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Tinkunaco La Bisagra
Unidad 1
1

Derechos Humanos: Aportes al debate de su fundamentación.


Carlos A. Juárez Centeno

Lo que en nuestro idioma se denomina “derechos humanos”, “derechos fundamentales del
hombre”, “derechos naturales”, “derechos públicos subjetivos”, “libertades fundamentales”,
“garantías individuales”, por sólo citar algunas de las empleadas, encierra una problemática
compleja y una historia no menos conflictiva1. Esta pluralidad de denominaciones nos hace
observar, a la vez que afirmar, una primera aproximación a la dificultad que encierra esta
problemática. Además, creo oportuno destacar que las palabras utilizadas encierran
significados distintos que se basan en fundamentos ideológicos y filosóficos también
diferentes.
La multiplicidad de denominaciones no es monopolio de nuestro idioma, así en francés se
emplea el término droits de l´homme, pero también droits naturels o libertrés publiques. En
inglés se habla de human rights y de polítical o civil rights. En italiano se emplean los
términos diritti de l’uomo y diritti naturali, por citar algunos ejemplos.
Siguiendo la postura de Gregorio Peces-Barba2, entre todas las denominaciones citadas
creemos que la más adecuada es la de derechos fundamentales pero la que ha tenido una
aceptación y divulgación más generalizada es la de derechos humanos3, de ahí el título de
este artículo que encierra, además, una toma de posición por mi parte4.
En lo que hace a la fundamentación de estos derechos hay –como lo señaláramos más
arriba- infinidad de posturas. En el caso de la Teoría del Derecho Argentino, y siguiendo en
esto a Genaro Carrió5, podemos diferenciar dos maneras de abordaje. Por una parte estan
los que justifican a los derechos humanos como derechos de naturaleza moral, entre los que
encontramos aCarlos Santiago Nino, en el sentido que su fundamento no emana de las
normas del derecho positivo. Los derechos humanos son derechos de naturaleza moral
y no criaturas del derecho positivo toda vez que su fundamentación última no emana de
las normas de éste, a punto tal que mientras no han sido consagrados por él y en la medida
en que no lo han sido, sirven para criticarlo y justificar su reforma. Su fundamentación está
intrínsecamente conectada con ciertas características definitorias del discurso o
razonamiento moral en el que deben ser basados.
Otro enfoque que podemos señalar es el de otro filósofo argentino, Eduardo Rabossi, quien
nos ofrece una distinta justificación de los derechos humanos, seductoramente más
sencilla que la de Carlos. Nino, a la podemos calificar de filosófico-metafísica. Por su parte,
la de Rabossi es de pura raigambre jurídica y consiste en afirmar que, a esta altura de los
desarrollos institucionales del derecho internacional público, la mejor manera de justificar


Especialista en Derechos Humanos. Director de la Maestría en Relaciones Internacionales. Profesor Titular
de Derechos Humanos y Relaciones Internacionales. CEA (UNC) Profesor Titular de Derecho Político
Facultad de Derecho UNC. Profesor Titular Seminario Derechos Específicos FCS UNC. Profesor Titular
Procesos Políticos Internacionales FCS UNC.
1
En igual opinión ver PECES-BARBA, Gregorio “Derechos Fundamentales”, Publicación de la Universidad
Complutense de Madrid, Madrid, 1983, p.13.
2
Ibidem.
3
Se justifica la preferencia desde una perspectiva científico-jurídica toda vez que los derechos -en su
totalidad- son humanos. En cambio, como lo señaláramos en el texto, en el lenguaje vulgar la preferencia ha
sido otra y como la problemática que engloba el tema es mucho más que jurídica, de ahí nuestra preferencia.
4
Ver nota 3 in fine
5
CARRIÓ, Genaro.”Los derechos Humanos y su protección”, Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1985.
2

los derechos humanos y su protección son los textos de derecho internacional


convencional –derecho positivo al fin- que desde hace décadas los consagran y tutelan.
Si alguien se pregunta por el fundamento de los derechos humanos y su protección, la
respuesta más simple y menos comprometida filosóficamente es señalar como ejemplo
cualquiera de los documentos internacionales firmados a tal fin. Podemos citar como
ejemplo cualquiera de los tratados internacionales que tienen jerarquía constitucional y han
sido incorporados en el artículo 75, inciso 22, luego de la reforma producida a nuestra Carta
Magna en 1994.

Nino podría responderle a Rabossi que su respuesta no cierra sino que deja abierto el
interrogante de cómo se justifican esos textos de Derecho .Internacional positivo, ya que no
es ocioso, no es poca cosa buscar tras de ellos la justificación última de prerrogativas
humanas que esos textos se han limitado a “positivizar”.

Rabossi podría objetarle a Nino que no es necesario ahondar filosóficamente en posturas


de discutible acierto cuando hay textos supraestatales que alcanzan la misma finalidad. Para
qué escudriñar las oscuras raíces metafísicas si todo queda justificado por lo ocurrido en la
escena normativa internacional durante los últimos cincuenta años en materia de
consagración y protección internacional de los Derechos Humanos?

Con cuál nos quedamos nosotros? Es cierto que la solución de Rabossi deja flancos
abiertos. Uno de ellos es el referido a qué pasaba antes que comenzara el fenómeno de la
consagración y protección internacionales de los derechos humanos en lo que se ha dado en
llamar el Derecho Internacional de los Derechos Humanos: no era posible dar de éstos una
justificación sólida y seria? ; la postura Nino puede ser tachada de adentrarse en
abstracciones metafísicas haciendo oídos sordos a un tipo de fundamentación menos
controvertible: la que fluye de los recientes textos de derecho internacional positivo que
regulan el tema.
En conclusión, el concepto de derechos humanos, cualesquiera que sea la fundamentación
que se adopte aparece como prerrogativas o pretensiones de individuos o grupos de
individuos que, como dije, se presentan como derechos no renunciables que
corresponden a sus titulares por la simple razón de ser hombres o agrupaciones de
hombres. El orden jurídico de las comunidades progresistas contiene normas e
instituciones que definen y protegen tales prerrogativas y pretensiones. Nos referimos a la
tradicional tutela nacional de ellas, nacida con el constitucionalismo de los bills of rights
que aparecen a partir de 1689 en Inglaterra y que luego de un desarrollo de más de dos
siglos, a partir de la mitad del siglo veinte, internacionaliza su protección hasta llegar al
actual proceso de globalización, en el que el respeto a los derechos humanos constituye un
valor a tener mayor presencia y un lugar más destacado en la agenda internacional.

Siguiendo en la línea de los problemas conceptuales o de definición, es necesario distinguir


con claridad distintas categorías, o como más comúnmente se sostiene, diferentes
“generaciones” de derechos humanos. La apelación a la argumentación de las distintas
“generaciones de derechos humanos” es una herramienta, un instrumento para explicar
mejor la llamada “positivización” de los mismos, pero en ningún momento quiere significar
algún tipo de jerarquización dentro del catálogo de los derechos humanos. Como bien lo
señala Fabián Salvioli, La Conferencia Mundial de Derechos Humanos que se realizó en
3

Viena, en 1993, desestimó toda pretensión de jerarquización de derechos al reafirmar el


principio de indivisibilidad, universalidad e interdependencia de los mismos 6. En tal sentido
resulta clara y gráfica aquella afirmación que sostiene: “...todos los derechos humanos son
igual de importantes ya que en la práctica se torna prioritario aquél que en ese preciso
instante se reclama por estar ausente, cercenado o violado...”7. Queda claro entonces que al
sólo efecto de una mayor comprensión de la historia de los derechos humanos, tanto en el
ámbito del Derecho Internacional de los derechos humanos cuanto en el interno, esto es en
el orden nacional, se suele hablar de diferentes generaciones de derechos. Así, en un primer
momento encontramos los llamados derechos civiles y políticos, que surgieron y fueron
encaramados a la categoría de derechos positivos por obra del constitucionalismo liberal
clásico de los siglos XVIII y XIX8.
Posteriormente, en el constitucionalismo de entreguerras, surgieron los llamados derechos
económicos, sociales y culturales, también conocidos como de “segunda generación”. Pero
al igual que el caso anterior, la humanidad debió soportar no sólo la primera guerra mundial
sino también el “crack” del ´29 y una segunda guerra mundial para que a partir de 1940 este
fenómeno adquiriera cierta relevancia mundial. Por último, mucho más cercano a nosotros,
a partir de los movimientos sociales que comienzan a generarse en el mundo desarrollado a
partir de la década de los ´60, se recepta como derecho positivo lo que se ha dado en llamar
como “derechos humanos de tercera generación” y que protegen a los llamados derechos
colectivos o “difusos”9.
A los fines de comprender un poco mejor esta periodización en la recepción normativa de
los distintos tipos de derechos humanos, nosotros solemos apelar a que los primeros se
asientan en el valor “libertad”, los segundos hacen hincapié mayor en la “igualdad” y los
últimos en el valor “solidaridad”, de esta forma se cerraría el círculo virtuoso iniciado con
la Revolución Francesa, en 1789, cuando sus protagonistas enarbolaron la bandera de la
libertè, egalitè et fraternitè.

6
SALVIOLI, Fabián O. “Algunas tendencia sobre derechos humanos en las relaciones internacionales y el
derecho internacional de la posguerra fría”. EN: Anuario de Relaciones Internacionales. CEA-UNC 1994-
1995. pp.21-80.Córdoba, 1998.
7
Conferencia dictada por la Dra. María Teresa Flores –UBA- en la Maestría en Relaciones Internacionales,
CEA-UNC, año 2000.
8
Si tenemos en cuenta el origen inglés del mismo, ya podemos evidenciar un inicio de esta historia a fines del
siglo XVII, pero cierto es que recién con el avance que provocan la revolución norteamericana y la francesa
–a fines del XVIII- este fenómeno adquiere cierta difusión global con las primeras constituciones del XIX.
9
Creo conveniente aclarar que hay algunos autores que hablan de derechos humanos de cuarta, quinta, etc.
generación, pero son posturas aisladas. Una posición doctrinaria que está cobrando fuerza es la que nos habla
de “derechos humanos de cuarta generación”. Esta categoría hace referencia al derecho a la información como
un derecho fundamental que hace a la esencia de la ciudadanía en las modernas democracias complejas de
estas dos últimas décadas. Cfr. Humberto Quiroga Lavié, Danilo Zolo, Manuel Castells, por sólo citar
algunos.
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C APÍTULO PRIMERO

INTRODUCCIÓN A LOS DERECHOS HUMANOS

I. C ONCEPTO Y ANTECEDENTES

Se ha definido a los derechos humanos, en términos genéricos,


como “aquellos derechos que tienen todas las personas por el solo
hecho de ser tal, y que les permite su máxima realización mate-
rial y espiritual, con responsabilidad para su propia comunidad”. 2
Les pertenecen a toda la humanidad por el hecho de ser tal.
No obstante, su desarrollo normativo y reconocimiento ha sido
un largo proceso que va de la par con el devenir histórico de la
misma humanidad.
Un somero registro a la historia de los derechos humanos, nos
revela cinco grandes etapas:3

1) Surge en la historia la noción de deberes que se encuentran


en antiguos documentos donde la idea se irá perfecciona-
do y evolucionando con el tiempo. Por ejemplo, el Código
de Hammurabi, las XII Tablas romanas, la Carta Magna
inglesa de 1215 e incluso los Diez Mandamientos cristia-
nos, documentos que, bajo la noción de deberes, sitúan al
hombre en escenarios de relación con el más allá, y no di-
rectamente los hombres en sociedad propiamente tal.

2 Galiano Haench, José, Derechos humanos. Teoría, historia, vigencia y


legislación, Santiago de Chile, LOM-ARCIS Universidad, 1998.
3 Bedin, Gilmar Antonio, Los derechos humanos y el neoliberalismo, Bo-
gotá, Magisterio, 2000.

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2 JORGE WITKER

2) El surgimiento ya de la noción de derechos que se plasma


en la Declaración de Virginia de 1776 y en la Declara-
ción francesa de 1789, en donde se otorgan o reconocen al
hombre en abstracto.
3) Una tercera etapa, la encontramos en el tránsito del esta-
tismo holístico que subordina a los individuos bajo el prin-
cipio de un Estado otorgante de derechos a los individuos.
4) En este cuarto estadio surge la preeminencia del individuo
sobre el Estado, noción individualista que se construye en
torno a las ideas de Thomas Hobbes, John Locke y Jean
Jacques Rousseau. En esta etapa, podríamos decir que está
el germen de los reconocimientos y exigibilidad de los de-
rechos humanos de la era actual.
5) De esta última etapa, que tiene como centro al individuo,
se va a desprender un dato fundamental que también emer-
ge después de la Segunda Guerra Mundial, y que apunta
a identificar que los derechos de los individuos no pueden
plantearse en abstracto sin considerar las condiciones ma-
teriales de existencia, lo que se conoce como la idea de
“desigualdad-igualdad”.

Conviene señalar que, en materia de desigualdad, original-


mente el pensamiento cristiano aceptó esta desigualdad material,
pues su enfoque se vinculaba a la relación del hombre con Dios
en el más allá, en cuya vertiente o escenario todos los hombres
son iguales ante él, sin consideración alguna a su desigualdad
material. Respecto a los pensadores clásicos, Rousseau fue quizá
el único que se refirió en parte al problema de la desigualdad;
pero bajo el concepto de voluntad general que se plasma en el
Contrato social la desigualdad obvia no fue planteada como un
obstáculo para el pacto contractualista que daría por resultado la
creación y emergencia del Estado, con lo cual se manifestó que
este último tiene su origen en un consenso de los individuos, dan-
do inicio a las teorías de la soberanía popular que se construyen
el Estado moderno reciente.

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JUICIOS ORALES Y DERECHOS HUMANOS 3

II. LOS PRINCIPIOS DE LOS DERECHOS HUMANOS

Como se sabe, la reforma constitucional de 2011 estableció en


la primera parte del párrafo tercero de nuestro artículo 1o. cons-
titucional los principios base de los derechos humanos: “Todas
las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obli-
gación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos
humanos de conformidad con los principios de universalidad, in-
terdependencia, indivisibilidad y progresividad”.
Estos principios fueron consagrados por vez primera en la De-
claración de la Conferencia Internacional de Derechos Humanos,
celebrada por la Organización de las Naciones Unidas (en ade-
lante ONU) en la capital austriaca Viena.
Los desglosamos a continuación:

— Son universales porque son aplicables a todas las perso-


nas sin distinción alguna. No importa la raza, el color, el
sexo, el origen étnico o social, la religión, el idioma, la
nacionalidad, la edad, la orientación sexual, la discapa-
cidad o cualquier otra característica distintiva pues estos
derechos son de y para todas y todos. Esta característica
también se refiere a que son derechos aceptados por todos
los Estados.
— Son inalienables, es decir, a nadie puede cancelársele o
destituírsele y, al mismo tiempo, nadie puede renunciar a
ellos, puesto que son inherentes a las personas.
— Son indivisibles e interdependientes, esto es, los derechos
humanos están relacionados entre sí de tal forma que para
ejercer plenamente determinado derecho será necesaria la
intervención de otro u otros. Por ejemplo, para ejercer el
derecho a la educación es necesario acceder también al de-
recho a la salud y al derecho a la alimentación. En este
mismo sentido, la violación de uno de ellos puede afectar
directa o indirectamente el ejercicio de otro u otros. Tal es
el caso de la violación del derecho a un medio ambiente

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4 JORGE WITKER

sano, que disminuiría la calidad de vida de las personas


vulnerando también su derecho al mejor estado de salud
física y mental. Por lo anterior, los derechos humanos de-
ben considerarse como un conjunto inseparable entre sí.
— Son progresivos, esto es, implica que como más adelante
referiremos, se establece cada vez más un piso mayor de
derechos, sin poder retrotraer, conculcar ni desconocer
los derechos ya establecidos en el ordenamiento jurídico
y su aplicación respectiva.4

III. LOS DIVERSOS TIPOS DE DERECHOS HUMANOS

En esta breve visión de los orígenes de los derechos humanos


conviene señalar que desde los primeros derechos reconocidos
—llamados derechos civiles y políticos— se fue desarrollando
lentamente la idea de que estos derechos, planteados como “de-
rechos de primera generación”, son inviables en hombres o indi-
viduos que carecen de las condiciones materiales mínimas para
ejercer tales derechos; cuestión que se fue reforzando hasta la
fecha en el carácter universal, indivisible, interdependiente, ina-
lienable, progresivo y absoluto de los derechos humanos.
Para contemplar estas condiciones materiales mínimas se fue
construyendo, especialmente, desde la Segunda Guerra Mundial,
la noción de “derechos sociales”, que abarca los derechos eco-
nómicos (vivienda, salud, educación, alimentación, etcétera);
culturales (libertad de expresión y acceso a toda manifestación
artística); de solidaridad (en donde se inscriben el derecho a au-
todeterminación de los pueblos, un medioambiente sano, a la re-
creación, de los consumidores, de los pueblos indígenas) y, fi-
nalmente, los llamados de “cuarta generación” (tecnologías de la
información y comunicación y bioética).
4 Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos, 20 claves para conocer y comprender mejor los derechos humanos,
México, Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Dere-
chos Humanos, 2011, pp. 7 y 8.

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JUICIOS ORALES Y DERECHOS HUMANOS 5

Una evolución somera de los derechos humanos se presenta


en las polémicas discusiones sobre la desigualdad e igualdad, y
también de su origen ya sea natural, o contractual, elementos to-
dos que los conducen a identificar sus primeras manifestaciones y
tipologías en derechos: civiles; políticos; económicos, sociales
y culturales y derechos de solidaridad.
Conviene aclarar, al respecto, que esta tipología sólo tiene un
valor histórico-didáctico, pues la doctrina vigente de los dere-
chos humanos internacionalmente aceptada, desde la Declara-
ción de Viena de 1993, plantea que los derechos humanos son
indivisibles, progresivos e interdependientes; con lo cual asumen
un carácter unívoco e integral, ratificado por la reforma constitu-
cional en materia de derechos humanos de junio de 2011, en su
artículo 1o.
A continuación, desarrollaremos una breve mención del con-
junto de estos derechos.

1. Los derechos civiles

Son todos aquellos derechos que tienden a limitar el poder del


Estado, y reservar para el individuo, o para grupos particulares,
una esfera de libertad en relación con el Estado. 5 Son los prime-
ros que emergen como derechos de libertad, con carácter nega-
tivos, pues se plantean en contra del Estado, y que responden
básicamente al emergente pensamiento liberal de la época.
Su tratamiento jurídico inicial está dado desde dos documen-
tos esenciales de la Edad Media: la Carta Magna leonesa de 1188
y la Carta Magna inglesa de 1215. En ellas encontramos la pri-
mera limitación.
Estos derechos civiles, según el derecho comparado, son:

— Las libertades físicas.


— Las libertades de expresión.
5 Bobbio, Norberto, Sociedad y Estado en la filosofía política moderna,
Sao Paulo, Brasiliense, 1987.

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6 JORGE WITKER

— La libertad de conciencia.
— La propiedad privada.
— Derecho de la persona acusada.
— Garantías de los anteriores derechos, libertad de petición,
el derecho al habeas corpus y al derecho de protección.

En su momento, el doctor Jorge Carpizo estableció la siguiente


división de este tipo de derechos basándose en la estructura del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (en adelante
PIDCP),6 que a continuación se describe con su respectivo articu-
lado constitucional.

A. Derechos de igualdad

— Toda persona goza de derechos humanos que la Consti-


tución y los tratados internacionales ratificaos reconocen,
los cuales no pueden suspenderse, sino en los casos y
condiciones que ella misma establece (párrafo 1, artículo
1o.).
— Prohibición de la esclavitud (párrafo 2, artículo 1o.).
— Prohibición de tratados de extradición de reos políticos,
quienes hayan tenido la condición de esclavos en su país
(artículo 15).
— Prohibición de discriminación por origen étnico o nacio-
nal, género, edad, discapacidades, condición social, de sa-
lud, religión, opinión, preferencias sexuales, o cualquiera
que atente la dignidad humana (párrafo 3, artículo 1o.).
— Igualdad entre el hombre y la mujer (párrafo 1, artículo
4o.).
— Prohibición de títulos de nobleza (artículo 12).
— Nadie puede ser juzgado por leyes privativas (artículo 13).

6 Carpizo, Jorge, “Los derechos humanos: una propuesta de clasificación


de los derechos civiles y políticos”, Revista de la Facultad de Derecho de Mé-
xico, México, núm. 256, t. LXI, julio-diciembre de 2011, pp. 31-67.

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JUICIOS ORALES Y DERECHOS HUMANOS 7

— Nadie puede ser juzgado por tribunales especiales (ar-


tículo 13).
— Ninguna persona o corporación puede gozar de fuero (ar-
tículo 13).
— Ninguna persona o corporación puede obtener más emo-
lumentos que los que sean compensación por servidores
públicos y se encuentren fijados por la ley (artículo 13).

B. Los derechos de libertad

a. Libertades de la persona humana en el aspecto físico

— Libertad de trabajo, profesión industria o comercio, sien-


do todo lícitos (párrafo 1, artículo 5o.).
— Nadie puede ser privado del producto de su trabajo sino
por resolución judicial (párrafo 1, artículo 5o.).
— Nadie puede prestar trabajos personales sin la justa re-
tribución y sin su consentimiento, salvo en resoluciones
impuestas como pena (párrafo 3, artículo 5o.).
— Los servicios públicos solo pueden ser obligatorios y gra-
tuitos en los términos de la ley (párrafo 4, artículo 5o.).
— Prohibición de contrato o renuncie temporalmente o per-
manentemente a ejercer determinada profesión (párrafo
6, artículo 5o.).
— El contrato no puede exceder de un año en perjuicio del
trabajador, ni tener como renuncia o perdida cualquiera de
los derechos políticos o civiles (párrafo 7, artículo 5o.).
— La falta de cumplimiento del contrato de trabajo por parte
del trabajador (párrafo 8, artículo 5o.).
— Derecho a la posesión de armas en el domicilio para la
seguridad y la legítima defensa (artículo 10).
— Libertad de tránsito (artículo 11).
— Derecho a solicitar asilo si es perseguido por motivos po-
líticos (artículo 11).

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8 JORGE WITKER

— Nadie puede ser aprisionado por deudas de carácter pura-


mente civil (párrafo 8, artículo 17).
— La prisión preventiva sólo se puede imponer en aquellos
delitos que merezcan pena privativa (párrafo 1, artículo
18).
— Los menores de 12 que hayan cometido un delito sólo
están sujetos a rehabilitación (párrafo 4, artículo 18).
— Libertad al indiciado si en el plazo constitucional si el juez
no dicta el auto a vinculación (párrafo 4, artículo 19).
— Prohibición a la pena de muerte (artículo 22).

b. Libertad de la persona humana en el aspecto espiritual

— Decisión sobre el número de hijos y espaciamiento de hi-


jos (párrafo 2, artículo 4o.).
— Pleno respeto a la libertad creativa (párrafo 9, artículo
4o.).
— Libertad de expresión (párrafo 1, artículo 6o.).
— Derecho de réplica (párrafo 1, artículo 6o.).
— Libertad de imprenta (párrafo 1, artículo 7o.).
— Prohibición a la censura previa (párrafo 1, artículo 7o.).
— Derecho de petición por escrito de manera respetuosa (pá-
rrafo 1, artículo 8o.).
— Inviolabilidad del domicilio, salvo por mandamiento es-
crito y autoridad competente (párrafo 1, artículo 16).
— Visitas domiciliarias por parte de la autoridad administra-
tiva (párrafo 15, artículo 16).
— Derecho a la protección de los datos personales, acceso,
rectificación y cancelación de los mismos (párrafo 2, ar-
tículo 16).
— Inviolabilidad de las comunicaciones privadas (párrafo
12, artículo 16).
— Libertad de consciencia y de creencia religiosa (párrafo
1, artículo 24).

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JUICIOS ORALES Y DERECHOS HUMANOS 9

— Libertad de culto (párrafo 1, artículo 24).


— En tiempo de paz ningún miembro del ejercito puede alo-
jarse en casa particular contra la voluntad del dueño (pá-
rrafo 17, artículo 16).

C. Los derechos de la persona social

— Libertad de asociación (párrafo 1, artículo 9o.).


— Libertad de reunión en forma pacífica (párrafo 1, artículo
9o.).

D. Los derechos de seguridad jurídica

— Irretroactividad de la ley en prejuicio de la persona alguna


(párrafo 1, artículo 14).
— Principio de legalidad y reserva de ley en materia penal
(párrafo 3, artículo 14).
— Principio de legalidad en materia civil (párrafo 4, artículo
14).
— fundamentación y motivación en mandamiento escrito de
la causa legal del procedimiento, por parte de la autoridad
(párrafo 1, artículo 16).
— Requisitos de expedición de una orden de vinculación a
proceso (párrafo 3, artículo 16).
— Entrega del inculpado detenido a disposición del juez sin
dilación alguna (párrafo 4, artículo 16).
— Detención a quien esté cometiendo un delito o inmedia-
tamente después de haberlo cometido (párrafo 5, artículo
16).
— El Ministerio Público únicamente puede ordenar la deten-
ción o decretar la libertad (párrafo 7, artículo 16).
— En casos de urgencias o flagrancia el juez debe inmediata-
mente ratificar la detención o decretar la libertad (párrafo
7, artículo 16).

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10 JORGE WITKER

— Ningún indiciado puede ser retenido por el Ministerio Pú-


blico por más de 48 horas, plazos que se duplica en delin-
cuencia organizada (párrafo 10, artículo 16).
— Requisitos de orden de cateo debe contener y sólo pue-
de ser expedida por autoridad judicial (párrafo 11, artícu-
lo 16).
— Nadie puede hacerse justicia por sí mismo (párrafo 1, ar-
tículo 17).
— El servicio de los tribunales es gratuito (párrafo 2, artícu-
lo 17).
— Acceso a la justicia (párrafo 2, artículo 17).
— En los procedimientos orales las sentencias deben ser ex-
plicadas en audiencia pública (párrafo 5, artículo 17).
— Sitios distintos y separados para los procesados y senten-
ciados (párrafo 1, artículo 18).
— Beneficios para los sentenciados de acuerdo con los su-
puestos de la ley (párrafo 2, artículo 18).
— Lugares separados para la compurgación de hombres y
mujeres (párrafo 2, artículo 18).
— Sistema integral de justicia para adolescentes (párrafos 4,
5 y 6, artículo 18).
— Los sentenciados mexicanos en el extranjero y los extran-
jeros sentenciados en México, pueden ser trasladados al
país de origen (párrafo séptimo, artículo 18).
— Cercanía de los centros penitenciarios al domicilio del
sentenciado (párrafo 8, artículo 18).
— Plazos de detención ante autoridad judicial (párrafo 1, ar-
tículo 19).
— Requisitos que debe contener el auto de vinculación a
proceso (párrafo 1, artículo 19).
— Casos en los que procede la prisión preventiva por soli-
citud del Ministerio Público o porque el juez lo decreto
(párrafo 2, artículo 19).
— Todo proceso se sigue por el hecho delictivo señalado en
el auto a vinculación del proceso (párrafo 5, artículo 19).

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JUICIOS ORALES Y DERECHOS HUMANOS 11

— Suspensión del proceso y plazos para la prescripción de la


acción penal (párrafo 6, artículo 19).
— Sanciones a los abusos contra los detenidos y en las cár-
celes (párrafo 7, artículo 19).

