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El presente documento es una traducción realizada por Sweet

Poison. Nuestro trabajo es totalmente sin fines de lucro y no recibimos


remuneración económica de ningún tipo por hacerlo, por lo que te
pedimos que no subas capturas de pantalla a las redes sociales
del mismo.
Te invitamos a apoyar al autor comprando su libro en cuanto esté
disponible en tu localidad, si tienes la posibilidad.
Recuerda que puedes ayudarnos difundiendo nuestro trabajo con
discreción para que podamos seguir trayéndoles más libros.
SINOPSIS
miró fijamente a mis demonios a los ojos y sonrió.
Se enamoró de todo lo que yo esperaba que temiera, y ahora me hace
sentir cosas que no quiero sentir.
Obsesión, pasión, esperanza y algo nuevo y aún más peligroso: amor.
es todo lo que no debería querer. Todos me advirtieron
sobre él.
Pero donde otros ven un monstruo al que condenan, yo veo un alma
perdida e incomprendida.
Cuanto más él trate de alejarme, más duro lucharé. No pararé hasta
que sus demonios se conviertan en los míos.
Acérquense, damas y caballeros, y prepárense para ser seducidos por
la oscuridad.
Bienvenidos al donde la lujuria lleva una máscara
retorcida y el deseo baila con el diablo.
Esta no es la típica historia de amor; se trata de un oscuro romance
circense que los dejará sin aliento, deseando más y cuestionándose la
naturaleza misma de su
Pero cuidado, querido lector, porque el amor en el Cirque du désir
tiene un precio. Mientras se deleita con el embriagador espectáculo,
puede que su propio corazón se enrede en la red de la obsesión y la
intriga.
El circo no es solo un espectáculo; es una seducción de los sentidos, un
carnaval de lo macabro que lo dejará atormentado por los ecos de deseos
prohibidos.
Sea testigo de la contorsión de las emociones, el fuego de la pasión y el
equilibrio al filo de la navaja entre el éxtasis puro y la desesperación.
Compre su entrada ahora y entre en un mundo donde la lujuria es un
juego peligroso, y la única salida es a través de la oscuridad.
El lo espera, y una vez que haya probado el néctar
agridulce de su oscuro abrazo, nunca volverá a ver el amor de la misma
manera.
Adéntrese en la oscuridad, porque aquí, los
del corazón cobran vida bajo el resplandor retorcido y ominoso de las
luces de la carpa principal.
PLAYLIST
ADVERTENCIAS
Por favor lee. Este libro es pesado. Es oscuro, descarnado y contiene
muchos temas que serán desencadenantes y molestos para algunas
personas. Tu salud mental es importante y no quiero que mi libro o sus
personajes afecten a nadie de forma negativa. Si en algún momento te
sientes alterado, inseguro o provocado, POR FAVOR, deja el libro.
Este libro contiene:
Abandono y maltrato infantil (fuera de la página), Lesiones detalladas,
Incendio, Consumo de drogas dentro y fuera de la página, Muerte por
sobredosis, Muerte de los papás, Intimidación, Desfiguración, Violencia
gráfica, Asesinato, Escenas de sexo gráfico, Degradación, Azotes,
Restricción, CNC, Quemaduras, Payasos y Otros actores de
carnaval/circo, Juegos con cuchillos y objetos cortantes, Juegos
sangrientos, Menciones de prostitución, Arneses, Sexo en grupo,
Bondage, Abuso físico, Agresión, Sadismo, Masoquismo, Necrofilia,
Sexo durante el periodo, Voyeurismo. Consumo de alcohol, Prostitución
forzada. Profanar un cadáver. Sobredosis Activa. Violación (en la
página).
Para los que encuentran belleza en lo que otros condenan.
Y luego dejar que los joda hasta la condena con una sonrisa en la cara.
PRÓLOGO

Me duelen los pulmones. Cada vez que respiro, siento miles de


pequeños fragmentos de cristal en los pulmones y la garganta. Desde
debajo de la cama, veo con ojos aterrorizados cómo las nubes de humo
negro llenan mi habitación. Las llamas lo prenden todo. Derriten la
alfombra manchada y todo lo que encuentran a su paso.
Mi pequeña cesta de juguetes de segunda mano.
Mi libro ilustrado favorito.
Mi único osito de peluche.
Observo en silencio cómo mi corazón late rápidamente en mi pecho.
El calor duele, y cuanto más se acerca el fuego, más quema. Con la
manga del pijama, toso en el pliegue del brazo para amortiguar el
sonido, incluso respirar me duele, pero no emito ni un solo sonido.
Escondido bajo la cama, espero en silencio. Espero a que las llamas
vengan por mí, a que me derritan como están derritiendo mis cosas.
Porque ese destino es mejor que el que vendrá si hago un solo ruido. Sé
que nadie vendrá por mí. Mamá no se molestaría. Que yo esté
derritiéndome como mis juguetes solo significaría una boca menos que
alimentar. Una dosis más para su adicción. Probablemente ya esté
afuera, viendo cómo se quema la casa. Celebrando en silencio la libertad
que se le concederá sin mí. ¿Intentó siquiera buscar ayuda? ¿Me extrañaría?
No. Sé que no lo haría.
Las llamas se acercan, se extienden por el suelo enmoquetado hasta
que se pegan a la manta que cuelga del lado de mi cama. Me empujo
hacia atrás todo lo que puedo, hasta que mis pies descalzos se apoyan
firmemente contra la pared. Las llamas se propagan rápidamente,
acercándose cada vez más hasta que me veo atrapado, incapaz de
escapar de su calor. El ardor de las llamas contra mi cara me escuece, y
el olor de mi propia piel quemándose me llega a la nariz. Siseo y me
alejo, tratando de evitar las llamas. Empiezo a ver borroso y me pesan
los ojos. ¿Qué está pasando? ¿Es el fin?
Apoyo las manos en la alfombra y apoyo la cabeza en ellas. La piel
quemada de un lado de mi cara me escuece con el contacto, pero estoy
demasiado cansado para preocuparme por el dolor. Se oye un fuerte
estruendo, seguido de partes del techo que se desploman en el suelo
frente a mi cama. Alguien entra en la habitación, apartando de un
puntapié mi cesta de juguetes derretidos con sus grandes botas. Las
llamas me rodean y el humo es tan denso que me quema los ojos.
Lentamente, levanto la cabeza y vuelvo a llevarme la boca a la manga
para toser. Me duele el pecho y la habitación parece dar vueltas. Una
voz que no reconozco grita mi nombre, pero mamá no usa mi nombre.
Tampoco el hombre.
Soñando. Debo estar soñando.
Una mano rodea mi tobillo y empieza a jalar. No. No, por favor.
Suplico en silencio. Intento luchar; intento liberarme de su agarre, pero
es inútil. Soy demasiado débil. Dos grandes brazos me rodean y me
elevan por encima del fuego mientras me sacan de la casa en llamas.
Observo con ojos ardientes cómo pasamos por habitaciones familiares.
El pequeño cuarto de baño con la pintura mohosa. La cocina
desordenada y llena de basura para desechar. El dormitorio de mamá,
todo completamente engullido por el fuego. Los fuertes brazos me
llevan fuera de la casa y al aire fresco de la noche.
Tantas luces brillantes. Azules y rojas. Todas procedentes de grandes
camiones como los pequeños autos de juguete con los que juego en mi
clase. La gente corre de un lado a otro. Los vecinos se alinean en la acera
para ver. Giro la cabeza hacia la casa. Es la única casa en la que he
vivido. La hierba amarilla y tiesa en la que mamá me dejaba jugar si me
portaba bien está llena de basura, pero lo que más me llama la atención
es la gran sábana blanca que cruza el patio y esconde algo muy grande.
―Lo encontré, necesita atención médica, ¡ya! ―grita la voz detrás de
los fuertes brazos. Al levantar la mirada, me encuentro con un gran
casco negro con una pantalla de cristal. No puedo distinguir la cara tras
la niebla, y cuanto más lo intento, más me arden los ojos―. Al menos
quemaduras de tercer grado en la mayor parte de su cuerpo, Katherine.
Llévalo ahí rápido, el chico no se merecía esto. ―Añade mientras me
entrega a una mujer. Es guapa. Tiene la cara llena y colorida, no como
mamá.
―Te tengo amigo. Ahora vas a estar bien. ―Me explica suavemente
mientras me coloca en una gran cama blanca con ruedas―. No quiero
que hables, pero necesito saber si puedes entenderme. Asiente con la
cabeza si puedes ―dice. De repente siento miedo. ¿Dónde está mamá?
Seguramente estará molesta conmigo por haberme encontrado como me
encontré. No quiero que el hombre me pegue otra vez―. Bien, okey.
Escucha, la señorita Campell nos llamó. Tu vecina. Nos explicó tu
situación, ¿okey? Sé que tienes miedo, pero ahora estás a salvo, ¿okey?
Nadie te hará daño. Nunca más. ―¿Qué quiere decir? ¿Cómo lo sabía la
señorita Campbell? La observo mientras saca cosas de una gran bolsa
roja y me acerca algo a la nariz.
»Esto te aliviará el dolor, ¿okey, amigo? ―me explica. Asiento y le
permito que me meta la boquilla en la nariz. Un líquido frío sale
disparado por mi fosa nasal. La sensación me hace llorar y se me saltan
las lágrimas.
―¿Dónde... dónde está mamá? ―exclamo. La mujer suspira y me ve a
los ojos. Observo cómo vierte lentamente un líquido transparente sobre
mis heridas. Me escuece y quiero apartarme, esconderme, pero no lo
hago. He aprendido que esconderme, luchar, siempre empeora las cosas.
―Tu mamá está muerta. Ella y tu papá, bueno... ―Hace una pausa,
claramente angustiada. El hombre no es mi papá, pero tiene sentido que
ella asumiera que lo es―. Tu papá se fue, pero hay gente buscándolo,
¿okey? Lo encontrarán. Lo siento. ―Me explica mientras me empuja
para que me recueste en la cama. Está muerta. Mamá está muerta. Todo
empieza a entumecerse. Aparto los ojos de los de la mujer, escudriñando
el caos que nos rodea. La mujer me pone una mascarilla en la nariz y en
la boca que me insufla aire fresco. Duele. Cada respiración es dolorosa,
pero el aire fresco ayuda. Me quedo acostado, repitiendo una y otra vez
sus palabras. Mamá está muerta y el hombre se fue. No pueden lastimarme. No
tendré problemas.
Estoy demasiado débil para seguir manteniendo los ojos abiertos y,
por primera vez, me siento seguro. Entonces, cedo a la tentación que tira.
Renuncio a mi voluntad de luchar porque estoy cansado de luchar. Dejo
que se cierren y todo se vuelve negro.
I

El horno suena con fuerza para indicar que la lasaña que llevo
cocinando durante años por fin ha terminado. Me sobresalto y me toma
desprevenida. Mi corazón late rápidamente en mi pecho mientras abro
la puerta del horno y veo adentro. La tapa de aluminio de la bandeja de
lasaña congelada se ha levantado para permitir que salga el vapor.
Rápidamente, tomo la toalla de la encimera y me la envuelvo en la mano
antes de meter la mano para quitar el papel de aluminio de la lasaña y
cerrar la puerta. Tiro la tapa y la toalla sobre la encimera de madera
antes de encender el horno. El queso siempre debe estar crujiente y
dorado encima de la lasaña, no me importa lo que digan.
Mientras espero a que termine de hacer mi cena, decido ir a la sala a
ver cómo está papá. Ya es tarde y, conociéndolo, probablemente lleve
media docena de cervezas de la caja que trajo a casa después del trabajo
y se haya desmayado en su silla. Desde que mamá murió hace tres años,
cada día con él es una repetición. Trabajar, beber, dormir y repetir. Ya
casi no me habla y, si lo hace, no es el papá cariñoso que solía ser. El
papá comprensivo y estable que fue cuando yo crecía no es más que un
recuerdo lejano. Lo entiendo, él la extraña, pero yo también.
Al llegar a la puerta, me asomo por la esquina y entro en la sala. Como
siempre, estoy en lo cierto. Mi papá está dormido en su sillón reclinable.
Tiene una lata de cerveza Molson abierta en la mano y mira el partido
entre Toronto y Ottawa en la televisión, incluso dormido, el dolor que
sin duda siente a diario sin mi mamá está grabado en su rostro, pero no
puedo negar que estoy molesta con él. Ese día la perdimos los dos, no
solo él. ¿Por qué se desentiende y me deja hacer todo lo que debería
estar haciendo él? ¿Cómo puede un papá cerrarse emocionalmente
cuando su hija más lo necesita? Es una mierda. Se emborracha y yo
tengo que recoger los pedazos, y sus latas vacías.
Ahora soy yo quien mantiene unida esta casa y lo que queda de
nuestra familia. Todo mientras intento mantener mis notas en la
universidad y ganar suficiente dinero extra haciendo turnos en el
restaurante para llenar el refrigerador y pagar las cuentas.
Mamá estaría disgustada con el hombre en el que se ha convertido. Sé
que yo lo estoy. A veces, incluso desearía que fuera él quien hubiera
muerto, no ella. Soy una persona horrible.
Vuelvo a la pequeña cocina, abro rápidamente la puerta del horno
para ver cómo está la lasaña y me quedo boquiabierta cuando veo que el
grill debe de estar demasiado alto y la parte superior de la lasaña está
casi negra. Presa del pánico, meto la mano en el horno sin pensar y
agarro la sartén caliente con mis propias manos.
―¡Oh, mierda! ―siseo, dándome cuenta rápidamente de mi estúpido
error. En las manos se me forman quemaduras escarlata, agarro la toalla
y, apartando rápidamente el dolor punzante, saco la bandeja del horno y
la coloco sobre la placa. Con la cadera cierro el horno y tiro la toalla a la
encimera antes de correr al fregadero y abrir el grifo de agua fría. El
agua helada me alivia un poco la sensación de quemazón en las manos,
pero no mucho. Me las seco con una toalla de papel limpia para
inspeccionar los daños y me siento agradecida. No tienen tan mal
aspecto como pensé. Nada que requiera atención médica.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo trasero. Lo saco con cuidado y siseo al
sentir el contacto de la tela de mezclilla en mi piel sensible. El nombre de
Naomi aparece en la pantalla brillante con una selfie de las dos de
nuestra última acampada en el parque Algonquin. Como es viernes por
la noche, su llamada solo puede significar una cosa. Deslizo el dedo a la
derecha, contesto y me acerco el teléfono a la oreja.
―¿Debería preguntar siquiera a la fiesta de quién intentas arrastrarme
esta noche? ―respondo con tono divertido. Me gruñe el estómago
mientras tomo un plato y una espátula del escurreplatos. Me giro hacia
mi lasaña, ahora chamuscada, y decido que a la mierda. Tengo demasiada
hambre para que me importe una mierda que se haya estropeado, corto
un trozo cuadrado y lo pongo en el plato.
Naomi se ríe a través del teléfono.
―Nada de fiesta esta noche, zorra. ¿Cuándo puedes estar lista?
―Depende ―respondo mientras tomo asiento en la pequeña mesa de
la cocina con mi plato―. ¿A dónde vamos?
―Al circo ―responde Naomi con tono serio. ¿El circo? No puede
hablar en serio.
―¿Me estoy perdiendo algo? Sé que te gusta soltarte y ser inmadura,
pero el circo. ¿En serio? Estoy segura de que somos demasiado mayores.
―replico con tono sarcástico mientras levanto la capa superior
carbonizada con el tenedor y me llevo a los labios una bocanada del
suave centro de queso.
Ella se ríe de nuevo.
―No para este tipo de circo. Se ha hecho viral en TikTok y esta noche
está en Casselman. Conseguí entradas. Créeme chica, ¡todas necesitamos
esto! Prepárate, Claire y yo estaremos ahí en veinte minutos para
recogerte.
―¡Vístete sexy! ―grita Claire de fondo antes de que la línea se corte.
Confundida, dejo el celular sobre la mesa mientras termino de comer.
No sé de qué hablan las chicas, pero su emoción me pica la curiosidad.
Naomi y Claire son mis mejores amigas desde la primaria. Naomi y yo
nos conocemos desde que estábamos en pañales. Nuestras mamás eran
muy amigas y jugamos juntas durante toda nuestra infancia. Claire se
trasladó aquí desde Ottawa cuando estábamos en tercero de primaria y
era obvio el choque cultural que suponía pasar de la ajetreada ciudad a
nuestro pequeño pueblo agrícola de Casselman, Ontario. Al ver sus
dificultades, Naomi y yo la tomamos bajo nuestra protección y las tres
hemos sido inseparables desde entonces. Cuando murió mamá, fueron
las únicas que me apoyaron. Me visitaban regularmente y se aseguraban
de que estuviera bien, no podría haberlo superado sin ellas.
Tomo el último bocado y empujo la silla hacia atrás mientras me
levanto. Dejo el plato sucio en el fregadero y salgo corriendo a mi
habitación. Cierro la puerta con fuerza y me dirijo al armario. Observo la
variedad de ropa colgada y recuerdo las instrucciones de Claire: “Vístete
sexy” me dijo. Signifique lo que signifique. Nunca me han importado
mucho las marcas ni la ropa elegante, y con solo echar un vistazo a mi
armario es fácil darse cuenta de que prefiero ropa sencilla y neutra. Al
sacar mi falda de mezclilla azul claro favorita, sé que,
independientemente del circo al que me lleven, esta noche no iré a
ningún sitio sin ella. Es perfecta para el verano canadiense y,
literalmente, queda bien con cualquier cosa.
―Circo... sexy... bien, pues bralette de ganchillo será ―susurro. Saco
un crop top blanco de crochet. Echo un vistazo a mi colección de
zapatos, tomo mis tacones negros de tiras gruesas y completo el
conjunto con un cinturón fino de cuero negro de alrededor de la
cintura―. Perfecto. ―Corro al tocador y suelto mi larga melena color
café de la goma de seda que la ha sujetado todo el día. Me cae por la
espalda en gruesos mechones rizados. Tomo la botella de aceite
marroquí y me pongo dos dosis en la mano antes de frotarlo y
extenderme el producto por el cabello, porque esta noche quiero unas
sencillas ondas playeras.
Después de darme los últimos toques en el cabello, rociarme un par de
veces con mi perfume favorito y ponerme rápidamente un delineador de
ojos sencillo y un pintalabios claro, estoy lista para salir. Tomo el bolso
de la cama, me lo engancho al hombro y salgo sin hacer ruido al pasillo.
Al pasar por la sala, me asomo y veo que papá sigue dormido, pero
ahora su cerveza está volcada y empapada en la alfombra.
No es que importe. El estilo de vida actual de papá ha arruinado todo
lo bueno de esta casa. Ni siquiera se molesta en recoger su propia
basura, y no me hagas hablar del hedor del que es imposible deshacerse.
No importa cuántas botellas de ambientador use, o cuántas veces limpie
este agujero de mierda de arriba a abajo, el olor persiste. Pútrido como
orina y moho. Es asqueroso. Las alfombras y el sofá están hechos un
asco y habría que quemarlos. Suspiro, sabiendo que mañana tendré que
volver a lavar las alfombras y que es una pérdida de tiempo.
Afuera suena el claxon de un auto. Las chicas me avisan de que están
aquí. Papá se revuelve y deja caer la lata de Molson sobre la alfombra,
pero no se despierta. El partido de hockey continúa en la televisión, el
público aplaude el tercer gol de Ottawa contra Toronto. Salgo en
silencio, cierro y atranco la puerta principal. Encuentro a Naomi y Claire
estacionadas en el Ford Escape de Naomi. Mientras me acerco, ponen a
todo volumen Paramour de Sub Urban y bailan en sus asientos. No
puedo evitar sacudir la cabeza y reírme de su entusiasmo.
―¡Por fin! ―grita Claire mientras baja la visera delantera. Me subo al
asiento trasero, tiro el bolso en el asiento de al lado y me paso el cinturón
por el hombro―. En realidad dudaba que vinieras esta noche Conners,
no voy a mentir.
Confundida, me inclino hacia adelante y me agarro al respaldo de su
silla. Observo cómo se aplica una capa de brillo sobre sus labios ya
lustrosos, y me río.
―Como si me hubieran dejado escapar esta noche. ―Claire lleva un
vestido negro ajustado sin tirantes, con un par de botas de plataforma
demonia. Su característico look de chica emo se completa con mechas
rosas en su cabello rubio platinado. Naomi, por su parte, lleva una
bonita blusa roja, unos jeans ajustados y un par de jordans. Su largo
cabello oscuro está trenzado en un montón de pequeñas trenzas que
caen en cascada por su espalda.
―Es verdad, no habríamos dejado que te lo perdieras ―dice Naomi
con una sonrisa de satisfacción mientras acelera el motor. Sale a la calle y
sube el volumen de la radio mientras atravesamos la ciudad. Casselman
es un pequeño pueblo al este de Ottawa. Compuesta principalmente por
granjas lecheras, la vida aquí puede ser bastante aburrida. No hace falta
mucho para que mis amigas se entusiasmen con algo nuevo, pero nunca
las había visto tan entusiasmadas. No sé qué es lo que tienen planeado,
pero tiene que ser jodidamente épico para obtener este tipo de respuesta
de ellas.
―¿A dónde dijeron que íbamos? ―pregunto, apoyando un brazo en
cada uno de sus asientos. Intercambian una mirada, y una sonrisa se
dibuja en el rostro de Claire mientras Naomi vuelve a fijar la vista en la
carretera.
―Al Cirque Du Désir ―responde Claire con tono dubitativo.
―Estoy confundida... ¿se supone que debo saber qué es eso?
―Circo de los deseos, idiota. ―Naomi se ríe.
―No, ya lo sé... ¿pero qué tiene este circo que las tiene tan
emocionadas?
―Bueno, en realidad no es algo que podamos explicar, más bien es
algo que tienes que ver por ti misma. ―Claire explica―. Mira, solo
búscalo en TikTok, tenemos tiempo, ¿verdad, Naomi?
―Sí, Alexa dice que deberíamos llegar en unos once minutos, pero
Indie... no juzgues solo por lo que ves ahí, ¿okey? No todo es verdad.
―Naomi responde, con un toque de cautela en la voz.
―Claro... porque eso no es nada alarmante ―me río entre dientes,
sacando el celular del bolso. Rápidamente, abro TikTok y escribo el
nombre del circo. Se me acelera el corazón, pero en cuanto aparecen los
vídeos y los reels, se me corta la respiración―. ¿Qué demonios es esto?
¿Qué es esto? ¿Una especie de club sexual? ¿Es una mujer barbuda de
verdad? ¿Se está poniendo...? ―Deslizo el dedo hacia arriba y encuentro
un vídeo de un hombre con una bata de entrenador negra y una
espeluznante máscara de payaso que le cubre la cara. Es raro, pero no es
eso lo que me llama la atención. Es la forma en que está encaramado en
el centro de la habitación, pero sin inmutarse por el caos y la carnalidad
que está sucediendo a su alrededor. Recorro los cientos de comentarios:
―Lux es tan jodidamente sexy. Crea las mejores fiestas, hombre.
―Jesús, Lux es un papi. Me lo follé en Chicago.
―Mentira. Todo el mundo sabe que Lux solo mira, el hombre ni se mueve de
la silla. Lo único que le importa es crear las fiestas.
―Oh, se movió por mí, una y otra vez. ―La última respondió con un
emoji de guiño.
―¿Cuál es la obsesión de todos con Lux? ―le pregunto a las chicas.
Siento curiosidad.
―¿Conoces ese dicho que dice que siempre quieres lo que no puedes
tener? Bueno, Lux, es básicamente un maldito dios del sexo, quiero
decir, mira al tipo, pero, él nunca participa. ―Claire suspira.
―¿Nunca? Me cuesta creerlo.
―En serio. Hay millones de vídeos del Cirque Du Désir por todas las
redes sociales. El tipo es tan viral como se puede ser, y ninguno de ellos
lo muestra fuera de ese maldito trono.
Raro, pero interesante. Las chicas tienen razón, el tipo es jodidamente
guapo, incluso con la máscara cubriéndole la cara, pero, ¿por qué no se
daría el gusto en las fiestas que crea? Me muerdo el labio.
―Bueno, quizá nunca ha visto a alguien por quien valga dejar su
trono ―susurro.
Las chicas estallan en carcajadas y yo cierro rápidamente el teléfono y
me lo vuelvo a meter en el bolsillo.
―Bueno, ¿ves por qué pensé que realmente no estarías de acuerdo en
venir. Definitivamente no es lo tuyo. ―Se ríe. Por alguna razón, me
ofende su afirmación. Como si pensara que soy tan inocente e ingenua
como para no ir a un club sexual. Pongo los ojos en blanco, cruzo los
brazos sobre el pecho y levanto los ojos para verla por el retrovisor.
―Bueno, está claro que te equivocabas, y estoy deseando llegar.
―¿Ah, sí? ¿Por qué? ¿Quieres un turno con la mujer barbuda
también? ―bromea Naomi mientras gira por un camino de tierra.
―No, tengo los ojos puestos en ese maestro de ceremonias ―digo
bromeando, mientras enarco una ceja y les sonrío. Las chicas se callan e
intercambian otra mirada que me confunde―. Solo bromeaba.
―Bueno, ten cuidado, ¿okey? Hay mucha mierda mala sobre él en
Internet. Ya llegamos ―dice Naomi, mientras se detiene en un gran
campo.
―¿Me acabas de decir que no me crea todo lo que veo en Internet
sobre este sitio? ―Me río ganándome una risita de Naomi.
Los autos están estacionados en fila a lo largo del campo, dejando un
camino despejado por el que se puede caminar. Al final del camino hay
una gran carpa a rayas rojas y blancas, con una banderita roja en lo alto,
incluso desde aquí se oye claramente música de fiesta. Grupos de
payasos con chalecos de seguridad recorren la zona, vigilando y
esperando la primera señal de problemas.
―¡Esta noche va a ser jodidamente increíble, zorras! ―grita Claire
mientras se desabrocha el cinturón. Naomi encuentra estacionamiento y
apaga el motor. Yo agarro mi bolso, las sigo y salgo del auto. No sé cuál
es el destino de este lugar, ni qué cosas veré mientras esté aquí, pero sé
que de ninguna manera me quedaré. Además, es mejor que estar en
casa, comiendo lasaña quemada y limpiando con champú alfombras
manchadas de cerveza, ¿no?
II

Dos horas antes...

