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Ryder me echó del asiento del conductor, y ahora no tengo nada que
hacer. Sigo pensando en la chica de aspecto tímido en la gasolinera. La
forma en que su desordenado cabello rubio y rizado me suplicaba que lo
agarrara y la obligara a arrodillarse. Darle una verdadera razón para el
miedo que vi en sus ojos.
Suspiro y me ajusto. Había obligado a los chicos a quedarse sentados
un rato más, esperando a ver si corría. Nunca lo hizo. Era como una conejita:
sentada congelada en su lugar, esperando que el depredador se hubiera
olvidado de ella.
Ryder no nos dejó quedarnos más de 10 minutos. Obtuvo una orden
de arresto por uno de nuestros cuerpos hace un tiempo, y hemos tenido que
pasar desapercibidos desde entonces. Irónicamente, ni siquiera fue él quien
mató al hombre, fue Miles. Pero de alguna manera, se lo adjudicaron a
Ryder.
Cuando llegamos al motel, salto del auto y de inmediato me golpea
el olor a alquitrán y mierda. Este motel es una porquería. Está lejos de lo que
podemos permitirnos, pero queremos mantenernos fuera del radar, y
generalmente follamos brutalmente y luego colapsamos después de una
cacería.
Miles nos registra en la habitación mientras Ryder toma algunas cosas
de la camioneta. Sigo a Miles, dándole una palmada en el trasero.
Una puerta se cierra de golpe, y se escucha un grito.
—¡Policía!
Miles se me adelanta y abre la puerta de un tirón. Luces rojas y azules
inundan la habitación.
—¡Policía! ¡Muestren sus manos!
Llego a la puerta para ver a Ryder iluminado frente a nosotros, con las
manos arriba. Nos mira y grita:
—¡Manténganse alejados! No se involucren.
Otra patrulla de policía llega a toda velocidad al estacionamiento, y
otros dos policías saltan. Eso hace cuatro policías, todos con armas
apuntando a Ryder.
—¡No se muevan! Retrocedan hacia mí.
La rabia me quema la garganta. ¿Cómo se atreven? Intento empujar
a Miles.
Miles me empuja de vuelta.
—No, hermano. Son demasiados, te dispararán.
Lo empujo de vuelta con fuerza.
—Es familia.
—¡Mantente atrás! —me ladra Ryder mientras retrocede hacia los
oficiales.
Miles se interpone de nuevo frente a mí. Es ligeramente más grande
que yo debido a todos sus años en el ejército. Gruñe:
—Tranquilo, hermano, lo sacaremos. No podemos ayudarlo si también
vamos a la cárcel.
Miro a los ojos verdes de Miles, luego finjo ir hacia la derecha. Él cae
en la trampa y yo salto a su izquierda.
Los destellos rojos y azules llenan mi visión exterior. Culpo a eso de que
no vea el puño que vuela hacia mi cabeza. Miles me golpea con fuerza, y
me detengo por una fracción de segundo. Eso le da tiempo para
golpearme de nuevo, y su puño se estrella contra el lado izquierdo de mi
cara. La oscuridad suaviza las luces, y siento algo golpear la parte posterior
de mis rodillas. Caigo, tratando de ordenar la oscuridad que me rodea.
Un gran peso cae sobre mi espalda, obligando a mi estómago a tocar
el suelo. Mi brazo derecho se levanta detrás de mí.
—Hermano —sisea Miles—, te dije que te tranquilizaras. Estás
empeorando las cosas.
Gimo mientras mi visión se aclara, y veo a Ryder siendo esposado.
Me retuerzo, pero Miles tiene tiempo suficiente para bloquearme el
brazo. Me bloquea el hombro y, cuando me muevo, una línea blanca de
dolor me atraviesa.
—Cachorro —gruño, el tono de advertencia llena mi voz—. Déjame ir.
No lo hace.
—Suéltame, o te joderé —gruño frustrado. Ryder nos mira. Su expresión
de roca cambia a preocupación, luego a ira, cuando me encuentro con
sus ojos. Mi nariz se llena de olor a alquitrán mientras veo cómo meten a mi
compañero en el asiento trasero de una patrulla.
La rabia que me llena es inigualable.
Miles murmura:
—No hagas nada estúpido.
La presión en mi hombro se libera, y me pongo de pie. Empujo a Miles
con la suficiente fuerza como para que dé unos pasos hacia atrás.
Él levanta las manos en rendición.
—Los policías nos están mirando, Sawyer. Actúa con calma.
Miro hacia atrás. Tiene razón. Ahora que han atrapado su presa, nos
están mirando a nosotros dos.
Después de una pausa, uno de ellos se acerca.
—Oye, él quería que tuvieras sus llaves.
Parece pensar que su mierda no apesta, y al instante no me agrada.
Probablemente golpea a su novia en casa.
Miles se pone delante de mí, agarrando lo que debe haber estado en
los bolsillos de Ryder.
—¿A dónde va? —pregunta Miles.
—Por ahora, a la cárcel del condado de Alfalfa. —El policía mira por
encima del hombro. Él y yo nos miramos fijamente. Apuesto a que podría
quitarle la piel de la cara de una sola pieza. Quizás dos.
—¿Tiene un vínculo? —pregunta de nuevo Miles.
—No. —Como el marica que sé que es, el policía rompe el contacto
visual primero y se gira hacia la patrulla.
Lo veo pasar junto a nuestra camioneta con la caja llena de los
instrumentos que Ryder usó para matar al abogado. El policía lo mira.
Me tenso.
—Oiga, señor. —Miles corre para caminar junto a él—. Entiendo si no
puede decirlo, yo soy exmilitar, así que gracias por su servicio, pero ¿quién
lo reportó?
El policía mira a Miles y observa sus tatuajes.
—No estoy seguro. Alguien en la gasolinera.
Aprieto los puños y observo impotente cómo el policía vuelve a subir
al coche con Ryder dentro. Uno a uno, los policías salen del
estacionamiento.
Miles se vuelve lentamente hacia mí, pasándose una mano por el
cabello. Los grillos pían. El diálogo furioso en mi cabeza se vuelve ruidoso.
—¡Joder! —grita Miles. Me saca de mis pensamientos. Este hijo de
puta.
Lo agarro del cuello y lo empujo de vuelta a nuestra habitación.
—¿Qué fue eso?
Envuelvo mis manos alrededor de su grueso cuello, empujándolo
hacia abajo hasta que está de rodillas.
Miles me lanza una mirada llena de ira y eso hace que la sangre se me
suba a la polla. Agarro tanto de su cabello oscuro como puedo y jalo su
cabeza hacia atrás.
—Cachorro... —gruño—. ¿Qué demonios fue eso?
Él sostiene mi mirada y me mira con desdén.
—¿Dónde está mi agradecimiento? Si no hubiera hecho eso, estarías
o bien muerto a tiros o esposado camino a la cárcel por un delito grave.
Le vuelvo a jalar el cabello, haciendo que hermosas lágrimas broten
de sus ojos verdes. Me pone la polla más dura.
—Mocoso.
Ryder se ha ido. La impotencia me revuelve el estómago.
Miles debe ver cómo cambia mi mirada. Él se acerca, agarra mi
cinturón y comienza a desabrocharlo.
—Lo sacaremos. No es la primera vez que va a la cárcel.
No detengo a Miles mientras me arranca el cinturón de los pantalones,
aunque él no puede ver lo que está haciendo con lo lejos que he jaloneado
su cabeza hacia atrás. Le sonrío de manera burlona.
—Chúpalo.
Miles traga saliva, con las pupilas dilatadas. Se tambalea, y su mano
caliente envuelve mi longitud, apretando con fuerza. El placer me recorre al
sentir su tacto.
—Claro que sí, jefe —dice en un tono burlón.
Abre la boca, tragándome de un solo movimiento. Gimo,
hundiéndome en su boca caliente. Suelto su cabello para poner ambas
manos en la parte posterior de su cabeza y empujar más profundamente en
él. La impotencia se desvanece mientras tomo el control.
Miles se atraganta.
—Así es. Ahógate con la polla de tu amo —gruño, golpeando su rostro
sin piedad. El placer se enrosca en mi espina dorsal, y veo cómo las lágrimas
recorren su rostro. Se me hace agua la boca.
Miles tiene una fuerte arcada. Me retiro lo suficiente para dejarle
recuperar el aliento.
—Si vomitas, te follaré el culo hasta que sangres, ¿entendido?
Gime, moviéndose, y veo que tiene su polla en la mano.
—No te vengas. No tienes derecho a venirte después del truco que
has hecho esta noche. —Sé que no es su culpa, pero él está cerca, y estoy
enfadado.
Miles gime de nuevo, sobre mi polla. Echo la cabeza hacia atrás y
empujo profundo. Su garganta me aprieta, exprimiendo el placer desde lo
más profundo de mis testículos, enviando fuegos artificiales por mi columna
vertebral y mis piernas.
Me agacho y le pellizco la nariz a Miles. Se mueve y agarra mis muslos,
pero no lo suelto.
Follo la cara de Miles hasta que se pone de un bonito color morado.
Lo miro a los ojos, viéndolo luchar consigo mismo para continuar
sometiéndose. Empujo con más fuerza, levantando una ceja. Sé que a Miles
le encanta la sumisión absoluta, pero lucha como un demonio antes de
darla. Tiene pequeñas arcadas sobre mi polla, su cuerpo intentando inhalar
mi aire, pero no se aleja. Finalmente, cuando sus ojos comienzan a cerrarse
y su mirada se vuelve extasiada, su cuerpo se relaja. Grito, haciendo que mi
descarga se deslice por su garganta, y salgo.
Miles traga y trata de respirar, tosiendo y jadeando. Finalmente,
recupera el aliento y gime, su mano temblando sobre su dura polla. El
presemen cubre la parte superior de su puño.
Me guardo de nuevo en mis pantalones, levantando una ceja.
—¿Vas a obedecer, cachorro?
—Sí. —Rechina los dientes y se guarda la polla en los pantalones,
poniéndose de pie.
—Buen chico. —Agarro su barbilla y acerco su rostro al mío. Nos
miramos a los ojos por un minuto. Huele a sexo—. Nunca vuelvas a hacer eso
—susurro.
—¿Qué, proteger a mi familia? —Su mirada rebota entre mis ojos.
Mi voz baja y la parte posterior de mi garganta se tensa.
—No. —Haría cualquier cosa por la familia que elegí y él lo sabe. Paso
mi pulgar por su barbilla—. No. —Niego con la cabeza, aclarando mi
garganta—. Nunca más me pegues en el lado izquierdo. Sabes que ese es
mi lado bueno.
Los ojos de Miles se arrugan en una sonrisa por un segundo antes de
asentir.
—Claro, jefe.
Lo dejo ir. Me tomo un minuto para recomponerme y luego me lanzo
a buscar en Google todo lo que puedo sobre la cárcel del condado.
Mientras lo hago, pienso en nuestra pequeña y bonita soplona.
La cagaste, conejita. La cagaste. Creo que es hora de divertirnos un
poco.
4
Cali
Han pasado horas desde que el hombre me arrojó a una celda y cerró
la puerta con llave. O al menos, eso es lo que parece. He caminado en
círculos alrededor de la pequeña habitación durante lo que parece una
eternidad, esperando que la puerta se abra y que algo malo suceda.
Me pregunto qué pensará Rachel. Espero que se haya dado cuenta
de que algo estaba mal cuando no aparecí. Mi estómago se contrae. ¿Y si
no aparezco en el trabajo mañana? ¿Seguiré viva mañana? El temor me
recorre. ¿Qué pasará con Halloweiner si muero?
Me siento pesadamente en el colchón en el suelo. No tiene sábana, y
no hay nada más en la habitación. Parece un sótano con paredes de
cemento. He dado vueltas alrededor de él cien veces. La única luz proviene
de la grieta bajo la puerta, y no hay manija en la puerta. Huele a moho y
sudor.
Se oye un golpe desde arriba, y aprieto los puños nuevamente. El
corazón se me acelera. No sé qué demonios quiere este hombre de mí, pero
casi preferiría que simplemente entrara y lo hiciera que estar en suspenso.
Oigo ruidos fuera de la puerta, y me levanto de un salto. Las sombras
caen en mi línea de luz, y me doy cuenta de que no tengo nada que usar
como arma.
La puerta se abre de golpe, y el cambio repentino de la oscuridad a
la luz me lastima los ojos. Una luz se enciende en la habitación, y protejo mis
ojos mientras inclino mi cuerpo hacia la puerta.
El hombre está de pie con la máscara puesta. Tiene una silla plegable
consigo.
—Hola, conejita. —Empuja la silla hacia la habitación y luego agarra
otra desde afuera. Atisbo otra habitación más grande que parece... ¿una
sala de juegos? ¿Qué demonios?
La puerta se cierra de golpe.
El hombre lleva jeans y una camiseta. Hay tatuajes que suben por
ambos brazos en tinta roja y negra. Siento que absorbe la energía de la
habitación y luego me la devuelve a través de los agujeros de malla en su
máscara.
—¿Qué, no ruegas por clemencia? —Su voz me hace tener escalofríos
en los brazos.
Maneja fácilmente la silla con una mano y la coloca en el medio de
la habitación.
Me arde el pecho con preguntas sin respuesta, pero mantengo los
labios sellados. Quien sea este tipo, claramente se excita teniendo todo el
poder. Me niego a jugar su juego.
Se ríe.
—Siéntate.
Lo miro fijamente. Apenas puedo ver las sombras de sus ojos a través
de la máscara. ¿Por qué usa eso? ¿Lo conozco?
Hace un gesto con la mano hacia la silla de nuevo.
—Siéntate. No lo pediré de nuevo.
Lamo mis labios, pero no me muevo. De todos modos, ¿por qué
obedecer? Él me va a hacer daño de todos modos.
Suelta una risa ligera y se mueve alrededor de la silla.
—Tienes que elegir tus batallas, linda.
La adrenalina me quema bajo la piel e intento pasar corriendo a su
lado, pero me agarra por el cuello y me deja caer sobre la silla. Rebusca en
su bolsillo y saca una brida. Le arranco la máscara de un zarpazo y la desvío
lo suficiente como para verle la mandíbula cortada y una barba oscura. Me
ata una mano a la silla y luego va por la otra.
