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TEMA 4

Los derechos fundamentales:

1. Delimitación terminológica.- 2. Evolución de los derechos


fundamentales.- 3. Concepto de derechos fundamentales.- 4.
Naturaleza de los derechos fundamentales.- 5. Características de los
derechos fundamentales. 6. Los derechos fundamentales en la
Constitución española de 1978.- 7. Estructura del Título I de la CE.-

1.- DELIMITACIÓN TERMINOLÓGICA.

Se denomina derechos constitucionales a todos aquellos consagrados en la


Constitución, bien a los ciudadanos españoles, bien a toda persona natural o
jurídica sea o no española. La Constitución española de 1978 recoge tales
derechos de forma sistemática en el Título I, aunque existen otros derechos
que se encuentran fuera de dicho Título esparcidos por el resto de la Norma
Fundamental (García Cuadrado).

La terminología utilizada para hacer referencia a los derechos y libertades


garantizados a las personas o a los ciudadanos es variada. Además de la
expresión “derechos constitucionales” se utilizan otras: “derechos
humanos”, “derechos naturales” “derechos fundamentales”,
“libertades públicas”, etc.

- Se denominan derechos humanos: a los que corresponden a todo


hombre o mujer por el mero hecho de ser persona, con
independencia de su reconocimiento en el Derecho Positivo.
Ejemplo: cada vez que se protesta ante la opinión pública
internacional porque en un Estado no se respetan los derechos
humanos. No importa que su ordenamiento jurídico no los
reconozca, porque se entiende que existen en todas partes, aunque la
Constitución o las leyes de ese Estado silencien o nieguen tales
derechos. El mismo sentido tiene esta expresión cuando
representantes de varios países se reúnen para redactar una tabla de
“derechos humanos” precisamente porque se desea comprometer al
mayor número de Estados posible en el reconocimiento jurídico
positivo interno de los mismos.
- Cuando se acepta que esos derechos corresponden al hombre en
razón del Derecho natural, se les denomina también “derechos

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naturales”, por eso a veces se habla de “derechos naturales del
hombre”.1
- La expresión “derechos fundamentales”, que se ha impuesto sobre
las anteriores, se utilizó, según parece, por primera vez en Francia
(droits fondamentaux) hacia 1770, es decir, en plena Ilustración,
dentro del movimiento político y cultural que más tarde desembocó a
la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de 1789, aunque en dicha Declaración ya fue desplazada
la expresión “derechos fundamentales” por “derechos del hombre”.
En cambio, donde sí cuajó el término fue en Alemania
(Grundrechte), siendo incorporado a la Constitución de 1848,
considerada como la única alemana del siglo XIX radicalmente
liberal y con cierta proyección democrática. La expresión reapareció
en la Constitución de Weimar de 1919 (república
semipresidencialista en que se constituyó Alemania tras perder la I
Guerra Mundial y que duró hasta 1933 en que gana las elecciones el
partido nazi) y, nuevamente, tras el paréntesis nacionalsocialista,
reaparece la expresión “derechos fundamentales en la Ley
Fundamental de Bonn de 1949, de donde la tomaron los
constituyentes españoles de 1978. En principio, se considerarían
como fundamentales aquellos derechos humanos reconocidos en el
Derecho Positivo de los Estados, y como normalmente ese
reconocimiento suele estar en la propia Constitución, es frecuente
que hoy en día se les denomine también “derechos constitucionales”,
aunque en el ordenamiento jurídico español no todos los derechos
constitucionales son derechos fundamentales en sentido estricto,
como veremos más adelante.
- Por otro lado y en un sentido más técnico, se utiliza todavía en
ocasiones la expresión “derechos públicos subjetivos”, que procede
de la doctrina alemana de finales del siglo XIX, que surgió con el fin
de unificar la teoría de los derechos humanos quitando de ella toda
connotación ideológica iusnaturalista. Nuestro Tribunal
Constitucional utiliza en ocasiones esta expresión.
- También se habla a veces de “libertades individuales”, como reflejo
de la concepción liberal de los derechos humanos. Y asimismo de
“libertades públicas”, aunque algunos piensan que éstas no se
refieren a todos los derechos fundamentales sino sólo a aquellos
llamados derechos de libertad.
1
El iusnaturalismo o Derecho natural es una teoría ética y un enfoque filosófico del Derecho que
postula la existencia de derechos del hombre fundados en la naturaleza humana, universales, anteriores y
superiores (o independientes) al ordenamiento jurídico positivo y al derecho fundado en la costumbre o
derecho consuetudinario.
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2.- EVOLUCIÓN DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES.-