Bueno, este es un espectáculo hecho y derecho. Gracias a la mierda.


Estos espectáculos familiares son una pérdida de tiempo, y todo el
mundo lo sabe. Es el after-show lo que la gente quiere. El show donde la
gente viene a dejarse llevar y permitirnos llevarlos a sus deseos más
depravados. Complaciéndolos más allá de lo que jamás hayan
experimentado, y haciéndolos preguntarse cómo van a disfrutar menos.
Es ese espectáculo el que nos hace ganar dinero de verdad.
Especialmente en pueblos de mierda como este. Esos que parecen
sacados de una revista, pero que están llenos de frikis de clóset que
esperan cada verano a que lleguemos el fin de semana para poder
soltarse. Después de dirigir el Cirque Du Désir durante los últimos diez
años, puedo decir que son los residentes de pueblo los que tienen las
manías y los deseos más jodidos. Lo cual es bueno para nosotros.
Mis zapatos levantan tierra seca y polvorienta mientras atravieso un
campo cualquiera junto a la ruta 700 de camino a mi caravana. Como de
costumbre, la estacioné detrás, lo más lejos posible de las tiendas y
remolques de los cirkies, incluso yo solo puedo soportar su nivel de
mierda en pequeñas dosis, además me gusta mi privacidad. Me inclino
la máscara sobre la cara con cuidado. Saco la cajetilla de cigarros du
Maurier del bolsillo, me lo llevo a la boca, aprieto uno entre los labios y
lo deslizo. Lo sostengo entre los labios mientras con la otra mano
enciendo el zippo y prendo la punta. Inhalo profundamente y lleno mis
pulmones con su dulce humo tóxico antes de exhalarlo en la fresca brisa
nocturna que sopla por el campo. El aire es fresco y, a medida que me
acerco a mi caravana y me alejo de la carpa, los grillos que se esconden
entre la hierba alta suenan más fuerte.
Me quito el sombrero y me paso la mano por el cabello oscuro y
grasiento. Con la caravana a la vista, le doy otra calada rápida antes de
tirar la colilla al suelo. La puerta mosquitera chirría cuando la abro,
entro y salgo del frío nocturno. Las botellas de licor y la basura de la
comida para llevar están esparcidas por la pequeña mesa y la encimera.
Restos de los últimos días de viaje. Tomo la botella de Crown Royal del
mostrador y me dejo caer en el pequeño sofá de poliéster que hay junto a
la ventana. Le doy un trago y agradezco el ardor instantáneo del whisky
al deslizarse por mi garganta. Un rápido golpe en la puerta anuncia la
llegada de Dolly y me vuelvo a tapar la cara con la máscara. La estaba
esperando. Dolly lleva cuatro años y medio ayudándome a dirigir el
circo y, aunque sé que no siempre está “de acuerdo” con mis métodos,
no podría dirigir esta mierda de espectáculo sin ella.
Seamos honestos, no todo el mundo entiende la mierda que hacemos.
No todo el mundo puede manejar nuestro nivel de mierda, quiero decir,
la mitad del tiempo ni siquiera yo puedo manejar la mierda jodida que
se le ocurre a mi cabeza sin pensar que pertenezco al manicomio.
Aunque mis retorcidos pensamientos tienden a dar lugar a espectáculos
bastante impresionantes, eso y el hecho de que estoy dispuesto a hacer
que mis cirkies hagan lo que haga falta para mantener contentos a los
clientes que pagan.
La puerta se abre y una brisa fresca recorre el pequeño espacio
mientras ella entra.
―No has perdido el tiempo ―dice cerrando la delgada puerta tras
ella. Me río, me vuelvo a levantar la máscara y me llevo la botella a los
labios mientras bebo otro trago. No tengo ni idea de la edad de Dolly,
pero si tuviera que adivinar, diría que tiene unos veinte años, como yo,
pero los años de metanfetamina le han dado un aspecto mucho más
envejecido y desgastado. Tiene el cabello de un rubio apagado y la cara
hundida y llena de granos. Mide un metro setenta y está tan delgada que
no es más que un saco de huesos cubierto por una piel.
―No podía soportar más el sonido de ese maldito niño. Preferiría que
me clavaran cuchillos en los oídos, por el amor de Dios. ―Los gritos de
niños siempre han sido un detonante para mí. Nunca deja de traerme de
vuelta al pasado que tanto me costó enterrar. Al niño al que le sacaron
los gritos a golpes.
Los sacaron a la mierda de él.
―Bueno ―sonríe mientras se apoya en el mostrador―. En eso estoy
de acuerdo. Aunque de todas formas me quedé escuchándolo porque te
fuiste justo después del final. Los chicos se están preparando y las chicas
quieren saber quién sale esta noche.
―Kallie seguro, quiero que haga equipo con Skylar en esas zapatillas
de ballet con cuchillas que compramos en Quebec. Ponlas en el lado
izquierdo, pero más cerca de la entrada. No me apetece que me rocíen
con sangre esta noche. Rhonda también necesita salir esta noche. Ese hijo
de puta amante de los dedos de los pies del año pasado estaba entre el
público del espectáculo de esta noche, así que sé que se pasará por aquí,
si es que ha salido ―me río entre dientes, volviendo a levantar
ligeramente la máscara para llevarme la botella de whisky a los labios-.
Dolly toma notas en su portapapeles. Garabatea los nombres de los
cirkies en las posiciones que les asigno para la noche. No es tan sencillo
como ponerlos en cualquier sitio, hay que tener en cuenta a cada
persona y su talento antes de decidir dónde colocarlos. Cada pueblo es
diferente, al igual que las manías de la gente que acude en masa a
nuestra carpa cuando desaparece el sol.
―Johnny y Troy, los quiero más cerca del escenario esta noche.
Quiero mantener mis ojos en ellos para que no tengamos una repetición
de Toronto. Es el momento del mes de Casey, ¿no? ―pregunto. Dolly se
congela y levanta los ojos de sus papeles para ver los míos a través de
los agujeros de mi máscara.
―¿Sabes cuando están en sus malditos períodos?
―Lo sé todo sobre la gente que trabaja para mí. Es mi trabajo. Pon a
Casey a la derecha, cerca de la entrada. Vístela con ese viejo traje de
tiburón que Carson solía llevar en su sketch de Jaws y dile que es hora
de abrazar la semana del tiburón. Dile también que cobre el doble, esta
noche sacará mucho dinero. ―le explico con una sonrisa burlona. Cada
cirkie gana una comisión por cada cliente, que aumenta en función del
nivel de juerga al que tenga que llegar para complacer a sus clientes.
He visto a algunos de los hijos de puta más estirados venir aquí en
busca de una mierda tan jodida que uno pensaría que deberían estar
internados. ¿Pero quién soy yo para juzgar las manías de los demás?
Mientras me paguen, me importa una mierda lo que el predicador del
pueblo quiera meterse por el culo, o lo mucho que le guste al
dependiente del supermercado estrangular hasta la muerte a un
desperdicio de piel drogado.
―Mierda. No puedes dejarme tener una noche fácil, ¿verdad? A ella
no le va a gustar eso. Ya sabes lo que piensa de follar con la regla, Lux.
La última vez que la obligaste a hacerlo le dolió durante días. No va a
hacerlo…
―Bueno, por desgracia para Casey, si quiere que le paguen, va a
hacerlo le guste o no. Es una gran venta, y ella lo sabe. Siempre nos hace
ganar dinero. ―Me levanto del pequeño sofá de y dejo la botella sobre la
mesa, tirando al suelo los envases de poliestireno y la basura, mientras
abro el pequeño cajón que hay junto al horno. Tomo un frasquito de
pastillas, le quito el tapón y me echo dos en la mano antes de volver a
meterlo en el cajón y cerrarlo―. Pónselas en la bebida unos treinta
minutos antes del espectáculo ―añado, entregándole las pastillitas a
Dolly―. Con esa cantidad de MDMA1 en su organismo, cumplirá, el
cliente estará contento y tú seguirás teniendo una noche fácil. Puede que
incluso le alivie esos cólicos de los que las mujeres siempre se quejan.
La rozo y tomo la botella de la mesa antes de volver a tumbarme en el
sofá.
―Y si no quiere, ¿entonces qué? ¿Se lo meto por la garganta o algo
así?
El persistente interrogatorio de Dolly y su necesidad de hacerse la
tonta como si esto no fuera la rutina de todos los putos espectáculos, me
1
Éxtasis.
hace hervir la sangre. Golpeo la botella de whisky. La envío volando por
encima de su cabeza, donde se hace pedazos contra la pared de paneles
de madera que hay detrás de ella. Me pongo de pie rápidamente y me
sitúo frente a su pequeño cuerpo, mientras mi pecho sube y baja con una
respiración furiosa.
―Si se niega, recuérdale dónde acaba la gente cuando no me sirve.
Pregúntale si es peor que se la follen los clientes que pagan mientras está
en su periodo que los gusanos comiendo su carne podrida mientras está
a tres metros bajo los putos campos secos, Dolly. ―exclamo con tono
agresivo mientras la veo. El labio de Dolly tiembla de miedo. Lleva aquí
el tiempo suficiente para saber que hablo en serio y cumplo mis
amenazas. Casey no sería la primera en hacerme pasar un mal rato―. La
última vez que lo comprobé ninguno de ustedes tenía casa ni vida antes
de que yo los encontrara. Así que si digo que salten, me importa una
mierda lo que tú o los cirkies piensen al respecto, saltan. Saltan sin
preguntar, o mueren. Esas son sus opciones.
―-C-claro, por supuesto. Lo siento, Lux. Me pondré en eso ―dice
tartamudeando en un ataque de pánico y miedo.
―No lo sientas. Asegúrate de que tú y los malditos cirkies hacen lo
que se les dice. Ahora vete, tengo mierda que hacer antes de esta noche y
tú también ―respondo, mientras empujo la puerta de la caravana con el
brazo. El viento la atrapa y se abre de par en par. Dolly no pierde el
tiempo y sale corriendo.
No la culpo.
Sé que soy intimidante cuando quiero serlo, así es como he llegado a
donde estoy hoy. Si algo aprendí al crecer como crecí es a hacer que la
gente me tema. Una vez que te temen, harán lo que demonios quieras.
El miedo es poder.
Cierro la puerta detrás de ella y abro el armario, sacando otra botella
de Crown Royal de mi escondite.
Le quito el tapón, me vuelvo a levantar la máscara y me la bebo de un
trago mientras atravieso la pequeña caravana, tropezando con los
envases de poliestireno que tiré antes de la mesa, hasta que llego al
pequeño cuarto de baño. Enciendo la luz, que proyecta un resplandor
amarillo sobre mi reflejo enmascarado en el espejo. Inclino la cabeza
hacia un lado, dejo la botella sobre el tocador y levanto lentamente las
manos enguantadas para quitarme la máscara de payaso de la cara.
Como sacada de una película de terror, tiene una base blanca agrietada,
con finas líneas azules en los ojos. En el centro, una nariz redonda y roja,
pero es la sonrisa delgada y enorme lo que le da el toque espeluznante
perfecto. Se ha convertido en un accesorio cotidiano para mí. Me permite
ocultar las cicatrices físicas de mi pasado al mundo que me rodea.
El beso del fuego.
Pero son las cicatrices que ni siquiera yo puedo ver, las que realmente
deberían temer.
La coloco junto a la botella de whisky y con cuidado libero las manos
de los apretados guantes de cuero negro. Cada centímetro deja al
descubierto más y más piel quemada y cicatrizada. Inspeccionando las
partes de mí que mantengo ocultas al mundo, no puedo evitar volver a
los recuerdos de mi infancia y de la noche en que todo cambió. Mi
infancia no fue nada fácil. Con una mamá drogadicta y puta, que
siempre antepuso su adicción a su hijo, es un milagro que viviera tanto
como viví.
Siempre he sabido que fue el hombre quien me mantuvo vivo. No
porque me quisiera cerca, o le importara una mierda, sino porque le era
útil. Porque a sus amigos les gustaba llenarle los bolsillos de billetes de
colores para visitar mi habitación cuando mamá estaba tan dopada que
no sabía lo que pasaba. A veces hasta el mismo hombre iba a mi
habitación. Esperaba a que mamá tomara su dosis y se desmayara en el
sofá, sabiendo que estaría inconsciente hasta la mañana. Le daba horas
para hacer lo que quisiera conmigo.
Para tocarme.
No importaba que dijera que no. Cuanto más gritaba, más me
golpeaba, así que al final dejé de hacerlo.
Al final, me daba igual lo que me pasara. El dolor se convirtió en algo
cotidiano, y cuando el fuego arrasó mi habitación, supe que si hacía un
solo ruido, recibiría algo peor que una paliza. Así que decidí dejar que el
fuego me llevara. Prefería eso a volver a enfrentarme al hombre o a su
toque.
El sonido del DJ que pone música a la noche me saca de los oscuros
recuerdos y pensamientos que atormentan mi cabeza. Rápidamente
tomo el frasco de loción del mostrador. Exprimo un poco y lo extiendo
por la piel roja y morada de mis manos antes de volver a meterlas en los
guantes de cuero. Me vuelvo a poner la máscara en la cara y tomo la
botella de whisky antes de apagar la luz y dirigirme por el estrecho
pasillo a la cocina.
Abro el mismo cajón que contiene las pastillas que le di a Dolly, saco
una bolsita de cocaína y la abro de un tirón. Tomo las llaves de la
caravana del mostrador, meto una en la bolsa y la inhalo rápidamente
antes de volver a meterla en el cajón. El efecto es instantáneo. Justo lo
que necesitaba para empezar la noche.
―¡Es hora del espectáculo! ―grito con entusiasmo. Mi piel zumba con
mi subidón mientras salgo por la puerta. Esta noche va a ser jodida,
puedo sentirlo.
III

Una hilera de gente llena el campo mientras nos dirigimos hacia la


enorme carpa a rayas situada al final de la fila. Echo un vistazo a la
multitud y me encuentro con más caras conocidas de las que esperaba.
Sin embargo, ninguno de ellos me saluda. Naomi se ríe, percibiendo
claramente mi confusión, mientras nos abraza a Claire y a mí.
―Recuerden, nunca mencionen a quién o qué vieron aquí esta noche,
chicas. Lo que pasa en el Cirque Du Désir, se queda en el Cirque Du
Désir ―dice Naomi mientras señala el circo con la cabeza. Su rostro
rebosa emoción mientras nos guía hacia la fila de personas que compran
entradas para entrar―. Esta noche será inolvidable. Se los prometo.
―No sé si esa afirmación debería emocionarme o aterrorizarme
―admito con una sonrisa burlona siguiéndole la corriente. Claire se ríe,
claramente divertida por la inquietud que me produce este misterioso
lugar.
Más adelante, unos payasos con la cara pintada de un color
escalofriante deambulan por el lugar, examinando la alineación de la
noche mientras cuchichean de un lado a otro. Se me hace un nudo en la
garganta cuando uno de ellos me ve a los ojos. Es alto, con un traje
desgastado lleno de manchas y rasgaduras. Lleva el cabello rubio hasta
los hombros hacia atrás y, a medida que se acerca a nosotras, puedo ver
su barba incipiente asomando entre las capas de maquillaje que cubren
su rostro. Lleva en la mano un montón de globos de colores que flotan
hacia el cielo nocturno. Hay algo inquietante en él. Como el mayor
miedo de un niño reencarnado.
Observo, incapaz de pestañear, cómo se detiene bruscamente y le
susurra algo al oído del otro payaso, haciendo que éste se gire y me
mire. Este nuevo payaso tiene el cabello corto, rizado y oscuro, que
asoma por debajo de un sombrero de copa corto. Tiene la cara pintada
de blanco, con un grueso contorno azul alrededor de la boca que da la
impresión de unos labios espeluznantes con una expresión retorcida.
Unas rayas verticales negras cruzan sus ojos y una gran bola de espuma
roja se asienta sobre su nariz. Tienen un aspecto siniestro que me
revuelve el estómago. La tensión aumenta y mi corazón se acelera
cuando los payasos se abren paso entre nosotras y se dirigen al final de
la fila.
―Ah, no te preocupes perra. Una vez que te metamos un poco de
vodka, te olvidarás de todas tus preocupaciones...
―Y moral ―añade Naomi, cortando a Claire. Todas estallamos en
carcajadas. Espero que tengan razón, merezco divertirme. Soltarse una
noche nunca hace daño a nadie, ¿verdad? Cuanto más nos acercamos a
la carpa, más sube el volumen de la música. El ritmo del bajo me recorre
el cuerpo cuando llegamos a la taquilla.
―¡Adelante, señoritas, y prepárense para dejarse seducir por la
oscuridad! Bienvenidas al Cirque Du Désir, donde la lujuria lleva una
máscara retorcida y el deseo baila con el diablo. Esta no es la típica
historia de amor; es un oscuro circo del placer que los dejará sin aliento,
deseando más y cuestionándose la naturaleza misma de su depravado
corazón. Aquí, en el Cirque Du Désir, ningún deseo es mal visto ni
rechazado. Atendemos a todos sin juzgar. ¿Están preparados para hacer
realidad sus deseos más salvajes? ―Un hombre enano nos saluda desde
la pequeña cabina de madera. Va vestido con un disfraz de mono peludo
de color marrón, con una capucha infantil que le cubre la cabeza y dos
orejitas de mono.
―¡Claro que sí, no puedo esperar! ―Claire grita emocionada.
―Tres entradas, por favor, señor ―responde Naomi, claramente
ansiosa por entrar. Se le dibuja una sonrisa en los labios, nos suelta los
brazos y abre la pequeña bolsa que lleva en la mano―. Esta noche invito
yo, zorras. Para que recuerden que fui yo quien les dio la mejor noche de
sus putas vidas ―añade, entregándole tres billetes de cien dólares.
Me quedo boquiabierta cuando cierra la bolsa.
―¿Trescientos dólares? ¿Estás loca? ―No me importa lo que este
lugar es, o lo que hacen. Es imposible que una entrada valga tanto
dinero.
―Un pequeño precio a pagar por todo lo que estamos a punto de
experimentar, créeme. Podemos grabar y tomar vídeos dentro, ¿verdad?
―Naomi pregunta con tono coqueto.
Con una sonrisa ladina, el hombrecillo contesta:
―Por supuesto, querida. De hecho, lo fomentamos ―explica, y nos
entrega tres boletos en blanco y negro.
―¡Perfecto! ―declara Claire mientras le arrebata las entradas de las
manos del hombre―. Entremos, estoy deseando ver esta mierda.
Gracias, pequeño señor ―añade, guiñándole un ojo al enano antes de
guiarnos a Naomi y a mí hacia la entrada de la carpa principal. Me
intriga saber qué maravillas nos esperan al otro lado. Por los vídeos que
he visto de camino aquí, me hago una idea de lo que me espera y, lo
admito, parece que me espera una noche salvaje, pero es el hombre de la
máscara de los vídeos el que despierta mi interés. Hay algo en él que no
puedo explicar. No puedo evitar esperar que nuestros caminos se crucen
esta noche.
Cuando nos acercamos, un hombre vestido como un mimo sobre
zancos, con la cara pintada de blanco y finas cejas negras, levanta la gran
solapa a rayas de la tienda. Con una sonrisa entusiasta, nos hace un
gesto para que entremos, guiándonos con el brazo.
―¡Aquí es! Recuerden, lo que pasa aquí, se queda aquí. No sean
perras asquerosas.
―Lo que tú digas, Claire. Todo el mundo sabe que tú eres la
asquerosa. Quiero decir, ¿por qué más quieres hacer videos si no es para
usarlo en tu beneficio más tarde? ―Naomi se burla―. Prometamos
mantener en secreto todo lo que pase con nosotras tres. A la mierda los
demás, déjalos a su suerte.
―De acuerdo ―añade Claire, aplicando una gruesa capa de reluciente
brillo rojo a sus carnosos labios.
―Okey, trato hecho. ―Estoy de acuerdo. Quiero decir, ¿qué tan mal
puede ponerse realmente esta noche? Veo como las chicas entran delante
de mí. Hago una pausa y respiro hondo para prepararme para el caos
que sé que se avecina. Me lo merezco. Me merezco una puta buena noche. El
mimo se aclara la garganta y me saca de mi triste intento de charla de
ánimo interna. Levanto los ojos hacia él e inclina la cabeza hacia la
entrada para darme prisa―. Claro, lo siento ―susurro, antes de
atravesar rápidamente la solapa de lona levantada y entrar en la carpa
principal.
Una vez adentro, me golpea un aire húmedo y mohoso. Continúo por
el oscuro y estrecho pasadizo, abriéndome paso hacia la luz del otro
extremo mientras el bajo de la música vibra a través de mí.
―¡Date prisa, Indie! ―grita Naomi desde algún lugar delante de mí
justo cuando se abre la entrada a la gran zona circular de la carpa
principal. La oscuridad del túnel de entrada se desvanece cuando la
carpa se abre a la sala principal. La carpa está tenuemente iluminada,
con luces parpadeantes que proyectan sombras espeluznantes sobre las
gruesas paredes de lona que nos rodean. El ambiente que se respira bajo
la carpa es a la vez seductor e inquietante.
La gente se agolpa en torno a zonas seccionadas de la carpa, con
estrechos pasadizos que serpentean entre los cuerpos. En el centro,
alrededor de la base del grueso poste de madera que sostiene la famosa
punta de la carpa, hay una gran barra circular. Detrás de la barra hay
hombres y mujeres vestidos de negro. Todos llevan algún tipo de
máscara de bufón mientras toman pedidos y mezclan bebidas para el
enjambre de gente que los rodea.
―Quién iba a decir que Casselman tenía tantos putos frikis de clóset
―se ríe Claire cuando las alcanzo―. Vamos a explorar.
Siguiéndolas, nos abrimos paso por los estrechos pasadizos entre la
multitud. A nuestra izquierda, un gran cartel de madera cuelga del
techo sobre la zona delimitada.
Ballet de cuchillos.
Acercando su boca a mi oído, Naomi grita:
―¿Qué demonios es el Ballet de cuchillos? ―Aunque está tan cerca de
mi oído, apenas puedo oírla por encima de la música.
―No tengo ni idea, pero estoy deseando jodidamente averiguarlo
―añade Claire, mientras se abre paso entre la multitud de gente que
rodea la zona con Naomi y conmigo a remolque. La gente nos empuja y
grita agresivamente mientras nos abrimos paso hacia el frente.
―¡Mierda! ―Naomi jadea. Al llegar por fin a la parte delantera y ver
bien, me quedo boquiabierta. Dos hombres se sientan en sillas en la zona
separada, con los pantalones en los tobillos y la polla y las pelotas al aire.
Mientras, dos mujeres jóvenes, vestidas con trajes de látex, bailan a su
alrededor. Sin embargo, en las puntas de sus zapatillas de ballet, hay
grandes cuchillos. Giran sobre las puntas afiladas mientras se
arremolinan alrededor de los hombres, y la multitud observa
atentamente.
―No lo entiendo, ¿un baile erótico de ballet? ¿Con cuchillos? ¿Quién
demonios desea eso?
―No tienes que entenderlo, ese es el punto. Créeme, esto es
probablemente lo menos jodido que veremos... ―La frase de Naomi se
interrumpe cuando una de las jóvenes levanta su pierna y la corta a
través del muslo del caballero. El carmesí recorre su pierna peluda,
manchando su calcetín alto y blanco mientras sisea. Instintivamente
agarro con fuerza la muñeca de Naomi, insegura de que lo que estoy
viendo sea cierto, pero justo cuando pienso que esto no puede ser más
raro, la polla del hombre empieza a crecer delante de todos los que lo
ven.
―¡Mierda! Se está excitando. ―Claire se ríe mientras saca su celular
para grabar el espectáculo―. Qué puto enfermo. La gente nunca va a
creer esto.
―Esto tiene que ser falso, ¿verdad? Un puto número de circo. La
gente no viene aquí y paga esa cantidad de dinero para que se la corten
bailarinas de ballet ―cuestiono, encontrándome aturdida por la
incredulidad. Incapaz de apartar los ojos de la actuación, veo cómo la
chica se da la vuelta y aprieta el trasero contra su erección. ¿Qué clase de
espectáculo es éste? Mis ojos recorren la multitud de espectadores.
Esperaba que alguien se metiera y evitara que esto sucediera, pero no lo
hicieron. Me doy cuenta cuando la segunda mujer golpea con su zapato
afilado el pecho del otro hombre.
Todo esto es real. Los cuchillos, los cortes, la sangre, el placer.
―¡Oh, no puedo esperar a ver lo que esconden en la parte trasera de
la carpa si esta es la mierda de la parte delantera! ―grita Claire antes de
empujar a través de la multitud por delante de nosotras en una prisa por
explorar. Al girarme hacia ella, me encuentro con la cara familiar del
señor Cunnings. Nuestro profesor de quinto grado, con su mano metida
en los pantalones mientras se masturba ante el espectáculo de sangre
que tiene delante. Rápidamente, me doy la vuelta y persigo a Claire,
arrastrando a Naomi detrás de mí.
―¡Este lugar está jodido! ―grita Naomi.
―Es una forma de describirlo ―respondo. Sigo el estrecho camino
entre la multitud hasta la siguiente zona separada.
Conejita Niñera
―Conejita Niñera... Genial... ―le grito a Naomi, que me devuelve una
sonrisa siniestra. Sabían que esta mierda estaba jodida, tenían que
saberlo. Ni siquiera los vídeos que he visto de camino hasta aquí me
habrían hecho esperar esto... creo que nunca nada podría.
La multitud alrededor de ésta parece menos densa, mientras nos
dirigimos al lado de Claire en la parte delantera. Dentro de la zona
acordonada, está la mujer más alta que he visto nunca. Lleva una
máscara de conejo, un abrigo que cuelga abierto dejando al descubierto
sus grandes pechos desnudos y unos pantalones cortos de cuero con
botas a juego hasta los muslos. En el suelo, frente a ella, hay una gran
manta donde se sienta un hombre adulto. Lleva un pañal de tamaño
adulto y una cofia con volantes atada a la cabeza mientras gime y
levanta los brazos hacia ella.
―Aw, ¿el bebé tiene hambre? ―grita la conejita―. Ven con Conejita,
bebé. Tengo justo lo que necesitas ―añade mientras se sienta en la silla
que hay detrás de ella. El hombre, siguiendo sus órdenes, se arrastra
hacia ella y se sienta en su regazo, donde se lleva la teta a la boca y
empieza a mamar como un bebé. Sorbe y chupa, mientras la leche gotea
por su cara regordeta y su barba. La conejita le acaricia la espalda y lo
mece en sus brazos mientras interpretan lo que solo puedo suponer que
es el deseo de este hombre.
―Dime que tienes problemas con mamá, sin decirme que tienes
problemas con mamá. ―Claire se ríe y vuelve a meterse el celular en el
bolsillo―. Muy bien, hora de beber. Si todos los espectáculos van a ser
tan jodidos, necesitamos alcohol en nuestro sistema.
Mis ojos se abren de par en par cuando la mano de la Conejita Niñera
se desliza dentro del pañal del hombre. No queriendo presenciar más el
espectáculo, desvío rápidamente la mirada hacia mis amigas.
―De acuerdo, no estaba preparada para... lo que demonios sea esto
―añado.
Las chicas se ríen mientras nos abrimos paso entre la multitud hacia la
barra. Voy a necesitar muchas bebidas para prepararme para lo que
venga a continuación, de eso estoy segura. Sin embargo, una parte de mí
siente curiosidad por saber qué más pasa en este lugar. Aunque sabía
que este lugar estaría jodido, nunca esperé que mis amigas me trajeran
a... bueno... un burdel para frikis.
IV

