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EMERGENCIA
DESASTRE
CATÁSTROFE
Personales
Indefensión, desesperanza
Afrontamiento evitativo
Falta de procesamiento o expresión emocional
Atribución catastrofista
Percepción negativa de las conductas de los demás
Sociales
Deterioro del apoyo social directo y percibido
Exposición a los medios de comunicación
Problemas de pareja o en la familia
2. PRIMEROS AUXILIOS PSICOLÓGICOS.
Primeros Auxilios Psicológicos (PAP). Conjunto de intervenciones psicológicas tempranas,
breves y prácticas, orientadas a paliar y prevenir los efectos psicológicos de los eventos
traumáticos a corto, medio y largo plazo.
De acuerdo con la Tª del procesamiento emocional -> Cuanto antes se utilicen factores
que promuevan el procesamiento adecuado de la situación, menor será la probabilidad de
que se den patrones cognitivos y conductuales poco adaptativos.
PRINCIPIOS DE INTERVENCIÓN
1. Seguridad: Asegurar la protección y el bienestar físico son la base de las intervenciones en
crisis (el primer escalón).
6. Flexibilidad: adaptarse a las necesidades de la situación más allá del plan o estrategia
preestablecida.
simple
breve
franca
directiva
e) Cubrir las necesidades físicas, facilitar el contacto con familiares, explicar y facilitar trámite.
4) Escuchar.
5) Animar y distraer.
6) Reforzar su colaboración.
7) Tranquilizar.
La manera de comunicar con una persona angustiada es muy importante. Las personas que
hayan vivido una situación de crisis pueden estar muy alteradas, ansiosas o confundidas.
Algunas personas pueden culparse a sí mismas por cosas que han ocurrido durante esa crisis.
Mantener la calma y demostrar comprensión puede ayudar a que la persona angustiada se
sienta más segura y a salvo, comprendida, respetada y atendida de forma apropiada.
Alguien que ha pasado por un episodio de este tipo quizás quiera contarle su historia. Escuchar
esa historia puede suponer una gran ayuda. Sin embargo, es muy importante no presionar a
nadie para que les cuente por lo que ha pasado. Algunas personas quizás no quieran hablar de
lo que les ha ocurrido ni de sus circunstancias. No obstante, es posible que esa persona valore
que Ud. se quede a su lado en silencio; hágale saber que ahí está si quiere hablar, puede
también ofrecerle apoyo práctico, como una comida o un vaso de agua. No hable demasiado,
deje lugar para el silencio. Mantener el silencio durante un rato puede dar a la persona el
espacio y el valor necesarios para compartir su historia con usted si lo desea.
Para comunicar bien, preste atención no sólo a sus palabras sino también a su lenguaje
corporal (expresiones faciales, el contacto visual, los gestos y cómo se coloca usted junto a la
persona, ya sea sentado o de pie). Cada cultura tiene sus propias formas de comportarse que
son apropiadas y respetuosas. Hable y compórtese teniendo en cuenta la cultura, la edad, el
género, las costumbres y la religión de la persona.
A continuación, se presentan una serie de recomendaciones acerca de lo que hacer y decir, así
como de lo que no decir ni hacer. Lo más importante es que sea Ud. mismo, que sea genuino y
sincero a la hora de ofrecer su ayuda y sus cuidados.
PREPARAR
Informarse acerca de lo ocurrido.
Informarse acerca de los servicios y apoyos disponibles.
Informarse acerca de los posibles riesgos de seguridad.
Las situaciones de crisis pueden resultar caóticas y a menudo requieren acciones urgentes. De
todos modos, antes de acudir al lugar de la crisis conviene siempre que sea posible conseguir
información exacta acerca de dicha situación. Deben considerarse las siguientes preguntas:
La situación de crisis.
¿Qué ha ocurrido?
¿Cuándo y dónde ha sucedido?
¿Cuál es el número probable de personas afectadas y quiénes son?
OBSERVAR.
Comprobar la seguridad.
Comprobar si hay personas con evidentes necesidades básicas urgentes.
Comprobar si hay personas que presenten reacciones graves de angustia.
ESCUCHAR.
CONECTAR.
Ayude a las personas a resolver sus necesidades básicas y a acceder a los servicios.
Ayude a las personas a enfrentarse a los problemas.
Brinde información.
Ponga en contacto a los afectados con sus seres queridos y con las redes de apoyo
social.
OBSERVAR.
Comprobar la seguridad.
Comprobar si hay gente con evidentes necesidades básicas urgentes.
Comprobar si hay personas que presenten reacciones graves de angustia.
Las situaciones de crisis pueden cambiar rápidamente, de modo que lo que encuentre sobre el
terreno puede diferir de lo que había averiguado antes de llegar al lugar de la crisis. Por ese
motivo es importante dedicar un tiempo (aunque sean unos instantes) para “observar” lo que
le rodea antes de ofrecer ayuda. En caso de que se encuentre repentinamente en medio de
una situación de crisis sin tiempo para prepararse, esa observación puede consistir
simplemente en un vistazo rápido. Esos instantes le darán la posibilidad de calmarse, estar a
salvo y reflexionar antes de actuar.
