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CONTENIDO
SINOPSIS ________________________ 5 22 ___________________________ 121
NOTA DE LA AUTORA ______________ 6 23 ___________________________ 126
1 ______________________________ 8 24 ___________________________ 137
2 _____________________________ 12 25 ___________________________ 141
3 _____________________________ 20 26 ___________________________ 146
4 _____________________________ 26 27 ___________________________ 151
5 _____________________________ 31 28 ___________________________ 154
6 _____________________________ 35 29 ___________________________ 161
7 _____________________________ 42 30 ___________________________ 163
8 _____________________________ 47 31 ___________________________ 173
9 _____________________________ 56 32 ___________________________ 178
10 ____________________________ 61 33 ___________________________ 182
11 ____________________________ 69 34 ___________________________ 183
12 ____________________________ 72 35 ___________________________ 194
13 ____________________________ 77 36 ___________________________ 196
14 ____________________________ 81 37 ___________________________ 198
15 ____________________________ 83 38 ___________________________ 203
16 ____________________________ 88 39 ___________________________ 208
17 ____________________________ 96 40 ___________________________ 212
18 ___________________________ 102 41 ___________________________ 214
19 ___________________________ 111 42 ___________________________ 220
20 ___________________________ 116 43 ___________________________ 223
21 ___________________________ 118 44 ___________________________ 225
45 ___________________________ 228 71 ___________________________ 347
46 ___________________________ 230 72 ___________________________ 351
47 ___________________________ 235 73 ___________________________ 353
48 ___________________________ 246 74 ___________________________ 357
49 ___________________________ 247 75 ___________________________ 363
50 ___________________________ 252 76 ___________________________ 371
51 ___________________________ 256 77 ___________________________ 378
52 ___________________________ 258 78 ___________________________ 388
53 ___________________________ 261 79 ___________________________ 390
54 ___________________________ 264 80 ___________________________ 391
55 ___________________________ 267 81 ___________________________ 396
56 ___________________________ 276 82 ___________________________ 397
57 ___________________________ 280 83 ___________________________ 401
58 ___________________________ 287 84 ___________________________ 403
59 ___________________________ 293 85 ___________________________ 407
60 ___________________________ 298 86 ___________________________ 415
61 ___________________________ 299 87 ___________________________ 419
62 ___________________________ 306 88 ___________________________ 423
63 ___________________________ 309 89 ___________________________ 428
64 ___________________________ 312 90 ___________________________ 437
65 ___________________________ 318 91 ___________________________ 440
66 ___________________________ 323 92 ___________________________ 442
67 ___________________________ 327 93 ___________________________ 451
68 ___________________________ 332 EPÍLOGO ______________________ 459
69 ___________________________ 333 SOBRE LA AUTORA ______________ 463
70 ___________________________ 338
SINOPSIS
Sawyer
Cazar personas se ha vuelto aburrido... hasta que ella aparece. Está
llena de lucha y fuego. Empujarla hasta sus límites es estimulante. Me
encanta asustarla. Hacerle daño. Cazarla. Me pone duro. Ella es nuestro
pequeño juguete, y el juego apenas comienza. Y qué divertido es jugar.
Miles
Sawyer secuestró a una mujer y la trajo a nuestra casa. Quiere que
participe en sus juegos retorcidos. Está mal, pero a medida que la conozco,
me doy cuenta de que nunca he sido un hombre moral. Vamos a jugar.
Ryder
La mujer que Sawyer nos trajo es un comodín exasperante. Solo que
no puedo decir si sólo jugará su mano o si planea jugar con nosotros
también. Lo que no creo que ella se dé cuenta es que... nunca pierdo. Que
comience el juego.
Cali
Ellos creen que pueden romperme.
Se los mostraré.
No ganarán. No pueden ganar.
¿Verdad?
The Hunter's Club: Libro #1
NOTA DE LA AUTORA
Hola, mi sucias. Por favor, tómense un momento para prepararse
porque este libro tiene contenido muy oscuro (todos ustedes gritando
¡VENDIDO!, son mis favoritas). Pero en serio, este libro está lleno de
situaciones de no consentimiento y contiene temas como la violencia
contra las mujeres, escenas primitivas, relaciones tóxicas, sexo entre
hombres, y mucho más.
ADVERTENCIAS DE CONTENIDO:
Alcoholismo, Anal, Autocanibalismo, Asfixia, Juego de sangre,
Marcación con hierro candente, Engaño (Poliamoroso, un miembro tiene
desacuerdos temporales con la adición de un compañero), Abuso físico
infantil (aludido), Abuso sexual infantil (aludido), Degradación, Violencia
doméstica (en pantalla), Drogarse, Consentimiento dudoso, Exhibicionismo,
Felching, Sexo grupal, Odio al sexo, Juego de impacto, Secuestro, Sexo entre
hombres, Juego de máscaras, Masoquismo, Enfermedad mental, Falta de
comunicación, Asesinato (en pantalla), TOC, Negación del orgasmo, Charla
sobre juegos de mascotas / collar, Elogios, Juego primitivo, Trauma religioso,
Sadismo, Somnofilia, Escupir, Acoso, Tortura (en pantalla), Tócala y muere,
Violencia, Voyeurismo.
A todas mis chicas con traumas: ¿así que todas ustedes también tienen un
fetiche por las máscaras, ¿eh?
1
Sawyer

Tengo una maldita comezón en el brazo y no puedo quitármela. Saco


mi navaja y arrastro la hoja inclinada por mi antebrazo, dejando una franja
blanca de piel descamada.
—Sawyer —gruñe Miles—. Mantén tu ADN lejos de los bancos.
Desplazo perezosamente mi mirada hacia él. Está de pie, con los
brazos tatuados cruzados, observando a Ryder torturar al abogado en el
altar. El abogado gime, el sonido hueco en la iglesia vacía.
Hago girar la navaja y la atrapo entre mis dedos.
—No me estoy cortando, ciego idiota.
El abogado gimotea. Está atado de espaldas, y Ryder se inclina sobre
él, susurrando algo. Pasa sus manos enguantadas por los embudos que ha
perforado en el cuerpo del hombre. Les ha estado echando ácido durante
las últimas horas, «pudriéndolo de adentro hacia afuera» o lo que sea.
Gruño y me pongo de pie, caminando entre los bancos.
—¿Quieres ayuda, Ryder? Ah mierda, tienes algo de sangre en tu traje.
—Me inclino sobre el abogado y señalo una mancha en el traje planchado
de Ryder.
Mientras él mira hacia abajo, le doy un golpecito en la nariz.
El rostro normalmente inexpresivo de Ryder parpadea con emoción
por un segundo, y luego desaparece. Aprieta la mandíbula.
—Deja de interrumpir.
Pongo los ojos en blanco. Ryder vuelve a su cántico, está diciendo
algo religioso. Una vez que lo has escuchado por quincuagésima vez, se
vuelve aburrido. La víctima de Ryder no parece que vaya a durar mucho
más. Gracias a Dios. Ryder hace lo mismo cada vez que es su turno y nunca
nos deja ayudar en las partes divertidas.
—Esperaré en el auto. —Paso junto a Miles con un guiño—. Y cuida tu
tono conmigo, cachorro.
Nuestra camioneta es la única en el estacionamiento. La hierba está
marchita en el asfalto agrietado y cruje cuando la piso. La elección de
ubicación de Ryder fue en medio de la nada, en una vieja iglesia que antes
fue un manicomio.
Son las dos de la mañana y no hay nadie afuera. Enciendo un cigarrillo
e inhalo el olor a humo y hierba quemada por el sol. Maldita sea, estas cosas
son asquerosas. Pero el abogado los tenía y no podía dejar que se
desperdiciaran.
Toso alrededor del humo y me apoyo contra la camioneta. Odio la
quietud aquí. Hace que las voces en mi cabeza sean más fuertes. Tomo otra
bocanada de humo y la mantengo hasta que me arden los pulmones.
Cuando los chicos finalmente se unen a mí, huelen a gasolina.
—¿Usaron las papitas fritas? —Apago mi último cigarrillo y arrojo la
colilla dentro de la camioneta.
—No —dice Ryder y se sube a la parte trasera. Miles se une a mí en el
frente y cierra la puerta de un portazo.
—Jesús —gruño—. Sabes que la leña arde sin dejar rastro.
La iglesia comienza a brillar en la oscuridad de la noche.
Ryder se quita su chaqueta.
—Sé cómo quemar un edificio, chupapollas.
Salgo bruscamente del estacionamiento, pisando el acelerador a
fondo.
—Está bien, a alguien no le importa el arte, ‘chupapollas’. Y si me estás
insinuando para que te chupe la polla, sabes que eso es más cosa de Miles.
—Piso el acelerador y volamos por el lado equivocado de la carretera.
—Sawyer. —Miles agarra la manija de su puerta y los tatuajes en su
antebrazo se flexionan. Está cubierto de tatuajes, la mayoría de sus días
militares. Es caliente. Me gusta saber que tengo a un tipo rudo arrodillado a
mis pies.
Sonrío. No hay nadie en la carretera y, por primera vez esta noche,
siento un destello de vida. Incluso ayudar a Ryder no ayudó: el miedo
quejumbroso del abogado hizo poco para mí. Necesito fuego fresco,
enojado, vengativo.
—Sawyer. —Ryder me lanza una mirada de advertencia y se quita la
corbata. Siempre se ve arreglado por fuera. Se sacude las muñecas. Como
de costumbre, todavía se ve impecable y guapo con su cabello medio largo
peinado hacia atrás. Es molesto.
Simplemente piso el acelerador y subo el volumen de la radio
Bluetooth.
—Estás rígido. —Me inclino y acaricio el muslo de Miles con mi mano
izquierda y rozo su entrepierna—. Y no de buena manera.
—Vete a la mierda. —Aparta mi mano de un manotazo.
Pongo mi mano de nuevo y agarro su entrepierna con fuerza. Siento
que se endurece debajo de mi mano.
—Buen chico. —Me burlo.
—Perra —gruñe y me arranca la mano con un dedo, lo que me
provoca una punzada de dolor en mi brazo—. No cuando vas a cien millas
por hora en el lado equivocado de la carretera.
Me río y agito mi mano.
—Sabes que lastimarme me pone duro, Miley.
Odia que lo llame así.
Miles no muerde el anzuelo. Nos conocemos desde hace años y
hemos cazado juntos por un tiempo. Sabe que estoy tratando de sacarlo de
sus casillas.
Mi sonrisa se desvanece. Las últimas cacerías no han sido lo mismo. Se
están volviendo predecibles. Lo predecible es aburrido. El aburrimiento me
hace querer estrellar mi cabeza contra el volante. Me hace querer volar por
el lado equivocado de la carretera hasta llegar a la ciudad. Embarcarme
en una persecución con la policía. Matar a alguien. Sentir su sangre debajo
de mis uñas mientras buscan ayuda en mis ojos.
Hay un nuevo atisbo de interés.
—Sawyer —ladra Ryder.
Parpadeo y lo miro por el espejo retrovisor.
—Saca la cabeza de tu culo.
Ryder es el más responsable del grupo. Rara vez da órdenes, pero
cuando lo hace, generalmente le hacemos caso. Si no lo hacemos, se
asegurará de desquitarse con nuestros traseros. Puto sádico. Aún así, la idea
me hace endurecerme en los pantalones.
Gruño y bajo la velocidad.
—No sé qué te tiene tan jodido. —Miles se recuesta y cierra los ojos—.
Es tu turno de cazar.
Aprieto las manos en el volante. Ese es el problema. No tengo un
objetivo. En las últimas tres cacerías, he elegido personas al azar de la calle
que me han dado problemas. A los chicos no les gustó, tienden a elegir sus
cacerías con más precisión, pero conocen las reglas, así que siguieron el
juego.
Pero por un tiempo, las cosas se han vuelto... bleh. Mis últimas tres
presas apenas pelearon. La idea de cazar al próximo tipo que me insulte en
el tráfico me da un pequeño destello de vida y luego... nada.
Vuelvo a rascarme el brazo, intentando llegar al picor que se arrastra
bajo mi piel. Algo no va bien. Lo noto. Las cacerías suelen hacer que mejore.
¿Por qué no mejora?
Sólo necesito encontrar a la persona adecuada. Tengo la sensación
de que el objetivo correcto cambiaría todo.
2
Cali

En el minuto en que la puerta del apartamento se abre de golpe, sé


que Ben está de mal humor. Aparece en la entrada, vistiendo una camiseta
sin mangas y pantalones cortos de gimnasia. Tiene los ojos vidriosos y el
cabello rubio le cae sobre los ojos. Percibo el olor a cerveza mientras pasa
junto a mí y arroja sus llaves sobre la mesa del comedor. Mira el teléfono en
mi mano.
—Oh, ya veo. Hablando con tu otro hombre mientras no estoy.
—¿Disculpa? —le pregunto a su espalda mientras agarra una cerveza
del refrigerador. Mi gordo gato negro, Halloweiner, corre hacia el dormitorio
como siempre hace cuando Ben está cerca.
—Me escuchaste, joder —murmura, abriendo una lata y bebiéndola
de un trago.
Dejo mi teléfono en el sofá. Así que va a ser una de esas noches. La
última vez que se puso así, lanzó una botella de cerveza a nuestra ventana
delantera y tuve que agacharme para esquivarla.
—Será mejor que mantengas esas latas en tu mano y no en la pared
—siseo.
Está bebiendo otra y me ignora por completo.
—Llegas tarde —digo y me muevo hacia la puerta de la cocina. Es
mucho más tarde de la hora a la que normalmente regresa de la escuela
técnica. Las cosas no han ido bien, dice que lo están acosando, y ha estado
bebiendo más de lo normal. Cuando llego a casa del trabajo en la
peluquería, normalmente está borracho.
—Algo de lo que claramente te aprovechaste, ¿eh perra? ¿Lo follaste
esta noche también? —Ben establece contacto visual conmigo. Su mirada
es oscura, lívida.
Mis músculos se tensan.
—¡Ya te he dicho cien veces que no estoy hablando con nadie más!
La luz de la cocina oculta el rostro de Ben, haciendo que su cabello
parezca blanco y sus ojos más rojos. Sus fosas nasales se dilatan.
—¿Qué demonios te pasa? ¡Te doy todo y mientras no estoy, tu culo
de perra me engaña! —Avanza hacia mí, con los ojos clavados en los míos.

—No te estoy engañando. —Retrocedo—. ¡Y no estabas trabajando,


son más de las dos de la mañana!
Nunca lo había visto tan mal. Las alarmas suenan en mi cabeza. Mi
espalda golpea la pared y él azota sus manos a ambos lados de mi cabeza
con un fuerte golpe.
Me estremezco.
Ben lo nota. Esboza una sonrisa burlona y baja la cabeza para mirarme
a los ojos.
—Trabajo duro todo el puto día, ¿crees que podría conseguir una
novia que se preocupe? ¿Aunque sea un poco? ¡Pero joder, claramente eso
es imposible! ¿Cuánto esfuerzo cuesta mantener ese coño de zorra alejado
de otros hombres? —Su aliento es agrio y huele a sudor.
—Qué demonios, yo...
—¡Cállate! —ruge y golpea su mano contra la pared detrás de mí una
y otra vez, haciéndola temblar—. Escucha cuando te estoy hablando.
Mi cuerpo tiembla. Por un segundo, veo otro rostro gritándome. Pero
en mi memoria, soy más pequeña y no hay lugar para huir de los moretones.
Nunca lo hubo.
La saliva golpea mi cara y me doy cuenta de que estoy de vuelta en
el apartamento con Ben gritándome encima. La ira me inunda. Esto no va
a volver a pasar.
Lo empujo con todas mis fuerzas.
—¡Aléjate de mí!
Su mano viene tan rápido que no puedo detenerla. Me golpea en un
costado de la cara y mi cabeza se lanza hacia un lado. Las lágrimas brotan
en mis ojos y me siento enferma por un segundo.
Me tomo un minuto para recuperar el aliento, luego suelto una
carcajada.
—Golpeas como una perra.
De repente, sus manos están en mi garganta, azotándome contra el
refrigerador. Toso, la presión aplasta mi tráquea. Ben me está gritando algo,
pero no puedo entender qué. Araño y rasguño sus brazos y cara. El mundo
se siente borroso mientras más me aprieta. Pateo y araño, pero mis oídos
comienzan a zumbar. Zumban y siento calor. No, tengo calor, me estoy
quemando. Y flotando.
De repente, me suelta.
Me desplomo y Ben me sigue, tomándome de los brazos.
—Oh mierda, nena. Lo siento. Lo siento mucho, no quise... ¡maldita
sea!
Toso varias veces, parpadeando y volviendo a enfocar la cocina.
—Nena. Nena, ¿puedes oírme?
Miro a Ben. Tiene lágrimas en los ojos.
—Nena, lo siento mucho. No sé qué me pasó. Mezclé cerveza y whisky
y siempre me hace eso. Si no me hubieras respondido, eso no habría pasado.
Lo sabes muy bien.
Mis oídos han dejado de zumbar, pero la sensación borrosa
permanece.
Sucedió de nuevo. Me prometí que las cosas serían diferentes ahora.
Me lo prometí.
Mi garganta se aprieta y trago saliva. Vuelvo al salón y Ben me sigue,
lamentándose y agarrando mi mano.
La aparto, tomando mis llaves de la mesa.
—No, nena, ¿a dónde vas? —Se planta frente a mí.
—Afuera. Necesito un minuto.
—¡No, por favor, no fue mi intención! No me dejes, nena, te amo. Eres
todo para mí. Por favor, nena.
Trata de arrebatarme las llaves. Afortunadamente, está demasiado
borracho para quitármelas. Tomo mi teléfono del sofá.
—Sólo voy a dar un paseo. —Salgo apresuradamente por la puerta
principal, presionando el botón de desbloqueo de mi auto una y otra vez.
—No, espera, hablemos de esto. Lo arreglaré, lo prometo. —El sonido
de sus pasos es pesado y rápido.
Corro hacia mi auto, abro la puerta y la cierro con llave después de
entrar.
Ben golpea la ventanilla, sacudiendo el auto con la fuerza de su
persecución.
—Por favor, Cali, haré lo que sea. ¡Te amo! Eres mi eternidad. Por favor,
no te vayas.
Mis manos tiemblan mientras pongo las llaves en el contacto. Malditas
manos estúpidas. Ni siquiera tengo tanto miedo. Esto ha sucedido antes. No
con él, pero aun así. Ni siquiera dolió tanto.
Respiro hondo antes de girar la llave y poner el auto en marcha.
Ben se da cuenta de lo que estoy a punto de hacer y corre hacia la
parte trasera del auto. Se para detrás, aún gritando y suplicando con las
manos extendidas. En la cámara de reversa, cae de rodillas, juntando las
manos.
Pongo el auto en marcha y paso la acera mientras giro el volante
hacia la derecha. Mi cabeza casi golpea el volante por el brusco
movimiento.
Ben intenta bloquearme de nuevo, pero no lo logra del todo. Salgo
del aparcamiento y freno de golpe justo antes de llegar a la carretera
principal. ¡Mi gato! Miro detrás de mí. Siempre araña a Ben cuando se
acerca demasiado.
Ben me ve detenida y comienza a correr hacia mí.
Que se joda. Halloweiner le abrirá la garganta si intenta algo. Piso el
acelerador y me río amargamente. Mi gato es mejor que yo. Al menos
pelea.
Pasa un rato antes de que mis piernas dejen de temblar. Claramente,
hay algo muy jodido conmigo porque antes reaccionaba menos. Soy una
idiota por permitir que esto sucediera esta noche.
Después de que mi pierna deja de rebotar, miro a mi alrededor. He
salido de mi pequeño pueblo y estoy en medio de los campos cosechados
de trigo y pastizales. Lo único claramente visible son las luces rojas
parpadeantes de las turbinas eólicas que cubren el paisaje. Creo que he
tomado la autopista para salir de la ciudad.
Me paro y apoyo la frente en el volante. Aún no puedo controlar mi
cuerpo. Quiere temblar. Me arde la mejilla y siento un hormigueo en la oreja
por el golpe.
Trago saliva. Sé lo que necesito.

Han pasado cinco meses. Cinco meses desde que he bebido. No es


que no pueda volver a empezar, ¿verdad? No es tan difícil compensar cinco
meses. Antes de poder pensarlo demasiado, me pongo en marcha y me
dirijo a una gasolinera que sé que está más adelante en el camino.
Cuando llego, el reloj marca las 3 AM. Sorprendentemente, hay otro
auto en el estacionamiento: una camioneta plateada estacionada justo
delante de la tienda.
Me arde todavía la mejilla y estoy segura de que está roja, pero tomo
mi billetera y entro. La gasolinera es pequeña, con solo unas pocas islas. La
normalidad de la música pop repetida, las luces fluorescentes y la pequeña
estantería de vinos me hacen respirar entrecortadamente. Tomo el vino tinto
que sé que tiene el mayor contenido de alcohol y me dirijo a la esquina del
pasillo.
Choco directamente contra una pared de músculos, golpeándome
contra esa superficie inflexible.
—Oh mierda, lo siento... —Miro al hombre y hago una pausa.
Es tremendamente guapo. Es alto, fácilmente mide más de 1.80, lleva
el cabello corto y castaño claro recogido en un moño. Una deliciosa colonia
llena mi nariz. Huele a limpio, a cedro y salvia. El hombre sonríe y sus ojos
azules son oscuros. Es como si viera dentro de mí, aunque no tenga sentido.
Se me erizan los vellos de la nuca.
—Yo... no te vi ahí. —Retrocedo unos pasos.
El hombre me mira retroceder, ampliando su sonrisa burlona. Inclina su
cabeza para que sus ojos se ensombrezcan más.
—No te preocupes, cariño.
Viste una camiseta y jeans azules que se amoldan bien a sus
musculosos muslos. De repente, soy muy consciente de mi camisa andrajosa,
mis leggings y mi cabello despeinado.
—Lo siento. —Me río incómodamente, lo rodeo y huyo hacia el
mostrador.
Siento su mirada sobre mí mientras pago, enviando un escalofrío por
mi espina dorsal.
—¿Eso es todo? —La voz del empleado me sobresalta.
—¿Perdón?
—¿Eso es todo? —vuelve a preguntar.
—Sí, lo siento. Sí.
El hombre de mediana edad me mira por encima de sus gafas.
Levanta una ceja y suspira.
—Siguiente.
Siento la abrumadora presencia del hombre detrás de mí. La
vulnerabilidad hormiguea entre mis omóplatos. Me dan ganas de darme la
vuelta. Mis instintos gritan que no le dé la espalda.
Enderezo los hombros y salgo. Respiro profundamente el aire caliente
y seco cuando irrumpo en la noche de nuevo. Ya casi llego. Necesito este
trago más que mi próximo aliento.
La camioneta plateada sigue estacionada justo a mi lado, y cuando
miro hacia arriba, veo a dos hombres en los asientos delanteros. En mi
mirada fugaz, ambos son igual de guapos que el que estaba dentro, ambos
con el cabello más oscuro. El conductor está cubierto de tatuajes hasta el
cuello y las manos. Me echa un vistazo y me pilla mirándolo.
Me apresuro a mi auto y cierro la puerta.
Agradezco a los dioses por haber guardado mi abridor de botellas en
mis llaves y lo abro dentro del auto. Mi teléfono suena. Lo ignoro y pongo la
botella en mis labios. En el segundo en que el alcohol toca mi lengua, me
relajo. Esto es lo que necesitaba. Comenzaré mi sobriedad de nuevo
mañana. Simplemente... no puedo esta noche.
Me he terminado la mitad de la botella antes de mirar mi teléfono. Ha
estado sonando sin parar y veo que es Ben.
Ben: Entonces no te importa si me suicido, ¿eh? Qué buena novia eres.
Mis mejillas se calientan. ¿Sabes qué? No tengo que aceptar esto.
Trago saliva. No puedo ser así. No puedo dejar que me golpee una y otra
vez como los novios de mi madre solían hacerlo con ella. Es decir, las pocas
veces al año que incluso veía a mi madre. Ella nunca llamó a la policía.
Nunca hizo nada.
Doy otro trago. No voy a ser así. Saco mi teléfono, con el dedo
suspendido sobre el teclado. No es tan difícil. Sólo son tres números. Algo me
dice que no lo haga, pero el alcohol que me calienta dice que está bien.
Marco el número.
—911, ¿cuál es su emergencia? —La mujer al otro lado del teléfono
suena aburrida.
Su manera de expresarse me desconcierta por un segundo.
—Yo... sucedió hace un rato.
Hay una pausa.
—¿Dónde está usted, señora?
Miro a mi alrededor y le digo el nombre de la gasolinera.
—Pero sucedió en mi apartamento.
—¿Qué pasó? —Ahora suena molesta y aburrida. Trago saliva. Esto no
está yendo bien.
—Mi novio y yo tuvimos una pelea.
—¿Él sigue ahí?
—No lo sé.
—Señora. —La mujer al otro lado de la línea suelta un suspiro—.
¿Dónde está su apartamento para poder transferirla a la persona correcta?
Me siento cada vez peor.
—Sabe qué, llamaré cuando llegue a casa.
Presiono el botón de finalizar llamada y tiro el teléfono al asiento
trasero. Mi cuerpo quiere volver a temblar, pero el alcohol me tranquiliza.
Esta noche no parece real. Es como si me estuviera viendo actuar desde el
otro lado de una ventana.
Aunque todavía estoy demasiado cerca. Quiero que se sienta como
si fuera nada. Nada más que cálido, difuso y bien. Y beberé hasta que se
sienta de esa manera.
La camioneta plateada sale del estacionamiento, sorprendiéndome.
Había olvidado que estaba allí. Observo cómo las luces traseras
desaparecen, luces rojas borrosas nadando en la oscuridad.
3
Sawyer

Ryder me echó del asiento del conductor, y ahora no tengo nada que
hacer. Sigo pensando en la chica de aspecto tímido en la gasolinera. La
forma en que su desordenado cabello rubio y rizado me suplicaba que lo
agarrara y la obligara a arrodillarse. Darle una verdadera razón para el
miedo que vi en sus ojos.
Suspiro y me ajusto. Había obligado a los chicos a quedarse sentados
un rato más, esperando a ver si corría. Nunca lo hizo. Era como una conejita:
sentada congelada en su lugar, esperando que el depredador se hubiera
olvidado de ella.
Ryder no nos dejó quedarnos más de 10 minutos. Obtuvo una orden
de arresto por uno de nuestros cuerpos hace un tiempo, y hemos tenido que
pasar desapercibidos desde entonces. Irónicamente, ni siquiera fue él quien
mató al hombre, fue Miles. Pero de alguna manera, se lo adjudicaron a
Ryder.
Cuando llegamos al motel, salto del auto y de inmediato me golpea
el olor a alquitrán y mierda. Este motel es una porquería. Está lejos de lo que
podemos permitirnos, pero queremos mantenernos fuera del radar, y
generalmente follamos brutalmente y luego colapsamos después de una
cacería.
Miles nos registra en la habitación mientras Ryder toma algunas cosas
de la camioneta. Sigo a Miles, dándole una palmada en el trasero.
Una puerta se cierra de golpe, y se escucha un grito.
—¡Policía!
Miles se me adelanta y abre la puerta de un tirón. Luces rojas y azules
inundan la habitación.
—¡Policía! ¡Muestren sus manos!
Llego a la puerta para ver a Ryder iluminado frente a nosotros, con las
manos arriba. Nos mira y grita:
—¡Manténganse alejados! No se involucren.
Otra patrulla de policía llega a toda velocidad al estacionamiento, y
otros dos policías saltan. Eso hace cuatro policías, todos con armas
apuntando a Ryder.
—¡No se muevan! Retrocedan hacia mí.
La rabia me quema la garganta. ¿Cómo se atreven? Intento empujar
a Miles.
Miles me empuja de vuelta.
—No, hermano. Son demasiados, te dispararán.
Lo empujo de vuelta con fuerza.
—Es familia.
—¡Mantente atrás! —me ladra Ryder mientras retrocede hacia los
oficiales.
Miles se interpone de nuevo frente a mí. Es ligeramente más grande
que yo debido a todos sus años en el ejército. Gruñe:
—Tranquilo, hermano, lo sacaremos. No podemos ayudarlo si también
vamos a la cárcel.
Miro a los ojos verdes de Miles, luego finjo ir hacia la derecha. Él cae
en la trampa y yo salto a su izquierda.
Los destellos rojos y azules llenan mi visión exterior. Culpo a eso de que
no vea el puño que vuela hacia mi cabeza. Miles me golpea con fuerza, y
me detengo por una fracción de segundo. Eso le da tiempo para
golpearme de nuevo, y su puño se estrella contra el lado izquierdo de mi
cara. La oscuridad suaviza las luces, y siento algo golpear la parte posterior
de mis rodillas. Caigo, tratando de ordenar la oscuridad que me rodea.
Un gran peso cae sobre mi espalda, obligando a mi estómago a tocar
el suelo. Mi brazo derecho se levanta detrás de mí.
—Hermano —sisea Miles—, te dije que te tranquilizaras. Estás
empeorando las cosas.
Gimo mientras mi visión se aclara, y veo a Ryder siendo esposado.
Me retuerzo, pero Miles tiene tiempo suficiente para bloquearme el
brazo. Me bloquea el hombro y, cuando me muevo, una línea blanca de
dolor me atraviesa.
—Cachorro —gruño, el tono de advertencia llena mi voz—. Déjame ir.
No lo hace.
—Suéltame, o te joderé —gruño frustrado. Ryder nos mira. Su expresión
de roca cambia a preocupación, luego a ira, cuando me encuentro con
sus ojos. Mi nariz se llena de olor a alquitrán mientras veo cómo meten a mi
compañero en el asiento trasero de una patrulla.
La rabia que me llena es inigualable.
Miles murmura:
—No hagas nada estúpido.
La presión en mi hombro se libera, y me pongo de pie. Empujo a Miles
con la suficiente fuerza como para que dé unos pasos hacia atrás.
Él levanta las manos en rendición.
—Los policías nos están mirando, Sawyer. Actúa con calma.
Miro hacia atrás. Tiene razón. Ahora que han atrapado su presa, nos
están mirando a nosotros dos.
Después de una pausa, uno de ellos se acerca.
—Oye, él quería que tuvieras sus llaves.
Parece pensar que su mierda no apesta, y al instante no me agrada.
Probablemente golpea a su novia en casa.
Miles se pone delante de mí, agarrando lo que debe haber estado en
los bolsillos de Ryder.
—¿A dónde va? —pregunta Miles.
—Por ahora, a la cárcel del condado de Alfalfa. —El policía mira por
encima del hombro. Él y yo nos miramos fijamente. Apuesto a que podría
quitarle la piel de la cara de una sola pieza. Quizás dos.
—¿Tiene un vínculo? —pregunta de nuevo Miles.
—No. —Como el marica que sé que es, el policía rompe el contacto
visual primero y se gira hacia la patrulla.
Lo veo pasar junto a nuestra camioneta con la caja llena de los
instrumentos que Ryder usó para matar al abogado. El policía lo mira.
Me tenso.
—Oiga, señor. —Miles corre para caminar junto a él—. Entiendo si no
puede decirlo, yo soy exmilitar, así que gracias por su servicio, pero ¿quién
lo reportó?
El policía mira a Miles y observa sus tatuajes.
—No estoy seguro. Alguien en la gasolinera.
Aprieto los puños y observo impotente cómo el policía vuelve a subir
al coche con Ryder dentro. Uno a uno, los policías salen del
estacionamiento.
Miles se vuelve lentamente hacia mí, pasándose una mano por el
cabello. Los grillos pían. El diálogo furioso en mi cabeza se vuelve ruidoso.
—¡Joder! —grita Miles. Me saca de mis pensamientos. Este hijo de
puta.
Lo agarro del cuello y lo empujo de vuelta a nuestra habitación.
—¿Qué fue eso?
Envuelvo mis manos alrededor de su grueso cuello, empujándolo
hacia abajo hasta que está de rodillas.
Miles me lanza una mirada llena de ira y eso hace que la sangre se me
suba a la polla. Agarro tanto de su cabello oscuro como puedo y jalo su
cabeza hacia atrás.
—Cachorro... —gruño—. ¿Qué demonios fue eso?
Él sostiene mi mirada y me mira con desdén.
—¿Dónde está mi agradecimiento? Si no hubiera hecho eso, estarías
o bien muerto a tiros o esposado camino a la cárcel por un delito grave.
Le vuelvo a jalar el cabello, haciendo que hermosas lágrimas broten
de sus ojos verdes. Me pone la polla más dura.
—Mocoso.
Ryder se ha ido. La impotencia me revuelve el estómago.
Miles debe ver cómo cambia mi mirada. Él se acerca, agarra mi
cinturón y comienza a desabrocharlo.
—Lo sacaremos. No es la primera vez que va a la cárcel.
No detengo a Miles mientras me arranca el cinturón de los pantalones,
aunque él no puede ver lo que está haciendo con lo lejos que he jaloneado
su cabeza hacia atrás. Le sonrío de manera burlona.
—Chúpalo.
Miles traga saliva, con las pupilas dilatadas. Se tambalea, y su mano
caliente envuelve mi longitud, apretando con fuerza. El placer me recorre al
sentir su tacto.
—Claro que sí, jefe —dice en un tono burlón.
Abre la boca, tragándome de un solo movimiento. Gimo,
hundiéndome en su boca caliente. Suelto su cabello para poner ambas
manos en la parte posterior de su cabeza y empujar más profundamente en
él. La impotencia se desvanece mientras tomo el control.
Miles se atraganta.
—Así es. Ahógate con la polla de tu amo —gruño, golpeando su rostro
sin piedad. El placer se enrosca en mi espina dorsal, y veo cómo las lágrimas
recorren su rostro. Se me hace agua la boca.
Miles tiene una fuerte arcada. Me retiro lo suficiente para dejarle
recuperar el aliento.
—Si vomitas, te follaré el culo hasta que sangres, ¿entendido?
Gime, moviéndose, y veo que tiene su polla en la mano.
—No te vengas. No tienes derecho a venirte después del truco que
has hecho esta noche. —Sé que no es su culpa, pero él está cerca, y estoy
enfadado.
Miles gime de nuevo, sobre mi polla. Echo la cabeza hacia atrás y
empujo profundo. Su garganta me aprieta, exprimiendo el placer desde lo
más profundo de mis testículos, enviando fuegos artificiales por mi columna
vertebral y mis piernas.
Me agacho y le pellizco la nariz a Miles. Se mueve y agarra mis muslos,
pero no lo suelto.
Follo la cara de Miles hasta que se pone de un bonito color morado.
Lo miro a los ojos, viéndolo luchar consigo mismo para continuar
sometiéndose. Empujo con más fuerza, levantando una ceja. Sé que a Miles
le encanta la sumisión absoluta, pero lucha como un demonio antes de
darla. Tiene pequeñas arcadas sobre mi polla, su cuerpo intentando inhalar
mi aire, pero no se aleja. Finalmente, cuando sus ojos comienzan a cerrarse
y su mirada se vuelve extasiada, su cuerpo se relaja. Grito, haciendo que mi
descarga se deslice por su garganta, y salgo.
Miles traga y trata de respirar, tosiendo y jadeando. Finalmente,
recupera el aliento y gime, su mano temblando sobre su dura polla. El
presemen cubre la parte superior de su puño.
Me guardo de nuevo en mis pantalones, levantando una ceja.
—¿Vas a obedecer, cachorro?
—Sí. —Rechina los dientes y se guarda la polla en los pantalones,
poniéndose de pie.
—Buen chico. —Agarro su barbilla y acerco su rostro al mío. Nos
miramos a los ojos por un minuto. Huele a sexo—. Nunca vuelvas a hacer eso
—susurro.
—¿Qué, proteger a mi familia? —Su mirada rebota entre mis ojos.
Mi voz baja y la parte posterior de mi garganta se tensa.
—No. —Haría cualquier cosa por la familia que elegí y él lo sabe. Paso
mi pulgar por su barbilla—. No. —Niego con la cabeza, aclarando mi
garganta—. Nunca más me pegues en el lado izquierdo. Sabes que ese es
mi lado bueno.
Los ojos de Miles se arrugan en una sonrisa por un segundo antes de
asentir.
—Claro, jefe.
Lo dejo ir. Me tomo un minuto para recomponerme y luego me lanzo
a buscar en Google todo lo que puedo sobre la cárcel del condado.
Mientras lo hago, pienso en nuestra pequeña y bonita soplona.
La cagaste, conejita. La cagaste. Creo que es hora de divertirnos un
poco.
4
Cali

—Alguien trajo esto para ti —dice mi compañera de trabajo Rachel.


Levanto la vista del cliente cuyo cabello he estado cortando. Rachel agita
un ramo de flores blancas y rosadas en el aire.
—Jesús —murmuro. Ha pasado una semana desde que eché a Ben.
Regresó a casa de su madre, y no le dije a nadie lo que hizo, solo quería que
terminara. Pero, por supuesto, no se puede terminar. Sigue acosándome.
—No tiene una tarjeta —dice Rachel mirando debajo de las flores en
la parte superior del jarrón.
Mi cliente me mira en el espejo.
—¿De quién son esas flores?
—Del marica de mi ex —digo, luego cierro la boca de golpe.
Normalmente tengo más filtro, pero simplemente no me importa nada en
este momento.
—Oh... —Arrastra la palabra.
—Lo siento —murmuro.
—No, está bien. No debería haber preguntado. —Se ve incómoda—.
Es sólo... ¿no sabes lo que son esas flores?
Las miro de nuevo. Parecen malezas del lado de la carretera. Ni
siquiera se molestó en intentarlo.
—¿Malas hierbas?
Se encoge de hombros.
—Sí, supongo. Cicuta y digitalis. Matan a nuestro ganado todos los
años. Y pueden matar a tus hijos si no tienes cuidado.
Se me revuelve el estómago. ¡La jodida audacia de este cabrón! Esto
simplemente está mal.
Agarro las flores y las tiro enteras a la basura, el jarrón golpea el fondo
con un fuerte golpe.
No es la primera vez que noto lo que hace. Todos los días de esta
semana, he recibido un mensaje de texto de un número bloqueado
diciendo cosas como: la cagaste, y tu tiempo está llegando. Simplemente
los bloqueo y sigo con mi día, pero ¿esto? Esto está empezando a sacarme
de quicio.
Es difícil terminar el resto de mi turno. Siento los ojos de mis compañeros
de trabajo sobre mí, y estoy furiosa. Este hijo de puta ha estado jugando con
su suerte. Por supuesto, la primera vez que alguien me trae flores, están
destinadas como una amenaza.
Necesito desesperadamente un trago.
De camino a casa, paso por otra gasolinera y compro unas botellas
de vino.
A la mierda la sobriedad. Empezaré de nuevo cuando la vida no sea
un completo desastre.
Me río ante eso mientras entro a mi apartamento, apartando
suavemente a Halloweiner del umbral. Maúlla, frotándose contra mis piernas
como si no hubiera comido en semanas.
—Estás bien —murmuro—. No te vas a morir de hambre. —Corre hacia
su comida y me mira, maullando. Su lengua rosa es lo único que resalta
contra su pelaje negro. Lo sigo hasta la antigua habitación de juegos de Ben
y lo alimento. Como de costumbre, golpea el cuenco y derrama la comida
en su emoción. Cuando termino, me alimento. Vino, eso es.
De camino al apartamento, me detuve en mi apartado de correos y
encontré una carta de mi abuela. Así que la miro con enojo desde el sofá y
doy un buen trago a mi vaso. Ella nunca me habla. Principalmente porque
bloqueé su número, pero aún así. Una parte de mí, la parte estúpida, espera
que sea una disculpa. ¿Tal vez quiere reparar lo que rompió? Aunque
seamos honestos, ni siquiera estoy segura de que un terapeuta pueda
abordar eso en este momento.
Enciendo mi vela de manzana y arándano, y sólo cuando estoy un
poco ebria rasgo la carta abierta. Ella ha escrito mi dirección con lápiz, y mis
manos sudorosas la borran un poco. Saco dos páginas dobladas en papel
rayado.
Querida California...
Pongo los ojos en blanco. Mi madre me dio ese nombre estúpido
porque dijo que era su lugar favorito en la tierra. Como ella dijo, me convertí
en su lugar favorito en la tierra. Antes de que se emborrachara y me dejara
vivir con mi abuela. Porque eso es lo que haces con tus cosas favoritas,
obviamente.
Mis ojos se llenan de lágrimas y parpadeo de enojo.
Quería decir que te extraño. Tu abuelo y yo lo hacemos. Estamos
preocupados por ti. Vivir en un pueblo con un hombre con el que no estás
casada simplemente no es seguro, querida. ¿No te enseñamos bien? Te
estás alejando del camino recto hacia el pecado. Por favor. Tu alma será
condenada al infierno por la eternidad. Te amamos. Detén…
Dejo caer la carta. Eso es más de lo que necesito ver.
Termino mi vino de un trago y agarro los papeles. Murmuro:
—No pudiste inculcarme a Jesús cuando era más joven, así que no
pueden inculcarme su amor ahora.
Me levanto y meto la carta en el triturador de basura. Abro la llave del
agua y la dejo correr, escuchando el zumbido.
Puedo ver la cara enojada de mi abuela. Se ponía toda roja mientras
me gritaba por faltarle el respeto. Por ser una niña pecadora que necesitaba
ser purificada. Mi memoria está llena de breves destellos de ella mientras me
daba la vuelta.
Mis manos tiemblan. Debería haber sabido que esa carta sería más de
lo mismo. Dios, ¿por qué quería que fuera una buena carta?
Me limpio las lágrimas. Estúpido alcohol. Haciéndome débil.
Me siento y me sirvo otra copa. Halloweiner salta sobre el respaldo del
sofá, ronroneando y frotándose agresivamente contra mi mano que sostiene
la copa de vino. El vino frío salpica mis pantalones.
—¡Weiner! —jadeo.
Él inclina su cabeza negra hacia mí y mueve la cola, su actitud
diciendo que lo hizo a propósito. Me seco las lágrimas porque,
aparentemente, estoy siendo una perra esta noche, y voy a mi habitación
para cambiarme. Es un dormitorio pequeño lleno de cosas dispersas que
tengo la intención de organizar, pero siempre me absorbo en mi teléfono
antes de poder hacerlo.
Voy a tomar un par de pantalones y noto que uno de los cajones de
mi cómoda está abierto. Frunzo el ceño. Siempre los cierro. Es una manía
mía. ¿Quizás lo dejé abierto en mi prisa por llegar al trabajo esta mañana?
Mientras saco unos pantalones nuevos, mi teléfono suena. Lo saco de
mi bolsillo. Es un mensaje con imagen de un número desconocido.
Jesucristo, Ben. Ahora no es el momento.
Abro el mensaje. Es una foto mía saliendo hoy de la peluquería,
usando los mismos jeans azul oscuro sobre los que acababa de derramar
vino.
¿Qué demonios? No recuerdo haber visto a Ben hoy. De hecho, no
recuerdo haber visto a nadie.
Un texto llega justo después.
Desconocido: ¿Te gustaron las flores?
Mis fosas nasales se ensanchan. Eso es. Esto tiene que parar.
Cali: Déjame en paz de una puta vez.
Tiro el teléfono en la cama y voy a cambiarme los pantalones.
Recibo una respuesta al instante. Agarro mi teléfono de inmediato.
Desconocido: Oh, pensé que eran para morirse.
Rechino los dientes.
Cali: Deja de seguirme. Dije que habíamos terminado. Deja de insistir.
Desconocido: Oh, estamos lejos de terminar, conejita.
Hago una pausa. Así no habla Ben normalmente. Debe de haber
perdido la cabeza de verdad.
Bloqueo el número y tiro mi teléfono a la cama. Me tiro junto a él. La
habitación gira deliciosamente. Tal vez solo me mude. Odio perder mi
apartamento, pero esto no vale mi salud mental. Además, siempre he
querido vivir en cualquier lugar menos aquí.
Halloweiner salta a la cama y se acurruca a mi lado. Me desmayo con
los pantalones empapados de vino todavía puestos, lamentándome de mi
vida.
5
Cali

Despertar es una lucha. Me duele la cabeza y estoy aturdida.


Parpadeo lentamente, apenas enfocando mi habitación. Todo gira y quiero
vomitar.
¿Qué demonios?
Intento levantarme, pero no puedo. Gimo. ¿Por qué mis piernas no
funcionan? Me quedo aquí, mirando el techo. No pensé que me
emborracharía tanto anoche. Trato de reunir la energía suficiente para
agarrar mi teléfono. Cuando lo hago, veo un montón de mensajes perdidos
de mis compañeros de trabajo.
Mierda. Son las doce y ya pasó mi turno.
Con un esfuerzo supremo me levanto, agarro unas bragas del cajón y
me las pongo a medias antes de darme cuenta de que están sucias.
—Joder. —Nunca guardo la ropa sucia. ¿Ben folló conmigo antes de
mudarse y simplemente no lo noté? Me siento jadeando al borde de mi
cama. Me siento repugnante, como si estuviera cubierta de una capa de
asquerosidad. Debería haberme duchado anoche. Esta es la última vez que
me emborracho tanto.
A duras penas llego a la cocina antes de vomitar en la basura. Mis
piernas tiemblan y me limpio los mocos de la nariz cuando termino.
Maldición, esto es patético.
Cuando estoy convencida de que no vomitaré más, agarro una lata
de Coca-Cola de la nevera y doy un sorbo. Las burbujas irritan mi estómago,
pero es todo lo que tengo en este momento, y no puedo faltar al trabajo.
Ya estoy luchando para pagar el alquiler de mi apartamento tal como está.
Cuando voy a salir, noto que mi puerta principal no está
completamente cerrada.
—Jesús —murmuro. Me estoy desmoronando aquí.
Arrastro mi cuerpo al trabajo. Mientras estoy allí, me siento como la
mierda y vomito algunas veces más en el baño. A pesar de eso, aguanto mi
jornada laboral. A medida que mi aturdimiento disminuye, me empieza a
doler la vagina, y por más que lo intento, no puedo entender por qué.
A duras penas llego a casa después del trabajo antes de
desplomarme en el sofá. Me quedo acostada aquí un rato, absorta. Juro
nunca volver a beber esa marca de vino. Siento como si todos mis músculos
se hubieran estirado al doble de su tamaño y luego se hubieran replegado
dentro de mi cuerpo.
Mi teléfono suena, y gimo. Es un número desconocido de nuevo.
Desconocido: ¿Cansada?
¿Qué demonios? Estrecho los ojos.
Llega otro mensaje. Es un gif de Elmer Fud y dice:
«Cállate, que estoy cazando conejos»
Mi corazón late más rápido. Algo no está bien. Me siento y respondo.
Cali: ¿Quién demonios eres tú?
Desconocido: Eres bonita cuando duermes. ¿Puedo llamarte Bella
Durmiente?
Me quedo congelada. Este no es Ben. Esta persona no habla como él
en absoluto. Además, Ben siempre prefería llamar. Querría escuchar el fondo
para asegurarse de que no estuviera con nadie. Puede ser alguien que él
contrató para fastidiarme, pero sé con absoluta certeza que no es él quien
está al otro lado del teléfono. Miro mi puerta principal. Está cerrada con
llave.
Desconocido: Lo tomaré como un sí. Sabes, realmente la cagaste.
Adecuado para una princesa, supongo.
Miro fijamente el teléfono.
Desconocido: ¿Lo entiendes? ¿Bella Durmiente? ¿Princesa?
Cali: ¿Quién diablos eres tú?
Desconocido: ¿Estás tan segura de que no me conoces?
Trago saliva. Repaso a mi familia y compañeros de trabajo. ¿Es este
un cliente?
Cali: ¿Qué quieres?
Desconocido: ¿Quieres jugar un juego?
Trago saliva.
Desconocido: Voy a cazarte. Tú vas a correr. Cuando te atrape, te
haré jugar.
Mi corazón comienza a latir más rápido. Escribo un «no» de vuelta.
Desconocido: Ah, buena niña. Me gusta cuando luchas.
Mis manos tiemblan. Deslizo mi dedo hacia el icono de llamadas.
Ding.
Desconocido: No haría eso, conejita. Si llamas a alguien, no te daré
ventaja.
Me tiemblan tanto las manos que dejo caer mi teléfono. ¿Qué
demonios?
Miro alrededor de mi habitación, buscando cámaras. No veo nada.
Mi aliento se reduce a respiraciones cortas y rápidas.
Miro más de cerca en la habitación. Espera un maldito minuto. La silla
del comedor más cercana a la pared parece estar más cerca de la mesa
de lo normal. Nunca usamos esa silla, y ahora se ven las hendiduras en la
alfombra. La han movido.
Corro hacia ella y me subo. Miro al techo. En la esquina hay un
pequeño círculo negro, no más grande que la goma de borrar de un lápiz.
Oh, Dios mío. Es un pequeño dispositivo.
Lo agarro y lo arranco. Estaba pegado a la pared con un poco de
adhesivo.
Mi teléfono suena desde el suelo. Lo ignoro, y busco en el resto del
apartamento. Hay una cámara en la cocina, en la oficina, en el baño y dos
en el dormitorio. Mi pecho sube y baja con fuerza cuando termino, y me
siento enferma. Dejo todas en el fregadero y abro el grifo.
Cuando me muevo al salón, casi estoy llorando. Agarro mi teléfono.
Desconocido: Veo que has encontrado algunos de mis juguetes. No
son ni de lejos tan divertidos como los que uso normalmente.
Desconocido: Tic tac, conejita. Tu tiempo ha comenzado.
Desconocido: ¿Estás lista para correr?
6
Cali

La adrenalina me adormece las yemas de los dedos. ¿Dónde


demonios está? Estoy rebuscando en mi armario cuando mis dedos chocan
contra un contenedor de plástico duro, y lo arranco.
Mi estuche de pistola.
Casi lloro de alivio. Gracias a Dios, o al demonio, por mis abuelos
conservadores y aterrorizados.
Lo tiro en la cama y lo abro. La pequeña Glock está allí, elegante y
peligrosa. La última vez que la disparé fue hace seis años. No era muy buena,
y ni siquiera sé si recuerdo cómo. Mis manos tiemblan, y coloco el cargador
en ella y suelto la corredera con un fuerte chasquido.
Dejo eso y la pequeña funda sobre la cama mientras intento ordenar
las cosas. No puedo quedarme aquí por más tiempo. No sé si todo esto es
una especie de broma de mal gusto o qué, pero simplemente no puedo.
Meto ropa, artículos de tocador y el cargador de mi teléfono en el bolso.
Halloweiner corre entre mis piernas, maullando continuamente.
Agarro una bolsa de basura y tiro sus cosas en ella. Mierda, voy a tener que
empacar sus cosas. Que se joda este pueblo, que se joda este estado, me
largo de aquí. Nunca quise vivir aquí de todos modos. Empezaré de nuevo
con los escasos ahorros que tengo. Con doscientos dólares, pero está bien.
Haré que funcione.
Una vez lleno el auto con todas las cosas que encuentro, recojo a mi
chico y lo siento en el asiento del copiloto. Camino hasta el lado del
conductor y me deslizo a su lado. Primero tengo que ir al banco.
Cuando giro la llave, no pasa nada.
—Joder, joder, joder.
Intento de nuevo. Nada. El tablero ni siquiera se enciende. Abro el
capó de mi maletero y respiro entrecortadamente.
Hay una nota. Entrecierro los ojos en la luz que se desvanece.
Pensé que había dicho corre.
¡Mierda! Enciendo mi teléfono. No sé si él tiene alguna manera de
saber lo que estoy haciendo. ¿Puso cámaras afuera?
¿Sabes qué?, que se joda. Abro la aplicación del teléfono y espero un
mensaje de texto. Nada.
Encuentro el nombre de Rachel y pulso llamar. Supongo que ella
llegará más rápido que los inútiles policías de este pueblo.
El mensaje de texto llega inmediatamente.
Desconocido: Lista o no, aquí voy.
Mis manos tiemblan tanto que casi dejo caer el teléfono. Debe haber
manipulado mi teléfono cuando instaló las cámaras. Santa mierda, ¿eso
significa que vino cuando estaba en casa?
Me siento mal.
Rachel responde.
—Hola nena, ¿qué pasa?
—Oye, ¿puedes venir a recogerme?
—Claro. ¿Qué está pasando?
Halloweiner maúlla desde el asiento delantero, y me hace saltar.
—Creo que estoy en algún tipo de problema. Encuéntrame en nuestro
lugar.
—En el m…
—Shhhh —la interrumpo. No tengo idea de si él está escuchando, pero
apuesto a que sí. Si voy a salir de este lío, tengo que ser inteligente—. Alguien
está escuchando. Estoy en... un pequeño problema. Encuéntrame allí lo
antes posible.
Cuelgo.
Mierda, voy a tener que dejar a mi gato.
Mi corazón se retuerce. Lo miro a través del parabrisas. Me mira por
debajo de su nariz. El mocoso ha estado conmigo en todo. No puedo
dejarlo.
Por un minuto, me quedo congelada, debatiéndome entre acampar
aquí y dispararle a quienquiera que sea en cuanto entre por la puerta.
Llamar a la policía y esperar.
Pero ¿qué pasa si no viene de inmediato? ¿Qué pasa si espera días
hasta que me quede sin comida, y luego me atrapa? ¿Qué pasa si me sigue
a la tienda, espera hasta que esté sola, mierda, y se esconde en mi
apartamento mientras estoy fuera?
No. Necesito a alguien que me ayude a hacer que mi auto vuelva a
funcionar, luego nos iremos. Volveré en unas pocas horas con ayuda, y de
todos modos a él no le importa mi gato. Me quiere a mí.
Agarro a Halloweiner y su caja de arena y lo meto de nuevo dentro
del apartamento. Me mira a través de la puerta, y cuando la cierro, se me
rompe el corazón.
Soy una persona horrible. Pero se lo compensaré.
Tomo mis llaves y mi billetera del auto y me voy caminando a paso
rápido.
No tengo ni idea de qué tan cerca está este cabrón. O si va en serio.
Sigo mirando por encima del hombro. Cada vez que miro hacia delante, me
hormiguea la espalda.
He visto a Rachel en la cafetería local unas cuantas veces. No tengo
ni idea de si el hombre ha revisado mi historial de mensajes, pero este fue el
lugar más cercano que se me ocurrió. La cafetería está al menos a cinco
cuadras de distancia.
Es otoño, y con el sol abajo, el clima es moderado. La pistola está en
la cintura de mis leggings, y constantemente siento que se va a caer.
Mierda, ¿incluso recuerdo cómo dispararla? Apunta y dispara, chica.
Apunta y dispara. Me pateo mentalmente por no prestar atención a las
lecciones cuando tuve la oportunidad.
Llego a la carretera principal junto a la cafetería, y tan pronto como
pasa un camión, arrojo mi teléfono en la parte trasera de él. Si me está
rastreando de esa manera, que lo intente.
Camino rápido hacia el estacionamiento de un centro comercial. El
lugar de sushi todavía está abierto, y rezo para que haya alguien allí. Casi
lloro cuando veo una minivan negra y una madre metiendo a sus hijos
dentro.
—¿Disculpa? —Me acerco a ella, mirando hacia atrás por encima de
mi hombro otra vez—. Por favor, mi novio tomó mi teléfono, y ahora me está
persiguiendo. ¿Puedo usar tu teléfono? Sólo por un segundo.
La mujer de mediana edad mira a sus hijos y luego a mí. Parece
escéptica.
Levanto las manos.
—Por favor.
Ella cierra la puerta del auto para que sus hijos estén seguros adentro,
y luego saca su teléfono del bolsillo.
—¿Dónde está él? ¿Necesitas que llame a la policía?
Deslizo el dedo hasta la pantalla de llamadas de emergencia y me
doy cuenta, con un nauseabundo revoltijo en el estómago, de que no
recuerdo los números de nadie. Todos están introducidos como contactos
en mi teléfono.
Bueno. Recuerdo el de mi abuela.
Estoy paralizada. ¿La llamo? ¿Y confirmo lo que ella cree que es
verdad? Ella está a más de una hora de distancia. ¿Y qué haría ella? ¿Orar
para que el hombre se aleje? Me tiemblan las manos.
—Déjame llamar a la policía. —El teléfono se me resbala de la mano
mientras la mujer lo toma. Me lanza una mirada extraña y marca.
Vuelvo a mirar por encima de mi hombro y diviso algo. La adrenalina
llega a mi torrente sanguíneo, y miro más de cerca. Hay un hombre parado
en las sombras al otro lado de la calle. No puedo ver mucho de él porque
está oscuro, pero sé que es un hombre porque es enorme.
Miro de nuevo a la mujer y al auto lleno de niños. Trago saliva. Ya dejé
a mi gato. No puedo ser una persona de mierda y dejar que se acerque a
ellos. La mujer habla por el teléfono e intenta preguntarme cómo es mi
novio.
Me voy corriendo. Corro tan rápido como puedo. Giro a la derecha,
donde hay un barrio de casas móviles. Mantengo la pistola en su sitio, en mi
cinturón y lanzo una mirada salvaje por encima de mi hombro.
No veo nada. Bajo por una calle lateral, con el pecho agitado. Corro
hacia las altas hierbas alrededor de un remolque oscuro y echo un vistazo
alrededor de la esquina.
La calle es ancha, con coches estacionados a ambos lados.
Un hombre está junto a un sedán en el lado derecho de la calle, con
la capucha sobre la cabeza, pero puedo ver que tiene una máscara
puesta. Una máscara de Ghostface.
Hago un sonido estrangulado, me volteo y salgo corriendo en la
dirección opuesta. Me mantengo en las sombras, zigzagueando entre las
casas, tropezando con sillas de jardín y obligándome a seguir adelante.
Agarro la pistola de mi cinturón, con las manos temblando. No
dispares por accidente. Mierda, el dedo fuera del gatillo.
Oh, Dios mío, va a intentar matarme. Ben lo contrató para matarme.
Mi corazón late con fuerza.
Diviso una gran mancha de sombras a mi derecha, junto a un
remolque blanco. Corro hacia él y espero.
Él no tiene la ventaja. Necesito acabar con él antes de que la tenga.
Jadeo por aire, mi corazón se hincha y corre.
El silencio llena el parque. Grillos. Intento desesperadamente calmar
mi respiración. Parece que mi pecho se está comprimiendo.
Hay movimiento a mi derecha. El hombre pasa por la esquina. Es aún
más grande de lo que pensaba, con una chaqueta de franela y una
máscara blanca.
Levanto la pistola. El hombre se gira ligeramente al ver el movimiento,
mirándome.
Aprieto el gatillo.
¡Bam! La pistola se sacude con fuerza, y salto.
Hay un movimiento borroso, y mi mano es llevada hacia un lado. Me
siento sin peso por un segundo antes de que mi espalda golpee contra el
costado del remolque, y un cuerpo masivo se estrelle contra mí. Una mano
aprieta mi boca y nariz, y un dolor cegador me retuerce la mano que
sostiene la pistola, forzándome a soltarla. Intento gritar.
El hombre es tan alto que mi cara se presiona contra su pecho. Se
inclina ligeramente hacia atrás, su máscara casi brillando.
Una voz profunda y rica susurra:
—Mato a hombres por menos. Pero como ni siquiera hemos
empezado a divertirnos, lo dejaré pasar, conejita.
Me retuerzo en el agarre del hombre y luchó por respirar. Mi corazón
sigue latiendo con fuerza y mis pulmones gritan. Es tan pesado que apenas
me muevo.
El hombre inhala profundamente.
—Dios, ese es mi perfume favorito. ¿Tienes miedo, Bella Durmiente?
Me ahogo por falta de aire. El hombre no afloja. Ruge en mi oído:
—Pronto aprenderás que si obtienes algo, viene de mí. ¿Comida? De
mí. ¿Agua? De mí. ¿El aire que respiras? —Frota la máscara de plástico
contra mí y susurra—: De mí también.
Intento golpearlo en los testículos, pero sus piernas están sujetando las
mías, y la falta de aire me hace sentir atontada.
—Ahora eres toda mía, conejita.
Quita su mano de mi boca, y respiro con fuerza, luego comienzo a
jadear inmediatamente. Envuelve su enorme mano alrededor de mi
garganta, sujetándome contra el remolque de nuevo. Ojos sombreados me
miran desde detrás de la máscara, completamente carentes de emoción.
De repente, se agacha y me mete algo blando por la boca y me lo
ata detrás de la cabeza. El enorme cuerpo del hombre me suelta por un
segundo y me hace girar.
¡Ahí! Hay un pequeño espacio entre él y la pared. El hombre agarra
mis brazos, y algo frío y metálico se cierra sobre ellos, apretando
dolorosamente.
Se oye una risita.
—Si peleas conmigo ahora, solo me excitaras. Aunque te gustaría eso,
¿verdad?
De repente, estoy en el aire y sobre su hombro. Grito contra la tela que
tengo en la boca y pataleo. Hay una bofetada y un repentino y ardiente
dolor en mi culo. Se ríe.
—Dios, qué culo más bueno. Es una pena que te haya puesto las
manos encima. Nos vamos a divertir mucho.
7
Miles

Miro fijamente a Sawyer mientras intenta hacer panqueques. Este es


el tercero que ha amontonado en un desastre retorcido y ha chocado
contra la hornilla.
Me levanto de mi asiento en la isla y me acerco a él. Regresamos a la
casa de Ryder después de que lo arrestaron hace dos días. Esta casa es la
más cercana a la cárcel donde lo están deteniendo. La casa no es enorme,
solo es un rancho con algunas habitaciones, una oficina y un buen sótano,
pero donde le falta tamaño, lo compensa en calidad. Las encimeras y la isla
son de mármol, y los electrodomésticos son de cobre. Ryder puso mucho
cuidado en diseñar esta cocina, y nos matará si la quemamos.
—Así no. —Intento arrebatarle la espátula a Sawyer—. Tienes que ser
paciente. Todavía no está listo para voltearlo.
Sawyer me lanza una sonrisa burlona. Se ha puesto un delantal rojo y
blanco con volantes, probablemente porque sabe que me molesta.
Sawyer golpea mi mano extendida con la espátula.
—Aléjate. Sé cómo hacerlo.
Cruzo los brazos y me apoyo contra la isla. Sawyer ha estado
actuando extraño toda la semana. Estuvo fuera toda la noche pasada y
regresó al amanecer. Y ahora, está casi alegre.
Frunzo el ceño.
—¿Qué demonios te pasa?
Sawyer sonríe, y es el tipo de sonrisa que usualmente le da a nuestras
presas, no a nosotros. Hace que se me ericen los vellos del cuello.
—Sawyer —gruño.
En un instante está frente a mí. Presiona su frente contra la mía, su
aliento soplando contra mi rostro.
—¿Qué tono fue ese, mascota?
Miro fijamente sus ojos azules. Son duros y calculadores. Me observa
durante un segundo, sus pupilas dilatándose mientras le devuelvo la mirada
desafiante. Mantengo su desafío más tiempo de lo normal.
Finalmente, Sawyer retrocede con una sonrisa burlona y dice:
—Elegí un objetivo.
Mis cejas se levantan.
—¿Ah sí? —De todas las cosas, esto no fue tan malo como esperaba—
. ¿Por qué no lo dijiste?
Sawyer sonríe con suficiencia.
—Me gusta el suspenso.
Debería haber sabido que tenía algo entre manos.
—¿No crees que es un mal momento para todo esto? Ryder no puede
unirse a nosotros.
—Claro que puede. Su audiencia de fianza es al final de la semana.
Saldrá. Es un caso débil.
La culpa me invade. Ryder está ahí por mi culpa. Tuve mala suerte en
una caza, y alguien halló el cuerpo antes de que tuviera tiempo de
descomponerse lo suficiente. Obtuvieron un poco del ADN de Ryder en él.
Hago una mueca. Él asumió la culpa por mí, como cualquiera de
nosotros haría por el otro. Todavía lo odio. No he estado bien desde
entonces, y podría usar una distracción.
—Así que... —Saco un taburete y me siento en la isla de la cocina—.
¿Quién es él?
—Es la persona que delató a Ryder.
—¿Ah sí? —Me inclino hacia adelante y una emoción me recorre. Algo
de buena venganza sería sanador.
—Sí. El juego ya ha comenzado. —Sawyer vuelve a la estufa—. Tendrás
que perseguirla.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro. Sawyer sabe que amo cazar.
Agrego una persecución a cada caza que lidero.
Me apoyo en el mostrador.
—¿Dónde está el mapa? ¿Cuáles son las reglas?
Sawyer abre un cajón y tira un mapa.
—Supuse que preguntarías. Nerd.
Miro más de cerca. Es un mapa topográfico de lo que parece ser...
¿nuestra área?
—¿Qué demonios? Nunca cazamos aquí. —La desconfianza se
apodera de mí.
Sawyer pone los ojos en blanco.
—Tranquilo. ¿Cuándo ha sido la primera vez que una presa se nos ha
escapado en un juego? —Me mira desafiante.
—Nunca, pero ¡maldita sea! ¿Especialmente con los policías
siguiéndonos el culo? —Gimo y me paso una mano por la cara—. Escucha,
¿está en forma? ¿Cuánto tiempo puede correr? ¿Tiene alguna habilidad de
supervivencia? Porque podría escapar.
Sawyer se inclina sobre la isla, mirándome profundamente a los ojos.
—Ella está en forma.
Sawyer sigue mirándome. Hago una pausa. Espera. ¿Dijo... ella?
Arquea una ceja.
Oh, así que esto era una broma. Lo miro fijamente, soltando una risa
falsa.
—Deja de joder conmigo, hombre. No es gracioso.
—No es una broma. —La cara de Sawyer es seria—. Su nombre es
California.
Me río de verdad esta vez.
—Claro. Entendido. —Me levanto de mi taburete y comienzo a
alejarme.
La mano de Sawyer se cierra sobre mi hombro y me da la vuelta.
—Es la mujer que delató a Ryder, Miles.
Lo fulmino con la mirada.
—¿Una mujer?
—Sí. —Su sonrisa es maníaca, y su cabello está despeinado.
Lo empujo un paso hacia atrás.
—No cazamos mujeres, Sawyer.
Él cruza los brazos.
—Tú no. Ryder tampoco. Yo sí. —Su rostro se vuelve serio.
Un escalofrío de miedo me recorre.
—¿Qué demonios? ¡No, no lo haces!
He cazado con estos hombres durante años. Conozco sus estilos y
patrones de asesinato. Al menos, lo mejor que puedo conocer a Sawyer y
sus decisiones fuera de lo común. Ha estado actuando extraño desde hace
unas semanas, pero tal vez ahora realmente ha perdido la cabeza.
Bajo la voz.
—¿Estás bien?
La cara de Sawyer se oscurece, y se rasca el brazo
inconscientemente.
—¡Ella es la que delató a Ryder!
La cara magullada de mi madre aparece en mi cabeza. Sacudo la
cabeza para despejarla.
—¿De acuerdo? Pero eso es un límite absoluto, Sawyer. No lastimo a
mujeres. Punto. —No puede ser verdad. Sawyer conoce mi pasado.
Comienzo a limpiar el desastre en la cocina de forma brusca. Si no
hago algo, podría tener que pensar en el hecho de que esto podría ser real.
Y esto no puede ser real.
—No dije que tenías que matarla —dice Sawyer.
—Eso es lo que significa cazar, idiota. —Apago la hornilla, tirando los
platos en el fregadero.
Su voz se vuelve baja y peligrosa.
—¿Estás olvidando que no puedes decirme que no?
Me enfrento a él, poniendo mi nariz contra la suya. Casi somos de la
misma altura, aunque yo soy un poco más pesado que él. Lo miro a los ojos
con dureza.
—Límite. Absoluto. Idiota. Dije que no.
Él retrocede con un encogimiento de hombros.
—Bueno, eso es una lástima. Porque ella está en el sótano en este
momento.
8
Cali

Han pasado horas desde que el hombre me arrojó a una celda y cerró
la puerta con llave. O al menos, eso es lo que parece. He caminado en
círculos alrededor de la pequeña habitación durante lo que parece una
eternidad, esperando que la puerta se abra y que algo malo suceda.
Me pregunto qué pensará Rachel. Espero que se haya dado cuenta
de que algo estaba mal cuando no aparecí. Mi estómago se contrae. ¿Y si
no aparezco en el trabajo mañana? ¿Seguiré viva mañana? El temor me
recorre. ¿Qué pasará con Halloweiner si muero?
Me siento pesadamente en el colchón en el suelo. No tiene sábana, y
no hay nada más en la habitación. Parece un sótano con paredes de
cemento. He dado vueltas alrededor de él cien veces. La única luz proviene
de la grieta bajo la puerta, y no hay manija en la puerta. Huele a moho y
sudor.
Se oye un golpe desde arriba, y aprieto los puños nuevamente. El
corazón se me acelera. No sé qué demonios quiere este hombre de mí, pero
casi preferiría que simplemente entrara y lo hiciera que estar en suspenso.
Oigo ruidos fuera de la puerta, y me levanto de un salto. Las sombras
caen en mi línea de luz, y me doy cuenta de que no tengo nada que usar
como arma.
La puerta se abre de golpe, y el cambio repentino de la oscuridad a
la luz me lastima los ojos. Una luz se enciende en la habitación, y protejo mis
ojos mientras inclino mi cuerpo hacia la puerta.
El hombre está de pie con la máscara puesta. Tiene una silla plegable
consigo.
—Hola, conejita. —Empuja la silla hacia la habitación y luego agarra
otra desde afuera. Atisbo otra habitación más grande que parece... ¿una
sala de juegos? ¿Qué demonios?
La puerta se cierra de golpe.
El hombre lleva jeans y una camiseta. Hay tatuajes que suben por
ambos brazos en tinta roja y negra. Siento que absorbe la energía de la
habitación y luego me la devuelve a través de los agujeros de malla en su
máscara.
—¿Qué, no ruegas por clemencia? —Su voz me hace tener escalofríos
en los brazos.
Maneja fácilmente la silla con una mano y la coloca en el medio de
la habitación.
Me arde el pecho con preguntas sin respuesta, pero mantengo los
labios sellados. Quien sea este tipo, claramente se excita teniendo todo el
poder. Me niego a jugar su juego.
Se ríe.
—Siéntate.
Lo miro fijamente. Apenas puedo ver las sombras de sus ojos a través
de la máscara. ¿Por qué usa eso? ¿Lo conozco?
Hace un gesto con la mano hacia la silla de nuevo.
—Siéntate. No lo pediré de nuevo.
Lamo mis labios, pero no me muevo. De todos modos, ¿por qué
obedecer? Él me va a hacer daño de todos modos.
Suelta una risa ligera y se mueve alrededor de la silla.
—Tienes que elegir tus batallas, linda.
La adrenalina me quema bajo la piel e intento pasar corriendo a su
lado, pero me agarra por el cuello y me deja caer sobre la silla. Rebusca en
su bolsillo y saca una brida. Le arranco la máscara de un zarpazo y la desvío
lo suficiente como para verle la mandíbula cortada y una barba oscura. Me
ata una mano a la silla y luego va por la otra.
Le doy una patada. Él suspira y hace lo mismo con mis piernas.
Mi pecho sube y baja. Estar a su merced ahora hace que mi visión se
nuble en los bordes. Y eso me enfurece. ¿Cómo se atreve?
—Jódete, cerdo asqueroso.
El hombre ajusta su máscara y me da una palmada en la rodilla.
—Los cerdos no son asquerosos. Y relájate. No voy a hacerte daño. Al
menos no ahora.
Tira de la otra silla y se sienta tan cerca que sus piernas rodean las mías.
Es enorme y cálido, y mierda, ahí está ese olor a colonia de nuevo.
—De acuerdo, déjame ver con qué estoy trabajando. —Se enfrenta a
mí y lentamente extiende la mano hacia mi rostro.
Me retraigo tanto como puedo. El hombre desliza el pulgar a lo largo
de mi mandíbula.
Le escupo.
El hombre levanta lentamente la mano, se limpia en la máscara y
luego gime:
—Jesús, conejita. —Se ajusta la entrepierna.
—Eres un enfermo —siseo.
Se ríe y saca algo de su bolsillo. ¿Es... maquillaje?
Lo miro fijamente.
—Tengo un aspecto bastante específico en mente. —El hombre
agarra una botella de algo—. Sexy, caliente, elegante. Primer. Cierra los ojos.
—Jódete —gruño. No puede hacer lo que quiera conmigo.
El hombre niega con la cabeza y me tapa los ojos con una mano. Doy
un respingo cuando un vapor frío se posa sobre mi piel.
—Quema los ojos —dice suavemente—. Elige tus batallas.
Lo miro fijamente mientras busca algo en su regazo.
—¿Es eso... una esponja para maquillaje? —Es la primera pregunta
que dejo escapar, y me arrepiento por ello.
—Síp. —Lo sostiene—. No te preocupes, está limpia. Es nueva, de
hecho. —Toma lo que parece ser base—. Creo que acerté con el tono. Tuve
que adivinarlo desde las cámaras de tu apartamento. —Aplica un poco en
mi mano y hace un gruñido de satisfacción.
Sigo mirándolo. Bueno, las únicas partes que puedo ver. Su cuello está
bronceado y su piel se ve suave. Lleva un cuello en V, y veo más tatuajes
asomándose. Me ofrece la esponja de maquillaje, deteniéndose para ver
qué hago. Me imagino aplastándole la cara contra el quemador de un
horno, pero me quedo quieta.
El hombre me aplica suavemente el maquillaje sobre mi rostro. Me
tenso cuando se acerca a mis ojos, y va más despacio, aplicándolo
cuidadosamente. Está tan cerca que puedo oírlo respirar detrás de la
máscara. Sus manos huelen dulces... casi como jarabe.
Es un cobarde, escondiendo su identidad. Lo miro fijamente.
—¿Por qué no te quitas eso?
—¿Tan ansiosa estás por verme? —Se inclina hacia atrás para tomar
algo más.
—No —resoplo y aparto la mirada.
Trabaja un rato. Es lo más extraño que he experimentado. ¿Cuáles son
sus planes para mí? ¿Maquillarme para luego matarme mientras luzco
bonita?
Bien. Al menos luciré bien para mi tiempo en las noticias. No es que
haya mucha gente que me extrañe. Maldición, mi gato sí lo hará.
Oh, Dios mío, va a morir encerrado en mi apartamento.
—Escucha... —Hago una pausa, insegura de cómo decirlo—. Ya he
estado fuera... no sé, unas horas. Tengo un gato. Está atrapado en mi casa
sin nadie que lo cuide.
—Halloweiner —dice el hombre.
Mi pierna se estremece. Él conoce el nombre de mi gato. Oh, cierto.
Invadió mi privacidad. Me envió mensajes escalofriantes y me acosó.
—No tienes derecho.
Él se ríe y dice con voz grave y baja:
—Los conejos corren, los depredadores cazan. Así es como funciona.
Me estremezco. Suena tan seguro.
Rebusca en sus cosas.
Aprieto los dientes.
—Lo menos que puedes hacer es asegurarte de que alguien lo
cuide…
El hombre levanta la vista hacia mí y capto la luz de sus ojos tras la
máscara. Son azules y están rodeados de pestañas oscuras. Me mira con
sinceridad y dice suavemente:
—Ya me he ocupado de eso, conejita.
Tengo la mandíbula tan apretada que duele. La habitación se vuelve
solemne. Sé que esto significa que no planea dejarme ir. En contra de mi
voluntad, las lágrimas se forman detrás de mis ojos.
—A continuación, sombra de ojos. —El hombre agarra una paleta con
colores nude y se inclina hacia mí con una brocha.
Por supuesto, el muy cabrón quiere mirarme a los ojos justo cuando
lloro. Muevo la cabeza hacia atrás bruscamente.
—Tranquila —murmura. Su voz es tranquilizadora—. Tendrás que cerrar
esos ojitos bonitos para mí.
Recuerdos de mi abuela gritándome que cerrara los ojos parpadean
en mi mente. Sin pensar, murmuro:
—Por favor, no.
Siento que me mira fijamente y me ruborizo.
—¿No vas a rogar por tu vida, pero sí por esto?
Presiono los labios, enojada de que se me haya escapado. Enojada
de que me esté observando con un silencio tan conocedor. Miro fijamente
su máscara. Está sucia, y hay una pequeña grieta en el lado derecho.
El hombre dice suavemente:
—Dije que no te voy a hacer daño en este momento. Lo prometo. Sé
que no me conoces, pero soy un hombre de palabra.
Sí, seguro.
Simplemente se sienta allí. Es muy claro que no me dará opción. Y eso
me enfurece. Que sea tan blando es casi peor que si viniera aquí y me
hiciera daño. ¿Qué está haciendo?
El hombre se inclina hacia mí nuevamente con la brocha. Muevo la
cabeza hacia atrás.
—Si te resistes a esto, habrá consecuencias. No te dolerán, pero te
garantizo que no te gustarán. —Su voz sigue siendo suave, pero hay un
toque de emoción en ella.
No puedo. No puedo darle esto. Está tratando de poner su pie en la
puerta. Si me someto ahora, será más y más fácil para él decirme qué hacer.
Se encoge de hombros.
—Está bien entonces. —Pone suavemente mi frente hacia atrás para
que mi cabeza esté inclinada y arrastra un pulgar por mi ojo. Instintivamente
los cierro. Sujeta mi ojo cerrado por mis pestañas. Intento abrirlo, pero
aumenta la presión. Me detengo, no queriendo que me pinche el ojo.
—Buena chica.
Doy un respingo cuando me suelta el ojo y me aplica suavemente el
maquillaje. Mi respiración es pesada. Con mi otro ojo, veo su otra mano
sujetando la paleta. Por primera vez, noto una simple cara sonriente tatuada
en ella. Sus manos son grandes, con venas que las atraviesan.
El hombre continúa su proceso por un rato. Ninguno de nosotros habla.
Incluso me aplica pestañas postizas y lápiz labial.
Cuando termina, se reclina. Mis mejillas se ruborizan, y me siento
avergonzada, como un cerdo vestido para el sacrificio.
—Maldición. —El hombre respira.
La ira me atraviesa.
—Ahora, tu castigo.
Se inclina y pasa ambas manos por mis muslos. Me pongo rígida. ¿Qué
demonios está haciendo?
Desliza sus manos hacia abajo, luego otra vez hacia arriba, esta vez
recorriendo el interior de mis muslos, acercándose peligrosamente a mi
coño. En el siguiente movimiento hacia arriba, roza mi clítoris.
—¿Qué estás haciendo? —No puedo evitar que mi voz se eleve con
el pánico.
—Castigarte. —Él continúa y me vuelve a tocar el coño.
—Detente —susurro. La presencia del hombre es poderosa y
embriagadora, y lo odio.
Él inclina la máscara.
—No, Cali. Soy un hombre de palabra. Si rompes mis reglas, serás
castigada.
Se arrodilla frente a mí, y trato de cerrar las piernas, pero las ataduras
justo debajo de mis rodillas lo impiden.
Los dedos del hombre vuelven a rozar mi coño, enviando una
descarga de sensaciones por mi espina dorsal a pesar de mis leggings. Me
estremezco.
Se ríe.
—Tan sensible.
Aprieto los dientes. Que se joda. No obtendrá otra reacción de mí.
Continúa masajeando las partes internas de mis muslos, rozando mi clítoris
de vez en cuando. El calor recorre mis muslos hasta llegar a mi coño mientras
el gran enmascarado se arrodilla a mis pies, provocándome. Aprieto los
puños.
—Cali, necesitas aprender algunas cosas. La primera es que no
puedes luchar contra mí y ganar. Siempre ganaré. Y la segunda es que este
coño es mío. Toda tú eres mía.
Me acaricia directamente el coño. El placer inmediato me llena con
cada toque de mi clítoris.
—Qué pequeña puta. —Me pellizca suavemente, atrapando mi
clítoris entre sus dedos y tirando de él.
Mis ojos se ponen en blanco, pero mantengo la boca cerrada.
—¿Eres solo una puta necesitada, verdad?
Rechino los dientes. El muy cabrón nota todo.
—Una puta codiciosa. Pequeña cosita bonita y asquerosa. —Él gime
y comienza a frotar mi clítoris rápidamente y con un ritmo constante.
Se siente tan bien, y mi cuerpo quiere más. Me contengo antes de
arquear la espalda. Maldición. Pienso en cualquier cosa menos en esto.
Pienso en Ben, y eso me calma un poco.
El hombre golpea mi clítoris, y gimo sorprendida.
—Cuando estoy jugando con este pequeño y bonito cuerpo, piensas
en mí y solo en mí.
Siseo.
—Jódete.
Él simplemente se ríe y continúa su ritmo constante, presionando un
poco más fuerte. Mis caderas quieren apretarse contra su contacto. El
hombre gime, con un sonido profundo y masculino.
Me masturba con pericia y, justo cuando siento que el placer
aumenta, se detiene. Me mete la mano en los pantalones y me acaricia el
coño mojado.
El hombre se ríe entre dientes y sumerge un grueso dedo en mí.
Me tenso. Se siente tan extraño, pero cuando roza un punto en mí, el
placer me atraviesa.
El hombre saca su mano, mirándome a los ojos mientras levanta
ligeramente su máscara, y lo escucho chuparse el dedo.
Me tenso.
Saca su dedo con un gemido.
—Puta.
Mi boca se abre por un segundo antes de contraatacar.
—Cerdo violador.
Se encoge de hombros.
—¿Tienes algo en contra de los cerdos? —Se endereza y comienza a
recoger sus cosas como si nada hubiera pasado—. Tengo algo para que te
pongas.
El hombre se mueve hacia la puerta.
—Pelea conmigo o no, pero lo llevarás de todos modos.
Me arden las mejillas. No puedo creer lo que acaba de pasar. Mi
cuerpo está tenso por la tensión no liberada.
El hombre agarra algo desde afuera y me lo lanza. Es una bolsa de
supermercado de... ¿ropa? Quita su silla de la habitación y luego saca un
cuchillo.
Me tenso.
El hombre levanta las manos como signo de paz.
—Los cuchillos son más cosa de R —Hace una pausa—, los cuchillos
no son lo mío; solo te cortaré las ataduras.
Mi corazón late con fuerza, pero él hace lo que dice, me libera las
piernas y los brazos. Da un paso atrás.
—Ponte eso. Tienes cinco minutos. —Luego se va, cerrando la puerta
tras de sí.
Saco la ropa. Son sugerentes, eso puedo decirlo. ¿Qué diablos es
esto? Busco más. ¿Hay pompones? Jadeo. Es un jodido disfraz de
animadora, con un top blanco y negro que dice 'papi' y largas medias
blancas.
Quiero gritar. No puede ser real. Esto no puede ser real. ¿En qué
diablos me he metido? Claramente, él disfrutará que luche contra esto, así
que me lo pongo. Prefiero lidiar con la humillación del atuendo que con
cualquier otro castigo que tenga para mí. Hay zapatillas de tenis en el fondo
de la bolsa que me quedan perfectamente.
Me pregunto si la bolsa se puede usar para estrangularlo. Me la
guardo en el top, por si acaso. No me dio un sostén, qué sorpresa, así que
mis pezones son claramente visibles a través del top blanco.
Las sombras caen frente a la puerta justo antes de que se abra.
Salto como si hubiera estado haciendo algo malo.
—¿Lista para jugar, conejita?
9
Miles

Salí a correr. No podía soportar estar en esa casa ni un minuto más.


