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EL CHOCORRAMO ESTÉTICO

A modo de introducción, hablaremos de un producto cuyo valor histórico ha logrado


que Colombia se posicione como un referente de la panadería y la repostería a nivel
global. También, buscaremos comparativos y similitudes con otros productos de la
misma marca y de diferente. Mencionaremos la necesidad de acompañar este producto
con una bebida y cuestionaremos este acompañamiento.
Corría la época de los 50’s en Colombia, mientras Bogotá se recupera aún de los
desmanes del bogotazo, en Boyacá, está saliendo del horno, uno de los primeros
ponqués que cambiaría el rumbo gastronómico del país. Don Rafael Molano y su esposa
Ana Luisa Camacho, por el rebusque de aumentar sus ingresos comenzaron a preparar
tortas y ponqués que fueron vendiendo entre sus allegados, hasta volverlos casi
producto básico de la canasta familiar colombiana. Utilizan la receta de la madre de don
Rafael, la señora Mercedes Olarte. Creando tortas con alta porosidad y una blandura
“dulzonga” que cede sin remedio ante la humedad exagerada de la saliva. En poco
tiempo lograron llegar a gran parte del territorio Nacional, posicionándose como uno de
los principales “Mecatos”. Doña Luisa y Don Rafael, tuvieron ocho hijos. Fueron ellos,
sus principales consumidores y supervisores de calidad cuando Productos Ramo era
apenas un suspiro queriéndose volver respiración. Eran, en principio, a los que se les
consultaba sobre los nuevos sabores del ponqué.
Aunque ya Ramo inundaba tiendas en el país, faltaba algo que les diera el impulso de
colonizar toda la nación. Una noche en la casa de los Molano Camacho, a uno de sus
hijos, se le ocurre bañar en chocolate uno de los ponqués sabor a vainilla. Fue entonces
cuando por primera vez en la historia del país, se prueba un Chocorramo. Don Olimpo
Díaz, panadero de la familia, se encargó de ejecutar la idea del pequeño y materializarla.
Tardó más de cinco meses en conseguir que el ponqué no se partiera con el peso del
chocolate. El chocolate debía tener la densidad correcta y el calor en un punto
específico para que se lograra endurecer sin ningún problema en el ponqué. En la
segunda mitad del año 1972 se comercializó oficialmente con su emblemático nombre.
El consumidor promedio colombiano le da tal acogida a este producto, que rápidamente
logró convertirlo en el ponqué más vendido de Ramo. En tan solo 10 años, ya la familia
Molano Camacho, había logrado construir 3 fábricas a lo largo de la agrimensura
colombiana.
Ahora bien, este prefacio era para tener un contexto claro sobre la importancia del
Chocorramo en la sociedad colombiana. Hoy en día, se vende en chazas, tiendas,
minimercados, supermercados, almacenes de cadena, en unidad, en paquetes por cinco,
o en pacas gigantes.
Así qué, fui a la tienda y me compré un Chocorramo, el cual tuvo un costo de 2.300$.
Lo destapé, lo olí, lo consumí y vengo a contarles mí experiencia. Cuando abres un
Chocorramo, pueden pasar dos cosas: la primera es que tienes el clásico ponqué bañado
en chocolate. O te encuentras con un ponqué deshecho y un chocolate pegado al
empaque. En esta ocasión, hallé el primer panorama, sin antes aclarar, que ya había
algunas partes del mismo adheridas al plástico. La envoltura es un tanto delicada, hace
que su destape sea rápido y preciso, pero en caso de que se ejerza una fuerza mayor a la
soportada por el envoltorio, este se rasgará hasta el final poniendo en gran riesgo al
chocorramo. Teniendo las precauciones necesarias, procedo a romper de un tirón la
parte superior de la bolsa. Noto inmediatamente que, aunque el chocorramo está en un
buen estado, el calor ya hizo que sus esquinas inexistentes, se desprendieran del mismo.
Con el destape, se levanta un aroma de chocolate dulce acompañado por el olor
inconfundible de los ponqués Ramo, que llama mi atención y pone en alerta todo mi
sistema gustativo. Lo conduzco hasta mi boca y sin pensar le doy la primera mordida.
Puedo sentir esa combinación del chocolate y el ponqué en su punto de mayor
equilibrio. Continuo hasta acabar con el Chocorramo, cabe resaltar, que es la primera
vez en mucho tiempo que engullo por completo uno de estos ponqués. Al finalizar,
queda en mí la sensación de querer beber algo, algo que arranque de mis papilas, mi
paladar y toda mi boca la huella sebosa que ha dejado a su paso el chocolate del mismo
Chocorramo. Esto es algo que yo hago consiente, aunque en Ramo, recomiendan
siempre acompañar este ponqué con leche, yogur, malta o gaseosa. ¿Acaso sabrán ellos
algo que nosotros no? No es mi punto, pero me referencia para continuar con mi
exposición. Al beber una malta, noto como poco a poco va desapareciendo de mí la
sensación grasa que había quedado y el sabor chocolatoso del ponqué. Ahora, solo he
quedado con el empaque sucio en mis manos, una malta vacía y como si nada hubiera
pasado. El paso del Chocorramo no deja nada muy memorable en mi experiencia, más
que un leve sabor en mi paladar. Tampoco he quedado antojado de otro Chocorramo,
más bien, no quisiera comer uno de estos ponqués en mucho tiempo. Recuerdan el sabor
dulce del chocolate, más el sabor tradicional del ponqué ramo en un equilibrio perfecto.
