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de cualquier acto malintencionado que se haga con la misma.

Gracias por leer y disfruta la lectura.


Tick.

Júpiter solo quería una aventura, pero nunca debería


haber ido en busca de una. La encuentra en forma de conejo
blanco con ojos plateados.

Tack.

Cuando ese mismo conejo blanco resulta ser el Conejo


Blanco de los libros de cuentos, no puede contener su
curiosidad. Lo sigue por la madriguera y cae directamente al
País de las Maravillas. Pero este no es el País de las
Maravillas que esperaba. El mundo está lleno de peligros,
criaturas horribles y una profecía que habla de su papel.

Tick.

Júpiter nunca pensó que su aventura incluiría


Bandersnatch sedientos de sangre, una Reina Roja vengativa
o un Conejo Blanco sexy. Tampoco pensó nunca que era una
parte importante para salvar esas pesadillas, pero cierto
Conejo la atrajo a este mundo espantoso y está decidida a
permanecer a su lado.

Tack.

Júpiter tiene que actuar con rapidez. La Reina Roja está


cada vez más desesperada por evitar que la profecía se haga
realidad. Júpiter es solo la segunda…

…y el País de las Maravillas se está quedando sin tiempo.

Tick.

—Late as a Rabbit (Sons of Wonderland #2)


◊ AS ◊ Nea
◊ Beth ◊ Nicola♡
◊ Jeivi37 ◊ -Patty
◊ Lilu ◊ -Rompe Maldiciones-
◊ Malva Loss ◊ Roni Turner
◊ m_Crosswalker ◊ VivianaG2509

◊ BLACKTH➰RN ◊ Lyn♥
◊ Haze ◊ Nea
◊ ♡Herondale♡ ◊ -Patty
◊ Jeivi37 ◊ Roni Turner

◊ Mrs. Carstairs~ ◊ Jani LD ◊ jackytkat


Prólogo Capítulo 21

Capítulo 1 Capítulo 22

Capítulo 2 Capítulo 23

Capítulo 3 Capítulo 24

Capítulo 4 Capítulo 25

Capítulo 5 Capítulo 26

Capítulo 6 Capítulo 27

Capítulo 7 Capítulo 28

Capítulo 8 Capítulo 29

Capítulo 9 Capítulo 30

Capítulo 10 Capítulo 31

Capítulo 11 Capítulo 32

Capítulo 12 Capítulo 33

Capítulo 13 Capítulo 34

Capítulo 14 Capítulo 35

Capítulo 15 Capitulo 36

Capítulo 16 Capítulo 37

Capítulo 17 Capítulo 38

Capítulo 18 Epílogo

Capítulo 19 Agradecimientos

Capítulo 20 Sobre la autora


Para quienes soñaron con un Conejo Blanco llevándoles al
País de las Maravillas. Este es para ustedes.
Late as a Rabbit incluye descripciones de sangre, violencia y un sexy
Conejo Blanco. Hay breves menciones de abuso sexual. Quiero que te
unas a mí en el País de las Maravillas, pero por favor, cuídate primero.
Traducido por Beth
Corregido por Beth & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

—Paciente número cero-cero-cuatro-dos. Mujer caucásica.


Diecinueve años. Sufre delirios, alucinaciones y ataques de histeria.
Peligrosa. Mordedora. —Un hombre de mediana edad, el Dr. Stevens, lee
el archivo en sus manos, su voz monótona. No parece particularmente
feliz de estar allí un sábado por la noche, lidiando con la situación. Un
joven médico está detrás de él, escuchando, aprendiendo. Es un novato,
probablemente piensa que su primera asignación al psiquiátrico es un
honor.

—Sombrerero, White, Cheshire, Alex, Alex, Alex —murmura la mujer,


repitiendo los nombres una y otra vez.

—¿Qué es lo que está diciendo? —El joven médico se acerca en un


intento de distinguir las palabras.

El Dr. Stevens suspira, agarrando al joven antes de que pueda


acercarse demasiado.

—Dr. Morgan, por favor absténgase de acercarse demasiado.

—Pero está atada, Dr. Stevens. ¿Qué daño podría hacer?

Stevens se quita las gafas y se frota el puente entre los ojos.

—Hay una razón por la que había una vacante aquí, muchacho. Está
marcada como peligrosa.
—Sombrerero, White, Cheshire, Alex, Alex, Alex. —La voz de la mujer
se hace más fuerte, transformándose en un gruñido. Comienza a agitarse
en sus ataduras, tirando, magullándose.

—¿Deberíamos llamar a alguien? —pregunta Morgan vacilante.

—Necesitamos administrar un sedante. Ve a buscar a la enfermera.

El joven médico sale corriendo de la habitación, dejando a la mujer


sola con Stevens. Él deja el expediente sobre una mesa de exploración y
avanza hacia la mujer agitándose.

—Paciente cero-cero-cuatro-dos. Le aconsejo que se calme, o de lo


contrario me veré obligado a sedarla por su propia seguridad. —No
muestra miedo mientras se acerca a ella. Ella lucha con más fuerza
contra sus ataduras cuanto más se acerca—. Paciente cero-cero-cuatro-
dos, cálmese.

—¡Sombrerero! ¡White! ¡Cheshire! ¡Alex! —La mujer grita a todo


pulmón, su voz perfora los tímpanos del médico. Él se encoge ante el
sonido, pero no se aparta.

—¡Alicia! —grita—. ¡Alicia, debes calmarte!

Él levanta la mano y le toca la pierna, donde el vestido se ha subido.


Ella deja de moverse inmediatamente. Alicia enfoca sus ojos vidriosos en
el hombre encima de ella, sus dedos trazando una línea de disgusto a lo
largo de su muslo, buscando, profanando, destruyendo.

—Buena chica —murmura Stevens, moviendo la mano más arriba.

Las lágrimas brotan de las comisuras de los ojos de Alicia, y vuelve la


cabeza hacia el otro lado de la habitación, donde está un hombre, vestido
con un chaleco verde y orejas de conejo en la cabeza. Los ojos azules de
Alicia se fijan en los de él mientras él la estudia, observando sus frágiles
miembros, su cabeza rapada, las cicatrices en su cráneo.

—White —susurra, más lágrimas cayendo—. Ayúdame, White.

Stevens sigue su mirada, pero al no ver a nadie allí, vuelve su atención


a la mujer indefensa que tiene ante él.

—Puedes hablar con tus fantasmas todo lo que quieras —susurra—.


Concéntrate en tu conejo blanco.
Alicia solloza, sus dedos se abren, estirándose hacia un White
inmóvil, parado en un rincón. Él frunce el labio ante el médico, ansioso
por dar un paso adelante y castigarlo, pero no es por eso por lo que está
aquí.

—Por favor —solloza ella—. Por favor, llévame de vuelta.

Los ojos de White se fijan en el médico, en la habitación acolchada y


esterilizada, en los sonidos de los otros pacientes gritando y gimiendo en
los pasillos. El Hospital Psiquiátrico Oxford no es conocido por su
personal amable. Son muchos los rumores que circulan sobre la
institución, denuncias de negligencia y crueldad. Pero a la gente no le
gusta oír hablar de esas cosas, por lo que no se hace nada. Después de
todo, los locos no son importantes, es la razón por la que son desechados
en primer lugar.

—No puedo hacer eso —susurra White—. No puedo llevarte de vuelta,


Alicia.

—¿Por favor? —Su voz se hace más fuerte—. Te lo ruego.

White parpadea rápidamente en un intento de detener la creciente


humedad en sus ojos.

El Dr. Morgan regresa a la habitación con una enfermera que lleva


una jeringa. Ninguno de los dos comenta sobre el apresurado movimiento
de Stevens mientras saca la mano de debajo del vestido de Alicia. El joven
médico se aclara la garganta y toma posición, la enfermera prepara el
sedante.

—¡White! —grita Alicia, su voz histérica—. ¡Ayúdame! ¡Lo prometiste!


¡Prometiste que era parte del País de las Maravillas!

—Estaba equivocado. No debes regresar, Alicia.

Los médicos se mueven a su alrededor, preparándose cuando


comienza a sacudirse contra sus ataduras nuevamente.

—¡Lo prometiste! ¡Lo prometiste! ¡Lo prometiste! —Deja escapar un


chillido ensordecedor, haciendo que los demás se tapen los oídos por el
sonido.

—Lo siento mucho —dice White con voz ahogada, volviéndose hacia
la puerta.
—¡Sombrerero! ¡White! ¡Cheshire! ¡Alex! ¡Alex! ¡Alex! ¡Lo prometiste!
—Los gritos de Alicia se hacen más fuertes mientras los médicos se
acercan, preparándose para sedarla. En su histeria, Alicia tira con fuerza
de las ataduras, su fuerza no es natural para una mujer tan pequeña. La
correa de cuero se suelta y su brazo inmediatamente se estira y agarra a
Stevens por la garganta—. ¡Que les corten la cabeza! ¡Que les corten la
cabeza! ¡Que les corten la cabeza!

El Dr. Morgan y la enfermera intentan apartar su brazo. Gritan


pidiendo ayuda a los demás enfermeros, gritando por el pasillo un código
rojo. La otra correa se rompe y Alicia envuelve una segunda mano
alrededor de la garganta de Stevens. Su rostro comienza a ponerse rojo,
rápidamente transformándose en púrpura, mientras ella ahoga su
suministro de aire.

—¡Deténganla! ¡Alguien consiga el sedante!

Stevens araña sus manos, cortando surcos en su carne con sus uñas.
La sangre gotea de las heridas, pero Alicia no siente nada. Sus ojos están
fijos en White en la puerta, sus ojos tristes captando la escena frente a
él.

—¡Lo prometiste! —gruñe ella—. ¡Lo prometiste!

La enfermera clava una aguja en el brazo de Alicia y aprieta el émbolo,


inyectando el sedante en su torrente sanguíneo. Stevens ya no está
peleando, su cuerpo flácido mientras ella le exprime la vida. Sus labios
están azules. Los ojos de Alicia escupen fuego al hombre con orejas de
conejo, que solo observa.

—¡Alejen al médico de ella! —grita uno de los enfermeros, acercándose


a ayudar.

El sedante comienza a hacer efecto y sus dedos se aflojan, el cuerpo


del médico se desliza hacia el suelo mientras sus miembros se debilitan.

—Lo prometiste —gime mientras los médicos la empujan hacia abajo


de nuevo—. Dijiste que siempre sería parte del País de las Maravillas.

Las orejas de White caen mientras observa cómo se desarrollan los


sucesos, observa al médico intentar resucitar al hombre que está en el
suelo. Nada funciona. Su vida fue apagada por una pequeña Alicia
salvaje. White sabe lo que tiene que hacer, sabe que no tiene otra opción,
sabe que llevará este secreto en su corazón hasta el momento en que el
País de las Maravillas muera. Las promesas nunca deben romperse. Las
mentiras no deben ser dichas. Pero una sola mentira puede destruir mil
verdades y poner en marcha eventos que nunca deberían comenzar.

—Lo siento, Alicia —susurra White—. Pero no eres parte del País de
las Maravillas, y no puedo ayudarte.

Los ojos de Alicia se agitan mientras su cuerpo cede a las poderosas


drogas en su sistema. Ella lucha por permanecer despierta, pero está
perdiendo la batalla.

—Entonces, que les corten la cabeza —se obliga a decir.

—Lo siento —repite White, volviéndose para dejar la habitación y a la


niña, ahora una joven, que está profetizada a destruir el País de las
Maravillas. Mientras se aleja de la escena detrás de él, de los médicos
discutiendo más tratamientos de electroshock, escucha el murmullo de
Alicia, su voz más débil a cada segundo.

—Sombrerero... White... Cheshire... Alex... Alex... Al...


Traducido por Beth
Corregido por Beth & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

—Cuéntame sobre ti.

—Por supuesto. Me gradué en Harvard como la mejor de mi clase.


Tengo recomendaciones de numerosos profesores destacados en el
campo. Tuve un puesto en Embry-Jones durante cuatro años, y de allí
tengo cartas de referencia de numerosos miembros destacados en
Bioquímica.

La mujer frente a mí levanta la mano para detener mi lista


interminable. Podría seguir adelante. Ni siquiera me dejó llegar a los
logros en mi currículum.

—No, lo siento. Me refiero a que me cuentes sobre ti específicamente.


No tus cualificaciones. Esas puedo verlas en tu CV. Dime por qué dejaste
una posición prestigiosa en la Costa Este para mudarte al lado opuesto
del país. Esto ciertamente no es Massachusetts.

Frunzo el ceño a la mujer, mis manos se retuercen en mi regazo. Estoy


vestida con mis mejores ropas, lo que me pone aún más en desacuerdo
con la mujer que tengo enfrente. Sabía que sería necesario vestir
pantalones planchados y perlas; después de todo, quería causar una
buena impresión en esta entrevista final, pero me está costando relajarme
en el disfraz. Ciertamente soy un tipo de mujer de camiseta y jeans. A mi
hermana le había gustado la ropa elegante, no a mí.

—¿Quiere saber por qué vine a California? —pregunto, mi pierna


comienza a rebotar debajo del escritorio. La ansiedad amenaza con
consumirme. Este no es un tema que quiera abordar.
—Si no te importa.

Sonríe. La placa de identificación en su escritorio dice Mónica


Devereux, Dra. Aparentemente, es el último obstáculo que tengo que
superar para conseguir este trabajo. Sé que necesito impresionarla.
Siento la tentación de mentir, de inventar alguna razón tonta por la que
vine a California, pero luego lo pienso mejor. No debería comenzar este
nuevo capítulo con una mentira. Es una falta de respeto a Neptuno.

—Le prometí a mi hermana que me embarcaría en aventuras —


respondo—. Así que empaqué todo lo que tengo y me mudé al otro lado
del país.

—¿Y dejaste a tu hermana atrás? —De acuerdo, esto estaba al borde


de ser demasiado personal. ¿Esta mujer no tiene sentido de los límites?
Ni siquiera trabajo aquí todavía, y ella me está interrogando como si
estuviéramos en COPS.

—No. Ella no está en Massachusetts.

—Oh, ¿entonces vive en otro lugar? —Su tono es casi aburrido, como
si realmente no le importara la respuesta.

—No. —Mis manos aprietan mis muslos con fuerza, mis uñas se
entierran en mi piel—. No, mi hermana murió.

Sus ojos se amplían ligeramente, como si no esperara tal respuesta.


No puedo culparla, no realmente. No me gusta sacar a la luz el aún
doloroso recuerdo. Solo han pasado seis meses. Mi hermana, Neptuno,
había luchado contra la adicción toda su vida. No lo entendía cuando
éramos más jóvenes, cómo podíamos ser gemelas y seguir siendo tan
diferentes, cómo podíamos vernos iguales, pero ser completamente
opuestas. Hubo un tiempo en que esperaba que Neptuno se salvara a sí
misma, y cuando eso no funcionó, que alguien más pudiera salvarla, pero
después de años y años de regresar a rehabilitación en un ciclo
interminable, dejé de tener esperanzas.

Hace seis meses, había ido a su destartalado apartamento, el que ella


se negaba a dejar sin importar la frecuencia con la que me ofreciera a
mudarla al mío, y tuvimos la primera conversación real que habíamos
tenido en mucho tiempo.

—No vivas tu vida como yo, Júpiter. No lo pierdas todo. Siempre has
sido tan inteligente, tan hermosa. No dejes que eso sea todo lo que eres.
Embárcate en aventuras. Prométeme que te embarcarás en una aventura
cuando yo me haya ido.

—¿De qué estás hablando, Nep? No vas a ir a ninguna parte —fue mi


respuesta. Fui tan estúpida que ni siquiera me di cuenta de su extraño
comportamiento. O tal vez no quería.

—Prométemelo.

Eso es todo lo que necesitó. Nunca fui tan fuerte cuando se trataba
de mi gemela, no importa cuántas veces me pidiera dinero para comida
solo para darse la vuelta y gastarlo en más drogas. Le prometí que me
embarcaría en una aventura, pensando que no tendría que preocuparme,
negándome a reconocer que mi hermana estaba perdiendo contra su
adicción. Aquella noche dejé su apartamento completamente abastecido
de víveres, pero ella nunca tocó nada en el refrigerador, ni siquiera el
helado Rocky Road que yo había escondido.

Recibí la llamada a la mañana siguiente, pero ya lo sabía. Cuando tu


gemela muere, lo sientes en tu alma. Había estado despierta durante
horas, mi pecho abierto con dolor. Sobredosis, había dicho el médico, los
accidentes ocurren. Pero sabía que no fue un accidente. Mi hermana me
lo había estado diciendo, y yo no había escuchado.

—Lamento mucho tu pérdida, Júpiter —dice la Dra. Devereux,


contorsionando su rostro en una mirada de empatía. Es un poco rara,
como si no hubiera practicado la mirada en un tiempo. Puedo decir que
es forzada, un tic en su mandíbula revela su incomodidad. Asiento para
aliviarla de la incomodidad y permitirle seguir adelante. Es de esperar. El
“lamento tu pérdida” nunca ayuda en nada, apenas entra en mi cerebro
la mayoría de los días. Ahora estoy acostumbrada. Además, ¿cómo le
dices a la gente que tu hermana se había ido mucho antes de morir?

—He revisado todos tus registros, tu investigación. Noté que


trabajaste en productos químicos ambientales en Embry-Jones. ¿Sabes
que aquí nos centramos en toxicología y producción de vacunas?

—Sí, señora.

La Dra. Devereux se reclina en su silla y junta sus dedos frente a ella.


Me estudia, sus ojos deteniéndose en el cabello rojo brillante que había
intentado sujetar en un moño. Sin duda, mis rizos ya se están cayendo,
enmarcando mi rostro con una elegancia desaliñada. Mi cabello es
demasiado largo para manejarlo la mayoría de los días, pero no me atrevo
a cortarlo. Neptuno siempre tuvo un hermoso cabello largo.

—Debo advertirte, nuestro laboratorio es predominantemente


masculino. Hemos tenido dificultades para lograr que las mujeres
permanezcan en sus puestos. Te sorprendería saber cuántas
simplemente dejan de venir a trabajar. Se ha vuelto muy problemático.
La principal consecuencia es que solo hay tres mujeres en toda la
empresa además de mí y ninguna en el laboratorio en el que trabajarás.
¿Será un problema?

Frunzo el ceño. El hecho de que tan pocas mujeres trabajen en la


empresa significa que probablemente no se sientan respetadas aquí, o
que es horrible trabajar con los empleados varones. No me disuade tanto
como esperaba. Conozco mi campo y soy buena en él. Además, crecí
protegiendo a mi hermana de los matones. Si hay un problema dentro de
Star Corp, podré manejarlo.

—Un poco de testosterona nunca me hizo daño.

La Dra. Devereux asiente como si esperara esa respuesta y se inclina


hacia adelante nuevamente, escribiendo algo en el papel frente a ella.

—Bienvenida a Star Corp, Dra. Hill. —Me ofrece su mano y yo deslizo


la mía dentro de la suya. Noto la clara frialdad de sus dedos (debe estar
helándose) y el agarre suelto, como si no quisiera tocarme—. Si
simplemente regresa al vestíbulo, la oficina de seguridad puede ayudarte
con tu acreditación y placa de seguridad. Trabajarás en el departamento
de toxicología. Tengo un proyecto específico en mente para ti. Creo que
se adaptará perfectamente a tus habilidades. Recibirás el archivo en tu
primer día de trabajo.

Me levanto cuando es obvio que me está echando.

—¿Cuándo será eso exactamente?

No me gusta esperar. Prefiero empezar a trabajar lo antes posible para


poder concentrarme en otras cosas. He pasado demasiado tiempo
pensando en mi vida y en el hecho de que ahora vivo en San Diego y no
conozco absolutamente a nadie. No tengo a nadie.

—Digamos la semana que viene. Tomará al menos ese tiempo para


que todas tus autorizaciones pasen. Mantenemos nuestro departamento
de toxicología cerrado.
—Gracias por la oportunidad —respondo en piloto automático, ya
caminando hacia la puerta. Necesito parar en la licorería antes de
regresar al apartamento en el que me estoy quedando. No puedo soportar
la vista de tantas cajas apiladas esta noche.

—Júpiter —llama la Dra. Devereux, y me vuelvo para mirarla—. Es


bueno tener a otra mujer cerca. Espero con ansias trabajar contigo.

—Gracias. También lo espero con ansias.

No lo hago. No realmente. Había amado mi trabajo en Massachusetts.


Me había puesto a trabajar exactamente en lo que quería y mis
compañeros me habían respetado. Pero en el momento en que le hice una
promesa a mi hermana, todo había sido nulo y vacío. No estoy segura de
si esto es lo que ella tenía en mente, recoger todo de repente y mudarse
al otro lado del país, pero es lo mejor que puedo hacer sin asistir a una
convención de cómics. Escapar a otro universo estaría bien. Mataría por
emprender un viaje épico ahora mismo.

Por desgracia, esas cosas no suceden en la vida real, así que me ocupo
de la autorización de seguridad antes de salir del edificio. Algo susurra
que estoy en el lugar correcto, incluso si no sé por qué. Me siento en mi
coche durante veinte minutos antes de que pueda animarme a conducir.
No soy fanática del tráfico de San Diego.

Compro la botella más grande de Moscato que puedo encontrar en la


licorería.
Traducido por Beth
Corregido por Beth & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

Me siento en mi coche durante un tiempo ridículamente largo,


mirando el enorme edificio con las palabras “Star Corp” estampadas en
el costado. No sé por qué me estoy preparando para entrar. Esta no es la
zona crepuscular. Es solo otro edificio lleno de científicos. Aunque
Embry-Jones no se parecía en nada a esta caja de hormigón con menos
ventanas que dedos tengo yo en las manos. Mi empresa anterior creía
que la luz del sol era buena para las personas que pasaban la mayor
parte del tiempo en interiores y se enorgullecían de las amplias ventanas
que cubrían el edificio. Los laboratorios que eran sensibles a la luz
estaban en el centro del edificio para mantener alejados los rayos
ultravioleta. Además de eso, había sido brillante, abierto y alegre. Star
Corp es un poco deprimente comparado con eso, y no tengo prisa por
entrar.

Observo cómo otras personas vestidas con batas de laboratorio


entran al edificio, los minutos de mi reloj pasando. Cuando no tengo otra
opción entre quedarme en el auto y llegar tarde o entrar, agarro mi
mochila y abro la puerta del auto. Todavía no tengo una bata de
laboratorio, no para Star Corp. Estoy vestida con un par de jeans y una
camiseta que dice Science Bros con una foto de Iron Man, Hulk y Doctor
Strange con batas de laboratorio. ¿Qué puedo decir? Soy una nerd. La
belleza de ser un científico es que a la mayoría de los lugares no les
importa lo que te pongas debajo de la bata blanca. Gracias a quien sea
por eso. Si tuviera que usar otra cosa que no fueran mis Converse, me
rebelaría.

Dentro del vestíbulo, un guardia de seguridad está de pie cerca de un


detector de metales, asegurándose de que todos vacíen sus bolsillos antes
de pasar. Doy un paso en la fila y espero, arrastrando los pies hacia
adelante con la línea cada vez que avanza.

—¿Credencial?

Estuve a punto de dejar caer el café que había comprado en la


cafetería local. Había al menos diez de ellas en la corta distancia de mi
apartamento al laboratorio. Terminé eligiendo una pequeña, la pareja
detrás del mostrador toda sonrisas y encanto, a diferencia de las grandes
cadenas. Me habría molestado si se me hubiera caído la taza. Necesito
cafeína.

—¿Perdón? —Me vuelvo hacia el guardia a mi derecha. Había estado


tan perdida en mi cabeza que ni siquiera me había fijado en él.

—Necesita escanear su credencial antes de continuar. —Señala una


máquina a mi lado y asiento con la cabeza en señal de comprensión.

—Lo siento —murmuro. Saco la credencial de mi bolsillo y la escaneo,


un pequeño pitido y una pequeña luz verde alertan que no me he
esforzado en hacer una falsa entrada. Qué evento habría sido ese. Me
habrían atrapado de inmediato.

—¿Primer día? —pregunta una mujer detrás de mí.

Sonrío y asiento con la cabeza, mirándola a los ojos.

—Así es. Soy Júpiter. —Le ofrezco mi mano para que la estreche y ella
entrelaza su palma con la mía. Tiene un apretón de manos firme.

—Paige. Estoy en el piso de biotecnología. ¿Tú?

—Toxicología.

—Lástima. Esperaba tener a otra mujer trabajando conmigo. Escuché


que toxicología puede ser una verdadera perra. Buena suerte.

—Gracias. —Eso no es tranquilizador. ¿Qué tiene de malo el


departamento de toxicología aquí? Normalmente me gusta el tema, pero
no es un buen augurio si los otros departamentos han escuchado cosas
malas—. ¿Quizás te vea por ahí?

—Seguro. Reúnete conmigo para almorzar. En la cafetería.


Asiento con la cabeza, feliz de aceptar a un conocido amistoso antes
de seguir adelante en la fila. Cuando es mi turno, coloco mi mochila en
la cinta transportadora y mis llaves y credencial en la bandeja. Camino a
través del detector de metales sin ningún problema.

—No puedes traer eso aquí. —El guardia de seguridad del otro lado
señala mi café y frunzo el ceño—. No bebidas externas.

—¿Por qué diablos no? Es solo café.

—Si tu departamento lo permite, habrá una máquina de café en tu


laboratorio.

—Pero este es un buen café.

—Lo siento. No puedes meterlo.

Murmuro en voz baja mientras me lo quita de la mano. Luego procede


a tirar mi delicioso café de ocho dólares a la basura. Me quedo mirando
el bote de basura con tristeza por un momento antes de agarrar mis cosas
y alejarme. Ya no me gusta Star Corp. Apuesto cincuenta dólares a que
el café del laboratorio es asqueroso. Solo sé que va a ser alquitrán.

Cuando vine a mis entrevistas, nunca dejé la planta baja. Ahora, me


dirijo a los ascensores. Toxicología está en el décimo piso del edificio de
quince pisos. El ascensor se llena mientras tomo mi lugar contra la pared
del fondo. Nos detenemos en cada piso para dejar a alguien antes de que
finalmente lleguemos al diez. La mayoría de los pisos a los que se abría
estaban llenos de actividad bulliciosa, incluso provenía música de
algunos de ellos. Todavía hay otras tres personas en el ascensor cuando
llega a mi piso y todos nos ignoramos unos a otros, sin decir adiós
mientras salgo. Este nivel está completamente silencioso, no hay música
ni sonidos de conversaciones que lleguen a mis oídos.

Antes de que pueda pensarlo demasiado, salgo de la caja de metal y


las puertas se cierran detrás de mí para llevar a los otros pasajeros a sus
destinos. Definitivamente no hay bullicio en este piso, las luces
fluorescentes brillan sobre las estaciones de trabajo y escritorios como
un letrero de vacantes. Wow. Realmente esperaba más gente.

Al entrar más en la habitación, mis ojos se posan en un escritorio


vacío, mi nombre en una pequeña placa nueva colocada justo en el
centro. Me acerco a ella y dejo caer mi mochila antes de ver la
computadora de primera línea y la elegante silla. Parece que Star Corp
encuentra otras cosas en las que gastar su dinero en lugar del sol.

—Una pelirroja, me gusta.

Levanto la mirada para ver a un hombre aparecer de la nada,


encaramado en el escritorio frente a mí. Ni siquiera lo escuché entrar. Su
escritorio está cubierto de papeleo, el desorden se derrama en cajas a los
lados. Lleva la bata de laboratorio estándar, sus hombros abultados de
una manera que dice que levanta pesos pesados en el gimnasio. Su
cabello tiene demasiado producto, erizándose en una hazaña que desafía
la gravedad. Sus ojos me miran de arriba abajo, y me estremezco
internamente.

Él chasquea los labios.

—¿Cuál es tu nombre, Roja?

—Júpiter.

—Padres hippies, supongo, con un nombre así. ¿De dónde eres?

Sin duda él ya sabe de dónde soy. A la gente le gusta hablar y, de


todos modos, mis cualificaciones serían de conocimiento público en el
laboratorio. Aun así, respondo—: Massachusetts.

Él asiente con la cabeza.

—Me gusta tu pelo. Las pelirrojas son calientes. ¿Eres natural?

Arrugo mi frente hacia él, poniendo mi mano en mi cadera.

—Si tu siguiente pregunta es “¿La alfombra hace juego con las


cortinas?”, podría arrojarte algo.

Sonríe con lascivia, dejando que sus ojos bajen de nuevo. Razón
número uno por la que hay pocas mujeres en Star Corp, leo el nombre
cosido en su bata de laboratorio, es el Dr. Dylan Montgomery. Mis
alarmas internas ya se están volviendo locas, haciéndome saber que
estaría recibiendo comentarios vulgares del hombre cada hora. Genial.

Otro hombre elige ese momento para salir de una habitación central.
Casi no me doy cuenta de él, ya que el Dr. Montgomery parece absorber
toda la atención. El nuevo hombre es mucho más pequeño que el gigante
que todavía me está comiendo con los ojos. Su cabello es un desorden
marrón en su cabeza, las gafas rodeando sus ojos me recuerdan a Harry
Potter. Estoy tentada a preguntarle si tiene una cicatriz de rayo en la
frente, pero me refreno. Apenas.

—Usted debe ser la Dra. Hill —dice, dando un paso hacia mí y


ofreciendo su mano. Deslizo mis dedos en los suyos y sacudo. Su agarre
no es para nada firme, pero tengo la sensación de que es porque no quiere
tocarme. Mis sospechas se confirman cuando inmediatamente me suelta
la mano y saca una botella de desinfectante. Fobia a los gérmenes.

—Por favor, llámame Júpiter. No hay necesidad de formalidades si


vamos a trabajar juntos.

—Entonces puedes llamarme Josh. Es bueno tener una cara nueva


por aquí. Has venido en un momento emocionante. —Miro alrededor del
laboratorio ante sus palabras y levanto la ceja—. Está bien, tan
emocionante que no parece tan emocionante. Sin embargo, el proyecto es
genial. —Me entrega un archivo y lo dejo sobre el escritorio—. Tu bata de
laboratorio está en el cajón del escritorio y el café en el área de la cocina.

—¿Has terminado de ser un lamebotas, Neeves? Dale un poco de


espacio a la bella dama, ¿quieres? —interrumpe el Dr. Montgomery,
poniendo los ojos en blanco.

La cara de Josh se pone roja ante las palabras, sus hombros se tensan
instantáneamente. Puedo decir que no hay amor entre los dos empleados.

—¿Somos solo nosotros tres en el piso? —Parece un piso muy grande


para tan poco personal. Los otros departamentos parecían desbordados.

—Solo nosotros. Han tenido dificultades para mantener a los


bioquímicos con nosotros. —Los ojos de Josh se mueven hacia el Dr.
Montgomery, como si insinuaran la razón.

—No puedo imaginar por qué. Por cierto, ya que estamos por el
nombre de pila, puedes llamarme Dylan, ya sabes, para futuras
referencias. —El Dr. Montgomery mueve sus cejas con su intención, sus
brazos cruzados sobre su pecho en un esfuerzo por verse más grande. No
hay necesidad. Ya conozco la información importante. Mantenerme
alejada del idiota.

Josh mira a Dylan, el odio brillando en sus ojos. Es tan intenso que
me encuentro dando un paso hacia atrás. Cuando vuelve su mirada hacia
mí, la mirada se ha ido, como si la hubiera borrado por completo.
—La Dra. Devereux pidió específicamente que trabajaras en este
proyecto —dice, tocando el archivo en el escritorio—. No dudes en
hacerme cualquier pregunta que puedas tener. —Mira mi camisa y yo me
tenso, esperando que empiece a mirarme como lo hizo Dylan. En cambio,
se ríe y señala la imagen—. Me gusta. Esa es buena. —Luego se mueve
hacia su propio escritorio.

Ignoro los ojos de Dylan sobre mí mientras voy hacia la máquina de


café. Vierto el líquido tibio en una taza desechable y tomo un sorbo,
encogiéndome por el sabor. Sí, terrible café. Le debo a alguien cincuenta
dólares. Añado grandes cantidades de azúcar y crema y lo intento de
nuevo. Sigue siendo terrible. Suspiro y regreso al escritorio vacío,
dejándome caer en el asiento. Miro la carpeta antes de tomar otro sorbo,
tratando de acostumbrarme al sabor. Aparentemente, es el único café
que voy a tomar en el trabajo. No, no mejora.

Abro el sobre manila que Josh me dio. En la parte superior del archivo
está escrito Proyecto W. Debajo se muestra un resumen. Tomo otro trago
y frunzo el ceño ante el ofensivo café antes de dejarlo a un lado. No hay
forma de acostumbrarse a eso.

El espécimen W ha sido sometido a múltiples toxinas en diversas formas (gas,


líquido y sólido) en un intento por determinar los efectos secundarios. Se han
realizado múltiples pruebas, más de una docena, en las que el espécimen se
desprende de los efectos de las toxinas y no muestra ninguna reacción adversa
posterior.

Debajo del resumen, hay tablas y gráficos que muestran análisis de


sangre y lecturas de enzimas. Todo parece fuera de parámetros y
diferente a todo lo que he leído antes. En la parte posterior del archivo,
hay una copia de un formulario: Solicitud de disección. Está completa,
obviamente ya enviada.

Cierro el archivo. Una de las principales razones por las que elegí Star
Corp fue su supuesta política contra la experimentación con animales.
Parece que fue una mentira. Sea lo que sea el Espécimen W, no puede
ser un humano. Otro golpe contra la empresa. Mi aventura por todo el
país no parece tan inteligente ahora. Debería haberme quedado en
Massachusetts con el recuerdo de mi hermana y haberlo aceptado. No
había necesidad de emprender una aventura real, de hacer algo tan
imprudente, incluso si lo ansiaba. En su lugar, podría hacer
paracaidismo.
¿Es tan terrible esperar que ocurra una invasión alienígena en los
próximos treinta minutos? Al menos, eso sería emocionante.

—Josh —llamo. Se da la vuelta de su escritorio, donde había estado


escribiendo—. ¿Esto es en serio? —Levanto el archivo y él asiente.

—El análisis más profundo está en el área de contención. También


encontrarás la mayoría de los resultados en tu computadora.
Simplemente inicia sesión con tu número de identificación.

—¿Dónde está el Espécimen W?

Tengo que ver qué es; ¿qué es tan milagroso que hace que deba
estudiar y decidirme por una disección? Lo más probable es que mi
respuesta sea no, mis sentimientos sobre la crueldad animal son sólidos
y existe la posibilidad de que tenga que luchar contra los demás. Muchos
científicos creen que pueden hacer lo que quieran, incluso si las juntas
directivas les dicen que no.

Josh señala el área de contención en el centro de la habitación y me


muevo hacia la puerta. Dos pájaros de un tiro. Puedo ver al espécimen e
investigar los archivos al mismo tiempo. Con suerte, es algo así como un
cangrejo o un caracol. Tan pronto como entro a la sala de contención,
siento ojos sobre mí, lo cual es extraño porque todos los contenedores
están vacíos excepto uno.

El conejo blanco como la nieve se para sobre sus patas traseras


cuando entro, sus patas delanteras se apoyan en la rejilla de metal para
estudiarme. Su nariz se mueve cuando me acerco. No se aparta cuando
acerco una silla, carpeta en la mano y me siento frente a él. No se
acobarda, en absoluto, como si no tuviera miedo.

—Bueno, hola, W. He oído que estás lleno de milagros. —Los ojos del
conejo son plateados, y tan humanos que me hace acercarme para
estudiarlos—. Eres bastante hermosa. —El conejo gruñe y me corrijo—:
Quiero decir, tan guapo. Por supuesto que sí. —Nunca había visto un
conejo con esos ojos. Quizás los ojos tengan algo que ver con su
inmunidad a las toxinas, algún tipo de mutación. Sea lo que sea, puedo
ver cómo la empresa pensaría que es importante. La inmunidad a las
toxinas sería un gran avance en el mundo farmacéutico—. ¿Qué te hace
tan especial? —pregunto en voz alta.

El conejo se pone en cuclillas y mete una pata a través de la rejilla


como un gato. Noto, por primera vez, que no es todo blanco como supuse.
Envuelta alrededor de su pata, casi pareciendo un reloj, hay una banda
de pelaje marrón. Me acerco y acaricio la pata con el dedo,
maravillándome de su suavidad. Los ojos del conejo se cierran, como si
estuviera saboreando el toque.

—Parece que llevas puesto un reloj. Qué curioso. ¿Vas tarde a una
cita importante? —bromeo, porque, por supuesto, voy a hablar con el
conejo. ¿Qué tipo de monstruo no lo haría? Él es adorable.

Miro el archivo de nuevo mientras meto la mano a través de las barras


y acaricio las orejas del conejo. Es tan suave que tengo la repentina
necesidad de abrir la jaula y abrazarlo. Eso no saldría bien,
especialmente en mi primer día. Con desgana, saco los dedos de la jaula
y cierro la carpeta. El conejo me gruñe, pidiendo más atención.

—Lo siento, amigo. Es apenas mi primer día y tengo mucho que hacer.
Además, necesito averiguar por qué eres tan especial.

Mi mente ya está dando vueltas con las posibilidades. Si este conejo


tiene una inmunidad especial a las toxinas, tal vez podría replicarse solo
con su sangre. No debería ser necesario diseccionarlo, especialmente
cuando es tan valioso vivo. Necesito ver esta inmunidad por mí misma
antes de poder decidir.

Cuando salgo de la habitación, algo me hace mirar atrás. El conejo


me mira fijamente, sus orejas se mueven en mi dirección. Casi vuelvo a
entrar en la habitación, pero me obligo a salir. No puedo agarrarle cariño.
Ese sería el peor error que puedo cometer. Hay una razón por la que no
me gusta trabajar con animales de experimentación. Necesito discutir
con la Dra. Devereux su supuesta política contra la experimentación con
animales. El departamento de toxicología no sigue esa regla.

Solo espero que no ocurra también en toda la empresa.


Traducido por Beth
Corregido por Beth & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

Unos días después, recibo mi autorización para realizar pruebas. En


Massachusetts, nunca tuve que esperar; la junta directiva allí era más
eficiente. Quizás sean las leyes de California. De cualquier manera, hasta
que recibí mi autorización, estaba atascada estudiando los archivos y
absorbiendo toda la información reportada, lo cual no es mucho si soy
honesta.

Resulta que Dylan y Josh son los únicos científicos que trabajaban
en el estudio. Star Corp está ocultando deliberadamente las pruebas a
más ojos de lo necesario, una señal reveladora de que creen que tienen
un gran avance en sus manos. Las empresas siempre se callan cuando
temen que alguien más dé a conocer la investigación antes que ellos.
Incluso me enviaron un Acuerdo de No Divulgación además del que firmé
cuando obtuve el trabajo. No se van a arriesgar.

No puedo culparlos, no realmente. El Espécimen W es ciertamente


extraordinario. Su sangre nunca muestra anomalías después de las
toxinas, como si su cuerpo simplemente se rehusara a absorber los
sueros. El papeleo dice que no muere, que los sueros no tienen ningún
efecto duradero en él. Es una investigación asombrosa, ¿y las
posibilidades para los farmacéuticos? Están fuera de este mundo. ¿Y si
podemos desarrollar una vacuna contra ciertas toxinas? Las
implicaciones de eso cambiarían muchas vidas. Sin embargo, no creo que
sea necesario diseccionar el conejo para hacer tal cosa, lo que va
directamente en contra de las notas que Dylan y Josh hicieron en los
archivos.
Dylan aparentemente piensa que la inmortalidad es una opción
viable. Por qué piensa tal cosa, no lo sé. Ser inmune a las toxinas no te
impide envejecer. Nada lo hace. Tampoco protege contra variables
externas, como un mal conductor o la adicción.

—¿Cuándo fue la última vez que se ejecutó una prueba en el


Espécimen W? —le pregunto a Josh. De los dos científicos él es, por
mucho, el más accesible. Dylan nunca logra mantener una conversación
sin hacer un comentario lascivo. Esta mañana se había lamido los labios
dramáticamente cuando entré al laboratorio.

Normalmente soy una persona alegre, pero gracias a todo lo que había
pasado en casa, y ahora la tensión con los dos hombres, me encuentro
retrayéndome aún más. Tengo planes de ir a la playa pronto e intentar
empaparme del buen rollo por el que California es conocida. Estoy en San
Diego y todavía no he podido relajarme en la playa a pesar de que la veo
todas las mañanas cuando conduzco al trabajo. Pronto, sumergiré los
dedos de los pies en el frío Pacífico.

—Hace dos semanas. Tenemos una semana obligatoria entre


sesiones, pero cuando te contrataron, nos dijeron que esperáramos hasta
que comenzaras. —Josh se sube las gafas a la nariz y me mira. Como de
costumbre, su cabello está desordenado, su rostro grasiento. El pobre
necesita urgentemente un corte de pelo y un buen limpiador facial.

—Me gustaría hacer una hoy. ¿Qué suero es el siguiente?

Josh mira el papel de su escritorio.

—El siguiente lote es Batracotoxina. Nos hemos movido lentamente a


lo largo de una lista. Hasta ahora, no hemos encontrado una toxina que
haya matado al espécimen o lo haya afectado en absoluto.

—¿Cuánto se usa normalmente? —Había revisado el expediente,


pero, por alguna razón, las cantidades no estaban reportadas. Alguien no
ha hecho el papeleo correctamente. Estoy segura de saber quién tiene la
culpa. Dylan está sentado en su escritorio, con los pies encima y los ojos
cerrados como si estuviera durmiendo. Realmente no entiendo por qué
trabaja aquí, ya que en realidad nunca parece trabajar.

—Administramos veinte miligramos completos. —Alzo las cejas ante


la cantidad de toxina, principalmente porque es muy potente. La
Batracotoxina es el veneno que se encuentra en las Ranas Punta de
Flecha. Es increíblemente fuerte y mata a un adulto con solo una
pequeña dosis en una hora. Los efectos son casi instantáneos. Por
supuesto, si lo que dice la investigación es cierto, no hay necesidad de
preocuparse. El conejo aparentemente es inmune.

—Comenzaré a preparar la prueba. ¿Te importaría ayudar? Quiero


revisar el espécimen físicamente antes de comenzar.

—Por supuesto. —Josh se levanta y me sigue hasta la sala de


contención. Hay una cámara en la esquina que se usa específicamente
para analizar las toxinas. Está hecha completamente de vidrio
transparente, parecida a las pequeñas cámaras que usan para los bebés
prematuros en los hospitales. Una vez que termine, colocaré al conejo
adentro y sellaré las puertas, asegurándome de que ninguna de las
toxinas pueda escapar. No me gusta realizar una prueba de este tipo en
un animal inocente, pero tengo que ver la inmunidad por mí misma, y
planeo ir a la junta y presentar mi caso en contra de la solicitud de
disección.

Me acerco a la jaula, el conejo ya mirándome desde dentro.

—Hola, W —susurro, poniéndome los guantes. No quiero que ninguno


de mis aceites afecte la prueba—. ¿Cómo estás hoy?

El conejo gruñe, su nariz moviéndose hacia mí mientras abro la


puerta.

—Ten cuidado —advierte Josh—. Es un mordedor.

Raro. El conejo no está más que tranquilo mientras meto la mano


dentro de la jaula y lo levanto. Pesa más de lo que esperaba, pero no
parece tener sobrepeso. Una anomalía nuevamente no marcada en el
expediente. Quizás los otros no saben cuánto debería pesar un conejo.
No debería sentirse tan robusto.

Dejando el conejo en la mesa del centro, empiezo a examinarlo. Sus


patas están perfectas, sus ojos claros. Su boca es normal y sus oídos
limpios. Además de la marca en su pierna, parece estar en perfectas
condiciones, nada fuera de lo común. Es un misterio que tengo ganas de
resolver, determinar qué le impide absorber las toxinas. Por primera vez
desde la muerte de Neptuno, me emociona la perspectiva de un acertijo.
Un conejo lindo es una ventaja, pienso, mientras acaricio sus orejas por
un momento. Josh se aclara la garganta.
Arrugo las cejas, pero me levanto y camino hacia la cámara.
Suavemente, lo coloco en el interior, frotando su oreja por última vez
antes de cerrar la puerta y sellarla. Sus ojos me estudian con una
intensidad que solo atribuyo a los humanos. Hago una pausa, miro esos
ojos demasiado conocedores y frunzo el ceño. Se siente mal dejarlo allí,
hacer esta prueba. Algo casi me hace abrir la puerta de nuevo y sacarlo,
pero eso es una tontería. Si el papeleo es correcto, no pasará nada.

En lugar de alejarme, acerco un taburete con ruedas y agarro mi


cuaderno y mi bolígrafo. Quiero estar cerca, en caso de que haya algún
indicio que pueda identificar.

Dylan elige ese momento para entrar en la habitación, con una


sonrisa en su rostro.

—¡Oh, bien! Día de prueba. —Agarra una silla y acomoda su gran


cuerpo en ella. No saca un cuaderno ni un bolígrafo. Solo mira, como si
estuviera demasiado emocionado por envenenar a un conejo—. Quizás
esta sea la toxina que matará al pequeño roedor.

—¿Lista? —pregunta Josh. Tiene su cuaderno abierto a su lado y sus


dedos en un botón. El suero ya está cargado en la cámara. Una vez que
Josh presione el botón, la toxina se rociará en el recipiente como una
niebla, la forma más eficiente de asegurar que el conejo ingiera y absorba
la mayor cantidad de toxina posible.

Asiento. El conejo mantiene sus ojos en mí mientras Josh aprieta el


botón. Hay un zumbido cuando el suero es preparado dentro de la
máquina. El conejo coloca su pata contra el cristal y mi corazón late con
fuerza. La repentina necesidad de abrir la cámara me golpea con tanta
fuerza que mi mano se contrae y la levanto hacia la manija. Justo antes
de que pueda agarrar la puerta, la toxina se rocía dentro de la cámara,
cubriendo al conejo por completo. Él estornuda cuando el veneno se posa
a su alrededor.

No estoy segura de lo que esperaba. Tal vez esperaba que el conejo se


sacudiera y continuara saltando por la cámara o mirándome con esos
ojos plateados. Tal vez esperaba que mostrara incomodidad cuando
menos.

Eso no es lo que sucede en absoluto.

Los archivos están mal.


El conejo no es inmune a las toxinas. Hay una reacción instantánea,
un chillido sale de su pequeño cuerpo mientras se derrumba en el fondo
de la cámara, sus músculos tensándose por el veneno. Me levanto de mi
taburete, mi cuaderno y bolígrafo caen al suelo con estrépito por el
movimiento. Cuando el pecho del conejo bombea una vez y se detiene,
giro hacia los dos hombres detrás de mí. Josh tiene la decencia de parecer
incómodo con la situación, pero Dylan solo sonríe más ampliamente.

—Relájate. Él hace esto todo el tiempo.

—El expediente dice que el conejo es inmune —gruño—. No dice nada


sobre una reacción tan fuerte. ¡Lo han matado!

Josh niega con la cabeza y señala la cámara. Me doy la vuelta y me


agacho, mis ojos al nivel de los del conejo mientras él los abre
parpadeando lentamente. Su pecho comienza a subir y bajar, su cuerpo
se relaja lentamente.

—La investigación dice que el conejo no muere. No dice nada sobre


morir y luego volver a la vida. —De repente, tiene sentido por qué Dylan
saltó al argumento de la inmortalidad—. ¿Le causan este dolor cada vez?
—Miro con partes iguales de culpa y asombro mientras el conejo se pone
de pie con cautela, con las orejas caídas. Esos ojos humanos se fijan en
mí de nuevo y siento las lágrimas humedecer mis pestañas. Ninguna
criatura merece tal trato, ciertamente no este conejo blanco. Parpadeo
ante la humedad de mis ojos para empujarla hacia atrás. No me servirá
de nada aquí.

—No hagas drama por nada, mujer —proclama Dylan en su forma


habitual. Lucho contra las ganas de volverme y hacerle daño. Repaso los
movimientos en mi cabeza. Darle un rodillazo en las bolas. Darle un
rodillazo en la nariz cuando se incline. Empujarlo lejos. Embry-Jones
había sido partidario de la autodefensa.

En mis cuatro años de trabajo allí, nunca había faltado a las clases
que impartían dos veces por semana. Había aprendido de todo, desde
Krav Maga hasta romper agarres y trabajar con cuchillos. Si quiero
lastimar al gran imbécil detrás de mí, puedo hacerlo, pero me mantengo
firme—. Es solo un conejo —agrega. Aprieto los puños.

“Solo un conejo”. Esa forma de pensar me hizo despreciar a algunos


de los científicos con los que había trabajado antes. Embry-Jones tenía
tolerancia cero para las pruebas en animales y la cumplía estrictamente.
Muchos científicos se habían ido debido a esa regla, buscando algún
lugar que les permitiera probar con monos, perros y cualquier otra
criatura sobre la que pudieran poner sus manos. Lamentablemente,
siempre hay muchas opciones para ellos. La tolerancia cero a la
experimentación con animales es poco común.

—Es crueldad, y me niego a ser parte de ella —gruño, finalmente


rompiendo el contacto visual con el conejo. Poco a poco vuelve a la vida
ante mis ojos, volviendo a la normalidad como si nada hubiera pasado.
Es milagroso y terrible. Lo miro, buscando cualquier signo de dolor,
encontrando muchos pequeños espasmos musculares y una expresión
general de miseria en su rostro. No sabía que los conejos fueran tan
expresivos. Sin embargo, este no es como los conejos ordinarios. Pongo
mi mano contra el cristal, y el conejo pone su pata a la par del otro lado,
como si supiera el nivel de mi simpatía—. Lo siento —susurro, apenas lo
suficientemente alto como para que me escuche a través del cristal. Sus
orejas se mueven—. Arreglaré esto.

Le doy la espalda a la cámara y paso por delante de Josh y Dylan.

—¿A dónde vas? —pregunta Josh, comenzando la secuencia de


limpieza. El interior de la cámara tendría que ser desinfectado y limpiado
antes de que podamos sacar al conejo.

—A hablar con la Dra. Devereux sobre la situación.

—Buena suerte. —Dylan ríe, su voz demasiado engreída. El único


problema es, ¿qué sabe él que yo no?

