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Preparación Espiritual

Espíritu Santo, gracias porque estás y vendrás.


Espíritu Santo, alabado seas por tu fuerza y tu luz.
Espíritu Santo, renuévame para que pueda
Domingo 30 de
ser testigo del poder de la Buena Noticia.
julio de 2023 Espíritu Santo, derrámate en la comunidad para poder
anunciarte
a todos con valentía.
Domingo XVII durante Amén.
el año
Ciclo A

Texto Bíblico Mt 13,24-30


“Bendeciré al Señor
eternamente”,
Sal. 144 44 «El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo. Cuando un hombre lo
encuentra, lo esconde de nuevo y, lleno de alegría, va, vende todo cuanto tiene y compra aquel
campo».
45 «El Reino de los cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas. 46 Al

encontrar una perla preciosa, vende todo cuanto tiene y la compra».


47 «El Reino de los cielos se parece también a una red que se echa en el mar y recoge toda clase

de peces. 48 Una vez que esta se llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentados, colocan
los peces buenos en canastos y, en cambio, arrojan fuera los malos. 49 Así ocurrirá en el fin del
mundo: vendrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos 50 y los arrojarán al horno
de fuego, donde habrá llanto y desesperación».
51 «¿Comprendieron todo esto?». Le respondieron: «Sí». 52 Entonces Jesús les dijo: «Por eso,

todo maestro de la Ley que se ha convertido en discípulo del Reino de los cielos se parece al
dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y antiguas».
.

Lectura

Algunas preguntas para una lectura atenta

1. ¿Qué hacen el hombre que encuentra un tesoro en un campo y el comerciante que


encuentra una perla de gran valor?
2. ¿En qué se parece el Reino de los cielos a las actitudes de estos hombres?
3. ¿Qué hacen los pescadores cuando traen a la orilla la red llena de peces?
4. ¿En qué se parece el Reino de Dios a lo que hacen los pescadores?
5. ¿En qué se parece el maestro de la ley cristiano a un dueño de casa?
Algunas pistas para comprender el texto:
Mons. Damián Nannini

Hoy leemos las tres últimas parábolas de esta sección del capítulo 13. Las dos
primeras tienen una misma estructura y un mismo mensaje. La tercera se emparenta
con la del trigo y la cizaña y tiene una breve aplicación o explicación alegórica.
Acerca de la parábola del tesoro podemos comenzar diciendo que existen varios
relatos paralelos extrabíblicos que dan cuenta de la costumbre, común en aquella
época, de esconder tesoros enterrándolos en un campo. Y también del sorprendente
cambio de fortuna del campesino o trabajador que lo descubre y compra el campo
porque, según la ley de entonces, el tesoro pertenece al dueño del campo.
Por su parte, la parábola de la perla compara el Reino de los cielos a un mercader
o comerciante que busca perlas finas y al encontrar una de gran valor vende todo y la
compra.
Entre ambas parábolas hay diferencias puesto en la primera el reino se compara
con el tesoro escondido que se descubre por casualidad mientras que en la segunda
el Reino de Dios se compara con el comerciante que está buscando perlas.
Ahora bien, en ambas parábolas el acento está puesto en la acción de vender todo
lo que se tiene para poder comprar lo muy valioso que se encontró: el tesoro y la perla.
Entonces, tanto el tesoro como la perla fina pasan a ser lo más importante y valioso al
punto de estar dispuestos a vender todo con tal de poseerlo. Parece claro, en el
contexto del evangelio de Mateo, que se trata de una invitación a renunciar a todo para
poseer el Reino de los cielos; y a hacerlo con entusiasmo y alegría porque realmente
vale la pena. Pero también es claro que esta renuncia sólo se puede dar si primero se
ha encontrado el Reino de Dios y se lo ha sabido valorar.
También ambas parábolas resaltan la rápida toma de decisiones para aprovechar
la oportunidad que se presenta. No hay lugar para las vacilaciones y delaciones; es
preciso tomar ya una decisión; arriesgarse a venderlo todo para poder conseguir lo
mejor, lo deseado y muy buscado (para el comerciante de perlas); o lo encontrado de
repente pero que se aprecia como una valiosa oportunidad que no se puede dejar
pasar (como el caso del campesino). En el contexto del evangelio de Mateo, es una
invitación a una pronta decisión por el seguimiento de Jesús, que está anunciando y
haciendo presente la llegada del Reino de Dios.
En la última parábola el Reino de los cielos se compara con una «red de pesca»,
que en aquella época tenían entre 250 y 400 metros de largo y 2 metros de ancho;
con elementos de peso en un lado para que se hunda; mientras que arriba corcho o
madera ligera para que se mantenga a flote. Eran manejadas por uno o más botes, de
modo que atrapaban toda clases de peces que luego eran llevados a tierra para
seleccionarlos; tal como narra esta parábola. La misma es luego interpretada en clave
escatológica al ser aplicada al “fin del mundo” (vv. 49-50). Su mensaje es semejante
al de la parábola del trigo y la cizaña, con cuya explicación alegórica comparte
vocabulario, señalando que en este mundo buenos y malos están juntos por la
paciencia de Dios; y sólo en el juicio final se dará la separación de los mismos de
modo que sólo los buenos heredarán el Reino de los cielos.
La sección de las parábolas cierra con un breve diálogo entre Jesús y sus
discípulos (v. 51) que termina con una breve parábola en sentido bíblico; propiamente
una comparación (v. 52). El punto de comparación aquí es “todo escriba que ha
llegado a ser discípulo del reino de los cielos”; dónde la palabra clave para
identificarlos es “escriba o letrado”. Al parecer, no habría que entender esta expresión
o título en sentido técnico como en caso del grupo judío de los “escribas” (2,4; 5,20;
7,29…); sino como una referencia a quienes se dedican dentro de la nueva comunidad
a interpretar las Escrituras (cf. 23,34 donde se habla de “profetas, sabios y escribas”
cristianos). Pues bien, teniendo en cuenta el contexto de todo el evangelio de Mateo,
que es un evangelio de síntesis, se trataría de una exaltación de los que intentan
mantener la correlación entre el Antiguo Testamento y la novedad de Jesús; como
tantas veces hace el mismo evangelista con sus citas de cumplimiento.

