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FILOSOFÍA TEMA 5 Y 6

1. ACCIÓN MORAL: LIBERTAD, RESPONSABILIDAD Y NORMAS


En nuestra vida cotidiana, valoramos continuamente la conducta de las personas. Juzgamos lo que hacen,
según si creemos que está bien o mal. También es frecuente que pensemos en los motivos y repercusiones de
nuestros actos.

Durante muchos años, los filósofos han intentado entender cómo decidimos lo que está bien y mal en
nuestras acciones. La ética es la disciplina que analiza como juzgamos si las acciones son correctas o no.

Los animales tienen una estructura biológica que les permite adaptarse a su entorno. En este sentido
podemos decir que su vida está determinada por su biología y entorno natural.

Sin embargo, los seres humanos no nacemos adaptados a ningún medio físico. Tenemos que adaptar el
medio a nosotros, creando un mundo a medida y creándonos a nosotros mismos en el proceso. Tenemos que
decidir qué hacer y que elegir entre varias posibilidades. A través de nuestra libertad, construimos
nuestra identidad y destino. Esta capacidad y necesidad de elegir es una parte fundamental de lo que
entendemos por libertad. Este carácter libre y abierto es lo que hace al ser humano responsable de sus actos.

El carácter moral del ser humano se basa en su capacidad de actuar de manera libre. Esta libertad nos
permite elegir entre diferentes opciones y determina si nuestras acciones cumplen con las normas y
costumbres de nuestra comunidad.

Tener una inteligencia consciente y una voluntad libre es lo que permite el ser humano preguntarse que debe
hacer, es decir, qué opción debe elegir la voluntad, entre todas las que muestras su inteligencia por eso entre
una cobra que pica una persona y una persona que envenena a otra hay una diferencia radical la diferencia
está en que la serpiente no es consciente de lo que está haciendo, mientras que la persona sí porque ha sido
un agente libre y consciente de lo que hacía.

La conducta animal es amoral, es decir, ajena e indiferente a la moral, porque está dictada por el
instinto. Pero la conducta del ser humano no puede ser amoral, sino inevitablemente moral o inmoral,
ya que siempre actúa de acuerdo o en contra de las normas morales.

La acción humana es una acción moral, porque involucra una persona que actúa de forma consciente y libre.
Esta persona puede buscar causar un efecto positivo o negativo en sí misma o en otros y su decisión puede
estar de acuerdo o no con lo que se considera correcto, según las normas éticas aceptadas.

1.1. La acción humana


Según Habermas, la acción humana es una acción social, es decir, una acción que se realiza con y ante otras
personas. Las acciones sociales pueden clasificarse en los siguientes tipos:

• Acción regulada por normas: ocurre cuando las personas en una sociedad siguen los mismos valores y
comportamientos generales. Las normas definen lo que se espera de cada miembro de esta sociedad. Por
eso no se espera que actúen de igual manera una profesora y una estudiante o una madre y una hija.
• Acción dramatúrgica: acción donde hay un público y gente que hace la actividad. Por ejemplo un mitin
político o un concierto.
• Acción racional instrumental: acción que se realiza correctamente pensando en lo que puede suceder
después. Si hay más de una persona se llama estrategia.
• Acción comunicativa: busca llegar a un entendimiento y acuerdo con los demás a través del diálogo
argumentativo, que se considera el único medio para justificar y validar nuestras opiniones sobre lo
verdadero bueno y justo.
1.2. Las normas
Los seres humanos establecemos criterios o valores generales para justificar nuestras acciones, para
aceptarlas como buenas. Esos criterios son normas de acuerdo a las que actuamos. Hay diferentes tipos de
normas en función de lo que queremos conseguir y de origen de las mismas:.

• Normas legales: Obligan a todos los miembros de un Estado y no cumplirlas implica un castigo.
• Normas religiosas: son obligatorias para todos los miembros de una religión o grupo, y aunque no
cumplirlas no es ilegal, se considera pecado para los que comparten la misma fe.
• Normas sociales: Vienen determinadas por la tradición y por el tipo de sociedad en la que vivimos. No
cumplirlas no implica un castigo como el de las leyes, pero en sociedades menos democráticas y
avanzadas puede suponerse apartado o marginado.
• Normas morales: son normas que se siguen según su conciencia. Si no se siguen, la consecuencia sentirse
mal. Son las que nos permiten ser buenos personas.