Encontrar a la Dra. Devereux es más difícil de lo esperado. Resulta


que la sala en la que realizó la entrevista no es su oficina real, solo una
que usa para contratar nuevos empleados. Después de hablar con
seguridad, me entero de que está en el decimoquinto piso, pero después
de subir y encontrar su oficina vacía, mi furia solo crece. La crueldad de
las pruebas es imperdonable. No puedo trabajar para una empresa que
aprueba tales actos, pero no dejaré a ese conejo aquí sin pelear. La Dra.
Devereux es mi primera ruta. Quizás todo sea un malentendido.
Finalmente encuentro a la mujer en la cafetería. Aparentemente, es
la hora del almuerzo, un hecho que realmente no sabía porque casi no
hay ventanas en este edificio. Es como una prisión de hormigón
construida para hacerte perder la noción del tiempo. Necesito empezar a
buscar otro trabajo rápido. Star Corp definitivamente no está
funcionando.

La Dra. Devereux está sentada en una mesa en el centro de la


cafetería, sola. Los otros científicos se mantienen alejados de la mujer y
empiezo a comprender por qué. Había parecido bastante agradable,
aunque entrometida, en la entrevista. Ahora, no estoy tan segura.

Me acerco a su mesa y tomo asiento, con los ojos de los demás


clavados en mi espalda mientras lo hago. Sin duda, todos los ojos están
puestos en nosotras. Ella mira hacia arriba, la molestia clara en su
rostro, pero cuando se da cuenta de que soy yo, obliga a sus rasgos a
suavizarse. Es buena usando una máscara.

—Dra. Hill, ¿en qué puedo ayudarte?

—Estoy aquí para hablar sobre el conejo.

Ella mira alrededor, a los ojos que nos miran, y baja la voz.

—Ten cuidado con lo que digas a continuación. Tu piso está sujeto a


un acuerdo de confidencialidad.

—Entiendo. —Bajo la voz para que nadie más pueda oír. Su evasión
y necesidad de sentarse lo más lejos posible de la mujer está ayudando—
. Ni una sola vez fue mencionado que estaría matando al espécimen
repetidamente, causándole dolor. Estoy muy segura de haber leído en el
sitio web que Star Corp está en contra de las pruebas con animales. Y,
sin embargo, encuentro que no es el caso en absoluto.

—Normalmente, no usamos animales, eso es cierto —dice—. Pero el


conejo es un caso especial. Contamos con el respaldo total de la junta
directiva para proceder como consideremos oportuno. Su investigación
será el mayor descubrimiento del año. ¿Por qué no solo aceptar eso en
lugar de irrumpir aquí y provocar una escena?

Miro alrededor de nuevo a los mirones. Algunos apartan la vista


apresuradamente hacia su comida. Otros encuentran abiertamente mi
mirada.
—Es cruel e inhumano, para empezar. No hay necesidad de continuar
con las pruebas —susurro—. Ya han determinado su singularidad. Por
alguna razón, sus científicos están ocultando todos los detalles, solo
registran ciertos aspectos del proyecto. En mi opinión, eso es aún peor.
No quieren que salga a la luz.

—Por supuesto que no. Star Corp es uno de los laboratorios


emergentes más grandes del estado. Tenemos una imagen que mantener,
una imagen que es más importante que cualquier otra cosa. Después de
todo, somos un negocio.

—¿Y la ciencia? Hacemos esto por la ciencia y el reconocimiento. No


es necesario tratar al conejo como lo han hecho.

—Ese conejo tiene el potencial de tratar y curar a millones. —Su voz


se endurece ante la acusación en mis ojos—. Un conejo no vale la vida de
tanta gente.

—¿Dónde está su decencia? —pregunto—. ¿Dónde está su


humanidad?

—La vendí hace mucho tiempo. —La Dra. Devereux niega con la
cabeza, su tono casi aburrido con la situación—. Como mujer en esta
industria, he llegado a aceptar cómo se hacen las cosas. Al final del día,
gano mi salario.

—Pero lo hacemos por la ciencia. Se supone que tiene que ser por la
ciencia. —No puedo entender a la mujer frente a mí, sus pensamientos.
Había laboratorios que alentaban a las mujeres, que no las trataban
menos que las científicas que son. Star Corp no es así, y parece que la
Dra. Devereux se ha adaptado a su papel aquí. No se puede hacer nada
por la mujer. No parece probable que me escuche, y no puedo decir que
quiera que esos pensamientos corrompan más que el laboratorio que ella
ya dirige. Ella tiene mucho poder aquí.

—Esas son ilusiones y sueños. Será mejor que sea inteligente si desea
continuar con Star Corp, Dra. Hill. Este no es lugar para una mujer
histérica.

Bien, pienso, levantándome y dejando a la mujer atrás. No planeo


quedarme, no en esta empresa de idiotas. Pero no voy a dejar a ese conejo
a su merced. Entonces, me muerdo la lengua y regreso al laboratorio.
Si mi moral no es más que ilusiones y sueños, les mostraré mi
realidad, les guste o no.
Traducido por Beth
Corregido por Beth & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

Hay algo en el chocolate caliente que siempre me calma. No sé qué


es. Tal vez el calor, o la delicia del chocolate, o los malvaviscos esponjosos
que amontono encima hasta que se desborden. Sea lo que sea, siempre
ayuda.

Mi mente está alborotada, debatiendo si realmente debería seguir


adelante con mis planes o no. Estoy al borde de un precipicio,
contemplando cómo puedo proceder. Si robo el conejo del laboratorio y
me voy de la ciudad, sin duda todos los laboratorios de California me
incluirán en su lista negra. La comunidad científica es grande y habla. Si
Star Corp publicara un aviso para que no me contraten, nadie me
contrataría.

Eso me dejaría con solo dos opciones: volver a Embry-Jones, donde


sé que tengo un trabajo garantizado, o encontrar un trabajo en otro
estado. No estoy segura de que mi cuenta bancaria pueda manejar la
búsqueda de otro estado. Podría hacer un largo viaje por carretera a
Massachusetts si fuera necesario. Mis ahorros probablemente
desaparecerán después de dos mudanzas consecutivas. Aunque no
puedo quedarme aquí. Cada vez más siento que necesito actuar,
moverme, como si un gran destino me llamara.

Resoplo.

Ajá. Como si un gran destino me empujara en la dirección correcta.


El destino es un bastardo, especialmente por cómo trató a mi hermana.
Suspiro y recuesto la cabeza en el sofá. La televisión está encendida, pero
es tarde y no parece haber buenos programas. En este momento, el canal
está atascado en infomerciales; el que está pasando ahora habla de
psíquicos por atención telefónica. Silencio a la mujer cubierta de
bisutería. El techo sobre mí está manchado por los daños causados por
el agua. Frunzo el ceño. Pagué demasiado alquiler para eso, pero
California no es barato cuando se trata de precios de apartamentos.

Estoy tan en conflicto sobre qué hacer, cómo salvar al conejo o si


debería hacerlo. Estoy segura de que ya no puedo trabajar para Star
Corp. Eso está muy claro. Solo desearía que fuera mucho más fácil, que
hubiera alguien a quien pudiera acudir y defender el caso, pero si la Dra.
Devereux y la junta están de acuerdo, no hay muchas otras personas
dentro de la empresa que puedan hacer algo al respecto.

Miro la foto que tengo colgada en la pared, una de las pocas cosas
que había desempacado, y sonrío. Es una foto de Neptuno y yo, riéndonos
ante la cámara, no mayores de diecisiete años. Fue antes de que probara
una de las drogas que le ofrecía su novio, antes de que se volviera adicta.
Todo había ido cuesta abajo desde allí. Fumar un porro le había llevado
a tomar pastillas y finalmente a la heroína. Ella nunca había tenido una
oportunidad.

Pero esa foto fue antes de todo eso, en la época en que éramos felices
y mejores amigas, cuando las drogas no iban antes que yo. Así es como
elijo recordarla. No la frágil mujer que había dejado en ese apartamento
en Massachusetts.

—Hermana —digo, hablando con el marco—. No sé qué hacer. No


puedo vivir con la crueldad en el laboratorio. No puedo trabajar así. Vine
aquí en busca de aventuras, como dijiste. Pero creo que lo arruiné. No
creo que la aventura que quiero esté aquí. Aquí no es donde se supone
que debo estar.

Incluso mientras lo digo, siento la mentira. Por alguna razón, siento


que debería estar en ese laboratorio, al menos temporalmente. Quizás
tenga un propósito aquí. Sería bueno si un viejo mago sabio apareciera
de la nada para darme un mensaje críptico. Ese sería al menos un punto
de partida.

Casi espero una respuesta, ¿de quién? No sé. Quizás espero que mi
hermana me dé una señal desde donde está. Ya sea que sea un ángel, un
demonio o un fantasma, sigue siendo mi hermana. Ella no me guiaría
mal.
—Y ahora estoy hablando con fantasmas —suspiro, cerrando los ojos
por un momento. No recibo respuesta. Por supuesto que no. Estoy
perdiendo la cabeza.

La televisión parpadea, brillando a través de mis párpados, y levanto


la cabeza bruscamente ante la interrupción en tonterías psíquicas. El
canal cambia, como si la antena se estuviera moviendo. Se detiene en un
canal con un hombre de pie dando un discurso. No tengo idea de quién
es, su rostro me resulta tan desconocido como el de cualquier extraño,
pero son sus palabras las que registro y me hacen sentarme derecha.

—Nunca debemos perder nuestra humanidad porque, como


humanos, eso es lo que somos —dice, su voz retumba en el micrófono.
Tiene una buena voz para hablar—. En el momento en que la perdemos
de vista es cuando comienzan las grandes tragedias. Piensen en el
Holocausto, Hiroshima, las masacres que ocurren todos los días. Todo se
debe a que alguien perdió su humanidad y no dio un paso al frente
cuando podría haberlo hecho. No ignoren esos sentimientos. Cuando
todos los demás están equivocados, pónganse de pie y hagan lo correcto.
Puede que estén solos, puede ser difícil, pero si lo sienten así, no hay
alternativa.

El canal se pone borroso de nuevo y me quedo mirando la estática,


confundida. No estoy segura de creer en las coincidencias, pero esa era
demasiado grande para pasarla por alto. Miro a mi hermana de nuevo en
la foto y sonrío. Levanto mi taza de chocolate caliente en un brindis.

—Gracias, hermanita. Necesitaba eso. —Mis ojos se empañan la más


mínima cantidad, y parpadeo para alejar la emoción. No hay tiempo para
eso.

Supongo que necesitaré al menos una semana o dos para recopilar


más información, para encontrar una manera de liberar al conejo.

Es hora de que me ponga de pie, incluso si estoy sola.


Traducido por Beth
Corregido por Beth & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

Al día siguiente, entro al trabajo con la cabeza en alto y mis zapatos


cómodos puestos. Con mi decisión tomada, me siento motivada, como si
pudiera enfrentarme al mundo. Me pregunto si así se sienten los héroes.
Aunque no creo que rescatar un solo conejo salve el mundo, pero una
chica puede soñar. Ciertamente se siente así. Me encantaría ponerme un
traje de licra y salvar vidas. Por eso entré en el campo de la ciencia,
después de todo. Para salvar vidas, no por los trajes de licra.

Ahora veo a Star Corp bajo una luz diferente. Mientras camino por el
vestíbulo y tiro mi café de la tienda de mamá y papá (estoy aprendiendo
a beberlo de camino al trabajo) me encuentro con los ojos de los guardias
de seguridad y sonrío. De hecho, parece que estoy sonriendo más desde
que tomé la decisión. Solo lo solidifica para mí, que estoy haciendo lo
correcto. Probablemente pueda ir a prisión, pero ¿qué vigilante no tiene
la amenaza de prisión sobre ellos? Salvar vidas siempre conlleva un
riesgo.

Salgo del ascensor e inmediatamente tomo asiento en mi escritorio,


ignorando a Dylan, que me está mirando como un pervertido como
siempre. En serio, realmente quiero agregar “Golpear a Dylan en la cara”
a mi lista antes de deslizarme en la noche como un ninja. Si alguien se
lo merece, es ese tipo.

Empujo mi mochila en el cajón más grande y recojo el papeleo que


está en mi escritorio. Sin embargo, antes de que pueda abrir la nueva
carpeta, Josh aparece de la nada. El hombre se mueve tan
silenciosamente como un ratón, lo juro. Incluso salto cuando habla, eso
es lo mucho que nunca lo escucho acercarse a mí.
—Oye, Júpiter. —Se frota la nuca, mirando a cualquier parte menos
a mí. Su cara se pone roja cuando levanto la mirada, como el color de...
mi mente salta a cada cosa geek posible que sea color rojo y mentalmente
me reprendo. Comparar al pobre hombre con los ojos de Sauron
probablemente no sea tan agradable. El color no le favorece en absoluto.

—Hola, ¿qué pasa?

Se mueve sobre sus pies, sus zapatos haciendo un extraño chirrido


que me hace querer apuñalar algo. Sí, es así de malo. No, no tengo un
cuchillo. Pero un bisturí...

—Solo quería disculparme —murmura—. Por lo de ayer. Sé que


deberíamos haberte advertido cómo son las pruebas.

—Sí, no parece estar escrito en los archivos —comento, arqueando


una ceja.

—Se nos ordenó no entrar en detalles. —Su rostro arde aún peor. Me
pregunto si se desmayará por la incomodidad.

—Lo entiendo. En serio, no te preocupes por eso.

Estoy a punto de abrir el archivo de nuevo cuando Dylan se acerca.


Dejo caer el sobre manila con un gemido interno.

—Me gusta tu camisa hoy —dice Josh, casi en un esfuerzo por fingir
que Dylan no está allí. Echo un vistazo a la imagen en mi pecho hoy y
sonrío. Sí, también me gusta esta camisa. Tiene una imagen del sistema
solar y dice “En mi época, teníamos nueve planetas”—. Nunca olvidaré la
traición cuando Plutón fue considerado un planeta enano. Fue una
herida profunda.

—Gracias —le digo a Josh antes de volver mis ojos hacia Dylan—.
¿Qué pasa? —Sus ojos no están enfocados en los míos en absoluto. De
hecho, su mirada está clavada en mi pecho. Hago una mueca
internamente, apenas evitando que se extienda por mi cara. Me aclaro la
garganta y finalmente mira hacia arriba, sin ningún arrepentimiento.

—Tú. Yo. Bebidas. Este fin de semana.

Asco. No, gracias. ¿De dónde salió este tipo al invitar a una mujer a
salir de esa manera? En serio, ¿eso fue lo mejor que pudo hacer?
—No puedo. Estoy ocupada.

—Entonces desocúpate. Quiero invitar a nuestra nueva bioquímica


una bebida y un baile erótico.

La forma en que dice “baile erótico” y luego se lame los labios


realmente me enciende. Inyecte sarcasmo aquí. Obviamente espera que
yo haga el baile. ¿Cómo es que este pervertido nunca ha sido acusado
por acoso sexual? Ciertamente RR.HH. ha recibido muchas quejas sobre
él.

¿Qué puedo decir para que me deje en paz? Mis ojos se desvían hacia
Josh y una idea cruza por mi mente. Josh parece dulce, aunque un poco
raro, pero cualquier cosa es mejor que este idiota. Si Josh me toma la
palabra, no será tan malo.

—No puedo porque ya tengo planes con Josh.

Los ojos de Josh se iluminan y se para un poco más alto ante la


declaración.

—¿Qué? —balbucea Dylan, mirando a Josh—. ¿Saldrías con este


idiota en lugar de conmigo?

—Lo siento, Dylan. Parece que llegas un poco tarde al juego. Sin
embargo, gracias por pensar en mí.

Su rostro enrojece, sus manos se aprietan con fuerza en su cintura.


Lo miro, esperando a ver si explota. Después de un momento, parece
calmarse. Le da una palmada en el hombro a Josh, haciéndolo tropezar
con mi escritorio.

—Bien, hombre. Tendré que vigilarte. No puedo permitir que consigas


a todas las mujeres.

Está siendo un listillo. El pobre Josh frunce el ceño ante su espalda


retirándose.

—Gracias —le susurro cuando estoy segura de que Dylan está lo


suficientemente lejos—. Te debo una. Si realmente quieres salir a tomar
algo, avísame.

No me atrae Josh, pero no seré una idiota. Mi mamá me crio mejor


que eso. Josh asiente con entusiasmo.
—Cuando quieras —dice, antes de volverse hacia su propio escritorio.

Me levanto de mi asiento, con la intención de ir a ver cómo está el


conejo. No confío en que nadie en el edificio realmente alimente al pobre,
y mucho menos se asegure de que esté bien.

—Oh —llama Dylan detrás de mí, y me pongo rígida antes de mirar


por encima de mi hombro. Está apoyado en su escritorio, de una manera
que estoy segura que practica en un intento de verse bien. No funciona.
Todavía parece un gilipollas—. La junta directiva dio el visto bueno para
diseccionar al conejo. Está programado para el viernes. Parece que
después de la última prueba, quieren ver qué hace que el roedor resista.
Uno de los miembros también estará presente, lo que significa dinero
para nosotros. Recibimos bonificaciones cuando hacen eso.

—¿Por qué tan pronto? —Miro el archivo de mi escritorio, que sin


duda contiene las órdenes de disección.

—¿A quién le importa? Simplemente significa que nos pagan más


rápido.

Aprieto la mandíbula con fuerza cuando me sonríe. Ha descubierto


que me molesta, que no estoy de acuerdo con la disección, aunque no es
como que haya estado ocultando mi disgusto. No respondo a su
comentario, sino que continúo hacia la sala de contención. Esta vez,
cierro la puerta detrás de mí, señal de que se está realizando un
experimento. No planeo hacer ninguna prueba, pero necesito algo de
tiempo lejos del zopenco de afuera. Lentamente Star Corp se está
convirtiendo en un monstruo cada vez más en mi mente. Está claro que
no investigué lo suficiente sobre la empresa en sí, la búsqueda superficial
no desenterró todos los problemas dentro de este edificio.

Inmediatamente mis ojos se enfocan en la jaula, donde el conejo ya


me está mirando, esos ojos plateados prácticamente brillando y rogando
que me acerque. Dejo escapar el aliento que había estado conteniendo,
moviéndome hacia el contenedor. Abro la puerta y lo saco, dejándolo en
la mesa en el centro de la habitación antes de tomar mi propio asiento.
Como mínimo, puedo comprobar sus signos vitales para asegurarme de
que está bien después de la prueba de toxinas de ayer. Quién sabe
cuántas otras pruebas quieran hacerle antes de la disección. Quiero
asegurarme de que esté lo más saludable posible.

Miro hacia la puerta cerrada y me recuesto en la silla, llevándome al


conejo. Lo abrazo más cerca, pasando distraídamente mis dedos por su
pelaje. Él cierra los ojos y se acurruca más contra mí. No lo culpo. Estar
atrapado en este laboratorio probablemente lo tenga hambriento de
afecto.

—Este no es el trabajo que esperaba —le digo, acariciando sus orejas.


Sus ojos plateados se abren y se encuentran con los míos. Sonrío
gentilmente; es un gran conejo—. Pensé que vendría aquí y encontraría
una aventura. En cambio, resulta que trabajo para personas que no
tienen sentido de la decencia. Planean diseccionarte en unos días. —El
conejo me gruñe y yo asiento—. Lo sé, ¿verdad? Gente terrible. —Me
muerdo el labio—. No puedo hacerlo. No puedo ser esa persona. Esta no
es mi aventura. —Echo un vistazo a la puerta de nuevo, asegurándome
de que todavía estoy sola, antes de inclinarme más cerca y bajar la voz—
. Voy a sacarte de aquí, W. No dejaré que te maten.

El conejo se para contra mi pecho, levantándose lo suficiente para


mirarme a los ojos, antes de tocar su nariz con la mía. Sus bigotes me
hacen cosquillas en la cara y me río entre dientes. Esos malditos ojos
plateados son tan inteligentes, y no tengo ninguna duda de que entiende
lo que estoy diciendo. Juro que escucho el tic-tac de un reloj por un
momento, y miro a mi alrededor, confundida. No hay relojes en esta
habitación; no están permitidos. Cuando vuelvo a mirar al conejo, me
guiña un ojo. Frunzo el ceño.

No, ciertamente no. Los conejos no pueden guiñar el ojo. Y


ciertamente no me pueden entender. Debo estar perdiendo la cabeza.
Sacudo la cabeza y me pongo de pie para devolverlo a su jaula. No puedo
permitir que los otros entren y me vean abrazar al espécimen.

Tengo que actuar mañana. No hay otra opción. Tengo que sacarlo de
aquí, y tengo que dejar este lugar atrás.

Realmente desearía tener un súper traje de licra para hacer el trabajo.


¿Qué tiene que hacer una chica para encontrar uno?
Traducido por AS
Corregido por -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

La Dra. Devereux se detiene en el laboratorio un total de tres veces


ese día, y continúa al día siguiente, también. Es como si me estuviera
vigilando, como si no confiara en que no me saliera por la tangente. Lo
cual, si estoy siendo honesta, es probablemente inteligente. Ciertamente
no espera que robe el conejo delante de sus narices, o de lo contrario
habría añadido seguridad adicional a la sala de contención. Lo estoy
esperando en cualquier momento, pero estoy feliz de ver que ella solo
piensa que voy a tener un colapso mental o algo así. Y casi lo tengo.

Aparentemente, la junta piensa que está bien hacer pruebas


consecutivas el día antes la disección. Ya no les importa si el conejo
muere porque de todos modos planean matarlo. A sus ojos, ya está
muerto. También podrían usar el tiempo sabiamente y hacer todas las
pruebas imaginables, que incluyen altas dosis de numerosas toxinas
mortales.

Cada vez, tengo que ver el conejo morir antes de volver


milagrosamente a la vida. A veces, simplemente se tumba en la jaula y
deja de respirar durante unos minutos. Eso no es tan malo, aunque hace
que me duela el corazón. No, son las toxinas las que hacen que su cuerpo
se vuelva loco, lanzándose a las paredes en un intento de detener el dolor.
Cuando se probó la primera toxina con ese efecto secundario, yo casi me
derrumbé bajo la atenta mirada de la Dra. Devereux. Dylan era todo
sonrisas, riéndose de los gritos del pobre. Josh solo se limitó a agachar
la cabeza. No estoy segura de si estaba de acuerdo con las pruebas o no,
pero ni una sola vez habló, así que fue inútil.
Veo a W morir ocho veces al final del día de trabajo, y cada vez es
peor. No quiero nada más que escapar del laboratorio e ir a casa,
acurrucarme en mi sofá, y fingir que nada de esto está sucediendo, pero
tomé una decisión. Y voy mantenerla.

Miro a W, comprobando si hay alguna anomalía en su sangre o si


está sufriendo algún efecto secundario de las toxinas. No hay ninguno,
no desde la última revisión superficial. Parece estar bien, incluso después
de tantas muertes. A menos que, en realidad, no muera. Tal vez su cuerpo
solo parece morir. No es como si pudiéramos comprobarlo antes de que
despierte de nuevo, no con las toxinas arremolinándose a su alrededor.
Después de ponerlo de nuevo en la jaula, me doy la vuelta para salir solo
para encontrarme cara a cara con el imbécil del infierno. Frunzo el ceño
ante Dylan, incapaz de ocultar la acción antes de que lo vea.

—Oye, Roja. ¿Ya has cambiado de opinión sobre esa bebida? —Me
mira con desprecio. Ahora sería un buen momento para coger el bisturí
y apuñalarlo. Sería totalmente inesperado, y casi sonrío al pensar en él
mirando el mango de un bisturís sobresaliéndole de su estómago. Viviría,
por supuesto. Me gustaría que él siempre recordara que fue derribado
por una mujer.

—No, lo siento. Ya te he dicho que tengo planes. —Me muevo para


rodearlo, pero él me sigue, bloqueándome el camino.

—¿Qué tiene que hacer un hombre para conseguir una cita? Vamos.
No seas una perra.

Entrecierro los ojos, deseando aún más ese bisturí.

—Si ser una perra significa que no quiero tener una cita contigo, que
así sea. Ahora, muévete.

Alarga la mano y me agarra del brazo, apretando con fuerza. Un


chillido se escapa de mi boca ante el repentino movimiento, cogiéndome
por sorpresa. Nunca esperé que me pusiera las manos encima.

Detrás de mí, algo choca con los barrotes de acero de las jaulas. Los
dos nos giramos para mirar. W se levanta sobre sus patas traseras, con
los ojos fijos en Dylan. Esos ojos están entrecerrados por la rabia, y me
confunde tanto que casi me olvido del hombre que tengo delante. ¿Cómo
diablos puede un conejo estar tan enfadado?

Jalo mi brazo de los dedos mugrientos de Dylan y doy un paso atrás.


—No vuelvas a tocarme —gruño.

—¿O qué? —pregunta Dylan, con la cabeza inclinada hacia un lado—


. ¿Vas a vomitar tu ataque de conejo? —Se ríe—. Maldita sea. Lo supe en
el momento en que entraste en el laboratorio. Inútil. —Sacude la cabeza
antes de volver a mirar a W—. No puedo esperar a ver que te abran,
roedor. Me alegro de que hoy sea el último día que tenga que ver tu fea
cara.

Dylan se da la vuelta para irse, y yo miro fijamente su espalda, mis


dedos se mueven para coger lo más cercano y lanzárselo. Ahora mismo,
es un libro. Es grande y ancho, pero mis clases me han enseñado a
utilizar mi altura en beneficio propio. Soy probablemente más rápida que
ese bruto, y puedo desequilibrarlo si consigo el ángulo correcto. No
volverá a ponerme las manos encima. Me aseguraré de ello.

Miro a W en su jaula.

—Gracias por el apoyo, amigo. —Asiento con la cabeza, no sé cuándo


he empezado a hablarle al conejo como si fuera humano. Estoy perdiendo
la cabeza.

Salgo de la sala de contención y vuelvo a mi escritorio, tomando


asiento poniéndome cómoda. Luego procedo a trabajar en una
investigación sobre los beneficios de las sustancias bioquímicas en el
medio ambiente. Es una treta, útil para que nadie se pregunte por qué
estoy aquí tan tarde, pero realmente pienso presentar el trabajo una vez
terminado. No sirve de nada escribirlo para que lo tiren a la basura.

—¿No te vas a casa? —pregunta Josh—. Recoger tus cosas.

—No. Tengo una investigación. Estoy trabajando en un artículo para


el Science Weekly.

—Oh, las grandes ligas, ¿eh? Genial. Uh, no te quedes despierta


hasta muy tarde.

Le hago un gesto con la cabeza y vuelvo a mirar mis notas. No quiero


despertar sospechas, así que trabajo en el periódico mucho después de
que termine la jornada laboral. Sin duda, podría haber otros científicos
en el edificio aunque sea tarde, pero el objetivo es que haya el menor
número de personas posible. Echo un vistazo a mi teléfono, son las diez
y media. Los guardias nocturnos estarían en el mostrador de abajo, pero
deberían estar aburridos como una ostra ahora, apenas me echaran un
vistazo. Cuanta menos gente me vea salir, mejor.

Las luces están bajas en el laboratorio, su única fuente son las luces
de emergencia y una gran lámpara que tengo en mi escritorio. Todo queda
sumido en unas sombras extremas.

Se me pone la piel de gallina en los brazos, el ambiente es


inquietante. El zumbido de las máquinas y los ordenadores ayuda, pero
la mayor parte del tiempo está en silencio. Los sonidos del tráfico y de la
ciudad ni siquiera penetran en las paredes de hormigón.

Me levanto del escritorio y empiezo a recoger mis cosas, guardando


todo lo que no quiero dejar atrás. He traído una bolsa extra por esta
razón, un bolso con cinta en mi cadera para los libros y notas que no
puedo dejar atrás. Me quito la bata de laboratorio y la dejo en el cajón
vacío del escritorio, saco todos mis datos del ordenador y ordeno lo que
queda. Mi mochila sigue vacía por una sola razón

Me dirijo a la sala de contención, dejando las luces apagadas a


propósito. Un débil resplandor proviene del equipo, y es suficiente para
que pueda ver los ojos del conejo brillando en la oscuridad. Es necesario
mantener la sala a oscuras por la cámara. Aunque no apunte hacia las
jaulas, me verá entrar y salir de la habitación. Será fácil para ellos saber
quién se llevó el conejo una vez que busquen, pero no planeo que me
encuentren. Abro la cremallera de mi mochila y me dirijo hacia las jaulas,
antes de abrir la rejilla metálica.

—Bien. Este es el trato, W. Para salvarte, tengo que meterte en mi


mochila. No puedes moverte ni hacer ningún ruido. Si lo haces, iré a la
cárcel y estarás muerto. ¿Entendido?

Estoy haciendo tratos con un conejo. Es lo que cualquier mago sabio


haría en esta situación. ¿Por qué no debería apelar a la urgencia? Tal vez
me entienda. En el caso de que lo haga, quiero asegurarme de que
conozca los detalles.

Abro la jaula y sostengo la mochila en el borde. W avanza y salta al


fondo de la bolsa. Levanto la ceja, sorprendida de que mi pequeña charla
haya funcionado. Punto uno para un conejo comprensivo. Siento una
pequeña bola de emoción al pensar que soy un poco como el Dr. Dolittle
antes de cerrar suavemente la cremallera de la mochila y colgármela. Mi
bolsa con cinta va sobre mi hombro y luego dirijo hacia los ascensores.
Intento que mis movimientos sean lo más suaves y poco sospechosos
posible. Saludo con la mano al guardia de seguridad cuando salgo. Está
demasiado ocupado comiendo pizza y viendo un partido en su teléfono
como para fijarse en mí. Realmente es muy bueno con la seguridad. Salgo
por la puerta de Star Corp.

San Diego es una ciudad abarrotada. Hay demasiada gente


apretujada en un área que hace que el estacionamiento sea una mierda.
El estacionamiento donde todos debemos aparcar está alrededor del lado
del edificio y al otro lado de la calle. Está oscuro y muchas de las farolas
están quemadas. Obviamente, nadie se preocupa por la seguridad. Cojo
mis llaves de los bolsillos, la energía nerviosa me hace mantenerlas
ensartadas en mis dedos por si necesito usarlas como arma. Si apunto a
los ojos, puedo hacer verdadero daño.

El aparcamiento no está más iluminado que la calle. Mi coche está


aparcado en el segundo piso, subiendo un tramo oscuro de escaleras.
Más luces quemadas. Después de subir los escalones a toda prisa, con la
mayor suavidad posible para no empujar demasiado a W, me dirijo a mi
coche. Es el único que queda en el piso, con una sola luz brillando sobre
él. Doy un suspiro de alivio al verlo.

Doy un paso hacia el vehículo justo cuando una sombra se mueve


desde la oscuridad. Me pongo rígida y agarro las llaves con más fuerza.
Cuando una persona sale de la oscuridad del estacionamiento en
dirección a mi coche, frunzo el ceño.

—¿Josh?

Mi torpe compañero de trabajo está de pie frente a mi puerta, su cara


de determinación no demuestra su torpeza de antes. Está de pie, con una
pequeña sonrisa en los labios. Su pelo colocado hacia atrás, lo hace
parecer más seguro de lo que ha sido durante todo el tiempo que lo he
conocido. Ya no es el científico silencioso e incómodo.

—Hola, Júpiter.

Mi ritmo cardíaco se acelera. Tampoco suena como el Josh que


conozco. Su voz ya no es mansa y suave. Ahora es fuerte y segura. Arrugo
el ceño y doy un paso atrás. Algo me grita que corra lo más lejos posible.

—Ah, ah, ah. Yo en tu lugar no haría eso.

De repente, sé que estoy ante un depredador. De alguna manera, me


había perdido las señales antes y asumí erróneamente que Josh era el
menor de los males. Mientras lo miro a los ojos, sé que estoy a punto de
luchar por mi vida, lo quiera o no. Con un conejo robado en mi mochila.

Suena la música de lucha épica.

En serio, ¿dónde está mi súper traje?


Traducido por AS
Corregido por -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

—¿Qué haces aquí tan tarde? —pregunta Josh, echando un vistazo a


mi mochila y la bolsa de cinta, con los ojos muy abiertos y alerta.

—Estaba investigando. —Sigo mi coartada. Sin dar ninguna


información de más—. Planeo presentarme al Science Weekly,
¿recuerdas?

—¿Por qué están tus maletas tan llenas? ¿Piensas nunca regresar?

Lucho muy duro para no ponerme rígida ante las preguntas,


dándome cuenta de que está buscando exactamente ese tipo de reacción.
No sé cómo me había perdido esta versión de Josh frente a mí.
Normalmente, soy bastante observadora. Intento evitar pensar en todos
esos programas de televisión sobre este escenario exacto. Josh tiene
todos los rasgos de un psicópata. Aparentemente es un maestro de la
actuación; nunca sospeché de él.

—Solo me gusta llevar mis cosas. Ya me han robado antes. —


Mantengo mi voz fuerte, pero empiezo a sentir pánico. Puedo sentir que
mi ritmo cardíaco se acelera ante la amenaza que tengo delante. No tengo
un arma, no una verdadera. Lo mejor que tengo es la pesada bolsa de
cinta y mis llaves fuertemente agarradas en mis manos. Si se abalanza
sobre mí, puedo apuntarle a los ojos con las llaves, y usar mi
entrenamiento para desorientarlo lo suficiente como para escapar. ¿Qué
experiencia tiene él ante estas situaciones? ¿Esperaría que luchara?
Tengo a W en la mochila. Si se trata de una pelea, podría resultar
gravemente herido. Tengo que tener cuidado.
—Me debes un trago. —Josh me sonríe—. Te salvé de Dylan,
después de todo.

—De acuerdo. —Aprovecho la oportunidad. Para cuando nos


hayamos reunido para bebidas, habré dejado muy atrás esta ciudad y al
lunático que tengo delante. No tengo ninguna intención de estar cerca de
él después de esto—. Podemos tomar una copa este fin de semana como
te dije antes. —Hago un gesto hacia mi coche—. Se está haciendo tarde.
¿Puedo irme ya?

—Ves, no te creo, Júpiter. —Inclina la cabeza hacia un lado,


estudiándome.

Esta vez no puedo ocultar la tensión de mis hombros cuando se


levanta la camisa y saca una pistola de su cintura. El conejo se mueve
en mi mochila, recordándome la gravedad de la situación. No solo estoy
siendo confrontada y amenazada por mi compañero de trabajo, sino que
también tengo propiedad robada del laboratorio en mi mochila. Si Josh
decide ir a la policía, o si me enfrento a él y llamo a la policía, se llevarán
al conejo y seré fichada y acusada. El conejo muerto y mi vida arruinada.
Estoy por mi cuenta.

—¿Qué estás haciendo? —Mi voz no flaquea, y estoy orgullosa de


ello, pero todavía hay un hilo de miedo en el tono que me delata. El conejo
se mueve de nuevo.

—Vas a venir conmigo, y vas a mostrar tu gratitud. —Me apunta al


pecho con la pistola—. Y si no lo haces, entonces te dispararé y haré lo
que quiera de todos modos.

En ese momento, hago un balance de todo lo que me rodea,


buscando una manera de salir de esto. Josh está bloqueando mi coche,
de pie frente a la puerta. Soy rápida, pero no sé lo rápido que es él. Si
intento correr alrededor de él, podría poner sus manos sobre mí, y sé que
no es el mejor escenario. Una vez que me ponga las manos encima se
reducen mis posibilidades de escapar, y podría haber un destino aún peor
para el conejo.

Mientras que la bolsa de cinta puede ser utilizada como un ariete,


no será muy útil y solo me retrasará. Puedo lanzarla y esperar que le pille
desprevenido lo suficiente como para escaparme de su alcance. No hay
mucho más en el aparcamiento, además de un extintor al azar, pero
incluso eso está demasiado lejos. Maldigo el hecho de no haber traído mi
navaja al trabajo, ya que no se permiten a través del detector de metales.
No, incluso eso está en la consola central de mi coche, fuera de alcance.

Josh da un paso hacia mí, y yo suelto la bolsa del sillín al mismo


tiempo que me pongo en posición de defensa. Esto se va a convertir en
una pelea porque yo no cedo ante los matones o los psicópatas. Si Josh
me alcanza, eso significa que estará más lejos de mi coche. Si puedo
esquivarlo, y mantener mis llaves, puedo llegar al coche y colarme dentro.
Eso no elimina el peligro del arma, sin embargo. Él puede dispararme en
cualquier momento entre ahora y el tiempo que me lleve arrancar el coche
y ponerlo en marcha. Estoy realmente jodida. No tengo otra opción que
sacar a Josh... antes de escapar.

Cuando Josh sonríe y da otro paso adelante, siento una carga en el


aire que hace que se me erice el vello de los brazos. Como el momento
antes de una tormenta eléctrica, cuando la estática recorre todo, y
accidentalmente recibes pequeñas descargas. El mundo que me rodea se
vuelve tan silencioso que parece que estoy en un túnel, y entonces todo
se mueve tan rápido que apenas puedo seguirlo.

Mi mochila se sacude. Cuando me doy cuenta de que la cremallera se


está deshaciendo, ya es demasiado tarde. El peso en mi espalda se alivia,
y el conejo está de pie delante de mí como un perro de ataque preparado
para luchar. Si no fuera una situación tan grave, podría haberme reído.
Esto se me está yendo de las manos. Ahora, si me alejo del psicópata,
tengo un testigo de mi crimen.

Josh parpadea hacia el conejo blanco que me protege antes de lanzar


su cabeza hacia atrás con una risa. La pistola no se mueve de su objetivo
en mi pecho, aunque está perdiendo la cabeza.

—Robando en el laboratorio, ya veo. —Se ríe, limpiando las lágrimas


que se acumulan en sus pestañas. El conejo no reacciona, su posición es
rígida y decidida—. Vaya, has sido una niña traviesa. Parece que nadie
va a pensar dos veces lo que hago como algo criminal.

¡Maldita sea! Este no es el tipo de aventura que esperaba. Esto es


exactamente lo opuesto a lo que esperaba.

Al conejo no parecen gustarle esas palabras, un gruñido áspero sale


de su cuerpo mientras se levanta sobre sus patas traseras. Sus orejas
están tensas, y estoy segura de que nunca he visto un conejo con un
aspecto tan amenazante. Los conejos son criaturas tímidas, o se supone
que lo son.
De repente, se produce un destello tan sorprendente que cierro los
ojos para evitarlo. Por un momento, pienso que la pistola se dispara y
que el destello es de eso, pero he visto pistolas disparar y una pistola
como la que tiene Josh no debería hacer tal cosa. Tampoco me duele,
aunque eso no significa que no me hayan disparado. A veces, nuestra
adrenalina puede hacer que los receptores del dolor se retrasen.

Cuando el destello retrocede, y me aseguro de que no tengo un


agujero en mi pecho, mis ojos se posan en el hombre que está frente a
mí. No es Josh. Este definitivamente no es Josh. El nuevo hombre está
de pie ante mí en el mismo lugar que el conejo. El conejo está
convenientemente desaparecido, y miro alrededor, buscando su pelaje
blanco. Cuando no encuentro rastro de él, vuelvo a mirar al hombre que
tengo ante mí.

Por un momento, me olvido por completo de que estoy a punto de


luchar contra un psicópata por mi vida, y en su lugar, observo al hombre
que bloquea mi visión de Josh. Sus hombros están relajados, a pesar de
que ahora hay un arma apuntando a su pecho. Sus brazos están
desnudos, solo un chaleco verde envuelto alrededor de su torso y
pantalones de cuero en las piernas. Lleva un reloj en la muñeca derecha.
Tiene el pelo un poco más largo, como el de los vagabundos de la playa
que veo a diario, y es tan pálido que es casi blanco.

Nada de eso me hace reflexionar. Diablos, hay gente extraña en


California. Este hombre ha aparecido de la nada y ahora me protege. Eso
no es lo que me desconcierta. Lo que me molesta, es que tengo que
parpadear extra fuerte en un intento de comprobar mi cordura.

En la cabeza del hombre hay dos orejas de conejo, que se mueven


y se agitan como si estuvieran en un conejo de verdad. Nunca he visto
una tecnología que haga eso. Estoy tan tentada de acercarme y tocar una,
incluso en esta situación de desorden en la que me encuentro.

—¿Qué demonios? —Josh retrocede a trompicones y quita el seguro


de la pistola. El sonido del pequeño clic. Es lo que me devuelve a la
realidad, me asomo de atrás del hombre misterioso saco la cabeza para
mirar a mi compañero de trabajo.

—Dejarás a Júpiter en paz —amenaza el Hombre Misterioso, las


orejas de su cabeza se mueven al oír las palabras. Su voz es profunda y
ronca, agradable para mis sentidos.
Me siento tan curiosa y confusa ahora mismo, pero hay un momento
y un lugar para las preguntas. Ahora mismo, si el Hombre Misterioso me
ayuda, Josh podría echarse atrás, todas las probabilidades en su contra.
Todavía me gustaría arrancarle la cara y apuñalar mis llaves a través de
su ojo, pero podría contenerme si se echa atrás y se va. Espera, ¿cómo el
Hombre Misterioso sabe mi nombre?

—¿O qué? —Josh está tratando de sonar duro. Incluso puedo


escuchar la vacilación en su voz, y ver el temblor de la pistola y la tensión
en sus hombros.

El Hombre Conejo Misterioso mira el reloj en su muñeca y se encoge


de hombros. Completamente tranquilo. Me está poniendo los nervios de
punta. Hay literalmente una pistola apuntando a él, y no parece
importarle.

—O te rompo todos los huesos del cuerpo por atreverte a


amenazarla. —Me alejo un paso del Hombre Misterioso. Agradeciendo la
ayuda, pero la posesión que escucho en esas palabras envía otro hilo de
pánico a través de mi cuerpo. ¿Acabo de cambiar un psicópata por otro?

Al ver mi movimiento, el Hombre Misterioso se vuelve para mirarme,


y tengo una buena vista de su rostro. Es hermoso de una manera
amenazante, su mandíbula afilada, su frente fuerte. Sus ojos se
encuentran con los míos y me guiña un ojo. Jadeo y casi me ahogo con
la lengua. No puede ser. Los ojos que me miran desde este hombre son
los mismos ojos plateados que tiene el conejo. Las orejas, los ojos, no hay
manera. Esto no es posible.

—¿Qué puede hacerme un friki con orejas de conejito? —Josh


realmente tiene el valor de reírse. Incluso yo sé que es un error, sintiendo
el peligro que viene en oleadas del Hombre Misterioso, mi Conejo Blanco.

Extrañamente, nunca lo percibí mientras era un conejo, y no se está


dirigiendo a mí. Porque estoy segura de que es el conejo. Puede que sea
una científica, pero soy una firme creyente en buscar todas las
posibilidades. Creo que la magia es solo una ciencia que aún no hemos
descubierto. Mi yo friki se está volviendo un poco loca ante la
probabilidad, pero lo mantengo contenido, por ahora.

Al oír las palabras de Josh, su cuerpo se pone rígido antes de volver


a mirar a mi compañero de trabajo.
—¡Son orejas de conejo! —gruñe, lanzándose hacia Josh más rápido
de lo que puedo comprender.

El arma se dispara y grito, agachándome y cubriéndome la cabeza.


No sé por qué ese es mi primer instinto, como si fuera lo suficientemente
rápida para esquivar una bala, pero es todo lo que tengo. A esta distancia,
no soy de ayuda. Mi entrenamiento solo cubría el contacto cercano,
cuchillos y cosas así. Puedo desarmarlo si me acerco lo suficiente, pero
desde esta distancia, estoy en desventaja.

Los sonidos de una pelea, algunos gruñidos ásperos, y un sonido


húmedo repugnante atrae mi mirada de nuevo. Mis ojos se posan en el
cuerpo de Josh, tendido en el suelo, rodeado de sangre que se extiende
rápidamente a su alrededor. Su rostro se dirige a mí, sus ojos sin vida
miran los míos. Su cuello está en un ángulo extraño, completamente
destrozado como si un animal salvaje se lo hubiera arrancado, y sé que
está muerto. Mi corazón late a un ritmo frenético al verlo, pero no me
asusto. En mi mente, las últimas palabras son un susurro. Algo me dice
que no soy su primera víctima, y que no habría sido la última.

Mis ojos saltan hacia el hombre que ahora está de pie sobre mí. Una
oreja de conejo está caída, y respira con dificultad. Su mano está pegada
a su costado, la sangre escurre alrededor de sus dedos. Me pongo en pie
de un salto y añado mi propia presión a la herida, un pequeño trozo de
estática salta entre nuestros dedos.

—Ya estás a salvo —dice, con los ojos medio cerrados mientras me
mira. Una pequeña sonrisa enrosca sus labios, incluso cuando se mueve
hacia un lado tan rápido que apenas tengo tiempo de rodear su cintura
con mi brazo libre. Gruño bajo el peso antes de dirigirlo hacia mi coche.
Maldita sea, pesa mucho. Quizá deba dejar de comer zanahorias. Casi
resoplo al pensarlo.

—Tenemos que llevarte a un hospital —gruño, apoyándolo contra


el vehículo y abriendo la puerta. Prácticamente lo dejo caer en el asiento,
sin delicadeza alguna. No puedo evitarlo. El hombre parece hecho de puro
músculo.

—No servirá de nada —murmura mientras le meto las piernas


dentro, sus pies forrados en unas botas de combate de aspecto perverso.
¿De dónde demonios ha salido este tipo?—. Solo dame algo de tiempo.
Estaré bien. —Me inclino sobre él para abrochar el cinturón de seguridad,
nuestras caras prácticamente a centímetros de distancia—. Hueles tan
bien —susurra, y su voz se desvanece.
Cuando vuelvo a mirarlo, está desmayado, con la cabeza inclinada
hacia un lado, justo como sus orejas. Tengo la tentación de tocarlas, pero
me doy cuenta de que está herido.

—Contrólate, Júpiter —susurro mientras me dirijo al lado del


conductor y subo. Ignoro por completo el cuerpo tendido detrás de
nosotros en el cemento mientras arranco el coche y salgo del garaje.

¿En qué lío me he metido?


Traducido por AS
Corregido por -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

No tengo ni idea de lo que está pasando. Ese es el primer pensamiento


que pasa por mi mente al doblar la esquina de la concurrida carretera.
Es más de medianoche, pero la ciudad está todavía muy despierta, los
brillantes faros iluminan mi coche y destacan la escena que hay en el
interior.

Hay un hombre en mi asiento de copiloto, sangrando por una herida


de bala y desmayado por la pérdida de sangre. Tiene unas bonitas orejas
de conejo blancas en la cabeza, definitivamente menos alegres que la
primera vez que las vi. Estoy casi segura de que el hombre es también el
conejo que rescaté y he estado cuidando en el laboratorio, un hecho que
tengo que preguntarle a ese hombre, pero como se ha desmayado, no
puedo. Mi cerebro está trabajando a mil por hora mientras conduzco
como en piloto automático, mis ojos se desvían constantemente hacia su
cara inconsciente.

Está herido y, sin embargo, no puedo superar el hecho de lo


hermoso que es. No es hermoso en un sentido normal; es una belleza
dura, como si perteneciera a un campo de batalla en lugar de en una
pasarela. ¿De dónde demonios ha salido? Empiezo a sentirme como si
estuviera en una Dimensión Desconocida. Tal vez en realidad estoy
desmayada en el estacionamiento. Tal vez Josh no está realmente
muerto, y me imaginé todo el asunto. Me pellizco la piel de mi brazo y me
estremezco ante el dolor agudo que me recorre el cuerpo por la acción.
Vale, quizá no esté soñando.

Debería dirigirme al hospital. Tengo un herido de bala en mi coche,


desangrándose cuanto más tiempo pase, pero en lugar de eso, estoy
conduciendo hacia mi apartamento. El Hombre Conejo dijo que no
ayudaría ir al hospital, y tampoco estoy segura de cómo explicaría las
grandes orejas de conejo que sobresalen de su cabeza. Además, si
realmente es mi Conejo Blanco como creo, lo he visto volver a la vida
demasiadas veces para contarlas. De alguna manera, no puede morir.
¿Por qué debería ser diferente una herida de bala? Mi lado sensato me
dice que lo lleve al hospital, de todos modos, pero lo ignoro. Algo más
grande está sucediendo, lo sé.

Me acerco lo más posible a mi apartamento, sin prestar atención a


los señalamientos de “Prohibido Estacionarse” en el espacio vacío de uno
de mis vecinos. Estoy segura de que estarán disgustados por la mañana
cuando vuelvan de su turno de noche, pero no me importa en este
momento. Tengo un pensamiento repentino de que debería llamar a la
policía y hacerles saber lo de Josh en el aparcamiento, mi corazón se
acelera al pensar que podrían sospechar de mí como asesina, pero
prefiero centrarme en una cosa a la vez. El hecho de que haya
abandonado la escena del crimen ya es suficientemente sospechoso. Si
además tengo a un hombre sangrando al borde de la muerte conmigo,
eso será aún peor. Llevaré al Hombre Conejo dentro y luego llamaré a la
policía. Puedo decirles que estaba tan asustada de que intentara
atacarme que ni siquiera me di cuenta de lo que estaba haciendo.

Apago mi pequeño Subaru y salto del coche, corriendo por el lateral.


Miro alrededor del complejo de apartamentos, observando que no haya
nadie moviéndose. Qué bien. No quiero tener que explicar a alguien por
qué estoy llevando a un hombre medio muerto a mi apartamento.

Abro la puerta del pasajero y me inclino hacia él, sacudiendo su


hombro en un intento de despertarlo. Lo máximo que consigo es un
gemido de dolor, y suelto un suspiro. Miro hacia la puerta de mi
apartamento, nunca he estado más agradecida de estar en el primer piso
en lugar de tener que subir las escaleras. Pero el Hombre Conejo era muy
pesado cuando lo metí en el coche. No sé si podré meterlo en el
apartamento. No puedo dejarlo en mi Subaru, sin embargo.

Corro hacia la puerta de mi apartamento y la abro antes de volver


al coche. Desabrocho el cinturón de seguridad y paso mi brazo por debajo
del suyo y alrededor de su espalda, rodeando con el otro su ancho pecho.
¡Fuerza en las piernas, no me falles ahora! Me levanto con todas mis
fuerzas, gruñendo mientras mis músculos se retuercen de consternación.

—Tienes que dejar las zanahorias, amigo —gruño, mientras lo


empujo contra el lado de mi coche, respirando con fuerza. Él gime en
respuesta, su cabeza se inclina hacia el otro lado, como si tratara de
despertarse. Me animo. Sería mucho más fácil llevarlo dentro si pudiera
ayudarme.