Este “equilibrio” sólo duró unas cuantas mordidas, de ahí para adelante, este sabor se
fue transformando en un empalago. Puesto que la grasa del chocolate es tan invasiva
que es capaz de anular por completo la porosidad del ponqué. Bueno, aunque porosidad
no es que exista mucho en esta presentación del ponqué, ya que es una torta que
requiere un tratamiento diferenciador para poder que soporte el peso del chocolate, esto
hace que la misma, sea más seca y más compactada que las tradicionales, por lo tanto, al
vaciarle encima una taza de chocolate graso caliente, esto produce un ponqué más duro
y más seco que el resto del catálogo. Lo curioso del tema, es que ellos tienen más
productos con cobertura de chocolate, pero ninguno es tan duro y seco como el exhibido
en este escrito. Por ejemplo, podemos tomar los Gansitos, también productos de ramo,
con cobertura de chocolate. Estos, para equilibrar lo graso del chocolate, lo hacen en
una versión pequeña y aparte, le rellenan con crema o mermelada. Generando una
experiencia gustativa muy diferente a la del chocorramo, pero más que por su relleno,
me interesa que se logra evidenciar que no es necesario un ponqué cubierto de chocolate
de la talla del Chocorramo, para lograr llegar al empalago. Ahora bien, si comparamos
con la competencia, tenemos el Chocoso. Producto que tiene un valor menor, adicional
su empaque es más resistente a la apertura, pero más fácil de abrir. Reduciendo el riesgo
de que el ponqué salga volando por los aires. Mas no es muy diferente del protagonista
en sabor y en textura. Ambos comparten un ponqué de base duro, falto de relleno y
teniendo el Chocoso, menos grasa en su chocolate.
Esta es la experiencia general de probar un Chocorramo. Desde la comparación. Pero
sin describir aún, mi estesis del mismo. Para ello, lo haré basado en dos textos. El
primero, Estética cotidiana y juegos de la cultura (Katya Mandoqui) y el segundo,
Estética de lo Peor (José Luis Pardo). La idea es que, a través de citas bibliográficas, yo
pueda expresar mi sentido estético del ya mencionado producto.
En primera instancia, la relación precio-calidad del Chocorramo esta desbalanceada,
debido a que el mercado nos dice que, podemos obtener el mismo producto con
diferente multinacional, pero a un costo menor. Sin embargo, esta no siempre fue la
realidad del ponqué. Hace algunos años por la mediatez de las redes sociales, éste
adquirió gran popularidad. Generando que el Chocorramo obtuviese, un valor estético.
Y ¿Por qué estético? Verán, en las redes sociales se comienzan a popularizar
experiencias subjetivas positivas, con el producto lo que genera una ola de respuestas,
también subjetivas, respaldando las primeras. ¿Qué se obtiene? Un producto que
traspasa de lo cotidiano a lo extra-cotidiano, a través de una experiencia estética narrada
en diferentes voces. Claro está que esto no es premeditado, sino, una consecuencia del
uso de las redes sociales. Ahora bien, todo esto ocasiona que hoy en día el Chocorramo,
sea víctima de lo que Mandoqui llama “fetiche estético”, pues la cultura colombiana,
infiere que este producto debe ser bien acogido en la sociedad. Esto reafirma lo
planteado por Mandoqui cuando refiere “Suponer su existencia autónoma es incurrir en
un fetichismo, pues su fuerza de atracción sólo existe por y en el sujeto” (K.Mandoqui
2006. 19), es decir, concebir que el Chocorramo debe gustarles a todos, solo por el
hecho de ser Chocorramo, es negar la capacidad de decisión y de raciocinio de cada
sujeto. También lo podemos ver, en otras palabras, en la conversación sostenida por
Cipión y Berganza:
La hipótesis epistemológicamente poco costosa heredera de la superstición (arraigada
en las famosas «listas de pasiones del alma» a las que los filósofos del XVII y del XVIII
eran tan aficionados) según la que los hombres de todos los tiempos y lugares siempre
sienten y sentirán las mismas emociones. Pero, en realidad, lo que cada individuo
siente en su insondable privacidad glandular es indecidible: es decir, que no se decide
qué es lo que realmente sentirnos (si es piedad o hilaridad, y si es piedad griega o
shakespeareana, si es humor inglés o chirigota) hasta que no es posible una expresión
susceptible de ser experimentada en común (y, por tanto; comunicada); cuando esto
sucede -y el que suceda es producto del arte-, se ha inventado (o sea: se trata de una
ficción) una manera de sentir que antes no existía (o sobre cuya existencia anterior
toda especulación es inútil) y que, al tornarse existente -o, lo que es lo mismo,
comunicable-, nos proporciona una re-descripción inédita de nosotros mismos, de
aquellos con quienes tenemos en común ese sentimiento y, en suma, amplía nuestra
capacidad de sentir (que es lo mismo que nuestra capacidad de comunicar nuestros
sentimientos) más allá de los límites de nuestra concreta polis, por lo cual no es
recomendable encargar a los políticos la lista de emociones que los poetas deben
inventar. (J.L Pardo Estética de lo peor 2011. 14)
A lo que quiero llegar con esta cita, es que primero se debió mediatizar el consumo del
chocorramo, atravesado por la experiencia estética, para poder comprender la
importancia de la individualización de dicha experiencia.