Los derechos fundamentales van unidos la historia de las sociedades


y de los pueblos, los cuales han ido construyendo una práctica y una teoría
de los mismos. En esta construcción han incidido, de forma particularmente
intensa, dos concepciones cruciales: el liberalismo y el socialismo. El
liberalismo, porque la aparición de la economía de mercado, el
individualismo, la teoría del contrato, el Estado liberal, etc., son factores
que hacen posible que surja el pensamiento acerca de un núcleo irreductible
de derechos del hombre. El socialismo, porque significa la superación de
algunos enunciados puramente formales del liberalismo, al tiempo que
aporta la construcción de otros muchos derechos hasta entonces
desconocidos, como son los derechos económicos, sociales y culturales
(ejemplo: el derecho al salario del art. 35 CE).

En definitiva, el concepto de derechos fundamentales es un concepto


histórico, que ha venido formándose, enriqueciéndose y evolucionando a lo
largo de la historia de la sociedad.

Este desarrollo se ha producido desde los primeros reconocimientos


de derechos en:
• la Declaración de Derechos del Buen Pueblo de Virginia de
1776;
• las diez primeras enmiendas (Bill of Rights) de la
Constitución federal norteamericana de 1787 (las diez
primeras enmiendas fueron ratificadas en 1791);
• la Declaración francesa de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de 1789.
• la Constitución de la República Francesa de 1848.
• la Constitución de Weimar de 1919.
• la Constitución italiana de 1947.
• La Ley Fundamental de Bonn de 1949.
• Las Constituciones de las democracias más jóvenes como la
de Portugal (1976) y España (1978), donde se incluyen
derechos más novedosos, originados por las necesidades y
problemas creados por el avance tecnológico y el desarrollo
económico y social.

Todo ello sin olvidar el proceso de “internacionalización” de los


derechos, que comienza con la Declaración Universal de Derechos
Humanos de 1948, y continúa con la variada complejidad de los
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Convenios, Pactos y Declaraciones sectoriales protectoras de los derechos
humanos, como son el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de
1966, la Declaración de los Derechos del Niño de 1959, Declaración de
Derechos de la Mujer de 1957, etc. Y ello combinándose con un fuerte
régimen internacional de garantías en el Convenio Europeo para la
Protección de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales de 1950,
así como la proclamación de la Carta de Derechos Fundamentales de la
Unión Europea (Carta de Niza) de 2000 y el posterior reconocimiento de su
valor jurídico vinculante y el establecimiento de su ámbito de aplicación
por el Tratado de Lisboa de 2007, cuya entrada en vigor se produjo el 1 de
diciembre de 2009.

3.- CONCEPTO DE DERECHOS FUNDAMENTALES.-

Con los derechos fundamentales nos referimos a “aquellos derechos


humanos garantizados por el ordenamiento jurídico positivo, en la mayor
parte de los casos en su normativa constitucional, y que suelen gozar de una
tutela reforzada” (Pérez Luño).