Meditación

Hoy podemos comenzar la meditación haciéndonos una pregunta: ¿Vale la pena


arriesgarlo todo por el Reino de Dios?
Jesús, con dos parábolas, nos responde invitándonos a valorar el Reino de Dios, a
valorar su presencia en nuestras vidas, al punto de poder optar, decidirnos por él con
entusiasmo y alegría. Se trata de valorar la belleza de la fe, del encuentro con Cristo;
de llegar a descubrir el Reino de Dios, la Persona de Jesús, como lo sumamente bello,
deseable y amable, como lo más valioso de la vida y dejarlo todo por Él. Porque amar
es sobre todo valorar y porque sólo una valoración o apreciación tal del Reino de Dios
justifica y da sentido a la renuncia que este exige. En otras palabras, primero tiene que
darse, aunque sea de modo incipiente, el descubrimiento del Reino como valor
supremo, para que entonces tenga sentido y sea viable la renuncia a todo lo demás
para poseerlo.
Al respecto, decía el Papa Francisco en el Ángelus del 26 de julio de 2020: “Los
gestos de ese hombre y del mercader que van en busca, privándose de los propios
bienes, para comprar realidades más preciosas, son gestos decisivos, son gestos
radicales, diría solamente de ida, no de ida y vuelta: son gestos de ida. Y, además,
realizados con alegría porque ambos han encontrado el tesoro. Somos llamados a
asumir la actitud de estos dos personajes evangélicos, convirtiéndonos también
nosotros en buscadores sanamente inquietos del Reino de los cielos. Se trata de
abandonar la carga pesada de nuestras seguridades mundanas que nos impiden la
búsqueda y la construcción del Reino: el anhelo de poseer, la sed de ganancia y poder,
el pensar solo en nosotros mismos.
En nuestros días, todos lo sabemos, la vida de algunos puede resultar mediocre
y apagada porque probablemente no han ido a la búsqueda de un verdadero tesoro:
se han conformado con cosas atractivas pero efímeras, de destellos brillantes pero
ilusorios porque después dejan en la oscuridad. Sin embargo la luz del Reino no son
fuegos artificiales, es luz: los fuegos artificiales duran solamente un instante, la luz del
Reino nos acompaña toda la vida.
El Reino de los cielos es lo contrario de las cosas superfluas que ofrece el mundo,
es lo contrario de una vida banal: es un tesoro que renueva la vida todos los días y la
expande hacia horizontes más amplios. De hecho, quien ha encontrado este tesoro
tiene un corazón creativo y buscador, que no repite sino que inventa, trazando y
recorriendo caminos nuevos, que nos llevan a amar a Dios, a amar a los otros, a
amarnos verdaderamente a nosotros mismos. El signo de aquellos que caminan en
este camino del Reino es la creatividad, siempre buscando más. Y la creatividad es la
que toma la vida y da la vida, y da, y da, y da… Siempre busca muchas maneras
diferentes de dar la vida. Jesús, Él que es el tesoro escondido y la perla de gran valor,
no puede hacer otra cosa que suscitar la alegría, toda la alegría del mundo: la alegría
de descubrir un sentido para la propia vida, la alegría de sentirla comprometida en la
aventura de la santidad”.
Continuamos la meditación con las siguientes preguntas:
1. ¿Qué lugar ocupan Jesús y el reino de Dios en mi escala de valores?
2. ¿He experimentado el encontrarlo como lo mejor que me haya pasado en la vida?
3. ¿A qué tuve que renunciar para quedarme con Jesús y su Iglesia?
4. ¿Me ha cambiado la vida haberme encontrado con Jesús?

Oración

Gracias Jesús por tu Reino.


Que sepa buscarlo
y me des el regalo de encontrarlo.
Quiero que sea el motor para mi vida.
Sólo así podré renunciar a lo necesario
Con tal de tenerlo como tesoro.
Sacúdeme de mi egoísmo para poder comprometerme
Con Vos, con los demás, conmigo mismo y
con la creación.
Cuento con tu compañía.
Amén.

Contemplación

Jesús, que sepa preferirte a todo y compartirte genuinamente con los


demás.

Acción

Durante esta semana me propongo hallar la presencia transformadora del Señor en un


vínculo concreto.

“Jesús es un tesoro escondido, un bien inestimable que pocas almas saben encontrar
porque está escondido y el mundo ama lo que brilla», (Santa Teresita del Niño Jesús).

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