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Las personas partícipes en esta traducción se deslindan


de cualquier acto malintencionado que se haga con la misma.

Gracias por leer y disfruta la lectura.


Las armas no lloran ...

Calypso solo está tratando de sobrevivir, criando a su


hermano pequeño y cuidando a su madre enferma. No tiene
tiempo para los cuentos de hadas o las ensoñaciones, así que
cuando dos hombres se presentan en su puerta hablando
sobre el País de las Maravillas, los echa.

Pero la vida tiene una forma de hacerte viajar por


madrigueras de conejos...

Cal es arrastrada al País de las Maravillas y le dicen que


es la salvadora de su mundo. Está destinada a terminar con
el reinado de la Reina Roja, a destruir al Jabberwocky, todo
mientras lidia con la sonrisa burlona del Gato de Cheshire.

En esta épica tercera parte de la saga, ¿Calypso podrá dar


todo por un mundo que no sea el suyo, o dejará que muera y
Cheshire caiga junto a él?

Vayamos a la guerra...

—Feral as a Cat (Sons of Wonderland #3)


◊ AS ◊ Nicola♡
◊ Beth ◊ -Patty
◊ jackytkat ◊ -Rompe Maldiciones-
◊ ~Kvothe ◊ Roni Turner
◊ Lilu ◊ Tati Oh
◊ Nea ◊ VivianaG2509

◊ BLACKTH➰RN ◊ Lovelace
◊ Emma Bane ◊ Nea
◊ Haze ◊ -Patty
◊ ♡Herondale♡ ◊ Roni Turner

◊ Banana_mou ◊ Jani LD ◊ jackytkat


Prólogo Capítulo 15

Capítulo 1 Capítulo 16

Capítulo 2 Capítulo 17

Capítulo 3 Capítulo 18

Capítulo 4 Capítulo 19

Capítulo 5 Capítulo 20

Capítulo 6 Capítulo 21

Capítulo 7 Capítulo 22

Capítulo 8 Capítulo 23

Capítulo 9 Capítulo 24

Capítulo 10 Capítulo 25

Capítulo 11 Capítulo 26

Capítulo 12 Capítulo 27

Capítulo 13 Capítulo 28

Capítulo 14 Capítulo 29
Capítulo 30 Capítulo 46

Capítulo 31 Capítulo 47

Capítulo 32 Capítulo 48

Capítulo 33 Capítulo 49

Capítulo 34 Capítulo 50

Capítulo 35 Capítulo 51

Capítulo 36 Capítulo 52

Capítulo 37 Capítulo 53

Capítulo 38 Capítulo 54

Capítulo 39 Capítulo 55

Capítulo 40 Epílogo

Capítulo 41 Adivinanza de la secuela

Capítulo 42 Agradecimientos

Capítulo 43 Sobre la autora

Capítulo 44 También por Kendra


Moreno
Capítulo 45
Para la tía Martina
Espero que este libro te haya hecho sentir orgullosa. Te
echo de menos. Te amo.
RIP Martina Knight 1968-2019

Al tío Mark
Ojalá hubieras estado aquí para burlarte de mis libros.
Ojalá hubieras elegido quedarte. Te amamos.
RIP Mark Salsberry 1966-2019
Feral as a Cat incluye descripciones de sangre, violencia extrema y
sexo. Siempre quiero que leas mi libro y te unas a mí en el País de las
Maravillas, pero por favor, cuídate primero.
Traducido por Roni Turner
Corregido por Nea
Editado por Banana_mou

Cheshire se mueve a través de los gruesos árboles, sus pies son silenciosos,
todo su cuerpo está tenso y alerta. Puede notar un hormigueo en los brazos, el
conocimiento de que nunca podrá saber de dónde viene, haciendo que su vello
se ponga en punta.

—¿Lo notas? —susurra, tan bajo que nadie debería de escucharle.

—Sí. —Danica respira junto a él—. Algo grande está pasando.

Cheshire se endereza y escucha, sus oídos se retuercen por el sonido del


bosque. Unas criaturas graznan a su alrededor. Algo repta a través de la maleza.
En la distancia, un aullido atraviesa el aire, tan lleno de tristeza que Cheshire
siente que su corazón da un vuelco.

—Nos están llamando —dice Danica, encogiéndose de hombros. Sus


propios oídos se retuercen con los sonidos, consciente de cada parte de su
cuerpo.

Les están más que llamando. La sensación de temor que recorre la espina
dorsal de Cheshire casi le hace temblar. Si fuera otra criatura diferente, hubiera
tenido que correr en otra dirección. Sin embargo, echa los hombros atrás y se
prepara para desvanecerse. Su cola se mueve de adelante hacia atrás, detrás
de él, y ya se ve su esfuerzo en aumento, su primer indicio de que lo que verían
al otro lado no será agradable.

—No creo que sea una llamada normal —susurra Cheshire, sin atreverse a
alzar la voz.

—¿Crees que tiene que ver con el regreso de Alicia? —pregunta Danica.
Cheshire no responde. No lo necesita. Ambos saben que todo tiene que ver
con el regreso de Alicia. Regresa como una mujer vengativa, llena de odio.
Cheshire la vio arrancando el corazón del pecho del Sombrerero por cometer el
error de pensar que era la misma niña que fue antaño. La niña ya no está, y
nadie sabe qué pasó entre el pasado y el presente.

Cheshire desenvaina su espada y su hermana pequeña hace lo mismo a su


espalda, mientras empiezan a desvanecerse. Cuando el País de las Maravillas
llama, no tienen elección. Si se necesita a las Manos de la Justicia y a la
Portadora de la Esperanza, son obligados a dejar lo que estén haciendo por los
poderes del país. No se puede ignorar.

Cuando reaparecen, Cheshire mira a su alrededor rápido para registrar la


escena, y casi se tropieza cuando se da cuenta de lo que ocurre.

—Qué lindo que te unas a mí —arrulla Alicia, con sus ojos oscuros
apuntando hacia Cheshire y Danica. Danica eleva su mentón, incluso más alto,
y desenvaina su espada desde su espalda. El rol de Danica como la Portadora
de la Esperanza es extraño. Mientras Cheshire es el castigador, Danica inclina
la balanza a su favor con amabilidad. Su rol siempre es incentivar un cambio en
el corazón.

—Alicia, ¿en qué te has convertido? —pregunta Danica con voz fuerte, pero
hay una punzada en ella, un hilo de tristeza que Cheshire casi no logra captar.

—Me he convertido exactamente en quien estaba destinada a ser —


responde Alicia, con una sonrisa crispando sus labios. Está cubierta de sangre y
no hay duda de dónde vino. Están rodeados de cuerpos que llenan el suelo,
algunos son perceptiblemente guardias del castillo, otros son irreconocibles.

—¿Dónde están el rey y la reina? —pregunta Cheshire, con la espada


apoyada en su hombro como si no le importada el mundo.

—¿Dónde está Alexander? —añade Danica, cuya voz es tan silbante que
Cheshire arruga su frente ante ella. El papel de Danica no es enfadarse. Su papel
es razonar, persuadir. Es el suyo enfadarse.

La sonrisa de Alicia se ensancha y sus dientes puntiagudos se dejan ver


sobre su labio inferior.

—El príncipe está a salvo —dice—. Sin embargo, me temo que está más
bien perdido en sí mismo. El rey y la reina, bueno, perdieron la cabeza.

—¿Dónde está Alex? —pregunta Danica de nuevo y Cheshire la mira, pero


ya no por el rabillo del ojo. No está seguro de qué hace pero se prepara para
protegerla de todas formas. Son dos caras de la misma moneda, hechos para
mantener el País de las Maravillas en orden.

Alicia se gira desde su lugar en el estrado y su largo vestido rojo sangre


difícilmente se mueve. Hay un brillo en sus ojos negros como el alquitrán, una
humanidad que no hubo en ellos cuando era una niña pequeña. Algo había
pasado desde entonces. Pero ¿qué?

—¡Bribón! —arrulla Alicia.

Detrás de ella, el sonido de unos pasos se escucha inmediatamente. Ambos,


Danica y Cheshire, se tensan cuando un hombre sale de atrás de Alicia. Lleva la
armadura del príncipe y un ojo azul cristalino los mira sin emoción. Detrás de él,
Danica jadea y da un paso adelante, pero Cheshire la alcanza y la detiene.

Hay algo mal. La mitad de la cara de Alex está desgarrada y en la carne


moteada florecen rosas de color rojo brillante. Flores similares crecen en donde
su corazón debería estar, en el gran agujero de atrás. Alicia pasa un dedo por el
costado de la cara de Alex, tacto ante el cual el príncipe no reacciona. Las rosas
rojas destacan claramente contra su pálida piel, tan rojas como la sangre, tan
rojas como el vestido de Alicia.

—¿Qué le has hecho? —ruge Danica, levantando su espada.

Alicia suelta una risita y el sonido parece tan inocente como si fuera una niña
de nuevo. La hacía más peligrosa y Cheshire se dio cuenta de que algo iba
terriblemente mal. Alex no dedicó ni una simple mirada a los hermanos, como si
no los reconociera.

—No creo que sea el Alex de siempre —le dice Cheshire, pero Danica no
escucha, su rostro se transforma en completa furia.

—¿Qué le has hecho? —grita otra vez.

—Le he dado un propósito —contesta Alicia, mirándose las uñas—. Y ya me


he cansado de esto. Bribón, deshazte de ellos.

El príncipe Alexander avanza sin pensarlo dos veces, su espada se eleva


para la batalla. Ataca a Cheshire primero, con su espada curvándose hacia abajo
muy rápido, Cheshire casi no tiene tiempo de bloquearlo. Danica mira
horrorizada cómo alguien a quien llamaron amigo ataca a su hermano. Va a
matar. No hay resistencia en sus ojos.

—Encárgate de él —gruñe Cheshire, apartando a Alex. Ni siquiera reacciona


a parte de un pequeño tropezón antes de enderezarse—. Yo iré a por Alicia.
La sangre de Cheshire chilla de castigo, el País de las Maravillas le insta a
actuar. Se abalanza hacia la mujer, quien, a su favor, ni siquiera se encoge de
miedo cuando eleva su espada.

—Despierta, Alex —le dice Danica al príncipe, esquivando su espada, pero


sin levantar la suya—. ¡Despierta!

Justo cuando Cheshire se prepara para rebanar el cuello de Alicia con su


espada en un golpe descendente, el hormigueo en sus brazos se detiene y sus
extremidades se bloquean. Su piel supura sudor mientras lucha para bajar los
brazos, solo para que permanezcan exasperantemente en el mismo sitio. Alicia
gira la cabeza a un lado.

—¿Crees que no me prepararía para el Castigador y la Portadora de la


Esperanza, gato? —pregunta, estudiando los ojos de Cheshire mientras oscilan
entre humanos y felinos—. ¿Crees que sería tan fácil matarme después de todo?

—No sé de lo que hablas —gruñe Cheshire—. Pero morirás por los crímenes
que has cometido contra el País de las Maravillas.

—Ya veremos —replica, dando un paso atrás. Mira sobre el hombro de


Cheshire hacia Danica y Alex.

—¡Despierta! Alex, ¡despierta! —Danica tropieza hacia atrás cuando


Cheshire se gira para mira la pura agonía de su voz. No ha levantado su espada.

No está contraatacando.

—¿Qué haces? —ruge Cheshire, dando un paso adelante.

—Bribón —llama Alicia, y el príncipe vuelve uno ojo azul hacia ella—. Acaba
con ella.

—¡No! —brama Cheshire, saltando del estrado y corriendo hacia Danica.

Hay un parpadeo de algo en los ojos del príncipe, quizá algo del hombre de
antes, pero cualquier cosa que sea eso, no es suficiente. Se gira, casi en cámara
lenta, hacia Danica y levanta su espada.

—¡Protégete! —gruñe Cheshire mientras corre hacia su lado—. ¡Muévete!


Danica, ¡muévete!

Danica mira a los ojos del príncipe, las lágrimas brotando por su cuenta y
deslizándose sobre sus pestañas.
—Alex, despierta. Tienes que despertar. Por favor. —Está susurrando algo,
algo que Cheshire no puede oír con sus agudos sentidos, incluso aunque esté
corriendo en su dirección.

—¡Danica! —grita Cheshire, dándose cuenta de que se mueve muy


despacio, mientras la espada se clava en su hermana pequeña—. ¡Muévete!

La risa de Alicia le sigue, burlona, aguda, infantil.

Cheshire escucha la espada cortando la carne, escucha el aliento de los


labios de Danica mientras el filo perfora su esternón, ve la conmoción en su
rostro mientras él presiona hacia abajo hasta que la empuñadura se une a su
piel.

—¡No! —grita Cheshire, se desliza junto a Danica justo mientras su espada


cae al suelo, y ella colapsa en sus brazos—. ¿Pero qué te pasa? —grita a
Alexander, con su cuerpo lleno de ira. El príncipe da un traspié hacia atrás y
Cheshire le mira a tiempo para ver una lágrima bajar del rabillo de su ojo, antes
de que la emoción desaparezca de su rostro.

Danica mira al príncipe, un hilo de sangre cae de la comisura de sus labios.


El tono verde de sus ojos se atenúa, su aliento sale silbante de su pecho,
traqueteando como si intentara escapar.

—Despierta, Alex —exhala, su voz casi ni se escucha—. Alex, despierta. —


Sus ojos se quedan mirando a la distancia, sin ver, y Cheshire la sacude, con un
sollozo atrapado en su garganta.

—Danica —intenta gruñir, pero solo sale un resoplido ronco. Cuando la


primera lágrima cae de sus ojos, la ira le llena aún más. Gira bruscamente su
cabeza hacia Alicia y mira sus ojos divertidos.

—Te mataré, así sea la última cosa que haga, te arrancaré la cabeza de tu
cuerpo de cuajo.

Su risa llena el aire, sus hombros tiemblan con el movimiento.

—Buena suerte, Grimalkin. —Mueve su mirada al Bribón, quien está de pie


junto a Danica—. Acércate, Bribón.

Cheshire ve que sus pies dudan por un segundo y sus manos se cierran en
puños.

—He dicho, acércate, Bribón —gruñe Alicia, golpeando el pie como quien
llama a un perro.
Cualquier lucha que el príncipe haya tenido abandona su cuerpo y se gira
como una marioneta para seguir a su ama.

Cheshire mira hacia donde Danica yace entre sus brazos. Las respiraciones
son cada vez más lentas cuando abandonan sus labios, y sus ojos se vuelven
vidriosos.

—Cheshire… —exhala, y su pecho se congela, ya no quedan más


respiraciones.

Todo se queda inmóvil a su alrededor, el País de las Maravillas está de luto


por la pérdida de la Portadora de la Esperanza.

Cheshire se entrega a la agonía y la sacude fuertemente.

—Despierta, Danica —brama—. Danica, despierta. —La Portadora de la


Esperanza ya no se mueve, su luz lentamente abandona su cuerpo mientras
yacen en el centro de la matanza que Alicia dejó a su paso. Cheshire solloza,
abrazando fuertemente su cuerpo, rogando al País de las Maravillas que le
devuelva a su hermana.

Pero el País de las Maravillas es un mundo extraño, ella no regresa cuando


la llama.

Danica, despierta…
Traducido por Roni Turner
Corregido por Nea
Editado por Banana_mou

La entrada al asilo Manos Amigas siempre me hace sentir frío. Es la


primera cosa que ves cuando entras, esas paredes blancas y habitaciones
esterilizadas que, se supone, te deben hacer sentir relajado y en casa. Sin
embargo, me hace sentir fuera de lugar en mis vaqueros azules sucios y
una chaqueta de cuero. Soy increíblemente consciente del hecho de que
podría estar dejando pequeñas marcas con mis botas de motociclista en
el suelo baldosado, pero intento con todas mis fuerzas no girarme a
comprobarlo. La última vez, la remilgada y correcta recepcionista me miró
con cara de asco cuando intenté limpiar las salpicaduras de barro que
había dejado. Aparentemente, incluso si estaba haciendo un desastre,
está mal visto limpiarlo y parece que no están haciendo su trabajo.

Odio este sitio.

—Estamos aquí para visitar a Diana Yoshida. —Golpeteo mis dedos


contra el mostrador para llamar la atención de la recepcionista mientras
escribe en su ordenador. Inmediatamente me detengo cuando me mira
con desinterés y apunta al portapapeles.

—Firma.

—Odio este sitio —suspira Atlas hacia mí cuando firma por ambos.

Sabemos la rutina. Hemos estado aquí incontables veces, viniendo de


visita al menos tres veces a la semana. Hoy, venimos con comida para
llevar del bar Tex-Mex que está cerca de casa. Siempre ha sido su favorito.
—Yo también, Attie. —La recepcionista pretende que no ha oído
nuestra conversación, incluso la profesional. «En realidad, no», pienso
mientras explota una gran pompa de chicle rosa.

—Vayan. —Ni siquiera nos mira esta vez mientras señala hacia el
pasillo por el que hemos pasado miles de veces.

Llevamos viniendo al Asilo Manos Amigas durante casi dos años y es


un tema que nos persigue constantemente.

Al contrario que su nombre, el asilo no ha sido de mucha ayuda


excepto por la comodidad. Antes de este, era el asilo Country Oaks. Era
mejor, pero triplicaba el precio. No pudimos permitírnoslo.

Nos detenemos ante una puerta parcialmente abierta y echo un


vistazo dentro para asegurarme de que todo está bien. Un médico se
inclina sobre un portapapeles mientras garabatea algún tipo de jeroglífico
ilegible. Sin importar cuánto me esfuerce, todavía no puedo leer su letra.
Ante nuestra llegada, el Dr. Frank nos mira y sonríe. Su cabello cano,
peinado hacia un lado, está perfectamente colocado, como siempre. Las
marcas de expresión alrededor de sus ojos se arrugan un poco cuando
entramos. El Dr. Frank es aún joven y vivaz, siempre capaz de gastar una
broma pero, hoy, ninguna broma llega a nuestros oídos. Hoy está serio.

—Ah, a tiempo —dice gesticulando para que nos acerquemos.

Abro la puerta del todo y Attie inmediatamente entra y se sienta junto


a la señora que ocupa el diván. Hemos intentado hacer que la habitación
sea lo más cómoda posible pero las paredes tan blancas como nieve
recién caída lo dificultan.

A mi madre siempre le han gustado los colores brillantes. Ahora, ni


siquiera cuestiona el blanco cegador.

—¿Es hoy un buen día? —pregunto al Dr. Frank y su pequeña sonrisa


se vuelve más triste. Niega con la cabeza.

—Buenos días, Sra. Yoshida —dice Attie suavemente, sonriendo a


nuestra madre—. ¿Cómo le ha ido en el día?

Mamá sonríe a Attie, quitando su atención de la comedia que están


echando en la televisión.
—Sin novedades, desafortunadamente. Almorcé y desde entonces he
estado viendo mi programa de televisión preferido. Oh, recuérdame,
¿cómo se llama?

—Los Mejores Días —responde el Dr. Frank amablemente.

—Claro. Eso es. He estado viendo ese programa. Es terriblemente


dramático.

Veo a mi madre y a mi hermano pequeño interactuar un poco,


sonriendo cuando Attie se ríe de algo que ella dice. Incluso con demencia,
sigue teniendo sentido del humor. Nada podrá borrar eso. Por desgracia,
la enfermedad le robó a sus niños.

El Dr. Frank se levanta y me hace un gesto para que le siga fuera de


la habitación. Me giro y lidero la salida, mi corazón se contrae ante
cualquier cosa que me vaya a decir. Nunca discutimos su diagnóstico en
la habitación. Mi madre puede volverse violenta si se pone nerviosa. Nos
hemos dado cuenta de que cualquier mención de su enfermedad le causa
angustia, así que dejo a Attie hablando con ella.

—¿Me vas a decir por qué lleva un tubo intravenoso en su brazo? —


le pregunto al doctor cuando salimos de la habitación. No nos alejamos
mucho, solo lo suficiente para poder hablar en voz baja. Aún puedo
escuchar la conversación entre mi madre y Attie. Mis ojos encuentran los
de mi hermano pequeño por un momento y asiento con la cabeza
disimuladamente, haciéndole saber que puedo con esto. Attie es tan
fuerte.

—Me temo que no son buenas noticias —dice el Dr. Frank, y sus ojos
encuentran los míos en un intento de hacerme llegar la información.
Estoy segura de que entra en contacto con los pacientes y sus familias
que se rehúsan a escuchar, pero no tiene que preocuparse por mí.
Escucho cada palabra.

Muerdo mi mejilla por dentro para prepararme para cualquier cosa


que vaya a decirme, sabiendo que no puede ser bueno. Ningún médico
dice que no son buenas noticias si no son terribles.

—Su madre ha empezado a degenerar a un ritmo muy rápido.

—¿Qué significa eso? —pregunto, forzando a mis puños a entrar en


mis bolsillos.
—Significa que ya no lucha contra la enfermedad, y su edad no ayuda.
Es como que su cuerpo ha dejado de funcionar porque su cerebro
tampoco funciona. No es poco común que una persona decida que es su
momento, y su cuerpo parece que ya lo sabe.

—¿No le podemos dar más medicina?

—Su madre ya toma diez medicinas diferentes cada día. Su hígado ya


no puede soportarlo más.

—Entonces ¿qué significa todo eso? —pregunto de nuevo, mirándole


a los ojos.

El Dr. Frank suspira y corre una mano por su pelo. Puedo imaginar
que esta parte no es fácil.

—Su madre solo tuvo un día bueno el último mes. No ha tenido


ninguno este mes. El resto del tiempo, se la pasa preguntando a las
enfermeras y cuidadores si pueden encontrar a su marido y traerle a sus
bebés. Ha estado con oxígeno de emergencia durante los últimos tres
meses. Las funciones de su hígado están fallando. Me temo que a su
madre no le queda mucho tiempo.

Muerdo fuertemente el interior de mi mejilla otra vez para que las


lágrimas no broten de mis ojos. Debo ser fuerte por Attie. Me vuelvo para
mirarle de nuevo mientras habla del tiempo con mi madre. Por primera
vez, asimilo su apariencia, realmente viendo la verdad. Su piel se ve tan
fina como un papel, pálida, sus venas brillan azules bajo ella. Hay bolsas
bajo sus ojos y su cabello está más alborotado de lo normal. Cuando
alcanza el control remoto de la televisión, su mano tiembla como si fuera
demasiado pesado. Trago con dureza.

Attie continúa su conversación incluso cuando mamá está


cabeceando, el tiempo ya no logra captar su atención. Attie siempre le
habla, ya esté consciente o catatónica. Algunos días, no dice nada, solo
mira en blanco a la pared.

—Sra. Diana, ¿ha estado trabajando en sus bordados? —pregunta


Attie, mirando a la pieza sin terminar de la mesa.

Mamá sonríe y se inclina para dar palmaditas en la mano de Attie.

—Eres un joven tan gentil y respetuoso —dice. La esperanza llena mi


cuerpo al pensar que quizá hoy sea un buen día—. Espero que mi hijo
sea igual de respetuoso que tú cuando crezca. Solo es un bebé. Ahora
que lo pienso, ¿dónde está mi Atlas? ¿Sabes a dónde ha ido mi marido?

Puedo ver las lágrimas relucir en los ojos de Attie y me esfuerzo para
no derramarlas sobre mis propias pestañas.

—No, señora. Lo siento. No sé dónde está. —Mentira. Ambos sabemos


que papá murió diez años atrás. Pero mamá está atrapada en un bucle,
pensando que es catorce años atrás, cuando Attie solo tenía un año, y yo
catorce. Para ella, deberíamos ser mucho más jóvenes, así que ya no nos
reconoce.

—Maldito hombre. Siempre deambulando. Seguramente tenga la


nariz metida en algún libro. Nunca puede resistirse a un buen libro.

Eso es verdad. Papá era un profesor que estudiaba mitología.


Recuerdo sus cuentos antes de ir a dormir, llenos de batallas de dioses
griegos y romanos. Había escuchado la Odisea más veces de las que
puedo contar para cuando llegué a la adolescencia. Él es la razón por la
que me llamo Calypso, y mi hermano, Atlas. Era así de guay.

Solíamos decirle a mamá la realidad, hacerle saber la verdad y la


mentira.

Es lo que siempre dicen. Traigan cosas que la puedan hacer recordar,


cosas de casa, cosas que debería conocer. Así que seguimos sus
directrices. Trajimos todo lo que se nos ocurrió, arte de la escuela, diarios
de papá, su sábana favorita. Y funcionó por un tiempo. Le contábamos
historias y ella reía como si no las hubiera presenciado.

Pero, finalmente, la realidad empezaba a molestarla. Le contábamos


una historia y ella empezaba a pegar y a llamarnos mentirosos. Nos
lanzaba cosas, nos gritaba que nos fuéramos, que le trajéramos a sus
bebés, que encontrásemos a su marido. Se ponía tan incontrolable que
nada de lo que pudiésemos decir la haría recapacitar. Cuando se puso
violenta con una enfermera, los médicos nos aconsejaron que le
siguiéramos el rollo con todo lo que dijera para aliviar su dolor. Por lo que
lo hicimos, y los arrebatos de violencia desaparecieron. Alivió el dolor de
nuestra madre, pero aumentó el nuestro en su lugar.

—Quiero llevar a mi madre a casa —le digo al Dr. Frank de repente,


con la decisión ya tomada.
—Eso no es inteligente. Su madre necesita atención médica
constante. Si sigue degenerando, sus órganos empezarán a fallar, no solo
su hígado.

Miro a Attie envolver los hombros de mi madre con un chal, ella le


sonríe muy amable, agradecida, pero sin una pizca de reconocimiento.

—Se merece estar en casa. Si este es su final. —Mis ojos no se apartan


de la vista de Attie asegurándose de que no tiene frío, de mi hermano de
quince años tomando tanta responsabilidad, tanto dolor. Lo menos que
puedo hacer es asegurarme de que pasamos el mayor tiempo posible
junto a ella, incluso si no nos reconoce—. Ella querría estar en casa —
susurro, mordiendo el interior de mi mejilla con tanta fuerza que saboreo
la sangre.

El Dr. Frank me estudia por un momento, buscando algún signo. No


encontrará ninguno. No dejaré que ninguna emoción se muestre en mi
rostro. Necesito fuerza en estos momentos, no lágrimas. Finalmente,
asiente con la cabeza.

—Me tomará algún tiempo hacer el papeleo. La registraré bajo el


programa de hospicio. Nos aseguraremos de que esté cómoda. También
está el tema de los suministros médicos y cosas que se necesitará
preparar para su regreso a casa.

—Está bien. Lo que sea necesario, lo conseguiremos. —Le miro a los


ojos con los hombros derechos aparentando calma.

—¿Te lo puedes permitir? —El Dr. Frank se ve preocupado. Ha sido


el médico responsable desde que llegamos a Manos Amigas. Recuerda
todo, incluyendo los dos pagos atrasados que tuvimos este año. Hubiera
tenido el dinero, pero los trabajos que tuve tardaron un poco más de lo
planeado.

Pero eso no ha vuelto a pasar en meses. Está bien. Podemos con ello.
Lo haremos.

—Haremos que funcione —le digo, con las manos tan apretadas en
mis bolsillos que duelen—. Debemos hacer que funcione.
Traducido por Nicola♡
Corregido por Nea
Editado por Banana_mou

Cuando atravesamos las puertas y salimos del edificio, tomo la


respiración más profunda posible. Siempre huele como a desinfectante
adentro, y a cloro en los días de limpieza profunda. Hoy había sido un
día de cloro y los pelos de mi nariz se queman con el olor.

Caminamos a través del estacionamiento lleno hasta que llegamos a


mi Harley vintage parqueada en la parte de atrás, lejos de los conductores
idiotas, quienes podrían dar marcha atrás sobre ella. Ya había pasado
antes, cuando había tenido una versión más barata. Ahora, no tomo
ningún riesgo.

La belleza me había costado una pequeña fortuna y es la única cosa


con la que he podido yo misma. Había ahorrado centavos para comprarla,
la elegante máquina negra, hermosa y completamente restaurada a su
gloria. Es mi orgullo y alegría, después de mi hermano pequeño.

Desengancho los cascos de debajo del asiento y le paso uno a Attie


antes de abrocharme el mío. El ambiente está tenso, sombrío. Attie
siempre es el que rompe la tensión.

—Entonces, ¿cuándo voy a conseguir mi propia moto? Los chicos en


la escuela se han estado burlando de mí sobre montar en la parte de atrás
de la de mi hermana.

Me rio, sabiendo bien que los chicos se burlan de él por ello. No estoy
preocupada sobre el acoso. Mi hermano tiene un gran grupo de amigos,
a todos los que he conocido, antes. De hecho, recientemente uno de ellos
había tenido el coraje de preguntar mi número. Me había reído y pregunté
si necesitaba una niñera. El chico se había sonrojado tan fuertemente
que pensé que explotaría.

Yo había sido el único rostro que todos ellos habían visto en los
últimos años, la enfermedad de mi mamá es de conocimiento general
alrededor de la ciudad.

Nosotros supimos que ella había tenido demencia unos cuantos años
antes del sanatorio, pero no había sido extremo. Ella se olvidaba de qué
calle tomar, olvidaba qué cosas necesitaba en el supermercado. Una vez,
consiguió todo para hacer hamburguesas, excepto la carne. Esas eran las
pequeñas señales. Una vez, se perdió y terminó a más de tres ciudades,
intentando meterse en la casa de alguien más que ella juraba que era la
suya.

Entonces, una mañana, ella despertó y comenzó a gritar que había


extraños en su casa. Attie y yo solo la habíamos observado, aterrorizados,
mientras ella llamaba a los policías porque estábamos allanando. Cuando
ella sacó la pistola de debajo de la cama, donde papá la había mantenido,
y le apuntó a Attie, esa fue la última gota. No habíamos tenido opción, y
había sido admitida en Country Oaks ese día.

Attie solo tenía diez y yo justo había cumplido veinticuatro.

Ese día, me convertí en la tutora de mi hermano pequeño. Había sido


duro mantenerlo fuera del sistema. Las cortes no parecían creer que una
persona de 24 años pudiese manejar a su hermano pequeño, incluso
cuando había adolescentes teniendo bebés y manejándolo todo el tiempo.
Cuando señalé que yo era familia y que era capaz de mantenerlo, ellos
cedieron. No sin constarme una gran cantidad de honorarios judiciales,
sin embargo. Ellos no podían hacer algo bien sin tomar de la gente que
lo necesitaba más.

Me rompí el culo trabajando para abrir mi propio taller mecánico, algo


que mi papá y yo habíamos soñado desde que había sido una niña
pequeña trabajando debajo del capó de su Chevelle del 69. El taller es
exitoso y reconocido en la ciudad pero, de vez en cuando, el trabajo puede
volverse lento, provocando una cuenta bancaria demasiado pequeña para
pagar el caro sanatorio. Algunos días, sobrevivimos con tallarines Ramen.
Pero siempre reservo un poco de dinero cada mes, unos ahorrillos que he
estado creando para la universidad de Attie. Probablemente no los
necesitará, no con lo bueno que es en baseball, pero están ahí por si
acaso. Quiero asegurarme de que mi hermano pequeño no tenga que
pasar apuros, incluso si tengo que afrontar los problemas yo misma.
—Otro año y serás capaz de conducir —le recuerdo a Attie, sonriéndo
ante él usando el casco. Siempre se queja de que eso arruina su cabello
pero, obedientemente, se lo ajusta, sabiendo lo importante que es para
mí—. Además, sé que solo estás ansioso de llevar a esa chica en la parte
de atrás. —Attie se sonroja y se rasca el hombro—. ¿Ya la has invitado a
salir?

—No, ella ni siquiera sabe que existo. —Attie mira al piso, indiferente.

Dudo que la chica no tenga sentimientos por mi hermano pequeño.


Cada mañana, cuando lo dejo en la escuela, ella solo tiene ojos para él.
Probablemente ella piensa lo mismo, que Attie no sabe que ella existe.
Oh, amor adolescente. Mucho más sencillo y aun así mucho más
dramático.

Sonrío, intentando esconder a la tristeza que avanza


progresivamente. Entiendo por qué podría estar demasiado asustado de
invitarla a salir.

—Solo necesitas unos segundos de coraje. Eso es todo. —Abro mi


boca para decirle lo que el doctor dijo, pero lo pienso mejor. Ahora no es
tiempo de sobrecargarlo con los detalles. Siempre hay un «más tarde»—.
Mamá vuelve a casa a vivir con nosotros —digo en su lugar.

Cuando los ojos de Attie se encuentran con los míos, me doy cuenta
de que no necesito entrar en detalles después de todo, no ahora mismo.
Él sabe. Él sabe que mamá no vuelve a casa porque esté mejorando.
Entiende que la noticia no es buena. Mi hermano de quince años solo
asiente con la cabeza y trepa en la parte posterior de la motocicleta. Sigo
su ejemplo y la pongo en marcha.

El retumbar del motor tranquiliza mi alma, por lo menos por un


momento.

Mañana. Siempre puedo ocuparme de todo mañana.


Traducido por Nicola♡
Corregido por Nea
Editado por Banana_mou

Cheshire

Algo me da una bofetada en la cara, haciéndome gruñir suavemente.


Cuando me siento y levanto el material transgresor, me doy cuenta de
que son mis pantalones de cuero y no la amenaza que asumí que era.
Parpadeo para despejar el sueño antes de mirar a la puerta.

—Vístete —dice White, con un poco de desdén en su voz—. Ahora.

Bostezo, estirando mis brazos sobre mi cabeza hasta que mis huesos
crujen.

—¿Qué ha localizado tu cola de algodón esta mañana? —me burlo,


las esquinas de mis labios avanzando hacia arriba.

Los ojos de White caen en la hembra desnuda junto a mí, inconsciente


después de una noche de exploración. Su cabello rubio derramado sobre
las almohadas, un desastre de curvas y viscosidad. Huele como duraznos
y fijador para el cabello, un aroma que mi nariz odia completamente. Pero
follaba como una mujer desquiciada, así que había valido la pena pasar
la noche inhalando los olores.

White suspira y restriega su cara con una mano.

—Estamos aquí para encontrar a tu pareja, Cheshire, no para que te


prostituyas a ti mismo para la población en general.
Sonrío ampliamente y pongo los ojos en blanco. Un gemido suave sale
de la mujer a mi lado y lucho con la urgencia de fruncir el ceño. La
irritación llena mi cuerpo mientras me doy cuenta de que he estado aquí
por mucho tiempo.

—Estoy tratando de ayudar. ¿Cómo más sabría si ella es mi pareja o


no? —Es estúpido insultar a White de esta forma. Ya he visto la profecía
volverse realidad dos veces hasta ahora. Pero, aun así, no puedo evitar
ignorarla y pretender que no hay nada en ella para mí. No dejaré que mi
vida sea decidida por unas pocas rimas.

White sacude su cabeza, sin enojo en su rostro. Eso me desestabiliza


más que cualquier cosa que pudiese haber dicho. White había estado
enojado conmigo el primer par de veces que me había encontrado en la
cama con una mujer. Unas pocas veces, lo había invitado a unirse, solo
para que frunciera el ceño y escapara. Sabía que él nunca entraría, no
sin Júpiter de todos modos. White se encuentra bien y verdaderamente
enamorado de su pareja, como debe ser. Júpiter es perfecta para él, una
luz que ahuyenta su oscuridad. Para mí, la oscuridad es una parte
permanente. No puede ser ahuyentada por una pequeña y delicada
pelirroja.

—Lo sabrás sin tener que meterte en sus bragas —dice White. Es la
misma línea que le he escuchado decir desde que vinimos a este mundo
e ignoro. Dudo que haya allá afuera una mujer que sea tan perfecta para
mí, lo cambiaría todo. No es posible. Mi suerte no llega tan lejos. No tengo
urgencia en entregar más sentimientos solo para que me los quiten—.
Levántate —ordena White nuevamente—. Tengo esta sensación. Estamos
cerca. Esta pequeña y tranquila ciudad es prometedora.

Frunzo el ceño y miro hacia abajo a la mujer roncando junto a mí,


felizmente inconsciente de que hay dos depredadores en su habitación
que fácilmente podrían matarla si quisieran. Esta gente podía ser tan
cabeza dura a veces, o quizás tan solo autodestructivos como yo.

—No es ella —dice White, aversión en su rostro—. Vístete. Vamos a


salir.

White sale de la habitación con otra mirada de desdén, sin duda


esperando que lo siga. Realmente me estoy enfermando de sus órdenes,
como si él fuese el general aquí y no yo.

Suspiro y trepo en la cama, tiro de mis pantalones de cuero. La mujer


se da la vuelta y gime en sus sueños, el olor de su fijador para el cabello
golpeándome en el rostro nuevamente. Arrugo mi nariz, mi cola
moviéndose de un lado a otro por la molestia.

Extiende su mano hacia el otro lado de la cama pero, cuando abre los
ojos para buscarme, yo ya me he ido.
Traducido por Nicola♡
Corregido por Nea
Editado por Banana_mou

El sonido del rock clásico hace eco alrededor del taller mecánico,
ambos sonidos, reconfortantes y suaves, compitiendo con el de los
ventiladores de alta potencia intentando mantener el taller fresco. Mi
taller mecánico es de un tamaño decente, cuatro hangares para
estacionar los vehículos, pero hoy, hay solo un proyecto.

Estoy inclinada bajo el capó, apretando un perno, maldiciendo al


Impala negro más viejo mientras también cruzo los dedos para que eso
sea todo. Hemos estado cazando problemas en esto todo el día. La dueña
dijo que se había inundado recientemente después de una inesperada
tormenta del sur y, después de secarse, empezó a tener problemas, como
es lógico. La cuestión con los carros de 1980, y más nuevos, es lo
eléctrico. Un motor puede sobrevivir aguas de inundación una vez que es
drenado y secado, pero los cables y partes eléctricas no pueden. Y todos
los nuevos vehículos no pueden funcionar sin los componentes
electrónicos.

—Prueba de nuevo —le grito a Rob, mi compañero.

Rob ha estado en mi vida tanto como puedo recordar. Él había sido


un buen amigo de mi papá y, después de que papá falleció, él se quedó
cerca. Siempre había sido una especie de tío para Attie y para mí. Él fue
el que me ayudó a poner mi taller en marcha. Él es la razón de que no
vaya corriendo y gritando cada vez que surge un problema. Es nuestra
roca.

Rob gira la llave en el contacto y hay un fuerte chasquido en el hangar


del motor.
—Mierda. Ahora el motor de arranque ha muerto —gruño, dejando
caer la llave inglesa de mi mano.

Tengo la loca urgencia de patear el Impala clásico, pero estoy segura


de que al cliente no le gustaría una abolladura del tamaño de un pie en
su carro. Cada vez que arreglamos una cosa, algo más falla. Es como
buscar una aguja en un pajar, y me estoy cansando de esto.

—¿Tenemos uno tirado por ahí para este modelo? —pregunto,


arañando mi cabello fuera de mi cara.

—Nop —responde Rob, deslizándose del asiento del conductor y


cerrando la puerta—. Pero puedo pedirlo. Debería estar aquí al final del
día si somos suertudos. Si no, entonces mañana en la mañana.

—Averígualo —suspiro. Había esperado que el carro saliera de mi


taller hoy, pero no hubo suerte.

Le echo una mirada al reloj y me doy cuenta de que ya son las tres de
la tarde. Normalmente, habría tomado un descanso alrededor de las dos
para recoger a Attie de la escuela. Le gusta pasar el rato en el taller a
veces y hacer sus deberes. Pero recientemente su mejor amigo había
sacado su licencia, así que había estado dando un paseo con él. Me
pregunto si finalmente invitó a la chica que le gusta a salir con él.

Con nada mejor que hacer, y el taller cerrándose en unas pocas horas,
limpio mis manos y arrojo mis herramientas de vuelta en su caja.

—Te puedes ir a casa si quieres, Rob. Yo limpiaré.

—¿Estás segura? —pregunta él, mirando las herramientas esparcidas


por el piso. Usualmente tenemos otro empleado, un chico más joven que
tiene experiencia en motores, pero hoy llamó para decir que estaba
enfermo. Es un buen chico, pero a veces realmente nos pone en apuros.
Afortunadamente, no habíamos estado muy ocupados hoy.

—Estoy bien. Solo voy a trabajar en Bertha hasta cerrar y luego volver
a casa.

—Te puedo ayudar con eso.

Lo aparto.
—Ve a casa con ese encantador nieto tuyo. Dale a Timmy un beso por
mí.

El hijo de Rob recientemente se había mudado de vuelta con él,


llevando consigo a su hijo de un año. La mamá había pasado de ellos y
Rob les había ofrecido ir a vivir a su casa hasta que su hijo pudiera volver
a poner sus pies debajo de él. He conocido a su hijo, Rob Jr., por tanto
tiempo como he conocido a Rob. Es un buen hombre y lo muestra cada
vez que lo veo con su bebé. El pequeño Timmy es adorable y siempre
espero ansiosa mimarlo, cada vez que todos cenamos juntos.

Rob está muy emocionado de tener a su hijo y nieto en casa con él.
Adora al bebé, y a ese niño nunca le faltará nada. Demonios, incluso soy
conocida por aparecer con un juguete o dos cuando los fondos lo
permiten. Es tan adorable como para no consentirlo.

—Si estás segura —dice Rob, desapareciendo. Él ya está limpiando


sus manos y dirigiéndose a la puerta. Sonrío ante la vista, perfectamente
feliz de darle un tiempo libre. Ahora, si solo lo pudiese convencer de irse
de vacaciones—. No olvides de cerrar la puerta detrás de mí —grita sobre
su hombro.

—Todavía estamos abiertos. No la puedo cerrar hasta las cinco. —


Pero no me escucha. Él ya salió por la puerta.

Escucho el sonido de su camioneta en marcha, el ronco estruendo


penetrando las puertas de metal y forzando a mis ojos a cerrarse para
absorberlo. Amo el sonido de profundas y ruidosas tuberías. Hay algo en
el ronroneo que siempre me hace sentir mejor.

Me giro hacia Bertha, mi Harley de 1940, de la Segunda Guerra


Mundial, que lentamente he estado restaurando a su antigua gloria.
Compré la moto de un hombre viejo que la había estado dejando oxidarse
en su patio. Vino con toneladas de historias, incluyendo la de haber sido
conducida por el padre del hombre durante la guerra. Tengo planes de
conseguir el nombre del hombre y ponerlo pintado en el tanque de gas
una vez que llegue a ese punto. Ha sido un infierno conseguir las partes
para eso, no obstante. Valdrá la pena, pero todavía me quejo de ello por
lo regular. El tanque de gas, por ello, me había costado unos desorbitados
mil doscientos dólares. Las partes ahora son coleccionables. Progresa
lentamente por ese hecho, pero no puedo esperar por la primera
oportunidad de ponerla en marcha.
Subiéndole a la radio, dejando que los sonidos del rock clásico fluyan
a través de mí, empiezo a mover mi cabeza mientras tomo asiento en el
banco de trabajo. El motor de Bertha está en piezas, dispersas, así puedo
ver cada una de ellas. Había tenido que improvisar algunas de las partes,
los mecanismos ya no eran seguros ni estaban disponibles, así que el
motor sería un poco más modernizado que la motocicleta. Deseo poder
mantener toda la cosa almacenada, pero ese no es el caso. Es una pena,
realmente.

Estoy tan metida en mi trabajo, poniendo las piezas juntas


lentamente, que cuando un porrazo suena a mi derecha, sacudiendo el
banco de trabajo, salto. Cuando busco la fuente del disturbio, frunzo el
ceño e inmediatamente apago la radio.

—¿Qué demonios estás haciendo en mi taller, Jerry? —pregunto, ya


sintiendo venir un dolor de cabeza.

Jerry es dueño del taller mecánico al final de la cuadra, y es mi


competencia más cercana. Vestido con una camisa de trabajo desaliñada
y jeans sucios, su barriga cervecera colgando y dándole un aspecto
imponente. Su incipiente calvicie le da la vibra pervertida. Pero su
personalidad lo hace todo por sí mismo.

A Jerry le gusta pensar que su taller es superior al mío, pero eso es,
honestamente, porque es un hombre. Cerdo sexista no son las palabras
suficientes para describir al hombre de pie junto a mí. La verdad es que
yo dirijo un taller mecánico honesto, mientras que a Jerry le gusta robar
a sus clientes en la cara. He tenido que arreglar algunas de sus
«reparaciones» cuando los clientes han venido a mí después del desastre
de su taller. Una mujer había venido después de dejar tres mil dólares en
el taller de Jerry porque ellos le dijeron que necesitaba pistones nuevos,
solo para traerlo a mí. Ella solo había necesitado una puesta a punto. No
se lo cobré; nunca lo hice si eran las «reparaciones» de Jerry. Siempre
me siento tan mal de que ellos hayan tenido que pasar por eso; Jerry es
una víbora.

Suelto encima de la mesa el trinquete que había estado usando y


cierro los dedos alrededor de la llave inglesa de cinco centímetros junto a
mí. Nunca he usado la enorme llave inglesa en carros. No, esta bebé es
para protección, larga como un pequeño bate de béisbol.

—Vi a Rob irse. Pensé que podría venir a comprobar que estás bien
aquí toda sola. —Una grotesca mirada lasciva tira de sus labios y tengo
que pelear con la urgencia de hacer una mueca de disgusto. Jerry es
conocido por acosar a las mujeres. El hecho de que esté en el mismo
campo profesional que él, y exitosa, no le sienta bien. Para él, una mujer
pertenece a la cocina y a la cama. Nada más. Maldito bastardo. Si hay
alguien a quien odie en el mundo, es este hombre.

—A menos que estés aquí para pagarme algo del dinero que me debes
por arreglar tus metidas de pata, tú mismo puedes acompañarte a la
puerta.

Tengo un archivo en mi oficina lleno de recibos por trabajos que he


hecho para arreglar sus problemas, así que puedo lanzarlo por ahí. Me
imagino que, si lo digo lo suficiente, él podría pagarme solo para
mantenerme callada.

Me levanto de mi taburete y me encuentro con los ojos de Jerry de


frente. Soy más alta que él por casi ocho centímetros, otro hecho que no
le gusta. Pero él también asume eso porque soy una mujer, debo ser más
débil. Debería saberlo mejor. Mis bíceps alertan a cualquiera el hecho de
que levanto mierda pesada. Esa será su perdición, sin embargo.

Jerry da un paso hacia mí.

—No te debo nada, perra.

—Entonces sal de mi puto taller antes de que te vayas de aquí sobre


tus rodillas. —Ni siquiera le gruño. Mi amenaza es calmada y calculada,
pero es exactamente el tipo de cosa que no quieres decirle a un cerdo
sexista si quieres que se vaya. Para ser honesta, podría haber estado
provocándole inconscientemente. No habría sido la primera vez.

Él inmediatamente se encrespa como un gallo, su masculinidad tan


frágil que no puede soportar mis palabras.

—Escúchame bien, tú…

—¿Hay algún problema aquí?

Ambos nos giramos hacia la nueva voz viniendo de la entrada, Jerry


porque había sido atrapado amenazando a una mujer y no quería un
testigo, y yo porque podría ser un nuevo cliente. Cuando mis ojos se
posan en el hombre de pie en la puerta, enmarcado por la intensa luz
solar, mis cejas se van directamente hacia arriba, al nacimiento de su
pelo.
El hombre nuevo está usando unas orejas de conejo en su cabeza por
alguna extraña razón, pero eso no empaña su atractivo. Es de buen
parecer, viste un chaleco de estilo antiguo y un lujoso reloj en su muñeca.
Las orejas de conejo me despistan, pero no es tan demente, supongo. Las
personas visten todo tipo de cosas cuando la Comic-Con viene a la ciudad.
Todavía parpadeo en caso de que me lo esté imaginando.

—¿Quién demonios eres? —pregunta Jerry.

El recién llegado echa una mirada alrededor del taller, aparentemente


buscando algo. Cuando ve el Impala que había estado causándonos
problemas quedándose en el hangar, él lo señala.

—Vine a revisar mi carro. Desafortunadamente, entré justo cuando


estabas amenazando a la señorita.

Este hombre definitivamente no está aquí por ese carro. La dueña del
Impala es una dulce mujer mayor que viste una bufanda alrededor de su
cabeza con gatos en ella. Ella no tiene hijos, me había contado la historia
de su vida cuando vino por primera vez, así que este no podía ni siquiera
ser su hijo o un miembro de su familia. Él está usando el carro como una
excusa pero, realmente, no necesito su ayuda.

—¿Por qué no te metes en tus propios asuntos? —se burla Jerry,


antes de alcanzar mi brazo con sus mugrientos dedos cubiertos de grasa.
Cuando esos dedos se enrollaron alrededor de mi antebrazo, el recién
llegado se lanza hacia adelante como si fuese a ayudar, pero es
innecesario.

Deslizo la llave inglesa fuera del banco y la balanceo hacia el estómago


de Jerry. Hace contacto y se dobla. Sus dedos se quedan envueltos
alrededor de mi antebrazo, así que no le doy tiempo de recuperarse. Alzo
mi rodilla y apunto a sus bolas tan duro que se deja caer al piso, sus
dedos finalmente deslizándose fuera de mi piel. Tengo la repentina
urgencia de restregar esa parte de mi brazo hasta que esté en carne viva.

El recién llegado viene a detenerse frente a mí y mira hacia abajo, al


cerdo revolcándose en el piso. Su respiración es dura, y suena como si
estuviese intentando llamarme perra, pero no tiene aire.

El recién llegado sonríe y me mira a los ojos.

—Tus ojos son muy inusuales —digo, inclinando mi cabeza, un ceño


fruncido en mi rostro.
Son como plata fundida y casi brillan, incluso en la luz tan fuerte del
taller.

—Me han dicho eso. ¿Quieres que saque la basura? —pregunta,


gesticulando hacia Jerry, todavía en el piso.

Me encojo de hombros.

—Si no te importa, seguro.

El recién llegado se agacha y agarra un puñado de la camisa de Jerry


antes de arrastrarlo hacia la puerta. Ni siquiera gruñe con el peso, aun
cuando Jerry tiene un estómago cervecero de tamaño natural y tiene que
pesar cerca de trescientas libras. Él, literalmente, patea a Jerry fuera de
la puerta. Escucho un satisfactorio quejido de dolor de él antes de que
Ojos Plateados se gire de vuelta a mí.

Tengo la oportunidad de estudiarlo un poco más cerca mientras


camina hacia mí. Su chaleco definitivamente no es de un corte moderno.
Me recuerda un poco a la era victoriana y su verde esmeralda. Pero, en
vez de pantalones apropiados, el chaleco está combinado con pantalones
de cuero marrón oscuro y botas de combate. ¿Un gótico, quizás? No creo
que los hípsters vistan este tipo de cosas.

—Tengo que preguntar —señalo a su cabeza—, ¿qué haces con las


orejas de conejo?

Sonríe ante mi pregunta pero no la responde, cambiando el tema en


su lugar. Bueno, está bien.

—Tengo un amigo al que creo que deberías conocer —dice.

Frunzo el ceño y pongo la llave inglesa de vuelta en el banco de


trabajo.

—¿Es así como intentas montarme una cita? —Hay algo fuera de
lugar en la forma en que lo preguntó, casi como si no estuviese esperando
una cita, pero también queriendo que lo sea. No puedo captarlo en su
tono, sin embargo.

—Llámalo presentar a dos personas quienes podrían llevarse bien. —


Juro que lo escucho murmurar un «o no» en voz baja, pero no comento
sobre eso.
—Mira, aprecio que hayas sacado a Jerry fuera de mi taller, pero no
estoy buscando un hombre, ahora o en el futuro cercano. No tengo tiempo
para uno.

Él mira el complicado reloj en su muñeca y lo observo con curiosidad


antes de que lo pueda esconder detrás de su espalda.

—Sé todo sobre no tener tiempo, desafortunadamente. Me temo que


me tengo que ir. —Mira hacia mi Harley dispersa en piezas—. Si traigo
una motocicleta mañana, ¿podrías trabajar en ella por mí?

Me animo, automáticamente pasando al modo profesional.

—Absolutamente. Además del Impala, estoy libre. ¿En qué necesitas


que trabaje?

Sonríe de nuevo, riéndose en silencio de alguna broma imaginaria.

—Francamente no ronronea como solía hacerlo.

—Podría necesitar una puesta a punto entonces. Ese no es un


problema en lo absoluto. Solo tráela para mañana y te la arreglaremos.

Él asiente con la cabeza y, sin una palabra más, se gira para irse.

—No sé tu nombre —le digo a su espalda, y él se gira para mirarme


sobre su hombro.

—Me puedes llamar White. Hasta luego, Calypso.

Me toma un minuto completo, después de que se haya ido, darme


cuenta de que sabía mi nombre completo, aun cuando mi camiseta solo
dice «Cal».
Traducido por ~Kvothe
Corregido por BLACKTH➰RN
Editado por Banana_mou

Saco una cena precocinada del congelador y la coloco en el


microondas, viendo cómo gira lentamente en círculos. Attie me había
llamado para hacerme saber que se estaba quedando con sus amigos. No
es inusual. La mamá de los amigos, Becky, ya me había llamado para
avisarme que habían llegado. Es una mujer dulce y no le importa cuando
Attie se queda.

La comunidad se había unido cuando obtuve por primera vez la tutela


de Attie. Al principio había estado desesperada, quemando todo lo que
intentaba cocinar salvo macarrones con queso. Nunca antes había tenido
que cocinar comidas. Mamá siempre cocinaba cuando llegaba a casa y,
mientras estaba fuera, había sobrevivido con comida para llevar y ramen.
Pero Becky había intervenido para ayudarme e inmediatamente me
enseñó a cocinar algunas de mis comidas favoritas. Ahora puedo hacer
de todo, desde pastel de carne hasta enchiladas, todas las cosas que
nunca antes había necesitado hacer. Cocinar para mí misma no es algo
que haga, porque siempre quedan sobras. Durante un tiempo tuve que
cocinar para tres, y ahora cocino para dos. Pero esta noche, vuelvo a
cocinar para uno, así que una cena precocinada es.

Cuando la máquina pita saco la bandeja pequeña y la pongo sobre la


mesa. «Nada como el microondas, el helado pavo picado», pienso
mientras tomo un bocado. Como despacio, revisando una lista mental de
las cosas que debo hacer para prepararme antes de que mamá llegue a
casa. Está programado que venga en unos días. El asilo ya había llamado
con una lista de suministros que necesitaré tener disponibles, e incluye
todo, desde un botiquín de primeros auxilios hasta un tanque de oxígeno.
Una enfermera pasará por aquí todos los días mientras yo esté en el
trabajo y Attie en la escuela, para cuidarla. El servicio cuesta lo suyo pero
al menos mamá estará en casa y feliz. Incluso le vamos a decir que Attie
y yo somos más cuidadores, los que pasamos la noche con ella. Ella
parece aceptar eso más, que el que nosotros, en realidad, seamos sus
propios hijos adultos. Por mucho que duela hacerlo, al menos mamá
estará cómoda hasta el final.

—Papá —susurro, mirando hacia el techo—. Estoy tratando de hacer


lo correcto. Estoy tratando de asegurarme de que todo esté bien. Espero
estar haciéndolo bien.

Ojalá mi papá estuviera aquí para hablar. Siempre había sabido las
cosas correctas que decir. Había sido asesinado por un conductor ebrio
cuando yo tenía diecinueve años. Attie solo tenía cinco años. Había sido
un shock para mamá; habían sido los amores de la vida del otro, perfectos
el uno para el otro y, sin embargo, completamente opuestos.

Mamá solía ser bailarina en su juventud, de ballet. Cuando ya no


podía bailar, había sido la instructora. Y papá, bueno, él era ese profesor
de mitología que todos pensaban que era tan genial y nerd. Siempre
habían estado enamorados, siempre sonriendo. Perder a papá había
comenzado su declive, cayendo en la espiral de las pequeñas cosas desde
olvidar nombres a perderse. Todo había sido manejable…

... hasta el incidente del arma.

—¿Quién eres? ¿Por qué estás en mi casa?

—Mamá, soy yo. Atlas.

—Mi Atlas es solo un bebé. ¡Vamos! ¡Fuera! —gritó.

Y después habíamos escuchado el sonido de la pistola siendo


amartillada.

Y así habíamos perdido a nuestro padre y a nuestra madre, y nos


convertimos en nosotros dos.
Traducido por ~Kvothe
Corregido por BLACKTH➰RN
Editado por Banana_mou

—Vi a Jerry cojeando en su tienda hoy. ¿No sabes nada de eso? —


pregunta Rob cuando entra en la tienda a la mañana siguiente.

Lucho contra la sonrisa que quiere extenderse por mi cara y estoy


segura de que me encuentro con sus ojos sin humor.

—No.

—Hmmm… —Se frota la barbilla—. Porque también lo escuché hablar


sobre cómo tres tipos lo asaltaron ayer.

No puedo sostener el resoplido que sale y Rob levanta una ceja hacia
mí.

—Está bien, está bien —digo, sonriendo—. No eran tres hombres. Solo
mi llave inglesa y yo.

—¡Lo sabía! —gruñe—. ¿Qué hizo ese imbécil después de que me fui?

Me encojo de hombros y me acercó al Impala. El motor de arranque


llegó esta mañana, así que estamos listos para reemplazarlo y, con
suerte, sacar esta cosa de mi tienda.

—Se pasó un poco de manos, es todo. Me encargué de ello. Y luego


un cliente me ayudó a sacar la basura.

Rob sacude la cabeza y pasa su mano a través de su línea del cabello


en retroceso. Si sigue así, se quedará calvo más temprano que tarde.
—Me alegro de que puedas cuidarte, niña, pero ten cuidado. Jerry no
es del tipo que deja ir algo así.

—Lo sé —asiento—. Tendré cuidado.

—La próxima vez, podría traer respaldo.

—Bueno, entonces, es bueno que te tenga, viejo. —Le doy una


palmada a Rob en la espalda y me sonríe.

El estruendo de una motocicleta crece en la distancia, acercándose,


e inclino la cabeza para escuchar mientras se vuelve lo suficientemente
fuerte como para ahogar la radio. Suena bien y para cualquier persona
normal, no habría ningún problema en absoluto pero, de vez en cuando,
hay un salto en el estruendo. Es leve ahora, pero podría ser un problema
mayor más adelante. O falta el motor o está fallando. Ninguna de las dos
son cosas buenas.

El estruendo se detiene fuera de las puertas de la bahía y se apaga,


los sonidos del rock clásico de repente llenan la tienda nuevamente. Esa
motocicleta puede fallar, pero seguro que es ruidosa. Apuesto a que es
una belleza.

Vigilamos la puerta, esperando a que quien sea entre. Cuando White


atraviesa la abertura, sonrío.

—¿Quién es ese? —pregunta Rob cuándo ve mi sonrisa.

—El cliente que me ayudó a sacar la basura ayer. Está trayendo su


motocicleta para una puesta a punto.

Rob entrecierra los ojos en el hombre y espero a que mencione las


orejas de conejo que White todavía lleva en la cabeza. Incluso tiemblan y
se contraen, como si fueran robóticas o algo así. Apuesto a que cuestan
un centavo. Cuando Rob ni siquiera los saca a colación, frunzo el ceño.

—¿Qué piensas de sus orejas? —le susurro. Uno de los oídos se


contrae como si White me hubiera escuchado, pero no hay manera.

—¿Qué? —Rob me mira confundido—. No lo sé. Están cubiertas por


su cabello.

Mi ceño fruncido se profundiza y miro las orejas que puedo ver


bastante, pero no las vuelvo a mencionar. White se acerca a nosotros con
una sonrisa en su rostro. Es una sonrisa amable pero, incluso yo, puedo
decir que hay más debajo. Tiene secretos, como todos los demás. Esa es
la belleza de mi negocio: conocer gente cara a cara. Siempre puedo
obtener una buena lectura sobre ellos y, de alguna manera, White todavía
marca mis instintos de peligro, incluso si él es la definición de bondad en
este momento.

—Buenos días, Calypso —me saluda White, y yo asiento con la cabeza


en bienvenida.

—Buenos días. Este es Rob, mi pareja.

Los ojos de White se mueven hacia Rob y lo miran de arriba abajo.

—¿Pareja? —Escucho un hilo de confusión, así que siento que debo


aclarar.

—Pareja comercial. Rob es más o menos mi tío. —Le doy un codazo a


Rob en el costado juguetonamente, y él me golpea la oreja en represalia.
White observa el intercambio con curiosidad, tomándolo todo.

—Ah, ya veo. Traje mi motocicleta para que la mires.

—¡Sí! Hiciste lo correcto al traérmela. Definitivamente hay un fallo de


encendido en su motor. Lo escuché cuando te detuviste.

—¿En serio? —La sorpresa parpadea en sus ojos. No es una reacción


habitual—. ¿Puedes diagnosticar el problema desde tan lejos? ¿Y solo por
el sonido?

—Es su don —dice Rob con orgullo, apoyando su brazo sobre mi


hombro—. Es la mejor de la ciudad. Es como si hablara con las
máquinas.

Me río y sacudo la cabeza. Está exagerando, como de costumbre. No


soy tan buena. Pero si me das un motor para diagnosticar, puedo hacerlo.
Es la razón por la que lo estamos haciendo tan bien con la tienda.
Garantizamos que el problema se solucionará antes de que el cliente se
vaya. Y si no podemos arreglarlo, entonces no cobramos, así de simple.
Ese es el legado de mi padre, algo que puse en marcha para honrarlo.
Nunca habría cobrado a alguien si no pudiera ayudarlos, sin importar
cuánto tiempo pasara en el proyecto.

Rob se limpia la mano y se rasca la cabeza, antes de mirar el reloj.


—¿Te importa si tomo un descanso rápido?

—Ni siquiera hemos comenzado todavía —me río—. ¿Para qué


necesitas un descanso ya?

—Timmy tuvo una noche difícil. —Se frota la nuca—. Con todo su
llanto esta mañana, olvidé tomar el desayuno. Iba a ir a por un burrito al
otro lado de la calle. También puedo comprarte uno.

—Adelante. —Le doy un guiño—. Lo de siempre.

—El grande. —Asiente Rob con comprensión—. Ya vuelvo.

Veo a Rob prácticamente saltar por la puerta en su camino al otro


lado de la calle. Ese lugar de burritos ama cuando Rob entra. Puede que
siempre me ordene lo mismo, pero les dice que lo sorprendan cada
mañana con lo suyo. Una vez, consiguió un burrito de jalapeño, queso,
tocino, huevo y dona. Literalmente tenía trozos de dona glaseada picada
en su interior. En otra ocasión, añadieron piña. Han comenzado a ser
bastante creativos.

—Entonces, ¿tienes las llaves de tu motocicleta? —le pregunto a


White.

—Por supuesto.