2. Los derechos políticos

Son derechos positivos que implican derechos a participar en


el Estado. Estos derechos son herederos del pensamiento demo-
crático, y se mencionan como tales: al sufragio universal, a cons-
tituir partidos políticos, de plebiscito, referéndum y de iniciativa
popular.
Su consideración normativa se dio después de la Revolución
francesa de 1789, en el momento de consagrarse a nivel institu-
cional las ideas de Montesquieu 7 sobre la separación de poderes
(funciones) estatales y expresamente en la Declaración de De-
rechos del Hombre y del Ciudadano de 1793 (que amplía a su
homóloga de 1789), cuando refiere en su artículo 29: “Cada ciu-
dadano tiene derecho, en condiciones de igualdad, a participar en
la elaboración de la ley y en el nombramiento de sus mandatarios
o agentes”. Tal principio responde a lo que James Madison con-
sideró como un elemento esencial del gobierno de tipo republi-
cano.8
Aunque en un principio todos estos derechos de participación
de los individuos en la sociedad fueron establecidos de manera
restringida a través del voto censitario; posteriormente se amplia-
ron a diversas capas de la población, como son las mujeres, los
analfabetos, los mayores de 18 años de edad, etcétera, asumiendo
el carácter de universal.
A nivel de derecho internacional de los derechos humanos, los
derechos de carácter político que integran, entre otros, la igualdad
7En su conocido El espíritu de las leyes, de 1748.
8Hamilton, Jay y Madison, El federalista, México, fondo de Cultura Eco-
nómica, 1989.

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12 JORGE WITKER

en el acceso a la funciones públicas y la igualdad en el derecho


al voto se encuentran consagrados en los artículos 21 de la De-
claración Universal de Derechos Humanos (en adelante DUDH),
25 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (en
adelante PIDCP), XX de la Declaración Americana de Derechos
y Deberes del Hombre (en adelante DADDH) y 23 de la Conven-
ción Americana sobre Derechos Humanos (en adelante CADH).9
Nuestro texto constitucional consagra este tipo de derechos
principalmente en los artículos 34 y siguientes.

3. Los derechos económicos, sociales y culturales

Los derechos económicos, sociales y culturales, conocidos


como DESC, son derechos de créditos que convierten al Estado
en deudor de los individuos, excluidos del mercado. Buscan un
mínimo de igualdad y bienestar social con base en su calidad y
condición de persona humana.
Se ubican históricamente a fines del siglo XX, y comienzos
del XXI, como aspiraciones del Estado de bienestar, con el Esta-
do interventor para promover de distintas maneras una más equi-
tativa distribución de la riqueza.
Cabe destacar que nuestra carta magna fue la primera que in-
corporó los derechos sociales. Sin embargo, la doctrina mexicana
ha sostenido que estos derechos no son directamente operativos,
sino meramente programáticos.
Contrario a esta posición eminentemente legalista, se encuen-
tra cimentada tanto a nivel de interpretación jurisprudencial (para
lo cual, como veremos en el capítulo siguiente, es esencial una
visión abierta y basada en principios), como a nivel legislativo,

9 Así como en el artículo 3o. del Protocolo Adicional al Convenio para la


Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades fundamentales (en
lo que sigue CEDH) y 13 de la Carta Africana sobre Derechos Humanos y de
los Pueblos (Carta de Banjul, Comisión Africana de Derechos Humanos y de los
Pueblos, en adelante CADHP).

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JUICIOS ORALES Y DERECHOS HUMANOS 13

con especial énfasis en la corriente del constitucionalismo latino-


americano contemporáneo; inaugurado con la Constitución co-
lombiana de 1991, una tendencia que prioriza la operatividad sin
trabas de estos derechos.
En esta última vertiente, se han establecido criterios comple-
mentarios de adecuación interpretativa.

A. Igualdad jerárquica e indivisibilidad de derechos

Según el cual se rompe el esquema de que algunos derechos


son más importantes que otros, y, por tanto, son de primordial
cumplimiento. Por lo menos desde 1993, con la Declaración de
Viena de la Conferencia Internacional de Derechos Humanos
de la ONU celebrada ese año, la universalidad, interdependencia
e indivisibilidad de los derechos da paso a una cabal comprensión
de derechos humanos, en que los derechos —en su amplio catá-
logo— vinculan de igual manera al Estado y a los particulares.
Esta igualdad e indivisibilidad de los derechos ha salido de un
esquema meramente teórico —y, por tanto, meramente progra-
mático—, para ser parte de diversos textos constitucionales ge-
nerando en los DESC igual categoría de derechos y obligaciones
que respecto de los civiles y políticos, por ejemplo, Venezuela de
1999, Ecuador en 1998 y 2008, Guatemala en 1993 y Nicaragua
en 2003, Bolivia de 2008. Este es el objeto preciso de la reforma
constitucional de 2011, cuando incorpora al párrafo tercero del
artículo 1o. de nuestra Constitución Política de los Estados Uni-
dos Mexicanos (en adelante CPEUM) tales principios de univer-
salidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad.

B. Aplicación directa de los DESC y rango constitucional de


los tratados internacionales

Pues al existir una igualdad jerárquica entre los diversos de-


rechos humanos, y por ende un mismo nivel de exigibilidad de

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14 JORGE WITKER

los mismos, existe igualmente un mismo nivel de aplicación di-


recta de aquellos; así, se ha establecido de manera constitucional
en los ordenamientos respectivos de Venezuela, Ecuador y Boli-
via.10 Pero, esa aplicación no sólo queda en lo que establezca la
norma constitucional, pues también se ha insertado en diversos
textos constitucionales latinoamericanos11 la jerarquía constitu-
cional y aplicabilidad de los DESC contenidos en tratados inter-
nacionales; esto es lo que, en el caso mexicano, señala el párrafo
segundo del artículo 1o. de la CPEUM, al referirse a la interpre-
tación conforme y al control de convencionalidad.12

C. Principio de progresividad de los derechos

Se establece cada vez más un piso mayor de derechos, sin


poder retrotraer, conculcar ni desconocer los derechos ya es-
tablecidos en el ordenamiento jurídico y su aplicación respec-
tiva. También existe una relación constitucional amplia a nivel
latinoamericano,13 reforzada por los instrumentos internacionales
en la materia,14 de las que nuestra CPEUM recoge en el ya referi-
do párrafo tercero de su artículo 1o. Además, existe una clara co-
10 Artículos 22 constitucional venezolano (1999), 11.3 constitucional ecua-
toriano (2008) y 109 constitucional boliviano (2009).
11 Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guate-

mala, Honduras, Paraguay y Venezuela.


12 De la interpretación conforme y del control (difuso) de convencionalidad
haré una relación más detallada en el siguiente capítulo.
13 A este respecto, en términos directos los artículos 5.XXXV y 11.4 consti-

tucionales, respectivamente de Brasil y Ecuador. De forma indirecta, los textos


constitucionales de Argentina, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Paraguay,
entre otros.
14 Artículo 4o. del Protocolo de San Salvador de la Convención Americana

sobre Derechos Humanos, así como el Comentario General núm. 3 del Comité
de la Organización de Naciones Unidas (ONU) sobre los derechos económicos,
sociales y culturales (1990), sobre la naturaleza de las obligaciones de los Es-
tados con base en el artículo 2.1 del Pacto Internacional de Derechos Económi-
cos, Sociales y Culturales (PIDESC).

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JUICIOS ORALES Y DERECHOS HUMANOS 15

rrelación con lo que el exministro Silva Meza llama el “derecho


al mínimo vital”, esto es, “a la cobertura de ciertas condiciones
mínimas vinculadas con las necesidades básicas del individuo”.15

D. Cláusula abierta de reconocimiento de los derechos

Bajo el que se rompe el esquema meramente exegético de apli-


cación de los derechos humanos, particularmente de los DESC, en
la medida que se encuentren establecidos en el catálogo constitu-
cional; permitiendo que la labor jurisprudencial sea complemen-
taria y enriquezca la labor legislativa, y por ende haga efectivo
el principio de progresividad —ya enunciado más arriba—. En
nuestra tradición jurídica, esta labor es de larga data, a través de la
jurisprudencia como fuente formal y obligatoria del derecho, que
se profundiza con el llamado control difuso de convencionalidad.
Preliminarmente podemos conceptualizar al control difuso como
la capacidad que tiene el juzgador de resolver controversias apli-
cando la normativa que concuerde con una protección más amplia
de los derechos humanos, consagrado específicamente en la parte
final del párrafo segundo de nuestro artículo 1o. constitucional.
Estos derechos se buscan satisfacer mediante tres aristas de
consagración:16

— Un conjunto de programas de seguridad social, con el fin


de asegurar una seguridad económica mínima para todas
las personas, la redistribución de los recursos y disminuir
la pobreza.

15 Silva Meza, Juan, “El derecho al mínimo vital: su contenido y relevan-

cia”, en Cervantes Alcayde, Magdalena, et al. (coords.), ¿Hay justicia para


los derechos económicos, sociales y culturales? Debate abierto a propósito de
la reforma constitucional en materia de derechos humanos, México, Suprema
Corte de Justicia de la Nación-UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas,
2014, p. 214.
16 Noguera fernández, Albert, voz “Derechos sociales”, Diccionario de de-

rechos humanos, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 2012.

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16 JORGE WITKER

— Una red de servicios sociales en materia de salud, educa-


ción, vivienda, etcétera.
— Una regulación del mercado laboral, que sea capaz de re-
conocer y proteger los derechos de los trabajadores.

Destacan, y con presencia significativa en la actualidad, los


siguientes derechos: el derecho al trabajo y el derecho al consu-
midor.

a) Derecho al trabajo, libertad de trabajo, derecho al salario


mínimo, derecho a la jornada de 8 horas, derecho al des-
canso semanal remunerado, derecho a vacaciones anuales,
derecho a la igualdad de salarios, y derechos colectivos
tales como el derecho a huelga y el derecho a la libertad
sindical.
b) Derecho de los consumidores, derecho a la seguridad so-
cial, derecho a la educación y derecho a la vivienda.

La violación de estos derechos ha traído como consecuencia el


incremento en pobreza, dado que al no tener acceso a estos dere-
chos deja a las personas en un estado de vulnerabilidad, pues no
cuentan con el mínimo vital para vivir como una persona digna,
pues no cuentan con las cosas más fundamentales para poder de-
sarrollarse en el entorno.
El catálogo de los DESC se ha desglosado por una serie de
instrumentos jurídicos internacionales, de la siguiente manera:

— Derecho a la seguridad social y asistencia social (artículos


22 de la DUDH; 9o. del PIDESC y XVI de la DADDH).17
— Derecho a la salud (artículos 25.1 de la DUDH, 12 del
PIDESC y XI de la DADDH).18
17 Además, artículos 12-14 de la Carta Social Europea (en adelante CSE)
y 34 de la Carta de Derechos fundamentales de la Unión Europea (en adelante
CDfUE).
18 También, artículos 11, 13 y 19.2 de la CSE; 31.1 y 35 de la CDfUE.

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JUICIOS ORALES Y DERECHOS HUMANOS 17

— Derecho a la educación y formación profesional (artículos


26 de la DUDH; 18.4 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, PIDCP; 13 y 14 del PIDESC; XII de
la DADDH y 12.4 de la CADH).19
— Derecho a la enseñanza gratuita (artículos 26.1 de la
DUDH; 13.2 y 14 del PIDESC y XII de la DADDH).20
— Derecho a nivel de vida adecuada y medios de subsisten-
cia (artículos 25.1 de la DUDH, 11 del PIDESC y XI de
la DADDH).21
— Derecho a la vivienda (artículos 25.1 de la DUDH, 11 del
PIDESC y XI de la DADDH).22
— Derecho a la alimentación (artículos 25.1 de la DUDH,
11 del PIDESC y 12 del Protocolo de San Salvador, en
adelante PSS).23
— Derechos culturales y propiedad intelectual (artículos 27
y 22 de la DUDH; 15 del PIDESC y XIII de la DADDH).24
— Derechos a gozar de los beneficios del progreso científico
y de sus aplicaciones (artículos 27.1 de la DUDH; 15 del
PIDESC y XIII de la DADDH).
— Libertad para la investigación científica (artículos 27.1 de
la DUDH; 15.1 y 15.3 del PIDESC).25
— Libertad de cátedra y enseñanza (artículos 18 de la DUDH;
18 del PIDCP; 13.3 y 13.4 del PIDESC).26

19 Además véase artículo 1o. del Protocolo 1 del Convenio para la Protec-

ción de los Derechos Humanos y de las Libertades fundamentales (Convenio


Europeo de Derechos Humanos, CEDH); 1.4, 9o., 10 y 15 de la CSE, y 14 de la
CDfUE.
20 Igualmente, el artículo 14.2 de la CDfUE.
21 También el artículo 13 de la CSE.
22 Ibidem, artículos 16 y 34.3 de la CDfUE.
23 Otros ordenamientos son el artículo 27 de la Convención de los Derechos

del Niño y la Observación General núm. 22 de la ONU.


24 También los artículos 13 y 17.2 de la CDfUE.
25 Ibidem, artículo 13 de la CDfUE.
26 Ibidem, artículos 13 y 14.3 y el artículo 9.1 de la CEDH.

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18 JORGE WITKER

— Derechos laborales en general (artículos 23 de la DUDH


y 6o. del PIDESC).27
— Derecho al trabajo (artículos 23.1 de la DUDH; 6o. del
PIDESC y XIV de la DADDH).28

Los derechos que la Suprema Corte de Justicia de la Nación


(en adelante SCJN) y la CPEUM reconocen como derechos eco-
nómicos, se encuentran establecidos en los siguientes artículos
señalados:

— Educación (párrafo 7, artículo 3o.).


— Alimentación (párrafo 3, artículo 4o.).
— Salud (párrafo 4, artículo 4o.) la ley definirá las bases y
modalidades, conforme establece la fracción XVI del ar-
tículo 73.
— Agua (párrafo 4, artículo 4o.).
— Vivienda (párrafo 7, artículo 4o.).
— Seguridad social (artículos 4o.; 27, fracción III; 122, apar-
tado C, base primera, fracción V, inciso i, y 73, fracción
XXIX.T).
— Trabajo (párrafos 1 y 2 del artículo 5o. y 123, fracciones
I y II).
— Medioambiente sano (párrafo 5, artículo 4o.).

Además, la CADH cuenta con un instrumento específico sobre


DESC: el Protocolo de San Salvador (PSS).
Igualmente, el artículo 25.1 de la DUDH se refiere a los DESC:
“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le
asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en espe-
cial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica
y los servicios sociales necesarios”.

27 También los artículos 15, 17-32 de la CDfUE.


28 Ibidem, artículo 15 de la CDfUE y los artículos 1.1 y 18 de la CSE.

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JUICIOS ORALES Y DERECHOS HUMANOS 19

4. Los derechos de solidaridad

Estos derechos nacen como derechos humanos en el ámbito


internacional y no están destinados específicamente a la protec-
ción de los intereses de un individuo, de un grupo o de un deter-
minado Estado. El destinatario es el género humano, como un
valor supremo, en términos de existencialidad concreta. También
se dice que son derechos “por encima del Estado”, en un sistema
supranacional de jurisdicción internacional-global.
Aunque se da la percepción de que son derechos de aparición
muy reciente, existe un claro antecedente en 1217. Ese año, el
rey Enrique de Inglaterra, al momento de ratificar la Carta Mag-
na que su antecesor Juan Sin Tierra se había obligado a firmar
ante los nobles en 1215, firmó también la Gran Carta del Bosque,
que, en resumidas cuentas, estableció derechos de la comunidad,
como prerrogativas ante la autoridad del rey y la nobleza, por los
cuales se protegía a la naturaleza en sus más diversos recursos
en beneficio de la propia comunidad. 29 Como se puede observar,
se trata de una manifestación propia de derechos colectivos de
muy antigua data, con lo que se rompe el tradicional esquema
de que la prioridad histórica ha estado del lado de los derechos
individuales.
El doctor Jorge Carpizo los identificó a partir de las siguientes
características esenciales:30

— Su fundamento es la cooperación internacional, es la co-


laboración en las relaciones internacionales de los actores
29 Para un buen entendimiento de este proceso, Linebaugh, Paul, El mani-
fiesto de la carta magna. Comunes y libertades para el pueblo, Madrid, Trafi-
cantes de Sueños, 2013. El texto completo de la Gran Carta del Bosque se puede
consultar en las páginas de dicho texto.
30 Citado en Moctezuma Barragán, Javier, “Los derechos humanos de soli-
daridad y los objetivos del milenio”, en Carbonell, Miguel et al. (coords.), Esta-
do constitucional, derechos humanos, justicia y vida universitaria. Estudios en
homenaje a Jorge Carpizo. Derechos humanos, México, UNAM, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, t. V, vol. 2, 2015, p. 122.

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20 JORGE WITKER

internacionales: Estados, organismos internacionales pú-


blicos o privados, organizaciones no gubernamentales (en
adelante ONG), empresas e individuos. Son derechos que
la comunidad internacional identifica y exige.
— Son derechos relacionados con la supervivencia de las so-
ciedades humanas en lo colectivo y del ser humano en lo
individual.
— En los derechos de solidaridad se defienden intereses co-
lectivos, supraindividuales, generales y difusos.
— El titular puede ser el Estado, la persona y la colectividad,
en cuanto agrupa el interés de los integrantes de la mis-
ma, de ese interés difuso, en el que interactúan el interés
colectivo y el individual.

Estos derechos de solidaridad se enlistan así: a) derecho al


desarrollo; b) derecho a un medioambiente sano; c) derecho a la
paz; d) derecho al agua, y e) derecho de los pueblos a la autode-
terminación.

A. El derecho al desarrollo

El derecho al desarrollo es la prerrogativa de los países emer-


gentes a superar el subdesarrollo y la dependencia, implantando
políticas públicas que posibilitan el cumplimiento de los dere-
chos económicos y sociales a las poblaciones excluidas y mar-
ginadas, en el contexto de equidad democrática. Se trata de un
derecho al desarrollo que crea condiciones mínimas de bienestar
social.31
Su fundamento normativo lo encontramos en el artículo 1o. de
la Declaración al Desarrollo de la ONU:32

31fuente legal, p. 98.


32
Adoptado por la Asamblea General de la ONU en su Resolución 41/128,
del 4 de diciembre de 1986.

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JUICIOS ORALES Y DERECHOS HUMANOS 21

El derecho al desarrollo es un derecho humano inalienable en vir-


tud del cual todo ser humano y todos los pueblos están facultados
para participar en un desarrollo económico, social, cultural y po-
lítico en el que puedan realizarse plenamente todos los derechos
humanos y libertades fundamentales, a contribuir a ese desarrollo
y a disfrutar de él.

B. Derecho a un medioambiente sano

El crecimiento urbano y el desarrollo tecnológico han causado


profundos daños tanto ambientales como el hábitat, y han afecta-
do el entorno natural de los seres humanos. El cambio climático
devastador de climas y alimentos, y de su variante alimentaria,
es un ejemplo de ello.
Este derecho fue reconocido por el PIDESC, específicamente
su artículo 12.2.b, ratificado en la Declaración Internacional de
Derechos de los Pueblos, que expresamente indica en su artículo
16: “Todo pueblo tiene derecho a la conservación, a la protec-
ción y al mejoramiento del medioambiente”.
También en el artículo 11 del PSS:33

Artículo 11. Derecho a un medio ambiente sano.


1. Toda persona tiene derecho a vivir en un medio ambiente
sano y a contar con servicios públicos básicos.
2. Los Estados Partes promoverán la protección, preservación
y mejoramiento del medio ambiente.

C. Derecho a la paz

Los modelos económicos contemporáneos, bajo el paradigma


de liberación económica total, han propiciado el tráfico de armas
y estupefacientes, a nivel planetario, con los cuales la delincuen-
33 Adoptado por la Organización de Estados Americanos (en adelante
OEA) el 17 de noviembre de 1988. Vigente en México desde el 16 de noviem-
bre de 1988.

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22 JORGE WITKER

cia organizada ha desatado estados de violaciones en diversidad


de países, afectando la vida cotidiana de las sociedades, en cuya
situación el derecho a la paz se alza como una prerrogativa esen-
cial de pueblos y regiones.
Este derecho fue reconocido en varios textos internacionales,
destacando los siguientes: el artículo 26.2 de la DUDH, artículo
13 del PIDESC, en el artículo VII.2 de la Declaración de Princi-
pios de la Conferencia Cultural Internacional y en el artículo 23
de la CADH.

D. Derecho al agua

Este derecho está estrechamente ligado a otros derechos hu-


manos bajo el llamado efecto irradiación como en el caso de los
derechos a la salud, a la alimentación, a la vivienda, a un medio
ambiente libre de contaminación.
No obstante su trascendencia se trata de un recurso limitado,
escaso, que ya se encuentra en peligro. fue así que la Asamblea
General de la ONU, en su Resolución 64/292 (del 28 de julio de
2010), reconoció expresamente el derecho humano al agua y al
saneamiento, reafirmando que el agua potable limpia y el sanea-
miento son esenciales para la realización de todos los derechos
humanos.
Por ello es pertinente reiterar que las tendencias privatizadoras
están amenazando este derecho, con diversos pretextos que eco-
nómicamente buscan reemplazar la responsabilidad de los Esta-
dos por concesiones a agentes privados, los que bajo fines de lu-
cro intentan asimilar este recurso humano a simples mercancías
propias de los mercados actuales.

E. Derecho de los pueblos a la autodeterminación

Este derecho es un derecho antiguo, pero cuyo proceso se in-


tensifica después de la Primera y Segunda guerras mundiales con

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JUICIOS ORALES Y DERECHOS HUMANOS 23

el proceso de descolonización respecto de los fenecidos imperios


del siglo XIX. Su tratamiento vertiginoso fue tal, que fue reco-
gido por la Carta de Derechos y Deberes de los Estados (1975);
la cual impide que los países desarrollados y sus grandes corpo-
raciones interfieran en las políticas públicas de los países emer-
gentes, presionando y haciendo valer su poderío en el ámbito
de los recursos naturales y de los modelos económicos de corte
neoliberal.
En 21 de diciembre de 1952, la Asamblea General de la ONU
aprobó la Resolución 626 (VII), sobre el derecho a explotar libre-
mente las riquezas y recursos naturales.
Desde esa fecha a esta hora, los diversos ordenamientos cons-
titucionales han ido agregando a los sectores públicos los recur-
sos no renovables.
Así como el derecho a la paz, este derecho se ha establecido
y garantizado en diversos textos normativos internacionales: ar-
tículos 1.1. y 1.3. del PIDCP; 1.1. y 1.3 del PIDESC; 5o. de la
Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos, y 20 de
la CADH.
En la actualidad, entre la ofensiva de los tratados de libre co-
mercio, y el actual Tratado Transpacífico de Asociación Estraté-
gica (en adelante TPP), este derecho adquiere una importancia
estratégica para los países emergentes de nuestro planeta.

IV. jUSTICIABILIDAD DE LOS DESC Y LOS DE SOLIDARIDAD

Como abordaremos en el capítulo segundo, los DESC han varia-


do en su aplicación dependiendo no tanto de la labor del legis-
lador, en el entendido que éste cumpla su labor de positivarlos
en normas jurídicas, como sí en el juzgador, desde un traslado
meramente legalista a uno acorde con principios.
Con la reforma constitucional de 2011 en materia de derechos
humanos, sentando el punto de partida del artículo 1o. constitu-
cional, el cual exige una interpretación integrada y/o armónica

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24 JORGE WITKER

entre los derechos humanos que tienen fuentes constitucionales


y los derechos humanos con fuente en los tratados internaciona-
les ratificados por México. Con ello, la obligación del intérprete
es la de integrar de la mejor manera posible una interpretación
que brinde una mayor protección a la persona, con el principio
pro persona-pro homine, con base en las dos fuentes con las que
cuenta el intérprete.
Aunado a la innovación señalada por el exministro de la SCJN,
Juan Silva Meza, quien amplía las vías judiciales de protección
especialmente en relación con la justiciabilidad de los derechos
sociales, hay cambios no sólo de manera individual sino de la
legitimación y la adopción de remedios de alcance o carácter co-
lectivo. Dichos cambios establecen las bases para un cambio ju-
risprudencial en la materia.
Los sistemas universal e interamericano, a los que México
pertenece, definieron algunos estándares relacionados con las
obligaciones generales en materia de derechos sociales, y otros
con obligaciones particulares de cada uno de los DESC que coin-
ciden con los instrumentos internacionales y la Constitución,
como: educación, vivienda, salud, agua, alimentación, seguridad
social y los derechos laborales.
En cuanto al sistema universal, este dio origen a contribucio-
nes sobre el tema entre los que destaca: la doctrina que desarro-
llo el Comité de DESC de la ONU. El cual supervisa el PIDESC
con la finalidad de promover recursos judiciales que permiten
presentar quejas en caso de violaciones de los mismos. En la Ob-
servación General núm. 3, se desarrolla el contenido de las obli-
gaciones generales en materia de los DESC, el cual incluye poner
a disposición recursos judiciales y otros recursos efectivos para
su protección. El mismo Comité tomando como antecedente la
Observación General núm. 3 desarrolló la núm. 9, en donde esta-
blece la aplicación del Pacto y la provisión de recursos judiciales,
así como los recursos administrativos.
De la misma manera, se adoptó un Protocolo facultativo del
PIDESC a la par que la comunidad internacional adoptó dicho

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JUICIOS ORALES Y DERECHOS HUMANOS 25

Protocolo. Este permite que en cuanto se agotan todos los recur-


sos internos se pueda llevar la queja a cualquier tribunal u órga-
no internacional para su protección.
Cabe destacar que con la interdependencia e indivisibilidad de
los derechos humanos existen instrumentos universales que in-
cluyen derechos sociales o vinculados con estos y que ya pueden
establecer una queja ante los respectivos Comités, creando los
mismos la respectiva jurisprudencia que han hecho justiciables a
los derechos sociales, gracias a su interconexión con otros prin-
cipios o derechos.

V. LOS DERECHOS HUMANOS


Y EL NEOLIBERALISMO

1. Preliminares

Los derechos humanos, cuya evolución histórica brevemente


analizamos en páginas anteriores, ha seguido un curso históri-
co evolutivo, en donde el hombre ha ido conquistando derechos
para desarrollar una existencia plena y una vida digna.
Esta evolución, sin embargo, se encuentra abruptamente de-
tenida a partir de la década de los ochenta, en contrastante un
modelo económico comienza a desarrollarse a nivel planetario.
Gran Bretaña de Margareth Thatcher y los Estados Unidos de
Ronald Reagan imponen al mundo, a través de los organismos
financieros multinacionales, políticas públicas restrictivas y aus-
teras conocidas como el Consenso de washington; decálogo que
fue erosionando las políticas públicas progresistas en el mundo,
y que lograron hegemonías en la mayoría de los países latinoa-
mericanos y europeos.
El Consenso de washington plantea diez puntos como decá-
logo universal, para —bajo el principio de “menos Estado y más
mercado”— conformar las nuevas políticas públicas de la época.

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26 JORGE WITKER

2. Los fundadores

Tres nombres destacan al respecto: Milton friedman, Ludwig


von Mises y friedrich August von Hayek. 34 Ellos articulan el ba-
samento conceptual teórico del modelo neoliberal, que en la épo-
ca de los ochenta emergió con el paradigma “menos Estado y
más mercado”.

3. Los fundamentos teóricos del neoliberalismo

Los principios teóricos al respecto se pueden resumir así:

1) Racionalismo evolucionista versus racionalismo construc-


tivista.
2) Orden resultado de la evolución, orden hecho en la praxis.
3) Normas de conducta justa versus normas de organización.
4) Orden de mercado versus justicia social.
5) Sociedades abiertas versus sociedades planificadas.

Estas cinco dicotomías compendian la visión sociopolítica del


neoliberalismo, que estos autores (especialmente Hayek) cons-
truyen como modelo o paradigma. En efecto, sostienen que las
instituciones sociales son expresiones de relaciones sociales que
evolucionan espontáneamente, sin voluntades humanas intencio-
nadas; es decir, no construidas deliberadamente por ideales de
personas o grupos.
El racionalismo evolucionista, proyectado en instituciones so-
ciales espontáneas, crea un orden derivado —también espontá-
neamente— desde el interior de las instituciones sin vinculación
con modos intencionados y artificiales propuestos por el racio-

34 Entre el camino a la servidumbre (1990), Los fundamentos de la libertad

(1983); Derecho, legislación y libertad (1973). Véase Bedin, Gilmar Antonio,


Los derechos humanos y el neoliberalismo, Bogotá, Magisterio, 2000, pp. 112
y 113.

