Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Los personajes y eventos que se presentan en este libro son ficticios. Cualquier
similitud con personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia y no algo
intencionado por parte del autor.
ISBN-13: 9781234567890
ISBN-10: 1477123456
Alexandra Moreno
BESOS CON SABOR A MUERTE
Dicen que cada uno se destruye a su manera; yo decidí
hacerlo en manos de un demonio de ojos grises: cruel,
sádico, egocéntrico, cínico y asesino por naturaleza. No, no
es una buena persona; no, no debes esperar nada bueno de
él. Nada, salvo una delirante tortura a base de sus adictivos
besos y sus infames caricias. Mi pecado fue haberme dejado
seducir por su sádica alma que calmaba el masoquismo de
la mía. Mi condena por pagar es la agonía más placentera
que jamás creí que pudiera llegar ha experimentar.
A todos mis lectores han estado a mi
lado desde el inicio y a lo largo del camino.
Por creer en mí y no rendirse conmigo.
A mi padre, por ser mi principal motivación
INTRODUCCIÓN
Me siento a mí misma
perdida en la lejanía.
As
As
Aisa
As
As
Aisa
Aisa
As
Son más de las tres de la madrugada y camino por las
calles de la ciudad. Es increíble el hecho de que aún haya
gente en la calle a estas horas, pero las hay, aunque la
mayoría son rameras, pandilleros y borrachos.
Camino hasta entrar en un bar y pido un vodka, sin
intención alguna de beberlo. Paso mis manos por mi cabello
con desesperación. ¿Qué fue lo que pasó conmigo?
«¡Cobarde!», se burla esa maldita voz dentro de mi
cabeza.
Aún no sé bien la razón por la que salí prácticamente
huyendo de la habitación de aquella idiota. Pero pude sentir
cómo sus manos, sus besos, su mirada… toda ella me
devoraba como un ardiente fuego, y yo temí quemarme en
ese fuego. ¡No debí dejar que me besara! ¡Debí apartarle!
¡No debí besarle yo! Jamás había sentido eso que ella me
hizo sentir con sus besos, por eso odio besar. ¡Por eso nunca
lo hago!
—¡Maldición! Debí controlarme…
«No necesitas controlarte… ¿Por qué hacerlo? Solo no
dejes que vuelva a suceder y así no volverás a confundirte».
¿Pero qué demonios hago con el deseo de poseerla, que
aún me quema por dentro?
«Sácalo… sácalo con un nuevo asesinato».
Sí, sí, eso haré…
Llevo tanto tiempo sin poder encajar mi cuchillo como
quiero, que hoy saciaré ese deseo. Salgo del lugar y camino
por las calles. Me acerco a lugares donde hay gente y los
estudio buscando una víctima.
—Hola… —escucho una voz de mujer detrás de mí.
Sonrío para mis adentros; la presa cayó sola en la trampa.
Me giro y me encuentro con una ramera que sonríe
provocadoramente—. ¿Te apetece compañía?
—Me encantaría.
Sigo caminando y ella me sigue de cerca. Una vez que
nos encontramos un poco retirados de la demás gente, la
tomo del brazo y la llevo hacia un callejón oscuro. Quiero
desaparecer el rastro que esa pequeña idiota dejó en mí e
impregnarme de uno nuevo, así que sin esperar nada voy
directo a mi objetivo. La acorralo contra la pared y desgarro
su ropa, a lo cual la chica me mira asustada y eso me
gusta… ¡Que me teman!
—Q-qué estás… —Tapo su boca antes de que continúe
hablando, juego con sus senos que quedan a mi disposición,
pasando el cuchillo alrededor de estos, y el miedo en su
mirada se incrementa, pero aun así no logro excitarme lo
suficiente.
—Es una lástima: el placer será solo para mí —digo antes
de colocar el cuchillo en su cuello. En este punto ella ya está
llorando.
Empujo el arma con fuerza, para que este atraviese su
piel. Las vibraciones que ocasiona el metal al abrirse paso
entre la carne hacen me estremezca de placer y sienta
cómo toda la tensión acumulada se vaya dispersando. La
sangre se derrama por mis manos y su textura me relaja
aún más.