No hay suerte. No se mueve. Lo maldigo en voz baja, golpeando la


puerta del coche, antes de levantarlo de un tirón, tropezando con todo su
peso cuando cae sobre mis hombros. Ya puedo decir que me voy a hacer
daño en la espalda por el movimiento, mientras empiezo a arrastrarlo y a
llevarlo hacia la puerta abierta.

Para cuando llego al apartamento, estoy sudando lo suficiente como


para empapar la camiseta que llevo puesta, y la respiración se me escapa
del pecho. Cierro la puerta de una patada después de entrar. Solo soy
capaz de llegar hasta el sofá antes de dejar caer mi peso muerto, con no
demasiada delicadeza, sobre los feos cojines naranjas. Empujo el pelo de
mi cara que se había soltado de la corbata y tomo un momento para
respirar grandes bocanadas de aire. Mis ojos se posan de nuevo en el
cuadro que cuelga de la pared, de Neptuno y yo.

—Esto no es lo que tenía en mente cuando me dijiste que me fuera


de aventura, Nep —le digo a la imagen fija, sacudo la cabeza y echo un
vistazo al apartamento. La mayoría de mis pertenencias siguen en cajas.
Todavía no me he molestado en deshacer el equipaje, solo he sacado lo
esencial. En la encimera hay una cafetera, rodeada de algunos alimentos
que no he guardado. Una caja con ropa está abierta con material que
cuelga por los lados donde había estado buscando. Mis ojos miran una
vez más al cuadro colgado antes de volver a dirigirlos hacia el hombre
que cuelga a medio camino del sofá. Suspiro.

Neptuno había odiado este sofá. El día que lo traje a casa, estaba lo
suficientemente sobria como para acercarse. Arrugó la nariz ante el color
y me dijo que era el sofá más feo que había visto. Tuve que estar de
acuerdo en que el naranja no era el color más atractivo, pero argumenté
que la fealdad era lo que le daba carácter. No habíamos coincidido, pero
al final de esa visita, justo antes de que empezara a picarle los brazos de
nuevo, me dijo que entendía por qué lo había comprado, que yo siempre
buscaba lo bueno en lo feo. No me había dado cuenta entonces de que
había trazado un paralelismo entre ella y el feo sofá naranja. Aunque
ahora tenía unas cuantas manchas que lo hacían aún más feo, no podía
soportar separarme de él.

Una vez que mi respiración está bajo control, muevo al Hombre


Conejo completamente al sofá, cogiendo sus pies y subiéndolos a los
cojines. Miro fijamente las pesadas botas con confusión. Hay tantas
hebillas que no sé por dónde empezar a quitárselas de los pies. Abro la
hebilla superior y me doy cuenta de que son cierres bastante simples.
Cuando le quito la primera bota, me sorprende lo pesada que es cuando
la dejo caer al suelo alfombrado con un fuerte golpe. Espero que la loca
de los gatos que está encima de mí no se haya despertado. Ya ha llamado
a mi puerta tres veces esta semana para quejarse de todo, desde que
puede oír el ruido de las tuberías cuando me ducho o el sonido de mi
cafetera cuando preparo el café. No tengo ni idea de cómo decirle que no
hay manera de que ella pueda oír esas cosas a través del suelo, pero tal
vez tenga un oído de superhéroe. Cuando libero la otra bota del hombre
con orejas de conejo en la cabeza, acepto que podría ser más cierto de lo
que pensé en un principio.

Miro donde la sangre todavía cubre el chaleco verde esmeralda en


su estómago y frunzo el ceño. En el laboratorio, nunca le habían cortado
o forzado a sangrar externamente antes. Quizá una herida de bala
tardaba más en curarse. Me niego a pensar en cómo se vería si terminara
teniendo un hombre muerto en mi apartamento; el segundo hombre
muerto asociado a mí. Realmente no quiero ir a la cárcel. De pie y
caminando hacia la caja que había etiquetado como baño, abro la cinta
y rebusco para encontrar el botiquín de primeros auxilios dentro. Es una
cosa enorme y robusta que tenía a mano cuando Neptuno estaba viva.
Siempre estaba preparada por si aparecía con heridas o a punto de sufrir
una sobredosis. No lo había tirado después, otro recuerdo que forzaban
mis manos. Cojo las gasas y el spray antiséptico. Hay unas pinzas largas
que también cojo. No había visto un orificio de salida hecho por la bala.
He visto suficientes programas de crímenes para saber que
probablemente debería sacar el metal. No estoy demasiado preocupada
por no tener la formación médica necesaria ya que es una especie de ser
inmortal. Admito que estoy un poco nerviosa por si siente dolor. Sé que
puede sentirlo después de ver las pruebas en el laboratorio.

Dejo los suministros sobre la mesa y lo miro fijamente. Miro el


chaleco antes de tocarlo con mi mano y empezar a abrir los botones
plateados. Él no se mueve mientras termino la tarea y abro el material
suavemente. Me muerdo el labio cuando veo los abdominales
perfectamente cincelados que me encuentro, negando con la cabeza.
Ahora no es el momento de estar mirándolo fijamente. Hay un pequeño
agujero a un lado de sus abdominales. Espero que tenga la suerte de que
no haya alcanzado sus órganos. Meter pinzas en partes del cuerpo no es
mi fuerte.
Agarro mi teléfono y apunto la linterna sobre la herida. La luz rebota
en un pequeño destello de metal, y exhalo un suspiro de alivio al no tener
que escarbar tan profundo. Rocío la zona con el spray anestésico y le doy
un minuto para que haga efecto. No se mueve mientras agarro las pinzas
y las introduzco suavemente en el agujero., sujetando los extremos
alrededor de la bala. Cuando la libero, los músculos alrededor de la
herida se mueven y sale más sangre. No sangra como debería hacerlo un
disparo. La sangre se mueve lentamente, como si ya se estuviera
curando. Permanece en silencio y quieto todo el tiempo. Debe estar
bastante fuera de sí para no sentir una bala siendo extraída de su
estómago.

Limpio la sangre alrededor de la herida, antes de cubrirla con un


spray antiséptico y pego una gasa a su piel. Satisfecha con mi trabajo,
me inclino hacia atrás solo para que mis ojos se topen con un par de ojos
plateados. Me está mirando, con un brillo duro en sus profundidades que
hace que me duela el cuerpo en respuesta. ¿Qué me pasa? Este hombre
es un extraño, y uno muy raro. No debería sentirme tan atraída por
alguien con orejas de conejo en la cabeza. Me sonrojo mientras los
pensamientos pasan por mi cabeza provocando una pequeña sonrisa en
mis labios. La forma en que está tumbado en mi sofá, no debería ser una
posición sexy, a pesar de que está herido y expuesto, pero lo es.

—¿Cómo te sientes? —le pregunto. Mis ojos se dirigen a las orejas


de conejo de su cabeza de nuevo, el deseo de tocarlas es abrumador.
Quiero saber si son tan suaves como parecen.

—Son reales. —Su voz es ronca, y lo suficientemente profunda, tan


amenazante que hace que mis dedos se curven—. Puedes tocarlas si
quieres.

Levanto la ceja y una sonrisa se dibuja en mis labios.

—Eso ha sonado vagamente sexual.

—Entonces debo estar haciendo algo mal. —Se ríe—. Quería que
fuera completamente sexual.

Las orejas se agitan ante sus palabras. Estoy seguro de que mi cara
está tan roja como un tomate, y quiero rebelarme y no tocar las cosas
interesantes de su cabeza, pero soy, por encima de todo, una esclava de
mi curiosidad. Me acerco a él y me arrodillo en el suelo, con mi cara por
encima de la suya mientras estudio las orejas. Sus ojos plateados me
observan atentamente mientras me inclino más cerca. Las orejas salen
directamente de su cráneo, no es posible que sean prótesis o falsas. Me
acerco y toco suavemente una de ellas con los dedos. Está rígida, y a la
vez suave bajo mi piel. El tacto es el mismo que el de mi conejo, y como
el de la cachemira.

Suspira al sentirlo, sus ojos se cierran como en éxtasis.

—¿Estoy loca? —Las palabras salen de mi boca antes de que pueda


detenerlas.

Sus ojos se abren y se encuentran con los míos.

—Las mejores personas los están.

Retiro la mano conmocionada, cayendo de espaldas sobre mi


trasero cuando sus palabras se hunden.

—No —jadeo—. Por favor, no me digas que realmente eres el Conejo


Blanco. Solo estaba bromeando antes. Esto tiene que ser una broma. Me
están haciendo una broma. —Miro a mi alrededor como si realmente
esperara que Ashton Kutcher saltara desde la puerta de mi habitación
antes de señalar y reírse de mí.

White gruñe mientras se levanta para sentarse, con su pelo casi


blanco despeinado, pero no por ello poco atractivo. Su chaleco se extiende
aún más, y tengo que obligarme a no mirar los músculos que deja al
descubierto. Cuando empieza a hurgar en la venda, frunzo el ceño.

—No, no hagas eso —lo regaño—. Empezarás a sangrar de nuevo.

Me guiña el ojo con esos ojos plateados fundidos.

—No, no lo haré. Está casi curado.

Se quita la venda por completo y deja ver la piel, rosada como si fuera
una herida que se está curando. No hay ninguna marca en relieve, solo
la ligera decoloración que indica que había una herida allí para empezar.
Mi respiración se entrecorta por la sorpresa, mi curiosidad me impulsa a
seguir adelante. Toco con cautela la piel que solo unos minutos antes
tenía un agujero de bala.

—¿Quién eres tú? —pregunto con asombro.

Se encoge de hombros.
—Has acertado con mi nombre, Júpiter. Soy el Conejo Blanco.
Traducido por Beth
Corregido por Beth & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

Camino de un lado a otro por mi sala de estar, repasando todo lo que


ha sucedido. No he hablado desde que el Hombre Conejo me reveló que
es el Conejo Blanco de los libros de cuentos. La bomba me había enviado
a una enorme nube de pensamientos, obligándome a contemplar todo lo
que había aprendido. Con frecuencia miro a White mientras camino. Él
me mira divertido, las comisuras de sus ojos plateados están arrugadas.
De vez en cuando, mira el reloj en su muñeca y lo estudia.

Estoy entre estar horrorizada con todo lo que está sucediendo y


asombrarme ante las posibilidades que estos eventos me han abierto. Por
supuesto, ha habido científicos que hablan de agujeros de gusano, otras
dimensiones y todo eso. Y he visto muchos programas de ciencia ficción
y he leído muchos libros que hablan de esas cosas. ¿Alguna vez esperé
conocer a alguien que fuera un personaje de uno de esos libros? ¡Diablos,
no! ¿Y quién afirmó que el Conejo Blanco era solo un conejo con chaleco?
Están completamente equivocados. Alguien necesita saber que el conejo
blanco se convierte en un hermoso hombre muerto. ¿Y cómo he podido
tener tanta suerte de que ese mismo hombre me esté mirando de arriba
abajo con aprecio mientras camino por la alfombra? Sus ojos sobre mí
me ponen la piel de gallina a lo largo de mis brazos, haciéndome
extremadamente consciente de lo atractivo que es. Es exasperante.

Él se quita el chaleco y lo deja a un lado, la mancha de sangre


haciendo el verde de un color marrón oscuro. Me entristece ver la
mancha. Tendría que intentar quitársela más tarde. Pero por ahora,
parece que no puedo apartar la vista de los deliciosos músculos
revelados. Su cuerpo está extremadamente bien definido, su piel
perfectamente tersa. Está sentado en el sofá con sus pantalones de cuero
marrón y nada más excepto una pequeña cadena con un símbolo extraño
al final. No puedo evitar notar los tatuajes que el chaleco había escondido,
diseños intrincados grabados en su espalda, sobre sus hombros y pecho,
todo en tinta blanca. Distingo la imagen de un reloj y una filigrana de
arabescos antes de ceder a mi impulso de seguir caminando.

—Me gusta tu pelo.

Dejo de caminar y lo miro. Tiene una sonrisa en su rostro mientras


se sienta con lánguida calma, sus piernas abiertas de una manera que lo
pone en exhibición. Incluso sus pies descalzos son sexys. Lucho contra
el impulso de gruñir ante la injusticia de esto. ¿Por qué tiene que ser tan
hermoso? Hace que sea difícil concentrarse.

Inconscientemente aliso mis rizos, sabiendo que tienen que ser un


desastre después de todo lo que ha sucedido. Mis rizos rojos tienen mente
propia. Reprimo la sensación de alegría ante sus palabras. Necesito
concentrarme, obtener algunas respuestas. ¿Qué está haciendo el Conejo
Blanco en California? ¿Cómo había terminado como sujeto de prueba?

—¿Cómo te llamo? —pregunto, acercándome a él. Obligo a mis ojos a


enfocarse en los suyos en lugar de en la cantidad de piel en exhibición.

—La mayoría de la gente me llama White. Aquí, llevo el nombre de


Alistair White. Me gustó cuando me llamabas W en el laboratorio, pero
puedes llamarme como quieras siempre que sea conmigo con quien
hablas.

—Eras solo un conejo entonces. No una persona.

—Somos uno y lo mismo. Simplemente me conociste en una forma


antes que en la otra.

Suspiro y me froto la frente.

—Bueno, White. Tengo muchas preguntas para ti.

Él sonríe.

—No tengo ninguna duda de que es así. Es probable que tu brillante


mente esté corriendo en círculos.
Lucho contra el rubor que amenaza con trepar por mi cuello por su
cumplido y muerdo mi labio inferior, tratando de decidir por dónde
empezar.

—¿Cómo terminaste en el laboratorio? —pregunto.

—Tenía la sensación de que necesitaba estar allí. Cuando deambulé


por las puertas, Dylan me agarró y me llevó adentro. Podría haberme
escapado en cualquier momento, pero sentí que estaba donde tenía que
estar. Así que me quedé.

—¿Pasaste por todo ese dolor por una sensación? —Niego con la
cabeza—. Y luego vine y te robé.

—Me salvaste. —Sonríe ampliamente—. Como mi propio caballero de


brillante armadura.

Una risa se desliza de mis labios ante sus palabras, y suspiro.

—Han pasado tantas cosas. Y todavía estoy tratando de procesarlo


todo. Acabo de ser amenazada y casi atacada por el compañero de trabajo
que realmente pensaba que era el más inofensivo de los dos, solo para
que el conejo que salvé del laboratorio se convirtiera en un hombre y lo
matara. —Me encuentro con los ojos de White y sostengo su mirada—.
Estoy acabada. Me arrestarán y me considerarán criminalmente loca si
le digo una palabra de eso a la policía.

White se levanta de su posición en el sofá y se acerca a mí.

—Siempre puedes venir conmigo. —Mira su reloj—. Me temo que voy


bastante tarde.

Resoplo.

—¿En serio? Estoy preocupada de ir a prisión por asesinato, ¿y a ti te


preocupa el tiempo?

Sus ojos se fijan en los míos de nuevo, con un fuego en sus


profundidades que no había visto antes.

—No iba a dejar que el idiota te hiciera daño, Júpiter. No me


disculparé por cómo manejé la situación y no siento ningún
remordimiento. No tienes idea de lo que planeaba hacerte.
—¿Cómo lo sabes? Quizás estaba fanfarroneando. —Sé que es
mentira, pero aun así lo digo. Solo necesito comprender toda la situación
antes de decidir qué hacer. Si no llamo a la policía pronto, habrá
demasiadas sospechas sobre mí. Seguramente iré a prisión. No hay
pruebas contra Josh.

Los ojos de White se endurecen ante mis palabras.

—Son asombrosas las cosas que la gente les dice a los animales
cuando creen que no pueden repetirlas —dice, con los puños apretados
a sus costados.

—¿Qué? —pregunto, estupefacta por la fiereza que veo en sus ojos.


Sabía que tenía una belleza áspera antes, pero con ese fuego
arremolinándose en plata, puedo imaginarlo de repente con una espada
y una armadura.

White comienza a acechar hacia mí, sus músculos ondulándose con


el movimiento. Trago saliva y retrocedo, alejándome de la intensidad. Mi
espalda golpea la pared, impidiendo mi escape, y él se detiene justo frente
a mí, tan cerca, que solo hay unos centímetros entre nuestros cuerpos.
Miro hacia esos ojos fundidos, mis dedos moviéndose nerviosos, la
necesidad de tocar es tan fuerte que tengo que luchar contra ella. Mi
respiración vacila. El calor de su cuerpo me empapa a través de mi
camiseta y jeans, aumentando mi conciencia de él aún más.

—¿Sabes lo que me dijo, Júpiter? —No respondo, pero no parece estar


esperando por una—. Planeaba retenerte, a la nueva mujer sin amigos
en la ciudad y sin familia que la extrañe. Eres un objetivo fácil. ¿Alguna
idea de lo que quería hacer una vez que te tuviera?

De repente, no creo que quiera saber. No esos detalles. Sé que van a


ser malos.

—No —susurro—. No me lo digas.

Los brazos de White se apoyan contra la pared, encerrándome. No me


siento amenazada, y estoy confundida en cuanto al por qué. White se
siente infinitamente más peligroso que Josh y, sin embargo, sé que no
me hará daño de alguna manera. Es una sensación extraña,
considerando que descarté a Josh como nada de lo que preocuparme
originalmente, pero el instinto es tan fuerte que ni siquiera puedo
cuestionarlo. Sé sin lugar a dudas que el Conejo Blanco no quiere
hacerme daño. No físicamente al menos. Mentalmente, podría destruirme
si no tengo cuidado.

—¿Está segura? —pregunta, con su rostro tan cerca que puedo sentir
su aliento revoloteando sobre mis labios—. Eres lo suficientemente fuerte
para manejarlo.

Niego con la cabeza. No dudo que pueda manejar las palabras, pero
no quiero escucharlas de los labios de White. No quiero que manchen mi
hogar. Un lado de los labios de White se curva muy ligeramente mientras
me mira a los ojos. Si me pongo de puntillas, puedo acortar la distancia
y presionar mis labios contra los suyos. Es difícil resistirse, pero lo hago.
Si bien existe una conexión innegable, todavía no conozco a White lo
suficiente como para ceder. Todavía no. Sin embargo, cedo ante una
tentación. Pongo mi mano sobre la tinta blanca en su pecho, mis dedos
se extienden por el músculo sólido allí. Su sonrisa se ensancha.

—¿Ahora qué? —¿Llamo a la policía? ¿Simplemente huyo, sabiendo


que me van a culpar?

—Ven conmigo —susurra, su cuerpo acercándose hasta que sus


caderas se encuentran con las mías. Aspiro una gran bocanada de aire
ante el contacto.

—¿A dónde? —Mis pestañas revolotean ante la sensación de su


cuerpo presionado contra mí, las crestas de sus músculos presionando
contra mi suavidad.

—Sabes dónde. —Una de sus manos cae a mi cintura, sus dedos se


sumergen bajo el borde de mi camiseta y rozan mi piel, enviando
pequeños rayos de electricidad a través de mi cuerpo—. Puedo llevarte a
una aventura. La aventura más intensa en la que hayas estado.

Mis ojos se abren antes de moverse hacia la foto de mi hermana y yo.


Solo me toma unos segundos decidir.

—Cuéntame más.
Traducido por Beth
Corregido por Beth & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

—Espera, ¿me estás diciendo que puedo ir a otro mundo, a otra


dimensión? —pregunto, mirando a White.

Está sentado de nuevo en el sofá y yo estoy de pie frente a él. Estaba


demasiado nerviosa para sentarme a pesar de que eran más de las dos
de la mañana. Me acababa de decir que, para llegar al País de las
Maravillas, tendríamos que atravesar un portal a otra dimensión. Me reí
un poco de eso. Por supuesto, hay algo de ciencia detrás de ir al País de
las Maravillas. Todavía estoy un poco sorprendida de que el reino mágico
de una historia alucinante sea real, pero la evidencia está sentada frente
a mí con orejas de conejo sorprendentemente suaves. Es seguro decir que
estoy a punto de aprender mucha información nueva.

—Sí —responde—. Puedo abrir un portal, y pasaremos por… —White


se interrumpe, mirándome confundido mientras me alejo de él y me dirijo
a mi mochila. Tiro todos los papeles y la basura al suelo y empiezo a
meter cosas dentro—. ¿Qué estás haciendo?

—Empacando mi bolso. ¿Qué parece que estoy haciendo? —Agarro


un montón de cintas para el pelo y las meto en uno de los bolsillos
exteriores. Nunca he estado más feliz de tener una mochila de estilo
militar. Hay más bolsillos de los que normalmente tienen, pero es muy
resistente. Nunca te darías cuenta de lo débiles que son las correas
normales de una mochila hasta que las llenas de libros de ciencia. El
vendedor me había asegurado que una militar no se rompería, y había
tenido razón. Esta ha durado años, sin deshilacharse ni una sola vez.
—¿Así de fácil? ¿Estás dispuesta a saltar conmigo a un portal a un
mundo ficticio? —Me mira con una mezcla de confusión y asombro. Sin
embargo, no es una decisión tan difícil para mí, no realmente.

Miro a White con expresión seria.

—He estado esperando este momento toda mi vida —digo, metiendo


un desodorante en barra en la bolsa—. Quería unirme a los rebeldes.
Esperé a que llegara mi carta de Hogwarts. Anhelaba que Gandalf
apareciera y me dijera que íbamos a una aventura. Cuando un conejo
blanco aparece en mi vida y dice “Quiero llevarte al País de las
Maravillas”, es mejor que creas que voy a hacer las maletas.

Sus cejas se elevan ante mis palabras, mirando mientras empujo mi


cepillo de dientes y mi cepillo para el cabello en la mochila.

—Wow —dice finalmente—. Estoy sorprendido.

—¿Sobre qué parte? ¿Que soy una gran friki o que estoy dispuesta a
ir contigo?

—Ambas cosas. —Ríe—. No eres lo que esperaba en absoluto.

—¿Me esperabas? —Agarro un puñado de ropa interior de mi maleta


todavía empacada y la meto dentro. Trato de no pensar demasiado en el
hecho de que también metí algunas piezas de encaje que nunca uso.

—Sí. Estoy seguro de que tú eras la razón por la que necesitaba estar
en el laboratorio. Te estaba esperando.

Hago una pausa y lo señalo.

—Siento que esta es la parte en la que me hablas de una profecía


épica y me dices que soy la elegida.

White se ríe.

—De hecho, hay una profecía, pero no voy a decírtela todavía. Primero
tenemos un pequeño viaje.

Meto algunos pares de jeans y todas mis camisetas en la mochila.

—Supongo que solo tendremos unas pocas horas antes de que


alguien encuentre el cuerpo de Josh. La mayoría de los empleados llegan
alrededor de las seis, pero algunos podrían llegar antes al trabajo. —Por
alguna razón, digo eso sin un hilo de remordimiento. Me pregunto por la
falta de sentimientos que tengo hacia la muerte de mi compañero de
trabajo, incluso si era una especie de asesino en serie. Lo puse debajo de
un potencial muro mental que construí sobre la situación. Quizás, estoy
poniendo todo mi enfoque en los otros eventos emocionantes que están
sucediendo para evitar ese. Agarro mi teléfono—. ¿El País de las
Maravillas tiene servicio celular?

White ríe y niega con la cabeza.

—Tu teléfono no funcionará allí, no.

—¿Qué hay de la electricidad?

—No somos salvajes. En su mayor parte, piensa en ello como una


versión más peligrosa de tu mundo. Sin embargo, la tecnología de tu
mundo no funciona bien en el País de las Maravillas.

—Okey. ¿Necesito un arma?

White se anima, sus orejas se mueven mientras me mira.

—¿Sabes cómo usar algo?

—Soy bastante buena con un cuchillo. Tomé años de clases de eso.

—Entonces sí. Trae un arma, pero tenemos algunas allí. El


Sombrerero tiene una armería.

No preguntes todavía, me digo ante la mención del Sombrerero. Tengo


mucha curiosidad, pero hay otras cosas que averiguar primero. Se
levanta de su posición y se apoya contra la pared más cercana a él.

—Entonces, ¿por qué es peligroso el País de las Maravillas? Las


historias no son así.

—Me temo que es una historia demasiado larga para contarla en este
momento.

Camino hacia la pared y quito la foto de Neptuno y yo de su lugar.


Paso mis dedos sobre el marco, antes de girarme y meterlo en mi mochila.
No sé si regresaré del País de las Maravillas, si esta es una aventura
temporal o permanente. No quiero dejarla atrás si nunca regreso.
—¿Hay cosas que no me estás diciendo? —pregunto, encontrando la
mirada de White.

Él frunce el ceño, sus orejas moviéndose lo más mínimo. Parece dudar


por un momento antes de responder.

—Sí.

No espero eso, pero el hecho de que sea honesto conmigo, incluso si


todavía no me lo ha contado todo, me tranquiliza. Camino hacia él y
agarro su mano. Sus dedos son largos y estrechos, y se enroscan
perfectamente en los míos. Sus ásperas palmas presionan las mías
suaves.

—¿Puedo confiar en ti?

—No deberías —responde, su mano apretándose como un salvavidas,


como si tuviera miedo de que me aleje.

—Esa no fue la pregunta.

—No dejaré que nada te haga daño.

Sonrío ante su respuesta. Está goteando peligro y carisma. Sé que es


capaz de destruir solo por la forma en que se comporta. Hay una verdad
que se enhebra a través de sus palabras. No sé por qué, pero confío en él
completamente.

—Está bien —digo, mirando alrededor de mi apartamento una vez


más. La mayoría de las cajas están apiladas, sin abrir, y su contenido
todavía está guardado en el interior. Agarro un álbum de fotos de la mesa
y también lo meto dentro de la mochila. Cierro la cremallera y me pongo
la mochila en el hombro, moviéndome bajo el peso—. Estoy lista.

White sonríe, su rostro se vuelve diabólico.

—¿Está segura? —pregunta. No espera a que responda. Saca una


carta del bolsillo de su chaleco manchado y la tira al suelo.

Un portal giratorio se abre frente a nosotros, y doy un paso atrás con


sorpresa. Una cosa es que te digan sobre un portal. Es completamente
diferente ver uno abierto frente a ti en el piso de tu sala de estar. Hay un
tirón intenso desde las profundidades del portal y me deslizo hacia
adelante. El pánico llena mi cuerpo, y aprieto con fuerza la mano de
White.

—Tenemos que saltar —grita White. El portal es ruidoso, el remolino


recoge todo lo suelto en el apartamento y lo lanza alrededor.

—No estoy tan segura de esto —grito de regreso.

—No dejaré que nada te lastime —promete. Cuando todavía dudo,


asiente con la cabeza—. Saltaremos juntos.

Me muerdo el labio y asiento. Él nos mueve hacia el borde. El portal


tira de mi ropa, y tengo la imagen repentina de nosotros siendo
succionados por una aspiradora. White me mantiene firme, evitando que
el portal nos atrape antes de que esté lista.

—¡A las tres! —grita, su mano apretando la mía. Mi ritmo cardíaco se


acelera, la idea de saltar a un portal a otra dimensión siendo a la vez
emocionante y aterradora. Esto es todo. Esta es la aventura que Neptuno
quería que tuviera.

—Uno... —La voz de White atraviesa el silbido del portal y llega a mis
oídos tan clara como el día. Respiro hondo y todo parece ir más lento—.
Dos... —Siento un fuerte tirón en mi mano mientras White sonríe burlón
y salta dentro del portal, tirando de mí detrás de él. El bastardo nunca
dijo tres, pero no tengo tiempo para maldecirlo por el desaire. Estoy al
aire libre por un momento antes de que el portal nos succione dentro, y
luego estamos cayendo.

Mi apartamento desaparece y la más breve vacilación pasa por mi


mente.

Demasiado tarde me pregunto en qué me estoy metiendo


exactamente. Pero ninguna aventura viene sin peligro. Solo espero que
White sea mi Yoda, en lugar de mi Vader.
Traducido por Beth
Corregido por Beth & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

Caer a través de un portal no es lo que esperaba. En mi mente,


imaginaba una caída larga que era como flotar después de que pasabas
por la parte de tener el estómago revuelto al pensar en caer de verdad. El
portal de White no se parece en nada a eso.

Se siente como si mis órganos estuvieran siendo aplastados al caer,


un dolor tan intenso que no puedo respirar, como si la muerte estuviera
esperando a la vuelta de la esquina. Es tan aterrador que ni siquiera
puedo gritar, mi voz me falla, mis cuerdas vocales están bloqueadas en
su lugar. Mi visión se nubla, pero lucho contra la oscuridad que amenaza
con apoderarse de mí y mantengo los ojos abiertos.

El portal es un remolino de luz, verde, blanco y plateada, todo


mezclado en una visión psicodélica. De vez en cuando, hay una ruptura
en la luz, como un agujero que se ha hecho en el portal, que muestra
tierra compacta. Dentro de la tierra, vislumbro cosas grotescas
incrustadas en la tierra. Veo huesos, calaveras, armas, cosas para las
que no tengo nombre. Las criaturas se acercan a mí a través de los
agujeros, sus garras apenas rozándonos mientras los pasamos
rápidamente.

A mi lado, White cae, su mano aún apretada con fuerza en la mía. La


caída no parece afectarlo a él como a mí. Está tan relajado, recostado
cómodamente, como si no estuviéramos cayendo en un pozo sin fondo.
Sonríe cuando lo miro. Mi rostro se tuerce en una mueca que quiero que
sea una sonrisa, pero con el dolor atormentando mi cuerpo, no puedo
hacer nada más. Él frunce el ceño ante la expresión. Me tira hacia él y
me rodea con sus brazos para consolarme.
—¿Estás bien? —gesticula. Las palabras son robadas por el vórtice,
ningún sonido llega a mis oídos.

No puedo contestar. Tengo miedo de negar con la cabeza en caso de


que el dolor empeore, así que caemos juntos en silencio, envueltos en los
brazos del otro.

Después de lo que parecen horas de tortura, el vórtice comienza a


girar más rápido y parece cambiar en una dirección diferente. El aire se
vuelve más fresco. De repente, estamos cayendo al aire libre, los colores
del portal desaparecen, reemplazados por baldosas blancas y negras de
formas extrañas. White se mueve en el aire justo a tiempo para aterrizar
sobre sus pies con fuerza, el impacto me sacude de la neblina en la que
había estado. Me pone sobre mis pies gentilmente y me balanceo, mis
piernas temblando y entumecidas como si se hubieran dormido.

—¿Qué demonios? —gruño, apretando con fuerza el chaleco de White.

—Lo siento. Olvidé que el portal puede afectarte si no eres del País de
las Maravillas. ¿Estás bien?

—Además de sentirme como si alguien hubiera tomado una cuchara


y la girara alrededor de mis órganos, sí. —Mi voz está regresando
lentamente, mis cuerdas vocales se estiran.

—Bien.

Le doy a White una mirada extraña y me alejo con mis piernas


temblorosas, mirando alrededor de la habitación. Lo primero que noto
cuando me alejo del olor a naturaleza salvaje y vainilla de White es el olor
pútrido de la habitación. Inmediatamente me tapo la nariz.

—¿Qué diablos es ese olor? —Lucho contra la mordaza en mi


garganta, mis ojos aterrizando en una mesa en el centro de la habitación.

White apenas le da una mirada a la mesa, palmeando los bolsillos de


su chaleco y pantalones.

—No estoy seguro de que quieras saberlo.

—Solo dime. —Nunca soy de las que ignoran los hechos porque no
son agradables. Además, realmente necesito saber a qué me enfrento
aquí. Es un rasgo que tengo. Incluso le había pedido al funerario que me
explicara el proceso cuando fue el momento de enterrar a mi hermana.
Había llorado durante la charla, pero me había ayudado a sentirme
mejor, saber cómo funcionaba el proceso.

White suspira.

—Es el mantel que huele rancio.

—¿Por qué huele así? —La carne huele rancia. Estudio el mantel, pero
no me acerco más. El olor es abrumador desde nuestra posición ahora.
No puedo imaginarme de cerca.

—Cuando la Reina Roja regresó al País de las Maravillas, se enfureció.


El Sombrerero fue capturado porque pensó que todavía era su amiga. Él
no podía ver que ella no era la misma, que la niña que conocía se había
convertido en un monstruo. El mantel está hecho con la piel que ella
despellejó de su espalda. —White pronuncia las palabras con
indiferencia, como si fueran hechos simples que se mencionan en un
libro. No hay emoción adjunta a las palabras, y me hace preguntarme
sobre eso. ¿Había sucedido hace tanto tiempo ahora que ya ni siquiera
vale la pena la emoción?

Lucho contra las náuseas en mi garganta, las horribles imágenes


corriendo por mi mente mientras imagino cómo se hizo el mantel. Ahora,
puedo ver que el color es el de la piel, y que hay costuras que lo atraviesan
para formar la cubierta de la mesa. Encima de la mesa, hay una taza de
té, como si me llamara a beber de ella. No me muevo.

—¿Y el Sombrerero sigue vivo?

White asiente mientras saca un estuche negro de su bolsillo.

—Mantente alejada de la mesa. El té es veneno. No aceptes comida o


té de nadie en quien no confíes.

—¿Y cómo sé en quién confiar?

White suspira, hay agotamiento en el sonido. ¿Cuántas veces ha


tenido esta conversación?

—Estoy seguro de que lo sabrás. Y si no, te ayudaré. —Hace una


pausa mientras abre el pequeño estuche negro—. De hecho, déjame ser
el primero en decirte que no aceptes té de Cheshire. Le gusta hacer
bromas, y no me extrañaría que te volviera un objetivo.
—Suena a que Cheshire es un encanto —murmuro.

White resopla.

—Es un encanto, eso seguro.

Me hace un gesto para que lo siga hacia una puerta de tamaño normal
colocada en la pared frente a nosotros. Por primera vez, noto que las
paredes están revestidas de puertas, de diferentes tamaños, formas y
diseños. La puerta que tenemos frente a nosotros es de un bonito color
verde azulado, con diseños de hierro que se retuercen sobre ella como
enredaderas. La manija de la puerta brilla como un diamante. Si es un
diamante, es tan grande como una pelota de béisbol.

White se pone en cuclillas frente a la puerta y saca algunas


herramientas del estuche negro. Las mete dentro del ojo de la cerradura
y comienza a jugar con él antes de que me dé cuenta de lo que está
haciendo.

—¿No tienes llave? —pregunto con curiosidad.

—Ya nadie tiene una llave además de la Reina Roja. Pero ella no
contaba con que yo aprendiera a forzar cerraduras. Una habilidad útil.
—White me sonríe antes de volver su atención a los pequeños clics
provenientes de la cerradura.

—Entonces, ¿cuál es la historia con la Reina Roja? Sigues


mencionándola, y todo lo que sigo imaginando es la versión de dibujos
animados.

—Es una larga historia —responde justo cuando la cerradura hace


clic—. Te llevaré con March en algún momento, para que puedas ver todo.
—White se pone de pie con mirada de triunfo. Gira el pomo y abre la
puerta.

Tengo mi primera mirada verdadera al País de las Maravillas en un


bosque oscuro. Justo cuando doy un paso hacia adelante, un chillido
agudo atraviesa el aire y se siente como si me estuvieran metiendo
fragmentos de vidrio en mis canales auditivos. Los cubro con mis manos
en un intento de bloquear el ruido justo cuando White cierra la puerta de
golpe, cortando el sonido abruptamente. Siento la humedad corriendo
por mi cuello y, cuando aparto las manos, están manchadas de sangre.
Mis oídos todavía zumban por el sonido.
Miro a White. Sus oídos han sufrido un destino similar. La sangre le
corre por las orejas y le cae por el pelo pálido.

—Mierda —murmura, frotando los apéndices—. Supongo que la


Reina Roja tiene sus perros guardianes aquí. Tendremos que usar otra
puerta. —La preocupación nubla su rostro.

—¿Qué fue eso? —pregunto cuando cesa el zumbido.

—Tiene a su Bandersnatch vigilando la puerta. Criaturas


desagradables. Mi esperanza es que no nos encontremos con ninguno de
ellos de camino a casa del Sombrerero. Por supuesto, ahora tendremos
que tomar un camino más largo. —Suspira y se golpea el labio, mirando
hacia las puertas que bordean las paredes—. ¿Qué puerta? ¿Qué puerta?

Observo mientras se mueve hacia las otras puertas, caminando


lentamente. Ante algunas de ellas, niega con la cabeza y las descarta. En
otras, hace una pausa por un momento antes de continuar. Cuando se
detiene frente a una puerta blanca demasiado grande, con una X roja
pintada en el frente, se estremece y se aleja. Miro la puerta con cautela,
tratando de discernir qué podría causarle esa reacción.

En una puerta negra más pequeña con una calavera y tibias cruzadas
en la parte superior, juro que lo escucho murmurar un suave “imbécil”
antes de pasarla por alto para pararse frente a una puerta dorada
adornada. Pareciendo haber tomado una decisión, se arrodilla de nuevo
y trabaja en la cerradura.

—¿A dónde lleva esa? —pregunto, acercándome a él.

—Sigue siendo al País de las Maravillas, pero es otro lado, los


extremos lejanos. Los llamamos las Tierras Oscuras.

—¿Las Tierras Oscuras? ¿Es como su versión del infierno o algo así?
—Los lugares malos siempre tienen nombres que coinciden, y esto no
parece diferente. Sea lo que sea, no será divertido.

—Bien podría serlo —responde, centrándose en la cerradura—. No


será un viaje agradable, pero necesitamos llegar a casa del Sombrerero.
Clara querrá conocerte.

—¿Quién es Clara?
White hace una pausa, sus oídos se mueven con los suaves sonidos
de la cerradura, escuchando la frecuencia correcta.

—La pareja del Sombrerero. —Hay un tono en su voz que elijo no


comentar.

—Entonces, ¿qué podemos esperar en las Tierras Oscuras? —El


nombre no proporciona mucha descripción y, si se parece al infierno, me
gustaría saber en qué nos estamos metiendo. No es un comienzo positivo
para la aventura, pero no estoy demasiado preocupada. White no parece
estarlo.

El candado hace clic y White se pone de pie. Gira el pomo con la forma
de la cabeza negra de una gárgola y abre la puerta. El calor llena
inmediatamente la habitación, su espesor es casi asfixiante. Puedo ver
oscuridad y llamas, un paisaje carbonizado hasta donde alcanza la vista.

White frunce el ceño y mira a lo lejos, sus dedos entrelazándose con


los míos. Mi estómago se aprieta en anticipación a su respuesta. Cuando
finalmente habla, mi corazón da un vuelco.

—Pesadillas —susurra—, las Tierras Oscuras están llenas de


Pesadillas.
Traducido por VivianaG2509
Corregido por VivianaG2509 & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

—¿Por qué diablos vamos a pasar por allí entonces? —pregunto,


alejándome un paso de la puerta abierta y dejando caer su mano. Si está
lleno con Pesadillas Monstruosas, no creo que sea la mejor opción.

—Es esto o enfrentarse a la manada de Bandersnatch. —White me


mira, imperturbable por mi vacilación. Es casi como lo esperaba, pero
está esperando pacientemente a que supere mi mini alucinación. Quiero
una aventura, claro, pero no quiero morir en el transcurso de ella.

—¿Qué pasa con las otras puertas? —Echo un vistazo a la opción más
cercana, una puerta por la que tendría que arrastrarme en lugar de
caminar. Es amarilla y el pomo de la puerta es verde.

—No todas van al País de las Maravillas.

Mi curiosidad se despierta y frunzo el ceño.

—¿A dónde van?

—Ahora no es el momento para esa conversación. —White suspira y


mira su reloj—. Llegamos tarde, y ahora, estaremos mucho más
atrasados en este camino. Tenemos que movernos.

—¿A qué llegamos tarde exactamente? —pregunto, dando un paso


cuidadoso hacia la oscuridad. Los ojos de White titubean, pero no
responde.

—Cuando lleguemos a casa del Sombrerero, te lo explicaré todo.


Extiende su mano hacia mí y yo la miro. No me ha dicho nada. Estoy
a punto de cruzar la puerta hacia la tierra de las pesadillas, y él no ha
revelado ni un solo hecho. Puedo aceptar eso y confiar en él, o
arriesgarme a tomar un camino diferente. Tengo la sensación de que no
me dejará simplemente atravesar otra puerta, y no tengo sus habilidades
para abrir cerraduras. Realmente no tengo elección. Justo cuando me
decido, la habitación vibra al mismo tiempo que hay un fuerte estruendo.
Giro mi cabeza hacia la izquierda, mirando cómo la primera puerta por
la que habíamos intentado entrar se arquea hacia adentro por la fuerza
de lo que sea que se estrelle contra ella. Salto ante el sonido, mi corazón
se acelera y me obliga a dar un paso más cerca de White.

El rostro de White se vuelve salvaje ante los sonidos, y sus largos


dedos se envuelven alrededor de mi muñeca con brusquedad.

—Estamos fuera de tiempo —gruñe, justo antes de empujarme a


través de la puerta hacia las Tierras Oscuras.

Miro hacia atrás antes de que pueda cerrar la puerta, justo a tiempo
para ver que la primera se abre de golpe. Un enorme hocico podrido se
asoma por la abertura, la saliva y la sangre gotean de sus mandíbulas.
Sea lo que sea, chasquidos; el sonido de sus dientes entrelazados me
hace estremecer. White cierra la puerta de golpe justo cuando ese horrible
chillido comienza de nuevo. El corte abrupto evita que mis oídos sangren,
pero mis nervios están fritos de cualquier manera.

—Nueva regla —me gruñe. Me alejo del salvajismo en su voz, pero él


simplemente me acerca a él—. Cuando te digo que hagas algo, escuchas.

Ante sus palabras, mi propia ira se transforma, convirtiendo mis


propios labios en una mueca grotesca. Cierro la última distancia entre
nosotros y me pongo de puntillas, poniendo mi cara lo más cerca posible
de la suya, no para besarlo. Lo apuñalo en el pecho con mi dedo.

—¡No me gruñas, Conejo! ¡No soy una niña!

—¡Entonces no actúes como tal!

La ira rebota entre nosotros, oscureciendo aún más la atmósfera. No


he mirado ni una sola vez a mi alrededor para ver a qué nos enfrentamos.
En cambio, estoy tan concentrada en el hombre frente a mí que no puedo
pensar en nada más.
Nuestros ojos se posan al mismo tiempo en los labios del otro.
Estamos lo suficientemente cerca como para estrellarnos juntos en un
beso salvaje, y desesperadamente siento la necesidad de envolver mis
dedos alrededor de su oreja y tirar de él hacia mí.

—¿No deberíamos irnos? —susurro, y el momento se hace añicos.

White se endereza y se aleja. Tira del borde de su chaleco manchado


y lo alisa, deshaciéndose de la apariencia desaliñada. En ese momento
me doy cuenta de lo sofocante que es el calor en las Tierras Oscuras. Mi
piel pica con sudor, empapando mi ropa. Casi puedo escuchar que mi
cabello comienza a encresparse. Tiré de la cola de caballo para liberarla
y volver a trabajarla, tratando de suavizar las hebras lo mejor posible.

White espera lo suficiente para que termine antes de pasar sus dedos
por los míos y dar nuestros primeros pasos a través de las Tierras
Oscuras.

No estoy segura de lo que esperaba. Había visto el destello a través de


la puerta, pero no le había hecho justicia al lugar. Es estéril, el suelo
agrietado y seco como si nunca hubiera llovido. El paisaje está dividido
por grandes rocas y árboles muertos y descuidados. No hay viento, ni sol,
nada más que calor y páramos. De alguna manera, todo se lava con una
luz roja brillante, lo que me permite ver. En la distancia, puedo escuchar
los más mínimos indicios de gritos inhumanos. No estoy segura de querer
saber qué tipo de criaturas viven en las Tierras Oscuras si el
Bandersnatch es parte del País de las Maravillas.

El aire se llena con el crepitar de las llamas y los siseos de vapor que
se disparan al azar entre las grietas. Parece más como el infierno con
cada paso que damos, el calor sofocante. Caminamos en silencio por lo
que se sienten como millas, pero no puede haber sido tanto tiempo. Un
grupo de árboles brota a lo lejos y nos dirigimos hacia él. Es el primer
color que he visto desde que pusimos un pie en las Tierras Oscuras, los
árboles de un verde brillante discernible en la oscuridad. Parte de la vida
vegetal brilla con fosforescencia, como si alguien les apuntara con una
luz negra. Me despierta curiosidad. White me suelta la mano cuando nos
adentramos en el crecimiento, y respiro profundamente ante el cambio
instantáneo de temperatura. El calor se atenúa lo suficiente como para
sentir que puedo respirar de nuevo, casi como si me hubiera bañado en
una piscina. Es un alivio después de todo el calor.
—Mantente en guardia —murmura White, dando un paso hacia un
árbol de color verde brillante. Quita un poco de la fosforescencia en la
mano y se la mete en el bolsillo.

—¿Qué estás haciendo?

—El hongo tiene propiedades curativas. Podríamos necesitarlo.

Obviamente, tiene la intención de guardarlo para mí ya que él no


puede morir. Inclino mi cabeza hacia un lado. Necesito preguntarle cómo
es posible. Tengo un poco de curiosidad sobre si su sangre realmente
podría ayudar a curar enfermedades y vacunar contra las toxinas si se
desarrolla. No es que lo cortara como lo hubiera hecho el laboratorio, pero
un frasco de sangre nunca lastimaba a nadie.

Me acerco a un árbol particularmente alto para ver mejor el hongo


brillante. Ojalá hubiera traído algunos contenedores para poner
muestras. Quién sabe todo lo que puedo aprender aquí. Siento un
cosquilleo en el tobillo y miro hacia abajo justo a tiempo para ver una
gruesa enredadera envolver mi pierna. Grito cuando me tira del suelo. De
repente, el mundo estalla en una cacofonía de sonidos cuando mi
perspectiva se hunde y estoy colgando en el aire. Grito de nuevo ante la
sensación de ingravidez.

Observo cómo White se vuelve, sus ojos se abren de par en par incluso
mientras jura. Mi mochila cae sobre mis hombros y me golpea en la
cabeza, mi camisa se desliza por mi vientre mientras me giro lentamente
y veo bien lo que me tiene agarrada.

Miro la cara de una flor, sus pétalos blancos con rayas moradas, su
centro es más grande que mi cuerpo. Veo cómo mil ojos parpadean y una
boca llena de dientes se abre. No grito esta vez.

Se me ha ido el aliento, robado por la flor gigante frente a mí.

—Comida —sisea, el sonido como el viento susurrando a través de los


árboles.

¿Qué carajo?
Traducido por VivianaG2509
Corregido por VivianaG2509 & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

Esos mil ojos parpadean hacia mí al mismo tiempo. Reflejan mi


imagen, mostrando mis ojos muy abiertos por el terror. Chillo cuando
una lengua bífida sale de la boca abierta para saborear el aire,
saborearme.

—¡White! —grito, mirando fijamente la lengua que baila frente a mí.

—Comida —sisea la flor de nuevo y me sacude. Mi mochila se desliza


de mis hombros y cae al suelo con un ruido sordo. White corre debajo de
mí y mira hacia arriba concentrado. Arroja mi mochila sobre su hombro.

—Cuando te acerque, corta sus ojos —grita.

Mierda, ¿tengo que esperar a que la maldita cosa intente comerme


antes de actuar? No es el plan que esperaba. Deslizo el pequeño cuchillo
de mi cintura. Lo había guardado en un soporte para cinturón antes de
irnos. Nunca he estado más agradecida de tener la pequeña hoja.

Cuando la flor vuelve a abrir la boca, el olor pútrido de su aliento me


golpea en la cara. Me estremezco y trato de contener la respiración tanto
como sea posible. Las enredaderas se mueven, haciendo que mi cuerpo
se balancee donde cuelga mientras comienza a acercarse. El olor
amenaza con hacerme sentir arcadas, pero lo ignoro lo mejor que puedo,
intentando tomar respiraciones lentas y medidas mientras me concentro
en las fauces abiertas que se ensanchan a medida que las enredaderas
me acercan. Aprieto el cuchillo pequeño, mis nudillos están blancos por
el agarre. Mil ojos parpadean mientras miro la garganta, a punto de ser
ingerida por una maldita flor. Si no estuviera colgando a seis metros del
suelo, me gustaría reírme de eso, o al menos asombrarme. En cambio,
me tenso, mis abdominales se flexionan mientras me preparo para hacer
el swing. Cuando la lengua gigante se mueve y toca mi cara, balanceo mi
brazo en un amplio arco, cortando los ojos. El cuchillo da en el blanco,
la flor hace un chillido distorsionado justo cuando la enredadera se suelta
de mi tobillo, y estoy cayendo por el aire vacío por segunda vez desde que
llegué al País de las Maravillas.

Grito y agito mis brazos. No estoy segura de lo que espero que suceda,
si de repente me crecen las alas y me voy volando, pero sé que, si aterrizo
en la posición en la que estoy, lo más probable es que me rompa el cuello,
especialmente desde esa altura.

Me detengo abruptamente en los fuertes brazos de White, y mi aliento


sale rápidamente de mi cuerpo en el rellano. White no se queda para
darme tiempo de desacelerar mi corazón acelerado o para ver si la flor
retrocede. Sale corriendo, acunándome en sus brazos, mi mochila sobre
sus hombros.

Detrás de nosotros, la flor ruge, enojada por una comida que se


escapó.

—¡Bocados! —llora, silbando detrás de nosotros.

Cuando el bosquecillo de árboles está muy detrás de nosotros, y


estamos de nuevo en medio de un páramo, White reduce la velocidad y
me pone de pie. Me balanceo y tengo que ponerme de rodillas. Respiro
profundamente, sin importarme siquiera que el aire esté lleno de calor
sofocante y polvo.

—¿Qué diablos fue esa cosa? —pregunto entre respiraciones. Estudio


mi tobillo donde la enredadera ha sido envuelta, un verdugón rojo irritado
que se eleva donde se ha clavado con fuerza en mi piel.

—Estoy seguro de que has oído hablar de las flores parlantes —


murmura White, mirando a lo lejos.

—Sí, pero no comen a la gente. Cantan y bailan.

—No, en el País de las Maravillas, no es así. —Sacude la cabeza y me


mira a los ojos—. Nada es seguro aquí.

