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El órgano tubular tiene su origen en Grecia por el antiguo inventor Ctesibio quien ideó diversos

artilugios que funcionaban con agua y aire, tal es el caso del hydraulis. El órgano fue conocido
por los romanos y se adoptó por la Iglesia como acompañamiento a las ceremonias religiosas
en el siglo VII.
A lo largo de la historia, los órganos han sido:

 Portátiles o fijos, según se puedan trasladar o no.


 Hidráulicos o neumáticos, según sea que el aire se genere por la tensión o presión de
agua (fría o caliente), o bien por fuelles manuales o eléctricos (que es el sistema
actualmente en uso).
La invención de los fuelles parece remontarse al siglo IV en Oriente, pues se dibujan en
un bajorrelieve del obelisco de Teodosio en Estambul. Hasta el siglo XII se emplearon los dos
sistemas, que resultaban siempre muy complicados, y al llegar al siglo XIII se abandonaron
completamente los hidráulicos. Se generalizó desde entonces en las iglesias el instrumento,
que fue adquiriendo lentamente su perfección hasta el siglo XVI. En el siglo XIV se simplificó
el juego de los fuelles que antes exigía la fuerza de muchos hombres y se convirtió el teclado
en cromático siendo antes diatónico.

Teclado del Órgano de la Basílica de San Martín en Alemania obra de Joseph Gabler.
En el siglo XV se construyeron órganos de dimensiones más grandes y fijos (continuaron los
portátiles y pequeños para iglesias menores) y se le añadieron pedales. En el siglo XVI se
aumentó el tamaño de los órganos, se los encerró en una caja, tal como hoy los conocemos, y
se inventaron los teclados sobrepuestos.
En el siglo XVII Fray José de Echevarría introduce la llamada "caja de ecos", un artilugio que
permite realizar efectos sonoros de "cercanía y lejanía", y la trompetería horizontal en forma
de tiros dando al instrumento unas sonoridades muy ricas y potentes.
En el siglo XIX se perfeccionó hasta el punto de alcanzar un solo órgano la extensión de
diez octavas con cinco teclados. En las últimas décadas, con la aplicación de la electricidad a
los órganos, se ha conseguido simplificar los sistemas de palancas y dar mayor rapidez a
todos los movimientos.
Órgano de la catedral de Sevilla.

El órgano en la música académica europea[editar]


Como solista[editar]

Representación pictórica de Hubert Van Eyck.


En la música académica europea el órgano, como solista y tocado solo, ha tenido grandes
compositores que le destinaron obras célebres, sobre todo en la época barroca, edad de oro
del instrumento; destaca el aporte de Johann Sebastian Bach en el siglo XVII y Olivier
Messiaen en el siglo XX. Sin embargo el órgano, por ser un instrumento completo (es decir,
que tiene todo lo necesario para interpretar una obra casi de cualquier tipo), no tiene
necesidad de depender de otro instrumento, ya que sus registros y su arquitectura musical (la
forma como se gobierna el órgano) lo hacen independiente. Es el único instrumento para el
cual se han compuesto "sinfonías", debido a la paleta sonora de los instrumentos más
grandes, particularmente mejorada en el s. XIX.

Renacimiento[editar]
Ya en la edad media hubo colecciones de piezas para órgano solo; en el Renacimiento tuvo
su primera edad de oro. Antonio de Cabezón (1510-1566) es uno de los mejores organistas de
su época y uno de los más destacados en el ámbito español; para el órgano escribió tientos,
pasacalles, variaciones, etc.

Barroco[editar]
En el barroco el órgano tuvo su apogeo y época dorada, tanto en intérpretes como en
compositores y organeros.
En Italia destaca la figura de Frescobaldi (1585-1641), cuya obra Fiori musicali (1635) es una
de las más importantes en el ámbito teclístico.
En los Países Bajos hay otro ilustre ejemplo con Jan Pieterszoon Sweelinck (1560-1621). Él y
Frescobaldi son los dos primeros genios de la literatura barroca del teclado.
En Francia el órgano tenía un papel relevante en la vida musical, y la escuela francesa del
órgano tuvo su máximo apogeo entre 1660 y 1720. Los más ilustres exponentes de la escuela
es F. Couperin (1668-1733). Después la escuela, junto con la escuela del clave, pierde
prestigio y la música francesa del instrumento desaparece ante la indiferencia de los grandes
compositores, como J. P. Rameau (1683-1764). En 1790 ya está en plena decadencia y hay
sólo compositores menores.
En España hay numerosas figuras destacables durante todo el periodo, desde Francisco
Correa de Arauxo y Juan Cabanilles hasta Antonio Soler (1729-1783), cuya producción
organística es la más importante del siglo XVIII en el ámbito iberoamericano.
En Inglaterra los dos más ilustres representantes son Purcell (1659-1695), que compuso
piezas de temática libre, y Händel (1685-1759), que compuso conciertos para órgano y
orquesta.

