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LA LEY 4411/2015
Resumen
En el presente trabajo se realiza un análisis, desde el punto de vista jurisprudencial,
sobre la colisión que se produce entre los derechos fundamentales y personalísimos al
honor, la intimidad personal y familiar y la propia imagen y los derechos a difundir
información veraz y a expresar, libremente, las opiniones, ideas, críticas, etc., respecto
a una persona determinada. Inicialmente se podría entender que los derechos derivados
de la esfera privada e íntima de una persona (como los mencionados derechos al honor,
intimidad personal y propia imagen) son difícilmente conciliables con el derecho a
hacer pública información relacionada con dicha esfera íntima y privada y con el
derecho a expresar libremente la opinión, auténticos pilares de nuestro sistema
democrático y del Estado de Derecho, pero ¿qué ocurre si la información tiene
relevancia o interés público o el afectado es una persona pública? ¿Y si afecta a un
menor de edad o incapacitado? ¿Qué ocurre con los reportajes con cámara oculta que
hoy día se emiten en diferentes medios de comunicación? ¿y los casos en que se hace
pública una determinada enfermedad de una persona? ¿Cómo realizan nuestros
Tribunales el juicio de ponderación entre los derechos fundamentales en conflicto?
Estas y otras cuestiones son a las que se pretende dar respuesta con el presente
análisis.
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derechos y cual resulta prevalente ha dado lugar a una profusa y variada Jurisprudencia, tanto del
Tribunal Supremo como del Tribunal Constitucional. Así Morenilla Allard distingue tres fases en la
Jurisprudencia del TC (2) :
a) Una primera fase en la que prevalece el derecho al honor sobre la libertad de información y
expresión, que abarca desde la promulgación de la Constitución hasta la Sentencia del TC
104/86. Se fundaba dicha Jurisprudencia en que los derechos establecidos en el art. 20.4 CE
estaban condicionados por los derechos del art. 18.1 CE. La Jurisprudencia interpretaba
literalmente el mencionado art. 18.1 CE (se garantiza el derecho al honor) por lo que las
libertades de información y expresión cedían ante el derecho al honor.
b) En una segunda fase o etapa (desde la STC 104/1986, antes mencionada, hasta la STC
105/1990) la prevalencia era de las libertades de información y expresión frente al derecho al
honor (como consecuencia de la Doctrina del TEDH) basada en la relevancia que un Estado
democrático tienen dichas libertades.
c) En una última fase (desde la STC 105/1990 hasta la actualidad) aunque se sigue otorgando
preeminencia a las libertades de expresión e información, ello no implica que dicha prevalencia
sea incondicionada, de forma que se sacrifiquen los derechos del art. 18. 1 CE. En esta etapa
(que se inició con la STC 105/1990) se viene exigiendo que la información sea veraz, y que se
realice un juicio de ponderación (del que hablaremos más adelante) entre los derechos en
conflicto. Así el demandado en el procedimiento de tutela de los derechos al honor, intimidad y
propia imagen también interesa ser amparado en su derecho a difundir información y expresar su
opinión libremente (nos dice Morenilla Allard que el amparo civil ordinario se transformaría en un
amparo «judicial» del art. 44 LOTC).
Pues bien, ya anteriormente se puso de relieve que los derechos a la libertad de expresión e
información han dado lugar a una profusa jurisprudencia que los ha interpretado cuando entran en
colisión con los derechos al honor, intimidad y propia imagen. Estos derechos a la libertad de
expresión e información han sufrido una indudable evolución, motivada por el auge y desarrollo de
los medios de comunicación, y el cada vez mayor interés público en conocer detalles de personajes
con relevancia pública, que, además, suelen «negociar» con su vida privada, invocando,
posteriormente, una intromisión ilegítima en su intimidad personal y familiar. Se trata de derechos
(los aquí analizados) en constante «fricción» (3) .
Por otra parte libertad de expresión y libertad de información son derechos con un contenido
diferente, ya que, mientras el primero se refiere a la libertad a la hora de expresar ideas,
pensamientos, opiniones, creencias, etc… el segundo se ceñiría al derecho a comunicar y recibir
información (es decir, garantiza el derecho a comunicar y recibir información sobre hechos
«noticiables» o de interés informativo). A su vez los derechos de información y expresión se
consideran derechos activos (serían una expresión del derecho a la libertad) mientras que los
derechos al honor, intimidad y propia imagen serían derechos de los considerados reaccionales
(basados en el principio de seguridad) (4) .
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demás hacen de nuestra dignidad» (STS 23 de febrero, 2 de marzo, 16 marzo 1989, entre otras). (6)
A su vez los ataques o inmisiones al honor pueden tener lugar en el ámbito íntimo, privado y familiar,
como en el ámbito social y profesional (STS 22 septiembre 1987, 4 enero 1990…).
En lo relativo al derecho a la intimidad personal y familiar, lo que se protege es la esfera íntima y
privada de la persona, dada su relación con el derecho a la dignidad. Se garantiza el derecho de la
persona a su privacidad y a desarrollar una vida en la más estricta intimidad y reserva del
conocimiento público. En palabras del TC: «este derecho confiere a la persona el poder jurídico de
imponer a terceros, sean éstos poderes públicos o simples particulares el deber de abstenerse de
toda intromisión en la esfera íntima y la prohibición de hacer uso de lo así conocido y de ello se
deduce que el derecho fundamental a la intimidad personal otorga cuando menos una facultad
negativa o de exclusión, que impone a terceros el deber de abstención de intromisiones salvo que
estén fundadas en una previsión legal que tenga justificación constitucional y que sea proporcionada,
o que exista un consentimiento eficaz que lo autorice, pues corresponde a cada persona acotar el
ámbito de intimidad personal y familiar que reserva al conocimiento ajeno» (STC 196/2004, de 15 de
noviembre).
Se garantiza, por lo tanto, el derecho de la persona a que no se conozcan, divulguen o publiquen
informaciones que pertenecen al ámbito íntimo y privado de su vida personal y familiar, sin su
consentimiento.
Esta protección no solo alcanza la esfera de la vida propia, pues también se extendería a las personas
integradas en el ámbito familiar (7) .
En lo que se refiere al derecho a la propia imagen, se caracteriza por el derecho que ostenta su titular
para decidir la difusión, con carácter público, de sus rasgos físicos identificativos. Se concretaría en
la potestad del titular para impedir la obtención, reproducción o publicación de su propia imagen sin
autorización, independientemente de la finalidad de quien capta o difunde dicha imagen (informativa,
comercial, cultural, científica, etc…). El Tribunal Constitucional dice, respecto a este derecho:
«mediante la captación y publicación de la imagen de una persona se puede vulnerar tanto su
derecho al honor como su derecho a la intimidad, sin embargo, lo específico del derecho a la propia
imagen es la protección frente a las reproducciones de la misma que afectan a la esfera personal de
su titular, sin lesionar su buen nombre y sin dar a conocer su vida íntima. El derecho a la propia
imagen pretende salvaguardar así un ámbito propio y reservado, aunque no íntimo, frente a la acción
y conocimiento de los demás» (STC 81/2001, de 26 de marzo) (8) .
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recibida sea veraz, que debe ser garantizado por el Estado. Es por tanto la veracidad de la
información el requisito esencial para que prevalezca el derecho a la información, y sólo la
información que cumpla los requisitos constitucionalmente exigidos, gozará de la máxima protección
otorgada por el texto constitucional y se encuadraría dentro del derecho fundamental regulado en el
art. 20.1 CE (10) .
2. El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa.
3. La ley regulará la organización y el control parlamentario de los medios de comunicación social
dependientes del Estado o de cualquier ente público y garantizará el acceso a dichos medios de los
grupos sociales y políticos significativos, respetando el pluralismo de la sociedad y de las diversas
lenguas de España.
4. Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los
preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la
propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia.
5. Sólo podrá acordarse el secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de información en
virtud de resolución judicial».
