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Capítulo 3
Bioética,
apuesta por la vida
DIRECTIVOS UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS SECCIONAL BUCARAMANGA
Fr. Érico Juan MACCHI CÉSPEDES, O.P.
Rector Seccional
Fr. Oscar Eduardo GUAYÁN PERDOMO, O.P.
Vicerrector Académico
Fr. Oscar Eduardo GUAYÁN PERDOMO, O.P.
Vicerrector Administrativo y Financiero (E)
Gladys Rojas Villamizar
Secretaria General
PRODUCCIÓN CREATIVA
CENTRO DE DISEÑO E IMAGEN INSTITUCIONAL - CEDII
D.G. Olga Lucía Solano Avellaneda
Directora
C.S. María Amalia García Núñez
Corrección de Estilo
D.G. Jhon Jairo Blanco Pabón
D.G. Jhon Fredy Hoyos Pino
Diseño y Diagramación
Introducción
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La bióetica, entonces, más allá de estudiar la vida en sí misma y la forma en que los
seres humanos deberíamos actuar frente a ella, especialmente en situaciones en
las que la vida misma se encuentra en riesgo o podría estarlo, también cuestiona
los postulados y prácticas del sistema de desarrollo economicista que centra su
interés en la generación de capital, la generación de un consumo exacerbado,
y el uso indiscriminado de recursos naturales. Por esta razón, en el campo de la
bioética se hace un tránsito de una postura antropocéntrica a una biocéntrica,
a partir de la cual el ser humano es un ser más en interrelación con diferentes
formas de vida. La visión antropocéntrica ha posicionado a lo largo de la historia
al ser humano como centro de la evolución y desarrollo. Esta postura ha ignorado
prácticamente otras formas de vida, o simplemente ha reconocido su existencia
en función del bienestar humano. En otras palabras, la vida animal y vegetal ha
estado supedita al interés y uso que los seres humanos hacen de ella. Por el
contrario, una postura biocéntrica no solo reconoce otras formas de existencia,
sino que las valora porque considera su dignidad y condición portadora de
derechos.
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Tal como lo indica Cortina (1994) la ética es un saber que busca “orientar la acción
humana en un sentido racional” (p. 17). En otras palabras, la ética se orienta a
procurar que los seres humanos obren de forma racional, de manera pensante.
Por ello, como ciencia reflexiva, la ética se configura ante todo como un saber que
pretende iluminar las acciones humanas con el fin de hacerlas más racionales. En
la vida diaria se escucha que las personas tienden a lamentarse por decisiones
mal tomadas y por las consecuencias derivadas de estas. Pues bien, la ética tiene
que ver con el pensar profundo y crítico acerca de las decisiones y de las acciones
que las personas desarrollan cotidianamente. No obstante, la ética no puede ser
asimilada a las ciencias administrativas o de la planeación que también se refieren
a la acción humana planificada con el fin de tomar decisiones apropiadas en
términos organizacionales, financieros o estratégicos. Aunque la ética se define
como reflexión acerca del obrar humano, tal reflexión está orientada por principios,
valores, o criterios de orden racional que permiten abordar dichas acciones con
el fin de esclarecer su naturaleza, pertinencia, impacto y conveniencia moral para
la existencia humana.
Lo anterior permite entender que la ética es ante todo un esfuerzo racional por
comprender y desentrañar el sentido, intención e implicaciones morales de la
acción humana. De esta forma, puede decirse que la vida sin ética sería una vida
sin reflexión moral, en la que todo es válido porque no existen referentes valóricos
o criterios de sentido que permitan sopesar su conveniencia para la vida humana.
Ejemplos claros relativos a la ética se pueden encontrar en la vida empresarial.
Aspectos tales como la generación de lucro a expensas de la explotación del
empleado, o de producción de beneficios financieros a partir del engaño colectivo,
son situaciones concretas que requieren de una reflexión ética, contundente, con
el fin de evitar las consecuencias negativas e indeseadas sobre las personas
afectadas.
La ética, entonces, pone la acción humana bajo la lupa de la razón, con el fin
de establecer si esta responde a criterios sólidos de argumentación y sentido
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que le otorguen validez moral. En un mundo en el que pareciera que los criterios
racionales no existieran como referentes para la determinación e implementación
de las acciones humanas, la ética se convierte en un saber necesario y fundamental
para discernir si dichas acciones realmente obedecen a criterios afirmativos de la
dignidad.
aborda una amplia gama de cuestiones sociales y va más allá de la vida y la salud
humanas, en cuanto que comprende cuestiones relativas a la vida de los animales
y las plantas, por ejemplo, en lo que concierne a experimentos con animales y a
demandas ambientales conflictivas (Boladeras, 1998).