Le doy una patada. Él suspira y hace lo mismo con mis piernas.
Mi pecho sube y baja. Estar a su merced ahora hace que mi visión se
nuble en los bordes. Y eso me enfurece. ¿Cómo se atreve?
—Jódete, cerdo asqueroso.
El hombre ajusta su máscara y me da una palmada en la rodilla.
—Los cerdos no son asquerosos. Y relájate. No voy a hacerte daño. Al
menos no ahora.
Tira de la otra silla y se sienta tan cerca que sus piernas rodean las mías.
Es enorme y cálido, y mierda, ahí está ese olor a colonia de nuevo.
—De acuerdo, déjame ver con qué estoy trabajando. —Se enfrenta a
mí y lentamente extiende la mano hacia mi rostro.
Me retraigo tanto como puedo. El hombre desliza el pulgar a lo largo
de mi mandíbula.
Le escupo.
El hombre levanta lentamente la mano, se limpia en la máscara y
luego gime:
—Jesús, conejita. —Se ajusta la entrepierna.
—Eres un enfermo —siseo.
Se ríe y saca algo de su bolsillo. ¿Es... maquillaje?
Lo miro fijamente.
—Tengo un aspecto bastante específico en mente. —El hombre
agarra una botella de algo—. Sexy, caliente, elegante. Primer. Cierra los ojos.
—Jódete —gruño. No puede hacer lo que quiera conmigo.
El hombre niega con la cabeza y me tapa los ojos con una mano. Doy
un respingo cuando un vapor frío se posa sobre mi piel.
—Quema los ojos —dice suavemente—. Elige tus batallas.
Lo miro fijamente mientras busca algo en su regazo.
—¿Es eso... una esponja para maquillaje? —Es la primera pregunta
que dejo escapar, y me arrepiento por ello.
—Síp. —Lo sostiene—. No te preocupes, está limpia. Es nueva, de
hecho. —Toma lo que parece ser base—. Creo que acerté con el tono. Tuve
que adivinarlo desde las cámaras de tu apartamento. —Aplica un poco en
mi mano y hace un gruñido de satisfacción.
Sigo mirándolo. Bueno, las únicas partes que puedo ver. Su cuello está
bronceado y su piel se ve suave. Lleva un cuello en V, y veo más tatuajes
asomándose. Me ofrece la esponja de maquillaje, deteniéndose para ver
qué hago. Me imagino aplastándole la cara contra el quemador de un
horno, pero me quedo quieta.
El hombre me aplica suavemente el maquillaje sobre mi rostro. Me
tenso cuando se acerca a mis ojos, y va más despacio, aplicándolo
cuidadosamente. Está tan cerca que puedo oírlo respirar detrás de la
máscara. Sus manos huelen dulces... casi como jarabe.
Es un cobarde, escondiendo su identidad. Lo miro fijamente.
—¿Por qué no te quitas eso?
—¿Tan ansiosa estás por verme? —Se inclina hacia atrás para tomar
algo más.
—No —resoplo y aparto la mirada.
Trabaja un rato. Es lo más extraño que he experimentado. ¿Cuáles son
sus planes para mí? ¿Maquillarme para luego matarme mientras luzco
bonita?
Bien. Al menos luciré bien para mi tiempo en las noticias. No es que
haya mucha gente que me extrañe. Maldición, mi gato sí lo hará.
Oh, Dios mío, va a morir encerrado en mi apartamento.
—Escucha... —Hago una pausa, insegura de cómo decirlo—. Ya he
estado fuera... no sé, unas horas. Tengo un gato. Está atrapado en mi casa
sin nadie que lo cuide.
—Halloweiner —dice el hombre.
Mi pierna se estremece. Él conoce el nombre de mi gato. Oh, cierto.
Invadió mi privacidad. Me envió mensajes escalofriantes y me acosó.
—No tienes derecho.
Él se ríe y dice con voz grave y baja:
—Los conejos corren, los depredadores cazan. Así es como funciona.
Me estremezco. Suena tan seguro.
Rebusca en sus cosas.
Aprieto los dientes.
—Lo menos que puedes hacer es asegurarte de que alguien lo
cuide…
El hombre levanta la vista hacia mí y capto la luz de sus ojos tras la
máscara. Son azules y están rodeados de pestañas oscuras. Me mira con
sinceridad y dice suavemente:
—Ya me he ocupado de eso, conejita.
Tengo la mandíbula tan apretada que duele. La habitación se vuelve
solemne. Sé que esto significa que no planea dejarme ir. En contra de mi
voluntad, las lágrimas se forman detrás de mis ojos.
—A continuación, sombra de ojos. —El hombre agarra una paleta con
colores nude y se inclina hacia mí con una brocha.
Por supuesto, el muy cabrón quiere mirarme a los ojos justo cuando
lloro. Muevo la cabeza hacia atrás bruscamente.
—Tranquila —murmura. Su voz es tranquilizadora—. Tendrás que cerrar
esos ojitos bonitos para mí.
Recuerdos de mi abuela gritándome que cerrara los ojos parpadean
en mi mente. Sin pensar, murmuro:
—Por favor, no.
Siento que me mira fijamente y me ruborizo.
—¿No vas a rogar por tu vida, pero sí por esto?
Presiono los labios, enojada de que se me haya escapado. Enojada
de que me esté observando con un silencio tan conocedor. Miro fijamente
su máscara. Está sucia, y hay una pequeña grieta en el lado derecho.
El hombre dice suavemente:
—Dije que no te voy a hacer daño en este momento. Lo prometo. Sé
que no me conoces, pero soy un hombre de palabra.
Sí, seguro.
Simplemente se sienta allí. Es muy claro que no me dará opción. Y eso
me enfurece. Que sea tan blando es casi peor que si viniera aquí y me
hiciera daño. ¿Qué está haciendo?
El hombre se inclina hacia mí nuevamente con la brocha. Muevo la
cabeza hacia atrás.
—Si te resistes a esto, habrá consecuencias. No te dolerán, pero te
garantizo que no te gustarán. —Su voz sigue siendo suave, pero hay un
toque de emoción en ella.
No puedo. No puedo darle esto. Está tratando de poner su pie en la
puerta. Si me someto ahora, será más y más fácil para él decirme qué hacer.
Se encoge de hombros.
—Está bien entonces. —Pone suavemente mi frente hacia atrás para
que mi cabeza esté inclinada y arrastra un pulgar por mi ojo. Instintivamente
los cierro. Sujeta mi ojo cerrado por mis pestañas. Intento abrirlo, pero
aumenta la presión. Me detengo, no queriendo que me pinche el ojo.
—Buena chica.
Doy un respingo cuando me suelta el ojo y me aplica suavemente el
maquillaje. Mi respiración es pesada. Con mi otro ojo, veo su otra mano
sujetando la paleta. Por primera vez, noto una simple cara sonriente tatuada
en ella. Sus manos son grandes, con venas que las atraviesan.
El hombre continúa su proceso por un rato. Ninguno de nosotros habla.
Incluso me aplica pestañas postizas y lápiz labial.
Cuando termina, se reclina. Mis mejillas se ruborizan, y me siento
avergonzada, como un cerdo vestido para el sacrificio.
—Maldición. —El hombre respira.
La ira me atraviesa.
—Ahora, tu castigo.
Se inclina y pasa ambas manos por mis muslos. Me pongo rígida. ¿Qué
demonios está haciendo?
Desliza sus manos hacia abajo, luego otra vez hacia arriba, esta vez
recorriendo el interior de mis muslos, acercándose peligrosamente a mi
coño. En el siguiente movimiento hacia arriba, roza mi clítoris.
—¿Qué estás haciendo? —No puedo evitar que mi voz se eleve con
el pánico.
—Castigarte. —Él continúa y me vuelve a tocar el coño.
—Detente —susurro. La presencia del hombre es poderosa y
embriagadora, y lo odio.
Él inclina la máscara.
—No, Cali. Soy un hombre de palabra. Si rompes mis reglas, serás
castigada.
Se arrodilla frente a mí, y trato de cerrar las piernas, pero las ataduras
justo debajo de mis rodillas lo impiden.
Los dedos del hombre vuelven a rozar mi coño, enviando una
descarga de sensaciones por mi espina dorsal a pesar de mis leggings. Me
estremezco.
Se ríe.
—Tan sensible.
Aprieto los dientes. Que se joda. No obtendrá otra reacción de mí.
Continúa masajeando las partes internas de mis muslos, rozando mi clítoris
de vez en cuando. El calor recorre mis muslos hasta llegar a mi coño mientras
el gran enmascarado se arrodilla a mis pies, provocándome. Aprieto los
puños.
—Cali, necesitas aprender algunas cosas. La primera es que no
puedes luchar contra mí y ganar. Siempre ganaré. Y la segunda es que este
coño es mío. Toda tú eres mía.
Me acaricia directamente el coño. El placer inmediato me llena con
cada toque de mi clítoris.
—Qué pequeña puta. —Me pellizca suavemente, atrapando mi
clítoris entre sus dedos y tirando de él.
Mis ojos se ponen en blanco, pero mantengo la boca cerrada.
—¿Eres solo una puta necesitada, verdad?
Rechino los dientes. El muy cabrón nota todo.
—Una puta codiciosa. Pequeña cosita bonita y asquerosa. —Él gime
y comienza a frotar mi clítoris rápidamente y con un ritmo constante.
Se siente tan bien, y mi cuerpo quiere más. Me contengo antes de
arquear la espalda. Maldición. Pienso en cualquier cosa menos en esto.
Pienso en Ben, y eso me calma un poco.
El hombre golpea mi clítoris, y gimo sorprendida.
—Cuando estoy jugando con este pequeño y bonito cuerpo, piensas
en mí y solo en mí.
Siseo.
—Jódete.
Él simplemente se ríe y continúa su ritmo constante, presionando un
poco más fuerte. Mis caderas quieren apretarse contra su contacto. El
hombre gime, con un sonido profundo y masculino.
Me masturba con pericia y, justo cuando siento que el placer
aumenta, se detiene. Me mete la mano en los pantalones y me acaricia el
coño mojado.
El hombre se ríe entre dientes y sumerge un grueso dedo en mí.
Me tenso. Se siente tan extraño, pero cuando roza un punto en mí, el
placer me atraviesa.
El hombre saca su mano, mirándome a los ojos mientras levanta
ligeramente su máscara, y lo escucho chuparse el dedo.
Me tenso.
Saca su dedo con un gemido.
—Puta.
Mi boca se abre por un segundo antes de contraatacar.
—Cerdo violador.
Se encoge de hombros.
—¿Tienes algo en contra de los cerdos? —Se endereza y comienza a
recoger sus cosas como si nada hubiera pasado—. Tengo algo para que te
pongas.
El hombre se mueve hacia la puerta.
—Pelea conmigo o no, pero lo llevarás de todos modos.
Me arden las mejillas. No puedo creer lo que acaba de pasar. Mi
cuerpo está tenso por la tensión no liberada.
El hombre agarra algo desde afuera y me lo lanza. Es una bolsa de
supermercado de... ¿ropa? Quita su silla de la habitación y luego saca un
cuchillo.
Me tenso.
El hombre levanta las manos como signo de paz.
—Los cuchillos son más cosa de R —Hace una pausa—, los cuchillos
no son lo mío; solo te cortaré las ataduras.
Mi corazón late con fuerza, pero él hace lo que dice, me libera las
piernas y los brazos. Da un paso atrás.
—Ponte eso. Tienes cinco minutos. —Luego se va, cerrando la puerta
tras de sí.
Saco la ropa. Son sugerentes, eso puedo decirlo. ¿Qué diablos es
esto? Busco más. ¿Hay pompones? Jadeo. Es un jodido disfraz de
animadora, con un top blanco y negro que dice 'papi' y largas medias
blancas.
Quiero gritar. No puede ser real. Esto no puede ser real. ¿En qué
diablos me he metido? Claramente, él disfrutará que luche contra esto, así
que me lo pongo. Prefiero lidiar con la humillación del atuendo que con
cualquier otro castigo que tenga para mí. Hay zapatillas de tenis en el fondo
de la bolsa que me quedan perfectamente.
Me pregunto si la bolsa se puede usar para estrangularlo. Me la
guardo en el top, por si acaso. No me dio un sostén, qué sorpresa, así que
mis pezones son claramente visibles a través del top blanco.
Las sombras caen frente a la puerta justo antes de que se abra.
Salto como si hubiera estado haciendo algo malo.
—¿Lista para jugar, conejita?
9
Miles
Tan pronto como veo el terreno abierto, me lanzo. Sigo esperando que
una bala me golpee en la espalda, no hay manera de que simplemente me
deje ir. Corro tan rápido y tan lejos como puedo hasta que mis pulmones
arden y mi saliva tiene sabor a sangre. No he corrido en mucho tiempo, y
hace un calor del demonio. El sol me golpea. Me falta el aire, empujo mis
piernas lo más rápido que pueden ir y me entran ganas de vomitar.
Finalmente, me detengo, jadeando, poniendo mis manos en mis
rodillas. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy en un pastizal,
supongo que un pastizal de vacas, con nada más que matorrales color
beige y gris, y una línea de árboles en la distancia. Miro hacia atrás, y es más
de lo mismo. Me desvié de los caminos, sabiendo que probablemente me
perseguiría en auto primero.
—Cabrón —gruño. Quiero seguir corriendo, pero fuerzo a mi cerebro
acelerado a calmarse. Necesito pensar. Trazar una estrategia. El hombre no
me dio comida ni agua, y ya tengo sed. Sé que lo máximo que puedo
quedarme aquí es tres días, suponiendo que las serpientes de cascabel y
otras criaturas no me atrapen antes que la sed. Necesito encontrar
civilización.
El sudor corre por mi rostro y pecho. Me arranco las medias, meto mis
pies de nuevo en los zapatos y continúo a un ritmo más lento, tratando de
conservar energía mientras pongo la mayor distancia posible entre él y yo.
El sudor se mete en la cintura de mi minifalda y me pica muchísimo.
¿Me está cazando? ¿Por qué me vistió así?