En la siguiente tabla figuran distintas preguntas y mensajes importantes que debe considerar
al “observar” lo que le rodea.
Distintas personas pueden reaccionar de formas diferentes ante una crisis. A continuación se
presenta una lista de posibles ejemplos de respuesta de angustia a una situación de crisis:
Algunas personas pueden estar solo ligeramente angustiadas o no sentirse nada angustiadas.
La mayoría de las personas se recuperan adecuadamente con el paso del tiempo, sobre todo si
consiguen cubrir sus necesidades básicas y recibir el apoyo necesario, ya sea por parte de
quienes le rodean y/o de PAP. No obstante, es posible que quienes sufran una angustia grave o
de larga duración necesiten más apoyo que el que se brinda a través de PAP, sobre todo si no
consiguen funcionar en su día a día o si son un peligro para sí mismos o para otros. Asegúrese
de que las personas gravemente afectadas no se queden solas e intente que estén a salvo
hasta que su reacción haya pasado o hasta que pueda conseguir ayuda de personal sanitario,
de líderes de la zona o de otros miembros de la comunidad.
Las personas con problemas de salud o con discapacidades físicas o mentales pueden necesitar
ayuda especial para encontrar un lugar seguro, para conseguir protección contra abusos y para
tener acceso a servicios médicos y de otros tipos. Este grupo incluiría a las personas de
avanzada edad más frágiles, a las embarazadas, a personas con graves trastornos mentales y a
quienes sufran problemas de visión o audición.
Personas que puedan ser objeto de discriminación o violencia, como p. ej. las mujeres o los
miembros de ciertos grupos étnicos, quizás necesiten protección especial para estar seguros
en el lugar de la crisis o ayuda para tener acceso al apoyo disponible…
ESCUCHAR.
Es fundamental escuchar a las personas a las que se está ayudando para entender su situación
y sus necesidades, para ayudarles a tranquilizarse y para poder ofrecerles la ayuda adecuada.
Aprender a escuchar con:
Ayude a la persona a que se sienta cómoda; por ejemplo, ofrézcale agua si fuera posible.
Aunque algunas necesidades parezcan evidentes, como una manta para cubrir a
alguien que tiene la ropa desgarrada pregunte siempre qué necesitan y qué les
preocupa.
Averigüe qué es más importante para ellos en ese momento y ayúdeles a establecer
sus prioridades.
AYÚDELES A TRANQUILIZARSE.
Algunas de las personas que sufren una situación de crisis pueden tener un alto grado de
ansiedad o estar muy alteradas. Pueden sentirse confusas o sobrepasadas por los
acontecimientos, y pueden presentar reacciones físicas como temblar o tiritar, tener
dificultades para respirar o sentir el ritmo del corazón muy acelerado.
A continuación, se presentan una serie de técnicas para ayudar a personas muy angustiadas a
calmar su mente y su cuerpo:
Si es culturalmente apropiado, intente mantener contacto visual con la persona mientras habla
con ella.
Recuérdele que Ud. está allí para ayudarle. Recuérdele también, si es cierto, que está a salvo.
Si la persona tiene sensación de irrealidad o de desconexión con lo que le rodea, una posible
ayuda consiste en que contacte con su entorno actual y consigo mismo. Para ello puede
pedirle que:
CONECTAR.
Ayude a las personas a resolver sus necesidades básicas y a acceder a los servicios.
Ayude a las personas a enfrentarse a los problemas.
Brinde información.
Conecte a las personas con sus seres queridos y con las redes de apoyo social.
A pesar de que cada situación de crisis es única, la mayoría de las personas afectadas suele
necesitar los elementos contenidos en el siguiente cuadro.
NECESIDADES FRECUENTES:
Necesidades básicas, como refugio, alimentos, agua y condiciones higiénicas.
Servicios de salud para los heridos o para aquellos con enfermedades crónicas (de
larga duración).
Información correcta y fácil de entender sobre lo ocurrido, sobre sus seres queridos y
sobre los servicios disponibles.
Poder ponerse en contacto con sus seres queridos, amigos y otro tipo de apoyo
social…
Acceso a apoyo específico relacionado con la propia cultura o religión.
Ser consultado e involucrado en la toma de decisiones importantes.
Después de un episodio de este tipo, las personas pueden sentirse vulnerables, aislados o
impotentes. En algunas situaciones, sus vidas cotidianas quedan interrumpidas. En algunos
casos no tienen acceso a sus fuentes de apoyo habituales o se encuentran de repente viviendo
en condiciones estresantes. Poner en contacto a las personas con fuentes de apoyo práctico es
una parte muy importante de la Primera Ayuda Psicológica. Recuerde que la PAP supone a
menudo una intervención puntual y que Ud. podrá ofrecer ayuda por un periodo breve. Las
personas afectadas tendrán que usar sus propios recursos para hacer frente a sus problemas y
recuperarse a la larga.
