En 1960 se implantaron firmemente el gobierno militar de
derechas de Brasil y el comunismo de cuba. Desde un punto de vista Cinematográfico, Latinoamérica incluía países que ya tenía de industrias comerciales dominantes antes y durante la década de 1960, y otros donde la producción era mínima.
El cine nacional más significante en América del sur en la década
de 1960 era el que se producía Brasil, el mayor país y también el más poblado, que estaba separado de sus vecinos por su idioma, el portugués, y por una cultura diferente formada por influencias africanas, junto a las de los colonizadores europeos y de los pueblos indígenas. Ya en 1930 existían trabajos interesantes, pero su verdadero auge tuvo lugar en la década de 1960 con el movimiento del cinema novo (nuevo cine), caracterizado por el eslogan “una idea en la mente y una cámara en la mano.
Referentes fuertes para este movimiento serán el neorralismo
italiano y la nouvelle vague, y entre sus figuras más emblemáticas encontramos al escritor y director Glauber Rocha, junto con el antiguamente documentalista, Nelson Pereira Dos Santos.
Vidas Secas (1963)
Nelson Pereira Dos Santos realizará Vidas Secas realiza un árido
retrato de la pobreza rural en el paisaje desolado del nordeste brasileño, el llamado Sertón.
“Con el Cinema Novo el cine brasileño comenzó su momento de
descolonización. Los cineastas que surgieron consiguieron demostrar que podían dominar el lenguaje universal del cine y al mismo tiempo tener una gran fidelidad a sus orígenes culturales. Es el mismo proceso sufrido en décadas anteriores con la literatura, la pintura, la música. Tuvimos que librar verdaderas batallas para que el cine encontrase su lugar dentro de la sociedad”, expresaba dos Santos pues pese a tratarse de un cine que hablaba sobre y por el pueblo, al pueblo no le interesaba ver películas de narración y un lenguaje cinematográfico complejo.
Desde un inicio podemos ver el calibre de la historia: el sertón –
plano general, un en medio de un tórrido horizonte en la que suena un ruido metálico, agudo y desesperante que ayuda a que sintamos el aturdimiento que padecen, en medio del calor, los seis personajes que vemos despuntar en el horizonte: padre, madre, dos pequeños hijos, un loro y una perra, Baleia. Cargan a cuestas lo poco que poseen y su actitud es errante. Tienen hambre, sed, un enorme cansancio y una gigantesca angustia. Luiz Carlos Barreto capta el sol sin filtro alguno, casi sobreexponiendo las imágenes.
El Sertón será el eje para muchas de las rupturistas historias que
los directores del cinema novo. Llegando a convertirse incluso en un personaje clave para el cine brasileño.
Memorias del Subdesarrollo (1968)
Adaptada de la novela homónima de Edmundo Desnoes,
Memorias del Subdesarrollo del director Tomás Gutiérrez Alea es una película que bebe de los grandes movimientos cinematográficos como el cine soviético, el neorrealismo italiano y la novelle vague para formar una película collage sumamente crítica y dialéctica. Generando, así, un brillante film de autor con una estética propia dentro del llamada Nuevo Cine Latinoamericano. Al ver Memorias del Subdesarrollo uno puede notar la decisión y compromiso que tiene con el (y su) cine. Busca generar un diálogo con el espectador mediante no solo una posición de ideológica y afirmativa, porque esto terminaría convirtiendo la película en una mera propaganda de esta postura, sino exponiendo, interrogando y reflexionando sobre todas las perspectivas de una revolución de la que él mismo forma parte: “No me interesa un cine puramente de propaganda política porque es algo circunstancial, que solamente funciona en el momento de la arenga y no opera en un público amplio ni en todo momento”, afirmará Gutiérrez Alea poco antes de su muerto, en una entrevista con José Antonio Évora. Es por eso el uso de recursos cinematográficos y la mezcla de géneros. Entremezcla el presente activo con el pasado, con un collage de intervenciones subjetivas y deliberadas, por ejemplo, secuencias narrativas con estética de documental, enfoques fijos de Cuba en constante reconstrucción, planos subjetivos, cámara en mano que vagabundea con el protagonista por las calles, como si fuera su única forma de participar, como un testigo. Valiéndose, también, de varios tipos de medios para dibujar una atmósfera de incertidumbre, incluyendo fotos inmóviles, imágenes de archivo, gran cantidad de noticieros, recortes de periódicos, y clips de películas de Hollywood, así como discursos grabados de Fidel Castro y John F. Kennedy, creando una apariencia de desorden en el lenguaje de la película que está en claro contraste con el estilo clásico. Evocando sin duda al cine soviético, a través del frenético uso de la edición, obligando, así, al espectador a construir de manera activa su propia postura de lo que ocurre/ocurrió. Es por eso que Memorias del Subdesarrollo mantiene la fuerza y vigencia que en sus días tuvo, y se yergue como una de las películas fundamentales del cine latinoamericano.