Está en la página 1de 4

TAHITIANAS EN LA PLAYA

GAUGUIN, P. 1891. Postimpresionismo. Óleo sobre lienzo. 0.69 x 0,61


m. Museo de Orsay. París

Iconografía

En este lienzo aparecen dos mujeres indígenas jóvenes, sentadas en la


playa. Una de ellas realiza un trabajo artesanal; la otra presenta una actitud
pensativa.

Uno de los viajes más destacados que realizó Gauguin, tras el episodio de
la oreja con su amigo Van Gogh, tuvo como destino la Polinesia Francesa,
concretamente, Tahití. Con él pretendía evadirse de la sociedad europea de
su época, buscando una naturaleza extraña, lejana y exótica, con gente no
corrompida por el progreso, lo artificial y lo material. Sin embargo, los
misioneros católicos ya habían llegado a las islas hacía tiempo y el
ambiente que encontró Gauguin quizá no fue tan salvaje como él esperaba.
Produjo entonces un gran número de obras inspiradas por la población y las
leyendas de la Polinesia, en la mayoría de las cuales aparecen jóvenes
desnudas o vestidas en cuadros exóticos y coloridos, modernos y
primitivos.

Gauguin quería vivir y narrar un modo de vida prehistórico, primordial,


liberado de las pompas y la superficialidad del mundo moderno.
Paradójicamente, lo logró utilizando las técnicas pictóricas más modernas.

Análisis formal

La composición es simple: se articula en torno a dos triángulos formadaos


por cada una de las jóvenes de la obra. Un eje horizontal en la línea del mar
se opone a uno imaginario vertical que divide el lienzo en dos partes, cada
una de ellas ocupada por las jóvenes. La estabilidad del cuadro está
conseguida.

Sin embargo, la composición de la obra está al servicio del simbolismo de


la misma, que se manifiesta esencialmente en el tratamiento completamente
contrapuesto de ambas jóvenes. Y este tratamiento tiene un protagonista
absoluto: el color.
La técnica utilizada en este lienzo es el “cloissonismo”, una técnica
desarrollada en el siglo XIX que utiliza colores planos en contornos
oscuros, perfectamente limitados, consiguiendo de esta forma que
destaquen sobre el fondo. Se caracteriza por su efecto decorativo, su
calidad formal y sus pinturas no tienen profundidad ni sombras.

Predominan los colores cálidos como el marrón-amarillo de la arena, el


rosa del vestido de la joven de la derecha y el rojo del pareo de la joven de
la derecha. En contraposición se observan colores fríos como el blanco de
la camisa y el verde y azul del mar.

La indumentaria de la joven de la izquierda, exótica, de gran colorido y


apropiada al clima de las islas contrasta fuertemente con el vestido rosa, de
corte mucho más europeo, de la joven de la derecha, que además va tapada
hasta el cuello. Sin duda, este contraste es manifiesto de la contaminación
religiosa y occidental aportada por los misioneros.

Los rostros de ambas jóvenes son totalmente impenetrables, como la


mayoría de las tahitianas que representó Gauguin. Coronan figuras sólidas
y robustas que encierran quizás una primitiva sabiduría que no podemos
comprender.

La joven que viste ropas occidentales y que se está sentada dando la


espalda al mar trenza unas hojas secas para fabricar un cesto. Está mirando
de reojo hacia la derecha, a algo que queda fuera del cuadro, como si
estuviese en situación de alerta. Su cuerpo se cierra sobre sí mismo
formando un óvalo impenetrable.

La joven de la izquierda lleva puesto un pareo y una camisa blanca y se


sienta de cara a las olas, relajada y ociosa, con su cuerpo extendido en un
bonito escorzo.

Ambas jóvenes representan, por tanto, dos etapas muy distintas de la


civilización. La apuesta de Gauguin irá definitivamente hacia el aspecto
más virgen y primitivo. Sabemos que una segunda versión fue pintada un
año después (Parau Api) y la joven del vestido rosa ya no es una tahitiana
convertida o influida por el cristianismo, sino una indígena más libre, que
vestida con un pareo como su compañera, ya no trabaja y se encuentra en
una postura más relajada.
Gauguin, quizá desencantado por no haber encontrado un mundo realmente
primitivo, decidió cerrar los ojos a la realidad para representar solo aquello
que quería ver.

A partir de bloques de color bidimensionales (hallazgo que proviene de


Manet y que Degas desarrolló ampliamente), esta obra muestra una esencia
plana, incluso infantil. Si la perspectiva desaparece, elemento que lo une al
Impresionismo, la recuperación del dibujo, la expresividad cromática y la
utilización de formas amplias y planas lo alejan del mismo
(Postimpresionismo), consiguiendo imponer su propia individualidad como
artista, para generar una pintura decorativa evocadora de un paraíso tropical
tranquilo.

Una de las características más importantes de los postimpresionistas es la


creación de composiciones simplificadas y estáticas, que buscan la armonía
de las masas cromáticas encerradas en perfiles bien ceñidos. Esta obra es
una clara manifestación de la misma. A la anterior se une el gusto por lo
exótico.

Contexto. Autor. Influencias

Paul Gauguin nació en junio de 1848 en París. De exitoso agente de bolsa


aficionado al arte se convirtió, a partir del hundimiento de la bolsa en 1883,
en un artista completamente dedicado a la pintura.

Siguió a Van Gogh hasta Arlès pero tras el famoso episodio de la oreja, los
constantes problemas económicos y sus preocupaciones estéticas,
emprendió viaje a la Polinesia Francesa, en un intento de huida hacia una
naturaleza extraña, lejana y exótica. Allí pintó numerosas obras que
tomaron como protagonistas las mujeres indígenas.

Gran conocedor de la pintura impresionista, decidió dar un paso más y


abrir sus obras a brillantes colores que lo separaron decididamente de la
misma. Si Van Gogh había subido los tonos de color para expresarse mejor
a sí mismo, Gauguin aumentó la intensidad de su paleta para ponerla al
servicio de una narrativa exótica y simbólica que lo alejaron
definitivamente del Impresionismo.

Como todo gran artista, poseía una gran habilidad para comunicar ideas y
sentimientos universales de un modo personal y preciso. La rica paleta de
ocres dorados, verdes abigarrados, marrones chocolate, rosas brillantes y
rojos y amarillos está contrastada y contrastada con una seguridad en el
toque que solo puede tener un autodidacta. La aparente sencillez de sus
obras esconden fondos sorprendentemente complejos; dramas psicológicos
que ponen de relieve la melancolía y trauma que afectan a sus personajes y,
por ende, a nosotros mismos.

Se rebeló contra el impresionismo y devolvió el arte al terreno de la


imaginación. Su potente grafismo y sus tonos amarillos anuncian los
efectos del Fauvismo.

También podría gustarte