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Maestría en

Dirección y Gestión de Proyectos


Módulo: Humanismo, Sociedad y Ética

Capítulo 3
Bioética,
apuesta por la vida
DIRECTIVOS UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS SECCIONAL BUCARAMANGA
Fr. Érico Juan MACCHI CÉSPEDES, O.P.
Rector Seccional
Fr. Oscar Eduardo GUAYÁN PERDOMO, O.P.
Vicerrector Académico
Fr. Oscar Eduardo GUAYÁN PERDOMO, O.P.
Vicerrector Administrativo y Financiero (E)
Gladys Rojas Villamizar
Secretaria General

ISBN Digital: 978-958-8477-62-6


Maestría en Dirección y Gestión de Proyectos
© Universidad Santo Tomás
Bucaramanga, Colombia
28 de noviembre del 2018

Módulo: Humanismo, Sociedad y Ética


Autor: Diego Armando Rico Archila

Fr. Jhon Alexander SÁNCHEZ BARRETO, O.P.


Decano de la División de Ingenierías y Arquitectura
Dolly Smith Flórez Moreno
Decana Facultad de Ingeniería de Telecomunicaciones (E)
Ing. Tatiana Inés Navas Gómez
Directora Campus Virtual
Mónica Andrea Mantilla Contreras
Asesora Pedagógica
C.P. Fredy Luis Guerrero Patarroyo
Director Departamento de Publicaciones

PRODUCCIÓN CREATIVA
CENTRO DE DISEÑO E IMAGEN INSTITUCIONAL - CEDII
D.G. Olga Lucía Solano Avellaneda
Directora
C.S. María Amalia García Núñez
Corrección de Estilo
D.G. Jhon Jairo Blanco Pabón
D.G. Jhon Fredy Hoyos Pino
Diseño y Diagramación

Universidad Santo Tomás


Seccional Bucaramanga, Colombia
Carrera 18 No. 9 - 27
Universidad Santo Tomás

Introducción

Existen en la vida cotidiana situaciones que requieren de una profunda reflexión


de carácter ético que las someta al crisol de la razón y de los valores humanos.
Indudablemente, se trata de cuestiones que no son fáciles de entender y abordar,
por cuanto tocan aspectos esenciales de la vida que poseen implicaciones
importantes para la existencia de la humanidad. Preguntas fundamentales se
desprenden de tales situaciones que llevan a situarlas en el escenario de la
discusión y la reflexión pública. ¿Se puede prolongar la existencia humana tanto
como sea posible, a pesar de las consecuencias que de ello se deriven? O, por el
contrario, ¿se puede acortar la vida humana si no existen condiciones suficientes
para vivirla con dignidad y calidad?, ¿se pueden realizar tantas modificaciones
genéticas como se considere necesario, con el fin de crear una especie de
superhumanos con capacidades que rompan las limitaciones físicas y biológicas
actuales?

A las anteriores preguntas atinentes a la vida se suman otras que también


representan las urgencias por las cuales atraviesa la humanidad en estos
momentos. Problemas centrales que requieren ser resueltos si realmente se
desea que la existencia humana en el planeta pueda ser mantenida y prolongada
en el tiempo. Por ejemplo, situaciones relativas al cambio climático y a sus
devastadoras consecuencias sobre la flora y la fauna del planeta, así como las

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amenazas que de este se desprenden para la especie humana, ponen en tela de


juicio conceptos como el de progreso económico y desarrollo humano (Román,
2003). ¿Qué implica para la vida en el planeta seguir produciendo y consumiendo
bienes cuyas materias primas provienen del sector extractivo que causa un
impacto considerable sobre el medio ambiente?, ¿puede seguir optándose por
una versión del desarrollo humano que preconiza el crecimiento económico sin
límites?, ¿existen vías alternativas para proponer un desarrollo sostenible que vaya
dejando de lado el uso de combustibles fósiles y el control de las consecuencias
negativas que su uso tiene sobre el planeta?

