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No hay un origen definitivo del térm ino «neorrealismo», pero apareció por
prim era vez a finales de los años cuarenta en los textos de los críticos italianos.
Desde cierta perspectiva, el térm ino representaba el deseo de una generación
más joven de liberarse de las convenciones del cine italiano del m om ento. Bajo
Mussolini, la industria cinem atográfica había creado epopeyas históricas colo
sales y m elodram as sentim entales sobre la clase alta (denom inados películas
«de teléfono blanco») que m uchos críticos consideraban artificiales y decaden
tes. Se necesitaba u n «nuevo realismo». Algunos críticos lo encontraron en las
películas francesas de los años treinta, sobre todo en las obras de Jean Renoir.
O tros críticos m iraron más hacia su propia casa y elogiaron películas como Ob
sesión (Ossesione, 1942), de L uchino Visconti.
Sin em bargo, ahora m uchos historiadores creen que el cine neorrealista no
fue u n a ru p tu ra decisiva con el cine italiano de la época de Mussolini. Los do
cum entales con puesta en escena, com o La nave bianca (1941), de Rossellini,
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chas razones, pero tam bién p o r sus diálogos confusos, repetitivos y sin trascen
dencia.
Con este tipo de puesta en escena, tam bién cambió la fotografía. En gene
ral, la cám ara de la Nouvelle Vague se mueve m ucho. A m enudo se utilizan pano
rámicas (a veces de 360°, com o en Jules y Jim) y travellings que siguen a los per
sonajes o establecen relaciones d en tro de u n a localización. Además, rodar de
form a barata en exteriores exigía u n equipo portátil y flexible. A fortunadam en
te, Eclair acababa de inventar una cám ara ligera que se podía llevar en mano.
(Esta cám ara se había utilizado sobre todo para los docum entales, que se ade
cuaban perfectam ente a la puesta en escena «realista» de la Nouvelle Vague.) Las
películas de la Nouvelle Vague estaban repletas de la nueva libertad que ofrecía la
cám ara en m ano. En Los cuatrocientos golpes, la cám ara explora un estrecho apar
tam ento y sube a la noria de u n parque de atracciones. Paris nous appartient tam
bién contiene escenas con cám ara en m ano d entro de las localizaciones del
apartam ento. En Al final de la escapada el director de fotografía llevaba la cáma
ra sentado en u n a silla de ruedas para seguir al h éroe a lo largo de un com ple
jo recorrido p o r la oficina de u n a agencia de viajes.
Además de la cám ara en m ano, tam bién resultan im portantes las tomas lar
gas, que los directores de la Nouvelle Vague adm iraron en las obras de cineastas
am ericanos com o V incente M innelli y O tto Prem inger, así como en directores
japoneses com o Kenji Mizoguchi. La figura 11.31 corresponde a una tom a larga
de A l final de la escapada', la cám ara retrocede (Coutard, de nuevo, llevaba la cá
m ara sentado en u n a silla de ruedas) m ientras los personajes charlan y pasean
por u n a calle de París. El estilo despreocupado de la Nouvelle Vague es tam bién
el resultado de las ocasionales intrusiones accidentales de transeúntes (como el
hom bre de la fig. 11.31, que m ira a los actores).
U na de las características más destacadas de estas películas es su h um or in
formal. Estos jóvenes jug ab an deliberadam ente con el medio. En Banda aparte,
de G odard, los tres personajes principales deciden guardar silencio durante un
m inuto y Godard, obedientem ente, interru m p e todo el sonido. En Tirez sur lepla
ñíste (1960), de Truffaut, u n personaje ju ra que no está m intiendo: «Que se
m uera de repente mi m adre si no estoy diciendo la verdad». T ruffaut corta a un Fig. 11.31
plano de u n a anciana desplom ándose. Sin em bargo, la mayor parte del hum or
se basa en intrincadas alusiones a otras películas, de Hollywood o europeas. Hay
hom enajes a auteurs admirados: los personajes de G odard aluden a Johnny Cui
tar (Johnny Guitar, 1953), de Ray, Como un torrente (Some Came R unning,
1958), de Minnelli, y «Atizona Jim» (de Le crime de monsieur Lange de R enoir).
En Los carabineros, G odard parodia a Lum iére y en Vivir su vida (Vivre sa vie,
1962) «cita» La pasión de Juana de Arco. En las películas de Chabrol se cita fre
cuentem ente a H itchcock y Les mistons (1957), de T ruffaut recrea un plano de
un cortom etraje de Lum iére; com párese la fig. 11.32 con el fotogram a de El re
gador regado (fig. 5.6). Estos hom enajes se convierten incluso en gags, como
cuando los actores Jean-Claude Brialy y Jean n e M oreau aparecen com o «figu
rantes» en Los cuatrocientos golpes o cuando un personaje de G odard m enciona
«Atizona Jules» (com binando los nom bres de Le crime de monsieur Lange y Jules y
Fig. 11.32
Jim). Estos gags, creían los directores de la Nouvelle Vague, restaban algo de so
lem nidad a la realización y a la visión de la película.
Las películas de la Nouvelle Vague tam bién llevaron aún más lejos la experi
m entación neorrealista en la construcción del argum ento. En general, las co
nexiones causales se vuelven bastante libres. ¿Por qué Michel, el héroe de A l f i
nal de la escapada, se com porta com o lo hace? ¿Se está produciendo realm ente
u n a conspiración política en Paris nous appartientí ¿Por qué disparan a N ana al
final de Vivir su vida? En Tirez sur le pianiste la prim era secuencia consiste princi
palm ente en u n a conversación entre el herm an o del héroe y un hom bre que se
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en cuentra por casualidad en la calle; este últim o habla de sus problem as mari
tales durante un rato, aunque no tiene ninguna función en la narración de la
película.