Corro hasta que siento que mi cuerpo va a rendirse y vuelvo a la casa.
Ese maldito hombre y sus decisiones impulsivas. Es exasperantemente
imposible. ¿Traer a alguien a nuestra casa? Si la policía viene aquí y hace
algún tipo de investigación, todos seremos arrestados. Especialmente ahora
que hay una mujer aquí. Una mujer que Sawyer secuestró. ¡Jesucristo! Por
mucho que el hombre actúe como si fuéramos invencibles, te atrapan
cuando te descuidas.
Estoy cubierto de sudor por el sol del desierto, y me limpio la frente.
Una cosa sobre este maldito estado de Oklahoma olvidado de Dios: es que
siempre hace sol. Nuestra casa se extiende frente a mí, el rancho se ve
acogedor contra los campos circundantes y los dorados pastos para las
vacas.
No sé qué vamos a hacer con la mujer en nuestro sótano.
Pensarlo me da ganas de darme la vuelta y volver a correr. Correr y
correr hasta que este problema irreversible desaparezca. Pero no puedo huir
de este. Ryder no está aquí para encargarse de las cosas, y tengo que
asegurarme de que Sawyer no haga algo terriblemente estúpido. Lo cual ya
ha hecho.
Mierda.
Ryder va a estar tan decepcionado. Mi corazón se retuerce pensando
en él sentado en una celda, enterándose de esto. Además de asumir la
culpa por mí, intenta mantenernos juntos mientras Sawyer entierra sus
problemas en el caos, y yo huyo y me enfrento a los míos.
Sawyer aparece en la puerta principal, apoyado en el umbral de la
puerta.
Verlo me enfurece.
Gruño:
—Es mejor que hayas hecho desaparecer nuestro pequeño problema.
—En el momento en que lo digo, me doy cuenta de que realmente puede
haberla matado. La adrenalina fresca me recorre.
Sawyer me mira perezosamente. Me arranqué la camisa hace mucho
tiempo, y su mirada se posa en mi pecho.
—Cachorro, no me dijiste a dónde ibas.
Lo empujo.
—Parecías un poco ocupado.
—Tan gruñón. Es solo una mujer. —Me sigue hasta la cocina, donde
agarro una botella de agua fría del refrigerador y la bebo a grandes sorbos.
Él observa mi garganta mientras bebo.
Cuando termino, aplasto la botella de plástico.
—¿Solo una mujer? ¡Es una complicación adicional! Ahora sabe
dónde estamos. Nadie sabe dónde estamos. ¿Por qué demonios la trajiste
aquí, Sawyer?
—Awww, ¿el buen chico está molesto porque sus tácticas están
superando su moral? —Sawyer hace pucheros con el labio inferior.
—Cierra la puta boca. —Me muevo por el pasillo hacia el baño.
—Oblígame —gruñe Sawyer, su voz de repente profunda.
Me volteo, y lo señalo con el dedo.
—Siempre es un juego para ti. Sé que crees que tengo demasiado
corazón, pero a ti también te vendría bien tener un poco.
Sawyer simplemente me mira.
—¿Crees que es especial solo porque tiene un coño?
—¡No! —Levanto las manos al aire, la frustración, el enojo y la
impotencia me recorren.
Sawyer sonríe, y me arrepiento por haber reaccionado. Sawyer es
como un sabueso para la debilidad. Siempre es mejor fingir que no tienes
ninguna alrededor de él.
Gruño:
—¡No mato mujeres porque me educaron bien! ¿Quién demonios te
crió? Oh, eso es cierto. —Lo fulmino con la mirada—. No lo sabrías, porque
tenías una madre de mierda.
La ira arde en los ojos helados de Sawyer. Está sobre mí en un instante,
empujándome contra la pared del pasillo con su antebrazo en mi garganta.
No lucho contra él. Miro por encima de mi nariz su rostro furioso.
—Relájate, Sawyer. Es solo una broma.
Toma unas cuantas respiraciones, luego sonríe lentamente. Suelta una
carcajada.
Lo miro fijamente.
Sawyer retrocede, sus ojos brillando.
—Maldición. Has estado mucho tiempo conmigo, ¿verdad? Mira a mi
bonito chico, bondadoso, jugando a mis propios juegos. —Se ajusta la
entrepierna—. Estoy enamorado.
Me cruzo de brazos.
—¿Qué demonios, hombre? Tienes una mujer en el sótano. Tenemos
que dejarla ir, Cyrus.
Él me lanza una mirada ante el apodo. Él me llama Miley, y yo lo llamo
Cyrus. No estoy seguro de por qué, pero siempre lo hemos hecho.
—Bueno, supongo que tienes suerte. —Se encoge de hombros—.
Acabo de hacerlo.
—¿Qué? —No puedo evitar que el shock se filtre en mi voz—. ¿Te
aseguraste de que no dijera nada?
—No sé nada de eso. —Comienza a caminar hacia la cocina—.
Planeaba localizarla y dispararle.
Se me cae el estómago. No puedo decir nada durante un segundo.
—¿Qué?
—Ella es mi objetivo. Aunque —Llega a la isla y agarra una manzana
del frutero—, supongo que... si la atrapas y... no sé, la mantienes alejada de
mí, consideraría negociar.
—¿Qué demonios?
Sawyer le da un mordisco a la manzana, atrayendo mi mirada hacia
su barba incipiente y su afilada mandíbula.
—Si no vale la pena para ti, me iré. Voy a usar mi Glock esta vez. El rifle
es aburrido. —Me mira con toda la seriedad en su mirada.
Pero no puede estar hablando en serio... ¿verdad?
Levanto las manos al aire.
—¿Quieres que la mantenga alejada de ti? ¿Cómo?
—Es un juego. —Sawyer pone los ojos en blanco y lanza la manzana
al aire—. Dios, qué aburrido eres. —La atrapa con su enorme mano y me
mira. Sé que está esperando que le pregunte más.
—¿Un juego? —digo entre dientes.
—Serás su zona segura. Como en el juego del tag. Pero si se te escapa,
será toda mía.
Me detengo, tratando de averiguar si está hablando en serio.
—¿Dónde la dejaste ir?
—Por la puerta principal.
—¿Qué? —Miro por la ventana. No veo nada más que nuestro jardín
delantero y praderas interminables. Debo haberla pasado por alto al entrar.
—Por favor. —Sawyer se frota una oreja con la mano que no sostiene
la manzana—. No necesitas gritar. Estoy justo aquí.
Me apresuro a agarrar las llaves.
—¿Entonces ella sabe cómo es el lugar y cómo llegar aquí?
—No es importante si está muerta —murmura Sawyer.
—¿Cuánto tiempo ha estado fuera?
—No sé. ¿Diez minutos? —dice con la boca llena.
—Chupapollas.
—No, ese todavía no soy yo —murmura mientras corro a mi habitación
para agarrar una camiseta. Cuando paso corriendo por la cocina de nuevo,
él me lanza algo—. Oh, toma esto.
Es una máscara de Ghostface.
—¿Qué demonios es esto?
—Ella no sabe que estás aquí. No ha visto mi cara. Pensé que querías
proteger a la familia. —Levanta una ceja y sonríe.
Casi rompo el plástico con mi agarre.
—Vas a pagar por esto.
—Claro, Miley. —Bosteza—. Oh, y date prisa. —Me guiña el ojo—. Le
dije que corriera tan rápido como pudiera.
10
Cali

Tan pronto como veo el terreno abierto, me lanzo. Sigo esperando que
una bala me golpee en la espalda, no hay manera de que simplemente me
deje ir. Corro tan rápido y tan lejos como puedo hasta que mis pulmones
arden y mi saliva tiene sabor a sangre. No he corrido en mucho tiempo, y
hace un calor del demonio. El sol me golpea. Me falta el aire, empujo mis
piernas lo más rápido que pueden ir y me entran ganas de vomitar.
Finalmente, me detengo, jadeando, poniendo mis manos en mis
rodillas. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que estoy en un pastizal,
supongo que un pastizal de vacas, con nada más que matorrales color
beige y gris, y una línea de árboles en la distancia. Miro hacia atrás, y es más
de lo mismo. Me desvié de los caminos, sabiendo que probablemente me
perseguiría en auto primero.
—Cabrón —gruño. Quiero seguir corriendo, pero fuerzo a mi cerebro
acelerado a calmarse. Necesito pensar. Trazar una estrategia. El hombre no
me dio comida ni agua, y ya tengo sed. Sé que lo máximo que puedo
quedarme aquí es tres días, suponiendo que las serpientes de cascabel y
otras criaturas no me atrapen antes que la sed. Necesito encontrar
civilización.
El sudor corre por mi rostro y pecho. Me arranco las medias, meto mis
pies de nuevo en los zapatos y continúo a un ritmo más lento, tratando de
conservar energía mientras pongo la mayor distancia posible entre él y yo.
El sudor se mete en la cintura de mi minifalda y me pica muchísimo.
¿Me está cazando? ¿Por qué me vistió así?
Oh, Dios mío. Mis abuelos se enterarán de mi muerte en las noticias y
verán mi cuerpo destrozado en el suelo del desierto con esta ridícula
vestimenta. El pensamiento me hace querer reír y llorar al mismo tiempo.
Seguramente se desmayarán.
Corro durante tal vez otros 20 minutos antes de escuchar un motor en
la distancia. Maldigo y corro hacia la línea de árboles más cercana. No son
más que espinos y matorrales, pero me agacho lo mejor que puedo. No
estoy segura si es solo un desconocido o el hombre, pero no puedo correr
ningún riesgo.
Miro a mi alrededor en busca de un palo o una piedra o cualquier
cosa que pueda usar como arma.
A medida que el motor se acerca, mi adrenalina aumenta. Veo un
ATV entrar en mi visión, y mi estómago se hunde. Es el hombre quien lo
conduce con la máscara todavía en su rostro. Odio no poder ver su
expresión. La máscara en blanco me asusta.
El hombre se acerca a mi línea de arbustos y se detiene. El motor se
apaga y el silencio que sigue es fuerte.
Se baja de la moto lentamente.
Deslizo una piedra en una de mis medias y espero.
El hombre se acerca hacia mí lentamente, mirándome directamente.
Al menos, creo que lo hace. Parece amenazador.
No hay muchas sombras ya que es mediodía, y sé que no hay muchas
posibilidades de que no me vea.
—Te veo. Vamos, sal ahora. —Su voz suena diferente. Más nivelada.
Permanezco agachada. Él dirige la máscara directamente hacia mí.
—Te veo —repite el hombre—No me hagas entrar ahí detrás de ti.
Da un paso más hacia mí y me levanto de un salto. Salgo y me meto
entre dos arbustos para llegar al otro pasto.
—¡Detente!
Mierda, hay una cerca de alambre. Trepo por encima, escuchándolo
correr detrás de mí.
—Joder —dice, y miro hacia atrás para verlo enredarse en la cerca.
Corro más fuerte. Tengo que escapar. Él me va a matar cuando me
atrape; no hay duda al respecto. Probablemente me viole primero y luego
me mate.
Tengo las piernas como masilla por el sprint de antes. Vuelvo a oír al
hombre detrás de mí y lanzo una mirada salvaje por encima del hombro. Ha
cruzado la valla y me persigue su enorme cuerpo.
Grito y corro más rápido, pero no es suficiente. Sé que me alcanzará.
Tomo la media con la piedra y doy un giro. Lo balanceo directo a la
cara del hombre.
Él se agacha, y golpea su hombro justo antes de que sus brazos me
envuelvan, y nos lanzamos hacia el suelo. Me tenso, cerrando los ojos, pero
el impacto no llega. En cambio, él aterriza, amortiguando nuestra caída con
un gruñido.
¡Mierda! Me retuerzo para escapar.
El hombre voltea su pesado cuerpo sobre mí, presionando mi
estómago contra la tierra.
—Tranquila —gruñe—. No pelees.
—¡Joder, no lo haré! Déjame ir. —Lucho, pateo y muevo los brazos
frenéticamente. El hombre lucha conmigo por un segundo antes de
congelarse—. ¿Qué demonios estás usando?
Intento levantarme para escapar, pero no puedo mover su pesado
cuerpo.
—Lo que me pediste, maldito imbécil.
Agarro un puñado de tierra y lo arrojo hacia donde supongo que está
su rostro. Escucho que golpea la máscara, y él se agacha.
—Jesús. Dame tus manos, mujer. Estoy tratando de hacer esto más
fácil para ti.
—Claro que sí, hijo de puta. —Agarro más para arrojárselo, pero él
agarra mi brazo, retorciéndolo detrás de mí.
—Estoy intentando —gruñe contra mi lucha—, ayudarte.
—¿Podrías dejar de ser un hijo de puta bipolar? —gruño—. Solo
mátame ahora. Deja de jugar a estos juegos.
El peso asfixiante del hombre me presiona en las rocas y me clava
punzadas en el estómago. Agarra mi otro brazo, sujetando ambos contra mi
espalda baja. Algo duro los envuelve, y oigo un zumbido. Siento un pellizco
alrededor de mis muñecas.
¡No!
—Relájate —dice el hombre.
—Jódete —escupo de vuelta. Sigo sin aliento y él apenas respira.
—¿Intentaste aplastarme el cerebro? —pregunta.
—Es una lástima que haya fallado —gruño.
—Jesús. Eres realmente agresiva, ¿verdad? —De repente, el peso se
levanta de mi cuerpo, y él me levanta sobre su hombro por segunda vez.
Lucho de todos modos.
—Una animadora —gruñe. Luego dice, casi demasiado bajo para
que pueda oírlo—: Hijo de puta.
Me lleva de vuelta al lugar donde me encontró. Intento correr
nuevamente cuando me baja para pasar por encima de la cerca, pero me
agarra el cabello con la mano y me mantiene allí mientras salta la valla.
Me arroja sobre el ATV para que me siente en él y, casi de inmediato,
el hombre se sienta detrás de mí. Me rodea la cintura con un brazo y me
sujeta fuertemente a él. Mi falda es tan baja que no queda nada de mis
piernas a la imaginación.
El hombre gime suavemente con mis movimientos y enciende el ATV.
Ahora huele diferente. Más a sudor, almizcle y algo sabroso.
Siento su polla presionándome en la parte baja de la espalda. Me
hace chillar y sacudirme con más fuerza.
El viaje de regreso es corto. Casi me avergüenza lo rápido que
llegamos de vuelta. El hombre me saca del ATV antes de llevarme a rastras
por los escalones delanteros. Dejo caer todo mi peso y me quedo inmóvil.
Él maldice y me levanta, sosteniéndome contra su pecho como si no
pesara nada.
Lucho de nuevo.
Al cruzar la puerta principal, me golpea un bendito muro de aire
acondicionado. Durante un segundo, me quedo boquiabierta mirando la
casa. No he tenido tiempo de asimilarlo todo. A nuestra izquierda hay un
pequeño vestíbulo, delante un gran salón abierto y a la derecha una cocina
de aspecto moderno de la que sale un largo pasillo. Todo parece decorado
con profesionalidad. Este tipo tiene mucho dinero.
—Eso llevó un rato. ¿Te retrasaste por ocuparte con el traje? —dice
una voz masculina.
Salto. Un hombre emerge de detrás de la puerta de la nevera. Es alto
como la mierda, y musculoso, con tatuajes negros y rojos en los brazos y el
cabello largo y desaliñado que está recogido en la parte superior de su
cabeza. Me resulta familiar. Las alarmas suenan en mi cabeza.
Hace contacto visual conmigo y me guiña un ojo.
—Oh, hola, conejita.
Todo se detiene.
Mierda. Hay dos de ellos.
El hombre que me sostiene sisea:
—No está bien, hombre.
Entro en pánico y lucho de verdad. Los brazos del hombre se tensan
con más fuerza alrededor de mí. Doy un grito, largo y espeluznante.
—Tranquila —murmura, aflojando su agarre lo suficiente para que
pueda respirar.
—¿Quién carajo eres tú? —grito—. ¡Déjame, maldita sea!
—¿No la encantaste? —dice el hombre junto a la nevera—. Vamos,
amigo. Estás perdiendo tu toque.
Lucho y cabeceo, luego clavo mis dientes en el hombro del hombre.
—¡Mierda! —El hombre que me sostiene me suelta. Caigo
pesadamente sobre mi trasero. Me levanto apresuradamente.
—No me dijiste que ella era una gritona —dice el hombre, agarrando
mi brazo y arrastrándome por el pasillo—. Gracias por el aviso.
—Te gustan así. —Se ríe el otro hombre.
—¡Déjame ir! —Pateo al hombre que me sujeta, y él me lanza de
nuevo a sus brazos. Nos lleva a una puerta a la derecha, y me doy cuenta
de que es un dormitorio antes de que me deje caer en la cama.
—¡Te mataré! —grito.
Él lucha para bajar mi pierna.
—No tengo dudas de que lo harías si pudieras. —Saca una cuerda
azul neón de la nada y ata mi pierna al poste de la cama. Le doy una buena
patada en el pecho, haciéndolo toser. Simplemente sujeta mi otra pierna y
la ata también. Mis brazos siguen atados detrás de mí.
Grito. Mi pecho sube y baja buscando aire. Y me doy cuenta,
horrorizada, de que quiero llorar.
El hombre enmascarado se quita la máscara.
Me quedo helada. Este tiene el cabello oscuro corto, ojos verdes y una
mandíbula cuadrada con un hoyuelo en su mentón. Parece tener la misma
edad que el otro, unos treinta y tantos. ¿Por qué tienen que ser los hombres
más guapos que he visto en mi vida?
El hombre que está encima de mí estira la mano hacia mi cabeza y
automáticamente me tenso. Se queda inmóvil, mirándome. Luego,
lentamente, mete la mano por detrás.
—No te voy a hacer daño. Qué te parece si trabajas conmigo, ¿sí?
Mi adrenalina se dispara, esperando que él me golpee.
—Me encantaría, pero no me asocio con secuestradores violadores.
Tal vez el próximo año —escupo.
Hay una risa desde la puerta, y echo un vistazo. El hombre original se
apoya en la puerta con una mano en el marco sobre su cabeza.
El hombre sobre mí chasquea, haciéndome estremecer de nuevo.
—Creía que habías dicho que nos dejarías en paz si yo estaba aquí,
amigo. —Se vuelve hacia mí.
—Voy a darte la vuelta lo suficiente como para cortarte la cuerda de
las muñecas. No me arañes los ojos, ¿de acuerdo?
Solo lo miro fijamente.
—Tomaré eso como un entusiasta: sí, señor. —Me da la vuelta, y me
tenso al escuchar el chasquido de un cuchillo. Pero cuando me corta la
cuerda de las muñecas, siento un alivio instantáneo. En cuanto saco las
manos de debajo de mí, me coge la derecha y me la ata. Me agarro a todo
lo que puedo mientras lo hace. Rápidamente, se inclina sobre mí para
atarme la izquierda.
Sí. No es dulce. Más bien huele a cuero y... coco. Huele bien.
Le doy la espalda.
El hombre sonríe ligeramente, luego se desliza de la cama. Camina
hacia la puerta y la cierra, dejando al otro hombre fuera. Miro alrededor de
la habitación. Es un dormitorio grande, limpio, sin adornos. Solo algunas
cómodas, una silla y una guitarra. Parece que pertenece a un hombre.
¿Esta es su habitación?
El hombre regresa hacia mí. Parece enfadado. Lo observo mientras
pasa junto a mí y dos grandes ventanas que dan al que parece ser el patio
delantero.
El hombre se da cuenta de que lo estoy mirando.
—No saldrás por esas. Confía en mí, estás más segura conmigo que
afuera.
Ahora puedo distinguir la diferencia en sus voces. La voz de este
hombre es más suave y menos ronca.
Veo el juego que están jugando. Una jodida versión del policía bueno
y el policía malo.
—Oh, ¿de verdad? —Tiro de mis ataduras—. ¿Es por eso que estoy
atada así, sola en la cama del hombre que me secuestró?
—No te secuestré.
Lo fulmino con la mirada.
—Lo siento. Lo interpreté mal cuando me derribaste, me obligaste a
subir a tu moto, y luego me ataste a tu cama.
Él sacude la cabeza y se dirige al baño. Escucho el agua correr antes
de que regrese con una taza.
Me doy cuenta de lo increíblemente sedienta que estoy. El hombre
pone la taza en mis labios, y aparto la cabeza.
—No hay nada en ella. Solo es agua. —Sus ojos escanean mi cuerpo,
y rápidamente los levanta de nuevo a mi rostro—. Estás deshidratada.
Bébela.
Giro la cara.
—Solo déjame en paz.
—No seas una mocosa. Es bueno para ti. Bébelo.
—¡Vete a la mierda! —gruño.
La cara del hombre se oscurece.
Me preparo para el golpe. Espero, con los músculos tensos.
Me mira, su cuerpo quieto y su rostro inexpresivo. Luego pone el agua
en la mesita de noche y sale de la habitación, cerrando la puerta detrás de
él.
Lucho para liberarme, pero me ha atado demasiado fuerte. Después
de un rato, dejo de luchar. Mi cuerpo se desploma exhausto. La realidad de
que todavía estoy viva me abruma con un frío alivio. Las lágrimas brotan en
mis ojos mientras me echo a reír. Jesús. ¿Qué me pasa? No sé si debería
celebrar el hecho de que ahora no solo estoy en manos de un jodido idiota,
sino de dos. Pero no puedo evitar sentir alivio.
¿Dónde demonios había visto al hombre en la cocina? Repaso a
todas las personas que he visto recientemente en el salón y todos los
antiguos amigos de Ben. Traigo viejos recuerdos hasta que respiro jadeante.
Era el hombre de la gasolinera. Mierda. El que me encontré y pensé
que era espeluznante.
¿Me llevó porque choqué con él? ¿Me mandó todos esos mensajes
porque estaba enojado conmigo por eso? ¿Es eso por lo que tengo que
pagar?
Miro la taza de agua en la mesita de noche. Dios, tengo tanta sed.
Repaso escenarios en mi cabeza hasta que, finalmente, a pesar de
mis mejores esfuerzos, mi cansancio y la suave cama me adormecen.
11
Miles

Miro fijamente a la mujer, Cali, mientras duerme. Puede ser una de las
cosas más hermosas que he visto. Aunque es jodidamente espinosa, sigue
siendo hermosa. Su piel pálida hace que sus falsas pestañas negras y sus
labios rosados resalten en bonitos tonos de color. Su pecho sube y baja con
su respiración tranquila. Sus tetas lucen increíbles con el top de tirantes, ¿y
su torso? No debería mirar mientras está indefensa, pero lo hago. Es
curvilíneo y suave, lo que me hace querer poner mis manos en él y marcarlo.
La falda cubre una pequeña parte de sus caderas, y sus largas y
suaves piernas se extienden hasta unos bonitos pies.
Maldición. He estado duro desde que luché con ella por primera vez.
—Maldito Sawyer —murmuro. Sabía exactamente lo que estaba
haciendo. Nunca más le dejaré mirar mis búsquedas de porno.
Acerco una silla al extremo de la cama, pero no me siento. Sé que no
debería. Si lo hiciera, podría ver por debajo de su falda.
Se me hace agua la boca, y aprieto la mandíbula. Maldición. Sawyer
me jodió en la sala de estar después de encerrarla aquí, pero todavía estoy
duro como una roca. La sensación de haber luchado contra ella antes
mientras llevaba casi nada casi me hace venirme en mis pantalones como
un jodido adolescente.
Ha pasado un tiempo desde que estuve con una mujer. Después de
conocer a los chicos, no sentí la necesidad. ¿Pero ahora?
Echo un vistazo a la silla de nuevo. Me siento.
Sé que esto es exactamente lo que Sawyer quiere. Que ella me
interese. Miro a todas partes de la habitación menos a la hermosa mujer a
mi merced en la cama. Miro por la ventana durante mucho tiempo. Cada
respiración suave que toma me hace girar la cabeza hacia la cama y luego
de nuevo a las ventanas.
No lo haré. No ganará este juego.
Algo golpea en el pasillo y miro detrás de mí. Cuando me vuelvo, mi
mirada accidentalmente roza su cuerpo. Respiro hondo y miro.
Lleva una tanga, pero se ha movido hacia la derecha,
probablemente por su lucha, y el resto de su coño está al descubierto. Es
precioso, con pliegues rosados bonitos rodeados de muslos blancos
cremosos.
Gimo y me froto la polla a través de mis jeans. Joder. Un deseo
ardiente me quema la piel. Está tan indefensa. Justo ahí. Quiero empujar
dentro de ella mientras está atada. Me imagino haciéndolo, sintiendo su
suave cuerpo envolviendo mi polla, apretándola. Ella se despertaría
sorprendida y luego enojada. La forma en que su cuerpo sacudiría mi polla
mientras lucha y grita.
Me saco la polla de los pantalones y me masturbo, gimiendo. Lucharía
contra mí, pero no se alejaría de mí. Me aseguraría de eso. Sus muñecas se
pondrían rojas por el roce. Me comería cada pedacito de dolor y miedo en
sus ojos.
Me acaricio con más fuerza, pensando en tomar su suave cuerpo
mientras me maldice. Su precioso coñito me daría la bienvenida, sus tetas
rebotarían con ese top tan sexy y yo besaría toda esa boca regordeta
mientras intenta morderme. Cuando estuviera listo, me correría dentro de
ella, dejándole todo mi ser para que lo sintiera. Para recordarle a esta mujer
ardiente quién la venció.
No debería desear esto, y ese pensamiento me hace desearlo más.
Se me tensan las pelotas y me paro de un salto. Me vengo sobre sus piernas
y su falda, gimiendo. Intento venirme todo lo que puedo sin desperdiciar
nada.
Gimo y pienso en si Sawyer entrara aquí y me hiciera lamerlo de ella.
A pesar de que acabo de venirme, mi polla se contrae de nuevo y se hincha.
La mujer gime un poco y se mueve.
Jesús, jodido Cristo.
Me alejo de la cama y me vuelvo a subir los pantalones. Voy furioso al
baño y abro la ducha con el agua tan caliente como sea posible.
Cuando estoy bajo el agua ardiente, la vergüenza me invade.
Apoyo la cabeza contra la pared de la ducha. Quiero tratarla con
total falta de respeto. Golpeo mi cabeza contra el azulejo, viendo la cara
morada de mi madre aparecer en mi mente. La encontré golpeada hasta
la muerte por su novio justo después de cumplir 17 años. Nunca se lo conté
a Sawyer. Nunca se lo he contado a nadie.
Mierda.
Intento escupir el sabor amargo de mi boca en el suelo de la ducha.
Ryder necesita volver y tomar el control de esta situación porque se está
saliendo de control rápidamente.
Maldita sea Sawyer.
Maldita sea esta mujer. Salvar la vida de Cali podría ser la última cosa
buena que haga por ella.
Y eso me aterroriza.
12
Cali

Me despierto rígida y adolorida. Manteniendo los ojos cerrados, gimo


y me doy la vuelta. La cama es tan suave. Tan inusualmente suave.
Parpadeo y abro los ojos.
No estoy en mi habitación.
La adrenalina me quema por dentro y me siento, mientras la realidad
vuelve a mí. Dos veces.
—Ah, ella despierta.
Salto. El más amable está sentado en una silla al otro lado de la cama.
Sus manos están entrelazadas.
—¿Dormiste bien?
Me froto las muñecas. Me ha soltado. Huelo a sudor, suciedad y
pánico.
El hombre me observa mirar hacia la puerta.
—Adelante. Pero Sawyer me dijo que si te atrapa, serás toda suya. Así
que, te sugiero que no lo hagas.
Me cruzo de brazos y carraspeo. Sawyer debe ser el otro hombre con
el cabello más largo. El hombre frente a mí levanta una ceja oscura pero no
dice nada. ¿Qué demonios está pasando?
—¿Qué quieres?
—¿Con sinceridad? —Su voz es suave y baja. Me mira de arriba
abajo—. Quiero que te vayas, y quiero que Ryder nunca haya sido
arrestado. Pero claramente, no todos podemos tener lo que queremos,
¿verdad?
¿Quién carajos es Ryder? Trago saliva. Ryder y este tipo deben ser los
otros dos en el auto esa noche en la gasolinera. Trato de aparentar que sé
lo que está pasando.
El hombre suelta un suspiro y me observa con los párpados
entrecerrados.
—Pero como no podemos tener eso, y no puedo permitir que te
escapes y le digas a la gente dónde vivimos, te quedarás conmigo. Cerca
de mí. Piensa en ti misma como mi pequeña sombra a partir de ahora.
Estudio los tatuajes en sus brazos. Tiene algunos que parecen tener
temas militares, incluyendo placas de identificación y una bandera. Uno
parece el emblema de la Fuerza Aérea. Pregunto:
—¿Quién eres tú?
Me observa mirándolo.
—Miles.
Claramente, piensa que no estoy al tanto de su juego.
Cruzo los brazos.
—Lo siento, no soy la sombra de imbéciles, Miles. Como cuando me lo
preguntaste antes.
Miles se levanta lentamente y se acerca al borde de la cama. Dios
mío, es más alto que el otro tipo. ¿Dónde hacen a estos hombres?
Se inclina hacia mi espacio, su olor a coco flotando sobre mí.
—Vigila tu tono, pequeña sombra. Mi polla tiende a joder a las
personas que me provocan.
Le lanzo una mirada fulminante a sus ojos verdes. Son claros y
brillantes, con un toque de oscuridad amenazadora alrededor de los
bordes. Gruño:
—¿Es esa la única forma en que puedes hacer que la gente te folle?
Se ríe, y su mirada se oscurece.
—No, pero hace que sea mucho más divertido.
Miles se aleja.
—Ahora, ve al baño. Cuando termines, te daremos algo de comer.
Mi vejiga se contrae por horas de no ir. Observo al hombre por un
segundo. ¿Realmente me va a dejar? Me alejo de la cama, aún
enfrentándolo. Me mira como un depredador observando a su presa,
completamente inmóvil. Retrocedo hacia el baño, entro y cierro la puerta.
Hay un pestillo, y rápidamente lo giro para asegurarlo.
Al escuchar el clic, se oye una risa oscura al otro lado de la puerta.
El baño es lujoso, al igual que el resto de la casa. Está decorado en
gris acero y mármol blanco, con una ducha grande y un lavamanos doble.
Utilizo el baño y siento un alivio inmediato. Luego bebo del grifo
durante un buen rato, el agua me refresca y me reconforta. Aunque no
alivia los calambres del hambre.
Echo un vistazo a la puerta, luego reviso silenciosamente debajo de
los lavabos. No hay nada más que rollos adicionales de papel higiénico.
Salto al escuchar su voz al otro lado de la puerta.
—No hay nada ahí, sombra. No puedo permitir que hagas un puñal
con un cepillo de dientes.
Miro alrededor del lavabo y luego reviso los cajones. Tiene razón. Ni
siquiera hay un cepillo de dientes. De hecho, no hay nada. Ni toallas de
tamaño completo, ni desatascadores, ni jabón. Nada.
Levanto las manos en el aire y me apoyo contra el lavabo. ¿Cómo
juego este juego?
El primer hombre, Sawyer, cree que debo pagar por algo que hice
con Ryder. Miles quiere hacer de buen policía y hacer que confíe en él.
Nada de esto tiene sentido. ¿Qué tiene que ganar siendo amable conmigo?
—Vamos. —La voz de Miles me hace saltar—. Hay comida en la
cocina.
Miro hacia la puerta. Sí quiero comida. El hecho de que esté actuando
amable hace que confíe menos en él que en Sawyer.
¿Si le sigo el juego, lograré que baje la guardia?
Respiro hondo y abro la puerta del baño.
Miles está parado allí, y sus cejas se levantan sorprendidas.
—¿No me vas a hacer derribar la puerta?
—Nop. —Cruzo los brazos—. Tengo hambre.
—Bien. —Da media vuelta—. Sígueme.
Lo sigo fuera de la habitación. La cocina está a la izquierda y al final
del pasillo; a la derecha, parece haber más habitaciones.
A pesar de estar oscuro afuera, la cocina está iluminada, con luces en
todo el techo y debajo de los armarios. La habitación se abre a la derecha
hacia la sala de estar, que también está iluminada y llena de ventanas.
También está extremadamente silencioso y tranquilo.
El sonido de la puerta de la nevera me sobresalta.
—Elige lo que quieras —dice Miles, observándome mientras recorro la
casa.
La habitación está demasiado silenciosa. Siento escalofríos en la nuca.
Echo un vistazo de nuevo alrededor de la sala de estar, revisando las
sombras.
Miles sonríe con suficiencia y vuelve a mirar detrás de mí.
Miro el pasillo detrás de mí y me sobresalto. Sawyer está apoyado
contra la pared, mirando con una expresión en blanco.
—Boo.
Aprieto los dientes.
Miles murmura:
—Él cree que es sigiloso. Ahora, come algo.
Miro la nevera. Una mitad está llena de lo que parecen ser envases de
comidas preparadas. La otra tiene frutas, verduras, leche y prácticamente
todo lo que esperaría encontrar en la nevera de una persona adinerada.
Ambos hombres observan cada uno de mis movimientos. Se me erizan
los vellos de los brazos.
Agarro lo más cercano que no parezca manipulado. Una pera. Me
doy la vuelta para poder enfrentarme a los hombres.
Ambos siguen mirándome. Soy dolorosamente consciente de que aún
llevo el sucio traje de animadora.
—Vas a necesitar más que eso. —Miles levanta una ceja.
Hago un ademán de dar un mordisco.
—Awww, ¿ya estás intentando cuidarla? —pregunta Sawyer.
Miles le lanza una mirada afilada al otro hombre.
Le doy otro mordisco a mi pera. Esto es extraño. Muy extraño. ¿Por qué
están peleando en este momento?
¿En qué demonios me he metido?
13
Sawyer

La pequeña conejita sigue mirándonos con recelo. La expresión en su


rostro me hace querer envolver mis manos alrededor de su garganta. ¿Ella
cree que puede descifrarnos? ¿Después de habernos jodido?
—Te quitaste parte de tu atuendo.
Mi presa sigue comiendo, mirándome con furia. Las medias que le
faltan dejan al descubierto sus largas y blancas piernas. Se ven tan suaves y
apetecibles. Qué presa tan perfecta.
—Eso va en contra de las reglas —digo.
Cali continúa lanzando miradas de odio, y cuando abre la boca, está
llena de veneno.
—Lo siento. No presté atención cuando sacaste el libro de reglas.
—¿Intentar matarme con una roca también va contra las reglas? —
Miles se apoya contra el lavabo y me mira.
¿Intentó matarlo? Casi me rio. Eso es excitante.
—No. Eso está permitido. —Le sonrío burlonamente.
—No te preocupes, tú eres el siguiente —me sisea la escupefuego.
Observo las posibles armas que podría tener a su disposición.
—No me excites, conejita. Tienes suerte de que tu actitud me ponga
cachondo.
—De todos modos, estoy muerta. ¿Por qué ser amable al respecto? —
Termina su pera y la sostiene como si no supiera qué hacer con ella.
Dios, amo su fuego. Me dan ganas de sofocarlo. Apagarlo y luego
volver a encenderlo, solo para mí. Permitirle arder sólo por mí. Joder, quiero
saber todo sobre ese fuego, hasta el más mínimo detalle. Quiero usarlo en
su contra.
Ella no me dejará hacerlo voluntariamente, y eso me emociona aún
más.
Señalo a Miles.
—No te mataré si te quedas con él.
Cali mira a Miles, que parece querer estar en cualquier lugar menos
junto a ella. Una emoción deliciosa se enrolla en mí. Mi cachorro suele correr
de las cosas que lo asustan, pero voy a obligarle a interactuar con esta. Le
proporcionará un entretenimiento inigualable.
—Correcto —dice Cali, como si no me creyera. Arroja suficiente
descaro en su tono para dejar claro que no entiende qué tipo de persona
soy. Aprenderá que hay consecuencias por cada falta de respeto, y
disfrutaré de todas ellas.
Arqueo una ceja.
—Pagarás por romper las reglas.
Miles me mira con una pregunta en sus ojos.
Cali deja caer el corazón de la pera en la isla de la cocina.
—Claramente, tengo que pagar por muchas cosas. Deja que busque
mi billetera... oh espera. La perdí cuando me secuestraron.
Le sonrío dulcemente. Quiero empujar mi polla tan profundamente en
su garganta hasta que se desmaye. Enseñarle que no puede luchar contra
mí.
Doy un paso hacia ella. Cali se estremece ligeramente, pero mantiene
su posición. Me acerco lo suficiente como para ver el destello de lucha o
huida en sus ojos, y luego me detengo.
Oh, pero ella está haciendo esto tan entretenido. Dejo que una lenta
sonrisa se extienda por mi rostro.
—O me follas o le chupas la polla. —Señalo a Miles.
—¿Qué? —Los ojos cristalinos de Cali se abren de par en par, y sus
pupilas se dilatan.
—O me follas... —Me inclino hacia adelante—, o envuelves esos
bonitos labios alrededor de la polla de mi amigo.
Inhala hondo y contiene el aliento, con los ojos saltando entre Miles,
yo y el resto de la habitación. Sus labios se separan, aún manchados del
lápiz labial que le puse antes.
Mi polla está más dura que una piedra. Absorbo su vacilación como
un hombre hambriento, devorando cada rastro de incertidumbre.
—Dijiste que estaba a salvo con él —susurra Cali.
—Dije que no te mataría con él.
La mirada de Cali salta entre mis ojos. Veo el momento en que se da
cuenta de que hablo en serio. Sus ojos se desvían detrás de mí.
Me río internamente. Oh, va a intentar luchar.
Como era de esperar, intenta pasar corriendo a mí lado. Agarro un
puñado de su cabello y la tiro bruscamente de rodillas. Su grito hace que mi
polla llore.
La miro abajo. Sus mejillas están rosadas y sus tetas suben y bajan.
Oh, le gusta esto. Mujer sucia.
Estoy desesperado por meterme tan profundo en ella que sus ojos se
pongan en blanco. Pero ese no es el juego. Me inclino y le susurro en su oído:
—¿Qué será, conejita?
No responde.
Le tiro del cabello de nuevo, viendo las bonitas lágrimas brotar de sus
ojos. Sus pupilas son enormes y su respiración se acelera por el miedo. Jesús,
realmente le gusta esto. A Ryder le encantaría esto.
Me muevo delante de ella hasta que nuestras narices se tocan.
—¿Bien?
—A él —sisea ella.
A pesar de que sabía que lo elegiría a él, siento una ligera punzada
de decepción.
Veo a Miles ajustarse. Sé bien que esta es su fantasía. Sé que también
es la de ella. Me tomé el placer de revisar su historial de navegación, y
maldición... la chica es sucia. Nos divertiremos un poco con ella antes de
matarla.
—Quítate los pantalones —le gruño a Miles.
Vuelvo mi mirada hacia ella.
—Ahora vas a ser una buena chica y se la chuparas. No muerdas
demasiado fuerte o te follaré el culo hasta que grites. —Empujo su cabeza
hacia él.
Miles se baja lentamente sus jeans.
—¿He dicho que tardes una eternidad, cachorro?
Empujo la cara de Cali contra su entrepierna, presionando su nariz
contra él para que luche por girar la cabeza.
—Chupa.
14
Cali

Sawyer tiene un fuerte agarre en mi cabello, y hace que las lágrimas


llenen mis ojos. El agarre dominante y el agudo dolor envían una descarga
de energía a mi coño. ¿Qué demonios me pasa?
Sawyer me tira hacia atrás lo suficiente para que la polla de Miles salte
frente a mi cara. Jadeo. Es largo y grueso.
La voz profunda de Sawyer raspa en mi oído:
—No tienes elección. —Su tono está lleno de peligro y promesa—. Haz
que mi chico se sienta tan bien que no pueda evitar venirse en esa estrecha
garganta.
Las palabras de Sawyer y su aliento caliente en mi cuello me hacen
temblar. Se me escapa un gemido. Mi cabeza es tirada para que la punta
de la polla palpitante de Miles repose en mis labios.
—Sawyer... —gruñe Miles.
A pesar de todo, mi coño palpita. Miles parece incómodo. Sawyer me
agarra la mandíbula y me aprieta tan fuerte que la abro. Él empuja
parcialmente la polla de Miles en mi boca.
Miles gime, y su polla se contrae. El sabor del presemen llena mi boca.
—Buen trabajo. —Respira Sawyer—. Más.
Muerdo... con fuerza.
Miles se estremece, y un gemido explota de él. Me agarra la cabeza
y me la mete hasta el fondo de la garganta.
Sawyer se ríe.
—Joder, qué buena chica. Sí, muérdele un poco más.
Me atraganto con la polla de Miles, pero él no afloja.
Sawyer se agacha a mi lado y pasa un dedo por mi coño. Un placer
eléctrico me recorre el cuerpo.
—¿Alguna vez te has desmayado sobre una polla? —Sawyer está tan
cerca de mí que sus labios me rozan la frente. Me aparta lo suficiente para
que pueda respirar. Sacudo ligeramente la cabeza.
Sawyer me empuja hacia abajo tan despiadadamente que vuelvo a
tener arcadas. Apoyo las manos en los muslos de Miles, intentando alejarme
lo suficiente para respirar. Miles se pone rígido y gime; su polla se agita en mi
garganta.
—Escucha eso. Le encanta verte luchar.
Las lágrimas recorren mis mejillas. Sawyer las lame, dejando rastros
calientes por mis mejillas. Mi coño traicionero palpita y me muevo para
encontrar algo de alivio.
Soy empujada de nuevo sobre la polla de Miles hasta que no puedo
respirar. Me quedo quieta hasta que mis oídos comienzan a zumbar.
Entonces empiezo a forcejear. Miles vuelve a gemir y Sawyer me mantiene
quieta, luego baja la mano y me pellizca la nariz.
—Sé una buena chica y lucha, Cali. Lucha hasta que no puedas más.
Y cuando vuelvas, estaremos aquí para hacerlo todo de nuevo.
Clavo mis uñas en los muslos de Miles, rasgando, arañando, tratando
de escapar.
—Nunca te escaparás de mí, Cali. Eres mía. Siempre serás mía.
Mi visión se oscurece, y los sonidos se desvanecen.
Vagamente, oigo a alguien gritar, y Miles se viene en mi garganta. El
calor envuelve mi cuerpo. Me siento eufóricamente satisfecha, y luego todo
se vuelve negro.
15
Miles

Cali se desploma. Me estremezco mientras Sawyer la saca de mi polla.


Todavía estoy temblando de éxtasis. Ese fue el orgasmo más fuerte que he
tenido en... no estoy seguro de cuánto tiempo, pero mucho tiempo.
Contengo el aliento mientras Sawyer acuesta a Cali, con la cabeza en su
regazo, y los rizos rubios dispersos por todas partes.
—Joder, ¿está bien? —Me arrodillo a su lado. Sawyer siempre me ha
llevado al borde del desmayo, pero nunca me ha empujado al límite. Le
echo un vistazo rápidamente.
—Estará bien —dice Sawyer.
Eso espero. Ella no despierta. Le aparto el cabello de la cara.
—Amigo...
Sawyer estalla.
—Estará bien. ¿No lo disfrutaste?
Lo hice. Inmensamente. Levanto la mirada. Los ojos azules de Sawyer
parecen atormentados y enojados por un segundo antes de que
rápidamente adopte una máscara de indiferencia. Se rasca los brazos
bruscamente. Sawyer nunca ha hablado realmente sobre su pasado, pero
sé que no es bueno. Las mierdas aparecen de vez en cuando, por lo general
durante el sexo, y le lleva uno o dos días volver a la normalidad.
Cali se retuerce y gime. Sawyer se levanta con brusquedad, y apenas
atrapo su cabeza antes de que golpee el suelo. Sawyer sale de la
habitación.
Cali gime, y abre los ojos. Su mirada está nublada por un minuto, y
luego se enfoca en mí.
—Joder —murmura, mirando a su alrededor—. ¿Por qué estoy en el
suelo?
—Te desmayaste. ¿Cómo te sientes?
Se sonroja y se sienta.
—Estoy bien.
Pongo mi mano en su hombro para estabilizarla.
Cali me aparta.
—Dije que estoy bien. —Baja la cabeza, murmurando—: Dios, es la
segunda vez en dos semanas que me atraganto.
El silencio llena la habitación, y me concentro en ella. Una profunda
ira me recorre por alguna razón.
—¿Quién diablos te atragantó?
—Tú, idiota. ¡Con tu polla! —Me señala. Su maquillaje se ha corrido por
su rostro en líneas negras.
Mi voz baja.
—¿Además de mí? —Trato de preguntarme por qué me importa.
La ira le tiñe las mejillas.
—Oh, ¿entonces puedes hacerlo tú, pero nadie más?
Exactamente.
El temor me invade. ¿Qué demonios fue esa respuesta?
Gruño:
—Está bien, no me lo digas.
Se sienta en el suelo en silencio por un rato, ninguno de los dos nos
miramos.
Dios, pero esa actitud me hace querer envolver mis dedos en su
cabello y follar la insolencia fuera de ella.
Finalmente, murmura:
—¿Qué demonios quieres de mí?
La miro de perfil. Ella me lanza una mirada llena de actitud. Pero
después de ver verdadera ira en su rostro, está claro que es solo una
fachada. Esta vez, tiene miedo. Me golpea como un puñetazo en el
estómago.
Suavizo mi tono.
—Nada, pequeña sombra. Sawyer es quien te trajo aquí. No puedo
decir qué quiere.
—Entonces, ¿me dejarás ir?
Mi instinto se retuerce.
—No. Sawyer no me dejará dejarte ir. —Esa es la única razón...
Cali juega con una de sus uñas.
—¿Él... hace esto a menudo?
—¿Hacer qué?
—¿Secuestrar mujeres?
—No. —Suelto una risa—. No, no lo hace. De hecho, esta es la primera
vez para cualquiera de nosotros.
Me mira de reojo.
—¿Nunca has secuestrado a alguien?
Pienso en los muchos, muchos hijos de puta que he cazado a lo largo
de los años.
Ella me observa.
—Pero dijiste que no secuestras mujeres.
—No lo hago.
Después de un tenso silencio, dice suavemente:
—Oh.
Paso una mano por mi cabello corto.
Cali se levanta y extiendo la mano para ayudarla. Parece tener una
lucha interna consigo misma. Luego, toma mi mano.
Un chispazo de electricidad me atraviesa al tocarla. Lo ignoro y la
ayudo a levantarse.
—Deberías comer más.
—¿Tienen algo de alcohol? —Se ríe incómodamente.
—No hay alcohol —dice la voz de Sawyer, haciéndonos saltar a
ambos. Está parado en el pasillo de nuevo. Todavía parece un poco
atormentado.
—Maldito mirón —murmuro.
—Jesucristo. ¿Tu mamá no te enseñó que es de mala educación
espiar? —dice ella con menos mordacidad en su tono esta vez—. Junto con
el secuestro.
Sawyer se encoge de hombros.
—Mi casa. Mis reglas.
El odio vuelve a encenderse en sus ojos.
—Eso es tan jodidamente retorcido, tú…
Le pongo la mano en el hombro y la giro bruscamente. Ella lo saca de
quicio como nadie, y creo que ha tenido suficiente por esta noche. La
empujo hacia la nevera.
—Come un poco más, luego te irás a dormir.
Me lanza una mirada que pretende ser desagradable, pero solo
resulta sexy. Jesús, creo que he perdido la cabeza. Acabo de conocerla, y
no puedo tener suficiente de ella y, al mismo tiempo, no puedo deshacerme
de ella lo suficientemente rápido.
Abre la nevera.
—¿Algo de esto está drogado?
Miro lo que tenemos. Ryder preparó la mayoría de las cosas. Me duele
el estómago. Lo extraño.
—Nop.
Me mira.
—¿Tuviste que comprobarlo?
Sawyer se ríe, sentándose en uno de los taburetes del bar.
—Se me conoce por pinchar una cosa o dos. Denúnciame.
—Haré más que denunciarte si me drogas —dice Cali.
Sawyer gime y agarra su polla.
—¿Cómo atacarme? ¿Follarme? ¿Venirte para mí? Tan sugerente,
Bella Durmiente. Tal vez venga a follarte mientras duermes esta noche.
Le lanzo una mirada fulminante a Sawyer. Él me ignora por completo.
Me vuelvo hacia Cali, y sus mejillas están sonrojadas de un bonito rosa.
Me ve observándola, luego hace un gesto de escoger algo de comida. Me
hace probar cada trozo de comida antes de comérselo, pero cuando lo
hace, lo devora como si estuviera hambrienta.
Siento un pinchazo de culpa. La hemos estado tratando como a un
animal. Peor que a un animal.
Le lanzo otra mirada furiosa a Sawyer. Él me sonríe y me guiña un ojo.
Jesús. A pesar de la mirada atormentada, Sawyer no ha parecido tan
vivo en meses.
Cali come hasta saciarse, y yo me siento allí y la observo. Ella exige
que pruebe cada pedazo de comida, y lo hago. Esta mujer claramente está
aterrorizada, pero llena de fuego. ¿De dónde sacó eso? ¿Por qué levanta
muros por todas partes? ¿Tiene a alguien en casa? ¿Un novio?
Miro a Sawyer. Está totalmente absorto mirándola, quieto como una
piedra.
Trago saliva. Sawyer está completamente obsesionado. No es que lo
culpe. Ambos amamos a las alborotadoras. Amamos la pelea. La
adrenalina. El juego de poder. Hemos jugado juntos con algunos hace años.
Hombres y mujeres, pero todas las otras veces, se han ido al final de la
noche.
Y Cali no puede irse al final de esta noche. De hecho, tiene una bolsa
para cadáveres con su nombre.
Odio que nos haya metido a ambos en esto. Sé por qué me está
jodiendo. Encontró una debilidad mía que está explotando. Viendo hasta
dónde puede llegar con eso. La pregunta es, ¿por qué está haciendo esto
Sawyer? ¿Solo venganza? Le echo otro vistazo. Sigue mirándola con las
pupilas dilatadas.
Oh, esto significa problemas.
16
Cali

Miles me lleva de regreso a su habitación después de que he comido.


Siento un gran alivio con la comida en el estómago, y una nueva energía
me recorre.
Miles cierra la puerta detrás de nosotros. Me froto las manos arriba y
abajo por mis brazos y el aire acondicionado me enfría con mi ajustado
atuendo.
No pasan cinco segundos cuando hay un golpe agudo en la puerta.
—Déjenme entrar, mis bellezas.
Miles murmura algo, luego apenas abre la puerta.
—Ella está conmigo, déjanos en paz, idiota.
—No te pongas así, Miley. Es solo un juego. —Sawyer entra en la
habitación. Me sonríe—. Pásame tu ropa, dulzura.
Respiro hondo y doy un paso atrás.
Sawyer ladea la cabeza como un depredador, pero sigue sonriendo.
—¿Qué, no quieres jugar? —Su tono es juguetón, pero su postura es
amenazante.
—No. No quiero. —Aprieto la mandíbula. Todavía me duele por lo que
pasó en la cocina.
Sus ojos se iluminan.
—Maldición. No he visto una bandera más verde en toda mi vida.
Quítatelas.
—Deja en paz a la chica, hombre —dice Miles, cruzando los brazos.
Sawyer se vuelve hacia él.
—¿Vas a interponerte en mi caza, Miles?
Miles aprieta los labios, pero permanece en silencio.
Sawyer se gira hacia mí. Mis rodillas han chocado contra la cama, y
sus ojos brillan de excitación.
—Te daré ropa —dice.
Lo miro con sospecha. No tiene nada con él.
Se encoge de hombros.
—Bueno... las dejé por la casa. Tendrás que encontrarlas. Sin tu
cachorro aquí. —Señala hacia Miles—. Por supuesto, también tendrás que
mantener ese cuerpo delicioso lejos de mí. Me cuesta mucho controlarme
cuando se trata del postre.
Miles parece incómodo y me mira.
—¿Estás seguro de que es una buena idea?
¿Me darían acceso a los puntos de escape y posibles armas? Cruzo
los brazos. Ambos hombres miran mis pechos.
Dejo caer los brazos.
—Bien. Estoy dentro.
—¿Qué? —pregunta Miles. Pero ya me estoy quitando la ropa. Primero
el top, luego la falda y luego mi tanga. Los tiro al suelo frente a Sawyer. Me
niego a intentar cubrirme.
Sawyer parece imperturbable, mirándome de arriba abajo. Miles está
mirando directamente al pequeño montón de ropa y no a mí.
Sawyer silba bajo.
—Nunca pasa de moda.
¿Qué demonios? Me repongo y murmuro:
—Lástima que nunca seré tuya.
Instantáneamente, la expresión de Sawyer cambia. La ira parpadea
en su rostro, y por un breve momento, veo a un asesino. Luego, casi tan
rápido, su rostro se suaviza en una máscara de sonrisas.
—Solo se te permite usar la ropa que he escondido por la casa. No
rompas las reglas, conejita. O hazlo. —Encoge los hombros—. Solo no te
enfades cuando el juego juegue contigo.
Se inclina, toma mi tanga y lo huele largamente.
—Maldición. Le enviaré esto a Ryder. Buenas noches, tortolitos.
La ira me ruboriza las mejillas.
—Eso no es…
Sawyer cierra la puerta del dormitorio antes de que pueda terminar.
Me hierve la sangre de rabia.
Me dirijo hacia el poderoso hombre que aún se queda en mi
habitación. Se frota la nuca.
—Puedes tener la cama. —Todavía no me mira.
—Está bien. Voy a ducharme primero.
—No cierres con llave la puerta.
Me dirijo hacia el baño y cierro la puerta con todas mis fuerzas. La
ducha es orgásmica. Me froto la piel hasta que me pica. Miles entra con un
jabón corporal y champú con aroma a coco y sale de nuevo. Salgo de la
ducha oliendo a Miles. No hay toallas, así que hago lo mejor que puedo para
escurrir el agua de mi cabello, asomándome por la puerta del baño.
Miles está sentado en el sillón con una manta. Está mirando su
teléfono. Me apresuro hacia la cama y me meto en ella, tirando de las
mantas sobre mí.
Miles me mira.
—No salgas esta noche, sombra. Sawyer está de un humor extraño.
No estoy seguro de lo que va a hacer.
Su incomodidad me hace sentir inquieta.
—¿Cuál es su problema? —Me castañetean los dientes por el aire
acondicionado.
Miles ignora mi pregunta.
—Hablo en serio. Puedes usar una de mis camisetas esta noche si
quieres. Solo quédate conmigo.
Lo miro. Sus ojos verdes son firmes.
¿Qué juego está jugando? ¿Están trabajando juntos, o está yendo en
contra de su amigo? ¿Vale la pena perder la oportunidad de escapar? Ardo
con nueva energía y ganas de correr.
Miles debe ver eso. Levanta una ceja.
—Te ataré a la maldita cama si intentas salir de esta habitación esta
noche, Cali. Lo digo en serio.
Oh, no.
—Está bien. No me iré. Dame la camiseta.
Miles suelta un suspiro y se quita la camiseta que tiene puesta. Veo
músculos ondulantes y tatuajes oscuros por todo su pecho. Hace que se me
haga agua la boca. Me entrega la camiseta y me sorprende mirándolo. Él
sonríe.
—No me refería a la que tienes puesta —gruño y me pongo la
camiseta sobre la cabeza.
Me acuesto y me cubro con las mantas. Lo escucho recostarse en el
sillón, y la habitación se vuelve silenciosa. Me quedo allí un rato, sabiendo
muy bien que él no está durmiendo.
Me pregunto quién está cuidando a Halloweiner. Me duele el corazón.
Está tan apegado a mí. Probablemente piense que lo abandoné. Pienso en
todas las noches que ha estado acurrucado conmigo mientras lloraba,
generalmente por algo que Ben había dicho o hecho. Me duele el pecho.
Me pregunto si Ben sabe que me he ido. O si realmente le importaría,
honestamente. Las lágrimas de autocompasión llenan mis ojos y sacudo la
cabeza. Si alguna vez salgo de aquí, le patearé su inútil culo.
¿Debería salir de la habitación o quedarme? Sé que no puedo confiar
en Sawyer. Por otro lado, definitivamente no puedo confiar en Miles. Me
cazó y me trajo de vuelta aquí. Y no tuvo problema en meterme su polla en
la garganta.
Mi coño se calienta. Nunca he estado tan excitada durante una
mamada. Tomaron mi cuerpo y me usaron sin piedad para su placer.
Me estremezco.
¿Y si Miles realmente está tratando de protegerme de Sawyer? ¿O tal
vez es un juego elaborado para hacer que confíe en él y romper alguna
regla desconocida?
Mi cabeza da vueltas.
Lo que sé es que ambos hombres están en alerta máxima esta noche.
Lo cual es malo para mí. Y joder, odio eso. Solo quiero irme ahora.
El silencio me corroe. Maldita sea, me vendría bien un trago fuerte. O
dos. O cinco.
Me doy la vuelta. La cama huele a Miles. Me recuerda a su polla, lo
que calienta de nuevo el lugar entre mis muslos. Joder.
Miro a Miles. Tiene los ojos cerrados, y su cabeza está recostada hacia
atrás. Su respiración es constante.
Me siento.
Él abre un ojo.
—¿No puedes dormir, sombra?
Me cruzo de brazos.
—¿Vas a quedarte despierto toda la noche?
Cierra los ojos de nuevo.
—Sí.
Trago saliva. No hay forma de que pueda dormir con él aquí,
despierto.
—O tal vez te ate a la cama para saber que puedo quedarme
dormido sin que hagas algo estúpido. —Me mira a través de sus ojos
entrecerrados.
—No me iré.
—Entonces, ¿por qué comprobaste si estaba despierto?
—Iba a dibujarte un bigote. ¿Por qué más? —Le sonrío
sarcásticamente.
Sonríe.
—Oh. ¿Tienes un fetiche por los bigotes? —Actúa tan despreocupado.
Por un segundo, la tensión entre nosotros parece lejana.
—Qué asco, no. —Cruzo los brazos—. Los odio.
Por un segundo, hay un silencio incómodo. Ambos nos sentamos
rígidamente. Quiero enterrar mi cabeza de nuevo bajo las mantas.
Entonces Miles dice:
—¿Qué asco? ¿De qué estás hablando? Seguramente no de los
gloriosos parches de vello masculino. —Se sienta más erguido en su asiento—
. Una pista de aterrizaje para saber dónde plantar un hermoso coño, si me
permites. —Él sonríe—. Perfección.
—Creo que tienes algo por ellos. —Arqueo una ceja.
Se ríe.
—¡Por supuesto que sí!
Nos sentamos en silencio por un rato. Vamos, Cali. Se supone que
debes hacer que baje la guardia. Observo la habitación de nuevo, viendo
la guitarra apoyada contra la pared.
—¿Tocas la guitarra?
—Solía hacerlo. Ya no tanto. —Se pasa una mano por el cabello.
—¿Puedo escuchar algo?
Miles se tensa. Su cuerpo tonificado parece haberse congelado.
Trago saliva.
—Está bien. No tienes que hacerlo.
Miles mira la guitarra.
Genial. Ahora arruiné cualquier tregua temporal que teníamos.
—No, está bien. Tocaré algo. —Lo dice como si se estuviera
castigando a sí mismo.
—No, de verdad, yo...
Miles la levanta y vuelve a su asiento. Toca un poco las cuerdas,
afinándola. Luego comienza a tocar. Le lleva un rato entrar en ritmo, pero
suena como música flamenca.
Me recuesto y observo al hombre frente a mí. Mientras más toca, más
se sumerge en ello, fundiéndose en los sonidos. Comienza a tararear las
canciones. No las conozco, pero suenan españolas y tal vez un poco
francesas. Sus grandes manos rasguean las cuerdas, tocándolas
rápidamente y con destreza. Sus dedos son largos, bronceados y hermosos.
No puedo dejar de mirarlo.
No estoy segura de cuánto tiempo toca. Cuando finalmente se
detiene y me ve, un rubor sube por su cuello.
—Lo siento —murmura.
—Eso estuvo genial. ¿Qué música era?
Menciona una banda que nunca he escuchado. Asiento. Miles
guarda rápidamente la guitarra. Claramente está incómodo.
El silencio me devora. Digo:
—No conozco a nadie que toque. Pero en Navidad cada año,
solíamos poner una canción navideña en guitarra. Siempre lo amé.
Miles se acerca a la cama, y yo aprieto más las sábanas alrededor de
mí.
—Dame tu mano, Cali.
—No. Lo siento.
En la oscuridad, sus ojos verdes parecen grises y tormentosos.
—Quiero dormir. Dame tu mano.
Sé que podría tomarla si quisiera. No estoy segura por qué incluso está
preguntando.
Trago saliva.
—No quiero estar atada.
—Lo sé —dice Miles con un toque de tristeza. Se sube a la cama a mi
lado y me agarra la mano con fuerza. La cama se hunde con su peso. Saca
algo, esposas, del bolsillo trasero y estira mi brazo. Me coloca el frío metal
alrededor de la muñeca y me golpea el pánico.
Intento escapar, pero Miles simplemente balancea su pierna sobre mi
pecho, de modo que su entrepierna está en mi rostro y agarra fácilmente
mi otra mano. En contra de mi voluntad, mi boca se hace agua. Me esposa
al poste de la cama.
Pruebo la sujeción de las esposas. Están apretadas pero no lo
suficiente como para hacer doler.
Miles se baja de mí. Dice suavemente:
—Mi papá solía tocar. La guitarra, quiero decir. Antes de irse, tocaba
para nosotros todas las noches. No he tocado en mucho tiempo.
Lo observo por un rato. Parece... triste.
—Debe haber sido agradable —digo, con un tono suave.
—Lo era. —Sonríe con nostalgia.
Mi padre también se fue. Cuando tenía cinco años. Luego, solo lo veía
cada ciertos fines de semana. Quiero decirlo, pero las palabras parecen
estar congeladas en mi garganta. Abro la boca, pero no sale nada.
Miles vuelve a su asiento.
—Ahora, intenta dormir un poco, pequeña sombra. Habrá mucho
tiempo para pelear con nosotros mañana.
17
Sawyer

¿Por qué carajo no mantenemos una o dos presas en el sótano? Estoy


desesperadamente necesitado de un cuerpo para lastimar, y hasta ahora,
la conejita está jugando a lo seguro.
Paseo por mi habitación, como he estado haciendo durante horas. Mi
habitación es similar a la de Miles, pero la mía está desordenada, con
carteles vintage de chicas de los años 50 en la playa. El desorden molesto
tanto a Ryder y Miles que rara vez entran aquí.
Jesús, Ryder se volverá loco cuando descubra que he tomado una
presa sin él.
Miro hacia la puerta. Me pica la piel, pero me niego a rascarme. Ryder
cree que todo está en mi cabeza. Que estoy loco o algo así. Bueno, loco
no. Que 'no afronto bien los cambios de la vida', o alguna mierda así.
Pateo una pila de ropa. Cali está desnuda. Toda esa gloriosa y suave
piel a la vista. No tiene ni un tatuaje ni una cicatriz en ella. Qué delicioso sería
cambiar eso.
Se me erizan los vellos de punta. Normalmente no me interesan las
mujeres. No es que no haya estado con ninguna; simplemente me he
aburrido con todas las que no son mis hombres. Necesito a alguien que me
desafíe, me lastime y me haga sentir vivo.
Quizás Miles la está marcando ahora mismo. Rasguñándola mientras
ella lo monta, sacando pequeños gemidos de dolor y placer de ella. Mi polla
se pone dura ante la idea. También me embarga la envidia. ¿Por qué la
dejé sola con él? Quiero mirar.
Me detengo antes de correr hacia allí. Sé por qué lo dejé con él. Es
divertido joderlo. Y estoy aprendiendo que también es divertido molestarla
a ella. Lucha tan deliciosamente.
Miro mi computadora portátil. Cloné su teléfono antes de llevármela,
y estoy tentado de revisarlo de nuevo. Tenía muchas fotos de su gato.
Algunos mensajes con sus compañeros de trabajo. Algo de porno sucio.
Había un montón de capturas de pantalla borradas de mensajes entre ella
y su ex. Él suena como un pedazo de mierda. Me pregunto si puedo usar
algo de eso. Toda su comunicación con él se detuvo repentinamente el día
que se topó con nosotros. Y, por supuesto, estaba su llamada al 911,
delatando a Ryder.
La ira me llena de nuevo. Echo un vistazo a su tanga. Está acostada
en mi almohada, rogando ser agarrada. Lo hago y lo acerco a mi nariz,
inhalando.
Dios. Huele a pecado y miedo. Me estremezco, y mi polla se endurece.
¿Por qué demonios no ha intentado jugar mi juego? Es temprano por la
mañana, y ha seguido las reglas. No la había imaginado como alguien que
haría eso.
¿Estoy equivocado? ¿Atrapé a alguien que se acurruca bajo presión?
Abro de golpe mi puerta y camino hacia la habitación de Miles. Está
cerrada con llave, el cabrón. Él piensa que eso puede mantenerme fuera.
Levanto el pie y derribo la puerta de una patada.
Se abre con un estruendo, y entro a paso decidido. Cali está acostada
en la cama y se sobresalta al oír el ruido.
—No jugaste mi juego, conejita.
—Jesús, hombre. —Miles sale del baño, con el cabello mojado—. Te la
habría abierto. —Se envuelve la cintura con una toalla. Inclino la cabeza.
Está tumbada graciosamente en la cama. La sospecha me recorre.
—¿Han follado?
—No —gruñe ella. Sus brazos están extendidos sobre su cabeza, la luz
de la mañana trazándose sobre ella. Me acerco a la cama, y ella se tensa.
La manta solo la cubre a medias.
Veo por qué está acostada así. Está esposada. La habitación queda
en silencio por un segundo.
Ese hijo de puta pervertido.
—¿Entonces sí follaron? —cacareo.
—No, hombre. —Miles se pone una camisa.
Espera un maldito minuto. Me vuelvo hacia ella y arranco las cobijas.
—¿Qué demonios? —exclama ella.
Está usando la camisa de Miles.
Dejo que una sonrisa maliciosa se apodere de mi rostro.
—Vaya, vaya, vaya. Entonces sí querías jugar un juego.
El pecho de Cali se agita. Sus pezones se asoman bajo la camisa que
mi cachorro le dio. Mi polla late de emoción. Me giro hacia Miles.
Miles trata de ocultarlo, pero veo su sonrisa burlona. Está engreído.
Sabe que la tuvo toda la noche, y ahora ella está usando su camisa, en
contra de mis reglas.
Necesita recordar quién manda aquí. Se está creyendo demasiado el
papel de salvador.
—Miley... —gruño—. De manos y rodillas. Ahora.
Miles me pone los ojos en blanco. Me pone completamente
cachondo. Joder, me está provocando en este momento. Sabe que me ha
enfadado.
Gruño:
—Vas a mostrarle a la conejita aquí cómo recibirlo como una buena
mascota.
Miles se planta junto a las ventanas, con los brazos cruzados. Todavía
no tiene camisa, mostrando todos sus músculos tonificados y sus tatuajes
oscuros.
Me sonríe burlonamente.
—Oblígame, grandote.
Me lanzo sobre él.
Se oye un suspiro desde la cama.
Miles se lanza hacia mí para cerrar la distancia, yendo bajo para
atacar mis piernas. Me estiro sobre su espalda mientras intenta hacerme
caer al suelo. Se lo permito, aplastándolo con mi peso. Miles aprendió artes
marciales en el ejército, pero yo tomé clases durante años. Miles siempre va
a toda velocidad al principio y se agota rápido.
Nos revolcamos juntos un rato, él tratando de tomar la delantera. Fluyo
con él hasta que jadea. Luego aprieto a Miles y lo obligo a darse vuelta
boca abajo. Él gruñe de dolor.
Miro hacia arriba y Cali nos observa con ojos grandes.
—Tu chica está viendo cómo te sometes, cachorro. ¿Qué piensas de
eso?
Miles gime, medio adolorido, medio excitado. Gruñe:
—Probablemente espera que no saques esa polla pequeña.
Un escalofrío me atraviesa y me río, bajando sus pantalones mientras
lo sujeto. Mantengo mi agarre firme. Sé muy bien que, si lo suelto ahora,
intentará voltearme.
—Quédate abajo, cachorro —le siseo—. ¿Crees que debería mostrarle
lo pequeño que es?
Me bajo los pantalones. Mi polla está tan dura que duele. Salta libre,
y Miles tiembla. Él sabe muy bien lo grande que es.
—¿Quién manda, Miley?
Me gruñe. Levanto mi mano libre para agarrar su cabello y tiro.
—¿Quién?
—Ryder —dice.
Me río y le doy una fuerte palmada en el trasero.
Cali vuelve a jadear. Miles se estremece debajo de mí.
—¿Qué pasa? ¿No puedes soportar el castigo? —Me inclino sobre él
hasta que estoy cerca de su oído—. ¿Los chicos malos merecen lubricante?
Miles lucha.
—Vete al infierno.
Lo sostengo quieto.
—Amante del castigo, mi chico.
Me escupo en la mano y me la froto por la polla. Miles no se pone de
rodillas, así que la alineo con su agujero fruncido mientras está inmovilizado
debajo de mí. Se queda quieto.
—¿Ahora vas a comportarte? —Jalo su cabeza—. Quiero que la mires
mientras te lleno el culo. Quiero que la mires mientras te la meten hasta el
fondo.
Le susurro en el oído a Miles:
—Creo que le gusta verte humillado, chico.
Miles traga saliva, el sonido es fuerte por lo lejos que le he inclinado el
cuello.
Empujo dentro de él. No soy suave. ¿Piensa que puede tomar mi juego
y jugarlo en mi contra?
Miles grita.
—Shhhh —le susurro al oído—. Sé un buen chico, y dejaré que te
vengas.
—Jódete. —Miles tiembla de nuevo. Empujo dentro y fuera de su
apretado agujero. Sé que le duele, los músculos de su espalda están tensos
y definidos. Extiendo mi mano alrededor de él. Miles se pone de rodillas lo
suficiente para que pueda alcanzar su polla. La agarro, y su gemido llena la
habitación.
Entro y salgo de él, mirando a la mujer que está en su cama. La
electricidad se dispara a través de mis pelotas mientras ella nos mira. Gime,
con las mejillas sonrosadas y los ojos muy abiertos.
Mis testículos se aprietan. Disminuyo la velocidad, queriendo durar. Me
inclino sobre Miles y miro a Cali, que mantiene sus ojos en nosotros mientras
intenta liberar sus manos.
—¿Crees que debería venirse, conejita?
Se lame los labios.
—Respóndeme, conejita.
Sus ojos se ensanchan y me miran. Levanto una ceja.
Cali asiente.
—¿Quieres verlo venirse? —pregunto.
Ella asiente de nuevo.
—Usa tus palabras —digo bruscamente.
—Sí. —Su voz es ronca. Casi me hace venir.
Miles gime mientras lo masturbo con fuerza. Lo aprieto más fuerte y
tiro. Lo maldigo en mi cabeza por atar las manos de Cali y evitar que se
toque a sí misma.
Lo masturbo más duro, jugando con su cuerpo de la forma que sé que
le gusta. Lo llevo justo al borde antes de retirar mi mano bruscamente.
—¿Quién se viene primero, perra?
—Tú —gruñe Miles.
—Así es. —Embisto dentro y fuera de él, su apretado culo me agarra
perfectamente. El fuego me llena, y siento que me acerco al orgasmo. Le
doy una palmada en el trasero a Miles—. ¿La estás mirando?
—Sí.
—Bien. Mira a nuestro pequeño juguete mientras te lleno el culo de
semen.
Echo la cabeza hacia atrás en éxtasis y me vengo dentro de él con
un rugido, mi polla pulsando. Miles vacía mis huevos, su cuerpo
sacudiéndose con la necesidad de venirse. Me encanta verlo luchar contra
el placer. Verlo someterse a mí y a lo que quiero. Cuando las pulsaciones se
detienen, me inclino y masturbo a Miles con rudeza. Está casi listo al instante.
Le advierto que la mire a ella mientras se viene. Rocía semen en el suelo con
un gruñido.
Nuestra chica observa toda la escena, respirando fuertemente. Veo
sus caderas temblar.
Me retiro de Miles y camino hacia ella. Mi polla todavía está medio
dura. Me mira con los ojos llenos de miedo y lujuria. Me inclino sobre ella,
limpiando mi polla en la camisa de Miles. Me aseguro de rozar sus pezones,
y ella respira entrecortadamente.
Una vez limpio y con la camisa sucia, me estiro.
—Voy a ducharme. Desátala, Miles. Déjala jugar. Sin hacer trampas
esta vez.
Salgo de la habitación.
Pasó toda la noche con mi presa. Dios, ¿por qué ese pequeño hecho
me afecta?
18
Cali

Nunca pensé que me excitaría con dos hombres follando, pero...


joder. La mirada de Miles mientras Sawyer lo penetraba con una fuerza
letal... hizo que mi coño goteara.
Ben siempre insistía en estar a cargo cuando follaba, pero nunca
sentía que saliera de su interior. Me abofeteaba un par de veces y me
maldecía, y normalmente terminaba antes de que yo pudiera. Luego se
daba la vuelta y jugaba con su teléfono.
Sawyer se va y Miles me quita las esposas y también sale de la
habitación.
Aún llevo puesta su camiseta. Me debato durante un minuto y luego
me la quito. Sawyer todavía estaba medio empalmado, Y sé que él
felizmente vendría tras de mí. Mi coño canta ante la idea.
¿Qué demonios? ¿Realmente estoy deseando la polla de ese
hombre? Me río amargamente para mis adentros. Parece que tengo una
debilidad por los idiotas. Ben realmente me afectó.
La habitación está en silencio. Espero unos diez minutos. ¿Adónde fue
Miles?
Abro la puerta despacio. Hay silencio en el pasillo. Oigo el débil sonido
de una ducha en el pasillo de la derecha.
Oh, Dios mío. ¿Están ocupados?
Salgo a hurtadillas de la habitación, temblando. Juro que han bajado
la calefacción a propósito. Mis pies descalzos hacen pequeños ruidos al
pegarse al suelo de madera, pero aparte de eso y de la ducha, la casa está
en silencio.
Primero voy a la cocina. Es luminosa y alegre con el sol de la mañana.
Busco frenéticamente un bloque de cuchillos. No hay ninguno. Joder. Abro
rápidamente los cajones deslizantes, buscando cuchillos o armas. No
encuentro nada hasta el último cajón. Es un trozo de tela enrollado con una
nota adhesiva.
Lo agarro.
No jugamos con cuchillos hasta que Ryder llegue a casa.
Este hijo de puta.
La tela es un crop top fino. Me lo pongo.
Me lanzo hacia la puerta por la que he entrado. También hay una
nota en ella.
No te vayas todavía, nena. Acabamos de empezar.
Intento abrir la puerta. Está cerrada. Compruebo arriba. Hay un
candado en el borde superior.
—Joder —siseo en el silencio. Con una sacudida, me doy cuenta de
que ya no oigo el sonido de la ducha. Mi corazón se acelera. ¿Cuánto
tiempo lleva apagada?
Me giro para ir por el pasillo que aún no he investigado. ¿Quizá haya
una puerta aquí detrás? Me meto en una habitación lateral, un despacho.
Hay un escritorio elegante, papeles, un ordenador y una gran ventana.
¡Joder! Aquí no hay puerta. Me lanzo hacia la ventana para ver si se abre.
Antes de que pueda tocarla, me tiran bruscamente del cabello y salgo
volando.
Grito y caigo pesadamente al suelo. Me jalan del cabello justo antes
de que mi cabeza toque el suelo, impidiendo que mi cráneo golpee el suelo.
Un dolor agudo y ardiente estalla en mi cabeza.
—Siento atraparte tan pronto. —Un cuerpo enorme cae sobre mí. Es
Sawyer. Se sienta sobre mi pecho, inmovilizando mis brazos a los lados con
sus piernas. Sólo lleva bóxer, y sus ojos parecen enloquecidos y
desquiciados—. A Miles le gusta perseguir más que a mí. Soy demasiado
impaciente para dar un bocado. —Me guiña un ojo y un mechón de cabello
mojado le cae en la cara. Huele a jabón.
—¡Déjame ir!
—Veo que encontraste una camiseta. Qué pena. Tienes unas tetas
preciosas.
Me pone una mano alrededor del cuello y me levanta con él. Jadeo.
—Maldita sea. Voy a necesitar un collar para este bonito cuello.
Sawyer me lleva al salón. Araño, pataleo y lucho, pero él me tumba
en el suelo con suavidad junto a una anticuada estufa de metal. Sale calor
de ella.
Me retuerzo e intento huir, pero él deja caer todo su peso y se sienta
sobre mis caderas, inmovilizándome contra el suelo.
—Quédate, conejita.
Sawyer se acerca a la chimenea y vuelve con unos guantes.
Tiemblo de adrenalina. Los pone a su alcance.
—¿Dónde está Miles?
Un error preguntar. Los ojos de Sawyer brillan de ira, y se inclina, sus
dientes blancos brillando.
—Miles no puede salvarte. No es el caballero de brillante armadura
que crees que es. Sabes que mata a la gente por diversión, ¿verdad?
Trago saliva.
La luz del sol baila sobre los abdominales rasgados de Sawyer.
—Voy a hacerte algunas cosas, conejita. Vas a decir que no te gustan,
pero me aseguraré de que te gusten.
—¡No! ¡Aléjate de mí!
—No significa nada para mí, Cali. —Sawyer agarra el borde de su
bóxer y, con un movimiento rápido, se los baja. Su polla sale, orgullosa y
oscilante. Es más largo que el de Miles y ya tiene una gota de líquido
preseminal goteando de la punta.
Sawyer se inclina hacia adelante y dice suavemente:
—¿Estás lista, mi bonito juguetito?
Busco los ojos azules de Sawyer. Están duros y excitados.
Me trago el deseo de mi cuerpo de dejarle hacer lo que quiera. Y eso
me enfada. ¿Cómo puedo querer esto?
—No.
—¿Qué te dije sobre esa palabra? No llores. —Sawyer me pasa un
pulgar por el borde del ojo—. Qué ojos tan bonitos. No llores, conejita. Esto
será divertido.
Jadeo para respirar. Sawyer permanece quieto, esperando,
observando. Sus pupilas están completamente dilatadas. Permanece
quieto hasta que he calmado mi respiración lo suficiente como para evitar
el ataque de pánico. Cada bocanada de aire me roza los pezones y me
recorre un hormigueo por todo el cuerpo.
—Buena chica —susurra Sawyer.
Se desliza hacia abajo, colocándose entre mis piernas. Trato de
retroceder, empuja su polla dentro de mí con un empuje brutal.
Grito y mi espalda se arquea contra el suelo. Sawyer me sujeta. El dolor
es agudo y punzante. Me agito para zafarme de él. Sawyer sigue dentro de
mí, esperando. Lo araño, intentando aliviar la presión.
—Puedes tomarlo. Sé mi niña buena y tómalo.
El dolor empieza a disminuir mientras Sawyer permanece quieto,
sustituido por plenitud y palpitaciones. Sawyer baja una mano para
acariciarme el clítoris.
Mi espalda se arquea de nuevo, pero esta vez de placer repentino.
—Buena chica. Buena putita. —Respira y sigue jugando conmigo—.
Mírate, tomando mi polla tan maravillosamente. —Añade pequeños
empujones, su enorme polla rozando mi punto G.
Cierro los ojos con fuerza. Sawyer retira la mano. Oigo metal y abro los
ojos de golpe. Ha abierto la puerta del horno y el calor me envuelve.
—¿Qué haces? —pregunto, con los ojos recorriendo la habitación,
buscando una salida.
Sawyer agarra los guantes y se pone uno. Intento zafarme, pero él se
limita a bajar más su peso hacia mis caderas, permaneciendo sentado
dentro de mí.
—Vamos a jugar con un poco de dolor —dice.
Jadeo cuando Sawyer saca unos alicates de debajo del horno. Un
millón de pensamientos se agolpan en mi mente. Aquí es donde voy a morir.
Va a torturarme y matarme.
—Conejita. —Sawyer me da golpecitos en la nariz con un dedo
enguantado—. Recuerda, dije que lo disfrutarías.
Mi pulso vuela.
—Estás enfermo.
—Gracias. —Con una mano, Sawyer introduce las tenazas en el horno
y saca una placa de metal al rojo vivo.
Intento zafarme de nuevo. Sawyer gruñe y me sujeta con una mano
por el cuello.
—No te muevas. No quiero quemarte por accidente. —Su polla se
hincha dentro de mí.
Me congelo.
Sawyer pone el plato en una bandeja bajo el horno. Me pone la mano
en la garganta y me arranca el crop top.
—Voy a marcarte, Cali. Puedes luchar, pero no te me abalances, o te
quemaré más de lo que pretendo.
—¿Qué carajo? —Miro fijamente el metal rojo ardiente, luego a sus
ojos, y me apresuro a alejarme.
Sawyer gime, empujando un poco.
—¿Alguna vez te has venido por haberte hecho daño?
—¡Déjame ir!
Él hace un ruido de desaprobación.
—Sin embargo, lo has querido. He visto tu historial de búsqueda.
Investigué un poco sobre el juego del dolor, pero nunca se lo dije a
nadie. Especialmente a Ben.
Quiero gritar y correr, lo que, inexplicablemente, hace que se me
humedezca el coño.
—¡Me importa una mierda! Estás completamente loco. ¡Suéltame!
Sawyer agarra un pañuelo con alcohol del suelo y me besa justo
debajo de la clavícula izquierda. Pasa el pañuelo frío sobre ella.
—Justo aquí, donde todo el mundo lo verá. Verán que esta hermosa
criaturita es mía.
—¡Maldito psicópata, suéltame! —Le golpeo en los ojos. Sawyer
agacha la cabeza, dejando que su suave cabello me roce la nariz. Le araño
la cabeza y alargo la mano izquierda hacia los alicates. Su mano sale
disparada y agarra la mía. Me la clava en el estómago y luego hace lo
mismo con la otra, sujetándome con una mano. Sus músculos se flexionan
bajo la luz.
Me cuesta respirar.
Con su otra mano, Sawyer rápidamente agarra la bandeja de metal
caliente. Usa las tenazas para agarrar un trozo de metal al rojo vivo y lo
levanta sobre mí.
Grito mientras lo baja.
Sawyer no me da tiempo para luchar. Presiona el metal caliente en mi
carne.
Me atraviesa un dolor abrasador. Es lo único en lo que puedo pensar.
Sawyer lo sostiene contra mí, luego lo suelta instantáneamente. Mi piel arde
y burbujea de calor. Lucho por zafarme.
—Buena chica, lo hiciste muy bien. —Sawyer empuja dentro de mí—.
Espera un segundo.
Arqueo la espalda, el dolor me recorre. El dolor empeora y vuelvo a
gritar.
—Dios, me estás apretando mucho la polla, conejita. —Sawyer se
agacha y empieza a jugar con mi clítoris.
El calor se dispara, y entonces me recorre un torrente de adrenalina,
y el dolor empieza a adormecerse.
—Esa es mi chica. Deja que la dopamina haga lo suyo. —Sawyer sigue
jugando conmigo, inyectándome sensaciones en el coño. Intento ignorarlo,
pero a medida que el hormigueo y el entumecimiento se extienden por mi
cuerpo, siento como los dedos de Sawyer se hacen más grandes y mi clítoris
más sensible mientras mi pecho late de dolor. Sawyer empieza a bombear
lentamente dentro de mí—. Dame tus gemidos, preciosa. Quiero oír todos
tus ruiditos para mí.
El placer me llena la mente nublada. Siento que me mojo cada vez
más. ¿Qué está ocurriendo?
Sawyer suelta mis manos para sostener un grueso brazo sobre mi
cabeza. Gime, empujando dentro de mí.
—Qué coñito tan goloso. ¿Te gusta el dolor? ¿Te gusta cuando te
hago daño?
Sawyer toca mi cuerpo con pericia. La tensión de mis músculos crece
y crece, y el placer al rojo vivo los bloquea.
Sawyer baja la cabeza hasta mi oído.
—Ahora eres mía. Mía para follar. Mía para hacer daño. Mía para
poseerte. Nadie te apartará de mí. ¿Me oyes? —Me pellizca la oreja—.
Nadie.
Mi orgasmo se enrolla y explota. Me salen chispas y gimo, con los
músculos bloqueados por el éxtasis. Permanezco así durante mucho tiempo
antes de que el placer me recorra las piernas.
Sawyer maldice y se pone rígido dentro de mí. Su polla palpita
mientras se viene dentro de mí, aún apoyado sobre mí.
Jadeo, con la mente confusa. ¿Qué demonios acaba de pasar?
Sawyer se sale de mí, jadeando. Mira hacia abajo, con los ojos
brillantes.
—Jesucristo, Cali. Tu miedo es tan dulce. —Se inclina hacia mí, me
golpea la punta de la nariz con la suya y se levanta. Antes de darme cuenta,
me ha tomado en sus brazos.
El fuego empieza a crecer en mi pecho. Parpadeo y miro hacia abajo.
Solo puedo ver las líneas rojas elevadas.
Joder. Me ha marcado. ¡Joder!
Llaman con fuerza a la puerta principal. Sawyer me lleva, me deja en
el suelo y abre la cerradura superior con una llave.
Miles empuja la puerta y me ve. Sus ojos se abren de golpe y se queda
inmóvil.
—¿Qué has hecho?
Sawyer se ríe.
—No estés celoso, hermano.
Intento mirar lo que me ha marcado. Parece un... ¿5? ¿Una S? Me late
el corazón y sólo quiero ponerme algo fresco ahí.
Miles se acerca. Se hace el silencio durante un segundo.
—¿Qué has hecho? —gime—. Me dijiste que no harías nada.
—No te enfades porque no se te ocurrió a ti primero, Miley.
—Cali. —Miles me pone un dedo bajo la barbilla y me obliga a mirarlo.
Sus ojos están llenos de brillante ira.
Trago saliva.
—¿Estás bien?
La ira, el miedo, la vergüenza y la tristeza me invaden a la vez. Miro
fijamente a Miles y empujo su mano.
—Estoy bien. Solo déjame jodidamente en paz.
—Aquí, entra. —Sawyer cierra la puerta principal nuevamente, tirando
de mí hacia la cocina—. Te quedas conmigo esta noche, conejita. Yo
cuidaré de ti.
—Ni una mierda. —Miles empuja a Sawyer hacia atrás tan fuerte que
Sawyer gruñe.
Me alejo de ellos.
—¿La marcaste?
—Y la hice venirse mientras lo hacía.
Miles le lanza un puñetazo tan rápido que apenas lo veo. Sawyer se
agacha, pero no a tiempo, y el puño de Miles se desvía de su cabeza. Los
ojos de Sawyer se iluminan en señal de triunfo.
—¿Cuál es tu problema?
—¡No puedes torturarla!
Sawyer se ríe.
—Te he visto sacarle las tripas a un hombre y prenderle fuego por
diversión.
—¡Eso es diferente! —Miles se endereza de nuevo.
—¿Cómo, Miles? —Sawyer lo mira, sin ninguna diversión—. ¿En qué es
diferente?
—Es ella —escupe Miles—. Ella no ha hecho nada.
Sawyer se encoge de hombros y se acerca a Miles.
—¡Seguro que lo hizo! ¡Delató a Ryder! ¿O te has perdido ese pequeño
detalle? —La vena del cuello de Sawyer palpita—. Y así es el juego. Yo hago
lo que quiero y tú me sigues el juego. ¿O es que ya no quieres jugar nuestros
juegos?
—¡Deja de intentar alejarme! Claro que quiero jugar, pero no esto.
Con ella. Sin Ryder.
Doy un pequeño paso atrás. ¿He delatado a Ryder? ¿De qué
demonios están hablando?
Ambos hombres se rodean, pareciendo asesinos. Esto es diferente a
cuando Sawyer se folló a Miles. Me di cuenta de que eso era un juego. Esta
vez, es mortal.
Miro hacia la puerta principal.
—No corras, Cali —ladra Sawyer.
Miles me mira, y Sawyer utiliza esa pequeña distracción para
golpearlo. Aterriza un golpe brutal en la mejilla de Miles, y la pelea comienza.
Se dan fuertes golpes y los ruidos sordos llenan la habitación.
No espero a ver quién gana. Salgo corriendo hacia el despacho,
instantáneamente me acerco a la ventana e intento abrir los pestillos. Se
abren. Abro la ventana de un tirón y suena una alarma.
Salto y grito. Mi mente grita: corre, corre, corre.
Golpeo la ventana y saco un pie afuera.
19
Miles

El grito de la alarma atraviesa mi ira, y me quedo congelado. Sawyer


se pone rígido, y por un segundo, ambos nos detenemos.
Cali está corriendo.
Aparto mi cuerpo del agarre de Sawyer y corro hacia la puerta
principal. Oh dios mío, si corre, él la matará.
—¡Cali! —grito, con el estómago cayendo cuando no está allí. ¿A
dónde demonios se fue?
Ahí, la puerta de la oficina está abierta. Corro hacia ella, entrando de
un salto.
La ventana está abierta. Veo un destello de movimiento afuera. Me
lanzo hacia la ventana y me cuelo por ella. Cali corre por el césped. Está
completamente desnuda, su piel pálida bajo el sol cegador.
—¡Cali! —grito de nuevo—. ¡Detente!
No me escucha. Corro tras ella, mis piernas bombeando tan rápido
como puedo. No está muy lejos.
—¡Cali, por favor! No te haré daño.
La alcanzo. Echa un vistazo hacia atrás, con sus ojos blancos y llenos
de pánico. Reduzco la distancia entre nosotros y agarro su muñeca.
Cali grita. Es escalofriante y me retuerce el estómago. Nos doy la
vuelta mientras caemos y me aseguro de que mi cuerpo esté entre ella y el
suelo.
Lucha contra mí, gritando y arañando. La sostengo hasta que se
derrumba en sollozos. Nos tumbamos en la tierra mientras ella jadea.
—Cali, lo siento. Lo siento, no te haré daño. —Estoy tratando de
reconfortarla, pero mis palabras la hacen tensarse.
—¡De ninguna manera, no lo harás! —Sus sollozos están llenos de ira, y
me golpea lo mejor que puede—. ¡Aléjate de mí, joder!
La sostengo hasta que sus golpes se debilitan, dejándola sin energía.
Sentir que se retuerce debajo de mí, tratando de escapar de mí, me
excita. Y me odio por ello.
Cali debe sentirlo.
—Jódete... —solloza.
—Cali...
—Simplemente mátame. Solo mátame o déjame ir. —Ha girado su
rostro hacia la tierra. Ya no está luchando, y todo su cuerpo se ha vuelto
lánguido.
La levanto en mis brazos. Ella se queda allí, sin moverse. Mi instinto se
retuerce aún más.
Vuelvo a la casa. Sawyer está parado en el patio, con los brazos
cruzados.
Lo miro con desprecio mientras paso. Nos está jodiendo a propósito.
Siempre ha jugado con nuestras presas. Pero ahora, siento que soy yo con
quien está jugando, y no en el buen sentido. Por primera vez desde que lo
conocí, me pregunto si estamos en el mismo equipo.
Sawyer no dice nada. Solo me observa llevar a Cali de vuelta adentro.
La llevo a mi habitación y la acuesto en la cama. Todavía no se ha
movido.
—Sombra. —Me inclino. Su rostro está pálido, y está mirando fijamente
la pared. Aprieto la mandíbula. He visto esta mirada antes. Principalmente
en personas que estuvieron en el ejército conmigo y en mi mamá. Maldición.
Sawyer lo llevó demasiado lejos.
No intento sacar a Cali de eso. Le pongo una manta encima y salgo
de la habitación, pero no sin antes esposar su tobillo al poste de la cama.
Regreso furioso a la sala de estar para agarrar lo que Sawyer
originalmente me envió a buscar. Anticonceptivos. Al principio, pensé que
era lo mejor para ella. Ahora, me siento como una completa mierda.
Sawyer está limpiando algo en el horno.
Me cruzo de brazos y lo observo. Él no me mira.
—¡Lo dijiste! —le grito.
—¿Decir qué? —Él me mira de reojo.
—¡Que no harías nada!
Su mirada se oscurece.
—Dije que no la mataría ahora si no te ibas. No dije que no me divertiría
un poco. Este es el juego, Miley. Yo pongo las reglas. Todos los demás juegan.
La exasperación me llena.
—Eso no es justo.
—¡La vida no es justa! —me regaña Sawyer. Sus ojos son salvajes y
desequilibrados.
Aprieto la mandíbula. Algo más está pasando con él. Y ha estado
pasando durante meses. Está jodido, y tarde o temprano iba a desbordarse.
—Le puse una S. —Sawyer esboza una sonrisa maliciosa—. Para que
recuerdes que es mía.
Esa declaración me envía una oleada de ira tan fuerte que aprieto los
dientes y saboreo mi sangre. Los tres siempre lo hemos compartido todo
antes. ¿Por qué la está convirtiendo en algo que no podemos compartir?
Sawyer me observa atentamente, con una sonrisa en los labios.
Giro sobre mis talones y camino de vuelta a mi habitación, cerrando
de golpe la puerta tras de mí. Instantáneamente me arrepiento cuando
hago contacto visual con la mujer en mi cama. Está claro que ha estado
luchando con el grillete, y me mira fijamente con una mirada asustada y
llena de temor.
Hace que la ira me invada. Juré que nunca sería el tipo de hombre
que asusta a una mujer. El tipo de hombres con los que pasé toda mi vida.
Levanto las manos.
—Lo siento, Cali. Lo siento.
Cali no dice nada; solo me mira. Me dirijo al baño, mojo una toalla y
vuelvo. Me acerco a la cama con cuidado.
Se aleja de mí.
—Necesito lavar la quemadura —digo—. Para que no se infecte.
—No. —Traga saliva.
—Lo siento. Te conseguiré analgésicos y el desayuno. —Me siento en
la cama.
Parece que Cali va a saltar de la cama, a pesar de que la cadena no
es lo suficientemente larga como para que sus pies toquen el suelo. Su
cuerpo está cubierto de polvo por haber huido de mí, y su cabello está lleno
de espinas del suelo. Levanto lentamente la mano con la toalla. Sus
hermosos ojos me observan mientras froto su quemadura.
Sé que debe doler como el infierno, pero no se inmuta ni intenta
alejarse. En cambio, me mira fijamente. Hay un silencio por un momento, y
luego ella pregunta suavemente:
—¿A dónde fuiste?
Mi instinto se retuerce, y siento la urgencia de aclararme la garganta.
—¿A dónde...—pregunta de nuevo, con más fuerza—...fuiste?
—Tuve que correr a buscar algo.
El pecho de Cali se agita. Levanto la vista y en su mirada veo una ira
ardiente. No dice nada por un momento. Entonces dice:
—Ya veo.
Siento que se cierra. Cualquier paz mínima que teníamos antes ha
desaparecido por completo ahora.
Sigo limpiando.
—Vas a necesitar un peine para las espinas.
—Y una camiseta. Dile a Sawyer que gané esa camiseta de manera
justa. —Su voz carece de emociones.
Una vez que termino de limpiarla, tomo un peine y lo llevo de vuelta.
Cali extiende la mano.
—Entonces, simplemente tomas lo que quieres y jodes a quien te
lastima, ¿verdad?
Me pongo de pie. Aprieto la mandíbula.
—Volveré más tarde con medicamentos.
Salgo de la habitación y me detengo antes de dar un portazo.
20
Ryder

Echo un vistazo desde mi celda al reloj digital en la sala de espera.


