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Un esbozo sobre el método dialéctico: de la exterioridad epistemológica

de la representación a la inmanencia práctica de la reproducción


materialista

José Enrique Tortós

En lo que sigue presentamos ciertas determinaciones del conocimiento científico según


el método descubierto por Marx, en contraposición a su forma idealista desarrollada
por Hegel. Sintetizamos ciertos desarrollos trabajados por los autores del CICP (Juan
Iñigo Carrera, Guido Starosta y Gastón Caligaris, principalmente)1.

¿Qué es lo que encaramos cuando nos enfrentamos a la dialéctica como método de


conocimiento? De entrada, al enfrentarnos al conocimiento que se nos aparece, el único
camino abierto para respondernos es el de lo que no es la dialéctica, aquello que ésta nace
enfrentando. Para la epistemología, es decir, la organización de las bases que
supuestamente robustecen el conocimiento científico, es obvio que

hay que conocer el instrumento antes de emprender el trabajo que se debe realizar
por medio de él, pues si [el instrumento] no fuese adecuado, se emplearía vanamente
el esfuerzo […]. Pero la investigación del conocimiento no puede acaecer más que
conociendo. Con este, así llamado, instrumento, la investigación no significa otra
cosa que conocerle. Y querer conocer antes de conocer es tan insensato como el sabio
propósito de aquel escolástico de aprender a nadar antes de echarse al agua (EpW,
p. 112).

De lo que se trata, entonces, es de superar la exterioridad aquella del proceder filosófico


crítico (la epistemología) por la cual, si no lo funda como concreto pensado, la
determinidad del pensar es algo que se contrapone al concreto. Es esta posición la que
dispone el concepto como una mera especie (KrV, pp. 334-35)2, cuyo género no existe
más que «en la forma de la representación, del ser-otro para la conciencia» (PhG, p. 905).
Desde este planteamiento, dada esta exterioridad, la determinidad del concreto que la
ciencia se propone conocer no puede ser captada en su plenitud, puesto que siempre
existen elementos de este que se disponen en su ajenidad al conocer. Este, en tanto sólo
está constituido por el representar, no tiene más material para sus «conceptos» que aquello
que directamente se le aparece.

Esto implica que el conocimiento científico sólo puede darse sustento como tal desde esta
exterioridad, esto es, por sí mismo. Recayendo su capacidad cognoscitiva en la
epistemología, ésta, sin embargo, no tiene donde tomar el criterio de cientificidad que le
contrapone al primero si no es desde la misma exterioridad; el requisito de conocer antes
de conocer. El método científico establecido de este modo, postulando la representación
como forma natural del conocimiento, se descubre en su incapacidad. Al investigar su
concreto no puede desplegar la determinidad; la necesidad de este. Solamente su
superficialidad, y dicho esto, la necesidad del movimiento que puede señalar como
existiendo en tal concreto no es más que la que ya de por sí está presupuesta en los

1
Los textos principales en los que se desarrollan estos puntos son El Capital: razón histórica, sujeto
revolucionario y conciencia; Marx’s Capital, Method and Revolutionary Subjectivity; Trabajo, valor y
capital. De la crítica marxiana de la economía política al capitalismo contemporáneo.
2
A 320 / B 377.

1
conceptos en que lo enmarca, por lo que dicho movimiento no es el del concreto, sino
uno superpuesto, desde afuera, a él.

La dialéctica borra tal exterioridad. Hegel, al desplegarla, la contrapone a los métodos


que la filosofía ha buscado apropiarse como suyos; aquellos que no han sido sino
imposiciones de métodos constituidos sin ninguna referencia al concreto en cuestión.
Fundamentalmente, el generado en la exterioridad del cuanto, la matemática (PhG, pp.
101-03; WL I, p. 202). Tal apropiación es la que ha hipostasiado la inversión del conocer
como oposición a la determinidad de lo concreto, y la única vía de apropiación del
segundo como la representación constituida por la lógica formal3.