Cuando me entrega un juego de llaves y las miro, resoplo. Sostengo


el llavero frente a mí. Colgando del gancho de metal está la pata de un
conejo de la suerte.

—¿En serio?

—No pude evitarlo —bromea, riendo junto conmigo—. Además, quiero


presentarte a mi amigo.

Suspiro, ya olvidando la broma de la que nos habíamos estado riendo.

—Ya te lo dije, no estoy interesada.

—Bueno, él vino conmigo —dice White, y pongo los ojos en blanco.

—No vas a dejar pasar esto, ¿verdad?


White sonríe, pero esta vez no llega a sus ojos. Los pelos en la parte
posterior de mi cuello se levantan, pero no sé por qué. Este momento se
siente importante, cargado de alguna manera.

—Solo conócelo. Eso es todo lo que pido.

Estoy tentada a decir que no, a apegarme a mis instintos, pero White
me ayudó, y parece tan serio que me encuentro asintiendo con la cabeza.

—Bien. ¿Dónde está?

White apunta detrás de mí y me doy la vuelta, mis ojos


inmediatamente encuentran a un hombre extendido por la parte superior
de Bertha. Al igual que White, tiene orejas en la cabeza, aunque las suyas
son felinas. Son grises con rayas azules brillantes. Observo cómo se
contraen y se mueven, antes de que una cola, que se mueve sobre su
cadera, llame mi atención. ¿En qué están metidos estos tipos? ¿Son
furros?

Miro la chaqueta de cuero colgando abierta, un pecho cincelado en


exhibición debajo de ella. Es musculoso y es más caliente que cualquier
hombre que haya conocido. Ciertamente, más caliente que cualquier
hombre que haya visto. Lleva pantalones de cuero y botas de combate, y
es exactamente el tipo de chico por el que normalmente me sentiría
atraída a pesar de que sé que es una mala idea. Este hombre apesta a
malas decisiones. Nunca he conocido a alguien que grite tan
completamente «chico malo».

Una sonrisa de Cheshire se extiende por su rostro cuando me ve


observándolo, y esas orejas se retuercen de nuevo, acercando mis ojos a
los suyos. Brillan con un azul eléctrico y vibrante, un color tan brillante
que casi me atraen como un insecto.

—Hola, cosa bonita —ronronea, y su voz es como gasolina para mis


ovarios. Se sientan y se paran ante la atención. Demonios,
probablemente se darían la vuelta si él les dijera que lo hicieran. Pero no
me centro en nada de eso. No respondo a la obvia línea cliché, no con
ninguna reacción que pueda estar esperando.

En cambio, digo muy dulcemente:

—Bájate de mi motocicleta.

Bien. Entonces, tal vez no tan cortés.


Traducido por ~Kvothe
Corregido por BLACKTH➰RN
Editado por Banana_mou

Puedo sentir la sonrisa de White a pesar de que no lo estoy mirando.


Hay una especie de emoción vertiginosa proveniente de su aura en olas
y, por alguna razón, me eriza aún más. ¿En qué se están metiendo estos
dos? ¿Es esto una broma?

Mis ojos permanecen fijos en el hombre con orejas de gato, su trasero


todavía estacionado en Bertha.

—¿Tartamudeé? —le pregunto cuándo no se mueve.

Esta vez, White realmente se ríe en voz alta y lo miro. Hay una alegría
absoluta en su rostro, y arrugo la frente.

—¿Qué tipo de broma es esta? —Miro entre los dos hombres, tomando
sus oídos de nuevo, la confusión se apodera de ellos.

—¿Qué quieres decir? —pregunta White, inclinando la cabeza a pesar


de que la risa todavía está en sus ojos.

—Ustedes dos vienen a mi tienda, vestidos con trajes peludos, ¿y


esperan que no piense que esto es una broma? —Agarro mi llave del
banco de trabajo y la sostengo a mi lado. Ya no me siento tan segura
como antes.

—Cálmate —dice Orejas de Gato, con la cola moviéndose de nuevo.


Todavía no se ha movido de Bertha.

Doy un paso hacia él y levanto la llave inglesa.


—¿Qué parte de «bájate de mi motocicleta», no entendiste? —gruño.

—Todo. Es solo una máquina. —Él pone los ojos en blanco y tengo la
repentina necesidad de golpearlo boca arriba en la cabeza con mi llave
inglesa. «Respira profundo, Cal. No quieres ir a la cárcel hoy».

—Tienes tres segundos para bajarte de mi bicicleta antes de que te


haga bajar. —Orejas de Gato levanta la frente pero no se mueve—. Uno.

—La escucharía si fuera tú, Cheshire. —White sonríe—. La vi derribar


a un hombre del doble de su tamaño ayer.

—Dos. —Mi voz es dura. Ni siquiera estoy escuchando lo que dice


White. Mis ojos están entrenados en el hombre frente a mí. Doy otro paso
adelante.

—¿Qué puede hacerme? —Sé que su nombre es Cheshire ahora. Qué


apropiado ya que usa orejas de gato.

—Tu funeral. —White se encoge de hombros y da un paso atrás al


mismo tiempo que yo doy un paso adelante.

—Tres. —No le doy más advertencia. Balanceo la llave inglesa hacia


el pecho de Cheshire, con la intención de derribarlo de mi motocicleta.
No espero que sea lo suficientemente rápido como para bloquearlo pero
eso es exactamente lo que hace. Su mano se dispara y envuelve mi llave
inglesa antes de que pueda hacer contacto.

—Ah, ah, ah —reprende él, con los ojos parpadeando por un


momento. Juro que parecen cortados como los de un gato por un
instante, antes de volver a ser humanos—. Eso no es muy agradable.

Libero la llave inglesa cuando no puedo arrancarla de sus garras y


lanzo mi puño a su nariz. No necesito el arma para hacer mi punto. Mis
nudillos se conectan con su cara y Cheshire se sacude hacia atrás con
un gruñido.

—¿Qué carajo?

Estoy satisfecha cuando la sangre gotea de sus fosas nasales y sus


ojos se entrecierran mientras me mira. Ignora por completo la nariz
posiblemente rota como si fuera algo común. ¿Quién sabe? Para él podría
serlo.
White pierde la compostura por completo detrás de mí, riendo tan
fuerte que se dobla para agarrar su estómago.

—Si no quieres que un ojo morado coincida con esa nariz rota, te
sugiero que te muevas. —Mi voz es tranquila, a pesar de que me duele la
mano por el golpe, y mi ira se encona debajo de mi piel. White ríe más
fuerte.

Cheshire sonríe, y me toma lo suficientemente desprevenida como


para dar un paso atrás cuando finalmente se pone de pie.

—Eres una pequeña cosa luchadora, ¿no? —ronronea. Entrecierro los


ojos y me giro a White.

—No me gusta tu amigo, White. Deja tus llaves y me encargaré del


fallo de encendido, pero llévalo contigo cuando te vayas. —Vuelvo al
Impala y me inclino bajo el capó. Puedo sentir los ojos de Cheshire en mí,
y me molesta que mi cuerpo reaccione a él y me ruegue que mueva mi
culo un poco más. En cambio, digo—. Mantén tus ojos fuera de mi
trasero, y podrás mantenerlos.

Cheshire resopla incluso mientras White se ríe de nuevo.

—En realidad —dice entre risas—, tenemos algo que preguntarte.

Suspiro y me enderezo.

—Si es para una cita, voy a estar extremadamente enojada.

—No salgo en citas —agrega Cheshire con ayuda, pero sus ojos siguen
mi cuerpo de una manera que sugiere que hace otras cosas.

—Por supuesto que no lo haces, gatito.

Cheshire gruñe y da un paso hacia mí, pero White levanta la mano.


Sorprendentemente, Cheshire se detiene y lo mira a pesar de que todavía
hay furia en sus ojos.

—¿Qué sabes del País de las Maravillas?

Frunzo el ceño.

—¿Quieres decir como el libro de cuentos?

—Bueno… —Se encoge de hombros—. Sí y no. ¿Crees que es real?


—Es un libro. —Pongo los ojos en blanco—. Y ya no soy una niña que
cree en los cuentos de hadas.

—No, ciertamente no eres un niña —murmura Cheshire, y lucho muy


duro para no mirarlo.

Cheshire es exactamente el tipo de chico que normalmente buscaría.


Las orejas y la cola de gato son un poco extrañas, pero todo lo demás es
perfecto. Incluso ahora, estoy tentada a mirar su pecho desnudo. Lo
único que le falta son tatuajes, pero esos podrían estar ocultos. Es la
imagen esculpida de un chico malo, y no puedo evitar querer lamerlo.

Pero tengo demasiadas cosas sucediendo en mi vida como para tomar


la invitación en sus ojos. Cheshire no parece del tipo de quedarse después
de una noche de gran sexo, lo cual es perfecto, pero White me hace sentir
que algo más grande está sucediendo aquí, y puedo decir que no quiero
formar parte de eso. No con mi madre enfermándose, y Attie pasando por
su adolescencia.

—¿Qué dirías si te dijera que todo es real? —pregunta White, su rostro


tan serio que me hace hacer una pausa.

Miro entre los dos hombres, confundida, antes de que la risa burbujee
de mis labios.

—Oh, lo entiendo ahora —me las arreglo para decir entre risas—. Para
eso están los oídos, ¿verdad? El conejo blanco y el gato de Cheshire.
Todos ustedes tienen demasiado tiempo en sus manos.

—Es la verdad, Calypso.

Ninguno de los dos se ríe, solo me miran con ojos solemnes.

—Entonces, estás loco. —White sacude la cabeza y lo miro antes de


volver mis ojos hacia Cheshire, quien piensa que en realidad es el gato
de Cheshire. ¿Qué diablos?—. No tengo tiempo para esta mierda. Tengo
trabajo que hacer, así que si amablemente dejaras mi tienda, sería genial.
—Le devuelvo las llaves de la motocicleta a White—. No creo que sea la
mejor mecánica para ti. Prueba con otra tienda.

—Calypso, espera.

Por alguna razón, mis ojos se mueven hacia Cheshire en lugar de


White a pesar de que él no fue el que habló. La cara de Cheshire contiene
más de una emoción. Hay molestia, claro, pero también hay ira, lujuria
y un breve destello de esperanza que se ha ido antes de que pueda
estudiarlo más de cerca.

—Necesitamos tu ayuda —dice White, con urgencia en sus palabras.

Sacudo la cabeza.

—Lo siento, no tengo tiempo para los cuentos de hadas.

Me doy la vuelta y me alejo.


Traducido por ~Kvothe
Corregido por Emma Bane
Editado por Banana_mou

Júpiter

—Se han ido hace mucho tiempo —comento, mordiendo mi labio


inferior. La mesa del Sombrerero está completamente llena y desbordada.
Hubo un breve período en el que no hubo fiestas de té en absoluto y
luego, de repente, el número de muertes se triplicó. Era la forma en que
Alicia subsanaba la breve pausa.

Hemos tenido que encontrar extensiones para la mesa y agregar más


lugares para los asientos. Estamos usando cualquier cosa que podamos
encontrar ahora como mesas. Barriles, cajas, ni siquiera sé lo que son
algunas de las cosas. Hace que el salón de té sea una pesadilla aún más
desigual de lo habitual.

Hay un zumbido bajo en la habitación mientras todos los invitados


hablan entre sí. Hay tantos que casi no hay espacio para moverse y
apenas puedo oírme hablar.

Frente a mí, Doe bebe su té delicadamente, observando a todas las


criaturas con una gran tristeza en sus ojos.

—Podría haber sido solo un día en tu mundo —me recuerda Doe.

—Bueno, han pasado dos meses aquí y poco a poco me estoy


volviendo loca de preocupación. —Frunzo el ceño—. ¿Qué pasa si algo
salió mal?

Clara se acerca y toma mi mano.


—Estarán bien. Sabemos que la compañera de Cheshire será difícil.
Estoy segura de que el gato está luchando contra White en cada paso del
camino.

El Sombrerero asiente con la cabeza antes de hablar.

—Lo más probable es que esta sea la parte más difícil de la profecía.

Suspiro y miro a los Tweedles, sentados en su lugar habitual en medio


de los miembros de la Fiesta del Té.

—Cada vez más personas asisten a las fiestas del té —comento,


encontrándome con los ojos de Clara.

Clara no puede ocultar la preocupación en ellos.

—Solo nos queda esperar lo mejor.

—¿Qué esperamos? —pregunto. Hay tantas cosas en las que


enfocarse. Espero que Alicia falle. Espero que White regrese ileso. Espero
que podamos mantener todo en orden.

—Esperamos que la compañera de Cheshire nos salve a todos —dice


Clara solemnemente.

Frunzo el ceño. Eso es demasiada presión para poner en una mujer.


Quienquiera que sea, espero que sea muy valiente y que pueda
mantenerse fuerte para todos nosotros. Al menos no estará sola. Al
menos, nos tendrá de su lado.

Hay un timbre agudo que llena la habitación y hace que todos se


queden en silencio para escuchar. Doe se sacude en su silla y una
pequeña sonrisa curva sus labios.

—Sean gentiles —susurra cuando el silencio se asienta—. El flamenco


viene.
Traducido por ~Kvothe
Corregido por Emma Bane
Editado por Banana_mou

—Ahora recuerda, el tanque de oxígeno tiene que permanecer con ella


en todo momento. La enfermera le mostrará todo cuando venga pero hay
muchos medicamentos y pasos. Tengo una hoja impresa para usted con
una lista de verificación para completar todas las noches.

El médico me entrega una pila de papeles y yo lo miro sin ver


realmente. Tantos medicamentos. Tantos pasos. ¿Podemos incluso hacer
esto?

—¿Está todo bien? —pregunta el doctor Frank, hay preocupación en


su rostro—. No es demasiado tarde para cambiar de opinión.

—No. —Me encuentro con sus ojos, tragándome el pánico—. No.


Podemos hacerlo. La enfermera ayudará. Estará bien.

Me estudia por un momento y me quita suavemente los papeles antes


de garabatear en la parte superior.

—Si en algún momento tiene preguntas o algo no parece estar bien,


no dude en llamarme o enviarme un mensaje de texto. Lamento no poder
ayudarle más.

Sacudo la cabeza.

—Doctor Frank, usted ha sido el único punto positivo de tener a


mamá aquí. Se preocupó mucho más de lo que debía. Gracias por esto.
Es posible que se arrepienta cuando le envíe un mensaje de texto a las
tres de la mañana.
Se ríe.

—No se preocupe por eso. De todos modos, ya no duermo demasiado


por la noche.

Se da la vuelta y se aleja antes de que pueda preguntarle qué quiere


decir. Tengo la sensación de que tiene que ver con el alto número de
pacientes que no salen de aquí. El Doctor Frank aparentemente ha sido
el médico de Manos Amigas durante años, y ha visto a muchos pacientes
ir y venir. Su comportamiento feliz no compensa el hecho de que muchos
pacientes vienen a este lugar a morir. Es una profesión triste, y lo hace
de todos modos.

El pobre merece unas vacaciones.

Me doy la vuelta para ir a la habitación donde mamá y Attie están


hablando. Attie está preparado, usando uniforme de equipo médico. Le
dijo a mamá que es un voluntario y ella lo aduló por todo eso. Había visto
el rubor en la cara de Attie, le gustaba ver que ella parecía orgullosa de
él por algo. No hemos visto esa emoción dirigida a nosotros en mucho
tiempo, no de mamá.

No había pensado en usar uniforme. Estoy vestida con mis jeans


habituales y chaqueta de cuero a pesar del clima húmedo. Se ha
convertido en un hábito usar la ropa adecuada cuando monto mi Harley
y es más fácil estar lista para conducir en cualquier momento.

Tomo asiento junto a Attie y le sonrío a mi madre. Está desgastada,


más que nunca. Su piel tiene un tinte amarillo y cuelga de su delgada
silueta. Parece demasiado vieja a los cincuenta y nueve años. Enferma,
se ve enferma. Intento ocultar la tristeza en mis ojos pero nunca he sido
tan buena para ocultar cosas a mi madre, incluso cuando ella no se
acuerda de mí.

—¿Por qué la mirada triste, Calypso? —dice con voz áspera, el ruido
del tanque de oxígeno casi se lleva el sonido.

Mis ojos se agitan ante los suyos y me alegra ver el reconocimiento


que necesito hoy. Quiero a mi mamá y, por una vez, alguien escuchó mis
oraciones.

—Nada, mamá —respondo, parpadeando furiosamente ante las


lágrimas en mis ojos.
Ella mantiene los brazos abiertos e, inmediatamente, me arrodillo
ante ella y la envuelvo en un abrazo. Se siente tan frágil, como si pudiera
romperla fácilmente si me muevo de manera incorrecta. Soy tan
consciente de dónde pongo mis dedos que hace que me duela el corazón.

—Nunca podrían mentirme —reprende, haciendo señas a Attie hacia


adelante—. Mis bebés.

Attie ni siquiera trata de contener las lágrimas mientras envuelve sus


brazos alrededor de los dos, enterrando su rostro en el lado opuesto del
cuello de mamá.

—Te hemos extrañado —susurro, la necesidad de abrazarla con más


fuerza es abrumadora, así que me siento y me limpio las lágrimas
errantes de mis mejillas.

—Lo sé, cariño. Lo sé. Me temo que esta vieja enfermedad me está
pateando el trasero. Incluso ahora, puedo sentirlo arrastrándose en el
borde de mi mente. Han crecido tanto, los dos. —Su voz casi se ralentiza
cuando habla, como si estuviera luchando una batalla perdida en su
cabeza. Me aterra a dónde va mi madre cuando no está bien, contra qué
prisión lucha.

—¿Qué vamos a hacer, mamá? —pregunta Attie, su rostro todavía


está enterrado en el pliegue de su cuello—. Queremos ayudar.

—Estás ayudando, bebé. Pero mi hora está llegando. Debes saberlo.

Esta vez, no puedo evitar que las lágrimas goteen sobre mis pestañas
libremente. Tomo la mano de mi madre en la mía y la sostengo tan
firmemente como me atrevo.

—Te vamos a llevar a casa hoy —susurro—. Estamos preparando todo


ahora.

Ella asiente con la cabeza.

—Creo que me gustaría estar en casa cuando llegue el momento. Lo


has hecho tan perfecto, mi dulce chica. Lamento nunca haber podido
estar allí para todos ustedes.

Sacudo la cabeza.

—No sé qué más hacer, mamá.


Ella me sonríe, pero no es tan amplia y sus ojos se vuelven un poco
más desenfocados.

—Sigue adelante, Calypso. Estás destinada a algo mucho más grande


de lo que puedes imaginar.

Sus palabras se alejan, sus ojos se alejan, mientras mira justo por
encima de nuestros hombros. Attie se aleja y vuelve a sentarse al otro
lado del sofá. Mi madre me mira directamente a los ojos, viendo, pero sin
ver.

—¿Saben dónde está mi esposo? El bastardo siempre está huyendo.

Cheshire

Me paro afuera de la ventana de la casa de Cal, invisible para


cualquier ojo humano, y observo con ojos tristes cómo Cal, y quien
supongo que es su hermano, llevan a una mujer mayor por la casa. La
mujer toca cosas, pasa sus manos amorosamente sobre las fotografías y,
sin embargo, no parece reconocer a sus propios hijos. Puedo entender la
enfermedad de la mente que la carcome después de haberla presenciado
muchas veces en el País de las Maravillas. Al ver a Cal guiar a la mujer
obviamente enferma me doy cuenta, con una claridad repentina, que Cal
nunca iría al País de las Maravillas, no cuando su familia la necesita
tanto. Si alguna vez tuviera la oportunidad de elegir, no dejaría atrás a
Danica, ni a mi madre.

—Ella nunca vendrá de buena gana —susurro suavemente, pero lo


suficientemente fuerte como para saber que los oídos sensibles de White
pueden escucharlo.

Cuando lo miro, la cara de White es solemne mientras observa a la


madre de Cal recoger algo que no reconoce y dejarlo de lado. Un trofeo,
ya sea de Cal o de su hermano, no estoy seguro, pero les duele a ambos
de cualquier manera. Puedo ver a Cal temblar incluso desde donde
estamos parados fuera de la casa.

—¿La dejarías aquí, sabiendo que está destinada a ti? —pregunta.


Puedo escuchar los engranajes en su reloj haciendo tictac, el ruido
cada vez más fuerte cuanto más tiempo estamos aquí. Frunzo el ceño.

—No quitaré una hermana de un hermano, o una hija de una madre.


Soy un idiota, pero no soy cruel, Conejo.

White me mira entonces, sus ojos buscando algo para lo que no tengo
nombre.

—¿Lo sentiste?

—¿Sentir que? —Me muerdo el interior de la mejilla.

—El clic.

Aparto la vista de los ojos cómplices de White para volver a entrar por
la ventana. Cal deja que su hermano lleve a su madre por el pasillo a lo
que sospecho que es su habitación. Cal se toma un momento para entrar
en la cocina y observo cómo se derrumba, sus hombros temblando con
las emociones que mantiene ocultas a su familia. Esta cepa la está
desgastando.

—No sé de qué estás hablando.

Cal se limpia la cara apresuradamente, sacando pañuelos para


limpiarla. Es hermosa, su cabello colgando para enmarcar su rostro, sus
ojos inclinados encuadrados con pestañas. Están hinchados en este
momento pero, normalmente, ella parece estar completamente bien. Una
sonrisa triste tira de sus labios mientras recupera la compostura y el
recuerdo de otra sonrisa así revolotea por mi mente. Inmediatamente
aparto ese pensamiento y me concentro en la visión de Calypso.

—Si la dejas aquí, el País de las Maravillas morirá. —Hace una


pausa—. Y verás su rostro por el resto de tu corta vida.

Sus palabras me golpean tan fuerte que apenas soy capaz de contener
las emociones. Enojado por haber sido forzado a esta situación, enojado
porque esta es la única manera, enojado conmigo mismo incluso por
venir aquí, levanto la mano y coloco una sola garra contra el vidrio. No
espero que Cal mire hacia arriba mientras lo hago. No espero que sus
ojos se encuentren con los míos, como si pudiera verme, antes de volver
a apartar la vista.
Siento que las piedras se endurecen alrededor de mi corazón, la
crueldad del mundo en el que he crecido llevando la crueldad a mis
labios.

Pero en mi mente, la ira susurra sobre la destrucción de mi hogar y


la descarto por la inocencia de una hija que intenta recordarle sutilmente
su nombre a su madre.

—Entonces que así sea —susurro, y me doy la vuelta y me alejo.


Traducido por ~Kvothe
Corregido por Emma Bane
Editado por Banana_mou

Los sábados son los días en los que me relajo usualmente, pero con
todo lo que está sucediendo en casa, es difícil aliviar la tensión en mis
hombros. Attie quiso pasar el día con mamá y no pude negarle eso, no
cuando le habían robado gran parte de su infancia. Yo había tenido la
suerte de ser una adulta cuando la enfermedad llegó. Attie no lo había
hecho y se había perdido de tanto que yo no podía darle. Entonces, la
enfermera y Attie llevaron a mamá a su parque favorito, un día para
sentarse junto al estanque para alimentar a los patos y comer sus
comidas favoritas.

Vengo a la tienda para trabajar en Bertha un poco más. Necesito un


escape.

Anoche mamá se había despertado gritando, recordando de repente


que papá había muerto. Ella había soñado con eso y, aunque no estaba
muy segura de si era real o no, finalmente se había quedado dormida
después de preguntar dónde estaba su esposo. Había sido una noche
brutal, aún más cuando me tomó la mejilla antes de que el sueño la
reclamara y susurró «mi bebé» como si se acordara.

Había estado casi agradecida cuando Attie sugirió pasar el día con
mamá. Siempre puede leerme tan bien, y sabe que me duele el corazón,
no importa cuánto trate de ocultarlo.

Estoy apretando un tornillo en la montura de Bertha cuando siento


los mismos ojos en mí que tenía anoche, los que me había convencido de
que nunca estuvieron allí. Se me erizan los pelos en el cuello y,
lentamente, me doy la vuelta para encontrarme con los ojos azul eléctrico
de Cheshire parado justo dentro de la puerta. Ni siquiera lo había
escuchado entrar pero ciertamente soy consciente de él ahora. Suspiro.

—No necesito esto hoy, amigo. Ya conoces la salida.

Inclina la cabeza, estudiándome, esa cola elegante se contrae de un


lado a otro como la de un gato de verdad. Tengo mucha curiosidad por
preguntar cómo ha hecho que funcione.

—¿Qué hay de especial en ti? —pregunta con curiosidad.

Frunzo el ceño.

—¿Disculpa?

Él da un paso adelante y yo me tenso.

—¿Por qué tú? De miles de millones de personas, ¿por qué tú?

—No sé de qué estás hablando y si no te vas, llamaré a la policía.

Se ríe y da otro paso adelante.

—¿Qué podrían hacerme?

Levanto la ceja.

—Tirar tu trasero a la cárcel y darte tres comidas cuadradas al día.


—Eso solo lo hace reír más fuerte y frunzo el ceño, antes de volver a la
montura de la motocicleta—. Como quieras. Solo asegúrate de no dejar
caer el jabón —me quejo. Lo escucho acercarse esta vez, todavía al otro
lado de la tienda, pero ganando terreno.

—Eres buena con tus manos —comenta, y resoplo, encontrando sus


ojos de nuevo.

—¿Se supone que eso es una insinuación sexual?

Se encoge de hombros.

—Estaba destinado a ser un cumplido, pero si tu mente


automáticamente se fue a lo sexual, bueno, ¿quién soy yo para quejarme?
—Él sonríe, y tengo que luchar contra la contracción en la comisura de
mis labios.
Oh, claro. Bajo diferentes circunstancias, me sentiría atraída por el
hombre frente a mí. Las orejas de gato en la parte superior de su cabeza
se contraen nuevamente, girando como si captaran sonidos. Y esa cola,
es tan realista que casi me tiene engañada.

—¿De dónde sacas orejas y una cola tan creíbles? Nunca he visto
nada así.

Sonríe.

—¿Quieres tocarla? —pregunta y su cola se acerca a su cadera y flota


en el aire como si hubiera tenido un control total sobre ella. Wow. No
puedo evitar la pequeña risa que se escapa de mis labios cuando vuelvo
a encontrarme con sus ojos.

—Estoy bien, Gatito. ¿Había algo que necesitabas?

Cheshire gruñe ante mi apodo para él, pero cuando hago la pregunta,
la tristeza pasa sobre su rostro tan rápido que casi lo extraño, antes de
que sea reemplazado por esa mirada engreída nuevamente.

—Solo quería verte de nuevo, una vez más, antes de irme.

Y así, mi corazón se aprieta. ¿Qué demonios me pasa? He conocido al


chico durante unos minutos y, de repente, me preocupo por él. No
escucho los susurros dentro de mi cabeza que dicen que todos se van.
Eso es demasiado para soportar en este momento. No necesito
preocuparme por un hombre que acabo de conocer, y mucho menos por
uno que usa orejas de gato todo el tiempo.

—¿A dónde vas? —pregunto, dejando caer mi trinquete y poniéndome


de pie.

Algo me susurra que lo detenga, que lo mantenga aquí conmigo. Es


un pensamiento loco, uno que aplasto con fuerza, pero no puedo disipar
por completo el sentimiento.

Cheshire lentamente comienza a acecharme y yo retrocedo, su


intensidad casi me echándome hacia atrás, hasta que la base de mi
columna vertebral golpea mi banco de trabajo. No se detiene, acercándose
tanto que inmediatamente me tenso. Sus brazos me enjaulan,
apoyándose en el mostrador a ambos lados de mí.
Sus fosas nasales se ensanchan al mismo tiempo que las mías, un
espeso olor a madreselva silvestre y humo de leña las llena. Cheshire se
presiona tan cerca que mis ojos se cierran por su propia cuenta,
absorbiendo la sensación de este hombre apretando contra mí, y
gustándome demasiado. Se inclina y frota su mejilla contra mi cuello,
como un gato, e inclino la cabeza hacia un lado en lugar de empujarlo.
Gimiendo ante la sensación, tentada a enhebrar mi mano a través de su
cabello y sostenerlo más cerca.

¿Qué demonios me pasa? Estoy dejando que un extraño se frote sobre


mí, y ni siquiera lo estoy alejando.

—¿Qué hay de especial en ti? —gime Cheshire en mi cuello, haciendo


la misma pregunta que antes.

—No lo sé. —Respiro con los ojos aún cerrados. No sé de qué otra
manera responder a la pregunta. No soy nadie especial, solo una mujer
que intenta criar a su hermano pequeño. Nada extremadamente especial
sobre mí.

Mis palabras lo hacen hacer una pausa y se aleja. Mi piel se enfría


donde él había estado contra mí. Cuando abro los ojos, confundida,
Cheshire se ha ido.

La única señal de que había estado allí es el aroma del humo de leña
y la madreselva silvestre que cuelga en el aire.
Traducido por ~Kvothe
Corregido por ♡Herondale♡
Editado por Banana_mou

El Sombrerero

Me pongo de pie en el salón del té, tan ansioso como todos los demás.
Clara está a mi lado y Doe y Júpiter están a su lado mientras todos
dirigimos nuestros ojos a las puertas dobles. Doe dijo que el Flamenco
está llegando y es un aliado que necesitamos desesperadamente en esta
guerra.

A pesar de que Clara está a mi lado, puedo sentir mi locura


arrastrándose por los bordes de mi mente, alimentándose de mi
nerviosismo. Me las arreglo para domarla por el momento, pero si el
Flamenco entra y comienza a discutir, sé que no podré contenerme.

Eventualmente, todo se reducirá a una pelea y necesitamos a todos


los que podamos de nuestro lado. El Flamenco es el primer paso para
prepararnos para la guerra.

—¿Cómo es él? —susurra Clara, inclinando la cabeza hacia mí.

¿Cómo puedo describir al Flamenco? No estoy seguro de que eso sea


posible.

—Solo espera y verás —respondo, entrelazando mis dedos con los


suyos. El toque de su piel en la mía calma la locura de nuevo y suspiro.
Mi mente se aclara lo suficiente como para poder recordar la historia de
Flam.
El Flamenco nunca fue bueno, no de una manera honesta o
bondadosa. Nunca ha jugado para un equipo u otro, prefiriendo
permanecer neutral en cualquier pelea. Y luego conoció y se enamoró del
pájaro Dodo.

Sonrío, recordando la noche en que se habían conocido formalmente.


Flam estaba apaleando a otra criatura. No puedo recordar quién era
ahora pero sí sé que la criatura había desafiado a Flam. Eso realmente
había sido una decisión idiota. Todos saben que no deben desafiar al
Flamenco, incluso si sus poderes están un poco disminuidos ahora
gracias a los antiguos Reyes.

Flam solía tener una inclinación por los problemas, todavía la tiene,
pero sus poderes se salieron demasiado de control, incluso como para
que él los controlara. Así que había ido con el Rey y la Reina y les pidió
que suprimieran algunos de sus poderes, dentro de sí mismo. Sigue
siendo poderoso más allá del conocimiento, pero elige tener menos cada
día. Eso es lo que lo redimió a los ojos del País de las Maravillas.

La herencia de Flam lo convierte en un excelente ejemplo de «eres lo


que haces de ti mismo». Podría haberse convertido en algo mucho peor
de lo que nadie hubiera imaginado. Su madre era un flamenco, al igual
que él, pero su padre, oh, su padre era un Jabberwocky. No tengo idea
de su historia de amor, o de cómo una bestia incapaz de amar se enamoró
de un flamenco. La madre de Flam estaba lejos de ser débil, domó al
Jabberwocky y decidió morir con él cuando el País de las Maravillas lo
consideró demasiado arriesgado después de que hubiera arrasado el
bosque completo.

Flam se quedó atrás, un niño, pareciendo solamente un flamenco.


Había sido fácil persuadir a todos de que era inocente, hasta que no lo
era. Sus poderes se despertaron cuando llegó a la edad adulta y llevó
destrucción a donde quiera que fuera. Pero nunca dañó a inocentes, no
directamente. Y luego conoció a Doe, y todo eso cambió.

Flam sigue siendo malo, sigue siendo poderoso, pero ahora tiene una
razón para amar, algo de lo que un Jabberwocky nunca podría ser capaz.
Y, sin embargo, el Flamenco vive.

Las puertas dobles del salón del té se abren de golpe y se estampan


contra la pared. Suspiro dramáticamente. El pájaro sangriento nunca
puede ser cuidadoso. Incluso ahora, una pequeña grieta se arrastra por
la pared desde donde la puerta golpeó.
El choque hizo saltar a Júpiter, pero Clara ni siquiera se inmuto. Sus
sentidos han ido mejorando desde que llegó al País de las Maravillas. Sin
duda, había escuchado los pasos de Flam en el momento en el que entró
en mi casa.

Me río cuando veo la sorpresa en los rostros de Clara y Júpiter cuando


Flam entra en la habitación, su postura abierta, sus ojos buscando.

—¿Dónde está mi chica? —pregunta, con la voz lo suficientemente


gruesa como para que incluso a mí me den escalofríos.

Sus ojos escanean a nuestro grupo hasta que caen sobre Doe, una
amplia sonrisa en sus labios. Él irrumpe hacia adelante y toma a Doe en
sus brazos, balanceándola. Ella se ríe, pura alegría en el sonido, y lo
envuelve fuertemente en sus brazos.

—Te he extrañado, Pink. Ha sido una eternidad.

—Solo han pasado unos días —le recuerda, mirándola a los ojos,
adoración reflejada en los suyos.

Doe y Flam se habían estado reuniendo en el bosque en lugar de en


mi casa. Afirma que no le gustan las estructuras, que lo hacen sentir
enjaulado y, sin embargo, hoy entra en mi hogar. Me interesa ver lo que
ha planeado.

—¿Eres el Flamenco? —pregunta Júpiter, inclinando la cabeza—.


Esperaba a alguien muy diferente.

Flam baja a Doe y mira a Júpiter con una sonrisa en su rostro.

—¿Esperabas a alguien deslumbrante y extravagante? —bromea y me


río. Flam ha lidiado con ese estereotipo toda su vida. Secretamente creo
que es por eso que se ve como se ve.

El flamenco está lejos de ser extravagante. Está cubierto de tatuajes,


algunos representan escenas del País de las Maravillas, otros solo cositas
aleatorias, todo mezclado. Un pequeño hongo está entintado bajo su ojo,
solo el contorno, pero es suficiente para llamar tu atención. Los tatuajes
incluso trepan su cuello y pululan alrededor de su mandíbula pero,
además del hongo, en realidad no tocan su cara. Solo dan la ilusión de
que podrían. Además de los tatuajes, está cubierto de piercings, sus
labios, en su frente, a lo largo de sus orejas. Si es capaz de ser perforado,
probablemente lo está. No puedo ver desde mi posición pero sé que los
ojos de Flam son de un color fucsia brillante, y para colmo, está vestido
con pantalones de cuero rosa caliente. Sin embargo, no hace nada para
restar valor a su masculinidad. Incluso yo puedo asumir eso.

—En realidad, sí —se ríe Júpiter—. Aunque al menos los pantalones


encajan con lo que imaginé.

La sonrisa de Flam se vuelve suave cuando su mirada aterriza


completamente en Júpiter.

—He escuchado muchas cosas sobre ti, Niña de Fuego. Escuché que
eres la que salvó a mi chica.

Observo cómo Júpiter se lanza sobre sus pies, un ligero rubor se eleva
a sus mejillas.

—Solo resolví un acertijo, es todo.

Y luego Flam hace algo que nunca esperé, algo que nunca he
presenciado. Camina hacia Júpiter y se arrodilla frente a ella. Ella da un
paso atrás, vacilante, pero por lo demás, se mantiene firme. Yo, por otro
lado, tropiezo hacia atrás y jadeo tan fuerte que resuena en la habitación.
Clara me mira confundido pero no puedo decirle que nunca he visto al
Flamenco de rodillas por nadie más que por Doe, al menos no puedo
decirle eso en este momento.

Flam deja caer la cabeza y expone la columna de su cuello.

—Estoy en deuda con usted, Caminante de Sueños. He venido a


unirme a tu lucha.

Mi jadeo, esta vez, trae una risa a los labios de Clara, y me distrae.
De repente quiero besarla. Esta es una ocasión monumental.
¡Deberíamos celebrar!

Doe mira con adoración a su esposo. Cuando Flam se para de nuevo,


puedo ver los engranajes girando en la cabeza de Júpiter.

—¿Te conviertes en un flamenco gigante? —Esa es la primera


pregunta que le hace después de que él acabe de jurar luchar a su lado.
La compañera de White es extraña.

Flam sonríe en respuesta antes de que sus ojos se posen sobre Doe.

—Lo suficientemente grande como para montar.


A ninguno se nos escapa el doble sentido de su respuesta y Clara
resopla de diversión.

—Bueno, esto debería ser interesante —dice.

De hecho, podría serlo. De hecho, lo será.


Traducido por ~Kvothe
Corregido por ♡Herondale♡
Editado por Banana_mou

Abro la puerta del auto y ofrezco mi brazo a mi mamá. Attie se acerca


y la ayuda a levantarse, antes de sacar su tanque de oxígeno detrás de
ella. Pensamos que lo mejor era llevar a mamá a su restaurante favorito
para cenar. No había podido comer mucho, alegando que no tenía
hambre, pero todos sabemos que no ha comido adecuadamente en
meses. El Dr. Frank dijo que es por su recaída. Yo digo que es la forma
en que mi madre ayuda a las cosas inconscientemente.

De cualquier manera, apesta.

A las personas buenas les pasan cosas malas. Lo sé. Mi papá había
sido una persona honesta, cariñoso y amable. Se había ofrecido como
voluntario los fines de semana en el comedor local. Ni siquiera decía
malas palabras. Y, sin embargo, se lo llevaron demasiado joven gracias a
un conductor ebrio.

Mamá va por el mismo camino. Ella solía hacer ropa para los niños
en el hogar de acogida en la calle, al ver que sus padres adoptivos
gastaban el dinero en cualquier cosa menos en ellos. Ese era el tipo de
personas que eran mis padres.

Ahora, uno está muerto, y la otra bien podría estarlo pronto.

Esta noche, ella está catatónica. Attie tiene que colocarla en su silla
de ruedas y ajustarla. Ni siquiera se inmuta o siquiera se da cuenta. Ella
solo mira felizmente a la luna sobre nosotros. No puedo culparla. La luna
está llena esta noche y brilla tan intensamente que lo lava todo con su
palidez. Combinado con el sonido de las ranas croando y los insectos de
verano, es una noche agradable. Por alguna razón, inmediatamente me
pone nerviosa.

—Calypso.

Me doy la vuelta ante el sonido de mi nombre, la voz definitivamente


no pertenece a mi madre o hermano. Attie se vuelve al mismo tiempo y
ambos miramos al hombre detrás de nosotros. Suspiro.

—¿Quiero saber cómo descubriste mi dirección? —No hay enojo en


mis palabras. En este punto, parece que White es una especie de criatura
mágica que me sigue. Estoy tentada de correr adentro y esconderme como
lo haría si los testigos de Jehová llamaran a mi puerta. La última vez que
les abrí, recibí una fuerte conferencia sobre mis elecciones de vida que
duró una hora. Nunca más.

White se encoge de hombros ante mi pregunta pero, por lo demás, no


da una respuesta.

—Attie, ¿puedes llevar a mamá adentro?

Él asiente y la empuja unos metros hacia la puerta pero se mueve


lentamente. No lo reprendo por ello. Los ojos de White se posan en Attie
antes de regresar para sostener mi mirada. Sus ojos plateados casi
parecen brillar a la luz de la luna y es casi encantador. Lo sería si no
hubiera esta sensación pesada en el ambiente.

—¿En qué puedo ayudarte, White?

Mira el reloj alrededor de su muñeca. Puedo escuchar el tic tac que


sale de sus manos, lo cual es extraño. No debería poder escuchar eso.

—¿Recuerdas lo que te conté sobre el País de las Maravillas?

—¿Todavía sigues con eso? —pregunto, frotándome la sien—. Ya te


he dicho que no estoy interesada.

—Puede que no tengas otra opción —responde White, con su voz


solemne.

Lo miro.

—Siempre tengo una opción, White. Y no sé qué mierda extraña estás


tratando de sacar pero no estoy interesada.
Me doy la vuelta para entrar por la puerta solo para correr
directamente a la espalda de Attie, donde se ha detenido con mamá.

—¿Qué coño estás haciendo aquí?

Me volteo hacía la nueva voz, buscando hasta que encuentro a


Cheshire. ¿De dónde demonios ha salido? White solo mira a Cheshire,
ninguno parece respirar mientras cada uno lucha por la ventaja. Observo
confundida.

—¿Qué están haciendo? —susurra Attie.

—A la mierda si lo sé. —Más fuerte, pregunto—: ¿Qué coño están


haciendo ustedes dos?

En respuesta, White se mueve tan rápido que apenas puedo seguirlo.


Su mano se retuerce contra su chaleco y saca una tarjeta de su bolsillo.
Cheshire gruñe.

—No te atrevas, Conejo.

Mis cejas se disparan, mirando entre los dos. Empujo a Attie un poco
más detrás de mí, asegurándome de que mi espalda lo proteja tanto a él
como a mi madre. White arroja la pequeña tarjeta blanca al suelo y todos
los ruidos del verano se detienen. Los grillos dejan de cantar. Las ranas
dejan de croar. Los árboles dejan de crujir con el viento.

Observo cómo una luz brillante parpadea y parpadeo con fuerza para
despejar la ceguera repentina, antes de que alguna fuerza comience a
tirar de mí hacia adelante. No grito. No creo que pueda. Simplemente me
doy la vuelta y empujo a Attie con fuerza, tratando de alejarlos. No
funciona. Todos nos deslizamos un poco más cerca y un miedo real se
extiende por todo mi cuerpo.

No sé qué hay detrás de mí, o qué está tratando de comernos, pero


no quiero ser parte de eso.

—Si ella no va de buena gana —escucho a White gritar sobre el ruido


del brillante agujero giratorio—, entonces va a ir contra su voluntad. No
puedo dejar que el País de las Maravillas muera. No cuando Júpiter es
parte de él.

—¡Idiota! —gruñe Cheshire y me doy la vuelta justo a tiempo para


verlo dar un paso hacia él y ser absorbido por el… ¿Debería llamarlo
portal? Ese pensamiento cruza mi mente con tanta confianza que no
tengo más remedio que aceptarlo—. ¡Te dije que no!

—Un día me lo agradecerás —responde White, ajustándose el chaleco


y mirando hacia nosotros. Puedo ver la alarma en sus ojos cuando me ve
empujando a Attie y la silla de ruedas de mamá. No sé por qué esa mirada
de pánico.

—Te voy a hacer trizas —promete Cheshire, justo antes de ser


atrapado por el portal.

Al mismo tiempo, siento un fuerte tirón en mi cuerpo, como si hubiera


una cuerda unida a mí y alguien la estuviera tirando. Trato de luchar
contra eso, al menos empujar a Attie y a mamá fuera de peligro, pero la
misma fuerza se apodera de ellos y, de repente, estoy cayendo al aire
libre, mi hermano pequeño y mi madre enferma justo detrás de mí.

White nos sigue mientras grito, y la rabia que se extiende por mi


cuerpo casi me desgarra.

El gruñido que me atraviesa la garganta me sobresalta incluso a mí,


y sé que, pase lo que pase, no va a ser bonito cuando aterricemos.

Me toma un segundo pero me doy cuenta muy rápidamente de que


White nos ha llevado por su madriguera de conejo al igual que en los
cuentos. Sabía que había sido inflexible sobre el País de las Maravillas y
ser el Conejo Blanco, pero no lo había creído. Demonios, todavía no lo
hago. Tal vez me han drogado y esto es una alucinación extrema.

Rechino los dientes contra la presión que la caída ejerce sobre mi


cuerpo. Se siente como si me estuvieran apretando sin piedad y la presión
amenaza con forzar mis ojos a cerrarse y mi cuerpo se siente débil, pero
mi ira me impide desmayarme por completo. Sin embargo, no se deshace
de los bordes borrosos alrededor de mis ojos, como si estuviera luchando
duro para permanecer despierta.

Puedo ver a Attie y a mamá por encima de mí. La silla de ruedas de


mamá se ha ido pero su tanque de oxígeno se arrastra detrás de ella.
Ambos cuerpos están completamente flojos mientras caen, su ropa
revolotea a su alrededor. Sobre ellos veo a White, descansando hacia
atrás como si estuviera en un sofá, completamente imperturbable. Me
contorneo en un intento de moverme más arriba para estrangularlo, tal
vez, pero no parece funcionar, así que me relajo de nuevo y me concentro
en permanecer despierta.

Trato de no concentrarme demasiado en las cosas en las paredes que


parecen buscarnos, las calaveras incrustadas en destellos de tierra.
Estoy empezando a tener la sensación de que el País de las Maravillas no
se parecerá en nada a las historias felices de casa. Ciertamente nunca
mencionaron al Conejo Blanco y al Gato Cheshire secuestrando gente.

Observo las luces arremolinadas durante lo que se sienten como


horas, los colores verde, blanco y plateado se difuminan en un
caleidoscopio de mareos. Repetidamente siento que mi cabeza retrocede
solo para volver a despertarme. Cuando los colores comienzan a girar
más rápido creo que soy yo finalmente perdiendo la batalla, pero luego se
extiende una luz brillante y, de repente, estoy cayendo libremente al aire
libre.

Me estrello contra el suelo con fuerza, y silbo mientras todo mi aliento


sale de mi cuerpo. Si no me rompí el coxis, ciertamente está magullado.
Entro en pánico cuando veo que Attie comienza a caer por encima de mí,
mi madre justo detrás de él, pero Cheshire se precipita de la nada y
atrapa primero a Attie y a mi madre como si no fuera gran cosa mantener
sus pesos. Trato de ignorar lo sexy que es eso y, en cambio, observo cómo
los coloca suavemente en la baldosa lejos de nosotros.

Me levanto del suelo, haciendo una mueca mientras el dolor


hormiguea en mi columna vertebral, y me enfrento a Cheshire. Se vuelve
en el mismo momento, su rostro serio, y se encuentra con mis ojos.

—¿Qué coño hiciste? —susurro, mi voz sepulcral. Doy un paso hacia


él—. ¿Dónde demonios estamos?

Cheshire frunce el ceño pero, antes de que pueda responder, White


se estrella contra el suelo detrás de mí en cuclillas. Me volteo a tiempo
para verlo pararse alto y quitarse el cabello de los ojos.

—No fue Cheshire. Fui yo.

—¿Cómo te atreves? —grito, la furia vuelve. Me acerco a él y me pongo


justo en su cara—. Llévanos de regreso.
—No puedo. —La oreja de White se contrae con sus palabras, mis
dedos anhelan mi llave inglesa.

—Dije —gruño—, llévanos de regreso. —Mis labios se retiran de mis


dientes, por lo que puedo sentir el gruñido literal en mi cara. White no
parece reaccionar a eso. En cambio, sus ojos se lanzan hacia Cheshire y
parecen tener una conversación silenciosa.

—Es un viaje de ida, Calypso. Lo siento, pero el País de las Maravillas


te necesita.

—¡Te dije que no tengo tiempo para tus cuentos de hadas sin sentido!
Tengo gente que depende de mí. —Me doy la vuelta y señalo a mi familia
aún inconsciente—. Dependen de mí. Y mi mamá está enferma. Necesita
medicina. Necesita cuidados. Y Attie tiene escuela el lunes.

—Es demasiado tarde. —White se encoge de hombros—. Acabas de


caer directamente en el cuento de hadas que te negaste a creer. Y que tu
familia esté aquí es desafortunado. Solo quería traerte a ti.

—¿Desafortunado? —lo imito—. Como si esto fuera solo un paseo por


el parque. ¿Nos trajiste a otro mundo, que aún no estoy segura de creer,
y esperas que lo acepte?

—No tienes otra opción —gruñe White, finalmente hartándose de mí—


. Estas aquí ahora. No hay vuelta atrás hasta que cumplas tu destino.
Así que madura y dirige tu ira a otro lugar, Calypso.

Me alejo de White, mirando la habitación de azulejos en blanco y


negro, tentada de patear todo lo que pueda en mi ira.

—Maldito conejo —gruño.

Cheshire se ríe y, si hubiera agarrado mi llave inglesa antes de caer


por la madriguera del conejo, se la habría arrojado lo más fuerte posible
a la cara.
Traducido por ~Kvothe
Corregido por ♡Herondale♡
Editado por Banana_mou

Attie y mamá todavía están inconscientes. No tengo idea de cuánto


tiempo les llevará despertarse. Ya los había revisado para asegurarme de
que todavía respiran, y ambos parecen completamente bien, aparte de
terminar en un mundo mágico después de pasar por un portal.

Empiezo a pasear por la habitación, los azulejos me marean porque


no parecen ser cuadrados. Si los miro demasiado tiempo, es como si
alguien metiera el dedo en la habitación y la revolviera. Me marea tanto
que me detengo.

—¿Qué demonios pasa con esta habitación? —Arrugo la nariz—. ¿Y a


qué huele?

—Simplemente ignóralo —responde Cheshire con un brillo malvado


en sus ojos. No sé si es diversión o algo más—. No quieres saber a qué
huele.

Como si fuera una respuesta, mis ojos se mueven hacia la mesa en el


centro de la habitación. La había estado ignorando, una sensación
abrumadora de «NO TOCAR» corriendo por mi piel cada vez que la miraba.
El mantel tiene el color de la carne y envía una descarga de escalofríos
por mis brazos.

—Dime que no es aquí donde todos ustedes me despellejan y lo usan


como un traje, ¿verdad? —Trago saliva—. Soy claustrofóbica. Meterme en
un agujero cubierta en aceite no cambiará ninguna maldita cosa.
Veo tanto a White como a Cheshire con cautela. White tiene la
decencia de parecer disgustado. Cheshire, por otro lado, aprovecha ese
momento para mirarme de arriba abajo como si imaginara esa misma
cosa.

—No creo que me vayas a quedar como un traje —dice, esa sonrisa
lenta se extiende por sus labios—. Demasiado pequeño. Pero hay otras
formas en las que podría usarte.

Puedo sentir mi histeria envolverse a mi alrededor con sus palabras,


y viene burbujeando por mi garganta. Empiezo a reírme tan fuerte que
tengo que agacharme y apoyarme en mis rodillas antes de caer al suelo,
agarrándome el estómago. Las lágrimas corren por mi cara mientras me
río y me río. No puedo parar y ya ni siquiera puedo respirar.

—Esto no parece normal —escucho decir a Cheshire. Tomo grandes


jadeos de aire en un intento de calmarme pero luego se transforman en
sollozos.

—En realidad, esto es lo más normal que cualquiera de las mujeres


ha actuado. Clara compartimentó su locura. Júpiter estaba emocionada.
—Él hace una pausa y puedo sentir sus ojos en el lugar donde me siento
en el suelo—. Parece que Calypso es la primera en perder el control
cuando llega a este mundo.

Un fuerte sollozo sale, lo suficientemente fuerte como para hacer eco


y White se pone en cuclillas frente a mí, antes de colocar su mano sobre
mi hombro. Cheshire gruñe, pero lo ignoro, enfocándome en los ojos
plateados frente a mí, incluso si están borrosos por mis lágrimas.

—Respira, Calipso —me insta—. No sirve de nada entrar en pánico


ahora. Estás aquí.

Con sus palabras, mi pánico se transforma en ira y le sacudo su mano


de mi hombro.

—Tú eres la razón por la que estoy aquí. —White no parece


preocupado mientras me pongo de pie, solo sigue mi ejemplo, doy un
paso más cerca de él. Él observa fascinado mientras me hincho de rabia—
. Si algo, y quiero decir cualquier cosa, le sucede a mi madre o a Attie, te
pincharé con una cuchara.

—¿Una cuchara? —Sonríe.


—Un borde liso duele peor que uno afilado. Y planeo sacar tus
entrañas y dártelas de comer.

Cheshire se levanta.

—Tienes sed de sangre. Me gusta.

—Cállate, Gatito. Tampoco estás a salvo de esto. Si un cabello en sus


cabezas sale herido, te haré cosas mucho peores que a White.

—¿Por qué yo? —gruñe—. Le dije que no te trajera.

Lo miro de arriba abajo, la burla todavía en mi cara.

—Porque crees que esto es gracioso. Incluso ahora, estás conteniendo


una risa. La seguridad de mi familia no es graciosa.

Cheshire se endereza ante mis palabras, el brillo en sus ojos se


extingue instantáneamente. Es completamente diferente, parado allí
como si no estuviera burlándose de mí hace un segundo.

—Tienes razón —dice. Se dobla en la cintura, inclinándose ante mí, y


me pilla tan desprevenida que doy un paso atrás. Me mira desde su
posición y encuentra mis ojos. Hago todo lo posible para no dejar que la
vista me afecte, para no imaginarlo haciendo otra cosa mientras me mira.
Es una batalla perdida—. Juro que ningún daño pesará sobre tu
hermano o tu madre en el País de las Maravillas mientras esté vivo.

El aire parece hincharse en la habitación y luego contraerse,


zumbando de energía hasta que los pelos de mis brazos se paran de
punta.

—¿Qué coño fue eso? —respiro, mis ojos todavía fijos en Cheshire.

La voz de White es solemne cuando dice:

—Cheshire acaba de hacer un juramento, un voto inquebrantable.


Traducido por Nea
Corregido por Roni Turner
Editado por Banana_mou

Estoy mirando a Attie y a mamá sumidos en sus pensamientos,


cuando Attie abre los ojos y se sienta. Lo observo mientras mira alrededor
de la habitación.

—¿Dónde estamos? —pregunta, apartando el cabello de sus ojos.


Llevo semanas diciéndole que se lo corte, pero insiste en dejárselo largo.
Creo que la chica que le gusta prefiere el cabello largo. Dios, ¿y si no
llegamos a casa? ¿Y si no vuelve a preocuparse por hablar con la chica
que le gusta en la escuela? El pánico amenaza con apoderarse de mí, así
que me concentro en mis palabras.

—Aparentemente, en el País de las Maravillas.

—Bueno, todavía no —corrige White—. Tenemos que pasar por una


de las puertas antes de que estemos oficialmente en el País de las
Maravillas. Piensa en esto solo como una estación de tren, o como un
purgatorio.

—Fantástico —refunfuño.

Attie se levanta e inmediatamente empieza a caminar hacia la mesa.

—No. No toques la mesa, Attie —le digo antes de que pueda acercarse
demasiado—. Estoy bastante segura de que el mantel está hecho de piel
podrida.

—¿Qué demonios?
—No preguntes —le digo—. Aparentemente, no es una historia
agradable. Y cuida tu lenguaje.

—¿Nos dejamos caer en un mundo ficticio y todavía no puedo


maldecir? —Sonríe—. ¿Dónde están tus prioridades, hermana?

—Probablemente las dejé al otro lado de la madriguera, para ser


sincera. —Le sonrío. Si alguien puede sacarme del pánico, es Attie.
Siempre es tan sensato.

Mamá abre los ojos entonces y ambos nos apresuramos a ir a su lado.


Sus ojos se aclaran por un momento, sus iris grises oscuros duplican los
míos. La ayudamos a sentarse y pone su mano en mi mejilla.

—¿Calypso? —dice, y yo sonrío.

—Sí, mamá. Soy yo.

—Todo va a estar bien. Cuida de tu hermano.

—¿Qué? —No obtengo respuesta. Sus ojos se vuelven vidriosos y se


desmaya de nuevo. Pestañeo ante las lágrimas de mis ojos. Parece que lo
hago mucho últimamente. Normalmente no soy de las que lloran pero
mis emociones están fuera de lugar. Si a esto le añadimos todo el estrés
de caer a través de un portal y, bueno, mis hormonas se han vuelto un
caos.

—Lo de la memoria —dice Cheshire, con el ceño fruncido—. ¿Es una


enfermedad?

Olfateo en silencio y dejo a Attie con mamá para que le haga


compañía. Ahora está mirando alrededor de la habitación con curiosidad,
pero hay tanta familiaridad en sus ojos. Todos los que están en esta
habitación son extraños para ella.

—Los médicos dicen que es demencia, aunque no todos los síntomas


coinciden.

—Entonces, ¿sus recuerdos se esfuman? —Parece estar pensando,


repasando sobre lo que le dije—. Podría haber alguien aquí en el País de
las Maravillas que podría ayudar.

—¿Qué quieres decir?


—El Guardián de los Recuerdos. No creo que pueda curarla, pero ¿tal
vez podría permitirle recordar? No estoy seguro —dice cuando ve la
esperanza en mis ojos—. No sé si es posible. Pero solo quería decirte que
podría haber algo.

—Gracias por decírmelo. —Asiento con la cabeza y vuelvo a mirar a


mi madre y a Attie.

—Te preocupas.

—Claro que sí. Estoy criando a mi hermano pequeño, y mi madre está


en su lecho de muerte —susurro.

—Lo estás llevando bastante bien.

Miro a Cheshire con confusión.

—Esta es la primera vez que hablamos sin que hagas comentarios


sarcásticos.

Resopla.

—Ya viene, estoy seguro. Podría ser tú más o menos. —Mueve su ceja.

Pongo los ojos en blanco y miro hacia otro lado. Me niego a


entretenerlo. White se acerca entonces y mira entre nosotros.

—Ahora que todos están despiertos, deberíamos ponernos en marcha.


Llegamos tarde.

—¿Tarde para qué? —pregunto, curiosa.

—Para todo. —White mira su reloj—. Llegamos literalmente tarde a


todo.

—Pues pasemos por la puerta. —Cheshire se acerca a una bonita


puerta, pero White sacude la cabeza.

—No. Los Bandersnatch están vigilando esa. Y no podemos atravesar


las Tierras Oscuras. Somos demasiados. Si una Quimera de tormenta
nos golpea, no puedo llevarlos a todos, y tú no puedes desvanecer a todos.
—White se pasa la mano por el pelo—. Creo que deberíamos ir por la
blanca.
Miro a la única puerta blanca de la sala. Tiene un brillo aperlado y,
pintada sobre ella con pintura roja brillante, hay una X gigante. Es como
si a quien lo pintó, no le hubiera importado que goteara. El rojo corre por
la puerta en pequeños ríos.

Cheshire sacude la cabeza.

—No podemos. Tenemos demasiadas variables débiles.

Hace un gesto en mi dirección, dejando claro que cree que soy una de
las variables débiles. Intento no ofenderme por ello. Realmente no sé en
qué me estoy metiendo o lo que me espera detrás de la puerta blanca.
Supongo por la reacción de Cheshire que no es una buena puerta para
cruzar.

—Tenemos que pasar por la puerta blanca en algún momento, de


todos modos. Calypso necesitará la espada Vorpal —argumenta White.

—Ella no está preparada. Ni siquiera sabe por qué está aquí.

—¿Qué tal si me dicen de qué están hablando, para que pueda dar
mi humilde opinión? —interrumpo, levantando la ceja—. No tengo ni idea
de qué es la espada Vorpal o por qué creen que la necesito, pero estaría
bien saber al menos lo que está pasando.

—Díselo tú —le dice White a Cheshire cuando se miran fijamente


durante demasiado tiempo.

Cheshire suspira, claramente molesto, pero aun así abre la boca:

—Hay una profecía de una tríada de mujeres destinadas a provocar


la caída de la Reina Roja y salvar el País de las Maravillas. Clara Bee fue
la primera. Júpiter es la segunda. —Cheshire hace una pausa y luego me
mira a los ojos—. Y tú eres la tercera.

—Eso es ridículo. —Frunzo el ceño.

White responde a mi proclamación con la suya.

—Si lo es o no, no importa. Tú estás aquí. Eres la tercera. Y estás


destinada a salvar el País de las Maravillas y a convertirte en la...

—Aliada —interrumpe Cheshire a White—. Convertirse en mi aliada.

White lanza una mirada a Cheshire y yo arrugo la nariz.


—¿Una aliada en qué? ¿En la guerra?

—Bueno, sí. Tú eres la destinada a ganar la guerra. Y para hacerlo


necesitarás la espada Vorpal. Que está detrás de la puerta blanca. —
White gruñe la última parte a Cheshire. Las orejas de Cheshire se posan
sobre su cabeza y su cola se mueve de lado a lado.

—No soy una salvadora —espeto—. Solo soy una mecánica.

White sacude la cabeza.

—Eres mucho más que eso, Calypso. Eres la última oportunidad que
tenemos de salvar el País de las Maravillas. Estás profetizada para
completar la tríada y derrocar a la Reina Roja.

Attie sonríe. Había estado escuchando atentamente la conversación,


mirando de un lado a otro entre ellos.

—Vaya, hermana. Eres como la Elegida. Supongo que eso me


convierte en tu compinche.

Sus palabras me sacan del shock en el que me encontraba, estoy


confundida sobre por qué yo tengo que ser la Elegida y no otra persona
más capaz. Seguramente, no soy la más adecuada para salvar un mundo
entero.

—Absolutamente no. Sea lo que sea en lo que estemos, tú no eres


parte de ello. Voy a encontrar un lugar seguro, y luego te vas a quedar
allí hasta que convenza a estos idiotas de que no soy su Elegida.

Attie frunce el ceño y saca el labio en broma.

—Ah, rayos. Pensé que íbamos a ser como Batman y Robin. —No
sonrío. Me cruzo de brazos y lo miro—. ¿Scooby Doo y Scrappy? —Se me
tuerce el labio—. ¿Macarrones y Queso? —No puedo evitar la carcajada
que estalla esta vez. Alargo la mano y le alboroto el pelo.

—Aun así, no harás nada peligroso —le recuerdo. Solo porque me


haya reído no significa que pueda hacer que lo maten. Cualquier lugar
que utilice la piel como mantel no es un lugar por el que apostaría dinero
por ser agradable y amigable.

—Bueno, entonces, será mejor que salves el mundo, para que


podamos volver a casa. —Attie mira a mamá. Está mirando la mesa en el
centro de la habitación, hay contemplación en su rostro. Al menos su
cara no está en blanco esta vez, pero no sé cuánto tiempo hay hasta que
se desconecte de nuevo—. Tenemos que sacar a mamá de aquí.

Oigo su respiración entrecortada y veo cómo le tiemblan las manos.


Asiento con la cabeza. Tenemos que sacar a mamá de aquí.
Traducido por Nea
Corregido por Roni Turner
Editado por Banana_mou

—¿Qué hay detrás de la puerta blanca? —pregunto, mirando


fijamente la X roja gigante como si me fuera a dar todas las respuestas.

—La Reina Blanca —me responde Cheshire con un movimiento de su


cola—. Eres atractiva, pero dudo que seas capaz de sobrevivir más de
unos pocos segundos con ella.