¿Por qué Miles aún no ha llamado? Siempre olvido lo despacio que pasa el
tiempo aquí.
Finalmente, un oficial de la correccional viene a buscarme para una
llamada telefónica y me lleva al puesto.
—Hola, Miles —digo.
—Hola. —Su voz suena tensa.
Me pongo rígido.
—¿Qué está pasando?
—Nada. Aburrido. Sawyer recibió ese paquete.
¿Qué demonios? Su voz suena extraña.
—Solo que, en lugar de un kit de afeitado para hombres, era uno para
mujeres. Le dije que no lo usara, pero lo abrió y lo hizo de todos modos. Ahora
lo está tirando por todas partes y arruinándolo. Pero también dice que tengo
que usarlo, y si no lo hago, lo destruirá por completo.
Mi estómago se retuerce. Algo está mal. Nunca habla así.
Miles ríe como si estuviera bromeando, pero percibo la tensión en su
voz.
—De todos modos, necesito que vuelvas aquí para ponerlo en su sitio.
Aprieto la mandíbula. Miles tiene miedo. Y sé lo que hace cuando
tiene miedo.
Huye.
Aprieto los dientes.
—Faltan dos días para mi audiencia. El abogado me va a conseguir
una fianza. —Nombro la cantidad insensata con la que el juez me dejará
salir. Eso, más nuestro dinero extra para llenarse los bolsillos.
—Yo lo conseguiré —dice—. Pero date prisa, ¿quieres? Empiezo a
verme afeitándome con una maquinilla rosa el resto de mi vida, y no
podemos permitir eso. —Se ríe, y suena un poco maníaco.
—Voy para allá. Me desharé de eso cuando llegue a casa.
Cuelgo el teléfono. Protegeré a mi familia. Siempre lo he hecho y
siempre lo haré.
Vuelvo a mi celda y, una vez allí, me lavo las manos para quitarme los
gérmenes del teléfono y rezo una oración, como hago siempre. Hay una
gripe muy fuerte en la celda. Después de lavarme, vuelvo a meter la mano
derecha bajo el agua porque me he saltado un punto con el jabón. Y luego
otra vez para asegurarme. Entonces me doy cuenta de que me salté el
dedo anular izquierdo. Tengo que volver a empezar mi oración. Me lavo el
dedo varias veces para asegurarme. Mientras lo hago, pienso en lo que
Sawyer trajo a casa y que hizo que Miles se volviera loco.
Maldición. Ahora los gérmenes del dispensador de jabón están por
todas partes en mis manos.
Empiezo de nuevo. Necesito estar sano para cuidar de mis hombres.
Soy el pegamento que los mantiene unidos. Me limpio debajo de todas mis
uñas, pero me salto una esquina de la uña de mi pulgar.
Me las vuelvo a lavar.
Un oficial golpea mi celda.
—Ya basta, hombre. Estás desperdiciando el agua.
—Casi termino —murmuro. ¿Sawyer trajo a una mujer a casa? ¿Y por
qué demonios habría hecho eso?
Me lavo y me lavo y me lavo.
Nunca estarán limpias.
Nunca serán lo suficientemente buenas.
Necesito salir.
21
Sawyer

Golpeo el saco de boxeo una y otra vez. No puedo golpear lo


suficientemente fuerte. Vuelvo a golpear el saco. El dolor en mis nudillos se
ha convertido en un hormigueo adormecedor, y hay sangre en el saco.
Ups. Ryder se va a enojar. Odia cuando dejamos desorden por ahí.
Me arrodillo y unto las gotas sobre la alfombra. Luego dibujo un pene
en ella.
Ahí está.
Vuelvo a golpear el saco. Cali delató a Ryder. Se merece todo lo que
está recibiendo y más. ¿Por qué Miles no puede ver eso?
Mierda, pero disfruto su lucha. Su miedo. A pesar de eso, estoy siendo
suave con ella, y Miles lo sabe. O lo sabría si no estuviera dominado por el
coño.
Golpeo el saco de nuevo. Ryder lo sabría. Sé que está sufriendo ahora
mismo. Él cree que puede ocultarlo, pero se preocupa por nosotros, incluso
estando en la cárcel, hasta el punto de enfermarse.
Golpeo de nuevo. Ryder es el pegamento que mantiene unido
nuestro grupo. Él lo hace todo por nosotros.
Puñetazo, puñetazo, puñetazo.
Dios, los ojos de Cali. Tan hermosos, atormentados y ardientes.
Cali me recuerda a mí mismo de niño. Y sé de dónde vino mi fuego.
Sentimientos feos comienzan a agitarse en mi estómago.
Puñetazo, puñetazo, puñetazo.
No sientas.
Estás muy jodido, Sawyer. Siempre dijiste que no serías como yo, y sin
embargo aquí estás.
¡Mierda! Las voces han vuelto. Golpeo más fuerte.
Hago cualquier cosa para no sentir. Normalmente no siento cosas en
las cacerías.
Normalmente mis cacerías no son así.
Mi mano se resbala con el siguiente puñetazo. Retrocedo,
arrancándome la cinta de las manos. Duele tan bien, pero no lo suficiente.
Me tiemblan las manos. Lo feo quiere volver a aparecer. Esta época del año
siempre es mala para mí. Demasiados recuerdos del pasado.
Siempre fuiste mi hijo favorito. Un pequeño pervertido.
Necesito hacer algo. Algo para mantenerme ocupado.
Dios, ¿por qué no puede estar Ryder aquí para lastimarme y quitarme
esto?
Mi sangre gotea por el suelo del sótano mientras me dirijo al baño. La
dejo. Subo las escaleras, viendo a Miles en su teléfono en el sofá. Él me mira
brevemente y luego vuelve a su teléfono como si estuviera molesto.
—Llamé a Ryder —dice.
—Oh, buen trabajo. —Pongo los ojos en blanco —. De soplón con
papá.
Miles tiene la bolsa de medicamentos a su lado, y la agarro.
—No vas a entrar allí —dice Miles, pero no hay el usual mordisco en su
tono. Me hace detenerme.
—¿Necesitas que te recuerde quién manda aquí? —Mi polla ya está
dura con la idea. Una buena corrección de actitud me sacaría de mis
sentimientos.
Miles mira el teléfono en su mano, y baja la voz.
—Sawyer. No estoy tratando de desafiarte. —Se aclara la garganta—
. Por favor. Esto nos está destrozando.
Aprieto la mandíbula. Las emociones repentinas me hacen sentir
incómodo. El juego era hacer que él jugara contra mí, no hacer que tenga
sentimientos por ella.
—Por favor qué, Miles
—Se lo prometí a mi mamá, Sawyer. —Miles finalmente me mira, las
líneas fuertes de su rostro sombrías y duras. Vuelve a mirar hacia abajo—. Le
prometí que sería mejor hombre que mi padre.
Trago saliva.
No eres mejor que yo.
Como regla, no hablamos de nuestros pasados. Todos venimos de
lugares jodidos, y preferimos no desenterrarlo. Miles no pregunta sobre mi
madre. Yo no pregunto sobre la suya.
Un tumulto de emociones me embarga con tanta fuerza que me deja
sin aliento. Me levanto de un salto, agarrando la bolsa de medicamentos.
Trataré este lío, pero en este momento, necesito una distracción, y la
necesito ahora. Y no la voy a encontrar aquí. Me dirijo hacia la habitación
de Cali.
La voz de Miles me detiene.
—Prométeme en nombre de tu hermano que no le harás daño ahora
mismo.
Aprieto los puños.
—Por favor.
Aprieto los dientes.
—Lo prometo —gruño y atravieso la puerta.
22
Sawyer

Cali se levanta rápidamente de la cama. Todavía está desnuda.


Desnuda y rodando en una cama que está cubierta con el aroma de Miles.
Me acerco a ella, arrojando la bolsa sobre la cama e inclinándome
sobre ella. Inhalo profundamente su piel. Ah, ella es una deliciosa mezcla de
sudor, miedo y Miles. Dios mío, me envía un destello de claridad a través de
mi mente.
Cali se sobresalta.
—¿Qué estás haciendo?
Me enderezo y me quito la camiseta de la cabeza. Se la arrojo.
—Ponte eso. —Eso la cubrirá con mi olor.
Ella nota mis nudillos ensangrentados, pero eso no detiene el fuego
que arde en sus ojos.
Bien. Necesito que me desafíe en este momento.
Cali se pone la camiseta, cubriendo mi hermosa marca. Ella hace una
mueca.
Sonrío maliciosamente.
—¿Cómo está?
—Duele, idiota.
—Me refería a tu coño. ¿Todavía estás mojada?
Sus mejillas se encienden.
—¿Qué? No.
Sus reacciones me emocionan.
—¿Debería verificarlo? ¿Todavía estás goteando mi semen en la
cama? Tal vez debería verificarlo.
Ahora todo su cuello está rojo. Oh, a mi pequeña conejita le encanta
esa idea. Mi polla late ante la idea de su brillante coño lleno de mi semen.
Afortunadamente, el peso que estaba sobre mis hombros comienza a
disiparse.
—Toma. —Rebusco en mi bolso y saco una pastilla que Miles exigió
que le diera—. Es para el dolor.
Cali me mira con desdén. Mi polla reacciona.
—Conejita... —le advierto. No tiene miedo. Simplemente le gusta
molestarme. Siento una compulsión por poseer esa pelea. Arrancarla de
ella. Hacerla mía. Luego devolvérsela para que pueda pelear conmigo por
la eternidad.
—La vas a tomar —le digo.
Los ojos de Cali se abren de par en par. Son tan expresivos. Me dan
ganas de acercarme y absorber cada una de sus expresiones. Es tonta por
ser tan abierta conmigo. Tal vez no esté tratando de serlo.
Le digo:
—Te gustará. Es más fuerte que un Advil, y te dará un buen subidón. Te
gusta escapar en sustancias, ¿verdad?
Por un segundo, Cali parece herida, y luego muestra los dientes.
—Y a ti te gusta escapar en el dolor, ¿verdad?
Oh, es demasiado observadora para su propio bien. Hace que la
adrenalina palpite a través de mí. Tengo un miedo repentino e irracional de
que sepa que estoy huyendo de mi propia mente en este momento. Lo
aparto. Eso es ridículo.
—Tómala —le digo—. O te obligaré.
Cali me arrebata la pastilla de mi mano y se la mete en la boca.
Agarro la botella de agua que traje, y ella la abre de un golpe, tomando un
buen trago.
—Si está en tu mejilla o debajo de tu lengua, te haré venir mientras
azoto ese hermoso trasero.
Los ojos de Cali brillan, y toma otro trago de agua.
Mi polla late.
—Buena chica. Será mejor que haya desaparecido esta vez, o azotaré
ese culo, pero no te dejaré correrte. ¿Entendido?
Entrecierra los ojos, pero asiente ligeramente.
—Abre.
Lo hace, y su obediencia hace que mi polla se mueva. Me inclino
sobre ella para comprobarlo. Qué boca tan bonita. Es mucho más pequeña
y más suave que la de Miles. Sujeto su mandíbula, manteniéndola abierta.
Me doy cuenta de que ha tragado la pastilla. Sonrío y escupo en su boca.
Cali emite un sonido sorprendido, y la dejo retroceder. Escupe en su
camiseta.
—Tú... ¡idiota!
Agarro la camiseta y la acerco a mi boca. Sus pupilas están dilatadas.
Hago un gesto de lamer la camiseta.
Le muestro los dientes.
—Sabes deliciosa. Ahora. —Rebusco en mi bolso—. Miley salió y te
consiguió anticonceptivos. —Saco un frasco y una jeringa.
Cali retrocede rápidamente, su respiración se vuelve
instantáneamente pesada y rápida.
—Yo... yo… no.
La miro. En lugar de fuego, hay un destello de miedo crudo en sus ojos.
Me llega directamente a la ingle. Tengo una imagen repentina de empujarla
mientras ella me enfrenta con ese miedo en sus ojos. Empiezo a avanzar
hacia ella, luego me congelo.
Mierda. Prometí no lastimarla.
Miro fijamente a mi pequeña problemática. No ha quitado los ojos de
la aguja. Le pregunto:
—¿Vas a quedarte quieta para mí?
Ella traga saliva, temblando ligeramente.
Eso es un no.
—¡Miles! —ladro.
Cali salta.
Hay un ruido en el pasillo. De reojo, lo veo en la entrada.
—Ven aquí y sostenla para que pueda darle esto —le digo.
Miles entra en la habitación.
—Por favor, no —dice Cali. El olor a sudor y miedo ha llenado la
habitación. Hace que se me haga agua la boca. Es un castigo cruel que
Miles me hiciera prometer que no la lastimaría. Tanto para mí como para
ella. Sé que le excitará.
Le echo una mirada.
—Es ahora o cuando estés durmiendo.
—Ahora —responde rápidamente, luego dice más suave—, ahora.
Miles se sienta en la cama entre nosotros.
—Ven aquí, sombra. —La levanta y la pone en su regazo,
encerrándola con sus brazos.
¿Oh, así que ahora le está poniendo apodos cariñosos?
La respiración de Cali se acelera de nuevo cuando él cruza sus brazos
pesados sobre ella.
—Miles... por favor. —Ella lucha. Mi polla se sacude. Podría venirme
solo viendo esto.
—No permitiré que nada malo te pase —dice Miles—. Estaré justo aquí.
—Me mira. Hay conflicto en sus ojos. Odia esto. Mi instinto se retuerce de
nuevo. No me gusta cuando está miserable.
Mierda. Él es un puto aguafiestas. Lleno la jeringa con el contenido. Es
una aguja de calibre más grande de lo normal, y le lanzo una mirada a Miles.
Él asiente ligeramente.
Cali tiembla, pero ha dejado de hablar. Limpio su brazo y hundo la
aguja.
Ella se estremece. Miles la sujeta, callándola, susurrándole al oído
mientras administro el contenido y la limpio. Mis pantalones cortos están
mojados. Mi pene está listo para actuar. Listo para alimentarse del poder
que ella me está dando. Pero la mirada de Miles me estruja el corazón.
Aprieto la mandíbula.
Maldita sea este hombre y su corazón blando. Está claro que se siente
miserable.
Disfruto jugando con Miles. Quiero que se sienta miserable, y que luche
contra mí... entonces, ¿por qué esto se siente mal?
Tengo que hacer algo. Algo para hacerle sentir menos culpable.
Mientras los observo, una idea me viene a la mente. Oh mierda. Esto podría
funcionar para ambos.
Me aclaro la garganta.
—Nuevas reglas.
23
Cali

Sawyer cruza los brazos después de su declaración. Se ve tan


amenazador parado allí, con tatuajes rojos y negros que suben por sus
brazos. Eso me hace odiarlo aún más.
—Conejita, ahora estás en un sistema de puntos.
Miles se tensa debajo de mí.
—Se agregarán puntos cada vez que seas una buena chica.
Consigue suficientes puntos y te dejaré ir.
Inhalo profundamente. El mundo se detiene y todo se vuelve
silencioso. ¿Lo escuché bien?
La voz de Miles suena confusa cuando dice:
—¿Qué?
—Si tiene suficientes puntos, la dejaré ir. —Sawyer mira a Miles.
Oh, Dios mío. Oh, Dios mío, él me dejará ir.
No, debe haber un truco.
—¿Qué tengo que hacer? —pregunto.
—Muchas cosas pueden darte puntos, conejita. Te daré puntos por
tomar la pastilla como te dije. Dos puntos. —Sawyer parece relajado,
despreocupado, y sonríe.
Frunzo el ceño.
—¿Cuántos puntos necesito para que me dejes ir?
—Todavía no lo he decidido. —Él observa al hombre detrás de mí. Por
un segundo, su mirada se suaviza. Luego vuelve a su máscara feliz.
—Cualquier cosa que queramos hacer contigo... follarte, marcarte,
cazarte, te dará puntos. Cuanto más divertido, más puntos.
Me cruzo de brazos.
—Entonces me debes puntos por marcarme.
—Sí, pero los puntos también se restan. —Sawyer se encoge de
hombros—. Ganaste cien puntos por eso. Pero también intentaste escapar.
Lo cual es lo peor que puedes hacer. Así que se restan doscientos puntos.
—¿Doscientos? —balbuceo. ¡Este cabrón! Está jugando conmigo de
nuevo. Como si mi vida y mi libertad fueran simples fichas en un juego.
Levanto las manos en el aire.
—¡Así que puedes quitar puntos al azar porque te da la gana!
—Bueno, yo hago las reglas, conejita. Pero no. Las únicas reglas
estrictas son: no correr y no intentar comunicarte con el mundo exterior. Esas
son las únicas dos reglas en las que se te restará siempre. Pero como me
siento generoso, te dejaré empezar desde cero.
Miles me quita de su regazo.
—¿Juras que la dejarás ir? —Su voz suena incrédula.
—Si consigue suficientes puntos... lo juro.
Los dos hombres comparten alguna comunicación silenciosa. Los ojos
de Sawyer son serios. Los hombros de Miles se relajan.
Trago saliva. Sawyer cree que ya ha ganado. Me dan ganas de
golpearlo en la cara.
Enderezo los hombros y me vuelvo hacia Miles.
—Quiero ganar más puntos.
Sawyer dice:
—Así no funciona. Nosotros decidimos cuándo los obtienes y qué
haces.
Oh, el sentido de control que esto debe darle a Sawyer. Él sabe que
no quiero pedir nada de esto. Así que miro sus triunfantes ojos azules.
—¿Cuánto por follarme a Miles?
Sus cejas se levantan un poco.
Cruzo los brazos. Mientras lo hago, mi mundo gira. Parpadeo. ¿Qué
medicamentos me dio?
Sawyer me está mirando como un halcón.
—¿Sabes qué? Te daré treinta puntos. Acuéstate.
Lo miro con furia. Me está probando. Viendo si obedezco. Por mucho
que lo odie, tengo que hacerlo.
Me acuesto en la cama para poder seguir viéndolos a ambos. La
marca me quema con el movimiento, y el mundo vuelve a girar. Mi pierna
está en un ángulo incómodo debido al grillete.
—Miles —ordena Sawyer—. De rodillas.
Manos calientes agarran mi tobillo y me desenganchan. Luego me
giran para que mis piernas estén frente a ellos. Sawyer me abre las piernas
con fuerza. Lucho contra él, pero su agarre es duro y firme.
—Come mi semen de ella, mascota.
Oh, mierda.
Los ojos de Miles se abren y mira mi coño expuesto con pura hambre
en su mirada. Hace que la sangre corra hacia mi núcleo.
Me doy cuenta de que he dejado de luchar. Lo intento de nuevo,
débilmente.
—No, no —canta Sawyer—. Sé que quieres a esta sucia mujer. Miles es
bueno con la boca. ¿No es así, chico?
Miles se lame los labios y me lanza una mirada malvada.
—¿Quieres que te coma el coño, pequeña sombra?
Trago saliva. Mi coño late. Sí, lo quiero.
Miles se arrodilla lentamente, reemplazando las manos de Sawyer con
las suyas.
Él se ríe.
—Oh sí, ya ni siquiera peleas conmigo. Qué buena chica.
Intento cerrar brevemente las piernas. Me zumba la cabeza y siento
un hormigueo de entumecimiento y placer en la piel.
—Tsk, no hagas un espectáculo ahora. —Miles baja su boca justo
encima de mi coño, su cálido aliento sopla sobre él.
Mi respiración es corta y rápida. Noto lo mojada que estoy cuando su
aliento lo inhala. Siento las mejillas calientes y entumecidas a la vez. ¿Cómo
pueden excitarme tanto los hombres que me han secuestrado?
Miles me mira con esos ojos verdes todo el tiempo.
—Si quieres correrte, no me quites los ojos de encima, ¿está bien,
bonita?
El miedo me invade brevemente. Siempre he intentado evitar el
contacto visual con Ben y con la gente con la que he follado en el pasado.
Me siento demasiado vulnerable.
—Yo…
—Puedes hacerlo, Cali. —Miles lame ligeramente mi coño. Una
sensación eléctrica me llena cuando su lengua roza ligeramente mi clítoris.
Me estremezco ligeramente.
Miles se ríe.
—Vas a ser una comida deliciosa. —Se zambulle lamiéndome los
muslos, la abertura, el culo y todo menos el clítoris. Sus lamidas son cálidas y
hambrientas, y sus pupilas se dilatan aún más. Juega con todo menos con
el lugar en donde me late el coño. Me retuerzo, y Miles me sujeta
firmemente.
Echo un vistazo a Sawyer, que todavía está de pie al lado de la cama,
con el rostro inexpresivo.
—Cali —gruñe Miles y me pellizca la parte interior del muslo. El
mordisco es a la vez entumecido y agudo. Joder. Parpadeo para enfocar
los ojos.
—Si quieres llegar al orgasmo, mantén esos hermosos ojos en los míos.
Quiero ver cada pensamiento que pase por esa bonita cabecita.
Mierda. Mi clítoris late con esas palabras. Todo mi cuerpo está tenso
de anticipación. Pero no puedo mirarlo. Verá lo excitada que estoy. Me
apunté para follar y ganar puntos, no para ser vulnerable.
Mi mirada se mueve por la habitación, buscando una salida.
Miles gruñe por lo bajo y hunde los dientes en mi muslo lo
suficientemente fuerte como para que duela. Fijo mi mirada en él. Se me
agita el pecho y me duele el coño.
—Sé una buena chica. Déjame hacerte sentir bien. —Miles me mira.
Tiemblo pero no respondo. Nunca he llegado al orgasmo con el sexo oral.
Siempre que lograba que Ben lo intentara, le daba arcadas, y los hombres
en mi pasado nunca consiguieron que me corriera.
Miles gruñe y se zambulle en mí, comiéndome el coño y el clítoris con
ferviente energía. El placer me invade de inmediato, mi clítoris palpitante
responde tan rápido que me asusta. Levanto la espalda de la cama y lucho
por aliviar un poco la repentina sensación.
—Pelear solo lo excita, conejita —ronronea Sawyer—. No está
mintiendo. No llegarás al orgasmo a menos que obedezcas.
Miles masajea constantemente mi clítoris con la parte plana de su
lengua. El placer me recorre las piernas y mi piel hormiguea. Aun así, me
niego a hacer contacto visual.
Sus dientes se clavan en mi clítoris.
Grito y me incorporo, haciendo que la habitación gire en círculos.
Miles se retira y me golpea el clítoris con la mano. El dolor estalla en mí. Con
la misma rapidez, vuelve a poner su boca en mi clítoris y lo chupa.
Gimo. Se siente tan jodidamente bien. Quiero meter mis dedos en su
cabello, tirar de él para acercarlo y apartarlo al mismo tiempo. Él succiona
con fervor y regularidad. El placer me abruma, y gimo nuevamente.
Miles se aparta y me da otra palmada.
—¿Qué fue eso, Cali? Eso no sonó como mi nombre.
Fijo mi mirada en él. Su boca está mojada.
—Quiero ver la expresión de tu rostro mientras bebo su semen de ti,
sombra.
Antes de que pueda responder, Miles vuelve a bajar y centra toda su
atención en mi entrada. Lame y chupa con fervor, como si quisiera beber
de mí. Levanta sus ojos entrecerrados hacia los míos.
Mierda. Se ve pecaminoso.
Miles sube la mano para jugar ligeramente con mi clítoris mientras
mete su otro dedo en mí.
—Así es. —La voz de Sawyer suena ronca—. Sácame de ella. Cómeme
como un buen cachorro.
Miles se sumerge con más energía, gimiendo dentro de mí.
Tiro la cabeza hacia atrás. Joder, quiero venirme. Me tenso.
El cuerpo de Miles se aleja completamente del mío y el placer se
desvanece.
Grito y le lanzo una mirada furiosa. Me dirige una mirada sombría y
vuelve a golpearme el clítoris. Mi espalda se arquea.
—No… —Bofetada—, …te vendrás… —Bofetada—, ...a menos que
obedezcas.
—¡Joder, Miles! —Me enojo y trato de patearlo. Simplemente se
entierra más cerca de mí, por lo que mis patadas tienen poca fuerza.
—Tú conocías las reglas. —Me mira con furia, excitación y hambre. Se
sumerge de nuevo, aliviando el pinchazo e inmediatamente llenándome de
placer. Me lleva al borde de nuevo. Intento que mi cuerpo no cambie para
que él lo sepa, pero debe notar la tensión y se detiene de nuevo. Se detiene
el tiempo suficiente para que pierda el control, luego se sumerge de nuevo.
El placer es demasiado estimulante, y lucho por escapar. Miles no me
deja ir a ningún lado, clavando sus dedos en mis muslos y añadiendo un
mordisco de dolor. Cada vez que lo miro, me mira con ojos hambrientos.
Mierda. Se inclina y me come con más pasión que nadie antes. No
siento que tenga que fingir que lo estoy disfrutando.
Miles me observa. Levanta su boca lo suficiente como para gruñir:
—Buena chica. Así, justo así. —Vuelve a lamerme con la parte plana
de su lengua, levantando un poco su rostro para que pueda ver sus pómulos
definidos. Es tan jodidamente sexy. Siento que el orgasmo se acerca. Bajo y
agarro el cabello de Miles, tirando de su cabeza al ritmo que necesito.
Miles gime, soltando mis muslos y poniendo ambas manos debajo de
mi culo, inclinándome más hacia su boca.
Mierda. Quiero venirme. Necesito venirme. Cierro los ojos por un
segundo, luego los abro de nuevo, manteniendo mi vista en los
entrecerrados ojos verdes que me miran. Las pupilas de Miles están tan
dilatadas que solo queda un minúsculo anillo verde. El placer se enrosca y
explota dentro de mí.
Me vengo violentamente, gritando. Chispas vuelan por toda mi piel.
Miles me come a través de él, prolongando el placer. Me arqueo hacia él,
atrayéndolo hacia mí.
Mi mundo es confuso y bullicioso al mismo tiempo. Me lleva un tiempo
recuperarme.
Miles se arrastra sobre mí, besando mi estómago a medida que
avanza.
—Buena chica, buena putita. Sabía que podías hacerlo.
Mientras parpadeo de vuelta a la habitación, me doy cuenta de que
el dolor en mi hombro se ha reducido a un zumbido. Miles se acuesta a mi
lado y me atrae hacia él. Me siento…feliz y relajada. Hacía tanto tiempo que
no sentía esas dos cosas
—Shhhh. Descansa ahora, Cali. Te tengo.
Echo un vistazo para ver dónde está Sawyer. Se ha ido.
Miles sigue murmurando a mi lado. Siento que mi cuerpo se relaja.
Deben de ser las drogas porque aquí, en este momento, me siento segura.
Y eso no me asusta tanto como debería.
Debo haberme desconectado por un segundo porque cuando
parpadeo, Miles está pasando sus dedos por mi cabello.
—No te quitaste todas las espinas.
Lo intenté. Mover los brazos hacia atrás tiró de mi pecho y dolió como
una perra. Murmuro:
—Demándame.
Siento que Miles se sienta.
—Aquí, dame el peine.
Me siento, y el mundo gira. Por el amor de Dios, ¿qué me dieron?
—Guau. —Se ríe Miles, sujetándome. Me sienta entre sus piernas
abiertas y me apoya contra su cálido pecho. Toma el peine de la mesita de
noche y me agarra un mechón de cabello. Es gentil y reconfortante a pesar
de todos los enredos. Me hace sentir hormigueos.
Trago saliva.
—Eres bueno en eso.
Él murmura:
—Solía hacerlo mucho.
Un agudo dolor de... algo me atraviesa. Por supuesto, ha tenido una
novia. ¿Alguno de estos hombres tiene novia?
Miles debe sentir que me tenso, y se ríe.
—Para mi madre. ¿Estás celosa, sombra?
Oh, mierda. El calor sube por mis mejillas.
—No. Y eso es extraño. ¿No se supone que tu madre te cepilla el
cabello?
Miles agarra otro mechón de cabello, causando otro delicioso
hormigueo en mi cuero cabelludo. Mi cuerpo se siente ligeramente borroso.
A pesar de eso, su toque provoca escalofríos por mi espalda.
—Bueno... sí. —El silencio se instala entre nosotros. Él sigue peinando.
No sé por qué, y tal vez sean las drogas, pero me siento... nostálgica.
No he tenido a nadie que juegue con mi cabello en... bueno, desde siempre.
Susurro:
—Siempre quise practicar con el cabello. Pero no tenía una hermana
con la que practicar. O una mamá.
Los dedos de Miles hacen cosquillas en la parte trasera de mi cuello
antes de tomar otro montón de cabello.
El delicioso confort y la fatiga me llenan. Parpadeo lentamente.
—Mi madre —Miles se aclara la garganta antes de añadir—: llegaba
a casa de su turno a altas horas de la noche y siempre se desmayaba en el
sofá. Tenía el cabello hecho un desastre. —Deja caer algunas espinas en
una pila que ha creado a mi lado—. A veces, me acurrucaba con ella y le
peinaba el cabello. Era el único momento que tenía con ella. Después de
que mi papá se fue, siempre estaba trabajando.
Me miro las manos. Miles sigue trabajando. Quiero preguntarle qué le
pasó a su padre.
—Así que —dice Miles—. Sawyer no me ha dicho nada sobre ti.
—¿Además de que me odia? —bufo.
—Escucha. —Se ríe Miles y me clava un dedo en mi costado. Lucho
débilmente por escapar.
—No estás haciendo un buen trabajo encantando a tu captor para
que te deje ir.
Lo dice como una broma, pero el aire se queda quieto, y mi estómago
se hunde. Porque eso es exactamente lo que está pasando.
Me aclaro la garganta.
—Sí, no puedo fallar en eso. Podrías matarme.
La voz de Miles baja:
—No te mataré, Cali.
—Claro. —Cierro los ojos de nuevo—. No delaté a Ryder o lo que sea
que piensen ustedes.
Él traza su dedo a lo largo de mi frente.
—Está bien.
Estamos en silencio por un rato. Luego él dice:
—Cuéntame sobre ti.
Frunzo el ceño.
—No sé qué decir. Trabajo como estilista. Alquilo. Tengo un gato
descarado que es gordo y está demasiado consentido. —Se me hace un
nudo en la garganta. Pero no. Me niego a llorar. Lo volveré a ver. Ganaré
suficientes puntos para volver.
Miles murmura:
—¿Novio?
Me burlo.
—No.
Puede que sea solo yo, pero parece que él se relaja un poco.
Pregunto:
—¿Y tú?
—Sí, tengo dos. —Se ríe.
—No, me refiero a una novia.
—No. Esos dos me mantienen ocupado.
Nos quedamos en silencio por un rato. Miles me sigue peinando. Creo
que lo ha sacado todo, pero se siente bien, así que no me quejo.
—¿Te gusta tu trabajo?
La pregunta me despierta un poco, y me muevo. Me doy cuenta de
que nos hemos vuelto demasiado personales.
—¿Obtengo puntos por esto?
En lugar de responder, Miles hace otra pregunta.
—Dime por qué no quisiste mirarme a los ojos cuando te comí.
Me tenso. Porque su mirada es tan perspicaz, que no quiero que vea
dentro de mi alma.
—No responderé a eso a menos que me des puntos.
Hay silencio. Miles dice:
—Haré que Sawyer te dé algunos puntos. Dime.
—¿Estás seguro? ¿Puedes hacer eso?
El cuerpo de Miles se pone rígido.
—Sabes, me recuerdas a alguien. Agresiva, insistente y alérgica a las
emociones. Te conseguiré los jodidos puntos. Háblame.
De repente, el miedo me invade y no quiero decírselo.
—No me gusta acercarme a la gente.
—¿Por qué?
Porque el último hombre en quien confié me defraudó. Traicionó todo
rastro de amor y me hizo mucho más daño que golpearme. Pero que me
parta un rayo si se lo digo.
—¡Esas son dos preguntas! —digo.
—Entonces dos puntos, mujer terca. ¿Por qué no confías en la gente?
Mi pecho se aprieta.
Miles me rodea con sus brazos y me abraza. Me dan ganas de entrar
en pánico.
—Cali, acabas de venirte en mi boca. ¿Por qué hablar conmigo es
diferente?
—Primera y última vez que eso sucede —murmuro.
—Dime. —La voz de Miles se vuelve exigente.
—¡Porque sí! —Me invade la ira—. Cada vez que te acercas a la gente,
te hacen daño. Y que me parta un rayo si vuelvo a caer en eso. ¿Es suficiente
para ti?
Miles no dice nada.
—¿Ahora estás feliz? Jesús, desearía que todos ustedes me dejaran en
paz. ¡Solo déjenme en paz y déjenme ir! —Intento cruzar los brazos, pero
están entumecidos. La oleada de ira me llena de fatiga, y quiero cerrar los
ojos.
Siento que Miles se mueve y se levanta.
Cierro los ojos. Tal vez si lo ignoro, se irá. Tal vez todo esto
desaparecerá. Cuando me despierte, estaré de nuevo en mi propia cama.
Con un gato que me ama. Y tal vez un millón de dólares para empacar mi
vida y vivir en algún lugar exótico. El calor me rodea, haciéndome respirar
profundamente y de manera uniforme. Estoy deliciosamente entumecida.
Tal vez pueda tener un harén de hombres para que me sirvan de pies y
manos. Esa idea me hace querer reír. Como si…
Creo que me he quedado dormida cuando escucho una voz tan
suave que apenas la oigo decir:
—¿Cómo eres cuando estás feliz, cosita rota?
24
Miles

—Tú tienes su teléfono —digo mientras me adentro en la oficina de


Ryder. Sawyer está sentado en el escritorio frente a la computadora.
Sawyer gruñe.
—Sé que lo tienes. Lo quiero. —Siempre está jugando con los teléfonos
de todos nuestros objetivos para despistar a la policía.
Me mira.
—Lo tiró en un camión en movimiento cuando la estaba rastreando
con él. No, no lo tengo.
Me desinflo. Mierda.
—Pero... —Sawyer se recuesta—. Obtuve una descarga forense de él.
La esperanza surge de nuevo en mí. Por supuesto que lo hizo. Es bueno
en este tipo de cosas. En un momento dado, pirateó mi teléfono y el de
Ryder para dejarnos fotos de pollas todo el día. Y no eran de su polla.
Sawyer sigue trabajando.
—¿Por qué lo quieres?
—Porque sí —digo. Porque ella está jodida, y quiero averiguar por qué.
Porque quiero saber qué la hace funcionar. Qué la hace feliz. Cuál es su
comida favorita. Qué hizo que su mamá se fuera.
Jesús. Sueno como un cachorro enamorado.
Sawyer me mira como si pudiera ver directamente a través de mí. Lo
cual, usualmente puede. Arqueo una ceja.
—Déjame verlo.
—¿Por qué? ¿Quieres ver los mensajes entre ella y su ex?
Un sentimiento de malestar me golpea el estómago.
—¿Quién demonios es su ex?
—Algún perdedor. ¿A quién le importa?
Una ira real y profunda me recorre. A mí me importa. El maldito la dejó.
Ella está enojada con el mundo de una manera que solo he visto en Sawyer.
Y quiero saber por qué.
Sawyer ve que me enojo, y un destello de diversión llena sus ojos. Me
está provocando a propósito.
—Si eres un buen cachorro, tal vez te lo muestre.
Arqueo una ceja.
—¿Qué quieres?
—Un beso. —Sawyer me sonríe. Joder, me encanta esa sonrisa.
—Siempre negociando —murmuro y me inclino hacia él. Se lame los
labios y le doy un beso.
Cuando intento alejarme, Sawyer me agarra por la nuca y me atrae
hacia él. Profundiza el beso y me obliga a separar los labios para que pueda
meterme la lengua. Mi cuerpo reacciona con chispas de electricidad.
Me derrito dentro de Sawyer y el gime. Mierda, ¿Por qué la toxicidad
sabe tan bien?
Sawyer se aparta de mí.
—Maldición, cachorro. —Se lame los labios y me mira con la boca
abierta—. Eres pecaminoso.
Me ruborizo.
—Aquí. —Vuelve a su computadora y abre un programa—. Puedes
ver lo que había en su teléfono antes de que me la llevara.
Me concentro en su computadora. Parece un montón de pantallas y
datos.
—No sé cómo usar esto.
—Aquí. —Sawyer agarra mis caderas y me jala hacia su regazo—.
¿Qué quieres saber sobre nuestra pequeña conejita?
—¿Quién demonios es su ex?
Sawyer se ríe y comienza a hacer clic. Trae una conversación de
mensajes de texto. Me lleva un rato adaptarme al formato, pero una vez
que lo hago, tomo el control del ratón y empiezo a desplazarme. Cuanto
más leo, más enojado estoy. ¿Quién demonios se cree que es este Ben?
Ben: Lo siento mucho, cariño.
Ben: No lo hice a propósito. Sabes que no debes sacarme de mis
casillas.
Ben: El trabajo ha ido tan mal, y todo ha sido tan difícil desde que
murió mi abuela. Te pedí que estuvieras ahí para mí. ¿Dónde ha estado mi
apoyo? ¿Dónde? Afuera con tu otro hombre. ¿Qué tipo de novia hace eso?
Ben: ¿Dónde estás ahora cuando te necesito?
Ben: Voy a suicidarme. Obviamente no tengo el apoyo de las
personas que se supone que deben estar ahí para mí. Durante toda mi vida,
nadie ha estado ahí para mí.
Ben: Así que no te importa si me mato, ¿eh? Vaya novia que eres.
Me recuesto. Sawyer está en silencio.
—¿Ese cabrón es su ex?
Sawyer suena molesto.
—Sí. Ha estado explotando sus cuentas. Quiere intentarlo de nuevo.
Por un segundo, tengo siete años de nuevo, parado en la parte
superior de las escaleras mientras mi padre le grita a mi madre por ser una
puta infiel y diciéndole cuánto la odia. Me quedaba congelado en mis
pijamas de dinosaurio, queriendo ayudar a mi mamá, pero demasiado
asustado para hacerlo. Luego, apenas unas horas después, ella le creía
cuando él le decía que la amaba. Ella lo aceptaba de vuelta cada vez, con
moretones y todo. Hasta que, por supuesto, nos dejó.
—Cachorro. —Sawyer agarra mi muñeca—. ¿Estás bien?
Me aclaro la garganta. Mierda. ¿Por qué demonios todavía me
molesta esto? Fue hace veinticinco años. Ya debería haberlo superado.
—Sí —digo—. Estoy bien. Muéstrame su galería de fotos.
Sawyer no se mueve por un segundo, luego obedece. Cientos de
miniaturas aparecen en la pantalla. Tomo el control del ratón y busco entre
sus imágenes.
Está claro que la mujer ama a su gato. Casi no tiene fotos de otras
personas. Maldición. ¿Quién estaba ahí para apoyarla?
Sawyer se sienta más derecho.
—Espera.
Dejo de desplazarme. Él hace clic en una imagen, y aparece una
imagen de Cali desnuda, excepto por una camisa de hombre. Ella está de
espaldas a la cámara, y se ha bajado la camisa lo suficiente como para que
se vean las suaves y deliciosas curvas de su cuerpo. Se me hace agua la
boca. Siento la polla de Sawyer crisparse debajo de mí.
—Maldición —murmuro—. ¿Cuántos puntos para dejarla ir?
—Quinientos.
No sé de dónde viene, pero en un impulso, digo:
—Que sean mil.
25
Cali

Supongo que me dormí toda la noche ya que el sol ha salido de nuevo


cuando me despierto. Me siento mucho mejor que antes, aunque mi marca
sigue ardiendo como una perra. Acabo de levantarme para ir al baño
cuando entra Sawyer.
—Ven conmigo, conejita.
Mi mirada cae en las cadenas en las manos de Sawyer. ¿Por qué
demonios tiene cadenas?
Doy un pequeño paso hacia atrás.
La mirada de Sawyer se oscurece.
—No me hagas perseguirte. No llegarás a ningún lado, y sólo
conseguirás que quiera hacerte daño.
—¿Qué vas a hacer conmigo?
—Atarte para que no puedas ir a ninguna parte mientras Miles y yo
salimos. Ven.
¿Me van a dejar aquí? ¿A dónde demonios van?
Lo sigo despacio. Estoy tentada de correr hacia la cocina, pero
Sawyer me mira con el ceño fruncido. Lo fulmino con la mirada. Él avanza
por el pasillo hacia una habitación a la derecha a la que nunca he ido.
Me quedo en la puerta. Es una habitación grande con una cama king-
size con dosel. La cama está contra la pared de un lado, y un enorme baño
y armario están en el otro. Sawyer va al baño y me hace señas.
Doy un paso en la habitación.
—¿A dónde van ustedes?
Sawyer no responde. Está vestido con la ropa más elegante que he
visto jamás, luciendo unos jeans oscuros y una camisa de botones.
Sawyer sujeta el extremo de la cadena a algo debajo del lavabo y
luego me mira. Todavía sigo con su camiseta puesta. La mirada de Sawyer
baja hasta donde el dobladillo apenas cubre la parte superior de mis muslos.
—No te lo preguntaré de nuevo. Ven aquí y arrodíllate.
—¿Por qué?
Sawyer me mira sin expresión.
—Estoy intentando ser amable. Si quieres que te tire al sótano de
nuevo sin baño, lo haré.
Mierda. ¿Van a irse por mucho tiempo? Camino rígidamente hacia él.
Sawyer arquea una ceja cuando simplemente me quedo ahí parada.
Luego, más rápido de lo que puedo registrar, me da una palmada en el
trasero.
—¡Ay! —siseo.
Levanta la mano rápidamente, agarra mi cuello y me jala hacia
abajo. Mis rodillas golpean el suelo, y el dolor me atraviesa las piernas. Mi
quemadura también se enciende con el repentino movimiento.
La cadena tintinea, y Sawyer envuelve rápidamente los fríos eslabones
alrededor de mi cuello. Me sobresalto por el frío y tiro hacia atrás. Sawyer
cierra un candado alrededor de la cadena en mi cuello. Percibo el olor de
su colonia. Huele a masculino, y odio que me guste.
Alzo la mano para tocarlo.
—¿Qué demonios? —No me está estrangulando, pero está lo
suficientemente apretado como para que apenas haya margen de
movimiento.
—Lo siento, todavía no tengo un collar adecuado, conejita. —Por un
segundo, Sawyer parece arrepentido—. Pero no confío en que no te lo
arranques mientras estamos fuera.
Me pongo de pie, y Sawyer hace lo mismo.
—¿Cuánto tiempo estarán afuera?
—No estoy seguro. Esto es solo por si acaso —dice—. Por si se te ocurre
alguna idea, no puedes llegar a las ventanas desde aquí, pero te he dado
suficiente holgura para que te muevas y uses el baño. Para hacer lo que
hacen los conejitos cuando están enjaulados.
¿Él solo va a dejarme en un baño?
—¡No puedes hacer esto!
—Claro que puedo —dice Sawyer con un guiño—. Y vas a ser una
buena niñita y lo aceptarás. No puedo creer que todo lo que se necesita es
un pequeño orgasmo para volverte débil.
El shock me atraviesa y luego la ira hierve bajo mi piel. Estoy
avergonzada, y no soy jodidamente débil.
Sawyer saca un teléfono de su bolsillo y, más rápido de lo que puedo
reaccionar, saca una foto.
—Es patético, realmente. Pasaste toda la noche aquí y no intentaste
escapar. Será fácil quebrarte ahora que te tengo descifrada.
Antes de que pueda pensar, golpeo la cara de Sawyer.
Sawyer retrocede, con una sonrisa estúpida en la cara.
—Sé una cosita buena y dócil.
Entonces se ha ido.
Grito. Mierda. Sé mejor que eso. ¡Joder, sé mejor que eso! ¿Por qué
demonios bajé mi guardia?
Veo mi rostro furioso en el espejo. Mi cuello está envuelto en un collar
de cadena con un candado manteniéndolo unido. Me inclino, intentando
averiguar cómo quitármelo. Después de luchar, veo que no va a salir sin
algunas herramientas o una llave.
Quiero gritar de nuevo.
La ira llena mis venas. Sawyer no me va a quebrar. No merece
romperme. Busco frenéticamente en la habitación cualquier cosa que
pueda usar para escapar. Pero, al igual que el baño de Miles, ha sido
despojado de todo lo útil.
Miro el espejo de nuevo. Oh dios mío, me veo terrible. Salvaje. ¿Por
qué no intenté escapar anoche? ¿Por qué me permití sentirme cómoda?
El espejo es grande, cubre los lavabos dobles y casi llega al techo.
Podría romperlo. ¿Pero con qué?
Miro hacia abajo. Tengo unos 2.5 metros de cadena para moverme.
Al salir del baño, veo hasta dónde puedo llegar dentro de la habitación. Hay
un gran armario empotrado a mi lado. Avanzo unos 60 centímetros antes de
que la cadena se tense en mi cuello. Toso.
Quebrarme. Él no puede quebrarme. Si mi infancia no pudo
quebrarme, entonces este hijo de puta seguro que no puede. Lo mataré por
intentarlo.
El armario está lleno de trajes. Están alineados a ambos lados y
parecen impecables. Todos los colgadores están espaciados
uniformemente, y todo está planchado.
Les mostraré cuánto pueden controlarme.
Empiezo a destruir todo lo que puedo alcanzar, arrancando los trajes
de los colgadores, desgarrando la tela, tirando zapatos. Uso los colgadores
para hacer agujeros en la pared de yeso. Luego me inspiro e intento
deletrear vete a la mierda con ellos. Pero se me acaban antes de poder
hacerlo. Estallo de rabia y golpeo los colgadores contra el espejo del baño.
Es terapéutico. Mientras destruyo, pienso en lo que se ha convertido
mi vida. Enredándome de alguna manera con un hombre que me odia y ha
dejado claro que tiene la intención de hacerme daño y matarme. ¿Qué
demonios me pasa? Me dan ganas de llorar.
Estrello cosas contra el espejo hasta que, finalmente, el cristal se
rompe. Retrocedo, pero mi pierna todavía está cortada por algunos de los
trozos que caen.
Miro fijamente la sangre, y la tensión hierve en mi interior. Me siento
contra la pared y miro la raya roja bajando por mi pierna. No porque me
duela. No lo hace. Pero si no miro algo, voy a llorar. Estoy sola. Estoy
terriblemente sola. Nadie viene por mí. Todos los que conozco me dejan, así
que ahora intento dejarlos a ellos primero. Joder, pensaba que estaba bien
con eso. Excepto ahora. Ahora, realmente desearía tener a alguien.
Extraño a Halloweiner. Mi corazón se contrae. Extraño la forma en que
levanta su cola cuando está feliz. La forma en que amasa las mantas
cuando dormimos y los besos que me da antes de acostarnos. Siempre le
decía que era un chico malo y vicioso. Solo quiero decirle que lo amo una
última vez.
Dejo que las lágrimas rueden por mi rostro, sintiéndome vacía. La
sangre ha goteado por mi pierna hasta el suelo. Quiero pintar las paredes
con ella, pero he gastado toda mi energía. Solo quiero dormir. Agarro una
camiseta y la envuelvo alrededor del borde de un trozo de cristal. Luego me
siento afuera del baño y espero.
¿Débil? Les mostraré debilidad.
26
Sawyer

Los bichos se arrastran bajo la piel de mis brazos, sus pequeñas patas
nadan de un lado a otro justo debajo de la superficie.
—¿Todo bien, hombre? —Miles me observa rascándome.
—Estoy bien. ¿Por qué carajos está tardando tanto?
Miles mira la oficina del sheriff.
—Dijo que no entráramos. Esperemos un poco más.
Mi rodilla rebota.
Eres una mierda.
Aprieto los dientes.
Retorcido bastardo.
Jesús. La voz de mamá se ha vuelto más fuerte y más frecuente a
pesar de todos los intentos por deshacerme de ella.
¿Tienes una esclava sexual en casa? No eres diferente de mis clientes.
Me rasco de nuevo. La dejé en la habitación de Ryder y la cabreé
para que él no se sintiera tan mal por jugar a mi juego.
Y lo hiciste porque te excitó. Porque harás cualquier cosa para venirte.
Araño mi brazo.
—¡Ahí! —Miles se sienta más recto. Miro hacia arriba.
Efectivamente, Ryder sale del edificio, con un paso poderoso y seguro.
Me sorprende de nuevo su enorme tamaño. Es más alto que yo por varios
centímetros y más corpulento que Miles y yo. El hombre también está
completamente cubierto de tatuajes oscuros, incluso donde su arrugado
traje no cubre, desde los pies hasta el cuello, donde desaparecen en su
cabello oscuro.
Se me hace agua la boca. Ryder camina con fuerza apenas
disimulada hacia nuestro coche.
Salto fuera y Ryder me abraza, aplastándome contra el costado de la
camioneta.
—Jesús. —Toso, apenas capaz de respirar. Pero con su abrazo
aplastante, siento que las voces se retiran.
—Te extrañé —murmura Ryder en mi cabello.
Trago saliva.
—También yo.
—Está bien ¿Hola? —interviene Miles. Instantáneamente, me suelta, y
el monstruo de hombre agarra el cabello de Miles, tirando de su cabeza
hacia atrás. Sonríe en su boca—. Hola.
Miles se ríe.
—Suéltame, bruto.
—Tsk, tsk, Miles. Sabes que no debes exigir nada. —Ryder desciende
sobre la boca de Miles y lo besa de manera intensa. Cuando lo suelta para
que respire, Miles mira a Ryder con ojos de cachorro.
Ryder se ríe y lo suelta.
—Vámonos de aquí.
Opto por dejar que Ryder conduzca, y nos saca del estacionamiento.
—Maldición, es bueno ser libre —ronronea Ryder.
—¿Quieres parar a comer? —pregunta Miles.
—No. Vamos directo a casa. Necesito urgentemente una ducha y
afeitarme.
A casa. Con nuestra conejita. Y nuestro juego.
Ryder me mira por el espejo retrovisor. Su tono cambia a uno exigente.
—¿Algo que quieras decirme, Sawyer?
¿Como que tengo un buen pedazo de culo cautiva en nuestra casa?
¿Qué lucha tan jodidamente bien que me dan ganas de hacerle más
daño? ¿Qué hace que Miles quiera acurrucarse bajo su piel y salvarla de
todo, incluyéndonos a nosotros?
Amas jugar tus retorcidos juegos. Estás jodido.
Me encojo de hombros.
Ryder no se lo cree. Se queda en silencio, luego mira a Miles. La
mandíbula de Miles está tan apretada que veo el músculo temblar.
—¿Nadie me va a decir qué está pasando?
—Eso es cosa de Sawyer. —Miles rechina los dientes—. Es su objetivo.
El coche se queda mortalmente silencioso. Nunca hemos
seleccionado presas sin la participación de los demás. Durante años, ha sido
un esfuerzo grupal.
No eres mejor que yo, Sawyer. Siempre me odiaste, pero mírate ahora.
La voz de mi abusadora es tan fuerte que casi la escucho justo a mi
lado. Cierro los ojos con fuerza.
Ryder detiene bruscamente el coche al lado de la carretera. Un
pequeño escalofrío de miedo me atraviesa.
Mi puerta se abre de un tirón. La voz de Ryder es tan suave que casi
no la oigo.
—Sal de aquí.
Lo hago. Ryder me sujeta por la nuca y me empuja al otro extremo del
coche.
—Abre ambas puertas, Miles.
Ryder me empuja contra el asiento donde está sentado Miles, entre
las puertas, para que nadie pueda ver.
Su enorme cuerpo se cierne sobre mí, su aliento rozando la parte
trasera de mi oreja derecha.
—¿Olvidaste cómo funciona esto, Sawyer?
Aprieto los puños.
—Yo hago las preguntas, tú respondes. —Escucho el susurro de su
cinturón siendo sacado.
Un delicioso escalofrío me recorre. Me va a hacer daño. Lo deseo. Lo
necesito. Necesito que ahuyente las voces.
—No me importa si la pregunta es qué comiste para el almuerzo o cuál
es tu mayor miedo. —Con un movimiento violento, Ryder me baja los jeans—
. Yo pregunto. Tú respondes.
Dejo caer la cabeza sobre el asiento de cuero y agarro el muslo de
Miles, preparándome para lo que sé que viene a continuación.
El silbido llega antes que el golpe, y cuando hace contacto, todo mi
cuerpo se sacude mientras el dolor se dispara a través de mí. Joder. El silbido
se repite una y otra vez, y me invade un dolor ardiente.
Gimo.
—Sácate la polla —demanda Ryder suavemente—. Tú también, Miles.
Obedezco.
Silbido, golpe. Maldición.
Gimo, completamente excitado. El dolor me reconforta de una
manera que nada más puede.
Bastardo retorcido.
Silbido, golpe.
Me acaricio, mi polla se hincha hasta alcanzar una dureza imposible.
Me arde el culo. Ryder es preciso con sus golpes, golpeando siempre los
mismos puntos a propósito para causar el máximo dolor.
Con el siguiente golpe, gimoteo de dolor.
Ryder gime detrás de mí.
—¿Vas a llorar por mí, Sawyer?
—No —Rechino los dientes. Me golpea de nuevo, encendiendo todo
mi cuerpo de dolor, y maldita sea, quiero hacerlo. Estoy a punto de venirme.
—¿No hay lágrimas de bienvenida, Sawyer? Qué... —Golpe —chico
malo... —Golpe.
—Jodeeer —gimo.
Me sobresalto cuando Ryder traza su mano suavemente sobre mi culo.
La piel se siente caliente y marcada. Ryder susurra en mi oído:
—¿Quieres venirte?
—Sí. —Aprieto los dientes.
—Entonces háblame. —Se aleja y me golpea de nuevo. Grito, el dolor
y el placer recorriendo todo mi cuerpo.
—Vamos —exige.
Lo hago, corriéndome en mi mano y desplomándome contra el
coche.
—Miles, tú esperas.
Miles gime.
Ryder se ríe. Me palmea el hombro.
—Ha sido un calentamiento divertido.
Ahogo un sollozo. Santo cielo, estoy siendo débil hoy. ¿Qué demonios
me está pasando?
Ryder pasa sus manos por mis brazos.
—Sawyer, ¿qué necesitabas decirme?
Me subo los pantalones, me enderezo y me volteo para enfrentarlo.
Borro todo rastro de emoción de mi voz y miro por encima de su hombro al
desierto detrás de él.
—Tomé a la chica que te delató, la hice mi presa, y ahora está
encadenada en tu habitación
27
Ryder

Asimilo lo que acaba de decir Sawyer, mirando sus ojos. Están vidriosos
por las hermosas lágrimas que acabo de provocar. Joder, quiero sacarle la
mirada atormentada. Se ve peor que la última vez que lo vi. Sé que lucha
contra sus demonios. Sé que lo que su madre le hizo lo persigue. Pero ¿esto?
Esto parece peor.
Sawyer odia a las mujeres. Era cuestión de tiempo antes de que
tomara a una como su objetivo. Aunque, supongo que pensé que su madre
sería la primera.
Sacudo la cabeza.
—Vuelve al coche.
Por una vez, Sawyer obedece, y eso me preocupa aún más. Siempre
me desafía en cuanto tiene oportunidad.
Lo sigo al coche. Sawyer trajo a una mujer a nuestra casa. ¿Por qué
demonios la habría traído allí?
Miro a Miles para ver su reacción. No me mira.
Mi instinto se retuerce. ¿Qué ha pasado en estos pocos días?
—Sawyer —digo, tratando de mantener mis emociones bajo control—
. ¿Por qué está ella en nuestra casa?
Sawyer se encoge de hombros, luego me ve observándolo y responde
verbalmente:
—Nunca lo he hecho antes. Pensé que sería divertido.
Miles resopla, y Sawyer le lanza una mirada de reojo.
La pelea entre los dos me tranquiliza un poco. Siempre están
peleando. Es la tóxica forma de Sawyer de demostrar amor.
Conducimos el resto del camino en silencio. Sé que ambos están
esperando que haga más preguntas.
No lo hago. Quiero ir a casa y hacer que lloren sus respuestas mientras
juego con sus límites. Maldición, necesito un polvo brutal. Necesito
recordarles a quién pertenecen. Recordarles que nunca hacen las cosas sin
mí.
Entramos en el camino de entrada, y miro la ventana de mi
habitación. ¿Qué demonios me espera allí dentro?
Voy directo a mi habitación con ambos hombres siguiéndome y abro
la puerta de golpe.
Allí, en la pared junto a mi baño, hay una pequeña criatura salvaje.
Está desnuda de cintura para abajo, y una pierna está cubierta de sangre.
Ella se estremece cuando entro. Nuestras miradas se cruzan, y me detengo.
Sus ojos azules son impactantes y brillan con odio. Es hermosa. Un juguete
perfecto para destruir a mis hombres. ¿De dónde salió?
—Oh, debes ser Ryder. —La mujer suena aburrida, pero todo su cuerpo
está tenso. Está rodeada de un completo desastre. Miro más de cerca.
Perchas, trajes y vidrio. Y ella está... ¿Encadenada por el cuello? Mi
habitación está destrozada. Mi santuario. Destrozado. Mi estómago se
retuerce.
Me giro hacia Sawyer, que parece satisfecho.
—Sawyer —gruño—. ¿Por qué la dejaste en mi habitación? —Ya siento
el pánico por el caos que se infiltra en mis huesos.
La voz enojada de Miles corta mi ansiedad.
—¿Qué le hiciste, Sawyer?
—Nada. —Sawyer levanta las manos—. Y aunque lo hiciera, así es el
juego, Miles.
Miles lo mira, y sus ojos brillan con verdadera ira. Refleja la ira que
siento en mi alma.
Por lo general, peleamos por cosas pequeñas. Dejar la comida afuera
durante la noche y dejar la camioneta sin gasolina. Sawyer molestando a
Miles para obtener una reacción. Yo sacando la actitud de los dos. Pero esto
es más serio.
Llegué a una casa dividida, lo que nunca ha sucedido en la historia
de nuestra relación. Y todo por esta chica.
Inmediatamente, no me gusta ella.
Joder, me siento como mierda. Esto no debería estar sucediendo
ahora. Necesito lavarme los gérmenes del viaje. No puedo derrumbarme
ahora. No cuando ambos me necesitan tanto. Necesito ponerlos a ambos
de vuelta en nuestro sistema.
Agarro a Miles y a Sawyer por el cuello y los empujo hacia la cama.
—Los castigaré hasta que me digan qué está pasando realmente
aquí. Ninguno de ustedes se vendrá hasta que yo crea que se lo merecen.
Los follaré, y luego me desharé de nuestro pequeño y vicioso
problema.
28
Miles

El gruñido en la voz de Ryder me hace temblar. Está jodidamente


enfadado. No estoy seguro de cómo me metí en esto, pero Sawyer es un
chico grande y puede admitir cómo la ha cagado.
Miro a Cali de nuevo. Nos observa con ojos astutos. La sangre en su
pierna se ha secado, así que no debe estar muy malherida. Aun así, el hecho
de que esté herida me enfurece hasta el punto de querer matar.
—Miles. Ayúdame —ladra Ryder. Está extendiendo a Sawyer de
rodillas en el borde de la cama, atando cada mano al poste opuesto de la
cama. Los postes de la cama son más altos de lo normal, una característica
que Ryder usa a su favor.
Agarro la otra mano de Sawyer, asegurándolo para que sus brazos
estén extendidos a ambos lados.
Él me mira con desdén.
—No eres más que un lameculos, cachorro obediente.
Ryder le da una palmada en el trasero magullado a Sawyer. Sawyer
se estremece, y Ryder gruñe:
—Ese cachorro obediente te va a chupar la polla hasta que te
retuerzas, así que cállate de una vez.
De un solo movimiento, Ryder le arranca la camisa a Sawyer. Sawyer
prueba los límites de las ataduras, sus músculos se flexionan. Joder, tiene
buen aspecto.
Ryder se quita la chaqueta y la camisa, y se detiene para mirar a Cali.
Ella lo fulmina con la mirada.
Ryder se gira y dice en voz baja:
—Sawyer. Estoy decepcionado de ti. Sabes que no deberías traer una
presa aquí. No orinamos donde bebemos.
—Es más divertido de esta manera —gruñe Sawyer.
—Es más peligroso de esta manera. —Ryder se acerca para morder la
oreja de Sawyer—. Últimamente te has estado acercando demasiado a la
autodestrucción, y vas a decirme por qué.
Sawyer se calla inmediatamente.
Ryder me echa un vistazo. Veo la emoción en sus ojos.
—Desabrocha sus pantalones.
Lo hago. Siento que Sawyer está duro incluso antes de bajarlos.
Todavía está de rodillas, así que no puedo quitarlos del todo, pero llego
hasta donde puedo. La polla de Sawyer se balancea. Ryder le quita los
zapatos y los calcetines a Sawyer.
—Miles, te vas a masturbar. Deja que Sawyer vea qué pasa cuando
eres un cachorro obediente.
Me acuesto en la cama para poder ver tanto a Sawyer como a Cali.
Su respiración es acelerada. Al ver sus mejillas rosadas y sus enormes pupilas,
el placer me recorre la polla.
Ryder se mueve hacia el armario, y veo que Cali se pone rígida.
Espera. Tiene algo en la mano. El fuego arde en sus ojos, y su cuerpo
se tensa para la acción.
—¡Cali! —ladro, mi tono cambiando inmediatamente.
Se sobresalta y me mira.
—No la toques, joder.
Ryder me mira, con un atisbo de curiosidad en su mirada. Sé que la
mataría fácilmente. Cualquier idea estúpida que ella tuviera para hacerle
daño solo sería peligrosa para ella misma.
Ryder se pone en cuclillas a su alcance y dice en voz baja:
—¿Ibas a intentar apuñalarme, cosita viciosa?
Cali sigue tensa, su cuerpo temblando. Sabiamente elige no decir
nada.
—¿Por qué mi cachorro te está defendiendo? —Ryder inclina la
cabeza—. ¿Hmmm?
Cali traga saliva, pero aún no dice nada.
Ryder se ríe y se levanta. Recoge lo que quiere del armario y vuelve a
la cama. Pinzas para la ropa.
—Tal vez necesites un poco de dolor para motivarte, Sawyer. —Ryder
se inclina y pasa su nariz por la piel de las costillas de Sawyer. Veo cómo se
le erizan los vellos a Sawyer, aunque su rostro no cambia.
—Tócate, Miles —ladra Ryder—. No te lo voy a pedir otra vez.
Lo hago. Ya estoy sensible por haber jugado antes y no haber podido
correrme, así que lo hago despacio.
Ryder pasa una pinza arriba y abajo por el costado de Sawyer,
haciéndole cosquillas. Se ríe y luego golpea la piel de las costillas de Sawyer,
sujetando la pinza en ella.
Sawyer cierra los ojos y baja la cabeza.
—Vas a ser un buen chico para mí y tomarás todo lo que tenga que
darte —ronronea Ryder. Toma otra pinza y la coloca justo encima de la
primera. Trabaja hasta que todo el lado derecho de Sawyer está lleno de
ellas.
—Maldito pervertido —murmura Ryder—. Te gusta el dolor que te doy.
Lo amas. Suplicas por más.
Las pinzas para la ropa tiemblan con cada respiración que da Sawyer.
Me masturbo lentamente al ver lo excitados que están ambos.
Ryder sube por el otro lado de Sawyer y luego le pone pinzas en las
tetillas. Sawyer no reacciona, pero mantiene los ojos cerrados. Sé que le
duele como el demonio. Lo ha hecho conmigo una o dos veces, y no me
gusta.
—Zorra sucia y asquerosa. —Ryder sigue degradándolo. Cuanto más
lo hace, más se balancea la polla de Sawyer y más líquido preseminal brota
de él. Me acaricio.
—Qué buen chico, cerrando los ojos para mí. —Ryder engancha una
pinza en cada uno de los párpados de Sawyer, justo debajo de sus cejas.
Eso provoca una reacción. Sawyer gime un poco.
Ryder se ríe. Se levanta y va a su cómoda, regresando con un látigo.
Ryder no se ha quitado los pantalones, pero veo que está luchando
contra las costuras. Este hombre es enorme, y sé que el culo de Sawyer lo va
a pagar. La polla de Sawyer vuelve a moverse, y se me hace agua la boca.
—¿Estás listo para hablar conmigo, Sawyer?
Sawyer gruñe:
—Vete a la mierda.
Una sonrisa deliciosa se extiende por la cara de Ryder, y él golpea el
látigo en la parte inferior del pie de Sawyer.
Hay un jadeo desde el otro lado de la habitación.
Sawyer gime profundamente.
—Chúpalo, Miles —exige Ryder. Me apresuro a obedecer, agarrando
su pene y metiéndolo en mi boca.
Sawyer tiembla.
Golpe, golpe, golpe. Con cada golpe, Sawyer salta un poco. Sé que
Ryder golpea con fuerza. No tengo ni idea de cómo Sawyer está siendo tan
silencioso. Lo chupo con energía, llevándolo hasta el fondo de mi garganta.
Su salado líquido preseminal me llena la boca.
—Sawyer —canta Ryder—. Sawyeeeeer. Respóndeme. —Lo golpea
de nuevo, y el golpe es fuerte como la mierda. Sawyer empuja con fuerza
hacia mi boca.
—¿Qué? —dice Sawyer entre dientes.
—¿Quién está a cargo?
Él no responde, y otra ráfaga de golpes pesados aterriza.
—Tú —gruñe Sawyer.
—Así es —murmura Ryder. Golpea algunas de las pinzas con el látigo,
haciendo que se desprendan violentamente y caigan sobre mí.
—Jodeeer. —Sawyer se hincha en mi boca.
Ryder me lanza una mirada de advertencia. Sé que no quiere que
deje que Sawyer se venga todavía. Retrocedo solo un poco y lamo su pene.
—Cabrones —gime Sawyer.
—¿Qué necesitas? —pregunta Ryder.
Todo el cuerpo de Sawyer está tenso, cada músculo destacando.
Lucha contra las ataduras.
—Más —jadea.
Los ojos de Ryder se iluminan. Se dirige al otro lado de la habitación y
agarra uno de los fragmentos de vidrio que Cali rompió. Vuelve a nosotros,
agarrando el vidrio. Corta su mano, pero ni siquiera frunce el ceño. Ryder
toma su mano ensangrentada y saca su polla.
—Te voy a follar por el culo con mi sangre como lubricante. Y me vas
a agradecer, puta asquerosa.
Ryder acorta la distancia y presiona su polla contra el culo de Sawyer.
—¡Joder! —ladra Sawyer. Todo su cuerpo se pone rígido—. ¡Jódete,
cabrón!
—Oh, ¿ahora quieres hablar conmigo? —Ryder tira unas cuantas
pinzas y, con un empujón violento, presiona hasta el fondo en el culo de
Sawyer.
Vuelvo a llevar a Sawyer hasta el fondo de mi garganta. Gime y echa
la cabeza hacia atrás, empujándome con la fuerza de las embestidas de
Ryder.
—Háblame entonces. Dime cuánto me odias —silba Ryder.
Le echo un vistazo a ambos. Ryder tiene el vidrio en el cuello de
Sawyer, y hay una gota de sangre. No sé si es la sangre de Ryder o de
Sawyer. La cabeza de Sawyer está apoyada en el hombro de Ryder. La
mirada torturada se ha ido, y ahora solo hay éxtasis.
Me masturbo más fuerte. Joder, quiero venirme solo con mirarlos.
—No puedes venirte hasta que Miles lo haya hecho —gruñe Ryder—.
Hoy eres el último de la manada, Sawyer. Poniendo tu seguridad en riesgo,
nuestra seguridad en riesgo. —Golpea el culo de Sawyer.
Gimo y me tenso, mirando a Ryder. Está presionando el vidrio aún más
profundo en Sawyer, lamiendo la sangre.
Su violencia me hace sentir placer.
Me desprendo de Sawyer lo suficiente como para jadear:
—Por favor.
Ryder me mira, sus labios rojos.
—Sí, cachorro.
El placer explota en mí, y lo hago. Me vengo en largos chorros,
explotando por toda la sábana y mi mano.
Ryder sigue poco después, endureciéndose detrás de Sawyer.
—Dime por qué, Sawyer —gruñe Ryder.
Sawyer gime, extasiado.
—Por diversión.
—Puedes huir de ti mismo, Sawyer, pero no puedes huir de mí. Ahora
vente.
La polla de Sawyer se endurece y se hincha en mi boca. Luego
bombea semen por mi garganta. Es tanta que me atraganto intentando
tragármela toda.
Sawyer tiembla. Ryder se retira inmediatamente y desata las manos
de Sawyer.
Sawyer se desploma junto a mí, los dos lánguidos y satisfechos. Antes
de que me dé cuenta, Ryder ha regresado con paños calientes y húmedos,
me da uno, y empieza a limpiar a Sawyer.
—Háblame, Sawyer —exige—. ¿Qué está pasando?
Sawyer echa un vistazo al otro extremo de la habitación. Joder, olvidé
que Cali estaba allí por un segundo. Tiene las mejillas sonrojadas.
Ryder mira hacia atrás y luego nos mira de nuevo.
—Nos desharemos de ella hoy. Háblame.
Me pongo rígido, al igual que Sawyer. Mira a Cali durante un segundo
de más. Ryder la mira y luego nos mira a los dos. De repente me agarra de
la barbilla y acerca su cara a la mía.
—Dímelo —me exige. Veo un destello de miedo cruzar por su rostro
antes de que vuelva a apagarlo.
Me aclaro la garganta. No sé cómo Ryder se va a tomar esto.
—Sawyer la tomó como su objetivo. Ella está en un sistema de puntos.
Si consigue suficientes puntos, la dejaremos ir
29
Cali

Observo a los hombres con gran atención. Ryder no se mueve


después de la declaración de Miles. Desearía que me estuviera mirando
para poder ver su expresión. En lugar de eso, observo a Miles. ¿Está enojado?
¿Qué diablos piensa?
Miles solo mira fijamente el rostro de Ryder. Cuando me mira de reojo,
creo ver miedo en sus ojos.
—Afuera. Ahora. —Sawyer se levanta y se ajusta los pantalones. No se
pone una camisa, y vuelvo a mirar las cicatrices furiosas y abultadas por
toda su espalda. Él y Ryder están cubiertos de ellas. Los otros dos siguen
enfrascados en un enfrentamiento de miradas por un segundo.
—Vamos —demanda Sawyer.
—Espera. —Mi voz suena ronca. Me aclaro la garganta—. ¡Lo haré!
¡Ganaré los puntos!
Miles me lanza una mirada que dice cállate de una puta vez.
Salen de la habitación y cierran la puerta.
Mi corazón se acelera. Joder. Sawyer siempre dijo que me mataría,
pero no parecía haber terminado de joderme. ¿Ryder? Creo que no tendría
problema en meterme una bala en el cerebro. La jerarquía ha sido
derrocada, y me siento frenética.
Intento liberarme de las cadenas, pero no puedo. Por primera vez
desde que estoy aquí, tengo un ataque de pánico. Siento que la muerte
golpea mi cráneo.
Esto es todo. Este es el final.
Intento respirar, pero no puedo. Mierda. Necesito un trago. Realmente
necesito un trago.
Me desmorono, sentada casi desnuda en el suelo de los hombres que
me secuestraron.
¿Qué habría hecho diferente con mi vida si supiera que sería tan
corta? Mierda, desearía haber encontrado el amor.
Me imagino a mi abuela en mi funeral, mirándome por debajo de su
nariz y juzgándome. Diciendo que salí tal como ella esperaba.
No. Mi pecho se agita. No tienen derecho a verme así. No se lo
merecen. No tienen derecho a verme débil. Respiro por primera vez.
He estado aquí para mí toda mi vida, y seguiré estándolo hasta que
me vaya. Pueden quitarme la vida y mi paz, pero no pueden quitarme mi
jodida dignidad.
Enderezo mis hombros.
Pasos bajan por el pasillo y luego la puerta se abre. Sawyer está allí,
luciendo completamente recuperado.
—Hola, conejita. ¿Quieres jugar un juego?
30
Cali

Sawyer se acerca a mí, deteniéndose justo antes de alcanzar mi


distancia asignada.
—Te voy a desbloquear, pero si intentas apuñalarme, solo me pondrá
cachondo.
Lo fulmino con la mirada. Sus ojos azules lucen menos maníacos.
Helados y tranquilos. Está completamente vestido y recompuesto. Es como
si lo que acabo de ver no hubiera sucedido, excepto por la marca roja en
su cuello.
—Mereces ser apuñalado —gruño—. Déjame ir.
—Estoy intentándolo. —Sawyer pasa su mano bajo mi barbilla, sus
dedos calientes rozan suavemente mi cuello. Me hace temblar.
—Tal vez algún día te dejaré apuñalarme. Suena retorcido. Ahora, te
vas a vestir, y te explicaré el juego. —Sawyer agarra mi mano y empieza a
caminar.
—Espera. —Tiro de su firme agarre. Por lo que sé, me está llevando
afuera para que me disparen.
Él solo aprieta su agarre.
—No luches conmigo en este momento, conejita. —Su voz se vuelve
más baja—. Estoy haciendo lo mejor que puedo para mantenerte viva.
Dejo de tirar. Sawyer me arrastra por el pasillo y entra en una
habitación que está al otro lado de la de Miles. Una vez dentro, cierra la
puerta y me suelta.
Me froto el cuello. Se siente mucho más ligero sin la cadena. Echo un
vistazo alrededor.
—Límpiate en el baño. —Sawyer apenas me mira mientras rebusca en
sus cajones. Esta habitación es una versión reflejada de la de Miles, pero está
desordenada y cubierta de posters de hombres y mujeres semidesnudas.
Debe de ser la habitación de Sawyer.
Me dirijo al baño. Está completamente equipado con todo lo que
debería tener un baño. De repente, tengo muchas ganas de cepillarme los
dientes.
Empapo una toalla y la paso por debajo de mis axilas y por mi pierna
ensangrentada.
—Si intentas lastimarme con algo de ahí dentro, debes saber que
terminará en ese bonito coño. —Escucho desde la habitación—. Así que
elige sabiamente.
Lo miro desde la puerta. Sawyer aparece, con la cara iluminada por
una sonrisa. Me lanza un par de pantalones de chándal, bóxers, calcetines
y mis tenis.
—Vístete.
Observo la ropa.
—¿Esto me costará puntos?
—Solo si no obedeces.
Lo hago. La comodidad de la ropa instantáneamente me hace sentir
más segura. Me siento ligeramente cómoda por primera vez desde que
llegué aquí. Tengo que doblar el pantalón de chándal unas cuantas veces
para mantenerlos en mis caderas, pero por lo demás, es suave.
Sawyer me observa con una mirada satisfecha.
—Te ves tan sexy con mi ropa, conejita. Ahora, arréglate.
Me dirijo a los cajones. Solo hay un cepillo de dientes. A la mierda.
Unto pasta de dientes en él y casi gimo por lo bien que se siente. Encuentro
desodorante y lo uso también. Ahora realmente huelo como Sawyer. Se me
hace un poco de agua la boca y enseguida me da asco.
Sawyer aparece de nuevo.
—Hay gomas para el cabello debajo del lavabo.
Efectivamente, encuentro un paquete. Observo a Sawyer mientras
me recojo el cabello. Este hombre tiene cambios de humor como el infierno.
Le pregunto:
—¿Por qué estás siendo amable conmigo?
Sawyer sonríe.
—Yo no le llamaría a esto ser amable. Hueles mal. Además, vamos a
salir, así que quiero que parezcas normal.
Me sonrojo y luego me quedo helada. ¿Qué? ¿Vamos a salir?
Sawyer se apoya en el marco de la puerta, con una mano agarrando
la parte superior.
—Nuevo juego. Escondite. Tú y yo nos escondemos, Ryder y Miles
buscan.
Trago saliva. Santa mierda.
Sawyer mira sus uñas.
—Desde hace diez minutos, tenemos una hora para escondernos. En
cualquier lugar dentro de 20 millas.
Dejo de respirar.
—¿El tiempo ya ha empezado?
Sawyer se ríe.
—Relájate.
—¿Relajarme? —La adrenalina corre por mi cuerpo—. ¿Qué pasa si
nos atrapan?
—Probablemente nos follen hasta casi matarnos. —Encoge los
hombros—. Te saca de la casa para que Ryder no decida... ya sabes...
matarte y terminar el juego ahora. Está un poco cabreado por lo de su
habitación.
Se me cae el estómago.
—Bueno, vámonos de una puta vez entonces. —Empujo a Sawyer y él
se ríe. No puedo creer que esto esté pasando.
—¿Por qué te escondes conmigo?
Sawyer me sigue hasta la cocina.
—Para que no te escapes.
Voy directo a la puerta principal.
—Ah, espera. —Escucho el tintineo de las llaves y me doy la vuelta.
Sawyer está sosteniendo un juego de llaves—. Podemos correr si quieres,
pero conducir es más rápido.
Oh, Dios mío, me van a dejar subir a un coche.
Sawyer extiende su brazo como si fuera un caballero escoltando a su
cita. Lo fulmino con la mirada.
Se encoge de hombros con una mirada pícara y nos lleva fuera.
El aire y la luz del sol me golpean, y siento un torrente de gratitud. Me
están dejando salir. Por un breve segundo, las lágrimas me pican en los ojos.
Sawyer se sube a la misma camioneta que vi en la gasolinera. Dios
mío, parece que fue hace meses.
Por un segundo, vacilo. Pienso en salir corriendo a pie. Luego destierro
ese pensamiento estúpido y me subo al asiento del pasajero.
—Abróchate, conejita. Tengo una parada que hacer.
—Espera, no. —El pánico me recorre—. Vamos lo más lejos y rápido
posible.
—Bueno, sí. —Me guiña un ojo—. Correremos y haremos una pequeña
parada.
Me cruzo de brazos. Todo esto es tan extraño. ¿Cuál es su verdadero
motivo?
—¿Cómo sé que no me estás llevando directamente a ellos?
—No lo hago. Tienes mi palabra. —Sawyer me mira a los ojos. Parece
sincero, hasta donde puedo decir. No estoy convencida de que el hombre
sea genuinamente sincero alguna vez.
Salimos del camino de tierra y nos dirigimos hacia el sur. Me sumerjo
en el paisaje, memorizando la ubicación. Estamos realmente en medio de
la nada.
—¿Cuáles son las reglas? —pregunto.
—Tendrás cincuenta puntos por jugar el juego. Y otros cincuenta si no
nos atrapan. Lo perderás todo si rompes las únicas dos reglas.
Miro a Sawyer. Pensé que era enorme hasta que vi a Ryder. Ese
hombre es un gigante. Sawyer parece tan relajado, con una mano en el
volante y la otra descansando suavemente en la consola central.
—¿Cuántos puntos para que me dejes ir?
—Mil. Si Ryder decide que tienes permitido quedarte.
Mi estómago se retuerce de nuevo.
—Eres un maldito enfermo. —Vuelvo a mirar afuera. Este juego me
llevaría a una décima parte del camino. Si sobrevivo.
—¿Cómo hago para que él decida quedarse conmigo?
La voz de Sawyer se vuelve seria.
—No lo sé, conejita.
Conducimos en silencio por un rato. Quiero llorar de nuevo.
No. He terminado con esto. Ganaré su estúpido jueguito. 20 millas es
un radio enorme. ¿Cómo nos encontrarán sin que Sawyer haga trampa?
—¿Dónde está tu teléfono? —pregunto.
—En mi bolsillo.
—Dámelo.
—¿Crees que soy estúpido? —Sawyer me mira, sus ojos brillan.
—Probablemente te estén rastreando con él. Y puedes decirles dónde
estamos.
—Prometo que no lo haré. Me joderán tanto como a ti, y estoy
adolorido.
Estrecho los ojos.
—No creo que te importe tanto.
Sawyer se ríe, luego saca su teléfono del bolsillo y lo apaga frente a
mí.
—¿Bien?
Cruzo los brazos. No, no está bien. Pero es mejor.
Lo observo conducir. Se ve tan diferente a cuando me forzó sobre la
polla de su amigo, me marcó y dijo que me iba a matar. Ahora mismo, se ve
tranquilo. Esa mirada no está en sus ojos.
—¿Eres un maldito loco, verdad? —pregunto.
Sawyer echa la cabeza hacia atrás y se ríe. Casi al instante, se serena
y me mira. Por un momento, se ve más normal de lo que le he visto nunca.
Su voz sale suave.
—¿Estoy loco, Cali? ¿O solo estoy jugando un juego? —Mantiene el
contacto visual mientras conduce a 50 kilómetros por hora en la carretera.
Aprieto la mandíbula.
—Mira por dónde vamos.
Sawyer me guiña un ojo y luego vuelve la vista hacia la carretera.
Aprieto la mandíbula.
—¿Dónde vamos a parar?
—Un amigo mío hizo algo para mí. Necesito recogerlo.
Echo un vistazo a la hora en el reloj. Son casi las 5 pm, lo que significa
que solo tenemos treinta y cinco minutos antes de que vengan a buscarnos.
¿Qué demonios necesita recoger?
Me gustaría llegar lo más lejos posible antes de abandonar el coche.
Sé que ellos conocen este coche, y no confío en que Sawyer no tenga un
dispositivo de seguimiento en alguna parte. Sé que no hay uno en mi ropa.
Lo comprobé.
Pasamos por delante de algunas granjas a lo lejos y llegamos a un
pequeño pueblo. Me siento más erguida. Hay gente aquí. La gente podría
ayudarme.
—Perderás todos tus puntos, Cali. —La voz de Sawyer es suave—. Y
Ryder no verá con buenos ojos que te escapes.
Pregunto sin emoción:
—¿Ve con simpatía algo?
—Sí. A las personas que le agradan. —Sawyer se detiene frente a una
casa de una sola planta y deteriorada. Baja del coche, da la vuelta y abre
mi puerta—. Dame la mano.
—¿Dónde estamos?
—En la casa de un amigo.
El lugar parece tener unos 50 años, con la pintura desprendiéndose de
los lados y arbustos casi tan altos como el techo. Sawyer toma mi mano y
me guía. Me sujeta la mano mientras subimos hacia la puerta, y unos gatos
se alejan de los escalones. Sawyer golpea la puerta. Esta se abre, y me
retraigo. Una anciana con cabello gris y un camisón está parada allí. Echa
un vistazo a Sawyer y sus ojos se arrugan.
—¡Sawyer, estaba pensando en ti! —Me mira y dice—: ¿Quién es esta?
—Esta es mi cita. Cali, esta es Jenny. —Sawyer me mira radiante. Su
sonrisa es deslumbrante, y si no lo supiera mejor, habría caído rendida ante
él. Es sorprendentemente guapo.
Sawyer asiente ligeramente hacia mí. Parpadeo. Oh, Dios mío. Se
supone que debo decir algo.
Trago saliva.
—Hola, Jenny.
Ella sonríe.
—¡Dios mío! Sawyer, es hermosa. Sabía que encontrarías una buena
mujer para asentarte. Entra, entra. —Se apresura adentro.
Entramos, y el lugar está tan descuidado como por fuera. Los gatos se
apartan de nuestro camino, y doy un salto. Miro a Sawyer, pero él todavía
se sigue viendo agradable. ¿Quién demonios es esta mujer?
Ella se mueve de un lado a otro.
—Te lo estoy trayendo. ¿Aún tienes ese gato? ¿El naranja?
—No, se me escapó en cuanto llegamos a casa.
Ella se ríe.
—Son criaturas ariscas. Especialmente los naranjas.
Ella trae algo plateado. Es... un collar. Parece una gargantilla con una
delicada banda plateada y dos pequeños anillos en los extremos. Hay
piedrecitas incrustadas en los lados que capturan la luz que se desvanece.
Es precioso.
—Gracias, Jenny. —Sawyer lo recoge con su otra mano y se inclina
para darle un beso en la frente—. Eres la mejor.
La mujer se sonroja.
—Oh, Señor, ten piedad, no lo soy, pero hago lo que puedo. —Me
guiña un ojo—. Eres una mujer afortunada.
Me sonrojo.
Sawyer se ríe y me hace retroceder.
—Volveré, Jenny.
Cuando salimos, ella dice:
—¡Vuelve cuando estés lista para el anillo! —Me mueve los dedos.
Me sonrojo.
Subimos de nuevo al coche.
—¿Quién era? —pregunto.
—Alguien que conozco desde la infancia. —Sawyer se gira para
mirarme. Me tiende el collar—. Te dije que te conseguiría un collar
adecuado.
Trago saliva y miro el collar en su mano. Es precioso y brillante, con una
banda sólida de plata en el interior. El exterior parece ser bandas
entrelazadas de hebras sólidas y engastadas con anillos en cada extremo.
¿Cuál es la trampa?
—Mira. —Sawyer le da la vuelta. Hay flores grabadas en el suave
interior—. ¿Las reconoces?
Entrecierro los ojos.
—¿No?
—Digitalis y cicuta. Las primeras flores que te regalé.
Levanto la mirada hacia él y trago saliva. Nadie nunca me ha
prestado tanta atención. Las emociones me suben al pecho. Sawyer busca
mi mirada, mostrándose preocupado.
—¿Estás bien?
Aclaro mi garganta.
—Sí, estoy bien. Es solo un poco espeluznante.
—Estas significan algo. Mejor que las rosas. Ven aquí.
No me muevo. Su mirada se suaviza.
—Es un regalo, conejita. Déjame ponértelo. —Sostiene el collar en alto.
—¿Cómo se pone? —pregunto.
—Va por aquí. —Se inclina, pasando el collar alrededor de la parte
posterior de mi cuello, y percibo su colonia nuevamente. Huele increíble. —
Y lo cierro aquí—. Busca en su bolsillo.
—Espera, no lo cierres. —Retrocedo.
No me deja alejarme.
—Ese es el punto de un collar, mascota.
Lo miro fijamente.
—No soy tu mascota.
Algo brilla en los ojos de Sawyer. La oscuridad está allí, acechando en
los bordes.
—Bueno, ya no perteneces a Ben. Te tomé. Te marqué. Duermes en
nuestras camas. Nos follas a nosotros y sólo a nosotros. Eso te hace mía.
El calor arde bajo mi piel.
—¡Así no funcionan las relaciones!
—¿No? —Sawyer se inclina con una sonrisa socarrona. Se ve
diabólicamente guapo—. ¿Querías rosas en su lugar?
—¡Las flores no son el problema! —balbuceo—. Ben me consiguió sin
darme flores. ¡No puedes simplemente decir que soy tuya y que sea verdad!
Los ojos de Sawyer se oscurecen más.
—Ben nunca te dio flores?
—¡Estás perdiendo el punto! —Levanto las manos—. ¡No puedes
simplemente secuestrarme y llamarlo relación! Debo tener una elección en
el asunto.
Sawyer se acerca, su aliento me roza y su voz es grave y peligrosa:
—Conmigo, nunca tendrás una elección, conejita. Te elegí. Eso
significa que eres mía. Tu vida, tu aliento, tus esperanzas y sueños. Siempre
me pertenecerás, hasta tu último aliento. Nunca te dejaré ir, Cali. —Me mira
fijamente en el alma—. No importa lo que hagas o lo duro que luches. Eres
mía. Ahora ponte el puto collar.
Trago saliva.
Toma los extremos de la gargantilla y cierra el broche.
—Eres mía. Acostúmbrate a ello de una vez por todas.
31
Sawyer

