saben.
Y Mirose, es sólo una humana sin magia ni poderes en los que confiar. Pero es
inteligente, e incluso yo la subestimé antes de aprender la lección.
Tengo que confiar en que ella pueda escapar de él una segunda vez.
Los cazadores se acercan de nuevo.
133
º
Cinco interceptan mi camino y yo los esquivo como un rayo, evitando las

enredaderas que cobran vida bajo su malvada magia.
"¡Cómo no le has visto!", exclama alguien detrás de mí. "¡Estaba justo ahí!"
Surgen más enredaderas que forman un muro infranqueable. Lo golpeo con fuerza
y uso mis garras para desgarrar las enredaderas más rápido de lo que pueden rodear
mis muñecas.
Y las atravieso.
Sin embargo, han ganado terreno y siento cómo el fuego me roza el hombro. Podría
haber sido fatal si no hubiera estado tan lejos. Miro hacia atrás sólo el tiempo
suficiente para contarlos. Once.
Hay once cazadores persiguiéndome.
Dos han cambiado de forma para seguirme el ritmo con extremidades deformes,
sus talones sobresalen como patas de likar. No me dejarán ir, y tienen las
herramientas y la magia para despacharme con facilidad si continúo dándoles la
espalda.
Es entonces cuando irrumpo en un claro redondeado.
Dispongo de una fracción de segundo para decidir si me enfrento a ellos o no,
corriendo hacia el otro extremo antes de que ellos mismos irrumpan en el claro. Los
elfos oscuros que parecen likar olfatean el aire. Ellos mismos son monstruos, me doy
cuenta, vilipendiados por sus deformes apariencias.
"¿Puedes encontrarlo?"
"Está cerca", dice una de las criaturas.
El odio me invade en oleadas mientras decido a quién matar primero. No puedo
huir de esta lucha, eso está claro. Así que les daré lo que quieren.
Y no les va a gustar.
134
º
Capítulo Veintitrés
MIROSE
La cabeza me da vueltas.
No puedo pensar con claridad por el dolor, sabiendo que diría cualquier cosa para
detener este tormento. Dirnyn frunce las cejas mientras se inclina para quemar otra
vez mi carne chisporroteante. "No te muevas o te dolerá más".
Antes de que tenga oportunidad de tocarme otra vez, jadeo de repente, poniendo
todo mi cuerpo rígido como si me hubieran poseído. Pongo los ojos en blanco y dejo
que mi cuerpo se debilite. El sudor de mi frente es suficientemente convincente, y
abro los ojos a la fuerza, enfocando a Dirnyn con la sorpresa y la conmoción escritas
en mi rostro.
"¿D-Dirnyn?"
Parpadea sorprendido, cogiéndome la cara con ambas manos como si fuera un
amante y no un captor. "¿Finalmente eres tú? ¿Ha funcionado?
Sacudo la cabeza como si no entendiera. "¿Funcionó qué?"
Una sonrisa floreciente lo encuentra. "Dime lo que recuerdas".
"Sólo recuerdo que fui a reunirme con Ariella y luego... me desperté aquí".
Se traga mi actuación, besándome la frente en un gesto triunfal, y luego
encontrando mi boca con la suya. Aguanto el beso, dejándole creer que ha ganado
antes de separarme. "¿Por qué me duele?"
135
º
"Te marcaron, mi amor. Un monstruo te atacó y te arrastró hasta su cueva. Pero

aquí estás a salvo. Ahora nada puede hacerte daño", dice, y me doy cuenta de que lo
dice en serio, aunque no sea verdad.
Excepto tú, acuso en silencio, mirándome el muslo con horror. No tengo por qué
fingir. Tengo la piel ennegrecida alrededor de la marca, así que es imposible
distinguirla. No me extraña que pensara que funcionaba.
Se me corta la respiración. "¿Ya está?"
"Sí", dice, acunándome contra su pecho como si no pudiera dejarme marchar.
"Tendré que llamar a un sanador. Lo siento, pero era necesario para romper la
maldición".
Asiento con desgana, con auténtico alivio. "Me duele..."
Sus ojos brillan con repentina preocupación, como si realmente se preocupara por
mí. "Tendré una habitación preparada para ti, y puedo tener al sanador aquí en una
hora". Me coge la mejilla con un gesto cariñoso, como si no me hubiera herido con
sus propias manos. "¿Puedes aguantar hasta entonces?"
"Creo que sí."
"Bien." Vuelve a besarme los labios, cerrados y dulces. "Agárrate fuerte".
No tengo tiempo de contestarle porque sale corriendo de la habitación, realmente
apurado por aliviarme. Vuelvo a mirar la herida y se me desploma el corazón ante la
desdichada visión. Atroc lo matará cuando lo vea, pienso, haciendo palanca con la
pierna sana y poniéndome de pie. Me duele cerrar las piernas. Me duele caminar.
Pero ya estoy harta de esta mansión.
Arranco una parte de la sábana y me la envuelvo alrededor del muslo para cubrirme
lo peor. Al menos mi pobre piel quemada no se desgarrará si tengo que correr.
Todavía vestida con el enaguas, salgo cojeando de la habitación, encontrando el paso
y girando a la izquierda. No sé bien por qué, pero tengo la sensación de que Dirnyn se
ha ido por otro lado. Si no, tendré que inventarme una buena excusa de por qué estoy
en el pasillo cuando acabo de hacer tan bien el papel de damisela herida.
136
º
Los pasillos están vacíos.
Desde que Dirnyn se apoderó de este lugar, está desierto. Tal vez los nobles locales
se niegan a aliarse con un nuevo noble ventajoso. En realidad no importa. Está claro
que Dirnyn no tiene el empuje social que tenía Lord Everan, antes de su oportuna
muerte.
Escucho con atención cualquier sonido de vida.
Un sirviente extraviado podría arruinar mis posibilidades de salir de aquí de una
pieza. Dirnyn está distraído ahora, pero no lo estará por mucho tiempo. Y no tendré
una segunda oportunidad. Se dará cuenta de mi artimaña y me castigará por mi
desobediencia.
Oigo voces en el pasillo y me cuelo en una de las habitaciones abandonadas.
Con la puerta apenas agrietada, observo a dos sirvientes mientras pasan. Son elfos
oscuros de la clase más baja, sin la capacidad de sentir cuando son observados. "Anuih
no puede evitar meter las manos en el pastel, ¿verdad?", parlotea uno.
"Nunca lo ha hecho", dice la otra, y comparten una risita. "Pero es sólo cuestión de
tiempo que el dueño de la casa se entere y.…".
Su conversación se desvanece y reanudo la huida.
Miro a ambos lados antes de doblar otra esquina. He estado aquí antes,
brevemente, en mi pasado como residente aquí. Si no recuerdo mal, hay dos escaleras
que bajan. Una para los huéspedes y otra para los criados.
Esta última estaría más poblada pero mejor escondida.
Paso junto a un juego de espadas decorativas, retrocediendo para considerarlas en
serio. Están lo bastante afiladas, así que desengancho una del soporte y la blandeo a
mi lado antes de tomar la escalera de la servidumbre.
Para mi alivio, no hay nadie.
137
º
Me apresuro a bajar al primer piso de dos en dos. Pero cuando llego a la puerta de
la cocina, se abre sola. Un guardia parpadea sorprendido y se quita el casco para
mostrar su larga melena. "¿Qué haces aquí abajo?"
Es un idiota guapo, lo reconozco.
Pero cuando le corto con la espada, apuntándole a la garganta, consigue bloquearla
con una de sus grebas con tachuelas. El metal choca contra el metal y lo empujo un
paso hacia la cocina. Casi puedo ver la salida desde aquí, pero este guardia se
interpone en mi camino.
Echa mano a su propia espada.
No le dejo ninguna oportunidad, giro a la izquierda y le atravieso el hombro con un
tajo a la derecha. La sangre brota de la herida y su mirada de rabia se convierte en
una de incredulidad. Me abalanzo sobre él antes de que pueda arrodillarse.
No me queda tiempo.
Estoy casi en la linde del bosque cuando oigo a los guardias gritar órdenes desde la
mansión. Una vez en el bosque, no se atreverán a seguirme. No los guardias de la
casa. Los cazadores de monstruos de Dirnyn, en cambio, no caerán tan fácilmente.
Sigo adelante. Primero tengo que encontrar a Atroc, y todo lo demás vendrá
después.
Mi pierna palpita por el dolor que Dirnyn me infligió, pero no dejo que eso me
detenga, empujando a través de un denso matorral antes de oír el sonido de voces
masculinas. "¿Sentiste eso?"
"Van a necesitar refuerzos".
Me aprieto contra un árbol cuando los veo. Quizá no soy lo bastante importante
como para que se fijen en mí, pero mientras me mantengo quieta, no parecen verme.
O tal vez es que estoy tan sucia, me lamento internamente, prometiendo darme un
chapuzón en el arroyo cercano cuando todo esto acabe.
"Vámonos, entonces."
138
º
"No tiene sentido esperar. Ya viste lo que esa criatura le hizo a Kymon".
¿Están hablando de Atroc?
Acelero el paso detrás de ellos, manteniendo completo silencio mientras navego
por el ajetreado suelo del bosque. Los dejo atrás por un buen margen, pero nunca los
pierdo de vista. Me llevarán hasta él, estoy segura. No pueden referirse a nadie más.
Su conversación se me escapa, pero están tensos.
Todo en su avance es calculado e intencionado.
Se me seca la boca mientras los persigo, el cazador se convierte en cazado. O, al
menos, convirtiéndome en un faro para encontrar a mi pareja. Mi pareja. Me paso las
palabras por la lengua en silencio, intentando no perder de vista el objetivo. Puede
aguantar. Sé que puede, pero Dirnyn contrató profesionales para limpiar el bosque
de criaturas como Atroc.
Eso me agita.
Los cazadores se detienen de repente más adelante. Yo también me detengo,
asegurándome de observar todos sus movimientos por si tengo que esconderme de
nuevo. No creo que vayan a retroceder, pero es mejor estar seguro.
"Son ellos", dice uno.
El otro asiente con la cabeza. "Preparaos".
Es entonces cuando se separan, cada uno tomando un camino diferente alrededor
de un objetivo central. No estoy segura de lo que han oído hasta que un rugido
resuena entre los árboles. Es débil, pero lo reconocería en cualquier parte. Y me hace
correr.
Las llamas parpadean entre los árboles, abrasando todo a su paso.
La batalla ha llevado a Atroc a un claro, y está rodeado de cazadores de monstruos.
Varios incluso han adoptado la forma de likars a dos patas, gruñéndole y siseándole
mientras arremeten contra él. Por la forma en que Atroc esquiva, me doy cuenta de
139
º
que está herido. Me duele más que cualquier cosa que Dirnyn pudiera hacer al verlo
así, y quiero ir hasta él.
Tengo que detener esta locura.
Pero ¿cómo vamos a salir de esta?
Los dos cazadores que seguí irrumpen en el claro a ambos lados para proporcionar
refuerzos, y sé que Atroc no tiene ninguna posibilidad si alguien no interviene.
No puede hacerlo solo.
140
º
Capítulo Veinticuatro
ATROC
Respiro fuerte y deprisa mientras revoloteo hacia los árboles que hay sobre ellos.
Me están buscando, con sus voces apagadas y sus oídos aguzados. Las aberraciones
me ven primero, así que desciendo para atacar. No es que les pille por sorpresa, pero
no pueden lanzar una magia tan devastadora cerca de sus compañeros.
Muerdo la nuca de la criatura likar, destrozando piel y carne.
Suelta un gruñido acalorado, dispersando a los demás en su salvaje intento de
cornearme con sus garras. Lo esquivo, lo que le permite abatir a otro cazador, y luego
me alejo de su grupo para esconderme de nuevo entre los árboles.
Esta vez, sin embargo, saben dónde estoy.
No tengo más remedio que esquivar cuando sus llamas trepan por el árbol en el
que estoy. Las heridas que sufrí antes me ralentizan, así que cuando otra bola de
fuego viene rodando hacia mí, no puedo apartarme. Vuelvo a estar cegado. Cada
centímetro de mí está bañado en agonía mientras caigo al suelo.
Los cazadores se acercan gritando que me tienen.
Sigo rodando, luego salto a un lado y trepo a otro árbol, luego salto a otro. Es mi
único recurso en este momento. Si me atrapan, me destruirán y Mirose quedará en
manos de ese sádico elfo oscuro.
Me mezclo con las sombras, forzándolas a adentrarse en el bosque antes de volver
corriendo hacia el claro. Los necesito desconcentrados, dispersos, o no tendré
ninguna posibilidad. Cuando vuelvo sobre mis pasos, consigo alcanzar a uno de los
141
º
cazadores con mis garras, abriéndole en canal. Varios más gritan que su hombre ha
caído, dándome sólo un segundo más para llegar al extremo opuesto del claro, con la
oscuridad arrastrándose tras de mí. Si tuviera aliados que me apoyaran, no tendría
que acabar con ellos yo solo.
Tal como están las cosas, todo lo que tengo es el elemento sorpresa.
Cuando vuelven a salir del bosque, parecen enfurecidos. Bien, pienso, sintiendo
aún el beso hirviente de sus llamas. Dejemos que se pongan emocionales.
Los cazadores emocionales no pueden organizarse.
"Mátalo", dice el líder, apuntando su cuchillo en mi dirección.
Dos bolas de fuego más vienen rodando hacia mí. Las esquivo lo mejor que puedo
y aprovecho el impulso para atacar de nuevo. El elfo oscuro se defiende con fuerza,
igualándome golpe a golpe. Aprovecho de nuevo su proximidad para evitar que me
alcance su magia. Aunque se deleitan con la caza, han mostrado su debilidad.
Se preocupan por los suyos.
Sonrío mientras golpeo su armadura, agarro el borde de su peto y lo estrello contra
otro que corre hacia nosotros para atacarnos. Caen uno sobre otro en un montón y,
en el tiempo extra que me han concedido, arremeto contra el likar herido.
Ambos gruñimos, con las garras atravesando la carne, antes de que él se separe
con un aullido, desangrándose ante nuestros ojos.
No estoy seguro de quién va ganando, pero es satisfactorio ponerlos en su sitio.
Aunque se hayan entrenado para matar monstruos, nunca han conocido a una
criatura como yo. En mi sed de sangre, derribo a dos más, aplastando el cráneo de
uno bajo mi pie antes de abalanzarme sobre el líder.
Me golpea con fuerza y me deja aturdido.
Más fuego estalla a mi alrededor, esta vez creando un círculo que parece cerrarse
por momentos. Intento atravesarlo, pero las llamas están más calientes que nunca.
O, tal vez, es mi carne la que está débil por todas las quemaduras.
142
º
En cualquier caso, me lanzo a través de él, tropezando hacia la línea de árboles del
otro lado.
Me giro a tiempo para ver caer un látigo que me atraviesa el hombro y el pecho.
Suelto un rugido espeluznante y me tambaleo hacia atrás, luchando por enderezarme.
Dos más se unen a la lucha, blandiendo cuchillos y magia.
Tropiezo y mi determinación flaquea.
El likar ileso salta sobre mí. Dos de mis apéndices se convierten en tentáculos que
le rodean el cuerpo y el cuello, sacándole el aire. Mi mandíbula se desencaja por
voluntad propia en un intento de arrancarle un pedazo al cazador.
Se agita en mis garras, incapaz de liberarse.
Aprieto hasta que sus miembros dejan de moverse y cierro la boca alrededor de su
deformada cabeza antes de morderla. Un crujido nauseabundo resuena en mi cráneo,
pero en cuanto sus compañeros se dan cuenta de que no tiene cabeza, me invade una
fuerza mágica tan poderosa que amenaza con aplastarme.
A través de los árboles, creo ver las estrellas titilando más allá.
Gritos se elevan a mi alrededor, algunos victoriosos, otros furiosos.
Me dejo caer, esperando el golpe final.
Se tomarán su tiempo, sin duda, para castigarme por matar a los suyos. La forma
likar se estremece y vuelve a convertirse en un elfo oscuro sin cabeza encima de mí
antes de ser apartado. El líder me mira con repugnancia.
Entonces, esto es todo.
Dejo que se me cierren los ojos, deseando haber tenido un momento más con
Mirose.
"Ha sido una buena carrera", dice el líder con voz ronca, apretando los dientes.
"Pero este es tu fin, monstruo. Que los Trece no tengan piedad".
No me molesto en suplicar por mi vida.
143
º
Siempre terminaría así. Eso no me preocupa. Se trata de Mirose y de cómo la