Ayudemos a las personas a ayudarse a sí mismas y a recuperar el control de la situación.
ayude a las personas a identificar apoyos en su vida, como amigos y parientes, que
puedan ayudarles en la situación en la que se encuentran;
haga sugerencias prácticas para que las personas puedan atender a sus propias
necesidades (por ejemplo, explique cómo se pueden registrar para recibir ayuda
alimentaria o asistencia material);
pida a la persona que recuerde cómo se desenvolvieron en situaciones difíciles en el
pasado, y reafirme su capacidad para hacer frente a la situación actual; y
pregunte a la persona qué les ayuda a sentirse mejor. Anímele a aplicar estrategias de
respuesta positivas y a evitar las negativas (ver tabla siguiente).
ESTRATEGIAS DE RESPUESTA.
Todo el mundo tiene recursos naturales para enfrentarse a los problemas. Hay que animar a
las personas a usar sus propias estrategias positivas, evitando las negativas. Esto les ayudará a
sentirse más fuertes y a recuperar el sentido de control de las circunstancias. A continuación,
se presentan sugerencias que Ud. tendrá que adaptar a la cultura de la persona y a lo que se
puede hacer en cada situación de crisis en particular.
3. BRINDE INFORMACION.
Las personas afectadas por una situación de crisis querrán recibir información sobre:
lo sucedido
la situación de sus seres queridos y de otros que han sido afectados
su seguridad
sus derechos
cómo acceder a los servicios y cosas en general que necesitan
Puede ser difícil obtener información precisa tras un acontecimiento catastrófico. La situación
puede cambiar a medida que se van recibiendo nuevos datos sobre la misma y que se van
implementando medidas de socorro. Pueden circular rumores. Aunque no se conozcan todas
las respuestas en todo momento, siempre que sea posible:
Al transmitir la información, hay que ser conscientes de que el portador de malas noticias
puede convertirse en objeto de la frustración y la ira de los afectados al no cumplirse las
expectativas de ayuda depositadas en Ud. o en otros. Ante esa situación, hay que intentar
mantener la calma y ser comprensivos.
4. CONECTE CON LOS SERES QUERIDOS Y CON LAS FORMAS DE APOYO SOCIAL QUE
PUEDA TENER LA PERSONA.
Se ha demostrado que las personas que se sienten con un buen apoyo social después de una
crisis reaccionan mejor que los que no se sintieron bien apoyados. Por esta razón, una
importante función de la persona que ayuda es conectar a la gente con sus seres queridos y
con el apoyo social existente.
Ayudar a las familias a mantenerse unidas, y a que los niños permanezcan con sus
padres y demás seres queridos.
Ayudar a la gente a ponerse en contacto con amigos y parientes para que puedan
recibir su apoyo, por ejemplo, ayudándoles a conseguir hablar con ellos por teléfono.
Si alguien expresa que podría ayudarle la oración, las prácticas religiosas o el apoyo de
líderes religiosos, intentar ponerle en contacto con su comunidad espiritual. Para
sugerencias sobre la espiritualidad en situaciones de crisis ver el recuadro siguiente.
Ayudar a que las personas afectadas estén juntas para que puedan ayudarse unos a
otros. Se les puede pedir, por ejemplo, que cuiden a los ancianos, o que pongan a las
personas sin familia en contacto con otros miembros de la comunidad.
CRISIS Y ESPIRITUALIDAD.
En situaciones de crisis, las creencias espirituales o religiosas pueden ser muy importantes para
ayudar a sobrellevar el dolor y el sufrimiento, dando sentido y esperanza. La oración y la
práctica de ritos religiosos pueden ser de gran consuelo. Sin embargo, experimentar una
situación de crisis - en particular si se han sufrido terribles pérdidas - puede también causar en
la persona un cuestionamiento de sus creencias. Su fe puede ser resultar cuestionada,
fortalecida o modificada por la experiencia. A continuación, se dan algunas sugerencias:
Cuándo y cómo dejará de prestar ayuda dependerá del contexto de la crisis, de su papel y
situación y de las necesidades de las personas a las que está ayudando.
Juzgue la situación lo mejor que pueda, así como las necesidades de la persona y las suyas
propias. Si adecuado, explique a la persona que se está marchando, y si a partir de entonces va
a haber otros para ayudarle, intentar presentárselos.
Si ya ha puesto en contacto a la persona con otros servicios, hágales saber a éstos con qué se
van a encontrar, asegurándose de darles los detalles necesarios para la continuidad. Sea cual
sea la experiencia que haya tenido con la persona, debe despedirse de manera positiva
deseándole lo mejor.
Recordemos que todas las personas tenemos recursos para hacer frente a situaciones de crisis,
incluso los más vulnerables. Ayude a las personas vulnerables a utilizar sus propios recursos y
estrategias.