Las anteriores preguntas están vinculadas a aquellos peligros emergentes


que están afectando la vida y su subsistencia en el planeta. Por esta razón, su
reflexión a la luz de la ética se hace imprescindible. Estudiar estas problemáticas
desde una comprensión de corte ético permitiría el establecimiento de límites
y el discernimiento acerca de decisiones que pueden tener implicaciones de
largo alcance para la humanidad. El avance tecnológico y científico, el progreso
en términos de calidad de vida, de ingreso económico, adquisición de bienes,
y el disfrute de servicios han hecho la vida más fácil para muchas personas.
Sin embargo, el costo que se desprende del desaforado progreso material,
tecnológico y científico por el que atraviesa la humanidad es evidente. Por esta
razón, se hace necesario posicionar la reflexión ética como vía para abordar
aspectos fundamentales de la vida humana. En otras palabras, optar por la
bioética como ciencia reflexiva capaz de cuestionar lo que los seres humanos
estamos generando con nuestras decisiones y acciones, adquiere hoy más
relevancia que nunca. El futuro de la humanidad depende de nosotros mismos,
de aquello que decidamos hoy en función de proteger la vida en el planeta y de
permitir su prolongación a futuro.

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Glosario de términos clave

- Bioética: se entiende como un saber derivado de la ética que busca producir


una reflexión en torno al tema y los problemas atinentes a la vida humana y no
humana. La bioética se hace preguntas fundamentales sobre aspectos de la
vida en general que requieren un estudio pormenorizado a partir de la razón.
Situaciones relativas a la clonación humana, el uso de células madre con fines
terapéuticos, la prolongación o acortamiento de la vida, al igual que a problemas
ambientes de gran relevancia para la humanidad.

- Biocentrismo: se refiere a una tendencia de carácter ético que ubica como


centro de su reflexión el respeto a toda manifestación de vida, independiente de si
es humana o no. En el biocentrismo el ser humano no se ubica como dominante,
sino como un ser más que interactúa con otros seres y manifestaciones de vida
con las cuales se vincula y a las cuales respeta en virtud de su carácter moral.

- Desarrollo sostenible: alude al modelo de desarrollo humano que concibe


el equilibrio como principio directriz de todo proceso de progreso y evolución.
En este sentido, el desarrollo sostenible propone el respeto por lo viviente y el
uso racional de los recursos naturales disponibles de tal suerte que la vida de
generaciones futuras no se vea comprometida por las prácticas de desarrollo
económico de las presentes generaciones.

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- Relativismo ético: tendencia de carácter filosófico cuyo postulado fundamental


es que los principios éticos no están constituidos por normativas válidas
universalmente, sino por las circunstancias de los contextos específicos donde
estas son configuradas.

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Resumen del capítulo

Este capítulo, relativo a la bioética como reflexión en torno a toda manifestación


de vida, se presenta como un pasaje de estudio fundamental para la comprensión
y abordaje de las problemáticas ecológicas y ambientales contemporáneas.
Recurriendo a planteamientos derivados de la intersección entre ética ecológica,
bioética, ética de la responsabilidad y la prevención, ética de la tierra, y justicia
social, se desarrolla un conjunto de ideas que buscan proponer un horizonte
reflexivo crítico que no solo ofrezca una idea general de lo que acontece en
estos campos específicos del saber, sino también su vinculación a aspectos
problemáticos de largo alcance como el del calentamiento global.

La bióetica, entonces, más allá de estudiar la vida en sí misma y la forma en que los
seres humanos deberíamos actuar frente a ella, especialmente en situaciones en
las que la vida misma se encuentra en riesgo o podría estarlo, también cuestiona
los postulados y prácticas del sistema de desarrollo economicista que centra su
interés en la generación de capital, la generación de un consumo exacerbado,
y el uso indiscriminado de recursos naturales. Por esta razón, en el campo de la
bioética se hace un tránsito de una postura antropocéntrica a una biocéntrica,
a partir de la cual el ser humano es un ser más en interrelación con diferentes
formas de vida. La visión antropocéntrica ha posicionado a lo largo de la historia
al ser humano como centro de la evolución y desarrollo. Esta postura ha ignorado
prácticamente otras formas de vida, o simplemente ha reconocido su existencia
en función del bienestar humano. En otras palabras, la vida animal y vegetal ha
estado supedita al interés y uso que los seres humanos hacen de ella. Por el
contrario, una postura biocéntrica no solo reconoce otras formas de existencia,
sino que las valora porque considera su dignidad y condición portadora de
derechos.