2. LA DIMENSIÓN MORAL DEL SER HUMANO


Los seres humanos somos morales porque no estamos determinados por el instinto. Somos libres y por ello
nos hemos obligados a elegir entre posibles acciones y a justificarlas.

En las acciones morales, el objetivo es el bien. El bien tiene diferentes significados en función de cual sea el
objetivo que estamos buscando. Un bien puede ser algo que necesitamos, por ejemplo el agua cuando
tenemos sed, o aquello que es perfecto en su género “moralmente hablando”, el bien sería aquello que
deseamos por sí mismo, como la felicidad, y no como medio para conseguir otra cosa. Una acción buena es
aquella que cumple con un conjunto de normas que se consideran válidas.

2.1. Moral y ética


La palabra moral viene del latín mores, qué significa “costumbre”. En este sentido, la moral, es el
aprendizaje y la obtención de las buenas costumbres que le vienen bien al ser humano para vivir como un ser
humano y que vienen transmitidas de generación en generación y apoyadas por la experiencia.

Por su parte, la palabra ética proviene del griego ethos, que significa también “costumbre”, pero, además
“carácter y modo de ser”. Esto explica que el término ética tenga un en el lenguaje filosófico un sentido más
interno y de reflexión que la palabra moral.

Podríamos definir la moral como el conjunto de normas que nos dicen como comportarnos en situaciones
específicas para seguir los valores que creemos correctos.

La moral podemos separarla en dos partes:

• La moral como contenido: reglas y valores que una sociedad religión o grupo considera correcto.
• La moral como estructura: los humanos somos seres morales y constantemente debemos elegir y
justificar nuestras acciones.

No nos limitamos a tener una moral y obedecer sus normas, sino que también reflexionamos sobre ellas y
nos preguntamos por qué. Esto es lo que hace la ética. Esta reflexión es necesaria por dos razones:

a) Por qué no en todas las culturas y épocas existen los mismos códigos morales.
b) Porque las normas morales están muy claras en la teoría, pero su aplicación en la práctica es más
complicada, ya sea porque algunas normas van contra nuestros intereses, la presión social, la moda, o la
opinión dominante o porque se requiere un esfuerzo para llevarlas a cabo.

Si la moral es el conjunto de normas que es necesario respetar, la ética es una reflexión teórica acerca de
esas normas morales. La ética es la teoría, y la morales, su aplicación práctica.
3. CARÁCTER, CONCIENCIA Y DESARROLLO MORAL
El ser humano posee, como hemos visto, una naturaleza moral. La conducta del ser humano surge de la
interacción que se produce entre su naturaleza biológica, el medio natural en el que vive y el medio social en
el que nace y crece. Por tanto, sus decisiones se mueven entre la apertura de posibilidades, las restricciones
propias del medio natural o social y los deseos o impulsos propios de su naturaleza, de los cuales no puede
prescindir. La naturaleza moral nos viene dada, pero es algo abierto que se construye históricamente.

3.1. Carácter, acción y virtud


Cada ser humano nace con una disposición particular genéticamente heredada que proviene de su
configuración biológica. Esta disposición recibe el nombre de temperamento.

La acción es un acto concreto y aislado; el hábito es la repetición de acciones similares, y el carácter es el


conjunto de hábitos.

La repetición de acciones crea un hábito y el conjunto de hábitos crea un carácter. Así, nuestras acciones
construyen nuestra forma de ser, nuestro carácter y, a su vez, un carácter ya consolidado acaba
condicionando nuestras acciones, es decir, nos lleva a realizar unas acciones y no otras. Los hábitos
configuran nuestra personalidad, la cual se forma mediante la repetición de acciones que decidimos llevar a
cabo de acuerdo con los proyectos de vida que elegimos. Ejemplo: por mentir una vez no me convierto en
mentiroso, pero si repito continuamente esa acción, acaba convirtiéndose en un hábito que me transforma en
mentiroso y que me condiciona para volver a mentir.