Las reacciones posibles de los niños ante una crisis (por ejemplo, presenciar la destrucción, ver
heridos y muertos, estar expuestos a los elementos naturales, carecer de alimentos y agua)
depende de su edad y fase de desarrollo. También depende de la manera en que sus
cuidadores y otros adultos se relacionen con ellos. Por ejemplo, los niños pequeños pueden no
entender completamente lo que sucede a su alrededor, y necesitan de manera especial la
ayuda de sus cuidadores.
En general, los niños sobrellevan mejor estas situaciones si tienen a un adulto estable y
tranquilo a su lado.
Los niños y los jóvenes pueden experimentar reacciones de angustia similares a las de los
adultos (ver Sección 3.3). También pueden presentar algunas de las siguientes reacciones de
angustia
Cuando los niños están con sus cuidadores, intente ayudar a éstos a cuidarles. A continuación,
se dan sugerencias respecto a la manera de ayudar a niños en diferentes edades y fases de
desarrollo.
COSAS QUE LOS CUIDADORES PUEDEN HACER PARA AYUDAR A LOS NIÑOS.
Niños pequeños.
Tenerlos abrigados y en un lugar seguro.
Mantenerlos alejados de ruidos fuertes y de situaciones caóticas.
Hacerles caricias, abrazarles.
Si es posible, mantener un horario regular de comidas y sueño.
Hablarles con voz tranquila y suave.
COSAS QUE LOS CUIDADORES PUEDEN HACER PARA AYUDAR A LOS NIÑOS
(CONTINUACIÓN).
Niños mayores y adolescentes.
Dedicarles su tiempo y atención.
Ayudarles a realizar las tareas rutinarias.
Presentarles los hechos y explicarles cuál es la situación en el momento actual.
Dejarles estar tristes. No esperar que sean duros.
Escucharles cuando expresen sus pensamientos y temores sin juzgarles.
Ponerles normas y expectativas claras.
Preguntarles qué peligros les acechan, apoyarles y hablar sobre cómo pueden evitar
sufrir algún daño.
Animarles a ser útiles dándoles ocasiones de serlo
Si el cuidador resulta herido, se encuentra mal o no puede cuidar de sus niños por cualquier
otra razón, puede conseguir ayuda y que alguien se ocupe de los niños. Si es posible, recurra a
alguna agencia o red de protección infantil fiable. Mantenga en cualquier caso juntos a los
niños y sus cuidadores, intentando evitar que se separen. Por ejemplo, si se llevan al cuidador
a otro lugar para recibir asistencia médica, intentar que los niños vayan también o anotar los
datos del lugar a donde se lleven para que puedan luego reunirse.
También hay que tener en cuenta que los niños pueden acudir al lugar donde se produce la
crisis y ser testigos de acontecimientos horribles, aunque ni ellos ni sus cuidadores resulten
directamente afectados. En medio del caos resultante, los adultos suelen estar demasiado
ocupados para fijarse en lo que los niños están haciendo, viendo u oyendo. Intente protegerlo
de esas escenas.
Siempre que sea posible, procurar que permanezcan junto a sus cuidadores y a su
familia. Intentar que no sean separados.
Si no están acompañados, ponerles en contacto con una red o agencia de protección
infantil fiable. No dejarles desatendidos.
Si no se puede acceder a ninguna agencia de protección infantil, ocúpese Ud. mismo
de encontrar a sus cuidadores o contactar con otra familia que pueda ocuparse
temporalmente de ellos.
Mantenerles seguros.
Protegerles para que no sean testigos de escenas horripilantes, como ver a heridos o
destrucciones terribles.
Impedir que escuchen relatos perturbadores sobre el suceso.
Protegerles de los medios de comunicación o de personas que quieran entrevistarles y
que no formen parte del equipo de respuesta a la emergencia.
Escuchar, hablar y jugar.
Recordemos que los niños también tienen sus propios recursos para enfrentar situaciones.
Averigüe cuáles son y apoye sus estrategias positivas ayudándoles a evitar las negativas. Los
niños mayores y los adolescentes por lo general también pueden ser de utilidad en situaciones
de crisis. Encontrando una manera segura de que presten ayuda a otros les ayudará a sentir
que controlan mejor la situación.
A continuación, se presentan algunas cosas que se pueden hacer para ayudar a las personas
enfermas o con discapacidades:
Hay tres razones fundamentales para trabajar con grupos en situaciones de desastre:
3. Las técnicas de intervención grupal han demostrado ser útiles para la mitigación de los
efectos psicológicos de los desastres y para la preparación de las personas en su recuperación.
En razón de lo anterior, resulta evidente que los trabajadores de la salud, los miembros de los
equipos de respuesta y muchos de los que intervienen en la mitigación de los efectos de los
desastres deben tener conocimientos mínimos de trabajo con grupos, como herramienta
necesaria para ejercer adecuadamente su labor y liderazgo.
También, es necesario enfatizar que debe existir un equilibrio adecuado entre las
intervenciones de tipo individual y las de carácter grupal.