abandonaré a su suerte en un mundo hecho para destruir su hermoso espíritu. Pero
estoy atrapado y ni siquiera puedo mover mis extremidades para liberarme.
Su recuerdo es todo lo que tengo.
"Hazlo, entonces", gruño, devolviendo la mirada al cazador de monstruos.
"Termina lo que has venido a hacer y deja de regocijarte".
Parece casi sorprendido por mi respuesta y frunce el ceño.
Pero entonces algo le distrae. Se oyen gritos detrás de él y se vuelve para mirar. Su
magia sigue sujetándome, pero me parece ver el revoloteo de alguien pequeño, y uno
de los cazadores cae sin hacer ruido.
Quedan cuatro, incluido el líder.
Le grita al likar superviviente, que no lo está haciendo muy bien. "¡Matadla!"
Se me acelera el pulso al oír la orden y me inclino más para mirar. ¿Quién podría
ser? De repente, la magia se disipa y puedo levantarme de nuevo. La fuerza vuelve a
mis miembros y arrastro al líder hacia atrás, abriéndole la garganta en un simulacro
de abrazo. Gorgotea con su sangre mientras acerco mis labios a su oreja. "Deberías
haberlo hecho, cazador", gruño, arrancándole completamente la cabeza de los
hombros.
Uno de los últimos elfos oscuros corre hacia Mirose.
¡Mirose!
Mi sangre canta mientras derribo a su perseguidor, aplastándole las costillas contra
el suelo. Ella lucha por tomar la delantera, usando un palo para bloquear un golpe de
espada. La magia arde en los ojos del último cazador. "¡Pequeña zorra!"
Me deslizo detrás de él mientras golpea a Mirose, errando sólo por un pelo cuando
ella lo esquiva. Sus ojos se abren de par en par, pero no hacia su atacante, sino hacia
mí. Agarro al último elfo oscuro por la nuca y lo levanto del suelo. Sus miembros se
agitan en el aire y le cuesta respirar en mi agarre.
144
º
Mirose me deja espacio para despacharlo.
Ansío destruirlo de la forma más violenta posible, pero ella está mirando. En lugar
de arrancarle la columna vertebral del cuerpo, cierro los dedos alrededor de su cuello
hasta que se rompe y su temblor se detiene.
Cae al suelo.
Sólo quedamos nosotros y un likar que se ha dado de bruces contra el suelo.
Mirose tiene los ojos muy abiertos y jadea, dejando caer su bastón de la mano. Se
tambalea y yo me apresuro a cogerla. La pongo en mi regazo y le sonrío aliviada. "Has
sido muy valiente."
"No podía dejar que te mataran", murmura, tocándome la cara para asegurarse de
que soy real. "No creo que pudiera seguir sin ti".
Le echo el pelo hacia atrás. "¿Estás bien?"
Sonríe con ironía y niega con la cabeza.
"¿Qué te ha hecho? Busco en sus extremidades y en su cuerpo cualquier señal de
herida, y me fijo en una tela desgarrada que le envuelve el muslo. Es exactamente
dónde está nuestra marca de apareamiento y me dispongo a arrancársela.
Ella me detiene. "Se curará".
Mis fosas nasales se inflaman ante la insinuación, pero la dejo con su intimidad.
"Mataremos a Dirnyn por lo que te ha hecho. Por todo esto".
Ella niega con la cabeza. "No. No es tan sencillo".
Sentado en un claro, sembrado de cadáveres, no puedo evitar reírme. "No puedes
pretender que lo sufra para vivir".
"Déjame hablar con él primero. Por favor".
Le cojo la mano y le beso la palma. No tengo intención de dejar que Dirnyn tenga
otro momento a solas con Mirose, pero por ella, puedo fingir. "De acuerdo. Pero si no
funciona...".
145
º
"Entonces no tenemos otra opción", dice ella. "Fue mi amigo una vez. Y creo que
todavía hay algo de él ahí dentro, debajo de todos los delirios".
Aprieto los dientes al pensarlo. "Espero que tengas razón".
146
º
Capítulo Veinticinco
MIROSE
Salimos de la cueva de Atroc a media tarde del día siguiente. Decidimos que lo
mejor sería enfrentarnos a Dirnyn cuando se ponga el sol, de modo que, si hay que
luchar, Atroc tenga la ventaja de la oscuridad. Los cazadores de monstruos de Dirnyn
parecen haber descubierto que Atroc es vulnerable al fuego, por lo que también
podrían conocer el efecto del sol sobre él.
El viaje hasta el Mercado Oscuro llevará un rato, así que nos aseguramos de salir lo
bastante temprano como para llegar allí mientras quede mucha luz de luna. Hablamos
un poco mientras emprendemos el camino, repasando el plan y discutiendo lo que
podríamos hacer después, pero estamos tan concentrados en la tarea que tenemos
entre manos que pronto nos sumimos en un silencio mutuamente acordado.
Viajamos en ese silencio durante un largo rato, escuchando el suave susurro de las
hojas y el crujido de las ramas bajo la suave brisa. El bosque está ligeramente
iluminado por los rayos de sol que logran abrirse paso a través de las espesas copas
de los árboles, y el dulce olor de la madera podrida me llega a la nariz cuando pasamos
por encima del tronco caído de un árbol.
El bosque de Rach me ha parecido un lugar sorprendentemente tranquilo. La
mayoría de la gente del Mercado Oscuro teme estos bosques, pero según mi
experiencia, la mayor parte es tranquila y silenciosa. Por supuesto, la mayoría de la
gente que viaja por aquí no está protegida por una de las criaturas más peligrosas de
toda Protheka.
147
º
Entiendo que la oscuridad y la monotonía del bosque asusten a la gente, pero yo lo