La voluntad es la facultad del individuo para decidir cómo orienta su acción. La voluntad nos lleva a desear
el bien y a esforzarnos por conseguirlo, superando las dificultades (fuerza de voluntad) Pero tomar una
decisión no es algo que se produzca en el vacío y al margen de nuestros hábitos. Por ello es importante crear
hábitos morales buenos.

La virtud en el ser humano es aquello que le hace ser lo que es. Aristóteles entiende las virtudes como
hábitos por los que el ser humano se hace bueno, se autorrealiza en la función que le es propia: la razón y la
libertad. Las virtudes son hábitos y predisposiciones que nos llevan a actuar conforme a la ley moral. La
virtud se sitúa en un término medio justo (el valor, por ejemplo), que será diferente para cada ser humano,
entre dos extremos que Aristóteles considera viciosos: el exceso (la cobardía) y el defecto (la temeridad).
Tradicionalmente y basándonos en el pensamiento de Platón y Aristóteles, se ha considerado que existen
unas virtudes principales o cardinales porque son el eje alrededor del que giran todas las demás.

PRUDENCIA Sabiduría, práctica que nos permite deliberar y decidir


bien en cada caso
Capacidad para sobreponerse al trabajo, el sufrimiento o
FORTALEZA el dolor. Entereza, firmeza de ánimo y capacidad de
autodominio.
TEMPLANZA Control y dominio de uno mismo

La más importante para ambos filósofos, Aristóteles,


como el respeto a la ley, que regula la distribución
JUSTICIA equitativa de cargas y premios en la sociedad y la
relaciones interpersonales. Se orienta al bien común de
toda la sociedad.

Ninguna virtud se produce por naturaleza (son adquiridas. y su consecución exige esfuerzo), pero tampoco se
producen contra la naturaleza, sino por tener aptitud natural para recibirlas y perfeccionarlas mediante el
hábito. La virtud surge del deseo natural, pero se necesita la inteligencia para orientar su impulso hacia el
bien. Los seres humanos nos realizamos necesariamente con los demás, nos hacemos humanos en sociedad.
4. LIBERTAD, CONDICIONAMIENTO Y DETERMINACIÓN
La pregunta por la libertad va indisolublemente unida al problema de la moral. Ser libres implica ser
responsables de nuestras acciones, lo cual hace necesario que tengamos criterios correctos de actuación. Pero
no todas las corrientes filosóficas o tradiciones religiosas y culturales reconocen esta libertad.

4.1. Teorías deterministas


En muchas tradiciones religiosas, se ha creído en la existencia de un plan tejido por los dioses para dirigir
nuestra existencia del que nadie puede escapar: el destino. Así lo entendían los antiguos griegos y romanos.
Desde la psicología conductista se impuso en el siglo pasado la idea de que la conducta del ser humano está
determinada por el entorno social y cultural en el que vive, que es más importante que la propia herencia
genética. Skinner, en su novela Walden dos, llega a idear una comunidad utópica en la que no existe ningún
problema de convivencia porque sus habitantes han sido sometidos a un riguroso plan de condicionamientos
psicológicos por parte de los que él llama "ingenieros de la conducta". Skinner sostiene que una tecnología
de la conducta puede resolver los problemas Individuales y sociales si eliminamos conceptos como
"libertad", "responsabilidad” o "dignidad", por carecer de significado.

Actualmente, la neurociencia aplicada al estudio de la vida moral del ser humano -la neuroética- nos dice que
la gente obedece a códigos de conducta sólidamente anclados en su cerebro, lo cual hace que nos planteemos
si nuestros juicios y conducta moral están o no determinados por nuestra biología.

4.2. Condicionamiento o libertad condicionada


No podemos negar que nuestra constitución biológica, la educación que recibimos y el ambiente social y
cultural en el que vivimos influyen en nuestra conducta. Todos estos factores condicionan nuestro
comportamiento, pero no está claro que lo hagan hasta el punto de determinarlo. Si esto fuera así,
careceríamos de la capacidad de elegir con libertad nuestras acciones y, por tanto, no seríamos responsables
de ellas.

Si nuestra conducta estuviera determinada totalmente, entonces tendrían el mismo valor moral los actos de
Hitler que los de Nelson Mandela: ninguno sería responsable de lo que hizo.