Apenas ha pasado una hora desde la apertura y ya hemos ganado más


que en nuestro último espectáculo. No es que me sorprenda. Estos
patéticos pueblitos suelen ser el hogar de los mayores fenómenos, y no
hay nada que les guste más a los cirkies que un puñado de granjeros con
bolsillos tan profundos como su depravación.
El aire es denso debido a las máquinas de niebla que llenan la carpa y
se mezcla con el fuerte olor a sudor y colonia barata. Sentado en mi silla,
observo el principio del caos a mi alrededor. Cada trago que toman está
mezclado con una pequeña cantidad de LSD. No mucho, solo lo
suficiente para ayudarlos a relajarse, a soltarse. Al principio, ninguno de
ellos quiere actuar sobre sus ansias, sobre sus deseos. Temen el rechazo.
Juicio. Vienen aquí, observan y, tras unas cuantas de nuestras bebidas
especiales, se entregan a lo que les apetece de verdad, mientras nos
hacen ganar a mí y a los cirkies un buen dinero.
¿Arderé en el infierno por eso? Probablemente.
Pero no sería la primera vez que juego con fuego y me quemo.
Una rubia achispada, tambaleándose con unos tacones con los que
claramente no sabe andar, se abre paso lentamente hacia mí. Sus jeans
ajustados y su blusa escotada dejan poco a la imaginación. No es que
importe, nunca me mezclo con los clientes. Para eso están los cirkies.
Aunque eso no impide que una o dos lo intenten de vez en cuando.
Al llegar a mí, la mujer se levanta y me pasa las uñas postizas por la
piel tatuada de mi pecho mientras rodea mi silla y se detiene detrás de
mí. Se inclina y acerca su boca a mi oreja.
―¿Por qué estás aquí solo? ―susurra. Su voz es como clavos en una
pizarra. Dolorosa e irritante, incluso con la música a todo volumen
ahogándola. Mi cuerpo se pone rígido y mis manos enguantadas se
agarran con fuerza a los brazos de mi trono de madera hecho a medida.
No me gusta que me toquen. Algunas noches lo tolero mejor que otras,
pero esta noche no es una de esas noches. Observando es como
encuentro mi placer. Es a la vez hermoso y erótico, ver cómo la alta
moral de los ciudadanos más íntegros de cada pueblo se derrumba de
sus pedestales. Al mismo nivel que aquellos a los que juzgan tan
despiadadamente.
No le respondo, nunca lo hago. Giro la cabeza hacia la izquierda e
inclino la barbilla hacia Johnny, uno de mis payasos asesinos, en señal de
orden silenciosa. Johnny es un ser humano jodido. Probablemente
debería estar internado, pero por suerte su nivel de psicópata es un éxito
entre las amas de casa desesperadas. Aunque, una o dos veces ha
llevado el espectáculo un poco demasiado lejos. Especialmente cuando
él y su compañero de espectáculo, Troy, se ponen en eso, pero el dinero
que traen con sus pollas de payaso compensa la fuerza humana extra
que tenemos que poner cuando ocurren esos pequeños deslices.
Sus ojos se clavan en los míos y asiente. Una señal de su conformidad
mientras descruza los brazos del pecho y se acerca, empujando su
corpulento cuerpo a través de la densa multitud de clientes ansiosos. Sin
mediar palabra, agarra a la rubia por el brazo y la jala hacia donde están
él y Troy. Ella se resiste un poco, hasta que Johnny le susurra al oído
Dios sabe qué, mientras la arrastra de nuevo entre la multitud y a través
de la zona acordonada de su espectáculo.
Con la rubia fuera de mi espalda, vuelvo a centrar mi atención en la
creciente multitud que me rodea. Siempre me ha hecho gracia lo
normales y correctos que pueden parecer por fuera algunos de los
mayores fenómenos. Profesores, médicos, policías, lo que sea, lo he
visto. He visto a las personas más respetadas de los pequeños pueblos
desmoronarse y caer cuando sus deseos más oscuros yacen ante ellos.
Por fin a su alcance tras años enterrados bajo capas de mentiras y
negación.
Como los pequeños deslices de Johnny.
Aún no me he visto sorprendido por ninguna pobre alma que se haya
colado bajo mi carpa. Después de todos los años que llevo dirigiendo el
Cirque Du Désir, creo que lo he visto todo. Sin embargo, esta noche,
mientras mis ojos recorren los grupos de clientes drogados y cachondos,
mi vista se posa en alguien que no pertenece a un establecimiento como
este.
Su espesa melena oscura cae en cascada sobre su espalda en perfectas
ondas playeras mientras se abre paso entre la multitud. Sus profundos
ojos castaños se llenan de asombro mientras observa la zona y se fija en
lo que la rodea. Ella y sus dos amigas se detienen en la barra del centro
de la carpa y yo las observo mientras piden algo de beber. Por la forma
de vestir de sus amigas, sé que pertenecen a un lugar como éste. Ellas,
como todo el mundo aquí, tienen deseos jodidos que ocultan al mundo
que les rodea.
Pero no ella.
Ella, con su bonito top blanco y su piel inmaculada, es demasiado
pura para un lugar como éste, y sin embargo, aquí, en el centro de mi
gran carpa con el caos desplegándose a su alrededor, está sentada.
Brinda con sus amigas mientras bebe un sorbo. Girando el cuello,
lucho contra el impulso de acercarme a ella. De explorar qué trajo a una
chica como ella hasta aquí esta noche. Sin duda está aquí solo por sus
amigas, pero incluso ellas deberían saber que no es su sitio. Detrás de mi
máscara, se forma una sonrisa. No puedo mentir. Es un espectáculo
jodidamente hermoso. Uno que agradezco, pero que no debería desear
ver.
Aquí no.
Apartar mis ojos de ella es más doloroso de lo que me gustaría
admitir, pero necesario para no llamar la atención sobre ella. ¿Por qué me
importa llamar la atención sobre ella? No es más que otra clienta. Otro juguete
con el que jugarán los cirkies esta noche.
Está claro que sus amigas tienen dinero, a juzgar por la ropa de marca
que han elegido para vestir, y solo cabe suponer que si la han traído aquí
esta noche, es porque pretenden hacerla pasar un buen rato.
La sola idea de que alguno de mis cirkies respire cerca de su piel
intacta no me agrada. El malestar se apodera de mis entrañas mientras
mis ojos vuelven a ella. Veo cómo sus amigas intentan arrastrarla a la
pista de baile, pero ella se niega. Prefiere quedarse en la barra y vigilar
sus bebidas.
Se siente incómoda. Insegura. Bien, debería estarlo.
Cuando sus amigas se van, me pongo de pie y me mezclo con la gente
mientras me dirijo lentamente hacia la barra. Me siento atraído por ella,
aunque no sé por qué. Necesito estar cerca de ella. No lo suficiente como
para que me note, porque incluso con el espectáculo de mierda que nos
rodea, cualquier cosa que hago rara vez pasa desapercibida.
Una de las maldiciones de ser el líder del grupo, siempre soy el centro
de atención, incluso cuando no quiero serlo. Los cirkies me admiran. Me
siguen. Para ellos, soy el rey y la gran carpa es mi reino, pero esta noche,
daría cualquier cosa por mezclarme en las sombras para poder ver y
satisfacer mi propio deseo sin juicios ni miradas indiscretas, y esta
noche, el único deseo que tengo es ella.
Pero mi deseo es uno que nunca se cumplirá. Porque cuando se trata
de chicas como ella... no solo no pertenecen aquí, sino que no pertenecen
a tipos como yo. Tipos con hábitos enfermos e insaciables. Tipos con
demonios que se gestan bajo su piel cicatrizada y prosperan en la
oscuridad. No. Las chicas como ella solo acabarían heridas. La lastimaría.
Como hice con mi mamá.
Llego a la barra a unos metros de mi fijación actual, manteniéndome
de espaldas a ella, en un pobre intento de aparentar que no tiene toda mi
atención. Cierro los ojos e inhalo profundamente, sintiendo su dulce
aroma en mi nariz. Almizcle, vainilla y pachulí. Hermosa. El golpe
perfecto de dulzura terrosa. Otra confirmación de que esta chica no
pertenece a mi circo, bajo mi carpa.
Este lugar es peligroso para una chica como ella.
Y esta curiosa ansia que tengo por ella, es peligrosa para los dos.
Arriesgo una mirada por encima de mi hombro y la encuentro
riéndose mientras observa a sus amigas bailando con un grupo de
cirkies y otros clientes. Su sonrisa es la definición de la perfección.
Observarla es como presenciar la inocencia en sí misma. No se merece el
caos que tengo. Nadie lo merece.
Los gemidos resuenan en la tienda. Se mezclan con los graves de la
música del DJ. La primera señal de que la noche está a punto de ponerse
buena, pero, ¿qué pensará ella de las cosas que presencie aquí esta
noche? ¿Huirá? O quizás por primera vez, estoy equivocado. Tal vez
bajo esa piel impecable, se esconde una oscuridad. Un deseo tan
enfermizo que incluso sus amigas la juzgarían si supieran la verdad.
Se gira hacia la barra y le hace señas a Jace para que le sirva otra copa
antes de volver la vista hacia sus amigas bailarinas. Me doy la vuelta
hacia la barra y golpeo con mis nudillos enguantados la gruesa plancha
de madera, llamando la atención de Jace antes de indicarle que
mantenga limpia esa bebida. Él arruga las cejas, confundido, pero hace
lo que le digo. En todos los años que llevo dirigiendo este circo, nunca
he impedido que le echen alcohol a nadie, así que no lo culpo por estar
confundido. Mierda, ni siquiera yo sé por qué echarle algo en la bebida
no me parece bien, todo lo que sé es que esta chica no necesita más LSD
en su sistema, necesita irse a casa, salir de aquí antes de que este lugar
manche su inocencia y la deje marcada. Como a mí.
Si hay un objetivo que tengo esta noche, además de ganar dinero, es
sacarla de aquí ilesa y sin mancha. Si eso significa que nos cueste dinero
a mí y a los cirkies, que así sea. Jace deja su bebida en la barra, esta vez
un shot. Chica valiente. Jace se inclina sobre la barra y le susurra algo,
haciéndola apartar la vista de sus amigas. Ella saca un billete azul de
cinco dólares del bolsillo y se lo entrega con una sonrisa antes de tomar
la copa con la mano perfectamente cuidada. ¿Hay algo imperfecto en ella?
Mis ojos siguen sus movimientos cuando se lleva el caballito al labio y
lo echa hacia atrás, su nariz se arruga mientras el alcohol se desliza por
su hermosa y delicada garganta. Una garganta que me gustaría rodear
con la mano. Las gotas de su bebida se deslizan por su labio inferior y
observo cómo gotean y caen sobre la curva de su pecho turgente. Tras la
máscara, sacudo la cabeza con incredulidad mientras me paso la lengua
por los labios. No sé qué tiene esta chica que me llama la atención, ni
cómo ha conseguido meterse en mi piel, pero sé que eso la hace
peligrosa.
Se limpia la boca con la muñeca, deja el caballito sobre la barra y se
aclara la garganta. Se gira para volver a ver a sus amigas y sus ojos se
cruzan con los míos. Se me hace un nudo en la garganta bajo su mirada,
incluso detrás de mi máscara, es como si viera a través de ella. Justo la
parte de mí que mantengo oculta. Espero a que muestre miedo, que
huya del extraño de la máscara de payaso, pero no lo hace.
No. En vez de eso, la comisura de sus labios se dibuja en una sonrisa.
Una sonrisa genuina y amable, mientras se pasa un mechón de cabello
suelto por detrás de la oreja.
Mierda.
¿Cómo puede alguien que en su ser mismo gotea inocencia, ser tan
malditamente peligroso? Tentador. Sus ojos se cruzan con los míos y, de
repente, me hundo en su profundidad. La forma en que brillan bajo las
tenues luces de la carpa. Me pregunto cómo debe ser ver el mundo, mi
mundo, a través de unos orbes tan hermosos. Una pizca de pecas se
dibuja en su nariz y sus mejillas se ruborizan bajo mi mirada. Como si
no estuviera ya poniendo a prueba mi fuerza de voluntad, se lleva el
labio inferior a los dientes cuando rompe nuestra mirada. Una suave
risita vibra en su interior mientras se da la vuelta y se dirige a la pista de
baile para unirse a sus amigas.
Me acerco a ellas y veo cómo les toma las manos y mueve las caderas
al ritmo de la música. Sus amigas se aprietan contra ella mientras se
unen. Me giro hacia ellas y me apoyo en la barra. Por primera vez, el
espectáculo me absorbe por completo. Como un cliente que paga,
luchando con la batalla interna de mi propio deseo.
Ella.
¿Quién es esta chica y por qué está aquí? ¿Qué tiene que me ha
cautivado tanto?
V

Con las manos de Claire y Naomi entrelazadas con las mías, nos
perdemos al compás del bajo. A nuestro alrededor, se desarrollan cosas
que uno solo podría imaginar. La gente folla como si nadie la viera y el
aroma férreo de la sangre inunda el aire. Debería estar asustada o
preocupada, pero no lo estoy. Mi cuerpo zumba con el calor del licor que
fluye por mis venas y la base vibra a través de mi cuerpo mientras
dejamos ir todo nuestro estrés y preocupaciones. Porque nos lo
merecemos. Yo me lo merezco.
Admito que me sorprendió ver que Lux abandonaba su famoso trono,
pero me sorprendió aún más encontrarlo a mi lado en la barra. El
momento en que me di la vuelta para encontrarme con su inquietante
máscara de pie detrás de mí me produjo una descarga de emoción. Dejó
su trono por mí.
No tengo que levantar la vista para saber que sus ojos siguen clavados
en mí. La mirada de Lux es pesada y, sin embargo, me encuentro
queriéndola. Deseándola. Quiero que me mire entre la multitud de gente
que se ha reunido aquí esta noche. Cuando cruzamos nuestras miradas,
aunque fuera por ese breve instante, sentí algo, incluso antes de venir
aquí sabía que este líder enmascarado era más de lo que la gente
pensaba, y en ese momento supe que mis sospechas eran ciertas. Hay
oscuridad en él. Una que debería hacer huir a la gente, y estoy segura de
que para la mayoría tiene ese efecto, pero en mí no. Quiero saber más
sobre los demonios que lo acechan. Esta noche, son ellos los que deseo.
La carpa parece girar a mi alrededor. Todos mis sentidos se agudizan
mientras mi cuerpo se balancea al ritmo de la música. Doy mi propio
espectáculo. Tal vez sea el licor, pero siento su tentación desde aquí. Él
siente curiosidad por mí, igual que yo siento curiosidad por él, y
mientras bailo con mis amigas, bajo su mirada, siento que el calor crece
entre mis muslos. Esta necesidad ardiente de ser tocada y saciada. Su
sola atención me moja.
Quiero más. Quiero jugar.
Me encuentro deseando sobrepasar los límites, empujar los suyos para
ver hasta dónde puedo llegar. Ya conseguí que abandone su famoso
trono. ¿Qué se necesita para que haga un movimiento hacia mí? Para
acercarlo.
Por fin vuelvo a levantar la vista hacia la barra y encuentro a Lux
apoyado en ella. Las gotas de sudor resplandecen en la tenue luz de las
bombillas que cubren la carpa mientras caen por su pecho tatuado y
tonificado. Su rostro está totalmente oculto tras la misma máscara de los
vídeos que vi durante el viaje, pero incluso con la máscara ocultando sus
reacciones, sé que disfruta mirándome. Es como un juego silencioso
entre nosotros. Es estimulante y nuevo. Se me abre el apetito entre los
muslos al pensar que puedo causarle semejante efecto.
Echo un vistazo a la muchedumbre, y veo que hay una mezcla de
cirkies y clientes. Miro a uno de los payasos que vi cuando hacíamos
cola forcejeando con Kathlene, la recepcionista de mi dentista, pero me
quedo paralizada cuando veo cómo le jala su espesa melena rubia hacia
un lado y le pasa una pequeña navaja por el hombro. Como si percibiera
mi mirada, sus ojos se cruzan con los míos a través de la bruma. Lenta y
sensualmente, él sostiene mi mirada mientras aplasta la lengua antes de
pasarla por la sangre fresca que gotea del corte y recorre el hombro
bronceado de ella.
Se me forma un nudo en la garganta y me lo trago. Repulsión. Eso es
lo que debería sentir, pero cuanto más veo de este lugar, más intrigada
me siento. El cirkie interrumpe nuestra mirada y yo salgo del trance en
el que parece haberme sumido, para encontrarme sola en medio de un
mar de gente. A través de la tenue luz, escudriño a la multitud, pero no
veo a mis amigas por ninguna parte.
Mierda.
¿Cuánto tiempo llevo aquí?
Mi mirada vuelve al misterioso líder apoyado en la barra. No se ha
movido, ni siquiera un centímetro. Sus inquietantes ojos siguen clavados
en mí como si estuviera en el centro de la pista de su circo. Unas manos
ásperas me agarran por las caderas, jalándome hacia atrás. Al girarme,
me encuentro cara a cara con el payaso. Sus labios aún lucen la sangre
de Kathlene, mezclada con las capas secas de su espesa pintura facial. En
su rostro se dibuja una sonrisa siniestra mientras me aprieta contra su
pecho y me sujeta con firmeza. Huele fuertemente a cigarros y whisky,
tan fuerte que da náuseas. O quizá sea el licor. Me clava las uñas en las
caderas y me agarra con más fuerza, apretándome el trasero contra su
endurecida polla.
―Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? No te preocupes conejita de miel.
Te haré pasar un buen rato ―susurra con dureza contra mi oído―. Por
el precio justo, claro. ―Giro la cabeza hacia un lado.
―No me interesa ―le respondo, haciendo todo lo posible por
soltarme de él. En mi esfuerzo por liberarme, e incapaz de ver con
claridad mientras el alcohol hace efecto, tropiezo. Casi caigo al suelo
cuando una fuerte mano enguantada me rodea el antebrazo y me
detiene. Al levantar la vista, me encuentro cara a cara nada menos que
con la máscara de payaso que me ha estado persiguiendo toda la noche.
―Lo siento, Lux. Yo me encargo de esta ―dice el payaso que tengo
detrás con tono ronco.
Lux me suelta el brazo, pero sus ojos permanecen fijos en los míos
mientras el payaso me jala hacia él y me guía sobre mis temblorosas
piernas. Un escalofrío me recorre la espalda bajo el peso de su intensa
mirada, pero esta vez, sus ojos están llenos de algo diferente. Detrás de
la carnalidad que vi antes, parpadea la ira. Celos. Mi pulso se acelera por
la excitación y en mi cara se dibuja una sonrisa de satisfacción. Doy
vuelta en los brazos del payaso y aparto los ojos de Lux mientras le
rodeo el cuello con los brazos, me quito de la cabeza todos los
pensamientos sobre lo vil y repugnante que es este hombre, dejo que mi
cuerpo fluya al ritmo de la música y aprieto las caderas contra él. Esto va
a ser divertido.
Sus sucias manos vagan, trazando las curvas de mi cuerpo mientras su
lengua se desliza por sus labios agrietados y manchados de sangre. Con
ojos hambrientos, me ve como si estuviera hambriento y yo fuera su
próxima comida. Hago lo que puedo por ignorar las vibraciones de asco
que me transmite, teniendo en cuenta que detrás de mí me observa Lux
y que no le gusta lo que ve. Puedo sentir su mirada agitada recorriendo
cada centímetro de mi cuerpo que toca su cirkie. Bien.
Ojalá pudiera explicar por qué me excita darle celos a un desconocido.
Es embriagador, y ahora que ha empezado este jueguito, no quiero que
termine. Tengo un efecto sobre él. En el hombre que se volvió viral por
ser intocable. La gente le teme, y a él parece gustarle, pero, ¿qué hará si
no le muestro el mismo miedo que los demás?
Algo me roza la espalda. Miro por encima del hombro y me encuentro
con la cara pintada del payaso espeluznante con el que me he cruzado
afuera. Me aprieta la espalda con una sonrisa socarrona y me inmoviliza
entre él y el otro cirkie. Me agarra de la cadera con una mano y de la
nuca con la otra mientras empuja mi cara contra el pecho de su amigo.
Giro los ojos hacia Lux y descubro que sigue observándome
atentamente. Tiene los puños apretados a los lados, y no puedo evitar
sonreír mientras aumenta el dolor entre mis muslos. Estoy aprendiendo
a amar este juego, la sensación de euforia que me produce tenerlo
mirándome. El payaso mantiene mi cabeza inmovilizada mientras
desliza lentamente su rodilla entre mis piernas, separando mis pies. Me
retuerzo, manteniendo los ojos fijos en los de Lux. Vine aquí para
pasármela bien, soltarme, y estos cirkies claramente quieren ayudarme a
soltarme. Quieren hacerme pasar un buen rato, y ahora mismo, cada
fibra de mi cuerpo inducido por el alcohol quiere que lo hagan, aquí
mismo, mientras Lux mira.
Hombres, mujeres y cirkies por igual están esparcidos por la pista de
baile de la carpa, follando. Chupando. Sangrando. Cediendo a las
tentaciones que han mantenido ocultas en sus vidas. Participando en
cosas por las que la sociedad los juzgaría. Aquí no se avergüenza ningún
nivel de depravación. Todo el mundo es libre de dejarse llevar y
satisfacer sus deseos. A mi izquierda, veo una zona separada, donde una
mujer grande se sienta en una silla. Los dedos de sus pies palmeados
están siendo lamidos y chupados por un hombre sentado frente a ella,
mientras un hombre sin brazos se arrodilla en el suelo ante él,
chupándole la polla en la boca. La mujer gime y se pellizca los pezones.
La gente se agolpa alrededor, algunos se limitan a mirar, otros se tocan
ante el espectáculo que tienen delante. Nadie juzga a nadie. Al contrario,
los animan, disfrutando cada minuto.
Porque aquí, en el Cirque Du Désir, ningún deseo, ninguna apetencia
es demasiado oscura o retorcida.
Unos dedos ásperos rozan la suave piel de la parte interior de mi
muslo, mientras el cirkie que está detrás de mí desliza su mano por el
dobladillo de mi falda de mezclilla antes de subirla. Su mano recorre
lentamente un camino hacia el dolor que crece entre mis muslos
mientras nos balanceamos al ritmo de la música. Cada vez me toca más
de cerca, hasta que sus dedos se enganchan en la fina tela húmeda de
mis bragas. Se inclina y acerca sus labios al caparazón de mi oreja.
―Eres una pequeña zorra. Ya estás bien mojada para nosotros. ―Se
ríe con su aliento caliente mientras me aparta las bragas. Mi cuerpo
tiembla de necesidad. Un hambre tan fuerte que con gusto dejaría que
cualquier hombre de aquí me tocara, me follara para que parara.
Siempre que Lux esté viendo. Espero a que toque mi piel sensible. Los
segundos parecen horas, pero no llega. Justo cuando está a punto de
pasar sus gruesos dedos callosos por donde yo quiero, me lo quitan de
encima y lo tiran al suelo.
Unas manos enguantadas me agarran con fuerza del brazo y me jalan
bruscamente entre la multitud.
―¡Qué demonios! ―grito, claramente molesta porque alguien me
impide una liberación que tanto deseo y necesito. Lux me arrastra a
través de la multitud hacia la parte trasera de la carpa―. ¡Suéltame!
¿Qué demonios crees que estás haciendo?
―Tienes que irte. Ahora mismo. ―Su tono es duro, profundo y lleno
de frustración. Está molesto. Jodidamente molesto, y por alguna razón
su molestia solo alimenta el dolor que siento. Una sonrisa se dibuja en
mi cara mientras me arrastra a una pequeña habitación en la parte
trasera de la tienda. Me suelta y empieza a caminar frenéticamente con
respiraciones rápidas y superficiales.
Apoyada en la lona de la tienda, cruzo los brazos sobre el pecho y le
enarco una ceja.
―No me iré. No hasta que consiga lo que vine a buscar, Lux.
VI