Cuando retiro el cuchillo, el cuerpo de la chica cae. Es la
primera vez que mato a alguien de esta manera; es la
primera vez que me veo obligado a arriesgarme a que me
vean, y todo es culpa de esa chiquilla.
Miro el cuerpo en el suelo y me pregunto si ese estúpido
detective ahora sí tendrá algo para investigar como debe
ser. Por último, limpio mi cuchillo y camino de regreso al
hospital. Cuando llego y abro la puerta de mi habitación, me
quedo parado en el marco, mientras contemplo a la
pequeña idiota, que está en el suelo y recargada en la
cama. Trae puesta una larga bata que parece de abuelita.
De alguna manera lo agradezco, y como ahora lo que
menos quiero es verla y hablar con ella, doy media vuelta
con la intención de marcharme.
«Cobarde».
—¿As? —ignoro su voz y salgo, pero la siento venir tras
de mí.
—No me sigas.
—Necesito hablar contigo.
—¿Sobre qué? —Me giro hacia ella y la miro con fijeza.
Escruta mi cuerpo lleno de sangre y traga saliva, con
nerviosismo. Puedo ver en ella una extraña combinación de
emociones; miedo, y un ligero toque de decepción. Me
causa gracia; creo que a veces ella olvida lo que soy.
—Quiero que me expliques algo —dice finalmente.
—¿Quieres una explicación de lo sucedido hace un rato?
—Sonrío—. Si te preguntas el por qué reaccioné así,
realmente no hay mucho que decir. Solo me cansé de jugar.
—¿Qué quieres decir? —pregunta, enarcando una ceja.
—Bueno tú estabas provocándome con esa ropita que
usabas, así que quise castigarte y fingir que te deseaba.
Solo quería demostrar que puedo hacerte caer ante mí en el
momento en que se me dé la gana.
—Ya veo. —Me parece ver que el brillo de sus ojos se
desvanece, pero ella se queda ahí como si esperara otra
cosa—. No quería hablar de eso. No me importan las
razones por las que hiciste lo que hiciste. La verdad no me
interesa…
—Ah, ¿no? ¿Entonces qué es lo que quieres?
—Hablar sobre el día que asesinaste a mis padres —dice,
y esta vez soy yo quien eleva la ceja. Por nueva cuenta,
esta niña me sorprende. En verdad que pensé en todo,
menos en esto.
16
As... ¡te descubrí!
Aisa
As
Aisa
As
As
Aisa
As
El dolor de mi carne
es morfina a mi alma.
Aisa
As
Aisa
As
Aisa
Aisa
Aisa _ 11:33 pm :)
Aisa
Aisa
Aisa
As
Aisa
As
Aisa
As
Aisa
Aisa
As
Aisa
Aisa
As
Aisa
Aisa
Aisa
As
El delicioso castigo contra la pequeña lo dejo en segundo
plano, primero necesito encargarme de Marc, así que subo a
mi moto y salgo en su búsqueda. No tardo mucho en llegar
al edificio de departamentos debido a la velocidad a la que
iba. Una vez ahí, entro y corro por las escaleras en vez de
esperar el elevador, y al llegar abro la puerta con una
patada. Marc salta en su sitio por el estruendo, se pone de
pie y me mira con ojos bien abiertos.
—¿Dominik?
—Pues Santa Claus no soy.
—¿Por qué estás aquí? Es muy temprano para que estés
molestando.
—Dime dónde está Gretel.
—Oh, ya veo. Aisa fue con el chisme, de veras que no
entiendo a esa chica. No te preocupes, tu hermana está
bien.
—A ti te gusta tentar mi paciencia, ¿no es así, Marc? Con
tus estúpidos actos me pides a gritos que te mate.
—Pero no lo harás —dice con confianza.
—¡Deja de amenazarme con entregarme a la policía! ¿No
te das cuenta de que si me entregas tú caes junto conmigo?