Frunzo el ceño al gato y lo descarto por completo. No es de ayuda, así


que me dirijo a White. Puedo ver la sonrisa de Cheshire por el rabillo del
ojo y sé que me está provocando en lugar de hablar en serio. Hasta ahora
no había sido más que amable con Attie y con mi madre, pero en cuanto
sus ojos se vuelven hacia mí, se convierte en un imbécil. Me siento
tentada a lanzarle algo, eso o besarlo. Pero obviamente, ninguna de esas
opciones es buena idea.

—Dime lo que necesito saber.

—Tú eres la profecía final —responde White, cruzando los brazos


sobre su pecho—. Se supone que tienes que acabar con la Reina Roja
pero, para ello, también necesitas eliminar al Jabberwocky.

—Okay, eso suena a los cuentos de casa. El Jabberwocky en los libros


parece un tipo de dragón. ¿Es igual aquí?

La oreja de White se estremece.

—No del todo. Pero podemos hablar de eso más tarde. El primer
problema es que solo hay una espada que puede matar a un
Jabberwocky, y superar los poderes de un Jabberwocky.
—La espada Vorpal —interrumpe mamá con una sonrisa—. Solía leer
ese libro para mi hija, Calypso, cuando era un bebé. Ahora es mayor y no
le interesan esas cosas. Adolescentes.

Hay un sentimiento abrumador de tristeza que se arrastra por la


habitación ante esa declaración. Lucho por no mostrar el dolor en mis
ojos.

—Muy bien, Diana —continúa White, sabiendo que reflexionar sobre


su condición no hace ningún bien a nadie. Se lo agradezco—. La espada
Vorpal es, efectivamente, de lo que estoy hablando.

—¿Y la Reina Blanca tiene esta espada? —pregunto, apartando el pelo


de mi cara—. Entonces, vamos a pedírsela.

—No exactamente —dice Cheshire desde su posición contra la


pared—. La Reina Blanca no tiene la espada Vorpal. La guarda. Tampoco
es la Reina Blanca. No exactamente.

—¿Qué significa eso?

—Es rápida, venenosa, y la cosa más fea que tus ojos verán. —El labio
de Cheshire se curva ante la afirmación, como si algo de lo que ha dicho
fuera gracioso. No le veo la gracia.

—Sigue siendo tu reina —sisea White.

Cheshire no comenta nada, con esa mirada de suficiencia fija, una


máscara, estoy segura.

—¿Y qué pasa con mi madre y Attie? Alguien tiene que protegerles.

—Yo me encargaré de ellas. Cheshire te ayudará con la Reina Blanca.

Cheshire se burla y White gruñe:

—Es tu deber, Cheshire. Proteger a Calypso a toda costa.

—Puedo protegerme —interrumpo, frunciendo el ceño a Cheshire—.


Estoy segura de que el gato me dejaría morir antes que protegerme.

—Tienes razón —asiente Cheshire—. No me importa nadie.

White suspira.
—Protegeré a Diana y a Atlas con mi vida. Tú sólo tienes que
preocuparte por conseguir la espada de la Reina Blanca, Calypso. Cuanto
antes cumplas tu destino, antes podrás volver a casa.

Asiento con la cabeza.

—¿Qué aspecto tiene la espada? —No estoy segura de si debe ser una
espada o una daga. Las historias clásicas parecen tenerlo intercambiado.
Espero que sea una espada. ¿Qué tan genial sería eso?

—La reconocerás cuando la veas. Te cantará.

Cheshire se endereza y da un paso hacia la puerta.

—Bueno, vamos, Pastelito —dice—. Vamos a ver de qué estás hecha.

Harta de su mierda, me acerco a Cheshire. Tengo la daga que había


estado llevando en la cintura desenfundada en su garganta más rápido
de lo que puede reaccionar. La sorpresa pasa por sus ojos cuando el acero
besa su piel, pero rápidamente la oculta detrás de su mirada
característica. Sin embargo, no oculta la lujuria. Me deja ver todo de eso.

—Vuelve a llamarme Pastelito, Gatito, y te castraré. —Presiono la


daga un poco más fuerte, sin rasguñar la piel, solo lo suficiente para
advertirle.

El fuego se enciende en sus ojos y su sonrisa se amplía.

—¿Por qué harías eso cuando podríamos divertirnos tanto?

—Oh, sería divertido para mí castrarte —prometo—. No me presiones.

Sus ojos brillan mientras levanta la mano y alejo la daga de su cuello.


Su dedo presiona la hoja, haciendo que la sangre salga a la superficie y
gotee por sus dedos, pero él no parece darse cuenta.

—Pero es tan divertido sacarte de tus casillas… —susurra,


inclinándose y casi rozando mi cuello. Respira profundamente, inhalando
mi aroma, y mi estómago se aprieta.

Alguien detrás de nosotros se aclara la garganta. No sé si es White,


Attie, o mi madre, pero mi cara arde de cualquier manera. Me alejo del
tentador gato y la sonrisa de Cheshire se ensancha imposiblemente más
mientras se vuelve hacia la puerta de White. La X roja parece burlarse de
mí mientras la miro fijamente, preparándome para lo que hay al otro lado.
Cheshire deja paso a White para que se adelante.

—Haz lo tuyo, Conejo.


Traducido por Nea
Corregido por Roni Turner
Editado por Banana_mou

White

Observo las bromas entre Cheshire y Calypso, mis ojos los siguen
como si realmente estuvieran lanzando una pelota de un lado a otro.
Ninguno de los dos parece ser consciente del resto de nosotros, de pie a
un lado. La madre de Calypso está de pie justo junto a mí, con una
sonrisa de felicidad en su rostro. Attie está a unos pasos, con el ceño
fruncido que se extiende por sus labios.

Diana se inclina más hacia mí mientras Cheshire dice algo que hace
que Calypso se erice.

—Esos dos van a ser pareja pronto —susurra Diana, con buen humor
en cada palabra.

—¿Qué te hace pensar eso? —pregunto, manteniendo la voz baja.

—La forma en que se miran cuando el otro no está mirando. Cheshire


la mira con un anhelo tan profundo que casi duele. Y la chica, pobre
chica, ya ha caído. Solo que aún no lo sabe.

Me encuentro con los ojos de Diana, buscando a la madre en ellos.


Cuando no encuentro ninguna, simplemente sonrío diabólicamente.

—Te contaré un secreto, Diana.

—¿Hmm?
—Esos dos, hay una profecía escrita sobre ellos. Están destinados el
uno para el otro, aunque no lo sepan.

—Sí —comenta ella—. Calypso es una niña obstinada. Siempre lo fue.


Se lo pondrá difícil hasta el final.

Mis ojos se agudizan, pero tan rápido como llega el reconocimiento,


se aleja como un colibrí, y los ojos de Diana se vuelven una vez más
vidriosos.

—¿De qué están hablando? —pregunta Atlas, acercándose.

—De nada —decimos Diana y yo al mismo tiempo, lo que hace que


Diana suelte una carcajada.

—Creo que este es el mejor sueño que he tenido nunca —dice,


aplaudiendo.

Frunzo el ceño, la acción me recuerda a March. Tal vez, realmente


deberíamos llevarla al Guardián de los Recuerdos. Tal vez, hay alguna
razón por la que Calypso no fue llevada al País de las Maravillas sola.
Traducido por Nea
Corregido por Roni Turner
Editado por Banana_mou

Júpiter

—Están en el País de las Maravillas.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta Clara, mirándome con confusión.

—Puedo sentirlo. —Me froto el pecho, donde siento como si una


cuerda tirara de mi corazón, tirando de mí hacia mi Conejo Blanco.

—Yo también lo siento —añade el Sombrerero, inclinando la cabeza,


con los ojos vidriosos como si estuviera mirando dentro de sí mismo—.
Ciertamente están aquí. Puedo sentir a White y a Cheshire.

Flam y Doe se sientan frente a mí, con los dedos entrelazados como
si tuvieran miedo de separarse. No puedo culparlos. Doe ha estado
atrapada en su forma de pájaro dodo durante más de cien años antes de
que yo llegara y rompiera el encantamiento. En ese momento, no sabía la
importancia de lo que había hecho. Ahora, viendo a los dos girar uno
alrededor del otro, como si uno no pudiera existir si el otro, me hace feliz
de una manera que nunca esperé. El pájaro dodo y el flamenco.
Realmente quiero escuchar su historia de amor algún día.

—¿Has estado practicando tus poderes? —Flam coge su taza de té y


toma un delicado sorbo que no concuerda con su apariencia. Sigo
esperando que incline la mesa y se vaya furioso mientras nos señala con
el dedo. En cambio, es todo un caballero, con el dedo meñique en el aire
mientras bebe su té amarillo limón y todo.
—¿Sabes de ellos? —No me había dado cuenta de que son de dominio
público.

Hace un gesto hacia Doe y yo asiento en señal de comprensión. Por


supuesto, los dos pájaros del amor hablarían.

—Los Caminantes de Sueños necesitan trabajar sus músculos para


fortalecerse.

—He estado practicando. Creo que he descubierto una nueva faceta.


—Todas las noches, cuando me voy a dormir, he estado practicando
enviarme por el País de las Maravillas, sentándome en los bosques y
tratando de proyectar mis poderes hacia el exterior. He tenido éxito y he
estado estirando ese músculo desde que lo descubrí.

Cuando empecé a enviarme, pensé que era prudente seguir a Alicia,


para buscar al Jabberwocky, cosas que podrían ayudarnos. Rápidamente
descubrí que no podía ver al Jabberwocky en absoluto, sin importar si
sabía que estaba allí o no. Mis poderes casi parecían ignorarlo por
completo. Cuando se lo mencioné a Clara, no supo por qué. Dejé de seguir
a Alicia después de que no pudiera soportar más las masacres y, en su
lugar, recorrí el País de las Maravillas para buscar aliados.

—Ya es fuerte. —El Sombrerero revuelve su té, con los ojos clavados
en el remolino líquido—. Fue capaz de proteger a White mientras
caminaba en sueños. Evitó que Alicia le hiciera daño.

Flam parpadea ante las palabras.

—¿De verdad? —Cuando asiento con la cabeza, su rostro se vuelve


contemplativo—. Solo he oído hablar de otra persona que tenía un poder
tan fuerte.

—¿Quién? —hablamos Clara y yo al mismo tiempo. Nos miramos a


los ojos y sonreímos. La curiosidad parece ser un hilo conductor en la
tríada. Me pregunto si la compañera de Cheshire será igual.

Flam se encuentra con cada uno de nuestros ojos, casi como si


estuviera confundido de que no lo supiéramos.

—Bueno, Danica era una Caminante de Sueños.

Clara jadea y el Sombrerero finalmente levanta la vista de su té, con


las cejas arrugadas.
—Por supuesto. Había olvidado que tenía ese poder —murmura,
antes de volverse para estudiarme. Me muevo en mi asiento.

—¿Quién es Danica? —pregunto. No había oído ese nombre antes.

—Danica es... —empieza, pero hace una pausa—. Danica era la


Portadora de la Esperanza. —Él mira a Clara mientras se seca el labio—
. Y era la hermana pequeña de Cheshire.
Traducido por Nea
Corregido por Haze
Editado por Banana_mou

White se arrodilla frente a la puerta aperlada con un pequeño maletín


negro abierto que muestra herramientas para abrir cerraduras. No he
preguntado por qué necesita forzar las cerraduras en lugar de tener la
llave. Tampoco menciono que hay una llave en la mesa de piel.
Obviamente, si White no la ha agarrado es por algo. Además, no voy a
acercarme a esa cosa. Incluso ahora, el olor de carne podrida amenaza
con arrugar mi nariz. Casi puedo saborearlo en mi lengua y estoy segura
de que no podré limpiarlo, aunque lo intente.

—Voy a necesitar movimiento. —Cheshire se remueve la chaqueta de


cuero de sus hombros y se la pasa a Attie—. Protege eso con tu vida,
chico. Es mi orgullo y alegría. —Attie pone los ojos en blanco, pero coge
la chaqueta. Sospecho que se está divirtiendo demasiado con esto,
ignorando el peligro obvio en el que nos estamos metiendo—. La Reina
Blanca es rápida. No dejes que te toque. Es venenosa.

—Claro que sí —murmuro, ¿por qué no? ¿Por qué no iba a ser la
Reina Blanca rápida y venenosa? Ahora todo lo que sigo imaginando es
una araña con una corona. Seguro que no es eso a lo que nos
enfrentamos. La Reina Blanca se supone que es la hermana de la Reina
Roja original, magnánima y amable. Por supuesto, esto no es el libro de
cuentos—. ¿Necesito un arma? —Realmente no quiero entrar ahí sin
nada en mis manos.

Cheshire saca de su cintura una daga de aspecto perverso y me pasa


primero la empuñadura.
—Esto no servirá de mucho, pero es algo. Una vez que tengas la
Espada Vorpal, úsala.

—¿Tienes un arma? —pregunto, porque no veo ninguna en él. Si él


me diera su única arma, él podría hacer mejor uso de ella que yo.

Cheshire levanta las manos y en las puntas de los dedos se curvan


unas garras de aspecto malvado que antes no estaban allí. Levantó las
cejas.

—Tengo una espada también, por si la necesito.

No pregunto. No veo una espada, pero no voy a cuestionarlo.

Cheshire aprovecha ese momento para tirar de su camisa por encima


de la cabeza, revelando una tentadora vista de piel. Mis ojos se sumergen
en los abdominales, el cinturón de Adonis que asoma por el borde de los
pantalones de cuero, los músculos bien definidos por todas partes. No
me había permitido mirarlo cuando estaba sin camiseta en mi tienda.
Ahora, lo miro con disimulo. Es el pecado y el chocolate todo envuelto en
una personalidad, y es una mezcla que, de alguna manera, todavía me
atrae.

—Puedes tocarlos si quieres —se burla Cheshire cuando me atrapa


mirando.

No desvío la mirada ni me sonrojo. Se me permite admirarlo. Eso no


significa que tenga que aceptar su mierda. Me encuentro con sus ojos,
sin inmutarme, mientras mis dedos agarran el dobladillo de mi camisa y
la suben para mostrar mi propio estómago. No están tan definidos, pero
tengo los contornos de un paquete de seis. No he sido capaz de dejar las
hamburguesas para que se me note más. Aun así, sé que son decentes.
Los ojos de Cheshire inmediatamente bajan y absorben la piel que revelo,
el hambre en sus ojos.

—No, gracias —digo, con un tono burlón en las palabras—. Tengo los
míos.

Una sonrisa curva los labios de Cheshire cuando se encuentra con


mis ojos de nuevo, el azul eléctrico es casi más brillante cuando se
endereza y me estudia. No lleva nada más que unos pantalones de cuero
y unas botas. Cuando se gira, puedo ver bien su espalda y los gruesos
músculos que tiene. Escudriña mis rasgos cuando me devuelve la
mirada, pero debo haber hecho un ruido. Guapo no es una palabra que
usaría para describirlo.

Quizás brutalmente bello sea una mejor descripción.

La cerradura hace clic y White se levanta de su posición, metiendo el


pequeño maletín negro dentro de su chaleco.

—Ustedes dos entrarán primero y distraerán a la Reina Blanca. —


Señala a Cheshire y a mí, sus ojos se detienen un poco más en Cheshire,
como si le implorara que escuche las palabras silenciosas que está
diciendo—. Una vez que ella te esté observando, llevaré a Atlas y a Diana
más allá y fuera de la cueva. Dependerá de ti recuperar la Espada Vorpal,
Calypso. Ese es tu destino y sólo el tuyo.

Casi le digo que no estoy segura de que nada de esto sea mi destino.
Jesús, no estoy destinada a ser la salvadora de nadie. Ya es una lucha
solo asegurarse de que Attie está bien. Sin embargo, no digo nada de eso.
Siento el peso de las palabras de White, como si pudiera sentir la profecía
de la que habla. Con esa sensación, me vuelvo hacia la engañosamente
bonita puerta y respiro profundamente.

—¿Será suficiente para que puedan pasar? —Attie y mi madre son mi


primera prioridad. Incluso ahora, que soy consciente del tanque de
oxígeno que mi madre necesita, sus pequeñas ruedas están torcidas por
la caída. White se agacha y lo agarra, quitándole cualquier carga a mi
madre.

—Soy rápido. —Asiente—. Puedo llevar a los dos si es necesario.


Cuida tu espalda, Calypso. Aléjate de sus dientes.

Aprieto la mandíbula en respuesta y ruedo los hombros. ¿Evitar los


venenosos dientes de la Reina Blanca?

Muy fácil.
Traducido por Nea
Corregido por Haze
Editado por Banana_mou

Cheshire

Observo a Cal con ojos intensos mientras mira fijamente la puerta


frente a nosotros, esperando a que se abra de golpe para que podamos
irrumpir en el interior y adentrarnos en una pesadilla. Hace años que
tuve que lidiar con la Reina Blanca, mucho más de lo que puedo recordar.
Ella fue uno de nuestros mayores fracasos cuando Alicia volvió al País de
las Maravillas, y ella persigue mis sueños. Todavía puedo recordar la
mirada en su rostro cuando Alicia la agotó completamente ante nuestros
ojos, comenzando su transformación. No había sido rabia, ni agonía, ni
ninguna otra emoción que se pudiera esperar de alguien en su situación.
No, había sido aceptación y fuerza. Ella sabía que iba a suceder y siempre
tuve la sensación de que Absalom había deslizado otra de sus profecías
dentro de su mente.

Cal está más allá de lo que imaginaba al buscar en su mundo. Había


estado casi temiendo lo que encontraría, temía que mi compañera
estuviera destinada a ser una criatura suave que no pudiera soportar mi
oscuridad. Y, sin embargo, aquí está Cal, alta, fuerte, hermosa, y tan
llena de fuego que quiero envolverme en este y arder en llamas. Quiero
avivar el infierno, hasta que se desborde y me lleve con ella.

Pero ninguna tentación, ninguna profecía nos obligará a estar juntos.


Puedo decir que ella tampoco está de acuerdo con la profecía. Ella no
quiere ser la salvadora y, sin embargo, endurece su columna vertebral y
se prepara para la batalla contra algo de lo que no tiene ni idea. Solo
puedo imaginar cómo reaccionaría si descubriera la segunda parte de la
profecía, que ella es mi compañera.

No, mejor mantener esa parte oculta por ahora. Hasta que no pueda,
la protegeré a ella y a su familia, la ayudaré a salvar el País de las
Maravillas, y luego la enviaré a casa a vivir su vida.

No importa cuánto anhele retenerla.


Traducido por Nea
Corregido por Haze
Editado por Banana_mou

White no abre la puerta como esperaba. En su lugar, gira la manija


lentamente, en silencio, y empuja la puerta para abrir solo una rendija.
Inmediatamente, el olor a moho y a aire viciado me golpea en la cara. Un
escalofrío que solo se encuentra en las cuevas, me recorre y me
estremece. Las orejas de White se agitan y yo escucho con él, captando
solo el sonido del agua que gotea y el constante eco de los espacios
cerrados.

White se vuelve para mirarnos, asintiendo con la cabeza y empujando


la puerta sobre bisagras silenciosas, con toda la fuerza del aire frío y del
moho golpeándome. Arrugo la nariz pero doy un paso adelante, antes de
que Cheshire me agarre del brazo. Sacude la cabeza y se pone delante de
mí. Tengo la tentación de fruncir el ceño, pero no sé realmente en qué me
estoy metiendo, así que me muevo por detrás y confío en él.

White se mueve a un lado para que pasemos, saca una espada de su


espalda que yo nunca había visto, y la tiene preparada. Miro a mi madre
y a Attie una vez más. Attie parece preocupado, con los hombros tensos,
pero intenta una sonrisa y un pulgar hacia arriba para mí. Mi madre se
limita a asentir con la cabeza, con su pequeño tanque de oxígeno junto a
ella, lista para que White la coja una vez que nos metamos dentro.

Respiro profundamente y me concentro en la espalda de Cheshire, las


cicatrices casi reconfortantes. Coloco mi mano en su hombro mientras él
se asoma al interior de la caverna para asegurarse de que no nos
separamos. Está oscuro, solo hay un suave resplandor que viene de
alguna parte y no tengo ninguna vista especial como sospecho que tiene
Cheshire. Una ligera tensión de sus músculos es la única señal de que lo
siente.

Cuando cruzamos el umbral, lo único que noto es que el brillo es más


brillante en el interior y parpadea como una llama. Un suave sonido de
desplazamiento llega a mis oídos y me tenso, pero Cheshire no se detiene,
llevándonos más cerca del resplandor.

La primera antorcha aparece rápidamente, las llamas son tenues


para los estándares normales pero lo suficientemente brillantes como
para iluminar una corta distancia. Es entonces cuando veo las telarañas,
gruesas como la seda, extendidas a lo largo de las paredes. Mi corazón
da un fuerte latido y la oreja de Cheshire se mueve en respuesta. Me
pregunto ¿cómo reaccionaría si supiera que soy una aracnofóbica? Ya
puedo sentir que se me eriza la piel y rezo a cualquier dios que me
escuche que no haya arañas de verdad en esta caverna.

Algo roza la piedra frente a nosotros y me aprieto a la espalda de


Cheshire. Para su beneficio, no me empuja. En su lugar, extiende una
mano con garras y me toca suavemente la cadera. No sé si es por
comodidad o algo más, pero me hace sentir mejor.

Avanzamos como una unidad dando pequeños pasos hacia adelante.


Giro la cabeza para mirar detrás de nosotros pero la linterna no penetra
lo suficiente en la oscuridad. Cuando siento unos ojos sobre mí, preparo
mi daga. No sé a qué me voy a enfrentar pero nos acecha, esperando el
momento adecuado para atacar.

Casi respiro de alivio cuando las antorchas se hacen más frecuentes


a lo largo de las paredes y su brillo combinado se extiende hacia afuera,
ahuyentando lentamente parte de la de la oscuridad. Por primera vez,
puedo ver el techo y me estremezco.

Telarañas. Hay telarañas colgando de todo. Y hay bonitos y gruesos


sacos que gritan que hay una presa de una araña en su interior. Cuando
uno se retuerce, prácticamente me envuelvo en la espalda de Cheshire.
Al diablo con esto. Esto no es para lo que me apunté.

Estoy dispuesta a subirme a Cheshire como a un árbol y hacer que


me saque de este lugar cuando aparece una zona muy iluminada y algo
canta dentro de mí para moverse hacia ella. Levanto la mano y señalo por
encima de su hombro, justo en el centro se encuentra lo que parece ser
un sarcófago. Cuanto más nos acercamos, más detalles puedo distinguir
y más fuerte se hace el canto en mi sangre. Está tallado con la forma de
una mujer y me pregunto si se trata de la Reina Blanca. Es hermosa
incluso tallada, delicada, con una pequeña sonrisa curvando sus labios.

No creo en las profecías ni en el destino, pero la atracción que siento


hacia ese sarcófago me hace pensar lo contrario. Sea lo que sea lo que
hay ahí, está destinado a mí.

El sonido de los escarabajos vuelve a sonar por encima de nosotros y


muevo la cabeza en esa dirección, pero no hay nada allí. Cheshire se
tensa y nos acercamos un poco más. Sus orejas se retuercen en su
cabeza, oyendo más de lo que yo podría. Debe estar siguiendo al
acosador, esperando que ataque. Tengo miedo de lo que será. Tengo
miedo de en lo que sea que la Reina Blanca se convirtió.

Cuando nos acercamos a tres metros del sarcófago es cuando cada


pesadilla que he tenido se forma en una bola y luego se vuelve aún peor.
El desplazamiento se detiene y, por un momento, creo que ha
desaparecido, considerándonos indignos de la cena, de cualquier cosa en
realidad. No es porque la criatura se haya rendido a nosotros.

Es porque elige ese momento para mostrarse.

La Reina Blanca cae del techo con un silencioso golpe, sus pies ligeros
mientras aterrizan en la representación de lo que solía ser. No se podría
decir que son la misma cosa. Me congelo y me aprieto con fuerza contra
Cheshire. Miro por encima de su hombro, pero el impulso de correr fluye
por mi cuerpo. Lo reprimo. Es obvio que eso es lo que quiere, y me cogería
en segundos. Ella esperó a que estuviéramos más adentro antes de
aparecer. Sabe que nos tiene en desventaja.

—Su Alteza —dice Cheshire, inclinando un poco la cabeza.

Si espera que haga una reverencia, le voy a romper la cabeza.

La Reina Blanca ya no parece una reina. No lleva ropa, su piel es gris


y hundida, hasta parecer tan flaca como un esqueleto. Sus piernas están
dobladas en un ángulo antinatural, haciéndola caminar a cuatro patas.
No tiene nada de carne en su cuerpo, como si la hubieran chupado. Su
pelo, antes blanco, cuelga en finos retazos alrededor de su cara, donde
unas gruesas pinzas chocan entre sí. Cada vez que se tocan mi cuerpo se
pone más tenso. Cuando esas pinzas se abren y revelan los colmillos
dentro de su boca, me estremezco. Sus ojos, los más oscuros que he visto
nunca, captan la luz y la absorben dentro de su negrura. En su cabeza
hay una delicada corona de plata, tan delicada que me hace doler.
«Vamos a morir».

El pensamiento pasa por mi cabeza antes de que pueda detenerlo.


Tengo mucho por lo que vivir, así que aparto ese pensamiento y aprieto
más mi daga. Mi mano está temblando violentamente pero, aun así, me
pongo al lado de Cheshire y la alzo. Mi respiración viene en partes
pequeñas pero ignoro todo lo antinatural de la mujer que tengo delante e
intento hablar con la Reina que una vez fue.

—Su Majestad —susurro, y sus ojos se dirigen hacia mí. Su cabeza


gira hacia un lado como un depredador que está evaluando a su presa.
Sus ojos no se detienen en la daga en absoluto, descartándola como una
amenaza—. Hemos venido por la Espada Vorpal.

Sus pinzas vuelven a chocar y se acerca un poco más. Me tenso, pero


no retrocedo. Cheshire mantiene los ojos fijos en la amenaza que tenemos
delante, sin atreverse a apartar la mirada.

—Creessss que puedess entrar en mi casssa —sisea—, y tomarrr lo


que es míoooo.

La piel de gallina sube y baja por mis brazos, el sonido de su voz es


ronco y crudo, como si no hubiera hablado en mucho tiempo.

—Necesitamos la espada para salvar al País de las Maravillas, su


Alteza —dice Cheshire.

—¿Ssssalvar el Paíss de las Maravillasss? —Se centra en Cheshire—.


El Paíss de las Maravillasss ya essstá muerto.

Ella no nos da ninguna advertencia. Un momento está hablando con


nosotros y al siguiente, salta del sarcófago con los colmillos desnudos, y
Cheshire tiene el tiempo justo para empujarme a un lado y alejarme.
Aterrizo contra la pared, las telarañas se cierran alrededor de mí como la
seda y empiezo a hiperventilar. Logro quitármelas pero ellas vienen
conmigo. Tengo ganas de hacer el baile de la araña, ese en el que entras
en una telaraña y te asustas antes de agitar los brazos, pero no tengo la
oportunidad.

Apenas tengo tiempo de levantar mi daga y saltar fuera del camino


cuando la Reina Blanca corre hacia mí, sus piernas se mueven mucho
más rápido de lo que esperaría. Apenas la evito antes de que Cheshire
me rodee con sus brazos y me arrastre hacia el sarcófago.
—¡Coge la espada! —grita, empujándome hacia la luz—. ¡Ahora!

Me abalanzo hacia la mujer de piedra y empujo la tapa. No se mueve.


Gruño y empujo con más fuerza.

—¡Cuidado! —La advertencia de Cheshire casi llega demasiado tarde.


Me tiro a un lado justo a tiempo para que la Reina Blanca pase a toda
velocidad, con sus colmillos a centímetros de mi hombro. Se da la vuelta
pero Cheshire está ahí para recibirla, alejándola de mí, tentando a la
suerte.

—Vamos, chupasangre —la incita Cheshire—. Aquí está la cena.

Si no estuviera empujando con todas mis fuerzas para abrir el


sarcófago, podría haber reído. En lugar de eso, el sudor brota a lo largo
de mi piel mientras empujo con todas mis fuerzas. Sin embargo, la tapa
no se mueve.

—¡No se abre! —grito justo cuando Cheshire se lanza fuera del camino
de las garras de la Reina Blanca. La golpea en el hombro mientras se va,
enojándola aún más.

—¡Prueba tu sangre!

—¿Qué demonios?

La Reina Blanca chilla con rabia y se mueve más rápido hacia


Cheshire. Él apenas la esquiva, sus pellizcos no llegan a su hombro por
poco.

—Podría bloquearse con sangre. Pon una gota de sangre en su boca.

Porque, por supuesto. ¿Por qué no pensé en eso?

Me pincho el dedo con la daga. En el momento en que una gota de


sangre brota, la Reina Blanca deja de hacer lo que está haciendo y se
vuelve hacia mí, el hambre en sus ojos congelando mi corazón.

—¡Desbloquéala! —grita Cheshire justo cuando se lanza hacia mí.


Unto mi pulgar en la boca de la dama de piedra y me agacho justo a
tiempo, su movimiento hace girar el pelo, estaba tan cerca. No espero a
que se abra la tapa. Frenéticamente, me muevo por el lateral, alejándome
de la criatura enloquecida por la sangre que ahora solo tiene ojos para
mí.
Me concentro solo en alejarme, aunque escucho cómo la tapa del
sarcófago se abre y lo que sea que está dentro me tira hacia él. Si estoy
muerta, no puedo agarrarlo.

Cheshire corre a mi lado y me arrastra con él mucho más rápido de


lo que puedo moverme, los movimientos de la Reina Blanca son cada vez
más rápidos y decididos.

—Tienes que coger la espada. Cuanto más tiempo estemos aquí, más
peligro corremos.

—Es más fácil decirlo que hacerlo —gruño, saltando hacia el


contenedor abierto mientras ella se acerca. Veo bien una espada brillante
en el interior justo antes de tener que moverme de nuevo para evitar los
colmillos. La espada no es lo único que hay dentro. También hay un
cuerpo de un hombre. No pregunto quién es. No importa por el momento.
Me lanzo hacia el sarcófago de nuevo y meto la mano dentro.

En el momento en que mi mano envuelve la empuñadura de la


espada, un agudo pinchazo recorre mi brazo hasta los dedos de los pies.
La Reina Blanca se detiene y me mira, la espada brilla mientras la levanto
y la sostengo por encima de mi cabeza.

—Suficiente. —Mi voz es dura y sostengo la Espada Vorpal, mientras


me canta canciones de victoria y batalla—. Suficiente.

Si esperaba que la Reina Blanca se echara atrás, habría sido una


estúpida.

Mi orden solo la hace estallar en un ataque de ira y yo me lanzo fuera


del camino justo en el momento. Cheshire está allí para atraparme y me
empuja de vuelta a la oscuridad, hacia la salida. La araña nos sigue, con
sus chillidos furiosos y con la intención de atraparnos. Cuanto más
corremos, más telarañas se enganchan en nuestros cuerpos,
arrastrándonos hacia abajo. Cheshire las atraviesa con sus garras,
gruñendo con cada golpe, empujándonos más fuerte. El chillido viene de
arriba de nosotros de nuevo y me doy cuenta de que nos sigue por el
techo. Malditas arañas.

Frente a nosotros se abre una puerta, no es la que hemos atravesado


al llegar. Esta puerta es de piedra pero la luz que se filtra desde el otro
lado es brillante, iluminando toda la zona. La araña se acerca y me doy
cuenta de que no vamos a llegar. No somos lo suficientemente rápidos.
¡Hoy no, perra!

Suelto a Cheshire justo a tiempo para girar y sostener la Espada


Vorpal en alto, lista para usarla. Pero Cheshire me agarra y me lanza a
un lado. Veo con horror cómo la Reina Blanca hunde sus colmillos en su
hombro y gruñe de dolor antes de soltarse. La Reina Blanca chirría y se
escabulle hacia atrás, dándonos tiempo suficiente para ir a trompicones
hacia la puerta y salir a la luz.

Empujo la puerta para cerrarla con los chillidos de ira de la Reina


Blanca y me vuelvo hacia donde Cheshire yace en el suelo.

—¿Por qué me detuviste? La tenía —gruño, aunque la sangre gotea


por el hombro de Cheshire.

—No puedo matarla. El País de las Maravillas no me lo permite. Sigue


siendo mi reina.

Mi ira se desinfla ante eso y me arrodillo a su lado. Pongo la Espada


Vorpal en la hierba y estudio la herida.

—¿Qué quieres decir con que el País de las Maravillas no te deja?

Cheshire suspira y se mueve, gruñendo de dolor.

—Mi papel en el País de las Maravillas es ser la Mano de la Justicia,


el Castigador de los condenados. No puedo hacerle daño porque el País
de las Maravillas no me ha considerado para ello.

Cuando Cheshire se mueve de nuevo, noto por primera vez las venas
negras que se extienden de la herida, la carne abierta y destrozada. Es
relativamente pequeña comparada con las pinzas de la Reina Blanca,
pero la sangre roja brota del agujero. La piel alrededor es un poco verde.
Habían dicho que la Reina Blanca era venenosa. Y Cheshire ha sido
mordido. Tarda un momento en asimilarlo, pero cuando lo hago..., el
pánico se apodera oficialmente de mí.

Mis ojos se abren de par en par, alarmados, y me encuentro con sus


ojos.
Traducido por TatiOh
Corregido por Haze
Editado por Banana_mou

Cheshire

Sé en qué momento Cal notó lo mal que se ve la mordedura. Mi


primera reacción es decirle que está bien, que sobreviviré. Duele como el
infierno y mi hombro se siente como si lo hubieran pasado por una
picadora de carne, pero en unos minutos estaré como nuevo.

Sin embargo, Cal no lo sabe, y la necesidad de jugar con ella cruza


por mi mente. ¿Qué tanto puedo presionarla si cree que estoy muriendo?

Gimo y dejo que mis codos colapsen, como si mi cuerpo no pudiera


sostenerse por sí solo.

—¡Mierda! te mordió. Dijiste que era venenosa —dice Cal, con pánico
enroscado en cada palabra.

—Oh, maravilloso. Puedo ver la luz. —Alzo mi mano hacia el cielo y


dejo mis ojos desenfocados—. Voy a casa, mamá.

Cal frunce el ceño. Tal vez puse demasiada actuación. Necesito


disminuir el nivel.

—¿Cómo puedo ayudar? ¿Existe un antídoto? ¿Un antiveneno? ¿Qué


debo hacer?

Se coloca sobre mí, su cabello cae sobre su rostro. Incluso cuando


hay pánico en su cara, sigue siendo hermosa. Tiene los ojos muy abiertos
y cuando veo su miedo allí, me hace vacilar. Pero no puedo evitar
continuar con el engaño. Es demasiado divertido como para detenerme.
—Sólo hay un remedio para la mordedura de la Reina Blanca —digo,
con una voz que suena deliberadamente más débil. No puedo dejar que
piense que ya me estoy recuperando. Aún no ha notado que las venas
negras están desapareciendo, pero Cal es inteligente. Si se concentra, lo
notará.

—¿Cuál es? —pregunta, inclinándose más cerca.

La miro a los ojos, mi rostro es solemne.

—Tienes que succionar el veneno.

Sus cejas se elevan y mira la herida. Espero que note que ha


cicatrizado, pero no lo nota o realmente no lo ve. Probablemente la sangre
sea el motivo.

—¿Hablas en serio? —Me mira con escepticismo y una pequeña


sonrisa amenaza con aparecer en mis labios.

—Muy en serio. —Resalto la palabra muy. Ella ni siquiera pone los


ojos en blanco en respuesta a mi broma.

—¿Cómo lo hago? —Se inclina un poco más cerca.

—Bueno, pon tu boca sobre la herida —le digo, el calor llena mi


cuerpo. Cuando nos volvemos a mirar, continúo—. Luego succionas. —
El fuego se enciende en los ojos de Cal a pesar de la situación. Tarareo
en mi interior—. Tengo tanto frío. —Realmente me luzco con la
actuación—. No tenemos mucho tiempo. Tienes que darte prisa.

—A la mierda mi vida —murmura Cal, antes de inclinarse,


increíblemente lento.

Aguanto la respiración, anticipando el momento en el que sus labios


aterricen sobre mi piel, tenso por en el momento en el que su ligero toque
alcance mi hombro. Coloca una de sus manos en mi pecho para
sostenerse y mi músculo salta en respuesta. Me inclino hacia atrás y
espero.

El primer toque de sus labios es vacilante, insegura de como extraer


el veneno de mis venas. Pero parece volver a sus sentidos y recordar la
gravedad de la situación porque sus labios se cierran alrededor de la,
ahora cerrada, herida, y chupa con fuerza contra mi piel.
Siento un mordisco de dolor y placer, el ardor del veneno queda
completamente olvidado ante la presión de su boca. Mi miembro se
endurece inmediatamente, me acerco y paso mi mano por su cabello,
acunando su cabeza. Mi pecho retumba ante la emoción, mis ojos se
cierran mientras la sensación me abarca por completo.

Libera mi piel rápido para luego girar la cabeza hacia un lado y


escupir. Estoy listo para que ella se incline otra vez, pensando en traer
sus labios hasta los míos y renunciar a la artimaña, cuando una garganta
se aclara detrás de nosotros.

Gimo cuando Cal se aparta y se gira.

—¿Qué están haciendo? —pregunta White, con clara la diversión en


su rostro.

—Cheshire fue mordido. Estaba extrayendo el veneno —se apresura


a explicar Cal.

Mis labios se curvan cuando las cejas de White se elevan, sus ojos
bailan de risa.

—¿Por qué harías eso?

—Iba a morir —señala Cal, confundida.

White no reprime su risa esta vez. Echa la cabeza hacia atrás y su


carcajada llena el aire. Attie y Diana se colocan detrás de él, sus ojos se
fijan en mí, tendido en el suelo y en Cal, arrodillada a mi lado.

—¿Qué es tan divertido? —gruñe Cal mientras nos mira. No puedo


evitarlo. Mi sonrisa crece antes de comenzar a reírme con White.

—Te ha jugado una broma —dice White cuando recupera el aliento—


. Los Hijo del País de las Maravillas no pueden morir.

—¿Qué?

—No podemos morir. —Se vuelve ante mis palabras y me mira a los
ojos—. Pero si quieres continuar, tengo algo más de donde sé que puedes
extraer veneno.

Cal frunce el ceño pero no pierdo la mirada que le da a mi miembro.


Da un duro tirón en respuesta, y me siento tentado a envolver mis manos
en su cabello y arrastrarla hacia mí.
Se pone de pie, agarra la Espada Vorpal y me mira.

—Si terminaste de jugar, Gatito, me gustaría continuar con esto.

Se precipita hacia Attie y Diana, sosteniendo la espada en su mano.


Necesito hacerle una funda, pienso, justo cuando ella gira hacia mí.
Continúo estirado en el suelo, mi cola se mueve a mi lado.

Gruñe tan fuerte que me impresiona. Me pregunto cómo se sintió al


escuchar mi gruñido cuando estaba sobre mi piel sensible.

—Levanta tu trasero, Chesh. Nos vamos.

Cuando pasa junto a Attie, le oigo preguntar:

—¿Sacaste el veneno?

Hay una obvia sonrisa en su rostro y me complace verlo divertido con


la situación en vez de enojado. Siempre podría poner al hermano pequeño
de mi lado.

—Cállate, Attie —le dice.

Me recompensa la visión de un brillante rubor extendiéndose por las


mejillas de Cal. Mi pecho retumba por la diversión otra vez.
Traducido por TatiOh
Corregido por Haze
Editado por Banana_mou

Mientras caminamos entre los árboles, estudio la espada que


sostengo. Incluso en la oscuridad del bosque, parece brillar, su poder
hormiguea a través de mi brazo. No sé por qué, pero se siente bien tenerla
en mis manos, no es tan pesada como para que me duela el brazo. Parece
estar hecha completamente de plata, con intrincadas grabaciones de
enredaderas a lo largo de la hoja. La empuñadura sigue el mismo patrón,
hermosas enredaderas talladas en el metal, no corta en mi mano; más
bien, parece acunarla suavemente. Tiene una joya azul reluciente en el
pomo, que capta cualquier luz que haya y envía pequeños destellos
alrededor del bosque. Es fascinante y, si no la conociera mejor, diría que
no es más que una pieza decorativa de exhibición. Pero incluso yo puedo
sentir el poder que reside en la espada, no lo entiendo, sin embargo, lo
siento.

A la distancia una especie de criatura chilla y levanto la cabeza para


escanear entre los árboles. Le sigue una carcajada en respuesta y frunzo
el ceño.

—¿Qué tan a salvo nos encontramos en este momento? —pregunto,


manteniendo mi voz baja. No sé qué tipo de criaturas puedo atraer si
hablo demasiado alto. Cheshire no piensa igual.

—Ni un poco —responde con un volumen normal, y hago una mueca


cuando hace un eco a nuestro alrededor—. Me ofrecería llevar la Espada
Vorpal, pero dudo que me lo permita.

—¿Qué quieres decir? —Giro mi cabeza para mirarlo justo cuando


una raíz que había saltado se levanta del suelo y me hace tropezar. Estoy
a punto de comer mierda, el suelo está levantándose demasiado rápido
como para sostenerme, cuando Cheshire envuelve su mano alrededor de
mi brazo y me sujeta. Continúa como si nada hubiera pasado, como si
no pudiera aun sentir su mano sobre mi piel.

—La Espada Vorpal solo canta para un guerrero elegido por el País de
las Maravillas. —Se encoge de hombros—. Probablemente me daría un
desagradable mordisco si la toco.

Miro la espada de nuevo.

—Eso es interesante.

—Eso simplemente demuestra que eres la pieza final de la profecía —


comenta White, ayudando a mi mamá con una raíz particularmente
grande. Él la ha apoyado todo el tiempo, manteniendo el tanque de
oxígeno cerca, y estoy agradecida por eso. No se ha apartado de ella en
absoluto. Ella se ha apoyado pesadamente en él, sus piernas están cada
vez más débiles de tanto caminar. No ha respondido a ninguna
conversación desde antes de la cueva, sus ojos se pusieron vidriosos
como suele suceder. Está encerrada en su mente y nadie puede
alcanzarla cuando está allí.

Cuando tropieza con una raíz más pequeña, White se inclina y la toma
en sus brazos, quitándole la carga por completo.

—Gracias —le susurro, tocando su hombro.

—Es un placer, Calypso.

Attie observa, la preocupación se refleja en su rostro y no puedo


culparlo. Nuestra madre no debería estar aquí. Demonios, ninguno de
nosotros debería, pero mi madre se está apagando ante nuestros ojos, y
no hay nada que podamos hacer al respecto.

Se siente un chillido anormal frente a nosotros. Nos lleva a


detenernos.

—¿Qué fue eso? —susurro, escaneando la línea de árboles. No puedo


ver nada, los árboles son demasiado espesos y el bosque demasiado
oscuro para revelar sus secretos.

—Sonaba como una quimera. —White escanea los árboles conmigo,


agachándose más cerca del suelo, mamá continúa acunada en sus
brazos. El no lucha con su peso. Sigo su ejemplo, tirando de Attie a mi
lado. Cheshire permanece de pie y olfatea el aire.

—¿Qué es una quimera? —He escuchado las leyendas en casa pero


dudo que esto vaya a ser de esa manera. Sin duda, será diez veces peor.
Todo siempre lo es aquí.

—Son criaturas desagradables —murmura Cheshire—. Por lo


general, viajan en manadas.

—Fantástico.

White se encuentra con los ojos de Cheshire sobre mi cabeza.

—¿Puedes ocuparte de eso? —pregunta, y Cheshire asiente.

—Las quimeras son siempre fáciles de castigar.

—Okey. Esto es lo que va a pasar. —White me mira a los ojos—.


Estamos cerca de la casa del Sombrerero. Iré adelante y sacaré a tu
madre del peligro. Una vez dentro de la casa del Sombrerero, estaremos
a salvo.

—¿Puedes llevar a Attie también?

—Solo puedo correr rápido si llevo a una persona, y las quimeras son
rápidas. Sin duda habrá un Bandersnatch patrullando en el bosque.
Cheshire los mantendrá a los dos a salvo. No te preocupes, Calypso.

—¿Puedo confiar en ti? —pregunto, porque se está marchando con mi


madre enferma, dejándome atrás con un gato al que le gusta jugar la
mayoría del tiempo.

—Puedes confiar en nosotros —responde White—. Nuestro objetivo es


protegerte y eso incluye a tu madre y a Atlas. No dejaremos que nada te
suceda.

Miro a Cheshire, como esperando que impugne ese voto. En cambio,


él asiente con la cabeza y me mira, está de acuerdo.

—Te tengo.

Me inclino y toco la mano de mi madre. Ella no reacciona, no da señal


de poder oírme.
—Nos vamos a separar, mamá, pero es solo por poco tiempo.
Volveremos en un santiamén.

White la acomoda en sus brazos y se pone de pie. Asiente hacia


nosotros una vez más y luego atraviesa los árboles tan rápido que jadeo.

—Muéstrate —murmura Cheshire—. Quédense detrás de mí. Las


quimeras tienen una mordedura desagradable.

Hago lo que dice, tirando de Attie detrás de mí. A Cheshire le pueden


gustar los juegos pero si me dice que tenga cuidado con algo, entonces
confío en él.

Se oye el chillido otra vez, más cerca, y Attie me presiona. Puedo sentir
su renuencia a seguir avanzando. Me inclino hacia atrás y toco
suavemente su mano, haciéndole saber que está bien.

—Sea lo que sea, preferiría no encontrarlo —refunfuña detrás de mí,


con una mano apretada a mi chaqueta de cuero.

—Demasiado tarde —dice Cheshire—. Prepárense. Esto se va a poner


feo.

Los árboles frente a nosotros comienzan a temblar, se oyen pequeños


silbidos mientras, sea lo que sea esa criatura, pasa sobre las flores
silbantes que se encontraban en nuestro camino. Las hemos encontrado
de vez en cuando y siempre me he mantenido bastante al margen. No me
arriesgaré con algo que sisea la palabra comida cada vez que vamos
pasando. Cuando la criatura se abre paso entre los arbustos y sale de
entre los árboles frente a nosotros, me tenso.

La palabra feo ni siquiera comienza a describirlo.

Es mayormente humanoide, o al menos tiene la forma general de un


humano. Camina erguido, su cuerpo está oculto en un andrajoso manto
negro. Piel gris y agrietada cubre sus manos, que se asoman a través de
las mangas. Puedo ver sus garras de tres pulgadas de largo sobresaliendo
de sus dedos. Su cara parece una calavera, aunque ciertamente no una
humana. Podría pensar que una calavera de dragón luciría así, es lo que
parece. Una capucha cubre su cabeza.

—¿Qué mierda? —susurro, moviéndome detrás de Cheshire un poco


más y envolviendo mi mano alrededor de Attie. Con la otra, levanto la
Espada Vorpal.
—Es bastante asquerosa —comenta Cheshire—. El cráneo no es su
cara. Espera a que veas esto.

—No, gracias.

Cheshire se ríe antes de mirarme por encima del hombro.

—Tengo que encargarme de eso. Protégete con la espada. Es un arma


mucho mejor que cualquier otra que puedas usar.

Asiento y veo cómo Cheshire se acerca a la criatura. Chilla en


respuesta y hago una mueca al sentir el sonido en mis oídos.

—Soy la Mano de la Justicia —gruñe Cheshire, manteniéndose fuera


del alcance de la criatura—. Has cometido crímenes en contra el País de
las Maravillas actuando bajo las órdenes de la Reina Roja. Tu veredicto
ha sido decretado. ¿Tienes algunas palabras que decir?

La Quimera vuelve a chillar. Miro cómo se alza y retira su capa hacia


atrás, seguida por el levantamiento del cráneo. Mis dedos se aprietan
alrededor de la empuñadura de la espada, tensos. Sea lo que sea esta
cosa, espero no tener que luchar contra ella. Una boca babeante con
amarillentos dientes afilados como navajas se abre y ríe. La piel de
gallina se esparce por mis brazos.

No. Eso es una gran negación.

Empujo a Attie un paso hacia atrás y la criatura se enfoca en


nosotros.

—No los mires —gruñe Cheshire—. Si no tienes nada que decir,


entonces serás rápidamente ejecutado.

Parpadeo, con fuerza, mientras la piel de Cheshire parece brillar y el


pelaje gris brota a través de su cuerpo, hasta quedar cubierto por él.
Rayas azul eléctrico iguales a las de sus orejas y cabello, cortan a través
del gris, toques de color brotando entre la oscuridad de los árboles.
Cuando me mira, sus ojos son del mismo color de sus rayas y están
tajeados como los de un gato. Su sonrisa se extiende y veo exactamente
su parecido al gato de Cheshire de nuestras historias en casa. Estoy
bastante segura de que tengo la boca abierta mientras su cola se
balancea de un lado a otro. Guiña un ojo, el bastardo descarado, antes
de volver su atención a la quimera que espera pacientemente frente a él.
No entiendo por qué está ahí detenida, pero no lo cuestiono. ¿A quién le
importa?

Cheshire está en posición de ataque, con las puntas de sus garras


afiladas. La quimera aprovecha esa oportunidad para cargar, más rápido
de lo que esperaba. Attie y yo retrocedemos cuando ella emite un grito
de batalla y se lanza con sus garras.

Cheshire se mueve fuera del camino, flotando alrededor de la criatura


como si estuviera bailando. Sus garras rastrillan el hombro de la
quimera, una espesa sangre roja chorrea a través de su pecho. La
criatura brama y gira su brazo alrededor, atrapando a Cheshire por el
antebrazo, sangre brota por el ligero corte.

—¡Tenemos que ayudarlo! —grita Attie, tratando de ser escuchado por


encima de los chillidos y gruñidos.

—No creo que podamos. Tenemos que mantenernos fuera de esto.

Digo esas palabras pero no las siento. Incluso en este momento siento
ganas de unirme a la refriega, de clavar la Espada Vorpal entre las
costillas de la criatura. Pero Attie necesita protección también, entonces
me paro vigilante frente a él y observo la danza mortal entre la criatura
de mis pesadillas y el Gato de Cheshire, al que me está comenzando a
importar lo que le suceda.

—¿Eso es todo lo que tienes? —Cheshire ríe, bailando y rastrillando


sus garras por la espalda de la quimera. Más sangre—. Esperaba algo
mejor de una quimera.

Esas palabras solo sirven para enojar más a la criatura. Gira, el


manto sale volando a su alrededor y va a por la garganta de Cheshire. Él
desaparece ante mis ojos y parpadeo justo cuando reaparece detrás de la
criatura. La quimera no tiene oportunidad de reaccionar cuando él
empuja su mano por su espalda y a través de su pecho. En sus garras
está el corazón de la criatura, del que brota sangre roja y brillante
mientras el órgano aún late. El mío se congela mientras lanza su mano
hacia atrás y se libera. La quimera cae al suelo sin apenas un sonido y
Cheshire deja caer el corazón con un ruido sordo que nunca olvidaré.

—Tu destino ha sido decidido. Que el País de las Maravillas tenga


piedad de tu alma —murmura Cheshire.
Se vuelve y nos mira. Lentamente, se transforma de nuevo en
humano, su pelaje es reemplazado por piel. Los ojos de gato son lo último
en desaparecer y parpadea para asimilar el cambio. Está cubierto de
sangre, su brazo completamente empapado hasta el bíceps y aún gotea
desde la punta de sus dedos. Algunas gotas salpican su rostro, dándole
una apariencia aterradora.

No me intimido ante la vista. En mi mente, de alguna manera, sabía


que Cheshire era capaz de tal brutalidad, de ser un peligro. Aquí está,
recién terminando una batalla, cubierto de la fuerza vital de una criatura
a la que ejecutó y, en lugar de huir, saco la toalla que guardo en mi
bolsillo trasero; de alguna manera no se ha perdido a lo largo de nuestro
viaje hasta ahora. Me mira con recelo mientras me acerco, dando pasos
lentos, y me detengo frente al hombre que hace que mi corazón se acelere,
que es la peor decisión que puedo tomar y le doy una pequeña sonrisa.

—Creo que te faltó salpicar en un lugar. No hay sangre en tu frente.

Sus hombros se relajan ante mi comentario, sus orejas se tuercen al


escucharme y sus labios se curvan un poquito.

Cuando alza su mano para limpiarse la cara, le doy una negación.

—Aquí, déjame.

Pongo la toalla contra su piel, limpiando las gotas en su rostro. No


puedo hacer mucho por el resto de su cuerpo pero al menos puedo
limpiar el rojo de su cara. Limpio lentamente, quitando la sangre,
asegurándome de absorber todo lo posible. Cuando su cara está limpia,
voy por su pecho, sus músculos saltan ante mi tacto. Mi toalla se
humedece rápidamente, hasta que ya no absorbe más sangre.

Tarareo con decepción y lo miro a los ojos.

Hay un fuego allí que me atrae y, a pesar de que todavía está cubierto
de sangre, me siento tentada a inclinarme y encontrar sus labios. Levanta
su mano, aquella que está cubierta de sangre, y alza mi barbilla. Justo
cuando creo que me va a besar, Attie se aclara la garganta detrás de
nosotros e interrumpe el momento.

Me vuelvo, limpiando la sangre en mi barbilla y miro a Attie mientras


observa inocentemente los árboles.
—Debería irme —dice, con una sonrisa burlona en su rostro—, pero
no quiero ser atacado. —Sus ojos se mueven entre nosotros antes de
volver a observar los árboles, desplegando un ligero rubor.

Me aclaro la garganta.

—Probablemente deberíamos alcanzar a White.

—Tengo una mejor idea. —Cheshire sonríe—. Ahora que solo están
ustedes dos, puedo desvanecernos hasta la casa del Sombrerero.

Casi siento miedo de preguntar.

—¿Desvanecernos hasta allí?

La sonrisa de Cheshire se ensancha.


Traducido por TatiOh
Corregido por Haze
Editado por Banana_mou

El Sombrerero

—Hay algunos Bandersnatch merodeando por la frontera —comento,


mirando desde la entrada. Los árboles se agitan con un viento fantasmal
y, de vez en cuando, vislumbro a las criaturas que habitan entre ellos.
Una de ellas chilla casi en respuesta y siento la tibia humedad
escurriendo desde mis oídos hasta mi cuello. No me estremezco ni
siquiera cuando Flam les gruñe a las bestias. Se quedan en silencio.

Ninguno de nosotros se mueve para limpiar la sangre que continúa


goteando.

—¿Quieres que me deshaga de ellos? —pregunta Flam. No lo miro,


manteniendo mi vista fija en los árboles. Júpiter ha estado ansiosa
observando el bosque. Clara solo la convenció de irse cuando le dije que
yo los esperaría.

—¿Te arriesgarías?

Flam normalmente no está dispuesto a arriesgar nada a menos que


obtenga algo a cambio. Es un poco difícil tenerlo aquí, de nuestro lado,
sabiendo que no tiene aliados además de Doe y Júpiter.

—Doe querría que lo hiciera.

Apruebo en señal de entendimiento. Sí, Doe querría que lo hiciera,


porque ella está definitivamente del lado del bien.

—Aún no. Solo tenemos que estar atentos a los demás. White y
Cheshire llegarán con la tercera integrante y ella es la más importante de
la tríada. Ella completa la profecía. —Tiene tanto peso sobre sus hombros
y probablemente ni siquiera lo sepa aún.

Nos quedamos en silencio, con la mirada fija en los árboles. Me siento


tentado a preguntarle a Flam por sus poderes, si todavía están
bloqueados por completo dentro de su cuerpo, pero me muerdo la lengua.
Es mejor no hacerlo enojar mientras está de nuestro lado.

—Cuando venía hacia acá —comienza a decir Flam, mirando


brevemente—, pasé junto a la casa de la oruga.

Me vuelvo por completo y nos quedamos mirando el uno al otro.

—¿Terminó de purgar?

Él asiente.

—Tengo la sensación de que aparecerá cuando más lo necesitemos.


Probablemente cuando llegue la tercera integrante. Nunca llega antes de
estar listo.

Doy un suspiro de alivio.

—Gracias a las Maravillas. Estaba empezando a creer que nunca


terminaría de purgar. ¿Viste su apariencia esta vez?

Flam mueve la cabeza en señal de negación.

—No. Solo escuche su voz. Él no me permitiría trepar. Sonaba más


suave que antes.

—Este ha sido el período más largo que ha tomado para purgar. Y en


el peor de los momentos. —Muevo la cabeza—. Nunca entendí a la oruga,
pero Absolem ha sido un miembro invaluable.

—Él diría que es la cantidad perfecta de tiempo. —Flam se ríe, no hay


humor en el sonido.

—Absolem a veces nos deja con la duda, ¿habremos hecho mal de vez
en cuando y nos hemos ido separando? —Hago una mueca cuando la
rima se me escapa y Flam me mira. Esos ojos de color fucsia brillan y
amenazan con hipnotizar. No tengo ninguna duda de que puede hacer
más que eso.

—Es la primera vez que escucho tu locura desde que llegué —dice.
Me quito el sombrero y me paso la mano por el pelo agitadamente.

—Con Clara Bee a mi lado he llegado a comprender que, con ella, la


locura se mantiene a raya, sin ella, vuelve a mí.

Flam mira hacia otro lado primero y luego asiente.

—Entiendo.

Toco su hombro suavemente con mi mano, quitándola rápidamente.


Flam no es de fiar, no importa de qué lado esté.

—Sé que es así, Flam. Esperemos que Cheshire y White lleguen


pronto. Lo siento en el aire. ¿No es así?

—¿Qué? —Flam vuelve la cara al viento y cierra los ojos, inhalando


profundamente.

Hago lo mismo, dejando que el hormigueo me bañe la piel mientras el


fantasmal viento me empuja. Hay algo muy siniestro en esto, como que
el País de las Maravillas no solo está muriendo, sino que está
desapareciendo. Cuando abro la boca de nuevo, no puedo evitar que la
palabra se me escape, el sentimiento es demasiado fuerte para ignorarlo.
Miro hacia Flam, esperando hasta que nuestras miradas se encuentran
para responder. Cuando sucede, finalmente digo:

—Guerra. —Arrugo la frente—. Se siente como una guerra.


Traducido por Tati Oh
Corregido por Haze
Editado por Banana_mou

—Entonces, explícame quién eres en el País de las Maravillas —digo,


pasando sobre otra raíz de árbol. Cheshire había dicho que podíamos
desvanecernos pero tenemos que estar a una cierta distancia de la casa
del Sombrerero para hacerlo. No tengo idea de qué es lo que quiere decir,
algo sobre un nuevo encantamiento para mantener lejos a la Reina Roja.
No me lo cuestiono. No soy experta en desvanecerme.

El labio de Cheshire se curva y se aleja de mí, haciendo a un lado más


árboles.

—Preferiría no hacerlo. No es algo en lo que me gustaría hacer énfasis.

—Dijiste algo cuando eliminaste a la quimera —presiono—. Un dicho.


¿Qué significa todo eso?

—¿Dejarás de hacer preguntas si no respondo? —pregunta con


irritación en cada una de sus palabra.

Attie solo observa la conversación, permanece en silencio y nos sigue.


Tengo la sensación de que le gusta Cheshire pero el maldito gato es tan
distante que es difícil decir algo.

—No, tú bien podrías decírmelo.

Cheshire suspira y mira hacia los árboles.


—Solo tenemos que recorrer una corta distancia antes de poder
desvanecernos en el claro. Sin duda es un Bandersnatch.

Un chillido resuena a través de los árboles otra vez y tanto Attie como
yo nos tapamos los oídos con las manos, el sonido envía agudos
pinchazos de dolor a través de ellos. Cheshire ni siquiera se mueve para
tapárselos y veo cómo la sangre comienza a gotear por su cabello. Sus
oídos se sacuden ante la sensación.

—Este fue desde muy lejos. Estamos a salvo por ahora.

—¿Qué mierda fue eso? —pregunta Attie. Ni siquiera lo regaño por el


insulto. Definitivamente es justificado. El miedo en su voz me hace
abrazarlo y acercarlo más.

—Fue un Bandersnatch. —Cheshire nos mira antes de limpiar la


sangre de sus oídos. Realmente no tiene sentido. Todavía está
completamente cubierto con la sangre de la quimera. Es un poco tonto
seguir limpiando—. Y, sin duda, es la señal de que el Sr. White llegó a la
casa del Sombrerero. —Cuando ve el pánico que salta de mis ojos,
agrega—: No te preocupes. Si fueran capturados, habría habido más
aullidos. A las bestias les gusta aullar su victoria.

—Eso realmente no me hace sentir mejor —murmura Attie.

Detengo nuestro avance y lo giro en mis brazos.

—No dejaré que algo te pase, Attie —le digo—. Y Cheshire también
nos protege. —Disminuyo el sonido de mi voz, aunque estoy segura de
que Cheshire aún puede oírme. Tiene orejas de gato, después de todo—.
Y entre tú y yo, él es un hijo de puta aterrador. ¿Lo viste destrozar al
Chernóbil?

—Quimera —me corrige Attie y sonríe. Sonrío de vuelta, sabiendo


todo el tiempo cómo se llamaba.

—Bien, la quimera. Creo que estamos a salvo.

Attie asiente con la cabeza y yo me paro de nuevo, mis ojos


encuentran a Cheshire en el lugar donde está detenido, luciendo
completamente serio, hay tanto dolor en sus ojos y me lo muestra antes
de poder esconderlo. Me siento tentada a extender mi mano, a consolarlo
de la misma manera que lo hice con Attie, pero se aleja y nos mira a
través de los árboles.
—Solo un poco más —repite mientras tropezamos entre la maleza.

Las orejas de Cheshire giran y giran sobre su cabeza, asimilando los


sonidos del bosque, los movimientos de las criaturas. Hay menos flores
silbantes aquí y lo agradezco. Cuando llegamos a un pequeño claro,
Cheshire nos detiene y extiende sus manos. Tomo la que está cubierta de
sangre sin dudarlo. Attie toma la otra.

—Ok, estamos lo suficientemente lejos.

Un chillido de Bandersnatch se oye tan cerca que hago una mueca.


Un hormigueo sube por mi brazo y miro a Cheshire, sus ojos están
cerrados en señal de concentración. Cuando miro hacia abajo, mi brazo
se está volviendo opaco.

—Attie, cierra los ojos —le digo y él escucha de inmediato. Se oye el


chillido de nuevo y siento que la humedad escurre por mi cuello.

A medida que el hormigueo se extiende por todo mi cuerpo, veo una


enorme y aterradora bestia irrumpiendo entre los árboles justo mientras
nos desvanecemos por completo. Aun, mi corazón patea fuerte en el
pecho y apenas puedo tragar mi grito.
Traducido por Tati Oh
Corregido por Haze
Editado por Banana_mou

Cuando reaparecemos, me doblo por el dolor, jadeando por aire, con


unos pulmones que se sienten demasiado pequeños. Al otro lado de
Cheshire, Attie hace lo mismo, agarrándose el pecho como si estuviera
adolorido. Mis órganos se sienten como si hubieran sido removidos y
exprimidos, mi cabeza está difusa. Demonios, incluso las puntas de mis
dedos se sienten como si las hubiera pinchado. Sea lo que sea el
Desvanecimiento, no soy un fan.

