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Los derechos del hombre constituyen una clase variable, como la historia
de los últimos siglos muestra suficientemente. Basta mirar los escritos de los primeros
iusnaturalistas para darse cuenta cómo se ha ampliado la lista de los derechos: Hobbes incluso
no conocía más que uno, el derecho a la vida. El elenco de los derechos humanos se ha
modificado y va modificándose con el cambio de las condiciones históricas, esto es, de las
necesidades, de los intereses, de las clases en el poder, de los medios disponibles para su
realización, de las transformaciones técnicas, etc. Derechos que habían sido declarados
absolutos a finales del siglo XVIII, como la propiedad sacrée et inviolable, han sido
sometidos a radicales limitaciones en las declaraciones contemporáneas; o derechos que las
declaraciones del siglo XVIII no mencionaban siquiera, como los derechos sociales, que son
ahora proclamados con gran ostentación en todas las declaraciones recientes. No es difícil
prever -señala Bobbio- que en el futuro podrán aparecer nuevas pretensiones que ahora no
alcanzamos siquiera a entrever. Aquello que parece fundamental en una época histórica y en
una civilización determinada, no es fundamental en otra época y en otra cultura5.
5
Norberto Bobbio, ob. cit., pp. 56/57.
libertad. El fundamento absoluto no es solamente una ilusión; alguna vez es también un
pretexto para defender posiciones conservadoras6.
6
Norberto Bobbio, ob. cit., pp. 59/60.
7
Norberto Bobbio, ob. cit., p.68.
8
Norberto Bobbio, ob. cit., pp.70/71.
otros bienes, como el de la educación, que sólo expresaría una sociedad más evolucionada
social y económicamente9.
9
Norberto Bobbio, ob. cit., pág. 121.
10
Arturo E. Sampay, ob. cit., pp. 66 y 70.
11
Norberto Bobbio, ob. cit., pág. 22.
realizaciones, es decir, el paso de la declaración puramente verbal a su protección
efectiva, esto es, el aumento de los poderes del Estado12.
No se trata tanto de buscar otras razones, o sin más, como querrían los
iusnaturalistas resucitados, la razón de las razones, sino de poner las soluciones para una más
amplia y escrupulosa realización de los derechos proclamados. Ciertamente, para cooperar en
la creación de estas condiciones se necesita estar convencido de que la realización de los
derechos del hombre es un fin deseable; pero no basta con esta convicción para que estas
condiciones se realicen. Recuérdese que el argumento más fuerte dado por los reaccionarios
de todos los países contra los derechos humanos, en especial contra los derechos sociales, no
es ya su misma falta de fundamento, sino su imposibilidad de realización. Cuando se trata de
enunciarlos, el acuerdo es obtenido con relativa facilidad, independientemente de la mayor o
menor convicción de su fundamento absoluto; cuando se trata de pasar a la acción, aunque
fuese el fundamento indiscutible, comienzan las reservas y las oposiciones. Entonces, el
problema que se nos presenta, en efecto, no es filosófico, sino jurídico y, en sentido más
amplio, político. No se trata tanto de saber cuáles y cuántos son estos derechos, cuál es su
naturaleza y su fundamento, si son derechos naturales o históricos, absolutos o relativos, sino
cuál es el modo más seguro para garantizarlos, para impedir que, a pesar de las
declaraciones solemnes, sean continuamente violados13.
12
Norberto Bobbio, ob. cit., pág. 118.
13
Norberto Bobbio, ob. cit., págs., 61/64.
Capítulo 4.
Las necesidades como contenido de los derechos.
14
cf., Agnes Heller, “Una revisión de la teoría de las necesidades”, traducido por Ángel Rivero Rodríguez,
Editorial Paidós, Barcelona, 1996, pp., 101/119.
15
Agnes Heller, “Más allá de la Justicia”, Crítica, Barcelona, 1990, pp., 102, 109 y 337.
precisamente a mejorar la calidad de vida del pueblo. Es marcar un camino, emitir señales
claras y concretas de cuál debe ser la dirección de un Estado y de un Gobierno. Un proyecto de
estas características necesariamente debe estar en conexión con la Constitución. Al lograr ser
consagrado por el pueblo, la Constitución se ha de ajustar al mismo. Sin dudas, es el futuro del
proyecto.
En tal sentido, como señalamos hace algún tiempo16 las Constituciones han
de revelar una preocupación particular para que los principios en ellas insertos no sean sólo
declaraciones, sino que deben procurar impulsarlos para que se cumplan realmente. El Estado
deberá estar ampliamente interesado en que los derechos y libertades de los ciudadanos sean
eficazmente garantizados por todos los medios materiales, organizativos y jurídicos. Las
normas de política económica constitucional han de determinar el desarrollo estable y
dinámico de todas las ramas de la producción social. Sobre esa base no sólo será posible
proclamar y establecer en la Constitución un amplio conjunto de derechos socio-
económicos, sino también asegurarles su cumplimiento. Sin duda, la vigencia de esos derechos
fundamentales es condición necesaria para una vida acorde con la índole del ser humano.
16
Jorge Francisco Cholvis, “Los Derechos Humanos el derecho al desarrollo y la Constitución”, Revista de
Derecho Público y Teoría del Estado, N° 5 – agosto 1990; id. Jorge Francisco Cholvis, “La Constitución y otros
temas. Dilemas del constitucionalismo argentino”, Libro II, “Constitución, economía y desarrollo”, el Cid Editor,
Buenos Aires, 2013, pág. 475.