En contraposición a muchos desarrollos sobre ella, en la que se considera que por su


constitución se da de patadas con cualquier conceptualización de lo que implica un
método, para Hegel la dialéctica «es el único método de verdad» (WL I, p. 203). Y es que
justamente presuponer aquella definición de método engendrada por el pensar en su
exterioridad puramente formal, que por ello en realidad carece de forma (PhG, p. 379),
implica sostener a éste como camino posible de apropiarse de la realidad del concreto,
borrando su incapacidad inherente de cumplir ese papel, el cual es constitutivo del método
que se despliegue en cuanto tal.

Tal método se aboca a apropiar el despliegue del contenido de la concreción que tiene por
objeto, en cuanto este último es sujeto de su propio movimiento, y por ello,
automovimiento. Así, «este movimiento espiritual, que en su simplicidad se da su
determinidad y en ésta su igualdad consigo, siendo con ello el desarrollo inmanente del
concepto. es el método absoluto del conocer, y a la vez el alma inmanente del contenido
mismo» (WL I, 186). Lo es descubriendo el momento más simple de la determinidad de
este movimiento, su universal abstracto (WL II, p. 346). Como punto de partida es pura
inmediatez sin más sustento que sí. Pero dado que es momento y simplicidad de la
totalidad resultante de sí, que es a su vez su fundamento (WL I, p. 216), está
absolutamente mediado. Porta el motor de su propia superación, en la realización de tal
negatividad que contiene como pura inmediatez absolutamente mediada, y cada nada
suya es resultado igual de negativo, hasta que su necesidad queda desplegada en cuanto
su verdad, cancelados y asumidos sus momentos abstractos.

Este movimiento no es más que el despliegue del concepto, puesto que este «es la verdad
de la sustancia [la cual es] lo absoluto, lo efectivamente real que es en y para sí» (WL I,
p. 126). El impulso negativo de salir de sí de cada momento, es el desarrollo de lo que
este tiene del concepto, que se despliega hasta engendrar la concreción, la forma de la
objetualidad, lo que era dominio de la representación, en su verdad.

Tal desarrollo tiene su presentación más rigurosa en la Ciencia de la Lógica, en la cual


Hegel se plantea como objetivo desplegar la unidad inmanente de las determinaciones
que se presentan, en su exterioridad, contraponiéndose abstractamente como objetivas y
subjetivas (WL I, p. 208). Pero ese desarrollo tiene su punto de partida, su momento más
simple y del cual germina la totalidad determinada de esa unidad, la indeterminación
meramente pensada del ser y la nada. De este punto de partida, la exposición misma de
su desarrollo nada puede decir, dado que su asentamiento se encuentra «detrás de la

3
La cual encuentra su formulación más cabal en KrV, p. 202 (A 151 / B 190).

2
ciencia» (WL I, p. 233). Tal procedimiento de abstracción sólo puede encontrarse en la
representación absoluta que se asume conteniendo todo.

Este proceso no supone descubrir la simplicidad que pone en marcha la concreción del
resultado, sino borrar todo lo que no sea esta, abstraer toda determinación (WL II, p. 389),
y es por lo tanto meramente formal. Tan exterior que no puede dar cuenta de su necesidad
con respecto a la necesidad de su propio despliegue; el impulso de su concepto a
alcanzarse en su realidad efectiva.

Tal inversión inherente al método presentado como el despliegue del alma de su objeto,
y por lo tanto inmanente, se da en él «puesto que hay abstracción y no análisis4 […]. A
fuerza de abstraer así de todo sujeto los pretendidos accidentes, animados o inanimados,
hombres o cosas, tenemos razón en decir que, en último grado de abstracción, se llega a
obtener como sustancia las categorías lógicas» (MP, p. 65). De este modo, ambas cosas
expresan la inversión idealista, la mistificación que recibe el método por Hegel. Tanto el
que sea el concepto el que engendre el movimiento, las determinaciones de sus momentos,
y su resultado, así como el que encuentre su punto de partida en la abstracción completa
de la determinidad del concreto, y desde ella logre alcanzarla en cuanto totalidad
concreta5.