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JUICIOS ORALES Y DERECHOS HUMANOS 27

nalismo constructivista; modelo éste que, por sí, condena a los


hombres a la subordinación y servidumbre.
De este universo conceptual espontáneo, los neoliberales dis-
tinguen normas de conducta justas y normas de organización.
Las primeras se identifican con una concepción del derecho (jus-
ticia) y las segundas se identifican con la legislación referida a
la organización, estas últimas de creación relativamente nuevas.
Esta idea de un derecho justo, además de ser consecuencia de
la evolución espontánea de las instituciones sociales, no es ela-
borado por los hombres sino que sus normas se descubren en la
convivencia práctica, una especie de derecho natural; a diferen-
cia de la legislación que se crea expresamente para organizar las
relaciones entre autoridad y ciudadanos, con fines básicamente
de justicia social. El derecho justo se identifica con el derecho
privado, mientras la legislación —lógicamente— se asimila al
derecho público.
Por su parte, la justicia social, como categoría de distribución
del ingreso y la riqueza, es fuertemente contrastada con la justi-
cia formal referida esta última a lo conmutativo; distinción que
Aristóteles ya había establecido como justicia conmutativa y jus-
ticia distributiva. Además, la justicia social es vista como una
categoría típica de las sociedades planificadas (socialistas-social-
demócratas), compuesta y articulada por legislaciones totalmente
alejadas del derecho justo.
Corolario de lo anterior, surge el concepto de orden de mer-
cado, que se entiende como una red de muchas economías inte-
rrelacionadas y no gobernadas por escalas o jerarquía pública de
finalidades.
La naturaleza del orden de mercado es un tipo especial de
orden espontáneo, producido por el mercado mediante la acción
de varias personas dentro de las normas jurídicas de propiedad, de
responsabilidad civil y de contratos.
Pero este orden de mercado es percibido como un “orden glo-
bal”, superior a cualquier organización deliberada, que en él los
seres humanos —aún cuando estén volcados hacia sus propios

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28 JORGE WITKER

intereses— egoístas o altruistas, favorecen los intereses de mu-


chos otros, los cuales no son conocidos en su mayoría. Así, en la
gran sociedad (mercado global) los distintos miembros se benefi-
cian de los beneficios mutuos, a pesar de las finalidades diferen-
tes o, hasta opuestas que existan.
En dicha sociedad global los participantes entran a un escena-
rio de juego, entendido como disputa o competencia, según nor-
mas decididas por la mayor habilidad, fuerza o buena suerte. Esto
es, habilidad y suerte son factores espontáneos que libremente
presentan los actores en el contexto del orden de mercado.
La idea de la gran sociedad, diseño básico de la globalización
contemporánea, supone la existencia de sociedades abiertas en
las cuales el orden de mercado otorga a los participantes en la
disputa y competencia habilidad y suerte; lejos de las interfe-
rencias estatales que vía la justicia social de fines impide el ac-
tuar espontáneo, que bajo el principio de racionalidad evolutiva
hacen imperar un derecho justo que aplica abstractamente una
justicia conmutativa, universal y planetaria. Así, las sociedades
planificadas no tienen cabida alguna, salvo para implantar el to-
talitarismo y la servidumbre estatista.

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DeReCHos HUmanos Y RelaCiones inteRnaCionales:
ReFleXiones sobRe el entReCRUzamiento De estas
DisCiPlinas en la teoRÍa Y PRáCtiCas inteRnaCionales

Carlos A. Juárez Centeno 1

Resumen: En el presente trabajo se reflexiona sobre la relación existente en-


tre las disciplinas de las relaciones internacionales y los derechos humanos.
Se intenta observar la incidencia que ha tenido la evolución y la recepción de
los derechos humanos en el sistema internacional.

Palabras claves: derechos humanos – relaciones internacionales – derecho


internacional de los derechos humanos – escenario internacional – Estado.

Llevada a su extremo, la doctrina de los derechos


y obligaciones humanos del derecho internacional
es contraria al principio mismo de que la humani-
dad debiera estar organizada como una sociedad
de Estados soberanos (…) El camino está abierto
para que la sociedad de Estados soberanos se sub-
vierta a favor de un principio de organización al-
ternativo, como el de una comunidad cosmopoli-
ta.2
Para adentrarnos en la relación o la incidencia que los derechos
humanos han tenido en las relaciones internacionales, entendemos opor-
tuno hacer algunas consideraciones previas que nos permitan determinar
así en qué ha cambiado la disciplina de las relaciones internacionales y si
es que ha cambiado en los últimos cincuenta años cuando el movimiento
de los derechos humanos empezó a desandar su derrotero internacional.

1
Especialista en Derechos Humanos. Director de la Maestría en Relaciones Internacionales y
Profesor Titular de Derechos Humanos y Relaciones Internacionales en el Centro de Estudios
Avanzados de la UNC; Profesor Adjunto por concurso en las cátedras de Derecho Político y
Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho y Cs. Sociales de la Universidad Nacional
de Córdoba, Argentina. Investigador categoría I en el Programa Nacional de Incentivos para
los docentes investigadores del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación.
cjuarezcenteno@gmail.com
2
BULL, Hedley. “The Anarchical Society. Nueva York, Columbia University Press,
1977.p.13.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 352

1. En primer lugar hay que hacer referencia a que ambos campos


disciplinares comienzan a entrecruzarse allá por mediados del siglo pasa-
do, más específicamente a partir de la finalización de la “Segunda Guerra
Mundial” y el comienzo de lo que posteriormente se conocería como el
período de la “Guerra Fría”. Y obviamente se va a ir actualizando en la post-
guerra fría y el inicio de un nuevo milenio que va a ir enmarcando en dife-
rentes contextos, tal vinculación.
Es preciso tener en cuenta que al margen de lo que puede obser-
varse en la práctica internacional, las cuestiones teóricas de ambas dis-
ciplinas comienzan a cobrar auge en la segunda mitad del siglo pasado.
El campo de las relaciones internacionales pretendía lograr especificidad
propia, autonomía científica como una nueva disciplina, distinta de la
Ciencia Política, y distinta también del Derecho Internacional. En este sen-
tido el panorama no estaba tan claramente delimitado allá por 1948, cuan-
do la UNESCO pergeña su lista tipo para delimitar lo que comprendería la
temática u objeto de la Ciencia Política3, y en la que se incluía como parte
de la misma tanto a la dimensión teórica como a la jurídica de las relacio-
nes internacionales.
Por su parte, el Derecho Internacional en estos últimos cincuen-
ta años ha evolucionado, sufriendo grandes transformaciones, como por
ejemplo el surgimiento de una nueva rama, el denominado Derecho Inter-
nacional de los Derechos Humanos, especialmente a partir de la Declara-
ción de la ONU el 10/12/19484 pero también por el aporte de numerosos
tratados internacionales que se han ido elaborando en el ámbito del sis-
tema mundial, como así también en los sistemas regionales de derechos
humanos, o en regímenes especiales que los Estados han venido suscri-
biendo e implementando, sobre todo a partir de la década de los 70 del
siglo pasado.
Por último, a nadie escapa que el proceso globalizador en el que
se encuentra inmersa la humanidad no ha hecho otra cosa que desdibujar,
o al menos poner en tensión o cuestionar el camino que se inicia en la se-
gunda mitad del siglo pasado.

2. En segundo lugar es conveniente hacer algunas precisiones


terminológicas. A qué se está haciendo referencia cuando se habla de los
derechos humanos?, lo que en nuestro idioma se denomina “derechos hu-

3
PRELOT, Marcel. “La Ciencia Política”. Eudeba, Bs. As., 2004, 3ra Edición, 1º reimpresión.
pp. 59-61. La opinión del autor de este tradicional texto se la puede encontrar en pp. 102-
109.
4
Precisamente, se han conmemorado los sesenta años de la misma y debemos recordar que
por esto se instituyó al 10 de diciembre como el Día Internacional de los derechos humanos.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 353

manos”, “derechos fundamentales del hombre”, “derechos naturales”, “de-


rechos públicos subjetivos”, “libertades fundamentales”, “garantías indivi-
duales”, por sólo citar algunas de las empleadas, encierra una problemática
compleja y una historia no menos conflictiva5. Esta pluralidad de denomi-
naciones nos hace observar, a la vez que afirmar, una primera aproxima-
ción a la dificultad, ya que las palabras utilizadas encierran significados
distintos que se basan en fundamentos ideológicos y filosóficos también
diferentes.
Las múltiples denominaciones no son monopolio de nuestro idio-
ma, así en francés se emplea el término droits de l´homme, pero también
droits naturels o libertés publiques. En inglés se habla de human rights y de
polítical o civil rights. O en italiano que se emplean los términos diritti de
l’uomo y diritti naturali, por citar algunos ejemplos.
Siguiendo la postura de Gregorio Peces-Barba6, entre todas las de-
nominaciones que se utilizan en nuestra lengua, creemos que la más ade-
cuada es la de derechos fundamentales pero la que ha tenido una acepta-
ción y divulgación más generalizada es la de derechos humanos 7, de ahí
que para este trabajo adoptemos tal denominación que encierra, además,
una toma de posición por nuestra parte8.

3. En tercer lugar, cabe hacer referencia que en lo atinente a la fun-


damentación de los mismos hay infinidad de posturas. Pero aun con sus
diferentes matices podemos diferenciar dos maneras de abordaje, como
bien lo expresa Genaro Carrió9.
Por una parte están los que justifican a los derechos humanos
como derechos de naturaleza moral, toda vez que su fundamento no ema-
na de las normas del derecho positivo10. Los derechos humanos son dere-
chos de naturaleza moral y no criaturas del derecho positivo toda vez que
su fundamento último no emana de las normas de éste, a punto tal que
mientras no han sido consagrados por él y en la medida en que no lo han

5
En igual opinión ver PECES-BARBA, Gregorio. “Derechos Fundamentales”, Publicación de
la Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1983, p.13.
6
Ibidem.
7
Se justifica la preferencia desde una perspectiva científico-jurídica toda vez que los de-
rechos —en su totalidad— son humanos. En cambio, como lo señalamos en el texto, en el
lenguaje vulgar ha sido otra y como la problemática que engloba el tema excede el campo de
lo jurídico, nuestra postura es la de justificar el empleo de la denominación más generalizada.
Téngase presente también la carga simbólica y discursiva que tal acepción ha adquirido en los
últimos 50 años y muy especialmente en la realidad latinoamericana de las últimas décadas
8
Ver lo expresado en la nota precedente.
9
CARRIÓ, Genaro.”Los Derechos Humanos y su protección”, Ed. Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, 1985.
10
Enrolados en esta postura encontramos a Carlos Santiago Nino, John Rawls y Norberto
Bobbio, entre otros.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 354

sido, sirven para criticarlo y justificar su reforma. Su fundamentación pues,


está intrínsecamente conectada con ciertas características definitorias del
discurso o razonamiento moral en el que deben ser basados.
El otro enfoque señala que, a esta altura de los desarrollos insti-
tucionales del derecho internacional, la mejor manera de justificar los de-
rechos humanos y su protección son los textos de derecho internacional
convencional —derecho positivo al fin— que desde hace décadas los con-
sagran y tutelan. Esta postura podemos rotularla como positivista.
Si alguien se pregunta por el fundamento de los derechos huma-
nos y su protección, la respuesta más simple y menos comprometida filo-
sóficamente es señalar como ejemplo cualquiera de los documentos in-
ternacionales adoptados a tal fin y que generaron a lo que se ha dado en
llamar Derecho Internacional de los Derechos Humanos, y que como ya se
expresara, tiene como documento primigenio a la Declaración Universal
de los Derechos Humanos11.
Los jusnaturalistas critican a los positivistas arguyendo que dicha
fundamentación deja abierto el interrogante de cómo se justifican esos tex-
tos de Derecho Internacional positivo, ya que no es poca cosa buscar tras
de ellos la justificación última de prerrogativas humanas que esos textos se
han limitado a “positivizar”.
Por su parte los positivistas objetan que no es necesario ahondar
en razonamientos filosóficos de discutible acierto si todo queda justificado
por lo ocurrido en la escena normativa internacional durante los últimos
sesenta años en materia de consagración y protección internacional de los
Derechos Humanos.
En conclusión, el concepto de derechos humanos, cualesquiera
que sea la justificación filosófica a la que se adscriba12 debe ser entendido
como prerrogativas o pretensiones de individuos o grupos de indivi-
duos que se presentan como derechos no renunciables que correspon-
den a sus titulares por la simple razón de ser hombres o agrupaciones
de hombres. El orden jurídico de las comunidades progresistas contiene

11
Eduardo Rabossi, es un filósofo que se enrola en este tipo de fundamentaciones.
12
Una síntesis a estos dos grandes modelos de análisis del concepto de los derechos fun-
damentales es el modelo dualista propuesto por Gregorio Peces-Barba. “Derechos Funda-
mentales”, Publicación de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, Madrid,
1983, pp. 28-31. En esa línea argumentativa el autor sostiene que si bien sigue la postura de
Antonio Truyol y Serra, “… [son] los derechos que el hombre posee por su condición de tal
(…) y que lejos de nacer de una concesión de la sociedad política, han de ser por ésta consa-
grados y garantizados (…) es evidente que mientras que una sociedad política no reconoce
unos determinados derechos recibiéndolos en su Derecho positivo interno, o adhiriéndose
a una convención internacional que los proteja, no se puede hablar de éstos en un sentido
estrictamente jurídico, ni se pueden alegar antes los tribunales competentes en caso de una
[violación]. La redacción entre corchetes es nuestra.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 355

normas e instituciones que definen y protegen tales prerrogativas y preten-


siones. Nos referimos a la tradicional tutela nacional de ellas, nacida con
el constitucionalismo de los “bills of rights” a partir de 1689 en Inglaterra
pero que se afirma contundentemente a partir de la Revolución Francesa
(1789), por lo que podemos sostener que luego de un desarrollo de más de
dos siglos, a partir de la mitad del siglo veinte, internacionaliza su protec-
ción hasta llegar al actual proceso de globalización, en el que el respeto a
los derechos humanos parecía constituir un valor a tener mayor presencia
y un lugar más destacado en la agenda internacional en un escenario que
se avizoraba como multipolar. Aunque veremos en este trabajo que esto
no ha sido así, especialmente por las “condicionalidades” que generaron
las prácticas globalizadoras neoliberales de los noventa, el orden unipolar
que caracteriza al escenario internacional de los últimos diez años y muy
especialmente a partir de los hechos acaecidos el 11 S.

4. Siguiendo en la línea de los problemas conceptuales o de defini-


ción, en un cuarto lugar es necesario distinguir con claridad distintas cate-
gorías, o como más comúnmente se denomina, diferentes “generaciones”
de derechos humanos. La apelación a la argumentación de las distintas
“generaciones de derechos humanos” es una herramienta, un instrumen-
to para explicar mejor la llamada “positivización” de los mismos, pero en
ningún momento quiere significar algún tipo de jerarquización dentro del
catálogo de los derechos humanos. Como bien lo señala Fabián Salvioli,
la Conferencia Mundial de Derechos Humanos que se realizó en Viena,
en 1993, desestimó toda pretensión de jerarquización de derechos al re-
afirmar el principio de indivisibilidad, universalidad e interdependencia
de los mismos13. En tal sentido resulta clara y gráfica aquella afirmación
que sostiene: “... todos los derechos humanos son igual de importantes ya
que en la práctica se torna prioritario aquél que en ese preciso instante se
reclama por estar ausente, cercenado o violado...”14. Queda claro entonces
que al sólo efecto de una mayor comprensión de la historia de los derechos
humanos, tanto en el ámbito del Derecho Internacional de los derechos
humanos cuanto en el interno, esto es en el orden nacional, se suele hablar
de diferentes generaciones de derechos. Así, en un primer momento en-
contramos los llamados derechos civiles y políticos, que surgieron y fueron

13
SALVIOLI, Fabián O. “Algunas tendencia sobre derechos humanos en las relaciones inter-
nacionales y el derecho internacional de la posguerra fría”. EN: Anuario de Relaciones Interna-
cionales. CEA-UNC 1994-1995. pp. 21-80.Córdoba, 1998. Ver especialmente pp. 47 a 51.
14
Conferencia dictada por la Dra. María Teresa Flores (UBA) en la Maestría en Relaciones
Internacionales, CEA-UNC, año 2000.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 356

encaramados a la categoría de derechos positivos por obra del constitucio-


nalismo liberal clásico de los siglos XVIII y XIX15.
Posteriormente, en el constitucionalismo de entreguerras, sur-
gieron los llamados derechos económicos, sociales y culturales, también
conocidos como de “segunda generación”. Pero al igual que el caso ante-
rior, la humanidad debió soportar no sólo la primera guerra mundial sino
también el “crack” del ´29 y una segunda guerra mundial para que a partir
de 1940 este fenómeno adquiriera cierta relevancia mundial. Por último,
mucho más cercano a nosotros, a partir de los movimientos sociales que
comienzan a gestarse en el mundo desarrollado en la década de los ´60,
se recepta como derecho positivo lo que se ha dado en llamar como “dere-
chos humanos de tercera generación” y que protegen a los llamados dere-
chos colectivos o “difusos”16.
A los fines de comprender un poco mejor esta periodización en
la recepción normativa de los distintos tipos de derechos humanos y los
fundamentos que se arguyeron para su consagración, solemos apelar a que
los primeros se asientan en el valor “libertad”, los segundos hacen hincapié
mayor en el de la “igualdad” y los últimos en el valor “solidaridad”, de esta
forma se cerraría el círculo virtuoso iniciado con la Revolución Francesa,
en 1789, cuando sus protagonistas enarbolaron la bandera de la liberté,
egalité et fraternité17.

5. Hechas estas primeras aclaraciones concernientes a lo que debe


entenderse cuando se habla de derechos humanos, lo que pretendemos
destacar o relacionar es la incidencia, la influencia, el cambio que ha ge-

15
Si tenemos en cuenta el origen inglés del mismo, ya podemos evidenciar un inicio de esta
historia a fines del siglo XVII, pero cierto es que recién con el avance que provocan la re-
volución norteamericana y la francesa, —a fines del XVIII— este fenómeno adquiere cierta
difusión global con las primeras constituciones del XIX.
16
Creo conveniente aclarar que hay algunos autores que hablan de derechos humanos de
cuarta, quinta, etc. generación, pero son posturas aisladas. Una posición doctrinaria que está
cobrando fuerza es la que nos habla de “derechos humanos de cuarta generación”. Esta cate-
goría hace referencia al derecho a la información como un derecho fundamental que hace
a la esencia de la ciudadanía en las modernas democracias complejas de estas dos últimas
décadas. Cfr. Humberto Quiroga Lavié, Danilo Zolo, Manuel Castells, por sólo citar algunos.
17
Toda vez que lo fraternal implica tratar a nuestros semejantes como hermanos, incluso a
pesar de las diferencias, ello supone que la fraternidad necesita de un comportamiento so-
lidario entre los hombres. En los hechos y en la teoría opinamos que la tensión entre liber-
tad e igualdad ha sido más representativa de la lucha por la consagración de los derechos
humanos, mientras que la búsqueda de la fraternidad (hoy entendida como solidaridad) es
una deuda que la teoría y la lucha de los derechos humanos tiene para consigo misma. En
tal sentido, somos de opinión que cuando logremos acabadamente dar fundamento positivo
y normativo a tal valor, se consagre definitivamente una sociedad respetuosa de sus seme-
jantes, sin importar las diferencias de ninguna índole apoyados en esa tan necesaria tríada
fundacional: libertad, igualdad y solidaridad fraternal.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 357

nerado en las relaciones internacionales el surgimiento de lo que en la dis-


ciplina jurídica se conoce como derecho internacional de los derechos hu-
manos y el abordaje que del mismo se realiza en el campo de la disciplina
y la práctica de las relaciones internacionales. Todo ello enmarcado en un
escenario internacional que ha tenido a los Estados como actores mono-
pólicos hasta bien entrado el siglo XX.
El sistema interestatal se desarrolló en el contexto de dos proce-
sos clave: a) la afirmación de la soberanía estatal y la difusión global de
las nuevas relaciones económicas a través de los mecanismos económi-
cos capitalistas. El modelo westfaliano garantizó a cada Estado el derecho
a gobernar en sus propios territorios, consagrando en última instancia, el
principio de poder efectivo. El sistema plasmado consagra la independen-
cia de cada Estado respecto a los demás, y tiene en principio, jurisdicción
exclusiva sobre el territorio y los individuos que en él habitan: lo que se ha
dado en llamar jurisdicción doméstica. Este orden westfaliano caracterizó
el escenario internacional desde la segunda mitad del siglo XVII y se pro-
longa hasta mediados del siglo pasado.
Pero el surgimiento y desarrollo del sistema de Naciones Unidas no
alteró en forma fundamental la lógica y la estructura del orden westfaliano.
Los Estados poderosos aumentaron su autoridad mediante la arrogación
de facultades especiales, como por ejemplo los miembros permanentes
del Consejo de Seguridad y su inherente derecho de veto, por citar algún
ejemplo. No obstante, el sistema de Naciones Unidas contiene desarrollos
políticos y legales que apuntan a la posibilidad de un nuevo principio or-
ganizativo de los asuntos mundiales. Uno de ellos es el referido a los dere-
chos humanos, problemática que luego con el proceso de la globalización,
reconfigura la vida política, económica y social, aunque con impactos di-
ferentes en cada uno de los Estados individuales. La expansión de las rela-
ciones sociales a través del tiempo y el espacio mediante una variedad de
dimensiones institucionales (tecnológica, organizativa, legal y cultural), y
su intensificación dentro de estos dominios institucionales, crearon nue-
vos problemas y desafíos para el poder del Estado y el sistema interestatal.
Contra ese telón de fondo, la efectividad y la viabilidad del Estado-nación
territorial demarcado y soberano parecen sufrir importantes alteraciones.
Cuál es la magnitud exacta de estas alteraciones es un problema todavía
pendiente, especialmente porque el Estado-nación sigue concentrando
lealtad, como idea y como institución18.

18
Un análisis pormenorizado del estado de la teoría sobre esta problemática puede encon-
trarse en Held, D.; Mc Grez, A (et al). Transformaciones Globales. Política, economía y cultura.
Oxford, University Press, México 2002. Especialmente el capítulo 1. En igual línea de análisis
se puede citar a Bonetto, María S. y Piñero, María T. las transformaciones del Estado. De la
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 358

6. El régimen contemporáneo de derechos humanos consiste en


instituciones y convenios globales, regionales y nacionales que se sobre-
ponen. Desde el punto de vista global, los derechos humanos están firme-
mente arraigados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos
de 1948 y en varios convenios adoptados predominantemente en las déca-
das de los ‘60 y ‘70. En 1979 se elabora la Convención sobre la Eliminación
de la Discriminación contra la Mujer y ya en los ´80, la de los Derechos del
Niño. La Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas se encar-
gaba durante ese entonces de supervisar el sistema y de atraer la atención
del Consejo de Seguridad hacia los abusos persistentes19. Por su parte, la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) se encarga de la supervisión
del área de los derechos de los trabajadores. También pueden señalarse las
distintas conferencias que sobre distintos aspectos de los derechos huma-
nos se organizaron en la década de los 90.20
Es importante destacar que en la actualidad, aproximadamen- te
son 150 Estados —de un total de 192— los que han ratificado cada uno
de los Convenios principales de Derechos Humanos del sistema de
Naciones Unidas. Y un creciente número de ellos aceptan las obli-
gaciones generales de protección y provisión, así como de restricción,
en sus propios procedimientos y prácticas. Si bien es cierto que muchos
de estos compromisos muy rara vez están respaldados por los poderes
coercitivos de ejecución, las demandas de los nuevos regímenes inter-
nacionales de derechos humanos, tanto informales como formales, han
creado un sinnúmero de grupos, movimientos, agencias y abogados,
todos ellos nuevos actores internacionales que persiguen la adaptación
de las jurisdicciones domésticas nacionales a los parámetros de dichos
regímenes que son parte integrante del derecho internacional de los
derechos humanos.
En la mayor parte de las regiones del mundo hay una estructura y
una maquinaria legal equivalentes. Así podemos citar como ejemplos el
Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales del 4 de noviembre de 195021; La Declaración
Americana (1948) y posteriormente la Convención Americana de Dere-
chos Humanos, más vulgarmente conocida como Pacto de San José de
Costa Rica, firmada en 1969 aunque su entrada en vigor recién se produce

modernidad a la globalización, 2ª edición, Ed Advocatus, Córdoba, 2003. En el capítulo V se


ocupan de esta problemática, especialmente en pp. 140-141.
19
Hay que señalar que en el año 2006 dicha Comisión fue reemplazada por el Consejo de
Derechos Humanos en tales funciones.
20
Ver el punto 9 de este trabajo y concretamente lo que se detalla en la nota 25.
21
Su entrada en vigor es el 3 de septiembre de 1953.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 359

en 197822. Por su parte, el continente africano, con la Carta Banjul, da géne-


sis a su propio sistema de protección regional.
7. Es importante destacar que la promoción de los derechos huma-
nos —tanto en la práctica internacional como en los distintos marcos teó-
ricos que se van a esbozar en el campo de las relaciones internacionales—
mucho se debe a la multiplicidad de organizaciones internacionales no
gubernamentales que actúan en la arena internacional23, como por ejem-
plo Amnistía Internacional o la Comisión Internacional de Juristas, espe-
cialmente a partir de la década de los 7024. La importancia de estas ONG no
se debe a que supervisan y publican los abusos de los derechos humanos.
Sino a que operan transnacionalmente, con la consecuencia que pueden
pasar por alto los gobiernos y establecer poderosas redes globales o regio-
nales de activistas. Representan así un tipo particular de movimiento so-
cial transnacional que promociona y lucha por la adopción y promoción
de los derechos individuales así como por la defensa de la sociedad civil
contra los posibles abusos del Estado. Un ejemplo de esta lucha transna-
cional lo representa la lucha del movimiento de derechos humanos en el
caso argentino a finales de los setenta y principios de los ochenta, tras el
golpe militar del 24 de marzo de 1976, como bien lo señalan Held, Mc Grew
y otros25, aunque también podemos extender nosotros la ejemplificación, a
la lucha de todos los movimientos que se dieron en Latinoamérica en igual
sentido como una resistencia a los gobiernos dictatoriales que asolaron la
región en esas décadas.
8. Con todo, sería erróneo concluir simplemente que el régimen
global de derechos humanos es un poderoso factor de disuasión para la
violación de los derechos humanos. Esto es así debido a que los órganos
formales del régimen no tienen poderes coercitivos para defender los de-

22
El 18 de julio de ese año, cuando Grenada se constituyó en el onceavo Estado parte en
depositar el respectivo documento de ratificación o adhesión, cumplimentando así lo esta-
blecido por el artículo 21, inciso 3 de ese documento internacional.
23
Held, D. et al. Señalan que en EE.UU operan en la actualidad más de 200 ONG asociadas
con problemas de derechos humanos y una cantidad similar en todo europa. El número en
los países en desarrollo va en franco aumento. Op. Cit. p. 48. Por su parte Thomas Rise señala
que el aumento de las ONGI a lo largo del siglo es contundente, reflejando la importancia que
adquieren como actor internacional en la segunda mitad del siglo pasado: “…176 ONGI en
1909, 832 en 1951, 1255 en 1960, 2173 en 1972 y 4518 en 1988.” Relaciones Transnacionales y
Política Mundial. En: Foro Internacional, Oct-Dic 99. p. 379.
24
Así los trabajos que se ocupan de relaciones transnacionales, o de la problemática de re-
des internacionales o desde la perspectiva de los regímenes internacionales, será abordado el
estudio de estos actores en el tablero internacional. En el marco de las teorías, debe señalarse
que mayormente desde los enfoques liberales e idealistas (constructivistas) la problemática
de los derechos humanos entra a ser una temática a tener en cuenta al pensar las relaciones
internacionales.
25
Op. Cit. p. 49.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 360

rechos. En este sentido son más eficaces los regímenes regionales (sistema
interamericano o europeo). A este respecto, la Convención Europea para
la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales
es digna de mención al ser una innovación jurídica de lo más radical, una
innovación jurídica en contra de la corriente de la historia del Estado, toda
vez que permite que los ciudadanos individuales inicien procedimientos
en contra de su propio país. En tal sentido, los Estados europeos firman-
tes del Convenio ya no son libres de tratar a sus propios ciudadanos como
crean que es apropiado.
Así se observa un cambio gradual que se detecta en el escenario
regional e internacional de los derechos humanos, experimentado y refor-
zado en forma desigual y que la problemática de los derechos humanos
ha hecho posible: el mismo implica un alejamiento del principio que la
soberanía del Estado se debe salvaguardar sin importar sus consecuencias
para los individuos, grupos y organizaciones. El respeto de la autonomía
del sujeto —individuo/ciudadano— y de una extensa gama de derechos
humanos crea una nueva serie de principios ordenadores en los asuntos
políticos, que puede delimitar y reducir el principio del poder efectivo del
Estado.