Tradicionalmente dentro de las Constituciones se distingue un doble


contenido: por un lado, organizan el poder del Estado (parte orgánica) y por
otro definen los criterios fundamentales que han de configurar esa
organización y su funcionamiento, en especial con los individuos, (parte
dogmática). Las declaraciones de derechos forman parte de este segundo
bloque de materias constitucionales, de la parte dogmática, representando
su núcleo esencial. Es decir, ese núcleo esencial de la parte dogmática de
las constituciones son las declaraciones de derechos y libertades y en ellas
se articula el sistema de relaciones entre el individuo y el Estado, y definen
los límites que la dignidad humana impone al poder público, determinando,
a la vez, los fines básicos que dicho poder debe perseguir en su acción
diaria, como por ejemplo la salvaguarda de su libertad y seguridad.

Los derechos fundamentales son, por tanto, un elemento estructural


del Estado de Derecho, de manera que difícilmente pueden concebirse
ambos como realidades separadas: sólo allí donde se reconocen y
garantizan los derechos fundamentales existe Estado de Derecho y sólo
donde está establecido el Estado de Derecho puede hablarse de auténtica
efectividad de los derechos fundamentales. Así, el paso del Estado liberal
decimonónico al Estado democrático sólo es comprensible por la

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ampliación de determinados derechos fundamentales de naturaleza
democrática, en especial el derecho de voto. A su vez, sólo se puede hablar
de Estado social de Derecho cuando se reconocen otros derechos
fundamentales de naturaleza social, como por ejemplo el derecho a la
educación. Dicho de otra manera, los derechos fundamentales no son sólo
un límite jurídico al poder público dentro del sistema democrático, son, por
encima y antes de ello, un elemento necesario e imprescindible de dicho
sistema, de manera que no es posible hablar de democracia sin derechos
fundamentales porque ambos conceptos se funden y se presuponen
recíprocamente.

La Constitución española de 1978 posee en el Título I, dedicado a


los “derechos y deberes fundamentales”, uno de los pilares básicos de la
definición del Estado español como social y democrático de Derecho que
realiza en el art. 1.1 CE. Este Título I de nuestra Constitución es donde se
realiza esa declaración de derechos del ordenamiento español: en el Título I
se enumeran los derechos fundamentales. Se denominan fundamentales por
la importancia que poseen dentro del ordenamiento como elemento
material básico para configurar el sistema jurídico y político.

4.- NATURALEZA DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES.-

Coherentemente con las funciones que cumplen las declaraciones de


derechos, los derechos fundamentales reconocidos en el Título I poseen una
doble naturaleza:
• Por una parte tienen una naturaleza que se ha denominado
“objetiva”, ya que son fruto del consenso entre los ciudadanos
y las fuerzas políticas, y además tienen la función de informar
y legitimar todo el ordenamiento jurídico y todo el entramado
constitucional. Según el propio Tribunal Constitucional “son
elementos esenciales de un ordenamiento objetivo de la
comunidad nacional, en cuanto ésta se configura como marco
de una convivencia humana justa y pacífica, plasmada
históricamente en el Estado de Derecho y, más tarde, en el
Estado Social de Derecho o el Estado social y democrático de
Derecho, según la fórmula de nuestra Constitución” (STC
25/81, caso legislación antiterrorista I

• Por otro lado, los derechos fundamentales tienen una


naturaleza individual o subjetiva. Siguiendo las palabras del
propio TC, “los derechos fundamentales son derechos
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subjetivos, derechos de los individuos, no sólo en cuanto
derechos de los ciudadanos en sentido estricto, sino en cuanto
garantizan un status jurídico o la libertad en un ámbito de
existencia” (STC 25/81 ya citada). Por tanto, conforman el
estatuto jurídico de los ciudadanos en relación con el Estado y
en el seno de la sociedad, esto es, respecto a los poderes
públicos y también respecto a terceros (en las relaciones entre
particulares).

La dimensión objetiva (o axiológica) y la subjetiva (o individual) de


los derechos fundamentales, han de tenerse constantemente presentes a la
hora de entender e interpretar la realidad político constitucional, y a la hora
interpretar y aplicar la Constitución a un caso concreto, tanto por su íntima
interdependencia como por su característica consistente en que los derechos
fundamentales son elemento estructural del estado social y democrático de
Derecho.