Ya antes hemos dicho que para que una información determinada resulte constitucionalmente
protegida debe cumplir una serie de requisitos, siendo el principal el de la veracidad de dicho
mensaje informativo, veracidad que no se exige a la hora de ejercer el derecho a la libertad de
expresar ideas, opiniones, juicios, expresiones o críticas. La libertad de información se refiere a la
difusión de hechos, los cuales, como requisito esencial, deben ser veraces. La veracidad o la verdad
es un concepto jurídico relativo e indeterminado, que no hay que confundir con la objetividad,
aunque es cierto que la información debe ser lo más objetiva posible, sin incluir juicios de valor
subjetivos. Por lo tanto, para que una noticia sea protegida constitucionalmente por el derecho de
información debe cumplir una serie de criterios, jurisprudencialmente determinados, siendo el
esencial la veracidad antes aludida, a los que se unen la trascendencia pública de la noticia y que en
dicha noticia se excluyan expresiones o calificaciones de tipo injurioso o vejatorio (como dice el TS,
el derecho de información y de libertad de expresión no ampara un pretendido «derecho al insulto»)
(11) . Pasamos a examinarlos.
a) La veracidad: Entendiendo veracidad como diligencia en el cumplimiento de los deberes
informativos, es decir, que el informador ha desplegado la mayor pericia para verificar la realidad y
veracidad de la noticia. Exige, por lo tanto una comprobación, por parte del profesional de la
información, de los datos de la noticia, a fin de evitar errores que puedan provocar graves daños y
perjuicios. Se califica como una obligación jurídica (la de informar) de medios y no de resultado, por
lo que la diligencia que debe adoptarse es la profesional conforme a la lex artis (art. 1104 Código
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legítima, que lo informado resulte de interés público, pues sólo entonces puede exigirse de aquellos
a quienes afecta o perturba el contenido de la información que, pese a ello, la soporten, en aras,
precisamente, del conocimiento general y difusión de hechos y situaciones que interesan a la
comunidad. Tal relevancia comunitaria, y no la simple satisfacción de la curiosidad ajena, es lo único
que puede justificar la exigencia de que se asuman aquellas perturbaciones o molestias ocasionadas
por la difusión de una determinada noticia, y reside en tal criterio, por consiguiente, el elemento final
de la valoración para dirimir en estos supuestos el eventual conflicto entre las pretensiones de
información y de reserva [SSTC 171/1990, de 12 de noviembre; 20/1992, de 14 de febrero y
121/2002, de 20 de mayo]».
También la STS de 6 de noviembre de 2003: «(...) los usos sociales no justifican indagar —fisgar—
en los asuntos que pertenecen a la esfera exclusiva de otros y divulgar su resultado con el fin de
satisfacer la curiosidad o el chismorreo de los consumidores de este tipo de comentarios. Por otra
parte, el que una persona tenga notoriedad pública, en buena medida debida a los medios de
comunicación, no autoriza a éstos a invadir su esfera íntima o privada, cuando no fue la interesada,
con su conducta pública, quien dio pretexto para la intromisión».
Esta última resolución es muy clara, no se protege constitucionalmente el mero chismorreo, es decir,
noticias sobre aspectos íntimos o de la vida privada de una persona a la que dicha noticia provoca
daños y perjuicios, siempre que la persona objeto de la misma no haya, con su conducta, permitido
la inmisión en su vida privada (lo que vemos con los famosos y las revistas y programas del corazón,
cuando alegan aquellos que una noticia determinada, que no es de su agrado, vulnera su derecho a la
intimidad, cuando ese personaje se ha dedicado a «vender» y «negociar» con su vida privada a
cambio de cuantiosas sumas de dinero).
Así los actos estrictamente privados y sus imágenes, no tienen la consideración de noticia de interés
público, y sería información ilícita y no protegida constitucionalmente, salvo que mediara
consentimiento de la persona afectada (en este sentido la STEDH, de 24 de junio de 2004, sobre las
fotos reproduciendo escenas de la vida privada de la princesa Carolina de Mónaco y su familia) (13) .
c) Exclusión de expresiones injuriosas o vejatorias: Este requisito se resume en que el derecho a la
crítica no implica un pretendido derecho al insulto. Así resultaría ilícito realizar, junto con los datos
informativos, calificaciones subjetivas de carácter injurioso y vejatorio, que nada añaden al hecho
más que descalificar y desprestigiar a la persona objeto de la información, de forma gratuita.
Tampoco se protege constitucionalmente la difusión de fotografías o imágenes que resulten
denigrantes, insultantes, o humillantes, sobre todo si nada aportan a la noticia y la única intención es
el mero escarnio, burla o denigración de la persona objeto de la noticia.
En este sentido la STS de 8 de julio de 2004, en un supuesto en el que, existiendo interés público,
dada la relevancia pública de la persona, se publicaron una serie de fotografías de la misma en una
actitud que consideraba denigrante, o al menos que no le favorecía, fotografías que nada aportaban
al interés público informativo, y en las que se apreciaba un ánimo de vilipendiarla o denigrarla, pues
la imagen captaba al recurrente en su celda comiendo un bocadillo. Sin embargo el TS entendió que
la celda no era un espacio donde se desarrollara la vida privada del recurrente, y que los actos allí
realizados no podían considerarse íntimos. Concluye el TS afirmando que prevalece el derecho de
información sobre el derecho a la intimidad del preso, dado el interés público de la noticia, y que las
fotos únicamente ilustraban el hecho noticiable, sin que se pudiera considerar que tuvieran carácter
publicitario o crematístico. Dice la meritada Sentencia: «(…) No siendo discutidos estos extremos, se
cuestiona, en primer término, si el hecho de reproducir la imagen física del demandante, captada sin
su consentimiento desde el exterior de la celda que ocupaba con otras personas en el momento de
estar comiendo un bocadillo, constituye una ingerencia ilícita en el ámbito de su intimidad, un
atentado a ese ámbito de vida privada, inmune al conocimiento o la curiosidad de terceros no
autorizados en que consiste, esencialmente, el contenido del derecho fundamental del art. 18.1 de la
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CE. Según parece deducirse del fallo de la sentencia recurrida, todo lo que ocurría en el espacio físico
de la celda que ocupaba el demandante tenía la consideración de vida privada y, en consecuencia, la
captación fotográfica de su imagen implicaba, de suyo, una ingerencia en su intimidad, en su último
reducto de privacidad. Difícilmente puede sostenerse una equiparación entre el domicilio —sede física
en que se desarrolla la vida privada— y la habitación destinada a celda, además compartida con otras
personas. También es cierto que no puede mantenerse una concepción reduccionista de la intimidad
como si ésta se limitase a los actos que se desarrollan en un espacio físicamente determinado, y en
ese sentido toda persona, en cualquier momento y lugar tiene una intimidad protegible en razón a la
dignidad que caracteriza al ser humano. Determinante para la delimitación de lo que constituye la
esfera protegida de lo reservado o íntimo es la naturaleza de los actos y el entorno en que se
realizan. En este sentido, la captación de la imagen física no se produjo en un espacio respecto del
cual el demandante dispusiera de un derecho a impedir la entrada y su reproducción, que permitía
verle detrás de una ventana enrejada en el acto de comer, no descubría actos íntimos de su vida.
Es igualmente relevante, en el sentido expuesto, la utilización de la fotografía —explícita en su pie—
como medio usual y normal en la cultura actual para completar y resaltar la información escrita,
como lo evidencia los ulteriores usos de la misma fotografía en las informaciones posteriores
relativas a las actividades financieras del Sr. Octavio que eran objeto investigaciones judiciales.
Desde la perspectiva del conflicto o colisión entre el derecho a la información y el derecho a la
intimidad, el juicio de ponderación de intereses habría de concluir en el mismo resultado favorable a
la estimación del recurso. Como ha establecido el TC, en la situación de aparente confrontación entre
la libertad de información y la intimidad, es elemento decisivo la relevancia pública del hecho
divulgado, en cuyo conocimiento está interesada por motivos legítimos la opinión pública (STS
187/1991; 20/1992). Doctrina aplicable a este caso concreto en el que lo esencial era la transmisión
a la opinión pública del hecho de la prisión del demandante y del lugar donde se hallaba, operada,
como se señaló antes, en la forma gráfica y escrita que habitualmente utilizan los medios de
comunicación.
Por último hay que decir, siguiendo lo afirmado en la impugnación efectuada por el Ministerio Fiscal
como se ha hecho desde el principio, que en el presente caso la captación y reproducción de la
imagen física no era subsumible en la hipótesis del art. 7.5 en virtud de la aplicación de lo dispuesto
en el art. 8, apartado 2 de la citada ley orgánica. Se aduce, además, la prevalencia del derecho a la
información sobre el derecho a la imagen dando a entender con ello que la finalidad perseguida
respondía al interés público de la noticia, de suerte que la fotografía del demandante venía a ser un
complemento de la noticia de su prisión. En el caso, si bien ha de admitirse que no se está ante un
lugar abierto al público, supuesto a que se refiere el art. 8.2 de la Ley Orgánica citada, las
circunstancias en que se logra la fotografía y la finalidad con ella perseguida, en la que está ausente
todo interés crematístico o publicitario, hace que prime el fin de información sobre el derecho a la
imagen dado que este último no es absoluto y cede cuando aquélla resulta imprescindible (SSTS de
19 de octubre de 1992; 21 de diciembre de 1994; 7 de octubre de 1996, entre otras) o es meramente
accesoria de la información [art. 8.2,c), LO 1/1992] en términos adecuados a los usos sociales».
Por otra parte la LO 1/1982 contempla una excepción a las imágenes que pueden considerarse
injuriosas, humillantes o denigrantes, en la figura de la caricatura [art. 8.2.º b)], pero ello no implica
que la caricatura pueda ser un medio para, subrepticiamente, vulnerar el honor, la intimidad o la
propia imagen de la persona caricaturizada (14) .
En este sentido en la STS de 17 de febrero de 2009 se analizaba el supuesto en el que se emitió, en
un programa de televisión imágenes de un inspector de policía tomadas en una rueda de prensa en la
que se informaba sobre una operación policial. En el programa se sustituyeron las declaraciones
originales del policía por un doblaje de tono y contenido cómico.