No debería haber hecho eso. Mierda. Eso fue una puta estupidez, y
por todos los ojos que se giraron en nuestra dirección mientras la sacaba
de ahí, sé a ciencia cierta que no pasó desapercibido. Nunca, en todos
mis años dirigiendo este circo, he intervenido con un cirkie y su cliente.
Ni una sola vez he tomado una para mí.
Pero tenía que tenerla.
―¿Me estás escuchando? No me iré. No puedes obligarme, pagué mi
entrada ―suelta. Su maldita voz es serena, incluso cuando está molesta
y me grita. Hago una pausa en mi paseo y me giro lentamente hacia ella.
Tiene las mejillas sonrojadas de un precioso rosa claro, apenas visible en
la penumbra del almacén al que la arrastré en mi arrebato de ira. Un
error que pagaré al final de la noche, estoy seguro. No tardará mucho en
correrse la voz de cirkie en cirkie, y aunque sea mi circo, y yo a quien
responden... va a suscitar preguntas. Preocupaciones, que francamente,
no me importa una mierda responder ahora mismo.
Ladeo la cabeza y recorro con la mirada su cuerpo apretado. Mierda.
De cerca, es aún más perfecta. Sus duros pezones asoman a través del
fino top de ganchillo que ha elegido llevar esta noche. Pidiendo ser
pellizcados, chupados. Mordidos. Cada centímetro de su perfecta piel
expuesta, sin cicatrices ni moretones. Simplemente inmaculada. Todo lo
que está prohibido para un tipo como yo.
―¿Cómo te llamas? ―La pregunta se me escapa de los labios antes de
que pueda detenerla. No necesito saber su nombre. Quiero, pero no
debería saberlo.
―¿Mi nombre? ―Hace una pausa, levantando la ceja con confusión.
―Sí, tu nombre. Parece que sabes el mío, es justo que yo sepa también
el tuyo ―añado, dando un paso hacia ella. Ella se retuerce, descruzando
los brazos del pecho.
―Indira Conners, pero mis amigas me llaman Indie. ―Un nombre
extraño e inusual. Exótico. Adecuado para una mujer así.
―Ya veo ―doy otro paso hacia ella―, ¿y qué trae a una chica como
tú, al lugar donde juegan los monstruos? ―Me ha molestado toda la
noche. Esta pregunta de por qué y cómo una chica como ella terminó en
un lugar como este. Claro, lo más probable es que sus amigas la trajeran,
pero ¿por qué se quedó? Después de ver, presenciar lo que pasa aquí.
¿Por qué no huyó? ¿Por qué, cuando me miró a los ojos, sonrió y no
huyó?
―No pareces un monstruo ―susurra, dando un paso hacia mí. Esta
chica tiene pelotas. Desafía y presiona sin miedo. Es intrigante. ¿Pero
hasta dónde llegará?
―Acércate, te contaré un secreto de circo ―respondo con timidez.
Detrás de mi máscara se dibuja una sonrisa y ella da otro paso hacia
adelante, sin dejar de verme. Sus ojos tienen el tono más hermoso de
marrón oscuro. Brillan con pequeñas motas doradas. Tomo un rizo
suelto de su cabello con mi mano enguantada y me encuentro deseando
sentir lo suave que es contra mi piel llena de cicatrices. Me inclino hacia
adelante y le paso el rizo por detrás de la oreja antes de susurrar―. Los
verdaderos monstruos nunca lo parecen... hasta que es demasiado tarde.
De pie, observo cómo traga, pero sus ojos no se apartan de los míos.
Están llenos de emociones con las que me identifico. Curiosidad.
Lujuria.
Una lujuria que yo también siento, pero solo por ella. Lo cual es
peligroso para los dos. Rápidamente le doy la espalda y respiro hondo.
Esta atracción hacia ella es confusa, pero una cosa es cierta, las chicas
como Indie no pertenecen aquí, ni a tipos como yo. Solo la lastimaría,
pero algo en sus ojos, en su tono, me dice que eso es justo lo que quiere.
―¿Por qué estás aquí? ―le pregunto por encima del hombro. Se ríe, le
hace gracia mi interrogatorio. Lentamente, me giro hacia ella.
―Para encontrar aceptación, liberación, como todo el mundo. ―Se
encoge de hombros.
―¿Aceptación? Algo me dice que nunca has tenido problemas para
ser aceptada. ¿Y liberación? ¿De verdad esperas que me crea que no
puedes encontrar eso en otro sitio? ―digo, mientras hago un gesto con
el dedo desde su falda hasta su cara.
―¿Por qué te importa dónde encuentro mi liberación? ¿O si me
aceptan? Soy una clienta que paga, tienes tu dinero. ¿Ves? ―grita
mientras saca su boleto del bolsillo y lo agita alrededor de mi cara. Algo
en su mano me llama la atención y la agarro con fuerza por la muñeca.
Le arranco el boleto de la mano.
Una quemadura carmesí pinta la palma de su mano. Es reciente, sin
duda de hoy, y parece realzar su belleza.
Permanezco de pie, con una sonrisa oculta bajo mi máscara, mientras
su frustración y su molestia aumentan. Me arrebata el boleto de la mano,
se lo mete en el bolsillo y resopla antes de apartarme de un empujón. El
contacto de sus manos con la piel desnuda de mi pecho mientras me
empuja me quema más que el fuego que estuvo a punto de acabar con
mi vida hace tantos años.
Se me escapa una risa incontrolable mientras me divierto con su
adorable rabieta. Molesta, intenta volver a la fiesta, y rápidamente la
agarro por la nuca, haciéndola girar e inmovilizándola de espaldas
contra la pared de lona.
Inhala bruscamente y sus ojos se abren de golpe al fijarse en los míos.
―Chicas como tú, no pertenecen a lugares como este. Lugares donde
los monstruos cazan y se aprovechan de los vulnerables. ―Bajo la
máscara de plástico, mi aliento caliente crea condensación que se
acumula y gotea por los lados de mi cara. Un resultado seguro del efecto
que esta chica tiene sobre mí. Mi respiración es corta, caliente y
demasiado rápida.
―Entonces, ¿vas a lastimarme? ―pregunta mordiéndose el regordete
labio inferior. Su voz es suave y está impregnada de un hambre tan
profunda que ni siquiera un monstruo como yo está dispuesto a dejarla
sufrir más.
―No, Indie. Voy a hacer algo mucho peor. ―Ella obtendrá la
liberación que su cuerpo anhela, pero vendrá de mí.
Confundida, me ve mientras la giro lentamente y desciendo frente a
ella. Tan cerca de ella, el aroma a vainilla y pachulí de su perfume es
jodidamente eufórico. Agarro una de sus piernas y la levanto para
sentarla encima de mí.
―¿Qué haces? ―pregunta con tono carnal.
―Dijiste que viniste aquí en busca de liberación, ¿no?
―Sí, pero... ―balbucea. Levanto la vista y mantengo los ojos fijos en
los suyos mientras sus músculos se tensan.
―Bueno, soy un monstruo con un hambre insaciable, y esta noche,
Indie ―susurro, cortándome en mitad de la frase. Paso mis manos
enguantadas por sus muslos, empujando la ligera tela de mezclilla de su
falda hasta sus caderas―. Esta noche cada centímetro de tu puta piel
perfectamente pura, es lo único que puede satisfacer mi ansia.
Paso mis nudillos por sus bragas húmedas, la hago jadear y su cabeza
cae contra la tienda. Es tan sensible a mis caricias. Mierda. Repito el
movimiento, esta vez aplicando más presión, y ella se derrite. Un suave
y glorioso gemido sale de sus labios. Engancho un dedo bajo sus bragas
de algodón, las hago a un lado y veo cómo queda al descubierto su
brillante coño. Mi polla se endurece y se me hace la boca agua al ver lo
mojada que está para mí.
Con el pulgar, rodeo suavemente su clítoris hinchado. El dulce aroma
de su excitación me llega a la nariz. La veo a través de los agujeros de la
máscara y contemplo su belleza en este momento. Su apetito crece con
cada pasada de mi pulgar alrededor de su sensible capullo.
―Mierda, Indie. Mira cuánto ansía tu cuerpo mi tacto. El tacto de un
monstruo ―susurro. Ella mira hacia abajo, con los ojos entrecerrados y
llenos de lujuria. Su mano agarra la máscara que cubre mi cara y la jala,
intentando quitármela―. No. ―Le arranco la mano de un tirón.
―Quiero verte ―suplica. Sorprendido por su afirmación, hago una
pausa. Que las mujeres me deseen no es nada nuevo, pero eso es antes
de que vean lo que hay debajo de la máscara que llevo. Al crecer, mi
verdadero rostro, mis cicatrices... se convirtieron en lo único que veía la
gente. Me juzgaban. Ridiculizado y descartado por mi aspecto exterior.
Feo. Asqueroso. Un monstruo.
Eso es lo que soy y siempre seré para las mujeres.
Mi propia mamá sabía que yo era un monstruo.
―Ni siquiera tú te quedarías si vieras la cara que hay debajo de la
máscara. ―digo titubeando―. Y no te culparía. ―susurro contra su
muslo. Con cuidado, me subo la máscara por la cara, ocultándome de su
vista, antes de pasar lentamente mi lengua por su coño. Su dulzura
cubre mi lengua y ella se estremece con el contacto. Ahora que la he
probado, me doy cuenta de lo peligroso que era apartarla de mí.
Una probada de ella nunca será suficiente.
Pero tendrá que ser así.
Sus manos se dirigen a la máscara que tengo sobre la cabeza y, por un
segundo, me quedo inmóvil. Temo que su insistencia haga que intente
quitármela de nuevo, pero no lo hace. En lugar de eso, desliza las manos
por debajo de la máscara y me pasa los dedos por el cabello mientras me
acerca la cabeza. Al principio, me detengo, esperando el retroceso
natural que se produce cuando alguien me toca, pero nunca llega. Su
tacto no es como el de El Hombre. No. Está lleno de pasión, de lujuria, y
le doy la bienvenida.
Mierda, lo quiero.
―Glotona ―gruño mientras deslizo mi lengua caliente en su interior.
Ella se agarra con fuerza a mi cabello y gime.
―Oh, Dios, sí, por favor. Justo ahí ―grita. La música del DJ sigue
retumbando y ahoga fácilmente el sonido de su placer, pero una parte
de mí quiere que la gente la oiga. Que sepan que sí, que la he tomado, y
que sí, que es mía. Retiro la lengua, agarro con fuerza sus muslos y
cierro la boca sobre su clítoris, succionando el sensible capullo entre mis
labios.
Ella se estremece y se retuerce entre mis garras. Sus manos me jalan
más profundamente. Me suplica que atienda el dolor que siente. La
excitación gotea de su coño y me cubre la cara, pero sorbo cada gota de
su dulce jugo. Pensar que casi se deja probar, saborear por Johnny. Solo
pensarlo me enfurece. Es demasiado buena para ellos. Demonios, es
demasiado buena para mí.
Las chicas como ella son fruta prohibida para monstruos como yo.
Permitirme probar su dulzura es fácilmente el mayor pecado que he
cometido, pero pasaría felizmente la eternidad en el infierno si cada día
de mi vida pudiera pasarlo recubriendo mi lengua con ella.
He pasado años sin tocar ni ser tocado por una mujer.
Por cualquiera.
Nunca lo necesité, pero en cuanto vi a Indie, el monstruo que había en
mí lo supo. Supe que estaba condenado. Ahora, ella me tiene de rodillas,
rezando para que el diablo no me lleve. No hasta que haya terminado mi
última comida.
―Lux ―gime suavemente. Mi nombre en sus labios es impío y
jodidamente sereno―. Por favor, necesito que me hagas correrme ―me
suplica con los labios hinchados.
Sonrío contra su coño. La recorro con la lengua mientras sorbo cada
gota que tan amablemente me regala. Mi polla palpita, suplicando ser
liberada, y sentir su estrechez envolviéndola. Lo necesito todo para no
enterrarme hasta las pelotas dentro de ella, arruinándola para cualquier
otro, especialmente sabiendo que le confirmaría a los cirkies a quién
pertenece.
Pero no puedo.
Todo lo que puedo hacer es darle lo que vino a buscar y enviarla a
casa.
Esta noche, ella está en el centro del ring. El acto principal, y verla
llegar a ese pico de placer, con mi lengua entre sus muslos, será para
siempre mi espectáculo principal, incluso si nunca puede suceder de
nuevo.
―Justo ahí. ¡Dios, sí!
Está jodidamente cerca, y yo sé exactamente lo que necesita para
encontrar por fin esa liberación que su cuerpo ansía tan
desesperadamente. Despacio, meto la mano en el bolsillo y saco mi viejo
encendedor zippo.
―Sí. Mierda. Así, justo ahí ―gime mientras aprieta su coño contra mi
cara. Sus dedos se enroscan más en mi cabello mientras me atrae hacia
donde me necesita.
Abro el encendedor, prendo la chispa y lo acerco unos centímetros a la
piel perfecta de la cara interna de su muslo. Al principio, no se da
cuenta, pero en cuanto la llama parpadeante le besa la piel, grita,
encontrando por fin el límite que necesitaba.
―¡Dios! ―grita. Su cuerpo tiembla cuando el orgasmo la sacude. Su
respiración se acelera con los latidos de su corazón y los dedos de sus
pies se doblan sobre sus tacones negros de tiras mientras la ola de placer
la golpea. Chupo y lamo hasta la última gota, negándome a desperdiciar
ni la más mínima.
―Eso es, Indie ―susurro contra su coño. Mi tono es ronco y carnal.
Antes me había equivocado. Pensaba que era lo más hermoso que había
visto nunca, pero verla dejarse llevar, verla encontrar la liberación que
necesitaba, supera cualquier cosa que haya presenciado antes.
Cierro el encendedor y lo vuelvo a guardar en mi bolsillo antes de
ayudarla a bajar la pierna temblorosa. Su piel está pintada con un fino
brillo de sudor y enrojecida con hermosas manchas rosadas. Me vuelvo
a poner la máscara sobre la cara, ocultando mis cicatrices, antes de
levantarme. La veo y le quito de la cara unos mechones de rizos
sudorosos y se los pongo detrás de las orejas. Su pecho sube y baja
rápidamente mientras intenta recuperar el aliento. Aunque tiene los ojos
cerrados, sonríe.
―Eso fue... ―balbucea, antes de abrir los ojos.
―Para eso has venido ―le respondo. Agarro con fuerza los extremos
de su falda de mezclilla y la jalo hacia abajo―. Es hora de que te vayas.
―Sus ojos se abren de golpe.
―Disculpa, ¿qué? ―responde ella.
―Te dije que ya tienes lo que has venido a buscar, y ahora es el
momento de que te vayas. Ya te lo dije, las chicas como tú no pertenecen
aquí ―le explico, empujándola a través de la solapa de la tienda y al aire
de la noche. Una vez fuera, le hago señas a un par de cirkies que trabajan
en seguridad para mí.
»Sáquenla de aquí y asegúrense de que no vuelva ―les digo. Los ojos
de Indie se llenan de una mezcla de confusión y rabia.
―¿Eso es todo entonces? ¿Vas a comerme el coño y sacarme como si
nunca hubiera pasado? ―Sonrío. Mierda, es una luchadora, y eso solo lo
hace más difícil, pero sé que estar cerca de mí, cerca del Cirque Du
Désir, no es más que un peligro para ella. Además, ni siquiera una chica
como Indie me querría si viera el monstruo que se esconde tras la
máscara.
―Tú y yo siempre sabremos lo que pasó esta noche, pero lo que pasa
en el Cirque Du Désir, se queda en el Cirque Du Désir. Además, ya
cobraste tu entrada y algo más, deberías irte como una clienta satisfecha
―sonrío, sacando mi cajetilla de cigarro―. Sáquenla de aquí ―repito.
Uno de ellos la agarra con fuerza del brazo y empieza a arrastrarla hacia
atrás. Sus ojos se clavan en los míos y, aunque no pronuncia una sola
palabra, con esa mirada sé que no será la última vez que veré a la
maldita Indira Conners.
VII

Una vez que Indie es escoltada fuera de la propiedad, me dirijo a mi


caravana con ganas de meterme algo en el cuerpo para adormecer los
intensos sentimientos que me recorren. La cagué esta noche. No debería
haberla tomado, y definitivamente no debería haberla probado.
Marcado.
Algo en mí no pudo evitarlo, incluso sabiendo que nunca podré
tenerla, en alguna retorcida puta fantasía que creé en mi cabeza. Ella
siempre será mía.
Pero al menos en mi fantasía, ella está a salvo de mis demonios, y de
todos los demonios que se arrastran por los pasillos del Cirque Du Désir.
Abro la puerta y entro en la caravana. Tiembla bajo mi peso mientras
cierro la puerta tras de mí. Mis botas aplastan los envases de poliestireno
esparcidos por el suelo mientras tomo la botella de Crown Royal que
dejé sobre la mesa y me deslizo la máscara por la cara lo suficiente para
llevarme la botella a los labios. Agradezco el ardor del licor mientras se
desliza por mi garganta y elimina cualquier sabor a Indie que aún cubra
mi lengua.
Mi polla sigue dura, incluso sin los restos de su dulzura en mi boca, la
visión de ella deshaciéndose sobre mí sigue en mi cabeza. Sus dulces
sonidos resuenan como susurros. Nada me librará de los inquietantes
recuerdos del espectáculo que he presenciado esta noche.
De Indie.
Dos fuertes golpes en la puerta señalan la llegada de Dolly justo
cuando me siento en el sofá. La estaba esperando. Supuse que tendría
algo de lo que quejarse después de que les arrancara a Indie a esos
monstruos. Vuelvo a llevarme la botella a los labios y engullo más
líquido ámbar antes de ponerme la máscara sobre la cara.
Esta conversación no saldrá bien.
―Bueno, eso fue jodidamente perfecto. ¿En qué demonios estabas
pensando? ―Ella chasquea mientras entra. Su cabello rubio es un
desastre y está claro que se ha follado una polla o dos esta noche. Apesta
a coño sucio y a puro. Al principio, no respondo, me limito a verla. No le
debo explicaciones ni a ella ni a nadie. Yo dirijo esta mierda.
»¿Hola? ¿Te vas a quedar ahí sentado ignorándome? ―Añade,
dándome una patada en la pierna con la punta de su bota―. Los cirkies
se están amotinando por lo que hiciste esta noche.
―Déjalos ―gruño. Lentamente giro mi mirada hacia ella.
―Claro, porque eso resolverá el problema. ¿En qué estabas pensando,
quitándoles una clienta? Conoces las putas reglas, Lux. ¡Tú las hiciste!
―¡Jodidamente yo las hice! ―Me levanto bruscamente―. ¿Sabes? No
entiendo cuántas veces en una noche tenemos que tener esta puta
conversación, Dolly. ¿Cuántas veces me has visto acabar con cualquiera
que me desafíe? ¿Con cualquiera que se niegue a hacer lo que le digo?
―Ella pone los ojos en blanco con fastidio―. Yo hice las putas reglas, lo
que significa que si quiero romperlas, lo haré, y me importa un culo de
rata quién tenga un problema con edo. ―Agarro con fuerza el cuello de
la botella y me pongo delante de ella.
―A ver si lo entiendo bien. ¿Los acosas para ganar dinero, te quejas
de estar arruinado y no ganar lo suficiente, y luego vas y le quitas una
puta clienta a Johnny?
―Tomaré lo que quiera, de ti o de cualquiera de los cirkies. La última
vez que lo comprobé no tenían nada antes de que yo entrara en sus
patéticas vidas. Cada uno de ustedes está vivo hoy, porque los encontré
y les di una mejor forma de vida. Un maldito techo sobre sus cabezas.
No se hagan ilusiones.
―Eso puede ser cierto, ¡pero no podrías dirigir este puto lugar sin
nosotros! Además, nunca te has involucrado antes. Ni una sola vez has
follado con ninguna de las clientas. Entonces, ¿por qué ella?
La pregunta me molesta. No sé quién se cree que es esta zorra, pero
está claro que necesita un baño de realidad. Un recordatorio de quién
está al mando. No tengo que responderle a ella, a ninguno de ellos. Él
Cirque Du Désir es mi maldito espectáculo. Mío. Ellos trabajan para mí,
no al revés.
―Cuidado, Dolly. Casi pareces celosa. ―Me río entre dientes
mientras paso junto a ella hacia la cocina. Abro el refrigerador y saco las
sobras del restaurante chino del pueblo.
―¿Y qué si lo estoy? ―grita, cerrando de golpe la puerta del
refrigerador―. Te he estado ayudando a dirigir este lugar desde el día
que me encontraste. Nadie te conoce mejor que yo a ti y a tu mierda.
¿Realmente quieres decirme que prefieres que la primera chica que dejas
que te toque en años sea la hija de un granjero, cuando podría ser
alguien que te conoce y te acepta? Alguien que sabe lo que hace falta
para complacer a un tipo como tú ―explica. Su tono pasa del enojo a la
seducción mientras se acerca a mí.
―Dolly... ―siseo mientras retrocedo―. No sabes una mierda de mi
pasado. Así que, a menos que quieras que las cosas se pongan muy feas
esta noche, te sugiero que aprendas cuál es tu puto sitio y vuelvas al
puto trabajo.
Ella suspira.
―No te pongas así, ¿okey? Solo intento entender qué demonios está
pasando. ―Dolly pone su mano en mi antebrazo con calma y levanta
sus ojos hacia los míos. Su contacto me da náuseas. Mi mente y mi
cuerpo sienten repulsión ante cualquier contacto que no sea el de Indie.
Lentamente, levanta la mano hacia mi máscara y roza con los dedos la
superficie agrietada del plástico―. Quítatela ―susurra suavemente.
―¡No! ―La empujo con la mano. Ella se resiste, y tan rápido como
aparto su brazo, el otro lo reemplaza, apartándome la máscara de la
cara.
―¡Qué demonios! ―grita mientras retrocede asqueada―. Lux, ¿qué
demonios te pasó?
No respondo. Al menos, no con palabras. Echo el brazo hacia atrás y
le doy con la botella de whisky en la cara, silenciándola al instante. El
impacto hace crujir sus huesos y su cuerpo cae al suelo. Me hierve la
sangre mientras sigo su cuerpo hasta el suelo y continúo mi ataque.
Por. Qué. Tuvo. Tocarme.
Le dije que no lo hiciera.
Ella no escuchó, igual que El Hombre.
Tampoco me escuchaba cuando le decía que no.
Le rompo la botella en la cabeza una y otra vez. Salpicaduras de
sangre y masa encefálica pintan el suelo de vinilo de mi cocina y los
armarios, pero no me detengo.
Bastó un movimiento en falso para que rompiera el dique que retenía
años de ira y frustración contenidas. Esta noche no era la noche para
joder conmigo. No después de lo que pasó.
No después de ella.
Indie. Mi Indie.
Mis pensamientos vuelven a ella. A su olor, a su sabor. Esos preciosos
ojos marrones y su puta piel perfecta. Mi polla empieza a endurecerse.
Hago una pausa y dejo caer al suelo la botella cubierta de sangre antes
de usar los dientes para quitarme el guante de cuero. Vuelvo a sentarme
sobre las rodillas, paso la mano sin guante por el carmesí que se
acumula en el suelo alrededor del cuerpo golpeado de Dolly y lo
extiendo por mis dedos llenos de cicatrices. Mierda, es jodidamente
caliente. Suave, como seda líquida contra mi piel.
Con la mano libre, me desabrocho el cinturón y libero mi polla de los
jeans. Envuelvo mi mano ensangrentada firmemente alrededor de mi
eje. Pintando mi polla con su sangre, la acaricio lentamente mientras veo
su cadáver. Tiene la cara destrozada, pero aún se distinguen sus ojos
vacíos entre la carnicería. Están viendo detrás de mí, viendo
directamente bajo la pequeña mesa de comedor que hay junto a ella.
Tiene un brazo ensangrentado sobre la cabeza y el otro sobre el pecho.
Un pecho que ya no sube ni baja.
Porque Dolly está muerta, y yo la maté.
Me acaricio más rápido. Aunque mis ojos están fijos en la mujer
muerta que tengo delante, mi cabeza está llena de Indie. No es la sangre
de Dolly la que cubre mi polla, son los jugos de Indie. Esos malditos y
dulces jugos, y no es mi mano, es su apretado coño apretando mi polla.
Me bombeo más deprisa mientras el semen sale de la pequeña
hendidura del extremo de mi polla. Con el pulgar, lo extiendo por todo
mi eje, mezclándolo con la sangre de Dolly.
Dirijo mi atención al agujero que le abrí en la cabeza y observo los
trozos de cráneo que yacen destrozados en el suelo junto a ella. La
sangre gotea de la herida fresca y mortal, cayendo al charco de sangre
que hay bajo ella.
Drip. Drip.
Pero no lo oigo. En su lugar, oigo los dulces gemidos de Indie.
Sus gritos de placer mientras me suplica que no pare.
―No pararé, bebé. Nunca jodidamente pararé.
Mierda.
Drip. Drip.
Indie también estaba goteando esta noche. Goteando jodidamente
mojada para mí.
Goteó toda su dulzura en mi boca y me permitió saborearla. Igual que
estoy saboreando el frescor de la sangre de Dolly en mi polla.
―Te dije que no me presionaras, Dolly. Jodidamente te lo advertí ―le
grito a su cadáver. Más rápido, más fuerte me bombeo. Mi corazón late
rápidamente en mi pecho, y gotas de sudor caen por mi cara―. ¿Por qué
tuviste que tocarme? No me gusta que me toquen. Jodidamente lo
sabías.
Al menos antes no me gustaba, ahora solo hay un toque que quiero
sentir.
No es el mío. Tampoco es el de El Hombre.
No. Esta noche, es el toque de Indie lo que imagino. Su precioso coñito
apretando mi polla. Es la sensación de sus jugos brillando sobre mí
mientras me empujo dentro de ella, llenándola con cada centímetro de
mí.
Con la mano libre, rasgo la fina tela de la blusa de Dolly. No lleva
sujetador, lo cual no es de extrañar, ya que, a pesar de su nombre, nunca
se arregló mucho antes de un espectáculo. Sus desinfladas tetas caen
hacia los lados. Expuestas a las tenues luces amarillas de la caravana.
Las abofeteo con la mano libre. Bajando mi mano con fuerza sobre ellas
mientras continúo sacudiendo mi polla a la vista de ella. Finalmente
silenciada.
―¿Qué pasa, Dolly? Nada que decir ahora, ¿eh? Sí... ―Apoyándome
en mis rodillas, me arrastro más cerca de ella, arrastro mis rodillas por la
sangre del suelo hasta arrodillarme justo encima de lo que queda de su
cara―. Mírate. Todo ese trabajo para limpiarte y aún así terminaste justo
donde perteneces. Muerta. Al menos tu estúpido culo me proporcionó el
puto lubricante perfecto. Un pequeño paquete de ketchup. Eso es lo que
pondré en tu tumba. ―Escupo.
Acelero el ritmo, empujando mis caderas mientras el férreo aroma de
su sangre inunda el aire de mi pequeña cocina.
Contemplar la piel arruinada y manchada de Dolly solo me recuerda
lo jodidamente perfecta que es la de Indie. Mi polla palpita con mi puño
enroscado en su endurecida circunferencia. Estoy jodidamente cerca.
Mi cabeza se llena de imágenes de la piel lisa, suave y cubierta de
rocío de Indie. Pura y limpia. Nada que ver con la mía. Al menos no lo
estaba, antes de esta noche.
Ahora está marcada como yo.
Una pequeña imperfección. Una marca.
―Tan jodidamente cerca.
Eso solo lo sabemos ella y yo.
Nuestro pequeño secreto. De Indie y mío.
Agarro la barbilla de Dolly con la mano libre y fuerzo su mirada vacía
hacia la mía.
―Eso es perra. Querías verme. Bueno, aquí tienes, tómalo todo, Dolly.
¿No soy jodidamente guapo? ―Mis pelotas se aprietan y mi cuerpo se
tensa.
»Mierda ―gruño mientras mi cuerpo se convulsiona y mi polla se
vacía sobre la cara mutilada de Dolly. Salen chorros de esperma caliente
que cubren sus gruesas pestañas postizas. La ola de euforia me atraviesa
como si me limpiara de mis pecados. Es irónico, ya que acabo de matar a
alguien y me estoy excitando con solo verla.
Pero no fue ella quien me bendijo con la liberación que tanto
necesitaba. Fue Indie. Todos los pensamientos sobre ella en el poco
tiempo que pasamos juntos esta noche consiguieron llevarme al límite.
Me follo el puño, asegurándome de que cada puta gota llega a la
asquerosa bolsa de piel que una vez llamé mi mánager.
Con cuidado, le retiro el cabello empapado en sangre de su blanca
cara.
―Perdóname, Dolly, porque he pecado. El Señor sabe que ni el mismo
Diablo lo hará.
Vuelvo a meterme la polla en los jeans, me levanto despacio y me los
abrocho.
Por eso tengo que alejar a Indie. De mí. De los cirkies. Indie es
demasiado buena y demasiado pura para esta mierda. Sin embargo, vi la
mirada en sus ojos mientras se la llevaban, y la reconozco. Volverá, y
cuando lo haga, no sé si seré capaz de resistirme a ella.
Por primera vez en mi vida, espero que haya una clienta menos en el
espectáculo de mañana por la noche.
VIII

