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artilugios que funcionaban con agua y aire, tal es el caso del hydraulis. El órgano fue conocido
por los romanos y se adoptó por la Iglesia como acompañamiento a las ceremonias religiosas
en el siglo VII.
A lo largo de la historia, los órganos han sido:
Teclado del Órgano de la Basílica de San Martín en Alemania obra de Joseph Gabler.
En el siglo XV se construyeron órganos de dimensiones más grandes y fijos (continuaron los
portátiles y pequeños para iglesias menores) y se le añadieron pedales. En el siglo XVI se
aumentó el tamaño de los órganos, se los encerró en una caja, tal como hoy los conocemos, y
se inventaron los teclados sobrepuestos.
En el siglo XVII Fray José de Echevarría introduce la llamada "caja de ecos", un artilugio que
permite realizar efectos sonoros de "cercanía y lejanía", y la trompetería horizontal en forma
de tiros dando al instrumento unas sonoridades muy ricas y potentes.
En el siglo XIX se perfeccionó hasta el punto de alcanzar un solo órgano la extensión de
diez octavas con cinco teclados. En las últimas décadas, con la aplicación de la electricidad a
los órganos, se ha conseguido simplificar los sistemas de palancas y dar mayor rapidez a
todos los movimientos.
Órgano de la catedral de Sevilla.
Renacimiento[editar]
Ya en la edad media hubo colecciones de piezas para órgano solo; en el Renacimiento tuvo
su primera edad de oro. Antonio de Cabezón (1510-1566) es uno de los mejores organistas de
su época y uno de los más destacados en el ámbito español; para el órgano escribió tientos,
pasacalles, variaciones, etc.
Barroco[editar]
En el barroco el órgano tuvo su apogeo y época dorada, tanto en intérpretes como en
compositores y organeros.
En Italia destaca la figura de Frescobaldi (1585-1641), cuya obra Fiori musicali (1635) es una
de las más importantes en el ámbito teclístico.
En los Países Bajos hay otro ilustre ejemplo con Jan Pieterszoon Sweelinck (1560-1621). Él y
Frescobaldi son los dos primeros genios de la literatura barroca del teclado.
En Francia el órgano tenía un papel relevante en la vida musical, y la escuela francesa del
órgano tuvo su máximo apogeo entre 1660 y 1720. Los más ilustres exponentes de la escuela
es F. Couperin (1668-1733). Después la escuela, junto con la escuela del clave, pierde
prestigio y la música francesa del instrumento desaparece ante la indiferencia de los grandes
compositores, como J. P. Rameau (1683-1764). En 1790 ya está en plena decadencia y hay
sólo compositores menores.
En España hay numerosas figuras destacables durante todo el periodo, desde Francisco
Correa de Arauxo y Juan Cabanilles hasta Antonio Soler (1729-1783), cuya producción
organística es la más importante del siglo XVIII en el ámbito iberoamericano.
En Inglaterra los dos más ilustres representantes son Purcell (1659-1695), que compuso
piezas de temática libre, y Händel (1685-1759), que compuso conciertos para órgano y
orquesta.
Órgano Pérez Molero siendo tocado (se necesitan dos personas, una que se encargue del teclado y otra
que mueva los fuelles a mano para suministrar el aire), en el Museo de la Música de Barcelona.
De entre los discípulos de Widor seguramente el más notable es Louis Vierne (1870-1937),
que llegó a recibir el estímulo y aprecio de César Franck. Autor de seis importantes sinfonías,
de numerosas piezas de fantasía y de diversos estilos para órgano. Asimismo, con Vierne los
conciertos de órgano en París adquieren la categoría de acontecimiento cultural, y el autor
llegará a dar varios recitales por los Estados Unidos. También tuvo éxito como intérprete
Joseph Bonnet (1884-1944), discípulo de Guilmant. Bonnet compuso solamente para órgano,
y casi toda su obra entre 1908 y 1913. Autor ecléctico, recuperador de la tradición gregoriana
y notable maestro de la variación, compuso desde obras litúrgicas hasta otras de corte
romántico o impresionista.