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Las teorías de la causalidad

En el desarrollo de la dogmática penal han sido muchas las teorías que han intentado
responder a la pregunta por la relación de causalidad. De ellas sólo han subsistido en
la práctica dos: la teoría de la equivalencia de las condiciones (conditio sine qua non) y
la teoría de la causalidad adecuada. Lo que diferencia un punto de vista del otro es
que, mientras la primera postura considera como relevante para el derecho penal una
conexión causal concebida en el sentido de las ciencias naturales, la segunda trata de
limitar los resultados de una consideración meramente natural incluyendo puntos de
vista valorativos que restringen el concepto de causalidad a la causalidad jurídico-
penalmente relevante.
I La teoría de la equivalencia de condiciones
Esta teoría renuncia a la determinación de una causa del resultado y afirma que todas
las condiciones de éste tienen idéntica y equivalente calidad causal. Causa del
resultado de muerte de la víctima es tanto la acción que le produjo una lesión leve
como el incendio del hospital en el que murió mientras se hacía curar.
Partiendo de esta concepción de la causalidad se elaboró la llamada fórmula de la
teoría de la condición, cuya finalidad es la de permitir una aplicación práctica sencilla
de los principios causales de ésta. Para ello es preciso distinguir las condiciones
positivas (acciones en sentido estricto) de las negativas (omisiones).
En el primer caso, cuando se trata de condiciones positivas, la fórmula establece que
una acción es causa del resultado si, suprimida mentalmente su realización, aquél no
se hubiera producido. Por ejemplo: "A" dispara un arma de fuego contra "B" y éste
muere; si se suprime mentalmente (hipotéticamente) la acción de "A", "B" no moriría
de esa manera y en ese momento; por tanto, la acción "A" es causa de la muerte de
"B".
En el segundo supuesto, el de las llamadas condiciones negativas, la fórmula
prescribe un procedimiento inverso de verificación de la causalidad. Según éste, una
omisión sería causa de un resultado si, supuesta mentalmente la realización de la
acción omitida, aquél hubiera sido evitado. Por ejemplo: "X", que es un buen nadador y
no tiene impedimento alguno para salvar a "Y", que no sabe nadar y ha caído en la
parte más profunda de la piscina, no realiza el menor intento de salvarlo, por lo que "Y"
muere ahogado. Si se supone mentalmente la acción de salvamento omitida por 'X ',
"Y" no hubiera muerto, razón por la cual la omisión de "X" sería causal de la muerte de
“Y”.
La aplicación de esta fórmula requiere tomar en cuenta ciertas advertencias. En primer
lugar, es necesario no suponer hechos no ocurridos realmente (nexos causales
hipotéticos). Por ejemplo: "A" y "B" dejan cada uno su bastón en el perchero de una
taberna en la que desean beber algo; más tarde, "C" y "D" comienzan una agria
disputa, en la que "C" echa mano al bastón de "A" y golpea con éste a "D" causándole
heridas de consideración. Una correcta aplicación de la fórmula sería la siguiente: si
"A" no hubiera dejado el bastón allí, "C" no hubiera podido golpear a "D" con él; por
tanto, la acción de "A" es causa (¡lo que no significa todavía que "A" sea responsable!)
de la lesión sufrida por "D", en forma equivalente a la acción de "C". Por el contrario,
sería incorrecto afirmar que "A" no sería la causa toda vez que, suprimida
mentalmente su acción de dejar el bastón, el resultado no desaparecería, ya que "C"
hubiera tomado el bastón de "B" y producido el mismo resultado de lesiones a "D". La
incorrección de esta última aplicación de la fórmula de la teoría de la condición se
funda en que se supone una condición meramente hipotética (que "C" hubiera utilizado
el bastón de "B").
En segundo lugar, se debe tener en cuenta que, una vez puesta una condición por un
sujeto, puede intervenir otro u otros. Si la intervención del tercero no es intencional,
será causa del resultado la acción del que puso la primera condición tanto como la del
que puso las restantes. Por ejemplo: "A" deja un arma de fuego cargada sobre una
mesa; "B" toma el arma y comienza a jugar con ella; el arma se le dispara y mata a