Asbörn Eide sostiene bien que cuando un Estado ratifica o incorpora un
cuerpo jurídico de derechos económicos sociales y culturales, adquiere lo que denomina
obligaciones de resultado17. Por ello, el Estado no sólo debe abstenerse de realizar cualquier
conducta que pueda turbar el goce de los derechos reconocidos, sino que debe realizar acciones
positivas para posibilitar el acceso a ese goce y ejercicio a quienes están desposeídos del
derecho reconocido en la norma jurídica. Y esa obligación de resultado es exigible, porque de
lo contrario no sería derecho; es decir, se requiere un obrar del Estado que posibilite su acceso,
y para ello debe instituir los medios e instrumentos adecuados para superar el
condicionamiento socioeconómico que impide su vigencia. El individuo es un sujeto de
necesidades, y de tal modo, se puede conceptuar a los derechos humanos como un conjunto de
necesidades humanas socialmente objetivadas que deben ser satisfechas. La realidad de los
hechos, hace ver que la satisfacción de las necesidades es imposible sin un cambio radical del
propio modelo social. Los derechos humanos deben ser instrumentos para la humanización de
los que no tienen, de los desposeídos18.
17
Revista de Naciones Unidas, N° 1, enero 1992, “El derecho al alimento adecuado como derecho humano”; cf.,
Eduardo Barcesat, en “La plena judiciabilidad de los derechos económicos, sociales y culturales”,
www.saij.jus.gov.ar; íd., saij: DACC030051.
18
cf., Eduardo Mendez, “La necesidad como presupuesto ontológico de los Derechos Humanos. Una visión
egológica culturalista”.
19
cf., Eduardo Mendez, ibídem.
20
cf., Eduardo Barcesat, ibídem.
La Constitución Nacional marca una obligación de resultado en cuanto a la
efectivización de los derechos humanos y, en esa línea, la norma suprema debe someter y
encauzar la economía en aras de tal concreción21. Ciertamente el acceso al derecho humano
reconocido, de contenido económico, comporta necesariamente la remoción de los obstáculos
estructurales y epistemológicos que de hecho, impiden el pleno acceso y goce efectivo de los
derechos. El responsable de proveer la obligación de resultado es el Estado, que ha
incorporado a su normativa el derecho reclamado, dada la antijuridicidad objetiva de la
situación de desposesión del reclamante frente al Estado que es responsable. Es esta
desposesión la que obliga al Estado, como garante último, a satisfacer el derecho
comprometido en la norma, con políticas para la vigencia de los derechos humanos básicos.
21
cf., Liliana B. Costante, “Sobre el contenido y eficacia de la Constitución y su posible reforma”, Derecho
Público, Año I – N° 3, pág. 147.
22
cf., Eduardo Barcesat, “Hacia un nuevo paradigma del saber de los juristas”, en “Ciclo de Clases Magistrales”,
Procuración del Tesoro, Escuela del Cuerpo de Abogados del Estado, Clases Magistrales 2014-2015, pág., 79.
cual ineludiblemente nos lleva a señalar que en Nuestra América no se trata de recursos
escasos, sino de una injusta distribución de la riqueza, a través de proyectos oligárquicos
asociados a intereses económicos externos.
23
cf., Ana Jaramillo, “Los derechos sociales como derechos de justicia en Sampay”, en Arturo Enrique Sampay,
“Obras Escogidas”, Colección Pensamiento Nacional, Ediciones UNLa, 2013.
también que son créditos del individuo contra la sociedad. ¿Y a quién corresponde satisfacer
ese crédito, más que a los gobernantes?24.
En verdad, la democracia política y el compromiso para lograr los derechos
económicos se sustentan mutuamente. El bien común exige que haya justicia para todos y
que se protejan los derechos humanos de todos. Pues el bien común comprende al conjunto
de condiciones sociales que favorecen la existencia y el desarrollo del hombre; al medio social
propicio, al orden justo para que la persona se realice. “Económica y socialmente, el beneficio
de la democracia se traduce en la existencia, en el seno de la colectividad, de condiciones de
vida que aseguren a cada uno la seguridad y la comodidad adquiridas para su dicha. Una
sociedad democrática es, pues, aquella en que se excluyen las desigualdades debidas a los
azares de la vida económica, en que la fortuna no es una fuente de poder, en que los
trabajadores estén al abrigo de la opresión que podría facilitar su necesidad de buscar un
empleo, en que cada uno, en fin, pueda hacer valer un derecho a obtener de la sociedad una
protección contra los riesgos de la vida. La democracia social tiende, así, a establecer entre los
individuos una igualdad de hecho que su libertad teórica es impotente para asegurar”25.
A fin de afianzar cabalmente los derechos humanos y la plena dignidad
personal es necesario garantizar el derecho al trabajo, a la educación, a la salud y nutrición,
mediante la adopción de medidas tanto a nivel nacional como internacional, entre las que se
destaca el establecimiento de un nuevo orden económico internacional. Es necesario crear en
los planos nacional e internacional condiciones adecuadas para la promoción y protección
plenas de los derechos humanos de individuos y pueblos. Pero no debe servir de justificación
para la no realización o vigencia de los derechos humanos el hecho de que exista un injusto
orden económico internacional. En todo caso estamos ante dos exigencias que habrán de
cumplirse paralelamente, que si bien están relacionadas entre sí, ninguna de ellas constituye un
requisito previo para la realización de la otra. Una es la necesidad de modificar el actual orden
económico internacional para convertirlo en uno más justo y, otra, la necesidad de promover y
proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales en cada uno y todos los países.
En este contexto el respeto de los derechos humanos habrá de considerarse como un fin en sí
mismo y como un medio indispensable.
24
George Burdeau, ob. cit., pp. 58 y 59.
25
George Burdeau, ob. cit., pág. 61.
26
“Declaración sobre el Derecho de los Pueblos a la Paz”, adoptada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas en su Resolución 39/11, del 12 de diciembre de 1984.
27
“Laborem Excercens”, N° 2.