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¿Son o se hacen?

Cap 1 Mireille Maller

El paradigma del déficit es un monólogo de quien no tiene discapacidad sobre quien la tiene.
Desde su perspectiva, piensa a la discapacidad como un fenómeno y un problema privado que
debe arreglarse dentro de la familia. Por otro lado, la discapacidad es un fenómeno explícito; todo
lo que quiera saberse sobre ella está a la vista y disponible.

Dentro del paradigma del déficit, el concepto de otredad es irrelevante. Se identifica y se mira
manteniendo la distancia. Para comprender a la discapacidad basta la aplicación de un cúmulo de
saberes previos, instituidos y dados por universalmente válidos sin interpelar a quien mira y a
quien es mirado. Dentro de este paradigma, los discapacitados se muestran y exhiben o se
ocultan e inhiben. La creencia en la existencia real y fija del límite entendido como déficit es más
fuerte que cualquier demostración de las capacidades. El lugar social, la imagen de sí y de los
otros, las expectativas, están marcados desde "afuera" como una verdad atemporal, cuando en
realidad son construcciones históricas que requieren nuestra validación; los diagnósticos y
pronósticos impregnados por el paradigma del déficit son dichos y escuchados como verdades
absolutas, irreversibles, eternizadas. De este modo cercenan, en las familias, la esperanza y la
posibilidad de esperar un cambio en la falta de sus hijos.

PARADIGMA DEL DÉFICIT (RESPONDE AL MODELO INDIVIDUAL, UBICA LA DIFICULTAD Y


LIMITA LA POSIBILIDAD DE DESARROLLO EN EL SUJETO) LO MÁS NEGATIVO QUE TIENE
ES QUE LA “CULPA” LA TIENE EL SUJETO Y SU FAMILIA.

El paradigma de la diferencia se plantea como un diálogo entre dos seres humanos que tienen
determinadas capacidades y limitaciones. La discapacidad es un fenómeno y un problema que se
plantea a nivel público, de un modo transicional. La comunidad asume un rol porque le importa
verdaderamente cada uno de sus miembros; por solidaridad económica y política, no por lástima,
puesto que la discapacidad afecta a una parte sustancial de la población.

El paradigma de la diferencia favorece una comprensión de la discapacidad en la que hay


sorpresas, misterios, sobreentendidos, malentendidos, aclaraciones, preguntas que es necesario
hacer y respuestas que requieren pensar antes de ser respondidas. Dista mucho de ser un
fenómeno cristalino. Se requiere cierta tolerancia sensible ante lo que no se entiende, para
comprenderlo y entablar un diálogo.

El paradigma de la diferencia pone en marcha un proceso activo que no está predeterminado,


porque interpela a cada actor en su identidad: al ganar matices, texturas y profundidades, las
imágenes de nosotros mismos que nos devuelven los otros se tornan menos estables de lo que
habitualmente toleramos.

La utilización del paradigma de la diferencia permite reemplazar la estigmatización mé


dica/educativa por modos de intervención en los cuales:
 la propia persona con discapacidad intelectual, su familia y sus vecinos tienen un lugar
protagónico.
 Los abordajes se realizan a partir de los recursos existentes en los entornos naturales (el
hogar, las instituciones barriales) y no sólo a través de especialistas.
 las intervenciones se centran en la personas con discapacidad intelectual: se planifican
alternativas válidas para responder a sus necesidades y sus objetivos vitales.

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