Al igual que en otros tipos de intervenciones, en lo grupal se debe tomar en cuenta (1, 2):
De acuerdo con sus propósitos, los grupos se pueden clasificar en: informativos y de
orientación, psicoeducativos y de apoyo emocional, autoayuda y ayuda mutua, y terapéuticos.
La representación en una pirámide de los diferentes tipos de grupo puede quedar conformada
así:
1. Una base ancha: grandes grupos de personas, con quienes se establece un primer contacto
y a quienes se les brinda información y orientación.
3. Los grupos de ayuda mutua, integrados en algunos casos por personas que han estado
formando parte inicialmente de los grupos anteriores y 75 C a pítulo IV: El m a n ejo d e gru p
os e n situ a cio n es d e d esastre que tienen condiciones mínimas de motivación para
agruparse con sentido de autonomía.
En este capítulo se trabaja sobre los grupos psicoeducativos y de apoyo emocional y los de
ayuda mutua. Los grupos de información se abordan en el capítulo de comunicación y los
terapéuticos se corresponden con procedimientos técnicos más complejos y deben ser
manejados por especialistas de salud mental, lo cual no es el propósito de este libro.
Los grupos psicoeducativos y de apoyo emocional se integran con personas que necesitan
ayuda psicosocial, comparten problemas o intereses similares derivados de la situación creada
por el evento traumático y, eventualmente, pueden coincidir en cuanto a atributos comunes
(por ejemplo, grupos de adolescentes).
Un elemento fundamental es que se trata de grupos que pueden y deben ser facilitados por
personal no especializado, por ejemplo, trabajadores de atención primaria y personal de ayuda
humanitaria. Un entrenamiento corto y bien diseñado puede ser suficiente para preparar
facilitadores que conduzcan estos grupos; lo idóneo es preparar este personal antes del
desastre, de manera que puedan recibir actualizaciones periódicas y prácticas en servicios que
les permitan mejorar sus habilidades.
Los grupos de apoyo emocional no deben ser de sesión única, sino que es recomendable que
se trabaje durante varias sesiones, relacionadas entre sí, con un papel central y de conducción
por parte del facilitador. En algunos casos, el facilitador, progresivamente, puede ser sustituido
por participantes del grupo con características de liderazgo, entre los que pueden encontrarse,
clérigos, líderes no formales, voluntarios y otros que forman parte de la comunidad afectada o
estén ligados a ella por factores culturales; en este proceso el grupo puede evolucionar hacía
un grupo de autoayuda y ayuda mutua.
Estos objetivos pueden ser modificados en el transcurso del trabajo de grupo, según se
alcancen algunos y surjan otros nuevos. Como se señaló anteriormente, los objetivos pueden
acercarse frecuentemente a propósitos terapéuticos; existe una línea divisoria que no siempre
está completamente definida, por cuanto el apoyo emocional es indudablemente una acción,
en alguna medida, de tipo terapéutica.
Los escenarios pueden ser diversos: escuelas, locales comunitarios, albergues y sedes
institucionales. En definitiva, son espacios disponibles, accesibles y con condiciones mínimas
de privacidad y confort para efectuar las actividades de grupo. Hay que tener en cuenta que
otras reuniones comunitarias pueden usar los mismos locales, por lo que es necesario
coordinar para evitar interferencias.
Las técnicas empleadas han de ser lo suficientemente flexibles para incorporar los patrones
culturales prevalecientes en la comunidad o en el grupo en particular. En cada contexto
comunitario existen patrones históricos de afrontamiento a los eventos traumáticos y muchos
de ellos han resultado exitosos en situaciones de desastres. El empleo de personajes propios
de la cultura, animales simbólicos y antecedentes de solución de problemas similares son
ejemplos de cómo los factores culturales pueden facilitar la recuperación. En otras ocasiones,
los elementos mágicos religiosos y las creencias sobre las causas y consecuencias del desastre
pueden actuar como factores negativos e interferir con la recuperación del grupo; en estos
casos, es necesario manejar la situación creada con prudencia, negociando y buscando aliados
entre los miembros de la comunidad y sus líderes para demostrar la certeza de las
apreciaciones del facilitador.
Estructura. Dos tipos de estructura pueden considerarse como opciones (4, 5):
1. Estructura abierta y continua: significa que los miembros del grupo asisten o dejan de asistir
según sus necesidades. El grupo se reúne cada cierto tiempo a lo largo del periodo previsto. Se
convierte en un recurso con el que cuentan las personas en la comunidad.
Ventajas. La naturaleza del grupo lo hace accesible y disponible para los miembros de
la comunidad, en caso de necesidad. Los participantes no necesitan tener un
compromiso continuo, lo que puede ser abrumador en las etapas tempranas del
desastre.
Desventajas. Puede ser complicado mantener la motivación de gru- 80 G uía prá ctic a
d e salu d m e ntal e n d esastres pos abiertos. El número de miembros fluctúa mucho.
“Comercializar” o pasar la voz acerca del grupo es una función continua y que se puede
convertir en difícil.