No le pregunto si está incluido en esa declaración, pero está claro que


se considera parte de la generalización.
—Mierda. —Dejo escapar un suspiro y rasco mis rizos errantes de
nuevo en mi cola de caballo—. No estoy de acuerdo con eso. No más flores
devoradoras de personas, por favor.

—No siempre son tan grandes.

Arrugo mi frente.

—Si hay algunos de tamaño normal, me encantaría estudiarlas. Sin


riesgo de ser devorada por supuesto.

White sonríe.

—Incluso después de casi ser devorada, sigues sintiendo mucha


curiosidad. —Me sonrojo bajo su mirada evaluadora—. Me gusta.

White vuelve a mirar a la distancia, donde finalmente me doy cuenta


de que se eleva una nube de polvo. Miro más fijamente, el aire cargándose
de electricidad cuando veo un rayo caer dentro de las nubes. El cielo se
oscurece increíblemente aún más, arrojando todo a la sombra junto a las
nubes que se acercan.

—¿Ahora qué? —susurro, acercándome a White.

—Está a punto de empeorar mucho —responde, su cuerpo se tensa


cuando las nubes parecen elevarse más alto en el cielo.

—¿Qué es? ¿Qué viene? —Lentamente, la nube comienza a moverse.


Está muy lejos en la distancia, pero incluso yo puedo distinguirlo cuando
comienza a moverse, haciendo que la nube se haga más grande a medida
que cierra los kilómetros entre nosotros.

—Tormenta de Quimeras —susurra White. Hay un hilo de miedo en


su voz, y eso es lo que realmente inicia mi pánico. Si White tiene miedo,
yo también debería tenerlo.

—Eso no suena tan mal. —Miro las nubes ondulantes, buscando una
pista de lo que pueden ser.

White se vuelve para mirarme, sus ojos grandes e inquietantes. No


hay nada en kilómetros, solo los árboles raquíticos y el vapor. A lo lejos,
escucho un rugido que comienza a llenar el aire, como el sonido de una
estampida de mil toros. Los dedos de White se entrelazan con los míos.

—Si no encontramos refugio ahora, vamos a morir.


Traducido por VivianaG2509
Corregido por VivianaG2509 & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

El primer chillido llega a mis oídos justo cuando White tira de mi


brazo y prácticamente me arrastra a una carrera. No tengo idea de qué
estamos huyendo. Los sonidos que provienen de la Tormenta de
Quimeras no son como los del Bandersnatch. Es más parecido a los
sonidos que escucharías en una película de terror o en un zoológico
cuando los animales se agitan.

White corre en la dirección opuesta y yo estoy luchando duro para


seguirle el ritmo. Se mueve rápido, sus piernas bombean y prácticamente
me arrastra detrás de él mientras trato de mantenerme de pie.

El viento se levanta, arremolinando polvo y ceniza en mis ojos y


cubriendo mi garganta. No soy lo suficientemente rápida. Puedo escuchar
la tormenta ganando impulso detrás de nosotros, los gritos y rugidos
cada vez más cercanos. Me tropiezo con una raíz seca y crujiente cuando
trato de mirar hacia atrás y me elevo hacia el suelo. Tengo un momento
de pánico, sabiendo que me acabo de convertir en la persona estúpida en
las películas de terror que tropieza justo antes de ser asesinada o
devorada. Si no fuera un momento tan aterrador, podría haber puesto los
ojos en blanco. Antes de que pueda caer al suelo, White me levanta en el
aire y me lanza por encima de su hombro. Está claro que lo estaba
frenando. En el momento en que me levanta, realmente comenzamos a
movernos, el mundo pasa a toda velocidad como si estuviéramos en un
automóvil. Aprieto mis manos con fuerza en el chaleco de White y me
obligo a mirar a la Tormenta de Quimeras cerrando la distancia.

El aire ruge con los aullidos y chillidos detrás de nosotros. Hay dolor
en los sonidos, como si numerosas criaturas estuvieran en agonía.
Entrecierro los ojos al polvo ondulante para ver qué hay dentro. De
repente, como si se lo pidiera, las nubes se aclaran y puedo distinguir
qué es exactamente lo que nos persigue. Y se están moviendo tan rápido
que están cerrando la brecha incluso con la velocidad de White.

La Tormenta de Quimeras está formada por figuras envueltas en


remolinos que caen unas sobre otras en su intento de acercarse. El
material de sus mantos coincide con el paisaje. Están desgarrados,
ensangrentados y del color de la suciedad. Las caras de las criaturas
están cubiertas por una capucha mientras trepan sobre otras para
acercarse, sin dejar ni una sola vez los confines de la nube. Las manos
con garras treinta centímetros largo se extienden hacia adelante, listas
para desgarrarnos en el momento en que estemos lo suficientemente
cerca. Una de las criaturas del medio pierde su capucha, el viento se la
quita de la cara. Revela un cráneo en el interior, no humano. Es una
especie de criatura, con cuernos con grandes colmillos que gotean. Si no
conozco nada mejor, diría que casi parecen dragones. Cuando el cráneo
se inclina hacia atrás, me doy cuenta de que es una máscara, pero sus
rostros reales no son mejores. Las criaturas tienen cuencas oculares
vacías, bocas grandes y abiertas, ni labios ni nariz. Son horribles y entro
en pánico cuando la nube se acerca un poco más.

La figura se echa la capucha hacia atrás sobre su cabeza rápidamente


y chilla cuando se acerca a nosotros. Aprieto con fuerza sobre White, mi
corazón late a un ritmo frenético dentro de mi caja torácica.

Una mano con garras se extiende hacia adelante, apenas a seis


metros de distancia. Aun así, no hay refugio a la vista, ningún lugar
donde podamos escondernos de la tormenta.

—¡White! —grito mientras saco el cuchillo de mi funda de nuevo. No


estoy segura de lo que puede hacer contra una manada de lo que sean
esas criaturas, pero es todo lo que tengo.

—¡Lo sé! —grita él. Ni siquiera suena cansado y eso me ayuda a


concentrarme mejor. Al menos no está cansado después de correr
conmigo sobre su hombro.

—¡Seis metros! —Supongo que el mejor plan es hacerle saber lo cerca


que está la Tormenta de Quimeras. No tengo ni idea de cómo manejar
esta situación. Puedo atacar a las criaturas si se acercan demasiado, pero
su número por sí solo nos superará casi de inmediato.
Estamos volando a través de la tierra ahora, el paisaje amenaza con
desdibujarse por nuestra velocidad. Aparecen más figuras
encapuchadas, trepando unas sobre otras para acercarse. Pasamos junto
a una especie de criatura a nuestra derecha. Está corriendo, pero mucho
más lento de lo que nos estamos moviendo. Se parece a algo como un
Wendigo, su cara es una calavera, astas salen de su cabeza. Sus largas
extremidades tropiezan, y veo con horror cómo la nube desciende sobre
la criatura, cerrándose a su alrededor. Me tapo la boca mientras las
figuras encapuchadas destrozan a la bestia Wendigo, desgarrándola
miembro por miembro. Trozos de carne cruda vuelan alrededor de la
nube por la que luchan otras figuras encapuchadas. Las criaturas gritan
de victoria incluso cuando los bramidos de dolor del Wendigo me hacen
llorar.

—Cinco metros —gruño, mi voz se ha vuelto ronca por la escena.

—Ya casi llegamos —grita White.

Nos estamos moviendo rápidamente a través de las Tierras Oscuras,


pero la tormenta se acerca con cada paso. El resto del mundo ahora es
un borrón, la nube se traga todo lo que pasamos.

—¡Tres metros! —grito, preparándome para atacar a las criaturas lo


mejor que pueda.

Observo cómo una de las criaturas más cercanas se baja la capucha


y se concentra en mí. El cráneo se inclina hacia atrás, y estoy segura de
que sonríe antes de que una mano con garras se acerque, más cerca,
mortal. La nube se eleva detrás de nosotros como una pared, la gran
cantidad de figuras encapuchadas caen unas sobre otras amenazando
con dejarme sin aliento. Nos vamos a morir. Eso es todo. Seremos
consumidos por una Tormenta de Quimeras. Los rayos caen entre las
criaturas, mostrando la pared impenetrable que está formada por
cientos, miles de criaturas, acercándose.

—¡Menos de dos metros! —grito cuando otra mano con garras se


extiende—. ¡White! ¡Menos de dos metros!

—Ya casi. Ahí —gruñe, enunciando cada palabra mientras se empuja


a moverse más rápido, bombeando sus piernas con más fuerza.

Me giro justo a tiempo para verlo levantar la muñeca y tocar su reloj.


Escucho el clink, clink, clink claro como el día cuando alcanza alrededor
de mis muslos. Todo se ralentiza, las criaturas apenas se mueven dentro
de la nube a pesar de que todavía cierran la distancia entre nosotros.
White sigue esforzándose todo lo posible, su respiración saliendo de su
pecho en duros jadeos ahora. Lentamente, el mundo comienza a ganar
velocidad nuevamente y las criaturas se acercan demasiado.

Justo cuando una garra se extiende y acaricia las puntas de mi


cabello, damos vueltas por el aire y entramos en una cueva oscura. La
nube no nos sigue al interior, y aterrizamos con fuerza en la piedra, mi
cuchillo se desliza por el suelo y más adentro con el impacto. Rodamos
una y otra vez antes de detenernos con fuerza contra una piedra rugosa.
Grito por el impacto, mi cuerpo sin duda se cubrirá de moretones más
tarde.

Afuera, las criaturas gritan de rabia.


Traducido por VivianaG2509
Corregido por VivianaG2509 & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

Me froto la espalda, escuchando a White moverse por la cueva. Está


completamente oscuro por dentro, pero encuentro que puedo ver lo
mínimo, como si hubiera un rayo de luz muy diminuto brillando en las
paredes. En realidad, no es suficiente para ver, pero puedo ver la forma
oscura de White moverse mientras recoge cosas del suelo. Está claro que
no parece tener tantos problemas con la vista como yo.

—¿Qué estás haciendo? —susurro. Mi voz resuena con fuerza en la


cueva de todos modos, la caverna de piedra perfecta para la acústica.

—Encendiendo un fuego —murmura. Entonces me doy cuenta de que


está tirando leña seca en un montón en el centro de la cueva.

—¿Tienes un encendedor?

Él resopla.

—No necesito un encendedor.

Yo sonrío. Parece que White es un poco boy scout. Conozco la logística


de juntar dos piedras para encender la chispa, pero en realidad, teniendo
que hacerlo, he fallado cada vez que lo he intentado. Escucho a White
golpear las piedras juntas, y me alivia ver las chispas que
inmediatamente saltan a las ramas y comienzan a trepar. La luz se
ilumina en la caverna, como si alguien encendiera el regulador de
intensidad, hasta que finalmente puedo ver a White. El fuego cubre todo
con una luz amarilla, pero no hace nada para restar valor al atractivo de
White, incluso si todavía luce la gran mancha de sangre.
—Las Tormenta de Quimeras pueden durar un día entero a veces —
dice, acercándose y sentándose a mi lado—. Tendremos que esperar.

No expreso las imágenes inmediatas que me vienen a la cabeza como


formas de pasar el tiempo. Probablemente no sea el momento más
oportuno. Cuando miro a White a los ojos, me sorprende ver un fuego
allí, como si sus pensamientos fueran exactamente en la misma dirección
que los míos. Me sonrojo, mis dedos todavía frotan donde sin duda tengo
algunos moretones desagradables.

—Eso no suena tan mal —murmuro—. Al menos tienes mucho tiempo


para contarme todo sobre el País de las Maravillas.

Los ojos de White se concentran en mi mano.

—¿Estás herida?

—Solo algunos golpes y magulladuras de nuestro aterrizaje. Nada que


no pueda manejar.

Inclina la cabeza, estudiándome, antes de inclinarse hacia adelante y


extender la mano. Antes de que pueda tocar mi cadera, levanta sus ojos
hacia los míos.

—¿Puedo?

Asiento con mi cabeza y sus dedos rozan mi piel cuando levanta el


borde de mi camiseta. Me muerdo el labio por la sensación, luchando por
no reaccionar cuando se inclina lo suficiente para poder sentir su
respiración. Se me pone la piel de gallina ante la sensación. No levanta
mi camisa más arriba de mi caja torácica, pero es suficiente para hacerme
desear que continúe, me quite la camisa de los hombros y me desnude.
Me recuerdo a mí misma de nuevo que primero necesito más respuestas.
White, obviamente, me encontró por una razón. Necesito saber por qué
antes de aceptar esta conexión. Sin embargo, estoy segura de que estoy
deseando abrazarlo.

—Tienes moretones a lo largo de las caderas y la espalda, pero


deberías sanar en unos pocos días. ¿Es doloroso?

—Solo si los presiono. Básicamente, es simplemente incómodo. Estoy


bien.
Él asiente y se aleja. Inmediatamente extraño la cercanía y frunzo el
ceño. Doblo las rodillas hasta la barbilla y apoyo la cabeza allí.

—Entonces, ahora sería un buen momento para explicar las cosas —


le digo, mirándolo por el rabillo del ojo. Sus hombros se tensan casi
imperceptiblemente, pero por lo demás, no reacciona. ¿De qué está tan
preocupado?

—¿Por dónde empezar? —pregunta, volviéndose para mirarme.

Lo miro a los ojos y sonrío.

—El comienzo suele ser un buen comienzo.

El niega con la cabeza.

—Hay demasiado. ¿Qué tal si empiezo por tu principio? —Levanto la


ceja, pero asiento con la cabeza—. El País de las Maravillas solía estar
lleno de maravillas y fantasía, aunque siempre ha sido peligroso. Aquí
hay magia que nadie entiende y nadie lo ha intentado jamás.
Simplemente es. —Él suspira—. Hasta que Alicia regresó al País de las
Maravillas.

—Entonces, ¿Alicia es real? —Me aferro a cada una de sus palabras,


su voz recubre mi piel como miel mientras rebota en las paredes.

—Desafortunadamente, lo es. Era una niña perturbada y regresó


como una mujer monstruosa. Quiere matar el reino y está teniendo éxito
como la Reina Roja.

Parpadeo hacia él. Eso es inesperado.

—¿Alicia es la Reina Roja?

White asiente antes de pasar sus manos por su cabello. Sus orejas se
mueven nerviosamente por el movimiento.

—Ella lo es. Y robó el nombre y lo cubrió con sangre. Ella es la Reina


de Corazones arrancada de las costillas. Se baña en la sangre del País de
las Maravillas y se ríe de alegría con cada muerte que provoca.

Me estremezco ante la imagen que pinta.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo?


Sus ojos plateados se encuentran con los míos y, por primera vez,
puedo sentir su nerviosismo por sus siguientes palabras. Me preparo,
insegura de lo mal que va a ser.

—Hay una profecía. Bueno, hay múltiples profecías. Absolem las


disfruta. Pero solo hay una profecía que te concierne a ti, a Clara, y a otra
mujer.

White agita el fuego con un palo largo, pareciendo ordenar sus


pensamientos. No hablo, temo interrumpir por miedo a que no termine la
historia.

—La profecía habla de tres mujeres que provocarán la caída de la


Reina Roja.

La primera de las tres es Clara Bee

Quién vendrá a liberar al País de las Maravillas,

Ella domesticará al Sombrerero y derribará al Bribón

Porque Clara Bee lucha por los valientes.

Una tríada comienza a destruir a la Reina

Aunque nada parece fácil

Ella debe perder su corazón mientras toma una posición

Con el primer hijo del País de las Maravillas.

La segunda llega en la oscuridad de la noche

Después de salvar la vida de White del País de las Maravillas,

Ella se hará amiga de las criaturas del día

Y quitará la inmortalidad a la Reina Roja.

Destinada al segundo hijo del País de las Maravillas,

Ella conquistará su corazón y tomará su mano,


La tríada será dos fuertes

Y corregirá las cosas que han sido agraviadas.

Para completar el triángulo, uno debe preguntar

Cómo el tercer hijo lleva su máscara,

Él luchará contra el agarre, pero será mejor que sea rápido

O perderá su oportunidad con cada tic, tac, tic.

La tercera completa la tríada de las tres

Que provocará la caída de la Reina Roja,

Más fuertes juntas mientras toman su posición

Para salvar a los Hijos del País de las Maravillas.

Su voz desaparece de la habitación, los ecos finales mueren hasta que


solo queda el crepitar del fuego y nuestra ligera respiración. La profecía
era hermosa, lírica y exactamente como imagino que debería sonar una
profecía del País de las Maravillas. Paso las palabras por mi mente,
buscando el significado.

—Clara fue la primera de la tríada, la compañera del Sombrerero Loco


—agrega White con expresión intensa—. Vino al País de las Maravillas y
mató al Bribón de la Reina, el ex Príncipe. Y luego se quedó con el
Sombrerero. La conocerás una vez que lleguemos a su casa.

—¿Y estás diciendo que soy parte de esta profecía? —Me aparto de su
mirada y miro las paredes por primera vez, dándome cuenta de que hay
pinturas allí que no había notado antes. Me paro y me acerco,
inspeccionando las representaciones de sangre y batalla, victoria y
derrota. Son tan hermosos que me encuentro pasando los dedos por los
trazos con asombro. Son grotescos y, sin embargo, también son
atractivos.

—Sí —murmura, mirando su reloj—. Me doy cuenta de que esto


puede ser difícil de creer, la idea del destino y la casualidad.

Doy un paso hacia él y tomo asiento más cerca de lo que estaba antes.
—El hecho de que sea científica no significa que no haya cosas que
no entienda. Estoy en otra dimensión, en el País de las Maravillas. Mi
conocimiento está descartado aquí. Estoy tentada a tomar muestras de
todo y estudiarlo de cerca.

White sonríe y me mira a los ojos.

—Eso es algo que me encanta de ti. Tu curiosidad. En el laboratorio,


pensé que eras tan hermosa por la forma en que abordabas las cosas.

—En el laboratorio cuando pensaba que eras un conejo extraordinario


—digo secamente.

—Todavía soy un conejo extraordinario. —Me guiña un ojo y me


sonrojo—. Puedo mostrarte lo extraordinario que puedo ser.

De repente, la temperatura parece subir en la caverna, y apenas me


detengo de tirar del cuello de mi camiseta. El Conejo es demasiado sexy
para su propio bien.

Me aclaro la garganta.

—Primero, tengo más preguntas.

—Entonces, ¿estás diciendo que podemos divertirnos después? —


White acaricia con un dedo mi brazo, ligero como una pluma y
provocando.

—Yo no dije eso. —Incluso puedo escuchar la respiración en mi voz.


¡Maldita sea! Nunca planeé estar tan afectada por él—. Dime qué fue lo
que hiciste con tu reloj.

Él retira su mano de repente, e inmediatamente extraño la sensación.


Observo como aprieta la mandíbula y aparta la mirada.

—¿Qué quieres decir?

—La Quimera estaba a punto de atraparnos. Estábamos a punto de


morir. Y luego pulsaste el reloj y el tiempo se ralentizó por un momento.
Esa es la única razón por la que sobrevivimos.

—Yo hubiera sobrevivido —susurra tan a la ligera que casi no lo


entiendo. No hago ningún comentario al respecto, todavía no. La tristeza
ahí es demasiada.
—Solo dime.

White suspira.

—Eres demasiado observadora para tu propio bien, Júpiter.

Me encojo de hombros.

—Soy una científica. ¿Qué esperabas?

White me estudia por un momento, buscando algo. En lugar de


hablar, levanta el brazo hacia mí y mis ojos se posan en el intrincado reloj
de su muñeca. Me inclino más cerca y estudio el tic-tac de los engranajes
y las numerosas manecillas del reloj. Hay docenas de ellos. Donde debería
haber números, hay símbolos en su lugar, unos que nunca antes había
visto. Levanto la mano y acuno su muñeca antes de acercarlo más.
Tocarlo me pone la piel de gallina corriendo arriba y abajo de mi brazo,
la tentación fuerte al gusto.

—¿Qué significan estas marcas? —pregunto, girando su muñeca para


estudiar el reloj más de cerca.

—Son runas. —Me observa tan de cerca como yo estoy estudiando las
complejidades—. Marcadores de tiempo para cada criatura y evento en el
País de las Maravillas.

—¿Y por qué este es más tenue que los demás? —Señalo la manecilla
en cuestión, es más opaca que las demás, apenas visible dentro de la
esfera del reloj.

—Ese es el Corazón del País de las Maravillas —susurra, mirando su


muñeca—. La profecía de la que te hablé, si no se cumple, el País de las
Maravillas morirá.

Lo miro de nuevo con brusquedad, con el ceño fruncido.

—¿Un mundo entero morirá a causa de la Reina Roja?

—Ese es su plan, sí. Nos está matando a todos.

—Eso no parece justo —comento, mi pulgar distraídamente comienza


a acariciar la muñeca de White. Cuando me doy cuenta de lo que estoy
haciendo, no me detengo. Se siente demasiado bien.
—Casi nada es justo, sin importar en qué mundo te encuentres. —
White mira donde mi pulgar roza su piel, clavado en el lugar.

—Entonces, tu reloj marca todo el tiempo para el País de las


Maravillas. ¿Por qué se ralentizó el tiempo cuando lo tocaste? —Esa es la
pregunta que arde dentro de mí, la que desafía la mayoría de las cosas
que sé. Ha habido muchas ocasiones en las que he deseado que el tiempo
se ralentizara. Cuando Neptuno se estaba preparando para tomar las
píldoras, desearía que el tiempo se hubiera ralentizado para poder llegar
a tiempo y detenerla, ojalá hubiera sabido lo que había estado planeando.

—El Sombrerero es una especie de Parca, el único en el País de las


Maravillas. Escolta a los muertos al Más Allá. En cuanto a mí, puedes
considerarme el Guardián del Tiempo. Si bien mantengo el tiempo para
todas las cosas, también puedo controlarlo en pequeñas cantidades.

—¡Como ralentizar el tiempo! —exclamo de emoción. El gran avance


que podría haber en el mundo de la ciencia es monumental. Imagínese
cuántas muertes podrían evitarse si el tiempo se ralentizara lo suficiente
para permitir que las personas se aparten de los desastres naturales, o
la capacidad de reducir las víctimas en la guerra porque podría ralentizar
el tiempo y evacuar a todos los civiles—. ¡Eso es increíble! Me encantaría
pensar en eso más tarde.

White solo me mira fijamente.

—¿Has considerado la profecía? —pregunta.

—¿Qué pasa con eso?

—Estoy seguro de que has adivinado que soy el segundo hijo.

—¿Y? —pregunto, mirándolo a los ojos.

—¿Has adivinado por qué estás aquí en el País de las Maravillas?

Le sonrío, antes de levantar su muñeca y darle un beso en el dorso


de la mano, justo debajo de su reloj.

—Me salvaste la vida, Conejo. Y es innegable que existe algún tipo de


conexión entre nosotros. Sentí este tirón en mi pecho desde el primer
momento en que te vi, incluso si eras un conejo. Y ahora me estás
diciendo que soy la segunda de una tríada profetizada destinada a
derribar a la Reina Roja y convertirme en tu compañera. —Sonrío,
maldad en mis ojos—. Bueno, eso no es lo más loco que he escuchado
hoy. Prefiero estudiar todo aún más, recopilar información, pero de una
cosa estoy segura. —Me deslizo más cerca de él hasta que mis rodillas
presionan contra las suyas—. No necesito más datos para saber que me
atraes a un nivel más profundo de lo que nunca antes me había sentido.

White me mira, estupefacto. También hay otra emoción mezclada ahí.


¿Asombro, quizás? No estoy segura.

—No soy solo un dulce conejito, Júpiter. He hecho cosas, cosas


terribles. Soy tan oscuro y retorcido como se ha vuelto el País de las
Maravillas. He considerado dejar que este mundo muera mil veces. El
País de las Maravillas nos devora. —Traga, sus dedos aprietan los míos
con sus palabras—. Me autodestruiré pronto —susurra, sus ojos
chocando con los míos. Hay tantas emociones arremolinándose en él,
convirtiendo el iris en una plata fundida—. Y existe la posibilidad de que
pueda llevarte conmigo.

Lo estudio por un momento, dejo que sus palabras se asienten, y


pienso en todos mis arrepentimientos en la vida. Hay muchos, muchas
veces que deseé haber actuado, pero no lo hice, muchas veces supe que
tenía que actuar. Pero este momento, aquí con White advirtiéndome que
me aleje mientras también me aprieta con fuerza, me dice todo lo que
necesito saber.

Me pongo de rodillas y me acerco, con cuidado, como si me estuviera


acercando a un conejo salvaje. Dudo que White se asuste tan fácilmente,
pero no tengo ganas de apresurar esto. Lentamente, me siento a
horcajadas sobre su cintura y presiono mi núcleo contra la dureza de su
regazo. Muerdo mi labio ante la sensación mientras sus dedos agarran
suavemente mis caderas.

El destino podría saber de lo que está hablando, después de todo.


Traducido por -Rompe Maldiciones-
Corregido por -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

Miré al hombre alrededor del cual estoy envuelta, sus ojos clavados
en mí mientras lentamente envuelvo mis brazos alrededor de su cuello.
Inmediatamente enredo mis dedos en su suave cabello, raspando mis
uñas cortas allí.

—¿Qué estás haciendo, Júpiter? —pregunta, su voz ronca.

—Creo que es bastante obvio —respondo. Aprieto mis caderas contra


su regazo para hacerlo aún más evidente.

—No soy suave —gime, sus dedos apretando mis caderas. Hay un
ligero pinchazo de dolor donde sus dedos tocan mi moretón, pero es
eclipsado por el placer que recorre mi cuerpo—. No puedo darte una dulce
aventura.

Me inclino y paso mis labios a lo largo de su mandíbula. Hace un


ruido ahogado mientras lamo y mordisqueo, mientras bromeo:

—¿Quién dijo algo sobre lo suave y lo dulce? —pregunto contra su


piel.

—No soy delicado.

Sus manos se arrastran a lo largo de mis costados, hasta que sus


pulgares rozan la parte inferior de mis senos. Me muevo hacia su cuello
y continúo mi exploración allí, saboreando su piel, trazando las marcas
blancas pálidas que solo puedo ver con la iluminación adecuada.
—Y no soy un polvo rápido —gruñe mientras muerdo los músculos
de su cuello.

—Bien.

Muevo una de mis manos para envolver su oreja y la froto


suavemente hacia arriba y hacia abajo. Él maldice en voz baja, sus dedos
se clavan con fuerza en mi caja torácica.

—Tenemos mucho tiempo de sobra en este momento.

De repente, una de sus manos se enreda en mi cabello y tira de mi


cabeza hacia atrás, los dedos son suaves incluso mientras se mantienen
apretados. Se me escapa el aliento cuando sus ojos plateados chocan con
los míos. Me sostiene inmóvil, mirándome a la cara incluso mientras mis
manos ahuecan sus mejillas.

—Esto no es lo que quieres —gruñe—. No me quieres.

—No me digas lo que quiero, Conejo —gruño—. Si no te quisiera, no


estaría esperando que me folles una vez que aceptes ese hecho.

Ya no me da tiempo para reprenderlo y ya no discute. Me empuja


hacia adelante y golpea su boca con la mía, inmediatamente deslizando
su lengua dentro para enredarse con la mía. Mantiene su mano
entrelazada entre mis rizos y yo agarro su oreja con fuerza, igualando su
golpe con el mío. Siento el momento en que su otra mano se desliza por
debajo del borde de mi camiseta y se frota contra mi piel allí, antes de
subir por mi caja torácica, empujando el material más alto.

Deslizo las mías por sus hombros, arañando sus músculos,


deslizándome debajo del chaleco que nos mantiene separados. Gimo en
su boca cuando sus dedos rozan mi sostén antes de deslizarse dentro y
pellizcar mi pezón. White se separa de nuestro beso para inclinar mi
cabeza hacia un lado y comenzar a besar mi cuello. Intento quitarle el
chaleco de los hombros, pero los botones siguen abrochados. Me agacho
y busco a tientas los cierres plateados, los labios de White en mi cuello
hacen que la tarea sea casi imposible. Gimo mientras arrastra sus dientes
sobre mi piel sensible, más frenética por quitarle el chaleco. Su mano
libre cae sobre mi trasero y me aprieta con fuerza contra él. Me salto uno
de los botones, el único que todavía está colgado, y en mi urgencia, rasgo
el chaleco para abrirlo de todos modos, el botón se rompe y hace ping
hacia la cueva.
—Perdiste mi botón —gruñe, mordiendo con fuerza mi cuello.

Grito mientras le quito el chaleco por los hombros y paso las manos
por sus pectorales. La sensación de su lengua aliviando inmediatamente
el dolor va directo a mi centro, y gimo.

—¿Necesitas una zanahoria para sentirte mejor? —pregunto con la


respiración agitada. Se ríe contra mi cuello antes de retroceder lo
suficiente para mirarme a los ojos.

—¿Estás haciendo bromas sobre conejos en este momento?

Me aplasto contra él y él sisea entre dientes.

—Más como chistes de conejitos —bromeo. Su mano suelta mi


cabello, e inclino mi cabeza hacia atrás, apretando más fuerte contra él.

—Oh, vas a pagar por eso —promete, estirando la mano entre


nosotros para agarrar el dobladillo de mi camisa. Me lo pasa por la cabeza
con un movimiento y lo arroja a un lado.

—¿Qué vas a hacer, conejito? ¿Pegarme?

Sonrío antes de quitarme el sujetador deportivo. Los ojos de White


caen inmediatamente a mi pecho, absorbiéndome.

—No es una mala idea.

Su voz es áspera cuando levanta la mano y acaricia mi pecho,


mirándome a los ojos.

—Podría doblarte sobre mi rodilla y castigarte por el desaire, hasta


que grites y tu humedad gotee por tus muslos. Luego cubriría mis dedos
con tu miel y los lamería para limpiarlos. Podría molestarme hasta que
supliques misericordia, suplicarme que te tome, que te posea —dice,
lamiendo sus labios como si ya pudiera saborearme—, que te reclame.

Mis muslos se aprietan alrededor de él ante la imagen, mi pecho sube


y baja con los pensamientos. Hace calor, hace demasiado calor aquí.

—Llevamos demasiada ropa para todo eso —susurro, mi voz ronca


por el deseo.

La comisura de sus labios se inclina hacia arriba.


—Eso se puede arreglar, Pequeño Infierno.

White se dispara de repente, y yo chillo, envolviendo mis piernas


alrededor de él para evitar caerme. Sin embargo, sus manos me
mantienen a salvo, soportando mi peso. Se vuelve de modo que mi
espalda está hacia la pared de piedra, y estoy intercalada entre él y las
pinturas. Deja caer mis piernas al suelo e inmediatamente abre mis
jeans, antes de deslizar su mano dentro. Me arqueo contra la pared,
suspirando de placer mientras sus dedos rodean suavemente mi clítoris.
Cuando su mano cae, gimo, pero él solo se toma el tiempo para empujar
mis jeans y mi ropa interior alrededor de mis rodillas. Me quito los
zapatos y los pantalones antes de pararme frente a él, completamente
desnuda, mi pecho subiendo y bajando con respiraciones rápidas. Espero
a que White haga lo mismo y se quite los pantalones y las botas, pero en
cambio, cae de rodillas frente a mí. Levanta mi pierna para engancharla
por encima de su hombro.

—Tus pecas cubren tu cuerpo —comenta, besando mi muslo—. Son


hermosas. Como una constelación que quiero trazar con mi lengua.

Me agacho y envuelvo mi mano alrededor de su oreja suavemente.

—¿Pensé que habías dicho que no eras dulce y suave? —bromeo.

Sus ojos se mueven rápidamente hacia los míos, y verlo arrodillado


ante mí hace que mi corazón se acelere.

—Oh, no lo seré, pero primero... —Levanta mi otra pierna, así que me


balanceo contra la pared y sobre sus hombros—, te voy a probar.

White presiona sus labios contra mi centro, y echo la cabeza hacia


atrás, apenas evitando golpearme contra la pared de piedra y dejarme
inconsciente.

—Oh, maldición —gimo, agarrando la base de su oreja un poco más


fuerte.

Se ríe contra mí, las vibraciones van directamente a mis ovarios.


Desliza su lengua directamente por mi coño antes de chupar mi clítoris
con fuerza. Me muevo contra él, mis muslos se tensan alrededor de sus
hombros. Cuando repite la acción antes de mover la lengua, mis muslos
tiemblan por el placer. Paso mis manos por su cabello y lo sostengo
contra mí mientras cabalgo sobre su rostro, completamente ajena al
hecho de que estamos en una cueva, durante una mortal Tormenta de
Quimeras, en las Tierras Oscuras, y estoy siendo devorada por el Conejo
Blanco. ¿En qué diablos se ha convertido mi vida?

Grito cuando White chupa más fuerte, y siento su dedo sondear en


mi entrada. Me deshago a su alrededor, mis manos se clavan con fuerza
en su cuero cabelludo mientras surco las olas. Se relaja antes de dejar
caer suavemente mis piernas al suelo. Están temblando por los efectos
secundarios. Se levanta, besando lentamente mi cuerpo, tomándose el
tiempo para prestar atención a mis pechos. Mi cuerpo inmediatamente
se calienta de nuevo, listo para más. Se inclina lo suficiente para inclinar
mi barbilla hacia arriba, mirarlo a los ojos y disfrutar del brillante
resplandor plateado.

—¿Me tendrías salvaje, Júpiter? —pregunta, su voz baja, sensual—.


¿Me aceptarías como el monstruo que soy?

Me levanto y presiono un beso contra sus labios, mis manos rodean


su cuello.

—Incluso los monstruos tienen corazón —respondo—. Y te tendré


como quieras.

La conmoción cruza su rostro por un momento antes de inclinarse y


besarme en la punta de la nariz.

—Eres demasiado buena para el País de las Maravillas —susurra.

—No, Conejo. —Capturo sus labios con los míos para darle un
pequeño mordisco—. Estoy donde se supone que debo estar.

Mis manos caen hasta el cierre de sus pantalones, y suelto el botón,


antes de deslizar los pantalones sobre sus caderas y hacia abajo.
Inmediatamente se quita las botas y el cuero. Debería haber sabido que
no llevaría nada más. Su polla se libera con el movimiento, y me
sorprende ver que los tatuajes de filigrana en sus hombros continúan
hacia abajo, y hacia abajo, hasta que puedo verlos brillando en su polla.
Envuelvo mis dedos alrededor de él y aprieto, él gruñe mientras empuja
en mi mano.

—Dame tu lado salvaje —le susurro.

White agarra un puñado de mi cabello y me besa, dejándome probar


la evidencia de mi excitación en sus labios.
—Siempre y cuando me des tu luz —gruñe antes de reclamar mi boca
de nuevo, como si estuviera tratando de absorber cualquier luz que vea
en mí.

Antes de conocer a cierto Conejo Blanco, no estaba segura de tener


todavía una luz. White deja caer sus manos en mi trasero y las levanta
hasta que mis piernas están envueltas alrededor de su cintura
nuevamente. Su polla empuja mi entrada y lucho contra el impulso de
retorcerme contra él. Me presiona contra la pared mientras enredo mis
dedos en su cabello. Cuando comienza a presionar dentro de mí, me
muerdo el labio.

Solo está a unos centímetros dentro cuando de repente golpea hasta


la empuñadura, y grito de placer.

—Nunca seré el amante gentil —gruñe mientras aprieta mi trasero lo


suficientemente fuerte como para hacer moretones—. Estoy demasiado
corrompido por este mundo.

Se retira y vuelve a entrar de golpe. Aprieto a su alrededor.

—Te voy a tomar con todas mis fuerzas, te haré gritar hasta que te
quedes ronca, te lameré hasta que tus jugos me cubran la cara. —Repite
la acción, y juro que mis ojos giran hacia atrás en mi cabeza ante la
sensación—. Eres mía, Júpiter, y no dejaré que lo olvides.

Y luego él está bombeando dentro de mí, el sonido de nuestros


cuerpos golpeándose unos contra otros enviando jugo corriendo por mis
muslos. Grito con cada embestida, mi voz resuena alrededor de la
caverna, repitiéndome en una sinfonía de placer. Mi núcleo se aprieta con
fuerza cuando golpea el punto dulce dentro de mí, y me muevo contra él,
inclinando mis caderas para encontrar sus embestidas.

—Estás tan radiante —gruñe, mordiendo mi cuello, marcándome.


Justo cuando siento que mi cuerpo se eleva, listo para caer por el borde,
él se libera.

Estoy a punto de protestar. ¿Qué clase de hombre te lleva a la cornisa


y se detiene? Excepto que me da la vuelta y me empuja al suelo sobre mis
manos y rodillas, antes de golpear dentro de mí de nuevo. El sentimiento
me envía y grito de éxtasis, pero él no cede. Continúa golpeando dentro
de mí desde atrás, presionando mi pecho contra el suelo, mi cabeza
girada hacia un lado mientras lo tomo. Agarra mi cabello en su puño y
me tira hacia arriba.
—Siempre cumplo con mis castigos —susurra en mi oído, justo antes
de que su mano baje por mi trasero. Grito de placer por la picadura.
Muerde mi cuello de nuevo con fuerza, antes de azotarme en la otra
mejilla—. Llámame “conejito” de nuevo —sisea.

—Conejito —gimo, tan perdida en la euforia, no me importa lo que me


haga. Y no me avergüenza decir que me gusta cuando su mano vuelve a
bajar por mi nalga. Salto y gimo, presionando con fuerza contra él—.
¡Conejito! —grito. Nalgada.

Golpea dentro de mí lo suficientemente fuerte como para picarme.


Envuelve sus brazos alrededor de mi pecho y me levanta, sus dedos
agarran puñados de mis pechos entre sus dedos, acariciando, apretando,
rodando mis pezones, todo mientras continúa golpeando dentro de mí.
Una mano baja por mi estómago para frotar mi clítoris. Siento su ritmo
tartamudear, golpeándome más fuerte mientras él lucha por aguantar,
para enviarme al límite primero. Mi respiración sale irregular mientras
acaricia mi clítoris con una mano, y la otra se envuelve alrededor de mi
cuello mientras me abraza a él continuando su ritmo implacable. Perdida
en la bruma del placer, gruño dos palabras: Mi conejito.

Los dedos contra mi clítoris golpean suavemente, pero lo suficiente


como para picar. Me rompo en un millón de pedazos a su alrededor,
gritando mi placer mientras bombea dentro con fuerza, fuerza, fuerza,
antes de seguirme por el precipicio. Siento los chorros calientes de su
liberación cubriendo mis muslos cuando comienza a gotear de nuestra
unión. No puedo respirar, no puedo comprender nada a mi alrededor
excepto el cuerpo cálido detrás de mí, manteniéndome a salvo,
manteniéndome salvaje.

Cuando colapsamos en el suelo, y mis ojos se cierran por puro


agotamiento, lo acerco lo más posible, su cabeza presionando contra mi
pecho. Mientras me duermo con el suave cosquilleo de sus orejas contra
mi mejilla, mi corazón se abre solo un poco… y siento que mi luz se vuelve
mucho más brillante.
Traducido por -Rompe Maldiciones-
Corregido por -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

Gritos, hay muchos gritos mientras corro por un palacio opulento. La


sangre salpica las paredes a mi alrededor, cubriendo el piso, haciendo
que me resbale cuando trato de agarrarme. Pero no me muevo, no como
debería. En cambio, la risa se hace más fuerte detrás de mí, el sonido es
maligno y terrible, y sé que estoy en peligro.

—Atrápala —ordena la voz—. ¡Que le corten la cabeza!

Me empujo más fuerte, y resbalo, chocando contra la sangre caliente.


Todavía está fresca, lo suficientemente espesa como para cubrir mi
cuerpo. Justo cuando estoy a punto de gritar de terror y la risa se acerca,
la escena se desvanece hasta que me quedo en la oscuridad. Me pongo
de pie y miro a mi alrededor confundida. Una mujer sale de las sombras,
vestida con un colorido vestido de pedrería. Sus ojos son grandes e
intimidantes, su rostro afilado como el de un pájaro. Las plumas caen
sobre su cabello y rodean su rostro. La cabeza de la mujer se inclina hacia
un lado, estudiándome mientras la miro.

—¿Quién es usted? —pregunto vacilante.

—Yo podría preguntarte lo mismo, Chica de Fuego —dice, su voz lírica


y llena de dolor permanente.

—¿Puedes hacer que esta pesadilla se detenga? ¿Puedes hacer que


desaparezca? —Doy un paso hacia ella, estudiando los diferentes colores
de su vestido y sus plumas. Verdes brillantes, azules, amarillos, rojos,
casi como un loro. Ella frunce el ceño y niega con la cabeza.
—Mi pobre niña dulce. —Da un paso más cerca—. Si no puedes
despertarte de la pesadilla, entonces tal vez no estés dormida.

Me despierto agitada, mi corazón late a un ritmo rápido en mi pecho.


Jadeo ante la sensación, como si acabara de romper la superficie de un
lago después de luchar debajo de él hasta que la Muerte extendió la mano
y me acarició la columna con los dedos. A mi lado, White se pone de pie
de un salto ante mi repentino despertar, tenso y listo para luchar. Al
principio, no entiendo qué me sacó de mi pesadilla. La cueva está casi en
silencio, la tormenta ya no azota afuera ni golpea la entrada. Vagamente,
recuerdo el sueño y la extraña mujer que había hecho acto de presencia
allí.

Me vuelvo hacia White, que todavía está preparado para una pelea, a
punto de contarle las cosas raras que había visto, cuando hay un ruido
de pies en la entrada.

Muevo la cabeza hacia el sonido y aprieto el chaleco de White contra


mi pecho desnudo. Mierda, no estamos preparados para una pelea.
Ninguno de los dos lleva ropa. Es una estupidez en una situación tan
hostil. Una forma grande se mueve en la abertura oscura, y entrecierro
los ojos mientras la forma se hace más grande, acercándose. Sea lo que
sea, es enorme. Su cabeza va a lo alto de la caverna, su cuerpo ancho e
imponente.

—¿Qué estás haciendo en mi cueva, Niña de Fuego? —Una voz ronca


resuena por toda la habitación de piedra. La voz suena ronca, como si
hubiera estado gritando de agonía durante décadas, y es definitivamente
femenina.

—¿Y White? Realmente esperaba no volver a verte nunca.

White hace una mueca de dolor, la fogata agonizante todavía brilla lo


suficiente como para mostrarme la expresión de su rostro.
Inmediatamente se retira, todo su cuerpo se relaja. No tengo idea de por
qué no está preocupado cuando está desnudo y se enfrenta a otra
criatura.
—Doe —susurra White e inclina la cabeza en una reverencia hacia la
misteriosa voz—. No sabíamos que esta era tu cueva.

—Por supuesto que no —responde la voz, y luego la forma se mueve


hacia la luz.

No puedo detener el jadeo que se desliza por mis labios.

Cuando la forma se enfoca, veo sus pies primero, garras gigantes


como de águila, pálidas y afiladas. Esas garras son más largas que mi
antebrazo y se clavan en el suelo de tierra, dejando pequeñas huellas que
rápidamente me doy cuenta de que se repiten por la caverna, lo que
demuestra que ella frecuenta el área. Su cuerpo es el siguiente, una
forma pálida gigante, plagada de cicatrices, algunas plumas solitarias
que sobresalen en lugares extraños. Es como si la hubieran depilado, su
cuerpo desnudo sin lo que alguna vez debieron haber sido unas plumas
magníficas.

Cuando su rostro aparece a la vista, instantáneamente sé quién es.


Parece que el pájaro Dodo ha hecho algunas rondas con una cortadora
de césped, pero es inconfundible.

Su pico grande y pronunciado muestra aún más fallas y cicatrices, y


frunzo el ceño, tratando de imaginar cómo podría haberse convertido en
esto. Ella es intimidante, y cuando sus ojos se entrecierran en mí,
inmediatamente intento cubrirme aún más, esconder mi desnudez de su
mirada. Luego centra su atención completamente en White, y yo me
apresuro a ponerme la ropa lo más rápido posible, escondiéndome detrás
de sus anchos hombros. Cuando me doy la vuelta, Doe sigue mirando a
White y no puedo decir si es por odio o simplemente por disgusto.

—Gracioso —dice, inclinando la cabeza hacia un lado. Sus ojos se


posan en mí una vez antes de volver al Conejo a mi lado.

—La última vez que te vi, Conejo, estabas mirando cómo la Reina Roja
me despojaba de mis plumas para hacerse un sombrero. Me hubieran
asado sobre una fogata si no fuera por el Sombrerero.

Muevo mi cabeza hacia White cuestionando, mis cejas se levantan.


Se pone rígido, pero no me mira a los ojos, y de repente sé que hay
muchas cosas que todavía necesito aprender sobre el País de las
Maravillas y el propio Conejo Blanco.

—Sabes que no había nada que pudiera hacer, Doe.


Ella gruñe bastante groseramente antes de volver su atención a mí.
Me obligo a no ponerme rígida bajo su intensa mirada.

—Dime, Chica de Fuego, ¿qué estás haciendo con este roedor?

White frunce el ceño ante la palabra, pero no dice nada y no está en


desacuerdo. Observo su rostro de cerca, buscando cualquier signo de
crueldad o alguna pista sobre un hombre que alberga el mal. No espero
encontrar ninguno, y ciertamente no debería ser capaz de decirlo después
de apenas conocerlo, pero mis instintos me gritan que dé un paso
adelante.

Yo los escucho.

Paso mis dedos por los de White, donde está tan quieto como una
estatua. Salta lo más mínimo ante el contacto y mira nuestros dedos
unidos con sorpresa. Curvo mis labios hacia él antes de enfrentarme al
áspero pájaro Dodo frente a mí.

—Aparentemente, estoy profetizada a estar aquí. Soy Júpiter. ¿Qué te


parece ayudarnos a acabar con la Reina Roja?
Traducido por Beth
Corregido por Beth & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

No estoy segura de qué espera Doe de mí. Quizás ella no espera que
me ponga del lado de White después de su comentario, pero no conozco
todos los hechos, por lo que retengo cualquier juicio. No es mi lugar, y no
quiero crucificar a White por algo de lo que no he escuchado toda la
historia, especialmente si está en su pasado.

Doe inclina la cabeza hacia un lado, con esos ojos brillantes


encontrando los míos.

—No puedes vender sueños a alguien que ha caminado entre


pesadillas, Chica de Fuego. —Su voz ronca resuena dentro de la cueva y
se siente como si me envolviera. De repente siento dolor por el dolor en
sus palabras, y frunzo el ceño—. Se acerca mi hora —continúa—. Moriré
aquí, y el País de las Maravillas morirá conmigo.

—¿Cómo puedes decir algo así? —pregunto, con mi voz fuerte—.


¿Dónde está tu voluntad para luchar?

—Me dejó junto con mi sangre mientras yacía mutilada y rota a los
pies de la Reina Roja, con la garganta demasiado aplastada para suplicar
piedad mientras ella arrancaba mis hermosas plumas una por una. Mi
voluntad para luchar me abandonó incluso antes de que el Sombrerero
escapara de sus propias ataduras y me arrastrara a un lugar seguro aquí
en las Tierras Oscuras, cuidándome hasta que recuperara la salud a
pesar de que le pedí que terminara con mi sufrimiento. —Hace una
pausa, una lágrima se desliza por su mejilla, y me encuentro queriendo
acercarme a ella e intentar aliviar su dolor—. Solía ser tan hermosa —se
lamenta. Su cabeza se inclina y se vuelve sobre sí misma.
Los dedos de White se contraen con los míos y cuando lo miro, veo la
vergüenza escrita en su rostro. Estoy parada en un terreno difícil, sin
entender exactamente lo que pasó, pero sabiendo que se supone que debo
arreglarlo de alguna manera.

—Sigues siendo hermosa. —Mi voz rompe el silencio mientras doy un


paso adelante. Doe me mira mientras me acerco. Cuando no se aleja,
continúo hasta que estoy lo suficientemente cerca para extender mi mano
y tocar la base de su cuello. Mi cabeza apenas llega a su pecho mientras
paso mis dedos por la piel curtida y llena de cicatrices—. Eres una
sobreviviente, y eso es hermoso. Los sobrevivientes hacen lo que tienen
que hacer, sacrifican partes de sí mismos para seguir adelante. Eres
hermosa, y me honras al desnudar tu alma ante mí.

Los ojos de Doe se agrandan y se mueve sobre sus pies.

—¿Lo dices en serio? —dice con voz ronca.

—Lo hago. —Le sonrío, antes de dar un paso atrás para darle espacio.
Cuando sus ojos se encuentran con los míos de nuevo, envían un rayo
de reconocimiento a través de mí, y mi mandíbula cae—. ¿Estabas en mi
sueño?

—Tengo talento para caminar en sueños, sí. Pero no fui yo quien te


buscó. Tu sueño me atrajo como un faro.

—Pero eras humanoide en mi sueño. ¿Por qué no lo eres aquí?

Doe frunce el ceño y niega con la cabeza.

—No he podido cambiar a mi verdadera forma desde que la Reina Roja


me ató. —Ella levanta la cabeza en alto y revela una cuerda ligeramente
brillante envuelta alrededor de su cuello. El resplandor es minúsculo,
apenas perceptible a menos que realmente me concentre—. Su
encantamiento me obliga a permanecer en esta forma, a recordar lo que
ha hecho. Justo antes de que el Sombrerero me sacara, me colocó la
cuerda alrededor del cuello.

—¿Puedo examinarla? —pregunto, acercándome de nuevo y


levantando mi mano hacia la cuerda.

—Eres libre de hacerlo. Durante muchos años intenté eliminar la


maldita cosa solo para decepcionarme todas y cada una de las veces.
Estudio la cuerda a profundidad, volviendo la cabeza de un lado a
otro para ver mejor. Parece una cuerda normal, excepto por el resplandor
rojo pálido que emana de él. Saco el cuchillo de mi bolsillo y lo levanto.

—Quédate quieta, por favor —le digo antes de intentar cortarlo.

—¿Crees que no he probado algo tan simple? —pregunta.

Dejo de cortar el tiempo suficiente para ver que no hay daños en la


cuerda. Alejo mi cuchillo.

—Estoy recopilando datos. —Suspiro—. ¿Escuchaste el


encantamiento? ¿Tenía palabras o era como una especie de hocus-
pocus?

Doe frunce el ceño ante mi terminología, pero asiente con la cabeza.

—Recuerdo las palabras exactas. Con esta cuerda, bañada en dolor,


vengo a atarte, solo la sangre del tiempo puede liberarte.