Buzz. Buzz. Buzz.


Mi celular vibra en la mesita de noche junto a mi cama. Frunzo las
cejas y entrecierro los ojos para abrirlos. La luz del sol que entra por el
ventanal es tan intensa que duele. La cabeza me palpita intensamente
con la peor resaca que creo haber tenido nunca. Visiones de la noche
anterior se arremolinan en mi cabeza como restos de un sueño vívido.
Una pesadilla. Me enderezo bruscamente y me froto la sien con la mano,
intentando darle sentido a la maraña de recuerdos, pero incluso cuando
por fin parecen fundirse todos, solo una cosa está clara. Él.
Lux.
La forma en que me tocó. La forma en que me miró. Un escalofrío me
recorre la espalda y un dolor familiar se apodera de mi vientre al
recordar lo que hizo. Lo que hicimos.
Buzz. Buzz. Buzz.
Resoplo y tomo rápidamente el celular de la mesita. En la pantalla
brillante aparecen mensajes de Naomi.

Naomi: ¿Qué te pasó anoche?


¡Perra despierta! ¡Los vídeos de Lux arrastrándote están por todo TikTok!
Vamos a pasar por Starbies y nos dirigimos hacia ti. ¡Tienes que contarnos
los detalles sucios!
Me recojo el cabello detrás de la oreja, desbloqueo rápidamente el
celular y corro a TikTok en busca de los vídeos de los que habla. Tenía
razón. En cuanto se abre la aplicación, me inundan las etiquetas y los
mensajes de texto preguntándome por el vídeo. Sobre Lux.
El vídeo, aunque borroso, muestra a un Lux muy agitado empujando
al cirkie al suelo y agarrándome a mí. Quien quiera que lo filmara nos
siguió durante unos instantes antes de perdernos entre la espesa
multitud de gente. Por suerte, eso es lo único que parece haber captado
la cámara. Lo último que necesito es descubrir que hay un puto vídeo
sexual circense de Lux chupándomela en el fondo de la carpa. Cierro el
teléfono y me dejo caer sobre las almohadas que tengo detrás.
―¡Ay, qué demonios! ―grito mientras un dolor punzante me recorre
el muslo. Me quito las mantas y busco rápidamente la causa del dolor.
En la cara interna del muslo derecho, encuentro una mancha roja y
brillante de piel quemada. Con cuidado, la recorro suavemente con los
dedos, mientras el recuerdo de cómo llegó hasta ahí se hace más nítido.
Él me marcó.
Y me excitó.
Buzz. Buzz. Buzz.
Mi teléfono vuelve a vibrar en mi mano indicándome que
probablemente las chicas estén a punto de llegar y que Dios sabe qué
desorden habrá en la casa. Me fuerzo a salir de la cama y me dirijo
rápidamente al baño.
―Jesús, me veo como una mierda. ―No tendré tiempo de ducharme
antes de que lleguen, pero al menos puedo tener un aspecto menos...
asqueroso. Abro el grifo del agua caliente y tomo un paño limpio del
cajón para quitarme la suciedad de anoche. Cuando termino de asearme
y cepillarme los dientes, decido que será mejor que vaya a ver qué clase
de desastre me ha dejado papá.
Avanzo por el estrecho pasillo, paso por su habitación y miro dentro.
Su cama está revuelta, pero no lo veo por ninguna parte. Raro para un
sábado, pero no inaudito. Al doblar la esquina de la cocina, me golpea
en la cara el hedor pútrido del vómito. Es tan fuerte que tengo que
taparme la boca y respirar a través de la manga larga de mi sudadera
para no tener arcadas.
La encimera de granito que mamá tuvo que tener en la última reforma
que hicimos antes de que falleciera, está cubierta de vómito.
Salpicaduras de vómito llenan las paredes y las alfombras de la cocina,
pero la cosa no acaba ahí. Paso por encima de los charcos secos de
vómito para llegar a la sala y me encuentro con la cerveza derramada de
papá.
―Por supuesto ―murmuro en la manga. Alrededor de la sala, la
gruesa alfombra beige está manchada con más montones de vómito.
¿Cuánto vómito puede tener una persona? Pongo los ojos en blanco y
suspiro.
―Genial. Jodidamente genial. ―Ni siquiera sé por qué me sorprende
que se haya ido a la mierda y haya dejado la casa así. A papá ya no le
importa una mierda nada, y por qué iba a importarle cuando me tiene a
mí para limpiar el caos que él crea.
Tomo el limpiador de alfombras y me pongo manos a la obra.
Fregando, aspirando y limpiando cada mota de vómito que mi querido
y viejo papá dejó tras de sí en su estado de embriaguez. Recojo las latas y
botellas de cerveza en una bolsa de reciclaje y las tiro fuera, en la
papelera que hay junto al garaje. Las chicas llegarán en cualquier
momento y no es que vayan a juzgarme por el desastre de mi papá, pero
no necesito que lo presencien. Dios sabe que ni siquiera yo quiero verlo.
Después de sacar la basura y secar las alfombras, me dirijo a la cocina.
Los platos de la lasaña siguen en el fregadero y el periódico de hoy está
esparcido por la mesa. Me apresuro a recogerlos, apilándolos
ordenadamente en un montón en el centro de la mesa, pero un papel
blanco se escurre y llega hasta el suelo. Al recogerlo, veo que va dirigido
a mi papá y que tiene un enorme sello rojo que dice AVISO FINAL en la
parte delantera.
―¡Tienes que estar bromeando! ―El papel afirma que es la tercera vez
que intentan ponerse en contacto con papá para preguntarle por el pago
mensual de la hipoteca. Lleva ocho meses de retraso y, si no paga
inmediatamente, el banco embargará la casa a finales de mes. Papá
nunca me ha mencionado nada de esto. Ni una sola vez.
Me hierve la sangre. Esta casa lo era todo para mi mamá. La renovó
justo como a ella le gustaba. Era la casa de sus sueños, y ahora... ¿Papá
prefiere beberse sus días antes que asegurarse de que se paga la
hipoteca?
El auto de Naomi toca la bocina, señalando su llegada. Genial. Justo a
tiempo. Doblo el papel blanco y me lo guardo en el bolsillo trasero.
Puede que a papá le parezca bien perder la casa de mamá, pero a mí no.
No sé cómo la salvaré, pero ya se me ocurrirá algo.
Saludo a las chicas en la puerta, tomando rápidamente mi taza de café
de la mano recién manicurada de Naomi.
―¡Tranquila, salvaje! Casi lo derramas por todo mi bolso nuevo.
―Mirándola de nuevo, gruño por encima del hombro bromeando y ella
sonríe.
―Porque papá querido no iría a comprarte uno nuevo aunque se lo
pidieras. ―Claire se ríe mientras se quita los tenis―. Creo que todos en
el pueblo saben que puedes pedirle cualquier cosa a tu viejo y él mataría
por hacerlo realidad.
―Quiero decir… no te equivocas. ―Naomi suelta una risita―. Pero
siempre he sido una niña de papá. Hablando de eso... ¿el tuyo no está
normalmente en casa los sábados? No vimos su auto cuando...
―Sí, normalmente. Ni idea de dónde está el pedazo de mierda, pero
no puedo decir que me moleste que no esté aquí.
―¿No eres un rayo de sol esta mañana? ¿Qué pasó? ―pregunta
Claire, que parece realmente preocupada por mi comentario―, ¿y por
qué tu casa huele como el pasillo de las velas de Walmart? ―Me río y
me llevo la taza de café caliente a los labios.
―Está claro que papá se emborrachó anoche y tenía demasiada prisa
esta mañana para limpiar lo que ensució.
―Hablando de anoche... ―Naomi insinúa mientras nos dejamos caer
en el enorme sofá de la sala―. ¿Vas a contarnos lo que pasó? ―Le da un
sorbo a la pajita de su café helado y mueve las cejas hacia mí con
expectación.
―No tengo ni idea de lo que estás hablando ―respondo. Noto cómo
mis mejillas se ruborizan y mis labios esbozan una sonrisa tímida.
―¡Indira Connors, zorra mentirosa! ―grita Naomi, lanzándome una
de las almohadas de ante del sofá.
―¡Qué! ―Suelto una risita―. De verdad, no tengo ni idea de lo que
estás hablando.
―¡Oh, claro! ¿Así que uno de los hombres más virales que nunca,
repito, NUNCA ha tocado a una chica, que se sepa, te sacó a rastras de
una fiesta anoche después de arrancarte de uno de sus empleados y no
tienes nada que decir al respecto? ―responde Naomi sarcásticamente.
Pongo los ojos en blanco. Está claro que no van a rendirse hasta que se
los cuente todo, y si soy sincera... me muero por contárselo. Por
contárselo a alguien. Como si decirlo en voz alta fuera a hacerlo más
real. Aunque no sé por qué lo dudo. La piel quemada en el interior de
mi muslo es una señal bastante segura de que Lux no solo me tocó, sino
que también me marcó.
―Mira, no tienes que darnos todos los detalles...
―¡Zorra, sí que tiene! Claro que sí. ―interrumpe Naomi.
―Solo quería decir que somos tus amigas, Indie. Solo queríamos
asegurarnos de que estabas bien y de que ese fenómeno no te lastimó
―explica Claire.
―¿Fenómeno? ―replico. El apodo de Lux me toma desprevenida.
Sabía que a la gente no le gustaba, y teniendo en cuenta el tipo de
establecimiento que regenta, no puedo decir que me sorprenda. ¿Pero
fenómeno?
―Pues claro ―añade Naomi, poniendo los ojos en blanco antes de
volver a Claire―. Pero si nos cuenta todo lo que pasó, cada pequeño
detalle, ¿no podríamos saber que estaba buen y que él no la lastimó?
Con todo el contenido extra divertido. ―Sus discusiones solo aumentan
mi martilleo en la cabeza.
―Se los contaré todo, pero deja de quejarte antes de que me explote la
cabeza ―respondo. Me llevo la taza a los labios y bebo otro par de
tragos de café antes de volver a ver a mis amigas―. Okey, primero... no
pasó nada súper emocionante, me llevó a rastras a un almacén, por el
amor de Dios.
―Mmmm ¿y qué pasó en ese almacén? ―comenta Naomi en busca de
respuestas.
―Bueno... ―Sonrío, incapaz de ocultar el efecto que los recuerdos
tienen en mí, incluso ahora puedo sentir su tacto en mi piel, y cada vez
que mis muslos se tocan, el escozor de su marca me recuerda lo
jodidamente cerca que estaba―. Me la chupó. ―Escupo rápidamente.
―¿ÉL QUÉ? ―grita Claire.
―¡Estás mintiendo! Es imposible. ―Naomi se levanta de su asiento
sobresaltada.
―¡No lo hago! ―Me río―. De verdad. No puedo recordar palabra por
palabra lo que se dijo, recuerdo que me sentía muy mareada, y como
fuera de mí, pero él quería que me fuera. Que me fuera a casa. Dijo que
las chicas como yo no pertenecían ahí, y luego me preguntó por qué
había ido.
―¡Oh, Dios! ¿Qué le dijiste?
―Le dije que fui a buscar la liberación y bueno... el resto te lo puedes
imaginar.
―¿Así que quería que te fueras y, para convencerte de que hicieras lo
que él quería, te dejó que le montaras la puta cara? ―Naomi responde
sorprendida mientras trata de encajar todo―. ¡Espera! ¡Montaste su cara!
Nadie le ha visto nunca la cara, ¿y tú se la montaste?
―Bueno, sí, pero no lo vi. Al menos no creo que lo hiciera. Su máscara
estaba como, inclinada hacia arriba, y quiero decir, tenía otras cosas en
mi mente.
―Sí, y en tu coño, puta ―se ríe Claire. Le doy un golpe juguetón.
―Voy a volver a verlo esta noche ―digo. La tensión en la habitación
cambia rápidamente. Las chicas intercambian una mirada y la excitación
que sentían hace un momento parece desvanecerse―. ¿Qué? ―pregunto
al notar el cambio.
―Es solo que, bueno. Estamos preocupadas. Quiero decir, Lux no es
un buen tipo, Indie ―explica Claire.
―Sabíamos que era famoso en las redes sociales, pero desde que el
vídeo de ustedes dos se hizo viral, nosotras, entre otros, hemos
investigado un poco y no es un buen tipo ―confiesa Naomi. Lo admito,
siento curiosidad por la investigación que dicen haber encontrado, pero
una parte de mí siente que no importa.
―Algunos incluso lo llaman el diablo encarnado ―dice Claire, con
cara de preocupación.
―Okey, bueno, eso es un poco extremo ¿no crees? ―Me río―. Quiero
decir, es solo un chico, y no puedes juzgarlo basándote en lo que dice un
puñado de gente online.
―Puede que no, pero es algo con lo que hay que tener cuidado. No
creo que debas volver esta noche, sobre todo porque está claro para
todos que siente algo por ti.
―Es raro, ¿verdad? ―Naomi añade―: El Cirque Du Désir existe
desde hace años, lo dirige Lux y nunca ha follado con ningún cliente. No
hay vídeos, rumores, ni siquiera fotos de él con nadie. Pero a ti, no solo
te robó de uno de sus propios hombres, ¡sino que luego te comió en la
parte de atrás del puto circo!
―Nunca dije que tuviera sentido, solo que sucedió. ―Incluso para mí
no tiene sentido. Con su fama, incluso solo en las redes sociales, Lux
podría tener a cualquier mujer que quisiera. De eso estoy segura. No sé
por qué me eligió a mí, o qué le atrajo de mí, pero mientras aprieto mis
muslos y siento de nuevo su punzante contacto, me siento agradecida de
que lo hiciera.
―Solo piénsalo, ¿okey? Y ten cuidado... ¿por favor?
―Sí, e investiga antes de volver ahí esta noche. Hay alguna mierda
jodida en el pasado de ese tipo ―añade Naomi. Revisa su reloj y
rápidamente se dirige a la puerta―. Claire, tenemos que irnos. Todavía
tengo que dejarte y voy a llegar tarde al trabajo.
―Mierda, okey. ―Claire responde recogiendo rápidamente su
bolso―. Prométeme...
―Lo prometo, tendré cuidado. ―Sonrío. Después de despedirme de
ellas con un abrazo, las acompaño a la salida antes de cerrar la puerta.
Con ellas fuera, me dirijo rápidamente a mi habitación en busca de mi
portátil. No sé a qué pasado se refieren las chicas, pero voy a
averiguarlo.
IX

