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Evangelio según San Mateo 19,16-22.

Luego se le acercó un hombre (corrió a su encuentro y arrodillándose ante él…) y le preguntó:


"Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?".
Jesús le dijo: "¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres
entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos".
"¿Cuáles?", preguntó el hombre. Jesús le respondió: "No matarás, no cometerás adulterio, no
robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti
mismo".
El joven dijo: "Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?".
(Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo)
"Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás
un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.
Palabra de Dios.
DESPRENDERME Y SEGUIRTE…
¡Qué bueno es poder encontrarnos en torno a la Palabra de Dios y hacer un alto en nuestras
actividades para hacer silencio, sentarnos cerquita de Jesús y escucharlo! ¡Él está a nuestro lado, nos
mira y está atento a nosotros!
Vamos a ir leyendo el texto de a poquito, versículo por versículo y a imaginar que estamos allí,
podemos mirar como testigos o elegir ponernos en el lugar de alguno de los personajes… estemos
atentos a cada acción y palabra, a lo que vamos sintiendo y a todas las imágenes o pensamientos
que se aparezcan a medida que vamos desovillando el relato.
El relato comienza diciéndonos que un hombre se acercó a Jesús y le preguntó: "Maestro, ¿qué
obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?". Marcos agrega en su Evangelio que se
acercó corriendo y se arrodilló frente a Él… y también dice que le dijo: Maestro bueno.
Veo a un joven algo agitado, con energía. Lo empuja una pregunta, lo motiva a ir hacia el Señor y
ponerse a sus pies dispuesto a escuchar la respuesta… ¿Qué obras buenas debo hacer para conseguir
la vida eterna?... Por momentos siento que esa pregunta es un interrogante vital-existencial para él,
pregunta por la vida plena, por una vida llena de sentido, por un horizonte… pero también me
genera dudas… ¿comprende en profundidad lo que está preguntando?... ¿la vida eterna se “consigue
haciendo” algo?... ¿está pidiendo una receta instantánea, una lista de tareas? … suena como cambiar
figuritas: tengo estas y te las cambio por una difícil… o como una negociación: si hago todo esto
consigo el premio. La vida eterna no es algo que se herede sin esfuerzo o que se consiga como un
objeto. Probablemente, este joven entusiasta y con iniciativa, haya creído que Dios es como los
padres humanos que frente a las acciones de los niños va diciendo: nene bueno, nene malo;
imponiendo condiciones de valor de acuerdo a lo que el hijo va haciendo. Nosotros mismos hemos
crecido y nos hemos formado, en nuestros primeros años de vida, atravesados por este tipo de
juicios y creemos que para ser queridos y aprobados debemos actuar de determinada manera.
Jesús escucha y responde con otra pregunta, con una afirmación y con una indicación… ¿Cómo
me preguntás acerca de lo que es bueno?... Uno sólo es el Bueno… Si quieres entrar en la vida
eterna, cumple los mandamientos. El Señor pregunta y aclara… Dios es infinitamente bueno, el
Bueno… Jesús, antes de seguir este hermoso diálogo, siente que este joven necesita saber que Dios
es Amor y que antes que nada nos ama con un amor incondicional, un amor completamente gratuito
y esto lo que lo hace bueno sin límites. Jesús es un maestro bueno porque su persona revela el Amor
de Dios, Jesús es bueno porque es Dios. Todas las obras buenas tienen su inicio en ese amor
extremo, que se da hasta el final. El amor de Dios es el fundamento de todos nuestros valores y de
todo nuestro obrar, es el propósito que dará sentido a nuestras vidas, es la fuerza que configurará
nuestro modo de resolver, de elegir, de ir siendo.
Después, le dice dos palabras: si quieres… palabras que no son dichas por casualidad… “si
quieres… cumple los mandamientos”. De esta manera, no le da una orden, le está diciendo que, para
encarnar el amor de Dios, para reflejarlo y lograr hacernos semejantes, debemos querer. Sí, con
