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En la música clásica el órgano, como solista y tocado solo, ha tenido grandes compositores
que le destinaron obras célebres, sobre todo en la época barroca, edad de oro del
instrumento; destaca el aporte de Johann Sebastian Bach en el siglo XVII y Olivier
Messiaen en el siglo XX.
Sin embargo, el órgano, por ser un instrumento completo (es decir, que tiene todo lo necesario
para interpretar una obra casi de cualquier tipo), no tiene necesidad de depender de otro
instrumento, ya que sus registros y su arquitectura musical (la forma como se gobierna el
órgano) lo hacen independiente. Es el único instrumento para el cual se han compuesto
"sinfonías", debido a la paleta sonora de los instrumentos más grandes, particularmente
mejorada en el siglo XIX.
Renacimiento[editar]
Ya en la Edad Media hubo colecciones de piezas para órgano solo; en el Renacimiento tuvo
su primera edad de oro. Antonio de Cabezón (1510-1566) es uno de los mejores organistas de
su época y uno de los más destacados en el ámbito español; para el órgano escribió tientos,
pasacalles, variaciones, etc.
Barroco[editar]
En el barroco, el órgano tuvo su apogeo y época dorada, tanto en intérpretes como en
compositores y organistas.
En Italia destaca la figura de Frescobaldi (1585-1641), cuya obra Fiori musicali (1635) es una
de las más importantes en el ámbito teclístico.
En los Países Bajos hay otro ilustre ejemplo con Jan Pieterszoon Sweelinck (1560-1621). Él y
Frescobaldi son los dos primeros genios de la literatura barroca del teclado.
En Francia el órgano tenía un papel relevante en la vida musical, y la escuela francesa del
órgano tuvo su máximo apogeo entre 1660 y 1720. Los más ilustres exponentes de la escuela
es François Couperin (1668-1733). Después la escuela, junto con la escuela del clave, pierde
prestigio y la música francesa del instrumento desaparece ante la indiferencia de los grandes
compositores, como Jean-Philippe Rameau (1683-1764). En 1790 ya está en plena
decadencia y hay solo compositores menores.
En España hay numerosas figuras destacables durante todo el periodo, desde Francisco
Correa de Arauxo y Juan Cabanilles hasta Antonio Soler (1729-1783), cuya producción
organística es la más importante del siglo XVIII en el ámbito iberoamericano.
En Inglaterra los dos más ilustres representantes son Henry Purcell (1659-1695), que
compuso piezas de temática libre, y Georg Friedrich Händel (1685-1759), que compuso
conciertos para órgano y orquesta.