Oh, Dios mío. Mis abuelos se enterarán de mi muerte en las noticias y
verán mi cuerpo destrozado en el suelo del desierto con esta ridícula
vestimenta. El pensamiento me hace querer reír y llorar al mismo tiempo.
Seguramente se desmayarán.
Corro durante tal vez otros 20 minutos antes de escuchar un motor en
la distancia. Maldigo y corro hacia la línea de árboles más cercana. No son
más que espinos y matorrales, pero me agacho lo mejor que puedo. No
estoy segura si es solo un desconocido o el hombre, pero no puedo correr
ningún riesgo.
Miro a mi alrededor en busca de un palo o una piedra o cualquier
cosa que pueda usar como arma.
A medida que el motor se acerca, mi adrenalina aumenta. Veo un
ATV entrar en mi visión, y mi estómago se hunde. Es el hombre quien lo
conduce con la máscara todavía en su rostro. Odio no poder ver su
expresión. La máscara en blanco me asusta.
El hombre se acerca a mi línea de arbustos y se detiene. El motor se
apaga y el silencio que sigue es fuerte.
Se baja de la moto lentamente.
Deslizo una piedra en una de mis medias y espero.
El hombre se acerca hacia mí lentamente, mirándome directamente.
Al menos, creo que lo hace. Parece amenazador.
No hay muchas sombras ya que es mediodía, y sé que no hay muchas
posibilidades de que no me vea.
—Te veo. Vamos, sal ahora. —Su voz suena diferente. Más nivelada.
Permanezco agachada. Él dirige la máscara directamente hacia mí.
—Te veo —repite el hombre—No me hagas entrar ahí detrás de ti.
Da un paso más hacia mí y me levanto de un salto. Salgo y me meto
entre dos arbustos para llegar al otro pasto.
—¡Detente!
Mierda, hay una cerca de alambre. Trepo por encima, escuchándolo
correr detrás de mí.
—Joder —dice, y miro hacia atrás para verlo enredarse en la cerca.
Corro más fuerte. Tengo que escapar. Él me va a matar cuando me
atrape; no hay duda al respecto. Probablemente me viole primero y luego
me mate.
Tengo las piernas como masilla por el sprint de antes. Vuelvo a oír al
hombre detrás de mí y lanzo una mirada salvaje por encima del hombro. Ha
cruzado la valla y me persigue su enorme cuerpo.
Grito y corro más rápido, pero no es suficiente. Sé que me alcanzará.
Tomo la media con la piedra y doy un giro. Lo balanceo directo a la
cara del hombre.
Él se agacha, y golpea su hombro justo antes de que sus brazos me
envuelvan, y nos lanzamos hacia el suelo. Me tenso, cerrando los ojos, pero
el impacto no llega. En cambio, él aterriza, amortiguando nuestra caída con
un gruñido.
¡Mierda! Me retuerzo para escapar.
El hombre voltea su pesado cuerpo sobre mí, presionando mi
estómago contra la tierra.
—Tranquila —gruñe—. No pelees.
—¡Joder, no lo haré! Déjame ir. —Lucho, pateo y muevo los brazos
frenéticamente. El hombre lucha conmigo por un segundo antes de
congelarse—. ¿Qué demonios estás usando?
Intento levantarme para escapar, pero no puedo mover su pesado
cuerpo.
—Lo que me pediste, maldito imbécil.
Agarro un puñado de tierra y lo arrojo hacia donde supongo que está
su rostro. Escucho que golpea la máscara, y él se agacha.
—Jesús. Dame tus manos, mujer. Estoy tratando de hacer esto más
fácil para ti.
—Claro que sí, hijo de puta. —Agarro más para arrojárselo, pero él
agarra mi brazo, retorciéndolo detrás de mí.
—Estoy intentando —gruñe contra mi lucha—, ayudarte.
—¿Podrías dejar de ser un hijo de puta bipolar? —gruño—. Solo
mátame ahora. Deja de jugar a estos juegos.
El peso asfixiante del hombre me presiona en las rocas y me clava
punzadas en el estómago. Agarra mi otro brazo, sujetando ambos contra mi
espalda baja. Algo duro los envuelve, y oigo un zumbido. Siento un pellizco
alrededor de mis muñecas.
¡No!
—Relájate —dice el hombre.
—Jódete —escupo de vuelta. Sigo sin aliento y él apenas respira.
—¿Intentaste aplastarme el cerebro? —pregunta.
—Es una lástima que haya fallado —gruño.
—Jesús. Eres realmente agresiva, ¿verdad? —De repente, el peso se
levanta de mi cuerpo, y él me levanta sobre su hombro por segunda vez.
Lucho de todos modos.
—Una animadora —gruñe. Luego dice, casi demasiado bajo para
que pueda oírlo—: Hijo de puta.
Me lleva de vuelta al lugar donde me encontró. Intento correr
nuevamente cuando me baja para pasar por encima de la cerca, pero me
agarra el cabello con la mano y me mantiene allí mientras salta la valla.
Me arroja sobre el ATV para que me siente en él y, casi de inmediato,
el hombre se sienta detrás de mí. Me rodea la cintura con un brazo y me
sujeta fuertemente a él. Mi falda es tan baja que no queda nada de mis
piernas a la imaginación.
El hombre gime suavemente con mis movimientos y enciende el ATV.
Ahora huele diferente. Más a sudor, almizcle y algo sabroso.
Siento su polla presionándome en la parte baja de la espalda. Me
hace chillar y sacudirme con más fuerza.
El viaje de regreso es corto. Casi me avergüenza lo rápido que
llegamos de vuelta. El hombre me saca del ATV antes de llevarme a rastras
por los escalones delanteros. Dejo caer todo mi peso y me quedo inmóvil.
Él maldice y me levanta, sosteniéndome contra su pecho como si no
pesara nada.
Lucho de nuevo.
Al cruzar la puerta principal, me golpea un bendito muro de aire
acondicionado. Durante un segundo, me quedo boquiabierta mirando la
casa. No he tenido tiempo de asimilarlo todo. A nuestra izquierda hay un
pequeño vestíbulo, delante un gran salón abierto y a la derecha una cocina
de aspecto moderno de la que sale un largo pasillo. Todo parece decorado
con profesionalidad. Este tipo tiene mucho dinero.
—Eso llevó un rato. ¿Te retrasaste por ocuparte con el traje? —dice
una voz masculina.
Salto. Un hombre emerge de detrás de la puerta de la nevera. Es alto
como la mierda, y musculoso, con tatuajes negros y rojos en los brazos y el
cabello largo y desaliñado que está recogido en la parte superior de su
cabeza. Me resulta familiar. Las alarmas suenan en mi cabeza.
Hace contacto visual conmigo y me guiña un ojo.
—Oh, hola, conejita.
Todo se detiene.
Mierda. Hay dos de ellos.
El hombre que me sostiene sisea:
—No está bien, hombre.
Entro en pánico y lucho de verdad. Los brazos del hombre se tensan
con más fuerza alrededor de mí. Doy un grito, largo y espeluznante.
—Tranquila —murmura, aflojando su agarre lo suficiente para que
pueda respirar.
—¿Quién carajo eres tú? —grito—. ¡Déjame, maldita sea!
—¿No la encantaste? —dice el hombre junto a la nevera—. Vamos,
amigo. Estás perdiendo tu toque.
Lucho y cabeceo, luego clavo mis dientes en el hombro del hombre.
—¡Mierda! —El hombre que me sostiene me suelta. Caigo
pesadamente sobre mi trasero. Me levanto apresuradamente.
—No me dijiste que ella era una gritona —dice el hombre, agarrando
mi brazo y arrastrándome por el pasillo—. Gracias por el aviso.
—Te gustan así. —Se ríe el otro hombre.
—¡Déjame ir! —Pateo al hombre que me sujeta, y él me lanza de
nuevo a sus brazos. Nos lleva a una puerta a la derecha, y me doy cuenta
de que es un dormitorio antes de que me deje caer en la cama.
—¡Te mataré! —grito.
Él lucha para bajar mi pierna.
—No tengo dudas de que lo harías si pudieras. —Saca una cuerda
azul neón de la nada y ata mi pierna al poste de la cama. Le doy una buena
patada en el pecho, haciéndolo toser. Simplemente sujeta mi otra pierna y
la ata también. Mis brazos siguen atados detrás de mí.
Grito. Mi pecho sube y baja buscando aire. Y me doy cuenta,
horrorizada, de que quiero llorar.
El hombre enmascarado se quita la máscara.
Me quedo helada. Este tiene el cabello oscuro corto, ojos verdes y una
mandíbula cuadrada con un hoyuelo en su mentón. Parece tener la misma
edad que el otro, unos treinta y tantos. ¿Por qué tienen que ser los hombres
más guapos que he visto en mi vida?
El hombre que está encima de mí estira la mano hacia mi cabeza y
automáticamente me tenso. Se queda inmóvil, mirándome. Luego,
lentamente, mete la mano por detrás.
—No te voy a hacer daño. Qué te parece si trabajas conmigo, ¿sí?
Mi adrenalina se dispara, esperando que él me golpee.
—Me encantaría, pero no me asocio con secuestradores violadores.
Tal vez el próximo año —escupo.
Hay una risa desde la puerta, y echo un vistazo. El hombre original se
apoya en la puerta con una mano en el marco sobre su cabeza.
El hombre sobre mí chasquea, haciéndome estremecer de nuevo.
—Creía que habías dicho que nos dejarías en paz si yo estaba aquí,
amigo. —Se vuelve hacia mí.
—Voy a darte la vuelta lo suficiente como para cortarte la cuerda de
las muñecas. No me arañes los ojos, ¿de acuerdo?
Solo lo miro fijamente.
—Tomaré eso como un entusiasta: sí, señor. —Me da la vuelta, y me
tenso al escuchar el chasquido de un cuchillo. Pero cuando me corta la
cuerda de las muñecas, siento un alivio instantáneo. En cuanto saco las
manos de debajo de mí, me coge la derecha y me la ata. Me agarro a todo
lo que puedo mientras lo hace. Rápidamente, se inclina sobre mí para
atarme la izquierda.
Sí. No es dulce. Más bien huele a cuero y... coco. Huele bien.
Le doy la espalda.
El hombre sonríe ligeramente, luego se desliza de la cama. Camina
hacia la puerta y la cierra, dejando al otro hombre fuera. Miro alrededor de
la habitación. Es un dormitorio grande, limpio, sin adornos. Solo algunas
cómodas, una silla y una guitarra. Parece que pertenece a un hombre.
¿Esta es su habitación?
El hombre regresa hacia mí. Parece enfadado. Lo observo mientras
pasa junto a mí y dos grandes ventanas que dan al que parece ser el patio
delantero.
El hombre se da cuenta de que lo estoy mirando.
—No saldrás por esas. Confía en mí, estás más segura conmigo que
afuera.
Ahora puedo distinguir la diferencia en sus voces. La voz de este
hombre es más suave y menos ronca.
Veo el juego que están jugando. Una jodida versión del policía bueno
y el policía malo.
—Oh, ¿de verdad? —Tiro de mis ataduras—. ¿Es por eso que estoy
atada así, sola en la cama del hombre que me secuestró?
—No te secuestré.
Lo fulmino con la mirada.
—Lo siento. Lo interpreté mal cuando me derribaste, me obligaste a
subir a tu moto, y luego me ataste a tu cama.
Él sacude la cabeza y se dirige al baño. Escucho el agua correr antes
de que regrese con una taza.
Me doy cuenta de lo increíblemente sedienta que estoy. El hombre
pone la taza en mis labios, y aparto la cabeza.
—No hay nada en ella. Solo es agua. —Sus ojos escanean mi cuerpo,
y rápidamente los levanta de nuevo a mi rostro—. Estás deshidratada.
Bébela.
Giro la cara.
—Solo déjame en paz.
—No seas una mocosa. Es bueno para ti. Bébelo.
—¡Vete a la mierda! —gruño.
La cara del hombre se oscurece.
Me preparo para el golpe. Espero, con los músculos tensos.
Me mira, su cuerpo quieto y su rostro inexpresivo. Luego pone el agua
en la mesita de noche y sale de la habitación, cerrando la puerta detrás de
él.
Lucho para liberarme, pero me ha atado demasiado fuerte. Después
de un rato, dejo de luchar. Mi cuerpo se desploma exhausto. La realidad de
que todavía estoy viva me abruma con un frío alivio. Las lágrimas brotan en
mis ojos mientras me echo a reír. Jesús. ¿Qué me pasa? No sé si debería
celebrar el hecho de que ahora no solo estoy en manos de un jodido idiota,
sino de dos. Pero no puedo evitar sentir alivio.
¿Dónde demonios había visto al hombre en la cocina? Repaso a
todas las personas que he visto recientemente en el salón y todos los
antiguos amigos de Ben. Traigo viejos recuerdos hasta que respiro jadeante.
Era el hombre de la gasolinera. Mierda. El que me encontré y pensé
que era espeluznante.
¿Me llevó porque choqué con él? ¿Me mandó todos esos mensajes
porque estaba enojado conmigo por eso? ¿Es eso por lo que tengo que
pagar?
Miro la taza de agua en la mesita de noche. Dios, tengo tanta sed.
Repaso escenarios en mi cabeza hasta que, finalmente, a pesar de
mis mejores esfuerzos, mi cansancio y la suave cama me adormecen.
11
Miles
Miro fijamente a la mujer, Cali, mientras duerme. Puede ser una de las
cosas más hermosas que he visto. Aunque es jodidamente espinosa, sigue
siendo hermosa. Su piel pálida hace que sus falsas pestañas negras y sus
labios rosados resalten en bonitos tonos de color. Su pecho sube y baja con
su respiración tranquila. Sus tetas lucen increíbles con el top de tirantes, ¿y
su torso? No debería mirar mientras está indefensa, pero lo hago. Es
curvilíneo y suave, lo que me hace querer poner mis manos en él y marcarlo.
La falda cubre una pequeña parte de sus caderas, y sus largas y
suaves piernas se extienden hasta unos bonitos pies.
Maldición. He estado duro desde que luché con ella por primera vez.
—Maldito Sawyer —murmuro. Sabía exactamente lo que estaba
haciendo. Nunca más le dejaré mirar mis búsquedas de porno.
