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Introducción:
Debemos partir del principio que el Hombre (sic.) es en mayor o menor medida
parte de la naturaleza y, debe vivir en armonía con ella. Esto significa que las
actividades humanas tendrían que desplegarse de tal manera que ellas sean
compatibles con el mantenimiento y el mejoramiento del entorno ecológico, que lo
sustenta y que lo condiciona; y, además, con el respeto y el progreso de los
factores culturales que son el fruto de su conciencia moral y de su ser racional.
Uno de los grandes temas que en la actualidad ponen al ser humano frente a la
naturaleza, es la actividad humana aplicada al desarrollo económico para
incrementar la producción de bienes de uso y consumo, así como para intensificar
y globalizar la comunicación (conexión) en un universo cuyo crecimiento
demográfico impone necesariamente la preservación del medio ambiente para
evitar la degradación, en busca de una mejor calidad de vida, una vida más digna.
Exige también un desarrollo “sustentable” que no comprometa las necesidades de
las generaciones futuras, haciendo un uso racional de los recursos naturales
evitando así su agotamiento y la extinción de la diversidad del resto de las otras
especies. Estos enfrentamientos del hombre (sic.) con la naturaleza muestran un
significativo progreso de los conocimientos científicos y una eficaz aplicación de
las más avanzadas tecnologías, pero impone a la vez la necesidad impostergable
de una profunda cavilación ética, y un análisis meditado y demorado de su
regulación normativa, para no afectar la dignidad de ningún cuerpo viviente y/o
sentipensante, y no inhibir el avance de la ciencia.
Son múltiples las causas de la actual crisis ecológica, y a partir de ellas se puede
realizar un estudio sociológico, histórico, interdisciplinar, etc. Queremos escoger
del texto de Javier Gafo, precisamente un enfoque de análisis que denominamos
ecosofía, un filosofar específicamente desde la ética-práctica, porque partimos de
una premisa: la crisis ambiental y ecológica es fundamentalmente una crisis de
planteamiento ético en nuestras relaciones con el ‘progreso’ científico, con los
demás seres (cuerpos) vivos y con ‘nuestro’ mundo. Veremos en primer lugar
cómo la causa quizás primordial ha sido la expansión de la razón instrumental,
que ha querido dominar desde la ciencia y la técnica a la propia naturaleza; en un
mundo donde además proliferan los derechos y se difuminan los deberes, tanto
individuales como a nivel de especie. En segundo lugar, nos parece oportuno
recoger las críticas a este planteamiento desde la ética feminista y el ecologismo,
para poder después afrontar cual pudiera ser la ayuda desde la filosofía, y
especialmente desde la bioética, para el establecimiento de una ética-política
plurales y universalizables que puedan afrontar desde la teoría y la praxis una
solución perdurable a la crisis ambiental. Según nuestro parecer, no nos sirven las
éticas utilitarista y neoliberal, y debemos acudir a las recientes propuestas
efectuadas desde la ética dialógica, la ética de los bienes básicos, y la ética de los
valores, para configurar una nueva óptica ecológica de la salud y de los problemas
bioéticos. La visión integral de la bioética nos permite una relación profunda con la
visión también integral de la ecología, para conseguir una mayor comprensión del
fenómeno de la crisis medioambiental y proporcionar posibles soluciones.
A esta altura del desarrollo del tema estamos en condiciones de afirmar que no
resulta suficiente para satisfacer una aspiración de justicia, el reproche de
conciencia individual o la sanción de un tribunal de conducta profesional, cuando
la trasgresión bioética compromete la seguridad común y la salud pública (cívica)
o lesionan legítimos intereses individuales. Se impone, la necesidad de convertir
en normas jurídicas aspectos diversos y delicados de la biotecnología que
alcanzan a agraviar la moral colectiva y a dañar respetables intereses particulares,
lo cual justifica sancionar legalmente las conductas culposas o dolosas de los
responsables. El pasaje de la ética al derecho implica la necesidad de la ley. Si
bien el derecho y la ética comparten la búsqueda de las soluciones
axiológicamente más valiosas, sólo al derecho le compete traducir principios y
valores compartidos en reglas de observación obligatoria y explícita para toda la
sociedad. Sin embargo no se debe incitar la actividad legislativa para convertir
todos los principios de la bioética en normas jurídicas que bajo la amenaza de
responsabilidades legales, inhiban el progreso de la investigación científica, pues,
entendemos la bioética como una suerte de estudio sistemático de las conductas
humanas en el área de las ciencias de la vida y el cuidado de la salud, en cuanto
que dicha conducta es examinada a la luz de las mediaciones y los principios
humanos.
Por lo que hay que considerar lo que señala Van Rensselaer Potter al formular
que “la bioética representa una ruptura cultural profunda”. Se exige del ser
humano la reconciliación de la moralidad y el saber cómo entidad única; que lo
moral sea incorporado al estrato epistémico como componente importante de la
objetividad y legitimidad del saber. Una propuesta de acciones para la formación
de sujetos responsables en un entorno cultural de cambio. Ella estaría llamada a
producir una revolución del saber humano, y fue definida por su autor en términos
que enfatizan este reclamo. Sin embargo, hay que tener presentes que existe un
conjunto de valores, propios de nuestra identidad latinoamericana profunda, que
aparecen no sólo como pertinentes para el tránsito hacia una cultura de
sustentabilidad, sino además como indispensables para transitar hacia una nueva
eticidad crítica-práctica.
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