Otra noche ocupada. Bien, y hasta ahora, nadie ha mencionado una


sola palabra sobre mi reclamo a Indie anoche. Asumo que la ausencia de
Dolly esta noche es la razón. Los cirkies pueden ser un puñado de
adictos, pero incluso ellos saben que no deben ponerme a prueba. La
mayoría de las veces. Dolly era inteligente, sobrevivió en mi mundo más
tiempo que la mayoría, pero al final, ella terminó en el mismo lugar que
siempre estuvo destinada a estar, como el resto de ellos.
Perdida. Olvidada.
La tensión es densa esta noche en la carpa principal. Todo el mundo
hace lo que debe, incluso Casey está recibiendo a su tercer cliente de la
noche, olvidándose por completo de su periodo o de los cólicos que
supuestamente tiene, una vez que le puse MDMA en la bebida. Aunque,
solo porque hayan permanecido en silencio hasta ahora, no significa que
no me haya dado cuenta de sus miradas. Sus actitudes cambian.
Algunos parecen más temerosos, pero otros están molestos. Algunos
tienen una mirada desafiante, y eso nunca es bueno. Así que esta noche
la pasaré recordándoles quién manda y hasta dónde estoy dispuesto a
llegar para conservar mi trono.
Lo admito, Johnny era el que más me preocupaba, pero a ese hijo de
puta no le importa una mierda. Mientras pueda hundir su sucia polla en
el coño de alguien, le importa una mierda quién sea. Después de mi
pequeño desliz con Dolly anoche, fue Johnny quien vino a mi caravana,
al darse cuenta de que ella no estaba para cobrar comisiones. Ese hijo de
puta le echó un vistazo al cuerpo sin vida de Dolly sobre la lona que usé
para sacarla de mi remolque y se puso duro. Por lo visto, llevaba
semanas intentando darle a esa mierda y Dolly no se lo permitía.
No es que me sorprenda. Dolly era una puta, pero solo por dinero. El
único tipo con el que consideró acostarse sin pagar en los años que la
conocí, fui yo, y de ninguna manera dejaría que me tocara a mí o a mi
polla. Johnny finalmente consiguió lo que quería. No le importó una
mierda que ella estuviera fría, rígida y sin vida. No. Se folló a esa zorra
muerta como si fuera el premio gordo, y cuando acabó, le lavó la cara
con una lluvia dorada.
No me atreví a apartar la vista de toda la experiencia. La rabia y la
agresividad que Johnny debe haber acumulado para follar así es salvaje.
Cuando terminó, se quedó despierto toda la noche ayudándome a cavar
un agujero en el campo y la metimos dentro. La cubrimos y eso fue todo.
Desaparecida. Olvidada.
Los gusanos se encargarán del resto, y afrontémoslo, Dolly solo tenía
este circo. Los cirkies eran su única familia. Nadie vendrá por Dolly.
Para asegurarme de que esta noche no se pase haciendo la misma
mierda, estoy rompiendo mis propias reglas, otra vez, pero esta vez para
inculcar quién manda. Estoy disfrutando de la compañía de una mujer.
Una mujer que con solo tocarme en el regazo me dan ganas de perder el
control. Su presencia tortura cada fibra de mi cuerpo y, sin embargo, es
necesaria. Tanto para alejar los pensamientos de Indie como para
desviar la atención de ella después de que ese pequeño vídeo nuestro de
la pasada noche se haya hecho viral hoy. Así que me siento, en silencio,
ocultando mi asco tras mi máscara mientras ella se ríe y me susurra
cosas sucias al oído.
Cree que va a tener suerte esta noche, que va a ser la próxima chica
que se vuelva viral por ser vista conmigo. Tal vez lo sea, pero nunca será
ella. Nunca será Indie.
Mierda. Pensar en ella es peligroso, especialmente ahora. Mi cabeza ha
estado plagada de visiones de ella desde el momento en que se fue
anoche. Desde el momento en que hice que echaran a Indie de aquí y le
dije que no volviera nunca más, he estado esperando. Sé que va a volver,
y por eso mis ojos no se han despegado de la solapa de entrada de la
carpa principal. El hecho de que sepa que va a volver me hace sonreír
con anticipación detrás de mi máscara.
―Puedo ayudarte a encargarte de eso si quieres ―me susurra la zorra
al oído mientras aprieta el culo en mi regazo. Mierda. Pensar en Indie
me pone cachondo, y está claro que esta tipa cree que es por ella. No
respondo con palabras. Me limito a gruñir y giro la cabeza para observar
a la multitud.
La música del DJ está sonando esta noche, y la pista de baile está llena
de gente completamente borracha y viviendo su mejor vida. Es irónico.
Me siento aquí, observando, ayudando a otros a cumplir todos sus
deseos prohibidos mientras sufro en secreto sin los míos.
No sé qué tiene ella que me duele tanto. No puedo quitármela de
encima, y no me lo pone nada fácil. Tal vez es el hecho de que está
viviendo una vida tan totalmente diferente a la mía, y sin embargo,
cuando ella me mira, me ve. Me ve de verdad. Sacudo la cabeza. ¿A
quién quiero engañar? Indie y sus amigas vinieron aquí para una noche
de diversión. En realidad no quieren tipos como yo, con traumas que
oscurezcan su luz. Solo creen que sí. Una vez que el circo se vaya, Indie
también lo hará.
Como si sintiera que mis pensamientos están llenos de ella, mis ojos se
posan en la figura misma de mi confusión. Indie. Se abre paso entre la
multitud de clientes y cirkies. Esta noche lleva el cabello liso y suelto
alrededor del rostro. Un rostro en el que debe de haber pasado horas
maquillando esta noche, con un grueso delineador negro y una ligera
capa de purpurina en los párpados. Sus labios, nude con un ligero brillo,
pero es el vestido que lleva esta noche lo que tiene mi corazón en la
garganta.
Un fino vestido negro de encaje que se despliega en tiras de tela
alrededor de la parte inferior. Apenas le llega a la mitad del muslo, pero
lo suficientemente alto como para que la marca que le hice permanezca
oculta. El vestido está adornado con miles de diminutos cristales que
brillan en la penumbra de la carpa, llamando la atención sobre la única
clienta que quiero que todos ignoren.
Sus ojos se dirigen hacia ella mientras se acerca a donde estoy sentado.
En mi trono, con una chica al azar que no puedo soportar moliéndose en
mi regazo.
Todos la reconocen.
Claro que sí. Mi pequeño truco de anoche no solo me puso en el punto
de mira a mí, sino también a ella. Tengo curiosidad por saber cómo
reaccionará Indie cuando vea a la zorra en mi regazo. ¿Se enojará? ¿O
reaparecerá el fuego que lleva dentro?
―Vamos. Déjame ayudarte con eso, bebé. Me sé un truquito con la
lengua que estoy deseando enseñarte ―susurra de nuevo la zorra en mi
regazo. Me rodea el cuello con el brazo, sus dedos buscan el cabello de la
base de mi nuca y juegan con él. Necesito todo lo que tengo para no
apartarla de mí. Sus suaves caricias y sus palabras seductoras no hacen
más que recordarme las noches en que El Hombre se colaba en mi
habitación. Es lo único que hace cualquiera. Excepto ella.
Levanta los ojos y por fin me mira, pero no es a mí a quien ve. No. Es
la estúpida chica apostada en mi regazo la que tiene la atención de Indie.
Se me revuelve el estómago. Una acalorada mezcla de celos y rabia brilla
en sus preciosos ojos marrones. Está enojada. Mi polla se retuerce de
excitación cuando ella se abre paso entre la multitud con más
agresividad, claramente ansiosa por darme mi merecido. Se detiene a
unos metros de mi trono y se lleva la mano a la cadera. Mierda. Es
impresionante.
Deliciosa también.
―Lux, tengo que hablar contigo ―grita por encima de la música. La
chica se ríe y se apoya en mi pecho.
―Está ocupado, cariño.
―Y por lo visto también es un cobarde si necesita que hables por él
―se ríe Indie. Detrás de mi máscara, mis labios esbozan una sonrisa. A
Indie le gusta jugar, y es tan buena repartiendo como recibiendo. Bueno,
eso es nuevo e intrigante. Permanezco en silencio, observando y
escuchando cómo las chicas se pelean.
―O simplemente no le gustan las cosas que ya ha tenido. Mírate,
incluso yo puedo decir que no eres nada especial ―se burla la zorra en
mi regazo. La cara de Indie cae durante una fracción de segundo, pero
eso es todo lo que necesito para romper mi silencio.
―Creí haberte dicho que nunca volvieras aquí.
―Aw, pobrecita. Así que es fea y estúpida. ―Añade la chica en mi
regazo, poniendo una mano sobre su pecho.
―Bueno, al menos no soy una zorra tonta de mierda que pensaba que
iba a ser la próxima yo. Puede que seas la puta sobre la que se corren
todos los hombres casados de Casselman, ¿pero Lux te ha tocado
siquiera? ¿O solo has sido una zorra desesperada restregándote sobre él?
―Indie sonríe, y no puedo evitar sentirme excitado por lo jodidamente
salvaje que puede ser cuando la provocan―. Porque, cariño, si te
hubiera tocado, no estarías sentada en su regazo. Créeme.
―Vete a la mierda. Voy a patearte el culo, estúpida... ―Mi rabia se
apodera de mí y me pongo de pie, arrojando a la zorra al sucio suelo. Se
queja y me mira, pero la ignoro. Me importa una mierda. Podría haberse
dado un golpe en la cabeza y haberse desangrado delante de todo el
mundo y yo seguiría sin apartar los ojos de Indie.
La agarro y la acerco lo suficiente como para saborearla con la lengua.
Inclinando un poco la cabeza, le paso la lengua por la mandíbula y le
pregunto:
―¿Por qué volviste, Indie? Te lo dije anoche, las chicas como tú no
pertenecen a lugares como este. ―A nuestro alrededor, la gente nos
observa. Sus ojos se desvían de los espectáculos separados al centro de la
pista. Al show principal. Indie.
―¿Quién eres tú para decir dónde deben o no deben estar las chicas
como yo? Apuesto a que podría encontrar fácilmente a alguien aquí que
no esté de acuerdo contigo y que me haría pasar un buen rato con
mucho gusto ―escupe mientras cruza los brazos sobre el pecho.
Mirándola, inclina la barbilla hacia arriba, levantando los ojos
directamente hacia los míos.
―No te equivoques Indie, no te salvaré de tu estupidez por segunda
vez. No soy el caballero de brillante armadura que pareces creer que soy.
No soy tu salvador. Soy el villano y me sentaré aquí a ver cómo haces el
ridículo borracha. Te arrepentirás de haber vuelto ―le advierto. Detrás
de mi máscara sonrío. Este pequeño juego mano a mano que tenemos es
emocionante, divertido.
―Pertenezco a este lugar tanto como cualquiera de ellos ―responde,
señalando a la multitud que ahora se centra exclusivamente en nosotros.
―¿Oh? ¿Entonces eres una puta? ¿Has venido aquí a chupar pollas
por unas monedas? ¿O para que te raye uno de los fenómenos del
espectáculo? ―Me río sabiendo perfectamente cuánto le va a enojar mi
comentario.
―No ―susurra. Solo Indie y yo sabemos por qué volvió aquí. La
vulnerabilidad que brilla en sus ojos me lo confirma. Es a mí a quien
quiere. Mi aceptación. Mi tacto. Es irónico, ya que es su tacto por lo que
mi cuerpo está vibrando, y sin embargo, nunca puede suceder. Nunca
más. Necesito ser cruel. Necesito que Indie me tema, porque el miedo es
poder, y si tengo poder sobre ella puedo hacer que se vaya para siempre.
Solo entonces estará a salvo.
―No, por supuesto, que no. Pobre Indie ingenua. ―Me río
burlonamente mientras me llevo las manos enguantadas a los ojos e
imito que estoy sollozando―. Apuesto a que ni siquiera has chupado
una polla antes, ¿verdad?
―¡Pfft, claro que sí! ―espeta, poniendo los ojos en blanco en señal de
desafío. Hmm. Saber esto me enoja, y no debería. Mis emociones me
toman desprevenido. No sé a qué está jugando, pero me niego a dejarla
ganar.
―Pues bien ―añado, levantando los brazos y señalando a la gente de
alrededor―. Veamos entonces lo bien que sabes chupar una polla, Indie.
Después de todo, el Cirque Du Désir solo contrata a las mejores.
―Despacio, bajo las manos hasta la cintura y veo cómo Indie sigue con
la mirada el movimiento. Me desabrocho el cinturón y me meto la mano
en los jeans, rodeando mi polla con la mano mientras la libero con
cuidado.
La multitud gime y jadea. Algunos sacan sus teléfonos para grabar y
tomar fotos, pero nada de eso importa. Veo cómo los ojos de Indie se
dirigen a mi polla y se ensanchan. Sus suculentos labios se separan y se
detienen mientras me mira. Sus mejillas se sonrojan con ese hermoso
color rosado que tuve la suerte de presenciar anoche. La gente a nuestro
alrededor empieza a cuchichear y a reírse. Al darse cuenta, Indie aparta
los ojos de mi polla y mira a la gente que la observa. Sus ojos parpadean
de miedo y vergüenza, pero da un paso hacia mí y dirige su mirada
llena de lujuria hacia la mía mientras se agacha frente a mí.
Bueno, mierda.
No me lo esperaba.
X

Lux pensó que podría desafiarme. Asustarme para que me fuera y no


volviera. Desafortunadamente para él, no me asusto fácilmente. He
tenido que lidiar con suficiente mierda en mi vida que me cuesta mucho
echarme para atrás. Estoy incómoda con el peso de todos estos ojos
sobre mí, seguro, pero si jugar a este jueguito con él es lo que hace falta
para llegar al alma perdida que llevo dentro, que así sea.
Después de que las chicas se fueran esta mañana, me pasé horas
rastreando en la web en busca de información sobre Lux y su misteriosa
historia. Una parte de mí se arrepiente de haber buscado. Su infancia fue
horrible. Una a la que ningún niño debería ser expuesto, y mucho menos
forzado a vivir. Me dolió el corazón al leer sobre las cosas horribles que
presenció. Las cosas que le hicieron. Es repugnante. Entiendo por qué es
como es después de todo eso. Sin embargo, me pregunto si hay algo más
en él que su trauma. Porque cuando me ve a través de los agujeros de su
máscara, no veo al monstruo que ven los demás. Veo a alguien que está
perdido. Que está roto, y aunque lucha contra eso, en el fondo, es como
un juguete roto que solo quiere que lo arreglen.
Aparte de la música atronadora de la cabina del DJ, la carpa principal
está en silencio. El peso de las miradas de todos recae sobre mis
hombros, pero es la suya la que tiene más peso. Su cabeza se inclina
hacia un lado mientras me mira. A través de los agujeros de la
inquietante máscara de payaso, sus ojos se llenan de asombro e
incredulidad. No creía que lo haría, dudó de mí. Bien, me encanta
demostrar que la gente se equivoca.
Mi lengua se desliza por mis labios mientras envuelvo lentamente su
endurecida polla con firmeza. Es más gruesa de lo que pensaba, y tan de
cerca intimida bastante, pero no voy a mostrarlo. No, en lugar de eso,
voy a hacerle la mejor maldita mamada que haya tenido nunca. ¿Por
qué? Porque Lux piensa que soy una niña pura e inocente. Piensa que
una chica como yo no pertenece a un lugar como este, pero Lux no me
conoce. No sabe la vida que he vivido, o lo que hay debajo de la piel que
él dice ser tan condenadamente pura.
Me inclino hacia adelante y mantengo los ojos fijos en los suyos
mientras mi lengua recorre lentamente la punta de su polla. Se
estremece bajo mis caricias. Una sonrisa se dibuja en mis labios y el
dolor entre mis muslos vuelve a aparecer. Repito el movimiento, esta
vez deslizando la cabeza en mi boca lentamente y chupando, antes de
soltarla con un fuerte chasquido que resuena en toda la carpa. Con la
mano agarrada firmemente a su miembro, lo sacudo y deslizo
lentamente su polla en mi boca.
Lux echa la cabeza hacia atrás y su mano enguantada se dirige a mi
cabeza. Sus dedos se enredan en mis gruesos mechones mientras
empieza a follarme la cara.
―Mierda, Indie ―sisea a través de la máscara que le cubre la cara.
A nuestro alrededor, los cirkies y los clientes disfrutan del espectáculo
que Lux y yo les estamos ofreciendo. Algunos se han acercado a
nosotros, tocándose mientras me ven meterme la polla de Lux en la
boca. Su respiración se vuelve agitada y con cada remolino de mi lengua
en su piel, su agarre de mi cabeza se hace más fuerte, jalándome tan
profundamente que su polla golpea la parte posterior de mi garganta y
me veo obligada a luchar contra mi reflejo de arcada.
De rodillas, en el centro de la carpa principal. Veo hacia arriba a través
de la bruma, incapaz de apartar los ojos del espectáculo que tengo ante
mí. Lux, el intocable y temido, me permite tocarlo. Darle placer cuando
ha rechazado a miles de personas antes. Incluso con la máscara
ocultando su rostro, es sin duda el momento más hermoso y atrevido de
mi vida. En este momento, está siendo vulnerable conmigo. Lo que,
después de conocer su pasado, significa más de lo que la mayoría de la
gente de esta tienda podría entender.
Alguien me empuja y casi me tira. Me quito la polla de Lux de la boca
y tropiezo cuando sus ojos oscuros se fijan en alguien que está detrás de
mí y se llenan de ira. Me arriesgo a mirar por encima del hombro y me
encuentro con la polla sin cortar de uno de sus clientes. El hombre está
de pie, masturbándose en mi cara con una mirada de lujuria. Se me sube
la bilis a la garganta y retrocedo en un intento de alejarme lo más posible
de ese hombre cualquiera y de su polla.
―Oye, déjame tener un turno con esa linda boquita, cariño. Pagaría
un dineral por saber cómo se sienten esos suaves labios alrededor de mi
polla.
Antes de que pueda parpadear, Lux está sobre él. Tras derribarlo al
suelo, los puños enguantados de Lux se dirigen repetidamente a la cara
del hombre. La gente grita y se desata el caos a nuestro alrededor. La
sangre salpica a la multitud mientras Lux descarga su ira contra el
hombre, pero no es hasta que algunos de sus compañeros lo agarran por
los brazos y lo apartan del hombre cuando se revela la verdadera
carnicería de los puños de Lux. El hombre yace en el suelo con la polla
aún colgando de sus pantalones. Tiene la cara ensangrentada y hecha
papilla mientras la gente lo graba y le toma fotos. Gime y se agita para
hacernos saber que, al menos, sigue vivo.
Lux grita, intenta zafarse de los hombres que lo sujetan. Reconozco a
uno de ellos como el payaso de anoche. Me pongo de pie y corro a su
lado, preocupada de repente.
Llego hasta él, tomo sus manos enguantadas y ensangrentadas entre
las mías y compruebo si tiene alguna herida.
―Lux, ¿estás bien? ―le pregunto. Liberándose de su agarre, vuelve a
meter su polla en sus pantalones y se centra de nuevo en mí antes de
envolver su mano alrededor de la mía y apartarme del caos. Al ver hacia
atrás mientras Lux me jala, me doy cuenta de que parecemos ser los
únicos que se apresuran a huir. Todos los demás, clientes y cirkies por
igual, parecen precipitarse hacia él, ansiosos por verlo por sí mismos.
A diferencia de la noche anterior, no me lleva a otra habitación. En
lugar de eso, acabamos en una de las zonas divididas de la carpa
principal. Del techo cuelgan gruesos trozos de tela de seda roja y negra,
y el suelo está cubierto de suaves esterillas rojas. Veo el cartel de madera
que hay sobre la zona.
Sedas sexuales
Me suelta la mano lentamente y empieza a pasearse por debajo de las
sedas. Su agitación es evidente.
―Lux, lo siento. No pretendía molestar a nadie, ni enojarte lo
suficiente como para golpear a ese tipo ―le explico con calma. Aunque
este juego que hemos estado jugando fue divertido, de repente siento
pesar en la boca del estómago. Viéndolo así... siento que es culpa mía.
―No lo entiendo ―se queja detrás de su máscara. Rápidamente me
devuelve la mirada y se coloca frente a mí. Sus manos ensangrentadas
me acarician suavemente la cara―. ¿Qué demonios pasa contigo, Indie,
que me tienes tan incapacitado?
―No sé a qué te refieres ―miento. Supe desde el momento en que lo
vi que había algo entre nosotros. Una fuerte e inexplicable atracción
mutua, y he sabido todo el tiempo que él también puede sentirlo.
Se ríe detrás de la máscara y baja las manos de mi cara.
―Puedes mentir, pero no a mí. Ya sé que tú también lo sientes. Por
eso volviste, pero el problema es que no deberías haberlo hecho.
―¿Por qué no? Si sientes todo lo que yo siento, entonces significa que
volver fue la decisión correcta. ―pregunto con confusión.
Su cuerpo se tensa con mi confesión.
―No, no fue así. Porque ellos también ven lo que yo veo ―explica,
señalando con la cabeza en dirección a la multitud―. Y ahora también te
quieren a ti. Eso no me gusta. Aunque nadie ni nada debería pertenecer
a alguien como yo.
―Pero yo te pertenezco ―le respondo en un susurro. Sus ojos bajan
lentamente hacia los míos―. Soy tuya. Me marcaste, ¿recuerdas? Duele
muchísimo, pero me ha recordado todo el puto día que soy tuya. Te
deseo con la misma intensidad, Lux.
Me toma de la mano y me jala hacia una de las sedas que cuelgan del
techo. A nuestro alrededor, la gente empieza a reunirse, ya que sin duda
se corre la voz por la carpa principal de que Lux ha golpeado a ese
hombre. Aunque, de momento, todo el mundo parece quedarse al otro
lado de la zona acordonada a la que me ha llevado.
―¿Estás segura? Ni siquiera me has visto. No tienes ni idea de qué
clase de monstruo se esconde tras la máscara, Indie.
―No necesito ver. Sé que el hombre que hay dentro no es ni de lejos
tan aterrador como la máscara que lleva. De hecho, creo que es él quien
está realmente asustado― Mi respuesta lo deja atónito, y sus ojos buscan
los míos. No sé qué. ¿Un signo de deshonestidad? ¿De miedo? No
encuentra ni lo uno ni lo otro. No tengo miedo y lo que dije es en serio.
No necesito ver su cara para saber lo que se esconde detrás de él. No
cuando sé lo que hay bajo su piel y ya lo acepto.
Lux toma la gruesa tela de seda con la mano y me envuelve el cuerpo
con ella mientras me rodea.
―¿Confías en mí? ―pregunta detrás de mí.
―Con mi vida ―respondo, y lo digo en serio. Lux no me haría daño.
No de la forma en que la gente tiene que preocuparse. Anoche, cuando
me quemó, aprendí lo delgada que es la línea que separa el placer del
dolor, y eso me hizo querer explorarla más. Con Lux.
―Bien ―susurra contra el caparazón de mi oreja. Su aliento caliente a
través de la máscara me produce un escalofrío. Sigue envolviéndome
con la seda, baja hasta las piernas, jala y, de repente, estoy suspendida
en el aire. Colgada del techo de la carpa en un columpio de seda. Vuelve
a tirar de la tela y mis piernas se ensanchan.
Se coloca frente a mí y me pasa la mano enguantada por el muslo,
apartando la tela de la marca que me hizo. Se gira hacia el DJ y le hace
una señal para que corte la música. La carpa se queda en silencio. La
multitud mira confusa a su alrededor.
―Que todo el mundo se reúna ―grita Lux.
¿Reunirse?
De repente, me siento demasiado expuesta. Aquí estoy, colgada del
tejado, sin poder moverme ni liberarme, con los muslos bien abiertos
para quien quiera verlos. La multitud se acerca rápidamente. Susurran y
toman fotos, curiosos por saber qué va a hacer Lux a continuación.
―Hay un asunto que debemos discutir antes de que las festividades
de esta noche puedan continuar. Es un asunto de gran importancia. Uno
que espero que todos respeten y obedezcan para evitar más, bueno,
derramamiento de sangre. ―Se ríe detrás de la máscara. Lentamente,
saca un látigo negro de su cinturón y sujeta el pequeño mango de
madera con firmeza mientras se gira hacia mí. Hace chasquear el látigo y
los extremos trenzados de la cola aterrizan en la cara interna de mi
muslo. Grito. El ardor me toma por sorpresa, pero lo que más me
sorprende es el dolor que se apodera de mí.
―Parece que a algunos de ustedes los cuesta entender que Indie es
mía, que no debe ser compartida ni tocada por nadie más que por mí, y
bueno... no puedo permitirlo. ―El látigo chasquea de nuevo, cayendo
sobre la suave piel de mi otro muslo.
Mierda.
Al notar mi excitación, Lux me guiña un ojo detrás de la máscara y me
pasa la mano por la cara interna del muslo, dejando al descubierto la
quemadura que me dejó en la piel la noche anterior.
―Esto de aquí, significa que es mía. Yo la marqué.
―Es solo una quemadura ―grita alguien.
―Sí, ¿desde cuándo una quemadura significa que es tuya? ―pregunta
otro.
Lux se ríe y se gira lentamente hacia el público antes de quitarse la
máscara. El público se queda boquiabierto. Ni siquiera tengo que verlo
para saber qué es lo que les shockea tanto. Leí lo suficiente sobre su
historia para saber que el incendio que mató a su mamá le dejó cicatrices
permanentes. Los informes policiales eran extensos. Sus manos y gran
parte de su cara están cubiertas de quemaduras de tercer grado.
―Así que sí. Es solo una quemadura, pero esta marca significa que
ella es mía. Nadie, y quiero decir nadie, la tocará excepto yo ―grita. En
el silencio, su voz resuena en la carpa―. Si no les gusta, no me importa
una mierda. Mataré a cualquiera que se le ocurra acercarse a ella. ¿Está
claro? Pregúntenle a Dolly. Seguro que no le importaría tener compañía
para pudrirse. ―La multitud asiente y susurra entre sí. Él le hace una
señal al DJ para que vuelva a poner música y el sonido vuelve a llenar la
carpa. Se gira hacia mí, su mirada se fija en la mía y veo por primera vez
el rostro que se esconde tras la máscara. Su espeso cabello oscuro cuelga
en mechones desordenados alrededor de su rostro. El lado izquierdo de
su cara está decorado con quemaduras rojas y moradas. Desde el ojo,
pasando por la mejilla, hasta la mandíbula cincelada. Tiene los labios
carnosos y me pregunto qué sentiría al apretarlos contra los míos.
―¿Tienes miedo ahora, Indie?
―No ―respondo suavemente mientras él se coloca entre mis piernas
separadas. Se ríe y baja la boca hasta las marcas que su látigo dejó en mi
piel. Lux me besa suavemente los muslos, subiendo hasta llegar a mi
coño. Aplasta su lengua y la pasa por mi tanga de encaje.
Santa mierda.
―Lux, ¿q-qué estás haciendo? ―balbuceo. A nuestro alrededor, la
mayoría de la multitud sigue observando atentamente.
―No te preocupes por ellos. Aquí no hay nadie, bebé. Solo tú y yo, y
esta noche eres mía ―susurra. Lentamente, sin apartar los ojos de los
míos, saca una pequeña navaja del bolsillo y corta la fina tela de encaje,
haciendo que mis bragas caigan al suelo. El público gime a nuestro
alrededor. Avergonzada, cierro los ojos con fuerza―. Indie, abre esos
preciosos ojos marrones y mírame ―me exige.
Cuando no lo hago, las trenzas de su látigo se estrellan contra la piel
sensible e hinchada de mi coño. El ardor me hace gritar, pero
rápidamente se convierte en placer.
Mierda, no debería gustarme esto, pero no puedo evitarlo.
―Me mirarás cuando te folle, Indie. Me chupaste la polla tan bien que
tuve que darle una paliza a un hombre para que no tocara lo que es mío,
y por eso mereces ser castigada.
―¿Castigada? ―Me ahogo. El dolor entre mis muslos no hace más
que crecer con la idea de que Lux me haga algo. A nuestro alrededor, la
gente ha empezado a follar. Está claro que el espectáculo que estamos
dando Lux y yo está poniendo a todo el mundo de humor para follar, y
no puedo decir que los culpe.
―Sí, castigada. Tú y esa linda boquita empezaron algo que no llegaste
a terminar, y ahora, vamos a terminarlo a mi manera ―responde
mientras desliza la mano en sus pantalones y saca su polla―. Voy a
follarte, Indie.
―¿En este momento? Con todo el mundo...
Al notar mi incomodidad, me interrumpe y me toma la barbilla con la
mano.
―Ellos no importan. Ni siquiera están aquí, bebé. Solo estamos
nosotros, y esta noche eres mía ―me explica,
Retira la mano enguantada de mi barbilla, la lleva a mi clítoris y lo
rodea lentamente con el pulgar.
―Okey ―respondo mientras me retuerzo. Colgada en las sedas, estoy
completamente inmóvil. Dejando que Lux haga lo que quiera conmigo.
―¿Estás segura de que esto es lo que quieres? ―pregunta, buscando
claramente mi consentimiento en lo que está a punto de ocurrir. Aplica
más fuerza sobre mi clítoris hinchado mientras sigue rodeándolo.
―Sí ―grito con la respiración contenida. El dolor entre mis piernas
crece por momentos.
―Buena chica ―susurra, dándome un suave beso en la cabeza. De pie
entre mis piernas abiertas, agarra su polla con firmeza y la hace girar
alrededor de mi mojado coño.
Lentamente, sus ojos sin máscara se elevan hasta los míos y alinea el
suave extremo de su polla con mi abertura.
XI