Dejo que se aleje un poco de mí. Su delicado cuello se ve tan bonito


con mi collar. Dios, me pone duro mirarla. Dice que no lo quiere, pero sus
pupilas están dilatadas y su aliento llega en pequeños jadeos. Es una maldita
loca y le encanta.
—Ahora. —Me echo hacia atrás—. ¿A dónde, jefa?
—Yo... —Parpadea como si se hubiera olvidado de que estábamos
jugando. Luego dice suavemente—: No lo sé.
—Tengo un lugar —digo y salgo del camino de entrada de Jenny.
—No. —Cali se endereza—. Necesitamos deshacernos del coche.
Sonrío un poco. Pequeña luchadora inteligente. No se me permitió
decirle sobre el rastreador en la caja de la camioneta, pero claramente no
confía en él.
—De acuerdo. —Giro la camioneta para estacionarlo en la ciudad.
Cali salta y yo agarro la mochila de suministros del maletero—. Podemos
caminar hasta mi lugar.
—¿Saben sobre tu lugar? —pregunta, alcanzándome mientras
caminamos.
—No —digo—. Es solo una granja vacía. Solía pasar el rato allí todo el
tiempo cuando era niño.
Ahora está casi oscuro. Hay silencio durante mucho tiempo.
Normalmente odio el silencio, pero ahora, la presencia de Cali mantiene a
los demonios a raya.
Caminamos un rato y luego Cali pregunta:
—¿Cómo eras de niño?
La pregunta me sorprende.
—Un poco mierdilla —digo.
—Guau, estoy tan sorprendida —dice Cali sarcásticamente.
Me da un escalofrío que llega directamente a mi polla. Es una
sabelotodo.
—¿Y cómo eras tú?
Cali hace una pausa.
—Me dijeron que era irrespetuosa.
A mi pesar, se me escapa una carcajada.
—No tú.
Ella resopla.
—Sí, bueno, me lo sacaron a golpes, ¿no te das cuenta? Estoy
reformada.
Reconozco ese humor evasivo. Yo también hago eso. Alguien jodió a
esta mujer. Aprieto la mandíbula. Caminamos en silencio de nuevo. La casa
está a unas pocas calles de distancia, metida en el monte. Me pierdo en mis
pensamientos.
—¿Te gustan los gatos? —pregunta Cali. La pregunta me sorprende.
—¿Qué? —La miro.
—Ya sabes. Gatos. Gatitos 1. El animal. —Pone los ojos en banco.
Dios, cuando pone los ojos en blanco, la sangre sube directamente a
mi polla.
—Sí, me gustan los coños. Y los gatos.
—¿Por qué? —pregunta ella.
—¿Qué tipo de pregunta es esa? —Le echo un vistazo. El sol ya se ha
puesto por completo y su cabello parece pálido y fantasmal en el
crepúsculo, los rizos capturando la débil luz.
Ella dice:

1
Ga�tos (pussy) en inglés también significa coño, por lo que acá se usa como doble sen�do.
—Tengo un gato, el que viste. Es un idiota —resopla—. Pero lo amo.
Ha estado ahí para mí.
Amor. Me giro para mirarla completamente.
Cali hace una pausa, luciendo incómoda.
—¿Qué?
—Nada. No pensé que pudieras amar algo. Con tu actitud espinosa y
todo eso. —Hago un gesto hacia ella.
Ella se aparta y sigue caminando.
—No te proyectes. Dudo que hayas amado algo alguna vez.
La alcanzo.
—Eso no es cierto.
—¿Qué has amado?
Trago saliva. Mi pecho se siente incómodo y mis músculos se tensan.
Amo a los chicos.
Me amaste a mí.
Aprieto la mandíbula. Incluso cuando perdimos todo nuestro dinero
por su hábito, amaba a mi madre. Incluso cuando pasaba hambre. Incluso
cuando estaba drogada hasta el culo. Incluso cuando sus clientes venían.
Incluso cuando me prostituía con ellos.
Era un idiota en aquel entonces.
Y eres un maldito idiota ahora.
La mano de Cali roza la mía mientras camina a mi lado, y me saca de
mis recuerdos de golpe. Me aclaro la garganta. Ella me mira como si
esperara una respuesta.
Oh mierda, hizo una pregunta.
Frunzo los labios como si estuviera pensando.
—Tuve un gato cuando era niño. Lo quería.
Cali sonríe levemente mientras mira al suelo. No creo que se dé cuenta
de que lo está haciendo. Se ve tan malditamente hermosa. Ahuyenta la
oscuridad por un breve segundo, y quiero verla de nuevo.
Continúo:
—Bueno, en realidad no era mío. Me seguía a casa desde la escuela
todos los días, así que lo llamé mío. Lo llamé Raisin Bran, porque eso tiene
sentido cuando tienes siete años.
—¿Caminabas a la escuela a los siete años?
Me encojo de hombros.
—Hice todo a los siete. También cuidaba a mi hermano.
Cali respira hondo y mete las manos en los bolsillos. La sonrisa ha
desaparecido de su rostro, y no me gusta eso. Quiero que vuelva.
—Metí a Raisin Bran dentro unas cuantas veces y le di hot dogs. Los
amaba.
Ahí está, un poco de luz vuelve a sus ojos. Ella se ríe.
—Me habrían azotado hasta casi matarme si intentaba eso.
Un sentimiento desagradable me recorre. ¿Quién demonios la estaba
azotando? Ella me pertenece. Nadie la toca, incluso si fue en su pasado.
Quiero quitar esa expresión de su rostro, así que sigo hablando como
un idiota.
—Sí, bueno, uno de los... clientes de mi madre trató de matarlo un día,
así que nunca más lo hice.
Su voz es suave.
—Oh. —Pero no indaga más.
Seguimos caminando en la oscuridad, escuchando los grillos. Me
relajo un poco.
Cali pregunta suavemente:
—¿Quién está cuidando de Halloweiner?
Me tenso. Después de que la tomé, no podía simplemente dejarlo en
su apartamento.
—Lo llevé al refugio.
—¿Al refugio de animales? —Cali se da la vuelta hacia mí. Incluso en
la oscuridad, veo el miedo en sus ojos—. ¿Y si alguien lo adopta? ¡Él me
pertenece!
No digo nada. No hay nada que decir.
Ella empuja sus pequeñas manos en mi pecho. Apenas me muevo.
Cali grita:
—¡Es mío!
Algo incómodo se enrosca en mi estómago. ¿Estoy sintiendo... culpa?
No puedo verla perfectamente, pero creo ver lágrimas en sus ojos.
Mierda. ¡Ella no puede hacerme sentir así! No he sentido esto en
mucho tiempo. Me dan ganas de desmoronarme. Mi voz sale ronca.
—Chica estúpida. Deberías saber que no debes mostrar debilidad.
Cali se da la vuelta para ya no estar frente a mí.
—¿Sabes qué? Eres una persona horrible, Sawyer.
El sentimiento se enrosca más profundamente en mi estómago. Gruño:
—Solo intento enseñarte algo. Alguien siempre se aprovechará de ti.
—Lo que sea. —Camina más rápido. Sus hombros tiemblan, pero no
emite ningún sonido.
Me siento enfermo.
No estoy equivocado. El mundo te devorará y te escupirá. Cuanto
antes lo aprenda ella, mejor será.
Entonces, ¿por qué esto se siente mal?
32
Ryder

Tengo el agua muy caliente, casi hirviendo. Se siente bien contra mi


piel y mata los gérmenes. Aún siento que estoy al borde de contagiarme
con algo.
Me froto la piel y pienso en la expresión en el rostro de Sawyer después
de que le dije que mataríamos a la mujer. Se veía... asustado. Luego,
cuando me llevaron al pasillo, ambos pidieron lo mismo.
Todavía estoy sorprendido. Nunca los había escuchado pedir eso en
toda nuestra relación. Y hemos tenido muchas presas a lo largo de los años.
Nos conocimos en un club en la gran ciudad y luego, desde allí, nos
incluyeron en un club de caza privado en la costa de Japón. Sólo que
cazábamos personas. Los hombres y yo cazábamos juntos y nos
enamoramos instantáneamente. Después de cazar allí como equipo
durante años, nos aburrimos del mapa y nos aventuramos por nuestra
cuenta.
Vuelvo a limpiarme debajo de las uñas.
Hemos matado a muchos hombres. Y nunca sentimos remordimiento.
Pero por primera vez en el pasillo, mis hombres me pidieron que no matara
a una presa.
No solo eso, sino que, en lugar de pelear, llegaron a una decisión
juntos.
En cualquier otro momento, me habría alegrado. Sawyer se ha estado
volviendo loco desde hace meses. ¿Pero están uniendo fuerzas por una
mujer que trajeron a nuestra casa? ¿Una mujer que ya ha causado
estragos? Es peligrosa para ellos. Para nosotros. Se escapará en cuanto
bajen la guardia.
Me limpio las uñas de nuevo. Debería haber estado allí para ellos.
Nunca debería haberme ido.
Ella hizo que me fuera.
Me froto la barba incipiente. No debería haberlos follado mientras me
sentía enfermo. Lo que sea que estuviera pasando en la cárcel era malo.
Envió a dos al hospital. Pero ellos lo necesitaban. Sawyer lo necesitaba.
Mierda, se estaba desmoronando.
Hago una oración para evitar que se enfermen, aunque ya no creo
en Dios. No puedo después de las cosas que he visto. Es solo un hábito del
que no me puedo deshacer.
Un golpe en la puerta me sobresalta, y me tenso.
Miles entra y se apoya contra el mostrador. Tuve que ducharme en la
habitación de Sawyer porque, por alguna maldita razón, todo desapareció
de mi baño.
Miles me observa a través de las puertas de vidrio de la ducha,
mirándome de arriba abajo.
—Vaya. Iba a decir que la cuenta regresiva para la caza ha
comenzado, pero...
La ira hace que mi boca se endurezca mientras pregunto:
—¿Qué, quieres un poco de polla antes de perseguir ese coño?
Él frunce el ceño.
—No es así.
—¿No? —Salgo de la ducha y me seco con una toalla—. ¿No te la
estás follando?
Miles me observa secarme. Se ve bien. Deliciosamente bien. Sé cómo
se siente ese cuerpo tonificado debajo de mí. No estoy acostumbrado a
pasar días sin follar, y estoy listo para volver a hacerlo.
Miles no me responde.
—Lo tomaré como un sí —gruño. No tengo ningún problema con que
ellos follen con mujeres. Demonios, todos hemos follado con mujeres juntos.
Pero ¿traer una a nuestra casa? Ella nos meterá a todos en la cárcel, y el
dinero solo alcanza hasta cierto punto cuando un caso se publica. No
puedo soportar estar separado de ellos nuevamente. ¿Por qué, por un poco
de coño?
Un coño bonito, pero aún así.
Miles cruza los brazos. Me pongo mi ropa limpia. Fue difícil encontrar
un traje que no estuviera arruinado, y eso me enfurece aún más.
—Miles. ¿Qué crees que estás haciendo aquí? Ella no puede vivir. Nos
ha visto. Sabe lo que hacemos. La secuestraron, por amor de Dios.
—Lo sé. —Se frota la nuca. Parece que quiere decir algo, pero no lo
hace.
Dios, mis dientes se sienten asquerosos.
—Joder, hombre, ¿dónde está mi cepillo de dientes?
—Probablemente en el sótano.
¿El sótano? ¿Por qué carajos estaría en el sótano? Maldición, a la
mierda con esto.
Sigo secándome el cabello y observo a Miles. Espero por Dios que
ahora entre en razón.
—Sabes que no puede vivir, ¿verdad?
Miles parece incómodo.
—Hay una manera de mantener a todos a salvo sin matarla.
Se me revuelve el estómago.
—¿Y qué mierda podría ser eso?
Busco debajo del lavamanos de Sawyer un cepillo de dientes o una
navaja sin abrir. No encuentro ninguno, pero sí encuentro un paquete de
gomas para el cabello. Lo tiro de vuelta con disgusto.
—Si la mantenemos con nosotros.
Me quedo helado. Las cosas debajo del lavamanos se vuelven
borrosas. Oh, esto ha ido mucho más lejos de lo que pensaba originalmente.
—Miles —grito—. Me llamaste y me pediste que me deshiciera de ella.
—Llamé porque Sawyer estaba fuera de control.
—¿Y ahora no lo está? —Cierro las puertas de golpe y me enderezo—
. ¿Está o no está corriendo por ahí con este riesgo, jugando a un estúpido
juego de escondite? En lugar de matarla.
Miles se muerde el labio.
—Solo digo que hay múltiples soluciones.
Me acerco a la cara de Miles. No se echa atrás. Sus ojos verdes se
clavan en los míos.
—¿Qué? ¿Crees que se enamorará de ti? ¿Será tu noviecita y
guardará todos nuestros secretos? —Me inclino más hacia él.
Un músculo a lo largo de la mandíbula afilada de Miles tiembla.
Susurro:
—¿Crees que el Síndrome de Estocolmo no desaparecerá y viviremos
felices para siempre? ¿Qué pasará cuando se enoje contigo, Miles?
¿Cuando recuerde cómo llegó aquí? Todo lo que se necesita es que
cargues mal el lavavajillas y todos terminemos en la cárcel por el resto de
nuestras vidas. ¿Es eso lo que quieres?
Él frunce el ceño.
—No. Eso no es lo que quiero.
—Está bien. —Me enderezo—. Estaba empezando a preocuparme de
que lo dejaras todo por esta chica.
Él no dice nada. Y no me gusta eso.
Gruño:
—Ahora, muéstrame dónde está mi maldito cepillo de dientes. Tengo
que ir a darle una lección a Sawyer.
33
Miles

Le envío un mensaje de texto a Sawyer.


Ryder no está de acuerdo.
Él no responde.
Cambio de planes, deberías llamarlo.
Ambos mensajes se ven como no entregados.
—Mierda. —Sostengo mi teléfono con fuerza. El cabrón debe haber
apagado su teléfono. Ryder quiere que se vaya.
Incluso el solo pensar en eso me enferma. Esto no está bien. Metimos
la pata, y ahora ella está pagando por ello.
Ryder pasa junto a mí. Esconde una pistola en su cintura.
—Vamos.
34
Cali

—Aquí estamos —dice Sawyer.


—¿Dónde? —Me detengo y miro a mi alrededor. Ahora está
completamente oscuro, y me cuesta distinguir las formas en los campos.
—Nuestro hotel de cinco estrellas —dice Sawyer señalando hacia la
derecha. A duras penas puedo ver la forma de lo que parece ser una vieja
granja en un grupo de árboles.
Sigo a Sawyer mientras se desvía del camino. El suelo es irregular, y con
mi próximo paso, caigo violentamente hacia la derecha.
—¡Ay! —Intento recuperar el equilibrio.
—Cuidado —advierte Sawyer.
—Gracias. —Pongo lo ojos en blanco. Antes de darme cuenta de lo
que está pasando, Sawyer se agacha y me levanta, cargándome por
debajo de las rodillas, me sostengo de sus hombros inmediatamente.
Chillo, luchando.
—¿Qué estás haciendo?
—Te llevo para que tu estúpido trasero no se lastime. No creo que
pueda soportar tus quejas y lamentos.
—¡Déjame bajar! —Lucho contra su fuerte control.
—No —responde, sonando aburrido.
El agarre de Sawyer es implacable, no importa cuánto me esfuerce.
Finalmente, me detengo, jadeando para respirar. Sawyer continúa
caminando, imperturbable. Su pecho está cálido y duro contra mí.
—No necesito que me lleves —lo empujo con el único brazo que
tengo libre.
—Cali, por el amor de Dios, elige tus batallas. —La voz de Sawyer
resuena contra el brazo presionado contra su pecho. Nos lleva hasta lo que
ahora puedo ver claramente que es una granja abandonada de dos pisos.
Sawyer me lleva por las escaleras traseras y patea la puerta.
La puerta golpea el silencio con un fuerte crujido.
Grito:
—¡Jesús! ¿Era realmente necesario?
Sawyer me baja.
—¿Alguna vez dejas de quejarte?
—Solo cuando me secuestran.
Él baja la mirada hacia mí.
Sonrío sarcásticamente.
Sawyer pone los ojos en blanco.
—Ten cuidado aquí dentro, y quédate en el primer piso. Lo limpié hace
años, pero es viejo. Me sorprende que aún esté de pie.
Huele a humedad aquí dentro. Desde la escasa luz que se filtra por las
ventanas, parece que estamos en una antigua cocina. El suelo está
descolorido por todas partes, y pedazos del techo se han caído. Sawyer se
acerca más al frente de la casa.
Lo sigo, golpeando mi espinilla con algo. Una punzada de dolor
recorre mi pierna, y siseo;
—Está oscuro aquí dentro.
—Sí, bueno, está oscuro afuera.
Hago una mueca. Este hombre.
Hay un poco de luz que entra por las ventanas delanteras. Me acerco
y miro afuera. No veo nada más que campos vacíos separados por arbustos.
—Solía haber... —Sawyer está husmeando alrededor—. ¡Ah! Dios, soy
un genio.
Cuanto más se ajustan mis ojos, más puedo ver. Sawyer lleva algo
oscuro y lo deja caer en el suelo. El aire me envuelve, y casi puedo saborear
las naftalinas; son tan fuertes.
—Solía quedarme aquí. Algunas de mis mantas todavía están aquí.
Cruzo los brazos y miro hacia la ventana.
—¿Crees que nos están buscando ahora?
—Sí. —Él se pone a trabajar extendiendo las mantas.
—¿Vamos a dormir aquí? —Miro a Sawyer.
—Hay más posibilidades de ser atrapados si nos mantenemos en
movimiento. La gente es curiosa en estos lugares, sobre todo a altas horas
de la noche
Trago saliva.
—No sé. Me siento extraña esperando a que nos encuentren.
—Ohhh, así que eres la experta en esconderte de mis novios, ¿eh? —
Sawyer sonríe con malicia, mostrando sus dientes blancos.
Instantáneamente me siento a la defensiva.
—¡No! Siento que solo me estás tendiendo una trampa —respondo.
La voz de Sawyer baja.
—Te di mi palabra, Cali. —Hay un tono de advertencia en su voz.
Bufando, vuelvo a mirar afuera. Tal vez si él se va a la cama, pueda
irme para siempre. Esta es la única oportunidad que tendré. Robaré el coche
y me marcharé.
—Ven aquí —dice Sawyer dando palmaditas en las mantas.
Absolutamente no. No mientras me están buscando activamente. No
cuando esta es mi oportunidad de escapar. Finjo desinterés.
—No voy a ir la cama.
—¿Qué, tienes miedo de no poder resistirte a mi atracción? ¿De que
empieces a montar mi pierna en mitad de la noche? —Sawyer me lanza una
sonrisa. Se ve tan guapo que hace que mi coño se caliente.
Mis mejillas arden. Gracias a Dios que él no puede verlo.
—¡No!
—Tranquila, ya tienes mi consentimiento. —Se estira—. Me encanta el
uso libre.
Frunzo el ceño.
—¿Qué demonios significa eso?
—Ya sabes. Fóllame en cualquier momento, ya sea que esté despierto
o dormido... o drogado. —Mueve las cejas.
Recuerdo las veces que me despertaba con la mano de Ben metida
en mis pantalones. No aceptaba un no por respuesta y me presionaba,
lloriqueaba y manoseaba hasta que me rendía y dejaba que se corriera
dentro de mí. Aprieto los dientes.
—Oh, genial. A Ben le encantaba eso.
La habitación se vuelve completamente silenciosa. Siento que se me
erizan los vellos de la nuca.
La voz de Sawyer es tan oscura que me da un respingo.
—¿Ah sí?
Me froto la nuca.
—Jesús, estás siendo raro.
Sawyer gruñe.
—Cali. ¿Qué te hizo?
¡Mierda, ¿podría ver el cambio en mí? No quiero que se entrometa en
las cosas de las que prefiero no hablar. ¿Qué derecho tiene? Una ira
ardiente me atraviesa.
Replico:
—¿Por qué te importa? ¡Literalmente me secuestraste!
Sawyer me lanza una mirada. Parece más violento de lo que lo he
visto nunca.
—Sí, bueno, eres mía. Y quiero saber por qué de repente te pusiste tan
extraña.
—Así no funcionan las cosas. No puedes simplemente secuestrarme y
exigir saber mis pensamientos.
Sawyer me mantiene atrapada en una mirada anormalmente
tranquila.
Mierda. He mostrado debilidad. Debería saber que no debo ponerme
a la defensiva.
Sawyer inclina la cabeza. Instantáneamente, su rostro se despeja de
cualquier cosa que estuviera allí antes, y dice:
—Ven aquí.
—No. —Mis músculos rebosan de energía. Quiero pelear y correr al
mismo tiempo—. No iré a la cama. No tengo sueño.
La sonrisa siniestra sigue en la cara de Sawyer. Apenas mueve su
expresión.
—Quiero dormir, y no lo haré sin ti, para que no huyas y hagas algo
estúpido.
Doy un pequeño paso hacia atrás.
—Sawyer, por favor.
Es un movimiento equivocado. Sawyer se levanta de un salto.
Grito. Me lanzo hacia la puerta principal. Mi cuerpo parece moverse
en cámara lenta. La adrenalina me atraviesa, y me lanzo primero con el pie
derecho y luego con el izquierdo. Joder, él está justo detrás de mí.
Mis dedos rozan la manija antes de que un cuerpo fuerte me golpee
por detrás.
—¡Te tengo!
Mi aliento se escapa de mi cuerpo cuando Sawyer me sujeta contra
la puerta.
—¿Realmente pensaste que podrías escapar de mí, Cali?
Lucho contra una dura pared de músculos. Cuanto más lucho, más
me presiona Sawyer. Se apoya contra mí hasta que lo siento en todas partes.
Sawyer pasa su nariz por mi cuello hasta donde descansa mi collar
contra mi piel y me muerde. El dolor se mezcla con la adrenalina.
—¡Suéltame!
—Hago lo que quiero con mis juguetes —gruñe Sawyer.
Está en todas partes, pesado y respirando mi aire. El hecho de que se
refiriera a mí como un juguete me cabrea.
—No soy tuya —jadeo.
De repente, me arrancan de la puerta y me empujan hacia el salón.
Antes de que pueda recuperar el equilibrio, Sawyer me agarra de nuevo y
me empuja contra la ventana.
—¿Necesitas que te demuestre hasta qué punto eres mía? ¿Que te
folle contra la ventana para que todo el mundo pueda verlo? ¿Que ponga
celosos a Miles y Ryder antes de que entren y te cojan?
El cristal está frío contra mi piel caliente.
—No. —Un escalofrío me atraviesa ante la idea. La idea de que él me
reclame delante de cualquiera.
Sawyer pone su nariz junto a mi mejilla y respira profundamente.
—Ahí está esa deliciosa palabra. ¿Te avergüenza esto, mascota?
Empujo contra el cristal, pero él me sostiene con facilidad.
—No —digo. A pesar de mis esfuerzos, mi coño está caliente. Pulsa con
sus propios latidos, y puedo sentir cada centímetro de mi ropa tocando mi
piel—. Nadie lo verá de todos modos.
—Oh, Cali. ¿Crees que no nos encontrarán? —Sawyer me rodea con
una mano y la desliza bajo el chándal.
Me retuerzo.
—Se ganan la vida rastreando gente, conejita. —Se ríe entre dientes—
. Y creo que esto te excita. —Mueve su mano hacia abajo por mi estómago
y bajo mis bóxers prestados. Me doy cuenta con horror de que si va más
lejos, va a sentir que estoy mojada.
—Creo que te excita pensar en ellos viéndome excitarte. Te gusta la
idea de que se pongan duros viéndote gritar mi nombre.
Jadeo cuando sus dedos rozan mi coño.
Sawyer se ríe de nuevo y susurra:
—Maldita sea, Cali. —Saca su mano, agarra mi camiseta y me la
arranca por la cabeza. Es demasiado grande y se quita fácilmente.
—Pon tus tetas contra el cristal —exige Sawyer.
Mierda. Mi clítoris está desesperado por fricción. Me muevo. Vacilo
demasiado por un segundo, y Sawyer agarra la parte trasera de mi cuello.
Me empuja contra la ventana. Mi gargantilla choca contra el vidrio, y una
fuerte sacudida me recorre cuando el frío vidrio golpea mis pezones.
Sawyer no pierde tiempo en bajarme los pantalones, y de inmediato,
siento su polla contra mi trasero.
—Vamos a mostrarles, ¿hmmm? Enseñémosles lo hermosa que estás
cuando eres mía.
Sawyer me penetra con un empujón brutal. El dolor y el placer me
invaden de inmediato y jadeo.
—Buena chica. Muéstrales.
Cierro la boca instantáneamente.
Sawyer se retira lentamente y vuelve a penetrarme. Luego, me golpea
el trasero tan fuerte que resuena en la habitación vacía.
Grito.
—Mmmm —gime Sawyer—. Qué sonido tan bonito.
Entra y sale de mí. El calor en mi coño comparado con el frío de la
ventana y el miedo de que alguien nos vea se mezcla en un cóctel
embriagador. Se siente tan jodidamente bien.
Sawyer aumenta el ritmo y me toca el clítoris con una mano. Con la
otra me agarra el cuello por debajo de la mandíbula y me echa la cabeza
hacia atrás para que mis pechos queden totalmente pegados al cristal.
—Todo esto es mío —gruñe—. Hasta la última parte de ti. Desde tu pelo
a tus tetas, a tu dulce coño, a los dedos de tus pies. Mío. Y de Miles. E incluso
de Ryder.
Sawyer me frota el clítoris, enviando una sensación que me atraviesa.
Gimo, y sus embestidas se vuelven más furiosas.
—No me ocultes nada, Cali. —El placer me invade y empieza a crecer
en mi clítoris. Me tenso. Sawyer aparta la mano y gime. Se hincha dentro de
mí, me penetra una vez más y luego se queda quieto dentro de mí,
corriéndose.
—Joder —gime—. Joder, Cali, te sientes tan bien.
Mi éxtasis está empezando a desvanecerse, y pongo mi mano en mi
clítoris.
—No. —Sawyer me aparta la mano y me presiona aún más contra el
vidrio—. Las chicas malas no pueden venirse.
El éxtasis se desvanece aún más, y gimo. Mi clítoris late, ansiando la
atención. No puedo moverme para aliviarlo.
—Jódete —siseo.
Sawyer medio se ríe, medio gime.
—Un castigo es un castigo, conejita. —Se sale de mí, dejando caer su
cabeza sobre la parte posterior de mi cuello.
—Joder, te sientes tan bien.
Lucho por alejarme. Todavía estoy desnuda de la cintura para arriba.
—Jesús, hombre.
Sawyer da un paso atrás para que pueda moverme. Me mira con
aprobación.
—¿Quieres que me dé una infección urinaria? —Me pongo el resto de
mi ropa.
Me mira, evaluándome.
—No. Ve a orinar al patio.
—¿Qué? —Me giro hacia Sawyer para mirarlo.
Sawyer levanta las manos en señal de rendición.
—Lo siento, bonita. No hay baño aquí. Ni papel higiénico.
Enseño los dientes en un gruñido. Este hijo de puta. Marcho hacia la
puerta trasera. Aunque lo odie, realmente necesito ir, y no quiero lidiar con
una infección urinaria.
Unos pasos pesados me siguen fuera de la casa.
Me giro hacia Sawyer. El sonido de los grillos llena el aire.
—¿De verdad vas a mirar?
Se pasa una mano por los ojos.
—No. Proceda, bella dama.
Miro a mi alrededor. No hay privacidad. Ningún lugar para agacharse.
Nunca he hecho esto antes. ¿Me bajo los pantalones y simplemente orino
aquí mismo? Levanto la vista. Ahora que mi visión se ha ajustado, está incluso
más brillante aquí afuera. Lo veo mirarme a través de uno de sus dedos.
Mis mejillas arden. He perdido todo sentido de privacidad en todos los
aspectos de mi vida.
Le ladro:
—¿Tienes algún fetiche por la orina? Mira hacia otro lado.
Hace lo que digo.
—No, pero a Miles le podría gustar.
—Asqueroso. —Me bajo los pantalones justo donde estoy y me
agacho—. Demasiada información.
—¿Cómo es eso? Has tenido la polla del hombre en tu garganta y su
lengua en tu coño.
Frunzo el ceño. Cuanto más descubro sobre estos hombres, más los
veo como personas reales. Y eso es inaceptable.
—Solo lárgate, hombre.
Cuando termino, me limpio con hierva seca y paso junto a él. Entro en
la casa.
—¿Vienes a la cama, niño bonito, o qué?
—¿Niño bonito? —Suena genuinamente ofendido—. Miles es el bonito.
Le lanzo una mirada al dios de ojos azules, cabello oscuro y esculpido
que está detrás de mí. Levanto una ceja. Él levanta una ceja en respuesta.
Me siento en la manta que ha colocado en el suelo, y Sawyer se
acuesta a mi lado.
—Acuéstate —exige.
Aprieto los dientes. Necesito que él crea que estoy cumpliendo, pero
me duele hacerlo. Me acuesto rígidamente. Tan pronto como estoy abajo,
él me rodea con un brazo y me tira hacia él. Me jala hasta que estoy
completamente recostada contra su cuerpo. Él entierra su cabeza en la
parte posterior de mi cuello.
—¿Usaste el champú de Miles?
Frunzo el ceño.
—¿Sí?
Él gime, y siento que se tensa detrás de mí.
—Jesús. —Me retuerzo para alejarme. Él solo me aprieta más.
—No haré nada —dice—. No confiaría en mí mismo para no dejarte
llegar al orgasmo, y no podemos permitirlo.
Sawyer se relaja una vez que estoy completamente recostada contra
él. La casa está llena de silencio.
Pienso en los otros hombres. ¿Qué tan cerca están? ¿Pudieron rastrear
el auto? Si es así, ¿cuánto les tomaría encontrarnos en la oscuridad?
Sawyer ronronea detrás de mí.
—¿Qué te hizo Ben?
Me tenso de inmediato. Ben gimotearía y se quejaría hasta que
finalmente cediera. Él terminaría rápido de todos modos, se vendría y luego
se voltearía y se quedaría dormido. No es como si yo no lo hubiera
consentido. Simplemente me siento mal al respecto. Y el hecho de que
Sawyer esté indagando en algo tan personal me aterra.
—Nada —digo—. Estoy tratando de dormir.
—Conejita... —La voz de Sawyer retumba contra mi espalda—. Sé que
estás mintiendo.
—¡No lo hago! —Cierro los ojos.
Sawyer me aprieta más contra él.
—Dime entonces por qué tienes pánico. ¿Tengo que matarlo?
¡Jesús! Giro mi rostro hacia la manta.
—Deja ese tema en paz, ¿bien, Sawyer? Déjalo en paz. Déjame en
paz.
Sawyer gruñe. Me quedo ahí, rígida, esperando a que él pelee más.
Que me presione más. Pero no lo hace. Solo nos quedamos ahí, con su brazo
alrededor de mí en el silencio edificio. Me lleva mucho tiempo relajarme,
aunque sea un poco y aún más tiempo antes de que su respiración se iguale.
Mis pensamientos rebotan de los chicos cazándonos, a escapar, a
nuestra conversación de esta noche. Sawyer se está abriendo más. Se siente
más cómodo. Pero también quiere indagar en mi vida, y eso me asusta
muchísimo. Tengo la sensación de que descubrirá cómo sacarme los
secretos de alguna manera.
No me acerco a las personas. Simplemente no lo hago.
Sé que no tengo mucho tiempo, pero tampoco puedo intentar
escabullirme demasiado pronto.
¿Cuánto tiempo puedo esperar?
35
Sawyer

El olor a humo de cigarrillo, viejo y nuevo, llena mi nariz. Es todo en lo


que elijo concentrarme mientras mi madre se ríe en la cocina. Debe haber
encendido uno nuevo. Cometí un error, seguí una rutina por demasiado
tiempo y ella aprovechó eso.
Ignoro todo lo que le dice a su cliente y me concentro en la alfombra
gastada frente a mí. Tiene algo derramado sobre ella. Es oscuro y pegajoso,
y está cubierto de suciedad vieja. ¿Quizás sea comida?
—¡Sawyer!
Salto ante la voz áspera de mi madre. Mierda. No me di cuenta de
que se había acercado para sentarse a mi lado en el sofá. Ahora puedo
oler el alcohol en ella.
—Sawyer, presta atención. He dicho que saludes a Jerald.
Ni siquiera miro al hombre en el sofá. Sé sin mirarlo que es feo y
hambriento, como todos los hombres que mamá trae a casa. Todos los
hombres con los que me obliga a jugar.
—Hola —digo.
Mamá me frota la espalda y sigue hablando con su cliente. Vuelvo a
dirigir mi mirada a la alfombra. ¿Hice esa mancha? Probablemente. Mamá
diría que sí. Pero ¿qué podría ser? Trato de comer todas las comidas lejos de
aquí. Temo que me atrapen aquí.
Hoy, fui débil. Encontré a Raisin Bran muerto al lado de la carretera, y
volví a casa por tercera noche consecutiva. Quería ver si mamá sabía qué
le había pasado. Para ver si ella lo había matado porque lo metí a
escondidas de nuevo.
—Sawyer —vuelve a decir mamá bruscamente.
Me sobresalto. Puede que la mancha sea de leche con chocolate. Se
parece un poco. Pero tiene textura.
—El señor Jerald ha venido para jugar contigo —continúa mamá.
Cierro los ojos con fuerza. Conozco a Jerry. El temor me invade. ¿Puré
de manzana? Tal vez sea puré de manzana.
Me estremezco cuando una mano pesada cae sobre mi hombro. Al
instante, me pica el brazo. Mamá dijo que tenemos insectos, y estoy
bastante seguro de que me han estado picando cuando duermo aquí por
las noches.
—Sawyer, Jerry dijo que tu técnica apesta. Voy a enseñarte cómo
hacerlo bien.
Me rasco los insectos del brazo. No, si fuera puré de manzana, Raisin
Bran habría tratado de comérselo. Estaba obsesionado con la comida. Una
vez que escucho que Jerry se desabrocha el cinturón, me desconecto por
completo. Probablemente solo sea la ceniza del cigarrillo.
Me pregunto si la señorita Jenny tiene crema anti—picazón.
Tal vez ella podría decirme qué es la mancha.
36
Ryder

Rastreo la camioneta con bastante rapidez. Está en uno de los


antiguos lugares frecuentados por Sawyer. Estaciono mi propio camión junto
a él y siento la emoción familiar que siento cuando cazo personas. Una
concentración absoluta me quema por dentro, y me siento vivo.
—¿Crees que se fue a pie? —pregunta Miles. Es lo primero que dice
desde que salimos de casa. Está enojado, pero va a tener que lidiar con eso.
Estoy protegiendo a nuestra familia.
Observo cada detalle que nos rodea. Ahora está completamente
oscuro. Sawyer dejó la camioneta en las afueras del pueblo, de cara al
campo.
Honestamente, estoy sorprendido de que la haya traído aquí. Y un
poco enojado. Sawyer siempre viene aquí cuando está al borde de perder
el control. Nunca me cuenta lo que hace, pero vuelve un poco menos
destrozado y casi siempre con un animal sucio de algún tipo que le hago
mantener afuera.
Me encojo de hombros.
—Iré a preguntar a los de la caravana si han visto algo. —
Efectivamente, después de hablar con los vecinos, vieron a mis amigos que
se quedaron sin gasolina, caminar hacia el campo hace aproximadamente
una hora.
Oh, ahora ya no puede esconderse de mí. Saco el desinfectante de
mi bolsillo y me echo un poco en la mano.
—Sawyer apagó su teléfono —murmura Miles.
Lo miro de reojo. Está cabreado.
Pregunto:
—¿Qué, tienes miedo de que realmente se te escape?
—Rompió las reglas. —Rechina los dientes Miles—. Se supone que
debe dejarlo encendido.
Arqueo una ceja.
—También se supone que debe matar a sus objetivos, no follarlos y
mantenerlos como mascotas.
Miles saca su localizador de calor de su bolsillo y escanea el área. Está
callado.
—Sigamos adelante.
Solo será cuestión de tiempo. Nuestro mundo se está desmoronando
a nuestro alrededor, pero lo volveré a reconstruir. Nos desharemos de la
chica y luego de este caso judicial. Tenemos que hacerlo.
No voy a perder a nadie más.
37
Cali

Sawyer se tensa a mi lado. Su respiración se vuelve más pesada. Abro


los ojos de golpe, pero él no dice nada. Solo gime un poco.
Joder. Está soñando.
Intento zafarme de su agarre, pero me aprieta con más fuerza,
aplastándome contra su pecho. Siento su polla dura presionada contra mi
espalda.
—Sawyer —jadeo.
Él permanece allí, congelado. Me cuesta respirar y su agarre me
duele.
¿Debería despertarlo? Sé que se supone que no se debe despertar a
alguien de un sueño.
Gime de nuevo y me aprieta más fuerte. Maldita sea, eso duele.
—¡Sawyer! —grito y le araño los brazos. Su agarre se afloja un poco, y
me retuerzo lo suficiente para escapar. Se incorpora, respirando con
dificultad.
Me quedo helada mientras su mirada me recorre. No parece estar
presente. La oscuridad está en primer plano en sus ojos, y parece salvaje.
Tengo miedo de moverme.
Una voz profunda desde el otro lado de la habitación ladra.
—¡Sawyer!
Grito y me giro hacia el sonido de la voz. Dos sombras se agolpan en
la cocina.
Sawyer salta y se arroja delante de mí.
—Lárgate, y tal vez no te mate. —Una cuchilla brilla en su mano.
¿Desde cuándo tiene una cuchilla?
—Sawyer, soy yo.
¿Ese es... Miles? Mierda. Me encontraron.
Me volteo y corro hacia la puerta principal. Se escuchan botas
rasguñando el suelo y pesados pasos. Al llegar a la puerta, tiro del mango,
pero está atascado. Cambio de planes inmediatamente y me dirijo hacia la
escalera. Una mano se extiende para agarrarme. Me agacho y fuertes
dedos se enredan en mi moño.
Grito cuando el dolor me quema el cuero cabelludo.
La mano me suelta.
—Cali, no corras. —Es Miles.
Subo corriendo los escalones. Los pasos me siguen. La casa cruje. La
parte superior se abre a un pasillo y me detengo de golpe. El suelo está
podrido.
Unos fuertes brazos me rodean la cintura y me jalan hacia atrás. Soy
empujada contra la escalera e inmediatamente huelo a coco.
—¡Jesús, Cali! Podrías hacer que te maten. —Su apuesto rostro parece
preocupado.
Chillo de frustración y lo empujo. Me atrapa de nuevo. Miles no me
suelta. Solo aprieta su duro cuerpo más cerca del mío.
Miles acerca sus labios a mi oreja.
—Dios, podría follarte ahora mismo. Luchas contra mí tan
deliciosamente.
Me estremezco. La forma en que me aprieta posesivamente me llena
de un escalofrío de placer. Algo está muy mal conmigo.
Voces enojadas vienen de abajo. Miles suspira y me carga sobre su
hombro.
—¡Bájame! —Le golpeo la espalda. El mundo gira de nuevo, y me baja
en la sala de estar, agarrando mi mano con firmeza.
Sawyer está frente a Ryder. Ambos están nariz con nariz y respirando
con dificultad.
—Es mi juego —gruñe Sawyer.
Ryder me observa. Mueve la mano y el tiempo se ralentiza. Levanta la
mano y me apunta. Está sosteniendo un arma.
En cámara lenta, Sawyer se mueve para ponerse entre nosotros, y
Miles me jala detrás de él.
—¡Jesús! —Se escucha el sonido de fuertes golpes, y algo metálico
golpea el suelo.
Salto, tratando de alejarme de Miles. Un completo instinto de lucha o
huida me golpea, y todo lo que puedo ver es la parte trasera de la camiseta
de Miles.
Me apuntó con un arma. Necesito escapar. Tengo que hacerlo.
Me retuerzo, pateo y araño, y mi mundo se vuelve borroso. Hay gritos,
pero no logro entenderlos. Estoy luchando por mi vida. Me siento cada vez
más atrapada.
—¡Cali!
Parpadeo.
Vuelven a gritar mi nombre. Me concentro en el rostro de Miles que
está justo delante mí.
—Cali, no permitiré que nada te pase.
Parpadeo de nuevo. Me siento atrapada. Me duele el pecho. ¡Ryder
acaba de intentar dispararme!
Miro a mi alrededor. Miles me tiene contra la pared. Mi respiración es
tan pesada que siento que no puedo tomar una respiración completa.
Vuelvo a mirar a mi alrededor.
—Cali. —Miles vuelve a capturar mi mirada con sus ojos verdes—. Él no
te hará daño. No permitiré que lo haga.
Escucho a los otros dos hombres aún peleando. Intento apartarme de
un tirón, pero Miles no me deja.
—Saldremos en un minuto, Cali. Sólo necesito que respires unas
cuantas veces por mí.
No siento que pueda hacerlo. Está demasiado cerca de mí.
—Suéltame —jadeo.
La voz profunda de Ryder gruñe:
—Has llevado el juego demasiado lejos. Voy a intervenir.
Miles mira por encima de su hombro.
—¿Podrías jodidamente parar? No puedes matarla.
Miles se mueve lo suficiente para que pueda ver a los otros dos
hombres. Sawyer grita:
—¡Entonces ella no obtendrá todos los puntos y lo manejaremos luego!
Nada ha ido demasiado lejos.
Ambos están jadeando, con el cabello y la ropa desaliñada. Parece
que se han revolcado juntos, y el sabor a polvo y naftalina llena el aire.
—Cali es mi objetivo. —Sawyer respira con dificultad—. No puedes
cambiar mis reglas, así como yo no puedo cambiar las tuyas cuando es tu
turno. Solo porque decidas no follarte a tus objetivos no significa que yo no
pueda hacer lo que quiera con el mío.
Mi estómago se retuerce. Joder.
Intento moverme, pero Miles se inclina hacia mí nuevamente y susurra
suavemente:
—Tranquila, Cali. Está tratando de ayudar.
—Sawyer —gruñe Ryder—. Tengo un caso de asesinato pendiente en
el tribunal. ¿Qué demonios pasa si los policías la encuentran a ella o su ADN
en nuestra casa, eh? ¿Has pensado en eso?
Sawyer no dice nada.
—Sí, eso pensé. Ustedes dos también desaparecerán. Yo
desapareceré por el resto de mi vida, si no es que muero, Sawyer. ¿Es eso lo
que quieres?
—¡No! Entonces nos mudaremos.
—¿Con una cautiva? —Ryder mira por encima de Sawyer y me ve
directamente a los ojos—. No parece que vaya a ir a ningún lado sin armar
un escándalo, Sawyer.
Me tenso.
Sawyer me mira de reojo. Luego se vuelve hacia Ryder.
—Ella es mía.
La habitación se vuelve mortalmente silenciosa. Miles me agarra un
poco más fuerte.
—Necesitas deshacerte de este problema, y debe ser pronto. —Ryder
señala a Sawyer—. Respeto las reglas de la caza, pero necesito que se
resuelva. Tenemos demasiado en juego en este momento.
Ryder se da la vuelta y sale de la casa.
Sawyer se queda quieto, mirando a Ryder.
Miles retrocede y me tiende la mano. Dice en voz tan baja que casi
no lo escucho por el zumbido en mis oídos:
—Vamos, pequeña sombra. Vamos a llevarte a casa.
38
Cali

Viajo con Sawyer y Miles en la camioneta de regreso a la casa.


Durante todo el viaje de vuelta, lo único en lo que puedo pensar es en
cuánto necesito una bebida. Vino, tequila, whisky, demonios, incluso una
cerveza. Estoy sintiendo todo tipo de cosas que no quiero sentir en este
momento. Especialmente pánico. Sawyer me marcó como suya, pero actúa
como si fuera a matarme tan pronto como se aburra. Miles continúa con su
acto de chico bueno, y Ryder claramente quiere matarme. Soy un riesgo
para todos ellos.
Me giro para mirar por la ventana. Todavía es de noche, pero estoy
tan alterada que ni siquiera estoy cerca de estar cansada.
Cuando llegamos, Miles no me agarra. Me da la ilusión de tener
elección mientras caminamos de regreso a la casa. Y entro sin pelear. ¿Qué
otra opción tengo? Está claro que correr no va a funcionar para mí.
Necesito trabajar de manera mucho más inteligente de lo que lo he
estado haciendo. Necesito entender el juego.
Cuando entramos, pregunto con brusquedad:
—¿Dónde está Ryder?
—Probablemente ya está en la ducha —responde Miles mientras va
hacia la nevera y empieza a sacar comida.
Joder, tengo hambre. Y estoy temblando.
Sawyer me observa.
—Voy a hacer panqueques.
—No, amigo —gime Miles—. Haces un puto desastre, y no puedo
manejarlo en este momento.
Me siento en el mostrador de la cocina, y Sawyer me guiña un ojo. Me
hace detenerme. A la luz, puedo ver que su ojo está hinchado y rojo. Ryder
debe haberlo golpeado. Y, sin embargo, actúa como si nada hubiera
pasado.
—Solo tienes hambre —dice Sawyer mientras agarra algunas cosas—.
Conejita, ven a ayudar.
Me levanto robóticamente. Es mejor que quedarme quieta y dejar
que el pánico se arrastre sobre mi piel. Sawyer saca una mezcla del
gabinete.
—Los tazones están debajo del mostrador.
Me inclino para agarrarlos. Cuando vuelvo a levantarme, Sawyer está
usando un delantal rosado con volantes.
Parpadeo. Es tan opuesto al asesino impredecible que esperaba que
me desconcierta.
Sawyer me mira.
—Oh, qué bueno que los encontraste.
—Sawyer —pregunta Miles—, ¿qué diablos tiene en el cuello?
Salto ante su tono repentino y agudo como si hubiera hecho algo
malo.
Sawyer se ríe.
—Mi collar.
Miles levanta una ceja y me examina. Lo miro con incertidumbre.
Espero que le grite a Sawyer, pero no lo hace. Simplemente asiente.
—Se ve sexy.
Me sonrojo.
Comenzamos a hacer la comida. Todos estamos actuando como si su
novio no hubiera intentado matarme. Como si no tuvieran planes para
matarme más tarde.
Miles me entrega un tenedor para revolver y me sonríe un poco. Se
me hace un nudo en la garganta y, en contra de toda razón, deseo que el
resto de mi vida se esfume y esta escena aquí mismo pueda ser real.
Sawyer quema los primeros panqueques. Miles le grita y eso anima aún
más a Sawyer. Destroza la cocina, pero nos alimenta con panqueques a
medida que salen. Los empapa en copiosas cantidades de jarabe antes
dárnoslas, y tienen un sabor celestial.
Mientras comemos, Miles se vuelve más callado. Veo como Sawyer lo
observa discretamente. Yo también lo miro. Parece que está volviendo en
sí.
—¿Tienes mimosas con esto? —murmuro.
—Sin alcohol. —Sawyer va a entregarme otro panqueque, y empujo
mi plato hacia atrás con un gemido.
—Jesús, Cali, no me dijiste que eras de las que se rinden—. Sawyer me
señala con una espátula—. Come más, lo necesitas.
—No puedo con otro, estoy llena.
Sawyer sonríe maliciosamente.
Lo fulmino con la mirada.
—Madura.
—Oh, aún no te has sentido llena. —Mueve las cejas y sus ojos azules
brillan—. ¿Verdad, Miley?
Miles apenas levanta la mirada.
Sawyer mira a Miles.
—Hablando de estar lleno, todavía no me has agradecido, Miley.
Me tenso. Algo está claramente molestando a Miles, ¿y realmente va
a iniciar otra pelea con él?
Miles lo fulmina con la mirada.
—¿Por qué?
La mirada de Sawyer se oscurece.
—¿Quieres reconsiderar tu actitud, cachorro?
Espero que Miles se enoje, pero en cambio, sus ojos verdes se iluminan.
Murmura algo entre dientes.
—¿Qué dijiste? —Sawyer se inclina.
—Hazlo. Inténtalo —dice Miles, pero veo un indicio de vida retornando
a sus ojos.
Sawyer rodea la isla y agarra el cuello de Miles.
—¿Qué tal si me das las gracias de rodillas, niño bonito? —Lo tira del
taburete y lo empuja hacia abajo.
Están justo delante de mí. Retrocedo un poco en el taburete, pero no
me molesto en moverme.
—Mi polla todavía está cubierta del coño de Cali. Límpiala de mí,
cachorro. —Empuja a Miles hacia atrás por el cuello—. Ahora.
El calor me invade y mi clítoris palpita.
Los ojos de Miles se vuelven hambrientos. Sawyer se quita el delantal y
se baja el pantalón, dejando libre su polla tiesa. Miles inmediatamente lo
toma en su boca, hundiendo sus mejillas. Sawyer gime.
Miles sube y baja, luego lame la longitud de Sawyer, gimiendo.
—Eso es, buen chico. Así se me agradece adecuadamente. —Sawyer
pasa los dedos por el cabello de Miles y luego por su rostro.
De repente, Sawyer levanta la mano y golpea a Miles en la cara.
Salto, el pánico me recorre. Pero Miles no usa su gran cuerpo para
empujar a Sawyer. En cambio, gime y sus ojos se cierran.
Sawyer suelta una risa áspera.
—¿Vas a responderme con insolencia la próxima vez, niño?
Miles asiente lo mejor que puede, sin dejar de chupársela a Sawyer.
Sawyer sonríe.
—Eso pensaba. Ahora déjame usar esa bonita boca. —Agarra la
cabeza de Miles y toma el control, metiéndosela y sacándosela de la boca.
Miles tiene arcadas, y las lágrimas le caen por la cara, pero mantiene sus
ojos en los de Sawyer. Me excita verlos.
—Mierda, cachorro. Vas hacer que me venga ya. —Sawyer se pone
rígido y gime, golpea a Miles una última vez y se detiene.
La lujuria me invade mientras Sawyer se viene en la garganta de Miles.
Se miran mutuamente mientras él lo hace, el placer llenando sus rostros.
Aprieto mis manos. Mierda. Mi coño está goteando.
Sawyer se retira, pasando su mano por la cara de Miles, limpiándole
las lágrimas.
—Buen chico. Eso es, buen chico.
Ambos permanecen donde están por un minuto. Entonces, Sawyer
rodea la garganta de Miles con la mano, justo debajo de la mandíbula, y
tira de él para ponerlo de pie.
Me muevo un poco para aliviar el palpitar en mi clítoris. Ambos
hombres me miran como si se hubieran olvidado de que estaba allí.
Sawyer me da una pequeña sonrisa.
—Miles, ¿por qué no le muestras el lugar? Voy a ducharme.
Miles asiente, y Sawyer se va. No estoy segura de qué acaba de pasar
entre los dos, pero es la primera vez que los veo llevarse bien.
Y a una extraña parte de mí le gusta.
39
Miles

Le doy a Cali un recorrido por la casa. Ya ha visto la mayor parte de


la planta de arriba, pero le muestro la oficina de nuevo y luego la llevo
abajo. Sus ojos se abren cuando ve el enorme sofá, la televisión y el sistema
de juegos. También hay una mesa de billar y una de futbolín, y, por supuesto,
nuestra celda improvisada. No teníamos la intención de traer gente aquí,
pero Ryder siempre está excesivamente preparado. Paso por alto la
habitación del sexo. No estoy seguro de que esté lista para eso todavía.
Cali pasa la mano por la mesa de billar.
—¿De dónde demonios sacan ustedes su dinero? —Aún lleva la ropa
que Sawyer le dio, su cabello desordenado y sus ojos pesados por el sueño.
Se ve hermosa.
Busco esa chispa de celos al verla cubierta con las cosas de Sawyer.
No llega.
—Ryder juega en la bolsa de valores. En realidad, es muy bueno en
eso. Es nuestro Sugar Daddy, por así decirlo.
Cali me lanza una mirada que me dice que no me cree.
Me río entre dientes.
—Ryder es demasiado inteligente para meterse en la mafia o lo que
sea que estés pensando. Demasiadas reglas, demasiado riesgo. Ven, vamos
a ver una película.
Tomo su mano. Es tan pequeña y suave en la mía. Por una vez, no se
aleja de mí, y me produce un placer que me atraviesa el brazo y llega hasta
mi polla. Probablemente sea porque está exhausta, pero aún así.
La siento en el sofá a mi lado.
—¿Qué películas te gustan?
Intenta contener un bostezo.
—No sé. ¿Qué te gusta a ti? ¿Películas de terror?
La miro. Ella me da una pequeña y traviesa sonrisa.
Sacudo la cabeza.
—No te burles de mi si no quieres ser castigada, sombra.
Elijo una película de acción y la reproduzco. Cali vuelve a bostezar.
—Ven aquí. —Tiro una almohada al suelo delante de mí—. Siéntate.
Ella parece confundida.
—Siéntate. Voy a arreglarte el cabello.
Por un momento, Cali parece indecisa. Luego, lentamente, se deja
caer delante de mí. Ese pequeño gesto de confianza me produce otro
golpe de placer, esta vez en mi pecho. No lo merezco, pero ella me lo da
de todos modos. Mierda.
Me aclaro la garganta y agarro el control remoto, colocándolo en la
mesa auxiliar justo detrás del sofá. Poniendo ambos pies a cada lado de ella,
saco su cabello de su desordenado moño. Me lleva algunos intentos, pero
lo hago con la mayor delicadeza posible.
Vemos la película por un rato mientras le peino el cabello con los
dedos. O ella ve. Yo me quedo mirando su cabello y me pierdo en mis
pensamientos.
Me siento horrible por lo de Ryder antes. Este es su primer día de
regreso, y todo está mal. Sé que Sawyer fue a verlo. Le llevó una pila de
panqueques a su ducha.
La voz suave de Cali me saca de mis pensamientos.
—Entonces... ¿cuál es el acuerdo de tus chicos?
—¿A qué te refieres? —Le masajeo el cuero cabelludo con los dedos.
Se estremece y finge que no lo ha hecho.
—Como... ¿Sawyer es un Dom?
—Es versátil —digo.
Ella permanece en silencio por un minuto.
—¿Y tú eres sumiso?
Me río.
—Soy versátil, nena. Sin embargo, mayormente soy sumiso con los
hombres.
—¿Por qué?
Tomo un mechón de su cabello y lo trenzo. ¿Por qué? No sé. Me gusta
así. Calma el caos en mi mente cuando no puedo simplemente... soltarme.
Me aclaro la garganta.
—Siempre he sido así. ¿Por qué te gusta someterte?
Ella se tensa.
—No me gusta.
Agarro otro mechón de cabello.
—Cali, estoy hablando sobre el dormitorio, no de tu mente. Pero
podemos hablar de eso también si quieres.
—Prefiero no hacerlo —dice.
Juego con su cabello en silencio. La película se reproduce frente a
nosotros.
—¿Ryder también es versátil? —pregunta.
La idea de su culo mandón y controlador sometiéndose a alguno de
nosotros me hace reír.
—No, cariño, él solo domina.
—Así que, si Sawyer es versátil, ¿por qué no... después de venirs... ya
sabes?
—¿Devuelve el favor?
Ella se mueve.
Trenzo tres mechones juntos, enfocándome en los diferentes tonos de
rubio de su cabello.
—Sawyer no hace sexo oral.
—¿Por qué?
Me tenso.
—Esa no es mi historia para contar, sombra.
Espero que siga presionando, pero solo asiente y sigue viendo la
película. Los colores brillantes destellan, y las imágenes se mueven en la
pantalla, pero no presto atención. Mientras paso los dedos por su cabello,
mi cuerpo se relaja. Ella también lo hace. Su cabeza se inclina hacia
adelante unas cuantas veces.
—¿Miles? —pregunta suavemente Cali.
—¿Sí?
—¿Qué va a pasarme?
Aprieto mi mandíbula. El único escenario que se me ocurre en el que
ella esté a salvo es si está conmigo. Cerca de mí, como mi sombra. Es lo más
seguro para ella en este momento.
Eso, y que no quiero dejarla ir. Es tan luchadora, fuerte e intrigante.
Cada vez que está en la habitación, me siento atraído hacia ella. Solo
quiero tocarla. Sentirla. Hacerla sentir bien. Ella me hace sentir feliz, y no estoy
seguro de por qué.
Pero no puedo decirle eso. No ahora. Ni siquiera puedo hablar con
ella sobre intentar mantenerla a salvo... no es el momento adecuado. Sé
que se opondrá. Está demasiado asustada para entrar en razón.
—¿Miles?
Suspiro.
—No hablemos de eso ahora.
Su cuerpo se pone rígido.
—Por favor, Cali. Podemos hablar después. Es tarde, vamos a dormir.
Ella sigue mirando la televisión. La levanto y la acuesto a mi lado. Está
rígida por un segundo, luego se relaja. Me acurruco junto a ella, y
simplemente se siente bien. Huele a una mezcla de Sawyer y su propio
aroma natural.
Y me siento en paz. Se siente como si tenerla aquí llenara algo que
faltaba.
Y no creo que quiera dejarla ir nunca.
40
Miles

—¡Mamá! ¿Dónde está mi traje? —Revuelvo un montón de papeles


sobre la mesa. Se supone que mi cita para el baile llegará en cualquier
momento, pero mamá no ha pagado el alquiler. Mi cita es una animadora
de la que he estado enamorado desde el primer año.
Maldición. Mamá solía tener la chequera aquí. ¿Dónde está? Agarro
otra pila de papeles de la mesa. Ella tira todo lo que no tiene sitio aquí... lo
cual es todo.
—¿Qué? —grita mamá desde arriba.
—¡Mi traje! —Mierda, tampoco está aquí. Una cucaracha corre por la
pila de papeles, y la rabia me invade. Tiro las hojas al suelo. No podemos
retrasarnos. Ya nos han advertido sobre el desalojo una vez. Ni siquiera estoy
seguro de que lo que he depositado en la cuenta sea suficiente,
considerando que mamá deja que su actual novio ande por ahí con su
tarjeta.
Se oyen pasos que bajan las escaleras. Me giro. Mamá está fumando
un cigarrillo, con ojeras bajo los ojos.
—Tu traje estaba en tu habitación la última vez que lo comprobé.
Cierro los ojos con fuerza. No es nuevo. Probablemente sea propiedad
de tres personas distintas, pero llevo meses ahorrando. No pensé que su
novio lo robaría. Casi no tiene valor.
Aprieto la mandíbula. Voy a llegar tarde. Y nos van a echar. Otra vez.
Casi no hay ningún propietario en la ciudad que no haya oído hablar de
nosotros o que no nos haya echado de algún lugar.
—Mamá. ¿Dónde está la chequera?
Da otra calada.
—¿No está en la mesa?
—¡No, no está en la mesa! —estallo—. ¿Por qué diablos no lo guardas
en algún lugar especial? ¡Esta casa es un desastre y soy el único que intenta
ayudar!
Ella gruñe.
—¡Vinny ayuda!
La rabia me cubre la visión.
—¡Vinny no ayuda! —Me acerco a ella, inclinándome a su nivel y
gritando—: ¡Te roba el dinero, mamá! ¡Te roba el dinero y te golpea, y ¿qué
haces tú? ¡Le das las gracias por ello!
Mamá se aleja de mí, incluso mientras me grita algo de vuelta.
Retrocedo instantáneamente. Mi estómago se hunde, y el mundo se
ralentiza. Esta es la misma mirada que le dio a mi padre.
Exactamente la misma mirada que siempre juré que nunca pondría
en el rostro de otra persona.
Retrocedo.
—Mamá... lo siento.
Ella simplemente sigue gritando.
—Yo... —Mi corazón se acelera—. Encontraré la chequera. La
encontraré, y todo estará bien.
Choco contra la mesa.
Soy igual que él. Nunca seré diferente. Juré que nunca sería como él,
pero soy igual que él.
41
Miles

Me despierto sobresaltado, respirando con dificultad. Sonidos fuertes


llenan la habitación. Una mujer, Cali, está frente a mí. Vuelvo a la realidad.
Cali comienza a incorporarse.
—¿Qué está pasando?
Me incorporo por completo. Solo fue un sueño. Solo un sueño. No me
di cuenta de que esa sería la última vez que vería a mi madre con vida. He
estado teniendo ese sueño más y más seguido últimamente. Es hora de
matar de nuevo. Cada vez que borro a un maldito abusador de la tierra, los
sueños se van de nuevo.
El sonido de una explosión llena la habitación. Mierda, la televisión
sigue encendida. ¿Dónde está el control remoto?
Ahí está, en el tocador.
Me inclino sobre Cali para agarrarlo.
Ella retrocede violentamente, arrojando las manos frente a su rostro.
Me quedo congelado.
Cali se hecha hacia atrás, mirándome desde detrás de sus manos.
Un escalofrío recorre mi estómago. Actúa como si pensara que iba a
pegarle. ¿Cree que la golpearía? La culpa me llena inmediatamente,
seguida de cerca por la ira.
—Cali... —Trago saliva, luego gruño—: ¿Alguien te ha estado
golpeando?
Retrocede más.
—Lo siento. ¡Lo siento! Yo... no quería, eh... lo siento.
Aprieto la mandíbula mientras sus ojos se mueven por la habitación,
buscando una salida.
Mi voz suena oscura.
—¿Te importaría decirme por qué es la segunda vez que te encoges
así?
Puedo ver el pulso de Cali acelerado en su garganta. Se sienta más
erguida. Parece que está buscando una excusa.
—Quizás te tenga miedo —dice.
Esas palabras me golpean como un puñetazo en el estómago. Trago
saliva. La ira me invade con la misma rapidez. No, solo está tratando de
encubrirlo.
Frunzo el ceño y aprieto los dientes.
—No parecías demasiado asustada durmiendo a mi lado.
Los ojos de Cali vuelven a desviarse.
—Sí... bueno. ¡Estaba cansada! No cambia el hecho de que me
secuestraste.
Recuerdo la primera vez que se encogió conmigo. Lo ignoré porque
creí que podría tener miedo de mí por eso. Ya no.
—Cali. —Mi voz es baja y llena de advertencia—. Creo que es hora de
tener una pequeña conversación.
Ella aprieta la mandíbula.
—No.
Sus ojos están llenos de miedo. Eso hace que mi sangre hierva. Juré
que nunca volvería a tener esa mirada.
Siento ganas de vomitar.
—Niégate todo lo que quieras —digo más alto de lo que pretendo—.
No te irás de este sofá hasta que seas honesta conmigo.
Cali levantas sus piernas y las envuelve con los brazos. Me mira con los
ojos muy abiertos por el miedo.
Maldita sea, lo he vuelto a hacer. Respiro profundamente. Mis manos
tiemblan. Estoy arruinando todo. ¿Qué demonios me pasa? No soy mi padre.
No soy él.
Pero eres como él. Asustas a la gente.
—Cali. —Me aclaro la garganta y lo intentó de nuevo, más
suavemente—. ¿Sabes qué tipo de personas cazo?
Mira fijamente sus manos y no responde.
Quiero extender la mano y levantar su mentón para que me mire, pero
no podría vivir conmigo mismo si se encogiera de nuevo.
—Cali —digo, tratando de evitar que me tiemble la voz. Jesús, estoy
siendo tan débil en este momento. No quiero que me odie por esto. Aclaro
mi garganta—. Mis objetivos son maltratadores de esposas. Pedazos de
mierda. El tipo de personas que hacen que las mujeres se encojan.
Observo a Cali tragar, su delicado cuello moviéndose. Ella no me mira.
Espero, con el corazón latiendo rápido.
Ella respira hondo y levanta la mirada.
Aparto la mirada, demasiado asustado para ver el miedo en sus ojos.
Necesito que ella entienda completamente. Respiro hondo.
—Los arranco de sus miserables vidas y les doy una botella de agua y
un cuchillo. Los hago correr, y cuando los atrapo, los golpeo como ellos
hacen con sus mujeres.
Los golpeo con los puños hasta que se les acaba la vida. Me atraviesa
un escalofrío de emoción con solo pensarlo. Lo que también hace que el
odio a mí mismo llegue justo después.
Eres igual que él, pero más fuerte. El matón más grande.
—¿Y el cuchillo? —susurra Cali, sacándome de mis pensamientos.
—¿El cuchillo? ¿Eso es lo que le preocupa? —Parpadeo—. A veces
intentan cortarme con él.
Silencio. Permanece en silencio durante tanto tiempo que me atrevo
a echarle un vistazo. No parece asustada.
No puedo evitar la enorme ola de alivio que me atraviesa. Pero incluso
si tuviera miedo, todavía haría lo siguiente. Sin embargo, que no tenga
miedo hace que sea más fácil.
Me inclino hacia adelante.
—Así que dime quién es, o lo averiguaré yo mismo. Revisaré a todos
en tu vida, y no habrá nada que tú, o cualquiera de ellos, pueda ocultarme.
Y no creo que quieras eso.
Cali me mira con esos ojos azules y pregunta:
—¿Qué les harás?
—¿A quiénes, sombra?
—¿A los que no hicieron nada?
Un siniestro sentido de victoria se instala en mi pecho. Gruño:
—Así que hay alguien que hizo algo.
Ella aprieta la mandíbula y se queda callada.
—¿Por qué no hablas conmigo? —pregunto. La frustración me invade.
Estoy arruinando todo.
Cali me mira y sostiene mi mirada con ira en la suya.
—Sawyer me dijo que era estúpido mostrar debilidad.
Me rechinan los dientes. Sí, eso suena como algo que ese idiota diría.
—Sawyer es un idiota a veces.
—Pero no está equivocado, Miles —dice, exasperada—. No sé si voy
a sobrevivir la próxima semana. ¡Por culpa de tu novio! ¿Por qué debería
hablar contigo?
Me retraigo un poco. No dejaré que la toque. Se lo dije.
Intento mantener mi voz tranquila:
—Cali, no voy a dejar que te mate.
Ella se burla.
—Son palabras bonitas, ¿verdad? Pero cuando llegue el momento,
¿realmente vas a elegirme a mí antes que a tu novio?
Aprieto los dientes.
—No llegaremos a eso.
—¿Cómo? ¿Cuáles son mis opciones, Miles? —Los ojos de Cali brillan.
Mierda, ¿son lágrimas?
Mi corazón se resquebraja.
—Vendrás con nosotros —digo—. Él permitirá que te quedes con
nosotros si no representas una amenaza.
—¿Qué pasa con conseguir suficientes puntos? —Una lágrima recorre
su rostro.
Trago saliva.
—Si Ryder llega a pensar que dirás algo sobre nosotros, te perseguirá.
—¡No lo haré! Lo juro por todo. —Extiende la mano para agarrar mis
muslos—. Tienes que creerme.
Me quedo congelado. Me está tocando. Quiero extender la mano y
sostenerla, pero tengo miedo de que se encoja.
—Lo hago.
—¿Lo haces? —responde enojada—. ¿Lo haces, o simplemente lo
dices?
Mierda. Está temblando. Lentamente, extiendo la mano hacia ella.
—¡No me toques! —llora.
Recorto la distancia que nos separa y la envuelvo en mis brazos. Ella
se resiste un segundo. La abrazo con más fuerza. Desearía poder
deshacerme de todo esto por ella. Simplemente no sé cómo.
La tensión abandona el cuerpo de Cali, y se rompe en sollozos.
—Quiero irme a casa. Quiero volver a casa, y quiero que mi vida
vuelva a la normalidad. Quiero a mi gato. Quiero mi cama, mi comida y mis
bebidas. Por favor, Miles.
Acaricio su cabello sobre la trenza que le hice antes. Mi corazón se
rompe.
—Por favor. —Cali sigue llorando.
Una parte de mí quiere ceder ante ella. Odio verla tan rota. Pero sé
que esa antigua vida ya no podrá ser una realidad para ella. Ella no puede
dejarnos. No se le puede permitir andar por ahí sabiendo quiénes somos y
qué hacemos.
Una voz en mí grita que ella no dirá nada.
Pero no quiero que se vaya.
No la dejaré ir.
—Ben —susurra.
—¿Qué? —Me inclino hacia abajo.
Tiene hipo.
—Fue Ben quien me golpeó.
42
Ryder

Estoy sentado en la mesa del comedor con mi familia. Papá se sienta


en el extremo superior de la mesa, haciendo sonar los cubiertos. Está de mal
humor esta noche.
—Ryder, da las gracias —exige.
Trago saliva, pero inclino la cabeza. Tal vez si hago esto bien, él estará
más contento. Hay una oración diferente para cada día de la semana, y es
difícil recordarlas. Comienzo suavemente.
—Querido Dios, perdón...
Un tenedor tintinea y me sobresalto. Papá me está mirando con furia
desde su cabeza inclinada. ¿Qué parte dije mal?
Comienzo de nuevo.
—Querido Dios, danos el perdón que necesitamos y no merecemos.
Somos pecadores miserables... —Digo la oración hasta el final, cerrando los
ojos con fuerza.
Cuando termino, hay silencio. Levanto la vista tímidamente.
Papá levanta una ceja. Trago saliva.
—Esa no es la oración correcta, hijo.
El temor me golpea en el estómago. Papá dice que, si no lo digo
correctamente, Dios no lo escuchará y la comida no será bendecida. Que
nos enfermaremos si no se bendice la comida.
Comienzo de nuevo.
—Ryder, olvidaste 'en tu misericordia salva mi alma'.
Mi estómago gruñe.
—¿Puedes recordármelo?
La voz de papá está enojada.
—¿Lo intentas siquiera? ¿Quieres enfermarte? Sería una muerte
horrible morir a manos de un Dios enojado.
Digo la oración correcta de nuevo.
Papá sacude la cabeza.
—Hazlo bien la próxima vez desde el principio. —Toma el puré de
papas.
Espero la comida. Tengo hambre, pero no quiero provocarlo. Mamá
me pasa el brócoli, tosiendo profundamente. Ha estado enferma durante
un tiempo.
—Así que, hijo —pregunta papá—. ¿Cómo estuvo la escuela hoy?
Lo miro. No parece enojado. No parece... nada.
—Bien. —Me rasco la piel alrededor de mis uñas. Por favor, no
preguntes por mis calificaciones. Por favor. Tal vez mamá no se lo dijo.
—¿Cómo te fue en el examen?
Me muerdo la piel del interior de mi boca.
—Bien.
—¿Qué puntuación obtuviste?
Cierro los ojos con fuerza.
—Estuvo difícil.
La mesa queda en silencio.
—Te pregunté qué nota sacaste, no si pensabas que era difícil.
Respóndeme.
—B —susurro.
Los cubiertos de papá tintinean contra la mesa y mamá hace una
mueca.
—Hijo, veo un problema grave aquí. No lo intentas. No das lo mejor de
ti. He intentado ayudarte una y otra vez, y no está funcionando. —Niega
con la cabeza—. Tendremos que ir al baño de nuevo.
—No. —Me tenso—. Por favor, no.
—Cariño, él lo intentó… —Mamá intenta ayudar, pero papá habla por
encima de ella.
—O eres un niño malo a propósito, o tienes un espíritu maligno en ti. Tu
madre te enseña en casa para enseñarte los caminos de Dios, y tu corazón
está endurecido.
Me pica la espalda. No ha cicatrizado completamente desde la
última vez que fuimos allí.
Papá grita:
—¡Levanta el trasero!
Me estremezco. Estoy duchándome de nuevo. La casa en la que
estaba escondido Sawyer estaba sucia y cubierta de polvo, pintura de
plomo y asbesto.
Les dije a los chicos que también tenían que lavarse, pero me
ignoraron para pasar tiempo con su noviecita.
La ducha tarda más de lo normal. Cuando salgo, siento que me
palpita la mejilla donde Sawyer me golpeó. No puedo ver mi reflejo ya que
su mujer rompió mi espejo.
Pequeña cosita luchadora. Apuesto a que es divertida en la cama.
¡Joder! No, no puedo estar pensando en eso. Necesito ser el fuerte. Tal
vez después de unos días, los hombres la olvidarán. Tienen que hacerlo.
No permitiré que vayan a la cárcel por una mujer. No importa lo
hermosa que pueda ser.
43
Sawyer

Le llevo el desayuno a Ryder después de su ducha. Él gruñe en señal


de agradecimiento. Voy a marcharme, pero él extiende la mano y golpea
la cama junto a él.
—Quédate—, exige.
Me quedo helado. No estoy seguro de cuán molesto está por nuestra
pelea.
Ryder suaviza su mirada. —He tenido que dormir con un ojo abierto
durante los últimos días. Por favor. Quédate.
Internamente, me retuerzo. Odio que haya tenido que pasar por eso.
Me deslizo en la cama junto a él, y se queda dormido en cuestión de
minutos.
Salgo sigilosamente para agarrar uno de mis libros y luego leo,
acurrucado junto a él.
En algún momento, oigo la puerta principal cerrarse de golpe y la
camioneta arranca. Recibo un mensaje de texto de Miles:
Cali está dormida en el sótano. Saldré. Estate listo cuando vuelva.
Me siento más erguido. ¿Estar listo? ¿De qué está hablando?
Voy a ver a Cali, que está efectivamente dormida, acurrucada en el
sofá de abajo. Me quedo allí mirándola. Se ve tan suave e indefensa.
Estoy dividido entre Ryder y Cali. No puedo dejarla sola. Pero Ryder me
pidió que me quedara.
A regañadientes, vuelvo a la habitación de Ryder, dejando la puerta
entreabierta para escuchar a Cali.
No hay movimiento durante unas horas. Luego, oigo a Miles regresar,
y lo encuentro en la puerta principal.
Pero no está solo. Tiene un cuerpo sobre su hombro.
—¡Miley!
—Oye, Cyrus. —Pasa a mi lado y entra—. Hazme un favor y abre la
puerta del sótano.
Puedo oler el sudor y orina. Los ojos de Miles están llenos de vida, y se
ve sexy cargando a otro hombre adulto con facilidad.
La emoción se apodera de mí, y me lanzo hacia adelante para
ayudar.
—¿En qué lío te has metido, Miley?
—Es mi turno para cazar. Así que estoy cazando.
Santa mierda. Una deliciosa emoción me invade, y lo sigo de cerca.
La sangre gotea detrás de Miles mientras baja las escaleras. El hombre debe
estar desmayado porque no lucha. Se me hace vagamente familiar, pero
no puedo ver su rostro.
Miles lo lleva a la celda, y lo sigo lo más cerca posible. Levanta al
hombre sobre su hombro y lo tira en el suelo de cemento.
La cabeza del hombre hace un sonido hueco.
—Hombre. —Le doy un puñetazo a Miles en el hombro—. Qué
desperdicio, ni siquiera está despierto. ¿Quién es?
Miles hace un gesto hacia el interior con disgusto.
Me sumerjo en el drama con el que está tratando esto. Miles está
cabreado. Qué emocionante.
Paso sobre el cuerpo y me agacho.
—Bueno, bueno, bueno. —Me levanto. El asco me recorre—. Si no es
Ben.
44
Miles

Asomo la cabeza en el sótano. Cali no se ha movido. Cierro la puerta


de la celda. Es gruesa y ligeramente resistente al sonido.
Arrastré una camilla aquí antes. Sawyer me ayuda a cargar a Ben en
ella, atándolo. Incluso parece una perra marica con su cabello rubio teñido
y la boca en un puchero permanente.
Odio puro corre por mis venas. Mi cuerpo zumba con la idea de otra
cacería. Agarro las sales aromáticas de mi bolsillo y las agito bajo su nariz.
Ben se estremece.
Me inclino sobre el pedazo de mierda, pasando mi dedo por su mejilla.
—Despierta, despierta, dormilón.
Gime.
Estoy en mi momento más tranquilo cuando mato. Mi momento más
pacífico. Es como si el resto del mundo desapareciera y mi único objetivo
fuera completar la matanza que tengo delante.
Bueno, mi momento más tranquilo hasta que conocí a Cali. Ella hace
algo por mí. Algo que no sé cómo describir. Es como si mi alma estuviera...
en casa a su alrededor. Y eso me asusta.
Me centro en Ben con energía eficiente. Se queja y mira a su
alrededor con los ojos llorosos.
—¡Bienvenido de vuelta, dormilón! ¿Tuviste una buena siesta?
Ben se enfoca parcialmente en mí y retrocede. Bueno, lo mejor que
puede. Su impotencia hace que un escalofrío me recorra y me llegue
directo a la polla.
—Tú... —balbucea.
—Sí, yo. —Sonrío—. Puedes llamarme Karma. Voy a hacerte pagar por
lo que le hiciste a Cali.
—¿Cali? —Parpadea lentamente, todavía sin enfocarse en nada.
—¿Qué demonios le hizo a Cali? —gruñe Sawyer.
La ira hierve en mí. ¿Ben actúa como si Cali fuera olvidable? ¿Como
si lo que le hizo no significara nada? Golpeo el borde de la camilla lo
suficientemente fuerte como para hacer que toda la cosa tiemble.
Sawyer dirige toda su atención hacia mí.
—¿Qué. Le. Hizo? —La oscuridad vuelve a destellar en sus ojos. Está
asustado. Sabe lo que hacen mis presas.
Me pongo delante de la camilla.
—Sawyer, esta es mi maldita presa. No lo toques.
Aprieta la mandíbula, su respiración se vuelve pesada.
—Dime.
Trago saliva. Él lo va a matar. No quiero decírselo.
Sawyer debe verlo en mis ojos de todos modos.
Sawyer se lanza hacia la camilla y me tiro hacia su cuerpo para
detenerlo.
—¡Sawyer! No lo mates. ¡No lo mates! —Lo empujo hacia atrás un
poco. —No puedo jugar si está muerto.
—No me importa una mierda jugar —gruñe Sawyer.
—¡Es mi presa! —Empujo a Sawyer con toda la fuerza que tengo. Da
un solo paso hacia atrás.
—Vete a la mierda, Sawyer. Es mío para matar.
—¡No me mates! —llora Ben desde la camilla—. Oh, mi jodido Dios, ¡no
me mates!
Sawyer aprieta los dientes, las venas de su cuello se abultan.
—¿Tocó a Cali? Voy a arrancarle la cabeza de su cuerpo. Apártate.
—¿Ustedes conocen a Cali? ¿Está aquí? ¡Cali! ¡Cali, ayúdame!
La mirada letal de Sawyer se mueve lentamente hacia la mesa.
Ben solloza.
—¡Es mi chica! Por favor, dime que sabes dónde está.
En un instante, estoy sobre Ben, mi puño golpeando su rostro.
—Ella es nuestra chica —le digo con un siseo—. Ella es demasiado
buena para ti.
Ben grita, forcejeando y llorando. Sawyer está congelado al final de
la camilla, la oscuridad apenas contenida en sus ojos.
—Miley —él gruñe—. Elige otra presa. Déjame matarlo.
—Oh, ¿Ahora quieres que renuncie a mi presa? —le gruño—. Porque
estabas tan dispuesto a hacer eso con tu pequeña novia, ¿verdad?
Ben lucha contra sus ataduras.
—¿Novia? ¡Cali! ¡Puta tramposa de mierda!
Veo rojo. ¿Acaba de llamar puta a mi chica? ¿Encima de todo lo
demás? Enloquezco, golpeando el cuerpo de Ben, puñetazo tras puñetazo,
manteniendo apenas la suficiente lucidez para no golpear su cara y poder
mantenerlo con vida. Siento a Sawyer haciendo lo mismo al otro lado.
Una voz de mando resuena.
—¿Qué demonios está pasando?
Mi neblina se despeja lo suficiente como para mirar hacia atrás. Es
Ryder.
Se apoya en la puerta con una expresión en blanco en su rostro.
—¿Otra vez jugando sin mí, chicos?
45
Ryder

Ninguno de los dos hombres responde.


Echo un vistazo al hombre sobre la mesa. Balbucea algo ininteligible y
sangra por la boca.
Levanto una ceja hacia mis hombres. El pecho de Miles sube y baja.
Está fuera de control. Respira hondo varias veces, luego se endereza.
—Tengo algo más en el coche. Sawyer, te mataré si lo matas.
Miles me empuja y murmura:
—Aparta tus manos de él, Ryder. Es mío.
Miles está siendo muy posesivo. Vuelvo la mirada al hombre sobre la
mesa. Está gimiendo por algo y pidiendo ayuda a alguien.
Normalmente, Miles nos deja ayudarlo a atraparlos. ¿Qué es diferente
en este?
Hago contacto visual con Sawyer por un segundo. Sus ojos vuelven a
estar oscuros y atormentados.
Mierda. Pensé que lo había sacado de él. Ambos hombres están
descontrolados. Jesús, necesitamos esta matanza, y luego necesitamos otra
buena follada.
Miles regresa y tira al suelo una jaula improvisada y una bolsa. Está
llena de... ratas.
Me doy cuenta de lo que está haciendo, y mi polla se pone dura.
Maldición. Este tipo de tortura no es lo habitual para Miles.
Sawyer sale de la neblina en la que estaba. Se inclina sobre el hombre.
—Voy a mostrarte cuánto nos pertenece.
La tensión llena mis músculos. ¿Nos pertenece? Ella es sólo un juguete
y uno peligroso, además.
No una puta novia.
Miles agarra algunas cosas de la bolsa y pregunta:
—¿Quieres jugar un juego, hijo de puta?
46
Cali

Me despierto parcialmente cuando Miles y Sawyer bajan las escaleras.