Acerco una silla al extremo de la cama, pero no me siento. Sé que no
debería. Si lo hiciera, podría ver por debajo de su falda.
Se me hace agua la boca, y aprieto la mandíbula. Maldición. Sawyer
me jodió en la sala de estar después de encerrarla aquí, pero todavía estoy
duro como una roca. La sensación de haber luchado contra ella antes
mientras llevaba casi nada casi me hace venirme en mis pantalones como
un jodido adolescente.
Ha pasado un tiempo desde que estuve con una mujer. Después de
conocer a los chicos, no sentí la necesidad. ¿Pero ahora?
Echo un vistazo a la silla de nuevo. Me siento.
Sé que esto es exactamente lo que Sawyer quiere. Que ella me
interese. Miro a todas partes de la habitación menos a la hermosa mujer a
mi merced en la cama. Miro por la ventana durante mucho tiempo. Cada
respiración suave que toma me hace girar la cabeza hacia la cama y luego
de nuevo a las ventanas.
No lo haré. No ganará este juego.
Algo golpea en el pasillo y miro detrás de mí. Cuando me vuelvo, mi
mirada accidentalmente roza su cuerpo. Respiro hondo y miro.
Lleva una tanga, pero se ha movido hacia la derecha,
probablemente por su lucha, y el resto de su coño está al descubierto. Es
precioso, con pliegues rosados bonitos rodeados de muslos blancos
cremosos.
Gimo y me froto la polla a través de mis jeans. Joder. Un deseo
ardiente me quema la piel. Está tan indefensa. Justo ahí. Quiero empujar
dentro de ella mientras está atada. Me imagino haciéndolo, sintiendo su
suave cuerpo envolviendo mi polla, apretándola. Ella se despertaría
sorprendida y luego enojada. La forma en que su cuerpo sacudiría mi polla
mientras lucha y grita.
Me saco la polla de los pantalones y me masturbo, gimiendo. Lucharía
contra mí, pero no se alejaría de mí. Me aseguraría de eso. Sus muñecas se
pondrían rojas por el roce. Me comería cada pedacito de dolor y miedo en
sus ojos.
Me acaricio con más fuerza, pensando en tomar su suave cuerpo
mientras me maldice. Su precioso coñito me daría la bienvenida, sus tetas
rebotarían con ese top tan sexy y yo besaría toda esa boca regordeta
mientras intenta morderme. Cuando estuviera listo, me correría dentro de
ella, dejándole todo mi ser para que lo sintiera. Para recordarle a esta mujer
ardiente quién la venció.
No debería desear esto, y ese pensamiento me hace desearlo más.
Se me tensan las pelotas y me paro de un salto. Me vengo sobre sus piernas
y su falda, gimiendo. Intento venirme todo lo que puedo sin desperdiciar
nada.
Gimo y pienso en si Sawyer entrara aquí y me hiciera lamerlo de ella.
A pesar de que acabo de venirme, mi polla se contrae de nuevo y se hincha.
La mujer gime un poco y se mueve.
Jesús, jodido Cristo.
Me alejo de la cama y me vuelvo a subir los pantalones. Voy furioso al
baño y abro la ducha con el agua tan caliente como sea posible.
Cuando estoy bajo el agua ardiente, la vergüenza me invade.
Apoyo la cabeza contra la pared de la ducha. Quiero tratarla con
total falta de respeto. Golpeo mi cabeza contra el azulejo, viendo la cara
morada de mi madre aparecer en mi mente. La encontré golpeada hasta
la muerte por su novio justo después de cumplir 17 años. Nunca se lo conté
a Sawyer. Nunca se lo he contado a nadie.
Mierda.
Intento escupir el sabor amargo de mi boca en el suelo de la ducha.
Ryder necesita volver y tomar el control de esta situación porque se está
saliendo de control rápidamente.
Maldita sea Sawyer.
Maldita sea esta mujer. Salvar la vida de Cali podría ser la última cosa
buena que haga por ella.
Y eso me aterroriza.
12
Cali
Los bichos se arrastran bajo la piel de mis brazos, sus pequeñas patas
nadan de un lado a otro justo debajo de la superficie.
—¿Todo bien, hombre? —Miles me observa rascándome.
—Estoy bien. ¿Por qué carajos está tardando tanto?
Miles mira la oficina del sheriff.
—Dijo que no entráramos. Esperemos un poco más.
Mi rodilla rebota.
Eres una mierda.
Aprieto los dientes.
Retorcido bastardo.
Jesús. La voz de mamá se ha vuelto más fuerte y más frecuente a
pesar de todos los intentos por deshacerme de ella.
¿Tienes una esclava sexual en casa? No eres diferente de mis clientes.
Me rasco de nuevo. La dejé en la habitación de Ryder y la cabreé
para que él no se sintiera tan mal por jugar a mi juego.
Y lo hiciste porque te excitó. Porque harás cualquier cosa para venirte.
Araño mi brazo.
—¡Ahí! —Miles se sienta más recto. Miro hacia arriba.
Efectivamente, Ryder sale del edificio, con un paso poderoso y seguro.
Me sorprende de nuevo su enorme tamaño. Es más alto que yo por varios
centímetros y más corpulento que Miles y yo. El hombre también está
completamente cubierto de tatuajes oscuros, incluso donde su arrugado
traje no cubre, desde los pies hasta el cuello, donde desaparecen en su
cabello oscuro.
Se me hace agua la boca. Ryder camina con fuerza apenas
disimulada hacia nuestro coche.
Salto fuera y Ryder me abraza, aplastándome contra el costado de la
camioneta.
—Jesús. —Toso, apenas capaz de respirar. Pero con su abrazo
aplastante, siento que las voces se retiran.
—Te extrañé —murmura Ryder en mi cabello.
Trago saliva.
—También yo.
—Está bien ¿Hola? —interviene Miles. Instantáneamente, me suelta, y
el monstruo de hombre agarra el cabello de Miles, tirando de su cabeza
hacia atrás. Sonríe en su boca—. Hola.
Miles se ríe.
—Suéltame, bruto.
—Tsk, tsk, Miles. Sabes que no debes exigir nada. —Ryder desciende
sobre la boca de Miles y lo besa de manera intensa. Cuando lo suelta para
que respire, Miles mira a Ryder con ojos de cachorro.
Ryder se ríe y lo suelta.
—Vámonos de aquí.
Opto por dejar que Ryder conduzca, y nos saca del estacionamiento.
—Maldición, es bueno ser libre —ronronea Ryder.
—¿Quieres parar a comer? —pregunta Miles.
—No. Vamos directo a casa. Necesito urgentemente una ducha y
afeitarme.
A casa. Con nuestra conejita. Y nuestro juego.
Ryder me mira por el espejo retrovisor. Su tono cambia a uno exigente.
—¿Algo que quieras decirme, Sawyer?
¿Como que tengo un buen pedazo de culo cautiva en nuestra casa?
¿Qué lucha tan jodidamente bien que me dan ganas de hacerle más
daño? ¿Qué hace que Miles quiera acurrucarse bajo su piel y salvarla de
todo, incluyéndonos a nosotros?
Amas jugar tus retorcidos juegos. Estás jodido.
Me encojo de hombros.
Ryder no se lo cree. Se queda en silencio, luego mira a Miles. La
mandíbula de Miles está tan apretada que veo el músculo temblar.
—¿Nadie me va a decir qué está pasando?
—Eso es cosa de Sawyer. —Miles rechina los dientes—. Es su objetivo.
El coche se queda mortalmente silencioso. Nunca hemos
seleccionado presas sin la participación de los demás. Durante años, ha sido
un esfuerzo grupal.
No eres mejor que yo, Sawyer. Siempre me odiaste, pero mírate ahora.
La voz de mi abusadora es tan fuerte que casi la escucho justo a mi
lado. Cierro los ojos con fuerza.
Ryder detiene bruscamente el coche al lado de la carretera. Un
pequeño escalofrío de miedo me atraviesa.
Mi puerta se abre de un tirón. La voz de Ryder es tan suave que casi
no la oigo.
—Sal de aquí.
Lo hago. Ryder me sujeta por la nuca y me empuja al otro extremo del
coche.
—Abre ambas puertas, Miles.
Ryder me empuja contra el asiento donde está sentado Miles, entre
las puertas, para que nadie pueda ver.
Su enorme cuerpo se cierne sobre mí, su aliento rozando la parte
trasera de mi oreja derecha.
—¿Olvidaste cómo funciona esto, Sawyer?
Aprieto los puños.
—Yo hago las preguntas, tú respondes. —Escucho el susurro de su
cinturón siendo sacado.
Un delicioso escalofrío me recorre. Me va a hacer daño. Lo deseo. Lo
necesito. Necesito que ahuyente las voces.
—No me importa si la pregunta es qué comiste para el almuerzo o cuál
es tu mayor miedo. —Con un movimiento violento, Ryder me baja los jeans—
. Yo pregunto. Tú respondes.
Dejo caer la cabeza sobre el asiento de cuero y agarro el muslo de
Miles, preparándome para lo que sé que viene a continuación.
El silbido llega antes que el golpe, y cuando hace contacto, todo mi
cuerpo se sacude mientras el dolor se dispara a través de mí. Joder. El silbido
se repite una y otra vez, y me invade un dolor ardiente.
Gimo.
—Sácate la polla —demanda Ryder suavemente—. Tú también, Miles.
Obedezco.
Silbido, golpe. Maldición.
Gimo, completamente excitado. El dolor me reconforta de una
manera que nada más puede.
Bastardo retorcido.
Silbido, golpe.
Me acaricio, mi polla se hincha hasta alcanzar una dureza imposible.
Me arde el culo. Ryder es preciso con sus golpes, golpeando siempre los
mismos puntos a propósito para causar el máximo dolor.
Con el siguiente golpe, gimoteo de dolor.
Ryder gime detrás de mí.
—¿Vas a llorar por mí, Sawyer?
—No —Rechino los dientes. Me golpea de nuevo, encendiendo todo
mi cuerpo de dolor, y maldita sea, quiero hacerlo. Estoy a punto de venirme.
—¿No hay lágrimas de bienvenida, Sawyer? Qué... —Golpe —chico
malo... —Golpe.
—Jodeeer —gimo.
Me sobresalto cuando Ryder traza su mano suavemente sobre mi culo.
La piel se siente caliente y marcada. Ryder susurra en mi oído:
—¿Quieres venirte?
—Sí. —Aprieto los dientes.
—Entonces háblame. —Se aleja y me golpea de nuevo. Grito, el dolor
y el placer recorriendo todo mi cuerpo.
—Vamos —exige.
Lo hago, corriéndome en mi mano y desplomándome contra el
coche.
—Miles, tú esperas.
Miles gime.
Ryder se ríe. Me palmea el hombro.
—Ha sido un calentamiento divertido.
Ahogo un sollozo. Santo cielo, estoy siendo débil hoy. ¿Qué demonios
me está pasando?
Ryder pasa sus manos por mis brazos.
—Sawyer, ¿qué necesitabas decirme?
Me subo los pantalones, me enderezo y me volteo para enfrentarlo.
Borro todo rastro de emoción de mi voz y miro por encima de su hombro al
desierto detrás de él.
—Tomé a la chica que te delató, la hice mi presa, y ahora está
encadenada en tu habitación
27
Ryder
Asimilo lo que acaba de decir Sawyer, mirando sus ojos. Están vidriosos
por las hermosas lágrimas que acabo de provocar. Joder, quiero sacarle la
mirada atormentada. Se ve peor que la última vez que lo vi. Sé que lucha
contra sus demonios. Sé que lo que su madre le hizo lo persigue. Pero ¿esto?
Esto parece peor.
Sawyer odia a las mujeres. Era cuestión de tiempo antes de que
tomara a una como su objetivo. Aunque, supongo que pensé que su madre
sería la primera.
Sacudo la cabeza.
—Vuelve al coche.
Por una vez, Sawyer obedece, y eso me preocupa aún más. Siempre
me desafía en cuanto tiene oportunidad.
Lo sigo al coche. Sawyer trajo a una mujer a nuestra casa. ¿Por qué
demonios la habría traído allí?
Miro a Miles para ver su reacción. No me mira.
Mi instinto se retuerce. ¿Qué ha pasado en estos pocos días?
—Sawyer —digo, tratando de mantener mis emociones bajo control—
. ¿Por qué está ella en nuestra casa?
Sawyer se encoge de hombros, luego me ve observándolo y responde
verbalmente:
—Nunca lo he hecho antes. Pensé que sería divertido.
Miles resopla, y Sawyer le lanza una mirada de reojo.
La pelea entre los dos me tranquiliza un poco. Siempre están
peleando. Es la tóxica forma de Sawyer de demostrar amor.
Conducimos el resto del camino en silencio. Sé que ambos están
esperando que haga más preguntas.
No lo hago. Quiero ir a casa y hacer que lloren sus respuestas mientras
juego con sus límites. Maldición, necesito un polvo brutal. Necesito
recordarles a quién pertenecen. Recordarles que nunca hacen las cosas sin
mí.
Entramos en el camino de entrada, y miro la ventana de mi
habitación. ¿Qué demonios me espera allí dentro?
Voy directo a mi habitación con ambos hombres siguiéndome y abro
la puerta de golpe.
Allí, en la pared junto a mi baño, hay una pequeña criatura salvaje.
Está desnuda de cintura para abajo, y una pierna está cubierta de sangre.
Ella se estremece cuando entro. Nuestras miradas se cruzan, y me detengo.
Sus ojos azules son impactantes y brillan con odio. Es hermosa. Un juguete
perfecto para destruir a mis hombres. ¿De dónde salió?
—Oh, debes ser Ryder. —La mujer suena aburrida, pero todo su cuerpo
está tenso. Está rodeada de un completo desastre. Miro más de cerca.
Perchas, trajes y vidrio. Y ella está... ¿Encadenada por el cuello? Mi
habitación está destrozada. Mi santuario. Destrozado. Mi estómago se
retuerce.
Me giro hacia Sawyer, que parece satisfecho.
—Sawyer —gruño—. ¿Por qué la dejaste en mi habitación? —Ya siento
el pánico por el caos que se infiltra en mis huesos.
La voz enojada de Miles corta mi ansiedad.
—¿Qué le hiciste, Sawyer?