Uno de los riesgos en ambos tipos de grupos es que algunas personas pueden quedar
atascadas dentro del grupo, en vez de tratar de remediar sus propios problemas y progresar en
su recuperación.
Desde el punto de vista metodológico, los elementos esenciales son los siguientes:
Definir la estructura y las reglas de las reuniones del grupo.
Asegurar la continuidad del trabajo por un tiempo limitado (que se establece con
antelación).
Propiciar un clima de seguridad y confianza.
Fomentar la participación de los miembros del grupo.
El conductor del grupo actúa como un facilitador que cataliza el proceso en un marco
general de no dirección.
Número de integrantes del grupo. Se recomienda que no sea menor de 8 personas para
facilitar un intercambio mínimo, ni mayor de 30, pues se hace difícil de manejar y se limita la
participación.
Tiempo de las sesiones. Es alrededor de una hora, aunque en la etapa inicial se puede ser
flexible. Nunca es recomendable que se extienda más de dos horas.
Frecuencia de las sesiones. Lo más común es semanal, pero puede acortarse el tiempo si así lo
deciden los participantes; un plazo mayor puede contribuir a que no se consolide el grupo.
1. Educación e información
Proporciona información veraz y confiable sobre el desastre, en especial, aborda las
situaciones que más interesan al grupo.
Trata de lograr una mejor comprensión de las acciones tomadas por las autoridades desde la
fase de impacto hasta el momento actual, siendo realista y sin convertirse en un vocero oficial.
Se puede transmitir a las autoridades las críticas o señalamientos realizados.
Discute o analiza el papel que puede jugar cada uno de los miembros del grupo en las etapas
de recuperación. Estimula la participación y la solidaridad.
Transmite información sobre los principales problemas psicosociales que se producen en casos
de desastres, con especial énfasis en las reacciones psicológicas normales ante la catástrofe,
las manifestaciones de duelo y las señales de complicaciones o de posibles enfermedades
psíquicas. Debe abordarse con especificidad la problemática de los grupos vulnerables, en
especial, los menores y adultos mayores. Hay que explicar que, también, es frecuente el
aumento de síntomas físicos, de la más variada gama, que son expresión de las tensiones.
2. Apoyo emocional (1, 6, 7)
Estimula la comunicación directa y abierta entre el facilitador y el grupo.
Favorece la integración y cohesión del grupo.
Posibilita el intercambio de experiencias entre los integrantes del grupo, estimulando
la reflexión colectiva sobre las preocupaciones existentes.
Facilita la expresión de emociones y sentimientos de los participantes: miedos,
culpabilidad, soledad, sensación de abandono, duelos por pérdidas, etc.
Identifica y aborda las “pérdidas” como causales directas del duelo o la aflicción. En los
desastres ocurren numerosas pérdidas, que no sólo son humanas sino también
materiales. También aparecen problemas sociales como disfunción familiar, ruptura de
redes de apoyo, imposibilidad de realizar actividades habituales, interrupción de las
clases y otras. La importancia o la prioridad con las que se traten estos temas
dependen de las necesidades que exprese el grupo en las sesiones iniciales.
Aborda las preocupaciones por el retorno a la rutina diaria de la vida: la escuela, el
trabajo y la vida en el albergue. Fomenta el reordenamiento de la dinámica de la vida
cotidiana, con el consecuente reacomodo necesario ante las nuevas circunstancias.
El propósito es que se genere una dinámica en la cual los miembros del desastre grupo
intercambien apoyo, orientación, experiencias en los modos de afrontamiento a situaciones
extremas y sobre la recuperación de su comunidad, favoreciendo aspectos tales como:
Formato para reuniones. Existen dos formatos básicos: Estructurado o formal. Existe un
programa mínimo y un procedimiento establecido que se respetan en cada reunión. Un
formato estructurado no necesita ser totalmente restrictivo, sino que puede incluir algunos
elementos de flexibilidad. Tiene como ventaja que ofrece a los miembros más seguridad, ya
que saben qué esperar a lo largo de la sesión.
Bienvenida.
Presentación de los participantes: debe utilizarse al inicio de la jornada para conocerse
mutuamente y facilitar la integración. Si son grupos abiertos, se suelen presentar los
nuevos asistentes de cada sesión.
Exposición sobre los objetivos y reglas de funcionamiento del grupo (en la primera y la
segunda sesiones).
Dinámica de animación: se puede desarrollar al inicio de las sesiones para crear un
ambiente interactivo, fraterno y de confianza; también, después de momentos
intensos y de cansancio para la integración y el descanso. Sin embargo, no debe
abusarse de las dinámicas de animación que pueden afectar la seriedad del trabajo.
Un resumen sobre lo acontecido en el grupo hasta el momento (en las sesiones
previas).
Información sobre el desastre o educativa sobre un tema solicitado por el grupo, que
puede ser impartida por un invitado.