Todo el Derecho (el ordenamiento jurídico) habrá de estar inspirado


por el sistema de valores recogido en la Constitución y en especial en los
derechos fundamentales, y tanto la aplicación e interpretación de la
Constitución, como su desarrollo por ley, y la aplicación e interpretación de
la ley, habrá de realizarse a la luz de los valores que los derechos
fundamentales representan e incorporan. En definitiva, los derechos
fundamentales son los componentes estructurales básicos, tanto del
conjunto del ordenamiento objetivo como de cada una de las ramas que lo
integran porque, como dice el art. 10.1 de la CE, “son el fundamento del
orden político y de la paz social” (STC 53/85, FJ 4).

Por esta razón el constitucionalismo democrático ha desarrollado el


principio del mayor valor de los derechos fundamentales, según el cual, en
caso de incertidumbre u oscuridad sobre el estatuto jurídico de los
derechos, hay que dar siempre preferencia a la interpretación que ofrezca
mayores garantías a sus titulares.

.-CARACTERÍSTICASDELOSDERECHOS

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FUNDAMENTALES.-

1. Consagración constitucional de los derechos de un modo


abundante. No es indiferente que un derecho esté o no incluido

en la Constitución, si se enumera en ella, queda dotado de la


máxima estabilidad y consagración jurídica.
2. Vinculación a todos los poderes públicos y, por tanto,
indisponibles también para el legislador, que deberá respetar
su contenido esencial (art. 53.1 CE).
3. Tienen eficacia directa, es decir, que son exigibles ante los
tribunales con independencia de que sean desarrollados o no
por el legislador.
4. Están sometidos a una tutela judicial especial, preferente y
sumaria, denominada amparo ordinario, que es el
procedimiento que desarrolla el art. 53.2 de la CE.
5. Son susceptibles de recurso de amparo ante el Tribunal
Constitucional (denominado amparo constitucional).
6. Tienen reserva de ley orgánica, según el art. 81 de la CE; es
decir, una vez que son desarrollados por el legislador, lo han
de ser por ley, que además ha de tener el carácter de orgánica.

6.- LOS DERECHOS FUNDAMENTALES EN LA CONSTITUCIÓN


ESPAÑOLA DE 1978.-

El Título I de nuestra Constitución desarrolla las afirmaciones del


Preámbulo y del Título Preliminar, sobre todo las contenidas en los
artículos 1.1 y 9.
En el art. 1.1 se formula la concepción constitutiva del Estado como
“social y democrático de Derecho”, concepción de la que derivan
exigencias normativas (de desarrollo y protección de derechos
fundamentales básicos); y como el mismo art. 1.1 propugna como valores
superiores del ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el
pluralismo político, de ello también derivan exigencias normativas, si cabe,
aún más reforzadas.

En el art. 9, en su apartado 1, define el “principio de


constitucionalidad” así como lo que significa el Estado de Derecho (los
ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al

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ordenamiento jurídico); en su apartado 2, un principio estructural del
Estado social de Derecho: el relativo a la “función promocional de los
poderes públicos” (corresponde a los poderes públicos promover las
condiciones para la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en
que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan
o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos
en la vida política, económica cultural y social); y en su apartado 3 los
principios de: legalidad, jerarquía normativa, publicidad de las normas,
irretroactividad de las disposiciones no favorables o restrictivas de
derechos individuales, seguridad jurídica, responsabilidad e interdicción de
la arbitrariedad de los poderes públicos (que como ya sabemos son
principios del ordenamiento jurídico).