9. Ahora bien, todo lo expresado debe ser también enmarcado en


un escenario internacional que ha ido cambiando, del orden multipolar
apenas acabada la “Segunda Guerra Mundial” —que originó el incipien-
te Derecho Internacional de los Derechos Humanos— al orden bipolar de
la “Guerra Fría”, con la consiguiente ideologización que se observó en la
teoría, práctica e implementación de los derechos humanos entre las dos
superpotencias. Posteriormente con la desintegración de la ex URSS, uno
de los polos de aquella bipolaridad, el advenimiento de un nuevo orden in-
ternacional que se presagiaba como esperanzador y multipolar26 pero que
termina desembocando en uno de tipo unipolar donde la potencia supérs-
tite de aquél otro que se erige como el hegemón que mueve los hilos en el
tablero internacional. Obviamente que en esos contextos la impronta de

26
La Cumbre Mundial de la Infancia de 1990, en Nueva York; la Conferencia Mundial sobre
Medio Ambiente de 1992, en Río de Janeiro; la de Derechos Humanos en Viena en 1993; la
Conferencia Mundial sobre Población y Desarrollo, realizada en El Cairo en 1994; las de De-
sarrollo Social en Copenhague y la de Derechos de la Mujer en Pekín, ambas de 1995; la de
Asentamientos Urbanos en Estambul y la de Alimentación en Roma, ambas de 1996. Por últi-
mo, la Conferencia Mundial contra el Racismo, realizada en Durban, en 1999. Toda esta diplo-
macia de las “megaconferencias”, como Salvioli la ha calificado, presagiaban un cambio en la
problemática en los primeros años de la post-Guerra Fría. Parecía que los derechos humanos
se instalarían definitivamente en la agenda de las relaciones internacionales y también en la
de sus actores principales, los Estados. La teoría y la práctica de la disciplina se encaminaba
en ese sentido.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 361

los derechos humanos en la política internacional ha ido cambiando y que


los análisis que presagiaban el triunfo de la democracia y por lo tanto de los
derechos fundamentales en el ámbito nacional e internacional de la vida
de los pueblos han tenido como respuesta una realidad internacional dife-
rente, con actores, procesos y valores que no han podido servir de demos-
tración a lo que se predecía. Primero, por lo expresado respecto al presente
unipolar que se observa y segundo por la marca que ha dejado impresa
en los EE.UU lo acaecido el 11-S, tanto en su política interna como en su
política exterior. Ello ha generado un giro en las esperanzas que se tenían
respecto a más democracia y más derechos humanos para todos los indivi-
duos del mundo. Y también ha supuesto un retroceso en la incidencia de la
temática en los análisis disciplinares de las relaciones internacionales.
Entre las teorías y prácticas neo-liberales de los 90 y el terrorismo y
su consecuente respuesta por parte de los Estados centrales, el panorama
no es para nada alentador en el sentido que los derechos humanos esté
en la agenda internacional de los Estados, aunque sí en la de los actores
transnacionales: ONG’s, redes de cabildeos e influencias, como así tam-
bién pero en menor medida en regímenes internacionales globales y/ o
regionales.

10. Si a lo señalado en los párrafos precedentes agregamos que la


disciplina de las relaciones internacionales ha sido dominada mayoritaria-
mente por los realistas y neo-realistas y que la misma es casi monopolizada
por su sesgo anglo-sajón, de más está decir que se refuerza nuestra afirma-
ción de baja densidad que tienen los derechos humanos en el núcleo duro
de la disciplina y de los teóricos de las relaciones internacionales. Excep-
ciones lo constituyen algunos marcos teóricos institucionalistas, liberales,
idealistas (constructivistas) o también críticos. Como así también algunas
minorías de las comunidades científicas de las regiones más perjudicadas
por el orden estatuido que no se han visto cooptadas por ese sesgo disci-
plinar.
En tal sentido parece muy sugerente la opinión de Keck y Sikkink,
quienes expresan en esta línea de análisis:
En el actual sistema político mundial los Estados siguen siendo los
actores predominantes; pero incluso para propósitos meramente teóricos re-
sulta difícil concebir al Estado como ‘una unidad cerrada, estanca y sobera-
na, completamente aislada…dado que en nuestra opinión existen suficien-
tes evidencias de que ha habido cambios en las relaciones entre los actores,
las instituciones, las normas y la ideas, consideramos que el sistema político
mundial constituye el nivel de análisis apropiado, mas que la sociedad in-
ternacional de Estados. También creemos que el estudio de las redes resulta
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 362

sumamente valioso para seguir el reto y, en última, elaborar una teoría


de estas relaciones […] El problema de gran parte de la teoría de las rela-
ciones internacionales es que no presenta un propulsor del cambio o que
éste […] ha perdido fuerza explicativa y es incapaz de dar cuenta de los
orígenes o la naturaleza de de la transformación internacional que aquí
estudiamos27.
Por último, es importante advertir que la irrupción de los derechos
humanos incide en el enfoque disciplinar de las relaciones internaciona-
les, toda vez que logra incorporar temáticas tales como: feminismo o gé-
nero, medioambiente, desarrollo sustentable, globalización y democracia,
migraciones, temas todos que han tenido en las dos últimas décadas del
siglo pasado y en lo que va del presente un mayor grado de aproximación
desde la teoría de las relaciones internacionales, comenzando a ser parte
de la agenda que hace a su objeto y práctica, aunque con las limitaciones
señaladas anteriormente.
Pero si alguna observación final se puede expresar de los estudios
internacionales en su relación con la óptica de los derechos humanos, nos
atrevemos a afirmar que no es de extrañar que la disciplina de las relaciones
internacionales, que entre 1945 y mediados de los setenta del siglo pasado
gozó de cierta “normalidad”, en el sentido de tener un discurso intelectual-
político de lo internacional, vinculadas al discurso realista mediante el es-
tudio de variables como el poder y la soberanía, en los albores del siglo XXI
luzca —ante la ausencia de otros discursos potencialmente dominantes—
impregnada de lo que Kuhn calificó como anomalías, que se visualizan en
la gran variedad de discursos competitivos . Esto ha desembocado en una
diversidady diversificacióndediálogosy debatesinterdiscursivos, así como
de encuentros transdiciplinarios entre “escuelas de teoría internacional” y
enfoques críticos o interpretativos provenientes de disciplinas humanistas
o de las Ciencias Sociales orientados a enriquecer, reorientar o hacer más
integrativos los estudios internacionales y postinternacionales, y conside-
rarla como una transdiciplina, que la misma no es una ciencia normal ni
puede tratar de serlo en estos tiempos de postinternacionalizaión, 28 y un
ejemplo claro en este sentido lo han constituido los discursos, los debates
y las prácticas que se han pergeñado desde el campo de los derechos hu-
manos en el de los estudios internacionales.

27
KECK, M. y SIKKINK, K. “Redes Transnacionales de Cabildeo e Influencia”. En: FORO IN-
TERNACIONAL, Oct-Dic 99, pp. 406 y 407. Los corchetes son nuestros.
28
En este sentido ver: Petrásh, Vilma E. De lo Internacional a lo Global. Reconstruyendo los
Estudios Internacionales en tiempos de postinternacionalización: Aportes para el Tercer Deba-
te. s/d, pp.118-119.
Juárez Centeno, Carlos A. - Derechos Humanos y Relaciones… 363

Por todo lo señalado es que entendemos que la óptica de los dere- chos humanos, tanto en su
teoría como en su praxis no debe ser patrimonio de una ideología ni tampoco de un partido político,
ni de un determinado sector de la sociedad, ni sólo de algún Estado en el escenario internacional sino
que debe ser una bandera de la humanidad, que tenga como objetivo defender los últimos y más
básicos derechos de todos los seres humanos, en especial de aquellos sectores, grupos y colectivos
—desgraciadamente muy numerosos— que ven atacadas su dignidad, esto es, de los sectores más
vulnerables de la sociedad, así como de las sociedades más vulnera- bles en el marco del escenario
internacional. De tal suerte que implemen- tando prácticas respetuosas de los derechos humanos se
generará, conse- cuentemente, seguridad para todos los habitantes del planeta, que es lo que
reclama la sociedad mundial en su conjunto.
Máxime en un escenario internacional como el que se observa en los últimos años, signado
por discursos y prácticas propios de choques fundamentalistas, de guerras “preventivas” que no
hacen otra cosa que conculcar lo que tanto costó lograr y por lo que tanto se luchó en el campo de las
ideas, el derecho y la política.
Quizá como lo señalara ese gran internacionalista que fue Hedley Bull,29 y como también lo
expresan muchos otros teóricos30, la conforma- ción de una sociedad cosmopolita que deshaga la
lógica de los Estados so- beranos y el escenario westfaliano sea la apropiada para llegar a conformar
una sociedad internacional democrática que garantice lo que el movimien- to de los derechos
humanos y el derecho internacional de los derechos hu- manos vienen pregonando desde hace ya
más de sesenta años.

uu

29
Ver nota 1.
30
David Held, Danilo Zolo, por sólo citar algunos provenientes desde distintos lugares de las ciencias sociales. O Imannuel
Kant, quien con su opúsculo Hacía una Paz Perpetua, en 1795, puede señalarse como el precursor de una postura en tal
sentido y el puntapié inicial para la visión idealista en el campo de la teoría de las relaciones internacionales.
EVOL UCI ÓN DE LOS DERECHOS H UM A NOS

Bertha SoLís GARcíA

IN TR O D U C C IÓ N

Una de las construcciones filosóficas más importantes en la historia de la hu-


manidad han sido los derechos humanos, los cuales ponen en una verdadera
relevancia al ser humano. La pretensión es valorarse como iguales. La lucha
no ha sido fácil, pues ha costado guerras para reiterar tal principio.
La corriente filosófica, conocida como iusnaturalismo, dio cabida a los
derechos humanos. Supone en primer lugar el reconocimiento de la dignidad
del ser humano frente a las actividades del Estado. Esta concepción marca ya
un parámetro de referencia sumamente importante puesto que nos permite
advertir una etapa donde estos derechos son un límite a la actividad estatal a
favor de los individuos.
Esta cualidad es esencial para identificar los momentos que constituyen la
historia de los derechos humanos, ya que, habrá otro momento en el que la
reivindicación de estos derechos sea, además, hacia una “responsabilidad so-
cial”, concepto que ha ido ganando cada vez más importancia en los últimos
años. El planteamiento es que, no obstante la libertad de acción e iniciativa
que debe caracterizar a las instituciones en nuestro mundo democrático y
de libre comercio, no podemos enfocarnos solamente en defender nuestros
intereses corporativos propios dentro del marco legal vigente abandonando a
su suerte las consecuencias.
Es necesaria, también, la exigencia de estándares de calidad en las empre-
sas internacionales así como la exigencia de la regularización de ellas, bajo el
concepto de responsabilidad social, para prevenir la polarización social y la
pobreza, la exigencia de instrumentos y acuerdos internacionales que eviten la
acumulación de la riqueza en unas cuantas manos para garantizar el progreso
global sostenible y equitativo.
Una de las clasificaciones de los derechos humanos, con fines de explica-
ción académica es la siguiente:

77
78 BERTHA soLís GARcíA

• Derechos humanos de Primera Generación o también conocidos como


Derechos Civiles y Políticos. Surgen con la Revolución Francesa como
rebelión contra el absolutismo del monarca. Impone al Estado respetar
siempre los Derechos Fundamentales del ser humano como es el dere-
cho a la vida, a la libertad, a la igualdad, entre otros.
• Derechos Humanos de Segunda Generación o Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, DEsc. Los cuales se plantearon por primera vez en
el mundo en la constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos
en 1917, no sin antes haber transitado por una revolución (Revolución
Mexicana de 1910). Los DEsc constituyen una obligación de hacer del
Estado y son de satisfacción progresiva.
• Y los Derechos Humanos de Tercera Generación, también llamadas De-
rechos de los Pueblos o de Solidaridad. Surgen en nuestro tiempo como
respuesta a la necesidad de cooperación entre las naciones, así como de
los distinto grupos que lo integran. Derecho a la autodeterminación, a
la independencia económica y política, a la identidad nacional y cultu-
ral, a la paz, a la coexistencia pacífica, al entendimiento y confianza, a la
cooperación internacional y regional, a la justicia internacional, al uso
de los avances de las ciencias y la tecnología, a la solución de los proble-
mas alimenticios, demográficos, educativos y ecológicos, a proteger el
medio ambiente y patrimonio común de la humanidad, a contribuir al
progreso que garantice la vida digna y la seguridad humana.

I. . A N TEC ED EN TES

Desde la antigüedad, tanto en los regímenes despóticos y absolutistas, en los


que la voluntad de los gobernantes era la suprema ley y los gobernados no
podían hacer otra cosa que someterse y obedecer, como ocurrió también en
el antiguo Oriente y en algunas épocas y circunstancias de Grecia y Roma, en
donde no se veía el reconocimiento de la participación de sus ciudadanos en
la integración de sus gobiernos, argumentando diversos planteamientos como
veremos a continuación.
La defensa de los derechos humanos, tuvieron como concepción filosófica a
la persona, de donde se desprenden ciertos atributos esenciales, dando paso a la
creación de un sistema jurídico que garantice estos derechos, esto es, a través
del derecho positivo.
Esto se expresa así: La filosofía discursiva inspira una concepción integral
EvoLUcIÓN DE Los DERE c H os HUMAN os 79

de los derechos humanos, mientras que el sistema jurídico político los hace
vigentes en un tiempo y lugar determinado.67

1. La antigüedad clásica desconoció la dignidad de la persona

En la antigüedad grecorromana, no se llegó a tener idea clara y precisa de la


dignidad del hombre como individuo y de sus correspondientes derechos
frente a la comunidad y autoridad política. Se consideró siempre que los
hombres formaban parte de su comunidad y pertenecían a ella como las par-
tes de un todo. La comunidad tenía la primacía absoluta sobre los hombres,
y éstos debían obedecer las leyes de la misma aun cuando fueran injustas. En
general, se consideraba que la polis era una instancia de perfeccionamiento de
la naturaleza humana y que el fin de la cuidad se identificaba con el fin de los
ciudadanos y lo llevaba a su plenitud, por lo que éstos no tenían ningún derecho
que incovar frente al gobierno de la cuidad.
En el ocaso de la cultura griega, aparecieron las escuelas éticas que antepo-
nían a toda investigación política la búsqueda de la felicidad individual. Den-
tro de ellas, una de las más destacadas fue la Estoica, que cultivó una filosofía
severa y elevada. Tuvo como ideal al hombre sabio y habló de la ley natural
universal a la que se adhería todo hombre por el uso de su razón.
Con lo anterior, la filosofía estoica abrió nuevas perspectivas al desarrollo hu-
mano. El hombre no fue ya el estrecho ciudadano de la polis, sino el miembro de
una comunidad universal. Además, se acentuó la idea de la dignidad, de que todo
lo que tiene rostro humano tiene el valor natural de la libertad y de la igualdad.
Este pensamiento fue cultivado en Grecia y también en Roma por Cicerón,
que fue su gran divulgador, Séneca y Marco Aurelio.

2. El esclavismo

Después de la Segunda Guerra Púnica, aumentó el número de esclavos, con


la cual se notó cierto desarrollo en lo que entonces pudiera haberse llamado
industria. Había señores tan poderosos que eran propietarios de millares de
personas denominados esclavos. Si en alguna rama industrial se carecía de
ellos, había quienes, únicamente, los criaban para alquilarlos en esos casos

67
Navarrete, et al, Los derechos humanos al alcance de todos, 2a edición, México, Diana
1992, p. 17.
80 BERTHA soLís GARcíA

especiales. Bajo este régimen el esclavo, como es de suponerse, no tenía persona-


lidad jurídica y, en consecuencia, era considerado como una cosa. Carecía hasta
de los más elementales derechos y se encontraba fuera de organización social, los
esclavos eran designados para realizar los trabajos agrícolas y las labores más
pesadas del vasto imperio romano, ninguno de ellos podía salir de su esfera y
dicha esclavitud se transmitía de padres a hijos.68

3. Iusnaturalismo divino. La dignidad humana en el cristianismo

El ambiente espiritual estaba preparado por el Estoicismo para que se abriera paso
a la idea de la dignidad del hombre como persona, ser racional y libre, con un
destino individual, propio e intransferible, distinto y superior al de la comunidad.
Esta idea fue introducida por el Cristianismo de forma incipiente y difundida
por todo el mundo conocido. A partir de la aseveración enérgica de san Pablo
de que ya no hay esclavos ni hombres libres, sino que todos son hermanos
en Cristo Jesús, los hombres ya no serían cosas ni objetos de posesión por
los otros hombres, sino verdaderos ciudadanos, libres e iguales, del reino de
Dios.
Esto influyó también en las relaciones del hombre con su comunidad. Dejó
de ser ya parte del todo político y de participar necesaria e indistintamente
en su destino, para gozar de independencia incluso frente a la comunidad
misma.
Estas ideas fueron desarrolladas por los padres de la Iglesia, tanto griegos
como latinos y, especialmente, por el gran obispo de Hipona, san Agustín
quien en su Ciudad de Dios trazó el amplio panorama de la humanidad en su
ascensional hacia su destino eterno.
Puestas así las bases filosófico-teológicas de los derechos humanos, tanto
frente a los demás hombres como frente a la comunidad, la Edad Media, por
boca de sus teólogos más preclaros, como santo Tomás de Aquino, y otros que
siguieron sus enseñanzas, se ocupó por delimitar con claridad los derechos y
deberes de los hombres frente a la vida social y política.
Así, en ese orden jurídico era, sin duda alguna, la dignidad del hombre
como hijo de Dios. Dignidad de la cual brotaban sus derechos fundamen-

68
Rubén Delgado Moya, El Derecho social del presidente, México, Porrúa, 1977, pp. 16
y 17. Antonio Hidalgo Ballina, Los derechos Humanos. Protección de Grupos Discapacita-
dos, México, Porrúa-Instituto Internacional del Derecho y del Estado, 2006, pp. 4-5.
EvoLUcIÓN DE Los DERE c H os HUMAN os 81

tales. Del principio de la dignidad se desprendieron consecuencias jurídicas


importantes; si el hombre pertenece al reino de Dios es evidente que tiene
ciertos derechos de los cuales no puede ser despojado por ninguna comuni-
dad humana, en esta doctrina está la raíz de la afirmación de que el hombre
posee derechos incondicionados, inviolables, oponibles a cualquier organiza-
ción social o política nacional y aún internacional.69
De las ideas anteriormente expuestas, el doctor Salomón Augusto Sánchez
Sandoval, sostiene lo contrario, en una de sus obras jurídicas al hablar del
Cristianismo indica entre otros aspectos los siguientes: Los pueblos de México
prehispánico, al concebir la conciencia de lo real y el valor de la persona humana,
a través de la razón, tuvieron certeza de ser toda la realidad consciente de sí mis-
mos, como de su mundo y alcanzaron el precepto de espíritu a la manera de
Hegel, como esencia ética real, como vida ética de sí mismos, como libertad
que se ha vuelto mundo presente y naturaleza de la conciencia de sí.
Estas concepciones ideológicas-axiológicas perdieron toda vigencia con el
advenimiento de la cultura de la sumisión patrocinada por el Cristianismo,
que al considerar al mundo y al hombre como productos derivados de la
voluntad de ser un absoluto, les otorga un ser y una identidad, al servicio
de otro.
En el cristianismo existe un sometimiento personal hacia Dios y se hace su
voluntad no porque sea de acuerdo con el rey, sino porque es su voluntad.
Así, el sometimiento, la subordinación y la humillación se elevaron a la categoría
de virtudes. El cristianismo construyó, y continúa reproduciendo, un Hombre que
no logrará llegar a ser persona integral. Una conciencia que no alcanza ese estado
de la autoconciencia. Un ser en sí, que no es para sí. Un individuo alienado que
siempre será un sujeto común aunque busque la santidad, porque nunca podrá
ser un sujeto absoluto.
El advenimiento del cristianismo, institucionalizó la cultura de la sumisión
y del miedo, mediante la concepción de una realidad basada en la existencia
de un solo ser absoluto, creador de todas las cosas y que convierte a los hom-
bres y mujeres en productos accesorios y derivados de su omnipotente voluntad:
siervos y ovejas, de cuyo sacrificio al Señor, se deriva su salvación eterna, pues la
obediencia los hará libres. Las estrategias y la técnica para mantener ese control
están constituidas inicialmente por el pastoreo cristiano, mediados por la confe-

69
Jorge Adame Goddard, Diccionario jurídico mexicano, 4a edición, Instituto de Inves-
tigaciones Jurídicas-Porrúa-UNAM, 1991, p. 1139.
82 BERTHA soLís GARcíA

sión y la guía de la conciencia, además en la creencia de la polarización del bien


y el mal, siendo bueno todo aquel que se subsume y se da al señor, y malo el que se
opone a seguir su mandato. La confesión es el aprendizaje para abrirse totalmente
al pastor y rebelarle lo más profundo de su intimidad. La guía de la conciencia
constituye el vínculo constante con el pastor. El ser guiado constituye un es-
tado de gracia en el cuál se debe tener fe, sin intentar salir de ellos jamás, pues
si no se está con el Señor, se está contra él.70

4. Iusnaturalismo racionalista

Aquí se expresan la corriente filosófica del iusnaturalismo racionalista, que


alimentó los fundamentos actuales de los derechos humanos. Francisco de
Vitoria indica al respecto que: Durante la Edad Media se confundieron los
órdenes natural y sobrenatural, lo eclesiástico y lo civil, lo humano y lo di-
vino. El orden natural es el propio de la naturaleza humana como tal, pres-
cindiendo de su posibilidad de elevarse al orden sobrenatural. Por ello, “todo
hombre, simplemente por el hecho de serlo, sea o no cristiano, posee en
cuanto tal un conjunto de derechos fundamentales, inherentes a su personali-
dad”. Estos conceptos desplazaron a la visión teocentrista medieval y colocar
al hombre hacia el centro de la naturaleza.
La ley natural brota de la esencia misma de cada cosa y a ella se sujetan
todos los seres que participan de esa misma esencia. El hombre es una persona
racional, libre, moral, responsable de sus acciones. De esta naturaleza surgen
los derechos naturales innatos: derecho a la vida, a la integridad corporal, a la
libertad religiosa y fundar, conservar y defender una familia.
Los derechos naturales, son propios del hombre por el simple hecho de
ser humano e inherente a su persona. El hombre es un sujeto potencial de
derechos y deberes frente a otros. 71 A partir de que el ser humano se reconoce
como ser capaz de dirigirse y autogobernarse, separa las leyes divinas, las cua-
les quedaría solo como una prerrogativa personal, y decide gobernarse, a crear
sus propias formas de gobierno, los cuales parte de básicos principios de la

70
Salomón Augusto Sánchez Sandoval, El control social, penal y administrativo en
México, D.F., Comisión Mexicana de la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos,
1995, p. 51.
71
Helmut Coing (compilador), Documentos y testimonios de cinco siglos (compilación),
México, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 1991/9, pp. 53, 54,55.
EvoLUcIÓN DE Los DERE c H os HUMAN os 83

dignidad humana, persona, libertad, igualdad. A través de la historia se tienen


diversos documentos y declaraciones que dan muestra de ello.

5. Iusnaturalismo humanista

A partir de la segunda mitad del siglo pasado comenzó a gestarse un iusna-


turalismo al que calificamos de “humanista” ya que finca esencialmente en
una preocupación por garantizar universalmente al hombre el respeto y la
protección frente a toda violación a una serie de mínimos que, se considera,
hacen a su condición de tal.

II. . A N TEC ED EN TES D OCUM EN TA LES

Algunos autores mencionan como antecedentes a los 10 mandamientos (1275


a. C.), como prehistoria de los derechos humanos. Sin embargo, en primer
lugar, en los citados mandamientos, no se menciona ningún precepto que
ponga límite a la actividad estatal, por lo cual no se le puede considerar como
documentos que establezca principios de derechos humanos. Otro documen-
to que se ha considerado como antecedente remoto es el Código de Hammura-
bi (aprox. 1739 a. C.), especialmente algunas de las normas contenidas en los
282 artículos que compila, que se refieren lo mismo a regular a los tribunales
que a señalar disposiciones sobre la familia y el comercio. Hay autores que
encuentran un aspecto humanitario en dichas normas, por ejemplo en la li-
mitación a la esclavitud por deudas o en la regulación de los precios.
Igual sucede con la Ley de las XII Tablas (aprox. 454-450 Ac) del derecho
romano, que establecen numerosos principios sobre la propiedad, los con-
tratos, la responsabilidad, etcétera, pero no establece en realidad límites a la
actividad estatal frente a los ciudadanos. Además del interdicto homine libero
exhibendo, de carácter exhibitorio y popular, que sirve a diversos autores para
fincar el origen de instituciones protectoras de los derechos del hombre, es-
pecialmente la garantía de libertad personal, y, en nuestro país, las raíces del
juicio de amparo.
El VIII Concilio de Toledo (653) en el cual se encuentran algunos esbozos
de los derechos que se reconocen a los súbditos frente al poder de los reyes y
príncipes. Debe recordarse que en el reino de Toledo (568-711) tiene raíces
y, en tal sentido, una amplia tradición jurídica, como lo prueba el conocido
fuero juzgo.
84 BERTHA soLís GARcíA

Los Decretos de la Curia de León (1188), también conocidos como el Fuero


de León, es otro documento hispano que nos sirve como antecedente de los
derechos humanos. Estas disposiciones fueron otorgadas por Alfonso IX de
León al inicio de su reinado (1188-1230). Para los historiadores estos decre-
tos o fueros son ejemplos de disposiciones generales establecidas por el rey en
unión de la Curia (o Cortes). En la Curia concurren el clero, la nobleza y los
representantes de los habitantes de la ciudad. De ahí la trascendencia que tie-
nen tales documentos. En este decreto leonés encontramos una serie de com-
promisos adquiridos por el rey para el respeto de la vida, la libertad, la pro-
piedad y bienes en general. Además se reconoce desde ab initio un principio
de igualdad por cuanto “que para todos los de mi reino, tanto clérigos como
laicos, cumpliré las buenas leyes que tiene establecidas mis predecesores”.
Otro documento que contiene limitaciones al poder público es la Carta de
Neuchatel (1214). En esta Carta se otorgan ciertas libertades a los habitantes
de dicha ciudad por los Condes y Bertoldo:

Si algún recién llegado que no está entre nuestros ciudadanos se refugia en


nuestra ciudad, establece su domicilio en ella, un año y un día sin ser reclama-
do, se presenta a su llegada a los funcionarios de la ciudad o a nos mismos y
ayuda a los trabajos de utilidad pública, nuestros ciudadanos le considerarán en
adelante como conciudadano, y, como uno de ellos, tendrá nuestra garantía en
caso de necesidad. Si no ha ayudado no se le considerará como conciudadano
y no se le otorgará ninguna garantía; no toleraremos, sin embargo, por el ho-
nor de la ciudad, que dentro de sus muros sea insultado, pero si es detenido o
muerto fuera de ellos, no le vengaremos.