Una cosa es reconocer la existencia de bases cerebrales de una ética universal y otra muy distinta,
fundamentar la conducta moral en el cerebro. La moralidad tiene una base cerebral, pero también mental y
social, mientras que la fundamentación de la ética nos exige, además, dar razones ante las preguntas con que
se nos presentan las normas y los valores que llamamos "morales".

4.3. Libertad para elegir


No somos libres para elegir lo que nos sucede (familia, sociedad en que nacemos, etc.), pero sí para
responder a lo que nos sucede de un modo u otro.

A lo largo de la historia han existido colectivos que, a pesar de vivir en condiciones de sumisión e injusticia y
de no conocer otra cosa, han luchado por romper sus cadenas y vivir con dignidad: pueblos colonizados,
minorías étnicas, mujeres, trabajadores, colectivos LGTBIQ+, etc.

La libertad se entiende, pues, como lo contrario a la esclavitud. El individuo libre es el que puede decidir
cómo quiere vivir y participa con los otros en la construcción de las normas que han de regir la vida en
común.

4.4. El miedo a la libertad


Diferentes corrientes filosóficas han defendido que nos asusta la libertad. A veces nos gustaría que
decidiesen por nosotros porque la responsabilidad nos pesa mucho. Sartre sostenía que el ser humano es tan
libre que se siente inmensamente solo y por ello la elección de cómo vivir se convierte para él en una
condena.
5. ¿EN QUÉ CONSISTE SER BUENA PERSONA?
Teniendo en cuenta todo lo dicho anteriormente, los principales modos de actuar de una buena persona serían
los siguientes:

5.1. Desarrollar una afectividad moral madura


Podríamos decir que una buena persona es aquella que se conmueve y se siente interpelada por la fragilidad
de todo ser humano, en especial, de sus próximos y de los más frágiles o vulnerables. Los sentimientos
morales relacionados con esta forma de sensibilidad son la empatía, la compasión, la tolerancia, la
benevolencia, la vergüenza, la culpa ... Pero estos sentimientos pueden conducir a conductas moralmente
buenas o malas.

5.2. Razonar bien


Una buena persona es razonable, es decir, es consciente de la complejidad de la realidad y se esfuerza por
conseguir un pensamiento crítico y creativo, un pensamiento que tiene como guía la búsqueda de la justicia y
que es cuidadoso con lo que tiene valor.

Este tipo de pensamiento se genera en el diálogo: una buena persona sabe escuchar y tiene en cuenta las
opiniones de los demás a la hora de formar las suyas. La persona que razona bien justifica sus puntos de vista
con razones, busca los mejores medios para conseguir sus fines, tiene en cuenta los presupuestos y las
implicaciones de sus afirmaciones, se esfuerza por construir buenos argumentos. No debemos confundir el
derecho a opinar, que es fundamental, con la idea de que todas las opiniones son buenas. Todas aquellas
opiniones basadas en prejuicios racistas, sexistas o discriminatorios de algún tipo no son aceptables porque
van contra la dignidad humana, han sido nefastas a lo largo de la historia y, por tanto, son perfectamente
rechazables en cualquier sociedad avanzada y democrática.

5.3. Conocer el mundo en que vivimos


Una buena persona es capaz de conmoverse ante el sufrimiento del otro, pero también conoce el medio en
que ese sufrimiento se produce y sus causas. Por ello, es necesario estar informados sobre los problemas de
todo tipo que nos rodean a fin de no delegar en otros nuestras decisiones. Para conseguir el bien ético, hay
que conocer y aplicar estrategias que sean técnicamente posibles y eficaces, para que nuestra acción sea
realmente transformadora.

5.4. Obrar bien


Una buena persona es aquella que, en su obrar, busca la consecución de formas de vida que posibiliten vivir
con dignidad y plenitud a sí misma y a todos los seres humanos.

5.5. El mal: mal radical y mal banal


A lo largo de la historia se han cometido grandes injusticias, dominaciones de unos pueblos por otros.
explotación, guerras, torturas, genocidios ... Las masacres ocurridas en los campos de exterminio y la
aniquilación de poblaciones enteras nos llevan a preguntarnos por el origen del mal, por lo que Kant llamó
"el mal radical".