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De aquí que la reflexión bioética se conecte con los aportes de la ética de la


responsabilidad y la precaución de Hans Jonas. Este acercamiento ético propone
pensar con seriedad los alcances y consecuencias del avance y progreso
científico y tecnológico, al igual que sus impactos sobre todas formas de vida. El
principio de responsabilidad considera que ante todo tipo de desarrollo científico y
tecnológico, o comportamiento humano que ponga en entre dicho la preservación
de la vida, es necesario proceder con cautela. La crítica de Jonas estriba en que
la sociedad contemporánea se halla inmersa en la ilusoria creación del mundo
feliz en el que todo problema, incluso el ecológico, puede ser resuelto a través
del uso de la ciencia y la tecnología. En esta línea de pensamiento, Jonas indica
que justamente ciencia y tecnología pueden convertirse en una amenaza para la
humanidad.

Lo anterior da vigor y validez universal a la bioética y a la ética de la responsabilidad,


al igual que a su intersección con otros saberes, cuyos alcances van más allá
de la reflexión filosófica y se instalan incluso en los ámbitos social, económico,
político, ecológico, educativo, religioso y cultural.

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La bioética como reflexión necesaria para la preservación y


cuidado de la vida en el planeta

Tal como lo indica Cortina (1994) la ética es un saber que busca “orientar la acción
humana en un sentido racional” (p. 17). En otras palabras, la ética se orienta a
procurar que los seres humanos obren de forma racional, de manera pensante.
Por ello, como ciencia reflexiva, la ética se configura ante todo como un saber que
pretende iluminar las acciones humanas con el fin de hacerlas más racionales. En
la vida diaria se escucha que las personas tienden a lamentarse por decisiones
mal tomadas y por las consecuencias derivadas de estas. Pues bien, la ética tiene
que ver con el pensar profundo y crítico acerca de las decisiones y de las acciones
que las personas desarrollan cotidianamente. No obstante, la ética no puede ser
asimilada a las ciencias administrativas o de la planeación que también se refieren
a la acción humana planificada con el fin de tomar decisiones apropiadas en
términos organizacionales, financieros o estratégicos. Aunque la ética se define
como reflexión acerca del obrar humano, tal reflexión está orientada por principios,
valores, o criterios de orden racional que permiten abordar dichas acciones con
el fin de esclarecer su naturaleza, pertinencia, impacto y conveniencia moral para
la existencia humana.

Lo anterior permite entender que la ética es ante todo un esfuerzo racional por
comprender y desentrañar el sentido, intención e implicaciones morales de la
acción humana. De esta forma, puede decirse que la vida sin ética sería una vida
sin reflexión moral, en la que todo es válido porque no existen referentes valóricos
o criterios de sentido que permitan sopesar su conveniencia para la vida humana.
Ejemplos claros relativos a la ética se pueden encontrar en la vida empresarial.
Aspectos tales como la generación de lucro a expensas de la explotación del
empleado, o de producción de beneficios financieros a partir del engaño colectivo,
son situaciones concretas que requieren de una reflexión ética, contundente, con
el fin de evitar las consecuencias negativas e indeseadas sobre las personas
afectadas.

La ética, entonces, pone la acción humana bajo la lupa de la razón, con el fin
de establecer si esta responde a criterios sólidos de argumentación y sentido

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que le otorguen validez moral. En un mundo en el que pareciera que los criterios
racionales no existieran como referentes para la determinación e implementación
de las acciones humanas, la ética se convierte en un saber necesario y fundamental
para discernir si dichas acciones realmente obedecen a criterios afirmativos de la
dignidad.