—Nada. —Sawyer levanta las manos—. Y aunque lo hiciera, así es el
juego, Miles.
Miles lo mira, y sus ojos brillan con verdadera ira. Refleja la ira que
siento en mi alma.
Por lo general, peleamos por cosas pequeñas. Dejar la comida afuera
durante la noche y dejar la camioneta sin gasolina. Sawyer molestando a
Miles para obtener una reacción. Yo sacando la actitud de los dos. Pero esto
es más serio.
Llegué a una casa dividida, lo que nunca ha sucedido en la historia
de nuestra relación. Y todo por esta chica.
Inmediatamente, no me gusta ella.
Joder, me siento como mierda. Esto no debería estar sucediendo
ahora. Necesito lavarme los gérmenes del viaje. No puedo derrumbarme
ahora. No cuando ambos me necesitan tanto. Necesito ponerlos a ambos
de vuelta en nuestro sistema.
Agarro a Miles y a Sawyer por el cuello y los empujo hacia la cama.
—Los castigaré hasta que me digan qué está pasando realmente
aquí. Ninguno de ustedes se vendrá hasta que yo crea que se lo merecen.
Los follaré, y luego me desharé de nuestro pequeño y vicioso
problema.
28
Miles
1
Ga�tos (pussy) en inglés también significa coño, por lo que acá se usa como doble sen�do.
—Tengo un gato, el que viste. Es un idiota —resopla—. Pero lo amo.
Ha estado ahí para mí.
Amor. Me giro para mirarla completamente.
Cali hace una pausa, luciendo incómoda.
—¿Qué?
—Nada. No pensé que pudieras amar algo. Con tu actitud espinosa y
todo eso. —Hago un gesto hacia ella.
Ella se aparta y sigue caminando.
—No te proyectes. Dudo que hayas amado algo alguna vez.
La alcanzo.
—Eso no es cierto.
—¿Qué has amado?
Trago saliva. Mi pecho se siente incómodo y mis músculos se tensan.
Amo a los chicos.
Me amaste a mí.
Aprieto la mandíbula. Incluso cuando perdimos todo nuestro dinero
por su hábito, amaba a mi madre. Incluso cuando pasaba hambre. Incluso
cuando estaba drogada hasta el culo. Incluso cuando sus clientes venían.
Incluso cuando me prostituía con ellos.
Era un idiota en aquel entonces.
Y eres un maldito idiota ahora.
La mano de Cali roza la mía mientras camina a mi lado, y me saca de
mis recuerdos de golpe. Me aclaro la garganta. Ella me mira como si
esperara una respuesta.
Oh mierda, hizo una pregunta.
Frunzo los labios como si estuviera pensando.
—Tuve un gato cuando era niño. Lo quería.
Cali sonríe levemente mientras mira al suelo. No creo que se dé cuenta
de que lo está haciendo. Se ve tan malditamente hermosa. Ahuyenta la
oscuridad por un breve segundo, y quiero verla de nuevo.
Continúo:
—Bueno, en realidad no era mío. Me seguía a casa desde la escuela
todos los días, así que lo llamé mío. Lo llamé Raisin Bran, porque eso tiene
sentido cuando tienes siete años.
—¿Caminabas a la escuela a los siete años?
Me encojo de hombros.
—Hice todo a los siete. También cuidaba a mi hermano.
Cali respira hondo y mete las manos en los bolsillos. La sonrisa ha
desaparecido de su rostro, y no me gusta eso. Quiero que vuelva.
—Metí a Raisin Bran dentro unas cuantas veces y le di hot dogs. Los
amaba.
Ahí está, un poco de luz vuelve a sus ojos. Ella se ríe.
—Me habrían azotado hasta casi matarme si intentaba eso.
Un sentimiento desagradable me recorre. ¿Quién demonios la estaba
azotando? Ella me pertenece. Nadie la toca, incluso si fue en su pasado.
Quiero quitar esa expresión de su rostro, así que sigo hablando como
un idiota.
—Sí, bueno, uno de los... clientes de mi madre trató de matarlo un día,
así que nunca más lo hice.
Su voz es suave.
—Oh. —Pero no indaga más.
Seguimos caminando en la oscuridad, escuchando los grillos. Me
relajo un poco.
Cali pregunta suavemente:
—¿Quién está cuidando de Halloweiner?
Me tenso. Después de que la tomé, no podía simplemente dejarlo en
su apartamento.
—Lo llevé al refugio.
—¿Al refugio de animales? —Cali se da la vuelta hacia mí. Incluso en
la oscuridad, veo el miedo en sus ojos—. ¿Y si alguien lo adopta? ¡Él me
pertenece!
No digo nada. No hay nada que decir.
Ella empuja sus pequeñas manos en mi pecho. Apenas me muevo.
Cali grita:
—¡Es mío!
Algo incómodo se enrosca en mi estómago. ¿Estoy sintiendo... culpa?
No puedo verla perfectamente, pero creo ver lágrimas en sus ojos.
Mierda. ¡Ella no puede hacerme sentir así! No he sentido esto en
mucho tiempo. Me dan ganas de desmoronarme. Mi voz sale ronca.
—Chica estúpida. Deberías saber que no debes mostrar debilidad.
Cali se da la vuelta para ya no estar frente a mí.
—¿Sabes qué? Eres una persona horrible, Sawyer.
El sentimiento se enrosca más profundamente en mi estómago. Gruño:
—Solo intento enseñarte algo. Alguien siempre se aprovechará de ti.
—Lo que sea. —Camina más rápido. Sus hombros tiemblan, pero no
emite ningún sonido.
Me siento enfermo.
No estoy equivocado. El mundo te devorará y te escupirá. Cuanto
antes lo aprenda ella, mejor será.
Entonces, ¿por qué esto se siente mal?
32
Ryder
Cali se vuelve hacia nosotros con fuego en los ojos. Se ve salvaje, viva
y asustada. Inhalo profundamente, su miedo va directo a mi polla. Me
sacude de mi oscuridad por un segundo.
Cali me pregunta:
—¿De qué te ríes, niño bonito?
Modero mi expresión. No me había dado cuenta de que estaba
sonriendo irónicamente. Digo burlonamente:
—De ti, niña bonita.
—Esto no es divertido.
Levanto las manos en señal de rendición.
—Créeme. Mis dos hombres están a punto de perder la cabeza, y no
estoy del todo seguro de que no me vayas a asesinar esta noche. No hay
nada divertido en esto.
Siento la oscuridad revolviéndose en mí. Esa mirada desgarrada en su
rostro cuando hablaba de Ben antes, el miedo en su rostro cuando le
vendamos los ojos, y el golpe absoluto en el estómago cuando descubrí que
él la golpeó me han arremolinado en mis demonios de nuevo. Odio lo fácil
que es devolverme a mi infancia.
Porque aquí es donde perteneces, hijo. Soy tu hogar. Apóyate en lo
que te he enseñado.
Sacudo la cabeza.
Cali me hace una mueca.
—Voy a subir.
Respiro el fuego que escupe. Limpia mi mente por un segundo.
Y luego se ha ido.
Me dispongo a seguirla, a recuperar su luz, pero Miles me agarra del
brazo.
—Necesitamos hablar.
Lo aparto.
—¿Qué pasa?
—¿Cómo vamos a manejar a Ryder? Está herido.
Mira cómo hieres a las personas que amas. Nunca escaparás de mí,
hijo. Eres igual que yo.
Sacudo la cabeza de nuevo.
Ben vuelve a gritar tras la mordaza. Las ratas están inquietas. Limpia mi
mente por un segundo.
Puedo sentir a Miles mirándome. Pregunta:
—¿Qué vamos a hacer con Cali?
Observo cómo las ratas corren de un extremo del estómago de Ben al
otro. Saben que se acerca algo malo.
Miles me llama por mi nombre.
Me vuelvo hacia él.
—¡No lo sé! No la mataré, Miles. Es mía. —No puedo evitar la
posesividad en mi voz. Miles lo nota, sus cejas se levantan sorprendidas.
Aparto la mirada. No sé cómo lo tomará Miles. Pero creo... creo que esto es
más que un juego para mí. Cali trae claridad, fuego y vida. Quiero
adentrarme en sus secretos. Quiero poseerlos. Poseerla a ella. Poseer su
alma. Ni siquiera he empezado con ella.
Y eso me asusta un poco.
—Nuestra. —Respira Miles.
—¿Qué? —Inhalo hondo y vuelvo a mirar a mi hombre. Está bañado
en la dura luz de la celda, todo dureza y sinceridad.
—Ella es nuestra —dice.
Nos quedamos ahí, mirándonos a los ojos. Sólo veo sinceridad en los
suyos. Últimamente no hemos parado de pelearnos. ¿Pero ahora? Siento
que esto es algo en lo que podemos estar de acuerdo.
Inclino la cabeza en un breve asentimiento. Algo de tensión se va de
él.
—La encerraré para que no pueda llegar a él—, dice.
Suelto un profundo suspiro. Por un segundo, la densa niebla oscura se
despeja. Asiento.
—Hablaré con Ryder.
Debe ser tratado con guantes de seda. Necesito que piense que es
idea suya que ella se quede. Y necesito hacerlo antes de que él y Cali se
enfrenten y ella termine muerta.
53
Cali
Esto es una locura. Todo esto es una locura. No puedo creer que lo
secuestraran por mí. Se siente... bien. Nadie nunca se preocupó tanto por
mí.
Las lágrimas llenan mis ojos, y echo un vistazo a la puerta principal al
pasar junto a ella. Un cúmulo de emociones me invade. La Cali del primer
día me grita que corra. La Cali más sensata me dice que Ryder estaría sobre
mí en un instante si pusiera un pie afuera. La Cali estúpida me dice que huir
sería traicionarlos.
No pude quedarme abajo un minuto más. Entro de un salto en la
habitación de Sawyer y cierro la puerta cuidadosamente.
Oh, Dios mío. Oh, Dios mío, ¿acabo de ayudar a matar a alguien?
Quiero vomitar.
No. No, Cali, no nos desmoronaremos ahora. Me echo un poco de
agua fría en la cara. Observo cómo el agua va por el desagüe mientras
intento desconectarme. No, no pienses en eso, Cali.
Echo un vistazo alrededor. Está en silencio.
Mierda. Necesito hacer algo para dejar de pensar. Necesito una
bebida. No, necesito emborracharme. Casi salgo de la habitación para
encontrar el whisky de Ryder, luego me detengo. Ryder dijo que estaba
ocupado con algo de trabajo. Las probabilidades de que esté en la oficina
son altas.
Miro alrededor de la habitación sin saber qué hacer. Hay ropa
esparcida por todas partes, la cama está sin hacer y el tocador de Sawyer
es un desastre absoluto.
Podría buscar. Nunca he estado aquí sin él.
Ben estaba llorando. ¡Llorando! Maldita sea. Empiezo por el tocador
de Sawyer, mirando por encima. Hay recibos, colonias, monedas, relojes y
cosas inservibles. Revuelvo todo y encuentro un cargador de pistola
cargado. Trago saliva. ¿Hay un arma aquí? Abro los cajones, tratando de ir
rápido sin pasar por alto nada. Nada.
Hay una gran fila de estanterías a lo largo de la pared junto a la
ventana. Me acerco a ellas. Están llenas de libros de todo tipo, ordenados
por los colores de las portadas. De hecho, es lo único organizado en este
lugar. Saco algunos libros preguntándome si alguno de ellos será un
contenedor secreto, pero me detengo después de encontrar solo libros
reales.
Giro en círculos. Sé que es poco probable que Sawyer deje un arma
tirada por ahí, pero ¿no es eso lo que hacen los asesinos?
Reviso debajo del colchón. Nada.
Todavía queda la mesita de noche con una botella de agua, un
cargador y una camiseta sucia encima. Abro el cajón.
Dentro hay tres cosas: un libro, una moneda aplanada y una foto.
Contengo el aliento y saco la foto. Es de dos niños con los brazos alrededor
el uno del otro, ¿quizás de diez años? Están sucios y parados en una
habitación mugrosa, pero tienen las sonrisas más grandes en sus caras. La
calidad de la foto es terrible.
Doy la vuelta a la foto. No hay nada escrito en ella. Miro más de cerca
a los niños.
Uno tiene el cabello oscuro de Sawyer y ojos azules. Está sonriendo de
manera traviesa a la cámara. El otro chico tiene un aspecto similar, tal vez
un poco más joven.
Algo afuera de la habitación cruje, y doy un salto. Devuelvo la foto al
cajón. Pero nada se mueve.
¿Es este el hermano del que hablaba Sawyer?
Respiro hondo y miro la moneda. Parece las monedas que mi
hermano y yo solíamos poner en las vías del tren, solo para volver y
encontrarlas aplastadas.
Reviso el resto de la habitación. No encuentro el arma. Tiene que estar
en la casa en algún lugar.
Apuesto a que guardan las cosas buenas en la oficina o en sus
coches.
Esta noche. Esta noche, debería esperar hasta que estén dormidos y
luego irme. Recuperar mi libertad.
Se me aprieta el estómago y pienso en el olor a sudor, a carbón
quemado y a coco. Nunca podré volver a ser la persona que era.
Encuentro excusas. Necesito tener un arma cuando escape porque
algo me dice que me perseguirán con todo lo que tienen. Dispararía mejor
esta vez. Tendría que hacerlo. No tengo otra opción.
¿Por qué el pensamiento me aprieta el pecho?
54
Sawyer
Una vez que las pastillas para el dolor hacen efecto, me levanto para
ayudar a Ryder con la preparación de la comida. Miles se une a nosotros,
también picoteando todos los alimentos que Ryder ha sacado.
Ryder quiere tirar el pollo. Miles le dice que no y busca las reglas de
seguridad alimentaria para mantener los alimentos fuera.
Ryder aún intenta tirarlo.
Veo algunas botellas de vino en el mostrador con el resto de las
compras.
—Oye, hombre. —Las agarro—. Guarda esto.
Ryder me mira raro.
—Iba a hacerlo.
—No, quiero decir ... no podemos tener esto fuera. Voy a ponerlo en
el sótano.
Ryder deja el queso en la encimera.
—Ya basta con el maldito sótano. Tenemos armarios por una razón.
