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Conclusiones respecto a la sentencia STC EXP. N.

º 410-2002-AA/TC

El caso alude a una controversia entre un Banco y la señora soledad Zúñiga en calidad de
avalista de la asociación Comercial El Dorado. El Banco realizó un contrato de mutuo dinerario
con la asociación con el objeto de que esta última iniciase la construcción de un centro
comercial. Para garantizar el cumplimiento de la obligación principal, el banco solicitó una
garantía hipotecaria por parte de la asociación y un pagaré incompleto por parte de la señora
Soledad. Cuando la asociación dejó de pagar, el banco directamente restó un monto por la
suma de aproximadamente 13 000 dólares americanos de la cuenta de ahorros de la señora
soledad. Lo que dio como consecuencia inmediata que accionara legalmente.

Lo curioso de este caso es que la señora decidió recurrir al amparo para la tutela de su
“derecho constitucional al ahorro”, derecho que a consideración suya había sido violado,
puesto que, además, alegó que el pagaré que habría firmado había sido un pagaré en blanco.
Alegación que fue debidamente refutada por el banco, pues el pagaré había sido suscrito
incompleto y no en blanco como alegaba la accionante.

El amparo que trató el Tribunal Constitucional en esta sentencia se trató en específico del
amparo entre particulares. Proceso constitucional que, conforme precisó el guardián de la
constitución, puede plantearse no solo por aquellos actos u omisiones por parte poderes
públicos que afecten de manera ilegítima los derechos fundamentales, sino también por parte
de cualquier persona. Entendiendo, asimismo, por “persona” el concepto más amplio
concebido desde una perspectiva jurídica: Personas naturales y jurídicas.

Cabe precisar, que el supremo tribunal, expresó que este proceso no podría ser utilizado como
vía sustitutoria a la vía judicial, sino que se haría uso de este proceso solo para la protección de
derechos que hayan sido reconocidos en la Norma Suprema. En ese sentido, no basta que se
produzca solo un abuso del derecho o que se haya vulnerado un interés estrictamente legal,
sino que hace falta que el derecho sea constitucionalmente protegido. En el caso en concreto,
el Tribunal Constitucional falló del siguiente modo:

“Podría pensarse que ejecutar la garantía personal (aval), antes que la garantía real,
supone un abuso del derecho, porque mientras que esta está dirigida contra un bien
que pertenece al deudor, aquella está dirigida contra una persona (avalista) que, en un
inicio, fue ajena a toda deuda. Tal interpretación no resiste el menor análisis. Y es que
el avalista, al adquirir la condición de deudor solidario, crea inmediatamente la
potestad en el acreedor de dirigirse indistintamente contra cualquiera de los deudores,
sea este avalista o avalado, sin que exista motivo alguno por el que esta verdad
jurídico-civil pueda ser atacada desde una perspectiva constitucional.”

Como puede observarse, desde una perspectiva civil, el avalista se constituye en deudor
solidario; y, desde una perspectiva económica, ello permite dar mayor seguridad a las
transacciones comerciales, pues permite al acreedor asegurar el cumplimiento de su crédito.
Más aún teniendo en cuenta la cuantía de la acreencia y el riesgo de que su capital retorne.

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