"C". Las acciones de "A" y "B" son causa del resultado de muerte de "C" porque,
suprimida mentalmente cada una de ellas en forma alternativa, la muerte de "C" no se
hubiera producido. Las opiniones no son unánimes, sin embargo, cuando la
intervención del tercero es intencional. Los partidarios de la "teoría de la prohibición de
regreso"44 estiman que, si la condición ha sido puesta en forma libre y consciente por
el tercero, no deben tomarse en consideración las condiciones anteriores a tal acción
libre y consciente. En el ejemplo anterior, entonces, si "B" toma el arma y mata
intencionalmente a "C", la acción de A no debería tomarse en cuenta desde el punto
de vista causal
La teoría de la condición o de la equivalencia de condiciones tiene dificultades para
separar, como irrelevantes, las contribuciones al hecho que están muy alejadas del
momento de la acción (por ejemplo, el obrero que interviene en la fabricación del arma
resultaría también causa del homicidio cometido con ella). Por ese motivo, quienes
parten de esta teoría restringen luego la punibilidad a los nexos "relevantes
jurídicamente"
La fórmula de la teoría de la condición, es decir, la fórmula de la supresión hipotética
de la acción, es en realidad engañosa. En verdad, sólo es posible saber si con la
supresión hipotética de la acción desaparecería el resultado, si se conoce ya de
antemano la causalidad. En otras palabras, para responder a la pregunta de si el
resultado no habría tenido lugar en caso de suprimirse mentalmente la acción
realizada es preciso saber previamente si la acción ha causado el resultado. Quien no
sepa que el disparo de un arma de fuego puede producir la muerte de una persona no
puede saber tampoco si, al suprimirse mentalmente la acción de disparar, el resultado
no se habría producido. La fórmula de la teoría de la condición, por lo tanto, no resulta
apta para investigar la existencia de la causalidad.
Por esta razón, en la actualidad las preferencias se inclinan por la llamada teoría de la
ley de la causalidad natural. Según ella, la causalidad de una acción respecto del
resultado depende de que la conexión de ambos esté respaldada por la existencia de
una ley causal natural general, de la que el caso concreto sea una expresión particular.
Ambos problemas deben mantenerse estrictamente independientes uno del otro. Debe
afirmarse en primer término una ley causal natural general (por ejemplo, que las
heridas en el cuerpo bajo ciertas condiciones producen infecciones, que a su vez
pueden conducir a la muerte de la víctima) y luego que el caso que se juzga se
subsume bajo ella (por ej emplo, que la víctima haya sido herida y que la herida haya
producido la muerte). Cuando se dice "ley causal natural" quiere significarse que se ha
comprobado un número estadísticamente representativo de casos en los que se repite
el mismo resultado y que permite, en consecuencia, suponer una relación causal
general.
La cuestión referente a la existencia de esta ley causal natural no es susceptible de
ser apreciada "según la conciencia" del tribunal (art. 741, LECr.), sino que requiere una
constatación pericial fundada en conocimientos especializados.
El Tribunal Supremo en su sentencia del 23/4/92 (caso del "síndrome tóxico" o del
envenenamiento masivo con aceite de colza desnaturalizado) ha discutido las
diferentes posiciones que existen respecto de la significación normativa de la ley
natural de causalidad. En ella (fundamento jurídico 1 ) se ha establecido que "existe
una ley natural de causalidad cuando, comprobado un hecho en un número muy
considerable de casos similares, sea posible descartar que el suceso haya sido
producido por otras causas". Al mismo tiempo, el Tribunal Supremo tomó distancia
respecto del punto de vista sostenido anteriormente en la STS 693/86, del 12/5/86, en
la que, a propósito de los allí llamados "cursos causales no verificables", se afirmaba
que la "demostración propia del derecho "es distinta de la científico-natural en tanto no
supone una certeza matemática y una verificabilidad excluyente de la posibilidad de lo
contrario, sino simplemente la obtención de una certidumbre subjetiva". Asimismo el