Desde Agustín de Hipona hasta Hannah Arendt han existido interesantes reflexiones sobre el mal, de las que
vamos a destacar la de esta última, que llegó a la conclusión de que el peor mal no radica en la naturaleza
humana, no es radical. Se trata, más bien, según Arendt, de un “mal banal", pues el criminal del totalitarismo
no era un monstruo ni un loco, sino alguien tan superfluo que era incapaz de pensar por sí mismo.

6. EL JUICIO MORAL
Una tarea importante de la ética es explicar en qué nos basamos para justificar o criticar moralmente una
acción, es decir, qué criterio utilizamos para realizar juicios morales.

Las respuestas a esta pregunta se pueden clasificar en dos grupos: el racionalismo moral y el emotivismo
moral.
El racionalismo moral no niega que las emociones puedan influir en el juicio moral, pero no son la causa de
este. Considera el juicio moral, y no los sentimientos, como el núcleo de la teoría moral. Es la postura que
sostienen Kant o Kohlberg.

El emotivismo moral, por su parte, sostiene que la intuición moral, incluidas las emociones, son la causa de
los juicios morales, que equivalen a expresiones del gusto. No cabe, pues una argumentación racional para
defender nuestras preferencias o nuestras aversiones morales, como no cabe un razonamiento para convencer
a alguien de que le tiene que gustar una determinada comida o un tipo particular de música. Es la postura
sostenida por Hume, que consideraba la empatía como principal sentimiento ético.

Una postura intermedia entre las dos anteriores sería el cognitivismo ético, que defiende que frente a los
emotivistas defiende un cognitivismo ético (los juicios y principios éticos tienen un núcleo articulado
cognitivamente y no son meras expresiones de sentimientos o preferencias), pero critica también a los
racionalistas porque consideran al sujeto moral como un geómetra moral y por no haber tenido en cuenta que
la razón moral se produce en contextos de género y de comunidades. Esta postura es defendida por Seyla
Benhabib o Karol Gilligan.

7. ¿PUEDE HABER PRINCIPIOS MORALES UNIVERSALES?


7.1. El relativismo moral
Los sofistas observaron la diversidad y heterogeneidad de los valores y normas que rigen la convivencia de
los seres humanos. Distintos pueblos tienen diferentes valores, leyes y normas morales, que a lo largo del
tiempo se modifican en función de las circunstancias. Por ello, los sofistas consideran que las normas
morales no se fundamentan tanto en la naturaleza de las cosas cuanto en los acuerdos y convenciones
sociales. Esta postura recibe el nombre de relativismo moral. Este punto de vista contrasta con el de Platón,
para quien el bien es independiente de nuestras decisiones, de modo que nuestros actos serán buenos no
porque así lo decidamos y acordemos nosotros, sino en la medida en que participen de la Idea de bien, que es
inmutable, universal y eterna. A esta otra postura la llamamos universalismo moral y constituye el espíritu de
la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

7.2. El universalismo moral


Sostiene que los ideales morales de justicia, igualdad, fraternidad..., son propuestas morales, modos de vida
que nos proponemos conseguir porque consideramos. que una vida de acuerdo con estos valores tiene
consecuencias preferibles y valiosas para todos los seres humanos: tienen, de algún modo, un valor objetivo
y no arbitrario.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos constituye un programa ético que recoge la tradición de
derechos sociales y civiles reconocidos anteriormente. A lo largo de la historia, los seres humanos vamos
tomando conciencia de nuestra condición de personas, de la dignidad que como tales nos corresponde y de
los derechos que tenemos y nos reconocemos. El respeto de estos derechos es necesario para poder
realizarnos de acuerdo con nuestra naturaleza racional y para poder vivir juntos pacíficamente.

Estos derechos que tenemos como seres humanos no se fundamentan en el acuerdo al que llegan los países
que firman esta declaración. Los países firman la declaración porque reconocen que esos derechos existen y
son intrínsecos a la condición de persona que tiene todo ser humano. La persona, como dice Kant, tiene
dignidad y, por ello, merece respeto.
8. TEORÍAS ÉTICAS
8.1. Bien y justicia: ética de máximos y ética de mínimos
Todos los principios éticos, siempre que sean positivos y beneficiosos para nosotros, pueden resumirse en un
único valor: el bien. Cuando nos referimos al bien de todos, hablamos de justicia.