Arrugo la nariz ante sus palabras. Es corto y no hay mucho para


trabajar, pero es algo.

—Odio las cosas vagas como esa. Es exactamente la razón por la que
nunca me dediqué a la arqueología. Me encantan los dinosaurios, pero
de ninguna manera voy a leer una maldición milenaria y esperar
traducirla correctamente. Como en un escenario de La Momia Regresa.

Doe sonríe ante mi parloteo, sin parecer saber de lo que estoy


hablando, pero escuchando cada palabra de cualquier manera. Es
humillante saber que la divierto de alguna manera. Como que quiero
seguir haciéndolo. Ella merece una razón para sonreír.

—¿Puedes averiguar lo que significa? —pregunta White, moviéndose


incómodo. Por primera vez, me doy cuenta de que nunca se puso su ropa.
Le lanzo una mirada divertida y lo señalo con el dedo.

—Primero, necesitas ponerte tus pantalones, Conejo. No puedo


concentrarme si dejas todo colgando al aire. —White sonríe e
inmediatamente busca su ropa—. Ciertamente voy a intentar quitarla.
Pero necesito algo con qué escribir.

Doe asiente con la cabeza hacia una grieta en la pared a la que no le


había prestado atención. Gracias, bebé Jesús, porque no había una
Araña Grotesca del País de las Maravillas acechando dentro del agujero
en espera del momento en que bajáramos la guardia.

—Mis pinturas están ahí. Estoy segura de que hay un bloc de notas
y carbón ahí dentro.

No comento sobre las pinturas a pesar de que mi cerebro se engancha


en la imagen de Doe en forma de pájaro pintando los cuadros en las
paredes. Son hermosos incluso si son horripilantes, y ella es claramente
una artista.

Camino hacia la grieta y muevo las cosas con cuidado hasta que saco
un bloc de notas con papel obviamente hecho a mano y un lápiz de
carbón. Le guiño un ojo a White mientras se abrocha los pantalones de
cuero, y veo cómo su rostro se ilumina con una sonrisa por el gesto, antes
de alejarme y sentarme en una esquina.

Empiezo a garabatear en el papel y me desconecto del mundo.

Cuidado, País de las Maravillas. La científica resolverá el acertijo.


Traducido por Beth
Corregido por Beth & -Patty
Editado por Mrs. Carstairs~

Garabateo furiosamente en el papel las palabras que la Reina Roja


usó para el encantamiento. Se repiten como un ensayo en la página hasta
que se vuelven borrosas y solo veo una masa de carbón. Nadie me ha
dicho las reglas exactas del País de las Maravillas, pero sé que no debería
descartar nada que normalmente haría. Nada es demasiado extravagante
aquí. Justo ahora estoy tratando de averiguar cómo quitar una cuerda
encantada del cuello de un pájaro Dodo gigante. Eso debería probar que
nada es lo que parece.

—¿Cuánto tiempo has llevado la cuerda? —pregunto de repente. Mi


voz resuena alrededor de la caverna, haciendo que tanto Doe como White
me miren.

—Al menos cien años ahora —responde Doe con rigidez.

—Ciento dos —murmura White. Lo escucho muy bien. Doe lo mira,


pero él no muestra ningún signo externo además de un pequeño tic en la
oreja.

—La sangre del tiempo puede liberarte —murmuro, mirando entre


ellos, con el ceño fruncido en concentración—. Sangre del tiempo.
Obviamente, no es solo tiempo porque la has usado por mucho. Necesitas
la sangre del tiempo, sea lo que sea. ¿Hay algún tipo de planta o cosa en
el País de las Maravillas a la que se pueda referir?

—No que yo sepa. —White niega con la cabeza.

Miro a White y, de repente, las respuestas golpean mi cerebro con


tanta fuerza que dejo caer el papel y casi me caigo de la emoción.
—¡Eres el Guardián del Tiempo del País de las Maravillas!

White me mira como si me hubiera crecido una segunda cabeza. Me


doy unas palmaditas en los hombros por si acaso. No puedo estar muy
segura después de todo lo que he visto. Realmente no necesito que me
brote otra cabeza.

—¿Sí? —White frunce el ceño.

—¡La respuesta eres tú, White! —casi grito, y me estremezco cuando


el sonido rebota en las paredes.

—Eso es absurdo —interviene Doe, negando con la cabeza—. ¿Cómo


en las Maravillas es posible que White sea la respuesta?

—White es el Guardián del Tiempo. Sangre del Tiempo. ¡Significa la


sangre del Guardián del Tiempo!

—¿Y entonces? ¿Mi sangre puede liberarla? Ella me odia. —White


mira a Doe. Ella no hace nada para sugerir lo contrario, ni está en
desacuerdo con la declaración.

—¡Por eso es un encantamiento tan inteligente! ¿No lo entienden? —


Ambos niegan con la cabeza—. Si Doe te odia, no querrá tener nada que
ver contigo y, por lo tanto, el encantamiento nunca se habría roto.
Excepto que aquí estamos, precisamente en el momento adecuado. —
Siento que mi rostro se arruga ante la idea, pero he visto el mismo
concepto funcionando en White y en mí. Se siente extraño pensar que
algo más, alguna fuerza, está controlando nuestros destinos.

—Eso parece exagerado para una científica —comenta White—. ¿No


existe el mantra de que, si no puedes verlo, no crees en él? Esto está muy
cerca de la magia.

Me encojo de hombros antes de acercarme a Doe y examinar la cuerda


de nuevo. Todavía parece tan simple como antes.

—La magia es solo ciencia que no ha sido explicada.

El rostro de Doe se ensancha en una sonrisa, y tengo la repentina


necesidad de alejarme de ella. La sonrisa es grotesca, más aún cuando le
faltan tantas plumas. Me trago el miedo y me vuelvo hacia White.
—Quitemos esta cuerda. —Me doy la vuelta y agarro la mano de
White, acercándolo—. La pregunta ahora es, ¿cuánta sangre se
necesitará?

—Averigüémoslo —responde White.

Él saca una pequeña daga de su cintura y pincha la punta de su dedo.


Una pequeña gota de sangre de color rojo brillante le mancha la piel.
Cuando se inclina hacia adelante, Doe se tensa, pero no se aparta. Él
presiona la gota de sangre contra la cuerda.

Aguanto la respiración y espero. Después de un minuto, me desinflo.

—¿Quizás necesita más sangre?

White desliza la daga por su muñeca antes de que pueda decir una
palabra. Jadeo con sorpresa cuando la sangre comienza a derramarse
inmediatamente. Él presiona su brazo contra el cuello de Doe.

—¿¡Por qué lo harías allí!? Hay muchos lugares mejores en los que
podrías haber cortado con menos daño.

White solo me guiña un ojo, divertido por mi reacción. Lucho contra


el impulso de golpearlo en la cabeza.

—No puedo morir, ¿recuerdas? Se curará lo suficientemente rápido.

Doe permanece inmóvil mientras White cubre su cuello con su


sangre, empapando la cuerda lo más posible. Todavía no pasa nada, y
tengo que luchar contra la decepción que me sube por las entrañas.

—No está funcionando. —White mira a Doe con preocupación.

Frunzo el ceño y revuelvo mi cerebro por una respuesta.

—Estaba tan segura de que funcionaría.

Estoy a punto de volver a mi papel cuando de repente me siento como


si fuera empapada en agua helada. Jadeo en el momento exacto en que
un grito ensordecedor desgarra el aire. Me tapo los oídos y miro a Doe.
White se aleja de ella a trompicones mientras ella se acurruca sobre sí
misma, con un dolor obvio, chillando tan fuerte que rivaliza con los
chillidos del Bandersnatch.
Fuera de la cueva, crece un aullido, seguido de lo que suena como un
huracán. La Tormenta Quimera parece haber comenzado de nuevo.

—La Reina Roja —grita White—. Debe haber sido un detonante.

Agarro frenéticamente su mano mientras se desata el infierno.


Traducido por Roni Turner
Corregido por BLACKTH➰RN
Editado por Mrs. Carstairs~

White

—¿Crees que se ha dado cuenta de que lleva mirando los mismos


garabatos por tres horas? —le pregunto a Doe desde donde estamos
sentados junto al fuego. Júpiter sigue acurrucada en la esquina, y a mí
me está costando no ir y alisar la linda arruga de entre sus cejas. Debo
seguir recordándome que poner todo en esta relación podría ser peligroso
para Júpiter, pero mis instintos no me escuchan. Simultáneamente
quiero llevarla a un lugar seguro y follarla duro.

Es un enigma enloquecedor, uno que me hace entender lo que el


Sombrerero tiene que vivir. Júpiter es tan radiante que solo quiero
envolverla a mi alrededor y proclamarla como mía, sin importar el peligro.

—Es lista, tu compañera —susurra Doe—. Me gusta.

Sonrío cuando Júpiter frunce el ceño en concentración y tacha algo


en su papel.

—Deberías haberla visto trabajando con químicos. La bata de


laboratorio es muy sexy. La he imaginado llevando nada más que la bata.
—Doe me mira y yo río entre dientes—. Quizá no estemos en peligro de
tener una horrible muerte.

—Puedo escucharte, White —dice Júpiter, sin siquiera mirarme.


Continúa mirando el papel frente a ella.

—Esa era mi intención —respondo sonriendo—. Necesito sacar la idea


para el futuro.
Resopla, pero no me vuelve a dirigir la palabra. Es increíblemente
sexy, mirar cómo su mente maquina diferente escenarios. Supe en el
momento en que la vi estudiándome que había algo especial en ella.

—Eres un buen partido —susurra Doe, su voz es más baja incluso


que antes—. No la cagues, White.

—Estás hablando sobre lo de antes —reconozco, mirando el fuego con


el ceño fruncido mientras hinco los palos en él.

Doe asiente.

—Tienes una historia de congelación como el conejo que eres. Ella te


necesita. No puedes congelarte cuando ella te necesita tanto. —Miro
hacia Júpiter de nuevo, mi corazón se tensa ante su visión, con su cabello
rojo salvaje sobre sus hombros, girando el lápiz de carboncillo entre sus
dedos.

—Quieres morir, White —continúa—. Lo quieres desde hace mucho


tiempo. Pero eres un Hijo del País de las Maravillas, y tienes una misión
también. Esa mujer no puede evitar salvar nuestro mundo si tú luchas
contra que lo salve.

Trago ante sus palabras, tirando el palo que estaba sosteniendo antes
de recorrer mis dedos por mi pelo.

—No sé si es mi naturaleza ser nada más que eso, Doe. —Carraspeo,


mi voz gruesa con emoción—. Siempre seré solo un conejo.

Doe niega con la cabeza.

—Debes ser más, White. Por ella, debes ser más.


Traducido por Roni Turner
Corregido por BLACKTH➰RN
Editado por Mrs. Carstairs~

Las Tierras Oscuras cobran vida, enfadadas, desesperadas de sangre.


Escucho a varias criaturas fuera de la cueva, aún lejos, pero acercándose.
Estamos en peligro. No sé si la cueva nos protegerá como hizo con la
tormenta. Y si nos quedamos aquí, no sé si las bestias detendrán su
ataque. Cual sea el encantamiento que la Reina Roja colocó en el cordón
debe haber enviado una señal a cada criatura en los alrededores. Intento
no dejar que el pensamiento de que nos superan en cantidad se asiente
en mi cerebro. Reprimo el miedo que está desesperado por salir. Ahora
no es el momento de entrar en pánico. Puedo hacerlo más tarde, después
de que sobrevivamos.

Me agacho por instinto cuando un enorme BOOM sacude la cueva,


como una bomba estallando en la distancia. White me agarra y tira de mí
hacia su costado ante el sonido, y solo puedo imaginar que es una mala
señal. Observo cómo el cordón que rodea el cuello de Doe flota hasta el
suelo de piedra, suave como una pluma, tan lentamente que casi creo
que es falso. Seguramente, las cosas no son tan dramáticas
normalmente.

Doe suspira por el alivio, y una luz brillante llena la habitación, lo que
me hace parpadear con fuerza. Cuando abro los ojos de nuevo, la mujer
de mis sueños está frente a mí. Su vestido de color arcoíris brilla bajo las
últimas brasas del fuego, enviando pequeños puntos de luz que bailan a
través de las paredes. Su rostro está tan pálido que me preocupa por un
momento que esté enferma hasta que me doy cuenta de que
probablemente sea su aspecto. Su cara es tan parecida a la de un pájaro
como recuerdo, y su cabello parece hecho de plumas en lugar de
mechones. Es hermosa de una manera peligrosa. No estoy segura de
querer encontrarme con ella en un callejón oscuro, o en un bosque para
el caso.

—Tenemos que irnos. —Doe mira hacia la entrada de la cueva, y su


voz de alguna manera se escucha por sobre el estruendo del exterior—.
Ahora mismo. Deberán subirse a mi espalda.

—¿Segura? —pregunta White, apretándome contra él. No estoy


segura de que se de cuenta de lo fuerte que es, eso, o no se da cuenta de
lo frágil que soy en comparación con él. De cualquier forma, estoy segura
de que añadiré unos cuantos moratones más a la colección. Es uno de
los contras de tener la piel clara.

Doe frunce el ceño y asiente.

—Es la única manera en la que podremos escapar —responde.

Esta vez, no hay una gran explosión de luz que me ciega. Veo cómo
los rasgos de Doe parecen emborronarse, como si estuvieran vibrando a
una alta frecuencia. Su forma se expande hacia fuera rápidamente, y
puedo escuchar el distintivo sonido de sus huesos quebrándose con el
cambio. El sonido me da escalofríos.

Cuando Doe se eleva frente a nosotros con la forma de un ave de


nuevo, White me empuja hacia delante y me iza. Incluso con su altura,
aún debo elevarme a mí misma hasta llegar a su espalda. No hay mucho
a lo que aferrarse. Me aterra agarrar sus plumas tras escuchar su
historia. Su piel es áspera y seca, y tan dura que se siente como papel de
lija bajo mis dedos.

—Siento si te hago daño —le digo, consiguiendo subir lo suficiente


como para poner mi pierna sobre ella.

—Está bien, Niña de Fuego.

White salta sobre la espalda de Doe y se sienta tras de mí. No hay


mucho a lo que aferrarse, así que me echo hacia delante y envuelvo mis
brazos alrededor de su cuello lo mejor que puedo. White se apoya contra
mí, cubriendo mi cuerpo con el suyo propio. Su calidez me engulle, y
parte del miedo se desvanece.

—¡Agárrense fuerte! —grita Doe mientras se gira hacia la entrada.


Las primeras criaturas meten la cabeza en la cueva justo cuando
White tensa sus brazos a mi alrededor. Doe deja escapar un chillido
ensordecedor que hace que las Quimeras y las criaturas desconocidas se
cubran los oídos en agonía. De alguna manera, no parece afectar
nuestros propios oídos. Necesito preguntarle a Doe si es como hacer
sonar el silbato de un perro, si cierta frecuencia daña a las criaturas de
las Tierras Oscuras.

Doe sale de golpe de la cueva, barriendo a las criaturas que se juntan


en la entrada y empieza a correr a una velocidad que me deja sin aliento.
Cierro los ojos mientras todo comienza a emborronarse a mi alrededor,
causándome náuseas que se elevan hasta mi garganta. Abandonamos las
criaturas de las Tierras Oscuras, incluso las más rápidas que nos
persiguen. Levanto la cabeza un poco para aventurarme a mirar hacia
atrás justo cuando las Tierras Oscuras quedan atrás, y nosotros
estallamos en una exuberante vegetación. Veo la vasta cantidad de
bestias que se detienen al borde de las Tierras Oscuras, rehusándose a
poner un pie en lo verde.

Doe se ralentiza una vez están fuera de nuestro campo de visión,


antes de detenerse gradualmente. White inmediatamente salta como un
muelle de la espalda de Doe antes de levantar los brazos para ayudarme
a bajar. Me tropiezo como una torpe, mis piernas están débiles por el
viaje. White me atrapa con facilidad, y yo sonrío disculpándome antes de
tocar el suelo con los pies.

Doe inmediatamente se transforma de nuevo en su forma humana,


elevando sus plumas y suspirando.

—¿Cómo eres tan rápida? —pregunto asombrada. White apenas pudo


correr más rápido que la Quimera y eso fue con la ayuda de su reloj. Doe
ni siquiera dio la oportunidad de que la capturasen.

—Puede que ya no tenga mucho que ofrecer en forma de pájaro —dice


Doe, sonriendo—, pero sigo siendo la más rápida del País de las
Maravillas. La Reina Roja no me pudo quitar eso.

Un sonido fuerte llega a nuestros oídos a través de los árboles, una


mezcla entre un graznido y una bocina. Miro confundida a White cuando
Doe reacciona. Levanta su cara hacia el viento y cierra los ojos,
absorbiendo el sonido y respirando profundamente. Los abre y da un
paso hacia el sonido antes de detenerse abruptamente.

White sonríe.
—Ve. Estoy seguro de que te echa de menos. —Gesticula hacia los
árboles.

Doe lo mira, con agonía y desesperación en los ojos.

—¿Estás seguro?

White asiente, y ella le devuelve una sonrisa. Transforma su cara,


haciéndola brillar como una estrella.

—Los veré a ustedes y al Sombrerero en un día. —Asiente antes de


moverse entre los árboles y desaparecer entre ellos.

—¿Quién es? —pregunto cuando ya está fuera de nuestra vista. Elevo


la mirada hasta White, tomando la pequeña sonrisa en su cara. Está
evidentemente feliz con lo que acaba de pasar.

Cuando se da cuenta de que le estoy mirando, sonríe más


ampliamente.

—Será el Flamenco. —Entrelaza sus dedos con los míos—. El marido


de Doe.
Traducido por Roni Turner
Corregido por BLACKTH➰RN
Editado por Mrs. Carstairs~

—Entonces, ¿este es el País de las Maravillas? —pregunto mientras


me muevo a través del denso bosque. Las raíces siguen ascendiendo para
hacerme tropezar, pero comprendo rápidamente que esos árboles del País
de las Maravillas son zorras malas. Crujen cuando se las arreglan para
golpear mis pies, y el sonido viene de los agujeros en sus troncos, como
ojos pequeños y brillantes reflejando mi enfado de vuelta. Me freno de
apuñalarlos cuando lo hacen, recordándome que probablemente no
pueda con un árbol enorme. No me detiene de gruñir cuando otra raíz me
hace tropezar a pesar de correr por la jungla como una idiota. White no
parece tener el mismo problema, pues las raíces lo evitan.

Mantiene su mano en mi brazo para evitar que me caiga del todo.

—¿Por qué diablos no te hacen tropezar a ti? —bramo mientras otra


atrapa mi pie. Aprieto los dientes ante la carcajada como respuesta.

White se ríe entre dientes ante mi dilema.

—Soy un Hijo del País de las Maravillas. No se atreverían a hacerme


tropezar.

Como para argumentar lo contrario, una gran raíz se eleva frente a


White en un intento de derribarlo. Él no reacciona, no su cara al menos,
pero su pierna pisotea la raíz, haciendo añicos la madera y lanzando
astillas al suelo del bosque. El árbol aúlla enfadado, una mezcla de
sonidos entre un zumbido y un cacareo. La raíz restante se aparta, casi
limpiando el camino.
—Deberías haber hecho eso hace una hora —siseo, aliviada de poder
caminar con normalidad.

Sus ojos se arrugan, pero no responde. Creo que en secreto le gusta


torturarme.

Más tarde tendré que volver a llamarle Conejito. Siento calor en las
mejillas cuando pienso en la última vez que lo llamé así, y casi me
tropiezo por mí misma.

Me estremezco cuando pasamos junto a más flores parlantes, más


pequeñas que las enormes que intentaron comerme. Me ponen nerviosa,
aunque sean pequeñas, así que pongo tierra de por medio. Sin embargo,
no hace que deje de querer arrancar una y estudiarla.

—Las pequeñas te pueden hacer daño. —White ríe cuando evito a


otra.

Me sisea, con la lengua bífida degustando el aire.

—No me voy a arriesgar. ¿Cuánto queda para llegar a la casa del


Sombrerero? —pregunto mientras golpeo un bicho que pasa por mi cara.
Su asquerosa boca de sanguijuela me pone los pelos de punta, y casi
tengo arcadas con el simple hecho de sentirla cuando golpea mi mano.

—No mucho —responde—. Quizá un par de horas.

Estoy apunto de suspirar de desaliento cuando un riachuelo aparece


de entre los árboles frente a nosotros. El sonido de la corriente de agua
llega a mis oídos e inmediatamente me lleva hacia él.

—¿Tenemos tiempo para un descanso? —Doy otro paso hacia el


riachuelo.

Los ojos de White siguen los míos, y se da cuenta de que me estoy


moviendo hacia delante. Mira abajo a su estómago y frunce el ceño.

—Ya llegamos tarde. Pero supongo que unos minutos de más no


harán daño.

Ya estoy avanzando lentamente antes de que termine la frase. Me


quito los zapatos. No reacciona hasta que empiezo a desabrochar mis
vaqueros y los bajo por mis piernas.
—¿Qué haces? —pregunta, con voz dura mientras ve cómo mi piel va
apareciendo.

—Darme un chapuzón. —Lo miro y sonrío—. ¿Qué parece que estoy


haciendo?

—No estoy seguro de que sea buena idea. Estamos perdiendo tiempo.

—¿Es segura el agua?

—Nada es seguro en el País de las Maravillas. —Mira alrededor ante


esa afirmación, como si esperara que algo saltase y probara su punto.

Siendo honestos, no me sorprendería si así fuera.

—Bueno, entonces qué te parece que te unas a mí, y así puedas


protegerme.

—No creo que tengamos tiempo suficiente para eso. —Su voz es tensa
cuando me ve apartando los pantalones a un lado.

—Vamos, Conejo —me burlo—. No seas un aguafiestas.

Me quito la camiseta y me pongo frente a él en nada más que ropa


interior que no combina y un sujetador. Intento no ser consciente de que
tengo “la tabla periódica de los elementos” en mi ropa interior. La
sensación de sus ojos en mí hace que todo mi cuerpo se sonroje.

White da unos pasos hacia adelante justo cuando mojo mi pie en el


agua. Está fresca pero no fría, y lo introduzco más. Miro el agua con
sospecha, buscando cualquier signo de peligro. Una vez llego a la mitad
del somero riachuelo, que apenas llega a mi cintura, me giro hacia White
y sonrío. Le hago una señal con el dedo para que se acerque.

Veo el momento en el que se da por vencido, con un fuego reluciendo


en sus ojos antes de desabrochar su chaqueta y quitársela de los
hombros. Sus pantalones le siguen, dejándolo completamente desnudo
frente a mí, y sonrío.

—Date prisa, Conejo.

Se mete en el agua y se mueve hacia mí. Cuando está cerca, rodeo su


cuello con mis brazos y su cintura con mis piernas. Él nos mete en el
agua hasta que solo nuestras cabezas sobresalen, con el agua fresca
recorriéndonos y erizando nuestro vello. Le sonrío suavemente, metiendo
mis dedos en su pelo y tirando de él para acercarlo hasta que puedo
apoyar mi frente sobre la suya.

—¿Es verdad? —susurro despacio, antes de besar su nariz y


apartándome solo lo suficiente para mirar sus ojos color plata fundida.

—¿Qué? —pregunta, y sus manos presionan firmemente mi trasero.

Me armo de valor.

—Que quieres morir —susurro.

White se queda paralizado, sus manos se apartan, su rostro se


encierra de golpe en una máscara. No me atrevo a reaccionar aparte de
abrazarlo más fuerte contra mí.

Por favor, no te apartes, pienso, y nos cernimos al borde de algo


terrorífico.
Traducido por Nea
Corregido por Roni Turner
Editado por Mrs. Carstairs~

—Lo has oído, ¿verdad? —susurra White, cerrando los ojos ante las
palabras.

Me encojo de hombros lo más mínimo, aunque él no pueda verme.


Cuando me acerco para acariciar su oreja suavemente, se estremece de
placer.

—Soy observador, ¿recuerdas? Eso se extiende a ser capaz de


escuchar una conversación que normalmente no podría escuchar.

Suspira, y sus pestañas se abren antes de inclinarse hacia atrás.


Tengo el repentino deseo de atraerlo contra mí, pero le doy su espacio,
aunque sea pequeño. Esta no será una conversación fácil.

—Te he dicho que soy destructivo. —Sus dedos se aferran a mis


costados donde me apoya en el agua. Mientras la corriente se precipita a
nuestro alrededor, siento que mi cuerpo se relaja, aunque mis hombros
se tensan ante las palabras de White.

—Pero no has dicho que quieras morir —señalo—. No has dicho que
hayas esperado la muerte.

—Un Hijo del País de las Maravillas no puede morir —susurra.

—¡Eso no significa nada! —gruño. Cuando sus ojos se dirigen a los


míos, me doy cuenta de que puse demasiada rabia y traición en esas
palabras—. Eso no significa nada —digo de nuevo—. Hay un millón de
maneras de morir sin ser enterrado físicamente.
Las orejas de White se agitan ante mis palabras, esos hermosos ojos
plateados buscan en los míos lo que me persigue. No sé si es el momento
de hablarle de Neptuno, sobre la otra mitad de mí que fue arrancada.
Neptuno había muerto mucho antes de que ella se quitara la vida. Solo
la vi una última vez justo antes de que lo hiciera, cuando estaba lo
suficientemente clara como para hablar como si yo fuera su hermana en
lugar de un suministro de dinero interminable. Pero había sido breve, y
había habido demasiada ira ya envuelta en nuestra relación.

White coloca un mechón de pelo detrás de mi oreja, donde se había


caído de la cola de caballo. El movimiento es tan tierno que siento que se
me aprieta el corazón.

—Júpiter, he hecho cosas que no se pueden perdonar. No soy alguien


digno de tu cuidado. —Hace una pausa, como si estuviera reuniendo sus
palabras—. No pienses en salvarme, Pequeño Infierno. Solo te llevaré
abajo conmigo.

Esta vez, no dudo en sujetar mi mano alrededor de su oreja y tirar de


él hasta que su cara está apenas a un centímetro de la mía. Los aromas
de la naturaleza y la vainilla se deslizan bajo mi nariz mientras sostengo
su mirada.

—Basta. —Sus ojos me absorben mientras pronuncio las palabras—.


Tú vales todo, Conejo. Todos hemos cometido errores. No se trata de esos
errores. Se trata de cómo vivimos con ellos.

Parpadea ante mis palabras, sus manos acercan mi cuerpo contra él,
hasta que estamos tan cerca que no sé dónde empieza él y dónde termino
yo. Veo que el dolor se arremolina en sus ojos, los fantasmas del pasado
bailando en su mente.

—No puedo vivir con los míos. —Las palabras son tan silenciosas que
casi las pierdo.

—El País de las Maravillas depende de ti.

—¿Por qué no puede depender de otra persona? —Las palabras son


ahogadas, agonizantes, y hay tanto dolor e historia en ellas, que no sé
por dónde empezar—. ¿Por qué no puede dejarme ir?

Parpadeo ante las lágrimas que brotan de mis ojos, tratando de evitar
que caigan. Ahora no es el momento de llorar. White no las necesita.
Necesita que alguien esté aquí con él. Mira por encima de mi cabeza, sus
ojos se centran en algo por encima de mi hombro, intentando evitar la
emoción.

—No puedes —le digo—. No puedes decir eso. Necesito que me mires,
White.

Le agarro la cara con ambas manos y tiro de él hacia abajo hasta que
sus ojos se encuentran con los míos de nuevo. La emoción dentro de la
plata derretida casi me hace sentir, mi corazón da un fuerte latido como
reacción.

—Eres suficiente. Eres digno de atención. Puede que hayas estado


solo antes, pero ahora no estás solo, White. —Lo sostengo más cerca de
mí, respirando su aire—. Seré tu sol si me dejas.

White entierra su cara en el pliegue de mi cuello y se aprieta a mi


alrededor, abrazándome como si tuviera miedo de que desapareciera.

—Mi pequeña bola de fuego. —Sus palabras son amortiguadas


cuando las pronuncia contra mi cuello, y me estremezco.

Me inclino hacia atrás lo suficiente como para besarlo suavemente en


los labios, un toque ligero como una pluma. Cuando vuelvo a
encontrarme con su mirada, hablo.

—Tú vales más que tu oscuridad. —No tropiezo con las palabras. No
miro hacia otro lado. Quiero que sepa que lo digo en serio, que estoy aquí.
Una profecía puede habernos unido, pero nadie me necesita más que el
hombre que me rodea. Me importa lo que le pase al Conejo Blanco, y si
está dentro de mi poder, tomaré parte de su carga—. Tú lo eres todo,
Conejo. —Si solo estas palabras hubieran llegado a Neptuno, tal vez aún
estaría viva.

White tiembla contra mí por un momento antes de que sus labios se


presionen contra los míos en un beso febril. Me encuentro con él golpe
por golpe, gimiendo en su boca mientras él desliza su lengua dentro para
enredar. Una de sus manos aprieta con fuerza mi cola de caballo, guiando
mis labios hacia donde él considera oportuno. Me froto contra él bajo el
agua, molesta por la barrera que crea mi ropa interior. White rompe el
beso y recorre con sus labios mi cuello, pellizcando, rozando con sus
dientes sobre la sensible piel de la zona.

—Te deseo —gime contra mí, apretándome contra su dura longitud.


—Yo también te deseo. —Respiro, con la cabeza inclinada hacia un
lado para darle un mejor acceso. Me deja controlar el movimiento,
aunque su mano sigue agarrada a mi pelo. Cuando llega a un punto
específico de mi garganta, gimoteo y me aprieto alrededor de él.

—No tenemos tiempo. —No deja de hacer lo que está haciendo,


contradiciendo su punto.

—Entonces haz tiempo. —Me meto entre nosotros y envuelvo mi mano


alrededor de su longitud, bombeando mi mano.

—Joder —gruñe, mordiéndome lo bastante fuerte como para que me


salgan moratones. Salto, pero no lo suelto—. Vas a ser mi muerte.

—No —susurro—. Te voy a enseñar la vida.

Se detiene apenas un segundo, antes de empujar mi ropa interior a


un lado y me levanta y me penetra de un solo golpe. Echo la cabeza hacia
atrás del éxtasis, la sensación de tenerlo dentro de mí es inexplicable. Me
pellizca el pecho a través de mi sujetador deportivo, chupando con fuerza
el sensible pezón, al mismo tiempo que empieza a apretarme contra él,
sacando la mínima cantidad, antes de volver a meterla.

El agua que nos rodea comienza a arremolinarse ante nuestros


movimientos, agitándose, pero ninguno de los dos le da importancia.
Grito cuando me levanta lo suficiente en el agua con un brazo para
golpearme una y otra vez.

—Eso es, pequeña bola de fuego —gime—. Grita para mí.

Vuelvo a gritar cuando sus labios vuelven a chocar con los míos, y de
repente siento como si estuviera inhalando mi alma, tomando todo lo que
soy, y reclamándome como suya. Es una sensación aterradora que hace
que mi respiración se entrecorte, pero me doy cuenta de que, si voy a ser
reclamada, prefiero que sea por el hombre que tengo delante. Me abro
más bajo él, dándole todo lo que puedo con la esperanza de que crezca
su luz un poco más brillante, y le haga darse cuenta de que vale la pena
vivir. Él me bebe, y yo se lo permito.

Mi cuerpo comienza a tensarse, mi ritmo cardíaco es errático mientras


grito una y otra vez cada vez que me da una bofetada, golpeándome en
todos los lugares adecuados. Se separa para besar la sensible piel donde
mi hombro se une a mi cuello.
—Nunca te dejaré ir —gruñe, justo antes de apretar sus dientes en la
unión de mi cuello.

Grito y me rompo a su alrededor, mi cuerpo se astilla en sus brazos


mientras él bombea dentro de mí un par de veces más y me sigue hasta
el borde con un gemido. Parpadeo ante las estrellas que se arremolinan
allí, mi pecho sube y baja rápidamente con respiraciones. White se queda
encerrado dentro de mí, nuestros cuerpos unidos más que físicamente.
Las sensaciones deberían aterrorizarme, pero no me detengo en ellas. No
es que lo llame amor, pero hay algo más en nosotros, algo que nos une
que no entiendo. Tal vez, no sea tan malo ser el Sol del Conejo Blanco.
Tal vez... no sea tan malo ser el día de su noche.

El Sol de su Luna.

Cuando baja la adrenalina, siento caer la primera lágrima de mis ojos.


Cuando White la besa, sé que dejará su huella en mí, lo quiera o no.
Traducido por Nea
Corregido por Roni Turner
Editado por Mrs. Carstairs~

White dice que estamos cerca de la casa del Sombrerero. No sé cómo


lo sabe. Los árboles y los hongos gigantes se ven todos iguales para mí.
No tenemos más problemas con las raíces, los ojos saltones mirándonos
con odio cuando pasamos por delante de ellos. Fauna odiosa, eso es
seguro. Recuerdo las flores parlantes de los libros de cuentos de casa.
Alguien definitivamente se equivocó.

White se había ocupado de mí después del arroyo, sacándome del


agua y ayudándome a vestirme de nuevo, antes de hacer lo mismo. No
hemos hablado del momento de ternura, de las lágrimas que no había
podido contener mientras las emociones me abrumaban. Estoy segura de
que fue mucho más profundo de lo que estoy dispuesta a admitir todavía.
White había sonreído al ver la marca de su mordisco en mi piel. Tuve el
impulso de lanzarle un chiste de conejos, pero me contuve. Parece tan
feliz, no quiero molestarlo, aunque a la larga sea divertido para mí.

—¿Cómo sabes qué dirección tomar? —Había traído una brújula


conmigo en mi mochila, pero hasta ahora, no ha hecho más que girar en
círculos, nunca apuntando en una dirección concreta. Lo registro como
otra cosa en el País de las Maravillas que no tiene sentido.

—Solo lo sé. Nos sentimos atraídos el uno por el otro como un faro.
Es una ventaja de ser un Hijo. —Me devuelve la mirada y sonríe a la
brújula—. No funciona para ti, ¿eh?

Frunzo el ceño y la vuelvo a meter en la mochila.

—Por desgracia, no.


—Esos instrumentos no funcionan aquí. Muchas cosas no lo hacen.
En el momento en que esperas algo, el País de las Maravillas se asegurará
de hacer lo inesperado.

—Hablas del País de las Maravillas como si fuera una entidad viva —
comento.

—Es que lo es. ¿Cómo puede morir si no está viva?

No respondo, ya que tiene lógica, no es que tenga la oportunidad de


hacerlo. Un chillido agudo rasga el aire y aprieto las manos a los lados
del cráneo. Vuelve esa sensación de cuchillos clavados en mis oídos.
Cuando retiro las manos, están manchadas de sangre otra vez. Eso no
puede ser bueno. ¿Cómo es que mis tímpanos no están dañados
permanentemente todavía?

Veo a White girarse, con el pánico en su rostro. La sangre gotea por


su pelo desde sus orejas, demasiada, demasiado brillante. Me agarra tan
repentinamente, que casi chillo mientras el mundo gira sobre su eje. Me
lanza sobre su hombro como un saco de patatas y empieza a correr. No
me quejo. White corre mucho más rápido que yo. Necesito trabajar en mi
cardio.

—¿Qué está pasando? —grito, tratando de orientarme.

—¡Los perros de la Reina Roja nos han encontrado! Si podemos llegar


a la casa del Sombrerero, estaremos a salvo dentro.

Los árboles pasan volando rápidamente, pero no lo suficiente como


para no ver cómo las bestias atraviesan el bosque detrás de nosotros. Son
peores que cualquier cosa que haya visto en las Tierras Oscuras, sus
formas son gigantescas y parecidas a las de los lobos. Ahí es donde las
similitudes terminan. Hay tres de ellos, y cada uno parece descompuesto,
y le faltan trozos de carne donde puedo ver hueso y músculo por debajo.
El del centro gruñe, y sus labios se despegan sobre los dientes afilados,
la mandíbula es tan grande que no solo profundiza el sonido del gruñido,
sino que el exceso de piel se pliega para cubrir su cara. Mis manos se
aprietan en el chaleco de White al verlo, el terror me recorre. Si nos
atrapan, nos harán pedazos.

—¡White!

—¡Lo sé! —responde, empujándose con más fuerza—. Lo vamos a


conseguir. Estamos cerca. —Su intento de tranquilizarme no me hace
sentir mejor mientras los veo ganar más terreno. White es rápido, pero
no lo suficiente. Los Bandersnatch aúllan como si ya estuvieran
celebrando su victoria. Tenemos que ir más rápido, pero estoy en
desventaja. Mi cuerpo no está hecho para el País de las Maravillas. No
tengo poderes especiales. ¡Ayúdanos, País de las Maravillas!

De repente, veo cómo una de las raíces de los árboles se levanta del
suelo detrás de nosotros, haciendo tropezar al principal Bandersnatch.
Las raíces empiezan a surgir como un mar detrás de nosotros, entrando
en acción. Sin embargo, esto no frena a las bestias, ya que se estrellan
contra la madera, astillándola, como si no hubiera nada allí. Los árboles
gruñen de rabia, pero no ceden.

Rompemos la línea de árboles en un claro, el Bandersnatch justo


detrás de nosotros.

—Ya casi llegamos —grita White. No puedo ver la casa, pero siento
una sensación, como si estuviera sintonizando con el faro del que habló
White. No estamos lo suficientemente cerca.

El Bandersnatch líder salta hacia adelante, sus mandíbulas se abren


de par en par y son grotescas, se están acercando. Estamos a menos de
seis metros de la casa, un hecho que no tengo idea de cómo sé, pero aún
estamos demasiado lejos. Me doy cuenta de que estoy a punto de ser
comida cuando el olor a putrefacción y muerte me golpea. Grito justo
cuando White pulsa su reloj.

La mandíbula se ralentiza, ya no se precipita hacia delante, pero no


tengo la oportunidad de estudiarla más a fondo. Sé que los poderes de
White solo duran un momento. Oigo la puerta de la casa, se abre justo
cuando White me tira de su hombro y me lanza tan fuerte como puede
hacia ella. Grito al soltarme de repente, chocando con un cuerpo caliente.
Me arrojo de los brazos de la persona misteriosa, ignorando sus gritos de
pánico, para acercarme al borde del porche y alargar la mano hacia
White.

El tiempo se acelera de nuevo cuando salta hacia mí, y mis ojos se


ensanchan cuando el Bandersnatch se acerca a White.

—¡No! —grito, inclinándome más hacia el porche, preparada para


agarrarlo y tirar de él. Pero este mundo es peligroso y desgarrador, y el
destino no siempre es amable.
Nuestras yemas de los dedos se rozan justo cuando el Bandersnatch
sujeta el tobillo de White y lo empuja hacia atrás fuera de mi alcance.
Traducido por Nea
Corregido por Roni Turner
Editado por Mrs. Carstairs~

—¡White! —grito, dispuesta a lanzarme desde el porche. No sé lo que


pienso hacer, teniendo en cuenta que los otros dos Bandersnatch están
dando vueltas, esperando que me aleje un poco. El hombre que me ha
atrapado me agarra del brazo. Observo brevemente el sombrero de copa
en su cabeza y la mujer a su lado antes de que intente ir hacia White de
nuevo.

Grita en agonía mientras el Bandersnatch aprieta más fuerte su


pierna. Puedo oír el crujido de los huesos.

—Para —dice el hombre que me sujeta el brazo—. No pueden hacerte


daño mientras estés en el porche.

El Bandersnatch comienza a arrastrar a White. Veo con agonía cómo


apuñala a la bestia con su daga, pero no parece tener ningún efecto
además de enfurecer a la bestia. Saco uno de mis cuchillos del cinturón
y me quito de encima la mano que me toca el brazo.

—¡No lo hagas! —grita White cuando me ve preparándome para salir


del porche—. ¡No te atrevas!

—¡No voy a dejarte con ellos! —grito, las lágrimas se derraman sobre
mis pestañas y goteando sobre mi cara. Me duele el pecho al ver cómo se
llevan al hombre al que he llegado a querer.

—¡No te atrevas! —vuelve a gritar, poniendo la cara más enfadada que


puede a través del dolor—. Quédate con el Sombrerero y Clara.

El Bandersnatch lo sacude, y su grito de agonía me hace estremecer.


Apuñalo el poste más cercano a mí con rabia. No voy a permitir que esto
ocurra. La criatura con White en la boca se da la vuelta y se aleja entre
los árboles. Los dos restantes caminan frente al porche, observándome.
Con rabia, saco el cuchillo de la madera y se lo lanzo al más cercano. La
hoja se incrusta en sus cuartos traseros. Suelta un chillido espantoso
antes de que los dos sigan al primero.

Me giro sobre el hombre y la mujer que están detrás de mí, confiando


en ellos porque White lo hace. No le parecería bien venir aquí si no lo
hiciera.

—Tenemos que ir por él —digo, mirando fijamente al hombre—. Usted


debe ser el Sombrerero. —Cuando asiente con la cabeza, me vuelvo hacia
la mujer—. ¿Y Clara? —Ella también asiente con la cabeza y se limpia las
lágrimas de la cara. Me doy cuenta de que está tan afectada por la escena
como yo—. Soy Júpiter. Ahora vamos.

—Espera un segundo —interrumpe Clara—. Lo están llevando a la


Reina Roja.

—¿Y? —Miro de un lado a otro entre ellos—. No voy a dejarlo a su


antojo. Tengo que ir a buscarlo.

—Alicia no puede matar a White —dice el Sombrerero—. Si vamos sin


un plan, seguramente perderá la cabeza. Aunque es muy valiente, es muy
estúpido, si acabas muerta.

Entrecierro los ojos hacia el Sombrerero, asimilando sus palabras.


Sus ojos dorados se encuentran con los míos, sin ceder un ápice en su
decisión. Me vuelvo hacia Clara.

—Somos dos partes de la tríada, ¿verdad?

—Si eres la pareja de White, entonces sí.

Le resto importancia a su comentario.

—Estoy segura de que lo hemos establecido. Mi trabajo es quitarle a


la Reina Roja la inmortalidad, o sus poderes. ¿Cómo puedo hacer eso si
no me acerco a ella? ¿Estudiar sus debilidades? Necesito saberlo todo. —
Veo cómo el Sombrerero y Clara se miran, intercambiando una
conversación silenciosa con sus ojos. Clara suspira.

—¿No podemos llevar a March a la casa? —le pregunta al Sombrerero.


—No puede salir de su cabaña. —Él sacude la cabeza—. Ya no está
del todo allí, en caso de que no te hayas dado cuenta. Y sin duda habrá
Bandersnatch patrullando alrededor de su casa después de la última vez.

—¿Y Absalom?

—Sigue purgando.

—Maldita sea —murmura Clara, antes de volverse hacia la casa—.


¡Cheshire! ¡Ven aquí por favor! Nos vamos de viaje.

Todo el tiempo, observo el intercambio, me limpio la cara para limpiar


las huellas de las lágrimas y me arreglo el pelo. Sin duda, parece que he
corrido por el bosque. Arrugo las cejas cuando noto un resplandor en la
silla. Lentamente, una forma comienza a aparecer, brumosa e incorpórea,
hasta que un hombre aparece de la nada. Es guapo, vestido de cuero,
descansando allí como si no le importara nada del mundo. Lo que
realmente me llama la atención son las orejas de gato en su cabeza y la
cola que se agita contra su pierna. Vaya por Dios. Estoy viendo al gato de
Cheshire. Lleva una máscara de aburrimiento en la cara mientras mira a
Clara.

—¿Has llamado? —dice, y entonces sus ojos se posan en mí, y esa


famosa sonrisa se extiende por su cara—. Hola, Cheddar Bush—. Me
pongo rígida ante el término despectivo—. Tú debes ser la profecía de
White.

—Tenemos que llevar a Júpiter a casa de March —interrumpe Clara,


lanzando a Cheshire una mirada—. Pero es probable que los
Bandersnatch lo estén vigilando.

—¿Qué tiene eso que ver conmigo? —pregunta, estudiando sus uñas.
Parecen muy afiladas desde mi posición. Me pregunto por un momento
si es un gato, si se transforma como White.

—Necesitamos que hagas lo tuyo. —Casi espero que Clara diga “¡dah!”
después de esa frase. Parece que lo da a entender.

—No es un truco de fiesta, Clara Bee —gruñe Cheshire.

—Esto es una cuestión de vida o muerte, Chesh. Si Júpiter no tiene


toda la historia, no puede encontrar la debilidad de la Reina Roja, y no
podremos salvar a White.
—¿Dónde está White, de todos modos? —pregunta, mirando a su
alrededor, notando por primera vez que no se le ve por ninguna parte.

—El Bandersnatch se lo llevó. Hace literalmente un minuto. —Cruzo


los brazos sobre mi pecho en señal de molestia.

—Así que necesitamos que nos ayudes. ¿Por favor? —Clara le pone a
Cheshire los mejores ojos de cachorro que he visto en una mujer adulta.
Me interesa ver cómo funciona en un gato.

Cheshire pone los ojos en blanco.

—Bien —cede, y Clara sonríe—. Pero solo puedo llevarme dos. —Él
levanta las cejas, expectante.

—Yo iré —hablan a la vez el Sombrerero y Clara.

Ni siquiera vuelvo la vista hacia ellos, en cambio, observo a Cheshire


recostado en la silla sin preocuparse por nada. Su cola se mueve más
rápido, sus orejas se apoyan en la cabeza, tan expresivas como las de un
gato.

—Yo soy la primera, Sombrerero. Tengo que apoyar a Júpiter —


argumenta Clara.

—Y no quiero que te quedes sin protección. —Por primera vez, la voz


del Sombrerero me suena a whisky, y de repente puedo entender lo que
Clara ve en él. Lleva tanto cuero como los otros, pero hay una locura en
él que siento más que verla. Es suficiente para hacerme desconfiar
incluso si White me dijera que confiara en él. Los ojos del Sombrerero
están llenos de preocupación y pánico por el hecho de que su compañera
se vaya de su lado. No sé toda la historia de lo que pasó entre ellos antes
de que yo llegara, pero está claro que están enamorados. Mi corazón se
aprieta ante la idea.

—Cheshire estará allí.

El Sombrerero resopla ante la afirmación de Clara. Cheshire no


parece ofendido, solo ligeramente interesado.

—Prefiere dejarte morir antes que protegerte. —Lo dudo. Cheshire


observa a Clara como un halcón al igual que el Sombrerero. No me parece
que haya nociones románticas, pero está claro que el gato se preocupa
por ella de alguna manera.
—Bien, entonces puedo protegerme.

No escucho el resto de su discusión, sino que doy un paso hacia


donde está sentado Cheshire. Sus ojos se dirigen inmediatamente hacia
mí, con esa sonrisa que se extiende de nuevo.

—¿Ves algo que te guste, Cheddar Bush?

Arrugo la nariz ante sus palabras y deslizo otro cuchillo de mi


cinturón.

—Llámame Cheddar Bush una vez más, Gato, y te destriparé.

Cheshire se ríe. Me tenso cuando sus ojos se abren como los de un


gato antes de volver a un color azul eléctrico normal.

Estoy tentada de arrojarle un cuchillo por principio.


Traducido por Nea
Corregido por BLACKTH➰RN
Editado por Mrs. Carstairs~

Cheshire no se ha movido, sigue tumbado en la misma silla, con la


misma mirada aburrida de antes. Clara y el Sombrerero finalmente
deciden quién va a ir: Clara, y quién se queda: el Sombrerero. El
Sombrerero parece extremadamente molesto por el hecho de que Clara
se vaya sin él, pero también admite a regañadientes que Clara es una
gran experta. Esas fueron sus palabras exactas. Estoy seguro de que
Clara trabajó incansablemente para que las usara.

En cuanto se dieron cuenta de todo, Clara trató de explicar la cosa


que Cheshire hace. Ella nunca lo ha hecho, pero lo ha visto en acción.
Desafortunadamente, su explicación es que Cheshire desaparece de un
lugar y reaparece en otro. No hay otra explicación para ello, y cuando
miro a Cheshire para obtener más detalles, solo corrigió “desaparecer”
con “desvanecerse”. Aparentemente, es imperativo que vayamos a ver a
March, antes que nada. Clara insiste en ello, así que yo no discuto
demasiado, aunque en el fondo de mi mente, me estoy imaginando todas
las posibles cosas que la Reina Roja podría estarle haciendo ya a White.

Cheshire nos va a llevar a la cabaña de March desde aquí,


exactamente como había aparecido frente a nosotros. Estoy un poco
desconcertada, aunque loca de curiosidad, al pensar en desaparecer de
un lugar y aparecer en otro. Parece muy cercano a teletransportarse.
Cuando lo menciono, todos se ríen un poco. Me doy cuenta de que nadie
lo corrige.

—¿Esto funciona entre reinos? —pregunto mientras me pongo más


cuchillos en la cadera. El Sombrerero había sacado un cubo lleno y un
cinturón para guardarlos—. ¿Puedes hacerlo entre aquí y mi Tierra?
Cheshire sacude la cabeza.

—Solo puedo hacerlo en el reino en el que estoy.

—Es bueno saberlo. —Termino de atar los cuchillos y me enderezo—


. Entonces, vamos a hacer esta cosa.

Clara se adelanta y me da una sonrisa tranquilizadora.

—March es un poco... inquietante de ver al principio, pero una vez


dentro de su cabaña, cambia.

—Interesante. —Inclino la cabeza hacia un lado, contemplando lo que


Clara me ha dicho. Tengo curiosidad por saber a qué se refiere. Hay
tantas cosas que no entiendo en el País de las Maravillas, y me encantaría
estudiarlo todo en algún momento, una vez que nuestras vidas no estén
en tanto peligro, por supuesto.

—Además —añade Clara—, está completamente loco. Confía en mí,


¿está bien?

—¿Por qué tenemos que ir a ver a la Liebre de Marzo de todos modos


para que yo aprenda sobre la Reina Roja?

—March es el Guardián de los Recuerdos —responde el Sombrerero.

Levanto la ceja.

—¿Es inteligente si está loco?

El Sombrerero frunce el ceño y me mira.

—No hay que estar cuerdo para recordar. —Su voz es solemne, antes
de se acerque a Clara y deslice una pistola de aspecto perverso en una
funda a su lado. No puedo ubicar el tipo de pistola que es, una mezcla
entre diferentes modelos que he visto. Debe ser otra creación del País de
las Maravillas. El Sombrerero acaricia el lado de la cara de Clara—. Clara
Bee, vuelve conmigo aquí, ya sabes todo el peligro que en el País de las
Maravillas puede existir.