Cheshire nos observa con ojos inteligentes, mirando por encima de


nuestros cuerpos como asegurándose de que realmente estamos bien. No
puedo decir si lo estamos o no. Por el momento, siento como si me
estuviera muriendo.

—Podrías habernos advertido. —Me aprieto de dolor mientras agarra


mi brazo y el de Attie y nos lleva hacia un porche.

—¿Qué habría de divertido en eso? —bromea, pero no me perdí el


examen que hizo sobre nuestras apariencias. Finge que no le importa
pero todo es una máscara. Estoy empezando a darme cuenta de que eso
es todo.

—Me estoy muriendo —se queja Attie, envolviendo su cintura con sus
brazos—. Tenme piedad y mátame ahora.
Lo miro alarmado.

—No se está muriendo —dice Cheshire para tranquilizarme—. Es un


efecto secundario del Desvanecimiento cuando no estás acostumbrado.
Pasará.

—Dile a Bethany que la amo —agrega Attie y sonrío al escucharlo,


aunque el dolor todavía resuena a través de mi cuerpo.

—Me aseguraré de decírselo —murmuro, abrazando mi propia


cintura.

—No, espera, no hagas eso —corrige Attie, mirándome.

—Demasiado tarde. Ya hicimos un trato.

—Nooooo —aúlla Attie. Se oye un grito a la distancia en respuesta y


ambos miramos con cautela hacia los árboles.

—No te preocupes. Estamos a salvo en la casa del Sombrerero. Ni


siquiera pueden entrar otra vez al claro. Tuvimos un... —Cheshire hace
una pausa, pensando en la palabra—. Vamos a decir un incidente cuando
Júpiter llegó.

—Tranquilizador —murmuro.

—Tienes sangre goteando por tu cuello —señala Attie, ya


extendiéndose. El dolor desaparece rápidamente ahora. Solo puedo
asumir que el suyo también.

Levanto la mano y me limpio el cuello. Mis dedos están manchados


de rojo y frunzo el ceño. Definitivamente no soy fanática de los
Bandersnatch. Por no mencionar la breve visión que tuve antes de
desvanecernos. Estaré feliz si nunca tengo que verlos otra vez.

—Bienvenidos —dice una nueva voz, y nos volvemos a mirar.

Un hombre sentado en una mecedora, sin camisa, usando pantalones


de cuero y botas similares a Cheshire. Es pálido, sus ojos están
enrojecidos. En su cabeza se sienta un prominente sombrero de copa y
al instante sé quién es.

—Amigo, ese es el Sombrerero Loco —Attie me gana al reconocerlo.


El Sombrerero se levanta de su asiento, estirándose por completo, y
levanto mi mirada hacia él. Él no es lo que yo esperaba, aunque supongo
que nada es como yo esperaba en el País de las Maravillas.

—Tu debes ser Calypso —dice el Sombrerero, extendiendo el brazo


para alcanzar mi mano—. White nos dijo que te esperáramos. Estoy tan
contento de que estés aquí.

—Solo llámame Cal. Y bueno, realmente no nos dieron otra opción.

—¡Soy Atlas! El Sombrerero es siempre mi favorito en las historias


que leemos en casa. —Sonrío ante el comentario de Attie. Actúa como si
estuviera conociendo a una estrella de rock y no puedo culparlo. Esto es
muy genial.

Cheshire gruñe.

—¿Cómo es que no reaccionaste así cuando me conociste?

Me encojo de hombros.

—Fácil. Ya me habías cabreado antes de descubrir quién eras.

El Sombrerero se ríe.

—Ella me cae bien.

Cheshire pone los ojos en blanco y hace un gesto hacia la puerta.

—¿Vamos a entrar o nos quedaremos aquí como idiotas?

—Sí, por favor, entren, pasen y conozcan a nuestros amigos. —Noto


la ligera mueca que el Sombrerero intenta esconder después hacer de la
rima y lo miro con curiosidad. ¿Al Sombrerero no le gusta rimar?

—Cal —susurra Attie, acercándose—. Estamos a punto de entrar a la


casa del Sombrerero. ¿Y si nos invita a tomar el té?

—Solo bebe el té que Clara te indique como seguro —comenta


Cheshire. Me mira a los ojos—. Algunos pueden emborracharte. Otros
pueden enfermarte si no están hechos para ti.

—Pero, por supuesto. —Me encojo de hombros—. ¿Quién es Clara


una vez más?
—Clara Bee es mi compañera —responde el Sombrerero con una
sonrisa—. Y la primera de la tríada.

—Ah, ok. Había olvidado esa parte.

El Sombrerero frunce el ceño pero se vuelve y nos lleva adentro. Tan


pronto como damos un paso en la entrada me doy cuenta de que hay algo
extraño en la casa. Todo está como torcido pero, mientras camino por las
baldosas, no se siente de esa forma. Es casi como si todo hubiera
cambiado desde la raíz.

Hay extrañas estatuas y bustos decorando el área, no todos son


humanos en apariencia. Los azulejos son blancos y negros, imitando a
los de la habitación en la que aterrizamos luego de la madriguera del
conejo. Cuando miro hacia arriba, me encuentro con una hermosa
pintura de la Fiesta del Té del Sombrerero en el techo.

—Creo que eres la primera que la ha notado —murmura el


Sombrerero, mirándome con sorpresa.

—Es hermosa. —Estudio los colores, cómo se desprenden de la


pintura. Es casi como si yo estuviera en la escena, como si pudiera
escuchar el té que el Sombrerero está sirviendo.

—¿Qué estás mirando? —pregunta Attie, siguiendo mi mirada—. No


veo nada.

—¿No ves la pintura? —Arrugo mi frente ante él, confundida.

—Es simplemente una pared púrpura. Literalmente no hay una


pintura ahí.

Me encuentro con los ojos del Sombrerero y él sonríe, pero no


responde a la pregunta. ¿Por qué puedo ver una pintura y mi hermano
no? Antes de que pueda abrir la boca y preguntar, otra voz interrumpe y
llama mi atención.

—Oh, ahí estás. Estaba muy preocupada. —La voz de mamá resuena
en la entrada y todos nos volvemos hacia la mujer encorvada que carga
un tanque de oxígeno.

—Mamá —suspiro de alivio—. Estaba muy preocupada.


Attie da un paso hacia ella pero se detiene al oír sus siguientes
palabras.

—¿Mamá? —Ella nos observa—. Mis hijos son pequeños. Tomo la


mano de Attie y la aprieto.

—Por supuesto, señora Diana. Lo siento —corrijo.

Nos mira un poco más y se da la vuelta.

—Están repartiendo té. Tienen que probar el amarillo. Sabe a limón.

Vemos con tristeza cómo nuestra madre se da la vuelta, sin darse


cuenta del dolor que está causando a sus hijos.

—¿Siempre ha sido así? —pregunta el Sombrerero con el ceño


fruncido.

Niego con la cabeza.

—No. Ella solía recordarnos más a menudo. Ahora, si nos recuerda


muy bien, es un buen día, y esos son pocos y escasos.

—Lo siento —murmura el Sombrerero.

—Es lo que es. —Me encojo de hombros y me dirijo hacia donde mi


madre se encontraba, mi mano aun sujeta la de Attie. Es más
reconfortante para mí que para él. De repente me siento abrumada, como
si todo lo que está sucediendo comenzara a colapsar debajo de mí. Mi
corazón late más rápido de lo normal y puedo sentirlo robando mi aliento
a medida que se normaliza. Me concentro en dar un paso tras otro pero
cuando llegamos a la puerta y veo la larga mesa de té, llena en toda su
capacidad con varias criaturas y personas, suelto la mano de Attie y doy
la vuelta.

—¿Estás bien hermana? —Siento que Attie se acerca y le hago un


gesto para que se aleje.

—Estoy bien, Attie. Ve a tomar el té con el Sombrerero. Asegúrate de


preguntarle a Clara lo que es seguro.

Con rapidez, lo veo alejarse y entrar en la habitación. Me alejo de la


puerta y me apoyo contra la pared, desconectándome del mundo. Miro
hacia el techo y me concentro en la pintura y en respirar profundamente.
Inhala, exhala, repito.
—No te vas a desmayar, ¿verdad?

Si no me hubiera concentrado tanto justamente en no hacerlo, habría


puesto mis ojos en blanco ante el comentario de Cheshire. En cambio, lo
ignoro y me concentro más en la elaborada pintura sobre mí. Finalmente,
mi corazón se normaliza, mis hombros se relajan y cierro mis ojos.

—¿Te sientes mejor?

Abro los ojos y miro a Cheshire, de pie al otro lado de la puerta,


apoyado contra la pared e imitando mi posición.

—Un poco —murmuro, frotando la mano en mi cara.

—¿Sabes lo que me ayuda cuando todo parece ser demasiado? —


pregunta Cheshire. Cuando lo miro, está observando el cuadro, como si
él también lo viera—. Tengo que alejarme de todos y concentrarme en
algo bueno. Y luego le digo a todos los demás que se vayan al diablo. Eso
suele ayudar.

No puedo evitar que una sonrisa aparezca en mis labios. Una que
responde a las curvas que aparecen en los suyos.

—Sí, puedo ver cómo eso ayudaría. —Hago una pausa por un
momento para reunir coraje—. ¿Cuál es la última cosa buena en la que
te enfocaste?

Su sonrisa desaparece y mira hacia la puerta principal, evadiendo.

—No quedan demasiadas cosas buenas —admite—. Pero Clara y


Júpiter fueron probablemente las últimas. Júpiter logró colocar un
encantamiento en la Reina Roja, pero para que lo hiciera, tuve que dejarla
a ella y a Clara, al Sombrerero y a White, a merced de los caprichos de la
Reina. No pude irme por completo, no pude simplemente dejarlos allí, y
sentí como si mi pecho estallara.

No lo interrumpo, temiendo que deje de hablar si lo hago. Todo esto


parece ser más información de la que pretendía entregar, o de la que
alguna vez tuvo la voluntad de dar. Pero él solo continúa mirando hacia
la puerta principal, como si no estuviera arrojando tales emociones a mis
pies.

—Entonces, me concentré en Clara y Júpiter, porque representan


algo más grande, algo de lo que nunca pensé que yo sería parte. —
Finalmente se vuelve y me mira a los ojos—. Y ahora estás aquí para
completar la tríada. Entonces, supongo que puedo concentrarme en ti.

Nos miramos el uno al otro por un momento y hay tantas cosas que
me gustaría decir y, sin embargo, no se me ocurre nada. Al clásico estilo
del País de las Maravillas, nada tiene sentido y ni siquiera puedo retener
un pensamiento. Pero no apartamos la mirada. No puedo hacerlo. Este
momento se siente colmado de posibilidades y, antes de darme cuenta de
lo que estoy haciendo, me aparto de la pared y camino hacia adelante. No
me detengo hasta quedar frente a él y me acerco lo suficiente hasta que
apenas queda espacio entre nuestros pechos.

Finalmente, aparecen mis palabras y lo miro a los ojos. Por primera


vez, no hay sarcasmo aquí, ni fruncimiento ni agitación. Él solo me mira,
tan profundamente que siento que está memorizando mis ojos.

—La próxima vez, cuando me sienta completamente abrumada —


susurro, colocando mi mano sobre su corazón; su piel todavía está
salpicada de sangre, pero ni siquiera lo noto—. Te encontraré y te diré
que eres una de mis cosas buenas, incluso si tienes un exasperante don
para ser un idiota.

Sus labios se arquean de nuevo, solo un poco.

—Puedo ser bastante distractor —ronronea y levanta las manos para


acunar mi cintura.

—No tengo dudas sobre eso —respiro, sonriendo—. Solo recuerda,


Gatito, no eres el único con garras.

El fuego se enciende en sus ojos y me jala más cerca hasta quedar


presionada contra su cuerpo, y puedo sentir su calor directo en mi centro.
Se inclina, sus labios en mi oído, y cierro los ojos al sentir su respiración.
Mis propias manos se enroscan alrededor de su cuello sin pensarlo,
enterrándose en el cabello de la base de su cuello.

—Estaré esperando tus garras —ronronea en mi oído.

Todo mi cuerpo se contrae, las palabras van directo a mi centro y se


graban con fuego. Aprieto mis manos con fuerza en la base de su cuello
y él gruñe en respuesta. Sus dedos aprietan con más fuerza mi cintura y
se deslizan hacia abajo, y abajo, hasta acunar mis glúteos. Me empuja
contra él y su dureza presiona contra mí a través de sus pantalones de
cuero, es tentador, tan tentador.
—¿Ustedes dos terminaron de follar contra la puerta?

Me alejo de Cheshire ante la voz, retrocediendo y poniendo distancia


entre nosotros. Cheshire no se mueve. Sigue apoyado contra la puerta,
tengo un poco de su salvaje cabello en mis dedos, su miembro está
presionando contra su cremallera y una sonrisa está extendiéndose en
su rostro.

—Flam, me sorprende que estés aquí —dice Cheshire, como si no


hubiéramos sido atrapados con las manos en la masa.

Me vuelvo hacia la nueva voz y me encuentro con unos ojos de color


fucsia. Levanto las cejas mientras observo su apariencia, los tatuajes que
recorren cada trozo de piel expuesta, los piercings en su rostro, los
pantalones y la chaqueta de cuero color rosa intenso. Es completamente
digno de babear, y le da a Cheshire un aura de chico malo que corre por
su dinero, si no fuera por el color rosa pálido. Aunque parece todo menos
femenino. Realmente no estoy segura de qué pensar sobre él.

—Parece que ustedes dos ya están bastante cómodos —comenta


Flam, y yo inclino mi cabeza.

—No puedo evitarlo si es tan ardiente. —Me encojo de hombros,


tratando de justificar.

Flam sonríe.

—Y, sin embargo, no hiciste lo mismo con White, o con el Sombrerero,


o conmigo, aunque me hayas estado evaluando desde el momento en que
notaste que yo estaba.

—Bueno, no voy a involucrarme con todos los chicos ardientes. —


Hago una mueca. Flam se ríe de mis palabras y frunzo el ceño,
confundida.

—Es gracioso que elijas para involucrarte al único chico que no tiene
interés en tener una pareja.

—Nunca dije nada sobre tener una pareja. —Lo miro a los ojos—. Que
solo quiera follar con alguien no significa que me esté comprometiendo.

Por primera vez, siento a Cheshire moverse y lo miro. La sonrisa se


ha ido, ha sido reemplazada por un ceño fruncido. Se endereza y curva
el labio hacia arriba.
—Estoy cansado de esta mierda —dice—. Nos vemos adentro.

Entra en la habitación, dejándome a solas con Flam.

—Si no entiendo mal, creo que heriste sus sentimientos, Calypso —


dice Flam mirando a Cheshire—. Sin embargo, ese tiene un corazón de
piedra.

—Bien. Entonces, es imposible. —Yo también miro a Cheshire.

Flam se ríe.

—Este es el País de las Maravillas, querida niña. Nada es imposible—


. Se ajusta la chaqueta de cuero—. Y si alguien puede atravesar una
piedra, esa eres tú.

Quiero preguntarle qué es lo que eso significa, por qué tengo más
posibilidades, pero en vez de eso, pregunto:

—¿Qué eres?

Flam se vuelve hacia la puerta abierta, antes de sonreírme.

—¿No lo has adivinado, querida? —Guiña un ojo—. Soy el Flamenco

Y luego desaparece dentro, dejándome sola en la entrada. Me paro allí


por un momento, confundida, antes de decidir seguirlo. Esta vez, cuando
entro en la habitación, muchas de las personas y criaturas sentadas en
la mesa dejan de hablar y me miran. Solo hay un asiento libre, despejado
en el otro extremo, y me doy cuenta de que tendré que pasar delante de
todos ellos para llegar hasta allá. Un sentimiento abrumador se abalanza
sobre mí y mi corazón se acelera, la presión de mi rol aquí realmente se
ve reflejada en la expresión de sus rostros.

En el otro extremo de la mesa están el Sombrerero y alguien que


imagino, debe ser Clara, sentados en sillas que parecen tronos. White
está sentado junto a una mujer de brillante cabellera roja-
anaranjada. Ella me sonríe y trato de devolver la sonrisa, pero mis labios
no responden a mis órdenes. Flam me guiña un ojo desde donde está
sentado, junto a una mujer con plumas multicolores. El asiento vacío
está justo al lado de Cheshire, quien me mira a los ojos por un momento.
No parpadea y quedo fija en su mirada, algo bueno, antes de respirar
profundamente y avanzar. Ignoro completamente los ojos que están sobre
mí, los susurros silenciosos mientras paso, y mantengo mi mirada fija en
las balizas de azul eléctrico. Cuando finalmente llego a la silla, me siento
apresuradamente y pongo la Espada Vorpal cerca de mis pies.

Cheshire aparta la mirada para tomar un sorbo de té, tiene color de


arándanos maduros. Attie se inclina hacia mí, desde el otro lado, donde
está sentado.

—Oye, Elegida.

—Cállate —murmuro.

Al otro lado de Attie se sienta nuestra madre, bebiendo delicadamente


un té de color amarillo y haciendo alegres ruidos en voz baja. Al menos
ella se está divirtiendo. Tal parece que su tanque de oxígeno no se está
agotando, y lo atribuyo a la extraña magia del País de las Maravillas que
parece estar en todo.

—Hola, soy Clara —dice la mujer a un costado del Sombrerero,


dándome un pequeño saludo. Parece ser bastante normal, incluso si está
vestida con una especie de abrigo de estilo militar que imita al del
Sombrerero—. Todos estamos muy emocionados de conocerte.

—Y yo soy Júpiter —agrega la pelirroja. Su brazo está entrelazado con


el de White, una honesta mirada de amor se posa en sus ojos cuando lo
mira. Es curioso, que los miembros de la tríada terminaran
emparejándose con el Sombrerero y White.

—Cal —digo, asintiendo con la cabeza hacia ellos—. Pueden llamarme


Cal.

—Es un placer conocerte finalmente, Cal —responde Clara—. Toda la


comida en frente de ti es segura para comer. El té también es seguro. Si
quieres algo un poco más fuerte, la tetera que tiene Cheshire tiene algo
que se parece un poco al whisky.

Me siento tentada a probarlo, pero la idea de emborracharme y dejar


a Attie con esta gente me detiene. Él sigue siendo mi responsabilidad y
mamá necesita cuidado constante. Por primera vez me doy cuenta de que
no tenemos ninguno de sus medicamentos. La miro, parece estar bien,
incluso sin las quince píldoras que le recetaron.

—Pasaré —digo y, en su lugar, voy por la comida segura. Ahora no es


el momento de empezar a perder la cabeza.
Clara asiente.

—Hoy les dejaremos descansar a los tres y podremos discutir la


profecía y la historia del País de las Maravillas más tarde.

—Suena como un plan para mí —murmuro, mordiendo un croissant


y dándome cuenta de cuánta hambre tengo en realidad.

Algo roza mi pierna debajo de la mesa y me muevo un poco. Casi tengo


miedo de mirar lo que hay debajo pero lo hago de todos modos. Me inclino
para ver la cola de Cheshire moviéndose hacia adelante y hacia atrás,
rozando contra mi tobillo cada vez que se mueve. Me enderezo y lo miro,
pero no devuelve mi mirada, solo continúa mirando su taza de té.

En lugar de ignorarlo o llamar su atención, me acerco por debajo de


la mesa y aprieto su rodilla suavemente, haciéndole saber que estoy aquí.
No reacciona y empiezo a pensar que me está ignorando. Comienzo a
apartar mi mano pero sus dedos se curvan alrededor de los míos,
manteniéndolos en el lugar. No muestro mi reacción exteriormente, no
quiero llamar la atención, pero se siente bien tener sus dedos
entrelazados con los míos.

Mientras tomo un sorbo de mi té y escucho el suave murmullo de


parte de los invitados a la fiesta del té, siento algo suave y reconfortante
envolviendo mi tobillo en lugar de rozarlo. Se queda ahí. Mis labios se
curvan cuando el sabor del té golpea mi lengua.

Sabe a humo de leña y a madreselvas salvajes.


Traducido por jackytkat
Corregido por Lovelace
Editado por Banana_mou

Dos días después, aún no hemos discutido la profecía, no realmente.


Ha sido mencionada pero ni una sola persona me ha dicho cuál es, más
allá de que tengo el deber de salvar el País de las Maravillas. Sería
frustrante si no estuviera tan preocupada por cuidar a mi madre y a Attie.

Mi madre parece estar moviéndose más lento, su energía más baja


que cuando llegamos. Me digo a mí misma que es solo el estrés del
entorno y los eventos que han ocurrido. Me niego a pensar que es por
otra cosa o que su tiempo se está acabando.

Attie ha acogido el País de las Maravillas con ganas y ha sido difícil


convencerlo de que no es solo una aventura divertida. Creo que aún no
le da la suficiente importancia. Ha comenzado a entrenar con el
Sombrerero y White con una espada. Estuve a punto de matarlos cuando
me di cuenta de que le habían dado una espada real para practicar hasta
que señalaron que la espada estaba encantada, así que no dañaba la piel.
Aun así, no me hacía sentir mejor ver a mi hermano de quince años dando
vueltas con una espada plateada brillante como si fuera un bate de
béisbol, pero servía un poco.

Nunca había visto al chico tan interesado en la historia de algo,


prefiriendo matemáticas y ciencia en la escuela, pero ha estado
aprendiendo la historia del País de las Maravillas lo mejor que puede. No
todos quieren hablar de ello, pero el Sombrerero siempre lo mira con
afecto y le responde si es posible. Parece que todos le han agarrado cariño
a mi hermanito. Clara y Júpiter lo han estado consintiendo como madres,
especialmente Júpiter cuando se dio cuenta de que le gustaba la ciencia.
Ahora se han estado riendo como nerds de una referencia a la cultura
pop. Resulta que a ambos les gustan las mismas cosas ñoñas. Esto ha
causado algunos momentos interesantes cuando los miro fijamente
mientras se ríen de algún chiste.

La fiesta del té de hoy está siendo un éxito nuevamente, la mesa llena


como siempre. La gente en la mesa siempre cambia a excepción de
nosotros y un par más. Los Tweedles, de los cuales he sido advertida por
casi todo el mundo, nunca cambian. Solo se sientan en sus asientos en
el medio de la mesa, incomodando a todos mientras toman té negro como
el alquitrán. Me miran mucho y eso me pone tan nerviosa que me he
acostumbrado a pretender que ni siquiera están ahí. Acosadores, hijos
de puta.

—¿De dónde viene toda esta gente? —le pregunto a Attie en voz baja,
preguntándome si ya lo ha averiguado en su investigación de historia.

—¿Recuerdas cuando Cheshire nos dijo que él es Manos de la


Justicia? ¿Como el Castigador? —Asiento—. Bueno, el Sombrerero es el
Escolta de Almas. Algo así como la Parca. Él escolta a los muertos hasta
el Más Allá.

—¿Qué tiene que ver eso con la gente en la mesa?

—Son los que está escoltando. La fiesta del té del Sombrerero es la


última parada antes del más allá.

—¿Están todos muertos? —Mi voz sonó un poco fuerte, y algunos de


los otros me miraron.

Attie asiente.

—¿No es loco? No parecen muertos. Se ven tan vivos como tú y yo.

—Es un encantamiento —comenta el Sombrerero—. Lanzado sobre


mi hogar por el mismo País de las Maravillas. Aquellos que hayan muerto
pueden entrar a mi hogar y pueden participar en la cena y bebida en la
mesa una última vez, antes de que crucemos el portal hacia el más allá.

—Así que, ¿el Más Allá es como el cielo?

—Sí. —Asiente el Sombrerero—. Sería lo que llaman cielo en tu


mundo. Todas las almas van a un solo lugar. El más allá es distinto para
cada persona.
—Así que —empiezo, mirando a todos—, el Sombrerero es la Parca.
White es el Cuidador del Tiempo. Y Cheshire es el Castigador.

—Exacto —responde Jupiter, sonriendo—. Todos tenemos nuestros


roles que cumplir aquí.

—¿Cuál es tu rol, si no te molesta que pregunte?

—Claro, no me molesta. Fui la segunda, así que mi rol es quitarle su


inmortalidad a Alicia, o su habilidad de sacarle poder al Jabberwocky.
Fuera de eso, aun no lo sabemos. —Mira a White—. Venir al País de las
Maravillas despertó poderes que nunca supe que tenía, así que hemos
estado practicando con esos para ver su máximo alcance.

—Mi rol fue ser la primera de la tríada —continuó Clara—. Predijeron


que yo sacaría al Bribón de Alicia, y ahora me siento al lado de
Sombrerero para cada fiesta del té.

—Todos ustedes siguen diciendo Alicia… —Voy bajando la voz.

—Ah, sí. Un detallito importante, la Reina Roja también es Alicia —


añade el Sombrerero, como si eso no fuera la bomba más grande que ha
soltado.

—¿Sigue siendo una niña pequeña?

Júpiter se carcajea y niega con la cabeza.

—No, definitivamente no es una niña pequeña.

—Llegó al País de las Maravillas como una niña —añade Clara—. Pero
se fue. Cuando volvió, era una mujer llena de desprecio y venganza.

—Es un monstruo —aclara Jupiter—. Y como la tercera, tu rol es


derrotarla completamente.

Los miro a todos fijamente, removiéndome en mi asiento antes de que


mis ojos caigan en Flam y Doe.

—¿Cuáles son sus roles? —pregunto.

Flam se encoge de hombros.


—No tengo un rol en el País de las Maravillas. No uno específico. Solo
soy una de sus muchas criaturas. —Mira hacia a Doe—. Dudo que nos
dejaran estar juntos si yo tuviera un rol oficial.

—¿De qué hablas? ¿El País de las Maravillas decide quiénes pueden
estar juntos y quiénes no?

—No exactamente. —Doe me mira a los ojos—. Pero aquellos que


tienen profecías escritas raramente consiguen elegir su destino.

—Eso no es verdad —interrumpe Clara—. Sí, una profecía te motiva


a cumplir tu rol, pero cualquiera de nosotros pudo haber elegido alejarse.
Es simplemente una cuestión de que el País de las Maravillas haya
elegido bien. Las profecías saben de lo que hablan y Absalom siempre
está ahí para guiarnos.

—Podrá haber una profecía, pero no está escrita en piedra. Puede


terminar completamente diferente. —Júpiter revuelve su té y todos se
quedan en silencio.

—No parece que alguien haya intentado ir contra la profecía —digo


en voz baja—. Así que, ¿cómo lo sabes?

Clara me mira a los ojos, yo inclino mi cabeza, esperando.

—¿Ya has escuchado la profecía completa, Cal? —Niego con la


cabeza—. Una vez la escuches, y puedas pensar en todo lo que ha pasado,
y lleguemos al final de esa guerra, y sea el momento para que vuelvas a
casa, vuelve a preguntarlo. —Sonríe—. Lo sabrás.

Me encojo de hombros y miro hacia la mesa.

—¿Cuál de estas teteras es la que tiene whiskey?

Cheshire empuja una tetera azul hacia mí y me sirvo en una taza.

—Si voy a ser manejada como una marioneta, al menos podría pasarla
bien haciéndolo —susurro.

Tomo un sorbo y el fuego recorre mis venas. Cheshire se inclina sobre


mí mientras tiro la taza de té completa y empuja un plato de pastelitos
hacia mí.

—Si un buen rato es lo que quieres, prueba estos. —Guiña el ojo hacia
mí.
Aceptando el riesgo que es, tomo un pastelito y lo muerdo. Sus labios
se curvan mientras me mira.

Alguien aclara su garganta.

—Tal vez deberías ir un poco más lento.

—¿Por qué? —pregunto—. ¿Voy a la guerra hoy?

—No —responde Clara—. Pero si sigues comiendo la comida de esa


forma, te vas a sentir muy intensa.

—Bien. —Tomo otra mordida.

La comida del País de las Maravillas no es como emborracharse. Es


un sentimiento completamente distinto a cualquier cosa que haya comido
antes. Al principio pensé que era como la vez que intenté probar un
cigarro de marihuana en secundaria, pero lo supera completamente.
Música empezó a canalizarse en la habitación y no estaba segura de que
fuera real o imaginaria. Aun así, sentía como si quisiera bailar. Attie
seguía mirándome extraño así que me convencí de que tenía algo en mi
rostro y constantemente intento limpiarlo.

Ahora estoy sentada en mi silla, riéndome por lo bajo, todo porque


una de las criaturas en la mesa estornudó y sonó como una trompeta.

—Una maldita trompeta —dije por lo bajo, pero en realidad estoy


doblada de la risa. La criatura lagarto se ve increíblemente ofendida y no
sé cómo disculparme, si pudiera.

Cheshire solo se reclina a mi lado, disfrutando del espectáculo. Estoy


tentada en darle un espectáculo real pero hay mucha gente en la
habitación. Me levanto de mi asiento, balanceándome un poco. Flam y
Doe me miran con diversión mientras quito el cabello de mis ojos.

Intento pensar en algo que decir, algún gran gesto para decirles que
me voy. En su lugar, me convierto en una colegiala levantándose de la
mesa.
—¿Me podrían disculpar?

Clara ríe y apunta hacia la puerta.

—Claro, adelante.

Luego la saludo. Me refiero saludarla de verdad. Wow. La comida del


País de las Maravillas es rara.

Los dejo a todos atrás en el salón del té y pienso fuertemente a dónde


quiero ir. De alguna forma, termino en la ventana que lleva directo al
techo y sonrío. Empujo para abrirla y salir antes de darme cuenta de qué
estoy haciendo.

No voy lejos. Mis pies están un poco inestables para caminar el techo
entero. Solo avanzo lo suficiente para poder sentarme cómodamente sin
caerme y recostarme contra la grava tibia.

El cielo está oscuro como siempre. Pareciera que nunca hay sol acá,
incluso cuando se supone que debe ser de día. Júpiter dijo que tiene algo
que ver con la Reina Roja, que aquí nunca fue brillante, pero tampoco
tan oscuro. No sé si creo eso. La oscuridad parece calzar en este mundo.

Hay un par de estrellas que se mueven alrededor, es hermoso de mirar


pero un poco loco cuando estás borracha con comida del País de las
Maravillas. En la distancia, el sonido de criaturas alcanza mis oídos,
suave en su mayoría. Si entrecierro los ojos y finjo, puedo imaginar que
estoy de vuelta en casa, escuchando a las cigarras y ranas toro. Pero este
no es mi hogar. Y me recuerdan ese hecho cuando alguien golpea en el
techo junto a mí.

Volteo mi cabeza y me encuentro con ojos azul eléctrico, caminando


por el techo como si fuera tan fácil como un trapecio. Supongo que, para
un gato, lo es. Para alguien que parece muy molesto con mi existencia,
nunca parece estar muy lejos. Mi corazón se acelera ante eso, pero lo
ignoro.

—¿Persiguiéndome? —pregunto, volteándome hacia el cielo.

—No puedo arriesgar a que te caigas del techo en tu condición de


borracha. Eres importante para el País de las Maravillas, ¿recuerdas?
«Esa es una mala excusa», pienso. Cuando se carcajea, me doy cuenta
de que lo dije en voz alta. Wow. Nunca hice eso antes habiendo bebido.
Claro, no he estado borracha en mucho tiempo.

—¿Solo para el País de las Maravillas? —No me volteo a mirarlo,


esperando su respuesta. Me concentro en una estrella en particular que
está dando vueltas.

Hay una larga pausa antes de que finalmente hable.

—Sí.

Asiento con mi cabeza. Un segundo pasa antes de que Cheshire se


siente a mi lado y siga mi mirada.

—Mi mamá solía decir que las estrellas son luciérnagas que se
quedaron atascadas en el cielo, así que hacen un espectáculo en lugar de
apagarse.

Sonrío.

—De hecho, ese es un lindo pensamiento.

Volteo mi cabeza para mirarlo y me doy cuenta de que está mucho


más cerca de lo que esperaba, pero no me alejo. Lo miro a los ojos
completamente, dejándolo ver lo que sea que haya en mi rostro.

—Ya no creo en esos cuantos de hadas —dice Cheshire, su cola


enroscándose a mi alrededor.

—Literalmente estas viviendo en un cuento de hadas. Tienes orejas


de gato. Hay libros escritos sobre ti.

—Pero para mí, esto es normal. —Se encoge los hombros—. Tú eres
la que sobresalta en este mundo.

—No estás equivocado. —Muerdo mi labio y Cheshire mira el


movimiento—. ¿Voy a morir aquí?

Sus ojos se dirigen de vuelta a los míos.

—¿Qué te hace preguntar eso?


—Esta profecía dice que tengo que sacar a la Reina Roja. ¿Qué pasa
si no soy esa persona? No sé ni la más mínima cosa sobre guerra o matar
a alguien. ¿Qué pasa si me equivoco?

Cheshire observa mis ojos por un momento.

—La profecía habla de que tienes éxito.

—Y, aun así, las profecías no se vuelven siempre realidad. Podría


haber un millón de profecías alternas y, solo en una, podría tener éxito.
¿Qué pasa si no soy lo suficientemente fuerte?

Cheshire alza su mano y sostiene mi mejilla con ella, el toque tan


suave, volteo mi cabeza hacia él aunque sé que el tierno toque no durará.
Cheshire está hecho de hierro y acero, de enojo y dolor. Un toque tierno
no es algo a lo que este acostumbrado.

—Eres lo suficientemente fuerte, pequeña diosa. Todo lo que tienes


que hacer es creer.

Me rio.

—Es más fácil decirlo que hacerlo.

—Siempre es más fácil decirlo que hacerlo. Siempre.

El aire se queda quieto y mis ojos se fijan en los labios de Cheshire,


tentándome. ¿Qué tan fácil sería rendirse ante ello, decir que fue la
comida y besarlo? ¿Qué tan fácil sería probar el peligro?

—¿Qué es lo que quieres, pequeña diosa? —susurra Cheshire.

Su cola se curva alrededor de mi bíceps donde apoyo mis codos contra


el techo.

—En este momento, un beso.

Cheshire se inclina y, por un momento, pienso que me va a escuchar.


Debería haberlo sabido. Hay un par de centímetros entre nosotros antes
de que sus labios se curven en una sonrisa retorcida.

—Aun no, Cal.


Gruño pero, antes de que pueda agarrarlo y estampar sus labios
contra lo míos de todas formas, se aleja y se pone de pie. Camina al borde
del techo y voltea a mirarme.

—Esta noche, espero que tu cerebro repase este escenario un millón


de veces, y cada vez imagines el beso de distinta forma, así, cuando
realmente ocurra, va a sobrepasar tus más locas imaginaciones.

Se baja del techo y mi corazón se detiene hasta que recuerdo lo que


dicen de los gatos, siempre caen de pie.

—Espero que caigas en tu trasero —le grito, sin siquiera saber si aún
puede oírme.

Una pequeña sonrisa se forma en mis labios cuando una risita suave
llega a mis oídos.

Maldito Gato.
Traducido por Tati Oh
Corregido por BLACKTH➰RN
Editado por Banana_mou

—Alguien tiene que ir a buscar a Absalom —murmura el Sombrerero


una semana después—. Está tardando demasiado. No podemos esperar
más. Necesitamos su Guía.

—¿No podemos simplemente llamarlo? —pregunta Attie.

Resoplo y arqueo mi ceja hacia él

—¿Tienes un teléfono que sirva en el País de las Maravillas,


hermanito?

—No, pero podrían tener. —Se cruza de brazos a la defensiva y me


río.

—Desafortunadamente, no tenemos teléfonos. Al País de las


Maravillas no le gusta ese tipo de tecnología.

—Pero tienen electricidad —señala Attie, siempre obvio. Hay un


candelabro colgando sobre nosotros, sin dudas tiene bombillas eléctricas.

—Al País de las Maravillas no le gustan ciertos tipos de artefactos


tecnológicos. Hemos tenido lo que llamas electricidad desde que tengo
uso de razón. De hecho, creo que fue nuestra tecnología la que fue robada
para dar energía a tu mundo.

Attie se encoge de hombros.

—No nos enseñan eso en clase de historia.


El Sombrerero le sonríe con una mirada de afecto. En las dos
semanas que llevamos aquí ha comenzado a apreciar a Attie, mostrándole
todo tipo de cosas, enseñándole a pelear con la espada. Los otros han
asumido el enseñarle lo que puedan también. Mi madre ha estado
mayormente distante, casi catatónica la mitad del tiempo. No nos ha
reconocido desde que llegamos a la casa del Sombrerero. Me temo que
nunca volverá a hacerlo.

—No, dudo que ellos lo hagan —le dice El sombrerero a Attie,


sonriéndole.

—¿Quién puede traer a Absalom? —pregunta Clara, mordiendo sus


labios.

Es casi como si toda la habitación se volteara a mirarme mientras


tengo la boca abierta para comer un croissant.

—¿En serio? —respondo con exasperación, y los miro a todos.

—Bueno, tú y Cheshire son la siguiente parte de la profecía —señala


Júpiter.

—¿Por qué Cheshire y yo? Pensé que solo yo era parte de la tríada.

Júpiter y Clara miran a Cheshire. Está sentado a mi lado, bebiendo


su té, como si no tuviera ninguna conexión con esta conversación. Ambas
fruncen el ceño antes de que Clara suspire. Cheshire voltea ante el sonido
y la mira a los ojos.

—Oh, Cheshire —suspira.

Cheshire gruñe y mira hacia otro lado.

—Suéltalo.

—¿Qué? —pregunto—. ¿Soltar qué?

—No importa. —Cheshire deja caer su cuchara con demasiada fuerza


sobre la mesa, haciendo que los platos tintineen. Bajo la mesa los
Tweedles se animan, pero aparto la mirada de ellos. No tengo ningún
deseo de lidiar con esos bichos raros. Me dan unas serias ganas de huir.
Hay algo en ellos que grita herir, lastimar, destruir, y tengo la sensación
de que no pertenecen a este mundo más de lo que pertenecen al mío.
Júpiter y Clara han sido amables conmigo desde que estoy aquí pero
me he mantenido del lado de mi madre y Attie. Mamá, por su demencia
y sus problemas de salud, vive en el hogar de ancianos, se ve mucho más
feliz aquí, incluso si parece no recordarnos. Cuando no está encerrada
en su mente, está hablando con todos como si estuviera feliz de estar en
esta aventura. Se hace más débil cada día. El médico advirtió que se
estaba deteriorando y que sería su elección cuando estuviera lista para
partir. Podría tomar un tiempo o podría ser de repente. De cualquier
manera, es solo cuestión de esperar.

Mi madre se sienta a mi lado en este momento, feliz, bebiendo té de


manzanilla y comiendo una magdalena. Nunca cuestiona a las criaturas,
a las personas extrañas con las que nos sentamos. Solo finge que no hay
nada allí o que está soñando. Es insoportablemente triste pensar que ni
siquiera reconoce la rareza.

—Ustedes dos tendrán que ir a buscar a Absalom —dice Clara,


moviendo la cabeza—. Flam dice que ha terminado de purgar.

Mis ojos se mueven hacia Flam. Me guiña un ojo cuando me ve pero


no me parece algo más que gracioso. Su brazo está alrededor de Doe
mientras ella toma un sorbo de té, sus plumas de color arco iris los
convierten en un par aún más extraño y, sin embargo, es obvio que están
completamente enamorados.

—Saldremos mañana a primera hora. —Cheshire está usando su


diminuta sonrisa de satisfacción—. Es decir, si podemos despertarte de
tus hermosos sueños —bromea—. Aunque tienes un ronquido tan lindo.

—Cállate —me quejo, tomando otro vicioso mordisco de pan dulce.

Estoy tan agitada que no se me ocurre preguntarle cómo es que sabe


que ronco.
Traducido por Tati Oh
Corregido por BLACKTH➰RN
Editado por Banana_mou

Paso por encima de la raíz de un árbol que es más gruesa que mi


brazo y se eleva conmigo, tratando de agarrar los dedos de mis pies. Doy
un paso lo suficientemente alto para evitarla, pero aún me molesta.

—¿Por qué tenemos que caminar por el bosque? ¿Por qué no puedes
desvanecerte? —Paso por encima de otra raíz pero esta se eleva más de
lo que esperaba y atrapa mi dedo del pie. Me tropiezo y casi me caigo de
bruces. Afortunadamente, logro sostenerme. Los árboles se ríen de mí,
su sonido amaderado irrita mis nervios.

—Malditos árboles —protesto, pateando la raíz en reclamo. Provoca


un agudo dolor en mi pie y gruño—. Alguien debería ponerte una
motosierra en el trasero.

—Ahora, de inmediato —bromea Cheshire—. No pueden evitarlo si tú


no puedes manejar tu madera.

No he visto una sola rama de árbol elevándose para hacer tropezar a


Cheshire y eso solo sirve para hacerme enojar más. Resoplo.

—Ese fue un tonto comentario, Gatito. ¿Eso impresiona a las


mujeres?

—Oh, te puedo asegurar que ellas están contentas con mi madera.

Pongo los ojos en blanco. Había caído directo en esa.

—Eso es lo que crees —murmuro en voz baja, pero olvido por


completo la súper audición de Cheshire.
Se vuelve en el acto, sus ojos mirándome de arriba a abajo,
contemplando la camisa pegada a mi pecho por el sudor y lo incómodos
que se han vuelto mis jeans con toda esta caminata.

—¿Eso es un desafío? —ronronea.

—Es la declaración de un hecho. —Me detengo y aparto mi pelo de


mis ojos—. Te dices a ti mismo que están felices porque eres un idiota,
pero dudo que alguna vez te hayas quedado lo suficiente como para
preguntar.

Se encoge de hombros.

—No tiene sentido quedarse cuando obtuvimos lo que vinimos a


buscar. —Sacudo la cabeza y empiezo a caminar de nuevo. Paso a
Cheshire pero me agarra la muñeca, deteniéndome en el lugar—. ¿Eso te
molesta, pequeña diosa?

Miro sus electrizantes ojos que, de alguna manera, siempre parecen


más brillantes cuando están llenos de emoción. En este momento, es
regocijo. Le divierto y eso me llena de una ira tal, que no sé a dónde
dirigirla. Entonces, no comento.

—He aprendido mi lección con hombres como tú —digo en cambio—.


Eres bueno para follar, tal vez, una buena historia para contarles a las
amigas, pero nada más. Porque te niegas a ser algo más, eligiendo
conquistar antes de avanzar. Entonces, no, no me molesta, Cheshire,
porque espero que actúes de esa forma. Eres un chico malo del tipo que
jamás cambiará. No estoy cansada. No soy ignorante. Sé exactamente lo
que eres.

—No sabes nada sobre mí —gruñe, su voz se dirige directo a mi


cuerpo. Me encanta cuando se queja pero nunca se lo diré. Sería darle
demasiadas ínfulas.

—Sé todo lo que necesito. —Quito mi brazo de su agarre y sé que me


deja ir en lugar de que mi fuerza me libere. Si no hubiera querido que me
liberara, no me habría dejado. Que lo haya hecho habla más de su
carácter que cualquier otra cosa.

Empiezo a caminar por el bosque otra vez, serpenteando entre los


árboles. No miro hacia atrás para ver si me sigue; puedo sentirlo
moviéndose tan silenciosamente como una pantera. No sé por qué estoy
tan pendiente de él pero prácticamente puedo sentir su fuerza vital, y eso
pone mis nervios de punta.

—Tienes razón —dice Cheshire detrás de mí y me detengo, pero no lo


miro.

—¿Sobre qué?

—Soy un buen polvo.

Debería haber sabido que no sería un reconocimiento profundo a su


actitud o algún gran gesto. Olvidé, por un momento, que esto no es un
cuento de hadas y que Cheshire ciertamente no es un príncipe.

—Ningún sexo vale la pena si eres un idiota —le digo y continúo sin
dar la vuelta. No puedo, porque sería aceptarlo como el desafío que es.

—¿Estás segura de eso? —Puedo sentirlo mientras se acerca, solo un


poco, como un cambio en el aire—. ¿No sientes un poco de curiosidad por
saber lo que se siente ser salvaje, ser libre, dejar que alguien más tome
el control?

—No necesito que un hombre se haga cargo. Soy perfectamente capaz


de cuidar de mí misma. —Mis dedos se mueven a mi costado, su energía
empujando a la mía, avivando mis fuegos.

—¿Pero por qué deberías cuidar de ti misma cuando yo puedo hacerlo


en tu lugar? Puedo hacerte gritar de éxtasis entre los árboles, pequeña
diosa. Solo deja que suceda. —Pauso—. Yo digo que sería una buena
historia para contar, pero tengo la sensación de que no conoces a
ninguna chica con quien hablar de estas cosas.

Y luego mi ira simplemente desaparece. Ya no estoy enojada. No estoy


enfadada. Porque tiene razón. Criar a Attie y cuidar a mi mamá me ha
dejado sin amigos además de Rob, y él realmente no cuenta. Las amigas
que tuve no entendían por qué no podía almorzar o pasar un buen rato
los fines de semana y por eso perdimos contacto. No me molesta, pero
que Cheshire se burle de eso, bueno, me causa un pequeño dolor en el
pecho. Vuelvo a caminar pero su presencia es tan próxima a mí que
prácticamente puedo sentir los latidos de su corazón. Cómo, no lo sé,
pero está avivando lentamente mi ira otra vez, solo un poco.

—¿No responderás a eso? —puntualiza Cheshire. No respondo,


aunque puedo literalmente sentir su sonrisa. Está molestando a la bestia
y hago todo lo posible por no responder—. Vamos, Calypso. Eso debe
arder. Sin amigos, toda esta responsabilidad. Diviértete un poco. ¿Qué
podría salir mal? Estoy bastante seguro de que seré lo mejor que has
tenido alguna vez.

—¿Por qué no te vas a la mierda, Gatito? —Arrojo las palabras sobre


mi hombro, enojada con el bastardo presumido que se encuentra detrás
de mí. Camino dificultosamente por un bosque que está, literalmente,
tratando de matarme, en una misión en la que no tengo opción, y tiene
la completa audacia de mantener esa sonrisa comemierda en su rostro.

—Prefiero solamente follarte —dice arrastrando las palabras, sin


siquiera reaccionar al apodo.

Y así mismo, el impulso de pelear con él, de pagarle con la misma


moneda, llena mi cuerpo y me detengo abruptamente ahí mismo, en
medio del bosque. Se oye el sonidos de pájaros y criaturas a la distancia
con las que probablemente no tengo interés de entrar en contacto, no
después de las que ya he visto hasta ahora. No sé qué tanto más tenemos
que avanzar, o incluso si estamos yendo en la dirección correcta. Júpiter
y Clara dijeron que sabría a dónde ir porque podría sentirlo pero, para
ser honesta, todo lo que siento en este momento es una mezcla de enojo
y lujuria que realmente quiero saciar con el gato detrás de mí.

Había sentido esto antes, el gato de Cheshire es demasiado sexy para


su propio beneficio, pero lo ignoré. No más. No, esta vez el impulso es
demasiado fuerte para ignorarlo.

—¿Qué sucede? —bromea Cheshire detrás de mí—. ¿El gato te comió


la lengua?

Me doy la vuelta con un gruñido en la cara pero tropiezo cuando me


doy cuenta de lo cerca que se encuentra. Soy alta, lo suficientemente alta
como para superar a muchos de los hombres en casa, pero Cheshire es
unos centímetros más alto que yo, lo suficiente como para tener que
levantar un poco mi cabeza para encontrarme con sus electrizantes ojos
azules.

—¿Cuál es tu puto problema? —siseo, rizando mi labio—. Estoy aquí,


¿no? ¡Estoy cumpliendo una maldita profecía de gente que ni siquiera
conozco! ¿Tienes que ser un maldito idiota todo el tiempo?

Su labio se encrespa un poco ante mi arrebato, como si lo divirtiera,


y eso me lleva al límite. Me acerco y lo empujo lo más fuerte que puedo.
No me sorprende que apenas se mueva; lo poco que se mueve es más por
la sorpresa que por mi fuerza. Soy fuerte levantando piezas de
automóviles y cosas pesadas, pero no soy fuerte en el País de las
Maravillas. En mi mente, Cheshire se convierte en cada hombre que ha
entrado en mi taller mecánico y me ha mirado con desprecio porque soy
mujer. En cada hombre que reclama y, al yo no estar de acuerdo, sonríe,
me llama perra y se aleja. Se convierte en los que se sintieron amenazados
porque estoy construyendo mi propio camino, porque tengo éxito. Y
quiero descargar mi rabia con él. Quiero ser la que tenga el control.
Quiero ser yo la que esté a cargo.

El rostro de Cheshire cambia de la curvatura engreída de sus labios


a un gruñido.

—¿Qué carajo…?

No le dejo terminar. Agarro un puñado de su camisa y tiro de él hacia


mí, golpeando mis labios contra los suyos. Él no responde
inmediatamente, quizás sorprendido al darse cuenta de lo que está
sucediendo, pero no dura mucho. Gruñe bajo mis labios y pasa una
mano por mi cabello, acercándome aún más a él con su otra mano. Siento
un leve pellizco, sus garras raspando la tela de mi camisa, aunque sé que
no tenía garras hace un segundo.

Cheshire sabe a todo lo que nunca esperé, como a la madreselva


salvaje que huele, como si fuera una parte tan importante de la tierra,
que filtra sus sabores. Sentirlo contra mí es incluso mejor, su calidez
envolviéndome como un caricia.

Nuestro beso se siente como una ronda de lucha libre, ambos


tratando de superar al otro. Nuestros dientes chocan por la agresión y
me estremezco ante el repentino dolor. Eso no nos frena. La ira, la lujuria,
todavía fluyen a través de mí y me doy cuenta de que estoy cansada de
resistirme. No me preocupa ser saludable. Demonios, la misión en la que
estoy podría matarme. ¿Por qué resistirme a lo que sin duda será un buen
polvo con esas probabilidades? ¿Por qué no disfrutarlo mientras puedo?

Cheshire no tiene por qué ser un caballero. Yo no tengo por qué ser
una dama. Solo tengo una cosa en mente y, por primera vez, no me siento
juzgada por mi agresión. Por el contrario, solo parece alimentar los
ánimos de Cheshire aún más, bajos golpes de su pecho me hacen saber
que está tan enojado como urgido.
Enrollo una mano alrededor de su espalda y bajo lo suficiente para
rozar la base de su cola. Se tensa contra mí pero no se detiene, no hasta
que mi otra mano sube por su pecho para envolverse alrededor de su
cuello. Su tacto es suave, lo suficiente para acunarse en él, pero
interrumpe el beso de todos modos y me mira a los ojos. Ambos estamos
jadeando pesadamente, aspirando grandes bocanadas de aire. Siento que
no puedo respirar y, sin embargo, al mismo tiempo, siento como si tuviera
demasiado aire en mi cuerpo.

Los ojos de Cheshire se abren como los de un gato cuando mis dedos
se mueven por su cuello, y los suyos se aprietan en mi pelo hasta que
siento sus garras raspar mi cuero cabelludo.

—¿Me quitarías la vida si pudieras? —ronronea—. ¿Podrías ver la luz


escapando de mis ojos?

Frunzo el ceño, sin saber cómo responder. ¿Soy una asesina? No,
pero mataría por proteger a los que amo. Cheshire no representa una
amenaza para Attie o para mi mamá, pero representa una amenaza para
mí. Es el chico malo del que las madres siempre te advierten, aquellos a
los que querrás cambiar pero es inútil porque hace mucho que son de
esa manera. Las palabras de mi madre susurran en mi mente.

Al final, Calypso, tendrás que dejarlo ir y vivir un poco. Encontrarás tu


alma gemela en alguien completamente inesperado, alguien que crees que
no es para ti. Alguien por quien casi lucharás por no querer. Así es como lo
sabes.

Esas fueron sus palabras después de mi primera gran desilusión en


la escuela secundaria, cuando Steven Turner rompió conmigo y lloré
hasta desgarrarme. Había estado deprimida en mi habitación durante
semanas, decidida a que era el fin del mundo y ella entró y dijo esas
palabras. Era demasiado joven, dijo, apenas había saboreado la
vida. Cuando tuviera que suceder, sucedería. Me dijo que ella y papá no
parecían hechos el uno para el otro, que se habían odiado al principio.
Había guardado sus palabras en mi corazón.

Intento no concentrarme demasiado en esas palabras ahora mientras


miro esos ojos tajeados como los de un gato, esa pequeña curva en los
labios se burla de mí, la cola que mis dedos acarician y se mueve hacia
adelante y hacia atrás. No puedo. Cheshire será mi final.

Lo único que puedo hacer en represalia es acabar con él, a cambio.


—No —susurro, respondiendo a su pregunta. Sus orejas se mueven
ante la sencilla palabra, su cola atravesando su cuerpo para enroscarse
alrededor de mi muslo—. Prefiero mirar el fuego mientras te hago gritar
mi nombre.

En respuesta, las llamas de las que hablo cobran vida en su mirada,


esa sonrisa ensanchándose hasta parecerse al Cheshire de los libros, esa
sonrisa es tentación y pecado.

—¿Qué te hace pensar que seré yo el que grite? —se burla, una sola
garra raspando mi espina dorsal.

Se me pone la piel de gallina en respuesta pero no cambio mi


expresión. Aprieto mis dedos alrededor de su cuello, lo suficiente para
presionar. Sus ojos se entrecierran un poco y esas garras se clavan un
poco más en mi columna.

—Será mejor que tengas cuidado con lo que haces, Cal. —La mano de
Cheshire se aprieta mi pelo.

—¿Dónde está la diversión en eso? —pregunto y aprieto más fuerte.


Siento como los músculos de su cuello se flexionan bajo mis dedos, su
nuez de Adán se balancea mientras traga con restricción.

—Última oportunidad —gruñe, y siento mi mano mientras vibra en


su garganta—. Si quieres ir a la guerra, pequeña diosa, iremos a la
guerra.

Una pequeña sonrisa es mi única respuesta.


Traducido por Lilu
Corregido por Roni Turner
Editado por Banana_mou

Por un momento, ninguno de los dos se mueve, encerrados en un


abrazo íntimo y fuerte, mis dedos envueltos en el cuello de Cheshire, los
suyos enhebrados en mi cabello y en mi espalda. Ahora que el reto ha
empezado, parece que ninguno de los dos quiere moverse.

Cheshire vuelve a tragar contra mis dedos y estoy tentada a apretar


un poco más. ¿Qué haría si lo hiciera?

Nuestras miradas se conectan en una danza silenciosa por el dominio


que sé que no terminará ni siquiera cuando nos quitemos la ropa.
Ninguno de los dos quiere ceder el control por diferentes razones y, sin
embargo, probablemente por las mismas. Ambos tememos lo que ocurrirá
si renunciamos a ese control, aunque ninguno de los dos lo admita.

—¿Vamos a quedarnos aquí mirándonos mutuamente? —susurro con


voz ronca. Sin tener vergüenza. Cheshire está más caliente que cualquier
hombre que haya visto y estar cerca de él estas últimas semanas solo
han servido para acercarme. Sé que es malo. Sé que es incorrecto para
mí. Eso no impide que lo desee, que lo quiera retener.

—Estoy pensando —murmura Cheshire, la vibración se siente en mi


mano. Entonces aprieto y sus ojos se entrecierran en mí.

—¿Qué pasa? —pregunto—. ¿El gato te comió la lengua?


Sonrío ante mi propia broma devolviéndole sus propias palabras, pero
Cheshire ciertamente no lo encuentra gracioso. Esos ojos de gato se
entrecierran aún más y yo hago rodar los míos.

—Bien. Si tienes demasiado miedo para actuar… —Lanzo las palabras


burlándome, con la sonrisa todavía en mi rostro. Aflojo mi agarre de su
garganta, con intención de alejarme pero el profundo gruñido de Cheshire
me detiene.

—No he dicho que te muevas, joder. —Sus garras se aprietan contra


la base de mi columna donde descansan.

Me burlo.

—Bueno, me pareces bastante inseguro. Estaba lista para follarte y


aquí estás, dudando. No es una decisión tan grande.

—¿No lo es? —pregunta Cheshire, su mano se desliza de mi cabello a


mi cuello para envolverlo. Sin presión. Apenas puedo sentir su toque,
pero es suficiente. Mi frecuencia cardíaca se acelera—. ¿No es una
decisión que lo cambiará todo?

Se inclina y acaricia mi mejilla, su cola se acerca y acaricia


suavemente mi brazo donde yace envuelto en su cadera. Es tan ligera, se
siente como una pluma, poniendo piel de gallina a lo largo de toda mi
piel.

—No —respondo, un poco sin aliento. Bromeando, siempre


bromeando.

—Entonces, te estás mintiendo a ti misma —ronronea, justo antes de


que sus dientes muerdan mi oreja. Siseo un poco pero no respondo—. Si
hacemos esto, las cosas cambiarán, fundamentalmente, de forma
irrevocable. ¿Estás preparada para eso?

—Estoy preparada para ti —gimoteo, clavando mis uñas en la base


de su columna. Control, necesito el control de vuelta. Muevo mi mano
hacia adelante y la froto contra la dureza de sus pantalones de cuero. Un
siseo es mi respuesta.

—Recuerda que dijiste eso —gruñe justo antes de apretar mi cuello,


restringiendo mi suministro de aire solo una pequeña cantidad. Un rayo
de pánico me atraviesa y es inmediatamente reemplazado por la
excitación cuando me apoya contra un árbol y sube mi pierna alrededor
de su cintura—. Eres tan jodidamente perfecta. —Las palabras son un
gruñido ronco, como si casi le molestara decirlo.

Empujo la chaqueta de cuero de sus hombros, tratando de liberarla.


Se encoge de hombros rápidamente, dejándola caer al suelo del bosque
sin cuidado. No lo culpo. Ni siquiera miro mientras arranco la camisa por
encima de su cabeza y la tiro a un lado, antes de ir al botón de sus
pantalones.

—Esto no significa nada —digo en voz alta, más para mí que para
Cheshire. Ninguno de los dos comenta la mentira que es. Puedo sentirlo,
el cambio del que habló Cheshire, pero no me concentro en eso. Control.
Tengo el control.

—¡Mierda! —Cheshire se inclina hacia adelante y pasa su lengua por


mi oreja justo cuando desabrocho sus pantalones y meto la mano dentro
para envolver su longitud. Es acero aterciopelado en mi mano, caliente
como un tizón.

Me aparto de él cuando vuelve a morderme la oreja. El sonido que


sale de su garganta es animal, una advertencia, pero no soy un culo que
conquistar. No cederé mi control.

Muevo mi mano desde su cuello hasta su cabello y tiro su cabeza


hacia abajo, mis labios chocan contra los suyos mientras acaricio su
pelaje. Se sacude contra mí y aprieta más fuerte contra mi cuello. Fuego
líquido desciende hasta mi centro.

El beso es igual que antes, una batalla por el dominio sin que ninguno
esté dispuesto a ceder. Es violento, nuestros dientes chocan en nuestra
lucha. Contra mi espalda, la corteza raspa mi piel, probablemente
haciéndola pedazos, pero no me importa. El dolor se mezcla con el placer
hasta que lo beso más fuerte, mis pulmones se quedan sin aire.

Cuando por fin nos separamos, ambos estamos jadeando, pero


Cheshire no me da la oportunidad de orientarme. Me suelta la pierna y
me hace girar hasta que mi pecho está contra el árbol, mi espalda contra
su pecho.

—¿Crees que puedes tener la ventaja? —sisea en mi oído, todavía


tomando mi garganta con la mano más suelta para permitirme respirar,
pero aun presionándola—. ¿Crees que puedes conquistarme, pequeña
diosa?
Una risa ronca sale de mis labios.

—Yo tampoco soy tan fácil de conquistar, Gatito —contesto. Aprieto


mi culo contra su dureza y él gime, con su mano libre toma mi cadera y
me empuja con más fuerza.

Sus dientes van directo a mi hombro y los clava. Grito, mojándome lo


suficiente como para empapar mi ropa interior. Suelta la piel y pasa su
lengua por la curva de mi cuello.

—Toda mujer quiere ser conquistada —susurra, deslizando su mano


por la parte delantera de mis jeans. Cuando sus dedos tocan mi
humedad, ronronea—: Incluso ahora, el pensamiento te excita. Quieres
arrodillarte ante mí, pequeña diosa. Déjame conquistarte.

—No —gimo, frotándome contra él hasta que sisea—. No lo haré.

—Lo harás —promete—. Gritarás mi nombre en adoración cuando


termine contigo.

Me río entre dientes de nuevo.

—¿Quién de nosotros lleva el nombre de una diosa, Gatito? Creo que


serás tú el que me adore.

Me extiendo y envuelvo mi mano alrededor de su muñeca,


presionando sus dedos contra mí con más fuerza, persuadiéndolo para
que se mueva.

Otro mordisco en mi hombro, más jugos fluyendo. Mierda, este es el


sexo más caliente que he tenido y aún no hemos hecho nada. Extiendo
mi mano libre hacia atrás y enredo mis dedos por su cabello mientras él
chupa y muerde mi piel. Toco sus orejas y froto una, arqueando mi
espalda mientras su mano acaricia mi clítoris un poco más fuerte. Su
otra mano deja mi cuello para acariciar mi seno con rudeza.

—Di mi nombre —ordena. Sonrío pero mantengo los labios cerrados


con fuerza—. ¡Dilo! —gruñe. Me desabrocha los jeans más rápido de lo
que puedo seguir y me los baja por las caderas, dejándome solo en ropa
interior. Me quito los zapatos y los pantalones de las piernas y se frota
un poco más mientras sus dedos vuelven a mi clítoris.
—¿Qué tal si dices el mío? —gimo, tomando más fuerte su oreja. Se
sacude contra mi trasero, un gruñido es mi respuesta. Ninguno de los
dos pronuncia el nombre del otro.

Sus dedos se deslizan dentro de mí y mi respiración se entrecorta


justo cuando añade otro dedo. Sus labios se mueven a lo largo de mi
nuca, besando, mordiendo, provocando.

—Voy a disfrutar quebrándote, pequeña diosa —susurra roncamente


en mi oído—. Dirás mi nombre.

Habría resoplado si su cola no se hubiera unido a la refriega,


sobrecargando los sentidos al pasarla por mis pezones, su mano libre
echando mi cabeza hacia atrás y estrellando sus labios contra los míos.
Mi cuello está torcido en un ángulo extraño, pero ni siquiera lo noto
mientras me besa fuerte y profundamente, buscando ese control. Le
muerdo el labio en respuesta, su pecho retumba por el pequeño dolor.