En este mismo sentido, especialmente en el campo médico y medioambiental,


la bioética surge como rama de la ética al someter a reflexión crítica aquellas
situaciones relativas a casos y problemáticas vinculadas con decisiones cruciales
en torno a la vida. En el contexto particular de este módulo de aprendizaje, y
sin ánimo de agotar o limitar la reflexión, la bioética se propone como aquella
reflexión crítica de aspectos asociados a la preservación y cuidado de la vida en
el planeta. Por ello, la bioética se extiende de la reflexión sobre el cuidado de la
vida humana al cuidado de la vida en general. Es decir, de un modelo ético que
privilegia la reflexión de orden antropocéntrico sobre las acciones orientadas a la
preservación de la vida humana, se transita a uno de orden biocéntrico en el cual
todo ser viviente es cobijado por tal reflexión normativa (Costa, 2009; Sosa, 1998).

En palabras de Boladeras, la bióetica no se limita a la relación médico-paciente,


sino que también,

aborda una amplia gama de cuestiones sociales y va más allá de la vida y la salud
humanas, en cuanto que comprende cuestiones relativas a la vida de los animales
y las plantas, por ejemplo, en lo que concierne a experimentos con animales y a
demandas ambientales conflictivas (Boladeras, 1998).

En este sentido, tal como lo plantea Andorno (2012), la pregunta central que se
propone desde la bioética es: ¿Cómo debemos tratar a la vida, sobre todo, a la vida
humana? En esta perspectiva, la vida humana es un componente fundamental
de la pregunta esencial que se desprende de la reflexión bioética. No obstante,
tal como puede constatarse, en la misma pregunta cabe toda forma de vida que
debe ser preservada a ultranza desde una orientación ética.

Por lo anterior, la bioética se interseca con otros acercamientos reflexivos tales


como la ética ecológica, la ética medio-ambiental, la ética de la sostenibilidad,
la ética de la tierra, y la justicia del medio ambiente (Ángel & Ángel, 2002; Mayr,
2002; Medina, 2001; Sosa, 1998). Todas estas perspectivas disciplinares ponen
en el centro de la discusión la necesidad de acudir a una reflexión ética que dé
cuenta del problema ecológico y de su tratamiento con referencia a los derechos
y valor intrínseco que posee la naturaleza en sí misma.

En tal contexto, y en diálogo con otras disciplinas, la ética ecológica se configura


como una ética mínima mundial que busca establecer un consenso sobre la

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habitabilidad actual y futura del planeta en cuanto del ser humano depende
(Román, 2003). Este tipo de ética mundial se basa en valores, principios y virtudes
trasnacionales que superan el relativismo absoluto que no cree más que en
pactos convenientes realizados desde la perspectiva del contrato más a o menos
mercantil (Román, 2003, p. 214).

En consonancia con las anteriores afirmaciones, numerosas iniciativas ecológicas


que abogan por la conservación y protección del medio ambiente han surgido en
los últimos años como una forma específica de materializar una ética ecológica
que permita a los seres humanos considerar a la Tierra como sujeto de dignidad
y portadora de derechos (Boff, 2012). Un ejemplo claro es la Carta de la Tierra,
una declaración de principios éticos fundamentales con el objeto de construir
una sociedad global justa, sostenible y pacífica en el siglo XXI. Esta declaración
pone de manifiesto el sentido de interdependencia y responsabilidad que los
seres humanos poseen en la preservación del legado natural presente y de sus
implicaciones para las futuras generaciones (Carta de la Tierra, 2000).