veo de otra manera. La penumbra me parece relajante, y la interminable procesión
de árboles dista mucho de ser monótona si uno se fija un poco más.
Cada árbol es una pieza única de la naturaleza, sus raíces nudosas son totalmente
diferentes de las del anterior. No hay dos ramas que sobresalgan en el mismo ángulo,
y ninguna hoja cae por el mismo camino que otra. Cada centímetro de este bosque
milenario es distinto del anterior si uno está dispuesto a fijarse bien.
Hay que reconocer que, al principio, este bosque también me daba un poco de
miedo. Pero la experiencia es la muerte del miedo, y ahora tengo mucha experiencia
aquí. He llegado a compartir el amor de Atroc por este lugar, y nuestra pasión
compartida por las profundidades del bosque refuerza nuestro vínculo.
A medida que avanzamos, me fijo en la luz del sol y en las ramas cada vez más
delgadas de los árboles. Atroc vive en una de las zonas más antiguas del bosque,
donde los árboles se extienden a menudo unos treinta metros o más hacia el cielo y
sus amplias copas bloquean casi toda la luz.
Llevamos varias horas caminando y los árboles han empezado a reducirse
drásticamente, dejando pasar mucha más luz al suelo del bosque. El sol aún brilla con
fuerza, pero se acerca al horizonte. Una o dos horas más y habremos llegado.
La tensión crece en mi interior a medida que nos acercamos al límite del bosque y
al Mercado Oscuro. Aún tengo esperanzas de poder razonar con Dirnyn. Después de
todo, una vez se preocupó por mí. Aunque ahora le dé asco. No importa si acepta mi
amor por Atroc. Eso ya no me importa.
Sin embargo, debo convencerlo de que nos deje en paz a nosotros, a Zyranth y a
Ariella. Debe ver que la paz es el camino correcto, y aún tengo esperanzas de que
nuestra amistad pueda recuperarse, aunque nuestro último encuentro da poca
confianza a esa idea.
A pesar de todo, las dudas que tengo se disipan por la furiosa determinación que
arde en mi corazón. Lo hago por Atroc. Su amor me da todo el valor y la fuerza que
necesito.
148
º
Finalmente, tras otra hora de marcha, llegamos al gran muro de luz que marca el
final del bosque. El sol poniente se asienta justo sobre el horizonte, sus rayos naranja
oscuro de luz vespertina cubren el lugar donde el bosque se encuentra con la pradera.
Tengo que entrecerrar los ojos con el sol así de frente.
Decidimos esperar aquí unos minutos antes de continuar para que el sol pueda
completar su descenso. Nos quedamos cogidos del brazo al borde de la arboleda,
contemplando la majestuosidad del sol poniente. No estoy segura de que Atroc
disfrute tanto como yo viendo la puesta de sol, teniendo en cuenta su aversión a la
luz solar, pero parece disfrutar de nuestro contacto físico compartido.
Media hora más tarde, cuando los últimos rayos de luz desaparecen tras el oscuro
horizonte, ponemos rumbo a la mansión de Dirnyn.
Cuando llegamos al lugar que solía ser mi hogar, encontramos hogueras
encendidas dentro y fuera de la mansión. Sin duda, están pensados para arrojar tanta
luz como sea posible en caso de que aparezca Atroc. Observamos todo por un
momento.
"Veo al menos una docena de guardias", me susurra Atroc al oído. Mi única
respuesta es una breve inclinación de cabeza.
"Mirose", continúa Atroc. "¿Estás segura de que quieres intentarlo? Perdemos la
ventaja de la sorpresa al intentar hablar con él. Además, nunca nos aprobará. Mejor
arrancarle la garganta élfica y acabar de una vez".
"Tengo que intentarlo", respondo, decidida. "Una vez fue amable conmigo y lo
consideré un amigo. Le debo al menos intentarlo".
"No le debes nada, Mirose", responde Atroc, conteniendo a duras penas su ira. "Te
torturó y nos matará a los dos si le damos la oportunidad".
"Atroc", digo con firmeza. "Ya hemos decidido cómo va a ir esto. Es demasiado
tarde para disuadirme, así que será mejor que me sigas la corriente". Atroc sólo gruñe
ante esto, claramente disgustado, pero no pone más objeciones.
"Vamos", le digo. "Acabemos con esto".
149
º
Nos acercamos a la mansión con cautela, revoloteando entre las sombras

parpadeantes proyectadas por los fuegos de Dirnyn. Quiero acercarme lo más posible
antes de llamarlo. Si sus hombres me encuentran antes de que yo lo encuentre a él,
podríamos tener que luchar contra todos ellos antes de poder hablar con él, lo que
frustraría el propósito de mi intento de diplomacia.
Por suerte, Atroc es un maestro moviéndose entre las sombras, así que todo lo que
tengo que hacer es seguirle. Pronto estamos a unos seis metros de la puerta principal,
lo que considero suficiente. Juntos salimos de las sombras y llamo a Dirnyn lo más
alto que puedo.
"Dirnyn", grito. "¡Sal, Dirnyn! Soy Mirose. Necesito hablar contigo".
En cuanto empiezo a gritar, los guardias se levantan a nuestro alrededor, tratando
de encontrar la fuente del alboroto. Un momento después, la puerta de la mansión
se abre y la luz que sale de la chimenea tiñe el umbral de una oscura neblina
anaranjada. Dirnyn está de pie en la abertura, sus rasgos oscurecidos por las sombras.
Avanza lentamente hasta situarse a unos treinta metros de nosotros. Desde tan
cerca puedo verle la cara. La ira y el asco dominan sus rasgos.
"Dirnyn", empiezo, con la voz cargada de emoción. "¿Cómo hemos llegado a esto?
Creía que eras mi amigo, Dirnyn. ¿Por qué tienes que acosarnos así? No queremos
hacerte daño, ni tampoco Zyranth y Ariella. ¿No puedes dejarnos en paz? ¿O sólo
querías usarme? Si alguna vez te importé de verdad, Dirnyn, deja esto. No es
demasiado tarde para que volvamos a ser amigos".
El rostro de Dirnyn sólo se endurece, sus facciones se convierten en un plano
pétreo. "Estás enferma, Mirose. Esta... esta criatura ha envenenado tu mente. Te ha
lavado el cerebro. Míralo. Es un monstruo. Hecho para matar y mutilar. No es el
consorte adecuado para una humana. No puedo tolerar semejante abominación
antinatural".
Dirnyn pierde gradualmente el control de su voz a medida que habla. Al final de su
perorata, habla con un fervor enloquecido y violento. Nunca antes había oído tal
descontrol en su voz.
150
º
"Dirnyn", respondo. "No me han lavado el cerebro. Estoy enamorada de Atroc, y él

está enamorado de mí. Estoy orgullosa de ser su compañera. Me quiere y se preocupa
por mí, como tú hiciste una vez. ¿No lo ves, Dirnyn? Aquí no hay hechizos".
"Al amor no le importan los límites simplistas del bien y el mal", imploro. "Nuestro
amor es más fuerte que el poder de tu magia, más agudo que el filo de tus lanzas.
Nunca podrás separarnos, debes verlo. Por favor, Dirnyn. Entra en razón. Te lo
imploro".
Cuando termino de hablar, Dirnyn permanece largo rato inmóvil. Las emociones
parecen luchar en su interior. Puedo ver el dolor en su rostro mientras contempla mis
palabras. Después de un momento, su rostro parece suavizarse un poco, y la
esperanza florece en mi corazón. Se lo está pensando. Oh, Dirnyn. Por favor, toma la
decisión correcta.
Cuando abre la boca para hablar, el corazón me da un vuelco. Mi esperanza crece.
Él ve la razón en esto, ¿verdad? Tiene que verla.
"Tú", comienza Dirnyn, en voz baja. "No eres más que la puta de un monstruo. Una
sucia ramera, no apta para calentar el lecho de mi más bajo esclavo. Morirás hoy. Tú,
tu espantosa mascota, y esos asquerosos amigos tuyos".
"Guardias", suelta, escupiendo saliva de su boca. "Matadlos. Sin piedad. Y cuando
hayáis acabado, encontrad a la otra puta y matadla también". Con eso, gira sobre sus
talones, caminando enérgicamente de regreso a su mansión.
Las palabras de Dirnyn me golpearon como el martillo de un herrero, reverberando
en mi corazón y en mi alma. Realmente creí que podría convencerlo, pero no hay
forma de salvarlo. No nos deja otra opción.
Los guardias empiezan a acercarse. Me armo de valor, miro a Atroc a los ojos y
asiento con la cabeza. Atroc sonríe, la sed de sangre se apodera de su rostro. Él asiente
a su vez, y nos lanzamos hacia delante, bramando nuestra furia en la fría oscuridad
de la noche.
151
º
Capítulo Veintiséis
ATROC
"¡Cobarde!" Le gruño a Dirnyn cuando sus guardias arremeten con las armas
desenvainadas.
Con Mirose detrás de mí, atravieso a los más impacientes de un solo golpe,
arrancándoles las cabezas de los hombros. Después vienen cayendo más. Suelto un
gruñido desgarrador antes de darles a probar lo que ansían.
Mirose también lucha.
Si fueran los cazadores, la habría obligado a volver al bosque. Pero puede
defenderse de unos cuantos soldaditos de plomo. El orgullo se apodera de mí cuando
oigo su grito de guerra, usando una espada robada para derribar a otro guardia.
La sangre se esparce a mis pies cuando desgarro la garganta de otro elfo, dejando
que se ahogue en sus propios fluidos mientras cae de rodillas. Después de la lucha
con los cazadores de monstruos, despachar a estos me resulta fácil, casi divertido.
No tienen magia como sus superiores.
Un elfo oscuro cae detrás de mí, golpeando el suelo con un ruido sordo. Giro para
ver a Mirose, con las fosas nasales abiertas y los ojos desorbitados por el asesinato.
Mi lengua se desliza sobre mis dientes ante la idea de devorarla en el creciente charco
de sangre de nuestros enemigos.
El orgullo se enciende en mi pecho.
Vuelvo a darme cuenta de que es mi compañera. Mi hermosa compañera.
152
º
Hay cuerpos a nuestro alrededor, retorciéndose, brotando y gorgoteando. El resto