Cuando sus labios sueltan los míos me hace girar de nuevo pero no
le doy la oportunidad de ponerme en otra posición. Prácticamente lo
derribo al suelo, esperando que la sorpresa sea suficiente. Terminamos
en un lío de extremidades en el suelo del bosque, mi cuerpo encima del
suyo. Una sonrisa se extiende por sus labios.

Me pongo a horcajadas sobre la cintura de Cheshire, apretando su


dureza que aún está dentro de sus pantalones de cuero. Me extiendo y
libero su erección, bombeándola dos veces por si acaso. Sus caderas se
sacuden en mi mano y sonrío por la pequeña victoria. Me doy cuenta de
que no nos da la vuelta, aunque podría hacerlo fácilmente. Me está
siguiendo la corriente, haciéndome creer que tengo el control. No se da
cuenta de que en realidad lo tengo. Me inclino y le paso la lengua por el
costado del cuello mientras sus manos suben para tomar mi cintura. Sus
garras han vuelto pero no me hacen daño. Muerdo su nuez de Adán en
su garganta y siento un satisfactorio movimiento de sus caderas.

—¿Dónde está tu punto débil, Gatito? —susurro—. ¿Está detrás de


tus orejas? —Paso una mano a lo largo de una mientras pregunto, y sus
caderas se mueven de nuevo—. ¿Está en tu garganta? —Muerdo la piel
allí de nuevo antes de bajar para besar y lamer un pequeño tatuaje en su
hombro que nunca había notado antes. Tiene forma de picas, tinta negra
contra su piel dorada. Sigo adelante, chupando la piel de su pecho,
pasando los dientes por sus pezones—. ¿Es aquí? —Me río cuando sus
músculos se tensan, pero continúo, hasta que me deslizo hacia abajo y
su verga queda frente a mi rostro—. Apuesto a que este es un punto débil.
—Levanto la vista y me encuentro con sus ojos azul eléctrico. Están
entrecerrados pero hay una sonrisa en su rostro.

—¿Por qué no lo pruebas y ves, pequeña diosa?

Resoplo, tentada a pasar por alto el área, pero fue mi objetivo desde
el principio. Él cree que tiene el control. Saco la lengua y la paso por la
cabeza, su respiración sisea. No le doy ningún aviso antes de cerrar mis
labios alrededor de él y tomar todo lo posible.

—Mierda —gruñe, sus garras se enroscan en mi cabello y me sujetan


allí, pero no me restringe cuando vuelvo a la punta y hago girar mi
lengua.

—Di mi nombre —me burlo, devolviendo sus palabras.

Gruñe en respuesta y vuelvo a bajar por su longitud, acariciando el


lateral con la lengua, rozando suavemente con los dientes la cabeza
mientras subo. Él echa su barbilla hacia atrás y yo hago unos cuantos
movimientos rápidos de cabeza, profundizando al máximo.

Se incorpora tan repentinamente que me sobresalta. Antes de que


pueda entender lo que está haciendo, me toma por las caderas y me hace
girar hasta que mis piernas se separan alrededor de su cabeza y me
tumba encima de él.

—¿Quieres burlarte, pequeña diosa? Vamos a burlarnos.

Cuando sus labios presionan contra mi ropa interior, jadeo. Me come


a través del material, mis caderas se mueven hacia abajo. Casi olvido que
se supone que estoy a cargo. Cuando lo recuerdo, vuelvo a rodear con los
labios su longitud y ahueco las mejillas, chupando con fuerza. En
respuesta, él empuja mi ropa interior a un costado y finalmente presiona
sus labios contra mí. Me corcoveo con fuerza cuando sus dientes
muerden suavemente mi clítoris, antes de que su lengua calme el
pequeño pinchazo de dolor. Su dedo vuelve a presionar dentro de mí y mi
vientre se aprieta. Mierda, voy a perder. Me muevo más rápido, mi ritmo
se apaga cuando mis muslos comienzan a temblar. Añade un segundo
dedo y los bombea dentro de mí, curvándolos, tocando un punto dentro
de mí que amenaza con colapsar mis piernas. Intento cerrarlas, pero sus
hombros me mantienen abierta. Abandono la pretensión de intentar
chuparlo y me agarro a sus muslos revestidos de cuero.
—Mierda —gruño, frotándome con más fuerza sobre él. Mi orgasmo
me golpea con fuerza, y grito, mi cuerpo palpita por el placer, mis muslos
tiemblan. Enojada porque él haya ganado este asalto, le muerdo el muslo
con fuerza a través del cuero. Él muerde mi nalga en respuesta, y yo
gimoteo.

Nos mueve antes de que yo esté lista, volteándome de espaldas sobre


el suelo del bosque. Sus manos toman mis muñecas y las aprisiona sobre
mi cabeza mientras se acerca a mí, sus ojos brillan tanto que iluminan
la zona.

—Ríndete —gruñe.

Me río, enganchando mis piernas alrededor de su cintura.

—No.

Suelta mis muñecas pero no muevo los brazos. La apreciación


destella en sus ojos hasta que los acomodo debajo de mi cabeza,
descansando en el suelo, siempre provocando. Su pecho retumba pero él
no se resiste al movimiento, bajando para sacarme la ropa interior de las
piernas, de modo que estoy tumbada debajo de él completamente
desnuda. Miro sus botas y pantalones, y él entiende el punto,
levantándose para patear y liberarse de sus botas. Lo hace
metódicamente, como si no se diera cuenta de lo sexy que es verlo en el
acto, empujando el cuero de sus piernas, revelando una piel dorada que
asimilo con hambre. Cuando me sorprende mirándolo, se extiende
acariciándose. Mi centro se tensa y levanto la ceja hacia él, un desafío.

—Voltéate —ordena. Sonrío, pero no me muevo. Eso sería demasiado


fácil. Gruñe y se agacha a mis pies, antes de acechar mi cuerpo como el
gato que es—. Te conquistaré, pequeña diosa.

—Sigue diciéndote eso —susurro, manteniendo mis ojos en los


suyos.

Sus hombros se mueven con audacia, con una fuerza apenas


contenida, mientras viene hacia mí, enganchando mis piernas alrededor
de sus caderas. Su verga roza mi entrada pero no empuja dentro, apenas
tocando. Con la cola acaricia mis muslos y me estremezco, antes de
enganchar mi brazo alrededor de su cuello. Mi otra mano rodea su
garganta con un toque suave.
—¿Crees que puedes adorar en este templo? —Sonrío. Es una frase
cursi, una que nunca me he sentido cómoda usando antes, pero las
palabras se deslizan antes de que pueda detenerlas. Una sonrisa se
extiende por el rostro de Cheshire, y una risa ronca retumba.

—Solo para poder conquistar a una diosa —ronronea. Cuando sus


labios capturan los míos, no es tan duro como antes, un baile más que
una batalla. Empiezo a pensar que he ganado, pero debería haberlo
sabido. Estoy tan envuelta en el beso, en lo dulce que es, que me toma
desprevenida cuando penetra dentro de mí. Aprieto mis dedos alrededor
de su garganta y echo la cabeza hacia atrás con un grito ahogado, mi
corazón latiendo con fuerza en mi pecho—. Y te conquistaré, lo haré —
gruñe mientras levanta mi culo del suelo, sale y vuelve a penetrarme de
golpe de nuevo.

Aprieto mis dedos con fuerza alrededor de su cuello y puedo sentir su


gruñido en la garganta. Solo sirve para alimentarlo más, ya que comienza
a acelerar dentro de mí a un ritmo de castigo. No puedo tomar una
postura, no puedo recuperar el aliento ya que mi cuerpo parece estar en
cortocircuito por el placer. Sus propios dedos rodean mi garganta,
apretando suavemente, hasta que mis caderas comienzan a empujar con
las suyas, manteniendo su ritmo mientras golpea dentro de mí. Mis ojos
se cierran, pero cuando gruñe, vuelven a abrirse para chocar con los
suyos.

—Mantenlos abiertos —gruñe.

Obedezco, aunque solo sea para no perderlo de vista ya que se vuelve


mucho más animal de lo que nunca lo he visto. Parece estar luchando
por el control de su propio lado salvaje, luchando contra el cambio, el
pelaje tratando de brotar a lo largo de sus hombros solo para retroceder.
Se esfuerza tanto por mantenerse a raya que me duele. Puedo sentir su
miedo, miedo de lo que voy a pensar, pero es parte de lo que es. No tengo
miedo de Cheshire. Tengo miedo de lo que le hará a mi corazón, pero no
tengo miedo de su salvajismo.

—Voltéame —susurro. Su ritmo se desestabiliza, pero lo mantiene


castigador—. Voltéame —digo de nuevo, más fuerte. Le quiero dar esto,
que se sienta cómodo para ser quien es.

Sale de mí, y tengo un momento de vacío antes de que me levante y


me ponga de rodillas. Tengo un segundo entero para ajustarme antes de
que vuelva a penetrarme de nuevo. Mi espalda se arquea, sus garras se
aferran con fuerza a mis caderas, pinchando y, por primera vez, siento
una pequeña gota de sangre brotar de una. Está siendo cuidadoso, pero
está perdiendo el control. Sus empujes se detienen, y lo miro por encima
de mi hombro para verlo mirando la sangre.

—Está bien, Gatito. —Sus ojos se mueven a los míos—. Está bien. —
Me levanto y envuelvo mi brazo alrededor de su cuello, girando para
pellizcar su mandíbula—. No te detengas. —Se retuerce dentro de mí y
yo vuelvo a apretarme contra él. Me estiro entre las piernas y toco la base
de su verga, presionando contra él, gimiendo—. Di mi nombre. —No es
una orden, sino un recordatorio del juego que estamos jugando.

Funciona.

Una mano abandona mi cadera para enredarse en mi cabello, tirando


de mi cabeza hacia un lado para darle mejor acceso mientras sus dientes
se cierran alrededor del músculo entre mi hombro y mi cuello. Al mismo
tiempo, me penetra con tanta fuerza que me duele, y grito de placer.

—Soy un monstruo —gruñe en mi oído—. Una bestia. Has invitado a


una bestia a entrar, pequeña diosa —gime, mordiéndome de nuevo. Sin
duda, estaré marcada al final de esto, por sus arañazos y mordiscos. Pero
no me importa. Disfruto cuando me muerde de nuevo, mi centro palpita
con el placer mientras continúa apretando cada vez más fuerte.

—Toda diosa necesita un monstruo —gimo entre respiraciones, mi


pecho sube y baja a un ritmo rápido.

No estoy segura de lo que esperaba con esas palabras. Tal vez nada
en absoluto. Su mano suelta mi cabello para envolverla alrededor de mi
cuello y lo aprieta lo suficientemente fuerte como para restringir
seriamente mi flujo de aire. Mi corazón golpea en mi pecho, un poco presa
del pánico, mientras Cheshire golpea más fuerte dentro de mí,
castigándome, mostrándome exactamente de lo que es capaz. Por el
rabillo del ojo, veo el pelaje que se extiende a lo largo de sus hombros y
baja a lo largo de sus brazos, hasta su mano, donde acaricia brutalmente
mi seno.

Estoy completamente a su merced, aspirando aire lo mejor que puedo


con su mano alrededor de mi garganta, con un brazo enroscado alrededor
de su cuello. Cuando me muerde esta vez en el cuello, grito, el placer y el
dolor se mezclan hasta que exploto a su alrededor. Mis dedos arañan la
mano que rodea mi garganta, las manchas nadan en mi visión, tratando
de ganar terreno. Se aflojan solo una mínima cantidad mientras cabalgo
mi orgasmo, esos puntos bailan mientras Cheshire sigue su ritmo y el
sonido de su piel chocando con la mía me lleva al límite de nuevo antes
de que baje del primero. Me penetra una, dos veces, y mi cuerpo se
estremece por la fuerza, antes de que sienta el chorro de calor en mi
interior, sus dientes aprietan un poco más fuerte mi piel, un gruñido
retumba en su pecho donde está pegado a mi espalda. El sudor gotea por
mi rostro, mi cuerpo es como líquido; si Cheshire me suelta, sin duda
caería al suelo como un fideo mojado. Mis muslos están temblando, las
réplicas de mis orgasmos hacen que mi cuerpo se estremezca.

Cheshire suelta mi cuello, su lengua recorre la marca de la


mordedura, calmando el dolor que recién ahora comienza a filtrarse. Besa
el lugar con tanta ternura que casi me saca lágrimas, pero las contengo.
Su próximo beso es en mi garganta, luego en mi mandíbula, hasta que
inclina mi cabeza hacia él y captura mis labios. Ya no está cubierto de
pelaje. Se ve como el Cheshire normal, con un fuego en sus ojos que no
había estado allí antes.

Este beso es lento, tierno, aunque todavía dominante. Sigue tan


dentro de mí, encerrándonos tan íntimamente, que no quiero apartarme.

La otra mano de Cheshire recorre mi cuerpo con toques suaves, ya


sin garras.

—No dijiste mi nombre —susurra cuando se aleja y me mira.

—No dijiste el mío. —Me echo para atrás, con voz ronca.

Una pequeña sonrisa curva sus labios y coinciden con los míos.

—Un empate, quizás —ronronea—. La próxima vez, conquistaré a la


diosa.

No respondo, mi corazón golpea en mi pecho mientras mis palabras


vuelven a mí. No, oh no. Mi respiración comienza a acelerarse, el pánico
se dispara a través de mi cuerpo. Cheshire frunce el ceño y se retira
suavemente de mí antes de acostarme lentamente. Inmediatamente
siento la pérdida, pero no hago ningún comentario. Estoy demasiado
metida en mi cabeza.

—¿Estás bien? —Sus ojos recorren mi cuerpo, observando la piel roja,


los pequeños pinchazos de sus garras en mis caderas, los moretones de
sus mordidas.

—Estoy bien, Gatito. —Pero no lo estoy. No realmente.


Sus ojos dicen que se da cuenta de que no estoy bien, pero no
presiona, tal vez entendiendo de dónde viene el pánico. Cheshire tenía
razón. Todo ha cambiado.

Las palabras de mi mamá vuelven a mí, y las palabras durante la


intimidad.

Encontrarás tu alma gemela en alguien completamente inesperado,


alguien que crees que no es para ti. Alguien por quien casi lucharás por no
querer. Así es como lo sabrás.

Toda diosa necesita un monstruo…


Traducido por AS
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

No hemos hablado desde que nos vestimos y empezamos a caminar


por el bosque de nuevo. Cheshire parece estar molesto por ese hecho,
intenta decirme algo pero yo solo sacudo la cabeza. No podría soportar la
inevitable conversación. Todavía no puedo. No estoy segura de lo que
puedo decir, o de qué quiero decir.

Le echo otra mirada furtiva por debajo de las pestañas mientras me


tropiezo con otra maldita raíz. El árbol se ríe mientras me tira hacia
delante y caigo contra el suelo. Me golpeo tan fuerte que juro que siento
que mi cerebro se tambalea y gruño a la cosa ofensiva.

―Malditos árboles ―refunfuño mientras me levanto. Cheshire avanza


ni da un paso adelante para ayudarme, y no espero que lo haga. Se limita
a observarme con los brazos cruzados―. ¿Cuánto falta para llegar?

Estoy harta de esta tensión. Estoy harta de este bosque. Solo quiero
decirle a Absalom que lo necesitamos y volver con Attie y mamá.

―Ya estamos aquí.

―¿Qué? ―Miro a mi alrededor. No hay nada más que árboles―.


¿Dónde?

Cheshire no responde. En su lugar, señala un gran árbol muy


anciano y grueso. Por primera vez, noto pequeños agujeros tallados en el
costado, hechos específicamente para los pies y las manos.

―Absalom ―dice.
Desde la cima y echando humo, casi parece invitarnos a seguirlo.
Estoy segura de que en realidad lo hace, si tomo como guía las otras
rarezas alrededor del País de las Maravillas. Cheshire me hace un gesto
para que empiece a subir y yo le obedezco, aunque solo sea porque no
quiero estar en el suelo más tiempo del necesario. Odio este bosque con
pasión.

Cuando llego a la cima y me asomo por el borde sobre una puerta


tallada de madera, arrugo la frente. El interior del árbol está hueco, lo
que permite un área espaciosa. Me levanto y entro en la habitación, miro
a mi alrededor mientras Cheshire se une a mí con fluidez. Cheshire
parece estar completamente en casa a esta altura. ¿Yo? Me alejo más de
la abertura. Estoy demasiado cerca y no quiero tener que preocuparme
de caerme.

El interior está completamente tallado, suave por los años de uso en


lugar de haber sido hecho de esa manera. La madera es de un color claro,
haciendo que el área parezca más acogedora de lo que son los árboles de
fuera. Me pregunto si este solía estar vivo antes de ser tallado, o si era
un árbol viejo y normal. Sería absolutamente espeluznante si estuviera
vivo. Me gustaría poder tallar cualquier cosa dentro de esos malditos
árboles.

Cojines y almohadas cubren el suelo alrededor de una mesa con un


narguile, y sonrío en reconocimiento. Al menos esa parte de la historia es
correcta.

Desde una puerta abierta entra una mujer y frunzo el ceño. Su piel
es ligeramente azul, con manchas azules más oscuras que salpican su
piel como pecas. Su pelo parece musgo, con pequeños bichos y criaturas
enhebradas en los mechones. Está completamente desnuda, sin
preocuparse de que yo pueda ver sus partes privadas. Miro confundida a
Cheshire que solo parece divertido.

―Lo siento ―digo―. Estamos buscando a una oruga.

Cheshire resopla cuando la mujer me mira con una pequeña sonrisa


en su rostro.

―Me han encontrado. Soy la Oruga.

―¿Qué? No, estoy segura de que el Sombrerero dijo que eras un


hombre.
―Lo era. ―Asiente pero no da más detalles. Bueno, está bien entonces.

―Es la primera vez que te veo como mujer ―dice Cheshire mientras
se mueve alrededor del árbol hueco. Ella coge una taza de la cocina y
regresa dando zancadas hacia nosotros. Intento no notar demasiado que
sus pechos no parecen moverse con la acción. Como si apenas se
moviera―. Debe haber sido una gran purga.

―Sentí que era el momento ―responde Absalom―. Este es el cuerpo


más necesario.

Mis ojos se desvían hacia el narguile por alguna razón y lo estudio, la


atracción hacia él es a la vez confusa e intrigante. Algo en él me llama,
pero no sé qué.

―Es porque eres la tercera ―Absalom interrumpe mis pensamientos.

―¿Perdón?

―Por qué el humo te llama. Eres la pieza final de la profecía. Es por


eso que te llama a ti.

―¿Qué es exactamente la profecía? ―pregunto, dando un paso más


cerca―. Nadie me ha dicho lo que es.

Los ojos de Absalom miran a Cheshire antes de encontrarse


rápidamente con los míos.

―¿Nadie te ha contado la profecía?

―De qué se trata, sí. Sé que Clara, Júpiter y yo formamos parte de la


profecía. La tríada para acabar con Alicia. ¿Aún hay más?

―Sí. Ven, niña. ―Ella hace un gesto hacia las almohadas alrededor de
la hookah y tomo asiento frente a ella―. Tú también, Cheshire.

―No necesito ver tus visiones danzantes ―responde, desviando la


mirada.

―Necesito que te sientes, Manos de la Justicia.

Cuando Cheshire escucha su título formal, frunce el ceño y toma


asiento de mala gana. Parece completamente desinteresado en lo que sea
que Absalom está a punto de mostrarnos. No sé por qué está tan distante.
Absalom da una calada a la pipa de agua, más larga de lo necesario
en mi opinión, antes de soplar el humo entre nosotros. Se arremolina en
círculos y el resto de la casa se desvanece, se oscurece, mientras me
concentro en nada más que el humo. Se enrosca en forma de tres
mujeres. A las otras dos las reconozco al instante. Una lleva un sombrero
de copa, otra tiene orejas de conejo y otra tiene orejas de gato y cola.

Y entonces Absalom comienza a hablar, su voz es melódica y baila de


la misma manera que las formas de humo, como si fueran una misma
cosa.

La primera de las tres es Clara Bee

Quién vendrá a liberar el País de las Maravillas

Ella domesticará al Sombrerero y derribará al Bribón

Porque Clara Bee lucha por los valientes.

Una tríada comienza a destruir a la Reina.

Aunque nada es tan fácil como parece,

Ella debe perder su corazón mientras toma una posición

Para el primer Hijo del País de las Maravillas.

Absalom hace una pausa mientras el Sombrerero de humo y una de


las mujeres bailan alrededor del otro transformándose en uno por un
momento antes de desaparecer, danzando en círculos.

La segunda llega en la media noche

Después de salvar la vida de White del País de las Maravillas,

Ella se hará amiga de las criaturas del día

Y le quitará la inmortalidad a la Reina Roja.


Destinada al segundo Hijo del País de las Maravillas,

Ella conquistará su corazón y tomará su mano

La tríada serán dos fuertes

Y corregirá las cosas que han sido agraviadas.

El humo blanco baila hacia la segunda mujer de humo y la toma en


sus brazos antes de alejarse bailando. Mis ojos se centran en la última
mujer y en el Cheshire de humo que está tan cerca y tan lejos al mismo
tiempo.

Para completar el triángulo, hay que preguntarse

Cómo el tercer hijo usa su máscara,

Luchará contra la opresión, pero será mejor que sea rápido

O perderá su oportunidad con cada tic, tac, tic.

La tercera completa la tríada de tres

Trayendo fuerza y la caída de la Reina Roja,

Más fuertes juntas mientras toman su posición

Para salvar a los Hijos del País de las Maravillas.

Las dos últimas formas de humo se juntan y yo observo, embelezada,


cómo sus brazos se estiran. Antes de que sus dedos puedan tocarse, el
humo se agita y se desvanece, dejando la parte final de la profecía en el
aire.

Mi corazón late a un ritmo entrecortado en mi pecho mientras miro


fijamente el lugar en el que estaban y reproduzco toda la escena en mi
cabeza, los personajes de humo emparejados, destinados a estarlo.
Miro a Cheshire que está mirando fijamente al lugar donde estaba el
humo, su cara solemne.

―¿Por qué no me lo dijiste? ―susurro, dándome cuenta de la gravedad


de la situación. Soy la tercera que ayuda a derribar a la Reina Roja de
una vez por todas. Pero también estoy profetizada para estar con
Cheshire.

De repente, nuestra cita en el bosque y la atracción que he sentido


hacia Cheshire desde el principio tienen mucho más sentido. Su evasión
sobre el tema se vuelve tan clara. Me ocultó la información a propósito,
como si no fuera lo bastante importante para saberlo.

Espero a que responda, con las orejas apoyadas en la cabeza y la cola


haciendo un movimiento constante. Cuando por fin se gira para mirarme,
esos ojos azulados y agonizantes chocan con los míos, estoy tan
obsesionada con ellos que hacen que mi pecho se apriete. Me duele el
querer extender la mano hacia él. En lugar de eso, enrosco mis dedos y
les pido que se queden en mi regazo.

―Porque no importa ―dice, y las palabras me golpean como una


bofetada en la cara―. Porque ninguna profecía va a dictar cómo vivir mi
vida.

Escudriño sus rasgos, ocultando el dolor que me causan esas


palabras, aunque tiene razón. No quiero que mi vida sea decidida por una
rima de una oruga fumadora, pero incluso Cheshire debe sentir la
conexión que tenemos, incluso antes de que supiera que estábamos
destinados el uno al otro. ¿No lo sintió él?

Inmediatamente ahuyento los pensamientos. No importa porque


Cheshire obviamente no está interesado en ese tipo de cosas. En mi
necesidad de alejar el dolor, mi boca se abre antes de que pueda
detenerla.

―Tienes razón. Voy a llevar a mi madre y a Attie de vuelta a casa, de


todos modos. Él necesita terminar la escuela y mamá necesita algo de
normalidad en sus últimos días. Es bastante inteligente ocultarme eso.

Mi voz se siente hueca en mis propios oídos, poco convincente incluso


en los mejores días, pero Cheshire se lo cree. Puede fingir que no hay
nada aquí, que la profecía está equivocada, pero sabe que hay algo. Gruñe
ante mis palabras y se levanta, apartando las almohadas que le rodean.
No dice nada mientras se dirige a la abertura y salta del árbol, lejos de
cualquier conversación sobre profecías y compañeros. Porque eso es lo
que soy, soy la compañera de Cheshire.

Absalom y yo vemos a Cheshire irse, mirando fijamente el lugar donde


desapareció antes de que ella se vuelva hacia mí. Con cuidado, me ofrece
la boquilla del narguile. Niego con la cabeza. No quiero drogarme en más
profecías hoy.

―No, gracias.

Absalom sacude la cabeza.

―No, niña. Vas a querer ver esto.

Me muerdo el labio antes de tomar con cautela la boquilla de sus


manos azules, estudiando el intrincado metal tallado. Pequeños
símbolos, cuyo significado no puedo identificar, brillan de color oro ante
la poca luz que hay en la habitación.

―¿Me hará daño?

Niega con la cabeza, así que me inclino hacia adelante y coloco mis
labios en la boquilla. Cuando me acerco, el olor a vainilla y flores asalta
mis sentidos, el humo me llena. Libero la boquilla y soplo el humo en el
centro entre nosotros, como había visto que hacía ella. De alguna
manera, no me derrumbo en un ataque de tos cuando el humo sale de
mi cuerpo. Algo hace que parezca que ni siquiera toca mi cuerpo, más
como un cosquilleo que fumar algo.

La nube de humo se arremolina frente a mí, retorciéndose y


tejiéndose, hasta caer y formar una nueva imagen.

Dos esta vez.

La forma con orejas de gato toma a la mujer en sus brazos y giran


alrededor del círculo, bailando un vals silencioso, abrazados el uno al
otro.

Chica de Acero, fuego en tu alma,

Sacarás a Alicia y nos salvarás a todos.

Abre tu corazón y ama por completo,


El viaje no será fácil, y conocerás la derrota.

El País de las Maravillas pide todo lo que tienes,

Exigirá tu corazón, y que tomes la máscara del Gato.

Debes entregarlo todo para tener éxito en esta guerra,

La tercera, la compañera, la elegida para liberar.

Tu amor será profundo, lo que te ayudará a triunfar,

Ama a la Justicia y al País de las Maravillas, pero luego deberás


partir.

Las palabras se sienten como si manifestaran lo más profundo de mí


y, aunque es Absalom quien habla, siento que resuenan en mi mente
como si salieran de mis labios.

Frente a mí, los personajes de humo se liberan y retroceden antes de


que el humo se arremoline y desaparezcan para siempre. Estoy tan tensa
que apenas puedo pensar y desde luego no puedo encontrar mi voz
durante unos minutos. Absalom parece contentarse con permanecer en
silencio, observándome con curiosidad.

―¿Es eso cierto? ―Respiro, mis ojos se encuentran con los suyos.
Aprieto la tela de mis vaqueros entre los dedos en un intento de detener
el temblor que empieza en mí cabeza. No sirve de nada. Siento como si
un escalofrío me llegara hasta los huesos. Mis dientes empiezan a
castañear.

Absalom asiente con la cabeza, con los labios fruncidos.

―El País de las Maravillas rara vez se equivoca. Para vencer a Alicia,
debes comprometerte con el País de las Maravillas por completo.

―¿Y qué significa abrir mi corazón? ―pregunto, dolida, mirando hacia


donde Cheshire desapareció.

―Debes aceptar todos tus roles para tener éxito. ―Absalom sigue mi
mirada―. Cheshire es una parte especial del País de las Maravillas, pero
ha sido víctima de ella también.
―¿Una víctima cómo?

―Es mejor que él te cuente esa historia ―responde, parpadeando sus


ojos negros como el carbón―. Pero no te rindas con él. Puede que desees
abandonar el País de las Maravillas pero, para hacerlo, tienes que
salvarlo. Tienes que darle todo.

―Y luego dejarlo todo ―susurro, agarrándome el pecho.

Las lágrimas empañan mis ojos pero no las dejo caer. Todavía no. Un
salvador no debería llorar…

Por mucho que lo desee.


Traducido por Giova
Corregido por Giova & -Patty
Editado por Banana_mou

Cheshire vuelve horas más tarde, después de que yo haya estado


mirando la pared perdida en mis pensamientos. Los humos que bailan
se arremolinan en mi mente y las palabras que se pronuncian con tanta
profundidad hacen que me duela el pecho. En algún momento, Absalom
me había dado una taza de té. Solo sirvió para recordarme lo mucho que
echo de menos a mi madre. Ella solía hacer el mejor té helado dulce.
Hacía años que no lo tomaba, así que no sé por qué aparece ahora, por
qué de repente me atormentan los recuerdos y las responsabilidades.
Siempre me persiguen las mismas cosas.

Cheshire no me habla. En lugar de eso, se tumba en las esteras que


Absalom ha dispuesto para que durmamos y cierra los ojos, como si no
hubiera todo un bosque fuera aullando y pidiendo que nos maten. Me
quedo mirando el techo durante horas después de acostarme,
escuchando los siseos de los árboles y los chillidos lejanos. En algún
momento, finalmente, cierro los ojos y me rindo al sueño.
Me encuentro en una habitación que se parece mucho a la sala del
té del Sombrerero, pero que a la vez no se parece en nada. El negro se
filtra por las paredes, las plantas están marchitas y muertas. Faltan la
mesa y las sillas, salvo una en el centro de la habitación. Parece estar
iluminada.

—Algo se acerca.

Me giro, buscando el origen de la voz. No hay nadie detrás de mí.


Cuando me doy la vuelta, un brillante destello de color rojo atrae mis ojos
hacia las sillas de nuevo.

—Júpiter. —Respiro aliviada—. ¿Qué está pasando? ¿Dónde estoy?

—No hay tiempo para eso. Tienes que irte —me apremia.

Se levanta de su asiento y corre hacia mí.

—Hay algo que viene a por ti.

—¿Quién? —Me encuentro con sus ojos, el miedo que hay en ellos
hace que el pánico me recorra el pecho.

—No lo sé. —Mira detrás de ella hacia la oscuridad. No hay nada más
allá de las paredes que gotean—. Pero es malo. Puedo contenerlos pero
no sé cuánto tiempo pueden durar mis poderes. Todavía son nuevos.
Puedo darte unos minutos, como mucho. Pero tienes que darte prisa. Te
estás quedando sin tiempo.

—¿Pero dónde estoy? —Miro a mi alrededor con pánico—. ¿Cómo


salgo?

—Sólo tienes que despertar —me urge Júpiter—. ¡Ahora!

Y salgo despedida del sueño.

Me levanto de la colchoneta con la adrenalina tan alta que tropiezo


prácticamente conmigo misma en mi prisa por dar una palmada en el
hombro de Cheshire. Él se levanta, alerta, como si no acabara de estar
profundamente dormido. Se pone en pie con una fluidez que atribuiría a
una serpiente más que a un gato y mira a su alrededor, tenso y preparado
para lo que venga.

Me pongo en pie, mucho más torpe y tan tensa que empiezo a temblar
de la fuerza.

Absalom está sentada en la entrada de su casa, mirando desde la


puerta hacia los árboles. A lo lejos, oigo cómo algo se estrella en el
bosque, tan enorme que parece que los troncos se rompen y se apartan.
El terror congela mis brazos por un momento al pensar en alguna nueva
amenaza.

—Es hora de irse —comenta Absalom, sin pánico en su voz. Parece


tan calmada que casi me tranquiliza, hasta que advierto la nebulosa
forma de Júpiter a mi lado.

Tiene los ojos cerrados en señal de concentración mientras levanta


los brazos hacia arriba y hacia afuera. Lentamente, una cúpula dorada
comienza a caer a nuestro alrededor. Cheshire la mira con confusión,
antes de dirigir sus ojos a Júpiter.

—Esto no durará mucho —dice, cogiéndome en brazos sin rechistar.

Se dirige a la entrada con mi cuerpo acunado delante de él. Le paso


los brazos por el cuello para sentirme más cómoda en esa posición. La
cúpula dorada nos sigue mientras nos movemos, el fantasma de Júpiter
se mantiene lo más cerca posible de mí. Parece flotar, uniéndose
mentalmente a la esfera. Estoy asombrada y al mismo tiempo asustada.
¿Qué coño está pasando?

Cheshire salta del árbol sin previo aviso y caemos al suelo del bosque.
Aterriza en cuclillas, completamente inconsciente de que tiene el peso de
mi cuerpo añadido en sus brazos. Y entonces empieza a correr en
dirección contraria al choque.

—¿No puedes desvanecerte? —pregunta Júpiter entre dientes


apretados.

—No hasta que esté fuera del círculo de Absalom. —Cheshire apenas
parece ser consciente de la cúpula dorada que nos envuelve, que nos
protege, mientras serpentea entre los árboles.
Algo ruge detrás de nosotros y miro temblorosamente por encima del
hombro de Cheshire, temiendo lo que pueda encontrar.

—¿Qué es? —pregunta, sin dejar de correr.

—Sea lo que sea, se está acercando a nosotros.

El crujido del tronco de un árbol me hace ver que está mucho más
cerca que antes. Lo que sea que nos persigue es rápido, más rápido que
todo lo que conozco. Parece que la criatura está atravesando el bosque
completamente como un tornado. El rugido vuelve a sonar, y esta vez se
le unen una serie de chillidos que solo pueden pertenecer a un tipo de
criatura.

—¡Bandersnatch! —grito mientras la sangre gotea de mi oído.

—Joder. Solo un poco más. ¿Cómo lo llevas, Júpiter?

—Sigue adelante —gruñe, con la voz tensa. De vez en cuando, la


cúpula brilla, como si perdiera la concentración.

Y entonces la criatura que está detrás de nosotros se enfoca al


estrellarse contra los árboles, derribándolos como fichas de dominó. Mis
ojos se abren de par en par, mis dedos se aferran a Cheshire con fuerza.

—¿Qué? ¿Qué es? —pregunta Cheshire, sin atreverse a mirar hacia


atrás. Mantiene la mirada fija hacia adelante, sabiendo que se nos acaba
el tiempo.

—Que me jodan si lo sé, pero no te detengas.

Es tan grande como un maldito dragón, sea lo que sea. De color


negro, cubierto de púas por las crestas de su espalda. Cuando abre la
boca para rugir de nuevo, unos gigantescos dientes chorreantes bordean
sus encías, amarillentas y tan punzantes, que puedo oler su aliento desde
aquí.

—Aquí, gatito, gatito, gatito —sisea, y contemplo con horror cómo la


bestia sonríe, fluyendo por el bosque como una serpiente gigante. Sus
alas se despliegan para apartar más árboles, con tanta fuerza que apenas
los detiene—. Ven al Jabberwocky.

Doble mierda. Eso no puede ser bueno.


A los lados del Jabberwocky, el Bandersnatch salta a su lado,
luchando por estar al frente.

Cheshire es rápido, pero no tanto como White. Las bestias ganan


terreno más rápido de lo que podemos movernos y Júpiter empieza a
sudar mientras sostiene la cúpula.

—Solo un poco más.

No tenemos más tiempo. El primer Bandersnatch choca contra el


campo de fuerza y Júpiter grita. La cúpula parpadea. Dos más se
estrellan contra los lados. Cheshire tropieza cuando uno se detiene frente
a nosotros, pero sigue adelante. La cúpula actúa como una especie de
ariete, empujando a los Bandersnatch fuera del camino, pero solo
funciona para uno. Tres más saltan delante de nosotros. Esta vez, cuando
los golpeamos, rebotamos hacia atrás, justo hacia más de las viles
criaturas. Cheshire gira en pánico, tratando de encontrar una salida,
justo cuando el Jabberwocky se acerca y nos mira con un ojo azul
brillante.

—¿Qué es esta elegante esfera de protección que tienes, Cheshire? —


canturrea—. ¿Cuánta presión puede soportar antes de romperse?

Como si quisiera poner a prueba la teoría, el Jabberwocky coloca una


pata de afiladas garras sobre nosotros y comienza a empujar. Júpiter
grita de agonía y sus brazos empiezan a temblar mientras usa toda la
energía que tiene para mantenernos protegidos. Los Bandersnatch
empiezan a atacar los lados, empujando contra la cúpula dorada en un
intento de entrar.

Cheshire se agacha conmigo cuando la cúpula se derrumba un poco,


haciéndose más pequeña a nuestro alrededor. Se envuelve alrededor de
mi cuerpo y yo extiendo una mano hacia el fantasma de Júpiter, donde
comienza a desvanecerse.

—¡Lo siento! —grita, un grito saliendo de su garganta mientras lucha


contra la fuerza del Jabberwocky.

—Está bien —respondo, porque ¿qué otra cosa se le dice a alguien


cuando estás a punto de morir? Cuando mi mano atraviesa su tobillo, se
ilumina por un momento, la cúpula se estira un poco más, pero el daño
ya está hecho. No hay forma de salir. Miro a Cheshire, el saber que no
puede morir le trae un poco de paz a mi alma. Pero esta gente, esta
criatura, lo destruirá, y es ese pensamiento el que me hace gritar.
—¡Absalom! —No sé por qué grito por ella, por qué creo que puede
salvarnos, pero algo me dice que está destinado a ser, que ella será la
razón por la que salgamos hoy.

Como por arte de magia, aparece junto a nosotros, agazapada en la


cúpula dorada, justo cuando esta empieza a parpadear más rápido. El
tiempo se ralentiza mientras el Jabberwocky presiona con todas sus
fuerzas. El grito de Júpiter atraviesa mis oídos mientras su imagen
parpadea y se desvanece. La cúpula dorada empieza a caer y Cheshire
me aprieta contra él.

Absalom elige ese momento para echar humo por la boca, ocupando
el lugar del truco de Júpiter, y mantiene a raya a las criaturas.

—¡Vamos! —nos grita—. Dos pasos a tu derecha y podrás


desvanecerte.

Cheshire prácticamente me arrastra hasta el lugar del que estuvimos


tan cerca, pero que había quedado fuera del alcance de la cúpula. A
medida que nos movemos, el humo se extiende a nuestro alrededor,
lamiendo nuestra piel hasta que pisamos un trozo de tierra que, de
alguna manera, se siente menos restrictivo.

Cheshire tiende la mano hacia Absalom después de que él rodee con


sus dedos los míos, pero ella niega con la cabeza.

—Mi lugar está aquí.

—¡Pero te harán pedazos! —Cheshire la alcanza de nuevo y ella


retrocede. El Jabberwocky se ríe por encima de nosotros, el Bandersnatch
golpea con más frecuencia los lados de la protección. El humo los
mantiene a raya, pero apenas. Una pata atraviesa un lado y se retira con
un aullido, pero aún así logra dejar un feo rasguño en la pierna de
Absalom.

—¡Vamos, Absalom! —También extiendo la mano hacia ella, mi terror


a dejarla atrás me obliga a dar un paso adelante, pero Cheshire me
mantiene sujeto a su lado, negándose a dejar que me mueva—. ¡Te van a
matar!

—Lo sé. —Sus palabras me golpean y empiezo a gritar, luchando


contra el agarre de Cheshire para agarrar su brazo.
Por más que empujo, por más que le araño el brazo, no me suelta.
Se queda mirando a Absalom con la mandíbula fuertemente apretada.
Me encuentro con sus ojos mientras el humo comienza a arremolinarse
y desvanecerse. Otro zarpazo, la garra del Jabberwocky atraviesa.

—¡Ven con nosotros! —grito—. ¡Ven con nosotros!

Absalom me sonríe con tristeza, antes de levantar los brazos a los


lados.

—Estoy destinada a morir aquí —dice sin miedo—. Ahora, ¡váyanse!

Vuelvo a gritar y el agarre de Cheshire se hace más fuerte, antes de


sentir que la sensación de sus poderes empieza a subir por mi brazo.

—¡Absalom! ¡Ven con nosotros! ¡Absalom! —El poder se arrastra


hasta mi pecho, tomando lentamente el control.

El humo comienza a desvanecerse a gran velocidad, y los


Bandersnatch aúllan en señal de victoria. El primer hocico se asoma.

—Recuerda, niña —dice Absalom—, todo. Debe ser todo.

Grito de forma sangrienta mientras el Desvanecimiento se apodera


de nosotros, mi voz se vuelve ronca con mi lucha por agarrarla, por
salvarla, por luchar contra lo que sea que el destino dicte de esto. El
destino no siempre tiene razón. No puede tener siempre la razón.

Justo antes de que el mundo desaparezca a nuestro alrededor, veo


cómo el humo se dispersa y los Bandersnatch y Jabberwocky descienden
sobre la Oruga Azul.

Mis gritos se desvanecen en la nada.


Traducido por Giova
Corregido por Giova & -Patty
Editado por Banana_mou

Tropiezo cuando caemos al suelo más rápido de lo que esperaba.


Cheshire me suelta y yo caigo de rodillas sobre pies inseguros, con la voz
ronca mientras un sollozo me destroza la garganta. A lo lejos, oigo los
aullidos de los Bandersnatch que me indican que no hemos ido muy lejos.

El impulso de amenazar al País de las Maravillas, de dejarlo morir,


me corroe. ¿Qué clase de poder está de acuerdo con dejar morir a sus
criaturas, la necesidad de cumplir las profecías es mayor que la
necesidad de mantener a la gente viva?

—No podemos quedarnos en el suelo —susurra Cheshire,


levantándome. Siento que sus poderes me inundan, pero no pasa nada y
gruñe—: Sube a mi espalda.

No sé qué ha planeado, ni por qué de repente no quiere desvanecerse,


pero le rodeo el cuello con los brazos y él me levanta las piernas para
rodearle la cintura. Entonces empieza a trepar por el tallo de la seta
gigante que tenemos delante. Es más grande que cualquier secuoya que
haya visto en el canal Discovery en casa, más grande que cualquier cosa
que haya visto jamás. Cheshire utiliza sus garras para iniciar la escalada,
haciendo alguna maniobra elegante que nos pone en la cima.

Con cautela, me deslizo hasta ponerme de pie y me limpio la cara,


deshaciéndome de las lágrimas que se me han escapado. Apenas había
conocido a Absalom pero siento que he perdido a un amigo. Cheshire se
sienta en el centro de la seta y yo le sigo, sin saber exactamente qué
estamos haciendo. Se oye un rugido en la distancia y me sobresalto, pero
ninguno de los dos se mueve. Confío en que Cheshire nos ponga a salvo
si es necesario.

El resplandor fosforescente del hongo lo proyecta todo con una luz


verde, haciendo que Cheshire parezca aún más de otro mundo de lo
normal. Tengo la tentación de acercarme y cogerle la mano, pero no estoy
segura de que lo aprecie.

—Absalom ha sido una constante en mi vida desde que era un niño


—dice, rompiendo el trance en el que se ha sumido—. Y murió porque
una profecía se lo dijo. —Se vuelve para mirarme—. Podría haberla
salvado si hubiera tomado mi mano.

Esta vez, no dudo en enhebrar mis dedos entre los suyos, su calor
me reconforta tanto como espero que el mío lo haga con él.

—Lo siento por Absalom —susurro—. Sé que no sirve de nada decir


eso. Nunca lo hace. Pero estoy aquí si necesitas hablar.

Nos sentamos en silencio hasta que los sonidos del Bandersnatch se


desvanecen, hasta que los rugidos del Jabberwocky ya no llegan a
nuestros oídos. Y seguimos sin movernos, contentos de estar sentados
encima de una seta gigante, en un mundo imaginario que ha cobrado
vida.

—Solía tener una hermana —dice, en voz tan baja que casi la echo de
menos. Llevamos horas sentados, escuchando los sonidos del bosque. No
me gustan especialmente los siseos de los árboles ni las flores que
intentan pellizcarte cuando te acercas demasiado, pero los sonidos son
un poco relajantes.

—¿Solías?

—Ella murió, cuando Alicia regresó por primera vez al País de las
Maravillas. Ambos fuimos elegidos por el País de las Maravillas para
cumplir con roles. Éramos un equipo. Yo soy las Manos de la Justicia.
Danica era la Portadora de la Esperanza. Juntos, íbamos cuando éramos
llamados. Donde mi papel es ser el hacha, Danica era la negociadora.
Antes de que se derramara la sangre, ella intentaba remediar la situación.
Si no había esperanza, entonces se hacía justicia. Pero ella cometió un
error.
Espero un momento a que continúe, escuchando atentamente.
Cuando no continúa, pregunto:

—¿Cuál fue el error?

Me mira con tal tristeza en los ojos que automáticamente me inclino


hacia delante, y el impulso de suavizar el dolor se apodera de mí. Pero no
me acerco a él, sino que espero.

—Ella se enamoró del príncipe y él se enamoró de ella.

—¿Por qué fue un error?

—Cuando Alicia llegó de pequeña al País de las Maravillas, el príncipe


Alexander y ella eran inseparables. El amor juvenil, no era amor en
absoluto. Alicia era retorcida, incluso de niña. Y el príncipe veía algo
diferente. Pero Alicia se centraba en el joven Alex, se fijaba en él como si
fuera la respuesta a todos sus problemas. Cuando regresó, uno de sus
primeros objetivos fue esclavizar al príncipe, y él se convirtió en su
Bribón.

—Un día nos llamaron al castillo, los poderes que llevamos dentro
nos gritaban que fuéramos. Cuando llegamos, era un baño de sangre. La
justicia me exigía actuar pero, incluso entonces, no podía tocar a Alicia.
Ni siquiera lo sabía aún. No habría negociaciones. La Portadora de la
Esperanza se unió a las Manos de la Justicia, y tratamos de cumplir con
nuestros deberes. —Hace una pausa, con tal ira cruzando su rostro que
tengo el impulso de alejarme—. Danica pensó que podría llegar a su
príncipe, pensó que el amor sería más fuerte. Al final, se quedó allí y se
negó a levantar la espada mientras el Bribón la ensartó. Murió en mis
brazos.

Cedo al impulso y atraigo a Cheshire hacia mí, estrechándolo contra


mí mientras derrama su corazón.

—En la crueldad del País de las Maravillas, resulta que la Justicia no


puede morir, pero la Esperanza sí. Toda esperanza muere. —Respira
profundamente, como si quisiera aclarar su mente—. Y por culpa del
Jabberwocky no puedo tocar a Alicia, aunque mi propio ser pide su
muerte.

—¿Qué quieres decir con que no puedes tocarla? —pregunto. Me


duele el corazón por este hombre que se ha quedado solo y ha perdido
tanto, que ha abrazado su ira en lugar de dejarlo todo. Me gustaría poder
quitarle algo de dolor pero tengo el mío propio. Solo somos dos tristes
criaturas, intercambiando historias.

—Durante años, me he preguntado por qué tengo la llamada de la


justicia y, sin embargo, nunca parezco ser capaz de levantar mi espada
hacia Alicia para completarla. Pensé que era una especie de casualidad,
algún giro del País de las Maravillas que Alicia conocía. Pero entonces
Júpiter reveló que Alicia tenía un Jabberwocky. —Se ríe, sin humor en el
sonido—. O más bien, el Jabberwocky tiene a Alicia.

Se acurruca en mi cuello, buscando un consuelo que yo le doy de


buena gana. Lentamente, le abro mi corazón, aceptando lo que sea
necesario. Los destinos dolerán, y el destino es una perra, pero lo menos
que puedo hacer es esforzarme al máximo por un mundo que me pide
ayuda.

Y todo comienza con el Gato de Cheshire a mi lado.

—Los Jabberwockies tienen un extraño poder. Necesitan un anfitrión


para alimentar su poder y sobrevivir. Como una especie de sanguijuela
inversa. Él alimenta el poder de Alicia y lo toma al mismo tiempo, en un
ciclo interminable de crecimiento. Los Jabberwockies no son criaturas
del País de las Maravillas. Nadie sabe de dónde vienen y, hasta donde
sabíamos, estaban extintos. Así que mi poder no funciona en él. Pero
Alicia fue aceptada en sus pliegues cuando era una niña porque este
mundo la envolvió en sus manos codiciosas, y la reclamó.

—Entonces, ¿por qué no puedes tocarla?

—Porque ella también tiene el poder del Jabberwocky fluyendo a


través de ella, enhebrado en su propio maquillaje.

Asiento en señal de comprensión, mientras mi mano frota


lentamente la espalda de Cheshire.

—Sientes la llamada pero no puedes tocarla porque ya no es


completamente del País de las Maravillas.

Cheshire asiente.

—Y me ha comido vivo desde entonces. Ella es la razón por la que mi


hermana está muerta, por la que mis padres están muertos, por la que
mis amigos mueren cada día. Y el País de las Maravillas no hace nada al
respecto. Se queda dormido y espera que simplemente cumplamos sus
profecías, como si lo hubiera planeado todo.

La ira vuelve a tensar su cuerpo, pero sigo acariciando su espalda


hasta que se relaja. Ha compartido conmigo algunos de sus sentimientos
más profundos y yo quiero hacer lo mismo.

—Puedo entender la ira y el deseo de venganza —murmuro. Su pecho


retumba, casi un ronroneo, mientras continúo—. Al menos tienes a
alguien a quien dirigir esa ira.

Miro a los árboles que hay sobre nosotros con el pecho apretado.

—Mi madre se está consumiendo delante de mí y ni siquiera me


reconoce cuando le digo que la quiero.

—¿Cuánto tiempo lleva así?

—Demasiado tiempo. Tuve que criar a Attie desde los diez años,
cuando ya no era seguro que viviera en la casa con nosotros. Una noche
nos apuntó con una pistola, pensando que éramos extraños en su casa.
Nada te prepara para eso, para que la luz abandone sus ojos.

—Debe haber sido duro, criarlo sola.

—Tuve que aprender muchas cosas. Tuve que averiguar cómo ganar
suficiente dinero para mantenernos alimentados. Tuvimos momentos
difíciles en los que no pude cenar porque solo tenía dinero para comprarle
a Attie algo pequeño. Y los adolescentes comen mucho. Nunca olvidaré el
momento en que comprendió por lo que estábamos pasando. Tenía trece
años, le di una manzana y le dije que tenía que ir a buscar otra cosa
porque los armarios estaban vacíos. Pensaba no comer… saltarse las
comidas no es tan malo cuando se bebe mucha agua… pero él cogió un
cuchillo y cortó la manzana por la mitad. —Cheshire me mira desde
donde me he envuelto alrededor de él—. Ese chico de trece años me miró
y me dijo: «Hermana, sé que te has estado saltando las comidas. Tú
también necesitas a alguien que te cuide, como lo haces conmigo». A
duras penas conseguí no llorar porque había crecido demasiado rápido,
porque por mi culpa había perdido su infancia. Pero hicimos un trato.
Fuimos la roca del otro e hicimos que funcionara.

Ahora sonrío al recordarlo.


—No volvimos a saltarnos otra comida y me esforcé hasta saber que
nunca tendríamos que hacerlo.

Cheshire me abraza como yo lo había hecho con él y puedo admitir


que se siente bien, tener a alguien cálido reconfortándome. Respiro el
aroma del humo del bosque y de la madreselva silvestre, acurrucándome
en torno a él como si fuera tan cómodo, aunque nos peleemos la mayor
parte del tiempo.

—Cuando volvamos, quizá March pueda ayudar a tu madre —dice


finalmente, con sus dedos acariciando mi cadera.

—¿La Liebre de Marzo?

—Es el guardián de los recuerdos. Él sabría de la enfermedad de la


memoria más que nadie. No puede curarla, pero tal vez podría ayudarla
a recordar.

—Gracias —susurro, apretándome más contra él y en su regazo,


poniéndome cómoda.

—¿Qué estás haciendo?

—Acéptalo, Gato. —Aprieto mi cara contra su pecho—. Pero no te


acostumbres.

—No lo haré —dice, incluso mientras me acerca, su calor me rodea—


. ¿Qué quiso decir Absalom con lo de que tiene que ser todo?

No respondo, me aprieto contra él con tanta fuerza que no queda


espacio entre nosotros. Siento que, si puedo apretar más fuerte, puedo
desaparecer por un rato y fingir que no se acerca un huracán, que la
guerra no está a la vuelta de la esquina.

Nos quedamos así hasta que el brillo del hongo se atenúa, antes de
que Cheshire nos desvanezca de vuelta a casa.
Traducido por Giova
Corregido por Giova & -Patty
Editado por Banana_mou

Cheshire

Siento que algo va mal en cuanto nos desvanecemos cerca de la casa


del Sombrerero. Hay una energía alrededor de la casa que no he sentido
en mucho tiempo. Algo está muy mal.

Cal también debe sentirlo porque me suelta la mano y sube las


escaleras de dos en dos antes de abrir la puerta y entrar a toda prisa. La
observo por un momento, con la tristeza punzando mis sentidos, antes
de seguirla.

—¿Hola? —grita Cal cuando nadie viene a recibirnos. La casa está en


silencio, como si estuviera esperando. Mis nervios se levantan
inmediatamente.

Nadie viene corriendo. No aparece nadie. Pero puedo sentirlos a todos


en la casa.

—Están aquí —digo en voz alta, ladeando la cabeza—. En el piso de


arriba.

Ambos nos movemos hacia las escaleras y me centro en ese vínculo


entre el Sombrerero, White y yo. Lo sigo como si fuera una atadura.
Cuando nos detenemos frente a la puerta de la habitación de Cal, me
tenso. Lo huelo.
La muerte.

O el principio de ella.

Miro a Cal preocupado, pero me empuja a un lado y abre la puerta de


un empujón. El olor se hace más fuerte cuando la puerta se abre. Todos
los ojos se vuelven para mirarnos. No me muevo de la puerta, ni siquiera
cuando Cal se precipita hacia la mujer que yace tendida en la cama.

—¿Qué ha pasado? —Hay pánico en su voz, tan leve que no estoy


seguro de que nadie más lo perciba.

Attie está de pie junto a la cama, ajustando las almohadas alrededor


de Diana. Diana no responde, no se mueve. Tiene los ojos cerrados y su
respiración es entrecortada, como si le costara hacerlo.

—No contestaba cuando era la hora del té —suelta Attie y me centro


en él. Tiene los ojos vidriosos, pero aguanta la angustia por su hermana.
No se da cuenta de que Cal está haciendo exactamente lo mismo,
aguantando todo por su hermano—. Vine a ver cómo estaba. Estaba
mirando al techo, sin reaccionar. Ha cerrado los ojos hace un rato.

Cal levanta la vista y me mira a los ojos, y veo el tormento que siente
al darse cuenta de que su madre no va a volver a casa, de que su viaje va
a terminar en un mundo extraño, rodeado de extraños. Siento su sollozo,
más que oírlo, el dique que se rompe antes de que pueda detenerlo. Rodea
con sus brazos a su hermano pequeño y lo abraza mientras sus
emociones se unen a las de ella. Todos los demás salen de la habitación
para darles privacidad y dejarles llorar en soledad, pero yo me quedo
junto a la puerta. Diana duerme, pero sus recuerdos están encerrados en
algún lugar de su mente. Puede que su cuerpo le falle, pero lo menos que
puedo hacer es encontrar una forma de que recuerde a sus hijos en sus
últimos momentos. Lo menos que puedo darle a Cal es un último
momento con su madre mirándola con amor.

—March puede ayudar —susurro, pero Cal oye. La visión de sus ojos
rojos, de las lágrimas que recorren sus mejillas, me mata, pero no aparto
la vista de su dolor. No puedo. Se lo quitaría si pudiera, si me dejara.

—No podemos moverla —grazna, y mi pecho se aprieta. Tanta agonía


en esas palabras. March no puede salir de su cabaña. Y su madre no
puede dejar la cama.
Flam se inclina cerca de mí desde el pasillo mientras veo a Cal
entrelazar sus dedos con los de su madre. Su madre ni siquiera se
inmuta, como si ya se hubiera ido.

—Puede que tenga una manera de que podamos traer a March aquí
—susurra Flam, lo suficientemente bajo como para que Cal no pueda
oírlo. Despertar las esperanzas de cualquiera sería algo muy malo—.
Sígueme.

—Estaré afuera —digo en voz baja, pero Cal ni siquiera levanta la


vista mientras cierro la puerta detrás de mí y les doy espacio. Una vez
que me alejo más de la habitación, me giro para encontrarme con los ojos
de Flam.

—¿Qué quieres decir? March está atado a su cabaña. Si se va, muere.

Hay un tic en la mandíbula de Flam que contradice su calma.

—Tengo una especie de amuleto que, si March lo lleva al cuello,


debería ser capaz de desvanecerse contigo desde su cabaña hasta aquí,
pero durará poco tiempo. Tendrás que moverte rápido.

—¿Y de dónde has sacado ese amuleto? —pregunto, la curiosidad me


mata. Nunca he oído hablar de algo así.

—¿Importa? —Flam mira hacia la puerta cerrada, con el ceño


fruncido.

Saca un collar del bolsillo de su abrigo y me lo pone en la mano.

—No, no importa. —El amuleto podría haber salido de las


profundidades del mal y no me importaría, no mientras ayude a Cal.

—Recuerda, no durará mucho tiempo una vez que esté alrededor de


su cuello.

—Entendido. —Me giro para dirigirme al porche, dispuesto a ir a


buscar a March de inmediato, pero Flam me detiene con una mano en el
hombro. Le devuelvo la mirada, frunciendo las cejas—. ¿Qué?

Sus ojos son serios, intensos, mientras mira los míos.

—No dejes que el destino decida por ti, Cheshire —susurra—. Pero no
dejes que tu terquedad arruine tu oportunidad de ser feliz.
—¿Qué quieres decir? —pregunto, con una pizca de sarcasmo en la
voz, mientras mi cola se agita en señal de agitación. Mantengo mi
máscara en su sitio, sin revelar nada, pero Flam la ve de todos modos.
No esperaba menos del flamenco.

—Sabes lo que quiero decir.

Me suelta el hombro y se aleja. Permanezco un minuto más en el


pasillo, con el collar colgando de mis dedos y el pecho apretado, antes de
darme la vuelta.

Lanzo una última mirada hacia la puerta azul, deseando poder alejar
el dolor que se filtra en mi interior.
Traducido por Giova
Corregido por Giova & -Patty
Editado por Banana_mou

Attie y yo nos quedamos con mamá. No se ha movido, no ha


cambiado su aspecto. Su respiración sigue siendo sibilante a pesar de
que el oxígeno está activado. Puedo sentir que se está desvaneciendo, que
su cuerpo está cediendo. Intento mantenerme fuerte por Attie pero me
estoy muriendo por dentro. No sé si puedo soportar esto. Aquí no. Se
suponía que mamá debía estar cómoda en casa cuando se fuera, no
atrapada en un mundo de fantasía por mi culpa.

—Va a estar bien —susurra Attie.

Lo repite una y otra vez. Su calor, mientras nos abrazamos, ayuda,


pero ambos apenas nos mantenemos enteros. No sé dónde han ido los
demás. Ni siquiera sé dónde está Cheshire después de haber dicho que
estaría fuera. Solo me concentro en mi familia y en el constante silbido
de la respiración de mi madre.

—¿Qué hacemos ahora?

Miro a Attie donde sostiene la mano de mamá, con los ojos tan rojos
como estoy segura de que están los míos.

—No lo sé.

No tengo ni idea de lo que va a pasar a partir de aquí, si es que hay


algo que podamos hacer por mamá mientras estemos en el País de las
Maravillas. Lo mejor que se me ocurre es hacerla sentir cómoda en este
extraño mundo.

Se oye un suave golpe en la puerta, tan débil que apenas lo oigo.


Levanto la vista confundida.

—Pasa —digo bajito, no quiero molestar a mamá mientras duerme


pero, quienquiera que sea, me oye perfectamente. El pomo gira y la puerta
se abre sobre bisagras silenciosas antes de que Cheshire asome la
cabeza.

—Cheshire. —Respiro, haciéndole un gesto para que entre.

Abre la puerta por completo y veo bien quién está detrás de él. Me
pongo de pie, empujando a Attie detrás de mí.

—No, está bien. —Cheshire extiende las manos como si se acercara a


un animal asustado, y supongo que lo está. Me adelanto para bloquear a
mi madre de los ojos del hombre, la cosa, que está detrás de él.

—¿Quién demonios es ese? —pregunto, observando el espectáculo


que tengo ante mí.

El hombre probablemente fue una vez atractivo. Ahora, está cubierto


de heridas y llagas abiertas, más parecido a lo que espero que sea un
zombi. El abrigo y los pantalones que lleva están hechos jirones. Le falta
la mitad de una oreja de conejo en la cabeza, y la otra está llena de
agujeros. Sus ojos, de un verde brillante y tóxico, se encuentran con los
míos y la angustia, la profundidad que hay en ellos, casi me hace caer de
rodillas.

—Este es March —habla Cheshire lentamente, asegurándose de que


le entiendo.

—¿La Liebre de Marzo? —¿Quién más podría ser con un nombre como
March? Sin embargo, lo miro con recelo—. Has dicho que puede ayudar,
pero has dicho que no puede salir de su cabaña.

—Flam ayudó. —Cheshire señala un frasco que cuelga de una cadena


alrededor del cuello de March. Por primera vez, me doy cuenta de que
brilla de un tenue color rosa—. No tiene mucho tiempo pero he pensado
que quizá pueda ayudar a tu madre con sus recuerdos.

—¿Puedes hacerlo? —le pregunto a la Liebre.


Se le escapa una pequeña risita cuando abre la boca y aprieta la
mano sobre ella como si pudiera atraparla. No lo consigue, y justo
después se le escapa otra.

—Los recuerdos son mi especialidad —susurra como si fuera un gran


secreto.

—March es el Guardián de los Recuerdos —aclara Cheshire—. Podría


ser capaz de desbloquear la parte del cerebro de tu madre que mantiene
sus recuerdos a raya.

March vuelve a soltar una risita.

—Es mucho más profundo que eso, Gatito. Sí, lo es, oh, sí, lo es...

Lo miro fijamente durante un segundo, entrecerrando los ojos.

—¿Estás seguro de que puede ayudar?

Miro a Cheshire, insegura sobre el hombre que ahora mira la araña


con ojos estrellados.

—Si alguien puede, es March. No lo habría traído aquí si pensara que


es peligroso.

Un entendimiento pasa entre nosotros, Cheshire está tomando su


voto en serio.

—De acuerdo. —Asiento antes de volver a mirar a March. Su oreja


tiene un espasmo—. ¿Qué necesitas que hagamos?

—Aléjense, aléjense, deben darme espacio para trabajar, necesito un


poco de espacio para que esto no duela.

—¿Le va a doler? —No me muevo de mi postura protectora mientras


él da un paso más.

—A ella no. No, no le dolerá. —March se mueve hacia el lado opuesto


de la cama.

Attie observa fascinado cómo los ojos de mamá empiezan a moverse


detrás de los párpados, como si percibiera que algo está cambiando.
—Hola, Diana —murmura March mientras saca un frasco de su
chaqueta. Hay un líquido amarillo en su interior, iridiscente mientras se
arremolina—. Voy a traerte de vuelta.

