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Rebeca y Kant

Mientras arreglaba la cocina anoche, me percaté que las gatas estaban teniendo una fuerte
discusión filosófica. Quise mediar, pero me pareció mejor dejar que ellas resolvieran su conflicto.
Escuché atentamente y continué con las ollas. No sé bien en qué momento de la conversación
llegué, llevaban rato de maullido en maullido y de vez en cuando, un calvazo por parte de Rebeca.
La Negra decía: -si el límite del conocimiento es la razón, entonces ¿dónde quedamos nosotras
que somos diosas? Rebeca solo se lamía y respondió con ironía: -Negra, ya te he dicho que, para
la razón, nosotras somo fenómenos, y de lo que estás hablando, son los noúmenos, seres o entes o
cosas, que habitan en la metafísica. Y si estamos acá, es porque de acá somos. Yo notaba a La
Negra un poco fuera de sí, resulta que ella es de las que ve vídeos en tik tok, donde hablan de que
los gatos son extraterrestres, o como dioses y que nosotros, los humanos, somos sus esclavos. Yo
no trato de explicarle eso, porque me gusta caer en ese juego. Pero Rebeca sí lo tiene claro. -Mamá,
dice La Negra, si yo soy perfecta y bella. Mírame estas patas, esta cola esponjosa, estos ojazos
amarillos y este pelaje negro como la noche, ¿cómo me vas a decir que no soy una diosa? Ahí
viene otro calvazo de Rebeca, mientras le dice: Negra, la perfección al igual que la belleza, es un
ideal que está en el mundo de las ideas, allá donde están los noúmenos. Por lo tanto, tú eres bella,
solo ante los ojos subjetivos de quien tenga algún interés en ti. La Negra con gran desilusión bebe
un poco de agua y se sube al mueble mientras le da la espalda a Rebeca y a mí. Rebeca se acerca
despacio, le da dos lengüetazos en las orejas, mientras le va diciendo: -En nuestra condición de
animales, no podemos dejarnos llevar siempre por la sensación, hay que abogar a la razón. Porque
la sensación nos engaña, mira que cuando el dos patas (se refiere a mí), nos deja el arenero sucio
todo el día, ambas tenemos la sensación de matarlo y echarlo por el balcón, pero nos ponemos un
poco reflexivas y razonables al pensar que, si hacemos esto, quién nos limpiará luego la arena o
peor aún, quién llenará de las deliciosas croquetas nuestros tazones. La Negra da un leve giro de
su cabeza, suspira y agrega: -Esta bien mamá, estas en lo cierto. Pero sí me queda una duda,
entonces ¿qué es lo bello? -Negra, ya te lo he dicho, responde Rebeca, es lo natural que genera
placer, entendimiento, que es libre, es decir, que no se tiene interés alguno por su apreciación y,
sobre todo, que no tiene ninguna intervención de los dos patas. En pocas palabras, la naturaleza en
sí misma. -Ah entonces ahí sí entraríamos nosotras, porque somos creadas por la naturaleza,
responde La Negra. -No, replica Rebeca, porque básicamente, con el corte tan horrible que nos
hizo el dos patas, ya estamos intervenidas por él. Además, recuerda que para que sea considerado
Bello, debe ser universal y nosotras no somos universalmente bellas, porque no faltará el que nos
vea horrible por tener la nariz chata o el que tenga algún interés sobre nosotras. A este punto, yo
hacía rato había terminado con los trastes, solo que me había quedado inmóvil frente al lavaplatos,
poniendo atención a cada maullido que salía de entre sus bigotes. Quise preparar un tinto, y me
senté en el comedor a seguir escuchando estas profundas reflexiones sobre la concepción de lo
bello que tiene Rebeca. Me parece una gata muy dogmática en su forma de pensar. Lo manifesté
en voz baja porque no quería interrumpir, sin embargo, escuché que, desde el mueble, Rebeca me
respondía con un maullido seco y me ponía de nuevo en mi sitio de espectador. -Además de tener
una pésima visión de la estética animal, veo que también te encanta lanzar juicios de la moral. Yo,
me quedé impávido ante este comentario y lo que único que pude hacer, fue continuar sentado en
silencio, mientras bebía mi taza de café. Había quedado un poco conmocionado por la forma en
que me habló Rebeca, así que no seguí escuchando y me concentré en preparar la cena. Mientras
picaba cebolla y tomate, pensaba en las mejores frases con las que me hubiera gustado responderle
a esa gata insolente, pero no pude. Hice el hoga’o, monté la arepa y batí los huevos, cuando de
momento escucho de nuevo a la Gata esa que se cree mejor que yo, decir lo siguiente: -La
diferencia entre lo bello y lo sublime, es que lo sublime es una sensación, producida por la
magnitud de la naturaleza al poner en riesgo, la vida. - ¿Cómo así má? Pregunta La Negra. Menos
mal preguntó ella, porque yo también tenía la misma duda. -A ver... continua Rebeca, Las Cataratas
del Niagara, un rayo, el mar, la selva amazónica, un volcán, un ventarrón, todas estas, son
expresiones sublimes de la naturaleza, al ser peligrosas para la vida y al no estar subordinadas a la
raza del dos patas. -Mamá, pero a mí no me parece lindo un rayo, además que me asusta demasiado.
Eso suena muy duro y siempre pienso que me caerá a mí. Manifiesta La Negra. No Negra, lo
sublime es subjetivo, pero es universal. Es decir, te debe parecer bello, porque es algo que crea la
naturaleza como lo bello que te explicaba ahorita, y ahí, justo cuando sientes temor, es cuando deja
de ser bello, para volverse sublime. -Mamá, pero entonces lo sublime no me gusta, porque me
asusta. -Claro hija, pero lo sublime no solo es eso, también es una experiencia estética que
concluimos, al poner en juicio la ley moral. O sea, debemos elevarla (la ley moral) por fuera de
los límites de la sensibilidad para que nos evoque un sentimiento de respeto. Al escuchar esto la
cabeza casi me explota tratando de entender lo que la desgraciada de Rebeca estaba tratando de
decir. No tuve más remedio que abrir mi bocota para pedir un poco de compasión para con este
humilde dos patas analfabeto. ¿A qué te refieres Rebe? Pregunté. Ella solamente volteó su cara y
me dejó con la pregunta. Insistí varias veces, incluso sometiéndola a múltiples formas de caricias,
pero ella se resistió. Tuve que seguir con la cena, porque la arepa ya estaba muy tostada, el huevo
muy seco y la aguapanela hirviendo. Dejé de atender mientras servía la comida, y vuelvo y
escucho. -En lo bueno hay interés, hay razón, hay utilidad, hay concepto y es objetivo, dice Rebeca.
Este es el juicio de lo moral. En lo agradable, hay interés, es subjetivo y tiene un fin. Y en lo bello,
no hay interés, es subjetivo y tiene un fin. Comprendí entonces que la Rebeca tiene un pensamiento
muy Kantiano. Cuando quise comer, la cena estaba fría, dejó de ser agradable y solo era bella.
Pero me cayó pesada porque la leche no era deslactosada.

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