vacila, mirándonos con terror. "¿Esto es lo mejor que tienes?" Llamo a Dirnyn, que
está a salvo en su mansión. Los guardias se inquietan lo suficiente como para soltar
las armas y dar media vuelta.
Estoy casi decepcionado.
El dolor me recuerda que aún soy de carne y hueso, aunque la oscuridad lame
febrilmente mi piel. Esta vez Mirose no suelta el arma, sino que la mantiene cerca de
su costado. "Intentará escapar", respira, mirando hacia la mansión iluminada. "No
tenemos mucho tiempo".
Asiento con la cabeza, siguiendo su mirada.
Dirnyn ha puesto a prueba nuestro temple, y ahora es el momento de poner fin a
esto.
Mirose suelta un pequeño grito de sorpresa cuando la levanto y me abalanzo sobre
el muro de la mansión, renunciando a la gran entrada y a las escaleras para trepar
hasta el segundo piso. El cristal cede con un estruendo explosivo y la dejo sobre la
alfombra antes de arrastrarme tras ella.
La mansión está en un silencio sepulcral.
¿Llegamos demasiado tarde?
"Por aquí", susurra, me coge de la mano y me guía por un pasillo oscuro. Aún
crepita la magia, como si el amo acabara de marcharse. Pero la oscuridad es mi aliada,
y me encuentro rastreando su olor sin necesidad de usar la vista.
Estoy seguro de que ya hemos despachado a todos sus "amigos", y no puede culpar
a nadie más que a sí mismo. Aprieto los afilados dientes y de mi costado brotan más
extremidades. Dos manos no bastarán para estrangular a este bastardo.
La tristeza envuelve a Mirose.
La saboreo en el dorso de la lengua y sé que debo decir algo para animarla. Es lo
que hay que hacer. Ha causado mucho dolor y sólo quiere destruirnos por lo que
153
º
somos. Ella le ha oído tan bien como yo. Si le damos otra oportunidad de recuperar
su pequeño ejército, no nos dará paz a Mirose y a mí hasta que estemos muertos.
Mis sombras se extienden por el espacio, cubriendo también a Mirose.
Es instintivo protegerla, y ella se acerca como si pudiera sentirlo, su cuerpo
enfriándose por la excitación. Un pesado silencio nos acompaña mientras registramos
cada habitación, acercándonos cada vez más al maldito amo de la mansión.
Esto termina esta noche.
La magia aún brilla en el aire y sé que está cerca.
Mirose toma la delantera hasta una puerta cerrada, hablando sombríamente sin
ocultar su voz. "Aquí es".
La puerta está atascada con magia, que brilla sobre su superficie. Parece una fuerza
indomable, y lo sería si no hubiera roto antes sus guardas. Los elfos oscuros confían
demasiado en su alta magia, y olvidan su fuente.
Todo comienza en la oscuridad.
Las sombras que me rodean, como un filo traslúcido y afilado, se abalanzan sobre
la barrera protectora y la destrozan con la misma facilidad con que lo hizo el cristal.
Me parece oír un aullido detrás de la puerta, que se hunde en sus bisagras y se abre
con un quejido.
La chimenea está encendida, con Dirnyn escondido a su sombra cerca de una
ventana. Imagino que pretende escapar por ella, pero no le daré la oportunidad.
Mirose intenta atraerlo, pero la detengo con una mano en el hombro y me abalanzo
sobre él para probar su carne perversa.
Mis numerosas manos lo agarran, le sujetan las manos a los costados, le cierran la
boca y le aprietan la garganta. Soy la oscuridad, pienso, y dejo que mis miembros
salgan de mí mientras inmovilizan su forma agitada. No me parezco a la criatura de la
que se enamoró Mirose. Soy una criatura sin forma, un resto del principio y todo lo
154
º
que quedará al final. Sólo mi mirada permanece brillante, clavada en mi víctima. Ya

ha causado suficientes problemas durante toda su vida.
Sus ojos se abren de golpe.
Sin sus manos ni su voz, no puede evocar su preciada magia.
Mi mandíbula se desencaja, se abre más y mi lengua se despliega en toda su
longitud. Y sonrío, porque no tengo otra expresión en ese momento, antes de
rodearle la garganta con la lengua y atraerlo hacia mí de cabeza. Intenta lanzar un
grito antes de que lo apriete con fuerza, cortando hueso y músculo, deleitándome
con el dulce fluido que brota del cerebro.
Bajo mí, el cuerpo de Dirnyn emite un último estremecimiento.
Percibo que Mirose me observa, pero las sombras le ocultan lo peor. Una vez fue
su amigo, y supongo que verlo en este estado aún la perturbaría. Aunque nos haya
hecho cosas terribles en pos de sus delirios.
"¿Atroc?"
No respondo, tragándome el resto de él en mi insondable oscuridad, donde
pertenece. Lo único que queda es una mancha de sangre seca en la alfombra cuando
las sombras finalmente se disipan y caigo de rodillas.
Mirose corre hacia mí y me coge la cara con ambas manos.
Estoy borracho, saboreando el sabor del elfo oscuro en mis entrañas, aunque mi
forma desafía la masa adicional. Podría comerme un establo lleno de taura y no
cambiaría nada. Siempre ha sido así. La cara de preocupación de Mirose me devuelve
al presente. Está llorando y sonriendo a la vez, así que me confunde el repentino
estallido de emociones.
La arrastro hacia mí, acunándola contra mi pecho con muchos brazos.
El arrepentimiento persiste.
Dirnyn no merecía una muerte rápida. Merecía que lo estrujaran lentamente para
que sus huesos se quebraran de uno en uno, en el transcurso de quince días, antes
155
º
de que finalmente sucumbiera a la muerte. Es lo único que lamento, pero me alegro

de que haya terminado.
La mansión está vacía.
Las sombras no hablan a nadie más que a nosotros y eso me alivia. Mis dedos se
enredan en el ardiente cabello de Mirose y aprieto los labios contra su coronilla.
"¿Estás bien?"
Ella asiente, enterrando la cara en mi hombro.
Podría quedarme así toda la noche y hasta la mañana siguiente, pero otros elfos
oscuros vendrán en cuanto vean la matanza de fuera. Unos minutos más, me digo a
mí mismo. Luego volaremos lejos de aquí. Mirose necesita este cierre.
"No deberíamos haber llegado a esto".
Mi mandíbula se irrita ante la situación. "Tienes razón. No debería haber sido así".
Sus lágrimas se ralentizan y se las enjuga con un suspiro. "No sé si debería
preguntarte esto, pero ¿qué le pasó a su cuerpo?"
Ladeo la cabeza, confundido. "¿Quieres saberlo?
Ella sacude la cabeza con una suave carcajada. "No, pero creo que necesito saberlo.
Soy responsable de la muerte de Dirnyn".
"Nadie es responsable de lo que pasó aquí, excepto el propio Dirnyn", gruño, no a
ella, sino al pensar que se culparía a sí misma de todo esto. "Podía habernos dejado
en paz, como le rogaste muchas veces".
Sus labios se convierten en una línea de miseria. "Una vez fue bueno".
"Yo no lo vi", digo, con más insensibilidad de la que pretendo. "Estaba enfermo de
la mente".
"Tienes razón", admite, con más lágrimas. "Simplemente no pensé que llegaríamos
a esto, ¿sabes? Pensé que tal vez podríamos..."
156
º
Un sonido lejano llega hasta mí, y un nuevo y extraño aroma florece en primer
plano.
Aprieto los dientes, y Mirose se calla. "¿Qué es?"
Sólo sacudo la cabeza, dejándola en el suelo antes de moverme para defenderla.
Hay otro aquí, una criatura que desconozco. Sea lo que sea, sin duda fue enviada por
los elfos oscuros para deshacerse de nosotros.
Un gruñido me sorprende y oigo una voz.
Está apagada y lejana, pero no quiero correr riesgos.
De mis costados brotan extremidades no del todo humanoides. Zarcillos, garras y
tenazas. Lo que sea que se haya entrometido se topará con una visión de lo más
temible.
157
º
Capítulo Veintisiete
MIROSE
Los gruñidos repentinos de Atroc me sacan de mi postura de celebración. Veo cómo