Tribunal Supremo se distanció de los criterios aplicados para la determinación de la ley
natural de causalidad en la STC 105/83, al señalar que ésta no se podía fundamentar
en el "común sentir de las gentes", y el error de concepto que subyace en esta
sentencia (y en la STS del 29/2/83) al confundirse un problema de motivación con una
cuestión de causalidad material
La teoría de la causalidad adecuada
El intento más difundido de neutralizar la amplitud de los resultados a que conduce la
aplicación estricta de la teoría de la conditio sine qua non es la teoría de la causalidad
adecuada. Para ella no toda condición es causa, en el sentido del derecho penal, sino
solamente aquellas que, de acuerdo con la experiencia general, habitual - mente
producen el resultado. Por ejemplo: una dosis de arsénico es causa del resultado de
muerte porque, habitualmente y según la experiencia general, tal dosis de arsénico
causa la muerte. Por el contrario, una bofetada no es adecuada para producir el
resultado de muerte; si como consecuencia de ella se deriva la muerte de la víctima
porque ésta es hemofílica y la bofetada produjo una pérdida de sangre de efecto letal,
este resultado no podría considerarse, según la teoría de la causalidad adecuada,
como causado por aquélla. La teoría de la equivalencia de las condiciones admitiría la
relación causal inclusive en el caso del hemofílico que acabamos de considerar. Con el
criterio de que sólo son causas las que habitualmente producen el resultado según la
experiencia general, la acción de dar la bofetada sólo es causa de lesiones, pero no
del resultado de muerte.
La teoría de la causalidad adecuada es criticable primeramente porque, para juzgar
sobre la adecuación de la causa, parte del conocimiento general. Por lo tanto, cuando
el conocimiento del sujeto concreto es más amplio que el conocimiento general (por
ejemplo, un químico que ha descubierto propiedades de una sustancia que no son
generalmente conocidas) debería negarse la causalidad.
Sin embargo, la teoría de la causalidad adecuada puede responder a esta crítica
admitiendo la relevancia del conocimiento ex ante de la situación por parte del autor.
Tal es el caso cuando se toma en cuenta la posesión por el sujeto de la acción de
conocimientos especiales sobre una cierta materia, que no pertenecen a la
generalidad. Por ejemplo: una bofetada sería causalmente adecuada para producir la
muerte si el autor supiera que el agredido es hemofílico.
Pero, de todos modos, la teoría de la adecuación no puede superar otras críticas que
son suficientes para invalidarla. Ante todo, a partir de su premisa básica, según la cual
la condición de causa depende de nuestra experiencia, de la experiencia general, no
es posible eliminar los nexos causales no adecuados, dado que según dicha
experiencia general los resultados son también producidos por nexos causales
inadecuados: se sabe que bajo ciertas circunstancias también una bofetada o un grito
pueden producir la muerte de otro. En consecuencia, la teoría de la causalidad
adecuada no debería conducir a soluciones más limitadas que la teoría de la
condición.
La teoría de la relevancia típica
La corrección de la causalidad natural para adaptarla a las necesidades del derecho
penal fue intentada por la llamada teoría de la relevancia. De acuerdo con ella, una
vez comprobada la causalidad natural es preciso verificar la relevancia típica de dicho
nexo causal a partir de "una correcta interpretación del tipo penal". "Sólo cuando la
causalidad y la relevancia están comprobadas, es decir, cuando consta la tipicidad de
la acción, puede plantearse la cuestión de la culpabilidad por el resultado"
Esta teoría es correcta en su punto de partida, en tanto propone reemplazar la
causalidad por la imputación objetiva a los efectos de verificar la tipicidad en los delitos
de resultado, es decir, en tanto propone decidir la vinculación entre la acción y el
resultado sobre la base de criterios de imputación que se derivan del concepto de
ilícito (injusto) penal. El desarrollo de estos criterios, sin embargo, es de muy reciente
elaboración y da lugar a la teoría de la imputación objetiva.
2.- Teorías de la relación causal.