Esta vez no hay locura en sus palabras, como si fuera una persona
completamente diferente. Enhebro mis dedos entre las manos de mamá
en el otro lado, y Attie toma la otra. Los dos observamos cómo March toca
con una suave palma su frente. Gruñe de dolor por un momento pero,
antes de que ninguno de nosotros pueda reaccionar, la mirada
desaparece y es sustituida por la concentración.

Cheshire se queda a los pies de la cama, observando. Parece tan


nervioso como nosotros, con las orejas caídas mientras observa.

March se queda así durante largos minutos, con sus dedos tocando
graciosamente la frente de mamá. Sus párpados comienzan a moverse
rápidamente, su respiración se acelera un poco. Agarro con fuerza la
mano de Attie, asustada por lo que está haciendo March. No sé si la está
lastimando o si se está filtrando en su mente.

Antes de que pueda empezar a sentir pánico de verdad, March retira


la mano y vuelca el frasco de líquido amarillo en los labios de mamá.
Entonces todos nos quedamos mirando, esperando. No tengo ni idea de
para qué, pero tengo esperanzas.

—Tres veces damos vueltas a la manecilla larga —murmura March.

—Tres horas. —Cheshire me mira a los ojos.

—¿Tres horas para qué? —Arrugo el ceño y miro a March.

—Diana hará tres círculos de la manecilla larga.

—¿Para qué? ¿Para despertarse?

March mueve la cabeza con tristeza y sus orejas caen.

—Para vivir.

Mi corazón se detiene y un sollozo se me atrapa en la garganta.

—¿Se despertará? —pregunta Attie, con la voz ronca pero fuerte—.


¿Antes de eso?
March señala hacia abajo y vemos cómo mamá abre los ojos con un
parpadeo. Cuando nos mira, están más claros de lo que han estado en
años.

—¿Mamá?

—Oh, mi dulce Calypso —susurra—. Mi Atlas.

Eso es todo lo que se necesita. Olvidando todo lo demás que hay en


la habitación, Attie y yo la abrazamos, con cuidado de no empujarla
demasiado. Sus brazos nos envuelven, débiles pero presentes. Oigo a lo
lejos que la puerta se cierra detrás de nosotros, pero no miro. Estoy
demasiado concentrada en la mujer que tengo delante.

Por un momento, vuelvo a ser pequeña y mi madre está aquí,


abrazándome y diciéndome que me quiere. Por un momento, me olvido
de todo. Por un momento, tres horas parecen eternas.

—Te he echado tanto de menos —susurro.

Attie se sube a la cama y se acurruca en su otro lado, tan suave, tan


cuidadoso. Acerco una silla y tomo su otro lado, acercando su mano a mi
corazón.

—Me temo que me he perdido muchas cosas y no tengo mucho


tiempo. —Incluso ahora su voz es áspera, como si le doliera hablar—. Los
dos han crecido mucho.

—¿Recuerdas dónde estamos, mamá? —pregunta Attie,


contentándose con dejarla jugar con su pelo. Normalmente, ella le diría
que necesita un corte de pelo. Ahora, se limita a pasar los dedos por los
mechones.

—Me acuerdo de todo. Debo decir que es muy reconfortante saber que
hay un mundo con magia, Sombrereros y Gatos de Cheshire. —Sus ojos
se dirigen a los míos—. Un Gato, en particular.

No puedo evitarlo. Los años en los que no he tenido a mi madre cerca


me han hecho susceptible a ello. Me sonrojo y se me calientan las
mejillas.

—Es un imbécil.
No corrige mi lenguaje ni me da un golpe en la mano como solía
hacer.

En cambio, sonríe.

—Ahhh. —Como si mis palabras contuvieran todas las respuestas.


Tal vez las tengan—. ¿Recuerdas la conversación que tuvimos cuando
eras más joven?

Asiento con la cabeza.

—¿Cómo podría olvidarlo? —Sus palabras han pasado por mi mente


desde que llegamos al País de las Maravillas.

—Tenlas en cuenta —dice, con una pequeña sonrisa curvando sus


labios—, la próxima vez que compartan una mirada y pienses que es
terrible. A veces el derecho hace que tu cerebro grite que no, aunque tu
corazón diga que sí. No te confíes, no siempre. Pero sabrás cuándo es lo
correcto.

—Le gusta el Gato de Cheshire —se burla Attie.

—Cállate, hermanito —siseo, pero no lo corrijo, y ambos lo notan.

—Oh, mi dulce niña —dice mamá, ahuecando mi mejilla con una


mano frágil—. Es mucho más que eso.

Miro hacia abajo, lejos de sus ojos cómplices.

—No importa —murmuro.

—Siempre importa.

Por un momento, dejamos que esas palabras queden en el aire, pero


no tenemos mucho tiempo y las cosas ya están disminuyendo. El cuerpo
de mi madre se debilita un poco y veo cómo parece marchitarse ante
nuestros ojos.

—Ustedes traerán la paz a este mundo —susurra—. Los dos. Acepten


la ayuda que el País de las Maravillas les está dando y llévenlos a través
de esto al otro lado.

Una lágrima se desliza por mis ojos y me la limpio apresuradamente.

—¿Y si no puedo ser quien necesitan?


—Ya lo eres, Calypso. Lo eres todo y más. Los dos son importantes
para este mundo.

Ninguno de nosotros habla durante unos minutos, contentos de


sentarnos en silencio y dejar que mamá descanse su voz, pero la
necesidad de aprovechar este tiempo, de mantenerla aquí un poco más,
tira de mí, así que finalmente, vuelvo a hablar.

—Attie está enamorado de una chica del colegio —comienzo, decidida


a sacarle partido.

Las manecillas del reloj de la habitación se alejan, sus suaves


sonidos llegan a mis oídos y se adaptan al ritmo de mi corazón. A veces
pensamos que tenemos tiempo, para amar, para vivir, para apreciar. Para
siempre puede ser ese concepto inalcanzable que pende sobre la cabeza
de todos. Te querré para siempre. Mejores amigos para siempre. Juntos
para siempre.

Pero de lo que no nos damos cuenta cuando decimos esas palabras,


es que el «para siempre» no es largo en absoluto.

El para siempre puede empezar y terminar en tres vueltas de la


manecilla larga.

O en un solo segundo.

—Ella está en la banda…


Traducido por Wanda
Corregido por Wanda & -Patty
Editado por Banana_mou

Clara

Me siento en mi silla, observando a todos mientras se dirigen al salón


del té. El ambiente de esta noche es sombrío, sofocante. Puedo sentir el
dolor haciendo eco en las paredes, haciendo que mi corazón salte un
latido. Ese es el dolor que quiero quitar, pero no puedo. No es mi papel.

Veo a Cal y a Attie entrando, el brazo de Cal alrededor de los hombros


de Attie. Ambos tienen los ojos enrojecidos y la cara manchada. El
impulso de llegar a ellos, de decirles que lo lamento, me abruma, pero me
resisto. Esas palabras nunca ayudaron. He visto demasiada muerte para
saberlo. Pero al menos podemos darles un último momento, detener el
reloj un simple segundo, así ellos pueden ver a su mamá otra vez.

Diana se sienta en la mesa, una brillante sonrisa en su cara, mucho


más saludable de lo que parecía en la cama de arriba. Sus ojos brillantes
mientras saluda a Attie y a Cal y los abraza. Ellos permanecen cerca y
toman sus asientos.

Cuando Absalom entra, todos nos tensamos. El Sombrerero se


levanta de su silla rápidamente, con miedo en su cara.

—¿Qué ha pasado?
Cal y Cheshire se tensan y sé que ellos lo sabían, pero por los eventos
que están por venir, no pueden decírnoslo. Cheshire no se había movido
del pasillo mientras Cal y Attie se despedían de su madre, salvo para
regresar a March a su cabina.

—Ella nos salvó —dice Cal, encontrándose con los ojos de Absalom.
No pregunto cómo el viejo hombre que conocía ahora es una mujer. Puedo
preguntarle más tarde al Sombrerero, pero sospecho que tiene algo que
ver con la purga.

—Es mi tiempo, Sombrerero —añade Absalom—. Todos tenemos


nuestros tiempos.

—Has sido el profeta desde antes que naciera —comenta White—.


¿Qué significa esto para el País de las Maravillas?

—El País de las Maravillas siempre tiene un plan.

—Por supuesto que lo tiene —gruñe Cheshire, sacudiendo su


cabeza—. Como si no fuéramos nada más que piezas de ajedrez en un
tablero.

Absalom se limita a sonreír mientras Cheshire toma un poco de pan


dulce del plato y lo coloca frente a Cal. Ella parece que ni siquiera lo nota,
la agonía de perder a dos personas queridas se encuentra escrita por toda
su cara. Se mantiene mirando entre su madre y Absalom.

El País de las Maravillas tiene una manera de quitarte lo que piensas


que te mantiene a salvo. He aprendido eso íntimamente desde que estoy
aquí. Me entristece que Cal tenga que aprenderlo también.

El Sombrerero toma su asiento nuevamente y tomo su mano,


actuando como su ancla. Cuando sus emocionas son muy fuertes, su
locura tiene la tendencia de regresar. Lo he aceptado completamente, sé
que la locura le molesta, así que hago todo lo que puedo para mantenerlo
a raya.

Mi dulce Sombrerero.

La mesa del té está llena nuevamente, varias criaturas y personas se


suman a la victoria de la Reina Roja, pero puedo sentir que la guerra se
está gestando. La guerra viene en camino y estaremos más preparados
que nunca. El verdadero entrenamiento inicia pronto y necesitamos a
todos los de nuestro bando para ganar.
Esto es solo el principio del fin.
Traducido por Wanda
Corregido por Wanda & -Patty
Editado por Banana_mou

La fiesta del té es tan dolorosa como fue ver la luz de los ojos de mi
madre desvanecerse. Ahora está sentada a mi lado, sus ojos tan brillantes
y claros que me hacen feliz. Así es como la recordaré, hablando con una
criatura mitad cocodrilo, mitad hombre, intercambiando historias de los
pantanos de Luisiana que visitó una vez. Su cabello está recogido en un
desordenado moño y lleva el vestido con el que conoció a mi papá. He
visto las fotos. Sé exactamente lo que significa ese vestido azul y blanco
con lunares. Mamá está yendo a casa. No sé si el Más Allá del País de las
Maravillas es lo mismo que el cielo de la tierra, pero espero que lo sea.
Espero que mamá sea feliz del otro lado.

La fiesta de té vuela de prisa, y me encuentro aferrándome al brazo


de mi mamá cuando el Sombrerero anuncia que es tiempo de irse. Clara
mira con sus ojos tristes, se para y empieza a dirigir el camino de las
otras criaturas.

Absalom viene a nuestro lado e inclina la cabeza ante mamá.

—Has criado a unos niños tan poderosos —ella dice—. El País de las
Maravillas estará en deuda contigo por siempre.

—No —replica mamá, sonriéndonos mientras acudimos a su lado—.


Siempre fueron poderosos, incluso sin mí.

Absalom sonríe.
—Por supuesto, Diana. Me encantaría mucho hablar contigo en el
Más Allá.

Mamá asiente incluso cuando empezamos a caminar hacia el fondo


de la sala, siguiendo a las otras criaturas. Esperamos hasta que solo
mamá y Absalom faltan, mirando al Sombrerero guiando a cada persona
a través del proceso, y Clara los abraza a todos. Cheshire, Júpiter y White
se quedan al lado de ella, observando. Cuando nos acercamos, todos se
estiran para abrazar a Absalom. Ella pone su mano sobre la cara de
Cheshire, hablando palabras que no puedo escuchar, antes de volverse a
mí por última vez.

—No estaré aquí cuando completes tu destino, hija de hierro —dice


ella, una sonrisa curvando sus labios—. Pero hazle pasar un infierno a
Alicia. —Sus ojos se dirigen hacia Cheshire una última vez—. No te
rindas, Calypso. Los corazones son criaturas salvajes. A veces, toma un
poco de tiempo convencerlos de sus sentimientos.

Asiento y sonrío cuando el Sombrerero le ofrece su brazo y empiezan


a caminar a través del túnel hacia la luz frente a nosotros.

Finalmente, es solo mamá, y mis lágrimas empiezan a caer por mi


cara otra vez. Ella abraza a Attie entre sus brazos primero, ambos
abrazándose fuertemente, dudo que puedan respirar.

—Eres un brillante joven, Atlas. Nunca dejes que nadie se robe tu


coraje. Estoy orgullosa del hombre en el que te estás convirtiendo y
siempre estaré contigo, me puedas ver o no.

Asiente cuando ella lo libera de sus brazos. Cuando da un paso atrás,


su cara está roja, su nariz gotea.

Mamá da la vuelta y me abraza igual de fuerte, y envuelvo mis brazos


alrededor de ella de la misma forma. Es tan pequeña −la altura de Attie
y mía viene de papá−, que se siente como si estuviera abrazándola más
de lo que ella puede abrazarme.

—Eres todo lo que siempre soñé, Calypso. —Ella suspira—. Y mucho


más. Lamento que tuvieras que cuidar de Atlas cuando yo no pude.

—No te disculpes, mamá —grazno—. No podías ayudar en eso.

—Aún así. —Empieza a soltarme—. Lo siento. Has hecho demasiado.


Siempre has sido fuerte, estoy tan orgullosa de ti, bebé. Nunca lo olvides.
La abrazo aún más fuerte y jalo a Attie dentro del abrazo, hasta que
no sabemos dónde empieza uno y terminan los otros.

—Te extrañaré —susurro—. Ambos lo haremos.

—Y yo siempre estaré aquí cuando me necesiten. Justo aquí. —Ella


presiona sus manos contra nuestros pechos, nuestros corazones—.
Ambos harán grandes cosas. Y siempre estaré a sus lados, animándolos.
Recuerden eso. Los amo demasiado.

Mis hombros tiemblan con mis sollozos.

—También te amo —decimos Attie y yo al mismo tiempo.

Siento que no puedo respirar, como si estuviera viéndola morir otra


vez, pero de algún modo es reconfortante. La mayoría de las personas no
tienen la oportunidad de saber si sus seres queridos siguen adelante, si
hay algo más allá de la muerte. Nosotros sabemos que es así y, mientras
Attie y yo nos alejamos por última vez, vemos cómo nuestra madre se
vuelve hacia las luces.

Se detiene junto a Cheshire y le pone la mano en la cara. Él la deja,


sin ninguna sonrisa en la cara, sin máscara tras la que esconderse.

—No es tu culpa, Cheshire —ella susurra, suficientemente alto para


que lo pueda escuchar—. Cuida del corazón de mi bebé.

Y entonces ella camina hacia el final. El Sombrerero le ofrece a mi


mamá su brazo justo cuando una forma aparece en el remolino de luces.
Attie y yo jadeamos al mismo tiempo cuando la sombra se convierte en
una forma que no hemos visto durante mucho tiempo, eso duele. Él es
insustancial, tan débil, podemos ver a través de él, pero, aun así, ahí
está.

—Oh, Jimmy —regaña mamá, con una sonrisa en la cara—. Sabía


que llegarías tarde.

Papá ríe y mira sobre sus hombros hacia nosotros. Él sonríe,


levantando su brazo hacia su corazón e inclinando la cabeza.

—Los amo a los dos —dice él, y juro que puedo sentir su abrazo
incluso desde el otro lado de la habitación. Sé que Attie lo siente también,
cuando me estrecha contra él. Ambos vemos a papá ofrecerle su brazo a
mamá y ella lo toma, de modo que está conectada con el Sombrerero y
con él.

Ellos caminan a través de la luz, hacia el Más Allá, y yo sonrío.

Al menos, ambos están bien.

Abrazo a Attie justo un poco más fuerte, y cuando Cheshire me mira,


le tiendo mi brazo hacia él también. Él duda, pero se acerca hasta que
puedo rodearlo con mi brazo.

Todo.

Tiene que ser todo.

Aunque mi corazón no pueda sobrevivir a ello.


Traducido por Wanda
Corregido por Wanda & -Patty
Editado por Banana_mou

El tiempo avanza a paso de tortuga y a la vez vuela en El País de las


Maravillas. Una semana ha pasado antes de que lo sepa e, incluso, se
siente como si hubiese sido por siempre. Nuestros días se convierten en
un batiburrillo de discusiones sobre estrategias y entrenamientos para la
batalla. El Sombrerero piensa que deberíamos aprender cómo utilizar
una espada e insiste que practique con la Espada Vorpal hasta que se
me entumezcan los brazos por mantenerla en alto. White se enfoca en
discutir sobre cualquier aliado que podamos encontrar, todos los que aún
vivan. Necesitamos ayuda, tanta como se pueda. Pero mi papel no es
ninguno de ellos. Tengo un solo trabajo, derrotar al Jabberwocky y a
Alicia.

Decir que estoy nerviosa es un eufemismo. Soy mecánica. Puedo


manejar una llave inglesa pero está claro que, desde el primer momento
en el que el Sombrerero se enfrenta a mí, estoy lejos de estar lista para
blandir una espada.

—Codos arriba —ordena el Sombrerero cuando mis brazos empiezan


a caer exhaustos otra vez—. Espalda recta, agarra fuerte.

—Lo intento —gruño, con el sudor corriendo por mi frente.

—Esfuérzate más.
No me da ninguna advertencia antes de blandir su espada contra mí,
su brillo púrpura me hipnotiza. Desde el primer momento en que la vi
había estado enamorada de ella. Ahora no puedo soportar su vista.

Apenas levanto los brazos para bloquear su golpe. Mis brazos


tiemblan con la fuerza del choque de aceros y aprieto los dientes.

—¿Dónde está tu muchura? —gruñe el Sombrerero mientras baila


hacia atrás y ataca nuevamente.

—¡No sé qué demonios significa eso! —Clash. Mis brazos ceden bajo
la fuerza del Sombrerero, pero me concentro en mantener los codos
arriba, la espalda recta, los pies plantados antes de moverme lejos.

Puedo sentir los ojos enfocados en nosotros mientras nos movemos


de un lado hacia otro, yo atacando, el Sombrerero defendiendo. Hemos
hecho esto prácticamente un centenar de veces, y él sigue presionando.
Detrás de mí, Clara danza alrededor con su espada como si fuera una
experta, como si hubiera estado practicando desde el momento en que
vino. Supongo que probablemente lo hizo. Si el Sombrerero está
determinado a enseñarme cómo pelear con espadas, sin duda Clara pasó
por el mismo entrenamiento.

—Alto. —Dejo caer mis brazos exhaustos y arrastro la Espada Vorpal


al suelo mientras me alejo a trompicones antes de tumbarme en la
colchoneta.

—Vamos, hermanita —se burla Attie mientras practica con su hacha.


Alguien le dio a mi hermano menor un hacha de verdad. Podría
retorcerles el cuello—. Es solo un poco de lucha de espadas.

—Cállate, leñador —refunfuño, jadeando por respirar.

Los días están llenos de aprendizaje sobre diferentes armas. Ayer


entrenamos con arco y flechas antes de que el Sombrerero renunciara a
eso. Aparentemente, ninguno de los dos tiene las habilidades necesarias
para ello. Attie se había decepcionado mucho. Secretamente me regocijé.
El arco y las flechas son armas de largo alcance, prefiero las armas de
corta distancia.

Júpiter y White se sientan al otro lado de la gran sala de armas.


Júpiter tiene sus ojos cerrados en concentración, ese característico globo
dorado alrededor de ellas mientras se concentra en ampliarlo. El sudor
cubre su cuerpo al igual que el mío, su cara se contrae con dolor. Lo que
se necesita para usar sus poderes, se utiliza mucho. Tal vez eso es a lo
que el Sombrerero se refiere con su «muchura», no puedo ni siquiera
adivinarlo.

Cheshire ha estado convenientemente distanciado, aunque nunca


parece estar lejos de donde estoy. Es como si no pudiera mantenerse
alejado pero quiere hacerlo, y no puedo culparlo. Nunca he podido
agradecerle por traer a March a la habitación de mi madre y, cada vez
que intento sacar el tema, se aleja un poco más, como si el recuerdo de
la bondad que hizo por mí le hiciera temblar. Aún así, presiono y no me
alejo. El Gato es terco como el infierno pero no puede negar los
sentimientos que hay entre nosotros, la atracción. Tampoco me gustan,
pero he llegado a la conclusión de que es muy tarde. Júpiter cree que es
alguna compatibilidad biológica en nosotros que hace que la atracción
sea tan fuerte. La teoría de Clara no es más que el País de las Maravillas
sabiendo quiénes funcionan juntos. Yo pienso que es basura, pero sé que
algo nos une. Solo tenemos que decidir si aceptarlo o no.
Desafortunadamente para mí, mi corazón lo aceptó antes que mi cerebro,
pero las últimas palabras de mi mamá me abrieron los ojos. No hace
ningún bien luchar contra lo inevitable, especialmente cuando se siente
tan bien.

—Otra vez —ordena el Sombrerero, separando los pies y levantando


su espada.

Lo miro fijamente desde mi lugar en el suelo, con los brazos hechos


gelatina y el cuerpo empapado de sudor.

—Ya he terminado. —Me limpio la frente con el dorso del brazo y me


quito el pelo de la cara.

—La Reina Roja no te dará la oportunidad de caminar lejos.

—Por el momento, Alicia se puede ir a la mierda. —Me arrastro a una


posición medio sentada y envaino la Espada Vorpal. Suena cuando se
desliza, un sonido que no le puedo atribuir a nada más que a una espada.
Hay un eco de la acción en mis huesos, como si la espada me dejara saber
que hemos terminado por ahora. No sé si siente, pero le doy unas
palmaditas en apreciación, solo por si acaso. No lastima estar en el lado
bueno de las personas.

Apenas le dedico al Sombrerero otra mirada antes de dejar la


habitación y enfocarme en dónde quiero ir. En poco tiempo, estoy
nuevamente en la ventana.
El tejado de la casa del Sombrerero se ha convertido en mi lugar
favorito. Las noches son hipnotizantes durante su danza de luciérnagas.
Y cuando las estrellas se han ido, como ahora, el cielo es una
interminable corriente de negro. Sin embargo, el cielo late con una
energía invisible durante el día que me tranquiliza.

Escalo la ventana y, cuidadosamente, me desplazo hacia mi lugar


favorito antes de tumbarme con la espada contra las cálidas tejas. ¿Cómo
se ha convertido mi vida en esta nueva normalidad, de mirar un cielo sin
son en lo alto de la casa del Sombrerero Loco?

Estoy en el tejado apenas un minuto cuando siento que no estoy sola.


Ni siquiera giro mi cabeza.

—No estoy de humor para que me mires más, Gato cobarde.

Cheshire no responde a mi puya mientras se abre paso hacia mí y


toma asiento, echándose hacia atrás como si estuviéramos en un sofá y
no en un techo.

—¿Estás bien? —pregunta en su lugar.

Giro mi cabeza y conecto la vista con sus ojos eléctricos, tan brillantes
incluso en la oscuridad de este mundo.

—¿Es una pregunta seria?

Sus labios se curvan levemente, como si quisiera sonreír, pero se


resiste. Por supuesto que no estoy bien. Estoy en un mundo de fantasía,
luchando por salvarlo, y hace una semana perdí a mi madre. No me
presiona para que le responda.

Nos sentamos en un confortante silencio por unos pocos minutos,


ninguno de los dos atreviéndose a romper la calma. Pero, eventualmente,
todo se rompe.

—Cuando era joven —susurra Cheshire y giro mi cabeza hacia él—.


Nunca esperé ser un Hijo o hacerme inmortal. Era un chico salvaje.
Danica era la dulce.

—¿No eres un Hijo nacido?

—No. El País de las Maravillas escoge a sus hijos, justo como los
mundos escogen a sus hijos. Él decide quién servirá para cada trabajo. Y
si eres escogido, sabrás que cualquiera de los sueños que hayas tenido
probablemente no se hará realidad.

—¿Qué soñaste? —susurró—. Antes de que te convirtieras en las


Manos de la Justicia.

Su mandíbula se presiona con mi pregunta.

—Soñé con ser libre.

Y, de repente, entiendo exactamente quién es Cheshire, él fue forzado


en un rol que no quiso, obligado a cumplir un papel, y ahora hay profecías
que dictan en qué se convertirá exactamente su vida. No es de extrañar
que esté luchando tan fuertemente contra el destino que el País de las
Maravillas intenta darnos.

—¿Sabes?, yo también tuve sueños, una vez.

—¿Qué sueña una diosa? —Cheshire finalmente gira la cabeza y se


encuentra con mis ojos.

—Antes de que mi madre enfermara quería ir a la universidad,


empezar mi propio negocio, tal vez conocer a un tipo normal que no fuera
un imbécil, sentar cabeza y tener una familia. —Sonrío—. Pero los sueños
también pueden cambiar. Cuando mi mamá enfermó y mi vida quedó
patas arriba, mi nuevo sueño se convirtió en tener el suficiente éxito para
criar a Attie y que no le faltara nada en la vida. Ha sido una lucha, pero
confío en que podrá ir a la universidad y perseguir sus propios sueños.
Está bien —susurro—, el cambiar tus sueños.

Su cara se relaja por un momento, revelando el Cheshire que hay por


debajo, pero luego la máscara vuelve a caer ante mis ojos.

—Sigo queriendo la libertad, por todo lo que el País de las Maravillas


me arroja.

Intento que las palabras no me hieran. Me doy cuenta de que no están


dirigidas a mí tanto como la idea me obliga a pensarlo. Aún así, me duele
el pecho de pensarlo y me vuelvo hacia el cielo pulsante, concentrándome
en los sonidos del bosque en la distancia.

Este mundo y el hombre a mi lado serán mi fin. Puedo sentirlo en mis


huesos. Incluso si sucede, si ganamos la guerra, tengo que irme, llevar a
mi hermano a casa. Este no es su sueño y no lo forzaré a que lo sea, no
importa cuánto quiera quedarme. Estoy cayendo y, en esta ocasión, no
hay nadie que me atrape.

Pero está bien. Después de todo, tengo que dar todo lo que tengo.

—Cuando vine por primera vez, me prometiste que te asegurarías de


que Attie regresara a casa, ¿cierto?

—Lo hice. —Su voz apenas supera un susurro.

Me vuelvo hacia él de nuevo, encontrándome con sus ojos con toda la


seriedad de lo que estoy a punto de decir.

—Lo que sea que pase —me detengo, tratando de encontrar las
palabras—. No importa qué me pase, debes llevar a Attie de regreso a
casa.

—Puedes llevarlo por ti misma —replica Cheshire, arrugando las


cejas.

—Solo promételo, Cheshire. ¿Por favor?

Me estudia por un minuto, buscando lo que estoy escondiendo. No


tiene que mirar muy profundo, soy un libro abierto cuando se trata de
Cheshire, pero estoy escrita en el lenguaje equivocado. Él no lo ve, no se
da cuenta, así que asiente lentamente con la cabeza, antes de mirar de
regreso al cielo.

—Lo prometo.
Traducido por AS
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

Ha pasado un mes desde que mamá murió y parece que fue ayer. La
casa está llena de criaturas y personas que White ha traído de vuelta,
todos los aliados se reúnen para luchar contra la Reina Roja.

De alguna manera, hemos reunido un ejército, aunque


desordenado y extraño.

Attie ha tomado a las nuevas criaturas con gusto, entrenando con


cualquiera que esté disponible. Se ha convertido en un experto con el
hacha de batalla, practicando con la cosa todos los días. Veo cómo
balancea el hacha hacia una criatura parecida a una rana que deja
pequeñas manchas de baba por donde se mueve. Me resulta difícil de ver
cuando un trozo de baba me salpica el brazo. Me lo limpio con una toalla
ocultando, a duras penas, el asco que me produce la sensación.

—Todavía hay una cosa más que no has hecho y que deberías hacer
—dice Clara desde su lugar a mi lado. Observa cómo el Sombrerero hace
pasar a un grupo de criaturas a través de un taladro. Parece que, aunque
la mayoría de la gente parece demasiado extraña o blanda para la guerra,
manejan las armas con habilidad, tan peligrosos como cualquier otro ser.

En el otro lado de la sala, Júpiter se ejercita dentro de su cúpula


dorada, haciendo burpees como si su vida dependiera de ello. Es su
nuevo objetivo que, no importa lo que esté haciendo, la cúpula dorada se
mantiene en pie. Ella es capaz de sostenerla mucho más tiempo y sin
pensarlo tanto. «Progreso», dice White. «Está progresando».

—¿Qué es? —pregunto.

Ya estoy empapada de sudor por mi sesión de entrenamiento. El


Sombrerero dejó de hacerlo una vez que empecé a dominar la espada,
pero me ha empezado a entrenar con algunas armas más pequeñas. No
seré una experta lanzadora de cuchillos como Júpiter parece ser, pero al
menos puedo desarmar a alguien con un cuchillo y atacar con uno.

—No has probado el Reali-Té.

—¿Acaso quiero saberlo? —Me paso la mano por el pelo. ¿Acaso


este mundo deja alguna vez de pedir cosas?

—Es un té que hace March y que te permite ver los recuerdos. —


Clara me mira—. Es brutal y difícil de digerir, pero tanto Júpiter como yo
vimos diferentes cosas que nos ayudaron en nuestras misiones. Tal vez
tú puedas hacer lo mismo. —Frunzo el ceño—. Nos vendrá bien toda la
ayuda que podamos conseguir —me recuerda.

—¿Los recuerdos de quién veo?

—Yo vi a Alicia y recuerdos del Sombrerero. Para Júpiter...

—Alicia y White —termino, cerrando los ojos—. Entonces, veré a Alicia


y a Cheshire.

—En teoría, sí.

Mis ojos se dirigen al otro lado de la habitación donde Cheshire se


apoya en la pared, observando a una pareja que se enfrenta con lanzas.
Sigue sus movimientos aunque parece tan relajado como un gato
dormido. Cualquiera que lo conoce se daría cuenta de que es mucho más
parecido a un gato salvaje en la selva, que a cualquier gato doméstico
perezoso.

—¿Y crees que es necesario?

Por supuesto que sí. Clara no saca nada a relucir sin que sea
importante. Tiene la mente más analítica que he visto, lo que la hace una
extraña pareja para el Sombrerero, a mis ojos. Pero incluso yo he visto
sus ojos destellar con oscuridad en momentos, como si al ahuyentar la
locura del Sombrerero ella absorbiera un poco en sí misma.

Clara asiente con la cabeza.

—Cheshire puede llevarte allí para ver si algo nuevo se revela, y


puedes volver enseguida. —Se muerde el labio—. ¿Sientes eso?

—¿Sentir qué?

—Es casi la hora. La guerra se acerca y tenemos que estar


preparados.

No pregunto qué quiere decir, ni cómo sabe tal cosa. Clara ha


estado aquí más tiempo que yo y ni siquiera sé cuánto tiempo es. Estoy
comenzando a entender que el País de las Maravillas cambia a una
persona, cuanto más tiempo está aquí, hay más razones para irse cuando
es el momento. Incluso ahora, puedo sentir la atracción de la Espada
Vorpal más fuerte que nunca, como si fuéramos uno y el mismo. Es
desconcertante pero ha hecho que los ejercicios sean mucho más fáciles
cuando la espada se siente como una extensión de mí misma en lugar de
un arma.

—Le pediré a Cheshire que me lleve.

Dejo que Clara vea al Sombrerero bailar con su espada y me acerco


a Cheshire. En el momento en que empiezo a dirigirme hacia él, sus ojos
se dirigen y se alejan rápidamente. Entonces se convierte en una lucha
para no mirarme, fijándose obedientemente en la pareja que tiene
delante. Sigue sin mirarme cuando me detengo a unos metros delante de
él.

—Clara dice que tengo que beber el Reali-Té.

—¿Y?

—Entonces, tienes que llevarme.

Su oreja se agita.

—Estoy ocupado.

—Qué pena. Vamos. Quiero irme y volver antes de que caiga la noche.
Me he acostumbrado a sentarme en el tejado todas las noches, mi
tiempo lejos de la locura. Casi todas las noches, Cheshire se une a mí.
Las que no lo hace, puedo sentirlo cerca, escondiéndose justo fuera de la
vista, como si tuviera miedo de acercarse demasiado.

He renunciado a luchar contra la atracción, mi corazón es una


pequeña mierda y decide que le gusta el Gato. Es algo más que un «me
gusta», pero no he pensado en las palabras por miedo a lo que significan.
Pero Cheshire sigue negándose por completo a reconocer nada. No espero
menos.

Cuando no me voy y sigo mirándole fijamente, Cheshire suspira.

—Bien. Pero lo haremos rápido.

—Eso es lo que he dicho. —Pongo los ojos en blanco y Cheshire se


concentra en mí, su mano se extiende como un relámpago y me agarra
de la cadera antes de empujarme hacia él.

—Vuelve a poner los ojos en blanco —me gruñe en voz baja—, y


tendré que doblarte sobre mi rodilla.

Sus palabras me provocan un deseo ardiente y mi corazón amenaza


con salirse del pecho. Cuando se aparta un poco y me mira a los ojos, veo
el desafío que me da. Estamos rodeados de gente en la sala, pero, aun
así, acepto su reto. Me inclino más hacia su cuerpo y le doy un golpecito
en la nariz. Parpadea.

—Promesas, promesas —susurro, antes de separarme y dirigirme a


la puerta.

Un suave gruñido detrás de mí me hace sonreír mientras siento que


me sigue. A Cheshire no le gusta perder y no tengo duda de que
aprovechará la oportunidad de desafiarme de nuevo más tarde. Mentiría
si dijera que no estoy esperando con ansias, porque lo estoy haciendo.
Ha pasado tanto tiempo desde que tuvimos algo de acción, nuestra
primera colisión trajo todo tipo de temores y nos hizo detenernos, pero
me duele por él más de lo que nunca me ha dolido por otro hombre. Y eso
me dice todo lo que necesito saber.

Cheshire no espera mucho a que suba al porche antes de agarrar


mis manos y comienza a desvanecernos sin previo aviso. El Sombrerero
había explicado que podemos desvanecernos desde el porche a cualquier
lugar para facilitarlo, pero nadie puede desvanecerse a menos que esté
dentro de un límite determinado de la casa.

Algo sobre mantener a raya a la Reina Roja, pero los guardianes


tienen un precio. Aparentemente, para obtener más seguridad, tienes que
perder un poco en el medio.

Cuando reaparecemos fuera de una cabaña decrépita cubierta de


enredaderas y musgo, frunzo el ceño. Esperaba que la casa de March
fuera más bonita. Aunque, esto ciertamente coincide con su apariencia.

—¡Bienvenidos! —llama March desde dentro, abriendo la puerta de


golpe. Él no sale, pero lo tomamos como la invitación que es.

Nos dirigimos rápidamente hacia las escaleras y hacia el interior,


donde la decadencia nos toca. Miro a mi alrededor confundida mientras
Cheshire cierra la puerta. Cuando mis ojos se posan en March, mis cejas
se levantan.

—¿Cómo demonios funciona eso?

—La cabaña está encantada. March aparece de una forma en el


interior, y de otra fuera.

March suelta una risita al oír las palabras.

—Dos formas, tres para perder, nada tan difícil como tener que elegir.
—Más risitas.

Sacudo la cabeza y lo dejo pasar. No estoy capacitada para abordar


ese tema.

—Necesitamos el Reali-Té, March —dice Cheshire.

—Por supuesto que sí. No hay otra razón para que vengas. —Hay una
pizca de resentimiento en sus palabras y miro a Cheshire. Él no parece
notar eso o no le importa. No estoy segura de cuál.

—¿Podrás salir de la cabaña una vez que derrotemos a Alicia, March?

—Quizás, quizás... —Se acerca a la zona de la cocina y empieza a


triturar cosas en una taza de té astillada. Lo observo por un momento.

—¿Qué pasará cuando lo hagamos?


—Me muero. —No hay emociones en esas palabras. Ni ira, ni tristeza,
ni emoción.

—¿Qué?

—Uno está muerto. Dos está engendrado. Tres está solo. Y Cuatro
está olvidado.

—¿Qué significa eso?

March vierte algo humeante de una tetera en la taza antes de venir a


la mesa. Pone la taza de té frente a mí mientras tomo asiento y miro el
líquido rojo que se arremolina y que huele a chocolate, a rosas y al
metálico de la sangre.

—Bebe, Calypso —dice March, con voz repentinamente seria. Levanto


la taza hacia mi boca y bebo un trago, el sabor a chocolate me cubre la
lengua.

—Esto será lo peor.

—¿Qué? —Vuelvo a dejar la taza de té, pero ya es demasiado tarde.


Puedo sentir el líquido mientras viaja por mi cuerpo, siento el poder que
hay en mi sangre extrayéndose.

—Prepárate, Cal.

Esas son las últimas palabras que oigo antes de que el mundo se
vuelva negro.

Lo primero que veo al abrir los ojos es que ya no estoy en la cabaña


de March. Dondequiera que esté es tan blanco que me duele la vista, tan
estéril, pero al mismo tiempo sucio. La pintura se está desprendiendo de
las paredes, el suelo está agrietado y sin piezas, la suciedad parece cubrir
todas las superficies disponibles.

Un hombre entra en la habitación vestido con una bata de médico.


Cierra la puerta detrás de él con llave, asomándose un momento por la
ventana antes de bajar las persianas. Y, entonces, como por arte de
magia, aparece una mujer junto a él, tan débil que la lleva a cuestas. Su
pelo rubio pálido le cubre la cara mientras se deja caer y él la sienta en
un sofá raído.

—Vas a tener que alimentarte, Alicia. Solo puedo empujar poder en


ti si te alimentas.

La mujer levanta la cabeza y, por primera vez, la veo, tan frágil, sus
brazos tan delgados que duelen.

—¿Qué... quieres... quieres decir? —Incluso sus palabras son


débiles, tan silenciosas que apenas puedo oír.

—Mi sangre —dice el médico rubio, sacando un cuchillo de su


abrigo. La pobre mujer ni siquiera se inmuta cuando lo levanta. Se corta
en la muñeca y se la tiende a ella. Los labios de la mujer se curvan a los
lados en señal de asco. Cuando no se inclina hacia delante, el hombre
la agarra por el pelo y le mete la boca a la fuerza. Ella lucha por un
momento pero está tan débil que no consigue nada. «¿Qué coño estoy
viendo?».

—Bebe, Alicia. Mis poderes te alimentarán, te fortalecerán, y te


convertirás en algo mucho mejor. —La voz del hombre es sensual,
persuasiva, tanto que incluso yo puedo sentir una atracción hacia él, pero
no soy débil, y por eso observo con rabia cómo suelta el pelo de Alicia y
ella le agarra la muñeca con la suya.

Cuando se aparta, veo cómo sus ojos, antes azules, desaparecen en


la negrura de la tinta y una sonrisa se dibuja en su rostro.

Me veo sacudida violentamente hacia atrás en otra escena. Esta vez,


es un caos mientras los médicos, los pacientes y los asistentes corren
gritando. No llegan muy lejos. Horrorizada, me aparto del camino de una
Alicia enfadada, con el pelo volando alrededor de ella en un viento
fantasma, sus ojos negros como la noche, la sangre goteando por un
vestido azul. La gente huye de ella mientras ella lanza un gran cuchillo
de cocina, apuñalando ferozmente a cualquiera que se acerque
demasiado, cortando cuellos que dan un arco de sangre que salpica su
cara y las paredes.

—Todos pagarán por lo que me han hecho. Todos morirán —gruñe.


Pasa por delante de una paciente, una chica que no puede tener
más de quince años. En lugar de dejarla allí, se pone en cuclillas junto a
ella y le levanta la barbilla.

—¿Estás enfadada? —susurra Alicia, con voz suave.

—S-sí.

Alicia entrega el cuchillo ensangrentado a la niña, de la misma edad


que Attie, asustada en una bata de hospital.

—Entonces haz algo al respecto. —Alicia se levanta y continúa su


masacre, moviendo los brazos ahora con garras. Ella muestra sus dientes
a un médico que intenta sedarla, las puntas afiladas se hunden en su
cuello.

La niña se levanta y carga en la refriega en la dirección opuesta,


pero solo encuentra a los muertos y al médico que hizo beber a Alicia, el
que sospecho que es el Jabberwocky.

—¿A dónde vas con un cuchillo tan grande, niña? —pregunta él,
tan tranquilo ante esta niña armada con un cuchillo ensangrentado.

—Voy a hacer que todos paguen. —Su voz es tan pequeña, tan débil,
que apenas puedo oírla por encima de los gritos, pero sostiene el cuchillo
frente a ella. Se lanza hacia él, con el cuchillo levantado, pero no llega
muy lejos.

Más rápido de lo que puedo seguir, él tiene sus manos alrededor de


la garganta de la niña mientras aprieta. Ella araña su mano mientras sus
ojos comienzan a brillar, rogándole que la deje ir. El cuchillo cae al
suelo.

—Solo puede haber una Alicia, niña. —Las lágrimas pinchan mis ojos
mientras él deja caer su cuerpo sin vida en el suelo, como si no valiera
más que la basura.

Continúa su camino por el pasillo, silbando mientras avanza.

Esta vez, cuando la escena cambia, ya no estamos en el edificio.


Reconozco los colores del País de las Maravillas, aunque nunca haya visto
el castillo que tengo delante. Parece un palo de vela derretido, como si la
sangre goteara por sus lados. Estamos en una especie de jardín, la sangre
salpica la hierba. Alicia está de pie con su vestido azul, ahora más rojo
que nada. Un hombre está delante de ella, guapo, con una fina corona en
la cabeza. El Jabberwocky está de pie a su lado, con una pequeña sonrisa
en su cara.

—Alexander —murmura Alicia—. Dijiste que me esperarías.

—Han pasado años y años, Alicia. —La voz del hombre es tensa, sus
ojos mirando hacia el lado donde el rey y la reina son retenidos, sus
coronas en el suelo junto a ellos—. Esperé, pero nunca volviste.

—Ahora estoy aquí —dice ella, levantando un brazo cubierto de


sangre hacia el hombre. Él no lo coge. En su lugar, retrocede.

—No eres la Alicia que recuerdo —dice negando con la cabeza—. Es


demasiado tarde. Detén esta masacre —dice, sacando una espada de su
cadera—, y tal vez te deje vivir.

Las lágrimas caen de sus ojos negros mientras ve a alguien que


obviamente le importa sosteniendo una espada hacia ella. Observo el
intercambio mientras el Jabberwocky se inclina y le susurra al oído. No
creo que pueda oírlo pero, cuando habla, las palabras son claras como el
cristal.

—Podrías destruirlos a todos.

Salgo de la escena de golpe y con tanta fuerza que mi aliento sale de


mi cuerpo. La escena pasa volando hasta que miro los árboles, el cielo
más brillante de lo que nunca he visto.

Un niño pequeño, de unos ocho años, sale corriendo de la maleza y


me derrito al ver las orejas de gato grises y azules en su cabeza, y la cola
arrastrándose detrás de él. Una niña, un poco más joven, sale detrás de
él, riendo con alegría, mientras intenta atraparlo. Orejas de gato a juego
con rayas verdes brillantes en su cabeza y una cola similar a la de
Cheshire la siguen.

—No puedes atraparme, Dani —se burla Cheshire antes de escalar


el árbol con pequeñas garras. Observo, con una pequeña sonrisa en la
cara, cómo la niña intenta seguirle y no lo consigue.

Antes de que pueda alterarse demasiado, una mano baja y la eleva


a la copa del árbol. Unas risitas infantiles llegan a mis oídos.
Cuando los colores se arremolinan esta vez, tengo miedo de lo que
pueda pasar. No me habrían mostrado un recuerdo tan feliz si no acabara
en tragedia. Lo sé, y aun así me agarro el pecho cuando la escena se
vuelve a repetir.

—Dani, despierta.

Cheshire aparece tal y como es ahora, completamente crecido. Su


hermana yace en sus brazos, su pecho no se mueve, un agujero abierto
a través de su esternón. Sus ojos aún están abiertos, vidriosos, mientras
mira el cielo negro.

—Es una lástima —dice Alicia haciendo un mohín—, que la


Portadora de la Esperanza haya tenido que morir, ¿no es así?

Me vuelvo hacia ella, con la rabia en el cuerpo por lo que le ha hecho


a Cheshire, pero cuando extiendo la mano para estrangularla, mi mano
la atraviesa. Esto es solo un recuerdo, solo el pasado. No puedo cambiar
la historia.

Cheshire deja suavemente el cuerpo de Danica en la hierba antes


de arremeter contra Alicia. Se detiene a un pie de ella, con los brazos
extendidos, listo para destrozarla en pedazos. Es como si hubiera un
campo de fuerza alrededor de ella mientras lo mira, una sonrisa se
extiende por su cara.

—Hermoso, ¿no? Quieres castigarme pero no puedes. Lo siento,


Cheshire, pero no me detendrás mientras mato hasta la última persona
de este mundo.

Alicia se gira, la risa se escapa de sus labios. Cheshire grita en el


aire antes de cortar con sus garras el topiario más cercano con rabia.
Destroza el arbusto en forma de flamenco con la angustia en su rostro,
las lágrimas goteando por sus mejillas. Me duele llegar hasta él, por
infructuoso que sea, mientras se desploma junto al cuerpo de Danica y
llora por ella.

—Dani, despierta.

La escena cambia lentamente esta vez, como prolongando la


tortura. Me apresuro a secar las lágrimas que ruedan por mis mejillas y
asimilo la escena.
Ahora debemos estar dentro del castillo, arte grotesco y estatuas
doradas por todas partes. Estamos en un dormitorio con una gran cama
con dosel que ocupa gran parte del espacio. El hombre rubio, el
Jabberwocky, descansa sobre el colchón desnudo, con una sábana que
le cubre la ingle. Es todo músculo ondulado, probablemente debería ser
atractivo pero lo veo como el monstruo que es, la bestia que se convierte
en un destello en mi mente.

Alicia está sentada frente a un espejo con una bata roja de seda que
la envuelve, con ojeras bajo sus ojos. Se agarra el pecho en agonía, las
lágrimas gotean de sus ojos.

—Alex —susurra, su piel es tan pálida que es casi translúcida—.


Tienen a mi Bribón.

—No lo necesitabas de todos modos —dice el Jabberwocky—. Me


tienes a mí.

Alicia no le contesta ya que apenas se contiene, pero cuando ve su


reflejo, se endereza y se limpia la cara, deslizando una máscara en su
lugar.

—Soy una reina —le dice a su reflejo, inclinando la barbilla hacia


arriba—. Soy una reina.

El Jabberwocky se levanta de la cama, se olvida de la sábana y se


acerca a ella y le besa la nuca.

—Eres mucho más que eso, mi amor. —Se encuentra con sus ojos en
el espejo—. Eres una rompedora de mundos.

Salgo despedida hacia atrás de la escena violentamente.

Cuando vuelvo en mí en la cabaña de March, es para encontrarme


envuelta en los brazos de Cheshire y empapada en sudor. Por un
momento, entré en pánico e intenté apartarme de sus brazos a toda prisa,
pero él solo me abrazó más fuerte, susurrando que estaba bien, que las
visiones habían terminado.
Ahora, caminamos por el bosque, eligiendo evitar al Bandersnatch
en lugar de regresar de inmediato. No puedo quitarme de la cabeza las
visiones, la carnicería que sigue a Alicia. Veo al joven Cheshire y a Danica
una y otra vez, riendo y despreocupados. La libertad. El sueño de
Cheshire siempre ha sido la libertad.

¿Pero qué pasa si la libertad viene con ceder a sus deseos?

—¿Supongo que has visto alguna mierda después de beber el Reali-


Té? —pregunta Cheshire despreocupadamente a mi lado.

—La verdad —murmuro, sin mirarle. Me concentro en poner un pie


delante del otro.

—Estoy seguro de que viste algunas cosas de mí allí.

—Lo hice.

Me agarra del brazo y tira de mí para que me detenga, los sonidos del
Bandersnatch lo suficientemente lejos como para que mis oídos ni
siquiera se estremezcan cuando chillan.

—¿Te importaría decirme cuáles son?

Le miro a los ojos, intentando ocultar la inquietante cualidad que


sé que está ahí.

—En realidad, no —susurro, la sangre y la muerte pasando por mi


mente.

—Ah, entonces son todos los malos —suspira Cheshire y me atrae


hacia él. Me sorprende cuando me rodea con sus brazos y me abraza con
fuerza—. Siento que hayas tenido que ver eso.

—No es tu culpa.

Esas palabras las digo en serio. Nada de esto es culpa suya. Estaba
enfadada, muy enfadada cuando aterrizamos en el País de las Maravillas,
pero ahora me doy cuenta de que White tenía razón al traerme aquí,
aunque no estuviera en mis planes. Attie se está divirtiendo como nunca
en su vida y, aunque perdimos a mamá, pudimos pasar sus últimas
horas con ella sabiendo quiénes éramos. Eso no habría ocurrido en casa.
Cheshire ha hecho todo lo posible para que estemos cómodos, aunque
no lo admita. El gato se esconde detrás de su máscara, siempre evitando
las emociones, a la vez que se siente atraído por ellas.

Me inclino hacia él y le beso suavemente en los labios, con suavidad


de pluma, como si temiera que me aleje. Siento que su cola se enrosca
alrededor de mi cadera, apenas rozando bajo mi camiseta para hacer
cosquillas. Cuando me inclino un poco hacia atrás, me encuentro con
sus ojos curiosos.

—¿Por qué fue eso?

—Por ser tú. —Toco con mis dedos el lado de su cuello, acariciando,
burlándome.

Sus dedos se aprietan en el material de la parte baja de mi espalda


cuando me inclino y beso su manzana de Adán.

—Probablemente no sea una buena idea —empieza, y siento sus


garras apoyadas suavemente contra mi columna vertebral cuando se
asoman.

—Estoy cansada de las buenas ideas. Necesito una mala. —Le doy un
pellizco en la garganta, y un suave rugido sale de su pecho.

—Estás jugando con fuego —advierte mientras sus dedos se deslizan


por mi columna vertebral, arrastrando esas garras tan ligeras como una
pluma a lo largo de mi piel.

—Lo sé. —Le quito la chaqueta de cuero de los hombros y él retira


sus manos sobre mí lo suficiente como para dejarla caer al suelo del
bosque—. Sigo sin decir tu nombre. —El desafío se interpone entre
nosotros y, por un momento, creo que se va a alejar.

Y entonces gruñe y me echa por encima del su hombro. Chillo y


envuelvo mis manos alrededor de su espalda lo mejor que puedo. Se
mueve hacia uno de los árboles grandes, uno de los que no nos sisea, y
empieza a trepar, con una mano, por el lado. Jadeo mientras el suelo se
aleja cada vez más.

—¿Qué estás haciendo? —Hay pánico en mis palabras, pero


Cheshire no hace ningún comentario mientras frena y me coloca con
cuidado en una rama lo suficientemente ancha como para estar de pie.
Golpeo mi espalda contra el tronco, agarrándome a la corteza.
—Soy un gato —gruñe, encerrándome. Me hace sentir más segura
y me aferro a él. Después de todo, un gato siempre cae de pie—. Me
gustan los árboles.

—Vale...

Estoy completamente confundida. Pensé que estábamos a punto de


intimar, y ahora estamos muy arriba en un árbol, y Cheshire me está
mirando como si estuviera en casa.

Se inclina y me besa la garganta, mordisqueando la piel mientras


sus manos comienzan a vagar. Gimo mientras me aferro a sus hombros,
temiendo caer, pero confiando en que me atrape. Una decisión estúpida,
en realidad. Probablemente me dejaría caer por diversión.

—Relájate —susurra contra mi piel.

—Es fácil para ti decirlo —gruño—. No estoy hecha para los árboles.

—No te dejaré caer, pequeña diosa.

Me tira la camisa por encima de la cabeza y la corteza me aprieta la


espalda mientras deja caer el material hacia el suelo. Ni siquiera miro a
dónde va mientras tiro de su propia camisa por encima de su cabeza y la
tiro antes de abrir sus pantalones de cuero. Sus propios dedos me aflojan
los vaqueros y me los baja por mis caderas. Mi equilibrio se tambalea
mientras intento quitármelos de una patada, pero fiel a su palabra, los
brazos de Cheshire me ayudan a mantener el equilibrio.

Su boca vuelve a mi cuello mientras una de sus manos recorre mis


abdominales para acariciar mi clítoris, acariciándolo tan suavemente,
que gruño.

Me meto en sus pantalones y libero su polla, acariciando el acero y


arrancando un gemido de él.

—Joder —dice contra mi piel mientras desliza un dedo dentro de


mí—. Vas a hacer que pierda el control.

—Entonces hazlo —jadeo—. Dame toda tu fiereza.

—No lo quieres todo. —Como para probar su punto, enrosca su


dedo dentro de mí, y jadeo—. No me quieres, pequeña diosa.
—No me digas lo que quiero —siseo, apretando su longitud en mi
mano. Sus caderas se mueven hacia delante y su pecho retumba en
respuesta.

Antes de que pueda parpadear, estoy cayendo, pero no del árbol.


Cheshire me levanta bruscamente y se sienta en la rama antes de tirar
de mí sobre su regazo, mi estómago sobre sus piernas. La cabeza me da
vueltas mientras me enfrento al aire libre, y me agarro con fuerza a la
rama, a Cheshire, a cualquier cosa a la que pueda agarrarme.

—¿Qué coño estás haciendo? —El pánico llena mi cuerpo incluso


cuando siento sus manos acariciando mi trasero, toques suaves que no
hacen nada para frenar mi miedo.

—Te dije antes que te iba a castigar. —Sus palabras son tan
claras... que me levanto lo suficiente como para mirarle de la forma más
seca posible. Se ríe mientras su cola se mueve en el aire vacío y se enrosca
suavemente alrededor de mi cuello, como una boa de plumas.

—¿Colgarme a quince metros en el aire es un castigo?

Su mano se desliza hacia abajo, apenas rozando, lo suficientemente


cerca para torturar sin tocarme donde realmente quiero que lo haga. Esa
sonrisa característica que se extiende por su cara.

—Esa parte no es el castigo. —Y entonces su dedo se sumerge dentro


de mí de nuevo, y jadeo. Mi adrenalina por estar colgada tan alto,
combinada con el deseo que Cheshire acaricia, hace que mi cabeza dé
vueltas. Me agarro con fuerza a la rama del árbol, mis ojos se cierran por
la sensación. Lentamente, tan lentamente, Cheshire acaricia mí núcleo.
Cuando añade otro dedo, estirándome un poco más, me relajo un poco
más en su regazo.

Ese es mi error.

En el momento en que me relajo, sus dedos abandonan mi núcleo.


Antes de que pueda gemir, su mano golpea a mi trasero desnudo y grito.
Me levanto de nuevo y me retuerzo, gruñendo.

—¿Qué coño?

Sus dedos vuelven a acariciarme, como si no acabara de dejar una


huella de su mano en mi piel.
—El castigo —ronronea—, puede ser muy divertido.

—Te voy a asesinar —gruño, pero la inflexión se pierde un poco


cuando vuelve a introducir sus dedos en mi interior, y gimo. Esta vez
estoy preparada para ello cuando sus dedos me abandonan y golpean la
mejilla opuesta. Cuando rodea mi clítoris, me muerdo el labio con fuerza.

Siento su longitud contra mi cintura, moviéndose mientras juega


conmigo, mientras se burla de mí. En mi posición, estoy en total
desventaja, su brazo me rodea, manteniéndome en mi sitio y evitando
que me caiga al mismo tiempo. Esos dedos traidores se sumergen dentro
y alrededor, sin concentrarse demasiado.

Nunca se concentran demasiado en un punto, nunca dejan que mi


orgasmo se acumule.

—Te odio, joder —gruño, y al final se me escapa un gemido. Cheshire


se inclina y me muerde en el trasero, el agudo escozor me hace girar—.
¿Me acabas de morder el trasero? —pregunto, sorprendida.

—No es lo único que pienso morder. —Otra nalgada.

—Basta —gruño, completamente excitada, mi orgasmo


frustrantemente fuera de la vista—. Fóllame ya.

Sus dedos rodean la entrada de mi espalda y me tenso con fuerza,


contra él.

—¿Es suficiente? —ronronea—. ¿Andas con ganas de más?

—Te deseo —admito y me recompensa con otra caricia dentro de mí.

—¿Qué es lo que deseas?

—Todo.

Sus dedos se mueven en tres fuertes empujones dentro de mí, y yo


gimo.

—¿Lo quieres todo, pequeña diosa? —tararea, una larga caricia.

—Sí —digo. Sus dedos comienzan a empujar dentro de mí,


lentamente al principio, y luego se aceleran hasta que se convierten en
placer y dolor, éxtasis y agonía. Mi vientre se tensa y grito, mis piernas
tiemblan por las sensaciones.
—Dime lo que quieres —gruñe, inclinándose y volviendo a
morderme la mejilla—. Dímelo.

—A ti —grito, aferrándome con locura al árbol, mi cuerpo se vuelve


tenso y líquido a la vez, mientras mi orgasmo crece dentro de mí.

—Di mi nombre.

«Buen intento», pienso, pero no puedo decirlo en voz alta. El placer


es demasiado mientras sus dedos siguen golpeando dentro de mí,
llevándome cada vez más alto hasta que soy un desastre de nervios. Se
ríe de mi falta de respuesta, pero no disminuye el ritmo.

Gracias a Dios, no disminuye el ritmo.

—Vente para mí, pequeña diosa. —Las palabras son un profundo


estruendo, su ritmo nunca disminuye mientras me lleva al borde, y yo
caigo sobre él. Gimoteo mientras mi cuerpo se estremece, mi núcleo se
aferra a sus dedos mientras él frena su mano castigadora. Desliza sus
dedos y me levanta, poniéndome en su regazo para que mis piernas
queden a horcajadas sobre las suyas, y entonces empuja dentro de mí,
lenta y dolorosamente.

Me contraigo a su alrededor mientras me coloca sobre su polla,


jadeando con fuerza, mis manos se aferran a sus hombros.

—Joder —gimo, con los pies colgando a los lados de la rama. No


podré controlar nada así, y él lo sabe.

—Qué bonito —gime, inclinándose hacia delante y metiendo mi


pezón en su boca. Me aprieto contra él, lo mejor que puedo hacer, y
ambos nos tensamos. Él deja ir mi pezón con un chasquido antes de
pellizcar la parte inferior de mi pecho. Echo la cabeza hacia atrás
mientras sus manos me levantan lo mínimo antes de dejarme caer—. Tan
perfecto.

Cheshire lame un rastro por mi pecho hasta la sensible piel donde


se juntan mi hombro y el cuello, mordisqueando el punto donde me
marcó la última vez. La marca ha desaparecido, y yo me aprieto alrededor
de él, recordando, mientras él besa el lugar.

Esta vez, cuando me levanta, me penetra. Jadeo cuando él repite la


acción, el sonido de nuestra piel golpeando juntos me excita aún más.
—¿No vas a decir mi nombre, pequeña diosa? —me susurra al oído,
con sus labios dejando besos detrás. Giro la cabeza hacia un lado para
permitirle un mejor acceso, y le paso la mano por el pelo para tocarle las
orejas.

—Di primero el mío —consigo decir, apretando.

—Siempre es una competición —me reprende.

—Ponnos en el suelo y podré hacerte una verdadera competencia.


—Mi voz es tan jadeante que suena como un largo gemido incluso para
mis propios oídos.

—Entonces pierdo mi ventaja. —Como para mostrarme esa ventaja,


me levanta y me vuelve a golpear. Pierdo el poco aliento que tengo—. Me
gustas así, indefensa, a mi merced. —Su cola recorre mis pezones, y yo
me inclino un poco más hacia atrás, manteniendo mi mano en su pelo.

—Si crees que estoy indefensa, no me conoces tan bien —gimo,


apoyando mi otra mano en la rama detrás de mí y usándola de palanca
para levantar mis caderas y rodar.

Cheshire sonríe y sigue sujetando mis caderas, continuando el giro


durante un momento antes de levantar la mano izquierda y agarrarme
del pelo. Su agarre es suave pero contundente mientras me lleva de nuevo
hacia adelante y presiona sus labios contra los míos. Lo acepto por
completo, abriendo la boca para que su lengua pueda entrar. Me levanta
las caderas y me aprieta con una mano mientras me besa hasta la
saciedad. Estoy segura de que voy a morir en este momento, aunque voy
con una sonrisa en la cara.

Extiendo mi mano libre sobre su pecho, justo sobre su corazón,


antes de romper el beso y me inclino hacia abajo. Es mi turno de pellizcar
su piel y lamer mi camino hacia ese punto sensible que le gusta
marcarme. No le doy ningún aviso. Muerdo, con fuerza, y un gruñido
salvaje brota de sus labios. Sus dos manos agarran mis caderas antes de
penetrarme, una y otra vez. Grito incluso con mis dientes alrededor de
su músculo, incluso cuando me aprieto y caigo sobre el borde, con los
ojos cerrados contra las olas de placer que me atraviesan.

En ese momento, un hormigueo recorre mi cuerpo y se extiende por


mi piel. Cuando abro los ojos, ya no estamos en el árbol. En su lugar,
estamos en el suelo del bosque, sobre un lecho de hojas. Nos ha
desvanecido. Cheshire no me da tiempo. Todavía lo estoy ordeñando
cuando nos voltea para que yo esté de espaldas. Las garras de una mano
perforando la tierra blanda, mientras otra la envuelve alrededor de mi
cuello. Enrosco mis piernas sobre sus caderas antes de que me empuje
de nuevo.

Grito de éxtasis cuando me penetra con fuerza, con moretones, con


fiereza, pero lo acepto todo. Acepto todo lo que tiene que dar.

—Dilo —gruñe, su cara se estira con su intensidad—. ¡Dilo!

No puedo hablar, aunque quiera. Diablos, ni siquiera puedo


recuperar el aliento.

Grito mientras él levanta mis caderas más alto en respuesta, su


polla golpeando el punto dentro de mí que aprieta todo mi cuerpo, otro
orgasmo.

Sus dedos se aprietan alrededor de mi cuello, apenas restringiendo


el flujo, antes de soltarlos para rodear mi muslo. Las hojas secas se
clavan en mi espalda, pero apenas las siento mientras empiezo a
quebrarme lentamente bajo este hombre, con el corazón latiendo con
fuerza en mi pecho.

—Abre los ojos —me ordena, y yo obedezco sin dudarlo. Él mira de


forma salvaje por encima de mí, sus ojos rasgados como los de un gato,
brillando tanto que casi cierro los ojos para evitarlo—. Si quieres la fiera
—gruñe—, te la daré.

El pelaje brota primero a lo largo de sus hombros, extendiéndose,


revelando las rayas, ocultando la marca que había dejado en su piel. Sus
garras se afilan mientras empuja mis piernas hacia arriba, sin disminuir
su ritmo brutal. Veo ese pelaje viajar hacia abajo, hacia abajo, hasta que
está por encima de mí, dándome todo.