En este sentido, tal como lo plantea Andorno (2012), la pregunta central que se
propone desde la bioética es: ¿Cómo debemos tratar a la vida, sobre todo, a la vida
humana? En esta perspectiva, la vida humana es un componente fundamental
de la pregunta esencial que se desprende de la reflexión bioética. No obstante,
tal como puede constatarse, en la misma pregunta cabe toda forma de vida que
debe ser preservada a ultranza desde una orientación ética.
habitabilidad actual y futura del planeta en cuanto del ser humano depende
(Román, 2003). Este tipo de ética mundial se basa en valores, principios y virtudes
trasnacionales que superan el relativismo absoluto que no cree más que en
pactos convenientes realizados desde la perspectiva del contrato más a o menos
mercantil (Román, 2003, p. 214).
La Carta de la Tierra se alinea con el magistral trabajo del filósofo alemán Hans
Jonas (1995), quien afirma que “sólo lo vivo, por tanto, en su menesterosidad
e inseguridad –y, por principio, todo lo vivo– puede ser en general objeto de
responsabilidad, pero no por eso tiene ya que serlo: ser un viviente es la primera
condición de ello” (p. 173). Como puede verse, la idea de promover una carta
de la Tierra en la que esta tenga el estatus de sujeto de derechos y dignidad, se
relaciona en gran medida con el principio de responsabilidad de Jonas que pone
en evidencia la necesidad de reconocer que el progreso, la ciencia y la tecnología
están asociadas al poder que la especie humana tiene sobre la naturaleza. Con
el fin de evitar catástrofes de magnitud mundial, tal como la que está sucediendo
en estos momentos con el calentamiento global y la desaparición de diferentes
especies animales y vegetales, Jonas (1995) apela a la responsabilidad como
criterio ético esencial que permita respetar la naturaleza y valorar su potencial en
el desarrollo sostenible de la humanidad. En palabras de Siqueira (2009), Jonas
posiciona la idea de preservar la naturaleza que no es otra cosa que preservar al
ser humano. “No se puede decir que el hombre es sin que se diga que la naturaleza
también es. Así, por supuesto, el sí a la naturaleza se volvió una obligación del ser
humano” (p. 176).
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la empatía cósmica, la empatía con los otros y con los seres vivos” (González,
2014, p. 260). En otras palabras, esta nueva forma de ubicarse históricamente
como ser humano en el devenir evolutivo del planeta conlleva a su vez formas
alternativas de producción, consumo y deseo. La humanidad está asistiendo a
una época de cambios centrados en la producción de capital a partir de la ciencia
y la tecnología, los bienes de consumo masivo que pueden adquirirse con un
click, y la emergencia progresiva de una nueva clase conformada por aquellos
trabajadores desplazados por la robótica y la inteligencia artificial (Harari, 2016).
En este complejo y desafiante contexto histórico, una ética de la responsabilidad
que traiga nuevamente la relación con los seres vivos y los límites racionales del
consumo, es de extrema necesidad. Es por ello que Jonas propone la ética de la
responsabilidad y el principio de precaución como camino hacia una ética que
transita del antropocentrismo al biocentrismo.
Tal como lo expresa Costa (2009) este tipo de éticas biocéntricas, en contraste con
las antropocéntricas, buscan otorgar intereses y finales morales a la naturaleza,
y de esta forma, tomar una actitud de respeto por la misma. Según Castel (citado
por Costa, 2009), estas éticas biocéntricas se expresarían a través de elementos
claves, tales como:
La íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que
en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de
poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender
la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de
la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad
de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo
estilo de vida (Papa Francisco, 2015, p. 6).
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Estudio de caso
El 1 de junio de 2017 pasará a la historia como uno de los días de mayor impacto
para el futuro de la humanidad. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump,
anunció públicamente la separación del país del Norte del Acuerdo de París que
busca limitar el calentamiento global y mitigar a largo plazo los devastadores
efectos de una economía basada en el uso indiscriminado de combustibles
fósiles sobre el planeta. Las razones por las cuales Trump decidió salir de
tal Acuerdo son de orden económico. Fundamentalmente, lo que esgrimió el
presidente norteamericano fue la necesidad de salir de un acuerdo desventajoso
para la economía estadounidense. Con esta decisión, los esfuerzos globales para
la mitigación del calentamiento global parecen fenecer y condenar el Acuerdo
a convertirse en un esfuerzo fallido. Estados Unidos, después de China, es el
segundo país que más emisiones de CO2 produce en el mundo. Por ello, esta
decisión es desastrosa para la humanidad. No obstante, países como Francia y
China ratificaron su compromiso con el Acuerdo.
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Lecturas complementarias
en la web
Capó, A., & Drane, J. (2014). Planteamientos bioéticos del medio ambiente.
Revista Bioethikos, 8(1), 46-52.
Referencias
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Cortina, A. (1994). Ética de la empresa. Claves para una nueva cultura empresarial.
Madrid: Trotta.
Papa Francisco. (2015). Carta encíclica Laudato Si del Santo Padre Francisco
sobre el cuidado de la casa común. Roma: Santa Sede.
Román, B. (2003). Ética ecológica y responsabilidad mundial: Del por qué al cómo.
Ars Brevis, 9, 199-217.
Sosa, N. (1998). El qué y el para qué de una ética ecológica. Recuperado de http://
www.mapama.gob.es/es/ceneam/articulos-de-opinion/1998-martin-sosa_tcm7-
185632.pdf