Estoy exhausta, y mi cuerpo se siente pesado por el sueño. ¿Cuándo fue la
última vez que dormí bien?
Me recuesto en el sofá, soñando lúcidamente. Una débil discusión se
filtra en mis sueños.
Las voces enojadas desencadenan un flashback. Comienza como
siempre. Normal.
Estoy sentada en el apoyabrazos del sofá con estampado floral. Sé
que, si le rezo a Campanita, ella me dejará volar.
Sostengo mi juguete. Tiene una falda verde brillante con un moño
amarillo en la cabeza. Es bonita, como mi mamá. Como mi abuela.
El sofá texturizado se clava en la planta de mis pies de cinco años. La
abuela me dice que, si soy buena y rezo, mis oraciones serán respondidas. Y
he sido buena toda la semana.
Cierro los ojos con fuerza y rezo para que Campanita, por favor, por
favor, me deje volar. Confío en ella, y confío en mi abuela, que dice que las
oraciones siempre son escuchadas. Respiro una vez, emocionada, con los
dedos de los pies hormigueando. Luego, salto.
Por un segundo, vuelo. Luego golpeo la alfombra gruesa con un golpe
sordo. El aleteo en mi pecho tarda un minuto en calmarse, y lentamente,
una pizca de tristeza me atraviesa.
Está bien. Eso fue solo un error.
Me subo al sofá de nuevo, pidiéndole a Campanita que me ayude.
Lo intento de nuevo.
De nuevo, nada. Me niego a permitir que esa traición progresiva se
establezca y lo intento una y otra vez. La abuela dijo que la oración
funciona. ¿Por qué no me escuchó?
—¡California!
Salto.
La abuela entra furiosa en la habitación. Sé que está enojada por la
forma en que agarra la cuchara de madera que usa para la pasta.
La abuela se enfada mucho. Ya me lo esperaba.
Sus labios se tensan sobre sus dientes.
—¿No recogiste tu tazón?
¿Mi tazón? ¡Ah! De la cena. Trago saliva.
La abuela me mira como yo miro a mi hermano mayor cuando
destroza mi granero Lincoln Log. Como si me odiara.
—Ven aquí, California.
Mis piernas se ponen rígidas, obedezco, tropezando con Campanita.
Ella se desliza debajo del sofá.
La abuela se inclina.
—Date la vuelta.
Miro la cuchara, con los latidos del corazón golpeándome el pecho.
¿Me va a pegar? Sólo mis hermanos me pegan, y se meten en problemas
por ello.
Mis manos empiezan a sudar.
—Bájate los pantalones.
Me quedo ahí, congelada. ¿Bajarme los pantalones? Siempre
escondemos la ropa interior en el tendedero para que la gente no pueda
verla. Es vergonzoso mostrar tu ropa interior.
—No.
—No te lo voy a decir otra vez. —La voz de la abuela aumenta de
volumen y sus labios se curvan como si oliera algo malo.
Ahí está el enojo de nuevo. Conozco esto. Esto es cómodo. Todo lo
que tengo que hacer es gritar, y mi corazón dejará de latir como un tambor
dentro de mí.
Mi pecho se calienta.
—¡No!
Los ojos de la abuela se abren de una manera que no he visto antes,
como si intentara ver cualquier movimiento mínimo que haga. Luego me
envuelve en sus brazos tan rápidamente que me quedo desorientada por
un segundo. Esto es lo que se siente ser abrazada al final de cada día. Cómo
se siente cuando me jala hacia ella para besarme en la cabeza.
Solo que dura un parpadeo, y luego se sienta y me jala con ella. Mi
estómago se clava en su rodilla. El calor corre por mis venas, y mi corazón
comienza a latir rápido. Algo está muy mal.
Siento sus manos en mi pantalón.
Grito y empujo con fuerza, con las mejillas ardiendo.
—No mires, maldita sea, Cali.
Algo no está bien y no puedo ver lo que está haciendo. Me revuelvo
y giro mi cintura para ver. La cara de la abuela está roja y… sonriente. Sólo
que ella no está contenta, como cuando saco buenas notas. Y sus manos
no se mueven como lo hacen cuando escogen mi ropa para el día.
Por un momento, parece alguien que no he visto antes.
—¡Date la vuelta o recibirás más! —Me obliga a bajar el pecho.
¡La cuchara! ¿Dónde está la cuchara?
Su rodilla se clava en mi estómago. El miedo me golpea tan fuerte que
no puedo respirar. No puedo ver. No veo nada.
El consuelo que ella me brindaba ha desaparecido, dejando un vacío
del que me esfuerzo por escapar.
—¡No! —chillo y forcejeo, pero ella no cede. Odio ese chasquido de
miedo en mi voz, la forma en que las lágrimas empiezan a arder en mis ojos.
Esto va a doler. Más que una inyección en la consulta del médico. Más que
cuando me caí de la bicicleta. Sé que quiere que duela mucho por cómo
me mira.
No puedo luchar contra el miedo. Lucho, lloro y grito.
¿Por qué no me deja mirar?
Me incorporo repentinamente, jadeando por respirar. Mierda. ¿Dónde
estoy? Observo a mi alrededor. Estoy en el sótano. El sótano donde están los
chicos. Donde me tienen retenida.
Me doy cuenta de que lágrimas han surcado mi rostro. Las limpio. Odio
ese recuerdo. Busqué ese juguete cuando me hice mayor. Pensé que tal vez
los recuerdos cesarían si encontraba el lugar donde había desaparecido.
Supongo que es bueno que no la haya encontrado. Dejé de creer en ella
ese día.
Escucho voces enfurecidas y amortiguadas. Por un segundo, suenan
como las de mi abuela, y me tenso. Me relajo tan pronto como escucho que
las voces son más bajas y masculinas.
Observo a mi alrededor. ¿De dónde vienen?
Mientras lo hago, la puerta de la celda en la que me tenían encerrada
se abre, y no solo salen Sawyer y Miles, sino también Ryder. Miles cierra la
puerta tras ellos. Todos me miran y Ryder cruza los brazos.
Miles y Sawyer me miran fijamente, pero sus miradas están en blanco.
Sawyer inclina lentamente la cabeza. Parece un depredador.
Mis músculos se tensan. Algo no está bien.
—¿Qué... qué están haciendo ustedes? —pregunto.
Una sonrisa lenta se extiende por el rostro de Sawyer.
—Hola, conejita.
¿Qué demonios? Me arrastro hacia el borde del sofá. Este no es el
Sawyer normal. Ha cambiado de alguna manera.
Incluso Miles parece diferente. Parece distante.
Respiro profundamente. Mis ojos pasan rápidamente hacia las
escaleras.
Sawyer arrastra las palabras.
—O va a luchar, o va a huir, no puedo decidir cuál.
—¿Por qué tendría que hacer cualquiera de esas dos cosas? ¿Qué
están haciendo ustedes? —Mi corazón está latiendo con fuerza.
—Vamos a jugar a un pequeño juego. —Sawyer camina por el lado
del sofá más cercano a las escaleras.
Doy un paso atrás.
La voz de Miles viene parcialmente desde detrás de mí.
—Obtendrás puntos, conejita.
Salto. Miles ha rodeado el sofá por el otro lado, cortando mi escape
de Sawyer. Detrás de mí está bloqueado por la televisión.
Sawyer sonríe con suficiencia.
—Ryder, trae la cruz.
Mi mirada se dirige a Ryder.
Está parado como un centinela silencioso.
Gruñe en voz baja.
—No soy tu mascota, Sawyer. Consíguelo tú mismo.
—Está bien. —Sawyer encoge los hombros—. Todo tuyo, Miley.
Cuando Sawyer se voltea y camina hacia el otro lado del sótano, deja
mi camino hacia las escaleras abierto.
Me lanzo hacia la libertad.
47
Cali

Miles se mueve al mismo tiempo.


Alcanzo el último escalón antes de que su enorme mano se cierre
sobre mi muñeca.
Grito. Miles me arrastra hacia él, y levanto mis manos y le araño los
ojos.
—Jesús. —Él me agarra, tirándome hacia su pecho.
—¡Déjame ir! —grito. Mis brazos están atrapados contra su pecho.
Levanto mi rodilla para golpearlo entre las piernas. Nos deja a los dos en el
sofá y se pone encima de mí.
—Tranquila, Cali. No te voy a hacer daño.
—¡Quítate de encima! —Le araño cualquier pedazo de piel que
pueda alcanzar.
Miles entierra su cabeza en mi cuello.
—No.
Mi pecho se agita en busca de aliento. Me tiene inmovilizada y
apenas puedo moverme. Su aroma a coco me inunda la nariz, mezclado
con algo más.
—¿Qué demonios te pasa? —pregunto—. ¿Qué está pasando?
Miles no me responde, y hace que mi corazón lata más rápido.
Sawyer regresa, y por lo que puedo ver, arrastra una cruz de madera
en forma de X. Una cruz de San Andrés.
Me quedo helada.
Sawyer la arrastra justo frente al televisor.
—No —susurro.
Miles dice en mi oído:
—Cien puntos. Aquí mismo, ahora mismo.
Trago saliva.
Sawyer jadea.
—Dios mío, eso es pesado. —Mira alrededor de la habitación—. ¿Es
por eso que no pudiste traerla?
No hay respuesta.
Sawyer se acerca a nosotros, con una ceja levantada.
—¿Correr y luchar? ¿Tanto querías que tuviera la razón, conejita?
Le gruño.
Sawyer se vuelve hacia Miles.
—¿Crees que puedes conseguirlo con ella, Miley? Parece que ya te
está costando.
Muevo la cabeza para intentar ver de qué están hablando.
—Puedo hacerlo.
Sawyer suelta un pedazo de tela. Miles se aparta un poco de mí.
—¡Miles! ¿Qué estás haciendo? —Intento apartarme, y él me deja. Me
arrastro hacia adelante antes de que él se siente pesadamente sobre mí.
Se inclina.
—¿Alguna vez has experimentado con la privación sensorial?
Me quedo helada.
—Vamos a follar ese bonito coño tan fuerte que no podrás caminar
después.
Respiro profundamente.
Miles coloca la tela sobre mis ojos, sumiendo mi mundo en la
oscuridad. Oh, Dios mío, no puedo ver.
La adrenalina corre por mí, y lucho.
—¡No!
Miles lo ata detrás de mi cabeza. Me levanta y, al instante, me eleva
en el aire. Siento que me muevo.
No puedo ver nada. El movimiento es mareante. Intento arrancarme
la venda de los ojos, pero unas manos agarran las mías y las tiran sobre mi
cabeza mientras mi espalda golpea algo duro.
No puedo ver. No me dejan ver. No puedo hacer esto.
—¡No! No, no, no.
—Oye, Cali. Oye. —La voz de Miles llega directamente a mi oído—.
Tranquila, nena.
Jadeo para respirar.
—Quítalo. Quítalo, quiero ver.
Hebillas de cuero frío se cierran contra mis manos, sujetándolas en su
lugar contra la madera fría.
Lucho y mi corazón late con fuerza. Joder. ¿Por qué demonios estoy
actuando así? El recuerdo todavía está fresco en mi mente, pero sé que ella
ya no puede tocarme.
——Cali, ¿estás bien? —Suena como Miles preguntando.
Mi pecho se agita. No. No, no muestres debilidad.
Asiento con la cabeza una vez.
De repente, la voz de Miles resuena fuerte en mi oído. Gruñe:
—No me mientas, maldita sombra. ¿Qué está pasando?
Mi corazón golpea, y rezo para que no lo pueda oír.
—Nada —murmuro.
Parece que uno de ellos se marcha. Mi corazón martillea. Se oye el
sonido de una puerta y luego un ruido metálico. Luego de nuevo, silencio.
Pruebo mis ataduras. Están apretadas. ¿Siguen todos en la
habitación? ¿Ryder todavía está aquí?
Unas manos rozan mis caderas, y salto.
Una voz baja dice desde el otro lado de la habitación.
—Te van a castigar por mentir, linda. Nunca nos mientas.
Trago, tratando de encontrar la ira que normalmente me ayuda a
sobrellevarlo. Digo:
—No puedes decirme qué hacer.
Carcajadas roncas llenan la habitación. Parecen venir de todas
partes.
Tiro de mis ataduras de nuevo.
—La follé contra la ventana —dice Sawyer. Suena cerca—. A nuestra
pequeña conejita le gusta ser observada.
Mis mejillas se calientan, y el calor me envuelve.
Una voz baja susurra:
—Cosita sucia. ¿Te gusta que la gente vea cómo te vienes?
El calor corre hacia mi coño.
—No. —Trato de mantener mi voz nivelada.
—¿No? ¿Entonces la idea de que todos en esta habitación se pongan
duros viéndome jugar con este bonito cuerpo no te dice nada?
Mi clítoris late. ¿Qué diablos me pasa?
Hay un gemido amortiguado, luego el sonido de un golpe.
Salto.
Una mano recorre la banda de mi pantalón de chándal y me
estremezco.
—Niña bonita, nadie te golpeará a menos que lo supliques.
Quienquiera que sea se ríe y me baja los pantalones. El aire fresco
corre sobre mi coño, y me doy cuenta de lo mojada que estoy. El horror me
invade.
El cuerpo de alguien se presiona contra mí. Siento un breve momento
de pánico, al no poder verlos. Pero la presión de su cuerpo me calma. Sus
dedos descienden hasta que rozan mi clítoris.
Otro par de manos tocan mis pezones.
—Qué chica perfecta, siendo tan buena para nosotros. —Suena
como Sawyer, pero no puedo decir a quién pertenecen las manos.
El que está justo frente a mí traza círculos alrededor de mi clítoris, y
envía pulsos eléctricos por todo mi cuerpo.
—Te vamos a follar aquí mismo. Eres nuestra. Nos perteneces a
nosotros y solo a nosotros, y mataremos a cualquiera que te toque.
— Sawyer —digo. Sé que es él quien está diciendo eso. Siempre trata
de reclamarme. Lucho por enfocarme. Las manos me hacen sentir tan bien.
Mis sentidos están agudizados sin mi vista. Me recorren con precisión,
pellizcándome los pezones y ejerciendo la cantidad justa de presión para
hacer que mi vagina se contraiga alrededor de nada. Alguien se mueve,
hay un sonido de ropa, luego siento la punta caliente de una polla
presionando contra mi coño. Quienquiera que sea la frota arriba y abajo
sobre mi clítoris, gimiendo.
—Joder, estás tan mojada, cosita sucia. —Ese suena como Sawyer.
El movimiento se siente tan bien. Gimo y dejo caer mi cabeza hacia
atrás.
La polla presiona contra mi entrada. Mi cuerpo tiembla. Necesito esa
fricción extra.
Empuja dentro de mí.
El placer me llena inmediatamente. Sawyer gime.
—Joder, chica sucia. Te sientes tan jodidamente bien.
Se desliza dentro y fuera de mí, manteniéndome contra la cruz.
—Maldición, Cali. Miles está duro como el infierno. ¿Te gusta vernos
tomar a nuestra chica, Miley?
Sawyer golpea un punto dentro de mí, y gimo, chispas apretando mis
músculos.
—Joder. —Ese fue Miles. Su voz es entrecortada y tensa.
El hecho de no poder ver acentúa la sensación, al mismo tiempo que
me llena de miedo. Se me erizan los vellos, pero me siento eufórica.
—Eres mi mujer. Nuestra mujer —gruñe Sawyer mientras empuja dentro
de mí—. ¿Te excita saber que todos los hombres en esta habitación están
duros por ti?
Intento levantar la mano para quitarme la venda, pero las ataduras
detienen mi mano.
—No, no. —Una mano se extiende y me golpea el pezón derecho.
Grito.
—Déjalos escucharte, conejita. Deja que escuchen esos pequeños y
bonitos sonidos. —Sawyer embiste más fuerte contra mí, y me hace gemir.
Su respiración es pesada. Baja la mano para jugar con mi clítoris—. Miles se
está tocando. No puede evitarlo, viéndome reclamarte. Tiene la polla tan
dura que parece doloroso.
Sawyer presiona con fuerza contra mi clítoris, y me tenso, lanzando mi
cabeza hacia atrás. Me pellizca el clítoris con fuerza y gruñe:
—Déjalos escucharte, Cali.
Gimo. Sawyer instantáneamente frota el pinchazo. Es seguido por
deliciosas olas de placer.
Sawyer se inclina contra mi oído y susurra:
—Ryder apenas puede evitar tocarse, conejita. ¿Cómo te hace sentir
eso?
Demonios. Sé que no debería desear eso, pero una poderosa oleada
de euforia me atraviesa.
—Odia desearte. No puede evitarlo. Eres tan jodidamente sexy. —
Sawyer me besa a lo largo del costado de mi cuello.
Esa es mi perdición. Me vengo y un placer cegador me recorre el
cuerpo.
—Joder, Cali —gruñe Sawyer—. Me estás apretando tan jodidamente
fuerte.
Los colores bailan detrás de mis ojos. Estoy atrapada en las olas que
me recorren.
—¿Cómo me llamo, Cali?
—Sawyer —gimo.
—Buena chica. Buena chica, joder —gime, y luego se sale de mí.
Jadeo, dejando caer mi cabeza mientras me tranquilizo.
—Oh, aún no has terminado, princesa. —Unas manos están en mis
muñecas, desabrochándome. Vacilo, y manos cálidas me atrapan—. Con
cuidado. Miles está frente a ti.
Intento quitarme la venda, y otro golpe severo golpea mi pezón
derecho mientras un brazo empuja mis manos hacia abajo.
—Ven aquí, sombra. —Unas manos me ponen de rodillas. Siento a lo
que parece ser Miles tumbado en el suelo. Mis caderas son agarradas, y me
tiran sobre Miles para que esté encima de él—. Móntame, Cali.
Miles se guía a sí mismo hacia mi entrada y lentamente me empuja
sobre él.
Gimo mientras su plenitud me presiona nuevamente. Mi vagina se
contrae a su alrededor, y él gime.
—Jesucristo, mujer. No hagas que me venga tan pronto.
Unas manos recorren mis pechos, pellizcando mis pezones. Envían
sensaciones a través de mi cuerpo, y lanzo mi cabeza hacia atrás.
—¿De quién eres, chica? —Miles aprieta los dientes.
Aprieto la mandíbula.
—Mía.
Miles golpea pesadamente dentro de mí.
—Incorrecto. ¿De quién es la polla que está dentro de ti?
—Tuya —gimo.
—Creo que necesita que se lo recuerden un poco más. Y un pequeño
castigo por mentirnos —dice Sawyer. Algo frío gotea sobre mi culo. Doy un
respingo, me giro automáticamente para mirar y agarro la venda.
—Uh uh. —Unas manos agarran mis muñecas y las sostienen abajo en
mis caderas. Unos dedos frotan el líquido frío por mi abertura hasta que
llegan a mi agujero fruncido. Juegan con el borde, haciéndome apretar
más fuerte. Me invade la euforia.
—¿Alguna vez has jugado con tu culo, conejita?
—No —digo entre dientes.
Miles me baja hasta que estoy acostada sobre su pecho.
—¿Ni siquiera con tu ex?
¿Ben? Ben 'accidentalmente' se deslizó por el agujero equivocado
una vez, y dolió como el infierno. Nunca le permití intentarlo de nuevo.
—No —digo.
—Bien. Qué buena jodida chica, guardándolo para nosotros.
Sawyer presiona un dedo adentro. Me tenso. La presión es incómoda.
—Relájate, cariño. —Miles extiende una mano entre nosotros y juega
con mi clítoris—. Él será gentil.
Sawyer introduce otro dedo, bombeando suavemente con el ritmo
con el que Miles empuja dentro de mí. Contengo la respiración.
—Espera.
—Estarás bien, Cali. —Sigue presionando. Hay una pizca de dolor, y
aprieto la mandíbula. El dolor desaparece rápidamente, añadiendo y
siendo reemplazado por el placer.
—¿Crees que encajaré?
Una voz ronca desde el otro lado de la habitación responde:
—Ni siquiera hay una puta posibilidad.
Sawyer se ríe.
—Solo espera. Nuestra chica está llena de sorpresas.
De repente, los dedos se han ido, reemplazados por la cabeza de su
pene. A medida que presiona suavemente, me tenso. Es mucho más grande
que sus dedos.
—Tranquila, sombra. Tensarte hace que duela más —retumba Miles.
Un ligero pánico me golpea. Miles ya me está llenando. Siento que no
hay más espacio y no hay escape de la presión. Lucho. Sawyer continúa
presionando, causando que un anillo de dolor estalle en mí. Quiero correr.
Aprieto la mandíbula. No muestres debilidad.
Miles juega con mi clítoris, dividiendo mi enfoque entre el dolor y el
placer.
—Qué chica tan sucia, lo estás haciendo increíble. Joder, casi tienes
la punta.
Sawyer agarra mis nalgas, apretándolas con fuerza.
—Eso es, buena chica. Ahora nos tienes a ambos.
Se detiene, esperando a que me relaje. Me relajo mientras el mordisco
del dolor se desvanece, y me quedo con la sensación más plena. Miles me
pellizca el clítoris, y la sensación viaja hasta mi trasero. Gimo.
—Oh, ¿Te gusta eso? ¿Tomando las pollas de tus dos hombres al mismo
tiempo como una buena zorra?
A medida que Sawyer se mueve dentro y fuera de mí, la sensación se
vuelve más plena. Mi coño se contrae, y ambos hombres gimen.
—Jesucristo, amigo, está tratando de ordeñarme la polla.
—Puedo sentirte dentro de ella. Joder, te sientes tan bien.
Ya no sé quién dice qué. El placer me ha abrumado y me ha nublado
el cerebro. Nunca me había sentido tan llena y complacida. Me tenso,
sintiendo el orgasmo acercarse.
Miles me pellizca el clítoris, enviando el dolor a través de mí.
—No te atrevas a venirte sin decir a quién perteneces. Sólo las chicas
buenas se vienen cuando quieren. Y tú nos mentiste.
Intento montar su mano para recuperar ese placer.
—Cali —gruñe—. Hay personas en esta habitación que necesitan
escuchar a quién perteneces.
Gimo. El orgasmo se acerca al borde de mi conciencia, y es lo único
en lo que puedo pensar en este momento.
Sawyer me penetra bruscamente, provocándome dolor. Solo hace
que el orgasmo esté más cerca.
—¿A quién, Cali?
—¡A ti! —grito. Demonios, diré lo que sea que quieran escuchar para
que me dejen venir.
—¿Y a quién más? —gruñe. Miles encuentra mi clítoris y lo frota de
nuevo.
—Miles —gimo.
—Joder, mi nombre suena tan bonito cuando lo gimes.
Me llevan al límite hasta que una sensación eufórica de ingravidez me
envuelve. El orgasmo se apodera de mi cuerpo y floto en la sensación. Estoy
bastante segura de que grito palabrotas. La sensación de éxtasis dura tanto
tiempo. A medida que empiezo a relajarme, me llevan al límite nuevamente.
Todas las sensaciones son abrumadoras.
Arqueo la espalda.
—No, por favor, es demasiado.
Miles tira de mi clítoris mientras ambos embisten dentro de mí.
—No lo es, y puedes aguantarlo. Vente para nosotros otra vez.
El placer aumenta de repente, y vuelvo a llegar al clímax,
apretándome sobre ellos, gimiendo algo. Solo me dejan cabalgar un
segundo antes de volver a atacarme, jugando con mi cuerpo de todas las
formas correctas. Estoy tan tensa que empieza a dolerme.
—Por favor... no —gimo.
No escuchan. En cambio, aceleran, embistiéndome con un placer
para el que no pensé que estuviera lista.
En contra mi voluntad, llego al clímax de nuevo.
Gimo. Estoy en una neblina de placer y dolor.
Vagamente, siento a Miles endurecerse debajo de mí. Su grito flota en
los bordes de mi conciencia, seguido poco después por Sawyer.
—¿Ves eso, hijo de puta? Eso es lo que perdiste en el momento en que
la trataste como una mierda.
Mis pensamientos nadan. ¿Está hablando de Ryder?
Unos fuertes brazos me levantan.
—Ahí tienes. Buena chica, te tengo. Lo hiciste muy bien.
El placer se desvanece y es reemplazado por relajación. Me permito
derretirme en sus brazos.
—Vamos a limpiarte.
Me quitan la venda. Parpadeo y miro a mi alrededor. Sawyer me tiene
en sus brazos. Mi visión se aclara un poco, y veo a Ryder de pie en las
sombras junto a un...
Joder. Hay alguien más aquí.
El miedo me golpea. Lucho por escapar.
—¿Quién demonios es ese?
Sawyer me aprieta más fuerte.
—Él ya no es tu asunto.
¿Durante cuánto tiempo he estado aquí y nunca he visto a otra
persona? Lanzo mis piernas en un movimiento explosivo.
—¡Déjame ir, joder! —Otra persona podría significar ayuda. Podría
significar una salida de todo esto.
Me zafo de sus brazos lo suficiente para ver, y lo que veo me detiene
al instante.
48
Miles

Cali grita, el sonido es agudo y espeluznante. Realmente comienza a


luchar contra Sawyer. Lo veo luchar por no lastimarla. Él la arrastra,
maldiciendo y gritando, escaleras arriba.
—Miles. —Ryder suena calmado, pero sé que está todo menos
calmado—. ¿Quién carajo es este?
Miro con disgusto a Ben, que ha estado atado y amordazado todo el
tiempo. El trabajo de Ryder consistía en taparle la nariz si hacía demasiado
ruido. Un trabajo del que disfrutó mucho.
—Este es el pedazo de mierda que la golpeo —respondo.
Ryder se tensa.
—No te preocupes, joder —le digo bruscamente—. Voy a matarlo.
Jalo la camilla hacia atrás, dentro la celda. Sé que acabo de
desahogarme, pero aún estoy perturbado. Necesito esta muerte.
Ben pone los ojos en blanco y sacude la cabeza, tratando de zafarse.
Agarro la jaula de ratas.
—Empecemos, ¿de acuerdo?
49
Cali

Sawyer me deja en su baño.


—Dúchate —gruñe y se planta delante de la puerta.
Empujo su pecho.
—¿Tienes a mi ex en tu sótano? ¿Nos vio follar, Sawyer?
Sawyer me observa con ojos desconectados. Todo tipo de
pensamientos me atraviesan. Mi ex acaba de verme follar con estos
hombres. Estos hombres que me secuestraron, me llaman suya y provocan
todo tipo de emociones confusas en mí.
El ex que me trató como basura. A quien esperaba no volver a ver
nunca más.
Mi ex que está atado en el sótano con asesinos psicópatas.
Mierda, ¿por qué tiene que estar aquí en este momento? Mi vida real
se está cruzando con este sueño febril en el que he estado involucrada y me
desconcierta por completo.
Cruzo los brazos.
—Déjame ir. Quiero verlo.
Los ojos de Sawyer me recuerdan a la primera vez que me folló.
Salvaje e impredecible. Mechones de cabello han caído de su moño. Sus
ojos se estrechan.
—Ya no es tu novio.
La ira me llena.
—¡No me importa! Están metiendo los dedos donde no les
corresponde.
La mandíbula de Sawyer se tensa.
—Te golpeó. Creo que estamos absolutamente donde debemos
estar.
Comienzo a replicar, y Sawyer gruñe:
—Sé que te tocó. Así que perdóname si no quiero que viva.
Algo extraño corre por mi pecho. Algo cálido. Están luchando por mí.
Nadie ha hecho eso por mí.
Me sacudo. Van a matarlo. Necesito preocuparme por eso. Van a
matarlo y a encerrarme como si fuera insignificante en todo esto. Como si
no tuviera voz.
Sawyer simplemente se queda allí, en silencio. Agarro el mostrador de
mármol y me enderezo.
—Quiero verlo.
Sawyer me mira mortalmente y hace un gesto hacia la ducha.
—Entra.
—¡No! —Lo miro a los ojos—. Eres igual que él, no me das voz en nada.
¿Es eso lo que quieres?
La rabia baila en los ojos de Sawyer por un segundo. Me obligo a
mantenerme erguida. Puede enojarse todo lo que quiera. Estoy cansada de
esto.
Nos miramos fijamente, el baño está extrañamente en silencio.
El miedo, la ira, el odio y la desesperación me invaden de repente.
Levanto las manos.
—¿Qué, crees que no puedo manejarlo? ¿Que no merezco tener voz
en la muerte de un hombre que me lastimó? —Bajo la voz—. Si alguien
merece lastimarlo, soy yo, Sawyer.
Sawyer me mira fijamente por un segundo. No pasa nada detrás de
sus ojos, pero su mandíbula se aprieta.
—Bien. —Se aparta del camino.
Lo empujo y salgo corriendo hacia el sótano. Me apresuro hacia la
puerta de la celda y la abro de un empujón.
Me detengo en seco. Miles está de pie sobre Ben con una jaula sobre
su abdomen desnudo. ¿Está... atándola a él?
Miles se vuelve para mirarme, al igual que Ryder. Ambos inclinan la
cabeza al mismo tiempo con la mirada perdida.
Hay silencio por un segundo.
Me cruzo de brazos.
—No soy una molestia que simplemente encierran cuando quieren
jugar con mi vida, Miles.
Hay otro segundo de silencio. Miles me mira con una expresión que no
puedo interpretar.
Ryder resopla.
—Controla a tu juguete, Miles.
La voz de Sawyer viene de detrás de mí.
—Ella también quiere jugar. —Me doy la vuelta. Se apoya en el marco
de la puerta, casi llenándola con su enorme figura—. Además, yo también
quería ver.
Hay algún tipo de comunicación no verbal entre Miles y Sawyer. Lo
veo en sus ojos.
Miles sacude la cabeza.
—Ella no pertenece aquí. Sáquenla de aquí.
Sawyer no se mueve.
Ryder comienza a acercarse a mí.
—¡No! —Lo fulmino con la mirada—. No me toques, joder.
Los oscuros ojos de Ryder se encienden en desafío, y en un instante
está sobre mí. Me rodea el cuello con la mano, y antes de darme cuenta,
estoy contra la pared.
—¿Qué fue eso? —dice burlonamente.
—¡Ryder! —Sawyer lucha por ponerse entre nosotros—. Es mi presa.
Saca tus manos de ella.
Ryder lo ignora. No está apretando, pero su agarre es firme. Se inclina
hacia mi oído, y puedo ver a Miles detrás de él. Me golpea el olor a colonia
y menta. Su profunda voz ronronea en mi oído.
—No eres tú quien da las órdenes aquí, pequeño misterio. Te tocaré si
quiero. Y no hay nada que tú ni tus pequeños cachorros puedan hacer al
respecto.
Tiemblo al tomar una bocanada de aire. La voz de Ryder es profunda
y me envuelve como un pecado embriagador. Dios, ¿por qué me está
afectando esto?
El hecho de que piense que puede intimidarme me hace arder de
rabia. Viví con eso el tiempo suficiente con Ben.
—Bien. —Aprieto los dientes—. No me sueltes entonces, hijo de puta.
De hecho, ¿por qué no me matas ahora en lugar de darle vueltas?
Oigo a alguien inhalar aire. Miles se acerca hacia nosotros.
Levanto los ojos para mirar los profundos ojos marrones de Ryder. Están
llenos de furia y algo que no puedo identificar. Sus dedos se tensan hasta el
punto en que puedo sentir mi pulso acelerado contra ellos, y comienzo a
sentirme mareada.
Eso es. Fui demasiado lejos, y obtuve una reacción. La victoria me
atraviesa. Este gran hombre malo quiere estar a cargo tanto, pero soy yo
quien controla sus acciones en este momento.
Respiro hondo y sonrío con suficiencia.
—¿Qué, el gran lobo feroz quiere matarme, pero no puede porque sus
hombres nunca se lo perdonarían?
Es una apuesta. No sé cómo se sentirían Sawyer y Miles al respecto.
Pero veo los ojos de Ryder destellar de ira, y se inclina hacia mí. Los sonidos
comienzan a disminuir, y hay un rugido en mis oídos. Vagamente escucho
gritos, y luego la presión en mi cuello desaparece.
Parpadeo, jadeando por aire. El rugido desaparece. Toso. Tenía razón.
No dejarán que me mate.
Me río. No estoy segura de por qué me estoy riendo, pero no puedo
evitarlo. Nunca me había sentido tan poderosa y tan impotente al mismo
tiempo.
Me enderezo. Ryder sigue ahí, con el pecho agitado. Sawyer está
parado ligeramente frente a él. Los tres hombres parecen cabreados.
Me dirijo a Miles.
—Él me golpeó a mí, no a ti. Dime qué vas a hacer con él.
50
Ryder

Mi visión se nubla en los bordes. Apenas puedo concentrarme en algo


más que en el cabello rubio y rizado de la mujer frente a mí que me
exaspera. Mi piel se siente caliente.
¿Qué carajo está pasando? Nada me afecta. Nada. Aprendí a
apagarlo hace mucho tiempo. Papá solo me pegaba más fuerte si
mostraba una reacción. Pero esta mujer... Ella me ha afectado peor que
cualquier cosa en mucho tiempo. Y ahora, ella tiene la audacia de tratar
abiertamente de interponerse entre nosotros.
Quiero aplastarla hasta que esté indefensa debajo de mí, indefensa y
completamente a mi merced. Mi polla se estremece ante la idea.
Miles dice:
—Voy a matarlo, Cali.
Ella alza la cabeza, con una serie de emociones pasando por su rostro.
Aparto las manos de Sawyer y cruzo los brazos, tratando de recuperar
el control. Intento pensar en algo que pueda sentir y enfocarme en eso en
lugar de todo lo demás. Tengo una uña encarnada en mi pulgar izquierdo.
La rasco. Es como cuando me calmaba antes de que papá me golpeara.
Necesito algo más. Necesito hacer algo más para recuperar esto.
Miro a los cristalinos ojos azules de la mujer.
—¿Ves esa jaula... Cali?
Ella me mira con desdén.
—Miles va a poner brasas ardientes encima. Las ratas no tendrán otro
lugar donde ir que adentro del vientre de tu novio. Será agonizante y lento.
Veo un destello de asco y miedo en el bonito rostro de Cali antes de
que lo esconda en su enfado.
Me río.
—¿Qué pasa? ¿Los asesinos son atractivos hasta que hacen lo que
sabes que hacen? —Me inclino hacia su rostro—. ¿Cuántas personas crees
que Miles ha matado, niña?
—Ryder... —dice Miles.
Dirijo mi mirada hacia él.
—¿Preferirías mentirle?
Me fulmina con la mirada, pero se queda en silencio.
—Más de 30. —Me vuelvo hacia el rostro enfadado de Cali—.
Escogidos a mano, cada uno. Brutalizados cada uno. ¿Sabes cómo suelen
morir?
Su mirada furiosa se clava en mí. Estamos tan cerca que su aliento me
llega a la cara. Solo quiero inclinarme hacia ella y chuparle todo el aliento.
Hacerla luchar, llorar y suplicar por ello. Hacerla someterse a mí.
Mantengo mi rostro impasible.
—Daño interno. Es un camino difícil. Lento. Los puños no matan
rápido.
La mirada de Cali se desvía al hombre en la camilla y luego vuelve a
mí.
Necesito que despierte de este estúpido enamoramiento que tiene
por mis hombres. Me acerco.
—¿No es eso lo que este tipo usó contigo? ¿Puñetazos?
—¡Ryder! —ladra Miles.
No lo miro. Estoy tratando de protegerlo. Esta hermosa mujer no trae
consigo más que prisión y sentencias de por vida. Y la ruptura de mi familia.
Prefiero que él sufra brevemente que por el resto de su vida.
—Piénsalo, Cali. —Me paro—. Ahora. Si quieres estar tan involucrada,
¿por qué no ayudas?
—Ryder, no.
Me vuelvo hacia Miles. El miedo gira en sus ojos, pero sé que no es
miedo de mí. Es por ella. Lo que me enfurece aún más.
Rechino los dientes.
—Si tanto quieres gustarle, entonces deja de ocultarle cosas, Miles.
—No es eso. —Traga saliva con dificultad.
—Trae las brasas —le digo.
Él cruza los brazos.
—Ella no es uno de nosotros. No la haré hacer eso.
—Lo haré —dice Cali con voz firme.
La ignoro y bajo la voz.
—Pero tú quieres que sea como nosotros, ¿verdad?
Miles muestra un pequeño destello de reacción, luego nada.
—¿Cómo crees que va a ser como nosotros si el simple pensamiento
de lo que hacemos la enferma? —Me inclino hacia él—. Esto. Nunca.
Funcionará. Mételo en tu cabeza.
—Detén esto. —Miles me empuja en el pecho—. Te comportas como
un idiota porque estás celoso.
Cruzo los brazos, una ira defensiva me recorre. ¿Celoso? No estoy
celoso. Mi estómago se contrae. Estoy tratando de proteger a estos hombres
de su propia lujuria y estupidez.
—No —le digo a Miles—. Estoy diciendo las cosas tal como son. Cuanto
antes veas la realidad, menos dolerá.
—Así que van a hablar de mí como si no estuviera aquí. —Cali cruza
los brazos.
Ambos hombres lucen incómodos. Yo estoy incómodo. Me siento
enfermo. Odio pelear con mis hombres. Pero si necesito hacerlo para
mantenerlos a salvo, lo haré.
Digo:
—Intenta mantenerlo callado, Miles. Tengo trabajo que hacer arriba.
No quiero ser molestado por sus gritos.
Salgo de la habitación, conteniéndome de golpear la puerta. Mi
cuerpo se siente caliente y pesado. Dios, necesito lastimar a alguien.
Lastimar, o follar. O ambos. Quiero actuar por impulso y follar a mis dos
hombres allí mismo frente a Cali. Para mostrarle quien es el verdadero
dueño.
Pero no lo hago. Porque no reacciono. No le daré la satisfacción de
otra reacción de mi parte. Pagará. Y lo hará pronto.
Entro en mi oficina y cierro la puerta. Intento concentrarme en mi
trabajo. Es lo suficientemente temprano como para que la bolsa de valores
acabe de abrir.
Intento enfocarme en mi computadora, pero los datos que se
desplazan por la pantalla se desvanecen entre sí. Estoy jodidamente
enfadado.
Ella llegó a mí. ¿Cómo demonios lo hizo? La forma en que sus odiosos
ojos me miraron me hizo querer lastimarla hasta que llorara y me suplicara
que parara. Se vería tan bonita de rodillas, cubierta de sangre. Sabría tan
dulce en mi cuchilla.
Mi polla se endurece.
Maldita sea, mierda.
Imágenes de ellos follándola un rato atrás cruzan mi mente. La forma
en que sus dos cuerpos poderosos casi la devoraron por completo. La forma
en que se estiraba dolorosamente para permitirles entrar a ambos. Sus
gemidos de dolor. Los sonidos que Miles hacía y la forma en que Sawyer
echaba su cabeza hacia atrás en éxtasis.
Mi polla está tan dura que duele.
Gruño y trato de volver a concentrarme en mi computadora.
Dios, su semen goteaba por sus dos agujeros. Quería empujarles la
cara en él. Asfixiarlos en él hasta que se pusieran morados y suplicaran
perdón.
Me levanto de un tirón. Suficiente. Me niego a excitarme por esto.
Ella no es más que un juego. Mis hombres se cansarán de jugarlo.
Entonces, ¿por qué siento que apenas estamos comenzando?
51
Cali

Ryder se va, y me quedo con ambos hombres. Y Ben. Ninguno de los


dos, Sawyer ni Miles, se mueven por un segundo.
La ira me llena. Ni una sola vez pidieron mi opinión. Miro con desdén a
Ben.
Ambos hombres parecen incómodos.
—Dame las brasas.
Miles clava su mirada en mí.
—¿Qué?
—Dame. Las brasas —digo entre dientes.
Ben comienza a retorcerse y gritar detrás de su mordaza.
—No —dice Miles sacudiendo la cabeza y apartando la mirada—.
Esto no es para ti. Ryder se ha ido. Sube las escaleras.
—No. —La adrenalina me atraviesa y mantengo mi posición. Una
mezcla de gratitud, ira y miedo me recorre de golpe.
—¡Cali! —estalla Miles—. ¡Sube las escaleras! No tienes nada que
demostrarme.
Me vuelvo hacia Sawyer. Él levanta una ceja.
—No me mires a mí, conejita. Estoy a favor, pero esta es la caza de
Miley.
—No me llames Miley —dice Miles bruscamente.
La ira me consume. Una vez más, están tratando de quitarme toda
elección, incluida la elección de vivir. Estoy harta. No sé cómo actuar.
Simplemente me dejo llevar por mi ira, poniendo mi dedo en el pecho de
Miles. Sus ojos verdes centellean y parece enojado.
Siseo: —No te pedí que fueras mi caballero de brillante armadura. De
hecho, no pedí estar aquí en absoluto. Si estás buscando a una mujer
indefensa a la que puedas salvar, no la encontrarás aquí. Así que o sacas
tus dedos de mi puta vida o me dejas opinar.
El dolor se enciende en los ojos de Miles por un breve segundo, y algo
se retuerce en mi estómago. Luego sus ojos pasan a la ira y Miles gruñe:
—¿Sabes qué? Está bien. Sawyer, trae las brasas.
Oigo a Sawyer irse. Miles y yo nos miramos fijamente. La ira se
arremolina en sus ojos verdes. Es una mirada que nunca antes le había visto
dirigirme. Me produce una mezcla de miedo y rabia. Pero es mejor que la
lástima.
Sawyer regresa. Le arrebato el cubo de las manos y me vuelvo hacia
Ben.
Sus ojos llorosos están abiertos de par en par por el miedo. El ácido
cae en mi estómago. ¿Realmente estoy a punto de hacer esto? Toda
nuestra historia pasa por mi mente. Los días en que nos llevábamos bien y
nos sentábamos tranquilamente uno junto al otro en el sofá. Las veces que
me hizo reír y las veces que me hizo venirme. El cubo es metálico y está
caliente, y noto cómo me quema la piel de los dedos.
Los gritos. Las muchas cosas que me lanzaba. Las noches en que
revisaba mi teléfono, convencido de que le estaba siendo infiel.
Respiro profundamente y dejo caer el cubo sobre la jaula.
52
Sawyer

Cali se vuelve hacia nosotros con fuego en los ojos. Se ve salvaje, viva
y asustada. Inhalo profundamente, su miedo va directo a mi polla. Me
sacude de mi oscuridad por un segundo.
Cali me pregunta:
—¿De qué te ríes, niño bonito?
Modero mi expresión. No me había dado cuenta de que estaba
sonriendo irónicamente. Digo burlonamente:
—De ti, niña bonita.
—Esto no es divertido.
Levanto las manos en señal de rendición.
—Créeme. Mis dos hombres están a punto de perder la cabeza, y no
estoy del todo seguro de que no me vayas a asesinar esta noche. No hay
nada divertido en esto.
Siento la oscuridad revolviéndose en mí. Esa mirada desgarrada en su
rostro cuando hablaba de Ben antes, el miedo en su rostro cuando le
vendamos los ojos, y el golpe absoluto en el estómago cuando descubrí que
él la golpeó me han arremolinado en mis demonios de nuevo. Odio lo fácil
que es devolverme a mi infancia.
Porque aquí es donde perteneces, hijo. Soy tu hogar. Apóyate en lo
que te he enseñado.
Sacudo la cabeza.
Cali me hace una mueca.
—Voy a subir.
Respiro el fuego que escupe. Limpia mi mente por un segundo.
Y luego se ha ido.
Me dispongo a seguirla, a recuperar su luz, pero Miles me agarra del
brazo.
—Necesitamos hablar.
Lo aparto.
—¿Qué pasa?
—¿Cómo vamos a manejar a Ryder? Está herido.
Mira cómo hieres a las personas que amas. Nunca escaparás de mí,
hijo. Eres igual que yo.
Sacudo la cabeza de nuevo.
Ben vuelve a gritar tras la mordaza. Las ratas están inquietas. Limpia mi
mente por un segundo.
Puedo sentir a Miles mirándome. Pregunta:
—¿Qué vamos a hacer con Cali?
Observo cómo las ratas corren de un extremo del estómago de Ben al
otro. Saben que se acerca algo malo.
Miles me llama por mi nombre.
Me vuelvo hacia él.
—¡No lo sé! No la mataré, Miles. Es mía. —No puedo evitar la
posesividad en mi voz. Miles lo nota, sus cejas se levantan sorprendidas.
Aparto la mirada. No sé cómo lo tomará Miles. Pero creo... creo que esto es
más que un juego para mí. Cali trae claridad, fuego y vida. Quiero
adentrarme en sus secretos. Quiero poseerlos. Poseerla a ella. Poseer su
alma. Ni siquiera he empezado con ella.
Y eso me asusta un poco.
—Nuestra. —Respira Miles.
—¿Qué? —Inhalo hondo y vuelvo a mirar a mi hombre. Está bañado
en la dura luz de la celda, todo dureza y sinceridad.
—Ella es nuestra —dice.
Nos quedamos ahí, mirándonos a los ojos. Sólo veo sinceridad en los
suyos. Últimamente no hemos parado de pelearnos. ¿Pero ahora? Siento
que esto es algo en lo que podemos estar de acuerdo.
Inclino la cabeza en un breve asentimiento. Algo de tensión se va de
él.
—La encerraré para que no pueda llegar a él—, dice.
Suelto un profundo suspiro. Por un segundo, la densa niebla oscura se
despeja. Asiento.
—Hablaré con Ryder.
Debe ser tratado con guantes de seda. Necesito que piense que es
idea suya que ella se quede. Y necesito hacerlo antes de que él y Cali se
enfrenten y ella termine muerta.
53
Cali

Esto es una locura. Todo esto es una locura. No puedo creer que lo
secuestraran por mí. Se siente... bien. Nadie nunca se preocupó tanto por
mí.
Las lágrimas llenan mis ojos, y echo un vistazo a la puerta principal al
pasar junto a ella. Un cúmulo de emociones me invade. La Cali del primer
día me grita que corra. La Cali más sensata me dice que Ryder estaría sobre
mí en un instante si pusiera un pie afuera. La Cali estúpida me dice que huir
sería traicionarlos.
No pude quedarme abajo un minuto más. Entro de un salto en la
habitación de Sawyer y cierro la puerta cuidadosamente.
Oh, Dios mío. Oh, Dios mío, ¿acabo de ayudar a matar a alguien?
Quiero vomitar.
No. No, Cali, no nos desmoronaremos ahora. Me echo un poco de
agua fría en la cara. Observo cómo el agua va por el desagüe mientras
intento desconectarme. No, no pienses en eso, Cali.
Echo un vistazo alrededor. Está en silencio.
Mierda. Necesito hacer algo para dejar de pensar. Necesito una
bebida. No, necesito emborracharme. Casi salgo de la habitación para
encontrar el whisky de Ryder, luego me detengo. Ryder dijo que estaba
ocupado con algo de trabajo. Las probabilidades de que esté en la oficina
son altas.
Miro alrededor de la habitación sin saber qué hacer. Hay ropa
esparcida por todas partes, la cama está sin hacer y el tocador de Sawyer
es un desastre absoluto.
Podría buscar. Nunca he estado aquí sin él.
Ben estaba llorando. ¡Llorando! Maldita sea. Empiezo por el tocador
de Sawyer, mirando por encima. Hay recibos, colonias, monedas, relojes y
cosas inservibles. Revuelvo todo y encuentro un cargador de pistola
cargado. Trago saliva. ¿Hay un arma aquí? Abro los cajones, tratando de ir
rápido sin pasar por alto nada. Nada.
Hay una gran fila de estanterías a lo largo de la pared junto a la
ventana. Me acerco a ellas. Están llenas de libros de todo tipo, ordenados
por los colores de las portadas. De hecho, es lo único organizado en este
lugar. Saco algunos libros preguntándome si alguno de ellos será un
contenedor secreto, pero me detengo después de encontrar solo libros
reales.
Giro en círculos. Sé que es poco probable que Sawyer deje un arma
tirada por ahí, pero ¿no es eso lo que hacen los asesinos?
Reviso debajo del colchón. Nada.
Todavía queda la mesita de noche con una botella de agua, un
cargador y una camiseta sucia encima. Abro el cajón.
Dentro hay tres cosas: un libro, una moneda aplanada y una foto.
Contengo el aliento y saco la foto. Es de dos niños con los brazos alrededor
el uno del otro, ¿quizás de diez años? Están sucios y parados en una
habitación mugrosa, pero tienen las sonrisas más grandes en sus caras. La
calidad de la foto es terrible.
Doy la vuelta a la foto. No hay nada escrito en ella. Miro más de cerca
a los niños.
Uno tiene el cabello oscuro de Sawyer y ojos azules. Está sonriendo de
manera traviesa a la cámara. El otro chico tiene un aspecto similar, tal vez
un poco más joven.
Algo afuera de la habitación cruje, y doy un salto. Devuelvo la foto al
cajón. Pero nada se mueve.
¿Es este el hermano del que hablaba Sawyer?
Respiro hondo y miro la moneda. Parece las monedas que mi
hermano y yo solíamos poner en las vías del tren, solo para volver y
encontrarlas aplastadas.
Reviso el resto de la habitación. No encuentro el arma. Tiene que estar
en la casa en algún lugar.
Apuesto a que guardan las cosas buenas en la oficina o en sus
coches.
Esta noche. Esta noche, debería esperar hasta que estén dormidos y
luego irme. Recuperar mi libertad.
Se me aprieta el estómago y pienso en el olor a sudor, a carbón
quemado y a coco. Nunca podré volver a ser la persona que era.
Encuentro excusas. Necesito tener un arma cuando escape porque
algo me dice que me perseguirán con todo lo que tienen. Dispararía mejor
esta vez. Tendría que hacerlo. No tengo otra opción.
¿Por qué el pensamiento me aprieta el pecho?
54
Sawyer

Encuentro a Ryder en la oficina. Entro y cierro la puerta detrás de mí


de una patada.
Ni siquiera levanta la vista de su computadora. Tiene un aspecto
oscuro y melancólico, encorvado.
Cruzo los brazos.
—Necesitamos hablar.
—No hay nada de qué hablar—, gruñe Ryder.
—Por supuesto que sí —digo—. Nunca me dijiste si había hombres
atractivos en la cárcel.
Levanta la mirada hacia mí de golpe.
Arqueo una ceja.
—Me estás dejando colgado aquí.
Ryder vuelve a bajar la vista hacia la computadora, con los ojos
oscuros y ensombrecidos.
—Tendrías que haber llamado mientras estaba allí para saber esa
mierda.
Agarro un pisapapeles del escritorio y juego con él, lanzándolo al aire.
—Me imaginé que estarían encima de ti. Ya sabes, prisionero caliente,
carne fresca.
Ryder gruñe.
Lanzo el pisapapeles unas cuantas veces más.
—Entonces, ¿cuánto nos va a costar este caso?
Ryder sigue escribiendo.
—¿Por qué estás hablando conmigo en este momento?
—¿Malhumorado? —Le sonrío con suficiencia. Sé por qué está
enojado conmigo. Lo desafiamos abajo.
—¿Podrías dejar de tirar eso? —responde Ryder.
Miro su enorme figura. Maldita sea, el hombre es guapo, todo oscuro
y melancólico. Lo lanzo de nuevo.
—¿Qué vas a hacerme?
Me mira con furia, luego parece darse cuenta de algo y vuelve a su
trabajo.
—¿Qué, tienes demasiado miedo de que te rompa el culo si lo
intentas?
Ni siquiera levanta la vista.
Golpeo mis manos en el escritorio y gruño:
—¿Me vas a ignorar, Ryder?
Ryder hace una mueca hacia mí.
—Déjame en paz, Sawyer. ¿No tienes algo mejor que hacer? ¿Con tu
novia, tal vez?
La adrenalina corre por mí. Me inclino sobre el escritorio hacia su rostro,
cerrando su computadora portátil. Sé que no está de acuerdo con que Cali
esté aquí, pero necesito que se suba al barco. Simplemente no sé cómo
lograrlo. Así que, empiezo una pelea con él.
—Tengo algo que hacer —le escupo—. Así que lo estoy haciendo.
Ryder no muestra ninguna reacción. Veo que sus ojos arden con los
desafíos que le lanzo, pero no los acepta. En cambio, empuja su silla hacia
atrás.
—Necesito ir al pueblo.
Antes de que llegue a la puerta, rodeo el escritorio hacia él. Pongo mi
mano en su pecho y lo empujo.
—No huyas de mí.
Más rápido de lo que puedo registrar, la mano de Ryder serpentea
alrededor de mi cuello, y me empuja contra la pared, sujetándome
bruscamente y haciéndome toser.
Se inclina hacia mi rostro, con la voz baja y enojada.
—No me provoques, cachorro. No seré tan cuidadoso contigo como
lo fui con tu presa.
—Haz lo peor que puedas. —Entrecierro los ojos en victoria.
Los oscuros ojos de Ryder se clavan en los míos, y me gruñe en la cara:
—¿No lo entiendes? No quiero jugar contigo. Jódete.
Me suelta como si no soportara tocarme.
Me congelo.
Ryder sale de la habitación.
Lo miro mientras se va, la sangre se me hiela. Nunca me ha apartado.
De hecho, siempre es él quien nos persigue a Miles y a mí, quien nunca nos
deja tener secretos para él y quien nos jode hasta la sumisión cuando
luchamos contra él.
La puerta de un auto se cierra afuera y doy un respingo. Veo la
camioneta de Ryder salir disparada del camino.
Joder.
Deberías estar acostumbrado a esto, Sawyer. Siempre se van. Incluso
aquellos que dicen que te aman.
Trago saliva. Que se jodan. Cállate de una vez.
Me rasco el brazo mientras salgo de la habitación.
55
Cali

La puerta del dormitorio de Sawyer se abre de golpe mientras intento


desenredarme los nudos de mi cabello frente al espejo del baño.
—Caliii —canta una voz.
Siento la presencia de Sawyer en la entrada. Me niego a mirarlo.
—¿Encontraste algo útil? —pregunta, su voz oscura.
Me obligo a no quedarme paralizada. No hay forma de que pueda
saber que estaba revisando sus cosas.
—¿Qué quieres decir?
Se ríe suavemente.
—Oh, conejita. Pensé que sabías que no debías mentirme.
Todavía no lo miro.
Sawyer se acerca detrás de mí y apoya su cabeza detrás de la mía.
Inhalo profundamente.
—¿Sabes qué les pasa a las mentirosas, Cali?
—No soy una mentirosa. —Me hago una trenza suelta, tratando de
ignorarlo. Tratando de ignorar cómo su mera presencia me hace sentir
caliente.
Sawyer desliza sus dedos lentamente por mi espalda. Vuelve a reírse
oscuramente. No hay humor en ello.
—Estás hecha para mí, ¿no, Cali? Una maldita adicta al castigo.
Sus dedos suben por la parte posterior de mi cuello y se enredan en mi
cabello. Luego, aprieta con fuerza.
Una descarga de dolor me atraviesa y respiro hondo.
Sawyer me inclina hacia atrás, y mis ojos vuelan hacia los suyos en el
espejo.
—Ah, finalmente me reconoces. ¿Es eso lo que se necesita, Cali? ¿Un
poco de fuerza? —Él tira de nuevo, haciendo que las lágrimas broten de mis
ojos.
—Suéltame.
Sawyer inhala y presiona su polla contra mí. Está duro.
—Suéltame —se burla.
Le gruño.
—Awww, mira, la conejita está tratando de ser aterradora. —Sawyer
se inclina mientras tira de mi cabeza hacia la derecha. Me muerde con
fuerza el cuello expuesto. Me recorre un dolor sordo que se mezcla con el
dolor agudo de mi cuero cabelludo. Me muerde con más fuerza y me
muevo para zafarme.
Sawyer se ríe contra mí, liberando mi cuello.
—Eres tan jodidamente linda.
—No soy jodidamente linda. —Intento girarme. Fingir que no me está
calentando el coño y mis músculos tiemblan. Sawyer me presiona contra el
lavabo.
—Tsk, tsk, solo deja que suceda. —Se mueve y me muerde el hombro,
aplastando sus dientes en mi piel.
Grito, forcejeando contra su enorme cuerpo. Siento que mi piel se está
magullando.
Sawyer me suelta solo para morderme de nuevo, un poco más abajo.
Me muerde una y otra vez, magullándome y aplastando mi piel a pesar de
mi lucha.
Cada oleada de dolor llega directamente a mi coño.
—Vete al carajo. —Le piso el pie.
Sawyer ni siquiera reacciona.
—Joder, te ves hermosa cubierta con mis marcas.
Me agarra y me arroja a la cama.
—¡Sawyer! —grito cuando me tira a la cama. Él se arrastra hacia mí de
inmediato. Retrocedo—. ¡Detente! No quiero hacer esto ahora.
Sawyer me aplasta las rodillas con un brazo pesado y tatuado,
subiendo por encima de mis caderas.
—No creo que te des cuenta... —Me baja el pantalón de un tirón—.
Ahora mismo no puedes opinar.
Me sube la adrenalina. Sawyer me sonríe con los ojos oscuros y furiosos.
Odio que eso haga que me moje.
—¿Te excita saber que no puedes hacer nada para detenerme en
este momento? —Me baja el bóxer por las caderas.
—¡No! Estás jodido. —Paso mi mano frente a sus ojos para apartarlo de
mí.
Sawyer baja la cabeza hasta mi coño e inhala.
—Maldición. Eres solo una zorra sucia, ¿verdad? Estás mojada como
el infierno. —Su aliento sopla en mi coño—. Dios, quiero comerte hasta que
estés flácida en mis brazos y dejes de luchar contra mí. Y luego consumirte
por completo hasta que no puedas distinguirnos. —Tira de mis piernas hacia
atrás, dejándome completamente expuesta a su mirada maníaca—. No me
ocultarás nada, Cali. Puedes luchar contra mí, pero no tienes derecho a
mentirme.
Su boca está tan cerca de mi clítoris, y me invade la incomodidad. No
me he duchado.
La mirada penetrante de Sawyer me estudia.
—Dime por qué te pones rara con el sexo oral.
Lo miro con furia.
—¡No estoy siendo rara!
—No jodas. —Sawyer me jala hacia él—. Te pusiste rara con Miles, y
ahora lo estás de nuevo. Vas a decírmelo. —Sus dedos se clavan en mis
caderas.
—Está bien —digo entre dientes—. ¿Quieres honestidad? Miles fue el
primero que me hizo venirme.
Sawyer se queda helado. Sus ojos azules me recorren, absorbiendo
todo.
Entrecierro la mirada.
—Con la boca. No me gusta el sexo oral. Así que o me follas como un
hombre o no lo hagas en absoluto.
Los ojos de Sawyer se encienden desafiantes, y en un instante, su
cabeza está enterrada en mi coño. Me come con pasión, alternando
lamidas, chupadas y mordisqueos.
El placer me invade.
—Vete al carajo, Sawyer. He dicho que no. —Arqueo la espalda,
intentando presionarlo y alejarme de él al mismo tiempo. Su ataque a mi
clítoris es abrumador y sobreestimulante.
Bajo mis manos, tratando de apartar su cabeza.
Sawyer me observa, ralentizando su ataque y aplanando su lengua,
disminuyendo la sensación, pero intensificándola. Gime dentro de mí,
continuando su patrón. La euforia me recorre. Sawyer sigue haciendo lo que
está haciendo sin cambiar, manteniendo sus ojos fijos en los míos,
observando cada uno de mis movimientos.
Me doy cuenta de que he dejado de luchar contra él. Retiro mis dedos
de su cabello. Él gime, y sus ojos se vuelven hacia atrás.
Joder, no puedo rendirme tan fácilmente. Se supone que debo
intentar alejarme de ellos.
Me esfuerzo por alejarme, y Sawyer me jala hacia él con firmeza.
—Vas a tener que dirigirme un poco, Cali. No hago sexo oral desde...
hace mucho tiempo.
Me quedo helada. Oh mierda. Lo miro. La oscuridad está en los ojos
de Sawyer, pero principalmente parece excitado.
—Sawyer, no tienes que...
—Cállate —espeta, su mirada endureciéndose—. A menos que me
digas cómo te gusta o estés gritando mi maldito nombre, no quiero
escucharte.
Cierro la boca. Se sumerge de nuevo en mí, mordiendo con fuerza mi
clítoris.
Jadeo y me alejo de él. Él me sigue, aplanando su lengua de nuevo y
frotando mi clítoris regularmente. Eso provoca que las sensaciones me
atraviesen de nuevo. Estoy rígida, sin saber qué hacer.
Sawyer se aparta.
—Sal de tu puta cabeza, conejita. Te vas a venir hoy. No tienes
elección.
Se sumerge de nuevo en mí, devorándome con agresividad. A pesar
de todo, se siente jodidamente bien. Escucha a mi cuerpo, moviéndose
conmigo. Cada vez que me relajo, continúa exactamente lo que estaba
haciendo. Sigue haciéndolo hasta que me tenso. Voy a llegar al orgasmo, y
no quiero hacerlo, joder.
Me mira con victoria en los ojos, su lengua disparando placer
constante en mí.
—Sawyer... —gruño.
Muerde al mismo tiempo que clava sus dedos profundamente en mis
caderas. Grito y todo mi cuerpo se tensa. Es como si el fuego llenara mis
venas, y cierro los ojos, el puro placer recorriéndome en oleadas.
Antes de que pueda bajar del orgasmo, Sawyer se aparta y me voltea
sobre mi estómago.
Oh, mierda. No puedo ver qué está haciendo. Un atisbo de miedo me
atraviesa, y lucho por girarme, lanzándole una mirada a Sawyer.
Se ha bajado el pantalón, con la polla dura y tiesa. Me pongo boca
arriba.
Sawyer se arrastra sobre mí.
—Algún día, descubriré quién te hizo tener miedo de cerrar los ojos,
conejita. Y si aún no están muertos, los mataré por ti.
Se sumerge en mí, llenándome por completo con su primera
embestida. Arqueo la espalda, un gemido escapa de mí.
—Buena chica. Joder, aprietas mi polla tan jodidamente bien.
Sawyer se retira lentamente, luego embiste de nuevo.
—Qué zorra tan sucia. No puedes luchar contra mí. Tu cuerpo se
somete a mí, y pronto tu corazón también lo hará.
Mi cuerpo se congela de miedo. No, absolutamente no.
Sawyer baja su mano y juega con mi clítoris.
—Deja de luchar contra mí, Cali. Es inútil.
Manipula mi cuerpo con tanta destreza. La euforia recorre mi piel, y
mis músculos se tensan.
—Así es. Vente para mí, mi bonita putita.
Lo hago. Exploto en sensaciones, cada músculo se contrae. El placer
atraviesa mi espina dorsal, y mi piel zumba. Sawyer continúa penetrándome,
gruñendo. Sus abdominales se estremecen, y luego se viene dentro de mí,
gimiendo mi nombre.
Ambos nos quedamos acostados, jadeando.
Miro al techo. Mis músculos se sienten como gelatina. Me siento tan
saciada y exhausta. Joder. Me hizo llegar al orgasmo. Varias veces.
Sawyer se da la vuelta y me abraza por detrás, acurrucándome.
Maldición, necesito una ducha.
Voy a moverme, pero Sawyer solo aprieta su agarre, atrayéndome
hacia su pecho.
—Quédate, Cali.
Su brazo es como una banda fuerte a mi alrededor. Me relajo en su
abrazo.
Permanecemos en silencio durante mucho tiempo, ambos respirando
con lentitud. La realidad me golpea. Sé que necesito alejarme de ellos si
valoro mi vida. Pero en este momento, es extrañamente... pacífico.
Sawyer me sorprende cuando habla.
—¿Te gusta menos la presión directa? —Su voz es baja y ronca.
Parpadeo.
—¿Cuando te hago sexo oral?
Mis mejillas se ponen calientes.
—Yo... eh, no sé.
—¿Qué quieres decir con que no sabes? —Sawyer levanta la mano y
me recorre la clavícula hasta encontrar la parte levantada de la marca. Aún
está cicatrizando y duele.
Me aclaro la garganta.
—No recibo... las personas no me hacen sexo oral muy a menudo.
—¿Por qué?
—Ben nunca quiso.
Se tensa ante el nombre de Ben.
Caemos en silencio de nuevo. Me siento incómoda. No estoy segura
de qué decir.
—Sabes que se merece lo que está recibiendo.
Aprieto los ojos cerrados por un segundo.
—Preferiría no hablar de eso.
Sawyer se calla.
Abro los ojos y miro alrededor de la habitación. Quiero hablar de
cualquier cosa menos de eso.
—¿Cómo es tu hermano?
Sawyer deja de respirar por un segundo. Luego dice suavemente:
—Salvaje. Más que yo.
—Eso es difícil de imaginar —digo en tono serio.
Sawyer se ríe suavemente.
—Probablemente sea culpa mía. Yo lo crié y no le enseñé algo mejor.
Volvemos a estar un rato en silencio.
Pregunto:
—¿Qué está haciendo ahora?
—Drogas. Está entrando y saliendo de la cárcel.
Trago saliva.
—Oh... lo siento.
—No lo hagas. —Aprieta mi brazo—. No es culpa tuya.
Permanecemos allí un rato más, y me retuerzo.
—Realmente tengo que ducharme.
—¿Tan ansiosa por lavarme de ti?
—¡Me siento asquerosa!
—Está bien. Yo también necesito una. —Se levanta de la cama y me
ofrece una mano—. Pero eso solo significa que tendré que marcarte con mi
olor otra vez. Y pronto.
Gruño, pero tomo su mano. Cuando entramos, Sawyer insiste en
limpiarme. Le arrebato el jabón.
—Puedo hacerlo yo.
—Permíteme. —Me guiña un ojo—. Entonces puedes hacérmelo a mí.
Pongo los ojos en blanco y comienzo a enjabonarme.
—Sin embargo, No te duches con Miles o Ryder. Ambos son unos
derrochadores de agua.
Sawyer frota justo detrás de donde yo paso mis manos, limpiando justo
detrás de mí.
Resoplo.
—No me veo duchándome con Ryder. Nunca.
Sawyer encoge los hombros, pero no dice nada.
Pauso. Espera. ¿Él espera que eso suceda? Miro al hombre frente a mí.
Está de rodillas lavando mis muslos.
—¿Es eso lo que... vamos todos a... ducharnos juntos y esas cosas?
Sawyer continúa lavándome. Se siente bien, sus enormes manos
siendo tan suaves en mi piel.
Su silencio me asusta. No debería haber preguntado. Esto es solo un
juego.
Me alejo de Sawyer. Él agarra mis muslos y me tira de vuelta hacia él,
mirándome a través del agua que cae.
—Hay muchas cosas que quiero, Cali. Pero no estás lista para
escucharlas ahora. —Me besa los muslos y se levanta—. Empecemos por
confiar en mí lo suficiente como para no mentirme, ¿sí?
Trago saliva. No sé si alguna vez podré hacer eso. Pero tengo miedo
de que quiera hacerlo. ¿Por qué diablos quiero hacerlo?
56
Miles

Estoy en mi segundo viaje hacia arriba para conseguir más brasas


calientes. El piso de arriba está tranquilo, con la excepción de una ducha
corriendo. Mi estómago se revuelve de emoción e incomodidad. Estoy
dividido entre ver a Ben pagar por las cosas que hizo y acurrucarme con Cali
en mis brazos.
En contra de mi buen juicio, vuelvo a bajar.
Cali volvió a mirarnos con verdadero miedo, y me dio náuseas.
¿No es eso lo que este tipo usó contigo? ¿Puñetazos?
Mierda. Las palabras de Ryder me golpean directamente en el
estómago otra vez, haciéndome sentir miedo y rabia. Abro la puerta de
golpe.
Ben está retorciéndose, gritando sobre la mordaza. Las ratas han
comenzado a cavar en su carne, con el pelaje cubierto de sangre. Se ve
agonizante.
No soy como él. Y no soy como mi padre.
Dejo caer las brasas en la jaula.
Las ratas corren más rápido, sintiendo el calor. Huele horrible aquí
adentro, como pelo cocido y orina. Deseo que las ratas caven más rápido
para que no se quemen.
Los gritos amortiguados de Ben son espeluznantes, cada músculo de
su cuerpo tenso. La sangre fluye hacia mi polla. Me gusta verlo sufrir,
completamente a mi merced.
Me inclino sobre la cabeza de Ben, y le pregunto suavemente:
—¿Así es como ella sonaba? ¿Cuando lloraba pidiendo clemencia, y
tú la golpeabas de todos modos?
Lágrimas recorren la cara de Ben. Ni siquiera puede escucharme en
este momento.
—No, ella no lloraba. —Le acaricio la parte superior de la cabeza—.
Ella es más valiente que tú. No eres más que un cobarde miserable. —Le
aparto un mechón de cabello rubio y sudoroso de su frente—. Orinándote
encima cuando me viste. ¿Quieres saber qué hizo ella cuando nos vio?
Una rata chilla y una energía frenética estalla en la jaula. Ben lucha
contra sus ataduras, haciendo un esfuerzo impotente. Mi polla se endurece
aún más.
—Ella nos enfrentó. —Una sonrisa ilumina mi rostro—. Ella amenazó con
matarme.
El recuerdo de su fuego enciende todas mis terminaciones nerviosas.
Joder, mi polla está tan dura que duele.
Ben suelta un grito. Me bajo el pantalón, apretando mi polla.
—Así es, ella nos enfrentó con todo lo que tenía. Todavía nos está
enfrentando. Estúpida y valiente mujer. —Me acaricio, viendo las lágrimas
correr por su piel gris y cerosa. Mis bolas se aprietan.
—¿Te hizo sentir poderoso herirla, grandullón? —Le doy una bofetada
en la cara—. Mírame cuando te estoy hablando.
Los ojos de Ben se cierran, y todo su cuerpo convulsiona. Mierda. Ni
siquiera puede escucharme ahora mismo. Maldito cobarde.
La imagen de los ojos de Cali escupiendo veneno cuando le dijo a
Ryder que simplemente la matara llena mi cabeza, y mi cuerpo se bloquea
de placer. Me recorre, y me vengo, esparciendo chorros de semen por toda
la cara de Ben. Joder, ella es tan perfecta y hermosa. Y jodidamente
estúpida.
A medida que el orgasmo desaparece, me vuelvo a guardar la polla
en el pantalón.
Joder. Realmente apesta aquí adentro.
—Todavía no hemos terminado. —Le doy una palmadita en el hombro
a Ben y subo las escaleras. Salgo afuera, aspirando una bocanada de aire
del campo. La euforia comienza a desvanecerse, y la fatiga me llena.
Observo la única nube oscura en el cielo contra el profundo púrpura del
crepúsculo.
El tono de Ryder cuando se burlaba de Cali sobre mis asesinatos llena
mi cabeza. Sonaba tan engreído. Tan seguro de que yo era igual que el
hombre que la golpeó.
Cierro los ojos con fuerza. Quiero decir, la secuestramos. No está aquí
por voluntad propia. La vergüenza me invade. Mientras esté con nosotros,
nunca tendrá verdadera elección. Una esclava con nuevos dueños
obsesionados con ella, pero dueños, al fin y al cabo.
Me paso una mano por la cara. ¿Dónde está Ryder? Necesito que me
saque estos sentimientos a golpes. Y tal vez lo golpee a él también por decir
lo que dijo.
Cuando me doy la vuelta para volver adentro, noto que su camioneta
no está aquí.
Maldición. ¿A dónde demonios fue?
Camino por el pasillo y me detengo frente a la puerta cerrada de
Sawyer. Toda la casa está en silencio. La abro lentamente.
El cuarto está oscuro, y me lleva un minuto adaptarme, pero cuando
lo hago, veo a Sawyer y a Cali acurrucados en la cama, durmiendo. Sawyer
tiene un brazo alrededor de ella. Su cabello está mojado, y por lo que puedo
ver, están desnudos.
A pesar de mi estado de ánimo, mi polla se mueve. Entro en la
habitación, cerrando la puerta suavemente detrás de mí. Ninguno de los
dos se mueve. Escucho a Sawyer roncar, y debajo de eso, escucho su suave
respiración.
Joder, ambos se ven tan tranquilos. Mi respiración me llena los
pulmones mientras los observo. Las pestañas de Cali son oscuras contra su
piel pálida, y su boca está entreabierta mientras duerme. Sawyer está recién
afeitado, y su piel es suave. Puedo oler la loción de afeitado en él.
Maldición. Respiro profundamente. Debería irme. Ducharme, hacer la
cena, pelear con Ryder. Luego, atender a Ben para mantenerlo vivo un
poco más.
Pero no lo hago. Los observo dormir. Me siento atraído hacia la cama
como si hubiera un imán. Parece que cuanto más cerca estoy, más en paz
estará mi corazón.
Al diablo con ello. Me quito la ropa ensangrentada y me acuesto al
lado de Cali. La miro de frente para poder ver cada pequeña expresión. Se
mueve un poco, cierra la boca y gime.
Maldita sea. Ahora estoy duro como una roca otra vez.
La respiración de Cali se equilibra, y no puedo evitarlo. Trazo mi dedo
a lo largo de su frente.
No puedo dormir mucho. Tengo que darle fluidos intravenosos al
pedazo de mierda y curarlo. No puede morirse tan rápido conmigo.
La hermosa mujer frente a mí se mueve. La vi feliz por un segundo. La
forma en que nos miraba después de que Sawyer hiciera panqueques en la
cocina. Su mirada se suavizó, y en ese momento, fue lo más bonito que
había visto. Ahora se ve como se veía entonces. Como si hubiera dejado de
correr y de luchar y se permitiera realmente vivir.
Me congelo. Trago bruscamente y luego paso mis labios por su piel.
—¿Así es como te ves cuando te sientes segura, niña bonita? —Me
siento en silencio por un momento, mi pecho cálido por la adoración—.
Ojalá pudieras lucir así todos los días.
57
Cali

Escucho las palabras susurradas de Miles. Finjo estar dormida y él sigue


trazando mi rostro por un rato más.
Un escalofrío me recorre la espalda. Sus palabras me envuelven en un
cálido abrazo. ¿Quiere que me sienta segura? El pensamiento hace que la
tensión en mi pecho se libere y una pequeña esperanza florezca. Pero no.
¡No! Están torturando a Ben abajo. Y luego seré la siguiente. ¿Verdad?
Intento gritarle a la voz cursi dentro de mí que quiere derretirse por su
comportamiento protector.
No. Esa parte cursi me llevará a la muerte. Intento aplastarla.
Pasa un tiempo antes de que la respiración de Miles también se
equilibre. Los pensamientos pasan por mi mente. Esta parte suave de ambos
está confundiendo lo que antes parecía tan claro.
¿Todavía es parte del juego? ¿Hacer que me enamore de ellos?
Porque joder, si no estoy tentada a creerles. Me hacen querer sumergirme
en sus tormentas ásperas pero protectoras.
Trago saliva. Sawyer una vez dijo que sería fácil quebrarme después
de que me abriera. De hecho, él mismo me dijo que fue estúpido abrirme.
Maldita sea, soy débil. Porque eso es exactamente lo que quiero hacer.
Un dolor se forma en la parte posterior de mi garganta. Abrirme nunca
será algo que pueda hacer. Es cruel incluso pensar que podría. Dios.
Necesito una maldita bebida.
Muevo mis manos. Ningún hombre se mueve. Me incorporo
lentamente. Nuevamente, ningún movimiento. Estoy entre ellos, así que
tengo que deslizarme hasta el final de la cama. Lo hago, volviendo a
colocar la manta sobre Sawyer. Camino hacia la puerta.
Ambos hombres continúan respirando pesadamente mientras
duermen.
Respiro hondo y entreabro la puerta.
La casa está silenciosa y oscura. Escucho por un rato. Nada. Salgo. La
puerta del dormitorio de Ryder está cerrada. Es de noche, así que debe estar
dormido.
Me alejo del pasillo y bajo a la cocina.
No hay llaves del auto en el gancho.
Maldición. Deben guardarlas a la hora de dormir. Recuerdo haber
visto una computadora en la oficina. Comunicación con el mundo exterior.
Mi corazón salta ante la idea. Una parte de mí está emocionada. Otra parte
siente que esto está mal. Confían en mí, y estoy traicionando esa confianza.
La puerta de la oficina está entreabierta. Entro, cerrándola detrás de
mí. Es difícil ver, pero el oscuro escritorio está lleno de cosas. Me siento en la
silla, palpando.
¡Sí! ¡Santa mierda, está aquí!
Hago una pausa antes de abrir la computadora portátil. No puedo
sacudirme la sensación de que esto está mal. Me doy una patada
mentalmente. Tengo todo el derecho de intentar luchar por mi libertad.
Aprieto la mandíbula. Lucha por ti misma, Cali. No puedes ser una
víctima para siempre.
La enciendo, la luz azul me deslumbra, lastimándome por un segundo
y obligándome a parpadear.
—Esto es interesante.
La voz grave me hace dar un respingo. Me echo hacia atrás en la silla
y se me escapa un pequeño grito. Busco desesperadamente en la
habitación el origen del sonido. A mi derecha, una forma sombría se sienta
en un sillón que no noté al entrar.
Retrocedo unos pasos hacia la puerta, con el corazón acelerado.
—Actúas como si te hubiera atrapado haciendo algo malo. —Ryder
se recuesta. Parpadeo, esperando que mis ojos se ajusten.
—Yo... me asustaste.
Él no dice nada. Luego pregunta:
—¿Problemas en el paraíso?
—¿De qué estás hablando? —Me enderezo.
—¿Qué estabas haciendo? —Señala hacia la computadora.
Tanteo, buscando una excusa.
—Solo quería... Sawyer dijo que podía...
Ryder arquea una ceja, observándome luchar. Finalmente, cruzo los
brazos y lo miro con furia.
—¿Qué hacías espiándome?
Entrelaza los dedos.
—Yo no era quien espiaba, Cassie.
—Mi nombre es Cali.
—Claro. —Capto una pequeña sonrisa antes de que vuelva a su
mirada indiferente—. Tienen reglas contra el uso de dispositivos electrónicos.
—¿Cómo es que…? —Empiezo yo.
Su labio se curva.
—También son mis novios. Hablan conmigo, no solo contigo.
¿También? ¿Él cree que estamos saliendo?
—No estamos... —Hago una pausa. Porque si la situación no estuviera
tan jodida, absolutamente parece que Sawyer, Miles y yo estamos saliendo.
Maldición, ¡por un segundo esta noche, también sentí que lo estábamos!
Me aclaro la garganta.
—No somos... una cosa.
Ryder no dice nada, sigue mirándome.
—¿Por qué estás aquí?
—¡Fui secuestrada!
—¿Así que no tienes sentimientos por ellos?
—¡No! —Las emociones revolotean dentro de mí, apretando mi
estómago. ¿Qué diablos me pasa?
La voz de Ryder baja a un tono peligroso.
—¿En serio? Porque o tienes sentimientos por ellos, o los estás guiando
a propósito.
Mi estómago se contrae. No me gusta cómo me mira como si pudiera
ver directamente a través de mí.
—Guiándolos, ¿qué? ¿De qué estás hablando?
La fría luz azul de la computadora cae sobre su rostro.
—Están obsesionados contigo. Nunca los he visto actuar así con una
mujer antes.
Un extraño calor me atraviesa.
Ryder se inclina hacia adelante.
—¿Qué estás haciendo para manipularlos?
¿Manipularlos? ¡Yo soy la que está siendo manipulada!
—¡No lo hago! —respondo bruscamente—. ¿Cómo, exactamente,
crees que estoy haciendo eso?
Ryder me mira.
—Eso es lo que no puedo entender. —Inclina ligeramente la cabeza—
. O estás jugando un juego, o realmente piensas que te gustan.
Aprieto la mandíbula.
Ryder niega con la cabeza.
—Pensé que habíamos hablado de eso. Los has conocido durante,
¿qué, unos pocos días? ¿Cómo sabes que realmente te gustan? Ellos matan
por deporte. Realmente no los conoces.
—¡Nunca dije que me gustaran! —tartamudeo.
Se inclina hacia adelante.
—¿Cuál es el libro favorito de Sawyer? ¿Qué hace Miles para
relajarse? —Ryder se levanta en toda su altura—. ¿Qué hacen cuando
tienen miedo? ¿Se enojan? ¿O están Tristes? —Se acerca a mí.
—Yo... —Retrocedo acercándome a la puerta.
—Respóndeme, niña —ladra.
—No lo sé. —Mi garganta se aprieta.
—Así es. No lo sabes. —Se inclina hacia mí, con el labio curvado.
Mi espalda golpea el respaldo de la puerta. No debería haberla
cerrado.
Ryder se mueve hasta que casi me está tocando. Es tan alto que mi
nariz solo llega a su pecho. Levanto el cuello para mirarlo. Sus rasgos oscuros
absorben la luz en la habitación, absorbiéndola en el vacío de sus ojos. Por
un segundo, parece triste.
Luego, huelo el alcohol en él.
El deseo arde dentro de mí. Joder, hace mucho tiempo que no tomo
un trago. Necesito uno desesperadamente en este momento.
Ryder me mira.
—Si no estás saliendo con ellos, entonces no tendrás ningún problema
en decirles que no te gustan.
Trago saliva. Los sentimientos que no me gustan se revuelven en mi
estómago ante la idea.
—¿Verdad? —Hay una advertencia en la voz de Ryder. Siento otro
golpe de whiskey en él.
—Sí. —Aprieto los dientes.
Ryder da un pequeño paso hacia atrás. Ahora veo el alcohol en el
escritorio. Sigue mi mirada y luego vuelve a mirarme, sus ojos se quedan en
mi rostro.
—¿Quieres un poco?
Rechino los dientes. ¿Puede leer mi mente? Joder sí, quiero un poco.
Ryder me observa de esa manera tan inquietante que tiene. Luego extiende
la mano lentamente hacia la botella, y la lleva a su boca, tomando un largo
trago mientras me observa.
Mis fosas nasales se abren. Imbécil.
Ryder extiende su mano y agarra mi garganta. Me jala bruscamente
hacia él, y tropiezo contra su pecho con un jadeo. Con su otra mano, me
sujeta la mandíbula y la abre. Abro la boca sorprendida, y Ryder presiona su
boca contra la mía, escupiendo un trago de whiskey en ella.
Me sobresalto. El alcohol me quema al instante, calentando mi boca
en un dolor placentero. Trago saliva, mi garganta arde con el líquido.
Ryder todavía está ahí, sosteniéndome contra él, sus labios casi
tocando los míos. Intercambiamos alientos. Sus ojos oscuros están
ligeramente desorbitados. Nos quedamos atrapados el uno en la mirada del
otro durante un segundo, sus ojos brillantes, posesivos, malvados y
temerosos.
Luego me suelta, retrocediendo un paso. Se endereza, alisando su
camisa.
—¿Por qué no corres? —pregunta.
—¿Qué? —Respiro agitada.
—Ahora mismo. No te detendré.
—Porque me dispararás en la espalda.
Ryder saca algo de la parte trasera de su pantalón y lo pone en el
escritorio con un fuerte golpe. Es una pistola.
La adrenalina arde bajo mi piel.
—No lo haré. No en este momento —dice él.
—¿En este momento? —Entrecierro los ojos—. Sí, eso es reconfortante.
Ryder se mueve hacia el escritorio y tropieza un poco. Maldición. ¿Está
borracho? Miro a ver si puedo agarrar su arma antes que él.
—Inténtalo —dice Ryder, su discurso de repente claro como el cristal—
. Incluso borracho, todavía puedo dispararte en cuestión de segundos.
Me quedo congelada. Ryder sonríe con suficiencia.
Pienso en su deseo de que me vaya. Quiere que huya para poder
hacerme desaparecer sin enojar a sus hombres.
Me enderezo.
—Estás tratando de hacer trampa. No puedes jugar a espaldas de
Sawyer.
—¿No es eso lo que estabas intentando hacer? —Ryder hace un gesto
hacia la computadora.
Entrecierro los ojos.
—Conocía las consecuencias.
—Yo también. —Me observa.
—¿Ah, sí? Para mí, las consecuencias son mi vida. ¿Cuáles son para ti?
—La ira me devora por lo injusto que es todo esto—. ¿Una pelea de
amantes? ¿Un poco de celos? Así que lo solucionas, lo jodes todo y todo
estará bien. Yo estaré muerta. ¡Explícame cómo demonios eso es justo!
Ryder cruza los brazos.
—La vida no es justa, pequeño misterio. Pensé que eras lo
suficientemente mayor para entender eso.
El alcohol zumba en mi cabeza. Hace tanto tiempo que no tomo una
copa que ya me está afectando. Escupo:
—Oh, no te preocupes. Aprendí eso hace mucho tiempo. Mi error, me
atrapaste en un momento humano. —Giro sobre mis talones—. Que tengas
una buena noche, Ryker.
Gruñe al oír el nombre equivocado y doy un portazo. Al hacerlo, me
abandona la valentía, y corro por el pasillo, volviendo a la habitación de
Sawyer. Ambos siguen durmiendo en la cama. Con cuidado, vuelvo a
meterme entre ellos, necesitando al menos fingir que pueden protegerme
de las emociones que me invaden.
Sawyer sigue roncando, pero Miles se mueve y me rodea con un
brazo. Murmura:
—¿A dónde fuiste?
—Al baño. —Las lágrimas me pinchan detrás de los ojos. Quiero decir
que lo siento.
—Mmmm —murmura Miles en mi cabello. En cuestión de segundos,
vuelve a estar dormido.
Maldición. No quiero seguir jugando este juego. ¿Cómo me bajo de
esta montaña rusa?
58
Ryder