Es más, lo más seguro es que no terminemos en la cárcel,
sino en el cementerio.
—Ah, ya lo sé… ¿Por qué estás tan molesto?
—¡Porque te burlas de mí y juegas conmigo!
—Sí, bueno…
—¡Deja de hacerlo o en verdad voy a matarte!
—Sabes que no lo harás, no mientras tenga en mi poder
a Gretel.
—Bueno ,estamos a mano, tú tienes a mi hermana y yo a
tu sobrina.
—¿Tienes a Aisa?
—Sí, y cuando regrese me voy a divertir mucho con ella.
—¡No te atrevas a tocarla!
—¡Quiero de vuelta a Gretel! ¡Quiero que a ella la dejes
vivir en paz! Si la dejas yo dejaré a tu sobrina.
—No puedo confiar en la palabra de un asesino.
—Tendrás que hacerlo. Además, la pequeña ahora no
confía en ti, así que no regresará ni aunque la deje libre. Es
tu culpa por ser tan impulsivo.
—No te daré de vuelta a Gretel hasta que me asegure de
que no me matarás.
—Eso será cuando esté muerto.
—Entonces esperaré hasta ese momento. No falta
mucho, ¿o sí? — Frunzo el ceño, paso por su lado y voy
directo a la habitación de la pequeña.
Empiezo a buscar por todos lados. Vacío todos los
cajones y hago un completo desorden hasta que encuentro
el mensaje del otro asesino dentro de un cofrecito. Después
de leerlo salgo del departamento con Marc siguiéndome de
cerca.
—¿Dónde está la sala de vigilancia? —pregunto.
—En la planta baja, ¿por qué?
—No hablaste con la policía sobre la carta, ¿cierto?
—Por supuesto que no, no quiero involucrarme en eso.
—¿Y así dices que te preocupa tu sobrina?
—Sí, por eso me la llevaré lejos de aquí.
Ignoro su comentario y me dirijo hasta la sala de
vigilancia, Marc distrae al guardia y yo busco las
grabaciones del día en que la carta fue entregada, pero no
está. Busco las de las cámaras de afuera, pero tampoco las
encuentro.
—Supongo que no eres tonto —digo, con una sonrisa
torcida—, pero tampoco te creas tan inteligente.
Sin más, me marcho.
Por ahora el estúpido de Marc se salva, pero tarde o
temprano me las pagará. Ahora solo quiero volver a donde
esa pequeña me espera, hay tanto que deseo hacerle y
gracias a la visita al tonto de su tío, mi ira está en un nivel
manegable.
Cuando estoy a unos metros de distancia de la casa,
logro ver la ventana hecha trizas, de inmediato corro hacia
allá, abro la puerta y descubro que la pequeña idiota se ha
escapado. Mi ira aumenta. Odio que se atreva a ir en mi
contra. En verdad odio eso, pero… al mismo tiempo vuelve
este juego más interesante.
—Está bien, jugaremos al gato y al ratón…
Una vez que la encuentre le haré suplicar mi perdón y yo
disfrutaré demasiado. En estos días he estado bajo mucho
estrés y ella será un buen método de relajación. Salgo
nuevamente y me dirijo a casa de América.
—¿Qué haces aquí? —pregunta nerviosa cuando abre la
puerta. Tal vez no debí ser tan violento frente a ella.
—¿Sabes dónde está la pequeña idiota?
—¿Aisa? Estaba contigo.
—Si te pregunto es porque ya no lo está.
—No la he visto, y con Amanda tampoco está ya que
hace un momento hablaba con ella.
—Bueno. —Doy media vuelta, pero América me detiene
del brazo.
—¿Por qué engañas de esa manera a Aisa?
—Porque me divierte. —Quito su mano de mi brazo.
—¿Qué le hiciste para que huyera de ti?
—No le he hecho nada… aún.
—Yo no entiendo qué se traen entre ustedes, parece que
se conocen demasiado bien. Actúan como si fueran esposos
con esas peleas y miradas cómplices, me confunden.
—Tú lo dices… es entre nosotros, así que no te interesa.