La ética que se ocupa de orientar la vida del individuo hacia el bien, podemos denominarla ética de
máximos, porque su objetivo es alcanzar la felicidad y la plenitud del individuo. La ética que busca la
justicia se puede dominar ética de mínimos, porque su objetivo es encontrar unos valores y
comportamientos mínimos respetados por todos que permitan una convivencia armónica.

ÉTICA DE MÁXIMOS ÉTICA DE MÍNIMOS

Valor fundamental El bien, una buena vida La justicia, una sociedad justa

Ámbito El individuo La sociedad

Objetivo Orientar la vida personal a la Regular la vida social para que sea
felicidad y la plenitud armónica
Nivel de exigencia Lo que cada persona decida Un mínimo exigible a todo sujeto
racional
Justificación Deseo personal de bien y felicidad Aspiración de todas las culturas

Criterio Lo que me da plenitud Lo que es razonable mediante el


consenso
Valores principales Bien, virtud, amor, sosiego, belleza, Justicia, paz, igualdad, libertad,
fraternidad,… respeto

9. PRINCIPALES TEORÍAS ÉTICAS SOBRE EL BIEN


9.1. El origen occidental de la ética
La reflexión ética se inicia con los sofistas, palabra que significa “sabio”. Se trataba de un grupo de maestros
de retórica, oratoria y dialéctica que ejerce su actividad en los siglos 5:15 a. C.

Un rasgo común a los sofistas fue el relativismo cultural y moral. Durante sus numerosos viajes,
observaron que lo que era aceptable en una sociedad puede ser mal visto en otra. Esto llevó a pensar en la
moral como una mera convención, es decir, un acuerdo entre los miembros de una comunidad. Como
resultado, rechazaron la idea de principios morales, universalmente válidos, ya que cada sociedad establecía
sus propias convenciones morales, basadas en sus intereses económicos, políticos, culturales. Los cuales
varían de un lugar a otro.

En oposición relativismo, moral y cultural de los sofistas, el filósofo Sócrates defendía la idea de que existen
valores objetivos y universales, como el bien y la justicia. Sócrates sostenía firmemente que el propósito de
la filosofía era buscar, a través del uso de la razón, las verdaderas definiciones de estos conceptos éticos.

Sócrates creía que si una persona comprendía completamente lo lo que es el bien, entonces naturalmente
actuaría de manera correcta. Así, el conocimiento del bien conlleva su práctica, pues uno descubre que
hacer el bien lo mejor tanto para asimismo como para los demás. El que actúa mal lo hace por ignorancia o
desconocimiento (intelectualismo moral).

9.2. Eudemonismo de Aristóteles


Aristóteles fue de los primeros filósofos en defender el eudemonismo ético, que sostiene que el objetivo final
de la vida se alcanzar la felicidad. Para él, la felicidad se encuentra en la vida contemplativa, donde la razón,
el conocimiento y la moralidad juegan un papel fundamental. La sabiduría aumenta nuestras opciones, pero
la que nos guía en la toma decisiones es la prudencia.
Para alcanzar la felicidad, los seres humanos deben utilizar dos facultades: la comprensión y la voluntad.
Con la comprensión, entendemos como debemos actuar correctamente, y con la voluntad, ponemos ese
entendimiento en práctica. La forma correcta de actuar para lograr la felicidad se llama virtud.

Según Aristóteles, la virtud es un hábito a hacer el bien que se adquiere con la práctica.

La razón define la virtud como un término medio entre dos extremos viciosos. No se trata de una cuestión
numérica, sino de encontrar el equilibrio a través de la moderación, que se perfecciona con la experiencia.

9.3. El hedonismo
El hedonismo es una doctrina que dice que el placer es lo más importante para ser feliz. Los cirenaicos,
seguidores de Aristipo, creían que el placer sensorial era la clave. Por otro lado, los epicúreos también creían
en la importancia del placer, pero lo veían como la ausencia de dolor y preocupaciones (ataraxia). Según
Epicuro, para lograr esta felicidad, debemos ser cuidadosos con los placeres, ya que lo que nos hace felices
hoy podía causarnos dolor mañana y viceversa.

9.4. Hedonismo moderno: utilitarismo


El utilitarismo es una doctrina ética, muy similar al eudemonismo y hedonismo, ya que relaciona la felicidad
con placer, pero surgió mucho después, en la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX. Fue fundada por Jeremy
Bentham y desarrollada por John Stuart Mill.