Observo con curiosidad cómo Clara sonríe y le besa suavemente en


la punta de la nariz.

—Sombrerero, no hace falta que estés afligido, volveré justo después


de todo este lío.
Amago con derretirme ante el intercambio, pero apenas me contengo
para no actuar como si acabara de ver a un gatito besar a una cobra, y
que a la cobra le gustara. No estoy segura de quién es la cobra.

Todos nos movemos hacia Cheshire. Miro a Clara, incapaz de apartar


la mirada de la mujer ordinaria en un mundo extraordinario. Clara se da
cuenta de que la miro y sonríe.

—Es parte de su oscuridad —susurra en respuesta a la pregunta que,


sin duda, ve en mis ojos. Es cierto, he sentido curiosidad por las rimas
que parece preferir.

—¿Cómo lo manejas? —pregunto—. ¿La oscuridad?

Clara me sonríe suavemente, con los ojos brillando.

—No se trata de manejar la oscuridad, Júpiter. Se trata de abrazarla.

Sus palabras me golpean con fuerza en el pecho, y casi tropiezo con


su fuerza. Nunca lo había pensado así, y la culpa que siento amenaza
con derrumbarme. ¿Había intentado manejar a Neptuno en lugar de
abrazarla? Pero Clara está ahí para apretarme la mano y sacarme de la
situación. Le sonrío en señal de agradecimiento.

Cheshire se levanta delante de nosotros, mirando entre Clara y yo.


Extiende sus manos con las puntas de las garras. Clara lo mira y él
suspira.

—Bien.

Veo cómo las garras se desvanecen para revelar unas manos


normales y hermosas.

—¿Te conviertes en un gato? —pregunto mientras deslizo mi mano en


la suya. Clara hace lo mismo en el otro lado.

Cheshire sonríe. Observo con los ojos muy abiertos cómo empezamos
a desvanecernos, el efecto escalando lentamente mis brazos. Cheshire se
transforma ante mis ojos, le sale pelo, sus ojos se vuelven a abrir como
los de un gato.

—Vaya. —Respiro, asimilándolo—. Debes ser un éxito con los


cuidadores del zoológico.

Nos desvanecemos con la risa de Cheshire resonando en mis oídos.


Traducido por Nea
Corregido por BLACKTH➰RN
Editado por Mrs. Carstairs~

Desaparecer no es para nada lo que espero. Supuse que solo


tendríamos este momento de vacío en el medio, y luego reapareceríamos
en nuestro destino. No es el caso, en absoluto. Soy capaz de ver todo el
tiempo, y tan pronto como la casa del Sombrerero se pierde de vista, el
mundo estalla en tonos azules, arremolinándose a nuestro alrededor
como un portal. Es extrañamente similar a la madriguera del Conejo
Blanco. Miro a mi derecha y veo la cara de Cheshire, pero sus ojos están
cerrados por la concentración. Clara también tiene los ojos cerrados, pero
creo que es más por las náuseas que por otra cosa. No tiene ese efecto en
mí. Tengo esa sensación de ligereza como si estuviera en una montaña
rusa que acaba de caer debajo de mí antes de que el remolino se
desvanezca y una pequeña cabaña enclavada en el bosque aparece a la
vista.

Un hombre sale tropezando al porche y se ríe, golpeando los dedos


con excitación. Le miro fijamente, esperando que su apariencia sea una
ilusión, pero no cambia. Tiene unas orejas marrones y sucias en la
cabeza, le falta la mitad de una y el resto del apéndice restante. Su carne
está plagada de agujeros y piezas perdidas, similar a la de Bandersnatch.
Hay marcas de mordeduras reveladoras a lo largo del hombro que está
expuesto con su pelaje destrozado, y frunzo el ceño ante la visión.

A lo lejos, un Bandersnatch chilla y Clara nos hace pasar al interior.


Cheshire no se mueve tan rápido, paseando por el porche como si el
peligro no estuviera esperando en los árboles. March nos sigue dentro.

—Bienvenidos, bienvenidos, bienvenidos, bienvenidos... —murmura,


y se queda sin palabras al final. Frunce el ceño como si no recordara lo
que estaba diciendo, antes de encogerse de hombros y soltar otra risita.
—¿Por qué no pudiste hacer eso antes? —le exige Clara a Cheshire
una vez que estamos dentro—. La última vez me dejaste enfrentarme sola
a Bribón. Podrías haberme llevado contigo.

Cheshire pone los ojos en blanco.

—Clara Bee, te dejé hacer el trabajo para el que fuiste profetizada.


Además, te advertí que no estoy del lado de nadie más que del mío.

Me alejo de su discusión para mirar fijamente a March. Como advirtió


Clara, no se parece en nada a lo que era fuera. Su ropa ya no está hecha
jirones, aunque todavía parece sucia y apolillada, y su piel está entera.
Lo único que le queda es la media oreja que le falta en la cabeza.

—¿Qué forma es la verdadera? —pregunto, curiosa.

March ladea la cabeza y vuelve a reírse.

—¿Qué te hace pensar que cualquiera de las dos es la verdadera? —


susurra como si estuviera soltando una gran conspiración. Luego sonríe
ampliamente, mostrando dientes afilados y comienza a cantar—. Uno
está muerto. El dos está engendrado. El tres está solo. Y el cuatro está
olvidado. —Lo repite una y otra vez mientras yo lo observo fascinado.

—Te lo dije —dice Clara, tomando mi mano—, no le hagas caso. —


Espera a que March se aleje antes de dirigirse a él—. March, Júpiter
necesita un poco de Reali-Té.

—¡Claro! Oh, por supuesto. Por supuesto. Que sea Reali-Té.

March arrastra los pies hacia lo que debe ser una zona de cocina y
empieza a verter cosas en una taza antes de machacarlas con una
cuchara.

—¿Qué es el Reali-Té? —pregunto—. ¿Y debería beberlo?

—Es seguro —responde Clara—. Bueno, tan seguro como puede ser.
Induce visiones del pasado.

—¿Lo has bebido antes?

Ella asiente.

—Una vez. —Se estremece al recordarlo—. Me temo que no es


agradable, pero voy a ayudarte a superarlo.
—¿Me hará daño? —March trae una taza de té llena de líquido rojo,
el vapor se eleva desde el contenido. No tengo ni idea de cómo lo ha
preparado tan rápido. Un leve olor a rosas y chocolate, con matices
metálicos, me llega a la cara.

—Físicamente, no. —Clara se aleja del té—. Emocionalmente,


probablemente te haga pedazos.

Suspiro ante su respuesta.

—¿Por qué nada en el País de las Maravillas puede ser seguro y


sencillo?

Clara levanta las manos en el aire.

—¡Dímelo a mí, chica! He visto alguna mierda, déjame decirte.

Lucho contra el impulso de reírme de ella, ya que March hace


bastante por los dos. Levanto la taza con cuidado y miro el contenido.
March me observa, absorta, mientras yo la detengo ante mis labios.
Cheshire se apoya en la pared opuesta, mirando a través de las cortinas
del exterior.

—Asegúrate de que la sujetas —murmura, sin volverse para


mirarnos.

Clara se acerca y espera mientras yo tomo un sorbo. El sabor es tal


como huele, chocolate y rosas y un espeso sabor metálico que me cubre
la lengua. Me termino el líquido antes de volver a dejar la taza sobre la
mesa y esperar, sin nada inmediato. Por alguna razón, mis ojos se
desvían hacia Cheshire, que por fin se gira para mirarme.

En el momento en que una sonrisa se extiende por su rostro, el


mundo estalla en tonos de rojo.

El mundo que me rodea se parece a casa. Árboles normales, ni una


seta a la vista. Hay una casita frente a mí, pintoresca, anticuada. No
parece moderna. A mi lado, se abre un portal, y salto sorprendida
mientras una niña sale disparada. La reconozco inmediatamente.

La niña rubia se levanta y se quita el vestido azul sucio antes de


apartar el pelo de sus ojos. No solo hay suciedad en su vestido, sino que
parece que hay sangre untada en él. Esos ojos son demasiado viejos para
un rostro tan joven, mientras sonríe y echa a correr hacia la casa. Ni una
sola vez se fija en mí, así que asumo que debo ser invisible para estas
visiones. No es terrible hasta ahora.

—¡Mamá! ¡Papá! —grita mientras golpea la puerta. Algo de cristal se


rompe dentro.

El mundo se arremolina a mi alrededor y me tropiezo con el cambio


inesperado. Cuando se detiene, me encuentro en el interior de un edificio
y la niña grita a todo pulmón.

Frunzo el ceño mientras un hombre y una mujer ven cómo dos


hombres se llevan a la joven Alicia.

—¡Estoy diciendo la verdad! —grita ella—. ¡Los he visto! ¡Bajé a la


madriguera del conejo!

La mujer se cubre la cara y se vuelve hacia el pecho del hombre,


dejando que él la conforte por el hecho de que su hija haya sido internada.
Y eso es exactamente lo que está sucediendo, me doy cuenta, observando
la placa en la pared con las palabras "Instituto Davis para la locura".

—¡Vi al Conejo Blanco! ¡Vi al Sombrerero! ¡Mamá! ¡Papá! ¡No me


envíen lejos! ¡Por favor!

Me duele el pecho ante las súplicas de la niña, su desesperación por


separarse de los grandes hombres que la arrastran. Lucha y grita, suplica
y araña, pero una niña de ocho años no es rival para dos hombres adultos
decididos a llevársela.

Por el rabillo del ojo, veo que algo se mueve y me vuelvo, mis ojos y
encuentro a White inmóvil en una esquina. Alicia lo ve en el mismo
momento que yo y se acerca a él.

—¡White! ¡Mira ahí! ¡Es el Conejo Blanco! ¡Véanlo! —Cuando miran y


reaccionan como si no hubiera nada, ella grita de rabia—. ¡White!
¡Sálvame! ¡Ayúdame, White!
Su rostro es solemne mientras observa la escena, ve cómo se llevan a
Alicia a través de las puertas antes de que sus gritos comiencen a
desvanecerse. Se da la vuelta y sale del edificio.

La escena cambia de nuevo y nos encontramos en el exterior, en un


cuidado jardín. Delante de mí, Alicia está atada a una silla de ruedas,
con las manos y los pies amarradas con hebillas de cuero. Ahora es
mayor, pero sigue teniendo la misma cara. Parece que es una mujer y a
la vez una niña. Lleva la cabeza afeitada, sin sus hermosos mechones
rubios. Hay una desagradable cicatriz que recorre su cuero cabelludo,
una que me hace apretar la mandíbula con rabia. No puedo estar segura
del año, pero esto no puede ser actual. Ya no se practican tales
atrocidades. Pienso en Star Corp y me corrijo; esas cosas ya no se
practican públicamente.

Alicia mira a lo lejos, con el rostro inexpresivo mientras sus labios se


mueven, murmurando en voz baja. Me inclino hacia abajo y apenas
distingo sus palabras.

—Sombrerero... White... Cheshire... Alex... Sombrerero...

Incluso después de todo lo que ha pasado, sigue susurrando sus


nombres, como si el manicomio no pudiera quitárselos. De repente, me
duele el pecho por la niña que tengo delante. A nadie se le debería hacer
pasar por semejantes horrores.

De repente, Alicia deja de murmurar y sus ojos se dirigen a algo que


está detrás de mí. Me giro y me encuentro con los ojos de mi Conejo. Está
sentado en un banco, aparentemente invisible para todos menos para
Alicia. Parece triste, insoportablemente triste, mientras observa el
aspecto de Alicia. Mira su reloj y suspira.

Alicia empieza a gritar su ira y su traición. Me tapo los oídos con la


mano ante el fuerte y penetrante sonido, apretando los dientes. Ninguna
mujer normal debería hacer un sonido como ese. White se levanta y se
aleja justo cuando las enfermeras rodean a la adolescente.

La escena cambia violentamente esta vez, como si reaccionaran a la


ira de Alicia. Volvemos al interior de un edificio, con las paredes blancas
y acolchadas. En la esquina está sentada Alicia. Vuelve a tener el pelo
largo, aunque esté sucio y despeinado. Es mayor, de unos treinta años,
y lleva una camisa de fuerza. Se ríe y murmura las mismas palabras que
le oí susurrar en la última visión.
—Sombrerero... White... Cheshire... Alex...

Sea lo que sea lo que le haya pasado, ya no parece del todo ahí. Hay
una sonrisa malvada en su cara cada vez que se ríe, y puedo decir que es
demasiado tarde para que ella pueda salvarse en este momento. Su cara
contiene toda la ira y el resentimiento que ha llevado durante la mayor
parte de su vida.

La puerta se abre detrás de mí y me vuelvo, esperando a White de


nuevo. En su lugar, entra un hombre apuesto, vestido con una bata de
laboratorio. Tiene un aspecto de estrella de cine, su pelo perfectamente
peinado hacia atrás, sus hombros fuertes.

—Sra. Liddell, soy el doctor Blatherskite. —Incluso su voz es profunda


y suave, y giro la cabeza hacia un lado para estudiarlo mejor. Hay algo
en él que parece fuera de lugar, pero no puedo ubicar lo que es.

La puerta se cierra tras él y se sienta con las piernas cruzadas en el


suelo frente a Alicia. Ninguna otra enfermera o asistente entra con él.
Levanto la ceja. Nunca he visto a nadie tan relajado alrededor de Alicia
en las visiones, ni he visto a alguien sentarse para estar a su nivel.

Alicia suelta una risita, esa sonrisa incómoda ahora dirigida a él.

—Sombrerero... White... Cheshire... Alex... —le dice.

—Estoy muy interesado en su estado, en las alucinaciones que su


expediente menciona.

Su ojo se estremece. La siguiente vez que repite los nombres, su voz


es fuerte y segura.

—Sombrerero. White. Cheshire. Alex.

—Exactamente —responde el doctor, asintiendo con la cabeza—. Creo


que ha visto a estas personas, estas criaturas. No creo que sean
alucinaciones en absoluto. —Alicia deja de mecerse y se concentra
completamente en él—. ¿Qué dirías si te pidiera que me lleves allí?

Alicia sacude la cabeza violentamente.

—Es impos...

No le sale la palabra, pero parece que el doctor y yo la entendemos.


Es imposible llegar al País de las Maravillas.
El doctor sonríe. Levanta la mano para acariciar su cara. Ella se
inclina hacia el contacto físico, la niña que ha vivido su vida en un
manicomio.

—¿Lo es, Alicia? —le pregunta con ternura.

La escena cambia tan bruscamente que me tropiezo y cierro los ojos


de golpe para combatir las náuseas en el estómago. Cuando los abro de
nuevo, es para ver los vibrantes colores del País de las Maravillas.
Inmediatamente, me doy cuenta de que no estoy sola, y de que no está
nada tranquilo. Las criaturas llenan el jardín en el que me encuentro, los
arbustos tallados en creaciones grotescas. Uno de ellos parece una Alicia
que sostiene una cabeza cortada. Otro parece una especie de bestia
aterradora.

Las criaturas y las personas forman un anillo del que salen gruñidos
de dolor y provienen gritos de agonía. Frente a mí, Alicia está sentada en
un alto trono, vestida con un traje rojo sangre. Su pelo está perfectamente
peinado, con una brillante corona roja en la cabeza. Su piel es tan pálida
que parecería un fantasma si no fuera por sus ojos negros y puros. Se ha
ido la niña. En su lugar, se encuentra un monstruo.

Alicia sonríe ante un grito particularmente fuerte del círculo, su mano


se extiende hacia un hombre que está a su lado. Doy un paso atrás al
estudiarlo más de cerca. Él habría sido guapo una vez. Si no fuera por
las rosas que crecen donde la mitad de su cara, estoy segura de que aún
lo sería.

—¿No es glorioso, Bribón? —le pregunta Alicia.

—Sí, mi Reina —responde el Bribón sin dudar, casi robóticamente.


Alicia se ríe y pasa su mano por el hombro del hombre. No puedo estar
segura, pero creo que veo que el ojo que le queda se mueve al tocarlo.

Al otro lado de Alicia se encuentra White, con las manos en la espalda


en una posición relajada. Arrugo el ceño al verlo. Parece relajado, pero
cuando miro más de cerca, los músculos de su cuello están tensos, como
si estuviera luchando por contenerse o como si algo lo retuviera.

Alicia le echa un vistazo y sonríe ante la visión, complacida con lo que


sea que vea allí. Cuando llega otro grito desde el ring, me doy la vuelta y
me abro paso a través de la multitud, sospechando lo que voy a
encontrar. Cuando consigo una buena vista del ring, lucho contra el
vómito en mi garganta.
Doe está atada en el centro en su forma de pájaro. Todavía tiene la
mitad de sus plumas, y puedo ver la belleza que una vez fueron antes de
que Alicia las tomara. Las criaturas se turnan para arrancar las plumas
de su piel y cada vez grita en agonía absoluta, como si muriera con cada
una que le quitan. Las lágrimas brotan de mis ojos mientras ella pide
clemencia, mientras lucha contra las ataduras que la sujetan.

Me vuelvo hacia White, que sigue atento junto a Alicia. Ella se inclina
y le pasa un dedo por la oreja. La violencia susurra en mis venas al
contacto, y me acerco a ellos.

—¿No es ésta la tortura perfecta? —le pregunta ella, con su uña


rozando el pelaje—. Mirar mientras tu amiga agoniza, mientras no hay
nada que puedas hacer para detenerlo. —Él no responde, y ella envuelve
su mano alrededor de su oreja tan fuerte que él se estremece—. Te he
hecho una pregunta —gruñe. White se mantiene obstinadamente en
silencio, luchando contra cualquier compulsión que ella tenga sobre él
para permanecer así—. Muy bien, White. Si no hablas, te haré gritar.

Le tira tan fuerte de la oreja que se la arranca. Grito en el mismo


momento en que los bramidos de White llenan la arena. Cae al suelo, con
la mano sujeta alrededor del muñón que le queda. Me precipito hacia
delante e intento ponerme entre la Reina Roja y White. Pero esto es el
pasado, no el presente. El pie de Alicia me atraviesa mientras patea a
White hacia el círculo de criaturas. Todas ellas se quedan silencio cuando
se detiene junto a Doe.

—Tómenlo —ordena Alicia.

Me alejo a trompicones, con la mano agarrándose al pecho por los


sonidos que llenan el aire. La sangre. No puedo quitarme la sangre de la
cabeza. No puedo respirar, y mientras los lamentos de White llenan el
aire, me dan arcadas.

La escena se aleja, y esta vez tengo miedo de mirar y ver la visión.

Pero necesito conocer todos los hechos, así que me giro a


regañadientes y contemplo la opulenta habitación en la que me
encuentro. Está amueblada con lujo, cortinas de terciopelo colgando de
la ventana, ropa de cama indulgente cubriendo una cama con dosel. Las
paredes y el suelo son de piedra.

Alicia está sentada frente a un espejo, mirando su reflejo. Se tira de


un mechón de pelo sobre la cicatriz que aún asoma entre los mechones,
una calva que lucha por cubrir. Su vestido es más informal, se parece
más a un vestido de noche que a cualquier otra cosa que le he visto llevar.
Es transparente y deja ver sus curvas debajo de él.

Un hombre sale de la nada y le pasa suavemente las manos por los


hombros. Mis ojos se abren de golpe al reconocer el mismo rostro de
estrella de cine, la misma voz cuando se inclina hacia el oído de Alicia.

—Estás preciosa, mi Reina —le susurra el médico del manicomio.

Se inclina y le da un beso en la mejilla. Alicia se deleita con el beso,


cerrando los ojos como para saborearlo. Cuando él se retira, ella se
levanta y le rodea el cuello con sus brazos, antes de ponerse de puntillas
y besar sus labios furiosamente. El hombre los hace retroceder hacia la
cama hasta que se extienden juntos sobre ella, Alicia a horcajadas sobre
su cintura. Veo cómo empiezan a brillar, la energía que se arremolina a
su alrededor a medida que se vuelven más íntimos.

Alicia se separa y comienza a besar el pecho desnudo del hombre, y


por primera vez noto un tatuaje grabado en su piel. Parece una especie
de criatura de dragón que envuelve su cuerpo, la cabeza en el pectoral.
No es algo que reconozca, y lo guardo en mi memoria para más tarde.

—Toma de mí —gime el hombre mientras Alicia pasa su lengua por el


tatuaje—. Alimenta tu poder.

Alicia gime mientras el brillo se intensifica y comienza a fluir hacia su


cuerpo. Ella acaricia con una mano la cara del doctor, la adoración es
clara en la suya.

—Mi precioso Jabberwocky —susurra ella, justo antes de morderle en


el cuello.

Salgo despedida hacia atrás de la visión.


Traducido por m_Crosswalker
Corregido por Jeivi37
Editado por Mrs. Carstairs~

Vuelvo en mí, tratando de tomar aire y me siento donde estoy en el


suelo. Mi piel está cubierta de sudor y miro a Clara que está sentada
detrás de mí, donde ha estado sosteniéndome en su regazo. ¿Cuándo
diablos terminé en el piso? Toco la parte de atrás de mi cabeza y hago
una mueca cuando siento un chichón ahí.

—Lo siento —murmura Clara—. Te sacudiste violentamente en un


momento y no pude atraparte antes de caer.

Sus ojos se dirigen a Cheshire que está parado en la ventana, dejando


claro que está furiosa porque él no ayudó.

March está sentado en la mesa, sirviendo té de una taza hacia otra,


una y otra vez. Mi cabeza gira mientras trato de levantarme y me aprieto
la nuca para detener la sensación.

—Respira profundo —me insta Clara, frotando mi espalda para


confortarme—. Encuentra algo para centrarte y concéntrate en ello.

Lo primero en lo que se fijan mis ojos es en la cola de Cheshire,


lentamente moviéndose de un lado a otro. Observo el pelaje azul y gris
moverse, me concentro en ello hasta que comienza a disminuir el efecto
borroso. Cheshire no hace comentarios cuando se da cuenta de en qué
me estoy fijando y le estoy agradecida por ello. Espero completamente
que se comporte como un idiota respecto a ello.

Finalmente, mi corazón se ralentiza lo suficiente para que pueda


calmarme. Paso mi mano por mi cabello, dándome cuenta de que está
suelto y regado alrededor de mis hombros.
—¿Qué viste? —pregunta Clara gentilmente. Está mirándome de
cerca, como si esperara que entre en pánico en cualquier momento.
Debería estarlo, pero tengo una misión y si algo puede evitar que entre
en pánico, es un desafío.

Estoy mirando a la pared, tratando de encontrar las palabras para


describir las visiones, cuando un alarido de Bandersnatch perfora el aire.
Me encojo, un ligero dolor en mi oído me permite saber cuán cerca están.

—Necesito algo de tiempo para pensar —le respondo a Clara.

Ella asiente y aprieta mi mano antes de pararse. Me ayuda a


levantarme. Mis piernas se sienten como gelatina y me toma un momento
estabilizarme.

—Cheshire, deberíamos irnos antes de que llegue la Reina Roja —le


dice Clara, quitándose el polvo de las manos.

—¿Ella está viniendo? —No puedo evitar el tono de alarma en mi voz.


No estoy preparada para enfrentarme a ella aún.

—Descubrimos que tiene algún tipo de encantamiento en la cabaña


de March —explica Clara—. Si alguien que no sea él entra, suena una
alarma. No lo sabíamos cuando yo vine aquí y casi morimos por ello.

—Tenemos que regresar al porche y necesitamos ser rápidos —


murmura Cheshire, dejando la cortina por la que había estado mirando
de vuelta en su lugar. Asiente hacia March mientras le pasa por al lado,
atravesando la puerta.

—Gracias, March —le dice Clara. Repito el gesto.

March resopla y toma un sorbo de té.

—No pierdan sus cabezas —dice—, o de lo contrario terminarán


muertos. —March se repite las palabras a sí mismo y entonces fluye en
un ataque de risas.

Cuando nos paramos fuera, los alaridos del Bandersnatch se


escuchan más cerca. Ninguno de nosotros habla mientras Cheshire nos
ofrece manos con garras de nuevo. Ni Clara ni yo lo mencionamos y
cuando pongo mi mano en la suya, es tan gentil que ni una sola garra se
clava en mi piel.
Aparecimos de nuevo en el porche del Sombrerero minutos antes de
que el último grito del Bandersnatch se desvaneciera. Tan pronto como
nos solidificamos, el Sombrerero levanta a Clara en un abrazo
desesperado y se la lleva. Cheshire suelta mi mano como si la quemara.

—Me estaba volviendo loco sin ti —gruñe y entierra la cabeza en el


pelo de ella.

—No estuvimos lejos mucho tiempo —dice ella, abrazándolo tan


fuerte como él.

—Te fuiste por demasiado, me sentí muy desolado —canta.

Aparto la mirada de la pareja para darles privacidad. Es un momento


por el que me siento mal de presenciar, como si fuera su momento y solo
suyo. Cuando me giro, mis ojos aterrizan en Cheshire. Está mirando a
Clara y al Sombrerero con profundo deseo, me hace sentir dolor por él.
Cuando se da cuenta de que lo estoy mirando desde donde estoy en el
porche, parpadea y devuelve su máscara usual a su lugar, la indiferencia
firme y concentrada. Se aleja y se reclina en la silla de la que se había
adueñado antes de irnos.

—¿Qué está mal, Entrepierna Fogosa? —pregunta.

Ni siquiera le doy una respuesta digna. Saco uno de los cuchillos


pequeños con los que me suplió el Sombrerero y lo arrojo en su dirección.
Mi puntería no es buena porque no me tomo mi tiempo para alinearme.
Regla número uno de mis clases: siempre tómate el tiempo para apuntar
si es posible o te podría costar la vida. Pero no tengo planeado lastimar a
Cheshire. Vuela en dirección a su estómago, pero justo antes de que
pueda golpearlo, lo agarra como si fuera solo un insecto y comienza a
sacudirlo entre sus dedos. Él sonríe ampliamente.

—Llegan justo a tiempo para el té —anuncia el Sombrerero, abriendo


la puerta para entrar.

Cheshire frunce el ceño ante la mención del té.

—¿Los Tweedles siguen ahí? —pregunta.


El Sombrerero asiente y Cheshire le frunce el ceño en respuesta.

—Vamos Júpiter. Es hora de tu primera fiesta del té —dice Clara,


tomando mi mano y llevándome hacia la casa. Inmediatamente parpadeo
hacia el interior. Es desquiciante, como si de algún modo estuviera
inclinado a un lado y estuviera perfectamente alineado al mismo tiempo.

—Te acostumbras a ello. —Clara tira de mí hacia la izquierda por las


puertas dobles.

—¿Tienes papel y lápiz? —pregunto, notando a las otras criaturas que


ya están sentadas en la mesa. Hay un hombre con unos cuernos de alce
preciosos junto a una mujer con un rostro como el de un ciervo. Ambos
asienten hacia mí en reconocimiento antes de susurrar entre ellos. La
mesa está casi llena y miro con asombro a algunos extraños, como un
hombre con rostro de pez y algo que luce como una mezcla entre un
escarabajo gigante y una lagartija. No puedo decir si es hombre o mujer,
pero se ríe alegre a mi paso.

—Tengo una libreta en mi asiento —responde Clara. Nota que estoy


observando a las criaturas—. Es difícil en un inicio, pero terminas
acostumbrándote a ello. El Sombrerero y yo le damos la bienvenida a
todos en nuestra mesa antes de que él los guíe al Más Allá.

—¿Puedes decirme más al respecto cuando complete mi parte de la


profecía?

—Por supuesto, será agradable tener a alguien para hablar, sobre


todo. —Clara mira al Sombrero—. Aún tengo muchas cosas sobre las que
necesito hablar. Quizás puedas responder algunas de mis preguntas
sobre White, también.

No le respondo. No estoy segura si hay algo que pueda decirle sobre


White, no que me sienta cómoda discutiendo. Hay mucho que siento que
solo es entre nosotros, pero es agradable tener una amiga que entienda
qué es lo que pasa y con la que pueda hablar.

Las historias sobre la mesa del Sombrerero estaban en lo cierto. Está


completamente llena con platos que no combinan, repletos de panes,
pastelitos y comidas extrañas que no puedo nombrar. Hay jarras llenas
con té de varios colores. Todo varía de nuevo a viejo, incluso las sillas que
mantienen la temática dispareja, pero la mesa parece lo suficientemente
resistente.
Caminamos hasta el final de la mesa, Clara hace señas a un asiento
junto a ella mientras se sienta en una de las sillas que lucen como tronos
a la cabecera. El Sombrerero se sienta en la que está junto a ella e
inmediatamente entrelaza la mano con la suya.

—¡Festín! —le dice el Sombrerero a todos y la mesa se llena con los


sonidos de sorbidos y mordiscos.

No presto atención. Clara me pasa un cuaderno e inmediatamente lo


abro y comienzo a garabatear. Necesito ver todo lo que he enumerado en
papel.

El doctor del asilo es un Jabberwocky.

Él está proveyendo de algún modo a Alicia con energía para


sus poderes y ella lo absorbe.

La cuerda alrededor del cuello de Doe amortigua su magia.

White sabía que Alicia estaba siendo torturada en un asilo y


fue dejada allí.

Me quedo leyendo el último hecho, perdida en mis pensamientos,


cuando Cheshire cae en el asiento junto a mí. Comienza a servirse algo
de té. Cuando me lo ofrece, agito mi cabeza en negación, recordando la
advertencia de White.

—¡Oh! Júpiter, la tetera azul es segura para que bebas de ella —


menciona Clara—. Y estos pasteles también son seguros. No toques nada
más a no ser que quieras emborracharte. —Ella observa a Cheshire
mientras él toma un sorbo del té que trató de ofrecerme, nada más y nada
menos que en una tetera negra, y él sonríe ampliamente.

—Los Tweedles —me dice, señalando a dos personas que entraban a


la sala de té.

Me congelo cuando los veo, mis ojos abriéndose mucho, debo lucir
como si hubiera visto un fantasma. Cada uno se mueve en una
sincronización tan cómoda con el otro que hace que se muevan como uno
solo. El de la izquierda es obviamente un hombre, su amplio pecho
cubierto con una armadura de escamas de dragón que brilla bajo la tenue
luz. Su rostro es atractivo pero desconcertante, la fuerte mandíbula
dando paso a severos cuernos curvos envueltos alrededor de su cabeza
donde deberían estar las orejas. La de la derecha es una mujer, con una
armadura similar a la del que asumo es su hermano. Sus labios estaban
pintados de rojo sangre, pero no puedo ver sus ojos. Donde debían estar,
una placa sale formando un par de cuernos a juego en su cabeza. Sus
sayas brillan con movimiento mientras entran a la habitación y
entrecierro mis ojos para ver qué es.

—Son escarabajos —me responde Cheshire—. Los cabrones son raros


en lo que respecta a los escarabajos.

Arrugo mi nariz hacia él incluso mientras no puedo quitar mis ojos


del par que se sentó en el medio de la mesa. Todas las criaturas a su
alrededor se mueven incómodas.

—No te preocupes —me dice Clara—, hicimos un trato, no pueden


herirte.

—¿Lo harían si no hubiera tal acuerdo?

Ella asiente.

—Sí, lo harían. Los he visto en acción. No te metas con ellos y no les


des la espalda.

—¡Oigan, Tweedle Dumb cabrones! —grita Cheshire por la mesa.


Clara suspira y agita la cabeza. La mujer del par gira su cabeza hacia el
otro. El hombre luce molesto, su rostro arrugado, pero la mano de la
mujer en su hombro lo mantiene en su sitio.

—¿Tweedledee y Tweedledum? —pregunto, porque ¿quién más podría


ser? Son tan diferentes de lo que esperaba que ni siquiera puedo
comprenderlo. Clara asiente—. ¿Qué son?

—Un dolor en el trasero —responde Cheshire—, sin embargo, son


buenos en una pelea.

—Piensa en ellos como Djinn —dice Clara, sus ojos desviándose hacia
una marca en su muñeca.
—¿Qué aprendiste de la Liebre de Marzo? ¿Qué información sacaste
de allá? —interviene el Sombrerero, moviéndose en su asiento.

Clara pone su mano en la de él y le sonríe antes de mirarme


expectante.

Comienzo una descripción de las visiones, concentrándome en el


Jabberwocky. Siento como si ahí estuviera la respuesta de mi misión,
dado que mi objetivo es quitarle la inmortalidad a la Reina o la esencia
de su fuente de poder. ¿Tendría que derrotar yo misma al Jabberwocky?
No estoy segura.

El Sombrerero y Cheshire se tensan ante la mención del


Jabberwocky.

—¿Estás segura? —pregunta el Sombrerero.

—Descríbelo. —Cheshire me observa expectante.

—Es bien parecido, mandíbula fuerte, cabello rubio. Tiene algún tipo
de tatuaje de dragón que corre por su pecho. Estaba en el asilo y luego
en el País de las Maravillas.

Cheshire maldice a la misma vez que el Sombrerero tose y comienza


a revolver su taza. Clara mira entre nosotros, frunciendo el ceño.

—¿Es malo?

—Es jodidamente terrible —dice Cheshire, golpeando en la mesa con


su puño. Los platos traquetean y todas las criaturas levantan la mirada—
. La descripción no me suena, pero el tatuaje significa que es
definitivamente un Jabberwocky.

—Concuerdo. No lo conozco. —El Sombrerero revuelve el té más


violentamente.

—¿Hay más de un Jabberwocky? —pregunto.

—No debería haber ninguno —gruñe el Sombrerero—. Fueron


eliminados siglos atrás y por una buena razón. Buscan el poder y
aparentemente este lo encontró en Alicia. Está usándola para matar al
País de las Maravillas, y dado que ella desea exactamente eso, es la razón
por la que están teniendo éxito.
—Sin duda él es el motivo por el cual no puedo atacar a la Reina Roja
—sisea Cheshire—. No he sido capaz de acercarme lo suficiente a ella,
algo retiene mis poderes.

Miro con duda hacia Cheshire, pero probablemente este no es el


momento para preguntarle cuál es su papel en el País de las Maravillas.
Si el Sombrerero es el Guardián de la Muerte y White es el Guardián del
Tiempo, Cheshire debe ser algo de igual importancia para ser el Tercer
Hijo.

Cuando les cuento de las visiones omito a White en el asilo y que


sabía que Alicia estaba allí. Por algún motivo, algo susurra en mi mente
que lo deje hasta que pueda hablar con White. Mi corazón duele cada vez
que pienso en él estando en las garras de Alicia, en lo que podría estar
haciéndole. Lo ha tenido demasiado tiempo ya. Y después de las visiones
que tuve, sé que ella puede hacer muchas cosas horribles.

Continúo diciéndoles cómo llegamos a estar en el País de las


Maravillas. Clara se pone pálida cuando menciono las Tierras Oscuras y
la Tormenta de Quimeras. Aparentemente nunca había oído de ninguna.
Odiaba ser la portadora de malas noticias, pero el País de las Maravillas
no es el único lugar horroroso. Cuando finalmente saco a relucir el cable
que habíamos tomado del cuello de Doe, el Sombrerero se tensa y se
sienta derecho.

—¿El pájaro Dodo? —pregunta asombrado—. ¿Liberaron al pájaro


Dodo?

Asiento.

—Ella estará aquí mañana, creo. Hizo una parada para encontrarse
con el Flamenco.

El Sombrerero aplaude con emoción.

—¡Son noticias emocionantes! ¡Oh, cómo he extrañado a Doe! Y


consiguió ver a su Flamenco.

—Huevos frescos —dice Cheshire relamiéndose los labios.

Frunzo los míos hacia él.

—No lo harías.
Gruñe e introduce un poco de tarta dulce en su boca.

Me giro hacia Clara y el Sombrerero.

—La cuerda de Doe bloqueaba lo que sea que fuera la magia que usa
para transformarse. Una vez que la removimos, fue liberada para hacer
lo que quisiera. ¿Y si pudiéramos usar algo parecido para bloquear la
magia del Jabberwocky que alimenta a Alicia? ¿Hacerle imposible que
absorba su poder?

El Sombrerero toca sus labios y se encuentra con los ojos de Cheshire.


Ambos parecen llegar a un acuerdo antes de que hable Cheshire.

—Eso llevaría un encantamiento.

Lo sé desde que Doe llamaba a la cuerda un encantamiento para


empezar, pero por el modo en que hablan de él, parecer que es difícil de
quitar.

—¿Pueden no hacer un encantamiento?

—No, no tenemos esa clase de poder. Muy pocos lo hacen.

—¿Puede alguien de aquí hacerlo?

Cada ojo en la habitación mira hacia los Tweedles cuando


delicadamente sorben su té. Tweedledee, la hembra, inclina su cabeza y
sonríe.

—¿Quieres hacer un trato, Hija del Fuego?


Traducido por Malva Loss
Corregido por ♡Herondale♡
Editado por Mrs. Carstairs~

Veo intensamente al dúo, tratando de descifrarlos.

—Así que, como Djinn, ¿eh? —le pregunto a Clara.

—Eso tendría más sentido, si es lo que realmente son. Debes tener


mucho cuidado cuando haces un trato con ellos, Júpiter. Les gusta
encontrar lagunas y explotarlas.

Me río.

—Entonces, exactamente como un Djinn. No hay problema. De


acuerdo. —Me vuelvo hacia los Tweedles y me encuentro con los
inquietantes ojos de Tweedledum—. ¿Qué estás ofreciendo?

—Un encantamiento —dice Dum.

—Uno fuerte —añade Dee.

—Que bloqueará la magia de la Reina Roja —termina Dum.

Se me pone la piel de gallina en los brazos ante su calmada alteridad.


A Neptuno le habrían gustado. Siempre le gustaron las cosas raras o los
sentimientos extraños, siempre perdida en libros sobre otros mundos.
Aunque, eso fue antes de que descubriera la otredad en las drogas.

—Te acostumbras —me dice Clara. Realmente lo dudo mucho. No


creo que alguna vez vaya a superar su forma de hablar.

—¿Se ofrecen también para preparar el encantamiento, así lo único


que yo tendría que hacer es lanzárselo a la Reina Roja?
Dee sonríe.

—Inteligente, Niña de Fuego.

—No —dice Dum—, nosotros proporcionaremos solamente la lista de


ingredientes.

—Y las instrucciones.

—No nos necesitarás para mezclarlo.

—¿Y este encantamiento atará a la Reina Roja para que no pueda


absorber el poder del Jabberwocky? —Me aseguro de hacer todas las
preguntas, y ser muy clara.

—Sí —responden al unísono antes de que Dee hable sola—. Pero eso
no le impedirá tomar el poder por otros medios.

—Sangre —aclara el Sombrerero—. Están hablando de ella tomando


poder a través de la sangre.

—¿Cómo voy a lanzarle el encantamiento a Alicia? —pregunto a los


Tweedles.

—Eso depende de ti —responde Dum.

—Pero debes acercarte. —Dee sonríe.

—Tenía que haber un, pero… —murmuro—. ¿Y qué pides a cambio?

Los Tweedles inclinan sus cabezas y todo se tensan. Ellos se


comunican sin hablar, y yo los observo fascinada. Cuando se separan,
contengo la respiración. No sé qué haré si me piden a mi primogénito.
Desde luego, no podría aceptar ese trato.

—Un mechón de cabello —dicen los dos.

Arrugo la frente, desconcertada.

—¿Eso es todo? ¿Solo un mechón de cabello?

—Aquellos que llevan fuego en las venas —dice Dee.

—Tienen poderes que no entienden. —Dum inclina la cabeza hacia


Dee.
—¿No me harás daño? ¿O a cualquier otro que considere amigo?

—Solo queremos el cabello —sisea Dum.

—Sí, el cabello. —No puedo ver los ojos de Dee, pero parece
positivamente emocionada, y eso hace que me detenga. Por la razón que
sea, están ansiosos por conseguir un mechón de mi cabello. Eso no puede
ser nada bueno.

Volteo hacia el Sombrerero y Clara. Cheshire sigue masticando


comida.

—¿Eso es una buena idea? —pregunto.

—No —responde inmediatamente el Sombrerero—. Pero si la visión


que tuviste es cierta, no tenemos muchas opciones.

—La mayoría de los que son capaces de hacer un encantamiento


están muertos —añade Cheshire—. Alicia los mandó matar.

—Los Tweedles son los únicos con los que tenemos contacto. —El
Sombrerero mira fijamente la taza de té que tenemos delante—. A White
no le gustará que pongamos a su amiga en peligro —le dice a Clara.

—White tendrá que superarlo —interrumpo—. Estoy cumpliendo con


lo que se necesita de mí, y no voy a dejar a White en sus manos.

Clara me sonríe.

—Sabía que me ibas a agradar.

Le devuelvo la sonrisa y suelto un suspiro.

—Así que no hay elección. Tengo que preparar algún tipo de


encantamiento mágico, acercarme lo suficiente a la Reina Roja para
ponérselo, y salvar a White. Nada del otro mundo. —Clara y yo
compartimos una mirada de comprensión, y me doy cuenta de que ella
pasó por todo esto cuando vino por primera vez al País de las Maravillas,
excepto que tuvo que hacerlo sola. Estoy tan agradecido de que esté aquí.
Volteo nuevamente hacia los Tweedles—. A cambio de un mechón de mi
cabello, me darán toda la información y ayuda necesarias para colocar
un encantamiento en la Reina Roja que le impida absorber el poder de
Jabberwocky. Y no me dañarán de ninguna manera ahora, en el futuro o
a través de medios externos.
—Ahora di: “Haré este trato” —susurra Clara.

—Haré este trato.

Dee asiente con la cabeza, y yo grito de sorpresa cuando un intenso


ardor se extiende a lo largo de mi muñeca. Cuando miro abajo, un
símbolo con la forma de sus cuernos aparece en mi piel. Clara levanta su
propia muñeca, con un símbolo igual grabado en su piel.

—Ahora somos gemelas —dice. No parece emocionada por ello. En


todo caso su voz es solemne.

—Coge tu bolígrafo —ordena Dee.

—Anota esto. —Dum sonríe.


Traducido por ~Kvothe
Corregido por Jeivi37
Editado por Mrs. Carstairs~

Cabello de un Bandersnatch

Pluma de un pájaro Dodo

Flor parlante de no tres días de edad

Gota de té de la tetera del Sombrerero

Gota de sangre de un Hijo del País de las Maravillas

Memoria de Alicia

Humo de la Narguile de la Oruga Azul

Miro fijamente los ingredientes con incredulidad sin tener idea de


cómo obtener la mayoría de ellos. Y luego las instrucciones son aún más
extrañas.

Mezcle todo menos la pluma dentro de un frasco robado de las paredes


del castillo. Agitar hacia atrás y boca abajo para un mínimo de un viento
fuerte. Párese al sol hasta que la mezcla se vuelva azul con luto. Deje caer
la pluma y gire en el sentido de las agujas del reloj y en sentido contrario.
Remoje un cordón dentro de la mezcla. Ate el cordón contra la piel de Alicia.

—¿Cómo demonios se supone que debo hacer todo esto? —le


pregunto a Clara mientras se inclina sobre mi hombro y lee los
ingredientes.
—Me gana. Estoy tan contenta de no tener que hacer todo esto. La
química no es mi fuerte. —Señala algunos ingredientes—. La gota de té
es fácil. Así como la gota de sangre. El Sombrerero lo suministrará.

—¿No podría Cheshire?

Clara me levanta una ceja.

—Lo dudo. No es el más complaciente en caso de que no te hayas


dado cuenta.

No digo el pensamiento que pasa por mi mente, de que si Clara


preguntara, no tengo ninguna duda de que Cheshire la proporcionaría.
Se quejaría y fingiría que no lo haría, pero en el momento en que Clara
pareciera molesta, se pincharía el dedo. Cheshire tiene debilidad por la
primera de la tríada, aunque nadie más parece notarlo. Se han convertido
en algo así como amigos, aunque Cheshire probablemente también lo
impugnaría.

—¿Cómo obtendremos un recuerdo de Alicia?

—Eso saldrá de tu cabeza —responde el Sombrerero desde su lugar


en la mesa. Está revolviendo una tetera frente a él, preparando su té para
el encantamiento.

—Eso suena doloroso —comento, arrugando mi cara de


preocupación.

—Para nada. No sentirás nada. Un mechón de tu cabello sostiene el


anillo de la memoria

Clara le sonríe mientras se enfoca intensamente en el líquido de su


tetera.

—Parece que voy a quedarme calva después de esto si todos quieren


mi cabello —murmuro.

—Tengo un frasco de humo de Absalom en mi habitación —comenta


Cheshire mientras entra en la habitación.

—¿Cómo conseguiste eso? —Sombrerero posa su atención sobre el


hombre sonriente.

—No te gustaría saberlo.


Clara pone los ojos en blanco y vuelve a centrarse en la lista.

—Tengo un pelo del Bandersnatch —susurra—. Se aferró a mi ropa


cuando nos persiguieron. Lo guardé por alguna razón desconocida, pero
ahora creo que el País de las Maravillas me lo estaba diciendo.

—Perfecto. Entonces, todo lo que necesitamos es la flor parlante y la


pluma de un pájaro Dodo. —Frunzo el ceño, recordando la visión de Doe
desnudándose de las plumas. No me gusta que tenga que pedirle una
pluma, no después de que haya perdido tantas. No quiero causarle más
dolor, pero no tenemos otra opción.

Clara mira a Cheshire donde está sentado, con los pies apoyados
sobre la mesa.

—Chesh, ¿crees que puedes conseguirnos una flor que no tenga tres
días?

—No. —Toma un sorbo de té, mirando a Clara con un brillo en el ojo.

—¿Por favor?

—Aun así, no.

Suspira y se pone las manos en las caderas.

—Bueno, supongo que tendré que ir a buscarla yo misma.


Sombrerero, volveré pronto.

Los ojos de Cheshire se fijan en el Sombrerero, que ni siquiera levanta


la vista de su tetera.

—Clara Bee, vuelve a mí. Asegúrate de vigilar a dónde ir.

—¿La vas a dejar ir sola? —pregunta Cheshire, dejando caer los pies
al suelo.

Clara comienza a moverse hacia la puerta.

—Clara puede manejarse —responde el Sombrerero, todavía


revolviendo, siempre revolviendo.

—¡Volveré pronto! —grita Clara, una pequeña sonrisa en su rostro.


Los ojos de Cheshire se lanzan hacia ella cuando abre la puerta del salón
de té. Se dispara sobre sus pies.
—¡Espera! Iré. Simplemente, quédate aquí —gruñe.

La cara de Clara se transforma en alegría cuando Cheshire se


desvanece, con el ceño fruncido en la cara. Ella aplaude.

—Sabía que eso funcionaría. ¿No te dije que funcionaría?

Sombrerero asiente con la cabeza, una pequeña sonrisa en su rostro


mientras observa la emoción de Clara.

—De hecho, fue así, mi Clara Bee.

Me río de su intercambio y miro hacia abajo en la lista.

—Entonces, ¿qué pasa con la parte de mezcla? Nunca he oído hablar


de algo como esto.

—Eso es para que lo descifres, Júpiter. Debes ser tú. —Sombrerero


termina su té y recoge una gota en un frasco antes de pasármelo—. Los
tweedles fueron muy claros. Debes ser tú la que lo mezcle. Te
impregnaron de sus poderes.

—Y parecen pensar que tienes algo propio —agrega Clara.

Me estremezco ante el recuerdo de los Tweedles caminando hacia mí


y posando sus manos en mis hombros. No había sentido mucho más que
un ligero calor. Sin embargo, había visto sus escarabajos y estoy
intrigada. Si no estuviera tan segura de que me matarían por ello, me
acercaría a estudiarlos. Tengo mucha curiosidad por saber cómo los
escarabajos se quedan en sus faldas y no vuelan. Justo antes de que se
movieran, Tweedledee había cortado un mechón de mi cabello y se lo
había llevado con ellos. Ahora tengo un pequeño trozo de cabello más
corto que todos los demás.

—No entiendo por qué pensarían eso —murmuro.

—No sirve de nada preocuparse por eso ahora —interviene


Sombrerero—. Deberíamos retirarnos. —Sus ojos se vuelven hacia Clara,
y comparten una mirada que me hace girar inmediatamente la cabeza. El
fuego en sus ojos me hace sentir como si estuviera viendo algo que no
debería, como si me estuviera entrometiendo en un momento privado. Lo
hacen mucho.
—Puedes quedarte en la habitación de White. —Clara hace un gesto
hacia el pasillo—. Solo piensa en White mientras caminas y mantenlo en
tu mente. La casa te mostrará el camino. —Levanto la ceja—. No
preguntes. No tengo idea de cómo funciona.

Me río y me paro, recogiendo los suministros y caminando desde la


habitación, dejando a la extraña pareja en sus propios asuntos. Estoy
segura de que no quiero estar cerca de ellos cuando comiencen a
manosearse entre sí. Y solo me recuerdan a White y al hecho de que no
está aquí.

Mantengo la cara de White en mi mente mientras camino por los


retorcidos pasillos de la casa. Podría perderme fácilmente si Clara no me
hubiera advertido que mantuviera a White en mi mente. Después de unos
minutos, llego a una puerta cerrada con un motivo de un reloj. La puerta
se abre de par en par para mí cuando la empujo, y entro en una
habitación que huele a naturaleza salvaje y vainilla, exactamente como
huele White. Respiro hondo, tirando del aroma a mi alrededor como una
manta. Mi anhelo surge a través de mí, y casi tropiezo bajo la emoción.
No ha pasado el tiempo suficiente para tener sentimientos tan fuertes por
White, pero después de los eventos que hemos pasado juntos, parece que
se han desarrollado más sentimientos de los que anticipé. Lo extraño.

La habitación es un tono de verde que combina con el chaleco de


White, las bonitas variaciones hacen que la habitación se sienta cálida.
A la derecha se encuentra una cama de hierro forjado, cortinas de color
crema que cuelgan de los balastos para crear una especie de madriguera.
Sonrío ante el pensamiento y decido que voy a burlarme de White sin
piedad en el momento en que lo salve. La alfombra también es de color
crema, hermosa, complementando las paredes. A la izquierda hay una
puerta abierta, y cuando entro, encuentro un baño de lujo. Pero no me
quedo allí demasiado tiempo.

