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2) Los efectos de los nuevos inventos que inundaron Europa durante el siglo XIX
eran plenamente patentes dondequiera que se mirase en una ciudad moderna
como París.
La iluminación de las calles y las lámparas de gas para interior tuvieron grandes
repercusiones sobre la vida social, al posibilitar la vida nocturna de la burguesía,
que podía asistir a espectáculos nocturnos de ópera y ballet. La máquina de
vapor revolucionó el mundo del transporte y del comercio, acercando a la
emergente clase media nuevos y exóticos productos. Por todas partes se podían
ver nuevas aplicaciones de la tecnología facilitando la vida cotidiana, como
puentes o ferrocarriles que permitían a los habitantes de las ciudades acercarse a
las zonas rurales los fines de semana.
Los impresionistas fueron testigos de todos estos cambios, y plasmaban en sus
cuadros escenas cotidianas de su repercusión sobre las costumbres de la gente.
Como se puede ver, la Francia del siglo XIX estaba sacudida por la constante
aparición de nuevas ideas basadas en la razón y el utilitarismo en el tratamiento
de los asuntos públicos, desplazando a la tradición como única guía de conducta
cotidiana.
En este efervescente entorno es en el que surgieron y se formaron los
impresionistas.
3)
Henri Toulouse-Lautrec
Francia, 1864–1901
Postimpresionismo
Pierre-Auguste Renoir
Francia, 1841–1919
Impresionismo – desnudo
Pierre-Auguste Renoir fue uno de los pintores del grupo impresionista, centrado a
diferencia de la mayoría de sus colegas paisajistas, en la figura humana. En concreto, la
figura humana femenina. Y más en concreto aún, en la figura humana femenina
desnuda. Aunque cierto es que ubicaba estos desnudos en paisajes, y eso da como
resultado un impresionismo ornamental, sensual, hedonista.
De hecho, Renoir gustaba del rococó y su rollo picarón y hedonista. Siguió siempre la
tradición, adaptándola a los nuevos tiempos de pinceladas sueltas y pintores barbudos y
nunca dejó de pintar la alegría de vivir, siempre diversión, siempre fiesta.
Renoir bebió también de las fuentes de Rubens (esos cuerpos nada anoréxicos) y sobre
todo Corot (del que robó técnica y estilo).
El sexto de siete hijos de un sastre y una costurera, Renoir ya dibujaba de pequeño sobre
las paredes con trozos de carbón y jugaba a policías y ladrones en el Louvre. Era
cuestión de tiempo en empezar a aprender el oficio. Tras el trabajo en un taller de
porcelana, acudió durante 3 años a cursos gratuitos de dibujo. Aunque eran muy
humildes, los padres de Renoir nunca impidieron su sueño de ser artista, y con su
apoyo, al final lo logró.
Empezó pintando abanicos y persianas o coloreando escudos de armas. Un buen día se
pasó a los retratos. Aprobó el ingreso a Bellas Artes y sacó todo sobresalientes en la
escuela. Ahí conoció a los que serían compañeros de profesión y movimiento: Claude
Monet, Frédéric Bazille y Alfred Sisley.… a menudo iban a pintar juntos al aire libre.
Fueron tiempos de felicidad y creatividad, pero también de miseria. No tenía ni una
moneda. Suerte que contó con la ayuda de sus amigos siempre que estos podían, y
además justo entonces se abrió el famoso Salón de los Rechazados, en donde nació el
arte moderno y la pintura de Renoir empezó a ser más valorada.
Poco a poco consiguió vender bastantes retratos que terminarían convirtiéndose en su
principal fuente de ingresos y conoció a su primera musa, Lise Tréhot. Modelo y amiga,
se convirtió en el canon de belleza femenina para el pintor.
Después vendrían Anne, Angèle, Margot… y una joven de mejillas redondas y nariz
respingona que aparece en sus cuadros más famosos: Aline Charigot. Auguste, de 40
años, y Aline, de 20, se enamoraron.