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Pero, en este caso, el TS declara que las imágenes fueron tomadas en un acto público y que podían
ser utilizadas sin necesidad de consentimiento, siempre que, como en el caso de autos, esa
utilización no fuera abusiva por realizarse de manera absolutamente gratuita e innecesariamente
lesiva, con la intención de atentar contra la dignidad de aquél a quien pertenecía la imagen utilizada,
o para fines comerciales, publicitarios o análogos, ajenos al sentido de la comunicación que dio lugar
a la transmisión de la imagen. Así lo que no es lícito es utilizar la caricatura como instrumento de
escarnio del caricaturizado, ya que excede del animus iocandi, lo que no sucedía en este caso, en el
que la imágenes fueron captadas en un acto público, siendo el tratamiento humorístico que de ellas
se hacía por el medio de comunicación una forma de comunicar ideas y opiniones que llegaran a
conformar una opinión pública. Dice la Sentencia en sus fundamentos de derecho:
«(…) La STS 17 de mayo de 1990 ha destacado la permisividad social con el género satírico, en su
manifestación de humor gráfico, normativamente reflejada en el art. 8.2 b) LPDH. Por su parte, la
STS 14 de abril de 2000, Rec. 2039/1995, ha declarado que, por consustancial que sean al género
satírico tanto la ridiculización del personaje y el tono jocoso o burlón como la brevedad y rotundidad
del mensaje, acudir a ese género no borra ni elimina los límites que impone la protección del derecho
fundamental al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. El art. 8.2 b) LPDH
exige por ello la utilización de la caricatura se adecue al uso social y el TC aprecia intromisión
ilegítima a través de un texto, historieta o cómic pese a su tono jocoso o burlón cuando el llamado
animus iocandi [intención de bromear] se utiliza "precisamente como instrumento del escarnio" (STC
176/1995).
B) De acuerdo con la disciplina constitucional de la materia, esta Sala considera que las
circunstancias que rodearon la utilización de la imagen del recurrido no determinaron que pudiera
considerarse vulnerado su derecho a la utilización de la propia imagen, por cuanto la misma había
sido tomada en un acto público (vid.STC 68/2008), con ocasión del ejercicio de funciones públicas
relacionadas con la comunicación de una determinada actuación policial, y, en consecuencia, podía
ser objeto de una utilización posterior sin necesidad de que mediase consentimiento por parte del
interesado, siempre que esta utilización no fuera abusiva por realizarse de manera absolutamente
gratuita e innecesariamente lesiva, con la intención de atentar contra la dignidad de aquél a quien
pertenecía la imagen utilizada, o para fines comerciales, publicitarios o análogos, ajenos al sentido
de la comunicación que dio lugar a la transmisión de la imagen.
No es obstáculo a ello el hecho de que la imagen se utilizase
El TC no exige que los distorsionada con fines humorísticos, por cuanto el tratamiento
hechos contenidos en un humorístico o sarcástico de los acontecimientos que interesan a la
mensaje informativo sean
sociedad constituye una forma de comunicación y crítica de los
rigurosamente ciertos
mismos que está ligada al ejercicio del derecho a la libertad de
expresión, como forma de comunicación de ideas u opiniones, e
incluso a la libertad de información, en la medida en que el tratamiento humorístico puede constituir
una forma de transmitir el conocimiento de determinados acontecimientos llamando la atención sobre
los aspectos susceptibles de ser destacados mediante la ironía, el sarcasmo o la burla».
Como corolario a lo antes expuesto cabe afirmar que aunque la noticia sea veraz no puede, en ningún
caso, vulnerar el honor, la intimidad personal y familiar y la propia imagen. Para Llamas Pombo
difundir hechos veraces de una persona no es una ataque a su honor, pues su honor ya ha sido
«perjudicado», sino que la información pone al descubierto ese deshonor de la conducta narrada en
la noticia (en este sentido no se vulnera el honor si se difunde el contenido de una Sentencia
condenatoria) (15) . Así la veracidad de la noticia puede esgrimirse frente a una pretendida
vulneración del derecho al honor, intimidad o propia imagen. La carga de la prueba de la veracidad
de la noticia recaería, en todo caso, en el medio informativo o profesional de la información que
divulgó o publicó la noticia, es decir, que si prueba dicha veracidad no existiría una vulneración
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antijurídica del derecho al honor. Eso sí, esa información, aunque sea veraz, no puede ser una vía
para divulgar aspectos de la vida privada de una persona, pues, en ese caso estaríamos ante una
intromisión ilegítima en su esfera privada, por lo que se habría vulnerado su derecho a la intimidad.
También cabe recordar que, aunque la noticia sea veraz, la utilización de expresiones injuriosas o
vejatorias supondría una vulneración del derecho al honor (no existe un derecho indiscriminado al
insulto). Por otra parte los hechos pueden ser veraces, y, sin embargo, incluirse en el mensaje
informativo críticas o juicios de valor, de carácter subjetivo, que podrían considerarse una intromisión
ilegítima en el derecho al honor.
A su vez, en cuanto a la veracidad de la información, no se exige una verdad absoluta. No se trata,
por tanto, de que la información contenga una verdad absoluta y totalmente objetiva (lo cual es
prácticamente imposible). Así el TC, desde la Sentencia 6/1988, de 21 de enero, exige para
considerar que una información cumple con el requisito de la veracidad: a) Que el análisis de la
veracidad de la información se realice desde un punto de vista subjetivo (el de la conducta del
informador); b) Que el informador, como ya anteriormente hemos visto, tenga un comportamiento
diligente, siguiendo los parámetros de la lex artis del periodismo (la diligencia que se exige, por lo
tanto, es la profesional, no la del hombre medio) c) Que el profesional de la información realice una
labor de investigación, donde verifique y contraste que la información es verdadera (16) .
Una consideración crítica final respecto a lo antes expuesto. El TC no exige que los hechos
contenidos en un mensaje informativo sean rigurosamente ciertos (STC 12 de abril de 1990),
afirmando que las informaciones erróneas son inevitables (STC 6/1988, de 21 de enero), y comparto
con Llamas Pombo que una información errónea en ningún caso se puede considerar que cumple los
requisitos para ser amparada por el derecho a la información. Por mucho que se contraste, o
compruebe dicha información, si, finalmente, es falsa o equivocada, no es útil para conformar una
opinión pública. Quizás el TC aplica un concepto de información veraz demasiado alejado de una
verdad mínimamente objetiva, legitimando informaciones erróneas o falsas siempre que el
profesional de la información haya desplegado una actividad mínima de investigación y contraste de
la noticia.
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importante, en todo caso, es que el consentimiento sea expreso (no podría presumirse en ningún
caso, ni considerarse otorgado tácitamente). Sería válido el consentimiento verbal, exigiéndose el
consentimiento por escrito en el caso del emitido por el representante legal de menores o incapaces.
Dicho consentimiento puede ser revocado sin alegar justa causa, imponiendo la obligación de
indemnizar, los daños y perjuicios causados (art. 2.3 LO 1/1982).
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fotografías del demandante y recurrente en casación sin más, sino insertas en un reportaje al que se
imputa intromisión ilegítima en el derecho al honor y a la intimidad. Lo cual ha sido rechazado por
las sentencias de instancia, lo que ha quedado firme, por lo que ahora en casación sólo se mantiene
la pretensión de que se declare la intromisión en el derecho a la imagen».
La Sentencia tiene relevancia puesto que, después de dar un concepto de lo que es la imagen de la
figura humana, define el derecho a la propia imagen y que protección dispensa, diferenciando un
aspecto positivo, esto es, el derecho a reproducir y publicar la propia imagen, y un aspecto negativo,
el derecho a impedir que un tercero capte y publique dicha imagen. También recuerda el TS la
relación existente entre el derecho a la propia imagen y el derecho al honor.
Lo peculiar del recurso sometido a consideración de la Sala del TS era que las fotos habían sido
aportadas voluntariamente por Nuria, que no era recurrente, para que formaran parte integrante del
reportaje. El otro interesado, Arturo, entiende que existe una intromisión ilegítima en su derecho a la
propia imagen. Sin embargo el TS considera que las fotografías formaban parte integrante del
reportaje, y, por lo tanto, no podían tener un trato diferenciado, y si en el procedimiento las
declaraciones vertidas en el reportaje no se habían considerado como intromisión ilegítima en el
honor, intimidad y propia imagen, no podían desvincularse dichas fotografías del reportaje en el que
se insertaban. Concretamente el TS, citando jurisprudencia del TC dice: «No es por ello procedente
que demos a la publicación de la fotografía un tratamiento distinto al que merece el conjunto de la
información, ni que reiteremos la razón de que, inscribiéndose en el ámbito constitucionalmente
protegido de la libertad de información, ésta deba prevalecer, en el caso, también sobre el derecho a
la propia imagen del recurrente».