El problema de la determinación del nexo causal entre una acción y un resultado


trasciende las fronteras del Derecho; en rigor de verdad, la búsqueda de una fórmula
explicativa de este fenómeno ha sido objeto de investigación en el plano de las
ciencias naturales y la filosofía desde mucho tiempo antes.

Excedería el fin de esta humilde monografía intentar un desarrollo exhaustivo de la


transformación histórica del concepto en los planos antes mencionados, bastando con
referir que el paradigma causal explicativo de las ciencias naturales (causa-efecto) ha
sido controvertido y puesto en crisis ante los descubrimientos alcanzados en el
terreno de la física cuántica y la teoría de la relatividad.

Asimismo, la concepción kantiana del idealismo alemán ha sido relegada por otra de
naturaleza empírica, que entiende a la causalidad como un fenómeno natural o real
–es decir, que efectivamente opera en el mundo exterior- con capacidad explicativa
sobre acontecimientos sucesivos.

En síntesis, el “paradigma causal extra-jurídico” vigente se inclina por relativizar la


rígida regla de la causa y el efecto, optando por una explicación basada en términos
estadísticos o probabilísticos.

En el ámbito jurídico, han sido principalmente los dogmáticos alemanes quienes le


han dedicado mayor atención a esta temática elaborando teorías cuya aplicación se
extendió con posterioridad a otras ramas del saber jurídico.
Dicha circunstancia es fácilmente comprobable si se compulsan las obras de los
denominados por Ferri “autores clásicos” en las que apenas se menciona el tema de
manera secundaria.

Por ejemplo, el célebre Francesco Carrara, en su monumental Programa de Derecho


Criminal, solo menciona que el juicio de imputación física (relación de causalidad)
responde a la afirmación tu lo hiciste

Tampoco los autores de tendencia positivista, entre los que se destacaron el propio
Ferri y Rafael Garófalo lo hicieron, seguramente porque entendían al acto sólo como
un síntoma de la peligrosidad. Al partir esta escuela criminológica del juicio de
peligrosidad del agente y la necesidad de defensa social desviaron la atención del
problema del acto al sujeto, llegando inclusive a afirmar como válida la
responsabilidad predelictual.

Quienes se enrolaron en esta corriente del pensamiento criminológico explicaron la


conducta humana bajo la formula del modelo causal creyendo posible determinar o
predecir la conducta humana como si se tratare de leyes físicas.

No obstante, no se interesaron en establecer el nexo causal entre la acción relevante


para el derecho penal y el resultado típico (lesión de un Bien Jurídico); sino que
reemplazaron dicha relación por otra fórmula donde el resultado como modificación del
mundo exterior carecía de mayor significado (era un síntoma más), adquiriendo en su
lugar, especial relevancia la peligrosidad subjetiva, comprobable a partir de la
presencia de ciertos factores biológicos, sociales, económicos, etc.

De manera que fueron los alemanes y quienes se enrolaron en el estudio de la


dogmática penal alemana quienes se abocaron al desarrollo de estas teorías
procurando sistematizar y racionalizar la teoría del delito como instrumento limitador
de la potestad punitiva del estado y garantizador de los derechos individuales.

En un primer momento del desarrollo teórico, se recurrió a un concepto de causalidad


de contenido físico o natural que prontamente se revelo insuficiente para limitar
racionalmente el juicio de imputación arribando a soluciones tan ridículas como
considerar que los padres debían responder por los delitos de sus hijos porque si los
primeros no hubieran concebido a los últimos ningún delito se hubiera cometido; o
sostener que el carpintero por haber construido la cama debía responder por el delito
de adulterio (Carlos Binding).

Por ello, se esbozaron distintos correctivos partiendo de un concepto normativo de


causalidad para los delitos de resultado.
Dentro de estas teoría resaltan la de la causalidad adecuada y la de la relevancia
típica; sin embargo, estos correctivos a la supresión mental hipotética de la conditio
sine qua non, teoría causal por excelencia, sólo tuvieron la capacidad de explicar
satisfactoriamente las comisiones dolosas; permaneciendo insolubles los problemas
de imputación suscitados en torno a las formas omisivas e imprudentes, los cursos
causales acumulativos y los supuestos de disminución del riesgo.