Aunque no existe una fecha exacta del inicio histórico de los derechos hu-
manos, en lo planteado anteriormente puede observarse que no encontramos
a la persona humana como núcleo de las diversas disposiciones analizadas. El
recorrido apenas empieza. En el siglo XIII comienzan a darse las reivindicacio-
nes, inician las rebeliones contra las monarquías y las acciones de sus miem-
bros, contra la arbitrariedad de las organizaciones estatales. Este movimiento
por las libertades que aparece en Inglaterra tendrá luego diversos escenarios,
Estados Unidos y Francia, que constituyen nuevos parteaguas en la historia
de los derechos humanos.
EvoLUcIÓN DE Los DERE c H os HUMAN os 85

1. La Carta Magna de 1215

Es en Inglaterra donde se encuentra uno de los documentos más trascendenta-


les en la historia de los derechos humanos, la Carta Magna de 1215. Su reco-
nocimiento llega a grado tal que hay quienes la consideran el antecedente más
remoto de los derechos humanos en Occidente. La Magna Carta Libertatum,
Charte Magne o Carta Magna de las Libertades de Inglaterra y el fundamento
de sus libertades; ello a pesar de que no cuenta con los elementos necesarios
para ser considerada una Constitución. Hay que recordar que la ordenación
política de la Edad Media se conoce precisamente a través de las constituciones
estamentales, en el caso particular se trata de un documento elaborado por los
señores feudales y reconocidos por el soberano Juan sin Tierra.
En agosto de 1291, al constituirse la Confederación Suiza, se dictó un pac-
to en el cual se plasman algunas de las peculiares ideas sobre la forma en que
se pretende proteger a los habitantes de los tres valles confederados.
En Suecia, hacia 1350, destaca el Código de Magnus Erikson, que esta-
blecía el juramento y la obligación, por parte del rey, de “defender, amar y
buscar la justicia y la verdad y reprimir toda iniquidad, iniquidad, falsedad e
injusticia, conforme a derecho, en virtud de sus prerrogativas reales”. En tal
tesitura, el Código obliga al rey a jurar que sería leal y justo con sus ciudada-
nos, de manera que no prive a ninguno, pobre o rico, de su vida o de su inte-
gridad corporal sin un proceso judicial en debida forma, como lo prescriben
el derecho y la justicia del país, y que tampoco prive a nadie de sus bienes si
no conforme a derecho y por un proceso legal.
Así mismo, a principios del siglo XvI, 1N 1505, se dicta la Constitución
Nuihilnovi. En este documento polaco se establece: como el derecho de gen-
tes y las constituciones públicas caracterizan a la nación como una genera-
lidad y no como una individualidad, decretamos que desde ahora nada sea
decidido sin el consentimiento común del Consejo y de los Diputados.
Algunos años después, el 18 de mayo de 1525, se dicta el acta de abolición
de la servidumbre en Zurich. En este documento se consigna:

Con respecto a la servidumbre, nuestros señores han considerado que todos so-
mos hijos de Dios y que debemos vivir como hermanos. De ahí se ha decidido
86 BERTHA soLís GARcíA

que liberaremos a nuestros siervos de la esclavitud y que les desligaremos de los


deberes resultantes de aquella condición.72

Otro documento de importancia es la Bula Sublimis Deus concedida por el


papa Paulo III, de 2 de junio de 1537, relativa a los derechos de los indios de
los territorios conquistados por España, que establece la posición oficial de la
Iglesia frente a la discusión sobre la igualdad y libertad de los indios y “todas
las otras gentes que a noticia de los cristianos lleguen en adelante”.
Un documento de suma importancia, poco conocido, es el edicto de Nan-
tes, formado el 13 de abril de 1598. La finalidad de este edicto es lograr que
coexista la religión católica y protestante, con iguales derechos, en el marco
de un Estado católico. Por tal objetivo se le ha señalado como un edicto de
tolerancia.

2. La Petición de Derechos de 1627

Con un origen similar a la Carta Magna de 1215, la Petition of Rights redacta-


da en inglés, viene nuevamente a constituirse como un dique a los atropellos
y abusos del poder absoluto de la nobleza, en este caso del rey Carlos I de In-
glaterra, y de paso a constituirse en un documento básico del common law.
Para 1627 el rey se vio obligado a pedir fondos al Parlamento. Antes de
someter a votación la solicitud del rey, los miembros del Parlamento en pleno
le impusieron la Petition of Rights. Carlos I terminó por aceptar dicho docu-
mento. La Petition of Rights, compuesta por once artículos, garantizaba tanto
principios de libertad política, en relación con los derechos del Parlamento,
como libertades individuales, especialmente en lo relativo a la seguridad del
pueblo. Cabe mencionar, entre las disposiciones contenidas, la imposibilidad
de recaudar impuestos sin el acuerdo o aprobación del Parlamento; un prin-
cipio de seguridad personal que imposibilitaba las detenciones arbitrarias y
el establecimiento de tribunales de excepción; la exigencia de cumplir con el
derecho del acusado a un proceso legal (que se completará con la petición del
hábeas corpus), así como el respeto a las libertades y los derechos reconocidos
por las leyes y los estatutos del reino.

72
La mayoría de los documentos que se mencionan a continuación fueron consulta-
dos en Peces-Barba Martínez, Textos Básicos sobre derechos humanos, Aranzadi Editorial,
España, 1998.
EvoLUcIÓN DE Los DERE c H os HUMAN os 87

Cercano a esta época está el primer antecedente de protección de los de-


rechos humanos por parte del tribunal (casualmente había sido juzgado en
aquel asunto quien ahora dirigía la Cámara de Comunes: sir Edward Coke).
No puede negarse que la lucha que realizó el Parlamento muestra el intento
de restringir cada vez más el poder absoluto de la corona inglesa, y da cuenta
del espíritu que caracteriza al pueblo inglés en la consecución y protección
de sus derechos.

3. La Ley de Hábeas Corpus de 1679

Cincuenta años después de la Petition of Rights, hacia 1679, durante el reina-


do de Carlos II, aparece en el escenario un nuevo conjunto de disposiciones
destinadas a proteger algunos de los derechos de los súbditos ingleses. Se trata
del documento denominado como Ley del hábeas corpus o Acta para com-
pletar las libertades de los súbditos y evitar las deportaciones a ultramar.
La traducción literal del hábeas corpus es “que tengas el cuerpo”. El writ of
habeas corpus fue ante todo un procedimiento del derecho común inglés, que
facultaba a los jueces a examinar la legalidad de las órdenes de aprehensión
ya ejecutadas y la causa de ellas, es decir garantizaba la libertad contra los
riesgos de las detenciones y represiones arbitrarias. Por este mandato el juez
ordenaba le fuera presentado el acusado en persona, en un plazo perentorio,
generalmente tres días, con la finalidad de que determinara si su detención
era legal o no. Debe señalarse que el origen del hábeas corpus ha sido am-
pliamente discutido juristas (incluidos los nacionales que buscan encontrar
en él antecedentes del juicio de amparo). Algunos autores los sitúan desde el
interdicto romano homo libero exhibento; otros consideran que aparece ya en
la Carta Magna de 1215, especialmente en el numeral 39 en lo referente al
debido proceso legal. En todo caso, será este documento de 1679 el que se
refiera in extenso a dicha institución.

4. El bill of rights de 1688

A semejanza de los anteriores documentos, el Bill of Rights o Declaración


de derechos contenida en la Ley que declara los derechos y libertades de los
súbditos y que dispone la sucesión de la Corona, fue impuesta la reina María
II, hija de Jacobo II, y a su esposo Guillermo de Orange en 1688. Como en
anteriores ocasiones la declaración de derechos tiene origen en la lucha de
88 BERTHA soLís GARcíA

los ingleses en contra de la política absolutista del monarca. En el caso, un


grupo de liberales y conservadores solicitó a Guillermo de Orange, yerno del
monarca y gobernante de Holanda, acabar con la política arbitraria del rey.
Guillermo de Orange desembarcó en Inglaterra a finales de 1688 y marchó
sin encontrar resistencia alguna hasta Londres, en donde derrotó al ejército
del monarca, quien es obligado a abandonar el país. Ante el vacío de poder,
Guillermo de Orange instauró un gobierno provisional, desde el cual con-
vocó a los pueblos para que eligieran representantes que participaran en una
convención (denominada Convención Parlamentaria). En dicha reunión se
proclamó a Guillermo de Orange y a su esposa María como reyes de Ingla-
terra. Antes de tomar posesión del cargo y como condición para obtener la
Corona, el nuevo rey juró respeto al Bill of Rights. Fue el principal documento
que se obtuvo de la llamada Gloriosa Revolución.
Esta declaración de derechos se promulgó el 16 de diciembre de 1688. En
ella se reiteran las libertades expresadas en la Carta Magna otorgada por Juan
Sin Tierra en 1215. Pero ahora una característica esencial que distingue al Bill
of Rights de otros documentos, consiste en que las libertades ya no son con-
cebidas como exclusivas y estamentales en régimen de derecho privado, sino
como libertades generales en el ámbito del derecho público.73
Lara Ponte ha mencionado la influencia que tuvo el Bill of Rights en la re-
dacción de las declaraciones de derechos norteamericanas, y afirmar que este
texto inglés constituyó la etapa de transición entre los documentos monár-
quicos y las modernas declaraciones de derechos del siglo XvIII.

5. La Declaración de Derechos de Virginia de 1776

Una parte de la historia de los derechos humanos empieza a escribirse con


la llegada de los europeos a América. Españoles, franceses, ingleses y portu-
gueses dejarían una impronta en las nuevas tierras, y serían origen de algunas
disputas filosóficas en torno a los derechos del hombre.
Virginia fue la primera colonia fundada, hacia 1607 y le seguiría Plymouth
(1620), Massachussets (1630), Nueva York (1664), Pensylvania (1681), hasta
completar las trece colonias que habrían de independizarse de la corona in-
glesa en 1776.

73
Rodolfo Lara Ponte, Los derechos en el constitucionalismo mexicano, 3a edición, Méxi-
co, Porrúa, 2002, pp. 28 y ss.
EvoLUcIÓN DE Los DERE c H os HUMAN os 89

Las colonias citadas estaban asentadas en la costa atlántica de lo que ahora


conocemos como Estados Unidos de América, y en su integración demo-
gráfica predominaban las poblaciones de origen inglés en un setenta y cinco
por ciento aproximadamente, también destacaban entra la población grupos
de origen holandés, francés, alemán y escocés principalmente. Tal pluralidad
cultural con el transcurso del tiempo se sintió unificada por intereses comu-
nes: el principal de ellos el lenguaje, pero derivado del common law inglés. En
cada colonia el gobernador era el representante de la corona inglesa y existía
una asamblea electa por los colonos.
Será el Congreso de Nueva York, en 1775, donde se dé el primer acto ju-
rídico de unidad de las colonias frente a la metrópoli: las colonias se declaran
inconformes con el impuesto del papel sellado (stamp Act), puesto que limi-
taba el derecho de las colonias a no someterse a otros impuestos internos que
aquellos que hubiesen aprobado sus representantes.
Antes del Congreso de Nueva York de 1775, se había convocado al Primer
Congreso Continental de Filadelfia, cuyo objetivo central era la defensa del
desarrollo de las colonias, que se sintieron afectadas por la política monopo-
lizadora de la metrópoli, que no garantizó a los derechos civiles y políticos,
aparte de las restricciones en materia económica y las contribuciones excesivas
ya mencionadas. Se cita, por ejemplo, que la corona inglesa violó los derechos
que garantizaban un juicio por el jurado, protección de vida y hacienda, go-
bierno local de elección popular y la autonomía en materia impositiva. Todos
estos actos fueron el fermento para la nueva organización colonial, ahora de
manera independiente.
A pesar de no ser única, la más significativa de las declaraciones de derecho
realizadas en las colonias americanas fue la de Virginia de julio de 1776, días
antes de que se proclamara la independencia estadunidense. El 4 de julio de
1776, pocos días después de la aprobación de la Constitución de Virginia, se
emitió la Declaración de Independencia de las colonias americanas. Con estos
instrumentos iniciaba la época moderna de las declaraciones de los derechos.
Estaban sembrados de gérmenes de los que habrían de brotar, los principales
documentos en la historia de los derechos humanos, en especial las conocidas
declaraciones francesas de derechos del hombre y el ciudadano, que servirían
de inspiración a tantas generaciones.
90 BERTHA soLís GARcíA

6. Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano de 1789

No puede explicarse el surgimiento de esta declaración sino en el contexto


de la época, y especialmente en el momento histórico conocido como Revo-
lución Francesa. La decisión de Luis XVI de convocar los Estados Generales
provocó un alud de opiniones. Condorcet, 74 La Fayette, Talleyrand, Mira-
beau, y muchos otros discutieron y publicaron folletos sobre temas importan-
tes para dicho evento.
A pesar de ello, puede señalarse que los acontecimientos que culminarían
meses después, en julio con la toma de la Bastilla, no fueron el mero reflejo
de un movimiento político definido, sino la explosión violenta de una socie-
dad que afronta graves problemas, especialmente económicos, no en vano
una de las preguntas comunes de los historiadores es ¿habrían actuado de la
misma manera las masas populares si la terrible crisis económica que vivían
no les hubiera hecho la vida imposible? Esta cuestión, difícil de resolver,
sirve para advertir que la Revolución Francesa debe ser entendida en su con-

74
Condorcet (1743-179) fue uno de los ilustrados franceses que elaboraron el progra-
ma ideológico de la revolución. En su obra Bosquejos de una tabla histórica de los progresos
del espíritu humano, reclamó el reconocimiento del papel que tenía la mujer en la socie-
dad, puesto que se encontraba en una condición social equiparable con la de los esclavos.
Tras el triunfo de la revolución de 1789, se hizo evidente la contradicción: una revolución
que basaba su justificación en la idea universal de igualdad natural y política de los dere-
chos humanos (Liberté, Egalité, Fraternité), negaba el acceso a las mujeres y que además
representaban la mitad de la población francesa a los derechos políticos, lo que en realidad
significaba negar su libertad y su dignidad respecto de los seres masculinos. Condorcet
escribió en 1790 su Essai sur l’aadmission des femmes au droit de cité, en donde señalaba:
“El hábito puede llegar a familiarizar a los hombres con la violación de los derechos na-
turales, hasta el extremo de que no se encontrara a nadie de entre de entre los que los han
perdido que piense siquiera en reclamarlos, ni crea haber sido objeto de injusticia(…) Por
ejemplo, ¿no han violado todos ellos el principio de igualdad de derechos al privar, con
tanta irreflexión a la mitad del género humano del de concurrir a la formación de las leyes,
es decir, excluyendo a las mujeres del derecho de ciudadanía?¿Puede existir una prueba
más evidente del poder que crea el hábito incluso cerca de los hombres eruditos, que el de
ver invocar el principio de la igualdad de derechos(…) y de olvidarlo con respecto a doce
millones de mujeres?. Véase Paule-Marie Duhet, Las mujeres y la revolución, Barcelona,
Península, 1974. Cita de David Cienfuegos Salgado, Historia de los Derechos Humanos.
Apuntes y textos históricos. Comisión de Defensa de los Derechos Humanos del Estado de
Guerrero, 2005, p. 53.
EvoLUcIÓN DE Los DERE c H os HUMAN os 91

texto histórico determinado, donde convergieron diversos factores sociales,


económicos, políticos.
De las aportaciones derivadas del movimiento revolucionario francés de
1789, la Declaración de los Derechos del hombre y del Ciudadano es la más
conocida. Este documento, de diecisiete numerales, aprobado por la Asam-
blea francesa el 26 de agosto de aquel año, sintetiza el cambio político necesa-
rio para la transformación de la sociedad francesa, de una sociedad oprimida
y limitada a un modelo liberal, mucho más abierto y benéfico para los inte-
grantes del cuerpo social. Su emisión orientará las filosofías de los derechos
humanos durante los siglos posteriores.

7. Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana de 1791

A dos años de dictada la Declaración de 1789, Olympe de Gouges (1748-


1793) elaboró y publicó la Declaración de la mujer y de la ciudadana con la
intención manifiesta desde el título del documento, de que fuera decretada
por la Asamblea Nacional “en sus últimas sesiones o en la próxima Legisla-
tura”. Poco conocido, este documento dejaba fuera del espectro político a la
mujer. Desde el preámbulo de la Declaración puede observarse la exigencia y
urgente necesidad de que se reconociera un nuevo paradigma social:
Hombre, ¿Eres capaz de ser justo? Es una mujer la que te hace la pregunta.
Dime ¿quién te ha dado el imperio soberano para imprimir a mi sexo? Mira
a tu alrededor, observa la naturaleza, por todas partes coexisten los sexos, en
todas partes cooperan, en un conjunto armonioso.
La declaración inicia con la exigencia de un principio de igualdad, por
cuanto que la mujer nace libre y vive en igualdad de derechos con el hombre,
en tanto que las diferencias sociales no pueden estar fundadas más que en el
bien común. A partir de estas ideas, la redacción de la Declaración se ocupa
de señalar algunos tópicos en los que recurre a la inclusión de la mujer.75

8. Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1793

A pesar de las protestas sobre el contenido de la Declaración de los Derechos


del Hombre y el Ciudadano de 1791, el cual era evidente la exclusión de las
mujeres en esta supuesta igualdad, fraternidad y libertad, se continuó con la

75
Ibidem.
92 BERTHA soLís GARcíA

elaboración de la Declaración del hombre y del ciudadano de 1793, excluyen-


do con ello a la mitad de la población.
Luego de la declaración de 1789, conviene llamar la atención sobre el dic-
tado de la Constitución francesa de 1791, que incorpora el catálogo de dere-
chos contenido en aquélla y, además, un título de disposiciones fundamenta-
les en el cual garantiza como derechos naturales y civiles puestos y empleos,
sin otra distinción que la de sus virtudes y talentos, que todas las contribu-
ciones serán repartidas por igual entre todos los ciudadanos, en proporción
a sus facultades; que los mismos delitos serán penados con las mismas penas,
sin distinción de persona”.76
En un párrafo posterior se garantiza la libertad de todo hombre para ir,
permanecer, partir, sin poder ser arrestado o detenido, más que según las for-
mas determinadas por la Constitución; la libertad de todo hombre de hablar,
escribir, imprimir y publicar sus pensamientos, sin que sus escritos puedan
ser sometidos a censura ni inspección antes de su publicación, y ejercer el
culto religioso al que pertenece; la libertad a los ciudadanos de reunirse pací-
ficamente y sin armas, de conformidad con las leyes de policía; la libertad de
dirigir a las autoridades constituidas peticiones firmadas individualmente.
También llama la atención que la vigente Constitución francesa, confirma
en el preámbulo la vigencia de la Declaración de 1789, al señalar que el pue-
blo francés proclama solemnemente su adhesión a los derechos del hombre y
a los principios de la soberanía nacional tal y como se encuentran estableci-
dos en la citada declaración, misma que fue confirmada y completada por el
preámbulo de la Constitución de 1946.
Es indudable que se procuró defender la dignidad del ser humano en cuan-
to tal, sin determinación de clase o estado social. Y esto es lo que ha quedado
como una constante en el proceso histórico sociológico: el anhelo de justicia,
igualdad, y libertad, independiente de las estructuras sociales y jurídicas y
de los modos de producción. Es decir, es un patrimonio de la humanidad
civilizada.

9. Manifiesto del Partido Comunista

La evidencia de la población de no cambiar sus circunstancias de vida en el


nuevo régimen económico capitalista y la marcada diferencia de la sociedad

76
Ibid, p. 54.
EvoLUcIÓN DE Los DERE c H os HUMAN os 93

en clases de clases, donde a pesar de la supuesta libertad garantizada, no lo


lograba su bienestar. Al respecto, Intelectuales como Carlos Marx y Federico
Engels, dedicaron toda su vida a encontrar explicaciones científicas de lo que
entrañaba este sistema capitalista. Estableciendo el denominado Socialismo
científico, el cual tomó sus primeros fundamentos en la filosofía materialista
y dialéctica, heredada de Hegel y Feuerbach, y en una interpretación materia-
lista de la historia, los dos pensadores alemanes no se conformaron con una
nueva reforma económica o social, sino que buscaron sustituir la sociedad
capitalista por la sociedad comunista, en la cual se acabaría la propiedad pri-
vada de los medios de producción y la explotación del hombre por el hom-
bre. Expusieron sus ideas en una larga serie de obras y artículos, de entre los
cuales destaca el Manifiesto del partido comunista, de1848, y contribuyeron
a formar, desde Londres, la Asociación Internacional de Trabajadores (1864).
A finales del siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX, comenzaron a asomar
en las legislaciones los derechos sociales o sea, los derechos de los grupos de
trabajadores del campo y de la ciudad.77
Una nueva filosofía era la que animaba también a los derechos sociales.
Era la filosofía social que empezó a manifestarse en la primera mitad del
siglo XIX y se fue desarrollando a lo largo de esa centuria en diversas formas.
Frente a la miseria y condiciones infrahumanas en que habían caído los gran-
des grupos de trabajadores como consecuencia del incipiente desarrollo del
maquinismo industrial, que había desplazado los antiguos talleres artesanos
y abolido los gremios, apareció primeramente el socialismo utópico con las
figuras de Owen, Fourier y Saint Simón. A ellos se unieron los reformadores
franceses de la Escuela Católica Social, Lacordaire, Lamennais, Federico de
Play y Federico Ozanam. Todos ellos se condolían de la triste condición del
proletariado, buscaban una reforma moral de las costumbres y las leyes, así
como nuevas formas de organización del trabajo que pudieran garantizar la
igualdad, la justicia y un reparto más equitativo de la riqueza.78

77
Jesús Rodríguez y Rodríguez, “Diccionario jurídico mexicano”, México, Porrúa-
UNAM, p. 1069.
78
Ibid, p. 1069 y s.s.
94 BERTHA soLís GARcíA

III. I . LOS D ER EC HO S HUM ANO S EN M ÉXICO

1. Declaraciones y Constituciones en México

A continuación se mencionan algunos de los documentos fundamentales que


formaron parte de la vida independiente de México y que dieron paso al pro-
ceso constitucional de México.
Los veintitrés puntos que recoge José María Morelos, en 1813, en Sen-
timientos de la Nación, fueron declaraciones que inspiraron a las próximas
Constituciones de México. La independencia que proclama Agustín Iturbi-
de en 1821 se hace bajo presupuestos tradicionales: El Plan de Iguala, del 24
de febrero de 1821, establece que la forma de gobierno será una “monarquía
moderada”. En 1823 el Congreso Revolucionario disolvió la monarquía. La
primera constitución que rige en México será la Constitución de 1824, me-
diante la cual se adopta la forma de república federal. Bajo el presidente
Antonio López de Santa Anna se promulgaron las Siete Leyes de 1835, que
fundamentan luego Las Bases Orgánicas de la República Mexicana, de 1843,
que buscan crear un gobierno centralista. En 1847 se regresa a los principios
de la constitución de 1824. La Reforma Liberal de 1855 de Benito Juárez
da lugar a la Constitución de 1857. La Revolución Mexicana de 1910 inicia
un nuevo periodo de transición que culmina con la Constitución de 1917,
que es la actual, aunque incluye sucesivas reformas que actualizaban sus dis-
posiciones.

A. Constitución de Cádiz (1812)

Este ordenamiento establecía que la soberanía reside esencialmente en la na-


ción y que a ella pertenece el derecho de establecer sus leyes, así como la
igualdad de todos los habitantes del imperio.

B. Constitución de Apatzingán (1814)

El documento recogía algunos de los principios políticos y aspiraciones de


independencia de los “Sentimientos de la Nación”. Aunque no pudo estar en
vigor un solo día, porque amenazaba los intereses de los españoles, que aún
dominaban el país, la Constitución de Apatzingán establecía los derechos hu-
manos de igualdad, seguridad, propiedad y libertad, la religión católica como
EvoLUcIÓN DE Los DERE c H os HUMAN os 95

la única reconocida en el país, así como la división de poderes, Para fines del
sufragio, instituía juntas electorales de parroquia, de partido y de provincia.

C. El Plan de Iguala. 24 febrero de 1821

La independencia que proclama Agustín Iturbide en 1821, se hace bajo presu-


puestos tradicionales: establece que la forma de gobierno será una “monarquía
moderada”. En 1823 el Congreso Revolucionario disolvió la monarquía.

D. La Constitución 1824

La constitución de 1824 dio vida en México al federalismo, y entre sus dispo-


siciones figuran las siguientes:

La soberanía reside esencialmente en la nación.


Se constituye una república representativa popular federal.
División de poderes en Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
La religión católica es la única oficialmente autorizada.
Libertad de escribir y publicar ideas políticas sin censura previa.
Congreso integrado por las cámaras de Diputados y Senadores.

Se deposita el Poder Ejecutivo en una sola persona y se instituye la Vice-


presidencia.

E. Las Siete Leyes Constitucionales, 1835-1836

Bajo la presidencia de Antonio López de Santa Anna se promulgaron las Siete


Leyes de 1835, que fundamentan luego Las Bases Orgánicas de la Repúbli-
ca Mexicana, de 1843, que buscan crear un gobierno centralista. Con este
ordenamiento se dividía al país en departamentos, éstos en distritos y los
distritos en partidos. Entre otras disposiciones, fijó el periodo presidencial en
ocho años y estableció un Supremo Poder Conservador, sólo responsable ante
Dios, con atribuciones para declarar nulidad de una ley o decreto, la incapaci-
dad física o moral del presidente de la República, y la clausura del Congreso.
96 BERTHA soLís GARcíA

F. Bases Orgánicas de la República Mexicana, 1843.

Estas Bases, que solo estuvieron en vigor tres años, reiteraron la independen-
cia del país, la organización política en República Centralista, y suprimieron
al Supremo Poder Conservador que encabezaba el propio Santa Anna. Se
instauró la pena de muerte y se restringió la libertad de imprenta, ratificando
que el país protegía y profesaba la religión católica.
La elección de los representantes era indirecta, esto es, se dividió a la pobla-
ción en secciones de 500 habitantes, mismos que elegirán un elector prima-
rio; éste nombraba los electores secundarios, los cuales formaban el Colegio
Electoral que a su vez elegía a los diputados al Congreso. El ejecutivo tenía un
demostrado derecho de veto de leyes.

G. Acta Constitutiva y de reforma, 1847.

El Acta Constitutiva y de Reformas estableció las garantías individuales para


todos los habitantes de la república, suprimió el cargo de vicepresidente y
adoptó elecciones directas para diputados, senadores, presidente de la Re-
pública y miembros de la Suprema Corte. Además, facultó al congreso para
anular las leyes de los estados que implicasen una violación al pacto federal, e
implantó los derechos de petición y de amparo.

H. Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, 1857

“Los derechos del hombre son la base y el objeto de las instituciones socia-
les”, señala la Constitución, entre sus preceptos resaltan el mantenimiento
del federalismo, la abolición de la esclavitud, las libertades de trabajo, de
propiedad, de expresión de ideas, de imprenta, de asociación, de petición
y de comercio. Igualmente, se establece que son ciudadanos con derecho a
voto todos los mexicanos varones que hayan cumplido dieciocho años si son
casados, y veintiuno si no lo son.
La Constitución de 1857 fue, de hecho, elemento fundamental en la
defensa nacional ante la invasión francesa y el imperio de Maximiliano de
Habsburgo. Tuvo vigencia plenamente tras la expulsión de los extranjeros y
permaneció en vigor hasta 1917.
EvoLUcIÓN DE Los DERE c H os HUMAN os 97

I. Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicano, 1917

La nueva Constitución incluía una gran parte de los ordenamientos de la


de 1857, especialmente lo referente a los derechos humanos sobre derechos
políticos y civiles y en esta nueva Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos de 1917 se establecen, además, una serie de derechos considerados
como sociales. Uno de artículos que marcaron una diferencia con la Consti-
tución de 1857 fueron los nuevos artículos: el artículo 3º Sobre el derecho a
la educación, el 27 y el 123, con marcada visión de derechos sociales.
El artículo 3º. Establece la educación obligatoria, gratuita y laica.
El artículo 27. Establece la repartición de la tierra, los ejidos y la tierra
comunal.
El artículo 123. El derecho al trabajo y garantías hacia sus trabajadores
como limitar la jornada máxima de trabajo, seguridad e higiene en el trabajo,
atención en la salud de los trabajadores y sus familias, el derecho a estar ase-
gurado y protegido económicamente en su vejez, entre otros derechos.
A través de la Constitución de 1917, el Estado empieza a cumplir una
misión, en parte asignada por esta Ley Fundamental, y en parte le exige la
clase dominante.
Ya en los años veinte, bajo los gobiernos de Obregón y Calles, el Estado
realiza las más variadas actividades: reorganización del sistema crediticio y
pone el liquidación a los viejos bancos porfirianos; promueve la creación del
Banco de México y de la Comisión Nacional Bancaria, inicia el reparto de la
tierra y la política de fomento agrícola, moderniza el sistema tributario y crea
el impuesto sobre la renta; alienta la organización sindical de los trabajadores
dentro de un régimen que claramente deja ver el propósito de la burguesía de
controlar desde arriba el movimiento obrero, se funda el partido oficial, p RI,
en su primera versión Partido Nacional Revolucionario (pNR) para agrupar
y garantizar la unidad de las fuerzas civiles y militares que ejerce en poder, se
inicia la política tendiente a crear una moderna infraestructura de escuelas,
caminos, sistemas de riego, servicios sociales, etcétera, que estimule las em-
presas nacionales y extranjeras y mejore las condiciones de vida de las masas
populares, pero sobre todo que impulse un desarrollo que, a la postre resulta-
ra especialmente benéfico para la burguesía.79

79
Jorge Carreón y Alonso Aguilar M., La burguesía, la oligarquía y el Estado. Grandes
Problemas Nacionales, México, Nuestro Tiempo, 1972.
98 BERTHA soLís GARcíA

Las formulas principales que en los últimos años adopta el gobierno son:
La creciente dependencia del Estado respecto del Tratado de Libre Co-
mercio de América del Norte, del capital extranjero y el sometimiento de los
organismos internaciones en las políticas de Estado, como son el Fondo Mo-
netario Internacional. El fortalecimiento de grandes consorcios extranjeros
privados, de tipo monopólico que van controlando a la economía mexicana.
La flexibilización del mercado de trabajo que brinde mano de obra barata
a los empresarios a través de la supresión de los derechos y garantías sociales
que establece la Constitución vigente. El establecimiento de una política dura
y profundamente antidemocrática hacia los trabajadores, que incluso no va-
cila en emplear medios represivos y violentos cuando los intereses de la clase
burguesa lo reclaman.
Con la reforma del artículo 27 Constitucional, se arroja las miles de hectá-
reas de suelo agrícola y urbano al mercado. Esta inclusión de los campesinos
en el mercado de suelo que demandan los grandes consorcios, nacionales y
extranjeros, es sólo ocasional y marginal, como parte de acumulación simple,
en el cual ingresan y son expulsados de inmediato, deshaciéndose del bien
que le otorga cierta seguridad: la tierra. Con el tratado de libre mercado, se
coloca a los campesinos en condiciones desfavorables ante la competencia que
representan los agricultores de Estados Unidos y Canadá.80
La Constitución de 1917 es la que prevalece hasta nuestros días; sin em-
bargo, las reformas hechas a lo largo de este tiempo (del artículo 1º al 136,
son 489, transitorios 9, artículos transitorios de Decretos de Reforma 4, sien-
do un total de 502).
La situación es grave en los hechos, ya que dichas reformas han arrojado a
la mayoría de la población a la miseria, con lo que se ha alejado en mucho al
espíritu social y esencia de esta Constitución, ya que dichas reformas y leyes
derivadas de ellas, han favorecido y han promovido la acumulación de bienes
y riqueza en unas pocas manos, haciendo de México un país polarizado.
Al respecto vale la pena citar a don Emilio Rabasa en su obra La Constitu-
ción y la dictadura, en la que hace referencia al respecto diciendo que: “no hay
que cambiar el país, hay que cambiar las reglas”. Por ello, estoy convencida

80
Susana Medina Ciriaco, La Reforma al artículo 27 Constitucional y el Fin de Pro-
piedad Social de la Tierra en México, Colección de Investigación del Colegio de México,
121, 2006. Consultado por Internet en la página http://www.cmq.edu.mx/docinvest/
document/DI121407.pdf.similares, 26 de julio de 2010.
EvoLUcIÓN DE Los DERE c H os HUMAN os 99

que cada etapa de la historia debe conservar su sentido de lucha. Nada está
terminado, ayer hombre y mujeres lucharon por mejorar sus condiciones de
vida y las de su descendencia, hoy, nuestra es la tarea de continuar con la lu-
cha, con sus propias particularidades y retos, hacer realidad nuestras propias
conquistas y dejarles legado de bienestar a nuestra descendencia. Ahora tene-
mos un nuevo reto enfrente, el fenómeno de la globalización, el cual es visto
como una etapa superior de capitalismo y por tanto de la libre movilización
de los capitales y la inestabilidad económica y vulnerabilidad de las econo-
mías de los Estados. Ante tal fenómeno, se necesita avanzar, entre muchas
otras cosas, en la aplicación generalizada de los derechos sociales, particular-
mente en cuanto a la homologación de derechos ciudadanos y laborales para
que los seres humanos no sean carne de explotación ni ciudadanos de segun-
da, porque la globalización exige una respuesta que es nueva ciudadanización,
la ciudadanía universal. Esas serán hoy nuestras conquistas.
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HISTORIA Y CONCEPTO
DE LOS DERECHOS HUMANOS

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PRECEDENTES DE LOS DERECHOS HUMANOS

1. Los derechos humanos como concepto histórico. Los derechos humanos


son, ante todo, un concepto histórico. Para su comprensión e interpretación
resulta necesario comenzar reconstruyendo brevemente el proceso histórico
de surgimiento, consolidación y evolución de esta categoría, que va desde los
albores de la Modernidad (siglos XV y XVI) hasta nuestros días. A nuestro en-
tender, no resulta posible hablar de derechos humanos sin una previa refe-
rencia al contexto en el que surgieron, a los ideales que han pretendido encarnar,
a las dificultades para su implantación efectiva y, sobre todo, a sus transfor-
maciones en los tres últimos siglos, pues es evidente que los derechos huma-
nos de comienzos del siglo XXI ofrecen un panorama bien distinto al propio
del siglo XVIII.
Esta inicial aproximación histórica servirá también para demostrar dos te-
sis sólo en apariencia contradictorias. En primer lugar, pese a su evolución, los
derechos humanos tienen unos elementos comunes que se mantienen en el
tiempo; en otras palabras, no cualquier pretensión individual o social, más o
menos fundamentada, pertenece a esta categoría. En segundo lugar, existen di-
versas teorías o concepciones sobre los derechos, así como significativas trans-
formaciones y recíprocas influencias entre ellas: ni los derechos conforman un
sistema inmutable ni pueden reconducirse ya en exclusiva al modelo original
y de mayor éxito, de corte individualista y liberal.

2. Edad Antigua y Edad Media. De entrada, puede afirmarse que los dere-
chos humanos responden a exigencias universales derivadas de la dignidad de
la persona. De esta forma, un cierto individualismo (o, si se quiere, la consi-
deración de cada persona como sujeto moral) parece el componente necesa-

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4 I NT R OD U C CI Ó N A LA TE ORÍ A J UR ÍD I C A DE LOS DE RE CH O S H UM ANO S

rio de cualquier teoría de los derechos. Pues bien, hasta comienzos de la Edad
Moderna esta idea no encuentra fácil acomodo en las concepciones jurídicas,
morales y políticas hegemónicas: durante este largo período de la Historia,
dominó más bien la idea contraria, a saber, la primacía de la comunidad so-
bre el individuo y el sometimiento de éste a los fines de aquélla, normalmen-
te enmascarados bajo fórmulas religiosas.
En la Edad Antigua y en la Edad Media encontramos algunos preceden-
tes remotos de los derechos humanos. Pensadores antiguos, como Confucio
(551-479 a. C.) o Aristóteles (384-322 a. C.), por citar los de mayor influen-
cia en sus respectivos ámbitos culturales, así como determinadas corrientes de
pensamiento, como el estoicismo y el cristianismo primitivo, avanzaron algu-
nas ideas en favor del individualismo, pero el contexto sociopolítico impidió
su desarrollo. Resulta significativo comprobar, por ejemplo, cómo buena par-
te de estos autores justificaron la esclavitud, demostrándose así que los dere-
chos por ellos defendidos resultaban ajenos al principio de dignidad de la per-
sona, y por tanto al concepto mismo de los derechos humanos.
Si bien en la época medieval aparece una serie de documentos (cuyo ex-
ponente más conocido es la Carta Magna de 1215) que obligan al poder po-
lítico a respetar determinadas posiciones individuales, tales como la propiedad
privada o la inviolabilidad del domicilio, se trata de textos muy diferentes a las
modernas declaraciones de derechos, de las que difieren sobre todo por su ex-
tensión (situaciones concretas reconocidas a favor de los individuos, pero no
como personas sino como miembros de un determinado grupo social) y ex-
presión jurídica (pactos, fueros o compromisos, no normas generales).

3. Edad Moderna. Los derechos humanos son un producto de la Modernidad


y su consolidación en la cultura occidental resultaría impensable al margen
de los elementos que definen a aquélla en el plano ético-político, a saber: la
separación entre la Moral y el Derecho y entre la religión y el Estado, el de-
rrumbe del orden feudal-estamental y el surgimiento de una sociedad de in-
dividuos que se presumían, al menos formalmente, libres e iguales.
Como anticipo de la Modernidad aparece la denominada corriente huma-
nista, que se abre paso con dificultad, todavía bajo el dominio del Estado abso-

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H IS TO RI A Y C O N CE P TO DE LOS D ER E CH O S H U M AN O S 5

luto, desde finales del siglo XV. El humanismo destaca la confianza en las capa-
cidades humanas, propiciando la aparición de un nuevo tipo de individuos, in-
conformes con el orden social existente y decididos a forjar un proyecto vital
novedoso en la esfera pública y privada. Un buen exponente de esta corriente es
la obra de Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494) Oración por la dignidad
del hombre, en la que se destaca el lugar extraordinario del ser humano en el
conjunto de la naturaleza y su privilegiado destino hacia la libertad. A diferen-
cia de los animales, atados al instinto, el hombre está llamado a moldear por sí
mismo su naturaleza y destino, así como el sistema de relaciones sociales en que
se encuentra inserto. Pico della Mirandola sigue utilizando la idea cristiana se-
gún la cual la creación a imagen de la divinidad es el sustento de la dignidad hu-
mana, si bien otorgando a esta semejanza un sentido distinto: el hombre com-
parte con la divinidad el atributo más elevado, la misma capacidad creadora.
La llamada humanista en favor de la dignidad de la persona tiene una pri-
mera repercusión práctica desde 1492, a lo largo de la conquista de América.
En este contexto, algunos pensadores comienzan a desarrollar la lucha a favor
de la sustancial igualdad entre las personas, abriendo paso así a una idea cen-
tral del concepto de los derechos humanos. Debemos aquí citar, sobre todo,
a Bartolomé de Las Casas (1474-1566), que denunció los horrores de la con-
quista y rechazó categóricamente la asimilación de los indios a la condición de
«esclavos por naturaleza», afirmando la sustancial identidad de todos los seres
humanos; así como a Francisco de Vitoria (1480-1546), que reivindicó los tí-
tulos de propiedad de los indios sobre sus tierras y, avanzando la doctrina de
la guerra justa, llegó a cuestionar la legitimidad misma de la conquista.
Posteriormente, dos nuevas tendencias contribuyen a abrir el camino, de
forma esta vez decisiva, a la idea de derechos humanos:

a) La secularización del poder político. La teoría política comienza a diseñar


un modelo de organización del poder conectado, si bien todavía de for-
ma predemocrática, con la sociedad. Así, desde Hugo Grocio (1583-1645)
el Estado pasa de ser considerado un ente metafísico a una construcción
humana, un instrumento al servicio de determinados fines sociales, no de
los designios de la divinidad.

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b) La lucha por la tolerancia religiosa, que se va gestando en Europa en el con-


texto de las guerras de religión de los siglos XVI y XVII. El recrudecimien-
to del fanatismo religioso, iniciado tras la Reforma y la consiguiente rup-
tura de la unidad religiosa, abre paso, ante todo, a un imperativo pragmático
de paz. En esta lógica se inscribe el Edicto de Nantes (1598), que conce-
de a los calvinistas franceses la libertad de culto y el acceso a los cargos pú-
blicos en igualdad de condiciones con los católicos, todo ello con el pro-
pósito de evitar la guerra civil. Como se advierte, las primeras doctrinas a
favor de la tolerancia no guardan relación directa con la idea de derechos
humanos; incluso en algún caso, lejos de afirmarse la autonomía de los in-
dividuos, lo que se pretende es reforzar el poder del Estado, como sucede
en la obra de Jean Bodino (1530-1596). Sin embargo, de un modo u otro,
como sucedía en el proceso de secularización, la doctrina de la tolerancia
contribuye a sentar las bases de la idea de limitación del poder, esencial al
iusnaturalismo racionalista.
El filósofo inglés John Locke (1632-1704) ejemplifica bien el tránsito
de la tolerancia a los derechos humanos. Si cada persona es autónoma en
sus creencias y prácticas religiosas, y no debe ser molestado si con su con-
ducta no perjudica la libertad de los demás, es porque se parte del reco-
nocimiento de la autonomía moral y de la libertad de conciencia, segura-
mente el primero de los derechos humanos reconocido como tal.

DE LOS DERECHOS NATURALES AL CONSTITUCIONALISMO

4. Derechos naturales y contractualismo. Los derechos humanos tienen su


origen en el seno de la tradición iusnaturalista, como derechos naturales. Fren-
te a la anterior concepción objetivista, ejemplificada en la obra de santo Tomás
de Aquino, el Derecho natural propio del racionalismo de los siglos XVII y
XVIII se subjetiviza, separándose de sus ataduras teológicas, que lo concebían
como trasunto del orden divino, articulándose ahora a partir de un estado de
naturaleza que la razón humana puede y debe descubrir. Desde este momen-
to, del Derecho natural no derivan obligaciones sino derechos, considerados

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inherentes a la naturaleza humana y, por lo tanto, previos y superiores al


poder político. Todo ser humano, por el simple hecho de serlo, tiene dere-
cho a que se le trate con igual consideración y a que se respete su vida, su li-
bertad y su propiedad, y la garantía de estos derechos es la razón de ser de
toda organización política. De esta forma, el Derecho natural se presenta
como una nueva y concreta concepción de la justicia (hoy sabemos que no
es la única concepción posible de la justicia), que contrasta llamativamente
con la anterior.
Esta concepción, característica de la obra de los ya citados Grocio y Locke
y desarrollada después por Immanuel Kant (1724-1804), aunque hoy nos re-
sultaría conservadora (nótese su acento en la necesaria preservación de los de-
rechos naturales originarios, con lo que ello implica de cierre a su eventual
ampliación), atacó de lleno a la médula del Estado absoluto de su época, por
cuanto impuso límites muy estrictos al poder político. Los derechos no son,
para estos autores, una concesión generosa del Estado, sino el norte y límite
de su actividad. De acuerdo con el modelo del iusnaturalismo racionalista, la
función prioritaria del Estado es precisamente asegurar el goce de los dere-
chos naturales, los cuales actúan como barreras o inmunidades, a la vez que como
primer criterio de legitimidad del poder.
La base individualista de esta primera concepción de los derechos es in-
negable. En su proyección técnico-jurídica se apoya el concepto de derecho
subjetivo, desconocido hasta entonces y base todavía del Derecho público
occidental. Sin embargo, la crítica posterior, en especial a partir de la obra de
Marx, ha puesto de manifiesto la abstracción y el formalismo subyacentes a este
planteamiento: en el iusnaturalismo racionalista la persona se presenta ideali-
zada, al margen de su contexto histórico, y ello hasta el punto de que los de-
rechos finalmente defendidos no son otros que los del individuo aislado y pro-
pietario, los del ciudadano burgués. Esta concepción, que podríamos llamar
mínima (seguridad, libertad y propiedad) de los derechos humanos, en la cual
los derechos sociales no tienen encaje, acaba a la postre demostrándose, en
la práctica, poco natural (se privilegia al más artificial de los derechos, la pro-
piedad privada) y poco universal (se protegen, sobre todo, los derechos de la
minoría propietaria).

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Como ya apuntábamos, en su proyección política la concepción clásica de


los derechos naturales se presenta unida al liberalismo, propugnándose en casi
todas sus versiones, al menos sobre el papel, un Estado mínimo, limitado a ga-
rantizar la igual libertad de todos. Por principio, el Estado y la Sociedad deben
mantenerse separados, permitiendo el primero que la segunda fije autónoma-
mente sus fines y camine sin interferencias hacia su consecución. En esta mis-
ma línea de pensamiento se inscribe otra idea importante para la consolida-
ción de los derechos humanos: la división de poderes, formulada también por
Locke y desarrollada después por Montesquieu (1689-1755), según la cual el
primer valor a preservar es la libertad individual, que sólo puede garantizarse
de forma adecuada si el poder del Estado se encuentra dividido.
Por otro lado, el esfuerzo por sustentar sobre bases racionales la ley natu-
ral corre paralelo con la construcción del orden político como fruto de una de-
cisión libre y de un contrato entre individuos en origen dotados de autono-
mía, que crean el Estado para garantizar los derechos procedentes del estado
de naturaleza. Tras esta nueva teoría política se encuentra la vieja idea del con-
trato social, desarrollada con amplitud por Jean-Jacques Rousseau (1712-
1778), según la cual la libertad natural debe transformarse en libertad políti-
ca, constituyéndose el Estado a partir del acuerdo entre individuos igualmente
libres. Mediante el contrato, sin embargo, los individuos renuncian a parte
de su libertad, en beneficio de la libertad de todos: los derechos civiles, aun-
que fundados en los derechos naturales, ya no son ilimitados, tal y como se-
ñala el artículo 4 de la Declaración francesa de Derechos del Hombre y del Ciu-
dadano, de 1789: «La libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudica
a los demás: así, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tie-
ne más límites que los que aseguran a los demás miembros de la sociedad el
goce de esos mismos derechos».
La tensión entre el componente iusnaturalista y contractualista de la pri-
mera formulación teórica de los derechos humanos es, sin embargo, patente,
resolviéndose, casi siempre, con la victoria del primero sobre el segundo. De
la idea del contrato social surge ya, de forma necesaria, la superación de una
concepción exclusivamente negativa de la libertad y la ampliación del catálo-
go de los derechos hacia los derechos de participación. Sin embargo, frente a

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esta derivación lógica del contractualismo, la burguesía hará prevalecer argu-


mentos como los siguientes: el contrato social no puede poner fin a la liber-
tad (en términos más actuales diríamos que los derechos humanos tienen una
base racional pero no consensual); los derechos de participación son de natu-
raleza civil y no natural, pertenecientes por ello, en el mejor de los casos, sólo
a los ciudadanos y no a todas las personas; y la participación de todos en la for-
mación de la voluntad del Estado es un presupuesto lógico, no algo que por
fuerza deba acontecer en cada concreta circunstancia histórica.

5. Revoluciones burguesas y constitucionalismo. El modelo recién descri-


to tuvo gran influencia en los protagonistas de las primeras revoluciones bur-
guesas: la revolución norteamericana y la francesa, y en sus declaraciones de
derechos, entre las que pueden respectivamente destacarse la Declaración de De-
rechos de Virginia (1776) y la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano (1789). La incidencia doctrinal queda patente no sólo en estas de-
claraciones (por ejemplo, artículos I de 1776 y 1 y 2 de 1789), sino también
en su relación con las Constituciones: las primeras preceden en el tiempo a las
segundas, como si la plasmación histórica del contrato social (el pacto consti-
tuyente) hubiera de esperar a la previa proclamación de los derechos naturales,
no creados por consenso sino meramente declarados o reconocidos por la nue-
va comunidad política. A este respecto, resulta significativa la plasmación en la
Declaración de 1789 y en textos posteriores del derecho de resistencia: si los po-
deres constituidos (artificiales, por tanto) vulneran los derechos declarados (es
decir, naturales) por el poder constituyente, «la insurrección es para el pueblo
y para cada sector del pueblo el más sagrado de los derechos y el más indis-
pensable de los deberes», como dice la Constitución francesa de 1793.
La asunción por el constitucionalismo originario de las doctrinas de los de-
rechos naturales y del contractualismo se produce con toda la carga revolucionaria
(ruptura y sustitución del modelo del Estado absoluto por un modelo anta-
gónico, el Estado de Derecho) propia del modelo, pero también con todas sus
contradicciones e insuficiencias: el catálogo de los derechos reconocidos es un
catálogo mínimo, reducido básicamente a los derechos de seguridad, libertad
y propiedad, y el Estado no tiene más finalidad, al menos en la teoría, que el

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mantenimiento de la libertad. De esta forma, en las primeras Constituciones


del liberalismo político raramente hay referencias a los derechos sociales ni a
las tareas positivas del poder público.
El nuevo momento es, en todo caso, esencial, marcando un antes y un
después en la Historia de los derechos humanos. Gracias a las declaraciones de
derechos y a su posterior incorporación a las Constituciones, los derechos de-
jan de ser meros principios o aspiraciones morales, para transformarse en la base
de legitimación del poder efectivamente existente y en el sustento de auténti-
cas exigencias, protegidas como derechos subjetivos por el Derecho objetivo:
utilizando la terminología actual [§ 12], los derechos humanos se transfor-
man en derechos fundamentales.
La dos grandes revoluciones burguesas tienen lugar en contextos sociopo-
líticos y en tradiciones culturales sensiblemente distintas. Aun hoy, pese a las
indudables interferencias mutuas, en cierto sentido ejemplifican dos formas di-
ferentes de entender y realizar en la práctica los derechos humanos. Así, los nor-
teamericanos ponen el énfasis en la necesidad de limitar al poder político, in-
cluso al poder legislativo, lo que resulta coherente con la doctrina de los
derechos naturales, superiores a todo poder. Además, desde el primer mo-
mento y sobre todo a partir de 1803 (Sentencia Marbury versus Madison, del
Tribunal Supremo), la Constitución resultó ser plenamente normativa (con al-
gunas paradojas, como el mantenimiento de la esclavitud hasta 1861) y, por
tanto, los derechos en ella reconocidos fueron vinculantes para el legislador y
exigibles ante los tribunales. No hay grandes obstáculos en los Estados Uni-
dos a la consideración de los jueces como últimos garantes de los derechos, es-
tándoles incluso permitida la inaplicación de las leyes contrarias a los mismos
(control difuso de constitucionalidad). Por contra, los revolucionarios franceses
confían en la sabiduría y la justicia de la ley, concebida como emanación de
la voluntad general y, por consiguiente, ajena por definición a la injusticia y a
la opresión. Uniendo esto a la tradicional desconfianza francesa en los tribu-
nales, heredada del Antiguo Régimen, se comprenderá que la supremacía de
la Constitución no cuajará con facilidad en Europa. De otro lado, la concep-
ción de los derechos y del papel del Estado no es tan monolítica en Francia como
en los Estados Unidos: aunque, por distintos motivos, no llegará a prevalecer,

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hay en Francia, y en general en toda Europa, una corriente importante a fa-


vor de los derechos sociales y de una actitud más activa del Estado; por ejem-
plo, ya la Declaración de 1793, impulsada por los jacobinos, consagró los de-
rechos a la educación y a los medios de subsistencia, que después jugarán un
papel importante en la tradición socialista. En todo caso, la impronta domi-
nante en estos textos y de los que después se promulgaron bajo su influencia,
es la propia del liberalismo, de forma tal que los derechos, en Francia como
en Estados Unidos, son concebidos, ante todo, como instrumentos de defen-
sa frente al poder del Estado.

CRISIS Y RENACIMIENTO DEL CONSTITUCIONALISMO

6. Crisis del constitucionalismo en Europa. El constitucionalismo, como mo-


vimiento político defensor de la limitación del poder del Estado mediante la
incorporación de los derechos humanos a una norma jurídica superior, tarda
en consolidarse en Europa. Contemplado en su conjunto, el largo período
que va desde la Restauración monárquica (1815) al final de la Segunda Gue-
rra Mundial (1945), pese a sus altibajos y paréntesis, implica la frustración
del proyecto revolucionario y, en definitiva, de buena parte de sus ideales. Los
elementos más significativos de esta crisis son los siguientes:

a) Ya hemos apuntado alguna de las contradicciones internas de la doctrina


de los derechos naturales. Cuando esta doctrina pretende llevarse a la prác-
tica, las contradicciones se hacen más patentes: la libertad aparece fre-
cuentemente limitada y la democracia (en su sentido moderno, como su-
fragio universal) no acaba de abrirse paso. De otro lado, conforme avanza
el siglo XIX, el propio liberalismo abandona la proyección utópica del pro-
grama revolucionario: los derechos dejan de ser naturales y lo que intere-
sa es defender el Derecho positivo que es, sobre todo, la ley. La influyen-
te doctrina alemana del Derecho público, fruto del pacto entre el antiguo
y el nuevo régimen, ejemplifica bien esta tendencia: más que formular
una doctrina alternativa al iusnaturalismo, impone una forma de conce-

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bir e interpretar el Derecho ajena a todo planteamiento valorativo (el for-


malismo jurídico), lo que acaba implicando la desaparición misma de la
categoría de los derechos fundamentales, que incluso llega a ser sustitui-
da por otra, los derechos públicos subjetivos, que traen su origen de la ley
y no de la Constitución (Estado legal de Derecho).
b) El surgimiento de concepciones de los derechos alternativas al iusnatura-
lismo racionalista, que atacan al corazón mismo de esta doctrina. La más
relevante es seguramente el historicismo, que remite el fundamento de los
derechos a la tradición histórica, bien a las normas consuetudinarias, bien
a los antiguos pactos entre el Rey y el Parlamento o determinados esta-
mentos. De forma paralela, se habla de Constitución material, por opo-
sición al intento del constitucionalismo de imponer como norma un tex-
to escrito, transformador del orden característico del Antiguo Régimen.
Se trata, en definitiva, de posiciones reaccionarias, que atacan la noción
misma de derechos humanos, pretendiendo el retorno a una concepción
de los derechos que recuerda a la medieval [§ 2].
c) Las dificultades de la Constitución para imponerse como norma jurídica.
En Francia y en casi todo el continente europeo la afirmación de la sobe-
ranía del Parlamento trajo como consecuencia la pérdida de la fuerza nor-
mativa de la Constitución, por lo que los derechos fueron allí eficaces en
la medida en que lo fue el principio de legalidad. Salvo en períodos ex-
cepcionales, la Constitución no logra imponerse frente al Parlamento y los
derechos sólo son tutelados por los jueces cuando aquellos son reconoci-
dos por ley.
d) La aparición, desde mediados del siglo XIX, de movimientos políticos al-
ternativos al liberalismo, que destacan con mayor contundencia sus con-
tradicciones e insuficiencias. Estos movimientos, hoy seguramente com-
patibles con lo mejor de la tradición liberal, en su origen se presentan en
oposición con ésta, acelerando su crisis. Son sobre todo dos: el movi-
miento democrático, que otorga un valor prioritario a los derechos de par-
ticipación y a la expansión de la democracia participativa, y el movimiento
socialista, que enfatiza el valor de la igualdad material y, con ella, de los
derechos sociales. En algunos países, en determinados momentos, buena

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H IS TO RI A Y C O N CE P TO DE LOS D ER E CH O S H U M AN O S 13

parte de las ideas de ambos movimientos llegan a cuajar, e incluso a plas-


marse en los textos constitucionales, como los de México de 1917 (Cons-
titución de Querétaro), Alemania de 1919 (Constitución de Weimar) o
España de 1931 (II República), muy similares ya en su contenido a las Cons-
tituciones actuales. Sin embargo, en Europa, por razones bien conocidas,
estos textos no llegan a consolidarse como normas.