También quiero destacar, que en sus inicios el Chocorramo tiene un valor diferente,
cualitativa y cuantitativamente hablando, esto, desde la mediatez de las redes sociales,
donde se genera la experiencia estética y esto ocasiona que el producto se cree a sí
mismo como un nuevo producto, sin perder sus características originales. Solamente
transformando su forma de percibirlo. Y lo podemos validar en la siguiente afirmación
de Mandoqui:
De nueva cuenta, Dufrenne nos confunde pues, además de que el objeto y su percepción
son indistinguibles y no pueden estudiarse por separado -ya que sólo hay objetos para
la percepción y toda percepción siempre es percepción de algo--- se equivoca al
afirmar que "la percepción, estética o no estética, no crea un objeto nuevo". Por
supuesto que lo crea, no físicamente pero sí experiencialmente. Antes de la percepción,
el objeto no existe como tal, pero al ser percibido estéticamente, el objeto antes no
valorado en esa dimensión adquiere un nuevo carácter que lo altera cualitativamente.
(K.Mandoqui 2006. 23)

Al recoger la información que aquí expreso, puedo concluir que la estesis del
Chocorramo, se da cuando el sujeto que lo consume puede evocar (según lo mediático),
un sentimiento, sensación o recuerdo basado en la infancia. En mi caso y como el de
muchos, esta experiencia no ocurre. Sencillamente, porque en mis vivencias, no existe
el valor estético, con este producto, que describen en las redes sociales. Pero no quiere
decir que no sea capaz de reconocer este valor en otros productos tales como la Golosía
o Dulcinea.

Así pues, si se me hubiera pedido describir mi experiencia estética de mi mecato


favorito, este texto habríase nombrado LA DULCINEA ESTÉTICA.

Bibliografía
 https://www.ramo.com.co/ponque-ramo/
 https://www.portafolio.co/negocios/empresas/ramo-llega-a-mas-mercados-
internacionales-501246
 ESTÉTICA DE LO PEOR - José Luis Pardo
 PROSAICA I - ESTÉTICA COTIDIANA Y JUEGOS DE LA CULTURA -
Katya Mandoki

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