Intercambio de experiencias y reflexión sobre los problemas (individuales o colectivos):
implica la organización y la planificación de tareas en el colectivo, así como la
definición de metas por cumplir por el grupo o algunos de sus miembros, previo
acuerdo consensuado. La evaluación del cumplimiento debe ser flexible, evitando la
exigencia extrema (que puede producir tensión) o la superficialidad (que denota lo
inútil de los acuerdos). Este recurso puede convertirse en un instrumento importante
de aprendizaje y progreso del grupo, y debe vincularse con la situación concreta que
están viviendo como consecuencia del desastre. El ejercicio debe ser democrático y
permitir una amplia participación.
Análisis o síntesis: implica recopilar las ideas fundamentales, ordenarlas y sintetizarlas.
Se promueve la discusión y se busca establecer relaciones causa-efecto.Siempre debe
hacerse un ejercicio de síntesis (resumen o recapitulación) al final de la sesión.
Planeación de la próxima reunión.
Después de finalizar la sesión, es recomendable que haya un espacio de conversación
informal y socialización.
No estructurado o informal. No tiene una agenda establecida; el grupo discute cualquier tema
que surja de las necesidades de los participantes. Es más común usar este formato en grupos
abiertos. Aun en este tipo de formato, el facilitador debe llevar control de algunos aspectos
mínimos de orden y sistematización de la reunión para evitar que se convierta en un proceso
caótico.
El facilitador, por supuesto, tiene una responsabilidad central en la conducción del grupo. Es el
responsable de iniciar y facilitar la reunión, de acuerdo con el programa establecido. Como
parte de sus funciones, organiza la discusión del tema, concede la palabra, señala si exceden el
tiempo en sus intervenciones, evita el desorden o las interrupciones frecuentes; trata,
finalmente, de ordenar y clarificar las discusiones.
Sin embargo, existen otras tareas que pueden distribuirse entre los miembros, por ejemplo:
En esta etapa es importante consolidar la comunicación entre los miembros del colectivo;
todos se enriquecen con las experiencias de los demás. Esto crea una dinámica ágil en las
reuniones y se logran la motivación y la cohesión del grupo.
Segunda etapa. Después de las sesiones iniciales, se consolida la dinámica del grupo que se
hace capaz de escuchar, reflexionar y atender los más variados problemas que se presentan,
con una significativa participación de todos sus integrantes. El facilitador debe propiciar
progresivamente que el grupo gane una mayor autonomía y favorecer que sus miembros
vayan asumiendo un papel más protagónico.
Por ejemplo, el traslado de los damnificados a un albergue (aunque sea provisional) plantea
nuevos problemas, como el tiempo real de permanencia, el espacio vital disponible (necesidad
de compartir lugares como la cocina y el baño), el mantenimiento de la unidad familiar, la
ocupación de los albergados, el aumento del consumo de alcohol, etc.
Los problemas psicológicos iniciales y las señales de sufrimiento pueden diminuir en la medida
que transcurren las primeras semanas y las personas tienen un proceso de recuperación
natural; también, el grupo y otras acciones desplegadas pueden haber contribuido a mejorar la
estabilidad emocional de las personas. Sin embargo, en este segundo momento, pueden surgir
otras quejas derivadas de las nuevas condiciones de vida. Por otro lado, las reacciones que en
un primer momento se interpretaron como comprensibles o normales, pueden pasar a ser
consideradas como patológicas en la medida que se prolongan en el tiempo o por su
agravamiento. Es posible que el facilitador requiera remitir algunos casos a otras instancias o
servicios especializados.
En esta etapa, cuando el grupo es abierto, puede haber crecido tanto que se haga inoperante;
en ese caso, se puede multiplicar el grupo, o sea, originar dos o más grupos a partir del inicial.
Lo contrario es que el grupo se haya disuelto por una baja participación, lo que ocurre,
generalmente, cuando el trabajo del facilitador no ha sido bueno o no ha logrado una
adecuada motivación.
Las características de trabajo de estos grupos, en los que se abordan problemas emocionales y
de alto contenido humano, hacen imprescindible comenzar el entrenamiento por el
conocimiento de sí mismo que tenga el futuro facilitador, sus fortalezas y debilidades. ¿Cuál es
su real disponibilidad para ofrecer ayuda solidaria a otros en las difíciles condiciones de la
emergencia? ¿Está dispuesto a sacrificar su tranquilidad por lograr la de los demás? ¿Sabe
cuáles son sus características de personalidad? De los conocimientos y habilidades del
facilitador depende, en gran parte, el éxito del trabajo.
El debriefing de sesión única fue de las intervenciones de grupo que gozó de más popularidad
y aceptación en las situaciones de desastres. Actualmente, numerosos expertos no
recomiendan su empleo; la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial
de la Salud también han fijado una posición crítica en este tema (10).
No hay evidencia disponible para recomendar el debriefing psicológico en una sesión, como
intervención básica en la población después de una situación de desastre. Parece ser que esta
técnica y sus diferentes variables no son efectivas y pueden ser contraproducentes al disminuir
la tendencia a la recuperación natural. En los estudios de seguimiento no se ha demostrado
que evite o disminuya la morbilidad por trastornos mentales en los individuos tratados de esta
manera.