Miro entre las bolsas para asegurarme de que no me haya perdido
nada.
—Estoy desintoxicando a Cali.
Miles me mira extraño.
—¿Qué demonios?
La ira me llena incluso al tener que pronunciar las palabras. Estallo.
—No quiero que ella agarre esto.
Miles parece sorprendido.
—Lo siento. —Suspiro y me paso una mano por el cabello—. Solo ...
intento mantener esto lejos de ella.
Ryder simplemente lo asimila todo, sin decir nada. Ambos saben que
mi madre era adicta, y he luchado con uñas y dientes para tratar de no
seguir sus pasos.
—Lo siento, Miles, no quise estallar así.
Él levanta las manos.
—Está bien, hombre. La mantendré alejada de eso.
—Gracias —murmuro, llevando las cosas al sótano y cerrándolas con
llave. A pesar de los analgésicos, me duele mucho la espalda. Sé que no
debería estar moviéndome tanto.
Pero hay algo más que necesito hacer. He querido hacerlo desde que
ella habló al respecto. Agarro mis llaves y le digo a Miles que vigile a Cali.
Aún no confío completamente en ella para no salir corriendo cuando siente
que la correa se le afloja.
Miles me mira el culo mientras salgo.
—Creo que voy a necesitar otro pedazo de eso.
—En tus sueños, cachorro —gruño y salgo por la puerta. Me voy por
unas horas. Todo el tiempo que estoy fuera, me pica la piel. Me doy cuenta
de lo aliviado que me he sentido desde que ella está con nosotros. Me
encuentro buscando nuevas propiedades abandonadas para perseguirla.
Pensando en nuevas formas en que puedo presionarla. Hacerla correr hacia
mí. Hacerla darse cuenta de que le proporcionaré todo si solo lo pide.
La mujer ha invadido cada área de mis pensamientos.
Cuando regreso a casa, instantáneamente siento más paz al saber
que mi gente está cerca de mí. Llevo mi premio, sabiendo que los hombres
me van a molestar. Pero no están en la sala de estar. Dejo el premio afuera
de mi habitación y entro.
—¿Cali?
Me encuentro con el silencio. Reviso toda mi habitación. La ropa sucia
se ha ido, pero ella no está aquí.
Por un segundo, mi estómago se hunde.
Mierda, se escapó.
Corro a la habitación de Miles y la encuentro sentada en su cama,
mirando por la ventana.
—Ah, ¿fisgoneando en los cajones de alguien más? —pregunto, pero
me lleva un segundo que mi ritmo cardíaco se calme.
Apenas me mira.
—Oye, ¿qué pasa? —La incomodidad me llena. Vacilo por un
segundo, luego me siento rígido junto a ella.
—Nada. —Me regala una sonrisa falsa.
Mi ritmo cardíaco se acelera de nuevo.
—Cali... —advierto—. ¿Qué te dije sobre mentirme?
Ella traga saliva.
—No es nada, Sawyer. —Luego dice más bajo—: Solo estoy triste.
Mierda. Mi estómago se retuerce.
Agarro el mentón de Cali y la obligo a mirarme. El veneno me
atraviesa.
—¿Quién te puso triste? Lo mataré.
Se ríe amargamente y aparta el mentón.
—Está bien. Solo me agarraste en un momento sentimental. Superaré
esto.
La agarro de nuevo.
—¿Quién, Cali?
Ella intenta apartarse de mí.
—Ya dije que estoy bien.
Mi voz baja, y la oscuridad se arrastra.
—¿Quién?
Estalla, mirándome a los ojos, con lágrimas en los suyos.
—¿Y si fueras tú, Sawyer? ¿Qué harías entonces?
¿Yo? Algo como dolor me retuerce el corazón. Mi pecho se aprieta.
—¿Qué?
—Sí, tú. —Cali dirige su mirada furiosa hacia mí—. ¡Torturaste a Ben! ¡No
me dejas ir, y torturaste a alguien, pero eres tan amable conmigo! ¡Eres tan
amable conmigo que me confunde! ¡Estás jodiendo mi cabeza, Sawyer! Y
no es justo. No... —Jadea—. ¡Mierda!
—¿Qué? —La examino y no veo nada mal.
—¡Estás sangrando! —dice ella.
—¿Qué? —La sigo revisando.
Cali lucha por alejarse.
—Tu espalda. Estás sangrando, Sawyer.
Echo un vistazo hacia abajo. Oh. Mi camisa está manchada de rojo.
Debo estar goteando a través del vendaje.
—Cali, está bien.
—¡Estás sangrando mucho! —Ella se precipita hacia el baño.
—¡Cali! Está bien. —Pero ella ha desaparecido. Vuelve con una toalla
húmeda y papel higiénico. Parte de mí se calienta al ver su preocupación.
—Solo necesito un nuevo vendaje. —Levanto mi camisa, girándome
para que pueda ver mi espalda.
Cali guarda silencio.
Quiero darme la vuelta para ver qué piensa, pero no lo hago. Alguna
parte de mí teme que piense que es feo.
Me doy la vuelta y me pongo de pie, con una sensación muy extraña.
—Sí. De todos modos, solo quería comprobar cómo estabas.
—Espera. —Cali mira las cosas en su mano.
Me detengo. Parece que está buscando algo que decir.
—Cali, no necesito tu compasión —digo, más duro de lo que quiero.
Mierda, ¿por qué esto es tan difícil para mí?
—Bien —responde bruscamente—. Porque no pensaba dártela. —
Respira hondo—. Quiero ganar más puntos.
Me lleva un segundo procesar esas palabras. Espera. ¿Quiere irse?
El dolor me atraviesa. Había olvidado el juego por un segundo. El
mundo imaginario que había construido en mi cabeza en el viaje se
desmorona, y la rabia me invade. Me doy la vuelta y camino hacia la
puerta.
—No.
—¡Por favor! —dice Cali—. Haré lo que sea.
Me doy la vuelta, sintiendo la ira apretándome el pecho. No debería
haber sido tan estúpido al dejar que mis emociones se involucraran.
—¿Lo que sea? —digo burlonamente.
Cali tira la toalla sobre la cama y pone las manos en sus caderas.
—Lo que sea —dice.
Desesperadamente quiero decirle que 'lo que sea' es quedarse. Pero
viendo cuánto he arruinado esta conversación, no veo que eso vaya a salir
bien. Estoy enojado conmigo mismo.
—Está bien —gruño—. Si te follas a Ryder, te daré puntos.
—¿Cuántos? —responde Cali.
Un gruñido se acumula en mi pecho.
—Cien.
—¡Eso no es suficiente! Ryder nunca me follará.
No estoy tan seguro de eso. Me encojo de hombros.
—Ese es un riesgo que debes tomar. O juegas el juego o no, Cali.
—Eso es una mierda, Sawyer, y lo sabes. Ochocientos, y no lo haré por
menos.
No puedo evitar el tono en mi voz.
—Eso es suficiente para que te vayas.
—Ese es el punto, imbécil —sisea Cali y cruza los brazos.
La oscuridad se asienta sobre mi visión. Debería haberlo sabido mejor.
No debería haberme ilusionado con que quisiera quedarse.
—Está bien —gruño—. Pero no puedes contarle sobre el trato. Ni a
Ryder ni a Miles. Y tiene que suceder en los próximos tres días, o todos los
puntos se anulan. —Avanzo hacia la puerta—. ¿Me oyes? Perderás todos
ellos. Buena suerte, conejita.
Cierro la puerta y casi tropiezo con lo que traje afuera de la puerta.
Miles está saliendo de la habitación de Ryder.
—Jesús, ¿quién te ha amargado el desayuno? —Él echa un vistazo a
la caja en el suelo—. ¿Qué es eso?
La traición se arremolina en mi pecho. Pero no debería sentirme así. Es
mi culpa por permitirme sentir algo cuando sabía que no debería.
—Su gato —gruño y abro la puerta de un tirón.
—¿Qué? —Miles suena confundido—. ¿Qué pasa, Sawyer?
—No quiero hablar de eso. —Cierro mi puerta.
Se abre un segundo después, y Miles entra.
—Sí, puedes irte al carajo con esa mierda malhumorada. Habla
conmigo. ¿Pasó algo?
Me dejo caer en mi cama.
—Estoy leyendo, ¿no te das cuenta?
—Debe ser muy interesante. —Cruza los brazos y se apoya contra mi
cómoda.
Agarro el libro de mi cómoda y lo abro solo para hacer una
demostración, pero no puedo concentrarme en ninguna de las palabras.
Oh, Dios mío. Ella vio a su exnovio y decidió que no nos quería.
Me levanto de golpe.
—¿Ese hijo de puta sigue vivo?
—¿Quién? ¿Ben?
Los bichos están arrastrándose bajo la piel de mi brazo. Intento apartar
a Miles. Él extiende un brazo musculoso y me empuja tan fuerte que tengo
que contener mi respiración.
—Joder, habla conmigo, Cyrus.
Parpadeo, enfocándome por un segundo. Miles parece preocupado.
Apenas puedo decir las palabras. Me duelen al pronunciarlas.
—Cali quiere irse.
La mirada de Miles recorre mi rostro. Se toma un segundo para
responder, y cuando lo hace, las palabras son lentas y cuidadosas.
—Bueno, sí. Este no es su hogar. Ni siquiera tiene ropa aquí, Sawyer.
—Traje a su gato. —Paso una mano por mi cabello, riendo incrédulo.
Miles parece sorprendido por un segundo.
—¿Y ella se enojó?
—Ella no lo sabe. —Aprieto la mandíbula.
—Jesús, amigo. —Miles exhala un suspiro.
—Ella vio a su ex, y ahora quiere irse.
La ira pasa por el rostro de Miles.
—Quítate de mi camino. —Voy a empujarlo.
Él vacila por un segundo, luego me deja pasar.
—No lo mates, Sawyer. Su muerte es mía.
—No lo haré —gruño—. Pero me suplicará que lo haga.
62
Miles
Conducimos durante casi una hora. Nadie dice nada, y sigo mirando
de reojo a los hombres. Se ven tan sombríos, amenazantes y atractivos. Por
Dios, son ardientes. Con todos sus tatuajes y violencia. Y su idiotez.
El alcohol se me ha subido a la cabeza. ¿Desde cuándo me gustan
los idiotas?
Bueno, desde siempre. Debería saber que no debo beber con el
estómago vacío. Y mierda, si las miradas oscuras que Miles me lanza me
hacen querer saltarle encima. Está enfadado conmigo por decir que no
siento nada por él. Bueno, que se aguante. No les debo nada.
Aun así, la culpa me carcome.
Cuanto más tiempo conducimos, más se parece el paisaje al lugar
donde crecí. Siento que estoy siendo transportada dentro del carril de los
recuerdos.
—Saben, este parece el lugar donde crecí. —Observo cómo mi
aliento empaña brevemente la ventana.
Sawyer me lanza una mirada en el espejo. También parece un poco
enfadado. Eso solo lo hace más atractivo para mí.
Sonrío con ironía por el apodo.
—Si soy una conejita, ustedes son los lobos. —Me río un poco—. Los
grandes y malvados lobos.
Miles me da un codazo y gruñe:
—Te estás avergonzando.
Capto una pequeña sonrisa en el rostro de Sawyer. Miro mal a Miles y
vuelvo a mirar por la ventana. Qué aguafiestas de mierda es esta noche.
Ya está completamente oscuro cuando disminuimos la velocidad. Nos
apartamos por un camino de grava. Los faros iluminan algunos tanques de
petróleo crudo más pequeños.
Paramos, y Miles me ayuda a salir. Su mano firme me estabiliza cuando
tropiezo un poco con la grava.
Sawyer salta al maletero de la camioneta y Miles se inclina hacia mí,
presionándome contra la camioneta. Su olor a coco me envuelve, y mi coño
comienza a palpitar.
—No dejes que Sawyer sepa que estás borracha. —Me atrapa con sus
hipnóticos ojos verdes.
—No estoy borracha —digo, pasando mis manos por su pecho, pero
mis palabras se ahogan con el arrastrar de una lona. Bueno, estoy un poco
mareada. ¿A quién demonios le importa?
—Cali, ¿me ayudas? —llama Sawyer.
Le guiño un ojo a Miles.
—Lo siento, bebé. Mi otro hombre me necesita.
Miles se congela por un segundo, luego me suelta.
Oh, mierda. ¿Acabo de llamar a Sawyer mi hombre? Jesucristo, ¿qué
había en esa bebida? Huyo, rodeando la camioneta.
Sawyer tiene el cuerpo de Ben extendido sobre una lona azul en el
suelo. Está apoyado en un hacha.
—Ah, ahí está la bonita y pequeña cautiva. Siéntate, quiero tener a
alguien con quien hablar mientras trabajo.
Mi estómago se revuelve por un segundo, pero el alcohol lo lleva al
rincón más alejado de mi mente. Me subo al maletero.
—Así que. —Sawyer balancea un poco el hacha, pero no lo levanta—
. ¿Te gustan los lobos, conejita?
Me cruzo de brazos.
—Son animales bonitos.
Me lanza una sonrisa irónica.
—Y rudos.
Lo miro.
—Y apestosos.
Sawyer exhala bruscamente y balancea el hacha hacia abajo. Corta
el tobillo de Ben, y yo doy un brinco. Se escucha un crujido y un chasquido,
y de repente me siento mal.
Sawyer levanta de nuevo el hacha y le separa la pierna a la altura de
la rodilla. Sangre oscura se filtra por la lona.
Trago saliva.
—Tranquila, nena —murmura Miles a mi lado. Salto. No lo escuché
acercarse.
Sawyer me mira. Sus ojos siguen enfadados, pero no tanto.
—¿Creciste aquí?
Cierro los ojos con fuerza. No me gusta pelear con él. El alcohol me
invade.
—Sí. Quiero decir, no sé. ¿Dónde estamos?
Sawyer se ríe, y se oye otro chasquido.
—Si creciste en el campo, deberías saber cómo disparar mejor un
arma.
Resoplo y le lanzo una mirada peligrosa.
—¿Qué? —pregunta Miles.
Sawyer levanta el hacha de nuevo, y aparto la mirada. Otro
chasquido.
