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n Alemania el órgano tuvo una importancia capital en todos los sentidos; la calidad y cantidad

de las obras y el gran número de compositores durante todo el periodo hicieron que el órgano
tuviera ahí el máximo apogeo.
La escuela alemana, que puede dividirse en la del norte, la del sur y la del centro, tuvo su
apogeo entre 1650 y 1750 con los tres compositores más importantes de la literatura
Alemana: Johann Pachelbel (sur) (1653-1706), Dietrich Buxtehude (norte) (1637-1707) y,
sobre todo, Johann Sebastian Bach (1685-1750), cuya aportación fue la más importante del
periodo barroco.
Desde 1750 hasta la actualidad[editar]
Órgano de la iglesia de San Pedro de los Francos, Calatayud, España.

Después de la época barroca y de la muerte de los grandes compositores del periodo entre
1706 y 1750, el órgano entró en decadencia en la música de concierto; la indiferencia de los
grandes compositores hace que se le reserve casi exclusivamente para música religiosa. En el
periodo clásico, Mozart y Haydn solo compusieron algunas sonatas y fantasías el primero, y el
segundo, conciertos para órgano. Beethoven, por su parte, lo usó en su gran Missa
Solemnis y en una Fuga en re mayor, WoO 31 (1783), que se dice que fue compuesta para
cumplir con los requisitos del examen para el cargo de segundo organista de la corte de Bonn,
en febrero de 1784. Aparte de estas composiciones, la Fuga en re mayor es la única
composición que escribió para órgano.

El órgano de la Catedral-Basílica de Saint-Denis (Francia),


primer órgano de Aristide Cavaille-Coll, conlleva numerosos innovaciones, en particular la primera
máquina Barker.

En el romanticismo, salvo contadas excepciones, siguió relegado por los grandes


compositores, aunque Mendelssohn, Anton Bruckner, Brahms, Jesús Guridi y Franck destinan
grandes obras a este instrumento, como los corales (1897) y las sonatas (1845) de Brahms y
Mendelssohn respectivamente.
Órgano Wanamaker, en Filadelfia. Posee 28 750 tubos,

dispuestos en 464 filas Órgano de la Ópera de


Sídney, Australia

Sin embargo, los organistas y compositores belgas César Franck (1822-1890) y Jacques-
Nicolas Lemmens (1823-1881) recuperan las obras de Bach y hacen revivir el órgano, lo que
lleva a una edad de plata con sus discípulos franceses Alexandre Guilmant (1837-1911)
y Charles-Marie Widor (1844-1937). Las sonatas del primero y, sobre todo, las nueve sinfonías
del segundo, representan obras que explotan las enormes posibilidades del gran órgano
romántico, gracias también a la labor innovadora del organista Aristide Cavaillé Coll (1811-
1899). Puede decirse que Widor es al órgano lo que Bruckner a la orquesta sinfónica: un autor
que, al explorar las posibilidades más amplias y complejas del instrumento, lleva la forma
sinfonía/sonata a su máxima expansión, sin romper con la tonalidad clásica.

Órgano Pérez Molero siendo tocado (se necesitan dos


personas, una que se encargue del teclado y otra que mueva los fuelles a mano para suministrar el
aire), en el Museo de la Música de Barcelona.

De entre los discípulos de Widor seguramente el más notable es Louis Vierne (1870-1937),
que llegó a recibir el estímulo y aprecio de César Franck. Autor de seis importantes sinfonías,
de numerosas piezas de fantasía y de diversos estilos para órgano. Asimismo, con Vierne los
conciertos de órgano en París adquieren la categoría de acontecimiento cultural, y el autor
llegará a dar varios recitales por los Estados Unidos. También tuvo éxito como intérprete
Joseph Bonnet (1884-1944), discípulo de Guilmant. Bonnet compuso solamente para órgano,
y casi toda su obra entre 1908 y 1913. Autor ecléctico, recuperador de la tradición gregoriana
y notable maestro de la variación, compuso desde obras litúrgicas hasta otras de corte
romántico o impresionista.
Con ello, en el siglo XX el órgano recupera otra vez su papel de instrumento rey, y alcanza su
cumbre en la ricas y complejas obras de Olivier Messiaen (1908-1992), así como en el
concierto de órgano (1938) de Francis Poulenc, aunque el autor sin duda más prolífico es
Marcel Dupré (1886-1971).

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