Me rompo alrededor de él, mi núcleo se aprieta con fuerza sobre su


longitud mientras él bombea dentro de mí con tres empujones agudos y
contundentes, y gruñe con su liberación.

Se corre dentro de mí, el calor se extiende mientras se retuerce,


antes de caer encima.

Su peso es pesado, reconfortante, mi cuerpo es como gelatina bajo


él. Permanecemos conectados mientras su pelaje se desvanece
lentamente, sus garras se alejan y sus ojos vuelven a su electricidad
normal. Se levanta un poco y me mira a los ojos, con una pequeña sonrisa
en los labios. Me inclino para besar su barbilla, el aliento entra y sale de
mi pecho. El placer brilla en sus ojos y su sonrisa se amplía mientras
dice la única palabra que hace que mi corazón se detenga.

—Calypso.
Traducido por Jenny MV
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

Encontrar nuestra ropa resulta un poco más difícil de lo esperado.


Cheshire termina teniendo que escalar el árbol para recuperar nuestras
camisas, tanto colgando de las ramas como balanceándose con la brisa
fantasma. Observo cómo sus músculos se ondulan mientras sube por el
árbol sin dudarlo, moviéndose con tal rapidez que me deja sin aliento.

Me ato el cinturón que me hizo el Sombrerero a la cadera, su peso es


reconfortante ahora, la Espada Vorpal canta mientras la mantengo cerca.
Cuando Cheshire se agacha frente a mí en cuclillas, antes de ponerse de
pie con nuestra ropa en sus manos, extiendo una con una sonrisa para
tomar mi camisa y ponérmela.

—La próxima vez —ronronea—, deberías ponerte solo el cinturón y la


Espada Vorpal y posar para mí.

—Desnuda con una espada, lo tengo. —Sonrío en respuesta.

Su cola se mueve de un lado a otro detrás de él mientras empuja


contra mí, apoyándome contra otro árbol. Este sisea y mis ojos se
agrandan, pero Cheshire solo lo golpea en el costado.

—Ya basta —le gruñe. Sorprendentemente, el árbol se cierra. Levanto


la ceja con diversión y él me guiña un ojo—. Puedo manejar mi madera.

Resoplo y lo beso rápidamente en los labios. Luego, todo vuelve a


colapsar, la batalla, la amenaza, el papel que tengo que desempeñar y la
presión, se apoderan de mí. De repente, siento que no tengo suficiente
tiempo. Antes de que pueda captarlo, antes de que mi cerebro calcule y
me advierta sobre la estupidez de mis palabras, se me escapan:

—Te amo, Gatito.

Aprieto los labios con fuerza, pero es demasiado tarde. Sé que es


incorrecto decirlo tan pronto como sale de mis labios. Cheshire se tensa
contra mí y se tambalea hacia atrás, lejos de mí. Siento tanto frío tan
rápido que realmente tiemblo. Lucho contra el impulso de extender la
mano, sabiendo que retrocederá más. Siempre es una mala idea
arrinconar a una criatura salvaje. Cheshire no es diferente.

—No lo hagas —dice, sacudiendo la cabeza. Su rostro luce dolido


cuando me mira a los ojos—. No te hagas eso a ti misma.

Trago más allá del grosor de mi garganta, tratando de calmar mis


latidos frenéticos. Este momento, este es el momento en el que todo
puede cambiar.

—No te lo digo porque espero que me lo digas —le susurro—. No quise


decírtelo en absoluto.

—Entonces, ¿no lo dijiste en serio? —Por un momento, tanto el alivio


como el dolor cruzan su rostro y me estremezco. Por un momento,
considero decir que sí, que no era mi intención y hacer que todo
desaparezca, pero entonces eso sería una mentira. Eso me convertiría en
una cobarde y soy la salvadora. Una salvadora no puede ser un cobarde.
Está en las reglas no escritas.

—No dije eso. Solo dije que no era mi intención decirlo.

De repente, la ira reemplaza al pánico en su rostro y vuelve a dar un


paso hacia mí.

—No me amas —gruñe—. No puedes.

Algo sobre Cheshire y yo siempre baila con ira. En respuesta a la


suya, mi propia furia estalla y me erizo con fuerza.

—No me digas cómo me siento, Gato.

—No me amas.
—He salido con suficientes imbéciles como para saber la diferencia
entre querer follar con alguien y querer un para siempre —gruñí—. Si
dices que no es cierto, no lo hace menos cierto.

—Esa es la peor idea que has tenido. —Hay tanto dolor en su voz que
quiero dar un paso hacia adelante. En cambio, empujo con más fuerza
contra el árbol, hasta que la corteza muerde mi piel.

—¿No crees que lo sé? —le susurro—. ¿No crees que he agonizado por
esto mismo? ¿No me conoces lo suficiente a estas alturas como para
saber que luché contra eso en cada paso del camino? Pero no importó,
aún así me enamoré de ti, incluso con tu actitud de imbécil y tu molesta
necesidad de alejarme. No importó, porque todavía sucedió. No te estoy
pidiendo que me ames de vuelta. —Mi voz se apaga, porque eso también
es una mentira. Quiero que Cheshire me ame también. Necesito que lo
haga. En cambio, digo—: No tienes que decirlo. Esto no cambia nada.

Sus garras se deslizan libres mientras sus manos se aprietan,


extrayendo sangre de sus propias palmas.

Gotea al suelo del bosque en brillantes salpicaduras de rojo.

—Lo cambia todo. —Hace una mueca—. Todo.

Me enderezo, poniéndome seria, parpadeando por las lágrimas que


amenazan con caer de la ira y el dolor.

—Tienes razón. —Miro a Cheshire, su respiración agitada en su


pecho, el dolor escrito en su rostro, su sangre goteando, goteando,
goteando hasta las hojas muertas—. Tienes razón. —Extiendo mi mano
frente a mí. Se estremece, mi propio corazón late a un ritmo rápido en mi
pecho. Puedo sentirlo en mis oídos mientras mira mi mano extendida y
luego vuelve a mirarme a los ojos—. Entonces, abordemos esto juntos.
Tú y yo. Sin expectativas. Sin compromisos. Podemos ver a dónde nos
lleva.

El temblor en mi mano empeora cuando sus ojos se mueven de nuevo


a mi mano, el temblor viajando por todo mi cuerpo hasta que siento como
si estuviera empapada en un sudor frío. No lo estoy forzando a elegir, le
estoy pidiendo que permanezca abierto, que solo le dé una oportunidad,
que no me aleje. No digo nada mientras mira mis dedos, mientras la
mirada de anhelo pasa por su rostro, pero no extiende la mano.
«No te atrevas a hablar, espera a que él decida, espera a que su palma
se deslice contra la tuya».

Sus ojos se mueven rápidamente hacia los míos por última vez, hay
tanta agonía escrita allí, reflejándome su respuesta antes de que hable:

—No puedo.

Lentamente, se desvanece, dejándome allí con el brazo extendido, en


un bosque peligroso que no conozco. Mi mano cae de nuevo a mi costado
y cae la primera lágrima.

Me dejó en el bosque, lejos de casa, con el corazón desollado.


Traducido por –Patty
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

No sé cuánto tiempo me quedé allí, sin saber qué camino tomar, pero
resulta que ni siquiera necesitaba empezar a caminar. Como por arte de
magia, las criaturas me rodean, vestidas con armaduras numeradas por
juegos de cartas, sus rostros lisos. Entonces uno de ellos abre la boca y
yo miro hacia otro lado, demasiado asustada por los dientes que hay.

Cuando Alicia sale a grandes zancadas de entre los árboles, me tenso,


pero no de sorpresa. Lleva un vestido rojo brillante, con cristales cosidos
para que capten la poca luz que hay en el bosque. Se ciñe a sus curvas
hasta las rodillas antes de abrirse en una dramática caída. Su pelo está
más desordenado de lo que esperaba, parece quebradizo y sucio. Las
ojeras marcan su rostro normalmente etéreo, sus labios están agrietados
y sangrantes.

Alicia saluda, mirándome de arriba a abajo.

—Awww, ¿Cheshire te dejó aquí sola? —No respondo. No le pregunto


cómo sabía que Cheshire era el que estaba conmigo. Ella mira detrás de
ella a las Cartas y me señala. Uno de ellos se adelanta y saca la Espada
Vorpal de su funda. Él no utiliza sus manos desnudas. La envuelve en
un paño grueso antes de guardarla. No me resisto. Ahora estoy conectada
a la hoja—. Al gato tonto no le importa nada. —Me mira de nuevo—. Ni
nadie.

No hablo, concentrándome en Alicia y solo en Alicia.

—Oh —arrulla ella—. Esto debería ser divertido.


Con un chasquido de dedos las Cartas me apuntan con sus armas,
lanzas y palos con clavos que sobresalen de ellos. Las armas nunca han
sido limpiadas, trozos de sangre todavía cuelgan de ellas, salpicando los
mangos.

—Ven, chica. Tengo planes para ti.

Realmente no tengo elección. Una de las Cartas me pincha con su


lanza, le gruño pero me muevo, siguiéndole obedientemente. No puedo
enfrentarme a tanta gente, por muy segura que esté de poder luchar. La
mayor lección del Sombrerero fue saber cuándo atacar. Este no es ese
momento.

Me hacen marchar a través del bosque, los árboles se alejan


visiblemente de nuestro grupo. Ni una sola vez las raíces se levantan para
hacernos tropezar. Nos movemos en la dirección opuesta a la que había
imaginado la casa del Sombrerero, y cuanto más nos movemos, más
segura estoy de poder sentir la atracción hacia allí. Desafortunadamente,
estamos alejándonos de la sensación, y empiezo a preguntarme cómo es
que alguien sabrá que he sido capturada. ¿Reunirán las fuerzas? ¿O
seguirán como siempre, preguntándose a dónde he ido?

Alicia no camina. Una reina nunca lo hace, supongo. Antes de que


lleguemos demasiado lejos, un Bandersnatch sale de los árboles y se baja
a sus ancas, permitiéndole subir y sentarse de lado sobre la bestia. No
chilla ni una vez, completamente bajo el control de Alicia.

Ella nos lleva a lo largo de un camino a través del bosque, el suelo de


un color rojo oscuro que me temo que es probablemente sangre. Cuando
las creaciones grotescas comienzan, yo apenas contengo el vómito. Hay
cuerpos colgados por todas partes, crucificados, colgando, y el olor me
da arcadas. Alicia solo sonríe cuando apenas me aguanto. La perra cree
que toda esta muerte es divertida.

Cuando empiezan las cabezas, tengo que apartar la mirada,


concentrándome en el suelo cubierto de sangre más que en las escenas
que me rodean. Los primeros eran solo calaveras, pero cuanto más nos
acercamos a nuestro destino, más frescas se vuelven, de repente me doy
cuenta de por qué la Reina Roja decía: Que les corten la cabeza, en los
libros de cuentos de mi país.

El castillo de mi visión aparece momentos después. No me sorprende


por su tamaño, ni me siento intimidada. Supuse, con razón, que ella me
traería aquí. También asumo que no me matará de inmediato.
La debilidad más fuerte de Alicia es su orgullo. Ella querrá testigos de
mi muerte, querrá que todo el mundo vea la muerte de la última
esperanza del País de las Maravillas. Alicia me lleva directamente a la
mazmorra y las Cartas me arrojan dentro. Aterrizo con fuerza en el sucio
cemento, raspándome las palmas de las manos, antes de levantarme y
ponerme de espaldas a la pared.

Cuando Alicia entra en la mazmorra, no está sola. Pelo rubio, ojos


azules y músculos para días, la nueva persona está ante mí en toda su
grotesca gloria. Me encuentro con los ojos del Jabberwocky, que me mira
de arriba abajo con una mirada de soslayo.

—Mírate —se burla Alicia—. ¿Qué puedes hacer? Impotente, humana,


tan fácil de matar. —Ella da un paso adelante y pasa una garra por mi
cara mientras el Jabberwocky mira. No me inmuto, enfrentándome a sus
ojos negros sin fondo de frente. No me encadenan, subestimándome,
pensando que no tengo poder. Fijo los ojos en el cordón que rodea la
muñeca de Alicia, que brilla con un suave color dorado. Cuando vuelvo a
encontrarme con sus ojos, la comisura de mi labio se levanta.

—Puedo ser impotente y humana —digo, levantando la barbilla—, y


tú podrías fácilmente arrancarme el corazón del pecho, pero aún así voy
a ser tu perdición. Todo el País de las Maravillas lo exige.

—El País de las Maravillas no sabe nada —me gruñe Alicia en la cara.

No vuelvo a contestarle. Solo sonrío un poco más.

—Estoy deseando clavar mi mano en tu caja torácica delante de todos


tus amigos. He oído que tienes un hermanito aquí. Sería una pena si le
pasara algo.

No muerdo el anzuelo, aunque me dan ganas de golpearla en la cara.


Clara me advirtió que una vez había disparado a Alicia con una pistola
de elefantes solo para que ella se levantara como si nada hubiera pasado.
Un puñetazo me haría sentir mejor, pero solo conseguiría que me
mataran más rápido. Necesito que se tome su tiempo.

Cuando no respondo, gruñe y se da la vuelta, saliendo de la mazmorra


y me deja en mi lugar contra la pared. El Jabberwocky se pasea hacia
adelante, demasiado cerca para ser cómodo, y vuelvo la cara cuando
respira sobre mí. Una lengua bífida sale para probar el aire, para
probarme. Me hace cosquillas contra mi mejilla. Lo empujo y él retrocede
un paso, aunque estoy segura de que se trata de su humor y no de la
fuerza que tengo.

—Vuelve a tocarme y te arrancaré la lengua de la garganta —gruño.

—Oh, pienso tocarte —gime, ajustándose los pantalones.

Frunzo el ceño con disgusto y aprieto el puño, dispuesta a darle un


puñetazo en la polla si se acerca a mí.

—Quizá Alicia me deje jugar antes de comerte.

Hay una luz malvada en sus ojos cuando dice las palabras, y me doy
cuenta de que cree que está siendo sexy. Qué cerdo.

—Jab —llama Alicia desde el pasillo, y yo levanto la ceja.

—Mejor vete con tu amo —le digo, y un fuego se enciende en sus ojos,
sus profundidades brillan con un amarillo enfermizo.

—No tengo amo.

—¡Jab!

Mi sonrisa se convierte en una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Estás seguro de eso?

El Jabberwocky gruñe en voz baja y se gira para seguir a Alicia. La


puerta de la mazmorra se cierra de golpe ante mi risa con un ominoso
clic.
Traducido por –Patty
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

White

La casa está llena de energía mientras todos se unen.

Nuestras fuerzas han crecido exponencialmente en las últimas


semanas, criaturas de todo el País de las Maravillas que se reúnen para
nuestra batalla final. Esto es todo; si perdemos esta batalla, toda
esperanza está perdida. Todos han sido asignados con sus armas,
armados hasta los dientes. La mayoría se trajo su propia armadura, pero
a los que no tenían ninguna, se les suministró un atuendo adecuado. La
armería está prácticamente vacía, salvo algunas armas que serán
distribuidas como extras a los combatientes más hábiles.

Júpiter y Clara tienen sus cabezas juntas, discutiendo lo que pueden


hacer para unir fuerzas, cuál será el papel de cada una en la batalla. Yo
preferiría que Júpiter se quedara atrás, a salvo, pero sé que no puedo
pedirle eso. Esta es la lucha de todos. Nadie se queda fuera.

Atlas se sienta en la esquina, puliendo el hacha de batalla que ha


tomado como un brazo extra. La maneja con mucha más pericia de la
que yo he tenido nunca, es natural.

Cheshire entra solo en la armería unos instantes después que yo y


arrugo el ceño en señal de confusión. No los había visto llegar.
—¿Dónde está Calypso? —pregunto, pensando que debo haberme
perdido su entrada. He estado pendiente de ellos, pero podría haberlos
perdido con toda la actividad.

—No lo sé. —Cheshire descarta mi pregunta con tanta rapidez que


me erizo—. Debería llegar pronto.

—¿Qué significa eso? —pregunta Júpiter y la sala se queda en


silencio. Todo el mundo se gira para mirar a Cheshire que coge una
espada y empieza a hacer ejercicios.

No responde a la pregunta.

Clara da un paso adelante, a salvo del camino de la espada oscilante,


pero lo suficientemente cerca como para llamar su atención.

—¿La has dejado? —pregunta, con los ojos afilados. El Sombrerero se


acerca a su lado. Júpiter y yo hacemos lo mismo. Attie levanta la vista de
su lugar en la esquina.

—¿Cuál es el problema? —gruñe, moviendo la hoja hasta que canta—


. Estará bien. Está lo suficientemente cerca de la casa como para lograrlo.

Clara jadea al mismo tiempo que Júpiter se tapa la boca. Me siento


endurecer hacia mi amigo, mi hermano, y mi furia aumenta.

—¿Por qué la has dejado sola en el bosque con todo lo que está
pasando? —exige el Sombrerero, entrando en el arco de balanceo de
Cheshire. La hoja no llega a su pecho por poco y Cheshire le gruñe,
haciendo el siguiente arco un poco más cerca—. ¡Ella es la clave final,
Chesh!

—¡Me importa un carajo! —gruñe Cheshire, soltando finalmente la


espada. Hace un tintineo al caer al suelo—. Estoy harto de las idas y
venidas. No voy a dejar que mi vida se decida por mí.

Doy un paso adelante, con la ira en mi alma, listo para golpearlo tan
fuerte como sea posible en la cara. Se merece algo mucho peor. La mano
de Júpiter en mi estómago es lo único que me detiene.

Al final, es Clara quien da un paso adelante y se encuentra con los


ojos de Cheshire.
—Qué vergüenza, Cheshire —susurra—. Si algo le pasa a Cal,
cualquier cosa, entonces este mundo muere, todos morimos, y dejas a
otro hermano sin hermana. —Chesh se estremece ante sus palabras,
pero no se detiene—. Eso es culpa tuya. Todo ello. Porque no puedes
molestarte en ver lo que está justo delante de ti.

Cheshire traga saliva.

—Solo yo hago mi destino —susurra, su voz gruesa.

Clara lo mira con tristeza.

—Y solo tú lo destruirás.
Traducido por Majo L
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

Cheshire

Me dejan solo en la habitación. Todos y cada uno de ellos. De repente


siento que lo he perdido todo. Y no es culpa de nadie sino mía.

Las criaturas salen de la habitación, dejándome allí de pie como un


imbécil para mirar la espada en el suelo.

Estoy perdido en mis pensamientos cuando Atlas se levanta de su


lugar en la esquina. No me había dado cuenta de que seguía aquí
conmigo.

—Dejaste a mi hermana sola en el bosque… —habla, lanzando su


hacha de batalla sobre su hombro—, ¿sabiendo que ella es la persona
más importante para salvar tu mundo? —Un ceño fruncido empaña su
rostro cuando se encuentra con mis ojos y se enfrenta con demasiado
valor para un niño de quince años—. ¿Sabiendo que ella ya te ha
entregado su corazón?

Me quedo helado ante sus palabras.

—¿Qué te hace decir eso?

Atlas se burla. En realidad, se burla de mí.


—Por favor. —Pone los ojos en blanco—. Conozco a mi hermana y ella
nunca ha mirado a un chico como te mira a ti. Incluso cuando está
enfadada contigo, sigue allí. La cosa es que o eres demasiado estúpido
para verlo o haces como si no estuviera ahí.

No sé qué responder, así que pongo la máscara en su sitio y me


enderezo.

—No sabes de qué estás hablando, chico.

—¿No lo sé? —pregunta, mirándome de arriba abajo—. Si le pasa algo


a Cal, no tendrás que preocuparte por morir con el País de las Maravillas.
Te mataré yo mismo.

—Un Hijo del País de las Maravillas no puede morir —repito como un
reflejo.

Atlas resopla.

—Ya lo veremos. Si está herida, o… —Traga—. Muerta, tengo la


intención de desgarrarte miembro por miembro, te mate o no.

Mientras se aleja, no digo las palabras en mi garganta de que, si está


herida o muerta por mi miedo infantil…

Entonces me mereceré todo el dolor que me llegue.


Traducido por Majo L
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

Júpiter

Flam había salido a buscar a Cal yendo justo donde Cheshire había
dicho que la había dejado. Debería haber regresado bastante rápido y el
hecho de que no lo hiciera era la señal reveladora de que algo había ido
mal. Por supuesto, cuando Flam regresó, confirmó que ella ya no estaba
y que había olor a Bandersnatch y a rosas.

La cara de Cheshire, cuando le habían dado la noticia, se había


derrumbado, pero es difícil sentir pena por él. Entiendo su resistencia a
la profecía pero poner a Cal en peligro por ello es terrible.

Estamos todos sentados en la armería, el espacio más abierto. White


colocó algunos cojines para que sea más cómodo. Cheshire se pasea a lo
largo de la habitación.

—Puedo ir a buscarla —gruñe, sin disminuir su paso.

—Todavía no sabemos dónde está —dice White, acunando mi cabeza


en su regazo—. Ese es el objetivo de todo esto.

Hay ira en sus ojos cuando habla con Cheshire, su ceño se arruga.
Me acerco y aliso la arruga y él me mira, con adoración clara en sus ojos.
—Que todo el mundo se calme. Cheshire, deja de pasearte. —
Inmediatamente se detiene ante mis palabras y me mira—. Necesito estar
completamente relajada, y no puedo hacerlo con todos ustedes
discutiendo y paseando.

Cierro los ojos, relajando mi cuerpo todo lo posible, deseando la


energía de Cal. White me masajea suavemente las sienes y yo caigo
rendida rápidamente, los poderes son más fuertes que cuando lo conocí.

Cuando vuelvo a abrir los ojos, estoy en un lugar conocido y Cal está
de pie en la esquina.

—Cal.

Se pone en cuclillas con mis palabras, preparada para la lucha. Su


entrenamiento le ha hecho bien. Está alerta y brillante.

—¿Júpiter? —susurra, entrecerrando los ojos. Miro hacia abajo y me


doy cuenta de que estoy más borrosa de lo normal. Intento relajarme más
y me concentro—. ¿Cómo estás aquí?

—Caminante del Sueño, ¿recuerdas? —Guiño un ojo antes de hacer


balance—. ¿Estás herida?

—No. No han vuelto desde que me dejaron aquí. —Sus ojos se dirigen
a la puerta donde hay un guardia. Afortunadamente para nosotros,
parece desinteresado en los rumores de un prisionero loco.

—Bien. Estamos reuniendo las fuerzas y nos dirigimos hacia ti.


Cheshire no podrá desvanecerse dentro de los muros del castillo. Están
protegidos contra ese tipo de cosas. Pero vamos lo más rápido posible.

—¿Cómo está? —pregunta ella, mordiéndose el labio.

—Más o menos como probablemente sospechas —admito—.


Odiándose a sí mismo por odiarse a sí mismo.

Cal suspira y se pasa la mano por la cara.

—El Gato es ciertamente terco.

—Sí que lo es —estoy de acuerdo—. Me alegro de que no se haya


hecho daño por ello. Atlas está preocupado. Amenazó a Cheshire con su
hacha de batalla.
—¡No lo hizo! —Cal sonríe al pensar en ello y se le escapa una pequeña
risa—. Por alguna razón, eso me hace muy feliz.

Me río, pero un sonido fuera de la mazmorra llama nuestra atención.


Suena como una puerta que se abre, por suerte, no la de Cal. Alguien
grita en la distancia.

Ninguna de los dos sonríe ya.

—Cal —digo, atrayendo de nuevo su atención hacia mí. Sus ojos se


encuentran con los míos y veo una gran variedad de emociones.
Preocupación, miedo, ira, pero, sobre todo, determinación. Cal es tan
fuerte como su tocaya. Alicia no sabrá qué la golpeó—. Recuerda, vamos
a buscarte. —Ella asiente—. Tu único objetivo por ahora es mantenerte
con vida. ¿Puedes hacerlo?

Una luz salvaje entra en sus ojos, haciéndome ver lo perfecta que es
para el Gato de Cheshire.

—Joder, sí, puedo. Es hora de luchar.

Extiendo mi mano hacia la suya y ella la toma, con un cosquilleo


apenas presente pero aún así evidente. Cuando empiezo a desvanecerme,
ambas sonreímos y mis últimas palabras parecen resonar.

—Vamos a acabarlos a todos.


Traducido por Majo L
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

Me siento en el calabozo observando cada detalle, buscando cualquier


debilidad en mi prisión. Puede que sea una cautiva, pero no estoy
indefensa, no lo que Alicia pueda pensar.

La única debilidad que puedo determinar es la Carta fuera de mi


celda, pero él ni siquiera reacciona cuando lo reprendo para que abra la
puerta. Para ser sincera, ni siquiera sé si esa cosa tiene oídos para
escuchar mis pinchazos.

Cuando me doy cuenta de que no hay ninguna debilidad dentro de la


celda, empiezo a pensar en Alicia y el Jabberwocky. El Jabberwocky
necesita a Alicia, por lo que entiendo. El intercambio de poder es una
relación simbiótica, palabras de Júpiter, ya que ambos se benefician de
ella. Ahora que la avenida está cortada después del encantamiento de
Júpiter, tiene que ser un punto doloroso. Alicia también parece
preocuparse por la criatura, aunque está claro que la está utilizando.

Las mayores debilidades de Alicia son su orgullo y su necesidad de


venganza. Si fuera inteligente, ella me habría matado en el momento en
que me tuviera a solas. En cambio, quiere hacer un espectáculo de ello,
colgarme delante de los que la perjudicaron como una pieza de ajedrez
rota. Es estúpido, realmente.

Unas llaves tintinean fuera de mi celda y una Carta abre la puerta de


golpe.
—¿Qué pasa, Feo?

No hay respuesta. Tal vez sean sordos.

Me agarra del brazo bruscamente, me saca de la celda y me arrastra


por los pasillos. Evito a propósito mirar las paredes. Las pinturas son
gráficas y mórbidas. Las paredes parecen sangrar y piso un charco antes
de que pueda esquivarlo. Me resbalo, pero la Carta sigue sujetándome.
En realidad, estoy agradecida. No quiero caer en la sangre de las paredes.

Entramos en una gran sala llena de diversas criaturas. Todas ellas


son tan grotescas como la obra de arte, y se vuelven como una unidad
para centrarse en mí.

—Ah, ahí está. —Alicia sonríe desde su lugar en un trono dorado, su


vestido es ahora un vestido de baile. Debo haber estado en la mazmorra
por un tiempo porque parece que es de noche por lo que puedo ver a
través de la ventana. Creo que veo las estrellas y las luciérnagas
bailando—. Justo a tiempo para el espectáculo.

—¿Qué espectáculo? —pregunto con desconfianza. Cuando la


multitud se rompe, veo al menos una docena de criaturas atadas en el
centro de la sala, todas arrodilladas ante Alicia.

—La escena de apertura, si quieres. —Miro fijamente a Alicia, pero a


ella no le importa. Tal vez ni siquiera lo ve. Está demasiado atrapada en
ser el evento principal.

El Jabberwocky está de pie junto a su silla, su mano en el hombro,


un recordatorio constante de su presencia. Mi labio se curva ante eso.
Debo haber tocado un nervio antes. Está en una clásica pose de poder,
como si creyera que está al mando.

La Carta me empuja hacia abajo en los escalones que conducen al


trono. Cuando mis rodillas se estrellan contra el mármol, las cadenas
aparecen de la nada para sujetarse alrededor de mis muñecas. Lucho
contra el pánico ante la nueva posición. Debilidades. Mira las debilidades.

—Trae a la primera criatura hacia adelante.

La primera criatura es una humanoide parecida a un ciervo. Es joven,


una niña incluso, y al instante se tensa. Ella llora mientras un macho
similar mayor lucha contra sus lazos detrás de ella. Sus gritos llenan los
pasillos mientras intenta ir hacia la niña que, me doy cuenta, debe ser
su hija.

—No —susurro, sabiendo ya la dirección que toma esto—. No hay


ninguna razón para hacerlo.

—Hay todas las razones para hacerlo —dice Alicia y baja la mano en
un movimiento hacia adelante. Una Carta avanza con un garrote
levantado sobre su cabeza.

—¡No! —El sonido del garrote golpeando la carne me provoca arcadas.


El abrupto final de los gritos me hace llorar. Tiro de las cadenas en un
intento de proteger, o de estrangular a Alicia. Me sujetan mientras la
Carta se acerca al padre sollozante. Sus ojos se encuentran con los míos
mientras el palo se levanta—. Lo siento.

—Sálvanos a todos, Chica de Acero —dice, las palabras llegan a mis


oídos mientras el garrote cae.

Me hundo en mi asiento, las lágrimas se escapan de mis ojos ante la


brutalidad.

—Conseguiré destruir a todos —dice Alicia, como si me diera un


profundo consejo. Me doy la vuelta, las cadenas son lo suficientemente
largas como para permitirme enfrentarme a ella, aunque sea incómodo.

—¿Por qué? ¿Por qué hacer esto? ¿Por qué matar a tanta gente
inocente? —Mi voz es fuerte, aunque mi cuerpo se sienta débil.

Alicia se ríe.

—Nadie en el País de las Maravillas es inocente, niña. Cada persona


es culpable. Y los Hijos más que nadie.

—¿Qué es lo que han hecho para merecer la muerte?

—Trajeron a una niña aquí y luego la enviaron de vuelta —gruñe,


levantándose de su asiento—. Y la dejaron, la olvidaron. Pero ella nunca
olvidó. —Su rostro se retuerce con una ira salvaje mientras da un paso
adelante—. Ella... yo… recuerdo todo. Me dejaron pudrirme en una
habitación acolchada.

—¿Y así deberían morir todos? ¿No hay nadie que te importe?

Alicia frunce el ceño, una mueca en realidad.


—Todos los que me han importado están muertos, excepto Jab.

El Jabberwocky sonríe cariñosamente a Alicia cuando lo mira, pero


incluso yo puedo ver la mirada en sus ojos, que realmente no se preocupa
por Alicia en absoluto. Al igual que todos los demás, tiene un motivo
oculto. Alicia no es más que un medio para un fin.

—No creo que tu precioso Jabberwocky se preocupe por ti tanto como


tú por él —comento. Hay un breve destello en sus ojos ante mis palabras,
cuando los enfoca en mí como un depredador. Alicia sólo se ríe, pero yo
continúo—: Si no te necesitara, ahora mismo te estaría apuñalando por
la espalda.

—¿Cómo puedes saber algo así? —Hay humor en las palabras de


Alicia, como si pensara que soy una idiota, pero aun así sus ojos se
dirigen a Jab.

—Es sólo una chica estúpida —dice el Jabberwocky, sacudiendo la


cabeza—. Tú sabes que te quiero.

—He pasado mucho tiempo rodeada de hombres que se aprovechan,


de gente que me utiliza. Dirijo mi propio negocio, uno que los hombres
creen que pueden dirigir mejor. ¿Sabes a cuántos hombres he despedido
por tratar de abusar de mí, tratando de quitarme mi negocio, tratando de
robar mi dinero ganado con esfuerzo, intentando hacerme daño? Sé cómo
es una persona cuando tiene otros planes, y tu Jabberwocky lo tiene
escrito todo.

Alicia parece dudar por un momento, mirando a Jab que no hace más
que sonreír, el bastardo engreído. Se sacude de encima el pensamiento y
me gruñe:

—Tus trucos no funcionarán, chica. Soy la Reina Roja, la Rompedora


de Mundos y la perdición de los Hijos.

—No —digo, sacudiendo la cabeza. Miro al Jabberwocky, dándome


cuenta de quién es la verdadera amenaza—. Sigues siendo una niña
asustada, demasiado cegada por su propio orgullo y venganza, para ver
que tu funeral está a la vuelta de la esquina. Si el País de las Maravillas
muere, tú morirás con él.

Alicia me mira fijamente durante un segundo demasiado largo,


mirándome profundamente a los ojos como si estuviera buscando mi
verdad.
—Estoy cansada de este juego. Jab, démosle una lección a la chica
sobre cómo debe hablarle a su Reina.

Cuando el Jabberwocky sonríe, enderezo mi columna vertebral y


levanto la barbilla.

Mi único objetivo es sobrevivir. Puedo hacerlo.

—Un placer, mi Reina.


Traducido por Majo L
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

Cheshire

Veo cómo todos se preparan para la batalla, poniéndose la armadura


y afilando sus armas. Después del paseo onírico de Júpiter y de descubrir
que Cal está en las garras de Alicia, he estado ansioso por ponerme en
marcha. Estamos perdiendo el tiempo cuando puedo simplemente
aparecer allí y rescatarla, no importa si no creen que pueda.

White ha logrado reunir un ejército masivo, varias criaturas viajando


desde casas seguras y fortalezas en un último esfuerzo para salvar al País
de las Maravillas. Se siente inútil, como si esta guerra se ganara con nada
más que una mujer fuerte con acero en su columna vertebral.

Antes de que Alicia regresara, había sido más que las Manos de la
Justicia, liderando los viejos ejércitos del Rey y la Reina, liderando el
ejército de la Reina Blanca cuando era necesario. Había sido el general
de todos. Me toco el pequeño tatuaje de la Espada en mi hombro con el
recuerdo, la marca que me habían dado como general. Pero ya no soy el
general, porque he fracasado. El antiguo Rey y la Reina están muertos.
El Príncipe está muerto.

Todos están muertos.

Estoy apoyado en un árbol, viendo a White ayudar a Júpiter y Clara


con sus armaduras. La armadura de Clara es del mismo púrpura intenso
que la del Sombrerero, intrincada, fuerte, y tan ligera que parece que lleva
ropa normal. Conozco el material. El conjunto de Júpiter es de color
verde, igual que el de White. Estoy vestido con mi metal azul, cuya
sensación es a la vez relajante e incómoda. Hace mucho tiempo que no
me pongo el traje de batalla.

Hay un conjunto a juego para Cal, en azul, cuando la rescatemos. Ese


pensamiento hace que me agarre con confusión. Me gusta la idea de que
ella use mis colores y lo odio, como si ya estuviera decidido. Supongo que
lo está.

Las palabras de Cal vuelven a perseguirme y la vergüenza inunda mi


organismo.

La había dejado allí, con el brazo extendido, sin pedir nada más que
me abriera.

Y yo la había dejado.

El Sombrerero se adelanta con su metal púrpura oscuro, las volutas


talladas en ella revelando que es un Hijo, y un líder. Hace tiempo, el
Sombrerero había liderado su propia legión de soldados antes de que su
locura se apoderara de él. Su casco de batalla está acunado en su brazo,
púrpura y brillante. Cuando extiende su mano con mi casco de batalla
hacia mí, el azul parpadea en la poca luz y frunzo el ceño.

—Eso no es mío. Ya no. —Tiene los picos en el centro que gritan


General, los grabados de calaveras que reivindican mi papel de justiciero.
Incluso las charreteras en mis hombros tienen las calaveras.

El Sombrerero sacude la cabeza.

—Sigues siendo el General. Y tienes un ejército que dirigir. —Pasa el


brazo sobre el gran número de soldados que llenan el claro alrededor de
su casa, todos los ojos se vuelven hacia nosotros mientras hablamos. Nos
observan con la respiración contenida. Clara y Júpiter se giran y, por
primera vez, me doy cuenta de su aspecto de guerreras. Llevan el pelo
trenzado y las armas atadas al cuerpo en todos los lugares disponibles.
Clara tiene la Rompedora de Reyes atada a su cadera, el arma es pesada
e imponente, pero ella no actúa como si fuera pesada en absoluto. Júpiter
lleva una espada atada a la espalda, y cuchillos a lo largo de sus muslos
y caderas—. Esta vez, marchas por algo más que la Justicia.

—¿Qué quieres decir? —Vuelvo a mirar al Sombrerero, a sus duros


ojos dorados.
Todavía hay una locura ahí, arremolinándose, preparándose para la
batalla. Si alguna vez hay una oportunidad para dejarla salir, es esta.

Clara se adelanta, con una sonrisa en el rostro.

—Estás marchando por el Amor —dice.

Júpiter asiente con la cabeza.

—Y por el futuro.

—Por el Tiempo. —White sonríe, sosteniendo su casco en alto.

—Y por la Venganza —añade el Sombrerero, con el brillo duro de sus


ojos.

Flam y Doe avanzan entonces. Ninguno de los dos lleva armadura


pero no la necesitan. Se cambiarán para la batalla. La armadura sólo
impediría eso.

—Marchas por todo el País de las Maravillas —dice Doe.

—Y por aquellos que han perecido mientras luchábamos —añade


Flam. Nosotros compartimos una mirada de comprensión, de la pérdida
que hemos sufrido.

Los Tweedles están de pie a un lado, vestidos con sus trajes normales,
con sonrisas en sus rostros. Los miro, casi esperando que se sumen a la
proclamación.

—Sólo estamos aquí por los tratos —dicen y yo niego con la cabeza.

No esperaba nada más.

Entonces Atlas se adelanta, con su enorme hacha de combate sobre


el hombro y un casco en la cabeza. Su expresión es dura, la de un soldado
adulto más que la de un niño de quince años. No sé cuándo ocurrió eso
pero El País de las Maravillas lo ha alimentado. Puede que eso no sea lo
mejor.

—Marchas por mi hermana —dice, con una mirada feroz.

Atlas había sido equipado con su propia armadura, el metal dorado


brillando bajo la luz. Un dragón decora su pecho, el signo del Berserker.
El Sombrerero asiente con la cabeza.

—Marchamos para salvar nuestro mundo. —Sus ojos brillan cuando


se encuentra con los míos—. Marchas para salvar el tuyo.

Miro los rostros de cada uno de ellos y veo el valor y la fuerza reflejada
en mí. No hay otros soldados con los que preferiría marchar a la batalla
que con ellos.

Con cautela, tomo el casco del Sombrerero, mirando mi reflejo en el


metal por un momento. Luego me giro y lanzo el casco al aire.

—¡Por el País de las Maravillas!


Traducido por LilyCarstair99
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

Me pongo de pie, mi mano se aprieta alrededor de mi estómago


después de una patada particularmente brutal allí. No estoy segura de si
tengo una costilla rota o no, pero me duele respirar, así que hay muchas
posibilidades de que haya algo dañado allí. Con suerte, solo está
magullado.

—¿Has tenido suficiente? —pregunta Alicia, esa sonrisa en su rostro


como si estuviera pegada allí—. ¿Sabes cómo dirigirte a tu Reina?

Me enderezo a mi altura máxima y levanto la barbilla.

—Vete a la mierda —escupo.

Su sonrisa se ensancha cuando chasquea los dedos. La carta a mi


derecha me lanza su garrote. Me las arreglo para saltar hacia atrás pero
eso solo sirve para ponerme en contacto con el que está detrás de mí. Su
garrote choca contra mi espalda y me hace caer sobre el mármol. Reprimo
mi gemido de dolor, mi lengua sufre mientras la sangre brota de mi boca.
Lo escupo y miro a Alicia en su trono.

Mantente viva, me digo a mí misma. Déjalos llegar aquí. Eso es todo.

Puedo sentir a la Espada Vorpal llamándome, diciéndome que solo


deje que lo haga ella, pero me contengo. Todavía no. No hasta que llegue
la caballería. Entonces los mataré a todos.
Detrás de mí, sus rehenes yacen golpeados y asesinados. Tuve que
observar a cada uno de ellos mientras asentían con la cabeza en señal de
aceptación, entendiendo que serían víctimas de la guerra, rezando para
que los convirtiera en los últimos. Alicia pagará caro por eso.

Mis brazos tiemblan mientras me levanto. Lentamente,


dolorosamente, me pongo de pie. Alicia observa, embelesada mientras un
torrente de sangre gotea de mis labios, antes de que me enderece. Me
hago parecer más débil, más frágil de lo que soy. Alicia cree que estoy
hecha de papel; no se da cuenta de que estoy hecho de acero. Esa será
su perdición. Exagero el temblor cuando la miro a los ojos, una mueca
en mi rostro solo para su beneficio.

El sonido de un cuerno en la distancia me hace suspirar de alivio


incluso cuando Alicia se pone de pie y se vuelve hacia el sonido. Cómo
podemos oír el cuerno dentro de los muros del castillo, no tengo ni idea,
pero está claro como el día.

—¿Qué fue eso? —le pregunta a Jab, frunciendo el ceño en la


dirección.

Me río, la acción hace que me duelan las costillas, pero mi risa solo
se hace más fuerte. Puedo manejar el dolor.

—Habla, niña —me gruñe—. Dime.

—Es tu perdición —digo entre risas, una sonrisa en mi rostro—. Tu


perdición se acerca.

—¡Debería matarte ahora! —Da un paso hacia mí.

—Pero entonces, ¿dónde estaría la diversión en eso? —pregunto, mi


sonrisa se ensancha—. ¿Por qué no hacerlo frente a todos los que se
preocupan por mí? —Realmente metida en el dolor.

Alicia pone los ojos en blanco, pero asiente.

—Es un viejo truco, pero tienes razón. Quiero ver la expresión del
rostro de Cheshire cuando pase mi mano a través del pecho de su
compañera. Qué vista tan gloriosa sería esa.

—No seas estúpida —interrumpe el Jabberwocky—. Mátala ahora y


deshazte de la amenaza.
Alicia le sonríe, pero hay una dureza en sus ojos que no estaba allí
antes.

—¿Estás cuestionando mi decisión, Jab?

Esa máscara se desliza de nuevo a su lugar, ocultando la creciente


furia ante sus palabras. No le gustan sus órdenes pero no tiene elección.
Él la necesita tanto como ella lo necesita a él.

—No, mi Reina.

Alicia asiente y se vuelve hacia las Cartas que me rodean.

—Tráiganla.

Cuando Alicia se aleja de mí para dirigirse hacia las puertas, no puedo


evitar sonreírle al Jabberwocky y darle una vuelta al pájaro. Su furia se
filtra detrás de su máscara, pero antes de que pueda moverse hacia mí,
Alicia lo llama por su nombre. Hago la señal con la mano para que se
espante y me río a carcajadas.

Debilidades. Tan lleno de debilidades.

Suena el cuerno fuera de las puertas.


Traducido por LilyCarstair99
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

Me empujan a través de puertas diferentes a las que entramos en el


castillo hacia un enorme campo despejado. El suelo está pintado como
un tablero de ajedrez. Curiosamente, sigue siendo hierba, como si alguien
se tomara el tiempo de pintarlo a menudo para mantener los colores
blanco y negro.

Alicia y el Jabberwocky se paran frente a mí, como si estuvieran


tratando de bloquearme la vista. Me pongo de puntillas incluso mientras
saco la muñeca del grillete. Alguien no revisó para asegurarse de que
estuvieran apretados. Cuando uno se libera y la cadena suena, espero
que Alicia se gire y vea, pero no lo hace, demasiado concentrada en el
ejército que tenemos ante nosotros.

Cheshire está al frente de un gran batallón, glorioso con una brillante


armadura azul. Un casco de batalla corona su cabeza, se clava como un
mohawk. La armadura es sexy y ajustada. Me gustó desnudo, pero
maldita sea, se ve bien como un guerrero.

Los ojos de Cheshire vagan por la creciente multitud detrás de mí


mientras los secuaces de Alicia se filtran por las puertas para extenderse.
No me vuelvo para mirar. Sé que, además de las Cartas, hay
Bandersnatch y otras criaturas diversas. Estoy segura de que vi algunas
quimeras en el castillo, así que no hay duda de que también están allí.
Los ojos de Cheshire se encuentran con los míos y ve la sangre que
gotea de mi boca, el cabello enloquecido, los moretones que, sin duda,
tengo. Solo estoy agradecida de que no me hubieran golpeado con uno de
los garrotes llenos de clavos.

—Mira aquí —dice Alicia, siempre una de las teatrales—. Cheshire


finalmente llega. Y pensar que todo lo que hizo falta fue robarle a su
humana.

Junto a Cheshire, Sombrerero y White están de pie, vestidos con sus


respectivas armaduras. Júpiter y Clara están con ellos, todos al frente,
listos para la batalla. Cada uno lleva la intrincada armadura. Cuando
mis ojos encuentran a Attie con un traje dorado, se abren y el pánico se
apodera de mí. Pero luego se encuentra con mis ojos y me guiña un ojo,
su hacha de guerra arrojada sobre su hombro. Mi hermano pequeño sabe
lo que está haciendo, no importa cuánto quiero envolverlo en una
burbuja. Júpiter y Clara no dejarán que le pase nada.

—Deja ir a Cal —grita Cheshire a lo lejos—, y haré que tu muerte sea


rápida.

Alicia se ríe.

—No puedes tocarme. —Ella sonríe—. No has podido hacerlo durante


años y años. ¿Qué te hace pensar que esta vez es diferente?

Esa sonrisa característica se extiende por el rostro de mi pareja y sé


que esto va a ser bueno. Saco mi muñeca opuesta del grillete,
liberándome, pero sosteniendo mis manos como si todavía estuviera
encadenada.

—Mira, yo solía pensar que las profecías eran para los débiles —dice,
sus ojos se encuentran con los míos pero luego vuelve a mirar a Alicia—
. Hasta que conocí a cierta diosa que cambió mi opinión.

—¿Una diosa? —se burla Alicia—. Ella no es más que una pequeña
humana débil.

Riendo, Cheshire dice:

—No lo ves, ¿verdad?

Alicia se vuelve ante sus palabras y me mira. Le sonrío mientras tenso


mi cuerpo, sabiendo exactamente lo que está a punto de suceder.
—Mi padre me puso el nombre de la diosa Calypso. —Sonrío y suelto
las cadenas. Sus ojos se abren cuando le doy la vuelta al pájaro, lista
cuando unos brazos fuertes aparecen a mi alrededor—. Eso significa que
te supero en rango, perra.

Antes de que Alicia pueda gritar u ordenar a sus Cartas que ataquen,
ya nos hemos ido, Cheshire entrando y saliendo tan rápido que nadie
sabe lo que pasó hasta que estoy parada al otro lado del campo de batalla,
escuchando el grito de rabia de Alicia.

—Todavía no tienes la Espada Vorpal —gruñe Alicia.

A su lado, Jab parece duplicar su tamaño, transformándose ante mis


ojos, los huesos rompiéndose tan fuerte que puedo escucharlo desde
aquí. Observo cómo crece más grande que una casa, y una repugnante
bestia parecida a un dragón está junto a Alicia. Es negro e iridiscente,
hermoso incluso, si no fuera por la fea cabeza. Su cara es en parte
dragón, en parte cabra o alguna otra mezcla extraña. Es difícil precisar
qué es. Gruesas alas negras flanquean sus costados mientras se sacude
los efectos del cambio.

Flam grita detrás de mí y me doy la vuelta confundida. Comienza a


quitarse la ropa mientras Doe observa, cada vez más piel revelada, toda
tatuada. Observo con fascinación y los gruñidos de Cheshire no se hacen
esperar. Pongo los ojos en blanco. Doe sonríe.

—No tienes derecho a gruñirme, Gatito.

Cheshire en realidad parece avergonzado por un momento.

—Yo…

Levanto la mano y sacudo la cabeza.

—No. Ahora no es el momento —digo, mirándolo a los ojos—. Vamos


a patearles el trasero primero, luego, tal vez, podamos hablar.

Cheshire asiente y mira hacia adelante.

—Eso lo puedo hacer.


Traducido por LilyCarstair99
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

El Jabberwocky se apoya detrás de Alicia, masivo e intimidante. Para


colmo, cuando abre la boca, estoy bastante segura de que sus dientes
gotean algún tipo de veneno. Jodidamente fantástico. Más criaturas
goteando fluidos.

—¿Por qué nadie trajo a la Reina Blanca a la batalla? —pregunto,


curiosa.

—No sabemos si ella podría reconocer por qué lado luchar —dice el
Sombrerero a mi lado—. Desafortunadamente, ella está perdida para
nosotros.

Clara me entrega piezas de armadura y me ayuda a empezar a


sujetarlas a mi cuerpo. Espero que sea pesado pero es tan liviano que se
siente casi como spandex. La mejor parte es que refleja un azul eléctrico
brillante. Sonrío mientras Cheshire me ve vestirme con su color.

—Sigue mirándome así, Gato —le advierto. Solo guiña un ojo y puedo
sentir todos sus sucios pensamientos sobre la armadura. ¿Quién hubiera
pensado que me sentiría más sexy completamente cubierta?

Intento cuidadosamente no mantener mis ojos en Flam mientras


camina hacia adelante desnudo, pero es una batalla un poco perdida.
Está completamente cubierto de tatuajes de la cabeza a los pies. Tal vez
tengo un segundo para intentar descifrarlos antes de que comience a
transformarse como el Jabberwocky, expandiéndose en tamaño. Hago
una mueca cuando los huesos comienzan a estallar antes de mirar,
estupefacta, a la enorme bestia cuando se sacude.

—¿Qué diablos es eso? —pregunto, mirándolo con asombro.

Flam es similar en tamaño al Jabberwocky. Tiene la misma forma que


la bestia dragón, toques de negro aquí y allá pero, además de eso, no se
parecen en nada. Flam está completamente cubierto de plumas de color
rosa brillante, como un flamenco. Es como un Jabberwocky gigante de
plumas rosas, y estoy tan sorprendida que no sé qué pensar.

—Ah, sí —comenta el Sombrerero pensativamente—. El Flamenco es


solo medio flamenco. —Sonríe y mira a Flam.

Doe mira a la extraña criatura con clara adoración en su rostro.

—Su padre era un Jabberwocky —comenta—. Supongo que esa es mi


señal.

Sin otra palabra, Doe cambia ante mis ojos hasta que toma la forma
de un pájaro Dodo gigante, sacudiéndose como los demás. Le faltan la
mayor parte de sus plumas y tiene muchas cicatrices. Cuando sus ojos
se encuentran con los míos, su pico se encrespa en una sonrisa que me
pone nerviosa. Es tan intimidante como su gran esposo rosado.

—¿Alguien más se va a convertir en una criatura enorme, así no me


sorprende? —pregunto, mirando a todos a los ojos.

White se ríe y niega con la cabeza.

—Mi forma no es buena para pelear.

—Es lindo, sin embargo —se ríe Júpiter, guiñándole un ojo.

—No soy lindo.

Cheshire se ríe a mi lado y agrega:

—Lindo conejito.

—Nadie me llama Conejito excepto Júpiter —gruñe White tan


ferozmente que en realidad doy un paso lejos de él. Parece sacudirse y
me mira con disculpa—. Lo siento, Calypso.
—Está bien. —Me recuerdo a mí misma que nunca llamaré Conejito
al hombre.

Cheshire ni siquiera reacciona al gruñido y observo cómo la piel de


sus manos y su rostro se cubren de pelaje, transformándose por
completo. Sus garras se afilan cuando me mira a los ojos.

—¿Tienes un plan? —pregunta.

Asiento con la cabeza, con una sonrisa en mi rostro.

—Lo tengo.

Clara y Júpiter se acercan y unen sus brazos con los míos, sonriendo.

—Hagamos de esta profecía nuestra perra —habla Júpiter, asintiendo


con la cabeza.

Clara se vuelve hacia los Tweedles que están a un lado. Ambos miran
a su alrededor, con clara hambre en sus rostros.

—En caso de que no esté claro —les dice—, todos en el lado opuesto
son enemigos. No toquen a nadie de nuestro lado, destruyan el ejército
de Alicia.

Los gemelos sonríen en respuesta.

—Con mucho gusto. —Sus voces se combinan y hacen esa cosa


extraña y espeluznante. Jodidamente locos esos dos.

Cheshire desliza un casco azul en mi cabeza, similar al suyo. Le


sonrío.

—¿De quién fue la idea de poner orejas de gato en mi casco?

Él guiña un ojo y sé mi respuesta. Riendo, me vuelvo con Júpiter y


Clara. Attie está detrás de mí con un casco dorado en la cabeza y una
sonrisa en el rostro.

—Será mejor que tengas cuidado —le digo—. Quédate con alguien en
todo momento.

—No seré yo el que muera hoy, hermana —dice—. Además, solo soy
el respaldo.
Me siento tentada a preguntar qué quiere decir pero no hay tiempo.
Detrás de nosotros el ejército de Alicia dice su grito de batalla mientras
comienzan a correr hacia adelante.

—¡Démosles el infierno! —grito.

—¡Por el País de las Maravillas! —grita Clara y todos se unen.

Juntos, comenzamos a correr.

Juntos, corremos hacia la batalla.


Traducido por –Patty
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

—¡Aquí estoy Alicia! —grito. Alguien presiona una espada en mi


mano, no la Espada Vorpal, sino algo para balancear hasta que la tenga.
Cheshire me flanquea, su espada de color aguamarina sostenida
firmemente en su mano. Júpiter y Clara se separan de mí, el Sombrerero
y White tomando sus flancos mientras los dos ejércitos chocan juntos en
una ola de golpes metálicos y sangre.

El olor a monedas de un centavo llena el aire, los gritos comienzan


casi instantáneamente cuando los soldados de ambos lados caen.

Entramos de golpe en la batalla y comenzamos a abrirnos camino,


empujando con un objetivo en mente. Alicia se pone de pie con su vestido
grande, mientras una Carta le desliza una armadura sobre la cabeza. Ella
todavía usa la falda, pero ahora usa intrincadas piezas que cubren su
pecho, sus hombros, su cuello. Calaveras decoran la armadura de su
hombro en una exhibición grotesca. Ella sonríe al ver que me muevo más
cerca.

Sobre nosotros, el Jabberwocky y Flam chocan juntos en una bola de


veneno y plumas, gritando su rabia mientras intentan despedazar al otro.

Estoy rodeada de tanta agresión, tanta muerte, que me asombra que


no esté jadeando de disgusto. En cambio, me concentro en una y solo
una cosa. Alicia da un paso adelante y un círculo se aclara a su alrededor
justo cuando siento a Cheshire a mi lado. Los otros luchan en el borde,
dejando caer Cartas y bestias a medida que avanzan. Cheshire gruñe y
salta hacia ella. Alicia observa divertida mientras choca contra una pared
de vidrio o algún tipo de campo de fuerza que lo retiene. No puede estirar
la mano y estrangularla como quiere, pero eso está bien. Lo haré por él.

—He esperado tanto para ver morir a este mundo —dice Alicia,
sacando una espada desde su espalda. No reacciono excepto por una
inclinación de cabeza—. Qué agradable será verlo mientras todos están
reunidos en un solo lugar. Voy a tener el placer de matarte, Calypso.

Me río, incluso cuando Alicia mueve su muñeca y envía a Cheshire


derrapando al revés y lejos. Su gruñido es lo único que escucho, pero no
se mueve para atacar de nuevo, sabiendo que no tiene sentido. Entonces
él espera y mira, acechando el borde del círculo.

—Todavía estoy esperando, Alicia —le digo.

—Soy la Reina Roja —gruñe—. La Reina de Corazones. Y te inclinarás


ante mí mientras te corto la cabeza del cuerpo.

Puedo sentir el gruñido de Cheshire como si estuviera en mi propio


pecho, aunque él está al menos a cinco pies de distancia. Una conexión
parece deslizarse en su lugar con esa realización y puedo sentir su
frustración.

Y luego una cúpula dorada comienza a extenderse a nuestro


alrededor, cerrándonos a Alicia y a mí adentro. Cheshire salta para entrar
pero se cierra antes de que él pueda, sellándome. Veo a Júpiter con los
ojos cerrados mientras el Sombrerero, White y Clara la protegen a su
alrededor. Alicia mira hacia la cúpula con horror mientras Cheshire
presiona su mano en contra de ella, donde estoy parada.

—Portadora de la Esperanza —susurra, y veo cómo la conmoción


cruza la cara de Cheshire, tropezando hacia atrás con esas palabras. Sus
ojos se mueven hacia donde se encuentra sentada Júpiter,
completamente sorprendida, y recuerdo su historia.

Danica había sido la Portadora de la Esperanza. Y ahora, El País de


las Maravillas finalmente había elegido a otra.

Cuando me mira, asiento con la cabeza, esperando que entienda que


tengo esto. Por si acaso, presiono mi mano contra la cúpula y él hace lo
mismo.
Si me pasa algo, al menos conocí al Gato de Cheshire. Al menos, le di
mi corazón.

Alicia parece volver en sí y me alcanza. No sé cómo se mueve tan


rápido con el vestido que lleva pero bien podría estar vistiendo
pantalones. Bailo fuera del camino justo a tiempo, su espada apenas llega
a mi cadera.

Detrás de mí, el sonido de un arma al dispararse me hace mirar hacia


la batalla para ver a Clara señalando algo fuerte al Jabberwocky en el
cielo. Él ruge y se lanza a por ellos pero Flam lo golpea desde un lado,
manteniéndolo lejos de la batalla abajo.

No puedo decir dónde está nadie más debido a la batalla presionando


alrededor del domo; excepto Doe. La veo desintegrar a un Bandersnatch
en dos pedazos antes de chillar y golpear a través de un grupo de Cartas.
Alicia me apresura de nuevo y levanto la espada para bloquear su golpe
antes de que comience a bailar alrededor del mundo, evitando, con la
espada, otro golpe.

—Vas a morir aquí —se burla Alicia.

No muerdo el anzuelo y continúo mi defensa, apenas haciendo más


que manteniéndola a raya.

—¿Por qué no peleas? —grita, empujando la espada hacia adelante.


Giro fuera del camino y me muevo al otro lado de la cúpula—. ¡Deja de
correr!

—El reinado de la Reina Roja terminará —digo, bloqueando otro


golpe.

Alicia es decente con una espada, pero no fue entrenada por el


Sombrerero. Ella es lenta para atacar y deja su costado abierto cuando
lo hace. Sin sus minions para luchar por ella, está en desventaja, pero
su orgullo la hace descuidada, su necesidad de venganza la debilita. Ella
está enfocada en mí y solo en mí.

Muevo una indirecta demasiado lento para esquivar uno de sus


golpes y ella golpea mi mano, una delgada línea de sangre brotando. Es
una herida superficial, nada más, pero la vista de la sangre excita a Alicia
y le hace pensar que tiene la ventaja.
Alicia levanta su espada de nuevo pero, esta vez, no me aparto del
camino. Levanto mi brazo en el aire y tiro de la cuerda conectada a mí
justo cuando la cúpula dorada cae a nuestro alrededor. El ejército
comienza a empujar hacia adentro al igual que Cheshire llega,
protegiendo mi espalda.

Un canto llena el aire, como si alguien tocara una cuerda de guitarra


y la dejara sonar. Y luego la Espada Vorpal se desliza entre mis dedos, la
llamada vibrando en mis manos, feliz de poder finalmente dar un paso
adelante. La plata brilla en la luz, recogiendo las fuentes que nos rodean,
absorbiéndolas y trayendo consigo un resplandor azul pálido. Es cómoda
en mi mano, ya no es un arma tanto como una extensión de mi alma.
Emite una ligera vibración, instándome a cumplir con mi deber, a
cumplir mi profecía.

Los ojos de Alicia se agrandan y se tambalea hacia atrás, pero es


demasiado lenta y la Espada Vorpal quiere sangre. El vestido finalmente
la frena mientras pisa sobre el dobladillo y tropieza.

—¡Espera! —llora, levantando su propia espada, pero siempre se


aparta de su lado abierto. Es muy sencillo desviar la espada hacia un
lado. Sin un segundo de vacilación, empujo la hoja hacia adelante, cada
criatura que asesinó brutalmente bailando en mi mente. Esa pequeña
niña de los ciervos dando un grito silenciado resuena en mi mente,
incluso cuando la Espada Vorpal canta. Por cada muerte en el País de las
Maravillas, por cada final que ha traído Alicia, lucho por eso. La
armadura de Alicia cede bajo el acero, la Espada Vorpal perfora
directamente a través de su esternón. El sonido que hace, un chirrido
húmedo, me pone nerviosa, pero no tengo el lujo de dejar que me detenga.
Demasiados han muerto en sus manos; me niego a que haya más
muertes. Giro el mango de la hoja, incrustándola más profundamente,
en un intento por asegurarme de que no pueda curarse de eso. No se le
puede permitir vivir. No se le puede permitir cumplir su destino.

Este mundo no se romperá.

Ella jadea y mira la espada que sobresale de su pecho, el mango azul


plateado mirando fuera de lugar. Ella está tan confundida,
conmocionada, mientras mira fijamente la hoja. A nuestro alrededor, los
sonidos de la batalla se detienen mientras todos miramos a la Reina Roja.
Cuando ella me mira de nuevo, observo cómo una solitaria lágrima cae
por el rabillo del ojo y mi corazón se aprieta a pesar de que sé que es un
monstruo.
Justo cuando no estoy segura de mi próximo movimiento, ella
comienza a parpadear, su imagen frente a mí parpadeando entre la Reina
Roja que conozco y la Alicia de doce años. Parpadea como una falla, como
si no pudiera decidir qué forma escoger.

—¿Qué está pasando? —le pregunto a Cheshire, tropezando hacia


atrás, dejando la espada en su lugar mientras miro con horror la imagen
de una niña que aparece.

—El País de las Maravillas está tratando de recuperarla. —Su voz es


solemne mientras vemos—. La última vez que ella formó parte del País de
las Maravillas por completo...

—Fue cuando era niña —termino.

Alicia parpadea una vez más como mujer antes de establecerse como
niña, sus ojos tan azules que me duele el pecho. La Espada Vorpal le
atraviesa su pequeño pecho, sangre negra corriendo alrededor de la
herida. Cuando sus ojos se mueven hacia el Sombrerero es cuando todos
dan un paso adelante y esos ojos azules se ponen vidriosos. La espada
cae al suelo, un jadeo áspero abandona su garganta.

—Lo prometiste —susurra, antes de caer al suelo en un montón de


material azul y cabello rubio pálido.

Me tapo la boca con horror y me doy la vuelta solo para ver al ejército
de la reina colapsando en polvo a nuestro alrededor. Mueren con su
Reina, su poder es la única cosa que los mantiene en este plano.

Nunca esperé el puro pavor que siento cuando el cuerpo de Alicia


brilla intensamente de blanco antes de que desaparezca también. La
imagen nunca abandonará mi mente, y yo nunca escaparé de ella.

Clara me mira a los ojos y desliza su mano en la mía, un


entendimiento pasando entre nosotras. Te quitan algo cuando destruyes
a otra persona, incluso si son malvados, especialmente cuando solían ser
inocentes.

Sobre nosotros, el Jabberwocky grita indignado por el giro de los


acontecimientos y arroja a Flam lejos de él. Miro hacia arriba justo a
tiempo para verlo dirigirse directamente hacia nosotros.
Traducido por AS
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

—¡Cuidado! —gruñe Cheshire segundos antes de lanzarme hacia


atrás. Salgo volando con un grito alojado en mi garganta. Al no poder
alcanzarme, el Jabberwocky agarra a Cheshire en su lugar.