—Me dijiste que Aisa no te gustaba, pero siento que me
mentiste.
—Eso no es asunto tuyo.
—Dominik, ella tiene novio…
—Lo sé.
—En muchas ocasiones fuiste muy atento conmigo y creí
que te gustaba. Hiciste que albergara una esperanza y
ahora te comportas de esta manera tan fría.
—Lamento haberte confundido, solo estaba siendo
amable.
—¿No te gusto? ¿Ni siquiera un poco? —Pregunta con
mirada cristalizada, ¿por qué tuve que meterme en este lío?
—No, no me gustas, y no puedes obligarme, así que
guarda un poco de dignidad y deja de andar detrás de mí.
—No te molestaré más —dice con firmeza y después
entra a su casa.
Suspiro con alivio. Al menos tengo un problema menos.
Subo a mi moto y me dirijo a la antigua casa de la pequeña.
La busco con la esperanza de que esté ahí, pero no hay
rastros de ella. Entonces me dirijo al hospital, pero tampoco
está, y con Marc no ha regresado. Pienso que tal vez está
con su estúpido novio, pero no sé dónde vive. Con un humor
de perros regreso a mi casa y decido esperar al día
siguiente para ir al buscarla.
Aisa
Aisa
As
Aisa
Aisa
As
Aisa
As
Aisa
Aisa
Aisa
Aisa
As
Aisa
As
Aisa
Con admiración y tal vez un poco de miedo, contemplo
mi alrededor. Me cuesta creer que esta sea la habitación de
una niña de nueve años: dos de las paredes son de color
carmesí, y las otras dos son de color negro; hay muchos
cuadros y peluches de Jack Skellington; la colcha sobre la
enorme cama es carmesí; las almohadas son blancas,
negras y todas aterciopeladas, y hay una redondita con la
cara de Jack. Este personaje está esparcido en diferentes
figuras por toda la habitación. No hay peluches bonitos ni
muñecas, que sería lo más adecuado en la habitación de
una niña. Más bien hay un montón de cuadros con paisajes
góticos, todos en escala de grises, blancos y negros. Del
techo cuelgan figuras de murciélagos, y hasta hay telarañas
en las esquinas con arañitas de juguete; una habitación
bastante tétrica a mi gusto. Pero, conociendo a Gretel, debe
de ser perfecta para ella. Es una pequeña demente, muy
demente, que en verdad logra asustarme.
—¿Te gusta mi habitación? —pregunta Gretel al sentarse
en un sillón con forma de araña patas arriba, la cual hace
que me den escalofríos. Yo odio las arañas.
—Parece decoración de Halloween.
—Lo sé, me encanta.
—No lo dudo.
—¿Y bien? Dime cómo vas con Dominik.
—¿Cómo voy de qué? —Me cruzo de brazos y la miro con
desconfianza.
—No te hagas. Sabes de qué hablo.
—Gretel, ya te lo dije; entre tu hermano y yo no habrá
nada como un noviazgo y esas cosas. Mucho menos vamos
a casarnos.
—¡Tienes que atraparlo!
—¿Por qué te empeñas tanto en eso?
—Ya te lo dije: quiero vivir con ambos.
—Ve haciéndote a la idea de que eso no pasará —digo, y
arruga el entrecejo.
—Prometiste nunca dejarme. Yo quiero vivir con Dominik,
y si tú lo dejas… ¡te mataré! —Sus palabras suenan tan
convincentes que trago en seco. Pero después sonríe con
inocencia—. Es broma. Sabes que nunca lo haría. Pero sí
quiero que te cases con él.
¿Cómo puede decir algo así y seguir viéndose adorable?
Y aún más… ¿Cómo es que una niña como ella habla de esa
manera?
—Gretel… Te lo juro: no depende de mí, sino de tu
hermano.
—¡Haz algo para atraparlo!
—¡¿Cómo qué?!
—Ten un bebé.
—¡¿Qué?!
—He visto películas donde los hombres se quedan con las
chicas porque ellas están embarazadas.
