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Cada persona, como miembro de una comunidad, nace y crece en una experiencia de
diálogo. Es decir, para desarrollarnos necesitamos ampliar nuestra capacidad de
relacionarnos, de abrirnos a las riquezas de nuestros semejantes. La posibilidad de
comunicarse, de dialogar, permite que el ser humano madure como tal, en comunidad, junto
con otros. La capacidad de comunicación de los seres humanos se manifiesta en todas las
dimensiones de su ser. Por eso podemos definir al ser humano como un ser relacional.
Desde lo biológico, el hombre necesita desde su gestación de la presencia del otro; para
crecer requiere de los cuidados familiares. Recibirá la influencia del medio ambiente. Desde
su mismo cuerpo está llamado a complementarse con otro para gestar y dar origen a
nuevas vidas. Desde lo psicológico, necesita los vínculos interpersonales. La confirmación o
reprobación de los demás son fuente de grandes ayudas o de graves dificultades. Así se va
construyendo la personalidad. Desde lo social, el hombre necesita insertarse, sentirse parte
de una comunidad. Para desarrollarse en todas sus posibilidades, precisa reconocerse como
ciudadano, trabajador, padre o madre de la familia, amigo; ser partícipe de la vida política,
económica y recreativa. Desde lo espiritual, el hombre puede abrirse a valores, ideales y al
encuentro de lo sagrado. Puede abrirse a la comunicación con Dios, más allá de la forma en
que cada uno asuma esa creencia.
Para que este enfoque sea posible, es necesario creer en dos premisas básicas:
Para la Teoría Hipodérmica el poder está en el EMISOR. El rol del receptor es pasivo y
se limita a recibir y reaccionar. Por lo tanto, tarde o temprano, el EMISOR logrará el efecto
buscado.
También sostiene que los Medios Masivos provocan un estímulo que induce a cada
individuo a responder de un modo previsible y similar a los otros receptores.
Desde esta perspectiva, los medios masivos tienen el poder, los receptores
simplemente consumen, creen, responden, acatan.
Esto quiere decir que un discurso, producido por un emisor determinado en una
situación determinada, no produce jamás un efecto y uno solo. Un discurso genera, al ser
producido en un contexto social dado, lo que podemos llamar un campo de efectos posibles.
Del análisis de las propiedades de un discurso no podemos nunca deducir cuál es el efecto
que será en definitiva actualizado en recepción. Lo que ocurrirá probablemente, es que
entre los posibles que forman parte de ese campo, un efecto se producirá en unos
receptores y otros efectos en otros. De lo que aquí se trata es de una propiedad
fundamental del funcionamiento discursivo, que podemos formular como el principio de la
indeterminación relativa del sentido: el sentido no opera según una causalidad lineal.