El Título I es, ciertamente, muy extenso y también muy complejo en


su organización. Esta extensión y su correlativa complejidad pueden hacer
pensar que la Constitución establece una lista exhaustiva de derechos,
siguiendo la tendencia ya plasmada en la Declaraciones de derechos, de
procurar concretarlos al máximo para eliminar en lo posible la abstracción
de su formulación y ganar en seguridad y precisión a la hora de aplicarlos,
facilitando su realización. En este sentido, el constituyente español se
preocupó por aquilatar y racionalizar la experiencia de las constituciones
europeas de posguerra, recibiendo abiertamente influencias de la
Constitución italiana, de la Ley Fundamental de Bonn y de la Constitución
Portuguesa.

Sin embargo no cabe desconocer que la inclusión de una lista cerrada


de derechos puede acarrear ciertas dificultades por la petrificación
constitucional que en esta cuestión se produciría. La experiencia
constitucional comparada arroja el balance de un prolongado
enriquecimiento de los derechos fundamentales, tanto en lo que se refiere a
su número como en el descubrimiento de nuevos matices y consecuencias
en los ya existentes, antes imprevisibles, debido a la variable y progresiva
complejidad de las sociedades actuales y al cada vez más acelerado
desarrollo tecnológico y científico. No en vano se identifican ya por los
estudiosos hasta cuatro generaciones de derechos:

1. Los de la primera generación serían aquéllos que identificamos


como libertades clásicas y básicas de carácter individual:
libertades religiosa y de creencias, de expresión, de
circulación, derechos de propiedad, derecho a la seguridad
personal, etc.

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2. Los de la segunda generación atienden a aquellos derechos y
libertades de carácter colectivo que hace posible la interacción
de los individuos y de los grupos en el seno de las sociedades
complejas: derechos de reunión y asociación (arts. 21 y 22),
derechos de participación (art. 23), etc.
3. Los de la tercera generación son los genéricamente calificamos
de económicos, sociales y culturales: derechos a la salud, al
trabajo, a la educación, al ocio, al desarrollo de una vida
familiar normal, a una vivienda digna, etc.

4. Finalmente, como derechos de cuarta generación apuntan otros


que están ligados al progreso tecnológico y científico:
protección personal frente a la manipulación de datos
informáticos o los derechos relacionados con la biomedicina.

Nuestra carta de derechos es rica y variada, puesto que recoge y


protege derechos de las tres primeras generaciones mencionadas y apunta
también rasgos protectores de los de la cuarta, mientras que otras
constituciones, como por ejemplo la alemana, se concentran en el
reconocimiento y garantía de los derechos de la primera y segunda
generación. Pero a pesar de su carácter avanzado en la materia, cabe que
con el tiempo se le escapen situaciones y prestaciones necesarias para los
ciudadanos si se considera que la enumeración contenida en su catálogo de
derechos es cerrada. Quizá hubiese sido más acertado haber tenido la
precaución de disponer un numerus apertus de derechos y libertades para
poder incluir los nuevos que fueran apareciendo como necesarios al
evolucionar la sociedad, sin tener que proceder a la reforma de la
Constitución. A estos efectos se aduce que hubiera podido inspirarse en la
enmienda nº 9 de la Constitución americana de 1787 (“Aunque la
Constitución enumera ciertos derechos, no ha de entenderse que niega o
menosprecia otros que conserva el pueblo”), o en nuestro precedente de la
Constitución de 1869 (“La enumeración de los derechos consignados en
este título no implica la prohibición de cualquier otro no consignado
expresamente”), o, en fin, el artículo 16.1 de la Constitución portuguesa (“
los derechos fundamentales consagrados en la Constitución no excluyen
cualesquiera otros que resulten de las leyes y de las normas aplicables de
Derecho internacional”).