La casa está en un estado lamentable. Hay ropa sucia por todas


partes y casi no queda comida. Mi mente no deja de dar vueltas.
Tan pronto como abre la tienda de comestibles, voy de compras.
Mientras recorro los pasillos, trato de no pensar en cómo se le dilataron las
pupilas de Cali cuando le escupí el whiskey en la boca.
Joder, se veía tan hermosa y sumisa. Ni siquiera puede evitarlo.
Jodidamente atraída por cada bandera roja que pasa.
Atraída o intentando jodernos. ¿O ambas cosas?
Cuando estoy en el pasillo de los cereales, mi abogado me llama.
Contesto al primer timbrazo.
—Oye, van a retrasar la audiencia de supresión. El oficial está de
vacaciones.
Gruño.
—Todavía estoy trabajando en nuestro trato, pero solo para que
sepas, no estoy llegando a ninguna parte.
Mierda. Aprieto el teléfono tan fuerte que me duele los dedos. Temía
que fuera así. Si esto llega a juicio, me encerrarán durante años,
posiblemente de por vida. Y ¿qué pasa con Miles? Era su presa
originalmente. Cómo no han relacionado su ADN, no lo sé. No quiero
desarraigar a mi familia, pero dejaré el país si esto fracasa.
—¿Sigues ahí?
—Sí.
—De acuerdo. Solo me aseguraba de que lo supieras. Le ofrecería
más, pero tengo miedo de que a la moral de este nuevo tipo le afecte.
Alguien pasa apresuradamente su carrito a mi alrededor como si
estuviera molesto. Me doy cuenta de que he estado bloqueando todo el
pasillo.
Cuelgo. Me he preparado para esta posibilidad. Tengo cuentas
establecidas en corporaciones offshore y siempre mantengo abiertas las
líneas de comunicación con Wyatt. Siempre supe que habría una posibilidad
de que tuviéramos que irnos. Siento un rasguño en la parte posterior de mi
garganta.
Cuando llego a casa, preparo más comidas para mis hombres. Tengo
suficiente para las quesadillas favoritas de Miles y la carne y el puré de papas
de Sawyer. Intento concentrarme en esta tarea. Lidiaré con esto y luego con
lo demás.
Mientras me preparo, me pongo la camiseta al revés antes de sacar
el pollo. No quiero la salmonela por todo el exterior. Me niego a usar ese
delantal que Sawyer usa. Nunca lo lava, y es un milagro que el hombre no
se enferme más de lo que lo hace. Mientras empiezo a prepararlo, extiendo
la mano hacia el bloque de cuchillos. No está ahí.
Miro en más cajones. Mierda. ¿Dónde demonios están los cuchillos?
Miro por todas partes. No están en la cocina.
Busco a Miles para preguntarle dónde los puso. Su habitación está
vacía, y su cama está hecha. Frunzo el ceño, luego voy a la habitación de
Sawyer.
Está llena de ropa sucia y su cama está desordenada. Joder, su
habitación es un desastre. Siempre me encargo de lavar la ropa cuando
estoy aquí, y olvidé hacerlo después de volver. Esa bomba rubia se está
metiendo en todas mis rutinas. Recojo la ropa y empiezo una carga.
Le envío un mensaje de texto a Miles: ¿Dónde están los cuchillos?
Responde casi inmediatamente: En el sótano.
Levanto las manos en el aire. ¿Qué demonios? Bajo las escaleras.
Sawyer está allí, con la televisión encendida de fondo. No veo los cuchillos
por ningún lado.
—¿Dónde demonios pusieron los cuchillos?
Sawyer levanta una ceja hacia mí, luego vuelve a mirar su teléfono.
—En la habitación del sexo.
Murmuro, moviéndome hacia allí, luego me detengo de golpe,
mirando el nuevo cerrojo instalado en la puerta.
—¿Está cerrado con llave?
Sawyer resopla.
—Sí, ¿cómo esperas que mantengamos a la gente fuera?
—Desbloquéalo. —Le lanzo una mirada fulminante.
Sawyer pone los ojos en blanco y hace lo que le pido. Encuentro el
bloque de cuchillos sobre uno de los bancos de sexo. Lo agarro y luego
cierro la puerta de un portazo.
Le lanzo una mirada asesina a Sawyer.
—¿Qué, esperas que tu novia intente matarte? Eso es amor
verdadero.
Sawyer no me mira, pero sonríe ligeramente.
—Me amenazas con cuchillos y lo llamas amor.
A pesar mío, pienso en eso. Joder. Su cuello se ve tan jodidamente
bonito contra mi cuchillo.
Sawyer murmura:
—Llévate tu culo cabreado arriba y has pucheros solo. Se está
volviendo molesto.
La rabia hierve en mí tan rápido que casi me lanzo hacia él para
enseñarle una lección.
Luego me lanza una mirada victoriosa, y me detengo. Esa fue
exactamente la reacción que quería. Está tratando de provocarme, como
hace con Miles.
Le lanzo una mirada de odio a Sawyer, luego subo las escaleras. Se
siente mal estar en desacuerdo con él. No es la primera vez que peleamos,
pero no se siente bien. Pero no retrocederé. Estoy haciendo esto por él.
Corto el pollo y luego lavo inmediatamente el cuchillo y la tabla de
cortar para deshacerme de los gérmenes.
Mientras estoy cocinando, Sawyer se acerca y se sienta en la isla. Se
mantiene en silencio, jugueteando con su teléfono.
Veo a Miles y a Cali pasar por la ventana de la cocina, hacia la puerta
principal. Miles lleva puesto sus pantalones cortos de jogging. La cara de
Cali está roja y su cabello desordenado. Miles debe haberla llevado a correr.
Se están riendo, empujándose de un lado a otro como niños.
Mi estómago se hunde. Miles va a estar tan herido cuando ella le
rompa el corazón. Se enamora demasiado rápido y con mucha
profundidad. No quiero que esto sea lo que lo destroce.
Miles y Cali entran, aún riendo. Miles me saluda de forma juguetona
con un dedo mientras pasan por la cocina, y continúan con su
conversación. Mis ojos bajan a ambos traseros mientras pasan, dirigiéndose
hacia los dormitorios. El trasero de Miles se ve firme en sus pantalones cortos.
Cali lleva unos pantalones deportivos demasiado grandes, pero aún así
puedo ver sus mejillas abultadas.
Atrapo a Sawyer sonriéndome.
Lo fulmino con la mirada.
—¿Qué?
—Nada. —Él toma una tortilla de mi montón y comienza a comerla—.
Solo parece que quieres una parte de eso.
Le lanzo una mirada mortal.
—Ya sabes, podrías tener a ambos. —Sawyer muerde un agujero en el
medio y me mira a través de él—. En realidad, a todos nosotros.
—No, no puedo. —Vuelvo a preparar la comida—. Alguien tiene que
estar bien cuando la realidad llegue.
—Jesús, estás siendo tan dramático. —Sawyer me mira con furia, y eso
va directamente a mi polla.
—Vigila tu tono.
—No, en realidad, no creo que lo haga.
Algo me golpea en la parte posterior de la cabeza, y me giro. Una
tortilla está en mis pies. La ira me invade. ¿Realmente acaba de... lanzarme
eso?
Sawyer me guiña un ojo.
—Creo que necesitas bajarte de tu pedestal y relajarte un poco. —Se
levanta y va al fregadero, dándome un codazo mientras pasa.
Arrugo el labio. Sawyer está cruzando todas las líneas que puede. Sé
que quiere que explote.
—Deja de probarme, Sawyer.
Él pone los ojos en blanco. El hombre pone los ojos en blanco.
Eso es. He tenido suficiente.
Me lanzo hacia él, acorralando a Sawyer contra el mostrador.
Sawyer me mira, con una mirada oscura en sus ojos.
—Jesús, cálmate, Ryder. Estás siendo muy emocional.
Muevo mi mano hacia el cuchillo que está sobre el mostrador. Sawyer
ve el movimiento y arroja su cuerpo hacia mí, agachando la cabeza y
tratando de envolverme por debajo del brazo.
Giro mientras él lo hace, llevándonos a ambos al suelo, y me volteo
para que su cuerpo reciba la mayor parte de la caída.
Sawyer gruñe, y muevo el cuchillo rápidamente, colocándolo sobre su
garganta.
—El cuchillo está en juego, idiota —siseo—. Relájate.
Sawyer baja la mano y agarra mi polla a través de mis pantalones. Me
agarra fuerte, enviando dolor y placer a través de mí. Inclino el cuchillo
hacia él, lo suficiente para que le corte la piel.
En lugar de someterse a mi agarre, Sawyer se ríe y me da un doloroso
tirón en la polla. Me tenso, haciendo mi mejor esfuerzo para mantener la
mano firme en su cuello.
—Cuidado, idiota. —Estoy muy cerca de su carótida.
—¿Qué, tienes miedo? Córtame, cabrón. Hazme daño.
Me muevo para poder mirar a Sawyer a los ojos. Normalmente me lo
pide cuando está casi perdido. Me mira con los ojos azules cristalinos. La
claridad me sorprende. La oscuridad está sólo en los bordes en lugar de
abrumarlo.
Sawyer me escupe en la cara.
Le doy la vuelta para que se tumbe boca abajo y le arranco la camisa
con un movimiento violento. Intenta levantarse, pero me siento sobre sus
piernas y le inmovilizo la cabeza contra el suelo de la cocina con mi mano
libre.
—¿Quieres que te haga daño? —digo, agarrando su cabello tan
fuerte que se tensa—. Te haré daño, maldito mocoso. Vas a estar llorando
por misericordia cuando termine.
—No lo sé —dice entre dientes—. Creo que te volviste medio marica
después de que fuiste a la cárcel.
Sus palabras hacen que la rabia me atraviese y me llegue
directamente a la polla. Miro su espalda llena de cicatrices y admiro mi obra.
Tiene mi nombre grabado por todas partes, algunos Ryder recientes, otros
antiguos. Me inclino y muerdo una de las marcas más recientes. Sawyer sisea
de dolor.
—Oh, ¿ya estás llorando? Ni siquiera hemos empezado. —Le doy un
tirón violento a su cabello. El gemido de Sawyer es agudo—. No me di
cuenta de que te habías vuelto tan marica desde que fui a la cárcel.
Sawyer se ríe toscamente. Veo que una lágrima ha trazado su camino
por su mejilla. Me inclino y la lamo de él. Joder. Su sufrimiento va
directamente a mi polla. La froto contra su trasero.
—Hazme daño de una vez, Ryder. Deja de hacerme esperar por ello.
—Él lucha.
Me río. Joder, he extrañado esto.
59
Sawyer

La dominante presión de Ryder me pone duro como una roca. No


puedo luchar contra su masivo peso en mi espalda. Siento el frío acero en
mi parte baja de la espalda, y a pesar de mí mismo, salto. He sentido la
mordida de su cuchillo muchas veces, y sé que duele como una perra.
Absorbo el miedo y la adrenalina. Estoy dolorosamente excitado.
Ryder lo hace a propósito, arrastrando el cuchillo suavemente arriba
y abajo por mi piel. Cabrón. Trato de no forcejear.
—Has sido todo un mocoso. Aún no sé si mereces que te haga esto.
El miedo real me recorre, y el recuerdo de él rechazándome anoche
vuelve a mi mente. Trato de incorporarme, ganando otro tirón agudo en mi
cuero cabelludo. Las lágrimas pinchan mis ojos.
—No, no. Ya no tienes opción. Quédate quieto y acepta lo que tengo
para darte, maldita puta.
Un dolor ardiente se clava en la parte baja de mi espalda y me
agarroto. El dolor es agudo y hace que cada instinto de mi cuerpo grite por
luchar. Me resisto y lucho para quedarme quieto para no arruinar su marca.
Pero maldita sea, si no duele tanto como recuerdo que dolía. Cada corte
es como un hierro caliente en mi piel, y siento la sangre acumulándose.
—Joder, sangras tan bonito para mí. —El agudo dolor es reemplazado
por un tirón cuando Ryder se inclina y lame la herida. Gime contra mí, y no
puedo evitar gemir. Una neblina placentera empieza a envolver mi mente
en una paz zumbante.
Ryder se endereza y pasa a la siguiente letra, alternando entre cortar
y lamer hasta que estoy en una neblina de dolor, y el mundo se siente lejano.
Siento vagamente cómo me baja el pantalón.
—No mereces ningún lubricante, una vez más, Sawyer. Eres el maldito
masoquista más grande que he visto.
No, esa es Cali. Ryder me da una fuerte palmada en el culo que
apenas me saca de la neblina del dolor en mi espalda. Joder, se siente bien
perderse en la neblina.
Siento a Ryder en mi entrada.
—No te pongas tenso para mí, chico. Sabes que disfrutaré mucho
haciendo que esto duela.
Obligo a mi cuerpo a relajarse. Aun así, Ryder se mete dentro de mí
con una fuerza brutal, como sabe que me gusta. No puedo evitar el gemido
que escapa de mí. Este dolor es agudo y desgarrador, y él no da tregua.
Se me llenan los ojos de lágrimas en contra de mi voluntad.
—Joder —gruñe Ryder, saliendo de mí y embistiendo de nuevo—.
Jesús, te sientes tan jodidamente bien. ¿Eso duele, mocoso?
—No.
A mi pesar, una lágrima escapa de mi ojo.
Ryder me da una fuerte palmada en la herida fresca.
—Eres un mentiroso terrible. Me encanta.
Grito esta vez, atrapado en el dolor. De reojo, veo entrar a Miles.
—Ah, Miles. ¿Quieres un trozo de este culo?
Cierro los ojos con fuerza, esperando que el dolor disminuya. Tiene que
hacerlo pronto. Joder, arde como el infierno. Lentamente, el latido
disminuye.
—De rodillas, Sawyer.
Parpadeo, dándome cuenta de que esta no es la primera vez que
Ryder lo dice. Su voz es suave por un segundo, y luego hago contacto visual
con él, y sonríe.
—Miles va a tomar tu culo ahora. Ni se te ocurra venirte.
Me tenso y miro detrás de mí. Miles nunca ha penetrado a un hombre
antes, aunque ha dicho de pasada que cree que estaría dispuesto.
Miles me mira con abierta lujuria.
—¿Estás bien con esto?
Busco a Cali a mi alrededor. No está aquí.
—No me preguntes eso, arruinas el ambiente, cabrón. —Miro hacia el
suelo—. O lo tomas o no, me da igual.
Ryder me da otra palmada en el culo.
—Eso fue un sí entusiasta. Ven aquí. —Se escupe en la mano y agarra
la polla de Miles—. Igual que follarse un coño.
—¿Qué sabes tú de eso? —Rechino—. Ni siquiera hablas con el que
está en tu casa.
—Creo que necesita algo que lo haga callar, ¿no crees? —Ryder me
rodea y se arrodilla, empujando su polla en mi cara—. Mastúrbame. Si me
lastimas, haré que lo que sientes ahora se sienta como un beso de mariposa.
Agarro su polla con fuerza, oliendo a almizcle y a culo. Empiezo a
acariciarlo mientras Miles empuja contra mi abertura. Gimo. Hace una
pausa.
—Lo estás haciendo bien, Miles —dice Ryder—. Un poco más de
presión. Pasa la abertura.
Miles empuja más. Me escuece el culo por el asalto anterior de Ryder
y gimo. Sacudo a Ryder bruscamente. El dolor se dispara directo a mi ingle.
Dejo caer a Ryder y agarro mi polla.
Ryder me jala hacia atrás por el cabello.
—¿Acaso te di permiso para tocarte?
El dolor en la espalda y el culo me nubla la vista. Miro el enorme
cuerpo de Ryder con los ojos entornados. Sus ojos brillan.
—¿Dónde están mis lágrimas, Sawyer?
Antes de que pueda prepararme, Ryder levanta el brazo y me golpea
tan fuerte en la cara que me pitan los oídos. Me lloran los ojos. Ryder me
agarra de la barbilla, me levanta la cara hacia él y ve cómo las lágrimas
ruedan por mis mejillas.
—Ahí están. Joder, eres tan caliente.
Miles gime detrás de nosotros. Está completamente dentro de mí
ahora.
—Jesús —murmura—. Tan… apretado.
—Maravilloso, ¿verdad? —Ryder me pellizca la mejilla que me arde, lo
que hace que me sobresalte y mis músculos se tensan alrededor de Miles.
Miles gime de nuevo, y Ryder se ríe.
—Tócate —ordena Ryder.
Lo hago, acariciando mi pene con fuerza, el placer se mezcla
inmediatamente con la neblina, enviándome a un estado de euforia.
Mis dos hombres persiguen su placer usándome, y eso me excita aún
más. Miles no dura mucho antes de que se tense y gruña. Ryder se masturba
sobre mí con lentitud, deslizando su mano arriba y abajo, alargándolo.
El brazo que me sostiene tiembla. Ryder le dice algo a Miles. Él se sale
de mí, y Ryder me sienta de nuevo.
—Voy a usar tus lágrimas para correrme. Puedes terminar, pero solo
después de que lo haya hecho yo. ¿Entendido?
Asiento.
—Mírame, Sawyer.
Levanto la mirada hacia él. Ryder tiene los ojos oscuros de lujuria y
calor. Parece poderoso, suave y hambriento. Veo que vuelve a golpearme,
pero no cierro los ojos. El golpe es fuerte y mis ojos vuelven a lagrimear. Dejo
que las lágrimas caigan por mi cara.
—Joder. —Ryder se masturba violentamente sobre mí, corriéndose en
mi rostro. Parpadeo, sintiendo los chorros calientes de semen golpear mi
frente y mejillas. Espero con la boca abierta, acariciando mi polla. Mis
testículos están tan apretados que estoy a punto de explotar.
—Vente para mí, mocoso.
Lo hago y la euforia llena mi cuerpo. Me vengo en mi mano en ráfagas
intensas. Joder, se siente tan malditamente bien.
Cuando el subidón empieza a bajar, siento que el subdescenso se
bloquea y mis emociones caen de inmediato.
Unas manos cálidas agarran mis hombros y me levantan. Ryder me
envuelve, atrayéndome hacia su cuerpo.
—Estás bien. Lo hiciste muy bien. Miles, consigue un paño caliente.
Cierro los ojos, enterrando mi cabeza en Ryder. El dolor es intenso,
atravesándome cada vez que me muevo.
Algo cálido acaricia un lado de mi rostro.
—Déjame limpiarte la cara —ronronea Ryder.
Me alejo un poco. Miles parece preocupado. Ryder me lava el semen.
Siento una risa extraña e histérica en mi pecho. Por lo general, soy yo
o Ryder quien lo lleva al espacio sumiso, no al revés.
—Él está bien. —Ryder me envuelve con sus brazos—. Toma unos
analgésicos y tráeme unos paños calientes y vendajes.
Siento a Ryder llevarnos al sofá. Me hundo en él agradecido.
No hay mucha conversación. Ambos hombres me atienden, y me
permito relajarme por completo. Joder. Todo se siente casi perfecto.
Casi.
Por primera vez, siento que me falta algo en nuestro grupo de tres.
Levanto la cabeza para buscar a Cali. Veo un destello de ella en el pasillo
sombreado.
Bajo la cabeza de nuevo, contento. Ella está aquí. La paz me
envuelve. Así es como quiero que sea. Todos juntos, felices.
Sé que se resistirá. Pero no la dejaré. La obligaré a ser feliz con nosotros.
Ella es nuestra, y nunca la dejaremos ir.
60
Cali

Al principio, pienso que Sawyer va a decir algo sobre cómo los


espiaba. Pero no lo hace. Simplemente se recuesta de nuevo en el regazo
de Ryder. Los hombres continúan en una conversación baja, ajenos a mi
presencia. Miles se ríe de algo, arruga los ojos y puedo ver cómo el lado de
la cara de Ryder se eleva en una pequeña sonrisa. No creo haberlos visto
nunca tan felices. Tan en paz.
Después de correr, me metí en la ducha. Miles se había ido cuando
salí, y lo encontré aquí. No pude ver todo lo que estaban haciendo en el
suelo de la cocina, pero lo escuché, y toda la sangre se me fue al coño.
Este debe ser el aspecto que tenían antes de que yo llegara aquí.
Felices.
Acaricio el collar de plata que rodea mi cuello. No pasé por alto cómo
Ryder se tensó cuando entré con Miles y cómo cambió el lenguaje corporal
de Sawyer cuando vio el cambio de Ryder. Y no tengo dudas de que, si
entrara en la sala de estar, todo cambiaría ahora mismo también.
Trago saliva. Es dolorosamente claro que a pesar de que Sawyer dice
que soy suya y que Miles no me dejará ir, en realidad no tengo un lugar aquí.
Cambio las cosas. Lo cambio todo. Nunca antes me había visto obligada a
ser la cuarta rueda, pero maldita sea... no me gusta.
Doy un paso hacia el pasillo.
Anoche fue un fracaso. Cometí un error. No sabía dónde estaba
Ryder, y arruiné mi oportunidad de irme.
Esta noche será diferente. Tiene que serlo. Por mí misma y por ellos.
61
Sawyer

Una vez que las pastillas para el dolor hacen efecto, me levanto para
ayudar a Ryder con la preparación de la comida. Miles se une a nosotros,
también picoteando todos los alimentos que Ryder ha sacado.
Ryder quiere tirar el pollo. Miles le dice que no y busca las reglas de
seguridad alimentaria para mantener los alimentos fuera.
Ryder aún intenta tirarlo.
Veo algunas botellas de vino en el mostrador con el resto de las
compras.
—Oye, hombre. —Las agarro—. Guarda esto.
Ryder me mira raro.
—Iba a hacerlo.
—No, quiero decir ... no podemos tener esto fuera. Voy a ponerlo en
el sótano.
Ryder deja el queso en la encimera.
—Ya basta con el maldito sótano. Tenemos armarios por una razón.
Miro entre las bolsas para asegurarme de que no me haya perdido
nada.
—Estoy desintoxicando a Cali.
Miles me mira extraño.
—¿Qué demonios?
La ira me llena incluso al tener que pronunciar las palabras. Estallo.
—No quiero que ella agarre esto.
Miles parece sorprendido.
—Lo siento. —Suspiro y me paso una mano por el cabello—. Solo ...
intento mantener esto lejos de ella.
Ryder simplemente lo asimila todo, sin decir nada. Ambos saben que
mi madre era adicta, y he luchado con uñas y dientes para tratar de no
seguir sus pasos.
—Lo siento, Miles, no quise estallar así.
Él levanta las manos.
—Está bien, hombre. La mantendré alejada de eso.
—Gracias —murmuro, llevando las cosas al sótano y cerrándolas con
llave. A pesar de los analgésicos, me duele mucho la espalda. Sé que no
debería estar moviéndome tanto.
Pero hay algo más que necesito hacer. He querido hacerlo desde que
ella habló al respecto. Agarro mis llaves y le digo a Miles que vigile a Cali.
Aún no confío completamente en ella para no salir corriendo cuando siente
que la correa se le afloja.
Miles me mira el culo mientras salgo.
—Creo que voy a necesitar otro pedazo de eso.
—En tus sueños, cachorro —gruño y salgo por la puerta. Me voy por
unas horas. Todo el tiempo que estoy fuera, me pica la piel. Me doy cuenta
de lo aliviado que me he sentido desde que ella está con nosotros. Me
encuentro buscando nuevas propiedades abandonadas para perseguirla.
Pensando en nuevas formas en que puedo presionarla. Hacerla correr hacia
mí. Hacerla darse cuenta de que le proporcionaré todo si solo lo pide.
La mujer ha invadido cada área de mis pensamientos.
Cuando regreso a casa, instantáneamente siento más paz al saber
que mi gente está cerca de mí. Llevo mi premio, sabiendo que los hombres
me van a molestar. Pero no están en la sala de estar. Dejo el premio afuera
de mi habitación y entro.
—¿Cali?
Me encuentro con el silencio. Reviso toda mi habitación. La ropa sucia
se ha ido, pero ella no está aquí.
Por un segundo, mi estómago se hunde.
Mierda, se escapó.
Corro a la habitación de Miles y la encuentro sentada en su cama,
mirando por la ventana.
—Ah, ¿fisgoneando en los cajones de alguien más? —pregunto, pero
me lleva un segundo que mi ritmo cardíaco se calme.
Apenas me mira.
—Oye, ¿qué pasa? —La incomodidad me llena. Vacilo por un
segundo, luego me siento rígido junto a ella.
—Nada. —Me regala una sonrisa falsa.
Mi ritmo cardíaco se acelera de nuevo.
—Cali... —advierto—. ¿Qué te dije sobre mentirme?
Ella traga saliva.
—No es nada, Sawyer. —Luego dice más bajo—: Solo estoy triste.
Mierda. Mi estómago se retuerce.
Agarro el mentón de Cali y la obligo a mirarme. El veneno me
atraviesa.
—¿Quién te puso triste? Lo mataré.
Se ríe amargamente y aparta el mentón.
—Está bien. Solo me agarraste en un momento sentimental. Superaré
esto.
La agarro de nuevo.
—¿Quién, Cali?
Ella intenta apartarse de mí.
—Ya dije que estoy bien.
Mi voz baja, y la oscuridad se arrastra.
—¿Quién?
Estalla, mirándome a los ojos, con lágrimas en los suyos.
—¿Y si fueras tú, Sawyer? ¿Qué harías entonces?
¿Yo? Algo como dolor me retuerce el corazón. Mi pecho se aprieta.
—¿Qué?
—Sí, tú. —Cali dirige su mirada furiosa hacia mí—. ¡Torturaste a Ben! ¡No
me dejas ir, y torturaste a alguien, pero eres tan amable conmigo! ¡Eres tan
amable conmigo que me confunde! ¡Estás jodiendo mi cabeza, Sawyer! Y
no es justo. No... —Jadea—. ¡Mierda!
—¿Qué? —La examino y no veo nada mal.
—¡Estás sangrando! —dice ella.
—¿Qué? —La sigo revisando.
Cali lucha por alejarse.
—Tu espalda. Estás sangrando, Sawyer.
Echo un vistazo hacia abajo. Oh. Mi camisa está manchada de rojo.
Debo estar goteando a través del vendaje.
—Cali, está bien.
—¡Estás sangrando mucho! —Ella se precipita hacia el baño.
—¡Cali! Está bien. —Pero ella ha desaparecido. Vuelve con una toalla
húmeda y papel higiénico. Parte de mí se calienta al ver su preocupación.
—Solo necesito un nuevo vendaje. —Levanto mi camisa, girándome
para que pueda ver mi espalda.
Cali guarda silencio.
Quiero darme la vuelta para ver qué piensa, pero no lo hago. Alguna
parte de mí teme que piense que es feo.
Me doy la vuelta y me pongo de pie, con una sensación muy extraña.
—Sí. De todos modos, solo quería comprobar cómo estabas.
—Espera. —Cali mira las cosas en su mano.
Me detengo. Parece que está buscando algo que decir.
—Cali, no necesito tu compasión —digo, más duro de lo que quiero.
Mierda, ¿por qué esto es tan difícil para mí?
—Bien —responde bruscamente—. Porque no pensaba dártela. —
Respira hondo—. Quiero ganar más puntos.
Me lleva un segundo procesar esas palabras. Espera. ¿Quiere irse?
El dolor me atraviesa. Había olvidado el juego por un segundo. El
mundo imaginario que había construido en mi cabeza en el viaje se
desmorona, y la rabia me invade. Me doy la vuelta y camino hacia la
puerta.
—No.
—¡Por favor! —dice Cali—. Haré lo que sea.
Me doy la vuelta, sintiendo la ira apretándome el pecho. No debería
haber sido tan estúpido al dejar que mis emociones se involucraran.
—¿Lo que sea? —digo burlonamente.
Cali tira la toalla sobre la cama y pone las manos en sus caderas.
—Lo que sea —dice.
Desesperadamente quiero decirle que 'lo que sea' es quedarse. Pero
viendo cuánto he arruinado esta conversación, no veo que eso vaya a salir
bien. Estoy enojado conmigo mismo.
—Está bien —gruño—. Si te follas a Ryder, te daré puntos.
—¿Cuántos? —responde Cali.
Un gruñido se acumula en mi pecho.
—Cien.
—¡Eso no es suficiente! Ryder nunca me follará.
No estoy tan seguro de eso. Me encojo de hombros.
—Ese es un riesgo que debes tomar. O juegas el juego o no, Cali.
—Eso es una mierda, Sawyer, y lo sabes. Ochocientos, y no lo haré por
menos.
No puedo evitar el tono en mi voz.
—Eso es suficiente para que te vayas.
—Ese es el punto, imbécil —sisea Cali y cruza los brazos.
La oscuridad se asienta sobre mi visión. Debería haberlo sabido mejor.
No debería haberme ilusionado con que quisiera quedarse.
—Está bien —gruño—. Pero no puedes contarle sobre el trato. Ni a
Ryder ni a Miles. Y tiene que suceder en los próximos tres días, o todos los
puntos se anulan. —Avanzo hacia la puerta—. ¿Me oyes? Perderás todos
ellos. Buena suerte, conejita.
Cierro la puerta y casi tropiezo con lo que traje afuera de la puerta.
Miles está saliendo de la habitación de Ryder.
—Jesús, ¿quién te ha amargado el desayuno? —Él echa un vistazo a
la caja en el suelo—. ¿Qué es eso?
La traición se arremolina en mi pecho. Pero no debería sentirme así. Es
mi culpa por permitirme sentir algo cuando sabía que no debería.
—Su gato —gruño y abro la puerta de un tirón.
—¿Qué? —Miles suena confundido—. ¿Qué pasa, Sawyer?
—No quiero hablar de eso. —Cierro mi puerta.
Se abre un segundo después, y Miles entra.
—Sí, puedes irte al carajo con esa mierda malhumorada. Habla
conmigo. ¿Pasó algo?
Me dejo caer en mi cama.
—Estoy leyendo, ¿no te das cuenta?
—Debe ser muy interesante. —Cruza los brazos y se apoya contra mi
cómoda.
Agarro el libro de mi cómoda y lo abro solo para hacer una
demostración, pero no puedo concentrarme en ninguna de las palabras.
Oh, Dios mío. Ella vio a su exnovio y decidió que no nos quería.
Me levanto de golpe.
—¿Ese hijo de puta sigue vivo?
—¿Quién? ¿Ben?
Los bichos están arrastrándose bajo la piel de mi brazo. Intento apartar
a Miles. Él extiende un brazo musculoso y me empuja tan fuerte que tengo
que contener mi respiración.
—Joder, habla conmigo, Cyrus.
Parpadeo, enfocándome por un segundo. Miles parece preocupado.
Apenas puedo decir las palabras. Me duelen al pronunciarlas.
—Cali quiere irse.
La mirada de Miles recorre mi rostro. Se toma un segundo para
responder, y cuando lo hace, las palabras son lentas y cuidadosas.
—Bueno, sí. Este no es su hogar. Ni siquiera tiene ropa aquí, Sawyer.
—Traje a su gato. —Paso una mano por mi cabello, riendo incrédulo.
Miles parece sorprendido por un segundo.
—¿Y ella se enojó?
—Ella no lo sabe. —Aprieto la mandíbula.
—Jesús, amigo. —Miles exhala un suspiro.
—Ella vio a su ex, y ahora quiere irse.
La ira pasa por el rostro de Miles.
—Quítate de mi camino. —Voy a empujarlo.
Él vacila por un segundo, luego me deja pasar.
—No lo mates, Sawyer. Su muerte es mía.
—No lo haré —gruño—. Pero me suplicará que lo haga.
62
Miles

La preocupación me invade. Sawyer es impredecible en un buen día,


pero ha empezado a mejorar con Cali cerca. Entonces, ¿qué diablos lo hizo
estallar de nuevo?
Salgo al pasillo. Se escuchan fuertes maullidos desde una caja de
cartón.
Bueno, mierda. ¿Realmente trajo a su gato? Sawyer no es bueno
haciendo cosas por otras personas. Nunca lo ha sido. Entonces, ¿verlo hacer
esto? Un breve estallido de admiración me llena.
Mi puerta se abre y Cali sale enfurecida.
—¿Qué demonios? —Se detiene de golpe, viéndome a mí y a la caja.
Levanto las manos.
—Hola.
Cali me mira con furia, sus ojos escupen fuego. Jesús. ¿Qué demonios
pasó?
Otro maullido viene de la caja. Cali desvía la mirada hacia abajo.
—¿Qué es eso?
Doy un paso atrás y señalo la caja. Se congela, luego se arrodilla
lentamente. Va a abrirla y luego me mira de nuevo como si no confiara en
mí. Esa mirada me golpea como un puñetazo en el estómago. Como si fuera
a dejar que se le acercara algo que pudiera hacerle daño.
Abre una de las solapas y jadea. Su cuerpo entero se congela. No
emite ningún sonido por un rato. La cabeza un de gato negro se asoma por
la caja. Cali entra en acción de inmediato y jadea, metiendo la mano y
agarrando al gato. Lo abraza contra su cuerpo, balanceándose.
—Weiner! Oh, Dios mío, Weiner, eres tú. Oh, Dios mío. —Ella sostiene al
gato para echarle otro vistazo. El animal lucha, retorciéndose para escapar.
¿Weiner? Frunzo el ceño.
Lo abraza de nuevo y se gira para mirarme desde el suelo. Las lágrimas
brillan en sus ojos, desapareciendo cualquier rastro de la ira anterior. Sus ojos
son pozos de un azul acuoso. Ella respira.
—Gracias.
Trago saliva. Mierda, se ve tan hermosa en este momento.
—Cali. Yo no...
—¿Cómo lo encontraste? —me interrumpe. Su mirada es tan adorable
que me quedo completamente paralizado. Nunca había visto esta mirada
en ella antes. Demonios. Pensé que su fuego era ardiente. Esto es lo más
caliente que he visto nunca. Y no quiero que desaparezca jamás.
Cali espera una respuesta. Trago saliva de nuevo. No puedo soportar
la idea de que deje de mirarme de esa manera. Hago algo por lo sé que
me odiaré y digo:
—Supongo que tuve suerte.
Ella se levanta, todavía agarrando al animal que se retuerce.
—En serio. No puedo agradecértelo lo suficiente.
Las palabras salen antes de que pueda detenerlas.
—Puedes darme un beso.
Una sonrisa cubre el rostro lloroso de Cali. Quiero congelar este
momento para siempre. No quiero que nos vayamos nunca. Cali se pone de
puntillas y sigue sin alcanzarme. Me inclino hacia abajo, mi aliento rozando
sus labios. Sin embargo, no la beso. Quiero que ella me bese.
Y lo hace. Presiona sus labios suaves y llenos contra los míos y reclama
mi boca con la suya. Todos mis nervios hormiguean y abro la boca.
Inmediatamente me lame con la lengua. Agarro la parte posterior de su
cuello y aplasto su boca contra la mía, profundizando el beso y absorbiendo
su esencia. Dios, la quiero sobre mí, dentro de mí, en todas partes. Hemos
robado su cuerpo, y ahora necesito su alma. Y la tendré. La necesito como
a mi próximo aliento.
El gato lucha entre nosotros.
Cali rompe el beso, riendo sin aliento. Frunzo el ceño, odiando que se
haya ido.
De repente, parece sentirse incómoda y se endereza.
—Lo siento, eh, gracias.
Odio su repentino cambio de comportamiento. Extiendo la mano y
agarro su barbilla, obligándola a mirarme.
—No te disculpes, Cali. Nunca.
Después de una pequeña pausa, una pequeña sonrisa cruza su rostro.
—¿Incluso si te dijera que robé la última de tus camisetas limpias?
Me río. Como si alguna vez me enfadara por eso. No creo que nada
de lo que esta mujer pueda hacer me enoje de verdad. Incluso si intentara
huir. La buscaría, pero no creo que pudiera enojarme. Ella tiene una razón
para huir. La secuestramos. Bueno, Sawyer lo hizo. Pero ahora soy cómplice.
Solo está haciendo lo que necesita hacer para sobrevivir. Y yo estoy
haciendo lo que necesito hacer para convertirnos en una parte intrincada
de su supervivencia.
Mi teléfono suena.
Sawyer: Tráela aquí abajo. Y a Ryder también. Disfrutará esto
inmensamente.
63
Sawyer

Limpio mi hoja lentamente delante de Ben. Está despierto, gracias a


la adrenalina que le inyecté por vía intravenosa. Gracias a Satanás por el
pasado militar de Miles porque el hombre no debería estar vivo. Pero lo está.
Lo que significa más diversión para mí.
Me siento vivo. Como si me hubiera inyectado la adrenalina, aunque
no lo hice.
Ben tiembla.
—Cali me habló de ti. —Me veo en la hoja—. Sé que le hiciste algo.
Ella no hablará al respecto porque es demasiado buena contigo, pero sé
que le hiciste algo.
Deslizo el cuchillo por el costado de Ben y corto toda su ropa, dejando
su cuerpo al descubierto.
La puerta se abre y entran Cali y Miles. Ryder los sigue poco después.
—Ah, perfecto. Ahora podemos empezar.
—¿No está muerto? —jadea Cali. Se encoge hacia atrás en Miles por
un segundo antes de verme observándola. Luego endereza sus pequeños
hombros y me da una mirada desafiante.
Una mezcla de emociones me embarga, pero la ira es la más grande.
Le enseñaré lo que está tratando de proteger. No puede volver con él. Ella
es mía. Nuestra. Y cuanto antes aprenda esto, será mejor para ella.
Tiro de la ropa de Ben hasta que su pene y sus testículos encogidos
quedan expuestos a la habitación.
—¿Extrañabas esto, Cali?
—¿Qué carajos te pasa? —gruñe.
—Eso no fue un no. —Coloco el acero frío contra sus testículos. Ben
comienza a gritar de nuevo detrás de la mordaza y miro a mis hombres.
Parecen interesados y completamente concentrados. Esto es lo que
hacemos. Esto es de lo que prosperamos.
—Ryder, ¿quieres prepararme una comida más? —Levanto una ceja,
hago contacto visual con Cali, y corto limpiamente a través de la piel,
separando los testículos de Ben de su cuerpo.
El grito que estalla de él se cuela bajo mi piel, ahuyentando a los
bichos y llenando mi cuerpo de calor eléctrico.
Cali mantiene su mirada en mí todo el tiempo. Me mira con los ojos
llenos de fuego. Y eso me cabrea más. Está enojada conmigo por darle a su
abusador lo que se merece.
Sostengo los testículos sangrientos frente a mi cara y pregunto en un
tono burlón:
—¿Cuál era su aderezo favorito, Cali?
Sus fosas nasales se ensanchan y ella no responde.
—Respóndeme, o añadiré sus pezones a la mezcla.
—¿Aderezo? —pregunta ella. Está tratando de no mirar los testículos
goteantes en mi mano mientras juego con ellos. Parecen pelotas blanditas
que rebotan en sacos sueltos.
Cali me mira a mí, a las pelotas y al hombre de la mesa. Un montón
de emociones recorren su rostro, demasiado rápido para que yo pueda
seguirles el ritmo. Aprieta los dientes.
—Estás jodido.
—Eso dices siempre. Responde —gruño, apretando los puños.
Cali me mira fijamente.
—Tal vez los pezones serían un buen acompañamiento.
Me detengo por completo, mirándola de cerca. Hay bravuconería en
su rostro, y el pulso en su cuello está acelerado. Pero también hay ira cuando
lo mira. Por un segundo, me cuestiono a mí mismo. ¿Está enojada conmigo
o con él?
Cali dirige su gruñido hacia mí.
Está bien, entonces es conmigo.
—Bien. Ryder, haz salsa barbacoa. —Pongo los testículos de Ben en su
pecho, le corto ambos pezones y luego se los paso a Ryder. Él suelta una risa
oscura y los agarra.
A Ben se le ponen los ojos en blanco, y se queda quieto. El
desgraciado se ha desmayado de nuevo.
Le doy una bofetada en la cara.
—Despierta, cobarde. He visto a hombres manejar diez veces más
dolor que tú. —Me preparo para inyectarle más adrenalina.
Miles advierte:
—Demasiado y puedes provocarle un ataque al corazón. —Le doy
otra bofetada en la cara a Ben. No responde. De todos modos, le inyecto
adrenalina.
Los ojos de Ben se abren, su piel está sudorosa. Me inclino sobre él,
arrancando la mordaza de su boca.
—Ahora, por esa cosa arrugada que llamas polla.
64
Cali

Mi corazón está latiendo rápido y mis palmas están sudando. He


pasado por todas las emociones mientras estoy parada aquí. Pensé que
habíamos terminado con esto. Me siento enferma viendo la brutalidad
infligida a alguien que conozco. Pero cada vez que veo la cara de Ben,
vuelvo a recordar las veces que llegaba a casa y me gritaba cosas odiosas.
Veo sus manos extendiéndose para estrangularme.
Pero una parte de mí dice que aún así no merece todo este dolor. Tal
vez parte de esto fue culpa mía. No soy exactamente una persona fácil de
llevar.
Mierda. No sé qué pensar o cómo sentirme. Necesito una bebida.
Miles me arrastra de nuevo hacia su cuerpo, anclándome. Me apoyo
en su calor.
—Por favor —ruega Ben, su voz ronca—. No sé lo qué hice, pero haré
cualquier cosa que me pidan. Mi madre tiene dinero.
Por alguna razón, que mencione a su madre me enoja. Él nunca hizo
nada por esa mujer, ¿y ahora está ofreciendo el dinero de ella?
Miles está duro detrás de mí. Oh mierda. ¿Le gusta esto? ¿Me gusta
esto? El malestar golpea mí estómago y lucho por alejarme de él. Pero no es
él quien me asusta. Estoy sintiendo demasiadas cosas al mismo tiempo y a
la vez no siento nada. Siento como si estuviera viendo todo esto desde fuera
de mi cuerpo mientras aún siento todo lo que pasa.
Sawyer se ríe, pero no hay nada humorístico en eso.
—¿No sabes lo qué hiciste?
Miles no me suelta, pero se inclina y susurra:
—¿Estás bien, sombra?
¡No! ¿Sí? Mierda, todo esto es demasiado. Hay demasiadas cosas
tocándome. Trato de apartar sus brazos de mí.
Con un suave movimiento, Sawyer corta el pene de Ben. Me quedo
helada. Hace un segundo estaba unido, y ahora no lo está. Hay un rugido
en mis oídos, y miro fijamente el lugar ensangrentado donde solía estar su
pene. La sangre roja oscura brilla.
Sawyer aparece frente a mí, como un dios vengativo y apuesto. Se
agacha, mirándome.
—¿Qué? No puedes decirme que extrañaras esa cosita. No hay
ninguna posibilidad en el mundo de que supiera usarlo
Trago saliva. La sangre gotea en mis calcetines.
—Quiero darle una probada más de ti antes de que muera. —Sawyer
levanta la mirada hacia Miles. Hay algún tipo de comunicación entre ellos.
—¿Cali? —pregunta Miles.
—¿Qué? —Me aclaro la garganta—. ¿Qué quieres decir?
—Voy a follarte con su pene una última vez.
El rugido suena en mis oídos. Parpadeo. ¿Qué? ¿Quiere hacer qué?
Sawyer sostiene el apéndice frente a mí. Es más pequeño de lo que
solía ser, pero no por nada loco. Parece un consolador súper realista. No
puedo creer que todo esto sea real. No es real, ¿verdad? Todo es tan
absurdo que una risa burbujea en mi pecho. Esto no puede ser la vida real.
Pero Sawyer está allí frente a mí, sosteniéndolo. Débilmente, escucho
gemidos.
Muevo la cabeza.
—Aléjate de mí. Voy a volver arriba.
Sawyer me dirige una mirada oscura.
—Qué apropiado, la conejita se va corriendo cuando se asusta.
Me río más fuerte.
—Literalmente eres un psicótico. Un minuto eres agradable y normal,
y al siguiente, ¿estás agitando el pene de mi exnovio en mi cara? —Aparto
los brazos de Miles y retrocedo hacia la puerta.
Sawyer me mira, completamente quieto. Parece que me está
siguiendo. Como si me estuviera cazando. Se me erizan los vellos.
—¿Entonces todavía sientes algo por él? —gruñe Sawyer.
—¿Qué? ¿Es ahí a dónde fue tu mente? —Me río de nuevo—. Estás
jodidamente loco. No. No lo hago.
—Bien, entonces no tendrás ningún problema en cubrir su pene con
tu coño para que pueda metérselo por la garganta. —Todavía me está
mirando con esa mirada antinatural.
Miro a Miles. Su mirada también es oscura pero menos desequilibrada
que la de Sawyer. Levanta una ceja.
—No vamos a obligarte, Cali.
—¡Como si no fuéramos a hacerlo! —explota Sawyer.
—Por el amor de Dios. —Miles se gira hacia Sawyer—. ¿Estás tratando
de conquistarla o de traumatizarla, Sawyer? Porque a veces no creo que
entiendas la diferencia entre las dos.
Solo parpadeo.
La puerta se abre y entra Ryder. Dirijo mi mirada hacia él. Tiene
guantes de goma azul y lleva un plato.
—Dejé la piel puesta. Gracias por no quitarla, maldito asqueroso.
Sawyer se levanta con una sonrisa.
—Gracias, hermano.
Ryder le entrega el plato y luego se apoya contra la pared,
mirándome de arriba abajo.
—Tu chica se ve un poco pálida, hermano. Esto es bastante suave
para ti. ¿Todavía crees que puede contigo? —Se dirige a mí—. No hay
vergüenza en rendirse. Me dijiste la otra noche que no tienes sentimientos
por ellos, ¿verdad?
Miles y Sawyer se quedan congelados. Ambos se giran en mi
dirección. Sawyer parece incrédulo.
Aprieto la mandíbula.
—¿Verdad, Cali? —se burla Ryder. Escucho la advertencia en su voz.
Les dirá que rompí las reglas si no lo admito.
—Sí —gruño. No quiero mirarlos. No puedo. A pesar de todo, no quiero
lastimarlos. Prefiero enfocarme en la cara engreída de Ryder. En revertir esa
mirada.
—Sí, ¿qué? —pregunta Ryder.
—Sí, no tengo sentimientos por ellos.
La habitación queda completamente en silencio. Mi corazón se
aprieta. Me siento como si hubiera hecho algo malo. Solo estoy jugando el
juego. ¿Verdad? Pero incluso eso me pareció bajo.
Puedo sentir a Sawyer y Miles parados ahí, mirándome. Mierda.
Todavía no dicen nada. Necesito hacer algo. Cualquier cosa para hacer
que esto desaparezca.
Sawyer dice:
—Entonces quieres follarte su pene.
La ira me llena. Bueno, ¿él quiere creer que todavía quiero a mi ex?
Puede creer lo que quiera en este punto. Digo burlonamente:
—Claro, lo que sea. Parece que tú lo crees, así que debe ser verdad.
Sawyer le entrega el apéndice a Ryder.
—Fóllala con eso.
Todo se detiene, y me quedo helada.
Ryder frunce los labios.
—¿Qué?
—Me oíste. —Sawyer me observa todo el tiempo. Está enojado. Más
allá de enojado, está completamente ido.
El miedo me atraviesa. Doy un paso atrás. Ryder me mira por un
segundo. Sus ojos oscuros están vigilantes, pero no aparta su mirada de la
mía. Algo cruza por su expresión. Luego se aleja de mí.
—No.
Me quedo paralizada. ¿No lo va a hacer? Mi boca se abre de par en
par.
—¿No?
—Sawyer, toma esta cosa asquerosa. —Se lo lanza a Sawyer—. Está
claro que no quiere.
Sawyer gruñe:
—Ella está jugando el juego.
—Dije que no.
Me quedo en shock. Ryder le arrebata el plato de vuelta.
—Se están enfriando.
Joder. No me va a obligar a hacerlo. El alivio corre en ríos fríos por mi
piel y me siento débil.
Ryder se inclina sobre Ben.
—Abre, pajarito. Lo siento, todavía tienen vellos.
Ben sacude la cabeza de un lado a otro. Con una velocidad
sorprendente, Ryder baja su mano con guante y agarra la barbilla de Ben.
—Dije, abre.
Sawyer se acerca a Ben. Agarra uno de los dos pequeños objetos en
el plato. Están cubiertos de salsa.
—Disfrútalo, hijo de puta. —Lo deja caer en la boca de Ben. Ryder le
cierra la mandíbula a la fuerza. Ben se retuerce, haciendo ruidos de
ahogamiento. La enorme figura de Ryder lo sujeta fácilmente, sus
musculosos brazos apenas se flexionan.
—Mastícalo, o te ahogarás y morirás. —Ryder se ríe.
Veo a Ben masticando lentamente, y luego lo escucho atragantarse.
Su cuerpo intenta levantarse, pero lo mantienen abajo.
—Si vomitas, también tendrás que comértelo —gruñe Sawyer.
Ben continúa atragantándose. Ryder se acerca y le pellizca la nariz.
—No cocino tan mal, cabrón.
La habitación huele a salsa dulce y carne cocida. Siento la bilis subir
por mi garganta, pero la fuerzo a volver a bajar. No delante de ellos. No
puedo.
Miro a Miles. Me está mirando como si hubiera maltratado a su
cachorro. Aparto la mirada.
Obligan a Ben a comer el segundo, y él sigue atragantándose. No
estoy segura de cómo lo logra tragar. Luego, Miles se desprende de la
pared.
—Es mi turno, cabrones.
Agarra el pene cortado del pecho de Ben. Se inclina sobre la cabeza
de Ben.
—Las cosas pequeñas pueden ser peligrosas para atragantarse. Abre
la boca.
Ben obedece.
Miles empuja el pene en la boca de Ben y le pellizca la nariz.
Ben se retuerce. Miles lo sostiene con calma, impidiendo que lo
escupa.
—Shhhh, ahogarte con tu pene es una forma misericordiosa de irte,
créeme. Te mereces algo mucho peor, pero no quiero traumatizar
demasiado a nuestra chica. Puedes agradecerle. Di: gracias, Cali.
Los tres hombres rodean a Ben como asesinos letales. La tinta negra
de sus tatuajes recorre sus brazos de arriba abajo y me doy cuenta de lo
grandes que son en comparación con él. Por segunda vez, el calor me
invade. Están luchando por mí. De la forma más jodida posible, pero siguen
luchando por mí.
Las lágrimas me pican detrás de los ojos. Esto está tan jodido.
Eventualmente, Ben deja de moverse. Siguen sosteniéndolo por un
rato. Luego, Sawyer pone el plato sobre su cuerpo y se limpia los dedos en
la camisa de Ben.
—Bueno, eso fue rápido. ¿Qué hay para el almuerzo, Ryder?
65
Ryder

Me han encargado prepararles a todos una comida, así que hago


unos sándwiches rápidamente, sintiéndome molesto. Miran a Cali como
cachorros perdidos.
Solían mirarme así.
Pongo un poco de salsa barbacoa en el centro del sándwich de Cali
y me sirvo un buen vaso de whiskey del despacho. Me acerco al sofá para
contactar a Wyatt. Lo conocimos en el club donde todos nos reuníamos. Si
nos vemos obligados a salir del país, sé que él tendrá los recursos para
sacarnos sin levantar sospechas.
Mientras escribo, algo negro se mueve en la esquina de mi campo de
visión.
Me tenso, fijando la mirada en el objeto. Un gato negro salta al sofá,
acercándose a mí con desenfado.
¿Qué demonios está pasando? Por un segundo, todo lo que puedo
hacer es mirar.
El gato arquea su espalda, enroscando su cola en mi brazo.
Estoy paralizado. Cuando tenía siete años, un gato callejero me
atacó. Llegué a casa con marcas de garras y mi madre me dijo durante
semanas que iba a morir de fiebre por el arañazo del gato.
El gato emite un pequeño ronroneo y se acurruca en mi regazo. Dejo
de respirar por completo.
—¡Weiner!
El grito es agudo, y yo salto. Las pequeñas garras se clavan en mi
pantalón por un momento. Instantáneamente, me quedo rígido como una
tabla, y la preocupada cara de mi madre parpadea en mi mente.
Parpadeo para despejarla. Esto es estúpido. Es solo un puto gato.
—Weiner, ¿dónde estás? —Cali entra corriendo en la sala. Se detiene
en seco y se congela cuando me ve, con el cabello alborotado alrededor
de su rostro.
—Lo siento, estaba buscando... —Su mirada se dirige al animal en mi
regazo—. Oh.
Me mira con curiosidad por un segundo.
Le devuelvo la mirada con el ceño fruncido y pregunto entre dientes:
—¿Qué carajos hace un gato en mi casa?
Ella solo mira al animal en mi regazo. Su mirada se convierte en un
ceño fruncido, y sisea:
—Traidor.
El gato comienza a ronronear, y doy un respingo. Miro hacia abajo.
Puedo ver las pequeñas garras grises en sus patas.
—¿Puedes llevarte a tu gato callejero?
Cali me mira durante un segundo más de lo que me resulta cómodo.
—Sí. —Se acerca a mí y luego se detiene. Trae consigo una fresca
oleada de coco. Huele igual que Miles. Hace que mi polla se contraiga.
—Lo haré si me das un vaso de eso. —Señala hacia el whiskey junto al
sofá.
Vacilo. Sawyer estaría desconsolado.
El gato se mueve en mi regazo, haciendo que me quede rígido de
nuevo. Al diablo, ella puede cavar su propia tumba. No la ayudaré a salir de
ella.
—Claro, lo que sea. Solo llévate esta cosa.
Cali agarra al animal de mi regazo, pero al hacerlo, éste me clava sus
garras, provocándome punzadas de dolor.
—¡Mierda! —Aparto al gato de mi regazo. Sus garras rasgan mis jeans
al hacerlo.
—Weiner —sisea Cali—. ¿Qué demonios?
Se lo lleva.
Me sacudo el pelo de mi regazo. Mi corazón late con fuerza. Quiero
buscar sobre fiebre por el arañazo de un gato.
No, eso es estúpido. Estaré bien.
Siento las punzadas golpeando con cada latido de mi corazón.
Cali vuelve a la habitación, cruzándose de brazos cuando llega al final
del sofá. Espera un segundo. Es como si pudiera ver mi pánico interno.
—¿Qué? —ladro.
—¿Mi bebida? —Levanta una delicada ceja.
Oh. Murmuro entre dientes, luego voy a la oficina a buscarle una.
Cuando vuelvo con ella, se ha sentado al otro extremo del sofá.
Voy a dárselo, pero ella dice:
—No. Quiero el tuyo. No sé qué pusiste en ese.
La miro por un segundo. Luego acerco su vaso a mis labios, tomando
un trago, dejándole una cantidad saludable.
—Listo. ¿Satisfecha?
Me observa, luego encoge los hombros y extiende su mano. Cuando
nuestros dedos se rozan, siento una pequeña descarga eléctrica.
Me recuesto en el sofá. No es por mí por quien tiene que preocuparse.
Cali toma un trago profundo, sus labios cubriendo el mismo lugar en el
vaso donde los míos acababan de estar. Me hace preguntarme cómo se
sentirían sus labios contra los míos.
Toma la bebida como si estuviera desesperada. Por un momento, veo
el estrés en sus ojos. Mira a través de la habitación, por las ventanas traseras.
Nos quedamos en silencio por un rato.
La incomodidad me llena los huesos. ¿Por qué demonios sigue aquí?
Si piensa que me gusta solo porque no la folle con el asqueroso pene de ese
hombre, está completamente equivocada. Su embriagador aroma llega
hasta mí. Cierro los ojos. Concéntrate, Ryder. Estoy a punto de levantarme y
trabajar en otro lugar para poder concentrarme cuando ella dice:
—Entonces, ¿no te gustan los gatos?
—No dije eso.
—Weiner odia a los hombres. —Me lanza una mirada.
—Entonces tiene el nombre equivocado. —Agarro mi bebida, doy un
sorbo y vuelvo a mi teléfono. No me iré. Me niego a ser desarraigado por ella
más de lo que ya lo hemos sido.
—Pero actúa como un imbécil. Arrogante y malo. Así que está
apropiadamente nombrado.
La miro de reojo.
—Creo que eres tú quien odia a los hombres.
Cali se tensa por un segundo.
—Solo a los que se lo merecen.
Doy un sorbo de mi bebida.
—¿Quién se lo merece? ¿Qué infracción debe cometer un hombre
para merecer tu odio?
Cali lleva el vaso a sus labios y no me responde.
El alcohol me quema la garganta.
—¿Mirarte mal? ¿No atender a tus necesidades? ¿No postrarse a tus
pies?
Suelta una carcajada.
—Lo entiendo, Ryder, no te gusto. No hace falta martillar en el mismo
clavo.
Nos quedamos en silencio por un rato otra vez. Ella sigue sentada
conmigo.
No ha intentado huir desde que estoy aquí. ¿Realmente quiere irse?
¿Qué posible beneficio tendría al quedarse? Pregunto bruscamente:
—¿Qué estás haciendo?
—Bebiendo.
—No. Aquí.
Cali termina su bebida de un trago.
—Sabes qué, no tengo ni idea. —Se levanta.
En ese momento, Sawyer sube las escaleras de un salto.
—¡Vamos, perras!
Ambos miramos hacia él. Toma un sándwich del mostrador.
—¡Hora de plantar! —dice con la boca llena.
—¿Qué te parece, Cali? ¿Crecerán pequeños arbustos de huesos?
¿Arbolitos de dientes?
Le lanza una mirada maliciosa, y ella hace una mueca.
Vuelvo a mi teléfono.
—Viaje familiar. Tú también, Ryder —dice Sawyer con la boca llena—.
Mmm, barbacoa.
Aprieto la mandíbula. Solíamos ser una familia. ¿Pero qué diablos es
esto ahora? No es una familia.
—Ryder. —La voz de Sawyer es baja. Levanto la mirada. Hay algo en
su mirada genuina que me llega profundamente.
Mierda. Está bien.
Jesús, me estoy volviendo blando. Y ser blando en este mundo
significa una sola cosa: perder.
66
Miles

Cali irrumpe en mi baño. Me ve lavándome las manos.


—Oh, perdón.
Levanto una ceja. Dijo que no tenía sentimientos por nosotros. Me
golpeó justo en el pecho, ¿y ahora se mete aquí como si fuera la dueña?
Gruño:
—¿Cuál es la prisa?
—Necesito... ¿tienes enjuague bucal?
Lo saco de debajo de mi lavamanos. Reabastecí todo la otra noche.
Estaba siendo sentimental y decidí que ella no iba a intentar matarme con
nada. Ahora estoy enojado y avergonzado. Claramente, esto significa más
para mí que para ella. Está bien. La llevaré al punto en el que estoy. No
tendrá elección. Solo necesito un minuto.
Cuando Cali toma el enjuague bucal que le tiendo, percibo un olor a
alcohol.
Me quedo helado y la miro fijamente. Cali toma un trago del enjuague
bucal.
—Cali... —La observo detenidamente—. ¿Has estado... bebiendo?
Me mira con una expresión que intenta ser inocente, pero hay una
tensión alrededor de sus ojos.
—Sombra... —gruño.
Escupe en el lavabo.
—¿Qué pasa, Miles? No eres mi padre. —Se limpia la boca—. ¿Y qué
si bebo? Es mi vida y mi elección.
Mierda. Sawyer va a enloquecer. Las mujeres ebrias siempre lo
desencadenan. No lo ha dicho con certeza, pero estoy convencido de que
su madre consumía cuando abusaba de él. La única vez que los tres
intentamos tener un cuarteto con una chica, ella salió del baño con los ojos
vidriosos y oliendo a alcohol. Sawyer la atacó. Creo que realmente olvidó
quién era ella. Ryder y yo tuvimos que separarlo de ella, y eso fue todo.
—Cali... —La tomo bruscamente por los hombros, obligándola a
mirarme—. ¿Cuánto has bebido? —Joder, puedo olerlo fuertemente en ella.
Tendrá que mantenerse alejada de él.
Cali dirige su mirada enojada hacia mí.
—Te lo juro por Dios, Miles. ¡No puedes controlar cada parte de mí!
Acabo de ver cómo matas a mi novio. —Traga saliva—. Por favor, por el
amor de Dios, déjame tener esto.
Mi corazón se aprieta ante el dolor en su rostro. Pero no puedo
retroceder. No cuando se trata de su seguridad.
—Vas a tener que vomitar, Cali. Ahora. —La empujo hacia el inodoro.
—¿Qué? —grita y lucha contra mí—. ¡Aléjate, joder!
No cedo y la empujo de rodillas.
—¡Cali! —Una voz retumba en mi habitación. Es Sawyer—. ¿Dónde
estás? ¿Te lo estás follando en el baño?
Me quedo helado. Sawyer abre la puerta de una patada.
—Sabes que hay lugares más sexys para follar.
Nos mira a ambos y su actitud cambia instantáneamente.
—¿Qué está pasando?
—Cali se siente enferma —digo—. Va a tener que quedarse.
—¡No es cierto! —Cali lucha por levantarse, y yo la suelto de mala
gana.
Se sacude el polvo.
—Estoy bien. Jesús. Vamos.
Cali pasa corriendo junto a Sawyer y trato de mantener la mueca de
dolor fuera de mi cara. Él no le presta atención y me mira con los ojos
entrecerrados.
—¿Qué carajo fue eso, Miles?
—Nada. —Me enderezo—. Dijo que iba a vomitar, y traté de sujetarle
el cabello.
Sawyer no parece creerlo. Bajo la voz.
—No sé tomó muy bien lo que pasó abajo. Déjala tranquila.
La ira cruza su mirada.
—No debería sentir lástima por ese puto enfermo.
Lo miro fijamente.
—Sí, bueno, no todos tienen el mismo funcionamiento cerebral que tú,
Sawyer. Ella no está curtida como el resto de nosotros. —Paso junto a él
hacia mi habitación—. Creo que debería quedarse fuera de esto.
—Parecía que quería irse.
Jesús. Si presiono demasiado, sospechará que algo no está bien. Tal
vez todo esté bien. Simplemente no la dejaré acercarse a él.
Cuando nos subimos a la camioneta, siento a Cali en la parte trasera,
lo más lejos posible del asiento del conductor, y me siento justo al lado de
ella. Me mira con mala cara, pero no discute. Gracias a Dios. De vez en
cuando, percibo el olor a alcohol, pero no es fuerte.
Sawyer arroja el cuerpo al maletero y nos lleva por la carretera.
Cali mira por la ventana como si estuviera absorbiéndolo todo. Con
un poco de culpabilidad, me doy cuenta de que no ha visto mucho del
hermoso paisaje porque no se lo hemos permitido.
—¿A dónde vamos? —pregunta.
Sawyer la mira en el espejo retrovisor.
—A un lugar bonito que escogí especialmente para nosotros.
Ryder está en silencio. Me preocupa que use esto como otra razón
para matar a Cali, y no estoy seguro de en qué estaba pensando Sawyer al
traerla con nosotros. Tacha eso. Sé que no está pensando, al menos no con
la cabeza.
Conducimos un rato por el campo. En un momento dado, Cali se ríe
suavemente. Le lanzo una mirada furiosa. Ella me devuelve una mirada
somnolienta y atontada.
Al diablo todo, está borracha.
67
Cali

Conducimos durante casi una hora. Nadie dice nada, y sigo mirando
de reojo a los hombres. Se ven tan sombríos, amenazantes y atractivos. Por
Dios, son ardientes. Con todos sus tatuajes y violencia. Y su idiotez.
El alcohol se me ha subido a la cabeza. ¿Desde cuándo me gustan
los idiotas?
Bueno, desde siempre. Debería saber que no debo beber con el
estómago vacío. Y mierda, si las miradas oscuras que Miles me lanza me
hacen querer saltarle encima. Está enfadado conmigo por decir que no
siento nada por él. Bueno, que se aguante. No les debo nada.
Aun así, la culpa me carcome.
Cuanto más tiempo conducimos, más se parece el paisaje al lugar
donde crecí. Siento que estoy siendo transportada dentro del carril de los
recuerdos.
—Saben, este parece el lugar donde crecí. —Observo cómo mi
aliento empaña brevemente la ventana.
Sawyer me lanza una mirada en el espejo. También parece un poco
enfadado. Eso solo lo hace más atractivo para mí.
Sonrío con ironía por el apodo.
—Si soy una conejita, ustedes son los lobos. —Me río un poco—. Los
grandes y malvados lobos.
Miles me da un codazo y gruñe:
—Te estás avergonzando.
Capto una pequeña sonrisa en el rostro de Sawyer. Miro mal a Miles y
vuelvo a mirar por la ventana. Qué aguafiestas de mierda es esta noche.
Ya está completamente oscuro cuando disminuimos la velocidad. Nos
apartamos por un camino de grava. Los faros iluminan algunos tanques de
petróleo crudo más pequeños.
Paramos, y Miles me ayuda a salir. Su mano firme me estabiliza cuando
tropiezo un poco con la grava.
Sawyer salta al maletero de la camioneta y Miles se inclina hacia mí,
presionándome contra la camioneta. Su olor a coco me envuelve, y mi coño
comienza a palpitar.
—No dejes que Sawyer sepa que estás borracha. —Me atrapa con sus
hipnóticos ojos verdes.
—No estoy borracha —digo, pasando mis manos por su pecho, pero
mis palabras se ahogan con el arrastrar de una lona. Bueno, estoy un poco
mareada. ¿A quién demonios le importa?
—Cali, ¿me ayudas? —llama Sawyer.
Le guiño un ojo a Miles.
—Lo siento, bebé. Mi otro hombre me necesita.
Miles se congela por un segundo, luego me suelta.
Oh, mierda. ¿Acabo de llamar a Sawyer mi hombre? Jesucristo, ¿qué
había en esa bebida? Huyo, rodeando la camioneta.
Sawyer tiene el cuerpo de Ben extendido sobre una lona azul en el
suelo. Está apoyado en un hacha.
—Ah, ahí está la bonita y pequeña cautiva. Siéntate, quiero tener a
alguien con quien hablar mientras trabajo.
Mi estómago se revuelve por un segundo, pero el alcohol lo lleva al
rincón más alejado de mi mente. Me subo al maletero.
—Así que. —Sawyer balancea un poco el hacha, pero no lo levanta—
. ¿Te gustan los lobos, conejita?
Me cruzo de brazos.
—Son animales bonitos.
Me lanza una sonrisa irónica.
—Y rudos.
Lo miro.
—Y apestosos.
Sawyer exhala bruscamente y balancea el hacha hacia abajo. Corta
el tobillo de Ben, y yo doy un brinco. Se escucha un crujido y un chasquido,
y de repente me siento mal.
Sawyer levanta de nuevo el hacha y le separa la pierna a la altura de
la rodilla. Sangre oscura se filtra por la lona.
Trago saliva.
—Tranquila, nena —murmura Miles a mi lado. Salto. No lo escuché
acercarse.
Sawyer me mira. Sus ojos siguen enfadados, pero no tanto.
—¿Creciste aquí?
Cierro los ojos con fuerza. No me gusta pelear con él. El alcohol me
invade.
—Sí. Quiero decir, no sé. ¿Dónde estamos?
Sawyer se ríe, y se oye otro chasquido.
—Si creciste en el campo, deberías saber cómo disparar mejor un
arma.
Resoplo y le lanzo una mirada peligrosa.
—¿Qué? —pregunta Miles.
Sawyer levanta el hacha de nuevo, y aparto la mirada. Otro
chasquido.
—Me disparó cuando la agarré. Dispara como Ryder. Amplio y loco.
Miro por encima del hombro. Ryder está apoyado contra la puerta de
la camioneta, con un pie levantado. Su voz es baja y despreocupada:
—Correcto. Sabes que disparo mejor que cualquiera de ustedes dos.
—Así es. —Esta vez, el golpe es más contundente, y me llevo una mano
a la cara.
—Entonces, Cali. —Sawyer suena alegre—. ¿Criada en el campo?
¿Por mamá? Supongo que sin papá.
Fijo mi mirada en él.
—¿Qué se supone que significa eso?
Se ríe y me mira.
—Bueno, mira de quién te has enamorado. Hombres mayores cuyas
señales de advertencia brillan tanto que casi están en llamas. Ese es el
comportamiento de alguien sin padre.
Un gruñido de defensa me recorre.
—En primer lugar, no me he enamorado de ti. ¿Recuerdas que me
secuestraste?
—Mmm. —Sawyer se apoya en el mango, su mirada es amenazante—
. Entonces, ¿sin papá?
Aprieto la mandíbula.
—Tengo un papá. —No me crió. Apenas lo conozco.
Sawyer vuelve a su trabajo.
—Entonces, ¿te gustó crecer aquí?
Mantengo mis ojos alejados del desastre que está causando y observo
cómo se mueven sus músculos.
—Supongo. No pude salir mucho. Era una niña mala.
—Creía que habías dicho que te lo habían sacado a golpes. —Hace
una pausa lo bastante larga como para captar mi mirada—. Te reformaste.
—Bueno, sí. Me golpearon y rezaron para sacarlo de mí —respondo
con desdén. ¿Por qué estamos hablando de esto? Pensé que estaba
enojado conmigo.
—Oraciones, ¿eh? ¿Oyeron eso, chicos? Es buena suplicando. —
Sawyer se limpia la frente, dejando una mancha oscura—. ¿Creen que
pueden rogar por esta polla cuando hayamos terminado? ¿Quizás añadir
algo de adoración también? Puedo ser su dios por la noche.
Me atraganto. El calor del alcohol ralentiza mi respuesta. ¿Porque
demonios, eso me puso cachonda?
Sawyer me ve luchando y sonríe con suficiencia.
Le contesto:
—Lo siento, ya no creo en Dios.
—¿Y en Satanás? —Se apoya en el hacha—. Puedo ser tu diablo si eso
es lo que prefieres.
Mis mejillas arden. Sawyer realmente parece un demonio, con su
enorme cuerpo salpicado de sangre.
—Ya terminé. —Suelta el hacha—. Vamos a levantarlo. —Comienza a
arrastrar la lona hacia los tanques de petróleo.
68
Miles

Ryder intentó ocultarlo, pero vi cómo su mirada se centraba en Cali


cuando ella hablaba de su infancia. La miraba como si estuviera
absorbiendo cada palabra, con el cuerpo congelado.
Sawyer también seguía lanzándole miradas a Ryder. Sabía
exactamente lo que estaba haciendo.
No tenía ni idea de que Cali había experimentado algo así. Me hace
sentir enfermo. Lo poco que sé de lo que pasó Ryder me hace sentir
homicida.
No eres mejor que ellos, asesino.
Observo a mi novio desmembrar el cuerpo de Ben. Y por primera vez,
no lucho contra esa voz.
Si ser el villano en la vida de Cali hace que sea un lugar más seguro
para que ella viva, tal vez esté bien con eso.
Tal vez soy como mi padre.
Y tal vez, en este caso, ese sea el tipo de hombre que Cali necesita.
69
Sawyer

Arrastramos la lona hacia los tanques. No son muy grandes, no


sobresalen de la línea de árboles bajos, y subo rápidamente por la escalera.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta Cali.
Me acerco a la válvula y la abro.
—Dándole descanso, conejita.
—¿Aquí?
Me asomo por el borde, y ella está mirando a su alrededor. Dios, se ve
linda. A pesar de que está enojada conmigo, está pendiente de cada
palabra mía como un perrito.
—Bueno, sí. Podremos mirar esto durante años y recordarlo. Mucho
más romántico que enterrarlo. Pásame un trozo.
Cali se queda allí, congelada. Observo de nuevo lo bonito que se ve
su cabello en la oscuridad. Casi es translúcido con las luces de la camioneta
brillando a través de él.
Miles pasa junto a ella y agarra un trozo.
—Vamos, sube, puedes ayudar. —Le doy palmaditas en el metal a mi
lado.
Antes de que pueda decir algo, Miles dice bruscamente:
—No. Ella está bien.
Jesús, está siendo inusualmente mandón hoy. Le lanzo una mirada de
reojo. Ryder se ha quedado junto a la camioneta, mandando mensajes de
texto a alguien de nuevo. Está bien. No tiene que gustarle, pero no puede
pretender que no lo estamos incluyendo.
Cali se acerca a la escalera, discutiendo con Miles.
—Quiero ver.
Él parece que va a echarla sobre su hombro y correr.
Maldita sea, perseguir a ambos sería excitante. Mi polla se estremece.
Pero incluso yo sé que eso es demasiado arriesgado ahora mismo. No aquí.
Cali se sube a mi lado. Su collar brilla débilmente en la noche, y mi
marca de propiedad me pone completamente duro.
—Guau. —El suspiro sale de esos bonitos labios. Joder, es jodidamente
hermosa. Y no puedo creer que sea mía. Nuestra. Ella no cree que lo sea,
pero eliminaré ese pensamiento de su cabeza. No se atreverá a decir algo
tan estúpido como lo hizo antes.
Me arrepiento de mi trato de dejar que se follara a Ryder para
conseguir puntos. En este momento, odio ser un hombre de palabra. Tendré
que asegurarme de que no ocurra.
—Puedes ver mucho desde aquí arriba. —Cali mira a su alrededor. El
metal hace un sonido hueco cuando se mueve.
—Bello, ¿verdad? —Como ella. Le doy una mirada significativa. Ella
me ve mirándola y de repente parece avergonzada, y si no es lo más lindo
que he visto.
—¡Oye! Cabrón. —Miles golpea la escalera, entregándome una
extremidad—. Concéntrate, por favor.
A este ritmo, voy a lanzarlo al tanque. Le lanzo una mirada a Miles,
agarro el brazo y lo dejo caer en la estrecha abertura del tanque. Golpea
el fondo con un sonido hueco. Han estado abandonados durante un
tiempo. Los he comprobado, así como la historia familiar. Es perfecto para
evitar que los animales desentierren las piezas y las arrastren por todas partes
para que la policía las encuentre. Además, creo que es romántico. Puedo
traerlos aquí en las fechas, y podemos recordar y hacer picnics bajo la luna.
Dejo caer otra extremidad con un golpe.
Cali salta ante el sonido y luego se ríe.
Le lanzo una sonrisa.
—¿Oh, te gusta eso?
Miles me entrega otro. La sangre gotea por el contenedor y sobre mí.
Trajimos lejía para limpiar la mayoría del desorden, aunque tengo que usarla
con moderación para mantener la integridad del metal.
Cali observa mientras metemos el resto del cuerpo. Dejo la tapa
parcialmente abierta para permitir que los insectos entren y ayuden en el
proceso. Que lo encuentren eventualmente no es mi preocupación, pero
necesito que el ADN se descomponga lo suficiente como para que no
puedan rastrearlo hasta nosotros.
Después de echar algunas extremidades más, veo que Cali está
mirando al cielo. Miro hacia arriba. Está lleno de estrellas brillantes. Al estar
tan lejos de las luces de la ciudad, está absolutamente esparcido por
estrellas hasta donde alcanza la vista.
Vuelvo a mirar a Cali. Su piel parece pálida y suave, y recorro su cuello
con la mirada, deseando ver mi marca. Dios santo, es la mujer más sexy y
exasperante que he visto nunca. Y normalmente, el único momento del día
en el que me intereso por las mujeres es para follármelas con odio y tirarlas
a la basura.
Algo se agita en mi pecho. No es del todo desagradable, pero mi
cuerpo se tensa de inmediato. ¿Estoy sintiendo... afecto? Maldita sea. Cada
vez que he sentido esto, el objeto de mis emociones ha sido arrancado de
mí. ¿Cómo podría hacerme esto a mí mismo otra vez?
Me preparo. No dejaré que Cali vaya a ningún lado. Puede decir
todas las tonterías que quiera, pero la haré enamorarse de nosotros. Puede
que ella piense que tiene una opción, pero eso está muy lejos de la verdad.
—¡Cali, vamos! —grita Miles y golpea el borde del tanque.
Cali me mira con una pequeña sonrisa, y mi actuación de tipo duro se
desvanece. Señor, quiero que ella me quiera. ¿Qué tan jodido es eso? Soy
el más grande masoquista que he conocido.
—Son bonitas —dice suavemente.
Por un segundo, la envidia me recorre. Quiero poder hacerla sonreír
así.
Agarro el mentón de Cali y giro su rostro hacia mí. Sonríe de nuevo,
pero esta vez, es para mí, y mi corazón casi se detiene. Me inclino para
besarla, rozando mis labios con los suyos. Ella responde, sacando su lengua.
Y ahí es cuando saboreo el alcohol.
Me golpea como un cubo de agua fría. De repente, estoy paralizado,
y ya no somos Cali y yo. Me devuelve a los tiempos en que mi madre me
obligaba a tomar un trago antes de chupársela a sus clientes. La voz de mi
madre está aquí, su voz profunda por años de fumar. ¿Enamorarse de la
chica? Qué predecible, hijo. Pensé que te había enseñado a jugar mejor
que esto.
Miro a Cali, mis oídos están zumbando. Ella parece confundida.
La voz de mi madre llega cristalina junto a mi oído. Esta puta no te
quiere. Te está utilizando para conseguir lo que quiere y luego huir. Todas las
mujeres son iguales, Sawyer. Nunca podrían amarte.
¡Mierda! Mis oídos zumban. Mi madre no puede estar aquí. No puede
estar aquí en este momento. No la he escuchado en tanto tiempo. Pensé
que se había ido.
De repente, puedo escuchar todo al mismo tiempo. Gritos, la risa de
mi madre, el golpeteo de metal. Una figura pasa junto a mí.
Me siento hacia atrás, tratando de enfocarme. El alcohol todavía está
en mi boca. Maldita sea, todavía está en mi boca. Me apresuro a bajar las
escaleras y apenas lo logro antes de vomitar todo al lado del tanque. Estoy
vomitando tan fuerte que apenas puedo respirar. Mi cuerpo tiembla, y las
lágrimas salen de mis ojos.
¡Joder, ¿por qué estaba Cali bebiendo?
Puro dolor me atraviesa el pecho y me aprieta hasta que no puedo
respirar.
Ella no es tu madre, Sawyer. No lo es.
Sacudo la cabeza, con el pecho apretado.
¿De dónde sacó el alcohol?
Todavía puedo saborearlo. Recuerdos rápidos cruzan mi visión.
Escena tras escena, olor tras olor, sonido tras sonido. Tan rápido como llegan,
trato de apartarlos. Apretó la grava tan fuerte que se clava en mis palmas.
Una piedra se desliza frente a mí, y levanto la mirada. Ryder me mira,
con preocupación en su mirada. No dice nada y solo me tiende una mano
para ayudarme a levantarme.
Me pongo en pie, miro a mi alrededor y respiro entrecortadamente.
—Nos encargamos del camino y de la lona —dice suavemente Ryder.
También huelo alcohol en él.
Dirijo mi mirada hacia la suya, de repente concentrado.
—¿Se lo diste?
Mi pecho se oprime de nuevo. Sé que Ryder bebe, pero es de vez en
cuando, y siempre me lo dice para que pueda evitarlo si es necesario.
Se cruza de brazos. Empujo sus anchos hombros.
—¿Se lo diste, cabrón?
—Si necesitas saberlo, ella lo exigió.
Una ira ardiente me quema bajo la piel. Lo permitió. No solo lo
permitió, sino que no me lo dijo.
—Oh, así que ¿simplemente tuviste que dárselo? ¿A la mujer pequeña
sin arma y sin ventaja? —Aprieto los puños. Ryder hizo esto a propósito. Está
tratando de meterse entre nosotros.
Y eso me hace enloquecer de ira.
La voz de Ryder es baja, como si estuviera apaciguando a un niño.
—No soy la niñera de ella, Sawyer. Ella lo pidió, y se lo di. Tienes que
hablar de eso con ella.

Mi cabeza se arremolina de ira. Oh, maldición, lo haré. Le enseñaré a


nunca volver a tocar el alcohol. Pero ¿esto encima? No puedo manejar
esto. Me doy la vuelta y camino de regreso a la camioneta, con mis pasos
en la grava y los grillos como único sonido. Odio el silencio aquí afuera.
Siento las voces de vergüenza gritando en mi mente. Las aparto antes de
subir al coche.