Ha pasado demasiado tiempo desde que me duché, así que


inmediatamente lo enciendo y me despojo de mi ropa, antes de entrar
para limpiar la suciedad y la sangre de los últimos días. El jabón que uso
huele a la vainilla que siempre siento en White, y me recuerda que tengo
una misión que completar. No sé cuándo el País de las Maravillas se
convirtió en mi principal prioridad, pero tengo la sospecha de que fue el
momento en que un tal Conejo Blanco se convirtió en un hombre sexy
muerto. Sí, eso fue probablemente todo.

Cuando salgo del baño envuelta en una toalla, encuentro un juego de


cama suave sobre la cama, así como ropa para la mañana. Me preocupa
mi labio. Todavía tengo mi mochila y mi ropa de repuesto, y la uso para
encontrar ropa interior fresca y un sostén. El camisón es lindo, pero no
es mi estilo, así que simplemente me pongo una camiseta para dormir.
El atuendo para mañana, sin embargo, planeo usarlo. En el momento en
que veo las botas de combate esperando con él, sonrío. ¡Definitivamente
voy a usar eso mañana!

Me deslizo debajo de las fundas suaves de cachemira en la cama y me


acurruco profundamente. Para cuando me duermo, estoy tan apretada
que me siento como un burrito. Agarro una almohada, que huele a mi
Conejo, y me alejo.

Arrugo mi frente a la escena frente a mí, antes de que un jadeo se


escape de mis labios. Estoy rodeada de muros de piedra que gotean
constantemente de agua. Las manchas oscuras se mezclan con los
senderos húmedos, y me doy cuenta de que es sangre seca.

Frente a mí, maniatado a la pared, cuelga White, con la cabeza caída.


Está cubierto de sangre, su chaleco se ha ido, dejándolo solo en sus
pantalones de cuero. Incluso sus botas están despojadas. Los grilletes
brillan con símbolos extraños mientras cuelga sobre el suelo. Me ahogo
consternada al verlo, y él se sacude ante el sonido, su cabeza hacia arriba
para buscar la fuente. Sus ojos plateados parecen brillar en la tenue luz,
y cuando aterrizan sobre mí, se ensanchan.

—¿Cómo estás aquí? —susurra con dureza. Inmediatamente mira


hacia la puerta donde sin duda se encuentran los guardias. Alicia no
sería lo suficientemente estúpida como para dejar al Conejo Blanco sin
vigilancia.

—No lo sé. —Levanto la mano e inclino la cabeza. No estoy completa,


mi mano parece ahumada en lugar de completamente corpórea. Lo último
que recuerdo fue irme a dormir y pensar en White, y ahora aquí estoy.

—Tienes que salir de aquí —gruñe White en voz baja. Su voz es ronca,
como si hubiera estado gritando—. Ella no puede encontrarte aquí. No
dejaré que ella te tenga.
No le digo que creo que realmente no estoy aquí. Todo este encuentro
se siente como el que tuve con Doe justo antes de que nos encontrara.
De alguna manera, estoy soñando y hablando con White.

—Te voy a ayudar. —Mis palabras están determinadas a medida que


doy un paso adelante.

—¡Vete! —silba—. ¡Vamos!

—No.

Antes de que pueda alcanzarlo, la puerta de la celda se abre de golpe.


Yo salto hacia atrás y me presiono contra la pared. Puede que no piense
que realmente estoy aquí, pero eso no significa que quiera que me vean.

La propia Alicia entra en la celda con nosotros, con un delgado vestido


rojo abrazando sus curvas. Es intrincado y con cuentas, exactamente lo
que me imagino que la realeza debería usar. Pero Alicia no debería ser
una reina. Ella no debería ser un monstruo con una corona.

Los ojos de Alicia rebotan alrededor de la celda, y yo me tenso en el


momento en que su mirada se encuentra con la mía y luego pasa de
inmediato. Dejé escapar el aliento que había estado conteniendo. Las
cejas de White se arrugan ante la revelación, pero no hace comentarios.
Alicia no puede verme y, sin embargo, todavía estoy aquí lo suficiente
como para que White se comunique conmigo.

—¿Hablando con tus amigos imaginarios, White? —Alicia se


disgusta—. Pensé que durarías más, pero parece que tu mente ya te está
jugando una mala pasada.

Los ojos de White se mueven hacia mí cuando me pongo rígida y gruñe


bajo mi aliento. ¿Qué le ha hecho ya a mi conejo? La ira llena mi cuerpo
como un huracán y con ella, la necesidad de lastimar. Una calidez se
extiende a través de mí en las emociones, pero no le presto atención.
White mira a Alicia, y su rostro se acomoda en una máscara dura.

—Ahí está esa fuerza de voluntad —balbucea Alicia—. La expresión


“Estoy listo para morir”. —Doy un paso adelante y luego otro ante sus
palabras, temblando de la ira que fluye por mi cuerpo—. Pobre White —
continúa Alicia—. Siempre esforzándote tanto por morir. Siempre
volviendo a la vida. Es muy triste, de verdad. —Ella se ríe—. ¿Pero quién
soy yo para negarte lo que quieres?
Cuando Alicia avanza y estira sus uñas afiladas hacia el pecho de
White, no dudo ni un segundo más. Me apresuro hacia adelante y me
coloco frente a White, presionando mi espalda contra su frente para
protegerlo. Soy incorpórea, pero todavía puedo sentir su calor y la tensión
de sus músculos al contacto. No pienso en nada más que en el huracán
dentro de mí, rogando que lo dejen salir. Cuando la Reina Roja empuja
su mano hacia el pecho de White, con la intención de arrancarle el
corazón, un destello brillante llena la celda y me hace cerrar los ojos con
sorpresa.

Escucho a Alicia gruñir, y cuando abro los ojos de nuevo después de


que la luz se desvanece, ella se está levantando de donde debe haber
golpeado contra la puerta. Un mechón de su cabello cae sobre su cara,
ya no está en perfecta forma, y por primera vez, veo lo desgastada que se
ve en comparación con la Alicia de la visión. Anillos oscuros rodean sus
ojos que trató de cubrir untando sangre a su alrededor. Su cabello se ve
fibroso y seco ahora que no se ha retirado con estilo. Hay algunas arrugas
alrededor de sus labios a medida que tiran hacia el gruñido.

Clara mencionó su papel en la profecía y cómo tuvo que matar al


Bribón de la Reina. Tal vez eso había iniciado una reacción en cadena en
el País de las Maravillas y le ha quitado parte de su poder. Ya no se ve
tan fuerte como lo había sido. Pero una mujer llena de odio e ira no hace
más que centrarse en esas cosas. No importa que haya sido golpeada una
vez. Alicia no se detendrá hasta que consiga lo que quiere: la totalidad
del País de las Maravillas muerta a sus pies.

—¿Qué fue eso? —sisea Alicia, irrumpiendo hacia delante de nuevo.

Ella alcanza las orejas de White, y por instinto, le doy una palmada
en la mano.

—No te atrevas a tocarle los oídos —gruño a pesar de que ella no


puede oírme.

No siento nada cuando presiono contra su brazo, excepto por ese


mismo calor dentro de mí. Donde tocamos, la luz brillante explota de
nuevo. Estoy preparada para ello esta vez, pero la luz todavía me ciega.
Soy capaz de ver a Alicia siendo empujada a la pared a través de la luz.

Vuelvo a mirar a White, con los ojos muy abiertos de sorpresa. Me


mira con una mezcla de confusión y asombro.
—Pagarás por eso, White —amenaza Alicia antes de salir de la celda.
Ella cierra la puerta detrás de sí, y escucho la llave girar como el sonido
de una pistola siendo amartillada.

Miro mi mano y me doy cuenta de que me estoy desvaneciendo, más


lento que Cheshire.

—No sé lo que acaba de pasar —susurra White—, pero por favor ten
cuidado. No puedo perderte.

Me acerco y paso mi mano por su mejilla. Ya no puedo verlo, pero


todavía siento el calor, y él se inclina hacia mi toque.

—Volveré por ti, White. —Parpadeo ante las lágrimas que amenazan
con derramarse sobre mis pestañas. No quiero dejarlo aquí, pero mi
cuerpo se está desvaneciendo rápidamente, mi tiempo se ha terminado—
. Solo espera. Por favor. Espera por mí.

Sus ojos se estrellan contra los míos antes de que pueda


desvanecerme por completo.

—Siempre, Pequeño Infierno.


Traducido por Malva Loss
Corregido por ♡Herondale♡
Editado por Mrs. Carstairs~

Me incorporo bruscamente en la cama de White, respirando como si


acabara de correr una milla. No pierdo ni un segundo. Salto
inmediatamente del colchón y me pongo los shorts caquis. Abro la puerta
de un tirón y salgo al laberinto de la casa del Sombrerero. No tengo ni
idea de qué dirección tomar, pero mantengo la imagen de Clara y el
Sombrerero en mi mente mientras doy vuelta tras vuelta. Me detengo
frente a una puerta púrpura ornamentada y toco, confiando en la magia
de esta espeluznante casa.

Después de llamar a la puerta, se oye un ruido en el interior y espero.


La puerta se abre de golpe, y el Sombrerero abre en nada más que unos
pantalones desabrochados. Inmediatamente fijo mis ojos en su frente
para evitar mirar hacia abajo. No se esfuerza demasiado en ocultar sus
partes interesantes.

—¿Ha pasado algo? —pregunta, pánico reflejado claramente en su


rostro. De repente me siento mal por haber causado tanto miedo.

Detrás de él, Clara se sienta en la cama, con una sábana pegada al


pecho mientras me observa preocupada.

—Yo… —Tropiezo con mis palabras ante su estado de desnudez. No


tengo ni idea de por qué. No es como si hubiera visto mucho, pero por
alguna razón siempre siento que el Sombrerero y Clara merecen
privacidad—. Creo que tuve una visión, o… esa no es la palabra correcta
para ello. —Me paso la mano por el pelo, molesta—. Estaba allí, pero a la
vez no estaba.
—¿Como el Té de la Realidad? —pregunta Clara, y yo respiro aliviada
de que se haya puesto inmediatamente en modo pregunta.

Sacudo la cabeza.

—No lo creo. White podía verme y sentirme, pero Alicia no.

El Sombrerero se pasa una mano por el pelo revuelto y suspira.

—Eres una Caminante de Sueños.

—¿Una qué? —preguntamos Clara y yo al mismo tiempo.

—Cuando cierras los ojos para dormir y tu mente no quiere quedarse,


recorre los mundos que la rodean y suelta todo lo que deseas decir. —El
Sombrerero me mira expectante después de la rima. Parpadeo ante él.
Cuando levanta una ceja, encuentro mis palabras.

—Pero no yo no tengo magia. Soy normal —espeto. Es imposible que


sea una especie de Caminante de Sueños.

—No hay normalidad en el País de las Maravillas —interrumpe Clara.


Se levanta de la cama y hace un pequeño movimiento para cubrirse
mientras se pone una bata—. Los Tweedles mencionaron algo sobre el
fuego en tus venas. Tal vez —dice, caminado hacia mí—, se dieron cuenta
de que tienes poderes.

—Pero nunca lo he hecho antes. —El sombrerero me mira, claramente


sin creer mis palabras—. Vale, puede que haya ocurrido una vez con Doe,
pero supuse que fue obra de ella. ¿Estás diciendo que soy yo? ¿Qué puedo
caminar como un fantasma mientras estoy dormida?

—Sí. Un Caminante de Sueños tiene la capacidad de caminar en otro


plano. Que White sea capaz de verte y escucharte, sin embargo, es
extraño. No tiene ninguna habilidad similar que lo haga ser así. —El
sombrerero comienza a subirse los pantalones cuando Clara enhebra su
brazo a través de su codo—. La Reina Roja mató a todos los Caminantes
de Sueños cuando tomó el control. Eso significa que tú y Doe son las
únicos que quedan con la habilidad y la de Doe podemos decir que, en el
mejor de los casos, es débil.

—¿Qué dijo White? —pregunta—. ¿Está bien?


—No por mucho tiempo. —Sacudo la cabeza, mi rabia vuelve al
recordar—. Tenemos que mezclar el encantamiento y prepararnos para
partir. Pude detener a Alice de alguna manera cuando trató de dañar a
White, pero dudo que realmente haya detenido algo. Solo la retrasé. Ella
podría estar haciéndole cosas terribles ahora mismo. —Mi voz se eleva
con pánico al pensar en ello.

—¿Acabas de decir que fuiste capaz de detener a la Reina Roja? —


pregunta Clara—. ¿Qué quieres decir?

—Me puse delante de White cuando intentó hacerle daño. Estaba tan
enfadada de que ella hiciera tal cosa que apenas pude contenerme. Hubo
una luz brillante que la lanzó hacia atrás. Sucedió dos veces. —El
sombrerero y Clara se miran a los ojos, manteniendo una conversación
silenciosa. Su preocupación hace que la mía se dispare—. ¿Qué significa
eso?

—No lo sabemos. —Clara me mira a los ojos. Por una vez no sonríe
tranquilizadoramente.

—Nunca he oído hablar de un poder así —añade Sombrerero.

Me muerdo el labio inferior.

—Vale, lo resolveremos más tarde. No es relevante para el


encantamiento de todos modos. ¿Ya regresó Cheshire? ¿Tenemos todos
los ingredientes y el frasco?

—Todos excepto uno —murmura Sombrerero.

Suspiro.

La pluma de un pájaro Dodo. Esto va a ser mucho peor que cualquiera


de las otras cosas que me han pedido hasta ahora.
Traducido por Malva Loss
Corregido por ♡Herondale♡
Editado por Mrs. Carstairs~

—¡Absolutamente no! —exclama Doe, alisando las plumas sobre su


cabeza—. No dejaré que me arranques plumas de mi otra forma, apenas
y me quedan.

—Doe, ¿por favor? —ruego. Sé lo que está sintiendo, reviviendo la


agonía de las veces anteriores que le arrancaron sus plumas—. Sin la
pluma, no puedo cumplir la profecía, White estará atrapado con Alicia, y
ella seguirá matando el País de las Maravillas.

Los ojos de Doe brillan mientras le suplico. Puedo decir que quiere
estar de acuerdo, pero el miedo la retiene.

—Es insoportablemente doloroso tirar de una pluma, Niña de Fuego.


No tengo ningún deseo de pasar por eso otra vez.

—Lo sé. —Me ahogo, viéndola atada en la corte de la Reina Roja de


nuevo—. No lo pediría a menos que no tuviera otra opción. Lo siento
mucho, Doe. Siento que hayas tenido que pasar por todo lo que has
pasado. Pero el encantamiento pide la pluma de un pájaro Dodo, y no
tengo otra opción. Estoy tratando de evitar que lo que te pasó a ti le pase
a alguien más.

El Sombrerero y Clara están sentados en la mesa del té observando


el intercambio. Ellos saben lo difícil que es esta conversación. El
Sombrerero hace una mueca de dolor al ver la agonía escrita en el rostro
de Doe. Clara se limpia los ojos, sintiendo ella misma esa agonía.

—¿Por favor, Doe? —pregunto de nuevo. No sé qué haré si dice que


no. Tendremos que idear un plan diferente. Ya tenemos el contenido
mezclado y listo para la pluma. Estamos muy cerca, pero todo depende
de que Doe esté de acuerdo.

Doe se acerca y levanta su taza de té. Su mano tiembla, pero asiente


con la cabeza.

—¿Puedo disfrutar de mi té primero?

—Por supuesto. —Me limpio los ojos, sabiendo el dolor que Doe
tendrá que pasar por nuestra causa. Mi esperanza es que seamos capaces
de detener a Alicia en gran manera, lo suficiente como para que, cuando
el tercero se nos una, podamos ganar la guerra final.

Una de las criaturas de la mesa, una mezcla entre un caballo y un


hombre habla mientras nos acomodamos en el silencio.

—¿Eres la segunda de la tríada? —Sus ojos se dirigen a Clara, y sonríe


antes de volver a fijarse en mí.

Asiento con la cabeza, y los invitados rompen en un murmullo.

—Gracias al cielo —exclama otra criatura. Algunas otras repiten el


sentimiento y yo les sonrío suavemente. Gracias a la breve explicación de
Clara, comprendo que los invitados están muertos y que esta es su última
parada antes del Más Allá. Me entristece pensar en ellos, pero no tanto
como sentarme con ellos. Puedo entender por qué Clara se tomó tan en
serio su papel aquí, convirtiéndose en una especie de faro para ellos. Voy
a hacer todo lo posible para proporcionarles otra razón para la
esperanza.

La puerta del salón de té se abre de golpe y el Sombrerero se levanta


de un salto ante la intrusión, sacando una espada de quién sabe dónde.
Veo la amenaza en sus ojos y me doy cuenta de que, a pesar de sus rimas
y su amor por Clara, sigue siendo peligroso, como todos los seres en el
País de las Maravillas.

Cheshire irrumpe en la habitación, pero el Sombrerero no se relaja.

—Se nos acabó el tiempo —grita—. Las cartas están fuera. Tenemos
que irnos ya.

—No pueden entrar —responde el Sombrerero—. Fortalecimos las


guardas de protección después de la última vez.
—No, pero están intentando quemar la casa. —Cheshire se encuentra
con los ojos del Sombrerero—. ¿Está la casa protegida para eso?

La cara del Sombrerero se pone pálida.

—¿Estás seguro?

—Están encendiendo fuegos mientras hablamos.

Como si se tratara de una respuesta, el humo empieza a entrar en la


sala y los invitados empiezan a gritar.

—Toma a Clara y a Júpiter —grita el Sombrerero para que se le oiga


por encima de los invitados—. Llévalas lo más cerca posible del castillo.

Cheshire comienza a abrirse paso entre los invitados en pánico para


llegar a nosotros.

—¡Doe! —grito—. ¡Lo siento, pero necesitamos esa pluma ahora!

Su cara se desmorona, pero se transforma en su forma de pájaro sin


dudarlo ni un segundo. Está temblando cuando gira su cuerpo, para que
pueda alcanzar una de las pocas plumas que le quedan.

—Agárrala con fuerza —me dice—. Tira hacia fuera lo más rápido
posible.

Elijo la pluma más pequeña que puedo ver y envuelvo mi mano


alrededor de la base de la pluma. Coloco mi otra mano contra la piel de
Doe para sentirme cómoda. Me tenso y arranco la pluma tal y como Doe
me ha indicado. Ella grita de agonía cuando la pluma se libera, el chillido
hace que mis oídos resuenen.

—Lo siento mucho —digo, apretando mi mano alrededor de la


herida—. Lo siento mucho. —Lágrimas corren por mis mejillas mientras
ella se desploma en el suelo, sus piernas demasiado débiles para
sostenerla hasta que el dolor pase.

—Solo ve —gime Doe—. Salva el País de las Maravillas, Niña de Fuego.


Sálvanos a todos.

Se trasforma de nuevo en su forma humana y se acurruca, su cara


pálida y arrugada. No puedo esperar más, aunque quiero estar aquí para
ella en caso de que me necesite.
Cheshire toma mi mano y la de Clara al mismo tiempo. Meto la pluma
en el bolsillo de mi abrigo y me aferro con fuerza a él. Sus garras apenas
presionan mi piel, pero no me se saca sangre.

—¡Sombrerero! —grita Clara y trata de acercarse a él.

—¡Ve! —gruñe, levantando su espada mientras el humo llena la


habitación—. Te veo allá.

Agarra a Clara bruscamente y le da un fuerte beso en los labios antes


de salir corriendo de la habitación en busca de enemigos. Doe se levanta
del suelo y le sigue, su cara transformándose lentamente por la furia. Lo
último que vemos antes de desvanecernos, son las flamas que bailan en
la habitación y comienzan a esparcirse por la mesa de té del Sombrerero.

Cuando reaparecemos en un bosque alejado de la casa del


Sombrerero, esta oscuro, excepto por el brillo fosforescente de algunas
plantas.

—Creí que era de día —susurro. El bosque está tranquilo, mi voz


resuena a través de los árboles a pesar de que susurro.

—Lo es —responde Cheshire—, pero siempre está oscuro cerca del


castillo.

Clara está temblando visiblemente junto a Cheshire, y mantiene su


mano fuertemente apretada con la de él. La deja hacerlo incluso cuando
yo lo suelto y me alejo. Sus hombros aún se ven fuertes y derechos a
pesar de los acontecimientos.

—Menos mal que llevas puesto el traje que te he dejado. —Clara dirige
sus palabras a mí—. Ahora te verás bien ruda al entrar.

—¿Dices que antes no parecía ruda? —me burlo. El ambiente es


sofocante, pero aun así bromeo con ella, siguiéndole el juego. Entiendo
la necesidad de concentrarse en algo que no sea la aplastante sensación
de desesperanza que hay aquí.
—Una camiseta que dice “Estás exagerando” con un vaso de
precipitado y un matraz en ella no grita realmente “ruda”. —Me sonríe—
. Aunque, el pelo rojo definitivamente ayuda.

Miro el traje que me ha regalado Clara. Llevo unos pantalones de


cuero negro, algo que nunca imaginé que podría llevar. La parte superior
es verde esmeralda, hecho de un material rígido que casi parece una
armadura por la forma y los detalles. Se detiene en mis hombros, dejando
mis brazos desnudos, con un cuello alto donde una esmeralda brillante
se asienta en mi garganta. Las botas negras de combate de la noche
anterior cubren mis pies. Me siento lista para patear traseros,
especialmente con la cantidad de cuchillos atados a mis muslos y
escondidos en mi abrigo.

—Eso al menos es algo —añado—. ¿Fue intencional que sea del


mismo color que usa White?

Clara me guiña un ojo.

—¿No te preguntas por qué parece que siempre voy de morado?

Hay verdad en eso. Clara lleva una chaqueta de cuero púrpura con
pantalones negros. También lleva botas de combate.

Cheshire pone los ojos en blanco cuando hablamos de moda, pero no


deja de escudriñar los árboles en busca de señales de peligro.

—Parece muy aburrido para alguien que parece que tarda horas en
arreglarse el cabello —me burlo.

—Me levanto así —dice, volteando a verme—. Soy perfección.

—Sí, sigue diciéndote eso, amigo.

—Estoy desenado conocer a la mujer que está emparejada contigo. —


Clara sonríe—. Te va a destrozar.

Cheshire se burla.

—¿Quién ha dicho que yo quiero tener algo que ver con ella? —Clara
y yo compartimos una mirada cómplice, y Cheshire gruñe en respuesta—
. Dejen de hacer eso.

—¿Hacer qué? —pregunto inocentemente.


—Tener conversaciones silenciosas con sus ojos. El sombrerero y
Clara ya lo hacen lo suficiente. Mira, yo también puedo hacerlo. ¿Qué
estoy diciendo? —Me mira fijamente, y no puedo evitar la burla que sale
de mis labios.

—No lo sé. —Me encojo de hombros—. A mí, siempre me parece que


tienes que ir a cagar.

Clara estalla en carcajadas y Cheshire saca las garras. Estoy segura


de que me habría atacado, si no fuera por el grito de Bandersnatch que
resuena a través del bosque, lo suficientemente fuerte que hace palpitar
nuestros oídos.

—¡Oh, no! —susurra Clara—. Tenemos que movernos ahora.

Mira detrás de nosotros una última vez mientras comenzamos a


avanzar, en busca del Sombrerero. Cuando no aparece, atravesamos los
árboles y entramos en un sendero, hacia el Castillo de la Reina Roja.
Intento no mirar hacia abajo, pero no puedo evitarlo. Después de todo,
soy esclava de mi curiosidad.

El sendero está pavimentado en sangre.


Traducido por Nicola♡
Corregido por Haze
Editado por Mrs. Carstairs~

Mientras más nos acercamos al castillo, más abrumadora se torna la


atmósfera. En primer lugar, la cantidad de flores habladoras aumentan.
Ellas cubren el piso del bosque, hay tantas que, a propósito, me quedo
en el centro del sendero. Cuando nos topamos con una en el centro,
Cheshire inmediatamente la pisotea fuertemente cuando trata de
mordernos. Lanzo una mirada de agradecimiento hacia él.

—Bocaditos —sisean todas, una corriente sin fin del mundo—.


Dennos una probada.

—Malditas flores —murmura Cheshire, pisoteando fuertemente a


otra.

Al inicio, solo son las pequeñas, pero mientras más nos acercamos,
las más grandes crecen, hasta que empezamos a zigzaguear para evitar
a las grandes. Cheshire saca una espada y corta a través de las
enredaderas que son lo suficientemente valientes para extenderse hacia
adelante.

Los Beezles aumentando alrededor de nosotros, intentando morder


nuestra piel. Clara advierte que su mordedura es venenosa, lo cual me
pone a atacar dando manotadas a los insectos raros. Hacen fuertes
sonidos de chasquidos cuando golpean las piedras bajo nuestros pies.
Clara saca una pequeña botella de su cintura y nos rocía con eso a cada
uno de nosotros. De repente, los Beezles desaparecen y somos dejados
solos. No sé qué rocía, pero huele dulce y aleja al enjambre, así que ni
siquiera pregunto.

Entonces, el bosque se convierte en una grotesca galería de arte y el


contenido de mi estómago se revuelve mientras nos tropezamos contra la
primera escena. Parece que Alicia usa los árboles alrededor del castillo
para exponer su obra.

El primer cuerpo que encontramos está clavado en un árbol, la piel


hace mucho tiempo que se descompuso y cuelga del cadáver en tiras.
Cubro mi nariz y boca y lucho contra las lágrimas en mis ojos. Detrás de
este irreconocible cadáver hay más cuerpos clavados a los árboles,
algunos solo esqueletos, otros lo suficientemente frescos y reconozco a
un caballo y a un hombre híbrido.

Algunos cuerpos cubren el piso del bosque donde las flores comen
felizmente. Sus lenguas se mueven hacia afuera para saborear el aire
mientras pasamos antes de que regresen a su comida.

Sobre nosotros, cadáveres cuelgan de los árboles, balanceándose en


un viento fantasma. Clara cubre su boca con un jadeo cuando un cuerpo
se mueve frente a nosotros, lo suficientemente lento que somos capaces
de ver los detalles. El cuerpo viste un atuendo de estilo militar, pelaje
blanco mudando de piel. El cráneo es indudablemente como un lobo,
noto mientras pasamos. Clara se aleja y vomita en la roca. Cheshire no
comenta. Él solo frota su espalda y mira al cuerpo solemnemente. Tan
pronto como se detiene, nos guía hacia adelante. No nos demoramos.

El viento cargado con el olor a podredumbre, recubriendo mi lengua


como pelaje y haciendo más difícil el respirar. Mis ojos lagrimean con las
escenas que solo se ponen peor. Tantos inocentes asesinados, tantos
perdidos. Los cuerpos están apoyados como espantapájaros alrededor de
nosotros, balanceándose de árboles, mutilados.

Las cabezas empiezan muy lejos del castillo. Cubren el camino como
un marcador de dirección, advirtiendo que estamos de camino a nuestras
muertes. Al inicio, las cabezas en estacas son solo cráneos, sus huesos
viejos y erosionados. Lentamente se convierten en cráneos más nuevos,
huesos más blancos. Cuando cambian a diferentes niveles de
descomposición, lucho con mi agitado estómago de nuevo. Incluso
Cheshire cubre su nariz a medida que nos acercamos más. Algunas de
las cabezas tienen sus bocas abiertas en un grito, sus ojos blancos con
muerte, el terror todavía ahí. Algunos lucían como si solo estuviesen
durmiendo. Trato de no enfocarme en ellos tan arduamente, con miedo
de ver a alguien que me parezca familiar.

Cuando alcanzamos el final del camino, la sangre no está ni siquiera


coagulada en aquellos exhibidos y aunque el aire no es tan fuerte con
putrefacción aquí, está escurriéndose con el aroma metálico de la sangre.
No hay escape. El castillo aparece a la vista mientras ambas, Clara y yo,
cubrimos nuestras narices para bloquear el olor. Las orejas de Cheshire
yacen planas en su cabeza mientras mira a las torres negras sobre
nosotros.

El castillo de Alicia es todo negro y de puntas afiladas, amenazando


a aquellos quienes se atrevan a entrar en sus paredes con nada más que
destrucción. Si entras, no sales. Esos que lo hacen están expuestos como
arte en sus paredes por siempre. Setos rodean el castillo que se asienta
en una colina. El adorno del corazón está en todas partes. Las torres
lucen casi como palos de velas derretidas, o como si estuviesen filtrando
sangre. Por el momento estamos protegidos donde estamos de pie por los
setos, pero podemos ver a las Cartas, soldados Sin Rostro, y
Bandersnatch patrullando alrededor de las puertas.

—¿Cuál es el plan? —susurra Clara, mirando a las Cartas. No quiero


saber qué es lo que ellos hacen que incite el malestar que muestra su
rostro.

Saco el pequeño frasco de mi lado y lo sostengo. El líquido dentro ya


está azul desde donde empezamos el encantamiento.

—Tengo que añadir la pluma, luego agitarlo en sentido horario y


viceversa. Luego necesito remojar el cordón y amarrarlo alrededor del
cuello o la muñeca de la Reina Roja.

Clara asiente con su cabeza y se mueve en pasos silenciosos a mi


lado. Cheshire se mantiene observando, sus ojos observando cada
posición de los soldados. Dejo caer la pluma de Doe dentro del frasco. El
líquido cambia de azul a dorado y brilla con tanta fuerza que me preocupo
por un momento de que las Cartas verán, antes de que desaparezca. Agito
el líquido en sentido horario y luego, al contrario. El brillo parpadea una
vez antes de volver al líquido normal. Empujo el cordón dentro,
asegurándome de cubrirlo antes de sacarlo y sostenerlo para que ellos lo
vean. Ese ligero brillo se extiende a lo largo del cordón, apenas detectable,
a menos de que lo veas de muy cerca.

—¿Ahora qué? —pregunta Cheshire.


Frunzo el ceño y me encuentro con sus ojos.

—Ahora —susurro— me dejo atrapar.

—¡Júpiter! ¡Deja de correr! Sabes que no te puedo atrapar —resopla


Neptuno. Ella se dobla y apoya sus manos en sus rodillas.

—Quizás si te molestases en aparecer para practicar podrías seguirme


el ritmo —me burlo, tirando mi cabello hacia atrás.

—Sabes que odio el softball. —Neptuno se endereza y empuja de su


rostro su cabello a juego. No me molesto en mencionar que las otras cosas
que ha empezado a hacer con su novio probablemente no ayudaron.
Últimamente discutimos mucho sobre eso. Solo quiero pasar tiempo con mi
hermana.

—Entonces deberías unirte a otra cosa. Algo que te mantenga ocupada.

Neptuno me da esa mirada, la que como ella sabe en qué me estoy


metiendo, pero en verdad no quiero hablar sobre eso. Suspiro. Nada de lo
que diga le llegará. Vamos a cumplir dieciocho en dos semanas y ya estoy
temiéndolo. Algo es diferente, algún tipo de nube cerniéndose sobre
nosotras.

—Vamos a una aventura —digo de repente—. Podemos mochilear a


través de Europa, o postularnos como bailarinas en un crucero. —Tengo la
descabellada urgencia de alejar a Neptuno de todo, de recordarle las cosas
buenas de la vida. Después de la graduación, el mundo es nuestro.

Neptuno me sonríe tristemente y eso tira de mis fibras sensibles. Nunca


me gusta ver a mi gemela triste.

—Oh Júpiter. Solo una de nosotras tendrá aventuras y no seré yo.


—Esa es una idea estúpida —dice Cheshire frunciendo el ceño—. Ella
te matará de inmediato.

—Es una oportunidad que tendré que tomar. Necesito acercarme lo


suficiente para atar el cordón. Y estoy dispuesta a apostar a que ella
dejará a su orgullo meterse en el camino y se regodeará.

—No darás ni diez pasos hacia ella antes de que haga a sus criaturas
atacarte.

—No tenemos opción —rectifico—. ¿Tienes una mejor idea?

—Espera al Sombrerero —dice Clara.

—¿Para hacer qué? —Extiendo mis manos—. Es mi profecía que


cumplir. Hay una razón por la que estamos aquí, Clara. Nosotras
provocamos la caída de la Reina Roja. Si fuera alguien más esto ya estaría
hecho.

Ella frunce el ceño.

—No puedes morir en el proceso.

—Si eso significa que salvo el País de las Maravillas entonces es una
oportunidad que estoy dispuesta a tomar.

Clara me estudia de cerca antes de asentir con su cabeza.

—No me gusta, pero tienes razón. Tenemos que hacerlo.

Cheshire se burla.

—Se dan cuenta de que ambas pueden morir, ¿cierto? —pregunta él—
. No sanarán como lo hacemos nosotros.

Ninguna de nosotras le responde. No hay necesidad en realidad.


Conocemos las probabilidades.

—Tengo que entrar —digo, más para mí misma.

—No vas a ir sola. —Clara envuelve sus dedos a través de los míos—
. Dos partes del trío. Lo haremos juntas.

Sonrío temblorosamente. Por todo lo que dije, estoy aterrada de qué


exactamente encontraremos al otro lado de esas paredes. Hay una gran
oportunidad de que podamos morir y nunca llegaré a ver a White de
nuevo, pero no puedo quedarme esperando mientras Alicia destruye el
País de las Maravillas. No dejaré que más gente sufra. No dejaré que nadie
más luche con la urgencia de matarse a sí mismos. Si hubiese podido
detener a Neptuno, habría aceptado de inmediato. Este es mi momento
de detener a otra persona de pasar por lo mismo.

—Ambas van a morir —gruñe Cheshire—. Ustedes no van a ir allá.

Clara se gira hacia Cheshire, soltando mi mano para agarrar su rostro


entre sus palmas. Sorprendentemente Cheshire la deja. No se estremece,
no retrocede. Él solo mira a sus ojos.

—Cheshire —dice ella, asegurándose de que él está totalmente


concentrado en ella—. Tienes un trabajo que hacer en el País de las
Maravillas y nosotras también.

—Un trabajo que no puedo terminar —susurra. Clara asiente con su


cabeza.

—Si fallamos, tu pareja nunca viene al País de las Maravillas. Si


fallamos, el País de las Maravillas muere. Si fallamos, todo habrá sido por
nada. Danica, Alexander, el Viejo Rey y Reina, todos los que han muerto
a manos de Alicia. Es hora de dar un paso adelante, Chesh. —Sus ojos
brillan mientras le insta a escucharla—. El País de las Maravillas te
necesita en el lado del bien —susurra ella—, te necesito.

La cara de Cheshire se contrae, la emoción brotando de sus ojos por


una fracción de segundos antes de que se esconda rápidamente detrás
de su máscara de nuevo. Observo fascinada cómo Clara libera su rostro
y aprieta su hombro.

Él sonríe de repente, su cola moviéndose el doble detrás de él,


mientras mira hacia el castillo frente a nosotros.

—Entonces vamos a causar algo de locura.


Traducido por Nicola♡
Corregido por Haze
Editado por Mrs. Carstairs~

Clara desliza una espada desde su espalda, el sonido metálico


haciendo eco en los silenciosos árboles. En la distancia, un Bandersnatch
chilla suavemente en respuesta, pero no se mueve en nuestro camino.

—¿Sabes cómo usar eso? —pregunto, mirando la intrincada espada.

Clara sonríe y ajusta su agarre.

—El Sombrerero me ha estado entrenando. No quiero depender del


Rompecorazones exclusivamente.

—Buena decisión —comenta Cheshire, sus dedos convirtiéndose en


garras—. Este es el momento para el que has estado entrenando.

—Lo sé.

Cheshire tiene su propia espada atada debajo de su chaqueta de


cuero, pero no la desenfunda, no todavía. Está claro que prefiere usar
sus garras primero. No tengo duda de que es un maestro en ambas
armas. Saco una de las dagas de mi cintura y la peso en mi mano.

—¿Estamos listos? —pregunta Cheshire. Sosteniendo sus palmas


hacia arriba, hacia Clara y yo.
Cuidadosamente deslizo mis dedos entre los suyos y Clara hace lo
mismo al otro lado de él. El plan es reaparecer tan cerca de las puertas
como sea posible. Necesitamos ser atrapados, pero no queremos que
parezca como que es nuestro plan. Alicia no puede saber del cordón que
estoy sosteniendo entre mis dedos.

Cheshire nos hace desaparecer, el viaje más corto que alguna vez
hayamos hecho. Segundos después reaparecemos justo en las puertas
del Castillo, en el medio de Cartas y Bandersnatch.

—¡Knock, knock, hijos de puta! —grita Cheshire, justo antes de dejar


mi mano y rasgar la garganta de la Carta más cercana. La sangre salpica
a través de mi pecho y hago mi mejor esfuerzo en no enfocarme en eso.

Querías una aventura épica, me digo a mí misma mientras deslizo mi


daga a través de la cara de otra Carta. Al contrario de Cheshire, mi daga
no hace más que enojar a la criatura. Abre una enorme boca llena de
dientes en forma de navaja y desciende sobre mí. Mi entrenamiento entra
en acción y bajo y aprieto mi hombro en su estómago, usando toda mi
fuerza para hacerla retroceder. Al mismo tiempo, empujo mi daga hacia
arriba y giro. La Carta chilla y cae sin vida al suelo.

Aventuro una mirada a Clara, quien está bailando alrededor de su


espada como una experta. El Sombrerero obviamente la ha entrenado
bien. Desliza su espada a través de estómagos y gargantas, su rostro feroz
mientras extrae sangre. El País de las Maravillas nos cambia a todos, tal
como la guerra cambia a los soldados. No estoy esperando ver en qué me
convierto en este retorcido mundo.

Un Bandersnatch se une a la pelea y avanza hacia Cheshire. Clara le


grita, dándole el tiempo suficiente para salir del camino. Finalmente, saca
su espada y la desliza hacia la bestia. Grita en agonía mientras la hoja se
adentra. Cuando otro Bandersnatch se une a la lucha, cambiamos de
lugar, nuestras espaldas juntas mientras sostenemos nuestras armas en
lo alto y enfrentamos a las criaturas de la Reina Roja. Ellos no atacan
como espero que lo hagan. En vez de eso, se mantienen firmes y nos
mantienen en el centro de ellos.

Las puertas se abren y con mi posición soy capaz de ver el momento


exacto en el que Alicia da un paso saliendo de ellas, obviamente el regocijo
escrito en toda su cara. Hoy está vistiendo un vestido tan largo que me
pregunto cómo es capaz de caminar. ¿Alguna vez viste otro color aparte
del rojo? Este no es tan brillante como los otros, más burdeos que sangre.
Es magnífico y mortal, todo a la vez. Rubíes asentados en su garganta,
brillando con cualquier luz que venga de la vida vegetal.

—Qué lindo que vinieses a mí —dice ella, sus labios enroscados en


una cruel sonrisa—. Me has ahorrado el trabajo de ir a localizarte.

—¿Dónde está White? —demando, mirando a la mujer frente a mí.


Necesito que se acerque más, pero se queda exasperantemente apartada
de nosotros, dejando un Bandersnatch en medio.

Su sonrisa se convierte en una sonrisa completa ante mi pregunta.

—Él está en el jardín —balbucea—. ¿Te gustaría verlo?

Y sé, que cualquier cosa que le haya hecho, va a ser mala. Solo por la
mirada en su rostro, lo sé. White ha sufrido a manos de la mujer frente a
mí y estoy furiosa. Esa misma ira llena mi cuerpo de nuevo, ese mismo
huracán. No es tan fuerte como antes, no todavía, pero no me detengo a
pensar antes de lanzar uno de los cuchillos arrojadizos de mi cinturón y
lo lanzo hacia la cara de Alicia.

Ella casi no se mueve, ladeando lo más mínimo su cabeza a un lado.


El cuchillo vuela más allá de su mejilla, ni siquiera rozando su piel, antes
de incrustarse en la cara de una Carta detrás de ella. Esta chilla y colapsa
al suelo. Ella no le echa ni un vistazo.

—Necesitas practicar tu puntería. —Esa estúpida sonrisa se queda


en su rostro. En ese momento se da cuenta de que ha pasado algo por
alto y me estudia más de cerca.

—¿Quién eres tú? —pregunta. Levanto mi mentón, pero no le


respondo—. Ah, tú debes ser la segunda entonces. —Sus ojos se mueven
hacia Clara, quien está mirando el intercambio con ojos de águila—.
Justo atrás Clara Bee. —Alicia dice el nombre de Clara con disgusto,
como si no pudiera soportar el decirlo. Supongo que está enojada por el
Bribón—. Y Cheshire —sisea, dirigiendo su atención a él—. Nunca fuiste
alguien de unir fuerzas. Estoy honrada de que finalmente encontraste
agallas cuando se trata de mí. —Cheshire rechina sus dientes juntos tan
fuerte que lo escucho, pero ninguno de nosotros se mueve o responde a
sus pullas. Es la reacción que ella está buscando y estoy orgullosa de que
no la obtiene—. Ya veo. —Mira a cada uno de nosotros—. Al jardín
entonces. Tengo una sorpresa para ustedes tres.
Bandersnatch y Cartas se acercan, arreándonos hacia las puertas del
Castillo. Empujan sus armas hacia adelante, amenazando con usarlas.
No dudo que Alicia nos herirá a lo largo del camino. Ella quiere matarnos,
pero querrá herirnos primero. Este es un juego de poder, uno que yo
ganaré.

La primera cosa que noto es la singularidad de las paredes. Brillan


como diamantes negros y todavía gotea sangre constantemente de ellos
a la piscina en el suelo, como si una corriente de eso fluyese detrás de la
piedra. Hay criaturas horripilantes patrullando los corredores, a algunos
los reconozco de las Tierras Oscuras, otras cosas no las he visto antes.
Una luce exactamente como imagino que Satanás lo haría, acabado con
cabeza y piernas de cabra. Se agacha ante la Reina Roja cuando pasa.
Ella no mira a la aterrada criatura y lidera el camino más profundo hacia
adentro.

Las paredes están cubiertas con arte macabra. Pasamos una pared
completamente cubierta de huesos, el centro, un corazón hecho de
cráneos. Hay muchas pinturas colgando en las paredes, todas de Alicia,
todas con ella cubierta en sangre de alguna manera. Una particularmente
grande que pasamos tiene a Alicia desnuda de pie mientras gotea sangre
de un cuerpo sobre ella, bañándola en la sangre roja. Me estremezco ante
la vista y miro hacia otro lado, enfocándome en la Reina Roja frente a mí,
tratando de descubrir cómo acercarme lo suficiente para atar el cordón.
Ahora mismo, no daría ni dos pasos antes de ser derribada.

De repente salimos del pasillo de piedra y caminamos en un jardín.


Las Cartas se quedan de guardia alrededor de las paredes abiertas,
vigilando el círculo de criaturas en el centro. Ellos miran a algo hacia
abajo, lanzando cosas adentro. Me doy cuenta de que es un pozo al
mismo tiempo que Clara. Ella hace un pequeño sonido de angustia,
sabiendo que cualquier cosa que esté adentro no será bonita.

—Puedo hacernos desaparecer —susurra Cheshire, tan quedamente


que apenas lo escucho—. Solo denme sus manos.

—Tenemos que ser atrapados —le susurro de vuelta, convencida. Así


es como tenemos que hacerlo—. Tengo que ser atrapada. Ustedes dos,
váyanse.

Y entonces vemos perfectamente quién está en el pozo. Clara y yo


jadeamos al mismo tiempo y trepamos al borde. White va y viene al fondo
del hueco de piedra, una esposa en su tobillo que hace un sonido metálico
mientras camina. Él no está solo. El Sombrerero está ahí con él,
encadenado, inconsciente, desplomado contra la pared. Hay una rejilla
de metal en un lado del pozo, donde algo gruñe y empuja contra ella,
buscando la libertad. Cualquier cosa que esté ahí no puede ser bueno.

Cheshire gruñe ante la vista y Clara se gira y se encuentra con sus


ojos.

—Tienes que ir, Chesh —susurra ella con urgencia—. Déjanos aquí.

—No las voy a dejar aquí solas —sisea, sus ojos en Alicia mientras se
trepa una pequeña tarima para tomar su trono.

Las Cartas mantienen sus garrotes y armas apuntadas a nosotros y


el Bandersnatch gruñe, grandes globos de saliva goteando de sus bocas.

—Tienes que ir —le urge Clara—. Si ella consigue atrapar a los tres,
nadie podrá recuperar al tercero. ¡Tienes que irte!

Sus ojos son severos cuando encuentra los de ella. Mantengo mi


mirada enfocada en las criaturas a nuestro alrededor, el pozo y su
intercambio. Los ojos de Cheshire son rajados como los de un gato y sus
orejas yacen planas sobre su cabeza. Hay verdadero dolor en su rostro
mientras agarra la mano de Clara amablemente, antes de soltarla.

—No te atrevas a morir —gruñe él un momento antes de desaparecer.


Sé que lo está matando el dejarnos en la pelea, pero Clara tiene razón.
Alicia no puede tener a los tres Hijos. Perdemos si lo hace.

Detrás de nosotros Alicia ríe y aplaude.

—Sabía que Cheshire no había cambiado. Nunca fue de quedarse en


una pelea que no le importaba.

Dentro del pozo, el Sombrerero se sacude en posición vertical, sus


ojos buscando rápidamente alrededor antes de mirar hacia arriba y
encontrarse con los ojos preocupados de Clara. Veo la alarma extenderse
a través de su rostro, mientras asume la escena, justo antes de que se
estrechen en puntos duros de ira.

—Pongan a Clara Bee en el pozo —ordena Alicia, su voz sonando


aburrida ante el giro de los acontecimientos.

Alguien da empujones a Clara antes de que pueda reaccionar y ella


se tambalea hacia el borde. Extiendo la mano para atraparla, pero soy
muy lenta. Ella se tambalea dentro del hueco. El Sombrerero salta en sus
pies y da un paso adelante, atrapando a Clara en sus brazos antes de
que golpee la piedra oscura.

—Chica —dice Alicia, haciendo gestos a las gradas debajo de su


trono—. Ven y siéntate a mis pies. El espectáculo está a punto de
empezar.

White mira con ojos solemnes cómo las Cartas me empujan hacia
Alicia, hacia mi misión. Solo necesito acercarme más. Me encuentro con
su mirada por un momento, sabiendo que el destino del País de las
Maravillas y mi conejo dependen de mí atando el cordón. Sé que esta
puede ser la última vez que lo vea, que puedo morir en el proceso. Pero
si mi conejo consigue mantenerse vivo, entonces eso es suficiente para
mí.

Tomo cada detalle mientras soy conducida hacia el trono. Más cerca,
necesito estar más cerca. Soy empujada hacia abajo, a los pies del trono,
dando un traspié sobre las gradas que las Cartas asumen que no necesito
pisar. Me golpeo en la piedra dura y gruño por el impacto, antes de
corregirme a mí misma. Todavía estoy muy lejos.

—Abran las puertas —ordena Alicia y miro con los ojos abiertos cómo
la rejilla de metal en el pozo se empieza a levantar. Algo ruge triunfante
y mi corazón se detiene.
Traducido por m_Crosswalker
Corregido por Lyn♡
Editado por Mrs. Carstairs~

White y el Sombrerero retroceden mientras la criatura se libera.


Lentamente, tres cabezas caninas emergen, pareciendo sabuesos
gigantes si los comparo con alguna especie. Cuando el cuerpo se aleja
libre, me doy cuenta de que esta criatura tiene tres cabezas, muy
parecido a los cuentos sobre Cerbero. Hay collares alrededor de cada
cuello, cortando lo suficientemente profundo para sangrar. Las capas
rojas en su pelaje, corriendo por el pecho en riachuelos.

—Bayard —dice el Sombrerero, su cuerpo bloqueando al de Clara y


sosteniéndola contra la pared—. Somos nosotros, el Sombrerero y White.

Una de las cabezas chasquea con furia, ninguna señal de


reconocimiento en su rostro.

—Ese ya no es Bayard. —White mantiene sus ojos en la bestia


mientras habla. Está tirando duro de la cadena alrededor de su tobillo,
tratando de liberarse—. Es su marioneta.

White mira hacia Alicia con furia en su rostro, pura malicia goteando
de sus ojos. Una pequeña sonrisa aparece en los labios de ella como
respuesta.

—Deseo ver cuánto pueden durar ustedes tres. Y me emociona pensar


en el que una vez fue tu amigo, rasgándote en tiras.
Me tenso, mi ritmo cardíaco va muy rápido, tengo miedo de que se me
salga del pecho. Me estoy quedando sin opciones. Necesito encontrar un
modo de anudar la cuerda, y rápido. Antes de que alguien muera. Miro
mientras Clara levanta la espada que de algún modo sigue sosteniendo.

—Mira esto —me dice Alicia y aplaude una vez con sus manos.

Las criaturas alrededor del hoyo se vuelven salvajes, abucheando y


coreando en gruñidos y gritos. Clara mira a su espada antes de
entregársela a White, reconociendo que a él puede servirle más en tan
poca proximidad. Saca una daga larga de su cintura y se la entrega al
Sombrerero antes de sacar el Rompecorazones de su cintura. Incluso yo
sé que probablemente no hará mucho una vez que Bayard ataque. El
riesgo de golpear a White o al Sombrerero sería muy grande y ella lo sabe.
Aun así, ella sostiene la pistola, su mejor apuesta.

—Comiencen. —El mismo tono aburrido de nuevo, como si fuera una


cosa de todos los días. Supongo que es así para Alicia.

Bayard ataca. Me levanto de un salto, pero una carta me empuja


hacia abajo.

—¡White! —grito, el pánico se adueña de mi pecho. Mira hacia mí


mientras salta lejos del camino de las fauces. La cadena no le permite ir
muy lejos y él tiene que moverse de nuevo tan rápidamente que nuestros
ojos apenas se encuentran.

Doy vueltas hacia Alicia, encontrándome con sus ojos de obsidiana


exasperantes, una pequeña sonrisa en sus labios. Los gruñidos de
Bayard aumentan su volumen mientras se frustra ante sus víctimas
moviéndose demasiado rápido.

—Si los hieres —gruño, amenaza saliendo de mis labios—, te


destrozaré con mis propias manos. —El huracán se despierta dentro de
mí y tengo la repentina necesidad loca de saltar hacia adelante. Aún no,
aún no, aún no, susurra mi corazón, aguantando la tormenta.

Alicia se ríe ante mis palabras.

—Niña, no hay nada que puedas hacerme que ya no se haya hecho.