—¡Yo no quiero tener un bebé! —me apresuro a aclararle
—. Soy muy chica para ser mamá. Además, dudo que tu
hermano se quede a mi lado solo por eso.
—Él es un hombre responsable.
—Sí, claro…
—¡Es verdad! Papá nos educó para que fuéramos así.
Dominik siempre fue un buen hijo y hermano, por lo que
creo será un excelente padre.
—No… definitivamente no tendré un bebé.
—¡Aisa!
—Gretel, no estoy lista para ser mamá, y además no
quiero tener un bebé solo para atrapar a un hombre… no es
apropiado.
—¿Hablas de cosas apropiadas cuando estás con un
asesino?
—Bueno, como sea, dije que no voy a tener un bebé, y
no, es no —digo firmemente, y Gretel se cruza de brazos
mostrándose enojada.
—¿Tengo que conseguir el esperma de Dominik y
metértelo cuando estés dormida? —Creo que mi cara de
horror es imposible de describir.
—¿Cómo es que sabes tanto de eso?
—Mamá me explicó todo sobre cómo vienen los bebés al
mundo. Aún estoy en la edad donde pienso que tener sexo
es asqueroso, pero cuando tenga quince perderé mi
virginidad con un chico muy guapo.
—Tú sí que tienes planeada tu vida, ¿eh? Pero dime…
¿Cómo vas a obtener el esperma de tu hermano? —
pregunto con la ceja arqueada.
—Ah… no lo sé —dice, encogiéndose de hombros—.
Puedo pedírselo.
—¡Gretel! Deja de ver tanta película rara.
—Ya sé que es mala idea. —Hace puchero y cruza sus
piernas—. Está bien, no habrá bebé, pero definitivamente
tiene que haber boda.
—Ya me voy. En serio que tus maquinaciones me asustan.
—Camino hacia la salida, Gretel me sigue con la mirada, y
cuando cruzo la puerta, escucho su risa, su infantil y
macabra risa.
Camino por el largo pasillo y cruzo media casa hasta
llegar a la habitación de As. Abro la puerta y sonrío cuando
me doy cuenta de que no ha llegado. Hace un rato se fue a
dar la vuelta por los viñedos, y yo voy a aprovechar su
ausencia para preparar la sorpresita que le tengo. Después
de darme un buen baño, saco de la maleta mi ropa interior.
No puedo evitar sonrojarme al ver un pequeño conjunto
compuesto por unas bragas de vinilo, con un agujero y un
brasier con cadenitas que rodean y cruzan mi vientre para
después unirse a la pequeña prenda de abajo. Saco unos
guantes de red y mis botas. Me apresuro a vestirme con el
corazón desbocado por el temor de que As llegue en
cualquier momento.
Cuando termino de vestirme, me miro al espejo y me
vuelvo a colorar. Estoy siendo demasiado atrevida, pero me
gusta cómo se siente. Me veo sexy, y seguro volveré loco a
As. Ese es mi objetivo. Antes de guardar la maleta de
nuevo, saco unas esposas falsas y las guardo debajo de la
almohada. Mis nervios se disparan cuando escucho pasos
cerca del rellano. Sin saber qué hacer, corro y me encierro
en el baño, me recargo en la puerta y pongo la mano en mi
pecho a la altura del corazón, que aún me late como loco.
Escucho entrar a As y sus pasos por la habitación. Cierro
los ojos y tomo una profunda respiración mientras busco la
forma de tranquilizarme. Me miro al espejo del baño una
última vez. Tomo otra bocanada de aire y me doy la vuelta.
Me asomo y me encuentro con As, sentando en la cama y
con la vista hacia el balcón por lo que me da la espalda.
«¡A por él y dale duro!».
Salgo con cuidado y me escabullo sin hacer ruido. Llego a
la cama y esta se hunde un poco cuando apoyo mis manos.
As me percibe, y cuando está por voltear, el pánico vuelve a
mí.
—¡No voltees! —grito. Me lanzo hacia a él y lo abrazo por
la espalda para que no me vea.