No tienen lugar aquí. Solo yo tengo un lugar aquí. Y estoy a punto de


hacer un desastre.
70
Cali

El regreso es silencioso, excepto por el zumbido del motor, y está lleno


de una tensión mortal. Mi estado de ebriedad se ha desvanecido por
completo ahora. No estoy del toda segura de lo que está pasando, pero sé
que metí la pata. Dolió más de lo que estoy dispuesta a admitir ver la
reacción de Sawyer al besarme. De hecho, sentí como si un cuchillo al rojo
vivo se hubiera clavado en mi corazón.
¿Realmente soy tan repulsiva? Quiero decir, demonios, ya me ha
besado el coño antes, ¿cómo es que mi boca es diferente?
Sé cómo. Bajé la guardia. Y pude ver que él también lo hizo. Por un
segundo, ese momento en la parte superior del tanque se sintió perfecto. Se
sintió como si él... me viera.
Y luego todo se vino abajo. Como debería haber sabido que pasaría.
Me doy una patada por mi estupidez y al mismo tiempo quiero llorar.
Miles también está enojado conmigo. Puedo sentir la ira irradiando de
él. De hecho, nunca pensé que diría esto, pero Ryder es el único que no está
enojado conmigo en este momento. Me lanzó una mirada rápida de
simpatía al entrar al auto. O al menos eso pensé. Fue solo un destello de
cambio de su mirada habitual indiferente. Tal vez fue su mirada de victoria.
Finalmente ganó. Todos pueden matarme y continuar con sus felices y
asesinas vidas.
No miro a ninguno de ellos. No puedo. Miro el paisaje oscuro que pasa,
preguntándome si realmente vale la pena saltar del auto ahora. Extiendo la
mano hacia el descansabrazos, y Miles deja caer una mano pesada sobre
mi muslo, sujetándome al asiento. Me aprieta una vez como advertencia.
Cuando regresamos, Sawyer entra furioso en la casa primero. Ryder lo
sigue, y yo simplemente me siento en la camioneta.
—Ve. —Me empuja Miles.
Miro fijamente al frente.
—¿Y caminar hacia mi muerte? —Suelto una carcajada tensa—. Creo
que eso no va a pasar.
—No te va a matar —dice Miles, extendiendo su brazo y abriendo la
puerta—. Pero no tengo dudas de que serás castigada.
—¿Por qué? Beber no era una de mis reglas —chillo mientras Miles me
saca del auto. Él me sigue de cerca, poniendo una mano pesada en mi
hombro, impidiéndome huir.
—Por no escuchar. —Aprieta los dientes.
—¿Qué, ¿soy una niña pequeña ahora?
—Te estás comportando como una.
Clavo mis pies en el suelo, pero no sirve de nada. De hecho, solo
enfurece más a Miles. Cuando llegamos a los escalones del frente, veo la
sangre de Ben en el concreto. Mi cerebro primitivo toma el control y me
echo a correr.
Al menos, eso intento. Miles me atrapa más rápido de lo que puedo
registrar, arrojándome sobre su hombro y diciendo entre dientes:
—Acepta las consecuencias como una mujer, Cali. Deja de correr.
—Nunca dejaré de correr de ti. —Lucho por liberarme de su fuerte
agarre.
—Entonces pasarás toda una vida siendo castigada. —Miles me da
una palmada en el trasero y me lleva adentro. Me deja justo en la puerta.
Me repongo, mirándolo por encima del hombro y sacudiendo
burlonamente mi ropa. Él simplemente me mira sin comprender.
Siento un cuerpo grande detrás de mí. Antes de que pueda darme la
vuelta, Sawyer me envuelve en sus brazos pesados y dice con voz fría:
—Hola, conejita.
Me tenso, pero no lucho contra él. Así que volvemos a conejita ahora.
—Hola, Sawyer.
Se ríe entre dientes.
—Miles, dejé algo en el mostrador para nuestra dulce cosita aquí.
Tráelo para mí.
Sawyer me levanta sin esfuerzo y me lleva al sofá, sentándome de
manera que me veo obligada a sentarme en su regazo. Por mucho que finjo
mantener la compostura, el corazón me late con fuerza. No tengo dudas de
que él puede sentirlo a través de mi piel.
Salto cuando la lengua caliente de Sawyer recorre la columna de mi
cuello.
—¿Tienes miedo? —pregunta.
Rechino los dientes. Sé que él se alimenta del miedo, y me niego a
dárselo. No he hecho nada malo.
—No —respondo.
—Tsk, tsk, otra mentira que me estás diciendo —murmura Sawyer
contra mi piel—. ¿Quieres explicarme por qué estabas bebiendo?
La ira me recorre.
—No veo cómo eso es asunto tuyo.
Miles vuelve a entrar en la habitación, sosteniendo un vaso de agua.
Sawyer aprieta su agarre.
—Todo sobre ti es asunto mío. —Baja la voz—. Todo. Pensé que habías
aprendido que no puedes ocultarme cosas. Pero al parecer no. Me dirás de
qué estás huyendo cuando corres hacia el alcohol.
Aprieto la mandíbula. Su voz hace que se me ericen los vellos del
cuello.
—¿Por qué, para que puedas manipularme aún más?
—Para protegerte —gruñe Sawyer.
Me río amargamente.
—¿Entonces vas a protegerme de mi pasado? Creo que solo quieres
saberlo para que no pueda sorprenderte más. Creo que me tienes miedo. Y
creo que tienes miedo de que gane tu estúpido jueguito.
La habitación se queda en un silencio inquietante. Miro a Miles y él nos
mira a Sawyer y a mí, con una emoción desconocida parpadeando tras su
expresión pétrea. Espero a que Sawyer responda. Me desconcierta no poder
ver su rostro. ¿Qué está pensando? ¿Se está burlando de mí? ¿Está enojado
conmigo?
Finalmente, la voz de Sawyer sale baja y peligrosa.
—Eres mucho más que un juego para mí, Cali. Dejaste de ser un juego
hace mucho tiempo.
Respiro hondo y se me pone la piel de gallina en los brazos.
—Y yo voy a protegerte de ti misma, niña estúpida. ¿Quieres perder la
cabeza? ¿Quieres beber? —Sawyer señala la bebida en la mano de Miles—
. Dame eso.
Me tenso.
—¿Qué es?
Sawyer estira la mano y la agarra.
—Es un roofie.
—¿Qué? —Intento alejarme.
—Si me haces derramarlo, te lo daré con una aguja —gruñe Sawyer—
. Estaba tratando de ser amable.
Observo el vaso de cerca, aún luchando por alejarme. Cada vez que
me muevo, el líquido se agita.
—¡Esto no es ser amable! ¡Eres un psicópata!
—Así que sigues diciendo eso —responde Sawyer con indiferencia—.
Si tanto quieres escapar, te lo voy a dar. Tómalo, o te obligaré. Y no creo
que quieras eso.
Mis músculos tiemblan.
—¿Qué vas a hacerme?
—Tienes hasta la cuenta de tres.
—No, espera.
—Uno.
El pánico me recorre. Intento escapar, pero su enorme brazo me
sujeta en su regazo.
—Dos.
Sé que no está mintiendo. Sé que lo hará con gusto.
—Tre…
—¡Espera! —Alargo la mano hacia el vaso—. Voy a tomarlo.
Sawyer deja que se lo quite. Miro a Miles, que me devuelve la mirada
con ojos muertos. Está claro que no va a ayudarme. No sé por qué acudí al
hombre que mató a Ben para que me ayudara.
Sawyer ladra:
—Deja de perder el tiempo.
Me tiembla la mano y me llevo el vaso a la boca. Maldita sea, no
quiero estar a merced de ellos. No creo que me maten, pero estoy segura
de que harán cualquier cosa por poco que sea.
A la mierda. No voy a caer sin luchar. Arrojo el vaso en la cara de
Sawyer y me levanto. Hay un chisporroteo cuando me giro para arrojarme
sobre el respaldo del sofá y alejarme de Miles también.
Salto sobre el sofá y me dirijo hacia la puerta principal antes de que
una enorme figura se deslice frente a mí. Choco directamente contra un
muro sólido de músculos. Intento retroceder. Es Ryder. Coloca una mano
alrededor de mi cuello y debajo de mi barbilla, forzando mi mirada hacia la
suya oscura.
—¿Acabas de desobedecer a uno de mis hombres? —me pregunta.
Lo miro con furia, balanceando un pie para patearlo en los huevos,
pero él me mantiene alejada de su cuerpo con sus largos brazos. Siseo:
—¡Vete a la mierda! ¡Te odio, joder!
Ryder simplemente me aprieta más fuerte el cuello.
—¿Tanto deseas que este juego añada a otro jugador? ¿Crees que
no me gustaría destrozarte hasta que olvides quién eres? ¿Hasta que vengas
arrastrándote hacia mí y me ruegues por todo lo que necesitas? No tienes
permitido desobedecer a Sawyer.
El agarre de Ryder está haciendo que el mundo se vuelva borroso y
mis oídos zumban.
—Vamos, hijo de puta —balbuceo. Dejaré que lo intente. Que todos
lo intenten. Pueden haberme atrapado, pero nunca me romperán.
Hay un golpe agudo en mi muslo, y trato de alejarme, pero moverme
se siente como si estuviera tratando de nadar a través de algodón.
Entonces, Ryder me suelta y el mundo vuelve a rugir. Los tres hombres
están parados sobre mí, mirándome con expresiones vacías. Sawyer está
sosteniendo una aguja. Toso y me froto el muslo. Sé que con lo que acaba
de darme, estoy jodida. Estoy a punto de estar a su completa merced, y no
hay nada que pueda hacer al respecto.
Estoy mareada por lo rápido que cambian las cosas en mí. Comienzo
a reírme. Son asesinos. No estoy segura de qué mierda más esperaba.
—¿De qué te ríes?
Levanto la vista hacia Sawyer.
—Una forma curiosa de irse, ¿sabes? Casi me tenías. Jugaste bien tu
juego. Me tenías comiendo de tu palma. Te mereces esta muerte, jugaste
bien.
La habitación queda completamente en silencio. Sawyer se agacha,
y agarra mi barbilla con su cálida mano.
—Oh, Cali. No estoy jugando contigo. Y no vamos a matarte. Ni
mucho menos. De hecho, si suplicas, podría hacer que sea placentero.
Una ola de mareo me golpea, y cierro los ojos con fuerza.
—Buena chica. Solo sométete. Será más fácil para ti.
Alguien me levanta, cargándome. El movimiento en el aire me
provoca náuseas en el estómago. Me colocan boca arriba en el sofá. Me
siento mientras los tres rodean la esquina, y parpadeo para alejar el mareo.
—Oh sí, por favor, corre de nuevo. ¿Hasta dónde crees que llegará?
Apuesto por el patio delantero. —Sawyer sonríe hacia mí con satisfacción.
Miles cruza los brazos.
—No dejaré que lo haga. Se caerá y se lastimará.
—No eres divertido. ¿Ryder? —El hombre enorme y silencioso me mira
a los ojos y no responde. Lo miro fijamente, devolviendo su mirada
desafiante. Me niego a romper el contacto visual, aunque otra oleada de
mareo se arremolina en mi nuca.
Finalmente, Ryder sonríe. Parece que está pensando en cortarme en
rodajas, y una oleada de cosquilleos me recorre la piel. A pesar de todo, mi
coño también se calienta.
Sawyer se acerca a mí y se sienta a horcajadas sobre mi cintura.
—Vamos a enseñarte lo que puede pasar si sigues ahogándote en
alcohol.
Levanto la vista hacia Sawyer, con un cosquilleo de entumecimiento
recorriéndome. Sawyer me sonríe.
—Quítame de encima.
—No —escupo.
—Quítame de tu encima.
Lucho por alejarme, pero Sawyer es pesado como la mierda.
—Vamos, Cali. Ni siquiera te estoy haciendo nada —se burla Sawyer—
. Quítame de encima.
Me invade la ira y bajo la mano para golpearle los huevos. Su brazo
baja rápidamente y retrocede. Me agarra las dos muñecas y me las clava
en el respaldo del sofá. Forcejeo, pero no puedo romper su férreo agarre.
—Cali, ni siquiera lo estoy intentando —dice Sawyer. Agacha la
cabeza para mirarme a los ojos—. ¿Ves lo vulnerable que eres?
Le muestro los dientes y echo la cabeza hacia delante, golpeando
con la frente el puente de la nariz de Sawyer. Sisea y se echa hacia atrás,
pero no afloja su agarre.
—Ahora solamente me has cabreado. Y no estás más cerca de
liberarte. —En un movimiento violento, Sawyer me tumba en el sofá y él se
sienta a horcajadas sobre mí. El movimiento hace que el mundo vuelva a
girar, y esta vez tarda más en detenerse. Siento que unas manos tiran de mi
ropa.
Cuando abro los ojos de nuevo, mis senos están expuestos, y mis
pantalones están bajados hasta mis rodillas. Miles me sostiene las manos
sobre la cabeza, y Ryder está sentado en la mesita de café junto a nosotros.
Intento luchar, pero siento que mis extremidades tardan una eternidad en
responder.
Sawyer se cierne sobre mí, con sangre goteando de su nariz.
—Ni siquiera puedes luchar contra nosotros, Cali. Pero estabas tan
desesperada por no sentir. Por escapar de lo que sea que estás huyendo.
Tan desesperada que te pusiste en una posición estúpida.
Observo cómo su sangre gotea sobre mi pecho. Ni siquiera puedo
sentirla porque mi piel está tan adormecida, y eso me asusta. Jadeo para
respirar. Él me puso en esta posición.
—Pelea conmigo, Cali.
Lo hago. Lo intento. Pero es como si me hubiera convertido en
prisionera de mi propia piel. Intento retorcerme de ira, pero su cuerpo se
siente como si pesara un millón de libras.
Sawyer se ríe ásperamente, luego se baja el pantalón de un tirón. Su
polla sale, dura y venosa. Hay una gota de líquido preseminal en la parte
superior. La acaricia, mirándome.
—Detenme, Cali.
Mis emociones se vuelven borrosas y lentas. La ira estalla y luego se
desvanece. Balbuceo:
—Vete a la mierda.
Sawyer se inclina para que su polla esté más cerca.
—Hazlo.
Tiro de mis brazos hacia abajo. Se siente como si estuviera jalando
desde un millón de millas de distancia.
Frota su polla en mi coño y gime.
—Tan jodidamente mojada. ¿Te gusta esto, Cali?
Una difusa sensación se dispara a través de mi clítoris por todo mi
cuerpo. Mierda, se siente bien. Mi mundo se está volviendo distante, pero
puedo sentir mi clítoris como si fuera la única parte sensible que queda en
mi cuerpo.
—¿Te excita saber que no puedes hacer nada para detenerme?
¿Que voy a tomar lo que quiero de este hermoso cuerpecito,
independientemente de lo que digas?
Me fuerzo a abrir los ojos. Quieren cerrarse. Quiero hundirme en ese
cálido vacío que está comenzando a cubrir mi cuerpo.
—Despierta. —Esa voz es diferente. Suena como Ryder.
Me fuerzo a abrir los ojos de nuevo. Sawyer está en mi entrada. Sus
músculos están tensos, y se detiene, encontrando mi mirada con la suya
feroz.
—Sabes, esta no es la primera vez que hacemos esto.
¿Qué? ¿Qué demonios está diciendo? Sawyer se ríe.
—En realidad, fue la primera vez que follamos. Pero no lo recordarías.
Las drogas funcionan mucho más rápido con alcohol —Y se mete hasta el
fondo.
71
Sawyer

Joder, está mojada como el infierno. Su coño me succiona como si


estuviera hambriento de mí. La penetro, viendo cómo se le ponen los ojos
en blanco mientras suelta un pequeño gemido.
Jesucristo, me agarra con tanta fuerza. La uso para acariciarme la
polla, sacándola del todo y volviéndola a meter. Pongo mi pulgar sobre su
clítoris y lo rozo. Quiero que sienta todo lo que pueda. Quiero que me sienta
en todas partes. Que sepa que es mía. Que no puede escapar de mí,
aunque intente esconderse en el alcohol.
Mis hombres me miran con lujuria en sus ojos. Eso me pone más duro,
y me muevo más rápido dentro de ella, frotando su clítoris hasta que se
tensa. Me inclino hacia su oído y digo:
—Deberías protegerte mejor de hombres como nosotros, Cali.
Ella apenas está despierta, pero siento su cuerpo completamente
rígido, y su coño late sobre mi polla. Eso me lleva al límite y me corro dentro
de ella con un grito, empujando hasta el fondo. Siento un hormigueo en
todo el cuerpo al saber que no puede resistirse. Demonios, a estas alturas,
puede que ni siquiera sepa como luchar contra mí. Dios, eso me hace querer
tomarla de nuevo.
Me retiro, mirando a Miles sobre mí.
—Tu turno.
Él levanta una ceja.
—No es mi estilo.
Tiemblo por las réplicas del placer. Miro a Cali. Ahora está
completamente fuera, tendida lánguidamente frente a mí, con el coño
chorreando mi semen. Mi polla se contrae.
Me giro hacia Ryder, con la agitación revoloteando en mis venas. Le
prometí a Cali que, si se lo follaba, la dejaría ir. Y todavía estoy enojado con
él.
—Así que ahora estás jugando nuestro juego, ¿eh? —digo con
seriedad.
Ryder se recuesta, cruzando los brazos.
—Realmente no tengo opción, ¿verdad? Es jugar tu juego o ser
empujado a los bordes de esta relación.
Su manera indiferente hace que la antigua ira me recorra
nuevamente.
—Oh, ¿así que quieres acercarte a mí, y lo haces dándole alcohol?
Esa es tu mejor estrategia hasta ahora.
Ryder fija su mirada en mí.
—Una vez más. Ella me lo pidió.
—¿Entonces le darás lo que sea que pida a una prisionera?
—¿Realmente es una prisionera? —gruñe Ryder—. Veo cómo la miras.
La forma en que hablas con ella. Te has enamorado de ella. Lo cual es lo
más peligroso que podrías haber hecho.
Él intenta ocultarlo, pero veo el dolor que surge en sus ojos.
Miles carraspea.
—Ryder, no estamos tratando de alejarte.
Los brazos de Ryder están tensos, y agarra sus rodillas.
—No importa si lo están intentando o no. Lo están haciendo.
—¡No tiene que ser así! ¡Puedes conocerla!
Ryder se ríe, el sonido es duro.
—¿Conocer a una extraña para poder mantener a mis hombres? Eso
es un poco jodido.
Los veo discutir, la tensión llenando mi pecho. Mi estúpido e impulsivo
culo le hizo una promesa a Cali. Si empujo a Ryder hacia ella,
inevitablemente tendré que dejarla ir. Si no lo hago y sigo por este camino,
inevitablemente perderé a Ryder.
Odio que haya siquiera una duda. Las cosas han sido duras con Ryder
los últimos meses. He estado en mi mierda, y eso siempre lo convierte en un
monstruo agresivo y cerrado. Lo cual es divertido como el infierno en la
cama, pero el hombre no sabe cómo apagarlo.
Y yo tampoco.
Ryder se levanta, a punto de salir de la habitación, y Miles levanta las
manos con frustración.
—Escucha. —Me aclaro la garganta y me muevo—.
Independientemente de lo que pase con ella, necesitamos resolver nuestra
mierda.
Ryder resopla.
—¿En serio?
—Estoy intentándolo, ¿de acuerdo, idiota? —Me enojo. Aprieto los
puños. Las siguientes palabras son difíciles de sacar—. Necesitamos hablar.
Hablar de verdad.
Miles me mira extraño.
—¿Estás bien? ¿Estás teniendo un derrame cerebral?
—¿Sabes qué? Olvídalo. —También me levanto para irme.
—No, espera. Lo siento. —Miles suelta un suspiro—. Ha sido un día largo.
Lo siento. Tienes razón.
Me detengo.
—Tenemos que hablar. Empezaré yo. —Miles se vuelve hacia Ryder,
que parece desinteresado—. Sé que ves lo importante que se ha vuelto para
nosotros. Gracias por no... matarla. Sé que querías hacerlo.
La mandíbula de Ryder se tensa.
—Todavía quiero hacerlo.
—Y no lo haces. Aunque te esté destrozando. Así que gracias.
Ryder parece querer decir algo más, pero no lo hace. Miles me hace
un gesto con la mano. Aprieto mis labios.
Ryder levanta una ceja.
—¿Tienes algo que decir, señor. 'Hablemos'?
—No fuerces tu suerte —le digo.
Miles me lanza una mirada dura.
Bien. Sé que necesito extender una rama de olivo.
—Gracias —digo forzadamente.
Ryder sonríe con malicia.
—No te escuché.
—Está bien, que manera de convertirlo en algo infantil —exclama
Miles, levantando las manos—. ¿Por qué no se van a follar por odio o algo
así?
—Él no se lo merece. —Ryder gira sobre sus talones.
¿Que no me lo merezco? Me levanto de un salto y lo persigo. Voy a
comunicarme muy bien. Por todo su pene. ¡Con mis malditas uñas!
72
Ryder

Salgo al porche delantero. El viento áspero me azota, pero se siente


bien en comparación con el calor sofocante de la casa. Desde que mamá
se enfermó, tiene la calefacción al máximo. Sudo haciendo mi tarea. A
menudo lo hago aquí, aunque el tiempo invernal lo hace difícil.
Papá llega al camino de entrada. Baja del auto con su ropa de
trabajo, temblando mientras corre hacia la casa.
—Papá. —Lo sigo dentro, golpeado nuevamente por el calor
opresivo—. ¿Puedo ir con ustedes?
—No. —Ni siquiera me mira—. Evelyn, ¿estás lista?
—¡Por favor! —Corro delante de él—. Toda mi tarea está hecha.
Quiero ir.
—El hospital no es lugar para ti. —Papá me aparta.
Mis ojos se llenan de lágrimas. Actúa como si fuera un niño. Ya tengo
doce años.
—Por favor, no haré ruido.
—No me lo vuelvas a preguntar. —Papá me ignora, arrastrando a mi
madre hacia el coche. Ahora está delgada, siendo apenas huesos. Casi
parece un fantasma, acurrucada en su manta contra los faros del coche.
Le doblo la ropa todos los días, pero no se da cuenta. Pasa mucho tiempo
envuelta en mantas.
Observo cómo se van, el frío me enrojece las mejillas, y una sensación
de impotencia me recorre. Cada vez que papá la lleva al hospital, le suplico
que me lleve. Cada vez él dice que no. Mamá dice que no quiere que me
contagie de algo como le pasó a ella.
Observo la carretera durante horas hasta que mis dedos y manos se
ponen rígidos y entumecidos. Recito mis oraciones una y otra vez. Tan pronto
como termino una, empiezo otra.
Mamá dejó de ayudarme con la escuela. Dejó de arroparme desde
que mi cama está en el segundo piso. Dejó de lavar los platos y cocinar
nuestra comida.
Un nudo se me forma en la garganta. Se siente áspero. Mierda,
¿también me estoy enfermando?

Me quedo observando durante horas esa noche. Mi papá no regresa.


Más tarde descubro que mamá murió en el hospital.
Y cuando me entero, no puedo reaccionar. No lo hago. Parece que
nunca volveré a sentir. Simplemente vuelvo a doblar la ropa una y otra vez.
Parece que no puedo hacerlo bien. Nunca estará bien.
73
Cali

La resaca de lo que sea que Sawyer me haya dado me golpea como


un camión. Deben haberme llevado a la cama de Sawyer porque cuando
me despierto, estoy aquí, mirando sus pósteres de mujeres semidesnudas.
Todo mi cuerpo duele, y gimo.
—¿Cali? —pregunta Sawyer desde algún lugar detrás de mí. Se
acerca a la cama—. Estás despierta.
—Vete al carajo —gimo. Una ola de náuseas me invade.
Siento una mano fría contra mi frente húmeda. Intento apartarlo. Esta
vez, no puedo contener las náuseas y vomito al lado de la cama.
—Oh mierda. Espera, Cali.
Un cubo de basura aparece frente a mí.
Le hago un gesto a Sawyer para que se aleje. Ni siquiera quiero mirarlo.
No quiero hablar con él, ni sentirlo ni escucharlo respirar.
—Vete.
—Necesitas beber un poco de agua.
Me duele la cabeza y hago todo lo que puedo para no volver a
vomitar. Su voz lo empeora todo. Todo lo empeora. Las luces, el olor, todo.
—Vete.
—Cali...
—¡Vete! —grito—. No quiero hablar contigo, ¿de acuerdo? Jódete,
Sawyer. Jódete. Por favor, solo vete. —Mi cuerpo tiembla y él me mira con
furia.
—Cali, necesitas ayuda.
Vuelvo a vomitar.
Sawyer me aparta el cabello. Cuando ya he vomitado todo lo que
puedo, aparto sus manos de mí.
—En serio. Lárgate.
La mandíbula de Sawyer se tensa. Su cabello está suelto por primera
vez y le cae en la cara. Me deslizo de nuevo en la cama y me alejo de él.
Estoy tan cansada. Tan malditamente cansada.
Oigo a Sawyer limpiar el vómito. Por alguna razón desconocida, mis
ojos se llenan de lágrimas.
—No necesito que me cuides —intento gruñir.
Sawyer no dice nada.
Estoy confundida por todas las emociones que me invaden, y que él
esté aquí, actuando como si yo fuera débil, es demasiado para mí.
—Te odio, Sawyer —digo suavemente.
Todos los sonidos se congelan. Miro la pared de su estantería durante
mucho tiempo, sintiendo que las lágrimas me pinchan los ojos.
—Cali... —Su voz es vacilante.
Cierro los ojos con fuerza. No quiero que vea que estoy llorando. Que
soy débil.
—Por favor. Solo vete.
Lo escucho caminar hacia la puerta. Hace una larga pausa.
—Vete a la mierda —siseo con toda la energía que puedo.
La puerta se cierra suavemente. Sin razón aparente, las lágrimas
empiezan a caer de mis ojos, y sollozo.
Soy débil. Soy débil porque me importa. Porque quería importarle. Pero
a él no le importa. Solo quiere ganar su juego.
En algún momento, me quedo dormida.
Me despierto con la puerta abriéndose. Abro un ojo para gruñirle a
quienquiera que sea. Halloweiner es dejado en la habitación y la puerta se
cierra de nuevo.
—Ven aquí, chico —le digo con voz ronca.
Mi gato deambula, olisqueando varias cosas, ignorándome por
completo. El alivio al verlo es tan abrumador que empiezo a llorar de nuevo.
Lloro hasta que me quedo dormida.
Cuando me despierto por tercera vez, hay agua y un plátano en la
mesa auxiliar, y mi gato está acurrucado a mi lado. Me siento un poco mejor
y agarro la bebida, tomándola. Wiener abre un ojo para mirarme con
desaprobación por moverme.
—Joder —gimo. Flashbacks de Sawyer follándome llenan mi cabeza.
La ira me llena al mismo tiempo que mi coño palpita. ¿Qué fue lo que dijo
justo antes de que me desmayara?
Bien. Sawyer me folló incluso antes de conocernos. Siempre dijo que
yo era suya.
Una mezcla de emociones poderosas me recorre, y giro la cabeza
hacia la almohada y lloro. De nuevo. Mierda. Ben está muerto. Mis amigos y
familiares no saben dónde estoy. Y estoy aquí, sintiéndome excitada y
enfadada al mismo tiempo por estos psicópatas posesivos. Odio la reacción
de mi cuerpo ante todo esto. Y maldita sea, está llegando a ser más que mi
cuerpo. Sentí algo completamente diferente por Sawyer, sentada en ese
tanque de petróleo. Por alguna razón, eso me hace llorar más fuerte.
Me vuelvo a dormir y cuando despierto, mi gato ha desaparecido. Me
incorporo. Me siento mucho mejor, casi como si tuviera una leve resaca.
Me levanto y voy al baño. Todavía no hay cepillo de dientes para mí.
Agarro el de Sawyer y gimo por el sabor a menta de la pasta de dientes.
La puerta del dormitorio se abre de golpe.
—¿Cali? —Miles corre hacia mí, deteniéndose cuando me ve
cepillándome los dientes—. ¿Estás bien? Te oí...
Le lanzo una mirada furiosa en el espejo, luego vuelvo a cepillarme los
dientes. Fue parte de esa mierda, y no se va a librar de ello.
Miles se cruza de brazos y se apoya en el marco de la puerta.
—¿Cuánto tiempo he estado fuera?
—Todo el día y la noche. Es tarde.
Bien. Todavía tengo tiempo para actuar según el trato que me hizo
Sawyer. Me queda un día.
Termino y paso junto a Miles. Él me sigue.
—¿Necesitas algo?
Continúo con el tratamiento silencioso, volviendo a la cama.
Miles suspira, pasándose una mano por el cabello oscuro, mira a su
alrededor y luego se sienta en el suelo, frente a mí.
Frunzo el ceño. No, esto no va a funcionar. Vuelvo a sacar las piernas
de la cama y salgo de la habitación.
—Cali, ¿a dónde vas?
Lo ignoro, caminando hacia la habitación de Ryder y cerrando la
puerta de golpe.
74
Ryder

Mi puerta se abre mientras estoy doblando la ropa para guardarla.


Miro por encima del hombro y empiezo a decirle algo a Miles, pero es Cali
la que entra, toda piernas y cabello desordenado. Mi polla se estremece al
verla, y eso me enfurece.
Cali cierra la puerta de un portazo, me echa una mirada
despreocupada y se dirige directamente a mi cama.
Me congelo. ¿Qué está haciendo?
—Oh —dice Cali, deteniéndose. Su gato está acurrucado en mi
cama. El animal no me deja en paz, y eso me pone nervioso. Cada vez que
consigo que uno de los chicos lo saque de mi habitación, logra colarse de
nuevo.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunto.
La diminuta mujer no responde y simplemente se sube a la cama y se
mete bajo las sábanas.
—¿Perdón? —Entrecierro los ojos. El animal se levanta y se acurruca
en la parte interior de sus rodillas.
—No me dejan en paz, así que vine aquí —dice Cali, cerrando los ojos,
sus pestañas oscuras contra su piel pálida.
—Sabes que hay una casa entera.
Cali parece enferma. Sawyer nunca ha drogado una de mis bebidas
antes, pero sí lo hizo con las de Miles, y él no se levantó de la cama durante
dos días.
Por un segundo, al ver a Cali pálida, acurrucada bajo las mantas, me
viene a la mente mi madre antes de morir.
Mi pecho se aprieta, y tenso la mandíbula.
Sacudo la ropa que estoy doblando con más energía de la necesaria.
—Cali. Sal de mi cama.
—¿Debemos hablar? —gime.
—No. Sal de mi cama. —No es así como me la imaginaba en mi cama.
No es que la haya imaginado aquí. Nunca.
Pasa un brazo sobre su cabeza.
—Cali...
—Ugh, pensé que de todos ustedes serías el menos conversador. —Me
mira, pero no se mueve.
La miro fijamente.
—Oh, ¿te irás si hablo entonces? Está bien. Hablemos. —Pienso en
sacarla de la cama y tirarla físicamente por el pasillo. Pero la forma en que
sus ojos están hundidos en su cabeza me hace detenerme.
Vuelvo a mi ropa.
—Te hablaré sobre las cinco reglas del comercio.
Cali gime, y eso me hace sonreír. Debe tener un buen dolor de
cabeza. Me lanzo a una discusión detallada sobre el comercio de acciones,
ofertas y ventas mientras doblo mi ropa. Pongo mucho cuidado en el
doblado, asegurándome de que todo esté perfecto. Si no lo está, vuelvo a
empezar.
Cali escucha por un tiempo, molesta al principio, y luego creo que se
duerme de nuevo. Cuando termino de doblar mi ropa, ella está durmiendo
con la boca abierta, emitiendo pequeños ronquidos. Se ve tan vulnerable y
suave. Nada como la mujer llena de odio y enojo que normalmente suele
ser.
Mierda. Casi parece inocente. Aprieto la mandíbula. Por un segundo,
veo cómo conseguiría que Miles se enamorara de ella por ser su caballero
de brillante armadura. Sangra vulnerabilidad cuando apaga el maldito acto
de chica dura.
Es media tarde. Vuelvo a la oficina y encuentro a Sawyer acechando
en el pasillo.
Me asusta un poco, y doy un salto.
—¿Qué demonios, Sawyer?
Se aparta de la pared.
—¿Está bien?
—Ella está bien. —Paso junto a él, dirigiéndome a la oficina. Él y yo
follamos después de nuestra pelea, y eso hizo que las cosas se sintieran un
poco menos tensas entre nosotros.
Sawyer me sigue.
—Necesita beber más agua.
Me burlo un poco.
—¿Tu conciencia se está apoderando de ti, Sawyer? —Pero pensé lo
mismo. No es que me importe.
Sawyer no responde. Me siento a trabajar en mi computadora, y
Sawyer se queda. Merodea en segundo plano, yendo de ventana en
ventana. Se mueve incesantemente, aparentemente incapaz de quedarse
quieto.
—¿Podrías dejar de hacer eso? —le gruño. Estoy tratando de
averiguar algunos detalles más en caso de que necesitemos salir del país, y
sus nervios me están inquietando.
Sawyer me mira con dolor en los ojos.
Paso mi mano por mi cabello. Joder, no quería ser tan duro.
—Lo siento. —Hago una pausa—. Me estás poniendo nervioso. ¿No
tienes algo que hacer?
—Bueno, sí. —No hace nada.
Sacudo la cabeza, volviendo a mi trabajo. Eventualmente, Sawyer
comienza a salir de la habitación. Sé exactamente a dónde se dirige.
—No entres ahí, Sawyer —digo, sintiendo una energía posesiva
recorriéndome. Me asusta un poco.
—¿Por qué no?
Echo un vistazo a mi trabajo.
—Porque ella no quiere que lo hagas. Solo dale algo de espacio.
—¡Eso es una mierda!
Suspiro. ¿Cómo terminé siendo el mediador entre mis hombres y su
prisionera? La prisionera que actualmente está acostada en mi cama,
dejando su olor a coco por todas mis sábanas.
La voz de Sawyer baja.
—Solo necesito asegurarme de que está bien.
—Ella está bien. —Encuentro su mirada azul. Dios, parece torturado.
Bajo la voz.
—Creo que la mejor pregunta es, ¿tú lo estás?
Sawyer lucha consigo mismo por un segundo, luego parece
consternado. Su voz sale en un susurro.
—Ella me echó.
No digo nada. Su vulnerabilidad me sorprende. No me ha contado
nada significativo de su vida en meses.
—Ella siempre... supongo que asumí que ella... —Sawyer mira al suelo.
Aprieto la mandíbula. Veo hacia dónde va esto. Se ha enamorado de
ella. Por completo. Ni siquiera sabe qué hacer consigo mismo ahora.
Lo que me hace armarme de valor. No puedo caer de la misma
manera. Alguien necesita ser fuerte por la familia. Resoplo.
—No puedes controlar cada parte de tu relación con ella, Sawyer.
Juega con una astilla en el marco de la puerta.
—Claro que puedo.
Bufo.
—Eso puede funcionar con Miles, pero no todos son Miles. —Vuelvo a
mi trabajo.
Siento que me mira.
—¿Te la estas follando?
La pregunta me sorprende. Levanto la vista y veo a Sawyer
mirándome fijamente, estudiándome.
El calor me recorre, y me siento avergonzado por alguna razón.
—No, Sawyer. No me estoy follando a tu juguete. —Normalmente sólo
follo con gente con la que tengo una conexión emocional. Incluso cuando
jugamos con otros, suelo sentarme y dejar que los chicos jueguen mientras
yo miro. ¿Pero con ella? Joder, hay algo en ella que me hace querer jugar.
Su fuego es embriagador. Me dan ganas de apagarlo. Enseñarle algo de
maldito respeto.
Sawyer sigue mirándome, como si no me creyera. Siento que mis
mejillas se calientan de nuevo. ¿Puede saber lo que estoy pensando?
Finalmente, se relaja.
—Está bien.
Una ira irracional me llena. Casi parece aliviado de que no me meta
con ella.
Gruño:
—¿Por qué... no se me permite hacerlo? ¿Soy el único excluido de este
juego?
Sawyer encoge los hombros, y esa ira posesiva me atraviesa
nuevamente. Estallo.
—Respóndeme, Sawyer.
Se estremece.
—Así que puede que haya hecho una pequeña apuesta estúpida
con ella de que... —se detiene.
—¿Que... qué?
Parece incómodo.
—Que si te folla, la dejaré ir.
Me tenso, mi piel se calienta. Me invade la furia, y por un segundo,
pienso en levantarme y pelear con él. Luego la realidad vuelve a mí.
Ella está fuera de los límites. No debería importarme. ¿Verdad?
¡Mierda!
Sawyer se encoge de hombros, saliendo de la habitación.
—¡Espera! —Lo persigo hacia el pasillo—. ¿Qué hiciste qué?
—Lo siento, hombre. No pensé que quisieras hacerlo. —Sawyer parece
avergonzado—. ¿Me equivoqué?
—¡No! —Aprieto los puños.
Sawyer me mira de arriba abajo.
—De acuerdo ¿Entonces por qué estás enojado?
No lo sé. Joder, ¿por qué estoy enojado? ¿Porque parece que me
mantienen fuera del juego en cada turno? ¿Porque quieren mantener su
cuerpo delicado y suave solo para ellos? Si esto es un juego de mantenerme
alejado, lo están haciendo muy bien. La ira anterior de la otra noche vuelve
a recorrerme.
—Está bien. —Doy un paso hacia la puerta—. Solo mantén a tu juguete
caliente para ti, a la mierda lo que yo piense.
—Ryder…
—Déjalo. —Cierro la puerta.
De todos modos, no la quiero. Ellos pueden quedarse con ella. De
todos modos, no me gustan las rubias. Una lástima que tenga un cuerpo
perfecto.
Y unos ojos bonitos. Llorarían tan perfectamente.
Sawyer está jugando un juego peligroso, y no creo que lo sepa, pero
acaba de darme todas las cartas.
75
Ryder

Cali se queda en mi habitación hasta la tarde. Estoy terminando de


cocinar cuando ella aparece en la cocina.
Debe estar hambrienta. Es tan pequeña, y no come casi nada.
No es que haya prestado atención.
Ambos hombres están sentados en el sofá con sus teléfonos, pero los
dejan de inmediato cuando ella entra.
—Cali —dice Sawyer y se levanta.
Ella se gira hacia mí como si él no estuviera allí.
—¿Qué hay de cenar?
La cara de Sawyer se llena de ira.
Maldita sea, casi sonrío. Ella lo está ignorando para hablar conmigo.
—Hamburguesas —digo.
—Genial. —Cali se desliza en la silla de la isla, de espaldas a los
hombres. Se ve mejor que antes. Y... mierda. Está usando una de mis
camisetas.
Mi polla se sacude.
Sawyer se levanta, pero Miles agarra su brazo y lo arrastra de vuelta al
sofá.
—Entonces —dice Cali, mirándome con esos ojos azules
inquietantes—. ¿Te gusta cocinar?
—Sí. —Vuelvo a mi trabajo. Siento que ella me observa atentamente.
La carne está casi lista y cambio el papel de cocina debajo de la espátula
por última vez para asegurarme de que no haya carne cruda. La habitación
está llena de carne sizzling y tensión.
Cali ignora la tensión y se pasa la mano por el cabello.
—Odio cocinar. Más bien soy panadera.
Observo la acción y me pregunto cómo sería agarrar ese desastre
rizado mientras la tengo inmovilizada contra la pared...
La atención de Sawyer y Miles está centrada en nosotros. Mantengo
mi sonrisa victoriosa bajo control. Sé que Cali solo está hablando conmigo
para molestarlos, y tal vez para tratar de seducirme, pero no puedo evitar
disfrutarlo.
Le sirvo un plato.
—Bueno, eso no es sorprendente. Probablemente fuiste criada para
hornear más que para cocinar, ¿verdad?
Arquea una ceja sorprendida. Luego, sospecha.
—¿Cómo lo sabías?
Esos eran los roles estándar que se les enseñaban a las mujeres en mi
casa, así que pensé que sería lo mismo con ella. Si algo de lo que dijo sobre
su educación era cierto.
Me encojo de hombros.
—Suposición afortunada.
Todavía me mira como si no me creyera.
—¿También me acosaste?
Elevo las cejas. Vi la pestaña de Sawyer en mi computadora. Sé que
revisó su teléfono.
Me inclino, mirándola a los ojos.
—No, pequeño misterio. Creo que la mayoría de las personas tienen
una expectativa de privacidad, y yo no la violo a menos que me lo pidan.
Miro a los hombres detrás de ella.
—Yo, por mi parte, me mantuve alejado de tu teléfono.
Me enderezo.
Cali parece confusa durante un segundo, me mira y luego echa un
vistazo detrás de ella.
Miles parece apropiadamente avergonzado.
Ella lo mira, luego balbucea:
—¿Lo hiciste?
Sawyer parece enojado. Dirige su mirada centelleante hacia mí.
Le guiño un ojo y vuelvo a mi cocina. ¿Quieren hacerme parte de su
juego? Oh, voy a jugar. Agarro una hamburguesa de la sartén y la dejo
reposar un minuto, poniendo los panes a tostar.
—Cali, déjanos explicarte —dice Miles suavemente.
—¿Tú también, Miles? —sisea Cali.
Silencio.
Tomo la comida y la pongo delante de ella. Sus mejillas están rojas y
sus ojos vidriosos. Maldita sea, si no me llega directo al pene.
Las lágrimas siempre me ponen duro. Maldita sea, polla. Solo estamos
jugando con ella. No nos vamos a involucrar.
Cali agarra su comida y comienza a preparar su hamburguesa. Agarro
los condimentos y las verduras de la nevera.
Ella da un mordisco, envolviendo sus bonitos labios alrededor de la
hamburguesa, y me quedo mirando. Está comiendo la comida que le hice.
Cali emite un pequeño gemido, agitando sus pestañas.
—Está buena.
Contengo mi propio gemido. Me encanta que esté comiendo lo que
le hice. Le ayudará a mejorar.
—Cali, no puedes seguir ignorándome —dice Sawyer, y veo de reojo
cómo se acerca a la isla de la cocina.
—Está buena —vuelve a decir Cali, intentando ignorarlo, pero el fuego
brilla en sus ojos. Está furiosa. Sonrío.
—Cali. —Sawyer agarra su hombro.
Cali se da la vuelta hacia él y, casi más rápido de lo que puedo seguir,
le golpea el lado de la cara con la palma abierta. El golpe suena fuerte en
la habitación. Todos se quedan congelados.
—Vete. A la mierda. Suéltame. —Cali está temblando.
Los ojos de Sawyer están oscuros. Miles está de pie, con cara de no
saber si tiene que intervenir.
Cali se endereza, mirando a Sawyer directamente a los ojos. Toda la
casa está en silencio.
—Detenme, Sawyer —se burla.
Sawyer está enojado. Sus ojos están oscuros, pero solo se queda allí
parado.
Cali retrocede su mano como si fuera a golpearlo de nuevo. Él no se
inmuta.
Su voz sale baja en advertencia.
—Cali…
—Hazlo. —Ella mueve su mano hacia él, luego se detiene justo antes
de golpearlo, sujetando su rostro con una suave burla.
Sawyer agarra su mano, forzándola a quedarse en su cara.
—No te golpearé, Cali.
—¡Hazlo! —susurra ella, intentando soltar su mano. Él la agarra más
fuerte.
—¡Golpéame, Sawyer! —Cali lanza su cara hacia él—. ¡Golpéame,
joder! ¡No tienes las putas agallas!
Sawyer aprieta la mandíbula.
—¡Golpéame! —grita ella, apartando su mano.
Él la deja.
Cali se aleja de su taburete, apartándose de él. Respira
agitadamente, lanzándoles una mirada salvaje a él y a Miles.
—¿Crees que eres mucho mejor que Ben porque no me golpearás?
¡Me secuestraste! Me sacaste de mi casa por nada. No hice nada. —Su
pecho se agita—. Revisaste mi teléfono. Sabes que no llamé a la policía.
Sawyer cruza los brazos.
—¡Sí lo hiciste! Llamaste al 911 el día que te vimos en la gasolinera.
—No lo hice… —Cali se detiene, una expresión de comprensión
aparece en su rostro. Luego, se llena de pura furia—. Llamé al 911 porque
Ben me golpeó esa noche, Sawyer. ¡Me estranguló en la cocina!
Sawyer le lanza una mirada incrédula. Cali sigue respirando con
dificultad. No la conozco muy bien, pero parece que cree plenamente en
lo que dice.
La cara de Sawyer pasa de la incredulidad al shock. Un destello rápido
de devastación pasa por su rostro antes de lanzarme una mirada impotente.
Por un segundo, quiero ayudarlo.
No tengo idea de si está diciendo la verdad.
Cali se da la vuelta, y avanza hacia mí.
—Voy a lavar los platos.
Sawyer se queda allí, respirando agitadamente. Está congelado, y eso
me retuerce un poco el estómago. Nunca antes he visto a Sawyer así.
El momento no dura mucho. Me atrapa mirándolo, y su rostro cambia.
Con un gruñido, sale disparado de la cocina.
Miles sigue allí de pie, con aspecto desgarrado. Por un segundo,
pienso en correr detrás de Sawyer y follar esa mirada desafiante y torturada
de sus ojos. Pero luego Miles lo sigue y me quedo solo con Cali.
Ella continúa lavando los platos.
¿Qué significa eso para nosotros si no me denunció? No le creería,
pero no he revisado su teléfono, y Sawyer sí lo ha hecho, y parecía que le
creía. No lo sé. Y odio no saberlo.
Cali sigue lavando. No lo está haciendo bien y me hace sentir
incómodo. Veo todos los lugares que está dejando sin limpiar, incluso deja
algunas burbujas en las sartenes mientras las coloca para que se sequen.
Incorrecto. Todo está mal.
La aparto suavemente de mi camino con mi cadera.
—Aquí, yo lavo. Tú secas.
Ella mira mi erección y luego vuelve a mirarme. Sus pupilas se dilatan
y creo que me va a criticar, pero no lo hace.
Cambiamos de lugar, ella intenta secar los platos que acaba de lavar.
Los tomo suavemente de su mano.
Ella trata de arrebatármelos de nuevo.
—¿Perdón, no lo hice bien, Su Alteza?
La golpeo, apartando sus brazos como a una mosca molesta.
—Lo hiciste bien —digo, tomando una esponja nueva de debajo del
fregadero (no uso esponjas sucias en estas) y comienzo mi rutina. No sé
mucho ahora, pero sí sé que no puedo permitir que mis hombres se
enfermen.
Cali me mira, furiosa. Siento su ira quemándome la piel, y eso no ayuda
a mi polla dura.
Una vez que estoy lo más satisfecho posible, coloco la sartén en la
rejilla para secarla.
No dice nada. La ignoro y empiezo con los siguientes. Casi he
terminado cuando vuelvo a mirarla.
Finge que no estaba mirando.
—Entonces. —Toma aire—. ¿Eso es todo?
—¿Qué? —gruño.
—Eso. —Ella señala el fregadero.
—¿Es eso lo que está mal contigo?
El calor me recorre la piel y me pongo inmediatamente a la defensiva.
—¿Perdón, le estoy molestando, Su Alteza?
Me arden las mejillas. Me cohíbo por mis compulsiones, pero me he
acostumbrado tanto a la gente que las ha visto cientos de veces que he
olvidado lo que se siente cuando las ve una persona nueva.
Cali agarra una sartén para secarla.
—Sawyer es bipolar como la mierda. Miles piensa que es mi jodido
caballero de brillante armadura. Y tú... ¿estás obsesionado con lavar los
platos y la ropa sucia?
Agarro la esponja con tanta fuerza que se aplasta completamente en
mi mano. No me di cuenta de que estaba prestando atención cuando
doblaba la ropa.
Cali sacude un poco la cabeza, retorciendo la toalla en sus manos.
—Esperaba algo peor, sinceramente.
Por un segundo, me quedo pasmado. Esperaba que se riera de mí.
Que se burlara de mí. Que me echara en cara sobre lo jodido que estoy.
Pero no lo hace. Solo tira la toalla en el mostrador.
—Me voy a la cama.
Por un segundo, siento algo parecido al respeto por ella. No me
descongelo hasta que la veo dirigirse por el pasillo hacia mi habitación.
Mi polla salta ante la idea de tenerla en mi cama de nuevo. Eso
absolutamente no puede suceder. No puedo involucrarme. No puedo.
—Consigue tu propia habitación —le gruño.
Cali se detiene.
—Wiener está allí, así que ahí es donde estaré.
Paso inmediatamente del respeto a la lujuria. Oh, esta cabrona
insolente. Cristo, si no quiero envolver mi mano alrededor de su bonita
garganta y estrangularla hasta que cambie su tonito. Gruño:
—Los echaré a él y a ti.
Cali se da la vuelta, y capto una mirada astuta.
—Le tienes miedo. No creo que lo hagas.
Da media vuelta y sale.
El calor arde bajo mi piel. ¿Ella también lo notó? ¿Así que quiere jugar
y descubrirlo? Jugaré su juego. Jugaré el juego de Sawyer. A la mierda, que
comience el juego.
Camino tras ella por el pasillo y cierra la puerta justo antes de que
llegue.
Oh diablos, no.
Abro la puerta. Cali se quita la camisa, dejando al descubierto su
pequeña y femenina espalda. Ella ni siquiera me mira. Se baja los pantalones
y se los quita mientras camina, completamente desnuda, hacia mi cama.
Estoy congelado, bebiendo de su hermoso cuerpo. Si es posible, mi
piel se calienta más. Es mucho más pequeña y suave que mis hombres, y me
pone tan duro que es incómodo. Su trasero es firme y se balancea con cada
paso que da. Quiero dejar las huellas de mis manos en él. Morderla hasta
que le salgan moratones. Hacerla gritar.
Joder, ya terminé de contenerme. Le enseñaré a darle la espalda a
su enemigo.
76
Cali

De repente, una enorme mano me envuelve la nuca y me gira para


enfrentarlo. Jadeo. Ryder camina bruscamente hacia mí, haciéndome
retroceder hasta que mi cuerpo choca contra la pared. Con la misma
rapidez, sus manos me envuelven ambos brazos, y me levanta hasta que
estoy a la altura de sus ojos. Me presiona contra la pared.
—¿Quieres jugar, Cali? —gruñe, su voz oscura y ronca me pone la piel
de gallina. Me sostiene como si no notara mi peso. Sé que se supone que
tengo que follármelo para jugar al juego de Sawyer, pero un escalofrío de
miedo me atraviesa.
—Respóndeme. —Ryder me sacude, mirándome fijamente con esos
ojos oscuros y despiadados. Mi coño se empapa, y me muerdo para
contener un gemido.
—Bájame.
Los ojos de Ryder se arrugan en una sonrisa maliciosa.
—No.
Pataleo, pero no consigo nada.
—Ahora, ahora. —Ryder me arroja sobre la cama. Reboto y de
inmediato me apresuro a levantarme, pero él está sobre mí en un instante,
sujetándome con su cuerpo pesado.
Ryder se ríe mientras lucho por escapar.
—¿Quieres provocarme con ese hermoso cuerpo y crees que no voy
a tomar lo que es mío?
Lo empujo, tratando de levantarme en la cama.
—¡No soy tuya!
—Estás acostada en mi cama. Desnuda. Con la marca de mi hombre
en tu pecho y el collar alrededor de tu cuello. ¿Cómo eso no te hace mía?
Una mezcla de menta y el aroma masculino de Ryder me rodea, y me
debilita. Se sienta, clavando mis caderas bajo las suyas. Me veo obligada a
ver cómo agarra el borde de su camiseta y se la saca lentamente sobre su
cabeza. Está musculoso y cubierto en las todas partes que puedo ver de
tatuajes. No hay un espacio en blanco de piel en ninguna parte excepto su
cuello y las palmas de sus manos.
—Cierra la boca, princesa. Se supone que debe parecer que no lo
quieres.
Gruño.
Ryder solo se ríe, sus dientes blancos brillan, luego se desabrocha el
cinturón lentamente. Veo cómo sus manos y dedos tatuados trabajan,
moviéndose con familiaridad y fluidez. Con un tirón, se saca el cinturón de
los pantalones. Puedo ver la marca de su polla. Está tensa contra sus jeans.
La he visto brevemente antes, pero aquí, frente a mí, parece enorme.
Mi corazón martillea. Mierda. ¿En qué me he metido?
Ryder tira el cinturón sobre la cama con un golpe, y yo salto. Sonríe
maliciosamente y mete la mano en sus pantalones, sacando su polla.
Jadeo. Es grande. Y no solo eso, está adornada con dos tatuajes. Miro
más de cerca. Son los nombres de Sawyer y Miles.
—¿Te gusta eso? —Ryder me observa mientras lo miro.
Dirijo mi mirada hacia la suya y aprieto la mandíbula.
—Apuesto a que también te gustará cuando te reclame con ella —
dice Ryder.
La excitación y el miedo me recorren.
—No —digo.
Ryder baja una mano hacia mi garganta, y la otra me tapa los ojos.
Mi mundo se vuelve negro, y mi corazón se acelera.
—No —jadeo, esta vez con miedo.
Siento su polla caliente frotarse contra mi coño.
—Mmmm —gime, frotándose contra mí—. Tu corazón está volando,
pequeño misterio. ¿Tienes miedo?
Aprieto la mandíbula.
La voz de Ryder llega a mi oído, grave y hambrienta.
—¿Por qué tienes miedo? ¿Temes que te guste cuando tu enemigo te
folle? ¿Cuando te haga venir sobre su polla mientras dices que no lo quieres?
El calor inunda mi coño.
—Oh, creo que eso te gusta. Qué vergonzoso. Sigue teniendo miedo,
pequeño misterio; eso me excita.
—Cabrón.
Siento que se alinea en mi entrada. Mi cuerpo tiembla, y él gime.
—Sí. Buena chica.
Intento alejarme, pero él está ahí, persiguiéndome, estirándome,
llenándome. Mis terminaciones nerviosas arden mientras él empuja
profundamente dentro de mí. Deja escapar un gemido tembloroso.
Su polla roza un punto dentro de mí. Arqueo la espalda, empujando
hacia sus manos que sostienen mi rostro y cuello.
Una boca caliente se cierra sobre mi pezón y su lengua lo roza. Me
abalanzo sobre él y la sensación me recorre por dentro. Me lame, chupa y
pellizca hasta que el pezón está duro y palpitante, luego pasa al otro.
—Ryder —gimo, intentando protestar.
—Ryder, ¿qué? —se burla—. ¿Ryder, por favor? ¿Ryder, detente?
¿Ryder, hazme venirme?
—Que te jodan —digo.
—Tú eres la que está siendo follada, Cali. —Con eso, él se retira y
vuelve a entrar en mí. El dolor me atraviesa y grito.
No se detiene. Continúa golpeando dentro y fuera, llenándome al
máximo. Se apoya en mi garganta, empujando mi cabeza hacia abajo y
mareándome. Odio no poder verlo.
—Maldita sea, te sientes tan jodidamente bien. Eres una buena putita
para papi.
Sus palabras hacen que mi clítoris palpite, y gimo.
—Buena niña. Empuja hacia mí.
No puedo evitarlo. Me está penetrando casi en el lugar correcto. bien,
pero no del todo. Me muevo para tratar de alcanzar el punto.
—Voy a usar este bonito cuerpecito para venirme, y tú vas a ser una
buena niña y lo vas a aceptar. —Ryder acelera su ritmo y gime.
De repente, su mano desaparece de mi garganta, y un golpe agudo
llega a mi pezón derecho.
Grito, un dolor eléctrico me atraviesa. Cubro mis senos con mis manos.
—Buena chica. Así se hace. Ahí está ese miedo otra vez —gime Ryder
de nuevo y luego hay otro golpe eléctrico de dolor, esta vez en mi clítoris.
Me tenso, oleadas de dolor y placer me golpean mientras mi orgasmo me
envuelve y mi coño se contrae alrededor de su polla.
Ryder se ríe, luego se tensa. Se aparta de mí, y chorros de semen
caliente se esparcen por todo mi torso. La mano contra mis ojos tiembla y
luego, de repente, desaparece.
Parpadeo, con los ojos borrosos.
Ryder se dirige al baño y veo las cicatrices por toda su espalda. Tomo
aire. Parece que lo azotaron.
Oigo que se enciende la ducha, y vuelve poco después, trayendo
papel higiénico. Me siento. Él me mira y me limpia el semen.
—Deberías ducharte.
Cruzo los brazos, de repente consciente de mí misma.
—¿Estás insinuando que estoy sucia?
Ryder me hace un gesto con la mano.
—Platos, lavandería, eso es lo que está mal conmigo. Ve a ducharte.
Lo fulmino con la mirada, pero salto de la cama. Cualquier cosa con
tal de alejarme de él. Eso fue excitante y alucinante, y se suponía que yo era
la que debía orquestarlo, pero no creo que haya hecho nada.
Cuando voy a cerrar la puerta del baño, Ryder la agarra.
—¿Qué estás haciendo?
Él empuja y se apoya contra el marco de la puerta, cruzando los
brazos.
—La última vez que estuviste aquí, rompiste mi espejo.
Todavía falta en la pared.
—¿Me estás cuidando?
Él levanta una ceja.
—Entra en la ducha.
Está claro que no va a moverse de allí. Voy a la ducha y entro,
cerrando la puerta empañada detrás de mí. El agua está deliciosamente
caliente, y me relajo con placer.
Oigo un maullido y veo que Halloweiner ha entrado en la habitación
y se está enroscando alrededor de las piernas de Ryder. ¿Qué demonios?
Nunca lo he visto amar a un hombre tanto como a Ryder.
La voz de Ryder llena la habitación.
—¿Cómo me deshago de este gato?
—No lo sé.
Giro mi rostro hacia la corriente de agua. Me deja ducharme un rato,
luego pregunta:
—¿Por qué no te gusta tener los ojos vendados?
Me tenso. No esto de nuevo.
—Puedes decírmelo, Cali. Soy como un perro tras un hueso. No te
dejaré escapar tan fácilmente como mis hombres lo hicieron.
Lo fulmino con la mirada a través de la puerta.
—Eso es privado.
Ryder resopla.
—Acabo de estar hasta las bolas en tu coño. ¿Cómo puede ser eso
peor?
Agarro la botella de champú, otra marca de mierda que arruinará mi
cabello, y me echo un puñado. Pero huele a él, y mi cerebro cachondo está
extrañamente satisfecho.
—¿Por qué no me hablas de las cicatrices en tu espalda?
Hay silencio.
Me río.
—No me lo imaginaba. No eres tan valiente a la hora de la verdad,
¿eh?
El agua cae a cántaros y me froto el cabello con el champú. Es una
sensación increíble.
—Mi padre me golpeaba cuando era niño.
Me quedo helada y miro hacia el baño. Ryder parece tranquilo,
todavía apoyado contra el marco de la puerta, con Halloweiner
acurrucado en sus pies. Levanta una ceja.
—Oh —digo—. Lo siento...
—No lo sientas. ¿Por qué no te gusta tener los ojos vendados?
Cierro los ojos y respiro profundamente. ¿A quién le importa? No es
como si fuera algo importante.
—Mi abuela siempre me hacía apartar la mirada cuando me
golpeaba.
No hay sonidos excepto el agua golpeando el azulejo. Me quedo ahí
por un minuto, con la cara ardiendo, luego enjuago mi cabello. Cuando
termino, froto el resto de mi cuerpo.
Me atrevo a echar un vistazo a Ryder. Tiene todo el cuerpo rígido y ha
perdido el aspecto relajado.
El miedo me atraviesa. Oh, Dios mío, parece un asesino.
—Ella está muerta —digo rápidamente. No estoy segura por qué. Ella
no merece mi protección. Pero... no puedo soportar que le pase lo que le
pasó a Ben. Simplemente... no puedo.
Me arde la cara otra vez. No es que le importe tanto. No sé por qué
he dicho eso.
—¿Puedes salir? Voy a secarme.
Por un minuto, no creo que lo haga. Luego, lo hace, y la puerta se
cierra con un chasquido suave.
Suelto un suspiro mientras una pequeña pizca de decepción me llena.
¿Qué demonios?
Me seco con fuerza. De todas formas, no lo necesito. Fue un error, pero
tal vez simplemente logré ganar en este jodido juego.
Pero por Dios, esas cicatrices eran malas. Mucho peor de lo que pasé.
Me seco con la toalla agresivamente. La vida es tan injusta.
77
Cali

Ryder no me deja salir de la habitación, y de todos modos no quiero


ver a los otros hombres. Se siente como la noche más larga de mi vida. No
me muevo, sabiendo que el enorme y desnudo cuerpo de Ryder está
acostado junto a mí. Puedo sentir el calor que desprende. Mi traicionero
coño se humedece pensando en todos esos músculos y en toda esa tinta.
Su polla es... odio admitirlo, pero se sintió tan jodidamente bien. ¿Y los
tatuajes a lo largo de ella? Claramente, al hombre le encanta el dolor.
Miro hacia la oscuridad, esperando que Miles o Sawyer irrumpan. No
puedo decir si quiero que lo hagan o no. Pero nadie lo hace.
Me muevo. Desnudarme fue una mala idea. Una idea horrible.
Mi coño grita que fue la mejor idea.
Justo cuando pienso que no lo haré, me quedo dormida en algún
momento de la madrugada. Cuando me despierto, el otro lado de la cama
está vacía. Mi cabello está despeinado y tengo dolor de cabeza, pero por
lo demás me siento bien.
Jugué el juego de Sawyer. Gané. Necesito decirle para que me deje
ir.
Mis pies se arrastran mientras me preparo. Me digo a mí misma que no
es porque quiera guardarme para mí que me follé a Ryder. Es porque no
quiero ver a Sawyer. Sigo enfadada con él.
Finalmente, me preparo lo suficiente como para ir hacia la cocina. No
estoy segura de lo que voy a decir, y espero enfrentarme a todos ellos, pero
solo está Miles con su teléfono en el sofá.
Revisó mi teléfono. Y me sujetó para Sawyer. Lo fulmino con la mirada
y abro la nevera. Lo cual no se compara con lo que hizo Sawyer, pero aún
así estoy enojada.
—Buenos días para ti también. —Miles me lanza una sonrisa.
Parece haber olvidado los últimos días. Cierro la nevera de un portazo.
—¿No tienen algo menos saludable? ¿Como cereal?
Señala hacia un gabinete.
—En la parte superior, a la izquierda, Sunshine.
—No me llames así —murmuro. Él trajo a Halloweiner. Eso tiene que
contar para algo.
—Está bien, alguien necesita un chequeo de actitud. —Miles se
levanta—. Baja el freno con la comida.
—Tengo hambre. —Me sirvo un tazón de Fruit Loops.
—Puedes comer después. —Miles se acerca, mirándome de arriba
abajo—. Ponte zapatos.
—¿Para qué? —le digo bruscamente.
Miles extiende la mano y agarra mi brazo más rápido de lo que puedo
seguir.
—Vamos a correr. —Comienza a arrastrarme detrás de él.
—¡Déjame ir! —Trato de zafarme. Su agarre es suave pero firme.
—No. Has pataleado lo suficiente. —Miles me lleva a su habitación
donde están mis zapatos. Espera a que me los ponga, y levanta una ceja
cuando dudo.
Un escalofrío me recorre al ver la mirada oscura que me lanza. Dice
calmadamente:
—Si quieres averiguarlo, sigue metiéndote en problemas.
—No voy a... —Pero me pongo los zapatos. Antes de que pueda
hacer cualquier otra cosa, Miles me agarra de nuevo y me saca de la
habitación y luego de la casa.
El sol brilla, parpadeo y levanto el brazo para protegerme del
resplandor.
—Vamos. —Miles comienza a trotar lentamente por el camino de
entrada, arrastrándome con él.
—No quiero correr. —Tiro de mi brazo. La última vez que me llevó a
correr, casi muero. Mis piernas se convirtieron en gelatina, y aún estoy un
poco adolorida.
—Demasiado tarde. —Miles lanza las palabras por encima del
hombro.
Miro a mi alrededor. No hay nadie más cerca.
—Creo que sabes qué pasará si huyes de mí, Cali.
Comienzo a correr lentamente hacia él, refunfuñando:
—Dijiste que íbamos a correr. No dijiste que tenía que ser contigo.
—Aumenta el ritmo, Sunshine. Sé que puedes ir más rápido que eso.
Aumento un poco la velocidad, la grava cruje bajo mis zapatos. El sol
de la mañana brilla en los campos, el cielo es azul grisáceo y el aire es fresco.
Cuando voy lo bastante rápido para su gusto, Miles se calla. Sólo se oye el
ruido de nuestros pies y el de los pájaros. Y mi respiración agitada.
Se siente como la muerte, igual que la última vez. No tardo en notar el
sabor de la sangre. Miles nos mantiene durante más tiempo de lo que creo
que puedo soportar, y luego, finalmente, se detiene.
Me inclino, jadeando por aire. El hombre ni siquiera está respirando
con dificultad. Maldito dios del fitness.
—Lo hiciste bien, Sunshine.
El tono alegre de Miles me hace odiarlo aún más. Le doy la espalda y
se ríe.
—Volveremos caminando. Sigue moviéndote. Te ayudará a recuperar
el aliento.
Ni siquiera tengo energía para discutir. Caminamos en silencio por un
rato. Finalmente, recupero el aliento y por medio segundo, me siento bien.
El aire fresco se siente increíble, y me siento más libre al no estar atrapada
en esa casa.
Aunque no se lo diría a él.
—Cali —dice Miles. Suena serio y lo miro.
Se frota la nuca, con una ligera capa de sudor sobre su piel. Odio que
se vea lo suficientemente bien como para lamerlo.
—Siento haber revisado tu teléfono. No tenía derecho, y debería
haberte preguntado.
Doy un paso titubeante, luego me detengo por completo. ¿Acaba
de... disculparse? Puedo contar con una mano las veces que alguien me ha
pedido disculpas en mi vida.
Miles deja de caminar y me mira con una expresión sorprendida.
Cierro la boca.
—Uh...
—Y lamento... lo que has pasado. Todos hemos sido un poco duros.
Tartamudeo.
—¿Un poco?
Miles asiente.
—Lo siento.
Espero más. Más discusión, más excusas, cualquier cosa. Pero él
simplemente sigue caminando. Cierro la boca de golpe.
—¿Y Sawyer?
—¿Qué pasa con él?
—¿Está arrepentido?
Miles niega con la cabeza.
—Tendrás que preguntárselo a él.
—No, aún no es suficiente. —Lo fulmino con la mirada.
Suelta una suave risita.
—No soy Sawyer, Cali. No puedo decirte lo que pasa por su cabeza.
—Pero seguramente tienes una idea. Después de todo, es tu novio.
Miles encoge los hombros. Guarda silencio por un rato, como si
estuviera debatiendo qué va a decir a continuación. Finalmente, dice:
—Todo lo que sé es que él está más infeliz de lo que nunca lo había
visto. No ha sido el mismo desde que lo echaste de su habitación.
Bien. Eso es lo que se merece. A pesar de todo, mi corazón se aprieta.
Continuamos caminando, el sonido de nuestros pasos y los pájaros es
fuerte. No sé cómo actuar.
La verdad es que, desde que he ignorado a Miles y a Sawyer, he
estado más inquieta de lo que he estado desde que llegué aquí.
Pero eso es algo bueno, ¿verdad? Soy una prisionera. Entonces, ¿por
qué no he intentado huir en mucho tiempo?
Joder, ojalá nunca hubiera bebido la noche que nos sentamos en el
tanque. Ojalá nos hubiéramos quedado en esa pequeña burbuja de
mentira. Miles estaba cabreado conmigo, pero ahora sé que intentaba
protegerme. Ryder me ignoraba, o fingía ignorarme. ¿Y Sawyer? Mierda.
Me he quedado atrás de Miles. Aprieto los puños.
—Miles.
Él no se voltea, pero se detiene.
—Supongo que, por si sirve de algo... gracias por intentar ayudarme.
La otra noche.
Su espalda musculosa se tensa y luego se relaja.
—No tienes que agradecerme, Cali. No hay nada que no haría por ti.
En contra de mi voluntad, me recorre una sensación de calor, y me
doy cuenta de que en realidad le creo. Lo cual me asusta muchísimo.
Caminamos en silencio. Miles me agarra la mano mientras nos
acercamos a la casa.
Me quedo congelada.
—¿Qué estás haciendo?
Me sostiene suavemente. Si tiro, puedo zafarme. Debido a lo flojo que
me sostiene, pero lo dejo ahí.
—Tocándote —dice simplemente. Frota su pulgar por la parte superior
de mi mano, haciendo que se me ericen los vellos en el brazo.
Caminamos así, de la mano. Debería retirar mi mano. Intento
convencerme de que no me dejaría aunque lo intentara, pero sé que eso
no es cierto.
Su presencia suave y fuerte me hace querer simplemente envolverme
en él. Joder, si su mano por sí sola no me da ganas de saltar sobre sus huesos.
Miles debe sentir la tensión porque me lanza una mirada ardiente.
Estamos cerca de la casa ahora. Creo que nos va a llevar adentro,
pero en cambio, me guía hacia la parte trasera de la camioneta.
—¿Qué...? —jadeo cuando Miles baja la compuerta y me sube a ella.
—Miles, ¿qué estás haciendo?
Pasa ambas manos por mis muslos, por mis piernas y hasta mis zapatos.
—Sacando el ácido láctico. —Me guiña un ojo y me quita los zapatos,
arrojándolos al maletero de la camioneta y agarrando uno de mis pies.
Lo retiro con vergüenza. Están sudorosos.
Miles me lanza una mirada oscura y lo vuelve a agarrar.
—Déjame masajearte los pies. —Su agarre se suaviza, y aprieta la
mandíbula—. Por favor.
Esto es raro. Se siente incómodo. Este hombre poderoso me está
pidiendo algo que claramente podría tomar si quisiera.
Relajo mi pierna.
La mitad de la boca de Miles se dibuja en una sonrisa. Me masajea el
pie, luego me arranca el calcetín, sus dedos cálidos presionan los puntos
apretados y me frota. Cambia al otro pie, frotando, relajando y acariciando.
Se siente tan bien. Siento que mi cuerpo comienza a relajarse.
Miles sube por mis pantorrillas y retiro mi pierna.
—No... no me he afeitado. —Mis mejillas arden. Todavía no me han
dejado tener una maquinilla de afeitar.
—Me importa un carajo, Cali. —Miles agarra mi pierna y me jala hacia
atrás.
—No hay nada en tu cuerpo que pueda desagradarme. —Me
masajea la tensión de mis músculos. El placer recorre mis piernas, mis
músculos están hormigueando.
Las manos de Miles están provocando algo en mí. Son posesivas,
fuertes y suaves.
Me arriesgo a mirarlo. Me está mirando con un calor y afecto apenas
disimulados.
Aparto la mirada rápidamente, y mi estómago se revuelve.
Las manos de Miles suben a mis muslos. Llevo sus bóxers con la cintura
doblada, así que tiene acceso a mis piernas desnudas.
Me acaricia de arriba y abajo, enviando electricidad por mis piernas
y directamente hacia mi coño. Con su mano derecha, me masajea casi
hasta llegar a mi coño, y respiro hondo.
Miles finge como si nada hubiera pasado, luego hace lo mismo en el
otro lado.
Debería detenerlo. Debería decir que no.
Miles me frota el cansancio de los muslos hasta que me hormiguean.
Me roza el coño varias veces. Simplemente finge que ha sido un accidente.
Me arde todo el cuerpo, y no es por correr.
Miles agarra mi muslo, tirándome ligeramente hacia él. Lo miro desde
mis parpados entrecerrados. Su mirada va de mis ojos a mis labios. Se lame
los suyos, luego vuelve a mirarme.
—¿Puedo besarte?
Aspiro y contengo la respiración. Las pestañas de Miles son oscuras y
densas, y sus pupilas están completamente dilatadas.
Asiento ligeramente.
Una sonrisa diabólica cruza su apuesto rostro, y me jala hacia él. Grito,
y él baja mis bóxers al mismo tiempo que me levanta para que se deslicen
por mis caderas.
—¡Miles!
Jadeo cuando entierra su cabeza sobre mi coño. Toma una
respiración profunda, haciendo que mis mejillas ardan. Miles me besa el
clítoris y luego me mira, sus ojos brillando.
Intento empujar su cabeza hacia atrás, pero él agarra mis caderas y
me atrae hacia él.
—No me lo quites, estoy muriendo de hambre.
—Miles. —Agarro un puñado de su suave cabello—. Estoy sudada.
Gime contra mi centro, enviándome deliciosos hormigueos por todo
el cuerpo.
—Por favor, Cali.
Joder. Echo la cabeza hacia atrás e inclino ligeramente mis caderas
hacia él.
Miles se desata sobre mí, lamiéndome con fervor, con ansia, como si
realmente estuviera hambriento. Su profundo gemido me hace jadear, el
hormigueo contra mi clítoris ya apretando mi núcleo de placer. Sus dedos
tatuados se clavan en mis caderas, arrastrándome lo más cerca posible de
él. Agarra mi clítoris con su boca, sacudiendo la cabeza de un lado a otro,
enviando una gloriosa sensación a través de mí.
Chillo. Miles sube una mano y desliza dos dedos dentro de mí. Me
rozan el punto G, haciendo que toda la parte inferior de mi cuerpo se
contraiga. Mientras lo hace, me mira a los ojos. Continúa penetrándome,
llevándome al borde del orgasmo más rápido que nunca.
Miles me guiña un ojo, y me deshago. La euforia recorre mi cuerpo, y
me tenso de placer. Me golpea una oleada tras otra, mientras sus dedos y
su lengua me arrastran. Cuando me comienzo a relajar, jadeo.
Sigue observándome.
Un pensamiento cruza mi mente, y antes de que pueda pensarlo
demasiado, sonrío.
—Buen chico.
Los ojos de Miles brillan y, en un instante, su mano sale de mí y está
arriba en la plataforma de la camioneta, empujándome hacia abajo. Me
agarra la garganta, con una mirada ardiente en sus ojos.
—¿Qué fue eso, niña bonita?
Le muestro los dientes.
—Buen chico.
Miles se arranca los bóxers y los míos antes de que pueda retroceder.
Su polla se hunde en mí, y él gime. Mi espalda se arquea contra los surcos
ásperos de la camioneta. Joder, se siente tan bien estar llena ahora mismo.
Miles no me da tiempo para ajustarme. Empuja dentro de mí, con una
mirada feroz en sus ojos.
—¿Quieres ser una niña malcriada? —Me aprieta el cuello con más
fuerza, luego inclina la cabeza hasta mi oreja e inspira golosamente—.
Maldita sea, hueles bien.
Lame mi cuello, haciendo que los hormigueos exploten en mi piel.
—Joder, Cali. —Baja la cabeza a mi hombro, luego la mueve hacia mi
axila.
Lucho por escapar. Él me sujeta fácilmente, bombeando
perezosamente dentro y fuera de mí.
—Dios, hueles tan bien que dan ganas de comerte.
—¡Miles! —Me retuerzo, y mis mejillas se calientan.
—No te atrevas a intentar esconderte de mí. —Empuja con fuerza—.
No puedes avergonzarte de las cosas que amo.
Baja una mano para jugar con mi clítoris mientras me lame el costado
del cuello. Su lengua, dedos y polla vuelven a ponerme al borde del abismo
y me tenso.
Miles embiste dentro de mí, persiguiendo su propio subidón. Su cambio
de ritmo hace que mi orgasmo retroceda un paso. Al instante vuelve a
cambiar, ralentizando y profundizando sus embestidas. Me pellizca la piel,
respirándome de nuevo.
—Dios, sabes a gloria. No tengo suficiente, Cali.
Su voz grave diciendo mi nombre hace que se me pongan los vellos
de punta. Juega con mi cuerpo hasta que estoy justo al borde de otro
orgasmo.
—Tan buena niña. Dame otro, Cali.
Lo hago. Este orgasmo es más fuerte que el anterior, desgarrándome.
Grito, aferrándome a él y clavando mis uñas en su espalda. Él gruñe,
manteniendo el mismo ritmo y prolongando mi placer.
Cuando aflojo mi agarre, él comienza a bombear en mí, persiguiendo
su propio clímax.
—Jesús, Cali. Te sientes tan jodidamente bien.
Gimo, y él empuja con más fuerza, golpeando dentro de mí. Luego,
con un grito, empuja y se detiene, corriéndose dentro de mí.
Se derrumba sobre mí, envolviéndome y volteándonos para que yo
esté acostada sobre él.
Ambos recuperamos el aliento por un rato. Me siento relajada y
saciada. Por un momento, la paz me invade.
El cielo sobre nosotros es de un azul brillante, y en algún lugar, un
pájaro canta.
—Cali. —Miles se mueve.
—Bien. —Me levanto para irme—. Lo siento.
—No. —Él me sujeta, abrazándome—. Quédate. Quiero decir, si
quieres. Solo tengo algo que decir.
Lo miro. No me gusta el cambio de su tono.
—No… no te enojes. Te mentí un poco sobre algo.
Me incorporo y me aparto de él. El temor hierve en mi estómago.
—Espera. —Miles se sienta, sosteniendo mi mano—. ¿Recuerdas
cuando dije… cuando preguntaste por Weiner?
—Sí… —¿A dónde va con esto? Miro a mi alrededor en busca de mis
pantalones.
Se muerde el labio.
—No fui yo quien lo trajo aquí. —Toma una respiración—. Fue Sawyer.
78
Sawyer

Ryder me arrastró de compras con él. No quería ir. De hecho, preferiría


clavarme lápices en los ojos, pero aquí estoy, mirando el pasillo de ropa de
mujer.
No puedo sacarme a Cali de la cabeza. Nunca he estado tan
desequilibrado por una mujer antes.
¿La secuestré cuando no había hecho nada? ¿Realmente podría
haber sido casualidad? ¡Pero no! El policía dijo que alguien en la gasolinera
llamó. Ella llamó al 911 esa noche. La vi en su auto hablando por teléfono.
Mis pensamientos corren en los mismos círculos en los que han estado
toda la noche. El empleado. Podría haber sido el empleado.
¡Mierda! Paso agresivamente por el estante de ropa, buscando su
talla. Esta ropa es basura. Nada con lo que me gustaría vestirla, pero no hay
muchas opciones en esta ciudad. Arranco cosas del perchero, apilándolas
con rabia en mi brazo.
No importa cómo la conseguí. La tengo ahora. Se ha metido en cada
parte de mi vida, y nunca la dejaré ir. Puede luchar todo lo que quiera, pero
no funcionará.
El teléfono de Ryder suena. Lo saca del bolsillo con la mano que no
sostiene la comida para gatos y se aparta para contestar la llamada.
Arranco algunas cosas más.
Ryder regresa, luciendo tenso.
Me pongo rígido.
—¿Todo bien? —¿Y si algo pasó en casa? ¿Se escapó?
—Sí —responde Ryder con una sonrisa falsa.
Lo fulmino con la mirada.
—Ella está bien, Sawyer —responde bruscamente.
Esa parte parecía sincera.
—Bien. Vamos. —Llevo la ropa al mostrador. Estar lejos de ellos me
pone nervioso. No me gusta para nada. Solo estaré contento cuando ella
esté a mi alcance.
¿Está bien? ¿Miles le ha hecho beber más agua? Mierda, voy a hacer
eso cuando regrese.
79
Ryder

Esa llamada telefónica cambia todo. No quería que sucediera, pero


sabía que podía ocurrir.
Sawyer está ansioso por llegar a casa, y lo dejo apresurarse. Lo dejo
conducir para poder enviar algunos mensajes de texto. Esto necesita ser
hecho, y necesita ser hecho rápido.
Y los hombres no pueden saber nada al respecto. Odio tener que
hacer esto. Mi instinto se retuerce. Intentarán detenerme.
Pero no puedo permitirlo. No esta vez.
80
Cali

Tomo una ducha después de correr. Miles aparece mientras estoy allí
y me folla contra la pared de la ducha. Estoy completamente satisfecha y
exhausta cuando terminamos. Miles me ofrece una maquinilla de afeitar, y
lo acepto. Me mira con desaprobación mientras me limpio un poco y,
cuando cierra el grifo, me río y lo echo fuera para poder peinarme en paz.
Mis rizos están cada vez más desordenados al usar champú para hombres
todo el tiempo.
—Deja que te ayude. —Miles hace un mohín, cruzándose de brazos,
todavía gloriosamente desnudo. Observo su cuerpo tonificado, oscuro con
tatuajes.
—¿Tu eres el peluquero, o lo soy yo? —Levanto una ceja—. Estaré lista
en un minuto.
—Puedes enseñarme.
Me toco el cabello exasperada.
—¿Qué tal si me consigues un peine, un secador de cabello con
difusor y un poco de maldito acondicionador?
Miles se ríe, y luego sus ojos se vuelven serios.
—Espera. —Sale de la habitación y regresa con su teléfono—. Dilo de
nuevo.
Lo miro. Él me mira seriamente.
—Tendrás que decirme exactamente lo que necesitas. No entiendo
nada de esto.
¿Habla en serio? El calor me inunda. Hago una lista de lo esencial.
—¡Genial! —Miles me mira de nuevo, con deseo evidente en su rostro.
A pesar mi pesar, me río y lo empujo.
—Estaré lista en un minuto.
Sonríe.
—Voy a ver si los chicos aún están en la ciudad. Pueden recoger eso.
—Me lanza otra mirada intensa, luego sale del baño.
Respiro aliviada. Me siento... feliz. Observo mi reflejo en el espejo
empañado. Mis ojos están brillantes, y mi piel está sonrojada por correr y el
calor y... Miles. Maldición, Miles. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me
sentí tan feliz? Honestamente no lo recuerdo.
Me paso los dedos por los rizos. Trabajo en mi cabello por un rato,
tratando de deshacer los peores nudos. No se siente ni de cerca tan bien
como cuando Miles lo hace.
Cuando finalmente salgo del baño, tengo frío. Busco en el armario de
Miles algo de ropa para ponerme. Weiner maúlla, frotándose entre mis
piernas.
—Sé que tienes hambre. Sacaré algo del refrigerador.
Oigo la puerta de Miles abrirse.
Me pongo un bóxer.
—Oye, ¿podrías también conseguir...?
No es Miles. Salto, cubriéndome las tetas con el brazo.
Ryder me mira de arriba abajo, su mirada llena de deseo. Por un
segundo, nos quedamos mirándonos. Luego se mete las manos en los
bolsillos.
—Miles fue a la tienda.
—Oh. —Me apresuro a encontrar una camiseta. No estoy segura por
qué. Me mira con una mezcla de deseo y algo que no puedo identificar. La
noche anterior me envuelve en una ola de deseo.
Maldita sea. No puedo estar sintiendo eso por él. Es un imbécil.
Ryder me observa en silencio mientras termino de vestirme. Siento el
calor recorrer mi piel bajo su mirada intensa.
—¿Necesitas algo? —pregunto.
Ryder sigue mirándome.
—¿Todavía quieres huir?
Me quedo paralizada, mirándolo. Sus ojos oscuros son un misterio. No
puedo discernir lo que está sintiendo.
¿Qué está haciendo? ¿Sabe algo sobre el trato de Sawyer? ¿Es algún
tipo de truco?
—Esto no es uno de los juegos de Sawyer. Es una pregunta genuina.
—Yo… —Echo una mirada alrededor. ¿Quiero escapar? ¿De verdad?
¿Qué pensaría Miles? ¿Qué pensaría Sawyer? Demonios, ¿por qué estoy
dudando?
Podría volver a mi apartamento. Por un segundo, lucho por recordar
mis rutinas allí. He estado aquí durante tanto tiempo que me he
acostumbrado.
¿Es esto el Síndrome de Estocolmo? Santa mierda, esto es el Síndrome
de Estocolmo.
No hay forma de que me dejen ir. Ryder ha dejado claro que soy un
problema.
Me aclaro la garganta.
—No, no huiría.
Levanta una ceja.
—Puedes responder con honestidad.
—No necesito que me dispares en la espalda. —Cruzo los brazos—. Así
que no, no huiría.
Hay un destello de emoción, luego desaparece.
—No voy a matarte, Cali. Te estoy dando la oportunidad de escapar.
Te sugeriría que la tomaras.
Espera. ¿Me está dando una oportunidad? Frunzo el ceño y doy un
paso atrás. ¿Qué está pasando?
—Tengo una identidad completamente nueva preparada para ti.
Puedes empezar de nuevo.
Oigo un zumbido en mis oídos. ¿Esto es real? Miro la expresión
impasible de Ryder. A él no le importa. No puede deshacerse de mí lo
suficientemente rápido. Me follo una vez, y ahora ha terminado.
El dolor se apodera de mi corazón.
—Pero tenemos que irnos ahora, Cali.
—Espera, ¿por qué? —Sacudo la cabeza, tratando de aclararla.
La cara de Ryder está petrificada.
—¿Quieres irte o no?
No, esto no es real. Esto es una prueba. Necesito hablar con Miles.
—¿Dónde está Miles?
—En la tienda. —Él sigue mirándome con frialdad. Halloweiner arquea
su espalda contra las piernas de Ryder.
—¿Qué pasa con Sawyer?
—Tomaré eso como un no. —Cruza los brazos.
—¡No! Eso no es lo que dije. Solo... dame un minuto. —Paseo de un
lado a otro.
—No tenemos un minuto, Cali. O quieres irte, o no.
—¿Por qué estás haciendo esto?
Ryder parece impaciente.
—¿No es esto lo que has querido todo el tiempo?
Sí. Lo es. Pero no así. Pero, esta es mi oportunidad. Necesito tomarla.
—De acuerdo. —Lo observo. Su expresión no cambia. Simplemente se
gira hacia la puerta—. Vamos.
Y eso me rompe aún más el corazón.
—¡Espera!
Ryder se detiene. Tantas cosas pasan por mi mente. ¿Por qué está
haciendo esto? ¿Y si esto les hace daño? ¿Y si me hace daño a mí? Pero en
lugar de eso, digo:
—Prométeme por sus vidas que no me matarás.
Ryder se da la vuelta, su mirada es solemne. Me observa por un
segundo.
—Te lo prometo por sus vidas, Cali. Si desapareces y nunca dices una
palabra sobre nosotros, nunca nos volverás a ver.
81
Ryder

Cali está inestable en el mejor de los casos. Pensé que seguramente


tendría que luchar con ella. Estaba a punto de sacar las bridas de mi bolsillo
trasero, pero finalmente cedió. Todo lo que tiene que agarrar es su gato, lo
que no le lleva mucho tiempo. La culpa y algo más me atormenta. Hago
todo lo posible por ignorarlo, pero lucha desesperadamente por mi
atención.
Cali no deja de lanzarme miradas y de buscar a los demás por la casa.
No los encontrará.
Los meto en la camioneta y me dirijo hacia la ciudad. El viaje en
coche es silencioso.
La conversación con mi abogado sigue pasando por mi mente.
Nuevas evidencias. Sawyer y Miles. ADN.
¡Joder! Lo último que quería es que se enredaran en esto. Soy una
mierda de persona por dejar que dure tanto. Deberíamos haber cortado el
cordón antes.
Debería haberlo cortado antes. Debería haberlo hecho antes de
involucrarme. Maldita sea, ¿por qué me involucré? ¿Y por qué es esto tan
jodidamente difícil?
82
Sawyer

30 minutos antes
Tan pronto como regresamos, entro en la casa. No he hablado con
Cali desde nuestra pelea en la cocina, y he esperado el tiempo suficiente.
Miles entra en la cocina con el cabello mojado, sonriendo como un
idiota.
Pasa junto a mí.
—¡Iré a la tienda!
Lo miro con furia. Parece como si acabara de follar: todo feliz y
radiante. Probablemente lo hizo. La envidia me atraviesa. Claramente se
han reconciliado, y ella aún no quiere hablar conmigo.
He decidido que ya no le daré una opción. Vamos a resolver esto aquí
y ahora, le guste o no.
La puerta principal se cierra de golpe.
—¡Sawyer! —Ryder entra después de mí—. Necesitamos hablar.
—Ocupado. —Me dirijo hacia la habitación de Miles, donde imagino
que está Cali.
—Se trata de Cali. —Eso me hace detenerme. Me giro. Ryder me mira
y arquea una ceja—. ¿Recuerdas ese trato?
Mi estómago se contrae. ¿Se la ha follado? Ryder sonríe con
suficiencia.
—Tu chica grita tan bonito.
Me quedo helado. ¿Está hablando en serio ahora mismo?
—Aprieta la polla tan fuerte cuando se viene. No me extraña que les
guste tanto.
—Hijo de puta —gruño.
Ryder cruza los brazos.
—Es hora de dejarla ir, Sawyer.
—¡No!
—Ese era el juego, ¿verdad? Yo la follo, tú la dejas ir.
—Nunca la dejaré ir. —Me acerco, deteniéndome justo a su lado,
apretando los puños.
—¿Qué pasó con ser un hombre de palabra, Sawyer?
Nunca la dejaré ir. No puedo. Sólo de pensarlo me entra el pánico.
—Por ella, la romperé.
Hay el más mínimo cambio en la expresión de Ryder, luego
desaparece. Me doy la vuelta para dirigirme a la habitación antes de que
un fuerte estruendo me haga dar media vuelta.
Ryder está en el suelo, después de haberse caído con una silla de la
isla. Tiene una mano en su pecho.
—¿Qué carajo? —gruño.
Ryder respira con dificultad. Me agacho junto a él.
—¿Estás bien?
Ryder me agarra.
—Me duele el pecho. Solo... ¿me ayudas a levantarme?
Joder, ¿qué le pasa? Agarro sus hombros, y mientras lo hago, siento
un pinchazo agudo en mi muslo como una picadura de abeja.
Miro hacia abajo. Ryder está terminando de presionar el émbolo de
una jeringuilla en mí. No puedo procesarlo durante un segundo. ¿Qué
demonios me pasa?
Ryder se endereza, su rostro parece triste.
—¿Qué demonios? —Solo puedo mirarlo. ¿Acaba de inyectarme eso?
Ryder levanta las manos de manera tranquilizadora.
—Está bien. Todo estará bien.
—¿Qué está pasando?
Ryder me mira. No me gusta esa mirada en sus ojos. Camina hacia mí,
interponiéndose entre el pasillo y yo.
Entre Cali y yo.
Oh mierda. Le va a hacer algo a Cali.
Corro hacia el pasillo.
Ryder es rápido. Me atrapa y me jala bruscamente hacia atrás. Me
giro, intentando golpearlo.
Él me sujeta más fuerte, enterrando su cabeza en mi espalda.
—No la lastimaré.
—No la toques maldito —gruño, luchando.
—Cálmate —gruñe Ryder, envolviéndome en sus brazos y tirando de
mí hacia atrás. Es grande y fuerte como el infierno. Lucho, luego me quedo
completamente flácido, tratando de hacer que me suelte.
Ryder deja caer su cuerpo conmigo, sin soltarme.
—Ella no quiere estar contigo. Tienes que dejarla ir.
—¡Eso es una mierda! —El mareo golpea mi visión. Joder. Me voy a
desmayar antes de llegar a ella—. Ella nunca dijo eso. —Me recorre una
energía frenética. Algo va mal. Esa llamada que recibió. Algo va mal.
¡Miles! ¿Dónde está Miles?
Ryder rueda su enorme cuerpo encima de mí. Lucho por escapar,
pero las malditas drogas me golpean más fuerte de lo que esperaba.
—Estoy tratando de cuidar de nuestra familia.
—Vete a la mierda. —Hay dos de él nadando en círculos sobre mí.
Parpadeo mientras forcejeo. Mierda, tal vez si cierro los ojos, será mejor.
No me doy cuenta de que he dejado de moverme hasta que él me
levanta. Me esfuerzo por volver a luchar, pero siento como si todas mis
extremidades estuvieran borrosas y cortadas. Todo empieza a alejarse.
—Lo siento.
Es lo último que escucho antes de que la nada me envuelva.
83
Sawyer

Me despierto aturdido, con las extremidades pesadas. Miro a mi


alrededor, tratando de despejar mi visión. Paredes grises. Luz tenue.
Espera. ¿Estoy... en la celda?
Intento moverme, pero no puedo. Miro hacia abajo. ¿Estoy... atado a
una silla?
Oh, mierda. Ryder. Cali.
La adrenalina me recorre. Cali. ¿Dónde está Cali?
Grito por ella, pero sé que esta habitación está insonorizada. No se
escuchará mucho, pero aún así lo intento.
¿Cuánto tiempo ha pasado? Mierda, mierda, mierda. Si la mata,
nunca se lo perdonaré. ¡Maldita sea! ¿Y si la mata?
Tiro tan fuerte de las bridas que la silla se cae. Caigo en el suelo con
un golpe, todo el aliento me sale de golpe.
Jesucristo, me siento como la mierda. Me duele la cabeza y siento que
voy a vomitar.
Pero eso no importa. Nada importa. Cali es lo único que importa
ahora.
Lucho por un rato, sin llegar a nada. Ryder sabe cómo atar a alguien
y tiene múltiples ataduras, y ahora puedo ver esposas alrededor de mis
tobillos.
La impotencia me envuelve. Oh, Dios mío, la voy a perder.
Lo último que sentirá por mí será odio.
Me duele el pecho. Todo me duele. Los insectos han vuelto, subiendo
y bajando por mis brazos.
Joder, no quiero que piense que la odio.
Me sacudo de un lado a otro en el suelo con tanta fuerza que vomito.
No sale mucho porque no he comido mucho en los últimos días. He estado
preocupado por ella. Tratando de averiguar cómo arreglar lo que arruiné.
—¡Cali! —Toso su nombre—. Por favor, Cali, vuelve.
Mi garganta se aprieta, y el calor me pica en los ojos. Fijo la mirada en
el charco de bilis. Es un charco oscuro en comparación con el suelo gris
moteado y manchado.
Me quedo mirándolo. No me había dado cuenta de lo mucho que se
parece a la vieja alfombra de mi madre.
Nunca fregamos aquí abajo. ¿Por qué nunca limpiamos aquí abajo?
84
Cali

Halloweiner aulló durante la primera parte de nuestro viaje. Finalmente


se ha calmado, pero estoy ansiosa, rezando para que no se haga pis. Solo
está en una caja de cartón, y cualquier pequeña cosa podría hacer estallar
a Ryder.
Ryder parece tranquilo. No ha dicho ni una palabra, solo conduce en
silencio. Me pone nerviosa. Dijo que no me mataría, pero ¿su palabra vale
tanto como la de Sawyer?
Mi corazón se aprieta. He dado un paso del que no puedo volver.
Acabo de tirar todo lo que tenía con ellos, y mi pecho se aprieta. No puedo
evitar sentir que hice algo mal.
Esto está mal. Muy mal. Pero merezco mi libertad. Es lo que quería,
¿verdad?
A medida que nos acercamos a la gran ciudad, empiezo a reconocer
las carreteras de nuevo. Mi estómago se revuelve.
Finalmente rompo el silencio.
—¿A dónde vamos?
Ryder me mira de reojo.
—Te conseguí un hotel. Puedes quedarte allí mientras te recuperas.
—¿Por qué no puedo ir a casa?
Parece incómodo.
—¿Realmente quieres que la policía esté husmeando en tu puerta,
preguntando a dónde fue tu novio?
—Ex —corrijo, mirando afuera—. No es mi novio.
Hay silencio.
—Tu ADN también está en él, Cali. Te das cuenta de eso, ¿verdad?
Aprieto la mandíbula.
—¿Cómo se supone que voy a conseguir un trabajo?
—Mantuve tu nombre similar. Callie Smart. Tienes un nuevo número de
seguro social, y te dejaré suficiente efectivo para que te establezcas. Eres
una chica capaz. Puedes arreglártelas.
El zumbido de los neumáticos llena el coche.
Mi voz es baja.
—¿Por qué estás haciendo esto? —¿Es por que follamos?
El músculo de la mandíbula de Ryder se contrae. Estamos en silencio
durante tanto tiempo que no creo que me vaya a responder.
Cuando lo hace, su voz es baja y ronca por la emoción.
—Estoy tratando de mantener unida a mi familia. ¿No lo harías tú?
Sigo mirando por la ventana. Cada vez pasan más coches. Nos
estamos acercando. Lo escucho alto y claro. No soy parte de su familia. No
tengo lugar con ellos.
Tiene razón. ¿Los conozco, qué, dos semanas? Son asesinos. Yo no lo
soy. Bueno, tal vez ahora sí. No lo sé.
—Mi familia. —Una familia de la que no formo parte. Se me hace un
nudo en la garganta y creo que voy a llorar. Y por mi vida, no puedo
entender por qué duele tanto.
Entramos en la ciudad, y Ryder se detiene frente a un edificio alto con
paredes de espejo hasta el último piso. Echo un vistazo alrededor. ¿Hemos
llegado? Esto es demasiado lujoso.
Ryder me mira. Su voz y tono son calmados.
—Sabes que si dices algo sobre nosotros a alguien, te mataré.
No tengo dudas al respecto.
—No vuelvas a nuestra casa. No vuelvas a tu antiguo lugar. Cuando
digo nueva vida, lo digo en serio.
Mierda. Esta mañana estaba duchándome con Miles, feliz por primera
vez en mucho tiempo. Ahora, todo está cambiando. Otra vez.
De repente, no quiero salir del coche.
Ryder extiende la mano y abre la guantera. Percibo el aroma de su
colonia. Huele de maravilla, y me odio por darme cuenta. Soy una completa
tonta.
Ryder me empuja un fajo de billetes.
—El hotel está pagado por tres semanas. Esto debería ser suficiente
para el alquiler y un pago inicial. —Me entrega los papeles y una caja—.
Identificación, número de seguro social, certificado de nacimiento y un
teléfono.
Miro hacia mi mano. Hay más dinero del que he visto en toda mi vida.
—¿Dónde...
—Saben sobre el gato. ¿Tienes alguna pregunta para mí?
Parpadeo, luego miro los ojos oscuros de Ryder.
Aprieto la mandíbula. Ni siquiera sé qué preguntar.
Los ojos de Ryder se mueven entre los míos, bajan a mi boca y luego
a mi garganta.
—Oh, y una cosa más. Voy a necesitar ese collar.
Mi mano vuela hacia el collar.
—¿Qué? Es mío. Sawyer me lo dio.
Ryder levanta una ceja oscura.
Lo agarro. No quiero devolverlo.
Ryder suspira como si fuera estúpida.
—Hay un rastreador en él, Cali.
Mi corazón se detiene por un segundo. ¿Un rastreador? Sawyer puso
un rastreador en mi collar. Jesús, por supuesto que lo hizo.
Tartamudeo:
—No se quita. Está bloqueado.
Ryder saca una herramienta de la guantera. —Inclínate.
No quiero. Por alguna razón, renunciar a esto se siente como si lo
estuviera abandonando a él. Incluso más que huir.
—Cali, tengo prisa. —Ryder lo agarra con una mano y usa una
herramienta para cortar el bloqueo con la otra.
Inhalo bruscamente y miro el metal circular en su mano. Mi cuello se
siente... vacío. No puedo quedármelo. No puedo, pero quiero.
—¿Puedo...
Ryder lo pone en su bolsillo.
—Lo siento, Cali. Comienza tu vida en tus propios términos. Olvídate
de nosotros. Haz todas las cosas que quieras hacer.
Miro su bolsillo. Mierda. Esto duele.
—Cali... tengo que irme.
Levanto la mirada. Su mirada es suave.
—Lamento que te hayas enredado con nosotros en primer lugar.
Todavía no me muevo. Alguien toca la bocina.
Ryder suspira y sale del coche. Agarra a Halloweiner y abre mi puerta.
El aire fresco entra y tiemblo. Él se acerca a mí, me desata y sus manos
cálidas me guían fuera de la camioneta.
Entonces estoy de pie en la acera. Los sonidos de la gente y la calle
llenan mis oídos.
—Recuerda. Callie Smart. Tienes todos tus documentos dentro de ese
fajo. —Señala hacia el dinero en mi mano.
Se acerca a la parte delantera de la camioneta y me quedo helada.
Esto está mal. Es todo lo que quería, ¡pero está mal!
—¡Espera! —Doy un paso adelante—. ¡He cambiado de opinión!
Ryder me echa una mirada por encima de la plataforma de la
camioneta y luego se sube a ella.
—¡Espera! —Empiezo a correr hacia adelante, pero él se aleja de la
cuadra. Y de repente, estoy en la ciudad con un montón de dinero, un
nombre nuevo y completamente sola.
85
Miles

Ryder me manda un mensaje de texto mientras vuelvo de la tienda.