Es esta la razón de que Marx manifieste que Hegel pone el pensar como el demiurgo de
lo real, dispuesto así en el movimiento pleno desplegado por su propio impulso, en el que
produce al concreto mismo (K, p. 20; G I, pp. 21-22). Marx a cada paso de su desarrollo
busca no caer en tal «manera idealista de exponerlo, que da la impresión de tratarse de
puras definiciones conceptuales y de la dialéctica de estos conceptos» (G I, p. 77). Para
esto, lo que debe obtenerse por medio de la investigación y ser desplegado en la
exposición es la necesidad de la materialidad del concreto, tal como este es atravesando
cada momento de su propio movimiento como sujeto del mismo. Tanto la investigación
como la exposición, entonces, son momentos del método dialéctico.

Para Marx, al igual que para Hegel6, «lo concreto es concreto porque es la síntesis de
múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso. Aparece en el pensamiento
como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida» (G I, p. 23). Pero,
dado que, para Hegel, la unidad del punto de partida y su desarrollo necesario es obtenida
y tiene su movimiento sostenido en la mistificación ya señalada, de qué es resultado esta
síntesis es lo que difiere. Primero que nada, no lo es de un desarrollo lógico, dado que «la
lógica es […] el pensamiento enajenado que por ello hace abstracción de la naturaleza y
del hombre real; el pensamiento abstracto» (M-44, p. 187); puede ser tanto la explícita
exterioridad de la lógica formal ya superada por Hegel, o la inmanencia del

4
Esto ya que, para Hegel, «el conocer analítico [...] no pasa a través de ulteriores miembros intermedios»
(WL II, p. 348). A pesar de señalar la pertinencia del análisis, lo que entiende por él es la abstracción formal
a una forma abstracta absolutamente simple, y no el avanzar penetrando en el contenido del objeto, en
diferentes formas abstractas, para descubrirla.
5
Cabe señalar que, al alcanzar ese punto en la Idea, esta se concretiza como racionalidad impersonal que
determina toda autoconciencia, y el concepto se manifiesta como lo que está plenamente puesto,
determinando todo movimiento. Y Hegel representa esto como el momento de llegar a ser la libertad
absoluta (WL II, p. 403-04).
6
La conciencia, para encontrarse en la figura del saber concipiente, en la cual supera la absoluta
exterioridad que su objeto le aparecía imponiendo, «tiene que comportarse hacia el objeto según la totalidad
de sus determinaciones, y haberlo captado así en cada una de ellas» (PhG, p. 897).

3
automovimiento invertida en representación semoviente sostenida por él en la lógica
dialéctica.

La alternativa propuesta por Marx a esta inversión de la mera abstracción ya está explícita
en la cita de la Miseria de la filosofía referenciada antes: el análisis. Se trata, entonces, de
enfrentarse al concreto en cuestión para descubrirlo portando la necesidad material de su
movimiento, penetrando en la exterioridad con la que se presenta. Pero en este primer
momento esa necesidad se descubre sólo en cuanto ya está realizada en él, en cuanto es
su contenido. Este concreto se descubre portando su necesidad, y a la vez otra, la de su
forma abstracta, que toma forma en él como contenido suyo, determinándolo. Implica
entonces avanzar sobre esta, conociéndola en su condición de forma concreta ella misma,
y por lo tanto igual de real que aquella que se nos presentaba inicialmente.

Sólo en cuanto el análisis nos muestra no poder avanzar más penetrando en las formas
abstractas de cada forma concreta que descubrimos sin salirse de la especificidad genérica
del concreto original, aquél cuya necesidad es la que está en juego, tenemos que
emprender el camino de retorno. Este consiste en acompañar lo descubierto en el análisis,
que, en su propio autodespliegue, nos muestra sus formas concretas necesarias realmente
existentes. Se trata de seguir, ahora, la necesidad en cuanto potencialidad suya, es decir,
en cuanto necesidad a realizar. Por esto es en este segundo momento, el de la síntesis, en
el que estrictamente, por desplegarse el concreto como sujeto de su propio movimiento,
se desarrolla la reproducción de lo concreto mediante el pensamiento7.