Órgano de Klosterlechfeld, Alemania.


En Alemania el órgano tuvo una importancia capital en todos los sentidos; la calidad y
cantidad de las obras y el gran número de compositores durante todo el periodo hicieron que
el órgano tuviera ahí el máximo apogeo.
La escuela alemana, que puede dividirse en la del norte, la del sur y la del centro, tuvo su
apogeo entre 1650 y 1750 con los tres compositores más importantes de la literatura
Alemana: Pachelbel (sur) (1653-1706), Buxtehude (norte) (1637-1707) y, sobre
todo, Bach (1685-1750), cuya aportación fue la más importante del periodo barroco.

Desde 1750 hasta la actualidad[editar]


Órgano de la iglesia de San Pedro de los Francos, Calatayud, España.
Después de la época barroca y de la muerte de los grandes compositores del periodo entre
1706 y 1750, el órgano entró en decadencia en la música de concierto; la indiferencia de los
grandes compositores hace que se le reserve casi exclusivamente para música religiosa. En el
periodo clásico, Mozart y Haydn sólo compusieron algunas sonatas y fantasías el primero, y el
segundo, conciertos para órgano. Beethoven, por su parte, lo usó en su gran Missa Solemnis.
El órgano de la Catedral-Basílica de Saint-Denis (Francia), primer órgano de Aristide Cavaille-Coll,
conlleva numerosos innovaciones, en particular la primera maquina Barker.
En el romanticismo, salvo contadas excepciones, siguió relegado por los grandes
compositores, aunque Mendelssohn, Anton Bruckner, Brahms, Jesús Guridi y Franckdestinan
grandes obras a este instrumento, como los corales (1897) y las sonatas (1845) de Brahms y
Mendelssohn respectivamente.

Órgano de la Ópera de Sídney, Australia.


Sin embargo, los organistas y compositores belgas César Franck (1822-1890) y Jacques-
Nicolas Lemmens (1823-1881) recuperan las obras de Bach y hacen revivir el órgano, lo que
lleva a una edad de plata con sus discípulos franceses Alexandre Guilmant (1837-1911)
y Charles-Marie Widor (1844-1937). Las sonatas del primero y, sobre todo, las nueve sinfonías
del segundo representan obras que explotan las enormes posibilidades del gran órgano
romántico, gracias también a la labor innovadora del organero Aristide Cavaillé Coll (1811-
1899). Puede decirse que Widor es al órgano lo que Bruckner a la orquesta sinfónica: un autor
que al explorar las posibilidades más amplias y complejas del instrumento lleva la forma
sinfonía/sonata a su máxima expansión, sin romper con la tonalidad clásica.

Órgano Pérez Molero siendo tocado (se necesitan dos personas, una que se encargue del teclado y otra
que mueva los fuelles a mano para suministrar el aire), en el Museo de la Música de Barcelona.
De entre los discípulos de Widor seguramente el más notable es Louis Vierne (1870-1937),
que llegó a recibir el estímulo y aprecio de César Franck. Autor de seis importantes sinfonías,
de numerosas piezas de fantasía y de diversos estilos para órgano. Asimismo, con Vierne los
conciertos de órgano en París adquieren la categoría de acontecimiento cultural, y el autor
llegará a dar varios recitales por los Estados Unidos. También tuvo éxito como intérprete
Joseph Bonnet (1884-1944), discípulo de Guilmant. Bonnet compuso solamente para órgano,
y casi toda su obra entre 1908 y 1913. Autor ecléctico, recuperador de la tradición gregoriana
y notable maestro de la variación, compuso desde obras litúrgicas hasta otras de corte
romántico o impresionista.

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