Fui a dar un paseo. Estaré de vuelta en un rato.
Sonrío al leer el mensaje. De hecho, he estado sonriendo mucho. Sé
que las cosas no son perfectas, pero siento que podemos solucionar las
cosas con Cali. Ella fue hecha para nosotros. Construida para nosotros. Y
para Ryder también, si puede sacar la cabeza de su culo.
Tarareo mientras entro a casa. La casa está en silencio, así que
supongo que todos salieron. Hago algunas cosas por un rato, luego vuelvo
a tomar mi guitarra. Ha pasado mucho tiempo desde que siquiera he
querido tocar, pero ahora sí. Estoy emocionado de darle a Cali sus cosas.
Dios, espero haber elegido lo correcto.
A medida que pasa el tiempo, empiezo a mirar mi teléfono. Hace
tiempo que se fueron. ¿A dónde diablos fueron? Sé que Ryder y Sawyer
cuidarán de ella y ella se cuidará sola, pero algo empieza a sentirse mal.
Finalmente, escucho el rugido de la camioneta acercándose a la
casa. Sonrío, encontrándome con ellos en la puerta principal.
Pero solo está Ryder. Y la expresión en su rostro me pone serio
instantáneamente.
—¿Qué pasa? —espeto, enfocándome de inmediato. Ryder tiene
ojeras bajo los ojos, y parece estresado.
Me hace un gesto para que entre, cerrando cuidadosamente la
puerta detrás de él.
—Siéntate.
—¿Qué demonios? ¿Dónde están Cali y Sawyer?
—Siéntate —ladra.
Mi estómago se tensa. Algo malo pasó.
—No tengo ganas de sentarme. ¡Dime!
Ryder me mira fijamente.
—Jesucristo. —Levanto mis manos en el aire cuando Ryder usa su gran
cuerpo para guiarme hacia el sofá. Mueve mi guitarra antes de empujarme
para que me siente.
Oh, Dios mío. Algo horrible sucedió.
Ryder se pasa una mano por el cabello.
—No sé cómo decir esto.
—¿Dónde están ellos? ¿Están a salvo?
Me lanza una mirada cansada.
—Están a salvo. Por ahora.
—¿Qué significa eso?
—¿Me dejas explicarme? —gruñe él—. Mi abogado llamó. Hay nuevas
pruebas en tu contra, Miles. Y en contra de Sawyer. Un detective de primera
está empezando a unir nuestros asesinatos.
Mi estómago se hunde por completo. Maldita sea. Eso es malo. Pero
¿qué tiene que ver eso con Sawyer y Cali?
—Y lo que les ofrecimos para mirar hacia otro lado no es suficiente. —
Ryder baja la cabeza, pasando sus dedos por su cabello—. Tenemos que
salir del país por un tiempo, Miles.
Mi estómago está hecho un nudo.
—¿Y bien? ¿Dónde están los demás?
Él levanta la cabeza ligeramente.
—Sawyer está a salvo. Tuve que... él no estuvo de acuerdo con mis
métodos para mantenernos a salvo. Así que tuve que asegurarme de que
estuviera a salvo.
La adrenalina me llena.
—¿Qué demonios significa eso? ¿Y Cali?
—También está a salvo. —Ryder mira su teléfono. Mientras lo hace, el
sonido de un avión volando a baja altura pasa sobre la casa. Está tan bajo
que levanto la cabeza bruscamente—. Bien. Nuestro transporte está aquí. -
—Ryder se levanta.
—¿Qué quieres decir? —Estoy tan confundido—. Por favor, Ryder,
¿dónde están ellos?
Ryder suspira.
—Sawyer está en el sótano.
Le doy una mirada extraña y exclamo:
—No, no lo está. He estado aquí solo durante las últimas horas.
—Lo está. Está en la celda.
Me levanto de un salto. Bien, definitivamente algo está mal. ¿Ryder
puso a Sawyer en la celda? ¿Por qué diablos haría eso?
El mundo se ralentiza. Ryder le hizo algo a Cali. Maldición, le hizo algo.
—¡Ryder! —Agarro sus hombros y lo sacudo—. ¿Qué le hiciste a Cali?
La mirada que me da es cansada.
—Ella se fue.
Lo sacudo de nuevo.
—¡Eso es una mierda!
—Lo hizo. —Aparta bruscamente mis manos de él—. Era una prisionera
aquí, Miles. ¿Qué esperabas? Te lo he estado diciendo todo el tiempo.
Mi mundo se desploma bajo mis pies. ¿Ella... se fue? Pero estaba tan
feliz cuando me fui. Radiante, feliz y contenta.
Dirijo mi mirada hacia Ryder, con un gruñido construyéndose en mi
pecho.
—Te la llevaste.
Se dirige hacia la puerta principal.
—Se fue por su propia voluntad, Miles. También tenemos que irnos. Una
vez que la policía se entere de que ustedes están aquí, derribaran la puerta.
Me lanzo tras él.
—Me importa una mierda la policía. ¿Dónde está Cali? ¿Se fue a pie?
¿A dónde la llevaste? —Mi corazón se acelera y me pitan los oídos.
Normalmente, estoy tranquilo, pero ahora mismo me invade más miedo del
que he sentido nunca.
Ryder sale por la puerta principal, y lo sigo, congelándome al ver lo
que hay en nuestra entrada. Es un avión fumigador. Un maldito avión
sentado justo allí en la carretera.
¿Qué diablos está pasando ahora mismo?
Ryder se acerca al piloto, intercambiando palabras.
Sawyer. Vuelvo al interior y bajo a la celda, abriendo la puerta de un
tirón.
Sawyer está acostado de lado, atado a una silla.
—¿Qué demonios? —ladro, acercándome a él.
Parpadea con pesadez.
—¡Mierda! Sawyer, ¿estás bien?
—Cali —gime—. Ryder le hizo algo a Cali.
Miro a mi alrededor. Joder, no tengo un cuchillo conmigo.
—Te sacaré. Solo aguanta. —Subo corriendo las escaleras, luego me
doy cuenta de que los cuchillos aún están en la habitación del sexo.
Maldigo, vuelvo corriendo abajo para conseguir uno. Cuando finalmente lo
hago, corto las bridas de plástico, solo para darme cuenta de que está
esposado a la silla.
—¡Cabrón! —siseo—. ¿Qué te hizo? —Siento a Sawyer de nuevo.
Sacude la cabeza lentamente, arrastrando un poco las palabras.
—Me drogó. Ese hijo puta de…puta.
—¿Qué le hizo a Cali?
La voz de Ryder llega, haciéndome saltar.
—No le hice nada.
—Seguro —gruño.
Sawyer escupe.
—¿La mataste?
Ryder parece tranquilo.
—No le diste una opción. Así que la dejé elegir.
—¿Qué? —Paso mi mano por mi cabello—. Desátalo. Ahora mismo.
Ryder mete las manos en sus bolsillos.
—Sawyer, la policía también te está buscando a ti. Tenemos que irnos.
Tengo todo listo, y nuestro transporte está afuera.
—¿Qué demonios? —Sawyer escupe en el suelo—. Lo único que me
importa es Cali.
Ryder hace una ligera mueca de dolor.
—Ella está a salvo. Por favor, Sawyer.
Silencio. Observo a Ryder. Esto tiene que ser una gran broma. Esto no
es real, ¿verdad?
Ryder entrecierra los ojos.
—No me obligues a pelear contigo para mantenerte a salvo.
¿Qué? Mi estómago se contrae, y aprieto los puños, mi cuerpo se
prepara para pelear.
Me mira con tristeza.
—¿Tú también, Miles?
La rabia me consume.
—¿Yo también? ¡Eres tú, Ryder! ¡Tú estás haciendo todo esto!
Me gruñe.
—¿Oh sí? ¿Y qué hay de esto? —Sostiene algo en la mano. Entrecierro
los ojos para verlo.
Sawyer inhala bruscamente. ¿Es eso... su collar?
Ryder se lo arroja a Sawyer.
—Ella no te quiere. La secuestraste. Cualquier cosa que creas tener
con ella es el Síndrome de Estocolmo. Pronto la olvidarás.
—¡No lo es, maldita sea! —grita Sawyer—. Tú se lo quitaste.
—Necesitamos irnos. —Ryder me mira—. Por favor, Miles. Colabora
conmigo.
—¿Colaborar contigo? —tartamudeo.
—No me hagas obligarte.
Mi rabia estalla.
—¡Oh! ¿Así que predicarás sobre las opciones, pero nos quitarás la
nuestra? ¿Qué pasa si no queremos ir, Ryder?
Él levanta las manos al aire.
—¡Estoy tratando de mantenerte a salvo! ¿Qué se necesita para que
me dejes ayudarte?
—Déjanos recuperar a Cali —gruñe Sawyer.
—No va a pasar. —Ryder lo fulmina con la mirada.
Estrecho los ojos.
—Tú sabes dónde está.
Ryder me mira sombríamente.
—¡Por el amor de Dios! —Sawyer se levanta, pero sus piernas aún están
esposadas a la silla, el ruido metálico llena la habitación—. ¡Dinos!
—¡No! Sube al avión. Ahora. —Ryder me hace un gesto.
—No a menos que nos digas dónde está ella. —Cruzo los brazos. Sé
que Ryder podría ganarme en una pelea. Es más grande que cualquiera de
nosotros, y Sawyer no será de ayuda atado a la silla y drogado. Ryder podría
obligarnos a ambos a subir al avión ahora mismo, y él lo sabe. Su mirada es
tormentosa.
—No puedo decírtelo. —Traga saliva—. Vamos a la isla de Wyatt.
Sabes que él lleva registro de todos los que entran y salen. Ella estará en una
lista. La misma lista en la que estamos nosotros. Sabes que él sabe todo sobre
nosotros y nos vigila. Ella nunca escapará de nuestro estilo de vida. Nunca.
Trago saliva. Wyatt es brutal. Guarda sus secretos con fiereza. Lo cual
es genial para un escondite, pero horrible para cualquiera que él no
conozca.
Ryder se aferra al costado de la puerta.
—Ni siquiera conoces a Cali. Esto es solo una obsesión. La superarás,
¿y luego qué? ¿Su vida estará arruinada porque no pudieron controlar sus
deseos?
Sawyer gruñe:
—Es más que eso.
Ryder pasa la mano por su rostro.
—Ni siquiera hace un mes que la conoces. ¿Cómo puede ser más que
eso?
—Simplemente lo es, ¿de acuerdo? —Sawyer parece luchar por
encontrar las palabras.
Intervengo.
—Es más —digo—. Cali es... todo lo que no sabíamos que nos faltaba.
Ryder aprieta la mandíbula. La habitación está en silencio y llena de
tensión.
Finalmente, Ryder aparta las manos de la puerta.
—Si subes a ese avión conmigo ahora mismo. Te diré dónde está ella
—dice Ryder.
Mi corazón se llena de esperanza.
—Dentro de tres meses.
—¿Tres meses? —tartamudeo.
—Sí —ladra él—. Necesito saber que han superado esa etapa de luna
de miel que está afectando sus mentes. Y no quiero que arruinen su vida
porque no pudieron resolverlo.
¿Tres meses? ¡Tres malditos meses! ¡Maldita sea, podría estar en
cualquier lugar en ese tiempo!
Sawyer me da un golpecito con la mano y gruñe:
—Está bien. Lo haremos.
Me doy la vuelta hacia él, con la incredulidad recorriéndome.
—¡Y una mierda que lo haremos! Le daré treinta minutos. Cyrus.
Sawyer me lanza una mirada oscura y me vuelve a tocar con el pie.
Está tratando de decirme algo.
La rabia se agita en mi pecho.
—Desátenme —dice Sawyer, volviéndose hacia Ryder.
Ryder no se mueve.
—¿Me das tu palabra de que subirán a ese avión?
—¡Sí! —gruñe Sawyer—. Subiremos al puto avión. Quítame estas
malditas esposas.
Ryder nos mira a ambos.
—¿Y tú?
Aprieto los dientes. Mierda. No sé por qué Sawyer está aceptando
esto, pero tengo que confiar en él. Está tan afectado como yo por esta
chica.
—Sí —gruño.
—Bien. —Ryder se agacha y desata a Sawyer, ayudándolo a
levantarse—. No tenemos mucho tiempo. Si hay algo sentimental aquí,
agárrenlo. Voy a incendiar el lugar, y luego nos iremos.
86
Sawyer

El pequeño avión nos lleva varias horas hasta la costa. Hicimos algunas
paradas para cargar combustible, y luego llegamos a un aeropuerto
privado con un avión más grande, pero aún privado. El mismo que solíamos
tomar cuando cazábamos con Wyatt.
Vomito varias veces durante el vuelo. Cada milla entre Cali y nosotros
me desgarra el corazón. Nunca me he sentido tan torturado.
Se está escapando. Juré que nunca la dejaría ir, y ahora realmente
tiene la oportunidad de huir. De olvidarnos. Y eso me destroza en pedazos.
Odio no tener la fuerza para luchar contra Ryder en este momento.
¿Cómo pude dejar que esto sucediera?
Miles está inusualmente callado todo el tiempo. Ryder habla sobre sus
planes, pero ni Miles ni yo decimos nada.
Al abordar, mi determinación casi se desmorona. No puedo dejar el
país sabiendo que ella está aquí. Me giro para saltar de las escaleras, pero
Ryder está detrás de mí y me agarra del brazo, empujándome bruscamente
hacia el avión.
Me doy la vuelta hacia él, y la oscuridad se cierra alrededor de mi
visión.
Me sujeta bruscamente.
—Siéntate. Te vas a lastimar. —Ryder me lleva a un asiento, y cuando
mis rodillas lo golpean, se derrumban. El avión es espacioso, y solo estamos
nosotros, pero Miles se sienta a mi lado.
Soy inútil en este momento. El pensamiento casi me hace querer llorar.
No puedo hacer nada para recuperar a Cali. Agarro el collar que le di. No
lo he soltado desde que salimos de la casa.
El avión despega, y la tristeza que me oprime el pecho desaparece
lentamente, siendo reemplazada por la ira.
Si realmente huyó, le daré una paliza en el trasero hasta dejarlo negro
y azul, y luego grabaré las iniciales de los tres en ella. Porque claramente, no
entendió el mensaje la primera vez.
Ryder pasea arriba y abajo por los pasillos, desapareciendo de vez en
cuando en la parte trasera y delantera. Cuando Ryder desaparece en la
cabina por vigésima vez, Miles se inclina hacia mí.
—Entonces, ¿cuál es el plan?
Me recuesto y cierro los ojos.
—Vamos a recuperar a nuestra chica.
Él gruñe.
—No voy a esperar tres meses.
—Yo tampoco.
—No nos va a decir dónde está ella.
Abro los ojos para revisar la habitación. Ryder no está aquí.
—Eso no importa.
—¿Qué quieres decir? —Miles se vuelve hacia mí.
—Ella tiene un rastreador.
Oigo a Miles suspirar.
—Amigo. Él le quitó su collar.
—Lo sé.
Lo miro. Está rígido.
—No me jodas. ¿Estás hablando en serio?
—Sí.
Miles se levanta de un salto, luego mira hacia la parte delantera del
avión y vuelve a sentarse.
—¿En dónde? —susurra.
—En su brazo. Le puse uno en el anticonceptivo que le di. —Nunca he
estado más agradecido por ser minucioso.
Miles me mira durante un minuto y luego me golpea bruscamente en
la espalda.
—¡Dios mío! ¡Genio! ¿Te he dicho recientemente que te amo?
Me estremezco.
—No era necesario que me golpees. —Pero no puedo evitar que una
leve sonrisa se dibuje en mi rostro.
Miles se recuesta, con la cara sonrojada.
—Oh, Dios mío. Podemos recuperarla.
Nos callamos por un rato. No es solo un deseo. La necesito de vuelta.
Comenzó como una venganza, pero cuanto más tiempo estuvo con
nosotros, más supe que era diferente. Y cuanto más aprendía sobre ella, más
la necesitaba. Necesito desentrañar todas sus capas. Todavía lo hago.
Examinar cada secreto. Hacerle entender de una vez por todas, que es mía.
Nuestra.
La voz suave de Miles me sobresalta.
—¿Realmente crees que huyó?
Aprieto la mandíbula. He estado considerando esa posibilidad en mi
cabeza. No quiero creerlo, pero no está fuera de lo posible.
Miles está en silencio.
—Espero que no lo haya hecho.
Aprieto los dientes.
—Pagará si lo hizo.
Estamos en silencio por un rato. Luego, Miles dice:
—No se lo pusimos precisamente fácil.
Giro la cabeza para mirarlo. Miles me da una mirada desgarradora.
—No la hicimos sentir en casa.
—¿De qué estás hablando? —La ira me recorre.
—No tenía nada. No tenía ropa, por el amor de Dios. Nada personal.
—De todos modos, prefiero verla desnuda —murmuro.
—Sawyer. —Miles chasquea—. ¿Le dimos una habitación? ¿Una
cama? ¿Un maldito cepillo de dientes? ¿Qué hay de desodorante y
champú? ¿Siquiera le preguntamos qué le gusta comer?
Siento un retorcijón en el estómago. Mierda. No hicimos nada de eso.
—Yo le traje a su gato.
—¡Hace unos días! Eso debería haber sucedido desde el principio.
Mi pecho se aprieta. Mierda. No pretendía ignorar todas esas
necesidades. Aprieto los puños. Oh, Dios mío. ¿Y si realmente huyó? ¿Y si la
alejé?
Me siento enfermo otra vez.
Tan pronto como este avión aterrice, vamos a buscar a nuestra chica.
Y lo haré mejor esta vez. Esta es mi última oportunidad. Porque después de
esto, nunca la dejaré ir.
87
Ryder
Una semana después

Estoy lavando los platos, y no puedo sacar a Cali de mi cabeza. La


forma en que su cuerpo se movía debajo de mi. Su piel suave y su cabello
salvaje. Su actitud, su fuego.
Su miedo.
Aprieto la mandíbula.
¡Dios! La mujer es exasperante. Ni siquiera está aquí, y todavía está en
mis pensamientos.
Dejo caer la esponja en el fregadero, dándome cuenta de que he
lavado la mayoría de los platos sin darme cuenta. No puedo recordar la
última vez que hice eso.
—¿Qué estás haciendo, jefe? —Miles entra en la pequeña cocina,
apoyándose en el mostrador.
Todavía estamos instalándonos en nuestra nueva casa. Está en una
de las islas de Wyatt dispersas alrededor de Japón. Pero esta está vacía,
excepto por la pista de aterrizaje y la casa, y está llena de acantilados
rocosos, bosques y playa. Hay cielos grises perpetuos en esta época del año,
y es increíblemente hermoso. A pesar de todo eso, todavía siento que falta
algo.
—Lavando los platos —murmuro.
—Sawyer quiere hablar contigo.
Miro a Miles. Sawyer no parecía tener ganas de hablar hoy. Ha estado
inquieto y nervioso, revisando constantemente su teléfono. Algo pasa. He
estado esperando que me hablen de ello.
Me siento mal por no decirles que Cali quería volver conmigo. Su rostro
lleno de pánico en el espejo retrovisor me ha perseguido desde entonces.
Cruzo los brazos.
—Está bien.
Sigo a Miles al salón, donde Sawyer permanece de pie, rígido. Tiene
ojeras bajo los ojos, su cabello está desaliñado, y no creo que haya dormido
una sola noche completa desde que llegamos aquí. Mi pecho se aprieta
con ese conocimiento. Pensé que estaría un poco mejor para ahora. En
todo caso, está peor. Y eso me duele.
Lo miro.
—¿De qué querías hablar?
Sawyer mira a Miles, luego a mí.
—Vamos a volver a buscar a Cali.
Mi estómago se aprieta. Pensé que eso podría ser lo que lo ha tenido
preocupado.
—No, no lo harán. Los policías los están buscando. Y por si no lo
notaron, no tenemos un avión.
Sawyer solo me mira a los ojos, imperturbable.
Campanas de advertencia suenan en mi cabeza. Está planeando
algo.
—¿Qué estás haciendo?
—Dándote la cortesía que no nos diste. Una opción. —Sawyer me mira
con furia.
Rechino los dientes.
—¿Una opción para qué?
—Ven con nosotros, o quédate aquí.
Sacudo la cabeza, retrocediendo.
—No pueden ir a ningún lado. Wyatt no tiene más vuelos programados
hasta dentro de dos meses.
Sawyer encoge los hombros.
—Él no los tiene, pero sus pilotos sí. No eres el único con dinero por
aquí, Ryder.
Miro a Miles. Él levanta una ceja. Mierda, están hablando en serio.
Deben haber sobornado al piloto para que vuelva cuando no estaba
mirando.
Sacudo la cabeza, pasándome las manos por el cabello.
—Se suponía que me darías tres meses.
—Eso es demasiado tiempo —responde Sawyer.
—¡No, no lo es! ¿De qué tienes miedo? ¿De que te olvide?
Un tic recorre la mandíbula de Sawyer. Miles parece incómodo. Así
que es eso. Tienen miedo de que, porque ella huyó, no los quiera.
Una punzada de culpabilidad me golpea con fuerza.
Gruño:
—¿Qué pasa si la traen aquí y ella lucha el resto de su vida? ¿Todavía
lo querrían?
Sawyer responde inmediatamente:
—Sí.
Miro a Miles. Encoge los hombros.
—Ella no lo haría. La cagamos antes. No lo haremos de nuevo.
Veo la convicción en los ojos de ambos. No renunciarán a esto. Lo
intenté, y ellos no lo harán.
La voz de Miles es suave.
—Si la traemos aquí, no tendrás que preocuparte de que nos traicione.
No hay a dónde ir para ella. Nadie con quien hablar.
Aprieto los dedos con más fuerza. —Siempre existe esa posibilidad.
—¡Entonces conócela para que no lo haga! —dice Miles—. No todos
son como tu familia, Ryder. No la perderemos.
La habitación está llena de silencio. Mi corazón se aprieta. No quiero
perder a nadie. Quiero abrazar a mis hombres tan cerca que no puedan
hacerse daño.
Miles pregunta suavemente:
—Dejando de lado las preocupaciones de seguridad, ¿tienes algo en
contra de ella?
¿Lo tengo? He estado indeciso sobre esto toda la semana. Es
luchadora, obstinada y temeraria. Hermosa y fuerte y continuamente está
rondando en mi cabeza. Pero... no está en mi rutina. No la investigué. De
repente, estaba allí, en mi casa y en mi habitación, destruyendo mis cosas.
Poniéndome cachondo sin ni siquiera intentarlo.
Miles parece tan asustado por mi respuesta que me dan ganas de
abrazarlo. Prometerle que nunca lo dejaré, independientemente de qué
psicópata traiga a nuestro hogar. Pequeña psicópata caliente.
Inhalo profundamente. No puedo creer que esté a punto de hacer
esto.
—Hay algo que necesitan saber. Sobre cuando Cali huyó.
88
Cali

Camino a lo largo de mi habitación por quinientosava vez hoy. Mis


piernas zumban de energía y caminar no hace nada para deshacerme de
ella.
Sacudo mis manos y echo un vistazo a la cama.
—¿Debería hacerlo?
Halloweiner me ignora. Solo mueve la cola y sigue fingiendo que
duerme.
—Ugh. Lo haré. —Agarro algo de efectivo y mi identificación falsa. Le
lanzo una mirada de reojo al teléfono que me dio Ryder. ¿Debería llevarlo?
Es completamente nuevo, todavía está en el envoltorio del celofán, y casi
no tiene nada en él. Pasé el primer día creando un correo electrónico falso
y haciendo cuentas en redes sociales con mi nombre falso.
Lo agarro. Nadie sale sin su teléfono de todos modos. No quiero
destacar. Es extraño cómo me acostumbré rápidamente a no tenerlo
cuando estaba con los chicos.
¡No! Maldita sea, Cali. Deja de pensar en ellos.
Enderezo mis hombros, mirándome en el espejo antes de salir. Ryder
me dejó una cantidad obscena de dinero. En el tercer día, finalmente salí
de mi propia miseria deprimida y me compré ropa nueva. Ni siquiera hizo
mella en el dinero.
Me ajusto la camisa. Es incómoda. Echo de menos las camisas
holgadas que olían a ellos. Veo los productos para el cuidado del cabello
en el mostrador. Exactamente los mismos que le pedí a Miles que comprara.
Se me aprieta la garganta.
¡Cristo! Contrólate, mujer. Somos felices ahora. Sonríe.
Pongo una sonrisa falsa y bajo las escaleras. Hay un bar en el hotel y
no he dejado de pensar en él. Me he dicho a mí misma que no iré. Luego
me he dicho que sí, que soy dueña de mí misma y puedo decidir qué hacer.
Sawyer puede irse a la mierda.
Ugh, Sawyer. Mi corazón se retuerce. Él piensa que lo odio. Nunca
pude agradecerle por Halloweiner. Y nunca lo haré.
Las lágrimas llenan mis ojos por milésima vez esta semana.
Parpadeo con enojo. ¡Maldición, Cali! ¿Cuál es tu problema?
He investigado exhaustivamente el Síndrome de Estocolmo. Es lo que
tengo. Claramente. ¿Verdad?
Alargo la mano para buscar el collar de nuevo, sabiendo que no está
ahí. Siento como si una parte de mí... faltara. Es lo mejor. Ryder dijo que no
era parte de su familia.
Los recuerdos de la pesadilla que he tenido todas las noches esta
semana me golpean. Sawyer me está persiguiendo a través de la oscuridad,
gritando que me odia. Que lo traicioné.
Empiezo a sudar frío, deslizándome en el taburete del bar. Hay algunas
otras personas aquí.
—¿Te puedo traer algo? —El camarero de mediana edad pregunta.
—Um, sí. —Mis manos tiemblan. Mierda. Me siento sobre ellas—. Vino,
por favor. Cualquier cosa tinta.
—Entendido.
Me desliza un vaso. Deslizo mi pago y agarro el vino para tener algo
que hacer con mis manos.
Lo necesito. Realmente necesito esta bebida. Mi estómago se
revuelve ante la idea de beberla. Una voz irracional aparece en mi cabeza:
Sawyer estaría decepcionado.
Maldición. Deja de pensar en ellos. Fueron unos idiotas, ¿recuerdas?
Idiotas que no te dieron opción y te traumatizaron.
Que se preocuparon por ti y te protegieron de una manera en que
nadie más ha hecho antes.
Observo cómo el camarero sirve algunas bebidas a los demás.
Apenas enjuaga los vasos, dándoles la vuelta sobre los mostradores
pegajosos. Ryder lo odiaría.
Un hombre de mediana edad no deja de lanzarme miradas desde el
otro lado de la barra. Su aspecto es normal, como el de cualquier otro
hombre de negocios agotado en un viaje. Me sonríe y me saluda con la
mano. Al principio quiero ignorarlo, pero luego me obligo a reaccionar. Estoy
aquí para distraerme. Necesito una distracción.
Así que cuando el hombre se desliza hacia mí y no siento más que
molestia, la aplasto.
—Oye. ¿Está ocupado este asiento?
—No. —Aprieto mi vaso y le doy una pequeña sonrisa, luego miro
hacia el resto del bar.
—¿En la ciudad por negocios? —pregunta el hombre.
Oh mierda. ¿Qué digo?
—Eh, sí. Se podría decir eso.
Me sonríe genuinamente.
—¿A qué te dedicas?
De repente, me siento nerviosa. Ya odio esta maldita conversación
falsa. Sale antes de que pueda detenerlo:
—Peluquera.
Trago saliva. ¿Es eso lo que hará la nueva Cali?
—Oh. Genial. —El hombre da un sorbo a su cerveza—. Yo trabajo para
Amix.
Lo miro sin comprender. Sus ojos son marrones y opacos.
Se ríe.
—Empresa petrolera.
—Oh. —Que alguien me mate ahora. Observo la habitación de
nuevo.
—¿Estás buscando a alguien? —Se gira para mirar por encima de su
hombro.
—Oh. No. —Me recuesto de nuevo hacia la barra, golpeando mis
dedos en el vaso. Debería beberlo. Dar un sorbo. Atenuar lo horrible de esta
conversación y escapar por un rato. Pero, por alguna razón, no puedo. Sigo
viendo la cara de Sawyer sobre el tanque.
El hombre sigue con ello.
—Entonces, ¿qué haces para divertirte?
—Yo... —La pregunta me deja perpleja. ¿Qué hago para divertirme?
Me quedo en blanco. Durante la última semana, he estado perdida en una
habitación de hotel en una ciudad extraña, sin hacer nada más que llorar
por hombres que sé que son malos para mí. Recuerdo a la vieja yo. Esto. Esto
es lo que ella hacía por diversión. Beber. Y desplazarse sin sentido por las
redes sociales.
De repente me doy cuenta de lo vacía que me sentía antes. Lo vacía
que me siento de nuevo.
Trago saliva con fuerza. Se me nublan los ojos de lágrimas. Hasta que
no conocí a esos hombres no me di cuenta de lo mucho que me había
perdido. Me ayudaron a reencontrarme sin ni siquiera intentarlo.
—Eh... ¿estás bien? —pregunta el hombre.
—Sí. Yo... corto cabello por diversión.
Mientras hablo, un hombre se acerca a la barra llevando flores. Las
deja cerca de mí.
—Alguien me dijo que te diera esto.
Me giro y miro a mi alrededor. ¿Qué diablos? Vuelvo a mirar el ramo y
mi corazón se detiene.
Flores púrpuras y blancas. Son digitalis y cicuta.
Me aparto del taburete, con el corazón acelerado, y escaneo la
habitación de nuevo. No veo a nadie. Hay una pequeña tarjeta con las
flores. Mi mano tiembla al agarrarla, con la adrenalina recorriendo mi
cuerpo.
Bonita camisa. Pero te veías mejor con la mía.
Dejo caer la tarjeta. Oh, Dios mío. Está aquí. Me alejo de la barra,
luego me volteo, casi caminando, casi corriendo. Casi llego al ascensor
cuando una mano me agarra por el hombro y me empuja contra un cuerpo
duro.
—¿Te perdiste, conejita?
89
Cali

Un escalofrío me recorre. Conozco esa voz. ¿Cómo es posible?


Me aparto para mirarlo. Pero los brazos de Sawyer me aprietan más
fuerte, sujetándome contra su pecho.
—¿Quieres jugar a un juego?
Su voz oscura me estremece. Mi pecho se agita. Me rodea el olor a
colonia.
Sawyer aprieta más fuerte, lo suficiente para hacerme daño.
—Sí... o no?
Jadeo, la vieja lucha me llena.
—No.
De repente, me empujan. Doy un paso tambaleante antes de darme
la vuelta. Tres figuras, todas con máscaras blancas de Ghostface, están ahí,
bloqueando mi camino hacia la entrada del hotel. Son grandes y
amenazadoras, con tatuajes oscuros que recorren sus brazos.
Uno de ellos inclina la cabeza, diciendo burlonamente:
—Corre, conejita.
El fuego que perdí toda esta semana me atraviesa. Me siento más viva
que nunca. Y lo hago. Corro más rápido de lo que nunca he corrido. Me
lanzo por el pasillo hacia las escaleras, abriendo la puerta para subir. Subo
las escaleras de dos en dos, subiendo lo más rápido que puedo. Respiro
entrecortadamente, pero siento que estoy volando.
¡Mierda, están aquí! Todo lo que puedo sentir es emoción mientras
corro.
Se oye un ruido cuando la puerta de las escaleras se cierra de golpe.
Grito.
—Qué buena niña, huyendo de nosotros. —La voz hace eco, luego se
vuelve oscura y amenazadora—. Pero no escaparás esta vez.
Su voz va directamente a mi coño, y mi adrenalina se dispara.
Llego al tercer piso, donde está mi habitación, y tiro de la puerta para
entrar. Está cerrada.
¿Qué? Tiro de nuevo. No se abre.
Raspa, raspa, raspa.
—Caliiiiii. Sal y juegaaa.
Una máscara blanca aparece en las escaleras debajo de mí.
Grito, subiendo las escaleras. Llego al siguiente nivel, respirando con
dificultad. También está cerrado.
¿Qué carajos? Subo corriendo los siguientes escalones, con el corazón
latiendo con fuerza. Salto el siguiente nivel, corriendo hacia arriba. Escucho
sus pasos medidos debajo de mí.
—Vas a pagar por ser una niña tan traviesa.
Siento que cada paso lo doy en cámara lenta. Miro hacia atrás,
viendo sus máscaras blancas. Se están acercando, y eso me produce un
repentino escalofrío.
Llego a la cima. Hay una sola puerta, y la intento abrir.
Está desbloqueada, así que entro de golpe. Se abre a un pasillo que
lleva a otra puerta.
—Te vamos a follar tan fuerte que lamentarás el día en que huiste.
Atravieso la puerta a toda prisa y me detengo. Esto está
completamente oscuro. Parpadeo. Bueno, no está completamente oscuro.
Veo que hay ventanas por las que entra un poco de luz del paisaje nocturno.
Este es el ático.
Escucho sus voces afuera y corro más adentro, tropezando con algo.
Maldigo y el dolor me desgarra la espinilla.
La puerta se abre, inundando la habitación con luz por un segundo.
Los hombres entran, y la puerta se cierra, envolviéndonos nuevamente
en la oscuridad.
—Ríndete ahora, Cali, y Ryder no te hará llorar... demasiado —dice
una voz.
—Jódete —respondo. Me deslizo más hacia el interior de la
habitación.
Se escuchan algunas risas oscuras. Solo puedo ver formas vagas y el
blanco tenue de sus máscaras.
—¿Sabes que a todos nosotros nos encanta domar a las niñas
malcriadas, ¿verdad? —continúa la voz.
Doblo una esquina y choco contra algo blando. ¿Una cama? ¿Esto es
una cama? Doy unas palmaditas y me agacho. Es una cama. Tanteo. Hay
suficiente espacio debajo.
Me deslizo por debajo justo a tiempo. Una figura oscura aparece por
la esquina.
Lo observo mirar lentamente alrededor de la habitación. ¿Quién es?
Observo sus manos. ¿Sawyer? ¿Miles?
Me mira, extrañamente inmóvil. ¿Puede verme? No hay manera. No
con la máscara puesta.
—Hola, Cali.
Grito.
Él se inclina, agarrándome del cabello. Tira lo suficiente como para
hacer que las lágrimas llenen mis ojos.
—Sal a jugar, niña bonita.
Los otros dos entran.
Siento la amenaza constante en mi cuero cabelludo. Vacilo, de
repente sin ganas de enfrentarme a su ira de golpe.
El tirón llega de nuevo, esta vez como una clara advertencia. Las
lágrimas caen por mis ojos, y grito:
—Sal.
Me abro paso a empujones. El que sostiene mi cabello no afloja. Me
jala hacia una posición de rodillas e inclina mi cabeza hacia atrás hasta que
estoy mirando el techo. Deja escapar un gemido profundo, deslizando su
nariz por el costado de mi cuello. No puedo ver a los otros dos, pero escucho
a uno justo frente a mí, luego, silencio.
Intento mirar, pero siento un tirón agudo en mi cuero cabelludo. Dedos
rozan mi garganta.
—Tan delicada.
—Qué cosa tan bonita.
—Mía.
Las voces vienen de todas partes. Intento tragar. Mi cuerpo hormiguea
de excitación, y mi coño ya está mojado.
—¿Nos extrañaste, Cali? —gruñe la voz en mi oído.
—No.
Otro tirón agudo.
—Mentir solo hará que te castiguen más.
—Sí —jadeo.
—Mmm. Ella quiere esto. —De repente, la mano en mi cabello
desaparece, y hay una mano alrededor de mi garganta, levantándome y
arrojándome sobre la cama.
—¿Por qué no nos muestras cuánto nos extrañaste?
Los observo rodear la cama. En la oscuridad, aún no puedo
distinguirlos, pero el que está a la derecha suena como Sawyer.
La adrenalina me recorre y hago algo totalmente estúpido que me
hace sentir más viva que nunca.
—Los extrañé tanto. —Extiendo ambos dedos medios con un pequeño
espacio entre ellos.
El tipo al pie de la cama se arranca la máscara y se lanza hacia mí. Es
Miles. Me agarra por la cintura, levantándome y estrellándome contra la
pared. Sostiene mi cabeza con su mano, evitando que golpee la pared.
Miles gruñe:
—Oh, me encanta cuando juegas.
En cuestión de unos pocos y brutales tirones, mi ropa nueva queda
hecha un desastre. Miles se baja sus pantalones y sus manos están
torpemente sobre mis pechos. Gime, apretándolos fuertemente, enviando
placer directamente a mi coño.
—Envuelve tus piernas alrededor de mí.
—Que te jodan.
Hay una risa oscura, y él se inclina hacia abajo, mordiendo mi cuello
con fuerza.
Grito, automáticamente envolviendo mis piernas alrededor de él. Mi
clítoris se presiona contra él, y gimo. Extrañaba esto. Necesitaba esto. Los
necesitaba como necesitaba mi próxima bebida, solo que peor.
—¿Qué fue eso? ¿Estás siendo una puta necesitada? —Sawyer se
acerca al lado de la cama, con su máscara abandonada—. Gime para mí
otra vez, puta. Quiero ver esos labios bonitos cantar.
Miles se ajusta a sí mismo y entra en mí con un movimiento violento.
Grito por la intrusión, poniéndome rígida.
—Sí —dice Sawyer, agarrando su polla—. Jodidamente hermosa.
Hazlo de nuevo.
Miles retrocede, luego vuelve a entrar en mí. Gruño, mi cuerpo se estira
para tomarlo.
—Jesús Cali… estás empapada —dice Miles.
Todo lo que puedo hacer es gemir mientras me tenso alrededor de su
longitud. Se siente como si hubiera pasado una eternidad desde que tuve
esto, y ya estoy flotando en placer. Mi clítoris se frota contra él en esta
posición, chocando cada vez que se mueve.
Miles debe darse cuenta, baja la cabeza para mirarme a los ojos.
—¿Recuerdas las reglas, niña bonita? No puedes correrte a menos
que esos ojos estén en los míos.
Se flexiona dentro de mí. Oh dios, quiero correrme ya.
Ryder está parado a los pies de la cama, con los brazos cruzados, y su
oscura mirada fija en nosotros.
—Ojos. —La voz de Miles es ronca y llena de lujuria.
Lo miro. Sus ojos van y vienen entre los míos. Luego, extiende su mano
entre nosotros y pellizca mi clítoris.
Me corro, apretando con fuerza su polla, el placer estalla y luego flota
por todo mi cuerpo.
—Buen trabajo. Buena chica —gime Sawyer—. Qué putita más bonita
y tan obediente.
Abro la boca para discutir cuando Miles se aleja de la pared. Me
aferró a él, a punto de caer. Él se sale de mí rápidamente, y Sawyer me
agarra.
—De rodillas, Cali.
Me volteo para mirarlo, pero me da la vuelta para que mi espalda
esté hacia él, obligándome a ponerme de rodillas.
—¿Crees que mereces mirarme después de desobedecer? ¿Después
de huir de nosotros y romper las únicas reglas?
Sawyer me golpea el culo una vez, el shock me atraviesa. Miles me
agarra el mentón, obligándome a mirarlo.
—¿Bien?
No vienen más golpes. Espero, tensa, pero Miles solo espera.
Recuerdan que no me gusta no ver. Asiento con la cabeza, con los ojos
llenos de lágrimas.
—¿Lágrimas buenas o lágrimas malas? —pregunta Miles.
—Buenas —jadeo.
Vienen más golpes, estos más fuertes. Me tenso, pero los acepto. El
dolor me recorre, mezclándose agradablemente con el placer, enviando
un zumbido a través de todos mis nervios.
Siento a Sawyer jugando con mi ano, y automáticamente tenso.
—Oh, no. —Sawyer me escupe, frotando sus dedos alrededor de mi
culo—. No puedes excluirme. Ya no.
Presiona un dedo contra mí y gimo.
—Miles. Cómela.
—Con mucho gusto. —Miles se deja caer debajo de mí y hago una
pausa mientras agarra mi clítoris entre sus dientes y tira.
¡Bofetada!
—Di, perdón por huir, papi.
—Jódete —gimo.
El mordisco en mi clítoris hace que todo mi cuerpo se estremezca. Si
no fuera por los dos pares de manos que me agarran, habría salido
corriendo.
Golpe, golpe, golpe. Sawyer golpea el mismo lugar una y otra vez,
provocando un dolor ardiente en mi trasero. Levanto la vista y veo a Ryder
observándolo todo. Las bofetadas no cesan, y grito intentando escapar. No
me dejan.
Se siente increíble, pero me falta algo. Quiero que Ryder se una.
Ryder inclina la cabeza y baja lentamente la mano para bajarse los
pantalones y sacarse la polla. La punta brilla en la tenue luz y se me hace
agua la boca.
El dolor hace que me lloren los ojos y las lágrimas me resbalan por la
cara. Él gime.
—¿Qué, demasiado cobarde para unirte? —pregunto.
Es el movimiento equivocado. O el correcto, no lo sé. Pero Ryder está
sobre mí en un instante, tirando de mi cabello hacia atrás y golpeando su
enorme polla en mi cara.
—¿Quieres ahogarte con mi polla, niña? —Su voz es grave y baja—.
¿Ver que tan lejos puedes llegar en los tatuajes de mis hombres? —Él tira de
nuevo—. Tal vez te deje retroceder para tomar aire, tal vez no. Las niñas
malcriadas no merecen respirar.
Ryder aprieta sus dedos en mi cabello y mi boca se abre en un
gemido. Pone su polla en mi lengua.
Lo llevo a mi boca y gimo mientras su sabor me llena. Lamo su cabeza
y bajo por su eje. Él gime, apretando más su agarre sobre mi cabello.
Miles y Sawyer continúan jugando conmigo, Miles comiéndome y
Sawyer usando su polla para burlarse de mi apertura.
Estoy tan excitada que no puedo evitarlo.
—Ya es suficiente —gruñe Ryder—. Me toca elegir el juego. —Y con
eso, mete su polla en el fondo de mi garganta.
Inmediatamente tengo arcadas. Ryder no se rinde, y empuja más
hacia adentro y gime mientras mi cuerpo se aprieta alrededor de él,
tratando de amordazarlo.
—Sí, niña bonita —gime—. Ahógate conmigo. Ahógate con la polla
de papi.
Ryder retrocede lo suficiente para que pueda tomar aire, y cuando lo
hace, Sawyer empuja hasta el fondo de mi trasero.
Grito, y Ryder me la vuelve a meter hasta el fondo de la garganta. Me
recoge el cabello y me toca la nariz.
—Ojos, Cali. Mírame.
Parpadeo hacia él, apenas capaz de ver su mirada oscura a través
del baño de lágrimas.
—Sí —gime Sawyer—. Tómanos a todos como a una putita sucia. Mira
a nuestra puta. Te ves tan hermosa tomándonos así.
Miro y veo a Miles jugando consigo mismo. Estoy al borde de otro
orgasmo. Ryder al negarme periódicamente el aire hace que todas las
sensaciones vengan con más fuerza. Siento su polla moverse y sé que lo está
disfrutando por lo rígido que está todo su cuerpo.
¡Zas! Sawyer me da una bofetada justo cuando Miles me pellizca el
clítoris de nuevo, y me deshago. Me desintegro en la boca de Miles,
temblando e intentando gritar alrededor de la polla de Ryder.
—Joder, Cali. Sí. —Sawyer embiste dentro y fuera de mí. Ninguno de
ellos cede, empujándome hacia otro orgasmo. Me vengo de nuevo, este es
más sensible, más poderoso y más doloroso.
Grito alrededor de la polla de Ryder, y él retrocede por completo,
temblando. Jadeo por aire, tratando de recuperar el aliento. Miles continúa
atacando mi clítoris y duras sensaciones me atraviesan.
—Por favor no más.
—Oh, perdiste el derecho a dejar de venirte cuando huiste, conejita.
Apenas comenzamos.
Y no miente. Juegan conmigo, y Ryder me folla la cara hasta que me
tiemblan los brazos y se me ponen los ojos en blanco. En un momento dado,
Miles se corre en toda su mano, se acerca y me lo unta en las tetas. Ryder
me golpea la mejilla para mantenerme despierta, pero la neblina de la falta
de oxígeno y el dolor me tiene tensa.
Me corro de nuevo, dolorosamente, llorando y moqueado alrededor
de la polla de Ryder. Con un gemido apenas contenido, sale bruscamente
de mi boca, corriéndose en mi rostro. Jadeo y me desplomo sobre mis codos.
Sawyer empuja dentro de mí una vez más antes de correrse también. Él se
retira y se viene sobre mi espalda.
Me bajan con cuidado y me apartan el cabello de la cara. Estoy
pegajosa, cubierta de semen y tan agotada que no paro de cerrar los ojos.
—Buena chica, lo hiciste muy bien. Duerme. Cuidaremos de ti —dice
Miles.
—Cuando despiertes, serás nuestra para siempre. Entonces no habrá
escapatoria —susurra Sawyer.
Lucho por mantener los ojos abiertos.
—Duerme, niña bonita. Y entonces el verdadero castigo podrá
empezar.
La oscuridad me alcanza.
90
Cali

Me muevo, sintiendo unos brazos a mi alrededor.


—Shhh, te tengo —susurra Miles—. Duerme.
El mundo se balancea, y de repente me envuelve su aroma a coco.
Me aprieto contra su pecho, gimiendo. No estoy dormida, pero estoy
totalmente agotada por la adrenalina y los orgasmos.
—¿Está dormida?
—Sí.
—Llévala al auto. Yo tomaré sus cosas.
Las voces son ásperas. ¿Mis cosas? ¡Mi gato! Abro los ojos de golpe.
Las luces pasan por encima de mí mientras Miles me lleva por las escaleras
del hotel.
Él dice:
—Vamos por Weiner, no te preocupes
Me estoy despertando lentamente, pero no estoy completamente
despierta hasta que Miles me mete en una camioneta y se sienta a mi lado.
Me enderezo y miro alrededor del extraño auto.
—¿A dónde vamos?
—A casa. —Miles se inclina para sujetarme con el cinturón.
Casa. Ni siquiera sé qué es un hogar. ¿Qué significa eso? ¿Su casa o
la mía? ¿Y la mía era realmente un hogar de todos modos? No hay nada
que me ate a ese apartamento ahora.
Los otros dos bajan rápidamente con un transportador de gatos que
nunca había visto, con Halloweiner dentro. Lo ponen todo en el asiento
trasero.
Sawyer se desliza junto a mí.
—¿Lista para la segunda ronda, conejita? —Se ve desgastado y
cansado.
Mi voz sale ronca.
—¿Segunda ronda?
Ryder se aleja de la acera.
Sawyer mira directamente al frente, evitando el contacto visual
conmigo.
—¿Oh, pensaste que el juego había terminado?
—¿Es por eso que han vuelto por mi? ¿Por el juego?
Un músculo se tensa en su mandíbula.
Trago saliva. La tensión es muy fuerte. Llevo toda la semana queriendo
decirle muchas cosas, incluso algunas palabrotas enojadas, pero todo se
me queda dentro y no sé qué decir.
Sawyer ni siquiera me mira. No grita, no ruega por perdón, nada. Mi
pecho se contrae.
Ryder parece inexpresivo. Trago saliva, y parte del subidón del
orgasmo se desvanece.
Quizá no significaba tanto para ellos como yo creía. Cada
conversación falsa que he tenido conmigo misma esta semana giraba en
torno a una cosa: estaban completos sin mí. No soy parte de esta familia, así
que, ¿por qué han regresado por mí? ¿Sawyer no podía soportar perder?
La ira me llena, pero sobre todo hacia mí misma. Por supuesto que
sobreestimé mi papel en este juego. Ellos son los cazadores, y yo soy la presa.
Nada más.
Sawyer lo confirma al no mirarme.
Miles pone su mano en mi muslo, frotando su pulgar de un lado a otro.
Carraspea.
—Cali...
—No hablemos. —Mirar por las ventanas a ambos lados requeriría que
los mire, así que en cambio, miro directamente hacia el parabrisas.
Miles se tensa, pero hace lo que le pido. El viaje es silencioso. No estoy
segura de adónde vamos, y honestamente, no estoy segura de que me
importe. Joder, soy una idiota.
Cuando llegamos a un aeropuerto, intento contener las lágrimas y eso
me enoja aún más. ¿No puedo perder con dignidad, tengo que
avergonzarme llorando?
Miles se mueve para enfrentarme.
—Oye, oye. ¿Estás bien?
Suena genuinamente preocupado, y no puedo evitar soltar un sollozo
ahogado. Aquí viene la vergüenza.
Sawyer me lanza una mirada oscura.
Intento apartarlos a los dos y salir del coche para que no me vean
romperme, pero Miles me bloquea con su enorme cuerpo.
—¡Cali! ¿Qué pasa, bebé?
Sollozo con más fuerza.
—¿Está herida?
De repente, siento unas manos sobre mí, que me giran la cara hacia
Sawyer. Me tapo los ojos con las manos.
—¿Bajón de sumisión?
La abrumadora sensación de dolor me golpea en el pecho, y no hay
forma de luchar contra ella. Me inclino sobre mis rodillas y empiezo a sollozar
con fuerza.
—Háblame.
No puedo hablar. Lloro y lloro hasta que el dolor cede lo suficiente
como para que la mortificación se filtre. Miles me frota la espalda. Mi
respiración se convierte en hipo.
Los hombres están en silencio. No creo que pueda levantar la cabeza
para mirarlos. Ni siquiera sé qué decir. ¿Quería que fuera más? ¿Quería que
se preocuparan por mí más que por el estúpido juego? Dios, soy una idiota.
Una idiota.
91
Sawyer

Aprieto tanto la mandíbula que me duele. Cali no nos habla. Parece


devastada por estar de vuelta con nosotros, y eso me destroza por
completo.
Quería decirle todo lo que había ensayado frente al espejo. Pero
cuando subimos al coche, y ella se sentó a mi lado, respirando y siendo real,
de repente el miedo me golpeó. ¿Y si no siente lo mismo? ¿Y si se ríe en mi
cara? Después de mi madre, nunca he dejado que otra mujer entre.
—Tenemos que irnos —dice Ryder suavemente.
—De acuerdo. —Vuelvo a centrarme en los negocios. Tenemos un
vuelo que tomar. Me da algo que hacer que no sea sentirme incómodo. Me
encargo de las cosas de Cali para el avión. Miles la lleva a las escaleras, y ni
siquiera se opone a él.
Y eso duele. Preferiría que luchara en lugar de llorar y rendirse. ¿De
dónde diablos salió esto?
El viaje en avión es silencioso. Cali se acurruca en uno de los asientos
y no nos dice nada. Paso mi mano por mi cabello por centésima vez.
¿Hicimos algo mal? ¿Estaba ella feliz sin nosotros? Dios, parecía tan
emocionada de vernos en el bar. Casi me vengo en los pantalones al ver la
mirada de miedo y lujuria que cruzó su rostro.
No llegamos a tiempo. Ya estaba lista para dejarnos. Ese pensamiento
me enfurece.
Cuando finalmente nos acercamos, Ryder me arrastra hacia la parte
trasera del avión.
—No puedo soportarlo más —susurra—. La tensión aquí dentro es lo
suficientemente gruesa como para cortarla. Tienes que hablar con ella.
—En caso de que no lo hayas notado, ella no quiere hablar.
Ryder cruza sus grandes brazos.
—¿Y por qué crees que es eso?
—¡No lo sé! —Mi pecho se contrae.
Ryder levanta una ceja.
—¿No lo sabes?
—No —siseo—. Si es tan obvio, ¿por qué no me pones al corriente,
grandullón?
Ryder suspira y se pasa la mano por la cara.
—Tienes que comunicarte, Sawyer. Dile cómo te sientes.
Mi instinto se retuerce.
—¿Cómo se supone que debo hacer eso?
—¡No lo sé! No puedo hacerlo todo por ti, Sawyer. —Ryder levanta las
manos en el aire—. Si realmente te importa, lo superarás y te disculparás.
Él regresa a su asiento. El miedo me invade. Cuando Miles y yo nos
peleamos, simplemente finjo que no pasó nada, y volvemos a vivir como si
nada hubiera pasado.
Me preparo. Puedo aprender a disculparme. ¿Verdad?
No creo que pueda soportarlo si me disculpo y ella se va de nuevo.
No puedo perderla... otra vez. No creo que sobreviva.
92
Cali

Observo por la ventana mientras descendemos. El sol de la mañana


brilla sobre una gruesa capa de nubes. Veo una isla en medio del océano
mientras descendemos a través de ellas. Está principalmente cubierta de
bosques, con algunos acantilados y algunas playas rocosas. La curiosidad
me llena. ¿Dónde estamos?
Cuando aterrizamos y el avión se detiene, Miles extiende su mano.
—¿Dónde estamos? —pregunto, levantándome sin su ayuda.
—En casa —dice simplemente.
Mi pecho se tensa. Quiero un lugar al que llamar hogar.
Salgo al asfalto. El aire es más frío y húmedo de lo que estoy
acostumbrada, el agua en el aire se adhiere instantáneamente a mi piel.
Miles agarra mi mano, apretándola más fuerte cuando intento jalarla.
Los otros hombres nos siguen mientras caminamos por un sendero hacia los
árboles. El suelo está mojado y cubierto de musgo, y hay rocas grises por
todas partes. Los árboles se abren en un claro donde se encuentra una
pintoresca casa de dos pisos. El techo es plano, las ventanas están rodeadas
por contraventanas y todas las luces están encendidas. Se ve cálido y seco.
A mi pesar, me encuentro atraída hacia ella.
Cuando llegamos a la puerta principal, no está cerrada con llave.
Sawyer la abre de un empujón.
—Bienvenida a casa, Cali.
Mi corazón se detiene.
Espera, ¿casa? ¿Como en mi casa?
Miles me empuja suavemente hacia adentro. Estamos en un pequeño
vestíbulo adjunto a un pasillo. Me detengo. Miles me empuja por el pasillo
donde se abre una sala de estar a la derecha. De repente, me golpea un
olor familiar. Huele a manzanas y arándanos. Como en mi apartamento. Me
volteo.
Miles me regala una sonrisa gentil.
Ryder pasa junto a nosotros con el equipaje.
—Tendrás que quitarte los zapatos en la sala de estar, Cali. Los pisos
son de tatami.
Miro hacia abajo. Parecen esteras de paja tejida.
—Aquí, yo me encargo de eso. —Miles toma el equipaje de Ryder y
comienza a subir las escaleras con Sawyer. Pobre Halloweiner está aullando.
—Yo me ocuparé de él —dice Miles—. Tenemos un espacio arriba
para que se acomode.
De repente, se han ido, y me quedo sola con Ryder. Se ve tan bien
como lo recuerdo, con un aura peligrosa a su alrededor. No estoy segura de
dónde estamos parados, y me muevo incómoda.
—¿Tienes hambre? —pregunta Ryder.
Realmente tengo mucha hambre. Asiento con la cabeza. Él me lleva
a la cocina. La planta baja tiene forma de un gran cuadrado, con las
escaleras que conducen al piso de arriba en el medio.
—¿Qué quieres? —Ryder abre la despensa.
—Uh, lo que sea. —Me deslizo hacia la mesa del comedor y miro
alrededor.
Él me lanza una bolsa de papas fritas.
—Come eso mientras caliento algo de comida de verdad.
La abro vacilante mientras él calienta algo en el microondas.
Miro hacia la mesa.
—Seguí tus reglas, ¿sabes?
—Lo sé.
Levanto la mirada hacia Ryder. Me está mirando con calor en los ojos.
El microondas suena. Él me mira por un segundo más antes de abrirlo.
Como mi comida en silencio por un rato. Él me observa en silencio. Es
inquietante.
—¿Podrías dejar de hacerlo? —murmuro.
—¿Dejar qué?
—Dejar de... mirarme.

Ryder levanta una ceja.


—¿Por qué?
—Porque —gruño mientras el calor me recorre—. Es raro.
Resopla. Vuelve a reinar el silencio, pero no siento el peso ardiente de
su mirada.
—¿Sabes que estaban destrozados por perderte?
Levanto la cabeza de golpe. Ryder me está mirando de nuevo.
¿Estaban...?
—Les conté sobre lo que pasó. —Ryder se mueve hacia el fregadero,
evitando mi mirada.
No estoy segura de dónde viene la pregunta, pero sale antes de que
pueda detenerla.
—¿Y tú?
La gran espalda de Ryder casi bloquea la pequeña ventana sobre el
lavabo, y se pone rígido con la pregunta.
—¿Y yo... qué?
Miro mi comida fijamente.
—¿Estabas destrozado? Prometiste que nunca te volvería a ver la
última vez que te vi.
Ryder baja la mirada hacia el fregadero. Está callado durante tanto
tiempo que no creo que vaya a responder. Luego dice suavemente:
—Tampoco soy bueno en esta mierda de la comunicación, Cali.
Tendrás que aceptarlo si estás con nosotros.
¿Debería simplemente aceptar que no hablarán conmigo?
Ryder dice en un tono tan suave que casi no lo escucho.
—Y esa fue la primera promesa que me alegré de romper.
¿Qué? ¿Está hablando en serio en este momento?
—Tomaré eso si has terminado. —Ryder señala mi plato.
—Oh, sí. —Me levanto, entregándoselo. Su cosa de los platos.
Ryder asiente, enjuagándolo inmediatamente.

—¿Hay... cuáles son las reglas con los platos para que sepa cómo
hacerlos bien?
Ryder me mira, sorprendido. Inmediatamente trata de ocultarlo.
—Oh. No, no te preocupes por eso.
Juego con una abolladura en la encimera.
—Está bien...
Vacila.
—Solo tengo... una cosa extraña con los gérmenes.
Me apoyo contra la encimera.
—Está bien. No tienes que explicármelo.
—No, tengo que hacerlo. —Respira hondo—. Los otros lo saben, así
que tú también deberías. Lo he tenido desde que era niño. Es difícil de
superar.
Pasos pesados bajan las escaleras, y Miles aparece por la esquina,
seguido de cerca por Sawyer.
—¿Lista para ver tu habitación? —pregunta Miles.
Miro a Ryder, luego vuelvo a mirar a Miles.
—¿Mi habitación? —repito. ¿Tengo... una habitación aquí? La tensión
en mi cuerpo se aligera por un segundo.
—Sí, vamos. —Sigo lentamente a Miles hacia arriba. Sawyer me sigue,
y siento su mirada en mi espalda. Mi piel se eriza. Siento la tensión no
expresada entre nosotros.
Miles me lleva directamente desde las escaleras hasta una gran
habitación llena de ventanas y un porche con salida, con vistas al bosque
neblinoso. Hay una cama king-size en la habitación, y es luminosa y aireada.
La habitación está llena de muebles claros, y me sorprendo. Encima de la
cómoda hay algunos adornos de mi apartamento.
Parpadeo. ¿Pero cómo...? Me acerco a ellos, pasando los dedos por
encima, luego me giro.
Miles levanta las manos.
—Fuimos a tu apartamento antes de traerte. No te enojes. Hay más
cosas en el baño y en el armario.
Sawyer cruza los brazos, apoyándose en el marco de la puerta.
—¿Enojada?
Miro las cosas de nuevo. La consideración hace que se me llenen los
ojos de lágrimas.
Miles se sienta en la cama.
—Tenemos que hablar.
Me tenso.
Se frota la nuca.
—Sawyer y yo queríamos... disculparnos.
Me congelo por completo mirando a Miles. ¿Acabo de escucharlo
correctamente?
—Hay algunas cosas sobre cómo nos conocimos que nos gustaría
cambiar —dice Miles—. No el llevarte, no me disculparé por eso. —Baja la
mirada, luego hace contacto visual—. Pero nunca te hicimos sentir como en
casa. No te dimos voz.
No puedo moverme. Ni siquiera puedo tragar. Esto va tan lejos de lo
que esperaba que estoy en shock.
Miro a Sawyer. Se ve incómodo y mira al suelo cuando me ve
mirándolo.
Miles continúa.
—Esto no es una excusa porque no hay excusa, pero creo que
deberías saber que yo... —Se aclara la garganta—. A veces me excedo. —
Toma aire—. El novio de mi madre mató a mi madre cuando yo era un niño.
La habitación se queda en silencio, e incluso Sawyer se tensa.
Miles se mueve.
—Eso es irrelevante, pero no quiero que nadie sienta lo que mi madre
sintió, así que... intervengo quizás incluso cuando no quieren que lo haga.
Mi estómago se desploma. Oh, dios mío.
—Miles, yo...
Me hace un gesto para que me calle.
—No te lo dije para que me compadezcas. No necesito tu compasión.
Solo estoy tratando de informarte. Y disculparme.
Cierro la boca. No sé qué decir. Mi cabeza está nadando en
respuesta.
Miles se levanta.
—No digas nada. Ninguno de ustedes. Solo... lo siento. Voy a ver a
Weiner.
Y se va, dejándonos a Sawyer y a mí.
Todavía estoy congelada, tratando de entender qué está pasando.
¿Estoy soñando? No están actuando normal. Quiero decir, lo están, pero
nunca he visto este lado de ellos antes.
Sawyer permanece allí durante mucho tiempo, luciendo incómodo y
observándome.
Hay tantas cosas que podría decir, pero no estoy segura de qué. Me
aclaro la garganta.
—Supongo que... nunca te agradecí por traer a Weiner.
Sawyer pone los ojos en blanco.
—Es un descarado.
Bufo.
—Sí.
—Se adapta a su dueña. —Sawyer levanta una ceja.
Me río y me volteo para mirar la cómoda. Ya está llena de mi ropa.
—¿Ustedes trajeron mis cosas? —Me dirijo al baño.
Me sigue, apoyándose en el marco de la puerta del baño.
—Sí.
Mis cosas para el cabello están en la encimera. Reviso el cajón.
¡Tengo un cepillo de dientes! Eso me llena de más emoción de la que
debería.
—Aunque puede que te falten algunas bragas.
Le lanzo una mirada de reojo a Sawyer que carece de fuerza.
—Pervertido.
Él me mira aburrido.
—Los prefiero usados. Te dejé lo justo para que me hicieras ese favor.
Paso junto a él y lo choco con el hombro mientras avanzo. Exploro el
resto de la habitación, encontrando artículo tras artículo escondido, y
cuando se vuelve demasiado, exploró el balcón.
Sawyer sale después de mí. Me apoyo en la barandilla, mirando el
bosque. No hay hojas en los árboles, pero el musgo llena el bosque de verde.
Sawyer dice:
—Sabes, típicamente cuando recorres la casa de alguien, es fácil
tener una idea de quiénes son.
Le echo un vistazo. Se ve tan guapo como lo recuerdo, su cabello
recogido en un moño, mostrando su afilada mandíbula y su oscuro vello
facial.
—La tuya fue diferente. —Los ojos azules de Sawyer miran hacia el
bosque—. Tenías un montón de cosas antiguas de tu infancia que ya no eran
tu estilo. Algunas cosas que eran regalos. Mierda aleatoria. Nada que gritara
Cali.
Hago una mueca de dolor y miro hacia el bosque. Por aquel
entonces, pasaba la mayor parte del tiempo en las redes sociales o
peleándome con Ben. No tenía una personalidad más allá de sobrevivir el
día a día. No podía. Solo estaba tratando de sobrevivir.
Sawyer dice suavemente:
—Creo que has estado huyendo mucho antes de conocernos.
Aprieto la mandíbula.
—Somos más parecidos de lo que piensas —dice Sawyer, mirándome.
—¿Sí? —pregunto.
—Sí. —Él mira sus manos, rascándose la piel alrededor de sus uñas.
Puedo oír vagamente a los hombres hablando abajo.
—Espero... —Sawyer se detiene—. Sé que no he sido el mejor. No
cuando se trata de tenerte, no me disculparé por esa mierda, y no te dejaré
ir, incluso si lo pides. —Me lanza una mirada oscura—. Pero, con las otras
cosas de las que habló Miles.
Me giro para mirarlo. Sawyer aprieta la mandíbula. Es extraño verlo tan
incómodo.
—¿Como qué? —Cruzo los brazos.
Él dice:
—Mierda, esto de hablar es difícil.
—¿Como qué, Sawyer? —Arqueo una ceja.
Se aclara la garganta, luego se voltea para mirar los árboles.
—No te escuché e hice que quisieras huir de nosotros. De verdad. Y
por eso, lo siento. —Aprieta las manos.
—Quiero empezar de nuevo. Lo haré mejor. Quizás aquí, puedas dejar
de huir. —Se gira para mirarme, con sus ojos azules clavados en mí—. Porque
yo dejé de correr cuando te conocí. Contigo, el juego se volvió realidad. Y
por una vez, estuve cómodo viviendo ahí.
Sus palabras me envuelven como un abrazo. He visto muchas
versiones de Sawyer, pero esta... esta parece la más genuina. En contra de
mi voluntad, las lágrimas llenan mis ojos. Joder.
Sawyer dice suavemente:
—Así que debes saber que queremos que este lugar sea un sitio seguro
para que te encuentres a ti misma. Y quizás cuando dejes de huir de ti
misma, dejarás de huir de nosotros.
Parpadeo. No sé cómo responder a eso. Porque quiero dejar de huir.
Lo deseo muchísimo.
Sawyer se endereza.
—Jesucristo, eso fue más difícil que dispararle a alguien.
Resoplo. No puedo evitarlo. No es gracioso, pero todo el estrés de
todo me supera.
Sawyer me lanza una mirada maliciosa.
—Preferiría matar a alguien.
Me doy la vuelta para entrar, ocultando una sonrisa.
—Estoy segura.
—Oh. —Sawyer me sigue—. Por cierto, espero que sepas que aún no
has terminado de ser castigada. Ni por asomo. De hecho, prepárate, porque
tenemos otro juego. Si quieres jugar.
—¿Qué?
Sawyer va a mi armario y saca un montón de ropa cubierta con
zapatillas para correr.
—Póntelo y cuando estés lista, baja las escaleras.
Lo miro a él y a la pila de ropa.
—¿Es un disfraz de animadora?
Sawyer simplemente me guiña un ojo y sale, cerrando la puerta tras
de sí.
93
Cali

Las prendas resultan ser leggings de color naranja brillante y una


chaqueta amarillo neón, sin sostén, y el material es absorbente. Bajo vestida
con ello.
Los tres hombres están alrededor de la mesa de la cocina. También se
han cambiado y llevan ropa oscura. Me miran hambrientos. El ambiente ha
cambiado. Siento como si hubiera caído en una trampa y me detengo.
—Hola, conejita. —Sawyer sonríe lentamente—. Nuevo juego.
Mi estómago se contrae, pero también siento emoción.
—Tienes una ventaja de treinta minutos. Puedes ir a cualquier parte de
la isla. Si te atrapamos, haremos lo que queramos contigo. —Sawyer desliza
un mapa por la mesa—. Hay una cabaña en la isla. Es una zona segura.
Agarro el mapa.
—Oh, Ryder también está jugando, así que aquí tienes. —Miles deja
caer un gran cuchillo de caza sobre la mesa. Levanto la mirada
rápidamente hacia Ryder. Me guiña un ojo.
—Tic tac, conejita. El tiempo empieza ahora —dice Sawyer.
El corazón me da un vuelco. Tomo el cuchillo y corro hacia la puerta
principal. Sus gritos de aliento y silbidos me siguen. Y me siento llena de
alegría y satisfacción.
Una vez afuera, me golpea la humedad de nuevo. Me detengo en
seco y miro el mapa. Mierda, no sé leer uno de estos, pero me dirijo en la
dirección en la que creo que está marcada la cabaña segura. Está cerca
del borde de la isla, y llego a la playa para no tener que correr por el bosque.
La euforia me recorre. Dos pueden jugar este juego.
Me lleva más tiempo del que me gustaría encontrar la cabaña. Es una
pequeña cabaña de jardín ubicada en un grupo de árboles, casi invisible
desde la línea de la costa. Mi corazón late con fuerza, y respiro agitada. Sé
que esperan que entre en ella. Así que me acerco y sostengo la puerta
abierta. Dudo. Va a ser imposible esconderse con esta ropa, y ellos lo saben.
Me debato durante un minuto, luego me la quito y la tiro dentro, dejándome
sólo en bragas. Me adentro en el bosque en busca de un lugar donde
esconderme, ni siquiera tengo frío de tanto correr.
Cuando veo movimiento, es una forma grande y silenciosa justo
dentro de la línea de árboles. Contengo la respiración. Ryder. Se desliza
hacia adelante, con los ojos fijos en la cabaña. Está cubierto por una fina
capa de sudor, pero su respiración está completamente controlada. Sonríe
al ver la puerta abierta. Para llegar allí, tiene que pasar justo por mi
escondite. Me quedo agachada, con el corazón palpitante.
Tan pronto como pasa junto a mí, me levanto de un salto.
Ryder se agacha y da media vuelta. Tengo demasiado impulso y
choco contra su cuerpo, inclinando mi cuchillo hacia su costado.
—No te muevas.
Ryder se ríe, pero obedece.
—Oh, pequeña y bonita mujer. ¿Qué vas a hacer con ese cuchillo?
Jadeo.
—Te cortarte si no tienes cuidado.
En un movimiento demasiado rápido para que pueda combatirlo,
Ryder se zafa de mi agarre y se me echa encima, empujándome al duro y
helado suelo. Su fuerte mano me agarra la muñeca con el cuchillo.
—Desde el momento en que me hablaron de ti, supe que ibas a dar
problemas.
—¡Quítate de encima! —grito, luchando por escapar. Pero es a
medias. Ryder se levanta sobre sus antebrazos, dejando solo el peso
suficiente sobre mí para mantenerme inmovilizada.
—¿Y si me gustan las mujeres indefensas y a mi merced?
—Suenas igual que Sawyer —siseo.
La voz de Miles viene desde detrás de mí.
—Contagia a la gente.
Giro el cuello para mirar, y Ryder aprovecha esa oportunidad para
arrancarme el cuchillo de la mano y colocar la fría hoja en mi cuello. Miles
se para sobre mí, sonriendo.
—De múltiples maneras.
—¿Dónde está? —gruño, mirando alrededor lo mejor que puedo sin
mover el cuello.
—Aquí, conejita. —Sawyer entra en mi campo de visión. Se frota la
polla—. Casi me vengo viendo a mi chica desnuda saltar sobre mi novio
agitando un cuchillo. —Sawyer se agacha, mirándome a los ojos—. Córtale
un poco la próxima vez, ¿quieres?
Siento mi pulso latir en mi cuello y observo la mirada oscura de Ryder.
Su pupila negra casi ha superado por completo al marrón.
—¿Estás lista para tu castigo?
—¿Por qué? —Entrecierro la mirada.
—Por correr —dice Sawyer simplemente.
—¡Me dijiste que lo hiciera! —Forcejeo ligeramente, y él solo gira el
cuchillo para que la parte plana esté contra mi cuello y presiona sobre mi
tráquea.
—¿Simplemente haces todo lo que te dicen? Puedo jurar que has
luchado contra nosotros en todo momento.
Forcejeo para mover mis piernas, pero mi coño está caliente y
palpitante. No puedo superar cuánto me afecta su cercanía. Sawyer se ríe
de mis patéticos intentos.
Ryder gruñe sobre mí:
—¿Tanto quieres alejarte?
Se levanta, y de repente, el enorme peso sobre mí desaparece.
—Ve. Corre.
Me levanto de un salto. Me rodean con sonrisas depredadoras.
Sawyer gruñe:
—Corre, Cali.
Lo hago. Vuelvo a correr hacia el agua. El miedo corre por mi sangre,
y atravieso la línea de árboles antes de ser atrapada de nuevo y arrastrada
hacia atrás contra un pecho.
—Qué obediente eres, mascota. ¿Estás lista para llorar por mí?
Ryder me arroja al suelo, y me detengo en la arena, dándome la
vuelta para enfrentarlo. Se para sobre mí, desabrochándose lentamente los
pantalones. Los otros dos me rodean, así que mis vías de escape están
bloqueadas. Aunque en realidad no correría de nuevo. Mi boca se hace
agua, y digo débilmente:
—Detente.
Miles se ríe.
—Al menos finge que lo dices en serio, Cali.
Ryder se arrodilla y me da la vuelta. Inmediatamente me pone boca
abajo con una mano pesada en la parte baja de la espalda.
Ryder se inclina sobre mí.
—Sawyer tiene su marca en ti. Voy a agregar la mía.
¿Qué? Empiezo a forcejear de verdad esta vez, pero solo me hundo
más en la fría arena.
—Llora por mí, y haré que se sienta bien.
El miedo me recorre de verdad, pero se encuentra con un torrente de
humedad en mi coño.
Voy a mirar detrás de mí otra vez, pero Miles me agarra de la barbilla,
obligándome a mirarlo.
—Seré tus ojos.
Siento que Ryder me arranca las bragas.
—Te voy a follar mientras te pongo mi nombre, Cali.
Miles dice:
—Ahora va a penetrar ese coño caliente desde atrás, Cali.
Siento la polla de Ryder presionar contra mi coño. Forcejeo para
alejarme, sintiendo los granos de arena contra nosotros. Jadeo.
—La arena.
—Duele, ¿verdad? —Ryder se introduce en mí con un solo golpe, y
grito, el estiramiento de su polla y la arena cortándome.
—Buen trabajo. Eres una buena chica. —Miles me acaricia un lado de
la cara. Aprieto a Ryder, que gime. Espera un minuto mientras me estiro,
luego se retira y me penetra de nuevo. El dolor se mezcla con el placer y el
miedo, y gimo intentando mirar hacia atrás.
—Ojos en mí, Cali —exige Miles. Lo miro. El rocío se ha acumulado en
sus pestañas—. Eres una buena chica. Estás a salvo. Te mantendremos a
salvo.
Ryder embiste dentro de mí, aumentando mi dolor y placer. Sawyer
está parado sobre nosotros, acariciándose la polla.
—Cali —dice Miles—. ¿Confías en nosotros?
Miro entre él y Sawyer. Mi primera reacción es el miedo, pero después
de nuestra conversación en la casa, los miro a ambos a los ojos y asiento.
Miles sonríe suavemente, luego asiente hacia Ryder.
Un dolor punzante se clava en mi nalga derecha. Grito, saltando.
—Así se hace, déjame escucharte —gime Ryder.
El dolor vuelve a llegar, cegador. Siento que mi carne se desgarra.
Aguanto la respiración todo el tiempo que puedo, luego suelto un gemido
agudo.
—Joder. —Ryder embiste contra mí.
—Lo estás haciendo muy bien, Cali. Ya casi ha terminado. —Miles
todavía sostiene mi barbilla, acariciando mi mejilla con su pulgar.
Grito mientras el dolor me atraviesa de nuevo.
—Ya terminaste. Todo ha terminado.
—Maldición, sombra. Tu culo se ve bonito con sus iniciales.
Ryder me suelta la parte baja de la espalda y se sumerge en mí. Alarga
una mano para jugar con mi clítoris, moliendo pequeños trozos de arena en
mi carne sensible. Es demasiado. Son demasiadas sensaciones a la vez, y me
aparto para aliviarlas.
Ryder no me deja. Sigue penetrándome, y el placer me invade en
contra de mi voluntad. Juega con mi cuerpo lo suficiente como para
excitarme más y más. Mi cuerpo se tensa a su alrededor, y me vengo en una
explosión de dolor y placer. Grito, el zumbido y la euforia me inundan. Ryder
se detiene, viniéndose dentro de mí con un rugido.
—Buen trabajo, Cali. Eres nuestra chica perfecta —gime Miles.
Mientras bajo de la euforia, Ryder se aparta de mí.
—De rodillas, Cali —demanda Miles—. Necesito sentir esa boca
perfecta en mí, tal como la primera vez que nos conocimos.
Obedezco encantada, moviéndome en la fría arena. El frío se mezcla
con el calor que recorre mi cuerpo, enviándome deliciosos hormigueos.
Miles ya tiene su polla fuera, y lo tomo ansiosamente en mi boca.
—Yo también, Cali. —Sawyer se acerca junto a él, y tomo su polla en
mi mano. Hay arena por todas partes en mi mano, y trato de quitarla.
—No. —Sawyer toma mi mano—. Haz que duela, Cali.
Miles se mete hasta el fondo de mi garganta y lo miro fijamente. Echa
la cabeza hacia atrás, con los abdominales flexionados. Los dos gimen y mi
coño se hincha al saber que les estoy dando placer a los dos. Paso de uno
a otro, chupando a uno y luego al otro con avidez. Casi me vengo solo con
eso, moliéndome sobre la nada.
—Aquí. —Sawyer mueve su pie hacia mí—. Monta mi zapato.
Vacilo, luego me muevo torpemente hacia él, acomodándome sobre
su zapatilla para correr. Se siente áspero, suave y perfecto. Sigo chupando
y complaciéndolos mientras me froto. Me arden las nalgas y eso aumenta
las sensaciones.
Joder, creo que me voy a venir. Se me ponen los ojos en blanco.
—Vente para mí, nena —gime Sawyer, empujando su polla de nuevo
en mi boca. Se la chupo, cabalgando hasta el éxtasis. Me corro con fuerza,
el placer explotando por todo mi cuerpo. Sawyer se viene en mi garganta
con un grito, agarrándome del cabello y pulsando dentro de mí. Miles
también se pone rígido y se hincha en mi mano, eyaculando sobre mi cara
y el cuerpo de Sawyer.
Gimo. Es lo más caliente que he experimentado nunca. Sawyer me
aparta de él y, antes de que pueda desmayarme, Ryder me agarra. Me
levanta y me acuna contra su cálido pecho.
Tiemblo, acurrucándome en él.
—Maldita sea, Cali. Eres lo mejor que nos ha pasado —gime Sawyer.
Ryder comienza a caminar con nosotros de regreso por la playa. Los otros
hombres nos siguen, y me llevan de vuelta a la cálida casa.
Tiemblo cuando entramos, amando el calor. Ryder se sienta conmigo
en el sofá mientras Miles agarra un paño y un antiséptico.
Me siento en el suelo, apoyando mi estómago contra el sofá para que
él pueda limpiarme. Y por una vez, no me pone nerviosa.
Mis emociones están elevadas y revoloteando después de todo lo
ocurrido.
Sawyer se levanta.
—Tengo algo para ti, Cali —dice. Regresa sosteniendo una pequeña
caja y la pone en el sofá frente a mí. Me tenso y la abro lentamente,
jadeando.
Es mi collar, con un nuevo candado, este con forma de corazón. Tiene
tres inscripciones. Miro más de cerca. Una guitarra, una conejita y un gato.
—Esta vez, nunca más te lo quitarás —dice Sawyer suavemente—.
Porque eres nuestra para siempre.
Hago todo lo que puedo para contener las lágrimas mientras asiento.
—También quiero reclamarte —dice Miles—. Cuando te hayas
recuperado, Ryder nos dará tatuajes a juego. —Me acaricia el cabello—.
Guitarras. Ya que trajiste la alegría de vuelta a mi alma.
Mi garganta se siente apretada.
Miles se mueve.
—Cali, maldición, sabemos que no lo hemos hecho bien en el pasado.
Y no lo haremos bien en el futuro. Pero te queremos. Y esperamos que algún
día, tú también nos quieras. De verdad.
Los miro a todos, la esperanza y el miedo corriendo por mi corazón.
Porque, a pesar de todo, los quiero. Quiero conocer todo su pasado y que
ellos conozcan el mío, y jugar todos sus juegos retorcidos.
Considero no huir. Y por primera vez, no me llena de temor.
Me inclino y beso a Sawyer. Miles se inclina y me roba uno también,
luego Ryder.
—Está bien, suficiente con la cursilería. —Me río—. O me follan de
nuevo o me traen algo de ropa.
Los ojos de Miles brillan.
—Lo siento. Piernas rotas. No puedo conseguir nada.
Me río.
—Entonces, simplemente robaré las tuyas.
—Bien por mí —dice Sawyer guiñando un ojo.
—Ella usará las mías. —Miles mira alrededor, dándose cuenta de que
no tiene ninguna con él, se levanta y rápidamente se lanza hacia arriba.
—Ni hablar —gruñe Sawyer, comenzando a perseguirlo.
Miro a Ryder, y él pone los ojos en blanco.
—Eso nunca cambiará. Ahora, abre las piernas para que podamos
hacerlo de nuevo.
EPÍLOGO
Cali
Unos meses más tarde

—¿Podrías quedarte quieta? —Miles tira de mi cabello.


—No puedo. —Me muevo de nuevo, un delicioso cosquilleo me
recorre. Es el turno de Sawyer con el vibrador a control remoto, y el cabrón
lo está aprovechando al máximo.
—Mierda, Cali. Quédate quieta, joder. —Miles tira de nuevo y se
inclina para mirar su teléfono. Está probando una trenza nueva que dije que
me gustaba y ha dicho más palabrotas de las que había oído en mucho
tiempo.
Los hombres se han abierto más conmigo en los últimos meses. Incluso
Ryder me ha dejado lavar los platos. Y me ha contado sobre su madre. De
hecho, todos me han hablado sobre sus familias. Estaría mintiendo si dijera
que no se siente jodidamente bien. La policía todavía los está buscando, así
que no hemos podido volver, pero está bien. Hemos hecho un hogar aquí y
soy más feliz que nunca.
El vibrador vuelve a cambiar de frecuencia. Miro a mi alrededor,
tratando de ver si puedo localizar a Sawyer.
De repente, se oye un grito de sorpresa desde el fondo del pasillo y
me sobresalto. Maldiciones coloridas llenan la casa y pasos pesados
avanzan hacia nosotros. Aparece Ryder.
—Esta maldita cosa. —Ryder lanza algo pequeño y oscuro hacia mí, y
salto. El objeto rebota en mi pecho. Es un ratón. Un maldito ratón.
Grito, lanzándome hacia arriba y arrancando mi cabello de las manos
de Miles.
—¿Qué demonios?
—Maldita sea, Cali —gime Miles—. Tendré que empezar de nuevo.
Ryder señala el ratón.
—Tu maldito gato acaba de dejar eso en mi cama.
El ratón no se mueve. Oh, Dios mío, ¿está... muerto?
Una risa profunda estalla, y Sawyer entra en la habitación desde la
cocina.
—¿Qué, asustado por un pequeño ratón, Ryder?
Ryder se endereza.
—¡No! Estaba en mi cama. No deja de dejarme cosas.
Sawyer sonríe con malicia.
—Awww, Ryder. No hay razón para tener miedo. Eres como cien veces
más grande que él. —Agarra el ratón con cuidado y va a tirarlo afuera.
Ryder cruza los brazos.
—No tengo miedo.
Sawyer me guiña un ojo mientras regresa, luego se vuelve hacia Ryder.
—Sabes, los gatos traen ofrendas cuando piensan que no puedes
cazar. Halloweiner cree que eres el más débil del grupo.
Ryder levanta una ceja oscura.
Sawyer se encoge de hombros.
—Es inteligente.
Ryder se mueve casi demasiado rápido para que pueda seguirlo,
lanzando a Sawyer al sofá junto a él. Intercambian algunos golpes fuertes,
piel contra piel.
—Jodidos niños —Miles me hace un gesto—. Ven aquí, déjame
terminar.
Observo la batalla de fuerza en el sofá frente a mí. Miles vuelve a
tirarme al suelo entre sus piernas.
Los hombres luchan hasta que Ryder logra inmovilizar a Sawyer en una
dolorosa llave de brazo. Ryder dice con voz aburrida:
—Relájate, Sawyer.
—Vete a la mierda —escupe Sawyer, haciendo una mueca de dolor.
Ryder se ríe. Se mueve lo suficiente como para jalar hacia abajo los
pantalones de ambos y se hunde lentamente en el culo de Sawyer.
Los observo y mi coño se calienta. Sé que Miles también está mirando.
Sus manos se mueven en cámara lenta.
—Ven aquí, Cali —ordena Ryder mientras penetra a Sawyer.
Miles termina rápidamente de arreglarme el cabello. Normalmente,
lucharía. Me obligarían a escucharlos, yo protestaría con patadas y gritos, y
luego follaríamos hasta que ya no pudiéramos más. Luego nos
desmayaríamos y comenzaríamos de nuevo.
Me enderezo.
—No.
Miles resopla detrás de mí.
—¿No?
Sawyer sonríe.
Me levanto y me alejo de ellos.
—No. Esta vez, ustedes me escucharan a mí.
Los tres hombres me miran. Un escalofrío me recorre el cuerpo ante su
atención. El afecto llena sus miradas, incluso en la lujuria. Mi cuerpo
hormiguea. Estos hombres se han vuelto más para mí en los últimos meses de
lo que nunca pensé que fuera posible. Y por primera vez en mi vida, creo
que podría estar a salvo, de la manera más insegura posible.
Me alejo de nuevo.
—Mi turno. Jugarán según mis reglas.
Sawyer resopla, y Ryder le da una palmada en el culo. Miles pone los
ojos en blanco.
Les guiño un ojo.
—¿Quieren jugar a un juego?
Wanna Play A Game? es el primer libro en la serie interconectada y
autoconclusiva, The Hunter’s Club.
SOBRE LA AUTORA

Alina May es primero una lectora y luego una autora. Los libros son su
pasión, especialmente los oscuros y desagradables. "Better Run" es su
primera novela, con más planeadas para su lanzamiento en 2024.

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