No existen pruebas de que este procedimiento, que fue aparentemente útil en el contexto
militar en donde se originó, lo sea en su traslado al medio civil en situaciones de desastres o
gran estrés. No obstante, aún es posible encontrar profesionales y organizaciones que la
emplean.
El concepto de autoayuda y ayuda mutua se vincula a las acciones que emprenden los
individuos o familias con el fin de fomentar y restaurar su propia salud, y para evitar o limitar
las secuelas de una enfermedad. En ellas se aplica un conjunto de conocimientos, experiencias
y destrezas acumulados tanto por los profesionales de la salud como por la población.
Los grupos de ayuda mutua están conformados por individuos que están personalmente
afectados por un problema o condición específica. Son dirigidos por sus propios miembros, lo
cual significa que son quienes directamente sufren el problema los que controlan las
actividades y prioridades de su grupo (4, 5, 12).
La convocatoria puede ser inmediata después del desastre o en la etapa de recuperación. Los
primeros integrantes de un grupo de este tipo deben ser personas que tengan sensibilidad
para la problemática humana y gocen de prestigio en su comunidad, siempre rigiéndose por el
principio de voluntariedad. Éste será el núcleo de enganche y sus integrantes están llamados a
jugar un importante papel en el desarrollo del grupo y su extensión.
Objetivos. Son un conjunto de enunciados claros que definen las áreas sobre las cuales el
grupo desea centrarse.
Como objetivos colaterales deseables, desde el punto de vista de la salud mental, están los
siguientes:
Lograr la más pronta recuperación psicológica de las personas afectadas y evitar que
las respuestas emocionales normales ante el desastre se conviertan en patológicas.
Identificar a los individuos que necesitan una ayuda especializada o individual.
Estructura. En los primeros momentos, el grupo de ayuda mutua puede ser facilitado o dirigido
por un líder formal o un facilitador entrenado para ello, pero también puede ser iniciado por
un maestro, líder no formal de la comunidad u otra persona motivada e interesada. Los
integrantes del grupo inicial, una vez estructurado en sus primeras etapas, deben motivar a
otras personas para que se integren al mismo. Cuando sus actividades se hacen sostenibles, se
pasa a elegir, libremente, una directiva del grupo, que se encarga de su conducción, citación
para las reuniones, periodicidad, propuesta de formas de organización, posibles finanzas,
acciones concretas por seguir dentro del grupo y su extensión al medio social, y otras
cuestiones que garantizan la sostenibilidad en el tiempo del trabajo (meses o años).
Consideraciones finales.
Se ha demostrado que, en situaciones de desastre y emergencia, se produce un incremento de
la morbilidad psiquiátrica y otros problemas psicológicos y sociales. Los procedimientos
grupales son una modalidad de intervención que se ha desarrollado con el objetivo de atender
estas consecuencias psicosociales.
Existen razones que justifican y hacen recomendable trabajar con grupos; entre otras, que la
mayoría de las personas no necesita una atención individual profesional y se beneficia más
mediante la participación en grupos.
Mediante el trabajo de grupo se alivian los efectos psicológicos negativos del desastre, se
aumentan las capacidades de las personas para afrontar o resolver las más variadas
situaciones en la etapa posterior al desastre y se preparan para su reintegración a la vida
cotidiana.
Dar apoyo emocional significa ayudar para disminuir o controlar la aflicción, los miedos, la
tristeza y otras manifestaciones psicológicas derivadas de situaciones de gran impacto.
Educación es transmitir conocimientos básicos sobre el desastre y sus efectos psicosociales.
Los grupos psicoeducativos y de apoyo emocional se integran con personas que necesitan
ayuda psicosocial, comparten problemas o intereses similares derivados de la situación creada
por el evento traumático y, eventualmente, pueden coincidir en cuanto a atributos comunes.
Los grupos psicoeducativos y de apoyo emocional pueden y deben ser facilitados por personal
no especializado como, por ejemplo, trabajadores de atención primaria y personal de ayuda
humanitaria. Un entrenamiento corto y bien diseñado puede ser suficiente para preparar
facilitadores que conduzcan estos grupos.
Los grupos de apoyo emocional pueden beneficiarse de diversas técnicas que dependen de los
conocimientos y destrezas del facilitador. Sin embargo, un principio es que no se puede
permitir que nadie monopolice el trabajo del grupo centrándolo en una sola técnica o
procedimiento específico.
No hay evidencia disponible para recomendar el debriefing psicológico en una sesión, como
intervención básica en la población después de un evento traumatico.
El concepto de autoayuda y ayuda mutua se vincula a las acciones que pueden emprender los
individuos y comunidades con el fin de recuperarse después de un desastre.
Los servicios de salud mental tienen un importante papel que jugar en la organización y el
desarrollo de grupos en el periodo posterior a un desastre.