La Carta de la Tierra se alinea con el magistral trabajo del filósofo alemán Hans
Jonas (1995), quien afirma que “sólo lo vivo, por tanto, en su menesterosidad
e inseguridad –y, por principio, todo lo vivo– puede ser en general objeto de
responsabilidad, pero no por eso tiene ya que serlo: ser un viviente es la primera
condición de ello” (p. 173). Como puede verse, la idea de promover una carta
de la Tierra en la que esta tenga el estatus de sujeto de derechos y dignidad, se
relaciona en gran medida con el principio de responsabilidad de Jonas que pone
en evidencia la necesidad de reconocer que el progreso, la ciencia y la tecnología
están asociadas al poder que la especie humana tiene sobre la naturaleza. Con
el fin de evitar catástrofes de magnitud mundial, tal como la que está sucediendo
en estos momentos con el calentamiento global y la desaparición de diferentes
especies animales y vegetales, Jonas (1995) apela a la responsabilidad como
criterio ético esencial que permita respetar la naturaleza y valorar su potencial en
el desarrollo sostenible de la humanidad. En palabras de Siqueira (2009), Jonas
posiciona la idea de preservar la naturaleza que no es otra cosa que preservar al
ser humano. “No se puede decir que el hombre es sin que se diga que la naturaleza
también es. Así, por supuesto, el sí a la naturaleza se volvió una obligación del ser
humano” (p. 176).

El principio de responsabilidad expuesto por Jonas contiene ideas novedosas,


deseos inéditos, obligaciones no conocidas que implican desaprender, realizar
una nueva higiene mental y desarrollar nuevos comportamientos compatibles
con los índices de sostenibilidad de la Tierra (González, 2014). En este sentido,
el principio de responsabilidad “no solo compete a la voluntad, y por tanto a la
acción, sino que también exige una nueva forma de pensar, de desear, y de sentir:

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la empatía cósmica, la empatía con los otros y con los seres vivos” (González,
2014, p. 260). En otras palabras, esta nueva forma de ubicarse históricamente
como ser humano en el devenir evolutivo del planeta conlleva a su vez formas
alternativas de producción, consumo y deseo. La humanidad está asistiendo a
una época de cambios centrados en la producción de capital a partir de la ciencia
y la tecnología, los bienes de consumo masivo que pueden adquirirse con un
click, y la emergencia progresiva de una nueva clase conformada por aquellos
trabajadores desplazados por la robótica y la inteligencia artificial (Harari, 2016).
En este complejo y desafiante contexto histórico, una ética de la responsabilidad
que traiga nuevamente la relación con los seres vivos y los límites racionales del
consumo, es de extrema necesidad. Es por ello que Jonas propone la ética de la
responsabilidad y el principio de precaución como camino hacia una ética que
transita del antropocentrismo al biocentrismo.

Desde esta mirada, la bioética expande su objeto y campo de reflexión hacia


toda manifestación de vida en general. El hombre no es entonces la medida de
todas las cosas como lo afirmó el filósofo griego Protágoras. En una comprensión
biocéntrica, el ser humano ocupa un lugar en la existencia del universo, pero ya no
es el centro del mismo como se solía pensar en antaño. Consideraciones de esta
envergadura traen a la discusión aspectos relevantes para la preservación de la
vida en el planeta. Si el ser humano ya no es el centro (antropocentrismo), la vida
(biocentrismo) es ahora la que ocupa el lugar privilegiado. De ser así, la humanidad
en una reflexión bioética de largo alcance debe replantear la forma como se
vincula y relaciona con otras formas de vida sobre las cuales no posee dominación
absoluta. Por el contrario, la especie humana tiene una responsabilidad explícita y
normativa de cuidado sobre otras manifestaciones de vida de las cuales también
es dependiente.

Tal como lo expresa Costa (2009) este tipo de éticas biocéntricas, en contraste con
las antropocéntricas, buscan otorgar intereses y finales morales a la naturaleza,
y de esta forma, tomar una actitud de respeto por la misma. Según Castel (citado
por Costa, 2009), estas éticas biocéntricas se expresarían a través de elementos
claves, tales como:

1- Los seres humanos son miembros de la comunidad de vida de la Tierra


del mismo modo que el resto de los miembros no humanos.
2- Los ecosistemas naturales de la tierra como totalidad son considerados
como una red compleja de elementos interconectados en la que el
funcionamiento biológicamente correcto de cada ser depende a su vez del
correcto funcionamiento de los demás.
3- Cada organismo individual es concebido como un centro teleológico de
vida que persigue su propio bien de una manera específica.