Lo cual justifica en el sentido de que unas fotografías que eran englobadas en la totalidad de la
información y no pueden ser objeto de un juicio diferenciado. Añade:
«No parece, en este contexto, que la referida fotografía pueda desvincularse de la totalidad de la
información, entre cuyos propósitos no es ilógico deducir que se encontraba el de transmitir —e
incluso acentuar— la estrecha amistad existente entre los dos Magistrados sujetos a procesamiento
por un mismo comportamiento delictivo, amistad, o estrecha relación si se prefiere, que no es
descabellado colegir que resultaba altamente favorecedora, por lo menos, de los hechos que dieron
lugar al procesamiento de ambos. La imagen difundida es por lo demás altamente inocua, sin que se
advierta intención insultante o propósito de mofa, ni en ella ni en el breve texto que le sirve de pie».
«La razón por lo que las sentencias de instancia han desestimado la demanda y la acepta esta Sala,
reiterando su propia doctrina, es que la imagen del demandante, en dos fotografías en las que
aparece con la interesada (que dio lugar, con sus declaraciones, al reportaje y que las aportó), fueron
entregadas legítimamente y forman parte integrante del reportaje escrito, estando inmersas en el
mismo, el cual ha sido declarado no constitutivo de intromisión ilegítima en el honor o la intimidad».
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Primera instancia como la Audiencia Provincial desestimaron las pretensiones del demandante.
Dice la Sentencia respecto al juicio de ponderación entre los derechos fundamentales en conflicto:
«TERCERO.- La ponderación entre la libertad de información y el derecho al honor y a la propia
imagen.
"(…) El derecho a la propia imagen se halla protegido en el art. 18.1 CE y desarrollado en la LPDH,
cuyo art. 7.5 considera intromisión ilegítima la captación, reproducción o publicación por fotografía,
filme o cualquier otro procedimiento, de la imagen de una persona en lugares o momentos de su vida
privada o fuera de ellos, salvo los casos previstos en el art. 8.2 LPDH.
Sin embargo, el derecho a la propia imagen no es un derecho absoluto, y se encuentra sujeto a las
limitaciones derivadas de los otros derechos fundamentales —en relación con un juicio de
proporcionalidad—, de las leyes —arts. 2.1 y 8 (cuyos supuestos tienen carácter enumerativo) LPDH
—, los usos sociales —art. 2.1 LPDH —, o cuando concurran singulares circunstancias, diversas y
casuísticas, de variada índole subjetiva u objetiva, que, en un juicio de ponderación y
proporcionalidad, excluyen la apreciación de la ilicitud o ilegitimidad de la intromisión. Esto último
resulta aplicable al caso que nos ocupa como a continuación se expondrá.
El derecho al honor y a la propia imagen, según reiterada jurisprudencia, se encuentra limitado por
las libertades de expresión e información.
La limitación del derecho al honor y a la propia imagen por la libertad de información, tiene lugar
cuando se produce un conflicto entre tales derechos, el cual debe ser resuelto mediante técnicas de
ponderación constitucional, teniendo en cuenta las circunstancias del caso. (…)Por ponderación se
entiende, tras la constatación de la existencia de una colisión entre derechos, el examen de la
intensidad y trascendencia con la que cada uno de ellos resulta afectado, con el fin de elaborar una
regla que permita, dando preferencia a uno u otro, la resolución del caso mediante su subsunción en
ella.
B) Centrándonos en el derecho a la libertad de información que es el invocado en este proceso, la
técnica de ponderación exige valorar, en primer término, el peso en abstracto de los respectivos
derechos fundamentales que entran en colisión.
Desde este punto de vista, la ponderación debe respetar la posición prevalente que ostentan el
derechos a la libertad de información sobre el derecho al honor y a la propia imagen por resultar
esenciales como garantía para la formación de una opinión pública libre, indispensable para el
pluralismo político que exige el principio democrático (S T S 1 1 d e m a r z o d e 2 0 0 9 , R C n .o
1457/2006).
La protección constitucional de las libertades de información y de expresión alcanza un máximo nivel
cuando la libertad es ejercitada por los profesionales de la información a través del vehículo
institucionalizado de formación de la opinión pública que es la prensa, entendida en su más amplia
acepción (SSTC 105/1990, de 6 de junio (LA LEY 55897-JF/0000), FJ 4, 29/2009 (LA LEY
1738/2009), de 26 de enero, FJ 4). Este criterio jurisprudencial es hoy admitido expresamente por el
art. 11 CDFUE, el cual, al reconocer los derechos a la libertad de expresión y a recibir y comunicar
información, hace una referencia específica al respeto a la libertad de los medios de comunicación y
su pluralismo.
C) La técnica de ponderación exige valorar, en segundo término, el peso relativo de los respectivos
derechos fundamentales que entran en colisión.
Desde esta perspectiva:
i) La ponderación debe tener en cuenta si la información tiene
El derecho al honor y a la relevancia pública o interés general o se proyecta sobre personas que
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propia imagen se encuentra ejerzan un cargo público o una profesión de notoriedad o proyección
limitado por las libertades
pública, pues entonces el peso de la libertad de información es más
de expresión e información
intenso, como establece el art. 8.2.a) LPDH, en relación con el
derecho a la propia imagen aplicando un principio que debe referirse
también al derecho al honor. En relación con aquel derecho, la STS 17 de diciembre de 1997 (no
afectada en este aspecto por la STC 24 de abril de 2002) declara que la ‘proyección pública’ se
reconoce en general por razones diversas: por la actividad política, por la profesión, por la relación
con un importante suceso, por la trascendencia económica y por la relación social, entre otras
circunstancias. En suma, la relevancia pública o interés general de la noticia constituye un requisito
para que pueda hacerse valer la prevalencia del derecho a la libertad de información cuando las
noticias comunicadas o las expresiones proferidas redunden en descrédito del afectado.
ii) La prevalencia de la libertad de información, dado su objeto de puesta en conocimiento de hechos,
exige que la información cumpla el requisito de la veracidad, a diferencia de lo que ocurre con la
libertad de expresión, que protege la emisión de opiniones. Por veracidad debe entenderse el
resultado de una razonable diligencia por parte del informador para contrastar la noticia de acuerdo
con pautas profesionales ajustándose a las circunstancias del caso, aún cuando la información con el
transcurso del tiempo, pueda más adelante ser desmentida o no resultar confirmada [SSTC 139/2007
(LA LEY 26303/2007), 29/2009 (LA LEY 1738/2009) de 26 de enero, FJ 5].
iii) La transmisión de la noticia o reportaje no puede sobrepasar el fin informativo que se pretende
dándole un matiz injurioso, denigrante o desproporcionado, porque como viene reiterándole TC, la
CE no reconoce un hipotético derecho al insulto [SSTC, 112/2000 (LA LEY 93734/2000), 99/2002 (LA
LEY 5500/2002), 181/2006 (LA LEY 70017/2006), 9/2007 (LA LEY 217/2007), 39/2007 (LA LEY
6555/2007), 56/2008 (LA LEY 20897/2008) de 14 de abril; SSTS de 18 de febrero de 2009, RC n.o
1803/2004, 17 de junio de 2009, RC n.o 2185/2006].
iv) La prevalencia del derecho a la información sobre el derecho a la imagen es mayor que sobre el
derecho a la intimidad, por cuanto en relación con la vida privada de las personas debe tenerse en
cuenta el principio de proporcionalidad con el interés público en los aspectos de esta que se difunden
y la forma en que tiene lugar la difusión (STS 19 de marzo de 1990).
El concepto de accesoriedad de la Ley hace referencia "a lo que es objeto principal de la noticia o
reportaje gráfico" (STS de 19 de octubre de 1992), no concurriendo cuando no guarda relación con el
contenido de la información escrita (STS de 19 de octubre de 1992) pero si en otro caso (SSTS de 21
de octubre y 28 de octubre de 1966, 7 de julio y 25 de septiembre de 1998, 27 de marzo de 1999 y
23 de abril de 2000)».
Así, según los fundamentos de derecho de la Sentencia, los derechos al honor, intimidad y propia
imagen no son derechos ilimitados, pues encuentran su límite en los derechos a la libertad de
información y expresión, que son preponderantes en un Estado democrático. Nos habla el TS del
juicio de ponderación ente los derechos fundamentales en conflicto, que implica sopesar el peso en
abstracto de los derechos en cuestión, teniendo en cuenta la prevalencia del derecho a la libertad de
expresión e información sobre los derechos al honor, intimidad y propia imagen. En segundo lugar
habría que realizar una valoración del peso relativo de los derechos, en concreto: si la información
tiene relevancia pública o interés general y si se refiere a personas públicas o de relevancia pública o
notoriedad; que la información sea veraz; que la noticia no sobrepase el objetivo de informar,
conteniendo expresiones o matices injuriosos, degradantes, o desproporcionados; que la información
sea proporcional en cuanto a las circunstancias que se difunden y la forma en que se realiza, con el
interés público.