—¿Qué te pasa, pequeña? —pregunta, desconcertado.
—¡No quiero que me veas!
—¿Por qué?
—¡Me da vergüenza!
—Siento tu piel en mi espalda. ¿Estás desnuda?
—No.
—¿Entonces? —Hago un extraño ruidito a modo de
respuesta—. ¿Qué sucede? —pregunta con una risilla
divertida.
—Quería darte una sorpresa.
—Pues dámela.
—No, porque me da vergüenza.
—¿Pues qué es?
—¡Nada, olvídalo! —Trato de soltarlo para correr de
nuevo al baño; esto era más fácil en mi mente.
—¿Cómo que nada? —Toma mis brazos, tira de mí para
darme la vuelta y me deja sobre sus piernas. Tras
observarme, alza una ceja y esboza una sonrisa. —Vaya
sorpresa —dice y pasa su lengua entre sus labios.
—¿C-cómo me veo? —me atrevo a preguntar.
—Muy apetecible y comestible. —Río por las palabras
empleadas, y cuando él ríe conmigo comienzo a perder la
vergüenza.
—Entonces… ¿te gusta?
—¡Me encanta!
Me toma del mentón y me atrae hacia sí para besarme,
pero a escasos centímetros de lograr su objetivo me alejo.
Ante su mirada desconcertada, sonrío con picardía y me
paro de su regazo. Con el dedo índice le hago una seña para
que se ponga de pie y así lo hace. Sus ojos lujuriosos me
recorren completa. Ver todo ese deseo por mí me da la
confianza que necesitaba, y ahora ya no hay nada que me
detenga. Solo espero que a Gretel no se le ocurra
interrumpir otra vez, porque soy capaz de cumplir su sueño
y aventarla del acantilado para que tenga su muerte ideal.
As se acerca a mí, pone sus manos en mi cadera y
acaricia mi piel. Se inclina en busca de mi cuello, pero me
vuelvo a alejar para dejarlo con las ganas. Tomo sus manos
y hago que me acaricie mientras me muevo de manera
lenta y provocativa. Meneo mis caderas, deslizo mi cuerpo
cerca del suyo para incitarlo, y pronto puedo sentir su dura
erección.
Sigue moviendo sus manos por mi piel, parece un poco
desesperado e impaciente por someterme. Pero también
está expectante a cualquier movimiento mío, por eso me
deja llevar a mí el control de las cosas. Tomo el pliegue de
su playera y la saco de su cuerpo, después lo empujo para
hacerlo retroceder un poco. Acaricio con la yema de mis
dedos su piel, desde los hombros hasta su cinturón de
adonis. Le doy otro empujón y cae sobre la cama. Subo
sobre él, me toma de las caderas y nos lleva más al centro.
Me siento sobre su torso y me inclino hasta poder tomar sus
labios. Sus brazos intentan abrazarme, pero los sostengo y
los elevo por encima de su cabeza, entonces tomo las
esposas y lo ato a la cabecera de la cama. Cuando nota lo
que he hecho, sonríe contra mis labios y envía agradables
vibraciones a mi cuerpo.
—Andas muy traviesa, pequeña.
—¿Traviesa te gusta?
—¡Mucho más que eso!
Sonrío como estúpida y me retiro de él. Bajo un poco y
comienzo a besar su pecho. Lo hago lento, para dejar
pequeños besos en cada centímetro de piel. Paso la lengua
de vez en cuando y no puedo evitar sentirme poderosa
cuando gime. Curiosa, pellizco uno de sus pezones y le
arranco un fuerte gruñido, seguido de una pequeña risa. Yo
también río y lo vuelvo a hacer, pero esta vez me tomo el
atrevimiento de usar mis dientes, por lo cual ahora As suelta
un gruñido de placer.
—¡Quítame esto! —pide tironeándose.
—No.
—¡Necesito tocarte de manera urgente!
—Lo siento, la que va a disfrutar tocando seré solo yo.
—¡Pequeña traviesa!
—Relájate, As, y prepárate, que te haré morir de placer.
Su mirada logra encenderme de increíble manera.