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4- Los seres humanos no son “inherentemente” superiores a otras especies


(Costa, 2009, p. 116).

Este desplazamiento hacia lo biocéntrico representa un desafío para la reflexión


ética contemporánea, en cuanto somete a crítica el modelo económico basado
en el consumo exacerbado, la producción de capital, y el desequilibro e inequidad
social en el mundo contemporáneo. No cabe duda de que volver a una concepción
ecológica integradora a través de la cual el ser humano y otro tipo de seres vivientes
se mantienen en una relación necesaria de interdependencia se convierte en
imperativo para el siglo XXI. Tal como lo entendieron las culturas amerindias, el
espíritu de la madre Tierra se torna en opción para un mundo en el cual el vínculo
y equilibrio entre seres vivientes se ha fracturado debido al uso inapropiado de
recursos naturales y el deseo desmesurado de posesión y dominación.

Con un espíritu similar, el Papa Francisco en su encíclica “Laudato Si” hace un


llamado importante al mundo de hoy a cuidar y preservar la casa común. Esta
invitación va más allá del cuidado funcionalista que muchas personas podrían
interpretar se deriva de su mensaje. No se trata de regar las plantas o de dar
de comer a las mascotas que se encuentran en casa. Obviamente, estas son
conductas loables que deben asumirse como responsabilidad, pero lo que el Papa
Francisco en esencia desea transmitir en su carta encíclica pretende ir más allá.
Su postura cuestiona el modelo económico imperante que no solo ha causado
desastrosas consecuencias a los pobres y desposeídos, sino también al planeta
en general. Al respecto el Papa se expresa de la siguiente forma:

La íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que
en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a las formas de
poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender
la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de
la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad
de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo
estilo de vida (Papa Francisco, 2015, p. 6).

Como puede verse, los temas de responsabilidad, cuidado, ética ecológica,


bioética, y justicia social convergen en las palabras del Papa Francisco.
Seguramente, un esfuerzo de convergencia epistémica, social, económica, ética,
cultural y política toma especial importancia en el mundo globalizado del siglo
XXI. Por esta razón, la reflexión bioética y la movilización social hacia el cambio
radical que transite de un mundo basado en el consumo a un mundo basado en
la solidaridad, el desarrollo sostenible y la interdependencia, se constituye en uno
de los retos más urgentes de este período de la historia de la humanidad.

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Estudio de caso

El 1 de junio de 2017 pasará a la historia como uno de los días de mayor impacto
para el futuro de la humanidad. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump,
anunció públicamente la separación del país del Norte del Acuerdo de París que
busca limitar el calentamiento global y mitigar a largo plazo los devastadores
efectos de una economía basada en el uso indiscriminado de combustibles
fósiles sobre el planeta. Las razones por las cuales Trump decidió salir de
tal Acuerdo son de orden económico. Fundamentalmente, lo que esgrimió el
presidente norteamericano fue la necesidad de salir de un acuerdo desventajoso
para la economía estadounidense. Con esta decisión, los esfuerzos globales para
la mitigación del calentamiento global parecen fenecer y condenar el Acuerdo
a convertirse en un esfuerzo fallido. Estados Unidos, después de China, es el
segundo país que más emisiones de CO2 produce en el mundo. Por ello, esta
decisión es desastrosa para la humanidad. No obstante, países como Francia y
China ratificaron su compromiso con el Acuerdo.

¿Cómo la perspectiva bioética y de la ética ecológica pueden ayudar a generar


respuestas a situaciones que atentan contra el cuidado de la vida como la
anteriormente descrita?