Antes de que mis pies apenas toquen el suelo, estoy corriendo de


nuevo hacia adelante, moviendo mis brazos tan fuertes como puedo.

—¡No!

Me lanzo tras el Jabberwocky, tratando de agarrar las púas de su


cola mientras pasa a toda velocidad. Pero mis dedos solo lo rozan,
fallando. Aterrizo en el suelo con un oomph, antes de empujar hacia
arriba.

Oigo el grito de indignación de Cheshire, sabiendo que está


intentando desvanecerse, pero la magia del Jabberwocky lo impide.

Flam se abalanza y me preparo mientras envuelve sus garras


alrededor de mí, suavemente, antes de que nos levantemos en el aire y
dejemos el suelo detrás de nosotros. La escena de la batalla desaparece
rápidamente cuando entramos en la capa de nubes persiguiendo a la
bestia frente a nosotros.

—¡Tenemos que atraparlo! —grito, esperando que Flam pueda


oírme por encima del viento.

Mi pelo se agita alrededor de mi cara, soltándose de la atadura


desordenada en la que lo había puesto.
Flam es rápido, pero no lo suficientemente rápido como para seguir
el ritmo del Jabberwocky y, lentamente, le va ganando. Entrecerrando los
ojos me concentro en la monstruosidad negra que tenemos delante.

—Cuando me acerque lo suficiente, te lanzaré sobre su espalda —


dice Flam. No tengo ni idea de cómo puedo oírle, ni de cómo puede hablar
en esta forma, pero la voz es definitivamente más áspera que de
costumbre—. Ten cuidado —advierte—. Si te caes, te atraparé.

Nos acercamos lo suficiente como para ver a Cheshire sacar su


cuchillo y apuñalar al Jabberwocky en la mano cerrada. La bestia ruge
de indignación y aprieta su puño con más fuerza. El gruñido de dolor de
Cheshire llega a mis oídos mientras se empuja contra la sujeción que lo
rodea.

«Más cerca», pienso, tensándome. «Más cerca. Más cerca».

Sin previo aviso, Flam se levanta y me lanza hacia adelante. No


tengo mucho tiempo antes de estar al aire libre, apenas por debajo de la
capa de nubes ahora, mientras abro mis brazos y me concentro en las
espinas de la espalda del Jabberwocky. Por un momento, creo que no lo
conseguiré, que caeré en caída libre y tendré que esperar que Flam pueda
atraparme, pero entonces mis manos se enredan en una de las espinas
de la espalda del Jabberwocky y me agarro a ella con fuerza. Me golpeo
contra sus escamas ásperas, sacándome el aire.

Él ruge en el momento en el que lo toco, entrando enseguida en una


espiral. Me aferro a la vida mientras volamos por el aire, concentrada solo
en no soltarme de su espalda. Flam dijo que me atraparía, pero prefiero
no probar esa teoría todavía. Mis dedos se deslizan una fracción justo
antes de una caída en picada a toda velocidad. Mi estómago se revuelve,
el viento golpea mi cara tan dolorosamente que hace que las lágrimas
salgan de las esquinas de mis ojos. No estoy asustada. En lugar de eso,
avanzo a la siguiente espina, más cerca de su cuello y hacia donde
Cheshire está agarrado por sus garras. Mis dedos cerrándose alrededor
de otra espina.

El Jabberwocky se acerca tanto al suelo que creo que su plan es


estrellarse contra él antes de salir disparado al aire de nuevo, en línea
recta. Su intención es despistarme, pero solo hace que sus espinas
actúen como una escalera. Escalo cinco más de ellas antes de que se dé
cuenta de su error y se equilibre.
Gira su cuello y se encuentra con mis ojos, el amarillo enfermizo
que brilla se arremolina con odio. Debe darse cuenta de que no va a
sacudirme, así que ataca lo único que puede.

Cheshire.

Veo con horror cómo enrosca una garra hacia dentro, atravesando
el pecho de Cheshire.

Su grito de dolor rasga el aire y se corta. Hay un gorjeo enfermizo


de sus labios y grito, tratando de acercarme, pero todavía estoy
demasiado lejos. Podríamos estar a kilómetros de distancia. El
Jabberwocky me sonríe, su lengua bifurcada burlándose de mí, dándose
cuenta exactamente de cómo herirme. No me caeré. Estoy demasiado
decidida y tengo a Flam que se cierne justo fuera del camino para
atraparme si me caigo. Entonces, me ataca de otra manera. Cheshire está
inerte en su mano, con la cabeza echada hacia atrás y moviéndose con el
viento. El Jabberwocky me mira con confianza, tan alto en el cielo.

Deja caer a Cheshire.

No dudo. No me tomo un momento para pensar en la estupidez que


supone. Me lanzo sobre el lado del Jabberwocky, mi mirada se centra
completamente en Cheshire mientras cae, inconsciente, debajo de mí.

Aprieto mis brazos en mi cuerpo, haciéndome tan aerodinámica


como sea posible, mientras acelero hacia abajo, hacia abajo, hacia abajo,
el suelo cada vez más cerca. Cuando me acerco a Cheshire, extiendo mis
brazos y los envuelvo alrededor de él segundos antes de que Flam se
sumerja debajo de nosotros. Gruño de dolor cuando aterrizamos sobre
su espalda y, al instante, busco las espinas entre sus plumas. Agarro con
fuerza a Cheshire, decidida a mantenernos juntos. Flam se dirige al
suelo, lo suficientemente rápido como para que mi estómago se revuelva,
pero lo contengo.

Cheshire no se mueve. Su pecho no sube ni baja.

«No puede morir», me recuerdo a mí misma, pero no sirve de mucho


para frenar mi pánico.

En el momento en el que Flam toca el suelo, me deslizo de su


espalda a tiempo para ver al Jabberwocky cayendo al suelo frente a
nosotros, agachado como una especie de gárgola.
—¡Llévate a Cheshire! —le grito a Flam—. Mantenlo a salvo hasta
que pueda curarse.

Flam se aleja bailando con Cheshire en sus garras, fuera de peligro.


Levantando mi mano en el aire, llamo de nuevo a la Espada Vorpal.
Cualquier espada no servirá. El Jabberwocky debe ser derribado con
esta. Volando desde donde la dejé, donde Alicia había caído, deslizándose
en mi palma justo cuando cargo contra la enorme bestia que se cierne
hacia mí. Todavía está cubierta de la sangre de la Reina Roja.

Me lanzo fuera del camino justo cuando su mano pasa en un


intento de atraparme con sus garras. Los rápidos reflejos que el
Sombrerero me enseñó me han ayudado desde que llegué al País de las
Maravillas y ya estoy saltando para evitar otro ataque. Su cola intenta
golpearme pero la esquivo y me muevo hacia un lado para evitar sus pies.
El Jabberwocky no es tan útil en el suelo, su tamaño es una debilidad.
Soy capaz de correr justo fuera de la vista para evitar que me ensarte.

—¡No puedes ganar! —gruñe el Jabberwocky—. ¡Tendré este mundo


y cada mundo con él!

—¡Ya hemos ganado! —gruño y clavo la espada en el suave vientre


por encima de mí.

Él ruge de dolor y furia, dando pisotones, tratando de aplastarme


como un bicho. No hay nada que hacer, idiota. Ya he desaparecido.

Me retuerzo desde el otro lado, clavando la espada de nuevo. El


sonido que hace me atraviesa la piel y me hace estremecer, pero la saco
con un chirrido y me sumerjo de nuevo.

Flam ruge detrás de nosotros, distrayendo al Jabberwocky durante


el segundo que necesito.

Mira en dirección a Flam. Me lanzo por debajo y subo justo por la


parte baja de su cuello, antes de clavarle la espada en el pecho, justo
donde debería estar su corazón. Gruñe de dolor, pero no se deja caer
como yo esperaba.

El Jabberwocky se ríe cuando me alejo, arrastrando la espada


conmigo.

—Mi corazón está en el otro lado, chica estúpida.


Genial. Habría sido bueno saberlo antes de que llegara a la batalla.

Su garra se extiende más rápido de lo que puedo seguir y me lanza


hacia atrás a través de la hierba aplastada. Gruño de dolor cuando me
golpeo, segura de que algo se ha roto. La Espada Vorpal vuela de mi mano
para aterrizar a unos preciosos metros de distancia. La oscuridad baila
en el borde de mi visión, amenazando con hundirme, pero me pongo en
pie y me enfrento al monstruo que tengo delante.

—¿Por qué luchar tanto? —pregunta, inclinando la cabeza con una


sonrisa siniestra que muestra sus colmillos—. Este no es tu mundo.
Déjalo morir.

—Me niego a dejar que un matón gane —gruño, abriendo la mano


para la Espada Vorpal. Llega sin dudar y me pongo en posición de
combate.

Él gruñe y se pone en cuclillas, listo para atacarme.

—Disfrutaré usando tus huesos como palillos.

Antes de que pueda abalanzarse sobre mí, el aire se llena de gritos


y chillidos y miro a mi alrededor con confusión. Los restos de nuestro
ejército se arremolinan entre los árboles y el campo, sus armas
levantadas mientras rodean al Jabberwocky.

Él gruñe y bate sus alas, tratando de elevarse en el aire antes de


que cualquiera se pueda subir a su espalda. Veo con asombro cómo el
Sombrerero y White salen de la nada y atan una enorme cadena alrededor
del cuello del Jabberwocky, deteniéndolo. Los símbolos grabados en el
metal brillan con un color verde brillante mientras trabajan para tirar de
él de vuelta a la tierra. Él toca el suelo con un temible rugido, luchando
contra las ataduras.

—¿Qué rayos? —murmuro. La ira llena mi cuerpo como nunca antes


lo había sentido. Esta bestia, este monstruo es la única razón de cientos
y cientos de muertes. ¡No, miles! y ha herido a mi compañero en el
proceso. Gruño y corro hacia la batalla, entre los soldados que avanzan,
hasta que estoy en el frente. Los ojos del Jabberwocky giran hasta
encontrarse con los míos, con miedo reflejado en ellos por primera vez.
Se da cuenta de su error, pensando que este mundo es suyo. El País de
las Maravillas pertenece a las criaturas, a las bestias, al bosque. Este no
es lugar para gente como él, y ahora lo entenderá.
Con un grito de batalla, hago caer la espada sobre el cuello del
Jabberwocky, solo para encontrar resistencia y un corte superficial. Él
ruge de dolor y lucha con fuerza contra la cadena. Todos los soldados se
concentran en mantenerlo atrapado, ninguno levanta sus armas. Solo la
Espada Vorpal puede matar a un Jabberwocky. Solo el salvador puede
dar el golpe final. Yo saco la espada y lo golpeó de nuevo, y de nuevo, y
de nuevo.

Los gritos del Jabberwocky se convierten en gorgoteos y sigo


cortando y gritando con indignación, las lágrimas goteando de mis ojos
con las emociones extremas que inundan mi cuerpo. La rabia, el miedo,
la determinación, el amor, todo se apodera de mí hasta que soy un
desastre.

La sangre salpica mi cara y mis brazos, hasta que estoy cubierta de


ella, empapada del monstruo. No me inmuto por ello. Me deleito con ella.

—¡Cal! —grita alguien pero no me giro. Sigo balanceándome—. ¡Cal!

—¿Qué? —gruño, girando para encontrarme con los ojos de Clara


que está detrás de mí.

Está igual que yo, cubierta de sangre y trozos de carne, con el pelo
colgando en mechones alrededor de su cara manchada de suciedad.

La ira sigue llenando mi cuerpo, la Espada Vorpal pidiendo más


sangre, el País de las Maravillas me insta a seguir adelante, la vileza se
apodera de mí. Puedo saborear la sangre que me cubre. Debería darme
asco, pero ahora mismo no me importa. Es otra señal de victoria.

—Lo hiciste, Cal —dice, hablando lentamente, como si le hablara a


un animal asustado—. Está muerto.

Miro la carne mutilada debajo de mí, sorprendida de ver la cabeza


del Jabberwocky completamente desprendida, con su ojo amarillo
muerto. La boca está abierta en un grito silenciado, el miedo todavía
escrito en su rostro.

—¿Estás segura de que no puede volver como un zombi? —pregunto


vacilante. No estoy segura de que no sea posible, no después de las
historias de Alicia de pie después de un disparo masivo.

Júpiter se ríe de mis palabras y mis ojos se dirigen a los suyos. Está
un poco más limpia que Clara, pero no mucho. Lleva el pelo
completamente suelto de la trenza, fluyendo alrededor de sus hombros
como una llama.

—No se convertirá en un zombi —promete—. Puedo sentirlo. Su


poder ha desaparecido.

Doy un suspiro de alivio y me giro para buscar a Cheshire pero no


tengo la oportunidad. Los gritos llenan el aire antes de que pueda
preguntar dónde está mi compañero.

—Por el amor de Dios, ¿Ahora qué?

Me doy la vuelta y miro hacia la multitud de soldados, justo a


tiempo para ver a Tweedledum y Tweedledee comenzar a destrozarlos.
Traducido por –Patty
Corregido por –Patty
Editado por Banana_Mou

Clara mira su muñeca con alarma, buscando la piel suave allí.

—¡El trato! ¡El trato está hecho!

Júpiter frenéticamente comprueba la suya y se encuentra con los ojos


de Clara.

—¿De verdad? —gruño, levantando la Espada Vorpal de nuevo.


Completamente cubierta de sangre, pero me canta, lista para más. No
puedo atrapar un descanso en este lugar.

Los Tweedles enfocan sus ojos en Júpiter, el hambre en sus rostros,


mientras empujan a los soldados que intentan derribarlos. Es inútil, su
poder mucho mayor que las criaturas del País de las Maravillas. Se
mueven a través de ellos, juntos como una unidad, atentos a su objetivo.
Como la Portadora de la Esperanza, cuadro la espalda.

—Ven aquí, niñita —hablan como uno solo, acercándose cada vez más
a nosotros.

Júpiter gruñe:

—Mis poderes están agotados. —Ella se encuentra primero con mis


ojos y luego con los de Clara—. Esto tendrá que ser una pelea.
El Sombrerero y White se ponen de nuestro lado, Doe monta guardia
detrás de nosotros. Tenemos que armar un grupo interesante, cansados
de la batalla y cubiertos de sangre.

Flam aterriza frente a nosotros agachado, lo que hace temblar el suelo


debajo de nuestros pies. Sus plumas están erizadas por la batalla,
algunas de ellas sobresalen en ángulos extraños. Hay un corte de color
rojo oscuro en su flanco derecho, pero actúa como si ni siquiera estuviera
allí.

—Hazte a un lado, mestizo —sisea Tweedledee.

—O también te comeremos a ti. —Tweedledum mantiene sus ojos


enfocados en Júpiter, como si verla significara capturarla.

—Si tocas a alguno de ellos —gruñe Flam, deslizando la cola hacia


atrás y adelante—, te voy a destruir.

Ellos dudan.

—No nos tocarías.

—Pruébame.

Tweedledee sisea y ellos vuelven su atención hacia nosotros.


Tweedledum encuentra mis ojos.

—Recuerda estas palabras.

—Esto no ha terminado. —Dee frunce los labios.

—Somos los Perdidos y tendremos tu poder —termina Dum


enseñando los dientes antes de que se vuelvan con la intención de
dirigirse hacia el bosque, pero no llegan muy lejos.

Attie se pone delante de ellos y mi corazón se detiene. Antes de que


tenga una oportunidad para correr en su dirección, o incluso moverme
para hacerlo, los Tweedles se detienen en seco.

Attie balancea su hacha de batalla, todavía brillante y reluciente,


hacia los gemelos. Jadeo mientras le quita la cabeza a Tweedledum con
un sorbo repugnante antes de que caiga al suelo con un golpe.
Tweedledee silba en agonía y se lanza hacia adelante, pero Attie se
balancea de nuevo, preparado, hasta que dos cabezas se sientan en el
suelo y sangre negra lo salpica. Su armadura dorada luce el aerosol,
dando al color un aspecto oxidado.

—¿Qué carajo viviente? —gruño, corriendo hacia Attie y tirando de


él—. ¿Que estabas pensando?

Attie me mira divertido, arqueando una ceja.

—Te lo dije, soy el respaldo.

—¿Qué significa eso?

El Sombrerero da un paso adelante entonces, con una sonrisa en su


rostro.

—Atlas lleva el Hacha Berserker —dice con orgullo—. Él tenía una


misión hoy, y era mantener sus ojos en los Tweedles en todo momento.

Observo al Sombrerero.

—¿Le ordenaste a mi hermano pequeño que matara a las criaturas


más letales? —gruño.

Estoy lista para retorcerle el cuello, darle un puñetazo en la nariz,


cualquier cosa, hasta que un gruñido áspero viene de detrás de mí. Nos
volvemos como uno solo y mis ojos se posan en Cheshire, donde se inclina
pesadamente contra un árbol. Todavía hay un enorme agujero en su
pecho, la sangre fluye desde la herida sin resistencia. Tiene las orejas
caídas, la cola flácida detrás él, y se encuentra con mis ojos con un azul
desvaído. La electricidad allí es aburrida, no más brillante como un cable
vivo.

—Se hace justicia —susurra, un jadeo áspero.

Ya estoy corriendo hacia adelante antes de que caiga.


Traducido por –Patty
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

Sentada en la mesa de la fiesta del té, la cantidad de gente que asiste


hoy me incomoda. Toda victoria tiene un costo y no fuimos inmunes a
eso. Perdimos innumerables soldados en la batalla y, cada Carta que
cayó, también se sienta a la mesa, finalmente liberada de la maldición de
Alicia. La mesa no es lo suficientemente grande por lo que tuvimos que
encontrar cajas y taburetes, cualquier lugar en el que la gente pueda
sentarse, para meterlos en el espacio disponible. Incluso hay algunas
personas sentadas en el suelo porque nos quedamos sin asientos.

La mesa está llena de comida y té de todas las variedades


imaginables. Por una vez, tenemos toda una sección de la mesa segura
para comer, y rompo los pasteles de carne con gusto. No son tan buenos
como los que solía hacer mi mamá, pero aún así dan en el clavo. Me
aseguro de beber té con sabor a limón hoy, recordando la sonrisa de mi
madre cuando cruzó el portal. Le habría encantado la celebración.

El Sombrerero y Clara se sientan en sus lugares habituales, los


asientos principales siempre ocupados por los anfitriones de la fiesta del
té. Júpiter, White, Flam y Doe se sientan frente a mí, tienen sonrisas
relajadas en sus rostros por primera vez desde que los conocí. Hay un
alivio colectivo que llena la habitación, como si, de repente, el sol hubiera
comenzado a brillar de nuevo.

No lo ha hecho, al menos en el exterior. El cielo sigue estando


insoportablemente oscuro, aunque la vida vegetal brille un poco más.
Las puertas se abren y el murmullo de los invitados se calma, todos
nos volvemos hacia la puerta. Cheshire está de pie con la mano sujeta
sobre el pecho, donde aún descansa un vendaje. Un Hijo del País de las
Maravillas no puede morir, pero puede sentir dolor. Con una herida como
la de Cheshire, tardará en curarse, en descansar. Ahora, la herida es más
que nada algo superficial, probablemente se curará al día siguiente pero,
por ahora, la mantiene envuelta con una venda bajo las órdenes de
Júpiter.

Nadie puede resistirse al nuevo Portador de la Esperanza.

Sin embargo, Cheshire no es la razón por la que todos se callan.


Parece que tenemos un último invitado a esta fiesta del té que hace que
todos se levanten de sus asientos y pongan sus manos en las armas que
llevan. Yo no me muevo por la mía, sabiendo que es inútil.

La niña ya no es una amenaza.

Alicia camina vacilante alrededor de Cheshire y lo mira, con una


pequeña sonrisa en su rostro.

—Hola, Cheshire. —Hay tanta inocencia en esas palabras que siento


que se me empañan los ojos. El País de las Maravillas había robado todo
lo que Alicia había llegado a ser después de marcharse, dejando atrás
solo a la niña. Sigue siendo Alicia, sigue siendo capaz de una gran
destrucción, pero ya no tiene ningún poder para hacerlo.

—Hola, Alicia. —Me sorprende la suavidad de la voz de Cheshire


cuando le hace un gesto para que vaya delante de él. Sus zapatitos hacen
suaves chasquidos mientras se abre paso por la mesa, cada vez más cerca
de nuestra posición.

Solo hay dos sillas vacías en toda la sala y ambas están a mi lado.

—¿Deberíamos preocuparnos? —susurra Clara, pero yo niego con la


cabeza.

Ya no hay nada de qué preocuparse, no con Alicia.

Su vestidito azul está limpio y sin arrugas mientras se desliza en el


asiento a dos espacios de mí, Cheshire se desliza en el más cercano. Alicia
se inclina hacia delante y me mira a los ojos.

—Calypso.
Su vocecita me hace soltar la primera lágrima sobre las pestañas,
pero no me muevo para apartarla.

—Alicia. —Se me hace un nudo en la garganta que no esperaba, pero


la he visto en las visiones. Sé que no tenía intención de convertirse en un
monstruo así, aunque fuera retorcida antes del Jabberwocky. Tener
pensamientos malignos y actuar en consecuencia son dos cosas
diferentes. A veces, el destino es una verdadera perra, y la pequeña Alicia
fue víctima del lado equivocado.

Aun así, no espero las palabras que salen de su boca.

—Gracias —susurra, y los demás invitados a la fiesta del té se


revuelven incómodamente al oír esas palabras. Puedo sentir su
confusión, que coincide con la mía, y su rabia por los crímenes que esta
niña ha cometido como mujer. Lo entiendo todo, pero ellos tampoco han
visto lo que yo. Solo Júpiter y Clara podrían saberlo.

—¿Por qué? —pregunto en voz baja.

Ella sonríe, y puedo ver la primera pizca de picardía en esos ojos.

—Por hacer que vuelva a formar parte del País de las Maravillas.

Y entonces se sirve una taza de té de limón como si lo hubiera hecho


un millón de veces y la sorbe tranquilamente, sin encontrarse con las
miradas de ninguna otra criatura.

Aspiro aire y lucho contra la emoción que amenaza con derramarse.


Cheshire, con su conciencia, se acerca y enrosca su cola alrededor de mi
tobillo y coloca su mano en mi rodilla. Puedo respirar mejor y lo miro
agradecida.

—Finge que es un día más —susurra—, o las emociones te


consumirán. Concéntrate en algo bueno.

Sus palabras me llegan de inmediato y sigo el consejo.

Asiento con la cabeza y miro a Attie a mi otro lado. Desde la batalla,


ha estado muy callado, con un aspecto demasiado maduro para su edad.
Ha devuelto la armadura a la habitación, y el hacha, a pesar de que
Sombrerero le dijo que era suya.
—No la necesito por ahora —le había respondido Attie—. Entonces,
guárdala, hasta que sea necesario.

Había tanta fuerza en esas palabras, cuando cualquier adolescente


normal se habría llevado alegremente a casa un hacha de guerra para
presumir ante sus amigos. Pero el País de las Maravillas nos ha
cambiado. No se sabe si es para peor o para mejor.

—Creo que hay algo importante que tratar —comenta Flam,


llevándose un trozo de pan a la boca.

—¿Qué es eso? —pregunto, inclinando la cabeza.

—Quién va a gobernar. El viejo rey y la reina han muerto. Su legado


ha desaparecido con el Príncipe Alex. Y la Reina Blanca no está en
posición de gobernar nada.

—¿Se la puede ayudar en algo? —Júpiter se muerde el labio con su


pregunta, pensando en las posibilidades.

—No lo creo, pero si alguien puede encontrar una solución, serías tú,
Portadora de Esperanza.

Júpiter se sonroja con sus palabras, pero asiente con la cabeza en


señal de comprensión.

—Creo que debería ser Clara —habla Atlas, encontrándose con los
ojos de todos—. Tiene sentido. Ella es la que manda desde que llegué
aquí.

Clara niega con la cabeza.

—Yo no estoy al mando, y desde luego no soy una gobernante.


Además, no me gusta la palabra «reina».

Resoplo, una sonrisa se extiende por mi cara. Por un momento, olvido


que la pequeña Alicia está sentada junto a Cheshire.

—Bueno, entonces, Alta Emperatriz Clara Bee. —Le guiño un ojo—.


O el título que quieras.

Alicia suspira y yo me tenso, mirando por encima.

—Una emperatriz suena muy bien —dice, con ese tono infantil que
resuena en la habitación—. Emperatriz del País de las Maravillas.
Me relajo con una sonrisa en la cara.

—¿Todos a favor de la Emperatriz Clara Bee? —Levanto la mano y


todos en la sala la siguen. Clara observa asombrada cómo cada criatura
levanta su mano, o su pezuña, o su pata en el aire—. Parece que es
unánime.

—Bueno —murmura, mirando al Sombrerero—. Parece que necesito


un Emperador.

Una sonrisa se extiende por la cara del Sombrerero, tan tonta que no
puedo evitar reírme. Se levanta y salta sobre la mesa, con sus botas de
combate haciendo sonar los platos al apartarlos.

Se gira en círculo y se dirige a todos nosotros.

—Como es costumbre en las propuestas, voy a realizar el


Flutterwacken.

Observo, sorprendida, cómo empieza a bailar encima de la mesa en


algo que me recuerda al baile del pollo más que a una propuesta
romántica. Me tapo la boca para contener el resoplido, pero llego
demasiado tarde y me da un ataque de risa.

Clara no está mucho mejor. Se ríe junto con todos los demás, con
deleite en sus ojos cuando él patea la vajilla de la mesa. Cuando agita los
brazos como una gallina y emite un sonido en su garganta tan parecido
al de un gallo que es una locura, Clara se cae de su asiento, con lágrimas
en los ojos.

El Sombrerero se detiene, con tanta felicidad en su rostro que no


puedo contener toda la emoción. Me muerdo la lengua en un intento de
entretenerla y solo consigo hacerla sangrar.

—Está bien, hermana —me dice Attie al oído—. Hemos ganado. Y así
es como debe ser.

Le hago un gesto con la cabeza y veo cómo el Sombrerero salta de la


mesa y recoge a Clara del suelo. No se arrodilla. En su lugar, se ponen
cara a cara, como amantes, como gobernantes, como iguales.

—Clara Bee, estás hecha para mí. ¿Quieres ser mi esposa? ¿Serás
mi... Emperatriz? —Clara ríe mientras él desliza una gran piedra púrpura
en su dedo, la piedra parece brillar desde dentro.
—Mi querido Sombrerero, ya es hora. Te quiero completamente, con
o sin la rima.

Ella lo rodea con sus brazos y se besan, el momento es tan hermoso


que duele. Hay tanto amor ahí, tanta confianza, que me encuentro
buscando una salida. Mientras la sala estalla en furiosos vítores y se
forma una fila de felicitaciones, le susurro a Attie que estoy bien, antes
de escabullirme de la habitación.
Traducido por –Patty
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

Cheshire

Siento el momento en que sale de la habitación, escurriéndose como


si no soportara estar aquí. Observo a Clara y al Sombrerero durante unos
minutos más, asintiendo con la cabeza cuando se giran y reciben los
aplausos y las felicitaciones. Se lo merecen y estoy seguro de que no
habrá mejores gobernantes que esos dos. Clara tiene un don para las
emociones. Incluso ahora, sus ojos se dirigen a la puerta por la que
desapareció Cal.

Para ser sincero, me siento aliviado de que no sea yo quien ocupe sus
lugares. Mi vida ya está lo suficientemente restringida.

Durante un segundo, miro fijamente a Júpiter mientras se ríe de algo


que ha dicho White. Mi primer instinto fue amargarme cuando supe que
era la nueva Portadora de la Esperanza, pero me di cuenta de que Danica
la adoraría y le desearía lo mejor.

Su extravagancia las habría hecho amigas rápidamente. Me entristece


que el País de las Maravillas la haya sustituido, pero prefiero no verlo
como una sustitución, sino como el nacimiento de un nuevo poder para
proteger la tierra. Júpiter es la opción lógica, y la emocional.

Salgo de la habitación en busca de Cal, confiando en la conexión que


tenemos para encontrarla, hasta que llego a la ventana de siempre.
Cuando trepo por ella y piso con cautela el tejado, no me sorprende verla
con la barbilla apoyada en las rodillas mientras observa las estrellas. Me
duele la herida del pecho, aún visible pero casi curada. El Sombrerero
me había pasado un poco de su brebaje especial para que Cal no se
preocupara. Se había sentado a mi lado después de la batalla, cuando
estaba demasiado débil para abrir los ojos, incluso después de lo que le
había hecho.

Tomo asiento junto a ella y nos sentamos en silencio, escuchando los


sonidos del bosque. Ahora es más tranquilo, los chillidos de
Bandersnatch no existen, los Beezles zumban como siempre. Y las
estrellas parecen un poco más brillantes esta noche, como si incluso
celebraran.

—Tengo que volver a casa —susurra Cal de repente y me giro para


mirarla. Había pensado que tendríamos más tiempo antes de tener esta
conversación. Me duele el pecho cuando me mira a los ojos—. Attie
necesita crecer en un mundo normal. Terminar la escuela. Lograr sus
sueños.

Frunzo el ceño y miro mis manos, donde se aprietan contra mis


pantalones.

—Lo sé.

Cal se muerde los labios y vuelve a mirar las estrellas. Cuando vuelve
a hablar, reconozco el pesado timbre de una profecía, las palabras se
hunden en mi alma:

Chica de Acero, fuego en tu alma,

Sacarás a Alicia y nos salvarás a todos.

Abre tu corazón y ama por completo,

El viaje no será fácil, y conocerás la derrota.

El País de las Maravillas pide todo lo que tienes,

Exigirá tu corazón, y que tomes la máscara del Gato.

Debes entregarlo todo para tener éxito en esta guerra,


La tercera, la compañera, la elegida para liberar.

Tu amor será profundo, lo que te ayudará a triunfar,

Ama a la Justicia y al País de las Maravillas, pero luego deberás


partir.

Dejé que las palabras resonaran en el aire, calando en mis huesos


con sus exigencias. Otra profecía para actuar en mi vida, otra maldita
profecía.

—¿De dónde viene eso? —pregunto, sabiendo ya la respuesta.

—Cuando saliste de la casa de Absalom, me lo dijo.

—Tiene sentido —gruño en voz baja—. La Oruga nunca fue de las que
se rinden.

Cal vuelve a bajar la mirada y sus ojos oscuros se encuentran con los
míos. Hay tanta tristeza allí, incluso en un día en el que deberíamos estar
celebrando, pero sé que la batalla no es algo que desaparece. Veo a todas
las criaturas que he castigado. No me cabe duda de que Cal ve sus
propios castigos.

—Lo curioso —susurra Cal—, es que no necesitaba que la profecía me


dijera que te amaba. En ese momento ya estaba acabada. —Siento que
mi cuerpo se paraliza ante sus palabras, el miedo recorre mi cuerpo. Mi
cola empieza a latir a doble velocidad detrás de mí, y los ojos de Cal se
dirigen a ella—. Sigo sin esperar que me respondas. No hay expectativas
entre nosotros.

No respondo, manteniendo los labios cerrados. Las palabras se


quedan justo al otro lado de mis labios, exigiendo que las deje salir, pero
me niego. No le voy a hacer eso. No la obligaré a quedarse cuando quiere
irse. Debería haber esperado que mi pareja no fuera igual que Clara o
Júpiter, debería haber sabido que habría algo que nos impidiera estar
juntos. Incluso la profecía exige que Cal se vaya, como si no formara parte
de mi mundo una vez que su trabajo ha terminado.

Cal desliza su mano entre las mías, sus dedos son cálidos. Miro hacia
abajo, donde nuestra piel se encuentra, y aprieto un poco, deseando
poder mantenerla aquí con esa simple acción. «Quédate, quédate,
quédate», me ruega mi corazón, pero no le doy tiempo al bastardo. No se
trata de mí. Se trata de Cal.

La atraigo hacia mí, rodeando su cuerpo con un brazo y levantándola,


hasta que se sienta a horcajadas sobre mi cintura. No se resiste, se siente
completamente cómoda cuando la levanto sobre el techo inclinado. Su
confianza casi me hace caer, pero deslizo mi máscara en su lugar,
escondiéndome detrás de ella.

—Si tienes que irte —ronroneo—, entonces un último polvo está en


orden, ¿no?

Espero una sonrisa, tal vez una pequeña. No estoy preparado para el
ceño fruncido que estropea sus facciones ni para la lágrima que se desliza
por su mejilla. Me duele el pecho al ver el curso de la gota, hasta que
gotea de su mandíbula. Mis manos acunan las caderas de Cal en mi
regazo, sueltas, suaves. No sé cómo reaccionar cuando cae otra lágrima.

—Cal...

—No lo hagas. —Sus palabras susurradas son como una bofetada en


la cara, pero no vuelvo a intentarlo. Cuando se inclina y presiona sus
labios contra los míos, no respondo, temiendo romperla. Entonces, la
descarada diosa me muerde el labio, con la fuerza suficiente para hacer
sangre. Gruño por lo bajo cuando se aparta y sus ojos brillantes se
encuentran con los míos—. No hay expectativas —me recuerda.

La siguiente vez que me besa, me abro bajo ella e inmediatamente


tomo el control. Me deja y tengo el impulso de devolverle el fuego, pero
quizás esta no sea una de esas veces. Tal vez pueda aumentar su fuego
sin echar más leña a él.

Le paso una mano por la nuca y por el pelo, guiándola suavemente


mientras la saboreo. Pero no estoy hecho para la suavidad.

La idea de que abandone el País de las Maravillas para siempre, de


que no la vuelva a ver, hace que salga mi bestia, y empiezo a agarrarla
con más fuerza y a apretarla contra mi dura polla. El salvajismo se
apodera de mí y mis garras asoman cuando rompo el beso y recorren su
cuello. Ella jadea y se echa hacia atrás, dándome un mejor acceso y
exponiendo su garganta. La lamo como recompensa, recorriendo con mi
lengua su pulso y besando su piel bañada por el sol. La necesidad me
invade, me consume. Introduzco la mano en su camisa y rodeo un pezón
con mi garra.
Cal extiende sus manos contra mi pecho y sus dedos tocan la venda.
Se sacude, como si recordara por qué está ahí en primer lugar, pero
sostengo su mano contra el latido de mi corazón cuando ella se habría
apartado. Y entonces nos hago rodar, hasta que su espalda queda
apoyada en el techo, y la cubro con mi cuerpo, con sus piernas abiertas
alrededor de mis caderas. No le doy tiempo a levantarle la camiseta y
meterme en la boca la punta de un pezón. Su espalda se arquea mientras
abro sus vaqueros y deslizo la mano en su interior para encontrar su
excitación. Su humedad cubre mis dedos y los libero.

Sus ojos me miran, fascinados, mientras me lamo los dedos, con un


zumbido en la garganta.

—Sabes a divinidad —gimo, con una pequeña sonrisa en la cara. Se


sonroja al oír mis palabras, con una expresión de fuego.

Sentado, la ayudo a bajarse los vaqueros por las piernas y a tirarlos,


hasta que queda tendida ante mí en el tejado de la casa del Sombrerero,
desnuda salvo por la camiseta y el sujetador recogidos. Me saco la camisa
por la cabeza y la tiro a un lado, sin importarme dónde caiga, antes de
bajarme los pantalones, liberando mi erección. La urgencia que siento de
repente se apodera de mí, como si Cal fuera a escurrirse entre mis dedos.

No perdemos tiempo una vez que me he despojado de la ropa. Me


sitúo en su entrada antes de deslizarme suavemente en su interior, lenta
y tortuosamente. Ambos gemimos cuando me siento completamente
dentro y coloco mi frente contra la suya, sujetando sus muslos con fuerza
entre mis manos.

—¿Sabes a qué sabes? —susurra, y sus manos se enroscan en mi


cuello, una en mi pelo para acariciar mis orejas. Apenas niego con la
cabeza antes de bombear la menor cantidad dentro de ella, arrancando
un pequeño jadeo de sus labios—. Sabes a madreselva salvaje —gime.

Vuelvo a colocar mi máscara en su sitio y la golpeo con fuerza,


castigando, intentando disipar sus palabras de mi mente, pero ella solo
me mira a los ojos, la diosa inteligente. Sabe lo que hace y no se echa
atrás.

—A veces, hueles a humo de bosque, como una hoguera ardiente en


verano. —Mi máscara se resbala un poco y la penetro con fuerza,
provocando un grito en sus labios, pero ella sigue adelante—. A veces,
tus ojos brillan de una forma que me hace pensar en luciérnagas. —Su
voz es más ronca, más suave, mientras bombeo dentro de ella, con un
gruñido en mis labios mientras ella empuja—. A veces, te imagino en la
parte trasera de mi moto —dice con un brillo en los ojos, incluso cuando
establezco un ritmo de castigo y sus palabras se pierden un poco—. Creo
que estarías muy bien montado como una perra.

Presiono mis labios contra los suyos en un intento de detener sus


palabras, de apartar las emociones que amenazan con salir de mí, pero
eso solo sirve para aumentarlas mientras ella me devuelve los besos sin
abandono, mientras levanta las caderas para recibir cada empujón.
Entonces, la penetro con más fuerza, hasta que ambos gemimos de dolor
y placer, hasta que su pequeña mano me rodea el cuello y me aprieta,
con la espalda arqueada en señal de ofrenda. La cojo y me deslizo hacia
abajo para rodear sus pechos con mis labios, mordisqueando y
arrastrando una sola garra alrededor de la temblorosa carne.

—No puedes esconderte de ello —respira—. Siempre olerás a


madreselva salvaje y a humo de bosque. Siempre sabrás a hogar.

No puedo soportarlo. No puedo dejar que vea cómo se me escapa la


máscara, así que reacciono de la única manera que sé. Me sacudo y la
hago rodar, confiando en mis instintos para mantenernos sobre las tejas
cuando atraigo sus caderas hacia las mías y vuelvo a introducirme en
ella, con su pecho presionado contra el techo. Pistoneo dentro de ella, el
sonido de nuestra piel golpeándose se mezcla con los sonidos del bosque.
Es tan hermosa, tendida debajo de mí, que no puedo evitar agarrar un
puñado de su pelo y tirar suavemente de ella hasta que se arrodilla, con
la espalda pegada a mi pecho.

—Si no puedo esconderme de él —gruño, con palabras feroces—,


entonces me aseguraré de que nunca pierdas los recuerdos.

Es injusto, y está mal en muchos niveles, pero quiero que Cal me


recuerde, aunque nos separemos y no volvamos a vernos. Quiero que me
sienta, que me anhele, que me ame más.

Deslizo la mano y le rodeo el cuello con los dedos, como un ancla,


mientras le muevo la cabeza hacia un lado y le beso donde se unen el
cuello y el hombro. Su respiración se entrecorta y noto cómo su cuerpo
se tensa, preparándose para caer. Siento el impulso de marcarla, de
asegurarme de que siempre lleve mi insignia de reclamo, aunque no
pueda reclamarla realmente. Es un movimiento de idiota, uno del que no
me creía capaz, pero cuando siento que su cuerpo se rompe en torno al
mío y sus gritos resuenan, aprieto los dientes con fuerza sobre su
sensible músculo. Ella se sacude en mis brazos, su coño me ordeña hasta
que yo encuentro mi propia liberación, rugiendo contra su piel donde mis
dientes se abren paso, donde la sangre brota en mi boca. Los dos
respiramos con dificultad cuando la recuesto suavemente contra las
tejas. No pienso en ello cuando me tumbo a su lado y la aprieto contra
mi pecho. No pienso en sus palabras mientras vemos las estrellas bailar
en el cielo. No pienso en la marca en su hombro, roja y furiosa, mi propia
rabia manifestada.

En su lugar, cierro los ojos y deslizo la máscara en su sitio, pero ya


es demasiado tarde.

La máscara ha desaparecido, rota en un millón de pedazos.

«Te amo, Calypso», pienso, pero no me atrevo a decirlo en voz alta.


«Pero tengo que dejarte ir».
Traducido por –Patty
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

Es un poco extraño que no haya fiesta del té, pero también es un


alivio. Attie y yo planeamos irnos al día siguiente, cuando hayamos tenido
tiempo de despedirnos. No sabemos cuánto tiempo ha pasado desde que
dejamos nuestro mundo. White explicó que podrían haber pasado días, o
meses, o incluso años desde que nos fuimos.

Espero que solo hayan sido días después de imaginar el miedo que
debe sentir Rob ante nuestra desaparición. Se ha portado bien con
nosotros; no estaría bien que pensara que nos ha pasado algo cuando
estamos vivos y bien. El Sombrerero y Clara tienen una celebración, casi
como una fiesta de compromiso. Por una vez, el salón del té está lleno de
vivos, criaturas y personas sentadas a la mesa y chocando tazas de té.
Todo es un gran acontecimiento festivo, del que me hace feliz formar
parte.

Attie se divierte como nunca bailando con un grupo de mujeres con


aspecto de antílopes. Lo han levantado de su silla hace diez minutos y
todavía el chico no ha puesto una excusa para salir de su círculo. Sonrío
al verle, contenta de que esté creando recuerdos porque eso podría ser lo
único que tengamos cuando volvamos a casa.

Cheshire está apoyado en la pared, fingiendo que no me observa. De


vez en cuando, sus ojos se desvían y yo los capto antes de que se alejen.
Ha estado raro desde nuestro momento en el tejado la noche anterior,
como si tuviera miedo de lo que he dicho. No me arrepiento, pero habría
estado bien tenerlo cerca durante el poco tiempo que nos queda. Me
hubiera gustado.

—Hola. Calypso, ¿verdad?

Vuelvo la cabeza y frunzo el ceño al ver a la mujer que ocupa el asiento


de al lado. Tiene orejas de gato en la cabeza, como las de Cheshire, y sus
rayas son de color verde brillante en lugar de azul. Lleva un vestido
brillante y, cuando se mueve, puedo ver a través de ella. Es como si fuera
un fantasma. La miro confundida. La reconozco de mi visión, tanto de
niña como muerta en los brazos de Cheshire.

—Soy Danica. —Una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios y veo el


parecido inmediatamente. Sin duda es la hermana de Cheshire.

—¿Cómo estás aquí?

Señala al Sombrerero que está sentado con Clara en su regazo. Le


está dando a Clara trozos de magdalena, deslizando sensualmente los
trozos entre sus labios.

—El Sombrerero usó sus poderes para que los que quisiéramos venir
a celebrarlo, pudiéramos hacerlo. No quería dejar pasar la oportunidad
de ver a mi hermano o a la mujer que capturó su corazón.

—Por desgracia, no creo que yo sea esa mujer. —Miro a Cheshire de


nuevo, sus ojos fijos en nosotros. Esta vez no aparta la mirada—. Tengo
que dejar el País de las Maravillas.

Danica me estudia por un momento, fijándose en cada detalle.


Levanta la mano como si fuera a agarrar la mía pero sus dedos la
atraviesan. Suspira pero sonríe, antes de mirar también a Cheshire.

—El amor es una cosa extraña —comenta—. Tan lleno de esperanza.


Tan lleno de asombro. Hay muchas maneras de amar y el País de las
Maravillas no es nada si no es partidario de esas cosas.

—¿Qué quieres decir?

Sus brillantes ojos verdes brillan cuando se encuentran con los míos,
con una amplia sonrisa en su rostro.

—Ya sabes lo que quiero decir, Calypso, diosa del País de las
Maravillas. —Mira hacia el techo, donde otro cuadro representa a las
criaturas de este mundo. De nuevo, nadie parece darse cuenta, nadie
aparte de los Hijos y yo—. ¿Te has preguntado alguna vez por qué puedes
ver las pinturas?

—Sí. —Miro fijamente la representación de Cheshire con Danica a su


lado. Parecen felices, como si se hubiera hecho antes de que Alicia
volviera.

Danica tararea, con un brillo en los ojos.

—Es porque los pintó un Gato de Cheshire cuando se creía libre. —


Sonríe—. El gato tonto cree que ha perdido esa libertad.

Danica me guiña un ojo. Luego se levanta de su asiento y se acerca a


Cheshire. Observo, fascinada, cómo abren los brazos y se abrazan,
alguna magia lo hace posible cuando ella no puede tocarme. Cheshire la
abraza muy fuerte, temo que pueda romperla, pero ella lo retiene igual
mientras intercambian palabras.

Es un espectáculo que todos los presentes se detienen a observar, un


suspiro colectivo ante el amor genuino y la angustia en el simple
contacto.

Para siempre pueden ser tres vueltas de la manecilla larga, creo, o


puede ser solo un segundo. Tenemos que asegurarnos de utilizar el tiempo
que tenemos sabiamente.

Esa noche encuentro a Cheshire en el porche, sentado en la


barandilla.

El bosque está vivo con los sonidos de las criaturas pero, por suerte,
ninguno de ellos hace sangrar mis oídos. No se gira para mirarme, apenas
reconoce mi presencia. La única señal de que sabe que estoy allí es un
movimiento de su oreja en mi dirección.

No espero a que corra, ni a que se desvanezca, ni a que se esconda


tras su máscara. Salgo del porche y me pongo delante de él, mirándole a
los ojos.
—Ven con nosotros. —Me esfuerzo por decir las palabras, sabiendo lo
que estoy pidiendo, pero pidiéndolo de todos modos. Es egoísta y va
completamente en contra de lo que normalmente haría, pero vale la pena
el riesgo. No puedo evitar la esperanza que se filtra en mi voz—. Ven con
nosotros a nuestro mundo.

—¿Y qué? ¿Quedarnos allí? —pregunta Cheshire, negando ya con la


cabeza—. Tengo un trabajo aquí. El País de las Maravillas no me dejará
ir.

—Danica me dijo que el País de las Maravillas apoya el amor y la


esperanza. Apuesto a que te dejaría ir si solo tuvieras el valor de pedirlo.

—No es posible. —Su voz se endurece—. Soy parte del País de las
Maravillas.

—Pero quiero que seas parte de mí —susurro, sosteniendo su mirada,


aguantando las lágrimas que amenazan con caer. Mantente fuerte, Cal.
No las dejes salir ahora.

Su rostro se suaviza un poco ante mis palabras.

—No hay felicidad para mí, pequeña diosa. —Sus palabras son tan
suaves que apenas puedo oírlas—. No soy alguien con quien vivir feliz
para siempre. No soy esa persona.

Aprieto la mandíbula y esas malditas lágrimas brotan antes de que


tenga la oportunidad de apartarlas. Empiezan a derramarse sobre mis
pestañas y la cara de Cheshire se derrumba por completo, pero no se
mueve hacia mí. El testarudo se queda en la barandilla, como si no me
estuviera desmoronando delante de él.

Cuando intento hablar, tengo que aclararme la garganta para que


salgan las palabras. Quiero rogarle, implorarle que venga, que me elija,
que se dé cuenta de que venir conmigo es la libertad que busca, pero ese
no es mi lugar. Cheshire debe elegir por sí mismo. No puedo tomar la
decisión por él.

—Si cambias de opinión —susurro, con la voz gruesa—. Te esperaré


mañana.

Me doy la vuelta y le dejo solo en el porche. No cedo a mi dolor hasta


que estoy a salvo detrás de la puerta de mi habitación.
Me recuerdo a mí misma que si tengo que dejar mi corazón en el País
de las Maravillas, está bien. Al fin y al cabo, ¿no deja siempre el salvador
un trozo de sí mismo en los libros de cuentos?

Cheshire

Miro al bosque después de que Cal se va, sintiendo su dolor aunque


ella está a salvo adentro. Tenemos una conexión a un nivel que no puedo
comprender y estoy seguro de que me destrozará cuando se vaya, cuando
el vacío ocupe su lugar. Todo este tiempo, he luchado contra la profecía.

No sabía que sería mi muerte.

Los recuerdos caen sobre mí como la lluvia, las emociones de ver a


Danica esta noche, y Cal pidiéndome que vaya con ella actuando como
un martillo en las paredes de mi mente.

—Amar a alguien es como darle toda tu confianza y entregarle tu


corazón, esperando que no lo rompa —dice Danica, con las piernas
colgando sobre la rama en la que está sentada, completamente cómoda
incluso en lo alto de la copa del árbol—. Se siente la esperanza y el calor.
Tengo que suponer que, si lo pierdes, sentirás que nada vale la pena de
nuevo.

—¿Quién te hace hablar de este tipo de cosas? —pregunto, saltando


de otra rama para tomar asiento junto a ella.

Una pequeña sonrisa curva sus labios y me guiña un ojo.

—Eso lo tengo que saber yo, hermano mayor. —Me burlo y pongo los
ojos en blanco. Su cara se pone seria por un momento y me mira a los
ojos—. Si lo encuentras, aférrate a él, Chesh. No querrás perderla.

—Nadie podría amar a un imbécil como yo —me burlo y ella vuelve a


reírse, con esa sonrisa en la cara.

—Bueno, en eso tienes razón.


Cuando mira hacia los árboles, nuestros poderes ya nos llaman a
algún terrible crimen, ella cierra los ojos para sentirlo.

—Tal vez —susurra—. Solo tal vez, si abres un poco tu corazón, la


mujer perfecta llegará cuando menos lo esperes. —Una sonrisa burlona—.
A no ser que tu pareja sea una profecía esperando a suceder.

Han pasado tres semanas desde que derrotamos a Alicia y había


olvidado la conversación. Pero ahora, me persigue como un disco rayado
mientras miro las estrellas y deseo poder llevar a Cal entre ellas.
Traducido por –Patty
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

Attie y yo estamos en el borde de un portal brillante, los colores verde


y blanco como había sido la madriguera del conejo. Después de la muerte
de Alicia, la llave del País de las Maravillas fue devuelta a White, sea lo
que sea que eso signifique.

Entonces, ahora, puede abrir un portal donde quiera y llevarnos a


casa. Yo, por mucho, lo prefiero de esta manera en lugar de tener que
volver a través de la sala con la mesa de piel.

Existe esta abrumadora sensación de ansiedad; tengo miedo de lo que


está al otro lado del portal, temerosa de lo que dejo atrás. No espero que
se sienta así, como si no supiera cómo manejar nada. Se supone que soy
fuerte. En cambio, nunca me había sentido tan débil, tan cansada.
Cuando lleguemos a casa, estaré tomando un baño de burbujas durante
todo el día, tal vez derrochando un día de spa tanto para Attie como para
mí. Pero habrá algo que falte, algo importante.

Frunzo el ceño y miro a la multitud, Cheshire convenientemente


ausente. La tristeza de los gustos que nunca he conocido explota en mi
pecho. Ni siquiera va a venir a despedirme. Ni siquiera podremos
compartir un momento final.

Attie aprieta mi mano para tranquilizarme y yo me concentro en el


toque. Todo va a estar bien. Tengo que seguir recordándome eso.
Sobreviviremos.
Júpiter se acerca a abrazarme primero, envolviéndome en un abrazo
incómodo.

—Iremos a visitarlos con la mayor frecuencia posible —promete, con


una sonrisa en el rostro—. Además, realmente necesito unos tacos.
Extraño los tacos.

Me río cuando ella se mueve para abrazar a Attie, y Clara toma su


lugar.

—Siempre serás parte del País de las Maravillas, incluso si no te


quedas aquí —dice, abrazándome fuerte—. Vuelve cuando estés lista.

Miro a Attie con una sonrisa en mi rostro.

—Quizás. Cuando Attie haya tenido una oportunidad de vivir, tal vez
podríamos hacerlo.

Doe y Flam nos abrazan a continuación, el Flamenco despeina el


cabello de mi hermano afectuosamente.

—Nos vemos, Berserker —bromea.

El Sombrerero asiente solemnemente, su brazo envuelto con fuerza


alrededor de Clara mientras parpadea para contener las lágrimas. Miro
hacia otro lado rápido, para no hacer lo mismo.

White sonríe tristemente cuando nos giramos hacia él y miramos el


remolino del portal.

—Todo lo que tienes que hacer es entrar y volverás a tu taller


mecánico.

—Gracias —le digo—. Por todo.

—Siento haberte traído al principio.

—No. —Niego con la cabeza—. Está bien.

—¿Estás lista?

Me doy la vuelta y miro a la multitud por última vez, buscando el azul


eléctrico, o esa sonrisa familiar. Nada. No está aquí y no hay más tiempo.
Aprieto la mandíbula con fuerza y me doy la vuelta, de cara a White.
—Lista.

Attie aprieta mi mano con fuerza, tan ansioso como yo, y tomo un
profundo aliento, preparándome para el viaje que tengo por delante. Las
cosas siempre serán diferentes, nuestras vidas cambiaron para siempre,
todo por un Sombrerero, un Conejo Blanco y un Gato de Cheshire. ¿Cómo
nos las arreglaremos de nuevo con la normalidad? No lo haremos, pero
tendremos que hacerlo.

Damos un paso adelante, el portal comienza a arrastrarse hacia


nosotros, preparándose para llevarnos adentro. Cierro los ojos. Attie está
a mi lado, nuestros dedos enhebrados, mi roca. Todo va a estar bien.
Tiene que estarlo.

Voy a dar otro paso adelante, a moverme dentro del portal, cuando el
movimiento viene de mi derecha, y una mano se desliza en la libre.
Sonrío, volviéndome con una sonrisa hacia Cheshire, mi corazón da un
vuelco dentro de mi pecho. Mis ojos se nublan mientras observo su
chaqueta de cuero, esas increíbles orejas, esos ojos eléctricos.

—Viniste —le susurro, mi voz casi un graznido.

—No pensaste que te dejaría ir tan fácilmente ahora, ¿verdad?

Me río y Attie grita a mi lado.

—Vamos, llegan tarde —dice White, haciendo un gesto para que


continuemos a través del portal.

—¿Tarde para qué? —Ni siquiera miro a White mientras hablo.

—¿Quién sabe? —refunfuña él—. Solo apúrate.

Me río y, como uno solo, damos un paso adelante.

Cuando el remolino de luces blancas y verdes nos atrapa, no puedo


evitar pensar que el destino es algo gracioso. A veces, luchamos tan duro
contra eso pensando que lo sabemos mejor. Sin embargo, de vez en
cuando, justo en medio de los peores momentos, el destino te entrega un
gato de Cheshire y te anima a amarlo locamente.

Estoy loca. Está loco.

Todos estamos locos aquí.


Y el País de las Maravillas nunca volverá a ser el mismo…

FIN
Traducido por –Patty
Corregido por –Patty
Editado por Banana_mou

Clara

—¿Qué hace una Emperatriz del País de las Maravillas? —pregunto


mirando alrededor en la mesa. Estamos sentados en el salón del té vacío,
planificando para el futuro. El único problema es que no sabemos cómo
planificar en absoluto. Si tan solo Absalom no hubiera perecido en la
guerra.

Flam y Doe se sientan a un lado de nosotros, Júpiter y White al otro.


El Sombrerero me observa mientras hablo.

—Reglas —responde Flam, encogiéndose de hombros—. Decidir


disputas. Proteger la tierra y sus criaturas.

—Todo eso suena muy fácil cuando lo dices pero dudo que lo sea —
suspiro, frotando mi sien. Nunca pensé que estaría en esta posición, pero
al menos tener gente que me ayude es bueno—. Espero que cada uno de
ustedes esté en mi consejo. No puedo hacer esto sola —reprendo.

Todos sonríen en respuesta y asienten con la cabeza.

Júpiter se inquieta en su asiento.

—¿Tengo un título elegante? ¡Porque eso sería increíble!

—Puedes tener el título que quieras.

Ella lo piensa por un segundo, con una brillante sonrisa en su rostro.


—Alguacil Geek de la Emperatriz.

Todos nos reímos de eso y, por un momento, me permito relajarme.


Lo hicimos. Ganamos la guerra. Casi como si sintiera que me estoy
relajando, aparece una carta en el aire frente a nuestras caras y cae sobre
la mesa. Esa es una primera vez. Me sacudo mientras emite un pequeño
puf y observo cómo el Sombrerero la agarra y la abre.

Sus ojos escanean la delicada escritura, leyendo cada línea.

—¿Qué es? —pregunto—. ¿Es alguien más en el País de las


Maravillas?

—No. No es el País de las Maravillas. —Sus ojos escanean la carta de


nuevo, leyendo las palabras allí.

—Entonces, ¿dónde está? —pregunta Júpiter, inclinándose.

—Que alguien vaya a buscar a March.

Flam salta ante las palabras del Sombrerero y asiente con la cabeza,
antes de salir corriendo de la habitación.

—¿A dónde vamos ahora? —suspiro exasperada. En serio, apenas


terminó la última guerra.

—Necesitamos al Cuarto Hijo. —Las palabras del Sombrerero suenan


en la habitación durante un momento y frunzo el ceño incluso mientras
murmura «malditos piratas», en voz baja.

—¿Cuarto?

El Sombrerero se vuelve para mirarme. Cuando habla, sus palabras


resuenan en la habitación:

—Uno está muerto. Dos está engendrado. Tres está solo. Y Cuatro
está olvidado.

Esa maldita rima.

—Pero, ¿qué significa eso? —Siento que solo estoy haciendo una
pregunta tras otra. Necesito una respuesta clara. Estoy tan harta de
adivinar lo que significan las locas divagaciones de la Liebre de Marzo.
Cuando el País de las Maravillas sea llamado a defender

y alguien necesite protegerlo,

elegirá a otro Hijo.

Elegirá a otro Berserker.

Sus palabras resuenan con las notas de la profecía, de una decisión


tomada hace mucho tiempo por el País de las Maravillas.

Me tenso.

—No —gruño—. No. Cal nunca lo permitirá.

—Es demasiado tarde. —El Sombrerero se arranca el sombrero de


copa de la cabeza—. Es demasiado tarde. El Cuarto Hijo ya ha sido
elegido.

Y, de repente, March está de alguna manera frente a nosotros. Grito


cuando él aparece de la nada, completamente entero, sin un solo signo
de podredumbre.

Y está fuera de su cabina. ¿Qué diablos está pasando?

—¿Tú llamaste? —Se ríe, desempolvando su abrigo.

Estoy tan tensa que no sé qué hacer excepto ponerme de pie y


levantar la barbilla.

No, no, no, no. No otra vez. Cal y Cheshire merecen su felicidad. Ellos
no merecen esta mierda.

—Prepárense —ordena el Sombrerero, sus ojos se encuentran con los


nuestros. Sostengo mi aliento para sus próximas palabras, sabiendo que
lo cambiarán todo. Nuestra batalla se acabó, pero otra esta por empezar.
Puedo sentirlo.

—¿Quién pide nuestra ayuda? ¿Quién llama al Berserker? —pregunta


March, con una sonrisa en su rostro.

El Sombrerero saca su espada y me mira a los ojos, su locura bailando


debajo. Cuando habla, mi corazón se encoge en mi pecho.
—El País de Nunca Jamás —susurra—. Las Hijas del País de Nunca
Jamás están en un caos.
Cada cuento de hadas tiene un giro de guion.

Puedes pensarlo como quieras.

Las bestias y la oscuridad te esperan.

Disfruta de tu estancia.

Estás condenado cuando estás en el agua,

estás condenado cuando estás en tierra,

ten cuidado si estás en los cielos.

Ten cuidado de dónde pones los pies.

Ha comenzado un nuevo capítulo.

Abre una nueva puerta y sé un Darling.

Elige la segunda estrella a la derecha

y vuela directo hacia el mañana.


Sin el apoyo de mi maravilloso esposo, nada de esto sería posible. Él
me mantiene emocionada todos los días y nunca duda en escucharme
hablar sobre mis locas ideas. Mi hijo es la razón por la que me levanto
todos los días y escribo. Algún día, espero escribir algo que pueda leerle.
Gracias a mi trío de increíbles damas. Katie Knight y Poppy Woods,
¿cómo pude vivir sin ustedes? Seriamente. Ni siquiera puedo recordar
cómo era antes de conocerlas a todas y espero no tener que saberlo nunca
más. No puedo esperar a lo que este año y muchos más nos tienen
reservado.

Gracias a los increíbles lectores y autores que me hacen sonreír todos


los días. En particular, me gustaría agradecer a Jocelyn Sanchez, Claudia
Coenen, Kit Tee, Adam Tennant y a todos los miembros de mi Equipo
Callejero. También me gustaría agradecer a Nicole JeRee no solo por ser
una gran amiga, sino también por hacer que mis libros siempre se vean
tan bien. Gracias a mis lectores de ARC, lectores Beta y cualquier otra
persona que participe en este libro. Gracias a Michelle Hoffman por hacer
siempre ediciones increíbles. Gracias a Ruxandra Tudorica de Methyss
Design por tomar siempre mi visión y hacer una portada increíble. No
solo te considero una amiga, sino que por cierto nivel de brujería, haces
estas increíbles portadas que capturan exactamente lo que espero.

Gracias a Mallory Kent por ser un increíble unicornio de PA. Eres


exactamente lo que necesito y tengo aún más suerte de llamarte amigo.
Gracias por ser el primero en ser sacrificado por el triple.

Finalmente, gracias a todos los que se arriesgaron y leyeron la saga


de Sons of Wonderland. Sin todos ustedes correr ese riesgo, este último
libro nunca hubiera sido posible. Gracias por saltar conmigo por una
madriguera de conejo y abrazar a los Hijos y la Tríada. No puedo pensar
en un grupo de personas mejor que mis lectores. Todos ustedes son mi
tribu. Después de todo, aquí estamos todos locos. Estoy emocionada de
comenzar la próxima aventura contigo. ¡Nos vemos en Nunca Jamás!

Manténganse locos, fans del País de las Maravillas.


Kendra Moreno nació y se crió en Texas, donde, si las
langostas no te vuelven loco, las hormigas rojas y las rebabas
de pegatinas sí lo harán. El té helado, o acertadamente llamado
azúcar puro, la impulsa a luchar contra las fuerzas del mal y
lavar los platos interminables que ensucia su hijo.

Tiene un esposo que escucha sus cuentos constantemente


sin falta. Aunque él no siempre sabe de qué está hablando, la
apoya como un corpulento. Kendra tiene un hijo que algún día
leerá sus historias. Por ahora, le está enseñando que los libros
deben ser apreciados y no destruidos. Sus tres cerberos le
hacen compañía mientras escribe. Si no está escribiendo, por
lo general, puedes encontrar a Kendra hundida hasta el cuello
en cualquier cosa, desde pintura hasta masa para galletas.

Si desea tener un lugar para discutir el libro con otros


fanáticos, diríjase al grupo de Facebook de Kendra (Worlds of
Wonder) donde puede obtener actualizaciones sobre su trabajo
antes que nadie.
Sons of Wonderland:

Mad as a Hatter

Late as a Rabbit

Feral as a Cat

Antologías:

Cupid’s Playthings:

SUPERNOVA

At World’s End: An Apocalypse Anthology:

WINGS OF RAGE

Falling For Them Anthology Vol. 4:

FOUR PARTS SUPER

Harem Inverso Steampunk:

CLOCKWORK BUTTERFLY
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queremos que ustedes lean sus historias!

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