En este supuesto el TS, partiendo de la prevalencia del derecho a la información frente a los derechos
contemplados en el art. 18.1 CE entiende que, aunque el recurrente no era una persona que ostentara
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un cargo público o de proyección pública, el tema era de interés público (pues se acusaba al
recurrente de un delito de lesiones y malos tratos habituales a su pareja) dada la especial
sensibilización de la sociedad con este tipo de delitos. Por otra parte, tratándose de un procedimiento
penal es indudable el interés general, y no solo un interés público, siendo el hecho objeto de noticia
socialmente relevante y que ayuda a configurar una opinión pública libre. Por otra parte el Tribunal
considera que la fotografía aportada al reportaje tiene relación directa con el mismo, y por lo tanto
tiene un carácter meramente accesorio. Dice el TS: «También podemos tener en cuenta que el
Tribunal Constitucional tiene declarado que la libertad de información por medio de la imagen gráfica
tiene la misma protección constitucional que la libertad de comunicar información por medio de
palabras escritas u oralmente vertidas y por ello no procede dar a la publicación de una fotografía un
tratamiento distinto al que merece el conjunto de la información (STC 132/1995, 11 de septiembre).
De ahí que, en la ponderación mediante la que ha de resolverse la colisión de los derechos en
conflicto —el de la libertad de información y el de la propia imagen—, siempre atendiendo a las
circunstancias concurrentes, no debe darse a la fotografía un tratamiento distinto del que merece la
información en su conjunto a la que se encuentra vinculada; de manera que, para que ceda el
derecho a la propia imagen frente a la libertad de información, es necesario que, además de ser ésta
veraz, exista un interés público en la captación y difusión de la imagen y, además, que dicho interés,
a la vista de las circunstancias concretas, se considere constitucionalmente prevalente respecto del
interés del perjudicado en evitar la divulgación de su imagen (STS de 5 de febrero de 2009)».
En consecuencia el TS entiende que debe prevalecer el derecho a la información frente al derecho al
honor y la propia imagen, y desestima el recurso de casación.
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la información relativa a la salud física y psíquica de las personas" . (STC 159/2009, con cita de la
STC 70/2009).
2.º) Sin embargo, "aunque el art. 18.1 CE (LA LEY 2500/1978) no prevé expresamente la posibilidad
de un sacrificio legítimo del derecho a la intimidad —a diferencia de lo que ocurre en otros
supuestos, como respecto de los derechos reconocidos en los arts. 18.2 y 3 CE —, su ámbito de
protección puede ceder en aquellos casos en los que se constata la existencia de un interés
constitucionalmente prevalente al interés de la persona en mantener la privacidad de determinada
información" (STC 159/2009).
3.º) Tratándose de la intimidad, "la veracidad no es paliativo, sino presupuesto, en todo caso de la
lesión" (STC 20/1992). Sin embargo, "en modo alguno puede exigirse a nadie que soporte
pasivamente la difusión periodística de datos, reales o supuestos, de su vida privada que afecten a su
reputación" (también STC 20/1992). De ahí que la intromisión en la intimidad pueda resultar
agravada "precisamente por la falta de veracidad de la información si esta falta de veracidad
contribuye a presentar... una situación de los demandantes aún más reservada o sustraída a los ojos
de los demás que la situación real" (STC 12-9-2011 en recurso n.o 941/07).
4.º) La tutela de la intimidad "se debilita proporcionalmente, como límite externo de las libertades de
expresión e información, cuando sus titulares son personas públicas o con notoriedad pública,
estando obligadas por ello a soportar un cierto riesgo de que sus derechos subjetivos de la
personalidad resulten afectados por opiniones sobre cuestiones de interés general" (STC 99/2002).
5.º) "Así, mientras que un particular desconocido para el público puede aspirar a una protección
especial de su derecho a la vida privada, no sucede lo mismo con las personas públicas" (STEDH 7-
2-2012, Gran Sala, asunto Von Hannover contra Alemania n.o 2, apdo. 110).
6.º) La calificación de la enfermedad del príncipe de Mónaco Rainiero III como acontecimiento
histórico por el Tribunal Federal de Justicia de Alemania en una sentencia de 2007 "no puede
considerarse irrazonable", y unas imágenes y artículos al respecto pueden contribuir, "cuando menos
en cierta medida, a un debate de interés general", pues "a la función de la prensa de divulgar
informaciones e ideas sobre todas las cuestiones de interés general se añade el derecho, para el
público, de recibirlas" (STEDH 7 de febrero de 2012, Gran Sala, asunto Von Hannover contra
Alemania n.o 2, apdo. 118).
7.º) La libertad de expresión "es válida no solamente para las ‘informaciones’ o ‘ideas’ acogidas
favorablemente o consideradas inofensivas o indiferentes, sino también para aquellas que chocan,
ofenden o inquietan: así lo quieren el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura, sin los cuales
no existe ‘sociedad democrática’. Tal y como consagra el art. 10 [del Convenio], está sujeta a
excepciones que, sin embargo, requieren una interpretación estricta, y la necesidad de cualquier
restricción debe acreditarse de manera convincente " (STEDH 7 de febrero de 2012, Gran Sala,
asunto Von Hannover contra Alemania n.o 2, apdo. 101)».
Así partiendo de que los datos sobre la enfermedad física o psíquica de una persona se encuentran
protegidos por el derecho a la intimidad, considerándose su difusión una intromisión ilegítima en
dicho derecho, no recibe el mismo tratamiento una persona pública que una que no ostente tal
consideración. Aquí, como ya hemos visto en otros casos, cede el derecho a la intimidad frente al
derecho de información, dada su prevalencia, puesta de relieve en el presente trabajo. Tratándose de
una persona pública, o de relevancia o notoriedad pública existe un interés público, o un interés
general, constitucionalmente protegido, a que se difunda la información sobre su salud, siempre que
dicha información sea veraz.
En este caso la Sala del TS considera que no hay intromisión ilegítima en el derecho a la intimidad de
la recurrente, se trata de una persona de evidente relevancia pública (la Duquesa de Alba) y su
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estado de salud entiende la Sala que es de interés general, pues suscitó gran expectación en la
opinión pública, concentrando la atención de los medios de comunicación. En cuanto al hecho de que
se aludiera a su empeoramiento físico y su supuesta demencia senil, considera la Sala que no se
produjo una intromisión en su derecho a la intimidad, pues dichas expresiones se realizaron con
cariño y respeto, considerando la relevancia pública e histórica de la recurrente.
En consecuencia el TS considera que no se vulneró el derecho a la intimidad de la recurrente y
desestima el recurso de casación.
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define por tratarse de personas en formación más vulnerables por tanto a los ataques a sus derechos.
La Directiva 89/552/CEE, sobre la coordinación de las disposiciones legales, reglamentarias y
administrativas de los Estados miembros, relativas al ejercicio de actividades de radiodifusión
televisiva ha sido incorporada a nuestro ordenamiento interno por la Ley 25/1994, de 12 de julio,
modificada por Ley 22/1999, de 7 de junio y dispone en su art. 1.5 que tiene por objeto defender los
intereses legítimos de los usuarios y en especial de los menores para preservar su correcto desarrollo
físico, mental y moral. El medio televisivo está obligado en consecuencia a proteger específicamente
el honor, la intimidad y la propia imagen del menor en el ámbito estatal, autonómico o local y tanto
los medios públicos como privados. Además, el derecho a la intimidad personal es, si se quiere,
mucho más estricto cuando se trata de menores y así, el TC ha afirmado que el derecho fundamental
a la intimidad garantiza "la existencia de un ámbito propio y reservado frente a la acción y el
conocimiento de los demás, necesario, según las pautas de nuestra cultura, para mantener una
calidad mínima de la vida humana (STC 186/2000, de 10 de julio, FJ 5)" (STC 119/2001, de 24 de
mayo, FJ 5), señalando la citada STC de 30 de junio de 2003 que, abstracción hecha de lo opinable
que, en algunas ocasiones, pueda resultar la delimitación de ese ámbito propio y reservado, resulta
incuestionable que forma parte del mismo el legítimo interés de los menores a que no se divulguen
datos relativos a su vida personal o familiar, que viene a erigirse, a tenor de lo dispuesto en el art.
20.4 CE, en límite infranqueable al ejercicio del derecho a comunicar libremente información veraz
(STC 134/1999, de 24 de mayo, FJ 6).
Igualmente, la STS 12 de julio de 2004 señaló que los mecanismos legales de protección de los
derechos fundamentales de los menores establecidos en la Ley Orgánica 1/1982, art. 3 se refuerzan
e n l a Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de protección jurídica del menor, c o m o d i c e
expresamente su preámbulo o exposición de motivos, estableciendo, después de reconocer, como no
podía ser menos, el derecho al honor, a la intimidad personal y a la propia imagen, de los menores
(art. 4.1) y de imponer la intervención del Ministerio Fiscal frente aquellos actos que puedan
constituir intromisión ilegítima en esos derechos (art. 4.2), dispone que se considerara intromisión
ilegítima en el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen del menor,
cualquier utilización de su imagen o su nombre en los medios de comunicación que pueda implicar
menoscabo de su honra o reputación, o que sea contraria a sus intereses incluso si consta el
consentimiento del menor o de sus representantes legales (art. 4.3)».