—Me disparó cuando la agarré. Dispara como Ryder. Amplio y loco.
Miro por encima del hombro. Ryder está apoyado contra la puerta de
la camioneta, con un pie levantado. Su voz es baja y despreocupada:
—Correcto. Sabes que disparo mejor que cualquiera de ustedes dos.
—Así es. —Esta vez, el golpe es más contundente, y me llevo una mano
a la cara.
—Entonces, Cali. —Sawyer suena alegre—. ¿Criada en el campo?
¿Por mamá? Supongo que sin papá.
Fijo mi mirada en él.
—¿Qué se supone que significa eso?
Se ríe y me mira.
—Bueno, mira de quién te has enamorado. Hombres mayores cuyas
señales de advertencia brillan tanto que casi están en llamas. Ese es el
comportamiento de alguien sin padre.
Un gruñido de defensa me recorre.
—En primer lugar, no me he enamorado de ti. ¿Recuerdas que me
secuestraste?
—Mmm. —Sawyer se apoya en el mango, su mirada es amenazante—
. Entonces, ¿sin papá?
Aprieto la mandíbula.
—Tengo un papá. —No me crió. Apenas lo conozco.
Sawyer vuelve a su trabajo.
—Entonces, ¿te gustó crecer aquí?
Mantengo mis ojos alejados del desastre que está causando y observo
cómo se mueven sus músculos.
—Supongo. No pude salir mucho. Era una niña mala.
—Creía que habías dicho que te lo habían sacado a golpes. —Hace
una pausa lo bastante larga como para captar mi mirada—. Te reformaste.
—Bueno, sí. Me golpearon y rezaron para sacarlo de mí —respondo
con desdén. ¿Por qué estamos hablando de esto? Pensé que estaba
enojado conmigo.
—Oraciones, ¿eh? ¿Oyeron eso, chicos? Es buena suplicando. —
Sawyer se limpia la frente, dejando una mancha oscura—. ¿Creen que
pueden rogar por esta polla cuando hayamos terminado? ¿Quizás añadir
algo de adoración también? Puedo ser su dios por la noche.
Me atraganto. El calor del alcohol ralentiza mi respuesta. ¿Porque
demonios, eso me puso cachonda?
Sawyer me ve luchando y sonríe con suficiencia.
Le contesto:
—Lo siento, ya no creo en Dios.
—¿Y en Satanás? —Se apoya en el hacha—. Puedo ser tu diablo si eso
es lo que prefieres.
Mis mejillas arden. Sawyer realmente parece un demonio, con su
enorme cuerpo salpicado de sangre.
—Ya terminé. —Suelta el hacha—. Vamos a levantarlo. —Comienza a
arrastrar la lona hacia los tanques de petróleo.
68
Miles
Tomo una ducha después de correr. Miles aparece mientras estoy allí
y me folla contra la pared de la ducha. Estoy completamente satisfecha y
exhausta cuando terminamos. Miles me ofrece una maquinilla de afeitar, y
lo acepto. Me mira con desaprobación mientras me limpio un poco y,
cuando cierra el grifo, me río y lo echo fuera para poder peinarme en paz.
Mis rizos están cada vez más desordenados al usar champú para hombres
todo el tiempo.
—Deja que te ayude. —Miles hace un mohín, cruzándose de brazos,
todavía gloriosamente desnudo. Observo su cuerpo tonificado, oscuro con
tatuajes.
—¿Tu eres el peluquero, o lo soy yo? —Levanto una ceja—. Estaré lista
en un minuto.
—Puedes enseñarme.
Me toco el cabello exasperada.
—¿Qué tal si me consigues un peine, un secador de cabello con
difusor y un poco de maldito acondicionador?
Miles se ríe, y luego sus ojos se vuelven serios.
—Espera. —Sale de la habitación y regresa con su teléfono—. Dilo de
nuevo.
Lo miro. Él me mira seriamente.
—Tendrás que decirme exactamente lo que necesitas. No entiendo
nada de esto.
¿Habla en serio? El calor me inunda. Hago una lista de lo esencial.
—¡Genial! —Miles me mira de nuevo, con deseo evidente en su rostro.
A pesar mi pesar, me río y lo empujo.
—Estaré lista en un minuto.
Sonríe.
—Voy a ver si los chicos aún están en la ciudad. Pueden recoger eso.
—Me lanza otra mirada intensa, luego sale del baño.
Respiro aliviada. Me siento... feliz. Observo mi reflejo en el espejo
empañado. Mis ojos están brillantes, y mi piel está sonrojada por correr y el
calor y... Miles. Maldición, Miles. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me
sentí tan feliz? Honestamente no lo recuerdo.
Me paso los dedos por los rizos. Trabajo en mi cabello por un rato,
tratando de deshacer los peores nudos. No se siente ni de cerca tan bien
como cuando Miles lo hace.
Cuando finalmente salgo del baño, tengo frío. Busco en el armario de
Miles algo de ropa para ponerme. Weiner maúlla, frotándose entre mis
piernas.
—Sé que tienes hambre. Sacaré algo del refrigerador.
Oigo la puerta de Miles abrirse.
Me pongo un bóxer.
—Oye, ¿podrías también conseguir...?
No es Miles. Salto, cubriéndome las tetas con el brazo.
Ryder me mira de arriba abajo, su mirada llena de deseo. Por un
segundo, nos quedamos mirándonos. Luego se mete las manos en los
bolsillos.
—Miles fue a la tienda.
—Oh. —Me apresuro a encontrar una camiseta. No estoy segura por
qué. Me mira con una mezcla de deseo y algo que no puedo identificar. La
noche anterior me envuelve en una ola de deseo.
Maldita sea. No puedo estar sintiendo eso por él. Es un imbécil.
Ryder me observa en silencio mientras termino de vestirme. Siento el
calor recorrer mi piel bajo su mirada intensa.
—¿Necesitas algo? —pregunto.
Ryder sigue mirándome.
—¿Todavía quieres huir?
Me quedo paralizada, mirándolo. Sus ojos oscuros son un misterio. No
puedo discernir lo que está sintiendo.
¿Qué está haciendo? ¿Sabe algo sobre el trato de Sawyer? ¿Es algún
tipo de truco?
—Esto no es uno de los juegos de Sawyer. Es una pregunta genuina.
—Yo… —Echo una mirada alrededor. ¿Quiero escapar? ¿De verdad?
¿Qué pensaría Miles? ¿Qué pensaría Sawyer? Demonios, ¿por qué estoy
dudando?
Podría volver a mi apartamento. Por un segundo, lucho por recordar
mis rutinas allí. He estado aquí durante tanto tiempo que me he
acostumbrado.
¿Es esto el Síndrome de Estocolmo? Santa mierda, esto es el Síndrome
de Estocolmo.
No hay forma de que me dejen ir. Ryder ha dejado claro que soy un
problema.
Me aclaro la garganta.
—No, no huiría.
Levanta una ceja.
—Puedes responder con honestidad.
—No necesito que me dispares en la espalda. —Cruzo los brazos—. Así
que no, no huiría.
Hay un destello de emoción, luego desaparece.
—No voy a matarte, Cali. Te estoy dando la oportunidad de escapar.
Te sugeriría que la tomaras.
Espera. ¿Me está dando una oportunidad? Frunzo el ceño y doy un
paso atrás. ¿Qué está pasando?
—Tengo una identidad completamente nueva preparada para ti.
Puedes empezar de nuevo.
Oigo un zumbido en mis oídos. ¿Esto es real? Miro la expresión
impasible de Ryder. A él no le importa. No puede deshacerse de mí lo
suficientemente rápido. Me follo una vez, y ahora ha terminado.
El dolor se apodera de mi corazón.
—Pero tenemos que irnos ahora, Cali.
—Espera, ¿por qué? —Sacudo la cabeza, tratando de aclararla.
La cara de Ryder está petrificada.
—¿Quieres irte o no?
No, esto no es real. Esto es una prueba. Necesito hablar con Miles.
—¿Dónde está Miles?
—En la tienda. —Él sigue mirándome con frialdad. Halloweiner arquea
su espalda contra las piernas de Ryder.
—¿Qué pasa con Sawyer?
—Tomaré eso como un no. —Cruza los brazos.
—¡No! Eso no es lo que dije. Solo... dame un minuto. —Paseo de un
lado a otro.
—No tenemos un minuto, Cali. O quieres irte, o no.
—¿Por qué estás haciendo esto?
Ryder parece impaciente.
—¿No es esto lo que has querido todo el tiempo?
Sí. Lo es. Pero no así. Pero, esta es mi oportunidad. Necesito tomarla.
—De acuerdo. —Lo observo. Su expresión no cambia. Simplemente se
gira hacia la puerta—. Vamos.
Y eso me rompe aún más el corazón.
—¡Espera!
Ryder se detiene. Tantas cosas pasan por mi mente. ¿Por qué está
haciendo esto? ¿Y si esto les hace daño? ¿Y si me hace daño a mí? Pero en
lugar de eso, digo:
—Prométeme por sus vidas que no me matarás.
Ryder se da la vuelta, su mirada es solemne. Me observa por un
segundo.
—Te lo prometo por sus vidas, Cali. Si desapareces y nunca dices una
palabra sobre nosotros, nunca nos volverás a ver.
81
Ryder
30 minutos antes
Tan pronto como regresamos, entro en la casa. No he hablado con
Cali desde nuestra pelea en la cocina, y he esperado el tiempo suficiente.
Miles entra en la cocina con el cabello mojado, sonriendo como un
idiota.
Pasa junto a mí.
—¡Iré a la tienda!
Lo miro con furia. Parece como si acabara de follar: todo feliz y
radiante. Probablemente lo hizo. La envidia me atraviesa. Claramente se
han reconciliado, y ella aún no quiere hablar conmigo.
He decidido que ya no le daré una opción. Vamos a resolver esto aquí
y ahora, le guste o no.
La puerta principal se cierra de golpe.
—¡Sawyer! —Ryder entra después de mí—. Necesitamos hablar.
—Ocupado. —Me dirijo hacia la habitación de Miles, donde imagino
que está Cali.
—Se trata de Cali. —Eso me hace detenerme. Me giro. Ryder me mira
y arquea una ceja—. ¿Recuerdas ese trato?
Mi estómago se contrae. ¿Se la ha follado? Ryder sonríe con
suficiencia.
—Tu chica grita tan bonito.
Me quedo helado. ¿Está hablando en serio ahora mismo?
—Aprieta la polla tan fuerte cuando se viene. No me extraña que les
guste tanto.
—Hijo de puta —gruño.
Ryder cruza los brazos.
—Es hora de dejarla ir, Sawyer.
—¡No!
—Ese era el juego, ¿verdad? Yo la follo, tú la dejas ir.
—Nunca la dejaré ir. —Me acerco, deteniéndome justo a su lado,
apretando los puños.
—¿Qué pasó con ser un hombre de palabra, Sawyer?
Nunca la dejaré ir. No puedo. Sólo de pensarlo me entra el pánico.
—Por ella, la romperé.
Hay el más mínimo cambio en la expresión de Ryder, luego
desaparece. Me doy la vuelta para dirigirme a la habitación antes de que
un fuerte estruendo me haga dar media vuelta.
Ryder está en el suelo, después de haberse caído con una silla de la
isla. Tiene una mano en su pecho.
—¿Qué carajo? —gruño.
Ryder respira con dificultad. Me agacho junto a él.
—¿Estás bien?
Ryder me agarra.
—Me duele el pecho. Solo... ¿me ayudas a levantarme?
Joder, ¿qué le pasa? Agarro sus hombros, y mientras lo hago, siento
un pinchazo agudo en mi muslo como una picadura de abeja.
Miro hacia abajo. Ryder está terminando de presionar el émbolo de
una jeringuilla en mí. No puedo procesarlo durante un segundo. ¿Qué
demonios me pasa?
Ryder se endereza, su rostro parece triste.
—¿Qué demonios? —Solo puedo mirarlo. ¿Acaba de inyectarme eso?
Ryder levanta las manos de manera tranquilizadora.
—Está bien. Todo estará bien.
—¿Qué está pasando?
Ryder me mira. No me gusta esa mirada en sus ojos. Camina hacia mí,
interponiéndose entre el pasillo y yo.
Entre Cali y yo.
Oh mierda. Le va a hacer algo a Cali.
Corro hacia el pasillo.
Ryder es rápido. Me atrapa y me jala bruscamente hacia atrás. Me
giro, intentando golpearlo.
Él me sujeta más fuerte, enterrando su cabeza en mi espalda.
—No la lastimaré.
—No la toques maldito —gruño, luchando.
—Cálmate —gruñe Ryder, envolviéndome en sus brazos y tirando de
mí hacia atrás. Es grande y fuerte como el infierno. Lucho, luego me quedo
completamente flácido, tratando de hacer que me suelte.
Ryder deja caer su cuerpo conmigo, sin soltarme.
—Ella no quiere estar contigo. Tienes que dejarla ir.
—¡Eso es una mierda! —El mareo golpea mi visión. Joder. Me voy a
desmayar antes de llegar a ella—. Ella nunca dijo eso. —Me recorre una
energía frenética. Algo va mal. Esa llamada que recibió. Algo va mal.
¡Miles! ¿Dónde está Miles?
Ryder rueda su enorme cuerpo encima de mí. Lucho por escapar,
pero las malditas drogas me golpean más fuerte de lo que esperaba.
—Estoy tratando de cuidar de nuestra familia.
—Vete a la mierda. —Hay dos de él nadando en círculos sobre mí.
Parpadeo mientras forcejeo. Mierda, tal vez si cierro los ojos, será mejor.
No me doy cuenta de que he dejado de moverme hasta que él me
levanta. Me esfuerzo por volver a luchar, pero siento como si todas mis
extremidades estuvieran borrosas y cortadas. Todo empieza a alejarse.
—Lo siento.
Es lo último que escucho antes de que la nada me envuelva.
83
Sawyer
El pequeño avión nos lleva varias horas hasta la costa. Hicimos algunas
paradas para cargar combustible, y luego llegamos a un aeropuerto
privado con un avión más grande, pero aún privado. El mismo que solíamos
tomar cuando cazábamos con Wyatt.
Vomito varias veces durante el vuelo. Cada milla entre Cali y nosotros
me desgarra el corazón. Nunca me he sentido tan torturado.