Sin embargo es innegable que en la CE de 1978 existe una vocación


de plenitud en la formulación constitucional de los derechos y libertades
fundamentales, pues en su Título I realiza una Declaración de derechos
completa, solemne y expresa que persigue, (según García de Enterría),

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asegurar el papel del ciudadano en el sistema político con el triple objetivo
de: 1) respetar su esfera privada, 2) reconocer su determinante
participación en la formación de la voluntad estatal y 3) organizar un
sistema de prestaciones positivas. Además, esa vocación de plenitud se
manifiesta en la cláusula que contiene el art. 10.1 de la CE, el cual
encabeza el Título I, que es considerado por muchos autores como la puerta
abierta a la recepción de los derechos fundamentales no formulados
expresamente en la CE, permitiendo así la evolución y adaptación del
sistema de derechos a las necesidades de los nuevos tiempos.
El artículo 10.1 de la CE (claramente copiado del art. 1 de la Ley
Fundamental de Bonn) dice así: “La dignidad de la persona, de los
derechos inviolables que le son inherentes, el libres desarrollo de la
personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son el
fundamento del orden político y la paz social”.

Asimismo existen en nuestra Constitución otras vías de apertura


del sistema de derechos fundamentales (o vías de entrada de los
mismos):

1. La cláusula contenida en el art. 10.2 de la CE: “Las normas


relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que
la Constitución reconoce, se interpretarán de conformidad
con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los
tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas
materias ratificados por España”. Esta cláusula ha
determinado que se incorpore la doctrina del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos a la hora de delimitar el
contenido de los derechos fundamentales por nuestro Tribunal
Constitucional. (La Declaración Universal de Derechos
Humanos fue adoptada por la Asamblea General de Naciones
Unidas y firmada en París el 10-12-1948 y en ella se recogen
los derechos considerados básicos de los seres humanos. En
su exposición de motivos se dice que se hace con el fin de
evitar la barbarie cometida en la segunda guerra mundial).
2. El legislador, al desarrollar los derechos fundamentales puede
alterar o suprimir facultades de los mismos, pero sin suprimir
las que afectan al contenido esencial del derecho (ha de
respetar su contenido esencial). Sin embargo, cuando dichas
facultades desarrolladas por ley (siempre ley orgánica) son
violadas (por formar parte de su contenido esencial, se
considera vulneración del propio derecho fundamental (así lo

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ha reconocido el TC en numerosas sentencias). Por ejemplo,
el reconocimiento legal a los sindicatos de la facultad de
presentar candidaturas y de la promoción de éstas (en las
elecciones de delegados sindicales), que pese a derivar de un
reconocimiento “legal”, se integran en la libertad sindical del
art. 28 CE, tanto en su aspecto colectivo como individual.
3. La interpretación de los derechos fundamentales reconocidos
por la Constitución realizada por el TC en sus sentencias: que
ha dado como fruto el reconocimiento de otros derechos que
materialmente no están incluidos en la CE. Así por ejemplo:

la integración del principio non bis in ídem (no juzgar dos


veces por lo mismo) en el derecho fundamental al principio de
legalidad en materia penal y sancionadora, reconocido y
garantizado por el art. 25.1 de la CE; o bien la primeramente
llamada “libertad informática” y posteriormente “derecho a la
protección de datos de carácter personal” a partir de los
dispuesto en el art. 18.4 de la CE en relación con los tratados
y convenios internacionales sobre la materia ratificados por
España; así como el derecho de establecer el “ideario” o
“carácter propio” del centro docente como exigencia del
pluralismo externo en materia educativa, como parte de la
libertad de creación de centros docentes reconocida en el art.
27.6 de la CE tanto a las personas físicas como jurídicas.

7.- ESTRUCTURA DEL TÍTULO I DE LA CE.-

El Título I se denomina “De los Derechos y deberes fundamentales”,


aunque su contenido es más complejo que el simple enunciado o elenco de
derechos y deberes.

El Título I se divide en cinco Capítulos, presididos a su vez por el art.


10, que actúa como pórtico introductorio de todo el título y en él se recalca
el carácter básico del individuo, de su dignidad como tal y de sus derechos
para el orden político, asimismo en el apartado segundo, se establecen
determinadas reglas de interpretación de los derechos fundamentales.