se aparta de mí y fija sus ojos en los árboles que rodean el claro.
"¿Qué pasa, cariño?" pregunto, tratando de mantener mi voz lo más ligera posible.
"¿Se acerca algo?"
Atroc no responde, mantiene su atención totalmente fija en el denso follaje a cierta
distancia, pero no tiene por qué hacerlo. Puedo ver cómo ya está esparciendo sus
sombras por todo el suelo, quedándose las más densas más cerca de mí. A pesar de
la dura batalla, Atroc parece tener aún energía de sobra para asegurarse de que
permanezco a salvo, y aunque pensar en su protección suele hacer que mi pecho se
llene de afecto, esta vez no puedo detener el horror que empieza a llenar mis
pulmones.
Se suponía que todo había terminado, pienso. Se suponía que debía ser libre.
Con el cuerpo de Dirnyn cada vez más frío, pensé que por fin podría relajarme y
disfrutar de mi vida sin algo que colgara sobre mí. Se suponía que este campo de
batalla sería ahora un lugar de celebración, pero ahora está lleno de aire lo bastante
tenso como para asfixiarme. El único sonido que oigo es el gruñido que empieza en la
garganta de Atroc y los karasus que graznan, esperando a llevarse su parte de la tierra
cuando nos vayamos.
"Por favor, ¿qué está pasando?" Pregunto de nuevo. La sola idea de otro combate
hace que se me doblen las rodillas, pero consigo mantenerme en pie por pura
voluntad obstinada.
158
º
He luchado durante demasiado tiempo y con demasiado ahínco como para ceder
mi libertad a lo que sea que haya más allá de esos árboles.
"Dos figuras se acercan a nosotros", gruñe Atroc.
La confirmación me hace tragar saliva, y miro a mi alrededor para poder coger el
arma más cercana. Sea quien sea, va a tener que arrancar mi final feliz de mis frías y
muertas manos.
"Quédate cerca de mí", me dice cuando no le respondo. "No dejaré que te pase
nada".
"Sé que no lo harás", murmuro. El frío acero de la hoja sucia que cojo me pesa en
la mano.
Los segundos siguientes no pueden describirse más que como agonizantes. No me
atrevo a apartar los ojos de la arboleda ni un segundo, temerosa de lo que se acerque.
Una vez que se acerca lo suficiente para que pueda oír sus pasos y ver las hojas
agitándose en la distancia, me preparo para una nueva lucha a pesar de que el
cansancio hace que me duelan los huesos.
Cuando las hojas se separan, me doy cuenta de que no tenía motivos para
preocuparme.
"¡Mirose!" Ariella grita desde su posición en la espalda de Zyranth. "¿Te encuentras
bien? Por favor, que estés bien".
La espada se me escapa de los dedos mientras mis pulmones se llenan de alivio.
Empiezo a correr hacia ellos, y me duelen los ojos de las lágrimas que quieren brotar
de las comisuras. Detrás de mí, los gruñidos de Atroc se han detenido sólo un instante
por lo que sólo puedo suponer que es sorpresa al alejarme de su lado, pero no le
prestó atención aunque empieza a seguirme.
A través de mi visión cada vez más borrosa, veo cómo Ariella salta de la espalda de
Zyranth, cae al suelo sin tropezar y corre hacia mí. La visión es tan
reconfortantemente abrumadora que una lágrima resbala por mi rostro.
159
º
Nos abrazamos y la rodeo con los brazos. He estado tan preocupada por ella y por
Zyranth que en ese momento me fallan las rodillas, pero Ariella sigue siendo fuerte y
firme mientras me abraza y nos guía suavemente a las dos para que nos sentemos en
el suelo húmedo.
"Hola, hermana", susurra Ariella, pasándome una mano por el pelo sucio y
anudado. "Hacía siglos que no te veía. Estaba tan preocupada por ti".
"Yo también te he echado de menos", le digo y apoyo la cabeza en su hombro. El
hecho de que me aferre tanto a ella debería ser vergonzoso, pero incluso con las
amenazas de Dirnyn extinguidas ahora que está muerto, el miedo y la preocupación
persistentes que he tenido por su bienestar me golpean como cañones.
Ariella parece darse cuenta de ello por la forma en que se acerca a mí para que
estemos sentadas una al lado de la otra. "No sé qué ha pasado", empieza. "Pero me
alegro de verte. ¿Te encuentras bien? Tienes un aspecto horrible".
Me río, el cansancio cala cada vez más hondo en mis huesos, pero no lo suficiente
como para enmascarar el alivio y la satisfacción que siento. "Te advierto que es una
larga historia".
Ariella sonríe y levanta la barbilla para señalar a Atroc. "Me lo imagino".
Los dos observamos cómo Atroc y Zyranth se enfrentan. No tengo ninguna
preocupación de que vayan a pelearse, tan orgullosos y posesivos como los conozco.
Ariella y yo le pondríamos fin, y estoy segura de que ambos lo saben. Ariella incluso
resopla y sacude la cabeza cuando los dos parecen posarse el uno hacia el otro.
"Ninguno de los dos ha dicho una palabra", susurra Ariella, con una sonrisita en la
cara. "Creo que están pensando qué hacer el uno con el otro".
Es extraño ver interactuar a dos depredadores que llevan años solos. A menudo,
criaturas como Atroc o Zyranth se mantienen alejadas la una de la otra y de su
territorio. ¿Por qué iban a perder tiempo y energía interactuando cuando pueden
hacer todo lo que necesitan por su cuenta? ¿Por qué molestarse en hacer amigos
cuando todo lo que necesitas es a ti mismo?
160
º
Ninguno de los dos ha golpeado al otro, pero las sombras de Atroc han vuelto a
encenderse y Zyranth tiene las alas desplegadas. Si no los conociera, tal vez si esto
fuera una historia de un libro infantil, esperaría atónita a ver cómo ponen a prueba
su temple el uno contra el otro.
Ahora mismo, sin embargo, es difícil no verlos como criaturas increíblemente
independientes pero torpes que intentan descubrir cómo coexistir.
"¿Vais a presentaros el uno al otro o tendremos que hacerlo por vosotros?". grito
y sonrío cuando Ariella suelta una risita a mi lado. "¡Háganse amigos!"
Los dos responden con gruñidos casi idénticos que me hacen morderme la mejilla
para no reírme. Su testarudez los superará a ambos, pero es difícil no encontrarla
entrañable.
Atroc y Zyranth se presentan con respuestas de una sola palabra y vuelven a su
pequeño enfrentamiento. Ahora es menos hostil. El aire se ha despejado de la
tensión, pero la forma en que Atroc me mira y Zyranth mira a Ariella hace evidente
que preferirían estar con sus propias compañeras.
"Creo que es lo mejor que vamos a conseguir", dice Ariella, dedicándome una
sonrisa. "Ahora dime qué te ha pasado para que estés tan cansada".
Revivir los últimos días es a la vez una bendición y una maldición. Le cuento a Ariella
todos los buenos momentos, incluso los que estuvieron plagados de incertidumbre, y
ella parece sonreír. Al hablarle de Atroc y de lo mucho que significa para mí, me da
un abrazo y bromea diciendo que somos más parecidas de lo que pensábamos.
"Somos hermanas. Por supuesto, tenemos los mismos gustos", bromea.
Hablar de Dirnyn es lo más difícil de todo. Revivir la tortura y el estrés que me hizo
pasar por lo que él llamaba amor hace que me duela el pecho, pero me alegro de no
tener que volver a verlo. Ariella me abraza más fuerte cuando le cuento cómo la
amenazó a ella y a Zyranth.
"Siento no haber podido avisarte", susurro. "Todo estaba sucediendo tan rápido".
"No pasa nada", me dice. "Ya ha pasado. Me alegro de que esté muerto".
161
º
"Yo también".
Cuando por fin volvemos al presente, Ariella me da un último abrazo antes de
levantarse. Después de ayudarme a levantarme también, me pone la mano en los
hombros y sonríe.
"Vosotros dos deberíais quedaros con nosotros", dice Ariella, con voz amable pero
firme. "Insisto".
"De ninguna manera", exclama Zyranth. "No le voy a invitar".
"No necesitamos su ayuda", me dice Atroc, sin reconocer del todo a Ariella.
"Estamos bien".
"Vamos, amor", le digo, acercándome a Atroc y viendo que Ariella hace lo mismo
con Zyranth. "Sólo una noche, por favor".
"No, Mirose, podemos encontrar otro sitio donde quedarnos", responde él, con la
voz baja. Intenta no sonar demasiado irritado conmigo, pero la suavidad de su voz
siempre es obvia para mis oídos.
"Por favor, Atroc", susurro. "Estaba tan preocupada por ellos".
Sigue un momento de silencio, y puedo ver que Atroc hace todo lo posible por idear
algún tipo de excusa que no tiene. Veo cómo libera la tensión de sus hombros y se
inclina para presionar su mejilla contra la mía. Debe de estar tan preocupado por mí
bajo su dura apariencia que ya no se resiste a mi petición.
"Una noche", dice.
"Sólo una", le confirmo.
Él asiente y yo sonrío, apretando un beso en su mejilla. Cuando miro a Ariella y a
Zyranth, veo que ella también ha conseguido convencerle y me dedica una sonrisa
que me calienta desde la punta de los pies hasta la cabeza.
"Vámonos", le digo. "Ya no necesitamos este lugar".
162
º
Capítulo Veintiocho
ATROC
La silla de madera cruje peligrosamente bajo mis pies mientras Mirose parlotea con
su amiga.
Evito mirar a la otra criatura, Zyranth, por asco. Me resulta extraño y no puede
cambiar de forma como yo. Las ollas y sartenes tintinean en la cocina mientras él
trabaja, encorvado sobre una estufa de leña. El olor que sale de la cocina es tolerable,
aunque preferiría un corte crudo de elfo oscuro para saciar mi hambre.
"... ¿y tú qué opinas, Atroc?"
Mirose y Ariella me miran expectantes. La mirada de mi compañera es de
sinceridad, y no puedo decepcionarla. No conozco la pregunta, pero respondo de
todos modos. "No me importa". Es la verdad, independientemente de la pregunta.
Una sonrisa se dibuja en su rostro y se vuelve hacia Ariella. "¿Ves? Te dije que no
le importaría. Así tendremos más tiempo fuera de la cueva, y de todas formas le
sobran algunas manos". Ambas disimulan sus risitas y continúan su conversación.
Me siento el blanco de una broma que no entiendo y vuelvo mi atención al alféizar
desordenado y al bosque que se oscurece más allá. Esta cabaña está aislada y
cuidadosamente controlada, nada que ver con mi ventosa cueva. Pero tampoco es
calurosa, salvo por el calor que emana de la cocina de Zyranth.
Mirose también parece estar cómoda aquí.
Me coge la mano distraídamente y entrelaza sus dedos con los míos. Le devuelvo
el gesto, disfrutando de su calor, y vuelvo a sintonizar con la conversación.
163
º
Ariella habla con animación. "Creo que deberíamos despejar algunos de los árboles
del oeste y empezar por ahí".
"Eso sería perfecto", dice a su vez Mirose, mirándome. "Con los dos, creo que será
poco trabajo montar tu jardín".
"¡Yo compartiría, por supuesto! No podríamos hacerlo solos".
Mirose sonríe. "Y no esperaríamos nada. Atroc puede cazar por los dos".
"Taura es genial durante un tiempo", dice Ariella, mordiéndose el labio inferior.
"Pero después de un tiempo se vuelve redundante. Nunca está de más tener unas
cuantas verduras más en el plato".
"Y fruta", añade Mirose. "¡Me imagino un huerto lleno de tizret y judías nimond
para dar envidia a los elfos oscuros!".
"Zyranth podría cocinarnos algo maravilloso con ellas". Nuestra anfitriona echa un
vistazo a la cocina, donde su compañero ha puesto la pequeña mesa. "Creo que la
cena está lista".
Se produce una migración, con Mirose tirando de mí.
Por desgracia, la mesa es redonda, así que me siento tan cerca de Ariella como de
Mirose y justo enfrente de Zyranth. Si quisiera, podría acercarme a él y arañarle la
cara sin esfuerzo. No podemos evitar mirarnos a los ojos mientras la criatura
escamosa sirve la primera ración a su compañera y la segunda a mí.
Muerdo un gruñido.
Mirose me dijo que me portara bien y estoy haciendo todo lo que puedo.
Me mira expectante. "¿No vas a probarlo? Nos han hecho gallus".
Miro el ave tallada, de gran tamaño, luego cojo el cuchillo de servir y me corto un
trozo. Hay algunas hojas plateadas y verduras que no reconozco, pero tengo que
admitir, a regañadientes, que huele bien.
Nunca me oirán decirlo.
164
º
"Entonces", dice Ariella, rompiendo el tenso silencio. "¿Has pensado dónde quieres
vivir, Atroc? Estoy segura de que querrías construir tu propia casa, más adentro en el
bosque."
Todas estas preguntas. "La cueva está bien".
Las chicas se miran, se pasan un mensaje secreto. Juro que los humanos tienen
conexiones telepáticas, de alguna manera, y noto que incluso Zyranth parece
confundido por el intercambio silencioso.
Mirose traga su bocado antes de responder en mi nombre. "Creo que está
acostumbrado a la cueva. Es bonita, por supuesto. Tenemos todo lo que
necesitamos..." Se le escapa la última frase, como si fuera a decir algo más, pero se
detiene. "Y es hogareño..."
"Zyranth", dice Ariella, frotando su brazo. "Has estado callado desde que llegaron
nuestros invitados".
Él la mira y le coge la mano. "No tengo nada que decir".
"¿Nada de nada?"
Muestra los dientes y luego me mira con repulsión.
Lo mismo pienso yo, ignorando su desagrado para tomar otro trozo de gallus.
"Zyranth", dice Mirose con pesada insinuación. "Gracias por cocinar. La cena está
deliciosa. ¿No es así, Atroc?"
Lanzo un sonido de no compromiso.
Quieren que hagamos las paces, que hablemos entre nosotros. Eso lo deduzco sin
tener que leer sus mentes. Pero parece que los dos preferimos dejarles la
conversación a ellas.
Sólo en eso estamos de acuerdo.
"Lo siento por él". Mirose mira a nuestros anfitriones. "No está acostumbrado a
otros machos".
165
º
"No pasa nada", dice Ariella, alejando la preocupación. "Creo que está bastante
bien que estemos todos sentados en la misma mesa sin que vuelen pelos. Me quedo
con la victoria".
El humor de Mirose mejora ante eso. "Es verdad".
Las mujeres se entretienen con su conversación, haciendo planes que nos
involucran sin nuestra opinión. Haré lo que me pida, por supuesto. Realmente no me
importa, salvo por el depredador que me observa desde el otro lado de la pequeña
mesa.
Su mirada dorada me observa con cautela, igual que yo a él.
Fuera, me habría alegrado de estrangular a la pintoresca criatura para librar al
mundo de su existencia. Pero Mirose lo llamaba amigo, y por lo que me ha contado,
también la salvó de un destino peor a manos de otro elfo oscuro antes que Dirnyn.
Podría enfadarse si lo destruyera.
Una vez establecidos los límites, me siento cómodo echando un vistazo a la
pequeña cabaña con una mirada más escrutadora. Las cosas están un poco
desordenadas, libros perdidos volcados sobre la chimenea, un barril rebosante de
pieles, una estatua de madera medio tallada en un rincón que llega a la altura de las
rodillas, posiblemente de un taurus o un likar. Sus rasgos son demasiado toscos para
distinguirlos.
¿Es así como viven los humanos?
Las preguntas sobre dónde vivir de la amiga de Mirose empiezan a surgir, y empiezo
a preguntarme qué estaba insinuando. Mirose defiende la cueva, pero su
determinación flaquea. La miro mientras está inmersa en una nueva conversación
sobre el jardín. Parece feliz aquí, rodeada de comodidades humanas.
En su vida con Dirnyn, hablaba de cosas bellas. De vestidos y gemas y sábanas de
seda. Yo no podría darle nada tan bonito como todo eso, pero ¿podría darle algo como
esto? Si la criatura, Zyranth, podía construir una cabaña, no veo por qué yo no podría.
Imagino que incluso podríamos construirla más grande que ésta.
166
º
Es un reto que me entusiasma. Ella me ha dado una vida que nunca imaginé posible.
Ella es todo lo importante para mí, y si hay alguna forma de aumentar su felicidad o
hacer que su vida conmigo sea un poco mejor, lo haré. Sin dudarlo, lo haré.
El ave está limpia, y todo el mundo parece lo suficientemente bien alimentado
como para relajarse. Excepto yo. Estoy ensimismado, imaginando una vida con Mirose
en la comodidad que ofrece un lugar como éste, cuando ella me coge del brazo. "¿Está
todo bien?"
Asiento, con la mandíbula concentrada.
"Parece que te duele algo".
Me paso la lengua por los dientes y hago una mueca. "¿De verdad eres feliz en la
cueva?".
Sus ojos se encienden y desvía la mirada, así que sé la respuesta antes de que abra
la boca. "Sí, pero está vacía. Y oscura. Las setas no dan luz suficiente para leer".
"¿Quieres leer?"
Ella asiente a su vez.
Odio sus dudas. Lleva toda una vida ocultando sus emociones a los que la rodean,
y yo quiero ser a quien acuda cuando necesite a alguien, o cuando algo le moleste.
No puedo adivinar sus pensamientos, y estos deseos suyos nunca deben ser
sofocados. Seré la última criatura en Protheka que lo haga. "Entonces leerás".
La curiosidad y la confusión adornan sus rasgos pecosos. "¿Lo dices en serio?"
"Haré lo que desees, Mirose", murmuro, apoyando la palma de la mano en su cálida
mejilla. Ella se apoya en ella y sonríe, y yo no puedo evitar devolverle la sonrisa. "Pero
no te vayas de mi lado. Tu lugar está conmigo".
Sus ojos color avellana me miran. "Lo mismo digo de ti."
"Estoy de acuerdo."
167
º
Puedo sentir las miradas de nuestros anfitriones en este intercambio, y envía una
onda de irritación a través de mí. He terminado de compartir a mi pareja con ellos por
una noche, y nos han proporcionado una habitación y un baño.
Seríamos tontos si no los utilizáramos.
Me levanto bruscamente de la mesa. "Ahora nos vamos a nuestra habitación".
"¡Atroc!" Dice Mirose.
Pero su amiga le hace un gesto para que se vaya. "No pasa nada", dice con una
risita. "Ya nos limpiaremos. Habéis tenido un día muy largo. El baño está al final del
pasillo, a la izquierda. Y vuestra habitación está a la derecha".
Mirose se pone de un rojo impresionante, pero me acompaña. Cuando salimos de
la cocina, se inclina hacia mí. "Ni siquiera estás cansado, ¿verdad?".
Se me dibuja una sonrisa en la cara. "Ni siquiera cerca. "
168
º
Capítulo Veintinueve
MIROSE
Realmente se esmeraron con el baño.