En el momento en que Lux gira su polla alrededor de mi resbaladizo


coño, el mundo a mi alrededor parece disiparse. Sus ojos oscuros se
cruzan con los míos mientras me penetra con una lentitud tentadora. Es
como si nada más importara. Se burla de mí, empujando su cabeza
hinchada a través de mis sensibles pliegues un poquito y retirándose.
Nunca me llena con toda la longitud que mi cuerpo ansía tan
desesperadamente. Solo se abre camino, cada vez más profundo.
―Cristo ―grito con frustración mientras él ralentiza su ritmo. Con
cada empujón hace una pausa. Viendo como mi coño se estira para
acomodarlo. Sabía que era grande, pero no anticipé lo intenso que sería
el estiramiento. Es doloroso, pero en el buen sentido. Como el dolor que
infligió cuando me quemó.
Marcándome.
La risa de Lux llena la carpa. No le creí cuando dijo que me
mancharía. Estaba equivocada, pero él también. Lux Julius es todo lo
que una chica como yo no debería querer. Todo el mundo me advirtió
sobre él, pero donde otros ven un monstruo al que condenan, yo veo un
alma perdida e incomprendida. Mirándolo fijamente a los ojos mientras
empuja su polla en mi interior, la codicia obsesiva que fluye a través de
mí parece irreconciliable. Deseo a este hombre más de lo que nunca he
deseado nada. Quiero que comparta sus demonios conmigo, aunque eso
signifique condenarme a mí misma.
Se inclina para posar sus suaves labios sobre los míos.
―Ni siquiera Cristo puede salvarte ahora, Indie. Tú querías esto.
Invocaste a mis demonios y te respondieron ―susurra con voz potente y
embriagadora antes de que su boca se estrelle contra la mía. Su lengua
caliente separa mis labios y se mezcla con los míos. El beso es ardiente y
hambriento. Es agresivo y apasionado a la vez, y me siento arrebatada
por su tacto, que parece enviar pequeñas vibraciones por todo mi
cuerpo. Atrapo sus labios entre mis dientes, rompiendo el beso, y él
sisea―. Estás jugando un juego peligroso.
―Quiero esto.
―Dices eso ahora, pero no seré gentil. No está en mí. Voy a follarte,
Indie. Voy a arruinarte tan profundamente que tu cuerpo dolerá con mi
tacto durante semanas, incluso después de que me haya ido.
Sus palabras no me asustan. Quiero esto. Lo quiero a él, incluso si es
duro y caótico. Le daré la bienvenida a cualquier dolor que Lux me
traiga, siempre y cuando sea él quien lo cause.
Se levanta y me agarra las caderas con fuerza con sus manos
enguantadas mientras vuelve a introducirse dentro de mí, llenándome
más profundamente esta vez. Mis gritos de placer se mezclan con los
gemidos de la gente que nos rodea, recordándome que no estamos solos.
Al mirar a mi alrededor, veo que el pequeño espacio que nos rodea está
rodeado por un mar de gente. A mi izquierda, el hombre enano que
reconozco de la taquilla está viendo , masturbando su pequeña polla con
la mano mientras sus ojos recorren la piel expuesta de mi cuerpo. Detrás
de mí, dos hombres sostienen a una mujer menuda vestida con un tutú
de ballet y un corsé mientras se alza sobre unas altas zapatillas con
punta de cuchillo. Ante ella, otra bailarina vestida con el mismo traje
tiene la cabeza entre los muslos lamiendo y chupando su coño, pero son
los ojos centrados en nosotros los que me causan inquietud.
Tantos ojos viendo, fijándose en Lux. En mí, y en la forma en que
nuestros cuerpos se unen en una tormenta de lujuria y necesidad.
―Los ojos en mí, Indie. ―Lux ordena. Obedeciendo, vuelvo a clavar
mis ojos en los suyos―. Deja que miren. Les dije que eres mía, ahora
déjame enseñárselo. ―Y me penetra con toda su fuerza. Me llena y me
estira hasta límites que nunca había experimentado. El ardor es intenso,
pero agradezco el dolor, ya que alimenta mi creciente excitación―.
Mierda, qué apretada estás ―sisea entre dientes tensos. Hace una breve
pausa y saca rápidamente la polla. Al instante me doy cuenta de que
extraño su plenitud y lo veo con fastidio.
Riéndose, jala las sedas y las envuelve con fuerza alrededor de mis
muñecas. Una mirada siniestra se dibuja en su rostro mientras agarra
con fuerza la seda más larga que cuelga del techo y jala. De repente, me
da la vuelta y me coloca de cara al suelo de tierra de la carpa con los
brazos echados hacia atrás y por encima de mi cabeza. Una de mis
piernas cuelga hacia abajo, mientras que la otra está jalada hacia arriba y
a un lado. Así, no solo él tiene fácil acceso a mi coño, sino todos los que
están alrededor. Se me escapa un grito y Lux, que se divierte con mi
reacción, se ríe más fuerte. Si pensaba que estaba sujeta en la primera
posición, esta es peor. No puedo moverme. Las sedas me aprietan
demasiado, dejándome completamente inmóvil y únicamente bajo el
control de Lux.
Aunque está detrás de mí, puedo sentir sus ojos recorriendo mi
cuerpo expuesto. La necesidad de volver a sentirlo dentro de mí crece
ante la expectativa de no saber qué hará a continuación. Incapaz de ver
detrás de mí, mis ojos recorren la multitud que nos rodea y observo
cómo la gente cede a sus tentaciones. El payaso de la noche anterior se
abalanza sobre una mujer que me resulta familiar. Es la mujer que estaba
en el regazo de Lux cuando llegué. De su boca sale espuma blanca y su
cuerpo se convulsiona. Al principio, no entiendo lo que está pasando,
pero luego me doy cuenta. Tiene una sobredosis, pero él no se detiene.
Continúa inmovilizándola con la mano alrededor de la garganta
mientras se la folla.
―Eso es, zorra. Ahoga mi polla con tu coño mientras te vas de este
mundo ―escupe, penetrándola una y otra vez. Veo, incapaz de apartar
los ojos de la impactante escena que tengo ante mí, pero es cuando el
cuerpo de la mujer se queda inerte y sus ojos pierden vida cuando mi
estómago amenaza con vaciarse en el suelo. Está muerta, y aun así... él
sigue follándosela. Bruscamente. Despiadadamente. Hasta que
termina―. Mierda, sí, eso es, toma mi esperma como la pequeña zorra
que eres. Descansa en paz, puta de mierda.
Justo cuando empieza a cundir el pánico, el látigo de Lux golpea la
redonda piel de mi culo, llamando de nuevo mi atención.
―Mira qué bonito tienes el culo, Indie ―susurra Lux en la parte baja
de mi espalda. Su lengua recorre mi piel cubierta de sudor, bajando
hasta la curva de mi culo―. Estoy deseando arruinarlo.
Trago saliva. Estoy lejos de ser virgen, pero nunca le había permitido a
un hombre follarme el culo. Jugar con el culo nunca ha sido lo mío, pero
con Lux estoy aprendiendo que, a veces, explorar y probar cosas nuevas
e incluso enfermizas, puede ser divertido. Le oigo escupir antes de que
me pase la mano por el culo, esparciendo su saliva caliente alrededor.
Gimo y me retuerzo cuando su mano libre llega hasta mi clítoris y lo
masajea con movimientos circulares. Algo duro y frío me aprieta el culo,
y mi cuerpo se tensa instintivamente cuando el objeto intenta abrirse
paso a través de la estrecha abertura. Al principio, me asusto. No sé qué
es, pero cuando siento las trenzas de cuero haciéndome cosquillas en la
piel, me doy cuenta de que es el mango de su látigo.
―Vamos a divertirnos. Sé una buena chica y relájate para mí, bebé. Te
prometo que te va a encantar ―susurra Lux. Los movimientos circulares
alrededor de mi clítoris aumentan, acercándome al borde de la
liberación que tanto ansío, pero con eso, el mango del látigo se abre paso
poco a poco.
Tenía razón. Con mi cuerpo relajado, y hambriento de liberación, la
presión en mi culo solo aumenta toda la sensibilidad.
―Más ―gimo con la respiración acalorada en el espacio frente a mí―,
Fóllame, Lux. Necesito correrme.
―Qué golosa eres, pero supongo que un orgasmo está bien ―y me
introduce el objeto hasta el fondo del culo y empieza a follarme con él. El
dolor aumenta a medida que se acerca mi orgasmo―. Eso es. Córrete
mientras mi látigo está enterrado en ese culito tan bonito, chica sucia.
Eres mi chica sucia, ¿verdad, Indie? ―Me folla el culo rápido y fuerte
con el mango de su látigo. Levanta sus dedos de mi clítoris y me da un
azote. La aguda sensación de escozor me atraviesa haciéndome gritar y,
antes de darme cuenta, mi primer orgasmo se abate sobre mí como una
ola eufórica.
Soy su chica sucia, y me encanta.
Lux retira rápidamente su mano de mi clítoris e introduce
bruscamente su dura polla en mi coño aún palpitante.
―Maldita sea, bebé. Tu coño se está tan apretando para mí. ―Gime.
Me agarra fuerte por las caderas y me penetra con más fuerza. Con su
látigo aún enterrado en mi culo, y la plenitud añadida de su polla dentro
de mi coño, el placer es demasiado.
―Mierda, Lux. No puedo...
―Oh, puedes ―gruñe mientras me folla con rudeza―. Puedes y
jodidamente lo harás. No olvides a quién le perteneces. Tu coño está
hecho para mí, Indie.
Lo he querido desde el momento en que vi a Lux en esos vídeos. Sabía
que a pesar de lo oscuro y retorcido que la gente decía que era, yo lo
necesitaba, y aunque él se resistiera, también me necesitaba.
Lux agarra el mango del látigo con la mano y lo empuja dentro y fuera
de mi apretado agujero mientras acompasa el ritmo de su polla. Me folla
profunda, dura y despiadadamente. Usa mi cuerpo colgante para
satisfacer sus necesidades. Igual que la multitud que nos rodea. Con
cada embestida, mis gemidos se mezclan con los sonidos llenos de placer
del espectáculo erótico que nos rodea. La música del DJ continúa.
Aunque cuando levanto la vista, no lo veo mezclando. En su lugar, está
de pie detrás de su cabina, con el cable de los auriculares enrollado en el
cuello de un anciano mientras le folla la cara. Carnal, brutal y, sin
embargo, hermoso.
Todo aquí es oscuro y jodido, pero cuando me permito ceder a
tentaciones y depravaciones que nunca supe que ansiaba, encuentro la
verdadera belleza del Cirque Du Désir.
Detrás de mí Lux gruñe:
―Este coño es mío. Jodidamente todo mío. ―Me hunde más el mango
del látigo en el culo. El ardiente dolor no hace más que avivar mi
excitación. Ya siento cómo se acerca mi segundo orgasmo. La intensa
sensibilidad me hace palpitar el clítoris, deseoso de más fricción―.
Dime, Indie. ¿De quién eres chica sucia?
―Tuya ―gimo, sabiendo muy bien que después de esto ningún
hombre podrá compararse―. Solo tuya.
―Eso es. Eres mía, bebé. Tú querías esto, ¿verdad? Querías pertenecer
a un lugar como este. Querías que te manchara con mi polla ―grita
mientras me penetra. Sus pelotas golpean mi culo con fuerza. El sonido
de nuestros cuerpos resbaladizos uniéndose parece resonar en el
pequeño espacio que nos rodea. El enano que se masturba encuentra por
fin su orgasmo, lanzando chorros blancos al suelo delante de mí
mientras gruñe y gime, ordeñando su pequeña polla hasta la última
gota.
»Córrete para mí, Indie. Cómete mientras te follo los dos agujeros
―gruñe con autoridad. Incapaz de controlarme, me corro. Mi cuerpo
tiembla y se estremece mientras el orgasmo más intenso que he sentido
nunca me invade. Colgada de las sedas, mi cuerpo se estremece y se
arquea, mientras Lux sigue bombeando dentro de mí. Follando mi
orgasmo a través de su curso―. Eso es. Mierda, sí. Justo así. ―Y con eso
saca el mango del látigo de mi culo y lo tira al suelo. Agarrando mis
caderas con fuerza, pierde el control. Sus embestidas se vuelven más
salvajes y caóticas a medida que se acerca su liberación.
La habitación que nos rodea parece dar vueltas, mi cuerpo se está
quedando flácido por el cansancio. Sobre mi cabeza, mis brazos están
entumecidos y puedo sentir cómo mi coño empieza a hincharse
alrededor de su dura polla. Cada deslizamiento de su polla dentro de mí
me resulta casi doloroso y, sin embargo, sigo deseándolo. Quiero que me
folle, que me use como quiera. Porque haga lo que haga Lux, me siento
bien.
Es doloroso, enfermo, pero tan jodidamente bien.
―Tu puto coño lo hizo el mismísimo diablo, Indie, pero lo hizo solo
para mí ―gime―. Maldita sea, te sientes tan bien envuelta a mi
alrededor. Asfixiándome. Tan jodidamente prohibido.
―Lux... ―gimo. Puedo sentir su polla palpitando dentro de mí. La
cabeza hinchada llenando y estirando las partes más profundas de mi
interior. De repente, Lux se detiene y se retira rápidamente. Hace girar
las sedas, volviéndome hacia él. A este nivel, suspendida de la carpa,
estoy a la altura perfecta para que me meta la polla directamente en la
boca.
―Toma mi polla en esa linda boquita tuya. Ahí es donde esto empezó
sucia niña y ahí es donde está terminando. Vas a tragarte mi puta carga
como si fuera tu pan de comunión, como si fuera a lavar los pecados que
cometiste esta noche.
Me agarra el cabello por la raíz, y jala con fuerza mientras lo llevo
hasta el fondo de mi garganta. Lamiendo y chupando mientras me
destroza la garganta. Me empieza a doler la mandíbula de tanto
estirarla. Su tamaño me obliga a ensancharla mientras me penetra la
boca. De mis labios se escapan gemidos babosos.
―Mierda, sí ―gime mientras se corre. Chorros de su cálida y pegajosa
eyaculación golpean mi garganta mientras él ralentiza el ritmo. Hago
todo lo que puedo para tragármela, atragantándome con su longitud
mientras él la empuja más adentro. Entonces se detiene, me suelta el
cabello y me saca la polla brillante de los labios. Me quedo colgada y se
me dibuja una sonrisa en la cara. Aunque estoy rodeada de gente y más
expuesta que nunca. No me importa. Solo pienso en Lux y en lo bien que
me hace sentir cada pedacito de él. Mis mejillas se sonrojan cuando se
inclina delante de mí y me ve a los ojos, me toma la mejilla, acerca mi
cara a la suya y me pasa la lengua por los labios hinchados.
Mierda.
―Ahora cada parte de ti sabe a mí, Indie ―susurra.
Mi sonrisa crece cuando me roza el labio inferior, tirando de él hacia
abajo y soltándolo para que vuelva a salir.
―Eso es porque soy tuya ―me río.
Lux esboza una sonrisa tímida antes de levantarse. Veo cómo vuelve a
meterse en los pantalones. Empieza a desenvolver las sedas atadas
firmemente alrededor de mis extremidades, liberándome de su agarre.
Tengo los brazos y las piernas entumecidos y, cuando me baja los pies al
suelo, me siento inestable.
―Lux, no puedo... ―Antes de que pueda terminar la frase, me toma
en brazos y me lleva entre la multitud. Viendo por encima de su
hombro, me encuentro con la visión más clara de la verdad detrás del
Cirque Du Désir. La belleza tras la depravación que todos condenan.
Tantas personas se han reunido para realizar cosas que ocultan a su
mundo. Para complacerse mutuamente. Sin juicios, ni miedo.
No es oscuro. No es enfermo.
Es un lugar donde todos puedan ser ellos mismos sin temor a ser
juzgados.
El Cirque Du Désir es libertad.
XII

Empujándome a través de la espesa multitud de clientes y cirkies, mi


polla todavía palpita por Indie. Por más de su tacto suave y sedoso. Me
ha sorprendido. Quién diría que alguien tan puro podría ser tan
jodidamente sucio. Hasta enferma. Indie tomó todo lo que le di como si
estuviera hecha para mí y ahora estoy completamente convencido de
que lo es, lo que solo va a hacer que dejarla sea mucho más difícil.
Nunca debí haberla tocado. Marcarla, pero no podía luchar contra esta
atracción de hacerla mía por más tiempo. Especialmente con ella
burlándose constantemente y desafiando mis órdenes de mantenerse
alejada.
Sabía que era yo, o los cirkies. Ahora que me han visto reclamarla, y
han visto esa hermosa marca de quemadura en su piel perfecta. No
pueden dudar que me pertenece, y si lo hacen, mataré a cualquiera de
ellos que se le ocurra intentar tocarla.
El aire fresco de la noche hiela mi piel cubierta de sudor en cuanto
atravesamos la puerta de la tienda y salimos al exterior. El pequeño
cuerpo de Indie en mis brazos está flácido. Débil. Si no fuera porque su
mano traza ligeros círculos en mi pecho, pensaría que está muerta.
―¿A dónde me llevas? ―murmura en voz baja mientras levanta la
cabeza para ver a nuestro alrededor. No contesto, no hace falta, porque
llegamos a mi caravana y empujo con cuidado la chirriante puerta
mosquitera con el hombro antes de llevarla dentro. El olor a lejía todavía
flota en el aire. Gracias al desastre que hizo Dolly, me vi obligado no
solo a limpiar con lejía el suelo y los armarios, sino también la basura
que había esparcida por el lugar. Sus ojos escrutan la oscuridad de mi
caravana, insegura de dónde estamos mientras la llevo por el pequeño
espacio hacia el baño del fondo.
Giro a Indie hacia el interruptor de la pared.
―Enciende la luz. ―Retira la mano de mi pecho, pulsa el interruptor
y la tenue luz amarilla del baño parpadea. Lentamente, la pongo de
pie―. Agárrate a la encimera.
―Creo que ya estoy bien ―admite. Sus pies tocan el suelo y se agarra
al mostrador cuando la suelto. Consigue mantenerse en pie, aunque las
piernas le tiemblan visiblemente. Mi polla empieza a endurecerse de
nuevo solo de pensar en lo bien que se lo ha tomado. Me la follé tan
fuerte que apenas podía mantenerse en pie, por no hablar de caminar.
El vapor empieza a llenar la pequeña habitación cuando enciendo la
ducha y cierro la cortina. Me giro hacia Indie y me coloco detrás de ella.
Con nuestros reflejos en el espejo frente a nosotros, nuestras miradas se
cruzan. Lentamente, levanto la mano y le rodeo el cuello con suavidad.
Ella gira para verme y rápidamente toma mi mano enguantada entre las
suyas. Se lleva la mano a los labios, aprieta la punta de mi dedo
enguantado entre los dientes y jala. El guante empieza a resbalar, pero
en lugar de acobardarme, lo permito.
Coloca el guante en el tocador, se lleva mi mano llena de cicatrices a
los labios y se lleva mis dedos a su boca. Mi polla se estremece al verla
chupar mis dedos marcados. Su lengua se arremolina alrededor de ellos,
y lo único en lo que puedo pensar es en lo mucho que deseo volver a
sentir esa puta lengua en mi polla, pero no puedo. Le quito los dedos de
encima y deslizo la otra mano para liberarla del guante de cuero.
Pone su mejor cara de puchero y, sin poder evitarlo, mis labios
esbozan una sonrisa.
―Ven, vamos a limpiarte ―sugiero mientras empiezo a ayudarla a
quitarse el vestido. El cuerpo apretado de Indie se desliza fácilmente
fuera del vestido roto que llevaba esta noche y cae al suelo en un charco
de tela alrededor de los tobillos.
―Adelante entonces, señor ―responde ella con tono coqueto. Mierda,
es problemática. Me quito despacio el saco negro y lo cuelgo en el
gancho junto a la puerta. Me desabrocho los pantalones y los deslizo
hasta el suelo junto con el vestido de Indie. Sus ojos bajan hasta mi polla,
que sé que ya está dura y deseando más de ella, pero eso no ocurrirá.
Se lleva el labio inferior a la boca con los dientes y, por alguna razón,
me entran ganas de besarla. Volver a sentir su sabor en mis labios, pero
en lugar de eso, tomo su pequeña mano entre las mías y la conduzco a la
ducha. El agua humeante cae en cascada sobre nuestros cuerpos
mientras entramos. Con los dos en la pequeña ducha, hay poco espacio
para moverse, lo que obliga a nuestros cuerpos a estar muy juntos. El
calor del agua parece eliminar instantáneamente la suciedad de la noche.
Me coloco detrás de Indie, permitiéndole el acceso total al chorro de
agua.
Un pequeño silbido sale de sus labios. Sin duda debido a lo irritadas e
hinchadas que están sus partes sensibles después de lo que le he hecho
esta noche, lo que ella quería que le hiciera. Tomo la pastilla de jabón y
me enjabono las manos con espuma espesa antes de extenderlas por su
cuerpo resbaladizo.
―No tienes que ocultarme tus cicatrices. Nunca ―susurra. Hago una
breve pausa. Me toma desprevenido su afirmación―. Lo que te pasó... a
tu mamá. Fue horrible. Ningún niño debería pasar por lo que tú has
pasado, Lux, y bueno, supongo que solo quiero que sepas que no te
tengo miedo y que nunca te juzgaré por eso ―admite con tono suave.
―Ah, veo que has estado investigando.
―Así no ―se ríe―. Te lo prometo. Es que necesitaba saber más de ti.
Escuché cosas... vi cosas que se decían online, y bueno. Quería saberlo
por mí misma. ―Sé que está siendo sincera, pero no entiendo cómo sabe
algo de mi mamá o de mi historia.
―No soy tan inocente como crees ―susurro, mientras limpio los
restos de la noche de su piel―. Mi propia mamá sabía que yo era un
monstruo. Insistió en ello, pero nadie le creyó nunca. Todo lo que los
demás veían era a un niño dulce e inocente que no tuvo suerte con las
cartas que le tocaron, pero ella tenía razón. ―Hago una pausa y me doy
cuenta de que estoy a punto de contárselo todo a Indie. Todo lo que
nunca le he contado a nadie. Ni siquiera entonces le conté a la gente la
verdad sobre aquella noche―. El fuego no empezó solo. El novio de mi
mamá solía llevar un encendedor zippo. ―Empiezo. La conexión entre
nosotros de mis manos sobre su cuerpo parece calmarme―. Solía
sentarme y ver cómo lo abría y cerraba. Me parecía un truco asombroso,
y lo hacía parecer tan genial, así que, naturalmente, siendo tan pequeño,
yo también quería ser genial. ―Indie percibe el temblor de mi voz ante
la mera mención de El Hombre, y se gira para verme. Me ve a los ojos y
me rodea el cuello con los brazos.
Se pone de puntillas, roza su nariz con la mía y me besa suavemente el
lado cicatrizado de la mandíbula. Un escalofrío me recorre con el suave
toque de afecto, pero cuando ella vuelve a bajar, yo continúo.
―Una noche, mientras estaban borrachos, tomé el encendedor de El
Hombre. De alguna manera pensé que si podía hacer los mismos trucos
geniales, tal vez crecería como él. Tal vez eso los haría ser más amables
conmigo, pero el fuego prendió la almohada del sofá y se extendió. Se
extendió muy rápido y yo no supe qué hacer, así que no hice nada. Corrí
a mi habitación y me escondí debajo de la cama.
―No creo que seas un monstruo, Lux ―responde. Mi cabeza se
inclina hacia un lado con curiosidad.
―Entonces, ¿qué crees que soy, Indie?
―Creo que estás perdido. Creo que eras un niño pequeño en un hogar
de mierda, que cometió un error y se asustó. Ahora eres un hombre y
pareces... perdido. Eso es todo ―admite, antes de encogerse de hombros
y apartarse de mí. La veo mientras toma el bote de champú de la
estantería y lo abre. Me siento internamente en conflicto con su
respuesta. Tiene razón, aunque nunca lo admitiré en voz alta. He estado
perdido. Quizá por eso el circo siempre me ha parecido el lugar
adecuado. Moviéndome de pueblo en pueblo, sin asentarme nunca
porque nada me parecía mi hogar. Nunca me he sentido encontrado, no
hasta Indie.
Mientras se enjabona el cabello, enjuago el jabón de su suave cuerpo.
―Eres la primera persona que me acepta, Indie. Que conoce la verdad
de mi pasado y aún así ve algo bueno en mí. ―admito. Ella se ríe
dulcemente, después de enjuagarse el cabello en el chorro de agua
vaporosa. Me toma despacio el jabón y se enjabona las manos con él.
Observo cómo me recorre el cuerpo con las manos llenas de jabón,
sorprendido al ver que no me inmuto. Me da suaves besos en el pecho
tatuado mientras me enjuaga y se me hace un nudo en la garganta.
No quiero esconderme de su tacto como hago con los demás. No.
Quiero más. Ella cierra la ducha y abre la cortina antes de tomarme de la
mano y llevarme fuera.
La sigo mientras intento comprender las nuevas y abrumadoras
emociones que me invaden. La deseo, pero es más que eso. Necesito
tenerla, conservarla, aunque sé que no puedo. Esta noche, se ha dejado
llevar. Ella se alimentó de los deseos que acechan bajo su piel perfecta, y
mientras yo también encontré placer en ellos, y la marqué como mía.
Aunque sé que ella no pertenece aquí, o con un tipo como yo, todavía la
quiero. Se merece algo mucho mejor que lo que yo pueda darle.
Tomo las toallas de la estantería, le doy una y nos secamos. Me
envuelvo la cintura con la toalla y la empujo con cuidado hasta el
estrecho pasillo, donde abro la pequeña puerta del armario y saco un par
de bóxers y una camiseta negra limpia. Cuando se seca, le ayudo a
ponerse los bóxers y le paso la camiseta por la cabeza. Recojo su vestido
roto del suelo.
―Supongo que no quieres esto de vuelta ―me río entre dientes.
―¡No! ―añade con un estallido―, estoy bastante segura de que ese
vestido es ya una causa perdida.
―¿Ha valido la pena? ―le pregunto sonriendo.
Indie se apoya en el tocador y me rodea el cuello con los brazos
mientras me atrae hacia ella.
―Vale la pena cada puto segundo ―responde, pasándome los labios
por la mandíbula y le rodeo la cintura con los brazos.
La luz de la mañana se cuela por la pequeña ventana del cuarto de
baño, recordándome que la noche ha llegado a su fin.
―Deberías irte. ―Mi respiración es corta y entrecortada cuando la
suelto.
―¿A dónde? ―susurra, dándome besos en el cuello―. ¿Aquí?
―añade mientras recorre mis hombros y mi pecho―. ¿O aquí? ―Gimo
y hago que se detenga. Levanta los ojos hacia los míos y una sonrisa
genuina se dibuja en mi rostro.
―Sigues sin aprender, ¿verdad? Las chicas como tú deberían saber
que no hay que jugar con caos como el mío.
―No, Lux. Es que los chicos como tú necesitan aprender a dejar libre
su caos con chicas como yo, pero este momento, tienes razón.
Probablemente debería volver a casa y ver cómo está mi papá.
―¿Le pasa algo?
―Es una historia larga y aburrida que podemos dejar para la próxima
vez ―se ríe, mientras se recoge el cabello aún húmedo detrás de la oreja.
La próxima vez. Indie no tiene ni idea de que, cuando salga de esta
caravana, no volverá a verme. Me duele muchísimo saber que mi
ausencia le causará dolor. Se sentirá traicionada, y no puedo culparla.
Me aclaro la garganta.
―Bien. ―Poniendo mi mano en la parte baja de su espalda, la guío de
vuelta a través del estrecho pasillo hasta la cocina, donde justo la noche
anterior, la vida de Dolly fue tomada por mi mano, no es que lo supieras
con solo verla. Tuve mucho cuidado al limpiar para no dejar ni una mota
de ketchup de esa zorra.
Llegamos a la puerta y la empujamos para que entre la fresca brisa
matinal.
―Espera ―digo, antes de tomar rápidamente mi saco de entrenador
del gancho y ponérselo alrededor de los hombros―. Hace frío, toma
esto.
―Gracias ―susurra. Sus ojos brillan al ver los míos y sus mejillas se
sonrojan, y con eso sale al aire de la mañana, y se dirige a través del
estacionamiento.
Mierda. ¿Por qué me duele tanto verla irse? ¿Qué tiene que me tiene
tan cautivado? En el momento en que me devuelve la mirada, y sus ojos
se fijan en los míos. Me golpea.
Es porque es diferente a los demás.
Ella me ve, a mi verdadero yo y me acepta a pesar de todo.
Indie Conners miró fijamente a mis demonios a los ojos y sonrió. Se
enamoró de todo lo que yo esperaba que temiera, y ahora me hace sentir
cosas que un tipo como yo no tiene por qué sentir. Obsesión, pasión,
esperanza y algo nuevo y aún más peligroso: amor.
XIII