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• El Capítulo I (“de los españoles y extranjeros”), regula las
condiciones de ejercicio de los derechos fundamentales, si bien,
algunas de esas condiciones representan en sí mismas derechos. Así
se regula en los artículos 11, 12 y 13: la nacionalidad, la mayoría de
edad de los españoles y los derechos de los extranjeros en España.
• El Capítulo II (“derechos y libertades”) es el apartado en que se sitúa
la auténtica declaración de derechos, que se divide a su vez en dos
secciones precedidas del reconocimiento del principio de igualdad
ante la ley y en la ley (art. 14); la Sección Primera se denomina “de
los derechos fundamentales y las libertades públicas” (art. 15 a 29); y
la Sección Segunda se titula “de los derechos y deberes de los
ciudadanos” (art. 30 a 38). Esta división en dos secciones es
sumamente importante en lo que se refiere al distinto nivel de
protección que alcanzan los derechos según se encuentren en la
sección primera o en la segunda, a la luz de lo dispuesto en el art. 53.
Sólo los derechos reconocidos en el art. 14 y los reconocidos en la
Sección 1ª (art. 15 a 29) pueden calificarse como derechos
fundamentales “en sentido estricto”, aunque a veces se aplique
esta terminología a todo el Capítulo II e incluso, de forma
técnicamente incorrecta, a todo el Título I.
• El Capítulo III (“De los principios rectores de la política social y
económica”), como su propia denominación indica, no reconoce
propiamente derechos subjetivos sino “principios rectores” que
deben presidir la acción de los poderes públicos. Se trata de un
bloque de derechos denominados por la doctrina “económicos,
sociales y culturales”.
• El Capítulo IV (“De las garantías de las libertades y derechos
fundamentales”) está dedicado a las garantías normativas,
institucionales y jurisdiccionales de los derechos y libertades
fundamentales, convirtiéndose en la verdadera clave de todo el
sistema, porque un derecho vale lo que vale su garantía.
• El Capítulo V (“De la suspensión de los derechos y libertades”) tiene
por objeto la regulación constitucional de los diferentes supuestos y
condiciones en los que es posible la suspensión de algunos derechos
y libertades o más bien de sus garantías: supuestos de suspensión
general o colectiva en los estados de excepción y de sitio y supuestos
de suspensión individual en relación con la actuación de bandas
armadas o elementos terroristas.

Por otra parte hay que tener presente que no todos los contenidos de los
citados preceptos 14 a 29 CE comprenden derechos fundamentales, pues
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junto al reconocimiento de ellos existen también normas que no reconocen
propiamente derechos fundamentales, estableciendo reglas
complementarias a la regulación de éstos: mandatos al legislador (20.3 CE),
normas finalistas (art. 25.2 CE), garantías institucionales (art. 27.10 CE)
etc. Asimismo el TC ha establecido que no contienen derecho fundamental
alguno protegible a través del recurso de amparo: ni la previsión contenida
en el art. 27 de la CE que establece que los poderes públicos
inspeccionarán y homologarán el sistema educativo para garantizar el
cumplimiento de las leyes, pues no forma parte del derecho a la educación
(STC 86/85 y 26/87); ni la contenida en el art. 16.3 de la CE, según la cual
los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias de la sociedad
española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la
Iglesia Católica y las demás confesiones.

A todo lo dicho hemos de añadir que, aunque la mayor parte de los


derechos (fundamentales o no) están recogidos y regulados en el Título I,
existen otros derechos constitucionales diseminados por el texto
constitucional que no están dentro de la declaración de derechos contenida
en dicho Título I:

Así, el derecho a la indemnización por errores judiciales (art. 121), el


derecho al ejercicio de la iniciativa legislativa popular (art. 87.3), el
derecho a participar en la administración de justicia a través de la
institución del Jurado (art.125), el derecho a la audiencia de los ciudadanos,
directamente o a través de las organizaciones y asociaciones reconocidas en
la ley, en el procedimiento de elaboración de las disposiciones
administrativas que les afecten (art. 105.a), la participación en la empresa y
el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción
(art.129), etc.

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