Fue la felicidad absoluta para el artista: una discreta salud, bastante dinero y demasiado
amor… Fama internacional, francos para comprar tubos y pinceles y sol para pintar al
aire libre… Todo iba bien.
Sin embrago en este periodo de madurez, se sentía a veces inseguro. Había momentos
en los que dudada de la calidad de su arte, y acabó abandonando su estilo típico
(pincelada temblorosa para las vibraciones de la luz y de la sombra) y se volvió más
sereno y estable.
Al final, vivió una vida feliz y exitosa. Sus hijos fueron también grandes artistas y su
arte es hoy tan valorado como buscado por los carroñeros actuales, esos con mucho
dinero y poco gusto.
Su obra desprende alegría de vivir. Vida.
Claude Monet
Francia, 1840–1926
Impresionismo
Monet fue la figura clave del movimiento impresionista. De hecho, fue un cuadro suyo
el que puso nombre al movimiento.
Sus innovaciones en el estudio del color y la luz causaron tanta admiración como
rechazo, pero como bien sabemos, se adelantó lo justo a su tiempo como para ser
considerado un innovador y tener éxito al mismo tiempo.
Dibujante de caricaturas desde niño, ya pintaba paisajes y marinas, algo que le agradaba
al poder trabajar al aire libre. Con 19 años viaja a París para empezar sus estudios,
siendo financiado por su familia. Pero cuando Monet es llamado para el servicio militar
(de 7 años) estos no quieren pagar el reemplazo a no ser que deje ese horrible oficio, por
lo que Monet se tiene que ir a Argelia.
Un año después su tía acabaría pagando y Monet retorna a Francia. Viaja por Europa
donde se enamora de las distintas luces en los distintos momentos del día. En el Reino
Unido descubre a Turner, que le marca como nadie había hecho. Comienza a intentar
plasmarlo en pintura mediante manchas. Era el ojo quien las unía en el cerebro, aunque
estas ideas eran demasiado modernas para la época.
No fueron tiempos de bonanza. Monet y su familia (incluyendo hijos ilegítimos) vivían
en la pobreza, pero eso no impedía que el artista vistiera con las mejores ropas, como un
dandy. Además, era un artista muy poco comercial, excesivamente experimental.
Pero precisamente fue eso lo que le dio fama en la exposición de 1874: Una serie de
manchas de colores que representaban un paisaje mejor de lo que había sido
representado nunca… o mejor dicho, la impresión de ese paisaje…
Monet había descubierto su estilo, que se fue radicalizando con el tiempo. Intentó captar
el instante (sus trenes con humo), la luz (sus paisajes), las variaciones del color a través
de sus series sobre un mismo tema, a distintas horas o durante estaciones diferentes.
Paulatinamente fue acentuando los efectos luminosos hasta llegar en ocasiones a
difuminar las formas o incluso a fundirlas entre sí.
En sus últimas obras (nenúfares), la forma está ya prácticamente disuelta en manchas de
color. Muchos historiadores de arte afirman que, al sufrir Monet de cataratas, el artista
veía cada vez más tras un filtro borroso y amarillento. De hecho, tras ser operado,
volvió una temporada a su estilo anterior.
Sea como sea, Monet murió a los 86 años, consagrado como una leyenda. Estaba
prácticamente ciego, pero al morir tenía un pincel en la mano.
Edouard Manet
Francia, 1832–1883
Impresionismo
Hay excelentes artistas en la historia del arte, y después están los que sin ellos no
existiría el arte tal y como lo conocemos. Edouard Manet se incluye en esta segunda
categoría.
No fue en realidad un impresionista, aunque sin él no habría impresionismo,
movimiento que copió su novedosa técnica y sus inéditas temáticas.
Afortunadamente, Manet no entró en dos ocasiones en la Escuela Naval y decidió
hacerse pintor. Siguiendo a los grandes maestros de la pintura, se copió prácticamente
todo el Louvre, pero su rollo era realmente el Barroco Español, así que viajó a este país,
donde pudo ver directamente las obras de sus admirados Murillo, Zurbarán y sobre
todo, el grande entre los grandes, Diego Velázquez.