Muerdo mis labios antes de colocarlos nuevamente sobre su
piel. Encajo los dientes y las uñas; se estremece y vuelve a
soltar otro gruñido. Empiezo a moverme con lentos y
sensuales movimientos. Llevo mis manos a mi cuello y lo
acaricio. Las deslizo por mis pechos hasta llegar a mi
ombligo.
Mis ojos están fijos en los de As, que parece hechizado
ante mí, y eso hace latir a mi corazón con fuerza. Me siento
sobre su entrepierna y me restriego de manera lenta.
—Joder… —murmura, y sonrío.
Continúo moviéndome. Paso mis manos por todo su
pecho desnudo. De vez en cuando encajo mis uñas o
muerdo hasta dejar marcas. Llevo mis manos hasta su
cinturón y comienzo a quitarlo. Deslizo el pantalón por sus
piernas y lo saco para dejar a mi sensual asesino solo en
bóxer. No puedo evitar reír por lo gracioso que se ve atado a
la cama y medio desnudo. Gateo sobre él, mientras muerdo
mi labio y lo miro de manera provocadora. Sus grisáceos
ojos no dejan de prestarme atención, están absorbidos por
mí en su totalidad y me trasmiten todo el deseo que hay en
ellos. Subo mis manos por sus piernas, llego a su bóxer y
acaricio el bulto de su erección. Vuelve a gemir y echa la
cabeza hacia atrás.
Me coloco sobre él y muevo mi cadera en círculos. Ambos
gemimos por la delirante sensación. Yo ya estoy
completamente mojada y solo deseo tenerlo en mí. Tomo el
resorte de su bóxer y lo bajo para después sacarlo de su
cuerpo; queda a mi merced. Lo excitante de la situación
hace que me ponga roja, y aunque quiera evitarlo no puedo,
siempre termino igual.
As sigue tironeándose, intentando zafarse de las esposas.
Gruñe cuando tomo su miembro entre mis manos y lo
acaricio; primero lento, después incremento el vaivén para
volver un ritmo más apagado. Me coloco en medio de sus
piernas y me agacho. Sin pensarlo, cierro los ojos, y abro la
boca para tragarme su grande y palpitante falo. Muevo la
lengua y lamo toda su extensión. A pesar de todo mi
atrevimiento, sigo nerviosa. Todo en mi interior tiembla y
me burlo de mí misma por estar en una situación que
reiteradas veces dije que no volvería a pasar. Pero me gusta
y los gemidos de As me estimulan y me animan a continuar.
Envuelvo mi mano en el tallo, y la muevo a la vez que
sigo succionando, también de vez en cuando uso la lengua.
Cuando siento que está por venirse, me detengo por
completo y me reclino. Su cuerpo está cubierto por una leve
capa de sudor, su pecho sube y baja demasiado rápido y
sus labios se encuentran entreabiertos. Siento como si fuera
un privilegio verlo así.
Vuelvo a bajar cuando su respiración está más calmada,
y repito las acciones anteriores, sometiéndolo a una
constante tortura; lo llevo al extremo, pero no lo dejo
terminar. Maldiciones salen de su boca, más una sarta de
palabrerías más. Me divierte verlo en ese estado, que de
alguna forma lo deja vulnerable e indefenso ante mí.
—Pequeña… me las vas a pagar —dice entre jadeos y le
sonrío con malicia.
Continúo con la tortura hasta que al final me apiado de él
y esta vez sigo hasta hacerlo terminar. Un fuerte gemido
acompañado de un gruñido se escucha en las cuatro
paredes. No sé mucho del tema, pero puedo asegurar que
ese fue un gran orgasmo, y lo digo con tal soberbia, porque
estoy muy orgullosa de mí.
Con una gran sonrisa llena de satisfacción, miro a As, que
por ahora solo se preocupa en recuperar su respiración. En
estos momentos no hay ni un solo rincón de mi ser que no
se alboroce ante la situación. Cuando abre los ojos para
mirarme, me doy cuenta de que estoy más que perdida. Su
existencia es el puente entre el cielo y el infierno y me
permite experimentar lo mejor de ambos.