La Historiografía actual acostumbra a presentar el proceso de positivación


de los derechos humanos de forma acumulativa: cada etapa asumiría los logros de
la anterior, sin transformaciones revolucionarias que cuestionaran radical-
mente lo realizado con anterioridad. Suele hablarse así de tres grandes etapas
de la paralela evolución del Estado y de los derechos: el Estado liberal de De-
recho, que integra los derechos de libertad o, más en general, de defensa fren-
te al poder del Estado; el Estado democrático, que añade los derechos de par-
ticipación sin cuestionar en lo esencial el liberalismo; por último, el Estado social,
no siempre reconocido de forma expresa en los textos constitucionales, cuya
finalidad principal es la satisfacción de las necesidades básicas de los individuos,
articuladas mediante derechos sociales o de prestación. Desde la perspectiva ac-
tual no hay una ruptura necesaria, sino evolución en la forma de Estado, aun-
que con una importante transformación del modelo clásico del Estado libe-
ral. Sin embargo, analizadas las cosas en su contexto, el proceso no fue tan
lineal: los derechos de participación y los derechos sociales sólo fueron reco-
nocidos gracias a la lucha larga y difícil de los movimientos democrático y so-
cialista contra el Estado liberal, inicialmente cerrado a la participación y a la
justicia social. Todo ello sin olvidar que, aun hoy, el Estado social sigue sin ope-
rar como auténtico principio constitucional, al mismo nivel que los otros dos
[§ 19 c)].

7. Renacimiento del constitucionalismo tras la Segunda Guerra Mun-


dial. La aparición y consolidación del fascismo en Europa, especialmente en
Alemania, demostró la debilidad de los incipientes logros de los movimientos
democrático y socialista; resulta significativo que la llegada al poder de Hitler
se produjo bajo la vigencia formal de la Constitución de Weimar. Tras la Se-

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gunda Guerra Mundial se toma conciencia de la necesidad de reforzar la nor-


matividad de la Constitución, sobre todo frente al legislador, y de potenciar
el sometimiento de todos los poderes públicos a los valores materiales impli-
cados en la noción clásica de los derechos humanos. En este contexto, resul-
tan muy importantes los textos constitucionales aprobados precisamente en los
países donde triunfó el fascismo: la Constitución italiana de 1947 y la Cons-
titución alemana (Ley Fundamental de Bonn) de 1949, ambas todavía vi-
gentes, contienen preceptos irreformables (cláusulas de intangibilidad), crean
un Tribunal Constitucional competente para declarar la inconstitucionalidad
de las leyes, y contienen un completo catálogo de derechos. En aras del con-
senso y del posibilismo económico (o, si se quiere, del mantenimiento sin fi-
suras del capitalismo frente al bloque soviético) quedan fuera, sin embargo, los
derechos sociales.
Este retorno a los valores iniciales del constitucionalismo cobra progresi-
va fuerza en Europa y en el resto del mundo en la segunda mitad del siglo XX.
Conforme van incorporándose a la democracia, todos los países occidentales
aprueban Constituciones plenamente normativas, dotadas además de catálo-
gos de derechos cada vez más extensos. El fenómeno es perceptible sobre todo
en los países que se incorporan más tarde a la democracia, como Portugal
(1974), España (1978), los países de Europa del Este (desde 1989) y buena par-
te de Latinoamérica, cuyas Constituciones contienen un amplio número de de-
rechos sociales, en contraste con los textos inmediatamente posteriores a la
Segunda Guerra Mundial.
Cualquier pretensión de reforzar la vinculación de los contenidos materiales
de la Constitución, y en especial de los derechos que esta reconoce, pasa por
dar entrada a los derechos humanos (a un cierto iusnaturalismo, si se quiere)
en el razonamiento jurídico y por potenciar los mecanismos de protección, en-
tre ellos las garantías judiciales, en la línea del constitucionalismo norteame-
ricano. Frente a esta tradición, convendría, sin embargo, reivindicar la vieja idea
europea (presente ya, por ejemplo, en la Constitución francesa de 1793) en fa-
vor de un Estado comprometido con la justicia social, superando la concep-
ción estrictamente liberal de los derechos, propia del iusnaturalismo raciona-
lista de corte anglosajón. En muchos países europeos y latinoamericanos las

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tradiciones liberal y legalista, así como las dificultades para controlar al poder,
son todavía muy fuertes, y ello pese a la ya aludida penetración de importan-
tes y renovados contenidos materiales en los textos constitucionales. Aunque
puede plantear algunos riesgos para el principio democrático (téngase en cuen-
ta que el neoconstitucionalismo llega cuando el poder cuenta con una legiti-
mación que no tuvo en el siglo XVIII), el adecuado desarrollo de la vinculación
de las tareas estatales y de los mecanismos judiciales de protección de los de-
rechos, y en especial de los derechos sociales, son todavía retos pendientes de
la dogmática.

8. Internacionalización de los derechos humanos. Marcada también por


el impacto de la Segunda Guerra Mundial, en diciembre de 1948 la Asam-
blea General de las Naciones Unidas (integrada entonces por 58 Estados) apro-
bó la Declaración Universal de Derechos Humanos, que cabe incluir en el fe-
nómeno del renacimiento de lo mejor de la tradición iusnaturalista. Se trata
de un acontecimiento histórico sin precedentes, que refleja el consenso uni-
versal, una suerte de conciencia jurídica de la humanidad, articulada en tor-
no a unos principios básicos de convivencia. La Declaración proclama de ma-
nera solemne que todos los seres humanos «nacen libres e iguales en dignidad
y derechos». Contiene un catálogo de derechos de base fundamentalmente li-
beral, acompañado de algunos derechos de participación y sociales.
La Declaración fue concebida en un principio como un texto de carácter
moral. Ha sido utilizada como bandera política por movimientos de muy va-
riado signo y todavía hoy sirve como punto de referencia casi obligado para
el debate sobre los derechos humanos. En la actualidad la Declaración se en-
cuentra plenamente integrada en el Derecho internacional de los derechos hu-
manos, gozando de gran influencia en el desarrollo de normas posteriores, do-
tados de una mayor fuerza vinculante, como la Convención para la Eliminación
de todas las Formas de Discriminación Racial (1965), el Pacto de Derechos Ci-
viles y Políticos (1966), el Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Cultu-
rales (1966), la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Dis-
criminación contra la Mujer (1979), la Convención contra la Tortura y otros
Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (1984), la Convención de

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los Derechos del Niño (1989) o la Convención para la Protección de los De-
rechos de los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares (1990). Como ve-
remos, los mayores logros en cuanto a la vinculación jurídica de los derechos
humanos en el plano internacional se han logrado en el seno de dos institu-
ciones regionales, el Consejo de Europa y la Organización de Estados Ameri-
canos [§§ 89, 90].

CONCEPTO Y CONCEPCIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS

9. Concepto de derechos humanos. Cualquier intento de definición de los


derechos humanos debe partir del uso consolidado del término en el lengua-
je común. Preciso es advertir de antemano que «derechos humanos» es un tér-
mino persuasivo, muchas veces utilizado para convencer y no para describir,
y del que frecuentemente se abusa. En síntesis, los contextos actuales de uti-
lización del término pueden reducirse a dos: la Ética y el Derecho internacio-
nal. Las acepciones correspondientes del término suelen presentarse de forma
separada; sin embargo, resulta posible una definición que dé cuenta de ambas,
y ello en un sentido como el siguiente: los derechos humanos son demandas
de abstención o actuación, derivadas de la dignidad de la persona y reconoci-
das como legítimas por la comunidad internacional, siendo por ello merece-
doras de protección jurídica por el Estado. Veamos más despacio los cuatro ele-
mentos de esta definición:

a) Los derechos humanos son demandas, esto es, exigencias de abstención o


actuación, derechos morales, en el sentido de no siempre reconocidos por
el Derecho positivo. Se trata de demandas concretas de especial fuerza,
de ahí la configuración, por buena parte de los filósofos morales, de los de-
rechos humanos como derechos subjetivos morales. Esta opción tiene la ven-
taja de destacar la vinculación de los derechos humanos (la idea de subje-
tividad evoca posiciones normativamente establecidas) y de diferenciar
esta categoría de otros conceptos morales de naturaleza más objetiva y di-
fusa, como los valores. Sin embargo, tiene dos inconvenientes: toma pres-

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tado un concepto elaborado por la dogmática jurídica, con un sentido


técnico muy preciso, ajeno en su evolución a la Ética, y puede contagiar
a ésta del excesivo individualismo que, todavía hoy, lastra la categoría del
derecho subjetivo [§ 4].
b) Los derechos humanos son demandas derivadas de la dignidad humana.
Como derechos morales, amparan exigencias importantes, no demandas
circunstanciales, referidas a cuestiones de escasa entidad, que no afectan
ni comprometen la posibilidad de una vida digna. De entre todos los va-
lores o principios morales, seguramente sea la dignidad, por su amplitud
y generalización, el más adecuado para servir de soporte material a todos
los derechos humanos. Como sabemos, al menos desde Pico della Mi-
randola, la Modernidad implica la creencia en que todo ser humano po-
see un valor independiente de su estatus, reconocimiento social o de la po-
sesión de determinados rasgos. De este postulado se desprende un conjunto
de normas de abstención y actuación, que cabe resumir en la prohibición
de reducir la persona a un simple instrumento al servicio de fines ajenos,
pero también en el reconocimiento de necesidades que merecen ser aten-
didas; nadie discute hoy seriamente la existencia de derechos humanos
sociales y de prestación. Por otro lado, el postulado protege a la persona
frente a toda agresión externa, siendo indiferente el origen público o pri-
vado de dicha agresión.
No todos están de acuerdo, sin embargo, con integrar la dignidad en
el concepto de derechos humanos: algunos filósofos prefieren atribuir el
puesto central a la autonomía moral, otros optan por una enumeración más
amplia de valores (por ejemplo, dignidad, libertad e igualdad), no faltan-
do quienes dejan esta cuestión indefinida, poniendo en manos de la co-
lectividad la determinación de los valores que doten de contenido moral
a las demandas sociales, permitiéndolas así ser caracterizadas como dere-
chos humanos.
c) Los derechos humanos son demandas reconocidas por la comunidad in-
ternacional. De esta forma, se ponen en conexión las dos formas más ha-
bituales de utilización del término «derechos humanos»: la Ética y el De-
recho internacional. Una demanda de individuos o grupos, o de una

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minoría de filósofos, fundada en una interpretación subjetiva de la dignidad


humana, no reconocida por la comunidad internacional, no parece me-
recer el calificativo de derecho humano. Para lograrlo, es indispensable
que dicha demanda sea congruente con un conjunto de principios y va-
lores ampliamente compartidos, plasmado, ante todo, en la ya citada De-
claración Universal de Derechos Humanos de 1948. No es difícil, a nues-
tro entender, encontrar en este catálogo (o en los textos internacionales
posteriores más relevantes), de un modo u otro, la práctica totalidad de las
demandas sociales de nuestro tiempo, incluyendo las más recientes de
igualdad material y solidaridad.
Téngase en cuenta, no obstante, que la necesidad de reconocimiento in-
ternacional debe entenderse de forma relativa. Estrictamente, los dere-
chos humanos no deben su existencia al reconocimiento externo sino a su
racionalidad intrínseca; de otro modo, no podrían cumplir una de sus
funciones más características (la definitoria, en términos de Dworkin): la
protección de las minorías frente a los designios de la mayoría.
d) Los derechos humanos son demandas que han logrado o que aspiran a
lograr la protección del ordenamiento jurídico. Los mecanismos de pro-
tección son esenciales para que los derechos resulten efectivos. Hoy por hoy,
el Derecho internacional, incluso a nivel regional, resulta insuficiente, re-
sultando siempre necesaria la protección estatal [§ 91].
Sin embargo, no hay que confundir los derechos humanos con las garantías
para protegerlos [§ 77]. La ausencia de dichas garantías no implica la ausencia
de derechos humanos, los cuales, como demandas que son, conservan su vi-
gencia independientemente de su reconocimiento fáctico por parte de un
determinado ordenamiento positivo. Las demandas no contenidas en las
normas jurídicas o las contenidas en ellas pero careciendo de las garantías
necesarias para lograr su efectividad, son derechos humanos, siempre que,
como es obvio, cumplan el resto de los elementos de la definición.
Aunque estamos defendiendo la configuración de los derechos huma-
nos como derechos morales, hacemos también un esfuerzo por conectar
esta categoría con el mundo del Derecho. Se alude así, en la misma defi-
nición, a la dimensión jurídica de los derechos humanos, que aunque es

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externa a ellos, resulta indispensable para asegurarles eficacia y para pre-


cisar su alcance concreto. Insistimos en que la dimensión moral de los de-
rechos humanos es su dimensión característica: garantiza su fuerza y vigencia
al margen de los vaivenes de la Historia, de las contingencias de un con-
senso circunstancial y de su consagración en el Derecho positivo. De esta
forma, la apelación a los derechos humanos sigue teniendo sentido (incluso
más) si un Estado decidiese la eliminación o suspensión indefinida de su
vigencia. Históricamente, la demanda de derechos en ausencia de su re-
conocimiento jurídico ha servido para limitar la arbitrariedad del poder
e incluso para cuestionar una legalidad basada en los privilegios o en la mera
fuerza.
Téngase en cuenta, además, que la apelación a los derechos humanos es
también importante cuando estos se encuentran reconocidos por el Dere-
cho positivo. Una de las críticas más comunes al positivismo, que lastra
todavía los métodos de trabajo de la dogmática jurídica, especialmente en
la Europa continental, es su olvido del componente moral de los derechos,
aduciendo que lo único relevante es defender el Derecho positivo [§ 6 a)].
Incluso en países dotados de un catálogo de derechos contenido en una
Constitución normativa conviene tomar en serio la dimensión moral de los
derechos, esto es, los derechos humanos, con el fin de contar con una ins-
tancia distinta para valorar de manera crítica un determinado ordenamiento
legal e implementar sus posibilidades interpretativas, en un sentido más
favorable a la dignidad de la persona [§ 17]. No se olvide, además, que la
positivación de los derechos es un proceso dinámico y abierto, a través del
cual un principio moral o una demanda de libertad va ganando, poco a poco,
el espacio jurídico indispensable para su consolidación.
Los derechos humanos se ubican así en el cruce de caminos entre Mo-
ral, Derecho y Política, entre las exigencias éticas y la necesidad de trans-
formar una aspiración moral en un derecho subjetivo. El discurso y la
práctica de los derechos nos enfrentan de continuo con conflictos mora-
les, con cuestiones jurídicas y con asuntos políticos. Cualquier análisis que
descuide la dimensión jurídica de los derechos humanos, no tome en se-
rio la carga moral que alienta en ellos o subestime las políticas que ase-

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guran las condiciones para su ejercicio, resultará irremediablemente uni-


lateral e insatisfactorio.

De una definición como la propuesta se derivan importantes consecuen-


cias sobre la estructura social, económica y política. El desarrollo más porme-
norizado se encuentra, sin duda, en el ámbito político. Hoy uno de los crite-
rios más importantes utilizados para medir la legitimidad del poder es el respeto
y protección de los derechos humanos. Sin embargo, no nos parece correcto
integrar esta perspectiva en la definición: más que un elemento del concepto,
parece un dato de la realidad o, a lo sumo, una de las funciones que los dere-
chos humanos desempeñan en la actualidad.

10. Fundamento de los derechos humanos. Con frecuencia se confunden


las preguntas sobre el concepto y el fundamento de los derechos humanos;
algo que no debe extrañar, pues ambas se mueven en el mismo plano, el de la
Ética, y se encuentran íntimamente entrelazadas: la definición de los derechos
debe completarse con la determinación de su catálogo (¿cuáles son los dere-
chos humanos?), y eso sólo puede hacerse recurriendo a los valores o princi-
pios que les sirven de fundamento.
La pregunta por el fundamento de los derechos humanos es formulada de
modos muy distintos. En sentido estricto, implica determinar cuáles son los va-
lores, principios o derechos básicos (por ejemplo, la autonomía moral, la digni-
dad o la igualdad) que justifican la inclusión de unas figuras en el catálogo de
los derechos humanos y la exclusión de otras, así como los criterios de relación
entre los derechos, y en particular si existe o no alguna prioridad entre ellos (por
ejemplo, entre la libertad y la igualdad). En sentido amplio, implica, además de
lo anterior, llevar hasta sus últimas consecuencias la opción valorativa previa-
mente asumida, esto es, determinar con mayor precisión el catálogo de los dere-
chos humanos y resolver los conflictos concretos que se plantean en la práctica.
Otro modo de formular la pregunta acerca del fundamento de los derechos
humanos se detiene en la trascendental cuestión metodológica, de carácter
metaético y seguramente previa a todas las demás, que consiste en determinar
cómo se definen y, sobre todo, cómo se fundamentan los derechos. De entra-

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da, son hoy más bien minoritarias las aproximaciones cognoscitivas, según las
cuales los juicios de valor expresan conocimiento; recordemos aquí la actitud
metodológica de la doctrina de los derechos naturales o del historicismo, que
pretendían descubrir el fundamento de los derechos en la ley natural o en la
Historia [§§ 4, 6 b)]. Hoy el método utilizado para definir y fundamentar los
derechos es mayoritariamente de base no cognoscitiva, esto es, parte de la con-
sideración de la Moral no como algo que el sujeto descubre, sino como algo
que el sujeto construye (constructivismo ético). Aceptando este método como
punto de partida, se abre el difícil interrogante sobre cómo construir la Ética,
y en especial, sobre el papel que en esta tarea ha de otorgarse a la participación y
al consenso de los implicados.

11. Diversidad de concepciones de los derechos humanos. Aun partiendo


de la común consideración de los derechos humanos como derechos morales
y de un método de fundamentación de base constructivista, en la actualidad
observamos una importante diversidad en la determinación del catálogo de los
derechos y, sobre todo, en la fijación de las relaciones entre los mismos, es de-
cir, una gran diversidad de concepciones o teorías de los derechos.
Si optamos por una concepción que prime la participación y el consenso
sobre todo lo demás, en la línea de la Ética comunicativa, favoreceremos un ca-
tálogo de derechos más abierto e indefinido (derechos humanos son los que de-
cida la mayoría, después de un debate racional entre los integrantes de la co-
munidad), tendente a otorgar prioridad a los derechos de participación sobre los
demás, tal y como sucede en la Teoría de los derechos de Jürgen Habermas. Se-
gún viene a afirmar este autor, el fundamento de los derechos es la racionalidad
intersubjetiva y sólo merecen ser reconocidos como tales los susceptibles de con-
vertirse en «norma universal», esto es, de obtener el consenso de sus posibles ti-
tulares y obligados. Si, por el contrario, preferimos hacer uso de un método dis-
tinto, más asentado en consideraciones materiales que procedimentales, las
respuestas posibles a las preguntas centrales de los derechos humanos serán muy
variadas, dependiendo, sobre todo, de las inclinaciones políticas de cada autor.
Dentro de las actuales concepciones materiales de los derechos humanos
puede advertirse, en síntesis, una dualidad fundamental, que distingue entre:

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a) Concepciones de corte liberal, que van desde las posturas netamente con-
servadoras, defensoras de un Estado mínimo a lo Hayek o Nozick, a las
más moderadas, como la influyente Teoría de la justicia, de John Rawls,
que dan una cierta entrada a la justicia social, si bien sin cuestionar la
prioridad de la libertad sobre la igualdad. Todas ellas son, en mayor o me-
nor medida, herederas del viejo modelo de los derechos naturales [§ 4],
por cuanto, si bien abandonan el iusnaturalismo estrictamente considerado,
siguen teniendo como presupuesto una visión formalista de la persona y
otorgando clara prioridad a los valores individuales, sin atribuir a los de-
rechos sociales la naturaleza de derechos humanos.
b) Concepciones de corte socialista, que van desde la teoría de los derechos
de la Escuela de Budapest, que pone el acento en las condiciones históri-
cas y particulares de la persona, esto es, en el contexto de realización de
los derechos humanos, situando en el centro de la argumentación moral
las necesidades básicas, a las teorías que tratan de conjugar el socialismo
democrático con lo mejor de la tradición liberal (socialismo liberal). To-
das ellas coinciden en la defensa de un Estado activo y de un cierto mar-
gen a la utopía, concibiendo los derechos no como el retorno a un origi-
nario estado de naturaleza sino como un horizonte a alcanzar.

La opción entre las posiciones procedimentales y materiales resulta difícil,


y tal vez no haya otro remedio que intentar alguna aproximación entre ambas y
propugnar una suerte de modelo ecléctico. Un modelo en exclusiva proce-
dimental no puede ser asumido, y ello sobre todo por tres motivos: olvida que
históricamente los derechos son, entre otras cosas, la proyección de valores
materiales que deben quedar preservados de la voluntad de la mayoría, por
mucho que esta pueda asentarse sobre un proceso público y abierto (en otras
palabras, la pureza del procedimiento no siempre garantiza la justicia del re-
sultado); presume la existencia de una situación comunicativa ideal, que no se
da en la realidad, ni siquiera en el Parlamento; y no ofrece una respuesta con-
creta a los principales problemas que hoy plantea la práctica de los derechos
humanos. Por su parte, un modelo puramente material tampoco parece del todo
compartible, por cuanto se compadece mal con la complejidad de la sociedad

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actual y con el consenso que, en toda sociedad democrática, requiere cual-


quier propuesta ética: si los derechos se establecen a favor de las personas con-
cretas, parece obligado requerir la opinión de éstas en la tarea de determinar
qué valores fundamentan los derechos y cómo se ordenan las relaciones entre
los mismos.
Si bien no es nuestro propósito desarrollar aquí una Teoría filosófica de los
derechos humanos sino tan sólo una Introducción a una Teoría jurídica de
los mismos, confesamos nuestra preferencia por las concepciones de los dere-
chos que tratan de conjugar libertad e igualdad. Pese a todo, insistimos también
en que cualquier concepción material de los derechos debe limitarse a poner-
se sobre la mesa, sin imposiciones de ningún tipo. Una cosa es defender una
teoría de los derechos y otra pretender que esa teoría sea asumida por quien
en última instancia deba decidir en una sociedad democrática [§§ 61, 64].

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LOS DERECHOS HUMANOS EN LATINOAMÉRICA: Apuntes sobre los desafíos y
tensiones que se observan en su implementación y vigencia.

Carlos A. Juárez Centeno

Abstract: En el presente trabajo se reflexiona respecto a los desafíos y tensiones que


observamos en la protección de los derechos humanos en la región, tanto en lo que
respecta a su implementación como a la vigencia de los mismos.

1) A nadie escapa que el escenario político ha cambiado radicalmente desde que el


movimiento de los derechos humanos se convirtiera en un actor decisivo en la
política latinoamericana y la problemática de los derechos humanos cobrara el
verdadero significado y preocupación que se merece, tanto por parte de los
gobiernos como de la opinión pública latinoamericana 1 . La mayoría de los países de
la región estaban regidos por dictaduras militares, y las violaciones sistemáticas de
los derechos humanos, como las desapariciones forzadas, ejecuciones
extrajudiciales, la tortura o las detenciones arbitrarias por sólo citar algunas de sus
formas, eran la norma. Actualmente, aún reconociendo que las instituciones
democráticas no son lo tan fuertes que debieran y a menudo ineficaces, gobiernos
elegidos por los procedimientos constitucionales y basados en el principio de la
soberanía popular, rigen en la región de forma casi generalizada desde los albores de
la década de los ochenta2. Ello no impide señalar que las violaciones a los derechos
humanos continúan observándose en la región y que, en algunos países, como el
caso de Colombia y México, van en franco aumento pero en la mayoría de los casos
no es producto de una política sistemática estatal como lo fue en el pasado. En tal
sentido, en esta primera década del siglo XXI se observa un cambio en la impronta
preocupante que se había sentado en la década de los noventa, cuando el discurso y
prácticas neoliberales de la mayor parte de los gobiernos de la región poco hicieron
por el efectivo respeto de la dignidad humana y de los pueblos de la región.

2) Todos los países latinoamericanos han firmado el Pacto Internacional de Derechos


Civiles y Políticos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, los
documentos internacionales de derechos humanos más importantes que tratan sobre
los derechos políticos y civiles. Si bien no puede afirmarse que la Comisión de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos, así como su Alto Comisionado, la
Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos hayan forzado a los gobiernos del hemisferio a dar fin a la


Director de la Maestría en Relaciones Internacionales, Profesor Titular e Investigador del Centro de
Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. cjc13@fibertel.com.ar

1 En la década de los ochenta comienza a desarrollarse este proceso, ya que en forma gradual, la
democracia vuelve a recuperarse en casi todos los países de la región, luego de una década en la que
habían imperado casi hegemónicamente los gobiernos de corte autoritario y la “Doctrina de la Seguridad
Nacional”, propiciada desde el norte del Continente por los Estados Unidos de Norteamérica en un
escenario internacional enmarcado en la “Guerra Fría”.
2 Si bien hay voces que señalan como excepción el caso cubano, en nuestra opinión el mismo tiene

diversas y complejas aristas para su análisis, cuestiones que exceden los objetivos de este trabajo.