Había oído que Zyranth ayudó a construir o construyó esta casa él solo. Pero al
llegar al baño, nos encontramos con una habitación grande y extensa, un pozo de
agua directamente en el cuadrado central, con cuatro orinales esparcidos alrededor.
No parecía que una cabaña de este tamaño pudiera ocultar una habitación tan
grande, pero me sorprende saber lo contrario.
"Es una habitación grande", dice Atroc, cerrando la puerta tras nosotros.
Miro a mi alrededor y supongo que tiene sentido. Zyranth es una criatura grande y
debe tener grandes exigencias de espacio. Pero Atroc no sufre de ese problema, y
puedo ver su incredulidad extendida por su rostro, incluso con la limitada información
facial que se me suele conceder.
Al otro lado de la habitación hay libros esparcidos por los bordes, algunos de ellos
empapados por el flujo de agua de la bañera. Aplaudo la paciencia de Ariella. Yo no
podría soportar semejante desorden en mi casa, si es que alguna vez tuviera una.
Me acerco a Atroc y le pongo la mano en el pecho. Él mira mi mano, como si la
deseara.
"¿Te parece bien?"
En lugar de responder, dos tentáculos vaporosos salen disparados de él. Veo que
van a arrancarme la ropa y protesto rápidamente.
"No, Atroc", le insto. "No puedes seguir arrancándome la ropa. Voy a necesitar..."
169
º
"En realidad, aquí tenemos una muda para ti", grita Ariella a través de la puerta.
Me pongo roja. ¿Cuánto tiempo ha estado escuchando?
"¡Pero, por favor, no te detengas por mí! Ni siquiera estamos aquí".
Atroc sonríe, con los zarcillos adicionales congelados en el aire y revoloteando.
"Quizá esta vez deberíamos estar más callados", le pido.
"No doy garantías", dice antes de arrancarme la ropa del cuerpo sin ceremonias. A
veces se empeña en dominarme, pero esta vez creo que está harto de verme con
ropa. Si por él fuera, hubiera preferido que no la llevara nunca.
Paso por la baldosa, bajando mi cuerpo a la bañera. Cuando vuelvo la vista hacia
Atro para instarle a que me acompañe, no le veo, pero si miro a mi izquierda, puedo
verle torpemente sumergido en la bañera.
En parte me pregunto si necesita bañarse, ya que puede contorsionarse y
manipular su forma a su antojo. Miro mi propio cuerpo y veo que estoy cubierta de
sangre y suciedad de pies a cabeza. Alargo la mano para coger la esponja que hay
junto a la bañera, pero al tocarla veo que se la llevan las sombras.
"Yo te limpiaré", dice Atroc.
Me inclino hacia delante y él se materializa detrás de mí, con su duro miembro
pinchándome en la espalda. Hunde la esponja bajo la superficie antes de escurrirla.
Me pasa suavemente por la espalda y, mientras sus manos se mueven hacia arriba
con la esponja, me recogí el pelo, llevándolo hacia delante.
"Ridículo", gruñe.
Me doy la vuelta para mirarle, lanzándole una mirada interrogante.
"¿Qué cosa?"
"Si tuviéramos más esponjas, podría tener esto hecho en un instante".
Me río entre dientes.
170
º
"Alguien está impaciente", digo, mirando hacia delante e intentando distinguir los
títulos de los libros repartidos por la habitación. Uno de ellos, Padecimientos y
auxilios, parece ser sobre pociones, y me pregunto quién de ellos intenta ser
boticario.
"Es que cuanto antes te limpie, antes podré follarte", dice.
Le devuelvo la sonrisa y, antes de que pueda reaccionar, avanzo hacia sus caderas.
"¿Qué sentido tiene adoptar esta forma si no vas a follarme?".
Hundo la cabeza bajo el agua, rodeando con los labios la cabeza de su polla. Mi
lengua se desliza por las crestas y protuberancias que recubren la cabeza.
Es entonces cuando un pensamiento, enterrado desde hace una eternidad, cruza
mi mente, y levanto la cabeza por encima del agua, agarrando su polla con la mano
para que no quede desatendida.
"¿Por qué dejaste de hacerlo?"
"Solías decir que podías convertir tu cuerpo en cualquier cosa", le digo. "Alas,
piernas extra, tentáculos, etcétera".
"Sigo diciéndolo", dice, instándome a ir al grano, aunque puedo ver lo mucho que
está disfrutando de la estimulación de mi mano.
Le sonrío y luego miro las paredes de porcelana de la habitación, moviendo el labio
inferior hacia un lado.
"¿Hay alguna forma de que puedas hacer otra?".
Me lanza una mirada inquisitiva.
"¿Otra qué?"
Siento que vuelvo a sonrojarme, demasiado asustada para decirlo.
"Otra polla", murmuro.
"Dilo otra vez."
171
º
"Otra polla", digo en voz baja.
"Más alto".
Está claro que me ha oído la primera vez, pero quiere deleitarse con mi vergüenza.
"¡Puedes hacer otra polla!"
Me doy cuenta de lo alto que estoy hablando y miro hacia la puerta, esperando
desesperadamente que Zyranth y Ariella no me hayan oído.
Esboza una sonrisa retorcida e inconfundible, y siento que algo me toca el exterior
de la mano.
"Siempre puedo hacer más", me dice, demasiado a la ligera para mi comodidad.
"Dos son suficientes", digo rápidamente, acercando la otra mano al nuevo
miembro y acariciando ambos con delicadeza.
Siento que la esponja continúa su trabajo, esta vez arrastrada por un zarcillo,
limpiando la sangre de mi mejilla antes de pasar a mis pechos. Me frota los pechos de
arriba abajo con la esponja, y no estoy segura de sí es para limpiarlos o para
excitarme.
Consigue ambas cosas, acariciándome los pezones con especial atención.
Sus dos pollas se ponen turgentes entre mis manos, bajo la cabeza y me meto una
en la boca al mismo tiempo que acaricio la otra. Su almizcle me inunda las fosas
nasales y casi me lleva al límite. Ya puedo sentir cómo libera fluidos.
Levanto la cabeza para salir del agua y respirar, pero siento una resistencia que
creo que es uno de sus zarcillos obligándome a bajar. Golpeo su pierna, instándole a
que me deje subir con la mano libre, pero como no me hace caso, intento bajar la
boca hasta la base de su lanza. Cuando siento que su zarcillo se suelta y mi lengua
acaricia su parte inferior, saco la cabeza del agua, jadeando.
Él se levanta de la bañera, desplazando el agua a su paso. Por un momento me
pregunto si habré hecho algo mal, pero tres zarcillos más brotan de él,
materializándose en el aire, y en mi cara se dibuja una sonrisa traviesa.
172
º
Con los cuatro zarcillos, me agarra por las muñecas y los tobillos, me levanta en el
aire y me lanza hacia delante, llevándome hacia su cintura. Alargo la mano para
chupar uno de sus apéndices, pero él manipula el otro para golpearme en la cara
cuando el primero entra en mi boca.
"Los dos", me gruñe, y me hago una idea general, apartando la cabeza de él y
abriendo bien la boca.
Por suerte, los ha hecho más pequeños para que quepan, pero me cuesta meterme
los dos en la boca. Me empuja hacia delante con sus zarcillos y yo me balanceo hacia
delante y hacia atrás sobre él, levantando la vista para ver que el placer se amplifica
para él con el órgano extra. Su rostro se contorsiona en una expresión majestuosa,
saboreando el abrazo de mi boca.
Mis pechos se balancean libremente con el movimiento hacia delante y hacia atrás,
y mi movimiento se acelera considerablemente. Mi mandíbula se cansa y mis ganas
de respirar aumentan, pero oigo sus gemidos constantes que llenan la habitación.
No creo que le importe si Zyranth y Ariella nos oyen.
Su ritmo es cada vez más intenso y lo siento acercarse a su límite.
Se detiene y, con un rápido movimiento, me da la vuelta. Ahora puedo ver la puerta
donde Ariella se dirigió a mí antes, mis piernas tocando las suyas.
"Espera un momento ", digo, mirándole por encima del hombro. Pero su rostro se
ha contorsionado por completo en una sonrisa malévola y, cuando vuelvo a mirarle,
me obliga a retroceder sobre sus dos órganos, uno penetrándome por delante y el
otro por detrás.
La sensación me sobrecoge, no estoy acostumbrada a tener nada dentro de mi otra
entrada. Empuja dentro de mí hasta el fondo, antes de utilizar los zarcillos para
impulsarme hacia delante y hacia atrás en el aire.
Estoy llena hasta los topes de él, incapaz de controlar mis gemidos. Veo cómo la
puerta se va cerrando y alejando a una velocidad vertiginosa, tantos nervios
173
º
estimulados a la vez por su implacable asalto hacia delante, el aire caliente cresteando
sobre mis pechos oscilantes.
Siento surgir de repente un quinto zarcillo.
Un quinto zarcillo me golpea el trasero con fuerza al ritmo de sus penetraciones, y
ya no puedo contenerme. Lanzo un grito desgarrador, y su ritmo se acelera al ritmo
de mi orgasmo.
Él grita en respuesta, sus embestidas bajan lentamente para golpear mi culo con
un ritmo deliberado e incontrolable. Sus órganos estallan dentro de mí, llenándome
hasta el borde con su semilla.
Continuamos durante horas, follando en todas las posiciones y ángulos
imaginables. No hay literalmente nada que su cuerpo no pueda hacer por mí, y lo
único que nos detiene es que al final se me acaban las ideas.
Bueno, eso y los fuertes golpes en la puerta.
"Nos alegra mucho que te estés divirtiendo tanto, y no queremos interrumpir", dice
Ariella a través de la puerta durante una de nuestras pausas. "Pero ¿nos dejarías
dormir un poco?".
Miro a Zyranth, con el cuerpo suspendido a tres metros de altura y el culo pegado
al techo. Su risa es repentina e incontrolable, y aunque yo también me siento fatal,
tengo que unirme a él en un arrebato.
La realidad, que ambos estamos a salvo y que yo podría ser feliz de verdad por una
vez, me resulta casi irreal. No puedo esperar a pasar la eternidad con él.
174
º
Capítulo Treinta
MIROSE
No puedo creer que lo hayamos conseguido.