En principio Manet era una especie de neo-tenebrista españolizado, pero en un
momento dado (y quizás inspirado por su amigo Baudelaire) descubrió la luz, y su
efecto vida urbana moderna. Empieza a desarrollar entonces una atrevida técnica ligera
y brillante, que dejó a toda la juventud con la boca abierta y provocó el rechazo de los
viejos trilobites. Entre la juventud estaba, por supuesto, toda la tropa impresionista, que
encumbró a Manet como líder y gurú.
Pero Manet no quiso saber nada de movimiento alguno. Era libre y así siguió hasta sus
últimos días, abriendo puertas que llevarían a la pintura moderna. Bien conocido era por
su carácter rebelde, controvertido e irascible. Que se lo digan al crítico Edmond
Duranty, que a pesar de ser su amigo, fue desafiado por el pintor a un duelo por hacer
comentarios negativos sobre su obra.
Vincent Van Gogh
Países Bajos, 1853–1890
Postimpresionismo
Unos 900 cuadros, más de 1600 dibujos… Y eso que Van Gogh empezó su carrera seria
de pintor relativamente tarde (32 años). Eso sí… Desde entonces no pararía de pintar a
un ritmo frenético durante 5 años, hasta su trágica muerte.
Mucho se ha hablado de su turbulenta vida y de su locura, de la famosa oreja y de su
carácter intratable. Sin embargo, y por mucho que se especule, su arte era de lo más
lúcido. Van Gogh no pintaba así por «estar loco», no veía las cosas así que fue un audaz
experimentador y todo un erudito en la historia del arte.
Paradigma de pintor atormentado, de genio solitario que no vendió ni un miserable
cuadro en vida (hoy su obra tiene un valor incalculable), es verdad que tenía serios
trastornos psiquiátricos, pero lo cierto es que fue un pintor muy de su tiempo, que
evolucionó de la monocromía típica de la pintura holandesa y del realismo de sus ídolos
Millet o Rembrandt, al arte colorido con el que lo identificamos hoy en día, pasando por
el inevitable influjo del impresionismo.
Tras superar las investigaciones impresionistas, Van Gogh y un puñado de otros amigos
experimentadores (Gauguin, Cezanne, Toulouse-Lautrec…) crearon un nuevo estilo,
que a falta de un nombre mejor se dio en llamar postimpresionismo. Los colores vivos
(y muy matéricos), el abandono del naturalismo, las formas que parecen moverse o
caerse… Todo ello fue fruto de una evolución artística lógica más que de los delirios de
un demente.
La verdad es que Van Gogh sufrió siempre de depresiones e incluso intentó suicidarse
varias veces. Es cierto que se cortó la dichosa oreja (el lóbulo en realidad), que contrajo
una sífilis que dañó todavía más su cerebro, que se comía su pintura con plomo, que
bebía absenta hasta quedar inconsciente, que sus relaciones sociales y sentimentales
fueron desastrosas, que olía fatal, que fue un mantenido por su hermano Theo, que fue
internado en psiquiátricos y que acabó pegándose un tiro en el pecho con una
escopeta…
Pero sería muy simplista afirmar que su particular estilo (colores chillones, pinceladas
bruscas…) se debe a su estado psicológico. En realidad, Van Gogh pintaba de esa forma
porque ese era su estilo, un estilo lúcida y conscientemente adquirido. Loco o cuerdo,
sus cuadros eran relativamente independientes de su psique.
Pese a su fracaso comercial (más condicionado por su personalidad anti-comercial que
por su arte) Van Gogh se codeó de tú a tú con los mejores artistas de su tiempo y gozó
de su amistad y admiración. Incluso después de su muerte fue admirado y sigue
siéndolo.
Su pintura es emocionante y atemporal, brutalmente sincera y muy popular (los
profanos en la materia y los niños captan perfectamente la expresividad de su obra).
Muy fresca y espontánea (llegó a crear frenéticamente dos o tres cuadros al día), se
percibe en su obra la necesidad imperante de pintar.