Nos dice, entonces, el TS, que los menores tiene una protección especial en relación con el derecho
al honor, la intimidad y la propia imagen y que puede existir intromisión ilegítima en dichos derechos
aún en los casos en que el menor haya prestado su consentimiento. Considera la Sala que debe
prevalecer el derecho a la información frente al derecho al honor del menor de edad, y ello partiendo,
en cuanto al juicio de ponderación sobre el peso de los derechos en conflicto en abstracto, de la
preponderancia del derecho a la información frente al derecho al honor. Sin embargo, en la
ponderación del peso relativo de los derechos, si bien el TS entiende que existía interés general en la
información, dicha información no fue veraz (pues no se informó de que el TS había desestimado el
recurso de casación del autor de los delitos contra la libertad sexual del menor) dato que la Sala
entiende que era fundamental para considerar la información como veraz, cuya omisión transformaba
a la noticia en inveraz y no puede considerarse la existencia de reportaje neutral, pues la noticia no
fue divulgada de la misma forma en los programas de la cadena demandada, que en los que afirman
lo recurridos que se basaron, por lo que no puede decirse que los programas de la recurrida fueran
meros transmisores de la noticia emitida por otro medio de comunicación. Por lo tanto, según el TS,
no se cumplió el requisito de veracidad de la noticia. Por otra parte tampoco se respetó el principio
de proporcionalidad, pues tal como se divulgó la noticia se puso en entredicho la condición de
víctima de abusos sexuales del menor, cuestionándose la culpabilidad del autor del delito y colocando
a este en la posición de víctima, dada su minusvalía y sus circunstancias familiares, por lo que el TS
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considera que debe prevalecer el derecho al honor del menor sobre el derecho de información, y
desestima el recurso de casación interpuesto, confirmando las sentencias recaídas en instancia y
apelación.
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pagarla, serían incluidos en el registro de morosos ASNEF. Los demandantes no pagaron la cantidad a
que ascendía la factura, y la empresa de seguridad comunicó los datos personales de los
demandantes a ASNEF, que los incluyó en un fichero de morosos.
Los afectados interpusieron demanda solicitando que se declarara la existencia de una vulneración en
su derecho fundamental al honor por la inclusión de sus datos en el registro de morosos. La
sentencia de instancia desestima íntegramente la demanda, y, formulado recurso de apelación, la
Audiencia Provincial confirma dicha sentencia. Los demandantes interponen recurso de casación ante
el TS. La Sala de dicho Tribunal estima el recurso de casación y considera que existió una intromisión
ilegítima en el derecho al honor de los recurrentes por inclusión indebida en un registro de morosos.
Dice la Sala:
«(…)La sentencia de esta Sala núm. 284/2009, de 24 de abril, sienta como doctrina jurisprudencial
que inclusión indebida en un fichero de morosos vulnera el derecho al honor de la persona cuyos
datos son incluidos en el fichero, por la valoración social negativa de las personas incluidas en estos
registros y porque la imputación de ser "moroso" lesiona la dignidad de la persona, menoscaba su
fama y atenga a su propia estimación ("pues esta clase de registros suele incluir a personas
valoradas socialmente en forma negativa o al menos con recelos y reparos [...] es una imputación, la
de ser moroso, que lesiona la dignidad de la persona y menoscaba su fama y atenta a su propia
estimación").
(…) La regulación de la protección de datos de carácter personal es determinante para decidir si la
afectación del derecho al honor, en el caso de inclusión de los datos del afectado en un "registro de
morosos", constituye o no una intromisión ilegítima, puesto que si el tratamiento de los datos ha sido
acorde con las exigencias de dicha legislación (es decir, si el afectado ha sido incluido correctamente
en el "registro de morosos"), no puede considerarse que se haya producido una intromisión ilegítima.
Ha de examinarse por tanto cómo se regula en nuestro ordenamiento la protección de datos de
carácter personal, y en concreto, en relación con los denominados "registros de morosos".
3.- La regulación de la protección de datos de carácter personal
El art. 18.4 de la Constitución española (en lo sucesivo, CE) prevé que "la ley limitará el uso de la
informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno
ejercicio de sus derechos".
(…)10.- Incumplimiento de los principios de calidad de datos por la empresa demandada
La empresa demandada vulneró la normativa de protección de datos. Los datos que comunicó al
registro de morosos no eran veraces ni exactos pues no existía previamente una deuda cierta,
vencida, exigible, que hubiera resultado impagada, sino una reclamación derivada de la unilateral
liquidación por la demandada de una cláusula penal redactada en términos que no permitían, por sí
solos, fijar la cantidad en que se concretaba su aplicación. Que en la cláusula penal se previera que
"en caso de que antes de concluido el plazo de permanencia [24 meses], el servicio contratado sea
suspendido, dado de baja o cancelado por solicitud de baja por parte del cliente o por
incumplimiento del contrato imputable al mismo, ADT ESPAÑA tendrá derecho a reclamar al CLIENTE
el abono de las cantidades pendientes de amortización hasta la terminación efectiva del contrato" no
supone, como pretende la recurrida, que de tal cláusula resulte una deuda cierta, vencida y exigible,
y menos aún que la misma pueda fijarse en el importe de las cuotas correspondientes al periodo
pendiente de transcurrir hasta la conclusión del periodo de permanencia.
Pero, sobre todo, no se respetaron los principios de prudencia y proporcionalidad, puesto que los
datos no eran determinantes para enjuiciar la solvencia económica. No es controvertido que los
clientes demandados habían pagado las cuotas del servicio de vigilancia hasta que decidieron darse
de baja. Si a continuación se negaron a pagar la cantidad que la empresa de seguridad demandada
fijó unilateralmente en aplicación de la cláusula penal, podrá discutirse si la cláusula era o no
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que pueden darse al amparo de ciertas prácticas de supuesta parapsicología, y, de hecho, el reportaje
trae causa de denuncias o alertas procedentes del ámbito de organizaciones de consumidores y
usuarios, lo que justificó la elección del recurrente por los reporteros. El reportaje no puede ser
tachado de tergiversador, de falto de veracidad, por más que se utilice el engaño por los periodistas
en la ideación de un fenómeno paranormal, que es falso, que sirvió para poner al descubierto la
conducta falaz del luego demandante, así como su ánimo de lucrarse a costa de los supuestos
clientes, a quienes también, a su vez, pretende engañar, e incluso intenta obtener más dinero
vendiendo el caso a la televisión. El objetivo del reportaje es, pues, de interés general, y no se
produce deformación de la realidad, pues la conducta del demandante, quien obviamente queda en
evidencia, habla por sí misma. Cuestión distinta, como después veremos, es la procedencia del medio
utilizado por los reporteros para la elaboración del reportaje en relación con otros derechos, como el
derecho a la propia imagen del recurrente. Consecuentemente, la información es de interés general y
veraz, y por ello no se vulnera el derecho al honor del recurrente.
En relación a las opiniones de los invitados al programa, que no han
Debe prevalecer el derecho sido demandados, son consecuencia lógica de la conducta falaz y de
a la propia imagen frente al las propias actitudes del recurrente que se observan en el reportaje, y
derecho a la libertad de
están amparadas por el derecho a la libertad de expresión, dentro del
información
cual tiene destacada relevancia el derecho a la crítica, por mordaz e
hiriente que esta pueda ser, siempre que no se utilicen expresiones
objetivamente injuriosas, valoración esta que siempre ha de hacerse en relación con el contexto, o
innecesarias para el ejercicio de la crítica, siendo así que las utilizadas por los invitados no se
producen fuera de contexto y pueden entenderse como moderadas a la vista de los comportamientos
y expresiones del recurrente reflejados en el reportaje, que ponen de relieve, cuanto menos, una total
falta de seriedad, como dejaron claro en el programa los expertos que fueron invitados. No se trata,
pues, de expresiones indudablemente injuriosas sin relación con las ideas u opiniones que se
expongan y que resulten innecesarias para la exposición de las mismas (Sentencia de 14 de enero de
2009), por todo lo cual prevalece el derecho a la libertad de expresión sobre el derecho al honor del
recurrente».
De esta forma, considera el TS que tratándose de un asunto de interés general (posibles estafas en
los servicios de parapsicología) y dado que la información era veraz, no puede entenderse que se ha
vulnerado el derecho al honor del demandante, así como tampoco puede entenderse que las
expresiones vertidas en el debate vulneraran dicho derecho, puesto que no pueden considerarse
injuriosas o denigrantes, ya que fueron motivadas por la propia conducta del demandante (de una
total falta de seriedad).
Cuestión distinta es lo referente a la vulneración del derecho a la propia imagen del recurrente. En
este sentido la Sentencia declara: «En cambio, sí que existe en el recurso de casación una específica
imputación de vulneración del derecho a la propia imagen del recurrente, denunciada en el motivo
segundo del recurso, primero por el uso de la cámara oculta y después por su posterior difusión en
un medio de comunicación, no ejerciendo el recurrente cargo público o profesión de notoriedad o
proyección pública, ni existiendo interés público en la captación o difusión de la imagen del
recurrente, que se podría haber realizado difuminando los rasgos físicos del recurrente, como se hace
en el reportaje con la imagen de los periodistas, siendo innecesaria la imagen nítida del Sr. Eutimio
para el fin de informar.