—Te voy a dar duro como castigo —dice una vez que se
ha recuperado. —¿Me vas a castigar después del orgasmo
que te he dado?
—Pero será un castigo que te encantará.
—Pero estás atado y mi tortura aún no termina.
—¿No? ¿Qué tienes en mente? —En vez de contestar,
actúo.
Me paro de la cama y me pongo frente a él. Me quito las
botas y le sonrío de manera inocente, mientras me muevo
de un lado a otro. Cierro los ojos y echo la cabeza hacia
atrás cuando comienzo a tocar mi cuello con ambas manos.
Las deslizo por mis pechos hasta llegar a mi vientre. Suelto
las pequeñas cadenas y después de manera lenta saco el
corpiño dejando mis senos al descubierto. Los masajeo y
pellizco mis pezones, que se encuentran demasiado
sensibles.
—Joder, pequeña. —As muerde sus labios y me mira
como un lobo hambriento—. Me estás volviendo loco.
—Ese es el plan. —Le giño un ojo, y continúo deslizando
mis manos por mi cuerpo para provocarle. Le doy vueltas a
mi cabeza por la deliciosa sensación del roce de mis dedos
con mis pezones.
As
Aisa
As
Miro mi reflejo en el espejo del baño y sonrío; estoy
cubierto de sangre, y la sensación es tan agradable. Tenía
tanto que no asesinaba, que ahora me siento liberado. Todo
el estrés se ha ido.
Después de bañarme y quitar todo rastro de sangre,
tomo unos guantes y salgo en busca del cuerpo de Eduardo.
Lo meto en una bolsa y le prendo fuego. Me quedo ahí hasta
que se quema por completo y después tiro sus restos por el
acantilado. Seguro sus tíos lo extrañarán, pero no puedo
hacer nada por ellos.
Regreso a la habitación. No sé dónde se metió la
pequeña idiota, pero no puede irse sola, así que no me
preocupo. Debe de andar escondida por ahí. Como ya solo
faltan un par de horas para amanecer no me duermo. Salgo
al balcón y me siento a observar el cielo. La mirada llena de
terror de la pequeña viene a mí. Esta vez realmente estaba
aterrada. Creo que nunca la había visto tan asustada de mí,
y eso es bueno. Es justo lo que quería. Cada vez me cuesta
más alejarme de ella, así que quiero que ella se aleje de mí.
Necesito que esta vez lo haga por completo. No quiero
perder el control e irme al extremo con tal de evitar que
interfiera en mis planes.
Y es que en los últimos días he sentido tanto apego por
ella que ha comenzado a molestarme la idea de que cuando
yo ya no esté, alguien más ocupará mi lugar. Solo de
pensarlo me hace hervir la sangre. Odio tanto ese
pensamiento, que por un momento deseé arrastrarla
conmigo a la tumba, así me cercioraría de que nunca sería
de nadie más. Pero no puedo matarla. La necesito para que
esté con mi hermana, así que busco cómo deshacerme de
este sentimiento de apego.
Creo que mi plan funcionó de maravilla. Siempre se
olvida de la clase de persona que soy y no quiero que se
haga falsas expectativas que no estoy interesado en
cumplir. No soy un hombre bueno. No hay nada correcto en
mí, en mis actos o en mi existencia. Ella lo sabe, pero
siempre tengo que estar recordándoselo.
En ciertas ocasiones yo mismo me pregunto por qué me
gusta matar. Tal vez es por la energía que me recorre, ante
la sensación de poder cada vez que veo cómo una vida se
escapa entre mis manos. Es tan sublime e irremplazable,
que no quiero cambiar esa parte de mí. Y aunque ella me
gusta demasiado, jamás me gustará lo suficiente como para
doblegar mis convicciones.
48
Identidad revelada
Aisa
As
Aisa
No quiero perderlo;
quiero perderme con él.
Aisa
Aisa
As
As
Aisa
6 meses después…
FIN.
Agradecimientos