La idea principal del utilitarismo es el principio de utilidad, que dice que una acción es moralmente correcta
si produce la mayor felicidad para la mayor cantidad de personas. En este enfoque, el placer se considera un
bien que beneficia a todos.

Ven, buscaba crear una ética basada en la ciencia, utilizando un cálculo cuantitativo de placeres y dolores.
Creía que esta información podría ser utilizada para llevar a cabo reformas sociales que maximizarán la
felicidad para la mayor cantidad de personas posible.

Por otro lado, Stuart Mill decía que los placeres humanos no solo difieren en cantidad, sino también en
calidad. Distinguía entre placeres inferiores y superiores, identificando a estos últimos, aquellos que
promueven el desarrollo moral e intelectual del individual.

10. TEORÍAS SOBRE LA JUSTICIA


Las teorías éticas de la justicia se centran en la imparcialidad, ya que consideran que es una condición
fundamental para la justicia.

10.1. La ética de Kant


Kant transformó la ética con su formalismo moral que busca ser universal. Mientras que la de Kant es una
ética Formal, las anteriores a él eran éticas materiales.

Para entender esto, es importante primero entender la diferencia entre la materia y la forma de la ética. La
materia se refiere al contenido moral. La forma se relaciona con la función moral de la ética. La ética de
Kant se centra únicamente en la forma, ya que no contiene nada que pueda ser rechazado por alguna razón.

ÉTICA FORMAL Formal Deontológica Autónoma


Criterios que indican qué Las acciones son correctas Es el propio sujeto racional,
forma y requisitos han de y las realizo con buena quien se impone asimismo
tener los actos para ser voluntad la ley moral
justos.

Nos dicen cómo han de ser


nuestros actos
Además, las éticas materiales emplean imperativos hipotéticos, y la ética Formal utiliza imperativos
categóricos:

• Un imperativo hipotético es un mandato con un contenido concreto, que tiene validez si los conduce a un
fin.
• Un imperativo categórico es un mandato absoluto, que se sigue por respeto al deber, independientemente
de las consecuencias. Kant ofrece tres formulaciones del imperativo categórico:

a) “Obra, de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre como ley universal”
b) “Obra, de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre
con un fin y nunca meramente como un medio”.

10.2. La ética del consenso


Siguiendo la idea de Sócrates sobre el diálogo racional para descubrir la verdad y la perspectiva de Kant que
solo las normas universales son válidas, Habermas promovió la ética del diálogo. Dice que una norma moral
es buena cuando las personas afectadas por ella están de acuerdo con ella libremente.

El diálogo debe tener los siguientes requisitos:

• Todos los afectados por una determinada norma, deben participar en el diálogo
• Todos deben tener las mismas oportunidades de argumentar su postura
• No puede existir coacción de ningún tipo
• No sé tener en cuenta sobre el interés particular, sino el interés común

10.3. El velo de la ignorancia


John Rawls, motivado por los mismos principios de imparcialidad y universalidad de Kant y Habermas, en
su obra “teoría de la justicia” optó por partir de un recurso artificial al que denominó la posición original.

Se trataba de plantear una situación hipotética en la que una serie de personas tendrían que establecer las
normas de convivencia que iban a ordenar. La sociedad de aquellos también iban a formar parte, pero debían
diseñar las normas sin conocer las características de ninguno de sus miembros, ni el lugar que iban a ocupar
esas normas en la sociedad.

El no conocer esas características, se le llama velo de la ignorancia y pretende garantizar la imparcialidad de


los que crean las normas. De este modo, la situación ideal del diálogo queda relevada por la posición
original. Los que tienen que hacer las leyes van a gobernar la sociedad, sin después saber qué clase social o
trabajo que si va a tocar hacer. Por eso mirarían que nadie saliera perjudicado, porque así les garantizaría que
todo el mundo tuviera unos mínimos reconocidos y respetados. De este modo, se acordará una serie de
derechos básicos para todo el mundo, como la libertad, de pensamiento, de expresión o de asociación, así
como atención a los menos aventajados de la sociedad, lo cual contribuiría a definir una auténtica ética de la
justicia

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