estas palabras, Jesús lo convoca, lo invita a mirar sus motivaciones y a tomar la iniciativa, de esta
manera intenta que perciba que, Dios nos ha soñado y pensado libres para que podamos elegir y
decir “quiero”, para que aceptemos y repliquemos su amor experimentándolo, haciéndolo propio y
participando activamente.
“¿Cuáles?” Es la pregunta del joven hombre y la respuesta de Jesús no se hace esperar: "No
matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu
madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo"… enumera todos los mandamientos que surgen de
la relación que tenemos con nuestro prójimo y con nosotros mismos, porque son el principio del
camino. Nos salvamos amándonos a nosotros mismos y amando a aquellos con los cuales
compartimos nuestra humanidad. Nosotros mismos y nuestros hermanos, los hombres, somos un
lugar de encuentro en donde se realiza la misericordia y también somos el lugar de encuentro con
Dios que nos muestra su misericordia y su amor.
Pero el joven ya hacía esto desde niño y se lo dice. Entonces el Señor lo mira y lo ama y le
responde, lanzándole una invitación: "Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que
tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
Jesús lo mira y lo ama, no lo juzga con dureza, no lo condena, lo mira comprendiendo, lo mira y lo
reconoce, lo mira, lo llama, lo invita… es así como Jesús nos mira… amorosamente, sin ponernos
etiquetas. Así necesitamos ser mirados por Dios y por los otros, así Jesús nos invita a mirarnos entre
nosotros… Mirar amorosamente sin planificar, mirar nuestro estar siendo, mirar sin poner cargas
sobre las espaldas, mirar sin condenarnos por el pasado, mirar libres y sin cálculos, mirar totalmente
sin hacer disecciones.
Y por último… y otra vez diciendo “si quieres” lo invita a desprenderse de sus riquezas, a dejar sus
seguridades y comodidades, a ya no poner el corazón en los tesoros que sostienen su vida, a dejar de
considerar que ser bueno y salvarse depende únicamente de no pecar o de ser perfeccionista; lo
llama a algo más grande… dejá todo y vení conmigo, sé mi amigo, seguime, empobrecete, abajate,
experimentá cómo se vive sin tener dónde apoyar la cabeza, como se vive sin aquello que creemos
necesitar, sin poseer lo que crees que te hace valioso; vení conmigo y empezá a depender sólo del
amor del Padre. Cada hombre, cada mujer, creemos que nuestra vida está sostenida por esos
tesoros personales que nos dan seguridad… sin embargo es Jesús el que quiere ser nuestro tesoro, el
que nos llama a entrar en comunión con Él, el que nos dice agarrate de mí y no de aquello que te
hace creer que te vas a salvar solo y que te vuelve cada vez más egoísta…
El joven se entristece, deja su entusiasmo y baja la cabeza y se va… poseía muchos bienes, era
rico…
Pidámosle a Jesús que nos ayude a dejar todo y seguirlo… en la pobreza del pesebre y el exilio, en
el andar como peregrinos, en la confianza en el pan que se multiplica cuando se reparte, en la
mansedumbre y la búsqueda de la justicia… en la certeza de que el amor es gratuidad, en el
sufrimiento vivido con sentido, en la entrega de la cruz…
Pidámosle a Jesús que nos dé una mirada llena de amor como la suya… para reconocernos y
reconocer a todos en nuestra dignidad, para mirarnos sin prejuicios y aceptando que, desde que
somos llamados a la vida, todos, sin excepción somos amados por Dios.
Pidámosle a Jesús que nos permita caminar hacia la vida eterna sin buscar el perfeccionismo
moral, sin hacer listas hipócritas, que nuestros pasos busquen la profundidad de su amor
misericordioso, que nuestros gestos reflejen los valores del Reino.
Pidámosle por nosotros y por los otros (personas, gobernantes, países) para que las riquezas y los
bienes abundantes no nos dejen ciegos frente a los más pobres, que podamos descubrir que
nuestras manos cerradas que se apropian y se aferran no nos permiten abrirnos al encuentro, la
solidaridad y la búsqueda de la justicia.
Que Dios que es Amor nos ayude a experimentar y multiplicar su amor cuando nos miremos y
miremos a nuestros hermanos.

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