La oposición u distanciamiento entre criterios físicos y jurídicos fue descripta


claramente por Abraham Drapkin en los siguiente términos: “aunque es verdadera la
afirmación de Jiménez de Asúa sobre la inconveniencia de sustentar una doctrina de
la causalidad distinta de la física y filosófica… no es menos cierto que en las ciencias
jurídicas –y no sólo en el Derecho Penal- es necesario amoldar las teorías físicas y
filosóficas a las peculiaridades y condiciones de los institutos legales, como lo hace, en
esta misma materia, el propio maestro madrileño que, proclamándose partidario sin
reservas de la equivalencia de las condiciones se inclina, no obstante, por la
introducción de correctivos nacidos directamente de las exigencias legales.”

[2]

Este punto, como se verá, es clave, puesto que tal vez el mayor problema estructural
que presenta la teoría de la imputación objetiva en sus distintas formulaciones reside
en su excesivo alejamiento de los criterios de imputación basados en las leyes físicas
(causalidad) al punto que so pretexto de corregirlos los desnaturaliza o desvirtúa
absolutamente.

Las principales teorías de la relación causal son:

a) Teoría de la equivalencia de las condiciones.

La elaboración de esta teoría se atribuye a Maximilian Von Buri (1860), juez del
Tribunal Supremo del Reich, para quién causa era toda condición del resultado
concreto, debiéndose considerar a todas las condiciones como equivalentes, no solo
en el sentido causal, sino también en el jurídico.
También suscribieron dicha teoría, Franz Von Liszt, Radbruch y Edmund Mezger,
para quién “el acto de voluntad es causal respecto del resultado cuando, suprimido in
mente, desaparecería también el resultado en su forma concreta”[3].

Roxin, reseña que la conocida expresión “suprimir mentalmente” aparece por primera
vez en 1910 en una sentencia del RGSt.[4]

En consonancia, Stuart Mill sostuvo que “el enunciado de la causa es incompleto si de


un modo u otro no introducimos en él todas las condiciones”, de allí que la “suma total
de las fuerzas que han intervenido de algún modo en la producción del fenómeno debe
ser considerada como causa de este fenómeno”[5].

Dentro de los penalistas de habla hispana, el Profesor Jiménez de Asúa adhirió a la


teoría de la condición señalando que existe relación causal “cuando no se puede
suponer suprimido el acto de voluntad humana, sin que deje de producirse el resultado
concreto (“conditio sine qua non”). Esta es la prueba hipotética negativamente
formulada, mas que una definición de la causalidad.”[6]

Por su parte, Antonio Cammarota, pronunciándose partidario de esta teoría


consideraba que la determinación del nexo de causal debía basarse en el recto criterio
del juez a partir del análisis de todos los factores causales, las leyes de la lógica y del
buen sentido, y las circunstancias especiales de tiempo, modo y lugar, puesto que
“inútil es pretender condicionar su criterio a marañas doctrinarias, pues la complejidad
de circunstancias impide proporcionar una solución mejor”.[7]

En síntesis, la conditio sine qua non responde a una concepción generalizadora o


puramente física del vinculo causal entre hecho imputable y daño, de manera que
todas las condiciones, ya sean inmediatas, mediatas, casuales y hasta remotas, en
cuanto suprimidas mentalmente tengan la virtualidad de anular el resultado final son
consideradas como causa y consiguientemente afirman la tipicidad de la conducta.

b) Teoría de la causa necesaria.

En palabras de don Jiménez de Asúa, “la causa significa una situación a la que debe
seguir de un modo absolutamente necesario y rigurosamente general, otra situación”.
[8] En realidad, esta teoría pone el acento en la cercanía temporal entre la condición y
el resultado sin realizar un análisis profundo sobre la eficiencia de la misma.
c) Teoría de la causa eficiente.

Como bien enseñaba el siempre vigente Profesor madrileño, Luis Jiménez de Asua, la
teoría de la causa eficiente “distingue la causa productora del resultado de las
condiciones”, seleccionando del conjunto de condiciones aquella que se presenta
como más eficiente para desencadenar el resultado lesivo.

d) Teoría de la causalidad adecuada. Su recepción en el Derecho Civil.