1
violación sistemática de los derechos humanos. 3 Estas instituciones multilaterales y
regionales han jugado un papel importante en atraer la atención y crítica
internacional hacia la denuncia de dichas violaciones. 4

3) Sin embargo, a pesar de estos hechos positivos que comienzan a observarse con la
recuperación democrática en la región y de los importantes logros en la protección
de los derechos humanos, las violaciones al derecho a la vida y a libertades básicas
siguen existiendo, y los responsables de dichos abusos gozan de impunidad. El
acceso a la justicia sigue siendo desigual por razones económicas pero también
políticas; la discriminación en sus diferentes vertientes (cultural, social, ideológica,
étnica, racial, etc) continúa siendo una práctica habitual. En los albores del siglo
XXI, y luego de más de dos décadas de la recuperación democrática, América
Latina es la región más desigual del planeta y ello se traduce en que la mayoría de la
población carece de las oportunidades básicas para llevar una vida digna. 5

4) Paralelamente, y si bien muchos de los problemas que el movimiento


latinoamericano de derechos humanos enfrentara en los 70 y gran parte de los 80
han sido resueltos, es de destacar que en muchos casos esa resolución no contribuyó
a sanar las heridas del pasado ni a establecer los pilares de una reconciliación
nacional. Debates sobre “memoria” y “olvido” siguen generando tensiones en
nuestras sociedades y la búsqueda de formas de hacer frente a los legados de la
dictadura y la guerra interna, es una tarea aún pendiente en numerosos países de la
región. No sólo desde una dimensión jurídica y ética que dicha tarea reclama, sino
también teniendo en cuenta la necesidad de asegurar que dichos crímenes no se
repetirán y que las lecciones de los errores y “horrores” del pasado han sido
capitalizados. Es así como en este contexto, el tema de la impunidad se presenta
como uno de los más acuciantes. Si bien las dictaduras han desaparecido del mapa
de la región, gran parte del legado de los gobiernos represivos han permanecido en
el tiempo y las consecuencias más de una vez afloran de manera inesperada. Así, por
ejemplo:
a) En Argentina, luego de la aprobación de una serie de leyes que otorgaron
impunidad a violadores de derechos humanos –las vulgarmente conocidas
como Leyes de Obediencia Debida y de Punto Final- durante el mandato del
primer presidente constitucional de la transición democrática, Raúl Alfonsín,
amén de los Indultos presidenciales a las Juntas Militares que habían sido ya
juzgadas, en el primer gobierno del ex Presidente Carlos Saúl Menem, en los

3 Hay que recordar respecto al sistema interamericano de protección de los Derechos Humanos, la
excepcionalidad nuevamente del caso cubano, toda vez que Cuba fue expulsada de la OEA en la
Conferencia de Cancilleres de Punta del Este, en 1962, siete años antes de la firma de la Convención y
dieciséis antes de su entrada en vigor. También hay que señalar que la mayoría de los países de la región
adhirieron a la Convención y a la jurisdicción de la Corte, una vez retornada la democracia en la década
de los ’80.
4 Baste señalar como ejemplos paradigmáticos, el papel decisivo que tuvo la visita in loco que la

Comisión Interamericana efectuara en 1979 para observar el caso argentino, y que sirvió para
transparentar la gran cantidad de detenidos ilegales que había en el país, evitando así un mayor número de
personas “desaparecidas”; o las sanciones al régimen chileno en el seno de Naciones Unidas durante la
dictadura del Gral. Augusto Pinochet.
5 La brecha entre ricos y pobres cada vez es mayor y los porcentajes de distribución del ingreso son cada

vez más inequitativos. Paradójicamente, la democracia formal y neoliberal de los ’90, mucho ayudó en el
vertiginoso aumento de la pobreza, la marginación y exclusión, así como al engrosamiento de los
incluídos en dichas categorías en toda latinoamérica.

2
noventa, generaron como reacción un activismo judicial en los últimos años
relacionado con causas que intentaban encontrar el destino de los hijos de las
víctimas de la represión. En este sentido, a partir de 2003 se ha dado trámite
judicial por vez primera desde la redemocratización a los pedidos de
extradición de militares acusados como responsables de delitos de lesa
humanidad. En el inicio del mandato del actual presidente Néstor Kirchner
(2003-2007), el Congreso aprobó una ley declarando la nulidad de aquellas
leyes consagratorias de la impunidad. A pesar de este giro que el gobierno
argentino le imprime a la problemática de los derechos humanos, la cuestión
de la impunidad sigue haciendo “ruido” en la política nacional y en el
sistema judicial argentino.
b) En Chile, impulsados en parte por el arresto en Londres del General Augusto
Pinochet, a finales de la década de los noventa, los derechos humanos y la
impunidad se convirtieron en temas principales de la agenda política chilena,
generando un gran activismo judicial contra la impunidad impuesta por el
dictador a la transición democrática de su país, pero aún así y al igual que en
la mayoría de nuestros países, las discusiones sobre la impunidad genera
fuertes tensiones hacia adentro de la sociedad chilena.
c) Otro caso paradigmático es el de Guatemala, donde el riesgo de no castigar a
los responsables de los crímenes del pasado generó la posibilidad que el ex
dictador y autor de violaciones sistemáticas a los derechos humanos, el
General Efraín Ríos Montt, pudiera ser ungido Presidente del Congreso
Guatemalteco en el año 2000 y que postulara su candidatura a Presidente de
la nación en las elecciones del 2004.

Similares situaciones pueden observarse en toda América Latina, especialmente en


el resto de los países del cono sur y de la región andina.

5) Otro aspecto clave es la cuestión de los derechos económicos, sociales y culturales.


Como así también la problemática de la vinculación de estos derechos con los
derechos civiles y políticos.6 Es dable destacar las contradicciones que surgen en las
luchas diarias para implementarlos en países pobres con desigualdades extremas y
tradiciones democráticas débiles, como es el caso de muchos países del área. En
otros, que han sido categorizados como “economías emergentes”, “países
subdesarrollados” o “en vías de desarrollo”, si bien la situación era mejor, luego
de más de una década de prácticas neoliberales y de ajustes estructurales, la
situación se ha tornado similar y engloba, por tanto, a todos los países de la región.

6 Los llamados derechos civiles y políticos, surgen y han sido encaramados a la categoría de derechos
humanos positivos pro el constitucionalismo liberal o clásico de los siglos XVIII y XIX. Posteriormente,
en el período de entreguerras, surgen los económicos, sociales y culturales. Obra del constitucionalismo
social y del Estado benefactor. Se suele hablar de derechos humanos de primera y segunda generación,
respectivamente, pero ello sólo con fines didácticos o de una mejor comprensión de la historia de los
derechos humanos en ningún caso como diferenciación o categorización que implique “jerarquías”, ya
que como bien lo señala Salvioli, “(…)la Conferencia Mundial de Derechos Humanos realizada en Viena
en 1993, desestimó toda pretensión de jerarquización al reafirmar el pincipio de indivisibilidad,
universalidad e interdependencia de los mismos”. Para un desarrollo más completo de esta problemática
ver JUÁREZ CENTENO, Carlos. “Derechos Humanos: Aportes al debate de su fundamentación”. En:
Derecho de Prensa nº 8, septiembre de 2001, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad
Nacional de Córdoba. p. 6 y ss. La opinión de Salvioli puede encontrarse en “Algunas consideraciones
sobre derechos humanos las relaciones internacionales y el derecho internacional de la posguerra fría”.
En: Anuario de Relaciones Internacionales, CEA-UNC, 1994.

3
Al respecto podemos observar dos posturas que “tensionan” la discusión hacia
adentro de nuestras sociedades. Una perspectiva a la que podríamos denominar
“conservadora” y en la que se enrolan políticos de derecha, centro derecha y
conservadores, empresarios y tecnócratas de organismos internacionales –
especialmente de organismos multilaterales de crédito-, entre otros, plantean que no
es posible avanzar en la implementación de los derechos económicos, sociales y
culturales dadas las restricciones estructurales del sistema político y económico de
nuestras democracias. La otra postura, expresada a menudo por activistas de
derechos humanos, líderes de movimientos de base, políticos enrolados en el arco
ideológico de la izquierda, sectores reformistas, miembros de ONG’s, por citar
algunos, opinan que la democracia y los derechos civiles y políticos tienen una gran
deuda con la mayoría de la población que vive en la pobreza extrema, que el Estado
de Derecho y las instituciones democráticas significan poco para una población que
vive al borde de la inanición. A la par, denuncian la hipocresía de los países
desarrollados o centrales que elogian la recuperación democrática de la región y
hacen severas advertencias cuando ella está en peligro pero que simultáneamente
imponen políticas económicas restrictivas que aumentan el sufrimiento y exclusión
de porcentajes cada vez mayores de nuestras poblaciones.7 En esta “tensión” se
dirime una cuestión crucial en el seno de nuestras sociedades y que mucho tiene que
ver con la protección y vigencia de los derechos humanos en América Latina y ella
radica en llegar a un acuerdo o consenso sobre el tipo de democracia que nuestra
región se merece, discusión que ya se planteaba en la arena política de los años
setenta y que las dictaduras militares acallaron y postergaron. Ese dilema
consustancial a nuestra realidad es saber si tiene sentido preocuparse por una
“democracia formal” cuando el objetivo es lograr una democracia real, material o
sustantiva, entendida como el acceso igualitario a derechos económicos, sociales y
culturales básicos para la mayoría de la población.
Este dilema está cada vez más en el centro del debate político latinoamericano, y
presentan un dilema central para la comunidad de los derechos humanos, toda vez
que hay que destacar como sustantivo del concepto de derechos humanos su
indivisibilidad.8 Inextricablemente vinculado con ello se presenta el desafío de
hacer comprender a las mayorías que el mejor escenario político para luchar por los
derechos económicos, sociales y culturales es aquel donde los derechos civiles y
políticos se respetan y viceversa. Enmarcado todo ello en un sistema que a partir de
los valores de libertad, igualdad y solidaridad consagre y efectivicen las reglas del
juego democrático y del Estado de Derecho. Pero en este sentido es importante
señalar la deuda que el sistema democrático tiene para con vastos sectores de
nuestras sociedades.

7 Si se quiere ahondar en la problemática de las condicionalidades que los organismos multilarerales de


crédito han impuesto a los Estados de la región, ver TUSSIE, Diana y BOTTO, Mercedes. “Los Derechos
humanos en la agenda de los organismos económicos internacionales”. Trabajo realizado para la
segunda reunión del grupo de reflexión Regional que se realizó del 22 al 24 de mayo de 2003. Ver pp.7-
17, donde se detecta el descuido en lo referente a la vigencia de los derechos humanos por parte de estos
organismos.
8 Ver nota 6, especialmente la bibliografía allí citada.

4
6) En las últimas décadas, la violencia y el crimen aparecen como problemas
complejos y de difícil solución en América Latina. Si se tiene que ahondar en las
causas mucho tiene que ver, como ya lo expresáramos en los apartados 3 y 5, las
prácticas neoliberales que imperaron en la región, difundidas por una globalización
de igual signo que se manifiesta en el escenario internacional y que estigmatizaron a
la región como el “laboratorio” donde mejor se ensayaron dichos experimentos,
especialmente a lo largo de la década de los noventa. La instrumentación de dichas
políticas con escasa capacidad distributiva genera sociedades “duales”, sin clases
medias y con grandes porcentajes en los sectores bajos, indigentes y excluidos. El
modelo generó una desocupación con índices abrumadores y ello llevó a que
grandes porciones de la población de nuestros países, sean expulsados del sistema
engrosando así las filas de la pobreza, la marginalidad y la indigencia. 9 Todo ello va
generando un círculo vicioso de compleja solución y que, obviamente, genera más
violencia y delincuencia, que se traduce en un sentimiento o sensación de
“inseguridad” especialmente para los sectores beneficiados en este reparto. Ahora
bien, esta observación no debe llevarnos hacia un discurso de “criminalización de la
pobreza”. En tal sentido hay quienes expresan que: “(…) El Salvador, por ejemplo,
con un promedio aproximado de 120 homicidios cada 100.000 habitantes, tiene la
tasa de homicidios más alta del mundo. La cifra es aún más alta en ciudades
colombianas como Medellín (…) El homicidio no es el único problema: se registra
un incremento dramático en robos y asaltos, y pandillas juveniles, bandas de
secuestradores y narcotraficantes atemorizan a los habitantes de muchas ciudades
de la región. En Guatemala (…) por ejemplo, el crimen ha llegado a tales niveles
que es normalmente considerado el principal problema social, incluso por encima de
la pobreza y la desigualdad. La situación es parecida en países tan diversos en su
desarrollo económico como Brasil, Venezuela, México, Haití y Nicaragua. Y aún en
países con los niveles más bajos de criminalidad en la región, como Bolivia y Chile,
la percepción general es una de peligro en aumento. El impacto de esta ola de
criminalidad sobre los derechos humanos es notable. La legislación y las políticas
diseñadas para enfrentar estos y otros delitos, muchas veces no cumplen con las
normas internacionales sobre el debido procedimiento legal o la responsabilidad
policial. Medidas de ‘mano dura’ [o ‘gatillo fácil’] a menudo conducen al abuso
policial y la impunidad sigue siendo un problema serio. Ante lo que se percibe
como la ineficacia policial en algunos países, las fuerzas armadas han sido
puestas a cargo de la seguridad interna. La ineficiencia policial ha llevado a una
epidemia de ‘vigilantismo’, donde la gente (…) toma la justicia en sus propias
manos mediante linchamientos y el auge de escuadrones de la muerte de ‘limpieza
social’. En este contexto, nuevas formas de discriminación son cada vez más
evidentes, sobre todo en términos de represión policial y prácticas de sentencias
discriminatorias según la edad, raza y condición socioeconómica (…)” 10.

9 Ver “América Latina y la seguridad humana: contextualización, dimensiones normativa y principales


amenazas”. Informe presentado y coordinado por Claudia Fuentes y Francisco Rojas Aravena al
Seminario Internacional Seguridad Internacional Contemporánea: Consecuencias para la Seguridad
Humana en América Latina y el Caribe, organizado por UNESCO Y FLACSO, CHILE. Santiago de
Chile, 20/22 de agosto de 2003. Especialmente la parte séptima, pp. 55-84.
10 CARRASCO DÁVILA, Alan F. “Nuevos desafíos para la defensa de los Derechos Humanos”.

Ponencia presentada en el Tercer Congreso Virtual de Antropología y Arqueología. En:


http://naya.org.ar/congreso2002/ponencias/alan_carrasco_davila2.htm. Las negritas y agregado en
corchetes son nuestros.

5
Pero mientras la evidencia del problema es contundente, su tratamiento desde la
óptica de los derechos humanos es extremadamente complejo, ya que la
problemática de la criminalidad y la delincuencia nos posiciona ante un aparente
conflicto de derechos. Por un lado, los derechos civiles y políticos aseguran que los
ciudadanos se encuentren protegidos de abusos por parte del Estado y garantizan al
acusado igualdad de acceso a un proceso legal y juicio justo. Por el otro, los
ciudadanos tienen derecho a vivir en un ambiente seguro que proteja sus vidas y
propiedades de la agresión de terceros. Se presenta así una falsa antinomia, que
genera un debate muy en boga en la opinión pública de nuestras sociedades:
“galantismo” o “mano dura”. En estas posiciones encontradas que generan “ruido”
hacia adentro de las sociedades latinoamericanas, y en especial en los grandes
conglomerados urbanos, se esgrimen argumentaciones para reprimir el delito con
“mano dura” o “tolerancia cero”11 a costa de vulnerar las garantías
constitucionales, y por ende, los derechos humanos.
Esto representa un terrible dilema para la protección de los derechos humanos, para
los movimientos que son los principales actores en la lucha por su recepción
legislativa y efectiva concreción y goce, así como para los gobiernos en su política
en la materia, a los fines de contrarrestar ese discurso conservador dirigido más a
solucionar los efectos de esta encrucijada que las causas que lo originan. Así se
plantean ¿Cómo seguir defendiendo los derechos humanos sin perder el respaldo de
aquellos sectores de la ciudadanía –clases media y alta- que pueden percibir al
discurso en defensa de los derechos humanos como protector de criminales en vez
de defensor de las víctimas?12, obviamente que mucho tienen que ver en la
generación de este discurso, los continuos mensajes enviados por los medios
masivos de comunicación social, fogoneados por sus propietarios –grupos
empresarios de capitales mayoritariamente pertenecientes a las economías más
desarrolladas del planeta- con la finalidad de (de) “formar” la opinión pública en
aras del respeto a la protección de los intereses propios de los sectores mayormente
beneficiados en estas sociedades duales, complejas y no inclusivas.

7) Esta misma situación que venimos planteando, ha profundizado otro flagelo


especialmente preocupante en los inicios de este siglo XXI: las migraciones.
Ciertamente, en búsqueda de mejores condiciones de vida, miles de personas dejan
sus países del que son nacionales para establecerse en otros. En condiciones de
trabajo las más de las veces lamentables, y sin la documentación legal requerida por
el país receptor, se utiliza a esta minoría como mano de obra casi esclava,
excluyéndolos de los derechos humanos básicos debido a la precariedad e ilegalidad
de su situación.
En respuesta a esta preocupante realidad se observan como medidas tendientes a
solucionar esta problemática, la propiciada en el seno del MERCOSUR, quienes

11 Traduciendo al idioma vernáculo el slogan impreso a la campaña que el Alcalde Giuliani utilizara en la
ciudad de New York, en la década de los noventa para erradicar el delito, a partir de posturas
ideológicamente conservadoras toda vez que ataca los efectos del mismo pero no sus causas (ver lo
expresado en el apartado 5 del presente trabajo)
12 Situación parecida a la de la década de los ochenta cuando se comenzó a perseguir a los autores de las

violaciones masivas a los derechos humanos en épocas de las dictaduras que imperaron en la región,
generando la teoría de los dos demonios en el discurso de los sectores más conservadores de nuestras
sociedades para justificar lo ocurrido bajo los regímenes autoritarios como una respuesta a la amenaza
terrorista y comunista que pretendía “adueñarse” de nuestro sub-continente en los setentas, con un
escenario internacional bipolar como el de la “guerra fría”.

6
mediante un convenio, en diciembre de 2002, establecieron la libre residencia de los
nacionales de cualquiera de estos países en los otros, permitiendo el blanqueo en la
situación legal de muchos migrantes, que mediante la generación de políticas
apropiadas, podrán ingresar en los mercados laborales en condiciones dignas y
similares a los ciudadanos de origen de cada país. Así mismo, el I Informe sobre
Derechos Humanos, dedicado a las Migraciones que fuera elaborado ha pedido de
la Federación Iberoamericana de Ombudsman en el año 2003, y en la que
colaboraron destacados especialistas en Derechos Humanos y en Migraciones, es
una respuesta a imitar por otros organismos gubernamentales 13 para poder entender
mejor esta cuestión y colaborar con el diseño de políticas que ayuden a mitigar esta
situación.

8) Si bien ya hemos expresado en el apartado 6 de este trabajo que la utilización de las


Fuerzas Armadas en aspectos relacionados con la seguridad interna de los estados,
generó en América Latina violaciones masivas a los derechos humanos: muertes,
desapariciones forzadas, violaciones a la garantía de un juicio justo, etc., en muchos
países de la región esta práctica contraria al Estado de Derecho y al respeto de los
derechos humanos no ha sido dejada de lado toda vez que las democracias surgidas
en los procesos de transición y consolidación democrática en muchos de nuestros
países, no han sabido dar respuesta a las demandas legítimas e imprescriptibles de
justicia. Este dato del pasado convierte a los nuevos intentos de militarización de las
calles en un proyecto temerario y arriesgado porque puede ser potencial generador
de conflictos y revueltas sociales, además de no ser el adecuado por las razones ya
expresadas. En esta línea de análisis se enmarca la práctica ya habitual en los
gobiernos latinoamericanos cualquiera sea su signo ideológico de “reprimir la
protesta social” provenga esta de movimientos sociales, sindicatos, piqueteros, los
sin tierra, campesinos, grupos indígenas, sociedad civil, etc., actores todos que
luchan por la consagración, efectiva implementación y desarrollo progresivo de los
derechos humanos y fundamentales de la persona, en cualquiera de nuestros países y
en especial en las últimas décadas en la efectiva implementación de derechos y
medidas conducentes a saldar la gran deuda social que tienen los Estados de la
región con los sectores más desprotegidos y vulnerables de nuestras sociedades: los
derechos económicos, sociales y culturales que las dictaduras abolieron y que las
democracias que las sucedieron no supieron o no quisieron restaurar. 14
Pero también puede observarse otra “militarización” y es la llevada a cabo por
Estados Unidos, que como parte de su proyecto imperial y hegemónico pretende
sembrar bases y “programas de entrenamiento” militar a lo largo de todo el
continente americano. Para ello hecha mano a una política exterior de
“bilateralización” de acuerdos en el marco de los cuales se les concede inmunidad a
sus militares que da muestras de su objetivo de control dentro de los países con los
que conviene, más aún cuando la legitimación de sus invasiones proviene de
decisiones unilaterales, respecto de un adversario tan invisible y omnipresente como

13 El informe fue dirigido por el catedrático Guillermo Escobar y en el colaboran numerosos especialistas
en Derechos Humanos de Iberoámerica, entre ellos el suscripto. Publicación de la Federación
Iberoamericana de Ombudsman y de la Universidad de Alcalá, España. Editorial Dykinson y Ciudad
Argentina, Madrid, 2003. Ver especialmente la presentación, p.11; la introducción, p. 19; y la
recomendación a los Estados, pp. 111 y ss.
14 En esta línea de análisis ver el interesante trabajo planteado por GARGARELLA, Roberto. “Carta

Abierta sobre la Intolerancia: apuntes sobre derecho y protesta”, Siglo XXI Editores, Buenos Aires,
2006.

7
el terrorismo. Esto no es nuevo en la región, ya que Estados Unidos fue el actor
principal en el ámbito regional y hemisférico durante la “guerra fría”, y continúa
siéndolo. El único cambio en el orden internacional de la región es el paso de un
sistema bipolar a uno unipolar, donde el “hegemón” es, precisamente, EE. UU. Así,
la situación de los derechos humanos en nuestro hemisferio ha ido siempre de la
mano con los intereses del país del norte. No debe olvidarse que las grandes
violaciones masivas operadas en la región contaron con su anuencia, toda vez que la
Doctrina de la Seguridad Nacional le era funcional en un escenario de Guerra Fría
donde el enemigo a derrotar era el “comunismo”. 15

9) Otra cuestión que se enmarca en los desafíos que se observan para la implementación
y la vigencia de los derechos humanos en América Latina, es la del terrorismo. Si
bien el mismo se encuentra circunscrito al caso colombiano, también se registran
hechos de terrorismo internacional que han tenido a países de la región como
objetivo, tal el caso de los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, en la
República Argentina en la década de los noventa.

A lo largo de este trabajo se ha intentado dar tratamiento a los retos que enfrenta la
comunidad latinoamericana frente a la protección, vigencia y efectivo goce de los
derechos fundamentales de las personas, o más conocidos y vulgarizados en su
denominación de derechos humanos. Obviamente que el listado no se agota en lo que
se expresa en estas líneas, solo se han presentado los aspectos más salientes y
generalizados para su discusión. De ahí que creemos que desmantelando gran parte de la
opresión y desigualdad que se detecta en las sociedades de la región, y de la desigualdad
no sólo en la distribución de la riqueza sino también del poder, que es lo que más se ha
tratado de ahondar, traerá por añadidura la solución a otros graves problemas que
Latinoamérica enfrenta a diario en la vigencia de los derechos humanos: maltrato
infantil, violencia doméstica, desnutrición, trabajo infantil, discriminación en todas sus
formas, desocupación, etc. Esta postura adoptada se fundamenta en el argumento de la
universalidad, y en tal sentido, dado que los derechos humanos son universales e
indivisibles, la lucha por el respeto y vigencia de éstos no debería plantearse a partir de
su división y diferenciación sino abordando la problemática en su totalidad y
complejidad a los fines de hacer efectiva su vigencia y asistir de este modo, a la
conformación de una sociedad más respetuosa del Estado de Derecho democrático. En
este sentido, es de valorar en su justa medida, el giro de 180 grados que se observa en la
agenda política de los gobiernos surgidos en las últimas elecciones en la región,
especialmente en materia de derechos humanos y el lugar que los mismos ocupan en
los respectivos programas de gobiernos. En los albores del siglo XXI, y en los primeros
años de ésta década, la asunción de Lula en Brasil, Kirchner en Argentina, Tabaré
Vázquez en Uruguay, Bachelet en Chile, Evo Morales en Bolivia, el retorno de Alan
García a la primera magistratura del Perú, y recientemente el triunfo de Correa en
Ecuador, terminan de perfilar ese nuevo rumbo que había tenido su “visagra” a partir de
la llegada al poder de Chávez en Venezuela, a finales de los noventa, cuando la debacle
de las prácticas neoliberales generaban fuertes crisis en la región.

15 Un desarrollo más extenso sobre éste tópico puede encontrarse en JUÁREZ CENTENO, Carlos A.
“Algunas Notas sobre la Globalización y la Política”. En: El Espacio en la cultura latinoamericana,
CESLA. Ed. de la Universidad de Varsovia, Polonia, 2002. También en BOSIO HAULET, G. y JUÁREZ
CENTENO, C. “La Doctrina de la Seguridad Nacional, sus orígenes, evolución e impacto en los países
del Cono Sur”. En: REVISTA ESTUDIOS, n 14, primavera de 2003. pp.93 a 113.

8
Coincidiendo con lo señalado en el párrafo precedente, Noam Chomsky expresa que:
“El subcontinente, desde Venezuela hasta Argentina, podría estar en condiciones de
presentar al mundo un ejemplo de cómo crear un futuro alternativo a partir de un legado
de imperio y terror. Estados Unidos ha dominado por mucho tiempo la región con dos
mètodos principales: la violencia y el estrangulamiento económico” 16. En este sentido,
el giro en la política sudamericana de los últimos años, puede ser prometedor para la
vigencia de los derechos humanos en la región, saldar la deuda social que nuestras
sociedades mantienen con vastos sectores de la población, y propender a la construcción
de sociedades más justas, solidarias, inclusivas, democráticas y respetuosas de la
dignidad de todos y cada uno de sus integrantes. Todo ello, en el marco del respeto y
protección de los derechos humanos.
Es por ello que el “garantismo” no es patrimonio de una ideología ni de un partido
político, ni de un determinado sector de la sociedad, sino que debe ser una bandera de la
humanidad, que tenga como objetivo defender los últimos y más básicos derechos de
todos los seres humanos, en especial de aquellas sectores, grupos y colectivos –
desgraciadamente muy numerosos- que ven atacadas su dignidad y la de su familia, esto
es de los sectores más vulnerables de la sociedad, así como de las sociedades más
vulnerables en el marco del escenario internacional. De tal suerte que con prácticas
“garantistas” y respetuosas de los derechos humanos se generará, consecuentemente,
seguridad para todos.
Las tendencias en las medidas adoptadas por los gobiernos surgidos de las últimas
elecciones en los países de la región, y especialmente de los sudamericanos, permiten
detectar un cambio en el rol de Estado respecto a la política de derechos humanos y la
adopción de medidas de gobierno más cercanas a la lógica distributiva e inclusiva que
América Latina supiera disfrutar en épocas del auge del Estado Benefactor, allá por
mediados del siglo pasado. En este sentido, el último cuatrienio (2003-2006) puede
calificarse como el de mejor desempeño económico y social de América Latina en los
últimos 25 años. El avance en la reducción de la pobreza, la disminución del desempleo,
la mejora en la distribución del ingreso en algunos países y un aumento importante del
número de puestos de trabajo son los principales factores que marcaron una tendencia
positiva en varios de los países de la región. 17 De todos modos, mucho es lo que queda
aún por hacer ya que el desmantelamiento y el desguace del Estado fue una
planificación pergeñada y que comienza a implementarse con las “dictaduras” surgidas
en la década de los setenta del siglo pasado, prolongándose hasta los inicios de este
nuevo siglo con las “democraduras” de los noventa. Es de esperar, entonces, que estos
nuevos vientos que soplan en la región consoliden por fin regímenes democráticos a
partir del gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, que profundicen la mera

16 Chomsky, Noam. “Alternativas para América Latina”, En: La Voz del Interior del martes 16 de enero
de 2007. Sección Opinión. p. 11 A.
17 Así lo expresa el informe de la CEPAL “Panorama social de América Latina 2006”, en el que

presentan las más recientes estimaciones de la magnitud de la pobreza realizadas por la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Estas indican que en 2005, el 39,8% de la
población de la región vivía en condiciones de pobreza (209 millones de personas) y un 15,4% de la
población (81 millones de personas) vivía en la pobreza extrema o la indigencia. En el capítulo se
presentan, además, proyecciones sobre la magnitud de la pobreza en el presente año, según las cuales el
número de pobres y de personas en situación de extrema pobreza volvería a disminuir, a 205 y 79
millones, respectivamente. Si bien los porcentajes de pobreza, pobreza extrema o indigencia siguen
siendo muy altos, no se debe olvidar que son significativamente inferiores a los que arrojaban estos
mismos informes en el cuatrienio precedente 1999-2002. Existe versión impresa y on line. Nosotros
consultamos esta última en http://www.eclac.cl/

9
formalidad de las reglas y procedimientos democráticos, a través de la efectiva vigencia
y respeto de los derechos humanos en las sociedades latinoamericanas.

10

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