Es sólo al haber descubierto el punto de partida, contenido en la determinidad material de


aquello cuya necesidad buscamos conocer, método mediante, que podemos seguir su
automovimiento: ver cómo ello mismo se realiza en cuanto sujeto, evidenciando la
necesidad por la cual es forma concreta de aquellas más abstractas. Esto se da sin
necesidad de introducir más que lo que este movimiento mismo nos muestra, sin
necesidad de partir de conceptos, o avanzar mediante el entrelazamiento de estos que
conforma la «construcción del objeto» (KrV, p. 17)8. Tenemos con ello, en fin, la
superación del requisito de la mediación de una construcción conceptual para la actividad
cognoscitiva de descubrir la concreción del objeto. Y superado ello, también lo está la
necesidad de presentarnos esa actividad como instrumento, y la disposición de conocer
antes de conocer; el conocimiento científico sólo puede desplegar su fundamento, en
cuanto conocimiento objetivo, al seguir dicho automovimiento en su propio desarrollo.

Llevados a cabo ambos momentos de la investigación es que la exposición puede


realizarse. Vemos que «es, en realidad, mucho más fácil hallar por el análisis el núcleo
terrenal de las brumosas apariencias de la religión que, a la inversa, partiendo de las
condiciones reales de vida imperantes en cada época, desarrollar las formas divinizadas
correspondientes a esas condiciones. Este último es el único método materialista, y por
consiguiente científico» (K, p. 453). La exposición busca desplegar esto, la reproducción
de lo concreto por vía del pensamiento desarrollada en el momento de la síntesis.

7
Todo esto es resumido por Marx en la conocida fórmula: «En el primer camino [el análisis], la
representación plena es volatilizada en una determinación abstracta; en el segundo [la síntesis], las
determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento» (G
I, p. 23).
8
B XIII.

4
La exposición misma debe dar cuenta de la necesidad de su punto de partida, según fue
obtenido gracias al análisis. Pero, como se ve en cada capítulo de El Capital –entendido
cada uno de ellos como «nodos expositivos» de la totalidad de la presentación–, pueden
ser expuestos también momentos esenciales del proceso de análisis, en pos de mostrar de
manera más explícita la concreción y materialidad de aquello que está en juego en la
unidad del método dialéctico. Sólo mediante este método materialista se supera la burda
mentira de «dar una base a la vida y otra la ciencia» (M-44, p. 152), abriendo el camino
para descubrirnos a nosotros mismos como formas concretas necesarias del proceso al
cual nos enfrentamos como objeto de conocimiento: de organizar nuestras potencias
como sujetos con respecto a ello, que es determinación nuestra.

Abreviaturas:

KrV: Immanuel Kant. ([1781-87] 2009). Crítica de la razón pura. Fondo de Cultura
Económica, traducción por Mario Caimi.

PhG: G.W.F. Hegel. ([1807] 2010). Fenomenología del Espíritu. Abada editores,
traducción por Antonio Gómez Ramos.

WL I: __________. ([1812] 2011). Ciencia de la lógica. La lógica objetiva. Abada


editores, traducción por Félix Duque.

WL II: _________. ([1813-16] 2015). Ciencia de la lógica. La lógica subjetiva. Abada


editores, traducción por Félix Duque.

EpW: ___________. ([1817-30] 2005). Enciclopedia de las ciencias filosóficas. Alianza


editorial, traducción por Ramón Valls Plana.

M-44: Karl Marx. ([1844] 1980). Manuscritos economía y filosofía. Alianza editorial,
traducción por Francisco Rubio Llorente.

MP: _________. ([1847] 1987). Miseria de la filosofía. Siglo XXI, traducción por Martí
Soler.

G I: __________. ([1857-58] 2007). Elementos fundamentales para la crítica de la


economía política (Grundrisse). Volumen 1. Siglo XXI, traducción por Pedro Scaron.

K: ____________. ([1867-73] 1975). El capital: crítica de la economía política. El


proceso de producción de capital. Siglo XXI, traducción por Pedro Scaron.

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