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Los finales felices se alejaban mucho de las penurias que sufría la población
en las calles y poco a poco un espíritu crítico comenzó a aflorar en la
sociedad italiana. Una de las primeras voces que se alzó en contra del cine
propagandístico del régimen fue el periodista Leo Longanesi, que exigió a los
cineastas rebelarse contra Mussolini y retratar lo que en realidad estaba
pasando en el país; crisis social, guerra, desempleo y miseria.
Los directores neorrealistas creían en el poder del cine para cambiar las
cosas o, al menos, para transformar la sociedad planteando preguntas a los
espectadores. Por ello, la improvisación durante los rodajes fue un modus
operandi fundamental en esa búsqueda de la verdad.
Tal era la naturalidad que se pretendía, que los realizadores solían contratar
a actores no profesionales. Sin ir más lejos, Vittorio de Sica en ‘Ladrón de
bicicletas’, otra de las películas referentes del Neorrealismo, rechazó a Gary
Grant para el papel protagonista y, en su defecto, escogió a Lamberto
Maggiorani, un obrero que aún no había trabajado como actor. Aunque esto
no implicaba dejar de lado el casting, todo lo contrario, precisamente para
dar con el reparto perfecto se hacían pruebas a cientos de personas.