La bioética y la ética ecológica ofrecen principios para la valoración racional de


este tipo de situaciones, pero al mismo tiempo, más allá de la misma razón, estos
saberes se pueden vincular con otro tipo de posturas que también traen a primer
plano un vínculo emocional de carácter biocéntrico con el mundo natural. A su vez,
tanto la bioética y la ética ecológica requieren de ser posicionadas en ámbitos no
solo académicos sino prácticos y cotidianos en conjunción con una significativa
movilización de carácter social. De hecho, por ejemplo, una vez el presidente
Trump anunció la salida del Acuerdo de París, al menos diez gobernadores de

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Estado y 61 alcaldes de ciudades en Estados Unidos anunciaron su compromiso


de permanencia y cumplimiento con las metas propuestas en el Acuerdo de
París. En muchos de estos lugares que se mantienen y apoyan el Acuerdo existen
diferentes iniciativas para el uso de energías limpias y renovables, al igual que
la generación de modelos basados en la sostenibilidad ambiental. Como puede
verse, la bioética y la ética ecológica exigen no solo reflexión racional sobre el
problema ambiental, sino sobre todo, un comprometido activismo social y político.

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Lecturas complementarias
en la web

Capó, A., & Drane, J. (2014). Planteamientos bioéticos del medio ambiente.
Revista Bioethikos, 8(1), 46-52.

Osorio, S.N. (2009). El desafío bioético de la era planetaria: La convivialidad.


Revista Latinoamericana de Bioética, 9(2), 42-61.

Referencias

Andorno, R. (2012). Bioética y dignidad de la persona. Madrid: Technos.

Ángel, A., & Ángel, F. (2002). La ética de la tierra. Ética y medioambiente. En E.


Leff (Coord.). Ética, vida, sustentabilidad (pp. 12-26). México, D.F.: Programa de
las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Boff, L. (2012). La madre tierra, sujeto de dignidad y de derechos. Recuperado de


http://www.democraciaycooperacion.net/IMG/pdf/La_Madre_Tierra_sujeto_de_
dignidad_y_de_derechos.pdf

Boladeras, M. (1998). Bioética. Madrid: Ed. Síntesis.

Capítulo 3 19
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Cortina, A. (1994). Ética de la empresa. Claves para una nueva cultura empresarial.
Madrid: Trotta.

Costa, C.A. (2009). ¿Ética ecológica o medioambiental? Acta Amazónica, 39(1),


113-120.

González, G. (2014). El principio de responsabilidad y el principio de precaución:


Hans Jonas y la constitución de una ecoética. Diacrítica, 28(2), 231-270.

Harari, Y. (2016, septiembre 8). A brief history of tomorrow [Archivo de video].


Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=dydvVNkYISM

Jonas, H. (1995). El principio de responsabilidad. Ensayo de una ética para la


civilización tecnológica. Barcelona: Herder.

Mayr, J. (2002). Hacia una ética de la sustentabilidad. En E. Leff (Coord.). Ética,


vida, sustentabilidad (pp. 7-11). México, D.F.: Programa de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente.

Medina, P.J.S. (2001). Bioética y medio ambiente: Introducción a la problemática


bioético-ambiental y sus perspectivas. Persona y Bioética, 5(14), 13-14.

Papa Francisco. (2015). Carta encíclica Laudato Si del Santo Padre Francisco
sobre el cuidado de la casa común. Roma: Santa Sede.

Román, B. (2003). Ética ecológica y responsabilidad mundial: Del por qué al cómo.
Ars Brevis, 9, 199-217.

Secretaría Internacional de la Carta de la Tierra. (2000). Carta de la Tierra.


Recuperado de http://cartadelatierra.org/invent/images/uploads/Text%20in%20
Spanish.pdf

Siqueira, J.E. (2009). El principio de responsabilidad de Hans Jonas. Bioethikus,


3(2), 171-193.

Sosa, N. (1998). El qué y el para qué de una ética ecológica. Recuperado de http://
www.mapama.gob.es/es/ceneam/articulos-de-opinion/1998-martin-sosa_tcm7-
185632.pdf

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