Las palabras fueron dichas con un ligero tono de tristeza y recuerdo


a la pequeña niña que fue dejada afuera de las puertas del asilo. Pero esa
pequeña niña no es el monstruo que está frente a mí. Esa pequeña niña
ya no está.

Me giro hacia el hoyo y miro mientras Bayard va tras el Sombrerero


que se desliza ágilmente hacia atrás, apenas el tiempo suficiente para
sacar a Clara del camino. Ella mantiene su pistola hacia Bayard, pero no
hay suficiente espacio para disparar y se vuelve un desastre al evadir las
fauces. Cuando una es evadida, la otra toma su lugar, haciéndola difícil
de maniobrar.

Clara es rápida y está claro que ha estado entrenando, pero es solo


cuestión de minutos antes de que su inexperiencia comience a relucir.
Pasa de ser un factor positivo a ser una desventaja. El Sombrerero
comienza a concentrarse en solo proteger a Clara.

Se vuelve un baile, el Sombrero y White tratando de evadir los dientes,


Clara tropezando entre los dos tratando de evitar ser comidos. El
Rompecorazones se desliza por la piedra cuando una pata gigante se
desliza hacia ella, empujándola a tropezar con el Sombrerero. No se
mueve lo suficientemente rápido mientras sus dientes disparan hacia
ella. Trato de saltar hacia adelante, pero soy empujada hacia abajo de
nuevo. Observo todo moviéndose aparentemente en cámara lenta.

Una de las cabezas es más rápida de lo que planea el Sombrerero y


todo sucede antes de que pueda enfocarme. La bestia está determinada
a aferrarse a Clara, pero el Sombrerero la empuja fuera del camino. En
cambio, los dientes de Bayard aterrizan en el brazo del Sombrerero y él
grita de agonía. Clara grita y va hacia adelante rápidamente, golpeando
el hocico con sus puños. White baila entre las fauces de las otras dos
cabezas y encaja la daga de un golpe en el hocico de la cabeza que
sostiene al Sombrerero. Bayard lo libera con un aullido, una garra
golpeando a la hoja que sigue en su piel.

El movimiento le cuesta al Sombrerero preciados segundos y la


segunda cabeza agarra a White por la pierna, la misma que ya había
estado apoyando de una previa lesión que sanaba. Me horrorizo mientras
la bestia lo agita de un lado a otro y lucho contra la Carta que me está
sosteniendo. Necesito alejarme. Necesito llegar a él. White grita con dolor
mientras el Sombrerero y Clara luchan para hacer que la bestia lo libere.
Bayard solo agita a White más fuerte. Otra cabeza se une y agarra a White
por su oreja.

Lloro cuando la oreja es arrancada y los gritos roncos de White llenan


el patio. Lágrimas aparecen en mis ojos mientras me separo finalmente
de la Carta, empujando un cuchillo hacia su rostro antes de lanzarme
hacia el borde. No llego lejos, otra carta me agarra y tira de mí hacia
atrás. Aun así, lucho para llegar a White, rasgando a la criatura horrible
que me está sosteniendo.

—¡Paren! —ordena Alicia.

Bayard deja a White en el suelo. Está sangrando abundantemente,


sus hermosos cabellos y piel están cubiertos de rojo, pero se levanta de
la piedra. Se apoya contra la pared y levanta su espada. Cuando sus ojos
se encuentran con los míos, están tan llenos de dolor que mis lágrimas
fluyen más rápido, derramándose por mis mejillas para cubrir la piedra.
El Sombrerero está sosteniendo su brazo, sangre manando de la herida
allí. Alicia sonríe ante la vista mientras mira hacia unos heridos
Sombrerero y White y a una Clara en pánico.

—No luces tan bien, White. —Hace una mueca—. ¿Deberíamos


empezar una segunda ronda? Esta vez podemos añadir algo de emoción.
Me aburro. —Alicia asiente hacia alguien del otro lado del hoyo y un cubo
es desechado por el borde. El contenido cae encima de Clara. Me doy
cuenta de que el contenido es sangre y entrañas, muy parecido a cómo
los pescadores echan carnada en el agua para los tiburones. Bayard se
vuelve salvaje con sed de sangre, embistiendo y chasqueando, pero
quedándose atrás por orden de la Reina.

Alicia suelta una risita y me rompo.

La cabeza me da vueltas, otro cuchillo se deja caer en mi mano y lo


tiro tan rápido y fuerte como puedo. El cuchillo vuela pasando junto a la
Reina Roja pero no antes de cortar su mejilla. Una pequeña línea roja
aparece antes de que una sola gota roja salga. Alicia pasa su mano y mira
a sus dedos, a la pizca de sangre que hay allí.

—No eres más que una cobarde, Alicia —gruño—. ¡Una insípida y
estúpida niña! Actúas como un bebé que no obtuvo lo que quería y ha
estado haciendo rabietas desde entonces.

—No sabes nada sobre mí —gruñe Alicia de vuelta, dando un paso


hacia adelante.

Levanto mi barbilla, viendo mi oportunidad. Ataca su orgullo y no


será capaz de resistirse. Observo dentro del hoyo a White de nuevo, donde
araña la cadena alrededor de su tobillo.
—Sé más de lo que crees. —Me encuentro con los ojos de Alicia
mientras hablo, ignorando lo que suceda detrás de mí. No puedo
permitirme perder concentración—. Sé que estuviste atrapada en un asilo
cuando regresaste del País de las Maravillas porque hablaste sobre él. Sé
que tus padres no te visitaron ni una vez. Sé que rogaste para que White
te salvara cuando lo volviste a ver y él no lo hizo. —Siento los ojos de
White posados en mí, pero me resisto a girarme. Puedo sentir su culpa
desde aquí—. También sé que tuvo sus motivos, incluso si aún los
desconozco. Sé que experimentaron contigo, te torturaron, mutilaron,
humillaron, todo porque nadie creía en ti. —El rostro de Alicia se vuelve
pálido, pero no me detengo—. Hasta que alguien lo hizo. —Doy un paso
hacia adelante—. ¿Dónde está el Jabberwocky, de todos modos? —
pregunto—. ¿Dónde está tu secreto mejor guardado?

El rostro de Alicia se transforma en una furia ante la mención del


Jabberwocky.

—¿Cómo sabes todo eso? —dice entre dientes y empuña la espada,


dando un paso más cerca. No me concentro en el metal negro
resplandeciente. En vez de eso, mantengo mis ojos fijos en los de Alicia.

—Lo vi. —Estoy orgullosa de cuán fuerte es mi voz, ningún tambaleo


a pesar de que puedo sentir mi cuerpo agitándose con energía nerviosa—
. No eres más que una niña de 8 años perturbada pretendiendo ser una
Reina. No eres más que una mujer resentida. No eres más que una
cobarde, Alicia. Y esa será tu perdición.

Alicia grita con rabia y se avienta hacia adelante. Mantengo mi


posición mientras ella se acerca, esa espada volviéndose más peligrosa
cada segundo.

Dentro del hoyo, White grita y puedo oírlo tirando furioso la cadena
de su tobillo. Quiero mirarlo tan desesperadamente, decirle con los ojos
que si este es mi último momento sigo estando contenta de haberlo
conocido, que quiero que siga buscando la luz en la oscuridad. Pero no
puedo apartar la mirada, no mientras la Reina Roja arremete contra mí.

Alicia se detiene frente a mí y sus dedos afilados se envuelven


alrededor de mi garganta, levantándome en el aire. Me ahogo mientras
mi abastecimiento de aire desaparece. Agarro la muñeca de Alicia
tratando de deshacer la presión, mis dedos frenéticos cuando el pánico
se adueña de mí.
—Puede que sea resentida —se burla Alicia—, pero al menos no estoy
muerta.

Empuja la espada a través de mi estómago y grito y me sacudo por lo


imprevisto. Frialdad inmediata irradia de la herida, esparciéndose por mi
cuerpo. De algún modo, no siento dolor, solo el hielo expandiéndose
lentamente. Pero Alicia no es lo suficientemente rápida.

Alrededor de su muñeca, una luz brillante destella en dorado. Me


suelta y tengo la pequeña idea de que debería girar para evitar hacer más
daño, pero no puedo manejarlo. Cuando golpeo la piedra, el dolor
finalmente azota mi cuerpo y grito. Algo gotea de la esquina de mi boca,
pero no me importa quitarlo mientras concentro mis ojos en Alicia. El
hielo comienza a volverse tibio lentamente y conozco el mal signo que es.
Aun así, mantengo la furia en mis venas, impulsando al huracán que se
expanda, el dorado alrededor de la muñeca de Alicia brillando cada vez
más. Araña la cuerda, sus intentos para removerlos fallan.

—¿Qué es esto? —sisea, dejando sangre donde se araña.

—Un encantamiento —grazno, una risita escapando—. Ya no puedes


tomar el poder de tu precioso Jabberwocky.

El rostro de Alicia pierde el último color que tenía y grita con rabia.
La risita se vuelve una risotada ante la mirada afligida en su rostro.

—Te lo dije, perra —digo con voz áspera—. Te destrozaré con mis
propias manos. —Mis ojos se marchitan—. Nadie toca a mi conejo.

Alicia mira sobre mi hombro cuando una conmoción surge en el patio.


Gruñe antes de girarse y alejarse hecha una furia. Me caigo de espaldas,
toda la fuerza escapando de mi cuerpo, mientras miro al oscuro cielo. Mis
ojos se cierran y comienzo a divagar.

Antes de irme completamente, brazos fuertes me levantan


gentilmente.

—Quédate conmigo, Hija del Fuego. —¿De quién es esa voz? No es de


White—. Vas a estar bien.

No, pienso, no creo que lo esté. Pero al menos completé mi misión. Al


menos la tercera puede terminar su trabajo.
Pienso en White una última vez, su rostro nadando en mi mente antes
de que la oscuridad se adueñe de mí completamente, y dejo el mundo.
Traducido por m_Crosswalker
Corregido por Lyn♡
Editado por Mrs. Carstairs~

Neptuno llama y respondo. Siempre respondo.

—Ven. ¿Por favor? Te necesito.

Nunca he sido capaz de negarle algo a mi gemela, incluso cuando


tomaba dinero de mi bolso, así que me monto en mi carro y acelero. Cuando
llego, me abraza fuerte, sus ojos limpios por primera vez en años.

—¿Qué sucede? —No puedo evitar la esperanza en mi voz y Neptuno


me sonríe tristemente.

—Te he extrañado mi gemela. ¿No puedo querer pasar tiempo contigo?

No. Neptuno no ha pasado tiempo conmigo desde que éramos


adolescentes. Algo está mal, pero no lo analizo demasiado, temerosa de lo
que pueda encontrar. Así que lleno su refrigerador con algo más que
mostaza y queso vencido y me siento en el sofá cubierto de manchas.

—¿Por qué estoy realmente aquí? —pregunto, el agotamiento llenando


mi cuerpo. Si me pide más dinero, se lo daré. Sé que solo comprará más
drogas, pero no puedo perder la esperanza con ella. O quizás ya la perdí.

Los ojos de Neptuno están claros cuando se encuentran con los míos,
su expresión muy seria, me encuentro a mí misma inclinándome para
escuchar sus palabras.

—No vivas tu vida del modo que yo lo hice, Júpiter. No lo arruines todo.
Siempre has sido tan inteligente y hermosa. No dejes que eso sea todo lo
que eres. Busca aventuras. Prométeme que buscarás aventuras cuando me
haya ido.

—¿De qué hablas, Nep? No irás a ningún lado. —Qué raro. ¿De dónde
viene todo esto? Neptuno ha sido una drogadicta por más de diez años.
Estoy acostumbrada a su comportamiento extraño, pero esto se siente
diferente.

—Prométemelo. —Neptuno agarra mi mano, apretando mis dedos en


los suyos tan fuerte que duele. Su rostro está tan serio, tan vehemente, que
me encuentro a mí misma hablando antes de analizar sus palabras.

—Lo prometo.

—¿Qué prometes?

—Prometo que buscaré aventuras cuando te hayas ido…

Quédate conmigo, Hija del Fuego…

Flotando, vagando, oscuridad. Puedo escuchar voces, pero todo es tan


oscuro. ¿Dónde estoy? Trato de abrir mis ojos, pero no puedo, los
párpados son muy pesados para moverlos. Algo se siente como si
presionara mi pecho, robándome el aire, haciendo que mi corazón luche
por el derecho de respirar. Todo está borroso y no puedo descifrar las
palabras, solo unas pocas penetrando la neblina.

—Ella va a estar bien. —No sé quién está hablando, pero repito las
palabras una y otra vez en mi cabeza.

Ella va a estar bien. Ella va a estar bien. Voy a estar bien…


La próxima vez mi conciencia se propaga lo suficiente para sentir a
alguien parado cerca de mí, puedo sentir sus dedos entrelazados con los
míos. Son fuertes, callosos, y aun así suaves.

—Despierta, Pequeño Infierno. Es hora de despertar.

White. Lucho para salir de la oscuridad, pero mantiene un fuerte


agarre sobre mí. No puedo abrir mis ojos y no puedo hablar. El peso en
mi pecho regresa y no puedo respirar. Lo siento, White. Estoy tratando.

La oscuridad me empuja de nuevo.

La siguiente vez pestañeo para abrir mis ojos solo para cerrarlos de
nuevo por instinto. La luz es muy brillante y chillona. Gruño ligeramente
ante el dolor, esperando a que disminuya antes de volver a intentarlo.
Esta vez, soy capaz de mirar al techo encima de mí. Mi cuerpo se siente
como si me hubiera atropellado una camioneta Mack, varias veces. Mi
boca se siente cubierta de algodón, mi estómago como fuego. ¿Qué
diablos me ocurrió?

Cuando giro mi cabeza hacia un lado, me doy cuenta de que la luz


proviene de una lámpara de mesa, lo suficientemente suave para que mis
ojos se ajusten a ella finalmente. A mi cabeza no le importa y empieza a
latir, pero lucho contra el impulso de relajarme y regresar a la oscuridad.
Ha sido mucho tiempo.

Observo la habitación, reconociendo que había estado aquí antes.


Mientras la idea cruza mi mente, la esencia de yermo y vainilla golpea
mis sentidos y tomo una respiración profunda, buscando la fuente.
Finalmente lo encuentro en una silla, desparramado en una posición
incómoda. Su cabeza está recostada, sus orejas moviéndose ante lo que
sea que esté soñando. Luce completamente ileso luego de lo del patio, así
que no tengo idea de cuánto tiempo he estado fuera. Mientras el
pensamiento golpea mi mente, empujo las sábanas y me levanto sobre
mis codos para mirar hacia mi estómago. Paso mis dedos sobre la piel
inmaculada, ninguna cicatriz sobre mi carne. Frunzo el ceño. Sé que fui
empalada con la espada de Alicia, una herida que debería haberme
lastimado más allá de lo irreparable. Alcanzo mi espalda con mi mano,
por donde sé que salió la espada. Nada. No hay ninguna marca en mi
piel.

—¿Qué diablos? —murmuro, frotando más fuerte la piel como si así


fuera a encontrar alguna evidencia.

Miro hacia White de nuevo y me sobresalto al encontrar sus ojos


plateados mirándome desde donde está en la silla. Lentamente se inclina,
pero no se levanta.

—Fui apuñalada con una espada —susurro, mirando profundamente


sus ojos.

—Fuiste apuñalada con una espada —afirma.

—¿Pero estoy curada? ¿Cuánto tiempo he estado fuera?

Pasa la mano por su silla y mira hacia el suelo por un momento.

—Una semana. —Pero aun así sigue sentado en su silla y me duele


que venga hacia mí. No confío en mis propios pies, sino me levantaría de
la cama y correría hacia él.

—Pero ¿cómo...? —No puedo hacer que mi mente lo comprenda. ¿Fui


apuñalada con una espada y estoy completamente sanada una semana
después?

—Hay muchas respuestas a esa pregunta. —White se encuentra con


mi mirada—. La primera es el té sanador que el Sombrerero te
suministró.

—¿Y eso fue suficiente para curarme?

Sacude su cabeza.

—No. Sanaste tú sola en su mayoría. El té solo apresuró un poco el


proceso.

—¿Cómo es eso posible? Soy un ser humano normal.

Finalmente, White se levanta de su silla, sus piernas desplegándose


y levantándose en todo su peso. Se mueve hacia mí, pero no me alcanza,
no importa cuánto lo quiera.
—No —dice, mirando hacia mí—. Nunca lo has sido. Eres mucho más.
El País de las Maravillas lo sabía y ha despertado algo en ti, algo de lo
que no sabíamos nada.

Ahora que está más cerca puedo estudiarlo. Ya no tiene ningún signo
de lucha, su piel no se ve estropeada. Incluso su chaleco está limpio y el
botón que le faltaba fue arreglado. Luce justo como la primera vez que lo
vi: hermoso, peligroso, mío.

—Has sanado también —comento, fijándome en las dos perfectas


orejas de su cabeza. Suspiro de alivio ante ello y él sonríe ante el sonido.

—¿Estabas preocupada por mis orejas, Pequeño Infierno?

—Son orejas muy agradables. —Sonrío y con delicadeza trato de


alcanzarlo. Espero que enlace sus manos con las mías, pero en su lugar
vacila—. ¿Qué ocurre? —La preocupación se extiende por mi cuerpo. ¿Me
enviará de vuelta ahora que mi parte de la profecía se ha completado?
¿Es eso?

—Casi moriste por el País de las Maravillas. Habrías muerto de no ser


por los poderes adormecidos que posees. —Se sienta en el borde de la
cama y encuentra mis ojos—. Todo este tiempo, he estado llevando la
culpa conmigo, que era el catalizador del regreso de Alicia. Pienso en ello
todo el tiempo, que quizás si la hubiera sacado del asilo, eso nunca habría
ocurrido. Quizás no sería el monstruo que es ahora. —Muerdo mis labios
ante sus palabras, tan curiosa por preguntar por qué dejó a Alicia allí,
pero no tengo la necesidad. White sigue hablando y me da la explicación
que necesito desesperadamente—. La profecía que te dije no es la única.

—¿A qué te refieres? —Agarro su mano y enlazo nuestros dedos


juntos, mis hombros relajándose ante la sensación de calidez filtrándose
en mi piel.

—La profecía que te conté viene del mismísimo Absalom, del momento
después de que Alicia dejara el País de las Maravillas. El Sombrerero,
Cheshire y yo oímos las palabras salir de sus labios. Me tomé la profecía
a pecho y pensé que iría con Alicia, tratando de mantener un ojo en ella.
Pero Absalom me detuvo antes de yo poder irme y susurró otra profecía
en mi oído que era solo para mí.

Casi tengo miedo de preguntar. Lo que sea que es, era lo


suficientemente malo para que White estuviera forzado a observar a la
pequeña Alicia sufrir su vida entera hasta que eventualmente se volvió el
monstruo que es ahora.

—¿Qué fue lo que dijo? —susurro. Los ojos de White están


insoportablemente tristes y me inclino para envolver mis brazos alrededor
de él—. Puedes decirme.

Cuando abre su boca, las palabras salen con un tono rítmico,


absorbiéndome dentro de ellas.

Corona de Sangre, Columna de Acero,

Muy fuerte es la urgencia de matar.

Llena de odio, Atada en fuego,

Destinada a destruir cada imperio.

Sangrienta Alicia, Oscura como la noche,

Matará cualquier mundo en el que resida.

Una sola profecía debe hacerse realidad,

Para sellar el final de su destino.

La muerte y la destrucción van de la mano

Cuando Alicia regrese al País de las Maravillas.

Parpadeo hacia White, viendo la tensión en sus hombros, viendo la


culpa que carga.

—Alicia siempre había estado condenada. —Mi corazón duele por esa
pequeña niña que no tenía elección. Puedo sentirme triste por ella incluso
mientras odio a la mujer que es ahora. La Reina Roja ya no es más esa
niña. Se ha ido hace mucho tiempo.

White asiente.
—Alicia es una Destroza Mundos. El mundo en el que ella resida, lo
matará. Saberlo me ha consumido. Por años, me repetí la segunda
profecía a mí mismo con la esperanza de hacer que la culpa desaparezca.
Nunca funcionó. Y luego, dejé de verle un punto a estar vivo cuando
regresó y lentamente comenzó a destruir el mundo al que estaba
destinada. Y, aun así, la broma más grande de todas es que un Hijo del
País de las Maravillas no puede morir —dice, apretando mi mano—. No
importa cuánto lo quiera. —Toma una respiración profunda—. Y luego
llegaste tú y me destruiste.

Sus palabras son como una bofetada. Psicológicamente me sacudo


ante el golpe y lucho por ocultar la mirada herida que sé que cruza mi
rostro.

—No del modo que piensas —añade White precipitadamente—.


Increíble, estoy arruinando todo esto.

Espero pacientemente a que continúe, haciendo mi mejor esfuerzo


para no retirar mi mano. Está intentándolo.

—Es solo que, es como si hubieras destruido el alma torturada que


era y luego me reconstruyeras en quién soy ahora. Pero estoy atrapado
aquí, entre las decisiones que he hecho y las oportunidades que tenía
tanto miedo de tomar. Me congelé como un conejo. —Su voz se estremece
y mi corazón prácticamente se derrite—. Pero no quiero volver a
congelarme de nuevo. Quiero quemarme. —Sus brazos se retuercen a mi
alrededor y me acerca a él—. Antes de que vinieras al País de las
Maravillas, quería morir. Ahora... —Hace una pausa, mirándome con tal
emoción que siento mis ojos humedecerse—. Ahora tengo todos los
motivos para vivir. Tú, el País de las Maravillas, nuestra pequeña y rara
familia.

Siento las lágrimas comenzando a rodar por mis mejillas con la


emoción de sus ojos. Gentilmente las limpia antes de inclinarse y poner
su frente contra la mía.

—Quiero tener la oportunidad, Júpiter, contigo.

Envuelvo mis brazos a su alrededor fuertemente y lo aprieto, una


pequeña risita aguda sale de mis labios.

—Conejo tonto —susurro—. Me has tenido desde el momento en que


me pediste obscenamente que te frotara las orejas.
White se ríe y besa mis labios, tan suave y gentil que saca más
lágrimas de mis ojos.

—¿Eso quiere decir que te quedas conmigo en el País de las


Maravillas? —pregunta, su voz vulnerable.

Beso su nariz, antes de enredar mi mano en su cabello.

—¿Cómo demonios podría irme? —pregunto, una sonrisa


mostrándose por mi rostro—. Eres mi aventura más grande. —Hago una
pausa, mi sonrisa volviéndose más amplia—. Conejito.

El fuego se enciende en sus ojos.


Traducido por Jeivi37
Corregido por Nea
Editado por Mrs. Carstairs~

—Esto es raro —comenta Clara, mirándolos a todos—. Ni siquiera


sabía que teníamos esta habitación.

Extrañamente, lo encuentro igual de raro, estar sentada en esta sala


de estar que parece salida del siglo XVIII. Siento como si todos tuviéramos
que estar usando corsés y grandes vestidos. Pero no hay verdaderamente
similitudes con el siglo, además de las terminaciones del mobiliario. Más
allá de eso, es una pesadilla desencajada. Como si alguien arrojara un
arcoíris a la habitación y dijera “Sí, esto es perfecto”. El sillón en el que
White y yo estamos sentados es rosa, por el amor de Dios. El Sombrerero
Loco, quien se viste como si estuviera en una banda metalera, tiene un
sillón rosa. Esas palabras no deberían estar en mi boca. La urgencia de
preguntarle dónde está su unicornio me agobia, pero lo controlo. Habrá
mucho tiempo para eso después.

Aparentemente, por primera vez en mucho tiempo, no hay una fiesta


del té. Nos pone nerviosos. Si nadie ha muerto hoy, ¿qué está planeando
Alicia? ¿Cuándo se caerá el otro zapato?

Hay tazas de té y comida apiladas en la mesa en frente de nosotros,


y en cada superficie disponible. Algunos de ellos parecen a punto de
derrumbarse, pero de alguna manera, como todo lo demás en el País de
las maravillas, desafían las leyes de la física y están en balance como si
fuera natural.
El Sombrerero y Clara comparten un pequeño sofá en el centro de la
habitación, una extraña mezcla de amarillo sol e índigo. Los Tweedles
están junto a la chimenea, observándonos a todos. Asumo que Dee está
observando basado en su interés general en la sala, pero no hay ningún
error en que Dum lo observa todo, casi observándonos con intensidad.
Me muevo incómoda en mi asiento antes de llegar a un plato con una
gran pila de pastelitos.

—No, no lo hagas —me advierte Clara—. Prueba el plato siguiente de


ese. Los panes dulces no son algo seguro de comer.

El Sombrerero frunce el ceño.

—Arruinas todo lo divertido, Clara Bee. ¿Por qué no la dejas ser?

—Quizás yo no arruine todo lo divertido —ronronea, y sus ojos se


iluminan, una pequeña sonrisa se curva en su boca.

—Me casaré contigo —dice el Sombrerero de pronto—, si no lo arruino


todo.

Clara sonríe.

—¿Eso es una propuesta?

—Sabrás cuando sea una propuesta —guiña—. En el País de las


Maravillas hacemos el apareamiento muy diferente, incluyendo cómo
tenemos bodas.

Sonrío ante sus burlas.

—Diría felicitaciones, pero suena a que no está en orden todavía —


bromeo.

Clara me mira de reojo, con una débil sonrisa en su cara.

—Quizás yo no sea la única.

Me sonrojo ante su insinuación y trato de no mirar a White. Pierdo la


batalla cuando lo hago, sus ojos se enfrentan a los míos. Una pequeña
sonrisa curva sus labios.

Todos nos sentamos en la sala, los Tweedles hacen lo mejor por


incomodarnos cuando la profecía nos es traída.
—¿Alguien ha visto a Cheshire? —pregunto. La última vez que lo vi
fue en el castillo, cuando le dijimos que se fuera.

Clara sacude la cabeza, con preocupación en su rostro.

—No ha vuelto.

—Eso es raro. —Por el rabillo del ojo, casi en el momento justo, juro
que veo una sonrisa parpadear, pero cuando me volteo no hay nada allí.

Tengo ganas de salir por la puerta, algo me dice que lo haga. Me


acerco y tomo un croissant del plato.

—Voy a ir a la habitación por un minuto, ya vuelvo.

—¿Quieres que vaya contigo? —pregunta White, inclinando su


cabeza. Sus orejas se mueven y sé que le está costando no levantarse y
seguirme. Hay un poco de ansiedad después del incidente en la corte, y
White se preocupa, pero se esfuerza por no ser sobreprotector. Agradezco
eso.

—No, estaré bien. —Le sonrío, dejándole saber que realmente voy a
estar bien antes de salir de la habitación.

El pasillo está en silencio cuando cierro la puerta detrás de mí. Los


apliques en la pared apenas dan la luz necesaria para ver. Un movimiento
a mi derecha atrae mis ojos y veo una puerta crujir al abrirse.

Tomo un dubitativo paso al frente.

—Así es como la gente muere en las películas de terror —murmuro


hacia mí misma—, por favor que no sea algo terrible.

Cuando alcanzo la puerta, la empujo para abrirla y doy un paso hacia


atrás, preparándome para correr y esquivar si es necesario. Cuando nada
me ataca inmediatamente, deslizo mi mano por la pared interna para
encontrar el interruptor de la luz. La habitación está completamente
cubierta de polvo mientras la escaneo. Y entonces Cheshire parpadea a
la vista y doy un suspiro de alivio.

Él está viendo por la ventana, una por la que no sé cómo puede ver a
través del polvo, su cola parpadea perezosamente detrás de sí. Está tenso,
sus orejas están planas en su cabeza.

—Cheshire —susurro—. Gracias a Dios. Estaba tan preocupada.


Se voltea y me mira por sobre su hombro y yo carraspeo. Un gran y
profundo corte corre por el costado de su rostro, palpitante y todavía
sangrando.

—No te preocupes —dice, su voz suena ronca como en desuso—. Me


iré en un par de días.

—¿Qué sucedió?

—Tuve una riña con una Quimera. No es para que agites las alas.

—Diablos, ¡sí es algo por lo cual preocuparse! ¡Estuve en una


tormenta de Quimeras! Sé lo que son esas cosas. —Cheshire pone los
ojos en blanco y mira hacia otro lado y yo me muerdo el labio con
preocupación—. ¿Por qué no estás en la habitación con todos los demás?
—pregunto suavemente—. Clara ha estado preocupada.

—¿Lo estuvo? —Sus brillantes ojos azules encuentran los míos y doy
un paso más cerca—. Le dirías que estoy bien. Se preocupa demasiado.

—Todos lo hacemos.

—Tú no me conoces Niña de Fuego.

Y esas palabras me traen un recuerdo, tan débil, que casi no puedo


retenerlo. En la corte, alguien me dijo que aguantara, se quedó conmigo
hasta que la batalla ahí se hubo acabado y White me sacara de ahí.
Cheshire, había sido Cheshire diciéndome que aguantara, que siguiera
respirando.

Mis ojos, bueno, me maldigo por eso. Dios, no dejes que te vea llorar.
No llames la atención, me digo a mí misma, parpadeando para mantener
la compostura. Maldigo a las lágrimas constantes, siento como si pasara
por todas las emociones posibles desde que llegué al País de las
Maravillas.

—Me gustaría pensar en ti como un amigo. —Me enorgullezco cuando


mi voz no tiembla. Eso chica, me digo. Mantén esas emociones a raya.

—No deberías —responde con un ceño en su cara. No creo que ignore


la pequeña comprensión cruzando mi rostro, pero como cada gato,
pretende como que sí lo hizo.

—Aun así, lo hago. Así que lidia con ello.


Cheshire me estudia, sus ojos observando mi expresión facial antes
de caer en la pequeña marca negra en mi muñeca. Su ceño se hace más
pronunciado.

—En realidad vine a hablar con White. —No saca el tema de la marca
como esperaba—. Es hora de encontrar a la tercera.

—Tu compañero. —Asiento, mirándolo de cerca.

Él suspira y pasa una mano por su cabello, desordenándolo.

—No quiero que tenga nada que ver con profecías o cuentos de hadas,
pero ha acertado dos veces ya.

—Lo hizo —concuerdo, ladeando mi cabeza—. Y tú no querías que lo


hiciera.

—Todavía no quiero que lo haga —gruñe por lo bajo.

Puedo sentir la molestia de Cheshire por la idea de una mujer


profetizada para él, pero entiende la necesidad del tercero para completar
la tríada y provocar la caída de la Reina Roja.

—Es difícil poner tu fe en algo que no puedes ver —digo, viendo el


rostro de Cheshire. Él no me mira hasta que hablo de nuevo—. Es por
eso por lo que tienes que sentirlo. —Sus ojos se levantan y su cola
permanece quieta—. Puede que sepa sobre ciencia, pero el País de las
Maravillas desafía todas las leyes de la ciencia que conozco. Es
maravillosamente al revés. Ilógicamente lógico. Por lo que tiene sentido
que sea exactamente un cuento de hadas lo que necesites.

Cheshire tose y sacude su cabeza.

—Clara y tú son tan ingenuas. Una profecía no hará que una mujer
se enamore de mí.

—No. —Sonrío—. Esa parte depende de ti.

Me mira, y su cola comienza a balancearse de lado a lado de nuevo.

—Entonces estamos todos condenados.

—Quizás —digo riendo—. Eres un poco idiota.


—Subestimación —anuncia el Sombrerero, empujando la puerta para
abrirla y caminando a la habitación.

—Pero eres un idiota —agrega Clara, siguiéndolo adentro—. Y estoy


enojada contigo por desaparecer por tanto tiempo.

Clara inmediatamente cruza la habitación y comienza a quejarse


sobre él, pinchando suavemente la herida en su rostro. Él pone los ojos
en blanco, pero cuando su mirada encuentra de nuevo la mía, puedo ver
el afecto genuino que tiene por la mujer que tiene en frente de él. A
Cheshire le gusta usar una máscara, nunca quiere mostrar su mano.
Tendrá que ser una tremenda mujer la que logre quitar esa máscara.

Los Tweedles flotan dentro de la habitación, haciendo que la


atmósfera vaya de alivio directamente a algo siniestro. Parece que tienen
ese efecto a donde sea que vayan. Tweedledee sonríe cuando los miro y
Tweedledum inclina su cabeza hacia mí. Es en ese momento exacto que
noto los pequeños viales idénticos colgando de sus cuellos con mechones
de cabello rojo brillante adentro.

—¿Por qué pusieron mi cabello ahí? —pregunto confundida.

El resto de la habitación enfoca su atención en los Tweedles,


incluyendo White quien da un paso detrás de ellos. Sus ojos
inmediatamente me buscan, y cuando me ve a salvo, el alivio se muestra
en su cara antes de unirse a mí.

—Tú tienes poder, Niña de Fuego —dice Dee.

—Potencial no explorado —agrega Dum.

—Nos gusta el poder. —Odio cuando hablan al mismo tiempo. Hacen


que escalofríos recorran mis brazos. Es como una escena incluso más
siniestra de Los niños del maíz1.

—¿Pero eso qué tiene que ver con mi cabello colgando de sus cuellos?

1N. del T. En el original, Children of the Corn (titulada: Los chicos del maíz en
España y Los niños del maíz en Hispanoamérica) es la primera de las películas de terror
basadas en el relato homónimo que forma parte del libro El umbral de la noche, escrito
en 1977 por Stephen King. La película fue producida en 1984.
Ellos sonríen, la mirada demasiado siniestra, me muevo más cerca de
White. La habitación entera se tensa. Incluso Cheshire toma un paso
hacia mí, como si no estuviera seguro de si los Tweedles fueran a atacar
o no.

—Queremos el poder. —Sus voces hacen eco en la habitación. El


rostro de White se torna asesino cuando mira a los dos que tiene en
frente. El Sombrerero llega al punto de agarrar su espada.

—Dijeron que no me harían daño. —Mi voz es áspera con


preocupación, yendo sobre mis palabras cuando hice el trato. Estoy
segura de que hablé claramente y no había dejado lugar a dudas.

—Ese fue el trato. —Dee inclina su cabeza—. No te haremos daño.

—No con el trato en su lugar. —Dum entrecierra sus ojos mirándome.

—¿Y después del trato? —pregunto, porque me gustaría estar bien


informada si voy a ser amenazada. White toma su propia espada mientras
Dee sonríe, con dientes afilados, malvados, asomando sobre sus labios.

—Entonces cazamos —dicen.

Síp, Los niños del maíz. Lo sabía.


Traducido por Lilu
Corregido por Roni Turner
Editado por Mrs. Carstairs~

—Estoy segura de que eso es algo de lo que debería preocuparme —


digo. Es tarde, y estamos de vuelta en nuestra habitación. Observo cómo
White cierra la puerta con lo que parecen cien cerraduras—. Pero no me
atrevo a preocuparme en este momento.

Las orejas de White se agitan ante mi admisión, ocultando estrés,


pero no comenta nada.

Cuando entra en la habitación y se para delante de mí, sonrío al ver


su mirada. Toma mi mano y la envuelve entre sus dedos antes de
colocarla sobre su pecho.

—Dime —comienza, mirándome intensamente a los ojos—. ¿Qué


dirías si te dijera que te amo?

Sonrío.

—¿Puedo ser una idiota y decirte que mi respuesta sería “Lo sé”?

White me mira confundido, y yo me río, apartando la mirada, antes


de darle un beso en la mejilla.

—Quiero ser bueno y puro. —Mira nuestras manos, que descansan


contra su pecho—. Pero no lo soy. Aunque lo intentaría… por ti.
Le doy un beso en los dedos antes de encontrarme con sus ojos color
plata fundida.

—No cambies quién eres, White. No lo necesitas. Te deseo


exactamente como eres, con oscuridad y todo. —Me pongo de puntillas y
presiono mis labios contra los suyos en un casto beso—. Y te diría que
creo que yo también te amo.

Sus ojos se iluminan con la admisión.

—Está bien si no estás segura —susurra—. Pero detendría el tiempo


solo para quedarme en este momento contigo.

Esas son las palabras más dulces que he escuchado y, ¡maldita sea!
Puedo sentir que mis ojos se empañan de nuevo. ¿Cuándo me volví tan
cursi? En serio, esto se está volviendo ridículo.

Presiono un beso contra el pecho de White.

—Eso es probablemente lo más hermoso que me pudo decir el Conejo


Blanco —susurro—. Además, apesto, por lo que está arruinando el
momento. —Me río de su expresión de perplejidad—. ¡En verdad! Necesito
una ducha.

—Tomaste una antes de reunirnos con todos —me recuerda.

—Y me tendí en una cama durante una semana. Disculpa si quiero


tomar un montón de duchas.

Me alejo y reviso mi mochila, saco una camiseta y la extiendo sobre


la cama. White la estudia por un momento antes de reír.

—¿Es un tiranosaurio en una bata de laboratorio?

—Sí, lo es —respondo alegremente. Es una de mis camisetas


favoritas. El tiranosaurio está mezclando dos vasos de precipitados, y las
palabras “Estoy haciendo ciencia” cruzan la parte superior de la
camiseta. Es oro puro.

—¿Por casualidad trajiste tu bata de laboratorio? —pregunta de


repente.

Sonrío.

—No. No pensé que la necesitaría.


—Definitivamente voy a traerte una cuando vaya.

Tiro de White hacia mí y envuelvo mis brazos alrededor de él.

—¿Una de tus fantasías? —bromeo. Se inclina y pasa sus labios por


mi cuello. Se me pone la piel de gallina y engancho una pierna alrededor
de su cintura.

—Tengo muchas —susurra contra mi cuello.

—¿Oh? —Cierro los ojos ante la sensación, abrazándolo con fuerza.

—Hay una en la que experimentas con chocolate mientras lo lames


de mi…

—Está bien, está bien. —Río—. ¿Alguna otra?

Se endereza y tira de mí hacia el baño, deteniéndose frente a la gran


ducha.

—¿No dijiste que estabas sucia? —Sus dedos alcanzan el dobladillo


de mi camiseta. Levanto los brazos y dejo que los libere, antes de que sus
largos dedos vayan por el botón de mis jeans.

—Lo hice —respondo.

Mi voz es ronca, y me muerdo el labio mientras me baja los pantalones


por las piernas. Sus ojos se fijan en mi ropa interior de nerd, hoy de
Pokémon, y una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios. Mis propios
dedos comienzan a trabajar en los botones de su chaleco, revelando su
definido pecho poco a poco hasta que soy capaz de empujarlo de sus
hombros. Acaricio con mis dedos su dureza por encima de sus pantalones
de cuero, y toma aliento.

—¿Planeas limpiarme o ensuciarme más? —ronroneo. Realmente no


soy tan sexy, y estoy segura de que no suena nada como me imagino,
pero White gruñe de todos modos.

—¿Qué tal las dos cosas?

Entra al interior de la ducha y abre el agua, el vapor caliente sale


inmediatamente del interior. Apresuradamente, los dos nos quitamos el
resto de la ropa y entramos, el agua caliente me empapa la piel y me
adhiere el cabello a la cabeza como a un perro mojado. Solo hace que
White parezca más sexy, las gotas de agua cayendo de los mechones de
su cabello blanco.

Sus manos serpentean a mi alrededor y me atraen hacia su cuerpo,


manteniéndome cerca incluso cuando su mano se desliza hacia abajo,
abajo, abajo entre nosotros. Mi respiración se entrecorta cuando
encuentra mi centro y me acaricia.

—Eres tan hermosa —susurra, sus labios recorren mi cuello cuando


mi cabeza se inclina hacia atrás—. Quiero llevarte conmigo y que nos
escondamos.

—Esconderse suena bien —susurro, ganándome una risa ronca de


él.

Su boca baja más antes de aferrarse a mi pezón, chupando con


fuerza. Gimo cuando sus dedos se mueven contra mí, acariciando mi
creciente humedad. Mis propios dedos envuelven su longitud y bombean.
Sisea entre dientes, antes de darme la vuelta y pegarse a mi espalda. Mis
manos inmediatamente se apoyan en el cristal de la ducha mientras sus
manos ahuecan mis pechos.

—Traviesa —me reprende, amasando mi carne—. Tratando de ganar


ventaja.

—¿Es aquí donde debo llamarte Conejito?

Eso me hace ganar un fuerte mordisco en mi hombro que


inmediatamente me quita el pinchazo con la lengua. Froto mi culo contra
él en respuesta.

—¿Se suponía que eso debía desanimarme? —Me río entre dientes—
. Conejito.

Levanta mi pierna derecha de repente y la apoya en un punto de


apoyo en el cristal. Lo miro confundida por un momento antes que sus
dedos separen mis nalgas.

—Sigue diciéndolo —gruñe en mi oído antes de que sus dientes se


aferren a mi lóbulo y lo chupe.

—Conejito —digo sin dudar.


Siento su longitud presionando contra mí desde atrás, apenas
tocando, burlándose.

—Conejito —digo de nuevo, mientras su mano agarra mi cadera con


fuerza.

Siento su pecho retumbar contra mí al oír mis palabras, y su mano


pasa de mi cadera a mi cuello con suavidad, mientras gira mi cabeza.

—Dilo de nuevo —exige cuando nuestros ojos se cruzan, los suyos


son tan brillantes que resplandecen como estrellas. Su mano aprieta lo
mínimo, recordándome que debo hablar.

—Mi Conejito —susurro.

Me penetra, y yo gimo de placer por lo repentino, mis dedos buscan


apoyo en el cristal. No me da tiempo para adaptarme, en lugar de eso,
sale antes de penetrarme de nuevo, lo suficientemente fuerte como para
que pueda escuchar el golpeteo de nuestra piel sobre el sonido de la
ducha.

—Eres la única autorizada para llamarme así —gruñe en mi oído


mientras bombea dentro de mí. Insiste con un fuerte empujón, y gimo
contra el cristal, el placer se apodera de mi cuerpo—. Dilo de nuevo.

—¡Conejito! —grito, y él me recompensa con otro fuerte empujón, y


sus dedos en la unión entre mis muslos.

—¡De nuevo! —gruñe, bombeando más fuerte. Sus dedos me aprietan


la garganta, su otra mano me abre más y tira de mi cadera hacia él. No
detiene su ritmo implacable.

—¡Conejito! —gimo, mi cuerpo serpentea más y más bajo las


embestidas.

—¡Joder! —gruñe, se separa de mí y me da un tirón antes de


levantarme por el culo y volver a penetrar mi interior, con el cristal a la
espalda. Inmediatamente le rodeo el cuello con los brazos mientras él
toma mis labios entre los suyos, su lengua barre el interior para
conquistarme. Enhebro mis dedos en su cabello antes de rodear la base
de su oreja y apretar suavemente. Sus embestidas se hacen más fuertes
con el toque, y jadeo en su boca, mi cuerpo se arquea por sí solo.
—Brilla para mí, Pequeño Infierno. Explota y arde conmigo. —Su voz
es tan profunda que es prácticamente un solo gruñido mientras gimo con
cada embestida. Estoy completamente llena, y no puedo evitarlo mientras
me estrecho cada vez más y más a su alrededor—. Dilo de nuevo.

Me agarro con fuerza a su oreja y me encuentro con sus ojos, los míos
envueltos en deseo.

—Mi Conejito —gruño.

Su gruñido coincide con el mío cuando su boca cae sobre mi hombro,


y muerde. Exploto, gritando mi liberación para que resuene en la
habitación de cristal. Me embiste con fuerza, su ritmo es errático
mientras alcanza su propia liberación. Ambos respiramos con dificultad,
el agua caliente golpea contra nosotros mientras nos tomamos un
momento para calmar nuestro ritmo cardíaco.

White se ríe contra mi piel, antes de besar el lugar que marcó.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunto, riendo con él.

Se encuentra con mis ojos, la risa brilla tan intensamente en los


suyos.

—Nunca pensé que llegaría el día en el que realmente quisiera que


alguien me llamara Conejito.

Lo beso, feliz de darle algo de qué reír.

—Cuando quieras, Chico Conejito —digo contra sus labios.

Me devuelve el beso profundamente, antes de tomar el jabón y


ayudarme a limpiar mi cuerpo. Cuando termina de pasar las manos por
lugares traviesos, hago lo mismo por él. Observamos cómo las burbujas
fluyen por el desagüe.

—¿Y ahora qué? —Salimos de la ducha, pero antes de que pueda


alcanzar una toalla, White me envuelve en sus brazos. Hay un placer
perverso en sus ojos cuando mira hacia abajo antes de tirar de mí hacia
el dormitorio. Sonríe antes de hablar, y yo respondo con mi propia
sonrisa.

—Sigue al Conejo Blanco, Pequeño Infierno —bromea—, y lo


descubrirás.
Traducido por Lilu
Corregido por Roni Turner
Editado por Mrs. Carstairs~

White

—¿Estás seguro de que es una buena idea? —pregunta Cheshire,


mirando las puertas.

—Creo que es mejor si vienes conmigo, sí. —Veo cómo las orejas de
Cheshire giran agitadas, luchando consigo mismo. Puedo decir que
quiere venir, y al mismo tiempo, no quiere. No sé si es miedo o algo más.
Cheshire tiene sus propios secretos, como todos, pero hasta yo sé el dolor
que ha atravesado. Va a hacer falta un milagro para romper los muros
que rodean su corazón.

—¿No se supone que debes traerla tú mismo?

—Soy el Guardián de la Puerta, sí, pero también soy el Guardián del


Tiempo, y tenemos poco tiempo. Si estás conmigo, hará que las cosas
vayan más rápido.

—O que vayan horriblemente mal.

—Sí, bueno. —Olfateo—. No puedo hacerte encantador.

Cheshire ni siquiera se ríe. Eso es lo que más me preocupa. Detrás


de nosotros, Júpiter y Clara observan el intercambio. Trato de decirle a
Clara con los ojos que dé un paso adelante, y a su favor, lo entiende.

—Cheshire —lo llama. Cuando él la mira, ella se adelanta y alisa el


cuello de su chaqueta de cuero—. No empieces pensando que no va a
funcionar. Dale una oportunidad.
—Estoy aquí, ¿no?

—No lo sé. —Clara ni siquiera reacciona ante su molestia—. ¿Lo


estás?

Él se relaja inmediatamente, con el ceño fruncido. Asiente antes de


volverse hacia mí.

—Bien. Vamos. No tenemos mucho tiempo.

Miro el reloj y veo que tiene razón. Mis ojos se encuentran con los de
Júpiter por encima de su hombro cuando se adelanta.

—Nos vemos pronto, Pequeño Infierno.

Me guiña un ojo con una pequeña sonrisa curvando sus labios.

—No te retrases —responde ella, entrelazando sus dedos con los de


Clara. El Sombrerero se acerca y asiente, asegurándome que mantendrá
a mi pareja a salvo. Sonrío en señal de agradecimiento antes de lanzar
mi carta a la pared.

—¿Estás listo para esto? —le pregunto a Cheshire.

—No. —Al menos es honesto. El portal se abre y le hago un gesto para


que pase. Dudo un momento antes de entrar.

Miro hacia atrás una última vez, a los hermosos ojos azules de mi
propia bola de luz, antes de saltar al interior. La batalla final comienza
ahora, y no será fácil. Cierro los ojos y envío una oración a cualquiera
que esté escuchando, luego endurezco mi columna y preparo mi alma.

Vamos a la guerra.
Siempre hay tantas personas a las que siento que debo agradecer,
tantas que hicieron que todo esto fuera posible.

Primero, me gustaría agradecer a los lectores, muchos a quienes


llamo amigos.

Gracias por arriesgarse con un nuevo autor y por aceptarme con los
brazos abiertos. Sin todos ustedes, nada de esto sería posible y estoy muy
agradecida todos los días de habernos encontrado.

También me gustaría agradecer a la familia que me apoyó tanto, y ni


una sola vez consideró registrarme en el asilo por mis locas ideas. Gracias
a mis padres por ser tan maravillosos. Gracias a mi abuela y mi abuelo,
Martina y Kelly, y Lorena. Todos ustedes han sido de gran apoyo. ¡Los
amo a todos!

Gracias a mi increíble esposo e hijo. Ambos me inspiran a seguir


siendo yo, por raro que sea, y me animan a seguir adelante. Mi hijo es la
razón por la que me levanto todos los días y escribo. Algún día, espero
ayudarlo a lograr sus propios sueños.

Me gustaría agradecer al autor y a los amigos del mundo del libro que
he hecho. Nicole JeRee, Amara Kent, Elizabeth Clare, Poppy Woods y
Katie Knight. Cada uno de ustedes me mantiene en marcha e ilumina
mis días. Literalmente me siento raro si no hablamos durante todo un
día. Te has convertido en parte de mi vida, rápido e importante, y no sé
qué haría sin cada uno de ustedes. ¡Mantente increíble!

Gracias a la increíble Ruxandra Tudorica por las increíbles portadas


de esta serie. Cada vez que pareces captar las palabras que digo y dar
vida a los personajes a la perfección. Estoy tan feliz de llamarte amigo.

¡Gracias a la increíble Nicole JeRee por siempre lucirse en el formato!


Mis libros son hermosos por dentro gracias a ti. Gracias a Michelle
Hoffman por editar mis palabras y por recordarme la diferencia entre
"inspirar" y "exhalar". Eres increíble por mantenerme a raya.

Estoy tan feliz de poder compartir mis mundos contigo. ¡Aquí tenemos
muchas más aventuras!
Kendra Moreno nació y se crió en Texas, donde, si las
langostas no te vuelven loco, las hormigas rojas y las rebabas
de pegatinas sí lo harán. El té helado, o acertadamente llamado
azúcar puro, la impulsa a luchar contra las fuerzas del mal y
lavar los platos interminables que ensucia su hijo.

Tiene un esposo que escucha sus cuentos constantemente


sin falta. Aunque él no siempre sabe de qué está hablando, la
apoya como un corpulento. Kendra tiene un hijo que algún día
leerá sus historias. Por ahora, le está enseñando que los libros
deben ser apreciados y no destruidos. Sus tres cerberos le
hacen compañía mientras escribe. Si no está escribiendo, por
lo general, puedes encontrar a Kendra hundida hasta el cuello
en cualquier cosa, desde pintura hasta masa para galletas.

Si desea tener un lugar para discutir el libro con otros


fanáticos, diríjase al grupo de Facebook de Kendra (Worlds of
Wonder) donde puede obtener actualizaciones sobre su trabajo
antes que nadie.
¡Gracias por leer nuestra traducción! No olvides seguirnos
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la traducción de libros, apoyamos totalmente a cada autor y
queremos que ustedes lean sus historias!

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