Se está escapando. Juré que nunca la dejaría ir, y ahora realmente
tiene la oportunidad de huir. De olvidarnos. Y eso me destroza en pedazos.
Odio no tener la fuerza para luchar contra Ryder en este momento.
¿Cómo pude dejar que esto sucediera?
Miles está inusualmente callado todo el tiempo. Ryder habla sobre sus
planes, pero ni Miles ni yo decimos nada.
Al abordar, mi determinación casi se desmorona. No puedo dejar el
país sabiendo que ella está aquí. Me giro para saltar de las escaleras, pero
Ryder está detrás de mí y me agarra del brazo, empujándome bruscamente
hacia el avión.
Me doy la vuelta hacia él, y la oscuridad se cierra alrededor de mi
visión.
Me sujeta bruscamente.
—Siéntate. Te vas a lastimar. —Ryder me lleva a un asiento, y cuando
mis rodillas lo golpean, se derrumban. El avión es espacioso, y solo estamos
nosotros, pero Miles se sienta a mi lado.
Soy inútil en este momento. El pensamiento casi me hace querer llorar.
No puedo hacer nada para recuperar a Cali. Agarro el collar que le di. No
lo he soltado desde que salimos de la casa.
El avión despega, y la tristeza que me oprime el pecho desaparece
lentamente, siendo reemplazada por la ira.
Si realmente huyó, le daré una paliza en el trasero hasta dejarlo negro
y azul, y luego grabaré las iniciales de los tres en ella. Porque claramente, no
entendió el mensaje la primera vez.
Ryder pasea arriba y abajo por los pasillos, desapareciendo de vez en
cuando en la parte trasera y delantera. Cuando Ryder desaparece en la
cabina por vigésima vez, Miles se inclina hacia mí.
—Entonces, ¿cuál es el plan?
Me recuesto y cierro los ojos.
—Vamos a recuperar a nuestra chica.
Él gruñe.
—No voy a esperar tres meses.
—Yo tampoco.
—No nos va a decir dónde está ella.
Abro los ojos para revisar la habitación. Ryder no está aquí.
—Eso no importa.
—¿Qué quieres decir? —Miles se vuelve hacia mí.
—Ella tiene un rastreador.
Oigo a Miles suspirar.
—Amigo. Él le quitó su collar.
—Lo sé.
Lo miro. Está rígido.
—No me jodas. ¿Estás hablando en serio?
—Sí.
Miles se levanta de un salto, luego mira hacia la parte delantera del
avión y vuelve a sentarse.
—¿En dónde? —susurra.
—En su brazo. Le puse uno en el anticonceptivo que le di. —Nunca he
estado más agradecido por ser minucioso.
Miles me mira durante un minuto y luego me golpea bruscamente en
la espalda.
—¡Dios mío! ¡Genio! ¿Te he dicho recientemente que te amo?
Me estremezco.
—No era necesario que me golpees. —Pero no puedo evitar que una
leve sonrisa se dibuje en mi rostro.
Miles se recuesta, con la cara sonrojada.
—Oh, Dios mío. Podemos recuperarla.
Nos callamos por un rato. No es solo un deseo. La necesito de vuelta.
Comenzó como una venganza, pero cuanto más tiempo estuvo con
nosotros, más supe que era diferente. Y cuanto más aprendía sobre ella, más
la necesitaba. Necesito desentrañar todas sus capas. Todavía lo hago.
Examinar cada secreto. Hacerle entender de una vez por todas, que es mía.
Nuestra.
La voz suave de Miles me sobresalta.
—¿Realmente crees que huyó?
Aprieto la mandíbula. He estado considerando esa posibilidad en mi
cabeza. No quiero creerlo, pero no está fuera de lo posible.
Miles está en silencio.
—Espero que no lo haya hecho.
Aprieto los dientes.
—Pagará si lo hizo.
Estamos en silencio por un rato. Luego, Miles dice:
—No se lo pusimos precisamente fácil.
Giro la cabeza para mirarlo. Miles me da una mirada desgarradora.
—No la hicimos sentir en casa.
—¿De qué estás hablando? —La ira me recorre.
—No tenía nada. No tenía ropa, por el amor de Dios. Nada personal.
—De todos modos, prefiero verla desnuda —murmuro.
—Sawyer. —Miles chasquea—. ¿Le dimos una habitación? ¿Una
cama? ¿Un maldito cepillo de dientes? ¿Qué hay de desodorante y
champú? ¿Siquiera le preguntamos qué le gusta comer?
Siento un retorcijón en el estómago. Mierda. No hicimos nada de eso.
—Yo le traje a su gato.
—¡Hace unos días! Eso debería haber sucedido desde el principio.
Mi pecho se aprieta. Mierda. No pretendía ignorar todas esas
necesidades. Aprieto los puños. Oh, Dios mío. ¿Y si realmente huyó? ¿Y si la
alejé?
Me siento enfermo otra vez.
Tan pronto como este avión aterrice, vamos a buscar a nuestra chica.
Y lo haré mejor esta vez. Esta es mi última oportunidad. Porque después de
esto, nunca la dejaré ir.
87
Ryder
Una semana después
—¿Hay... cuáles son las reglas con los platos para que sepa cómo
hacerlos bien?
Ryder me mira, sorprendido. Inmediatamente trata de ocultarlo.
—Oh. No, no te preocupes por eso.
Juego con una abolladura en la encimera.
—Está bien...
Vacila.
—Solo tengo... una cosa extraña con los gérmenes.
Me apoyo contra la encimera.
—Está bien. No tienes que explicármelo.
—No, tengo que hacerlo. —Respira hondo—. Los otros lo saben, así
que tú también deberías. Lo he tenido desde que era niño. Es difícil de
superar.
Pasos pesados bajan las escaleras, y Miles aparece por la esquina,
seguido de cerca por Sawyer.
—¿Lista para ver tu habitación? —pregunta Miles.
Miro a Ryder, luego vuelvo a mirar a Miles.
—¿Mi habitación? —repito. ¿Tengo... una habitación aquí? La tensión
en mi cuerpo se aligera por un segundo.
—Sí, vamos. —Sigo lentamente a Miles hacia arriba. Sawyer me sigue,
y siento su mirada en mi espalda. Mi piel se eriza. Siento la tensión no
expresada entre nosotros.
Miles me lleva directamente desde las escaleras hasta una gran
habitación llena de ventanas y un porche con salida, con vistas al bosque
neblinoso. Hay una cama king-size en la habitación, y es luminosa y aireada.
La habitación está llena de muebles claros, y me sorprendo. Encima de la
cómoda hay algunos adornos de mi apartamento.
Parpadeo. ¿Pero cómo...? Me acerco a ellos, pasando los dedos por
encima, luego me giro.
Miles levanta las manos.
—Fuimos a tu apartamento antes de traerte. No te enojes. Hay más
cosas en el baño y en el armario.
Sawyer cruza los brazos, apoyándose en el marco de la puerta.
—¿Enojada?
Miro las cosas de nuevo. La consideración hace que se me llenen los
ojos de lágrimas.
Miles se sienta en la cama.
—Tenemos que hablar.
Me tenso.
Se frota la nuca.
—Sawyer y yo queríamos... disculparnos.
Me congelo por completo mirando a Miles. ¿Acabo de escucharlo
correctamente?
—Hay algunas cosas sobre cómo nos conocimos que nos gustaría
cambiar —dice Miles—. No el llevarte, no me disculparé por eso. —Baja la
mirada, luego hace contacto visual—. Pero nunca te hicimos sentir como en
casa. No te dimos voz.
No puedo moverme. Ni siquiera puedo tragar. Esto va tan lejos de lo
que esperaba que estoy en shock.
Miro a Sawyer. Se ve incómodo y mira al suelo cuando me ve
mirándolo.
Miles continúa.
—Esto no es una excusa porque no hay excusa, pero creo que
deberías saber que yo... —Se aclara la garganta—. A veces me excedo. —
Toma aire—. El novio de mi madre mató a mi madre cuando yo era un niño.
La habitación se queda en silencio, e incluso Sawyer se tensa.
Miles se mueve.
—Eso es irrelevante, pero no quiero que nadie sienta lo que mi madre
sintió, así que... intervengo quizás incluso cuando no quieren que lo haga.
Mi estómago se desploma. Oh, dios mío.
—Miles, yo...
Me hace un gesto para que me calle.
—No te lo dije para que me compadezcas. No necesito tu compasión.
Solo estoy tratando de informarte. Y disculparme.
Cierro la boca. No sé qué decir. Mi cabeza está nadando en
respuesta.
Miles se levanta.
—No digas nada. Ninguno de ustedes. Solo... lo siento. Voy a ver a
Weiner.
Y se va, dejándonos a Sawyer y a mí.
Todavía estoy congelada, tratando de entender qué está pasando.
¿Estoy soñando? No están actuando normal. Quiero decir, lo están, pero
nunca he visto este lado de ellos antes.
Sawyer permanece allí durante mucho tiempo, luciendo incómodo y
observándome.
Hay tantas cosas que podría decir, pero no estoy segura de qué. Me
aclaro la garganta.
—Supongo que... nunca te agradecí por traer a Weiner.
Sawyer pone los ojos en blanco.
—Es un descarado.
Bufo.
—Sí.
—Se adapta a su dueña. —Sawyer levanta una ceja.
Me río y me volteo para mirar la cómoda. Ya está llena de mi ropa.
—¿Ustedes trajeron mis cosas? —Me dirijo al baño.
Me sigue, apoyándose en el marco de la puerta del baño.
—Sí.
Mis cosas para el cabello están en la encimera. Reviso el cajón.
¡Tengo un cepillo de dientes! Eso me llena de más emoción de la que
debería.
—Aunque puede que te falten algunas bragas.
Le lanzo una mirada de reojo a Sawyer que carece de fuerza.
—Pervertido.
Él me mira aburrido.
—Los prefiero usados. Te dejé lo justo para que me hicieras ese favor.
Paso junto a él y lo choco con el hombro mientras avanzo. Exploro el
resto de la habitación, encontrando artículo tras artículo escondido, y
cuando se vuelve demasiado, exploró el balcón.
Sawyer sale después de mí. Me apoyo en la barandilla, mirando el
bosque. No hay hojas en los árboles, pero el musgo llena el bosque de verde.
Sawyer dice:
—Sabes, típicamente cuando recorres la casa de alguien, es fácil
tener una idea de quiénes son.
Le echo un vistazo. Se ve tan guapo como lo recuerdo, su cabello
recogido en un moño, mostrando su afilada mandíbula y su oscuro vello
facial.
—La tuya fue diferente. —Los ojos azules de Sawyer miran hacia el
bosque—. Tenías un montón de cosas antiguas de tu infancia que ya no eran
tu estilo. Algunas cosas que eran regalos. Mierda aleatoria. Nada que gritara
Cali.
Hago una mueca de dolor y miro hacia el bosque. Por aquel
entonces, pasaba la mayor parte del tiempo en las redes sociales o
peleándome con Ben. No tenía una personalidad más allá de sobrevivir el
día a día. No podía. Solo estaba tratando de sobrevivir.
Sawyer dice suavemente:
—Creo que has estado huyendo mucho antes de conocernos.
Aprieto la mandíbula.
—Somos más parecidos de lo que piensas —dice Sawyer, mirándome.
—¿Sí? —pregunto.
—Sí. —Él mira sus manos, rascándose la piel alrededor de sus uñas.
Puedo oír vagamente a los hombres hablando abajo.
—Espero... —Sawyer se detiene—. Sé que no he sido el mejor. No
cuando se trata de tenerte, no me disculparé por esa mierda, y no te dejaré
ir, incluso si lo pides. —Me lanza una mirada oscura—. Pero, con las otras
cosas de las que habló Miles.
Me giro para mirarlo. Sawyer aprieta la mandíbula. Es extraño verlo tan
incómodo.
—¿Como qué? —Cruzo los brazos.
Él dice:
—Mierda, esto de hablar es difícil.
—¿Como qué, Sawyer? —Arqueo una ceja.
Se aclara la garganta, luego se voltea para mirar los árboles.
—No te escuché e hice que quisieras huir de nosotros. De verdad. Y
por eso, lo siento. —Aprieta las manos.
—Quiero empezar de nuevo. Lo haré mejor. Quizás aquí, puedas dejar
de huir. —Se gira para mirarme, con sus ojos azules clavados en mí—. Porque
yo dejé de correr cuando te conocí. Contigo, el juego se volvió realidad. Y
por una vez, estuve cómodo viviendo ahí.
Sus palabras me envuelven como un abrazo. He visto muchas
versiones de Sawyer, pero esta... esta parece la más genuina. En contra de
mi voluntad, las lágrimas llenan mis ojos. Joder.
Sawyer dice suavemente:
—Así que debes saber que queremos que este lugar sea un sitio seguro
para que te encuentres a ti misma. Y quizás cuando dejes de huir de ti
misma, dejarás de huir de nosotros.
Parpadeo. No sé cómo responder a eso. Porque quiero dejar de huir.
Lo deseo muchísimo.
Sawyer se endereza.
—Jesucristo, eso fue más difícil que dispararle a alguien.
Resoplo. No puedo evitarlo. No es gracioso, pero todo el estrés de
todo me supera.
Sawyer me lanza una mirada maliciosa.
—Preferiría matar a alguien.
Me doy la vuelta para entrar, ocultando una sonrisa.
—Estoy segura.
—Oh. —Sawyer me sigue—. Por cierto, espero que sepas que aún no
has terminado de ser castigada. Ni por asomo. De hecho, prepárate, porque
tenemos otro juego. Si quieres jugar.
—¿Qué?
Sawyer va a mi armario y saca un montón de ropa cubierta con
zapatillas para correr.
—Póntelo y cuando estés lista, baja las escaleras.
Lo miro a él y a la pila de ropa.
—¿Es un disfraz de animadora?
Sawyer simplemente me guiña un ojo y sale, cerrando la puerta tras
de sí.
93
Cali
Alina May es primero una lectora y luego una autora. Los libros son su
pasión, especialmente los oscuros y desagradables. "Better Run" es su
primera novela, con más planeadas para su lanzamiento en 2024.