Esta parte del recurso ha de ser estimada.
En primer término, es evidente que, tanto en el momento de la grabación como en el de la emisión
del programa de televisión, el demandante fue privado del derecho a decidir, para consentirla o
impedirla, sobre la reproducción de la representación de su aspecto físico determinante de una plena
identificación. Como se dijo en Sentencia de 19 de julio de 2004, el derecho a la propia imagen
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El demandante formuló recurso de casación al entender que las expresiones contenidas en la carta
vulneraban su derecho al honor. El TS considera, en el juicio de ponderación, que debe prevalecer la
libertad de expresión del demandado, en el ejercicio de su cargo sindical. Dice la Sala:
«SEXTO.- Examinado el caso enjuiciado con arreglo a la jurisprudencia de esta Sala y la doctrina del
Tribunal Constitucional antes reseñadas, esta Sala, en su juicio de ponderación, considera que deben
prevalecer las libertades de información y de expresión del demandado sobre el derecho al honor del
demandante D. Román, único recurrente en casación contra la desestimación de la demanda,
interpuesta en su día por él y su esposa, por las siguientes razones:
A) Las expresiones utilizadas en la carta deben entenderse como un caso de ejercicio de los derechos
a la libertad de información y a la libertad de expresión comprendido en el derecho a la acción
sindical, pues, como se ha indicado al inicio del fundamento jurídico cuarto, la carta la dirigió el
delegado de un sindicato al responsable estatal del mismo en una empresa pública (AENA) y en ella
se expresaba a su destinatario el malestar y la sensación de abandono en que se encontraban los
trabajadores de la región de navegación aérea de Canarias por el hecho de haberse vuelto a nombrar
al demandante como director regional de navegación aérea, lo que implicaba que también su esposa
ocuparía cargos directivos como ocurrió en la anterior ocasión en que el demandante había sido
nombrado para el mismo puesto. Del contenido de la carta se desprende también que el demandado
reclamaba una política adecuada en el nombramiento de los puestos directivos, incluso de confianza,
en el sector público, así como la transparencia en la contratación pública.
B) Respecto del ejercicio de la libertad de información como manifestación del derecho a la acción
sindical del demandado, concurre el requisito de la veracidad respecto de la mayoría de los hechos
sobre los que se informa en la carta (el nombramiento del demandante, sus destinos anteriores y tipo
de trabajo realizado, los ceses y nuevos nombramientos en diversos puestos producidos tras su
nombramiento, la jubilación anticipada del jefe de la división de administración y recursos humanos,
los nombramientos como jefes de departamento de personas con contrato laboral precario y las
denuncias de UGT DRNA Canarias sobre la esposa del demandante), que pueden considerarse no
necesitados de prueba por ser notorios. Otros hechos, como los relativos a determinadas conductas
de la codemandante inicial, no pueden ya considerarse ofensivos de su derecho al honor por haberse
declarado desierto su recurso de casación contra la sentencia que confirmó la desestimación de la
demanda.
C) Respecto del ejercicio de la libertad de expresión como manifestación del derecho a la acción
sindical del demandado, las expresiones y frases de la carta a las que se alude en la demanda como
atentatorias del derecho al honor del demandante no pueden calificarse como ultrajantes u ofensivas,
aunque le puedan herir o molestar, y tampoco cabe entender que carezcan de relación con las ideas u
opiniones que se exponen y, por tanto, sean innecesarias al propósito del demandado de ejercer su
libertad de acción sindical, porque el contexto en el que se inscribe la carta es el de una política de
nombramientos que perjudica al sindicato UGT en beneficio de otros sindicatos.
D) Desde esta última perspectiva, también debe tenerse en cuenta la
Especialmente protegidos, situación laboral y social existente en el ámbito en que el demandado
en cuanto a la garantía de manifestó su crítica, pues, como indica la STS 12 de diciembre de
estos derechos, se
2013, rec. 1777/10, este es uno de los parámetros que deben
encuentran los menores de
utilizarse, de acuerdo con una concepción pragmática del lenguaje
edad e incapacitados
adaptada a las concepciones sociales, para hacer prevalecer la libertad
de expresión cuando se empleen expresiones que, aisladamente,
pudieran ser consideradas ofensivas.
E) Según los hechos probados en las instancias, el demandado fue autor de la carta pero no puede
ser considerado responsable de su difusión. A estos efectos la sentencia de primera instancia
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considera, como hipótesis más verosímil, que la difusión general por correo electrónico se debiera a
otro sindicato distinto de la UGT, y la sentencia de segunda instancia, tras tener por probado que la
difusión se debió a ese otro sindicato, deja en la duda si el demandado fue también responsable o, al
menos, la consintió o no hizo nada por evitarla.
F) Finalmente, la crítica efectuada por el demandado en su carta se refería a personas que ejercían un
cargo público y tenían proyección pública en el ámbito social y laboral en el que el demandado
ejercía su actividad sindical, pues eran el nuevo director regional de navegación aérea de Canarias y
su esposa, esta última anterior jefa de la división de recursos humanos de la misma área, con lo que
el peso de su derecho al honor es más débil que el del derecho a las libertades de información y de
expresión del demandado, sin que tampoco se aprecie la existencia del grado de intensidad necesario
para que pueda entenderse producida una transgresión del prestigio profesional de los demandantes,
ya que la rectitud y transparencia en el nombramiento de los cargos públicos son valores que
interesan a toda la sociedad y justifican que quienes desempeñan responsabilidades sindicales
pongan un especial empeño en su efectividad.
Procede por tanto desestimar estos dos motivos y, con ello, el recurso y confirmar la sentencia
recurrida».
Así el TS entiende que las expresiones proferidas en la carta, aunque pudieran molestar al recurrente,
no pueden considerarse injuriosas o ultrajantes, y, en todo caso, el demandado las profirió en el
ejercicio de su cargo de delegado sindical, y, en el ámbito de un contexto social y laboral
determinado, en el que se expresaba el descontento y sensación de abandono que le provocaba la
labor del demandante, que ostentaba un cargo público (responsable estatal de un sindicato en AENA),
a lo que se une que el demandado no fue el responsable de la difusión de la carta, cuyas expresiones
no suponían un desprestigio profesional del recurrente, por lo que, según el TS, debía prevalecer el
derecho a expresar libremente la opinión del recurrente frente al derecho al honor del recurrente, que
no fue vulnerado con las expresiones proferidas por el demandado.
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radiofónico, y proceden de una persona que ocupa la presidencia de una entidad de base asociativa
que actúa en el sector de la actividad económica en el que intervienen las partes en conflicto. Las
manifestaciones del demandado exceden, desde luego, de la mera opinión, pero también de la simple
crítica y de la expresión de un juicio de valor amparado por el contenido legítimo del derecho a la
libertad de expresión, mostrando un carácter oprobioso, vejatorio, denigrante y ofensivo, que supera
la simple reprobación de la conducta de la persona, resultando tales expresiones de todo punto
gratuitas, sin que se haya acreditado la veracidad de los hechos a que se refieren —dentro de la
exigencia de veracidad que corresponde a la libertad de expresión—, y mostrándose, en fin,
innecesarias para realizar una crítica no vejatoria de la actuación del demandante, incluso en el
marco de una confrontación de intereses, así como desproporcionadas con relación a la finalidad a la
que sirve el derecho a la libertad de expresión. Por el contrario, las manifestaciones del actor en
diversos medios de comunicación, a las que se contrae la denuncia de la intromisión ilegítima del
derecho al honor del demandado-reconviniente, no se salen del contenido propio del derecho a la
libertad de expresión, en la medida en que constituyen la manifestación de un juicio de valor y de
una opinión acerca del desarrollo de una determinada forma de explotar el medio marino y de sus
consecuencias, que se produce en el marco de una confrontación de intereses económicos, en la que
no se utilizan términos injuriosos u ofensivos. La alusión a que por intereses económicos
especulativos se produzca la contaminación del medio marino como consecuencia de la explotación
de las instalaciones dedicadas a la acuicultura, así como a la aparición de depredadores por la
"basura existente" bajo tales instalaciones, a la proliferación de este tipo de industria motivada por
las subvenciones económicas, a las "consecuencias irreversibles" y al "terrorismo ecológico", no
dejan de constituir manifestaciones que, por más que resulten duras y desagradables para quien se
considera destinatario de ellas, no exceden de una opinión y de la crítica legítima realizada en el
marco del desarrollo de una determinada actividad profesional y de la existencia de intereses
empresariales y económicos contrapuestos, en la que no se desliza expresión vejatoria, insulto o
manifestación injuriosa alguna, por lo que deben situarse dentro del contenido propio del derecho a
la libertad de expresión, no resultando atentatorias contra el honor del demandado reconviniente, ya
sea el correspondiente a su persona, ya el que pudiera corresponder al colectivo profesional que
representa».