Además, las películas a m enudo carecen de protagonistas con una meta. Los
héroes pueden vivir sin rum bo, implicarse en acciones sin reflexionar, pasar el
tiem po hablando y bebiendo en un café o yendo al cine. Las narraciones de la
Nouvelle Vague introducen a m enudo sorprendentes cambios de tono que des
truyen nuestras expectativas. En A l fin a l de la escapada, el cómico m onólogo de
Michel en la prim era escena, m ientras conduce por una carretera, lleva directa
m ente a su brutal asesinato de un policía. C uando dos gángsters secuestran al
héroe y a su novia en Tirez sur lepianiste, todo el grupo com ienza un a cómica dis
cusión sobre el sexo. El m ontaje discontinuo aún perturba más la continuidad
narrativa; esta tendencia llega al límite en los cortes bruscos de los filmes ele Go
dard (pág. 281).
Y lo que quizás es más im portante, las películas de la Nouvelle Vague acaban
de form a ambigua. En A l fin a l de la escapada, Michel m uere repudiando a su no
via, Patricia; m irando hacia nosotros, la respuesta de ella es frotarse el labio con
el mismo gesto, inspirado en Bogart, que Michel hacía; luego, de repente, se
m archa. A ntoine, en Los cuatrocientos golpes, llega al m ar en el últim o plano, pero
m ientras avanza hacia adelante, Truffaut cierra en zoom y congela la imagen,
acabando la película con la p regunta de a dónde se dirigirá A ntoine. En Les
borníes femmes (1960) y Ofelia (O phélia, 1962), de Chabrol, en París nous appar-
tienl, de Rivette, y en casi todas las películas de G odard y Truffaut de esta época,
la im precisión de la cadena causal conduce a finales que perm anecen desafian-
tem ente abiertos y dudosos.
Curiosam ente, a pesar de todo lo que las películas exigían del espectador y
a pesar del radicalismo crítico de los cineastas, la industria cinem atográfica fran
cesa no se opuso a la Nouvelle Vague. La década de 1947 a 1957 había sido buena
para la producción cinematográfica: el gobierno apoyaba a la industria m e
diante cuotas forzosas, los bancos habían invertido m ucho y existía un flore
ciente negocio de coproducciones internacionales. Pero en 1957 la asistencia al
cine descendió drásticam ente, principalm ente porque la televisión obtuvo una
mayor difusión. En 1959, la industria estaba en crisis. La financiación indepen
diente de películas de bajo presupuesto parecía ser u n a buena solución. Los di
rectores de la Nouvelle Vague rodaban películas m ucho más rápidam ente y con
m enos dinero que los directores clel m om ento. Además, los jóvenes directores
se ayudaban entre sí y, por lo tanto, se reducía el riesgo financiero para las gran
des compañías. De este m odo, la industria francesa apoyó a la Nouvelle Vague a
través de la distribución, la exhibición y finalm ente la producción.
De hecho, es posible argum entar que en 1964, aunque cada director de la
Nouvelle Vague tenía su propia productora, el grupo había sido ya absorbido por
la industria cinem atográfica francesa. G odard hizo E l desprecio (1963) para un
im portante productor comercial, Cario Ponti; T ruffaut hizo Fahrenheit 451 (Fah-
ren h eit 451, 1966) en Inglaterra para la Universal; y Chabrol em pezó a p ro d u
cir parodias de los thrillers ele Jam es Bond.
Fechar el final exacto del movimiento es difícil, pero m uchos historiadores
han elegido el año 1964, cuando la form a y el estilo característicos de la Nouve
lle Vague ya se habían difum inado e im itado m ucho (como, por ejemplo, por
parte de Tony Richardson en su película inglesa de 1963 T o n fo n es) . Desde lue
go, después de 1968, las convulsiones políticas de Francia alteraron drástica
m ente las relaciones personales entre los directores. Chabrol, Truffaut y Roh-
m er se atrincheraron firm em ente en la industria francesa, m ientras que G odard
em prendió una película experim ental y un experim ento en vídeo en Suiza, y Ri
vette com enzó a crear narraciones de asombrosa com plejidad y duración (como
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Out One, 1974, originalm ente de unas doce horas de d u ració n ). A m ediados de
los años ochenta, T ruffaut había m uerto, las películas de Chabrol se veían rara
m ente fuera de Francia y la producción de Rivette se volvió cada vez más esoté
rica. R ohm er m antuvo la atención internacional con sus irónicas historias de
am or y autoengaño situadas en la clase m edia-alta (Pauline en la playa [Pauline á
la plage, 1982] y Las noches de la luna llena [Les nuits de la pleine lune, 1984]).
G odard continuó llam ando la atención con películas com o Pasión (Passion,
1981) y su controvertida versión del Viejo y el Nuevo Testam ento en Yo te saludo
María (Je vous salue, Marie, 1983). En 1990 estrenó un filme elegante y enig
m ático titulado irónicam ente Nouvelle Vague, que guarda muy poca, si alguna,
relación con el m ovim iento original. En retrospectiva, la Nouvelle Vague no sólo
ofreció varias películas originales y valiosas, sino que tam bién dem ostró que el
renacim iento de la industria cinem atográfica podía provenir de jóvenes con ta
lento y agresivos inspirados en su mayor parte por un verdadero am or al cine.
E l n u e v o c in e a le m á n (1966-1982)