Esta teoría “atribuye la categoría de causa sólo a aquella condición que generalmente
es apropiada para producir el resultado”[9], siendo su principal exponente el germano
Von Bar.

También, fue sostenida por Merkel tomando como punto de partida para la
determinación del grado de adecuación de la condición para producir el resultado un
criterio objetivo.

El Fisiólogo J. Von Kries defendió un cálculo probabilidad según la representación


del sujeto.

El civilista alemán Von Thur opinaba respecto de esta que “para la función de los
casos concretos esta teoría solo ofrece, por lo general, un asidero muy superficial y
aparente, ya que no existe un criterio infalible que nos diga cuándo un resultado puede
considerarse relacionado de tal modo con la causa y efecto adecuado de ella. En
realidad, en estas intrincadas cuestiones no cabe más criterio que el buen sentido y
tacto del juez” [10]

Respecto de esta teoría, Claus Roxin, observa que “hoy se parte de la base de que
una condición es adecuada si la misma ha aumentado la posibilidad del resultado de
modo no irrelevante…La cuestión polémica durante largo tiempo, sobre el punto de
vista desde el que ha de realizarse el juicio de adecuación (¿ex ante?, ¿ex post?,
¿desde el punto de vista del autor o de un tercero?, ¿sobre que base científica?)
actualmente se ha aclarado en el sentido del llamado pronóstico (prognosis) objetivo-
posterior.”[11]
Dicha teoría fue receptada por Dalmacio Vélez Sarfield, redactor del Código Civil
Argentino, que adoptó el criterio objetivo posterior ex como principio general para
determinar la existencia de nexo o vínculo causal entre una conducta y el resultado
dañoso (artículos 520 y 901 a 906 C.C.).

Para el codificador argentino, en principio, los daños e intereses sólo comprenden a


las consecuencias inmediatas, es decir, aquellas que acostumbran suceder según el
curso natural y ordinario de las cosas, implicando la fórmula legal la necesidad por
parte del interprete de efectuar una selección, de manera que no cualquier
consecuencia es imputable sino sólo aquellas que resulten “adecuadas”.

La cuestión radica en determinar si un hombre medio en el lugar del agente era capaz
de representarse como posible las consecuencias dañosas que se derivaron de ese
hecho.

Coincidentemente, para el Profesor y Tratadista Civil Paraguayo, Luis De Gasperi,


“criterio determinante de la responsabilidad, es la vinculación objetiva del hecho
antijurídico con el perjuicio, de modo que pueda razonablemente decirse que entre
ambos medía una relación de causa a efecto”.[12]

A su vez, en los artículos 902, 904, 905 y 909 in fine se prevé a modo de excepción
supuestos de imputación en base a un criterio de previsión subjetivo, dolo (previó) y
culpa (debió/pudo prever).

e) Teoría de la relevancia típica.

El neokantismo reformula el problema distinguiendo entre causalidad natural y


causalidad penalmente relevante como criterio de imputación. No recurre a la ficción
de considerar posible la interrupción del curso causal puesto que la causalidad es un
proceso ciego.

A cada condición le sigue inevitable otra condición, de manera que se suceden


ininterrumpidamente. Dicha realidad podría resumirse en la siguiente formula: A
(conducta) es condición de B (resultado) pero a su vez B es condición de C
(resultado), por lo que A es también condición de C, y así hasta el infinito.

Por ello, la causalidad natural como hecho empírico debe ser valorada
normativamente a los efectos de determinar una causalidad jurídicamente relevante
como criterio de imputación a la cual debe estarse según la interpretación del tipo
penal.

Con esta finalidad, Mezger, propone como paso inicial recurrir a la teoría de la
“conditio sine qua non” a los efectos de establecer la causalidad puramente fisica; y
acto seguido, valorar la relevancia penal de la conducta en cuestión (imputación)
recurriendo para ello al contenido del tipo penal y a la teoría de la causalidad
adecuada.

Desde este punto de vista no cabe duda que puede citarse a esta teoría como un
antecedente de la imputación objetiva.

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