La noche fue una noche que nunca olvidaré. De pie bajo la humeante
ducha caliente en casa, mi cabeza está llena de un carrusel de las cosas
que presencié, repitiéndose en mi cabeza en un bucle sin fin. Una y otra
vez. Mientras me paso la esponja enjabonada por el cuerpo, aún puedo
sentir el fantasma de sus caricias. El ardor entre los muslos me escuece al
contacto y aún me duele el coño. Cada pequeño rincón de mi piel, donde
sus dedos enguantados tocaron, lleva impreso para siempre el recuerdo
de él y de a quién pertenezco. No sé qué tiene, ni por qué cuando está
cerca me convierto en una persona diferente.
Una persona más oscura.
Pero después de lo de anoche, ya no hay vuelta atrás. Lux es la
encarnación de mi pesadilla, y no quiero despertar nunca.
Cuando termino de enjuagarme el cuerpo, cierro el grifo, tomo la
toalla de la percha que hay fuera de la ducha y me la enrollo alrededor
del cuerpo antes de salir. El espejo está cubierto de una gruesa capa de
condensación y paso la mano por él. Bueno, incluso después de
ducharme me veo golpeada, pero dos horas de sueño hacen eso.
Sonidos de cosas estrellándose vienen de la cocina. Genial. Pongo los
ojos en blanco mientras los ruidos continúan. Está claro que papá está
despierto y de mal humor. Típico. Salgo rápidamente del cuarto de baño
anexo a mi habitación y me dirijo a la cómoda para sacar algo de ropa.
Un conjunto negro de encaje y sujetador, unos leggins negros y, como
sin duda me pasaré el día fregando alfombras y limpiando, una de las
viejas camisetas de banda de mamá. Es una de las únicas cosas que pude
conservar de ella. Todo lo de valor real lo vendió papá después de su
funeral para mantener su nueva adicción a la bebida.
Me pongo la ropa y me froto el cabello con la toalla para absorber el
agua sobrante antes de colgarla de la puerta del baño y dirigirme a la
cocina.
Me quedo boquiabierta al doblar la esquina. Papá está de pie con las
manos apoyadas en la pequeña mesa de la cocina. Me da la espalda y
respira agitadamente. Ha sacado botellas y platos de los armarios y los
ha tirado por el suelo. La puerta del refrigerador cuelga de una bisagra y
hay comida tirada por toda la habitación.
―¿Qué demonios es esta mierda? ―grito dirigiendo mi atención a mi
papá. Se gira para verme y, al principio, ni siquiera reconozco al hombre
que me devuelve la mirada. En su cara está grabada una rabia que nunca
había visto en él. Su pecho sube y baja en lentas respiraciones
entrecortadas.
―Oh, ¿te desperté? Lo siento, debí olvidar que estuviste fuera toda la
puta noche... ―escupe agresivamente.
―Wow, okey. ¿Desde cuándo importa si estoy fuera toda la noche? Y
no me despertaste, me estaba duchando...
―Ducharte ―se burla―, porque quitarte ese olor a puta es más
importante que arreglar la casa, ¿no?
Atónita por sus palabras, me agarro al mostrador para estabilizarme.
―¿Disculpa? ¿Olor a puta?
―Eres igual que ella ―responde, dando un paso hacia mí―. Crees
que soy estúpido, que no sé que estuviste fuera toda la noche con un
puto hombre.
―¿De qué estás hablando? Creo que todavía estás borracho, papá.
―Tiene que seguir borracho. Nada de lo que dice tiene sentido.
Se ríe:
―Sí, tu mamá estaba justo donde estás ahora, y me mintió sobre su
otro lado también.
―¿Su otro lado? Mamá te amaba. Nunca te habría hecho eso, y
aunque lo hubiera hecho, ¿qué demonios tiene que ver conmigo?
―¡Me vas a dejar igual que ella!
―¡Mamá no te dejó! Murió. ―Me quejo.
―Oh, sí que murió ―responde, llevándose una cerveza a los labios
mientras bebe un sorbo―. Me aseguré de que si yo no podía tenerla,
nadie pudiera, y menos una escoria con la que trabajaba.
Mis ojos se abren de par en par al asimilar sus palabras. ¿Él mató a mi
mamá? No. Ella murió en un accidente de auto. Fue un accidente. ¿Fue un
accidente?
―¡Estás lleno de mierda! ―grito, le quito la botella de las manos y la
hago pedazos en el suelo con las demás. Él gruñe―. Mamá nunca te
habría hecho eso. Ella te quería. No te iba a dejar, fue a la tienda y su
muerte fue un accidente. ―Mi voz se convierte en sollozos al verme
obligada a revivir su muerte y el dolor que me produjo―. Fue un
horrible accidente. Eso fue todo.
―Claro ―se burla―. Un horrible accidente que planeé, ella iba a
dejarme. Solo que aún no te lo había dicho. Todo lo que necesité fue un
recorte de sus líneas de freno para asegurarme de que nunca lo hiciera.
―Estás mintiendo.
―¿Lo hago? ―Se agacha, agarra el cuello de una de las botellas rotas
del suelo y se acerca a mí. Me empuja contra la encimera con el brazo,
haciéndome perder el equilibrio. Antes de que pueda estabilizarme, me
pone la mano en el cuello y me inmoviliza la cabeza contra el armario
superior que corre a lo largo de la pared. El impacto de mi cabeza contra
la madera me duele y la habitación parece girar a mi alrededor.
»Que me condenen si vas a acabar siendo otra puta como ella. Nunca
dejaré que me dejes ―me dice. Por el rabillo del ojo veo su cara. No hay
ni una pizca de culpa en sus ojos oscuros y, por primera vez en mi vida,
le tengo miedo. Miedo del único hombre que se suponía que siempre me
mantendría a salvo.
Su cabello sal y pimienta cuelga sobre sus enfurecidos ojos azules
mientras levanta la botella de cerveza hacia mi cara.
―Nadie te querrá cuando acabe contigo.
―¡Papá! ―grito al darme cuenta de su plan―. Por favor. Nunca me
iré, te lo prometo. ―Presa del pánico, me tiemblan los labios mientras
lucho por liberarme de su agarre. La falta de sueño de la noche anterior
y mis músculos ya adoloridos lo hacen imposible. Es más grande que yo.
Más fuerte.
―Sé que no lo harás, niña. Lo sé ―susurra, antes de darme un suave
beso en la frente. Mi pánico se disipa y mis ojos se cierran con alivio.
No va a hacerlo.
No lo hará. Entonces siento el frío escozor del cristal al atravesar mi
mejilla manchada de lágrimas.
Mis ojos se abren de golpe cuando unos gritos desgarradores llenan la
pequeña cocina y resuenan en las paredes que nos rodean. Papá me pasa
la botella dentada por la cara. Tallándome la cara como si fuera una
calabaza. Puedo sentir el calor de mi sangre mientras se derrama por mi
cara, goteando de mi barbilla.
―Eso es, niña. Ya casi está ―susurra con su aliento perfumado de
cerveza contra mi cara―. Casi listo.
La bilis sube por mi garganta amenazando con hacer su aparición.
Hace una breve pausa para inspeccionar su trabajo. Aunque me sujeta
con firmeza, aprovecho la oportunidad para empujarlo, para
contraatacar. Levanto la pierna y le doy un rodillazo en las pelotas,
tomándolo desprevenido. Me suelta el cuello y uso mis últimas fuerzas
para empujarlo. La botella cae al suelo y él se tambalea hacia atrás.
―¡Qué demonios! ―Resbala sobre los cristales rotos esparcidos por el
suelo de la cocina y cae, se golpea la cabeza contra la mesa al caer y me
quedo paralizada. Todavía me gotea sangre por la herida de la cara. Me
tiembla todo el cuerpo. Una mezcla de conmoción, miedo e incredulidad
se abre paso a través de mí mientras veo cómo la sangre empieza a
acumularse bajo su cabeza.
¿Está muerto?
¿Lo maté?
La bilis hace finalmente su aparición y me llevo las manos
temblorosas al estómago mientras vomito. Un millón de pensamientos
pasan por mi cabeza. Está muerto. Mi papá está muerto. Yo lo maté,
pero no es asesinato, ¿verdad? Es defensa propia.
Me estaba lastimando.
Cortándome.
Me llevo la mano a la mejilla y siseo al sentir el escozor. Me llevo la
mano a la cara y veo los dedos cubiertos de sangre carmesí.
Buzz. Buzz. Buzz.
Mi teléfono vibra en el bolsillo. Con las manos temblorosas, lo saco y
veo la foto de Claire en la pantalla.

Claire: Solo comprobando chica. No hemos sabido nada de ti desde que nos
fuimos.

Mierda.
Necesito irme. Necesito salir de aquí antes de que alguien vea lo que
hice.
Me dirijo rápidamente a mi dormitorio y tomo mi vieja bolsa de lona
negra de debajo de la cama. La abro y la lleno con todo lo que puedo
tomar. Ropa, artículos de aseo. Mi cargador y mi portátil. Recojo una
foto de mi mamá y mía del tocador y me detengo, mientras las cosas
horribles que mi papá dijo de ella llenan mi cabeza. No puede ser
verdad. Nada de eso. Aunque, ahora, después de ver lo violento que
puede llegar a ser, aunque fuera cierto, no la habría culpado por querer
irse. ¿Cómo podría hacerlo?
Meto la foto en mi bolsa de viaje junto con un par de objetos de mi
tocador. Mi reflejo en el espejo capta mi atención. Al principio, lo único
que veo es sangre. Sangre de un rojo carmesí brillante que me recorre la
mejilla y el cuello. Cierro los ojos, me trago el nudo que tengo en la
garganta y acerco lentamente la cara al espejo antes de abrirlos.
Se me llenan los ojos de lágrimas al ver lo que me ha hecho mi propio
papá. Un gran corte profundo está grabado en mi antes hermosa piel.
Desde la sien hasta la comisura de los labios.
Irregular. Fea.
Arruinada.
Me tapo la boca con la mano justo cuando un sollozo amenaza con
escapar de ella. No tengo tiempo para la autocompasión. Mi papá está
muerto y es culpa mía.
Tomo mi sudadera favorita del gancho de detrás de la puerta y me la
pongo por la cabeza con cuidado de no causarme más dolor. Me dirijo
rápidamente al baño, tomo mi cepillo de dientes y uso la toalla mojada
del cabello para intentar limpiarme la sangre que me cae por el cuello. Es
inútil y me doy por vencida, ya que la herida abierta sigue sangrando.
Guardo la toalla manchada de sangre en mi bolso y echo un último
vistazo a mi habitación.
Una habitación que una vez albergó tantos recuerdos felices, ahora
manchada para siempre con el recuerdo de los abusos de mi papá
cuando estaba borracho. Cierro la puerta tras de mí y avanzo por el
pasillo con cuidado de no ver hacia la cocina.
―Lo siento, mamá. No puedo quedarme aquí ―susurro, esperando
que donde quiera que esté, entienda por qué hice lo que hice y pueda
perdonarme por eso.
Tomo las llaves de la mesa junto a la puerta y me voy. Me duele. Dejar
atrás la casa que mi mamá tanto amaba, pero sé que ella no querría que
me quedara.
No queda nada bueno en esta casa. No para mí. Papá se aseguró de
eso.
Corro hacia el auto y tiro el bolso en el asiento del copiloto antes de
arrancarlo rápidamente. Con las manos ensangrentadas en el volante,
arranco. Sé enseguida a dónde voy, pero lo que no sé es por qué.
XIV

Mientras los cirkies empacan las últimas cajas en los camiones y


remolques, decido tomarme un descanso. El sudor me resbala por la
cabeza mientras saco mi cajetilla de du Maurier. Se acerca la tarde y
vamos con retraso. Normalmente hacemos las maletas y salimos del
pueblo antes del mediodía, pero después de lo de anoche, creo que
estamos un poco agotados. Fue fácilmente la noche más rentable que
hemos tenido en meses, tal vez incluso años. Tuvimos algunos pequeños
tropiezos, pero como una de ellas terminó siendo la zorra que le habló
mal a Indie, no me quejaré. Además, Johnny se ocupó de su cuerpo antes
de que me despertara esta mañana.
Saco un cigarro de la cajetilla, lo coloco entre las puntas y veo al
horizonte mientras lo enciendo. Sigue siendo extraño estar tan expuesto.
Antes de anoche nunca había caminado sin mi máscara. Ni salía de mi
caravana sin ella, pero ahora que todos han visto mis cicatrices, ¿para
qué? Por primera vez en casi diez años, puedo sentir el viento cuando
sopla sobre mi cara.
Gracias a Indie.
Todavía puedo olerla en mí. Sentir su tacto. Sé que irme hoy me va a
matar, pero tengo que hacerlo. Claro, mi tiempo con Indie fue divertido,
pero aún así tiene que llegar a su fin. Cada show lo hace.
El sol resplandece en las ventanillas de los vehículos estacionados en
el campo junto a la carretera. Entrecierro los ojos y me fijo en un auto
que no reconozco. Suponiendo que probablemente pertenezca a uno de
los que están enterrados tres metros bajo tierra, me dirijo hacia él. Por el
camino, levanto la tierra seca con mis botas. Le doy una calada al cigarro
y consigo distinguir la silueta de alguien sentado en el asiento del
conductor.
Qué raro.
Una mujer se sienta en el asiento delantero, y no hace falta mucho
para saber que ha pasado por lo mismo. El cabello largo y oscuro le
cuelga de la cara, ocultándola. Si no fuera por sus manos temblorosas
sobre el volante, pensaría que está muerta. Su cabello, sus manos y su
ropa están cubiertos de sangre seca.
Golpeo la ventanilla con los nudillos para llamar su atención, pero no
se inmuta.
―Hola, ahí dentro. ¿Estás bien? ―pregunto, dándole otra calada a mi
cigarro. De repente, su cabeza se gira hacia mí y sus ojos abiertos y
sorprendidos se posan en los míos.
Indie.
Qué demonios.
No pierdo tiempo y abro la puerta del auto para alcanzarla.
―¿Indie? ¿Qué demonios te pasó? ―le pregunto. Mi voz no oculta el
pánico que siento mientras ayudo a sacarla del auto. La pongo de pie
frente a mí, le acaricio la cara y le despeino el cabello de la herida. Me
hierve la sangre al ver su piel, antaño perfecta, tan brutalmente
destrozada. No sé quién demonios lo hizo, pero sé que el circo no se irá
hasta que su cuerpo yazca junto al de Dolly.
―Mi papá ―balbucea. Su pequeño cuerpo tiembla cuando la atraigo
hacia mí.
―Está bien. Solo respira, ¿okey? Respira. Te tengo ―susurro,
apretándola contra mi pecho. Le paso la mano por el cabello. Por fin
siento su suavidad en mis manos llenas de cicatrices mientras hago todo
lo posible por calmarla. Para la gente que pasa estoy tranquilo y sereno,
pero en mi interior se ha desatado el caos. Mis demonios exigen sangre
por la chica que robó no solo mi corazón, sino también el de ellos.
―Mi papá ―responde suavemente. Su voz es menos que un susurro
cuando levanta la cabeza de mi pecho y levanta la barbilla para verme―.
Él me hizo esto. Luché contra él, Lux. Te juro que lo hice. ―Solloza.
―Shh. Está bien. Hiciste lo que pudiste. Esto no es culpa tuya.
Un consejo que tengo que darme a mí mismo. Todos esos años me
odié por lo que me hicieron. Por lo que permití que me hicieran. Debería
haber luchado más. Podría haber hecho más, o eso es lo que siempre
pensé, lo que siempre sentí, pero en verdad, no podría haberlo detenido
aunque hubiera querido, y lo hice. El hombre siempre iba a ser más
grande, más fuerte. No importaba cuánto luchara, el resultado final
siempre habría sido el mismo. Igual que el de Indie.
―Creo que lo maté ―admite con tono tembloroso.
―¿Qué quieres decir con que crees?
Indie se aparta y empieza a revolverse el cabello mientras da vueltas
alrededor del auto.
―No debería haber venido aquí. Mierda. Lo siento, no sabía a dónde
ir. Sabía que tenía que salir de esa casa.
―Bebé. Bebé, escucha. ―susurro. Agarro su muñeca con fuerza y la
atraigo hacia mí. Tomo su cara de nuevo y la obligo a verme a los ojos―.
Has venido al lugar correcto. ¿Okey? Voy a ocuparme de todo. ―Y lo
haré―. Dime qué pasó.
―Lo empujé. Lo aparté de mí y el cristal... ―se le quiebra la voz y los
ojos se le llenan de lágrimas―. Se resbaló con el cristal y se golpeó la
cabeza. Había mucha sangre, Lux. Tanta sangre.
―¿Y estás segura de que estaba muerto?
―Sí ―solloza―. Sus ojos... me veían, pero él no estaba ahí. Se fue,
Lux. Se fue ―rompe a llorar. Sus lágrimas se filtran en mi camisa
mientras la abrazo. Bueno, lo bueno es que lo difícil ya está hecho. El
hijo de puta ya está muerto, por suerte para él. Todo lo que tengo que
hacer es enviar a Johnny y a un par de cirkies a limpiar el desastre―.
Tengo que salir de aquí. Me estarán buscando, y no puedo ir a la cárcel.
Simplemente no puedo.
―Shh. No te preocupes por eso. Nadie sabrá que hiciste nada, te lo
prometo. Me encargaré de todo.
―Soy una asesina, Lux. Tienes que alejarte de mí todo lo posible. No
debería haber venido aquí ―admite mientras intenta alejarse de mí.
―Tú y yo, bebé. ―Mis palabras la toman desprevenida y hace una
pausa, girando sus ojos rojos e hinchados hacia los míos. Me encojo de
hombros―. Yo también soy un asesino.
―No. Lo que pasó con tu mamá...
―No estoy hablando de mi mamá. ―Su ceño se arquea con confusión.
―Yo maté a Dolly. ―Las palabras salen de mis labios sin esfuerzo.
Nunca he sentido la necesidad de ocultarle nada a Indie, y matar a
Dolly, no es diferente―. Ella trabajaba para mí. Bueno, mierda, en
realidad ella básicamente organizaba la mayoría de los espectáculos y
mierdas que hacemos, lo gestionaba todo por mí.
―Entonces, ¿por qué la mataste? ―pregunta. Me río, y mi mandíbula
chasquea mientras una sonrisa se forma en mi cara.
―Bueno, digamos que no le gustó ver cómo te arrastraba la otra noche
―respondo. Un bonito rubor rosado pinta su mejilla intacta y sus labios
agrietados por la sangre esbozan una pequeña sonrisa.
―¿Así que la mataste porque estaba celosa? ―pregunta tímidamente.
Ya está recuperando parte de su fuego, y es jodidamente hermoso verlo.
―Oh, esa zorra echaba humo de celos ―respondo con tono burlón. Su
sonrisa crece, pero se desvanece rápidamente al volver a pensar en su
papá y baja la mirada al suelo.
―¿A qué te refieres cuando dices que te ocuparás de eso? ―pregunta,
pateando las puntas de sus botas ugg en la tierra.
―Quiero decir que no tienes nada de qué preocuparte. Nadie sabrá lo
que pasó. Ni con él, ni contigo.
―Pero al final me encontrarán, ¿y entonces qué? Quiero decir,
¡mírame la cara, Lux! ―grita. Ira. La siguiente etapa del proceso.
―Nadie te encontrará, Indie, porque te vienes conmigo.
Se ríe histéricamente mientras se aparta de mí y camina hacia su auto.
―¿Contigo?
―Sí, conmigo. Piénsalo. Ahora estás tan jodida como yo, Indie. Esa
chica pura e inocente de anoche, se fue. Ahora tienes tus propios
demonios, y juegan bastante bien con los míos. ¿No crees? ―Se toma un
momento para pensar en mis palabras. Sabe que tengo razón. El lugar
más seguro para ella ahora es con nosotros. Sobre todo porque siempre
estamos en movimiento. Es mucho más difícil rastrear a un objetivo en
movimiento, y además el Cirque Du Désir nunca se queda en un sitio
más de un par de noches.
La observo mientras sus ojos marrones recorren el campo. Los cirkies
aún se están preparando para partir, pero sin la carpa central, el campo
parece vacío. El viento sopla a través del amplio espacio abierto,
agitando el cabello empapado de sangre de Indie. Se seca las lágrimas de
su mejilla sin marcas con la manga y se dirige lentamente hacia mí. Me
toma la mano, me ve a los ojos y se aclara la garganta.
―Olvidé tu saco en casa ―admite. Me río. Esta chica cree de verdad
que me importa una mierda el saco.
―Entonces compraré otro. Lo único que importa eres tú…
―¿A dónde vamos? ―pregunta en voz baja. La agarro por la cintura y
aprieto su pecho contra el mío.
Indie es realmente mía.
Mía.
―À la folie ―le respondo sonriente. Por primera vez en mi vida, me
permito sentir todas estas nuevas emociones que me provoca Indie.
―¿Dónde demonios es eso? Espero que haga calor, me vendría bien
un día de playa ―añade, rodeándome el cuello con los brazos. Suelto
una risita ante su respuesta. Esta chica tiene un corte enorme en la cara y
está pensando en broncearse en la playa. Si eso no significa “hecha para
mí” no sé qué lo dirá.
Mierda, amo a esta chica.
Aprieto suavemente mis labios contra su frente y susurro.
―A la locura.

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