Puede que no sea más que el armazón de una construcción, que la segunda planta
apenas sea un concepto en este momento, pero por fin puedo ver la inspiración
mientras estoy de pie en el prado, contemplando nuestro nuevo hogar. Las mesas y
las sillas esperan a que Atroc las traiga al interior, pero yo me hundo en una con una
sonrisa en la cara.
"Esto es mejor de lo que podría haber imaginado", digo a nadie, escuchando a Atroc
a su regreso de la casa de Ariella y Zyranth, refunfuñando todo el camino. Sus árboles
talados han sido perfectos para construir nuestro hogar.
Ellos tienen un jardín. Nosotros una cabaña.
Todo sale bien.
El sonido de la maleza moviéndose me agudiza el oído y miro hacia la fuente del
sonido. Atroc lleva tres árboles a la espalda, sujetos por ramas que ha cultivado para
la ocasión. Podría haberlo hecho de uno en uno, pero su paciencia con este proceso
no ha sido muy profunda. Me río de buena gana. "Podrías haber hecho un segundo
viaje".
"Entonces no estaría hecho", gime, dejando que la carga se desplome sobre el suelo
y estirándose hasta alcanzar su altura máxima. El trabajo no le cansa, exactamente,
pero parece molestarle, más que nada.
175
º
Me imagino que preferiría estar abriendo elfos oscuros y dándoles de comer sus
propios intestinos. Me da un escalofrío.
Mi compañero es peligroso para todos menos para mí.
Y Ariella y Zyranth, corrijo, teniendo en cuenta cómo se ha adaptado a su presencia,
aunque tal vez no a su hospitalidad. "¿Están de camino?"
Frunce el labio con disgusto, pero asiente.
"Bien", digo, moviéndome para saludarle adecuadamente. "Necesitaré la ayuda
extra".
Atroc acorta la distancia que nos separa más rápido de lo que yo podría, me abraza
y su persistente oscuridad envuelve nuestro beso. Me rindo a su caricia febril, como
si hubiéramos estado separados durante días y no un puñado de horas. "Me dan
igual", gruñe en voz baja entre beso y beso. "Te quiero a ti".
Suelto una risita cuando su beso se desplaza hasta mi hombro, haciéndome
cosquillas.
"¡Atroc!" protesto con una carcajada. "¿Cómo se supone que voy a hacer algo?".
"No lo harás", dice simplemente, inmovilizándome contra el revestimiento. Casi me
pierdo ante su urgencia, pero saber que vienen nuestros amigos me hace palpitar el
corazón. Podemos hacer lo que quiera cuando caiga la noche, pero hasta entonces...
Me aparto. "Quiero enseñarte en qué he trabajado antes de que lleguen".
Atroc parece un poco decepcionado y vuelve a ponerme de pie. Se queda cerca,
con los dedos entrelazados en los míos, mientras le enseño las sillas y el revestimiento
apoyado en la pared. "Aún tengo que instalarlo, pero creo que quedará bien cuando
esté acabado. Y si consigo que los elfos oscuros me traigan pintura de contrabando,
estará casi listo".
Su mirada se desvía brevemente hacia mi trabajo antes de observarme.
176
º
Puedo sentir que está cargado de pasión, ansioso por reclamarme de nuevo como
su compañera. Me relamo los labios para humedecerlos, sofocada bajo su mirada. "
¿Y bien?"
"Todo lo que haces es increíble", dice, sin molestarse en mirar mis sillas
cuidadosamente elaboradas. "Todo lo que eres es -"
"¡Tiene buena pinta!" La voz de Ariella rompe nuestro momento privado.
Aún puedo oír el gruñido de Atroc mientras me cede para medir a Zyranth, que ha
traído otro cargamento de árboles jóvenes. Abrazo a Ariella, que lleva una cesta en
un brazo. "¡Atroc dijo que venías! Tienes buen aspecto".
"Pensé en pasarnos para ver tus progresos y darte esto".
Me da la cesta, que está repleta de cosas finas, desde un rollo de tela hasta frutas
y carnes secas para mantenernos hasta que podamos terminar nuestra propia cocina.
"Esto es demasiado".
"Atroc nos ha ayudado mucho a deshacernos de los árboles. Es lo menos que podía
hacer", dice con una sonrisa. "Has avanzado mucho desde la última vez que te
visitamos. Ahora tienes una mesa".
Asiento con la cabeza, observando a nuestros compañeros interactuar.
Es silencioso, tenso, pero sólo dura un momento antes de que se relajen
visiblemente. Cada vez que se encuentran, es un poco más fácil. "Sólo me llevó medio
día", digo riendo. "Y unas cuantas astillas".
"Tendrás un hogar en poco tiempo", me asegura Ariella con una suave palmada.
"No puedo creer que ya haya pasado medio año". Reflexiono sobre el tiempo que
Atroc y yo hemos pasado juntos, y me parece un abrir y cerrar de ojos. Pero nuestras
vidas se extienden hasta donde alcanza la vista. Mi atención vuelve a nuestros
compañeros, que se han encargado de traer los muebles de dos en dos y trabajan
juntos a la perfección, a pesar de sus diferencias. "Lo hacen bien juntos".
"Así es". Ariella asiente. "Creo que Atroc se está acostumbrando a nosotros".
177
º
"Creo que sí", digo a mi vez, con la emoción brotando en mí. "Puede que no sea la
mansión, pero es agradable tener mi propia casa por una vez".
Lo que no tengo que decirle es que esta libertad que nos hemos creado es
embriagadora. Probablemente ella lo sabe mejor que yo después de sufrir a Lord
Everan.
"Estarás muy contenta cuando esté terminado. Créeme".
"Sé que lo haré", digo, levantando la vista hacia el edificio a medio terminar que
proyecta una larga sombra a la luz del atardecer. Quiero entrar y ver nuestros
progresos, siguiéndoles con Ariella a mi lado. "¿Puedo ver?"
Atroc empuja los muebles y me impide la entrada. "No".
"¡Llevas días así! ¿Por qué no puedo echar un vistazo?".
"No está listo".
"No pasa nada, Mirose", me asegura Ariella, tirando de mí hacia un lado. "Deja que
los chicos trabajen y, cuando terminen, seguro que te enseña el lugar". Me guiña un
ojo y me doy cuenta de lo que están tramando. Están todos juntos en esto, pienso,
casi ofendida si no estuviera tan impresionada. No sabía que a Atroc se le diera tan
bien trabajar con los demás.
Atroc arrastra el somier y desaparece por la puerta.
Resoplo su desaire y Ariella se ríe.
Unas horas más tarde, se despiden, el abrazo de Ariella dura un poco más mientras
me murmura al oído. "Sé que te va a encantar", dice, manteniéndome a la distancia
de los hombros. "Cuídate".
"Tú también."
Los vemos irse, sabiendo que estarán a salvo en la oscuridad del bosque. Es amigo
de criaturas como nosotros, que no encajan en el mundo de los elfos oscuros. Miro a
Atroc, que ya me está mirando con regocijo. "¿Qué?
178
º
No dice nada y me lleva hacia la cabaña, de la mano.
"¿Por fin me vas a dejar entrar?".
Sigue sin hablar.
Casi puedo sentir el vértigo que irradia a través de él, que fluye hacia mí y me pone
nerviosa. Cuando abre la puerta, no puedo evitar un grito ahogado. El salón está vacío,
salvo por mi alfombra favorita y dos sillas, pero el fuego arde en la chimenea y se
respira una calidez que antes no había.
Estoy en casa.
Es una sensación extraña, que nunca había sentido hasta ahora.
Me separo de Atroc para echar un vistazo a la cocina y el comedor vacíos,
conteniendo la respiración en medio de la incipiente tranquilidad. Todo va tomando
forma, tronco a tronco. Pronto, este lugar bullirá de actividad. Ya huelo el pan en el
horno y el caldo en el caldero. Por mis planos, sé que hay un pequeño cuarto de baño,
poco más que una caja por el momento, y un enorme dormitorio en la parte trasera
de la cabaña.
Ahí es donde Atroc me lleva.
Incluso mientras me preparo, sigo asombrada por el trabajo que él y Zyranth
hicieron para el lugar. El dormitorio está casi completo, con un colchón, mantas y
almohadas. Estoy asombrada de lo bien que me lo han ocultado y me doy cuenta de
que Ariella también debe de haber participado en su elaboración.
Atroc sonríe mostrando sus afilados dientes. "¿Qué te parece?"
"Es..." Paso las manos por la cubierta bellamente cosida, hecha de retazos de tela
brillante que forman una pesada colcha. "Más allá de las palabras. Levanto la vista
hacia él, la verdadera alegría me llena hasta el borde. "¿Podemos quedarnos aquí esta
noche?"
Su expresión se suaviza. "¿Es eso lo que quieres?"
Asiento con fervor.
179
º
"Entonces eso es lo que haremos". Me acerca a la cama y me pone sobre su regazo.