Partiendo de que la crítica a la labor profesional de una persona no siempre supone una intromisión
ilegítima en su derecho al honor, en este caso, considera el TS, que las insinuaciones del demandado
sobre conductas ilícitas e inmorales del demandante, exceden de los límites de la libertad de
expresión, yendo más allá de una mera opinión sobre la labor profesional del demandante, atentando
contra su prestigio profesional y personal. No se trata de expresiones que puedan molestar o
disgustar, sino de auténticos ataques a la honra y estima profesional y personal del demandante, por
lo que el TS considera que debe prevalecer el derecho al honor del demandante, frente a la libertad
de expresar opiniones, ideas o pensamientos del demandado.
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general del asunto al que se refiere, "pues sólo entonces puede exigirse de aquellos a quienes afecta
o perturba el contenido de la información que, pese a ello, la soporten en aras, precisamente, del
conocimiento general y difusión de hechos y situaciones que interesan a la comunidad", sin que baste
a tales efectos la simple satisfacción de la curiosidad ajena (STC 20/1992, de 14 de febrero, FJ 3).
De otra forma, "el derecho a la información se convertiría en una cobertura formal para, excediendo
del discurso público en el que debe desenvolverse, atentar sin límite alguno y con abuso del derecho
al honor y a la intimidad de las personas con afirmaciones, expresiones o valoraciones que resulten
injustificadas por carecer de valor alguno en relación con el interés general del asunto" (STC
172/1990, de 12 de noviembre, FJ 2).
Pues bien, descritos los hechos como han sido expuestos, no cabe sino concluir en que la
información y la actividad desarrollada en el programa "Crónicas Marcianas" con don Benicio carece,
desde cualquier perspectiva, del interés público y la relevancia pública necesaria para que esté
cubierta por el ejercicio de esa libertad por profesionales de la información y, muy al contrario,
resulta una clara intromisión y abuso de sus derechos fundamentales al honor y a la propia imagen. Y
es que, en efecto, la entrevista realizada por don Jaime al señor Benicio, posteriormente emitida en el
referido programa, y reflejada también en su página web, no sólo carecía de valor informativo
alguno, sino que, además, fue realizada únicamente con propósito burlesco, para ridiculizar al
entrevistado, poniendo de relieve sus signos evidentes de discapacidad físicas y psíquicas, animus
iocandi que fue advertido tanto en la Sentencia de primera instancia como en la dictada en apelación,
e incluso en la recaída en casación, que consideró poco ética la actuación del medio televisivo».
En cuanto al supuesto consentimiento del demandante dice la Sentencia:
«Pues bien, en el presente caso el actor en instancia acudió voluntariamente al lugar donde tendría
lugar la entrevista con el colaborador del programa "Crónicas Marcianas", de donde la Sentencia
impugnada dedujo que consintió libremente a la realización de la misma. Ahora bien, desde la
perspectiva del derecho al honor y a la propia imagen, puesta en conexión con lo dispuesto en el art.
49 CE (LA LEY 2500/1978), lo anterior no es suficiente para considerar válido el consentimiento
prestado. En primer lugar, porque el art. 2.2 de la Ley Orgánica 1/1982 (LA LEY 1139/1982) exige
que el consentimiento sea expreso, exigencia que, en un caso como el presente, debe ser de
interpretación especialmente rigurosa, habida cuenta del mandato de tutela de las personas con
discapacidad en el disfrute de los derechos consagrados en el Título I de la Constitución, que se
contiene en su art. 49. Por tanto, en este supuesto, no basta con presumir la voluntad por el hecho
de realizar la entrevista, sino que era necesario que constara expresamente el consentimiento,
constancia que no ha quedado probada, tal y como se señala en el voto particular emitido al Auto de
10 de enero de 2011, desestimatorio del incidente de nulidad de actuaciones.
Además, existía un segundo aspecto a considerar que fue ignorado por el órgano judicial en la
resolución judicial impugnada: la garantía de que el acto voluntario de acudir a la entrevista
comportaba la consciencia de lo que estaba haciendo y, ante las muestras evidentes de que dicha
consciencia era dudosa -como ha quedado probado en el proceso-, la exigencia de una garantía
adicional de los derechos fundamentales en juego, que en el presente caso se concretarían en la
exigencia al entrevistador de que expresamente se asegurara de que el actor, con una discapacidad
física y psíquica evidente, era claramente conocedor de las características del programa en el que se
emitiría la entrevista y del alcance de ésta. La exigencia de una doble garantía en los casos previstos
en el art. 3. 1 de la Ley 1/1982 se explica por el carácter de los derechos que la Ley quiere proteger.
En este sentido, es relevante también la naturaleza del programa en el que se iba a emitir la
entrevista y el propio tono de la misma, un montaje burlesco elaborado al objeto del entretenimiento
del público que perseguía una finalidad humorística mediante la manipulación de la persona
entrevistada, por lo que la exigencia de especiales garantías no es sino coherente con las
circunstancias del caso. En defecto de tales garantías la presencia voluntaria del entrevistado no
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VII. CONCLUSIONES
Se puede concluir el presente trabajo afirmando que en el mismo se han analizado los casos más
relevantes de colisión entre los derechos al honor, intimidad y propia imagen y las libertades de
información y expresión. Es cierto que la Jurisprudencia actual del TS y TC, que ha sufrido una
evolución en consonancia con la Jurisprudencia del TEDH, otorga prevalencia a estas libertades antes
referidas, frente a aquellos derechos, lo cual es característico de un Estado democrático, sin embargo
la realidad es que las reglas que rigen el juicio de ponderación que deben realizar Juzgados y
Tribunales han propiciado que deba examinarse cada caso según las circunstancias del mismo. El
crecimiento de los medios de comunicación (con la creación, en los últimos años de múltiples
cadenas de radio y televisión, así como prensa escrita) nos ha llevado a un momento de apogeo de la
comunicación, siendo la información un pilar fundamental del Estado de derecho, información que es
demandada por los ciudadanos, lo que lleva a que existan fricciones entre esta derecho del ciudadano
a estar informado y expresar su opinión, con el derecho al honor, intimidad y propia imagen de las
personas públicas o con relevancia pública, pues los tan mentados derechos a la libertad de
información y expresión no son ilimitados, lo hemos visto en el análisis realizado en el presente
trabajo, en muchas ocasiones estas libertades ceden frente a lo que se considera una intromisión
ilegítima en los derechos personalísimos al honor, intimidad y propia imagen. Especialmente
protegidos, en cuanto a la garantía de estos derechos, se encuentran los menores de edad e
incapacitados, pues es relativamente común observar como son objeto de noticia, por la relevancia
pública de sus progenitores, sin tener en cuenta los daños y perjuicios que a su persona puede
causar la difusión de una noticia determinada.
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Resulta evidente que la noticia inveraz no puede ser constitucionalmente protegida. Tampoco puede
serlo el mero, rumor, curiosidad o cotilleo, que provoca daños y perjuicios; únicamente la noticia que
ha sido objeto de una labor de investigación y constatación goza de la consideración de información
encuadrable dentro de la libertad de información del art. 20 CE. A su vez la noticia referida a una
persona privada, sin consideración pública ni relevancia pública, carece, por lo general, de interés
público, y no ayudaría a formar una opinión pública libre. También es cierto que se protege,
constitucionalmente, la libertad de expresar críticas, opiniones o ideas, pero ello no implica que dicha
libertad se utilice para vilipendiar, ultrajar o injuriar a otra persona, aunque no se exija que dicha
crítica u opinión sea veraz.
Cuestión aparte merece el derecho al honor, intimidad y propia imagen de las personas famosas, que
con carácter previo han comerciado con su vida privada, recibiendo a cambio cuantiosas sumas de
dinero, sus pretendidos derechos quedarían condicionados por su condición de personas públicas,
aunque ello no quiere decir que se pueda invadir su vida íntima (como hemos visto en los casos
objeto de análisis).
En definitiva, es difícil dar una respuesta unívoca ante los casos en que se produce conflicto entre los
derechos fundamentales objeto del presente trabajo. Es labor judicial determinar, mediante un juicio
de ponderación, cual debe prevalecer.
(1) MONTÓN GARCÍA, M. «Derecho al honor, intimidad y propia imagen: protección civil y su conflicto con las libertades de
información y expresión» Diario LA LEY, 1995, pág. 874, tomo 1, editorial LA LEY.
(2) MORENILLA ALLARD, P. en «Los derechos fundamentales y su protección jurisdiccional», Madrid, 2007, editorial Colex, págs.
655 a 657..
(3) En este sentido MACÍAS CASTILLO, A, en «El derecho a la información y el reportaje con cámara oculta», Práctica de Derecho
de Daños, núm. 31, Sección Estudios, octubre de 2005, Editorial LA LEY, págs. 5.
(5) ALBERRUCHE DÍAZ FLORES, M., «El derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen de las personas discapacitadas», LA
LEY derecho de familia, núm. 2, Sección Estudios de Jurisprudencia, 2.º trim. 2014, editorial LA LEY, pág. 3.
(10) Ibidem.
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(15) LLAMAS POMBO, E., «Reflexiones sobre el derecho de daños casos y opiniones», edición núm. 1, editorial LA LEY, Madrid, 2010,
cap. «Honor, intimidad y propia imagen».
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