"Cualquier lugar es un hogar, siempre que tú estés allí".
No puedo imaginarme más enamorada. ¿Cómo puede Atroc, una criatura de la
oscuridad, traer tanta luz a mi vida? ¿Tanta alegría y pasión? "Te amo, Atroc", digo,
las palabras se me escapan sin esfuerzo. Ya lo he dicho antes, pero quiero repetirlo,
sólo para oírlo decir. " Te amo."
"Y yo a ti", murmura él, atrapando mi boca con la suya en un suave beso,
conteniendo su poderosa lengua al retirarse. "Me alegro de que seas feliz".
"Más que eso", le susurro, juntando nuestras frentes para que su anillo de luz se
encuentre con mi frente. Cierro los ojos y le inspiro. "Nunca conocí la felicidad hasta
que llegaste tú. Lo sabes, ¿verdad?"
"Me alegro de haberlo hecho", es todo lo que dice.
"Yo también."
Aunque el cansancio del día pesa sobre mí, pienso en nuestro futuro y en la gran
extensión que se abre ante nosotros. Miro a mi compañero, a mi amor, a esa criatura
que sostiene mi corazón entre sus suaves manos.
No tengo dudas sobre el camino que he elegido. Este es mi lugar, a su lado.
Nuestros viajes están entrelazados de una manera que ahora sé que estaban
destinados a estar. Este es mi para siempre, y estoy lista para que comience.
Fin
180

01 - Monster's Pleasure - Anne Hale - Celeste King

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Él es una pesadilla andante y nuestro amor es un sueño retorcido...

El crepitar de la chimenea ilumina la habitación, reflejando mi rostro con su

pruebas. Prendiéndoles fuego, congelándolas, electrificándolas... no tengo ni idea de

Asiento con la cabeza y lo vuelvo a dejar en el suelo. Raspa suavemente la madera

Dirnyn se aleja de mí con movimientos bruscos y agresivos. Se acerca a Kymon,

Sus dedos se desvían de mis hombros hacia abajo.

desconocidos y extraños para mí ahora. Cierro los ojos y me centro, alejándome de

Mi hambre se intensifica. No estoy seguro de si es hambre de más comida o de algo

Pero cuando he conseguido dominar mis temores incapacitantes y me he

Mientras mi presa se contonea debajo de mí, abro la boca y la extiendo a la anchura

"Los elfos oscuros", dice con otra sonrisa.

Las yemas de la lengua añaden textura, tocándome en varios puntos

estimularme en múltiples puntos mientras él me sondea con seriedad, casi

Entonces me lleva más adentro de la caverna, y siento un poco como si volara.

Cuando salgo de las profundidades del sombrío bosque, un hambre insaciable me

Revitalizado por la masacre y la comida de los inocentes, mis sentidos se agudizan.

Deslizarse por una de las entradas de los criados es fácil.

Estoy prácticamente desnuda, plantada en el sitio mientras él me rodea,

Dejo que mi ritmo cardíaco disminuya y me hundo en el tocador para mirar mi

El día transcurre sin sobresaltos.

Con muda excitación, me bajo la bata para dejar al descubierto mi escote,

Vuelvo la vista a la mansión, un lugar manchado de malos recuerdos de mi anterior

La atraigo hacia mí y la envuelvo en mi esencia, con zarcillos que crecen y se

Con los brazos extendidos, la suspendo en el aire. Por un momento, se queda

Miro hacia abajo, donde Atroc me ha mordido.

"Si me quedara contigo", susurro, considerando las opciones. "Me perseguiría la

Vuelve a retumbar en su pecho, como si le enfureciera la idea. "Si vuelves a irte,

Sin dejar de sonreír, Mirose se levanta lentamente y se libera de mi posesivo

cómo es vivir en el Mercado Oscuro. Yo también me suelto un poco, contándole

Su sorpresa en la penumbra de la caverna me desconcierta. Su tristeza no me

Su mirada, entrecerrada como una interrogación, se cruza con la mía. Mi propia

Su lengua aterciopelada acaricia la parte inferior de mi miembro, su cálido aliento

por el interminable sonido de mi piel golpeando la suya, sus suplicantes tragos

Su boca acepta de buen grado mi polla hinchada, y mi lengua tantea sus

La oscuridad envuelve mi visión en las profundidades de la caverna. Los Chirops

expandiéndose. Su humedad acaricia mi piel y la cabeza parece más afilada de lo que

Puedo ver la cara retorcida de Dirnyn en mi mente. Vuelvo a escucharlo

Ella sonríe, el ambiente se aligera de repente.

Giro la cabeza para mirarla. "¿Por qué?

No lo hago con gusto.

Mirose está en un lugar peligroso y yo no estoy allí para garantizar su seguridad. Lo

Cuando la puerta se cierra con un golpe seco y vuelvo a quedar atrapada en la

Si le ocurre algo por haberlo traído aquí, jamás me lo perdonaré.

Mirose está flácida y sollozando en mis brazos mientras atravieso el bosque,

Sus sollozos se convierten en hipos y, al final, en mocos.

Quiero que me desee.

en el fondo de su garganta me incita a tomar más, aferrándola a mí con muchas

Me despierta la ausencia de oscuridad de Atroc.

Intento retroceder, pero me inmoviliza con un poderoso brazo, con la cara a

mundo a mi disposición", me asegura, enjugándose la frente. "Romperé tus cadenas,

Aún estoy procesando lo que veo cuando me descubren de nuevo, prendiendo

Con una sonrisa, lo arrojo al suelo para ver sus entrañas.

magia para teletransportarla de vuelta a la mansión. Mi cabeza da vueltas ante las

Cinco interceptan mi camino y yo los esquivo como un rayo, evitando las

"Te marcaron, mi amor. Un monstruo te atacó y te arrastró hasta su cueva. Pero

Los pasillos están vacíos.

Siempre terminaría así. Eso no me preocupa. Se trata de Mirose y de cómo la

Mirose me deja espacio para despacharlo.

Entiendo que la oscuridad y la monotonía del bosque asusten a la gente, pero yo lo

Nos acercamos a la mansión con cautela, revoloteando entre las sombras